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CONSEJO DE ESTADO
SECCION TERCERA
I. ANTECEDENTES
1. Pretensiones de la demanda
2. Hechos de la demanda.
6. Recurso de Apelación
7. Alegatos de conclusión
1. La materia apelada
2. La acción ejercitada
“En el sub lite, si se acepta la posición ortodoxa, habría que concluir que
como el contrato no se perfeccionó la acción no podía ser sino la de
reparación directa. Pero, interpretando la voluntad de las partes, lo que
querían y buscaban era la celebración del contrato, puede sostenerse
válidamente que el litigio encaja en los propiamente contractuales y no en
las acciones de responsabilidad por hechos y omisiones de la
administración”.
1
Sentencia que dictó la Sección Tercera el 4 de marzo de 1991. Exp. 5.825.
eventos en los que, a diferencia de lo que acontece en este caso, las otras acciones
no son procedentes.
3. El llamamiento en garantía.
4. Lo probado
2
Al efecto puede consultarse lo manifestado en sentencias proferidas el 6 de abril de 2000, expediente
12775 y en sentencia proferida el 3 de febrero de 2000 expediente 10399.
3
Expediente 14935.
“A diferencia de lo afirmado en las precitadas providencias, la Sala considera
que el Estatuto Orgánico de Presupuesto no modificó la ley 80 de 1993 en
cuanto a los requisitos de existencia del contrato estatal, por las siguientes
razones:
La Sala encuentra que la ley 80 de 1993, mas que contrariar las normas del
Estatuto Orgánico de Presupuesto, las desarrolla, porque i) condiciona la
apertura de los procedimientos de selección del contratista a la realización
de estudios que analicen, entre otros aspecto, su adecuación a los planes de
inversión, de adquisición, de compras y presupuesto (art. 30) y porque ii)
exige el registro presupuestal para la ejecución del contrato (inciso 2, art.
41), en consideración a que las entidades públicas no pueden gastar lo que
no tienen.
4
Agustín Gordillo, Tratado de Derecho Administrativo, El acto administrativo; 1ª edición colombiana;
Fundación de Derecho Administrativo; Biblioteca Jurídica Dike, Medellín, 1999, p. 31.
presupuesto, con el objeto de evitar que los recursos destinados a la
financiación de un determinado compromiso se desvíen a otro fin.
5
Sentencia proferida el 28 de septiembre de 2006, expediente 15.307; actor: Sergio David Martínez.
6
Vigente al momento de su celebración.
7
Cabe señalar que la cláusula décima quinta del contrato prevé “Para la legalización y perfeccionamiento de
este contrato se requiere la firma de este documento por las partes contratantes. Para su ejecución se
requiere la aprobación de las pólizas y la expedición del registro presupuestal por la Oficina de Hacienda
Municipal y la publicación”.
propio municipio demandado, el Director General y el Subdirector Técnico del
FIS,8 produjo la inejecución de un contrato existente.
Y como las dos partes del contrato, particular y municipio, omitieron las
acciones que estaban a su cargo para que el contrato fuese ejecutable, cabe
deducir que la parálisis del mismo es imputable a los dos y son las dos partes del
contrato las que incurrieron en el incumplimiento.
8
Manifestó que el convenio 2003 de 1994 para la construcción de dicho coliseo, no tuvo registro
presupuestal en 1994 y por lo tanto, no pudo constituirse para él la respectiva reserva de apropiación
9
La Sala ha verificado la aplicación del principio del no enriquecimiento sin causa, respecto de pretensiones
que, según el contratista forman parte del objeto contratado y según la entidad no, entre otras, en el auto del
18 de julio de 2002, expediente 22178 y en las sentencias 25561 del 15 de abril de 2004 y 12849 del 31 de
agosto de 1999.
en otras ha considerado que la misma no es aplicable por la falta de concurrencia
todos los requisitos exigidos por el ordenamiento.
10
Dispone el artículo: “Cuando no haya ley exactamente aplicable al caso controvertido, se aplicarán las
leyes que regulen casos o materias semejantes, y en su defecto, la doctrina constitucional y las reglas
generales del derecho.”
