Cuidados Paliativos Servicios Salud

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Días, Claudia

Los cuidados paliativos, los servicios de sa-


lud y el rol del psicólogo

Tesis de Licenciatura en Psicología


Facultad de Psicología y Psicopedagogía

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de la Institución.
La Biblioteca posee la autorización del autor para su divulgación en línea.

Cómo citar el documento:

Días, C. (2018). Los cuidados paliativos, los servicios de salud y el rol del psicólogo [en línea]. Tesis de Licenciatura,
Universidad Católica Argentina, Facultad de Psicología y Psicopedagogía. Disponible en:
http://bibliotecadigital.uca.edu.ar/greenstone/cgi-bin/library.cgi?a=d&c=tesis&d=cuidados-paliativos-servicios-salud
[Fecha de consulta: …..]
Pontificia Universidad Católica Argentina
“Santa María de los Buenos Aires”
Facultad de Psicología y Psicopedagogía
Departamento de Psicología

Trabajo de Integración Final


LOS CUIDADOS PALIATIVOS, LOS SERVICIOS DE SALUD
Y EL ROL DEL PSICÓLOGO

Alumna: Claudia Dias


Registro: 12.080.242-9
Directora: Maria Angélica Perez Ibarretta
Tutora: Maria Celina Mongelo

Buenos Aires, 2018


ÍNDICE

1. DELIMITACIÓN DEL OBJETO DE ESTUDIO, OBJETIVOS Y SU

FUNDAMENTACIÓN

1.1. Delimitación del objeto de estudio. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3

1.2. Objetivos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 6

1.3. Fundamentación. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 6

2. METODOLOGÍA. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9

3. DESARROLLO CONCEPTUAL

3.1. Evolución del modelo de cuidados paliativos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .10

3.2. El profesional de la salud en los servicios de cuidados paliativos. . . . . . . . . . . 14

3.3. El psicólogo en los equipos interdisciplinarios de cuidados paliativos. . . . . . . 21

4. CONCLUSIÓN . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 26

5. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 27

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1. DELIMITACIÓN DEL OBJETO DE ESTUDIO, OBJETIVOS Y SU
FUNDAMENTACIÓN

1.1. Delimitación del objeto de estudio

En el presente Trabajo de Integración Final de diseño teórico de revisión


bibliográfica se desarrolló el tema del rol del psicólogo en cuidados paliativos. El
cuidado paliativo es una práctica multiprofesional que tiene como objetivo ofrecer al
paciente que no tiene posibilidad de cura una atención que integre todas las dimensiones
del ser, buscando una mejor calidad de vida para el enfermo y su familia. (Ferreira,
Lopes, & Melo, 2011).
Este trabajo abordó el tema de los cuidados paliativos y el lugar del psicólogo
como parte integral del tratamiento a lo largo de la vida y en todos los niveles de
atención sin diferenciar los aspectos específicos que se requieren según las edades de
los pacientes y cuidadores.
Autores como Del Río y Palma (2007) y Barreto y Soler (2003), relatan los
orígenes y desarrollo de los cuidados paliativos en la década de los sesenta, en distintos
países pero principalmente en Inglaterra. Surgieron como movimientos donde pacientes
graves incurables y sus familias tenían como objetivo mejorar el apoyo dado a enfermos
en fase terminal. El inicio oficial del llamado Movimiento de Hospicios Moderno se
atribuye a la fundación del St Christopher’s Hospice en Londres, en 1967. Los
resultados obtenidos en esta institución lograron demostrar que un buen control de
síntomas, una adecuada comunicación y el acompañamiento emocional, social y
espiritual logran mejorar significativamente la calidad de vida de los enfermos
terminales y de sus familias. Hoy esta tarea se conoce como cuidados paliativos.
El origen etimológico de la palabra paliativo es la palabra latina pallium, que
significa manto o cubierta, haciendo alusión al acto de aliviar síntomas o sufrimiento.
(Del Río & Palma, 2007).
En 1980 la OMS incorpora oficialmente el concepto de Cuidados Paliativos y
promueve el Programa de Cuidados Paliativos como parte del Programa de Control de
Cáncer. La última definición de los Cuidados Paliativos que realiza la OMS data del año
2002 lo define como un cuidado activo e integral de pacientes cuya enfermedad no
responde a terapéuticas curativas. El cuidado paliativo presta asistencia a personas que
son portadoras de enfermedades graves, incurables, progresivas y que amenazan la

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continuidad de la vida. El cuidado paliativo tiene esa indicación porque va cuidar del
sufrimiento que la enfermedad está generando. Mientras algunas áreas de la medicina
van cuidar de la enfermedad, la medicina paliativa cuida del sufrimiento del paciente y
de su entorno. Muchos aspectos de los cuidados paliativos son también aplicables en
fases previas de la enfermedad conjuntamente con tratamientos específicos. (Nadal &
Pincemin, 2012).
Cuando una persona se enferma tiene la manifestación física de la enfermedad,
reflejada en alguna parte del cuerpo y por otro lado tendrá el sufrimiento emocional,
social, familiar y espiritual. Porque la persona no es solamente un cuerpo, sino que los
seres humanos son seres bio, psico, social y espiritual. (Nadal & Pincemin, 2012).
Ferreira, Lopes y Melo (2011) afirman que, como los cuidados paliativos se
constituyen sobre una base holística, que busca de forma integrada, identificar y
minimizar los problemas de orden física, psicológica, social y espiritual, es
imprescindible la actuación conjunta de un equipo multidisciplinar compuesto por
médicos, psicólogos, enfermeros, asistentes sociales, consejeros espirituales como las
capellanías de los hospitales, entre otros profesionales que presten asistencia al paciente
y a sus familias buscando minimizar el sufrimiento.
El paciente con un diagnóstico terminal vive muchas angustias. Pero debido a la
concepción actual que se tiene de la muerte, en Occidente específicamente, el enfermo
no tiene con quien hablar de lo que le genera la cercanía del final de su existencia.
Porque la muerte está oculta, de la muerte no se habla. Se genera tácitamente un pacto
de silencio entre la familia y el entorno con el paciente. (Abt, 2007).
Los profesionales de salud están de acuerdo con la definición de lo que se
entiende por enfermo en situación terminal. Para los autores es importante distinguir dos
tipos de fases en la enfermedad terminal. La fase terminal biológica, donde las
funciones vitales de la persona están por debajo de los límites normales y son
irrecuperables por las vías terapéuticas disponibles, y la fase terminal terapéutica que se
refiere al momento en que la enfermedad ha llegado hasta un punto en que los
tratamientos ya no son eficaces o se han agotado las posibilidades de los mismos. Por lo
tanto, enfermo terminal es aquél que no es susceptible de tratamiento activo, sino
paliativo. El objetivo que se persigue en cuidados paliativos no es alargar o acotar la
vida, sino buscar el confort, la calidad de ésta mientras exista (Barreto & Bayés, 1990).
El concepto de muerte digna corre el riesgo de ser asociado al concepto de
eutanasia, principalmente en la actual sociedad donde han prevalecido valores

