Procesos Psicosociales Aplicados A La Enfermería
Procesos Psicosociales Aplicados A La Enfermería
Procesos Psicosociales Aplicados A La Enfermería
APLICADOS A LA
ENFERMERÍA
UNIVERSIDAD DE LA LAGUNA
GRADO ENFERMERÍA
COSITAS IMPORTANTES DE ESTA ASIGNATURA
1. INTRODUCCIÓN:
1. Estabilidad y continuidad.
Pese a la variedad y complejidad de conductas que realizamos y los
entornos en los que actuamos, tenemos la sólida sensación de ser
siempre los mismos. Las personas están convencidas de que su yo
actual es la continuidad del joven y del niño, y que todo su pasado
ha dado lugar a lo que es hoy. La sensación de estabilidad y
continuidad se consigue gracias a la memoria reconstructiva.
Por ejemplo, las personas que, con el tiempo, han pasado de
tímidas a extrovertidas y se definen ahora como tales, tienden a
recordar recurrentemente aquellos episodios en los que eran
extrovertidas.
4. Corporeidad.
El sentido de estar localizado en los limites físicos del propio cuerpo articula los cimientos de
nuestro autoconcepto físico.
6. Conciencia de sí mismo.
El yo es consciente de que es consciente y, por tanto, que puede reflexionar sobre la propia
mente y los propios pensamientos. Esta autoconciencia es importante para interpretar el
mundo y hacer planes de acción con el objeto de cambiarse a sí mismo
e interactuar con los demás.
4) Las pertenencias sociales establecen "qué" somos y "dónde"' estamos como seres
sociales.
Es importante que cuando pertenecemos a un grupo social nos identifiquemos con ellos, nos
va a dar identidad, por ejemplo pertenecer a una religión determinada, a un partido político o
a una ONG
1. Los individuos están tan interesados en tener una imagen positiva de sí mismos que hay
muchos datos que ponen en duda la precisión de la información que manejamos.
De hecho, la mayoría de las personas creen conocer sus habilidades y rasgos, y elaboran planes
de acción de acuerdo con ellos. Pero no siempre lo que parece lógico es cierto
2. Las personas no tenemos acceso a toda la información que procesa nuestro cerebro.
3. Las personas no nos damos cuenta de muchas cosas que suceden en la mente.
4. Las personas nos conocemos mal porque no advertimos el poder que tiene la situación
sobre nosotros.
6. Las personas nos conocemos mal porque nos equivocamos al predecir nuestras conductas y
pronosticar nuestro futuro. creamos una imagen de futuro o proyeccion diferente y
generamos unas expectativas irreales de nuestaras conductas, aunque está impresision nos
ayuda a ser felices
3. Ante estas situaciones las personas a veces emplean formas de afrontamiento poco eficaces.
AGRESIÓN
EXCUSAS
EVASIÓN
4. Desde el punto de vista psicológico, el estado de malestar y sufrimiento tiene que ver con un
debilitamiento de la acción del sistema inmunopsicológico del individuo.
El sistema inmunopsicológico está conformado por procesos que vienen ya prediseñados en el
sistema biológico inteligente y son los encargados de cicatrizar las heridas que experimentan
las personas a lo largo de su vida.
Aquí nos referiremos básicamente a tres: el procesamiento sesgado de la información
autorreferente y dos ilusiones positivas. la ilusión de control y el sesgo optimista.
Un problema que tiene la ilusión de control es que es vulnerable a eventos críticos que
desacreditan la creencia de control.
Seligman (1975) definió la indefensión aprendida como la creencia de que los resultados de un
individuo son independientes de sus acciones
Al pensar en su futuro, las personas creen que tendrán más probabilidades que sus pares de
tener éxito en su carrera profesional, tener relaciones amorosas estables y felices, ganar más
dinero y vivir experiencias inolvidables. Y respecto a eventos negativos, creen que tendrán
menos probabilidades de ser víctimas de accidentes , caer enfermos, deprimirse o quedar
Involuntariamente embarazada.
Sabiendo como sabemos que el cerebro en su integridad sí que puede ser consciente, una
buena pregunta para empezar es si hay alguna parte del cerebro necesaria para generar la
consciencia. Sorprendentemente, la corteza prefrontal, la parte más anterior y evolucionada
del cerebro, aunque necesaria para pensar, razonar y tomar decisiones, no parece necesaria
para la consciencia, pues los individuos que han sufrido traumas o accidentes que han dañado
esa parte de sus cerebros pueden seguir siendo conscientes aunque tengan alterada su
capacidad de razonamiento. La consciencia tampoco desaparece cuando se dañan otras partes
importantes del cerebro como el hipocampo, relacionado con la formación de la memoria, o el
cerebelo, relacionado con la coordinación de los movimientos.
En su difícil e inexorable búsqueda, los neurocientíficos han observado que la única parte del
cerebro humano que cuando se daña gravemente puede hacer desaparecer la consciencia es
el tálamo. El tálamo es un conjunto compacto de neuronas, de forma y tamaño parecido a un
huevecillo de codorniz, que se halla a cada lado en el centro del cerebro. El tálamo es la parte
del cerebro que recibe la información de los diferentes órganos de los sentidos y la distribuye
por diferentes áreas de la corteza cerebral, con la que tiene abundantes conexiones nerviosas
recíprocas. Muchas de esas conexiones le sirven para mantener activa la corteza cerebral y
son, precisamente, su parte más sensible para la consciencia, es decir, la parte del tálamo que
siempre que se daña se pierde la consciencia. Lógicamente, esto último ha hecho pensar a los
neurocientíficos que el tálamo es necesario para la consciencia.
Pero ahora sabemos también que cuando se anestesia a un individuo, la corteza cerebral se
desactiva antes que el propio tálamo, el cual puede seguir activo hasta 10 minutos después de
que el sujeto ya esté totalmente inconsciente. Si la actividad del tálamo fuera suficiente para la
consciencia, eso no podría ocurrir nunca. Más que en el tálamo, la clave del estado consciente
parece radicar entonces en la corteza cerebral, pues cuando ésta se desactiva la consciencia
desaparece. No obstante, eso no le quita importancia al tálamo que puede ser el encargado de
mantenernos normalmente conscientes haciendo que se mantenga activa la corteza cerebral.
El tálamo sería equivalente a un proyector de cine y la corteza cerebral a la pantalla sobre la
que proyecta. Sin proyector, es decir, sin tálamo, no hay consciencia, pero ésta se origina
cuando la pantalla se ilumina, es decir, en la corteza cerebral, no en el proyector. Ello podría
explicar el caso de un paciente que llevaba seis años en estado vegetativo de mínima
consciencia y pudo recuperar parte de ella cuando se estimuló eléctricamente su tálamo en el
quirófano. O sea, al estimular su tálamo se activó su corteza cerebral originando un principio
de estado consciente.
Suponiendo que la corteza cerebral es la parte del cerebro que hace posible la consciencia, los
científicos se preguntan cómo han de activarse o qué hacen sus neuronas para que estemos
conscientes. Para responder a ésta cuestión se han propuesto diferentes hipótesis no
necesariamente excluyentes, pues todas ellas parecen tener algo de verdad y podrían ser
complementarias.
La primera hipótesis establece que la ligazón o unión perceptiva de los diferentes elementos
que integran la consciencia podría originarse reuniendo el resultado de los diferentes
procesamientos en algún lugar del cerebro que actuase como un centro de integración de
información. El problema es que nadie ha hallado hasta el momento en el cerebro un lugar
semejante, esa especie de estación final común a la que llegarían todos los trenes.
Es por eso que otros neurocientíficos han planteado una segunda hipótesis, a saber, que la
unidad perceptiva se logre no reuniendo, sino sincronizando con precisión la actividad eléctrica
de las neuronas de las diferentes áreas de la corteza cerebral que procesan los diversos
atributos de la información consciente. Pensemos en una orquesta sinfónica. Cuando los
músicos se preparan para una actuación, afinando cada uno de ellos sus instrumentos por
separado, lo que oímos son sonidos diferenciados y dispersos, sin armonía, como formando
parte de múltiples melodías. Pero cuando los diferentes instrumentos suenan de manera
sincronizada, siguiendo la partitura y bajo la batuta del director, lo que percibimos es una
única y armoniosa melodía. De modo semejante, la actividad de las neuronas de las diferentes
regiones de la corteza cerebral que procesan diferentes características de los estímulos (su
tamaño, su forma, su color, etc.), podría originar una percepción consciente unificada cuando
todas ellas producen al unísono el mismo tipo de descargas eléctricas rítmicas, es decir,
cuando presentan una actividad eléctrica sincronizada. Según esta hipótesis, la actividad
electro fisiológica sincronizada de diferentes áreas del cerebro, particularmente de la corteza
cerebral, es lo que permitiría que tengamos una experiencia consciente única y no
fragmentada.
Pensemos ahora en un buen equipo de fútbol. Cada jugador sería equivalente a uno de los
circuitos neuronales que procesan un aspecto determinado de la información como, por
ejemplo, el nombre de una persona, el lugar donde vive o el trabajo que hace. Si todos los
jugadores están acoplados, el equipo funciona como una unidad, lo que sería equivalente a
todos los circuitos neuronales acoplados generando el estado consciente. Si los jugadores se
desacoplan y juega cada uno por su cuenta, el equipo se descompone, lo que equivaldría a que
los circuitos neuronales se desacoplan y al estado inconsciente. El pensamiento o contenido de
la consciencia en cada instante equivaldría al del jugador que en ese instante tiene la pelota. El
pase de la pelota de un jugador a otro equivaldría a cambiar de pensamiento consciente y la
facilidad y rapidez de ese pase se correspondería con la facilidad y rapidez con que el
contenido de la consciencia puede cambiar de momento a momento, pues casi
instantáneamente podemos dejar de pensar en cómo es dicha persona para pasar a pensar en
dónde vive, en lo que hace, o incluso en otra cosa completamente diferente a que nos lleve el
pensamiento en curso. Según los detalles de la teoría, el estado consciente sólo sería posible
en la medida en que un número mínimo de jugadores permaneciesen acoplados, lo que
equivaldría a un mínimo de circuitos neuronales funcionalmente integrados.
Asimismo, cualquier causa como, por ejemplo, una droga que bloquease o desestabilizase la
actividad normal del cerebro o alguno de sus circuitos neuronales, podría reducir la
información disponible (en la metáfora anterior el número de jugadores trabajando en equipo
y, con ello, el grado de consciencia posible en tales circunstancias). Los investigadores han
hallado pruebas a favor de esta teoría mediante experimentos con neuroimágenes funcionales
en humanos donde se ha observado que la actividad cerebral que origina la percepción
consciente de una palabra se extiende a muchas regiones cerebrales, mientras que las que
genera la misma palabra cuando no es conscientemente percibida se limita a regiones mucho
menos extensas y funcionalmente separadas.
Como conclusión general podemos decir que la consciencia es un estado de la mente generado
por la corteza cerebral mediante procesos de recurrencia, sincronización o integración de la
actividad de las neuronas de sus diferentes circuitos, para lo cual es necesaria la influencia
sobre las mismas del tálamo y también de otros núcleos subcorticales y del tronco del
encéfalo. Nótese que aunque estas hipótesis nos indiquen cuál es la actividad cerebral
necesaria para que seamos conscientes, no nos explican cómo esa actividad es capaz de
originar la emergencia, es decir, cómo se convierte en pensamiento e imaginación.
2. EL SESGO DE AUTOENALTECIMIENTO
D. Las personas sobrevaloran su valía personal y colocan tanto sus capacidades como sus
habilidades sociales por encima de la media (sesgo "mejor que la media”). Este sesgo se
mantiene porque cada individuo se fija en una faceta distinta. Por ejemplo, la mayoría de los
conductores se sienten mejores conductores que la media porque, posiblemente, estén
atendiendo, unos a la seguridad, otros al conocimiento que tienen del motor y otros a lo
respetuosos que son con las normas de tráfico.
E. Las personas definen los rasgos de personalidad de modo diferente según sea para
describirse a sí mismo o para describir a los otros. Atribuyen un significado más positivo a los
rasgos aplicados a sí mismos que a esos rasgos aplicados a los demás.
F. Las personas tienden a evaluar positivamente aquellas cosas que están asociadas a ellos.
G. Las personas tienden a compararse con otras que son peores que ellas porque así se
sienten mejores consigo mismo: “si bien tengo rasgos negativos, otros los tienen también y en
mayor grado”
3. EL SESGO DE IMPACTO
Una de las más famosas investigaciones sobre la persecución de la felicidad se remonta a 1978.
El psicólogo Philip Brickman dirigió un estudio cuyo objetivo era determinar si las personas que
habían ganado la lotería eran más felices. Brickman interrogó a veintidós ganadores de la
lotería de Illinois, que, de media, habían recibido medio millón de dólares por cabeza, siete de
ellos incluso habían ganado un millón. A cada uno le hizo la más sencilla y directa de las
preguntas: “¿Cuán feliz eres después de haber ganado la lotería?”. Como era previsible, los
veintidós afortunados se declararon mucho más felices que antes de hacerse ricos.
Pero un año después, Brickman y sus colegas contactaron con las mismas personas y les
plantearon nuevamente la pregunta.
En esta ocasión, los entrevistados dieron a entender que haber ganado la lotería no había
marcado ninguna diferencia respecto de su felicidad, en general. Entonces, Brickman comparó
las respuestas de los nuevos millonarios con las de otras veintidós personas elegidas al azar de
una guía telefónica de Illinois, y no advirtió ninguna diferencia significativa. Los ganadores
quizás habían podido permitirse vacaciones de cinco estrellas, una casa más grande y un coche
nuevo, pero el impacto de estos cambios sobre el grado de felicidad de su vida no había sido
decisivo y estaba destinado a apagarse del todo en poco tiempo.
¿Cómo explicar estos resultados tan contraintuitivos? Según parece, no tenemos una idea tan
clara de qué podría hacernos verdaderamente felices. Lo demuestra la segunda parte de la
misma investigación. En efecto, Brickman y sus colegas también entrevistaron a veintinueve
personas que, a causa de accidentes de tráfico, eran discapacitados, de las piernas o de los
brazos. Apenas después del trágico acontecimiento, éstas se declararon terriblemente infelices
y desesperanzadas; pero al cabo de un año, el grado de satisfacción de su vida no era
significativamente distinto de aquel del grupo de control. Evidentemente, el impacto del
acontecimiento extraordinario sobre la felicidad en la vida tanto del parapléjico como del
ganador de la lotería acaba siendo absorbido por los «pequeños» asuntos de la cotidianidad
que no están conectados directamente a su situación «especial». Por tanto, con el paso del
tiempo, ambos tenderán a adaptarse a la nueva situación, a preocuparse de qué desayunar, de
aquella noticia política, de la boda de un hermano, etc.
Pero siempre ocurre. Las cosas maravillosas son especialmente maravillosas la primera vez. A
partir ese momento la utilidad esperada desciende y comenzamos a adaptarnos a toda prisa,
de modo que la experiencia nos reporta cada vez menos placer. Los psicólogos llamamos a
este fenómeno habituación y los economistas utilidad marginal decreciente. Esto hace que los
primeros besos a la persona deseada, en contraste con los siguientes tengan el valor de un
narcótico incomparable. Aun a costa de parecer prosaico, si el primer beso apasionado tiene
para mí un valor de diez y dos besos un valor de 15 y tres besos un valor de 18 entonces el
valor o utilidad marginal del segundo beso es 15 -10 es decir cinco, en tanto que en el tercer
beso es de 18 -15 o sea tres.
Los mecanismos de la atención nos explican, pues, por qué tantas personas persiguen un
sueldo elevado: sencillamente exageran el impacto que éste tendrá en su propia felicidad. Y
nos explican también por qué los efectos a largo plazo de los cambios notables en nuestra
vida, como ganar la lotería, o un accidente grave, son escasos: a largo plazo nos adaptaremos a
las nuevas circunstancias más de lo que tendemos a creer, y nuestra atención acabará
volviendo a ocuparse de todos aquellos aspectos «ordinarios» de nuestra existencia que
pueden parecer, quizá, menos sobresalientes, pero que determinan el grado efectivo de
nuestra felicidad vivida y no sencillamente «proyectada». En conclusión, una píldoras de
sabiduría para no caer en la trampa (y quizá ser más felices): «Nada en la vida es tan
importante como pensamos que es en el preciso momento en que lo pensamos».
4. EL SISTEMA INMUNOPSICOLOGICO
De igual modo, cuando nos enfrentamos al dolor del rechazo, la pérdida, la mala suerte y el
fracaso, el sistema «inmunopsicológico» no debe pasarse al defendernos («Soy perfecto y
todos están contra mí») ni debe fallar a la hora de defendernos bien («Soy un fracasado y
tendría que estar muerto»). Un sistema inmunopsicológico sano alcanza un equilibrio que nos
permite sentirnos bien para enfrentarnos a nuestra situación, pero lo suficientemente mal
para hacer algo al respecto («Sí, ha sido una actuación pésima, y me siento mal por ello, pero
tengo la confianza suficiente para volver a intentarlo»). Necesitamos que nos defiendan -no
estar indefensos, ni a la defensiva- y por eso nuestra mente busca, por lo general, el mejor
punto de vista de las cosas al tiempo que insiste en que esas visiones se ajusten de forma
lógica a los hechos. Esa es la razón por la que las personas aspiran a tener oportunidades de
pensar sobre sí mismas de manera positiva, pero suelen rechazar las oportunidades de pensar
en ellas de formas positivas aunque nada realistas. Por ejemplo, con frecuencia cambiamos de
amigos cuando éstos no tienen una buena opinión de nosotros, pero también lo hacemos
cuando esa opinión es exageradamente buena. A nadie le gusta tener la sensación de que le
están engañando, aunque el engaño resulte un placer. Con el objeto de mantener el delicado
equilibrio entre la realidad y la ilusión, buscamos las visiones positivas de la experiencia, pero
sólo nos permitimos aceptar esas visiones si parecen creíbles. Así que ¿qué convierte a una
visión en creíble?
La mayoría de nosotros da mucha importancia a lo que dicen los científicos porque sabemos
que llegan a sus conclusiones mediante la recopilación de pruebas y el análisis de hechos. Po
ello, no resulta sorprendente que consideremos nuestras visiones creíbles cuando se basan en
hechos observables, y que las consideremos increíbles cuando se basan en deseos y fantasías.
Quizá nos gustaría creer que nos quiere todo el mundo, que viviremos para siempre y que las
inversiones en el sector de las altas tecnologías están a punto de volver a ponerse de moda, y
que sería bastante conveniente que sólo con pulsar un botón en la base del cráneo creyéramos
lo que deseamos. Sin embargo, las creencias no funcionan así. Durante el transcurso de la
evolución humana, el cerebro y el ojo han desarrollado una relación contractual en la que el
primero ha accedido a creer lo que el segundo ve y a no creer lo que éste niega. Opinamos que
para creer algo, debe basarse en hechos o, al menos, no contradecirlos.
Si las visiones son aceptables sólo cuando son creíbles, y si son así sólo cuando están basadas
en hechos, ¿cómo obtenemos las visiones positivas sobre nosotros mismos y nuestra
experiencia? ¿Cómo conseguimos considerarnos grandes conductores, amantes prodigiosos y
cocineros ingeniosos si los hechos de nuestra vida incluyen un patético desfile de coches con
abolladuras, parejas decepcionadas y suflés desinflados? La respuesta es simple: manipulamos
los hechos. Existen diversas y numerosas técnicas para recopilar, interpretar y analizar hechos,
y diferentes técnicas que suelen llevar a conclusiones distintas. Décadas de investigación
sugieren que, a la hora de recopilar y analizar hechos sobre nosotros y nuestras experiencias,
la mayoría de nosotros posee lo que sería equivalente a un título en Malas Ciencias.
Por ejemplo, hay estudios que demuestran que sentimos inclinación por formular preguntas
estructuradas con sutileza para manipular las respuestas que recibimos. Una pregunta como:
«¿Soy el mejor amante que has tenido en tu vida?» es peligrosa porque sólo tiene una
respuesta que pueda satisfacernos, pero una pregunta como: «¿Qué es lo que te gusta de mí
como amante?» es perfecta, porque sólo tiene una respuesta que nos pueda hundir en la
miseria. Hay estudios que demuestran que las personas se inclinan de forma intuitiva por las
preguntas que favorecen las respuestas que quieren escuchar. Y cuando las escuchan, suelen
creerse lo que han obligado a decir a otros. Ésa es la razón por la que «Dime que me quieres»
es una pregunta tan popular. En resumen, obtenemos respaldo de conclusiones que nos
favorecen escuchando las palabras que hemos puesto en labios de personas a las que hemos
preseleccionado por su disposición a decir lo que queremos oír.
Esa tendencia de buscar la información sobre quienes han tenido una actuación más mediocre
que la nuestra se hace más latente cuando uno se juega algo importante. Las personas con
enfermedades que amenazan su existencia, como el cáncer, suelen compararse con quienes
están más graves, lo que explica por qué el 96 por ciento de los pacientes de cáncer de un
estudio afirmaron tener mejor salud que el paciente medio con la misma enfermedad. Y si no
podemos encontrar personas que actúen de forma más mediocre que nosotros, quizá las
creemos. La lectura entre líneas de ese fenómeno es la siguiente: el cerebro y el ojo pueden
tener una relación contractual en la que el primero ha accedido a creer lo que ve el segundo,
pero, a cambio, el ojo ha aceptado ver lo que el cerebro quiere.
Las personas civilizadas han aprendido a base de errores que una serie de individuos injustos
pueden producir más muerte y destrucción que un ejército invasor. Para ser efectivo, un
sistema defensivo debe responder a las amenazas, pero para ser práctico, debe responder
únicamente a las amenazas que excedan algún umbral crítico. Lo que significa que las
amenazas que no alcanzan ese umbral crítico pueden tener un potencial destructivo que sea la
contrapartida de su diminuta dimensión. A diferencia de las grandes amenazas, las pequeñas
pueden pasar desapercibidas.
5. EL YO Y LA ILUSIÓN DE CONTROL
a) Una sobrestimación del control real, es decir, una elevada sensación de control en
situaciones que realmente son incontrolables, lo que constituiría una Ilusión de Control.
Los organismos expuestos a una situación incontrolable aprenden que el resultado no depende
de ellos, y esto les lleva a una serie de déficits emocionales, motivacionales y cognitivos
resultado de la exposición prolongada a situaciones incontrolables.
Ahora bien, este optimismo ante el futuro asociado a la ilusión de Control, adopta dos formas:
La primera, creer que las cosas volverán a estar bien; la segunda, creer que las cosas volverán a
estar bien a causa del esfuerzo y las habilidades personales. Esta segunda forma representa
una mejor adaptación psicológica pues incluye un estilo de afrontamiento activo que protege
de alteraciones emocionales.
La mayoría de las investigaciones se inclinan por asociar la ilusión de control con formas
activas de afrontamiento y con una estrategia positiva, a corto plazo, al reducir los niveles de
ansiedad. Sin embargo, otras aseveran que una elevada Ilusión de Control hace que la persona
no siga las pautas realmente necesarias para afrontar y controlar la situación. Ello es
especialmente negativo a largo plazo ya que la realidad puede mostrar abiertamente la
imposibilidad de control y esta decepción puede contribuir a aumentar la ansiedad.
Interno implica que la persona tiene una tendencia personal a percibir una contingencia entre
la propia conducta y determinados resultados. En otras palabras, las personas tienen la
sensación de control sobre los refuerzos que reciben. En el otro extremo, se encuentra el
Locus de Control Externo, que define a la persona que cree que los refuerzos que siguen a una
acción están bajo el control de otras personas, o bien están predeterminados, o son
incontrolables, pues dependen del destino o de la suerte. El Locus de Control Externo es la
tendencia personal a considerar que los refuerzos sólo dependen parcialmente de la propia
conducta y, en mayor medida, del azar o de conductas de otras personas.
Un factor de aptitud: La Competencia Personal
La Competencia Personal es una creencia individual y generalizada sobre la capacidad para
salir airoso de las situaciones a las que la persona se ve sometida. Combina dos expectativas,
por un lado, la de Autoeficacia ("soy capaz de hacer X" o realizar determinada conducta), y por
otro lado, la de resultado (“la conducta me proporcionará lo que yo quiero"). En definitiva, si
uno cree que puede llevar a cabo una conducta, y que ésta acción realmente provocará
determinadas consecuencias motivantes para la persona, la probabilidad de emitir la conducta
aumentará.
7. LA AUTORREGULACIÓN
Gracias a esta autorregulación, las personas mantienen sus promesas, obedecen las normas,
respetan a los otros y hacen cosas que ayudan a las relaciones interpersonales. La
autorregulación se considera una de las ventajas adaptativas más importantes de la evolución
humana y clave de su desarrollo y supervivencia. Su localización anatómica y funcional en
regiones cerebrales asociadas a la autoconciencia como el córtex cingulado anterior, el córtex
prefrontal dorsolateral y el córtex orbitalfrontal, estructuras que tardan en madurar y
necesitan un largo aprendizaje para ser operativas con cierta eficacia muestran que se trata de
una habilidad tardía en la filogénesis de la especie.
