La Defensa de La Vida 5°
La Defensa de La Vida 5°
La Defensa de La Vida 5°
“Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia”
La iglesia nos enseña a defender la vida desde su concepción hasta su muerte natural.
Además nos pide educar las conciencias ante “un tiempo en el que crece la violencia y el
desprecio por la vida humana.
“La vida humana ha de ser tenida como sagrada, porque desde su inicio es fruto de la acción
creadora de Dios y permanece siempre en una especial relación con el Creador, su único fin.
Solo Dios es Señor de la vida desde su comienzo hasta su término; nadie, en ninguna
circunstancia, puede atribuirse el derecho de matar de modo directo a un ser humano
inocente” (CEC 2258).
La vida humana debe ser respetada y protegida de manera absoluta desde el momento de la
concepción. Desde el primer momento de su existencia, el ser humano debe ver reconocidos
sus derechos de persona, entre los cuales está el derecho inviolable de todo ser inocente a la
vida. (CEC 2270),
El Concilio Vaticano II, en una página de dramática actualidad, denunció con fuerza los
numerosos delitos y atentados contra la vida humana: “Todo lo que se opone a la vida, como
los homicidios de cualquier género, los genocidios, el aborto, la eutanasia y el mismo suicidio
voluntario; todo lo que viola la integridad de la persona humana, como las mutilaciones, las
torturas corporales y mentales, incluso los atentados de coacción psicológica; todo lo que
ofende a la dignidad humana, como las condiciones infrahumanas de vida, los
encarcelamientos arbitrarios, las deportaciones, la esclavitud, la prostitución, la trata de
blancas y de jóvenes; también las condiciones ignominiosas de trabajo en la que los obreros
son tratados como meros instrumentos de lucro, no como personas libres y responsables;
todas estas cosas y otras semejantes son ciertamente oprobios que, al corromper la civilización
humana, deshonran más a quienes los practican que a quienes padecen la injusticia y son
totalmente contrarios al honor debido al Creador” (GS 27).
La cultura de la vida
La Iglesia enseña que el derecho a la vida es el más fundamental que existe.
Esto quiere decir que el derecho a la vida es la condición indispensable para que puedan darse
todos los demás derechos: a la libertad, al trabajo, al salario justo, a la participación política,
etc.
El Papa Francisco precisa que «la familia es el ámbito no sólo de la generación sino de la
acogida de la vida que llega como regalo de Dios. Cada nueva vida “nos permite descubrir la
dimensión más gratuita del amor, que jamás deja de sorprendernos. Es la belleza de ser
amados antes: los hijos son amados antes de que lleguen”. Esto nos refleja el primado del
amor de Dios que siempre toma la iniciativa, porque los hijos “son amados antes de haber
hecho algo para merecerlo”».
1. San Juan Pablo II acuñó el término “Cultura de la Vida” para subrayar la necesidad de llevar
las convicciones provida a cada aspecto de la vida y de la sociedad.
Una “cultura” es la expresión viva del sistema de valores de una sociedad particular. Por ello,
una “cultura de la vida” debería ser la expresión viva de una sociedad que valora la vida
humana, que respeta la dignidad intrínseca a la persona humana, y que protege los derechos
inalienables de todos los seres humanos desde la concepción hasta la muerte natural. Esta
expresión debería estar presente en el arte, la música y la literatura populares, y en los medios
de comunicación. Debería reflejarse en las leyes y políticas de esa sociedad, y en las
instituciones educativas. Y debería ser naturalmente asumida en las actitudes y costumbres de
sus ciudadanos.
Esta expresión no tiene nada que ver con el disfrute de los placeres de la vida (sexuales, de
consumo, etc.).
2. Una sociedad que promueve la cultura de la vida debería trabajar para proteger la vida en
todas sus etapas
El amor debería definirse como el don del sacrificio de nosotros mismos hacia los demás.
La libertad debería verse como una condición que nos libera para perseguir lo que es
verdaderamente bueno y rechazar lo malo.
Las personas deberían comprender que existe una realidad objetiva de lo que es bueno y lo
que es malo, y que romper las normas de lo que es bueno o malo hace daño a las personas, así
como a toda la sociedad.
