Paracas en El Valle de Chincha Nuevos Da
Paracas en El Valle de Chincha Nuevos Da
Paracas en El Valle de Chincha Nuevos Da
PARACASPUCP
EN EL/ VALLE
N.° 17 /DE
2013, 31-56 / ISSN
CHINCHA: 1029-2004
NUEVOS DATOS Y EXPLICACIONES 31
Henry Tantaleán a, Charles Stanish b, Michiel Zegarra c, Kelita Pérez d y Ben Nigra e
Resumen
En este artículo, se sintetizan y discuten los resultados de las recientes investigaciones arqueológicas realizadas en el valle medio
de Chincha durante el Período Paracas Tardío (circa 400 a.C.-100 a.C.). En especial, se presentan los datos arqueológicos (ar-
quitectura, geoglifos, cerámica y textiles, etc.) recuperados en la investigación de los sitios del valle medio, ubicados en el área que
incluye a Cerro del Gentil y el complejo arqueológico de El Mono. Estos datos, junto con el trabajo previo de otros colegas de las
dos últimas generaciones, permiten proponer nuevas perspectivas sobre el desarrollo de la complejidad social en este valle de la
costa sur del Perú.
Abstract
PARACAS IN THE CHINCHA VALLEY: NEW DATA AND NEW EXPLANATIONS
This article summarizes and discusses the results of our recent archaeological research in the middle valley of Chincha during
the Late Paracas period (circa 400 BC-100 BC). We present archaeological data (architecture, geoglyphs, ceramics, textiles, etc.)
recovered from research on sites in the middle valley in the area including to Cerro del Gentil and the El Mono archaeological
complex. These data, along with previous work by colleagues in the last two generations, allow us to propose new perspectives
about development of social complexity in this southern Peruvian coastal valley.
a
Cotsen Institute of Archaeology, UCLA/Instituto Francés de Estudios Andinos, Lima.
Dirección postal: Jirón Francisco Vidal 414. Lima 05. Correo electrónico: henrytantalean@yahoo.es
b
Department of Anthropology and Cotsen Institute of Archaeology, UCLA/Santa Fe Institute, Santa Fe NM.
Dirección postal: A210 Fowler Bldg. Los Angeles, California. 90095-1553. Correo electrónico: stanish@ucla.edu
c
Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
Dirección postal: Jangas 543, Lima 05. Correo electrónico: mzegarra.ase@gmail.com
d
Universidad Nacional de Trujillo, La Libertad.
Dirección postal: C.A. 08 Mz.D2 LT. 1B. Urbanización COVICORTI, Trujillo, La Libertad. Correo electrónico:
kelitacubas@yahoo.es
e
Department of Anthropology and Cotsen Institute of Archaeology, UCLA.
Dirección postal: A210 Fowler Bldg. Los Angeles, California. 90095-1553. Correo electrónico: bennigra@gmail.com
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1. Introducción
El valle de Chincha posee una de las principales concentraciones de arquitectura monumental vinculada
con el estilo cerámico Paracas (Wallace 1971, 1985; Canziani 1992, 2009; Lumbreras 2008). Sin em-
bargo, llama la atención que la información que se ha publicado con respecto a contextos arqueológicos
sea mínima y, sobre todo, se carezca de una explicación articulada de los diferentes restos de la cultura
material existente o procedente de este valle. Como consecuencia de lo anterior, se tiene una idea muy vaga
de cuestiones elementales, tales como la cronología de la construcción de dichos edificios, la cual —en el
mejor de los casos— se ha definido sobre la base de criterios estilísticos ceramográficos (Lanning 1960;
Wallace 1971, 1985; Canziani 1992, 2009; Del Águila 2010). Como se verá, en este valle, la construcción
de la arquitectura monumental comienza con la aparición de la cerámica del estilo Paracas y marcará un
hito en la secuencia histórica.
Respecto al Programa Arqueológico Chincha (PACH), este se enfoca en la explicación del surgimiento
de esta arquitectura monumental en el valle de Chincha y la complejidad socioeconómica y sociopolítica
que esto supuso. En este artículo, se presenta una serie de datos arqueológicos recolectados durante dos
temporadas de investigaciones en el valle medio de Chincha durante los años 2012 y 2013. Sobre la base
de ellos, se presentan nuevas perspectivas en cuanto a la explicación del fenómeno Paracas en dicho valle.
