DerechoAdministrativo 2 MM
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RÉGIMEN JURÍDICO
DE LA ACTIVIDAD ADMINISTRATIVA
RAMÓN PARADA
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Ramón Parada Vázquez
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ÍNDICE
TÍTULO PRIMERO
LA ACTMDAD UNILATERAL DE LA ADMINISTRACIÓN
CAPÍTULO!
EL ACTO ADMINISTRATIVO. CLASES Y ELEMENTOS
l. CONCEPTO Y CLASES.. ... .... ... ..... ....... ... .... .......... .............. ................ ...... .. ........ . 28
2. LOS ACTOS POLÍTICOS O DE GOBIERNO.............. ... ... ..... ....... ... ......... .... .... 31
3. ACTOS ADMINISTRATNOS Y POTESTAD DISCRECIONAL. ACTOS
REGLADOS Y ACTOS DISCRECIONALES... .. ....... ..... .. ... .. .... ... .......... ..... ......... . 33
A) Discrecionalidad y conceptos jurídicos indeterminados .. ... .... .. .. ... .... .... 36
B) Las técnicas de control de la discrecionalidad ......... ............. .... ... .... ........ 37
C) La polémica en torno al control judicial de la discrecionalidad
administrativa. La configuración por el legislador de poderes
arbitrarios o exentos del control judicial . ... .... ... ... .... ..... ... .... .. ... ... ... .... ... . 38
4. ACTOS QUE NO CAUSAN ESTADO, ACTOS FIRMES O CONSENTIDOS Y
ACTOS CONFIRMATORIOS.. ....... ... .............. .. ... ...... .... ... .................. .... ... ... ...... . 41
5. ACTOS FAVORABLES Y ACTOS DE GRAVAMEN ......... .. ......... ......... .......... .. .... 44
A) Los actos favorables ..... ....... ... .. ............ .... ... ..... .... ... ..................... ...... .... ... 45
B) Los actos de gravamen ................ ...... ... .... ... ................... .......... .... ... ....... ... 46
6. ACTOS EXPRESOS Y ACTOS PRESUNTOS POR SILENCIO
ADMINISTRATNO ... ... ..... .... .................. ... .. .... .... ......... .. ..... ... ..... ..... ... .. ....... ....... 47
A) La evolución de la regulación del silencio administrativo. La regla
general del silencio como acto presunto negativo y sus excepciones.... . 48
B) La extravagante regulación del silencio en la Ley 30/ 92 de Régimen
Jurídico de las Administraciones Públicas y del Procedimiento
Administrativo Común ......... ...... ..... ... ..... .... .. .... .... ...... ....... ....... ... ... .. ........ 50
C) El triunfo del silencio positivo. La Ley 4/ 1999 que modifica la Ley
30 / 1992 y su reforma por las Leyes 17 y 25 de 2009 que trasponen
la Directiva 2006/ 123/ CE, sobre el libre acceso a las actividades de
servicios y su ejercicio. .... .. ..... ... .. ................. ..... ........... ......... .. ...... ..... ....... 52
7. LOS ELEMENTOS DEL ACTO ADMINISTRATNO .. ...... ..... ........ .. ...... .. ... ... .... 54
8. EL TITULAR DEL ÓRGANO Y LA COMPETENCIA............... ...... .... .. ... ... ..... .. 55
9. LACAUSAYLOSPRESUPUESTOSDEHECHO .............. ........ ..... .... .. ............. 57
8 RAMÓN PARADA VÁZQUEZ Derecho Administrativo. II
10. LOS MÓVILES Y LA DESVIACIÓN DE PODER ...... ...... ........ ... ........ ........ ....... .. 58
11. EL CONTENIDO Y LOS ELEMENTOS ACCIDENTALES DE LOS ACTOS
ADMINISTRATIVOS.. ......... ........... ........ ............ ...... .. ...... ... .......... ...... .. ...... .... ... .. 61
12. LOS ELEMENTOS FORMALES.. .......... ..... ........ ... .. ... ... ....... .. ..... ....... ...... ..... ...... 62
A) Forma de la declaración.......... ......... ........ ... ......... ... .. ....... .......... .... .... ....... 62
B) La motivación .... ....... ... .. .... ...... ........ ... ...... ... ............ ... ........ ... ... . ... ... ... . ..... . 63
13. NOTIFICACIÓN Y PUBLICACIÓN DE LOS ACTOS ADMINISTRATIVOS.. .. 65
BIBLIOGRAFÍA .......... ......... ...... .... .. ........ ........ .......... .. ... ..... ..... ... .... .. ...... ... ......... ..... .. ... 69
CAPÍTULO TI
EFICACIA Y EJECUTORIEDAD DE LOS ACTOS ADMINISTRATIVOS
l. LA PRESUNCIÓN DE VALIDEZ ........... ............ ... ... ......... ...... ........ ....... ....... ....... 72
2. LA EFICACIA DE LOS ACTOS ADMINISTRATIVOS. DEMORA EN LA
EFICACIA E IRRETROACTMDAD................ ........ .. ... .... ... .. ... ........ .. ..... ....... .. .. . 73
3. LA EJECUTORIEDAD DE LOS ACTOS ADMINISTRATIVOS. ... ...... ...... ... .. .... 75
4. SISTEMAS COMPARADOS DE EJECUCIÓN DE LOS ACTOS
ADMINISTRATIVOS .... .................. ............. ..... .. ... ... ..... .. .... .... ...... ... .... ... ....... .... .. 79
A) Sistema judicial puro. La tradición anglosajona.. ...... .............. ................ 80
B) La ejecución ad.núnistrativa autosuficiente. Derecho alemán e italiano 80
C) Sistema mixto judicial-ad.núnistrativo. El sistema francés .... .. .... ... .... ... .. 82
5. LA CONFIGURACIÓN HISTÓRICA DEL PRIVILEGIO DE DECISIÓN
EJECUTORIA EN EL DERECHO ESPAÑOL..... .. .... ..... ........ ............. ... ............. 84
6. LA COLABORACIÓN JUDICIAL EN LA EJECUCIÓN DE LOS ACTOS
ADMINISTRATIVOS ........... .. ................. .. ......... ....... ... ........... .. ...... ........ .. ....... ... .. 87
7. CUESTIONAMIENTO CONSTITUCIONAL ......... ...... ... ..... ........ .... ....... ...... .. ... 89
8. SUSPENSIÓN DE EFECTOS DEL ACTO ADMINISTRATIVO.... ....... ... .... ... .... 90
9. LOS MEDIOS DE EJECUCIÓN FORZOSA. ... ........ .. .... ... .. .................... ............. 95
A) La ocupación . ... .... ... ... .... .... ..... ... ... .. ... .... .. ... .... ... .. .. ... .... . .... .... ... ... .... ... .... .. 95
B) El apremio sobre el patrimonio .... .. ..... .. ................... ... ...... ... ............ ... .. ... 95
C) La ejecución subsidiaria.............. .. ................ .............. ......... .. ... .. ........ .... .. 96
D) La multa coercitiva.. ..... ........ ......... ...... .. .... .. ... .. ... ... ................... .. ..... .. ... .... 96
E) La compulsión sobre las personas ..... ... ........ ........... ..... ...... ..... .......... .. ..... 97
10. LÍMITES Y CONTROL JUDICIAL DE LOS ACTOS DE EJECUCIÓN.
SU RECURRIBILIDAD: TERCERÍAS DE DOMINIO E IMPUGNACIÓN
CONTENCIOSA. ... .. ... ... .. .. ............ .. ................... ........... ....... ... .. ..... ........ ........... ... 98
BIBLIOGRAFÍA. .. ..... .. .... ... ..... ... ........... ..... .... .... .... ...... ....... .... ......... ..... .. .. .. .... .. .... .. ... .. .. 99
Índice 9
CAPÍTULO ID
INVALIDEZ, ANUIACIÓN Y REVOCACIÓN
DE LOS ACTOS ADMINISTRATIVOS
l. LA INVALIDEZ YSUS CLASES.. .. .. ........... .. .... .. ............... .................................... 102
2. LA INEXISTENCIA. ......... ........... ........ .. ... .. ..... ..... ... ... ...... .. .. ..... .. ....................... .. 107
3. LA NULIDAD DE PLENO DERECHO. ANÁLISIS DE LOS SUPUESTOS
LEGALES ............................. ...... ...................... ..... . .. ... ...... ....... .. ...... ..................... 108
A) Actos que lesionen los derechos y libertades susceptibles de amparo
constitucional ... .. ... ... ... ... ... .. .. .... .... ... .... .. ... .. ... .. .. ..... .. ..... .. .... ... .. .. ... ... .... ... . l 08
B) Actos dictados por órgano manifiestamente incompetente por razón
de la materia y del territorio ........ .... .. .. ........ ................... ... .... ...... .. .. ... .... .. 109
C) Actos de contenido imposible .. ...... .. ..... ... ...... ... ................. ... ........ ... .... ... .. ll0
D) Actos que sean constitutivos de infracción penal o se dicten como
consecuencia de esta ............ ...... ........ .. ... ..... ... .. ................... ...... ... .. .. .... ... . 110
E) Actos dictados con falta total y absoluta de procedimiento. El alcance
invalidatorio de los vicios de forma ... ........ ... ........ ... ...... ......... ....... ......... . ll2
F) Actos dictados con infracción de las reglas esenciales para la
formación de la voluntad de los órganos colegiados .... .......... ...... ...... .. .. 11 3
G) Actos expresos o presuntos contrarios al ordenamiento por los que se
adquieren facultades o derechos sin los requisitos esenciales ... ... ..... ... . ll 3
H) Cualesquiera otros que se establezcan expresamente en una
disposición legal .... ... ..... ...... ..... ...... ................. .. ..... .. .... ... .. ..... .......... .... ... .. 114
I) La nulidad radical de las disposiciones administrativas ....... .. .... ...... .. .... . 114
4. LA IMPRESCRIPTIBILIDAD DE LA ACCIÓN DE NULIDAD DE PLENO
DERECHO. .......... ... ............................... ......... ......... .. ... ..... .. ..... ................. ...... ..... 115
5. ANULABILIDAD E IRREGULARIDAD NO INVALIDANTE ...... ............ .. ........ 117
6. EL PRINCIPIO DE RESTRICCIÓN DE LA INVALIDEZ: CONVALIDACIÓN,
INCOMUNICACIÓN, CONVERSIÓN. ... ....... ...... ... .... ........ ... .................. ..... ...... 118
7. LA ANULACIÓN POR LA ADMINISTRACIÓN DE LOS ACTOS
INVÁLIDOS. EL PROCESO DE LESMDAD.... .... ..... ... ...... ... ..... ............ ..... ....... 120
A) Introducción. .... .. .. ... .... .. .. ... ... ..... .. .... .... ..... .. ............. ..................... ............ 120
B) La anulación directa de actos y disposiciones nulos de pleno derecho. . 122
C) El proceso contencioso administrativo de lesividad única via para la
declaración de nulidad de los actos anulables declarativos de derechos 123
8. LA REVOCACIÓN DE LOS ACTOS ADMINISTRATIVOS.. .................. ....... .... 124
9. LÍMITES Y CONDICIONES A LAS FACULTADES ANULATORIA Y
REVOCATORIA DE LA ADMINISTRACIÓN......... ... ............ .. .. .. .............. ......... 127
10. LA RECTIFICACIÓN DE ERRORES MATERIALES Y ARITMÉTICOS. .. ........ . 128
BIBLIOGRAFÍA....... ................................................... .. ... ............... ........................ .. .. ... 130
10 RAMÓN PARADA VÁZQUEZ Derecho Administrativo. II
CAPÍTULO IV
EL PROCEDIMIENTO ADMINISTRATIVO
1. SIGNIFICADO Y ORIGEN DEL PROCEDIMIENTO ADMINISTRATIVO.... ... 132
2. LA REGULACIÓN DEL PROCEDIMIENTO ADMINISTRATIVO.
ANTECEDENTES, CONTENIDOS, ÁMBITO DE APLICACIÓN Y
DESARROLLO REGLAMENTARIO........ ... ........................................................ 134
3. CLASES DE PROCEDIMIENTO ADMINISTRATIVO...................... .... ............ . 136
4. LOS CATÁLOGOS DE DERECHOS DE LOS CIUDADANOS FRENTE A
LAS ADMINISTRACIONES PÚBLICAS Y COMO INTERESADOS EN UN
PROCEDIMIENTO ADMINISTRATIVO........ ................ .... ............ .. .................. 138
5. LOS SUJETOS DEL PROCEDIMIENTO ADMINISTRATIVO. EL TITULAR
DE LA COMPETENCIA. ABSTENCIÓN Y RECUSACIÓN................................ 140
6. LOS INTERESADOS EN EL PROCEDIMIENTO ADMINISTRATIVO,
CAPACIDAD, REPRESENTACIÓN , ASISTENCIA TÉCNICA........................... 141
7. PRINCIPIOS Y CUESTIONES BÁSICAS DEL PROCEDIMIENTO
ADMINISTRATIVO .... ..... .............. .. ..... .... ... ..................... ..... ..................... .......... 144
A) Los principios del contradictorio e inquisitivo en el procedimiento
administrativo . .... .. ... ... ... .... .... .. ... .. .... .. ... ... ... .... .. .... .... .. .... .. .... ... ... .... ... ... .. .. 145
B) La publicidad en los procedimientos administrativos .......... ........ ...... .... . 146
C) La gratuidad del procedimiento .............................................. .. .............. . 150
8. LA INICIACIÓN DEL PROCEDIMIENTO ............ .................. ......................... .. 150
9. TRAMITACIÓN E INSTRUCCIÓN ............... ..... .. .. .................................... ........ . 152
A) Alegaciones escritas y aportación de documentos y trámite de
información pública .. .. ...... ................................................ ............. .. ....... .. 153
B) Información pública ................................................................................ . 154
C) Informes .............. ............. .. ... ......... ... ................... ........... ....... .. ................ . 155
D) La prueba ... ........................... ............. ........... .... ... ..... ........ .................... .... . 156
E) El trámite de vista y audiencia ....................... .... ................................ ...... . 158
F) Los términos y plazos ................... ........ ....... ...... .. .... ... ..... ... .... ..... ..... .... ..... 159
10. LA TERMINACIÓN DEL PROCEDIMIENTO ....................................... .. ..... .... .. 161
A) El desistimiento y la renuncia . .. .. .. ... .. .. . ... .. .. .. .. .. ... .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. . .. .. .. . 161
B) La caducidad.. ............. ... ..... ..... ... ........ .......... ........... ............... ... ... .. .... .. ... .. 162
C) La resolución expresa o presunta (por silencio administrativo) ............ 163
D) La terminación convencional..... ..... .... ... ............ .... ...... ....................... ...... 164
BIBLIOGRAFÍA ... .... ........ ........ .... ... ........... .. ......... .. ... ...... ... ........... ...... ..... ........ ...... ....... 164
Índice 11
TÍTULO SEGUNDO
LOS CONTRATOS DEL SECTOR PÚBLICO
CAPÍTULO V.
PODER PÚBLICO Y TÉCNICA CONTRACTUAL.
CUESTIONES GENERALES
l. PODER PÚBLICO Y TÉCNICA CONVENCIONAL.. ............ ....... ................ ...... 170
2. ELEMENTOS DIFERENCIALES CON LA CONTRATACIÓN PRIVADA. .... .... 172
A) Los procedimientos de selección del contratista...... ... .... ... ............ ........ . 172
B) El problema jurisdiccional. Tribunales administrativos como
alternativa a los civiles y el surgimiento de la figura del contrato
administrativo . .. .... ... .. .... ... ..... .. ..... ... ... .. .. .... ... .... ... .... .... ... ... .... .. ... ... ..... ... .. . 1 74
3. LA EVOLUCIÓN DE LA LEGISLACIÓN SOBRE CONTRATACIÓN
ADMINISTRATIVA .. ...... .. .... ... ... ..... ...... ...... .. ...... ... .... ... .... .. ..... ..... ..... ... ...... ..... .. ... 176
A) Normativa de contratos públicos en el estado constitucional y
evolución posterior ... .. ... ... ..... ... .......... .... ..... .. ....... .... .. .. ... ..... ... ... ..... ..... .... 176
B) El impacto de la legislación comunitaria...... ...... .. ... ....... .... ... .. ... ... .... ....... 177
C) La Ley 9 / 2017, de Contratos del Sector Público........... ......... ... ....... .. ..... 177
4. ÁMBITO DE APLICACIÓN DE LA LEY DE CONTRATOS DEL SECTOR
PÚBLICO. ÁMBITO SUBJETIVO. ENTIDADES PÚBLICAS, PODERES
ADJUDICATARIOS, ADMINISTRACIONES PÚBLICAS .... ....... ... ...... ........... .. . 180
5. NEGOCIOS JURÍDICOS EXCLUIDOS Y RÉGIMEN APLICABLE... ........ .. ..... . 182
6. OTRAS EXCLUSIONES: EJECUCIÓN DIRECTA DE PRESTACIONES
POR LA PROPIA ADMINISTRACIÓN Y LOS CONTRATOS «IN-HOUSE
PROVIDING».......... .. ............. ... .. ....... ....... ........ .... ....... ............ ..... ..... .. .. ... .... ..... ... 184
7. CLASES DE CONTRATOS PÚBLICOS CON EFECTOS SOBRE LA MAYOR
O MENOR APLICACIÓN DE LA LEY DE CONTRATOS DEL SECTOR
PÚBLICO..... ...... .... .... .. .... ............. ............ ... ... ...... ... .. ............ ..... ..... ...... .. ... .. ... ... .. 185
A) Contratos sujetos a una regulación armonizada.. .. ..... ........ ........ ......... .. .. 185
B) Los contratos menores... .... ... ... .................. .... .. ............. ...... ... .... .. ....... ...... 187
C) Contratos administrativos y contratos privados.... ....... ...... .. .......... .......... 188
D) Los contratos administrativos típicos. .... .. ..... .... .... ..... .... .... .. ... ........... ..... . 189
8. LA ELEFANTIÁSICA ORGANIZACIÓN ADMINISTRATIVA PARA LA
GESTIÓN DE LA CONTRATACIÓN. ..... ...... ....... .... .......... ...... ..... ... ... ..... ... ........ 191
A) R esponsable del contrato y órganos de asistencia. Las mesas de
contratación.... ..... .. .... ....... .. ..... ..... ... ........ ............. .... .... ....... ............ ...... ... . 192
B) Órgano consultivo estatal y autonómicos. La Junta Consultiva de
Contratación Pública del Estado .. ... ... .. .. ... ..... .. ..... ... .... .... ... .. ... ... .... ... .... .. 192
C) Los Registros Oficiales de Licitadores y Empresas Clasificadas ... ..... .. .. 194
D) Registro de Contratos del Sector Público ............. ..... ... ..... .. .... ...... ..... .. .. . 194
12 RAMÓN PARADA VÁZQUEZ Derecho Administrativo. JI
E) La Plataforma de Contratación del Sector Público .. ....... .. .. ... ....... ...... ... . 195
F) La Oficina Independiente de Regulación y Supervisión de la
Contratación y la Oficina Nacional de Evaluación .. .... ... .... ...... .... .. ... .... .. 195
G) la Oficina Nacional de Evaluación ................ ...... .. .. ..... .... ... ...... .............. . 197
9. UNA CUASIJURJSDICCIÓN EN MATERJA CONTRACTUAL. LOS
TRJBUNALES DE RECURSOS CONTRACTUALES ............. ........................ ... .. 198
BIBLIOGRAFÍA... ............ ......... ... ......... ..... ....... .......... .. .. ........ ...... .. .. ...... ....... .. .............. 199
CAPÍTULO VI
RÉGIMEN BÁSICO DE LOS CONTRATOS DEL SECTOR PÚBLICO
l. DURACIÓN, CONTENIDO, PERFECCIONAMIENTOYFORMALIZACIÓN
DE LOS CONTRATOS PÚBLICOS .... .......... ... ..... ..... .. ... ... ... .. ......... .................... 202
A) La duración de los contratos.. .. ...... ..... .... .... ........ ........... ...... ..................... 202
B) Libertad de pactos y contenido mínimo del documento contractual ..... 203
C) Perfección y forma del contrato... ..... ....... ... .... ......... ... .... ...... .. ..... .. .......... 204
2. LAS PARTES DEL CONTRATO ........... ....... ... ..................... ... .. .. ............. ..... ..... .. 205
A) Órganos competentes para la celebración de los contratos..... .. .. ...... ..... 205
B) Los contratistas. Unión y fusión de empresas ....... .... .. .. .............. ....... ... .. 207
C) Capacidad jurídica y moral de los contratistas. Las prohibiciones de
contratar...... ... ... .. .. .... .... .. ............... .. ........... ..... ..... ...... .... .... ....... .... ..... ... ... . 208
D) Solvencia económica y profesional de los contratistas ... ................... .... .. 209
E) La clasificación de los contratistas .... ....................... .. ... .... .......... ............ . 209
3. EL OBJETO DEL CONTRATO. LA PROBLEMÁTICA DMSIÓN EN LOTES 211
4. PRESUPUESTO BASE DE LICITACIÓN, VALOR ESTIMADO Y PRECIO
DEL CONTRATO. LA REVISIÓN DE PRECIOS.......... .. .................................... 212
5. LAS GARANTÍAS.. .. ........ .. .. ... ...... ...... ................................... .. .. ....................... .. ... 215
A) La garantía provisional..... ....... ........ .... ..... ..... ..... ..... .......... ......... ........ .. ..... 215
B) La garantía definitiva ... ..... .. .... ......... ...................... ............ .. ... .. .... ... ... ...... 216
6. LA INVALIDEZ DE LA CONTRATACIÓN PÚBLICA.. ... ........ .................. ... ...... 217
A) Causas de invalidez .. .... .. .. .. ...... ... ..... ... ...... ..... .. .... ... ........ ..... ..... ... ..... .. .... .. 217
B) Efectos de las causas de invalidez....... .. ..... ............ ... ... ........... .. ... ...... ....... 219
7. REVISIÓN E IMPUGNACIÓN DE ACTOS INVÁLIDOS........... ....... ....... .... ...... 219
A) La revisión de oficio .... .... .... .............. ......... ....... ... .. ... ........................ ..... ... 219
B) El recurso especial en materia de contratación .................. .................... . 220
C) Conflictos contractuales y jurisdicción competente .................. ......... .. ... 224
BIBLIOGRAFÍA ... ...... .. .. .... .... ... .......... .. ..... .. ..... ..... ...... .... ............ ....... .. ........... ....... ...... . 225
Índice 13
CAPÍTULO VII
PREPARACIÓN Y ADJUDICACIÓN DE LOS CONTRATOS
l. EXPEDIENTE DE PREPARACIÓN DE LOS CONTRATOS...... ............. ....... .... 228
2. LOS PLIEGOS DE CONDICIONES GENERALESYPARTICULARESYDE
PRESCRIPCIONES TÉCNICAS. ........ .. ....... ..... .. .. .. ..... .. .... ................. .. ................ 229
3. EL PROCEDIMIENTO DE ADJUDICACIÓN. NORMAS GENERALES Y
CRITERIOS DE ADJUDICACIÓN...... ... .... ..... ..... ..... .... ... ... .......... ...... ......... .. ... .. . 230
4. LOS PROCEDIMIENTOS DE ADJUDICACIÓN EN PARTICULAR..... .. ...... .... 234
A) Origen y significación ................... ......... ........................................... ........ 234
B) Procedimiento abierto .......... .................... ... .... ... ...... .... ..... ... ...... .............. 237
C) Procedimiento abierto simplificado ... .. . .... .... ... ... .. .. .... .... ... .. ... .. .... ..... .. ... 238
D) Procedimiento restringido........ .................... ......... .. .......... ....................... 239
E) Procedimientos con negociación........... .... ..... .. ... ....... .... .. ..... .... ........... .... 240
F) Diálogo competitivo. .. ... ... .. .... ......... ....... .......... ...... ...... .............. ... .. .... ...... 241
G) El procedimiento de asociación para la innovación .. ... ......... ........ ... .... ... 242
H) Los concursos de proyectos .... ... .... ............................ ....... ..... .... ........ ...... . 243
5. SISTEMAS PARA LA RACIONALIZACIÓN DE LA CONTRATACIÓN DE
LAS ADMINISTRACIONES PÚBLICAS.. ....... ............. ............................ ........... 244
A) Acuerdos marco. .. ... ............ .... ......... ....... .............. ....... ....... .. ..... .. ............ .. 245
B) Sistemas dinámicos de contratación... .......... ..... ...... ... .... ..... ... ... ............... 245
C) Centrales de contratación. ... .................... .. ........................ ..... .. ................ 246
BIBLIOGRAFÍA .. ....... .. .. .... ... .... ..... ..... ... ...... ....... .. .. ...... .................. ... .... ........ .. ..... .. ..... .. 247
CAPÍTULO VIII
LOS CONTRATOS ADMINISTRATIVOS. RÉGIMEN GENERAL
l. LA DISTINCIÓN ENTRE CONTRATOS ADMINISTRATIVOS Y CMLES ..... 250
2. ORÍGENES Y PANORÁMICA COMPARATISTA SOBRE LA DMSIÓN DE
LOS CONTRATOS EN ADMINISTRATIVOS Y CMLES ..... ................. ....... ... .. 252
A) Orígenes y consolidación de la figura del contrato administrativo en el
Derecho francés ...... ............ ..... ... ... ....... ............. ..... .............. ... ..... ............ 252
B) Los orígenes del contrato administrativo en el Derecho español.. ....... .. 255
3. LOS CONTRATOS ADMINISTRATIVOS COMO CONTRATOS CMLES
DEFORMADOS POR EL PRMLEGIO DE DECISIÓN EJECUTORIA............ 257
4. LAS PRERROGATIVAS DE LA ADMINISTRACIÓN. PROCEDIMIENTO DE
EJERCICIO. ................................. .................. .................... .................................... 258
A) La potestad interpretativa..... ..... ... .... .......... .... ...... .... .......... ...................... 259
B) El ius variandi o poder de modificación unilateral del objeto del
contrato .................. ..... ........ .... .. ... ... .... ...... .... ................... ... ............. .... .. ... . 260
C) Régimen de demora del contratista y poder sancionador de la
14 RAMÓN PARADA VÁZQUE Z Derecho Administrativo. JI
Administración .. ..... ...... ......... .... .... .. .... ... ....... ......... ........... ....................... . 261
D) La demora de la Administración ....... ..... ........ ....... ................... ........... .... . 263
5. SUSPENSIÓN Y EXTINCIÓN DE LOS CONTRATOS ADMINISTRATIVOS.
LA RESOLUCIÓN... .... .. ..... ............... .. ...... ........ ...... .. .. ... ... ... ........ .... .... ...... .. ... ... .. 264
6. LA COMPENSACIÓN A LOS PRMLEGIOS CONTRACTUALES DE LA
ADMINISTRACIÓN. EL DERECHO AL EQUILIBRIO ECONÓMICO. .......... 265
7. CESIÓN DE LOS CONTRATOS, SUBCONTRATACIÓN Y PAGOS A
SUBCONTRATISTAS Y PROVEEDORES.......... ....... ......... ....................... .......... 269
BIBLIOGRAFÍA. ... ....... ... ...... .. ......... .......... ....... .. ... ....... ...... .. ...... ...... .. ........................... 271
CAPÍTULO IX
LOS CONTRATOS ADMINISTRATIVOS TÍPICOS
l. LOS CONTRATOS ADMINISTRATIVOS TÍPICOS.... .. ..... ... .. ... ... .......... ........ ... 274
2. EL CONTRATO DE OBRA....... ..... ....... ... ............... ... .................................. ... ..... 274
A) El contrato de obra, una alternativa, entre otras, para la construcción
de las obras públicas .... ...... ....... ... ........... .... ... ... .... ........ ... ..... ... ..... .......... .. 274
B) Concepto y clases del contrato de obra pública ..... ... .. ..... ..... ...... ....... ..... 275
C) Preparación ... .... .. .. .... ... ... ....... ... .... .. ... .. ... ... .... .. ..... .... ... ... ... ... ... ... ... .... .... ... 276
D) La ejecución y extinción del contrato de obras ............................ ........... 276
E) La modificación del contrato................. ..... ... ........ .................... ... ....... ..... 278
F) La resolución del contrato ... ..... ... ... .. .. ... .... ... .. .... ..... ... ... ... ....... ... .. .... .... ... . 279
3. EL CONTRATO DE CONCESIÓN DE OBRA PÚBLICA ..... .... .... ..... ............ .... 280
A) Actuaciones preparatorias del contrato de concesión de obras .... ......... 281
B) Ejecución de las obras ....... .... ....... ... ........ .......... ..... ...... ... .................... ...... 282
C) Derechos y obligaciones del concesionario ... .. ..... ..... .. .. ... ... .. .. ... ... .... ... ... 282
D) Prerrogativas de la administración. El secuestro....... ... .. .... .......... ....... .... 283
E) Financiación de las obras. Tarifas, equilibrio económico de la
concesión ... ........................ .... .. ........ ........ ................................. ...... .. ..... .. .. 284
F) Financiación privada. La hipoteca de la concesión .. ..... ......... ..... ..... ..... .. 285
G) La extinción de las concesiones. El rescate .. ........... ..... .... .. ........ ...... ....... . 286
4. CONTRATO DE CONCESIÓN DE SERVICIOS .... .. .. ..... ........ ... ..... .. .......... ..... .. 287
A) Actuaciones preparatorias del contrato de concesión de servicios ....... . 289
B) Efectos, cumplimiento y extinción del contrato de concesión de
servicios ........ ............ .... ...... ...... .... ..... ... ..... ... ........ .. ...... ....... ... ..... .... ........ .. 289
C) Obligaciones generales del concesionario ..... ................. .. ........... ... ... ...... 290
D) Prestaciones económicas ........... .................. .... .. .. ........ ............ ... .... ... .... ... 290
E) Modificación del contrato y mantenimiento del equilibrio económico . 291
F) Cumplimiento y efectos del contrato de concesión de servicios.
Secuestro y reversión ..... ... .......... ....... .... .... ........... .... ......................... ...... . 292
G) Causas y efectos de la resolución del contrato de concesión de
servicios .. ... ... ... .. .... ... .. .... .... ..... ... .. .... ... ..... .. .. .. ... .... .... .... .. ...... .... ... .... ... ... ... 292
Índice 15
TÍTULO TERCERO.
1A INTERVENCIÓN ADMINISTRATIVA
CAPÍTULO X
lAS FORMAS DE IAACTMDAD ADMINISTRATIVA.
IAACTIVIDAD DE POLICÍA O LIMITACIÓN
l. LAS CLASES DE LA ACTIVIDAD ADMINISTRATIVA ..................................... . 304
2. LOS PRINCIPIOS QUE CONDICIONAN LA ACTIVIDAD
ADMINISTRATIVA .... .. ....... ... .............................................. .............................. ... 308
A) El principio de legalidad o de norma previa .... ... .... .................... .. .. ........ . 308
B) El principio de igualdad ........................................................................... . 310
C) Proporcionalidad y favor libertatis ............................. ........................... .. .. 310
D) La buena fe y la confianza legitima ......................................................... . 311
E) El interés público ........................... ... ...... ....... .......... ................ .... ... .... .... ... 312
3. LA ACTIVIDAD ADMINISTRATIVA DE LIMITACIÓN .......................... .. .... .. .. . 312
4. LOS GRADOS DE LIMITACIÓN EN LA LIBERTAD Y DERECHOS DE LOS
PARTICULARES .. ..... ...... .... ............. .... .. ... ... ...... ... .. ... ... .... ... ...... .. ....... .... ....... ... ... . 314
5. LAS TÉCNICAS DE LA ACTIVIDAD DE LIMITACIÓN .................................. . 315
6. LA AUTORIZACIÓN ............... ...... .. ...... ..... ... .... ......... .. .. ... .. .. ... ... .... .. ........ ... ....... . 316
A) El concepto de autorización .. .... .. .... ........ .............. .............. ........ ............ . 316
B) Diferencia con la concesión .... .. ........ ........ ........................ .. .................... .. 317
C) Otorgamiento, condicionamiento, transmisión y extinción de las
autorizaciones ......... .. ....... ........................ .... .... ...... ... .......................... .. ... .. 318
D) La desconfianza europea sobre la autorización y la opción prioritaria
en favor de la comunicación previa o declaración responsable ............ . 319
7. DECLARACIÓN RESPONSABLE Y COMUNICACIÓN PREVIA ..................... . 321
8. ÓRDENES, MANDATOS Y PROHIBICIONES ................................... .... .. .... ... ... 323
BIBLIOGRAFÍA.. ... .... .... ... ..... ... ... ..... ...... ..... .. ..... ... ... .. ... ... .. .. .... ....... .. ...... ................ ...... 325
16 RAMÓN PARADA VÁZQUEZ Derecho Administrativo. JI
CAPÍTULO XI
ACTIVIDAD ADMINISTRATIVA DE FOMENTO
l. CO NCEPTO Y EVOLUCIÓN DE LA ACTMDAD DE FOMENTO ...... .. ... .. ..... 328
2. LAS MODALIDADES DE LA ACTMDAD DE FOMENTO Y SU
NATURALEZA REGLADA .. .. ....... .... .... .. ..... ....... ....... ...... ...... ...... .. ..... ........ .... ... ... 330
3. LOS INCENTIVOS ECONÓMICOS. ... .. .. .... ..... .. .. .... ...... ......... ..... ............ .. ......... 332
4. LA SUBVENCIÓN .... .. ... ..... ....... ......... ............ .... ... .... .. ........ .... ..... ......... .. .. .... .. ..... 333
A) Concepto amplio y estricto de la subvención . .. . .. .. ..... .. ... .. .... ... ... .. . ..... ... . 333
B) Naturaleza jurídica de la subvención. ........ .. ........ ... ... .. ... ... .. ... .. ... ..... ....... 335
C) Los principios del régimen jurídico de las subvenciones públicas ..... .. .. 336
D) El beneficiario de la subvención... ..... ... ... ... ... .... ... ... ... .... .......................... 338
5. LA GESTIÓN INDIRECTA DE LAS SUBVENCIONES MEDIANTE LA
CONCESIÓN DE LA ACTIVIDAD SUBVENCIONADORA...... ..... ............... .. ... 340
6. PROCEDIMIENTO DE OTORGAMIENTO DE LAS SUBVENCIONES .. ....... . 341
7. LA RELACIÓN DE SUBVENCIÓN: ANULACIÓN, MODIFICACIÓN,
OBLIGACIONES DEL BENEFICIARIO Y REINTEGRO ..... ... .. .... .. .. .... .. ... .. ..... . 342
8. CONTROL Y SANCIONES ......... .......... .... ...... ..... ....... ... ..... ...... .. .... ....... ...... ..... ... 345
9. SUBVENCIÓN Y DERECHO COMUNITARIO .......... .... ... .. ... ...... ..... .. ... .. .......... 347
BIBLIOGRAFÍA .. .. ... ........ .... ...... .. .... ... ......... .............. .......... .......... .. .... .. .. ... ..... .... .... .. .. .. 349
CAPÍTULO XII
LA ACTIVIDAD DE SERVICIO PÚBLICO.
LA REGULACIÓN ECONÓMICA
l. LA ACTIVIDAD DE PRESTACIÓN O DE SERVICIO PÚBLICO .... .. .... .. ... .... ... 352
A) Clases de servicios públicos... ..... ............. ............... .. ... ..... .... .... ... .... ..... ... . 352
B) De la creación de los servicios públicos a su privatización .... .... .. ... .. .. .... 353
C) El equivalente norteamericano del servicio público. El régimen de las
public utilities ... .......... .. ..... .. ...... .. ....... .......... .... ....... ... ....... .. ... ............. .... .... 356
D) Los servicios compartidos entre la gestión pública y la privada. .. ...... ... . 35 7
E) Servicios públicos asistenciales y tercer sector .... .. ..... ............. .. ... ... .. ... .. . 358
2. LAS FRONTERAS ENTRE LA ACTMDAD PÚBLICA Y LA PRIVADA EN LA
CONSTITUCIÓN. ........... ...................... ..... ...... ..... ... ..... .. .... ....... .. .. ...................... 360
3. EL RÉGIMEN DEL SERVICIO PÚBLICO TRADICIONAL. PRINCIPIOS
GENERALES... .. ......... ...... ... ........ ............. ........ ... ..... ...... .... .. ........................ ... ...... 363
4. LA RELACIÓN DE PRESTACIÓN. EL ESTATUS DE LOS USUARIOS DE
LOS SERVICIOS PÚBLICOS...... ...... .... ..... ........ .... ....................... ... ....... ....... ...... 364
A) Admisión al servicio .. ... .. .. .... .... ... .. .... .. ... ... ... .. . .. . ... ... .. ... ... .. .. .. ..... . .... ... ... ... 365
Índice 17
CAPÍTULO XIII
LAACTMDADSANCIONADORA
1. LA POTESTAD SANCIONADORA DE LA ADMINISTRACIÓN Y SU
INICIAL INCOMPATIBILIDAD CON EL PRINCIPIO DE DIVISIÓN
DE PODERES. SISTEMAS COMPARADOS Y MOVIMIENTO
DESPENALIZADOR.......... ... ..... .. ... ..... ........ ............... ... ... .. ... ... ......... ...... ... ..... ..... 391
A) Sistemas que, en principio, garantizan el monopolio represivo de los
tribunales. Los Derechos anglosajón y francés ..... ..... ...... ..... .. .... .. ........ ... 392
B) Ordenamientos sin monopolio represivo de los jueces: los casos de
Austria y Suiza .. ........ ....... .... ..... .. .............. ... ...... ... ... ........ .... .... ... .. ........ ...... 395
C) La atribución de potestad sancionadora a la administración a través de
la despenalización en Italia y Alemania ....... .. ..... ...... ....... ...... .. ........ ... ... ... 396
2. EL ANÁRQUICO DESARROLLO DE LA POTESTAD SANCIONADORA
ADMINISTRATIVA EN EL DERECHO ESPAÑOL.... ...... ...... ......... ...... .. ............ 402
A) El inicial monopolio judicial del poder represivo en el
constitucionalismo gaditano y sus excepciones en el siglo XIX .. ... ... .. .... 402
B) Politización y crecimiento de la potestad sancionadora en la dictadura
de Primo de Rivera y en la II República... ... .. ......... ... ..... .... .. .. .... .... ..... ..... 405
C) El sistema sancionador en el régimen de Franco .. .. .................... ... .... ..... . 408
3. LA INSUFICIENCIA DEL SISTEMA PENAL COMO CAUSA DEL
EXORBITANTE PODER SANCIONADOR DE LA ADMINISTRACIÓN
ESPAÑOLA...................... ................. ... ....... .......... ...... ... ....... ...... ......... ................. 408
A) Ausencia de funcionarios públicos del proceso penal y supresión de
su participación en la actividad administrativa de constatación de las
infracciones .. .. .. ... ... ... ... ..... ... ... ... ..... .... .. . ... .... ... .... ... .... ... ..... .... .. .. ... .... .... .. . 409
18 RAMÓN PARADA VÁZQUEZ Derecho Administrativo. JI
CAPÍTULO XIV
LA ACTMDAD ADMINISTRATIVA ARBITRAL
l. ARBITRAJE Y ADMINISTRACIÓN PÚBLICA.. ... .. ..... ....... .. ..... .. .... ....... ........... .. 452
A) La desconfianza tradicional ante el arbitraje y la transacción sobre
derechos del Estado. ....................... ......... .. .. ............................................. 452
B) El arbitraje como sucedáneo de los recursos administrativos y de la
justicia administrativa.... .. .......... ... .... .... .... ..... .. .. ................... ....... ... ... .... .... 453
2. LA ACTMDAD ARBITRAL DE LA ADMINISTRACIÓN. ...... .... ....... ...... ....... ... 454
3. LA PRESUNTA INCONSTITUCIONALIDAD DE LA ACTMDAD
ADMINISTRATIVA ARBITRAL Y LA DUALIDAD DE SUS
MANIFESTACIONES ......... .... ....... ....... ..... ...... ........ ... ...... ..... ......... ....... ............. .. 460
4. EL RÉGIMEN DE LAACTMDADADMINISTRATIVAARBITRAL... ........ ... ... 462
5. LA ACTMDAD DE LA ADMINISTRACIÓN EN EL ARBITRAJE
VOLUNTARIO DE DERECHO PRNADO ... ................ .... ... .. ... ... ..................... ... 463
6. LAS MANIFESTACIONES PASADAS Y PRESENTES DE LA ACTMDAD
ARBITRAL ............... ............... ...... ......................... ....... ..... ..... .. ................. ....... .... 465
Índice 19
TÍTULO CUARTO.
LA GARANTÍA PATRIMONIAL DEL ADMINISTRADO
CAPÍTULO XV
LA EXPROPIACIÓN FORZOSA
1. GARANTÍA PATRIMONIAL Y ACTIVIDAD ADMINISTRATIVA DE
EXTINCIÓN DE DERECHOS. SUS FORMAS............................................... ..... 483
2. SIGNIFICADO Y ALCANCE CONSTITUCIONAL DEL DERECHO DE
PROPIEDAD .............. ... ........ ................ ..... ....... ...... .... .. ..... .............. .. ........ ...... .. ... 484
EXPROPIACIÓN Y FIGURAS AFINES: LIMITACIONES Y SERVIDUMBRES. 487
1. ORIGEN Y EVOLUCIÓN DEL PROCEDIMIENTO EXPROPIATORIO....... ... 491
A) Los orígenes napoleónicos.. .... .. ....... .... .. .. ....... ... ....... .. .. ............... ............. 491
B) La recepción y evolución del procedimiento expropiatorio en el
Derecho español ........ ........ ...... ........ .. ......... .. .... .... ... .................................. 492
C) Las alteraciones producidas por razones de urgencia .. ................ ...... .. . .. 494
LA LEY SINGULAR COMO TÉCNICA DE ELIMINACIÓN DE LA
GARANTÍA EXPROPIATORIA ................ .. ......... ............. ... ... ... .... ........... ... .. ...... 496
CONCEPTO Y OBJETO DE LA EXPROPIACIÓN............. ........ .. ........... ........... 501
7. LOS SUJETOS DE LA EXPROPIACIÓN FORZOSA....... ............................... .. .. 502
A) El expropiante . .... ... .... .. .... ... .... .... ... ... ... .. .... .. .. ... .. ..... ... .... .. ..... .. ... ... .... ... .... 503
B) El beneficiario ....... ..... .. ........ .... .... ............. ........ ......... ...... .... ................ ..... 503
C) El expropiado . .. .... .. ... ... .... ... .... ... ..... .. ... .. .... .. .... .. ..... .... ... ... ..... .. ... ... ... ... ..... 504
LA CAUSA DE LA EXPROPIACIÓN FORZOSA. EL REQUISITO DE LA
DECLARACIÓN DE INTERÉS PÚBLICO O SOCIAL......... ....................... ....... 505
9. EL REQUISITO DE LA NECESIDAD DE OCUPACIÓN.. .... ... ........................ .. 507
10. ELJUSTO PRECIO. NATURALEZA Y CRITERIOS DE VALORACIÓN.. ...... .. 510
A) La regla del previo pago y la naturaleza del justiprecio .. .. .. .. .. .. .. ... .. .. ... .. 51O
B) Criterios y reglas concretas de valoración.......... .. ................ ........... ........ . 511
C) La valoración de terrenos por la legislación urbanistica. La regla de
inapropiabilidad de las plusvalías........... ...... .. ... ........ ...... ............. ... ... .... .. 515
D) Conceptos indemnizables y momento de la valoración ... .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. . 517
20 RAMÓN PARADA VÁZQUEZ Derecho Administrativo. ll
CAPÍTULO XVI
LA RESPONSABILIDAD DE LA ADMINISTRACIÓN
l. DE LA NEGACIÓN AL RECONOCIMIENTO DE LA RESPONSABILIDAD
DE LA ADMINISTRACIÓN.................. .... .. ..... ....... ........... ... .. ...... ......... .. ..... ... .... 540
2. FUNDAMENTO Y ORIGINALIDAD DE LA RESPONSABILIDAD
ADMINISTRATIVA. LA SUSTITUCIÓN DE LA NOCIÓN DE CULPA POR
LADE LESIÓN. ..................... ..... ... ... ...... .. ...... ........ ....... .... ............ ...... ....... ..... ... .. 543
3. LOS PRESUPUESTOS BÁSICOS DE LA IMPUTACIÓN... ......................... ....... 545
A) El amplio concepto del servicio público .. ... ... ... ..... ... ... ... ... .. . ... .... ... .... ... .. 546
B) Funcionamiento anormal del servicio: La falta personal de los
funcionarios.......... .... ... ... .............. ... .. ..... ... .. ... ..... .. .. ......... ..... .. .. ................ 548
C) El funcionamiento normal como causa de imputación. La disputa
sobre el carácter objetivo de la responsabilidad y las contradicciones
jurisprudenciales.. ...... .. ...... ... ... ... ... .. .. .... ... ... ... .... .... ... ... .. .... .... ... ... ... .... .. ... 549
4. LA LESIÓN: DAÑOS RESARCIBLES Y CONCEPTOS INDEMNIZATORIOS . 550
5. LA RELACIÓN DE CAUSALIDAD..................... .... .............................. ....... .... .... 552
6. EXTENSIÓN DE LA REPARACIÓN Y SU VALORACIÓN .. .......... ..... .. ...... ...... . 555
7. PLAZO DE RECLAMACIÓN Y PROCEDIMIENTO.......... ... ....... ......... .............. 557
Índice 21
TÍTULO QUINTO
EL SISTEMA GARANTIZADOR DEL DERECHO ADMINISTRATIVO
CAPÍTULO XVII
LOS RECURSOS ADMINISTRATIVOS Y RECLAMACIONES
PREVIAS FRENTE A IAADMINISTRACIÓN
L. LOS RECURSOS ADMINISTRATIVOS ................... .... .. .......... ........ .......... ..... .. .. 568
2. CLASES DE RECURSOS Y DISPOSICIONES COMUNES........................ .. ...... . 570
EL RECURSO DE ALZADA .. .. .. .. .. .. .. ...... .... .. .... .. .......... .. .... .......... .......... .. ...... .. .. . 574
EL RECURSO POTESTATIVO DE REPOSICIÓN........ .. ........................ .. ...... ... 575
EL RECURSO DE REVISIÓN........ .. .................... .. .......................... .. ................ .. 575
6. REVISIÓN E IMPUGNACIÓN DE ACTOS Y SANCIONES TRIBUTARIAS.
LAS RECLAMACIONES ECONÓMICO-ADMINISTRATIVAS.................... .. ... . 577
7. LAS RECLAMACIONES PREVIAS AL PROCESO CML Y LABORAL Y SU
SUPRESIÓN POR LA LEY DEL PROCEDIMIENTO ADMINISTRATIVO
COMÚN ........... .... .. ........ ........... .. ..... ... ...... ... .. ... .. .. .... .... ... ... ..... .. ......... .. ............ .. .. 584
IllBLIOGRAFÍA .... ....... ....... ......... ......................... ........... ...... .... .... .............. .. .......... ...... 585
CAPÍTULO XVIII
IAJURISDICCIÓN CONTENCIOSO-ADMINISTRATIVA
J. LA JURISDICCIÓN CONTENCIOSO-ADMINISTRATIVA .... .. ...... ...... .. .. .... .... . 588
2, LOS MODELOS ORGÁNICOS DE JUSTICIA ADMINISTRATIVA...... .. ........ .. 589
3. ÁMBITO DE LA JURISDICCIÓN CONTENCIOSO-ADMINISTRATIVA........ . 593
A) Ámbito inicial y su desarrollo .... .. ...... .... .. .... .... .. ........ .. .................. .... .... .. . 593
B) Incidencia de la Constitución de 1978, de la nueva Ley Jurisdiccional
de 1998 y de la Ley Orgánica 19 / 2003: eliminación de ámbitos
exentos, extensión del control a la inactividad administrativa,
actuaciones materiales y supuestos de responsabilidad civil que
impliquen a laAdministración ... ...... .. ...... ... .......... ...... ...... .. .... .... ......... .... . 595
22 RAMÓN PARADA VÁZQUEZ Derecho Administrativo. II
CAPÍTULO XIX
EL PROCESO CONTENCIOSO-ADMINISTRATIVO
l. EL PROCESO CONTENCIOSO-ADMINISTRATIVO COMO PROCESO
REVISOR O DE APELACIÓN Y SUS INSUFICIENCIAS ....... ... ........... .............. 623
A) La configuración histórica del dogma revisor ..... ... ... ... ...... ..... .. .... .... ... .. . 623
B) Doctrinajurisprudencial coherente con el carácter revisor..... ... .... .. ...... 625
C) La Ley Jurisdiccional de 1998: mantenimiento del carácter revisor
para la impugnación de actos .. ... ... .. ... ... ... ... .... ... .... .... .. ... ..... .. .... ... .... .. . ... . 627
D) El abandono del carácter revisor en los recursos contra la inactividad
de la Administración y las vías de hecho .................. :. ........ ... ...... ..... ... ..... 628
2. MEDIDAS CAUTELARES. LA SUSPENSIÓN DE EFECTOS DEL ACTO
RECURRIDO ........... .. ....... ................. .. ... ............... .... ........ .. .... ......... .... ... ............. 630
A) Referencias comparadas. ........ .......... ........ ... .... ........ .. ....... ...... ..... ... .......... 630
B) Las medidas cautelares en el Derecho español......... .. ... .. ...... ... ........... .... 632
3. EL PROCEDIMIENTO CONTENCIOSO-ADMINISTRATIVO DE PRIMERA
O ÚNICA INSTANCIA. ....................... ...... ........... .. ........ ......... ......... ... .... .... .... ..... 636
A) El inicio del procedimiento ....... ... .. .,..................... ... .... .......... ..... ... ......... .. 636
Índice 23
LA ACTIVIDAD UNILATERAL
DE LA ADMINISTRACIÓN
CAPÍTULO!
EL ACTO ADMINISTRATIVO. CLASES Y ELEMENTOS
t. CONCEPTO Y CLASES.
2. LOS ACTOS POLÍTICOS O DE GOBIERNO.
ACTOS ADMINISTRATIVOS Y POTESTAD DISCRECIONAL. ACTOS
REGLADOS Y ACTOS DISCRECIONALES:
A) Discrecio nalidad y con ceptos jurídicos indeterminados.
B) Las técnicas de con trol de la discrecio nalidad.
C) La p olémica en torno al control judicial de la discrecionalidad
administrativa. La configuració n por e l legislador de pod eres arbitrarios o
exentos del control judicial.
ACTOS QUE NO CAUSAN ESTADO, ACTOS FIRMES O CONSENTIDOS Y
ACTOS CONFIRMATORIOS.
5. ACTOS FAVORABLES Y ACTOS DE GRAVAMEN:
A) Los actos favo rables.
B) Los actos de gravamen .
ACTOS EXPRESOS Y ACTOS PRESUNTOS POR SILENCIO
ADMINISTRATIVO:
A) La evolució n de la regulació n de l silen cio administrativo. La regla general
del silen cio como acto presunto negativo y sus excep cion es.
B) La extravagan te regulación del silen cio e n la Ley 30/ 92, de Régimen
J urídico de las Ad m inistraciones Públicas y del Procedi m ie n to
Admin istrativo Co mún.
C) El triunfo del silencio positivo . La Ley 4/ 1999 que modifica la Ley 30/ 1992
y su reforma por las Leyes 17 y 25 de 2009 que trasponen la Directiva
2006/ 123/ CE, sobre el libre acceso a las actividades d e servicios y su
ejercicio.
7. LOS ELEMENTOS DEL ACTO ADMINISTRATIVO.
8. EL TITULAR DEL ÓRGANO Y LA COMPETENCIA.
9. LA CAUSA Y LOS PRESUPUESTO DE HECHO.
1O. LOS MÓVILES Y LA DESVIACIÓN DE PODER.
1 l. EL CONTENIDO Y LOS ELEMENTOS ACCIDENTALES DE LOS ACTOS
ADMINISTRATIVOS.
12. LOS ELEMENTOS FORMALES.
A) Forma de la declaración.
B) La motivació n.
13. NOTIFICACIÓN Y PUBLICACIÓN DE LOS ACTOS ADMINISTRATIVOS.
BIBLIOGRAFÍA
1. CONCEPTO Y CLASES
1,1 (ya anticipada en el primer capítulo del Tomo I y en congruencia con lo que se
dirá n los capítulos que siguen y en el relativo a la Justicia administrativa) es que
t•I to administrativo incorpora elementos ajenos a los actos privados y negocios
j11rídico-privados. En particular, la exigencia de una impugnabilidad inmediata
para no convertirse en judicialmente inatacable y un elemento de coercibilidad,
la ti cución forzosa, son dos características que lo separan de los actos y negocios
jurídico-privados en la misma medida que lo acercan a las sentencias judiciales
, l ' los Jueces civiles de primera instancia. Calificar el acto administrativo como
a t cuasi:iudicial es, pues, una calificación acorde, tanto con sus potencialidades
l11trínsecas como en razón del lugar de su nacimiento conceptual -el proceso
e >nt ncioso-administrativo- tradicionalmente revisor de resoluciones adminis-
1r Livas en que el órgano jurisdiccional asume, en primera instancia, la posición
.inridico-procesal del Juez de apelación civil. Asimismo esta concepción cuasi:iu-
cli ial del acto administrativo pone de relieve, a diferencia de los actos privados,
•l dato fundamental de que el acto administrativo no vale nada, es nulo de ple-
ll derecho, si no va precedido y se dicta (como las sentencias judicial~s en un
1 r ceso) en el seno de un procedimiento, el procedimiento administrativo, que
tudiaremos en posteriores capítulos.
ptosjurídicos asequibles los límites o requisitos previos a que deban ajustarse dichos
a tos, o finalmente cuando el acto esté sometido a un régimen de reglamentación ad-
ministrativa (Sentencia de 22 de enero de 1993).
n la finalidad de ampliar el ámbito jurisdiccional de fiscalización de la ad-
111it\i 0tración, la Ley de la Jurisdicción Contencioso-Administrativa de 1998 ha in-
tc •,ll ado enterrar el concepto mismo de acto político, «ya sea -dice la Exposición
dt· M tivos de la Ley- delimitando genéricamente un ámbito en la actuación del Poder
1,;¡f1 u tivo regido solo por el Derecho constitucional, y exento del control de la jurisdicción
( ,'11 ntencioso-Administrativa, ya sea establ,eciendo una lista de supuestos excluidos del
m,itrol judicial porque resultan inadmisibl,es en un Estado de Derecho». Sin embargo,
110 1 e limina del todo, más bien lo presupone, al admitir que sobre determi-
na 1 actos del Gobierno y de los Consejos de Gobierno de las Comunidades
t\\lt nomas, por muy políticos que sean, por muy amplia que sea la discrecionali-
d ad ubernamental, el control jurisdiccional siempre será posible: «sobre los de-
' t· h fundamentales, los elementos reglados del acto y la determinación de las
i11 1 mnizaciones procedentes» [art. 2. a)]. En definitiva, esta última regulación
, oh entiende que, de una parte, sigue existiendo el acto político puro, es decir,
1•1 u no afecta a derechos fundamentales ni debe adecuarse a elementos regla-
dos ni da origen a responsabilidad patrimonial del Estado; pero al tiempo reco-
" la existencia del acto cuasi-político, aquel que, conforme a la legislación,
, Nt limitado por cualesquiera de estas circunstancias que sí son enjuiciables por
l, Jurisdicción Contencioso-Administrativa .
Lo que no es admisible es que en unos y otros tal denegación se eleve a regla ge-
neral y se ampare en el concepto de discrecionalidad, que no existe, pues se tra-
ta, pura y simplemente, de imposibilidad o extraordinaria dificultad probatoria.
Pues bien, según la Ley 39/ 2015, de 1 de octubre, del Procedimiento Admi-
n i trativo Común de las Administraciones Públicas ponen fin a la vía administra-
tiva y, por consiguiente, causan estado y pueden ser judicialmente impugnados:
ri) las resoluciones de los recursos de alzada; b) las resoluciones dictadas en otros
procedimientos de impugnación, reclamación, conciliación, mediación y arbi-
42 RAMÓN PARADA VÁZQUEZ Derecho Administrativo. II
dad -nihil novum- respecto del anterior, del que constituye una mera reproduc-
ción o simplemente su formal confirmación, debiendo rechazarse la excepción
de inadmisibilidad del proceso cuando respecto al anterior es diverso el órgano
(Sentencia de 23 de junio de 1980), o los recurrentes (Sentencia de 24 de sep-
tiembre de 1984), o los objetos sobre los que versa con la introducción de un
elemento nuevo (Sentencia de 20 de diciembre de 1985), o se da disparidad de
pretensiones (Sentencia de 20 de febrero de 1985), o son diversas la causa petendi
o los fundamentos legales aducidos (Sentencias de 22 de julio de 1985 y 7 de oc-
tubre de 1986), o se produce un cambio en el ordenamiento jurídico aplicable
(Sentencia de 3 de diciembre de 1977) o en la situación fáctica en que se basa
(Sentencia de 4 de junio de 1985) .
De otra parte, el Tribunal Supremo, en interpretación estricta del carácter de
acto confirmatorio, admite el recurso contra: a) Los reglamentos, así como los
actos de aplicación singularizada y reiterada de estos, como en el caso del pago
de haberes a los funcionarios mediante nóminas, «pues dichas retribuciones se
sitúan en una relación de tracto sucesivo en que cada acto de pago remunera
servicios prestados en distinto período de tiempo y a los que pueden acompa-
ñar distintas características de manera tal que no es procedente hablar en estos
casos del acto que reproduce otro anterior firme y consentido» (Sentencia del
Tribunal Constitucional 126/1984, de 26 de diciembre, y Sentencias del Tribunal
Supremo de 8 de marzo de 1976 y 18 de enero de 1985). b) Los actos de in ter-
pretación de otros anteriores que supongan una adaptación a las circunstancias
nuevas (Sentencias de 17 de diciembre de 1982 y 14 de julio de 1986). e) Los
actos nulos de pleno derecho siempre impugnables, no obstante el transcurso
del tiempo (Sentencias de 4 de diciembre de 1983 y 26 de septiembre de 1986) .
d) Los actos que reiteran o confirman otros que o no han sido notificados o lo
fueron de forma defectuosa (Sentencias de 31 de marzo de 1979, 8 de marzo de
1983, 5 de marzo de 1984y 28 de mayo de 1986).
l. Las admisiones. Son actos cuyo efecto es la inclusión del sujeto en una
institución u organización, o en una categoría de personas, para hacerlo
participar de algunos derechos o ventajas o del disfrute de determinados
servicios administrativos. Dentro de las admisiones se incluyen claramen-
te los actos por los que se declara la incorporación de un profesional a un
Colegio, o se admite a una persona en un servicio público (por ejemplo,
la admisión en la Universidad, en un instituto de beneficencia, etcétera).