Todo esto debería afectar obviamente a la forma en que los medios de comunicación informan
sobre asuntos como el aborto, la clonación, la investigación con células madre embrionarias, la
eutanasia y el suicidio médicamente asistido. La premisa debería ser que todas estas cosas
constituyen obstáculos para una vida feliz y realizada, y contrarios al amor y a la libertad.
Todas las formas de expresión artística y literaria en esta cultura deberían tratar a los no
nacidos, los ancianos, los discapacitados y los enfermos terminales como miembros plenos de
la familia humana.
Las políticas y las leyes deberían comenzar con la presunción de que los niños no nacidos en
cualquier etapa de su desarrollo son personas plenamente humanas, y que el aborto es una
violación fundamental del inalienable derecho a la vida. La famosa sentencia Roe vs. Wade
(que permitió la legalización del aborto en EE.UU.) debería haber sido revocada y reemplazada
por leyes que protegiesen la vida no nacida. El suicidio asistido y la eutanasia deberían haber
sido sumariamente rechazados como violaciones de la libertad, la dignidad y los derechos
humanos.
3. Nuestra cultura actual promueve mensajes contra la vida a través de todos los canales clave
de las expresiones culturales, lo que ha afectado profundamente a muchos en nuestra
sociedad, especialmente a los jóvenes.
Los principales canales de expresión cultural están profundamente imbuidos por una filosofía
contraria a la vida. Los medios de comunicación, los políticos, la ley, el arte y el
entretenimiento, el sistema de educación pública, e incluso muchas causas caritativas han sido
fuertemente influidas por filosofías que rechazan la dignidad intrínseca de la vida humana y
que promueven nociones materialistas de la felicidad, así como la creencia de que los seres
humanos son la suma de sus miembros físicos.
4. Para que una sociedad tome medidas para proteger la dignidad de la vida, la cultura debe
privilegiar este valor.
5. Construir una cultura de la vida es mucho más que tener los mejores argumentos; requiere
una auténtica transformación de los corazones.
Tener los mejores argumentos es muy importante. Y el movimiento provida tiene los
argumentos más sofisticados, inteligentes y llenos de compasión. Pero tiene que haber
también una transformación del corazón. Sin el corazón, los argumentos más fuertes nos fallan
en los momentos de crisis. Y los corazones humanos están fuertemente influidos por la cultura.
Uno puede ser un verdadero promotor de la cultura de la vida en su propia vocación o vida
profesional. Si se implica en el arte del entretenimiento, puede considerar cómo introducir una
visión digna de la felicidad, el éxito, la calidad de vida, el amor, la libertad o los derechos
humanos en su trabajo. Si a uno le gusta la política y las leyes, puede aplicar esto.
Si uno se ve a si mismo como un líder, puede encontrar un trabajo, una organización o una
nueva misión que le interese y usarla para promover mejores definiciones de palabras como
éxito, calidad de vida, amor y libertad. Si a uno le gusta enseñar, puede trabajar esos
conceptos en su asignatura.
La Cultura de la muerte
El término "cultura" de la muerte se refiere a una mentalidad, a una manera de ver al ser
humano y al mundo, que fomenta la destrucción de la vida humana más débil e inocente por
parte de los más fuertes y poderosos, de los que tienen voz y voto.
El término "cultura" de la muerte fue acuñado por SAN Juan Pablo II en su encíclica "El
Evangelio de la Vida" publicada el 25 de marzo de 1995.