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competitivos, con una estética que potencia la productividad y la salud física, en la que
el anciano o el discapacitado son infravalorados y el proceso de morir y el deterioro son
negativos y feos, además de poco aceptados. (Sardinas 2000). Es vital asumir que la
muerte forma parte del ciclo de la vida, y debe naturalizarse. Los medios habituales para
conseguirlo son el control de síntomas como el dolor, el soporte emocional y la mejora
de la organización sanitaria que permita una atención integral continuada. Es importante
también cuidar al que cuida, sea el familiar que está a cargo del enfermo y el propio
equipo sanitario (Bonilla, 2006; Dulcey & Uribe 2002).
En los últimos años en varios países, los gobiernos han buscado delimitar bajo el
cuidado de las leyes, la reglamentación de temas éticos como la eutanasia, la muerte
digna, el suicidio asistido. En Argentina han sido reglamentados los derechos del
paciente que puede negarse a recibir un tratamiento que prolongue su vida. El debate
sobre estos temas se relaciona con la concepción que tienen los pacientes sobre la vida y
la muerte, así como del sufrimiento y el sentido del mismo (Alonso & Menezes, 2011).
Los cuidados paliativos se empezaron a prestar en Argentina de manera aislada y
a través de centros privados en 1982, con posterior integración a los marcos normativos
de salud en el año 2000. En 2015 los cuidados paliativos fueron reconocidos como
especialidad. En abril 2017 se creó la Red Latinoamericana de Asociaciones Nacionales
de Cuidados Paliativos. Esta red es parte de la estrategia de la ALCP para el avance de
los Cuidados Paliativos. En 2018 se aunaron las asociaciones española y portuguesa,
confiriendo un carácter Iberoamericano a la red. (Pastrana, De Lima, Wenk, Eisenchlas,
Monti, Rocafort & Centeno, 2012; ALCP, 2018). Aún se hace necesario unificar los
programas de formación de los profesionales de la salud, sean enfermeros, médicos,
asistentes sociales, psicólogos, pues todavía, en el país, el debate sobre los cuidados
paliativos es aún incipiente (Fernández-Alcántara, Ortega-Valdivieso, Pérez-Marfil,
García-Caro & Cruz-Quintana, 2014).
En ese sentido cabe preguntarse:
¿Cómo se acompaña al paciente y a su familia desde el modelo de Cuidado
Paliativo?
¿Cómo trabajan los profesionales de la salud en los servicios de cuidados
paliativos?
¿Qué características tiene el trabajo del Profesional Psicólogo en los servicios de
cuidados paliativos?

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1.2. Objetivos

1.2.1. Objetivo general


- Estudiar el rol del psicólogo en equipos de cuidados paliativos.

1.2.2. Objetivos específicos


- Enunciar la evolución del Modelo de Cuidado Paliativo en la atención del paciente y
su familia.
- Describir el trabajo de los profesionales de la salud en los servicios de cuidados
paliativos hospitalarios.
- Analizar las características del trabajo del profesional psicólogo en el equipo
interdisciplinario de cuidado paliativo hospitalario.

1.3. Fundamentación

El ser humano, es el único ser viviente que tiene conciencia de su finitud, de su


condición mortal. Sin embargo esta conciencia y la manera de concebir a la muerte se
fue diferenciando a lo largo de toda la historia de la humanidad. Según la antropología,
la preocupación por la muerte se remonta a los orígenes del Homo Sapiens (Lukac,
2008; Abt 2007; Ariès, 2000).
A lo largo de la historia la actitud del hombre frente a la muerte no ha sido
siempre la misma, desde la Edad Media hasta nuestros días, en Occidente, sufrió
grandes transformaciones, cambiando la forma como el ser humano se relaciona con
esta realidad (Ariès, 2000).
En la actualidad con el avance de la medicina, de manera muy especial con el
desarrollo de nuevas técnicas de tratamiento y prevención de las enfermedades, el
avance de la manipulación genética, entre otras, ha dado al hombre un nuevo poder de
curar y prolongar la vida del paciente. Los médicos buscan todas las formas y
alternativas para mantener vivo al paciente. Consideran la muerte como un fracaso. A
este momento y a esta forma de concebir la muerte que la humanidad está viviendo se la
llama: la muerte invertida y la actitud de los médicos encarnizamiento terapéutico.
(Bayés, Limonero, Romero & Arranz, 2000).

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Los avances tecnológicos en el área de la medicina fueron capaces de alargar la
expectativa de vida del hombre a casi más de cuatro veces el tiempo que tarda en
madurar, sin embargo los conceptos de vida y muerte permiten conceptualizar la noción
de persona en su totalidad. (Alonso & Menezes, 2011; Bayés, Limonero, Romero &
Arranz, 2000).
El paciente que tiene una enfermedad sin posibilidad de cura, pasa por un
proceso de alargamiento de su vida y de extensión de su proceso de muerte, debido al
avance de la medicina y la lucha en contra de enfermedades potencialmente fatales. Ese
nuevo dato, al que se suma también el aumento de enfermedades crónicas debido al
envejecimiento poblacional, va a demandar un aumento en los servicios de cuidados
paliativos, que a vez van a requerir nuevas prácticas por parte de los profesionales del
área de la salud, para mejorar la calidad de vida del paciente terminal. En tal contexto,
el psicólogo es un agente necesario pues quien tiene una enfermedad no es solo cuerpo,
porque es al mismo tiempo una dimensión psíquica y espiritual que sufre con la crisis
Desde esta mirada, en los últimos años, ha crecido y desarrollado la importancia
de los cuidados paliativos, que dan atención al paciente que está transitando la etapa del
final de su vida. Existen debates sobre la necesidad de ofrecer un mejor cuidado de la
persona moribunda y mejorar la calidad de los cuidados necesarios en esta etapa
(Bolognini 2017; Fernández-Alcántara, Pérez-Marfil, García-Caro, & Cruz-Quintana,
2013; Bayés, 1998).
Para Viktor Frankl (1983), el médico debe tener el valor y tomar en serio su
misión de tratar no sólo enfermedades, sino seres humanos. Y a los psicólogos cabe
entender que a los hombres es necesario acompañarlos en su proceso de aprender a vivir
tanto como aprender a morir, ya que los psicólogos también necesitan ayudar el hombre
a encontrar el sentido de la muerte y del sufrimiento (Lukac, 2008).
Una investigación realizada por Romero, Álvarez, Bayés y Schröder (2001),
indica que la intervención del psicólogo en una unidad de cuidados paliativos obedece,
en un tercio de los casos, a una demanda espontánea y para contener la desesperación.
La presencia de psicólogos en equipos interdisciplinarios de cuidados paliativos en
forma permanente es requerida como una necesidad en centros de medicina paliativa. E
implica preparación y eficiencia de los profesionales (Barreto & Soler, 2003).
Existe una gran diversidad de experiencias de psicólogos que están actuando con
enfermos en etapa terminal, sin embargo, los obstáculos y problemas con los cuales se
enfrentan en su labor no están sistematizados, lo que dificulta en la formación de nuevos

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profesionales especializados en tareas de ayudar a un paciente a enfrentar su muerte.
(Fernández-Alcántara, et al., 2013)
Los conceptos de eutanasia, suicidio asistido, consentimiento informado, muerte
digna, son conceptos que surgen ante el fin de la vida. La bioética aporta a la práctica
paliativista sus principios ya que existe una línea ética entre estar muriéndose y el morir
en sí, lo que modifica el proceso de atención de los involucrados en el proceso terminal
de la vida (Padilha, Paganine, Silva, Ferrai & Gandolpho, 2008; Santos, Días, Ribeiro,
Mendes & Silva, 2017).
Los psicólogos desempeñan una tarea en el acompañamiento del fin de la vida
desde una triple función que hace a la participación con el paciente su familia y el
equipo de atención clínica. La necesidad del presente estudio reside en la constante
revisión de los roles de los psicólogos generada por los avances científicos en el
cuidado y prolongación de la vida. (Fernández-Alcántara, et al, 2014).