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Figura 1. Vista tomada de Google Earth donde se ubica al valle de Chincha en relación con otros valles de la costa sur peruana.
existencia de un extenso sistema de irrigación vinculado a los edificios monumentales que arrancaría en ese
momento. Dicha asociación espacial entre los principales montículos piramidales y los canales de regadío
sería bastante clara en todo el valle bajo.
Sobre la base de todos estos antecedentes y otros conexos, el PACH ha establecido una serie de plantea-
mientos iniciales para orientar su investigación y se ha enfocado en el estudio sistemático de una serie de
sitios para poder extraer la información necesaria para poder comprobar, modificar o refutar las hipótesis
existentes y las que se han ido desarrollando durante el curso de la investigación.
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Figura 2. Valle de Chincha con sitios arqueológicos Paracas señalando Cerro del Gentil. Modificado de Canziani 1992.
(Silverman 1996; Proulx 2008). Como tal, representa un proceso antropológico por el cual las sociedades
caracterizadas por aldeas ocupadas por unas cuantas docenas a algunas centenas de personas se transforma-
ron en entidades sociopolíticas más complejas.
Los modelos sobre el origen y desarrollo de tales entidades políticas complejas han resaltado diversos
factores (Service 1975; Trigger 1998; Yoffee 2005; Lull y Micó 2011; Redmond y Spencer 2012; entre
otros). Una línea de investigación actual (Anderson 1996; Flannery 1999; Menzies y Haller 2012) señala
como factor capital a la interacción de diferentes organizaciones políticas no estatales a lo largo de un
paisaje regional, como el contexto en el que las sociedades complejas se desarrollan. Vale decir, una intensa
y sostenida interacción entre varias organizaciones políticas más pequeñas parece ser crucial para el surgi-
miento de las unidades políticas cada vez más complejas. Los avances teóricos recientes también señalan
que el desarrollo de las sociedades complejas no es lineal ni progresivo, sino que, más bien, existe un ciclo
constante en el que los sistemas políticos complejos surgen y colapsan («picos» y «valles») de forma rela-
tivamente rápida en puntos del paisaje donde estos grupos interactúan (Marcus 1998). Este corpus teó-
rico también identifica al conflicto organizado y al comercio interregional como formas particularmente
importantes de interacción en este proceso cíclico que creó el contexto para el surgimiento del estado
temprano (Marcus 1998; Spencer 2010).
Los sitios Paracas del valle medio de Chincha, por su ubicación en una zona de transición ecológica
(chaupiyunga) y, por consecuencia, también económica y política, proporcionan una oportunidad para
abordar estas cuestiones usando no solamente datos bioarqueológicos e iconográficos, sino también los da-
tos de los contextos domésticos y ceremoniales en centros político-religiosos. Asimismo, si los sitios Paracas
del valle medio conforman un complejo asociado a la cerámica de estilo Paracas, entonces estos sitios son
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parte del fenómeno de emergencia de los grandes sitios de valle bajo contemporáneos con el surgimiento
de la arquitectura monumental temprana y una consecuente élite vinculada a Paracas, como ya se ha suge-
rido previamente (Lumbreras 2008; Canziani 1992, 2009).
Asimismo, la existencia de signos de violencia pueden sustentar un modelo teórico en el cual aquella fue
un factor importante para el desarrollo de las sociedades complejas, las élites político-religiosas (Tantaleán
2009; Arkush 2011: 2-20; Stanish y Levine 2011) y, en especial, las de Paracas en el valle de Chincha.
De igual modo, el hallazgo de ítems procedentes de áreas diferentes y alejadas en el valle o, incluso de
otros valles y concentrados en contextos de los sitios del valle medio, abonará a favor de la hipótesis que
el comercio interregional fue un elemento básico para la generación de complejidad social (Levine et al.
2013) y que la élite se encargaría de acumular y distribuir a los demás miembros de la sociedad a través de
ceremonias, como las conocidas en la literatura arqueológica como «banquetes políticos» (sensu Dietler y
Hayden [eds.] 2001).