11
Declarado exequible por la Corte Constitucional en sentencia D 655 del 1º de marzo de 1995.
relaciones entre las personas, 12 en el entendido de que su vigencia no está
condicionada a una consagración normativa puesto que ello restringiría su
aplicación.
12
Al efecto cabe consultar sentencia proferida por el Consejo de Estado el 8 de mayo de 1995, expediente
8118.
13
?
Ver, entre otras, sentencias de 6 de septiembre de 1935; 6 de septiembre de 1940, M.P. Hernán
Salamanca; 10 de diciembre de 1999, M.P. Carlos Ignacio Jaramillo Jaramillo; 11 de enero de 2000, M.P.
Manuel Ardila Velásquez; 10 de diciembre de 1999, M.P. Carlos Ignacio Jaramillo Jaramillo.
pretensión de enriquecimiento, lo cual equivale a exigir que la circunstancia
que origina la ganancia y la pérdida sea una y sea la misma.
14
Gaceta Judicial XLIV, 474.
El referido concepto de enriquecimiento, debe entenderse no sólo cuando
ingresen bienes al patrimonio de un sujeto, sino también cuando se evita una
erogación. Y especialmente porque el enriquecimiento no se deduce a partir de un
mero análisis material, es necesaria su prueba jurídica.
Frente a las situaciones de hecho que suelen ocurrir antes de suscribir los
contratos y que son determinantes de daños al particular, el Consejo ha afirmado
que se configura la responsabilidad del Estado 20 y hay lugar “al reconocimiento de
los daños y perjuicios en aplicación de la teoría del enriquecimiento sin causa,
donde desde luego ocupa un lugar preponderante la confianza que en la parte se
haya suscitado, dentro de la etapa previa al perfeccionamiento del negocio
jurídico.”21
17
Consejo de Estado. Sección Tercera. Sentencia del 6 de noviembre de 1991. Exp. 6306. M.P. Daniel
Suárez Hernández.
18
Consejo de Estado. Sección Tercera. Sentencia del 28 de enero de 1994.
19
Consejo de Estado. Sección Tercera. Sentencia del 4 de julio de 1997. Exp. 10.030
20
Sentencia del 30 de noviembre de 2000. Expediente: 11.848.
21
Sentencia proferida el 29 de enero de 1998, expediente 11099; CP: Dr. Daniel Suárez
22
Expediente 6822, actor: Sociedad Suramericana de Construcciones S.A.;CP Dr. Julio César Uribe Acosta.
23
Derecho Justo, Fundamentos de Etica Jurídica; Ed. Civitas, Págs. 90 y s.s
hemos visto, es condición fundamental para una pasiva vida colectiva y una
conducta de cooperación entre los hombres, y por lo tanto de la paz jurídica.”
24
Sentencia 11099 citada.
También, para solucionar controversias suscitadas por la ejecución de
prestaciones adicionales al contrato, la Sala, en aplicación del citado principio ha
considerado25:
“la realización de obras adicionales supone que éstas no fueron parte del
objeto del contrato principal, y por lo tanto implican una variación del mismo;
se trata entonces de obras nuevas, distintas de las contratadas, o de ítems
no previstos, pero que su ejecución, en determinadas circunstancias resulta
necesaria. Por tal razón, si para éstas no se celebra contrato adicional, ni
son reconocidas al momento de liquidar el correspondiente contrato, su
reclamación resulta procedente en virtud del principio que prohíbe el
enriquecimiento sin justa causa, para lo cual debe acudirse a la acción de
reparación directa.”26(Subraya ahora la Sala)
25
Al respecto cabe igualmente consultar: Sentencias del 14 de febrero de 2002, expediente 13600; 11895
del 30 de noviembre de 2000; 11172 del 20 de enero de 1998; 8118 del 8 de mayo de 1995; 8830 del 22 de
abril de 1996; 6788 del 24 de septiembre de 1992; 5618 del 22 de febrero de 1991; 2850 del 9 de marzo de
1984.
26
Auto del 18 de julio de 2002, expediente 22178.