2. Las concesiones. Son resoluciones por las que una Administración trans-
fiere a otros sujetos un derecho o un poder propio; y aquellas que, sobre
la base de un derecho o poder propios, que quedan de esta forma limi-
tados, constituyen un nuevo derecho o poder en favor de otros. En las
concesiones se distingue, no sin dificultad, entre las llamadas traslativas
(como es, por ejemplo, la concesión de un servicio público en el que el
concesionario se subroga exactamente en la misma posición que tendría
la Administración, caso de que gestionase directamente el servicio) de las
llamadas concesiones constitutivas. En esta categoría se incluirían las de
uso excepcional o privativo del dominio público (concesión de un quios-
co sobre un bien de uso público, concesión de aguas, de minas, etc.), en
las que, aun derivando el derecho del particular de la propiedad pública
de la Administración concedente, tiene naturaleza diversa de la que co-
rresponde a la Administración.
3. Las autorizaciones. Son actos por los que la Administración confiere al
administrado la facultad de ejercitar un poder o derecho, que preexiste a
la autorización en estado potencial. A diferencia de lo que acontece con
la concesión, el derecho o la facultad no lo crea, constituye o traslada la
46 RAMÓN PARADA VÁZQUEZ Derecho Administrativo. II
l. Las órdenes. Son actos por los que la Administración impone a un sujeto
un deber de conducta positivo o negativo de cuyo incumplimiento puede
derivarse, sin perjuicio de su ejecución por la propia Administración, una
sanción penal o administrativa al obligado. La orden presupone una po-
testad de supremacía general, como la que ostentan las Administraciones
territoriales (Estado, Comunidad Autónoma, Municipio) sobre todos los
ciudadanos que residen en un determinado territorio, o bien especial
sobre algunas clases de ellos (funcionarios, concesionarios, usuarios de
servicios públicos, etc.), dentro de una relación jurídica especial entre la
Administración y el destinatario de la orden.
2. Los actos traslativos de derechos. Son aquellos cuyo efecto es transferir la
propiedad o alguna de sus facultades a una Administración o a un terce-
ro. Entre ellos destacan las expropiaciones, dado el amplio concepto que
de la misma tiene nuestra legislación, como se verá al estudiar el capítulo
correspondiente.
3. Los actos extintivos. Son aquellos cuyo efecto es extinguir un derecho
o una relación jurídica, bien actuando directamente sobre estos o sobre
el acto origen del derecho o de la relación. Entre los que actúan direc-
tamente pueden incluirse la confiscación, que se produce sobre objetos
ilícitos o peligrosos (drogas, armas prohibidas, destrucción de cosas o de
animales que entrañan un peligro para la seguridad o la salubridad pú-
blica) y que, a diferencia de la expropiación, no suponen un derecho a
la indemnización; la caducidad o decadencia de derechos que se origina
como sanción de un comportamiento contrario a la finalidad por la que
se otorgó el derecho (por ejemplo, en materia de concesiones de domi-
nio público, por la no utilización o explotación de los bienes concedi-
dos). La extinción de un derecho se produce en otros supuestos a través
de la anulación del acto que lo creó, es decir, eliminando el acto con
efecto retroactivo al momento en que nació (ex tune), o bien mediante la
revocación del acto creador, pero extinguiendo sus efectos solo a partir
del momento en que se dicta el acto extintivo (ex nunc).
4. Los actos sancionadores. Son aquellos por los que la Administración im-
pone una sanción como consecuencia de la infracción a lo dispuesto en
una norma o en un acto administrativo. A este tipo de actos se dedicará el
capítulo sobre la actividad sancionadora de la Administración.
den ser revocados a posteriori sin seguir los complejos procedimientos estable-
cidos. Téngase en cuenta, además, que la técnica del silencio positivo deja en
manos de los instructores de los procedimientos, y de su desidia, guardando los
expedientes sine die en un cajón, la posibilidad de «vampirizar» la competencia
resolutoria del órgano al que corresponde la resolución expresa, sustituyendo
una posible resolución desestimatoria en estimatoria. Por todo ello el Tribunal
Supremo aceptó la revocación directa sin sujeción a los trámites de revocación
de los actos declarativos de derechos de las licencias y autorizaciones ganadas por
silencio cuando su otorgamiento implicara nulidad de pleno derecho, bien por
concurrir vicios esenciales de tramitación, bien porque el ordenamiento califi-
cara el efecto o resultado de lo otorgado por silencio como nulo de pleno dere-
cho, o cuando lo ganado por silencio fuera ostensible y manifiestamente ilegal,
como ocurría con las licencias urbanísticas de construcción sobre zonas verdes
(Sentencias de 4 de febrero de 1977, 24 de octubre de 1978, 24 de diciembre de
1979 y 22 de octubre de 1981). Más restrictivamente aún, la legislación urbanís-
tica limitó los efectos de las licencias ganadas por silencio positivo a los que son
conformes con el ordenamiento jurídico, de tal manera que en aquellos extre-
mos que las peticiones o proyectos extravasaren la norma o el plan por los que
deben regirse, el silencio de la Administración no comporta asentimiento ni, por
ende, se entiende producido la licencia o autorización ( «en ningún caso se enten-
derán adquiridas por silencio administrativo facultades en contra de las prescripciones de
esta Ley, de los planes, proyectos, programas y, en su caso, de las normas complementarias y
subsidiarias del planeamiento»).
, ta presentación no puede, sin embargo, aceptarse sin advertir que, por es-
ht I l s actos administrativos unilaterales más cerca de los actos judiciales que de
111, a tos privados, sus elementos y la significación judicial de los mismos guardan
1111 . mayor analogía con aquellos. Por su similitud, en efecto, con los actos judi-
• 1,1 I s adquieren especial relieve algunos elementos, como la causa y el fin -sobre
tod este último-, que en los actos privados resultan prácticamente irrelevantes
porque la actividad y gestión patrimonial de los particulares no queda invalidada
pu la falta de congruencia económica o de otra índole ni, en general, por los
tt H>Viles que guíen a su autor, pues a nadie se le impide hacer conscientemente
111 :11 negocios ni actos puramente gratuitos, como ilustra la figura de la dona-
1 1 'm, inconcebible como tal en la esfera administrativa.
ln, inferiores y, en fin, el criterio del territorio supone que un órgano solo actúa
1·11un determinado espacio territorial, a cuyo efecto se establecen las oportunas
di l iones o circunscripciones.
Ordinariamente las competencias son establecidas por la norma de forma
11 p rsonal, de manera que todos los funcionarios que ostentan la titularidad
el . ' rganos similares ostentan las mismas competencias (por ejemplo, todos los
1 •l gados del Gobierno o todos los Directores provinciales de un Ministerio).
slmismo la competencia puede ser modificada en todo momento sin que sus
1itulares, ni los particulares, puedan esgrimir un derecho al mantenimiento de
11ua determinada regulación competencia!. El orden de las competencias, por
111timo, es insusceptible de acuerdos o convenios entre los titulares de los órga-
11 , regla que expresa Ley de Régimen Jurídico del Sector Público al decir que
'( la competencia es irrenunciable y se ejercerá precisamente por los órganos que
h t ngan atribuida, salvo los casos de delegación o avocación cuando se efectúen
n los términos previstos en esta u otras leyes».
La falta de competencia determina el consiguiente vicio de incompetencia
¡ue nuestro Derecho contempla como susceptible de originar dos tipos de inva-
lidez (nulidad de pleno derecho o simple anulabilidad) según su mayor o menor
gravedad . La más grave, que la doctrina considera como incompetencia absoluta,
s ría la falta de competencia ratione materiae ( como, por ejemplo, si el Ministro
d Educación liquidase un impuesto o el de Hacienda expidiese un título de
li enciado universitario). También se considera incompetencia absoluta la falta
d competencia territorial (ejemplo: el Subdelegado de Gobierno de Barcelona
t mase una decisión, dentro de las que corresponden a este organismo, pero que
afectase a la provincia de Zaragoza). A ambos supuestos se refiere, denominán-
dola incompetencia manifiesta y calificándola como vicio constitutivo de la nu-
lidad de pleno derecho, el de la Ley del Procedimiento Administrativo Común
de las Administraciones Públicas ( «los actos dictados por órgano manifiestamente in-
competente por razón de la materia o del territorio»). En cambio, la falta de competen-
ia jerárquica sería, en principio, solo incompetencia no manifiesta o relativa en
uanto es susceptible de convalidación, como admite la misma Ley: «Si el vicio
onsistiera en incompetencia no determinante de la nulidad, la convalidación
podrá realizarse por el órgano competente cuando sea superior jerárquico del
que dictó el acto viciado».
actos, los motivos o causa natural pueden ser muy diversos. Así, en la concesión la
causa jurídica o inmediata consiste en crear en favor del destinatario del acto un
nuevo derecho, mientras que el motivo o causa remota puede ser muy diverso,
como la oportunidad de crear un nuevo servicio público, de hacer más eficiente
otro ya existente, utilizar de mejor manera los bienes del dominio público, o
beneficiar a determinada persona al margen del interés público, etc. Este plan-
teamiento permite poner de relieve que, a diferencia de los actos privados, en los
actos administrativos negociables son siempre relevantes no solo la causa legal o
jurídica, sino también la causa natural (motivos o móvil particular). El acto es vá-
lido cuando se realiza no solo de conformidad a un fin típico, sino también a un
fin particular lícito, porque el ordenamiento así lo acepta (ZANOBINI).
Esta distinción tiene un encaje indudable en la Ley 39/2015, de 1 de octubre,
del Procedimiento Administrativo Común de las Administraciones Públicas que
se refiere a la causa jurídica, al decir que «el contenido de los actos se ajustará a
lo dispuesto en el Ordenamiento jurídico», y, por otro, alude a la causa natural
al prescribir, además, que dicho contenido «será determinado y adecuado a los
fines de aquellos», prohibiendo, en consecuencia, los motivos de interés privado
como finalidad de los actos administrativos.
De forma más simple, la doctrina francesa (y, entre nosotros, GARRIDO FALLA) equi-
para los términos presupuestos de hecho y causa o motivo legal. Desde esta perspectiva,
lo que, en definitiva, se trata con el concepto de causa es que toda decisión adminis-
trativa encuentre su justificación, o su censura, en una cierta situación de hecho exis-
tente en el momento en que es adoptada, porque la norma hace de aquel presupuesto
fáctico condición o requisito esencial y necesario para el ejercicio de las competencias.
Por ello, el control del Juez sobre la causa atenderá primordialme nte a la verificación
de la exactitud de los hechos que integran el motivo o causa legal. Así, por ejemplo,
si la norma prevé que se sacrifiquen determinados animales en caso de epidemia, la
existencia de esa situación sanitaria condiciona la competencia de la Administración
para ordenar aquel sacrificio, y lo mismo cabe decir sobre los hechos que justifican una
sanción administrativa, etcétera.
El régimenjurídico de los presupuestos de hecho (motivo legal o causa) supone,
según la Jurisprudencia francesa, que la Administración tiene la obligación de explici-
tar ante el Juez, cuando el acto es impugnado, los motivos de su decisión, incluso en
los casos en que formalmente no existe obligación legal de motivar. El Juez conten-
cioso puede, a su vez, convalidar el acto viciado si, además del motivo errónea o inde-
bidamente invocado por la Administración, concurre otro verdadero que sirva para
justificar esa decisión, solución recogida en la Ley del Procedimiento Administrativo
Común: «los actos nulos que, sin embmgo, contengan los e/,ementos constitutivos de otro distinto
producirán los efectos de este» ( art. 65).
Habiendo sido la desviación de poder uno de los conceptos más celebrados del
Derecho administrativo francés, pasa en la actualidad por una de las etapas más bajas
de su evolución. Ello es debido, aparte del abuso de su invocación en toda suerte de re-
cursos, por dos circunstancias: primero, porque el Consejo de Estado considera ahora
la desviación de poder como un remedio subsidiario de los vicios de invalidez y anula
por inexactitud de los motivos legales o presupuestos de hecho lo que antes invalidaba
por desviación de poder; y segundo, porque ha dejado de considerar la concurrencia
de este vicio en los casos en que la Administración utiliza los poderes de policía con
desviadas finalidades económicas cuando se trata de defender la posición de los con-
cesionarios de la concurrencia de terceros, evitando así la aplicación d e la cláusula de
la garantía del equilibrio financiero y las correspondientes contrapartidas a cargo de la
Administración (indemnizaciones, subidas de tarifas, etc.).
En España, por el contrario, la desviación de poder no solamente ha sido un vi-
cio cuya investigación fue estimulada por el legislador, al considerar susceptibles de
apelación todas las sentencias dictadas en los procesos en los cuales ha sido invocada
como causa invalidatoria del acto en primera instancia [art. 94.2.a) de la Ley de la
Jurisdicción Contencioso-Administrativa de 1956], sino que, además, como ha observa-
do CHINCHILLA, se ha producido un renacimiento jurisprudencia) en la utilización de
la desviación de poder, porque la Constitución ha recordado a los Jueces su obligación
de controlar la obligada correlación entre la actividad administrativa y los fines públicos
(art. 106.1 : «Los tribuna/,es controlan la potestad reglamentaria y la /,egalidad de la actuación
administrativa, así como el sometimiento de esta a los fines que la justifican»). Esta reacción ju-
risprudencia! se ha plasmado en el reconocimiento del vicio de la desviación de poder
cuando el acto se inspira no solo en fines personales o privados, sino incluso lícitos,
pero diversos de los expresados por la norma, pues, como afirma el Tribunal Supremo,
«la desviación de poder no precisa que los fines perseguidos sean espurios en el sentido de dirigirse
contra determinadas personas, o que se utilicen en beneficio de los agentes administrativos autores
de los actos, es decir, no se requiere la concurrencia de móvi/,es subjetivos, sino que basta con que se
distorsione el fin concreto de interés general que la norma marca a la Administración actuante»
(Sentencias de 1 de octubre de 1982,10 de mayo de 1983 y 27 de diciembre de 1985).
Asimismo, como advierte la citada autora, el Tribunal Supremo parece dulcificar
la exigencia d e una prueba contundente y absoluta de la desviación de poder, bas-
tando con que, además de indicar claramente cuál es la finalidad perseguida por la
Administraóón, el interesado la justifique con una prueba suficiente para lograr una
convicción del Tribunal sobre las divergencias de fines, carga de la prueba que en cier-
tos casos se traslada incluso a la Administración (Sentencias de 16 de julio y 29 de oc-
tubre d e 1985) . De aquí que sea bastante para apreciar la desviación de poder que la
convicción del Juez se haya producido con carácter indiciario en función de datos ob-
jetivos, como la disparidad de tratamiento entre los administrados (Sentencia de 23 de
junio de 1981); la realización de graves irregularidades formales para alcanzar un fin
distinto al exigido por la norma (Sentencia de 27 de septiembre de 1985); la insuficien-
cia de motivación en el sentido de que no fueron ponderadas por la Administración
todas las circunstancias y necesidades impuestas por el interés general (Sentencia de 1
de julio de 1985); o el ejercicio de la potestad organizativa para encubrir la imposición
de una sanción, eludiendo así las garantías de defensa que deben acompañar siempre
al ejercicio de la potestad sancionadora (Sentencias de 12 de mayo y 24 de junio de
1986).
Capítulo I El acto administrativo. Clases y e/,ementos 61
A) Forma de la declaración
La regla general sobre la forma de declaración de los actos administrativos es
la exigencia de forma escrita, lo que contrasta con el principio general de liber-
tad de los actos y contratos privados (art. 1.278 del Código Civil: «los contrato,s
serán obligatorios cualquiera que sea la forma en que se hayan celebrado, siem-
pre que en ellos concurran las condiciones esenciales para su validez»). La forma
escrita se exige, pues, en términos análogos a los exigidos en los actos judiciales,
dándose en uno y otro caso la misma justificación: los actos administrativos son
actos recepticios, que deben documentarse, notificarse o publicarse porque son
creadores de derechos y deberes, dotados además de fuerza ejecutoria, lo que
exige una constancia y prueba indubitada; y, también, porque, al integrarse en
los actos administrativos un conjunto de voluntades exteriorizadas a lo largo del
procedimiento (las que participan en él, o en el acuerdo final cuando se trata de
órganos colegiados), hay que dejar constancia fidedigna de esa participación.
Al respecto la Ley del Procedimiento Administrativo Común de las
Administraciones Públicas establece qué actos administrativos se producirán por
escrito a través de medios electrónicos, a menos que su naturaleza exija otra for-
ma más adecuada de expresión y constancia. No obstante, en los casos en que los
órganos administrativos ejerzan su competencia de forma verbal, la constancia
escrita del acto, cuando sea necesaria, se efectuará y firmará por el titular del
Capítulo I El acto administrativo. Clases y e/,ementos 63
8) La motivación
) mo requisito de forma de los actos administrativos se ha impuesto en de-
11 11 ílinados casos la exigencia de expresar en el propio acto sus fundamentos, los
111otiv que lo justifican. La motivación es una exigencia relativamente moder-
11 ,1. En el Antiguo Régimen ni siquiera se exigía en las sentencias judiciales, pues
1 t n ' ideraba incompatible con el prestigio de la autoridad en el Estado absolu-
111 , qu no tenía que dar explicaciones de sus actos o sentencias (Ley VII, Título
([, del Libro XI de la Novísima Recopilación). En el Derecho administrativo la
111otivación se exigió en los reglamentos ministeriales dictados en desarrollo de la
t.,• de Bases del Procedimiento Administrativo, de 19 de octubre de 1890. Así, el
d1· racia y Justicia dispuso que los acuerdos administrativos que pusieran térmi-
111 a una pretensión o expediente enunciarían los hechos y fundamentos legales
11 !. doctrina pertinente, limitados unos y otros a la cuestión que se decidiera
( 1 al Decreto de 17 de abril de 1890, art. 66); y en el del Ministerio de la Guerra
( 1 al Decreto de 25 de abril de 1890, art. 23). Se obligaba a adicionar en la notifi-
ión de los acuerdos íntegros el informe o dictamen que lo hubiere motivado.
64 RAMÓ N PARADA VÁZQUEZ Derecho Administrativo. JI
1 TBLIOGRAFÍA
fi IGALUPO, M.: Discrecionalidad administrativa, Madrid, 1997; BENOIT: Traité du droit am-
ministratif franc;ais, Paris, 1968; BOCANEGRA SIERRA: Lecciones sobre el acto administrati-
vo, Barcelona, 2002; FERNÁNDEZ VALMAYOR: «La doctrina del acto político», RAP, 5;
CHINCHILLA, C.: La desviación de poder, Madrid, 1989; EMBID IRUJO: «Lajusticiabilidad
de los actos de gobierno (De los actos políticos a la responsabilidad de los poderes
públicos) », en Estudios sobre la Constitución Española. Libro Homenaje al Profesor Eduardo
García de Enterria, Tomo III, Madrid, 1991 ; FERNÁNDEZ RODRÍGU EZ : Arbitrariedad y discre-
cionalidad, Madrid, 1991; NIETO GARCÍA: «La inactividad d e la Administración y el recur-
so contencioso-administrativo», RAP, 37 (1962); «La inactividad de la Administración
veinticinco años después», DA, 208 (1986); PARADA, R. : Estudio, Comentario y Texto de la
Ley de R.égimen jurídico de las Administraciones Públicas y del Procedimiento Administrativo
Común, Madrid, 1993; PAREJO ALFONSO: Crisis y renovación en el Derecho Público, Madrid ,
1991; Administrar y juzgar: dos funciones constitucionales distintas y complementarias, Madrid,
1993; SAINZ MORENO: Conceptos jurídicos, interpretación y discrecionalidad administrativa,
Madrid, 1976; SÁNCHEZ MORÓN: El control de las Administraciones Públicas y sus problemas,
Madrid, 1991,1994; VELASCO CABALLERO: Las cláusulas accesorias del acto administrativo,
Madrid, 1996; VrLLAR EzcuRRA: «Los actos administrativos de trámite: e l acto reite-
rativo y la indefensión del particular», RAP, 86; VILLAR PALASÍ: «La doctrina d e l acto
confirmatorio», RAP, 8.
CAPÍTULOII
EFICACIA Y EJECUTORIEDAD
DE LOS ACTOS ADMINISTRATIVOS
1, lA PRESUNCIÓN DE VALIDEZ.
lA EFICACIA DE LOS ACTOS ADMINISTRATIVOS. DEMORA EN LA
EFICACIA E IRRETROACTIVIDAD.
J. lA EJECUTORIEDAD DE LOS ACTOS ADMINISTRATIVOS.
l. SISTEMAS COMPARADOS DE EJECUCIÓN DE LOS ACTOS
ADMINISTRATIVOS.
A) Sistema judicial puro. La tradició n a nglosajona.
B) La ejecución administrativa autosu:ficie nte. Derecho alemá n e italian o.
C) Sistema mixto judicial-administrativo . El sistem a fran cés.
lA CONFIGURACIÓN HISTÓRICA DEL PRIVILEGIO DE DECISIÓN
EJECUTORIA EN EL DERECHO ESPAÑOL.
LA COLABORACIÓN JUDICIAL EN lA EJECUCIÓN DE LOS ACTOS
ADMINISTRATIVOS.
7. CUESTIONAMIENTO CONSTITUCIONAL.
SUSPENSIÓN DE EFECTOS DEL ACTO ADMINISTRATIVO.
0. LOS MEDIOS DE EJECUCIÓN FORZOSA.
A) La ocupació n.
B) El apremio sobre el pa trimo ni o .
C) La ej ecución subsidia ria.
D) La mul ta coercitiva.
E) La compulsió n sobre las personas.
10. LÍMITES Y CONTROL JUDICIAL DE LOS ACTOS DE EJECUCIÓN.
SU RECURRIBILIDAD: TERCERÍAS DE DOMINIO E IMPUGNACIÓN
CONTENCIOSA.
BIBLIOGRAFÍA
1. LA PRESUNCIÓN DE VALIDEZ
11111 i 1H resadas, puede ser gravosa o perjudicial para otros (por ejemplo: el as-
11 u 1 un funcionario puede perjudicar a otros del mismo escalafón). Sin em-
h 111,111 1 tos límites, así como el carácter «excepcional» de la irretroactividad, no
1111 ,, lmisibles para los actos resolutorios de recursos o respecto de las sentencias
j11dh al s, pues, de lo contrario, se frustraría la propia funcionalidad de aquellos
111111 ' s y sentencias, cuya estimación implica, precisamente, la retroactividad
111 In < ordado; es decir, la corrección hacia el pasado de los efectos del acto
1111l.1d y su sustitución por el que hubiera debido dictarse. Por ello, el Tribunal
11¡,1 mo acepta la retroactividad en tales casos como asimismo en los supuestos
il, 1 o r cción de errores materiales (Sentencia de 11 de junio de 1986), así como
, 11 l,1s revisiones de concursos ya resueltos por haberse tenido en cuenta como
d1 ,11 rito de un concursante una falta disciplinaria que debió haber sido cance-
l.1111 n anterioridad (Sentencias de 27 de septiembre de 1985 y 24 de marzo de
1'IH7).
¿ ué ocurre, sin embargo, cuando dos administraciones dictan actos contra-
d ic ( lios? ¿A cuál de ellos otorgar la eficacia, dar la preferencia? La solución de
1110&' ar la preferencia al acto de la administración superior se daba por supuesto
1 11 11n modelo de estado centralizado hasta el punto de que la legislación no se
li .11) a planteado el problema, dando por supuesto que el acto de la administra-
• on superior se imponía sobre la administración inferior. Y para el caso de admi-
11 • 1raciones del mismo nivel resolvía el conflicto la administración superior.
l., t rmas del proceso civil», admitiéndose también como refuerzo de la ejecu-
, on administrativa las penas coercitivas. Como dice FLEINER, la legislación penal
,1 ll•mana no conoce el delito general de desobediencia a las órdenes oficiales, cir-
, 1il ndo por caminos propios, a través de la pena coactiva a imponer por las auto-
• d des administrativas, la ejecución subsidiaria y la coerción sobre el patrimonio
\ h · personas. En la actualidad, la ejecución de los actos administrativos se rige
pn la Ley de Ejecución Administrativa de 27 de abril de 1953 y en los términos
11·,1 icionalmente autoritarios del Derecho alemán.
L 'l 1 Derecho francés la regla general es, por tanto, que la garantía de la efi-
, ,u n d los actos administrativos discurra en primer lugar por la vía de la intimi-
1l.11 m que conlleva la previsión de diversas sanciones penales. A este efecto, el
d p sitivo previsto comporta que dentro del Código Penal se integre una parte
11 lamentarla que cubre las infracciones a la Legislación especial administrativa
1111111 lmente con una sanción correccional. Como válvula de cierre y seguridad,
, I , L. 26.15 del Código Penal incrimina genéricamente con pena de multa las «in-
h ., i nes a los reglamentos legalmente hechos por la autoridad administrativa».
◄
n definitiva, la hipótesis normal es, pues, la ejecución a través del Juez penal,
no solamente impone una sanción al infractor -normalmente correccional,
ljlli '
1,111 se ha dicho-, sino que al tiempo autoriza a la Administración para la ejecu-
1 on material del acto administrativo con base en los arts. 539 y 464 del Código
111 f rocedimiento Penal (antes, 161 y 464 del Código de Instrucción Criminal).
La descripción del sistema francés quedatia incompleta sin referir que no faltan
pin iones que juzgan negativamente esa competencia judicial por estimar que el Juez
' S más exigente a la hora de controlar la regularidad de los actos administrativos (en
base al principio de plenitud de jurisdicción que le permite considerar todas las ex-
epciones a su validez que esgrima el presunto sancionado; Cour de Cassation, 21 de
diciembre de 1961) que a la de sancionar el incumplimiento a sus prescripciones, lo
que explicaría, a su vez, que vayan en aumento los supuestos en que por ley o precepto
reglamentario se atribuye poder ejecutorio a la Administración.
Y en este punto la ejecución administrativa parece imponerse sobre la Judicial,
como se desprende de la regulación -aparte de la singularidad del régimen ejecutorio
de las deudas tributarias- de los siguientes supuestos:
a) Créditos por alcances. Se trata de supuestos en que resultan deudores los fun-
cionarios o contratistas por dinero recibido en depósito de la Administración.
Aquí la Administración goza a través del arreté du débet del privilegio de la eje-
cutoriedad, según estableció ya la legislación napoleónica que se mantiene en
vigor, sin duda porque se trata de casos en que la conducta de los deudores se
asemeja al tipo penal de la apropiación indebida.
b) Deudas no tributarias . En estos supuestos la Administración no dispone más
que de la ventaja ejecutiva que comporta la técnica de l'état exécutoire que, pese
a lo que podría inferirse primafaciede su denominación, no es una resolución
con virtualidad ejecutoria. Y no lo es porque, notificado al presunto deudor,
este puede formular oposición en el plazo de dos meses ante el Tribunal civil
o administrativo competente por razón de la materia sobre la existencia de la
deuda, sobre su montante líquido o sobre la regularidad del acto; oposición
que enerva automáticamente las virtualidades ejecutorias de aquel sin que
tampoco se le otorgue una presunción de validez que provoque la alteración
de la carga de la prueba en el proceso subsiguiente. Solo, pues, cuando no se
formula oposición l'état exécutoire despliega toda su virtualidad. Así resulta, en
definitiva, que mientras les états exécutoires no son más que créditos pretendi-
dos, los anteriormente contemplados arretés du débet son créditos exigibles por
ellos mismos.
84 RAMÓN PARADA VÁZQUEZ Derecho Administrativo. JI
1.11 1 das las facultades ejecutorias como estrictamente judiciales al modo anglo-
•'11111 y que se inspira en el principio de que «nadie puede ser juez en su propia
1,111 a». Un apoyo explícito a este principio viene de la definición de la función
j111l ial como «la potestad de juzgar y hacer ejecutar lo juzgado» (art. 245) de la
C ,1111 titución de Cádiz, que repetirán todas las Constituciones posteriores hasta
1111 • tros días. Es consecuencia también de la supresión de los fueros privilegia-
, 1, 1 • ( alvo el militar, el eclesiástico y el tributario -«mientras el sistema de rentas
1111 .' reforme de raíz», como se decía en el Preámbulo de la Constitución-, que
111 ran otra cosa que Administraciones que simultáneamente ejercían funciones
111tli iales y administrativas. Fruto de estas ideas, el Decreto constitucional de 13
rl, , ptiembre de 1813 estableció un sistema de justicia para la Administración ri-
11 r ·amente judicialista, al modo anglosajón, que descartaba toda posibilidad de
111 • Jurisdicción Administrativa distinta de la ordinaria y de cualquier privilegio
11 ti ial o cuasi:iudicial, como lo es la ejecutoriedad de los actos administrativos.
1)t• se modo la Administración de la Hacienda, cuando el contribuyente se opu-
lc. a al pago del tributo, había de seguir un pleito civil para que el Juez declarase
p, itn ro la procedencia de la deuda tributaria, para proceder después a la ejecu-
, 1 n de la sentencia, como si el accionan te fuera un simple particular contra otro
p,,rticular. El mismo sistema se aplicó a los contratos de la Administración. La im-
1' >rt.ancia de esta disposición bien merece los honores de la transcripción literal:
«Las Cortes generales y extraordinarias, debiendo ftjar las reglas oportunas para
que en los negocios contenciosos de la Hacienda Pública se administre la justicia con
arreglo a los preceptos constitucionales sancionados en la Constitución política de la
Monarquía, y teniendo presente que conforme a ella, por Decreto de 17 de abril del
año próximo pasado se suprimió el Consejo de Hacienda, han venido en decretar y
decretan:
"l. Todos los negocios contenciosos de la Hacienda Pública sobre contribuciones,
pertenencia de derechos, reversión, amortización, generalidades, correos, patrimonio
real, contrabando, débitos de los empleados en el ejercicio de sus funciones y las demás
causas y pleitos de que han conocido hasta ahora los Intendentes y Subdelegados de
Rentas y el Consejo suprimido de Hacienda, se proveerán en las provincias conforme al
art. 262 de la Constitución, sustanciándose y determinándose por Jueces letrados y en
segunda y tercera instancia por las Audiencias respectivas, así de la península como de
ultramar.( ...).
111. Las causas y pleitos sobre contratos generales y particulares se ventilarán en sus
respectivas instancias ante los jueces de letras y las Audiencias que se hubiesen asigna-
do en los contratos, y a falta de este señalamiento ante los Juzgados y Tribunales del
territorio a que correspondan por las reglas generales del Derecho"».
Esta orientación judicialista negadora de potestades ejecutorias en manos
d la Administración va a tener el apoyo doctrinal de significados administrati-
vistas que, no obstante defender la introducción en España de unaJurisdicción
ontencioso-Administrativa al modo francés, niegan la ejecutoriedad de las deci-
86 RAMÓN PARADA VÁZQUEZ Derecho Administrativo. JI
I'' 11I lil ición de interdictos contra la Administración por las trabas, embargos y
t• 111 i n sobre los bienes inmuebles (órdenes de 8 de mayo de 1839, 26 de abril
11 1 1 y 8 de junio de 1843; prohibición de interdictos vigente hasta la aproba-
1111 <l ~ la Ley del Procedimiento Administrativo Común de las Administraciones
11111,I a ) , así como por medio del sistema de conflictos que solamente podía in-
1, 'I r la Administración y que tenía como efecto la paralización de la acción
j11d I ial contraria a la ejecución administrativa. Otra materia en la que luce cla-
1,1111 l•11te la ejecutoriedad de los actos administrativos es en la protección de los
11 1•1 de la Administración, reconociendo a esta una facultad de recuperación
11 ,11 J 1 s bienes patrimoniales en el plazo de un año, y en cualquier tiempo de los
1 •n demaniales, frente a la contraria posesión de un particular, como se estu-
di,t t'n el Tomo III de esta obra.
•rente a lo que ocurre en los Derechos inglés y francés, donde la regla gene-
1.il · la ejecución de las providencias administrativas por vía judicial -con la ven-
1,t : de que previamente a la ejecución se produce un control judicial sobre los
111 res o competencias de la Administración y, en general, sobre la regularidad
, li-1 ac to administrativo-, en el Derecho español puede afirmarse que el sistema
11 ti ial penal demostró pronto su absoluta inoperancia tanto para la protección
dt 1 rdenamiento legal y reglamentario de la Administración como de los actos
di tados en su aplicación.
La falta de operatividad del sistema penal represivo no ha supuesto, sin em-
11., r o , que la ejecución judicial sin carácter represor se haya marginado de la eje-
e 11ión de los actos administrativos. Por el contrario, se utilizó a los Jueces -en una
IIV rsión clara de los principios liberales, sobre todo del de separación de pode-
1< - como ciego instrumento de la ejecución de los actos de la Administración,
1 que en dicho proceso existiera realmente ningún control previo sobre la
ularidad de los actos administrativos, que los Juzgados llevaban a ejecución
1 mo si de sentencias firmes se tratase. Esta posibilidad está todavía abierta, pues,
· mo se ha dicho, una de las condiciones para la validez de la ejecución directa
la Administración es justamente que la Ley no exija la intervención de los
' ibunales.
Uno de los ejemplos más notables, y ya derogado, de ejecución de actos ad-
ministrativos a través del sistema previsto para la ejecución de las sentencias judi-
iales fue el consagrado por el anterior Código de la Circulación para el cobro de
la multas por infracciones de tráfico, al disponer que, transcurridos cinco días
lesde la notificación del apremio sin que se haya efectuado el pago, «se pasará
1expediente al Juzgado municipal que corresponda para que este haga efectivo
1 pago de la multa y apremio por la vía judicial con las costas a que haya lugar»
88 RAMÓN PARADA VÁZQUEZ Derecho Administrativo. 11
(art. 295). Otro supuesto es la ejecución de los actos que imponen permutas for-
zosas en cumplimiento de lo dispuesto de la Ley de Reforma y Desarrollo Agrario
(Texto Refundido de 12 de enero de 1973), permutas que son acordadas por la
Administración y se ejecutan por los Jueces conforme a los art. 919 y siguientes de
la anterior Ley de Enjuiciamiento Civil. Pero el caso más importante de ejecucio-
nes judiciales de actos administrativos por el número de afectados y el volumen
de operaciones lo constituyó la ejecución por las Magistraturas de Trabajo de las
cuotas impagadas a la Seguridad Social, ejecución ahora a cargo de la Tesorería
de esta (Real Decreto 163 7/ 1995 de 6 de octubre) .
Estos supuestos, que un sector de la doctrina presenta como simples ex-
cepciones al privilegio de autotutela administrativa (GARCÍA DE ENTERRÍA y
FERNÁNDEZ RODRÍGUEZ), no son, en realidad, sino el grado máximo de la mis-
ma, constituyendo claras pruebas de dominación de la Administración sobre el
Poder Judicial o, lo que es igual, de la inversión de los papeles que corresponden
a la Administración y a los Jueces que, en vez de controladores de la actividad de
aquella y de sus actos -como ocurre en la ejecución judicial de los actos adminis-
trativos en los sistemas inglés y francés-, ponen todo el prestigio y la fuerza del
Poder Judicial al servicio ciego de la ejecución de actos ajenos, pero sin poderes
de control sobre su adecuación con el ordenamiento jurídico. Son, por ello, en
lo que resta de su vigencia, claramente inconstitucionales, pues, conforme ha
sido siempre y continúa siéndolo con arreglo al art. 117.3 de la Constitución, los
Jueces solo pueden ejecutar lo previamente juzgado -o controlado- por ellos
mismos (lo que no es óbice a las diversas técnicas de auxilio y colaboración den-
tro del propio sistema judicial).
Sin llegar a la ejecución completa de los actos administrativos, los supuestos
en que los Jueces han de ejercer de comparsas en la ejecución de los actos de las
Administraciones públicas no paran, sin embargo, en lo dicho. En efecto, el pa-
pel de los Jueces como defensores de la libertad y propiedad de los ciudadanos
determinó también su mera y puntual intervención o presencia en los proce-
dimientos de ejecución administrativa, pero sin que dicha participación fuese
acompañada por los correspondientes poderes para controlar la licitud misma
de los actos de cuya ejecución se trata.
Así viene ocurriendo con las autorizaciones de entrada en domicilio que los
Jueces «debían » otorgar al servicio de las ejecuciones administrativas, reguladas
en el inicial art. 130 la Ley General Tributaria (que ya no se mantiene en el actual
art. 134) en términos de ineludible, perentoria y, en definitiva, obligación para
los Jueces: «previa exhibición del documento acreditativo del crédito tributario
o, en su caso, de la relación de deudores debidamente providenciados de apre-
mio, los Jueces de paz, comarcales o municipales, según sea el que exista en cada
localidad, autorizarán, dentro de las veinticuatro horas siguientes a la solicitud,
la entrada del Recaudador en el domicilio de los deudores responsables» .
Capítulo II Eficacia y ejecutoriedad de los actos administrativos 89
7. CUESTIONAMIENTO CONSTITUCIONAL
Asimismo, la suspensión se contempla como medida que protege tanto el interés priva-
do como el público.
El Derecho español no prevé una potestad genérica de suspensión de los actos
administrativos como un poder propio de la Administración, pero es obvio que
debe reconocerse su existencia en todos los casos de actos de gravamen o desfa-
vorables a los administrados cuando haya razones de interés público que lo justi-
fiquen. Estas razones -y otras de mayor peso, como situaciones de emergencia o
urgencia- podrán servir también de justificación, aunque no exista una previsión
al respecto, para poner en cuarentena la eficacia de determinados actos admi-
nistrativos favorables a los interesados por el tiempo indispensable para afrontar
aquellas, y todo ello sin perjuicio de las indemnizaciones que correspondieren.
Lo que sí hace la Ley 39/ 2015 de Procedimiento Administrativo Común de las
Administraciones Públicas es contemplar la suspensión, de una parte, como una
medida a tomar dentro de la tramitación de la revisión de oficio y de los recursos
administrativos y contencioso-administrativos, y, de otra, como una técnica pre-
ventiva en los conflictos de competencia entre Administraciones Públicas.
En vía de revisión de oficio, la regla es que «el órgano competente para resol-
ver podrá suspender la ejecución del acto, cuando esta pudiera causar perjuicios
de imposible o difícil reparación».
En vía de recurso administrativo, la regla general, según la Ley 39/2015, de
1 de octubre, de Procedimiento Administrativo Común de las Administraciones
Públicas, (art.11 7), es que la interposición de cualquier recurso, excepto en los casos en
que una disposición establezca lo contrario, no suspenderá la ejecución del acto impugna-
do. No obstante, se admite la suspensión del acto impugnado, de oficio o a solici-
tud del recurrente, si se dan los siguientes requisitos:
1. Que órgano competente proceda a una «ponderación suficientemente
razonada entre el perjuicio que causaría al interés público o de terceros y el per-
juicio que se causa al recurrente como consecuencia de la eficacia inmediata del
acto recurrido». Aunque la Ley no lo diga, parece obvio que no basta con
efectuar esa ponderación, sino que el resultado de la misma suponga que
el perjuicio para el recurrente es mayor que el que se ocasiona al interés
público o a terceros.
2. Que, además de esa ponderación favorable al recurrente, concurra cual-
quiera de las siguientes circunstancias:
a) Que la ejecución pudiera causar perjuicios de imposible o dificil reparación.
Se trata del periculum in re, o riesgo de malograr la pretensión ejerci-
tada si se sigue adelante en la ejecución dando lugar a una situación
irreversible (ejemplo: orden de derribo de un edificio antes de que
el proceso sobre la validez de la licencia de construcción se haya sus-
tanciado). A este mismo requisito se refiere la Ley de laJurisdicción
Contencioso-Administrativa (art. 130.1) para justificar la adopción
de medidas cautelares, entre ellas la suspensión de la ejecutoriedad:
Capítulo 11 Eficacia y ejecutoriedad de los actos administrativos 93
trativo que debe acordarse siempre y cuando el recurrente afiance el pago del
importe de la deuda tributaria (art. 21 del Decreto Legislativo 2795/1980, de 12
de diciembre). La suspensión se prolonga -aunque la Ley no lo prevea expresa-
mente- durante la tramitación del proceso contencioso-administrativo posterior
si se prestan las mismas garantías (Auto de 5 de noviembre de 1987).
En materia de sanciones administrativas, la jurisprudencia estimó, después de
la Constitución, que su naturaleza cuasi-penal era incompatible con la ejecución
antes de la resolución definitiva de los recursos interpuestos. Sin embargo, esa lí-
neajurisprudencial ha ido debilitándose para quedar en una suspensión temporal
limitada al tiempo que tarda en sustanciarse, no todo el proceso, sino únicamente
el incidente de suspensión planteado por el recurrente. No obstante, la suspensión
automática por la interposición del recurso se impuso para sanciones disciplinares:
para jueces y magistrados, en el art. 425.9 de la Ley Orgánica 1/ 1980, de 10 de
enero, del Poder Judicial hasta su modificación por la Ley Orgánica 16/ 1994; y, en
materia de sanciones penitenciarias, en los supuestos previstos en el art. 44.3 de la
Ley Orgánica 1/ 1979, General Penitenciaria, de 26 de septiembre.
Ahora la Ley 39/2015, de 1 de octubre, del Procedimiento Administrativo
Común de las Administraciones Públicas (artículo 90) establece que la re-
solución se podrá suspender cautelarmente, si el interesado manifiesta a la
Administración su intención de interponer recurso contencioso-administrativo
contra la resolución firme en vía administrativa. Dicha suspensión cautelar fi-
nalizará cuando: a) Haya transcurrido el plazo legalmente previsto sin que el
interesado haya interpuesto recurso contencioso administrativo. b) Habiendo el
interesado interpuesto recurso contencioso-administrativo no se haya solicitado
en el mismo trámite la suspensión cautelar de la resolución impugnada o el órga-
no judicial se pronuncie sobre la suspensión cautelar solicitada.
La técnica de la suspensión automática está también presente en las impug-
naciones de los actos de las administraciones territoriales superiores sobre las
inferiores. Se trata, ciertamente, de un arma poderosa en manos del Gobierno
de la Nación que le permite frenar la eficacia de cualesquiera disposición o acto
de una Comunidad Autónoma sin justificar la necesidad de la suspensión; como
asimismo lo es en favor del Estado sobre la eficacia de los actos de las entidades
locales, lo que convierte la suspensión en un instrumento sucedáneo de la fal-
ta de otros controles políticos o administrativos. Así, la suspensión automática
viene determinada por la propia Constitución cuando el Estado impugna ante
el Tribunal Constitucional las disposiciones y resoluciones de las Comunidades
Autónomas (art. 161.2 CE). Asimismo la Ley de Bases de Régimen Local de 1985
prevé la suspensión automática de los actos de la Entidad local que atenten gra-
vemente al interés general de España. En ese caso, el Delegado del Gobierno,
previo requerimiento al Presidente de la Corporación, y en el caso de no ser aten-
dido, podrá suspender el acto por sí mismo y adoptar las medidas pertinentes a
la protección de dicho interés, debiendo impugnarlos en el plazo de diez días
desde la suspensión ante la Jurisdicción Contencioso-Administrativa (art. 67).
Capítulo II Eficacia y ejecutoriedad de les actos administrativo 95
) La ocupación
1~ la forma de ejecución de los actos que imponen a los particulares la entre-
•• d • un bien determinado del que aquellos están en la posesión; si el particular
1111 11 ntrega, la Administración toma posesión de él por medio de sus funciona-
l 11 , ~Sta técnica es la que la Administración utiliza para cumplimentar los actos
d I U sen protección de sus bienes. Dentro de la ocupación cabe incluir, pues,
11, div rsos supuestos de interdictum proprium en recuperación de los bienes de
du111inio público y patrimoniales, dentro de los que constituyen una variedad
111 a os de desahucio administrativo, y que se estudiarán en el Tomo 111 de esta
• 1111 ; , l que nos remitimos.
C) La ejecución subsidiaria
La ejecución subsidiaria, a tenor de la Ley 39/ 2015, de 1 de octubre, de
Procedimiento Administrativo Común de las Administraciones Públicas, consiste
en la realización de la conducta que el acto impone, bien por la Administración
misma o a través de las personas que determinen, en todo caso, a costa de lo
obligado. Este medio se aplica a los actos que, «por no ser personalísimos, pueden
ser realizados por sujeto distinto del obligado». Por ello, es aplicable en toda suerte de
trabajos materiales inespecíficos o demoliciones; pero no lo es cuando la obliga-
ción que se trata de ejecutar no admite su transferencia a otro sujeto, como en la
ejecución de una obra artística, en la que hubiera sido determinante para su ad-
judicación las cualidades del obligado a realizarla. En todo caso, la ejecución sub-
sidiaria por persona distinta del obligado comporta que «los gastos que ocasione
la ejecución, así como el importe de los daños y perjuicios que se produzcan, han
de ser abonados por el destinatario del acto: y, en el caso de incumplimiento de
esta obligación de pago, procederá su exacción por la vía de apremio». Dicho importe
podrá liquidarse de forma provisional y realizarse antes de la ejecución, a reserva
de la liquidación definitiva (art. 102).
D) La multa coercitiva
Este medio de ejecución consiste en la imposición de multas reiteradas en el
tiempo hasta doblegar la voluntad del obligado para cumplir el mandato del acto
administrativo de cuya ejecución se trata. Es una técnica importada del Derecho
alemán, que denomina a las multas coercitivas penas ejecutivas. Surgieron para
compensar la falta de un delito de «desobediencia a las órdenes oficiales» y, en
general, por la tradicional insuficiencia del sistema penal para servir de medio de
coacción del Derecho administrativo, a pesar de la definición de algunas incrimi-
naciones sobre ciertas contravenciones administrativas (FLEINER).
Siguiendo el modelo germánico, la regulación de la multa coercitiva, des-
conocida en nuestra historia legislativa hasta la Ley de Procedimiento de 1958,
viene a resaltar su diferencia respecto de las multas de Derecho penal, prescri-
biendo la Ley que aquella no tiene carácter de pena con la consecuencia de la
inaplicación del principio non bis in idem: «la multa coercitiva -dice a este efecto la
Ley 39/2015, de 1 de octubre, del Procedimiento Administrativo Común de las
Administraciones Públicas- será independiente de las que puedan imponerse en concepto
de sanción y compatibles con ellas».
En todo caso la multa coercitiva se sujeta a un estricto principio de legalidad .
No basta con que la ley autorice su establecimiento al poder reglamentario, sino
que es necesario que la ley determine su forma y cuantía. Los supuestos en que
procede la imposición de multas coercitivas son muy amplios, pues comprenden
Capítulo II Eficacia y ejecutoriedad de los actos administrativos 97
¡111 • yan más allá de lo permitido por el acto de cuya ejecución se trata. La ejecu-
1 011 tampoco puede lesionar los derechos de tercero ajenos al acto y, por tanto,
111 stión fundamental en toda ejecución administrativa el alcance de las decla-
1,11 Iones formales del órgano ejecutor sobre cuestiones de propiedad y derechos
11 .d • , que en ningún caso pueden contradecir las titularidades acreditadas en
11 gistro de la Propiedad que están bajo la salvaguardia de los Tribunales. Los
1111 rgos y apremios deben limitarse estrictamente a los bienes del ejecutado,
1111 orno se desprende de las correspondientes inscripciones regístrales, sin que
p111 • tan extenderse a otros inscritos a nombre de terceros, por muy fundadas
11 1 Jchas que induzcan a pensar que es el ejecutado, y no aquellos, el verdadero
1lt11I r de dichos bienes (art. 1 de la Ley Hipotecaria).
Justamente para salvaguardar las titularidades de terceros no sujetas al proce-
d111ti nto de ejecución, se ha arbitrado, a imagen y semejanza de la regulación en
1 1 pr ceso civil (art. 696 de la Ley de Enjuiciamiento Civil) el incidente de terce-
11.1 e dominio o de mejor derecho en la fase de ejecución admin istrativa. Esta
11 1 !amación de un tercero, o tercería, provoca la suspensión del procedimiento
de 'tpremio en lo que se refiere a los bienes y derechos controvertidos, una vez
'I'' s haya llevado a efecto su embargo y anotación preventiva en el Registro pú-
l1li< correspondiente (art. 165 de la Ley General Tributaria). La sustanciación
de • la tercería tiene una primera fase en vía administrativa y otra ante el Juez civil,
., quien en definitiva corresponde decidir. Las tercerías son de dos clases: las de
tlnminio, que se fundan en la titularidad de un derecho sobre los bienes embar-
,1 los al deudor y cuya interposición lleva consigo la suspensión automática de la
e lc 1ción, y las de mejor derecho, fundadas en el derecho del tercerista a ser re-
1111 •grado de su crédito con preferencia al perseguido en e l expediente de apre-
nd . En este caso, la suspensión se condiciona al depósito por e l tercerista del
dt l ito y costas del procedimiento. La tercería se interpone en escrito dirigido
.11 rgano de la Agencia Estatal de la Administración Tributaria que conozca del
pt edimiento de apremio, debiendo resolverse en el plazo de tres meses desde
,¡11 • e promovió, entendiéndose desestimada por silencio si no es resuelta en
di ho plazo a los efectos de promover la correspondiente demanda ante elJuez
e il (arts. 117 a 122 del Real Decreto 939/ 2005 que se aprueba el Reglamento
<: •neral de Recaudación) .
IHBLIOGRAFÍA
suspensión de los actos administrativos tras la sentencia del Tribunal Constitucional 78/ 1996, de
20 de mayo; NIETO GARCÍA: «Sobre la tesis de Parada en relación con los orígenes de lo
contencioso-administrativo», RAP, 57; PARADA: «Privilegio de decisión ejecutoria y pro-
ceso contencioso», RAP, 55; ÍDEM: «El poder sancionador de la Administración y el sis-
tema judicial penal », RAP, 67; ÍDEM: Régi,men jurídico de las Administraciones Públicas y del
Procedimiento Administrativo Común, Madrid, 1993; P1ÑAR MAÑAS: La eficacia de los actos
administrativos, Madrid, 1988; RODRÍGUEZ MORO: La ejecutividad del acto administrativo,
Madrid, 1949; SÁINZ MORENO: «Sobre la ejecución en línea directa de continuación
del actos y otros principios de la coacción administrativa», REDA, 13; ZANOBINI: Corso de
Diritto amministrativo, Milano, 1958.
CAPÍTULO 111
1111 ,., nfirmable (art. 1.311 del Código Civil) y es imprescriptible, de forma que
p111 •d · subsistir ilimitadamente la posibilidad de que se tenga en cuenta: quod ini-
l111111 vitiosum est non potest tractu temporis convalescere (arts. 1._303 y 1.964 del Código
vtl). En cuanto a la anulabilidad-que el Código Civil reduce a los supuestos de
1t1 valid z de los contratos contemplados en los arts. 1.300 a 1.304 y 1.307 a 1.314,
ti 111ti ' ndose su aplicación a los negocios de familia y sucesiones-, se caracteriza
p111 timir al acto o negocio en una situación indecisa o transitoria, dependiendo
, 11 d 'Ílnitiva su invalidez de que quien esté legitimado pida y consiga judicial-
1111·1\ t la anulación; mientras que, en caso contrario, podrá sanar el negocio por
, 111d1rmación o al caducar o fracasar la acción de nulidad.
hora bien, como señala DE CASTRO, a pesar de los radicales rigorismos de
l,1 11t11idad absoluta, el Derecho positivo puede crear y crea determinadas figuras
1 11 las que, con carácter excepcional, la nulidad se hace desaparecer, convalidán-
dn I negocio: así ocurre con la convalecencia, en que un hecho nuevo, al su-
111,11· al supuesto que se consideraba nulo, le confiere validez al acto. También
, 1111 la conversión, remedio por virtud del cual se aprovechan los elementos de
111 a to que es nulo para entender producido otro acto distinto. Por último, la
111dldad parcial supone aplicar un principio de economía para salvar alguna par-
11· d I acto o negocio por cuanto pueden concurrir en el acto o negocio nulo va-
, 1 ' pactos, cláusulas o disposiciones. A esto hemos de añadir que es más teórica
q11 real la eficacia anulatoria radical de la infracción por los actos privados de
l,1 normas de Derecho público, como ocurre con las normas imperativas sobre
pi ios y las fiscales . Los actos contrarios no pueden ser invalidados a iniciativa
dt las partes, porque son ellas mismas las causantes del vicio y la Administración
111 stá normalmente legitimada, ni acostumbra a com parecer en los procesos
, i il s para obtener una declaración de nulidad.
Tras la Ley de Procedimiento Administrativo de 1958 y de la reforma del
<1< digo Civil de 1973, la contraposición entre una regulación pública y otra priva-
' la de la invalidez de los actos jurídicos se hizo evidente. Así, mientras el art. 3 del
( : digo Civil, en su reforma de 1973, sigue considerando la nulidad absoluta o de
11 no derecho como la regla general de la invalidez ( «los actos contrarios a las
11 rmas imperativas y a las prohibitivas son nulos de pleno derecho, salvo que en
t•llas se establezca un efecto contrario para el caso de contravención»), el art. 47
d · la Ley de Procedimiento Administrativo de 1958 sancionó, por el contrario,
1, regla inversa: la nulidad de pleno derecho solo se aplicaba a supuestos tasados
n que en el acto administrativo concurrían los defectos y vicios más graves: a) los
01 RAMÓN PARADA VÁZQ UEZ Derecho Administrativo. JI
e/Jet» o también que es «nul et non avenu», declaración que se puede hacer en cualquier
tie mpo, a diferencia de las declaraciones de anulabilidad sujetas a los plazos previstos
para el ejercicio de los recursos. La mayor parte, pues, de los vicios e infracciones del
ordenamiento en que incurren los actos administrativos dan origen, en el Derecho
francés, a lo que entre nosotros se denomina nulidad relativa o anulabilidad y que,
en palabras de BRAIBANT, constituye la «ilegalidad normal» . En esos tipos de vicios se
incluyen los vicios de incompetencia (ratione loci, materiae et temporis), la omisión de for-
malidades sustanciales, la violación de las reglas de derecho aplicables al fondo del acto
(Constitución, tratados, leyes, reglamentos, cosa juzgada asimilada a la violación de la
ley, principios generales del Derecho, excluyéndose de esa consideración la violación
de los contratos, las convenciones colectivas de trabajo y las circulares), los defectos de
causa o motivos (inexactitud o defectuosa calificación de los hechos invocados como
motivos), la desviación de poder (détournement de pouvoir) mediante la utilización de las
potestades administrativas con finalidad diversa de aquella por la que fue otorgada por
el Ordenamiento, supuestos que, en buena medida, HAURIOU identificaba más que de
infracción de la ilegalidad como de violación de la moralidad administrativa.
En Alemania es también tradicional la contraposición de la invalidez de los ac-
tos privados y los actos administrativos: «mientras en el Derecho privado -como dice
FLEINER- se considera generalmente nulo un negocio jurídico que incurra en cuales-
quiera infracción, en el Derecho público solo se toman en consideración infracciones
gravísimas de la Ley para que se produzca tal efecto. Únicamente se considera nula
aquella orden que carece de algún elemento jurídico esencial». Por su parte, la Ley
de Procedimiento Administrativo de 1976 establece que un acto administrativo solo
es nulo si incurre en «un vicio especialmente grave» que pueda ser apreciado en una ade-
cuada ponderación de todas las circunstancias concurrentes. Además, un acto es nulo
cuando el acto es de contenido imposible; cuando haya sido dictado por órgano admi-
nistrativo sin competencia territorial en relación con bienes inmuebles o relaciones ju-
rídicas vinculadas a un determinado territorio; la falta de forma especial, cuando así lo
establezca una norma (como las credenciales de nombramientos de cargos públicos o
concesionarios) y cuando su cumplimiento supone una acción sancionada penalmente
o mediante una multa administrativa. Por otra parte, se dispone que un acto adminis-
trativo no es nulo por la simple consideración de que no se hayan respetado las reglas
de la competencia territorial salvo en el caso anterior; cuando haya actuado una de las
personas declaradas incompatibles salvo que sea precisamente la que ha decidido el
asunto; cuando no haya actuado una comisión de intervención preceptiva en la pro-
ducción del acto; por último, cuando no haya colaborado en la producción del acto
otro órgano administrativo cuando su intervención sea, asimismo, preceptiva (art. 44).
En Italia se distingue, dentro de los actos ilegítimos -categoría que se contrapone
a los inoportunos o viciados de mérito-, las categorías de la nulidad absoluta y de la
anulabilidad. La categoría de los actos nulos o inexistentes se reserva para aquellos
en que falta algún elemento esencial, citándose al respecto la incompetencia absoluta
por tratarse de funciones que pertenecen a otros poderes del Estado o que se ejercen
sobre materias completamente extrañas a las atribuciones del órgano que dicta el acto;
inexistencia del objeto, de la voluntad (violación ejercitada sobre el titular del órgano),
de la causa, del contenido (por imposibilidad o manifiesta contradicción con la ley) y
por inexistencia de forma exigida ad substantiam. Los actos son simplemente anulables
por incompetencia jerárquica, exceso de poder y violación de la ley, vicios que se resu-
men en la disconformidad del acto con el ordenamiento jurídico, como venía a decir
Capítulo III Invalidez, anulación y revocación de los actos administrativos 107
INEXISTENCIA
El acto nulo de pleno derecho -en su versión ideal, que la realidad jurispru-
dencia!, como se verá, relativiza en gran manera- es aquel, como queda dicho,
que, por estar afectado de un vicio especialmente grave, no debe producir efecto
alguno, y si lo produce, puede ser anulado en cualquier momento sin que a esa
invalidez, cuando es judicialmente pretendida, pueda oponerse la subsanación
del defecto o el transcurso del tiempo.
Ahora bien, ¿cuáles son esas causas o infracciones de mayor gravedad que de-
terminan la nulidad radical? Doctrinalmente se ha respondido con diversos cri-
terios: el de la apariencia u ostensibilidad del vicio; el de la carencia total de un
elemento esencial (que determinaría la nulidad radical frente a la anulabilidad
en que el elemento existe pero se encuentra, no obstante, viciado) o bien su con-
tradicción con el orden público, de forma que solo las infracciones que afectan
de manera especial a este exigirían un tratamiento particularizado, que amplia-
ría las potestades de enjuiciamiento del Tribunal para anular el acto contrario al
ordenamiento (SANTAMARÍA).
