Arturo Sulca
Arturo Sulca
Arturo Sulca
PRESENTADA POR
Lima-Perú
2005
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ÍNDICE
INTRODUCCIÓN 4
social 21
CRIOLLA 51
CRIOLLA 82
oligárquica 99
CONCLUSIONES 143
INTRODUCCIÓN
Lo que me interesa investigar en esta tesis son los mecanismos por los que el
vals criollo ha formulado, entre la década de 1950 y la de 1970, una representación del
pueblo; por el otro, se niega, sin embargo, las posibilidades de emprender proyectos que
sobre lo andino, del hombre sobre la mujer, de Lima sobre las provincias, del Perú sobre
el resto de países. El criollismo ha producido un sujeto que, si bien está insatisfecho por
reúne, a un mismo tiempo, la imagen de una nación heroica y privilegiada por dios y la
fracaso. El sujeto criollo es, en este sentido, la queja temerosa y evasiva que no apuesta
suma, el vals criollo ha creado un imaginario en el que los sujetos no desarrollan una
conciencia histórica y política del régimen de dominación que les lleve a una acción
El vals criollo ha representado una nación peruana en la que todas las clases
elemento central, y como lo criollo es representado como lo mestizo por excelencia, por
consiguiente será ese rasgo el considerado principal por sobre las particularidades
étnicas de todas las poblaciones peruanas. Por otro lado, la tradición histórica y la
el Perú de los criollos resulta ser un efecto de borramiento de las luchas entre las clases
Desde el período de crisis del poder oligárquico en el Perú a mediados del siglo
garantía para reconocer la “verdadera” identidad peruana. Sin embargo, detrás de tal
música criolla, ya sea desde el Estado o desde la empresa privada. Así, con la asunción
de la música criolla como género musical “oficial”, las clases dominantes han intentado
el vals criollo no ha significado una propuesta artística que supere la visión de las
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poblaciones indígenas como masas subordinadas a los intereses del Estado nacional.
pequeña burguesía han constituido uno de sus esfuerzos para identificarse con los
expresión musical que han escogido es aquella que más rechaza el “problema del indio”.
Entonces, a través de los valses, las clases dominantes y medias han producido un
Por ello, sostengo que, a pesar del rostro popular y nacional que ha mostrado, la
indígena y de las luchas por defender sus intereses libradas desde el siglo XVI. El vals
criollo ha constituido, por tanto, un fracasado intento de la cultura peruana por imaginar
arbitrario. Por un lado, entre los años 40 y 70, se ubican las principales producciones del
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movimiento musical criollo. Esas décadas vieron nacer y morir muchos de los más
Criollos, Los Morochucos, Los Chamas, Los Troveros Criollos, Fiesta Criolla, Chabuca
Granda, Luis Abanto Morales, etcétera. Este boom tuvo su base material en el desarrollo
público consumidor de los productos musicales criollos tanto en sectores de las clases
populares, de las clases medias e, inclusive, de las clases propietarias. Por otro lado, el
sociales, políticas y económicas en el Perú, entre las que resalta la cancelación de una
clases que detentan el poder del Estado y debido al ascenso de las luchas de las clases
burguesas y sectores medios en su lucha por preservar su dominio sobre las clases
del Perú ha sido el criterio fundamental para determinar el período histórico en el que se
constituye una instancia fundamental para el análisis de los vínculos entre las
música popular permite al investigador desarrollar un mapa más amplio de los sentidos
específicas respecto de la ideología del poder dominante. Defiendo la idea de que las
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imágenes producidas por la cultura popular y la cultura letrada guardan una relación
más bien dinámica en tanto que constituyen elaboraciones creativas de las mismas
formaciones sociales. Más aún, es imposible negar que, antes que la literatura
música criolla, necesarios para entender qué clase de comunidad nacional es imaginada
fenómeno, pero otros muchos procesos deben ser estudiados para un entendimiento
consumo de la música, etcétera. Considero que las conclusiones a las que he llegado tras
la teorización de los significados producidos por las letras no necesariamente son del
plantear ciertos problemas comunes a los valses más representativos del cancionero
popular peruano. Sin embargo, es posible que este aporte abra nuevas pistas para el
estudio de la cultura popular en el Perú, que cada vez concita mayor atención de parte
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Al respecto, han sido de especial interés para la presente investigación los aportes de Cornejo Polar
(1996 y 1994), del Águila (1997), Hamann (2003), Hurtado (1995), López Maguiña (2001), Majluf
(2001), Medina (2001), Méndez (1992), Merino (1994), Muñoz (2001a), Neira (2001 y 1996), Nugent
(1992), Oliart (1995) ,Panfichi (2001 y 1995), Panfichi y Portocarrero (1995), Portocarrero (2004, 2001b
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***
capitalismo avanzado, se termina por ser copartícipes del mantenimiento del ideal
respetuoso de las leyes y forjador del progreso de la nación y la imagen del sujeto
masculina criolla constituye, ante todo, un simulacro: tras la imagen de víctima inocente
y 1991), Portocarrero, ed. (1993), Rosario (2003), Silva Santisteban (1998), Ubilluz (2003), Vich (2003,
2002 y 2001), y Vich y Dejo (1993).
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relación entre los sexos reproducida por el propio capitalismo. Como han señalado
Aunque la masculinidad criolla parezca alejada de la figura patriarcal del padre fuerte,
protector y jefe de familia, incluso de la del narciso donjuán, sus aspiraciones como
varón apuntan hacia ese norte: ser el macho burgués que no puede ser.
ciudad de Lima en la fantasía criolla. A partir del examen de tres valses, he querido
destacar que la obsesión criolla por el recuerdo de una Lima “que se va” constituye una
estrategia ideológica que favorece a las élites económicas y políticas que han controlado
oligárquica y el modo de vida que acarreaba para los beneficiarios de tal sistema social.
“riquezas” del territorio nacional; sin embargo, el ideal de una nación unida para
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progresar sobre la base del aprovechamiento de sus recursos naturales no pasa por la
reflexión sobre las relaciones sociales que sirvan de soporte a tal “progreso”. La
concentración en las imágenes idealizadas del territorio nacional y del pasado incaico
nación es imaginada como un producto sublime de la naturaleza dado a los peruanos por
Dios. Es más, esta imagen de nación trae a las clases gobernantes y a los sectores
CAPÍTULO 1
sólido de instituciones en las que los ciudadanos cumplan sus deberes y exijan sus
derechos. La historia republicana no haría más que develar a los peruanos la constante
criolla o “criollada” es identificada como una posición ética que habría contribuido a la
Sin embargo, ¿cuál es el lugar que ocupa la “viveza” del criollo en la dinámica
de las relaciones de fuerza entre las clases sociales? ¿Es suficiente con señalar con que
¿Guardará alguna relación la forma en que los criollos organizan su diversión con la
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Algunos de estos estudios son Portocarrero (2004), Ubilluz (2003), Neira (2001), Velarde (2001),
Grompone (2001) y Muñoz (2001b). Para revisar una posición crítica respecto de esta línea de
investigación, véase Rochabrún (2001).
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contribuyen a tal reproducción. En tal sentido, sostendré que la ética configurada por la
valses criollos: “Callejón de un solo caño” de los hermanos Victoria y Nicomedes Santa
de la representación del viejo callejón limeño como espacio por excelencia de la jarana.
alcohólico del sujeto criollo durante la jarana. En el tercero, voy a analizar de qué forma
la “criollada” es utilizada como un medio para efectuar un salto imaginario de una clase
popular a una opuesta, es decir, cómo perteneciendo a una clase pobre se puede adoptar
Desde las últimas décadas del siglo XIX hasta las primeras del XX, el callejón
criollas”. Esta fiesta se daba con ocasión de matrimonios, bautizos, cumpleaños, fiestas
religiosas, etc., a la que asistían sobre todo negros, mulatos y mestizos que pertenecían a
las clases trabajadoras de la ciudad (obreros, artesanos, carpinteros, etc.). Los elementos
las jaranas llegan con el tiempo a adquirir un carácter casi mítico y sagrado entre los
carácter jaranero les daba cierto aire de distinción, que los podía insertar en un juego de
En ese sentido puede decirse que la producción musical criolla estaba asentada
Malambo se diferenciaba claramente del de Bajo El Puente, este del de Cuartel Segundo
y este del de Barrios Altos y así sucesivamente. Lo importante era ubicar el estilo que
pudiese distinguir los diferentes espacios territoriales de las clases populares de Lima. Y
el momento en que se podía notar claramente esto era en la jarana. Desde ahí, la autoría
por medio del fonógrafo, las fiestas populares de la ciudad van siendo atestadas de
internacional. El vals, la polca y la marinera poco a poco van siendo considerados como
géneros reservados para personas de edad; en cambio, los jóvenes escuchan y bailan
tango, jazz, swing, charleston o one-step. Lloréns (1983) afirma que durante la década
de 1940, el espacio de difusión de la música criolla se traslada del callejón a las radios.
lo que cada quien podía “gozar de una jarana” aun estando solo. En otras palabras, la
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Lima.
y Victoria Santa Cruz, es uno de aquellos valses que ejemplifican lo que José Diez
contentos”, es un fantasma ideológico que ronda los valses “pícaros” y “jaraneros” que
industrial, sobre todo, en la costa. Ya no se podía decir que la situación social era
142). Así, la constitución gradual de un mercado interior movido sobre todo por la
moderna industria va transformando no solo las relaciones sociales sino también las
de “Callejón de un solo caño” (la primera cantada) constituye la patencia de que esa
imaginaria del deseo del sujeto criollo: lo que se pretende recordar es aquello que es
agradable al sujeto, aquello que aparentemente no le produce dolor. Por eso, son tan
importantes las metáforas referidas a la música: la música puede servir como una suerte
de medicina que permite a los sujetos hacer vivible la pobreza. Sin duda alguna que ello
fiesta se representa de una manera tan exageradamente festiva que la propia estructura
física del callejón se remece y los vecinos no pueden conciliar el sueño por las noches.
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Pero por alguna extraña razón la vieja y debilitada estructura del callejón no se ve
dañada por el remecimiento que provoca la jarana, ni los vecinos reclaman a los
jaranistas por el bullicio. Pareciera, pues, que la jarana criolla poseyera ciertas
que Freud llamara “principio del placer”- que no daña la infraestructura del callejón
sino que más bien le dota de movimiento y que se muestra como un placer lo
suficientemente seductor como para que los vecinos estén a gusto con él y se olviden de
que en verdad puede representar una gran molestia. Ese “equilibrio en el disfrute”, esa
como sucedía en el pasaje anterior; lo que tenemos aquí es el espacio más estrecho y
supuestamente de mayor privacidad como es uno de los cuartos del callejón. Una de
estas piezas era (y es) lo suficientemente estrecha como para que no puedan festejar
así que la jarana se traslada al recinto familiar en el que tiene lugar la diversión más
que la función de los instrumentos musicales era la de producir un goce difuso que se
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diseminaba a lo largo del callejón, acá presenciamos uno localizado en los cuerpos de
los jaranistas y por ello aún más sentido. Se tiene que tener en cuenta que el “alegre
taconear”, el intenso y al mismo tiempo delicado golpe de los pies en el suelo a la hora
de bailar la música criolla, produce un efecto casi destructivo tanto en la pieza así como
jarana de callejón era una fiesta ofrecida por una familia de las tradicionales clases
populares limeñas, fiesta que se realizaba en ocasiones especiales para la familia. Sin
extendía hacia todos aquellos con quienes se había entablado redes de socialización
destinadas a crear vínculos de familiaridad y solidaridad con los otros. Por eso, el
aislada.
Pero me gustaría que nos detuviéramos un instante en la segunda parte del pasaje
citado: “[...] la voz varonil de un buen cantor que con sabor/en pleno jaranear pide un
cantor, el cual debe ostentar al menos tres características: masculinidad, humor y vigor.
Aquel que canta tiene que demostrar, incluso antes que estar dotado de una voz óptima
términos, lo no masculino en la corporización del goce jaranero tiene que ser excluido
para que este se constituya como tal. Asimismo, resulta de vital importancia que el
jaranista cantor tenga “sabor”, vale decir, un humor y carisma especiales que le
permitan ser siempre simpático a los demás. Este humor criollo implicará
adicionalmente una habilidad especial para jugar con la ironía y con el “doble sentido”,
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aquel en el que lo sexual se mueve como una sombra del sentido recto. Por último, el
cantor demuestra ante los demás que él es infatigable ante los efectos de un placer muy
prolongado: poco antes de que amanezca, cuando los asistentes de la fiesta ya estarían
agotados después de tantas horas de baile, música y licor, uno de los jaranistas coge el
instrumento musical criollo que más esfuerzo demanda de su intérprete (el cajón) y
permite que la jarana siga, sin solución alguna de continuidad, con uno de los bailes
de provocación sexual en la pareja de baile que ningún otro baile criollo lo posee (la
marinera)
Ahora bien, la canción de los hermanos Santa Cruz se difunde en las radios
grandes masas de hombres y mujeres desde el campo a la ciudad, fruto de la crisis del
gamonalismo en los Andes. De este modo, el espacio en el que habitaban las personas
alrededores sino zonas más apartadas del “damero de Pizarro”. En este sentido, parece
poco probable que “el callejón de un solo caño” se “estremezca” al igual que en otros
tiempos, en los cuales jamás gozó de ninguna clase de beneficios económicos. El hecho
de creer que hubo un pasado prístino de disfrute y que tal pasado se mantiene incólume
placer, lo que solo se puede poner en escena durante la performance de la jarana criolla.
Sin embargo, ¿por qué la canción tiene que enfatizar la figura del caño único en
desarrollo del capitalismo industrial. Creo conveniente sostener que son los individuos
de estas nuevas clases aquellos a quienes se dirige el consumo de la música criolla, pues
ésta para seguir produciéndose necesitaba de un público urbano más amplio y ya no tan
limitado como era el de los callejones por estos años. Si la imagen del “callejón de un
solo caño” se torna tan representativa del criollismo, es porque a través de esta imagen
se crea la ilusión de que los criollos pobres pueden arreglárselas muy bien con sus
precariedades económicas y que, es más, pueden disfrutar de la vida sin reclamos ante el
Estado. El mensaje que se quiere traficar aquí es que estos “viejos limeños pobres” (a
con lo poco que tienen, y no se quejan por el orden social establecido. Posiblemente este
lucha de clases entablada entre la oligarquía y las nuevas clases medias. Pero lo que sí
queda claro es que se busca difundir la imagen del limeño pobre de los barrios
tradicionales como la de aquel que con alegría sabe resistir su miseria, lo cual no es más
que un truco que sirve para que los sujetos populares no busquen subvertir las
individuos que están oprimidos por un orden social semifeudal y semi-industrial como
era el oligárquico parecen postergar el cuestionamiento que les permita superar tales
condiciones de opresión, vale decir, no están dispuestos a renunciar al goce que les
condiciones de “buena vida”. Se opta por el placer que se puede obtener de seguir
dominado y ser cómplice de la dominación, antes que suspender la opresión que los ata
SOCIAL
Lima que se iba modernizando poco a poco a mediados del siglo XX.
Pero Cavagnaro no fue el único músico criollo que se insertó en esta clase de
radios en nuestro medio. Inclusive se llegó a armar una polémica por el vocabulario y
los giros de lenguaje que Cavagnaro y otros utilizaron, un lenguaje que fue calificado
por algunos de “soez”, “grosero” o “vulgar” pues era abundante en palabras usadas por
los pobladores de los barrios marginales de Lima, que se asociaban con individuos
valses escritos con ella, “valses replaneros”. Esto implicaba obviamente una
estigmatización del sujeto popular limeño, promovida y difundida por los propios
medios de comunicación que estaban a manos de las nuevas clases medias y sectores
burgueses.
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Ahora bien, es de gran utilidad estudiar los llamados “valses replaneros” para
fenómeno es más complejo de lo que puede parecer a simple vista y la actuación del
sujeto criollo en la jarana y sus recursos humorísticos en ella son elementos cruciales
para su análisis. En esta línea, me interesa que nos detengamos en uno de los valses
jaraneros de Mario Cavagnaro que se ha vuelto más distintivo del género, “Carretas,
aquí es el tono”, vals que ha sido famoso gracias a la interpretación de Los Troveros
¡y es hasta de mañanita!
se le seca la garganta,
se le seca la garganta.
la papa a la huancaína
me acabo ‘e tirar.