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Figura 3. Mapa con sitios formativos ubicados en la prospección del valle medio de Chincha. (Dibujo: B. Nigra).
Figura 4. Vista panorámica desde el suroeste de Cerro del Gentil. Las personas se encuentran sobre la segunda plataforma.
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El sitio Cerro del Gentil fue descrito científicamente por primera vez por Dwight Wallace y, siguiendo
el sistema de John Rowe de denominación de sitios para la costa peruana, se refirió a este como PV.57-59
(Wallace 1971: 47). Se trata de un sitio conformado por dos montículos artificiales de barro y piedra (Fig. 5).
El montículo más grande está compuesto por tres plataformas escalonadas que llega a alcanzar una altura
máxima de cinco metros. La planta de este edificio es rectangular, y mide 70 por 30 metros aproximada-
mente, con una orientación del largo máximo en un eje este-oeste. Un croquis realizado por Canziani (1992,
fig. 3) da cuenta de su configuración arquitectónica, en la que destaca la insinuación de un patio hundido
incluido en el sector oeste de la construcción piramidal (Canziani 1992:105). Asimismo, Cerro del Gentil
muestra la presencia de muros de contención de piedra y adobes pequeños (adobitos). Algunos han sido de-
nominados como «odontiformes» (Tello 1959), en forma de «grano de maíz» o en forma de «cuña» (Wallace
1971), los cuales son típicos de las edificaciones paracas en el valle (Canziani 1992: 101, fig. 16). Como
menciona Canziani (1992: 105), Cerro del Gentil es uno de los principales sitios paracas ubicados en el valle
medio y es parte de un importante sistema de montículos piramidales a lo largo del valle bajo de Chincha.
En 2012, el PACH realizó excavaciones en el montículo más grande del sitio (Sector A) y en el «área
residencial» al sureste del edificio principal (Sector B) (Fig. 6). El objetivo principal fue definir la naturaleza
y características de las ocupaciones humanas del sitio de Cerro del Gentil. Las excavaciones en el Sector
B se llevaron a cabo en un área delimitada cardinalmente de 40 metros en el eje este-oeste y 20 metros
en el eje norte-sur, lo cual cubrió un área total de 800 metros cuadrados. Las excavaciones en el Sector B
tuvieron como objetivo contrastar la hipótesis de Canziani (1992: 106) de que este sector, al este de la pirá-
mide, era doméstico, posiblemente asociado a la ocupación paracas del sitio. Sin embargo, las excavaciones
revelaron que la ocupación del área fue fundamentalmente de un grupo social que utilizó el estilo cerámico
conocido como Carmen, ubicado en el Período Intermedio Temprano (Rowe 1963: 10-11; Silverman
1997; Velarde 2006). Se encontraron espacios de habitación que incluyeron bases de muros hechos con
piedra y fragmentos de adobes (algunos posiblemente extraídos de la pirámide), pisos de barro, hoyos y
concentraciones de desperdicios (cerámica fragmentada, textiles, valvas de moluscos, restos botánicos, etc.)
(Stanish y Tantaleán 2012).
Por otra parte, las excavaciones en el Sector A, en el montículo piramidal principal, se extendieron so-
bre el talud sur del edificio, que se prolonga desde el área de unión de la tercera plataforma con la segunda
plataforma hasta la base del edificio. Este sector también se encuentra alineado en un eje este-oeste por 16
metros y en el eje norte-sur por 12 metros, lo cual suma un área de excavación aproximada de 192 metros
cuadrados. Las excavaciones comprobaron que este edificio fue esencialmente una construcción vinculada
a personas que utilizaron cerámica del estilo Paracas. Asimismo, se pudieron identificar hasta siete fases
constructivas en el edificio, de las cuales, las cinco primeras se relacionan con el estilo cerámico Paracas; y
las dos últimas, con eventos postparacas (vinculadas a los estilos cerámicos Topará y Carmen respectiva-
mente) (Fig. 7). La primera fase constructiva constaba de una pequeña plataforma construida con piedras
semicanteadas de gran tamaño, alineadas en un eje este-oeste. Sobre esta primera fase arquitectónica, se
construyó una plataforma de barro de color amarillento con muros de piedra canteada, sobre la cual se
superpusieron muros de contención y rellenos de adobes cónicos enteros o fragmentados y barro, como los
que ya había previamente descrito Canziani (1992, 2009).
