Angel Rivireylaagendaposvigotskiana
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Ricardo Baquero
National University of Quilmes
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Cuando aun el 12 de abril del 2000 estaba demasiado cercano, cuando era imposible
proponerse balances exhaustivos y el dolor y la sorpresa eran tanto, aún allí, impulsados por
comenzar de inmediato a rendir el mejor homenaje de que éramos capaces, entendimos que
Angel Rivière nos había dejado uno de los legados más preciosos. Por supuesto, un legado
más que se sumaba al de su cálida y siempre profunda amistad. Ese legado se condensa en
un conjunto de preguntas desvelantes sobre el sentido de lo humano, el problema de la
diversidad, el carácter delicado y complejo de nuestras intervenciones clínicas o educativas.
Un modo de vida que conciliaba siempre - en el intenso y pasional trabajo que desplegó- la
pregunta siempre profunda con el compromiso cotidiano de obrar y de obrar bien.
En lo que sigue intentaremos mostrar cómo varios aspectos de los trabajos de Angel Rivière
pueden leerse como el boceto de una agenda para la psicología del desarrollo,
probablemente en dirección a la formulación de una psicología general. Quisiéramos notar
el hecho de que algunos grandes trazos de esa agenda, pero también algunas de las tesis
locales, están animadas por una discusión más o menos explícita, según el caso, con las
ideas vigotskianas. Probablemente sesgadas por la particular lectura que hacía Angel
Rivière de la obra de Vigotsky.
Vale aclarar también que la relación que Angel Rivière sostuvo durante intensos años de
trabajo, con la comunidad académica y profesional argentina, tanto de psicología como de
educación, tuvo ciertos sesgos particulares. Esperamos en este escrito poder reflejar
algunos de los problemas sobre la psicología del desarrollo y la psicología educacional que
solíamos discutir con pasión con el mismo Angel Rivière. En aras de reflejar tal paisaje
aludiremos, en ocasiones, a la versión desgrabada de un Seminario sobre “Contribuciones
de las teorías del desarrollo” – y a un detallado programa analítico de su módulo que era, en
su opinión, el índice de un libro a escribir -, que Rivière dictó, junto a Alicia Lenzi y quien
escribe estas líneas en la Maestría de Psicología Educacional de la Universidad de Buenos
Aires (cf. Rivière, 1999b). Esto permitirá aludir a ciertas discusiones en torno a su
“cartografía” de funciones psicológicas, que juzgamos central para la discusión que
presentaremos.
1.- El boceto de una agenda de psicología del desarrollo en la obra de Angel Rivière: la
pregunta por el sujeto como pregunta última y primera
Como hemos señalado en otro sitio (Baquero, 2000), puede decirse que la pregunta central
de la obra de Angel Rivière giraba en torno al sujeto como problema último y primero. La
pregunta por el sujeto era formulada, en varios sentidos, como una pregunta dramática.
Dramática en tanto la constitución subjetiva sería un problema de ese cuño, sujeto a
contingencias, a la participación del cachorro humano dentro del drama humano y
dramática, también, en el sentido más vulgar de lo trágico o desvelante. El problema del
autismo, mucho más allá de los desafíos que planteaba para la delimitación de un
diagnóstico, la precisión de su inatrapable etiología o la comprensión de su producción de
tipos y cursos del desarrollo particulares, ponía en jaque, por momentos, la mismidad y
sentido de lo humano. El autismo, por citar el nudo de problemas con que se identificó la
obra de Rivière privilegiadamente, ponía en jaque simultáneamente, y esto es importante
advertirlo, al sujeto y al psicólogo. Ponía en jaque nuestro sentido científico común poco
sensible a lo diverso, nuestra pobre intuición sobre lo humano y su desarrollo.
Es así que, como ocurre en la obra vigotskiana, la delimitación de los problemas básicos del
desarrollo se dibujan sobre la problemática superficie de la diversidad. De modo expreso o
supuesto, los problemas centrales han de atender al problema inherentemente diverso del
desarrollo humano. Sea que esta diversidad aparezca de modo evidente, como veremos,
como efecto complejo de una naturaleza diversa o se encuentre plegada sutilmente,
disimulada al fin para nuestra normalizada mirada, por los efectos homogeneizadores de las
prácticas educativas o de crianza.
La Psicología del desarrollo será entendida como un programa que intenta explicar y
conprender los procesos de constitución subjetiva o de "humanización", atendiendo a lo
antes descripto en el sentido de que debe dar cuenta de la experiencia humana en su
diversidad o, si se quiere, en su duplicidad. Es importante notar que Rivière suscribía la
idea de la necesidad de un abordaje genético en la explicación psicológica, en franca línea
con el pensamiento piagetiano y vigotskiano. Esto sitúa su proyecto, claro está, de modo
diferenciado de un abordaje meramente descriptivo del desarrollo - aunque pudiera
considerarse necesario el abordaje descriptivo como parte o momento de un abordaje
explicativo -.
Remarquemos ciertos aspectos. La psicología del desarrollo, desde una perspectiva genética
debe dar cuenta de los procesos de constitución subjetiva y su devenir, esto es, no da cuenta
del derrotero de un proceso de desarrollo que considera al sujeto como un dato de partida o
previo, sino que debe dar cuenta del problema de la constitución subjetiva misma. Esto
resitúa, por tanto, al problema de la diversidad - o el de los "trastornos" severos del
desarrollo, como el autismo, por ejemplo- como evidencias del carácter diverso de los
mismos procesos de constitución subjetiva y no como meras variantes ocasionales de un
desarrollo de curso único o de un sujeto uniforme.
Uno de los textos donde Rivière ofrece una descripción de los usos de la noción de génesis
y la necesidad de su propio análisis es el de La génesis del lenguaje (cf. Rivière, 1992a).
Como se sabe, uno de los campos que daba identidad a su trabajo era el de la
psicolingüística. Podría afirmarse que el estudio del desarrollo del lenguaje fue el terreno
donde Rivière encuentra una de las fuentes más sutiles y penetrantes de abordaje para el
desarrollo en general y para el tratamiento de las competencias mentalistas en particular.
No intentando operar una reducción al desarrollo lingüístico de la variedad de dominios del
psiquismo, sino, de modo diferente, buscando metáforas sugestivas, como en el caso de las
metáforas para la comprensión del carácter "teórico" de las competencias mentalistas o
intentando diferenciar - como veremos de inmediato- tipos de abordaje, dominios y niveles
genéticos, análisis de procesos interactivos, sesgos innatos y factores activantes y
formantes, a la manera de los que podían describirse en el terreno psicolingüístico.
