Componentes de La Pedagogía Del Amor Madeley

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¿Cuáles son los componentes de la pedagogía del amor?

La pedagogía del amor o pedagogía de la ternura es reconocimiento


de diferencias, capacidad para comprender y tolerar, para dialogar y
llegar a acuerdos, para soñar y reír, para enfrentar la adversidad y
aprender de las derrotas y de los fracasos, tanto como de los aciertos
y los éxitos.28 nov 2013

¿Cuál es el objetivo de la pedagogía del amor?


Es promover una educación primaria más humana desde la
espiritualidad y reconocimiento de los saberes y conocimientos
previos de los alumnos, para garantizar el proceso de enseñanza y
aprendizaje acorde a las necesidades de formación, bajo la
metodología del amor y la ternura.5 ago 201

¿Cuál es la pedagogía del amor?

Entendemos por Pedagogía del Amor la Pedagogía del Amor es una


propuesta humanista y pacificadora en donde se exige el
reconocimiento del otro ser humano como autónomo, libre y
emocional e invita al docente a manifestar la empatía, la tolerancia,
entre otros valores; permite al docente acompañar al estudiante de
forma ...
3. Reflexiones finales

La pedagogía del amor y la ternura, representa una opción y un camino importante


y extrema necesidad de utilizarla en el ámbito de educación primaria por parte de los
docentes, en función de educar desde el amor y la ternura, con el objetivo de propiciar
una formación integral y holística en los estudiantes, para alinear lo espiritual,
académico, familiar y los valores en el proceso de enseñanza y aprendizaje en el aula,
la escuela y la familia. Asimismo, el docente al reconocer los conocimientos previos
de los estudiantes, garantiza una construcción de conocimiento colectiva y de acuerdo
a los intereses de formación del aula,

Ahora bien, valorar al estudiante como seres humanos y únicos en su personalidad


es parte de las praxis docentes de manera que su acción pedagógica atienda a las
necesidades y dificultades dentro del proceso de enseñanza y aprendizajes desde cada
particularidad, con apoyo a las habilidades, destrezas y potencialidades de cada
alumno y actor educativo dentro del aula y la escuela.

En este mismo orden ideas, aún persiste el desinterés de aplicar el amor en el aula,
en su mayoría por motivos ajenos a la personalidad del docente, dado por factores
externos que afectan su labor pedagógica referido en la mayoría de los casos a la
situación económica, social y política de Venezuela, sin embargo, se encuentra
docentes que a pesar de las adversidades siente su vocación activa, educan desde el
corazón, la espiritualidad y amor a sus estudiantes, de ellos se debe sistematizar las
experiencias para la promoción de la buena práctica educativa.

Finalmente, las escuelas deben ser consideras como espacios para la paz, el
aprendizaje de todos y de todas, la formación e integración de todos los actores
educativos (Docentes, directivo, personal obrero, personal administrativo, familia,
comunidad y organizaciones sociales y comunitarias) para garantizar una educación
desde el amor y la ternura para un proceso educativo holístico que incluya todos los
sectores de la sociedad, garantizando las relaciones e integración necesarias para la
creación de ciudadanos con valores como: tolerancia, respeto, amor y honestidad.
Educar desde la humildad. Nadie lo sabe todo y nadie lo ignora todo. Educar desde un sueño,
desde una utopía, que no haya ni opresor ni oprimido, tampoco en la escuela. Esto no supone la
existencia de un reino de la irresponsabilidad en el que educador y educando se encuentren al
mismo nivel. Tienen que existir diferentes niveles de responsabilidad lo mismo que tienen que
existir límites. No hay vida sin límites, no hay libertad sin límites, pero hay algunos que hay que
rechazar por opción ética y política, por respeto a la autonomía del educando.

Un elemento fundamental en la pedagogía de Freire es el diálogo, la pedagogía dialógica. Este


diálogo no es fácil ni siempre posible, pero es necesario, tanto que si la estructura no permite el
diálogo hay que cambiar la estructura no renunciar a él. Cambiar la estructura es cambiar el
currículum tomándolo como la totalidad de la vida dentro de la escuela.

Hay que tener claro que con educación hacemos política, querámoslo o no, la cuestión es hacerla
para transformar el mundo. Transformarlo a través de la clarificación de las conciencias, del
desarrollo de la capacidad de pensar crítico. Domesticar es castrar la capacidad de pensar,
plantear la realidad como un puro dato. Pensar críticamente para ampliar el poder de uno.
Ampliarlo usándolo. Estamos condicionados pero no determinados y trabajamos por transformar
las circunstancias que nos condicionan.
Esta actuación sólo puede hacerse desde una combinación de locura y cordura, estando uno
"sanamente loco". Es necesario arriesgar. La vida es riesgo, la educación es riesgo. 

Uno no puede ser si los otros no son. El educador necesita al educando y viceversa, ambos se
educan aunque con tareas específicas.Para conocer es necesario desarrollar la humildad, no
tener vergüenza de reconocer que no se sabe. El proceso de conocimiento no sólo pone en juego
la razón sino también la pasión, los deseos, los sentimientos.