Frente a estos criterios más generales y flexibles -que, en definitiva, remiten
al Juez, a la vista de las circunstancias concretas de la impugnación de un acto,
la tarea de calificar la nulidad de pleno derecho-, la Ley 39/2015, de 1 de octu-
bre, del Procedimiento Administrativo Común de las Administraciones Públicas
enumera y tasa (art. 47), como dijimos, los supuestos en que concurre ese vicio
especialmente grave.
las incompetencias jerárquicas que pueden ser convalidadas, y por ello excluirse
de la nulidad de pleno derecho, serán únicamente las que ofrezcan dudas sobre
el grado de la jerarquía y, quizás, las menos graves, como aquellas en que el su-
perior resuelve por avocación los asuntos atribuidos al inferior; pero no los casos
inversos de flagrante y grave incompetencia jerárquica, como, por ejemplo, si
un director de un Instituto de Enseñanza Media expide un título de doctor o un
Ministro acuerda la separación definitiva de un funcionario, sanción que está cla-
ramente reservada al Consejo de Ministros. Así lo ha estimado también en alguna
ocasión el Tribunal Supremo (Sentencia de 19 de abril de 1979).
En definitiva, pues, la «incompetencia manifiesta» no queda reducida en la
versión jurisprudencia! a los supuestos de incompetencia por razón de la materia
y del territorio, pues incluye la incompetencia jerárquica pero limitadamente a
los casos de incompetencia grave, la que tiene relevancia para el interés público
o para los administrados, y que no es solo la que aparece de modo patente y claro
(Sentencias de 24 de mayo de 1968, 30 de marzo de 1971 y 6 de febrero de 1985).
ión que es lo que determina también la existencia jurídica misma del acuer-
la voluntad del órgano y que debe concurrir no solo en la iniciación de esta,
11 durante todo el curso de la sesión (Sentencia de 18 de febrero de 1983).
ellos se deduce que se adquieren facultades o derechos sin los requisitos esencia-
les para su adquisición.
fuera de plazo, el acto se convierte en firme, y de nada vale la regla sobre su im-
pugnabilidad en cualquier tiempo o sobre la imposibilidad de su subsanación,
reglas que en teoría le diferencian del acto simplemente anulable (Sentencias de
26 de octubre de 1978, 31 de marzo de 1980, 30 de noviembre y 26 de diciembre
de 1984).
El tradicional divorcio entre la teoría y la práctica de los efectos de la nulidad ra-
dical es consecuencia lógica de la confluencia en el acto administrativo de su doble
naturaleza, de su hermafroditismo estructural, consistente en ser, de una parte, un acto
de un sujeto de Derecho, una Administración Pública, sustancialmente análogo a los
actos privados y, de otra, en ostentar el status de los actos judiciales, más concretamente
de las sentencias, y, como estas, dotado de la presunción de validez y de la fuerza ejecu-
toria. Lo que ocurre es, pues, muy simple: en tanto que acto de un sujeto de Derecho,
los efectos de la invalidez del acto administrativo pueden contemplarse desde un plano
sustancial como en la invalidez de los actos privados; pero desde la perspectiva del acto
administrativo como acto de un poder público dotado de facultades judiciales -pers-
pectiva que es la que opera en el proceso contencioso-administrativo, proceso revisor
de actos con valor de sentencias de primera instancia- aquella visión sustancialista que-
da apagada, aplastada por la mecánica procesal. Esta circunstancia provoca que en los
casos en que no es viable el proceso por falta de alguno de sus presupuestos formales,
como es el plazo del recurso, de nada sirva que la cuestión de fondo estuviera funda-
mentada en la nulidad o anulabilidad del acto administrativo: el Tribunal en uno y
otro caso no considerará siquiera la cuestión y declarará improcedente el recurso. Lo
mismo que ocurre en el proceso contencioso-administrativo ocurre en la impugnación
de sentencias civiles de primera instancia. Cualquier acción civil se malogra igualmente
aunque esté fundada en una nulidad radical si, frente a una sentencia desestimatoria
de esa pretensión en primera instancia, el particular accionante formula recurso de
apelación fuera de los perentorios plazos establecidos en la Ley de Enjuiciamiento Civil
o lo hace incurriendo en cualesquiera causas de inadmisibilidad del recurso de apela-
ción. En definitiva, pues, el acto administrativo, al operar a la vez como acto primario
de un sujeto de derecho y al propio tiempo como acto judicial, tiende por lo primero
a aceptar las duras consecuencias de la nulidad radical, fundamentalmente la impres-
criptibilidad de la acción de nulidad que no tendría plazo para su ejercicio directo o
para la oponibilidad como excepción en cualquier proceso; pero al tiempo, en cuanto
acto de efectos judiciales, el acto administrativo es enjuiciado en los recursos admi-
nistrativos y contencioso-administrativos como una sentencia en grado de apelación
y, en consecuencia, tanto la Administración, al resolver los recursos administrativos,
como los Tribunales Contencioso-Administrativos, tienden a no considerar si la impug-
nación se funda en una causa de nulidad o anulabilidad cuando faltan algunos de los
presupuestos o requisitos del proceso de segunda instancia y, en particular, si la acción
se interpone fuera de los brevísimos plazos de un mes y dos meses que se prescriben,
respectivamente, para los recursos de alzada o contencioso-administrativo. El acto ad-
ministrativo, cuando es firme y consentido por el transcurso de esos plazos aparece re-
vestido de las características de la santidad de la cosa juzgada propias de las sentencias
ya inapelables.
Por lo dicho hay que contemplar la diferencia del régimen jurídico de la nu-
lidad de pleno derecho y la anulabilidad como algo relativo, y confiar en que,
al menos, la diferencia se respete en lo que toca al reconocimiento del carác-
Capítulo III Invalidez, anulación y revocación de los actos administrativos 117
1111 hubiere, declararán de oficio la nulidad de los actos administrativos que ha-
ll p I sto fin a la vía administrativa o que no hayan sido recurridos en plazo, en
1 11¡ uestos de nulidad de pleno derecho » (art. 106).
de los interesados, supuestos de tal gravedad que, pese a su calificación legal como
vicios causantes de la anulabilidad, constituyen, en realidad, como hemos dicho,
vicios que originan la inexistencia o la nulidad de pleno derecho. Un contrasen-
tido en la regulación legal.
Fuera de estos supuestos, una jurisprudencia muy restrictiva, apoyada en la presun-
ción de validez de los actos administrativos, mantiene la tesis de que la forma tiene un
valor estrictamente instrumental que solo adquiere relieve cuando realmente incide en
la decisión de fondo (Sentencia de 26 de abril de 1985) y, además, cuando realmente se
haya producido indefensión (Sentencia de 15 de noviembre de 1984), la cual se conside-
rala verdadera «frontera» de la invalidez (Sentencias de 18 de febrero de 1977, 19 y 23 de
abril de 1985). No obstante, la indefensión, como vicio que aboca a la anulabilidad y no a
la nulidad absoluta, tiene en su favor una corrientejurisprudencial que admite la conva-
lidación del vicio por el hecho de la oportunidad de defensa a posteriori que comporta la
interposición de los pertinentes recursos administrativos y judiciales contra el acto vicia-
do de indefensión; doctrina en abierta contradicción con otros pronunciamientos que
afirman la insubsanabilidad de la indefensión en vía de recurso o que reducen esa posibi-
lidad al supuesto en que la oposición del interesado se apoya «única y exclusivamente en
consideraciones de Derecho» (Sentencia de 26 de enero de 1979).
Estas contradicciones deberían decantarse por la configuración de los vicios de
forma graves como vicios de orden público que originan la nulidad radical o de pleno
derecho, como hacía la vieja jurisprudencia de lo contencioso-administrativo que, al
igual que en los procesos penales y civiles de apelación, analizaba tales vicios en un pro-
nunciamiento preferente. La importancia de las formas en la producción del acto ad-
ministrativo )imitador de derechos, sancionador o arbitral, debe ser exactamente igual
que la de las formas previas a los actos judiciales. Por ello, resulta peligrosa la tesis de
que los vicios de forma deben analizarse desde una perspectiva funcional, reduciendo
su inicial trascendencia, lo que lleva incluso a estimar subsanables los trámites de au-
diencia y defensa por la posterior interposición de recursos administrativos, e incluso
el contencioso-administrativo que ofrece «a lo largo de su tramitación oportunidad de
eliminar la sombra de indefensión » (FERNÁNDEZ RODRÍGUEZ). Esta tesis lleva lógica-
mente a admitir que por razones de economía procesal los Tribunales contencioso-
administrativos marginen los vicios de forma cuando la decisión de fondo se estime
correcta, razonamiento que podría con el mismo fundamento predicarse respecto
de los Tribunales penales o civiles al resolver en apelación las infracciones procesales
perpetradas por los Tribunales inferiores, ya que, al fin y a la postre, la Jurisdicción
Contencioso-Administrativa no es más que una segunda instancia, una instancia revi-
sora de lo juzgado y decidido previamente por la Administración. Por el contrario, hay
que insistir en que la prohibición constitucional de toda clase de indefensión se refiere
a todos los poderes públicos y, por ello, debe regir también en los procedimientos y
actos administrativos por mandato de los arts. 24 y 106 de la Constitución.
1111 , ivos en el procedimiento que sean independientes del primero»), como de elemento
,1 d mento dentro de un mismo acto administrativo ( «la nulidad o anulabilidad
,11 /Jarte del acto administrativo no implicará la de las partes del mismo independiente de
,11¡nella salvo que la parte viciada sea de tal importancia que sin ella el acto administrativo
1111 hubiera sido dictado »).
A) Introducción
Examinados los aspectos sustanciales de la invalidez de los actos administrati-
vos, cumple ahora considerar los aspectos adjetivos y formales, es decir, los cami-
nos o procedimientos a través de los cuales esta se puede declarar.
A la declaración de invalidez se puede llegar por iniciativa de los intere-
sados, canalizada por los correspondientes recursos administrativos ante la
Administración autora del acto, o judiciales ante la Jurisdicción Contencioso-
Administrativa, lo que estudiaremos en el Capítulo XVIII. Pero, al margen de
estas vías de recurso, el principio de legalidad obliga a la Administración a reac-
cionar frente a cualquiera de sus actos o actuaciones que contradigan al ordena-
miento acomodándolos a aquel.
Este deber de ajuste permanente a la legalidad no crea problemas jurí-
dicos graves cuando incide sobre actos que afectan al ámbito doméstico de la
Administración en su estructura, organización o funcionamiento, sin limitar los
derechos de los administrados. Tampoco cuando el acto es perjudicial o gravoso
para un particular, como puede ser la imposición de una sanción indebida o la
negativa injustificada al reconocimiento de un derecho, etc. En estos casos, la
Administración puede y debe -a diferencia del Juez, que no puede anular o revo-
car sus propias sentencias infundadas o inválidas (art. 240 de la Ley Orgánica del
Poder Judicial)- volver sobre sus actuaciones con independencia de que el vicio
que origina la invalidez sea la nulidad o la simple anulabilidad. El único impedi-
mento pudiera ser que el acto hubiera sido confirmado por sentencia firm e (art.
213 de Ley General Tributaria de 2003: «cuando hayan sido confirmados por sen-
Capítulo III Invalidez., anulación y revocación de los actos administrativos 121
11, ,., ,judicial firme, no serán revisables en ningún caso los actos de aplicación
1,, tributos y de imposición de sanciones ni las resoluciones de las reclamacio-
1, nómico-administrativas»').
1'1 1 el panorama cambia cuando se trata de la revisión o anulación de los
t 111 ; dministrativos inválidos que han creado y reconocido derechos en favor
1 11•1 ros que se encuentran además en posesión y disfrute de los mismos.
er que la Administración tiene en este caso la potestad de declarar la nu-
tales actos supone reconocerle también la fuerza de extinguir por sí mis-
1,1 alterar aquellas situaciones posesorias, si el tercero interesado se resiste
, 111nplir las consecuencias de dicho acto anulatorio. Implica, en definitiva, atri-
1111 1 a la Administración una potestad cuasi judicial, una manifestación extrema
11 1 1 rivilegio de decisión ejecutoria, privilegio que fue rechazado por el libera-
l 111ojudicialista del siglo pasado, obligando a la Administración a acudir al Juez
11,11 ,1, nular los actos declarativos de derechos a través de lo que se llamó el proce-
11 d 1 sividad. Este proceso suponía, en definitiva, que la Administración tenía
del interés general y de los intereses particulares o derechos que protege el acto que
se pretende revocar (WALINE). El mantenimiento de un acto ilegal comporta el mayor
inconveniente para el interés general y, en consecuencia, si no se lesionan derechos
adquiridos, la anulación (revocation o retrait) es obligada en cualquier momento, y al
margen de cualquier petición de los interesados (26 de febrero de 1954, Zwillinger). Por
el contrario, si el acto es ilegal , a los efectos de recurso por exceso de poder, pero reco-
noce derechos adquiridos, su anulación por la Administración solo es posible (doctri-
na que inicia el arret Cachet de 3 de noviembre de 1922) dentro del plazo de dos meses
previsto para la interposición del recurso de anulación, o bien durante el tiempo de
duración de la instancia contenciosa. Con esta limitación o modulación temporal se
trata de no reconocer a la Administración un poder igual o superior al Juez. Una vez
pasado este tiempo, la anulación del acto ya no es posible.
El Derecho italiano reconoce asimismo a la Administración un poder propio para la
anulación, revocación o corrección de los actos administrativos, poder que se denomina,
según que el acto esté afectado de vicios de ilegitimidad o de inoportunidad, anulación
de oficio o revocación (annullamento di ufficio o revoca). Las dos potestades tienen carácter
discrecional, aun siendo mayor en la revocación, lo que significa que, no obstante, la
evidencia de su ilegalidad, y excepción hecha de los supuestos en que la potestad anula-
toria se ha atribuido a un órgano de control, la Administración puede abstenerse de anu-
lar el acto por razones de equidad, o de conveniencia, especialmente por no turbar las
complejas relaciones que en torno al acto pueden haberse formado. Además, la potestad
anulatoria es general y autónoma sin limitación de tiempo cuando se ejercita por el órga-
no administrativo sobre sus actos. No así cuando por leyes especiales corresponde a una
Administración investida de poderes de control, como ocurre con la facultad anulatoria
del Gobierno sobre los actos de los órganos del propio Estado o de cualquier persona
jurídico-pública (art. 6 del TU de 3 de marzo de 1934: «// Governo hafacoltii, in qualunque
tempo, di annul,are, di ufficio o su denuncia, sentito il Consiglio di Stato, gli atti viziati di incompc-
tenza, ecceso di potere o violazione di kggi o di regolamenti generi o especialista»), así como otros
supuestos que atribuyen idéntico poder al Prefecto sobre ciertos actos de policía adminis-
trativa (Ley de 24 de julio de 1977, núm. 616) o de las comisiones regionales de control
dentro de veinte días de su recepción de los acuerdos ilegítimos de los entes y consorcios
locales (Ley 62, de 10 de febrero de 1953).
lq11 1 r tiempo. No hay, pues, límite temporal para que el interesado solicite o
,lnwii tración acuerde poner en marcha la acción de nulidad.
1 1 q;undo requisito es que la nulidad se acuerde previo dictamen favorable del
11 1·111 l Estado u órgano consultivo equivalente de la Comunidad Autónoma,
111 l111bi re. Este informe es una garantía frente al órgano que resuelve, pues
111 llo rgano consultivo no aprecia la concurrencia de la nulidad, la revisión
¡1111 1 llevarse a cabo. En todo caso, para evitar planteamientos abusivos, la
111111 lltración podrá, cuando el procedimiento se inicia a solicitud del interesa-
u I rdar motivadamente la inadmisión a trámite de las solicitudes formuladas
1w1 idad de recabar dictamen del órgano consultivo cuando las mismas no
lt,1 1 11 n alguna de las causas de nulidad de pleno derecho o carezcan mani-
t.un ' nte de fundamento, así como en el supuesto de que se hubieran des-
11t11,1d en cuanto al fondo otras solicitudes sustancialmente iguales. Esto no
1p d que los interesados puedan recurrir la inadmisión, utilizando las vías de
1111 , e administrativo y contencioso-administrativo pertinentes.
I•l I rocedimiento de anulación debe terminar con resolución expresa. Además
1r•I ' to anulatorio del acto o disposición nulos de pleno derecho, la Ley obliga
q111 la resolución que así lo declare se pronuncie expresamente acerca de la in-
11 11111ización que proceda reconocer a los interesados cuando se den los requisitos
11 u· 1 l t rminan la responsabilidad extracontractual de la Administración. Si trans-
111 ll 'll tres meses sin resolver se producirá la caducidad del procedimiento en los
I", 11 1 dimientos iniciados de oficio y la d esestimación por silencio negativo de la
p1, hmsión formulada de los iniciados a instancia del interesado.
l•,n uanto a los efectos de la declaración de nulidad de pleno derecho de una
1 ¡1 si ión general, la Ley determina que no implicará la ilegalidad sobrevenida de
111 ,1 l s firmes dictados en aplicación de aquella, los cuales deberán reputarse váli-
1, 1 onservarán su fuerza de obligar mientras no sean anulados de forma expresa.
1 ,1, validez, tanto sobre la retirada del acto primitivo como sobre la indem-
1 11111 misma (Sentencias de 19 de enero de 1969 y 28 de febrero de 1970).
1111 • prudencia todavía más progresiva considera la indemnización no como
1 , 111 li ión de eficacia, sino de validez, por lo que es nulo el acto revocatorio
1•1 que un acto sea inválido, de pleno derecho o anulable, o pueda ser legí-
1 111.1 01 nte revocado no quiere decir que deba y pueda serlo en todo caso, pues
1 e ·ible que la adecuación del acto al ordenamiento engendre una situación
h II l.1 ía más injusta que la originada por la ilegalidad que se trata de remediar. De
1111 la conveniencia de moderar la facultad invalidatoria y revocatoria con unos
11111 li ionamientos sustanciales a fin de evitar crear una situación más grave que
l,1 qu se trata de remediar. Como previene ZANOBINI, la anulación no puede dar
111 ·1r a «una turbativa dell' ordine giuridico piu grave di quella cagionata dalla persis-
1, ,1 a dell'atto viziato».
BIBLIOGRAFÍA
BocANECRA: La revisión de oficio de los actos administrativos, Madrid,1987; CASSAGNE: El acto ad-
ministrativo, Buenos Aires, 1975; DE CASTRO Y BRAVO: El negocio jurídico, Madrid, 1967;
SANTAMARÍA y PAREJO: Derecho administrativo (La Jurispruden cia del Tribunal SujJremo),
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1970; GARCÍA DE ENTERRÍA: «La configuración del recurso de lesividad», RAP, 15, 1954;
GARRIDO FALLA: «Los motivos d e impugnación del acto administrativo (nulidad y
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claración de lesividad», RAP, 2, 1950; MARTÍN MATEO: «La revisión de oficio de los
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error material y de cuenta», RAP, 55, 1958; NIETO: «Lesividad y expropiación», RAP,
36, 1961; IDEM: «Proyecto de Ley de Procedimiento Administrativo en la República
Federal Alemana», RAP, 47, 1965; PARADA VÁZQUEZ: «Privilegio de decisión ejecutoria
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cisión ejecutora y el sistema contencioso-administrativo», RAP, 59, 1969; SALA ARQUER:
La revocación de los actos administrativos en el Derecho español, Madrid, 1974; SANTAMARÍA
PASTOR: La nulidad de pleno derecho de los actos administrativos, Madrid, 1972.
CAPÍTULO IV
EL PROCEDIMIENTO ADMINISTRATIVO
f;. ta Ley, que por la importancia de sus contenidos ocupó un lugar central
11 , 1D recho administrativo, pasó a ser norma básica a los efectos del Derecho
11111 mico, a tenor de lo establecido en el art. 149.1.18 de la Constitución, que
11111 • al Estado competencia exclusiva sobre «las bases del régimen jurídico
1 l 1. dministraciones públicas y del régimen estatutario de sus funcionarios
¡111 , t:n todo caso, garantizarán a los administrados un tratamiento común ante
ll,1 así como sobre «el procedimiento administrativo común, sin perjuicio
1 l.1s specialidades derivadas de la organización propia de las Comunidades
do de sea cooficial esa misma lengua distinta del castellano, no será precisa su
t, ,,ducción.
•n cuanto a la utilización de medios electrónicos en las relaciones con las
,11 lIi ii nistraciones públicas la Ley parte del principio de libre elección de hacerlo
1 i, avés de estos o de los medios tradicionales, añadiendo que el medio elegido
por la persona para comunicarse con las Administraciones Públicas podrá ser
1111 1di:ficado por aquella en cualquier momento. No obstante, estarán obligados
,1 , l donarse a través de medios electrónicos con las Administraciones Públicas
In iguientes sujetos: a) Las personas jurídicas. b) Las entidades sin personali-
d,u l jurídica. c) Quienes ejerzan una actividad profesional para la que se requie-
1,1 legiación obligatoria, para los trámites y actuaciones que realicen con las
cl mi nistraciones Públicas en ejercicio de dicha actividad profesional, incluyen-
do n todo caso a los notarios y registradores de la propiedad y mercantiles.
No menos generosa es la Ley al enumerar los derechos de los interesados en
m procedimiento administrativo (art. 53), tan fáciles de proclamar como difíci-
l, de exigir y obtener de la burocracia pública.
a) A conocer, en cualquier momento, el estado de la tramitación de los pro-
cedimientos el sentido del silencio administrativo que corresponda; el ór-
gano competente para su instrucción, en su caso, y resolución; y los actos
de trámite dictados. Asimismo, también tendrán de recho a acceder y a
obtener copia de los documentos contenidos en los citados procedimien-
tos. Cuando la relación lo sea por medios electrónicos, este derecho se ejercerá
a través del Punto de Acceso General electrónico de la Administración
mediante la puesta a disposición de los documentos solicitados en el
Punto de Acceso General electrónico de la Administración competente o
en las sedes electrónicas que correspondan.
b) A identificar a las autoridades y al personal al servicio de las Adminis-
traciones Públicas bajo cuya responsabilidad se tramiten los procedimientos.
c) A no presentar documentos originales salvo que, de manera excepcional,
la normativa reguladora aplicable establezca lo contrario. En dicho caso
tendrán derecho a obtener una copia autenticada de este.
d) A no presentar datos y documentos no exigidos por las normas aplicables
al procedimiento de que se trate, que ya se encuentren en poder de las
Administraciones Públicas o que hayan sido elaborados por estas.
e) A formular alegaciones, utilizar los medios de defensa admitidos por el
Ordenamiento Jurídico, y a aportar documentos en cualquier fase del pro-
cedimiento anterior al trámite de audiencia, que deberán ser tenidos en
cuenta por el órgano competente al redactar la propuesta de resolución.
j) A obtener información y orientación acerca de los requisitos jurídicos o
técnicos que las disposiciones vigentes impongan a los proyectos, actua-
ciones o solicitudes que se propongan realizar.
140 RAMÓN PARADA VÁZQUEZ Derecho Administrativo. JI
1 1111 , ,tivo de derechos; o bien aquel interés que deriva del eventual perjuicio
11 1 udiera crear al ciudadano el acto combatido en el proceso (Sentencias de
d, 11 viembre de 1964 y 4 de mayo de 1972) . Después de la Constitución, y
111 111.yor amplitud, se ha entendido que el concepto de interés cubre «toda
1 1• d interés moral o material que pueda resultar beneficiado con la estima-
1111 d la pretensión ejercitada, siempre que no se reduzca a un simple interés
l,t 11· alidad» (Sentencia de 9 de octubre de 1984). De no excluirse este último
1p11c •st , y, por tanto, se admitiera la legitimación por el simple deseo de defen-
1 c•I rdenamiento jurídico, se confundiría la legitimación por interés con la
1 11¡11, pública abierta a todos los ciudadanos pertenecientes al ámbito de una
, ti II ni tración territorial.
Otras regulaciones han llegado a formulaciones parecidas sobre la legitimación en
c-1 procedimiento administrativo. Así, la Ley de Procedimiento Administrativo alemana
d ; 1975 (arts. 11 y 13) considera partes en el procedimiento administrativo a las perso-
llu s naturales o jurídicas siguientes: l. El solicitante y su oponente. 2. Aquellos a quie-
11 s la autoridad quiere dirigir o ha dirigido un acto administrativo. 3. Aquellos con
(jllienes la autoridad quiere concluir o ha concluido un convenio jurídico-público. 4.
quellos que sean llamados por la autoridad para participar e n el procedimiento por-
u sus intereses jurídicos puedan ser afectados por el resultado d el procedimiento.
,uando el resultado del procedimiento tiene efectos jurídicos para un tercero, previa
licitud, debe ser llamado como parte en el procedimiento; en la medida en que es
nocido de la autoridad, se debe advertir al tercero de la iniciación d el procedimien-
. Sin embargo, quien sea oído en el procedimiento no por ello se convierte en parte.
l ara estar y actuar en el procedimiento administrativo, además de la condi-
• 1u I de interesado es necesario tener capacidad de obrar. Y la tienen a los efectos
d1 1 rocedimiento administrativo, además de quienes la ostentan con arreglo al
ho civil, los menores de edad en el ejercicio y defensa de aquellos derechos
, 11 reses cuya actuación permita el ordenamiento jurídico-administrativo sin
l,1 ,1, i tencia de la persona que ostente la patria potestad, tutela o curatela. Se
, I' •ptúa el supuesto de los menores incapacitados, cuando la extensión de la
111 apacitación afecte al ejercicio y defensa de los derechos o intereses de que
e lr ate. Además, cuando la Ley así lo declare expresamente, tendrán capacidad
p,11, actuar los grupos de afectados, las uniones y además las entidades sin per-
111) lidadjurídica y los patrimonios independientes o autónomos (art. 3). En el
dimiento administrativo no es necesaria, pero se admite, la representación,
1 11 uyo caso se entenderán con el representante las actuaciones administrati-
,t. , salvo manifestación expresa en contra del interesado. Se trata, y frente a lo
q11 es regla general en los procesos judiciales de todo tipo, de una representa-
• e n voluntaria no profesionalizada. Por ello es innecesario actuar por medio de
pi urador de los tribunales, gestor administrativo, graduado social, etc., puesto
q11. cualquier persona con capacidad de obrar podrá actuar en representación
di tra ante las Administraciones Públicas (art. 5). No obstante, la Ley abre la
pll rta a una especie de profesional, gestor o representante, a nuestro juicio, in-
11 esariamente, en los procedimientos administrativos al prescribir que: «Las
144 RAMÓN PARADA VÁZQUEZ Derecho Administrativo. IJ
aquí que no haya acuerdo sobre cuáles sean estos principios, que más qu
glas diversas de los procesos judiciales y aplicables a todos los procedimientos
~ dministrativos, son cuestiones o problemas básicos que admiten respuesta di-
v rgentes o de diferente intensidad en unos y otros procedimientos. Veamo ] s
más significativos.
Reaccionando al fin con carácter general, tras muchas censuras a aquella re-
gulación y, entre ellas, las efectuadas en todas las ediciones anteriores de esta
obra, la Exposición de Motivos de la Ley 19/2013, de 9 de diciembre de trans-
parencia, acceso a la información pública y buen gobierno, reconoce que la an-
terior regulación adolece de una serie de deficiencias que han sido puestas de
manifiesto de forma reiterada al no ser claro el objeto del derecho de acceso, al
estar limitado a documentos contenidos en procedimientos administrativos ya
terminados y al resultar su ejercicio extraordinariamente limitado en su articu-
lación práctica. Consecuentemente establece el principio general de que todas
las personas tienen derecho a acceder a la información pública, en los términos
previstos en el artículo 105.b) de la Constitución, sobre los contenidos o docu-
mentos, cualquiera que sea su formato o soporte, que obren en poder de alguno
de los organismos incluidos en el ámbito de aplicación de la ley y que hayan sido
elaborados o adquiridos en el ejercicio de sus funciones.
No obstante, tan bello principio general y el cambio de paradigma corre el
riesgo de ser una ilusión pues ese derecho podrá ser limitado por múltiples cir-
cunstancias. Así, cuando acceder a la información suponga un perjuicio para: a)
La seguridad nacional. b) La defensa. c) Las relaciones exteriores. d) La seguridad
pública. e) La prevención, investigación y sanción de los ilícitos penales, adminis-
trativos o disciplinarios. j) La igualdad de las partes en los procesos judiciales y la
tutela judicial efectiva. g) Las funciones administrativas de vigilancia, inspección
y control. h) Los intereses económicos y comerciales. i) La política económica y
monetaria. j) El secreto profesional y la propiedad intelectual e industrial. k) La
garantía de la confidencialidad o el secreto requerido en procesos de toma de
decisión. I) La protección del medio ambiente. La aplicación de estos límites
deberá estar justificada y será proporcionada a su objeto y finalidad atendiendo a
las circunstancias del caso concreto, especialmente a la concurrencia de un inte-
rés público o privado superior que justifique el acceso.
Un obstáculo igualmente muy difícil de superar para obtener la información
solicitada puede ser que la misma contuviera datos especialmente protegidos a
los que se refiere el apartado 2 del artículo 7 d e la Ley Orgánica 15/ 1999, de
13 de diciembre, de Protección de Datos de Carácter Personal. En dicho caso el
acceso únicamente se podrá autorizar en caso de que se contase con el consenti-
miento expreso y por escrito del afectado, a menos que dicho afectado hubiese
hecho manifiestamente públicos los datos con anterioridad a que se solicitase el
acceso.
Un último obstáculo se superpone a los anteriores: si la información incluye-
se datos especialmente protegidos a los que se refiere el apartado 3 del artículo 7
de la Ley Orgánica 15/ 1999, de 13 de diciembre, o datos relativos a la comisión
de infracciones penales o administrativas que no conllevasen la amonestación
pública al infractor, el acceso solo se podrá autorizar en caso de que se cuente
con el consentimiento expreso del afectado. Una limitación, esta última, que sor-
Capítulo IV El procedimiento administrativo 149
1 not ncioso-administrativa.
la que se regula el derecho de acceso a los archivos de los organismos federales. A esta
siguieron la Federal Privacy A ct ( 1974), para garantizar el acceso a archivos personales
y poner a resguardo el derecho a la intimidad frente a posibles abusos por parte de la
Administración, y la Government in The Sunshine Act (1976), conforme a la cual resulta
posible asistir a las reuniones de determinados organismos federales. Las tres, pero so-
bre todo la primera de ellas, son utilizadas habitualmente por periodistas y ciudadanos.
El contraste entre los principios generales de transparencia y acceso y el cúmulo de
excepciones a los mismos recogido en tales leyes ha dado ya lugar a una rica jurispru-
dencia donde el dilema de la publicidad frente al secreto aparece planteado de forma
recurrente. Hablando en términos generales, puede decirse que en Estados Unidos la
Primera Enmienda de la Constitución sigue leyéndose al modo tradicional, es decir,
como libertad de transmitir y recibir información sin cortapisas legales o interferencias
gubernamentales. Ni una sola decisión del Tribunal Supremo permite presentar dicha
Enmienda como fundamento de un deber positivo de difundir información a cargo del
Gobierno .
9. TRAMITACIÓN E INSTRUCCIÓN
En ambos casos las medidas provisionales que pueden adoptarse, en los tér-
111111 • previstos en la Ley 1/ 2000, de 7 de enero, de Enjuiciamiento Civil, son
l.1 i ruientes: a) Suspensión temporal de actividades. b) Prestación de fianzas. e)
1 c•til ada o intervención de bienes productivos o suspensión temporal de servi-
, 111s por razones de sanidad, higiene o seguridad, el cierre temporal del estableci-
1111 .nto por estas u otras causas previstas en la normativa reguladora aplicable. d)
1 111 argo preventivo de bienes, rentas y cosas fungibles computables en metálico
prn aplicación de precios ciertos. e) El depósito, retención o inmovilización de
, u, a mueble. j) La intervención y depósito de ingresos obtenidos mediante una
.11 tividad que se considere ilícita y cuya prohibición o cesación se pretenda. g)
( :011 ·ignación o constitución de depósito de las cantidades que se reclamen. h) La
1 l't •nción de ingresos a cuenta que deban abonar las Administraciones Públicas.
¡) quellas otras medidas que, para la protección de los derechos de los in teresa-
d, ·, prevean expresamente las leyes, o que se estimen necesarias para asegurar la
l'I tividad de la resolución.
B) Información pública
Mediante este trámite se llama públicamente a opinar sobre cuestiones de
hecho, de ciencia o de Derecho a cualquier persona, sea o no interesada en el
procedimiento. La información pública se abre cuando la naturaleza del pro-
cedimiento así lo requiere (art. 83). Además, no es infrecuente que las regula-
ciones administrativas sectoriales impongan el trámite de información pública
con carácter imperativo, como ocurre en el procedimiento expropiatorio a pro-
pósito del trámite de necesidad de ocupación (arts. 18 y siguientes de la Ley de
Capítulo IV El procedimiento administrativo 155
C) Informes
Los informes son actuaciones administrativas a cargo, normalmente, de ór-
,lnos especializados que sirven para ilustrar al órgano decisor. Son manifesta-
1 i nes de juicio, jurídicos o técnicos, pero nunca de voluntad, y, por ello, no se
, onsideran actos administrativos impugnables; únicamente podrán ser valorados
1 mo uno más de los presupuestos de la resolución final del procedimiento, que
,,. la manifestación de voluntad del órgano administrativo y el verdadero y único
objeto de los recursos administrativos o judiciales. La Ley 39/2015, de 1 de octu-
1r , del Procedimiento Administrativo Común de las Administraciones Públicas
art. 81) autoriza al instructor para pedir, además de los informes que sean precep-
livos por disposiciones legales, todos los que se juzguen necesarios para resolver,
· decir, informes facultativos.
Aparte de la distinción entre informes preceptivos y no preceptivos o facul-
l tivos la ley distingue entre informes vinculantes y no vinculantes, estableciendo,
t demás, la presunción de que «salvo disposición expresa, los informes serán fa-
ultativos y no vinculantes».
Los informes serán emitidos a través de medios electrónicos y en el plazo de
di ez días, salvo que una disposición o el cumplimiento del resto de los plazos
del procedimiento permitan o exija otro plazo mayor o menor. De no emitir-
e el informe en el plazo señalado, y sin perjuicio de la responsabilidad en que
incurra el responsable de la demora, se podrán proseguir las actuaciones salvo
uando se trate de un informe preceptivo, en cuyo caso se podrá suspender el
transcurso del plazo máximo legal para resolver el procedimiento. Si el informe
debiera ser emitido por una Administración Pública distinta de la que tramita el
procedimiento en orden a expresar el punto de vista correspondiente a sus com-
petencias respectivas, y transcurriera el plazo sin que aquel se hubiera emitido, se
podrán proseguir las actuaciones, además de que informe emitido fuera de plazo
podrá no ser tenido en cuenta al adoptar la correspondiente resolución.
156 RAMÓN PARADA VÁZQUEZ Derecho Administrativo. JI
D) Laprueba
La prueba es la actividad que se desarrolla en el procedimiento para acredi-
tar la realidad de los hechos y, en su caso, la vigencia y existencia de las normas
aplicables, cuando lo uno y lo otro constituyen presupuestos ineludibles de la
resolución que ha de dictarse. A estos efectos la Ley 39/ 2015, de 1 de octubre,
de Procedimiento Administrativo Común de las Administraciones Públicas es-
tablece que cuando la Administración no tenga por ciertos los hechos alegados
por los interesados o la naturaleza del procedimiento lo exija, el instructor del
mismo acordará la apertura de un período de prueba por un plazo no superior
a treinta días ni inferior a diez, a fin de que puedan practicarse cuantas juzgue
pertinentes. Asimismo, cuando lo considere necesario, el instructor, a petición
de los interesados, podrá decidir la apertura de un período extraordinario de
prueba por un plazo no superior a diez días.
La práctica de la prueba se desarrolla del modo siguiente: el instructor co-
municará a los interesados, con antelación suficiente, el inicio de las actuaciones
Capítulo IV El procedimiento administrativo 157
·arias para la realización de las pruebas que hayan sido admitidas consignan-
n la notificación el lugar, fecha y hora en que se practicará la prueba, con la
1111 rtencia, en su caso, de que el interesado puede nombrar técnicos para que le
1 , tan. En los casos en que, a petición del interesado, deban efectuarse pruebas
ficación o publicación del acto de que se trate y no podrán tener una duración
superior a veinticuatro horas, en cuyo caso se expresarán en días.
A salvo también que por Ley o en el Derecho de la Unión Europea no se ex-
prese otro cómputo, cuando se señalen los plazos por días, se entiende que estos
son hábiles, excluyéndose del cómputo los sábados, los domingos y los declara-
dos festivos y se contarán a partir del día siguiente a aquel en que tenga lugar la
notificación o publicación del acto de que se trate, o desde el siguiente a aquel
en que se produzca la estimación o la desestimación por silencio administrativo.
Por último, si los plazos se fijan en meses o años, estos se computarán a partir
del día siguiente a aquel en que tenga lugar la notificación o publicación del acto
de que se trate, o desde el siguiente a aquel en que se produzca la estimación o
desestimación por silencio administrativo. El plazo concluirá el mismo día en
que se produjo la notificación, publicación o silencio administrativo en el mes o
el año de vencimiento. Si en el mes de vencimiento no hubiera día equivalente
a aquel en que comienza el cómputo, se entenderá que el plazo expira el último
día del mes; y, en fin, cuando el último día del plazo sea inhábil, se entenderá
prorrogado al primer día hábil siguiente.
La Administración, salvo precepto en contrario, podrá conceder de oficio o
a petición de los interesados, una ampliación de los plazos establecidos, que no
exceda de la mitad de los mismos, si las circunstancias lo aconsejan y con ello
no se perjudican derechos de tercero, ampliación que se aplicará en todo caso a
los procedimientos tramitados por las misiones diplomáticas y oficinas consula-
res, así como a aquellos que, sustanciándose en el interior, exijan cumplimentar
algún trámite en el extranjero o en los que intervengan interesados residentes
fuera de España.
Tanto la petición de los interesados como la decisión sobre la ampliación de-
berán producirse, en todo caso, antes del vencimiento del plazo de que se trate,
por lo que no podrá ser objeto de ampliación un plazo ya vencido.
También es posible una reducción de los plazos establecidos cuando razo-
nes de interés público lo aconsejen, de oficio o a petición del interesado. Esta
reducción se acordará en el procedimiento de la tramitación de urgencia, por
la cual se reducirán a la mitad los plazos establecidos para el procedimiento or-
dinario, salvo los relativos a la presentación de solicitudes y recursos. Tampoco
aquí no cabe recurso alguno por la estimación o desestimación de la petición de
reducción.
La Ley, en fin, regula la presentación de documentos en los registros electró-
nicos. Esta podrá tener lugar todos los días del año durante las veinticuatro horas
y, a los efectos del cómputo de plazo ftjado en días hábiles, en lo que se refiere al
cumplimiento de plazos por los interesados, la presentación en un día inhábil se
entenderá realizada en la primera hora del primer día hábil siguiente salvo que
una norma permita expresamente la recepción en día inhábil. Los documentos
Capítulo IV El -procedimiento administrativo 161
A) El desistimiento y la renuncia
El procedimiento puede terminar, antes de llegar a su fin, por desistimiento;
,._, decir, porque «el interesado desista de su petición o instancia», lo que viene a
i nificar el apartamiento del procedimiento, pero no la renuncia del derecho
rcitado a través de este.
A diferencia del desistimiento, la renuncia va más allá e implica la declaración
1 abandono del derecho, pretensión o interés en el procedimiento que se había
j rcitado, razón por la cual el procedimiento mismo deja de tener sentido.
Por lo demás, el régimen de desistimiento y la renuncia tienen los siguientes
mentos comunes (art. 94):
l. Todo interesado podrá desistir de su solicitud o, cuando ello no esté pro-
hibido por el Ordenamiento Jurídico, renunciar a sus derechos.
2. Si el esc1ito de iniciación se hubiera formulado por dos o más interesa-
dos, el desistimiento o la renuncia solo afectará a aquellos que la hubie-
sen formulado .
3. Tanto el desistimiento corno la renuncia podrán hacerse por cualquier
medio que permita su constancia.
4. La Administración aceptará de pleno el desistimiento o la renuncia, y
declarará concluso el procedimiento, salvo que, habiéndose persona-
162 RAMÓN PARADA VÁZQUEZ Derecho Administrativo. JI
B) La caducidad
La caducidad es una causa de terminación del procedimiento por la falta de
actividad en este. La regulación legal básica de la caducidad tiene cierta conno-
tación sancionadora, pues está referida a los procedimientos instados a solici-
tud del interesado y que se paralizan por causa de este (art.95). En este caso la
Administración le advertirá, inmediatamente, de que, transcurridos tres meses,
se producirá la caducidad del mismo, con archivo de las actuaciones. No obstan-
te, el procedimiento puede seguir, al igual que acontece en el desistimiento o la
renuncia, si hubiere terceros interesados o la cuestión objeto del procedimiento
afectase al interés general, o fuera conveniente sustanciarla para su definición y
esclarecimiento.
No toda pasividad u omisión del interesado puede servir de base a una decla-
ración de caducidad del procedimiento, sino solamente aquellas especialmente
calificadas, que determinen la paralización del procedimiento por imposibili-
dad material de continuarlo. Cualquier otra omisión solo justifica la pérdida del
trámite.
En cuanto a los efectos de la caducidad, no implica siempre la correlativa
pérdida o extinción del derecho que en dicho procedimiento se estaba ejercitan-
do o pretendiendo, pues «la caducidad no producirá por sí sola la prescripción
de las acciones del particular o de la Administración, pero los procedimientos
caducados no interrumpirán el plazo de prescripción». Por ello, en los procedi-
mientos iniciados de oficio en que se ejercen facultades sancionadoras o de inter-
vención es posible que la declaración de caducidad pueda ser seguida del inicio
de otro procedimiento con la misma finalidad, si no ha prescrito la infracción.
En cualquier caso, la caducidad no produce efecto alguno en el supuesto de que
la cuestión suscitada afecte al interés general o cuando fuere conveniente sustan-
ciarla para su definición y esclarecimiento.
La caducidad tampoco implica la pérdida del trabajo efectuado en el proce-
dimiento caducado ya que, en los casos en los que sea posible la iniciación de un
nuevo procedimiento por no haberse producido la prescripción, podrán incor-
porarse a este los actos y trámites de aquel cuyo contenido se hubiera mantenido
igual de no haberse producido la caducidad. En todo caso, en el nuevo proce-
dimiento deberán cumplimentarse los trámites de alegaciones, proposición de
prueba y audiencia al interesado.
Capítulo IV El procedimiento administrativo 163
D) La terminación convencional
El procedimiento puede cumplir su fin por terminac10n convencional o,
como dice la Ley, por acuerdos, pactos, convenios o contratos, con personas tan•
to de Derecho público como privado (art. 88). Es la última «moda» del Derecho
administrativo moderno que tiende en lo posible a sustituir el acto unilateral por
el negocio jurídico bilateral, una corriente que describiremos con más detalle en
el capítulo referente a los contratos de la Administración.
La admisión del convenio, acuerdo o pacto, frente al acto administrativo uni-
lateral como forma de terminación de los procedimientos es, sin embargo, má
aparente que real. Y es más el ruido que las nueces porque, contrariamente a
la regulación de la Ley de Procedimiento Administrativo Alemana de 1976, en
la que de alguna manera pretende inspirarse la nuestra, no solo declara inad-
misible el convenio cuando resulte contrario al ordenamiento jurídico o sobre
materias no susceptibles de transacción, sino que, además, exige -amén de no
alterar las competencias y responsabilidades atribuidas a los órganos adminis-
trativos y de necesitar la aprobación expresa del Consejo de Ministros u órgano
equivalente de las Comunidades Autónomas, cuando afecte a sus competencias-
su anterior previsión expresa por una norma, puesto que los convenios no ten-
drán más alcance, efectos y régimen jurídico que el que «en cada caso prevea la
disposición que lo regule ». Es decir, que se trata de una norma en blanco, por
lo que no basta para la celebración de un convenio acogerse a lo que dice la
Ley 39/2015, de 1 de octubre, de Procedimiento Administrativo Común de las
Administraciones Públicas; es preciso además una regulación sustantiva que pre-
viamente haya aceptado esta forma de terminación del procedimiento. De ello
resulta que la regulación que comentamos no es más que un simple esquema a
rellenar por esa otra específica regulación a la que reenvía y a la que habrá que
atenerse prioritariamente.
BIBLIOGRAFÍA
servicios en que está en juego el poder y la autoridad misma del Estado, la justifi-
cación del recurso al contrato resulta más problemática.
Otra muestra de la impotencia de las Administraciones públicas para abor-
dar proyectos y obras que antes diseñaba y construía directamente mediante sus
cuerpos de funcionarios y servicios propios se manifiesta ahora en el auge de las
innumerables modalidades del contrato de servicios y, más recientemente, en la
figura contractual introducida en la Ley 30/2007, de 30 de octubre, de Contratos
del Sector Público: el contrato de colaboración del sector público con el sector
privado, partenariat. Un contrato que pone en manos de un empresario la rea-
lización de una actuación global e integrada que, además de la financiación de
inversiones inmateriales, de obras o de suministros necesarios, entre otras fina-
lidades, atiende a la construcción o transformación de obras, equipos, sistemas
y productos o bienes complejos, así como su mantenimiento y actualización, su
explotación o su gestión. Una modalidad contractual que ha sido suprimida por
la reciente Ley 9/2017, de 8 de noviembre, por la que se transponen al ordena-
miento jurídico español las Directivas del Parlamento Europeo y del Consejo,
2014/23/ UE y 2014/24/UE, de 26 de febrero de 2014.
valoración de las ofertas al mejor precio, como elemento decisivo para la adjudicación
del contrato. A esta situación ha conducido el hecho de que, en la actualidad, sobr
nuestra tradición primen ahora las técnicas de otras legislaciones nacionales que han
influido más directamente en las Directivas de la Unión Europea, a la que se acomodó,
primero, la Ley de Contratos de las Administraciones públicas de 1995, así como la pos---
terior Ley 30/2007, de 30 de octubre, de Contratos del Sector Público, Texto refundido
aprobado por Real Decreto Legislativo 3/ 2011, de 14 de noviembre y ahora la Ley de
Contratos del Sector Publico de 2017.
verá, asume íntegramente la Ley de Contratos del Sector Público, figura d e origen fran•
cés que no tenía parangón, reiteramos, en ou·os Derechos como el italiano y el alemán.
111 Derecho por la Ley 9/ 2017, de 8 de noviembre . Estas son las Directivas d el
l',trlamento y del Consejo 214/ 23/ UE de adjudicación de contratos de conce-
1 n, 2014/ 24/ UE sobre contratación pública y 2014/ 25/ sobre contratos por
, 11Lidades en los sectores excluidos.
El legislador español, que e n esta materia soporta la rémora d e tener que res-
1 ·tar las competencias reservadas a las comunidades autónomas, se ha mostrado
1 mpre bastante reticente a asumir la normativa comunitaria. Consecuencia de
,., a actitud ha sido la condena en varias ocasiones d el Reino d e España por el
1J ibunal de Justicia de la Comunidad Europea. En todo caso, la pretensión de
alvar en lo posible la elefantiásica normativa nacional antes referida y ensam-
1larla con las Directivas comunitarias ha dado como resultado una legislación de
( , ntratos del Sector Público - a la que se suman las normativas d e las comunida-
d autónom as- de enorme complejidad, pésimamente redactada, un laberinto
·n el que es fácil perderse o desesperarse, donde proliferan las categorías con-
1!'actuales superpuestas, los casuismos, las excepciones a las excepciones, las defi-
11i iones y constantes excepciones, etc. que dan como resultado un texto de muy
<lifícil comprensión, tanto a nivel académico como para los propios funcionarios
jueces encargados de su aplicación. Todo ello origina una grave inseguridad
jurídica en materia tan esencial para el servicio público y tan, por otra parte, es-
trechamente vinculada con los problemas de corrupción pública.
Europeo y del Consejo, 2014/ 23/ UE y 2014/ 24/ UE, de 26 de febrero de 2014
(con un título excesivamente extenso al citar a las Directivas que se transponen)
hereda -en cuanto a técnica legislativa se refiere con la reproducción de muchos
preceptos- todos los defectos ya referidos de la Legislación anterior de pésima
redacción, caprichosa sistemática y prolijidad más propia de un reglamento, con
una extensión desmesurada (347 largos artículos, 53 Disposiciones Adicionales
que, en su mayoría, deberían formar parte del articulado, y 16 Disposiciones
Finales).
Como si no hubiese sido siempre así a lo largo de la Historia de la legislación
sobre contratación administrativa, la Exposición de Motivos de la nueva Ley afir-
ma ahora en términos grandilocuentes que los objetivos que la inspiran son, en
primer lugar, lograr una mayor transparencia en la contratación pública, y, en
segundo lugar, el de conseguir una mejor relación calidad-precio. Nada original,
pues, aunque si algunas novedades.
En cuanto a la transparencia destaca, en primer lugar, la uniformidad del
nuevo régimen para los contratos no armonizados. Este régimen será igual con
independencia de que los otorgantes sean o no administraciones públicas, por
lo que desaparece la posibilidad de regulación mediante Instrucciones internas
propias en los procedimientos de importe no armonizado.
Se introduce más transparencia en los procedimientos de selección de con-
tratistas, con exigencia de justificación y motivación de la necesidad y del pro-
cedimiento elegido. Se exige, además, una detallada información a publicar en
los perfiles de contratante, que deberán alojarse de manera obligatoria en la
Plataforma de Contratación del Sector Público, gestionándose y difundiéndose
exclusivamente a través de la misma y no en los diarios oficiales. La no publica-
ción en la Plataforma comportará la existencia de un vicio de nulidad de pleno
derecho (artículo 39.2 c) .
En un procedimiento tan caracterizado por la opacidad como el contrato
menor, se rebajan cuantías y se imponen ciertas reglas para evitar que sirva de
cobertura a la fragmentación del objeto con la finalidad de eludir los controles.
Asimismo, se obliga a reportar la información de los contratos menores asocia-
dos a cada contratista, con el fin de «descubrir» actuaciones irregulares.
En el procedimiento negociado desaparece el supuesto de procedimiento
negociado sin publicidad y, en el que se mantiene la publicidad se prescribe, ob-
viamente, que existe obligación de negociar, delimitando la ponderación de los
elementos de la negociación, cuya ausencia se considera causa de nulidad, como
ha indicado Acuerdo del TACPA 8/ 2015.
Persiste la política de potenciar el recurso especial de garantías contractuales
con su extensión a cuantías inferiores a las del importe armonizado. Asimismo,
se amplía el objeto del recurso, que incluye ya los encargos a medios propios
y también a materias específicamente jurisdiccionales, como son las relativas a
Capítulo V. Poder público y técnica contractual. Cuestiones Genera/,es 179
teriores con la Administración para poder comenzar a trabajar con ella. También
se pone coto a la morosidad en los pagos. En este sentido el periodo de compro-
bación de las facturas se limita a 30 días y se establece la obligatoriedad de que s
presenten de forma electrónica. Llevado a la práctica, supone que las empresas
que trabajen para la Administración y, a su vez, subcontraten a pymes y autóno-
mos como proveedores de bienes y servicios tendrán que abonar sus facturas en
un plazo máximo de 90 días. La nueva Ley permitirá incluso que el subcontratis-
ta pueda solicitar el pago directo a la Administración.
La Ley prescribe que son contratos del sector público los contratos onerosos,
cualquiera que sea su naturaleza jurídica, que celebren las entidades del sector
público, entendiendo que son onerosos aquellos en que el contratista obtenga
algún tipo de beneficio económico, ya sea d e forma directa o indirecta. También
se someten a la Ley determinados contratos subvencionados (artículo 23) cele-
brados por entidades que tengan la consideración de poderes adjudicadores con
otras personas físicas o jurídicas (art. 2).
En el artículo 3 se precisan las entidades que forman parte del sector público,
distinguiendo, más adelante cuáles de estas son administraciones públicas y cua-
les poder adjudicador:
Las entidades del sector público son las siguientes:
a) La Administración General del Estado, las Administraciones de las
Comunidades Autónomas, las Ciudades Autónomas de Ceuta y Melilla y
las Entidades que integran la Administración Local.
b) Las entidades gestoras y los servicios comunes de la Seguridad Social.
c) Los Organismos Autónomos, las Universidades Públicas y las autoridades
administrativas independientes.
d) Los consorcios dotados de personalidad jurídica propia a los que se re-
fiere la Ley 40/2015, de 1 de octubre, de Régimen Jurídico del Sector
Público, y la legislación de régimen local, así como los consorcios regula-
dos por la legislación aduanera.
e) Las fundaciones públicas, entendiendo por tales las que reúnan alguno
de los siguientes requisitos: 1) que se constituyan de forma inicial, con
una aportación mayoritaria, directa o indirecta, de una o varias entida-
des integradas en el sector público, o bien reciban dicha aportación con
posterioridad a su constitución; 2) que el patrimonio de la fundación esté
integrado en más de un 50 por ciento por bienes o derechos aportados
o cedidos por sujetos integrantes del sector público con carácter perma-
Capítulo V. Poder público y técnica contractual. Cuestiones Generales 181
Son numerosos los supuestos que la Ley de Contratos del Sector Público con-
templa y que quedan fuera de su aplicación (artículos 4 a 11). En unos casos se
trata de verdaderos contratos a los que, de no excluirse la aplicación de la ley,
sería incuestionable pero que se dejan fuera por razones de oportunidad o con-
veniencia de varios tipos. En otros casos se trata de simples figuras jurídicas de
carácter bilateral que sólo con mucha imaginación o desde la ignorancia jurídica
se podía pensar que podrían considerarse contratos y en la aplicación de esta
Ley, como es el caso de las relaciones funcionariales o laborales o la encomienda
de gestión entre entes públicos. Pues bien, en todos estos supuestos que se enu-
meran, la Ley, expresamente, prescribe que se regirán por sus normas especiales,
aplicándose los principios de la Ley de Contratos del Sector Público para resolver
las dudas y lagunas que pudieran presentarse.
Las excepciones a la aplicación de la ley a que nos referimos son las siguientes:
Iº. Los contratos que se especifican en el Tratado de Funcionamiento de la Unión
Europea que se concluyan en el sector de la defensa y la seguridad así como otros rela-
tivos a la defensa nacional que se especifican en el art. 5.
2º.También resultan excluidos cuando cumplan d e terminadas condiciones que la
ley específica, los convenios y encomiendas de celebrados entre sí por la Administración
General del Estado, las entidades gestoras y servicios comunes de la Seguridad Social,
las Universidades Públicas, las Comunidades Autónomas y las Ciudades Autónomas de
Capítulo V. Poder público y técnica contractual. Cuestiones Generales 183
( , uta y Melilla, las Entidades locales, las entidades con personalidad jurídico pública
d llas dependientes y las entidades con personalidad jurídico privada, siempre que,
, n este último caso, tengan la condición de poder adjudicador (Artículo 6). En todo
e aso resultan excluidos los convenios que celebren las entidades del sector público con
1 rsonas físicas o jurídicas sujetas al derecho privado, siempre que su contenido no
, sté comprendido en el de los contratos regulados en esta Ley o en normas adminis-
1rativas especiales, las encomiendas de gestión reguladas en la legislación vigente en
in ateria de régimen jurídico del sector público.
3º. Los acuerdos que celebre el Estado con otros Estados o con otros sujetos de
d ·recho internacional así como los celebrados de conformidad con el Tratado de
li\i ncionamiento de la Unión Europea con uno o varios Estados no signatarios de este
(1ltimo, que creen obligaciones de derecho internacional relativo a las obras, sumi-
nistros o servicios que resulten necesarios para la ejecución o la realización conjunta
.I un proyecto por sus signatarios. Asimismo, quedarán excluidos los contratos que
d han adj udicarse de conformidad con un procedimiento de contratación específico
que haya sido establecido en virtud de las normas de contratación aprobadas por una
rganización internacional o por una institución financiera internacional, siempre y
uando estén financiados íntegramente o mayoritariamente por esa institución (art.7).
4°. Los contratos de investigación y desarrollo, excepto aquellos que además de
star incluidos en los códigos CPV 73000000-2 (servicios de investigación y desarrollo
y servicios de consultoría conexos); 73100000-3 (servicio de investigación y desarrollo
xperimental) ; 73110000-6 (servicios de investigación); 73111000-3 (servicios de labo-
ratorio de investigación); 73112000-0 (servicios de investigación marina), 73120000-9
(servicios de desarrollo experimental), 73300000-5 (diseño y ejecución en materia de
investigación y desarrollo); 73420000-2 (estudio de previabilidad y demostración tec-
nológica) y 73430000-5 (ensayo y evaluación), cumplan las dos condiciones siguientes:
a) Que los beneficios pertenezcan exclusivamente al poder adjudicador para su utiliza-
ción en el ejercicio de su propia actividad. b) Que el servicio prestado sea remunerado
íntegramente por el poder adjudicador (art. 8).
5º. Las autorizaciones y concesiones sobre bienes de dominio público y los contra-
tos de explotación de bienes patrimoniales que se regularán por su legislación específi-
ca salvo en los casos en que expresamente se declaren de aplicación las prescripciones
de la presente Ley (art.9).
6°. Los contratos de compraventa, donación, permuta, arrendamiento y demás ne-
gocios jurídicos análogos sobre bienes inmuebles, valores negociables y propiedades
incorporales, a no ser que recaigan sobre programas de ordenador y deban ser cali-
ficados como contratos de suministro o servicios, que tendrán siempre el carácter de
contratos privados y se regirán por la legislación patrimonial (Art. 10).
7°. Y, en el ámbito financiero están excluidos los contratos relativos a servicios fi-
nancieros relacionados con la emisión, compra, venta o transferencia de valores
o de otros instrumentos financieros en el sentido de la Directiva 2004/ 39/ CE del
Parlamento Europeo y del Consejo, de 21 de abril de 2004, relativa a los mercados de
instrumentos financieros, por la que se modifican las Directivas 85/ 611 / CEE y 93/ 6/
CEE del Consejo y la Directiva 2000/ 12/ CE del Parlamento Europeo y del Consejo y se
deroga la Directiva 93/ 22/ CEE del Consejo. Asimismo quedan excluidos los servicios
prestados por el Banco de España y las operaciones realizadas con la Facilidad Europea
184 RAMÓN PARADA VÁZQUEZ Derecho Administrativo. Il
Con la finalidad de obtener una mayor precisión del régimen jurídico apli-
<able a los contratos públicos, tanto en lo que se refiere a las formas y procedi-
mientos de adjudicación, más o menos exigentes, cuanto a las reglas sustantivas
aplicables en su ejecución, la Ley clasifica los contratos del sector público según
1 atrones muy diversos: contratos sujetos a regulación normalizada, contratos me-
nores, contratos típicos y por último, las dos categorías tradicionales de contra-
t s, administrativos y contratos privados a lo que nos referiremos de forma muy
~special en el capítulo VIII.
