Primo Levi. Si Esto Es Un Hombre. 1947-1-7

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El viaje

Mehabía capturado la Milicia fascista el 13 de diciembre de


1943. Tenía veinticuatro años, poco juicio, ninguna experien-
cia, y una inclinación decidida, favorecida por el régimen de
segregación al que estaba reducido desde hacía cuatro años
por las leyes raciales, a vivir en un mundo pocoreal, poblado
por educados fantasmas cartesianos, sinceras amistades mas-
culinas y lánguidas amistades femeninas. Cultivaba un senti-
do de la rebelión moderado y abstracto.
No me había sido fácil elegir el camino del monte y con-
tribuir a poner en pie todo lo que, en mi opinión y en la de
otros amigos no mucho más expertos, habría podido conver-
tirse en una banda de partisanos afiliada a «Justicia y Liber-
tad». No teníamos contactos, armas, dinero ni experiencia
para procurárnoslos; nos faltaban hombres capaces y estába-
mos agobiados por un montón de gente que no servía parael
caso, de buena fe o de mala, que subía de la llanura en busca
de una organización inexistente, de jefes, de armas o también
únicamente de protección, de un escondrijo, de una hoguera,
de un par de zapatos.
En aquel tiempo todavía no me había sido predicada la
doctrina que tendría que aprender más tarde y rápidamente
en el Lager, según la cual el primer oficio de un hombre es
perseguir sus propios fines por medios adecuados, y quien se
equivoca lo paga, por lo que no puedosino considerar justo el
sucesivo desarrollo de los acontecimientos. Tres centurias de

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la Milicia que habían salido en plena noche para sorprender a campo con cuidado, habían hecho reconvenciones públicas y
otra banda, mucho más potente y peligrosa que nosotros, que vehementes al comisario italiano por la defectuosa organiza-
se ocultaba en el valle contiguo, irrumpieron, en una espectral ción del servicio de cocina y por la escasa cantidad de leña dis-
alba de nieve, en nuestro refugio y me llevaron al valle como tribuida para la calefacción; habían incluso dicho que pronto
sospechoso. iba a empezar a funcionar una enfermería. Pero la mañanadel
En los interrogatorios que siguieron preferí declarar mi 21 se supo queal día siguiente los judíos iban a irse de allí.
condición de «ciudadanoitaliano de raza judía» porque pen- Todos, sin excepción. También los niños, también los viejos,
saba que no habría podido justificar de otra manera mi pre- también los enfermos. A dónde iban, no se sabía. Había que
sencia en aquellos lugares, demasiado apartados incluso para prepararse para quince días de viaje. Por cada uno que dejase
un «fugitivo», y juzgué (mal, como se vio después) que admi- de presentarse se fusilaría a diez.
tir mi actividad política habría supuesto la tortura y una muer- Sólo una minoría de ingenuos y de ilusos se obstinó en la
te cierta. Como judío me enviaron a Fossoli, cerca de Módena, esperanza: nosotros habíamos hablado largamente con los
donde en un vasto campo de concentración, antes destinado a prófugos polacos y croatas, y sabíamos lo que quería decir sa-
los prisioneros de guerra ingleses y americanos,se estaba reco- lir de allí.
giendo a los pertenecientes a las numerosas categorías de per- Para los condenados a muerte la tradición prescribe un ce-
sonas no gratas al reciente gobierno fascista republicano. remonial austero, apto para poner en evidencia cómo toda pa-
En el momento de mi llegada, es decir a finales de enero de sión y toda cólera están apaciguadas ya, cómoel acto de justi-
1944, los judíos italianos en el campo eran unos ciento Cin- cia no representa sino un triste deber hacia la sociedad, tal que
cuenta pero, pocas semanas más tarde, su número llegaba a puede ser acompañado por compasión hacia la víctima de par-
más de seiscientos. En la mayor parte de los casos se trataba te del mismo ajusticiador. Por ello se le evita al condenado
de familias enteras, capturadas por los fascistas O por los na- cualquier preocupación exterior, se le concede la soledady,si
zis por su imprudencia o como consecuencia de una delación. lo desea, todo consuelo espiritual; se procura, en resumen, que
Unos pocos se habían entregado espontáneamente, bien por- no sienta a su alrededor odio ni arbitrariedad sino la necesidad
que estaban desesperados de la vida de prófugos, bien porque y la justicia y, junto con el castigo, el perdón.
