Un Pulgar en Mi Espalda
Un Pulgar en Mi Espalda
Un Pulgar en Mi Espalda
Hicks
Un Pulgar
En Mi Espalda
por B. R. Hicks
Reedición 2006
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La vida de todo mundo es un plan, un espacio de tiempo entre dos
eternidades, cuidadosamente planeado por un Dios omnisciente y
omnipotente. Cuando Dios manda a un individuo a este mundo, le da
a ese individuo su propio propósito y habilidades. Luego Dios pone a
ese individuo en el lugar exacto que le ha sido ordenado que llene. Al
ir el hombre por la vida se encuentra que en ese lugar especial se ha
puesto una balanza que mide el placer y el dolor en su vida, en la
cantidad exacta que le son necesarias para llevarlo a Dios y
perfeccionarlo en Jesucristo.
– La Autora
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Un Pulgar En Mi Espalda
(Un testimonio personal de la vida de la Rev. B. R. Hicks)
Los eventos de mi niñez parecen haber sucedido apenas ayer al pensar en ellos. Al principio la
balanza en el lugar en que me encontraba en la vida se cargaban definidamente en el lado del
placer. Tenía un padre maravilloso que tenía una posición financiera muy buena. La Primera
Guerra Mundial acababa de terminar, así que estábamos entrando en un periodo de paz en el
país. Teníamos un hermoso hogar en el Condado de Warren, Kentucky. Teníamos árboles de
Navidad, juguetes y todas las cosas que el corazón de una niña pudiera desear. Luego,
repentinamente, la balanza en mi vida se llenó de pilas de dolor. El dolor continuó acumulándose
por años, hasta que pareció que nunca iba a cesar.
Era demasiado joven para entender que mi padre, John William Richards, se había ido a la
banca rota durante la famosa crisis financiera de los veintes. Todo lo que sabía era que vi los
rostros de mis padres cambiar a un ceño y caras tristes son las que vi al dejar nuestro hermoso
hogar. Después de eso, en lugar de tener hermosos juguetes nuevos tuve muñecas hechas solo los
recortes de catálogos o de pedazos de madera rotos que encontré, vestidos con pedazos de tela
vieja, pretendiendo que eran verdaderas muñecas. Y usé los pedazos rotos de vidrio para jugar a
la comidita como platos en mi hermosa casa imaginaria.
Más tarde, cuando tuve cinco años, mi hermano pequeño Billy nació. Debido a que mi padre
había podido salvar solo una granja pequeña durante la crisis financiera y debido a que ya no
podía pagar la ayuda de trabajadores, mi madre tuvo que ir con él al campo a ayudarle con el
trabajo. Mi hermana mayor estaba enferma de tuberculosis, consecuentemente yo me quedaba en
casa (a los cinco años de edad) a cuidar a mi hermanito y a limpiar la casa. Tenía que subirme a
una silla para lavar los platos. Pero para cuando tenía siete años había aprendido a cocinar
comidas simples y ha ornear bísquets.
En ese momento no me había dado cuenta de la pobreza a la que el pulgar de Dios me había
empujado, a una vida carente de riquezas para que, antes que nada, aprendiera a conocer a
Jesucristo como mi Salvador personal y pudiera esforzarme en buscarlo y las riquezas de Su
Reino antes de que añadiera cosas materiales de regreso a mi vida. Contentamiento con cosas
imaginarias fue una lección que tuve que aprender antes de complacer a Dios por completo, y El
fue fiel en enseñarme al despojarme de la riqueza terrenal de mi familia.
En adición a la pérdida de nuestra riqueza también me encontré con mi primera experiencia
con la muerte mientras era aún muy joven. Cuando mi hermosa hermana, que era dos años más
grande que yo, estaba muriendo, me llamaron al lado de su cama a tiempo para verla levantar sus
rodillas y levantar sus manos y decir: “Jesús viene por mí”. Antes de cerrar los ojos en la muerte
dio la vuelta hacia mi padre y le dijo: “¿Te encontrarás conmigo allá?”. Eso produjo una
impresión eterna sobre Jesús en mi corazón de niña de seis años. Supe por la expresión de mi
hermana al morir, que Jesús debía ser una persona maravillosa por conocer.
El dolor continuó siendo pesado en mi balanza. Dado que éramos miserablemente pobres no
fuimos alimentados, ni vestidos adecuadamente. Siempre sentía vergüenza todo el tiempo por
mis ropas de segunda mano y por los bísquets secos que llevaba a la escuela, mientras que los
otros niños eran ricamente bendecidos con almuerzos deliciosos, tal como crema de cacahuate y
galletas.
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Una vez más, esas circunstancias eran el gran pulgar de Dios en mi espalda, preparándome
para soportar la vida de auto negación a través del ayuno y la oración, a fin de que yo, como Su
sierva, pudiera complacer a Jesucristo. Es difícil sentir un aprecio sincero al tener solamente lo
mínimo esencial en la vida, a menos de que uno haya experimentado verdadera privación.
Durante los últimos años de mi vida, al recordar mi falta de alimento común diario durante mi
niñez, me hizo darme cuenta cuán superfluo y sin importancia eran las delicias de la vida. A
pesar de que desarrollé un aprecio tremendo por y una ambición empujante por obtener las
mejores cosas de la vida, pude privarme voluntariamente de esos placeres extras cuando Dios me
llamó a una vida de ayuno y oración, pues pude pesar la importancia de obtener el Pan de Verdad
espiritual, en lugar de la abundancia de las cosas buenas para comer en lo natural.
Vivir en la pobreza sirvió para fortalecer mi aguante en vivir sin lujos. Por el otro lado, una vez
que hube alcanzado un mayor estándar de vida como adulto, el sacrificio que pasé a fin de
ayunar continuamente y orar mucho, se volvió más grande, porque ya había aprendido y me
había dado cuenta, a través del gozar de mis nuevas bendiciones materiales, cuánto había perdido
como niña.
Muchos incidentes vivos se levantan en mis recuerdos del pasado. Claramente recuerdo que un
día, en medio de mi existencia oscura y sombría, recibí un hermoso cachorro como regalo. ¡Qué
gozo trajo a mi corazón juvenil! Mi juego preferido al jugar con él era atar un cordel largo de
nuestra hamaca que se columpiaba entre dos grandes cedros. Luego brincaba a la hamaca y me
mecía mientras veía a mi nuevo amigo correr de adelante a atrás tratando de atrapar el cordel.
Desafortunadamente no lo había tenido por mucho tiempo cuando un carro pasó por nuestra
casa un día y mi perro corrió fuera ladrándole. El carro paró y un hombre salió del carro. Para mi
horror agarró a mi pequeño paquete de gozo ante mis ojos y se lo llevó. Lloré por días porque mi
única fuente de placer se había ido. Sin embargo aprendí que podía continuar viviendo después
de que la cosa más hermosa me había sido arrebatada del corazón.