Los celebrados por entidades del sector público que no reúnan la condi-
ción de poder adjudicador.
contratos privados que celebren las Administraciones Públicas se regirán,
1 11 ruan to a su preparación y adjudicación, en defecto de normas específicas, por
l,1 , ' ciones 1 _a y 2.ª del Capítulo I del Título I del Libro Segundo de la Ley (rela-
1 •,1 a la necesidad e idoneidad del contrato y eficiencia en la contratación), apli-
11 11 se supletoriamente las restantes normas de Derecho administrativo o, en
11 1 t so, las normas de Derecho privado, según corresponda por razón del sujeto
t 11 •11 ti dad contratante. En lo que respecta a sus efectos, modificación y extinción,
Pasito a pasito cada nueva regulación de los contratos del sector público va
umentando de forma inmisericorde los organismos y las burocracias públicas
que intervienen en la gestión de aquellos. Un incremento potenciado porque a
1 administración contractual del Estado, y en función de nuestro tan excesivo
orno lamentable grado de descentralización territorial, hay que sumar los orga-
nismos y burocracias que crean y alimentan a su imagen y semejanza las comu-
nidades y ciudades autónomas de Ceuta y Melilla. La nueva ley d e contratos del
sector público de 2017 ha llevado este proceso de burocratización al límite crean-
do, nada más y nada menos, que una administración independiente, la «Oficina
[ndependiente de Regulación y Supervisión de la Contratación », que no se inte-
gra en la general de la Comisión de los Mercados y de la Competencia.
A subrayar que este creciente e imparable proceso de burocratización comen-
zó con la creación de la ya veterana Junta Consultiva de Contratación administra-
tiva y se aceleró con la puesta en pie de unos tribunales d e recursos contractua-
les, uno estatal y otro por cada una de las comunidades y ciudades autónomas,
incluso municipios de gran población, por demás unos funcionarios que se auto
192 RAMÓN PARADA VÁZQUEZ Derecho Administrativo. ll
ue abre la puerta para que las comunidades y ciudades autónomas creen las
suyas propias en relación con la contratación de las Entidades que integren el
ector público autonómico, y, de establecerse así en sus normas reguladoras, de
las Entidades Locales incluidas en el mismo (art. 332.12).
La Junta Consultiva de Contratación Pública del Estado es el órgano específi-
o de regulación y consulta en materia de contratación pública del sector públi-
co estatal. Es un órgano colegiado con composición abierta a la participación del
ector privado, adscrito al Ministerio de Hacienda y Función Pública.
Su composición y régimen jurídico se establecerán reglamentariamente, te-
niendo en cuenta que el Presidente de la Oficina Independiente de Regulación
y Supervisión de la Contratación y un representante de la Comisión Nacional de
los Mercados y la Competencia formarán parte de la misma como vocales natos,
con voz pero sin voto.
La Junta Consultiva de la Contratación Pública del Estado tiene las funciones
que le atribuye la Ley de Contratos el Sector Público y del Reglamento de su
desarrollo, y, en todo caso, promover la adopción de las normas o medidas de
carácter general que considere procedentes para la mejora del sistema de contra-
tación en sus aspectos administrativos, técnicos y económicos; aprobar recomen-
daciones generales o particulares a los órganos de contratación; Informar sobre
las cuestiones que se sometan a su consideración y, con carácter preceptivo, so-
bre todas las disposiciones normativas de rango legal y reglamentario en mate-
ria de contratación pública de competencia estatal; coordinar el cumplimiento
de las obligaciones de información que imponen las Directivas de Contratación;
elaborar y remitir a la Comisión Europea (para la que actuará como punto de
referencia para la cooperación) cada tres años un informe sobre los aspectos
concretos que en la Ley se especifican referido a todos los poderes adjudicadores
estatales, autonómicos y locales que, respecto de la licitación pública y ejecución
de los contratos de obras, suministros, servicios, concesión de obras y concesión
de servicios que estén sujetos a regulación armonizada. Asimismo, se encargará
de prestar asistencia recíproca y de cooperar con el resto d e Estados miembros
de la Unión Europea a fin de garantizar el intercambio de información sobre
las cuestiones que se establecen en la normativa comunitaria, garantizando su
confidencialidad.
En el seno de la Junta Consultiva de Contratación Pública del Estado, se crea
el Comité de cooperación en materia de contratación pública para asumir, en
ejercicio de sus competencias, compromisos específicos en áreas de acción co-
mún de las distintas Administraciones Públicas.
El Comité de Cooperación es un órgano colegiado, otro «gigante burocráti-
co», del que es fácil esperar cuantiosos gastos como exige la complejidad de su
composición, como magros resultados. El Comité actúa en Pleno o en Secciones,
asistidos ambos por los grupos de trabajo que se decida por el Ple no o por cada
194 RAMÓN PARADA VÁZQUEZ Derecho Administrativo. JI
una de las Secciones. El Pleno del Comité está presidido por el Director General
del Patrimonio del Estado del Ministerio de Hacienda y Función Pública, y lo inte-
gran tanto representantes de la Administración General del Estado, como de las
Comunidades y Ciudades Autónomas, así como de las organizaciones represen-
tativas de las Entidades locales, en los términos que se detallan en la Ley. Formará
parte asimismo, como vocal nato, el Presidente de la Oficina Independiente de
Regulación y Supervisión de la Contratación.
El Comité de Cooperación tendrá las Secciones que se determinen reglamen-
tariamente, contando en todo caso con las cinco siguientes: la regulación de la
contratación, información cuantitativa y estadística, supervisión de la contrata-
ción pública y contratación pública electrónica y supervisión del funcionamiento
del Registro Oficial de Licitadores y Empresas Clasificadas del Sector Público.
BIBLIOGRAFÍA
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SANTAMARÍA DE PAREDES y LóPEZ BLANCO: El Derecho comunitario de la contratación públi-
ca, Madrid , 1991.
CAPÍTULO VI
RÉGIMEN BÁSICO DE LOS CONTRATOS
DEL SECTOR PÚBLICO
l lica, corriendo de su cargo los correspondientes gastos sin que en ningún caso
puedan incluir en el documento en que se formalice el contrato cláusulas que
inpliquen alteración de los términos de la adjudicación (artículo 153).
A tener en cuenta que la formalización no podrá efectuarse antes de que
transcurran quince días hábiles desde que se remita la notificación de la adjudi-
ción a los lidiadores y candidatos, plazo que es el previsto para la interposición
l recurso que lleva consigo la suspensión de la formalización del contrato.
En cuanto al incumplimiento de la formalización del contrato, si éste se debe
causas imputables al adjudicatario implicará una sanción por el importe del
!l por ciento del presupuesto base de licitación, IVA excluido, en concepto de
r nalidad, que se hará efectivo contra la garantía y perderá el derecho a la adju-
icación del contrato, que se hará en favor del siguiente licitador por el orden en
ue hubieran quedado clasificadas las ofertas. Por el contrario, si las causas de la
no formalización fueren imputables a la Administración, se indemnizará al con-
tratista de los daños y perjuicios que la demora le pudiera ocasionar.
Son partes de los contratos del sector público los entes, organismos y enti-
dades de éste y, de otra, los contratistas. No obstante, debe advertirse que las
normas de la contratación pública pueden afectar también, en los términos que
· verán al estudiar el régimen jurídico particular de los tipos contractuales, a
re laciones contractuales entre particulares, como es el caso de los contratos sub-
vencionados o de las previsiones legales relativas a la subcontratación o cesión de
derechos derivados de los contratos públicos.
El objeto de los contratos del sector público deberá ser determinado en aten-
ción a las necesidades o funcionalidades concretas que se pretenden satisfacer,
sin cerrarse a la llamada cláusula de «progreso tecnológico» en virtud de la cual
podrá acordarse la incorporación de futuras innovaciones tecnológicas, sociales
o ambientales que mejoren la eficiencia y sostenibilidad de los bienes, obras o
servicios que se contraten.
En principio, el objeto los contratos no podrán fraccionarse con la finalidad
de disminuir la cuantía del mismo para eludir así los requisitos de publicidad o
los re lativos al procedimiento de adjudicación que correspondan. Sin embargo,
la Ley prescribe ahora que, siempre que la naturaleza o el objeto del contrato
lo permitan, deberá preverse la realización independiente de cada una de sus
partes mediante su división en lotes, constituyendo cada lote el objeto de un con-
212 RAMÓN PARADA VÁZQUEZ Derecho Administrativo. II
trato singular. En principio se trata de una medida que pretende favorecer a las
pequeñas y medianas empresas, pudiéndose reservar lotes a Centros Especiales
de Empleo de iniciativa social y a empresas de inserción.
No obstante lo anterior, el órgano de contratación podrá no dividir en lotes
el objeto del contrato cuando existan motivos válidos, considerándose como tales
en todo caso los siguientes: a) El hecho de que la división en lotes del objeto del
contrato conllevase el riesgo de restringir injustificadamente la competencia. A
los efectos de aplicar este criterio, el órgano de contratación deberá solicitar in-
forme previo a la autoridad de defensa de la competencia correspondiente para
que se pronuncie sobre la apreciación de dicha circunstancia. b) El hecho de
que la realización independiente de las diversas prestaciones comprendidas en el
objeto del contrato dificultara la correcta ejecución del mismo.
Cuando, superados estos obstáculos, el órgano de contratación proceda a la
división en lotes del objeto del contrato, aquel podrá -siempre que se haya indi-
cado expresamente en el anuncio de licitación y en el pliego de cláusulas admi-
nistrativas particulares- limitar tanto el número de lotes para los que un mismo
candidato o licitador puede presentar oferta como el número de lotes que pue-
den adjudicarse a cada licitador.
El galimatías en que se ha convertido la regulación de la división en lotes de
un contrato público, en todo caso económicamente ineficiente, se cierra con la
posibilidad de que cuando el órgano de contratación hubiera decidido proceder
a la división en lotes y, además, permitir que pueda adjudicarse más de un lote al
mismo licitador, aquel podrá adjudicar la totalidad de los lotes a una oferta inte-
gradora, siempre y cuando se cumplan determinados requisitos (artículo 99.5) .
Por último, on10 pr • · del contrato se entiende aquel que abonará la enti-
dad públi a 011 t 'M P >11<liente al contratista y será siempre un precio cierto, que
se abon:-ir:í 11 > • a tamente en función de lo estipulado sino en función de la
pr sta i ' 11 r almente ejecutada. En todo caso el precio comprenderá cualquier
r tribu i.ón o contraprestación económica del contrato, bien sean abonadas por
la dministración o por los usuarios incluyendo el importe del Impuesto sobre el
Valor Añadido, que en todo caso se indicará como partida independiente. Con
carácter general el precio deberá expresarse en euros, y podrá formularse tanto
en términos de precios unitarios referidos a los distintos componentes de la pres-
tación o a las unidades de la misma que se entreguen o ejecuten, como en térmi-
nos de precios aplicables a tanto alzado a la totalidad o a parte de las prestaciones
del contrato.
En lo que respecta a la posibilidad de que el precio del contrato pueda ser ob-
jeto de una revisión de precios, hay que se señalar que se trata de una centenaria
tradición en la legislación de la contratación pública en los contratos de obras y
suministros que se justificaba en la necesidad de evitar que las subidas despropor-
cionadas de la mano de obra y materiales determinase que los contratistas, ante
esas subidas imprevistas, abandonasen masivamente el cumplimiento de sus pres-
taciones, forzando a las Administraciones públicas a celebrar nuevos contratos a
los ya superiores precios del mercado.
Como cautela frente a esa eventualidad siempre presente, la Ley de contra-
tos del sector público permite la revisión periódica y predeterminada de pre-
cios en los contratos de obra, en los contratos de suministros de fabricación de
armamento y equipamiento de las Administraciones Públicas, en los contratos
de suministro de energía y en aquellos otros contratos en los que el período de
recuperación de la inversión sea igual o superior a cinco años. No se considera-
rán revisables, en ningún caso, los costes asociados a las amortizaciones, los cos-
tes financieros, los gastos generales o de estructura ni el beneficio industrial. En
cuanto a los costes de mano de obra de los contratos distintos de los anteriores,
se revisarán cuando el período de recuperación de la inversión sea igual o supe-
rior a cinco años y la intensidad en el uso del factor trabajo fuere significativa
(artículo 103).
En los casos permitidos el pliego de cláusulas administrativas particulares
deberá detallar la fórmula de revisión aplicable, que será invariable durante la
vigencia del contrato, y determinará la revisión de precios en cada fecha respec-
to a la de formalización del contrato. Sirven a esta finalidad las fórmulas tipo
de revisión periódica y predeterminada que el Consejo de Ministros aprobará,
previo informe de la Junta Consultiva de Contratación Pública del Estado y de la
Comisión Delegada del Gobierno para Asuntos Económicos, con la asistencia del
Comité Superior de Precios de Contratos del Estado, que determinará aquellas
actividades donde resulte conveniente contar con una fórmula tipo, así como del
Instituto Nacional de Estadística, que elaborará los índices mensuales de los pre-
Capítulo VI Régimen básico de los contratos del sector público 215
ios de los componentes básicos. Dichos índices reflejarán, al alza o a la baja, las
ariaciones reales de los precios de la energía y materiales básicos observadas en
1mercado y podrán ser únicos para todo el territorio nacional o particularizarse
1 or zonas geográficas.
5. LAS GARANTÍAS
A) La garantía provisional
Sirve ésta para garantizar la seriedad de las ofertas de los licitadores en los
procedimientos de selección de contratistas. Por esta razón se extinguirá auto-
máticamente y será devuelta a los licitadores inmediatamente después de la adju-
dicación del contrato e incautada a las empresas que retiren injustificadamente
su proposición antes de la adjudicación. Además para el licitador que resulte
adjudicatario, la garantía provisional responderá también de que esté presente
la documentación justificativa de hallarse al corriente en el cumplimiento de sus
obligaciones tributarias y con la Seguridad Social.
En principio, no es obligatoria la exigencia de esta garantía, salvo cuando de
forma excepcional el órgano de contratación, por motivos de interés público,
lo considere necesario y lo justifique motivadamente en el expediente (Artículo
106), y no podrá ser superior a un 3 por 100 del presupuesto base de licitación
del contrato, excluido el Impuesto sobre el Valor Añadido y se extinguirá au-
tomáticamente y será devuelta a los licitadores inmediatamente después de la
perfección del contrato. En todo caso, la garantía provisional se devolverá al lici-
tador seleccionado como adjudicatario cuando haya constituido la garantía de-
finitiva, pudiendo aplicar el importe de la garantía provisional a la definitiva o
proceder a una nueva constitución de esta última.
216 RAMÓN PARADA VÁZQUEZ Derecho Administrativo. JI
B) La garantía definitiva
Tiene ésta por objeto asegurar el cumplimiento de las prestaciones previs-
tas en el contrato y, por consiguiente, solo es exigible a los que resulten adjudi-
catarios de aquel. Su importe asciende a un 5% del importe de adjudicación,
excluido el Impuesto sobre el Valor Añadido, importe que, en casos especiales,
puede complementarse con otra garantía por el mismo importe. No obstante,
el órgano de contratación podrá prescindir de la garantía definitiva justificán-
dolo adecuadamente en los pliegos, especialmente en el caso de suministros de
bienes consumibles cuya entrega y recepción deba efectuarse antes del pago
del precio.
Las garantías, tanto la provisional como la definitiva, podrán prestarse en
efectivo o en valores de deuda pública, mediante aval o mediante contrato de
seguro de caución. Además, cuando así se prevea en los pliegos, en contratos dis-
tintos a los de obra y concesión de obra pública, podrá sustituirse por una reten-
ción en el precio. La garantía puede prestarse también por un tercero. En este
caso, quien preste la garantía no podrá utilizar el régimen de exclusión previsto
en el Código Civil.
Cuando la garantía se presta mediante un contrato de seguro, este negocio
jurídico sufre importantes modificaciones a favor del ente público: la falta de
pago de la prima, sea única, primera o siguientes, no otorga derecho al asegura-
dor para resolver el contrato, ni extinguirá el seguro, ni suspenderá la cobertura,
ni liberará al asegurador de su obligación, en el caso de que este deba hacer
efectiva la garantía. Asimismo el asegurador no podrá oponer al asegurado las
excepciones que puedan corresponderle contra el tomador del seguro.
Alternativamente a la prestación de una garantía singular para cada contrato,
el empresario podrá constituir una garantía global para afianzar las responsabi-
lidades que puedan derivarse de la ejecución de todos los que celebre con una
Administración pública.
Una vez constituida, el montante de la garantía definitiva no es invariable du-
rante la vida del contrato, sino que el contratista deberá reponer el déficit cuan-
do aquella sufra alguna disminución por efecto de las penalidades o indemniza-
ciones exigibles, variación del precio o como consecuencia de una modificación
del contrato. La reposición deberá efectuarse en el plazo de quince días desde
la notificación del déficit, incurriendo el contratista, de no hacerlo, en causa de
resolución.
La garantía responderá de las penalidades impuestas al contratista por la in-
correcta ejecución de las prestaciones, de los gastos originados por la demora en
el cumplimiento de sus obligaciones, por los daños y perjuicios ocasionados con
motivo de la ejecución del contrato o por su incumplimiento, cuando no proce-
da su resolución y, en fin, por los vicios o defectos de los bienes entregados en el
Capítulo VI Régi,men básico de los contratos del sector público 217
A) Causas de invalidez
Como causas de invalidez de los contratos celebrados por los poderes adjudi-
cadores, incluidos los contratos subvencionados, se enumeran tanto las derivadas
de la infracción del derecho civil como del derecho administrativo.
Causas de invalidez de los contratos del derecho privado son aquellas, en pri-
mer término, en que concurra alguna de las causas que los invalidan de confor-
midad con las disposiciones del Derecho civil; y también cuando lo sea alguno
de sus actos preparatorios o del procedimiento de adjudicación, por concurrir
alguna de las causas de invalidez de Derecho administrativo y, en fin, cuando la
invalidez derive de la ilegalidad de su clausulado.
Respecto de las causas de invalidez de derecho administrativo se distingue
entre las causas de nulidad de pleno derecho de aquellas otras que sólo originan
la anulabilidad.
Encabeza la numeración de las primeras las indicadas como causas de nulidad
de pleno derecho establecidas en el artículo 47 de la Ley 39/ 2015 de 1 de octubre,
del Procedimiento Administrativo Común de las Administraciones Públicas. A
éstas se suman las siguientes:
a) La falta de capacidad de obrar o de solvencia económica, financiera, téc-
nica o profesional; o la falta de habilitación empresarial o profesional
218 RAMÓN PARADA VÁZQUEZ Derecho Administrativo. JI
A) La revisión de oficio
Cuando es una Administración pública la que pretende una declaración
de invalidez debe actuar a través de los cauces de la revisión de oficio de los
actos preparatorios y de los actos de adjudicación de los contratos de confor-
midad con lo establecido en el Capítulo I del Título V de la Ley 39/2015, de 1
de octubre, del Procedimiento Administrativo Común de las Administraciones
220 RAMÓN PARADA VÁZQUEZ Derecho Administrativo. II
\ !ministraciones Públicas.
Adicionalmente, la competencia de la Jurisdicción Contencioso-administrativa
1' xtiende a las modificaciones de los contratos sujetos a regulación armonizada,
,1, la preparación y adjudicación de los contratos de entidades del sector público
r¡ll ' no tengan el carácter de poderes adjudicadores a la preparación, adjudicación
, modificación de los contratos subvencionados.
Tras esta generosa atribución de competencias a la jurisdicción contencioso-
• ministrativa, poco resta al orden jurisdiccional civil, que únicamente será el
>mpetente para resolver:
a) Las controversias que se susciten entre las partes en relación con los efec-
tos y extinción de los contratos privados de las entidades que tengan la
consideración de poderes adjudicadores, sean o no Administraciones
Públicas, con excepción de las modificaciones contractuales antes
referidas.
b) De las cuestiones referidas a efectos y extinción de los contratos que cele-
bren las entidades del sector público que no tengan el carácter de pode-
res adjudicadores.
c) El conocimiento de las cuestiones litigiosas relativas a la financiación
privada del contrato de concesión de obra pública o de concesión de
servicios, salvo en lo relativo a las actuaciones en ejercicio de las obliga-
ciones y potestades administrativas que se atribuyen a la Administración
concedente, y en las que será competente el orden jurisdiccional conten-
cioso-administrativo.
IlIBLIOGRAFÍA
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Administraciones Públicas, Granada, Comares, 3 vols., 2005; CASTILLO BLANCO: «La mo-
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Legislativo 3/2011) de Contratos de las Administraciones públicas, Madrid, 2004.
CAPÍTULO VII
PREPARACIÓN Y ADJUDICACIÓN
DE LOS CONTRATOS
A) Origen y significación
A los expedientes internos ordinarios, que definen y precisan el objeto del
contrato y acreditan que el proyectado es económica, técnica yjurídicamente co-
rrecto, siguen los procedimientos administrativos de adjudicación, a través de los
cuales se selecciona al contratista en función de la mejor oferta que se produzca
Capítulo VII Preparación y adjudicación de los contratos 235
B) Procedimiento abierto
En el procedimiento abierto (arts. 156 a 159) todo empresario interesado
1 drá presentar una proposición, quedando excluida toda negociación de los
l ' rminos del contrato con los licitadores. Como no hay margen alguno para ne-
ciar, los contratos celebrados a través de este procedimiento pueden calificarse
mo contratos de adhesión. Consecuentemente, en respuesta a la oferta públi-
que la Administración dirige a todos los interesados, cualquier empresario
drá solicitar la correspondiente información de los pliegos o cualquier otra
cumentación complementaria, información que la Administración deberá re-
mitir en el plazo de seis días y, a seguidas, presentar una proposición.
En procedimientos sujetos a regulación armonizada, el plazo de presentación
d proposiciones no será inferior a cincuenta y dos días, contados desde la fecha
del envío del anuncio del contrato a la Comisión Europea. Este plazo podrá reclu-
irse en cinco días cuando se ofrezca acceso por medios electrónicos a los pliegos
y a la documentación complementaria. En los contratos de las Administraciones
Públicas que no estén sujetos a regulación armonizada, el plazo de presentación
de proposiciones no será inferior a quince días, contados desde la publicación
del anuncio del contrato. En los contratos de obras y de concesión de obras pú-
blicas, el plazo será, como mínimo, de veintiséis días.
El órgano competente para la valoración de las proposiciones calificará pre-
viamente la documentación y procederá posteriormente a la apertura y examen
de las proposiciones, formulando la correspondiente propuesta de adjudicación
al órgano de contratación, una vez ponderados los criterios que deban aplicarse
para efectuar la selección del adjudicatario, y sin perjuicio de la intervención
de un comité de expertos o del organismo técnico especializado. Además, cuan-
238 RAMÓN PARADA VÁZQUEZ Derecho Administrativo. 11
D) Procedimiento restringido
En el procedimiento restringido (arts. 160 a 165), cualquier empresa ínte-
r sada podrá presentar una solicitud de participación en respuesta a una con-
vocatoria de licitación. No obstante, a diferencia del procedimiento abierto, se
limita de antemano el número de licitadores que en aquel es ilimitado mientras
que en éste sólo participan aquellos empresarios que, en atención a su solvencia,
an previamente seleccionados por el órgano de contratación. Sin embargo, y lo
mismo que en los procedimientos abiertos, está prohibida toda negociación del
rgano de contratación con los solicitantes o candidatos. La Ley precisa que este
procedimiento es especialmente adecuado cuando se trata de contratar servicios
intelectuales de especial complejidad, como es el caso de algunos servicios de
onsultoría, de arquitectura o de ingeniería.
Con carácter previo al anuncio de licitación, el órgano de contratación de-
berá haber establecido los criterios objetivos de solvencia, con arreglo a los cua-
les serán elegidos los candidatos que serán invitados a presentar proposiciones.
Además precisará el número mínimo de empresarios a los que invitará a parti-
ipar en el procedimiento, que no podrá ser inferior a cinco y, en todo caso, en
número suficiente para garantizar una competencia efectiva.
El órgano de contratación, una vez comprobada la personalidad y solven-
cia de los solicitantes, seleccionará a los que deban pasar a la siguiente fase, a
los que invitará, simultáneamente y por escrito, a presentar sus proposiciones.
Presentadas estas en los plazos legalmente establecidos, se procederá a la adjudi-
cación del contrato aplicando las normas previstas para el procedimiento abierto.
240 RAMÓN PARADA VÁZQUEZ Derecho Administrativo. II
t•I cción.
Por lo demás, el procedimiento negociado podrá articularse en fases sucesi-
a fin de reducir progresivamente el número de ofertas a negociar, procurán-
' lS
(l se que el número de soluciones que lleguen hasta la fase final sea lo suficien-
1 mente amplio para garantizar una competencia efectiva, siempre que se hayan
1 r sentado un número suficiente de soluciones o de candidatos adecuados.
F) Diálogo competitivo
Este procedimiento, a diferencia del procedimiento con negociación, cuyas
r glas se aplican supletoriamente, se caracteriza por la constitución de una mesa
pedal de diálogo competitivo que tiene por objeto dirigir éste con los candi-
datos previamente seleccionados, a fin de desarrollar una o varias soluciones sus-
eptibles de satisfacer las necesidades previstas como objeto del contrato y cuya
descripción servirá de base para que los candidatos elegidos presenten una ofer-
ta, acompañando la información y documentación necesaria para participar en
la selección.
Este procedimiento podrá utilizarse en los mismos supuestos previstos para
procedimiento con negociación y deberá verse precedido de la publicación de un
242 RAMÓN PARADA VÁZQUEZ Derecho Administrativo. II
La asociación para la innovación podrá crearse con uno o varios socios pre-
amente seleccionados que efectúen por separado actividades de investigación y
ti, ·arrollo. Este procedimiento se regirá, en la fase de investigación y desarrollo,
p r las normas que se establezcan reglamentariamente, así como por las pres-
, 1lpciones contenidas en los correspondientes pliegos y, supletoriamente, por
l.1s n ormas del contrato de servicios. Mientras que en la fase de ejecución de las
ohras, servicios o suministros derivados de este procedimiento, se regirá por las
n rmas correspondientes al contrato relativo a la prestación de que se trate.
En la fase de selección cualquier empresario podrá presentar una solicitud
11, participación en respuesta a una convocatoria de licitación, pero solamente
1 drán presentar los correspondientes proyectos los empresarios a los que, tras
luarse la información solicitada, se invite en número mínimo de tres.
f V'
Tras la selección de los candidatos sigue la fase de negociación con ellos, in-
' luso en fases sucesivas, sobre la base de las ofertas iniciales y todas las ofertas ulte-
1 j res presentadas. El órgano de contratación podrá decidir, al final de cada fase,
A) Acuerdos marco
Los acuerdos marco (arts. 219 a 222) son aquellos que celebran los órganos
d contratación con uno o varios empresarios con el fin de fijar las condiciones
,1 que habrán de ajustarse los contratos que se pretendan adjudicar durante un
1 ríodo determinado, que no podrá exceder de cuatro años, con la eterna sal-
1
gos, pero el sistema debe estar abierto durante todo el período de vigencia a cual
quier empresa interesada que cumpla los criterios de selección.
Los órganos de contratación podrán articular el sistema dinámico de adqui
sición en categorías definidas objetivamente de productos, obras o servicios (po
ejemplo, según el volumen máximo admisible de contratos que el órgano el
contratación prevea adjudicar en el marco del sistema, o la zona geográfica espt •
cífica donde vayan a ejecutarse estos contratos específicos).
El sistema dinámico de contratación se estructura en tres fases :
1. Creación del sistema dinámico, que exige, de entrada, publicar un anun-
cio de licitación en el perfil de contratante en el cual se precise que st•
trata de un sistema dinámico de adquisición y el período de vigencia del
mismo. A continuación, se procederá a la elaboración de los pliegos en
los que deben figurar, además de las demás determinaciones que sean
exigibles, la naturaleza y la cantidad estimada de compras previstas, así
como la información necesaria relativa al sistema dinámico de adqui-
sición, en particular el modo de funcionamiento del mismo, el equipo
electrónico utilizado y las modalidades y especificaciones técnicas d(•
conexión. Durante la vigencia del sistema debe ofrecerse acceso libre,
directo y completo, durante todo el período de vigencia del sistema, a
los pliegos de la contratación, siendo la participación de empresas en el
mismo completamente gratuita.
2. La incorporación de empresas al sistema se realiza, previa acreditación
de las condiciones de capacidad exigibles, mediante la presentación por
el empresario de una solicitud de participación, que debe evaluarse por
el órgano de contratación. Los órganos de contratación informarán lo
antes posible a la empresa que solicitó adherirse al sistema dinámico d
adquisición de si ha sido admitida o no.
3. Por lo demás, cada contrato debe ser objeto de una licitación y adjudica-
ción de modo que todos los empresarios admitidos en el sistema deben
ser invitados a presentar una oferta para el contrato específico que se
esté licitando, concediéndoles un plazo suficiente para prepararla (mí-
nimo diez días) , atendida la complejidad del contrato. Los órganos de
contratación adjudicarán el contrato específico al licitador que hubiera
presentado la mejor oferta, de acuerdo con los criterios de adjudicación
detallados en el anuncio de licitación para el sistema dinámico de adqui-
sición (criterios que incluso podrán formularse con más precisión en la
invitación a los candidatos).
C) Centrales de contratación
Las centrales de contratación (arts. 227 a 230) son organismos especializados
creados por las Entidades del sector público para abaratar, centralizando, la con-
tratación de obras, servicios y suministros. Las centrales de contratación actuarán
Capítulo VII Preparación y adjudicación de los contratos 247
11lquiriendo suministros y servicios para el ente del que dependan u otros entes
d, 1 ector público, adjudicando contratos o celebrando acuerdos marco y siste-
11111 dinámicos de adquisición para la realización de obras, suministros o servi-
t o destinados a los mismos.
• n el ámbito de la Administración del Estado sus organismos autónomos,
l•,111.idades gestoras y servicios comunes de la Seguridad Social y demás Entidades
p11blicas estatales, el Ministro de Economía y Hacienda está habilitado con carác-
lt I general para declarar de contratación centralizada los suministros, las obras y
los servicios que se contraten de forma general y con características esencialmen-
11• homogéneas por los diferentes órganos y organismos. Opera en este caso como
t 1•ntral de contratación única la Dirección General del Patrimonio del Estado,
1 orriendo en todo caso la financiación de los correspondientes contratos a cargo
el I organismo peticionario. Sin embargo, el Ministro de Economía y Hacienda
l lll de atribuir la competencia para adquirir estos bienes a otros órganos cuando
1 r unstancias especiales o el volumen de adquisiciones así lo aconsejen.
Por lo que respecta a las CCAA y las entidades de la Administración Local, así
molos organismos autónomos y entes públicos dependientes de ellas, además
d crear centrales propias, podrán adherirse al sistema estatal de contratación
, ntralizada, bien a los sistemas de adquisición centralizada de otras CCAA o
1'ntidades locales mediante los correspondientes acuerdos. Finalmente, las so-
IBLIOGRAFÍA
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MATILLA, F. J.: La adjudicación de contratos públicos en la nueva Ley de Contratos del Sector
Público, 2017.
CAPÍTULO VIII
l OS CONTRATOS ADMINISTRATIVOS. RÉGIMEN
GENERAL
Ministro estipulase en sus contratos que hasta la rescisión o hasta la ejecución consumada .wln
él será juez provisional, tanto en los casos de simpl,e ejecución como en los supuestos contencio.w.,,
de forma que el contratista, que habria aceptado esta cláusula, no podria lamentarse, y el i•11/
rés del Estado estaria entonces pl,enamente cubierto en todas las circunstancias». Sólo, pues, al
final, «una vez que el contrato ha sido rescindido, falto de ejecución total o parcial,
o cuando esta ejecución ha sido totalmente consumada, y que, por consiguiente, 1111
hay interrupción del servicio, peligro eminente, daño para la cosa pública, entone<·~,
convendrá que un Tribunal administrativo, independiente del Ministro, se pronun i
en definitiva sobre la liquidación de las cuentas, sobre la aplicación del precio, sobr rl
valor de los suministros o del trabajo, sobre las indemnizaciones de daños o interes ·11,
en reducción del precio, en fin, sobre todas las cuestiones litigiosas que se deriven dd
contrato».
Posteriormente, el Consejo de Estado y el Tribunal de Conflictos, forzados por la
dualidad de jurisdicciones a calificar los contratos de administrativos o civiles a fin de·
determinar la competencia de la Jurisdicción Administrativa o Civil, aplicaron para di•
ferenciarlos el criterio del servicio público: contrato administrativo si tenía por objeto
la organización o el funcionamiento de un servicio público y civil en caso contrario.
Este criterio, único admisible para la escuela del servicio público (DuGUIT), se afianza
con el arrét Thérond, de 4 de marzo de 1910, el más célebre y radical pronunciamiemo
del Consejo de Estado, que declara administrativo un contrato en que un municipio
encarga a un contratista la captura y encierro de gatos errantes y el entierro de las bes-
tias muertas.
Dos años después se introduce el criterio de la cláusula exorbitante (no sin qu
Duguit calificara el hecho de notable regresión). Según el Consejo de Estado [arrél
de 31 de julio de 1912, Société des Granits des Vosges), «para que el Juez administrativo sea
competente, no es suficiente que el suministro objeto del contrato deba ser utilizado
por un servicio público; es necesario que el contrato por sí mismo, y por su propia natu-
raleza, sea de aquellos que una persona pública puede celebrar, que sea, por su forma
y su contextura, un contrato administrativo ( ... ) . Lo que es necesario examinar es la
naturaleza del contrato mismo independientemente de la persona que lo ha celebrado
y del objeto en vista del cual ha sido concluido». La cláusula exorbitante ha jugado un
papel decisivo porque la inserción de dichas cláusulas en los contratos permitía a las
partes colocarse, voluntariamente, bajo el imperio de la Jurisdicción Administrativa.
No obstante, la relación con el servicio público se vuelve a imponer de nuevo como cri-
terio suficiente de delimitación cuando esa relación es lo bastante clara [arrét d e 20 de
abril de 1956, Epoux Bertin], y aunque no por ello se elimina el criterio de la cláusula
exorbitante, éste pasa a un segundo lugar.
En definitiva, en el Derecho francés un contrato administrativo, bie n cuando se
da una cierta relación de éste con el servicio público, bien cuando el contrato inclu-
ye reglas exorbitantes de Derecho común (originadas por unas cláusulas de contrato
adoptadas por las partes o por la aplicación de un régimen jurídico proveniente de
una fuente exterior al contrato) . En cuanto a la prioridad de uno y otro crite rio, se
habla ahora de la primada del criterio del servicio público y del declinar del criterio
de la cláusula exorbitante , con la consecuencia de la extensión del concepto de con-
trato administrativo, y consiguiente reducción del ámbito de los contratos civiles de la
Administración.
En la aplicación del criterio del servicio público se ace ptan diversas modalidades
de relación, siendo las más importantes: a) Confiar al contratista la tarea misma de ha-
Capítulo VIII Los contratos administrativos. Régi,men general 255
r funcionar un servicio público (el ejemplo más típico es la concesión); b) Hacer par-
LÍ ipe al contratista en el funcionamiento de un servicio público (contratos de arren-
damiento de servicios, como los que suscriben los agentes o funcionarios contratados).
El concepto de cláusula exorbitante resulta de muy difícil precisión ante la varie-
dad de sentidos y definiciones con que lo caracteriza la Jurisprudencia: a) Referencias
inscritas por las partes en el contrato (se tratará de un cláusula exorbitante y, por con-
iguiente, de un contrato administrativo, cuando la referencia lo sea a un pliego de
ondiciones administrativas, a textos que contienen reglas exorbitantes o a un tipo
de contrato definido, mientras que, por el contrario, se tratará de un contrato civil
uando las referencias lo sean a un texto o fuente de Derecho común; b) Cláusula
xorbitante como prerrogativa de «Puissance publique» (cláusulas que prevén para la
Administración la posibilidad de emplear el «prealable » y el procedimiento de deci-
ión ejecutoria, derecho a intervenir unilateralmente en los derechos del contratista
o en la estructura de su empresa; estipulaciones referentes a los derechos de control,
dirección y vigilancia, o privilegios sustantivos que no se pueden dar en los contratos
iviles, como privilegios de exclusividad, de monopolio de la Administración); c) La
cláusula exorbitante como cláusula ilícita en los contratos civiles, imposible (en el sen-
tido de impensable) o inhabitual en un contrato civil (la anormal en relación a un mo-
delo ideal de relaciones privadas); d) La cláusula exorbitante como cláusula específica
del Derecho público, una cláusula, según la expresión de los Comisarios del Gobierno
ante el Consejo de Estado, que «porte la marque administrativo»; e) La sumisión a un
régimen exorbitante, pues no se trata de cláusulas aisladas insertas por las partes, sino
de una remisión del contrato a fuentes exteriores, leyes y reglamentos, que ftjan el cua-
dro jurídico en el cual se regula el contrato.
Las complejidades descritas en torno a la diferenciación de los contratos admi-
nistrativos de los civiles y, en todo caso, la clara progresión del número de los que se
califican de administrativos -en contraste con la regresión últimamente sufrida por
esta figura en el Derecho español- ha llevado a premiar el establecimiento de una pre-
sunción favorable al carácter administrativo de los que celebran las Administraciones:
«esto es, a presumir la intención de la Administración y de su contratista de someter
el contrato al régimen de Derecho público por ser este régimen el mejor adaptado a
los problemas suscitados en las relaciones contractuales de la Administración con los
particulares( ... ). Solo, pues, en los supuestos de existencia de una cláusula expresa de
sumisión al Derecho privado, el contrato se sometería a sus reglas y a la competencia de
lajurisdicción civil » (Benoit) .
Ley su perfil institucional, y los configura como una categoría independiente con
alejadas raíces en el Derecho privado de obligaciones que seguirá aportando,
mañana como ayer, el valor secular de su esquema jurídico: contrato y Derecho
administrativo se unen para dar vida a un ente original.. . La Administración s
reserva la facultad de resolver las cuestiones que se susciten en la interpretación
o cumplimiento de los contratos; pero contra sus acuerdos firmes habrá lugar
al recurso contencioso-administrativo». Ahora, la Ley vigente regula esas prerroga-
tivas exorbitantes en parecidos términos, como veremos, en los artículos 190 y
siguientes de la ley.
En definitiva, la sustantividad del contrato administrativo, que la cada vez má '
profusa y confusa legislación asume con todo entusiasmo, puede resumirse en la
facultad de la Administración para imponer provisionalmente sus decisiones en
los conflictos contractuales, aspecto procesal, y, además, en una franquicia para
que pueda exonerarse de la regla general sobre la obligación del cumplimiento
específico de las obligaciones asumidas (arts. 1.124 y 1.256 del Código Civil) en
favor de su cumplimiento por equivalencia; es decir, mediante la indemnización
de los daños y perjuicios ocasionados a la contraparte por la alteración de conte-
nido o duración de las prestaciones asumidas».
A) La potestad interpretativa
Como acabamos de ver, un privilegio procesal, no sustantivo, es la potestad
de interpretación unilateral de los contratos administrativos. Ahora bien, como
la Ley no establece unas normas de interpretación específicas para los contratos
administrativos, la interpretación de los mismos deberá adecuarse a las normas
de interpretación de los contratos de los arts. 1.281 a 1.289 del Código Civil. No
hay otras en el ordenamiento jurídico.
No obstante, una vieja jurisprudencia poco reflexiva no lo reconoció siempre
de esta manera. Así afirmaba, en contra de la regla de que la parte contratante
que ha redactado una cláusula del contrato no puede beneficiarse de la oscuri-
dad de la misma (art. 1.288 del Código Civil) afirmando lo contrario a favor de
la Administración; «que la potestad interpretativa de la Administración puede
servir para conocer la auténtica voluntad de lo convenido, de difícil intelección
en caso contrario, por las siguientes razones: l. Las cláusulas contractuales están
redactadas unilateralmente por la propia Administración y, por tanto, es ella quien
mejor está dotada para conocer su verdadero sentido. 2. Las mismas contienen diversas ex-
presiones que, por su indeterminación, nadie mejor que ella pueda conocer la finalidad con
que han sido empleadas. 3. Salvo abuso de poder, error o irracionalidad, la Administración
260 RAMÓ N PARADA VÁZQUEZ Derecho Administrativo. II
puede acometer estas tareas sin propósitos egoístas y partidistas, ya que los agentes, q1
por ella obran en nada se favorecen particularmente» (Sentencias de 22 de febrc1
de 1982, 24 y 29 de febrero de 1984 y 13 de julio de 1985). La Sentencia de 9 d
diciembre de 1976, en la misma línea, sostuvo «que mientras no se demuestr 1
contrario, debe pensarse en la presunción de que quien mejor conoce el senti
do de las cláusulas contractuales es la parte que ha procedido por sí misma a Sl
redacción» .
En todo caso, las resoluciones interpretativas de la Administración, acertada
o desacertadas, como se dijo, vinculan ejecutoriamente al contratista desde t·I
momento en que son emitidas y cumplidos los trámites señalados. En definitiva,
estamos ante una exorbitante potestad que sólo puede justificarse en que cual-
quier interrupción de las obligaciones del contratista a pretexto de discrepancia.
sobre el alcance de sus cláusulas puede lesionar el interés público, lo que hay qu •
admitir sin perjuicio de las consecuencias, en posterior sede judicial, que pueden
derivarse de un incorrecto uso de esta facultad.
lt,u. del contrato inicial, lo que se entenderá producido cuando se sustituyen las
111 ras, los suministros o los servicios que se van a adquirir por otros diferentes o
1 modifica el tipo de contrato (artículo 204).
D) La demora de la Administración
on anterioridad a la Ley de Contratos del Sector Público de 2007, y en ma-
to contraste con los privilegios que la Administración ostenta en caso de de-
del contratista en la ejecución del contrato, la Ley establecía un régimen de
benignidad con la Administración cuando era ésta la que se retrasaba en el
p,1 1-( del precio del contrato. En tal caso, la Administración ostentaba el privile-
u d retrasar el abono del precio en los sesenta días posteriores a la fecha de la
1 dición de las certificaciones de obras o de los correspondientes documentos
1¡11 acreditasen la realización total o parcial del contrato.
partir de dicha Ley, como también recoge la vigente Ley 9/2017 de
.ontratos del Sector Público, la administración debe abonar el precio dentro de
1, t, treinta días siguientes a la fecha de expedición de los documentos acredita-
t , del cumplimiento total o parcial del contrato ( certificación, factura, etc.),
ll p rjuicio del plazo especial establecido para la liquidación final (un mes). En
, ,1 ) de demora en el pago, la Administración debe abonar al contratista, desde
, lt ha fecha, los intereses de demora e indemnizar los costes de cobro de acuerdo
, , 11 lo establecido por la Ley 3/ 2004, de 29 de diciembre, por la que se estable-
, 1•n medidas de lucha contra la morosidad en las operaciones comerciales.
uando el retraso en el pago sea superior a cuatro meses, el contratista puede
p• eder a la suspensión del contrato, previa comunicación a la Administración
1 un antelación mínima de un mes. Si el retraso supera los seis meses, el contratista
res perit domino, y haciendo de esta forma más ventajosa la posición del contra-
tista de la Administración que la del contratista privado. La misma regla sigue
la Ley vigente al establecer que la ejecución del contrato se realizará a riesgo y
ventura del contratista, sin perjuicio de lo establecido para el contrato de obras.
Pues bien, en dicho contrato se consideran casos de fuerza mayor y en los que
el contratista tiene derecho a ser indemnizado por la pérdida de los materiales
acumulados y los trabajos realizados los siguientes: a) los incendios causados por
la electricidad atmosférica; b) los fenómenos naturales de efectos catastróficos,
como maremotos, terremotos, erupciones volcánicas, movimientos del terreno,
temporales marítimos, inundaciones u otros semejantes; c) los destrozos ocasio-
nados violentamente en tiempo de guerra, robos tumultuosos o alteraciones gra-
ves, del orden público (artículo 237).
Otro supuesto de respeto al derecho al equilibrio económico del contrato, y
que pudiera excepcionar el principio general de su celebración riesgo y ventura,
es el denominado Jactum principis, es decir, el daño al contratista derivado no de
una conducta de la Administración que con él contrató y desde el interior del
contrato, sino también, y al margen del mismo, por la actividad o comportamien-
to del Estado entendido en el más amplio sentido. Es el caso de las leyes aproba-
das por el Poder Legislativo que inciden en la relación contractual haciéndola
más onerosa y que la doctrina francesa ha bautizado con el término de «hecho
del príncipe».
En La Ley 9/2017 de Contratos del Sector Publico no hay un reconocimiento
general del derecho a indemnización derivada del Jactum principis, aunque podría
justificarse fuera de ella en los preceptos que imponen la responsabilidad objetiva
y extracontractual de la Administración, en particular por actuaciones legislativas.
Sin embargo, si se reconoce implícitamente, aunque solo en parte, su aplicación a
los concesionarios de un contrato o de obra o de servicios que tendrán derecho a
desistir del contrato «cuando este resulte extraordinariamente oneroso para él por
la aprobación de una disposición general por una Administración distinta de la concedente
con posterioridad a la formalización del contrato» (arts. 270 y 290).
En todo caso, el factum principis tiende a confundirse cada vez más con los supuestos
de la teoría de los riesgos imprevisibles, de la que sería una de sus especies, e l riesgo
originado por una medida de intervencionismo económico de los poderes públicos
que la Jurisprudencia ha definido como una medida adm inistrativa adoptada al mar-
gen del contrato y que supone una repercusión indirecta en el ámbito de sus relaciones
contractuales y que hace en exceso onerosa la prestación del contrato, p ero exigiendo
como requisitos para su aceptación su imprevisibilidad, la relación de causalidad y la
imposibilidad de la continuación en la gestión del servicio (Sentencias de 20 de no-
viembre y 2 de diciembre de 1985 y 30 de septiembre d e 1982). La falta de imprevisibi-
lidad determinó que la Sentencia de 29 de enero de 1982 rechazase la pretensión in-
demnizatoria por los perjuicios ocasionados en un contrato de suministro de material
electrónico a TVE por la devaluación de la moneda acordada e n Consejo de Ministros,
que se calificó de suceso contingente en una operación de comercio inte rnacio nal.
Capítulo VIII Los contratos administrativos. Régimen general 269
La Ley 9/ 2017 de Contratos del Sector Público admite tanto la cesión del
contrato como la subcontratación . La p1-imera supone que el cesionario asume
la total responsabilidad contractual que corresponde al cedente en el momen-
to de la cesión, quedando éste liberado de responsabilidad; mientras que en la
subcontratación el contratista de la Administración concierta con un tercero la
realización de parte de la prestación asumida, sin que por ello se libere de su res-
ponsabilidad frente a la Administración.
La cesión del contrato -y al margen de supuestos análogos como la sucesión
por fallecimiento del contratista y de la subrogación que pudiera producirse a fa-
vor del acreedor hipotecario, en cuanto modificación subjetiva de los contratos-
se sujeta a condiciones muy estrictas: solamente será posible por cesión contrac-
tual, cuando obedezca a una opción inequívoca de los pliegos y siempre que las
cualidades técnicas o personales del cedente no hayan sido razón determinante
de la adjudicación del contrato, y de la cesión no resulte una restricción efectiva
de la competencia en el mercado ni, en fin, cuando esta suponga una alteración
sustancial de las características del contratista si estas constituyen un elemento
esencial del contrato (art. 214).
270 RAMÓN PARADA VÁZQUEZ Derecho Administrativo. JI
GRAFÍA
La regulación por ley formal de los contratos administrativos típicos que vie-
ne siendo tradicional en el Derecho español, era y es infrecuente en el Derecho
comparado europeo, pues la mayoría de los ordenamientos resolvía y resuelve la
determinación del contenido de fondo de los diversos contratos administrativo.
con la técnica menos prepotente y más flexible de los pliegos de condiciones;
pliegos que, al insertarse en los contratos, abordan las necesidades específicas
de cada modalidad contractual, y que pueden modificarse y adoptarse a las cam-
biantes circunstancias sin implicar una modificación legislativa.
Así, efectivamente, la Ley 9/2017, de 8 de noviembre, de Contratos del Sector
Público, como lo hacía ella la Ley de contratos del estado de 1965, regula la nó-
mina de los contratos administrativos típicos, esto es, los merecedores de una
regulación singularizada. La Ley vigente añade, como las que la han precedido
a los tradicionales contratos administrativos de obra, gestión de servicios y sumi-
nistros, los de consultoría y asistencia técnica y de servicios, pero suprimiendo la
regulación del contrato de colaboración entre el sector público y el sector priva-
do, que había introducido la Ley 31 / 2007, de Contratos del Sector Público, y su
Texto Refundido aprobado por Real Decreto Legislativo 13/ 2011.
Además se han introducido importantes novedades en la regulación del con-
trato de concesión, en el que desaparece la regulación de los modos de gestión
indirecta de los servicios públicos mediante la gestión interesado o concierto di-
recto, reduciéndolos la figura de la concesión de a servicios, que se añade den-
tro de la categoría de las concesiones a la ya existente figura de La concesión de
obras; y se mantiene la posibilidad de que Los contratos de concesión de obra y de
concesión de servicios se adjudiquen directamente a una sociedad de economía
mixta, siempre que el socio privado se haya seleccionado siguiendo el mismo
procedimiento establecido para la selección del concesionario. A esta problemá-
tica volveremos al tratar del contrato de concesión de servicios.
2. EL CONTRATO DE OBRA
C) Preparación
El proyecto de la obra puede ser elaborado por la Administración o externa-
lizarse mediante un contrato de servicios, como después veremos, por lo demás
algo absolutamente necesario, dada la actual inoperancia de los ingenieros de la
Administración, de los que ya sólo cabe esperar que sean capaces de gestionar
adecuadamente la contratación de las obras y vigilar su ejecución. También se
prevé la contratación conjunta del proyecto y de la obra, aunque con carácter ex-
cepcional: a) Cuando motivos de orden técnico obliguen necesariamente a vin-
cular al empresario a los estudios de las obras. b) Cuando se trate de obras cuya
dimensión excepcional o dificultades técnicas singulares, requieran soluciones
aportadas con medios y capacidad técnica propias de las empresas (artículo 234) .
Realizada, cuando proceda, la correspondiente información pública, supervi-
sado el proyecto por la Oficina de Supervisión, emitidos los informes que se con-
sideren pertinentes, el órgano de contratación aprobará el proyecto y formará el
expediente de contratación que, además del proyecto aprobado, contendrá los
pliegos de cláusulas administrativas particulares debidamente informadas, certi-
ficado de existencia del crédito presupuestario, la fiscalización previa y el acta de
replanteo.
d111inistración está obligada al pago del precio, obligaciones que han de cum-
1 1 , de acuerdo con las cláusulas administrativas generales en lo que no resulte
1d. mente derogado por las particulares del contrato.
1 es obras se inician con la comprobación del replanteo, una operación con-
11 1 te en el examen y comprobación de la realidad geométrica de la obra y la
11 pt:>nibilidad de terrenos para su ejecución. Se hará dentro del plazo de un
111 a partir de la formalización del contrato, extendiéndose acta que se firmará
I '" la dos partes. Si por culpa de la Administración se demorase el trámite y,
11 q11 rida ésta por el contratista, no se llevara a efecto dentro del mes siguiente al
11 qu rimiento, el contratista tendrá derecho a que la Administración le indem-
111, • on un 2 por 100 del precio de la adjudicación, quedando con ello ipso iure
11 n !to el contrato sin otras consecuencias económicas, salvo la devolución de la
1 ,111 za al contratista. De otra parte es obligatoria la presencia del contratista, de
1.11 modo que su inasistencia es causa de resolución del contrato.
éste hacer o no hacer lo que proceda para evitar o remediar eventuales daños, sin
perjuicio del posible ejercicio de la acción de devastación prevista en el articule
117 de la Ley Hipotecaria. Además si la obligación garantizada no hubiera sido
satisfecha total o parcialmente al tiempo de su vencimiento, antes de promover
el procedimiento de ejecución correspondiente, el acreedor hipotecario podn
solicitar de la Administración concedente que, previa audiencia del concesiona-
rio, disponga que se asigne a la amortización de la deuda una parte de la recau-
dación y de las cantidades que, en su caso, la Administración tuviese que hac(.'1
efectivas al concesionario; también que si existiesen bienes aptos para ello, podri
solicitar de la Administración concedente que, previa audiencia al concesiona-
rio, le otorgue la explotación durante un determinado período de tiempo d<•
todas o de parte de las zonas complementarias de explotación comercial.
La ejecución hipotecaria se condiciona a una autorización administrativa qut·
tendrá carácter reglado y se otorgará siempre que el peticionario cumpla los r ··
quisitos exigidos al concesionario, en cuyo caso el adjudicatario se subrogará en
la posición del concesionario. La misma autorización administrativa se exige a
todo el que desee participar en el procedimiento de ejecución en calidad de po ·
toro eventual adjudicatario, incluso el propio acreedor hipotecario.
Si la subasta quedara desierta o ningún interesado fuese autorizado por 1
órgano de contratación para participar en el procedimiento de ejecución hip
tecaria, la Administración concedente podrá acordar el secuestro o intervención
de la concesión o resolver la concesión quedando la Administración liberada
con la puesta a disposición de los acreedores del importe de la indemnización
que correspondiera al concesionario.
mas relativas a éste, ya referidas (artículo 297). En todo caso las normas esp •
ficas establecidas para la concesión de servicios recuerdan las ya estudiadas
la concesión de obras cuando no son, simplemente, una reproducción d 1
mismas.
Así, el concesionario de un servicio está obligado a la ejecución de las obr
conforme al proyecto aprobado por el órgano de contratación y a organizar
prestar el servicio con estricta sujeción a las características establecidas dent
de los plazos establecidos, conservando la administración sus poderes de polic
cuando la concesión recaiga sobre un servicio público. Similarmente, la conc
sión de servicios puede ser objeto de hipoteca en los casos en que conllev 1
realización de obras o instalaciones ftjas necesarias para la prestación del S(
vicio, pero exclusivamente en garantía de deudas que guarden relación con 1
concesión.
<,orno una reliquia del pasado se recoge el llamado canon concesional, una
1 ded ftja abonado anualmente a la administración en reconocimiento políti-
d1 su titularidad sobre el servicio y que, en estos tiempos, carece ya de sentido.
t , 11 sólo se exigirá si así se hubiera establecido en el pliego de cláusulas admi-
11 ,11ivas particulares (artículo 289) .
tl,11ios y perjuicios que se le irroguen, incluidos los beneficios futuros que deje de
111 11' ibir (daño emergente).
uando la resolución obedezca a otras causas no imputables a la Administración,
, l importe a abonar al concesionario por razón de la expropiación de terrenos,
,. ución de obras y adquisición de bienes que deban revertir a la Administración
1 rá el que resulte de la valoración de la concesión.
,. EL CONTRATO DE SUMINISTRO
Contratos de servicios son aquellos cuyo objeto son prestaciones de hacer consistentes
en el desarrollo de una actividad o dirigidas a la obtención de un resultado distinto de una
obra o suministro, incluyendo aquellos en que el adjudicatario se oblig;ue a ejecutar el servi-
cio de forma sucesiva y por precio unitario (artículo 1 7).
296 RAMÓN PARADA VÁ ZQ UE Z Derecho Administrativo. II
La ley se cuida mucho de evitar que el contrato de servicios pueda ser utili
zado de forma fraudulenta para encubrir relaciones funcionariales o laboralt•
permanentes. Por ello, se excluyen del contrato de servicios públicos, adema
de aquellos servicios que impliquen un ejercicio de la autoridad inherente a lo
poderes públicos, la contratación de personal incluso los que por razón de I·
cuantía se tramiten como contratos menores, precisando que en ningún caso pu
da producirse la consolidación de las personas que hayan realizado los trabajos objeto fi,l
contrato como personal de la entidad contratante.
El contrato o de servicios podrá cel,ebrarse incluyendo los derechos de propiedad in/
l,ectual. Sin embargo, aun cuando se excluya su cesión, el órgano de contratación
podrá siempre autorizar el uso del producto resultante del contrato a los ent ·11,
organismos y entidades pertenecientes al sector público.
Un caso especial, y especial, únicamente, en cuanto no resultan aplicables la.
normas de preparación y adjudicación previstas en la Ley con carácter general,
son los contratos de servicios desarrollados por personas físicas para las activida-
des docentes en centros del sector público desarrolladas en forma de cursos de formación o
perfeccionamiento del personal al servicio de la Administración o cuando se trate dt•
seminarios, coloquios, mesas redondas, conferencias, colaboraciones o cualqui r
otro tipo similar de actividad.
biese realizado con arreglo al contrato y que hubiesen sido recibidos por I·
Administración. Además en caso suspensión por 4 meses percibirá por todos lo
conceptos, una indemnización del 3 por ciento del precio de adjudicación d 1
contrato, IVA excluido, y si lo hubiera sido por 8 meses, el 6 por ciento del pre Í<
de adjudicación del contrato de los servicios dejados de prestar en concepto el
beneficio industrial, IVA excluido (art. 313).
BIBLIOGRAFÍA
AruÑo ÜRTIZ: Las tarifas de los seroicios públicos, Sevilla, 1976; Comentarios a la Ley de Contratos
de las Administraciones Públicas, Granada, Comares, 2005; FERNÁNDEZ FARRERES:
Capítulo IX Los contratos administrativos típicos 299
LA INTERVENCIÓN ADMINISTRATIVA
CAPÍTULO X
LAS FORMAS DE LAACTMDAD ADMINISTRATIVA.
LA ACTMDAD DE POLICÍA O LIMITACIÓN
,111itaria puede fomentar con subvenciones los hospitales privados o crear sus
I"' pios servicios públicos hospitalarios.
Las técnicas expuestas son formas externas de actividad administrativa, formas dis-
tintas de intervención, en el sentido de que inciden directamente sobre la libertad,
actividad y derechos de los administrados. Pero al margen de esa actividad externa, la
Administración desarrolla una actividad interior o reflexiva sobre sí misma, sobre su pro-
pia estructura, en la que puede encuadrarse la actividad de organización y reforma y que
conlleva la adquisición de los medios instrumentales para poder existir y funcionar como
tal organización. Esa actividad interna, reflexiva o estructural es conceptualmente previa
a la actividad exterior sobre los administrados y se estudia con motivo de la teoría de la
organización, de los funcionarios públicos y de los contratos administrativos.