no tenían medios de subsistencia o bien por no separarse de Pero a nosotros esto no se nos concedió, porque éramos
algún pariente capturado; o también, absurdamente, para «le- demasiados, y había poco tiempo, y además ¿de qué teníamos
galizarse». Había, además, un centenar de militares yugosla- que arrepentirnos y de qué ser perdonados? El comisario ita-
vos internados, y algunos otros extranjeros considerados po- liano dispuso, en fin, que todos los servicios siguieran cum-
líticamente sospechosos. pliéndose hasta el aviso definitivo; así, la cocina siguió fun-
La llegada de una pequeña sección de las S5 alemanas ha- cionando, los encargados de la limpieza trabajaron como de
bría debido levantar sospechas incluso a los más optimistas, costumbre, y hasta los maestros y profesores de la pequeña es-
pero se llegó a interpretar de maneras diversas aquella nove- cuela dieron por la tarde su clase como todos los días. Pero
dad sin extraer la consecuencia más obvia, de manera que, a aquella tarde a los niños no se les puso ningunatarea.
pesar de todo, el anuncio de la deportación encontró los áni- Y llegó la noche, y fue una nochetal que se sabía que los
mos desprevenidos. ojos humanos no habrían podido contemplarla y sobrevivir.
El día zo de febrero los alemanes habían inspeccionadoel Todos se dieron cuenta de ello, ninguno de los guardianes,ni

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italianos ni alemanes, tuvo el ánimo de venir a ver lo que ha- de rebelión sin frenos, de abandono religioso, de miedo, de
cen los hombres cuando saben que tienen que morir. desesperación, desembocaban, después de la noche de insom-
Cada uno se despidió de la vida del modo que le era más nio, en una incontrolable locura colectiva. El tiempo de medi-
propio. Unos rezaron, otros bebieron desmesuradamente, tar, el tiempo de asumir las cosas se había terminado, y cual-
otros se embriagaron con su última pasión nefanda. Pero las quier intento de razonarse disolvía en un tumulto sin vínculos
madres velaron para preparar con amoroso cuidado la comida del cual, dolorosos como tajos de una espada, emergían en re-
parael viaje, y lavaron a los niños, e hicieron el equipaje, y al lámpagos, tan cercanos todavía en el tiempoy el espacio, los
amanecer las alambradas espinosas estaban llenas de ropa in- buenos recuerdos de nuestras casas.
terior infantil puesta a secar; y no se olvidaron de los pañales, Muchascosas dijimos e hicimos entonces de las cuales es
los juguetes, las almohadas, ni de ningunade las cien pequeñas mejor que no quedeel recuerdo.