Dios no mandó dolor todo el tiempo. A lo largo del camino añadió un poco de placer a mi
balanza para contrarrestar el dolor, aún cuando era niña. Había gozado el pacer de ser dueña de
un cachorro por un poco de tiempo. Y siempre recordaré una vecina que me dio un pañuelo
amarillo hermoso. Era el primero que había tendido y estaba tan contenta que apenas podía
esperar ir a la escuela para compartir mi gran tesoro con mis amigas. Para mí, el color amarillo
de mi nuevo pañuelo quitaba el aliento, así como las flores llenas de color que con mucha
habilidad habían sido bordadas en él que lo hacían tan precioso. A la mañana siguiente,
apretando fuertemente mi pañuelo amarillo, empecé mi largo viaje a la escuela. A lo largo de
repente me di cuenta que lo había perdido. ¡Había desaparecido! A pesar de que retrocedí cada
paso de mi jornada nunca pude encontrar mi tesoro tan preciado, mi pañuelo amarillo. Así me
pareció que no estaba destinada a tener nada por mucho tiempo que me diera gran gozo o placer.
Dios tenía Sus lecciones valiosas de misericordia para enseñarme en estos incidentes también,
Su pulgar invisible piadoso siempre empujándome lejos de las fuentes de placeres terrenales de
la creatura. Al crecer empecé a entender que las cosas placenteras temporales de esta vida
siempre se van. Pronto se desvanecen, marchitan y pasan como la fragancia hermosa de las flores
de verano. A pesar de que los placeres terrenales son exóticos y están dulcemente perfumados
por unos cuantos momentos, pronto pierden su brillantez y frescura. Luego se desmoronan,
volviéndose fragmentos olvidados y sin fragancia, resquebrajándose como los pétalos secos que
han sido sacados de entre las hojas de un libro donde han sido presionadas, dejando solo un
recuerdo desvanecido de su belleza original. ¡Dios dijo que a Su diestra se encuentran placeres
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para siempre! Cómo le doy las gracias por Su gran pulgar que fielmente me ha guiado a Su
placer eterno verdadero en el Señor Jesucristo.
Cuando tenía siete años mi padre se enfermó de tuberculosis. Después de haber perdido su
salud todos tratamos de ayudarlo con el trabajo. Me enseñó cómo manejar el cultivador que era
jalado por unos caballos, para que pudiera cultivar el maíz nuevo. Era un gran problema para mí
evitar que los caballos se comieran el maíz antes de que el cultivador pudiera cortar el maíz
detrás de mí. Sin embargo fue una gran experiencia para mí en el aprendizaje de mi percepción y
control, cuyas ambas cosas probaron invaluables para mí en años posteriores.
Un par de años después de que mi padre enfermara murió. Una vez más los terrores de la
muerte persiguieron mi corazón juvenil al ver a mi padre morir un charco de su propia sangre. Al
desesperadamente ver arriba al rostro de mi madre, lo oí decir: “No sé a dónde voy. Tengo
miedo”. Y luego se fue, pero sus palabras moribundas dejaron una imagen duradera en mi alma.
Empezando con la muerte de mi hermana y ahora continuando con la separación más
agonizante y dolorosa de mi amado padre, el gran pulgar de Dios trabajó para separarme de mi
familia, miembro a miembro. Pero aún así me estaba preparando para el Propósito de Su
Voluntad en mi vida, a pesar de que no tenía consciencia de Su trabajo secreto. No sabía que el
Plan Maestro de Dios para mi vida incluía años futuros de estudio y oración, años en los cuales,
sola con el Señor, iba a ser forzada a seguir mi búsqueda por el entendimiento y el conocimiento
de la Palabra de Dios. No tenía consciencia alguna de que en el futuro sería separada de
familiares y amigos, y que por un tiempo no habría nadie con el que pudiera compartir mi amor
por el estudio de la Palabra de Dios y mi amor por la oración en cuarto de oración. Sin embargo
Dios conocía Su Plan Maestro para mi vida y fue fiel para poner Su yunque y para
continuamente usar Su martillo de dolor y placer para darme forma de acuerdo al Propósito de
Su Voluntad.
Dios supo que después de ser salva por el don de gracia de Cristo, me llamaría a pasar muchas,
muchas horas en oración y en el estudio de Su Palabra, porque era necesario para mi crecimiento
espiritual, a fin de que pudiera ministrar como un siervo humilde en Su viñedo. Así, a través de
esas separaciones dolorosas, el pulgar de Dios estaba creando un vacío en mi vida que solo podía
ser llenado con Su Espíritu y Su Palabra.
Después de la muerte de mi padre, que ocurrió cuando tenía nueve años, mi vida se volvió más
pobre que nunca. Toda la familia tuvo que trabajar más duro que nunca para tratar de cosechar
nuestra comida. A mí me tocó como la mayor de los niños aprender cómo usar un cuchillo para
el maíz y llevarlos para ser apilados en un almacén de invierno como forraje para las vacas. Las
hojas secas del maíz siempre me cortaban los brazos y piernas y a veces caía en los tallos agudos
cortados del maíz que quedaban después de la ciega.
Sin embargo, a pesar de todo nuestro duro trabajo, nuestro suministro de alimento se acabó
más y más durante la Gran Depresión, continuamente tuve retuertos estomacales de hambre en el
estómago. Me detenía en hogares de amigas al regresar de la escuela, lo cual era algo especial
para mí porque llegaba a ver las grandes ollas de frijoles, los sartenes fragantes con pan de maíz,
los exquisitos camotes horneados y las otras cosas sabrosas que me hacían agua la boca puestas
sobre sus mesas. En secreto deseaba que nuestra mesa se viera así cuando llegara a casa. Sin
embargo siempre fui demasiado orgullosa para decirle a mis amigas que tenía hambre y me
sentiría muy afortunada si pudiera tener un pedazo de su pan frío esperándome para comer.
Eso fue cuando primero empecé a aprender cómo usar mi mente para meditar, porque pasaba el
resto de mi viaje a casa mentalmente imaginándome todas las cosas que me gustarían comer. Por
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supuesto, cuando llegaba a mi casa era forzada a regresar a la realidad fría y desnuda de mi casi
inanición.
Esto también fue el pulgar de Dios preparándome a través de las circunstancias para volverme
el vaso que después pudiera usar.
El Señor mantuvo Su pulgar invisible dolorosamente oprimiendo mi espalda, lo que no me
gustaba y no podía apreciar, porque no sabía que era Su manera de empujarme, siempre más
cerca, a Jesucristo. Sin embargo, después de haber sido salva y después de haber estudiado
seriamente la Palabra de Dios, realmente aprecié la manera en que me había enseñado a ejercitar
mi mente al meditar sobre las cosas que deseaba pero que no podía tener. Ver la comida deliciosa
sobre las mesas de mis amigas cuando yo tenía tanta hambre, desarrollaron una capacidad dentro
de mi para visualizar claramente lo que tanto deseaba. Este conocimiento experimental al
contemplar y reflexionar en lo invisible fue una ayuda invaluable para ayudarme en mi estudio y
memorización de la Palabra de Dios después de haber convertirme en una cristiana recién nacida.