Ya iremos de madrugada
en un cola ‘e pato
hasta La Parada,
pero que cumple una función que depende del licor. Ahora bien, ¿por qué la
identificación criolla, para operar, necesita del alcohol como elemento en torno del cual
se generan las acciones del sujeto criollo? ¿Cuál es la relación del alcohol y la comida
hacia el mundo social en la primera parte del vals. Lo que se pone en escena es el
[E]l sentido del compadre estaba vinculado a los valores populares de dignidad
primer lugar, amigos de la jarana. No los unía sobre todo el trabajo o las
individuo de los sectores populares limeños atravesar las diferencias de clases en tanto
que implica una suspensión imaginaria de tal diferencia. Así, el “compadrazgo” otorga
supone el trabajo como medio de subsistencia en la ciudad, esto es, una ilusión de
igualdad en el espacio de la jarana entre aquellos que pueden ocupar posiciones sociales
incluso antagónicas. El elemento que permite esta mediación, este intercambio fluido
entre distintos sujetos, es el licor: su virtud es la de sostener el goce con los otros y así
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La Villa Anita era una casa de recreo situada aisladamente en el campo, que
pertenecía a una familia con cierta posición dentro de la sociedad oligárquica. Sin
sociales distintas dentro del espacio urbano. Así, pues, lo que vemos dentro del pasaje
fuera del movimiento urbano, y un sujeto popular que puede movilizarse con relativa
libertad desde su propio espacio urbano adscrito a las clases subalternas. Y en este
sentido, la noticia de la jarana criolla aparece como un elemento que establece una
mediación entre el sujeto popular y cierto orden oligárquico. Desde el punto de vista de
inmiscuye en lugares a los que no pertenece. Sin embargo, sería precisamente dicha
En el mismo fragmento citado, cabe resaltar el hecho de que hay otro sujeto
popular: el que ha avisado acerca de la celebración. No tiene un vínculo directo con los
individuos de esa esfera social, sino que se plantea una serie de intermediarios a través
más, el “gato” que trae “el dato de la criolla jaranita” no parece transmitir la
información -o en todo caso es irrelevante- acerca del motivo de la jarana. Eso se puede
3
Podemos encontrar muy bien ilustrado este tipo de vínculo en “El jefe” (1958), cuento de Julio Ramón
Ribeyro, donde el nexo criollo establecido a partir del licor y la juerga crea la ilusión de desaparición de
las jerarquías sociales entre Felipe Bueno, el apoderado de una empresa, y Eusebio Zapatero, su
empleado. Ambientado en la Lima de los 50, el relato de Ribeyro es aún más dramático que el vals: tras
haber compartido casualmente una noche de borrachera con Felipe Bueno en la que se suspendieron las
diferencias de posición social gracias al trato de “compadres”, Eusebio Zapatero cree haber ganado la
confianza de su jefe como para solicitarle más adelante un incremento salarial; pero a la mañana
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para evadir las restricciones del régimen establecido. Pero esta capacidad para burlar las
Una vez ubicada la Villa Anita, en la periferia de la ciudad, el sujeto popular no ingresa
solo a la “farra”: llega inevitablemente con personas de su círculo más intimo de amigos
subalternos dentro de la fiesta podría atenuar las contradicciones de clase en ese espacio
colchón amortiguador frente a los antagonismos sociales: para decirlo en otros términos,
“carretas” es el bar, sitio del que aprovechan pues en una casa de barrio popular no se
cuenta con un bar para disfrutar del licor permanentemente. Pero el ingresar a la villa y
siguiente, cuando el empleado busca a Bueno en su oficina y se dirige a él como si fuesen viejos amigos,
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poco más discretos. Por esta razón, el “carreta” profiere la frase “y ontá la dueña del
así, no se sabe si la persona que cumple años es una mujer. El asunto es que el “carreta”
debe mostrar cierta cortesía con la “señora de la casa”, código estrechamente vinculado
con la mentalidad oligárquica y que puede funcionar para congraciarse con los invitados
de la fiesta.
Ahora bien, el criollo tiene que hacer alarde de que él es una especie de campeón
en el goce alcohólico “y luego hay que nivelarse/con los que toman desde
desafío solapado a la oligarquía, pues la idea es que el subalterno tiene que demostrar
ante quienes están ocupando cierta posición privilegiada dentro de la sociedad, que él
Creo que este “hacer un salud” es muy significativo pues permite un momento
este actúa con indiferencia, es decir, trata a Zapatero como a uno más de sus empleados.
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convivir con él, para hacerlo más llevadero, tolerable, sin proponerse transformarlo
sustancialmente.
se le seca la garganta,
se le seca la garganta.
Pese a estar en un ambiente en el que podría ser marginado por su extracción de clase, el
carreta debe divertirse sin inhibiciones. El hecho de que pueda ser visto como una suerte
“bailemos de punta y taco/a quitarse el saco pa’ jaranear”. Sin embargo, el sujeto
popular criollo no descuida en el baile a los objetos relacionados con su goce: la mujer y
el licor. La mujer funciona aquí como aquel objeto de goce que no se puede compartir;
es más, hay algo de ella tan atractivo que los otros aparentemente desean llevarse:
un sujeto vigilante frente a la posibilidad de que en la fiesta alguien le vaya a robar parte
través de la viveza resulta ser más frágil de lo que parece, pues se asienta en un objeto
(“la gila”) que puede ser tomado por cada quien para su goce particular, incluso dentro
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del círculo de los propios carretas, lo que terminaría por destruir el lazo que sostiene la
propia viveza criolla. Esa sería una viveza mayúscula e inaceptable, totalmente
un sujeto que se ofrece “libremente” como objeto de satisfacción sexual para los
hombres. Así, la jarana se presenta como aquel espacio en el que los criollos pueden
obtener placer del cuerpo de la pareja de sus “compadres” sin que estos lo sepan. Por
esta razón, el sujeto criollo desconfía tanto de su pareja como de sus amigos de jarana.
En este sentido, el lazo intersubjetivo no es concebido como una relación sincera con el
par, sino como un vínculo sostenido por un engaño con el que se busca asegurar la
satisfacción individual a costa del otro. Por lo tanto, este “otro” es para el criollo no la
placer brindado por el licor: “mandándose siempre el viaje/de buenos tragos, no importa
el raje/que al que toca y al que canta/se le seca la garganta/que al que toca y al que
canta/se le seca la garganta”. ¿Por qué? Porque así el sujeto criollo popular se aseguraría
tanto la acumulación de goce, así como la ostentación de él ante los otros participantes
de la fiesta. Mientras que cada invitado puede beber apenas lo que se le está asignado en
una posición específica dentro del espacio de la villa, el subalterno es el único que se
estrategias que podrían estar tipificadas de “criolladas”, por ejemplo, el hecho de alegar
que porque interpreta algún instrumento musical o canta necesita más licor. El punto es
dar cualquier pretexto que dé señas de “agudeza y arte de ingenio” para conseguir los
placeres deseados sin ofrecer la apariencia de estar quebrantando las normas sociales
“criollada” para ocultar ante los demás el hecho de que él no pertenece al círculo
familiar y social de la fiesta a la que asiste y de que tampoco tiene suficiente poder
de querer “pasar piola”, vale decir, obtener un goce ilícito de manera que el resto no se
percate de la transgresión y que dicho goce esté envuelto de humor. En “Carretas, aquí
es el tono”, el criollo procura “pasar piola” en la fiesta, es decir, que su presencia no sea
notada o que no sea tomada por relevante como para ser corrido pero, a su vez, de
manera que pueda disfrutar al máximo de los placeres jaraneros. En ello no solo se
la papa a la huancaína
me acabo ‘e tirar.
Ya iremos de madrugada
en un cola ‘e pato
hasta La Parada,
Nótese que el sujeto se muestra sensiblemente apurado para retirarse de la Villa Anita,
no sin antes beber unas últimas copas de pisco. Pero esta vez introduce el argumento de
cocina/me cabo ‘e tirar”. El criollo popular ha sabido transgredir las normas del lugar
podrá haber satisfacción libidinal en la fiesta si es que el criollo se retira sin comer, así
que tiene que buscar la forma de disfrutar de ella, le den o no permiso para ello (a eso se
refiere la palabra “tirar”). Pero a su vez la ingesta del plato de comida le sirve de motivo
para hacer los últimos brindis. Aquí el precepto horaciano del carpe diem se da del
siguiente modo: es preciso tomar algo del goce oligárquico lo más rápidamente posible
para que la transgresión no sea sancionada por la ley moral oligárquica. Además, puede
decirse que la ingesta del plato de papa a la huancaína tiene un carácter relativamente
comer. Sin embargo, no tiene vergüenza de ello y lo toma como justificación de sus
criollo se mueve incesantemente de un lado al otro para disfrutar. Los otros invitados de
las relaciones de poder. Esto es, tienen mayores posibilidades de acceso al capital, los
establecen como una estrategia que permite burlar las trabas ofrecidas por la
supeditación al poder económico: el licor, quiéralo o no, es una mercancía y, por ende,
popular criollo le hace falta, el medio alternativo usado para acceder a los beneficios
el criollo pretende tener acceso solo a la primera de estas características (valor de uso, la
utilidad material) cuando sabe bien que el carácter de valor de cambio es constitutivo de
la mercancía licor que desea disfrutar. En otros términos, el criollo cree atender a la
naturaleza de cosa física y no a la relación social expresada en el licor. Por lo tanto, los
desplazamientos físicos del criollo en esta sección del vals tienen por objeto acentuar
este proceso de cosificación de la mercancía licor 4. Así, siguiendo la fórmula que utiliza
Zizek para expresar el cinismo, lo que encerraría el “secreto” de la criollada sería: “yo
sé bien que el licor es una mercancía y que necesito dinero para su consumo, pero aún
así actúo como si el licor no fuese una mercancía sino un objeto natural de disfrute”
transporte público urbano (el “cola de pato”), que lo lleva hasta el populoso mercado de
cualquier burgués tendrá un vehículo propio; el criollo, en cambio, está obligado a uno
popular es representado como sucio, excrementicio, pues dicha ave está caracterizada en
el imaginario popular por emitir con mucha frecuencia sus heces fecales. En segundo
4
“Lo misterioso de la forma mercantil consiste sencillamente, pues, en que la misma refleja ante los
hombres el carácter social de su propio trabajo como caracteres objetivos inherentes a los productos del
trabajo, como propiedades sociales naturales de dichas cosas, y, por ende, en que también refleja la
relación social que media entre los productores y el trabajo global, como una relación social entre los
objetos, existente al margen de los productores” (Marx [1867]). Este “misterio” es lo que Marx denomina
como “carácter fetichista de la mercancía”, que es un rasgo inherente al sistema de producción capitalista.
En este sentido, la relación del sujeto criollo con el licor indica cómo el propio sistema mercantil
emergente en la Lima de los 50 genera una fantasía imaginaria por la cual las relaciones de producción e
intercambio comercial son invisibilizadas por el efecto de exacerbación del consumo gozoso de una
mercancía específica. El consumo del pisco crea, así, la ilusión de una integración social de los sujetos
que participan de la jarana. El pisco permite imaginar a todos como iguales obviando momentáneamente
la condición de explotación y enajenación del trabajo de los sujetos populares.
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lugar, La Parada es uno de los grandes mercados populares que aparecen en Lima a
mediados del siglo XX, producto del crecimiento urbano. Específicamente, La Parada
era un mercado destinado a abastecer de bienes primarios a toda la ciudad, pero quienes
concurrían a él –ya sea para comprar al por mayor o al por menor- eran básicamente los
andinos, etc.
reencuentro con el estilo de vida de los sectores populares, donde el sujeto popular
encuentra el caldo de gallina que puede contrarrestar el malestar físico originado por la
imaginario de las clases dominantes como el símbolo del caos y la suciedad generados
por las nuevas clases populares compuestas por migrantes andinos. Por consiguiente,
luego de haber salido de una fiesta en la que se respetan las normas de conducta de los
principal ha sido el de la vulneración del cuerpo. Entonces, es el cuerpo el que tiene que
precaria como el caldo de gallina. Aparte de la frase “criolla jaranita”, es esta comida la
única a la que se le coloca el adjetivo “criollazo”, pues dentro del contexto del vals
accedido a un goce restringido a los sujetos populares por acción del mercado. En este
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sentido, podríamos señalar que el caldo de gallina constituye una suerte de paliativo
al espacio burgués (la Villa Anita). Allí son “asesinadas” las fuerzas físicas del sujeto
caldo de gallina constituye aquello que posibilita renovar la producción de las relaciones
aprisionan.
plenitud las fantasías sobre las cuales está montada la ideología criolla. Y parte del
rechazo que generó entre los propios criollos fue el sacar a la luz aquello que, desde una
propia imagen del “criollazo”, sobre todo en sus aspectos ya no tan amables, ha quedado
en la historia de la música criolla, en valses que ahora pocos recuerdan pero que en su
momento fueron un éxito comercial para las empresas discográficas y para las radios.
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Fueron aquellos valses que Cavagnaro compuso para el dúo Los Troveros Criollos en la
Lucho Garland (primera y segunda voz de Los Troveros Criollos) grabaron antes de su
se diría “desahuévate, cholo”. Con justeza, Sinesio López (1982) ha señalado que una
de las peculiaridades del criollismo es la cultura del “arribismo”, vale decir, ese
está enunciada desde una posición que se pretende de una clase social superior que
En este sentido, el que sabe insertarse dentro de un sector social más alto
¡Desembólate, chontril!
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“Desembólate, chontril” hace uso de la primera persona del singular (yo) para aludir a
una identificación directa entre el sujeto enunciador y el vals replanero. En este sentido,
mecanismos de ridiculización hacia los sujetos populares andinos por no adoptar ellos la
misma performance del criollo en la dinámica de las relaciones entre clases sociales.
construido acerca del criollo popular: un individuo de las clases subordinadas, grosero y
vulgar, dado a los juegos de azar, que no contribuye con actividades productivas que
palabras, desde la mirada liberal, el sujeto popular criollo se encuentra lo más alejado de
una ética del trabajo que lo estimule a dotar de fuerza a la dinámica económica nacional.
que del sujeto popular urbano se tenía en la Lima de principios de siglo XX. El criollo
de mediados de siglo es alguien que puede salir del limitado espacio geográfico en el
que está circunscrito. Ya no solo se movilizará entre los distritos asociados a las clases
dominadas, sino que puede conectarse con un espacio urbano asociado con las clases
dominantes, como ha sido (y aún es) el distrito de Miraflores. Sin embargo, ante esta
criollo del vals replanero ya no se considera ese “rebelde” que “por doquier pregona la
igualdad en el amor” como ocurre en “El plebeyo”; sino que ahora se muestra
“siendo valse del solar tiro plan en Miraflores/ y soy pata carretón de los grandes
batidores”.
colabora con la policía por medio de la transmisión de información que permita delatar
especial dentro de los sectores populares por su vinculación con el aparato represivo del
demás por ser una fuente de activación de la violencia de las clases dominantes. Ahora
respecto de los otros sujetos populares. El criollo es consciente de que “tirar plan en
Miraflores” (es decir, tener citas amorosas con mujeres de dicho distrito) puede generar
fricciones en su relación con la burguesía por “transgredir” aquella norma social que
censura las relaciones de pareja entre personas de clases sociales opuestas. Así, ser
“pata carretón de los grandes batidores” constituye una estrategia de resistencia del
aquello que le otorga a la posición del sujeto criollo la apariencia de una relativa
estabilidad en el tejido social. Sin embargo, la confianza y seguridad del criollo con
5
El “lunfardo” o “lunfa” es una variedad del español hablada en la zona del río de La Plata (Argentina y
Uruguay) por personas de clases populares. Desde las primeras décadas del siglo XX, el lunfardo de
Buenos Aires se hizo conocido a través de los tangos, especialmente los llamados “tangos de arrabal”, en
los que se presentaba a personajes adscritos al lumpen urbano. Mario Cavagnaro, como buena parte de los
39
la más sincera ingenuidad: dicha relación no puede ser perdurable puesto que la policía
De este modo, manejar un cierto grado de relación amable con la represión estatal que
prohibiciones impuestas desde la moral católica. Así pues, son estas dos variables –
legalidad burguesa y moral cristiana- las que definen el modo en que el sujeto criollo
¡Desembólate, chontril!
músicos latinoamericanos de mediados del XX, se sintió fuertemente atraído por el estilo musical y de
40
Desde el siglo XVI, la ciudad de Lima se constituyó como uno de los bastiones
dominación colonial de España. La moral difundida por la religión católica sirvió como
generación de la culpa en los sujetos. Así, “pecado” era todo aquello que contraviniese a
elemento central sobre el que giran las leyes morales dictadas por el catolicismo eran,
en este sentido, los límites de la libertad de los individuos durante su vida terrenal. Sin
establecido por el “reino de los cielos” sino por los nobles que gobernaban el virreinato
del Perú.
del siglo XIX no logró romper ni con el poderío de la Iglesia ni con la tradición
cultivada por ella. Esta ruptura con el catolicismo no ocurrió en ninguna parte de
América Latina. Las corrientes libertadoras impulsadas por Bolívar y San Martín no
tenían como propósito generar antagonismos con la Iglesia sino que más bien buscaban
república peruana. No existía, pues, en la capital del Perú, una clase social que
lenguaje utilizado por los tangos, lo que intentó volcar en sus valses replaneros.