En una segunda instancia, es evidente el esfuerzo por encontrar también mecanismos que
expliquen aspectos centrales de la constitución subjetiva. El problema de la especificidad
de dominios no dibuja un mapa de territorios simétricos y límites convencionales sino, en
todo caso, la dinámica de una arena de lucha donde las tensiones e influencias recíprocas
entre dominios y las comunaridades de sus procesos requieren ser descriptas con cuidado y
analizadas en detalle. Es obvio que, desde esa perspectiva, como en la puja de galos y
romanos del clásico comic, el dominio lingúistico aparece con la naturaleza bifronte de lo
irreductible y potente de la galia más la tendencia a la regulación expansiva de los romanos.
"..la perspectiva psicológica sobre el lenguaje es, en último término, una visión
genética...No se interesa sólo por describir , en su aspecto más externo, las actividades
lingüísticas, ni toma a estas como productos terminados, sino que, en tanto que trata de
explicar el lenguaje, establece explicaciones que siempre consisten en reconstrucciones
genéticas de tales actividades" (Riviére, 1992a:132-133).
Es interesante notar la distinción de niveles genéticos que propone a propósito del abordaje
del desarrollo del lenguaje. A nuestro entender, dada la naturaleza del análisis, el problema
impacta en puntos cruciales de una agenda en psicología del desarrollo. En principio
Rivière distingue tres planos, acepciones o niveles genéticos. Es decir, configuran
acepciones del uso de los conceptos de formación y génesis pero expresan, a su vez, planos
explicativos de un complejo proceso que exige tal esfuerzo analítico. Las acepciones
descriptas por Rivière para estos conceptos son: una acepción microgenética, una acepción
ontogenética y una acepción filogenética.
Vale aclarar que, desde luego, los tres planos implican unidades de tiempo para el análisis
de sus procesos crecientemente extensas. De los milisegundos del análisis microgenético a
los miles de años de la evolución, pasando por los meses o años del desarrollo ontogenético
del lenguaje. Si bien esta descripción inicial puede parecer o excesivamente introductoria o
casi trivial no lo es de cara a cómo se corresponde esta descripción - por momentos
fenoménica- con un tratamiento complejo de la diferenciación y complementariedad de los
niveles y de su abordaje.
Por ejemplo, a juicio de Rivière, como quedó bocetado en la cita anterior, los planos
remiten a objetos conceptuales diferentes: procesos de uso, de desarrollo y de evolución y,
también, a marcos teóricos diferentes: esto implicará, posiblemente, la necesidad de
definición de unidades de análisis diferentes de acuerdo al plano o dominio sobre el que se
trabaje. Debe comprenderse que, extendido este problema más allá del análisis del lenguaje
y su desarrollo, instalado, por ejemplo, en el plano del desarrollo de las competencias
comunicativas en general o de las competencias mentalistas, implica un abordaje
simultáneo en planos que deben interactuar sutilmente en una relojería - discúlpese lo
mecánico de la metáfora- de delicadas interacciones de problemas que atañen a las formas
subsimbólicas de procesamiento, a aspectos "naturales" o sesgos innatos, producto de la
evolución filogenética, o a sistemas activantes o formantes producto del funcionamiento
intersubjetivo en la ontogénesis, que origina formas simbólicas de regulación psicológica
(cf. Rivière, 1999a)
En suma, el análisis de la misma noción de génesis dibuja puntos centrales de una agenda
en psicología del desarrollo. En principio plantea como problemática la forma de
comprender las interacciones entre factores formantes y activantes con sus variaciones a lo
largo del desarrollo. Condensa esto, como se comprenderá, un amplio conjunto de
problemas relativos al menos a:
Rivière propone la distinción entre funciones psicológicas Tipo 1, Tipo, 2, Tipo 3 y Tipo 4.
Para una primer aproximación, las dos primeras se asemejan a los Procesos Psicológicos
Elementales de Vigotsky mientras que las Tipo 3 y 4 aluden, en rasgos generales, a los
procesos superiores rudimentarios y avanzados, respectivamente. Es importante advertir
que Rivière no acuerda con la denominación vigotskiana, por el hecho de que connota que
los procesos "elementales", que a su juicio tuvieron un tratamiento insuficiente en la obra
de Vigotsky y demasiado ligado a la actividad refleja, poseerían poca complejidad, cuando
desde su posición debería enfatizarse, por el contrario, su carácter complejo - incluso, ya,
desde el punto de vista computacional (cf. Rivière, 1999b).
A su vez, creía Rivière que la distinción entre las funciones Tipo 3 y 4 es decir, las
superiores rudimentarias y avanzadas, no estaba suficientemente tematizada en la obra
vigotskiana. Sin embargo, destacará que los aspectos centrales que definen la lógica del
desarrollo ontogenético –como intersección del desarrollo natural y cultural- en Vigotsky,
dibujan criterios adecuados para nuestra discusión actual sobre el desarrollo y para el
diseño de un mapa, de una cartografía, de las funciones psicológicas. Es bueno advertir, a
su vez, que la nominación –poco imaginativa según la propia autoironía de Rivière- de 1, 2,
3 y 4, auxilia a dejar en suspenso aunque también, sin embargo, a insinuar, el problema de
establecer cierta relación genética entre los tipos de funciones, pero amortiguando su
posible interpretación jerárquica, en el sentido de la complejidad o el potencial adaptativo
creciente o, más sensiblemente, el problema de la diversidad y la necesidad de adoptar, por
momentos, una perspectiva no lineal - no estrictamente secuencial- del desarrollo. El
autismo, como se verá, presentará, en tal sentido, un desafío a las intuiciones habituales
sobre la homogeneidad o exclusividad de los procesos responsables de la constitución de
cada tipo de función.
Condicionamiento genético
Susceptibilidad a la influencia interactiva
Especificidad de especie
Antigüedad filogenética
Eficiencia de cómputo
Carácter simbólico o no de las representaciones con que operan
Carácter “modular”
Exigencia atencional
Dependencia de la conciencia
Modo de desarrollo: procedural-procedural; procedural-declarativo; declarativo-
procedural
Dependencia cultural
Es interesante notar que Riviére sospecha que debe entenderse su enorme eficiencia de
cómputo en el debate sobre el carácter modular, o mejor, de tendencia a la modularización
–probablemente en un sentido más próximo al de Karmiloff-Smith que al clásico de Fodor-
y a la posible explicación conexionista y a un procesamiento sub-simbólico. Es decir,
probablemente la explicación de la constitución y desarrollo de las funciones Tipo 1 y 2
plantee problemas específicos a la explicación ontogenética, en el marco de la concepción
genética ya apuntada. En clave vigotskiana, según la descripción del mismo Rivière,
estaríamos en la interfase del remate de la evolución filogenética y las condiciones de
constitución de las funciones “humanizantes” en sentido estricto, es decir, las Tipo 3.