27
?
Sentencia 11099 citada.
De lo anterior se advierte claramente que la Sala ha manejado el
enriquecimiento sin causa como un título de imputación del daño para declarar la
responsabilidad del Estado, sin tener en cuenta que es una fuente autónoma de
obligaciones. En otras ocasiones, ha invocado la aplicación de la teoría del
enriquecimiento como fuente de la obligación de reparar, fundado en que se violó
el principio de confianza legítima, sin verificar la concurrencia de todos los
elementos que la determinan y, en no pocas providencias, ha dispuesto la
indemnización plena de perjuicios como efecto de la aplicación del
enriquecimiento sin causa, olvidando que su aplicación sólo produce la
compensación al empobrecido.
Así se deduce, entre otros documentos, del oficio de julio 7 de 1994 por
medio del cual el señor LUIS ALEJANDRO BASTIDAS, en su condición de
Alcalde de Samaniego, remitió a la oficina del Banco de Proyectos de Inversión
Nacional de Planeación Nacional, el proyecto elaborado por el ahora demandante
con el fin de obtener concepto sobre su viabilidad y captar los recursos
necesarios para la construcción del coliseo.
8.2. Que el desequilibrio entre los dos patrimonios se haya producido sin
causa jurídica, esto es, que no provenga de otra fuente de las obligaciones.
La Sala considera que este requisito tampoco se cumple toda vez que, como
se explicó precedentemente, la acción que procede para reparar los daños
derivados de la inejecución de prestaciones contractuales es precisamente la de
controversias contractuales. Como también lo es cuando el daño consiste en la
privación del pago de las prestaciones desarrolladas cuando el contrato está
suspendido por el incumplimiento de los requisitos que condicionan su ejecución.
9. Conclusión
28
Artículo 2.357: La apreciación del daño está sujeta a la reducción, si el que lo ha sufrido se expuso a él
imprudentemente.”
10. Cuantificación del perjuicio material
V= Vh índice final
Índice inicial
V: valor actualizado
Entonces,
VH = 16´300.000 / 2 = 8’150.000
V= 30’211.355,47
En mérito de lo expuesto, el Consejo de Estado, en Sala de lo Contencioso
Administrativo, Sección Tercera, administrando justicia en nombre de la
República de Colombia y por autoridad de la ley,
FALLA
CONSEJO DE ESTADO
SALA DE LO CONTENCIOSO ADMINISTRATIVO
SECCION TERCERA
ACLARACION DE VOTO
29
“[L]a distinción entre ratio y obiter funciona de la siguiente manera: hay, en primer lugar, obiter
dictum cuando los apartes en discusión de la sentencia, aunque explícitos, no hacen parte del tema
central o esencial del estudio suscitado…” LÓPEZ Medina, Diego Eduardo “El derecho de los
jueces”, Ed. Legis, 2ª edición, Pág. 223.
En ese contexto, si bien en el concepto de violación de la demanda el actor hizo
una breve referencia al posible enriquecimiento sin causa de la entidad
demandada, así como en sede del recurso de apelación, lo cierto es que dicha
circunstancia por sí misma, no brindaba suficiente soporte a la Sala para que
asumiera el análisis de dicho aspecto sustancial que, a todas luces, de
conformidad con los parámetros y criterios jurisprudenciales actualmente
vigentes, era innecesario para desatar la controversia sometida a consideración
de la Corporación.
4. Así las cosas, procedo a presentar, con el debido respeto, los argumentos que,
en mi consideración, deben reorientar la posición que, equivocadamente, ha
asumido la Sala en torno a la figura del enriquecimiento sin causa y la acción in
rem verso:
Ahora bien, es posible que existan ciertos eventos o situaciones que, aunque en
principio pueden tener su nacimiento en un acuerdo de voluntades, lo cierto es
que ante la falta de cumplimiento de ciertas formalidades ad substantiam actus
(art. 40 ley 80 de 1993), extraigan dicho consentimiento de las partes del mundo
contractual, para trasladar el fundamento de los mismos a otro tipo de ámbitos,
como por ejemplo el del enriquecimiento sin justa causa.