Asimismo, se pudo recuperar dentro de los contextos arqueológicos más seguros, fragmentería de cerá-
mica relacionada con lo que Dwight Wallace denominó como «Fase» o «Estilo Pinta» (Wallace 1985:69;
Menzel 1971: 60-62; Silverman 2009: 489), un estilo cerámico local producido en el valle de Chincha,
pero que está relacionado tanto estilística como temporalmente con el estilo Paracas Cavernas de Julio C.
Tello (Tello y Mejía Xesspe 2005 [1959]: 273, 1979: 113). Sin embargo, Pinta representaría un subestilo
dentro del estilo cerámico Paracas3. De igual modo, esta cerámica pinta también está relacionada con las fa-
ses Ocucaje 8 y 9 de la secuencia de Ica (Menzel et al. 1964; Wallace 1985; Silverman 2009: 489) (Fig. 8).
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Figura 6. Mapa de Cerro del Gentil con excavaciones de 2012 y 2013. Plano de Hans Barnard modificado por Alexis
Rodríguez Yabar.
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(1992: 105) (Fig. 6). De acuerdo con nuestras excavaciones, para empezar a construir el patio hundido,
primero se colocó un piso grueso de fundación preparado con arcilla. Este piso de arcilla fue plenamente
identificado hacia el oeste de la segunda plataforma y corre por debajo de los muros del patio hundido.
Sobre este primer piso, se colocó un relleno de tierra y piedras angulosas pequeñas con muy escaso ma-
terial arqueológico, salvo restos de hojas y tallos de maíz. Sobre el material que cubrió el primer piso, se
construyó un nuevo piso que se encontraba asociado directamente a los muros que se levantaron y que de-
limitaron al primer patio hundido. Esta primera fase de construcción, denominada como «Fase Amarilla»,
incluye como principal elemento arquitectónico a un patio cuadrangular hundido, que tiene 12 por 12
metros aproximadamente de lado y unos 2,50 metros de profundidad (Fig. 9). Los muros de este patio
hundido están orientados perfectamente a los puntos cardinales. Es importante mencionar que, en las
excavaciones, solamente se hallaron los paramentos internos de los muros norte, oeste y sur, mientras que
el paramento del muro este no ha podido ser ubicado. Ello se debe a que este lado del patio se prolonga
al este, internándose por debajo de toda una plataforma postparacas, atribuible a la fase arquitectónica
vinculada con los materiales del estilo Topará.
Luego de un tiempo de uso, un nuevo patio perteneciente a la «Fase Gris» fue construido dentro del
área abierta del patio hundido original, de manera tal que quedó inserto dentro del primero. Este nuevo
patio tuvo menores dimensiones (siete por siete metros aproximadamente por lado), con todos los muros
orientados a los puntos cardinales, con excepción del muro norte, que estaba desviado unos grados hacia
el sur-oeste (Fig. 9). Prácticamente, tuvo la misma altura que el patio más antiguo, unos 2,40 centímetros,
y tuvo como base un piso que se superpuso a la capa que cubría el piso del patio anterior. Para otorgarle
estabilidad y solidez a este patio (y, quizá también para enterrar ritualmente y conservar al primer patio), se
realizó un rellenado de los espacios vacíos que quedaron entre la cara externa del muro de la fase amarilla
y la nueva pared interna del patio cuadrangular más pequeño de la fase gris. Este relleno se realizó con
tierra amarillenta libre de piedras grandes, pero con algunos fragmentos de cerámica decorada Paracas
Tardío (Fig. 10), que se pueden correlacionar con las fases Ocucaje 8 y 9 de Ica. Todo este relleno fue
homogéneo, salvo en la esquina noroeste, en la que se encontró una gran deposición de ceniza mezclada
con material botánico. Esta se encontraba delimitada por un pequeño paramento de piedras de tres hileras.
En su interior, se encontró grandes cantidades de hojas de maíz y fragmentos de cerámica decorada con
restos de hollín —posiblemente, utilizada para la cocción o preparación de alimentos—, que luego fueron
internados en el relleno.