Aunque como veremos, este límite es por momentos difuso resulta analíticamente
importante.
En este sentido, las funciones tipo 1 y 2 tienen propiedades específicas en el hombre, pero
no es privativo del hombre poseer este tipo de funciones. Es decir, a diferencia de las
funciones tipo 3 y 4 –como el habla, sobre todo expresando funciones declarativas, como se
verá, y la multiplicación matemática- que muestran un carácter crecientemente exclusivo de
lo humano, las funciones tipo 1 y 2, en tanto tales, poseen análogos en otras especies.
Aunque sea muy probable que no resulten idénticas a las formas humanas, la percepción de
brillos o colores, como la constancia de objeto, han de ser funciones que tengan su
expresión específica, a su vez, en predadores como el tigre (solía bromear Rivière: “un tigre
sin noción de objeto permanente tiene menos futuro como tigre que un ciego como espía”).
En suma, los procesos tipo 1 –y en cierta forma los tipo 2- resultan “muy subterráneos, muy
eficaces, muy rápidos, extremadamente automáticos, ... no tenemos ninguna consciencia de
ellos” (cf. Rivière, 1999b). Ambos implican una prescripción genética específica, pero su
“grado de detalle” parece ser menos dependiente de las interacciones con el ambiente en las
tipo 1 y algo mayor en las tipo 2, aunque en ninguno de los dos casos cobran relevancia las
interacciones sociales, salvo como activantes de procesos que no forman.
En tal sentido, como veremos luego, la explicación de los procesos de constitución de las
funciones Tipo 3 y 4 implican explicaciones específicas, necesariamente compatibles con
las que dan cuenta de las funciones Tipo 1 y 2, ya que estos resultan su condición de
posibilidad y también forman parte del funcionamiento psicológico a lo largo de todo el
desarrollo. Valen en tal sentido dos aclaraciones importantes. Por una parte, Rivière destaca
que estos tipos de funciones no se expresan en una secuencia evolutiva eliminativa, es
decir, de modo análogo con lo que sucede con los Procesos Elementales en Vigotsky, las
funciones Tipo 1 y 2 no se transforman en 3 y 4, sino que poseen su propio curso evolutivo
y trabajarán en forma simultánea con los otros procesos en formas que el desarrollo
ontogenético irá definiendo. En segundo lugar, los modos de adquisición de las funciones,
de modo análogo al planteo de Karmiloff-Smith (Karmiloff-Smith, 1994), y también a los
orígenes disímiles de las formas avanzadas con respecto a las rudimentarias en Vigotsky,
poseen lógicas diferentes. Por ejemplo, es posible describir, en términos de Karmiloff-
Smith, la posibilidad de redescripción de funciones en un nivel procedural, con lo que la
articulación entre procedimientos –si bien implica “explicitación” en el sentido de “sacar
paréntesis”- no requiere toma de consciencia ni aspectos declarativos. Sin embargo, el
proceso de redescripción implicará la posibilidad de redescribir en formatos conscientes y
declarativos. También es factible la secuencia inversa, originándose conocimientos en un
formato verbal, es decir, adquiridos en forma declarativa y luego conformando, también,
aspectos procedurales. La secuencia de lo declarativo a lo procedural es típica de la
producción discursiva escolar y de su impacto consiguiente en el desarrollo, en al
constitución de funciones avanzadas o tipo 4.
“...el propio diseño filogenético de una ‘especie cultural’ implica la posesión de ciertos
rasgos y principios universales del funcionamiento cognitivo. (De Vega, 1985), como un
alto nivel de elaboración de las representaciones, unos supuestos de economía cognitiva,
ciertos sesgos de preferencia por la información social y, muy especialmente, un gran
desarrollo de un sistema de procesamiento de naturaleza global e ‘isotrópica’, liberado de
las restricciones de los sistemas más modulares, y capaz de dar cuenta de la influencia
masiva de los procesos top down en las funciones de conocimiento y las pautas de
desarrollo y aprendizaje de nuestra especie. El problema reside, por tanto, en determinar
hasta dónde llegan las limitaciones y estructuras determinadas por la filogénesis, y hasta
qué punto las formas de un origen más cultural” (cf. Rivière, 1987:95)
Es interesante advertir la lectura propuesta por Angel Rivière de la teoría vigotskiana con
respecto a esta temática. En su texto La Psicología de Vygotsky (cf. Rivière, 1983 y
también, Rivière, 1987), propone que debe entenderse a la actividad instrumental y la
interacción social como unidades de análisis para explicar el desarrollo de los procesos
psicológicos superiores, es decir, de aquellos que resultan idiosincráticos del hombre. Es
bueno recordar que esta definición de unidades de análisis tiene consecuencias importantes
tanto en la interpretación de la teoría vigotskiana como en la propia formulación de varios
aspectos de la posición de Rivière sobre el desarrollo de las competencias comunicativas y
de la propia actividad intersubjetiva.
Los procesos de trabajo, siguiendo por ejemplo a Marx, implican o suponen un carácter
doblemente mediado. Mediado precisamente por el uso de herramientas y por las relaciones
sociales del trabajo. Sólo el trabajo humano en su carácter doblemente mediado explica la
variación drástica de las formas adaptativas del hombre y, finalmente, de la propia
constitución subjetiva humana. Además, claro, explican las formas conscientes y
voluntarias de regulación de la actividad, ya que el trabajo humano aparece, en la propia
obra de Marx, como expresión de una voluntad humana diferenciándose de las acciones
instintivas desplegadas por otras especies.