30
Artículo 1494 Código Civil.- “Las obligaciones nacen, ya del concurso real de las voluntades de
dos o más personas, como en los contratos o convenciones; ya de un hecho voluntario de la
persona que se obliga, como en la aceptación de una herencia o legado y en todos los
cuasicontratos; ya a consecuencia de un hecho que ha inferido injuria o daño a otra persona, como
en los delitos; ya por disposición de la ley, como entre los padres e hijos de una misma familia.”
En relación con la fuente de las obligaciones relativa al enriquecimiento sin justa
causa, la doctrina nacional ha puntualizado:
En el caso de los contratos estatales regulados por la ley 80 de 1993, es claro que
para determinar su existencia debe acreditarse el cumplimiento de una serie de
requisitos establecidos en el inciso primero del artículo 41 de dicho estatuto
31
OSPINA Fernández, Guillermo “Régimen General de las Obligaciones”, Ed. Temis, Bogotá, Pág.
42 y 43.
32
“(…) [E]l enriquecimiento injusto o sin causa –términos que para los autores son
indudablemente sinónimos- es fuente de obligaciones; esta fuente genera una
obligación que es de reparación del perjuicio ocasionado; se reconoce como principio
general del derecho; se subraya la injusticia del enriquecimiento como fundamento y, por
último, al establecer los requisitos se sigue la tradición germano-italiana: un incremento
patrimonial de cualquier clase, la carencia de razón jurídica que la fundamente y el correlativo
enriquecimiento de otra persona. Es la falta de razón jurídica que fundamente el empobrecimiento
lo que se expresa diciendo que es injusto o sin causa.” (negrillas fuera del texto original) DIEZ –
PICASO, Luis y DE LA CAMARA, Manuel “Dos estudios sobre el enriquecimiento sin causa”, Ed.
Civitas, 1988, Madrid, Pág. 33.
contractual; ante la ausencia de alguno de ellos, la consecuencia lógica y jurídica
es la inexistencia del negocio jurídico, como quiera que son elementos
sustanciales para su perfeccionamiento. 33
De otro lado, y sobre el particular, el artículo 1500 del Código Civil, preceptúa:
33
“Art. 41.- Del perfeccionamiento del contrato. Los contratos del Estado se perfeccionan cuando
se logre acuerdo sobre el objeto y la contraprestación y éste se eleve a escrito…”
empobrecimiento del demandante que carezcan de causa jurídica,
la buena fe en la actuación y en la inexistencia de otra acción que
permita reclamar la indemnización por el menoscabo patrimonial
sufrido. Sobre estas bases se ha edificado la procedencia de la actio
de in rem verso. Siendo, como es, un principio general, su inserción
en un código de aplicación restringida (artículos 1o. y 22 del Código
de Comercio), no puede generar el efecto de disminuir su
generalidad o de restringir su campo de aplicación; no tendría
ninguna lógica sostener que en las relaciones comerciales está
prohibido el enriquecimiento injusto pero que dicha prohibición no
rige en otros campos relacionales de naturaleza civil o
administrativa.”34
34
Consejo de Estado, Sección Tercera, sentencia de 8 de mayo de 1995, exp. 8118, M.P. Juan de
Dios Montes Hernández.
legales. Allí, precisamente se justifica que intervenga la
jurisdicción para que, a petición de quien se sienta lesionado
en sus intereses, ordene la restitución o restablecimiento del
indebido acrecimiento del patrimonio estatal a la parte
empobrecida. Doctrinariamente se ha denominado a esta
acción como actio in rem verso y jurisprudencialmente ese
enriquecimiento sin causa se ha acogido como fuente de
obligaciones.”35(resalta la Sala).
35
Consejo de Estado, Sección Tercera, sentencia de 25 de octubre de 1991, exp. 6103, M.P. Daniel
Suárez Hernández.
a) Abusos del derecho desencadenados durante el período precontractual, que
generan traslados patrimoniales injustificados, en perjuicio de una de las partes
que intervienen en las tratativas, los cuales no puedan ser formulados vía
contractual (acción contractual) o extracontractual (reparación directa), dadas las
especiales características del caso (v.gr. eventos en los cuales la administración
motiva al particular a prestar un servicio o ejecutar determinada obra, mediante
actos de confusión, sin que exista contrato estatal que regule las obligaciones
contraídas por las partes).