Estándares y reglas.
Para determinar cómo comportarse en cada escenario, las personas necesitan tener unas
coordenadas que orienten su comportamiento y favorezcan su éxito social.
Según Tory Higgins (1996), las personas no sólo tienen creencias sobre cómo son en el
presente sino también qué les gustaría ser (yo ideal) y cómo deberían ser (yo responsable). El
yo ideal representaría las esperanzas y deseos, mientras el yo responsable representaría los
deberes y obligaciones. Según su teoría de la autodiscrepancia, estos dos estándares sirven
como guías para el yo y como fuerza motivacional ya que empuja a las personas a mover su yo
real en dirección a esos dos estándares.
Si la discrepancia se produjera entre lo que somos (yo real) y lo que nos gustaría ser (yo ideal)
como por ejemplo, "me gustaría ser más delgada y cada vez estoy más obesa" o "me gustaría
tener más éxito social y cada vez estoy más sola", etc., la persona experimentaría emociones
asociadas con el desaliento como, por ejemplo, decepción, frustración y depresión. Pero si la
discrepancia se produjera entre lo que somos (yo real) y cómo deberíamos ser (yo
responsable) como, por ejemplo, "debería estudiar más pero cada vez me cuesta más”, la
persona experimentaría emociones relacionadas con la agitación como, por ejemplo, ansiedad,
culpa y vergüenza.
En casos extremos, las autodiscrepancias disparan emociones negativas que pueden conducir
a un ciclo de tristeza y ansiedad, baja autoestima e incluso depresión. Las personas con
estándares del yo discrepantes dan señales de estar en conflicto perpetuo sobre cómo
comportarse y se encuentran embrollados, indecisos, distraídos y confundidos en cuanto a su
propia personalidad.
La supervisión de la conducta.
Según Carver y Scheier (1981), esta supervisión se lleva a cabo a través de un proceso de
retroalimentación que forma un bucle formado por el acrónimo POPS (probar - operar -
probar- salir).
Primera fase: La autoconciencia lleva al individuo a comparar, respecto a algún estándar,
cómo lo está haciendo.
Segunda fase: El individuo establece algunos cambios en sí mismo.
Tercera fase: El individuo reflexiona con el objeto de determinar si está más cerca de alcanzar
aquel estándar.
Cuarta fase: Si cumple con el estándar, el proceso de control termina, el individuo se siente
feliz y sale de la espiral de retroalimentación.
Si hacemos un crucero por las Islas Canarias una de las conclusiones más certeras que
elaboramos a partir de esa experiencia es la enorme diversidad de sus paisajes, el magnífico
contraste de su orografía y la multiplicidad de colores que salpican las islas. ¿A cuál de esos
paisajes se asemeja su yo? ¿Cree que su yo es "de una sola pieza", es decir, una estructura
coherente y claramente delimitada de pensamientos y emociones relacionados de forma muy
estrecha? ¿O es acaso su orografía interior mucho más compleja, un núcleo central rodeado de
barrios que los demás sólo ven de manera ocasional y de regiones alejadas cuya existencia ni
siquiera usted conoce?
Resulta sorprendente conocer la visión que tenemos de nuestro paisaje interno, sobre todo si
nos consideramos compuestos por yoes separados. Basta con prestar atención a las cosas que
decimos para darnos cuenta de que esto es así. No en vano afirmamos, refiriéndonos a alguien
que atípicamente se lanza a pronunciar una conferencia: "¡Mira cómo habla el maestro de
escuela que hay en él!" o "¡Anoche te comportaste como un juerguista!" pero, como
carecemos de un modelo elaborado de la multiplicidad sana, ni siquiera vemos lo que tenemos
delante de nuestras narices. Distintos investigadores han subrayado los diferentes "aspectos
del yo" o "esquemas del yo" que exhiben las personas. La mayoría de esos estudios sugieren la
existencia de una extraordinaria variabilidad en el grado de unidad o diversidad de la
sensación que tenemos de nosotros mismos.
Nuestro paisaje interno está cambiando continuamente. Los diferentes yoes (personajes) que
nos componen se crean, se transforman, se combinan, se reconfiguran, se desarrollan, se
encogen y se desvanecen. Este cambio es más rápido en el caso de los jóvenes, pero, con el
paso de los años, acaba asentándose una pauta más estable. Estos yoes se aglutinan como
resultado de las experiencias cerebrales que los conectan, configurando una "red" que
sostiene nuestros recuerdos. Por ello, cuando todo lo que nos ocurre está bien ligado,
acabamos desarrollando una red densamente integrada. Pero no es eso lo habitual, porque
otro proceso, llamado disociación, se ocupa de que las experiencias que vivimos se hallen
conectadas sólo de forma difusa y hasta, en ocasiones, completamente separadas. De ahí que
las cosas que nos ocurren se arracimen en grupos, cada uno de los cuales acaba configurando
un personaje.
No obstante, salvo en situaciones muy excepcionales, todos nos sentimos como si fuésemos
una sola persona. Y es que por más que, contemplados desde el exterior, haya ocasiones en
que resulta evidente que un cuerpo alberga más de un yo, todos nos negamos invariablemente
a admitir las pruebas que apuntan en ese sentido porque la ilusión subjetiva de singularidad es
muy fuerte. Por ello, cuando nos hallamos sumidos en un personaje extravertido, aceptamos
sin vacilar cualquier invitación a acudir a una fiesta, creyendo que siempre estaremos de
humor, por más que nuestra biografía esté llena de ocasiones en las que, llegado el momento,
hayamos tenido que arrastrarnos a la fuerza y que, cuando regresamos a casa, aborrezcamos
las fiestas.
Hay veces, sin embargo, en las que la convicción de ser únicos se ve seriamente cuestionada,
como sucede, por ejemplo, cuando se activan al mismo tiempo dos o más de nuestros
personajes interiores. Si, en tal caso, no entendemos lo que ocurre, podemos llegar a sentirnos
muy mal y llevar al personaje que en ese momento esté activo a emprender una batalla para
asumir el control de nuestra conducta. Pero lo más habitual es que la ilusión de singularidad se
mantenga incólume. Es el funcionamiento mismo de nuestro cerebro el que, en la mayoría de
nosotros, genera -como sucede con el cubo de Necker la ilusión de que, en un determinado
momento, sólo haya un personaje plenamente consciente. Y como tal ilusión resulta
socialmente útil se ve corroborada por la convención social. (Lo habitual es que cuando dos
experiencias son completamente contradictorias, el cerebro elija ser consciente de una o de la
otra, y el mejor modo de hacerlo consiste en alternar con rapidez entre ellas. El llamado cubo
de Necker sirve perfectamente para ilustrar esta situación. La figura está dibujada de un modo
tal que la superficie frontal puede estar a la izquierda y abajo o a la derecha y arriba, dos
interpretaciones, por cierto, igualmente "correctas". Pero, aun sabiéndolo, nuestro cerebro
está incapacitado para ver a la vez ambas alternativas y sólo puede ver, en un determinado
momento, una de ellas).
Sin embargo, este tejido es tan frágil que puede romperse por cualquier pequeño cambio en la
emoción o en la atención. A eso de los doce años, los distintos personajes de los niños parecen
llevarse bastante bien pero, a medida que van creciendo, suelen verse obligados a decantarse
por un personaje en lugar de otro. Así es como nos vemos obligados a responder a preguntas
como "¿Qué quieres ser de mayor?", "¿Qué quieres estudiar?", "¿Serás matemático o
artista?",... Y no son sólo los adultos quienes formulan estas preguntas, sino que la misma
personalidad en desarrollo del niño quiere respuestas. La presión, pues, no procede sólo del
exterior, sino también del interior. Durante la adolescencia, y después de varios años de
funcionamiento relativamente tranquilo, el cerebro se ve sometido a una especie de
recableado. La mayoría de los cambios que tienen entonces lugar ocurren en los lóbulos
frontales, que son los responsables del mantenimiento de la sensación de identidad
consciente, del pensamiento racional, del control emocional y de las restricciones
conductuales a las que consideramos nuestra conciencia. Esa región también desempeña un
papel fundamental en la consolidación de la idea de lo que somos. Entonces es cuando
nuestros personajes, que hasta ese momento habían estado funcionando de forma más o
menos autónoma, empiezan a competir por el dominio y lo que había sido un murmullo de
visiones diferentes, aunque coexistentes, se convierte en un auténtico escándalo.
Pero la observación atenta de la conducta adulta pone de relieve que no somos tan coherentes
ni bien definidos como nos gustaría. En lugar de ello, cambiamos de continuo para adaptarnos
a la situación en la que nos encontramos y cuando, por ejemplo, una determinada situación
nos obliga a complacer o a impresionar a alguien, la mayoría se decanta hacia una
personalidad adecuada. Y estos cambios no son sólo externos -es decir, meras concesiones
conductuales a la necesidad, sino que representan también la expresión de un cambio interno
correlativo.
Hace ya casi medio siglo que varios experimentos extraordinarios corroboraron los cambios
que experimenta nuestra personalidad para acomodarse a la situación en que se encuentra.
Uno de ellos fue el realizado por Stanley Milgram quién mostró la facilidad con la que
ciudadanos normales parecían transformarse, cuando se encontraban en una situación en la
que una figura de autoridad así lo requería, en sádicos torturadores. En otro experimento
llevado a cabo en Stanford en 1971, Zimbardo demostró que bastaban sólo seis días para que
estudiantes normales y corrientes se asimilaran a sus roles de "guardián" en una situación de
prisión simulada en la que otros compañeros suyos desempeñaban el papel de "prisioneros".
Estos experimentos muestran que la conducta humana depende de más factores situacionales
que lo que la mayoría de nosotros admitimos o estamos dispuestos a reconocer. Todo el
mundo sabe que, en situaciones diferentes, las personas se comportan de manera distinta,
una afirmación que suele interpretarse como la evidencia de la existencia de facetas diferentes
del mismo yo.
Ésta no es una idea muy popular, porque preferimos pensar en los demás y en nosotros
mismos como seres esencialmente inmutables. Y es que, por más útil y beneficioso que pueda
ser, nos sentimos incómodos con nuestra manifiesta volubilidad. Por ello nos embarcamos en
una búsqueda inevitablemente interminable y desalentadora de nuestro yo "real".
Una de las fuentes de información que tienen los individuos para saber quiénes son, cómo son
y qué valor social tienen es la comparación social.
En algunos casos, la comparación se refiere a algo sobre lo que existe un criterio claro de
excelencia (por ejemplo, la capacidad para resolver problemas matemáticos o para jugar al
tenis). En otros casos se refiere a algo que admite divergencias (p. ejemplo, la opinión sobre
una película o un candidato político).
En ambos casos, las personas que nos rodean nos ayudan a definir el parámetro por el cual nos
consideramos ricos o pobres, inteligentes o torpes, altos o bajos: nos miramos respecto a ellos
y determinamos cuánto diferimos.
La expresión “en el país de los ciegos, el tuerto es el Rey" muestra como gran parte de la vida
gira alrededor de las comparaciones sociales. Nos sentimos bien parecidos cuando los demás
son poco atractivos; inteligentes, cuando son torpes; compasivos, cuando el resto es cruel.
Cuando observamos el desempeño de un semejante no podemos resistir compararnos con él.
Por lo tanto, podemos experimentar placeres de forma privada ante el fracaso de un
compañero, especialmente cuando se trata de la desgracia de alguien a quien envidiamos, y
cuando no nos sentimos vulnerables en su circunstancia.
Leon Festinger, uno de los psicólogos sociales más distinguidos, formuló una teoría de los
procesos de comparación que explica cómo y cuándo estas comparaciones con los demás
influyen en nuestras autoevaluaciones (Festinger, 1954).
La idea original de la teoría de la comparación social es que las personas tienen una necesidad
intensa de evaluarse y saber cómo son y, cuando carecen de estándares objetivos de
comparación (resolver un problema de matemáticas, correr 100 metros en 10 segundos,...),
resuelven esta necesidad comparándose con los demás.
Ahora bien, no sólo nos comparamos con otros para evaluarnos, también hacemos
comparaciones para mejorar. Al saber cómo se desenvuelven mejor los demás o de qué
manera enfrentan las circunstancias difíciles, tenemos más probabilidades de hacerlo mejor
nosotros mismos. Finalmente, también nos comparamos para favorecernos; es decir, al
compararnos con las personas que no se desenvolvieron bien, nos definimos como mejores
por contraste. Es decir, tendemos a interpretar la información referente a los otros de manera
sesgada para sentirnos bien.
Eso convierte en esencial la cuestión de con quienes se comparan las personas. Dado que
debemos dar respuesta a nuestra necesidad de saber quiénes somos, pero “amañando” la
respuesta de modo que no salgamos mal librados, las personas seleccionadas son:
La hipótesis de los atributos relacionados sostiene que nos comparamos no sólo con quienes
tienen un desempeño similar al nuestro, sino también con aquellos cuyo nivel debería ser
equivalente, dada su semejanza en los atributos relacionados con el desempeño. Al
compararnos con personas parecidas en atributos relacionados (con la tarea), evaluamos con
más precisión nuestra capacidad. Por ejemplo, si usted quiere comparar su destreza en el
baloncesto, aprendería más si compara su habilidad con la de otros jugadores del mismo
género, más o menos de la misma edad y con la misma cantidad de entrenamiento reciente.
De esta manera, si el desempeño de usted es mejor, sabrá que esto se debe a que tiene más
capacidades y no porque está en mejor condición física o practicó como loco para perfeccionar
su juego. La hipótesis de los atributos relacionados también se aplica a la evaluación de
opiniones. Los ciudadanos comparan sus opiniones referentes a la actuación del presidente de
turno con las de otros naturales de su país (o su entorno cultural), en particular con los que
comparten sus ideas políticas, y no con las opiniones de extranjeros (o de diferente entorno
cultural). Saber que usted no está de acuerdo con, digamos, un asiático, sólo le revela que
tienen puntos de vista distintos. Tiene que comparar su opinión con la de quien tenga una afín
a la suya. Obviamente, no siempre juzgamos la similitud con otros con objetividad. Por
ejemplo, tendemos a vernos de forma similar a las personas que se desenvuelven un poco
mejor, y muy distintos de quienes se desenvuelven un tanto peor, o bien pretenderemos
diferenciarnos de quienes nos parecen una amenaza.
Los esfuerzos por demostrar que somos tan buenos como quienes nos superan y muy
diferentes de los individuos «inferiores» manifiestan un sesgo de autovalidación o
autosuficiencia. Reflejan nuestro deseo de evaluarnos de forma positiva. En ocasiones, este
deseo nos hace entregarnos a las comparaciones descendentes "activas" e incluso a denigrar o
lastimar a los demás para sentirnos mejores en contraste con ellos (Wills, 1981).
La teoría de la autopercepción (Bem, 1972) afirma que no "sabemos sin más" acerca de
nosotros. En realidad, nos enteramos observando nuestra conducta.: somos el objeto de la
propia percepción. Segundo, para conocer nuestras actitudes, preferencias y sentimientos
consideramos nuestra conducta y la situación en la que tiene lugar. Tercero, deducimos
nuestras actitudes y sentimientos, que son características internas, de una información
externa, nuestra conducta, que ponderamos junto con las fuerzas de la situación.
Incluso las conductas imaginadas suministran la materia prima para los procesos de
autopercepción. Imagine por un momento que realiza diversas actividades para ayudar a
preservar el medio ambiente (reciclar vidrio o ahorrar agua). Trate de verse haciendo
realmente tales cosas. ¿Se ve ahora a usted mismo como una persona más comprometida con
las cuestiones ambientales? La investigación sugiere que imaginar estas conductas le lleva a
una conclusión de esta especie (Anderson y Godfrey, 1987). Por supuesto, si se le hubiera
pedido que se imaginara tomando una ducha de treinta minutos, llegaría a una conclusión
opuesta a la anterior.
motivación intrínseca (hacemos lo que queremos hacer, no aquello que tenemos que hacer).
Por el contrario, cuando se lleva a cabo una conducta como medio para alcanzar alguna
finalidad externa, ésta se dirige por la motivación extrínseca, y a menudo perdemos el placer
de realizarla.
La motivación de los niños que habían recibido la recompensa inesperada también permaneció
alta: dibujaron durante el 18,1% del tiempo. Por el contrario, los niños que habían recibido un
premio ya prometido por jugar con los rotuladores, los utilizaron durante un promedio de sólo
el 8,6% de su tiempo libre. La caída de la motivación se explica en términos de la
autopercepción. Los niños que se vieron a sí mismos dibujando cuando se les había prometido
una recompensa, debieron llegar a la conclusión de que dibujaban por la recompensa y no,
simplemente, por el placer de crear el dibujo. Inversamente, dibujar sin la anticipación de un
premio condujo a los otros niños a la conclusión de que la actividad debía ser interesante y
placentera. Las recompensas externas pueden deteriorar la motivación intrínseca, en
particular cuando son percibidas como sobornos que controlan exteriormente la conducta, en
lugar de compensaciones que demuestran un buen rendimiento (Deci, 1975).
2) Una segunda fuente de autoconciencia son las situaciones en las que el individuo puede
observarse a sí mismo. El hecho de que el individuo se mire en el espejo o se vea en una
fotografía le hace pensar en sí mismo e igual ocurre cuando escucha la grabación de su propia
voz, sobre todo porque esta suena diferente de como la oye habitualmente. La experiencia de
verse a sí mismo en una película surte el mismo efecto, pero en forma más intensa ya que se
halla en condiciones de verse a sí mismo como otros lo ven.
3) Una tercera fuente de autoconciencia son las situaciones en las que el individuo se
diferencia claramente de otros. Por ejemplo, los primeros estudios sobre la naturaleza de las
multitudes sostenían que la razón de que estas se comportaran en forma irresponsable residía
en que sus miembros se sentían seres anónimos y dejaban de autopercibirse como individuos,
con lo cual perdían todo sentido de responsabilidad individual (relacionar esto si se quiere con
los estudios sobre el lavado de cerebro).
La necesidad que tiene nuestro sistema inmunopsicológico de mantenerse alerta frente a las
amenazas procedentes del mundo social, hace que se procese la información de un modo
tendencioso. Además, dado que necesitamos evaluar nuestro autoconcepto, nos sentimos
especialmente motivados a mejorar nuestra autoimagen. De hecho, la investigación muestra
que la autoestima positiva constituye un mecanismo adaptativo. Cuando suceden cosas
buenas, los individuos con una alta autoestima, más que aquellos con una baja valoración
personal, tienden a apreciar y mantener los buenos sentimientos. El hecho de creer que uno
posee más talento y cualidades positivas que los semejantes no hace más fácil el éxito pero
hace que uno se sienta bien consigo mismo y que enfrente las circunstancias estresantes de la
vida cotidiana con todo lo que supone un sentido positivo de si mismo (Taylor et al. 2003).
Los sesgos más habituales que encontramos los psicólogos en el comportamiento cotidiano
son:
1. Las personas tienden a atribuir el éxito y las buenas decisiones a su habilidad y esfuerzo
en tanto explican el fracaso acudiendo a la mala suerte o factores ambientales fortuitos. Al
asociarnos a nosotros mismos con el éxito y distanciarnos del fracaso ayudamos a mantener
una imagen positiva de nosotros mismos. Por ejemplo, los alumnos, explican el aprobado en
una asignatura en razón a sus méritos.: "obtuve un diez en el examen de Psicología Social", en
contra de: "es verdad que saqué un tres pero aquello no era un examen aquello fue una
maldad del profesor”. Asignar el fracaso a algo externo, incluso a los prejuicios de otra
persona, es menos amargo que considerarse a si mismo torpe e incompetente. En el ámbito
deportivo, los jugadores atribuyen los fracasos a factores tales como malas decisiones de los
árbitros o al juego sucio del otro equipo. El relato del fracaso puede llegar a extremos
peregrinos: en los informes proporcionados a los seguros, los automovilistas que han sufrido
algún accidente han descrito situaciones como éstas: "un automóvil invisible apareció de la
nada, golpeó el mío y desapareció"; "cuando llegué a un cruce, apareció una valla que
obstaculizó mi visión, y no vi el otro vehículo", "un peatón me golpeó y se metió debajo de mi
automóvil" (Toronto News, 1977).
subestimar el grado en que los demás piensan y actúan como nosotros buscamos mejorar
nuestra autoimagen. A veces comparamos las opiniones o conductas de otras personas con las
nuestras de forma que el resultado nos haga sentir bien, e ignoramos la información social que
revela que, quizá, nos equivocamos. Si sobrestimamos la cantidad de personas que están de
acuerdo con nosotros, evaluamos nuestra opinión como correcta, y si sobrestimamos el
número de personas que hacen lo mismo que nosotros, sentimos que nuestros actos son los
apropiados. El sentido que le damos al mundo se parece al sentido común.
Por otro lado, cuando nos comportamos mal o fracasamos en una tarea, nos damos confianza
pensando que ese tipo de errores también son comunes. Después de una mentira, el
mentiroso supone que los demás piensan y actúan como él: "miento, pero ¿acaso no lo hacen
todos?" Si hace trampa en su Declaración de la Renta, tiende a sobrestimar el número de
personas que hace lo mismo y, si hace cosas prohibidas, cree (más que las que no las hacen)
que muchos otros están haciendo lo mismo.
enojo, disgusto, desengaño o atracción. Las personas que lo notan son menos de las que
suponemos.
1. INTRODUCCIÓN:
El mundo se percibe a través de los sentidos, estos son el puente entre la vida y nuestro
cerebro y la percepción no es igual para todos pues es un concepto subjetivo. Además nos
engaña porque vemos lo que queremos y lo que creemos, esto significa que todo lo que
percibimos esta condicionado por nuestra perspectiva. Muchas veces discutimos con otras
personas porque nuestras percepciones nos engañan y nos hacen ver las cosas de manera
diferente.
Un intento de ir más allá de la información obtenida, con el fin de inferir, explicar y predecir
detalles sobre las personas y sus conductas.
La inferencia es un proceso que lleva a las personas a ver los aspectos invisibles de un
escenario social, por ejemplo, el tono de voz, los movimientos corporales… nos dan
información adicional a lo que vemos
Como dijimos, son un puente, son ellos los que procuran el vínculo entre el mundo físico y
nuestra mente. De todos los sistemas sensoriales del cerebro, el que mejor conocemos es el
sistema visual. La escena visual se deconstruye en diferentes características, como la forma, el
color y el movimiento. Estos rasgos pasan a distintas áreas cerebrales. Una lesión en una zona
concreta del cerebro puede afectar solo a una de esas características específicas, mientras las
otras permanecen intactas. Hay muchas situaciones significativas que ayudan a entender la
complejidad de los procesos mentales involucrados en la percepción visual de la realidad.
Ejemplos:
Situación 1. "Yo no veo pero mi cerebro si". Cuando el "conocimiento desconocido" es
correcto. (Caso: intoxicación monóxido de carbono/ miembro fantasma…)
Situación 4. "Yo veo y mi cerebro racional lo sabe pero mi cerebro "rápido" no puede evitar
confundirse". Cuando el "conocimiento conocido" es más débil que mis sesgos. Ejemplo de la
mujer con “diferente altura según en que lado de la habitación está”
Situación 5. "Mis ojos no ven pero si estimulas directamente mi corteza veré cosas". De cómo
la estimulación directa del cerebro origina experiencias sensoriales.
Situación 6. "Con frecuencia no veo la realidad, no porque no quiera sino porque no puedo".
La ceguera a los cambios como muestra de los límites de la percepción consciente. Tienes
centrada tu atención en un estímulo y no puedes ver otros estímulos diferentes, son cosas que
te pasan desapercibidas.
1. A principios del siglo XIX, se estimaba que la experiencia de una percepción del mundo
físico era fácil e inmediata.
Herman Helmholtz (1852): en las neuronas sensoriales, el impulso nervioso tardaba unos 20
ms. en recorrer un metro.
En el cerebro deben producirse varios procesos antes de que aparezca en la mente la
representación de un objeto del mundo exterior. Por tanto, no es directa sino que depende de
«inferencias inconscientes»
2. El cerebro crea, sin esfuerzo aparente, una percepción del mundo físico.
3. En el cerebro, creencias previas y expectativas preceden a la percepción consciente.
PROFECÍAS AUTOCUMPLIDAS
Las expectativas afectan poderosamente a la forma en que construimos los sucesos en la
mente. Las personas tienen expectativas sobre todo lo que les rodea, y ello afecta al modo en
que ven y en el modo en que responden a la realidad.
- El perceptor tiene una expectativa sobre un target.
- El perceptor actúa como si esa expectativa fuera verdad, de modo que trata al target
de acuerdo con ellas.
- El target responde de forma congruente a lo que el perceptor espera.
- El perceptor interpreta la conducta del target como confirmación de su expectativa.
- Al final, es frecuente que se produzcan "profecías que se cumplen a sí mismas"
Cuando percibimos algo, emerge una creencia previa, que es un modelo del mundo en el que
hay objetos en determinadas posiciones en el espacio.
Mediante este modelo, el cerebro predice qué señales han de recibir mis ojos y mis oídos.
Estas predicciones se comparan con las señales reales.