El día más desolado, depresivo e inolvidable de mi vida vino cuando cumplí los once años. Lo
lúgubre y sombrío del cielo combinaba bien con las nubes de oscuras de temor, terror y tristeza
que vestían mi alma, al estar parada en la estación de tren con mi madre, mis dos hermanos
pequeños y mi hermanita, esperando que llegara el tren que me llevaría, junto con mis hermanos,
a un orfanato lejano. El tren llegó demasiado rápido y mi madre nos subió, dijo adiós y nos
sentó, mandándonos sin escolta a un orfanato en Louisville, Kentucky, que a mí me pareció un
camino sin fin.
El temor a lo desconocido, el terror a la incertidumbre de nuestro bienestar, la carga pesada de
la responsabilidad de hermanos pequeños y mi hermanita sobre mis hombros parecían más de lo
que yo podía soportar. El dolor en mi alma durante ese largo viaje nunca podrá ser expresado.
Constantemente tenía que esconder mis lágrimas ardientes que continuaron brotando de mis ojos
y resbalando por mis mejillas. Continué diciéndome que tenía que ser fuerte por mis hermanos y
mi hermana.
Mis hermanitos estaban llenos de lágrimas y continuaron preguntándome: “¿Qué es un
orfanato? ¿Serán buenos con nosotros ahí? ¿Cómo vamos a encontrar el orfanato? ¿Qué van a
hacer si no lo podemos encontrar?”.
Estas preguntas sin respuesta eran las mías también. Sin embargo valientemente traté de
pretender que sabía todas las respuestas, así que los consolé diciéndoles: “Un orfanato es un
lugar para niños como nosotros. Todos en el hogar van a ser buenos con nosotros. Claro que
vamos a tener buena comida que comer. Todo va a estar bien. Yo encontraré el orfanato. No se
preocupen”.
A nuestra llegada a la estación de trenes en Louisville una hermosa dama con ojos azules
claros y cabello plateado brillante se reunió con nosotros para llevarnos al orfanato. Después de
habernos alimentado nos llevó a nuestras recámaras que se encontraban en diferentes pisos del
hogar.
Los siguientes años de mi vida los pasé en ese orfanato. Muy pronto después de nuestra llegada
mi hermana fue adoptada y poco tiempo después uno de mis dos hermanos también lo fue. Mi
hermano mayor huyó del hogar. Cuando mi hermana y mis dos hermanos se hubieron ido me
quedé sola… ¡horriblemente sola!
Pero Dios, en Su misericordia, me dio favor con mi matrona. Dado que había estado trabajando
duro desde que tenía cinco años y sabía cómo trabajar diligentemente, siempre me escogían para
ayudarle a la matrona a limpiar su departamento y trabajar en su jardín de flores en la primavera,
verano y otoño.
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No me tomó mucho tiempo percibir que mucha gente en el orfanato me envidiaban y odiaban.
Por ejemplo, rápidamente me di cuenta que la superintendente del hogar y algunos de los niños
literalmente me odiaban sin causa. A pesar de que diferentes personas mentían sobre mí
diariamente esperando que la matrona me castigara golpeándome, mi amada matrona siempre
leyó la verdad en mis ojos. Consecuentemente nunca recibí las golpizas diarias planeadas. En
lugar de ello continuó haciéndome hacer su trabajo especial.
Cada noche, después de haberme arrastrado a mi pequeño catre al final del largo dormitorio,
me volvía hacia la pared y lloraba amargamente anhelando mi familia y especialmente deseando
ver a mi amada abuela quien, debido a que continuamente tenía una hermosa experiencia
personal con Jesucristo, era una luz brillante y resplandeciente en mi vida. Su vida ejemplar dejó
una impresión eterna sobre mi corazón juvenil en cuanto a la realidad de tener una experiencia
personal con Jesucristo.
En esos días agonizantes y solitarios en las tinieblas de la noche, decía: “Dios, ¿por qué nací?
Dios, ¿dónde estás? Dios, ¿por qué soy así? ¿Por qué algunos me odian tanto?”.
Me di muy poca cuenta de que todo esto era parte de Su Plan Maestro para mi vida. El gran
pulgar de Dios me empujó a más y más separaciones en mis experiencias tempranas en la vida,
porque sabía las experiencias de separación a las que me llevaría más tarde, después de haber ser
llevada a un conocimiento salvador de Jesucristo, Su Hijo, pues sabía que vendrían ocasiones en
mi caminar con Jesucristo en las que tendría que caminar completamente sola, totalmente
separada de mi familia, amigos y contactos sociales de todo tipo. ¿Habría podido hacerlo y reunir
los requerimientos de Dios si no me hubiera preparado por adelantado con las experiencias de
esas separaciones dolorosas? No, porque cada una de mis cargas y experiencias dolorosas
pasadas establecieron piedras sólidas en el cimiento de mi carácter, para las cargas que tendría
que llevar en el ministerio tremendo que el Señor pondría sobre mí en el futuro.
Dado que la recompensa para un trabajo diligente es más trabajo, las cargas se vuelven más
pesadas conforme uno progresa en el Plan Maestro y en el Propósito de la Voluntad de Dios. Por
consecuencia es natural que conforme nuestra obra para el Señor prospera, así también aumenta
nuestra carga. Sin embargo Dios nunca pone más de lo que uno puede llevar.
En mi pequeño lugar en la vida en el orfanato, Dios fue fiel para balancear mi dolor con un
poco de placer, aún cuando todavía no conocía a Jesucristo como mi Salvador personal. No me
enseñó todas mis lecciones en el sufrimiento. Pero también me enseñó a través de lecciones en el
placer. Mi matrona se volvió una amiga muy especial y una “figura materna” para mí. Además,
muchas de las niñas me adoptaron como su “mamá” a pesar de que yo solo era una niña. Al final
del día, cuando se reunían a mi alrededor, me decían: “Vamos Berniece, cantemos. Toca el piano
para nosotros. Por favor cuéntanos una historia”. Me produjo gozo y felicidad saber y sentir que
había alguien que deseaba estar cerca de mí.
El orfanato empleaba a una maestra de música excelente y muy hábil, era una alemana muy
fina. También ella se volvió una amiga muy especial que se tomó mucho tiempo en entrenarme
en la música, porque me consideró como una niña con gran talento. Consecuentemente llené
muchas horas de soledad practicando en el piano.
Inesperadamente otra gran experiencia entró en el lado de placer de mi balanza. Fui escogida
para recibir una beca para asistir a un prestigioso internado de muchachas de clase alta. Ahí le
lado de placer de la balanza pareció sobre pasar el lado del dolor. La dietista de la escuela se
volvió una preciosa amiga mía, como también la maestra, que me animaba a desarrollar mis
habilidades artísticas. Mi amada matrona en el orfanato personalmente me proveía de pintura de
aceite, lienzos, pinceles, caballete y paleta.