Algunos autores, a la clasificación tripartita convencional de la actividad admin is-
trativa añaden un cuarto término: la actividad de planificación. Pero la actividad plani-
ficadora y los planes mismos pueden tener un contenido muy vario, existiendo desde
una perspectiva jurídica notables diferencias entre unos y otros. Algunos no pasan de
ser compromisos o programas de actuación futura de la propia Administración, formu-
lados por el poder legislativo (planes de obras públicas, de reforma administrativa, pro-
gramas militares de armamento, etc.); otros implican compromisos con el sector privado
en general y definen una política económica indicativa no compulsiva, como los planes
de Desarrollo Económico y Social, y otros, en fin, como los plane de urbanismo, son
concreciones !imitadoras de derechos (ius aedificandi, en este caso) por vía reglamen-
taria, por lo que resultan incardinados en la actividad administrativa de limitación. Así
pues, dado que los planes tienen contenidos muy diversos, parece más conveniente, des-
de perspectivas formales y jurídicas, adoptar respecto de ellos una posición analítica y,
previo despiece de los mismos, exponerlos en función de los anteriores criterios sobre la
actividad externa o la actividad interna o estructural de la Administración.
Se ha difundido también una clasificación que distingue entre la actividad jurídica,
material o técnica, según se exteriorice o no la intervención administrativa en actos
formales o simplemente materiales. Así, cuando el profesor explica la clase, realiza una
actividad material o técnica y cuando califica exámenes una actividad jurídica. Esta cla-
sificación tropieza con el problema de deslindar lo jurídico de lo técnico, aspectos que
van muchas veces unidos (así, por ejemplo, el examen es un juicio técnico además de
una calificación jurídica que se traduce en un acto administrativo de juicio), y el efecto
que se le atribuye de imputar a la Administración la actividad jurídica y al funcionario
la técnica tiene escasa relevancia en un ordenamiento, como el nuestro, que imputa la
responsabilidad de las faltas de los funcionarios, sean técnicas o jurídicas, incluso las
cometidas por culpa o dolo, a la Administración en que están insertos. Por su parte,
G1ANNINI ha afirmado que se trata de una clasificación infundada, ya que todo acto
jurídico postula y presupone una actividad material, y viceversa. Esto es justamente
lo que prescribe la Ley 39/ 2015, de 1 de octubre, del Procedimiento Administrativo
Común de las Administraciones Públicas cuando dispone que la Administración no
podrá iniciar ninguna actuación material que limite derechos de los particulares, sin
que previamente haya sido adoptada la decisión, debidamente notificada, que le sirva
de fundamento jurídico (art. 97).
308 RAMÓN PARADA VÁZQUEZ Derecho Administrativo. JI
lícita sin una norma previa, legal o reglamentaria, a la que, implícita o explícita-
mente, el acto o la actividad de la Administración pueda ser reconducida.
B) El principio de igualdad
La sujeción de la Administración Pública al principio de igualdad se impone,
como a los restantes poderes públicos, por el art. 14 de la Constitución: «Los es-
pañoles son iguales ante la Ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna
por razón de nacimiento, raza, sexo o religión, opinión o cualquier otra condi-
ción o circunstancia personal o social».
El principio de igualdad ha sido objeto de una numerosa jurisprudencia del
Tribunal Constitucional y supone, en síntesis, que a supuestos de hecho iguales
deben aplicárseles consecuencias iguales y que las diferencias de trato necesitan
justificar adecuadamente la existencia de los motivos de tales diferencias.
Este principio encuentra una aplicación directa en el art. 2 del Reglamento
de Servicios de las Corporaciones Locales, que sujeta al principio de igualdad
ante la ley toda intervención sobre la libertad y propiedad; principio asimismo
aplicable a la actividad de fomento y a la de servicio público en que todos los
administrados tienen en igualdad de condiciones derecho a las mismas presta-
ciones, sin que puedan establecerse discriminaciones injustificadas en las tarifas
(art. 150).
Lamentablemente este principio que venía rigiendo la vida jurídica de los
españoles desde la Constitución de Cádiz de 1812 ha sufrido un notable retroce-
so desde la Constitución de 1978 que, al consagrar, la descentralización política
como principio organizativo fundamental del Estado español ha originado nota-
bles desigualdades entre unos y otros españoles. Los españoles ya no se rigen por
las mismas leyes sino, en parte sustancial, por las aprobadas por las comunidades
autónomas y de ahí que, entre otras desigualdades, acontece que no sean igua-
les los servicios públicos (sanidad, educación) prestadas por unas u otras, ni los
impuestos exigidos a cada ciudadano, ni las condiciones de acceso o a la función
pública de todas las Administraciones, lo que dependerá de su pertenencia a una
o u otra comunidad autónoma.
del interesado, las expectativas puedan ser objetivamente reconocidas por un ob-
servador neutral, que los intereses de los afectados no sean contrarios a intereses
públicos preponderantes.
E) El interés público
El interés público sirve de justificación a toda la actividad administrativa.
Interés público es un interés común, que, aunque no beneficie a la totalidad
de la comunidad, sí favorece al menos a una fracción importante de sus miem-
bros. Por consiguiente, salvo que ello influya sobre la situación de un número de
terceros bastante numeroso, el interés de uno o de algunos individuos no es de
naturaleza pública. Pero el interés público puede coincidir, en ocasiones, con el
interés privado, lo que por definición ocurre en la actividad administrativa de fo-
mento, en que se trata de estimular a los particulares para que cumplan objetivos
privados que al tiempo redundan en interés general. Incluso, a veces, el interés
público puede coincidir con el interés privado de una autoridad o funcionario,
sin que necesariamente esa coincidencia, en principio sospechosa de parciali-
dad, deba determinar la nulidad del acto administrativo.
La invocación al interés público tiene, no obstante, determinadas limitacio-
nes, y así la Administración no puede en función del interés público proceder a
reglamentar la vida privada, ni confundir aquel con el fiscal o recaudatorio, enri-
queciéndose a expensas de algunos administrados, con infracción del principio
de igualdad.
6. LA AUTORIZACIÓN
A) El concepto de autorización
De la autorización -la técnica reina del control preventivo, también deno-
minada permiso, licencia, incluso carné- debe resaltarse que se han enfrentado
dos concepciones, según se considere que, previamente a su exigencia y otorga-
miento, existe o no un derecho del administrado a desarrollar la actividad que la
autorización hace posible.
Así RA.NELLETTI (1893) situó el centro de gravedad de la autorización en la
preexistencia en el sujeto autorizado de un derecho subjetivo a realizar la activi-
dad, cuyo libre ejercicio permite la autorización, removiendo los límites o con-
diciones establecidos a dicho ejercicio una vez comprobado que se cumplen las
condiciones a su ejercicio y no es contrario al interés público. La autorización se
configura así como un acto simplemente declarativo, frente a la concesión, que
otorgaría derechos no preexistentes en el concesionario.
Otto MAYER puso el acento sobre la descripción del mecanismo en que la au-
torización actúa, sin enfatizar sobre la existencia previa del derecho a la actividad
autorizada. En palabras de este autor, «la ley y la ordenanza pueden, al establecer
la orden de policía, permitir que la disposición policial introduzca una excep-
ción para el caso particular, a eso es lo que llamamos la prohibición de policía
con reserva de autorización ( ... ). La prohibición de policía con reserva de auto-
rización se dirige a las manifestaciones de la vida individual que no son conside-
radas en absoluto como perturbadoras del buen orden de la cosa pública, pero
que pueden presentar una perturbación según la persona de la cual emanan,
según la manera como la empresa está instalada, administrada y dirigida ( ... ).
La reserva de permiso puede revestir fórmulas muy diferentes según la mayor o
menor amplitud de acción asignada a la voluntad de la autoridad: esta va desde la
apreciación completamente libre hasta la simple aplicación al caso individual de
la regla que determina la autorización».
A nuestro juicio, y supuesto que entre una y otra concepción las diferencias
no son irreductibles, se debe partir, por ser más garantista, de la existencia de
un derecho o libertad en el solicitante de la autorización y considerar esta como
un acto de control reglado que determina si se cumplen o no las exigencias le-
gales o reglamentarias previstas en la norma (en la licencia de construcción, por
ejemplo, la adecuación del proyecto a los planes de urbanismo; en el permiso de
conducir, que se reúnen los conocimientos y aptitudes suficientes para ello, en la
licencia de armas que el solicitante está en situación de riesgo objetivo, etc.). Por
Capítulo X Las formas de la actividad administrativa. La actividad de policía o limitación 31 7
750 metros cuadrados. Se considera, que no son necesarios controles previos por
tratarse de actividades que, por su naturaleza, por las instalaciones que requie-
ren y por la dimensión del establecimiento, no tienen un impacto susceptible de
control a través de la técnica autorizatoria, la cual se sustituye por un régimen de
control ex post basado en una declaración responsable. La flexibilización afecta
también a todas las obras ligadas al acondicionamiento de estos locales que no
requieran de la redacción de un proyecto de obra de conformidad con la Ley
38/1999, de 5 de noviembre, de Ordenación de la Edificación. De esta manera,
se podrá iniciar la ejecución de obras e instalaciones y el ejercicio de la actividad
comercial y de servicios con la presentación de una declaración responsable o
comunicación previa, según el caso, en la que el empresario declara cumplir los
requisitos exigidos por la normativa vigente y disponer de los documentos que se
exijan, además de estar en posesión deljustificante del pago del tributo corres-
pondiente cuando sea preceptivo. El control administrativo pasará a realizarse
a posteriori aplicándose el régimen sancionador vigente en materia de comercio
interior, ordenación del suelo y urbanismo, protección de la salud, del medio
ambiente y del patrimonio histórico-artístico.
Por último, como colofón de esta abrumadora ofensiva legal contra la auto-
rización, la citada Ley 20/ 2013, de 9 de diciembre, de Garantía de la Unidad de
Mercado prescribió (art. 17) que se podrá establecer la exigencia de una autori-
zación siempre que concurran los principios de necesidad y proporcionalidad,
que habrán de motivarse suficientemente en la Ley que establezca dicho régi-
men y se considerará que concurren: a) Respecto a los operadores económicos,
cuando esté justificado por razones de orden público, seguridad pública, salud
pública o protección del medio ambiente en el lugar concreto donde se realiza
la actividad, y estas razones no puedan salvaguardarse mediante la presentación
de una declaración responsable o de una comunicación. b) Respecto a las insta-
laciones o infraestructuras físicas necesarias para el ejercicio de actividades eco-
nómicas, cuando sean susceptibles de generar daños sobre el medio ambiente
y el entorno urbano, la seguridad o la salud pública y el patrimonio histórico-
artístico, y estas razones no puedan salvaguardarse mediante la presentación de
una declaración responsable o de una comunicación . e) Cuando por la escasez
de recursos naturales, la utilización de dominio público, la existencia de inequí-
vocos impedimentos técnicos o en función de la existencia de servicios públicos
sometidos a tarifas reguladas, el número de operadores económicos del merca-
do sea limitado. d) Cuando así lo disponga la normativa de la Unión Europea o
tratados y convenios internacionales, incluyendo la aplicación, en su caso, del
principio de precaución.
BIBLIOGRAFÍA
Atendiendo a las ventajas que se otorgan a los particulares cuya acción pre-
tende incentivarse, el fomento puede consistir en medidas honorificas, como las
condecoraciones militares o civiles, el otorgamiento de títulos nobiliarios, los
títulos y calificaciones académicas (sobresalientes, matrículas de honor, laudes,
etc.); económicas: primas, subvenciones, desgravaciones fiscales, etc.; y jurídicas:
carácter de beneficiarios de la expropiación forzosa, otorgamiento de concesio-
nes a los descubridores de minas o aguas subterráneas, etcétera.
Estos incentivos se corresponden, como advertíajORDANA DE POZAS, con los
estímulos psicológicos que mueven la actuación humana: el honor o la vanidad,
el provecho y el derecho, medios cuya eficacia es variable en función de la evo-
Capítulo XI Actividad administrativa de fomento 331
4. LA SUBVENCIÓN
y que cumpla los siguientes requisitos: a) Que la entrega se realice sin contrapres-
tación directa de los beneficiarios. b) Que la entrega esté sujeta al cumplimiento
de un determinado objetivo, la ejecución de un proyecto, la realización de una
actividad, la adopción de un comportamiento singular, ya realizados o por desa-
rrollar, o la concurrencia de una situación, debiendo el beneficiario cumplir las
obligaciones materiales y formales que se hubieran establecido. e) Que el proyecto,
la acción, conducta o situación financiada tenga por objeto el fomento de una acti-
vidad de utilidad pública o interés social o de promoción de una finalidad pública.
Lógicamente no son subvenciones ni están comprendidas en el ámbito de apli-
cación de esta Ley las aportaciones dinerarias entre diferentes Administraciones
públicas, para financiar globalmente la actividad de la Administración a la
que vayan destinadas, y las que se realicen entre los distintos agentes de una
Administración cuyos presupuestos se integren en los Presupuestos Generales
de la Administración a la que pertenezcan, tanto si se destinan a financiar global-
mente su actividad como a la realización de actuaciones concretas a desarrollar
en el marco de las funciones que tenga atribuidas, siempre que no resulten de
una convocatoria pública. Tampoco las aportaciones dinerarias que en concepto
de cuotas, tanto ordinarias como extraordinarias, realicen las entidades que inte-
gran la Administración local a favor de las asociaciones a que se refiere la disposi-
ción adicional quinta de la Ley 7/1985, de 2 de abril, Reguladora de las Bases del
Régimen Local.
Tampoco tienen carácter de subvenciones, entre otros supuestos: las presta-
ciones contributivas y no contributivas del Sistema de la Seguridad Social, las
prestaciones derivadas del sistema de clases pasivas del Estado, en razón de actos
de terrorismo, las reconocidas por el Fondo de Garantía Salarial, los beneficios
fiscales y beneficios en la cotización a la Seguridad Social, el crédito oficial, sal-
vo en los supuestos en que la Administración pública subvencione al prestatario
la totalidad o parte de los intereses u otras contraprestaciones de la operación
de crédito ni, en fin, los premios que se otorguen sin la previa solicitud del be-
neficiario, las subvenciones previstas en la Ley Electoral, de Financiación de los
Partidos Políticos ni las otorgadas a los grupos parlamentarios de las Cámaras de
las Cortes Generales, Asambleas autonómicas y a los grupos políticos de las cor-
poraciones locales.
D) El beneficiario de la subvención
La condición de beneficiario se regula en términos paralelos o análogos a la
regulación que efectúa la Ley de Contratos del Sector Público respeto a quienes
pueden tener la consideración de contratistas de las administraciones públicas.
Así, en efecto, tendrá la consideración de beneficiario de subvenciones la
persona que haya de realizar la actividad que fundamentó su otorgamiento o que
se encuentre en la situación que legitima su concesión. Asimismo, cuando se pre-
vea expresamente en las bases reguladoras, podrán acceder a la condición de be-
neficiario las agrupaciones de personas físicas o jurídicas, públicas o privadas, las
comunidades de bienes o cualquier otro tipo de unidad económica o patrimonio
separado que, aun careciendo de personalidad jurídica, puedan llevar a cabo los
proyectos, actividades o comportamientos o se encuentren en la situación que
motiva la concesión de la subvención.
Cuando se trate de agrupaciones de personas físicas o jurídicas, públicas o
privadas sin personalidad, deberán hacerse constar expresamente, tanto en la
solicitud como en la resolución de concesión, los compromisos de ejecución asu-
midos por cada miembro de la agrupación, así como el importe de subvención
a aplicar por cada uno de ellos, que tendrán igualmente la consideración de be-
neficiarios. En cualquier caso, deberá nombrarse un representante o apoderado
único de la agrupación, con poderes bastantes para cumplir las obligaciones que,
como beneficiario, corresponden a la agrupación.
También de forma similar a lo establecido en la normativa sobre contratos
públicos, lo que revela, una vez más, la analogía o paralelismo entre las figuras
del contratista y beneficiario de una subvención, la Ley General de Subvenciones
establece una serie de circunstancias que impiden acceder a la condición de
beneficiario:
a) Haber sido condenadas mediante sentencia firme a la pena de pérdida de lapo-
sibilidad de obtener subvenciones o ayudas públicas o por delitos de prevaricación, co-
hecho, malversación de caudales públicos, tráfico de influencias, fraudes y exacciones
ilegales o delitos urbanísticos. b) Haber solicitado la declaración de concurso volunta-
rio, haber sido declarados insolventes en cualquier procedimiento, hallarse declarados
en concurso, salvo que en este haya adquirido la eficacia un convenio, estar sujetos a
interve nción judicial o habe r sido inhabilitados conforme a la Ley 22/ 2003, d e 9 de
Capítulo XI Actividad administrativa de fomento 339
julio, Concursa!, sin que haya concluido el período de inhabilitación ftjado en la sen-
tencia de calificación del concurso. e) Haber dado lugar, por causa de la que hubiesen
sido declarados culpables, a la resolución firme de cualquier contrato celebrado con la
Administración. d) Estar incursa la persona física, los administradores de las sociedades
mercantiles o aquellos que ostenten la representación legal de otras personas jurídicas,
en alguno de los supuestos de la Ley 3/ 2015, de 30 de marzo, reguladora del ejerci-
cio del alto cargo de la Administración General del Estado, de la Ley 53/1984, de 26
de diciembre, de incompatibilidades del Personal al Servicio de las Administraciones
Públicas, o tratarse de cualquiera de los cargos electivos regulados en la Ley Orgánica
5/ 1985, de 19 de junio, del Régimen Electoral General, en los términos establecidos
en la misma o en la normativa autonómica que regule estas materias. e) No hallarse al
corriente en el cumplimiento de las obligaciones tributarias o frente a la Seguridad
Social impuestas por las disposiciones vigentes, en la forma que se determine regla-
mentariamente. j) Tener la residencia fiscal en un país o territorio calificado reglamen-
tariamente como paraíso fiscal. g) No hallarse al corriente de pago de obligaciones por
reintegro de subvenciones en los términos que reglamentariamente se determinen. h)
Haber sido sancionado mediante resolución firme con la pérdida de la posibilidad de
obtener subvenciones conforme a esta u otras leyes que así lo establezcan. i) No podrán
acceder a la condición de beneficiarios las agrupaciones cuando concurra alguna de
las prohibiciones anteriores en cualquiera de sus miembros. j) Las prohibiciones de
obtener subvenciones afectarán también a aquellas empresas de las que, por razón de
las personas que las rigen o de otras circunstancias, pueda presumirse que son conti-
nuación o que derivan, por transformación, fusión o sucesión, de otras empresas en las
que hubiesen concurrido aquellas.
Respecto de las asociaciones -una de las figuras más beneficiadas por la prác-
tica subvenciona!- se prohíben incentivar a aquellas asociaciones incursas en las
causas de prohibición previstas en los apartados 5 y 6 del artículo 4 de la Ley
Orgánica 1/2002, de 22 de marzo, reguladora del Derecho de Asociación, es de-
cir, aquellas cuyas actividades no respetan el principio de no discriminación, que
inciten al odio o enaltezcan o justifiquen el terrorismo o humillen a sus víctimas
o aquellas respecto de las que se hubiera suspendido el procedimiento adminis-
trativo de inscripción por encontrarse indicios racionales de ilicitud penal.
Son obligaciones del beneficiario: a) Cumplir el objetivo, ejecutar el proyec-
to, realizar la actividad o adoptar el comportamiento que fundamenta la con-
cesión de las subvenciones. b) Justificar ante el órgano concedente o la entidad
colaboradora, en su caso, el cumplimiento de los requisitos y condiciones, así
como la realización de la actividad y el cumplimiento de la finalidad que deter-
minen la concesión o disfrute de la subvención. e) Someterse a las actuaciones de
comprobación. d) Comunicar al órgano concedente o la entidad colaboradora la
obtención de otras subvenciones, ayudas, ingresos o recursos que financien las
actividades subvencionadas. e)Acreditar con anterioridad a dictarse la propuesta.
de resolución de concesión que se halla al corriente en el cumplimiento de sus
obligaciones tributarias y frente a la Seguridad Social. j) Disponer de los libros
contables, registros diligenciados y demás documentos debidamente auditados
en los términos exigidos por la legislación mercantil y sectorial aplicable al bene-
340 RAMÓN PARADA VÁZQUEZ Derecho Administrativo. JI
ficiario en cada caso, así como cuantos estados contables y registros específicos
sean exigidos por las bases reguladoras de las subvenciones, con la finalidad de
garantizar el adecuado ejercicio de las facultades de comprobación y control. g)
Conservar los documentos justificativos de la aplicación de los fondos recibidos,
incluidos los documentos electrónicos, en tanto puedan ser objeto de las actua-
ciones de comprobación y control. h) Dar la adecuada publicidad del carácter
público de la financiación de programas, actividades, inversiones o actuaciones
de cualquier tipo que sean objeto de subvención, en los términos reglamenta-
riamente establecidos. i) Proceder al reintegro de los fondos percibidos en los
supuestos previstos en la Ley.
caso, cuando la actividad concertada con terceros exceda del 20 por ciento del
importe de la subvención y dicho importe sea superior a 60.000 euros, la subcon-
tratación estará sometida al cumplimiento de los siguientes requisitos: a) Que
el contrato se celebre por escrito. b) Que la celebración del mismo se autorice
previamente por la entidad concedente de la subvención en la forma que se de-
termine en las bases reguladoras.
En ningún caso podrá concertarse por el beneficiario la ejecución total o par-
cial con personas o entidades vinculadas con el beneficiario, salvo que la contra-
tación se realice de acuerdo con las condiciones normales de mercado y previa
autorización del órgano concedente. Tampoco es lícita la contratación con per-
sonas o entidades solicitantes de ayuda o subvención en la misma convocatoria y
programa, que no hayan obtenido subvención por no reunir los requisitos o no
alcanzar la valoración suficiente.
Singularidad de la relación jurídica de subvención es la obligación solidaria
de los beneficiarios y entidades colaboradoras de reintegro en caso de incumpli-
miento al ente concedente de las cantidades percibidas y la exigencia del interés
de demora legal del dinero incrementado en un 25 por 100 desde el momento
del pago de la subvención. La obligación de reintegro es independiente de las
sanciones que, en su caso, resulten exigibles, y prescribirá a los cuatro años el
derecho de la Administración a reconocer o liquidar el reintegro.
La obligación de reintegro puede derivar tanto de conductas anteriores al
otorgamiento de la subvención, como de falsear u ocultar las condiciones reque-
ridas, como de posteriores relativas a la obstrucción o negativa a las actuaciones
de comprobación y control financiero. También dará lugar al reintegro el incum-
plimiento de las obligaciones contables, registrales o de conservación de docu-
mentos cuando de ello se derive la imposibilidad de verificar el empleo dado a
los fondos percibidos, y en todo caso el reintegro procede por aplicar la subven-
ción a finalidades diversas de las previstas en su otorgamiento.
Una vez iniciado por el ente concedente el procedimiento de reintegro po-
drá acordar, motivadamente, la suspensión cautelar de los libramientos de pago pen-
dientes de abonar al beneficiario o entidad colaboradora. En todo caso decretará
el reintegro si existen indicios racionales que permitan prever la imposibilidad
de obtener el resarcimiento, o si este puede verse frustrado o gravemente dificul-
tado, y, en especial, si el perceptor hace actos de ocultación, gravamen o disposi-
ción de sus bienes.
La resolución del procedimiento de reintegro no podrá separarse del cri-
terio recogido en el informe de la Intervención General de la Administración
del Estado recaído en el procedimiento de control. Cuando el órgano gestor no
acepte este criterio, con carácter previo a la propuesta de resolución planteará
discrepancia que será resuelta de acuerdo con el procedimiento previsto en la
Ley General Presupuestaria en materia de gastos.
Capítulo XI Actividad administrativa de fomento 345
8. CONTROL Y SANCIONES
Sin embargo, son numerosas las quiebras a la prohibición general. Así, en pri-
mer lugar por excepción, son compatibles: a) Las ayudas de carácter social con-
cedidas a los consumidores individuales, con la condición de que sean otorgadas
sin discriminación basada en el origen de los productos. b) Las ayudas destinadas
a remediar los perjuicios ocasionados por calamidades naturales u otros acon-
tecimientos extraordinarios. c) Las ayudas concedidas a la economía de ciertas
regiones de la República Federal Alemana afectadas por la división del país y en
la medida en que sean necesarias para compensar las desventajas económicas
motivadas por dicha división (art. 92, párrafo ... , del Tratado de la CEE).
Además podrán ser compatibles: a) Las ayudas destinadas a favorecer el desa-
rrollo económico de aquellos territorios en los que el nivel de vida sea anormal-
mente bajo o en los que se aplican salarios más bajos. b) Las ayudas destinadas a
estimular la aplicación de un proyecto importante de interés común europeo,
para poner remedio a una perturbación grave de la economía de un Estado
miembro. c) Las ayudas destinadas a facilitar el desarrollo de ciertas actividades o
regiones, siempre que no alteren las condiciones en que se desarrollan los inter-
cambios en una medida contraria al interés común. d) Las demás clases de ayu-
das determinadas por acuerdo del Consejo adoptado por mayoría y a propuesta
de la Comisión.
No obstante su amplitud, estas excepciones no constituyen un numerus clau-
sus, pues el Consejo puede, por unanimidad, y a petición de un Estado miembro,
acordar la procedencia de una ayuda incursa en la prohibición general siempre
que circunstancias excepcionalesjustifiquen tal decisión (art. 93.2).
Para facilitar el control sobre las ayudas contrarias al Derecho comunitario, la
Comunidad, a través de la Comisión y del Consejo, desarrolla una triple actividad
tendente al examen, a la prevención y, en su caso, a la represión por infracción.
Así, la Comisión procede a un análisis permanente con los Estados miembros de
los sistemas de ayudas existentes, debiendo también ser informada de los proyec-
tos de creación o modificación de las ayudas económicas (art. 93 del Tratado de
la CEE). La apertura de un procedimiento de control conlleva, automáticamen-
te, la suspensión de las ayudas proyectadas, y si el Estado no se conforma con la
decisión de suprimir o modificar una ayuda, la Comisión o cualquier otro Estado
interesado podrá apelar directamente al Tribunal de Justicia.
Cuestión disputada es, por último, si el Juez nacional, mediante la invocación
en un proceso de la incompatibilidad de una determinada ayuda con el Tratado,
puede aplicar directamente la normativa comunitaria. La opinión más difundida
es que solo en el caso de que aquella no se haya sometido a la previa información
de la Comisión puede el Juez nacional aplicar directamente la prohibición con-
tenida en el art. 92. Sin embargo, desde la consideración del art. 92 como una
norma prohibitiva que produce efectos per se, no se entiende que, a pesar de las
dificultades de enjuiciamiento, no pueda el Juez nacional aplicar directamente la
norma comunitaria (Fernández Farreres).
Capítulo XI Actividad administrativa de fomento 349
BIBLIOGRAFÍA
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350 RAMÓN PARADA VÁZQUEZ Derecho Administrativ o. II
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CAPÍTULO XII
LAACTIVIDAD DE SERVICIO PÚBLICO. LA
REGULACIÓN ECONÓMICA
jón, donde algunas de estas prestaciones eran satisfechas por la empresa privada,
como después veremos.
No obstante la técnica de la concesión de los servicios públicos a empresas
privadas en régimen de monopolío sirvió para hacer compatible el dogma liberal
de la incapacidad del Estado para llevar a cabo actividades industriales con la
necesidad de afrontar la organización de servicios ineludibles. Así, sobre la figura
del concesionario se organizó el servicio de transporte ferroviario, de la misma
forma que sobre la figura de la concesión demanial se organizó la explotación de
los bienes de dominio público afectados al fomento de la riqueza nacional, las
aguas y las minas.
En el siglo XX, la técnica del servicio público se extiende para satisfacer nue-
vas necesidades de interés general. El abastecimiento de agua, gas, energía eléc-
trica, teléfono, transporte marítimo y aéreo, suministro de carburantes, son de-
clarados servicios públicos, aunque predomina el sistema de gestión indirecta,
en todo caso monopólica, por concesionario interpuesto. A ello hay que sumar
la actividad de refino y distribución de carburantes y comercialización del taba-
co, que constituyen, a la vez, monopolios fiscales y servicios públicos de abasteci-
mientos de esos productos.
El crecimiento del sector público pasa incluso la barrera de las actividades
de interés general, para invadir el campo de la actividad fabril, propia de los
particulares, lo que VILLAR PALASÍ denominó la actividad industrial del Estado
o de «dación de bienes al mercado». Convertido en productor de bienes (auto-
móviles, entre otros productos, el caso de Renault en Francia e inicialmente de
la SEAT en España) el Estado utilizó el disfraz de la forma mercantil, la sociedad
anónima, a cuyo efecto esta fue rediseñada, admitiéndose, contra natura, la socie-
dad de un solo socio, una Administración Pública. La generalización de la em-
presa pública sirvió para corregir las insuficiencias del mercado y asimismo para
combatir situaciones de monopolio ante la falta de una legislación sobre defensa
de la competencia, que se introduce en Europa, por contagio norteamericano,
con el tratado de Roma en 1957 y en España con la Ley de 1963 de creación del
Tribunal de Defensa de la Competencia.
Posteriormente, el derrumbamiento del socialismo real en los países comunis-
tas, el auge del neoliberalismo económico globalizado, la exacerbación del prin-
cipio de libre competencia, provocan en nuestros días, desde las últimas décadas
del siglo XX, junto con la crisis ideológica del Estado de Bienestar, el comienzo
de un proceso de privatización de los servicios públicos. En consecuencia, los
servicios públicos económicos en régimen de concesión monopólica a empre-
sas públicas o de economía mixta son objeto de una privatización total o parcial
(teléfonos, transporte aéreo y marítimo, refinado y distribución de carburantes,
energía eléctrica, transporte ferroviario, correos). Su actividad se ha abierto a
diversos ope radores en régimen de libre competencia, creándose en ocasiones
entes reguladores específicos. Ya no más servicios públicos, sino actividades pri-
Capítulo XII La actividad de servicio público. La regulación económica 355
general. Cuando, por tanto, una persona dedica su propiedad a un uso en que la comunidad tiene
interés está garantizando al público su interés y debe aceptar ser controlado por el público por el
bien común». La Corte Suprema, aparte la concurrencia de un interés público en la pres-
tación, exigió que en la actividad se diera una concentración en el sector que impidiese
la libre fijación de los precios; un requisito del que lajurisprudencia posterior liberó
a las posteriores leyes intervencionistas, pero que no ha dejado de estar presente para
justificar la imposición a quien está en posición de monopolio de las mismas obligacio-
nes de interés público.
Obviamente no bastaba con dictar leyes intervencionistas que impusieran a
los operadores de las common utilities obligaciones de interés público, consistentes
en prestar el servicio a todos los solicitantes, sin trato discriminatorio y mediante
unos precios o tarifas razonables, sino que era preciso crear organizaciones pú-
blicas garantizadoras de su aplicación. Con esta finalidad se crearon comisiones
reguladoras ad hoc para cada sector, las agencias independientes, investidas de
poderes reglamentarios, sancionadores y arbitrales. A estas organizaciones nos
referimos en el Capítulo VIII del Tomo II de esta obra, a propósito de las ad-
ministraciones independientes. A retener en todo caso que sobre operadores
privados controlados por agencias o administraciones independientes, paradig-
ma norteamericano, se están construyendo entre nosotros los servicios públicos
económicos.
para hacerse cargo de los servicios de asistencia social (Ley 13/ 1982, de Ayuda a
Minusválidos, y Ley 23/ 1998, de Cooperación Internacional para el Desarrollo,
leyes autonómicas de asistencia social).
En definitiva, la apelación a la sociedad civil, y en particular al sector privado
no lucrativo, supone una corrección de ciento ochenta grados de la política con
que la beneficencia se inició en el Estado liberal: un Estado sin recursos pero
decidido a asumir directamente la gestión de los servicios sociales mediante una
red de establecimientos hospitalarios y de beneficencia, para lo cual no dudó
en nacionalizar los bienes particulares o eclesiásticos adscritos a este fin. Ahora
vivimos un Estado débil pero con fuertes recursos que desparrama sus dineros
sobre multitud de organizaciones privadas no lucrativas que disfrutan de una fi-
nanciación pública estable y, eventualmente, de la cesión de bienes públicos de
equipo para su afectación al servicio concertado; por contra han de someterse a
las potestades administrativas de planificación, coordinación e inspección. Una
especie de concesión de servicio social que, frente a lo dispuesto para el contrato
de gestión de servicios públicos en la Ley de Contratos de las Administraciones
Públicas, no prevé poderes sancionadores ni se exigen garantías de solvencia eco-
nómica o cauciones para el cumplimiento efectivo de las misiones encomenda-
das, por lo que esta modalidad de gestión ofrece una inseguridad y riesgos de
fracaso, fraude y corrupción notables.
A) Admisión al servicio
El primer aspecto relevante de esa relación es el derecho del particular a ser
admitido al disfrute del servicio, derecho subjetivo incuestionable si reúne las
ondiciones legalmente establecidas, como puede ser poseer determinados tí-
lulos para matricularse en un establecimiento universitario, o padecer determi-
nada enfermedad para ser tratado en un centro hospitalario. Pero este derecho
puede resultar enervado por la circunstancia de que la capacidad del servicio no
a suficiente para atender la demanda de prestaciones. En este caso es de aplica-
ión para satisfacer o denegar la admisión a unos u otros, y supuesta la igualdad
de otras circunstancias, el criterio del orden cronológico en la presentación de
peticiones de admisión, regla gráficamente descrita por JoRDANA DE PozAs con
la expresión «régimen de cola».
La aceptación de la solicitud del usuario al disfrute de la prestación va prece-
dida de la comprobación administrativa de las circunstancias de hecho alegadas
por el usuario, tras de lo cual se produce la decisión administrativa por la que se
admite al particular el disfrute del servicio. Se trata unas veces de un acto expreso
y formalizado a través del recibo o resguardo del pago de una tasa, o de la expe-
dición de un billete; otras veces se presume en virtud de hechos concluyentes o
lácitos, como cuando se da curso a la correspondencia depositada en un buzón
del servicio de correos.
La admisión del usuario al disfrute del servicio supone la sumisión de este
a una relación especial conforme a la normativa del servicio. A esta normativa
e refiere el art. 106 del Texto Refundido de la Legislación local de 1986, al de-
ir que «los actos de gestión del servicio en sus relaciones con los usuarios esta-
rán sometidos a las normas del propio servicio y, en su caso, a la Legislación del
'stado y de la Comunidad Autónoma que regule la materia».
A) El servicio ferroviario
La concesión a empresas privadas fue la primera opción para la gestión de los
ferrocarriles en Europa. En España, tras el fracaso del sistema concesional, ya en
el siglo XX, el Estado se hace en gestión directa (RENFE).
El primer mercado objeto de liberalización en la UE fue justamente el ferro-
carril en cumplimiento de la directiva comunitaria 2001 / 12/ CE del Parlamento
Europeo y del Consejo, de 26 de febrero de 2001. En España, consecuentemen-
te, la Ley 39 / 2003 suprimió el carácter de servicio público y lo declaró servicio de
interés general a prestar en régimen de libre competencia. No obstante, como es
lógico, por constituir la infraestructura ferroviaria un monopolio natural, la Ley
establece un régimen bien distinto para esta, que sigue estando nacionalizada
como bien de dominio público a cargo de ADIF, propietaria de la infraestructura
y encargada de su gestión, que debe proporcionar sus servicios a cualquier opera-
dor ferroviario que los solicite. El servicio propiamente de transporte está a cargo
de RENFE Operadora, propietaria de los trenes y encargada de su circulación,
que trabaja en competencia con otras compañías ferroviarias.
En el régimen de títulos habilitantes para la prestación de servicios de trans-
porte ferroviario coexisten hasta tres títulos diferentes exigidos a todos los pres-
tadores de servicios de transporte ferroviario. Primero, la licencia de empresa fe-
rroviaria que certifica el cumplimiento de ciertos requisitos mínimos en materia
de honorabilidad, solvencia económica y capacidad técnica; segundo, el certifi-
Capítulo XII La actividad de servicio público. La regulación económica 373
('< do de seguridad. Ambos títulos están sujetos a una copiosa y detallada norma-
tiva, de origen comunitario, que establece un régimen jurídico prolijo y difícil de
lasificar con nuestras tradicionales categorías jurídicas. Tercero, y finalmente, la
1 i posición transitoria tercera de la Ley 39/ 2003, del Sector Ferroviario, introdu-
jo un ulterior título habilitante, necesario para la prestación del servicio de trans-
1 orte de viajeros de larga distancia. Este título es adjudicado directamente por
In citada disposición al operador histórico, RENFE Operadora, y será también
¡ djudicado, tras una licitación, a uno o más nuevos operadores, según determine
1Consejo de Ministros. Este título habilitante parece tener naturaleza concesio-
11al, a pesar de la supuesta liberalización del sector (MONTERO).
El tercer pilar de la Ley 39/ 2003, de 17 de noviembre, fue la creación de un ór-
gano regulador, el Comité de Regulación Ferroviaria, al que se encomendaron fun-
·iones de supervisión y de resolución de los conflictos entre el administrador de in-
fraestructuras ferroviarias y los operadores del mercado ferroviario, o de estos entre
f, para garantizar el correcto funcionamiento general del sistema. La Ley 3/ 2013, de
de junio, de creación de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia,
suprimió el Comité y atribuyó sus funciones al nuevo órgano regulador.
Las novedades de la Directiva 2012/34/UE se recogen en la nueva Ley
. 8/ 2015, de 29 de septiembre, del sector ferroviario y, pese a que se mantiene un
uen número de los preceptos de la Ley 39/ 2003, abarcan casi todos los ámbitos
de la legislación ferroviaria; entre otros extremos, los relativos a la transparen-
ia y sostenibilidad de la financiación de las infraestructuras ferroviarias y de la
ontabilidad de las empresas ferroviarias, la extensión del derecho de acceso de
stas últimas a las infraestructuras de conexión con puertos e instalaciones de
· rvicio, una nueva y más completa clasificación de los servicios relacionados con
1ferrocarril, la obligación impuesta a los administradores de infraestructuras de
adoptar programas de empresa que incluyan planes de inversión y financiación ,
l robustecimiento de la independencia y atribuciones de los organismos regu-
ladores del mercado y el establecimiento de nuevas y más precisas reglas en la
larificación del acceso a la infraestructura ferroviaria.
B) El sistema eléctrico
En el primer tercio del siglo XX en España, como en el resto del mundo,
1 desarrollo del sistema eléctrico se caracterizaba por la actuación de un gran
número de pequeñas empresas y sistemas locales, creados para el suministro de
lectricidad a las ciudades y zonas industriales. El régimen franquista con el pro-
pósito de salir de esa situación y unir esfuerzos forzó con las principales empre-
sas eléctricas la creación, en 1944, de UNESA (Unidad Eléctrica S.A.), sociedad
cuyos principales objetivos eran procurar una explotación coordinada de los re-
cursos eléctricos de los que disponían aquellas empresas eléctricas y promover el
desarrollo del sistema eléctrico nacional con la inte rconexión de todas las redes
existentes.
374 RAMÓN PARADA VÁZQU EZ Derecho Administrativo. II
Esos objetivos dieron sus frutos y el sistema eléctrico español fue creciendo
basándose en la construcción de grandes centrales hidroeléctricas, primero, y
luego térmicas y atómicas y al constante desarrollo de la red eléctrica. Hasta la
primera mitad de la década de los 80, el sector eléctrico español estaba formado
por un reducido conjunto de grandes empresas eléctricas privadas con una es-
tructura vertical (es decir, cada una integraba los negocios de generación, trans-
porte, distribución y comercialización de la energía eléctrica) y una empresa pú-
blica, Endesa, que tan solo tenía generación (centrales térmicas que consumían
carbón nacional). El funcionamiento del sistema se realizaba de forma indepen-
diente por cada empresa, de tal forma que cada una gestionaba su sistema, esta-
bleciendo o no, según le conviniese, acuerdos bilaterales de compra y venta de
energía con las empresas vecinas.
La situación se publifica con la Ley 82/ 80. Esta ley garantizaba la viabilidad
de las empresas eléctricas como un monopolio a cambio de una fuerte inter-
vención en su gestión, al entender el sector eléctrico como un servicio público
riguroso. Para ello se crea Red Eléctrica de España S. A. (REE), que pasa a ser la
propietaria de la red de transporte en alta tensión, que se nacionaliza, y la gene-
ración se centraliza, tanto en la planificación (a través del PEN, Plan Energético
Nacional) como en su funcionamiento, según el denominado funcionamien to
en pool: todo el sistema se gestiona como una única empresa mediante un despa-
cho centralizado (que realiza REE) con una distribución posterior de los costes y
de los beneficios entre las empresas.
En el año 1996, con la Directiva 96/ 92/ CE, del Parlamento Europeo y del
Consejo, de 19 de diciembre, sobre normas comunes para el mercado interior
de electricidad, se pretende liberalizar el mercado de la energía eléctrica en la
Unión Europea rompiendo los monopolios que, en distintas formas, existían en
cada país. En España esa Directiva dio lugar a la Ley 54/ 1997 del Sector Eléctrico
que supuso un cambio radical y, con la liberalización de las actividades reguladas,
se prohíbe la tradicional integración vertical de negocio de las empresas eléctri-
cas y asimismo se suprime el concepto de servicio público, los monopolios y la
planificación centralizada.
Desde entonces, el mercado eléctrico está desregulado y funciona en España
como una especie de bolsa donde se compra y vende energía eléctrica mediante
un sistema de casación entre las ofertas de venta de energía, presentadas por los
productores que tienen la generación, y las ofertas de compra realizadas por los
comercializado res.
Para supervisar este mercado de compraventa, la Ley del Sector Eléctrico
creó dos entidades independientes: el Operador del Mercado y el Operador
del Sistema. El primero, encomendado a Operador del Mercado Español de
Electricidad S.A., gestiona el mercado de ofertas de compra y de venta de ener-
gía eléctrica y la liquidación final resultante. Una sociedad mercantil de cuyo
accionariado podrá formar parte cualquier persona física o jurídica, siempre que
Capítulo XII La actividad de seroicio público. La regu/,ación económica 375
C) Hidrocarburos
A partir de 1917 comienza la preocupación España por la importancia econó-
mica de los recursos energéticos, mercado controlado por las grandes compañías
1 trolíferas como la Shell, de capital inglés, y Standard Oil, de capital estadouni-
tl nse. Por Real Decreto Ley del 28 de junio de 1927, promovido por el ministro
d Hacienda durante la Dictadura de Primo de Rivera,José Calvo Sotelo, se creó
la compañía Arrendataria del Monopolio de Petróleo, CAMPSA, originalmen-
1 una empresa mixta con participación de cuatro grandes bancos, el Banco de
izcaya, el Banco Hispano Americano Banesto y el Banco Urquijo, reservándo-
• el Estado un mínimo de un 30%, manteniéndose pues la totalidad del capi-
tal en manos españolas. En 1986, se crea REPSOL por el Instituto Nacional de
1lidrocarburos, privatizada dos años más tarde, siendo controlada por el Banco
1 ilbao Vizcaya Argentaría (BBVA) y la Caixa. Una privatización debida a las exi-
ncias antimonopolísticas impuestas por la Comunidad Económica Europea
tual Unión Europea). La marca CAMPSA pasó a incorporarse a la compañía
psol como una simple marca comercial de esta empresa, al igual que ocurrió
1 n la también absorbida Petronor. Con los activos logísticos remanentes del mo-
ll polio se constituyó la sociedad Compañía Logística de Hidrocarburos (CLH) .
D) El Servicio Postal
Como antecedentes es de interés relatar que Felipe I El Hermoso concedió
el privilegio del servicio de correos, en régimen de monopolio con el título de
Correo Mayor de España, a la familia Tassis, originaria de Italia, y su hijo Carlos
I lo ratificó en 1516. Estos eran los encargados de organizar las postas dentro de
nuestro propio territorio y de las posesiones hispanas en Europa. En las descu-
biertas tierras americanas el título de Correo Mayor de Indias recayó, también
en régimen de monopolio, en la familia Galíndez de Carvajal, que lo ostentaron
hasta mediados del siglo XVIII.
El sistema de correo consistía en los relevos de postas y en la creación de
las estafetas, y el servicio se extendió a los particulares mediante el cobro de un
porteo relacionado con la distancia que debía recorrer el envío. La llegada de
380 RAMÓN PARADA VÁZQUEZ Derecho Administrativo. JI
los borbones provocó la pérdida del monopolio postal para los Correos Mayor .
en beneficio de la Corona y convirtió el correo en una Renta Real que, en 1716,
nombró juez Superintendente y Administrador General de las Estafetas de dentro y fuera
de estos R.eynos a don Juan Tomás de Goyeneche. En 1762 se mandó abrir en lo.
oficios y estafetas agujeros o rejas para el depósito de la correspondencia, dando
origen a la boca buzón de Correos. Posteriormente, en 1756, se creó el cuerpo d
Carteros urbanos y los Correos Marítimos, con sede en La Coruña, que regulari-
zaron el servicio con los Virreinatos y Audiencias del otro lado del océano.
El nuevo modelo funcionaba a base de concesiones del trasporte entre pun-
tos concretos en los que situaban las casas de postas a lo largo de las líneas d
correos y en las principales poblaciones para proveer el suministro y relevo de
caballos necesario para realizar los viajes. En 1850 se crean los sellos de correos
como forma de pago de los envíos, ahora a cargo del remitente, invento del bri-
tánico Sir Rowland Hill. Y aparece un nuevo medio de locomoción, el ferrocarril,
que sería de inmediato asumido por el correo.
Los gobiernos liberales gestionaron con el servicio de correos el servicio te-
legráfico. Administrativamente, el servicio de Correos y Telégrafos estuvo a car-
go de una Dirección General con este nombre que siempre formó parte del
Ministerio de la Gobernación o Interior y servido por unos excelentes cuerpos
de funcionarios. De forma paralela, Correos fue modernizándose mediante un
proceso continuado para prestar nuevos servicios a lo largo del siglo XX a los
ciudadanos, como el correo urgente (1905), el giro postal (1911), la Caja Postal
de Ahorros, los envíos contra reembolso y los Paquetes Postales (1916), el Postal
Exprés (1981), etc.
Por la Ley 24/ 1998, de 13 de julio, del Servicio Postal Universal y de
Liberalización de los Servicios Postales, el Servicio de Correos que se prestaba
de forma directa pasa a ser, convertido en sociedad anónima estatal (en que
los empleados siguen ostentando la condición de funcionarios, algo insólito),
el «operador al que se encomienda el servicio público universal», entendiendo
por tal el conjunto de servicios postales de calidad determinada en la Ley y sus
Reglamentos, prestados de forma permanente en todo el territorio nacional y
a precio asequible para todos los usuarios. Además, se le reserva con carácter
exclusivo, al amparo del art. 128.2 de la Constitución, determinados servicios:
de giro, envíos interurbanos y transfronterizos, con peso igual o inferior a 350
gramos, compatible con el de otros operadores si el precio que habrán de exigir
a los usuarios es, al menos, cinco veces superior al montante de la tarifa pública;
los envíos nacionales o la recepción, como servicio postal, de las solicitudes, de
los escritos y de las comunicaciones que los ciudadanos dirijan a los órganos de
las Administraciones Públicas.
Para garantizar la prestación del servicio postal unive rsal, ahora en compe-
tencia con otros operadores, se otorgan al operador CORREOS los importantísi-
mos derechos que recuerdan al monopolio anterior: la condición d e beneficia-
Capítulo XII La actividad de servicio público. La regulación económica 381
E) Las telecomunicaciones
Un Real Decreto de 1884 estableció en España el monopolio del servicio te-
lefónico a favor del Estado. En 1886, se autoriza su explotación a particulares,
pero la falta de coordinación y homogeneidad por parte de las diversas empre-
as concesionarias planteó la necesidad de unificar criterios en la prestación del
servicio, que daría lugar al nacimiento de la Compañía Telefónica Nacional de
España que se constituye en 1924 y se autoriza al Gobierno a contratar con ella
la organización, reforma y ampliación del servicio telefónico nacional firmándo-
e el primer contrato entre el Estado y la compañía. En virtud de este contrato
aquel cedía a esta las instalaciones que explotaba directamente y todos los de-
rechos de las concesiones existentes que pasarían a ella a medida que se fueron
xtinguiendo. En 1928, el rey Alfonso XIII y el Preside nte de Estados Unidos,
Calvin Coolidge, hablan por teléfono inaugurando el servi cio entre España y
Estados Unidos. En 1945, el gobierno decidió adquirir accion es ordinarias pro-
382 RAMÓN PARADA VÁZQUEZ Derecho Administrativo. JI
Los titulares de redes públicas de telecomunicaciones que para esta Ley tuvie-
n la consideración de dominantes en el ámbito estatal, autonómico o local (do-
minante es quien ostenta una cuota de mercado superior al 25 por 100) estaban
bligados a facilitar la interconexión de estas con las de todos los operadores del
mismo tipo de redes y servicios telefónicos disponibles al público que lo soliciten.
La Comisión del Mercado de las Telecomunicaciones, integrada después en la
omisión Nacional de Mercados y la Competencia, podía exigir que se hiciera
fectiva la interconexión y establecer las condiciones para la misma que facilita-
rán en condiciones no discriminatorias, transparentes, proporcionales y basadas
n criterios objetivos.
La Ley sometió a los titulares de una autorización individual, como igualmen-
t los de una autorización general, aunque con menor intensidad, al régimen de
bligaciones de servicio público, distinguiendo los servicios obligatorios de tele-
omunicaciones, que se prestarán en todo o parte del territorio nacional, y otras
bligaciones de servicio público impuestas por razones de interés general.
Por servicio universal de telecomunicaciones, la Ley entendió el conjunto de-
finido de servicios de telecomunicaciones con una calidad determinada, accesi-
bles a todos los usuarios con independencia de su localización geográfica y a un
precio asequible de forma que todos los ciudadanos puedan recibir conexión a
la red telefónica pública fija y acceder a la prestación del servicio telefónico fijo
disponible para el público. La conexión debía ofrecer al usuario la posibilidad de
mitir y recibir llamadas nacionales e internacionales y permitir la transmisión
de voz, fax y datos, que los abonados dispongan gratuitamente, de una guía tele-
fónica, actualizada e impresa y unificada para cada ámbito territorial, que exista
una oferta suficiente de teléfonos públicos de pago en el dominio público, en
todo el territorio nacional, y, en fin, que los usuarios discapacitados o con nece-
sidades sociales especiales tengan acceso al servicio telefónico ftjo disponible al
público, en condiciones equiparables a las que se ofrecen al resto de usuarios.
En la categoría de los servicios obligatorios la ley incluyó los servicios de télex,
los telegráficos y aquellos otros de características similares que comporten acre-
ditación de la fehaciencia del contenido del mensaje remitido o de su remisión o
384 RAMÓN PARADA VÁZQUEZ Derecho Administrativo. II
recepción, así como los servicios de seguridad de la vida humana en el mar y lo.
que afecten, en general, a la seguridad de las personas, a la seguridad pública y
a la protección civil. El déficit de explotación o, en su caso, la contraprestación
económica que deba satisfacerse a quien se encomienda la prestación se finan-
ciarán con cargo a los presupuestos de la Administración que tenga asignada la
obligación de llevar a cabo los servicios obligatorios.
La legislación en mate1ia de telecomunicaciones separa con total claridad
el régimen para la explotación de redes y servicios de telecomunicaciones del
título habilitante para el uso del dominio público radioeléctrico, de modo que la
adquisición de los derechos de uso del dominio público radioeléctrico, así como
de recursos de numeración y de ocupación del dominio público o la propiedad
privada deberá realizarse conforme a lo dispuesto en su normativa específica.
De hecho, la obtención de estos derechos queda condicionada a que la entidad
solicitante tenga el rango de operador, rango que se obtiene tan sólo tras la rea-
lización de la notificación. Así, primero ha de realizarse la comunicación previa.
Constituido como operador, posteriormente se realizará la petición de título ha-
bilitante para el uso del dominio público radioeléctrico. Por ello es bien posible,
especialmente en el caso de limitación del número de concesiones de uso del
espectro, que una entidad que se haya constituido como operador de telecomu-
nicaciones no pueda iniciar la explotación de su red o servicios porque se requie-
re el uso del espectro y no se obtiene título habilitante para ello. En este caso, el
titular de la autorización general podía renunciar a la misma.
La Ley 9/ 2014, de 9 de mayo, de Telecomunicaciones que deroga a sus pre-
decesores, la Ley 11 / 1998 y 32/ 2003, General de Telecomunicaciones, introduce
importantes novedades en el anterior régimen como las siguientes:
En relación a los derechos de los usuarios, junto a los clásicos (derecho a
la información, a la baja anticipada, a la factura desglosada ... ), constituye una
novedad el reconocimiento expreso de los siguientes derechos de los usuarios
finales: a) resolución automática de contratos tras el fin del proceso de cambio
de operador con conservación del número (art. 47.1,c); b) derecho a compen-
sación, incluso automática, en caso de retrasos o abusos en la conservación de
los números (art. 47.1,c); c) derecho a la desconexión de ciertos servicios y al
acceso a «servicios de distinta consideración » sólo previa petición expresa del
usuario (art. 47.1,e); d) la expresa constatación de que la aprobación administra-
tiva de los contratos tipo «no excluye el control ni administrativo ni judicial de
las condiciones generales de la contratación contenidas en los citados contratos,
conforme a la normativa vigente» (art. 4 7,g); e) derecho a recibir justificante del
contrato celebrado por escrito o en cualquier otro soporte duradero (art. 53.4).
Con el propósito de incentivar la inversión en nuevas redes (especialmente
las de banda ancha rápida y ultrarrápida) y evitar los conflictos que históricamen-
te han enfrentado a operadores y administraciones territoriales e incluso a éstas
entre sí, la nueva Ley establece diversas medidas encaminadas a consolidar un
Capítulo XII La actividad de servicio público. La regulación económica 385
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CAPÍTULO XIII
LAACTIVIDADSANCIONADORA
visión de poderes entendido como reserva del monopolio represivo a los jueces
(Inglaterra y en gran medida Francia), hasta países en que mantienen la tradi-
ción jurídica de un cierto poder sancionador de la Administración, pasando por
aquellos que han evolucionado de la primera a la segunda posición, a través de
leyes despenalizadoras que al tiempo han procedido a una codificación de las re-
glas y principios aplicables a esta nueva actividad administrativa. Su estudio es del
mayor interés no solo porque todo comparatismo ayuda a conocer y valorar el
propio sistema, sino porque unos y otros ordenamientos comparten ahora las re-
glas que en materia represiva se establecen en el Convenio Europeo de Derechos
Humanos, así como por la jurisprudencia del Tribunal creado en su salvaguarda.
con lo que el propio "Rey protege su seguridad y su paz». De este capital razonamiento
deriva el principio de que aunque la justicia se administra en nombre del Rey,
ste no puede ejercerla por sí mismo, por haber ejercitado una delegación per-
manente e irrevocable en favor de los Tribunales.
En el Derecho francés, en el que, como dice RivERO, «la tradición liberal
prohíbe al ejecutivo entrar en el campo de la represión», los jueces y Tribunales
monopolizan también la punición de las conductas, cuando estas afectan a la le-
gislación administrativa, a través de los Tribunales de policía d e ntro de la justicia
penal -en el que se da una triple clasificación de las conductas punibles: críme-
nes, delitos y contravenciones; y tres clases de Tribunales: los citados de policía,
los Tribunales correccionales y los Tribunales para los crímenes- o del llamado
contencioso de represión en la Jurisdicción administrativa.
Los primeros son verdaderos Tribunales penales, servidos por jueces, integra-
dos en el sistemajudicial común. Las conductas que dichos tribunales corrigen
son, fundamentalmente, las infracciones a la legislación administrativa, pero in-
tegradas de lleno en el Código Penal. Más aún, después de la Constitución de
1958 y en virtud de la deslegalización operada al efecto, la definición de lo que
son infracciones de policía es competencia del poder reglamentario autónomo
de la Administración y dichas infracciones constituyen la llamada -frente a la
parte legislativa- segunda parte del Código Penal o parte administrativa. El fun-
damento de esta integración de la legislación administrativa en el Código Penal
está en lo dispuesto por el art. 25 d e este: «las contravenciones de policía y las
penas que le son aplicables en los límites fijados por los arts. 465 y 466 del Código
Penal son determinadas por decretos tomados en las formas previstas para los
reglamentos de Administración Pública». El poder ejecutivo a través de la reserva
reglamentaria prevista en la Constitución puede definir infracciones a las que se
conectan automáticamente las sanciones previstas en el Código Penal; sin embar-
go, ni e l Gobierno ni ninguna Administración Pública pueden aplicar sanciones,
pues ello es competencia de los Tribunales. Otro rasgo a destacar del sistema pe-
nal es e l de la existencia de una cobertura penal general para la protección de la
legislación administrativa, mediante la tipificación genérica en el Código Penal
como infracción de policía de las transgresiones y desobediencias a «los decretos
o arretés legalmente hechos por la autoridad administrativa o las ordenanzas pu-
blicadas por la autoridad municipal» (art. R. 16-14).
Fuera del sistema judicial común se sitúa el denominado contencioso de re-
presión, en el que, sin embargo, no se da una competencia sancionadora de la
Administración activa, que se limita a instruir el expediente de constatación de
los hechos infraccionales, remitiéndolo para su resolución al Tribunal adminis-
trativo. El ámbito del contencioso de represión comprende las infracciones a la
grande voirie o dominio público mayor, residuo histórico de las funciones garanti-
zadoras que correspondían a los Intendentes del Antiguo Régimen en auxilio de
sus propias competencias sobre la apertura y conservación de los caminos, com-
394 RAMÓN PARADA VÁZQUEZ Derecho Administrativo. JI
trativa, sino por los jueces penales. Se trata, pues, de una simple primera instan-
cia administrativa.
Ahora bie n, ¿puede considerarse un éxito la operación despenalizadora? En
Italia, al menos, la doctrina se muestra muy crítica. Como dice RIZ, «la despenali-
zación, suponiendo alguna ventaja para algunos y un cierto alivio del aparato d e
la justicia penal, muestra su punto débil en lo que se refiere a la salvaguarda d e
los derechos de los ciudadanos. Incluso la disminución del trabajo judicial solo
se da en las hipótesis en las cuales el sancionado no formula oposición y sufre sin
protesta la sanción ftjada por la Administración . Por el contrario, no hay dismi-
nución de la actividad judicial cuando formula oposición, porque entonces la
actividad desarrollada por el juez penal que debe aplicar la pena de multa no es
ciertamente menor que la que debe llevar a cabo ese mismo juez en un juicio d e
oposición. En realidad -concluye este autor- el alivio de la justicia penal es dudoso;
en todo caso, y en gran medida, ese alivio es a costa del ciudadano y de las garantías que
debe gozar».