El amor es el principio pedagógico esencial. De muy poco va a servir que un docente se haya

graduado con excelentes calificaciones en las universidades más prestigiosas, si carece de este

principio.  En educación es imposible ser efectivo sin ser afectivo. No es posible  calidad sin

calidez. Ningún método, ninguna técnica, ningún currículo por abultado que sea, puede

reemplazar al afecto en educación. Amor se escribe con “a” de ayuda, apoyo, ánimo, aliento, 

asombro, acompañamiento, amistad. El educador es un amigo que ayuda a cada alumno,

especialmente a los más carentes y necesitados, a superarse, a crecer, a ser mejores.

Amar significa aceptar al alumn

o como es, siempre original y distinto a  mí y a los demás alumnos,  afirmar su valía y dignidad,

más allá de si me cae bien o mal, de si lo encuentro simpático o antipático, de si es inteligente o

lento  en su aprendizaje, de si se muestra interesado o desinteresado.   El amor genera confianza

y seguridad. Es muy importante que el niño se sienta en la escuela, desde el primer día, 

aceptado, valorado   y seguro. Sólo en una atmósfera de seguridad, alegría y confianza podrá

florecer  la sensibilidad, el respeto mutuo  y la motivación, tan esenciales para un aprendizaje


autónomo. Hacer niños felices es levantar personas buenas. Educar es un acto de amor mutuo. 

Es muy difícil crear un clima propicio al aprendizaje si no hay relaciones cordiales y afectuosas

entre el profesor y el alumno, si uno rechaza o no acepta al otro.

El amor es también paciente y sabe esperar.

Por eso, respeta los ritmos y modos de aprender de cada alumno y siempre está dispuesto a

brindar una  nueva oportunidad. La educación es una siembra a largo plazo y no siempre se ven

los frutos. De ahí que la paciencia se alimenta de esperanza, de una fe imperecedera en las

posibilidades de superación de cada persona. La paciencia esperanzada impide el desánimo y la

contaminación de esa cultura del pesimismo y la resignación que parecen haberse instalado en

tantos centros educativos.

Para ser paciente, uno tiene que tener el corazón en paz. Sólo así será  capaz de comprender, sin

perder los estribos,  situaciones inesperadas o conductas inapropiadas, y podrá asumir las

situaciones conflictivas como verdaderas oportunidades para educar. La paciencia evita las

agresiones, insultos o descalificaciones, tan comunes en el proceso educativo cuando uno

“pierde la paciencia”. El amor paciente no etiqueta a las personas, respeta siempre,  no guarda

rencores, no promueve venganzas; perdona sin condiciones, motiva y anima, no pierde nunca la

esperanza.
Amar no es consentir, sobre proteger, regalar notas, dejar hacer. El amor  no se fija en las

carencias del alumno sino más bien, en sus talentos y potencialidades.  El amor no crea

dependencia, sino que da alas a la libertad e impulsa a ser mejor. Busca el bien-ser y no sólo el

bienestar de los demás. Ama el maestro que cree en cada alumno y lo acepta y valora como es,

con su cultura, su familia, sus carencias, sus talentos, sus heridas, sus problemas, su lenguaje,

sus sueños, miedos e ilusiones; celebra y se alegra de los éxitos de cada uno aunque sean

parciales; y siempre está dispuesto a ayudarle para que llegue tan lejos como le sea posible en su

crecimiento y desarrollo integral. Por ello, se esfuerza por conocer la realidad familiar y social de

cada alumno para, a partir de ella, y a poder ser con la alianza de la familia, poder brindarle un

mejor servicio educativo.

Algunos, en vez de hablar de la pedagogía del amor, prefieren hablar de la pedagogía de la

ternura para enfatizar ese arte de educar con cariño, con sensibilidad, para alimentar la

autoestima, sanar las heridas  y superar los complejos de inferioridad o incapacidad. Es una

pedagogía que evita herir, comparar, discriminar por motivos religiosos, raciales, físicos, sociales

o culturales. La pedagogía de la ternura se opone a la pedagogía de la violencia y en vez de

aceptar el dicho de que “la letra con sangre entra”, propone más bien el de   “la letra con cariño

entra”; en vez de “quien bien te quiere te hará llorar”,  “quien bien te quiere te hará feliz”.

La pedagogía del amor o  pedagogía de la ternura  es reconocimiento de diferencias, capacidad

para comprender y tolerar, para dialogar y llegar a acuerdos, para soñar y reír, para enfrentar la

adversidad y aprender de las derrotas y de los fracasos, tanto como de los aciertos y los éxitos.
La ternura es encariñamiento con lo que hacemos y lo que somos, es deseo de transformarnos y

ser cada vez más grandes y mejores. Por esto, ternura también es exigencia, compromiso,

responsabilidad, rigor, cumplimiento, trabajo sistemático, dedicación y esfuerzo, crítica

permanente y fraterna. En consecuencia, no promueve el dejar hacer o deja pasar, ni el caos, el

desorden o la indisciplina; por el contrario, promueve la construcción de normas de manera

colectiva, que partan de las convicciones y sentimientos y que suponen la motivación necesaria

para que se cumplan.

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