Facundo y Las Hermanas

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Se cuenta que un señor por ignorancia y malicia dejó al

morir el siguiente escrito:

Dejo mis bienes a mi sobrino Juan no a mi hermano Luis


tampoco jamás se pagará la cuenta del sastre nunca
EL TESTAMENTO de ningún modo para los Jesuitas todo lo dicho es mi
del deseo Facundo.
Sr. FACUNDO
Cuando se leyó el documento, las personas aludidas se
atribuían la preferencia. Con el fin de resolver las dudas,
acordaron que cada uno se llevara el escrito y le colocara
la puntuación respectiva.

El sobrino Juan lo presentó de la siguiente forma:

Dejo mis bienes a mi sobrino Juan, no a mi hermano Luis. Tampoco, jamás se pagará la
cuenta del sastre. Nunca, de ningún modo para los Jesuitas. Todo lo dicho es mi deseo.
Facundo.

El hermano Luis presentó su reclamo de esta manera:

¿Dejo mis bienes a mi sobrino Juan? ¡No! A mi hermano Luis. Tampoco, jamás se pagará la
cuenta del sastre. Nunca, de ningún modo para los Jesuitas. Todo lo dicho es mi deseo.
Facundo.

El sastre justificó su derecho como sigue:

¿Dejo mis bienes a mi sobrino Juan? No. ¿A mi hermano Luis? Tampoco, jamás. Se
pagará la cuenta del sastre. Nunca, de ningún modo para los Jesuitas. Todo lo dicho es
mi deseo. Facundo.

Los Jesuitas consideraron que el documento debería interpretarse de la siguiente manera:

¿Dejo mis bienes a mi sobrino Juan? No. ¿A mi hermano Luis? Tampoco, jamás. ¿Se pagará
la cuenta del sastre? Nunca, de ningún modo. Para los Jesuitas todo. Lo dicho es mi deseo.
Facundo.

Esta lectura ocasionó grandes escándalos y para poner orden, se acudió a la autoridad.
Esta consiguió establecer la calma y después de examinar el escrito, dijo en tono severo:

Señores, aquí se está tratando de cometer un fraude; la herencia pertenece al Estado,


según las leyes; así lo prueba esta interpretación:

¿Dejo mis bienes a mi sobrino Juan? No. ¿A mi hermano Luis? Tampoco. Jamás se
pagará la cuenta del sastre. Nunca, de ningún modo, para los Jesuitas. Todo lo dicho es mi
deseo. Facundo.

En tal virtud, y no resultando herederos para esta herencia, queda incautada en nombre
del Estado, y se da por terminado este asunto.
LAS TRES HERMANAS Y EL
PODER DE LOS SIGNOS DE
PUNTUACIÓN

Tres hermanas casaderas, Soledad, Julia e Irene, conocieron a un joven y apuesto


caballero, licenciado en letras y las tres se enamoraron de él. Pero el caballero no se atrevía a
decir de cuál de las tres hermanas estaba enamorado. Como no se declaraba a ninguna, las tres
hermanas le rogaron que dijera claramente a cuál de las tres amaba. El joven caballero escribió
en un poema sus sentimientos, aunque "olvidó" consignar los signos de puntuación, y pidió a las tres
hermanas que cada una de ellas añadiese los signos de puntuación que considerase oportunos. La
décima era la siguiente:

Tres bellas que bellas


son me han exigido las
tres que diga de ellas
cual es la que ama mi
corazón
si obedecer es razón
digo que amo a Soledad
no a Julia cuya bondad
persona humana no tiene
no aspira mi amor a Irene
que no es poca su beldad

Soledad leyó la carta: Julia en cambio: Dijo Irene:

Tres bellas, ¡qué bellas son!, Tres bellas, ¡qué bellas son!, Tres bellas, ¡que bellas son!
me han exigido las tres me han exigido las tres me han exigido las tres
que diga de ellas cuál es que diga de ellas cuál es que diga de ellas cuál es
la que ama mi corazón. la que ama mi corazón. La que ama mi corazón.
Si obedecer es razón, Si obedecer es razón, Si obedecer es razón,
digo que amo a Soledad; ¿Digo que amo a Soledad? ¿Digo que amo a Soledad?
no a Julia, cuya bondad No. A Julia, cuya bondad No. ¿Ajulia, cuya bondad
persona humana no tiene; persona humana no tiene. Persona humana no tiene?
No aspira mi amor a Irene, No aspira mi amor a Irene, No. Aspira mi amor a Irene,
que no es poca su beldad. que no es poca su beldad. que no es poca su beldad

Así pues persistía la duda, por lo que tuvieron que rogar de nuevo al joven que les
desvelara quién era la dueña de su corazón. Cuando recibieron de nuevo el poema del
caballero con los signos de puntuación las tres se sorprendieron:

Tres bellas, ¡qué bellas son!, ¿Digo que amo a Soledad?


me han exigido las tres No. ¿Ajulia, cuya bondad
que diga de ellas cuál es persona humana no tiene?
la que ama mi corazón. No. ¿Aspira mi amor a Irene?
Si obedecer es razón, ¡Qué!...¡No!… Es poca su beldad

Y así quedaron las tres compuestas y sin novio gracias a la poderosa eficacia de
los signos de puntuación.

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