36
DE CASSO Romero, Ignacio y CERVERA, Francisco “Diccionario de Derecho Privado”, Ed. Labor
S.A., Tomo I, 1950, Pág. 1793
37
Ibídem.
38
PETIT, Eugene “Derecho Romano” Ed. Porrúa, Pág. 453.
acompasar al mundo de la legalidad como es deber de todos, bajo el supuesto
lógico de la permisión y la prohibición. 39
En síntesis, el particular tiene asignada una obligación genérica de respeto por los
principios y reglas de derecho que le son de carácter imperativo (v.gr. orden
público, parámetros de buena fe, reparación del ilícito civil, responsabilidad frente
al cuasidelito, etc.), es decir, existe un deber general de respeto por el
ordenamiento jurídico; no obstante, dicho compromiso no se puede extender a tal
nivel que se imponga en cabeza de aquél la obligación de ser garante total de la
legalidad del contrato; no resulta, por consiguiente, aceptable que sobre él recaiga
una censura (imputar culpa) en cuanto al acatamiento de los procedimientos de
selección y requisitos de perfeccionamiento del contrato, lo que es una labor
propia de la administración; por ello es que se entiende que el contratista es un
colaborador en el desarrollo y ejecución de los deberes y obligaciones del Estado,
que se materializan a través del mecanismo de la contratación.
39
Lo que no está jurídicamente prohibido está jurídicamente permitido.
servidores (art. 2º ley 80 de 1993) los que se encuentran obligados a respetar, de
manera irrestricta, los medios para el perfeccionamiento de los contratos.
Sin lugar a dudas, la exigencia así establecida se torna inadmisible, como quiera
que el sujeto de derecho privado interviene bajo la óptica de negocios, razón por
la cual ante la solicitud que eleva una entidad pública para que se preste un
servicio, se desarrolle determinada obra, o se venda un determinado bien, lo
40
“La economía de mercado, según la versión de sus corifeos neoconservadores, es la designación
del orden espontáneo en el que suceden las acciones deliberadas y propósitos individuales que
hacen que la vida en sociedad se desarrolle en forma tal que todos los individuos, en determinado
momento, lleguen a cooperar entre sí y satisfacer sus necesidades con economía de recursos… Y
como notas distintivas de la economía de mercado, que la diferencian de cualquier otros orden de
producción, se señalan:
“a) La existencia de un intercambio de bienes o de servicios en forma libre y voluntaria.
“b) La ausencia de coerción arbitraria, necesaria para permitir el desarrollo expedito de la
competencia, con la cual se garantiza la eficiencia del mercado.” MOSSET Iturraspe, Jorge “Como
contratar en una economía de mercado”, Ed. Rubinzal – Culzoni, Buenos Aires, Pág. 75 y 76.
cierto es que el particular no tiene la obligación de requerir a la entidad estatal
para que cumpla estrictamente sus obligaciones legales y reglamentarias en
materia de contratación pública; esta obligación, como ya se señaló no puede
hacérsele extensiva al sujeto particular de la relación jurídico negocial.
5. Existe norma sustancial que establece que nadie podrá enriquecerse sin justa
causa a expensas de otro, consagrada expresamente en el artículo 831 del
Código de Comercio, disposición esta que resulta aplicable de forma directa -ni
siquiera de manera supletoria o subsidiaria- en materia de contratos estatales,
según lo establecido en el inciso primero del artículo 13 de la ley 80 de 1993,
regla jurídica que preceptúa:
41
RIPERT, Georges y BOULANGER, Jean “Tratado de Derecho Civil”, Ed. La ley, Buenos Aires,
Tomo de Obligaciones 2ª parte, Pág. 264.
comerciales y civiles pertinentes, salvo en las materias
particularmente reguladas en esta ley…”
42
Entendido éste como el conjunto de parámetros de honradez y lealtad con que deben obrar las
partes que intervienen en las relaciones jurídicas y sociales, cuyo incumplimiento acarrea
determinadas sanciones previamente establecidas por el orden social, político, económico o
jurídico.