Rivière destaca entonces, como señalamos, que en la obra Vigotskiana debe entenderse
como unidad de análisis fundante del psiquismo superior –de aquél originado socialmente,
específico del hombre y que supone uso de signos y cierto grado de control consciente y
voluntario en algún momento de su constitución- a la actividad instrumental y la
interacción social. Destaca luego una aguda observación que se desprende del tratamiento
que otorga Vigotsky a los procesos de interiorización que explicarían esta constitución de
los Procesos Superiores (cf. Vigotsky, 1988). Rivière refiere puntualmente al conocido
pasaje de Vigotsky relativo a cómo el intento de asir se constituye en gesto de señalar,
debido al efecto que el intento provoca en los demás, quienes atribuyen al niño una
intención –la de tomar el objeto- y acuden en su auxilio. De tal modo el intento por tomar el
objeto debido a la significación atribuida por los adultos, pasa a impactar sobre sus
comportamientos cobrando un valor semiótico: el valor, al fin, de una herramienta
psicológica. La observación de Rivière apuntará a destacar el vínculo genético entre
actividad instrumental y actividad semiótica que queda bocetado:
"Ahora bien, antes de ser medios de actividad interna, los signos son mediaciones externas,
instrumentos brindados por el medio cultural del niño. Y en la obra de Vygotski está
prefigurada (aunque no desarrollada) la idea de que como mediaciones externas (antes de
interiorizarse) los signos son desarrollos ontogenéticos de la propia conducta
instrumental, cuando esta se realiza en situaciones interpersonales. Si no, no podría
entenderse el bello ejemplo que emplea Vygotski para ilustrar las relaciones entre conducta
instrumental y signos: el desarrollo del gesto de señalar" (cf. Rivière, 1985:43, cursiva en el
original)
Es decir, aparece en boceto, a su juicio, la intuición de que la actividad semiótica se
constituye en contextos intersubjetivos y enhebrada a la propia actividad instrumental. Es
decir, la actividad instrumental en contextos intersubjetivos podrá cobrar valor semiótico,
eficacia semiótica o comunicativa, al verse paradojalmente suspendida su eficacia material
instrumental y al ser significado su comportamiento en contextos intersubjetivos.
Aquí aparece el nudo central de cómo, a nuestro juicio, aparece delimitado el problema de
las unidades de análisis en los trabajos de Rivière. Como se comprenderá no se trata de que
acuerde con el detalle de la tesis vigotskiana sino con el recorte de aspectos que resultan
pertinentes para su comprensión y con la insinuación de una pista genética que le parece
crucial para la comprensión del surgimiento de la actividad semiótica, incluida su
especificidad humana.
Sin embargo, es claro que Rivière no está siguiendo el detalle del boceto vigotskiano.
Recuérdese su discusión a propósito de las investigaciones que intentaron vincular la
actividad de tipo instrumental si se quiere, con la producción de protodeclarativos o
protoimperativos. El ejemplo vigotskiano parece relativo a la producción de un pointing
con función proto-imperativa, es decir, el señalamiento pide, exige, que se le aproxime o de
un objeto dado. Aunque fenoménicamente sea similar es crucial distinguir esta producción
de protoimperativos de la producción de protodeclarativos. En este caso, el señalar, como
se sabe, persigue el objetivo de la atención conjunta o, más profundamente, busca compartir
la experiencia. En cierto modo y siguiendo a Werner y Kaplan los protodeclarativos incluso
resultarían genéticamente vinculados con el palpar/contemplar por el tacto, los objetos, más
que por el hecho de asirlos (cf. Rivière y Español, 2001 )..
2) Señalan, también, la existencia, en los procesos de desarrollo, sobre todo de los que
explican la constitución de las funciones Tipo 3 - y, obviamente, las Tipo 4- de una alta
dependencia o susceptibilidad interactiva. Es decir, aunque los procesos no sean reducibles
a influencias culturales muestran un carácter altamente dependiente de las interacciones
sociales, a diferencia de las funciones Tipo 1 y 2, como se vio.
Es decir, lo que es interesante advertir, es que, al margen de la compleja discusión sobre las
diversas variantes en que pueden comprenderse los sesgos innatos, - como el problema de
la especificidad de dominios, las competencias de partida y, aun, las características de la
arquitectura cognitiva en sus niveles microgenéticos y en la actividad subsimbólica de las
redes, etc.- siempre ha de presumir Rivière la "puesta a punto" - o no, claro, como en los
trastornos profundos del desarrollo -, de un cachorro cuyas posibilidades de constitución
subjetiva en sentido estricto, de humanización según los términos de Rivière, se emplazan
en situaciones de interacción social y actividad instrumental y semiótica.
Esto es, no hay sujeto -ni cultura, sea dicho de paso- sin habla, sin sofisticadas
competencias de actividad instrumental recursiva, sin competencias también sofisticadas y
recursivas de atribución intencional (cf. Rivière, 1999a). Claro que las culturas encarnarán
variantes importantes en la concreción de estas competencias, en la asignación de valores,
en el desarrollo de una semántica a los verbos mentalistas o de creencias, en las diversas
formas que ha asumido en la historia la propia actividad instrumental y cooperativa o
competitiva humana. Sin embargo, estas funciones, que expresan el remate de la evolución
filogenética, pero también las condiciones de posibilidad del desarrollo ontogenético
humano, culturalmente situado, son en principio universales.
"El desarrollo , específico del hombre, de las capacidades instrumentales de orden superior
(hacer unos instrumentos con otros) implica por ejemplo la evolución de motivaciones de
análisis de o de interés "desinteresado" por los objetos en general que subyacen a funciones
comunicativas ostensivas o declarativas, y estas a su vez se realizan a través de un tipo muy
especial de mediadores o instrumentos que son los símbolos" (cf. Rivière, 1999: 7)
Puede ser de interés recordar los niveles de suspensión planteados por Rivière (cf. Rivière,
1999a, Rivière y Español, 2001; Rivière y Sotillo, 1999). Aunque sacrificando muchos
matices y límites más difusos y sutiles que los que admite una tabla, puede advertirse en la
sugerida (cf. Tabla 1) cómo operan los mecanismos semióticos por suspensión habilitando,
a juicio de Rivière, en diversos planos competencias comunicativas, capacidad de
simbolización, de producir ficción, de metaforizar, etc.
intensionalidad
La idea central del modelo de suspensión es, según palabras de Rivière, que:
"...un aspecto central del desarrollo de las competencias de crear significantes en el niño
consiste en la elaboración progresiva de niveles de suspensión , cada vez más complejos y
poderosos, que permiten construir representaciones y simulaciones que van implicando, a
lo largo del desarrollo, posibilidades crecientes de: 1- referencia semiótica, 2- autonomía
funcional del plano de los significantes y 3- expresividad de los sistemas de representación.
Frente a los modelos meramente 'internalistas', que tienden a 'meter la representación
dentro de la cabeza', el nuevo enfoque que desarrollamos parte de la observación de que las
primeras formas de suspensión se producen en la acción misma de los niños con el objetivo
de crear significantes interpretables" (cf. Rivière, 1999:32).
