RESILIENCIA
RESILIENCIA
RESILIENCIA
DOCTORADO EN PSICOLOGÍA
TÓPICOS AVANZADOS EN NEUROCIENCIAS
ACTIVIDAD: ENSAYO
Sin embargo, a pesar de los esfuerzos realizados desde ese enfoque, muchas
interrogantes quedaron sin respuesta. A menudo, las predicciones de resultados negativos
hechas en función de factores de riesgo que indicaban una alta probabilidad de daño, no se
cumplían. Es decir, la gran mayoría de los modelos teóricos erigidos en torno a la patología
resultaron insuficientes para explicar los fenómenos de la supervivencia humana y del
desarrollo psicosocial, evidenciando un patrón de excepción notorio en algunos seres
humanos que lograban superar las condiciones severamente adversas y que, inclusive,
conseguían transformarlas en una ventaja o un estímulo para su desarrollo biopsicosocial.
Al pasear la vista por algún libro básico de Historia, se pueden encontrar una
cantidad significativa de ejemplos de individuos destacados que hicieron aportaciones
significativas para la humanidad, quienes debieron enfrentar circunstancias adversas. De
igual manera, pueblos enteros y grupos étnicos han demostrado capacidades sorprendentes
para sobreponerse a la persecución, a la pobreza y al aislamiento, así como a las catástrofe
naturales o a las generadas por el hombre, lo que ha propiciado un creciente interés por la
potencialidad de las personas que, habiendo pasado por situaciones difíciles, extremas o
traumáticas, no desarrollan problemas de salud mental.
Tal como expresaba Ana Frank luego de dos años de estar escondida en un ático:
“Es un milagro que todavía no haya renunciado a todas mis esperanzas, porque parecen
absurdas e irrealizables. Sin embargo, sigo aferrándome a ellas, pese a todo, porque sigo
creyendo en la bondad interna de los hombres. Me es absolutamente imposible construir
cualquier cosa sobre la base de la muerte, la desgracia y la confusión. Veo cómo el mundo
se va convirtiendo poco a poco en un desierto, oigo cada vez más fuerte el trueno que se
avecina y que nos matará, comparto el dolor de millones de personas, y sin embargo,
cuando me pongo a mirar el cielo, pienso que todo cambiará para bien, que esta crueldad
también acabará, que la paz y la tranquilidad volverán a reinar en el orden mundial.
Mientras tanto tendré que mantener bien altos mis ideales, tal vez en los tiempos venideros
aún se puedan llevar a la práctica… quien tiene coraje y confianza no zozobrará jamás en
la angustia.” Sábado, 15 de Julio de 1944 – Texto escrito 14 días antes de ser descubierto
su escondite. Diario de Ana Frank, 2001, p.288.
El principal hallazgo casi treinta años después fue que, de manera contraria a lo
propuesto por las teorías deterministas, no todas las personas que habían experimentado
algún suceso traumático o condiciones adversas presentaban complicaciones a lo largo de
su vida. Por el contrario, una parte significativa de ellas no solo lograba resolver sus
problemáticas de forma exitosa, adicionalmente, llevaban una vida adaptada y normal, a
pesar de no haber contado con ningún tipo de atención especial. Werner y Smith (1992)
denominaron esta situación como “resistentes al destino” y la característica común que
evidenciaron fue la “resiliencia”.
Tabla 1
Factores Neuroquímicos que subyacen a la Resiliencia
Gen neuropéptido Y (NPY). Ha sido implicado en la capacidad de aprendizaje, memoria, epilepsia, ritmos
circadianos, ansiedad, regulación térmica y liberación de hormonas de la adenohipófisis
(adrenocorticotrópica, luteinizante y del crecimiento). Se encuentran en la amígdala, hipocampo,
hipotálamo, materia gris periacueductal y locus coeruleus (Cortés y Cruz, 2011). Ejerce una gran cantidad de
funciones, regulando múltiples vías neuronales. Produce efectos ansiolíticos promoviendo respuestas
protectoras frente al estrés y representa mayor susceptibilidad a los trastornos de ansiedad después de etapas
de adversidad infantil (León, Bustamante, & Reyes, 2008).
Gen del receptor de la hormona liberadora de corticotropina CRH. Afecta la probabilidad de desarrollar
síntomas depresivos; es clave en la mediación de la conducta de miedo, además de iniciar la señal del eje
hipotálamo-hipofisario para la liberación de ACTH y de cortisol. Se ha comprobado que el aumento
persistente del CRF predispone a condiciones como el TEPT, depresión, ansiedad, anhedonia y miedo. En
respuesta a un estrés agudo, la hormona liberadora de corticotropina (CRH) se libera del hipotálamo para
activar el eje LHHA, esta hormona controla la reacción al estrés en sus componentes emocionales,
conductuales y fisiológicos (Duval, González, y Rabia, 2010).
Gen de proteína 5 de unión a FK506 (FKBP5). Regula la vía del receptor de Glucocorticoide, hace
modificaciones genéticas o epigenéticas que alteran la respuesta del eje hipotálamo-hipofiso adrenal; la
sobreexpresión de la inmunofilina FKBP51 que resulta de estímulos de cortisol en situaciones de estrés
puede llevar a que se inhiba la respuesta de retroalimentación (Lam, y otros, 1995), que regula la respuesta y
eleva los niveles de cortisol, ello puede llevar a que los individuos sufran enfermedades psiquiátricas,
estados depresivos, cuadros de estrés post-traumático y trastornos bipolares (Galigniana, 2015).
