Historia de La Iglesia
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7.2. Es obligatoriedad para el estudiante cumplir con los trabajos asignados dentro del tiempo
señalado.
7.3. Es imprescindible rendir exámenes y aprobarlos para aprobar la materia.
7.4. Es requisito indispensable la lectura de los textos que aparecen en la bibliografía y
presentar los resúmenes requeridos.
8. EVALUACIÓN
6.1. Participación en clase
6.2. Llenado del cuestionario.
6.3. Asistencias a clases.
6.4. Exámenes parciales y finales.
9. BIBLIOGRAFÍA
ASTULFI, Carlos José. Síntesis de Historia Media, Moderna y Contemporánea. Buenos Aires:
Editorial Kapelusz, 1946. 4ta. Edición (2da. reimpresión).
BAKER, Robert A. Compendio de la Historia Cristiana (Traducido por Francisco A). El Paso Texas.
USA: Casa Bautista de Publicaciones, 1982. Cuarta Edición.
BURGESS, Pablo. Veinte siglos del Cristianismo. Quezaltenango: El Noticiero Evangélico, 1956.
DANA, H.E. El Mundo del Nuevo Testamento. El Paso Texas USA: Casa Bautista de Publicaciones,
1982. Cuarta Edición.
HOWARD, F. Breve Historia de la Iglesia Cristiana (Por Juan E. Peña) Chicago, USA: 1965.
HALLEY, Henry. Compendio Manual de la Biblia. Miami, Florida: Editorial Moody, 1955. 768 pp.
HURLBUT y otros. La Historia de la Iglesia Cristiana. Miami Florida: Editorial Vida. Edición
13ava, 1980.
LACY, G.H. Breve Historia del Cristianismo. E.U.A.: Casa Bautista de Publicaciones, 1949.
SCOTT, Kenneth. Historia del Cristianismo (Trad. Por C. Quarles y Lemuel C.). El Paso, Texas,
E. U.A.: Casa Bautista de Publicaciones, 1958. Tomos I y II.
SEEBERG, Reinhold. Manual de Historia de la Doctrina (Trad. Por José Míguez Bonino). Casa
Bautista de Publicaciones, 1967. Tomos I y II.
WALKER, Williston Historia de la Iglesia Cristiana (Traducida por Adam F. Sosa) Buenos Aires:
La Aurora, 1980.
ÍNDICE
1. PORTADA ........................................ . ...................................................................... 1
1......................................................................................................................................... La
Iglesia Primitiva ......................................................................................... 13
2. Pablo y la misión a los gentiles............................................................. 13
UNIDAD IV EXPANSIÓN DE LA IGLESIA POS APOSTÓLICA (100-313 D. C.l .................. 14
1.........................................................................................................................................
Medios de expansión ................................................................................. 14
2. El alcance de la expansión del movimiento ................................... 14
UNIDAD V FACTORES SOCIO-POLÍTICOS Y RELIGIOSOS QUE
MOTIVARON LAS PERSECUCIONES ..................................................... 15
1. El paganismo ........................................................................................ 15
2. La adoración al emperador. .................................................................. 15
3. Las reuniones secretas de los cristianos .............................................. 15
4. La igualdad de los hombres ante Dios y la sociedad ........................... 16
5. Los intereses económicos de los paganos...................................... 16
UNIDAD VI LAS PERSECUCIONES JUDÍAS Y ROMANAS ............................................... 17
UNIDAD VII SECTAS Y CONDICIÓN ESPIRITUAL DE LA IGLESIA .................................. 18
6. EL IMPERIO ROMANO
La iglesia fue fundada bajo el Imperio Romano:
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Monofisitas (Cristo tenía solamente una naturaleza). Desde el siglo segundo al sexto la iglesia estaba
dividida con controversias acerca de estos y otros “ismos” y casi perdió de vista su verdadera misión.
8. LAS PERSECUCIONES
8.1. Nerón. En el 64 D.C. sucedió el gran incendio de Roma. El pueblo sospechaba de Nerón, y para
alejar de sí mismo las sospechas, este acusó a los cristianos y ordenó su castigo. Miles fueron muertos de
las maneras más crueles; entre ellos Pablo y posiblemente Pedro. Dice Tácito: Por lo tanto Nerón, para ocultar
el rumor, sustituyó como criminales y castigó con exquisitas torturas a aquellas personas abominables por
sus vergonzosas prácticas, a quienes el pueblo llama cristianos. Cristo, el autor de tal nombre fue castigado
por el procurador Poncio Pílate en el reinado de Tiberio; y la fatal superstición, reprimida por un tiempo,
estalló nuevamente, no solamente en Judea, sede original de aquel mal, sino en toda la ciudad (Roma) a la
cual desde todas partes fluyen y tiene boga cosas horrendas y vergonzosas.
8.2. Domiciano, 96 D.C. Este inició una persecución contra los cristianos acusándolos de ateos, lo
que indudablemente significa que se negaban a participar en la adoración del emperador. Fue breve, pero
sumamente violenta. Muchos miles fueron muertos en Roma y en toda Italia, entre ellos el primo del
Emperador, Flavio Clemens, cuya esposa, Flavia Domiltilafue desterrada. El apóstol Juan fue desterrado a
Patmos.
8.3. Trajano, 98-117 D.C. Uno de los mejores emperadores, pero cría que debía hacer cumplir las
leyes del Imperio, y el cristianismo se consideraba religión ilegal por cuanto los cristianos se negaban a
sacrificar ante los dioses romanos o tomar parte en el culto del Emperador.
La iglesia era considerada como sociedad secreta, cosa que era prohibida. No se les buscaba de
oficio a los cristianos, pero si eran denunciados, se les castigaba. Entre los que perecieron bajo su reinado
estuvieron Simeón, hermano de Jesús, obispo de Jerusalén, crucificado en el 107 D.C., e Ignacio, el segundo
obispo de Antioquía, llevado a Roma y arrojado a las fieras, en el 110 D.C..
Plinio, quien fue enviado por el Emperador a Asia Menor, en donde los cristianos eran ya tan
numerosos que los templos paganos estaban casi desiertos; este Plinio enviado para castigar a quienes se
negaban a maldecir a Cristo y a sacrificar ante la imagen del Emperador, escribió a Trajano: “Afirmaban
que la suma de su crimen o de su error, sea cual sea, era ésta: Que en un día determinado se reunían
antes del amanecer y cantaban entre ellos, por turno, un himno a Cristo, como a un Dios, y se
comprometían bajo juramento, no a ninguna maldad, sino a que Jamás cometerían hurto, ni robo, ni
adulterio; que jamás faltarían a su palabra; que jamás faltarían a lo que se les confiase aún siéndoles
así exigido; y luego de hecho esto, solían separarse y luego se reunían de nuevo para participar de
alimentos comunes”.
8.4. Adriano, 117-138 D.C. Perseguía a los cristianos, aún cuando en menor grado. Telésforo,
pastor de la iglesia de Roma, y muchos otros padecieron el martirio. Sin embargo, durante este reinado el
cristianismo hizo notables progresos en números, riquezas, erudición e influencia social.
8.5. Antonio Pío, 138-161 D.C. Este emperador más bien favorecía a los cristianos; pero cría que
debía hacer cumplir la ley, y hubo muchos mártires, entre ellos Policarpo.
8.6. Marco Aurelio, 161-180 D.C. Así como Adriano consideraba la manutención de la religión del
Estado con necesidad política; pero a diferencia de Adriano estimulaba la persecución de los cristianos. Fue
una persecución cruel y bárbara, la más severa desde Nerón. Muchos miles fueron decapitados o arrojados
a las fieras, entre ellos Justino Mártir. Fue especialmente feroz en el sur de Gália. Las torturas que las
víctimas soportaban sin acobardarse son casi increíbles. Torturado desde la mañana hasta la noche,
Blandina, una esclava, solamente exclamaba, “Soy cristiana, entre nosotros no se hace ningún mal”.
8.7. Septemio Severo, 193-211 D.C. Esta persecución fue muy severa, pero no general. Sufrieron
principalmente Egipto y el norte de África. En Alejandría “diariamente eran quemados, crucificados o
decapitados muchos mártires”, entre ellos Leónidas, el padre de Orígenes. En Cartago, Perpetua, dama
noble y su fiel esclava Felicitas, fueron despedazadas por las fieras.
8.8. Maximino, 235-238 D.C. En este reinado fueron muertos muchos prominentes dirigentes
cristianos. Orígenes se salvó escondiéndose.
8.9. Dedo, 249-251, D.C. Determinó resueltamente exterminar el cristianismo. Su persecución fue
co-extensiva con el Imperio y muy violenta. Multitudes perecieron bajo las torturas más crueles en Roma, el
norte de Africa, Egipto y Asia Menor. Dijo Cipriano, “Es devastado el mundo entero”.
8.10. Valeriano, 253-260, D.C. Más severo que Dedo; se proponía la destrucdón total del
cristianismo. Muchos dirigentes fueron ejecutados, entre ellos Cipriano, obispo de Cartago.
8.11. Diocleciano, 284-305 D.C. La última persecución imperial, y la más severa; coextensiva
con el Imperio. Durante diez años se buscaba a los cristianos en cuevas y en selvas. Eran quemados,
arrojados a las fieras y muertos mediante cuanta tortura la crueldad pudiera inventar. Era un intento
resuelto y sistemático para abolir con el nombre de cristiano.
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a una creciente unificación. Influían ya en ese sentido la constitución política del gran imperio, que
obedecía a la voluntad de una sola persona, la implantación general del derecho, y el militarismo romano.
A esto se añadió el intenso intercambio internacional, que era fomentado por las excelentes vías, y por la
paz que reinaba en el Mediterráneo, desde la época de Augusto.
El comercio y el tráfico de esclavos, como también los frecuentes traslados de las legiones y de los
altos funcionarios, produjeron una gran mezcla de población. Por último, produjeron una cierta nivelación,
la difusión del idioma griego y las conquistas grecorromanas en el terreno intelectual. Fue especialmente
la difusión de la lengua griega lo que facilitó la obra misionera cristiana; la gente entendía a Pablo tan
bien en Antioquía, Siria u Roma como en Oriente o Filipos.