41
feudal y sus visiones del mundo como sí lo fue la burguesía en la Revolución Francesa.
poco respetuosa de la moralidad prescrita, desde las capas más altas hasta las más bajas.
Tanto las Tradiciones peruanas como las Tradiciones en salsa verde, el teatro de Felipe
Pardo y Aliaga o el de Manuel Ascensio Segura son productos culturales en los que se
representa el poco apego demostrado por los limeños durante la historia a los
imperativos morales ordenados por la Iglesia católica. Esto no significa, sin embargo,
que existiese una contradicción real entre la moral católica y las “malas costumbres”
de Lima se condecían con el modo de organización del goce ya estipulado por la Iglesia.
Las transgresiones de la moral católica no eran más que aquello que se esperaba que no
practicasen los individuos: lo que se practicaba resultaba ser exactamente aquello que de
alguna u otra forma negaba la ley moral. Todo el fenómeno se cerraba en el círculo
local buscó implementar en Lima una serie de reformas que tenían por finalidad de
reemplazar las viejas diversiones limeñas por unas nuevas, más modernas, que
trabajo no tuvo el éxito esperado: por más que lucharon los burgueses por desaparecer
por completo las viejas diversiones, no pudieron lograrlo y lo que se produjo fue un
principios del XX. La burguesía liberal no tenía la suficiente capacidad para romper con
la aristocracia terrateniente que detentaba la mayor parte del poder político y social del
peruana; además, las prácticas del grueso de las clases populares limeñas se encontraban
Hacia los años 50, las luchas contra las “viejas” diversiones públicas de la
trataba era de, gracias a los nuevos medios de comunicación y de transporte, producir
toda clase de bienes de consumo de modo tal que se consolidase más y con mayor
cultura popular de Lima a promover una nueva “cultura de masas” en la que los
burguesía industrial promueve en el Estado nacional que está construyendo sin mucha
la legalidad burguesa supone una forma de disfrute (la jarana) inscrita en las
coordenadas de la relación sostenida por el criollo con el “feligrés”, por una parte, y con
43
el “chontril”, por otra. Los “feligreses” son aquellos sujetos urbanos cuyas conductas
procuran respetar las normas de vida seguidas por la comunidad católica. En este
sentido, parecen ser individuos que no llegan a asimilar la nueva lógica individualista
impuesta por la dinámica social. Por su lado, el “chontril”, el cholo, es aquel nuevo
sujeto urbano popular proveniente del ámbito rural andino que no atina a insertarse
nueva realidad urbana. Pero ¿cuán distante se encuentra realmente el criollo respecto de
la moral producida por la tradición católica y de qué modo se relaciona ello con su
poco cultivo del espíritu manifestado en su proclividad a los placeres sexuales con las
al goce. Sin embargo, el vals señala que dicha suspensión tiene un carácter temporal: “A
situación en la vida del sujeto criollo es bastante limitada (“no es todos los meses”). En
otras palabras, de ordinario, el sujeto criollo actúa bajo los preceptos morales del
cristianismo, es un hombre respetable y piadoso que se entrega a los ritos religiosos con
fervor, pero cuando asiste a la jarana sufre una transmutación: sin dejar de fingir ser un
Más allá de las coordenadas determinadas por la jarana, no parece existir mayor
El criollo es, pues, aquel sujeto urbano que, sin romper con la concepción
cristiana del mundo, sabe cómo, cuándo y dónde suspender tácticamente el gobierno de
los imperativos morales cristianos en la vida de los sujetos. En efecto, él declara ser “el
valse que nació promediando una jarana”, es decir, aquel fugaz producto estético
surgido de las trampas tendidas por la transgresión criolla. La jarana modelo es, en esta
línea, “de esas que comienzan firme y rematan en la cana”, vale decir, aquella que se
inicia en una casa “de familia” en el más estricto cumplimiento de las leyes y culmina
con un breve encierro en prisión de sus asistentes por vulnerar el orden público vigilado
por el Estado. Así, tanto las transgresiones de la moral de los “feligreses” durante la
es parte de la diversión porque se tiene la confianza en que el vínculo con los “grandes
batidores” posibilitará la rápida salida. En otras palabras, el sujeto criollo se ríe tanto
frente a los dispositivos de represión burguesa así como frente al diseño moral católico,
pero no constituye una amenaza real para el orden social y moral vigente.
Por otra parte, el elemento clave en la economía libidinal del sujeto criollo es la
erótico al criollo que lo vuelve deseable a los ojos de la “gila” del “feligrés” e
obsceno/popular en el orden simbólico del moralista. El criollo es aquel sujeto que, sin
45
buscar que la pareja del “feligrés” abandone el sistema de creencias del catolicismo, le
invita a poner en escena una falsa representación de libertad individual. Por más que la
“gila” crea que realmente se ha apartado del moralismo de su pareja, no ha hace sino
seguir bajo sus designios al mantener una relación sentimental que le sirve para
conservar las apariencias de “mujer de su casa”. Así, el criollo replanero significa para
la pareja del pío la asediante tentación del “pecado”, vale decir, la posibilidad –negada
mujer. De esta suerte, la replana resulta siendo una marca de virilidad de la que el
pretende reprimir la sexualidad de lo sujetos. El criollo sería así el único sujeto popular
que –en apariencia- habría podido sortear las estrategias de castración simbólica del
discurso religioso.
sujeto popular andino (el “chontril”). Para la visión criolla, en Lima, existen dos clases
de individuos en el mundo popular: los criollos y los cholos. La primera clase se define
por su juego transgresor con el estado social y moral de las cosas; el segundo, por su
representa al cholo como un individuo aislado del mundo criollo, sino, más bien, como
un sujeto que tiene el deseo de compartir espacios semejantes a los del criollo. Esto es,
representa una resistencia andina frente a lo criollo; por el contrario, el cholo aparece
deseando participar del mismo tipo de disfrute que el limeño criollo, la jarana. D esta
impuesta por la nueva dinámica social y económica de la Lima de mediados del siglo
XX.
sujeto respecto del dominio social y político de las clases que usufructúan el poder
político-militar del país. Este fenómeno convierte al sujeto popular (no solo al andino)
en un ser dócil y cómplice de la opresión de clase dirigida desde Lima. En este sentido,
producido por las propias relaciones sociales, sino que se supone ya dado en la
sociedad y al que deben atenerse todos los sectores populares de la capital peruana.
Aquellos elementos que definen los patrones de conducta que el criollo propone
como modelo al sujeto andino son el “estilacho” y la “replana”. Ambos son propuestos
como atributos de la subjetividad criolla que generan el goce femenino y de los que el
“chontril” está privado, pero a los cuales debe aspirar si desea afirmar su masculinidad.
Para jaranear, vale decir, para inscribirse en la forma específica de goce del criollo, el
cholo debe “manyar bien el estilacho”, esto es, debe colocarse la investidura del criollo
está prohibido cuestionar el consenso que sobre la replana existe en los espacios criollos
so pena de ser aislado de tales espacios, tanto por los hombres como por las mujeres.
Así pues, la lección que el criollo pretende dar al cholo (“desembólate, chontril”) es la
47
de sentimientos entre criollos y andinos que les permita afirmarse como sujetos de
clases dominadas.
posibilidades de diversión que la jarana le puede otorgar. Todas las energías de la vida
fiesta criolla:
suficientemente resuelto para disfrutar no solo de los placeres del licor y la comida
durante la jarana, sino también de la mujer (“mi china”, “la gila”). La escena es clara: el
sujeto masculino no puede entablar una relación sexual directa con el sujeto femenino
sino que necesita de ciertos elementos mediadores que le permitan construir una fantasía
48
Todos estos son objetos que, si son consumidos en cierto exceso, es posible la puesta en
corpus de tácticas para posibilitar dicho goce a través de tales elementos. Resulta muy
interesante notar que es la mujer aquella entidad que objetiva ese goce pero cuyo
disfrute directo es representado como imposible tanto para el limeño como para el
andino. Aquellos que aparentemente sí tendrían acceso a ese pleno disfrute directo del
que no pueden gozar los “criollazos” serían, pues, los individuos adscritos a la clase
dominante, con la cual no buscan enfrentarse sino, más bien, mantener un diálogo
***
burguesía como la antítesis del ideal de hombre que buscaba formar en la sociedad
peruana y limeña. Los criollos eran considerados unos holgazanes que solo pensaban en
“jaranearse” y en entregarse al placer del licor y los juegos de azar. El objetivo del
Estado oligárquico era, pues, el de cambiar las viejas diversiones limeñas por unas
como una rémora para emprender el camino del progreso del país (Muñoz 2001a: 42-
73).
Esta visión negativa del modo de vida de las clases populares de la Lima del 900
6
En la imaginación criolla, la mujer es representada como una puta, es decir, una mujer cuyo goce sexual
49
de aquellos que administran los negocios de entretenimiento y que transan con el Estado
Ahora bien, hacia la década de los 50, cuando la música criolla era producida
por una industria discográfica nacional, los valses jaraneros y replaneros rescataban el
estereotipo del criollo construido por la burguesía a principios del siglo XX. Así, hasta
cierto punto, las tres canciones arriba analizadas representan al criollo como lo opuesto
población de los tugurios limeños cuya vida se reduce a las jaranas del callejón; en
búsqueda del disfrute alcohólico sobre todo en espacios fuera del ámbito popular; en
modelo del burgués, puede convivir entre estos y marginar a los sujetos andinos.
que los sujetos populares, sin abandonar su posición social y económica, adoptase una
creer, según esta perspectiva, que la naturaleza del trabajo en la sociedad burguesa está
disposición moral antes que de una relación social. Desde este punto de vista, la
Frente a este modelo de sujeto, la figura del criollo “vivo” y jaranero” parece ser
su contraparte, una subjetividad que se aferra diversas formas de vida para resistir al
individuo que transgrede la moralidad y la legalidad impuestas por ella. Sin embargo, la
Perú ha creado su propio modelo de transgresor, de manera tal que su imagen no pierda
hegemonía.
sino como su “compañero de aventuras”. Creer que la “viveza” puede ser la forma de
burlar la vigilancia de las leyes es la falsa estrategia de resistencia que mantiene unida la
comunidad criolla. De este modo, se logra crear una división imaginaria en el campo
popular entre criollos y andinos, y fortalece así la dominación de la clase burguesa. Esto
los 50, a pesar del fuerte impulso dado por los medios masivos de comunicación. La
CAPÍTULO 2
que en el “ring” del amor siempre se “dejaba noquear”: “Es que soy muy sensible.
Siempre me gana el corazón. Cada que me noqueaban salía una canción: “Mujer
interesada”, “Alicia”, “Elsa” […]” (1982:15). Esta metáfora del “ring” de box es muy
sugerente: un terreno de lucha calculada entre dos contendores, que se ofrece como un
espectáculo motivado por intereses económicos. Así, la relación entre hombre y mujer
estaría atravesada por esa misma lógica según la cual es necesario vencer al otro con el
contrincante, el knock out reporta al boxeador la máxima victoria. De este modo, cuando
Rómulo Varillas afirma que las “noqueadas” femeninas son el origen de sus valses de
mujeres podemos encontrar una clave para entender la forma cómo la dominación
cuanto a su carácter de ficción, sino porque siempre es una representación para otros. En
la relación entre los sexos, hay siempre un tercero que funciona como un mediador
producida en el cancionero criollo. Para ello, he partido del análisis de cuatro valses
compuestos entre la década de los 50 y la de los 70: “Nuestro secreto” de Félix Pasache;
de los otros. El sujeto popular criollo vive más o menos pendiente del “qué dirán”, vale
palabra proveniente del “chisme” aparece como un obstáculo que se debe saber sortear a
otro sujeto ni en la construcción del respeto y la confianza entre los amantes sino, más
comunidad criolla puede ser, a un mismo tiempo, garante y amenaza del deseo y las
53
aspiraciones del sujeto. “Nuestro secreto”, vals de Félix Pasache que data de los años
nadie lo sabrá,
una eternidad.
de lo que pasó,
de fascinante dulzura.
indoblegabilidad de la cual se hace alarde ante las mujeres, pero también ante los otros
masculino que hacía gala de su capacidad sexual cuando señalaba que su costumbre era
sexual respecto de la mujer no puede controlar, sin embargo, toda la articulación de los
deseos masculinos. Existe un resto que no puede ser atrapado por los discursos
identitarias se desarrolla de forma gradual en el vals escogido: las dos primeras estrofas
la mujer respecto del hombre y no al revés (“este secreto que tienes conmigo/nadie lo
como veremos, toca el centro mismo de la subjetividad criolla. Sin embargo, pese a esta
eternidad”. Cuando digo “tesoro”, lo digo en el sentido lacaniano del vocablo: “lo que
es ‘en nosotros más que nosotros mismos’, esa X elusiva, inalcanzable, que confiere a
todos nuestros actos un aura de magia, aunque no puede ser identificada como ninguna
de nuestras cualidades positivas.” (Zizek 2000: 132) El “tesoro oculto” del sujeto es, en
55
este sentido, un elemento constitutivo de su deseo, que este pone para sí como sagrado,
lejos de la esfera del deseo del Otro. El sujeto mantendrá escondido dicho objeto-tesoro
para que no ingrese en el campo de visión de ese Otro. De ser descubierto el “tesoro”, la
identidad simbólica del sujeto corre peligro de desintegrarse; frente a esta “amenaza”
Así, el secreto que el sujeto masculino criollo guarda como un tesoro es objeto
de cierta desesperación por parte suya: “yo te aseguro nunca diré nada/de lo que
vale decir, los dos sujetos comprometidos en el “secreto”, son los dos actores
principales de la situación, ¿quiénes son aquellos otros que podrían enterarse del asunto
fuera de ellos? Pues el círculo de pares del criollo, concretamente, otros sujetos
masculinos criollos, los “compadres”, los “patitas” o los “carretas”. Todas estas
dicho “secreto” la constituye un público muy específico. Es el Otro del mundo criollo el
que podría colocarse en una posición amenazante de revelar el secreto del sujeto, pero
es ese mismo Otro aquello que fascina al sujeto, puesto que en todo momento se siente
mayor en la economía libidinal del sujeto criollo, a tal punto que él mismo termina
haciendo explícito en que consistía el tan misterioso secreto que se negaba a mostrar:
de fascinante dulzura.
entre el hombre y la mujer. Pero lo que le interesa al sujeto es remarcar el hecho de que
“nadie” (léase la comunidad criolla) se enterará que entre él y una mujer pudo darse una
experiencia amorosa y erótica tan plena: el acto de darse en amor a otro cuerpo y
La segunda secuencia citada es aún más enfática en esta línea: el sujeto recalca
criollos. Allí se remarca que en el encuentro sexual con la mujer hubo una pasión
desmedida (“adorar con locura”), pero sobre todo que el hombre en los brazos de la
la frase “[...] en tus brazos,/borracho de amor, me quedé dormido” agrega la figura del
sujeto masculino que se ofrece como objeto de amor de la mujer casi como un niño en
los brazos de su madre. Es decir, durante un breve instante de desvarío (la borrachera de
amor) el sujeto masculino, activo como se cree, pasa a ser objeto “pasivo”, amado por
una mujer. El hombre ha sido poseído (sexualmente) por una mujer y no al revés como
57
sería de esperar en la ideología criolla masculina. De eso, “los demás”, “la gente” (del
criollos (la audiencia del vals) que él en un momento de aparente desvarío (“borracho de
constituye una ruptura con tal ideología sino, más bien, la condición de su propio
intimidad, pero ello no supone que el vínculo ideológico sea disuelto. Por consiguiente,
“Nuestro secreto” no hace alusión al secreto compartido por el hombre y la mujer sino
los sujetos que la efectivizan para que siga existiendo. En otras palabras, el machismo
necesita de sujetos que crean que, por momentos, han dejado de serlos.
películas y canciones mexicanas ejercen una poderosa influencia sobre toda una
58
imagen de una mujer que lleva la marca del mal y de un hombre que queda a merced de
sus designios. Por otro lado, por estos mismos años, Hollywood, por medio del llamado
film noir, se encarga de difundir la “imagen de la femme fatale, la mujer fatal, una suerte
Las especificidades que se dan en el vals limeño están vinculadas con el modo en que la
mediados del XX. Esto está relacionado a su vez con el desarrollo que va tomando la
medio es la de “Víbora”, vals compuesto por Rómulo Varillas, el “llorón”, quien fue la
primera voz del trío Los Embajadores Criollos. Este fue uno de los conjuntos musicales
pensando en la maldad
nunca lo perdonaré.