43
“Las actuaciones de los particulares y de las autoridades públicas deberán ceñirse a los
postulados de la buena fe, la cual se presumirá en todas las gestiones que aquéllos adelanten ante
éstas.”
44
Art. 29 C.P.:“El debido proceso se aplicará a toda clase de actuaciones judiciales y
administrativas.
“(…) Toda persona se presume inocente mientras no se le haya declarado judicialmente
culpable…”
una labor contratada) a favor del particular, en términos del principio de confianza
legítima45, lo lógico y procedente es reconocer, al menos, en cabeza del sujeto
particular el valor o costo del beneficio obtenido por la entidad pública que motivó
con su conducta la prestación del servicio o el desarrollo de determinada obra.
Bajo la perspectiva del Estado Social de Derecho, el centro del ejercicio del poder,
así como el objetivo de las políticas públicas, es la satisfacción y realización
efectiva de los derechos de los asociados y, principalmente, de la persona como
eje estructural de la sociedad; en esos supuestos, el Estado en el desarrollo de
sus diversas actuaciones debe procurar la materialización de los derechos de los
individuos y el respeto por las garantías públicas, de tal suerte que no resulta
admisible que la administración pública se beneficie ilegal e injustamente de
comportamientos que parten de su propia conducta, en tanto que para que opere
la figura del enriquecimiento sin causa, es necesario que la actividad del particular
haya sido motivada, previamente, por un acto propio de la administración que
genera una expectación (expectativas racionales objetivas) del particular 46.
45
“Lo que ocurre es que la confianza legítima es una derivación de un valor, la seguridad jurídica,
en el que se enfoca la situación específica del particular frente a la actuación de los poderes
públicos, y que para su evaluación necesita la concurrencia de la buena fe de este componente
insoslayable… De allí que cuando se invoque la existencia de una situación de confianza legítima,
deberá demostrar, entre otras cosas, que de su parte se adoptó una actitud digna de un eficiente
empresario o comerciante, o de un buen padre de familia. Es decir, se exige no sólo ausencia de
mala fe para que pueda configurarse la protección de la confianza, sino una conducta propia de
una persona adulta y responsable.” JORGE Coviello, Pedro José “La protección de la confianza del
administrado”, Ed. Abeledo-Perrot, pág. 408 y 409.
46
La teoría del respeto por las expectativas razonables aunque se deriva, en principio, de la
doctrina y jurisprudencia anglosajonas, lo cierto es que, con el paso del tiempo, se ha imbricado en
el derecho continental, a efectos de brindar una herramienta idónea que permita satisfacer los
intereses que de manera objetivamente razonable se haya podido formar el adherente (en los
contratos por adhesión), o el proponente - oferente, al momento de celebrar un contrato, o
negociar las condiciones del mismo (tratos preliminares). Sobre el particular consultar:
BALLESTEROS Garrido, José Antonio “Las condiciones generales de los contratos y el principio de
autonomía de la voluntad”, Ed. J.M. Bosch, Biblioteca de Derecho Privado No. 89.
De conformidad con lo anterior, no resulta viable que se acepte la posibilidad de
que la entidad pública, mediante la materialización de un acto propio, dé
configuración a un interés radicado en cabeza de un determinado sujeto de
derecho, para con posterioridad, ir en contra de su misma actuación, en el sentido
de beneficiarse de las labores adelantadas por el particular sin que se acarree
ningún tipo de consecuencia negativa para la administración.
al BVerfG, que la misma resulta desproporcionada al objetivo perseguido, que respete el contenido
esencial del derecho limitado y otros principios como el de igualdad y, señaladamente, el de
confianza.” PUIGPELAT, Oriol Mir “La responsabilidad patrimonial de la administración”, Ed. Civitas,
Pág. 118.