Finalmente, este patio hundido fue rellenado en su totalidad por una serie de capas de tierra intercaladas
con capas de hojas de maíz y que incluyó conjuntos cerámicos fragmentados y colocados junto con las capas
de relleno. Asimismo, adentro de estas capas de relleno, se depositaron vasijas de cerámica de gran formato
(casi todas de función doméstica) asociadas con otros artefactos (Fig. 11). De especial mención, es la ofrenda
registrada como el locus 97, que se trata de una olla sin cuello, de gran formato, con huellas de cocción.
Esta contuvo, al menos, 60 especímenes que incluyeron cestas, mates pirograbados y sin decorar, vasijas y
paquetes en cuyo interior se hallaba cabello humano (Fig. 12). Otros «pagos» u «ofrendas» fueron de ma-
terial botánico, especialmente preparados como artefactos de madera atados con soguillas o acumulaciones
de cañas dispuestas horizontalmente siempre cercanos a los paramentos externos de los muros del patio.
Adicionalmente, en la esquina sureste del patio, muy próximo al piso de este, se halló un atado de huesos
de extremidades de camélidos muy pulidos, que se mantenían juntos mediante una soguilla de fibra vegetal.
Un hallazgo relevante dentro de este relleno fue que, en sus capas superiores y próxima a la esquina
sureste, se encontró un fardo funerario asociado a vasijas de cerámica, maíces y mates (Fig. 13). Como
«marcador» de este fardo funerario se hallaron ramas y raíces de árbol de pacae (Inga feuillei sp.). Estos
restos vegetales estaban insertos dentro de una pequeña estructura circular, hecha sobre la base de piedras
de gran tamaño y en cuyo interior se albergaba una cantidad importante de hojas de pacae. Una vez reti-
rado este conjunto vegetal, se encontraba el fardo funerario y sus elementos asociados. Gracias a la aper-
tura del fardo en el laboratorio, se registraron diferentes capas textiles, uno de ellos realizado con fibra de
camélido y con diseños complejos (Figs. 13 y 15). Dentro del fardo, se encontraron los restos del cuerpo
de un infante, de unos seis años de edad, con el cráneo modificado de forma alargada oblicua, similar a
algunos observados en individuos recuperados de contextos funerarios excavados por Tello en las tumbas
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Figura 9. Plano de las excavaciones en el patio hundido de Cerro del Gentil con las Fases Amarilla y Gris (Dibujo: A. Rodríguez
Yabar).
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Figura 10. Vista panorámica desde el oeste de las excavaciones del patio hundido.
Figura 11. Reconstrucción de vasijas, incluyendo la de la ofrenda del locus 97 (arriba a la izquierda). Escala un metro (Dibujo:
Miguel Valqui Güimack).
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Figura 12. Parte de los artefactos que compusieron la ofrenda del locus 97. Escala 10 centímetros.
Figura 13. Vista del fardo funerario (Locus 150) en proceso de apertura. El diseño textil está representado en la figura 15.
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«Cavernas» de la península de Paracas (Tello y Mejía Xesspe 1959: 75; Tello 2009: 52, 125, 184). Asociado
al exterior del fardo, había una vasija cerámica, cestas de junco, mates sin decoración y un conjunto de
maíces amarrados entre sí mediante soguillas (Fig. 14). Adicionalmente, se encontraron asociadas al fardo
bolsas que contenían mazorcas de maíz.
Toda la cerámica relacionada con estas capas de relleno, y las mismas ofrendas cerámicas y de mates
pirograbados, están vinculadas a las fases 8 y 9 de la secuencia de Ocucaje (Menzel et al. 1964) (Figs. 16 y
17). Se ha podido definir, a través del estudio de la cerámica, que todo este evento de relleno se dio en un
lapso de tiempo muy corto y relacionado con el abandono del edificio y, en especial, del patio hundido.
Adicionalmente, contamos con fechados radiocarbónicos que datan a algunas de las ofrendas y a un piso
entre el siglo IV y el II a.C. (Tabla 1). Asimismo, relacionados con los patios hundidos y como parte del
mismo proyecto constructivo, se han hallado recintos y superficies que tienen un correlato con las activi-
dades realizadas en este edificio.