En conjunto, nuestro cerebro construye modelos del mundo y los modifica continuamente a
partir de las señales que llegan de los sentidos. De modo que lo que percibimos realmente
son los modelos del mundo creados por el cerebro. Éstos no son el mundo propiamente dicho,
pero para nosotros tienen la misma validez.
Así pues, nuestra experiencia del conocimiento inmediato y completo de la escena visual que
tenemos delante es falsa. Hay una pequeña demora en la que el cerebro hace las «inferencias
inconscientes» mediante las cuales llegamos a ser conscientes de lo esencial de la escena.
Nota: dos conceptitos que la profe dijo en clase para entender luego otras cosas
Cerebro inconsciente: vemos muchas cosas pero no somos capaces de percibirlas todas
Categorizar: dividimos a las personas en grupos o los categorizamos dependiendo de cosas que
percibimos de lxs mismxs, esta función la hace el cerebro de forma rápida y siempre tiende a
hacerlo para economizar los recursos cerebrales
Las investigaciones han demostrado que las personas hacen evaluaciones relativamente
precisas y persistentes basándose en observaciones de menos de 100 ms.
¿Pero cómo funciona....?
Una primera impresión negativa es más difícil de cambiar que una positiva:
- Fácil de confirmar
- Difícil de desmentir
Las personas elaboran una respuesta rápida y automática a información procedente de la cara.
El rostro humano es el principal estímulo en el proceso de percepción social de los humanos.
Esta habilidad aparece temprano en la vida:
Desde el nacimiento, los bebés muestran una preferencia por estímulos como caras más que
otros patrones visuales y, durante los primeros 3 meses de vida, perfeccionan
progresivamente sus habilidades para el procesamiento de caras.
Investigaciones recientes muestran que las personas evalúan las caras de forma inmediata y no
consciente en dos dimensiones: confiabilidad y dominancia.
Se supone que estas neuronas desempeñan un importante rol en las capacidades cognitivas
ligadas a la vida social, tales como la empatía (capacidad de ponerse en el lugar de otro), la
imitación y la teoría de la mente.
Tanto la empatía como la teoría de la mente están implicados en comprender por qué se
está llevando a cabo la acción, su intención. La misma acción se codifica de modo distinto si
está asociada a intenciones distintas, lo cual permite predecir una probable acción futura no
observada. En esta elaboración intervienen la observación de los movimientos corporales y
sobre todo el movimiento de los ojos del otro.
La estructura del ojo humano facilita esta tarea, ya que consta de una pequeña área oscura (la
pupila y el iris), rodeada de una región blanca (la esclerótica), que facilita al ojo la mirada a los
objetos del entorno y permite a los demás saber hacia dónde está mirando la persona.
La habilidad para decodificar e interpretar la mirada emerge muy temprano en la vida
- Casi desde el nacimiento, los bebés muestran una fascinación por los ojos más que por otras
regiones de la cara y, a los 4 meses, pueden discriminar una mirada directa de una desviada.
- Entre 9 y 18 meses, los niños comienzan a leer los ojos en términos de dirección a un objetivo
y a atender inmediatamente a los ojos cuando las intenciones de un actor son ambiguas.
Cuando una persona advierte una mirada desviada, el perceptor tiende a seguir la dirección de
los ojos para asegurar que tanto él como el otro están atendiendo al mismo objeto (o
persona), un fenómeno denominado "atención compartida".
- NO mirar a los ojos da lugar a dificultades en las relaciones sociales.
- El señalamiento, no tiene sentido a menos que uno entienda que el otro no ha visto lo
que uno ha visto, lo cual implica darse cuenta de que no todo el mundo posee la
misma información. No es más que otro ejemplo de adopción de la perspectiva ajena.
De la interacción social con nuestro prójimo se deriva que podamos servirnos y aprender unos
de otros, lo que constituye, sin duda, una de las funciones principales del cerebro.
Característica fundamental es la capacidad de hacerse cargo de la situación mental y psíquica
de los demás, reconocer sus deseos, intenciones y pensamientos y tenerlos en cuenta en
nuestros propios actos. Podemos comprender cuanto nuestro prójimo hace y deja de hacer
por la sencilla razón de que nuestro cerebro está en condiciones de construir una
representación de la vida interior ajena.
En este sentido, es importante destacar que nuestras neuronas espejo “simulan”, en el sentido
más sensoriomotor, el estado del otro lo cual permite una comprensión de su estado mental.
En resumen, para estudiar los mecanismos neuronales del comportamiento humano es preciso
investigar tanto las reacciones del individuo como la interacción (simulada) entre varios
individuos con técnicas de neuroimagen cerebral.
El punto ideal de partida es el estudio del rostro humano. Más de cincuenta músculos del
rostro relacionados con gestos o expresiones faciales reflejan la vida interior de un individuo.
En justa coherencia, la investigación se concentró en la mímica como un estímulo de particular
interés social. En algunos experimentos típicos, los individuos, sometidos a los tomógrafos de
resonancia magnética, ven, en rápida sucesión, fotografías de rostros que deben clasificar a la
mayor velocidad en "masculinos" o "femeninos". Se trata, en realidad, de un mero pretexto. A
los directores del experimento les importa encontrar respuesta a la pregunta de si el cerebro
reacciona inconscientemente -y en qué manera- a determinados rasgos sociales del rostro
humano: alegría, asco o tristeza, atractivo físico o pertenencia a una determinada etnia.
Pero los rostros de personas atractivas producen otro modelo, un tanto distinto. Su
contemplación activa también el cuerpo estriado ventral y el córtex orbitofrontal (COF). Ambas
regiones forman parte del sistema de recompensa y controlan la motivación. Se activan
cuando comemos algo que nos gusta, cuando ganamos en el juego o cuando los amantes de
los automóviles contemplan coches deportivos rapidísimos. El cerebro registra la
contemplación de una cara bonita con un placer similar al suscitado por un ferrari o una
mousse de chocolate.
"¡Le encontré simpático nada más verlo!" "Sencillamente: no me gusta su nariz." Este tipo de
frases, dichas de repente, no son fruto de la improvisación. La expresión facial es uno de los
estímulos clave en nuestro trato con los demás. Por muy claro que resulte el resultado de
nuestro juicio sobre el prójimo, lo cierto es que detrás hay un proceso complejo en el que
intervienen distintas áreas cerebrales.
Demos otro ejemplo. Cuando una madre ve temor en la cara de su hijo concentra toda su
atención en el pequeño. Y mucho antes de ser consciente de ello percibe la expresión del
rostro de su hijo como una señal de peligro. Entonces intenta analizar las causas del miedo y
cae ella misma en un cierto pánico: el corazón empieza a latir acelerado y el cerebro pone el
cuerpo en estado de alarma para que, en cuanto madre, actúe de manera rápida y eficiente.
Quizás intente consolar y animar a su niño con una sonrisa.
En los seres humanos, el sistema de neuronas espejo no está restringido a los movimientos
manuales, sino que tiene áreas correspondientes a movimientos en todo el cuerpo. También
se da una diferencia cuando hay un objeto implicado en la acción. Si el objetivo de la acción es
un objeto, también está implicada otra área del cerebro (el lóbulo parietal). Se activará un área
específica si la mano está usando un objeto, como al levantar una taza, y otra área distinta si la
que está actuando sobre un objeto es la boca, por ejemplo, al aspirar por una pajita. Debido al
tipo de procedimientos experimentales, no es posible localizar neuronas espejo individuales en
los seres humanos como sí lo es en los monos. Sin embargo, se han descubierto sistemas de
neuronas espejo en varias áreas del cerebro humano.
Ahora bien, existe una diferencia específica entre las neuronas espejo en los monos y los
sistemas de neuronas espejo que poseemos los seres humanos. Las neuronas espejo de los
monos se disparan sólo cuando hay una acción dirigida a un objetivo, por ejemplo, cuando ven
una mano que coge un cucurucho de helado y lo lleva a la boca, que es lo que precisamente
ocurrió al observar por primera vez neuronas espejo activadas. En los seres humanos, no
obstante, el sistema de neuronas espejo dispara incluso cuando no hay objetivo alguno. Basta
ver una mano que se agita en el aire de manera casual para que el sistema se active. Esto
podría explicar por qué, aunque los monos tengan neuronas espejo, sus capacidades de
imitación son muy limitadas. El sistema de neuronas espejo de los monos está ajustado al
objetivo, y no codifica todos los detalles de la acción que conduce a él.
humanos. Sin embargo, en los segundos, el sistema de neuronas espejo es capaz de mucho
más. ¿Son únicos los seres humanos porque, de entre todos los animales, sólo ellos pueden
bailar la samba?
¿En qué están implicados todos los sistemas de neuronas espejo? Como hemos visto antes,
están involucrados en acciones de copia inmediata. También se ha descubierto que están
implicados en comprender por qué se está llevando a cabo la acción, su intención. Comprendo
que alguien se lleva una taza a la boca (comprensión del objetivo de la acción) para ver a qué
sabe su contenido (comprensión de la intención que subyace a la acción). La misma acción se
codifica de modo distinto si está asociada a intenciones distintas, lo cual permite predecir
una probable acción futura no observada.
¿También sirven las neuronas espejo para comprender la emoción, o sólo para comprender
acciones físicas? Los hallazgos sobre los déficits con sentir y reconocer la repugnancia y el
dolor sugieren que existen sistemas de neuronas espejo situadas en la ínsula que, al igual que
ocurre con la comprensión de la acción, están implicados en la observación de la emoción y su
comprensión a través de la respuesta visceromotora.
En un estudio, realizado en la UCLA, se escaneó con RMF a dos grupos de niños, uno de niños
normales y otro de niños con el diagnóstico de Trastornos del Espectro Autista (TEA), mientras
observaban o imitaban expresiones faciales de emoción. Debido a que los individuos con TEA a
menudo presentan déficits en la comprensión de los estados emocionales de otras personas, la
predicción era que en el segundo grupo se observaría una disfunción en el sistema de
neuronas espejo, tanto cuando los niños imitaban expresiones emocionales como cuando
observaban manifestaciones de emoción en otros individuos. Esta predicción resultó ser
correcta. Además, el grado de disminución de la actividad neural estaba correlacionado con la
gravedad del déficit en habilidades sociales. Cuanto menor era la actividad neural, menos
habilidad social tenía el niño. Los dos grupos de niños usaban diferentes sistemas neurales
cuando imitaban expresiones faciales.
expresión facial imitada, regulada por la ínsula. Los investigadores sugieren que, debido a que
tanto los adultos como los niños de desarrollo normal muestran un aumento en la actividad
del sistema de neuronas espejo incluso cuando están tan sólo observando una expresión
emocional, se trata de otra prueba de que el mecanismo de reflejo podría ser lo que subyace a
la singular capacidad de leer los estados emocionales de otras personas a partir de sus
expresiones faciales. La falta de actividad del sistema de neuronas espejo en niños con TEA
corrobora con fuerza la teoría de que la causa principal de los déficits sociales observados en el
autismo es una disfunción en el sistema de neuronas espejo. No obstante, los autistas también
presentan déficits en muchas habilidades de atención no sociales, que al parecer no tienen
ninguna relación con el sistema de neuronas espejo.
Extraído de Gazzaniga, M. (2008/2010). ¿Qué nos hace humanos? Madrid. Paidos (pág. 190-
193)
En una versión lineal de la percepción, la energía en forma de luz u ondas sonoras llegaría a los
sentidos, y de algún modo el cerebro traduciría y clasificaría estas indicaciones sobre el mundo
exterior en objetos colocados en ciertas posiciones en el espacio.
Un sistema que construye de esta manera modelos del mundo exterior se valdrá de cualquier
información que pueda ayudarle a confeccionar modelos mejores. Mientras sean informativos,
ninguno de los sentidos -visión, audición, tacto- tendrá preferencia. Y el sistema hará
predicciones sobre cómo cambiarán las señales procedentes de todos los sentidos cuando
actuemos sobre el mundo.
De modo que, cuando vemos un vaso con zumo de naranja, nuestro cerebro comienza a hacer
predicciones sobre cómo será el vaso al tacto y qué sabor tendrá el zumo. Imaginemos qué
sobresalto si cogemos un vaso de zumo y descubrimos que está ardiendo y es salado. Ahora
bien, si la percepción es un bucle que empieza en el interior con el conocimiento previo, ¿de
dónde viene éste? No podemos percibir nada a menos que ya sepamos algo de ello, pero no
podemos saber nada hasta que lo percibamos.
¿Cómo adquiere el cerebro el conocimiento previo necesario para la percepción? Parte del
mismo está fuertemente cableado en el cerebro tras millones de años de evolución. Por
ejemplo, en ciertos monos la sensibilidad al color de las neuronas de sus ojos es
perfectamente adecuada para detectar la fruta que hay en su entorno. La evolución ha
incorporado a su cerebro una hipótesis previa sobre el color de la fruta madura. Durante los
primeros meses de vida, el cerebro es sometido a un proceso de cableado duro como
resultado de las experiencias visuales. Hay ciertos hechos sobre el mundo que cambian muy
poco y, por tanto, llegan a ser sólidas hipótesis previas. Sólo podemos ver un objeto cuando
hay luz que se refleja en su superficie y nos llega a los ojos. Esta luz también crea sombras que
procuran pistas sobre la forma del objeto. Durante millones de años ha habido sólo una fuente
importante de luz en el mundo: el Sol. Y la luz del Sol siempre viene desde arriba. Esto significa
que los objetos cóncavos serán oscuros en la parte superior y claros en la inferior, mientras
que los convexos serán claros arriba y oscuros abajo. Nuestro cerebro tiene esta sencilla regla
incorporada a su cableado, y la utiliza para determinar si un objeto es cóncavo o convexo. Los
objetos no dejan lugar a dudas. Interpretamos que los puntos son cóncavos o convexos gracias
a las sombras causadas por la luz que viene de arriba. Así, si ponemos la página al revés, los
puntos convexos se convertirán en cóncavos y viceversa, pues damos por sentado que la luz
sigue viniendo de arriba.
En la habitación de Ames, la disposición de las cosas pretende producir en nuestros ojos las
mismas sensaciones que una habitación cuadrada normal. Un modelo de habitación extraña y
uno de habitación normal predicen las sensaciones en nuestros ojos igual de bien. Sin
embargo, nuestra experiencia con las habitaciones cuadradas es mucho mayor, por lo que
irremediablemente vemos cuadrada la habitación de Ames, mientras las personas que hay
dentro crecen y menguan de una manera inverosímil al desplazarse de un lado a otro. La
probabilidad previa (expectativa) de que veamos una habitación de Ames es tan pequeña que
nuestro cerebro tiene poco en cuenta este hecho extraño.
Pero ¿qué pasa si no tenemos razones previas para preferir una interpretación
a otra? Éste es el caso del cubo de Necker. Podríamos verlo como una figura
bidimensional bastante compleja, pero tenemos mucha experiencia con
cubos. Así que vemos un cubo. El problema es que hay dos cubos posibles. No
tenemos motivos para preferir una versión a la otra, por lo que nuestra
percepción pasa espontáneamente de un posible cubo al otro. Figuras todavía
más complejas, como la joven/vieja, ponen de manifiesto algunas inversiones espontáneas de
una percepción a otra, nuevamente porque ambas imágenes son verosímiles por igual. El
hecho de que nuestro cerebro dé esta clase de respuesta a figuras ambiguas es una prueba
más de que es una máquina que descubre lo que hay en el mundo haciendo predicciones y
buscando las causas de las sensaciones.
Nuestro cerebro construye modelos del mundo y los modifica continuamente a partir de las
señales que nos llegan a los sentidos. De modo que lo que percibimos realmente son los
modelos del mundo creados por el cerebro. Éstos no son el mundo propiamente dicho, pero
para nosotros tienen la misma validez. Cabría decir que nuestras percepciones son fantasías
que coinciden con la realidad. Además, si no disponemos de señales sensoriales, el cerebro
suple la información que falta. En los ojos hay un punto ciego donde no hay receptores de luz.
Es el punto donde se juntan todas las fibras nerviosas que transportan las señales sensoriales
desde la retina al cerebro (el nervio óptico), por lo que no hay sitio para receptores de luz. No
somos conscientes de este punto ciego porque el cerebro se las ingenia para ir a esa parte del
campo visual: utiliza las señales de la región que hay inmediatamente alrededor del punto
ciego para adquirir la información que falta. Incluso en el centro de nuestra visión, lo que veo
está determinado por lo que el cerebro espera ver combinado con las verdaderas señales
sensoriales. En ocasiones, estas expectativas son tan fuertes que vemos lo que esperamos ver
y no lo que sucede en realidad.
Podríamos pensar que esta tendencia a tener alucinaciones es un precio demasiado alto a
pagar por la capacidad del cerebro para confeccionar modelos del mundo. ¿No sería posible
tener el sistema ajustado de modo que las señales sensoriales dominaran siempre nuestra
experiencia? Entonces no se producirían alucinaciones. De hecho, ésta es una mala idea por
muchas razones. Las señales sensoriales son demasiado poco fiables. Pero lo más importante
es que este predominio nos volvería esclavos de los sentidos. Igual que le pasa a una mariposa,
nuestra atención saltaría continuamente de una atracción a otra.
Mediante el uso de la fantasía controlada, el cerebro elude la tiranía del entorno. Ciertos
estudios de neuroimágenes demuestran que cuando decidimos prestar atención a las caras se
produce un incremento en la actividad neural del «área de las caras» del cerebro, antes incluso
de que aparezca la cara en cuestión en nuestro campo visual. Incluso cuando sólo imaginamos
una cara, aumenta la actividad en esta área. Ésta es la capacidad del cerebro para crear
fantasías controladas. Podemos prever la aparición de una cara. Podemos imaginar una cara
cuando no hay ninguna.
Ahora bien, crear fantasías plantea dos problemas. En primer lugar, ¿cómo sabemos que el
modelo del mundo de nuestro cerebro es verdadero? Pero no se trata de un problema real.
Para nuestra actuación en el mundo da igual si el modelo del cerebro es acertado o no. Lo
único que importa es que funcione. ¿Nos permite esto realizar las acciones adecuadas y
sobrevivir otro día? En general, sí. Surgen dudas sobre la «verdad» de los modelos del cerebro
sólo cuando un cerebro se comunica con otro y descubrimos que el modelo de mundo de otra
persona es distinto del nuestro.
Los seres humanos tenemos una capacidad innata para entender que otros seres humanos
tienen mentes con deseos, intenciones, creencias y estados mentales diferentes de los
nuestros, así como la capacidad de formar teorías con cierto grado de acierto sobre el
contenido de estos deseos, intenciones, creencias y estados mentales. Esta habilidad fue
denominada «Teoría de la mente» (conocida por sus siglas en inglés, TOM) en 1978 por David
Premack y Guy Woodruff. Otro modo de expresarlo: es la facultad para observar una conducta
y luego deducir el estado mental inobservable que la está causando.
Al observar la conducta de otros animales, nuestra teoría de la mente nos causa dos
problemas. Uno es que podemos caer en la trampa de observar un comportamiento animal
determinado y, provistos de nuestra teoría de la mente, inferir un estado mental humano en el
animal, lo que nos conduciría a una conclusión antropomórfica inadecuada. Por otro lado,
podemos llevar al extremo la valoración de nuestra capacidad de teoría de la mente, hasta el
punto de convertirla en el estándar cognitivo con el cual se compara todo lo demás, lo que nos
induciría a pensar que el hombre está completamente separado del resto de los mamíferos.
Entonces, ¿sólo los seres humanos tenemos una teoría de la mente?
Ésta es una de las principales cuestiones en la investigación sobre chimpancés. Poseer una
teoría de la mente es una parte importante de nuestras capacidades, y se ha sostenido que es
exclusivamente humana. Entender que otros individuos tienen creencias, deseos, intenciones y
necesidades afecta a nuestras acciones y nuestras reacciones, sea por el afán de ser sociables
o por el de protegernos. Cuando Premack y Woodruff acuñaron el término «Teoría de la
mente», se preguntaban si los chimpancés la tenían. Desde entonces han transcurrido treinta
años de experimentos, y la cuestión todavía no ha recibido una respuesta satisfactoria desde el
laboratorio. En 1998, Cecelia M. Heyes, del University College de Londres, realizó una revisión
de todos los experimentos y observaciones que se han hecho desde entonces sobre primates
no humanos y los sometió a un análisis riguroso. En estos experimentos se estudiaba la
imitación motora (la copia espontánea de comportamientos nuevos), el reconocimiento de
uno mismo en el espejo, las relaciones sociales, la asunción de roles (la capacidad de adoptar
el punto de vista de otro individuo), el engaño y la adopción de perspectiva (que tiene que ver
con la cuestión de si ver algo se traduce en conocerlo, es decir, si hay una conciencia de lo que
los otros ven). Llegó a la conclusión de que, en cada uno de los casos en que la conducta de un
primate no humano había sido interpretada como índice de teoría de la mente, eso pudo
haber sido producto o bien del azar, o bien de procesos no mentales. Heyes no creía que los
procedimientos actuales hubiesen demostrado o refutado la presencia de una teoría de la
mente en chimpancés, aunque sus argumentos específicos en relación con el reconocimiento
de uno mismo en el espejo no son comúnmente aceptados.
Pero nada resulta simple en un campo en el que hay tanto en juego. Michael Tomasello y su
equipo del Instituto Max Planck, han llegado a una conclusión distinta. «Aunque los
chimpancés, casi con toda seguridad, no entienden las otras mentes de la misma manera que
los seres humanos (por ejemplo, al parecer no captan las creencias), sí entienden algunos
procesos psicológicos (como, por ejemplo, la visión)». Tomasello y sus colegas creen que los
chimpancés tienen cuando menos algunos de los componentes de una teoría de la mente.
Donde los chimpancés fracasan es en una tarea de la creencia falsa que los niños saben
resolver entre los 4 y los 5 años. Este test se solía utilizar para indicar la posesión de una teoría
de la mente plenamente desarrollada. Sin embargo, recientemente se ha descubierto que es
un test demasiado exigente en este sentido. Como han señalado Paul Bloom, de la Universidad
de Yale, hay otras cosas en la teoría de la mente además de la tarea de la creencia falsa, y hay
otras cosas en la tarea de la creencia falsa además de la teoría de la mente.
¿En qué consiste esta tarea? Su denominación clásica es «test de Sally y Ann». En su versión no
verbal, funciona así: Sally oculta una recompensa, por ejemplo, comida, en uno de dos
recipientes (la cesta,) mientras Ann mira. Entonces Sally se va de la habitación y, mientras está
fuera, Ann cambia la recompensa de recipiente y lo pone en la caja. Cuando Sally vuelve a la
habitación, señala el recipiente en el que cree que está la comida (y que por supuesto es el
equivocado). En algún momento entre los 4 y los 5 años, los niños entienden que en
el recipiente en el que Sally cree que está la comida ya no está, ha cambiado de lugar y que
ella no lo sabe. Comprenden que la creencia de Sally es falsa, y escogen correctamente el
recipiente donde está ahora la comida, no el marcado por Ann. Sin embargo, los chimpancés y
los niños autistas no entienden que la creencia de Sally es falsa, y escogen el recipiente
señalado por ella.
En los últimos dos años, los investigadores han empezado a darse cuenta de que este test es
demasiado duro para niños menores de 3 años. Cuando se utilizan diferentes versiones de él o
de un tipo de test distinto, incluso niños de 18 meses hasta 2 años pueden considerar ciertos
estados mentales como, por ejemplo, metas, percepciones y creencias, explicaciones de la
conducta de los demás.
Gazzaniga, M. (2008/2010) ¿Qué nos hace humanos? Madrid. Espasa (págs. 61-65).
sabía que le energía eléctrica fluía rapidísima (a la velocidad de la luz), por lo que nuestra
percepción del mundo a través de las fibras nerviosas que salen de los ojos también podía ser
casi instantánea.
Cuando aún era un joven estudiante investigador, a Hermann Helmholtz su profesor le dijo que
nunca sería posible medir la velocidad de la conducción nerviosa. Ésta iba demasiado rápida.
Sin embargo, como todos los buenos estudiantes, Helmholtz no hizo caso. En 1852 fue capaz
de medir la velocidad de la conducción nerviosa y puso de manifiesto que era más bien baja.
En las neuronas sensoriales, el impulso nervioso tarda unos veinte
No parece sólo que percibimos el mundo inmediatamente y sin esfuerzo, sino también que
percibimos la totalidad de la escena visual con todo detalle. Esto es asimismo una ilusión. Sólo
el centro de la escena visual que llega al centro del ojo puede verse con detalle y en color. Eso
es debido a que sólo el centro de la retina (la fóvea) tiene neuronas muy apiñadas y sensibles
al color (conos). Más allá de unos diez grados desde el centro, las neuronas están más
separadas y detectan sólo luz y sombra (bastones). El borde de nuestra visión del mundo está
borroso y no tiene color.
Por lo general, no somos conscientes de este aspecto borroso en los bordes de la visión.
Nuestros ojos están en movimiento constante, por lo que cualquier parte de la escena puede
convertirse en el centro de la visión, donde es posible la percepción del detalle.