Gen transportador de dopamina (DAT1). La amígdala es una región del cerebro que está ricamente
inervada por dopamina y que es relevante en la depresión. Es importante en la regulación de la
neurotransmisión dopaminérgica, modula la recaptación de dopamina por el terminal presinapáico. Niveles
elevados de dopamina en la corteza prefrontal y bajos niveles de dopamina subcortical se asocian con
disfunción cognitiva y depresión; mientras que bajos niveles de dopamina en la corteza prefrontal se asocian
con ansiedad y miedo (Cortés y Cruz, 2011). El sistema dopaminérgico juega un papel importante en la
regulación de las funciones motoras, cognitivas y emocionales.
La noradrenalina (NA). La médula suprarrenal recibe directamente fibras del SNA que estimula sus células
endócrinas para producir Noradrenalina (NA), ejerciendo una acción rápida y extensiva a todo el organismo.
Esto genera una respuesta que provoca un mayor estado de alerta: aumenta la frecuencia cardíaca, el gasto
cardíaco, incrementa el flujo sanguíneo, aumenta el pulso y la presión sanguínea. Ha sido vinculada a una
mayor susceptibilidad al estrés, facilitando los estados de hipervigilancia, los estados de ansiedad crónica y
la depresión.
Región promotora del gen transportador de serotonina (5-HTTLPR). El estrés agudo incrementa el
recambio serotoninérgico, aumentando la liberación de serotonina en la zona prefrontal medial, núcleo
accumbens, hipotálamo lateral y amígdala; a medida que el estrés se vuelve crónico, disminuye la cantidad
de serotonina almacenada en la zona presináptica. Esto aumenta la expresión del autorreceptor 5HT1A, que
continuará eliminando la serotonina restante, disminuyendo la neurotransmisión serotoninérgica (Gálvez,
2005).
En la misma línea, Paulus et al. (2010), señalan que una respuesta óptima ante
condiciones adversas requiere de dos elementos importantes, la capacidad de
procesamiento neuronal y las capacidades cognitivas y de aprendizaje para la adaptación en
ambientes extremos. En este contexto, y como factor relevante en la respuesta resiliente,
debe existir un buen funcionamiento en las dos estructuras del cerebro responsable de
dichos procesos, la corteza insular y la amígdala.
Desde este punto de vista, Pantelis y Bartholomeusz (2014) han hecho énfasis en la
forma en que la regulación génica, la epigenética y el medio ambiente pueden alterar las
trayectorias del desarrollo neurológico y, a su vez, influir en el comportamiento social y el
funcionamiento social. Señalan como puntos críticos los cambios dinámicos del cerebro
social que tienen lugar durante la adolescencia, por ejemplo, el crecimiento atenuado del
hipocampo y la reducción atenuada del volumen del putamen durante la edad de 12 a 16
años están asociados con el inicio de la depresión; y han identificado varios polimorfismos
de un solo nucleótido (SNP) que podrían estar asociados con la resistencia al desarrollo de
el desorden.
Es cierto que, a pesar de los esfuerzos, los ojos de la psicología aún se encuentran
dirigidos hacia los déficits, impidiendo ver las cualidades y los puntos fuertes de cada
sujeto. Cambiar la mirada hacia lo positivo invita también a cambiar las prácticas,
rechazando toda ideología que signifique apoyar al fuerte y abandonar al débil. El
verdadero cambio de paradigma implica cambiar la mirada, pero “nada hay más difícil, que
cambiar la mirada” (Kuhn, 2000). Precisamente es lo que se ha buscado desde la
perspectiva de la resiliencia, ir un poco más allá al estudiar cómo se produce un desarrollo
físico y psicológico normal cuando las condiciones son peculiarmente desfavorables, cuáles
son los mecanismos de compensación intervinientes y las diferencias de los individuos en
las respuestas a los conflictos y al estrés.
Sin embargo, esta idea de resiliencia ha reforzado una perspectiva más actual,
contextual, sistémica y positiva del desarrollo humano. Afirma que una infancia infeliz,
precaria y conflictiva no determina necesariamente ni conduce de forma inevitable hacia la
desadaptación y los trastornos psicológicos futuros. Frente a los determinismos biológicos y
medioambientales, la perspectiva de la resiliencia destaca la complejidad de la interacción
humana y el papel activo del individuo en su desarrollo. Del mismo modo, insiste en que
los contextos desfavorables no afectan a todas las personas por igual y el cambio que
caracteriza al ser humano también influye en la evolución de sus conflictos y trastornos
(Uriarte, 2005).
Es por todo lo anterior, que esta disertación se concluye con el llamado a reconocer
unos de los mayores retos actuales, entre ellos, la necesidad de incrementar el estudio de la
resiliencia, ya sea desde una perspectiva individual, familiar, o social. Incluir el análisis de
este fenómeno dentro de los planes de formación de las disciplinas que se orientan hacia la
comprensión del ser humano, la salud y el desarrollo social, enfáticamente desde una visión
más positiva de la persona, la familia y la comunidad. Esto permitirá brindar un gran aporte
al conocimiento científico, pero principalmente, podrá llevarnos a abrir horizontes en las
prácticas profesionales para promover la implementación de programas y políticas dirigidos
tanto a la prevención como al tratamiento.
Charles Darwin aseguraba en El origen de las especies (1859) que “no son los más
fuertes de la especie los que sobreviven, ni los más inteligentes. Sobreviven los más
flexibles y adaptables a los cambios”; esto precisamente, es resiliencia.
Referencias:
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en ella? Obtenido de Resiliencia: ¿Es posible medirla e influir en ella?:
http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0185-
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