Me culpaste de algo
ese remordimiento
59
no deja un momento
y maldigo el momento
en que te conocí.
el veneno mortal.
el veneno mortal
de la calumnia y la maldad.
encontramos frente al segundo caso: la mujer como portadora del mal humano. El título
la tradición del Génesis, en el cual la mujer (Eva) es aquella que “cede en el pecado” al
Lucifer. Esta tradición bíblica tiene un peso fundamental en el imaginario criollo por
tratarse de una cultura que siempre ha estado bajo los designios ideológicos de la Iglesia
60
católica en su versión más tradicional. Aunque a mediados del siglo XX los sujetos
Sin embargo, ¿qué nos dice acerca del sujeto masculino esta imagen de mujer?
mujer dentro de la fantasía masculina en tanto objeto del deseo de los hombres?
pensando en la maldad
nunca lo perdonaré.
Me culpaste de algo
ese remordimiento
no deja un momento
referencia a la “crueldad” femenina. ¿En qué consiste tal “maldad”? Este vals no nos
nunca cometí” es bastante vago. No se puede saber a qué se refiere con “algo”; lo único
de lo que se puede tener noticia es que el sujeto se desmiente: él nunca cometió aquello
de lo que se le culpó. Uno podría intuir que ese “algo” alude a alguna acusación de
infidelidad hacia el varón. Pero en ese caso, ¿por qué aquello tendría que convertirse en
61
un “daño tan cruel”? De otro lado, se podría hacer alusión a alguna experiencia de
infidelidad de parte de la mujer después de la cual ella acusaría al hombre de “algo”. Sin
qué? Me interesa sostener que lo que inscribe el sujeto masculino criollo en este vals es
Sin embargo, así como Eva fue castigada por haber ofrecido a Adán la manzana
del árbol prohibido, esta mujer-víbora del vals criollo recibe también un castigo: la
que la atormentará por el resto de sus días. El supuesto daño que la mujer cometió se
caracterizaría.
cometido no es más que una proyección imaginaria del sujeto masculino para
proporcionarse una satisfacción narcisista. ¿Cuál es, pues, la reacción de este sujeto
frente a la “maldad” femenina? Pues la de mostrarse como una víctima inocente de los
caprichos de la mujer. La mujer, ser “humano” y “maldito” por excelencia, sería una
suerte de autómata que sin ninguna razón profiere una desmesurada crueldad al hombre,
Según Zizek (1999), el hombre se presenta como el siervo que debe obedecer
hasta las más insensatas demandas de su Dama. La clásica imagen de la mujer como ser
mujer se representa como amo severo tiene un componente teatral: el hombre finge que
el juego cortés escapa de su propio dominio, simula que él se encuentra bajo el designio
62
escena. Así, el hombre es el director del teatro cortés que pretende pasar como simple
objeto de uso de las órdenes de la Dama. Más aún, esta simulación, añade Zizek,
funciona como la condición de posibilidad de una relación “armónica” entre los sexos
en el amor cortés.
ninguna justificación, la mujer inventa “algo” que el hombre “nunca cometió”. Según el
vals, ello obedecería a la naturaleza maldita de la mujer: “Víbora, ese nombre te han
diferencia de la fría dama del amor cortés que lanza demandas sin sentido alguno, esta
hombre; no demanda nada, únicamente calumnia pues posee una “esencia” espiritual
intrínsecamente maligna. La identidad de esta mujer está sustentada en ser el objeto que
mueve el deseo masculino, por un lado, y, por otro, el sujeto que sistemáticamente
destruye al varón.
En el texto del Génesis, la mujer es nombrada “Eva” por Adán después de haber
recibido el castigo de Dios “el Señor”, a diferencia de Adán cuyo nombre provino de la
propia palabra de Dios. Es decir, el nombre de la mujer llega como parte del proceso de
la Caída del paraíso. En el vals “Víbora”, el hombre no nombra a la mujer; muy por el
contrario la mujer es llamada “Víbora” por el Otro de la opinión pública: “Víbora, ese
nombre te han puesto”. A diferencia de Adán, el hombre de este vals parece haber
perdido toda agencia en ese sentido: el no nombra a su “víbora”, ella es nombrada por
los otros. Es más, este nombre es solo una consecuencia de una realidad malévola que
preexiste al nombre “víbora”; es decir, este nombre le vendría a la mujer por añadidura
porque ella habría sido desde siempre aquello a lo cual el nombre hace alusión: el
63
puede distinguir una Eva que era intrínsecamente inocente, que aparece como víctima
de la astucia de la serpiente para que tenga acceso al conocimiento del bien y del mal;
masculina- aparece en la mujer solo en el terreno del amor y con el objeto de arremeter
contra el hombre.
mentira y la calumnia para martirizar al hombre sirve solo para visibilizar mejor las
y maldigo el momento
en que te conocí.
muestra a un sujeto masculino que reacciona, de una forma excesiva: el desprecio. Este
tipo de rechazo supone una cuota de frialdad, un distanciamiento respecto del objeto
bajeza que no lo hacen digno ya de su atención. Entonces, lo que hemos tenido desde el
un hombre con un yo “bueno”, “virtuoso”, “limpio”, “sin maldad”; sin embargo, este
énfasis en la supuesta pureza de sentimientos del varón lo único que arroja a la luz es la
términos: el hombre muestra la careta de ser esclavo del objeto de su deseo (la mujer),
64
hombre.
El tema del despecho es común a los valses criollos: un hombre que se siente
engañado, traicionado por su pareja, hacia la cual lanza todo su odio. Muchos valses
también muchos valses en esta línea. El mercado musical no solo exigía los novedosos
“valses replaneros”, llenos de picardía jaranera, sino también los ya clásicos valses de
amor. Una vez más, la virtud de Cavagnaro fue la de explicitar el núcleo fantasmático
duro de la subjetividad del movimiento criollo, más allá del ampuloso lenguaje
dominio considerable. En el caso de Pardo, el objetivo era abogar por una virilidad más
firme entre los hombres de su época; es decir, reclamaba una dominación masculina
más efectiva. Sin embargo, la cultura popular criolla de mediados del siglo XX muestra
más bien una masculinidad que fracasa visiblemente en su intento de hacer semblante
deseos, condenado por el propio cauce de sus ilusiones (Vich 2003: 360). Uno de estos
madre como objeto de amor. “El rosario de mi madre”, vals de Cavagnaro, grabado
65
durante la década de los 60 por el dúo los Dávalos, es uno de esos valses que nos rinde
sentimental entre hombre y mujer no son producto del desarrollo interno de la relación
sino más bien arbitrariedades creadas por la mujer para justificar su existencia como
individuo. La relación de pareja es concebida como una relación armónica cuyo final
como una persona bella y entregada al amor pasaría a comportarse como lo que
realmente habría sido, un ser miserable y ruin que solo existe para usar al hombre
según su conveniencia.
Así pues, la relación con la mujer le serviría al hombre para “comprobar” la idea
que tiene de la subjetividad femenina. En este sentido, el amor hacia ella es rechazado
“Aunque no creas tú, como que me oye Dios,/esta será la última cita de los dos.”
El sujeto criollo desea cortar su relación con la mujer porque esta relación
representa un oprobio para él, un oprobio que proviene del sentimiento de impotencia
padecido frente a una falta cometida por la mujer: la mujer no puede conservar algo en
el sujeto que es más que el sujeto mismo. La imposibilidad de que la mujer guarde en su
La mujer es una fingidora o, como diría otro famoso vals, es “interesada”. Ella
representa la ruptura amorosa (“el dolor de un gran amor/no es como para morir”). Sin
duda alguna, hay una minimización del estado del dolor: el dolor, el excesivo displacer,
pues “no es como para morir”. La lección que pretende dar el sujeto criollo a la mujer es
la de que él, pese a sufrir el mismo “dolor de un gran amor”, no ve peligrar los
cimientos de su subjetividad.
bella ilusión” del hombre. Este habría dado de sí algo absolutamente esencial que no
tradición musical criolla. En valses como “Yo perdí el corazón” de José Escajadillo, el
sujeto criollo está atravesado por una culpa que lo martiriza a causa de haber entregado
a la mujer aquello que constituye lo sublime de su ser. Ahora bien, lo que “El rosario de
objeto absolutamente sagrado cuyo acceso está velado a cualquier individuo; aquella
mujer que tenga la suerte de acceder a él tendrá que cuidarlo más que a su propia vida.
Así, pues, el “corazón” resulta siendo el objeto más delicado que existe, la objetivación
de la más absoluta fragilidad. Por esta razón, el sujeto masculino jura que después de
esta relación amorosa “no dará ya su corazón”, ya que este está demasiado maltratado y,
de seguir así, se vendría abajo la existencia misma del sujeto. Podría decirse que el
“corazón” criollo es de una naturaleza tan precaria que, en verdad, ninguna mujer podría
suficientemente poderoso como para destruirlo. Esta acción no es más que una
El “amor” puede ser matado; el “cariño que te di”, también. Estos son objetos
que pueden y deben ser devueltos al sujeto para que él mismo satisfaga su ilusión de
omnipotencia. Pero de entre todo lo devuelto, existe un objeto que, si bien es cierto es
es el rosario de la madre del sujeto. Ello implica que, en realidad, no era el “corazón” o
el “amor” aquello que significaba la esencia misma del sujeto; había algo más, una
El rosario implica la restauración del vínculo primordial con la madre como objeto de
amor. “Víbora”, el vals analizado antes, mostraba la vigencia del imaginario cristiano en
la fantasía criolla. En este vals el rosario cumple la función de encarnar una manera
básicamente las mujeres las que llevan la costumbre de rezar el rosario como medio de
causa de Eva. La madre de Cristo habría venido a redimir la imagen de la mujer para
la alta edad media y con él nace una elevación de la virginidad como objeto prohibido y
modelo de feminidad como modelo normativo, un modelo en el que la mujer (la madre)
queda sujeta al espacio del bien soberano. Pero, a su vez, la virgen nunca es entendida
por sí misma; representa un vínculo entre el sujeto, Dios Padre y Dios Hijo. Por eso, su
salvación al sujeto. El rosario es, así, un medio material simbólico que confiere a la
¿Por qué el sujeto masculino habría tenido que entregarle a la mujer el rosario de
su madre? ¿Qué necesidad se esconde tras ello para que después ese sea el único objeto
que exige se le sea devuelto? En este vals, el rosario sirve como mediador para hacer
posible la relación entre el hombre y la mujer. El rosario sería ese “pedazo” de la madre
que el sujeto criollo habría entregado a la mujer para que sea posible su relación con
ella. Ese “pedacito” de la madre que es el rosario representa una parte del Bien del que
siente provenir el criollo, una imagen que apacigua la otredad absoluta que significa la
gracia divina que es transmitida en virtud al sostén del culto a la virgen María tal cual lo
puede asemejarse al cordón umbilical, ese medio que conecta al niño antes de nacer con
la madre y que lo hace Uno con ella. Es decir que el “rosario de la madre” vendría a
restablecer la imagen de una unicidad perdida con la madre, unidad que se perdería al
70
ingresar al mundo social. Tal unidad solo existe a un nivel imaginario, para
proporcionarle al sujeto una aparente tranquilidad frente al horror que pueda representar
para él la propia existencia. En resumen, este objeto permitiría hacer más tolerable lo
relación con una mujer, en vista de la imagen de ésta como una simuladora, el “rosario”
pareja el “rosario de su madre” para que pueda servirle como una suerte de antídoto del
“veneno mortal” del horror que representa la mujer. Luego, como la garantía de la
necesariamente aquello que el sujeto masculino entregó a la mujer, sino -antes bien- fue
como la esencia misma del sujeto en este vals. El hombre no desea ser visto nunca más
por la mujer porque ahora que le sea devuelto el “rosario de la madre” ya tendrá otra
vez la imagen de ese ser que sí “supo conservar” el amor del sujeto. El rosario de la
madre llenaría el vacío producido por la destrucción del “corazón”, se tornaría, pues, en
su madre, de todos modos se lo entrega a la pareja, casi solo para ratificar la imagen de
dicha secuencia: la mujer-pareja no será más que una versión distorsionada, una réplica
amor preexistente a la relación de pareja que, al producirse el fracaso del criollo en tal
fantasmática materna. Cada fracaso en las relaciones amorosas con mujeres significará
para el criollo, pues, la confirmación de que es todavía un ser humano dominado por la
arbitrariedad del Otro (madre) y no uno capaz de enfrentarse con resolución a las
actos y decisiones.
Es usual encontrar en el sentido común el dictum que afirma que “Los hombres
no lloran”. Los varones tienen que hacer alarde de una naturaleza fuerte, vigorosa y
valiente. El llanto está reservado para las mujeres. Sin embargo, siempre existen
otros como él que, gracias a los efectos del alcohol, se sienten con la suficiente
confianza para compartir sus frustraciones, sus fracasos, y, por consiguiente, llorar. Pero
esta es tan solo una licencia que el hombre se toma por un lapso determinado de tiempo.
destinado a promocionar la música criolla que surgió en los años 60. Era una suerte de
casa en casa, sino a través, de los discos, la radio y la televisión. En las peñas había
pequeños de hombres agolpados en una mesa en torno a unas botellas de licor cantaban
valses y boleros y compartían sus penas al tiempo que intensificaban la ebriedad. Hay
que implica la pérdida del dominio sobre las propias facultades racionales. Es al
“borracho” a quien la ideología machista le otorga el permiso de llorar, pero sin perder
mujer. “Yo la quería, patita”, vals de Mario Cavagnaro, hecho famoso por el cantante
Yo la quería, patita,
y su hijito de mendigo,
dirige el sujeto criollo es el “cantinero”, así que la única vinculación entre este y aquel
ambos es de empleado a cliente. Sin embargo, esta relación puramente comercial cobra
Así, si el sujeto utiliza los significantes “carreta” y “patita” es para crear un vínculo
“borracho” sirve para garantizar que el cantinero siga escuchándole y sirviéndole licor y
sufrimiento.
compra. Tuviese o no problemas con los demás por faltar a la norma social, el criollo
pesar de la negativa del vendedor. El efecto buscado por el criollo es, entonces, obtener
la compasión del cantinero con el objetivo de eliminar el último obstáculo que impida
aquel elemento que restrinja la puesta en escena del goce criollo de autoinflingirse
dolor.
personal, ya que simplemente es una forma humana que le sirve al sujeto para
Por consiguiente, la relación social de mercado será aquello que el criollo, en su afán de
Excesivamente ebrio así como está, el criollo exige al cantinero (“patita”) más licor.