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2. METODOLOGÍA

La metodología utilizada en el trabajo fue la investigación teórica de rastreo


bibliográfico. El corpus analizado se compuso de artículos tanto empíricos como
teóricos, publicados en revistas científicas y libros relacionados con el tema.
Las fuentes primarias de acceso a la información fueron libros y artículos
científicos. Como fuentes secundarias a consultar fueron las bases de datos como
EBSCO, REDALYC, SCIELO y el buscador de GOOGLE ACADEMICO, y la fuente
terciaria fue la Biblioteca Central de la Pontificia Universidad Católica Santa María de
los Buenos Aires (UCA).
Las palabras claves utilizadas en la búsqueda fueron: cuidados paliativos,
muerte, enfermos terminales, equipos de paliativistas y en inglés palliative care, death,
terminally ill, equipos palliative care.
La bibliografía analizada fue tanto de origen nacional como extranjero de los
últimos 10 años y se utilizaron textos de más antigüedad cuando se requirió como
fundamentación.
Se leyeron textos en inglés, portugués y español provenientes de Latinoamérica
y Europa.
Como criterio de inclusión se destacaron los trabajos teóricos y empíricos que
abordaban los cuidados paliativos y los expertos en estos. No se incluyeron situaciones
descriptas como muerte súbita, suicidio, víctimas de asesinatos.
Se apreciaron los puntos de convergencia y divergencia de enfoques valorando
de qué manera el concepto de cuidados paliativos incluye o no la interdisciplina y qué
apreciación se tiene al respecto. Se consideraron aquellos artículos que dan una
definición de cuidados paliativos y rol del psicólogo en equipos de salud, como también
aquellos que relacionaran ambos conceptos.
No se incluyeron artículos que contemplasen solo tipos de terapéuticas físicas
para el final de la vida. El criterio para el análisis de la información fue la apreciación
de los artículos que otorgaron diferentes definiciones, sobre enfermedad terminal y
cuidado y la vinculación específica de ambos conceptos.

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3. DESARROLLO CONCEPTUAL

3.1. Evolución del modelo de cuidados paliativos

La llegada de la muerte sería como la última página que uno escribe en el diario
de la vida, es un momento inamovible de la existencia humana, es una tarea compleja,
difícil de ser enfrentada, es un hecho del cual no se puede huir o esquivar. (Frankl,
2007; Kübler-Ross, 2011).
El ser humano es el único ser vivo capaz de construir su identidad, dotado de
inteligencia y conciencia que le permite escribir su biografía y mismidad, saberse vivo y
finito. El hombre sabe de su vitalidad y capacidad de construir, pero también sabe que
las mismas son finitas. Esa capacidad le es dada por poseer una consciencia temporal,
que le permite hacer historia, escribir su pasado, vivir el presente y planear su futuro. El
fututo le ofrece la incertidumbre de la pérdida de su propia vida y de la vida de sus seres
queridos (Escobar, 2007).
El ser humano tiene dificultades de aceptar la muerte desde su dinamismo
psíquico. Él es capaz de reconocerla racionalmente, reconoce concretamente su finitud,
pero la niega afectivamente, no puede concebir la muerte porque no tiene una
representación psíquica inconsciente de la misma. La representación más clara de esta
negación por el inconsciente es que el hombre busca perpetuarse a través de la creencia
en una vida eterna, o en la creencia de la reencarnación, para que la muerte no ejecute
su condena: terminar con la existencia humana. (Chiozza, 2005; Freud, 1992).
Dos problemas surgen cuando el estudioso busca comprender la muerte. En
primer lugar, si se la mira como un objeto de estudio, ella es real. Sin embargo sólo
pode aprehenderla desde las dimensiones del imaginario y simbólico, pues nadie ha
experimentado la muerte. Es en sí misma un enigma existencial. Es por eso que desde
los principios de la humanidad el hombre ha intentado convivir con la muerte y
explicarla recurriendo a mitos, leyendas, rituales, porque, al no poseer un significante, la
muerte no puede ser captada en la totalidad de su esencia. El ser humano
contemporáneo, a nivel inconsciente, está cierto de su propia inmortalidad. Sin
embargo, jamás se piensa o se ve a sí mismo como muerto. Sólo es capaz de representar
la muerte del otro (Abt, 2007).

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La muerte ha ocupado lugares diferentes en los varios momentos culturales e
históricos del Occidente, así como también ha cambiado la actitud del hombre frente a
la muerte (Del Río & Palma, 2007).
En la Edad Media, la postura frente a la muerte tenía un carácter más familiar,
las personas tenían más participación en su propio proceso de morir. Era la llamada
muerte doméstica. La familia se reunía alrededor del enfermo, invitada muchas veces
por el propio moribundo, que tenía consciencia de que se le acercaba la muerte, y hacían
el rito de la habitación. El enfermo tenía tiempo para prepararse para morir. Podía dejar
resueltas cuestiones personales (Abt, 2007). El moribundo confesaba sus faltas, daba
consejos, órdenes, bendiciones, recibía los sacramentos religiosos y esperaba la muerte
dignamente (Echeverri, 1999).Como la expectativa de vida era muy corta se pedía que
la muerte no fuera repentina. En eso consistía la buena muerte, pues ocurría junto a sus
seres queridos y el enfermo estaba preparado para partir (Del Río & Palma, 2007). Ariès
(2000), la llama de muerte domada, pues el hombre tenía una actitud de familiaridad y
autonomía frente a la ella.
Del Río y Palma (2007) narran que en la baja Edad Media, siglos XII a XV,
aparece la muerte de uno mismo. Se pasa a mirar la muerte como algo individual e
íntimo. En este período surgen las concepciones de juicio final, purgatorio y salvación.
Adquiere fuerza la necesidad de identificar las sepulturas. El hombre debe ganarse la
propia salvación a través de obras espirituales, pues, según Echeverri, los conceptos
judiciales del mundo son extensibles al más allá, donde habrá la separación de justos y
condenados en el juicio final. Se pone énfasis en la resurrección de los cuerpos, en el
hacer frente al acecho del demonio, la necesidad de librarse del fuego del infierno,
donde habrá llanto y fuego eterno. Se debe evitar el purgatorio y llegar a la gloria del
cielo, libres de la condenación eterna.
A partir del siglo XIX la muerte deja de ser un destino natural y surge la
preocupación por la muerte del otro, casi siempre un ser querido. La muerte genera la
separación del ser querido y es vista como el último acto de la relación personal.
Aparece la aflicción por la pérdida, el duelo anticipado. Desde una dimensión
psicológica surgen los sentimientos de culpa, el estrés corporal, la desorientación
(Echeverri, 1999). Actitudes que se manifiestan en la expresión pública y exagerada del
duelo. También entran en escena los funerales, los cementerios y sus tumbas con
verdaderas obras de arte, dando inicio al culto y visitas a los cementerios (Del Río &
Palma, 2007).