"Estamos frente a una realidad más amplia, que se puede considerar como una verdadera y
auténtica estructura de pecado, caracterizada por la difusión de una cultura contraria a la
solidaridad, que en muchos casos se configura como verdadera cultura de muerte" Juan Pablo
II. Evangelium Vitae. N.12
“Con las nuevas perspectivas abiertas por el progreso científico y tecnológico surgen nuevas
formas de agresión contra la dignidad del ser humano, a la vez que se va delineando y
consolidando una nueva situación cultural, que confiere a los atentados contra la vida un
aspecto inédito y —podría decirse— aún más inicuo ocasionando ulteriores y graves
preocupaciones: amplios sectores de la opinión pública justifican algunos atentados contra la
vida en nombre de los derechos de la libertad individual, y sobre este presupuesto pretenden
no sólo la impunidad, sino incluso la autorización por parte del Estado, con el fin de
practicarlos con absoluta libertad y además con la intervención gratuita de las estructuras
sanitarias”. (EV, N. 4)
"Quien con su enfermedad, con su minusvalidez o, más simplemente, con su misma presencia
pone en discusión el bienestar y el estilo de vida de los más aventajados, tiende a ser visto
como un enemigo del que hay que defenderse o a quien eliminar. Se desencadena así una
especie de «conjura contra la vida», que afecta no sólo a las personas concretas en sus
relaciones individuales, familiares o de grupo, sino que va más allá llegando a perjudicar y
alterar, a nivel mundial, las relaciones entre los pueblos y los Estados” (EV, N. 12).
La Medicina entiende por aborto toda expulsión del feto, natural o provocada, en el período
no viable de su vida intrauterino, es decir, cuando no tiene ninguna posibilidad de sobrevivir.
El Derecho Canónico considera aborto la muerte del feto mediante su destrucción mientras
depende del claustro materno o por su expulsión prematuramente provocada para que muera,
tanto si no es viable como si lo es.
Entonces tenemos que aborto es la muerte provocada del feto, realizada por cualquier método
y en cualquier momento del embarazo, desde el instante mismo de la concepción.
El aborto puede ser espontáneo o provocado.
En función del periodo gestacional se usa una u otra de estas intervenciones quirúrgicas:
succión, legrado, aspiraciones, infusiones salinas, uso de píldoras e intervenciones quirúrgicas
mayores.
No podemos llamarlo “interrupción del embarazo”, como no podemos llamar “interrupción de
la respiración a un ahorcamiento; no, en ambos casos se trata de un asesinato.
B. Existe un consenso entre los científicos acerca de que, desde el momento de la fecundación,
nos encontramos con un ser vivo de la especie humana, que posee su propio código genético
que se va configurando lenta e irreversiblemente, hasta el punto de que, desde la concepción
hasta el nacimiento, asistimos a un progreso continuo de formación y de crecimiento que
terminará felizmente, a no ser que se produzca un ataque mortal contra esa vida en desarrollo.
C. Muchos abortistas afirman que, en efecto, se elimina un cuerpo humano, pero es motivado
por un conflicto de derechos: el del concebido a nacer y el de la madre a darle a luz. Pero esto
es una falacia, dado que se apela a un derecho inexistente. El ser concebido tiene un derecho
fundamental a vivir que no puede ser anulado por ningún otro derecho por parte de la madre.
En efecto, si el niño es un sujeto humano, la madre no tiene derecho sobre el hijo. No es una
parte de la madre. Esta solo le presta las condiciones en las que vive. Su seno es una
habitación ocupada por un inquilino sobre el cual ella no tiene un dominio absoluto. El “yo” de
la madre tiene el deber de respetar el “tú” del hijo
Por tanto, con la autoridad que Cristo confirió a Pedro y a sus Sucesores, en comunión con
todos los Obispos -que en varias ocasiones han condenado el aborto y que (...), aunque
dispersos por el mundo, han concordado unánimemente sobre esta doctrina-, declaro que el
aborto directo, es decir, querido como fin o como medio, es siempre un desorden moral grave,
en cuanto eliminación deliberada de un ser humano inocente. Esta doctrina se fundamenta en
la ley natural y en la Palabra de Dios escrita; es transmitida por la Tradición de la Iglesia y
enseñada por el Magisterio ordinario y universal" (Juan Pablo II, Carta Encíclica Evangelium
Vitae, n. 62).
La eutanasia
La palabra eutanasia deriva de los términos griegos “eu” (bueno) y “tanatos” (muerte),
significa, pues “buena muerte” o “muerte dulce”.
Por tanto, la eutanasia es matar a una persona con la pretensión de que no sufra.
Para un correcto juicio moral sobre la eutanasia, es necesario ante todo definirla con claridad.