Vale la pena detenerse en el hecho de que si bien aparecen marcas específicas de lo humano
ya en la producción de protodeclarativos - que asignan al cachorro humano cierta capacidad
de atribución empática de subjetividad -, se destaca el carácter propiamente humano del
segundo nivel de suspensión. Es importante notar que aparece en Rivière enunciado este
carácter específico asociado a la naturaleza cultural e intersubjetiva de la situación de
producción simbólica. Este carácter define la situación tanto porque la acción que se
suspenderá y cuya eficacia pasa del plano instrumental físico al semiótico es, enfatiza
Rivière, una actividad cultural, como por el hecho de que la misma producción de
simbolización - de símbolos enactivos en este caso- está culturalmente motivada.
El proceso en tanto semiótico y, particularmente, por su carácter ahora simbólico - esto es,
de remitir a objetos ausentes haciendo uso de significantes diferenciados del referente,
aunque idiosincráticos y 'motivados', como en Piaget - requiere tanto de la capacidad de
suspensión por parte del sujeto - que es en su origen natural, en el sentido de reconstruible
en la filogénesis y ciertos procesos de semiosis animal, según Rivière- como de
atribuciones de sentido por parte de otros. Como señala Español, esta aproximación de
Rivière funde las concepciones sobre signo vigotskiana y piagetiana y, tal vez, pero
fundamentalmente en su caracterización de las primeras formas sígnicas - aún no
simbólicas- lo pusiera en sintonía con una concepción de signo a la Peirce (cf. Español,
2001).
Cuando Rivière caracteriza los procesos psicológicos tipo 3, entendidos como un formateo
cultural de aquellos en buena medida prescriptos o fuertemente sesgados por la herencia
filogenética - como los tipo 1 y 2, ya vistos- apunta, como dijimos, a estos procesos de
constitución subjetiva, que representarían una suerte de universales culturales o , lo que es
lo mismo, de universales en los procesos de subjetivación.
Según las síntesis sugeridas por Rivière (cf. Rivière, 1999b) podrían señalarse entonces las
siguientes características de las funciones tipo 3:
Dependencia interactiva
Especificidad de especie
Producto del formateo cultural de la mente humana
Universalidad
Aprendizaje implícito
Aprendizaje procedural-declarativo: el modelo RR de K-Smith
Reflejan eficiencia en el desarrollo
Implican intersubjetividad secundaria y procesos de análisis de la acción humana
Suponen un contexto afectivo-emocional inherente a las situaciones de adquisición
No está demás recordar nuevamente que, como en el marco vigotskiano, existe en Rivière
una preocupación deliberada por mostrar tanto las continuidades evolutivas de las formas
que adquieren la funciones psicológicas humanas en relación a otras especies, como sus
puntos de ruptura. De tal modo debe recordarse cómo Rivière obviamente cree en la
posibilidad de que exista una suerte, por ejemplo, de teoría de la mente en el chimpancé,
pero será, verosímilmente, una teoría de la mente chimpancé. Lo mismo valdría para el
desarrollo de las formas comunicativas o el juego (cf. Rivière, 1999a; Rivière y Nuñez,
1996).
Debe advertirse que este problema delinea el de la delimitación de las funciones tipo 4,
aquellas que - como los procesos avanzados en la cartografía vigotskiana- resultan el efecto
de prácticas históricas y culturales específicas, como las que promueven la escolarización.
Pero también delimita el problema, como adelantáramos, de la diversidad en los procesos
de constitución de las funciones tipo 3 y con ello de la subjetivación, al menos en casos
desvelantes como el autismo o los trastornos profundos del desarrollo. Nótese que Rivière
enfatiza el hecho de que las funciones tipo 3 se adquieren centralmente mediante formas de
aprendizaje incidental, en buena medida implícito, que progresan de lo procedural hacia lo
declarativo, probablemente según la lógica de la “redescripción representacional” de
Karmiloff-Smith, (cf. Karmiloff-Smith, 1994).
Sin embargo, las condiciones de constitución de las funciones tipo 4 implican una demanda
de trabajo cognitivo mayor y diferente. El caso del autismo presenta la particularidad de
obligar, en muchas ocasiones, a constituir las funciones tipo 3 mediante formas explícitas,
sistemáticas y deliberadas, como si se tratara de formas tipo 4. Para usar un análogo, poco
feliz sin duda, los procesos de crianza deben ordenarse con formas que suelen ser típicas de
la enseñanza explícita y sistemática como la escolar (cf. Rivière, 1998; 2001)
Vale resaltar, cómo encontraba Rivière íntimamente ligados estos procesos de constitución
de las funciones tipo 3 con el tono afectivo-emocional de los encuentros intersubjetivos.
Lejos de tratarse sólo de una co-construcción cognitiva, la constitución de las funciones
tipo 3 se emparenta fuertemente con los progresos de la intersubjetividad y supone algo de
lo que los partidarios de los modelos simulacionistas en teoría de la mente consideran una
suerte de punto de partida indispensable aunque, claro, problemático (cf. Rivière, 1999).
Esto es, los procesos de atribución mentalista parecen requerir cierta empatía y cierta
posibilidad de acceso –desde un problemático punto de vista del yo en primera persona- al
propio mundo mental y desde este al de otro. Es decir, la premisa de que los demás poseen
mundos mentales como el propio hablaría de una suerte de participación –en el sentido de
ser parte, no de tomar parte- en una comunidad histórica. Una vez más, de lo que se trata
no es tanto de que Rivière comparta la solución simulacionista como de que reconoce que
allí existe un problema importante, generalmente desatendido por los modelos de “teoría de
la teoría” y, en líneas generales, marcando un límite duro a los paradigmas centrales de la
psicología cognitiva - que habrían al fin eludido el problema de la psicología en primera
persona -, como complejamente intentó mostrar Rivière en su Objetos con mente (cf.
Rivière, 1991).
En un artículo de 1983 titulado Porqué fracasan tan poco los niños en la escuela?, Rivière
dejaba formulada una inquietud nada inocente por cierto. Por una parte, porque invitaba a
reflexionar sobre el carácter del aprendizaje escolar, sobre todo desde el punto de vista de la
demanda de trabajo cognitivo que implica, pero, aún más allá, señalando el carácter en
cierta forma idiosincrático de las prácticas escolares y denunciaba, de hecho, nuestras
lecturas al fin naturalizadas acerca del fracaso escolar y sus razones. Esto es, debe
comprenderse el carácter histórica y culturalmente específico de las prácticas escolares o, si
se quiere, de la propia modernidad y de su intento de extender y difundir los valores y
creencias de una “episteme moderna”, como solía denominarla Rivière (cf. Rivière, 2000 ).