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El período de la muerte prohibida comienza con la Primera Guerra Mundial. La
muerte es separada del día a día de las personas. Ya no es aceptada como algo natural y
sí un fenómeno lejano, vergonzoso, puesta en un rincón y eliminada del lenguaje común
y corriente (Echeverri,1999). Según Ariès (2000:72), eso se debe a la mudanza de
paradigmas que se dan en el siglo XX. Los cambios de ideas y sentimientos son tan
fuertes, que abarcan toda la realidad y vida del hombre, incluso la concepción de la
muerte. Ariès, la llama muerte invertida. Un fenómeno donde participan todos,
moribundo, familiares y médicos. Estos buscan encubrir, ocultar y desdramatizar todo
lo relacionado con la muerte, incluso los ritos. El objetivo sería ocultar la gravedad de la
enfermedad al enfermo, protegiéndolo del dolor. Los ritos de la muerte siguen
existiendo, pero pierden su significado, pues se quedan vacíos de contenido dramático,
son solo apariencias que no ayudan a procesar el dolor de la pérdida para aquellos que
se quedan. Una característica importante de la representación de la muerte invertida es
la necesidad que la muerte pase desapercibida teniendo como característica la lucha
contra la enfermedad, el dolor y el sufrimiento en la tentativa de vencer la muerte,
creando la ilusión de que somos inmortales. Este cambio de actitud produce con la
prolongación de la vida y la nueva concepción de que se debe vivir con calidad y no
vivir para morir. (Nadal & Pincemin, 2012; Pessini & Bertachini, 2006; Ariès, 2000;
Echeverri, 1999).
Según Ariès (2000), con el surgimiento de la era de la medicalización, de los
nuevos avances científicos y tecnológicos, el ejercicio de la medicina cambia, así como
el concepto de muerte. Esta se convierte, cada vez más, en una cuestión técnica que se
logra mediante la suspensión de los cuidados. Son los médicos quién dicen cuando es la
hora de la muerte. Para él, ocurrió una degradación progresiva de la relación con la
muerte establecida por los individuos y sociedades. Su visión es particularmente crítica
sobre el periodo moderno que alejó la muerte del cotidiano, transformándola en un tabú
y privando el hombre de su propia muerte.
Cuando la comunidad científica, en el 2000 presentaba el código genético, las
consecuencias prácticas de este descubrimiento cambiarían la medicina para siempre,
principalmente en el campo del diagnóstico, tratamiento y prevención, otorgando un
nuevo poder para curar. Explícita o tácitamente la medicina ha considerado la muerte
como su principal enemigo, porque de una manera o de otra, su objetivo es curar, o sea,
combatir y eliminar las causas de la muerte. Para eso, desde siempre, ha investido
mucho tiempo y dinero en investigación, buscando descubrir medios capaces de

12
eliminar, una tras otra, todas las posibles causas de muerte que fueran surgiendo a lo
largo de la historia. La tendencia de este modelo médico es considerar la muerte como
un fenómeno teóricamente evitable. Siendo así, el médico busca todas las formas de
evitar la muerte de su paciente, usando todas las técnicas, incluso las más agresivas.
Dentro de esta conceptualización la medicina paliativa fue considera de segundo nivel,
con un objetivo de menor importancia, dado que para un médico, el fallecimiento de un
paciente puede ser considerado un fracaso y recurría a la medicina paliativa sólo cuando
han agotado todas las posibilidades de éxito (Bayés, Limonero, Romero & Arranz,
2000).
La medicina del siglo XXI continúa investigando la cura para las enfermedades
para evitar la muerte, sin embargo, con un mismo nivel de importancia, se dedica a
buscar que los pacientes mueran en paz. La investigación científica del sufrimiento y del
proceso que acerca el hombre a la muerte debe tener la misma importancia que la
investigación del genoma humano, de la neurocirugía, de los nuevos fármacos y
vacunas para la cura de enfermedades (Parodi, Morante, Hidalgo & Carreño, 2016;
Nadal & Pincemin, 2012).
La muerte es un determinante biológico, y los médicos necesitan aceptarla en su
práctica diaria, más allá de todos los avances tecnológicos que tienen en manos. Nunca
se podrá retrasarse indefinidamente. Es una condición de la especie. Poco antes del
anuncio del código genético en Estados Unidos, Callahan (2000) recuerda la vigencia de
la realidad de la condición humana: los seres humanos siguen siendo finitos. El avance
de la medicina ha sido responsable por un gran cambio a nivel demográfico y
epidemiológico. Ha surgido una nueva población de enfermos: los adultos mayores y
los pacientes con enfermedades que la mayoría de las veces son crónicas y no
transmisibles, entre ellas el cáncer y las enfermedades degenerativas. La cronicidad de
las enfermedades hace con que la muerte se presente como un proceso más o menos
prolongado, generando una multiplicidad de experiencias como desconcierto, dolor,
pérdida de control, miedo, sufrimiento, tanto para el paciente como para su entorno
(Parodi, Morante, Hidalgo & Carreño, 2016).
Ofrecer tratamiento profesional y cuidado humano a estos pacientes es la
contrapartida al encarnizamiento terapéutico porque se cambia la sobre atención médica
con un alto contenido técnico, divorciada de todo contenido humano, por la misión
misma del acto médico que, debería ser reconfortante. En ese sentido, los cuidados

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paliativos surgieron con el objetivo de pronosticar el mayor bienestar posible a los
enfermos en situación terminal y a sus familiares (Barreto & Soler, 2003).
Los primeros conceptos de Cuidados Paliativos surgen en 1948, luego de la
Segunda Guerra, en Inglaterra cuando Cicely Saunders destacó que además del control
del dolor, el paciente necesitaba abordar sus miedos, dudas y necesidades espirituales.
En 1967 se inauguró el primer hospice en Londres. En este lugar se comprende que el
cuidado paliativo es un concepto amplio que considera la intervención de un equipo
interdisciplinario, integrado por médicos psicólogos, enfermeras, asistentes sociales,
terapistas ocupacionales, religiosos y voluntarios. Los cuidados paliativos son la forma
de comprender al paciente terminal o incurable, para aliviar su dolor y sufrimiento. El
dolor que experimenta un paciente en fase terminal va más allá del dolor físico y, quien
le cuida, debe tener en cuenta igualmente aspectos sociales, emocionales o espirituales
(San Martín & Lekuona, 2016; Padillha, Paganine, Ferrai. & Gandolpho, 2008;
Reynolds &Tansey, 2007).
Esta institución lograba un buen control de los síntomas y con una adecuada
comunicación y acompañamiento emocional, social y espiritual, mejoraba la calidad de
vida de los enfermos terminales así como de sus familias, apuntaba a la humanización
del morir. Este nuevo modelo de acompañar al paciente terminal al combinar tres
principios claves sobre el dolor, los cuidados clínicos de calidad, la educación e
investigación para los profesionales de salud, se transformó en referencia mundial en el
área. El término Cuidados Paliativos fue acuñado por Balfour Mount, para usarlo en
Canadá para evitar posibles confusiones, pues la palabra hospice en francés que es
sinónimo de hospital mientras que el origen etimológico de la palabra paliativo significa
manto o cubierta, haciendo alusión al acto de aliviar síntomas o sufrimiento. (Del Rio &
Palma, 2007; Pessini & Bertachini, 2006).

3.2. El profesional de la salud en los servicios de cuidados paliativos

La humanidad pasó el último siglo buscando adaptarse dentro de varios


conceptos y preceptos de la sociedad, de la cultura, religiosidad y espiritualidad,
asumiendo la realidad acerca de los conceptos de vida y muerte, que se modificaban a
cada momento de la evolución del hombre como ser inteligente. El proceso de morir se
alargó de forma exponencial en las últimas décadas y en la mayor parte de las veces no

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es un episodio y sí un proceso, a veces prolongado, tardando años o incluso una década
dependiendo de la enfermedad. La comprensión y la intervención terapéutica,
atendiendo a la persona, la muerte, el morir y el sufrimiento, facilitan los cuidados.
(Benito, Barbero & Dones, 2014; Hermes & Lamarca 2013).
Según la OMS (2018) las drogas potentes y la tecnología que se encuentran en
las unidades de terapia intensiva tiende a sugerir que las muertes ocurren con personas
mayores de 70 años, o se fallece de enfermedad cardiovascular, cáncer, accidente
vascular cerebral y enfermedad obstructiva crónica. De los 56,4 millones de
defunciones registradas en el mundo en 2016, más de la mitad (el 54%) fueron
consecuencia de la cardiopatía isquémica y el accidente cerebrovascular, que
ocasionaron 15,2 millones de defunciones en 2016 y han sido las principales causas de
mortalidad durante los últimos 15 años. Las muertes atribuibles a la demencia se
duplicaron con creces entre 2000 y 2016, lo cual hizo que esta enfermedad se convierta
en la quinta causa de muerte en el mundo en 2016. Las infecciones de las vías
respiratorias inferiores continúan siendo la enfermedad transmisible más letal; en 2016
causaron tres millones de defunciones en todo el mundo.
Estos datos permiten saber el impacto en la salud de la población en general e
individual, tanto de las enfermedades y los traumatismos, y a su vez son indicadores
para establecer criterios de salud analizando las mejores terapéuticas para cuidar ante las
muertes teniendo en cuenta sus causas. Las estadísticas sobre las causas de muerte
ayudan a orientar las actividades futuras en materia de cuidados.
Los equipos de cuidados paliativos crecen en proporción a la prolongación de la
vida y de las enfermedades terminales. Sin embargo con este alargamiento de la vida y
con el surgimiento del proceso de morir, se hace necesario el surgimiento de una
asistencia interdisciplinar (Chiba, 2008).
Los cuidados paliativos presupone la acción de un equipo multiprofesional, pues
la propuesta es cuidar a un individuo completo, en todos los aspectos que lo constituye
como persona: físico, psicológico, social y espiritual. Eso requiere una
complementación de saberes, de compartir responsabilidades, donde demandas
diferenciadas se resuelven en equipo. La enfermedad atinge el individuo en su totalidad.
No se puede tratar solo el cuerpo enfermo, lo que permite al equipo una actuación
amplia y diversificada que ocurre a través de la observación, análisis, orientación,
buscando identificar aspectos positivos y negativos importantes para la evolución de
cada caso, ya que los conocimientos son inacabados, limitados, siempre necesitan de