cosas que conocen tan bien y de las que los niños tienen siem-
pre necesidad. ¿No haríais igual vosotras? Si fuesen a mataros
mañana con vuestro hijo, ¿no le daríais de comer hoy? Conla absurda exactitud a que más adelante tendríamos que
En la barraca 6 A vivía el viejo Gattegno, con su mujer y acostumbrarnos, los alemanes tocaron diana. Al terminar,
sus numerosos hijos y los nietos y los yernos y sus industrio- Wieviel Stúck?, preguntó el alférez; y el cabo saludó dandoel
sas nueras. Todos los hombres eran leñadores; venían de Trí- taconazo, y le contestó que las «piezas» eran seiscientos cin-
poli, después de muchos y largos desplazamientos, y siempre cuenta, y que todo estaba en orden; entonces nos cargaron en
se habían llevado consigo los instrumentos de su oficio, y la las camionetas y nos llevaron a la estación de Carpi. Allí nos
batería de cocina, y las filarmónicas y el violín para tocar y esperaba el tren y la escolta para el viaje. Allí recibimos los
bailar después de la jornada de trabajo, porqueeran genteale- primeros golpes: y la cosa fue tan inesperada e insensata que
gre y piadosa. Sus mujeres fueron las primeras en despachar no sentimos ningún dolor, ni en el cuerpo ni en el alma. Sólo
los preparativos del viaje, silenciosas y rápidas para que que- un estupor profundo: ¿cómoes posible golpear sin cólera a un
dase tiempo parael duelo; y cuando todo estuvo preparado,el hombre?
pan cocido, los hatos hechos, entonces se descalzaron,se sol- Los vagones eran doce, y nosotros seiscientos cincuenta;
taron los cabellos y pusieron en el suelo las velas fúnebres, y en mi vagón éramos sólo cuarenta y cinco, pero era un vagón
las encendieron siguiendo la costumbre de sus padres; y se pequeño. Aquí estaba, ante nuestros ojos, bajo nuestros pies,
sentaron en el suelo en corro para lamentarse, y durante toda uno de los famosos trenes de guerra alemanes, los que no
la noche lloraron y rezaron. Muchos de nosotros nos paramos vuelven, aquellos de los cuales, temblando y siempre un poco
a su puerta y sentimos que descendía en nuestras almas, fres- incrédulos, habíamos oído hablar con tanta frecuencia. Exac-
co en nosotros,el dolor antiguo del pueblo que notienetierra, tamente así, punto por punto: vagones de mercancías, cerra-
el dolor sin esperanza del éxodo que se renueva cada siglo. dos desde el exterior, y dentro hombres, mujeres, niños, com-
primidossin piedad, como mercancías en docenas, en un viaje
hacia la nada, en un viaje hacia allá abajo, hacia el fondo.
El amanecer nos atacó a traición; comosi el sol naciente se Esta vez, dentro íbamos nosotros.
aliase con los hombres en el deseo de destruirnos. Los distin-
tos sentimientos que nos agitaban, de aceptación consciente,

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Todo el mundo descubre, tarde o temprano, que la felicidad dedor pensaba en cuántos, de todo aquel triste polvo huma-
perfecta no es posible, pero pocos hay que se detengan en la no, podrían estar señalados por el destino.
consideración opuesta de que lo mismo ocurre conla infelici- Entre las cuarenta y cinco personas de mi vagón tan sólo
dad perfecta. Los momentos que se oponena la realización de cuatro han vuelto a ver su hogar; y fue con muchoel vagón
uno y otro estado límite son de la misma naturaleza: se deri- másafortunado.
van de nuestra condición humana, que es enemiga de cual- Sufríamosde sed y de frío: a cada parada pedíamos agua a
quier infinitud. Se opone a ello nuestro eternamente insufi- grandes voces, o por lo menos un puñado de nieve, pero en
ciente conocimiento del futuro; y ello se llama, en un caso, pocas ocasiones nos hicieron caso; los soldados de la escolta
esperanza y en el otro, incertidumbre del mañana. Se opone a alejaban a quienes trataban de acercarse al convoy. Dos jóve-
ello la seguridad de la muerte, que pone límite a cualquier nes madres, con sus hijos todavía colgados del pecho, gemían
gozo, pero también a cualquier dolor. Se oponena ello las ine- noche y día pidiendo agua. Menosterrible era para todosel
vitables preocupaciones materiales que, así como emponzo- hambre, el cansancio y el insomnio quela tensión y los ner-
ñan cualquier felicidad duradera, de la misma manera apar- vios hacían menos penosos: pero las noches eran una pesadi-
tan nuestra atención continuamente de la desgracia que nos lla interminable.