No debería asombrarnos que los niños suelan mostrar reparos a la hora de apropiarse de
marcos explicativos o sistemas notacionales o de representación abstractos, que suelen ser
contraintuitivos y requerir de una seria y constante persistencia de trabajo intelectual
regulado según cierto régimen, y para cuya adquisición están previstos tiempos y recursos
limitados y condiciones, convengamos, opinables. No debe olvidarse, nos recuerda Rivière,
que buena parte de los saberes a enseñar han sido el producto de hombres particularmente
geniales y cuyas ideas fueron muchas veces no comprendidas - e incluso combatidas- por
sus contemporáneos adultos, claro. Es decir, la episteme moderna resulta el efecto de un
largo, trabajoso y muchas veces sacrificado proceso histórico. En cierta forma, el desarrollo
ontogenético de constitución de las funciones tipo 4, - que parecen expresar en buena
medida el espíritu de las formas de pensamiento valoradas por la modernidad y difundidas
por la escuela- posee características similares: esto es, requiere procesos de largo plazo, de
alto trabajo intelectual consciente y voluntario y de revisión de los procesos tipo 3 – o si se
quiere, como en el caso de el acceso a la escritura o a las formas científicas de
conceptualización, requieren “revisar” nuestras formas de habla y de conceptualización
intuitiva o cotidiana.
Se comprenderá que estamos ahora en el terreno de las modalidades diversas que pueden
adoptar los procesos de desarrollo subjetivo en contextos culturales e históricos específicos.
Es decir, como adelantáramos, el desarrollo de las funciones tipo 4 no plantea el problema
de las condiciones universales de subjetivación –como era el caso de las funciones tipo 3-
sino que despliega, en su amplitud, el problema del carácter cultural dependiente del
desarrollo psicológico más allá del problema de la constitución subjetiva “básica”, o ,en
cierto modo también incluyéndolo. Sin embargo, aun cuando es claro que los procesos de
crianza pueden mostrar un amplio rango de variantes y por tanto ser sensiblemente
dependientes de la cultura, parecen producir funciones psicológicas que expresan ciertos
aspectos universales de la cultura y subjetividad humanas. Nuevamente es necesario
recordar que esto no implica identidad alguna en los valores, sesgos o sentidos concretos
que las culturas pueden asignar o producir en ellos o en el proceso de su adquisición.
Lo que sucede es que, analizado el problema del desarrollo de las funciones tipo 3 en forma
retroactiva, - es decir, a partir de que la constitución de los procesos tipo 4- muestran su
carácter posible a partir de los tipo 3, pero a su vez contingente, en relación a la experiencia
histórica o cultural específica- aparece claro el problema de la diversidad, como inherente a
ambos procesos. Como vimos, la universalidad relativa de las funciones tipo 3, sitúan las
condiciones de posibilidad de la subjetividad misma y es en tal sentido donde la diversidad
pareciera encontrar su límite, a riesgo de poner en jaque la subjetividad misma, como
desafía el autismo.
Veamos las características que, a juicio de Rivière, (cf. Rivière, 1999b) presentan las
Funciones Tipo 4:
Como se advertirá, aparecen aquí tratados varios problemas centrales, en línea con lo que
venimos presentando desde el inicio del capítulo:
1.- Por una parte, vuelve a quedar expresada la idea de que la dotación biológica sitúa
condiciones de posibilidad para el desarrollo de las funciones más sofisticadas, pero no
define este desarrollo como tal. De modo más central, aún, el "modelo final" del desarrollo
no expresa ninguna teleología natural y admite, como se verá, ser culturalmente definido.
2.- Es decir, segunda cuestión, la cultura, o mejor, - siguiendo con el problema de la unidad
de análisis ya presentado- la actividad intersubjetiva semióticamente mediada en contextos
particulares, opera como un factor decididamente formante de las funciones tipo 4
4.- En nuestra cultura occidental y moderna, las prácticas de escolarización parecen ser las
destinadas a la promoción de estas funciones. Vale reflexionar sobre el hecho de que –al
margen del problema didáctico y su crítica- forma parte inherente del dispositivo escolar el
posicionamiento del alumno en vínculos asimétricos –asimetría que, en cierta forma,
instituye la misma posición de alumno, en tanto posición de infante (cf. Baquero y
Narodowski, 1993)- y en habituales procesos de trabajo que tienen como objeto el dominio
y apropiación de instrumentos simbólicos especializados –como el lenguaje científico,
matemático, etc.- y, todo ello, a través de sofisticados procesos discursivos con
regularidades bastante idiosincráticas. Es decir, varios de los aspectos señalados por Rivière
como constitutivos de las funciones tipo 4, son descripciones de la naturaleza de la
actividad de enseñanza-aprendizaje escolar, al menos cuando logra relativo éxito o dibuja la
demanda que provocará el "fracaso" de los niños.
5.- La tesis anterior, en verdad, especifica - o expresa el caso concreto de las condiciones de
la cultura moderna -, de la afirmación, al fin, de que los procesos educativos, en sentido
amplio –como la crianza- y los escolares, en sentido estricto, guardan entonces, como en el
modelo vigotskiano, una relación de inherencia con los procesos de desarrollo psicológico
(cf. Rivière, 2000; Baquero, 1996). Es decir, la educación no queda relegada sólo a un set
de factores activantes,- aunque puede ocupar este sitio en el desarrollo de algunos procesos
- sino que, como se dijo, ocupa el lugar de un factor formante crítico en la constitución de
las funciones tipo 4.
6.- Por último, queda planteado, en términos duros, el problema de la dirección de los
procesos de desarrollo, el de sus “vectores”, como solía plantear Rivière. Pero es claro,
también, que la distinción entre funciones tipo 3 y 4, conserva los problemas de la
distinción vigotskiana entre procesos superiores rudimentarios y avanzados. Como ha
señalado Wertsch, la delimitación de funciones diferenciadas con su propia explicación
genética, permite contemplar el componente de heterogeneidad de la constitución de los
procesos psicológicos (cf. Wertsch, 1991). Heterogeneidad importante ya que deberíamos
advertir que no sólo expresa el problema de la diversidad entre sujetos y culturas, sino la
co-existencia en un mismo sujeto de procesos psicológicos de distinto tipo y origen. Pero,
por otra parte, como se verá en el punto siguiente, cuando señalamos que la distinción de
Rivière conserva el sesgo "evolutivo" vigotskiano, aludimos a que la génesis de las
funciones tipo 4 - como los procesos superiores de tipo avanzado en Vigotsky- implicarían
un progreso adaptativo, es decir, inaugurarían funciones psicológicas, a juicio de los
autores, jerárquicamente superiores (cf. Wertsch, 1991).