15
complementos. El paciente sin posibilidades terapéuticas no es solo un cuerpo
biológico, con un dolor físico. Es también una persona con un sufrimiento psicológico,
con una familia que sufre a su alrededor, que puede tener demandas sociales
insatisfechas, y más una infinidad de situaciones que pueden afectar y sobrecargar su
sufrimiento. Es lo llamado sufrimiento total, por eso es importante para el paciente que
todo el equipo esté familiarizado con su problemática general, pudiendo así ayudarlo y
contribuir para su mejoría (Hermes & Lamarca, 2013).
Los principios de los cuidados paliativos incluyen considerar la muerte como un
proceso natural, reafirmando la importancia de la vida; propiciar alivio del dolor y de
otros síntomas; establecer un cuidado que no acelere la llegada de la muerte, ni la
prolongue con medidas de cuidados invasivos; elaborar una estrategia de cuidado
buscando integrar aspectos psicológicos y espirituales; ofrecer un sistema de apoyo a la
familia para que ella pueda enfrentar la enfermedad del paciente y el período de duelo.
Para ayudar al paciente a adaptarse a los cambios que le serán impuestas por su
enfermedad y por el dolor, y crear espacios de reflexión y diálogo para el
enfrentamiento de una situación que amenaza la vida del paciente y sus familiares
requiere de un equipo interdisciplinar que abarque la índole subjetiva para la detección
de las necesidades personales físicas, psicológicas, sociales o espirituales que puedan
surgir en el sufrimiento y que podrán dificultar o impedir la ejecución de tal objetivo
(Barreto & Soler 2003).
Las necesidades de los pacientes de cuidados paliativos y sus familias, son el
producto de sus historias de vida, valores, creencias, condición social, acceso a los
servicios de salud. En medio a este universo que compone el mundo del paciente, es
importante que todos los miembros del equipo estén capacitados para identificar las
necesidades del paciente, sus prioridades y se éste posee recursos disponibles para
manejar la situación, buscando aún dar el necesario suporte a la familia, manteniendo
una buena comunicación. La práctica del equipo debe estar pautada en la atención y
respeto a los principios bioéticos y en la adecuada y racional utilización de los recursos
médicos. (Silva, 2014; Ferreira, Lopes, & Melo, 2011).
Barreto y Soler (2003) presentan una serie de circunstancias que agregan un plus
de dificultad en la rutina del equipo de cuidados paliativos. La primera dificultad ocurre
porque la enfermedad no respeta la evolución natural del ciclo vital y afecta a todas las
edades. Los profesionales tienen que desarrollar estrategias diferentes en función de la
edad del enfermo. Hay diferencias significativas entre acompañar un paciente anciano

16
que ya cumplió todas las etapas del ciclo vital y en gran medida sus expectativas vitales,
y acompañar un paciente joven o niño cuyo ciclo vital ser ve truncado por la
enfermedad. También el acompañamiento a la familia se faz más complejo pues ahí
también hay una inversión en el ciclo de la vida, los padres deberán sepultar a los hijos,
y la incomprensión generalmente tiende a ser más grande. La segunda dificultad se da
cuando los profesionales tienen poco tiempo para actuación. Las oportunidades de
evaluación, intervención y rectificación se reducen y, por lo tanto, ellas se sobreponen,
lo que debe ser acompañado de gran prudencia y al mismo tiempo firmeza. Los tiempos
son breves para los profesionales, más para los pacientes y familiares también. La
tercera dificultad es la realización del trabajo de forma conjunta y coordinada de todo el
equipo. Es imprescindible una comunicación eficiente, continua, clara y fluida, entre
todos los miembros del equipo y de esta con el paciente y su familia. El buen
funcionamiento del equipo es un factor protector importante contra el síndrome de
burnout, que puede producirse en tales situaciones. En cuarto lugar destacase la
importancia de tener en cuenta los principios de la Bioética como base para la actuación
del equipo, sobretodo de la atención para respetar la autonomía de los pacientes. Cuanto
mayor es el deterioro del paciente, más se puede caer en interferir en la dignidad de la
persona con actitudes paternalistas.
Las actitudes de los profesionales ante los fenómenos de la muerte pueden
condicionar su actuación profesional y a estas actitudes previas también se suman las
condicionadas culturalmente. Los profesionales no están inmunes a estos
condicionantes y asumirlos como un fenómeno que afectará a todos antes o después es
fundamental para que no produzcan comportamientos de evitación o rechazo, muchas
veces no conscientes, que dificulten el acercamiento a las personas que necesiten de
cuidados. Ante el final eminente de la muerte aparece los sentimientos de desesperanza,
por lo que se otorgan al paciente recursos que les faciliten el proceso de adaptación en
esta situación compleja, promoviendo el máximo bienestar posible, disminuyendo el
sufrimiento (Barreto & Soler, 2003).
Paes da Silva, Trovo Araújo y Firmino (2008) dividen los profesionales que
componen el equipo en cuatro grupos: los que controlan los síntomas del cuerpo tales
como médicos, enfermeros, kinesiólogos, terapeutas ocupacionales; los que controlan
los síntomas de la mente: psicólogos, psiquiatras, psicoanalistas; los que controlan los
síntomas del espíritu como sacerdote, pastor, rabino y los que controlan los síntomas
generados por lo social: trabajadores sociales, voluntarios. El voluntariado con