oprime y convierten en fragmentaria, y por lo mismo en so- Pocos son los hombres que saben caminar a la muerte con
portable, su conciencia. dignidad, y muchas veces no aquellos de quienes lo esperaría-
Fueron las incomodidades,los golpes,el frío, la sed, lo que mos. Pocos son los que saben callar y respetar el silencio aje-
nos mantuvo a flote sobre una desesperación sin fondo, du- no. Nuestro sueño inquieto era interrumpido frecuentemente
rante el viaje y después. No el deseo de vivir, ni una resigna- porriñas ruidosas y fútiles, por imprecaciones, patadas y pu-
ción consciente: porque son pocos los hombres capaces de ñetazos lanzados a ciegas para defenderse contra cualquier
ello y nosotros no éramos sino una muestra de la humanidad contacto molesto e inevitable. Entonces alguien encendía la
más común. | lúgubre llama de una velita y ponía en evidencia, tendidoenel
Habían cerrado las puertas en seguida pero el tren no se suelo, un revoltijo oscuro, una masa humana confusa y conti-
puso en marcha hasta por la tarde. Nos habíamos enterado nua, torpe y dolorosa, que se elevaba acá y allá en convulsio-
con alivio de nuestro destino. Auschwitz: un nombre carente nes imprevistas súbitamente sofocadas porel cansancio.
de cualquier significado entonces para nosotros pero que te- Desde la mirilla, nombres conocidos y desconocidos de
nía que corresponder a un lugar de este mundo. ciudades austríacas, Salzburgo, Viena; luego checas, al final,
El tren iba lentamente, con largas paradas enervantes. polacas. La noche del cuarto día el frío se hizo intenso:el tren
Desdela mirilla veíamos desfilar las altas rocas pálidas del va- recorría interminables pinares negros, subiendo de modo per-
lle del Ádige, los últimos nombres de las ciudades italianas. ceptible. Había nieve alta. Debía de ser una vía secundaria,las
Pasamosel Breno a las doce del segundo día y todos se pusie- estaciones eran pequeñas y estaban casi desiertas. Nadie trata-
ron en pie pero nadie dijo una palabra. Yo tenía en el corazón ba ya, durante las paradas, de comunicarse con el mundo ex-
el pensamiento de la vuelta, y se me representaba cruelmente terior: nos sentíamos ya «del otro lado». Hubo entonces una
cuál debería ser la sobrehumana alegría de pasar por allí otra larga parada en campo abierto, después continuó la marcha
vez, con unas puertas abiertas por donde ninguno desearía con extrema lentitud, y el convoy se paró definitivamente, de
huir, y los primeros nombresitalianos... y mirando a mialre- noche cerrada, en mitad de una llanura oscura y silenciosa.

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Se veían, a los dos ladosde la vía, filas de luces blancas y maletas: contestaron: «maletas después»; otro no quería se-
rojas que se perdían a lo lejos; pero nada de ese rumor confu- pararse de su mujer: dijeron «después otra vez juntos»; mu-
so que anuncia de lejos los lugares habitados. A la luz mísera de chas madres no querían separarse de sus hijos: dijeron «bien,
la última vela, extinguido el ritmo de las ruedas, extinguido bien, quedarse con hijo». Siempre con la tranquila seguridad
todo rumor humano, esperábamos que sucediese algo. de quien no hace más que su oficio de todos los días; pero
Junto a mí había ido durante todo el viaje, aprisionada Renzo se entretuvo un instante de más al despedirse de Fran-
comoyo entre un cuerpo y otro, una mujer. Nos conocíamos cesca, que era su novia, y con un solo golpe en mitad de la
hacía muchos años y la desgracia nos había golpeado la vez cara lo tumbaronen tierra; era su oficio de cada día.