En la vida real, nuestra visión periférica, bien que borrosa, es muy sensible al cambio. Si el
cerebro detecta movimiento en el borde de la visión, el ojo se moverá inmediatamente para
poder mirar esa parte de la escena con detalle. Pero en la demostración de la ceguera al
cambio se muestra una pantalla gris entre una escena y la siguiente. Como consecuencia de
ello, hay un gran cambio visual en todas partes, pues todas las regiones de la pantalla pasan de
ser multicolores a grises y al revés una y otra vez. El cerebro no recibe ninguna señal que le
indique dónde se está produciendo el cambio importante.
Así pues, nuestra experiencia del conocimiento inmediato y completo de la escena visual que
tenemos delante es falsa. Hay una pequeña demora en la que el cerebro hace las «inferencias
inconscientes» mediante las cuales llega a ser conscientes de lo esencial de la escena. Además,
muchas partes de ésta permanecen borrosas y carentes de detalle. No obstante, el cerebro
sabe que la escena no es borrosa y también que un movimiento de los ojos puede enfocar
rápida y vívidamente cualquier parte de la escena. De modo que nuestra experiencia del
mundo visual con todo detalle es una experiencia de lo que está potencialmente disponible
más que de lo que ya está representado en el cerebro. Nuestro acceso al mundo físico es lo
bastante directo a efectos prácticos. Sin embargo, este acceso depende del cerebro, y ni
siquiera el cerebro sano e intacto nos dice siempre todo lo que sabe.
¿Es posible que mi cerebro sea consciente de los cambios en la demostración de la ceguera al
cambio aunque mi mente no lo sea? Hasta hace poco, ésta era una pregunta muy difícil de
responder.
Se trata de saber si puede afectarnos un estímulo que no somos conscientes de haber visto. En
la década de 1960, esto recibió el nombre de percepción subliminal y fue una cuestión muy
controvertida. Por un lado, muchas personas creían que los anunciantes podían insertar en las
películas mensajes ocultos que nos impulsaran a comprar, pongamos, más refrescos sin
alcohol, sin saber que estábamos siendo manipulados. Por otro, muchos psicólogos creían que
no existía algo como la percepción subliminal. Si los experimentos se llevaran a cabo como es
debido, afirmaban, se observarían efectos sólo cuando los individuos fueran conscientes de lo
que habían visto. Desde entonces se han realizado numerosos experimentos, y no se han
hallado pruebas de que mensajes subliminales ocultos en las películas nos hagan comprar más
refrescos sin alcohol.
Cuando llegaron los escáneres cerebrales, los investigadores pudieron formular una pregunta
ligeramente distinta sobre los estímulos subliminales. «¿Puede un objeto producir un cambio
en la actividad cerebral aunque no seamos conscientes del mismo?».
La habitación de Ames es un ejemplo aún más curioso de falta de efecto del conocimiento en
nuestra experiencia del mundo visual. Sabemos que estos hombres son realmente del mismo
tamaño. El de la izquierda parece más pequeño porque está más lejos. En realidad, la
habitación no es cuadrada. La parte izquierda de la pared del fondo está más alejada que la
parte derecha. Las ventanas de la pared del fondo han sido modificadas para que parezcan
cuadradas. Y aun así, mi cerebro prefiere verla como una habitación cuadrada que contiene
hombres de tamaños increíblemente distintos en vez de tres hombres de tamaño normal en
una habitación que alguien ha construido con una forma característica.
En este ejemplo hay al menos una cosa a favor de nuestro cerebro. La habitación de Ames es
intrínsecamente ambigua. Podría haber tres hombres poco comunes en una habitación
cuadrada o podría haber tres hombres normales en una habitación extraña. Mi cerebro quizá
esté escogiendo una interpretación improbable de la escena, pero al menos es una
interpretación posible. Nuestro cerebro nos oculta esta ambigüedad y sólo nos muestra una de
las interpretaciones posibles. Por otra parte, a veces el cerebro no tiene en cuenta en absoluto
las pruebas sobre el mundo físico.
A veces, sin embargo, el cerebro o bien lee mal la información entrante -creando así una
ilusión -o bien genera sus propios estímulos, que interpreta como si vinieran desde afuera.
Cuando esto pasa puede no haber ninguna manera -aparte de la deducción- de que alguien
sepa si lo que está percibiendo está de verdad en el mundo exterior o sólo en su propia mente.
La conocida sensación del miembro fantasma afecta aproximadamente al 60 % de las personas
sometidas a amputaciones. A veces desaparece después de unos cuantos meses, pero en
muchos casos dura toda la vida. La gente puede sentir el miembro perdido de la misma
manera que lo sentía cuando lo tenía. Es bastante común que pacientes con piernas recién
amputadas se vuelvan a lesionar al olvidar por un momento la pérdida y tratar de caminar
sobre la pierna que falta. Un hombre joven que perdió un brazo en un horrible accidente de
motocicleta no puede dormir de espaldas porque siente que el brazo sigue doblado detrás de
él, en la posición forzada en la que quedó cuando estaba tendido sobre el asfalto. De manera
parecida, un hombre que perdió las dos piernas en un accidente de bicicleta todavía siente que
sus piernas pedalean de vez en cuando, exactamente como lo hacían justo antes de que lo
atropellara un coche.
Las alucinaciones, la imaginación y la visión real son, en esencia, la misma cosa en lo que
respecta al cerebro. Si miramos una resonancia del cerebro de una persona mientras genera la
imagen interna de, por ejemplo, su dormitorio, veremos actividad en las mismas áreas de
visión y reconocimiento que se activarían si de verdad estuviera mirando el dormitorio. Sin
embargo, en general se activan más neuronas sensoriales en respuesta a estímulos externos
que a experiencias sensoriales autogeneradas. Tal fenómeno ocurre porque hay las suficientes
neuronas disparándose en nuestra corteza visual para dar una impresión del escenario, pero
no las suficientes para reproducir los detalles. No es el caso de todo el mundo.
Hay quienes tienen memoria eidética (fotográfica) que le permite crear visualizaciones tan
intensas como las que surgen a raíz de los estímulos originales. La memoria eidética podríamos
tenerla todos desde el principio. Algunos estudios sugieren que alrededor del 50 % de los niños
de cinco años tienen capacidad de ver lo que imaginan o recuerdan como si la imagen
estuviera allí de verdad. Si miran la imagen de una cebra, por ejemplo, y luego cierran los ojos,
pueden contar las rayas que tiene en la espalda. Sólo unos pocos adultos conservan la
capacidad de imaginar cosas con tanta intensidad. El psiquiatra Morton Schatzman cuenta el
caso de una mujer llamada Ruth a quien «perseguía» la imagen de su autoritario padre. Se
despertaba en la cama y se lo encontraba mirándola de reojo; iba al salón y se lo encontraba
acomodado en su sillón favorito. A veces se agachaba para levantar a su bebé y se encontraba
la cara del padre superpuesta a la de la criatura. El hombre aún vivía cuando se le aparecía a la
hija, pero la experiencia, aparte de eso, se semejaba mucho a los clásicos relatos contados por
gente que ve fantasmas, incluida la sensación de una presencia.
A veces, sin embargo, esta distinción automática entre las voces de fuera y la propia se viene
abajo, incluso entre seres normales. Es bastante común que la gente que está de duelo afirme
oír la voz de la persona que ha muerto. Y mucha gente oye mensajes en apariencia divinos,
cuando está en situaciones de excitación o de estrés.
Los sabores y los olores fantasma también están bien documentados. Los olores imaginarios,
por ejemplo, son un rasgo común en estados precoces del mal de Parkinson, y los individuos
que sufren depresiones cuentan muchas veces que se pueden oler a sí mismos o que tienen un
mal sabor en la boca. Las sensaciones corporales engañosas se pueden generar internamente.
Todos solemos aceptar como realidad leves alucinaciones corporales.
¿Por qué ocurre este fenómeno? El cerebro se desarrolló para mantener el mundo externo
constantemente vigilado, para sentir, seleccionar y formar cada estímulo para asegurarse de
que ningún peligro surja sin anunciarse, y ninguna oportunidad pase inadvertida. Necesita
mantenerse activo de manera que, si se corta el flujo usual de los clamorosos estímulos
externos, el cerebro busca con desesperación algo para reemplazarlos. Usa, amplifica y forma
el menor sonido, lo mínimo que ve, o la menor sensación, para hacer de ellos algo que tenga
significado. Y si desde afuera no entra absolutamente nada, el cerebro genera su propia exci-
tación. Las alucinaciones, como los sueños, son parte de un continuo vodevil que nos mantiene
despiertos. Si el escenario se vacía de actores reales, los fantasmas vienen a ocupar su lugar.
Una derivación importante de lo dicho hasta ahora son las ilusiones cognoscitivas. Su origen
está en los prejuicios que están bien asentados en el cerebro: hábitos de pensamiento,
reacciones emocionales parecidas al reflejo de estiramiento de la rodilla y ordenamientos
automáticos de los hechos percibidos. Todas estas cosas están tan profundamente arraigadas
que, en general, no tenemos conciencia de que existen. De manera que, cuando tomamos
conciencia de que existen, las tomamos por fruto del sentido común o verdades intuitivas.
Hasta cierto punto, estos prejuicios están profundamente grabados en nuestro cerebro.
Hemos visto que hasta los niños de muy corta edad tienen «clara idea» sobre cómo debieran
comportarse los objetos. Por eso los bebés se interesan tanto en juegos en los que hacen
«desaparecer» las cosas. El concepto de que las cosas materiales ocupan espacio y no se
desmaterializan sin más ni más es obvio que forma parte del diseño de nuestros circuitos
neurales. Estas teorías acerca del mundo, con las que ya venimos programados al nacer, son
muy útiles porque nos permiten tomar decisiones prácticas y rápidas sobre la manera de
reaccionar frente a lo que percibimos. La mayor parte del tiempo funcionan bien -lo cual es,
por supuesto, el motivo por el cual se han desarrollado. Sin embargo, algunas veces fallan.
Pensemos, por ejemplo, en nuestro prejuicio corriente con respecto al tamaño de los objetos.
Si vemos dos coches delante de nosotros, uno grande y otro pequeño, damos por sentado que
el más grande está más cerca. Nuestra experiencia de las perspectivas ha tejido una vía neural
en el cerebro que transforma la visión de «objeto pequeño/objeto grande» en «objeto
lejano/objeto cercano». No hay un punto de control previo en esta vía que cuestione si el
coche pequeño es en realidad el juguete de algún niño, intencionadamente colocado para que
parezca un vehículo distante real. Este tipo de comprobación, si fuera hecha cada vez que nos
encontráramos dos coches de distinto tamaño, llevaría tanto tiempo que nunca
conseguiríamos cruzar la calle. Pero no. Cuando el estímulo «coche grande/coche pequeño»
pasa el área primaria de visión v llega a las áreas de asociación visual, el procesador
automático de perspectivas entra en acción sin más. Estamos tan acostumbrados a que nos dé
la respuesta correcta que, cuando nos encontramos con que está equivocado, que el coche
pequeño es en realidad el juguete de un niño, nos produce un sobresalto de sorpresa. De
manera parecida, cuando vemos un objeto ovalado de superficie curva iluminado desde arriba,
el cerebro automáticamente responde como si fuera una cara. Como las caras suelen asomar
hacia afuera más bien que hacia adentro, construimos la percepción de un objeto cóncavo,
aunque en realidad sea convexo. Si cambiamos la iluminación de manera que el objeto esté
iluminado desde abajo, el cerebro deja de verlo como una cara -probablemente porque las
caras en general están iluminadas desde arriba por la luz solar- y de pronto el objeto “salta”
hacia afuera.
Los prejuicios que hacen surgir las ilusiones sensoriales son en general benignos. Otra cosa son
los prejuicios del pensamiento. Somos miembros de un jurado que juzga a un hombre por
asesinato. La fiscalía no tiene ninguna evidencia en contra de él excepto ésta: su ADN hace
juego con huellas de material genético dejadas por el asesino en el cuerpo de la víctima. Las
probabilidades de que el ADN encontrado haga juego con una persona elegida al azar son, se
nos dice, una entre diez millones. ¿Podemos estar seguros de que el hombre es culpable?
Probablemente creamos que sí. Este tipo de evidencia ha mandado a muchos sospechosos a la
cárcel. El jurado que los condenaba se iba a casa a dormir tranquilo, convencido de que
«estadísticamente» la sentencia de culpabilidad era justa. Sin embargo, la aparente
improbabilidad de que la persona en el banquillo sea inocente es ilusoria. Aunque la precisa
secuencia molecular de su ADN aparezca sólo una vez en diez millones, en un país que tiene,
digamos, cien millones de habitantes, quiere decir que hay diez hombres que tienen la misma
secuencia. Si los diez estuvieran en el banquillo, ¿tendríamos algún motivo para elegir al que
está delante en ese momento? La fiscalía, recordemos, « no tiene ninguna otra evidencia en
contra de él». Lógicamente, entonces, las probabilidades de que sea culpable son una entre
diez, y no -como alguien creyó- diez millones contra una. Pero esta ilusión cognoscitiva, al igual
que muchas otras ilusiones sensoriales, perdura aunque hayamos detectado el error. Nuestro
prejuicio -en este caso, la presunción de culpabilidad hasta que se haya probado la inocencia-
está tan profundamente arraigado que nos sorprendemos a nosotros mismos tratando de
forzar los hechos para que coincidan, en vez de hacer al contrario. « ¡Ah! -nos decimos-, pero
el sospechoso no estaría en el banquillo si no le hubiera dado a la policía motivos para
sospechar de él.»Es probable que, en el pasado, este prejuicio en particular tuviera un alto
valor de supervivencia. El hecho es que, en el desordenado mundo «real» en el cual se
desarrolló, en general era más seguro aceptar la culpabilidad de cualquier sospechoso que
tomarse preocupaciones con ideas sofisticadas acerca de evidencias admisibles o inadmisibles.
Nuestra preocupación por los derechos del individuo para no hablar de nuestra capacidad de
evaluar estadísti-cas- llegó mucho más tarde. Por tanto no nos nacen tan naturalmente.
http://purpleslinky.com/humor/hollow-face-illusions-statues-whose-eyes-follow-you-around-
the-room/
Hasta ahora, el relato de la visión ha versado sobre lo que sentimos de hecho, a saber, la luz y
las líneas detectadas por la retina y las primeras fases de la corteza visual. Y si bien la visión
comienza con estas impresiones, rápidamente pasa más allá de tan vagas sugerencias.
Después de todo, el práctico cerebro humano no está interesado en una verdad a la manera de
una cámara; sólo quiere que la escena tenga sentido. Desde los más tempranos niveles del
procesamiento visual en el cerebro hasta la pulida imagen final, la coherencia y el contraste
están particularmente subrayados, a menudo a expensas de la exactitud.
Los neurocientíficos saben ahora que lo que vemos al final está sumamente influido por el
llamado procesamiento de arriba abajo, término éste que describe la manera como las capas
cerebrales corticales se proyectan hacia abajo e influyen en nuestras sensaciones reales. Una
vez que los aportes del ojo han entrado en el cerebro, son inmediatamente enviados a lo largo
de dos rutas diferenciadas, una de las cuales es rápida y la otra lenta. La ruta rápida transmite
enseguida un cuadro basto y borroso a nuestra corteza prefrontal, una región cerebral
involucrada en el pensamiento consciente. Entre tanto, la ruta lenta emprende un itinerario
sinuoso a través de la corteza visual, que empieza analizando y perfilando meticulosamente las
líneas de luz. La imagen lenta llega a la corteza prefrontal unos cincuenta milisegundos
después de la primera imagen.
¿Por qué la mente lo ve todo dos veces? Porque nuestra corteza visual necesita ayuda.
Después de que la corteza prefrontal ha recibido su cuadro impreciso, la «parte alta» del
cerebro decide rápidamente qué es lo que ha visto la «parte baja» y empieza a adulterar los
datos sensoriales. Se presta entonces una forma al informe de la V1, y el mundo externo se ve
obligado a conformarse a nuestras expectativas. Si se retiran estas interpretaciones, nuestra
realidad se vuelve irreconocible. Simplemente, la luz no es suficiente. El neurólogo Oliver Sacks
trató en cierta ocasión a un paciente, el doctor P, que debido a una lesión cortical, sus ojos no
recibían prácticamente ningún aporte del cerebro. Veía el mundo solamente en su forma no
procesada, como laberintos de luz y masas de color. En otras palabras, que veía la realidad tal
y como es en realidad. Por desgracia, esto significaba que sus sensaciones eran
completamente surrealistas. Para explorar la enfermedad de su paciente, Sacks le pidió que le
describiera algunas fotografías del National Geographic:
Sus respuestas [del doctor P] fueron muy curiosas. Sus ojos se lanzaban de una cosa a otra,
recogiendo pequeños rasgos, rasgos individuales, igual que habían hecho con mi cara. Un
determinado brillo, color o forma le lla- maban particularmente la atención y suscitaban
comentarios; pero en ningún caso recibía el doctor la escena como un todo. No tenía la menor
noción de ningún paisaje o escena." El problema del doctor P estribaba en lo que le ocurría a la
luz una vez que viajaba más allá de su retina. Él tenía los ojos bien; éstos absorbían
perfectamente los fotones. Era sólo que su cerebro no podía interpretar sus sensaciones, por
lo que el doctor veía el mundo como una irremediable conmoción de fragmentos. Cualquier
fotografía le parecía abstracta. No podía reconocer su propio reflejo. Sacks describe así lo que
ocurrió cuando el doctor P se levantó para despedirse:
Él [el doctor P] entonces empezó a mirar alrededor en busca de su sombrero. Alargó la mano y
cogió la cabeza de su esposa, que trató de levantar y de ponérsela. ¡Estaba claro que había
confundido a su esposa con un sombrero! Pero su mujer parecía estar acostumbrada a este
tipo de cosas. El tragicómico relato de Sacks expone un elemento esencial del proceso de ver.
Una de las funciones del procesamiento de arriba abajo es el reconocimiento de los objetos.
Las instrucciones de la corteza prefrontal nos permiten asimilar los diferentes elementos de un
objeto -todas esas líneas y aristas vistas por la V1- dentro de un concepto unificado del obje-
to. Esto es precisamente lo que no podía hacer el doctor P Sus impresiones de la luz nunca se
congelaban en una cosa. En consecuencia, antes de que él pudiera «ver» un guante o su pie
izquierdo o a su esposa, tenía que descifrar laboriosamente sus propias sensaciones. Cada
forma necesitaba ser metódicamente analizada, como si estuviera siendo vista por primera
vez. Por ejemplo, cuando al doctor P se le dio una rosa, éste describió así su proceso
consciente: «Parece tener unos quince centímetros de largo. Es una forma roja retorcida con
un agarre lineal verde». Pero estos detalles tan precisos nunca desembocaban en la idea de
rosa. El doctor P tenía que oler la rosa para poder identificar su forma. Como dijo Sacks: «El
doctor P no veía nada como algo familiar. Visualmente, estaba perdido en un mundo de
abstracciones inertes».
Extraido de Lehrer, J. (2007/2010). Proust y la neurociencia. Madrid. Paidos (págs.136-138).
Todos los elementos de la situación de enfermedad que resultan excepcionales para los
pacientes son tremendamente cotidianos para los profesionales sanitarios.
Estos y otros múltiples aspectos hacen que el contexto de la salud y enfermedad sea un
contexto especialmente sensible en el que se debe atender a múltiples factores para prestar
una atención sanitaria de calidad.
HIPÓTESIS DE LA AMORTIGUACIÓN
ENFERMEDAD = condición física observable o inferida, caracterizada por una serie de cambios
EXPERIENCIA DE ENFERMEDAD = conjunto de sensaciones de malestar que se producen como
consecuencia de la interacción persona - enfermedad
1. INTRODUCCIÓN:
El procesamiento de la información se realiza de manera que la información nos llega por dos
vías: rápida y lenta. Por la vía rápida nos llega información bruta como por ejemplo colores o
líneas… y el lento añade al proceso nuestras creencias, expectativas, experiencias…
Si nosotros vemos un tronco, confiaremos en nuestro cerebro pensando que encima del
tronco hay hojas o ramas que forman un árbol. Esto se realiza gracias a ese proceso, solo
teniendo algo de información y sumándolo a nuestros conocimientos, llegaremos a un
resultado rápido, podremos procesar la información de manera mas eficiente.
La toma de decisiones es el proceso mediante el cual se realiza una elección entre opciones
para resolver diferentes situaciones de la vida. Hasta hace poco se creía que, en todas las
decisiones, las personas empleaban su razonamiento y sus creencias en orden a elegir las
mejores soluciones a los problemas que se le presentaba en la vida. Los modelos teóricos
consideraban que para tomar una decisión era necesario conocer, comprender y analizar el
problema.
El caso de Elliot
Elliot era un padre y un marido modélico y tenía un puesto de responsabilidad en la
administración de una empresa. Después de varias exploraciones se le diagnosticó un tumor
del tamaño de una mandarina en el área medial del lóbulo prefrontal, justo encima de las
cuencas de los ojos. Se sometió a una operación quirúrgica en 1982 que le extirpó con éxito el
tumor, pero que le dañó los tejidos circundantes de su corteza orbitofrontal.
La corteza orbitofrontal (COF) es la parte de la corteza frontal que integra las señales enviadas
desde los sistemas emocionales del cerebro.
Después de la operación el Cl de Elliot seguía siendo normal, pero ahora mostraba un defecto
psicológico: era incapaz de tomar decisiones. Esta disfunción le imposibilitaba la vida normal.
Tareas rutinarias que antes le llevaban diez minutos, ahora le requerían varias horas. Elliot
pensaba incesantemente en detalles irrelevantes.Pronto lo despidieron del trabajo. Puso en
marcha varios negocios, pero fracasó en todos. Su esposa se divorció de él. Volvió a vivir con
sus padres. Siempre era mesurado, describía las escenas como un espectador imparcial, no
transmitía ninguna sensación de sufrimiento. ¿Por qué, de repente, era incapaz de tomar
decisiones acertadas? ¿Qué le había pasado a su cerebro?
El punto de inflexión en la observación de este caso vino cuando Damasio comenzó a repasar
lo que la neurología sabía hasta el momento y recuperó los datos existentes sobre
Phineas Gage, cuyo parecido con el comportamiento de Elliot no era casual.
La respuesta emocional ocupa un rango muy largo de tiempo pero empieza antes de 100 ms
La amígdala recibe información de los estímulos que en todo momento llegan a los órganos
sensoriales. Y dicha información sigue dos caminos principales.
La información procedente de los sentidos llega al tálamo y desde ahí alcanza la corteza
sensorial primaria de la que se trate (auditiva, visual, táctil, etc.) y se analizan sus
características más complejas y se reconocen las propiedades del estímulo. El hipocampo
proporciona datos relevantes del contexto. (Vía tálamo-córtico-amigdalar; más habitual)
Una parte de la información menos elaborada accede más rápido a la amígdala permitiéndole
activar una reacción apropiada. (Vía tálamo-amígdala; más corta). Los datos acumulados hasta
el momento muestran la importancia de la corteza orbitofrontal, situada justo detrás de los
ojos, en la parte inferior del lóbulo frontal.
Cuando este frágil pliegue de células resulta dañado el resultado es siempre el mismo:
dificultades en la toma de decisiones.
Además, la corteza prefrontal no es sólo una estructura que acumula información, también es
una especie de director de orquesta que dirige a los músicos y es capaz de adoptar decisiones
de acuerdo con criterios lógicos
TERCERA CUESTIÓN
Al principio, la mayoría de las personas intentan dos estrategias corrientes, de las cuales no
funciona ninguna. La primera consiste en clavar la vela directamente en el tablero pinchándola
sesgadamente: la cera se rompe. La segunda consiste en derretir la parte inferior de la vela e
intentar pegarla al tablero: la cera no se pega, y la vela cae al suelo. Menos del 20 % de los
participantes dan con la solución correcta. Las primeras áreas cerebrales activadas durante el
proceso de solución de este problema son las implicadas en el control ejecutivo: la corteza
prefrontal y la corteza cingulada anterior.
¿Cómo se las arregla el cerebro, dirigido por la corteza prefrontal, para encontrar soluciones
creativas al «problema de la vela»? La observación del cerebro muestra que las primeras áreas
cerebrales activadas durante el proceso de solución de este problema son las implicadas en el
control ejecutivo: la corteza prefrontal y la corteza cingulada anterior.
Las personas con lesiones en el lóbulo frontal no saben resolver puzles como éste. Aunque
entienden las reglas del juego, son totalmente incapaces de pensar creativamente, de pensar
de manera abstracta en los impedimentos.
En lugar de probar distintas opciones, siguen intentando clavar la vela en el tablero de corcho,
insistiendo obstinadamente en esta estrategia hasta que ya no les quedan velas. En
consecuencia, la CPF está especialmente concebida para idear, en estas situaciones,
respuestas creativas, generar esa súbita percepción que permite a una persona tomar la
decisión correcta
CUARTA CUESTIÓN
1. A veces se adoptan decisiones erróneas. Pero aunque pueda parecer que se debe a un
exceso de emoción, en realidad, muchos fracasos se deben a un error mental concreto: pensar
demasiado.