1. LA SITUACIÓN RELIGIOSA
Las condiciones religiosas presentaban un cuadro variado. Los cultos más diversos casi
innumerables, se encontraban unos junto a otros, algunos llenos de energías y otros agonizantes, ya
brutales o refinados, ya indígenas, ya exóticos. Algunas religiones habían alcanzado una difusión
asombrosa en muchas provincias.
El mundo estaba poseído por un gran anhelo religioso. Los que mantenían más éxito eran los cultos
orientales de los misterios, que seguían su avance ininterrumpido hacia el Oeste; las divinidades frigias
Cibeles /Magna Mater) y Atis, el culto alejandrino de Isis y Osiris (Serapis), los Baales asirios, y por último
el culto a Mitra, que penetró al imperio romano desde Persia.
También era de origen oriental el culto al emperador; cuya organización pronto abarcó todas las
provincias. Poco antes de pasar el imperio al cristianismo, penetró otra religión oriental en el occidente: el
maniqueísmo, fundado el siglo III por el persa Maní, que concebía el mundo en forma severamente dualista,
como una lucha entre el reino de la luz y el reino de las tinieblas (de allí el nombre de Maniqueísmo).
En el transcurrir de los primeros siglos cristianos, las religiones difundidas en el imperio romano
fueron acercándose más y más unas a otras. Se transformaban más y más en religiones redentoras que
por medio de iniciaciones misteriosas aseguraban a sus adeptos la divinización y la vida feliz en el más
allá. A ello se unió el ascetismo, la insistencia sobre la pureza moral, la continencia, y las penitencias y
expiaciones. Además se nota con claridad que el desarrollo religioso tendía hacia el monoteísmo. De esa
manera los cultos paganos empezaron el camino al cristianismo, a pesar de que en otros sentidos le fueran
contrarios.
2. LA FILOSOFÍA
En los círculos de preparación filosófica la religión no presentaba ese mismo aspecto de unidad
que tenía en las clases bajas. Es cierto que en general, aquellos círculos evitaban la ruptura extrema con
la religión tradicional, pero no eran pocos los que habían perdido su fe en los dioses por causa de la crítica
filosófica, de tal manera, que no era extraño hallar un ateísmo completo durante la decadencia de la
república romana. Sin embargo, desde la época de Augusto se efectúo un cambio; desde entonces,
adquirió, la antigua filosofía más y más un aspecto religioso. Tienen expresiones casi cristianas. Séneca
(el maestro de Nerón), el liberto Epicteto (por el año 100), y Marco Aurelio (emperador, 161-180). El
neoplatonismo del siglo III, representado especialmente por Plotino y Porfirio, era una religión que creía en
la revelación, los filósofos del imperio romano también trabajaron con celo en la elevación de las
condiciones morales; no fueron pocos los que actuaron como escritores, predicadores populares itinerantes,
y como preceptores y consejeros en los hogares distinguidos, para estimular la conciencia moral, y el
dominio propio, de manera que la filosofía griega hizo su parte en la preparación del terreno para el
cristianismo, a pesar de toda la importancia que pudiera adquirir el antagonismo entre los filósofos y los
cristianos. No pocas de las conclusiones y peculiaridades de la filosofía griega fueron luego aceptadas por
la iglesia, p.ej. su intelectualismo, su acerba crítica de los mitos paganos, la elaboración científica de la
doctrina de Dios, e importantes conceptos de la ética.
3. EL JUDAÍSMO
El más importante precursor del cristianismo fue sin embargo, el Judaismo. En la época de Jesús
este pueblo había adquirido una difusión asombrosa; apenas había en las costas del Mediterráneo alguna
ciudad de cierta importancia en la cual no residiesen judíos. En cierta medida, el judaismo de la dispersión
habíase dejado absorber por la cultura helenista, había traducido su Biblia al griego (“Septuaginta”, eso es,
la Versión de Setenta), y esta traducción ofreció uno de los elementos más importantes para la expansión
del cristianismo en el mundo griego.
Filósofos judíos en Alejandría, como Filón, un contemporáneo de Jesús, fundaron la fe judía en Dios
con preceptos estoicos y platónicos, iniciando de este modo la teología de los Padres de la Iglesia. También
en otro sentido el judaismo preparó el terreno al cristianismo, a saber; reuníanse en las sinagogas judías
muchos gentiles “temerosos de Dios”, que se sentían atraídos por el culto de los judíos, por su fe monoteísta,
su veneración netamente espiritual de Dios, y por su maravilloso libro sagrado. Fue en esos círculos de
“temerosos de Dios” que a diferencia de los verdaderos “prosélitos”, no habían pasado al judaismo y por lo
tanto no estaban ligados por la ley, allí encontró la joven religión cristiana sus primeros confesores no judíos.
1. LA IGLESIA PRIMITIVA
La congregación más antigua que, en seguida de la crucifixión de Jesús, se formó en Jerusalén en
tomo a Pedro y los demás discípulos del Señor, se componía de judíos natos. Sus miembros frecuentaban el
Templo y observaban la ley judaica; su fe era en gran parte, la fe judía. Sus compatriotas los consideraban
solamente como otra de las numerosas escuelas o sectas judías; los llamaban la secta de los “nazareos” (o
“nazarenos”). Es cierto que los nazarenos se diferenciaban de los demás judíos muy especialmente en un
punto importante: creían que Jesús, a pesar de haber sido rechazado por el pueblo judío y a pesar de su
muerte vergonzosa en la cruz, era el Mesías, que había resucitado de los muertos, hallándose en la gloria
celestial junto a Dios, de donde volvería “sobre las nubes del cielo” para el juicio final. La esperanza de que
la venida del Mesías y el fin del mundo eran inminentes daban a este cristianismo más antiguo su colorido
característico.
2. PABLO Y LA MISIÓN ENTRE LOS GENTILES
Pronto las cosas pasaron mucho más allá de su estado original. A la comunidad compuesta
solamente por los galileos, prontamente se unieron helenistas, es decir, judíos de la dispersión griega; con
eso se unieron hombres más ampliamente preparados a los primeros discípulos, que poseían poca
preparación intelectual.
Uno de estos helenistas, Esteban, despertó con sus valientes controversias con los judíos, la primera
persecución sangrienta, él mismo murió como el primer mártir y sus compañeros huyeron de Jerusalén,
llevando el evangelio a las comarcas vecinas; algunos de ellos predicaron por primera vez a los gentiles, en
Antioquía de Siria. Así se formó la primera congregación cristiana compuesta de judíos y gentiles. Fue
también en Antioquía donde surgió el nombre de cristianos (véase Hch. 11:26; 1 P. 4:16) quizá en época
bastante temprana. El mayor progreso que hizo la nueva religión en las primeras décadas, fue el trasplante
de su tierra nativa judía de Palestina al terreno de la civilización pagana y grecorromana de las metrópolis
del Mediterráneo. Ahora se presentaban dos distintos tipos del cristianismo: el judío y el gentil.
El rápido crecimiento del cristianismo gentílico débese a la actividad incomparable del apóstol Pablo, un
judío de la diáspora y ex-escriba de Tarso, en Cilicia. Fue el misionero más activo y de mayor éxito de la
iglesia primitiva, fundando un buen número de congregaciones gentílicas en una vasta área. También dio el
fundamento teológico para libertar a sus iglesias de la antigua ley y obtuvo en el así llamado Concilio de
Jerusalén, el reconocimiento de su misión a los gentiles ', luchando afanosamente contra un partido de
tendencia rígidamente farisaico-legalista que estaba ganando terreno entre los apóstoles primitivos.
Fue ésa la hora decisiva para la nueva religión, si aquellos “falsos hermanos’1 que querían obligar
a los creyentes gentiles a aceptar la ley y la circuncisión, hubieran tenido éxito con su demanda, eso
habría significado el golpe mortal para la misión a los gentiles y el cristianismo se habría transformado
nuevamente en una secta judía, dejando de ser una religión universal. La victoria de Pablo sobre sus
enemigos jadeo-cristianos decidió la completa separación de la religión cristiana del judaismo.
Cuando en el año 70 fue destruida Jerusalén por los romanos y quedó aniquilado el estado judío,
también fue reduciéndose rápidamente; el cristianismo judío, quedó reducido a Siria, manteniéndose
todavía por unos siglos como una formación retrógrada, que más adelante fue considerada por los
cristianos gentiles como herética. El futuro pertenecía al cristianismo gentílico. Este habíase extendido
también fuera del campo de acción de Pablo e independientemente de él, por los territorios del
Mediterráneo. Fue de la mayor importancia su establecimiento en Roma a donde llegó ya en la cuarta
década.
Pablo mismo vivió al menos dos años en Roma bajo Nerón, es cierto que como prisionero político a
la espera del fallo de su proceso pero sin ser cortado en su predicación del evangelio (Hechos 28:20). De
acuerdo a la tradición fidedigna, coronó allí mismo su obra apostólica sufriendo el martirio, quizá como
una de las víctimas de la persecución de Nerón y simultáneamente con la muerte de Pedro. No se sabe
con certeza si la muerte del apóstol acaeció inmediatamente después de esos dos años, o si es que Pablo
volvió a estar en libertad emprendiendo nuevos viajes misioneros ( a España o al Oriente) sufriendo el
martirio después de un segundo cautiverio en Roma.
No hay argumentos irrefutables que demuestren que también Pedro haya estado en Roma
sufriendo allí el martirio, aunque no habría por que dudarlo. Pero parece que sólo habría estado por poco
tiempo. No es más que una leyenda, el que fuese el fundador de la iglesia en Roma y la hubiera dirigido
como su primer obispo por 25 años (véase 12:1).
Cae también la séptima década el martirio de Jacobo “el justo”, el hermano del Señor, el adalid
de la iglesia cristiana en Jerusalén después de la partida de los Doce. Fue apedreado por los judíos. Al
estallar la gran revuelta judía (66-70) la iglesia primitiva abandonó la ciudad de Jerusalén, para evitar la
comunión con los sediciosos y fueron a establecerse en Pella en las tierras al este del Jordán.