pero poco sabíamosel uno del otro. Nos contamos entonces, En menos de diez minutos todos los que éramos hombres
en aquel momento decisivo, cosas que entre vivientes no se di- útiles estuvimos reunidos en un grupo. Lo que fue de los de-
cen. Nos despedimos, y fue breve; los dos al hacerlo, nos des- más, de las mujeres, de los niños, de los viejos, no pudimossa-
pedíamos de la vida. Ya no teníamos miedo. berlo ni entonces ni después: la noche se los tragó, pura y sim-
plemente. Hoy sabemos que con aquella selección rápida y
sumaria se había decidido de todos y cada uno de nosotrossi
Nossoltaron de repente. Abrieron el portón con estrépito, la podía o no trabajar útilmente para el Reich; sabemos que en
oscuridad resonó con órdenes extranjeras, con esos bárbaros los campos de Buna-Monowitz y Birkenau no entraron, de
ladridos de los alemanes cuando mandan, que parecen dar sa- nuestro convoy, más que noventa y siete hombres y veinti-
lida a una rabia secular. Vimos un vasto andén iluminado por nueve mujeres y que de todos los demás, que eran más de qui-
reflectores. Un poco másallá, una fila de autocares. Luego, nientos, ninguno estaba vivo dos días más tarde. Sabemos
todo quedó de nuevo en silencio. Alguien tradujo: había que también que por tenue que fuese no siempre se siguió este sis-
bajar con el equipaje, dejarlo junto al tren. En un momentoel temade discriminaciónentre útiles e improductivos y que más
andén estuvo hormigueante de sombras: pero teníamos miedo tarde se adoptó con frecuencia el sistema más simple de abrir
de romperel silencio, todos se agitaban en torno a los equi- los dos portones de los vagones, sin avisos ni instrucciones a
pajes, se buscaban, se llamaban unos a otros, pero tímida- los recién llegados. Entraban en el campo los que el azar ha-
mente, a media voz. cía bajar por un lado del convoy; los otros iban a las cámaras
Una decena de SS estaban a un lado, con aire indiferente, de gas.
con las piernas abiertas. En determinado momento empezaron Así murió Emilia, que tenía tres años; ya que a los alema-
a andar entre nosotrosy, en voz baja, con rostros de piedra em- nes les parecía clara la necesidad histórica de mandar a la
pezaron a interrogarnos rápidamente, uno a uno, en malitalia- muerte a los niños de los judíos. Emilia, hija del ingeniero
no. No interrogaban a todos, sólo a algunos. «¿Cuántos años? Aldo Levi de Milán, que era una niña curiosa, ambiciosa, ale-
¿Sano o enfermo?» y según la respuesta nos señalaban dosdi- gre e inteligente a la cual, durante el viaje en el vagón atesta-
recciones diferentes. do, su padre y su madre habían conseguido bañar en un cubo
Todoestaba silencioso como en un acuario, y comoenal- de zinc, en un agua tibia que el degenerado maquinista ale-
gunas escenas de los sueños. Esperábamos algo más apocalíp- mán había consentido en sacar de la locomotora que nos
tico y aparecían unos simples guardias. Era desconcertante y arrastraba a todos a la muerte.
desarmante. Hubo alguien que se atrevió a preguntar por las Desaparecieron así en un instante, a traición, nuestras mu-

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jeres, nuestros padres, nuestros hijos. Casi nadie pudo despe-
dirse de ellos. Los vimos un poco de tiempo como una masa
oscura en el otro extremo del andén, luego ya no vimos nada. Enel fondo
Emergieron, en su lugar, a la luz de los faroles, dos pelo-
tones de extraños individuos. Andaban en formación de tres
en tres, con extraño paso embarazado, la cabeza inclinada ha-
cia adelante y los brazos rígidos. Llevaban en la cabeza una
gorra cómica e iban vestidos con un largo balandrán a rayas
que aun de noche y delejos se adivinaba sucio y desgarrado.