2. En ocasiones, en las que para asegurar una decisión hacemos una búsqueda exhaustiva de
información, existen muchas probabilidades de errar por un exceso de análisis.
A mediados de la década de 1980, una revista de consumo decidió realizar una prueba de
sabor de mermelada de fresa.
Los expertos degustaron 45 mermeladas distintas, puntuando 16 características diferentes,
como el dulzor, el carácter afrutado, la textura y la facilidad para extenderla.
Unos años después, el psicólogo Timothy Wilson decidió repetir esta prueba de sabor con sus
alumnos. ¿Tendrían las mismas preferencias que los expertos? ¿Estarían todos
de acuerdo en qué mermeladas sabían mejor?
El experimento de Wilson era simple: cogió las mermeladas de los puestos 1º, 11º, 24°,
32° y 44º y pidió a los estudiantes que las clasificasen.
Resultado: La ordenación por preferencias de los universitarios se correspondían con las de los
expertos. El cerebro de los inexpertos fue capaz de reconocer automáticamente los productos
que procuran más placer. Pero Wilson repitió este experimento con otro grupo de estudiantes.
3. Experimentos como este sugieren que, en muchas circunstancias, podemos tomar mejores
decisiones sabiendo menos sobre los temas en los que tomamos decisiones.
Si la mente fuera un órgano omnipotente, un superordenador sin limitaciones, el análisis
racional sería siempre la estrategia ideal para tomar decisiones. La información sería algo
valiosísimo. Los procesamientos conscientes resultan caros: requieren no solo mucho tiempo
sino mucha memoria. En cambio, los procesos inconscientes son rápidos y se rigen por
normas.
QUINTA CUESTIÓN
1. Las limitaciones de nuestro procesador cognitivo son una seria desventaja en tareas que
requieren trabajar simultáneamente con muchas informaciones.
Sin embargo, estas limitaciones afectan mucho más a los dispositivos que trabajan con
Conocimiento consciente.
2. Una experiencia obvia de la vida cotidiana es que las personas toman muchas decisiones sin
hacer un uso explícito de toda la información relevante disponible en el ambiente y en su
memoria.
SEXTA CUESTIÓN
¿Es posible que las explicaciones de nuestras conductas procedan de fabulaciones elaboradas
después de haberlas realizado?
2. Otro grupo de pacientes con los que se ha estudiado esta tendencia a fabular es el de
quienes tienen el cerebro hendido.
Cuerpo Calloso: Una enorme banda de fibras (axones mielinizados) transportan información
entre los dos hemisferios cerebrales
5. Esta tendencia a fabular raramente está bajo nuestro control: es en gran medida parte de
nuestro diseño cognitivo básico, de manera que luchar contra él supone luchar contra uno
mismo. Incluso desde una perspectiva anatómica, a nuestro cerebro le resulta imposible ver
nada en estado puro sin alguna forma de interpretación. Hasta es posible que no siempre
seamos conscientes de ello.
En consecuencia, mientras el hemisferio derecho vive una vida literal y recuerda los artículos
exactos de una lista de objetos, la tendencia fabuladora del hemisferio izquierdo está activa
todo el día captando lo esencial de las situaciones y explicándolo todo.
SÉPTIMA CUESTIÓN
Podemos reconocer a un amigo que camina por la calle exclusivamente a partir de su patrón
de movimiento, de identificar la regularidad en su marcha. Simplemente escogiendo patrones
de movimiento y gestos a partir de breves vídeos mudos.
Todos nosotros aplicamos una estrategia de detección de patrones sin saber que la estamos
haciendo.
"Seguramente ha habido alguna mano sobrenatural en la recuperación tan rápida de mi perra.
Lo veo en las nubes”
Los patrones sirven para buscar una explicación que justifique algo que esta ocurriendo
Esta habilidad para la detección de patrones es muy provechosa, ya que nos permite extraer
conclusiones en segundos en lugar de minutos u horas si tuviéramos que basarnos en arduos
cálculos lógicos. Es también un territorio que atribuimos a la intuición.
Desafortunadamente, también pueden llevarnos por mal camino al contribuir a cierta clase de
ilusiones. A veces, creemos ver patrones donde no los hay, y donde si existen los percibimos
mal.
¿Cree usted que las noches de luna llena nacen más bebés?
Cuando creemos en esto, vamos a buscar todas las razones que podamos para confirmar esa
hipótesis y esa tendencia de encontrar patrones lleva a errores. Más allá de que existan o no,
cuando percibimos que así es, de inmediato inferimos que resultan de una relación causal.
En muchos casos la detección ilusoria de un patrón causal se debe a que las personas solo
atienden a la concurrencia de los dos hechos y no a la ausencia de uno de ellos o de los dos.
Es decir, ¿se tienen en cuenta también los bebes que nacen cuando no hay luna llena? O solo
nos fijamos en lo que nos interesa para confirmar nuestras creencias
No se puede llegar a conclusión alguna sobre la asociación entre dos hechos (A y B) a menos
que se tengan en cuenta las cuatro cifras que representan las frecuencias de presencia y
ausencia.
La segunda tendencia importante que subyace a la ilusión de causa es que cuando dos
acontecimientos ocurren juntos, tendemos a inferir que uno debe de ser la causa del otro.
LA HIPÓTESIS DE LA VACUNA
El autismo es una enfermedad del desarrollo muy difundida que en la actualidad afecta a
casi uno de cada 150 niños. Los casos han aumentado durante la última década, con
frecuencia, el autismo se diagnostica cuando los niños, en pleno desarrollo, empiezan a jugar
de manera interactiva. Muchos padres comienzan a advertir que algo no anda bien con sus
hijos cuando estos tienen alrededor de 2 años.
Estos síntomas tienden a ser más notorios para los padres poco tiempo después de que sus
hijos reciban la vacuna triple. En otras palabras. los síntomas más claros de autismo se ven mas
claros después de las vacunas. Los padres que no habían visto síntomas antes de las vacunas a
sus hijos y los notaron después, generaron un patrón con una narración causal.
Por supuesto, el incremento en las tasas de diagnostico de autismo también coincidió con el
crecimiento de la piratería informática, pero nadie afirma que el autismo cause la piratería (o
viceversa). La asociación debe tener un vinculo causal plausible, una conexión que, en lo
superficial de manera intuitiva, tenga sentido
Además, las anécdotas son más persuasivas que las estadísticas porque sacan provecho del
poder de la narración. Es la lógica de «tengo un amigo que los casos individuales permanecen
en nuestra mente; las estadísticas y promedios, no. Y tiene sentido que las anécdotas nos
resulten conmovedoras. Nuestro cerebro evolucionó bajo condiciones en las cuales la única
evidencia de que disponíamos era lo que experimentábamos nosotros mismos y lo que
escuchábamos de otros. Nuestros ancestros carecían de acceso a grandes conjuntos de
información. Por necesidad, aprendimos a partir de ejemplos específicos, no de datos
compilados de muchas personas a lo largo de un amplio espectro de situaciones.
La historia que una madre cuenta acerca del deterioro de su hijo después de recibir la vacuna
triple y su creencia explícita de que esta le causó autismo es conmovedora, memorable y difícil
de desechar de nuestros pensamientos.
Aun frente a la contundente evidencia científica y a las estadísticas reunidas a partir del
estudio de cientos de miles de personas, ese caso único y personalizado ejerce una influencia
indebida sobre nosotros. Los padres saben lo que han experimentado, pero en general no
conocen la ciencia de esa misma manera.
La tercera tendencia importante que sostiene la ilusión de causa proviene de la forma en que
interpretamos las narraciones. En las cronologías o meras secuencias de acontecimientos,
suponemos que los anteriores provocaron los posteriores.
Cuando una narración es plausible, las personas aceptan la causa falsa como algo natural y no
se molestan en pensar en otras. Hay un peligro inherente a convertir la cronología en
causalidad. Debido a que percibimos secuencias de acontecimientos, en la que uno lleva al
siguiente, es difícil ver que siempre hay muchas razones o causas interrelacionadas para un
único resultado. La naturaleza secuencial del tiempo lleva a las personas a considerar el efecto
de sus expectativas en el futuro.
En general, las personas buscan darle sentido e imponer un orden a un mundo lleno de
incertidumbre buscando alcanzar un sentimiento de poder y control. Esta búsqueda de
estructura puede a veces llevarnos a engañarnos a nosotros mismos viendo y creyendo cosas
que simplemente no existen.
Una forma de este pensamiento mágico es la ley del contagio. Cuando dos objetos se tocan, se
transmiten propiedades entre sí y los efectos pueden durar más allá de la finalización de dicho
contacto.
Una tercera forma asume que los pensamientos pueden influir en el mundo físico de una
forma no regida por las leyes de la física
Descubrimientos como éste, por más improbables que parezcan, han proliferado en la
investigación psicológica en los últimos años. Los nuevos estudios han revelado que las
personas arreglan más su aspecto cuando perciben un leve olor a líquido de limpieza; que se
vuelven más competitivas si hay un maletín de mano a la vista o que son más propensas a
cooperar si oyen palabras como "apoyo" o "confiable o responsable". Y todo sin tener
conciencia del cambio ni de qué lo causó.
Los psicólogos afirman que "preparar" (priming) a la gente de esa manera demuestra cómo las
imágenes, los olores y los sonidos cotidianos pueden selectivamente activar objetivos o
motivos que las personas ya tienen. Así, los nuevos estudios revelan un cerebro inconsciente
mucho más activo e independiente, y con propósitos firmes, de lo que se sabía hasta ahora.
Objetivos como comer, formar pareja o tomar un vaso de leche helada funcionan como
softwares neuronales que sólo pueden ser desarrollados de a uno por vez, mientras que el
inconsciente es perfectamente capaz de ejecutar el software que elija.
En un experimento de 2004, un equipo de psicólogos dirigidos por Aaron Kay, que en ese
momento trabajaba en la Universidad de Stanford, California, hizo que un grupo de
estudiantes participara en un juego individual de inversiones contra otro participante que no
estaba a la vista. La mitad de los estudiantes jugó sentado en una mesa larga, en cuyo extremo
había un maletín de mano y una cartera de cuero negra. Estos estudiantes fueron mucho más
mezquinos con su dinero que los otros, que jugaban en una sala idéntica, pero con una
mochila sobre la mesa.
El cerebro parece utilizar los mismos circuitos neurales para ejecutar tanto un acto
inconsciente como uno consciente.
computación por dinero. Los "jugadores" sostenían una palanca de control y se les dijo que,
cuanto más la apretaran cuando una imagen de dinero aparecía súbitamente en la pantalla,
más dinero obtendrían. Como era de esperar, los jugadores apretaron más fuerte la palanca
cuando aparecía la imagen de un peso que cuando lo hacía la imagen de un centavo, sin
importar si lo percibían conscientemente.
Pero los circuitos cerebrales activados en todos los participantes fueron similares: el área
llamada el globo pálido (uno de los tres núcleos que forman los núcleos basales) permanecía
activa cada vez que los participantes respondían. Esto sugiere la existencia de un proceso de
toma de decisiones "de abajo hacia arriba", en el que el globo pálido forma parte de un
circuito que primero pondera la recompensa y decide, y luego interactúa con las regiones
conscientes de mayor nivel, si es que lo hace. La ciencia ha dedicado años a tratar de
identificar las precisas regiones neurales que sustentan el estado consciente, hasta ahora en
vano. Pero casi no hay dudas de que incluye la corteza prefrontal. "A veces, los efectos no
conscientes pueden superar en magnitud a los conscientes -explicó el doctor Mark Schaller,
profesor de psicología de la Universidad de la Columbia Británica, en Vancouver- porque no
podemos moderar ciertas cosas a las que no tenemos acceso de manera consciente, y el
objetivo permanece activo.
Las nuevas investigaciones confirman que no estamos solos en nuestro estado consciente.
Tenemos compañía, un socio invisible con intensas reacciones sobre la realidad que no
siempre coinciden con las nuestras, pero cuyos instintos tienden tanto a ayudar y ser atentos
con los demás como a desorganizar.
Para someter a prueba la hipótesis sobre la eficacia relativa de los dos modos de pensamiento,
en función de la complejidad de la tarea (operativizada en términos de la cantidad de
información implicada), en uno de los experimentos presentaron a los participantes una serie
de atributos positivos y negativos sobre cuatro marcas ficticias de coches. En una condición,
manejaron cuatro atributos por marca (poca información) y en otra, doce atributos por marca
(mucha información). Los atributos podían ser positivos o negativos, de modo que mientras
una marca aparecía caracterizada con el 75% de atributos positivos y el 25% negativos, otra
aparecía con el 25% positivos y el 75% negativos. Las otras dos marcas tenían un 50% de
características positivas y otro 50% negativas.
Una vez vistos todos los atributos, los participantes en la condición de pensamiento consciente
disponían de cuatro minutos para ponderarlos y evaluar comparativamente las cuatro marcas.
En la condición de pensamiento inconsciente los participantes tenían que llevar a cabo durante
esos cuatro minutos una tarea distractora, que les impedía elaborar y ponderar de manera
deliberada la información relativa a las marcas. A continuación todos debían señalar qué
marca consideraban mejor.
Pues bien, cuando trabajaron con poca información hubo más participantes en la condición de
pensamiento consciente que eligieron correctamente (i.e., eligieron la marca de 75% de
atributos positivos) frente a los de la condición de pensamiento inconsciente. En cambio,
cuando trabajaron con mucha información hubo más participantes en la condición de
pensamiento inconsciente que eligieron correctamente frente a los de la condición de
pensamiento consciente
Baba Shiv, neuroeconomista de Stanford, dio a un grupo de personas Sobe Adrenaline Rush,
una bebida energética que, en principio, las haría sentirse más activas y atentas. (La bebida era
un fuerte brebaje de azúcar y cafeína que, según prometía la botella, proporcionaría una
“funcionalidad superior”. Unos participantes pagaron todo el precio por la bebida, mientras
que otros gozaron de un descuento. Tras tomarse el producto, los individuos tuvieron que
resolver una serie de crucigramas. Shiv advirtió que quienes habían pagado menos resolvían
sistemáticamente un 30 % menos de crucigramas que quienes habían pagado el precio
completo. Los individuos estaban convencidos de que la bebida rebajada de precio era mucho
menos eficaz, pese a que eran todas idénticas. «Repetimos el estudio una y otra vez, pues no
estábamos seguros de si aquello había pasado por casualidad, o de chiripa -dice Shiv-.Pero
siempre obtuvimos los mismos resultados.»
¿Por qué la bebida energética más barata demostró ser menos eficaz? Según Shiv, por lo
común los consumidores padecen una versión del efecto placebo. Como esperan que los
artículos más baratos sean menos efectivos, éstos en general son menos efectivos, aunque
sean idénticos a los más caros. Por eso la aspirina de marca registrada funciona mejor que la
aspirina genérica, o la Coca-Cola sabe mejor que las colas más baratas, aun cuando la mayoría
de los consumidores no perciben la diferencia en pruebas de sabor a ciegas. “Tenemos sobre
el mundo esas creencias generales (por ejemplo, que los productos baratos son de menor
calidad), que se traducen en expectativas concretas con respecto a productos concretos
explica Shiv. Así pues, una vez que estas expectativas se activan, empiezan a causar un impacto
real en la conducta”. El cerebro racional distorsiona el sentido de la realidad, por lo que se
pierde capacidad para evaluar las alternativas como es debido. En vez de escuchar las
opiniones fiables generadas por el cerebro emocional, hacemos caso de nuestras suposiciones
falsas.
Hace poco, unos investigadores de Caltech y Stanford han desvelado este extraño proceso. Su
experimento estaba organizado como una cata de vinos: veinte personas probaban cinco
cabernet sauvignon cuyo elemento distintivo era sólo su precio de venta al público, que
oscilaba entre cinco y noventa dólares la botella. Aunque se dijo a los participantes que los
cinco vinos eran distintos, los científicos no decían la verdad: había sólo tres que diferían, es
decir, reaparecían a menudo los mismos, pero con diferentes precios en la etiqueta. Por
ejemplo, el primer vino ofrecido en la cata -una botella de un cabernet barato de California-
llevaba en un caso una etiqueta que ponía cinco dólares (su verdadero precio de venta) y en
otro una que ponía cuarenta y cinco, un margen de beneficio del 900 %. Cada individuo tomó
todos los vinos dentro de una máquina de resonancia magnética funcional.
Como es lógico, los participantes manifestaban de forma sistemática que los vinos más caros
sabían mejor. Preferían la botella de noventa dólares a la de diez y pensaban que el cabernet
de cuarenta y cinco dólares era muy superior al vinacho de cinco. Al llevar a cabo la cata en
una máquina de resonancia magnética funcional -el vino se tomaba mediante una red de tubos
de plástico-,los científicos vieron cómo respondía el cerebro de los dividuos a los diferentes
vinos. Aunque durante el experimento se activaban diversas regiones cerebrales, sólo una
parecía reaccionar ante el precio del vino, más que ante el vino propiamente dicho: la corteza
prefrontal. Por lo general, los vinos más caros hacían que ciertas partes de la corteza
prefrontal se excitaran más. A juicio de los científicos, la actividad de esta región cerebral
cambiaba las preferencias de los catadores, de modo que el cabernet de noventa dólares
parecía saber mejor que el de cuarenta y cinco, aunque en realidad se trataba del mismo vino.
Las preferencias vinícolas de los participantes eran claramente absurdas, desde luego. En vez
de obrar como agentes racionales -conseguir la máxima utilidad por el menor precio posible-,
preferían gastar más dinero en un producto idéntico. Cuando los científicos repitieron el
experimento con miembros del club vinícola de la Universidad de Stanford, obtuvieron los
mismos resultados. En una cata a ciegas, los precios inventados también engañaron a esos
semiexpertos. «No nos damos cuenta de lo fuertes que son nuestras expectativas -dice
Antonio Rangel, el neuroeconomista de Caltech que dirigió el estudio-. Pueden realmente
modular todos los aspectos de nuestra experiencia. Y si nuestras expectativas se apoyan en
suposiciones falsas -como la de que los vinos más caros saben mejor-, pueden inducir a error.»
Estos experimentos sugieren que, en muchas circunstancias, podemos tomar mejores
decisiones sabiendo menos sobre los productos que compramos. Al entrar en una tienda,
estamos asediados por la información. Incluso compras en apariencia simples pueden
convertirse enseguida en un atolladero cognitivo. Veamos el pasillo de las mermeladas. Un
vistazo a los estantes puede inspirar una larguísima lista de preguntas. ¿Hemos de comprar la
mermelada de fresa de textura fina o la que lleva menos azúcar? ¿Sabe mejor la mermelada de
fresa más cara? Y ¿qué hay de la orgánica? (En un supermercado típico hay muchas variedades
de mermelada). Los modelos racionales de toma de decisiones dan a entender que para
encontrar el mejor producto hay que tener en cuenta toda la información y analizar
detenidamente las distintas marcas expuestas. En otras palabras, una persona ha de elegir una
mermelada con su corteza prefrontal. Sin embargo, este método puede fallar. Si en el
supermercado dedicamos mucho tiempo a pensar, podemos engañarnos a nosotros mismos y
escoger las cosas equivocadas por razones equivocadas. Por eso los mejores críticos, desde
Consumer Reports a Robert Parker, insisten siempre en las comparaciones a ciegas. Quieren
evitar los pensamientos engañosos que alteran las decisiones. La corteza prefrontal no es muy
hábil a la hora de elegir mermeladas, bebidas energéticas o botellas de vino. Esta clase de
decisiones son como el swing de golf: se toman mejor con el cerebro emocional, que emite su
veredicto de manera automática.
Este enfoque «irracional» de las compras puede permitirnos ahorrar un montón de dinero.
Después de que Rangel y sus colegas concluyeran su experimento con neuroimágenes,
pidieron a los participantes que volvieran a probar cinco vinos distintos, si bien esta vez no les
dieron ninguna información relativa al precio. Aunque los individuos acababan de clasificar el
vino de noventa dólares como el más agradable, ahora cambiaron radicalmente sus
preferencias. Cuando la cata era verdaderamente a ciegas, cuando la corteza prefrontal ya no
influía en los individuos, la puntuación más alta era para el vino más barato. No era para tirar
cohetes, pero sí el que sabía mejor.
No siempre la corteza prefrontal gozó de tan alta estima. Cuando en el siglo XIX los científicos
empezaron a examinar detenidamente el cerebro, llegaron a la conclusión de que los lóbulos
frontales no servían para nada; eran pliegues de carne inútiles. A diferencia de otras áreas
corticales, que eran responsables de tareas específicas como controlar el cuerpo o generar el
lenguaje, daba la impresión de que la corteza prefrontal no hacía nada. Era el apéndice de la
mente. En la década de 1920, los médicos comenzaron a practicar lobotomías del lóbulo
frontal, una cirugía cruel en la que se cortaban las conexiones de la corteza prefrontal con el
resto del cerebro. Se recomendaba este tratamiento quirúrgico en una gran variedad de
afecciones, desde la epilepsia hasta la esquizofrenia. Como por lo visto los lóbulos frontales no
tenían una función concreta, los médicos pensaron que así podían averiguar qué pasaba si se
desconectaban del resto del cerebro. El procedimiento alcanzó pronto una gran popularidad.
Entre 1939 y 1951, se llevó a cabo la «cura del corte» en más de dieciocho mil pacientes de
asilos y prisiones de Estados Unidos. En 1949, el fisiólogo Walter Hess y el neurólogo Antonio
Egas Moniz recibieron el premio Nobel de Medicina por promover y aplicar el procedimiento.
En las últimas décadas, sin embargo, diversos neurólogos han estudiado con gran precisión
esta área cerebral. Ahora saben exactamente qué sucede cuando se daña la corteza prefrontal.
Véase el caso de Mary Jackson, una joven inteligente y activa con un brillante futuro. Aunque
creció en un barrio deprimido, Mary recibió una beca para estudiar en una universidad y
esperaba poder abrir algún día una clínica en su viejo barrio. Su novio Tom estudiaba en una
universidad cercana, y planeaban casarse en cuanto Mary terminara sus estudios en la
Facultad de Medicina.
Pero en el verano posterior a su segundo curso, la vida de Mary empezó a desmoronarse. Tom
fue el primero en darse cuenta. Mary nunca había bebido alcohol -sus padres eran baptistas
estrictos-, pero de repente empezó a frecuentar bares y discotecas. Comenzó a acostarse con
cualquiera y probó el crack. Renegó de sus viejos amigos, dejó de ir a la iglesia y rompió con
Tom. Nadie entendía qué le pasaba. Empezó a sacar malas notas y dejó de ir a clase. A finales
de aquella primavera, Mary empezó a tener fiebre alta y una tos perruna. Al principio, supuso
que sólo era el efecto secundario de tanta fiesta, pero la enfermedad no desaparecía. Acudió
al centro médico y le diagnosticaron neumonía. Pero incluso después de seguir un tratamiento
de antibióticos intravenosos y oxígeno, la fiebre no remitía. Por lo visto, al sistema inmunitario
de Mary le pasaba algo. Los médicos pidieron más análisis de sangre. Fue entonces cuando
Mary se enteró de que era seropositiva.
Se vino inmediatamente abajo y le dijo al médico que no entendía su propia conducta. Hasta el
verano anterior, jamás había tenido ganas de tomar drogas, de acostarse con cualquiera o de
hacer novillos. Estaba muy centrada en sus objetivos a largo plazo de ir a la Facultad de
Medicina y formar una familia con Tom. Pero ahora era incapaz de controlar sus impulsos. No
podía resistir las tentaciones. Tomaba una decisión imprudente tras otra. El médico la derivó al
doctor Heilman, distinguido neurólogo quien empezó haciéndole a Mary unos test psicológicos
sencillos. En uno le pidió que recordara unos cuantos objetos diferentes, y luego la distrajo
durante treinta segundos haciéndole contar hacia atrás. Cuando Heilman le preguntó si
todavía recordaba los objetos, ella lo miró desconcertada. Su memoria de trabajo había
desaparecido. Entonces él intentó darle un test de memoria distinto, y ella se puso hecha una
furia.
Heilman cree que, en el caso de Mary, la corteza prefrontal dañada significaba que su cerebro
racional ya no podía modular ni refrenar sus pasiones irracionales.
Casos clínicos como el de Mary Jackson han permitido saber que la corteza prefrontal nos
permite a cada uno meditar sobre nuestra mente, una habilidad que los psicólogos denominan
«metacognición». Sabemos si estamos enfadados; todos los estados emocionales traen
consigo conciencia de sí mismos, por lo que un individuo puede intentar entender por qué está
sintiendo lo que está sintiendo.
Mischel ya se disponía a abandonar la sala, pero antes le dijo al niño que, si hacía sonar un
timbre, volvería, y el niño podría comerse la gominola. No obstante, esto significaba que
perdía la posibilidad de comerse la segunda golosina.
La mayoría de los niños de 4 años no pudieron resistir la tentación dulce más de unos
minutos. Varios de ellos se taparon los ojos con las manos para no ver las gominolas. Uno se
puso a dar puntapiés a la mesa. Otro empezó a tirarse del pelo. Unos cuantos fueron capaces
de esperar unos quince minutos, pero muchos no aguantaron. Hubo algunos que se comieron
las gominolas en cuanto Mischel se fue de la sala, sin tomarse siquiera la molestia de tocar el
timbre.