17
formación, selección y soporte, es una manera de vincular los equipos con la
comunidad.
Cuando el paciente recibe el diagnóstico de una enfermedad terminal, a través
del médico, pasa por un proceso con varios momentos, niega la enfermedad, culpa a
Dios, culpa a sí mismo, siente la enfermedad como un castigo de Dios o cree que Dios
lo va salvar. En este proceso, en el inconsciente del paciente y de la familia, el brazo de
Dios no es otro que el médico, que es el depositario de todos los poderes sobrehumanos,
aunque él conozca sus limitaciones frente al desarrollo de la enfermedad terminal. La
medicina se ejerce en un concreto, frente a figuras muy complejas. Los cuidados
paliativos puede generar en el médico replanteos de su quehacer médico y de la
relación entre la vida, la muerte y el sufrimiento en muestra cultura (Tello & Brito,
2007).
Desde la óptica médica, la interface de cada especialidad médica se da de
acuerdo con la necesidad y evolución de cada fase de la enfermedad. Es importante, en
cuidados paliativos sobretodo, que el profesional médico, sepa reconocer el límite de su
actuación. Esto es clave para un buen atendimiento en el control del dolor y en el
control de otros síntomas y corresponde a la interface extrínseca de cada especialidad.
Es la interacción con profesionales de otras especialidades médicas cuando el médico se
depara con dificultades y limitaciones en su área de actuación. Por otro lado, el médico
dispone de la interface intrínseca, así denominada por designar los profesionales que
hacen parte del equipo de cuidados paliativos, tales como enfermeros, asistentes
sociales, farmacéuticos, kinesiólogos, fonoaudiólogos, terapeutas ocupacionales,
psicólogos, dentistas y otros (Chiba, 2008).
Desde su especialidad el profesional medico debe realizar los diagnósticos
clínicos necesarios, proponer tratamientos, farmacológicos o no, con el objetivo de
llevar al alivio de los síntomas. Una de sus tareas en el equipo de cuidados paliativos es
coordinar la comunicación entre los profesionales involucrados, el paciente y su familia.
También es del médico la responsabilidad de comunicar las informaciones sobre el
diagnóstico y pronóstico de la enfermedad y se mantiene al tanto de los abordajes de los
otros componentes del equipo, para tener un lenguaje único, en especial cuando se
presentan los cuestionamientos por el paciente o familiar.
Los enfermeros ocupan un papel fundamental en el equipo de cuidados
paliativos. Su profesión es definida como el arte y la ciencia de asistir al enfermo en sus
necesidades básicas en general, en cuidados paliativos, se agrega la búsqueda de

18
contribuir para una sobrevida más digna y una muerte tranquila. Los requisitos básicos
para la actuación del enfermero paliativista consisten, más allá de los propios de la
profesión, en proporcionar técnicas de confort y en establecer una buena comunicación.
Cuidar en cuidados paliativos significa estar con personas con pérdida de
vitalidad, depresión, dolor, pérdida de autonomía, entre otros, intentando conocer y
respetar sus valores espirituales y culturales, significa crear estrategias que ayuden a
resolver asuntos pendientes, ser puente en la relación con los médicos. Desde el plano
técnico los enfermeros evalúan los síntomas físicos y sus intensidades pero también los
de naturaleza no física. Dolor y síntomas físicos como náuseas, vómito, boca seca, falta
de aire, insomnio, constipación, son comunes, pero los enfermeros necesitan poner
atención al miedo que siente el paciente, miedo de sentir dolor, miedo de morir, miedo
de estar solos en el momento de la muerte, miedo de lo desconocido.
En la fase final de la vida el cuadro clínico puede cambiar varias veces durante
el día y el enfermero pone atención en estos cambios, reevalúa un síntoma buscando que
el paciente sufra el menos posible. Los enfermeros paliativistas son orientados a
explicar las causas de los síntomas al paciente y a su cuidador, lo que no es esperable en
la enfermería tradicional (Silva, Araújo & Firmino, 2008).
Los trabajadores sociales le informan al equipo la biografía del paciente: quien
es, donde vive, cómo vive, en qué condiciones se encuentra para recibir el tratamiento.
También es su función ser un puente de comunicación entre el paciente-familia y el
equipo. Es necesario saber acoger y escuchar, saber buscar informaciones en tiempo y
forma, saber abrir espacio para dar voz al paciente y su familia, dejándolos hablar de sus
tristezas e insatisfacciones. Es su función ofrecer informaciones y orientaciones legales
y burocráticas a la familia y al paciente, indispensables para el buen curso de los
cuidados como para la garantía de muerte digna. Por tener conocimiento de la situación
socioeconómica del paciente, le tocará accionar, cuando necesario, los servicios
disponibles y las redes de soporte necesarias para que el enfermo tenga una muerte
digna, también desde la dimensión económica, al evaluar las condiciones de los
cuidados disponibles en el hogar para incentivar y viabilizar o no el atendimiento
domiciliar. Es el mediador estratégico en el equipo que contribuirá para que el paciente
tenga acceso a los bienes y servicios por medio del estatuto social (Frossard, Rodrigues,
Oliveira, & Fernandes, 2018).

19
La comunicación con el paciente con enfermedad en fase terminal lleva implícita
la discusión de la información sobre el diagnóstico y pronóstico y es un acto clínico,
como lo pueden ser el diagnóstico o el tratamiento y lo deseable sería que fuera una
actitud normalizada y profesional. La comunicación es difícil, pues se da en un
escenario a “priori” que implica mal pronóstico, expectativa de sufrimiento y con un
mundo de emociones intenso y de no fácil manejo. La buena voluntad y la experiencia
no son condiciones suficientes para un buen acto comunicativo. La comunicación se
construye, mediante un proceso, donde la clave se encuentra en el nivel de
comunicación afectiva y efectiva que se logra. Desde esta perspectiva, se puede
considerar que la comunicación es válida cuando es guiada por los siguientes criterios:
la información es útil cuando es demandada por el enfermo y su suministro es
terapéutico; debe ser proporcionada por el agente adecuado; debe ser continuada y
abierta, fluida, buscando clarificar el significado de los síntomas o molestias,
procurando solucionar las preocupaciones con los mismos; es importante explicar lo que
pasa con cada una de las quejas del paciente, pues ello produce sensación de dominio y
posibilidad de control del sufrimiento, así como seguridad en la eficacia profesional; se
debe pasar mensajes de esperanza sobre la posibilidad de alivio o control del
sufrimiento, sin que esto implique en mentiras - nunca hablar de aumento del periodo de
supervivencia o curas irreales; mantener una comunicación no verbal con el paciente,
mostrando con la mirada el interés y la atención puestas en él y en su problema, y, con
la cercanía física, evitar cualquier sensación de rechazo; por fin, mantener una afinada
sintonía en la comunicación con los proveedores de la información y con los receptores
de la misma (Arranz , Barbero , Barreto , Bayés, 2009 ; Barreto & Bayés,1990).

El objetivo que un equipo de cuidados paliativos debe plantearse es el cambio en


la actitud asistencial. El equipo de cuidados paliativos aprende a lidiar con la constante
atmosfera pasiva que rodea al enfermo no curable y puede proponer un paciente más
activo según los modelos de la Universidad de Stanford que se refiere a la activación de
las personas con enfermedades crónicas, a las habilidades, conocimiento y capacidad
para manejar su propia salud y atención sanitaria y se ha relacionado con el éxito en los
autocuidados y una mayor implicación de los pacientes en el proceso de toma de
decisiones. (Self-Management Program, 2018; Barreto & Soler, 2003)

20
3.3. El psicólogo en los equipos interdisciplinarios de cuidados paliativos
hospitalares.

La experiencia del paciente con dolor y en situación terminal comprende la


ansiedad, la depresión y el miedo; la preocupación por la pena que afligirá a su familia;
y la necesidad de encontrar un sentido, y una realidad más profunda en la que confiar
(Saunders, 1983).
El papel que los psicólogos desempeñan en los equipos de cuidados paliativos
las funciones que realiza así como los modelos teóricos que utiliza, varían mucho,
dependiendo de cada autor. Nunes (2012) afirma que la actuación del psicólogo en
cuidados paliativos debe tener como base un referencial teórico consistente proveniente
de modelos conceptuales tales como Psicoanálisis, Fenomenología, Psicología
Analítica, Psicología Social, Análisis del Comportamiento, para que luego articule
teoría y práctica. Esta inferencia del propio modelo teórico con la formación en
cuidados paliativos, favorece la identidad profesional y le da seguridad de sus
posibilidades y límites para poder interactuar junto a profesionales de otros saberes
evitando la incursión en modelos extraños a su práctica. Ampliar el conocimiento
específico del área, tiende a generar que su acción sea eficiente, en sintonía con los
objetivos del equipo paliativista.
Las funciones del psicólogo en el equipo de cuidados paliativos puede darse en
diferentes niveles: individual, grupal, familiar, comunitario e institucional,
desempeñando las funciones de evaluación psicológica, diagnóstico, tratamiento e
intervención, asesoría, prevención y promoción de la salud, investigación, enseñanza y
supervisión, dirección, administración y gestión. A las intervenciones o funciones del
psicólogo en cuidados paliativos, aún se puede agregar: actuación promoviendo el
movimiento de humanización hospitalaria y participación en la comisión o consejo de
bioética. El trabajo con un paciente en situación terminal tendrá algunas características
específicas. En primer lugar no se trata de psicoterapia. Hay un objetivo único que es la
intervención beneficiosa y la meta es mejorar en la medida del posible, el bien estar
psicológico del paciente y del entorno familiar y con cada paciente es diferente, es el
paciente el que establece el ritmo de trabajo. Es un trabajo inter y transdisciplinar
(Benítez, 2006).
La base de la intervención psicoterapéutica con pacientes terminales, según
Melo, Valero y Menezes (2013), consiste en dos conceptos básicos: apoyo y no