Antes de la d espenalización, la característica tradicional del sistema italiano,
al igual que el francés, fue , sin embargo, como se ha dicho, la d e atribuir a los
Tribunales penales el castigo de las infracciones a la legislación administrativa sin
reserva a la Administración de un poder sancionador directo, regla formalmente
establecida por la Ley de 20 de marzo de 1865: «A lla giurisdizione ordinaria saranno
devolute tutte le cause per contravennzione comunque vi possa essere interessata la Pubblica
Amministrazione e ancorché siano emanati provedimenti del Potere esecutivo o dallíammi-
nistrativo». De esta manera, como dice ZANOBINI , en la corrección de las infrac-
ciones de los deberes generales, y especialmente aque llos que afectaban al orden
público y a la policía en sus varias manifestaciones, fueron sustituidas las antiguas
penas administrativas por penas comunes co ntrave ncionales. Pero como reducto
de esa antigua concepción, quedó en la competencia d e la Administración, la
posibilidad de imponer sanciones en materia tributaria y disciplinaria.
En ma te ria tributaria, la pe na pecuniaria conservó su carácter d e sanción adm i-
nistrativa, com patible y absolutamente inde pe ndie nte de la pe nal o , incluso, de la civil
(recargos) que pued a corresponde r al infractor por los mismos hechos (Ley de 9 de
enero de 1929). Asimismo po r infracción de deberes derivados d e relacio nes especiales
de poder, sin perjuicio de las sanciones p e nales por los mismos h ec hos. En re lació n
esp ecial de pode r se e nc ue ntran, según e l mismo ZANOB INI, los mi litares, los fun ciona-
rios, los miembros de ó rganos colegiados y los perte necie ntes a asociaciones o corpora-
ciones públicas.
En cuanto al proceso pe nal italiano, y a semejanza de lo visto e n el francés, se adm i-
ten técnicas de abreviación de los procesos para las infraccio nes de m e nor gravedad, lo
que permitió que el sistema funcionara sin necesidad de ll evar más lejos d e lo expuesto
la respuesta sancionadora de la Administración a las infracciones de la legislac ión ad-
ministrativa, situación que se mantuvo hasta que comenzó e l fenómeno de la despena-
lizació n por Ley de 3 de mayo de 1967, en los términos que después se an alizarán. Así,
mediante el decreto de condamna el pretor puede imponer una multa, directamente sin
RAMÓN PARADA VÁZQUEZ Derecho Administrativo. JI
audiencia del inculpado, cuando del examen de los antecedentes estima que la sanción
no debe pasar de una determinada cifra, fúando, conjuntamente con la sanción, las
responsabilidades civiles, la confiscación o restitución de las cosas secuestradas y las
costas del procedimiento. Pero si este queda zanjado inaudita parte, es decir, omitiendo
un principio tan elemental como es el de previa audiencia, es porque su falta y la del
contradictorio está compensada con la posibilidad de recurrir decreto di condamna en
el plazo de cinco días siguientes a la celebración del juicio, exponiendo los motivos
en que aquella se funda. Interpuesto en forma el recurso, el pretor cita formalmente
para el contradictorio (dibattimento) y revoca, por el solo hecho de la comparecencia del
inculpado, el decreto di condamna, pronunciando, después del juicio, la sentencia que
proceda (arts. 506 y ss. del Código de Procedimiento Penal). Dentro del proceso penal,
la técnica de la obblazione como la multa de composición y el Jorfait francés, permiten la
eliminación del juicio por aquietamiento del inculpado y mediante el pago en cuantía
reducida de la sanción que corresponda. Según el art. 162 del Código Penal italiano,
«en las contravenciones para las cuales la ley establ,ece pena de multa no superior a (. .. ) el con-
traventor puede pagar antes de la apertura del juicio o antes del decreto de condena una suma
equival,ente a la tercera parte de la pena establ,ecida para la contravención cometida, además de
las costas del procedimiento». El pago extingue el delito. Últimamente la posibilidad de la
obblazione se ha ampliado por la Ley de 24 de noviembre de 1981 , número 689, a «las
contravenciones para las cual,es la ley establ,ece la pena alternativa del arresto o de la multa», me-
diante el pago por el contraventor, antes de la apertura del juicio o antes del decreto
de condena, de «una suma equival,ente a la mitad del máximo de la multa establecida por la ley
para la infracción cometida, además de las costas del procedimiento».
Sin embargo, aquel reducido ámbito de la potestad sancionadora de la
Administración en Italia se vio incrementado con la Ley de 3 de mayo de 1967,
cuyo art. 1 determinó que «no constituyen delito -término empleado en sentido
amplio, comprensivo de los delitos strictu sensu y las faltas o contravenciones pe-
nales-, y quedan sujetas a la sanción administrativa del pago de una suma de dinero, las
infracciones a las normas siguientes, cuando en ellas esté previsto únicamente la pena de
multa». Las normas a cuya infracción se refería esta ley afectaban a la circulación
automóvil, protección de carreteras y vías públicas y servicios de transporte por
carretera. Posteriormente, la Ley de 24 de diciembre de 1975 invirtió la regla,
pues declaró despenalizados todos los delitos y faltas penales castigados con pena
de multa (ammenda), salvo los que afectan a determinadas materias (financieras,
laborales, sanitarias, alimentarias, medio ambientales y urbanísticas).
Por fin, la Ley de 24 de noviembre de 1981 ha procedido, dentro de una
modificación del sistema penal, a una más completa regulación de las sancio-
nes administrativas, regulación sobre aspectos substanciales (principio de le-
galidad, culpabilidad, causas de exclusión de la responsabilidad, concurso de
personas) como procesales (actos de comprobación, notificación de cargos,
prueba, pago en medida reducida, acto sancionador u ordenanza-injunzione, se-
cuestro, sanciones accesorias, recurso ante el juez civil y juicio de oposición y
ejecución forzosa). En la determinación de las sanciones pecuniarias dentro de
los límites fijados por la Ley se ha de tener en cuenta la gravedad de la infrac-
ción, los esfuerzos realizados por el infractor para eliminar o atenuar las conse-
Capítulo XIII La actividad sancionadora 399
( «Las culpas y los delitos no comprendidos en este Código que se cometan contra los reglamentos u
ordenanzas particulares que rigen en algunos ramos de la Administración Pública serán juzgados
y castigados respectivamente con arreglo a las mismas ordenanzas y reglamentos») parece copia-
do del entonces art. 486 del Código Penal francés, en el que la invocación de las sancio-
nes previstas en los reglamentos se hace precisamente en conexión con la competencia
de los Tribunales para imponerlas («Dans toutes /,es matieres que n 'ont pas été réglés par /,e
presente Code et qui sont régies par des lois et reglementes particulieres, /,es Courts et /,es Tribunaux
continueront de /,es observer»).
En cualquier caso, nuestra doctrina administrativa del siglo XIX, a diferen-
cia de la francesa y debido quizás al desorden judicial imperante, es consciente
de que es necesario reconocer un poder represivo a la Administración, aunque
en términos muy moderados. Como advierte CoLMEIRO (Derecho administrativo
español, 1850, 11, p. 303), «la independencia de la Administración estaría compro-
metida si no tuviese ninguna potestad coercitiva o careciese absolutamente de fa-
cultades para exigir la fiel observancia de sus actos, aplicando penas pecuniarias
o corporales dentro de los límites de una simple corrección de policía o por vía
disciplinaria. El poder legislativo -concluye- delega en la Administración esta parte
de funciones propias del poder judicial».
Por su parte, el Consejo de Estado, con ocasión de resolver los conflictos
entre la Administración y los Tribunales, justificó también ese poder sanciona-
dor administrativo en la necesidad de la actuación eficaz de la Administración.
Así, en uno de los primeros Reales Decretos-Sentencias, el de 31 de octubre de
1846, se sostiene la tesis de la independencia del poder sancionador adminis-
trativo, en función de que «la actividad de la Administración debe ser libre y
desembarazada sin perjuicio de la responsabilidad de sus agentes». Se rechaza,
por ello, la posibilidad de recursos ante los jueces contra los actos sancionado-
res de la Administración, pues si así fuera «estarían los agentes y empleados de
la Administración, como tales, sometidos a los funcionarios del orden judicial y
además sujetos a las reclamaciones de los particulares que se creyesen agraviados,
por más tremendas que fuesen, con grave daño del servicio público, y menosca-
bo de la independencia e irresponsabilidad de la Administración consignadas en
la Constitución y en las Leyes». En esta doctrina se funda desde el Código Penal
de 1850 el último artículo de los Códigos penales dictados desde entonces hasta
el actual precepto que reconoce a la Administración la posibilidad de sancionar
con las penas establecidas para las faltas, las infracciones a los reglamentos y or-
denanzas administrativos, remitiendo a leyes especiales la legitimación de sancio-
nes supenores.
Rigiendo ya el Código Penal de 1853 se aprobó el Real Decreto de 18 de mayo de
1853, por el que se pretende resolver las dudas y conflictos que ocurrían frecuentemen-
te entre la Administración y los Tribunales ordinarios por no determinar las leyes con
la claridad debida cuándo pueden las Autoridades administrativas proceder guberna-
tivamente en el castigo de las faltas, y cuándo deben hacerlo sujetándose a las formas
de un juicio. Por ello, la potestad punitiva admitía entonces una triple dimensión: una,
la propia de los Tribunales penales, y otras dos, en manos de la Administración: una,
404 RAMÓN P ARADA VÁZQUEZ Derecho Administrativo. 11
estos está pensada para situaciones excepcionales, para supuestos en que hay qu
defender un interés patrimonial concreto, pero no para actuar en forma con,
tan te y continua en el ejercicio de acciones penales que pudieran derivarse de la.
infracciones a la legislación administrativa.
,l través de más de sesenta años, ley a ley, norma a norma, y no como fruto de
nna operación planificada y racional sobre el sistema penal general, según ocu-
1rió en Alemania e Italia), la potestad sancionadora de la Administración ha
1 nido por fuerza que ser convalidada por el art. 25 de la Constitución, que al
establecer el principio de legalidad en materia punitiva se refiere a la penal y a
1~ administrativa ( «nadie puede ser condenado o sancionado por acciones u omisiones
r¡ue en el momento de producirse no constituyan delito, falta o infracción administrativa,
1egún la legislación vigente»), y por el párrafo tercero del mismo precepto que ad-
' ite, a contrario sensu, sanciones administrativas que no impliquen privación de
libertad ( «la Administración civil no podrá imponer sanciones que, directa o subsidia-
riamente, impliquen privación de libertad»). El reconocimiento de la licitud consti-
lu ional de las sanciones impuestas por la Administración se apoya también en
c•l art. 45.3 que, con referencia al medio ambiente, prevé para quienes violen lo
di puesto en la legislación respectiva y «en los términos que la Ley ftje, sancio-
n s penales o, en su caso, administrativas, así como la obligación de reparar el
laño causado» .
Consecuentemente con estos preceptos, la jurisprudencia del Tribunal
,onstitucional ha confirmado la legitimidad de la potestad sancionadora de
la Administración en diversos pronunciamientos, entre los que destaca la
8 ntencia 77 / 1983, que se ha arriesgado -innecesariamente a la vista de pre-
ptos tan explícitos y de la dificultad de resolver en una sentencia una tema
lan complejo- a filosofar sobre la justificación de este siempre anómalo poder
1 la Administración: «no cabe duda que en un sistema en que rigiera -dice el
Tribunal- de manera estricta y sin fisuras la división de los poderes del Estado, la potestad
sancionadora deberia constituir un monopolio judicial y no podría estar nunca en manos
tle la Administración, pero un sistema semejante no ha funcionado históricamente y es
lfcito dudar que fuera incluso viable, por razones que no es ahora momento de exponer con
detalle, entre las que se pueden citar la conveniencia de no recargar con exceso las activida-
des de la Administración de Justicia, como consecuencia de ilícitos de gravedad menor, la
ronveniencia de dotar de una mayor eficacia al aparato represivo en relación con este tipo de
ilícitos y la conveniencia de una mayor inmediación de la autoridad sancionadora respecto
de los hechos sancionados». Sin embargo, ni es admisible que la potestad sanciona-
dora se pueda justificar en la mayor eficacia si esta lo es a costa de la reducción
d la garantía que comporta la intervención del juez, ni es verdad que se dé una
mayor inmediación entre la autoridad sancionadora y los hechos sancionables,
f ues dicha inmediación brilla por su ausencia en la imposición de sanciones de
mayor gravedad que se reserva siempre al Gobierno.
A su vez, en la misma sentencia el Tribunal ha dejado establecido las con-
liciones para la imposición de las sanciones administrativas en los siguientes
t ' rminos:
a) Sujeción de la potestad sancionadora al principio de legalidad, lo que
determina la necesaria cobertura de esta en una norma con rango legal.
414 RAMÓN PARADA VÁZQUEZ Derecho Administrativo. 11
la Constitución parece desprenderse que las sanciones de multa nunca podrán tener
un alcance confiscatorio, ya que si ese límite se hace explícito para el sistema fiscal en el
art. 31 de la Constitución ( «en ningún caso tendrá alcance confiscatorio») parece razonable
extenderlo a las sanciones tributarias, que son un elemento auxiliar del sistema fiscal,
y, admitido para estas, con mayor razón a las restantes sanciones administrativas. En
definitiva, resulta inexplicable que la Administración española no pueda privar a un
ciudadano de su libertad por un arresto ni de veinticuatro horas, pero pueda con mul-
tas de cientos de millones de pesetas condenarle de por vida a la más absoluta miseria.
Parafraseando a LENIN, cabría decir entonces: libertad, ¿para qué?
5. RESERVA DE LEYYTIPICIDAD
al deber «de prevenir la infracción cometida por otros, cuando así lo determinen
las Leyes reguladoras de los distintos regímenes sancionadores».
Para LOZANO, cuyo excelente trabajo sobre «La extinción de las sanciones administra-
tivas y tributarias» seguimos puntualmente, se está produciendo una aproximación del
Derecho penal en este punto al Derecho administrativo sancionador en una operación
justamente contraria a la llevada a cabo en los ordenamientos civil, mercantil o laboral.
Así, mientras en estos últimos se trata de «levantar el velo » de la persona jurídica para
buscar los verdaderos titulares de derechos, obligaciones y responsabilidades, en el
Derecho penal se perseguiría lo contrario, es decir, condenar a la persona jurídica mis-
ma a penas pecuniarias que deberían contemplarse como alternativas a las de prisión,
así como a la responsabilidad civil directa por las actuaciones de los directivos conecta-
dos a la sociedad, evitando que la insolvencia de estos deje impunes, penal y civilmente,
hechos merecedores de castigo. De esta forma se trasladaría al Derecho penal la téc-
nica de la responsabilidad administrativa que permite responsabilizar directamente a
la Administración de los hechos constitutivos de faute de service de sus funcionarios. En
este sentido, en la reforma del Código Penal italiano de 1981, se declaran a las personas
jurídicas civilmente responsables, de modo subsidiario, de las penas pecuniarias que se
impongan a las personas físicas que integran sus órganos de gobierno cuando se trate
de un delito que constituya infracción de las obligaciones inherentes a la cualidad de
que revista el culpable o bien sea cometido en interés de la persona jurídica. Por el
contrario, en nuestro Derecho, el art. 15 bis del Código Penal establece la solución
inversa y menos práctica de que el que actuare como directivo u órgano de una persona ju-
rídica o en representación l,egal o voluntaria de la misma responderá personalmente, aunque no
concurra en él y sí en la Entidad en cuyo nombre obrare, las condiciones, cualidades o relaciones
que la correspondiente figura del delito requiera para poder ser sujeto activo del mismo. En todo
caso, es evidente que en el Derecho administrativo sancionador se produce, de esta for-
ma, una modulación o distinta interpretación del principio de culpabilidad necesaria
desde el momento en que en este ámbito se mantiene la ficción jurídica que suponen
las personas morales. En definitiva, se intenta que, a pesar de admitirse en los té rminos
señalados la capacidad de acción y de culpa de las personas jurídicas, el principio de
responsabilidad personal o responsabilidad de las penas no resulte quebrantado.
En todo caso se observa que la legislación administrativa especial en España ha
sido muy directa, pues nuestras leyes sectoriales sin excepción, saltando por encima
del principio penal societas delinquere non potest, descargan toda la artillería en la propia
sociedad y olvidan sancionar a los dirigentes, lo que no es justo, pues antes que paguen
los desconocidos e ignorantes accionistas es menester que la represión administrati-
va se centre en los «personalmente» responsables, es decir, en los directivos que no
salven su responsabilidad. Por ello es cada vez más frecu e nte la previsión de multas
a la e mpresa y al tiempo a sus directivos, como es el caso de los arts. 40.2 y 33 d e la
Ley 58/2003, General Tributaria, que contempla la «responsabilidad subsidiaria por las
infracciones tributarias simpl,es y por la totalidad de la deuda en los casos de infracciones gra-
ves de los administradores de las mismas que no realizaren los actos necesarios que fueren de su
incumbencia para el cumplimiento de las obligaciones tributarias infringidas, consintieren el in-
cumplimiento por quienes de ellos dependen o adoptaren acuerdos que hicieran posible tal,es infrac-
ciones». La misma previsión se recoge e n la Ley sobre Disciplina e Intervención de las
Entidades de Crédito, de 28 de julio de 1988, que castiga,junto a la persona jurídica, a
quie nes, ejerciendo cargos de administración o dirección, sean responsables de las mis-
Capítulo XIII La actividad sancionadora 423
de la Ley del Patrimonio Histórico Español). Tampoco tienen una finalidad re-
presora, sino compensatoria frente a los incumplimientos, las pérdidas de de-
rechos derivados de relaciones más o menos consentidas o pactadas, como en
el caso de la revocación de licencias o concesiones o las multas previstas en lo ·
propios contratos o en la legislación de Contratos del Estado. Lo que no significa
tampoco que en todos los anteriores supuestos de privación de derechos, aunque
dicha privación no tenga carácter sancionador, cedan las garantías del principio
de legalidad y del procedimiento previo.
Además de la multa, que es el supuesto más frecuente, las sanciones admi-
nistrativas consisten habitualmente en la pérdida de derechos que el propio or-
denamiento administrativo reconoce y reglamenta y de los que priva justamente
por su infracción (privación del carnet de conducir, cierre de establecimientos,
pérdida de la carrera funcionarial, del curso escolar, inhabilitación profesional
temporal o definitiva, etcétera).
Las sanciones administrativas pueden clasificarse en función del tipo de rela-
ción que une al sancionado con la Administración en sanciones de policía general o
de orden público, de gran importancia histórica, y que corresponden a la competen-
cia de las autoridades gubernativas generales (Gobierno, Ministro del Interior,
Subdelegados del Gobierno, Alcaldes) y reguladas en las Leyes de Régimen Local
y Orden Público, ahora de la Seguridad Ciudadana (Ley 1/ 1992), de las sanciones
sectoriales a cargo de la Administración especializada ( tributaria, sanidad, urba-
nismo, tráfico, caza, pesca, hacienda, etc.) y, en tercer lugar, de las sanciones que
traen causa o se enmarcan en una relación de supremacía especial, concepto del que
se ha abusado para burlar las garantías a que debe estar condicionado todo po-
der represivo (Nieto).
Dentro de estas últimas destacan las sanciones funcionariales y corporativas,
normalmente denominadas sanciones disciplinarias. Sin embargo, debe notarse
que la circunstancia de operar en el seno de una relación especial de poder no
significa que su régimen de garantías deba ser sustancialmente distinto de aque-
llas otras previstas en la legislación general o sectorial administrativa, y en espe-
cial, la atenuación del principio de legalidad o la dispensa del principio non bis in
idem, dada la gravedad de las consecuencias que de la misma pueden derivarse,
como es, por ejemplo, perder la condición de funcionario o una inhabilitación
profesional, sanciones sin duda mucho más graves para el común de los ciudada-
nos que una multa fiscal o de tráfico o, incluso, que la privación temporal de la
libertad que comporta un arresto.
La Ley 40/ 2015, de 1 de octubre, de Régimen Jurídico del Sector Público
ha zanjado, en parte, esta cuestión al disponer que las disposiciones previstas
para el ejercicio de la potestad sancionadora «serán extensivas al ejercicio por las
Administraciones Públicas de su potestad disciplinaria respecto del personal a su
servicio, cualquiera que sea la naturaleza jurídica de la relación de empleo» aunque no lo
serán «respecto de quienes estén vinculados a ellas por relaciones reguladas por
Capítulo XIII La actividad sancionadora 425
los procesos para la imposición de las sanciones corporativas inhabilitantes para el ejerci-
cio de una profesión (Sentencias de 28 de junio de 1978, caso Konig, y Sentencia de 10 de
febrero de 1983, caso Alber y Le Compte), parece, sin embargo, establecer algunas dife-
rencias entre las sanciones administrativas generales y las disciplinarias funcionariales, lo
que, a su vez, parece justificarse en el reconocimiento de las superiores garantías exigidas
para su imposición, al menos en algunos países en que se puede hablar de una verdadera
jurisdicción disciplinaria rodeada de máximas garantías (Sentencia de 8 de junio de 1976,
caso Engel y otros).
pueden existir y dejar de existir para los órganos del Estado». Se da aquí una apli•
cación del límite de la cosa juzgada que, según el Tribunal, «despliega un efecto
positivo, de manera que lo declarado por sentencia firme constituye una verdad
jurídica y un efecto negativo que determina la imposibilidad de que se produz a
un nuevo pronunciamiento sobre el tema» (Sentencia de 30 de enero de 1981).
De esta fundamental doctrina se desprende que las autoridades administra-
tivas no pueden, en primer lugar, sancionar unos hechos que el Tribunal de lo
penal ha declarado inexistentes o simplemente no probados. Sin embargo, no
parece admitirse la hipótesis inversa, es decir, que la ftjación de los hechos san-
cionables por un acto administrativo (incluso confirmado por una posterior sen-
tencia de la Jurisdicción Contencioso-Administrativa) vincule a la Jurisdicción
penal, por cuanto que es doctrina constitucional «la imposibilidad de que los
órganos de la Administración lleven a cabo actuaciones o procedimientos sanci
nadores en aquellos casos en que los hechos puedan ser constitutivos de delito
o falta según el Código Penal o las leyes penales especiales, mientras la autori-
dad judicial no se haya pronunciado sobre ellos». La contundencia con que el
Tribunal formula esta regla -regla que se hallaba ya recogida para las infraccio-
nes monetarias en el art. 9 de la Ley 40/1979, sobre régimen jurídico de Control
de Cambios, y en la actualidad, entre otras muchas disposiciones, en el art. 10
del Real Decreto 263/1985, de 18 de diciembre, sobre procedimiento para san-
cionar las infracciones tributarias, así como en los arts. 112 de la Ley de Aguas d
1985, y 94.3 de la Ley de Costas de 1988- puede suponer un indudable freno al
ejercicio de los poderes represivos de la Administración cuando sobre una mis-
ma materia, como ocurre en materia fiscal, inciden tipificaciones penales y admi-
nistrativas deslindadas únicamente por la cuantía de la infracción. En estos casos,
el traspaso evidente de los límites cuantitativos por los órganos de investigación o
sancionadores de la Administración puede dar lugar, además de la nulidad de las
actuaciones y actos administrativos por vicio de incompetencia, a la consiguiente
responsabilidad de los funcionarios y autoridades administrativas por usurpación
de funciones judiciales.
No se ajusta a esta doctrina constitucional, puesto que aplica el principio non bis
in idem en doble dirección, admitiendo que se pueda cegar una actuación p enal por la
previa sanción administrativa, la Sentencia de la Sala Segunda del Tribunal Supremo
de 12 de mayo de 1986 (Ponente VIVES MARZAL), que niega la posibilidad de condena
penal por delito fiscal cuando los mismos hechos han sido castigados con sanción ad-
ministrativa: «la posibilidad-dice el Tribunal Supremo- de sancionar administrativamente y
más tarde penalmente, o viceversa, se halla proscrita por la Sentencia del Tribunal Constitucional
de 30 de enero de 1981, dictada por el Tribunal Constitucional, en cuya sentencia se declara que
la Constitución Española, suprema rectora del ordenamiento jurídico, no sanciona f avorabkmen-
te el principio de Derecho bis in idem, sino que, antes al contrario, el respaldado por el ordena-
miento constitucional es el principio de Derecho non bis in idem, el cual no permite, por unos
mismos hechos, duplicar o multiplicar la sanción sea cualquiera la autoridad que primeramente
la haya impuesto, caso que es el de autos, puesto que la Hacienda Pública ya impuso al presunto
infractor una sanción de un millón trescientas setenta y cinco mil veintiocho pesetas».
Capítulo XIII La actividad sancionadora 435
afirma ser un derecho fundamental frente a todos los poderes públicos y por ello
vigente en el ámbito sancionador administrativo, «ya que no puede entenderse reduci-
do -afirma el Tribunal- al estricto campo del enjuiciamiento de conductas presuntamente
delictivas, sino que debe entenderse también que preside la adopción de cualquier resolu-
ción, tanto administrativa como jurisdiccional, que se base en la condición o conducta de
las personas».
La Ley de Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas y del Proce-
dimiento Administrativo Común recogió este principio «al decir que los proce-
dimientos sancionadores respetarán la presunción de no existencia de respon-
sabilidad administrativa mientras no se demuestre lo contrario» (art. 137.1),
precepto que pasado al artículo 53.2.b) de la vigente Ley 39/ 2015, de 1 de octu-
bre, de Procedimiento Administrativo Común de las Administraciones Públicas.
La regla de la presunción de inocencia cede, sin embargo, cuando se parte
de hechos declarados probados por resoluciones judiciales penales firmes, las
cuales vincularán a las administraciones públicas respecto de los procedimientos
sancionadores que sustancien. Fuera de este supuesto, toda imposición de san-
ción debe ir precedida de una actividad probatoria, impidiéndose la condena sin
pruebas, y requiere que las pruebas tenidas en cuenta sean constitucionalmente
legítimas, siendo la carga de la actividad probatoria de los acusadores, y nunca
del acusado, al que no se puede trasladar en ningún caso la prueba o de su ino-
cencia o no participación en los hechos (Sentencias del Tribunal Constitucional
66/ 1984, de 6 de junio, y 109/ 1986, de 24 de septiembre). Por ello la legislación
administrativa ha pretendido zanjar los problemas de prueba otorgando valor
probatorio de prueba plena a las actas de los funcionarios inspectores. Así el art.
143 de la Ley General Tributaria (en su versión de la Ley 10/1985) establece
que «las actas y diligencias extendidas por la Inspección de los Tributos tienen
naturaleza de documentos públicos y hacen prueba de los hechos que motiven
su formalización, salvo que se acredite lo contrario». Lo mismo podría decirse
de las actas de la Inspección de Trabajo que según el art. 52 de la Ley 8/ 1988, de
7 de abril, sobre Infracciones y Sanciones del Orden Social, «estarán dotadas de
presunción de certeza respecto de los hechos reflejados en la misma, que hayan
sido constatados por el Inspector actuante, salvo prueba en contrario». Planteada
la constitucionalidad de los preceptos de la Ley 10/ 1985, de reforma de la Ley
General Tributaria, la Sentencia del Tribunal Constitucional de 26 de abril de
1990 ha declarado su ajuste a la Constitución, siempre que se interprete que ese
valor probatorio no empece la posibilidad de que el particular aporte otros me-
dios de prueba que desvirtúen lo consignado por los funcionarios en sus actas. La
Ley de Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas y del Procedimiento
Administrativo Común recogen aquella doctrina al determinar que «los hechos
constatados por funcionarios a los que se reconoce la condición de autoridad, y que
se formalicen en documento público, observando los requisitos legales pertinentes, tendrán
valor probatorio sin perjuicio de las pruebas que en defensa de los respectivos derechos o
Capítulo XIII La actividad sancionadora 439
intereses puedan señalar o aportar los propios interesados» (art. 137). Y lo mismo dice
1hora en parecidos términos el artículo 77 de la Ley 39/ 2015, de 1 de octubre,
1 Procedimiento Administrativo Común de las Administraciones Públicas: «Los
documentos formalizados por los funcionarios a los que se reconoce la condición
d autoridad y en los que, observándose los requisitos legales correspondientes
' recojan los hechos constatados por aquéllos harán prueba de éstos salvo que se
• credite lo contrario».
La pretensión del legislador de 1985 al establecer que las actas de inspección «tie-
nen naturaleza de documentos públicos y hacen prueba de los hechos que motiven su
formulación, salvo que se acredite lo contrario » (art. 145.3 de la Ley General Tributaria)
fue sin duda el dar por zanjada la discusión sobre los hechos declarados por los funcio-
narios en el acta de inspección, invirtiendo en todo caso la carga de la prueba. Pues
bien, el Tribunal Constitucional en la aludida Sentencia de 26 de abril de 1990, aunque
afirma que «el principio de presunción de inocencia debe ser respetado en cualquiera
sanciones sean penales, sean administrativas en general o tributarias en particular»,
considera las actas como simples medios probatorios sujetos a las normas generales de
la Ley de Procedimiento Administrativo, Código Civil y Ley de Enjuiciamiento, como si
todas estas normativas regularan por igual el valor probatorio de los documentos públi-
cos, lo que no es cierto, por cuanto una cosa es el valor «imparcial » que un documento
público tiene en un juicio civil entre particulares, y otra cosa es la inicial tacha de par-
cialidad que tiene cualquier actuación funcionarial o policial en un proceso penal o
procedimiento administrativo sancionador.Justamente por eso, frente al valor máximo
que en el proceso civil tienen los documentos públicos, que prueban aquellos hechos
de conocimiento directo del funcionario, que es fedatario público a estos efectos, tanto
en procedimiento administrativo sancionador como en el proceso penal, rige el princi-
pio contrario de que la Administración ha de probar los hechos cuando el interesado
no los tenga por ciertos o los contradiga (art. 80 de la Ley de Régimen Jurídico de las
Administraciones Públicas y del Procedimiento Administrativo Común y art. 297 de
la Ley de Enjuiciamiento Criminal, que asimila a las declaraciones testificales las que
prestaren los funcionarios de la policía judicial sobre hechos de conocimiento propio).
Así lo reconoce, en definitiva, el Tribunal al afirmar que «ha de excluirse a limine
que el art. 145.3 de la Ley General Tributaria establezca una presunción legal que dis-
pense a la Administración, en contra del principio de presunción de inocencia, de toda
prueba respecto de los hechos sancionados» y que «es igualmente evidente que la nor-
ma no establece una presunción iure et iure de veracidad o certeza de los documentos
de la inspección (que también sería incompatible con la presunción constitucional de
inocencia) ». De esta forma -sigue diciendo el Tribunal en la vía contencioso-adminis-
trativa- la presunción de legalidad del acto administrativo sancionador «no implica en
modo alguno el desplazamiento de la carga de la prueba, que tratándose de infracción y sanción
administrativa ha de corresponder a la Administración, sino que simplemente com-
porta la carga de recurrir en sede judicial aquella resolución sancionadora, pudiendo
obviamente basarse la impugnación en la falta de prueba de los hechos imputados o de
la culpabilidad necesaria que justifique la imposición de la sanción», de forma tal que
«las actas de inspección de Tributos incorporadas al expediente sancionador no gozan de mayor
relevancia que los demás medios de prueba admitidos en Derecho, y, por ello, ni han de preva-
lecer necesariamente frente a otras pruebas que conduzcan a conclusiones distintas, ni
pueden impedir que el juez del contencioso forme su convicción sobre la base de una
440 RAMÓN PARADA VÁZQUEZ Derecho Administrativo. II
valoración o apreciación razonada de las pruebas practicadas ... En todo caso se desea
ta que las actas no tienen el valor de simple denuncia, sino que han de valorarse como
prueba en el proceso».
Para el orden penal, el Tribunal Constitucional matiza aún más la falta de pru h
plena de las actas de inspección, a las que descalifica en su pretendido valor probatorio
pleno, «pues -afirma- no es admisible que el proceso penal pueda resultar condicionado por
una presunción previa derivada del procedimiento administrativo de inspección y comprobación
de la situación tributaria del contribuyente, pues ello significaría que la documentación d
la inspección tendría a efectos penales un valor de certeza de los hechos que en la mi
mase hacen constar, viniendo obligado el presunto infractor a destruir aquella certeza
mediante la prueba en contrario de su inocencia. Tal interpretación sería inconsti tu-
cional». Por ello en el proceso penal el acto de inspección no pasa de ser una denuncia,
como los atestados policiales, es decir, «una noticia criminis suficiente para la aperturn
de un proceso penal, dentro del cual, y en la fase del juicio oral, tendrá el valor como
prueba documental que el juez penal libremente aprecie». Esta doctrina es consecuen•
cía de los principios probatorios que rigen en el proceso penal y que el Tribunal resu•
me así: 1) la carga de la prueba sobre los hechos constitutivos de la pretensión penal c
rresponde exclusivamente a la acusación, sin que sea exigible a la defensa una probado
diabólica de los hechos negativos; 2) solo puede entenderse como prueba la practicada
en el juicio oral bajo la inmediación del órgano judicial decisor y con observancia de
los principios de contradicción y publicidad; 3) de dicha regla general solo pueden ex•
ceptuarse los supuestos de prueba preconstituida y anticipada, cuya reproducción en el
juicio oral sea o se prevea imposible y siempre que se garantice el ejercicio del derecho
de defensa o la posibilidad de contradicción; y 4) la valoración conjunta de la prueba
practicada es una potestad exclusiva del órgano judicial, que este ejerce libremente
con la sola obligación de razonar el resultado de dicha valoración.
Por lo que se ve, si nada queda del valor probatorio pleno, imparable e incontesta•
ble de las actas de inspección, no es razonable que el Tribunal Constitucional haya de-
clarado la constitucionalidad del precepto por el cual pretendió el legislador establecer
dichos efectos. Es, pues, una declaración de constitucionalidad hipócrita, purament
formal, porque tan profundas matizaciones equivalen de hecho a una declaración ma-
terial de inconstitucionalidad. A esta crítica habría que sumar la de la configuración de
principios probatorios diversos para las sanciones administrativas y las penales y con-
siguiente valor probatorio desigual de las actas de inspección en función del procedi-
miento administrativo, proceso contencioso-administrativo o penal en que surtan sus
efectos, pues, a nuestro juicio, tal disparidad no solo va contra la tendencia a la unifi-
cación del ordenamiento punitivo, sino que configura hasta tres diversos grados en la
intensidad del funcionamiento del principio constitucional de presunción de inocen-
cia. También resulta que las actas de inspección valen probatoriamente menos cuanto
mayor es la infracción que constatan, pues si la defraudación llegase por su cuantía a
constituir delito el valor de las actas queda reducido a noticia criminis, mera denuncia;
en definitiva, las actas como medio de prueba valen tanto como los atestados policiales.
Todo esto, repetimos, es un desafío a la lógica, pues el valor de un mismo medio de
prueba no puede variar en el orden punitivo según quién actúe el poder sancionador,
máxime cuando el mismo hecho puede ser calificado como delito o falta administra-
tiva, pues en ese caso, como ocurre en las infracciones tributarias, la definición de los
hechos por el Tribunal penal es la preponderante, de forma que la declaración o no
Capítulo XIII La actividad sancionadora 441
obre su existencia, así como cualquier versión fáctica que este enumere, se impone a
los demás órdenes judiciales y, por supuesto, a la Administración.
En cuanto al derecho a no declarar contra sí mismos o a no declarar (a que
1:unbién se refiere el art. 24 de la Constitución), si impide a los jueces en los pro-
1 sos penales coaccionar a los inculpados para que declaren sobre los hechos
q11 se le imputan, respetando su derecho al silencio, debe impedir igualmente
1•n los procedimientos sancionadores que los funcionarios fuercen a declarar a
In administrados o les obliguen a presentar documentos o pruebas para docu-
111 ntar los procedimientos que instruyen contra ellos bajo amenaza de nuevas
,tnciones (multas coercitivas), lo que es parangonable a admitir que los jueces
p nales pudieran imponer penas a quienes no colaboraran con ellos en buscar
la ' pruebas para su propia condena. También es un fraude al derecho a no decla-
1; r contra sí mismo que el silencio o la negativa del inculpado a presentar prue-
b s sobre los hechos que se le imputan pueda convertirse en todo caso en una
1 r sunción en su contra de la veracidad de las imputaciones.
11 ral de que «no podrá imponerse una sanción administrativa sino en virtud del
rocedimiento establecido salvo lo dispuesto en disposiciones especiales».
Aunque este procedimiento no era de aplicación inexcusable, la realidad es
ue la unidad legislativa se consagró desde entonces en torno a él, pues la mayo-
ria de las leyes que establecían la necesidad de un procedimiento sancionador se
mi tían al regulado en la Ley de Procedimiento Administrativo de 1958.
Posteriormente, la Ley 30/92 de Régimen Jurídico de las Administraciones
[ úblicas y del Procedimiento Administrativo Común no reguló propiamente un
procedimiento sancionador, limitándose a establecer unos principios, a los que
debían sujetarse los procedimientos sancionadores, que no tenía el alcance de
aplicación general, sino únicamente supletoria, pues regía únicamente, «en de-
fecto total o parcial de procedimientos específicos previstos en las correspon-
dien tes normas», lo que criticamos e n ediciones anteriores d e esta obra porque
ondujo a una inefable multiplicación d e los procedimie ntos sancionadores esta-
tales, autonómicos y locales -puesto que a todas estas Administraciones recono-
e el Reglamento competencia normativa en materia sancionadora- una inútil
variedad contraria al principio de seguridad jurídica y al d erecho a la igualdad
de los ciudadanos. Quedaba además expresamente excluido d el ámbito de apli-
ación d el Reglamento del Procedimie nto Sancionador y, lo que es más grave,
de la sumisión a los principios generales que establecía la Ley, el ejercicio d e
la potestad disciplinaria d e las Administraciones Públicas res pecto d el personal
a su servicio y d e quien es estén vinculados a ellas por una relación contractual
(art. 1.3 del Reglamento d e Procedimiento y Disposición Adicional 8ª d e la Ley
de Régimen Jurídico), siendo en estos casos la normativa específica aplicable el
Real Decreto 33/ 1986, d e 10 d e e nero, por el que se aprueba el Reglame nto de
Régimen Disciplinario d e los Funcionarios de la Administración del Estado.
Haciendo caso de la crítica anterior, la Ley 39/201 5, d e 1 de octubre, d el
Procedimiento Administrativo Común de las Administraciones Públicas ha va-
riado sustancialme nte la situación. El procedimiento administrativo sancionador
se rige ahora por las mismas normas del procedimiento administrativo común
con las especialidades que se recogen en la propia Ley. Además dicha Ley deroga
expresamente el Reglamento de Procedimiento para el ejercicio de la potestad
sancionadora, aprobado por Real Decreto 1398/ 1993, de 4 de agosto. Dichas es-
pecialidades consisten ahora en lo siguien te:
Antes del inicio del procedimie nto sancionador se admite la posibilidad de
realizar actuaciones previas que se orientarán a dete rminar, con la mayor preci-
sión posible, los hechos susceptibles de motivar la incoación del procedimie nto,
la identificación de la persona o personas que pudie ran resultar responsables y
las circunstancias relevantes que concurran en unos y otros.
Con carácter previo asimismo el instructor debe decidir si sigue el procedi-
miento sancionador ordinario o el procedimiento simplificado cuando conside-
444 RAMÓN PARADA VÁZQUEZ Derecho Administrativo. Il
n mayor o menor medida en los países que han procedido a una despenaliza-
ión de conductas delictivas, de forma que la interposición de un recurso ante el
Juez contra la sanción administrativa la deja sin efecto, defiriendo la resolución
definitiva del expediente al órgano judicial que conoce del recurso (Alemania,
Portugal) , allí donde no se ha aceptado la regla del efecto suspensivo del recurso
al juez, como en Italia, son muchas, como se ha dicho, las dudas sobre su constitu-
ionalidad y adecuación al art. 6 del Convenio Europeo de Derechos Humanos.
En nuestro Derecho, el arbitrismo d el legislador es ma nifiesto, pues mientras la
mayoría d e las leyes que regula n la potestad sancionadora nada dicen sobre la ejecuto-
riedad inmedia ta de las sanciones, otras impon en la suspensión, como la Ley General
Penitenciaria respecto d e las sanciones e n ellas previstas, o la Ley Orgánica del Poder
Judicial respecto de las sanciones a los jueces y magistrados, o la limitada al período de
recaudación volun taria prevista para las d eudas y san cion es tributarias (art. 212 de la
Ley General Tributaria) . No han faltado tampoco supuestos de prohibición de cual-
quier medida suspensiva, como la arbitrada por el art. 34 de la Ley Orgánica 7/ 1985,
de 1 de julio, reguladora de los d erechos y libertad es de los extranjeros e n España: «en
ningún caso podrá acordarse la suspensión de las resoluciones administrativas adoptadas de con-
formidad con lo estab/,ecido en la presente Ley», disposición que fu e d eclarada in constitucio-
nal y nula por la Sente n cia d el Tribunal Constitucional 115/ 1987, de 7 de julio.
A este contradictorio panorama legisla tivo h ay que sumar las vacilaciones de la ju-
risprude ncia constitucional. En efecto, e l Tribunal Constitucional limitó inicialm ente
el efecto suspensivo d e la in terposició n de los recursos a los actos sanci o nadores cua n-
do estos afectasen a d e rechos fundamentales, d escartando esa so lució n cua ndo, por
el contrario, el acto san cionador se produj e ra e n el seno d e una relación especial de
subordinación, como es la fun cionarial (Auto 21/ 1981, de 11 d e febrero). Despu és, ha
negado el efecto automático de la suspe nsión cua ndo la potestad sancionadora guarda
relac ión con una relación especial origin ada por una in tervenció n sectorial, com o la
que se entabla e ntre la Administración y los promotores d e vivie ndas d e protección
ofici al, cu estión a la que se refiere la Sentencia del Tribunal Constitucional 66/ 1984,
de 8 de junio. Esta sentencia por las generalizaciones en que incurre, supuso un paso
atrás (RUBIO) e n relación con anteriores pronun ciamientos d el Tribun al Supremo
(Sentencias d e 17 y 21 d e julio d e 1982) , e n las qu e se afirmaba que «no basta para curn-
plir con el mandato constitucional recogi,do en el art. 24 de la Constitución con la /Josibilidad de
someter a un Tribunal la suspensión del acto sancionatorio mientras que no recaiga sentencia de-
finitiva la suspensión debe mantenerse(. .. )», lo que les llevó a admitirla suspensió n automá-
tica por la interposición d e los recursos incluso e n mate ria de disciplin a funcionarial.
Según, pues la citada Sentencia 66/ 1984, d e 8 de junio, a la que se plegó el Tribunal
Supremo (Sentencia de la Sala Tercera de 9 de diciembre d e 1986 y, en general, toda
la jurisprude ncia contencioso-administrativa) el art. 24 de la Constitución no d escarta
la ejecutividad inmediata de la sanción, no obstante la presentación de recursos contra
los actos sa ncionadores, pues «el derecho a la tutela judicial efectiva se satisface facilitando
que la ejecutoriedad pueda ser sometida a la decisión ele un tribunal y que este, con la información
y contradicción que resulte menester resuelva sobre la suspensión». Pero esta doctrina juris-
prudencia! olvida que no basta con la posibilidad de someter al juez e n su día a una
petición de suspensión de un acto sancionador, porque para e nton ces puede estar ya
ejecutada la sanción, dado que antes que el juez administrativo resuelva sobre la sus-
448 RAMÓN PARADA VÁZQUEZ Derecho Administrativo. II
Las anteriores consideraciones parece que de alguna manera han sido teni-
las en cuenta en la regulación de la vigente Ley 39/ 2015, de 1 de octubre, de
Procedimiento Administrativo Común de las Administraciones Públicas que algo
adelanta en esta materia respecto de la situación precedente. Así, no obstante,
• firmar que la resolución sancionatoria será ejecutiva cuando no quepa contra
lla ningún recurso ordinario en vía administrativa -y por consiguiente, no lo
, rá sí está pendiente de resolver un recurso administrativo- admite que, aun
i ndo ejecutiva por ser irrecurrible en vía administrativa, se podrá suspender
autelarmente, si el interesado manifiesta a la Administración su intención de interponer
recurso contencioso-administrativo contra la resolución firme en vía administrativa.
Dicha suspensión cautelar finalizará cuando: a) Haya transcurrido el pla-
zo legalmente previsto sin que el interesado haya interpuesto recurso con-
l ncioso administrativo. b) Habiendo el interesado interpuesto recurso
on tencioso-administrativo:
l. No se haya solicitado en el mismo trámite la suspensión cautelar de la
resolución impugnada.
2. El órgano judicial se pronuncie sobre la suspensión cautelar solicitada,
en los términos previstos en ella.
BIBLIOGRAFÍA
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1985; SANTAMARÍA PASTOR: «Tutela judicial efectiva y suspensión e n vía de recurso»,
450 RAMÓN PARADA VÁZQUEZ Derecho Administrativo. JI
11 ir, con razón o sin ella, las resoluciones judiciales que fueran desfavorables a la
,\ lministración. ¿Y qué otra cosa es el arbitraje sino una transacción a cargo de
,m tercero? Prohibición por ello de someter los conflictos de la Administración
1 n terceros a la decisión de árbitros o amigables componedores.
petencias de los jueces civiles, siendo así que es, como veremos, un instrumento
absolutamente imprescindible para la intervención administrativa.
La razón de ser de esa supuesta «intromisión » en las competencias judiciales
civiles -en todo caso muy inferior a la que se ha producido sobre la justicia penal
con la potestad sancionadora de la Administración- reside, en ocasiones, en el
insatisfactorio funcionamiento de }ajusticia civil, que se ha intentado remediar
en casos puntuales con jurisdicciones especiales o actividades mediadoras de la
Administración. Pero también es consecuencia de la existencia de numerosas
materias mixtas, caracterizadas por la superposición a la regulación civil básica
de una tupida regulación administrativa que extraen las relaciones entre parti-
culares (sustancia y base del Derecho privado) de su simple regulación por el
Derecho civil, impregnándolas de un ingrediente de complejidad para la protec-
ción de un interés público, amén del privado, que justifica la encomienda de su
sistema garantizador a la potestad decisorio-ejecutoria de la Administración, pri-
mero, y a la justicia administrativa, después, con exclusión de la jurisdicción civil.
Esto explicaría la falta de definición constitucional y por ley ordinaria de la com-
petencia de la Jurisdicción civil, de su objeto, «la cuestión civil », que, a diferencia de
la «cuestión penal» (perfectamente resuelta con la tipicidad de las conductas que
describe el Código Penal), no está material ni formalmente delimitada en la Ley de
Enjuiciamiento Civil ni en la Ley Orgánica del Poder Judicial, que abordan la materia
más desde la perspectiva del Derecho internacional privado, para fijar la competen-
cia de la Jurisdicción civil española frente a los Tribunales extranjeros, que desde la
preocupación por ftjar la frontera entre aquella y la Administración o la Jurisdicción
Contencioso-Administrativa. La Ley Orgánica del Poder Judicial de 1 de julio de 1985
ha dejado escapar la oportunidad de afrontar la definición formal de lo que sean
negocios, conflictos o contiendas civiles, ya que toda la regulación competencial de
los Tribunales civiles y laborales está formulada, asimismo, desde la perspectiva del
Derecho internacional privado y para resolver los problemas de fuero territorial (arts.
21, 22 y 25).
A falta, pues, de una frontera precisa, como en materia represiva, sobre lo
que es en puridad una cuestión civil, hay que agregar como explicación de la po-
testad administrativa arbitral, la necesidad funcional de incidir, por elementales
razones de eficacia, sobre derechos privados en los múltiples sectores de la inter-
vención pública, donde, además de la finalidad de garantizar la justa resolución
de un conflicto entre particulares, se presenta un interés público concurrente
en el seguimiento y resultados de la aplicación generalizada de la norma. ¿Cómo
llevar a efecto sin un acto administrativo, claramente arbitral entre los propieta-
rios, operaciones de concentración parcelaria que resuelvan la asignación de las
nuevas fincas u operaciones de compensación urbanística sin el acto reparcela-
torio y de asignación de cuotas de aprovechamiento o los conflictos diarios entre
diversos operadores de telefonía o de cualesquiera otros servicios liberalizados?
Es inimaginable que estas complejas operaciones pudieran hacerse a través de
procesos civiles que degenerarían en interminables procesos que se eternizarían
sin tener en cuenta los intereses públicos implicados.
Capítulo XN La actividad administrativa arbitral 457
cuando sea compatible con el resto de principios de los párrafos anteriores. En el supues-
to de apreciarse irregularidades en el procedimiento de consulta y transparencia previsto
en el artículo 102 de la Ley 21/2003, de 7 de julio, que no den lugar a una revisión de la
modificación tarifaria, se podrán formular recomendaciones sobre las medidas a adoptar
en futuras consultas, incluida la necesidad de ampliarlas a las compañías no representa-
das por asociaciones u organizaciones representativas. d) En el mercado postal, la
Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia resolverá sobre: l. º Conflictos, de
conformidad con lo establecido en el artículo 48 de la Ley 43/ 2010, de 30 de diciembre,
entre el operador designado para prestar el servicio postal universal y otros operadores
postales que prestan servicios en el ámbito del servicio postal universal respecto al acceso
a la red postal y a otros elementos de infraestructura y servicios postales. 2. º
Establecimiento, de conformidad con lo previsto en el artículo 45.3 de la Ley 43/ 2010,
de 30 de diciembre, a petición del operador interesado, de las condiciones de acceso a la
red postal si las negociaciones entre titulares de autorizaciones singulares y el operador
designado no hubieran concluido en la celebración de un contrato. 3. º Conflictos, de
conformidad con lo establecido en el artículo 49 de la Ley 43/ 2010, de 30 de diciembre,
que se planteen entre operadores postales no designados para la prestación del servicio
postal universal. e) En el mercado de comunicación audiovisual, la Comisión Nacional de
los Mercados y la Competencia resolverá los siguientes conflictos: l. º Los conflictos que
se susciten entre los agentes intervinientes en los mercados de comunicación audiovisual
sobre materias en las que la Comisión tenga atribuida competencia. 2. º Los conflictos
que se susciten en relación con la cesión de canales de radio y televisión a que se refiere el
artículo 31 de la Ley 7/ 2010, de 31 de marzo. 3. º Los conflictos que se susciten en rela-
ción con el acceso a estadios y recintos deportivos por los prestadores de servicios de co-
municación audiovisual radiofónica a que se refiere el artículo 19.4 de la Ley 7/ 2010, de
31 de marzo. f) En el sector ferroviario , corresponde a la Comisión Nacional de los
Mercados y la Competencia conocer y resolver las reclamaciones que presenten las em-
presas ferroviarias y los restantes candidatos en relación con la actuación del administra-
dor de infraestructuras ferroviarias, las empresas ferroviarias y los restantes candidatos
que versen sobre: l. º El otorgamiento y uso del certificado de seguridad y el cumplimien-
to de las obligaciones que éste comporte. 2. º La aplicación de los criterios contenidos en
las declaraciones sobre la red. 3. º Los procedimientos de adjudicación de capacidad y sus
resultados. 4. º La cuantía, la estructura o la aplicación de los cánones y tarifas que se les
exijan o puedan exigírseles. 5º Cualquier trato discriminatorio en el acceso a las infraes-
tructuras o a los servicios ligados a éstas que se produzca por actos llevados a cabo por
otras empresas ferroviarias o candidatos. 6.º La prestación de servicios en los corredores
ferroviarios internacionales de transporte de mercancías. Las reclamaciones deberán
presentarse en el plazo de un mes desde que se produzca el hecho o la decisión corres-
pondiente. 2. En la resolución de los conflictos a que hace referencia el apartado ante-
rior, la Comisión resolverá acerca de cualquier denuncia y adoptará, a petición de cual-
quiera de las partes, una resolución para resolver el litigio lo antes posible y, en todo caso,
en un plazo de tres meses desde la recepción de toda la información. La resolución que
dicte la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia en los casos previstos en el
apartado anterior será vinculante para las partes sin perjuicio de los recursos que proce-
dan de acuerdo con lo dispuesto en el artículo 36 de esta Ley civil.
Las decisiones que se adopten el ejercicio de esta potestad arbitral , que, amén
de mediar entre las partes y sus intereses privados, reiteramos, vela por intereses
generales, son preferentes y deben ser respetadas y no contradichas por los even-
460 RAMÓN PARADA VÁZQUEZ Derecho Administrativo. JI
tuales tribunales arbitrales a las que las partes estén comprometidas a someterse
y se sometan para resolver sus disputas. En este sentido la Sentencia del Tribunal
de lo Civil y Penal de la Comunidad de Madrid 13 de julio de 2015 anuló, asu-
miendo el voto particular de uno de los ca-árbitros, un laudo arbitral dictado en
disputa entre Gas Natural y Enegas, por desconocer lo previamente resuelto so-
bre dicho conflicto por la Comisión de los Mercados y la Competencia.
La potestad arbitral, en ocasiones, es una consecuencia, del «efecto civil» del
ejercicio de una potestad sancionadora, cuando la Administración interviene en
los precios o en la calidad de determinados productos o como garante de la de-
fensa de la competencia o de las obligaciones impuestas a los operadores en los
mercados regulados. Sancionar por un sobreprecio o por suministrar un produc-
to en mal estado, o por una práctica colusoria, implica siempre la consecuencia
de la devolución del exceso, la reparación del daño, por lo que no se explica
que la Administración no pueda rematar la faena sancionadora y resolver sobre
la reparación del daño producido, y que esa potestad se le niegue so pretexto
de «intromisión » en una relación jurídico-privada, obligando a una posterior in-
tervención sobre este extremo de la justicia civil. Así, ocurre que el Tribunal de
Defensa de la Competencia (Ley 16/ 1989, de 17 de julio), puede imponer graves
sanciones, declarar la nulidad de actos privados colusorios, dictar frente a ellos
mandatos y prohibiciones para restablecer la libre competencia; no puede, en
cambio, declarar la más mínima responsabilidad civil de una parte frente a la
otra remitiendo a las partes al proceso y al juez civil. No obstante, podrá, cuan-
do le sea requerido por órgano judicial competente, emitir un informe sobre la
procedencia y cuantía de las indemnizaciones que los autores de las conductas
previstas prohibidas deban satisfacer a los denunciantes y terceros que hubiesen
resultado perjudicados como consecuencia de aquellas (art. 9.3 Ley 52/ 1999).
Una solución manifiestamente disfuncional.
Y en fin, y por ser muy habitual, pasan desapercibidos como supuestos de acti-
vidad arbitral aquellos en los que la Administración decide entre particulares so-
bre derechos o intereses administrativos, como cuando los ciudadanos disputan
sobre el mejor derecho a ser beneficiarios de actos favorables, el otorgamiento
de subvenciones, la condición de funcionario o de contratista o concesionario,
entre otros supuestos.
En todo caso, para una descripción por menudo del pasado y presente de
esta actividad arbitral nos remitimos a lo que se dirá en el último epígrafe del
capítulo.
Consumidores y Usuarios; 33/ 1984, de Ordenación del Seguro Privado; 16/ 1987,
de Ordenación de los Transportes Terrestres, Ley de Propiedad Intelectual, Texto
Refundido aprobado por Real Decreto Legislativo 1/ 1996). Otras leyes sectoriales
han establecido arbitrajes como en materia de Deporte (Ley 1O/ 1990), Mercado
de las Telecomunicaciones (Ley 12/1997), de Cooperativas (Ley 27/1999), etc.
Se trata de una materia abierta a la regulación legal. La vigente Ley 60/2003, de
23 de diciembre, de Arbitraje se refiere genéricamente a los arbitrajes previstos
en las leyes especiales, para los que la Ley es supletoria. Adviértase, además, que,
según la Ley de arbitraje pueden ser árbitros las Corporaciones de Derecho pú-
blico, creadas especialmente para esta función (además de asociaciones sin áni-
mo de lucro), y en todo caso el Tribunal de Defensa de la Competencia.
A la vista de las diversas soluciones organizativas que estas leyes ofrecen,
podemos distinguir dos modelos: uno de arbitraje institucional, en que un ór-
gano administrativo ad hoc ejercita las funciones de árbitro, y otro en el que la
Administración gestiona o administra el arbitraje a través de la creación de ór-
ganos mixtos, representativos de la Administración y de los sectores interesados
que ejercerán las funciones de árbitro. El primer caso estaría representado por
la Comisión de los Mercados y la Competencia ya mencionada y la Comisión
Mediadora de la Propiedad Intelectual; y el segundo modelo por las diferentes
Juntas arbitrales que se constituyen con representantes de la Administración y de
los sectores interesados en el Transporte, e l Consumo, etcétera.
En todo caso, la Administración hace aquí el papel de árbitro privado con
sujeción a las reglas de la Ley de Arbitraje. Lo más singular del acto arbitral de
la Administración en estos casos (sea dictado por ella misma o por las Juntas ar-
bitrales o por los árbitros designados en la forma prevista por la Ley) es que está
desprovisto de dos características esenciales de los actos administrativos: la eje-
cutoriedad por la propia Administración y la recurribilidad ante la Jurisdicción
Contencioso-Administrativa.
La ejecución del laudo, en efecto, no está a cargo de la Administración, sino
que, conforme a la Ley de Arbitraje, corresponde al Juez de Primera Instancia
del lugar en donde se haya dictado, que lo lleva a cabo por los trámites estableci-
dos para la ejecución de sentencias firmes (art. 53).
En cuanto a su recurribilidad, el laudo que dicta la Administración, como los
que dictan los demás árbitros privados, es susceptible únicamente de recurso de
anulación por los trámites del juicio verbal ante el juez de Primera instancia del
lugar donde se hubiese dictado el laudo.
El laudo solo podrá ser anulado cuando la parte que solicita la anulación ale-
gue y pruebe: a) Que el convenio arbitral no existe o no es válido. b) Que no ha
sido debidamente notificada de la designación de un árbitro o de las actuaciones
arbitrales o no ha podido, por cualquier otra razón, hacer valer sus derechos. e)
Que los árbitros han resuelto sobre cuestiones no sometidas a su decisión. d) Que
Capítulo XIV La actividad administrativa arbitral 465
guración del alcalde de cada pueblo como un conciliador necesario (art. 282: «...
el Alcalde de cada pueblo ejercerá en él el oficio de conciliador, y el que tenga que demandar
por negocios civiles o por injurias deberá presentarse a él con este objeto»).