Como ya se había planteado desde las investigaciones de la temporada de 2012, luego de la ocupa-
ción Paracas Tardío (Ocucaje 8 y 9), se construyó la plataforma más alta del edificio principal de Cerro
del Gentil. De este modo, el aspecto final del edificio respondió a un evento postparacas, vinculado con
una tradición de adobes de tipo topará, muy semejantes en forma y colocación a los que registró Peters
(1987-1988: 32) cuando excavó en el sitio de Chongos en Pisco. De hecho, la variedad cerámica chongos
blackware4 —perteneciente al estilo Topará (Peters 1997: 496)—, que difiere significativamente de la cerá-
micas paracas tardío (fases Ocucaje 8 y 9) (Massey 1991: 339), fue encontrada durante las excavaciones de
las capas más superficiales de Cerro del Gentil y en las recolecciones superficiales.
Posterior a la reconstrucción con adobes de estilo Topará, el edificio no parece haber recibido ninguna
protección tras su abandono, lo cual se puede corroborar por la inexistencia de una cobertura de arena,
tierra o piedras que la protegiese de la erosión y los fenómenos naturales. Por el contrario, el edificio sufrió
deterioro en sus muros, enlucidos y pisos; y, en muchos casos, estos fueron reutilizados y destruidos por el
grupo humano relacionado con el estilo cerámico Carmen.
A ello se debe agregar que se han realizado excavaciones restringidas en los límites oeste y este del
edificio para definir su acceso principal. Según estas excavaciones, el mejor candidato para dicho acceso se
encontraría al oeste, mirando en dirección al mar.
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Figura 14. Cráneo del infante del fardo funerario y objetos asociados (Locus 150). Escalas de 5 y 10 centímetros respectivamente.
Figura 15. Diseño de un textil del fardo funerario (Locus 150). (Dibujo original: Sarah Kerchusky, modificado por Alexis
Rodríguez Yabar).
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Tabla 1. Fechados radiocarbónicos obtenidos de los sitios de El Mono y Cerro del Gentil.
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Figura 16. Fragmentos paracas excavados en el relleno del patio hundido de la Fase Gris. Escala cinco centímetros.
Figura 17. Vasija de estilo cerámico Paracas con diseño del Ser Oculado. Escala de 10 centímetros.
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Figura 18. Reconstrucción esquemática del Complejo El Mono (Dib.: Miguel Valqui Güimack sobre vista oblicua tomada de
Google Earth).
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Figura 19. Mapa preliminar de los geoglifos y sus proyecciones, elaborado por Charles Stanish.
Figura 20. Vista de un geoglifo. Se indican las dos líneas que forman un «camino» que se dirigen directamente hacia la pirámide
de Cerro del Gentil.
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espacios arquitectónicos que incorporaban y concentraban una alta carga ideológica y/o religiosa. A través
de esta economía ritual, las élites paracas pudieron reunir y acceder al trabajo y a los bienes producidos por
los grupos humanos que habitaban cerca de estos sitios. La construcción, el mantenimiento de las plata-
formas y, en especial, el entierro del patio hundido en Cerro del Gentil —asociado con la fina cerámica
paracas—, es parte de estas prácticas socioeconómicas y sociopolíticas. Otra parte importante de esta eco-
nomía ritual se enfocaría en la construcción y mantenimiento del sistema de canales que irrigaba los campos
agrícolas y llevaba agua fresca a los mismos complejos piramidales del valle bajo. Cabe anotar que no es una
casualidad que un importante canal de agua pase muy cerca a Cerro del Gentil y al Complejo de El Mono.
Asimismo, las investigaciones realizadas comienzan a apoyar las observaciones hechas en otras áreas de
los Andes prehispánicos, donde se repiten ciertos elementos relacionados con la economía y su expresión
fenoménica andina. En este mismo sentido, la existencia de mercados de trueques en dichas zonas interme-
dias, de transición o chaupiyungas es un planteamiento que ayuda a entender de mejor manera el ritual en
esta y otras zonas (Stanish y Coben 2013). Los geoglifos o caminos rituales que desembocan en edificios,
como Cerro del Gentil o El Mono, ubicados al borde de la pampa desértica, precisamente antes de llegar
al valle cultivado, formarían parte de este sistema de intercambio antiguo y tradicional. Alternativamente,
también, se puede postular que distintas comunidades con diferentes técnicas y formas de organización del
trabajo están compartiendo la pampa en su camino hacia los sitios del valle bajo de Chincha y el litoral. En
este paisaje construido socialmente, estos edificios piramidales son lo más relevante.
