p601 - Lorenzo Horizonte Micro
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p601 - Lorenzo Horizonte Micro
LORENZO
HORIZONTE
Á n ge l e s D u r i n i
Ilustrado por Sol Cófreces
L E E R
X
H I S T O R I A S
Este libro pertenece a:
..................................
Presidente
Dr. Alberto Fernández
Vicepresidenta
Dra. Cristina Fernández de Kirchner
Ministro de Educación
Lic. Jaime Perczyk
Secretaria de Educación
Dra. Silvina Gvirtz
Durini, Ángeles
Lorenzo Horizonte / Ángeles Durini; ilustrado por María Sol Cófreces. - 1a ed - Ciudad Autónoma
de Buenos Aires: Ministerio de Educación de la Nación, 2022.
32 p.: il.; 28 x 20 cm. - (Historias x leer)
ISBN 978-950-00-1602-5
1. Literatura Argentina. 2. Literatura Infantil. 3. Cuentos. I. Cófreces, María Sol, ilus. II. Título.
CDD A860
treintaydosmillonescuatrocientosmilveinticuatro
por
ochocientosveintemillonestrecientostreintayocho
mas
cuarentamiluno dividido...
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Luego el gong se sumó también a las noches
y a las tardes, hasta dejar el alma de Lorenzo
convertida en fracciones. Y cuando empezó
a recibir ese golpe constantemente, decidió
consultarlo con su médico para descubrir la raíz.
—Mire, doctor —dijo Lorenzo—, tengo un golpe
continuo en el alma y me da miedo que se me
rompa.
—Ajá —contestó el médico— ¿y cómo suena ese
golpe?
—Hace un ruido amargo, doctor —replicó
Lorenzo con tristeza.
—¿Lo probó?
—No, no puedo probarlo doctor, pero me hace
sentir muy pesado.
—Pero usted es flaco.
—Sí, pero me siento gordo.
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—Mjm, no ha probado el golpe y dice que es
amargo, se siente gordo pero es flaco. Dígame
–el doctor escribía en una hoja blanca la historia
clínica de Lorenzo– ¿qué cosas de las que mira lo
ponen contento?
—¡Un pizarrón lleno de números todos hechos
por mí! Se lo voy a explicar de forma simple:
escribir uno más uno y saber que es dos, dos más
dos y sumar cuatro, cuatro por tres y…
—Está bien, está bien. Evidentemente hay algo
que anda mal. Urgente, le indico unas vacaciones
con mucho paisaje.
—¡Pero no puedo! ¡Mi trabajo, mis números!
—Bórrelos, señor Lorenzo. Y por favor,
hágame caso.
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Como el gong seguía y ya no solo golpeaba su Alquiló una casa junto a la playa y pasó el
alma, sino también su cabeza, sus miembros, en primer día mirando las olas. Pero al segundo día no
fin, todo el cuerpo, Lorenzo decidió obedecer al le fue suficiente con mirarlas: se las puso a contar.
médico. —Una ola más otra ola más otra ola por cinco
Entonces, además de los números, se le olas que vienen desde el horizonte menos tres que
empezaron a multiplicar otros sueños. desaparecieron en la orilla…
¿En qué se parece el mar a un pizarrón lleno de
números? En que el mar se mueve y los números
también.
Y se fue al mar.
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Y empezó a escribir cuentas en la arena. Se
sentía un creador de tanto paisaje de número,
mientras calculaba los movimientos del mar.
Pero el gong de tristeza le seguía poceando
el alma.
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Probó entonces contar noctilucas en el mar Aunque no para ese momento, no había cuenta ni
nocturno. En las noches sin luna, era difícil sumar bisectriz que le lograra tapar el pozo que se le iba
los brillos sobre el borde de las olas, aunque era produciendo por el golpe.
interesante; pero después, restarle las olas opacas
de noches con luna, era más difícil todavía;
por lo tanto, para Lorenzo, interesante al cuadrado.
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Observaba los ángulos de las estrellas, llegó a
calcular la superficie del sol. Ni los caracoles con
sus circunferencias, ni las piedras paralelepípedas
lograron siquiera medir el peso específico de una
tristeza que iba creciendo cada vez más. Llegó al
colmo de discutir ecuaciones matemáticas con los
berberechos, llamar a una roca “señorita Monomio”
(era la roca donde se sentaba por las tardes, a tomar
mate y a contar el tiempo).
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Toda la arena era un pizarrón gigante que el
viento se encargaba de borrar.
Esa mañana soplaba fuerte. Lorenzo había
bajado a la playa con campera.
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Mientras dibujaba los números, ella apareció de
lejos, con un vestido azul.
(Ella también fue un encargo del viento).
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A Lorenzo se le empezaron a mezclar las curvas
de los cosenos apenas la vio. El gong dentro del
alma se le paralizó al instante.
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Ella, todavía lejos, se sentó sobre “señorita
Monomio” y sacó una flauta de su bolso. Se puso
a tocar.
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Las tangentes de Lorenzo se hicieron trizas.
Aquel sonido le destruyó el gong definitivamente.
Estaba sin cuentas pendientes en la cabeza.
Y poco a poco, poco a poco, como un reptil
enamorado, se le fue acercando.
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Ángeles Durini Sol Cófreces
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Historias x leer
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