Las gominolas eran una prueba de autocontrol. Los estímulos gratificantes, como un terrón de
azúcar, siempre tientan al cerebro emocional. No obstante, si el niño quería alcanzar el
objetivo -una segunda gominola-, tenía que pasar por alto temporalmente sus sentimientos,
retrasar la gratificación unos minutos. Lo que descubrió Mischel fue que, ya a los 4 años, unos
niños eran mucho mejores que otros a la hora de controlar sus emociones.
Saltamos a 1985. Los niños de 4 años son ahora estudiantes de secundaria. Mischel mandó a
sus padres una encuesta de seguimiento. Les preguntaba a los padres sobre una gran variedad
de rasgos del carácter de su hijo. Por ejemplo, si era capaz de afrontar episodios frustrantes o
si era un estudiante aplicado. Mischel también pidió sus expedientes académicos del instituto.
Y se valió de estos datos para confeccionar un minucioso perfil de personalidad de cada niño.
Los resultados de Mischel fueron sorprendentes, al menos para él. Se apreciaba una clara
correlación entre la conducta de los niños de 4 años que esperaban una gominola y la futura
conducta del niño como joven adulto. Los que hacían sonar el timbre antes de haber
transcurrido un minuto tenían muchas más probabilidades de presentar problemas
conductuales más adelante. Sacaban peores notas y era más fácil que tomaran drogas.
Pasaban apuros en situaciones estresantes y tenían mal genio. Sus expedientes eran, por
término medio, inferiores a las de los niños que habían aguardado varios minutos antes de
tocar el timbre. De hecho, en niños de 4 años, el test de las gominolas resultó ser un mejor
pronosticador de los resultados en la prueba de acceso a la Universidad que los test de
coeficiente de inteligencia (CI).
La capacidad para esperar una segunda gominola pone de manifiesto una aptitud crucial del
cerebro racional. Cuando Mischel estudió por qué algunos niños de 4 años eran capaces de
aguantarse las ganas de tocar el timbre, observó que no era porque desearan menos el
gominolas. A éstos también les encantaban las golosinas. Lo que descubrió Mischel es que los
niños pacientes utilizaban mejor la razón para controlar sus impulsos. Eran los que se tapaban
los ojos, o miraban hacia otro lado, o se las ingeniaban para centrar la atención en cualquier
otra cosa que no fuera la deliciosa golosina que había ahí delante. En vez de fijarse en el regalo
dulce, se levantaban de la mesa y buscaban algo con lo que jugar. Resulta que las destrezas
cognitivas que permitían a esos niños burlar la tentación después también les permitía pasar
más tiempo haciendo sus deberes. En ambas situaciones, se obligaba a la corteza prefrontal a
hacer uso de su autoridad cortical e inhibir los impulsos que pudieran entorpecer la
consecución del objetivo.
La maduración de la mente humana recapitula su evolución, de modo que las primeras partes
del cerebro que evolucionan -la corteza motora y el tronco del encéfalo- son también las
primeras que maduran en los niños. Esas áreas están en pleno funcionamiento cuando los
seres humanos llegan a la pubertad. En cambio, ciertas áreas cerebrales que son inventos
biológicos relativamente recientes -como los lóbulos frontales- no dejan de crecer hasta
terminada la adolescencia. La corteza prefrontal es la última en madurar del todo.
En este proceso de desarrollo está la clave para entender la conducta de los adolescentes, que
tienen más probabilidades que los adultos de adoptar conductas arriesgadas, impulsivas. La
mitad de los casos de enfermedades de transmisión sexual se dan entre los adolescentes. Los
accidentes de coche son la causa principal de muerte en los menores de 21 años. Estas
deprimentes estadísticas son síntomas de mentes incapaces de refrenarse. Aunque el cerebro
emocional de los adolescentes está funcionando a toda máquina, aún no se han fabricado los
músculos mentales que controlan estas emociones.
La característica básica del pensamiento mágico es creer que se puede dominar la realidad
con la mente o que un pensamiento puede influir en el mundo físico de una forma no regida
por las leyes de la física. De hecho, si se demostrara la transferencia de pensamiento entre dos
personas sin que mediara un hecho físico, la influencia sobre la personalidad de la posición de
las constelaciones en el momento del nacimiento o el movimiento de los objetos sin aplicar
fuerza física, tendríamos que hacer una revisión completa de las leyes de la física.
Sin embargo, los estudios que han sometido a un análisis riguroso las afirmaciones sobre la
existencia de fenómenos paranormales, han descubierto su falsedad. Pese a todo, se han
descrito aproximadamente 100 causas sistemáticas distintas del pensamiento irracional. En
países más primitivos, esta creencia es universal; en el mundo occidental, las tres cuartas
partes de los adultos admiten, como mínimo, que algunos fenómenos “parapsicológicos” son
genuinos. Por ejemplo, la mayor parte de los ingleses y los norteamericanos cree que hay algo
de verdad en la astrología.
Podemos trazar tres consideraciones sobre el origen del pensamiento mágico y supersticioso:
Primero, las personas no están dispuestas a posponer sus juicios ante fenómenos de
la vida real. Necesitan y buscan explicaciones. Si no pueden explicar de forma
satisfactoria un contratiempo o un acontecimiento insólito se sentirán tentadas a
buscar una explicación paranormal, en vez de quedarse sin ninguna.
a. El principio del contagio. Este principio sostiene que cuando dos objetos se tocan,
se transmiten propiedades entre sí y los efectos pueden durar más allá de la finalización de
dicho contacto. Y esa es la manera en que se crean campos de influencia, ya sea positiva o
negativa, entre personas. Todos nos hemos sentido protegidos por un objeto-recuerdo regalo
de nuestra abuela y que para nosotros conserva un simbolismo entrañable. Pero también una
actitud dañina de un compañero de trabajo, o de un vecino nos ha producido sentimientos
dolorosos y nuestra calidad de vida ha empeorado tras ese encuentro.
b. El principio de la similitud. Este principio sugiere que las cosas que se parecen entre
sí comparten propiedades básicas. Así, cada efecto reproduce su similar, o cada efecto se
asemeja a su causa (también “De tal palo, tal astilla”, “Lo que se come se cría”, “A grandes
males, grandes remedios”). De acuerdo con este principio, el hecho de quemar una vela con la
forma de la imagen de cera de una persona determinada, la práctica de clavar agujas en un
muñeco vudú identificando a alguien en concreto, son ejemplo identificativos de este
principio. La idea es que lo que le ocurra a la figura creada para este fin será lo que viva la
persona identificada con el objeto mágico. De la misma forma, los objetos cuya forma se
asemejan a una condición deseada pueden ser invocados para evocarlo. Hay amuletos, como
por ejemplo, la pata de conejo, que por su capacidad de reproducirse y de correr, concede
esas cualidades al portador, siendo considerado amuleto de buena fortuna universalmente
conocido. También el diente de león es una planta importante para cualquier persona que esté
necesitado de valor y fiereza para resolver situaciones.
Además, en estas creencias se observan algunos sesgos psicológicos estudiados en este tema:
4. Tendencia a establecer relaciones erróneas. Esto es fácil que ocurra, sobre todo
cuando se tienen ideas preconcebidas de cómo se relacionan los hechos. Supongamos que
somos capaces de recordar 10 incidentes del sueño de una noche y que al día siguiente ocurre
un incidente similar a uno de ellos. Consideremos ahora cuántos incidentes se producen al día,
incluyendo los que se leen en el periódico, se ven en la televisión o nos cuentan los amigos. Su
número es enorme y es muy probable que, de vez en cuando, uno de ellos se asemeje hasta
cierto punto a uno de los que aparecen en nuestros sueños. Cuando se producen una o más de
tales coincidencias, se tiende a concluir que los sueños predicen el futuro.
En 1982, en la consulta del neurólogo Antonio Damasio, entró un paciente llamado Elliot, a
quien unos meses antes le había sido extirpado un pequeño tumor de la corteza, cerca del
lóbulo frontal del cerebro. Antes de la operación, Elliot era un padre y un marido modélico.
Tenía un puesto de responsabilidad en la administración de una empresa importante y
participaba activamente en la iglesia local. Pero la intervención quirúrgica lo cambió todo.
Aunque el CI de Elliot seguía siendo el mismo -aún daba percentil 97-, ahora mostraba un
defecto psicológico: era incapaz de tomar decisiones.
Esta disfunción le imposibilitaba la vida normal. Tareas rutinarias que antes le llevaban diez
minutos, ahora le requerían varias horas. Elliot pensaba incesantemente en detalles
irrelevantes; por ejemplo, si utilizar un bolígrafo azul o negro, qué emisora de radio sintonizar
o dónde aparcar el coche. Cuando decidía dónde almorzar, examinaba cuidadosamente el
menú de cada restaurante, la disposición de las mesas, la iluminación, y luego iba a cada sitio
para ver si estaba muy lleno. En cualquier caso, todo este análisis concienzudo no servía de
nada: Elliot seguía sin decidirse. Su indecisión era patológica.
Pronto lo despidieron del trabajo. Y entonces las cosas realmente empezaron a desmoronarse.
Puso en marcha varios negocios, pero fracasó en todos. Un sinvergüenza lo engañó, y tuvo que
declararse en quiebra. Su esposa se divorció de él. Hacienda empezó a investigarlo. Volvió a
vivir con sus padres. Tal como decía Damasio, «Elliot se reveló como un hombre de inteligencia
normal que era incapaz de decidir como es debido, en especial cuando la decisión tenía que
ver con asuntos personales o sociales».
Pero ¿por qué de repente era incapaz de tomar decisiones acertadas? ¿Qué le había pasado a
su cerebro? Damasio tuvo la primera idea al respecto mientras hablaba con Elliot sobre el giro
trágico que había dado su vida.
«Siempre era mesurado -recuerda Damasio-, siempre describía las escenas como un
espectador imparcial, no involucrado. Por mucho que fuera el protagonista, no transmitía
ninguna sensación de sufrimiento. [...] En las numerosas horas de conversación que mantuve
con él, jamás percibí un matiz de emoción: nada de tristeza, de impaciencia o de frustración.»
La familia y los amigos de Elliot confirmaron las observaciones de Damasio: desde la operación
quirúrgica, parecía extrañamente desprovisto de emociones, como paralizado ante el funesto
cambio producido en su vida. Para verificar el diagnóstico, Damasio conectó a Elliot unos
electrodos en las yemas de los dedos para medir la conductividad eléctrica de la piel ante una
serie de fotografías que normalmente provocan una respuesta emocional inmediata (cuando
una persona experimenta emociones fuertes, la piel se despierta literalmente y las manos
empiezan a transpirar). Los resultados no dejaron lugar a dudas: Elliot no sentía nada. Con
independencia de lo grotesca o agresiva que fuera la figura, las palmas de las manos no le
sudaban. Tenía la vida emocional de un maniquí. Fue un descubrimiento completamente
inesperado. En aquella época, la neurociencia presuponía que las emociones humanas eran
irracionales. Por tanto, una persona sin emociones -en otras palabras, alguien como Elliot-
debía de tomar las mejores decisiones. Su cognición no tenía por qué estar viciada.
Entonces, ¿qué le había ocurrido a Elliot? ¿Por qué no podía llevar una vida normal? A juicio de
Damasio, su patología daba a entender que las emociones son una parte crucial del proceso de
toma de decisiones.
Cuando estamos aislados de nuestros sentimientos, las decisiones más banales se vuelven
imposibles. Un cerebro incapaz de sentir no puede decidir nada.
Tras entrevistar a Elliot, Damasio comenzó a estudiar a otros pacientes con patrones similares
de lesión cerebral, que parecían inteligentes y no presentaban déficits en ningún test cognitivo
convencional. No obstante, todos exhibían el mismo defecto profundo: como no
experimentaban emociones, les resultaba dificilísimo tomar decisiones. Damasio describió lo
complicado que era concertar una cita con uno de esos pacientes carentes de emociones:
“Sugerí dos fechas alternativas, ambas del mes siguiente y separadas entre sí por unos pocos
días. El paciente sacó su agenda y empezó a consultar el calendario. El comportamiento que
siguió, presenciado por varios investigadores, resultó sorprendente. Durante una media hora
larga, el paciente enumeró razones a favor y en contra de cada una de las dos fechas: citas
previas, otras citas próximas, condiciones meteorológicas, casi todo lo razonable que quepa
imaginar en relación con una simple cita. [...] Ahora estaba soltándonos con detalle un
aburrido análisis sobre el coste/beneficio, un resumen interminable y una inútil comparación
entre las opciones y las posibles consecuencias. Hizo falta una gran dosis de disciplina para
escuchar todo eso sin pegar un puñetazo en la mesa y decirle que se callara.
¿Cómo funciona este sistema cerebral emocional? La corteza orbito-frontal (COF), la parte del
cerebro que le faltaba a Elliot, es la responsable de integrar emociones viscerales en el proceso
de toma de decisiones: conecta los sentimientos generados por el cerebro «primitivo» -áreas
como el tronco del encéfalo y la amígdala, que está en el sistema límbico- con el flujo de
pensamiento consciente. Cuando un individuo se ve atraído por una persona concreta o por
cierto plato de comida, la mente intenta decirle que debe escoger esa opción. Ya ha evaluado
las alternativas -este análisis tiene lugar fuera de la conciencia consciente- y ha transformado
esta evaluación en una emoción positiva. Y cuando el individuo ve a una persona desagradable
o huele una comida que no le gusta, es la OFC la que le empuja a querer desentenderse. El
mundo está lleno de cosas, y son nuestros sentimientos los que nos ayudan a elegir entre ellas.
Cuando se corta esta conexión neural -cuando la COF no es capaz de comprender las propias
emociones-, perdemos acceso a la profusión de opiniones en las que normalmente nos
basamos. De repente ya no sabemos si es buena idea pedir una hamburguesa con queso para
almorzar. El resultado final es la imposibilidad de tomar decisiones razonables. Por eso la OFC
es una de las pocas regiones corticales que son notablemente más grandes en los seres
humanos que en los otros primates.
Cuando una revista de consumo prueba un producto, sigue un protocolo estricto. Primero,
reúne a un conjunto de expertos, a continuación, coge todos los productos pertinentes de la
categoría en cuestión y oculta las marcas.
A mediados de la década de 1980, Consumer Reports decidió realizar una prueba de sabor de
mermelada de fresa. Como de costumbre, los editores invitaron a varios expertos alimentarios,
todos ellos «miembros cualificados de jurados sensoriales». Estos expertos degustaron a
ciegas cuarenta y cinco mermeladas distintas, puntuando dieciséis características diferentes,
como el dulzor, el carácter afrutado, la textura y la facilidad para extenderla. Luego se
sumaban las puntuaciones y se clasificaban las mermeladas.
Unos años después, Timothy Wilson, psicólogo de la Universidad de Virginia, decidió repetir
esta prueba de sabor con sus alumnos. ¿Tendrían las mismas preferencias que los expertos?
¿Estarían todos de acuerdo en qué mermeladas sabían mejor?
El experimento de Wilson era simple: cogió las mermeladas de los puestos 1º, 11º, 24º, 32º y
44º según Consumer Reports y pidió a los estudiantes que las clasificasen. Por lo general, las
preferencias de los universitarios se correspondían prácticamente con las de los expertos.
Cuando Wilson comparó las preferencias de los alumnos y la de los expertos cualificados de
Consumer Reports, observó que presentaban una correlación estadística de 0,55, algo
realmente impresionante. Si se trata de evaluar mermeladas, todos somos expertos innatos.
Nuestro cerebro es capaz de reconocer automáticamente los productos que nos procuran más
placer.
Sin embargo, ésta era sólo la primera parte del experimento de Wilson, que repitió el test de
sabor de la mermelada con otro grupo de estudiantes, si bien a éstos les pidió que explicaran
por qué preferían una marca a otra. Mientras probaban mermeladas, los alumnos rellenaban
cuestionarios que los obligaban a analizar sus primeras impresiones y a explicar de manera
consciente sus preferencias impulsivas. Todo este análisis adicional alteraba mucho su
valoración de la mermelada. Ahora los alumnos preferían la de peor sabor, según los expertos
de Consumer Report. La correlación cayó en picado hasta 0,11, lo cual significa que no había
prácticamente ninguna relación entre las clasificaciones de los expertos y las opiniones de los
introspectivos estudiantes.
A juicio de Wilson, «pensar demasiado» sobre la mermelada de fresa nos lleva a centrarnos en
toda clase de variables que en realidad no importan. En vez de limitarnos a escuchar nuestras
preferencias instintivas -la mejor mermelada está asociada a las sensaciones más positivas-, el
cerebro racional busca razones para preferir una mermelada a otra. Por ejemplo, alguien
quizás advierta que la marca AAA es especialmente fácil de extender, y por ello le dará una
puntuación alta aunque realmente no le importe si se extiende mejor o peor. O un participante
tal vez note que la XXX tiene una textura gruesa, que puede parecer algo malo, aunque él
nunca haya pensado antes en texturas de mermeladas. En todo caso, tener una textura gruesa
suena a razón creíble para que al estudiante no le guste determinada mermelada, por lo que
revisa sus preferencias para que éstas reflejen esta lógica enrevesada.
Este experimento ayuda a explicar el peligro de basarse siempre en el cerebro racional. Existe
algo así como el exceso de análisis. Si pensamos demasiado en el momento inoportuno, nos
aislamos de la sabiduría de nuestras emociones, que evalúan mucho mejor las preferencias
En todo caso, quizá los productos alimentarios sean una excepción, pues somos realmente
torpes a la hora de explicar nuestras preferencias. Así que a Wilson se le ocurrió otro
experimento. Esta vez pidió a un grupo de universitarias que eligieran su cartel preferido. Les
dio cinco opciones: un paisaje de Monet, un cuadro de Van Gogh con lirios morados, y tres
graciosos pósters de gatos. Antes de tomar sus decisiones, las participantes se dividían en dos
grupos. El primero era el de las que no pensaban: se les dijo que simplemente puntuaran cada
póster en una escala del 1 al 9. El segundo grupo tenía un cometido más difícil: antes de
puntuar los pósteres, sus integrantes debían rellenar cuestionarios donde se les preguntaba
por qué les gustaba o no cada una de las cinco opciones. Al final del experimento, cada una de
las estudiantes se llevó su póster favorito a casa.
Cada grupo de chicas hizo una elección distinta. El 95 % de las no pensadoras escogieron
Monet o Van Gogh. Prefirieron por instinto las obras de arte. Sin embargo, las que primero
pensaron sobre su decisión se dividieron a partes iguales entre los cuadros y los gatos
divertidos. ¿Qué explicaba esta diferencia? «Al contemplar un cuadro de Monet -escribe
Wilson-, en general la mayoría de las personas tienen una reacción positiva. Al pensar por qué
sienten tal o cual sensación, sin embargo, lo que les viene a la cabeza y es más fácil verbalizar
quizá sea que algunos de los colores no son muy agradables y que el tema, un pajar, es
bastante insulso.» Como consecuencia de ello, las mujeres acabaron seleccionando los pósters
graciosos de felinos, aunque sólo fuera porque éstos les permitían explicarse mejor.
Al cabo de unas semanas, Wilson llevó a cabo entrevistas complementarias con las alumnas
para ver qué grupo había tomado la mejor decisión. Como cabía esperar, las integrantes del
grupo no pensante estaban mucho más satisfechas con su elección. Mientras el 75 % de las
que habían escogido pósteres de gatos lo lamentaban, nadie se arrepentía de haber elegido el
póster artístico. Las mujeres que hicieron caso a sus emociones acabaron tomando decisiones
mucho mejores que las que confiaron en su capacidad de razonamiento. Cuanto más pensaban
en los pósteres que querían, más engañosos se volvían los pensamientos. El autoanálisis se
traducía en menos conciencia de uno mismo.
Diversos estudios del efecto placebo nos ofrecen la mejor ventana para observar este proceso
mental: lo que está pasando realmente dentro del cerebro mientras nos convencemos a
nosotros mismos de que debemos escoger la mermelada equivocada. Se admite desde hace
tiempo que el efecto placebo es muy potente; entre el 35 y el 75 % de las personas se
encuentran mejor tras recibir tratamientos médicos fingidos, como píldoras de azúcar. Hace
unos años, Wager, neurocientífico de la Universidad de Columbia, quiso averiguar por qué son
tan efectivos los placebos. Su experimento era sencillísimo: aplicó a unos universitarios
descargas eléctricas mientras estaban conectados a una máquina de resonancia magnética
funcional. A continuación, proporcionó a la mitad de ellos una crema falsa para quitar el dolor.
Aunque no tenía propiedades analgésicas -era sólo una crema hidratante para las manos-, los
que la recibían decían que las descargas dolían bastante menos.
El efecto placebo aliviaba su sufrimiento. Entonces Wager obtuvo neuroimágenes de las partes
cerebrales específicas que controlaban este proceso psicológico, y descubrió que el efecto
Experimentos como estos sugieren que, en muchas circunstancias, podemos tomar mejores
decisiones sabiendo menos sobre los productos que compramos. Al entrar en una tienda,
estamos asediados por la información. Incluso compras en apariencia simples pueden
convertirse enseguida en un atolladero cognitivo. Veamos el pasillo de las mermeladas. Un
vistazo a los estantes puede inspirar una larguísima lista de preguntas. ¿Hemos de comprar la
mermelada de fresa de textura fina o la que lleva menos azúcar? ¿Sabe mejor la mermelada de
fresa más cara? Y ¿qué hay de la orgánica? (En un supermercado típico hay más de veinte
variedades de mermelada y confitura.) Los modelos racionales de toma de decisiones dan a
entender que para encontrar el mejor producto hay que tener en cuenta toda la información y
analizar detenidamente las distintas marcas expuestas. En otras palabras, una persona ha de
elegir una mermelada con su corteza prefrontal. Sin embargo, este método puede fallar. Si en
el supermercado dedicamos mucho tiempo a pensar, podemos engañarnos a nosotros mismos
y escoger las cosas equivocadas por razones equivocadas. Este enfoque «irracional» de las
compras puede permitirnos ahorrar un montón de dinero.
Veamos el siguiente experimento. Estamos en una habitación en la que sólo hay una mesa y
una silla. Entra un científico de bata blanca y dice que está llevando a cabo un estudio sobre la
memoria a largo plazo. Nos da un número de siete dígitos para que lo recordemos y luego
tomamos el pasillo hasta la sala donde van a evaluarnos la memoria. Camino de la sala de
ensayos, pasamos junto a una mesa con un refrigerio para los participantes en el experimento.
Nos dan la opción entre un mustio trozo de pastel alemán de chocolate y un bol de ensalada
de frutas. ¿Qué elegimos?
Cuando se compararon los resultados de los dos diferentes grupos de memoria, se observó un
llamativo cambio en la conducta. El 59 % de las personas que intentaban recordar siete dígitos
escogían el pastel, mientras que hacían lo propio sólo el 37 % de las que querían recordar dos.
Al distraer el cerebro mientras realiza una tarea de memoria difícil, era mucho más probable
que la persona cediera a la tentación y escogiese el postre de alto contenido calórico. Los cinco
números adicionales desbarataban el autocontrol de los individuos.
¿Por qué se comportaban los dos grupos de forma tan distinta? En opinión de los científicos de
Stanford que diseñaron el experimento, el esfuerzo requerido para memorizar siete dígitos se
llevaba recursos de la parte del cerebro que normalmente controla impulsos emocionales.
Como la memoria de trabajo y la racionalidad tienen un origen cortical común -la corteza
prefrontal-, una mente que intenta recordar mucha información es menos capaz de ejercer
control sobre sus impulsos. El sustrato de la razón es tan limitado que unos cuantos dígitos
más pueden suponer un impedimento enorme
La importancia crucial de nuestras emociones -el hecho de que no podemos tomar decisiones
sin ellas contradice la idea tradicional de la naturaleza humana, con sus antiguas raíces
filosóficas. Durante la mayor parte del siglo XX, las descripciones científicas de la anatomía
humana avalaban el ideal de racionalidad. Se creía que el cerebro constaba de varias capas
separadas, amontonadas en orden ascendente de complejidad. Los científicos explicaban así la
anatomía del cerebro humano. En la parte inferior estaba el tronco del encéfalo y el
diencéfalo, que regulaba las funciones corporales más básicas: controlaba los latidos del
corazón, la respiración, la temperatura corporal y determinaba los retortijones provocados por
el hambre y los ciclos del sueño. Luego estaba la región límbica, que generaba emociones
animales: era la fuente de la lujuria, la violencia y la conducta impulsiva. Por último, la
magnífica corteza frontal -la obra maestra de la evolución-, era la responsable de la razón, la
inteligencia y la moralidad. Esas circunvoluciones de sustancia gris nos permitían resistir
impulsos y reprimir emociones.