Además, esta investigación evidencia que los geoglifos están vinculados con la observación y el segui-
miento de los movimientos del sol, especialmente durante el solsticio de junio, algo que guarda coherencia
con grupos sociales cuya principal actividad era la agricultura. Este paisaje altamente ritualizado fue cons-
truido y reconstruido por los grupos humanos a través de prácticas religiosas reiterativas realizadas en la
pampa improductiva agrícolamente. De hecho, según las investigaciones realizadas, algunos edificios del
Complejo de El Mono siguen la misma orientación hacia el solsticio de junio, articulándose muy bien con
un conjunto de geoglifos de la pampa de El Carmen (Fig. 21).
Si bien en esta investigación no se ha detectado una ocupación doméstica vinculada directamente con
el momento de construcción de la plataforma de Cerro del Gentil y las que se han reportado en El Mono
son mínimas, lo que se plantea es que la principal ocupación doméstica se habría dado en áreas más cerca-
Figura 21. Foto con el edificio de El Mono alineado con el solsticio de junio (Ilustración: Charles Stanish).
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nas a fuentes de agua o en el mismo fondo del valle. De hecho, en la parte baja de la quebrada al norte de
Cerro del Gentil, se ha registrado cerámica paracas asociada a posibles estructuras domésticas. Esto obede-
cería al hecho de que la quebrada ofrece una mejor protección del viento y está más cercana a las fuentes
de agua. También, valdría la pena plantear que los edificios principales paracas habrían concentrado a la
población que habitaba dispersa en el fondo del valle y, en el caso de Cerro del Gentil, además, estarían
atrayendo grupos de personas de las partes altas del valle. A unos 25 kilómetros valle arriba de la pampa
de El Carmen, se encuentran los petroglifos de Huancor, en el sector de chaupiyunga del valle de Chincha
(Uhle 1924: 91). En el sitio, existen petroglifos que ostentan una clara vinculación iconográfica con dise-
ños encontrados en otros soportes relacionados con el estilo Paracas5 (Van Hoek 2013). La escasez de sitios
Paracas entre Cerro del Gentil y Huancor podría deberse a problemas en su registro, a la estrechez del valle
en ese sector que no permitiría el desarrollo de asentamientos extensos o que no poseían las características
necesarias buscadas por la élite paracas. Sin embargo, también, se podría ver esta situación como una con-
formación discontinua de la ocupación del valle durante tiempos tempranos. De esta manera, este modelo
de explicación social, en el que las chaupiyungas en tanto zonas de transición o espacios intermedios entre
dos áreas ecológico-sociales jugaron un rol importante en las integraciones económicas y políticas tempra-
nas entre los grupos sociales de costa y sierra, debe verse a nivel de toda la cuenca hidrográfica. Trabajos
recientes en Palpa (Unkel et al. 2012: 2298) evidencian que hay sitios relacionados con cerámica de estilo
Paracas en zonas elevadas (3200 metros sobre el nivel del mar) del valle. En un futuro cercano, sería im-
portante explorar esa posibilidad en la parte serrana del valle de Chincha.
