La Nueva Historia Socio-Cultural
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La Nueva Historia Socio-Cultural
PRELIMINARES
"La microhistoria, por lo tanto, tiene una localización muy específica dentro de la
llamada "nueva historia". No fue sólo una cuestión de corregir aquellos aspectos de
la historiografía tradicional que parecían no funcionar ya. Era más importante
combatir el relativismo, el irracionalismo y el reduccionismo del trabajo del
historiador en una actividad puramente retórica que interpreta textos y no los
sucesos mismos" (Levi, 1993: 13).
Reconocer el discurso1 como el lugar de construcción por el que todo pasa, implica
destronar la obsesión por el fetichismo documentalista -a partir del cual la fórmula
documento se equipara al hecho histórico, desconociendo el proceso de construcción
que supone todo conocimiento histórico. Y es que la disciplina histórica, según
Michel Foucault, ha cambiado su posición respecto al documento:
En conclusión, la utopía andina es una creación colectiva elaborada a partir del siglo
XVI y no constituye una prolongación inalterada del pensamiento andino
prehispánico. Para entender esta construcción se puede utilizar el concepto de
"disyunción", proveniente del análisis semiótico, y que se utiliza para señalar que en
la situación de dominio de una cultura sobre otra, los vencidos se apropian de las
formas que introducen los vencedores, pero les otorgan un contenido peculiar, con
lo que terminan elaborando un producto diferente. No repiten el discurso que se les
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quiere exponer, pero tampoco siguen sus propias concepciones 2.
2 En el plano textual, este proceso ha sido estudiado por Martín Lienhard con el nombre de
"literaturas alternativas". Para vencer las imposiciones comunicativas, los grupos
marginados de las sociedades coloniales se apropian de los códigos discursivos del grupo
hegemónico. La filtración del discurso del otro produce textos híbridos en tanto se
articulan, en ellos, dos sistemas diferentes. La aparición de los discursos alternativos se ve
posibilitada, en gran medida, por la permeabilidad y elasticidad de los modelos escriturarios
de los grupos dominantes (Lienhard, 1992).
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principales conexiones histórico-antropológicas y fenómenos psico-sociales como el
de la "inversión de papeles", costumbre conocida en los carnavales europeos 3. Este
estudio de la dinámica en las discontinuidades de las relaciones entre los indios y las
fuerzas externas de dominación permite un análisis diacrónico que importa en el
momento de delinear un esquema de periodización para el análisis de cualquier
aspecto de dominación no-india.
"a pesar de que soy historiador, estoy todavía consciente del hecho de que un
método histórico convencional, basado en fuentes escritas contemporáneas y
fenómenos y acciones medibles, no es suficiente para obtener un análisis amplio y
profundo de las reacciones indígenas ante la dominación colonial/nacional a través
del tiempo. Por eso son sumamente necesarios los enfoques antropológicos, sociales
y psicológicos. Al mismo tiempo, ninguno de estos enfoques puede descartar los
datos históricos esmeradamente analizados, ni las perspectivas históricas. Por
consiguiente, ningún perito es capaz de resolver solo todos los problemas.
Difícilmente podría ser más obvia la necesidad de una colaboración
interdisciplinaria" (Mörner, 1989: 167).
3 Este fenómeno, también repasado por Flores Galindo (1986: 26) es reconocido, en el
campo de los estudios teórico-literarios, con el nombre de "carnavalización", y fue estudiado
por Mijaíl Bajtín, en el marco de la obra de Rabelais. La carnavalización designa la
oposición de la cultura popular a los valores instituidos por la cultura oficial. Durante el
carnaval, la plaza, espacio privilegiado por la vida cotidiana, se transforma en el centro del
mundo, en el lugar donde es posible la inversión del orden instaurado por la oficialidad, los
espectadores se convierten en actores y viceversa, a la vez que las conductas sociales y
lingüísticas se liberan del marco de prohibiciones estatuido (Bajtín, 1987).
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oralidad nos situamos de hecho en el espacio de la escritura y, cualquiera sea el valor
que le acordemos a la primera, al hacerlo no estamos sino reafirmando el valor que
le acordamos a la segunda” (Dorra, 1997).
En ese sentido es interesante recordar que Herodoto -el Padre de la Historia- llamaba
Raconto
"La relación entre la historiografía y la literatura es, por supuesto, tan tenue y difícil
de definir como la existente entre la historiografía y la ciencia. Sin duda esto se debe
en parte a que la historiografía occidental surge frente a un trasfondo de un discurso
definitivamente literario (o más bien "novelesco") que se configuró él mismo frente al
discurso más arcaico del mito. En sus orígenes, el discurso histórico se diferencia del
discurso literario en virtud de su materia (acontecimientos "reales" en vez de
"imaginarios") más que por su forma. Pero la forma aquí es ambigua, pues se refiere
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no sólo al aspecto manifiesto de los discursos históricos (su aspecto como relatos)
sino también a los sistemas de producción del significado (los modos de entramado)
que la historiografía compartió con la literatura y con el mito" (White, 1992: 62).
"La literatura ofrece mucho más que una directa representación del mundo social.
(...) La literatura puede ofrecer modelos según los cuales una sociedad piensa sus
conflictos, ocluye o muestra sus problemas, juzga sus diferencias culturales, se coloca
frente a su pasado e imagina su futuro. En las estrategias formales de la literatura, en
la afirmación o la ruptura de los géneros, en la retórica de las imágenes puede
descubrirse también cuál es el lugar de lo figurado, de lo simbólico y de lo
imaginario, la construcción de universos ficcionales no informa sólo sobre lo que
esos universos representan sino que las relaciones formales que articulan la
construcción pueden explicar (y ser explicadas) en un sentido socio-histórico" (Sarlo,
1993: 172).
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