Por eutanasia en sentido verdadero y propio se debe entender una acción o una omisión que
por su naturaleza y en la intención causa la muerte, con el fin de eliminar cualquier dolor. « La
eutanasia se sitúa, pues, en el nivel de las intenciones o de los métodos usados ». (EV65)
La eutanasia activa es básicamente cuando se le suministran fármacos que puedan ser letales
con el fin de acortar la vida.
Obviamente, la defensa de la vida no implica que haya que ensañarse con el enfermo para que
su vida dure más. La muerte es el desenlace natural de la vida y resulta inevitable.
Simple, perfecto y terminante, el Mandamiento de la Ley de Dios “no matarás” resume todo lo
que se debe decir respecto de la eutanasia.
El don de la vida está inscrito en la naturaleza humana, por un recto amor a uno mismo y se
manifiesta en el instinto de conservación, que todo ser humano posee y debe preservar.
La eutanasia implica un homicidio en el caso de quien coopera con ella y un suicidio cuando
la víctima lo solicita. Se peca contra Dios, cuyo dominio exclusivo sobre la vida del hombre se
usurpa. Se peca contra la sociedad, privándola injustamente de uno de sus miembros.
Quien pide la eutanasia, peca, además, contra sí mismo, pues todo hombre está obligado a
amar la propia vida.
5- La eutanasia no es solicitada por personas libres, sino casi siempre por personas deprimidas,
mental o emocionalmente transtornadas.
10- La eutanasia legal no impedirá las eutanasias ilegales, sino que las potenciará.
La solución moral al tema de la eutanasia pasa por la aceptación de estos dos principios:
A. Dios es el dueño de la vida del hombre en toda circunstancia, desde la concepción hasta la
muerte. Así lo formula la Biblia en el libro del Deuteronomio: Ved ahora que yo, solo yo soy, y
que no hay otro Dios junto a mí. Yo doy la muerte y doy la vida…(Dt 32, 39).
B. El derecho a morir con dignidad. En efecto, si el hombre tiene derecho a una vida digna
también tiene derecho a morir dignamente. Por ello, el enfermo no está obligado a asumir
medidas extraordinarias que alarguen su vida de forma artificial.
La manipulación genética
La eugenesia: es el intento de mejora de la raza humana. El autor de la palabra fue Francis
Galton (1822-1911), que en 1904 la definía como”el estudio de los factores socialmente
controlables que pueden elevar o disminuir las cualidades raciales de las generaciones futuras,
tanto física como mentalmente”.
Este concepto se ha ido matizando a lo largo del tiempo, como producto de las mutaciones y
las preocupaciones de la ciencia y de las interpretaciones ideológicas.
Que las generaciones futuras, tengan mejores condiciones de vida y se trate de mejorar el
bienestar humano, es algo legítimo, y también un deber para los poderes políticos, para la
ciencia y para cualquier persona o institución como la Iglesia. La Iglesia Católica, acepta la
manipulación, o mejor sería decir, ”la ingeniería genética”, siempre y cuando tenga un sentido
terapéutico, sirva para curar enfermedades genéticas o cromosómicas. Sin embargo, hay
reservas morales que están latentes en la eugenesia y en sus procedimientos e impulsos
político-científicos. Hay que rechazar ciertas propuestas de signo eugenésico que hay tener
muy en cuenta, cuando procuran:
-El racismo y el materialismo, que son injustificables, “ya que la dignidad del hombre
transciende su condición biológica.”(Juan Pablo II) Hay que evitar que la manipulación genética
pueda crear algún día, diferentes clases de individuos. Ya tenemos el ejemplo de la eugenesia
nazi.
-Pueden “atentar contra el origen de la vida humana” (Juan Pablo II), al no respetarse la
dignidad fundamental de los hombres y la naturaleza biológica común, y modificarse el
patrimonio genético para producir grupos de hombres diferentes, que nos llevaría a una
sociedad con nuevas marginaciones.
-El carácter impositivo de las medidas, sin contar con el consentimiento informado y libre de
los interesados.