Por tanto un primer foco del problema puede encontrarse en la diversidad en los procesos
de constitución subjetiva, en el desarrollo de las funciones tipo 3, como efecto posible de
una diversidad "natural", aunque, como hemos mostrado, esto no opera en el nivel de una
sustancia con atributos "patológicos" sino como un polo - de una relación intersubjetiva- de
características particulares o "atípicas" para una población, pero cuyo efecto debe leerse en
su participación en una situación. Esto es, como señalamos, y como ilustró Rivière a
propósito del autismo un efecto que se instala en la actividad intersubjetiva misma,
obturándola para nuestras prácticas de crianza habituales (Rivière, 1998, 2001)
Sobre este último punto vale la pena detenerse. En verdad constituye una articulación entre
los dos focos del problema de la diversidad, el que se instala entonces en la encrucijada de
los procesos naturales y culturales. Es posible que quien posea más familiaridad con los
trabajos de Angel Rivière relativos a la adquisición del lenguaje, el desarrollo de las
competencias mentalistas, el autismo, - o su atracción y crítica, también, por los planteos de
Leslie sobre el problema de la intensionalidad (con "s") y la modularidad aparente de la
organización de las competencias mentalistas -, pueda verse sorprendido de un Rivière, - en
el plano ahora de la descripción del desarrollo ontogenético "de largo plazo" y enhebrado a
las prácticas educativas- cercano a posiciones de tipo vigotskiano o neo-vigtoskiano.
Lo que importa recordar aquí es, entonces, que la población de alumnos "comunes" o niños
"normales" - en este caso de acuerdo a nuestras formas de crianza habituales- no es una
población homogénea. Los ritmos, estilos, gustos, humores, personalidades, tipos de
inteligencia, o el parámetro que se quiera tomar, son siempre diversos, lo que sucede es que
no los trabajamos habitualmente como diferencias - aunque nos traiga altos costos para la
significatividad o sentido de los aprendizajes, de la motivación, etc.- por la sencilla razón
de que no alteran profundamente nuestra estadística expectativa gaussiana de rendimientos
escolares "normales" de una población dada. En tal sentido, como queda en evidencia en el
marco vigotskiano, no debe olvidarse que es la población el objeto/meta/blanco estratégico
al que apuntan las prácticas de escolarización. Un efecto que han generado las políticas y
debates en torno a la integración de niños con "necesidades especiales" - al margen de los
desiguales destinos de sus concreciones efectivas o de las dificultades para un debate
teórico profundo sobre sus fundamentos y efectos impensados posibles- ha sido el de poner
de relieve el límite siempre político de la inclusión posible, ya que es claro que el formato
escolar puede flexibilizarse de modos variados y , al hacerlo, dibuja otro mapa de fronteras
acerca de qué es entonces una necesidad "especial" (cf. Skliar, 1999).
Rivière sugiere varias pistas para pensar ahora, desde la perspectiva de la diferencia, las
relaciones entre desarrollo natural y cultural. Cuál figura caracterizaría mejor las relaciones
entre naturaleza y cultura? Parece haber en Rivière la idea de armonías construidas
trabajosamente sobre la base de una larga lucha. Nuevamente aparece la figura
vigotskiana, crítica de la visión de una aparente convergencia natural entre el desarrollo
"normal" y las prácticas educativas diseñadas por la cultura. En verdad, sugería Vigotsky,
la imagen más acertada es la de una lucha entre naturaleza y cultura, sólo que, como
también afirmará Rivière, las prácticas de escolarización, por ejemplo, como ya henos
señalado, al apuntar a una población, apuntan a un "biotipo" standard al que se acomodan
(cf. Vigotsky, 1995; Baquero, 1997). No hay por tanto armonía natural entre este "biotipo
normal" y la educación, sino búsqueda activa por parte de la cultura de impactar
masivamente sobre el desarrollo natural de los sujetos habida cuenta de sus características
más frecuentes y sus condiciones de educabilidad/gobernabilidad.
Claro está que, si algo hemos aprendido del problema de las diferencias es que ameritan
tratamientos diferentes - tal vez, sea dicho de paso, este haya sido un punto no siempre
advertido por las políticas o el imaginario acerca de los beneficios supuestos que siempre
acarrearían a todas las diferencias la integración (cf. Rivière, 2001). En tal sentido, no es
bueno abusar de la tesis del carácter inherentemente diverso del desarrollo, disimulando allí
las diferencias que se plantean entre los juegos de identidades que instauran las diferencias
culturales con la delicada y dramática situación que genera, por ejemplo, el desarrollo - la
subjetivación al fin- de un niño autista.
En este foco ahora, el que sienta una diferencia a partir de particularidades del desarrollo
natural, es que encontramos en Rivière un nuevo juego de diferencias. Tal vez podamos
hablar de tres imágenes que operan como paradigmas - en un sentido figurado- de la
naturaleza del desarrollo diverso, según sus grados diferentes de "dispersión", de
constitución diferenciada.
Por una parte, podríamos hablar del paradigma de la ceguera. La ceguera plantea
diversidad en los medios del desarrollo psicológico, pero también ilusiona con la
posibilidad de desplegar recursos y estrategias específicos que permitan al sujeto ciego
acceder a formas equivalentes, en términos de funcionalidad social, al de los videntes. El
caso paradigmático aquí lo constituiría el alfabeto Braille permitiendo un acceso a la
cultura escrita por medios alternativos. En suma, la ceguera, esquematizando la cuestión,
plantea la ilusión relativa de acceso a ciertas metas o funciones homogéneas por medios o
vías diferentes. En tal sentido, el proceso de desarrollo, buena parte de sus mecanismos, la
organización funcional interna, etc. puede resultar diferente, pero el resultado del proceso
de desarrollo sería relativamente homogéneo, al menos en términos de equivalencia relativa
de ciertas funciones sociales (cf. Rosa y Ochaita, 1993).