desplegada por la entidad pública, así como la desarrollada por el particular, toda
vez que, por ejemplo, este último no tiene porque asumir la carga de la falta de
registro presupuestal como evento de inejecución del contrato estatal, ya que
dicho procedimiento es de aquellos que corresponden única y exclusivamente a la
administración pública.
d) Eventos en los cuales, el particular ejecuta una obra, motu proprio, sin que la
administración lo haya convenido o dirigido a ello: En esta hipótesis, es claro que
el particular, por sí mismo, sin la intervención previa de la voluntad estatal, ejecuta
una obra o presta un servicio sin el consentimiento de la entidad pública; bajo este
supuesto, aquél no tendrá derecho a que se le reconozca suma de dinero alguna,
o recomposición patrimonial, como quiera que fue su comportamiento individual y
directo (unilateral) el que lo colocó en la situación de detrimento patrimonial. En
ese contexto, en estos casos, el enriquecimiento de la entidad pública no es
injustificado, sino que se encuentra amparado por el ordenamiento jurídico.
49
“Loc. Lat. Acción para la devolución de la cosa.
“La misma tiene por objeto no permitir a una persona enriquecerse sin causa legítima, a costa de
otra.” CABANELLAS, Guillermo “Diccionario de Derecho Usual”, Tomo I, Pág. 122.
entre dos sujetos de derecho, a causa de la ocurrencia de un enriquecimiento
injustificado a favor de uno de ellos.
Por consiguiente, según esta nota distintiva, las pretensiones deben estar
limitadas al monto del enriquecimiento patrimonial, sin que sea viable formular
peticiones distintas al aseguramiento de dicho equilibrio.
50
RIPERT, Georges y BOULANGER, Jean Ob. Cit., pág. 267.
Es por lo anterior que se debe precisar, que la forma idónea y exacta de presentar
la acción in rem verso (actio de in rem verso) es de manera autónoma e
independiente, sin que sea dable confundirla o equipararla a la acción de
reparación directa consagrada en el artículo 86 del C.C.A. -esta última de
naturaleza indemnizatoria- 51.
Así las cosas, la acción in rem verso halla su fundamento en el propio articulado
del Código Civil, y es posible interponer la misma dentro de los términos de
prescripción y caducidad contenidos en dicho estatuto normativo.
51
“El Enriquecimiento injusto se diferencia de la responsabilidad subjetiva en que ésta exige la
comisión de un acto ilícito como antecedente inexcusable del deber de indemnizar; y el
enriquecimiento injusto se diferencia de la responsabilidad subjetiva y de la objetiva en que una y
otra forma dan lugar a la imputabilidad y a la consiguiente indemnización ateniéndose tan sólo al
daño experimentado por la víctima, al margen por completo de que haya proporcionado o no
ventajas al responsable.” DIEZ – PICASO, Luis y DE LA CAMARA, Manuel Ob. Cit., pág. 31.
En ese orden de ideas, independientemente al hecho de que la acción in rem
verso se rija por los postulados normativos del Código Civil, inclusive en materia
de términos de caducidad, esto no impide que el juez de lo contencioso
administrativo pueda conocer de la misma, para definir, en cada caso concreto, si
las pretensiones de desequilibrio patrimonial injustificado, en las cuales interviene
una entidad estatal -en los términos establecidos en el artículo 82 del C.C.A.-
tienen o no vocación de prosperar, con la salvedad específica que el trámite
correspondiente para ventilar ese tipo de pretensiones, será el contencioso
ordinario establecido en los artículo 206 y s.s. del C.C.A. 52
Atentamente,
52
Art. 206.- “Los procesos relativos a nulidad de actos administrativos y cartas de naturaleza,
nulidad y restablecimiento del derecho, reparación directa, a controversias sobre contratos
administrativos y privados con cláusulas de caducidad y a nulidad de laudos arbitrales proferidos
en conflictos originados en los contratos mencionados, se tramitarán por el procedimiento
ordinario. Este procedimiento también debe observarse para adelantar y decidir todos
los litigios para los cuales la ley no señale un trámite especial.” (negrillas adicionales).