Según una tradición que puede ser probada ya en el siglo II, el apóstol Juan es considerado como
el dirigente de la iglesia de Asia Menor, desde la partida de Pablo, hasta su muerte natural en Éfeso, a
edad avanzada, durante el reinado de Trajano (98-117). Pero no son pocos los sabios que discuten la
validez de esta tradición; es posible que para este dato se haya confundido al apóstol Juan con el
“presbítero” y “Discípulo del Señor”, llamado también Juan y que viviría probablemente por el año 100 en
Asia Menor. Según otra tradición Juan fue muerto por los judíos, junto con su hermano Santiago
(compárese Hechos 12:2 y las palabras de Jesús, Mat. 10:39).
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En el occidente eran menos numerosos los cristianos. También aquí al principio el cristianismo
hallaba acogida entre los círculos de habla griega. El cristianismo primitivo era esencialmente una religión
urbana. Las clases inferiores, obreros, libertos y esclavos, constituían sus principales adherentes; pero ni
en las primeras décadas faltaron en las iglesias miembros que fuesen propietarios y que tuviesen cierta
preparación. Cuando apareció Constantino, sólo una pequeña fracción de la población del Imperio Romano
era cristiana.
dios. Tal parece que en una de las primeras epístolas de San Pablo hay una referencia oculta a esta forma
de idolatría. Los cristianos rehusaban rendir esta adoración, aún cuando era tan sencillo arrojar un poco
de incienso al altar; y por el hecho de que cantaban himnos de alabanza y adoraban “otro rey, un tal
Jesús”, eran considerados por la multitud como desleales y conspiradores de una revolución.
Se consideraba a la primera generación de cristianos de alguna manera relacionada con los
judíos. Y el Judaismo era reconocido por el gobierno como una religión permitida, aunque los judíos vivían
separados de las costumbres idólatras, y ni siquiera comían alimento de las fiestas de los ídolos. Esta
supuesta relación preservó a los cristianos por algún tiempo de la persecución. Pero después de la
destrucción de Jerusalén , en el año 70 D. C. el cristianismo quedó solo, sin leyes que protegiesen a sus
seguidores del odio de sus enemigos.
3. LAS REUNIONES SECRETAS DE LOS CRISTIANOS
Las reuniones secretas de los cristianos despertaban sospechas. Ellos se reunían antes de la
salida del sol o en la noche, a menudo en cuevas o catacumbas subterráneas; y se circulaban falsos
rumores de ritos lascivos o criminales que se llevaban a cabo entre ellos. Además, el imperio autocrático
sospechaba de todos los cultos o sociedades secretas, temiendo propósitos desleales. La celebración de
la cena del Señor, de la cual eran excluidos los extraños, a menudo era una causa de acusación y
persecución.
En algunos lugares los cristianos eran reunidos en sus templos y estos eran incendiados,
pereciendo los creyentes dentro de sus paredes. Se dice que el emperador Diocleciano, erigió un
monumento con la inscripción: “En honor de la exterminación de la superstición cristiana”’ -sin embargo,
veinticinco años después, el cristianismo llegó a ser la religión oficial del emperador, de la corte y del
imperio. Los inmensos Baños de Diocleciano en Roma fueron construidos mediante el trabajo forzado
de los esclavos cristianos.
Pero doce siglos después del tiempo de Diocleciano, una parte del edificio fue transformado por
Miguel Ángel en la Iglesia de Santa María Delgi Angelí, consagrada en 1561 D.C., y todavía
Esta declaración, aunque hecha por muchos historiadores, descansa sobre pruebas inciertas, y puede que no sea auténtica.
usada para la adoración católica-romana. Diocleciano abdicó al trono imperial en 305 D. C., pero sus
subordinados y sucesores Galerio y Constancio, continuaron la persecución por seis años. Constantino,
el hijo de Constancio, como co-emperador, quien para ese tiempo no profesaba ser cristiano, expidió su
memorable Edicto de Tolerancia en 313 D.C. Por esta ley el cristianismo fue sancionado, su adoración
fue hecha legal y toda persecución cesó para no volverse a renovar mientras duró el Imperio Romano.
en cuanto a sus propósitos o beneficios. No pocos llegaron hasta a creer que el mártir por la fe tenía
algún mérito expiatorio del pecado.
UNIDAD VII SECTAS Y CONDICIÓN ESPIRITUAL DE LA IGLESIA
1. NACIMIENTO Y DESARROLLO DE LAS SECTAS Y HEREJÍA
A la par con el desarrollo de la doctrina teológica estaba el nacimiento de las sectas, o como
eran llamadas, las herejías, en la Iglesia cristiana. Mientras que la iglesia era judía por sus miembros,
y aún después mientras estaba regida por hombres del tipo judío, tales como San Pedro y San Pablo,
había solamente una leve tendencia hacia el pensamiento abstracto y especulativo. Pero cuando la
iglesia estuvo compuesta en su mayoría por griegos y especialmente los griegos místicos y
desequilibrados de Asia Menor, surgieron toda clase de opiniones y teorías, y éstas se desarrollaron
con fuerza en la Iglesia. Los cristianos del siglo segundo y tercero luchaban no sólo en contra de un
mundo pagano y adverso, sino también en contra de herejías y doctrinas corruptas dentro de su propio
redil. Solamente podemos considerar algunos de los más importantes entre las sectas de este período:
1.1. LOS GNÓSTICOS. Del griego (“gnosis”: “sabiduría”) no son fáciles de definir por ser tan
variados en sus doctrinas en las diferentes localidades y en los diferentes períodos. Se levantaron en
el Asia Menor -este foco de fantásticas ideas- era un injerto del cristianismo sobre el paganismo. Ellos
creían que del Dios supremo emanaba un sin número de deidades inferiores, algunas benéficas, otras
malignas; y por medio de éstas el mundo fue creado con su mezcla de bien y mal; que en Cristo, como
en una de estas “emanaciones”, la naturaleza divina estuvo viviendo por un tiempo. También
interpretaban las Escrituras de una manera alegórica, haciendo que cada declaración significara lo que
parecía más adecuado al intérprete. Florecieron a través de todo el siglo segundo y desaparecieron con
él.
1.2. LOS EBIONITAS. De una palabra hebrea que significa “pobre”. Eran cristianos judíos
que insistían que las leyes y judaicas debían ser observadas. Ellos rechazaban los escritos de San
Pablo, porque estas reconocían a los gentiles como cristianos. Eran despreciados por los judíos como
apóstatas, y no gozaban de la simpatía de los cristianos gentiles, quienes, después del año 70 D.C.
constituían mayoría en la iglesia. Los ebionitas gradualmente fueron disminuyendo en el segundo siglo.
1.3. LOS MANIQUEOS. De oñgen persa, fueron llamados así por razón de su fundador, Maní,
quien fue muerto en el año 276 D.C., por el gobierno persa. Sus enseñanzas eran que el universo se
compone de dos reinos: uno de luz y otro de tinieblas, y que cada uno lucha por el dominio en la
naturaleza y en el hombre. Ellos rechazaban a Jesús, pero creían en un “Cristo celestial”. Eran severos
en el ascetismo, y renunciaban al matrimonio; fueron perseguidos tanto por los emperadores paganos,
como por los cristianos. Agustín, el más grande teólogo de la iglesia, era maniqueo antes de su
conversión.
1.4. LOS MONTAÑISTAS. Así llamados a causa de su fundador, Montano, casi no pueden
clasificarse entre las sectas herejes, aunque sus enseñanzas fueron condenadas por la iglesia. Eran
puritanos, que proclamaban volver a la sencillez de los cristianos primitivos. Creían en el sacerdocio de
todos los verdaderos creyentes, y no en las órdenes del ministerio; observaban una disciplina estricta
en la iglesia; consideraban los dones de profecía como el privilegio de los discípulos, y tenían muchos
profetas y profetisas entre sus miembros. Tertuliano, uno de los principales entre los padres primitivos,
abrazó sus ideas y escribió en defensa de ellos. En los tiempos modernos Juan Wesley dio aprobación
a Montano y a la mayor parte de sus enseñanzas; y Hamack; un eminente erudito moderno también las
ha endosado.
Acerca de estas sectas y así llamadas herejías, la dificultad de comprenderlas
surge del hecho de que (con excepción de los montañistas, y aún en este caso en gran medida), sus
propios escritos ya no existen; y para formar nuestros conceptos acerca de ellos dependemos de aquellos
que escribieron en contra de ellos, e indudablemente estos estaban inspirados por prejuicios.
Supongamos, por ejemplo, que los metodistas como denominación y con toda su literatura pasasen de
la existencia; y que mil años después, los estudiantes procurasen investigar sus enseñanzas de los
libros y folletos escritos en el siglo XVIII en contra de Juan Wesley. ¡A que conclusiones tan erróneas
llegarían y que cuadro tan falso del metodismo sería presentado!
2. CONDICIÓN ESPIRITUAL DE LA IGLESIA CRISTIANA
Vamos ahora a procurar descubrir la condición de la iglesia durante los siglos de persecución,
especialmente en su terminación como en el año 313 D.C. Uno de los efectos producidos por las pruebas
que pasaron los cristianos de ese período, fue una iglesia purificada. Las persecuciones mantenían
alejados a todos aquellos que no eran sinceros en su profesión; nadie se unía a la iglesia por ganancia
mundana y popularidad. Los débiles y de corazón apocado abandonaban la iglesia; únicamente
aquellos que estaban dispuestos a ser fieles hasta la muerte eran los que se hacían abiertamente
seguidores de Cristo. La persecución sacudió a la iglesia separando la cizaña del trigo.
• Una iglesia de enseñanza unificada. Era un cuerpo de muchos millones de personas, que se
extendía por muchos países, y que incluía a muchas razas, hablando muchos idiomas. Sin embargo
tenía una misma fe. Las diferentes sectas se levantaron, florecieron y gradualmente perecieron; las
controversias trajeron a luz la verdad, y aún muchas de las herejías dejaron tras sí algunas verdades
que enriquecieron el depósito de la iglesia. >1 pesar de las sectas y cismas, el cristianismo del imperio
18
en 324 D. C., el cristianismo fue reconocido como la religión oficial del Imperio Romano, y un emperador
cristiano ejerció autoridad suprema con una corte de cristianos profesantes a su derredor. Los
cristianos, pasaron entonces, en un instante, del anfiteatro romano, donde tenían que enfrentarse con
los leones, a ocupar un sitio de honor en el trono que regía el mundo.