Por último, podríamos proponer al paradigma del autismo. Aquí encarna fuertemente la
tesis ya trabajada sobre los efectos de la actividad intersubjetiva mediada semióticamente
sobre la constitución subjetiva misma. Si se quiere, el paradigma de la ceguera, como
ocurría en Vigotsky, podía ilusionar con la generación de herramientas alternativas que
permitieran el acceso a metas similares. Incluso la sordera, aun cuando en los abordajes
clásicos parece poner en jaque al funcionamiento intersubjetivo por la alta vulnerabilidad
de la comunicación, el acceso a un lenguaje elaborado y las posibilidades de apropiación de
ciertas formas de pensamiento, parece poder minimizarse a través del desarrollo de formas
de lenguaje alternativas o vías alternativas de acceso a la comprensión del habla. Sin
embargo, el autismo, en esta suerte de degradee de compromiso del funcionamiento
intersubjetivo, está situado en su punto más crítico.
Se comprenderá, por lo tanto, que la tesis sobre la génesis de la subjetividad en el
funcionamiento intersubjetivo y simbólico, tiene un carácter dramático en la obra de
Rivière, porque parece implicar - y lo implica de hecho por momentos -, que la constitución
subjetiva, la propia humanización, aparece puesta en jaque en los trastornos severos o
profundos del desarrollo, como el autismo (cf. Rivière, 2001). Justamente, si el autismo
consiste en un trastorno profundo del desarrollo es precisamente porque compromete los
modos usuales de constitución subjetiva y, probablemente, ponga en jaque nuestras
prácticas habituales de crianza y educación. Es decir, si bien el origen del cuadro deba
buscarse en los abismos del funcionamiento neural, en las limitaciones en la posibilidad de
atribución intencional, en las dificultades habituales de participar activamente en procesos
intersubjetivos semióticamente regulados , en la imposibilidad de suspender los sentidos
literales de conductas, acciones, palabras, etc., lo que es cierto, es que muestran un cachorro
diferente al habitual ante los que las figuras de crianza - y hasta los profesionales luego en
muchos casos- se sienten desarmados.
Como sugiere en algunos pasajes Rivière, es allí, en los problemas que enfrentamos para
"subjetivar" al niño autista donde termina de configurarse el cuadro. Aunque parezca un
comentario menor o poético, debe tomarse muy en serio la idea de Rivière de que el
autismo es en el fondo un problema de la relación. Es un caso extremo de diversidad - tal
vez natural- que nos obliga a revisar nuestra relativa universalidad en las prácticas de
crianza. Es, como afirmarían Vigotsky y Rivière, un tipo diferente de niño. Lo que pone en
jaque, claro, no es sólo el problema de nuestras prácticas habituales sino el profundo
problema del sentido de estar en el mundo y el de las valoraciones explícitas o implícitas
que ordenan nuestras expectativas sobre los niños y su desarrollo deseable.
De un modo más dramático, visto desde cierta perspectiva, pero radicalmente opuesto al
paradigma de la mirada normalizadora, se trataría del reconocimiento de una diferencia en
cierta forma irreductible y cuya articulación con el juego de diferencias de los demás
sujetos se hace imprescindible e inaugura la posibilidad de una experiencia radicalmente
diferente. Plantea Rivière:
"A la larga, muchos padres y hermanos de personas autistas llegan a darse cuenta de que la
convivencia con ellas puede ser muy satisfactoria y gratificante. En muchos aspectos, tanto
o más que la convivencia entre las personas llamadas "normales" (pues los autistas tienen
sus peculiares 'virtudes': en general no mienten ni tienen malas intenciones. Son mucho
menos complicados y entrevesados que los normales. Poseen una conmovedora ingenuidad,
y su afecto es directo, nunca fingido)." (cf. Rivière, 2001:99)
Con mucha pasión Rivière se pregunta sobre el problema ético que legitima la educación y
la clínica. En el caso del autismo el sentido que ordena la intervención no es el de la
normalización de los sujetos, no es el de la reducción de su diferencia, sino el intento de
trocar el horror posible de la experiencia interna del autismo en la angustia tramitable de la
existencia humana vulgar en su diversidad: en suma, la reducción del sufrimiento. Los
objetivos, en cierto modo medios de lograrlo, son al fin la búsqueda de un enriquecimiento
de la experiencia subjetiva, la búsqueda de sentidos o, al fin, como recordaba el paradojal
(para Angel Riviere) Bettelheim, algo que revele que la vida merece la pena ser vivida.
"No hay dos psicologías, una para los ciegos y otra para los videntes, sino una sola, que
tiene que ser capaz de explicar las diferentes formas de desarrollo y de experiencia humana
(...) La pasión es ciega, se dice tradicionalmente en nuestro lenguaje. También lo es la
razón casi siempre y, como demuestra claramente este libro, esas cegueras, como las otras,
no deben ser consideradas como defectos sino más bien como formas alternativas de la
experiencia humana" (Rivière, 1993: XIII/XIV)
Nota.
Buena parte de lo aquí expuesto fue motivo de trabajo en el Seminario que dicté en la
Universidad de Morelos, en Cuernavaca, sobre “Desarrollo y educación en la obra de Angel
Rivière: un diálogo con las ideas vigotskianas” en el contexto del Symposium en Homenaje
a Angel Rivière, sobre Tópicos en Psicología Cognitiva, Teoría de la Mente y Autismo,
desarrollado en abril del 2001. Muchas de las discusiones aquí presentadas muestran la
huella de observaciones siempre agudas y motivantes de colegas como Enrique Alvarez
Alcántara, Cristina Erausquin y José A Castorina. Debo agradecer especialmente las
generosas y agudas observaciones hechas al presente escrito por Silvia Español. También
expresa este capítulo fértiles discusiones que hemos mantenido con colegas y amigos como
Juan Antonio Huertas y Alberto Rosa. Quiero especialmente destacar, sin embargo, mi
agradecimiento por las siempre oportunas observaciones y fértiles discusiones de mi colega
y amigo Ricardo Rosas cuya amistad ha sido una de las tantas cosas placenteras que nos
dejó Angel Rivière.
Referencias bibliográficas
Baquero, R. (2000) De La caza del Snark al misterio de las sirenas: Angel Rivière y el mar de
la diversidad, Novedades Educativas, Año 12, N 115, 36, julio del 2000.
Rivière, A. (1983) Porqué fracasan tan poco los niños?. Cuadernos de pedagogía,
103/104, Julio-Agosto.
Rivière, A. (1985) La psicología de Vigotsky, Madrid:Visor.
Wertsch J. (1985) Vygotsky and the social formation of mind, Cambridge:Harvard University
Press.}
Wertsch, J. (1991) Voices of the Mind. The sociocultural approach to mediated action,
Cambridge:Harvard University Press, (hay versión española: Voces de la mente. Un
enfoque socio-cultural para el estudio de la acción mediada, Madrid:Visor, 1993)