¿Cuál es el mecanismo que está actuando detrás? Fuller (2001: 27-29) señala que en el
Perú la identidad masculina pasa por la demostración de la virilidad, vale decir, una
cualidad aparentemente dada por la naturaleza según la cual las características del
citado, el sujeto tiene que hacer demostración -ante el otro sujeto de su mismo sexo- de
Como no puede demostrar que fue un conquistador sexual (pues por algo está en
la cantina), para remarcar que no tuvo éxito en esta faena, le queda solamente demostrar
fálico perpetuo se remarca a cada paso. Sin duda, podríamos afirmar en este fragmento
de “Yo la quería, patita” una actitud “priapística” de parte del sujeto enunciante: el
criollo no puede demostrar que es potente sexualmente, tiene que cubrir esa falta y
seguir manteniendo la apariencia aunque sea sacrificando su propio cuerpo. Sea como
fuere, el criollo tratará -a toda costa- de conservar la fantasía priapística para tapar sus
Sin embargo, ese semblante se difumina al ver al sujeto criollo como un sujeto
débil –como cualquier otro-, con los ojos rojos y llorosos (“con los crisoles rojimios y
como omnipotente resulta ser batido tan fácilmente por un ser tan débil, como lo es la
mujer dentro de la ideología criolla: “por qué llora un carreta por culpa de una mujer”.
masculinas: si no fuese por ella, el sujeto masculino sería un sujeto armónico, sin
Yo la quería, patita,
Para remarcar el hecho de que dicha experiencia amorosa no debe ser confundida con
una aventura sexual más, el sujeto criollo afirma que amaba a aquella mujer, vale decir,
que aquello que se busca representar ante el otro es la sinceridad de los sentimientos del
masculina criolla. En ambos lados, es la mujer la que falta, la que nunca se puede tener.
En este sentido, la visión de haber poseído a la mujer más bella del callejón es tan solo
que todos los hombres desean, pero que pocos pueden tener: la Mujer. El sujeto criollo
pudo tener para sí el objeto en el que se encierra todo el deseo del otro. Y lo que ahora
le perturba es que ese objeto-causa del deseo de los otros (la Mujer) no se haya fijado a
el hombre obtuviera al poseerla, el estatus de poseedor del goce del Otro, ese placer
desconocido que está vedado para todos y que se muestra como un imposible, un
misterio. Aún así, el sujeto masculino sí accedió a tal goce (al menos en el nivel de las
representaciones imaginarias).
77
y su hijito de mendigo,
goce del otro (la mujer) porque hay otro –que ya no es su par sino más bien su rival
absoluto- que le ha hurtado la posibilidad de ese goce. Y ¿quién es ese otro? Pues el
a la burguesía como nueva clase en el poder. Esta pertenencia a la clase burguesa está
marcada por el factor racial: el burgués es blanco, y el criollo popular, mestizo o negro
(pero no “cholo”). El sujeto popular, por “macho” que crea ser, no puede competir con
el burgués en el terreno de la virilidad porque aquel no goza del plus (de goce) que
“blanquiñoso”) que llegó a “poseer” a la mujer del criollo hoy la ha abandonado y ella
se encuentra gozando de su libertad sexual mientras su hijo mendiga por las calles. La
“pica”, “rabia” y “pena”, estados emocionales que desencadenan ese llanto masculino –
Existe una diferencia notable entre la actitud del “blanquiñoso” burgués y la del
criollo: el primero abandonó a la “negra”, a “la gila más buena moza del callejón”,
mientras que el segundo fue abandonado por ella. Es decir, al burgués no le interesó
más que instrumentalizar a la mujer: gozó sexualmente con ella, pero, en cuanto ello
que el “Carreta” Jorge Pérez introduce en su clásica interpretación de este vals: “Yo la
entonces, es de una subrepticia lucha de clases a nivel sexual. El burgués, por ser
burgués (con las connotaciones racistas que ello comporta), sí materializa su fantasía de
omnipotencia, puesto que posee y ostenta las mercancías (el “Cadillac”, por ejemplo)
que, desde su punto de vista, despiertan el interés de la mujer de clase popular por
popular no tiene nada que pueda satisfacer las aspiraciones arribistas de esta “mujer
más atractiva dentro de su espacio social, pues tal posesión le otorgaría una
• sin embargo, dicha mujer ha dirigido sus intereses hacia el objetivo de moverse
• por ello, cuando el criollo comprueba que la mujer que le había sido arrebatada
por el burgués ha sido ya utilizada y abandonada por este, siente que ha sido
la mujer.
figura del burgués. Dicha situación, sin embargo, es vista como deseable. No es que al
criollo le dé rabia la canallada del burgués. La “pica” implica un cierto nivel de envidia.
El “picón” es aquél que no se ha quedado satisfecho con aquello por lo cual se ha visto
obligado a elegir: él hubiera querido x pero hubo otro que la tomó y él quedó con la
obsesionado por el deseo del otro. Si el criollo siente “pica” de su otro (el burgués
misma forma, de modo que el goce de ese “indeseable” burgués de la fantasía criolla es
en verdad el objeto de deseo del sujeto criollo. Y quien ocupa esa posición en esta
De esta manera éste resulta ser el motor de la “rabia” por la cual llora el sujeto
criollo. Rabia porque se genera un estado de inercia que lo relega a la impotencia más
radical, un círculo vicioso que termina en la degradación moral y física del sujeto. Esta
actual situación de la mujer (vida “libertina” y con un hijo de mendigo) sino –sobre
no puede más que resignarse. No se puede negar, pues, que hay una suerte de
arrastró una mujer de la que “dicen que no es buena” y que se ve ahora “sufrida para el
castigo” por haber rechazado a un “carreta derecho” que sí la quería. Desde luego, que
quien sale victorioso en esta narrativa fantasmática es el burgués. Por tanto, podemos
concluir que en el criollismo (al menos a partir del examen de esta canción) se
popular exento de energías siquiera para sostener una lucha social. No es posible, de
este modo, trascender del mero ámbito privado y dar el salto a una transformación
***
A mediados del siglo XX, la cantante criolla Esther Granados acuñó la frase “Yo
solita me jaraneo”. Posteriormente muchas otras cantantes, como Lucila Campos, que se
femenino puede darse con independencia de los otros, sin necesidad de un soporte
explícito con el vínculo social. En cambio, el goce masculino, sea del tipo que fuera,
siempre requiere del apoyo en el otro. Es el grupo de pares criollos el que tiene que estar
A través del otro, el criollo puede vehiculizar ese paradójico disfrute causado por
el consumo excesivo de alcohol. Como lo muestra “Yo la quería, patita”, “ponerse hasta
del dolor, se posibilita gracias a la presencia del otro. Solo en este contexto puede
81
propugnado por el capitalismo, sino que, más bien, resulta ser un efecto ideológico de
este. En el conocido vals “Propiedad privada”, por ejemplo, se señala: “porque siendo tu
dueño, no me importa más nada que verte solo mía, mi propiedad privada.”. Al sujeto
criollo le interesa tener los “privilegios” de los hombres de las clases propietarias,
“gozar” del poder de sojuzgamiento sobre otros individuos como medios de producción
y, entre ellos, la mujer. La actitud criolla es homóloga a la del capitalista, que, mediante
la explotación del trabajo, se apropia del plusproducto generado por este. Así, lo que el
criollo expresa a la mujer no es amor -esa entrega gratuita a otro ser humano- sino antes
Por eso, podemos afirmar sin vacilación que en los valses de amor el gran
ausente es, paradójicamente, el propio amor. Los valses de “amor” son canciones
producidas por el sujeto criollo para plasmar la amable imagen que ha construido de sí
mismo: finge ser la víctima de una presunta maldad femenina pero no es más que un
por hacer real su sueño de ser un día más omnipresente en el deseo femenino que
CAPÍTULO 3
Steve Stein (1986) sostiene que, a principios del siglo XX, el vals criollo
son los sentimientos manifestados en el vals y no rebeldía o una conciencia que lleve a
resistir. Sin embargo, es inexacta la observación de que la música criolla fuese una
años. El criollismo se planteó como una expresión cultural de diversas clases populares,
modernas o tradicionales. Sin embargo, ¿es válida, para la Lima de los años 50 y 60, la
ciudad de Lima se instala en el imaginario del vals criollo entre los años 50 y 70 como
una alternativa de oponer resistencia frente a los embates del proceso de modernización
criolla. Sostendré, en este capítulo, que la imagen de una Lima señorial constituye una
este fin, analizaré tres valses: "Pasito a paso otra vez" de Chabuca Granda, "Callecita de
antaño" de María Delgado y "La flor de la canela" de Chabuca Granda, canciones en las
base de una visión nostálgica de algunos momentos del desarrollo de la ciudad de Lima
acontecidos en el Perú desde mediados del siglo XX. Para caracterizar este fenómeno,
se han utilizado denominaciones como “desborde popular” (Matos Mar 1984), “otro
sendero” (de Soto 1986), “heterogeneidad no dialéctica” (Cornejo Polar 1996), “nuevos
etc. En efecto, el proceso migratorio constituye una de las dimensiones cruciales del
desarrollo capitalista peruano. Estuvo motivado más que por la creciente concentración
que guardaban la esperanza de forjar un mundo mejor. Por tanto, los acelerados
Lo que deseo resaltar es que durante este período la lucha de clases está latente o
que mueven la economía del país. Es decir, el proceso es doble: “desborde” desde
empobrecimiento para los sectores populares. Sin embargo, lo que debe advertirse aquí
es otra pugna social y política, la disputada al nivel de las altas esferas de poder entre la
dominación burguesa, no son solo los sectores populares los que ofrecen una ofensiva;
son también los viejos grupos dominantes, vale decir, el bloque de clases que
había tenido su época de gloria entre 1895 y 1919, pero a partir del gobierno de Leguía
Velasco le dio la estocada final y la expulsó de la dirección del Estado. Durante este
período, para conservar sus prerrogativas sociales y políticas, ciertas fracciones de las
clases oligárquicas fueron estableciendo coaliciones con sectores de las nuevas clases
coalición, las clases desposeídas son vistas como un peligro inminente que debe ser
silenciado o distraído. Es, entonces, a este nivel que se plantea la resistencia criolla
frente a la subrepticia transformación capitalista vivida por el país entre los 40 y los 60:
imaginario del movimiento musical criollo: ese “querer regresar” a formaciones sociales
[CORO]
canción de Granda. ¿Por qué aparece aquí un deseo tan desesperado de “volver atrás?
¿De quién parte tal deseo y a quién busca interpelar? ¿Qué habría en el presente que
individual? No pretendo dar respuesta inmediata a estas preguntas sino plantearlas como
“puedes volver, es casi como fue”. Es bastante claro que este “casi” es absolutamente
falso: para la década de los 60, ya nada en la ciudad de Lima era como había sido hasta
orden social menos complejo. Por tanto, el deseo criollo imagina a una Lima fuera del
pareciera que la subjetividad criolla no aspira una ciudad con los avances tecnológicos
de la modernidad. La pregunta clave aquí es: ¿en qué punto de la historia del Perú se
estrofa por medio de una apelación directa al receptor: “No sé si quieras volver, no sé si
voluntad ni capacidad para comprender la real dimensión del saber o deseo que se busca
frente a la posibilidad de que el otro pueda tener acceso a ese saber acerca de la presunta
88
de poder sostener una comunicación con el otro; incertidumbre que encierra al individuo
en sí mismo, fuera del alcance, del reconocimiento del par, del próximo. Imposibilidad
de establecer un vínculo social en el que la cooperación con los otros no tiene cabida.
como una aspiración que no goza de popularidad por hallarse lejos de ser evidente al
sido lo suficientemente aclarado. Francisco José Merino (1994) sostiene que hay una
través de “elementos defensivos” frente a lo “nuevo”, frente al “otro” (298). Si bien esta
afirmación no deja de ser cierta, tiene a la vez un carácter genérico. En sintagmas como
“volver a todo lo perdido”, “soñar en que nada ha cambiado” y “todo lo vivido empieza
a comenzar”, podemos observar que el sujeto criollo percibe que el momento histórico
en que se encuentra (los años 60) ofrece una amenaza al modo de vida del que
disfrutaba anteriormente: como hay otros que amenazan, que perturban su espacio, el
nuestro país fue el proceso de paulatina expansión de una industria regida por los
observando los viejos balcones virreinales y creyendo que la historia puede retroceder y
Lima de las primeras décadas del siglo XX tenía el aspecto de una aldea antes que el de
una ciudad. El tranvía servía básicamente para conectar el centro de la ciudad (núcleo
trajo consigo el empleo de un medio de transporte que permitiera el desarrollo del sector
extractivo-minero –como lo eran los ferrocarriles-, sino también uno que permitiera el
transporte público urbano como lo fue el tranvía. La diferencia que este guarda con los
producida por las migraciones masivas emprendidas en la década de los 40. El sueño
entre los otros sujetos populares al hacer uso del “cola de pato”, un tipo de transporte
90
público de dimensiones menores a las de un “microbús”, que ofrecía sus servicios a los
Deseo recalcar que bajo ningún término el sujeto criollo es un adversario tenaz
determinados grupos, no sería mejor postergarlo. Por este motivo, se dice en la canción
que
de la apertura de nuevos mercados y, sobre todo, de una clase trabajadora mucho mayor.
Así, pues, aunque sumamente limitada por las grandes industrias del imperialismo
fragmento citado, el sujeto criollo se niega a aceptar ese “camino” ya “recorrido” por
los sujetos sociales y propone “recorrerlo” nuevamente; el criollo, en suma, cree que las
una lentificación del acelerado ritmo de la historia para que aquellos sectores sociales
que se fueron quedando atrás tengan la oportunidad de existir. La última línea del pasaje
que he vuelto a citar es bastante elocuente. Se menciona una serie de árboles frutales y
florales que abundaban en Lima cuando todavía la industria no era la principal actividad
productiva del Perú, sino la agricultura de exportación. Pero la nómina de plantas tiene
busca persuadir a los oyentes acerca de los beneficios que podría traer la fantasía criolla
esbozada en la canción.
una jornada de doce o quince horas diarias no tendría tiempo para sobremesas, aunque
fuese su deseo. El tiempo libre del que disponían ciertas fracciones burguesas o feudales
les permitía una holganza tal como para reproducir en el nivel doméstico sus prácticas
92
“pasar las horas sin apremios” para procurar la fidelidad de todos los miembros a su
modus vivendi: sin ostentación simbólica de armonía familiar no sería posible concebir
porque las conversaciones que se puedan producir en ese momento no tienen por qué
la canción, se alude a cierta figura materna: “y luego tal vez te escuche reposada/
siguiente: puesto que la imagen de la sobremesa es una imagen oligárquica de paz social
y familiar, ese “silencio ya dormido” tendría que ser también fruto de la oligarquía; es
decir, la oligarquía sería representada como madre de ese silencio, como engendradora
de un orden imaginario en el que los antagonismos sociales pueden ser silenciados por
palabras, el bloque social dominante se esforzará por idear estrategias que le permitan
imagen de la madre tendría por objeto crear la ilusión de que la oligarquía es un ser
Ahora bien, el sujeto de este vals es totalmente consciente de que sus deseos de
restablecer el orden oligárquico son ilusos: “mis ilusiones serán locura de mi sueños”.