Poco después de la abdicación de Diocleciano, en 305 D.C., cuatro aspirantes a la corona
imperial estaban en guerra. Los dos rivales más poderosos eran Maxencio y Constantino, cuyos
ejércitos se enfrentaron en el Puente Milvian, sobre el Tiber, a diez millas de Roma, 312 D.C. Maxencio
representaba el elemento pagano perseguidor; Constantino era amigable con los cristianos, aunque en
ese tiempo no profesaba ser creyente. El afirmaba haber visto en el cielo una cruz luminosa con el lema:
“Hoc Signo Vinces” - “Por Esta Señal Conquistarás”, y más, tarde la aceptó como la insignia de su
ejército.
La victoria fue de Constantino y Maxencio se ahogó en el río. Poco después, en 313 D.C.,
Constantino promulgó su famoso Edicto de Tolerancia, que oficialmente puso fin a las persecuciones.
No fue sino hasta el año 323 D.C. cuando Constantino llegó a ser supremo emperador, que el
cristianismo fue entronizado. El carácter personal de Constantino no era perfecto. Aunque por lo general
era justo, ocasionalmente era cruel y tirano.
Se ha dicho que “la realidad de su cristianismo era mejor que su calidad”. El retardó su bautismo
hasta poco antes de su muerte con la idea, prevalente en su tiempo, de que el bautismo lavaba
todos los pecados cometidos previamente. Si el no era un gran cristiano, ciertamente era un político
sabio, pues tuvo la percepción de unirse con el movimiento que tenía el futuro de su imperio.
1. BENEFICIOS DEL EDICTO DE CONSTANTINO PARA LA IGLESIA CRISTIANA
De este repentino cambio de relaciones entre el imperio y la iglesia, surgieron resultados
mundiales y de vasto alcance; algunos de ellos buenos, algunos malos, tanto para la iglesia como para
el estado. Podemos ver muy prestamente en que sentidos la nueva actitud del gobierno trajo beneficios
a la causa del cristianismo:
• Toda persecución de los cristianos cesó de una vez y para siempre. Por más de 200
años, en ningún momento el cristiano había estado libre de acusación y muerte, y en muchos períodos,
como hemos visto, todos habían estado en peligro inminente. Pero desde la publicación del Edicto de
Constantino en el año 313 D.C., hasta que terminó el Imperio Romano, la espada de la persecución no
solamente fue envainada, sino fue sepultada.
• Los edificios de las iglesias fueron restaurados y nuevamente abiertos por doquier.
En el período apostólico se habían celebrado las reuniones en casas particulares y en salones
alquilados. Después, durante el tiempo de la cesación de las persecuciones, empezaron a levantarse
edificios para las iglesias. En la última persecución, la del tiempo de Diocleciano, muchos de estos
edificios fueron destruidos y otros fueron confiscados por las autoridades. Todos los que quedaban
para esta fecha fueron restaurados, y las ciudades pagaron a las sociedades por aquellos que habían
sido derribados.
Desde este tiempo en adelante los cristianos tuvieron libertad para construir templos; y
empezaron a levantarse edificios por doquier. En su diseño seguían la forma y tomaban el nombre de
la basílica romana o salón de la corte; un rectángulo dividido en pasillos, por hileras de pilares,
teniendo en un extremo una plataforma semicircular con asientos para los clérigos. Constantino dio el
ejemplo de construir grandes templos en Jerusalén, Bethlehem y en su nueva capital, Constantinopla.
Dos generaciones después de Constantino, fue cuando empezaron a aparecer las imágenes en las
iglesias; los cristianos primitivos tenían horror a todo aquello que pudiese conducir a la idolatría.
• Aunque todavía la adoración pagana era tolerada, los sacrificio oficiales cesaron.
El hecho de que un cambio tan radical de las costumbres generales, que estaban entretejidas con toda
celebración social y cívica, pudiese haberse efectuado tan rápidamente, demuestra que las
observancias paganas habían sido por mucho tiempo una mera formalidad, y ya no expresaban la
creencia de gente inteligente.
o En muchos lugares los templos fueron consagrados como Iglesias. Esto sucedía
especialmente en las ciudades; mientras que en los lugares remotos rurales, las creencias y la
adoración pagana perduraron por generaciones. La palabra “pagano” originalmente significaba
“morador del campo”; pero llegó a significar, y aún significa, un idólatra, uno que no conoce la verdadera
adoración.
• Por todo el imperio los templos de los dioses habían sido sostenido principalmente
por el tesoro público. Estas donaciones fueron ahora concedidas a las iglesias y al clero. Gradualmente
al principio, pero muy pronto en una forma general y más liberal, los fondos públicos fueron enriqueciendo
a la iglesia, a los obispos, ministros y otros funcionarios del culto cristiano recibían su sostén del estado;
una donación bien recibida por la iglesia, pero eventualmente de dudoso beneficio.
Al clero le fueron concedidos muchos privilegios, no todos por ley imperial, sino por
costumbre que pronto llegó a ser ley. Los deberes públicos que eran obligatorios para todos los
ciudadanos ya no se requerían del clero, pues fueron exentos del pago de contribuciones; todas las
acusaciones en contra de los clérigos eran Juzgadas ante cortes eclesiásticas. Los ministros de la iglesia
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pronto llegaron a formar una clase privilegiada sobre la ley del país. Esto también, aunque fue un
beneficio inmediato, se desarrolló en un mal, tanto para el estado como para la iglesia.
• El primer día de la semana fue proclamado como día de descanso y de adoración y
su observancia pronto llegó a ser general por todo el imperio. En el año 321 D.C. Constantino prohibió
que las cortes se abriesen en el día domingo, excepto con el propósito de libertar a los esclavos; y en ese
día los soldados eran mandados a omitir sus ejercicios militares diarios. Pero los juegos públicos
continuaron el domingo, con la tendencia de hacer de ese día un día de fiesta en vez de un día santo.
Del reconocimiento del cristianismo como la religión predilecta surgieron algunos buenos
resultados tanto para el pueblo, como para la iglesia. El espíritu de la nueva religión fue inculcado en
muchas de las ordenanzas decretadas por Constantino y sus sucesores inmediatos.
• La crucifixión fue abolida. Esta había sido una forma común de ejecución para los
criminales, excepto para los ciudadanos romanos, quienes eran los únicos que tenían derecho de ser
decapitados cuando eran condenados a muerte. Pero la cruz, un emblema sagrado para los cristianos,
pronto fue adoptada por Constantino como la insignia de su ejército y fue prohibida como método de
muerte.
• El infanticidio fue reprimido. En toda la historia anterior de Roma y sus provincias,
cualquier niño que no fuese bienvenido por su padre era asfixiado o “abandonado” a fin de que muriere.
Algunas personas hacían un negocio de recoger niños abandonados, los criaban y luego los vendían
como esclavos. La influencia del cristianismo impartió un carácter sagrado a la vida humana, aún en la
de los niños más pequeños; esto hizo que el mal del infanticidio desapareciese de todo el imperio.
A través de toda la historia de la república romana y del imperio, hasta que el cristianismo
llegó a dominar, más de la mitad de la población era esclava sin la más mínima protección de la ley. Un
hombre podía azotar a sus esclavos, si así lo deseaba. Durante el dominio de uno de los primeros
emperadores, un ciudadano romano rico fue asesinado por uno de sus esclavos, y por ley todos los
trescientos esclavos de su casa fueron muertos, sin tomar en cuenta su sexo, su edad, culpa o inocencia.
Pero con la influencia del cristianismo, el trato a los esclavos llegó inmediatamente a ser más
humano; se les otorgaron derechos legales que nunca habían poseído. Podían acusar a sus amos de
trato cruel; y la emancipación fue sancionada y fomentada. De esta manera, la condición de los esclavos
fue mejorada y la esclavitud fue gradualmente abolida.
• Los juegos de gladiadores fueron prohibidos. Esa ley fue puesta en rigor en la nueva
capital de Constantino, donde el Hipódromo nunca fue contaminado por hombres que se matasen los
unos a los otros para placer de los espectadores; pero los combates siguieron en el anfiteatro romano
hasta el año 404 D.C., cuando el monje Telémaco saltó a la arena y procuró apartar a los gladiadores.
El monje fue asesinado, desde entonces cesó la matanza de los hombres para placer de los espectadores.
2. PERJUICIOS PARA LA IGLESIA CRISTIANA
• Pero aunque el triunfo cristiano resultó en muchos aspectos bueno, inevitablemente la alianza
del estado y de la iglesia también trajo en su curso muchos males. El cese de la persecución fue una
bendición, pero el establecimiento del cristianismo como la religión del estado llegó a ser una maldición.
• Todos buscaban ser miembros de la iglesia y casi todos eran recibidos. Tanto los
buenos como los malos, los que sinceramente buscaban a Dios y los hipócritas que buscaban ganancia
personal, todos se apresuraban a ingresar en la comunión. Hombre mundanos, ambiciosos, sin
escrúpulos, buscaban puestos en la iglesia para obtener influencia social y política. El tono moral del
cristianismo en el poder era mucho más bajo que el que había distinguido a la misma gente bajo el tiempo
de la persecución.
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categorías de cargos en la iglesia, un credo más exacto, y una teología ligada al mismo, para pertenecer
a la iglesia no bastaba ya haber sido bautizado, sino que ahora también era necesario reconocer las tres
normas de la ortodoxia determinadas por la iglesia. El cristianismo primitivo habíase transformado en la
"Iglesia Católica".
2. ORIGEN DE LA IGLESIA
No es posible seguir en detalle esa transformación del cristianismo primitivo en catolicismo antiguo.
La lucha con las tendencias gnósticos tuvo gran influencia en la formación de formas eclesiásticas rígidas.
Se entiende por gnosticismo una tendencia religiosa que había surgido, ya antes de Jesús, de una
mezcla de religiones de Asia Menor. Esta tendencia trataba de adueñarse ahora del cristianismo, para
transformarlo en otra nueva religión de misterios por medio de la fusión con toda clase de elementos
extraños.
Esto significó una crisis sumamente peligrosa para el cristianismo la cual llegó a un punto culminante
por el año 135. El gnosticismo cristiano poseía en hombres como Basílides, Valentín y Marción, "líderes"
destacados y espirituales. El gnosticismo también sujetaba los ánimos por medio del hechizo de su culto
brillante, por el encanto de lo misterioso y por su pretensión de transmitir a los iniciados la "gnosis", es
decir, el conocimiento de las cosas celestiales.