Finalmente, el abandono de los edificios públicos paracas en el valle medio de Chincha, así como los
cambios en la ocupación humana de los valles al sur —como Pisco o Ica— asociada a la aparición del es-
tilo cerámico Topará (Massey 1986: 302, 1991: 329; Peters 1987-88; Cook 1999; Silverman 2009: 466),
expone una diferencia notable con respecto a lo observado contemporáneamente para la cuenca del Río
Grande. Ello es resaltante en el caso de Nazca, en donde los asentamientos con presencia de material para-
cas se extendieron y ampliaron edificios y geoglifos, lo cual generó un extenso complejo de relaciones socia-
les interregionales y, consecuentemente, desplazó el centro de poder económico y político a dicha cuenca
(Silverman 1997). A diferencia de ese escenario, en el valle de Chincha, lo que sigue a la ocupación paracas
está relacionado con el estilo cerámico Topará (Wallace 1986; Peters 1997). Este es muy conocido por los
hallazgos en la península de Paracas (Tello 1959; Tello y Mejía Xesspe 1979), pero es un estilo cerámico
escasamente conocido en la quebrada del mismo nombre (Wurster 1997) y en el mismo valle de Chincha
y Pisco (Silverman 1997). Los edificios públicos de Cerro del Gentil y El Mono ofrecen evidencias de un
abandono relativamente rápido. En el caso de El Mono, tras su abandono no volvió a ser ocupado. En el
caso de Cerro del Gentil, después del enterramiento del segundo patio hundido, se dio una reocupación y
modificación del edificio principal por grupos humanos que utilizaron el estilo cerámico Topará. Todo esto
podría ser interpretado a partir de cambios económicos y políticos rápidos y dramáticos, que mermaron la
capacidad de la élite paracas para mantener en funcionamiento dichos sitios. Las causas de estos cambios y
las nuevas formas sociales que se dieron a continuación en esta parte del valle necesitan ser estudiadas con
mayor detalle, lo cual contribuirá a entender el proceso histórico del mismo.
Agradecimientos
Los autores desean agradecer especialmente el apoyo económico de la National Geographic Society, del
Cotsen Institute of Archaeology de la University of California en Los Angeles (UCLA) y del Institute of
Field Research (IFR), a los señores B. Hector MD., H. Bass esq., y al Lic. C. Steinmetz por su apoyo.
De igual manera, se agradece al Ministerio de Cultura del Perú por otorgar los permisos respectivos para
realizar las investigaciones y a Rubén García y Susana Arce por su apoyo desde la Dirección Regional de
Cultura Ica. Se reconoce a los alumnos de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM),
que apoyaron durante las dos últimas temporadas de campo. También, se agradece a la empresa BAMAR-
Compañía Agreoexportadora «Virgen del Rosario», y a su propietario el señor Luca Baraka por permitir
trabajar en sus predios. Al Dr. Lumbreras por sus sabios consejos y comentarios. Asimismo, se agradece
a los estudiantes de Arqueología de la UNMSM por colaborar con las excavaciones. Ben Nigra agradece
ISSN 1029-2004
PARACAS EN EL VALLE DE CHINCHA: NUEVOS DATOS Y EXPLICACIONES 53
Notas
1
Esta fue originalmente denominada por Tello (Tello y Mejía Xesspe 1979) como «Paracas Necrópolis».
2
Además de estos dos sitios, se ubicaron otros nueve que contuvieron fragmentos cerámicos que podrían
ser asignados a estilos del Período Formativo.
3
Las vasijas de este subestilo Pinta tienen como características decorativas el uso de pinturas resinosas apli-
cadas después de la cocción, con una diversa gama de colores, entre los que destaca el amarillo,el rojo, el
azul y el verde. Las áreas de color están delimitadas por líneas incisas, que forman diversos diseños escalona-
dos, franjas verticales y diagonales; y, en algunos casos, se observan diseños de personajes estilizados. Otra
característica del subestilo Pinta es la decoracion negativa en la superficie de las vasijas, lograda a través de
la técnica de la pintura por reserva. Fragmentos de vasijas del subestilo Pinta también fueron recuperados
en las excavaciones del edificio C1 del sitio de El Mono, realizadas por Elisabeth Isla (1992) como parte
de las excavaciones del Indea de la década de 1980. Ello no resulta extraño, puesto que Wallace (Lanning
1960: 417) definió este «estilo» sobre la base de sus observaciones en este sitio.
4
La variedad chongos blackware tiene como principal característica el sofisticado control de la cocción re-
ductora que le da ese color negro característico. Las formas típicas son tazones con sus superficies bruñidas
y con decoración en el interior de motivos «en los cuales las líneas negras brillantes producen patrones en
el fondo negro algo brillante de la superficie de la vasija» (Peters 1997: 496).
5
Resulta relevante indicar que la ubicación de Huancor en la zona de chaupiyunga es similar a la del com-
plejo de petroglifos de Chichictara en el valle de Palpa, donde también se han registrado diseños de estilo
Paracas (Fux et al. 2009: 360).
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