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Estas también fueron lecciones que el camino del Señor habían preparado para mi futuro, para
que pudiera pintar tanto ilustraciones de los diferentes muebles en el Tabernáculo Moisiaco y un
cuadro del Sumo Sacerdote, siendo todo esto sombras y figuras del Señor Jesucristo. Estas
pinturas se volverían ayudas invaluables al presentar el Mensaje al que el Señor me llamaría a
predicar, sirviendo como ilustraciones útiles en el libro que me llamaría a escribir (Preciosa
Gema en el Tabernáculo*), que es un estudio del Tabernáculo de Moisés que muestra como el
Tabernáculo y sus muebles son sombra y tipo de todo lo que el creyente presente puede
encontrar espiritualmente en el Señor Jesucristo. Aparte de sus beneficios futuros, gocé
inmensamente cada minuto de las lecciones que me enseñaron más sobre música, arte, etiqueta y
mucho de las cosas finas de la vida natural.
Después de terminar la preparatoria y el colegio de negocios decidí organizar una orquesta o
grupo de muchachas que tocaban y bailaban que se volvió muy exitoso. Había una gran demanda
para que fuéramos a tocar a fiestas privadas, clubes campestres, espectáculos y en otras
funciones sociales. Sin embargo, como era usual, parecía que era una inadaptada social. Gozaba
tocar y bailar más que nada, y sin embargo, en medio de todo ello me preguntaba: “¿Es esto todo
lo que hay en la vida?” En medio de todas esas cosas “divertidas” me sentía miserable, solitaria y
deprimida. Algo me aguijoneaba haciéndome temer, sentirme desanimada y me distraía. No
podía sacudírmelo, bailar para que se me olvidara o tocar lo suficientemente fuerte para que se
apartar de mí.
En mi ignorancia todavía no sabía que “era” el pulgar invisible de Dios ejerciendo presión en
mi espada, tratando de forzarme a un lugar de entrega donde pudiera aceptar el Plan Maestro
divino de la Salvación de Dios, a través de Jesucristo. No encontré satisfacción en la fama y la
exaltación que estaba recibiendo en el mundo. La popularidad no llenó el vacío y el hueco que
había en mi vida. Oh qué lección eterna me estaba ayudando el Señor a aprender: Que las cosas
mundanas nunca pueden brindar satisfacción duradera.
Algunas personas se acercan al Señor Jesucristo sin jamás haber alcanzado alguna medida de
éxito en el mundo, por lo tanto no saben que la cima de la montaña del éxito mundano está vacío,
hueco y desnudo. No saben que lo más grande que el mundo puede ofrecer no puede satisfacer el
anhelo profundo de nuestro espíritu y alma, ni pueden prepararlo a uno para el mundo venidero
futuro en la eternidad. Consecuentemente, cuando la prosperidad viene sobre esa gente, se
apartan Jesucristo en una esperanza vana de obtener la sustancia mundana que erróneamente
piensan satisfacerá sus deseos.
Para siempre estaré eternalmente agradecida con Dios por haberme enseñado antes de ser
salva, que la prominencia, el poder, las posesiones y la fama de este mundo son lugares de
vaciedad y desatisfacción.
No, el éxito terrenal no llenó el anhelo de mi corazón. Así que busqué otras respuestas. Un día
conocí a un joven graduado de la universidad. A pesar de que no era un cristiano vuelto a nacer,
no fumaba ni tomaba. Cuando me pidió que me casara con él acepté, pensando que al final esta
era la respuesta a mi miseria y dolor.
Sin embargo encontré que el matrimonio no era el bálsamo que necesitaba para sanar las
heridas profundas en mi corazón sufriente. Finalmente el dolor en mi vida se volvió totalmente
intolerable y concluí que no tenía nada por lo cual vivir. El suicidio me pareció como la única
solución. ¿Para qué vivir? No había respuestas para mí. Había nacido, me parecía, para ser
infeliz, así que ¿por qué no acortar una vida de tristeza? Pero fallé en mi intento de tomar mi
vida. Parecía que no podía seguir viviendo y no podía morir. A la fuerza malvada que me llevó a
*
B. R. Hicks, Preciosa Gema en el Tabernáculo (Jeffersonville, Indiana, Christ Gospel Churches Int´l., Inc., 1961).
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intentar quitarme la vida se le evitó que me destruyera mediante una fuerza opositora mucho más
fuerte, Una Fuerza Buena que me mantuvo viva. Las frustraciones de mi corazón miserable y
vacío habían creado una situación agonizante de la que no podía escapar.
La lección que aprendí de mi caída en la caldera de problemas fue que ninguna relación con
ningún ser humano puede dar gozo duradero, ni puede llenar el lugar vacío en el corazón que
Dios ha preparado para Sí Mismo.
El pulgar fiel de Dios en mi espalda me empujó a través de experiencias que me curaron de mi
percepción enfermiza de la realidad que me decía que la interdependencia entre la gente es capaz
de dar felicidad verdadera. Aprendí que todas las formas de relaciones humanas solo satisfacen
cuando están basadas sobre la dependencia mutua con el Señor Jesucristo.
Así que el nicho al que Dios siempre me empujó en la vida tuvo el propósito de llevarme a
conocer a Jesucristo como mi Salvador personal. Cuando finalmente lo encontré, encontré la
respuesta a todos los por qué, dónde, cuándo y por cuánto tiempo en mi vida. Simplemente no
había habla alguna humana que adecuadamente pueda expresar suficientemente el éxtasis, el
gozo, el deleite exquisito que encontré cuando rendí mi corazón a Jesucristo. Mi boca humana
jamás podrá describir suficientemente el sentimiento de Su amor sanador o la dulzura de Su
misericordia y gracia, al echar Su misericordia atrás el castigo de la muerte y el infierno que
merecía como pecadora, mientras que por el otro lado Su gran gracia me daba Su salvación que
no merecía, disipando mis tinieblas, aliviando la carga de mi pecado y erradicando la miseria de
mi depresión. Se volvió el Pan satisfaciente para mi alma famélica, más gratificante que los
camotes y el pan de maíz que como niña había anhelado pero no había podido comer.
Jesucristo se volvió la fuente de mi placer, más gozosa que la compañía de mi cachorrito
perdido. Su amor me exaltó a un lugar más alto de satisfacción que la fama terrenal. Se volvió un
Compañero más cercano que los miembros de mi familia. Su brazos eternos y divinos me
ofrecieron el soporte que anhelaba de mi padre que había sido arrebatado. Su Seno de Amor
infinito me ofreció el consuelo y el confort que me habían sido negados cuando mi madre me
había mandado al orfanato. Su fiabilidad y fidelidad fueron reales cuando me fallaron aquellos
que me eran los más cercanos y amados.
Después de que llegué a conocer al Cristo Resucitado Viviente, el Amante de mi alma, cada
lugar vacío, deprimido y oscuro que Su pulgar fiel había creado en mi vida, fue llenado con la
dulzura de Su presencia, con el apoyo de Su poder todopoderoso y con la iluminación de Su
Santa Palabra..
Me encontré primeramente con el Señor Jesucristo en mi hogar en Louisville, Kentucky
mientras estaba escuchando el radio. Kate Smith estaba cantando: “Dios bendiga a América”, y
ante la sola mención del Nombre de Dios, trajo una ola del Espíritu de Dios sobre mi y una
consciencia de que Jesucristo había entrado andando en mi cuarto. La presencia gloriosa del
Señor trajo tal convicción sobrecogedora sobre mi corazón y alma, que fui forzada a caer sobre
mis rodillas y gritarle al Señor, diciendo: “Dios, no sé cómo recibir salvación, pero por favor se
misericordioso conmigo pecadora, sálvame por causa de Jesús”.