No obstante, persiste en ello y convoca a ese núcleo de goce oligárquico que pudiera
residir en los otros: “tu corazón antañón viajará de regreso/ al ritmo ya olvidado de la
vieja ilusión”. Se intenta, pues, una interpelación a nivel de los afectos y las emociones
antes que a alguna clase de argumento racional. Es que en la década de los 60 la caída
la estocada final. Pero frente a este embate, ¿en qué consistió la ofensiva oligárquica al
nivel de la superestructura? ¿De qué forma “todo el ayer se prepara al regreso”? Pues
Manuel Burga y Alberto Flores Galindo (1994) señalan que, durante las dos
primeras décadas del siglo XX, la burguesía oligárquica nunca se preocupó por
oligarquía intentó armar algo así como un proyecto ideológico que le permitiera infundir
sus intereses de clase. En esa empresa, fue apoyada por sectores de clase media y
algunos empresarios. Pero todo esto originaba una contradicción: aquella fracción de
clase que la estaba venciendo (los industriales) fue la que posibilitó el crecimiento del
oligárquico. En este sentido, el movimiento criollo no logra ser una caja de resonancia
que reflejara todos los intereses de clase de la oligarquía. Los sujetos criollos están
Por todo ello, pienso que aquello que devela esta canción es el espacio en el que
el ayer que se prepara eternamente para el regreso es el propio criollismo, ese lugar
y trabajo, la tarea a realizar era plantear una lucha frontal a dicha situación, que
estratos sociales que no necesariamente son los menos favorecidos por el orden
imperialista. La frase final del vals (“ayúdame a volver atrás”) se puede interpretar
como una invitación del sujeto criollo a que el receptor aúne esfuerzos para un proyecto
colonial”. Esta sería una ficción imaginaria, construida por ciertos sectores de la vieja
del virreinato del Perú. Si aparecen alusiones a seres humanos, se trata de personajes
aristocráticos que son representados como estatuas vivientes que pretenden infundir no
solo superioridad social frente a los sujetos dominados sino también una superioridad
moral y cultural.
representaciones culturales del siglo XIX, solo a partir de la década de los 50 será
difundida a las masas por medio de lo que Lloréns (1983: 83) ha dado en llamar
“criollismo aristocratizante”. En este sentido, lo que busco resaltar en el análisis del vals
sujeto criollo en un objeto imaginario de deseo: un “volver atrás” más radical que
implica una relación libidinal paradójica del sujeto criollo con el recuerdo del viejo
Callecita de antaño,
virreyes encumbrados,
96
“embrujo”, “noches misteriosas”. Sin embargo, ¿en qué reside ese misterio que el sujeto
primera estrofa: Lima es elogiada porque permitía mantener oculta tras sus balcones de
cajonería la belleza de las “tapadas”, mujeres limeñas que ocultaban su rostro bajo un
manto. Es decir, la Lima que extrañan los criollos es una ciudad que permitía disimular
una suerte de cómplice de los privilegios de clase que durante mucho tiempo tuvo la
Así, son las “tapadas” las que constituyen “el encanto del ayer”. Obsérvese que
balcón; luego, el manto. Primero, una protección ofrecida por el propio diseño
criollo, como si el ocultamiento ofrecido por las propias estructuras coloniales no fuese
comodidades a las que podía tener acceso la élite criolla durante el virreinato.
colonial y como tal solo los colonizadores detentaban todas las riquezas provenientes de
de España antes que ser barridos totalmente por un orden social en el que ya no hay
lugar para ese tipo de ubicación en el poder, no porque el sistema capitalista sea menos
injusto sino porque los esquemas de dominación son distintos, vale decir, porque se
poder. No es necesario recalcar que este tipo de construcción obedece, otra vez, a un
una calle limeña durante el virreinato español, iluminada tenuemente por faroles, en la
que solo se perciben olores agradables de cierto árbol (el jacarandá) y, sin causar
disturbios, unos esclavos negros entonan sus pregones. Es decir, todo conserva su lugar,
su orden. Nada ni nadie puede revelar la arbitrariedad del estado actual de cosas. Por
cifrado en estas líneas. Antes que una representación fiel a la realidad de un sistema
colonial, lo que se pone de relieve es el deseo del sujeto criollo por mantener en secreto
En el coro:
Callecita de antaño,
virreyes encumbrados,
Se recalca la calle como espacio urbano privilegiado. A diferencia del callejón, visto en
el primer capítulo, la calle ofrece aquí un espacio abierto, de aparente libertad, en el que
una disposición urbana en la que las clases sociales estén notoriamente marcadas: al
centro del “damero”, se debían ubicar los edificios más importantes de la administración
colonial, en torno de los cuales se debían ubicar las residencias aristocráticas, y en las
afueras de la ciudad debían ubicarse las viviendas de la plebe. Son estas calles en las
que la imaginación criolla se recrea, muy al margen de la precariedad de las calles de las
calles plebeyas (“callejas por doquier”). Por tanto, existe una clara voluntad de
ofrecer a la audiencia del vals criollo una imagen de paz social que se encontraría en los
memoria del pasado más reciente de la oligarquía limeña sino también de enarbolar una
eslabona con el exaltamiento de la figura del virrey. El virrey, representante oficial del
rey de España en territorios conquistados, constituiría aquella figura a la que los criollos
al lado del virrey implicaba ubicarse al lado del summum del dominio precapitalista. En
los aristócratas, proceso que se extendería hasta el siglo XX. El momento de gloria sería
otro poder mayor o, mejor dicho, en el que se era un apéndice de un poder imperial. No
independencia económica, social y política del Perú respecto del poder del capital
monopólico extranjero.
sino, antes bien, por conveniencia. El régimen monárquico-colonial ofrece a los criollos
con los afectados por la polarización social, que para la década de los 50 y 60 habitaban
las zonas alejadas del “damero de Pizarro” entre cerros, esteras o adobe: en su afán de
contener el avance del capitalismo, en este vals, las pulsiones oligárquicas del sujeto
OLIGÁRQUICA
100
Estrenado y grabado por el trío Los Chamas hacia 1953, “La flor de la canela”
una especie de segundo himno nacional. Lo cierto es que en este vals se suprime
realidad social.
al ritmo de su cadera,
101
En vida, Chabuca Granda siempre declaró que la única que merecía todos los
miembro –por entonces- de una cuadrilla del Señor de los Milagros y, años atrás,
datos antes del análisis porque así podemos advertir cómo la “oficialización” de la
del sujeto popular como objeto de explotación económica y, por consiguiente, sujeto
Es claro que, más que otro, este vals produce una representación de la capital del
Perú como un espacio en el que los intereses de las viejas clases oligárquicas y los de
las clases populares pueden coincidir. Lo criollo aparece aquí como el elemento de
conciliación entre las clases protagónicas del Estado oligárquico. Así, el sujeto popular
es admitido por la mirada criolla en cuanto no aparezca como un sujeto con iniciativa
102
de lucha.
Ahora bien, como señala Ortega (1986: 41-56), el río Rímac, el viejo puente
colonial y la Alameda de los Descalzos conforman una imagen de Lima, que –como la
Barrenechea. Según Ortega (1986), para Porras, estos tres elementos son el testimonio
Lima se concibe como proceso destructor que produce que “todo lo sólido se
desvanezca en el aire” (Berman 1982). Para este caso, “lo sólido” correspondería a las
embargo, ¿qué función social cumple la localización geográfica del sujeto popular negro
entre el río, el puente y la alameda, y qué fantasías sustentan esta narración simbólica?
Cuartel Segundo, todo lo que corresponde al actual distrito del Rímac) ha sido la zona
populares de Lima hasta los años treinta. En la misma ciudad, convivían las dos caras de
un mismo sistema, separadas sólo por el río Rímac: la oligarquía y el pueblo, los
blancos y los negros. Los criollos acomodados y los criollos pobres. El sujeto criollo de
este vals manifiesta una voluntad de controlar material y simbólicamente el goce del
sujeto popular negro, que es representado sin los excesos que puedan hacer peligrar la
ficción que sostiene el orden social añorado por los criollos. La actuación de este sujeto
misma ir más allá de la cartografía diseñada por el poder que aún desea dominarla:
103
camina armónicamente por donde tiene que caminar y ríe sólo lo necesario del puente a
la alameda. En suma, lo que sucede es que el sujeto criollo prefiere imaginar al negro
como un ser domesticado pues padece un profundo pánico sobre cualquier intento de
rebeldía.
Por otro lado, para que el sujeto femenino negro pueda desplazarse entre el
“viejo puente” y la Alameda de los Descalzos, cual Perricholi, debe ser imaginado con
las patronas blancas (la lisura). De no ser así, los “señores” y los “mistis” se podrían
la esquina (Oliart, 1995: 282). Para la ideología criolla, la ‘flor de la canela’ es “bella”
siempre y cuando sea un sujeto (casi) estático, que no cambie de rol ni asuma una
En este sentido, son exactos los comentarios de Lloréns (1983) y Ortega (1986),
cuando señalan que en el texto de este vals se representa a la mulata, como si fuese una
mujer blanca de la élite señorial criolla. En efecto, en “La Flor de la Canela”, el sujeto
criollo yuxtapone los estereotipos raciales y sexuales de una mujer limeña blanca a los
de la mujer negra. Fanni Muñoz (2001a: 237) señala que desde finales del siglo XIX y
principios del XX, producto de la tradición colonial, los negros fueron identificados
“como una raza bárbara, inmoral, violenta, ociosa y dada a la sensualidad”. En ese
lo que quizá, en cierto modo, la sustenta. La mujer negra constituye “ese oscuro objeto
del deseo” criollo, esa fuerza de trabajo, que, por abyecta, debe ser paradójicamente
negada. Basta con corroborar que, por ejemplo, durante el siglo XIX, la mujer negra
siempre fue objeto de abierto deseo sexual dentro del discurso criollo, constituyendo
104
una suerte de ‘goce ilegal’ para los señores blancos; sin embargo, tal proximidad física
no hacía más que develarnos una inconmensurable distancia social (Oliart, 1995: 281-
283).
elogia tanto, es su olor. El título mismo del vals anuncia esto: la “flor de la canela” no
sólo encarna la belleza morena de las mulatas, sino, sobre todo, su presunto aroma de
jazmines, rosas, canela, en fin, de “mixtura”. Nugent (1992) observa que en la ideología
burguesa el aseo personal está asociado a la dignidad de una persona. Por ese motivo, se
cree que si la pobreza es llevada con limpieza es una pobreza digna (“soy pobre, pero
diferencia del sujeto andino a quien siempre se mira como intrínsecamente sucio. Así,
mediante el “buen” olor, se transfiere el significante del poder hacia el sujeto subalterno
Foucault (1992: 15-20) sostiene que, en el orden moderno del discurso, la oposición de
verdad, del pensamiento y del lenguaje, esto es, como el sujeto que puede controlar los
ideología criolla, ya no tan hegemónica para la Lima de los años 50, procura ejercer un
trabajo productivo es una actividad que está por fuera de su existencia. Es más,
del “moreno”, receptor modelo de la canción, que está obligado a trabajar para
embellecer a la “flor de la canela”, vale decir, para satisfacer los intereses de la sociedad
criolla del mundo popular: una mujer negra (la “flor de la canela”) que hace las veces de
más que la consolidación de un régimen de explotación cuyo ocaso, para los años 50, ya
se prefiguraba.
cuando al inicio del vals, se señala que toda esa representación tiene un carácter ilusorio
(“ensueño”), de algo que ya ha muerto y en ese momento solo se puede recordar aunque
de una manera agradable (“ahora que aún perfuma el recuerdo,/ ahora que aún se mecen
en un sueño”). Esto es, que pese a saber que eso es ya una fase que se estaba terminando
sociedad señorial son tan seductoras que resulta difícil desprenderse de ellas para
plantear luchas conjuntas con los nuevos sujetos sociales y enfrentarse a los avances del
imperialismo norteamericano. Sin embargo, sería quizás ingenuo creer que una
conciencia de este tipo haya podido surgir en grupos sociales tan conservadores. La
erradicar en una visión del mundo como la que muestra este tan conocido vals.
***
El gran fenómeno de masas que significó la música criolla para la Lima de los
gobernaban la sociedad peruana por aquel entonces. Fueron, por el contrario, ciertas
y distribución de los productos de este género musical. Así, fábricas de discos de vinilo,
casas comerciales, radios y canales de televisión que operaban con capitales nacionales
107
ciudades.
la producción musical criolla era el de articular en el país una comunidad nacional que
consumo- por aquellos sectores de las clases populares y medias que veían en dicha
iniciativa una alternativa de constituir una nación con cultura propia. Frente a la fuerte
sujetos populares urbanos (en buena medida de la costa) por reelaborar el legado de
ciertas tradiciones populares y crear una memoria colectiva que dote de autonomía
implantado desde el 900. El tipo de relación que la débil burguesía industrial desarrolló
aliados.
expresada en los valses criollos que representa las relaciones de fuerza entre el
en tiempos en que el capitalismo desarrollaba una nueva industria urbana. Así pues,
antes que mostrarse como una formación cultural que encarne las aspiraciones de la
modernidad, el criollismo revela los deseos de sujetos adscritos a clases sociales cuyos
los medios de comunicación masiva; pero, en el terreno del imaginario implantado a las
nos demuestra, pues, hasta qué punto los intereses de las nuevas fracciones burguesas
atrasado bloque oligárquico, puesto que buena parte de sus intereses como clase se
intereses entre los capitalistas (criollos) y las masas (indígenas): mientras las élites
política en todo el territorio peruano, los indios se organizaban para recuperar las tierras
que les habían sido expropiadas en el transcurso de la historia. Por esta razón, el intento
española resultó un intento arbitrario y estéril por articular a las distintas nacionalidades
con la finalidad de que las masas populares construyan una identidad nacional basada en
sociales armónicas. Frente no solo a las intensas oleadas migratorias del campo a la
dominación del imperio español sino por la aceptación de dicho régimen social. En este
oprimidas por el Estado peruano. Por este motivo, la “resistencia criolla” no constituye
una resistencia frente al capitalismo como tal, sino, más bien, frente al desarrollo de una
imperialista. Para concluir: la nostalgia limeñista es una resistencia ideológica hacia los
efectos políticos de las formas que adoptó la lucha de clases en el período de los 50 y
60, vale decir, las luchas obreras, las luchas por la tierra y las luchas por la
CAPÍTULO 4
decir, ha llegado a convertirse en una formación significante que, más allá de cualquier
vida cotidiana. Cada momento del siglo XX habría tomado esta cuestión e intentado
darle desesperadamente alguna respuesta que finalmente nunca satisfizo. Sin embargo,
creo que la cuestión de la identidad peruana antes de ser un problema para los peruanos
octubre como el día de la canción criolla. A partir de este momento el acercamiento del
carácter histórico de este fenómeno pues conforme van avanzando las décadas y se
111
intensificándose. En Pinglo, por ejemplo, este asunto no tiene casi importancia; pero
entre las décadas de los 50 y 70 ello constituye uno de los móviles fundamentales del
elabora una imagen de identidad peruana que plantea nexos ambiguos con el Estado y
con la división social y étnica del trabajo en el Perú. Me interesa, entonces, estudiar el
inconsciente político del nacionalismo criollo a partir del análisis de tres conocidos
valses: “Mi Perú” de Manuel Raygada, de finales de la década de los 40; “Bello
“Mi Perú” es, sin duda alguna, el más conocido de todos los valses criollos.
Tomado casi como himno nacional, ha sido transmitido durante décadas en la escuela
pública y los medios masivos de comunicación. Las personas mayores identificadas con
este vals suelen tomarlo como una canción casi sacra. Sin embargo, muchos desconocen
entre los sujetos de que los productos simbólicos que favorecen el mantenimiento de la
7
Manuel Raygada Ballesteros (Callao, 1904-1971), apodado el “Chato” Raygada, fue uno de los
compositores más destacados en la generación de músicos criollos posterior a la muerte de Felipe Pinglo.
En 1929, viajó a Santiago de Chile, donde tuvo diversas presentaciones como intérprete musical en
cabarets, teatros y radios. Durante su estadía allí, compuso sus dos más famosas canciones: la polca
“Nostalgia chalaca” y el vals “Mi Perú”. En 1956, regresó a Lima invitado por el municipio del Callao y
112
trabajando como músico itinerante por los restaurantes de Santiago de Chile. En una
ocasión, mantuvo algún altercado con un chileno, quien con el objeto de ofenderlo lanzó
una serie de improperios contra los peruanos, a lo que Raygada habría respondido:
“Tengo el orgullo de ser peruano y soy feliz”. Más tarde, estas palabras se convertirían
en las palabras iniciales de su vals “Mi Perú”. La pregunta que surge de inmediato es:
¿qué se habría dicho que fuese tan vergonzoso para los peruanos como para que
Raygada tuviese que desmentirlo y tornar ese motivo de vergüenza en uno de orgullo?
Al margen del valor de verdad de dicho relato, lo que me importa aquí es explorar en la
canción cómo y por qué una determinada imagen del territorio nacional funciona como
residió en la Unidad Vecinal de la Perla. Durante estos años, se desempeñó como administrador del
mercado principal del Callao, época en la que compuso “Mi retorno”, “Mechita”, “Así era ella” y “Lima
criolla”. (Villanueva y Donaire 1987: 148).