Describieron un amplio círculo alrededor de nosotros, sin
acercársenos y, en silencio, empezaron a afanarse con nues-
tros equipajes y a subir y a bajar de los vagones vacíos. El viaje duró sólo una veintena de minutos. Luego el autocar
Nosotros nos mirábamos sin decir palabra. Todo era in- se detuvo y vimos una gran puerta, y encima un letrero muy
comprensible y loco, pero habíamos comprendidoalgo. Ésta iluminado (cuyo recuerdo todavía me asedia en sueños): AR-
era la metamorfosis que nos esperaba. Mañana mismosería- BEIT MacHT FREI,el trabajo nos hacelibres.
mos nosotros una cosaasí. Bajamos, nos hacen entrar en una sala vasta y vacía, lige-
Sin saber cómo, me encontré subido a un autocar con ramente templada. ¡Qué sed teníamos! El débil murmullo del
unos treinta más; el autocar arrancó en la noche a toda velo- agua en los radiadores nos enfurecía: hacía cuatro días que no
cidad; iba cubierto y no se podía ver nadaafuera pero porlas bebíamos. Y hay un grifo: encima un cartel donde dice que
sacudidas se veía que la carretera tenía muchas curvas y cune- está prohibido beber porque el agua está envenenada. Estupi-
tas. ¿No llevábamos escolta? ¿...tirarse afuera? Demasiado deces, a mí me parece evidente que el cartel es una burla,
tarde, demasiado tarde, todos vamos hacia «abajo». Por otra «ellos» saben que nos morimos de sed y nos meten en una
parte, nos habíamos dado cuenta de que no íbamossin escol- sala, y hay allí un grifo, y Wassertrinken verbotten. Yo bebo,
ta: teníamos una extraña escolta. Era un soldado alemáneri- e incito a mis compañeros a hacerlo, pero tengo que escupir,
zado de armas; no lo vemos porque hay una oscuridadtotal, el agua está tibia y dulzona, huele a ciénaga.
pero sentimos su contacto duro cada vez que una sacudida del Esto es el infierno. Hoy, en nuestro tiempo, el infierno
vehículo nos arroja a todos en un montóna la derecha o la debe de ser así, una sala grande y vacía y nosotros cansados
izquierda. Enciende unalinterna de bolsillo y en lugar de gri- teniendo que estar en pie, y hay un grifo que gotea y el agua
tarnos «Ay de vosotras, almas depravadas» nos pregunta cor- no se puede beber, y esperamos algo realmente terrible y no
tésmente a uno por uno, en alemán y en lengua franca,si te- sucede naday sigue sin suceder nada. ¿Cómo vamos a pensar?
nemosdinero relojes para dárselos: total, no nos van a hacer No se puede pensar ya, es como estar ya muertos. Algunos se
falta para nada. No es una orden, esto no está en el regla- sientan en el suelo. El tiempo transcurre gota a gota.
mento: bien se ve que es una pequeña iniciativa privada de No estamos muertos; la puerta se ha abierto y ha entrado
nuestro caronte. El asunto nos suscita cólera y risa, y una ex- un SS, está fumando. Nos mira sin prisa, pregunta, Wer
traña sensación dealivio. kann Deutsch?, se adelanta de entre nosotros uno que no he
visto nunca, se llama Flesch; él va a ser nuestro intérprete. El

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SS habla largamente, calmosamente: el intérprete traduce. Te- el pecho; tal vez son de la misma clase que aquellos otros de
nemos que ponernos en filas de cinco, separados dos metros esta tarde (¿esta tarde o ayer por la tarde?); pero éstos están
uno de otro; luego tenemos que desnudarnos y hacer un hato robustos y floridos. Les hacemos muchas preguntas, pero
con las ropas de una manera determinada, las cosas de lana ellos nos cogen y en un momento nos encontramos pelados y
por un lado y todo lo demás por otro, quitarnos los zapatos rapados. ¡Qué caras de idiotas tenemos sin pelo! Los cuatro
pero tener mucho cuidado para que no noslos roben. hablan una lengua que no nos parece de este mundo, es segu-
Robárnoslos ¿quién? ¿Por qué iban a querer robarnoslos ro que no es alemán porque yo el alemán lo entiendo un poco.