En ese mismo momento oí a Jesucristo audiblemente decirme: “Levántate y vete en paz”.
Luego, cuando Jesús tomó la carga de mi pecado de mi corazón, pareció que la carga de todo el
mundo había caído de mi espalda y que mi corazón rebozaba con paz y amor, tales que sobre
pasaban todo entendimiento. Jesús continuó hablándome audiblemente, diciendo palabras tales
como: “Deja de tocar en todos esos lugares mundanos. Deshaz tu orquesta, cómprate una Biblia
y sígueme. Te mostraré qué es lo que debes hacer”.
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Inmediatamente después dejé el negocio del espectáculo, los teatros y todos los otros lugares
mundanos de entretenimiento en los que había trabajado. Me compré una Biblia y empecé a ir a
la iglesia. Mi esposo, que no era salvo, me siguió a regañadientes. Luego, después de haber
pasado un año en el que seria y diligentemente oré por mi esposo, le dio su corazón a Jesucristo.
Después de que hubieron pasado unos años, Dios respondió mi oración y milagrosamente tuve
dos hermosas hijas.
El nacimiento de mis dos hijas fue verdaderamente un milagro pues había tenido heridas
internas de niña, que dejaron daño permanente en mi cuerpo. Temprano en mi niñez, mientras
vivía en casa con mi familia, siempre monté a caballo para ir a la escuela. Una mañana, camino a
la escuela, el caballo se asustó en extremo por un carro que iba por el camino. Los automóviles
no eran algo común en esos días. Así que, sin advertencia alguna, el caballo reparó parándose
sobre las ancas traseras y yo salí volando por el aire. Caí sobre mi espalda. Aunque pareció que
me había recuperado, los doctores más adelante me dijeron que la caída severa que había
recibido en esa ocasión me había dejado con heridas que me evitarían llegar a engendrar hijos
jamás.
Para mi un hogar nunca parecía completo sin pequeños, así que oré seriamente para que el
Señor me concediera el privilegio de tener mis propios hijos. Cuán completamente contestó mi
oración cuando nuestro primer bebé nació. Me sentí eufórica cuando supe que el Señor
piadosamente había contestado el deseo de mi corazón. Beverly, como la llamamos, no solo era
la hija por la cual había orado, pero tenía el cabello rojo y los ojos cafés que había querido. Unos
años después una vez más oré diligentemente por otra niña. En esa ocasión quería una hija con el
cabello castaño y ojos cafés también. Una vez más el Señor piadosamente contestó mi oración y
me dio una niña cuyo cabello castaño y ojos cafés era exactamente como lo había pedido.
Llamamos a nuestra segunda hija Bárbara. Aquello que sabían sobre nuestras oraciones por
nuestras dos hijas siempre dijeron que Dios las había hecho a la orden.
¿Qué más podía pedir? Ahora que tenía un hogar Cristiano con mi esposo y mis dos hermosas
hijas, pensé que podría gozar un verdadero hogar por primera vez en mi vida. Me imaginé que
viviría para mí misma mientras servía al Señor un poco como algo adicional. Sin embargo, con la
rapidez que quita al aliento Jesucristo se me apareció y milagrosamente me llamó “a enseñar y
predicar Su Palabra a todo el mundo y a perfeccionar a Sus santos”.
Mi corazón se desgarró y rompió mientras me rebelaba en contra de la magnificencia de toda la
escena. Apresuradamente hice una larga lista de excusas para presentárselas al Señor. Estaba
casada, y no aceptaba que las mujeres predicaran pues era en contra de mis creencias doctrinales.
No tenía un entrenamiento formal en ningún seminario. ¿Cómo podía yo ir? ¿A dónde podía ir?
¿Qué podía decir? ¿Qué era eso de la perfección de los santos? ¿Qué los santos no tenían a
Cristo? ¿No eran salvos? ¿Por qué requeriría Dios cosa tan extraña de mi?
Al plagarme estas preguntas y al continuar en mi rebelión, mi corazón se llenó con frustración
y desesperación.
Finalmente, después de que hubieron pasado meses, iba manejando en mi carro con la ventana
abierta, cuando un insecto extraño voló entrando por la ventana y me pegó en el brazo. Nunca
había visto ese tipo de insecto antes ni después de entonces. En mi lucha desesperada por librar
mi brazo de creatura tan extraña choqué contra el carro de enfrente. El accidente no le causó
daños al otro carro, pero le produjo daños severos en la parte frontal del que yo estaba
manejando. Me apresuré a llegar a casa, a mi estudio y a mi cuarto de oración, y caí de rodillas y
le clamé al Señor, diciendo: “Oh Señor Jesús, ¿qué es lo que estás tratando de decirme? Dijiste
que todas las cosas ayudan a bien, por lo tanto sé que tienes un propósito al dejar que sucediera
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este accidente”. No vi a Jesús ese día, pero lo oí hablarme, como si estuviera asomándose desde
el barandal del cielo, diciéndome con una voz autoritaria: “¿Irás ahora?”.
Con lágrimas corriendo por mi rostro levanté mis manos y dije: “Señor, iré a donde quiera que
Tu digas. No sé cómo pueda ir, no se lo que pueda decir cuando llegue ahí, pero iré?
Mientras estaba esperando a que el Señor Jesucristo me explicara las respuestas a mis
preguntas y a que abriera un camino para que pudiera seguir el extraño llamado en mi vida, me
sentí inspirada a memorizar varios libros de la Biblia. Los primeros dos libros que memoricé
fueron Filipenses y Efesios. Después de pasar mucho tiempo meditando Efesios 4:11-15, busqué
el consejo de muchos pastores sobre la verdad de esos versículos. Pero la búsqueda de
entendimiento de los seres humanos probó infructuoso, así que regresé a mi Señor, el Creador,
buscándolo para que me revelara el misterio de crecer en la Cabeza de Cristo y obtener la medida
de la edad, o estatura, de la plenitud de Cristo.
Luego, finalmente, el Señor Jesucristo abrió los ojos de mi entendimiento y alumbró mi
corazón para ver la perfección espiritual de crecer en la medida de la edad, o estatura, de la
plenitud de Cristo, hasta que uno alcanza una completa madurez espiritual en El.
I. Semilla
*
O estatura, helikia (G2244), que significa madurez en años, tamaño o estatura. De ahí que fuera traducida como
estatura en inglés, mientras que en nuestro idioma se tradujera como edad.
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Decía más: Así es el reino de Dios, como si un hombre echa simiente en la tierra; y
duerme, y se levanta de noche y de día, y la simiente brota y crece como él no sabe.
Porque de suyo fructifica la tierra, primero hierba, luego espiga, después grano lleno en la
espiga; y cuando el fruto fuere producido, luego se mete la hoz, porque la siega es llegada
(Marcos 4:26-29).