Pero en los extraños sistemas elaborados por el gnosticismo no sólo se hallaban bastantes elementos
de la mitología pagana, sino que también se dejaban de lado más de un valor indispensable del
cristianismo, tales como la unidad de Dios, el Antiguo Testamento, la unidad de Cristo celestial y el Cristo
encamado, la unidad del género humano, y mucho más aún. La base de la concepción gnóstico del
universo era el dualismo oriental.
Las iglesias sentían claramente lo exótico de esa ideología. Por eso apartaron el gnosticismo como
movimiento hereje y se pusieron de acuerdo sobre lo que sería menester para la fe cristiana. Así surgieron
las tres normas de la ortodoxia*: 1) el símbolo bautismal "apostólico" ("credo de los apóstoles"), 2) el canon
"apostólico" de las Escrituras y 3) el episcopado "apostólico". De allí en adelante era expulsado de la
Iglesia como hereje todo el que se opusiera a dichas normas.
La palabra griega traducida ‘'iglesia” es ekklesia (latin, ecclesia). En la Versión de los Setenta, es la expresión solemne para la Comunidad de
Dios.
Es posible que la cristiandad poseyera ya antes de la crisis gnóstica un símbolo bautismal. Es la forma primitiva de nuestro credo apostólico y
probablemente tenía en Roma el siguiente texto: “'Creo en Dios Padre todopoderoso, y en Jesucristo su Hijo unigénito, Señor nuestro, nacido del
Espíritu Santo y de la Virgen María, bajo Poncio crucificado y sepultado, al tercer día resucitado de entre los muertos, subió al cielo y está sentado
ala diestra del Padre, de donde vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos. Y en el Espíritu Santo, una Santa Iglesia, el perdón de los pecados, la
resurrección de la carne”. Es incierto el origen de este símbolo.
La segunda norma católica, el canon del Nuevo Testamento que fue equiparse al Antiguo, probablemente surgió en las décadas de 140-200. Mientras
que los escritos aislados del Nuevo Testamento son, pues, producto del cristianismo primitivo, su reunión en uno y su canonización es obra del
segundo siglo. Al principio las iglesias de las distintas provincias tenían ciertas diferencias en el canon, de tal modo que en el Occidente recién se
reconoció mucho más tarde a la epístola a los Hebreos como parte integrante del canon, mientras que en Oriente sucedió lo mismo con el Apocalipsis
de Juan.
La tercera norma era el episcopado. La Iglesia enseñaba que el episcopado se basaba en una institución apostólica y que quienes lo
desempeñaban eran sucesores de los apóstoles, portadores del Espíritu Santo y guardianes de la tradición apostólica auténtica.
Con la transformación del cristianismo primitivo en Iglesia católica no cesó en modo alguno el
desarrollo del cristianismo. La Iglesia del año 200 ya lleva su sello "católico"*, pero difiere en mucho del
catolicismo de la edad media, de la época de la Reforma, o de la actualidad; por eso se habla de
"catolicismo antiguo" o de la "antigua" iglesia católica. Desde el siglo II continuó sin interrupción el
desarrollo y la transformación de la Iglesia.
3. LA CONSTITUCIÓN ECLESIÁSTICA
3.1. Los comienzos. En las congregaciones más antiguas poseían la influencia determinante los
predicadores de la palabra de Dios o portadores del Espíritu Santo, los apóstoles, profetas y maestros
(1 Corintios 12:28). Estos oficios eran "carismáticos", es decir, dependían de un don gratuito de Dios y
no de alguna institución, humana. No pertenecían a las congregaciones particulares, sino a la iglesia
en general.
En las congregaciones particulares faltaba en la primera década una constitución fija y
elaborada; pero existían ya comienzos para ello. Habían ciertos "servicios" que eran efectuados por
determinadas personas: el culto de la sala de reunión, la vigilancia en las reuniones, el cuidado de las
Santas Escrituras y la correspondencia. Los hombres que estaban cargados de estas tareas son
llamados en las cartas de Pablo "presidentes" (1 Ts. 5:12), ocasionalmente también "superintendentes"
(obispos) y diáconos (FU. 1:1), y en Hch. 20:17 "ancianos" (presbíteros).
3.2. La constitución congregacional de la antigua iglesia católica. Mientras el "Espíritu."
gobernaba la vida congregacional, tenían poca importancia los funcionarios de los congregaciones
particulares. Pero al desaparecer los oficios carismáticos en la época postapostólica, adquirió más
importancia y una forma más rígida la constitución de la congregación particular. En este sentido tuvo
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importancia decisiva el episcopado monárquico, que puede ser comprobado por el año 115 en Siria y
Asia Menor, y por el 150 también en Roma.
Habría existido en las congregaciones una cierta monarquía informe, desde la partida del
fundador; pero ahora se transformó en disposición legal definida, el que uno de los presbíteros dirigiese
la Iglesia como obispo vitalicio. Sólo a éste se le dio en adelante el título de obispo. Aparte del obispo y
los presbíteros existían en cada iglesia diáconos, casi siempre en número de siete, funcionarios
encargados del cuidado de los pobres y los enfermos y de los servicios durante el culto; en categoría
estaban subordinados a los presbíteros, como éstos al obispo.
El cargo episcopal alcanzó el dominio absoluto ilimitado sobre los creyentes. El obispo era
considerado como el reverendo padre de los cristianos, el sucesor de los apóstoles, el vicario de Cristo,
y aun de Dios. Las iglesias veían en sus obispos custodios de la tradición apostólica y maestros
infalibles, mediadores entre Dios y los hombres, que llevaban a éstos a comprender los misterios
divinos, sacerdotes de sacrificios y jueces de la congregación, a quienes estaban confiadas las "llaves
del cielo" (Mateo 16:19). El "servicio" del presidente se había transformado en una dignidad religiosa
exaltada hasta lo sumo.
Una consecuencia del aumento del poder episcopal, sobre todo de la aceptación del concepto
sacerdotal, fue la separación entre el "clero"* y los "laicos"*. La condición especial de los clérigos se
fundaba en la solemne ordenación o consagración al entrar al cargo. Según el concepto católico esta
ordenación concede un carácter imborrable (character indelebilis), es decir, el clérigo no pierde su
dignidad, aun cuando cayere un pecado mortal; le puede ser vedado ejercer su oficio, pero no puede
volver a ser laico. Además de los cargos de obispos, presbíteros y diáconos se agregaron en el siglo III
una cantidad de cargos inferiores: subdiáconos, acólitos (acompañantes del obispo), exorcistas,
lectores, ostiarios (porteros).
Para el clero superior se estableció la exigencia de abandonar otros oficios mundanos, aparte
de sus deberes eclesiásticos, y también la de distinguirse por una santidad personal especial, o sea
vivir solteros (celibato)* Por la abstinencia de los oficios mundanos y el celibato, se transformó el clero
católico en un estado especial. El signo externo de los clérigos fue desde el siglo V la tonsura (6).
’ Asi por ejemplo, la veneración de santos data en sus orígenes de los siglos II y III, el monacato, de fines del III y del IV, el papado romano, la
veneración de María y de las imágenes, del siglo V; el dogma de la Trinidad ha sido establecido en el siglo IV y el dogma cristológico en el V; el
dogma de la transubstanciación como también la obligación de la confesión auricular datan del siglo XIII, el rezo del rosario del XIII, y en su forma
actual, del XVII; la doctrina de la infalibilidad papal recién fue transformada en dogma en el año 1870.
Clero: Nombre colectivo con el que se designa a quienes han recibido las sagradas órdenes.
Laicos: O seglares (gr. “pueblo”). Los que no son clérigos. En el contexto evangélico todo aquel que no ha recibido una preparación teológica.
En la Iglesia oriental hasta el día de hoy pueden ingresar hombres casados en el clero inferior, el clero superior se forma principalmente por
monje.
3.3. La iglesia general. En el siglo III se afirmó también la fusión de las iglesias entre sí. Se
formaron las provincias eclesiásticas correspondientes a las del imperio romano. Se hallaba a la cabeza
de los obispos de la provincia el metropolita u obispo de la capital provincial, llamado en la Edad Media,
en el Occidente, Arzobispo. Además de las provincias eclesiásticas se formaron los grandes patriarcados
de Constantinopla, Alejandría y Antioquía, a los cuales se agregó en el 451 el pequeño patriarcado de
Jerusalén; en Occidente surgió el papado romano.
Para considerar los asuntos eclesiásticos se reunían los obispos regularmente en sínodos o concilios,
cuyas resoluciones eran consideradas como inspiradas por el Espíritu Santo. Desde el reconocimiento de
la Iglesia por Constantino existieron también, además de los sínodos provinciales, sínodos imperiales o
"ecuménicos" (quiere decir, de todo el mundo habitado), que eran convocados por el emperador y cuyas
resoluciones se transformaban en leyes del imperio al recibir la confirmación imperial.
4. LAS DISPOSICIONES RITUALES, EL ARTE ECLESIÁSTICO ANTIGUO
4.1. Bautismo y catecumenado. La admisión en la Iglesia se efectúa desde los tiempos más
antiguos por medio del bautismo. Poco a poco fue rodeado este acto solemne de un ritual complicado.
Desde los comienzos fue considerado como un sacramento, es decir, como un medio de transmitir poderes
sobrenaturales. Durante toda la antigüedad se efectuaba en general solamente el bautismo de adultos
sumergiéndolos tres veces completamente en el agua. Muchos aplazaban el bautismo hasta el fin de sus
vidas. Aquellos que se habían convertido al cristianismo pero jaúmnQ_figbían recibido el bautismo eran
llamados catecúmenos. Estos eran considerados como cristianos, pero no tenían, por ejemplo, el derecho
de participar de la Santa Cena. El bautismo de párvulos recién se generalizó en la Edad Media.
4.2. El culto. Las reuniones de las iglesias cristianas más primitivas carecían probablemente de
todo orden rutinario. La gente se reunía para inspirarse por medio de la oración, la lectura bíblica,
discursos de exhortación o consuelo, canto, y a veces también por el hablar en lenguas de los poseídos
por el Espíritu Santo, y para celebrar la Cena del Señor o ágape (véase 1 Co. 12:14).