21
abandono, y tras acoplado a sí un objetivo casi utópico: la posibilidad de ayudar-los a
lograr un cierto senso de aceptación de su biografía y así, de aceptación de la muerte.
Teniendo en mira el objetivo de una reorganización de la vivencia de la
enfermedad y el uso de recurso adaptativos del paciente, el psicólogo debe estar atento
para captar los contenidos no manifiestos de los síntomas, para así lograr una atención
integral y lograr una mejor identificación de los desórdenes de orden psíquico que son
los generadores del sufrimiento, estrés, y de los mecanismos de defensa negativos
(Ferreira, 2011).
Dar asistencia al paciente al final de la vida requiere la integración de todas las
dimensiones del ser, lo que incluye también el aspecto espiritual. La espiritualidad
representa para el paciente en esta etapa de la vida, una fuente de confort, de consuelo,
de sostén en el enfrentamiento de la enfermedad. Estudios muestran que, cuando
presente, es un importante factor que contribuye para una mejor adhesión al tratamiento,
y podrá proporcionar al paciente el sentido de la vida y del sufrimiento, resignificando
sus fantasías sobre la muerte y sus deseos de inmortalidad que, con el diagnóstico de
una enfermedad terminal se agudizan. Sin embargo, para lograr tal objetivo se requiere
que se haya establecido un vínculo de confianza positivo entre paciente y psicólogo
(Ferreira, 2011).
Para la evaluación psicológica del paciente se necesitará estar cerca del equipo
que atiende al paciente en cuestión, pues se complementará a través del intercambio de
datos e informaciones del paciente y de la familia desde diversas perspectivas
profesionales (Melo, Valero & Menezes, 2013).
El psicólogo dedicado a los cuidados paliativos debe poseer algunas
características, tales como: tener una amplia comprensión del proceso enfermedad-
muerte-duelo; saber escuchar más que hablar y dar respuestas adecuadas y oportunas,
frente a preguntas que muchas veces no tienen respuestas; saber empatizar y establecer
relaciones de confianza, evitando la sobreimplicación; tolerar la cercanía física de un
paciente crónico, terminal, agónico; tener respeto y capacidad para encontrar sentido al
dolor, al sufrimiento y a la muerte. Siendo su subjetividad su instrumento de trabajo, el
psicólogo debe elaborar responsablemente situaciones personales de pérdida, culpa,
duelo y miedo respecto de la muerte propia y de seres queridos, para que no influyan en
su trabajo (Benítez, 2006).
La intervención del psicólogo junto al enfermo es mejorar la autoestima del
paciente y su vulnerabilidad psicológica. Desde la perspectiva psicológica los aspectos

22
relacionados generarán una consecuente disminución de la interacción social lo que deja
el paciente propenso a cuadros depresivos y a sentimientos de incomunicación
ocasionados por el feedback negativo o por la conspiración del silencio, situaciones que
no ayudan el paciente a afrontar la muerte. La aceptación de la muerte debe ser un
objetivo en los cuidados paliativos y no solo concentrarse en los síntomas mentales y
físicos como la depresión, el delirio, ansiedad, y en los medicamentos para paliarlos,
porque no suelen ser suficientes para tratar la desesperación emocional (Lagoa, 2010).
Las investigaciones consultadas, ponen de manifiesto aspectos relacionados con
la subjetividad, donde el psicólogo aparece como un tercero, como el encargado de
subrayar el deseo y articular la demanda del paciente. Basa su práctica en la escucha e
identificación de procesos psíquicos inconscientes. Desempeña un papel de facilitador,
junto al paciente, para que este procese sus dificultades ante el miedo de la muerte y al
dolor. El pensamiento psicoanalítico dinámico junto al abordaje situacional es el que
predomina en las intervenciones en crisis, esto no implica que no se utilicen otro tipo de
instrumentos técnicos ya que el terapeuta por su creatividad, flexibilidad y actitud activa
utiliza la diversidad de recursos técnicos. Por esta razón, el uso combinado de ciertas
técnicas y herramientas, pareciera ser más efectivo y lleva a articular múltiples saberes,
siempre con la finalidad de lograr una intervención lo más apropiada posible, y
dependiendo además de las necesidades de los involucrados. (Fernández-Alcántara, et
al., 2014; Tabó, Martínez, Deutsche, Tortorella, Delgado, Delgado & Valezza, 2012).
Una de las técnicas más utilizadas es la entrevista, porque se orienta al encuentro
entre dos personas o más y tiene como objetivo lograr comprender el conflicto psíquico
planteado. Es en la interrelación donde ambas partes van a construir algo nuevo,
proceso que introducirá un cambio. No existe una forma hegemónica de cómo llevar a
cabo una entrevista y allí reside su riqueza, tendrá que adaptarse a cada caso y cada
situación, tomando en cuenta las distintas variables que pueden estar interviniendo. La
devolución tanto al paciente como a su familia, donde se deje en claro las impresiones
diagnósticas y las recomendaciones para el posterior seguimiento (Tabó et al., 2012).
En el trabajo con el paciente terminal, las intervenciones que realiza tienen la
particularidad de que intentan no abrir nada que pueda ser problemático, nada que venga
a traer más ansiedad, pues el objetivo es disminuir la ansiedad y tensión en el paciente e
en la familia (Fernández-Alcántara, et al.,2013).
La psicoeducación puede usarse como distractora para el dolor y en la
adaptación a la hospitalización para lograr ciertas modificaciones que favorezcan al