Dado que este folleto es un testimonio personal más que una herramienta de enseñanza, no voy
a dedicarle más tiempo al estudio de los cuatro grados de crecimiento espiritual. Sin embargo, un
estudio más completo de este tema puede encontrarse en mis libros titulados: La Necesidad de
Crecimiento Espiritual y Secretos para el Crecimiento Espiritual*.
Esta revelación de crecer a una madurez espiritual completa desde el estado de semilla de
verdad a la etapa de grano lleno de espiga de verdad, fue una de las primeras revelaciones que
descubrí como resultado de mis labores en ayuno, estudio y oración, después de haber sido salva.
A pesar de que entonces entendí el significado del término “perfeccionar a los santos”, continué
batallando sobre el hecho de que era mujer y se suponía que las mujeres debían permanecer en
silencio en la iglesia, o por lo menos así lo creí en ese momento, porque no entendía lo que Pablo
había escrito en el capítulo dos de Primera de Timoteo.
Porque no permito á la mujer enseñar, ni tomar* autoridad sobre el hombre, sino estar
en silencio (I Timoteo 2:12).
Al estudiar el texto original griego una nueva luz empezó a penetrar mi entendimiento
oscurecido y el mensaje de Pablo se volvió claro al empezar el Espíritu Santo a revelarme la
verdad. La palabra enseñar usada en este versículo se refiere a aquellos que tratan de unir sus
opiniones, sus ordenanzas y otras ideas relacionadas al tema con los demás. La palabra usurpar
es usada cuando uno actúa de sí mismo, cuando uno actúa por sí mismo, cuando uno usa su
propia autoridad, cuando uno se vuelve el señor absoluto, gobierna o ejerce dominio. Con esa
nueva luz empecé a darme cuenta de lo que Dios de hecho estaba prohibiéndole a la mujer, que
era no ejercitar sus propias ideas, opiniones y autoridad carnal. Pero si una mujer cede a
Jesucristo y Su verdad y lo deja hablar a El través de una, no sería el yo hablando, sino el
hombre, Cristo Jesús. Yo sería meramente el vaso que el Señor usaría para darles Su Palabra a
los demás. En tanto me mantuviera rendida a ser un vaso no usurparía la autoridad del hombre.
Recibí luz adicional sobre el tema de la mujer hablando en la iglesia cuando diligentemente
estudié Primera de Corintios, capítulo catorce.
Vuestras mujeres callen en las congregaciones; porque no les es permitido hablar, sino
que estén sujetas, como también la ley dice. Y si quieren aprender alguna cosa, pregunten
en casa á sus maridos; porque deshonesta cosa es hablar una mujer en la
congregación. Qué, ¿ha salido de vosotros la palabra de Dios? ¿ó á vosotros solos ha
llegado? (I Corintios 14:34-36).
Para desentrañar el misterio de estos versículos fue necesario entender que en I Corintios 7:1 el
apóstol Pablo empezó a contestar las preguntas de los creyentes que preguntaron en la iglesia de
Corinto cuando le habían escrito.
*
Traducciones disponibles a través de la Iglesia Mexicana del Evangelio de Cristo.
*
O usurpar, authenteo (G831), que significa actuar de sí mismo, dominar (figurativamente), usurpar, tomar la
autoridad sobre algo.
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Cuanto á las cosas de que me escribisteis, bien es al hombre no tocar mujer (I Corintios
7:1).
El entendimiento de las instrucciones de Pablo a la iglesia vino cuando pude separar las
respuestas de Pablo de las preguntas de los corintios, a las cuales Pablo hizo relación cuando les
contestó. Pablo contestó su pregunta en el capítulo siete, la cual puso en forma de una
declaración en el versículo uno, contestando con la declaración que hizo en el versículo dos.
Pablo no dijo que era bueno al hombre no tocar a una mujer, estaba enumerando las preguntas de
la iglesia sobre las cosas que no estaban claras para ellos. Pablo contestó su confusión confesa al
decir en el versículo dos: “…cada uno tenga su mujer, y cada una tenga su marido”.
Este patrón de volver a repetir la pregunta y luego dando la respuesta resolvió el misterio del
versículo treintaicuatro y treintaicinco del capítulo catorce. Pablo citó su declaración confusa en
el versículo treintaicuatro y treintaicinco, y luego les contestó en el versículo treintaiséis:
“¿Qué…”, en otras palabras: “¿De dónde sacaron la idea de que la ley dice que la mujer no debe
hablar? Al contrario”. Pablo continuó preguntando: “…¿ha salido de vosotros la palabra de
Dios? ¿ó á vosotros solos ha llegado?”.
A través de sus preguntas a los hombres de la iglesia de Corintios, el apóstol Pablo los forzó a
reconocer que la Palabra de Dios no había tenido ni su origen en ellos, ni había ido solo a ellos.
Después de que el Espíritu de Dios hubo iluminado mi mente en este punto, también pude
entender que algunos pasajes en la Biblia que parecían ser contradicciones, de hecho no lo eran.
Una vieja traducción judía de las Santas Escrituras por Isaac Leeser dice de esta manera en el
Salmo 68:11: “El Señor dio salutaciones felices, publicadas por las mensajeras, un gran ejército
de ellas”. Ahora empecé a ver que el Salmista y el apóstol Pablo no estaban dando información
contraria en manera alguna.
Ni tampoco lo eran los otros comentarios contradictorios en la Biblia que decían: “Porque
podéis todos (hombres y mujeres) profetizar uno por uno,…” (I Corintios 14:31). “Porque por
un Espíritu somos todos (hombres y mujeres) bautizados en un cuerpo (Jesucristo)…” (I
Corintios 12:13). “No hay Judío, ni Griego; no hay siervo, ni libre; no hay varón, ni hembra:
porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús” (Gálatas 3:28).
¡Alabado sea el Nombre precioso del Señor! Finalmente la tormenta mental en el mar de mi
alma se había aquietado. Todo lo que tenía que hacer ahora era dejar que Cristo crucificara y
mortificara la carne de mi corazón viejo, para alimentarme diariamente del Pan de Verdad que
Cristo me servía de Su Palabra, esperar a que Cristo me diera el crecimiento espiritual y el
incremento en Su estatura dentro de mi corazón y esperar a que mi Señor Jesucristo arreglara
todo lo demás involucrado en Su llamamiento para mi vida.
Finalmente entendí por qué había tantas mujeres misionarias que fueron mandadas fuera, aún
por iglesias que mantenían que las mujeres debían permanecer silenciosas. Vi la gran hipocresía
de toda la cosa. Mientras que la mujer no era estimada como merecedora de ministrarle a los
hombres norteamericanos, sí podían salir y ministrarle a los hombres paganos en otros países.
¡Cuán ciego es la soberbia!
Así que mi crecimiento espiritual continuó mientras buscaba entender la verdad de la Palabra
de Dios. Había experimentado el descanso sobrecogedor de que la carga de la pena de la muerte
y del infierno fuera levantada de mi corazón. También estaba experimentando la crucifixión y
mortificación diaria de Cristo de mi corazón viejo. Ahora debía experimentar recibir el Bautismo
milagroso del Espíritu Santo, a pesar de que no sabía nada en absoluto sobre ello de antemano.