En el siglo XIX la división de poderes va a suponer, en principio, la atri-
bución exclusiva de los conflictos y controversias entre particulares a los jue-
ces civiles. Sin embargo, nunca, a diferencia de lo que es una cuestión penal
(la comprendida en el Código) estará perfectamente definida la cuestión civil,
y se admitirá una cierta competencia de la Administración y de la Jurisdicción
Administrativa sobre conflictos privados. Como decía el gran especialista de la
Jurisdicción Administrativa del pasado siglo, LAFERRIERE, «la ley y la Justicia ci-
viles reglamentan en general las relaciones privadas entre los ciudadanos; pero
no reglamentan y resuelven necesariamente todas estas relaciones porque, aun
cuando las relaciones que existen entre dos particulares con ocasión de los actos
administrativos son relaciones privadas, afectan en algunos puntos al interés de
la Administración general y al derecho de la Administración Pública cuyos actos
deben ser interpretados y ejecutados conforme al fin que la Administración se ha
propuesto». CoLMEIRO admitirá por ello que una contienda entre particulares
pueda ser resuelta por la Administración y la Jurisdicción Administrativa, puesto
que «los Consejos Provinciales conocen de las cuestiones que se suscitan con oca-
sión de un acto administrativo entre dos particulares o establecimientos públicos
y entre un particular y la Administración».
Un supuesto frecuente de conocimiento de cuestiones entre particulares por
laJurisdicción Administrativa se originaba con motivo del resarcimiento de los
daños y perjuicios ocasionados por las obras públicas, cuando aquellas se ejecu-
taban por particulares a través de concesión o contrato (art. 8.4 de la Ley de 2 de
abril de 1845 y Real Orden de 28 de julio de 1852).
pretación y aplicación del Derecho vigente. Pero solo queda el previsto, como
dijimos, por el art. 10 del Real Decreto-ley 17 / 1977, de 4 d e marzo, sobre rela-
ciones de trabajo, que faculta al Gobierno para imponer, previa propuesta del
Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, un arbitraje obligatorio para enervar
el derecho de huelga, «teniendo en cuenta la duración o las consecuencias de la
huelga, las posiciones de las partes y el perjuicio grave d e la economía nacional»,
fórmula cuya amplitud pone en manos del Ejecutivo una llave decisiva para ce-
rrar el paso a la huelga. Este arbitraje, como se ha dicho, ha sido declarado cons-
titucionalmente legítimo, siempre que se respete la imparcialidad de los árbitros,
lo que no se entiend e producido si tal función no la asume la Administración
(STC 192/ 1981 , de 8 de abril).
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TÍTULO CUARTO.
LA GARANTÍA PATRIMONIAL
DEL ADMINISTRADO
CAPÍTULO XV
LA EXPROPIACIÓN FORZOSA
14. LAEXPROPIACIÓNURGENTE.
15. LA REVERSIÓN EXPROPIATORIA.
16. GARANTÍAS JURISDICCIONALES.
17. LAS EXPROPIACIONES ESPECIALES:
A) Expropiación por zonas o grupos de bienes.
B) La expropiación-sanción por incumplimiento de la función social de la
propiedad.
C) La expropiación que da lugar al traslado de poblaciones.
18. LA EXPROPIACIÓN POR RAZONES DE DEFENSA NACIONAL. LA REQUISA
MILITAR.
19. INDEMNIZACIÓN POR OCUPACIÓN TEMPORAL.
BIBLIOGRAFÍA
l. GARANTÍA PATRIMONIAL Y ACTMDAD ADMINISTRATIVA DE
EXTINCIÓN DE DERECHOS. SUS FORMAS
.fue construido por sus iniciadores sobre el modelo divino de un hombre concebido como el lugarte-
niente de Dios sobre la tierra». Este derecho natural del hombre de apropiarse de todas las
cosas, este derecho-libertad, representa para cada hombre una de las expresiones más
profundas, si no la más profunda, de su libertad.
Las consecuencias de esas dos formas de concebir la titularidad de la propiedad,
su asignación a Dios o al hombre, no paran aquí, en una disputa conceptual, sino que
tienen una proyección sobre la extensión mayor o menor de las facultades ínsitas en el
derecho de propiedad y sobre la instrumentación de una mayor o menor garantía en
su protección. Así, la concepción prerrevolucionaria que remite en definitiva a Dios to-
das las titularidades, comportaba una utilización de los bienes más comunitaria, social
o social izante, que se manifiesta en una mayor vigencia y extensión cuantitativa de las
propiedades colectivas o comunales y en una concepción plurifuncional de la propie-
dad privada de la tierra sujeta a servidumbres o aprovechamientos en favor de terceros
y colectividades, como sucedía con los bosques, vinculados a intensas servidumbres y
obligaciones de repoblar, o la compatibilidad forzosa del cultivo agrícola con la caza y
los aprovechamientos de los pastos en favor de la ganadería una vez levantadas las cose-
chas, lo que implicaba la prohibición de cerramientos de las fincas.
Asimismo con esta concepción social o comunal de la propiedad se corresponde
una debilidad en la doctrina garantista de la propiedad y la ausencia de procedimien-
tos eficaces frente a su privación o disminución tal y como ahora los conocemos a través
de la institución expropiatoria o la responsabilidad de la Administración. Por ello, y a
pesar de la Ley II, del título I de la Segunda Partida («quando el emperador: quisiese tornar
heredamiento, o alguna otra cosa a algunos: para sí o para dárselo a otro ... por razón que el
Emperador oviese menester de hacer alguna cosa en ello, que se tornase a pro comunal de la tierra
es por derecho d,e /,e dar ante buen cambio, que valga tanto o más, de guisa que él fin que pagado a
bien vista de omes buenos») los más autorizados glosadores (Gregario LóPEZ) admitieron
que, como manifestación de la potestad ordinaria del Rey, la expropiación implicaba
que el dominio de la cosa se transmitía antes de que se pagase su precio; que el pago de
ese precio podía diferirse indefinidamente por causa de utilidad común y que el Rey
podía excusar el cumplimiento de estas co ndiciones cuando expropiaba haciendo uso
de la potestad plena.
La concepción individualista de la propiedad como un derecho sagrado
pero, no ya de Dios, sino del hombre, y la consiguiente atribución en exclusiva
al propietario de todas las utilidades que el objeto de aquella sea capaz de pro-
ducir, se manifiesta, tras la Revolución francesa, en un notable cambio legislativo
que da preferencia a los derechos individuales sobre los colectivos y por ello de
los cultivos sobre los aprovechamientos ganaderos y forestales más comunitarios,
más ecologistas diríamos ahora, y que se traducirá en el reconocimiento del de-
recho al cierre de las fincas y a la roturación (défrichement), es decir, a la tala in-
discriminada del arbolado, así como en la inicial atribución al propietario de los
productos mineros que establecerán las Leyes francesas de 29 de septiembre y 28
de junio de 1791. En nuestro Derecho, la plasmación normativa de este cambio
revolucionario se opera en el importante Decreto de las Cortes de Cádiz de 8
de junio de 1813, que define las reglas a que en lo sucesivo había de ajustarse la
utilización de las tierras, como la libertad de cerramientos, explotación, arrenda-
mientos, etcétera.
486 RAMÓN PARADA VÁZQUEZ Derecho Administrativo. JI
obras públicas, diseñando por vez primera la expropiación forzosa. Y lo hizo, además, t'II
términos de notable contraste con su propia concepción del principio constitucional <I •
separación de poderes entre la Administración y los Tribunales ordinarios. En efeclo, 1
a laJurisdicción administrativa se asignó una competencia prácticamente ilimitada •11
todas las cuestiones en que era parte la Administración, y en especial en materia contrae
tual, sustrayendo esa competencia a los Tribunales civiles, curiosa y paradójicamente si
proceder antijudicialista iba a sufrir una notable excepción en la regulación de la expr<
piación forzosa. En esta cuestión NAPOLEÓN actuó como un liberal radical, forzando al
Consejo de Estado a que preparase una ley cuyas ideas centrales habían de ser la máxima
desconfianza hacia la Administración, tanto activa como contenciosa, y el otorgamiento
de garantías eficaces a los propietarios. Para ello, no vio otra solución que la de no permi-
tir la cesión forzosa de la propiedad, sino por sentencia judicial recaída en un proceso d
naturaleza civil. No cedió NAPOLEÓN a la resistencia pasiva del Consejo de Estado, para
quien estas ideas representaban un paso atrás en la recién conquistada independencia d
la Administración frente a los Tribunales, ni se doblegó ante argumentos tan serios para
un administrador cabal como la imprescindible urgencia de las obras públicas, o el riesgo
de que la intervención del juez civil comportase la fijación de indemnizaciones excesivas.
Frente a ambas obj eciones sostuvo que la intervención del juez civil no tenía por qu •
paralizar la acción administrativa, pues ello podría obviarse con la estructuración de un
proceso civil sumario que podría durar días; pero siempre ante el juez civil, pues la pro-
piedad, si no hay consentimiento del propietario, solo puede ceder ante una sentencia
judicial en la que, además, se fije la indemnización.
Con el tiempo, la Ley napoleónica de 1810 habría de ser objeto de sustancial s
modificaciones y siempre en razón de la urgencia o de las formas de ftjación de la
indemnización. Estas modificaciones dieron como resultado la conversión del juez ci-
vil -otrora protagonista y actor principal del procedimiento- en mero espectador que
preside los Jurados de Expropiación creados por las Leyes de 7 de julio de 1833 y 3
de mayo de 1841, quedando en sus manos la facultad de decretar la transferencia de
propiedad tras la simple constatación del cumplimiento de los trámites precisos para
que el efecto traslativo se produjere, pero sin poder de anulación. Ya en el siglo XX, el
procedimiento expropiatorio sufrirá una nueva degradación al generalizarse el proce-
dimiento de urgencia por sendos Decretos de 1935. Sin embargo, cuando todo hacía
suponer que la concepción napoleónica y judicialista de la expropiación estaba defi-
nitivamente abandonada, la Ordenanza de 28 de octubre de 1958, aprobada bajo la
presidencia del General DE GAULLE, vuelve a regular la expropiación forzosa sobre la
bases sentadas por la Ley de 1810, devolviendo el instituto expropiatorio a sus orígenes
napoleónicos. Dato sobresaliente de la nueva regulación, que completará la Ley de 26
de julio de 1962, es la creación dentro de la Jurisdicción civil de un proceso especial de
expropiación con dos instancias y el correspondiente recurso de casación. En esencia,
pues, el procedimiento expropiatorio tiene en Francia dos fases: una primera de carác-
ter administrativo, que comprende tanto la declaración de utilidad pública como la ne-
cesidad de la ocupación, y otra, rigurosamente judicial ante el juez civil, constituida por
la determinación del justiprecio y la declaración de la transferencia de la propiedad.
ficiarios. Todo lo cual culminó con la declaración de urgencia de todas las obras inclui-
das e n el Programa de Inversiones Públicas (Ley Aprobatoria del Plan de Desarrollo
Económico y Social de 28 de diciembre de 1963) .
La invocación, pues, de la urgencia y consiguiente aplicación del procedimiento
previsto como excepcional en el art. 52 de la Ley puso fuera de combate y ha hecho
prácticamente inaplicable el procedimiento ordinario. Y ello en el plazo récord de
nueve años los que transcurrieron desde que se aprobó la Ley d e Expropiación Forzosa
de 1954 hasta la Ley del Plan de Desarrollo Económico y Social de 1963. Por ello, cuan-
do se aborde, como luego se hará, el estudio del procedimiento de urgencia se ha de
hace r con el convencimiento de que se trata no ya de un procedimiento excepcional,
sino del procedimiento ordinario y normal de la expropiación forzosa en nuestro país.
Paradójicamente, el procedimiento ordinario es ahora el procedimiento excepcional.
La evolución del Derecho español y el modelo definitivamente triunfante
con la Ley de Expropiación Forzosa de 1954 muestra la colonización del proce-
dimiento ordinario por el procedimiento de urgencia y, sobre todo, la margina-
ción definitiva deljuez civil, a quien se sustituye por el Jurado de Expropiación,
institución nacida en Francia un siglo atrás, pero que había perdido allí toda cre-
dibilidad, como demuestra, según advertimos, la reforma del General De Gaulle
de 1958, que retomó al modelo judicial. Trajimos, pues, de Francia en 1954, la úl-
tima importación, un procedimiento expropiatorio ya desahuciado en este país.
La Constitución de 1978 respeta este sistema, pues, al contrario que la
Constitución de 1869 -que forzó a un cambio de rumbo legislativo imponien-
do claramente el procedimiento judicial-, se muestra indiferente ante el mode-
lo procedimental, administrativo o judicial, de la expropiación, que no define
como institución administrativa ni judicial, limitándose a consagrar el principio
de la garantía patrimonial: «nadie -dice su art. 33.3- podrá ser privado de sus bienes
y derechos sino por causa justificada de utilidad pública o interés social, mediante la corres-
pondiente indemnización y de conformidad con lo dispuesto por las 1,eyes».
En definitiva, con el desplazamiento del Juez ordinario, de un lado, y la pos-
tergación por razones de urgencia del justiprecio y pago a un trámite posterior
a la ocupación de los bienes, por otro, se ha llegado a una evidente desnaturali-
zación del instituto expropiatorio originario, inicialmente estructurado sobre la
base de la intervención del juez civil y el rigor secuencial en la sucesión de las fa-
ses del procedimiento (declaración de utilidad pública de la obra, necesidad de
ocupación de determinados bienes, justiprecio, pago y toma de posesión). Esta
evolución permite ahora afirmar que en el Derecho español la expropiación for-
zosa, más que una técnica defensiva de la propiedad contra la desposesión, está
directamente al servicio de la potestad expropiatoria que, como las restantes po-
testades administrativas, se ejerce a través de la técnica de la decisión ejecutoria
que permite a la Administración alcanzar directamente su objetivo de apodera-
miento de los bienes necesarios y resolver después, también unilateralmente, las
reclamaciones y las indemnizaciones que puedan corresponder al expropiado,
todo ello, bajo el control judicial posterior si los expropiados acuden a la Justicia
496 RAMÓN PARADA VÁZQUEZ Derecho Administrativo. JI
administrativa. Pero eso no es todo: cuando este control judicial resulte incó-
modo o perturbador, el Estado puede incluso eliminarlo instrumentalizando la
desposesión de los bienes mediante leyes singulares o de caso único, con lo cual
el poder legislativo transmuta su inicial papel defensivo de la propiedad en un
bulldozer capaz de arrasar la más mínima de las garantías. Y no solo el Estado, sino
también la más modesta de las Comunidades Autónomas -dotadas igualmente
por la Constitución de poderes legislativos-, tienen a su alcance esa posibilidad
que el Tribunal Constitucional ha reconocido como a continuación se expone.
por los más graves delitos, como acreditan las reiteradas prohibiciones constitu-
ionales de la confiscación de bienes.
Tampoco la Ley de Expropiación Forzosa de 1954, ni el art. 33.3 de la
onstitución, admiten la expropiación legislativa singular y directa en que el
fecto transmisivo de la propiedad se produce directamente ex lege, fórmula acep-
tada en la Ley Fundamental de Bonn, que expresamente alude a la posibilidad
de que la expropiación pueda ser efectuada «únicamente por ley o en virtud de
una ley que establezca el modo y la cuantía de la indemnización» (art. 14) . Y es
que si nuestros constituyentes, conocedores de la Ley Fundamental de Bonn y
n la que tanto se inspiraron, no recogieron la expropiación legislativa, sino que
reprodujeron la fórmula tradicional del constitucionalismo histórico sobre la ga-
rantía expropiatoria de la propiedad es, sencillamente, porque rechazaron las
xpropiaciones legislativas.
Además de su falta de previsión constitucional expresa, la ley expropiatoria
singular infringe las reglas de distribución constitucional de competencias, im-
plica la omisión del trámite de audiencia previsto en la Constitución con carácter
previo a la adopción de los actos limitativos de derechos o sancionadores (art.
105.3 CE), y, en fin, priva al expropiado de cualquier derecho de defensa ju-
dicial ulterior porque las leyes son judicialmente inatacables. Por todo ello no
s aventurado afirmar que expropiar por ley es un modo inconstitucional de
administrar.
En cuanto a la competencia, es evidente que la Constitución ha tasado las
competencias de las Cortes Generales y de los Parlamentos autonómicos a los
upuestos de elaboración de normas generales, al control del Gobierno y de la
Administración y a efectuar determinados nombramientos de altos cargos, como
el Defensor del Pueblo, los miembros del Consejo General del Poder Judicial, del
Tribunal Constitucional, etc. (arts. 54, 66, 108, 122.3, 152.1 y 159, entre otros), y,
por consiguiente, ni aquellas ni los Parlamentos de las Comunidades Autónomas
pueden salirse de esas atribuciones sin infringir la propia Constitución. Por ello, y
por mucho que pueda escandalizar que se niegue a las Cortes o a los Parlamentos
autonómicos una competencia que está al alcance del más modesto de los
Municipios, como la potestad expropiatoria directa, esa es, no obstante, la realidad
jurídico-constitucional. Y esto no debe sorprender por la sencilla razón de que el
más humilde Municipio tiene competencia para expropiar y las Cortes y aquellos
Parlamentos la tienen únicamente para autorizar expropiaciones, pero no para lle-
varlas a cabo directamente. Como tampoco la tienen los órganos legislativos para
imponer multas de tráfico, revocar licencias de urbanismo, imponer un apercibi-
miento a un funcionario, o aprobar una ordenanza municipal , todas ellas compe-
tencias administrativas; ni tampoco, obviamente, para ejercer competencias judi-
ciales y resolver el más sencillo de los pleitos o imponer la más liviana de las penas.
Asimismo, la aprobación de leyes singulares y directas !imitadoras de los de-
rechos d e los ciudadanos o sancionadoras encuentra un límite infranqueable
498 RAMÓN PARADA VÁZQUEZ Derecho Administrativo. II
cional que conlleva la intromisión de uno de dichos poderes en la función propia del otro»,
de la misma forma que el Gobierno puede dictar a título excepcional decretos-
leyes (art. 86) en supuestos de extraordinaria y urgente necesidad, «la adopción
de leyes singulares debe estar circunscrita a aquellos casos excepcionales por su
extraordinaria trascendencia y complejidad, no son remediables por los instru-
mentos normales de que dispone la Administración, constreñida a actuar con
sujeción al principio de legalidad, ni por los instrumentos normativos ordina-
rios, haciéndose por ello necesario que el legislador intervenga singularmente, al
objeto exclusivo de arbitrar solución adecuada a una situación singular». A este
razonamiento cabría objetar que mientras los decretos-leyes están expresamente
previstos en la Constitución no lo están las leyes singulares de contenido idéntico
a los actos administrativos.
Sobre la necesidad de la audiencia y procedimiento previos frente a cuales-
quiera actos de poder limitativos de derechos, el Tribunal sostiene que dicho
trámite es «en beneficio de los ciudadanos ( ... ) estableciendo el respeto y sumi-
sión a normas generales de procedimiento legalmente preestablecidas, cuya ob-
servancia impida expropiaciones discriminatorias o arbitrarias». Pero el Tribunal
Constitucional confunde el procedimiento administrativo previo al efecto expro-
piativo, previsto en los arts. 33.3 y 105 de la Constitución, con el eventual proce-
dimiento que, a posteriori del traspaso de la propiedad y de la desposesión de los
bienes por efecto fulminante de la ley singular de expropiación, pudiera esta
arbitrar para valorar los bienes expropiados.
Por último, ajuicio del Alto Tribunal, no existe tampoco privación del dere-
cho de recurso por la Ley 7/ 1983, pues la falta de recursos directos «no quiere
decir, sin embargo, que los expropiados queden indefensos frente a la causa ex-
propiandi declarada en una Ley singular, pues, estando esta, sometida al principio de
igualdad, los expropiados que consideren que la privación singular de sus bienes o derechos
carece de base razonable o desproporcionada podrán, ante la ocupación material de los mis-
mos, ante los Jueces y Tribunales la vulneración de su derecho a la igualdad, en el procedi-
miento correspondiente solicitar del órgano judicial el planteamiento de la cuestión
de inconstitucionalidad por vulneración de dicho fundamental ( ... ) lo cual dará
lugar o bien a que se eleve la cuestión al Tribunal Constitucional, o bien a una
resolución judicial denegatoria motivada, otorgándose así contenido al derecho
a la tutela judicial frente a la ley cuestionada; asimismo podrán interponer el co-
rrespondiente recurso de amparo a través del cual este Tribunal tendrá ocasión
de enjuiciar la inconstitucionalidad de la expropiación singular, si a ello hubiere
lugar».
Es evidente, sin embargo, que este paquete reacciona!, sucedáneo del derecho a
la tutela judicial efectiva, integrado por un derecho de petición ante el Juez para que
plantee la cuestión de inconstitucionalidad y el ofrecimiento de un inexistente recurso
de amparo frente a una ley singular es, sin duda, un fraude argumental, como demues-
tran en su voto particular los Magistrados discrepantes de la mayoría: «para demostrar
500 RAMÓN PARADA VÁZQUEZ Derecho Administrativo. II
-dicen los Magistrados RUBIO LLORENTE y ThuYoL SERRA- lo insostenibl,e de esta tesis bas-
ta con recordar que en nuestro Derecho ni la jurisdicción constitucional forma parte del Poder
judicial, ni cabe recurso de amparo frente a las leyes, ni puede reducirse el derecho fundamental
a la tutela judicial efectiva a la posibilidad de pedir a un Juez o Tribunal que plantee ante el
Tribunal Constitucional una cuestión de inconstitucionalidad en términos abstractos, basada en
las dudas que albergue el órgano proponente y sin que exista siquiera la posibilidad de que el autor
de la petición (titular del derecho) comparezca ante nosotros en defensa de su tesis. Si la salvaguar-
da del derecho fundamental garantizado por el art. 24.1 de la Constitución solo fuera posibl,e en el
caso de expropiación kgislativa por las razones que ofrece la mayoría, seria necesario concluir que
toda úry singular de expropiación lo viola y que, por consiguiente, no cabe en nuestro Derecho esta
forma de expropiación».
En general, el planteamiento que hace el Tribunal Constitucional es ab initio in-
adecuado y fraudulento. Ya lo es en términos abstractos por no distinguir las leyes sin-
gulares beneficiosas que, por ejemplo, reconocen una pensión a un benefactor de la
patria o a un heroico servidor del orden público, de las desfavorables, !imitadoras de
derechos que expropian o que imponen sanciones o penas; como no es lo mismo tam-
poco una ley singular que habilita al Gobierno para realizar alguna de esas operaciones
]imitadoras o sancionadoras que una ley que produce por sí misma, ope l,egis, esos efec-
tos. Y máxime cuando, según queda dicho, a los efectos de la cuestión planteada por el
Juez, solo la constitucionalidad de la ley !imitadora o sancionadora y de efecto directo
era relevante. Pues bien, hurtando al razonamiento estas elementales distinciones, el
Tribunal Constitucional comienza por reconocer que las leyes, en principio, tienen
una vocación a la generalidad que viene protegida en nuestra Ley Fundamental por el
principio de igualdad en la ley establecido en el art. 14, por lo que la ley singular es fun-
ción ejecutiva, constituyendo su dictado una intervención del legislador en el ámbito
del poder gobernante y administrador. Pero como de ambas reglas tiene al parecer la
culpa el principio de división de poderes, se trata inmediatamente de desvirtuarlo, para
lo que el Tribunal establece ad hoc su particular teoría de que «la evolución histórica
del sistema de división de poderes ha conducido a una flexibilización », lo que permi-
te sostener a seguidas «la existencia de una cierta fungibilidad enu-e el contenido de
las decisiones propias de cada una de dichas funciones », reconociendo, en definitiva,
la licitud de que el legislador adopte «decisiones singulares cuando así lo requieren
situaciones singulares, al igual que es lícito a la Administración completar la función
normativa de aquel mediante el ejercicio de su poder reglamentario».
En definitiva, el Tribunal Constitucional en base a la «flexibilidad » y «fungibilidad»
del principio de división de poderes ha alumbrado una nueva categoría de actos admi-
nistrativos que bien podrían bautizarse como «leyes-decretos», pues si se habla de de-
cretos-leyes para significar a las normas con valor de ley, pero de origen gubernamental,
las «leyes-decretos» servirían de ahora en adelante para denominar estas actuaciones
singulares en que las Cortes Generales llevan a cabo actos administrativos en supuestos
de «extraordinaria y urgente necesidad» y en los que se manifieste además, imagina-
mos, la previa impotencia del Gobierno. Pero en nuestra opinión, este extraordinario
hallazgo de la figura de la «ley-decreto » es inconstitucional e innecesario: inconstitu-
cional, en primer lugar, por falta de reconocimiento explícito en la Constitución, de
la misma forma que lo tienen los decretos-leyes, sin que sea lícito recurrir a la analogía
para alterar el reparto de funciones y competencias que la Constitución establece; y,
en todo caso, innecesario, pues para dar respuesta a esos supuestos de extraordinaria
y urgente necesidad la Constitución ha previsto precisam ente el decreto-ley, no siendo
Capítulo XV La expropiación forzosa 501
la «ley-decreto» otra cosa que el mismo calcetín pero vuelto del revés. En efecto, ni un
solo caso podría citarse en que un supuesto d e extraordinaria y urgente necesidad no
pueda afrontarse con un decreto-ley, como efectivamente se hizo en el mismo asunto
Rumasa con el Decreto-ley 2/ 1983, de 23 de febrero, siendo la ley enjuiciada en esta
sentencia una simple cobertura dictada a posteriori ante la eventual inconstitucionali-
dad d e aquel d ecreto-ley. Esto significa que la ley expropiativa singular, esta «ley-decre-
to» Rumasa, no era más que una construcción ad hoc, un mecanismo de reserva para
salvar un decreto-ley presuntamente inconstitucional y, por ende, un evidente fraude a
la regulación constitucional de la figura de los decretos-leyes.
Asimismo, la justificación de estas «leyes-decretos» en función de haberse produ-
cido «una evolución histórica que ha conducido a una flexibilización del principio de
división de poderes» resulta en todo caso una manipulación de la realidad histórica
y p olítica. Pues, de una parte, la evolución de las relaciones entre los poderes públi-
cos por una exigencia cada vez mayor de clarificación a que ha obligado el Estado de
Derecho se caracteriza por caminar h acia una mayor precisión y rigidez en la definición
de las competencias de los poderes públicos, definición que ahora, y no antes, está ju-
dicialmente garantizada por el sistema d e conflictos de competencias ante el Tribunal
Constitucional. De otro lado, más que una ampliación de competencias administrativas
o ejecutivas de los Parlamentos, bien parece haberse producido el fenómeno inverso
de permisión al ejecutivo del ejercicio de compe tencias legislativas, como acreditan
las leyes de plenos poderes, los decretos-leyes y los reglamentos independientes de la
Constitución francesa de 1958; pero en ningún caso esa evolución ha sido en sistema
constitucional alguno por el sendero de reconocer al Parlamento co mpetencias ejecu-
tivas salvíficas en casos excepcionales y urgentes ante la su puesta impotencia del Poder
ejecutivo, lo que no tiene sentido algu no en un sistema parlamentario, como el nues-
tro, de predominio político del Gobierno, en cuyas manos está la compete ncia para
dictar decretos-leyes. Tampoco es posible justificar la «ley-decreto» expropiatoria en
que esta figura vendría a ser una compensación de la facu ltad del Gobierno de dictar
normas generales mediante el ejercicio de la potestad reglamentaria. Por el contrario,
aquí no cabe compensación alguna, dado que esa potestad tiene una justificación ex-
plícita, precisa e in cond icionada en las propias leyes que autorizan su ejercicio con ca-
rácter general según lo dispuesto en el art. 97 de la propia Constitución: «el Gobierno
ejerce la función ejecutiva y la potestad reglamentaria de acu erdo con la Constitución
y las leyes». Por ell o, insinuar sin apoyo en precepto alguno de la Constitución, como
hace el Tribunal Constitucional, que la función ejecutiva y la potestad reglamentaria
del Gobierno necesitan y pueden ser complementadas con leyes sin gulares -con «leyes-
decretos»- es una osadía hermenéutica y otra forma de desconocer toda la filosofía, re-
gulación y funcionalidad política y administrativa de los decretos-leyes, que justamente
están para cubrir con medidas de efecto legislativo cualquier supuesto excepcional y
urgente.
A) El expropiante
La potestad expropiatoria y, por consiguiente, la condición de expropiante
solo se reconoce a los Entes territoriales, es decir, al Estado, las Comunidades
Autónomas, la Provincia y el Municipio (art. 2 de la Ley). Quiere esto decir que
no pueden, salvo que una ley lo autorice de forma expresa, acordar la expropia-
ción los Entes que integran la Administración institucional, que habrán de solici-
tar su ejercicio, cuando proceda, a la Administración territorial de que dependan
(Sentencia de 25 de octubre de 1982, Sentencia de 4 de junio de 1986) . Asimismo
ha precisado que cada Ente territorial ha de ejercitar la potestad expropiatoria
dentro del territorio que abarca su competencia (Sentencia de 22 de octubre de
1985) y en relación con los fines que tenga encomendados, de forma que si la
obra es estatal será a la Administración del Estado a quien corresponda ejercerla
o al Ayuntamiento si es municipal, resolviéndose los conflictos en función del fin
a que ha de quedar afectado el objeto expropiado (Sentencia de 10 de febrero
de 1978). El Estado ejercita la potestad expropiatoria por medio de sus órganos
competentes en cada caso, correspondiendo al Subdelegado del Gobierno la re-
presentación ordinaria en los expedientes expropiatorios.
Los Entes territoriales expropiantes ejercen la potestad expropiatoria bien
en favor de sí mismos, bien de otros beneficiarios. En este caso, la posición del
expropiante es como la de un juez entre el beneficiario y el expropiado, corres-
pondiéndole una potestad arbitral y, consiguientemente, para d ecidir «ejecuto-
riamente en cuanto a la procedencia y extensión de las obligaciones del benefi-
ciario respecto al expropiado» (art. 4).
B) El beneficiario
Beneficiarios de la expropiación son los destinatarios de los bienes o dere-
chos expropiados o los favorecidos por los ceses de actividad y obligados, por
consiguiente, al pago del justiprecio. Esta condición puede coincidir con la de
expropiante o atribuirse a una persona, pública o privada, distinta, según se ha
dicho. Por ello pueden ser beneficiarios por causa de utilidad pública tanto los
propios Entes territoriales, como los Entes institucionales y los concesionarios de
obras o servicios públicos a los que se reconozca legalmente esta condición. Por
causa de utilidad social, podrán ser beneficiarios, aparte de los indicados, cual-
quier persona natural o jurídica en la que concurran los requisitos señalados por
la ley especial necesaria a estos efectos (art. 2).
504 RAMÓN PARADA VÁZQUEZ Derecho Administrativo. IJ
C) El expropiado
Ostenta, en primer lugar, la condición de expropiado el propietario de la
cosa o el titular del derecho, de forma que con estos se entenderán las actua-
ciones del expediente. A recordar que la Ley maneja un concepto amplio de la
propiedad en el que se incluyen los titulares de derechos de obligación, como los
arrendaticios, e incluso supuestos marginales de posesión, como los precarista ,
que ejercen alguna actividad o aquellos que se benefician de cualquier forma d
los bienes que son objeto de expropiación (Sentencia de 23 de mayo de 1979).
Salvo prueba en contrario, la Administración considerará como expropiado
a quienes consten como titulares de los bienes o derechos en los Registros pú-
blicos que produzcan presunción de titularidad, o en su defecto, a quienes apa-
rezcan con tal carácter en Registros fiscales o, finalmente, al que lo sea pública y
notoriamente. Además, serán también parte en el expediente quienes presenten
títulos contradictorios sobre el objeto que se trata de expropiar y los titulares de
derechos reales e intereses económicos directos sobre la cosa expropiable, así
como los arrendatarios, cuando se trate de inmuebles rústicos o urbanos (arts. 3,
4 y 5 de la Ley).
Como cierre del sistema de legitimación, y para que en ningún caso pueda
resultar paralizado el expediente por la ausencia de los propietarios o titulares,
su incapacidad, o las transmisiones de bienes durante la sustanciación de aquel,
la Ley establece las siguientes reglas:
a) Las diligencias del expediente se entenderán con el Ministerio Fiscal
cuando, publicada la relación de bienes a que afecta la expropiación, no
compareciesen en aquel los propietarios o titulares, o estuviesen incapa-
citados y sin tutor o persona que les represente, o fuera la propiedad liti-
giosa (art. 5.1).
b) Los que no puedan enajenar sin permiso o resolución judicial los bienes
que administren o disfruten se considerarán, sin embargo, autorizados
para verificarlo en los supuestos de expropiación, depositándose las can-
Capítulo XV La expropiación fonosa 505
precio de los bienes o derechos expropiables, sin que proceda su abono sobre las
indemnizaciones complementarias reconocidas a titulares distintos del propie-
tario, con la excepción de las debidas a los arrendatarios (STS de 8 de mayo de
1987). El premio de afección gira, pues, sobre la mayoría de las indemnizaciones
reconocidas al expropiado, con exclusión de la cantidad convenida por mutuo
acuerdo (STS de 13 de julio de 1987), la indemnización por los perjuicios debi-
dos a la expropiación parcial o a la división de la finca (SSTS de 10 de febrero y
17 de noviembre de 1986) y las reconocidas por traslado de industria (SSTS de
10 de febrero de 1982 y 24 de mayo de 1986).
Sobre el momento de la valoración de los bienes expropiados -cuestión de
capital importancia económica ante el retraso de las valoraciones y los consi-
guientes perjuicios que ocasiona la inflación- el art. 36 dispone que se «efectuará
con arreglo al valor que tengan los bienes o derechos expropiables al tiempo de
iniciarse el expediente de justiprecio». El Tribunal Supremo ha precisado que ese mo-
mento se concreta en la fecha de la propuesta de adquisición en trámite amistoso
(STS de 3 de marzo de 1978) o, en su defecto, con la recepción por el expropia-
do de la comunicación administrativa, instándole a la formulación de la hoja de
aprecio (STS de 18 de julio de 1986), o, por último, con la presentación por la
primera de las partes de su hoja de aprecio (STS de 29 de junio de 1979).
De otro lado, una estimable línea jurisprudencia}, desgraciadamente, no
siempre seguida, ha salido al paso de los perjuicios que en las valoraciones pro-
duce el retraso en la tramitación del expediente de justiprecio, estimando que
no solo deben compensarse con el interés legal reconocido al expropiado, sino
también corregirse, refiriendo la valoración, no al momento de iniciarse el expe-
diente de justiprecio, sino al momento posterior en que se reanuda su tramita-
ción cuando se ha producido un retraso anormal (SSTS de 28 de marzo y 14 de
octubre de 1977, 22 de febrero y 22 de diciembre de 1978, 16 de diciembre de
1981 ; en contra, la de 30 de octubre de 1986) .
A) El mutuo acuerdo
La Administración y el expropiado pueden convenir la adquisición de los bie-
nes o derechos por mutuo acuerdo, y si en el plazo de quince días no se llegara a
un acuerdo, se seguirá el procedimiento ante el Jurado de Expropiación, sin per-
juicio de que esa posibilidad negociadora se mantenga siempre abierta poniendo
fin al procedimiento.
Cuando el beneficiario sea la Administración y no un particular y, por con-
siguiente, el justiprecio haya de sufragarse con cargo a fondos públicos, se han
de observar determinadas cautelas para la validez del acuerdo: propuesta de
la Jefatura del Servicio, informe de los servicios técnicos, fiscalización del gas-
to por la Intervención y acuerdo del Ministro o, en su caso, acuerdo del órga-
no correspondiente de la Comunidad Autónoma (art. 25 del Reglamento de
Expropiación). En la Administración local los Plenos de las Corporaciones lo-
cales deberán ratificar estos acuerdos amigables (art. 22.2.1 de la Ley de Bases
de Régimen Local de 1985 y art. 50.14 del Reglamento de Organización,
Funcionamiento y Régimen Jurídico de las Corporaciones Locales de 1986).
La jurisprudencia ha precisado que es la fecha de la suscripción del acuerdo
con el expropiado y no la aprobación por la autoridad competente la determi-
nante para entender perfeccionado este negocio jurídico (SSTS de 4 de julio
de 1987 y 16 de febrero de 1981), que califica de compraventa civil cuando la
adquisición amigable se produce con anterioridad y al margen del procedimien-
to expropiatorio. Por el contrario, el convenio de mutuo acuerdo se conside-
ra negocio jurídico administrativo cuando se celebra dentro del procedimiento
expropiatorio, lo que conlleva la procedencia de la retasación, la imposibilidad
para la Administración de desligarse del convenio sin seguir los trámites propios
de la revocación de los actos declarativos de derechos y la competencia de la
Jurisdicción Contencioso-Administrativa (SSTS de 25 de febrero de 1983 y 29 de
marzo de 1984) .
La jurisprudencia ha resaltado también que el precio pactado en el conve-
nio expropiatorio es la indemnización total sobre el que no procede aplicar el
520 RAMÓN PARADA VÁZQUEZ Derecho Administrativo. JI
5 por 100 del premio de afección, como se ha dicho. Por otra parte, aunque los
precios acordados puedan servir de prueba en algún caso para justipreciar en la
misma medida otros bienes del mismo expediente expropiatorio, se rechaza, en
general, su valor como referencia de obligada observancia para la determinación
deljustiprecio en otras expropiaciones (SSTS de 12 de diciembre de 1986, 17 d
julio, 16 de octubre y 14 de diciembre de 1987).
la presencia del Presidente y dos vocales para tomar decisiones, se añade ahora el
peso mayoritario de los funcionarios proclives a la Hacienda, e ntre los que ya se
contaba con el Abogado del Estado. En resumen: un Presidente con la condición
de magistrado, cuatro vocales que representan los intereses de la Administración
expropian te y dos vocales que representan los intereses privados.
Seguimos pues, con el modelo de Jurado, ahora con menor imparcialidad, un
órgano que el Tribunal Supremo ha calificado unas veces como órgano adminis-
trativo, pese a que en el mismo se integran personas ajenas a la Administración
(SSTS de 14 de octubre de 1983 y 24 de enero de 1985); mientras que en otras
ocasiones, y sin duda para justificar la presunción de acierto que, en principio,
reconoce a sus decisiones, afirma que tiene naturaleza «cuasi jurisdiccional»
(SSTS de 20 de febrero y 15 de abril de 1981) , puesto que, sin perjuicio de su ca-
rácter administrativo, ejerce funciones de carácter «arbitral » o «pericial» (SSTS
de 21 de abril y 17 de noviembre de 1983).
El procedimiento de ftjación contradictoria del justiprecio ante el Jurado se
inicia transcurridos quince días desde la citación para el convenio voluntario sin
haberse alcanzado este. Se tramita en pieza separada que recogerá un extrac-
to de las actuaciones intentadas para el mutuo acuerdo, así como una exacta
descripción del bien que ha de expropiarse (arts. 27 y 29 del Reglamento). Los
expropiados, en el plazo de veinte días, un plazo notoriamente insuficiente, de-
berán presentar hoja de aprecio, en la que se concrete el valor en que se estime
el objeto que se expropia, pudiendo aducir cuantas alegaciones consideren per-
tinentes. La valoración ha de ser motivada y podrá estar avalada por la firma de
un perito. El beneficiario habrá de aceptar o rechazar la valoración de los pro-
pietarios en igual plazo de veinte días. Si la acepta, se entenderá determinado el
justo precio y si la rechazan formulará su propia hoja de aprecio que se notificará
al propietario, el cual, dentro de los diez días siguientes, podrá aceptarla lisa y
llanamente o bien rechazarla empleando los métodos valorativos que juzgue más
adecuados para justificar su propia valoración a los efectos de la valoración real
a que se refiere el art. 43, aportando las pruebas que considere oportunas (arts.
29 y 30).
El Tribunal Supremo ha definido las hojas de aprecio como d eclaraciones de
voluntad dirigidas a la otra parte mediante las cuales se ftjan, de modo concreto,
el precio que estimen justo para el bien que, respectivamente, pierden y adquie-
ren (Sentencias de 25 d e abril de 1986 y 27 de octubre de 1987). Estas decla-
raciones son vinculantes para las partes -así como para el Ju rado Provincial de
Expropiación y los Tribunales contenciosos- sobre el quantum indemnizatorio, la
extensión superficial de las fincas (STS de 28 de enero de 1983) y los conceptos
indemnizables (SSTS de 28 de noviembre de 1984 y 5 de febrero de 1987), de
forma que aquellas no podrán formular en trámites administrativos ni judiciales
posteriores pretensiones diversas a las consignadas en las hojas de aprecio.
522 RAMÓN PARADA VÁZQUEZ Derecho Administrativo. II
Pero ¿qué ocurre cuando la Administración demora el pago del precio más
allá del plazo de seis meses previsto como máximo? La Ley trata de proteger al
expropiado frente al perjuicio que le ocasiona recibir un dinero devaluado, im-
poniendo al beneficiario de la expropiación la obligación del pago de intereses y
reconociéndole un derecho a la retasación del bien expropiado.
En cuanto a los intereses, la Ley prevé su abono al expropiado:
a) Por el transcurso de seis meses desde la iniciación del expediente ex-
propiatorio, sin haberse determinado por resolución definitiva el justo
precio de las cosas o derechos. Este interés se liquidará lógicamente con
efectos retroactivos, una vez que el justiprecio haya sido ftjado, aplicándo-
se sobre el mismo desde el momento en que debió determinarse.
b) Sobre la cantidad que se ftje definitivamente como justo precio deven-
gará el interés legal correspondiente, a favor del expropiado, hasta que
se proceda a su pago y desde el momento en que hayan transcurrido seis
meses desde su determinación (arts. 56 y 57).
La jurisprudencia ha precisado que el devengo de ambas clases de intereses,
compatibles entre sí, es automático, es decir, que son debidos por ministerio de
la Ley, sin necesidad de reclamación o interpellatio del expropiado. Más aún, los
Tribunales tienen el deber de pronunciarse de oficio sobre ellos, incluso en eje-
cución de sentencias, aunque su pago no se haya solicitado en vía administrativa
(SSTS de 21 de abril y 6 de octubre de 1986, 5 de febrero y 14 de diciembre
de 1987). Por otra parte, el derecho a reclamarlos prescribe en el plazo de cin-
co años conforme a la norma general de prescripción de los créditos contra la
Administración (SSTS de 7 de abril y 29 de septiembre de 1978).
La tasa de interés aplicable es la del Banco de España, según determinación
anual en las Leyes de Presupuestos, interés que corresponde según la Ley General
Tributaria, tanto en favor de la Hacienda por aplazamientos, fraccionamientos,
suspensiones de ingresos y prórrogas de la deuda y sanciones tributarias, como
en las deudas de la Hacienda con sus contribuyentes [art. 58.2.b)].
La segunda garantía del expropiado frente a los retrasos del procedimiento
expropiatorio es la retasación, que consiste en el derecho de exigir una nueva
valoración adaptada a las fluctuaciones del valor de la moneda si ha transcurrido
el plazo de dos años, elevado a cuatro por la Ley 17 / 2012 de Presupuestos de
2013 (Disposición Final 2ª de la Ley 17 / 2012) desde la ftjación del justiprecio
sin haberse realizado el pago o su consignación (art. 58). De otra parte la Ley
de Régimen de Suelo de 2007 ha configurado como una de las causas de reta-
sación cuando se alteren los usos o la edificabilidad del suelo, en virtud de una
modificación del instrumento de ordenación territorial y urbanística que no se
efectúe en el marco de un nuevo ejercicio pleno de la potestad de ordenación, y
ello suponga un incremento de su valor conforme a los criterios aplicados en su
expropiación. El nuevo valor se determinará mediante la aplicación de los mis-
mos criterios de valoración a los nuevos usos y edificabilidades. Corresponderá al
524 RAMÓN PARADA VÁZQUEZ Derecho Administrativo. JI
supuesto nada infrecuente dadas las demoras cada día mayores de los expedien-
tes ante los Jurados, la tesis del mantenimiento de la propiedad en el expropiado
conduciría a la absurda hipótesis de una propiedad privada y, al tiempo, de una
propiedad o dominio público sobre la misma cosa.
Así lo entendió en su día el Consejo de Estado, para quien «si bien se suspen-
derá la inscripción registral hasta que se verifique el pago definitivo o su consig-
nación, esta suspensión no es óbice para que el efectivo traspaso de la propiedad
tenga lugar en el momento de la ocupación, momento en que se perfecciona el
negocio transmisivo concurriendo los requisitos del título y el modo, que exige
el Código Civil para el efectivo traspaso de la propiedad; la imposibilidad regla-
mentaria de inscribir en ese momento la finca a nombre de la Administración no
sería, por otra parte, una objeción importante frente al efecto transmisivo, toda
vez que en nuestro sistema registra! la inscripción no es constitutiva» (Dictamen
núm . 25.204, de 9 de julio de 1959). Así lo ha entendido también el Tribunal
Supremo, para el que en las expropiaciones urgentes el momento en que se pro-
duce el efecto traslativo de la propiedad o titularidad de los bienes y derechos
expropiados «no depende del previo pago de la indemnización, careciendo por
tanto de relevancia constitucional el momento en que se opere dicha transmi-
sión de propiedad y, en consecuencia, que esta se produzca de manera inmediata
en el mismo momento en que se acuerde la expropiación» (STS 166/ 1986, de 19
de diciembre).
16. GARANTÍASJURISDICCIONALES
dad, el derecho del expropiado a ser indemnizado estará justificado siempre que
este acredite haber sufrido por dicha causa un daño efectivo e indemnizable en
la forma y condiciones establecidas a la Ley 40/2015, de 1 de octubre, Régimen
Jurídico del Sector Público».
A resaltar que a la vía interdictal civil le ha salido un competidor, un «interdic-
to administrativo» que convierte a aquella en innecesaria. Nos referimos el recur-
so frente a la vía de hecho regulado ex novo en la Ley de la Jurisdicción Contencioso-
administrativa de 1998 del que tratamos en el Capítulo XX esta obra.
Por su parte, el recurso contencioso-administrativo ordinario se interpone
contra «la resolución administrativa que ponga fin al expediente de expropia-
ción o a cualquiera de sus piezas separadas» (art. 126.1 de la Ley de Expropiación
Forzosa), momento, el primero, en el que es admisible no solo la impugnación
del justiprecio, sino también discutir la legitimidad de la expropiación misma.
La impugnación judicial del justiprecio debe ir precedida de la previa decla-
ración de lesividad si quien lo impugna es la Administración expropiante (STS
de 24 de marzo de 1986). Como presupuesto procesal de admisibilidad, la Ley
exige que el recurso se funde en que la cantidad ftjada como justo precio origine
una lesión «inferior o superior en más de una sexta parte al que en tal concepto
se haya alegado por el recurrente o en trámite oportuno» (art. 126.2). Sin embar-
go, este requisito es de dudosa constitucionalidad en cuanto restringe el derecho
a la tutela judicial efectiva reconocido en el art. 24 de la Constitución y así lo ha
acabado reconociendo la STS de 11 de junio 1997.
BIBLIOGRAFÍA
La responsabilidad es la posición del sujeto a cargo del cual la ley pone la con-
secuencia de un hecho lesivo a un interés protegido. Esa responsabilidad puedt•
ser contractual, cuando la obligación de resarcir deriva del incumplimiento d
un deber nacido de una relación jurídica singular, o extracontractual, originada
al margen de la existencia de aquella relación por una acción u omisión qm•
transgrede el mandato general de no hacer daño a otro (neminem laedere).
La responsabilidad extracontractual -también llamada aquiliana, porque fue,
en Roma, la Ley Aquilia la que primero la sancionó- tiene en el Derecho civil su
origen y regulación matricial. Puede ser directa, o por hecho propio (el que por
acción u omisión causa daño a otro interviniendo cualquier género de culpa o negligencia,
está obligado reparar el daño causado), o indirecta, por el hecho de personas o cosas
sobre las que se tiene un deber de custodia o que se ha elegido para que actúe n
en provecho propio (arts. 1.902 y 1.903 del Código Civil), en cuyo caso se presu-
me la culpa (in vigilando o in eligendo), elemento fundamental en la regulación
privatista del instituto resarcitorio.
En el Derecho español fracasó la construcción de la responsabilidad del
Estado sobre la inicial regulación de la responsabilidad extracontractual del art.
1.902 del Código Civil: «El Estado -decía el art. 1.903- es responsable (en este con-
cepto, es decir, por hecho de tercero) cuando obra por mediación de un agente espe-
cial; pero no cuando el daño hubiere sido causado por el funcionario a quien propiamente
corresponda la gestión practicada». Ante la incapacidad, por otra parte, de nuestra
Jurisdicción Contencioso-Administrativa para crear una doctrina propia sobre la
responsabilidad de la Administración esta se abrirá paso a golpe legislativo, su-
mándose a su admisión en el siglo XIX en supuestos muy especiales (Ley de 9
de abril de 1842 por daños de guerra), su reconocimiento a nivel d e principios
en la Constitución de 1931 pero remitiendo su aplicabilidad al dictado de una
ley, lo que no tuvo lugar, (art. 41: «Si el funcionario público en el ejercicio de su
cargo infringe sus deberes con perjuicio de tercero, el Estado o la Corporación
a quien sirva serán responsable subsidiarios de los d años y perjuicios consiguien-
tes, conforme determine la Ley») . Será, pues, la legislación franquista la que la
admitirá decididamente la responsabilidad del Estado en los más amplios térmi-
nos: primero e n la legislación local (arts. 405 y 406 del Texto Articulado de la Ley
de Régimen Local de 1955) y ya, con carácter general, en la Ley de Expropiación
Forzosa de 1954 (arts. 121 y 122): «Darán también lugar a indemnización con
arreglo al procedimiento de expropiación forzosa, toda lesión que los particu-
lares sufran en los bienes o derechos a que se refiere esta ley, siempre que sean
consecuencia del funcionamiento normal o anormal de los servicios públicos o
Capítulo XVI La responsabilidad de la administración 541
disposiciones o medidas generales, cuya indemnización las hace, ante los cos-
tes financieros a que obligaría, de imposible exigencia. Por ello, «el daño ha de
concretarse en el patrimonio del afectado sin ser una carga común que todos los
administrados tengan el deber de soportar» (STS de 7 de diciembre de 1981).
Por falta de este requisito, el Consejo de Estado informa negativamente la res-
ponsabilidad de la Administración por los daños ocasionados a las fincas que,
con motivo de los cambios de trazado de las carreteras, pierden su situación de
colindancia y acceso a las vías públicas; criterio, sin embargo, que no ha seguido
el Tribunal Supremo, declarando indemnizables estos perjuicios, en cuanto afec-
tan a un grupo de personas (SSTS2 de abril de 1974 y 19 de diciembre de 1978).
Por último, se exige la antijuridicidad, es decir, que se trate de «un daño que
el administrado no tiene el deber jurídico de soportar discriminadamente den-
tro del colectivo a que alcanza la gestión administrativa», como viene diciendo la
Jurisprudencia del Tribunal Supremo (STS de 21 de noviembre de 1977). Una
antijuridicidad que a su vez es consecuencia «de la no existencia en derecho, de
un título legítimo que justifique la irreversible carga impuesta al administrado ...
y al no ser así nos encontrarnos jurídicamente ante un daño injusto que, por la
propia virtualidad de esta nota debe ser indemnizado» (STS de 4 de octubre de
1978). Por ello no hay responsabilidad por el ejercicio de la potestad reglamen-
taria, como la urbanística, salvo en los casos previstos por ella misma (SSTS de 26
de enero de 1978 y 27 de octubre de 1980).
5. LA RELACIÓN DE CAUSALIDAD
7. PLAZO DE RECLAMACIÓNYPROCEDIMIENTO
que gozan del favor mediático, puedan cobrar sin necesidad de embarcarse en
un proceso contencioso-administrativo posterior al juicio penal, que es lo que en
principio tendrían que hacer si, como en muchos de estos casos procede, se dic-
tara sentencia absolutoria. Este riesgo resulta exacerbado en los «grandes casos»
como ilustran los asuntos del incendio en la Discoteca Alcalá 20 (STS (Penal) de
17 de julio de 1995), la rotura de la presa de Tous (STS (Penal) de 15 de abril de
1997) o la tragedia del «aceite de colza», en el que la sentencia condenatoria por
una simple falta de un funcionario colgó millonarias indemnizaciones a cargo de
la administración (STS Penal de 26 de septiembre de 1997).
Lamentablemente, la Ley 40/2015, de 1 de octubre, de Régimen Jurídico del
Sector Público (art. 37) deja las cosas como estaban al prescribir que la responsa-
bilidad penal del personal al servicio de las Administraciones públicas, así como
la responsabilidad civil derivada del delito se exigirá de acuerdo con lo previsto
en la legislación correspondiente, es decir, la regulación del Código penal en
los términos ya vistos; precisando que el proceso penal no suspenderá los proce-
dimientos de reconocimiento de responsabilidad patrimonial que se instruyan,
salvo que la determinación de los hechos en el orden jurisdiccional penal sea
necesaria para la ftjación de la responsabilidad patrimonial.
BIBLIOGRAFÍA
BENOIT, F. P.: Le droit administratif franr;ais, París, 1968; BERMEJO VERA y ÜTROS: La respon-
sabilidad patrimonial de las Administraciones Públicas, Universidad de Zaragoza, Curso
1983-1984; BLAsco EsTEVE: La responsabilidad de la Administración por actos administrati-
vos, Madrid, 1985; La relación de causalidad en materia de responsabilidad patrimonial de la
Administración en la jurisprudencia reciente; BRAVO, P.: «La Responsabilidad Patrimonial
de la Administración», en SANTAMARÍA y PAREJO, Derecho Administrativo: la Jurisprudencia
del Tribunal Supremo; CASINO RUBIO, M.: Responsabilidad civil de la Administración y delito,
Madrid , 1998; DoMÉNECH PASCUAL: «¿Deberían las autoridades y los empleados públi-
cos responder civilmente por los daños causados en el ejercicio de sus cargos? », RAP,
número 180, 2009; GARCÍA DE ENTERRÍA: Los principios de la nueva Ley de Expropiación
Forzosa, Madrid, 1956; GARRIDO FALLA: «La teoría de la indemnización en Derecho
público», en Estudios Gascón y Marin, Madrid, 1952; «Los límites de la responsabilidad
patrimonial: una propuesta legislativa», REDA, 34 (1982); LEGUINA VILLA: La responsa-
bilidad civil de la Administración Pública, Madrid, 1983; MARTÍN REBOLLO: «La responsa-
bilidad patrimonial de las Administraciones Públicas en España: estado de la cuestión,
balance general y reflexión crítica», Documentación Administrativa, núm. 237-238, enero-
junio 1994; MuÑoz QUIJOSA: «Sobre el carácter objetivo de la responsabilidad adminis-
trativa», RAP, 187, 2012; MuÑoz MACHADO: «La actualización de las indemnizaciones
en materia de responsabilidad civil de la Administración », REDA, 19 y 24; NIETO: «La re-
lación de causalidad en la responsabilidad administrativa», REDA, 51, 1986; PANTALEÓN
PRIETO, F.: «Los anteojos del civilista: hacia una revisión del régimen de responsabili-
dad patrimonial de las Administraciones Públicas», Documentación Administrativa, núm .
237-238, enero-junio 1994; ZANOBINI: Corso diDiritto Amministrativo, vol. 1, Milano, 1958.
TÍTULO QUINTO
EL SISTEMA GARANTIZADOR
DEL DERECHO ADMINISTRATIVO
CAPÍTULO XVII
LOS RECURSOS ADMINISTRATIVOS Y
RECLAMACIONES PREVIAS FRENTE A LA
ADMINISTRACIÓN
3. EL RECURSO DE ALZADA
so, salvo que el recurso se haya interpuesto contra la desestimación por silencio
administrativo de una solicitud por el transcurso del plazo, en cuyo caso se en-
tenderá estimado el mismo si, llegado el plazo de resolución, el órgano adminis-
trativo competente no dictase resolución expresa sobre el mismo. Se trata, por lo
que se ve, de un castigo a la reincidencia en el silencio y por ello se admite que el
primer acto presunto sea negativo, pero no el segundo, que se entiende positivo.
Contra la resolución de un recurso de alzada -dice la Ley- no cabe ningún
otro recurso administrativo salvo el recurso extraordinario de revisión en los ca-
sos establecidos en la Ley.
5. EL RECURSO DE REVISIÓN
por el reclamante resulten acreditados todos los datos necesarios para resolver.
Cuando el órgano económico-administrativo lo estime necesario, de oficio o a
instancia del interesado, convocará la celebración de una vista oral comunicando
al interesado el día y la hora en que debe personarse al objeto de fundamentar
sus alegaciones.
Contra las resoluciones dictadas en primera instancia por los tribunales eco-
nómico-administrativos regionales y locales podrán los interesados interponer re-
curso de alzada ordinario ante el Tribunal Económico-Administrativo Central en el
plazo de un mes. Con carácter previo, en su caso, al recurso de alzada ordinario,
podrá interponerse ante el tribunal recurso de anulación en el plazo de quince días
exclusivamente cuando se haya declarado incorrectamente la inadmisibilidad de
la reclamación, se hayan declarado inexistentes las alegaciones o pruebas opor-
tunamente presentadas, o se alegue la existencia de incongruencia completa y
manifiesta de la resolución.
Están legitimados para interponer recurso de alzada, además de los intere-
sados, los Directores Generales del Ministerio de Hacienda y los Directores de
Departamento de la Agencia Estatal de Administración Tributaria en las mate-
rias de su competencia, así como los órganos equivalentes o asimilados de las
Comunidades Autónomas en materia d e tributos cedidos o recargos sobre tribu-
tos del Estado.
Los mismos órganos y autoridades podrán interponer recurso extraordinario de
alzada para la unificación de criterio cuando estimen gravemente dañosas y erróneas
las resoluciones, cuando no se adecúen a la doctrina de l Tribunal Económico-
Administrativo Central o cuando apliquen criterios distintos a los empleados por
otros tribunales económico-administrativos regionales o locales. Los criterios es-
tablecidos en las resoluciones de estos recursos serán vinculantes para los tribu-
nales económico-administrativos y para el resto de la Administración Tributaria.
Asimismo, contra las resoluciones en materia tributaria dictadas por el
Tribunal Económico-Administrativo Central podrá interponerse recurso extraordi-
nario para la unificación de doctrina por el Director General de Tributos cuando
esté en desacuerdo con el contenido de dichas resoluciones. Será competente
para resolver este recurso la Sala Especial para la Unificación de Doctrina, com-
puesta por el Presidente d el Tribunal Económico-Administrativo Central, que
la presidirá, tres vocales de dicho tribunal, el Director General de Tributos, el
Director General de la Agencia Estatal de Administración Tributaria, el Director
General o el Director del Departamento de la Agencia Estatal de Administración
Tributaria del que dependa funcionalmente el órgano que hubiera dictado el
acto a que se refiere la resolución objeto del recurso y el Presidente del Consejo
para la Defensa del Contribuyente. La resolución respetará en todo caso la situa-
ción jurídica particular derivada de la resolución recurrida, estableciendo la doc-
trina aplicable que será vinculante para los tribunales económico-administrativos
y para el resto de la Administración Tributaria.