La Cena del Señor era en las primeras décadas una verdadera comida a la terminación de la cual
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eran pasados pan y vino, repitiendo las palabras de la institución. Pero al pasar la época cristiana
primitiva también pasó la actuación de los "portadores del Espíritu", y paulatinamente se formó un orden
de culto fijo, una combinación artísticamente coordinada de actos religiosos. Los comienzos de este
desarrollo probablemente se remonten hasta el siglo I. Poco a poco el ritual se hizo más rico y complicado;
especialmente desplegó la Iglesia gran magnificencia en el culto desde el tiempo de Constantino.
Tiene también importancia el que las reuniones de los cristianos del siglo II fueron adquiriendo
lentamente el carácter de culto, es decir, que ya no servían exclusivamente para la inspiración de la
congregación, sino que estaban destinadas a influir sobre Dios. Decidió esta interpretación la unión de
la Cena del Señor ("eucaristía")* con la idea del sacrificio; ya por el año 250 se creía que en la Santa Cena
el sacerdote ofrecía el cuerpo y la sangre de Cristo ante Dios, como ofrenda de propiciación "por los vivos
y los muertos".
En el culto se buscaba una unión real con lo divino ("deificación"), y por ello se acentuaba más y más
el aspecto misterioso mágico y sacramental. Esto se nota sobre todo en el hecho de que los conceptos de
la transformación del pan y vino en la eucaristía o misa (en latín, “missa”, una expresión que data más
o menos del año 400) se tomaran cada vez más grotescos y sensuales.
La transformación paulatina del culto cristiano se aplica en parte por la influencia de la
religiosidad pagana de los misterios. Cuando desde el tercer siglo y especialmente después de
Constantino afluyeron grandes masas de paganos a la Iglesia, fueron también aceptados muchos
conceptos y costumbres del paganismo grecorromano. De allí datan las velas sobre el altar, las
procesiones, el incienso y mucho más. Sobre todo, la idolatría pagana perduró en la Iglesia disfrazada
en más de una forma. Las divinidades paganas fueron aceptados por la iglesia.
Por ello ya desde el siglo III y IV adquirió gran incremento el llamado "culto inferior", la veneración
de los santos, las reliquias y las imágenes, y las peregrinaciones a los lugares "sagrados". Como santos
eran venerados los mártires, los monjes eminentes, los ángeles, especialmente el arcángel Miguel, y sobre
todo la Virgen María, la "Madre de Dios" como se la denominó desde el siglo IV.
4.3. Las festividades. Ya en las congregaciones cristianas gentílicas más antiguas el Día del Señor
ocupó el lugar del sábado judío. Los miércoles y viernes (en Occidente más adelante,
los viernes y sábados) eran días de ayuno. Junto a estas festividades semanales surgió
paulatinamente un ciclo anual de fiestas cristianas.
Las fiestas anuales más antiguos son "Pascua" y "Pentecostés"; esas dos fiestas del judaismo
fueron aceptadas por los cristianos, pero dándole otro significado: la pascua cristiana, con el período
preliminar de ayuno (cuaresma) estaba dedicada al recuerdo de la pasión y muerte del Salvador; con
el amanecer del día de pascua comenzaba el Pentecostés (quincuagésima), el período de gozo de
cincuenta días dedicado al recuerdo de la resurrección.
A estas se agregó, primeramente en Egipto, la epifanía (el 6 de enero, o día de los reyes) como fiesta
del bautismo y del nacimiento de Jesús, y en el siglo IV, primeramente en Roma, la Navidad (el 25
diciembre), que suplantó a la fiesta pagana del solisticio de invierno del dios Sol. En los siglos
subsiguientes fue enriquecido bastante el calendario eclesiástico, especialmente con fiestas dedicadas
a María, los apóstoles y mártires, los ángeles y las reliquias.
4.4. Los lugares del culto y su adorno. Los cristianos de época más remota se reunían en casas
particulares; recién desde fines del siglo II se tienen pruebas de que existieran edificios cristianos de
culto. Desde Constantino surgieron en lugar de las pequeñas, sencillas iglesias de las épocas más
remotas, obras arquitectónicas magníficas, que en tamaño y belleza podían rivalizar con los templos
antiguos.
Las iglesias eran constituidas ya en forma de basílica o con cúpula central. La basílica se compone,
primero, de un atrio cuadrado; segundo, de la nave rectangular, la cual en construcciones mayores se
halla dividida por columnatas en una nave principal y en dos o más naves laterales; y tercero, el ábside
abovedado y semicircular, situado frente a la entrada y conteniendo la silla (cátedra) del obispo y los
asientos de los presbíteros. Los campanarios recién fueron construidos desde que en el siglo VI
aparecieron las campanas, y siempre aislados del resto de la construcción.
Desde el 200 poseían las iglesias sus cementerios propios. Desde el principio se condenaba la
costumbre antigua de cremar los cadáveres. En Roma, Italia meridional y en otros lugares los cristianos
enterraban a sus muertos en las catacumbas, grandes necrópolis subterráneas, costumbre que duró
desde el siqlo II hasta el IV o el V, y en algunas partes aún más tarde.
Los muros de las catacumbas y las paredes internas de las iglesias eran adornadas con obras
de pintura al fresco y de mosaico. En cambio, la escultura hallaba poca acogida, excepto en los relieves
de los sarcófagos. El arte cristiano antiguo disponía de una cantidad de tipos fijos, figuras simples o
representaciones más complejas, que eran repetidas con frecuencia. Pertenecen a éstos, por ejemplo, el
pez, el signo secreto de los cristianos en épocas de persecución * también el cordero, la paloma, el
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monograma de Cristo, el buen pastor, Jonás, Noé, la resurrección de Jesús, etc. Cristo fue representado
al principio como un joven imberbe; el tipo corriente del Cristo, como varonil pertenece a la época
posterior a Constantino el Grande.
Existe tan poca base de recuerdo histórico para este tipo de Cristo, como para el tipo de Pablo
o de Pedro. El "nimbo" o aureola que aparece desde el siglo IV primeramente en representaciones de
Jesús y más tarde también en las de los apóstoles y santos, es prueba de influencia pagana; antes
había sido usada en las imágenes de los dioses paganos y de los emperadores romanos.
Las letras de la palabra griega l-CH-TH-Y-S, o sea, pez, son las iniciales de las palabras que significan “Jesu-Cristo Hijo de Dios Salvador”.
La iglesia tuvo que pasar por serias conmociones y violentas luchas antes de solucionar estos
problemas. La conmoción más fuerte la produjo el movimiento entusiasta que desató el profeta cristiano
Montano a mediados del siglo II en Frigia. El montañismo trató de renovar el profetismo, la expectación
del fin del mundo, y la moral severa de los tiempos cristianos primitivos hasta superándolos, y de hacer
frente a la mundanalización que comenzaba a hacerse sentir en las iglesias. La iglesia, después de
algunos titubeos, apartó de sí el montañismo como cisma y continuó su desarrollo como Iglesia universal.
El monacato tiene una gran significación histórica. Durante siglos fueron los monjes los verdaderos
portadores de la piedad cristiana; además se destacaron como predicadores y pastores de almas, y en
la Edad Media en el occidente también como propulsores de la vida cultural.
4. LA MORALIDAD DE LOS CRISTIANOS COMUNES
Para los cristianos que no tomaban todo el "yugo de Jesucristo", sino que permanecían en el mundo,
resultaba lógico que en su vida moral debían diferenciarse de los paganos; pero ya en el siglo II mSñgüó
el antagonismo entre la moral cristiana y pagana. No sólo que al aumentar el número de cristianos
penetraban en las congregaciones cada vez más personas superficiales y mundanas, sino que también
los cristianos serios perdían poco a poco su actitud de huir del mundo. Esto puede observarse en la
actitud de los cristianos hacia las profesiones mundanas, las diversiones, las posesiones y la
instrucción.
La iglesia condenaba una cantidad de profesiones mundanas. Gladiadores, actores, artífices,
comerciantes en animales de sacrificio y otras personas que podían tener cualquier contacto con el culto
idolátrico, tenían que renunciar a su profesión antes de recibir el bautismo. Los más rigurosos
rechazaban en la época pre-constantina también el servicio militar y el ejercicio de puestos públicos.
Pero de hecho, la Iglesia sólo consiguió que los clérigos no ejercieran los oficios que consideraban
chocantes. Así penetró el cristianismo ya en el siglo II en las legiones; y aun antes de Constantino
existían funcionarios públicos, por ejemplo, gobernadores de provincia, que eran cristianos.
Tampoco consiguió imponerse plenamente la severa condenación de las diversiones. La Iglesia
rechazó toda alegría bulliciosa, el baile y el juego. El teatro y el circo eran considerados como lugares de
demonios, por ello condenaba la asistencia a las antiguas tragedias, comedias y representaciones
mímicas como también a las crueles luchas de gladiadores y de fieras. Pero ni siquiera en la época pre-
constantina consiguió implantar estos conceptos entre todos los cristianos. Cuando el imperio romano
se volvió cristiano este hecho apenas tuvo influencia sobre las costumbres de la gran masa: el circo y el
teatro continuaron, las leyes imperiales contra las luchas de gladiadores no tuvieron efecto, y las
carreras de carro continuaron como antes despertando las más salvajes pasiones populares.
La Iglesia, sin embargo, consiguió terminar con el concepto antiguo del suicidio, el abandono de
las criaturas, y los pecados sexuales.
Al aumentar el número de cristianos cultos y ricos, surgieron los problemas difíciles de cuál había
de ser la actitud del cristiano hacia la propiedad terrenal, el lujo y la educación. La Iglesia no halló
una contestación uniforme. Muchos llegaban al concepto ascético de la pecaminosidad de las
posesiones; en cambio, el filósofo cristiano Clemente enseñaba ya por el 200 que no era pecado tener
posesiones, sino hacer mal uso de ellas.
De allí que ya en el siglo II aun los cristianos serios no tuviesen inconveniente en rodearse el cierto
lujo moderado y en adornar sus artículos de uso personal con los símbolos del arte cristiano. La actitud
hacia la educación mundana era entre los cristianos comunes tan discordante como entre los monjes;
entre unos y otros había quienes con naturalidad se ocupaban de la filosofía y literatura griega y otros
que tenían desconfianza y aun animadversión hacia la cultura griega.