En otras palabras, gracias a la cuarta capa racional del cerebro podíamos hacer caso omiso de
las anteriores. Somos la única especie capaz de rebelarse contra sentimientos primitivos y
tomar decisiones reflexivas y ecuánimes. No obstante, este relato anatómico es falso. La
expansión de la corteza frontal durante la evolución humana no nos convirtió en criaturas
estrictamente racionales, capaces de pasar por alto los impulsos. De hecho, en la actualidad, la
neurociencia sabe que es verdad lo contrario: una parte importante de la corteza frontal está
implicada en las emociones.
Por tanto la respuesta a ¿Por qué son tan esenciales nuestras emociones? Está en la evolución.
Diseñar un cerebro requiere su tiempo. Los primeros grupos de neuronas interconectadas
aparecieron hace más de quinientos millones de años. Fue el primer sistema nervioso, aunque
por entonces era realmente sólo un conjunto de reflejos automáticos. Con el tiempo, sin
embargo, los cerebros primitivos se volvieron cada vez más complejos. Se agrandaron desde
unos pocos miles de neuronas en las lombrices hasta casi un billón de células conectadas en
los primates del Viejo Mundo.
Cuando apareció el Homo sapiens, hace unos doscientos mil años, el planeta ya estaba lleno
de criaturas con un cerebro muy especializado. Había peces capaces de migrar por el mar con
ayuda de campos magnéticos, aves que se orientaban por las estrellas e insectos capaces de
oler comida a un kilómetro de distancia. Todas esas proezas cognitivas eran subproductos de
instintos que habían sido ideados por la selección natural para realizar tareas específicas. No
obstante, lo que esos animales no podían hacer era reflexionar sobre sus propias decisiones.
No eran capaces de planificar sus días ni de usar el lenguaje para expresar sus estados
internos. No sabían analizar fenómenos complejos ni inventar herramientas nuevas. Lo que no
podía hacerse de manera automática no podía hacerse de ninguna manera.
La evolución del cerebro humano lo cambió todo. Por primera vez había un animal capaz de
pensar en cómo pensaba. Los seres humanos podíamos meditar sobre nuestras emociones y
usar palabras para examinar minuciosamente el mundo, desmenuzando la realidad en
ordenadas cadenas de causalidad. Podíamos acumular conocimientos y abordar los problemas
de forma lógica. Podíamos inventar mentiras y hacer planes para el futuro. A veces, incluso,
podíamos atenernos a nuestros planes.
Esas aptitudes nuevas eran utilísimas. Pero también, increíblemente la mar de novedosas.
Debido a ello, las partes del cerebro humano que las posibilitan tienen el mismo problema que
aqueja a cualquier tecnología: montones de fallos d diseño y errores de programación en el
software. (El cerebro humano es como un sistema operativo informático comercializado a toda
prisa.) Por eso una calculadora sencilla efectúa las operaciones aritméticas mejor que un
matemático profesional, un ordenador central puede ganarle a un maestro del ajedrez o
confundimos, tan a menudo, causalidad y correlación. Cuando se trata de las partes nuevas del
cerebro, resulta que la evolución no ha tenido tiempo de arreglar los fallos.
Entonces, ¿cómo se las arregla un jugador de béisbol para golpear una bola rápida? La
respuesta es que el cerebro se pone a recoger información sobre el lanzamiento mucho antes
de que la bola salga de la mano del lanzador. En cuanto éste empieza a mover el brazo, el
bateador empieza automáticamente a captar «pistas anticipadoras» que lo ayuden a reducir la
lista de posibilidades. Una muñeca torcida sugiere una curva, mientras que un codo en ángulo
recto significa que viene una bola rápida, recta hacia la base. Los bateadores, desde luego, no
analizan conscientemente estas señales; no saben decir por qué han decidido golpear con
determinado grado de inclinación. No obstante, sí son capaces de actuar con arreglo a estas
informaciones.
Damos por sentadas estas aptitudes automáticas precisamente porque funcionan muy bien.
Ningún robot sabe golpear una bola de béisbol, dar un pase de fútbol americano o montar en
bicicleta. Ningún programa informático puede resolver qué actor ha de ser el malo o reconocer
al instante una cara familiar. Por eso, cuando la evolución estaba «construyendo» el cerebro,
no se molestó en sustituir todos esos procesos emocionales por operaciones nuevas bajo
control explícito, consciente. Si algo no está roto, la selección natural no va a repararlo. La
mente, ideada por un relojero vago, se compone de partes usadas. El resultado es que sus
áreas exclusivamente humanas dependen de la mente primitiva de debajo. El proceso
pensamiento requiere sensaciones y sentimientos, pues éstos son los que nos permiten
comprender toda la información que no somos capaces de abarcar de manera directa. Sin la
emoción, la razón es impotente.
PRIMERA CUESTIÓN
Los criterios perceptivos están mediatizados por la socialización cultural que hace que
organicemos las cosas de modo que reflejen la estructura del mundo (Rosch,1976). Una misma
categoría puede tener significados diferentes en función del contexto social (p. ej.,
homosexualidad en España Y Rusia). Sin ser conscientes de ello, la organización interna de los
elementos de las categorías también se hace con los seres humanos.
Las que maximizan las diferencias categoriales y las semejanzas intracategoriales (ajuste).
Cuando coinciden las diferencias entre categorías y las semejanzas dentro de esas categorías
¿efectos negativos?
Cuando la Real Academia Española define "Estigma", como "marca o señal en el cuerpo",
olvida, sin duda, a Saint-Exupéry, e ignora las huellas, "invisibles para los ojos", que en el
"alma" de los seres que la padecen, dejan la discriminación Y la estigmatización.
SEGUNDA CUESTIÓN
Por tanto, podemos definir los estereotipos como creencias compartidas sobre un grupo que
sirven como ahorro de energía para explicar la realidad social.
Ejemplos de estereotipos:
Los suecos son hombres rubios, altos y esbeltos Los estereotipos suelen tener una
carga afectiva negativa
Las personas inglesas son muy refinados
Los franceses beben mucho vino y usan boinas
Las mujeres son mucho mas sensibles que los hombres
El prejuicio
En el prejuicio intervienen procesos:
- Individuales: procesos cognitivos como la categorización
- Afectivos: emociones negativas
- Grupales: por su carácter compartido y porque su objeto son miembros de atro grupo
social.
El prejuicio podría definirse como una actitud negativa o una antipatía generalizada hacia un
grupo como un todo o hacia una persona como miembro de ese grupo (rechazo hacia Abdul
por ser musulmán, o hacia Nora, por ser indigente; con independencia de la información
individual que desaparece ante la información grupal). En los últimos años, la forma de
expresar el prejuicio ha cambiado. En la actualidad, determinados comentarios o
comportamientos son "politicamente incorrectos", ilegales y pueden ser objeto de sanción.
En los últimos años, se ha descubierto que otra forma de deshumanizar es equiparar a las
personas con entidades no humanas (p. ej, animales o máquinas)
La discriminación
Se define como una conducta negativa, injustificada. Consiste en dar un trato desigual a
personas o grupos, en función de su pertenencia grupal o su condición de minoría.
Puede adoptar diferentes formas e intensidad. Ser económica, educativa, laboral, jurídica, etc
Ser clara e inequívoca (despidos improcedentes, menos retribución por el mismo trabajo). Ser
confusa y difícil de probar (racismo y sexismo implícito). Ser leve (evitar el contacto, ignorar al
otro) o extrema (la tortura, el maltrato). (Quiles, 2019, p. 69)
El estigma
Se define como una marca o señal, manifiesta o no, que hace que el portador de la misma sea
incluida en una categoría social hacia cuyos miembros se genera una respuesta negativa.
El estigma no reside en la marca en si misma, sino en las creencias y expectativas de los otros
que les lleva a percibir a las personas diferentes como alguien inferior.
Pero, ¿en qué se diferencia el estigma del prejuicio?
Resumiendo..
Relación entre estereotipos, prejuicio y discriminación:
En el caso de una actitud determinada, el conjunto de creencias sobre las características que
se atribuyen al grupo sería la parte cognitiva o estereotipo, el afecto y/o la evaluación sería el
prejuicio y el comportamiento sería discriminación.
TERCERA CUESTIÓN
Se ha evidenciado que los negros, en particular los hombres negros, son estereotipados como
peligrosos y físicamente duros, cualidades que pueden hacerlos parecer insensibles al dolor.
El trabajo sobre la deshumanización ha demostrado que los hombres negros están
infrahumanizados y que esa infrahumanización está asociada con el perdón de la brutalidad
policial contra ellos.
Los estudios que utilizan la tecnología fMRI han demostrado que, para los participantes
blancos, una red de regiones neuronales involucradas en el procesamiento del propio
dolor responde de manera similar a ver el daño infligido a los miembros de su grupo racial
pero no a los miembros de otros grupos raciales
Está comprobado que las personas negras americanas, experimentan tasas más altas de
enfermedades, discapacidad y muerte prematura. Se observa, además, que las diferencias en
la asistencia sanitaria recibida contribuyen a estas disparidades de salud (negros vs blancos).
Los pacientes negros tienen más probabilidades de recibir atención médica de menor calidad y
están sujetos a procedimientos menos deseables.
Por ejemplo, los pacientes negros tienen más del triple de probabilidades que los pacientes
blancos de tener amputadas las extremidades como resultado de la diabetes. También son
menos propensos que los blancos a recibir medicamentos para el dolor y, cuando lo hacen,
reciben menos.
¿Por qué? ¿Se debe a la incapacidad de los pacientes negros para pagar la atención médica o
es que el dolor de los pacientes negros no se reconoce como el de los blancos? Trawalter,
Hoffman y Waytz (2012) realizaron una investigación para responder a esta cuestión y
comprobar si el prejuicio interfería en la percepción de dolor de los otros.
Los análisis revelaron que, en relación con los jugadores blancos lesionados, los jugadores
negros lesionados eran más propensos a jugar en el próximo partido, controlando la
experiencia de los jugadores en la NFL, posición y tipo de lesión. ¿será porque se considera que
sienten menos dolor?
Tras este primer estudio, los investigadores decidieron realizar 6 experimentos. Uno de los
estudios fue respondido únicamente por personal de enfermería en activo y estudiantes de
enfermería.
Los participantes tenían que evaluar la intensidad de dolor que sentirían ellos mismos en 18
situaciones. Las situaciones iban desde cortarse el papel y ponerse champú en los ojos, hasta
recibir una inyección en el brazo, golpearse un dedo del pie en una silla y golpear la puerta de
un coche. Luego, luego aleatoriamente señalaban la intensidad de dolor que sentiría una
persona (negra o blanca) en las mismas 18 situaciones
Más importante aún, y de acuerdo con las predicciones, las evaluaciones de dolor de los
participantes fueron significativamente más bajas cuando la víctima era negra que cuando era
blanca.
Los investigadores consideran que en este trabajo, el estatus tiene más efecto que la "raza"
¿Qué escenario evidencian estos resultados? ¿Qué ocurriría en Canarias si se hiciese esta
misma investigación?
OBESIDAD
Existen muchos estudios que documentan que ser obeso produce problemas de rechazo
o discriminación en el ámbito laboral, en el contexto sanitario, en la escuela y en las
relaciones interpersonales.
Son muchas las investigaciones que ponen de manifiesto que las personas obesas sufren
discriminación en el entorno laboral. Existe un estereotipo hacia este grupo (se considera a las
personas obesas como vagos y menos competentes) que acaba repercutiendo
negativamente en una serie de áreas del mundo laboral.
Puestos de inferior calidad: el hecho de ser obeso se asocia con peores puestos laborales.
Las personas obesas tienen más probabilidad de tener
a) Empleos muy demandantes y exigentes
b) Jornadas laborales más largas y puestos en los que los empleados se sienten con poco
control sobre su propia situación laboral.
1. Los estudios muestran la existencia de discriminación hacia las personas obesas por parte
de los profesionales de la salud. Diversos estudios muestran que algunos médicos tienen
sesgos y sentimientos negativos hacia los obesos. Esta actitud puede repercutir en una peor
asistencia
sanitaria.
2. Un porcentaje considerable de médicos estima que los obesos poseen una serie de
características de tipo negativo muy acordes al estereotipo que existe acerca de ellos.
a) Los propios doctores creen que los pacientes obesos son personas poco inteligentes y sin
éxito en la vida.
b) Los médicos especializados en el área de nutrición estiman que los obesos son personas
faltas de voluntad y que su enfermedad se debe a problemas de tipo emocional.
Es importante recalcar que ese prejuicio que muestran algunos profesionales de la salud lo
perciben las propias personas con sobrepeso
3. Además los estudios han hallado una mayor deficiencia en la asistencia sanitaria de las
personas obesas.
Según una serie de trabajos los profesionales sanitarios atienden de una manera más
deficiente a las personas obesas debido a los sesgos que poseen hacia las personas con
sobrepeso.
Además perciben al obeso como una persona poco dispuesta a colaborar y, por lo tanto,
estiman una pérdida de tiempo intentar establecer un tratamiento que creen que no va a ser
tomado en serio.
CUARTA CUESTIÓN
1. Existen multitud de trabajos que ponen de manifiesto que las personas obesas son
rechazadas en las relaciones interpersonales.
Hebl y Mannix (2003) realizaron un estudio para demostrar que existe tal rechazo hacia los
obesos, que la mera asociación con una persona con un peso elevado produce una valoración
negativa de esas personas que se encuentran a su alrededor. Lo que se encontró fue que un
hombre era evaluado de forma más negativa cuando estaba al lado de una mujer con
sobrepeso, que cuando ese mismo hombre se encontraba con una chica con un peso normal.
Esta investigación demuestra cómo las personas tienden a menospreciar hasta a aquellos que
se encuentran cerca de sujetos obesos. Este mismo efecto ha sido replicado con escolares.
La mayoría de los estudios sobre actitudes explícitas hacia los obesos se han realizado con una
escala denominada Anti-Fat Attitudes Test (Escala de Actitud Anti-Obesos).
Los estudios con esta escala muestran lo extendido au está el prejuicio hacia los obesos ya que
se halló que es uno de los estigmas que más rechazo producen en las sociedades modernas.
Entre las principales teorías sobre el prejuicio hacia los obesos se encuentran las siguientes
explicaciones:
En primer lugar, los obesos son rechazados porque se estima que son responsables de su
propio sobrepeso. Esta responsabilidad atribuida es, en parte, causante de la exclusión social a
la que se ven sometidos los obesos.
Otra dimensión relacionada con la discriminación que sufren los obesos es la percepción de la
obesidad como una enfermedad contagiosa. Aunque la idea de que la obesidad puede ser
contagiosa parece entrar dentro del campo de lo irracional, investigaciones recientes ponen de
manifiesto que el hecho de estar relacionado con alguien con sobrepeso aumenta la
probabilidad de ser obeso. Distintos estudios han mostrado que el hecho de tener vínculos
sociales con una persona obesa aumenta hasta en un 57% la probabilidad de que esa persona
llegue a convertirse en obesa. Pero esa creencia popular en que el hecho de relacionarse con
una persona obesa puede influir en nuestro propio peso está relacionada con el prejuicio que
se siente hacia los miembros de este colectivo.
También existe una línea de trabajo que argumenta que las actitudes negativas hacia los
obesos tienen una base ideológica.
Por ejemplo, varias investigaciones han encontrado que la gente que tenía actitudes anti-
obesos comparte un estilo ideológico conservador.
También se encontró que las actitudes anti-obesos están fuertemente correlacionadas con el
autoritarismo, lo que puede estar indicando que el prejuicio contra los obesos puede ser tan
sólo otra manifestación más de unas actitudes sociales más generales y conservadoras.
En el prejuicio hacia los obesos influye el consenso social. El prejuicio hacia los obesos se va
auto-perpetuando puesto que hoy en día las actitudes negativas hacia los obesos están
extendidas entre todos los miembros de las sociedades avanzadas.
Además, los estudios sobre la importancia que tienen las normas sociales en la expresión o no
del prejuicio muestran que cuando existe respaldo social para la expresión del prejuicio hacia
un estigma, la gente presenta actitudes más negativas hacia el estigma.
Esta teoría del consenso social también hace hincapié en el importante papel que juegan los
medios de comunicación ya que, en general, las investigaciones muestran que los mas media
difunden una imagen de la obesidad de carácter muy negativo. Por ejemplo, los anuncios para
perder peso tienden a definir a las personas obesas como infelices y poco atractivas.
Y también la mayoría de las películas de contenido infantil presentan la delgadez como un
medio para lograr el éxito, mientras que la imagen de la persona obesa o con sobrepeso
es la de alguien infeliz y fracasado.
También se ha encontrado que las actitudes negativas hacia las personas obesas se relacionan
con la preocupación por la propia imagen. Por ejemplo el trabajo de Pepper y Ruiz (2007) halló
que las actitudes negativas hacia los obesos están correlacionadas significativamente con la
preocupación por el propio cuerpo.
El edadismo o ageísmo, es una forma de discriminación por razón de edad que se centra en la
vejez. Según Butler (1968), se trata de un proceso de elaboración de estereotipos y
discriminación sistemática contra las personas debido a que son mayores, del mismo modo
que el racismo y el sexismo lo hacen con el color de la piel y el género. La asunción de
estereotipos, normalmente peyorativos, sobre el comportamiento dependiente de los
ancianos, podría estar relacionado con procesos de deterioro y perdida de la autonomía y
autoestima (profecía autocumplida). El desarrollo de una autoestima devaluada obliga a
asumir formas de comportamiento que se consideran adecuadas para su edad. El ageísmo
provoca que las personas vean a los mayores de forma diferente a lo que son ellos mismos; así,
sutilmente comienzan a dejar de identificar a sus mayores como iguales.
Desde un punto de vista psicológico, los sesgos negativos hacia la obesidad presentan una serie
de características que los diferencian de las actitudes negativas que sufren otros grupos sociales.
Uno de los aspectos más llamativos se refiere a la ausencia del llamado sesgo positivo o
“favoritismo endogrupal”. Efectivamente, muchos estudios han mostrado que los niños y
adultos con sobrepeso muestran niveles de rechazo a la obesidad similares a los que expresan
las personas de peso medio (Cramer y Steinwert, 1998; Crandall, 1994; Wang, Brownell y
Wadden, 2004). El sesgo positivo hacia el propio grupo sí ocurre en el caso de otros grupos
sociales objeto de discriminación (por ejemplo, las minorías étnicas, los homosexuales o las
mujeres). En algunos casos, esta ausencia de inclinación positiva endogrupal se encuentra
también en miembros de minorías étnicas, especialmente entre los niños, que pueden mostrar
más preferencia por el grupo mayoritario y socialmente dominante que por el propio grupo
(Furnham y Stacey, 1991). Sin embargo, esta tendencia suele ir disminuyendo con la edad y, por
lo general, los jóvenes y adultos de grupos minoritarios manifiestan mayor orgullo y apego al
endogrupo que a cualquiera de los grupos ajenos. En cambio, el prejuicio hacia la obesidad no
parece disminuir con la edad en las personas obesas.
Algunos autores nos recuerdan que dicho sesgo se plasma, con claridad, en el lenguaje:
en nuestro caso lo negativo de las personas obesas se expresaría de forma abstracta (“es así”),
pero los aspectos positivos se tenderían a concretar (“va ahora a un gimnasio porque tiene una
pareja concreta, que le obliga a ir”). La cuestión no es baladí, por cuanto las conductas
codificadas de forma abstracta son mucho más resistentes al cambio y se tienden a percibir
como estables.
Por otra parte, a la hora de categorizar a las personas obesas, en contraposición con las
personas delgadas, existe una clara bipolaridad entre perezoso/motivado, estúpido/
inteligente y de escaso valor/valioso. Torpeza, des-motivación y escaso valor serían algunas
características propias asignadas a las personas obesas, automáticamente expresadas en
función de los estereotipos. La presencia de actitudes negativas hacia la obesidad se ha
constatado en todas las edades y nivel educativo, sin diferencias de género y con algunos
matices transculturales.
La literatura científica pone de manifiesto que las personas obesas sufren discriminación
en muchas áreas sociales. En el área de la salud se ha puesto de manifiesto que los
profesionales sanitarios, tanto médicos como enfermeros, comparten una serie de creencias
negativas sobre los obesos (suelen considerar a sus pacientes obesos como vagos y poco
inteligentes, muy en la línea del estereotipo social predominante) lo que puede acabar
repercutiendo negativamente al tratamiento que reciben los pacientes con problemas de
peso.
LA CATEGORIZACIÓN SOCIAL
Por ejemplo, es ilustrativo que las personas respondan al percibir las relaciones entre los colores
negro, gris y blanco de modo distinto según se trate del color del
pelo o del color de las nubes. Concretamente, las personas
tienden a ver “el pelo gris” más asociado a “pelo blanco” que a
“pelo negro”. Y, sin embargo, las “nubes grises las percibe más
asociadas a nueves negras que a “nubes blancas”. Es posible que
la existencia de una teoría de la edad en el primer caso y una
teoría de tiempo en el segundo de cuenta de esa percepción. Esta
es una prueba de que la similitud no siempre proporciona
coherencia categorial y las teorías implícitas, sí.
No obstante, la organización categorial del mundo no puede descansar exclusivamente sobre las
creencias de los individuos ya que entonces cada individuo tendría categorías distintas y sería incapaz
de comunicarse con los demás. Por esta razón, conviene asumir que la categorización del mundo
depende de un intercambio entre la naturaleza del objeto percibido y nuestras
motivaciones, objetivos, relaciones sociales y teorías implícitas.
Una ilustración nos la proporciona la categoría "solterona", una categoría
afortunadamente en desuso. La idea de solterona se ha aplicado en nuestra cultura a la
mujer adulta que no se había casado y que ya había superado la edad de casamiento. Si
preguntamos a una muestra de sujetos si incluiría a la madre Teresa de Calcuta en esa
categoría, seguramente la respuesta mayoritaria sería negativa. Si hacemos lo mismo
respecto a una ministra de un gobierno, seguramente habría diversidad de opiniones.
Esto podría interpretarse desde las creencias del sujeto. Así, los individuos que mantienen la teoría
de que la vocación religiosa aparta a las personas de la dicotomía soltera/casada y aquéllos que
creen que las religiosas se han desposado con Dios, considerarán que la Madre Teresa no pertenece
a la categoría solterona o sería un pésimo ejemplar de dicha categoría. En cambio, los individuos que
no hacen distingos entre religiosos y seglares incluirían a la Madre Teresa en algún punto de la
categoría solterona.
EL ESTIGMA COMO IDENTIDAD SOCIAL NEGATIVA (Goffman, 1963; Crocker, Major & Steele, 1998)
MARCA O SEÑAL que define a su portador como un SER IMPERFECTO O INDESEABLE (Jones et al., 1984)
CONJUNTO DE ACTITUDES NEGATIVAS Y CONDUCTAS DISCRIMINATORIAS derivadas de
estereotipos y prejuicios (Badallo, 2012; Corrigan, 2003; Muñoz et al., 2009)
PREJUICIOS: Siento miedo hacia las personas con problemas de salud mental
- Miedo
- Enfado
- Compasión
- Preocupación
- Actitud paternalista
PROCESO DE ESTIGMATIZACIÓN
Obstáculo en la Agravamiento Riesgo de Exclusión
búsqueda de ayuda
de los síntomas Social/Pobreza
profesional
La carga invisible de dolor que se suma al del PSM (Major et al., 2003) es más difícil de superar
que la enfermedad mental misma (Corrigan & Penn, 1999).
Los síntomas unidos a la exclusión social da como resultado una doble dificultad
SI = enfado = exclusión
VISIBILIDAD.
Es importante el diagnóstico en salud mental pero tiene consecuencias negativas produciendo
un etiquetado de las personas y este es el primer paso del proceso de estigmatización.
El estigma anticipado supone estrés y sufrimiento adicional que provocan:
- Temor a ser etiquetados como seres inferiores, locos, inmaduros, dependientes o
discapacitados
- Miedo a ser visto saliendo de la consulta de un psicólogo o de un centro de salud mental
- Evitar una baja laboral donde por un problema de salud mental
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PROCESOS PSICOSOCIALES APLICADOS A LA ENFERMERÍA INFORME
ÍNDICE
1. INTRODUCCIÓN……………………………………………………………………………….…………..………pág 3.
3. SITUACIÓN ACTUAL.………………………………………………………………………….……………….…pág 5.
3.1. Situación durante la pandemia.
3.2. Prevención.
5. CONCLUSIONES.……………………………………………………………………………….…………..………pág 7.
6. PROPUESTAS.………………………………………………………………………………….……………………pág 8.
ANEXOS………………………………………………………………………………………………...……………pág 10.
BIBLIOGRAFÍA………………………………………………………………………………………….………….pág 12.