584 RAMÓ N PARADA VÁZQUEZ Derecho Administrativo. II
vías en vía civil y laboral, debido a la escasa utilidad práctica que han demostrado
hasta la fecha y que, de este modo, quedan suprimidas». Por ello, en definitiva,
las administraciones públicas pueden ser demandadas ante la jurisdicción civil o
laboral en los mismos términos que los particulares.
BIBLIOGRAFÍA
1. lAJURISDICCIÓN CONTENCIOSO-ADMINISTRATIVA.
2. LOS MODELOS ORGÁNICOS DE JUSTICIA ADMINISTRATIVA.
3. ÁMBITO DE lAJURISDICCIÓN CONTENCIOSO-ADMINISTRATIVA:
A) Ámbito inicial y su desarrollo.
B) Incidencia de la Constitución de 1978, de la nueva Ley Jurisdiccional
de 1998 y de la Ley Orgánica 19/ 2003: e liminación de ámbitos exentos,
extensión del control a la inactividad administrativa, actuaciones materiales
y supuestos de responsabilidad civil que impliquen a la Administración.
C) Control de la actividad administrativa de los órganos constitucionales.
D) El contencioso interadministrativo.
E) Lo contencioso-administrativo frente a lo civil, penal, laboral y militar.
Materias conexas y cuestiones prejudiciales.
F) Una compete ncia no contenciosa. La autorización de entrada al domicilio.
4. LOS ÓRGANOS JURISDICCIONALES:
A) Clases.
B) La competencia objetiva o por razón de la materia.
C) La competencia territorial.
5. lAS PARTES EN EL PROCESO CONTENCIOSO-ADMINISTRATIVO:
A) La condición de demandante y demandado.
B) Capacidad para ser parte, capacidad procesal, representación y defensa.
C) La legitimación.
6. OBJETO DEL RECURSO:
A) Actividad enjuiciable y pretensiones en la impugnación de actos y
reglamentos.
B) El recurso contra la inactividad de la Administración.
C) El recurso contra la vía de hecho.
D) El régimen de las pretensiones.
BIBLIOGRAFÍA
1. LA JURISDICCIÓN CONTENCIOSO-ADMINISTRATIVA
pleitos de que han conocido hasta ahora los intendentes y subdelegados de Rentas y
el Consejo suprimido de Hacienda, se proveerán en las Provincias, conforme al art.
262 de la Constitución, sustanciándose y determinándose por Jueces Letrados y en se-
gunda y tercera instancia por las Audiencias respectivas así de la Península como de
Ultramar; 11. Sin embargo de esto, los asuntos contenciosos que ocurran sobre liquida-
ción de cuentas por la Contaduría Mayor, o sobre los que practique !ajunta Nacional
de Crédito Público, se determinarán en vista y revista por la Audiencia de la capital
donde reside la Corte, como radicadas en ésta, asistiendo con voz y voto consultivo un
individuo de la Contaduría Mayor, o de !ajunta Nacional, en los respectivos casos; 111.
Las causas y pleitos sobre contratos generales y particulares se ventilarán en sus respec-
tivas instancias ante los jueces de letras y las Audiencias que se hubiesen asignado en los
contratos, y a falta de éste señalamiento ante los Juzgados y Tribunales del Territorio
a que correspondan por las reglas generales de derecho. El artículo XII estableció la
regla del solve et repele para las apelaciones de las sentencias de los jueces de Primera
Instancia, de donde se infiere que la Hacienda no tenía frente a los deudores fiscales,
que negaban la procedencia de la exacción o se oponían al pago, otra alternativa que
promover la oportuna acción civil ante aquéllos.
Del modelo de Justicia civil retomamos, en 1845, al modelo francés de
Justicia administrativa que había previsto la Constitución de Bayona y que efecti-
vamente instauran las Leyes de creación del Consejo Real (después llamado de
Estado) y los Consejos Provinciales (Leyes de 2 de abril y 6 de julio), a imitación
del Consejo de Estado y de los Consejos de Prefectura franceses. Este sistema,
de connotaciones autoritarias y centralizadoras, responde a una interpretación
pro-administrativa del principio de división de poderes, según la cual los jueces
civiles no pueden conocer de los litigios en que es parte la Administración por-
que juzgar a la Administración es también administrar. Esta formulación recoge toda
la carga de antijudicialismo presente en la Revolución Francesa, justificada por
el recuerdo negativo de la actitud conservadora de los Parlamentos Judiciales
del Antiguo Régimen, que llevaría al extremo de incriminar con graves penas
a los jueces que conocieren de actos administrativos de cualquier naturaleza, y,
después, ya en la fase napoleónica, a exigir la previa autorización administrativa
para que los Tribunales civiles y penales conocieran de acciones contra los fun-
cionarios. Además, se pretendía un autocontrol de la Administración al modo
militar por lo que el Conseil d'Etat, creado por NAPOLEÓN en la Constitución del
año VII, no tendrá poderes de decisión propios, sino simplemente de propues-
ta al Gobierno, que será quien retenga la facultad de decidir. La Justicia admi-
nistrativa nace, pues, como un sistema de autocontrol, como unaJusticia de la
Administración sobre sí misma, respondiendo, como la Justicia militar de la épo-
ca, al principio capital de que quien manda debe juzgar, carácter que conservará en
Francia hasta la 111 República, en que el sistema inicial de jurisdicción retenida
será sustituida por el de jurisdicción delegada, con la Ley de 24 de mayo de 1872.
El modelo francés napoleónico de Justicia administrativa no tuvo el mismo
éxito en nuestra patria que en la de origen, Francia, en la que todavía perdura
en buena parte. Combatido a sangre y fuego desde las trincheras liberales que
veían la Justicia administrativa como un fuero o jurisdicción especial, servida por
!í!)'l RAM ÓN PARADA VÁZQUEZ Derecho Administrativo. JI
cioso francés como simple denuncia, admitida primero para fiscalizar la eventw 1
incompetencia del órgano que había dictado un acto y que después extenderá u
enjuiciamiento a otros motivos (vicio de forma, desviación de poder, infrac i(,n
de ley) reconducibles todos al original vicio de incompetencia, pues, evident
mente, quien actúa fuera de las formas, el fin de la potestad o contra el ord n·
miento actúa fuera de la competencia asignada que implica el respeto de todo
esos límites.
En el Derecho español, por el contrario, desde el principio se afirman como
territorio del Contencioso-Administrativo unos conflictos en que se ventilan
derechos y por ello con acceso a la Jurisdicción Administrativa, mientras qu
sobre las cuestiones simplemente «gubernativas» resuelve definitivamente I·
Administración. Esta distinción está presente en las leyes administrativas espt'·
ciales (aguas, minas, montes, etc.) que enuncian tablas de conflictos o materia.
que clasifican en uno u otro grupo y permanece hasta que la Ley Santamaría d
Paredes de 1888 defina, abstracta y genéricamente, con la técnica de la cláusula
general, lo Contencioso-Administrativo y admita el recurso contra todo acto qu,
causa estado, que emane de facultades regladas y que verse sobre derechos administrativo.,
establecidos previamente en Javor del demandante por una ley, un reglamento o un precepto
administrativo. Si antes se decía, en positivo, cuál era la materia administrativa,
ahora se definía restando de aquella cláusula general lo que se considera materia
discrecional: los actos políticos, las disposiciones de carácter general relativas a la
salud e higiene públicas, la denegación de concesiones de toda especie y las que.·
niegan gratificaciones o emolumentos no preftjados por Ley. Asimismo, se ex-
cluían de la jurisdicción las correcciones disciplinarias civiles y militares, excepto
las que implicasen separación del servicio de los funcionarios inamovibles (arts.
4 y 5 del Reglamento aprobado por Real Decreto de 29 de diciembre de 1890).
El Estatuto Municipal de Calvo Sotelo, de 8 de marzo de 1924, amplió el ám-
bito del Contencioso-Administrativo, al aceptar, en materia municipal la legiti-
mación por interés, introduciendo la distinción francesa entre recurso de anula-
ción, que no tiene más efecto que la anulación d el acto impugnado, y el de plena
jurisdicción, que exige una legitimación por lesión de derechos subjetivos y que
permite al Tribunal no sólo anular un acto administrativo, sino reconocer en
favor del accionante una pretensión sustantiva. Asimismo, esta legislación abrió
paso en nuestro sistema a la posibilidad de la impugnación de disposiciones ge-
nerales de ámbito local. La influencia francesa, distinguiendo dos tipos de recur-
sos, de anulación y de plena jurisdicción, cristalizará, definitivamente, en la re-
gulación establecida en el art. 388 del Texto Articulado y Refundido de Régimen
Local de 1955: «El recurso contencioso-administrativo será de dos clases: a) De
plena jurisdicción, por lesión de un derecho administrativo del reclamante. b) De
anulación, por incompetencia, vicio de forma o cualquier otra violación de leyes
o disposiciones administrativas, siempre que el recurrente tenga un interés direc-
to en el asunto. »
Capítulo XVIII La jurisdicción contenciosa-administrativa 595
vicio, cualquiera que sea la naturalew de la actividad o el tipo de relación de que se derive.
Si a la producción del daño hubieran concurrido sujetos privados, el demandante deducirá
también frente a ellos su pretensión ante este orden jurisdiccional. Igualmente conocerán
de las reclamaciones de responsabilidad cuando el interesado accione directamente contra
la aseguradora de la Administración, junto a la Administración respectiva. También será
competente este orden jurisdiccional si las demandas de responsabilidad patrimonial se di-
rigen, además, contra las personas o entidades públicas o privadas indirectamente respon-
sables de aquéllas». Por ello la Ley corta cualquier posibilidad de repartir la com-
petencia de esta materia con los tribunales civiles o laborales al prescribir que
«la responsabilidad patrimonial de las Administraciones públicas, cualquiera que
sea la naturaleza de la actividad o el tipo de relación de que derive, no pudiendo
ser demandadas aquellas por este motivo ante los órdenes jurisdiccionales civil
o social, aun cuando en la producción del daño concurran con particulares o
cuenten con un seguro de responsabilidad» [art. 29.1.e)] .
La misma Ley Orgánica 19/ 2003, en la misma línea de someter a la Justicia
administrativa la actividad de entes jurídico-privados le atribuye las cuestiones
que se promuevan entre la Sociedad Estatal Correos y Telégrafos, S. A., y los em-
pleados de ésta que conserven la condición de funcionarios y presten servicios en
la misma, en los mismos términos en que conocen las cuestiones que se plantean
entre los organismos públicos y su personal funcionario, atendiendo a la natura-
leza específica de esta relación.
Y todavía más en el caso del Consejo General del Poder Judicial, en que ·1
control se extiende a lo que es su función constitucional específica cual e la
sanción de los jueces y el nombramiento de los cargos judiciales. La relevancia
constitucional de este órgano queda pues disminuida por el sometimiento dt•
sus actos a su revisión por la Sala Tercera de lo Contencioso-Administrativo del
Tribunal Supremo.
Lo mismo puede decirse de la Administración Electoral, cuyos actos y activi-
dad, toda ella, no obstante su relevancia política y constitucional, son plenament
enjuiciados por en jurisdicción electoral. En concreto, cabe recurso contencioso-
administrativo contra la proclamación de candidaturas por las juntas electorales
y otro de similares características contra la proclamación de electos (arts. 49 y
109 de la Ley Orgánica de régimen Electoral General).
D) El contencioso interadministrativo
Una novedad de la Ley Jurisdiccional de 1998 ha sido el reconocimiento
de la existencia de conflictos contencioso-administrativos entre cualesquie-
ra Administraciones públicas, a los que la Ley dedica un precepto específico ,
el art. 44: en los litigios entre Administraciones públicas no cabrá interponer recurso en
vía administrativa. El supuesto va pues más allá del tradicional conflicto de sus-
pensión administrativa previa de acuerdos y subsiguientes conflictos que las
Administraciones públicas territoriales en ejercicio de funciones de tutela ejer-
cían sobre las inferiores (art. 127).
Se trata de un contencioso que no encaja con el modelo del proceso conten -
cioso-administrativo tradicional, diseñado para que los particulares puedan «re-
volverse», reaccionar, contra los actos de poder que lesionan sus derechos o inte-
reses legítimos pero no para resolver conflictos entre Administraciones públicas
de igual o distinto nivel que se resolvían por la Administración superior o a través
del sistema de conflictos. Y es que no tiene mucho sentido hablar de intereses
enfrentados entre Administraciones públicas (en cuanto todas ellas persiguen el
interés general), sino de delimitación de potestades y competencias en conflicto;
ni tiene lógica resolver los conflictos entre Administraciones públicas a través de
un proceso pensado como revisor de actos administrativos dotados del privilegio
de ejecutoriedad frente a particulares. En un conflicto interadministrativo que
implica la posibilidad de dos actos administrativos enfrentados, ¿a qué acto otor-
gar preferencia ejecutoria?; ¿al primeramente dictado o al de la Administración
superior sobre la inferior?; ¿o a ninguno de los dos? Cuestiones éstas de difícil
respuesta y que revelan la artificiosidad de judicializar los conflictos de poderes
hasta ese nivel; unajudicialización que arruinaría cualquier organización privada
o pública cuya eficacia impone la atribución de la resolución de los conflictos en-
tre entes y órganos al órgano o Administración superior, claramente legitimada
para ello en el ámbito público por constituir una instancia de mayor representa-
tividad democrática y portadora de un interés general superior.
Capítulo XVIII La jurisdicción contencios(>-administrativa 599
«por ser vos quien sois», en aplicación de la regla de la inviolabilidad del domici-
lio que consagra la Constitución (art. 18.3: «El domicilio es inviolable. Ninguna
entrada podrá hacerse en él sin consentimiento del titular o resolución judicial,
salvo en el caso de flagrante delito »). Aquí el juez no ejercita una actividad ju-
dicial, es decir, no juzga a través de un proceso, sino que resuelve una petición
de la Administración en el seno de un expediente administrativo; una actividad,
pues, «administrativa» deljuez que, sin embargo, está absolutamente huérfana
de una regulación sustantiva y procedimental, lo que deja abiertos un sinfín de
interrogantes: ¿puede el juez autorizar la entrada sin audiencia del titular del do-
micilio?; ¿es una facultad discrecional o reglada o en qué medida hay elementos
reglados y discrecionales para negar o autorizar la entrada?; ¿es recurrible por la
Administración ante órganos jurisdiccionales superiores la negativa de autoriza-
ción?; ¿los daños o perjuicios ocasionados por errores padecidos en el domicilio
o la identidad de las personas es causa de responsabilidad administrativa?
A) Clases
El despliegue territorial de los órganos de la Jurisdicción Contencioso-Admi-
nistrativa ha pivotado siempre sobre una ubicación nacional (Consejo de Estado,
Sala de lo Contencioso-Administrativo del Tribunal Supremo, después Audiencia
Nacional) y otra periférica, primero de asentamiento provincial (Consejos Pro-
vinciales, Tribunales Provinciales de lo Contencioso-Administrativo) y, desde la
Ley Jurisdiccional de 1956, sólo regional (Salas de lo Contencioso-Administrativo
de las Audiencias Territoriales, después Tribunales Superiores de Justicia de las
Comunidades Autónomas).
La Ley de la Jurisdicción de 1998 rompió en este punto con la tradición de un
solo nivel periférico, provincial o regional, de forma que el despliegue compren-
de ahora tanto el provincial,Juzgados de lo Contencioso-Administrativo, como el
regional o autonómico, Salas de lo Contencioso-Administrativo de los Tribunales
Superiores de Justicia. Otra novedad es el refuerzo del nivel central con la crea-
ción de los Juzgados Centrales de lo Contencioso-Administrativo.
En definitiva, el orden judicial Contencioso-Administrativo se estructura
ahora, según la Ley 29/ 1998, de 13 de julio, sobre cuatro niveles de órganos
judiciales:
Los Juzgados unipersonales de lo Contencioso-Administrativo, de los que
habrá uno o más en cada provincia, con jurisdicción en toda ella y sede
en su capital.
Las Salas de lo Contencioso-Administrativo de los Tribunales Superiores
de Justicia de las Comunidades Autónomas, pudiendo crearse tam-
602 RAMÓN PARADA VÁZQUEZ Derecho Administrativo. JI
C) La competencia territorial
La existencia de órganos judiciales con la misma competencia objetiva o ma-
terial pero que actúan en ámbitos territoriales distintos (Salas de lo Contencioso-
Administrativo de los Tribunales Superiores de Justicia de las Comunidades
Autónomas o Juzgados provinciales) o sobre el mismo territorio (varios Juzgados
provinciales en una misma provincia o los varios Juzgados centrales) obliga a pre-
cisar a cuál de ellos se asigna la competencia.
Con carácter general la competencia se atribuye al órgano jurisdiccional en
cuya circunscripción tenga su sede el órgano que hubiere dictado la disposición
o el acto impugnado, incluyéndose en la competencia tanto la relativa a conocer
y fallar el asunto principal, como a resolver todas sus incidencias y ejecutar las
sentencias que dictare. Esta regla admite dos excepciones:
Cuando el recurso tenga por objeto actos de las Administraciones públi-
cas en materia de personal, propiedades especiales y sanciones será com-
petente, a elección del demandante, el Juzgado o e l Tribunal en cuya cir-
cunscripción tenga aquél su domicilio o se halle la sede del órgano autor
del acto originario impugnado.
Cuando se impugnen planes de ordenación urbana y actuaciones urba-
nísticas, expropiatorias y, en general, las que comporten intervención
administrativa en la propiedad privada la competencia corresponderá
al órgano jurisdiccional en cuya circunscripción radiquen los inmuebles
afectados.
Las anteriores reglas no se aplican cuando el acto originario impugnado afec-
tase a una pluralidad de destinatarios y fueran diversos los Juzgados o Tribunales
competentes, en cuyo caso la competencia vendrá atribuida al órgano jurisdic-
cional en cuya circunscripción tenga su sede el órgano que hubiere dictado el
acto originario impugnado (art. 14).
La distribución de asuntos entre las diversas Salas de un mismo Tribunal, o
entre las diversas Secciones de una misma Sala, es atribuida a la Sala de Gobierno
del respectivo Tribunal, teniendo en cuenta la naturaleza y homogeneidad de
608 RAMÓN PARADA VÁZQUEZ Derecho Administrativo. II
la materia a que se refieren los recursos. El mismo criterio servirá para la distri-
bución de asuntos entre los diversos Juzgados de lo Contencioso-Administrativo
de una misma población. La aprobación corresponderá a la Sala de Gobierno
del Tribunal Superior de Justicia, a propuesta de la Junta de Jueces de este r-
den jurisdiccional. Los acuerdos se adoptarán cada dos años y se comunicarán
al Consejo General del Poder Judicial al solo efecto de su publicación, antes dt·
la apertura de Tribunales, en el Boletín Oficial del Estado o en el de la Comunidad
Autónoma, según corresponda (art. 17).
C) La legitimación
, Además de la capacidad, la parte ha de ostentar la legitimación adecuada.
Esta consiste en una especial conexión del recurrente con la pretensión que ha
de sustanciarse en el proceso y que, en román paladino, responde a la pregunta
de «en qué le afecta» o «qué le importa» o «qué le va en ello». Porque si al que
pretende recurrir no le afecta en absoluto el acto, la disposición recurrida o la
inactividad material o la vía de hecho no puede estar en juicio pretendiendo su
nulidad o su ajuste al ordenamiento. Por ello la legitimación supone, ante todo,
la existencia de un sujeto portador de un derecho o de un interés. «Están legiti-
madas -dice el art. 19.1 de la Ley Jurisdiccional- las personas físicas o juridicas que
ostenten un derecho o interés legítimo». Pero no basta con un sujeto titular de un de-
recho o portador de un interés; es preciso, aunque la Ley no lo explicite, el con-
cepto de lesión, es decir, que ese derecho o interés hayan sido agredidos o desco-
nocidos por la disposición, acto, inactividad o vía de hecho de la Administración.
La legitimación es concepto clave en la caracterización de la justicia admi-
nistrativa. Si para la legitimación bastara con invocar la defensa de la legalidad
frente a la presunta infracción cometida por la Administración todos los ciuda-
danos podrían recurrir contra cualesquiera actos de cualquier Administración
y estaríamos ante una acción popular, la misma que permite en la Justicia penal
querellarse a cualquier ciudadano contra cualquiera otro cuando se trata de deli-
tos públicos. Si, por el contrario, el ejercicio del recurso se limita a quien acredita
una lesión jurídica, estamos, como es el caso, ante una legitimación subjetiva y
un proceso contencioso-administrativo garantista únicamente de los derechos e
intereses de los particulares y no de la legalidad.
Precisamente la evolución garantista de lo Contencioso-Administrativo está
ligada a una evolución ampliadora de la legitimación y del paso de un proce-
so protector únicamente de derechos subjetivos a un proceso que, además, se
abre a la protección de intereses, inicialmente personales y directos, y después
simplemente legítimos; un concepto cada vez más amplio que linda casi con la
acción popular a la que se refiere la Ley Jurisdiccional de 1998 para reconocerla
en los casos expresamente previstos por las leyes (como, por ejemplo, en la Ley
16/ 1985, d e 25 de junio, del Patrimonio Histórico Español, en defensa de los bie-
nes que lo integran); como también alude a otra figura similar, la sustitución pro-
cesal, al remitir a la legislación local el ejercicio de acciones por los vecinos en
nombre e interés d e las Corporaciones locales ante la pasividad de éstas (art. 19).
612 RAMÓN PARADA VÁZQUEZ Derecho Administrativo. JI
este caso en que las disposiciones en que se apoyan no son conformes a Derecho.
En todo caso, la falta de impugnación directa de una disposición general o la des-
estimación del recurso que frente a ella se hubiera interpuesto, no impide la im-
pugnación de los actos de aplicación invocando el mismo fundamento (art. 26).
La Ley de 1998 ha introducido en la regulación del recurso indirecto contra
reglamentos una cautela: la cuestión de la ilegalidad del reglamento. Se trata con ella
de impedir que, con motivo de la estimación de un recurso indirecto, órganos
jurisdiccionales incompetentes para conocer del recurso directo contra la dis-
posición general anulen ésta al margen de la distribución de competencias para
conocer del recurso directo. Por ello, cuando un Juez o Tribunal hubiere dictado
sentencia anulatoria de un acto por considerar ilegal la disposición general en
que se funda, deberá plantear la cuestión de ilegalidad ante el Tribunal compe-
tente para conocer del recurso directo. Ahora bien, cuando eljuez o Tribunal
competente para conocer de un recurso contra un acto fundado en la invalidez
de una disposición general lo fuere también para conocer del recurso directo
contra ésta, deberá, al mismo tiempo que desestimar o estimar el recurso contra
el acto, declarar la validez o nulidad de la disposición general, lo que siempre de-
berá hacer el Tribunal Supremo cuando conozca del recurso indirecto en cual-
quier grado (art. 27).
Tanto en el caso de la impugnación de actos como de reglamentos, las preten-
siones ejercitables son dos y se corresponden con la antigua denominación fran-
cesa de los recursos de anulación y de plena jurisdicción, una terminología y cla-
sificación notoriamente útil que precipitadamente desterró la Ley Jurisdiccional
de 1956.
En el recurso de anulación la pretensión se ciñe a la anulación de un acto o
disposición o, como dice la Ley, a la declaración de no ser conforme a derecho. En el
recurso de plena jurisdicción, el recurrente además de la anulación exige el reco-
nocimiento de una situación jurídica individualizada y la adopción de las medidas ade-
cuadas para el púmo restabl,ecimiento de la misma, entre ellas la indemnización de daños y
perjuicios (art. 31 ) .
Sobre la anterior materia impugnable opera la inadmisibilidad del recurso
de los llamados actos consentidos, es decir, actos que sean reproducción de otros
anteriores definitivos y firmes y los confirmatorios de acuerdos consentidos por
no haber sido recurridos en tiempo y forma (art. 28) . Como hemos comentado
al tratar de los actos administrativos, el cierre de la vía judicial se produce en
cualquier momento en que un acto administrativo no ha sido recurrido en vía
administrativa, dejando transcurrir el plazo previsto, o por no haberlo sido en la
vía judicial si dicho acto pone fin a la vía administrativa; un tratamiento, pues, de
los actos administrativos similar al de la sentencia judicial de primera instancia
en el recurso de apelación, lo que supone, reiteramos otra vez, la injusta susti-
tución de los plazos de prescripción de los derechos materiales por los exiguos
Capítulo XVIII La jurisdicción contencioso-administrativa 615
plazos del recurso en vía administrativa o del plazo de interposición del recurso
Contencioso-Administrativo.
como en las acciones interdictales civiles?; ¿la sentencia dictada tiene caráct I'
definitivo o también como éstas puede ser revisada en un juicio declarativo? La
jurisprudencia lo aclarará sin duda pero mejor hubiera sido que estas interrogan-
tes se hubieran despejado en la propia Ley.
BIBLIOGRAFÍA
previa de un acto administrativo, pero sin que ello signifique que sea impertinen-
te la prueba, ni que sea inadmisible aducir en vía contenciosa todo fundamento
que no haya sido previamente expuesto ante la Administración. «El proceso ante
la Jurisdicción Contencioso-Administrativa no es una casación, sino, propiamen-
te, una primera instancia jurisdiccional». Bien se ve por lo subrayado en último
lugar que lo negado no es que la primera instancia del proceso contencioso-ad-
ministrativo sea revisora del acto, ni que no sea asimilable a la segunda instancia
o apelación en el orden civil, sino que la primera instancia del proceso conten-
cioso-administrativo no es asimilable al recurso de casación, lo que nadie había
puesto ni pone en duda, porque es obvio para quien tenga una mínima práctica
e ilustración procesal.
Pero que la primera instancia del proceso Contencioso-Administrativo se ase-
meje a la segunda instancia o apelación del proceso civil -sobre todo en cuanto se
produce el efecto de cosa juzgada, equiparable al de acto firme y consentido que
bloquea toda acción futura, aunque no estén cerrados los plazos de prescripción
material de los derechos- no significa que no existan profundas diferencias con
este, diferencias que juegan en favor de la Administración. La más notable es,
sin duda, que la interposición del recurso no suspende la ejecutoriedad del acto
administrativo, frente a la regla general de que las apelaciones contra las senten-
cias civiles de primera instancia suspenden la eficacia de las sentencias; por otra
parte, el juez civil que hajuzgado la primera instancia y dictado la sentencia no
es, obviamente, parte en el proceso de apelación como, sin embargo, sí lo es la
Administración autora del acto en el proceso Contencioso-Administrativo.
trativo, de forma que lo mismo que aquella deviene en cosa juzgada e inatacable
si no se apela en el breve plazo establecido en la Ley de Enjuiciamiento civil (art.
457: cinco días), también el acto administrativo no recurrido en el plazo de dos
meses se transmuta en acto firme y consentido definitivamente inatacable.
Se crea así, fuera del contexto revisor, como ya vimos al estudiar el objeto del
proceso, un recurso contra la inactividad de la Administración «que se dirige a
obtener de la Administración, mediante la correspondiente sentencia de con-
dena, una prestación material debida o la adopción de un acto expreso en pro-
cedimientos iniciados de oficio, allí donde no juega el mecanismo del silencio
administrativo». Pero la admisión de esta variedad del proceso queda sujeta a mi-
nuciosas cautelas: de una parte, «no se permite a los órganos judiciales sustituir
a la Administración en aspectos de su actividad no prefigurados por el Derecho,
incluida la discrecionalidad ( ... ) ni les faculta para traducir en mandatos precisos
las genéricas e indeterminadas habilitaciones u obligaciones legales de creación
de servicios o realización de actividades, pues en tal caso estarían invadiendo
las funciones propias de aquella; de otro lado, la Ley limita siempre esta acción
a prestaciones concretas y actos que tengan un plazo legal para su adopción, y de ahí
también que la eventual sentencia de condena haya de ordenar estrictamente el
cumplimiento de las obligaciones administrativas en los concretos términos en
que estén establecidas» .
También fuera del carácter revisor del proceso, la Ley instaura, como vi-
mos, el recurso contra las actuaciones materiales en vía de hecho que viene a
ser una especie de interdicto contencioso-administrativo tanto tiempo esperado
y que viene a sustituir a los inseguros interdictos ante el juez civil. A él nos he-
mos referido en el capítulo anterior dentro de la temática del objeto del recurso
contencioso-administrativo.
Para que estos nuevos recursos no cayesen en la lógica del proceso revisor
era necesario evitar que la contestación de la Administración al requerimiento
o reclamación del particular se asimilase a la de un recurso administrativo, evi-
tando su conversión en acto firme y consentido. En ese sentido la Exposición de
Motivos de la Ley Jurisdiccional aclara que en el recurso contra la inactividad
de la Administración se trata de una reclamación previa en sede administrativa; en el
recurso contra la vía de hecho, de un requerimiento previo de carácter potestativo, asimismo
en sede administrativa. Pero -advierte la Exposición de Motivos- estos recursos «no
son procesos contra la desestimación, en su caso por silencio, de tales reclama-
ciones o requerimientos. Ni, como se ha dicho, estas nuevas acciones se atienen
al tradicional carácter revisor del recurso contencioso-administrativo, ni puede
considerarse que la falta de estimación, total o parcial, de la reclamación o el re-
querimiento constituyan auténticos actos administrativos, expresos o presuntos.
Lo que se persigue es sencillamente dar a la Administración la oportunidad de
resolver el conflicto y de evitar la intervención judicial. En caso contrario, lo que
se impugna sin más trámites es, directamente, la inactividad o actuación material
correspondiente, cuyas circunstancias delimitan el objeto material del proceso».
Consecuentemente, no debe ser de aplicación a estos supuestos el art. 28 de
la Ley que expresamente excluye del ámbito del recurso contencioso-adminis-
trativo los actos que sean reproducción de otros anteriores definitivos y firmes
630 RAMÓN PARADA VÁZQUEZ Derecho Administrativo. II
A) Referencias comparadas
En Francia, los procedimientos de référé del proceso civil funcionan como caminos
más cortos, como procesos urgentes, no sujetos al principio del contradictorio, y por
ello no dan lugar a cosa juzgada. Solo están condicionados a la ausencia de una contes-
tation sérieuse del demandado, versión francesa del fumus boni iuris. La modalidad de
uso más frecuente es el référé de provisión que faculta al juez para ordenar el pago de
Capítulo XIX El proceso contencioso-administrativo 631
actor. Abona esta tesis de erradicación delfumus boni iuris el precepto que prohi-
be al juez, ante eventuales modificaciones o revocaciones de la medida cautelar
durante el proceso, tener presente «los distintos avances que se vayan haciendo
respecto al análisis de las cuestiones formales o de fondo que configuran el de-
bate», como tampoco puede variarlas o revocarlas en función de los criterios de va
loración que aplicó a los hechos al decidir la medida cautelar (art. 132.2). En definitiva,
para acordar, modificar o revocar medidas cautelares el juez solo puede a tendel'
a evitar que «la ejecución del acto o aplicación de la disposición pudiera hac r
perder su finalidad legítima al recurso».
Ni siquiera puede el juez conceder automáticamente la medida cautelar an tt
la evidencia del riesgo de inutilidad de la pretensión del actor, pues la Ley exig ,
lo que no deja de ser razonable, que proceda, antes de decidir, a una previa val<>-
ración circunstanciada de todos los intereses en conflicto. Sin embargo, en los supuestos
de inactividad de la administración y de vía de hecho, la Ley parece más proclive·
al automatismo al prescribir que el Juez «adoptará la medida salvo que se apr -
cie con evidencia que no se dan las situaciones previstas en dichos artículos o la
medida ocasione una perturbación grave de los intereses generales o de tercero, que el Jua
ponderará en forma circunstanciada».
La medida cautelar puede verse dificultada por las garantías que el Juez de-
berá imponer al solicitante de la medida cuando de esta pudieran derivarse per-
juicios de cualquier naturaleza. Estas garantías serán las adecuadas para evitar o
paliar dichos perjuicios, lo que podrá traducirse en la exigencia de una caución
o garantía suficiente para responder de estos, condición sine qua non para la efi-
cacia de la medida cautelar (art. 133). ¿Y si el recurrente no tiene medios para
garantizar los eventuales perjuicios derivados de la medida cautelar? La Ley no
resuelve esta inquietante, pero elemental, cuestión.
Otra «cautela», valga la redundancia, contra la medida cautelar consiste en
que levantada la medida cautelar por sentencia o por cualquier otra causa, la
Administración o la persona que pretendiere tener derecho a indemnización de lo
daños sufridos con motivo de ella podrá solicitar esta ante el propio órgano juris-
diccional por el trámite de los incidentes, dentro del año siguiente a la fecha del
alzamiento. Si no se formulase la solicitud dentro de dicho plazo, se renunciase a la
misma o no se acreditase el derecho, se cancelará la garantía constituida (art. 133) .
La medida cautelar podrá solicitarse en cualquier estado del proceso, salvo que se
solicitare la suspensión de la vigencia de una disposición general o de algunos de
sus preceptos, en cuyo caso la petición deberá efectuarse en el escrito de interpo-
sición o en la demanda. También es posible solicitar la medida cautelar antes de
la interposición del recurso en los supuestos de inactividad de la Administración
o vía de hecho (art. 135) .
El incidente cautelar se tramitará en pieza separada con audiencia de la par-
te contraria, en un plazo que no excederá de diez días y será resuelto por auto
Capítulo XIX El proceso contencioso-administrativo 635
3. EL PROCEDIMIENTO CONTENCIOSO-ADMINISTRATNO DE
PRIMERA O ÚNICA INSTANCIA
Las partes demandadas podrán formular dentro de los primeros cinco días
del plazo para contestar la demanda, alegaciones previas sobre inadmisibilidad,
referidas a los motivos que pudieren determinarla incompetencia del órgano
jurisdiccional o la inadmisibilidad del recurso, sin perjuicio de que tales moti-
vos, salvo la incompetencia del órgano jurisdiccional, puedan ser alegados en la
contestación, incluso si hubiesen sido desestimados como alegación previa. Del
escrito que formule alegaciones previas se dará traslado por cinco días al actor, el
cual podrá subsanar el defecto, si procediera, en el plazo de diez días y, evacua-
do el traslado, se seguirá la tramitación prevista para los incidentes en la Ley de
Enjuiciamiento Civil. El auto desestimatorio de las alegaciones previas no será
susceptible de recurso y dispondrá que se conteste la demanda en el plazo que
reste.
La contestación a la demanda, escrito parejo de esta, debe formularse tam-
bién en plazo de veinte días o de los que quedasen después de los invertidos
en el trámite de formulación de alegaciones previas, y tiene la misma estructu-
ra formal que la demanda: separación de hechos y fundamentos de Derecho, y
las mismas reglas sobre acompañamiento de documentos que rigen para aquella
son aplicables a la contestación. ¿Es posible introducir en el escrito de contesta-
ción a la demanda una reconvención, es decir, ejercitar una pretensión contra el
demandante?
En el proceso civil, la reconvención es una acción nueva -no necesariamente
contraria- que el demandado ejercita frente al actor para que se sustancie en el
mismo proceso y se decide en la misma sentencia. Con carácter general se ha
rechazado esa posibilidad en el proceso contencioso-administrativo, aduciendo
diversas razones que tienen que ver con el carácter revisor de esta Jurisdicción
y con el estereotipo común del proceso administrativo en el que los particula-
res demandan a la Administración. Admitir que esta pudiera «revolverse» pro-
cesalmente contra el actor, incorporando otra temática al proceso, lesionaría la
prohibición de la reformatio in peius y privaría a este de la garantía previa de la vía
administrativa.
La Jurisprudencia niega que la Administración pueda formular una recon-
vención a partir del argumento de que «lo pretendido a través de una sui generis
reconvención es materia nueva, ajena al acto impugnado y sobre la que la Administración
no ha hecho pronunciamiento alf!:UnO», o bien porque «la Jurisdicción Contencioso-
administrativa ha de ceñirse a las cuestiones resueltas por el acto previo de la
Administración, sin que sea posible variar las pretensiones formuladas en la vía
administrativa, toda vez que la Jurisdicción debe examinar el acto previo, para
analizarlo a la luz del ordenamiento jurídico» (SSTS de 2.2.1982, 9.5.1979,
1.2.1984, 24.2.1989, 2.5.1989 y 11.6.1989).
Pero la anterior objeción desaparece, como ha puesto de relieve FERNÁNDEZ
TORRES, en otros modelos de Justicia administrativa, como los de tradición germáni-
ca, que se articulan más como un sistema de acciones diversas que en torno a una ac-
Capítulo XIX El proceso contencioso-administrativo 641
D) La prueba
La apertura de un período de prueba se condiciona, en principio, a que las
partes lo soliciten por medio de otrosí, en los escritos de demanda y contesta-
ción y en los de alegaciones complementarias, expresando de forma ordenada
los puntos de hecho sobre los que haya de versar la prueba. Pero en todo caso
es el juez el que decide: primero, porque, aun sin pedirlo las partes, el juez pue-
de acordar de oficio el recibimiento a prueba y disponer la práctica de cuantas
estime pertinentes para la más acertada decisión del asunto; segundo, porque,
aun pidiéndolo ambas partes, la apertura del período probatorio, se condiciona
a una valoración judicial que versará sobre dos circunstancias: que exista discon-
formidad en los hechos y que estos fueran de trascendencia para la resolución del pleito,
salvo que se trate de sanciones administrativas o disciplinarias en que el pleito se
recibirá siempre a prueba cuando exista disconformidad en los hechos (art. 60).
La prueba se practicará con arreglo a las normas del proceso civil, si bien el
plazo será de quince días para proponer y treinta para practicar. No obstante, se
642 RAMÓN PARADA VÁZQUEZ Derecho Administrativo. JI
podrán aportar al proceso las pruebas practicadas fuera de este plazo por causa,
no imputables a la parte que las propuso. Las Salas podrán delegar en uno dt·
sus magistrados o en un Juzgado de lo Contencioso-Administrativo la práctica dt•
todas o algunas de las diligencias probatorias, y el representante en autos de la
Administración podrá, a su vez, delegar en un funcionario público de la misma la
facultad de intervenir en la práctica de pruebas.
E) El período conclusivo
El proceso Contencioso-Administrativo termina con una fase de recapitula-
ción y valoración de lo actuado, cuya existencia se remite a la voluntad de las par-
tes, pues estas podrán solicitar en la demanda y en la contestación que se celebr
vista, que se presenten conclusiones o que el p!,eito sea declarado concluso, sin más
trámites, para sentencia. Dicha solicitud habrá de formularse por otrosí en los escri-
tos de demanda o contestación o por escrito presentado en el plazo de tres días
contados desde que se declare concluso el período de prueba y el juez proveerá
según lo que coincidentemente hayan solicitado las partes. En otro caso, solo
acordará la celebración de vista o la formulación de conclusiones escritas cuando
lo solicite el demandante o cuando, habiéndose practicado prueba, lo solicit
cualquiera de las partes.
En el acto de la vista, se dará la palabra a las partes por su orden para que de
forma sucinta expongan sus alegaciones. Eljuez o el Presidente de la Sala, por
sí o a través del magistrado ponente, podrá invitar a los defensores de las partes,
antes o después de los informes orales, a que concreten los hechos y puntuali-
cen, aclaren o rectifiquen cuanto sea preciso para delimitar el objeto del debate.
Cuando se acuerde el trámite de conclusiones, las partes presentarán unas ale-
gaciones sucintas acerca de los hechos, la prueba practicada y los fundamentos
jurídicos en que apoyen sus pretensiones en el plazo de diez días, sin que puedan
plantearse cuestiones que no hayan sido suscitadas en los escritos de demanda y
contestación, salvo que el juez juzgue oportuno se traten motivos relevantes para
el fallo y distintos de los alegados, poniéndolo en conocimiento de las partes me-
diante providencia, dándoles plazo de diez días para ser oídas sobre ello. Tanto
en el acto de la vista, como en el escrito de conclusiones, el demandante podrá
solicitar que la sentencia formule pronunciamiento concreto sobre la existencia
y cuantía de los daños y perjuicios de cuyo resarcimiento se trate, si constasen ya
probados en autos (arts. 63 y 64).
Celebrada la vista o presentadas las conclusiones, el juez o Tribunal declarará
que el pleito ha quedado concluso para sentencia, salvo que haga uso de la fa-
cultad de acordar determinadas pruebas para mejor proveer, en cuyo caso dicha
declaración se hará inmediatamente después de que finalice la práctica de la
diligencia o diligencias de prueba acordadas.
Capítulo XIX El proceso contencioso-administrativo 643
5. EL PROCEDIMIENTO ABREVIADO
Por los trámites del procedimiento abreviado se tramitan los recursos que se
deduzcan ante los juzgados de lo Contencioso-Administrativo, sobre cuestiones de
personal al servicio de las Administraciones Públicas, sobre extranjería, inadmisión
de peticiones de asilo político y aquellas cuya cuantía no supere los 13.000 euros.
Prescindiendo del escrito y trámite de interposición, el proceso se inicia por
la demanda, que el juez trasladará al demandado citando a las partes para la
celebración de vista y ordenando a la Administración demandada que remita el
expediente administrativo.
Recibido el expediente administrativo, el juez lo remitirá al actor y a los in-
teresados que se hubieren personado para que puedan hacer alegaciones en el
646 RAMÓN PARADA VÁZQUEZ Derecho Administrativo. II
6. EL SISTEMA DE RECURSOS
sentencia) y la naturaleza y cuantía del objeto del proceso. Los recursos admiti-
dos hoy en el proceso Contencioso-Administrativo son el recurso de súplica, que
se interpone ante el mismo órgano que ha dictado la resolución y que el mismo
resuelve, y los recursos de apelación, casación y revisión, que son resueltos por
órganos jurisdiccionales de nivel superior al que dictó la resolución. A ellos nos
referiremos en detalle tras una referencia a su evolución histórica.
A) Evolución
Contra las sentencias de primera instancia se han ensayado en la Justicia admi-
nistrativa tres fórmulas impugnativas: recurso de nulidad, recurso de apelación y re-
curso de casación (establecido, en sustitución del recurso de apelación, por la Ley
10/1992, de 10 de abril, de Medidas Urgentes de Reforma Procesal, y que recoge la Ley
Jurisdiccional vigente). Asimismo contra las sentencias firmes no susceptibles de recur-
so ordinario se ha arbitrado el recurso extraordinario de revisión.
El recurso de nulidad tenía por objeto anular una sentencia de primera instancia por
vicios graves de carácter procesal. En el Reglamento de los Consejos Provinciales (Reales
Decretos de 30 de diciembre de 1846), contra las sentencias de los Consejos Provinciales,
el recurso de nulidad se admitía -aparte del supuesto, claramente impropio, de que la
sentencia fuere contraria en su tenor literal al texto expreso de las leyes- por los siguien-
tes motivos: cuando el asunto no fuere de la competencia de la jurisdicción administrati-
va; cuando no hubiere dictado la sentencia el número de consejeros necesario; cuando
alguna de las partes careciese de poder bastante o de capacidad para litigar; cuando al-
guna de las partes no hubiera sido emplazada en tiempo y forma; cuando no se hubiere
citado a alguna de las partes para prueba o sentencia; cuando se hubiere denegado la
prueba necesaria para dictar una justa sentencia. Para la admisibilidad del recurso de nu-
lidad se exigía la previa reclamación, en primera instancia, contra la causa de la nulidad.
Esa reclamación previa se sustantiviza en la Ley Santamaría de Paredes de 1888 ( «podrá
reclamarse la nulidad de actuaciones por defectos esenciales en el procedimiento»), has-
ta el punto de que más que una segunda instancia por vicios de forma, la reclamación de
nulidad es una reposición ante el mismo Tribunal (art. 69), cuya desestimación puede
ser alegada en la apelación. El recurso de nulidad como tal desaparece en la Ley de 1956,
aunque los motivos de la nulidad se trasladarán después a la casación .
Ahora la «nulidad de actuaciones» como cauce impugnativo específico ante el mis-
mo Tribunal que ha dictado el acto judicial se regula en el art. 238 de la Ley Orgánica
del Poder Judicial, que, por mimetismo con la regulación de la nulidad de los actos
administrativos, distingue la nulidad de pleno derecho (falta de jurisdicción o de com-
petencia objetiva o funcional, intimidación, falta absoluta de procedimiento o infrac-
ción de los principios de audiencia y defensa, siempre que impliquen ausencia de los
requisitos indispensables para alcanzar su fin o determinen efectiva indefensión) de los
demás defectos de forma que im pliquen ausencia de los requisitos indispensables para
alcanzar el fin del acto procesal o determinen efectiva indefensión. En ambos casos, los
vicios de nulidad se harán valer por medio de los recursos establecidos en la Ley, o por
los demás medios que establezcan las leyes procesales. Sin perjuicio de ello, el juez o
Tribunal podrá, de oficio, antes de que hubiere recaído sentencia definitiva, y siempre
que no proceda la subsanación, declarar, previa audiencia de las partes, la nulidad de
todas las actuaciones o de alguna en particular (art. 240).
648 RAMÓN PARADA VÁZQUEZ Derecho Administrativo. 11
La Ley Jurisd iccional de 1956 estableció contra los autos y sen ten cias de las Salas de
lo Contencioso-Adm inistrativo de las Audiencias Territoriales recurso de apelación ante
la Sala 3ª del Tribunal Supremo, contra cuyas resoluciones, en apelación o primera ins-
ta ncia, no cabía recurso alguno, salvo e l extraordinario de revisión. Este cuadro resultó
alterado por las previsiones de la Ley Orgánica del Poder Judicial de 1985, que configu-
ró el Tribunal Supremo como juez d e casación en todos los órdenes jurisdiccionales y
que pretendió h acer de los Tribunales Superiores de Justicia la culminación de la orga-
nización judicial en las respectivas Comunidades Autónomas. Consecuentemente con
ambas tendencias, la Ley 10/ 1992, de 30 de abril, d e Medidas Urgentes de Reforma
Procesal, introdujo e l recurso d e casación a costa del de apelación .
La Ley Jurisiliccional vigente de 1998 introduce sobre el cuad ro anterior pocas no-
vedades. Como dice la Exposición de Motivos, «la Ley se atiene en general a los que dispuso
la reciente Ley 10/ 1992, de 30 de abril, de Medidas Urgentes de Reforma Procesal». Sin em-
bargo, introduce algunos cambios, motivad os unos por la creación de los Juzgados de
lo Contencioso-Administrativo, que conducen a reimplantar los recursos de apelación
contra sus resoluciones. La Ley, por otra parte, e leva sustan cialme nte la cuantía d e los
asuntos que tienen acceso a la casación ordinaria y en menor medida la de los que pue-
d en acceder a la casación por infracción d e d octrin a.
B) El recurso de súplica
El recurso de súplica, caracterizado por la rapidez de planteamiento y d e reso-
lución, se interpone ante el propio órgano jurisdiccional autor de la resolución,
quien igualmente lo resuelve . Es admisible contra las providencias y los autos no
susceptibles de apelación o casación, salvo contra los expresamente exceptuados,
los autos que resuelvan los recursos de súplica, los de aclaración y las solicitudes
de revisión de diligencias de ordenación.
El recurso se interpone en el plazo de cinco días, a contar desde el siguiente
al de la notificación de la resolución impugnada, sin efecto suspensivo salvo que,
de oficio o a instancia de parte, el órgano jurisdiccional acuerde lo contrario.
Del escrito de recurso se dará traslado a las demás partes por término co-
mún de tres días, a fin de que puedan impugnarlo si lo estiman conveniente.
Transcurrido dicho plazo, el mismo órgano jurisdiccional resolverá por auto
dentro del tercer día.
C) El recurso de apelación
La apelación, por su función revisora de la sentencia dictada en primera ins-
tancia, es, como anticipamos, una reiteración, pero simplificada, del debate ob-
jeto del proceso, un debate que en la apelación debe articularse no frente a la
pretensión de la parte que dio lugar al inicial proceso dialéctico, sino frente a
la sentencia que remata la primera instancia, y no sobre un nuevo material do-
cumental, sino ante los «autos » o conjunto de documentos en que se formalizó
el primer juicio. Con esta doble concreción sobre los «autos» y las sentencias
se evita que el proceso se convierta en un eterno retorno y una fiel reproduc-
Capítulo XIX El proceso contencioso-administrativo 649
7. EL RECURSO DE CASACIÓN
Nació la casación con la Revolución Francesa como una técnica para repri-
mir, con un control puramente negativo, las tentativas de los jueces de invadir las
competencias legislativas. Recordemos el temor de los revolucionarios franceses
a la prepotencia judicial y su visión, siguiendo a MONTESQUIEU, del poder judicial
como poder nulo, y el papel de juez reducido a ser, sin el menor margen de inter-
pretación, «la boca, que pronuncia las palabras de la Ley».
Con el paso del tiempo las funciones de la casación se han modificado o am-
pliado, atendiéndose con ella un triple frente y por este orden: mantener en los
límites de la competencia al juez inferior, vigilar la observancia por este de las
formas procesales y, en fin, regular y uniformar la aplicación del Derecho a través
del respeto a lo establecido por la jurisprudencia de los Tribunales superiores. El
juez de casación, sin embargo, no revisa la determinación y ftjación de los hechos
realizada por el juez inferior, pues la casación, como se dijo, es un recurso síntesis
de la anulación y la apelación por motivos de derecho.
En puridad, el juez de casación, juez de control negativo, no debiera dictar
una nueva sentencia en sustitución de la que casa o anula, sino reenviarla al juez
Capítulo XIX El proceso contencioso-administrativo 651
autor de la sentencia para que dicte una nueva, ajustándose a los términos de la
sentencia de casación, con lo que además ejerce sobre este una acción educativa
y disciplinar. Sin embargo, esta característica de la casación, que se mantiene en
la casación francesa e italiana, no concurre en nuestro recurso de casación, en
que el órgano jurisdiccional de casación dicta nueva sentencia en términos simi-
lares a lo que hace el juez de apelación, salvo en los casos en que aprecie falta de
jurisdicción o vicios de procedimiento.
La Ley 29/1998, de 13 de julio, reguladora de la Jurisdicción Contencioso-
administrativa configuró tres tipos de recurso de casación: el ordinario, para la
unificación de doctrina y el recurso de casación en interés de ley, este último
solo accesible, única y exclusivamente, a las Administraciones públicas frente a
sentencias dictadas en única instancia por cualquiera de los órganos judiciales
(Juzgados unipersonales, Salas de lo Contencioso de Tribunales Superiores de
Justicia y Audiencia Nacional) «cuando estimaren gravemente dañosa para el in-
terés general y errónea la resolución dictada».
Pues bien, el apartado segundo de la Disposición final tercera la Ley Orgánica
7/ 2015 deroga de aquella Ley las secciones 4ª (recursos de casación para la uni-
ficación de doctrina) y 5ª (recurso de casación en interés de ley) del Capítulo 111
del Título N de la Ley 29/1998, quedando pues únicamente el recurso de casa-
ción ordinario. Además esta reforma, que no entrará en vigor hasta el 22 de julio
de 2016, introduce otras importantes novedades:
La casación, además de a los supuestos actuales, se extiende a las sen-
tencias dictadas en única instancia por los Juzgados de lo Contencioso-
Administrativo, si bien en este caso únicamente «las sentencias que con-
tengan doctrina que se reputa gravemente dañosa para los intereses
generales y sean susceptibles de extensión de efectos» (art.86) . Es nada
más y nada menos que la antigua casación en interés de ley.
La casación puede consistir tanto en la «anulación, total o parcial, de
la sentencia o auto impugnado y, en su caso, la devolución de los au-
tos al Tribunal de instancia o la resolución del litigio por la Sala de lo
Contencioso-administrativo del Tribunal Supremo dentro de los térmi-
nos en que apareciese planteado el debate» (art. 87).
La casación tiene un límite infranqueable: el interés casacional como fun-
damento base de la admisión del recurso. Este concepto jurídico indeter-
minado, el «interés casacional» pasa a ser el pilar o basamento sobre el
que se articula la nueva regulación. La reforma distingue entre dos tipos
de asuntos: aquellos en los cuales el Tribunal «podrá» apreciar que existe
interés casacional objetivo (es decir, que la acreditación de su existencia
corresponderá a las partes), que son aquellos supuestos contenidos en el
artículo 88.2; y aquellas en las que existe una presunción ( «se presumi-
rá») de existencia de dicho interés (los supuestos del artículo 88.3).
652 RAMÓN PARADA VÁZQUEZ Derecho Administrativo. ll
D) La admisión a trámite
Recibidos los autos originales y el expediente administrativo, en la Sección
correspondiente de la Sala de lo Contencioso-administrativo del Tribunal
Supremo, esta podrá acordar, excepcionalmente y solo si las características del
asunto lo aconsejan, oír a las partes personadas por plazo común de treinta días
acerca de si el recurso presenta interés casacional objetivo para la formación de
jurisprudencia.
Sin embargo la admisión o inadmisión a trámite del recurso no la decide la
Sala competente por razón de la materia sino una especial Sección de la Sala de
lo Contencioso-administrativo del Tribunal Supremo integrada por el Presidente
de aquella Sala y por, al menos, un Magistrado de cada una de sus restantes
Secciones.
Los autos de admisión precisarán la cuestión o cuestiones en las que se en-
tiende que existe interés casacional objetivo e identificarán la norma o normas
jurídicas que en principio serán objeto de interpretación, sin perjuicio de que la
sentencia haya de extenderse a otras si así lo exigiere el debate finalmente traba-
do en el recurso.
La inadmisión, sin embargo, requiere un menor esfuerzo argumentativo del
Tribunal pues puede despacharse por una simple providencia de inadmisión , en
656 RAMÓN PARADA VÁZQlJEZ Derecho Administrativo. JI
9. EJECUCIÓN DE SENTENCIAS
de dos meses a fin de que, con audiencia de las partes y de quienes considere
interesados, el juez o Tribunal aprecie la concurrencia o no de dichas causas y
adopte las medidas necesarias que aseguren la mayor efectividad de la ejecutoria,
fijando en su caso la indemnización que proceda por la parte en que no pueda
ser objeto de cumplimiento pleno (art. 105).
D) Modalidades de la ejecución
La Ley Jurisdiccional de 1998, además de la regulación general, despieza los
diversos y más frecuentes supuestos de ejecución de sentencias en atención a sus
contenidos:
Cuando la Administración fuere condenada al pago de cantidad líquida, el
órgano encargado de su cumplimiento acordará el pago con cargo al crédito
662 RAMÓN PARADA VÁZQUEZ Derecho Administrativo. 1/
preseroar los derechos o libertades por razón de los cual,es el recurso hubiere sido formulado.
A todos los efectos la tramitación de estos recursos tendrá carácter preferente.
El plazo de interposición es de diez días, que se computarán, según los casos,
desde el día siguiente al de notificación del acto, publicación de la disposición
impugnada, requerimiento para el cese de la vía de hecho, o transcurso del plazo
ftjado para la resolución, sin más trámites. Cuando la lesión del derecho funda-
mental tuviera su origen en la inactividad administrativa, o se hubiera interpues-
to potestativamente un recurso administrativo, o, tratándose de una actuación
en vía de hecho, no se hubiera formulado requerimiento, el plazo de diez días
se iniciará transcurridos veinte días d esde la reclamación, la presentación del re-
curso o el inicio de la actuación administrativa en vía de hecho, respectivamente.
El escrito de interposición se concibe como un anticipo de la demanda, pues-
to que expresará con precisión y claridad el derecho o derechos cuya tutela se
pretende y, de manera concisa, los argumentos sustanciales que den fundamento
al recurso. De lo que se trata es de tener una síntesis de las prete nsiones y argu-
mentaciones del actor para pode r d ecidir sobre la admisión o, por el contrario,
la inadecuación del procedimiento especial. La remisión del escrito de interpo-
sición sirve también para practicar el e mplazamiento al órgano administrativo,
que deberá en cinco días remitir el expediente acompañado de los informes y
datos que estime oportunos y razonando en su caso sobre la inadmisión, que-
dando responsabilizado de trasladar copia del escrito de interposición a todos
los que aparezcan como interesados en el expediente para que puedan compare-
cer como demandados en cinco días y solicitar razonadamente la inadmisión del
recurso.
Viene después un trámite de admisión del procedimiento especial a cuyo
efecto el juez, en el supuesto de estimar posibles motivos de inadmisión o inade-
cuación del procedimiento, los comunicará a las partes y lo resolverá, tras oírlas
en una comparecencia en la que convocará a estas y al Ministerio Fiscal.
Acordada la prosecución del procedimiento especial se pondrá de manifies-
to al recurrente el expediente y demás actuaciones por plazo de ocho días para
formalizar la demanda y acompañar los documentos, de lo que se d ará traslado
al Ministerio Fiscal y a las partes demandadas para que, a la vista del expediente,
presenten sus alegaciones en el plazo común e improrrogable de ocho días y
acompañen los documentos que estimen oportunos. A seguidas viene el perío-
do probatorio no superior a veinte días comunes para su proposición y prácti-
ca. Conclusas las actuaciones, el órgano jurisdiccional dictará sentencia en cinco
días (arts. 117 a 120).
La sentencia, y esta es una novedad destacable de la modificación introduci-
da por la Ley Jurisdiccional de 1998, estimará el recurso cuando la disposición, la
actuación o el acto incurran en cualquier infracción del ordenamiento jurídico, incluso la
desviación de poder, y como consecuencia de la misma vulneren un derecho de los suscepti-
666 RAMÓN PARADA VÁZQUEZ Derecho Administrativo. 11
bles de amparo (art. 121), acabándose, pues, con la anterior y absurda distinción
ntre violación de la legalidad ordinaria y de la Constitución como realidades
distintas a enjuiciar en procesos diversos.
Tramitación especial se da a la prohibición o propuesta de modificación de
reuniones previstas en la Ley Orgánica Reguladora del Derecho de Reunión (Ley
Orgánica de 15 de julio de 1983) que no sean aceptadas por los promotores. El
recurso se interpondrá entonces dentro de las cuarenta y ocho horas siguientes a
la notificación de la prohibición o modificación, trasladándose por los promoto-
res copia debidamente registrada del escrito del recurso a la autoridad guberna-
tiva, con el objeto de que esta remita inmediatamente el expediente. El Tribunal,
en el plazo improrrogable de cuatro días, y poniendo de manifiesto el expedien-
te si se hubiera recibido, convocará al representante legal de la Administración,
al Ministerio Fiscal y a los recurrentes a una audiencia en la que, de manera con-
tradictoria, oirá a todos los personados y resolverá sin ulterior recurso. La deci-
sión que se adopte únicamente podrá mantener o revocar la prohibición o las
modificaciones propuestas (art. 122).
BIBLIOGRAFÍA
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