23
bienestar general y la adaptación a la enfermedad. En cuanto al dolor el modelo de
intervención será multidimensional y los recursos provienen de diversas disciplinas
como la medicina, la psicología cognitivo conductual y técnicas como la relajación y
respiración, y las técnicas integrativas y complementarias (Moncayo, 2014; OMS,
2014)
El sufrimiento no afecta solamente la persona que está enferma, afecta todo el
sistema familiar y la intensificación del mismo puede interferir en la calidad de vida de
la familia (Angelo, 2010). Involucrarla en el tratamiento es necesario, visto que ella
ejerce papel fundamental en el crecimiento y desarrollo de los individuos. Cuando surge
un diagnóstico de una enfermedad sin posibilidad de cura, la familia sufre el impacto
del dolor junto con el paciente. Así como el paciente, cada familia tendrá reacciones
distintas frente al diagnóstico y al enfrentamiento del tratamiento, como: negación de la
enfermedad, se cierran al diálogo, rabia, culpan a Dios (Fereira, Souza & Stuchi, 2008).
Por parte del psicólogo es esencial, pues que la familia participe del proceso de
tratamiento junto al paciente. Puede ocurrir que la familia sienta miedo frente al
desconocido, puede culparse por el sufrimiento del paciente y por su incapacidad de
aliviar o sacar la persona querida de su dolor. El psicólogo al escuchar a la familia y su
dolor, cuidada la calidad de vida del paciente y de sus relaciones.
Según Nunes (2012) cuidados paliativos requerirá del psicólogo la capacidad de
manejar situaciones grupales, para ayudar a mejorar la calidad de la relación entre el
paciente y su familia, pues la misma podrá ser benéfica o interferir negativamente en los
procesos de la enfermedad y de la muerte. Por lo tanto, la atención a la familia es una de
las acciones esenciales del psicólogo en cuidados paliativos. El apoyo emocional les
permitirá conocer y comprehender el proceso de la enfermedad en sus diferentes etapas,
más allá de ayudarlos a comprender la necesidad de buscar a todo el tiempo maneras del
paciente ter su autonomía respetada. (Ferreira, Souza & Stuchi, 2008).
Paciente-familia, es una unidad de cuidados que se presenta una y específica al
mismo tiempo. La familia es la célula que da la identidad del ser humano. Posee un
universo proprio, a veces distante o hasta ajeno al universo cultural de los profesionales
de la salud. Por eso, es necesario que los psicólogos busquen identificar maneras de
cambios con la unidad de cuidados, con el objetivos de lograr una buena adhesión a los
cuidados propuestos, un nivel bajo de desgaste profesional y personal para el equipo y
una comunicación eficiente. La psicología, el en ámbito de cuidados paliativos, se

24
presenta como un eslabón entre el profesional y la unidad de cuidados, haciendo una
traducción entre dos culturas (Franco, 2008).
En una situación de estrés o en un ambiente de trabajo estresante, el equipo de
trabajo puede actuar como un factor de protección o como un factor estresor más. Al
psicólogo le cabe trabajar también con el equipo, de forma que sean pró-activos en
defesa del cuidado y atención (Fernández-Alcántara, et al., 2013).
Una de las funciones del psicólogo en el equipo de cuidados paliativos
hospitalario es el trabajo con el propio equipo de profesionales, que está cotidianamente
expuesto y en contacto con el sufrimiento humano en alta escala y con la muerte. Estos
profesionales necesitan de cuidados pues están involucrados en situación de intenso y
largo estrés y gran impotencia. El profesional también tiene que asimilar la pérdida de
pacientes con los cuales estableció alguna forma de identificación o hasta mismo algún
vínculo. Para muchos psicólogos, a pesar de la complejidad y de las dificultades, el
trabajo con enfermos terminales es gratificante, las vivencias positivas llegan a superar
las negativas, resultantes de la gratitud expresada por parte de los pacientes y familiares.
(Fernández-Alcántara, et al., 2013).
El psicólogo dentro del equipo identifica las necesidades, promueve
intervenciones considerando las necesidades detectadas, evalúa las influencias de éstas
intervenciones en la respuesta observada dentro del equipo. En los casos considerados
más difíciles es sugerido una supervisión individual o con un profesional de salud
mental fuera del equipo. Son de suma importancia las reuniones del equipo para discutir
los casos atendidos, debatir formas alternativas de cuidados, clarificar puntos oscuros,
pues favorecen el sentido de pertenencia, de trabajo en equipo, de que juntos podemos
más, se disminuye el sentimiento de soledad. El psicólogo también está sujeto a los
condicionamientos de los factores subjetivos que influyen en el acompañamiento
emocional, así como las diversas necesidades y obstáculos que puede encontrar al
trabajar en cuidados paliativos. Es imprescindible la supervisión con un profesional
calificado, así como la consciencia de las propias actitudes y creencias con respecto a la
muerte (Kovács, 2010).

25
4. CONCLUSIÓN

En línea con los objetivos planteados, en bases bibliográficas pertinentes, en la


presente tesis se investigó el concepto de cuidados paliativos, el rol del psicólogo en los
servicios de salud y sus características.
La experiencia de la muerte difiere de una sociedad para otra porque es
específica y variable según los grupos y el tiempo, refleja la cultura y el contexto donde
ocurre. El final del siglo XX y siglo XXI fue marcado por un desarrollo de la medicina
lo que llevó a un aumento en la expectativa de vida, al número de enfermos crónicos y a
la demanda por cuidados médicos. La muerte de ser un hecho pasa a ser un proceso lo
que genera un aumento de cuidados, imponiendo desafíos a los profesionales de la
salud. Es una situación de cambio para los psicólogos miembros de los equipos
interdisciplinarios de cuidados paliativos quienes responden con intervenciones
actualizadas de los currículos académicos y con capacitación continua.
Luego de profundizar en la temática y relacionar y articular los conceptos, se
concluye que las preocupaciones existenciales al final de la vida surgen de los límites
del ser humano siendo relevante el sufrimiento físico, social, espiritual y psicológico,
pudiendo este último ser tan perturbador y menos tolerable que los otros. El sufrimiento
espiritual y psicológico aparece por la pérdida del significado y del sentido de la vida, y
la desesperanza. Se necesita un sentido para vivir y un sentido para el enfrentamiento de
la muerte que es inevitable.
La persona enferma terminal requiere una atención integral en la minimización
de su sufrimiento, para la satisfacción de sus necesidades sociales, físicas, psicológicas
y espirituales. El miedo y la tristeza que aparece con la muerte se pueden relacionar con
el dolor y la rotura de vínculos con las personas queridas de la familia y el entorno. La
culpa, el enojo, las preocupaciones por el bienestar de los otros que dependían de la
persona, aumentan el sufrimiento y estos requerimientos se los aborda en los cuidados
paliativos. Así como es importante considerar los sentimientos, afectos, mecanismos de
defensa, reacciones y contrareacciones del paciente y familiares, es fundamental valorar
y comprender los sentimientos de los profesionales que cuidan de las personas en esta
etapa de la vida.
El actual trabajo se propuso presentar las reflexiones que articulan la necesidad
del cuidado paliativo y las implicaciones del psicólogo en el final de vida. La limitación

26
de esta investigación surge por la falta de trabajos científicos empíricos con evaluación
de resultados a través del tiempo
Entre los aportes de este trabajo se destaca haber encontrado en los autores
estudiados unanimidad en la afirmación sobre la necesidad de un equipo de trabajo
multidisciplinar, donde la presencia del psicólogo debe ser permanente y no solamente
un auxilio en momentos de desesperación.
La presente revisión detectó que el tipo de problema ético enfrentado por los
profesionales depende del lugar donde ocurren los cuidados paliativos y están ligados a
cada servicio de salud y a la ética de los sujetos. Como las situaciones y los procesos
son peculiares a cada sujeto, las cuestiones éticas que de ellos se pueden derivar
también serán específicas. Esto exige un compromiso humano de todos los
profesionales implicados en la práctica paliativa, se genera una preocupación de
políticas de salud para varios países y a los países en vía de desarrollo donde morir con
dignidad debe ser el resultado de una vida digna, más allá de la mera supervivencia.
Debido al requerimiento de sistematización en la formación de los profesionales
de la psicología, se sugiere que en la carrera de grado, se aborde los cuidados paliativos
por medio de temas transversales, para que los futuros profesionales que se dediquen a
cuidados paliativos consoliden su formación en post grados que les posibilite adquirir
nuevas competencias y mejorar de la calidad asistencial al enfermo en el fin de la vida
Recordando la historia, las primeras unidades de paliativos nacieron dentro de
las comunidades para dar apoyo físico y espiritual a los enfermos en los últimos días de
su vida. Futuras investigaciones podrán estudiar de qué manera los psicólogos pueden
promover y fomentar acciones que aporten recursos que esta puede ser factores
positivos para el enfrentamiento del dolor total, del paciente, de los familiares y del
equipo tratante. Se evidencia la espiritualidad como parte de la dimensión humana, que
en situación de enfermedad deba merecer.

27
5. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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