zapatos? ¿Y nuestros documentos, lo poco que tenemosen los Porfin se abre otra puerta: y aquí estamos todos encerra-
bolsillos, los relojes? Todos miramosal intérprete, y el intér- dos, desnudos, tapados, de pie, con los pies metidos enel agua,
prete le preguntó al alemán, y el alemán fumaba y lo miró de es una sala de duchas. Estamos solos, y poco a poco se nos
hito en hito comosi fuese transparente, comosi no hubiesedi- pasa el estupor y nos ponemosa hablar, y todos preguntan y
cho nada. ninguno contesta. Si estamos desnudos en una sala de duchas
Nunca habíamos visto a viejos desnudos. El señor Berg- quiere decir que vamos a ducharnos. Si vamos a ducharnoses
mann llevaba un cinturón de herniado y le preguntó al intér- porque no nos van a matar todavía. Y entonces por qué nos
prete si tenía que quitárselo, y el intérprete se quedó dudando. hacen estar de pie, y no nos dan de beber, y nadie nos explica
Pero el alemán lo entendió y habló seriamente al intérprete se- nada, y no tenemos zapatos ni ropas sino que estamos desnu-
ñalando a algunos; vimos que el intérprete tragaba saliva, y dos con los pies metidos en el agua, yhace frío y hace cinco
despuésdijo: días que estamos viajando y ni siquiera podemos sentarnos.
—El alférez dice que se quite el cinturón y que le daránel ¿Y nuestras mujeres?
del señor Coen. El ingeniero Levi me pregunta si pienso que también nues-
Se veían las palabras salir amargamente de la boca de tras mujeres estarán así como nosotros en estos momentos, y
Flesch, era su modo de reírse del alemán. que dónde estarán, y si podremos volver a verlas. Le contes-
Luego llegó otro alemán,y dijo que pusiésemos los zapatos to que sí porqueél está casado y tiene una niña; naturalmente
en una esquina, y los pusimos, porque ya no hay nada que ha- que las veremos. Pero ahora mi idea es que todo esto es un
cer y nos sentimos fuera del mundo y lo único que nos queda gran montaje para reírse de nosotros y vilipendiarnos, y está
es obedecer. Llega uno con una escoba y barre todos los zapa- claro que luego van a matarnos, quien crea que va a vivir está
tos, fuera de la puerta, en un montón. Está loco, los mezcla to- loco, quiero decir que se ha vuelto loco, yo no, yo me he dado
dos, noventa y seis pares, estarán desparejados. La puerta daal cuenta de que pronto habremos terminado, tal vez en esta
exterior, entra un viento helado y nosotros estamos desnudos, misma sala, cuando se hayan aburrido de vernos desnudos
y nos cubrimosel vientre con las manos. El viento golpea y cie- dando saltos primero con unpie y luego conel otro y tratan-
rra la puerta; el alemán vuelve a abrirla y se queda mirando do de sentarnos en el suelo de vez en cuando, pero en el suelo
con aire absorto cómo nos contorsionamos para protegernos hay tres dedos de aguafría y no podemossentarnos.
del viento los unos tras de los otros; luego se va y cierra. Andamosde arriba abajo, sin sentido, y hablamos, cada
Ahora es el segundo acto. Entran violentamente cuatro uno de nosotros hablamos con todos los demás, hacemos un
con navajas de afeitar, brochas y maquinillas rapadoras, lle- gran barullo. Se abre la puerta, entra un alemán,es el alférez
van pantalones y chaquetas a rayas, un número cosido sobre de antes; habla brevemente,el intérprete lo traduce.
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