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Estaba sola en mi estudio, buscando a Jesucristo y Su Palabra de verdad, cuando El se me
apareció y me bautizó con el Espíritu Santo y Fuego.
Hablé en diferentes lenguas por tres horas y media al estar sumergida en el poder, la gloria y el
éxtasis del Espíritu Santo. Podía oír las diferentes lenguas al hablar de un idioma en otro. Nadia
nunca me había dicho nunca sobre la realidad del Buatismo del Espíritu Santo, sin embargo Jesús
Mismo vino y me instruyó.
Después de haber recibido el Espíritu Santo, la etapa de semilla de la obra que Jesús había
dicho que haría empezó. Se me pidió que enseñara una clase de escuela dominical que solo tenía
dos estudiantes asistiendo.
En ese tiempo Jesucristo hizo un pacto conmigo, que si pacientemente buscaba conocer Su
Palabra preciosa y lo dejaba a El ser el Gobernante y Guía de Su Palabra, El siempre mandaría a
la gente a llenar cualquier lugar donde ministrara. Así que un pupilo llegó, luego otro y luego
otro, y así la obra que el Señor me había señalado que debía hacer creció.
Pronto la obra en etapa de semilla floreció convirtiéndose en etapa de hierba en su desarrollo.
Dios, otra vez, obró milagrosamente y nos dio (a mi pequeño grupo de seguidores y a mí), la
oportunidad de empezar una obra para El en México, bajo la dirección de la Dra. Graciela
Esparza. La hermana Esparza empezó su ministerio yendo de puerta en puerta, por lo cual recibía
el humilde salario de $50.00 al mes. En poco tiempo había ganado tantas almas para el Señor que
una iglesia “madre” había nacido en México.
Tiempos duros financieros nos dieron problemas en tener fe en Dios, aún para reunir cincuenta
dólares al mes. Manteníamos nuestro dinero en una caja de zapatos en la casa de nuestra
secretaria y tesorera entonces. Luego, al final de mes, contábamos cuidadosamente el dinero. A
menudo los fondos que habíamos colectado eran insuficientes, pero, por fe, poníamos el dinero
de regreso en la caja, luego ayunábamos y orábamos, volviendo a contar nuestro dinero, para
encontrar que el Señor milagrosamente había sido incrementado a la cantidad necesaria. Nuestra
caja de zapatos era como el barril de la viuda en medio de la hambruna. El Señor honró nuestra
fe al suplir nuestra necesidad.
Después de que la obra en México hubo crecido en un tamaño considerable, tuve el privilegio
de ir a ministrar ahí. La hermana Esparza y yo vimos literalmente a miles de miles de gente que
fue salva y llena con el Espíritu Santo de Dios en ese tiempo. Mucha gente fue sanada, milagros
fueron hechos y en una ocasión, un bebé muerte fue traído a la vida.
Mi orgullo carnal empezó a levantarse sobre los logros de tales hazañas. Pensé: “Finalmente ya
estoy lista. Realmente puedo trabajar ahora. Creo. Puedo poner al mundo de cabeza”.
Afortunadamente Dios siempre sabe la verdad, así que, a través de las circunstancias me4 forzó a
regresar a ayunar, pasando horas en mi cuarto de oración y estudiando Su preciosa Palabra. El
Señor sabía que necesitaba más crucifixión de mi gran “yo”.
La hierba de verdad en mi propio crecimiento espiritual necesitaba hacer la transición para
convertirse en un estado de espiga de verdad, antes de que la obra del Señor que había planeado
hacer a través de mí pudiera crecer. El Señor fue fiel de asegurarse que Su obra a través de mí no
creciera más que mi crecimiento espiritual personal en Su estatura. El llamamiento del Señor a
mí era de perfeccionar a Sus santos, así que ¿cómo podía guiarlos a una estatura espiritual mayor
si yo no había avanzado más allá de la etapa de hierba de crecimiento espiritual?
Gradualmente la etapa de espiga de verdad empezó a crecer en mi propia alma, por lo tanto, en
forma correspondiente, la obra del Señor empezó a crecer. Establecimos una misión en nuestro
hogar en la ciudad de Louisville, Kentucky, predicamos en cárceles, en las esquinas de la calle,
en hogares para madres solteras, en penitenciarias. Teníamos servicios de oración de toda la
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noche, visitamos hospitales, sanatorios e incrementamos nuestra ayuda foránea a misiones
incluyendo a otros países.
Estaba rendida a siempre trabajar en esos lugares humildes si ese era el Propósito de la
Voluntad de Dios para mi. Levantando mi voz en las esquinas de la calle para declarar la Palabra
de verdad de Cristo nunca falló en darme un gozo espiritual especial, porque sabía que Jesús
amaba a toda la gente y se había dado a Sí Mismo por ellos. Era mi privilegio ver muchas almas
preciosas públicamente doblar sus rodillas en las esquinas de la calle y aceptar a Jesucristo como
su Salvador personal. ¡Qué gozo!
Sin embargo, no fue el Propósito de la Voluntad de Dios para mí quedarme permanentemente
en esa fase en particular del ministerio. Un día el Espíritu de profecía me mandó un mensaje
diciéndome que el Señor iba a sacarme del ministerio público y mandarme a Los Angeles,
California. Se me dijo que viviría en la parte sur de la ciudad y que no me familiarizara con nadia
hasta que hubiera escrito tres libros. El Señor me dio los títulos de los libros que escribiría. El
primer libro se iba a llamar Preciosa Gema en el Tabernáculo, el segundo libro se llamaría El
Poderoso Voltaje de la Humildad y el tercer libro debía titularse Fuentes en el Valle*. Los
primeros dos libros han estado en impresión por muchos años y han bendecido a gente alrededor
del mundo con sus mensajes de verdad. Sin embargo, solo el primer volumen que será de tres
volúmenes cuando sea completado, ha sido publicado del tercer libro, aunque apareció en el
“Mensajero de la Iglesia del Evangelio de Cristo”, una revista publicada por la organización
mundial que ha crecido de mi obra para el Señor.
Después de esa profecía cuestioné de nuevo al Señor, diciéndole: “Señor, ¿cómo puedo
hacerlo? Soy una mujer casada y mi esposo ya tiene varios años como superintendente en su
compañía de seguros. No hay manera de que deje su posición tan buena en Kentucky para irse a
California. Además, su compañía ni tiene negocios ni oficinas en California, así que nunca irá”.
A pesar de mi carne cuestionadora, el “grano” de verdad que había crecido en mi corazón
contenía suficientes granos de fe para ayudarme a creer que el Espíritu de Dios llevaría a cabo Su
profecía. Así que durante los siguientes dos años los santos y yo tuvimos tiempos regulares de
ayuno y oración para que el Propósito de la Voluntad de Dios se llevara a cabo. El anuncio
entonces no fue algo inesperado cuando la compañía de mi esposo anunció que había adquirido
algunas compañías de seguros en California y estaban promoviendo a mi esposo a la posición de
gerente de distrito en el área de Los Angeles, California.