La iglesia influyó directamente en la vida moral del individuo por medio del sistema penitencial.
Este se desarrolla recién en la época del antiguo catolicismo y era desconocido para el cristianismo
primitivo. El concepto cristiano aceptaba un solo arrepentimiento, el que precedía al bautismo. Los
bautizados constituían congregaciones de "santos" que ya no cometían pecados graves. El que
manchaba la pureza de la comunidad, por medio de algún pecado capital ("pecado mortal") era excluido
de la comunidad y no volvía a ser aceptado en la iglesia.
Poco a poco fue aminorada esa severidad: a pesar de la violenta oposición de los estrictos se hizo
costumbre en el siglo III conceder un "segundo arrepentimiento" para ciertos pecados mortales, por
ejemplo la apostasía en época de persecución. Así se formó un complicado sistema de penitencia, cuyo
dirigente era el obispo. El pecador era echado en medio de los penitentes, pero después de pasar un
tiempo determinado (varios años) viviendo como penitente y habiendo cumplido las penitencias que le
habían sido impuestas era aceptado nuevamente entre los cristiano en plena comunión y le era
permitido participar de la Santa Cena. Desde el siglo IV la penitencia pública en la Iglesia perdió
importancia.
5. LAS OBRAS DE AMOR FRATERNAL
La Iglesia antigua realizaba extraordinarias obras de caridad. Ya la congregación primitiva de
Jerusalén había establecido una extensa obra para cuidar a las viudas y a los pobres (Hechos 6:1-2;
4:32-35) y el apóstol Pablo organizó en sus iglesias una gran colecta para los "santos" en Jerusalén
(Ira. Corintios 16:1-4; 2da. Corintios 8:9; Romanos 15:25-32). Lo que el cristiano primitivo había creado
fue elaborado en los siglos subsiguientes.
Cada iglesia sostenía a numerosas viudas, huérfanos, enfermos y ancianos; infelices que sufrían
en las cárceles o habían sido condenados a trabajos forzados en las minas, recibían más de un alivio
y quizá aun la libertad por haberse interesado por ellos cristianos influyentes. A los cristianos pobres,
que venían de otra parte les era concedida generosa hospitalidad. Especialmente en persecuciones y
gran miseria, los cristianos demostraban muchas veces un hermoso espíritu de sacrificio tanto por sus
hermanos como también por los paganos.
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Cuando la Iglesia fue reconocida oficialmente en el Imperio Romano, adquirió pronto grandes
propiedades y con ello obtuvo un gran poder económico. Así le resultó posible desarrollar una amplia
beneficencia. Sobre todo en el Oriente fundó numerosas casas para extranjeros pobres, viudas,
huérfanos, ancianos, enfermos, leprosos, expósitos, etc. Era célebre la "Basilias", una "pequeña
ciudad" construida por el obispo Basilio delante de las puertas de Cesárea en Capadocia. En el
Occidente los conventos se ocupaban del cuidado de los necesitados:
La característica de estas obras de caridad de la iglesia primitiva, es que se trataba de obras de
amor (caritas) y no de reforma social: sólo se pensaba aliviar la miseria pero no eliminar sus causas.
De ahí que la Iglesia se ocupara tan poco de eliminar la esclavitud como de modificar el desgraciado
sistema de los latifundios: desde el siglo IV ella misma fue la mayor latifundista del Imperio y dueña
de innumerables esclavos.
6. TEOLOGÍA
El cristianismo más antiguo vivía con ideas completamente simples sobre Dios, Cristo, y el reino
venidero. Pero a ellas se unieron ya en la Iglesia primitiva y más aún con Pablo y en el evangelio de
Juan los importantes comienzos de una teología, de una reflexión sobre los objetos de la fe, por ejemplo,
sobre la muerte en la cruz, la resurrección de Cristo y la redención de los creyentes, o sobre la
naturaleza de Cristo, que por ejemplo, en el Evangelio de Juan es explicada por el concepto de Logos.
En el siglo II, en cambio, encontramos los primeros verdaderos teólogos: hombres que relacionaban el
cristianismo con ciertos conceptos e ideologías de la filosofía griega y de esa manera fundaron una
especie de filosofía eclesiástica. Los más destacados teólogos de la Iglesia antigua llevan el honroso
título de "Padres de la Iglesia".
7. MAESTROS ECLESIÁSTICOS
Entre los padres más antiguos de la Iglesia griega, merece citarse a Justino Mártir, un filósofo griego
de origen pagano, que mucho tiempo había buscado en vano, en las escuelas griegas de filosofa, un
concepto cósmico satisfactorio, hasta que conoció el cristianismo. Como cristiano conservó la vestidura y
el oficio del filósofo ambulante, maestro y escritor sólo que ahora su obra era en pro del cristianismo.
Entre otras escribió una "Apología" para los cristianos. Por el año 165 sufrió el martirio.
Poco a poco los cristianos se iban abriendo a la cultura griega. Hacia fines del siglo II encontramos en
Alejandría, el centro de la cultura espiritual del Imperio Romano, la célebre escuela de catecúmenos, una
escuela cristiana para eruditos, en la cual los maestros cristianos enseñaban tanto la filosofía griega
como la doctrina cristiana. Actuaba aquí por el año 200 Clemente, uno de los pensadores más audaces y
liberales de la Iglesia antigua, que consideraba la filosofía griega como un gran paralelo del Antiguo
Testamento y que fusionó el pensamiento cristiano con las ideas platónicas y estoicas.
Fue más eminente aún su discípulo y sucesor Orígenes, un erudito de brillantes dotes y admirable
capacidad creadora. Escribió el primer tratado de doctrina cristiana ("De principis") y numerosas obras
más, por ejemplo una refutación al filósofo griego Celso ("Contra Celsum") el cual por el año 180 había
dirigido en su "Palabra verdadera", un fuerte ataque literario contra el cristianismo. Orígenes se destacó
sobre todo en la interpretación de las Sagradas Escrituras. Más tarde actuó en Cesárea de Palestina,
donde fundó una gran biblioteca y una respetable escuela cristiana de eruditos. Murió en 257 en Tiro a
consecuencia de los sufrimientos soportados en las torturas a que fue sometido en la persecución bajo
Dedo.
La Iglesia Católica de los siglos subsiguientes ya no soportó a hombres liberales, tales como Clemente
u Orígenes; aun condenó a este último por causa de ciertos conceptos heréticos. Nosotros agradecemos a
la escuela de Orígenes gran parte de nuestro conocimiento de la antigüedad eclesiástica, pues con la
ayuda de la biblioteca de Cesárea, el obispo Eusebio de Cesárea, uno de los seguidores más destacados
de Orígenes, redactó la primera historia de la Iglesia. Esta obra presenta después del Nuevo Testamento
la fuente de información más importante para la historia del cristianismo en los primeros siglos.
El más importante de los doctores de la antigua Iglesia latina fue Tertuliano, hijo de un centurión
pagano de Cartago (por el año 200). Primero actuó como abogado, luego fue conquistado para el
cristianismo a cuyo servicio puso todas sus dotes literarias, aunque siguió siendo laico. Tertuliano fue el
primer cristiano después de Pablo de cuya vida interior podemos tener una idea relativamente clara. Era
una personalidad genial, llena de contradicciones y que tendía a la mayor rigidez del pensamiento.
Insistiendo sobre la moral más severa, cedió a la influencia del montañismo y separóse por fin de la
Iglesia que según él, estaba corrompida y formó con sus adherentes una secta. Tuvo una influencia
trascendental sobre la iglesia occidental, como creador del lenguaje eclesiástico latino.
El heredero espiritual de Tertuliano fue Cipriano. Pertenecía a una rica familia cartaginesa, fue
primero retórico, luego cristiano y presbítero y por fin obispo de la iglesia de Cartago, la cual fue dirigida
por él con energía y prudencia durante los difíciles tiempos de la persecución de Decio. En la persecución
bajo Valeriano sufrió el martirio (258). En sentido literario y teológico dependía de Tertuliano pero no
participaba de su unilateralidad.
Tiene especial importancia por haber desarrollado el concepto católico de la Iglesia formulándolo en
forma clásica. Para él Iglesia es la institución externamente visible con constitución episcopal. Esta Iglesia
episcopal es la condición indispensable para la obtención de la salud, la única que da salvación: fuera de
la Iglesia no hay redención; no puede tener a Dios por padre el que no tiene a la Iglesia como madre. Pero
Cipriano no quería saber nada de un primado legal del obispo de Roma.
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De griego “dogma” (en la filosofía era el término usado para un principio fundamental) establecimiento de la Iglesia oficial el
dogma llegó a ser ley del Imperio; y el que la violaba no sólo era excluido como hereje de la comunidad
cristiana, sino que también era castigado por el Estado.
En la historia del dogma de la Iglesia antigua ocupan el primer lugar los dogmas de la divinidad
de Cristo (o la Trinidad) y de las dos naturalezas (Dios-Hombre) del Redentor.
8.1. Controversia Arriana. Es cierto que el Nuevo Testamento contiene la orden de bautizar en
el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo (Mateo 28:18-20; compárese 2da. Corintios 13:13).
Pero no contiene ninguna tentativa de razonamiento sobre la relación entre los tres. Recién en la época
del catolicismo antiguo el pensamiento teológico se ocupó de estos problemas, y recién a consecuencia
de la controversia doctrinal arriana del siglo IV quedó establecido el dogma eclesiástico de la Trinidad.
La controversia arriana que tuvo lugar especialmente en la parte oriental del Imperio Romano,
lleva el nombre de quien la originó, el presbítero alejandrino Arrio. Constantino el Grande convocó para
solucionar la disputa, el primer concilio ecuménico de Nicea (325) el cual condenó a Arrio y a sus
seguidores; pero la lucha continuó por más de medio siglo. El principal enemigo del arrianismo fue el
obispo alejandrino Atanasio, el "Padre de la ortodoxia". La controversia recién se terminó en el segundo
concilio ecuménico, en Constantinopla (381), al ser condenado el arrianismo y las tendencias con él
relacionadas.