2
PROCESOS PSICOSOCIALES APLICADOS A LA ENFERMERÍA INFORME
1. INTRODUCCIÓN
El suicidio es un problema de carácter mundial que en los últimos años ha aumentado a cifras
realmente preocupantes. La gravedad de este suceso afecta a toda clase de personas,
generalmente, se suele asociar a aquellas que sufren trastornos mentales, en especial trastornos
depresivos y consumo de drogas, pero hoy en día hay documentación suficiente que demuestra
que muchos casos se dan en personas que lo cometen impulsivamente en situaciones de
inestabilidad en la que su capacidad para afrontar las dificultades de la vida está disminuida. (1)
Aproximadamente más del 77% de los suicidios ocurridos en 2019 tuvieron lugar en países con
un nivel de vida bajos y medios. Además, se ha demostrado que vivir catástrofes, acciones
violentas, abusos, pérdida de algún ser querido y sensación de soledad puede generar conductas
suicidas. Las tasas de suicidio también son elevadas entre los grupos vulnerables y
discriminados, como las personas pertenecientes al colectivo LGTBIQ+, inmigrantes o refugiados
e incluso en personas que están cumpliendo condena. (2)
La Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó que, en el año 2019, 800.000 personas
fallecieron por suicidio. Además, el suicidio es la cuarta causa de muerte entre los jóvenes de 15
a 19 años, se cree que debido a los cambios tanto físicos como psicológicos que experimentan
en dicha edad. Según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) y el Instituto Canario de
Estadística, 197 personas se suicidaron en Canarias en 2019. Esto supuso una tasa de 9,15 por
cada 100 mil habitantes, superior a la tasa media en España para el mismo año de 7,8. (2)
Las estrategias de prevención deben tener un enfoque integral y multisectorial que incluya no
solo al sector de la salud, sino también los de educación, empleo, bienestar social, justicia entre
otros. Asimismo, deben adaptarse al contexto cultural y social, y establecer las recomendaciones
basadas en el conocimiento científico. (1)
Los intentos autolíticos suelen ser atendidos en primera instancia por los profesionales de la
salud pertenecientes a los servicios extrahospitalarios de emergencias, por este motivo, es de
vital importancia que estos sanitarios tengan la formación adecuada para tratar con estos casos
y poder reconocer así los factores de riesgo y clasificar el riesgo que corre el paciente. (3)
Los suicidios son evitables, por ello existen algunas medidas como las siguientes para su
prevención: restricción del acceso a los recursos de suicidio (plaguicidas, armas de fuego y
ciertos medicamentos), información responsable por parte de los medios de comunicación, las
intervenciones escolares, introducción de políticas orientadas a reducir el consumo nocivo de
alcohol, identificación temprana, tratamiento y atención de personas con problemas de salud
mental y abuso de sustancias, dolores crónicos y trastorno emocional agudo, capacitación del
personal sanitario no especializado en la evaluación y gestión de conductas suicidas;
seguimiento de la atención dispensada a personas que intentaron suicidarse y la prestación de
apoyo social. (2)
Conviene tener presente que cualquier persona tiene un papel importante en la prevención del
suicidio. Muchas personas que presentan ideas suicidas están aisladas de la comunidad, pueden
padecer una depresión, y lo peor, no han pedido ayuda a los Servicios Sanitarios. Es
responsabilidad de todos prestar apoyo a las personas más indefensas de nuestra Comunidad.
Una simple pregunta como, por ejemplo: ¿Se encuentra bien? puede suponer una luz de
esperanza para quien la necesite, y salvar una vida. Debemos animar a estas personas a hablar
de sus problemas, con una actitud de escucha y comprensión, evitando siempre la crítica. Las
personas que sufren un gran malestar emocional habitualmente no esperan un consejo
3
PROCESOS PSICOSOCIALES APLICADOS A LA ENFERMERÍA INFORME
específico, sino ser escuchados con compasión y empatía. Una conversación y el apoyo que
puedan sentir puede fortalecer y estimular a pedir ayuda profesional. (3)
Según Nasim Yampey, el suicidio procede en tres etapas distintas. Primero estaría la etapa de
“consideración”, en la que la persona cree que el fin de la vida es la única manera de resolver
sus problemas, a continuación, entraría la etapa de “ambivalencia”, en la que se presenta una
indecisión en la persona con estas ideas, surgen tendencias contrarias, y durante esta fase es
cuando suele dar avisos o diferentes señales de que tiene en mente realizar un intento de
suicidio. Por último, tenemos la fase de “decisión”, es cuando el sujeto decide realizar el intento
suicida, y se pueden observar cambios radicales en el comportamiento y la actitud de la persona,
en la que de estar en un estado de tristeza profunda o depresivo, aparenta estar con buen
ánimo, e incluso alegre. (4)
El suicidio tiene un gran estigma asociado, al igual que los demás trastornos de salud mental, el
cual influye directamente en un aumento de la tasa de suicidios, además de ser un obstáculo en
la prevención de esta pues, las personas con pensamientos o ideas suicidas no buscan ayuda,
aunque la necesitan, ya que se sienten desplazadas de la sociedad por los prejuicios hacia las
personas con problemas de salud mental.
El estigma y la baja importancia acerca del suicidio genera una dificultad a la hora de la
recolección de datos, pues no solo la disponibilidad, sino la calidad de estos se ve reducida, de
manera que, solo alrededor de 80 estados, contabilizan datos acerca de las defunciones por
suicidio. Además, hay que sumar que muchos casos no son notificados correctamente, y la
clasificación de estos a veces es errónea, pues las conductas y comportamientos suicidas son
incluso ilegales en ciertos países. (2)
Cada año la cifra de defunciones por suicidio va en aumento; en España, en el año 1990 se
registraron 2939 suicidios, 10 años más tarde 3393, y por último las cifras más actuales que
ofrece el INE aumentan a 3941 suicidios en el año 2020. (5)
Cabe resaltar que los datos ofrecidos por el INE de los años entre el 2006 y el 2010 respecto a
las defunciones por suicidios son menores a los datos registrados directamente por el Instituto
de Medicina Legal, con una diferencia de aproximadamente 440 defunciones cada año, aunque
se desconoce la causa de esta diferencia y también se desconoce cuál de entre las dos fuentes
mencionadas es más fiable. (6)
4
PROCESOS PSICOSOCIALES APLICADOS A LA ENFERMERÍA INFORME
En los objetivos y resultados existen varios NOC, entre los que se encuentran: control de riesgo
social: suicidio, autocontrol de impulso suicida; además de contar con diferentes indicadores
dentro de cada objetivo para poder valorar el progreso, como pueden ser: provisión de
programas psicosociales para la prevención del suicidio, compromiso sólido con las estrategias
comunitarias de prevención del suicidio, etc.
Por último, como intervención enfermera ante el suicidio, se dispone del NIC prevención del
suicidio, en el que se resumen actividades estandarizadas ante la prevención del suicidio, y entre
ellas hay actividades como: determinar la existencia y el grado de riesgo de suicidio, ocuparse
de los aspectos de calidad de vida y control del dolor, considerar la hospitalización del paciente
que tiene un alto riesgo de conducta suicida etc. (7)
3. SITUACIÓN ACTUAL
Tanto los jóvenes como los ancianos se ven influenciados por esta pandemia. Lo que repercute
en la salud mental de las personas mayores, no son las medidas sanitarias de distanciamiento
físico actual, sino el estigma social que se le otorga al colectivo. El rechazo hacia la vejez, se le
incorpora a los propios ancianos como profecía autocumplida y provoca que esta población se
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PROCESOS PSICOSOCIALES APLICADOS A LA ENFERMERÍA INFORME
pueda volver más vulnerable y excluida de las familias, las instituciones y de lo social, lo que
repercute en su salud mental de forma negativa.
En cambio, en los jóvenes, la adolescencia nunca ha sido un periodo fácil de la vida y se puede
decir que muchos adolescentes perdieron momentos hermosos de su juventud. Los psicólogos
reconocen que la ansiedad es una función normal y saludable que sirve de alerta para el
individuo de los peligros, y lo ayuda a tomar medidas de autoprotección y para preservar a los
demás. Por tanto, la ansiedad provocada por el comportamiento y desarrollo creciente de esta
pandemia es totalmente comprensible (10).
3.2. Prevención
Otro aspecto interesante de investigar sería el de cómo afecta la prevención con respecto al
resultado final de suicidios, en diversos estudios se ha encontrado que el 45% de los que se
suicidan, incluidos los adultos jóvenes, contactan a su médico general en lugar de a un
profesional de la salud mental en el mes anterior a su muerte (11). Tres de cada cuatro víctimas
de suicidio tuvieron contacto con atención primaria dentro del año del suicidio y
aproximadamente un tercio de las víctimas de suicidio tuvieron contacto con servicios de salud
mental (12). Más evidencia de que los sanitarios no detectan ni tratan los factores de riesgo o
las primeras señales de advertencia de suicidio en los jóvenes (11).
Y aunque la formación específica del personal facultativo de atención primaria (en urgencias y
en atención ambulatoria) para mejorar el reconocimiento y tratamiento de los trastornos
mentales más comunes y graves, y de la ideación y la conducta suicida ha demostrado ser una
de las estrategias preventivas más eficaces, no recibimos la formación más adecuada para estas
tareas. Otras intervenciones que han conseguido resultados en la reducción del número de
suicidios son aquellas relacionadas con medidas políticas que reducen el acceso a potenciales
métodos suicidas, especialmente aquellos de elevada letalidad. Algunas de estas intervenciones
van desde la instalación de carteles de aviso, teléfonos de emergencia como el 024 o barreras
físicas en puntos de precipitación, que previenen hasta en un 90% las muertes por suicidio (13).
El uso de escalas de valoración del riesgo suicida puede generar una falsa sensación de seguridad
y su uso indiscriminado como herramienta “diagnóstica” resulta inapropiado.
6
PROCESOS PSICOSOCIALES APLICADOS A LA ENFERMERÍA INFORME
cualitativos, de los riesgos particulares y de las necesidades del sujeto para así realizar un análisis
de la conducta suicida (13).
Además de que seguramente se nos escapan millones de aspectos debido a dos motivos
principales: a la alta carga asistencial que tenemos y el poco tiempo que podemos escucharlos
y controlarlos.
Y como también comentábamos anteriormente la formación que tenemos los enfermeros desde
el punto de vista psicológico es inefectiva para realizar una correcta detección y ,por
consiguiente, una correcta prevención, por lo que el sistema sanitario debería reflexionar e
implementar la cantidad de psicólogos públicos que quizás tras una entrevista serian, debido a
su cualificación, mucho más capaces que nosotros en observar conductas que les hicieran llegar
a pensar en posibles riegos y así detectarlas con anterioridad e incidir sobre ellas consiguiendo
una prevención adecuada, mejorando la calidad de viuda y la salud mental de la población.
5. CONCLUSIONES
Tras investigar y conocer cómo se encuentra la situación en la actualidad acerca del suicidio
hemos sacado como conclusión algo que ya nos habíamos planteado cuando elegimos la
temática del trabajo: el sufrimiento de las personas con problemas de salud mental es algo que
no está siendo abordado de la manera correcta y que, por tanto, produce una cadena de
situaciones problemáticas en las que se incluye como factor grave el suicidio. Ya nos habíamos
percatado de esto cuando la profesora Elena Lorenzo, nos habló de la salud mental en una clase,
haciéndonos conscientes de la cantidad de gente que existe en nuestro país con problemas de
este tipo, de los estigmas con lo que cargan estas personas y de lo que influyen estos estigmas
en los sentimientos de los pacientes. Sin embargo, en este grupo de trabajo hemos coincidido
en que, al realizar las lecturas necesarias para redactar el informe, hemos sido realmente
conscientes del gran problema que se nos presenta en la actualidad y en el conflicto que se nos
seguirá presentando en el futuro si no hacemos nada para cambiarlo.
Hemos decidido plasmar un cálculo con cifras aproximadas con el que podemos dar a entender
a cualquier persona, lo preocupante que es la situación:
El INE publicó que en mayo de 2020 había unos 877.000 psicólogos colegiados, pero sólo 26.000
de estos trabajan para la sanidad pública. El número de habitantes en ese mismo año en nuestro
país era de 47.000.000 de personas, si pusiéramos como ejemplo que como mínimo, la mitad
de esta población necesitará ayuda psicológica en algún momento de sus vidas, la ratio
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PROCESOS PSICOSOCIALES APLICADOS A LA ENFERMERÍA INFORME
psicólogo/a por paciente sería de 0,001. La conclusión que sacamos es que, sin duda, es
imposible dar una atención de calidad con estas cifras. (16)
Sabiendo esto y sumándole los estigmas y prejuicios con los que cargan las personas que sufren
algún tipo de trastorno mental, el poco apoyo familiar o de las amistades por el desconocimiento
sobre el tema, la falta de apoyo que ya hemos visto por el sistema nacional de salud, y la terrible
situación de cansancio emocional, estrés y ansiedad que vivimos actualmente por la pandemia
de la COVID19, no es de extrañar que el suicidio se nos presente como un problema gravísimo y
que necesita de actuación inmediata.
Comprendemos que las personas que han llegado al punto de no tener ganas de seguir viviendo
y que ven como única solución acabar con sus vidas para acabar con su sufrimiento vean como
un gran reto el hecho de pedir ayuda. A veces por vergüenza, por miedo al “qué dirán” o incluso
porque ni siquiera se ven con fuerzas para cambiar la situación que están viviendo o porque
probablemente creen que nadie puede ayudarles.
6. PROPUESTA
A partir de estas reflexiones hemos pensado en qué podríamos hacer desde enfermería para
abordar esta situación y se nos ha ocurrido que podríamos servir de guía para estas personas.
No sabemos como tratar los problemas de salud mental o como abordar el suicidio, pero si
podemos ser el enlace de unión entre la desesperanza y la búsqueda de ayuda. Pongamos un
ejemplo: la mayoría de las personas acude a su centro de salud con regularidad ya sea para pedir
la receta de su medicación habitual, por un dolor de cabeza, para llevar a sus hijos/as a la revisión
del pediatra, etc. Por lo que vemos en el centro de salud un lugar a donde acuden muchas
personas, por diferentes motivos, de cualquier edad y que es accesible para todos y todas.
Hemos pensado entonces que es el sitio ideal en nuestro ámbito de actuación para captar a
aquellas personas que necesiten ayuda y que no conozcan la forma de solicitarla.
Por ello hemos creado unos posters informativos que realizarán la función de conectar a estos
pacientes con las enfermeras.
PÓSTER 1 EN ANEXOS. Para el de los pacientes hemos creado una infografía con colores
llamativos que se puede imprimir y colgar en cualquier parte del centro sanitario o incluso se
podría trasladar a asociaciones de vecinos, colegios e institutos o en definitiva en cualquier lugar
donde puedan leerlo el mayor número de personas posibles. Hemos querido plasmar dos cosas
fundamentales. Por una parte, que no les vamos a juzgar, que la información que nos den será
confidencial y que nuestro objetivo es ayudarles y por otro lado hemos puesto una lista de
pensamientos con los que esa persona se puede sentir identificado/a y que le pueden alertar de
que necesita ayuda. Además, se les comenta cómo pueden pedir una consulta con nosotros/as.
(17) (18)
PÓSTER 2 EN ANEXOS. Para el de las enfermeras hemos creado un algoritmo de 5 puntos con el
que la enfermera puede aprender de qué manera ayudar, guiar y escuchar a las personas que
acuden demandando ayuda psicológica, también hemos incluido consejos para hacer que el
paciente se sienta lo más cómodo posible y que la consulta le resulte útil y satisfactoria. Hemos
hecho bastante hincapié en la escucha activa y en no realizar juicios de valor ya que nos
impresionaron bastante los resultados de la investigación sobre estigmas por parte de los
sanitarios ya mencionada con anterioridad del HUGCDN (8) (19)
Sabemos que de forma individual no podemos cambiar el hecho de que no exista el número
necesario de psicólogos públicos y tampoco podemos hacer que las personas cambien su
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PROCESOS PSICOSOCIALES APLICADOS A LA ENFERMERÍA INFORME
mentalidad y que dejen de tratar a todos los pacientes con trastornos de forma despectiva o con
prejuicios y estigmas, pero si está en nuestra mano como profesionales, decidir cómo vamos a
tratar a nuestros pacientes, el conocimiento que tenemos sobre sus patologías mentales y la
manera en la que podemos ayudarlos.
Nos pareció buena idea crear un material fácil de utilizar y de entender, que sea eficaz y rápido
y sobre todo accesible para cualquier persona y nos encantaría que se pudiera aplicar como
hemos explicado para ver si realmente resulta útil o no en la práctica enfermera.
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ANEXOS
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PROCESOS PSICOSOCIALES APLICADOS A LA ENFERMERÍA INFORME
BIBLIOGRAFÍA
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(14) Marjorie S. R. et al. Análisis de la carga laboral del personal de enfermería, según gravedad
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signs-of-suicide
(18) Yvette Brazier. Pensamientos suicidas: Síntomas, causas, prevención y recursos [Internet].
MedicalNewsToday [21 de agosto 2021; consultado 1 de marzo 2022]. Disponible en:
https://www.medicalnewstoday.com/articles/es/ideacion-suicida#causas
(19) Mayo Clinic. Suicidio: qué hacer si alguien tiene tendencias suicidas. [Internet]. [Consultado
1 de marzo 2022]. Disponible en: https://www.mayoclinic.org/es-es/diseases-
conditions/suicide/in-depth/suicide/art-20044707
13
PROCESOS PSICOSOCIALES APLICADOS A LA ENFERMERÍA
1. El cerebro de los niños se adapta y desarrolla creando muchas más sinapsis a medida que va
conociendo gente nueva.
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Verdadero
Falso
2. Tener teoría de la mente es algo muy fácil porque está objetivamente a la vista.
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Verdadero
Falso
3. Distinguir entre rostros humanos y decir lo que pensamos de ellos forma parte de un único proceso.
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Verdadero
Falso
5. La capacidad de atribuir estados mentales puede considerarse como el dispositivo “por excelencia”
para la interpretación de información compleja procedente de distintas fuentes.
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Verdadero
Falso
6. La persona con el síndrome de Asperger tiene frecuentemente una inteligencia normal y habilidades
especiales en áreas restringidas, pero tiene problemas para relacionarse con los demás.
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Falso
7. En la clase de prácticas vimos que el autismo está asociado con alguna disfuncionalidad en las
neuronas espejo.
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Verdadero
Falso
8. Siempre que nos relacionamos con otras personas nuestro cerebro realiza un escrutinio lineal y
pausado de la información que está recibiendo.
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Verdadero
Falso
9. Un niño con autismo de cuatro años es capaz de superar la «prueba del engaño» del test de Sally y
Anne.
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Verdadero
Falso
10. Una estrategia que nos sirve para explicar a un autista cómo funciona el mundo es empleando
metáforas.
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Verdadero
Falso
11. “Leer” rostros es la clave para que nos formemos una primera impresión de las personas con las que
interactuamos.
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Verdadero
Falso
12. Uno de los síntomas del autismo es una interacción social limitada.
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Falso
13. El gesto de un niño señalando con el dedo para facilitar el foco de atención de otra persona es una
actividad habitual de los niños autistas.
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Falso
14. El cerebro rellena e infiere a partir de los detalles y fragmentos percibidos hasta construir una
imagen completa de la realidad.
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Falso
15. Los chicos Asperger del vídeo tenían una extraordinaria habilidad para leer los microgestos que se
producen en la comunicación cara a cara.
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Falso
16. Las primeras impresiones incluyen una valoración inmediata del otro.
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Falso
18. De acuerdo con investigaciones recientes el cerebro autista es un cerebro femenino llevado a su
máxima expresión.
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Falso
19. La experiencia que muestra el documental sobre la condescendencia en la tienda de ropas muestra
que las personas son hipócritas y de poco fiar.
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Falso
20. Teoría de la Mente es un término que sirve para denominar la capacidad de la persona para imputar
estados mentales a uno mismo y a otros, y para predecir el comportamiento en función de tales
estados.
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Verdadero
Falso
21. Cuando decimos a un autista que “alguien nos rompió el corazón” entiende que estamos sufriendo.
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Falso
22. Muchos individuos con autismo desarrollan obsesiones, como realizar movimientos repetitivos,
conocer a pies juntillas la fecha de nacimiento de personajes famosos o poner en fila objetos durante
horas, habilidades propias de un cerebro especialmente diseñado para sistematizar.
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Verdadero
Falso
23. En general, los niños autistas muestran un inusual apego a uno o varios objetos.
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Verdadero
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24. Nuestro cerebro está preparado para aprender rápidamente a distinguir unas caras humanas de
otras.
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25. Una conducta que llama la atención en los autistas es el contacto ocular prolongado en las
interacciones sociales.
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Falso
26. De acuerdo con la hipótesis del equilibrio, cuando las personas interactúan a distancias muy cortas la
cantidad de contacto visual tiende a aumentar.
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Verdadero
Falso
27. Formarse una impresión de una persona es un acto intencional y voluntario de nuestra personalidad.
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Verdadero
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28. Los síntomas importantes del espectro autista aparecen en el primer mes de vida del niño.
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Verdadero
Falso
29. En cada relación interpersonal hay un nivel óptimo de intimidad que es función de una serie de
conductas tanto verbales como no verbales.
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Falso
30. Las neuronas espejo son fundamentales para el desarrollo de la vida social porque nos permiten
comprender lo que otras personas están sintiendo.
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Verdadero
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31. Los autistas tienen una espectacular habilidad en disciplinas que requieren sistematización -reducir
una acción a una serie de reglas- como las matemáticas, la música o el dibujo y poca o ninguna facilidad
para la empatía.
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Verdadero
Falso
32. La capacidad de atribuir estados mentales puede considerarse como el dispositivo “por excelencia”
para la interpretación de información compleja procedente de distintas fuentes.
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Falso
33. Gracias a las neuronas espejo, somos capaces de entender una novela y comprender los
sentimientos que expresan sus personajes.
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Verdadero
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34. Una de las raíces del antropomorfismo es la teoría de la mente. Seleccione una:
Verdadero
Falso
35. Los niños de tres años pueden leer la mente de los otros. Seleccione una:
Verdadero
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36. En la clase de prácticas vimos que el autismo está asociado con alguna disfuncionalidad en las
neuronas espejo.
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Verdadero
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37. Si no vemos todo lo que está ante nuestros ojos es porque no queremos. Seleccione una:
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Falso
38. La habilidad de los bebes humanos para reconocer caras está en su mejor momento alrededor de los
6 meses.
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Verdadero
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39. La persona con síndrome de Asperger tiene dificultades para comprender las intenciones ajenas y
especialmente las “dobles intenciones”.
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Verdadero
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40. La experiencia que muestra el documental sobre la condescendencia en la tienda de ropas muestra
que las personas son hipócritas y de poco fiar.
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Falso
El proceso por el que percibimos lo que somos en función de lo que otros piensan de nosotros
depende de las neuronas espejo.
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Verdadero
Falso
Los factores estresantes nos exponen a una retroalimentación real acerca de quienes somos
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Verdadero
Falso
Las comparaciones sociales son poco adaptativas para los seres humanos.
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Verdadero
Falso
El apoyo social se relaciona directamente con la cantidad de personas que lo conforman: cuantas más
personas, mas apoyo.
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Verdadero
Falso
Las personas atribuyen un significado más negativo a los rasgos aplicados a sí mismos que a esos
mismos rasgos aplicados a los demás.
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Verdadero
Falso
Lo que vemos es resultado de lo que el cerebro espera ver combinado con las verdaderas señales
sensoriales.
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Verdadero
Falso
El proceso por el que percibimos lo que somos en función de lo que otros piensan de nosotros se
denomina valoración reflejada.
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Verdadero
Falso
Las expectativas y creencias sobre las categorias sociales son la causa de las profecías autocumplidas.
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Verdadero
Falso
Sobrestimar el impacto perdurable de sucesos que provocan emociones intensas se denomina sesgo de
impacto.
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Verdadero
Falso
Los cambios en los objetos fundamentales para entender una escena se detectan más fácilmente que
otros cambios.
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Verdadero
Falso
En los casos de miembros fantasma, las personas pueden sentir el miembro perdido de la misma
manera que lo sentían cuando lo tenían.
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Verdadero
Falso
El sesgo optimista es la tendencia de las personas a creer que tienen menos probabilidades de
experimentar eventos negativos en comparación con otras personas.
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Verdadero
Falso
En los niños, la teoría de la mente está desarrollada de modo automático entre los 10 y los 12 años.
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Verdadero
Falso
Una lesión en una zona concreta del cerebro no puede afectar solo al procesamiento de la forma, el
color o el movimiento de las cosas, sino que afecta a la percepción de forma global.
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Verdadero
Falso
Las personas tenemos acceso a toda la información que procesa nuestro cerebro.
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Verdadero
Falso
Cuando nos comparamos con otras personas que están ligeramente por encima de nosotros en una
característica determinada, se estimula mejorar y progresar.
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Verdadero
Falso
Si me comparo con un compañero que ha sacado peores notas que yo para valorar si soy buen/a
estudiante, estoy estableciendo una comparación descendente
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Los bebés humanos nacen con un yo predefinido que van descubriendo a lo largo de su vida
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Falso
Falso
La ausencia de teoría de la mente ocasiona dificultades para entender normas sociales, ironías,
metáforas y segundas intenciones que se producen en el lenguaje.
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Verdadero
Falso
La «atención doble» significa que en nuestra mente tenemos presente al mismo tiempo la mente de
otra persona.
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Verdadero
Falso
Sobrestimar el impacto perdurable de sucesos que provocan emociones intensas se denomina sesgo de
impacto.
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Verdadero
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