A nuestra llegada a Los Angeles encontramos que la compañía de mi esposo estaba localizada
en el área sur de la ciudad. Procedimos a comprar una casa cerca de la oficina y pasé los
siguientes años escribiendo los tres libros que el Señor me había mandado escribir. Así el
mensaje profético del Espíritu de Dios fue completamente cumplido.
Mientras estaba en California escribí boletines en los que compartía la Palabra de Dios con un
núcleo hambriento de gente que había dejado atrás en Kentucky. También continué, por fe,
apoyando la obra misionera que había empezado. Era necesario creer a Dios para ayudarme a
suplir la necesidad de mes en mes, dado que no tenía un ministerio público, y milagrosamente El
suplió las necesidades para que la obra pudiera seguir creciendo.
Una vez que hubo terminado de escribir los tres libros le testifiqué a una niña vecina sobre el
poder salvador de Jesucristo y tuve el gozo de llevarla al Señor. Ella me llevó a su novio y él
también le dio su corazón a Jesús. Luego él me llevó a su madre y ella fue salva. La madre a su
vez me llevó a sus amigos y pronto toda mi sala, mi comedor formal y el pasillo se llenaron con
*
Preciosa Gema en el Tabernáculo, El Poderoso Voltaje de la Humildad de Cristo y Fuentes en el Valle, Volumen
Uno, están disponibles a través de La Iglesia Mexicana del Evangelio de Cristo.
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gente hambrienta del corazón que querían buscar cómo aprender a crecer en Jesús. Podía ver
cuán fiel era Dios en cumplir Su promesa de llevar a la gente hambrienta para llenar cualquier
espacio en el que ministraba, en tanto que yo fuera fiel en esperar en El para recibir Su preciosa
Palabra que deseaba El que enseñara.
Pronto el Espíritu Santo mandó otro mensaje profético, que decía: “Ya terminé contigo ahí.
Regresarás a Kentucky y tus oficinas principales permanentes estarán en Jeffersonville, Indiana.
Luego empezaré a mandarte a todo el mundo a ministrar”.
Una vez más cuestioné al Señor, pero expresé un poco más de fe en esta ocasión. “Señor, sabes
que me acabas de mandar a California hace poco tiempo. Sabes que le costó mucho dinero a la
compañía mudarnos acá y no hay manera en que la compañía pague de nuevo para llevarnos de
regreso a Kentucky. Pero si Tu lo dices sé que puedes obrar milagros”. ¡Así que oré y creí!
Dado que Dios es Todopoderoso es capaz de implementar Su Plan Maestro y llevar a cabo el
Propósito de Su Voluntad. No fue sorprendente entonces cuando la compañía de mi esposo le
ofreció otra promoción a un distrito más grande en nuestro estado natal, y una vez más pagaron
todos nuestros gastos de mudanza para que pudiéramos regresar a Kentucky, cumpliendo así el
Propósito de la Voluntad de Dios.
Para el tiempo en que regresé de California, la etapa de grano lleno de espiga de verdad estaba
creciendo en mi alma, por lo que la obra mundial que el Señor me había dado para hacer empezó.
Tomé al núcleo fiel de santos que habían sido fieles desde el tiempo de nuestro principio humilde
y rentamos un pequeño lugar para llevar a cabo nuestra obra misionera por un poco de tiempo,
hasta que el Señor Jesucristo nos ayudó a comprar un edificio para una iglesia en Jeffersonville,
Indiana. Así nuestras oficinas centrales fueron establecidas en el lugar propio como el Señor
había predicho. Con tal principio tan pequeño y humilde nuestro ministerio mundial fue
emprendido.
Nuestro equipo consistía de una pequeña grabadora, una pequeña impresora, que nos ayudó a
mandar las verdades preciosas de Dios a aquellos que estaban hambrientos por más de la verdad
espiritual. Las demandas de aquellos que tenían hambre espiritual y de aquellos que estaban
experimentando sus vidas siendo transformadas por la Palabra de Dios avivada, hicieron esencial
compartir la Palabra de Dios escribiéndola a máquina e imprimiendo el Mensaje que el Señor
abundantemente me había dado.
La obra del Señor creció tal y como lo había dicho y pronto nuestro pequeño edificio e iglesia
en Chestnut y Graham in Jeffersonville estaba rebosando con nuevos creyentes y gente que
deseaba ir a la Nueva Ciudad espiritual y estar en la Esposa de Cristo. Fuimos forzados a
mudarnos a unas oficinas más grandes, que compramos en la carretera 131. Una vez más Dios
mantuvo Su promesa al llenar este edificio más grande también, haciendo necesario que nos
mudáramos una vez más. En esa ocasión el Señor milagrosamente nos proveyó con casi 12
hectáreas de una propiedad muy deseable en la carretera 62, donde construimos nuestras oficinas
centrales permanentes presentes.
Ver a Dios bendecir Su llamado y Su ministerio que ha puesto sobre mí ha sido y es una
experiencia hermosa, porque es evidencia de Su poder para implementar Su Plan Maestro y para
llevar a cabo lo que ha prometido. Nunca he olvidado Sus promesas de que Su ministerio, a
través de mi, florecería y crecería, si tan solo era fiel: (1) en estudiar Su Palabra, (2) en orarle, y
(3) al dejarlo ser el Gobernante Soberano y Supremo sobre mí y sobre la obra que El me ha dado.
Desde los días en que empecé a caminar en el Propósito de la Voluntad de Dios me di cuenta
que el propósito de todas las experiencias traumáticas en mi vida han sido el pulgar de Dios en
mi espalda, empujándome a una relación personal con Jesucristo y dándome forma para encajar
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en el lugar que ya había preparado para mí como Su sierva. Por lo tanto, cuando veo atrás a mis
años de aprendizaje en la escuela de sufrimiento, veo claramente la significancia de todo. Fue el
pulgar de Dios en mi espalda el que evitó que siguiera mi senda de muerte y destrucción. Gracias
sean dadas a Dios por Su pulgar fiel que me ha gobernado y guiado en Su Camino de Verdad. No
puedo alabarlo lo suficiente por guiarme a Su amor, vida, gozo y satisfacción eternos.
En la presencias del Señor está la satisfacción gozosa plena. Los placeres mundanos nunca
pueden satisfacer por completo como lo hace el gozo de la presencia infinita y divina del Señor
al tener comunión con El.
La presencia del Señor provee las alturas y profundidades de contentamiento y satisfacción
gozosos. ¡Qué privilegio único ser contada digna, en Cristo Jesús, de gozar la dicha de
contemplar el esplendor de la presencia santa del Señor!
Ahora que mi vida está llena con los placeres emocionantes de conocer a Jesucristo, Su verdad
poderosa que cambia vidas y Su gran amor, mi deseo es ayudar a otros a obtener la misma paz,
gozo y satisfacción que yo he encontrado en El.
¡Gracias Señor Jesús por Tu gran pulgar en mi espalda que me ha empujado a Ti!
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Nuevas Oficinas Centrales Internacionales terminadas en 1994