En el corazón de la lucha arriana hallábase la doctrina defendida por los seguidores de
Atanasio, es decir, la de la plena divinidad de Cristo o sea la de consubstancialidad (unidad esencial
o substancial en griego, "homoousios") de Cristo con el Padre. Esta doctrina respondía a las
necesidades de la religiosidad de aquel entonces: el cristiano griego del siglo IV contemplaba a la
Iglesia en primer lugar como la gran institución de gracia que comunica al creyente por medio de los
misterios (sacramentos) poderes sobrenaturales para obtener la inmortalidad.
Si la Iglesia había de ser capaz de conceder a sus miembros la "inmortalidad" y "divinización",
el fundador de la Iglesia debía ser verdadero Dios: la aceptación de la subordinación de Cristo bajo
Dios, que era sostenida por los arrianos, quitaba al pensamiento religioso la certeza de la redención
de los hombres. Cuando quedó reconocida la plena divinidad de Cristo, se extendió consecuentemente
la doctrina de la consubstancialidad ("homoousios") también al Espíritu Santo; y así se formó el dogma
eclesiástico de la trinidad.
8.2. Controversia Cristológica. Después del establecimiento del dogma de la divinidad de
Cristo, surgió la cuestión de la relación de la naturaleza divina de Cristo para con su naturaleza
humana.
¿Cómo había de imaginarse la unión de la naturaleza divina y la naturaleza humana en el
Dios-Hombre? ¿Permanecía en el Encamado la naturaleza humana independiente e intacta junto a su
naturaleza divina ("diofisitismo" o doctrina de las dos naturalezas)? Pero en este caso era dudosa la
verdadera unión de Cristo con la humanidad y quedaba en duda la redención ¿O estaban de tal
manera fundidas ambas naturalezas en el Cristo Encamado, que la naturaleza humana se perdía en
la divina, y quedaba una sola, la naturaleza divina? ("monofisitismo" o doctrina de una sola
naturaleza). Este segundo concepto satisfacía el anhelo de redención, pero ponía en peligro el que
Jesús fuera verdadero hombre.
Esto produjo una nueva controversia dogmática en la cual hicieron un triste papel los obispos
de Alejandría, Constantinopla y Roma. En vano trataron de solucionar la querella el tercer y cuarto
concilio ecuménico (de Éfeso 431 y Calcedonia 451); la resolución dogmática de Calcedonia que trató
de silenciar la disputa eliminando las soluciones unilaterales, más bien desató los desórdenes
monofisitas que duraron hasta el año 680.
En las provincias del este y sur del Imperio bizantino estalló la sublevación, grandes iglesias
nacionales heréticas abandonaron entonces a la Iglesia católica: la nestoriana, la armenia, la jacobita
y la copta, que aunque en su mayor parte apenas son unos tristes restos, permanecen hasta hoy como
iglesias independientes. Aparte de estas nuevas iglesias que se formaron entonces quedó como
resultado perdurable de la lucha el dogma de las dos naturalezas de Cristo formulado en 451 en
Calcedonia.
Las cuestiones dogmáticas que fueron motivo de discusión en las controversias arriana y
cristológica, no podían ser solucionadas en forma puramente intelectual. Por ello la lid dogmática
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terminó en ambos casos con el establecimiento de conceptos misteriosos: un solo ser divino, pero tres
personas; dos naturalezas, pero un solo Cristo.
9. EL DESARROLLO DEL DOGMA EN EL OCCIDENTE
En Occidente, donde no había aparecido otro gran doctor de la Iglesia después de Cipriano,
refloreció la antigua teología a fines del siglo TV y principios del siglo V, es decir, inmediatamente
antes del derrumbe del mundo antiguo. En esta época deben mencionarse tres escritores eclesiásticos
descollantes Ambrosio, Jerónimo y Agustín.
Ambrosio (murió en 397), uno de los obispos de más carácter de la antigua iglesia, descendía de
familia distinguida y aun joven llegó a ser gobernador de Italia septentrional, pero cambió esta posición
brillante por el obispado de Milán en el cual desarrolló una actividad extraordinaria especialmente como
predicador y escritor. En el 390, después de la matanza de Tesálónica, obligó al emperador Teodosio el
Grande a hacer penitencia pública.
Jerónimo (de Stridón en Dalmacia; muerto en 420) fue el más grande erudito entre los padres latinos
de la Iglesia y uno de los escritores cristianos antiguos más leídos, aunque de carácter mezquino y poco
simpático. Buena parte de su vida la paso como monje en el Oriente y las últimas décadas de ella como
abad de un convento en Belén. Su obra principal fue su edición latina de la Biblia, que más tarde fue
llamada la Vulgata, y que en la Iglesia Occidental llegó a ser estimada como canónica'’.
Fue Agustín (nació en el 354 en Tugaste de Numidia) el más distinguido de todos los Padres de la
Iglesia latina, y aún el más eminente maestro eclesiástico entre Pablo y Lutero. En su adolescencia
rechazó el cristianismo que se le presentaba en forma elocuente en la vida de Mónica su piadosa madre,
y escogió la carrera de retórico y los goces del "mundo". Pero en un proceso íntimo, prolongado y doloroso,
luchó a través del maniqueísmo, de la filosofía escéptica y del neoplatonismo, hallando por fin paz en el
cristianismo católico bajo la influencia de los sermones del Ambrosio y del conocimiento del monacato del
oriente.
Después de su "conversión" en una posesión campestre cerca de Milán ("Toma y lee”, Romanos 13:13)
recibió el bautismo en la Pascua del 387 de manos de Ambrosio. Volvió luego a su patria y en el año 395
fue nombrado obispo de la pequeña ciudad nordÁfricana de Hipona; en esta situación poco destacada,
pronto llegó a ser el espíritu rector de la iglesia occidental. Murió en 430 en Hipona, durante el sitio de la
ciudad por los vándalos.
Por medio de sus obras, que produjo en cantidad sorprendente, influyó mucho más allá de su
muerte. Las de mayor influencia fueron sus Confesiones y La ciudad de Dios (De civitate Del). Las
confesiones describen en forma de plegaria su desarrollo interior hasta el bautismo, y representan la
autobiografía más importante de la antigüedad y uno de los libros de inspiración más conmovedor de
todos los tiempos. La religiosidad peculiar de San Agustín, quietista y místico, inspirado en San Pablo,
los Salmos y Platón, halla allí plena expresión.
La extensa obra sobre el estado teocrático (Ciudad de Dios) es una grandiosa defensa del
cristianismo contra el reproche pagano de que descomponía la antigua civilización. Según Agustín, se
hallaban en lucha dos principios, el gran reino del amor de Dios (Civitas Dei) y el reino del sentimiento
camal (Civitis terrena). Ambos son de origen supraterreno: el uno de origen celestial, de origen diabólico
el otro; aquél va hacía la eterna bienaventuranza, éste a los eternos sufrimientos infernales de los
condenados. El Estado no desciende directamente del pecado, aunque como estado autoritario está
íntimamente relacionado con él; pero cuando sigue a la iglesia puede alcanzar mayor valor.
Con la interpretación que Agustín dio a la profecía del milenario (Apocalipsis 20:2-3; “Quiliasmo”),
de que representaba el reino terreno de Cristo en su lucha con los poderes demoníacos, simplificó y
espiritualizó la doctrina escatológica burdamente realista, que reinaba hasta entonces en el Occidente.
Este libro ejerció gran influencia en la Edad Media, aunque muchas veces sus ideas no se entendían en
el sentido original.
Agustín ha acentuado la tendencia del Occidente cristiano hacia lo práctico y lo moral; el oriente
cristiano tendía más bien hacia la dogmática y la especulación. Debe destacarse sobre todo, la doctrina
agustiniana del pecado y la gracia, la cual dio motivo a las controversias pelagianas y semi-pelagianas
(411-529).
Según Agustín, Adán no solamente cayó bajo sentencia de muerte, sino que quedó completamente
incapacitado para el bien. Pero en Adán han pecado todos sus descendientes; por el pecado original se
hallan envenenados en cuerpo y alma sin excluir tampoco a los niños, y son completamente incapaces
para el bien. Pero Dios ha predestinado un número determinado para que se salven (doctrina de la
predestinación); en éstos obra la gracia divina irresistiblemente, creando en ellos lo bueno y salvándolos
para la eterna felicidad.
Esta doctrina representaba una innovación en tanto que hasta entonces la Iglesia católica había
contado con los pecados aislados por los que podía brindarse satisfacción, pero no con un estado general
pecaminoso, es decir, con el pecado original. Consecuente con ello había considerado la redención del
pecador tanto obra del libre albedrío humano, como obra de la gracia divina. Los opositores de Agustín
llevan el nombre de pelagianos por el asceta británico llamado Pelagio. Este niega el pecado original; la
muerte no es un castigo del pecado, sino un
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acontecimiento natural; el hombre aun después de la caída de Adán tiene libertad moral para el bien
como para el mal, de allí que la salvación es su obra propia; la gracia divina se limita a dar el libre
albedrío.
La contienda terminó con la condenación de los pelagianos. Pero ya habíase entablado una nueva
lucha: el semipelagianismo, una adaptación de la doctrina de Agustín, luchaba en contra de su doctrina
original. Más o menos se halla en el punto medio entre Agustín y Pelagio; decía que, con la caída de
Adán, se ha debilitado la voluntad humana, pero ha quedado la disposición para el bien: el hombre no
está muerto (Agustín) ni tampoco sano (Pelagio) sino que se halla enfermo. Por ello es cierto que se
precisa la gracia divina para la felicidad, pero también contribuye a ella el libre albedrío; cada hombre
debe atribuirse a si mismo la felicidad o la condenación. Aunque la doctrina de los semipelagianos fue
condenada, de hecho sólo pudo imponerse el agustinismo en forma degenerada; en adelante se hablaba
como Agustín y se pensaba como los semipelagianos.
SÍMBOLOS CRISTIANOS
2, EL PEZ.- Cuyo nombre en griego es “ICTHUS”, símbolo más utilizado por los cristianos, porque las
siglas del término expresan la divinidad y ministerio de Cristo.
Jesús
Cristo
Dios Hijo Salvador.
Cuatro símbolos encontrados con frecuencia en las decoraciones de los primeros siglos: la paloma,
símbolo de la paz; el pez, símbolo del compañerismo cristiano; la cruz, símbolo de la pasión de Cristo,
y el monograma simboliza la humanidad y divinidad de Cristo.