113
Si bien los enunciados de este vals y la melodía con la que se interpreta parecen
mostrar un optimismo exacerbado ante las potencialidades nacionales, ello no hace más
que ocultar las profundas contradicciones que cruzan al sujeto criollo a la hora de
producir una narrativa acerca de la totalidad social de la nación. Desde su título notamos
una clara intención de establecer una identificación abstracta entre el sujeto dicente y el
referente de la nación. ¿Por qué abstracta? Pues, porque, por un lado, no se cuenta con
mayores referencias sobre el sujeto del discurso (pertenencia de clase, identidad social,
cultural, etc.) y, por otro lado, el referente del país (el Perú) permanece en un nivel en el
“orgullo” y “felicidad”, como si aquello que se instala en la esencia del ser peruano
son aquellos elementos de la realidad social que se nos evidencian como causa de ese
territorio nacional, un territorio que siglos atrás fuera escenario del despliegue del
Tawantinsuyo. Aquí no se debe dejar pasar por alto el sintagma “tierra del sol”: la
solar; es decir, la apropiación de la tierra está mediada por la figura de otro hombre, la
de uno que ocupa la posición del amo en el espacio social. En suma, lo que se hace
114
patente en tal expresión es la relación de externalidad del sujeto criollo respecto del
peruana (el sol-inca), pero en el presente la relación del hombre con la naturaleza y con
resultar claro que el inca al que hace referencia el vals es Atahualpa. Atahualpa ocupa
sufrida por el inca ante la arrogancia de la cultura letrada de occidente; Atahualpa sería
aparente desprendimiento del inca, su capacidad de sacrificar las riquezas nativas por su
rescate, esto es, por la liberación del hombre que representa el cuerpo social de la
escena: aquel que dio la vida por su pueblo, aquel que se resistió firmemente a la
dominación española, aquel que, como Bolognesi o Alfonso Ugarte, optó por el
heroísmo de la inmolación por la patria. Es “su raza” la que habrá heredado ese arrojo y
valentía, es decir, son los indios quienes legítimamente preconizan tales valores. Sin
embargo, ¿cuán exacta es esta representación criolla en relación al Atahualpa del que
en una encarnizada guerra civil con su hermano Huáscar por el usufructo del poder
político-militar del Tawantinsuyo. Esta lucha era, sin duda, una lucha entre élites
lucha entre las nacionalidades sometidas y esas mismas élites. Atahualpa no era un líder
de la masa dominada, sino, antes bien, ocupaba el sitial más elevado en una jerarquía de
poder. En este sentido, es falso que Atahualpa haya preferido la muerte para darse como
modelo de virtud a su pueblo. Como lo señala la historia, Atahualpa intentó salir del
cautiverio al que lo habían sometido los invasores españoles pues de su posición de jefe
político y militar dependía una lucha política al interior de las propias estructuras
frase “prefiriendo morir” no se indica ante qué se coloca la muerte como preferible. Lo
que se resalta, en cualquier caso, es esta suerte de martirologio del inca Atahualpa. Así,
se pasa igualmente rápido al presunto legado moral que dejó su “raza”, esa “raza” que –
dicho sea de paso- no es reconocida, en un primer momento, como propia sino más bien
como distante y, hasta cierto punto, remota, perdida en la historia. Resulta paradójico
que el vals resalte la opción de la muerte como algo conscientemente buscado antes que
(“indómito inca”). Esa velada ambigüedad de la actitud del inca constituiría también la
8
Cabe resaltar aquí que el vals no menciona en ningún momento la palabra “pueblo”, alusiva siempre a la
naturaleza social de los individuos humanos, sino más bien que se emplea “raza”, que alude antes bien a
116
se halla en la articulación de las relaciones entre los hombres, sino más bien en la tierra,
naturalmente brota de la “tierra del sol”. Pero la valoración de esta riqueza ecológica se
realiza bajo dos formas: una económica y otra estética. El Sol, antiguo dios incaico, nos
habría regalado estas invalorables riquezas para que nosotros en el presente gocemos de
ellas. Ese cuadro no estaría ahí para ser solamente objeto de contemplación, sino
tierras los peruanos estarían predestinados desde antiguo a transformar esa naturaleza.
Sin embargo, el énfasis puesto en la canción es el de una naturaleza tan rica y preciosa
que los hombres no pueden más que sentirse avasallados ante imponencia tal. Así, pues,
relación del hombre con los otros hombres; no obstante, ese exceso se halla del lado de
sus fuerzas productivas. Por consiguiente, si el Perú es esa naturaleza que excede por
mucho a los pobres animales humanos, los peruanos conformarían una especie de
rebaño impotente, aplastados por su propia patria. El Perú sería para los peruanos un
una naturaleza biológica que distingue a los grupos humanos entre sí con el objeto de plantear diferencias
relacionadas a la subordinación de unos sobre otros.
117
Después del coro, la última estrofa retoma el tema de los hombres. Aquella
“raza” que antes se veía como distante y ajena, ahora se la reconoce como propia (“así
es mi raza”). Es esta la “raza” que habría explotado la riqueza ecológica durante tantos
indios, esto es, de la “raza incaica” está atravesada por una contradicción fundamental:
por un lado, la “raza peruana” es “noble y humilde”, esto es, sumisa, con una actitud de
conformidad con el sistema de explotación al que la tienen sometida; por otro lado, se
su cotidiana “libertad”.
Este vals se compuso hacia fines de la década de los 40 cuando el problema del
tierra. ¿De qué libertad de la “raza del inca” se podía hablar si es que el hombre de los
esa índole. Si el indio fuese rebelde cuando coactan su libertad, entonces el carácter
propio sería la rebeldía y no la sumisión que se pretenden significar bajo los adjetivos
de “noble” y “humilde”. Entonces, tras esta percepción se encuentra otra según la cual
los indios no son más que unos individuos cobardes y tontos que no ofrecen una
resistencia real ante la opresión. Por eso, además, se señala que la “lucha” de los indios
solo se da en el terreno más ideal posible (“entonces poniendo alma, mente y corazón”).
No se señala en ningún caso que la permanente violencia del sistema social pueda ser
combatida por algún tipo de violencia popular organizada. La “rebeldía” de “mi raza”
estaría tan solo cargada de buena voluntad, de buenos sentimientos. Es más, el vals no
detalla qué clase de circunstancias son las que podrían coactar la libertad de los indios,
menos aún se menciona qué sujetos sociales estarían involucrados en tal coacción. La
118
Por tanto, ¿qué “cadenas” podría romper esa “raza” si de suyo es la pasividad, la
inacción, la inocencia quizá? Bajo consideraciones tales, para el sujeto criollo, ningún
grupo humano podría levantarse en rebelión en ninguna parte del mundo ni “aunque la
muerte vea llegar”. Esta suerte de esencialismo atribuido a la subjetividad del indio no
hace más que naturalizar las relaciones de producción que se entablan entre los sectores
cadenas no sería sino un simulacro de liberación, esto es, una apariencia que no
implicaría la irrupción de una verdad histórica rotunda que permita la ruptura real del
Cecilia Méndez (1992 y 1993) señala que el nacionalismo criollo del siglo XIX,
de corte aristocrático, preconiza un ideal de república que para erigirse requiere del
desplazamiento del indio como sujeto de la historia peruana: por un lado, la visión
liberal (Simón Bolívar) sueña con una patria unida de propietarios libres, prósperos e
ilustrados; por otro lado, la visión conservadora (Felipe Pardo) acaricia el ideal de
convivir entre nobles de abolengo bajo un régimen oligárquico. En cualquier caso, los
pasar de los siglos. Jamás podrán alcanzar la “magnificencia” cultural y biológica que
tuvieron los incas. De esta suerte, se pretende aparentar una revalorización de lo andino
a través de una negación radical de su presente, vale decir, a través de una concesión
Sin embargo, en este vals, el sujeto criollo se sitúa en una posición en la que
lo contrario: de prescindir totalmente del indio (como lo plantea Cecilia Méndez para el
XIX), se pasa a prescindir de todos menos del indio. Un aparente giro de 180 grados,
desde luego. Lo cierto es que tal “elevación” de la figura del indio no lleva a este a ser
representación criolla del indio está plagada de tal cantidad de ambigüedades, que no
puede ser capaz de asumir al indio como sujeto nacional. En otras palabras, el llamado a
ser el sujeto no llega a ser más que una sombra impotente de la tierra. Y la subjetividad
criolla, “portadora por excelencia” del Espíritu peruano, no será más que remedo inútil
de esa sombra.
DE LA VIDA PERUANA”
En 1956, Manuel Prado Ugarteche resulta elegido por segunda vez presidente de
gracias a las políticas liberales del gobierno, logra conservar sus prerrogativas sobre los
sobre las clases dominadas. Por esa misma época, la compositora Chabuca Granda se
tema limeñista. Sin embargo, “Bello durmiente” se ofrece como una respuesta musical
criolla frente al nuevo gobierno pradista. Así, antes que ser una enérgica denuncia de lo
retoma el motivo de la riqueza natural para hacer patente lo que ella consideraba como
carga erótica que le imprime a la imagen del país es tan intensa que las intenciones
[CORO]
geográfico. Sin embargo, en este vals asistimos a una sexualización de esta relación y a
secuencia detalla los elementos que constituyen el atractivo del Perú y que despiertan el
deseo del sujeto enunciador: la “gama de verdes” de la selva, el “gris soberbio manto”
siempre un aire salvaje de territorio que debe ser conquistado. La idea es que cada
región geográfica posee su atractivo. Así, la que ofrece mayor diversidad cromática es
la sierra, ya que “sus cerros” están cargados de toda clase de colores; no hay un color
que le haya sido arrebatado. Esto es, en atractivos naturales ninguna de las regiones
tiene más que ofrecer que la sierra. Desde la perspectiva de este vals criollo, ni siquiera
la selva puede ser comparada con la riqueza serrana; su variedad de verdes podrá ser
muy amplia, pero al fin tan solo constituyen variaciones sobre un mismo color. Del otro
lado, la costa no ofrece al ojo gran espectáculo, únicamente el monótono gris de la capa
de nubes estrato en un gran sector de la franja costera. No obstante, no por eso, la costa
deja de ser atractiva, “soberbia”, para la autora del vals. En suma, aunque con sus
122
diversos matices, todo el territorio nacional constituye una fuente visual de satisfacción
acto de “amor” en el sujeto. Aquí existe una clara diferencia sexual entre el sujeto de la
hombre cuyos atractivos físicos movilizan las demandas femeninas. Es aquí la mujer la
del vals remarca el hecho de que el “empinarse en la más alta cumbre” lo lleva a cabo
población que el sujeto criollo se siente obligado a “empinarse en su más alta cumbre”
para que sus demandas sean atendidas. La sexualización de la imagen del Estado supone
una visión de éste como una entidad omnipotente. Debería de ser como se supone debe
ser un hombre: viril, fuerte, activo, dominante. Si el sujeto enunciador del vals es
femenino tal como son representadas la costa, la sierra y la selva (“las tres amadas” del
Perú), los reclamos de tal sujeto pueden ser identificables a los de dichas regiones. Es
decir, costa, sierra y selva –tanto su territorio como su población- deberían estar
nación. Es más, las demandas regionales deberían ser expresadas de forma “humilde”-
como el sujeto de la canción: “en esta soledad pedirte humilde/ que devuelvas mi beso
sojuzgado a los planes masculinos, sus “amadas”, es decir, las tres regiones deberían
también dirigirse hacia el Estado sumisamente para que él disponga de ellas. Sin
123
embargo, ni la nación (las tres regiones) ni el Estado actuarían como deberían actuar: ni
“amancebadas” por el poder del Estado. En este sentido, lo que habría pretendido
guiadas por la fascinación frente a las “riquezas” naturales del territorio peruano.
muy difundida la idea de que el Perú es, si no el más rico, al menos uno de los países
más ricos del mundo en relación a sus recursos naturales, es decir, según esta visión,
todas las condiciones estarían dadas para emprender el camino hacia el desarrollo
nacional, lo único que faltaría es que los peruanos tomen conciencia de esas
obstáculo reside en el hecho de que el Perú –tanto la sociedad como el Estado peruano
posiblemente- no es sino “un gigante al que arrullan sus anhelos”, un “bello durmiente
que duerme frente al cielo”. En otras palabras, para la mirada criolla, tanto burguesía
nacional más aún cuando el suelo peruano ofrece muchas potencialidades para el
desarrollo económico.
Esta visión guarda estrecha relación con la tan conocida frase atribuida a
Antonio Raimondi: “El Perú es un mendigo sentado en una banca de oro”. Para José
Luis Rosario (2003), esta frase encierra lo que denomina el goce imaginario de la
una formación social determinada y predicar una postura de resignación ante ella; por
del pasado los antiguos peruanos habrían ya alcanzado tal grandeza que con el
transcurrir de los años se fue perdiendo. En otros términos, según este universo
ideológico, no haría falta que los hombres del presente tengan que construir algo nuevo.
Tal novedad no existiría pues la grandeza nacional habría funcionado siempre como una
causa eterna anclada en un momento difuso del pasado prehispánico o, en todo caso, en
social ha sido borrada. No hay ni visos de una polaridad entre ricos y pobres, sino más
bien una visión corporativa de la sociedad, es decir, el Perú como un único cuerpo
gigante integrado en el que todos los órganos cumplen su función y no suscitan mayor
peligro para la unidad social. Chabuca Granda creería que los intereses (los “anhelos”,
según ella) de las diversas clases sociales y estamentos del Perú de los años 50 bien
comunión de todos constituiría ese gigante que “desde siempre” es el Perú. Es decir,
según esta visión, por ejemplo, los intereses del gamonal podrían converger con los del
125
pongo, los intereses de los “barones del azúcar” (los hacendados de la costa norte)
podían convergir sin mayores inconvenientes con los de los campesinos. Lo único que
según Chabuca granda haría falta es que todos se dispongan a trabajar unánimemente
para construir una sola nación. Que los anhelos de la sociedad peruana en su conjunto se
den a la acción, a la labor de forjar una patria grande y hermosa: este sería el ideal de
nación. En ningún caso, pues, la defensa de lo nacional supondría una resolución de las
En “La moza del gobierno” de Ricardo Palma (1973), puede observarse una
visión sobre la nación, común a los escritores de la época: la nación es como una mujer,
a la que el Estado puede tomar como su propiedad. Sin embargo, en “Bello durmiente”,
“bello durmiente”, un sujeto masculino que tiene frente a sí tres mujeres de las que
puede gozar (la costa, la sierra y la selva). En otros términos, el Perú sería el poseedor
del objeto del deseo de estas tres regiones naturales; más aún, se supone que él mismo
es ese objeto de deseo del cual no es consciente. Las regiones geográficas simplemente
estarían clamando ser gozadas por el Perú, ser explotadas para que de ellas se pueda
extraer la mayor riqueza posible. Sin embargo, ese Perú –podríamos decir- no actúa
como varón; tiene ante sí tres amadas que lo único que esperan es ser satisfechas por él,
pero ese Perú solo muestra una radical impotencia ante tal seducción. No obstante, esa
inercia del Perú de Granda se sostiene en su no acceso a un saber específico, vale decir,
Chabuca Granda se funda no en una natural imposibilidad del Perú para llevar a cabo tal
acto, sino en una falta de voluntad política para tomar las decisiones trascendentales
omite es las disputas por el poder en relación a los propios sectores sociales. Se asume
que no existe un desbalance de poder entre las clases o que la construcción de un nuevo
poder por parte de clases ajenas al bloque dominante es ilegítima. El sueño político del
que Chabuca Granda deja constancia en este vals solo podría concretarse dado el caso
de un Estado que pretenda plantearse como integracionista, vale decir, que no busca
ejerce una violencia estructural sobre la mayoría de la sociedad. Dicho sueño político
sería tan solo instrumento ideológico de las clases capitalistas en el poder. En este
desarrollo de la industria nacional son asuntos que estaban presentes en las propuestas
Belaúnde (1963-1968) pero que, debido a las pugnas con la oligarquía y las
sostener, por el contrario, que la “primera fase” del gobierno militar representa el
era la única forma con la que se podía romper la dominación oligárquica, a través de
una ruptura violenta. Sin embargo, lo que evita señalar es que esa “violencia
revolucionaria” provenía de la voluntad de uno de los aparatos del Estado (las Fuerzas
democratizador” del régimen es una verdad a medias: el poder popular no fue agente
modo, un sujeto político que representase los intereses populares, pese a que alentó la
izquierdista que solía utilizarse en el discurso oficial, motivo por el cual –por ejemplo-
Estado nacional que integre a las grandes masas a un desarrollo social global. La
organización autónoma de las clases populares, solo que ahora ya no a manos de una
atrasada oligarquía sino bajo la dirección de los institutos armados, la nueva burocracia
romper la cadena de dependencia respecto del imperialismo. Como señala Henry Pease
(1998 [1977]: 379-381), la expropiación de la IPC fue un acto coyuntural y solo implicó
industriales entre los trabajadores y los propietarios: la “propiedad social” fue un ideal
que nunca se dio en la práctica, pues los aparatos del Estado, en su incesante
9
Para un amplio debate sobre el “reformismo burgués”, véase Lauer (1978).
