El Azúcar

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El azúcar

Elaboración del azúcar


El azúcar es un ingrediente natural que
ha formado parte de la alimentación
humana durante miles de años.

En el uso más extendido de la palabra, a


la sacarosa, cuya fórmula química
es C12H22O11, también llamada «azúcar
común», o «azúcar de mesa».

La sacarosa es un disacárido formado


por una molécula de glucosa y una de fructosa, que se obtiene principalmente de la
caña de azúcar o de la remolacha.

El proceso para obtener azúcar consiste en nueve pasos: corte de la caña, molienda,
generación de vapor, calentamiento, clarificación, filtración, evaporación,
cristalización, evaporado y secado.

Consumo y consecuencias que causa el azúcar

1. Problemas de memoria
Diversos estudios, en los últimos años, han hallado una relación entre el consumo
excesivo de azúcar y problemas de memoria. Ya en 2012, un trabajo de científicos de la
Universidad de California Los Angeles concluyó que “una dieta alta en fructosa a
largo plazo altera la capacidad del cerebro de aprender y recordar información”.

Un año después, otro estudio arribó a resultados similares. En este caso, los
investigadores especificaron que el alto consumo de azúcar se asocia con daños en la
región cerebral del hipocampo.

A finales del mes pasado, en tanto, una nueva investigación –también realizada en
Estados Unidos– corroboró esos efectos sobre la memoria, sobre todo en adultos que
durante su infancia hayan comido muchos dulces. En este caso, la hipótesis se
relaciona con los cambios que el exceso de azúcar genera sobre el microbioma
intestinal.

En concreto, la presencia de dos tipos de bacterias intestinales –favorecida por el


consumo de azúcar– terminaría causando alteraciones en el hipocampo. Aunque aún
no está claro el mecanismo por el cual el azúcar propiciaría el deterioro del
hipocampo, la relación entre ambos hechos, a partir de todos estos estudios, parece
evidente.

2. Alzhéimer
La conexión entre el exceso de azúcar y un mayor riesgo de padecer alzhéimer se
explica a partir de la diabetes. Esta enfermedad aumenta las probabilidades de sufrir
un deterioro cognitivo, el cual puede derivar en algún tipo de demencia. Y la más
común de esas demencias es el alzhéimer, que representa el 60%-70% de los casos.
Y aunque las posibles conexiones entre la diabetes y el alzhéimer “aún no se
comprenden del todo”, según explica un documento de la clínica Mayo, de Estados
Unidos, hay especialistas que han llegado al punto de proponer que el alzhéimer sea
considerado una nueva forma de diabetes: diabetes mellitus tipo 3.

De acuerdo con
esta visión, el
alzheimer sería un
tercer tipo de
diabetes, más allá
de los dos
conocidos hasta
ahora. En
cualquier caso, lo
que sí parece claro
es que un consumo
excesivo de azúcar a lo largo de la vida resulta un factor de riesgo para esta
enfermedad.

3. Ansiedad, depresión y otros problemas mentales


Con frecuencia se cree que las consecuencias negativas de una alimentación
desequilibrada son exclusivamente físicos o fisiológicos. Sin embargo, al verse afectado
el cerebro –como quedó claro en los puntos anteriores– también pueden aparecer
problemas relacionados con la salud mental.

“Las personas con trastornos del estado de ánimo suelen tener dietas de mala calidad,
bajas en frutas y verduras pero elevadas en grasas y azúcares”, apunta un estudio
sobre la ansiedad relacionada con la dieta, publicado por científicos del Reino Unido
en 2013.

Otros investigadores del mismo país se preguntaron si no podía haber una “causalidad
inversa”, es decir, si no podía ser que fuera el estado de ánimo el que influyera sobre
la dieta y no al revés. La respuesta a la que llegaron fue que no: ni la depresión ni los
trastornos mentales comunes predijeron cambios en la alimentación.

En cambio, el mismo estudio (publicado en 2017) reveló que los hombres en el tercio
más alto de ingesta de alimentos dulces o bebidas azucaradas mostraron –después de
cinco años– un 23% más de probabilidades de sufrir un trastorno mental.

4. Problemas en la piel
Los azúcares en la sangre, al unirse a las proteínas, llevan a cabo un proceso conocido
como glicación, y que tiene como resultado unos compuestos llamados productos
finales de glicación avanzada (conocidos como AGE, por sus siglas en inglés). Esto es
natural, pero uno de sus efectos es la muerte celular y, por lo tanto, el envejecimiento.

Si se consume azúcar en exceso, todo este proceso se acelera, lo que provoca que las
arrugas y otras marcas del paso del tiempo aparezcan antes. La glicación también
altera la calidad del colágeno. Además de una mayor cantidad de líneas faciales, esto
contribuye con que el aspecto de la piel sea más seco y apagado.
Más aún, los azúcares promueven la inflamación, y esto aumenta el riesgo de sufrir
trastornos dermatológicos como el acné y la rosácea, sobre todo en personas
propensas a estos problemas.

5. Dificultad para saciar el hambre


La insulina es una hormona segregada por el páncreas, que permite al organismo
aprovechar la glucosa en forma de energía. Si una persona ingiere demasiado azúcar,
el páncreas trabaja de más: genera muy elevadas cantidades de insulina, que no solo
son un factor de riesgo de diabetes, sino que también alteran la regulación del apetito.

Esto se debe a que la hiperinsulinemia –la presencia de una cantidad de insulina en la


sangre mayor de lo normal– interviene en ese proceso, junto con otras hormonas como
la leptina (que inhibe la sensación de hambre, es decir, estimula la saciedad) y la
grelina (que hace lo contrario: induce las ganas de comer).

Por eso, los azúcares no solo tienen efectos negativos por su ingesta en sí misma, sino
también porque animan a seguir ingiriendo. Algo que favorece el sobrepeso y la
obesidad, con todas sus consecuencias negativas derivadas, y que además se relaciona
con el siguiente, el último punto de este listado.

6. Posible adicción
No hay un consenso entre los profesionales de la salud acerca de si se puede asegurar
–aun en casos de ingesta compulsiva de algún producto– que exista una adicción a los
alimentos. Sí, en cambio, se puede considerar que algunos productos, entre ellos los
dulces (y también los muy salados, los carbohidratos, las grasas y los ultraprocesados),
son “potencialmente adictivos”.

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