La misma condena moral concierne también al procedimiento que utiliza los embriones y fetos
humanos todavía vivos —a veces « producidos » expresamente para este fin mediante la
fecundación in vitro— sea como « material biológico » para ser utilizado, sea como
abastecedores de órganos o tejidos para trasplantar en el tratamiento de algunas
enfermedades. En verdad, la eliminación de criaturas humanas inocentes, aun cuando
beneficie a otras, constituye un acto absolutamente inaceptable.” Evangelium vitae (63).
El suicidio
El suicidio es el hecho de quitarse uno mismo la vida voluntariamente.
Todo hombre tiene un fuerte instinto de conservación de la propia vida. Sin embargo, el
fenómeno del suicidio ha crecido de forma alarmante.
El suicidio es un grave pecado que, además, cierra las puertas a cualquier solución de los
problemas.
El estudio también reveló que los individuos sin religión presentaban menos objeciones
morales para el suicidio y menos razones para vivir, además de comportamientos compulsivos
y agresivos.
De ahí, el estudio concluyó que tener una religión podría ser el factor protector contra los
intentos o concretización del suicidio.
El homicidio
Es el hecho de matar a un ser humano.
Constituye una acción intrínsecamente mala, que está prohibida por la ley natural y por la ley
de Dios.
La causa de los homicidios culpables está siempre en la malicia del corazón humano.
La gravedad de este pecado es obvia. La Sagrada Escritura lo coloca entre los que claman al
cielo.
La venganza, el odio, las rencillas políticas, etc., nunca podrán servir de excusa para este
crimen.
No raramente los que llegan a este punto han sufrido antes un deterioro de la conciencia y de
las costumbres, que ciega la inteligencia y tuerce la voluntad.
Aunque es necesario un sistema policial eficaz y unas leyes penales fuertes para prevenir el
crimen, es evidente que la lucha contra este mal tiene que ir a buscar la prevención del crimen
en el interior del hombre, pues aunque se castigue a los culpables nunca se podrán devolver
las vidas que se arrebataron.
La Pena de Muerte
Es la acción por la que se priva a un ser humano de la vida como castigo por sus delitos.
En relación a la pena de muerte, la Iglesia insiste en que se debe llegar a una situación en la
que no se aplique esta gravísima pena. Así se expresa Juan Pablo II en la encíclica Evangelium
vitae:
Se da la aversión cada vez más difundida en la opinión pública a la pena de muerte, incluso
como instrumento de « legítima defensa » social, al considerar las posibilidades con las que
cuenta una sociedad moderna para reprimir eficazmente el crimen de modo que,
neutralizando a quien lo ha cometido, no se le prive definitivamente de la posibilidad de
redimirse.
Los santos padres han solicitado incansablemente a gobernantes de los países que aún aplican
la pena de muerte, clemencia para con los condenados y conmutación por otra pena no
privativa de la vida. Las razones que se han esgrimido básicamente son:
a) Posibilidad de existencia de error judicial, el que una vez cumplida la pena, sería obviamente
irreparable
b) que es un arma predilecta de las dictaduras; y
c) que constituye la negación del amor a los enemigos.”
Al respecto, el catecismo de la iglesia católica señala:
“Durante mucho tiempo el recurso a la pena de muerte por parte de la autoridad legítima,
después de un debido proceso, fue considerado una respuesta apropiada a la gravedad de
algunos delitos y un medio admisible, aunque extremo, para la tutela del bien común.
Hoy está cada vez más viva la conciencia de que la dignidad de la persona no se pierde ni
siquiera después de haber cometido crímenes muy graves. Además, se ha extendido una
nueva comprensión acerca del sentido de las sanciones penales por parte del Estado. En fin, se
han implementado sistemas de detención más eficaces, que garantizan la necesaria defensa de
los ciudadanos, pero que, al mismo tiempo, no le quitan al reo la posibilidad de redimirse
definitivamente.
Por tanto la Iglesia enseña, a la luz del Evangelio, que la pena de muerte es inadmisible,
porque atenta contra la inviolabilidad y la dignidad de la persona y se compromete con
determinación a su abolición en todo el mundo” (CEC 2267).
Fuente: Aleteia.org, Catecismo de la Iglesia Católica, Encíclica Evangelium Vitae, gecoas.com.