129
institución militar.
de Estado capitalista con el que Augusto Polo Campos cuenta para componer el vals “Y
se llama Perú” por encargo del general Velasco. Años más tarde, Alan García lo tomaría
presidencia, lo utilizaría para un spot publicitario en donde cantaba a dúo con Arturo
“Zambo” Cavero, el cantante criollo que interpretara por primera vez la composición de
Polo Campos.
y le puso Perú.
de mi mar soberano,
130
es bandera de paz.
de nuestro mañana,
el acero y el pan.
muy específicas que se planteaban como claves del proyecto nacional en los años 70: la
10
Para mayor información sobre la caracterización del período 1968-175 como “capitalismo de Estado”,
131
esta conceptualización del trabajo sería una suerte de “tercera vía”, “ni capitalismo ni
dentro del modelo de nación que se pretende justificar. La costa está estrechamente
Finalmente, la selva es representada como una eterna fuente de petróleo: “La montaña
en sus venas guardaba el petróleo/de nuestro mañana”. Sin embargo, esta división para
la población nacional no se plantea como una división social del trabajo, sino antes bien
como una división natural. No son las relaciones entre los hombres las que
Todo pareciera orquestado por una fuerza superior, sobrehumana, para que el
Perú sea una nación pujante y desarrollada. Según esta lógica nada obedecería a un
desarrollo histórico de las relaciones entre los propios hombres. Ni la actividad agrícola
hombres por el de otros. La relación del hombre con la naturaleza sería armónica pues
las relaciones sociales son representadas también como armónicas. Dicha “armonía
cósmico y la historia de modo tal que los beneficios para la comunidad nacional estarían
imaginado como el país elegido por la mano de Dios. Es decir, los peruanos tendrían el
privilegio de haber sido tocados por la gracia divina no solo en este período histórico -el
del “gobierno revolucionario del Perú”- sino en todos los períodos de la historia e
incluso más allá de ella. Es mandato de Dios que el sol ilumine el territorio nacional,
equivalente del significante “gloria”. Así, pues, existiría una predestinación para que la
orden público significaría no solo una demostración de amor a la patria, sino una
críticas al Estado, desde este punto de vista, sería una traición a la patria, un sacrilegio,
un pecado imperdonable.
estructura de cambio social organizada “de arriba hacia abajo”, desde la tecnocracia
cierto que las reformas velasquistas llevan a cabo un proceso de transformación que
por objeto, sobre todo, la contención de una posible revolución social dirigida por los
partidos socialistas y los movimientos populares del país en ese momento. Las
el velasquismo, pero sí en una parte: lo que se produjo fue una forma sui generis de
como un acto abstracto. ¿De qué se habla cuando se habla de nación? ¿Se habla de una
impulsar sin vacilación la grandeza de nuestra nación”. De este modo, se vacía de todo
conflictiva que se propone en la canción. De este modo la libertad estará adscrita a todo
el bloque representado en la nación. La resistencia se dará del bloque nacional hacia las
alcanzada la libertad, será el verdadero campo de batalla: defender el suelo patrio frente
134
a todo enemigo externo. Las relaciones económicas, sociales y políticas al interior del
país no representan “peligros” para la “unidad nacional”. Todos los sectores sociales
deben someterse a la autoridad pública para que se proteja la soberanía. Tal autoridad
solo obedecerá a los nobles ideales de nación estatuidos por mandato divino. En otros
reside en que no se plantea como problema la cuestión de qué clase o clases sociales
las fuerzas armadas las que dirigen todos los procesos de transformación social tal como
nieve perpetua/ es bandera de paz.” ¿Cómo siendo “bravía” la sierra puede distinguirse
andinas es contenido, así, de inmediato con una representación de los andes como
desconocer las luchas de clase bajo la imposición de una paz social. Con una “bravura”
tal, la dichosa “paz social” solo se podría conseguir a través de la acción del aparato
represivo del Estado sobre las poblaciones que ofrezcan amenaza de levantamientos por
significativo:
representa la más pura tautología, nada se le puede oponer pues ella lo es todo, contiene
a la vez todos los otros significantes y los dota de sentido. Su presencia se asume en
todas las dimensiones de la subjetividad peruana. Todo el deseo del sujeto tendrá que
estar dirigido a colmar el vacío que deja la sola presencia de tal significante. “Patria”
palabra “Perú”: “ejemplo”, “rifle”, y “unión”. “Perú” no solo implicará patria a secas, es
decir, cualquier patria; hablar del Perú para el sujeto criollo de este vals será hablar de
una patria ejemplar, un país que se erige por encima de todos los otros para ofrecerse
como modelo a seguir, como paradigma de virtud ante las otras naciones. Sin duda, esta
glorificación del sujeto nacional implica un goce narcisista pero también cierta
una suerte de metasujeto, que emerge como rector de los sujetos particulares. En
Son los dos últimos significantes del acróstico los que afirman los dos aspectos
que estructuran la propuesta política de este vals. Lo que líneas atrás sostenía en
relación al vínculo con las fuerzas armadas que se propone en la representación del
armadas sino sobre todo la unidad de la nación. Es decir, este ideal abstracto de
actor político fundamental. En este sentido, la letra “r” y la “u” son inseparables; las
fuerzas militares y la unión de todos los peruanos están obligadas a marchar juntos. Así,
aparato estatal coercitivo de una forma tal que rebasa la propia “experiencia
velasquista”.
del sujeto de la enunciación de este vals: “yo me llamo Perú”. Es decir, el significante
nacional. Con ello se borra toda distancia entre el sujeto particular y ese metasujeto que
sujeto criollo desaparece. Por ello, es posible sostener que en este vals, el sujeto criollo
significante.
Benedict Anderson (1993) ha señalado que los Estados nacionales, a partir del
nacional como una totalidad social cuyos habitantes perciben que conviven un tiempo
museos o mapas habrían servido, en buena cuenta, para construir un imaginario y una
137
identidad que aglutine a los hombres y mujeres del territorio nacional. La bandera
nacional es uno de esos símbolos que se inventan en los Estados-nación del siglo XIX
dominación colonial española. Las emociones, los deseos y las esperanzas de la nación
funcionar como un símbolo visual que permita vehiculizar las pasiones y pulsiones de
las masas.
Perú” gira en torno de esta lógica. La bandera nacional (“mi pabellón” según el vals) se
La mención de una “raza peruana” enfatiza una distinción no solo cultural sino sobre
todo biológica de los peruanos en relación a los habitantes de otras naciones. Pese a las
haya podido construir una subjetividad colectiva cuyas luchas demuestren victorias
duraderas, emerge la necesidad de referirse a una sustancialidad sin tiempo que tiene la
ancla tampoco en ninguna de las tradiciones peruanas: la “raza peruana” no son los
blancos ni los indios ni los negros; es, más bien, como el producto resultante del
nacional será, según Augusto Polo Campos, la demostración del sacrificio y de la virtud
de esa “raza”. En ella, todos los peruanos habrían depositado lo más puro de su espíritu,
Sin embargo, ¿en qué se basa esta obsesión criolla por la bandera como
resultado de una decisión arbitraria tomada por las élites de propietarios y militares que
no solo no eran representativos de la mayoría del país, sino que además eran aquellos
Perú ha estado vinculada desde el siglo XIX a las fuerzas armadas del Estado. Para las
instituciones castrenses, dicho símbolo debe ser tomado como un objeto sagrado que
CAEM (Centro de Altos Estudios Militares), donde se formaron los cuadros militares de
las décadas de los 50, 60 y 70, entre ellos Velasco, consideraba también la bandera
el marco de la sociedad capitalista. El ejército al que el imaginario del vals criollo de los
populares para sostener una lucha directa contra la violencia de clase. La operación
nacional y el enorgullecimiento por la supuesta libertad nacional son los elementos que
clase en la sociedad y las contradicciones con el imperialismo, que las crea ya superadas
humano. Para el imaginario nacionalista criollo, un estado de cosas tal tendrá que ser
vigilado por la represión militar; de no seguir tal normativa, los individuos recibirían el
***
una “unidad nacional” resguardada por el Estado configura cada vez más los intereses
de aquellos sectores sociales identificados con el criollismo. Así, a partir de los años 50,
las clases medias se constituyen como una fuerza social que pretende articular una
mediados del siglo XX como expresión política de las nuevas clases medias es
Ahora bien, las canciones aquí seleccionadas están relacionadas con la crisis del
(1948-1956), construye una feliz identificación con la nación a partir del vínculo de la
presunta belleza del territorio nacional, el pasado común de los “valerosos” incas y la
140
sujetos sociales como agentes de resistencia y lucha ante los poderes fácticos de ese
tan puesta en boga hoy en día por la ciencia política liberal) es la ficción de la sociedad
burguesa que le otorga al Estado la facultad de dirigirse a todos sus súbditos por igual,
abstracción del “peruano” posibilita más una identificación con una forma de Estado
que con el punto de vista de las clases subordinadas. Una visión de esta naturaleza no
encaja, sin duda, con –por ejemplo- la de los terratenientes tradicionales de la sierra de
mediados de siglo XX pero sí quizá con la de ciertos grupos del bloque en el poder que
Por otro lado, en “Bello durmiente” e “Y se llama Perú” la imagen del Estado
como modelo económico después de la segunda guerra mundial y que en América latina
reformismo de Chabuca se puede entender como una visión según la cual es preciso que
la estructura de clases del Estado oligárquico. En el caso del vals de Polo Campos,
pero se trata ahora de otro tipo de Estado. El punto de partida de “Y se llama Perú” es el
de una “paz social” entendida como el consenso de población y Fuerzas Armadas para
agricultura, minería, etc.). Para esta visión eminentemente estatista, la sola idea de las
se transmite una visión en la que la represión militar de toda iniciativa política del
pueblo es legitimada. Más allá de la derrota del poder oligárquico en el 68, lo que la
cualquier interés de clase, más allá de la dominación y de las luchas por el poder, vale
decir, más allá de la política. Parafraseando a James Petras (s/f: 9), “Y se llama Perú”
políticos, sino que, más bien, es el espacio imaginario en el que se circunscriben los
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límites de dominio del Estado. En otros términos, el territorio nacional da cuenta del
alcance geopolítico del Estado que se está construyendo. De esta suerte, en el vals
sutil ofensiva ideológica de aquellos sectores que, sin romper con el poder capitalista,
buscaban un cambio hacia un régimen político más “democrático” y una sociedad más
“inclusiva”. La ficción criolla del “nosotros” peruano promovida por los medios
CONCLUSIONES
construido en esta tesis, me ha interesado sostener que el sujeto criollo representa una
década de 1950.
Lima emprendido por la burguesía liberal a principios del siglo XX. Posteriormente, los
valses producidos entre los años 50 y 70 incorporan aquella representación burguesa del
sujeto popular urbano para asumirla como símbolo de su propia resistencia frente al
capitalismo. Es decir, lo que a principios del XX era rechazado por las “élites
empezó a ser promovido y celebrado por los medios de comunicación, los sujetos
histórico estudiado, la “moderna” sociedad burguesa habría restaurado las imágenes que
años atrás había considerado como síntomas del atraso social y cultural de la nación.
criollo es representado como un sujeto popular que transgrede la ley no para garantizar
personal o familiar. El criollo burla la moral pública con el propósito de obtener los
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medios necesarios para disfrutar de la jarana: licor, comida, mujeres… El criollo de los
ratos libres con sus “amigos”. En ese sentido, la “viveza” criolla resulta ser una
representado en los valses jaraneros será pobre pero rechaza los medios
nobleza y bondad de las que carecería la mujer. Para el universo simbólico criollo, la
mujer de clase popular es aquel individuo que, para desclasarse, no tiene reparos en
por el dinero del hombre rico: ella le da su cuerpo y a cambio obtiene su ansiada vida de
lujos. Sin embargo, esta “viveza” no le depara a la mujer más que penas: termina por ser
utilizada como un objeto sexual. Sin aceptación ya entre los hombres de su clase, la
“viva” se convierte, así, en una suerte de paria para la sociedad limeña. La contradicción
del sujeto criollo reside en que tanta astucia, tanta “viveza”, no le sirvió para retener a la
mujer como a su propiedad. Más pudo el burgués con todas sus ofertas económicas que
En otras palabras, el terreno de las relaciones con la mujer es aquel en el que se devela
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españoles y por sus descendientes: trae a colación los “logros” del colonialismo español
criollo les encuentra una belleza sublime a la arquitectura y diseño urbanístico dejados
por el virreinato español o a lo que quedaba de idílica aldea en la Lima de principios del
siglo XX. No puede reconocer ni las modernas fábricas ni las “barriadas” de la periferia
criollo opta por replegarse en los vestigios de una Lima preindustrial en la que la
conservadora frente a una sociedad que se está tornando cada vez más capitalista, en la
antes que saberse cercano al nuevo pobre de la ciudad venido de los Andes.
profundo desprecio de ciertos sectores sociales -sobre todo urbanos- hacia los hombres
esfuerzos criollos por inventar una nación peruana armónica, sin luchas intestinas, sin
antagonismos con el poder imperialista. Me explico mejor: a lo largo del siglo XX, lo
criollo se ha construido como una etnicidad ficticia en la que los diversos grupos
humanos que pueblan el Perú deban converger sin mayor conflicto. En este sentido,
146
promover y -en cierto modo- legitimar una división racial del trabajo se ofrece como el
puede conservar sus “privilegios” personales más allá del poder del capital, es preferible
que el Perú siga siendo una república oligárquica de carácter semicolonial en la que el
mundo tradicional andino es explotado bajo el trabajo servil de la tierra. Por ello, las
moderno puesto que bajo un régimen social enteramente capitalista la “viveza” (es
decir, esa forma de transgresión del orden público a través de recursos de carácter
un imaginario en que parte del país se resiste a desarrollar bajo los modelos de
sociedades capitalistas avanzadas, tales como los Estados Unidos o Europa occidental.
peruana y del pasado incaico. Por un lado, el paisaje y recursos naturales son para él los
criolla, los peruanos no podrán alardear del capital que circula en su mercado ni del
configuradas por su propio territorio. Por otro lado, los valses estudiados postulan el
nacional que subsanaría la incapacidad atribuida a los individuos reales del país. El
enorgullece de los sujetos indígenas, ya que para él son tan solo un remedo raquítico de
espiritual de los países altamente industrializados, con los que se siente impotente de
competir.
“maravillas” del mundo creadas por la burguesía mundial, el criollo le opone sus playas,
sus nevados, su mar, su selva, sus incas. No es que no tenga nada: tiene la “riqueza” de
un suelo patrio tocado por la mano de dios. En el fondo, el criollo está librando una
batalla para demostrar su “superioridad natural” respecto del imperialismo. Con ello, el
a la división internacional del trabajo creada por el imperialismo de mediados del siglo
XX en la cual países como el Perú tenían que mantenerse como “semicolonias” bajo un
El criollismo resulta ser así una formación imaginaria precapitalista que intenta
nacional a mediados del siglo pasado. Es, en realidad, el efecto ideológico de una forma
en un momento histórico en el que la feudalidad sostenía todavía parte del tejido social
desarrollo capitalista peruano tan solo como mercancía útil para el crecimiento de un
segmento del mercado interno. Una vez explotado todo el capital de la música criolla,
una vez agotadas las potencialidades del criollismo para “mover” el mercado cultural
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peruano, el capitalismo tuvo que convertir en valor de cambio los productos artísticos
de otras culturas del país. La cultura popular criolla le rindió beneficios a nuestro
capitalismo cuando recién iniciaba su despegue y aún no veía la Lima “chola”, migrante
y andina, como una gran masa de población que introducía nuevas demandas. Con el
paso del tiempo, el mercado siguió diversificándose y relegó a un plano muy secundario
cultural que le dota de sentido pero rechaza cualquier otra etnicidad peruana que no sea
situación ajena para beneficio personal. Intenta defender intereses nacionales pero no
pasa de las fronteras del provincialismo limeño y de la añoranza del orden colonial
vida a los miembros de una sociedad de clases, resta de fuerza moral y psicológica de
cambio a tales sujetos, restringe o incluso priva de las potencialidades que tiene todo
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