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SÍNTESIS DOCTRINAL (Para meditar con los padres y los niños durante la celebración
del Credo).
Creo en Dios
Padre
Al designar a Dios con el nombre de Padre reconocemos que Dios es origen de todo,
es autoridad y bondad amorosa para con sus hijos. Cuida de nosotros y se adelanta a
nuestras necesidades con su providencia. Al revelarse como Padre se sirve de la
experiencia humana de los padres que son los primeros representantes de Dios para
el hombre, pero, al mismo tiempo, trasciende esa experiencia ya que nadie es Padre
como Dios lo es. Su ternura paternal es de padre y madre ya que Dios no tiene sexo,
no es ni varón ni mujer, es Dios. Jesús nos revela a Dios como Padre en un sentido
nuevo: no sólo como creador, sino también como el eternamente Padre con relación a
él, su Hijo único. Los hombres estamos llamados a ser hijos adoptivos del Padre y
tener una relación íntima y confiada, como niños pequeños en brazos de su madre.
(Cf. Sal 130)
Todopoderoso
Su omnipotencia es universal: Dios, que ha creado todo, rige todo con su poder y lo
puede todo ya que nada es imposible para Dios. Su omnipotencia es amorosa porque
con su poder transforma todo para el bien de los que ama y es misteriosa porque sólo
la fe puede descubrirla cuando parece que Dios no es tan poderoso o es impotente
ante la presencia del mal en el mundo. Su poder se manifiesta en vencer el pecado,
gracias a la muerte y resurrección de su Hijo, en perdonarnos, darnos su amistad por
la gracia y en sacar de lo que es malo un bien para el hombre.
Dios Padre es creador de todo lo que existe: Dios crea por sabiduría y amor, crea de la
nada un mundo ordenado y bueno; Dios está presente en la creación: la cuida y la
mantiene con su providencia.
3. Que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa
María Virgen.
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Este es el milagro: Jesucristo fue concebido en el seno virginal de María por obra y
gracia del Espíritu Santo. María es verdaderamente Madre de Dios porque es madre
de Jesús, la segunda persona de la Santísima Trinidad, que es Dios mismo.
Jesús vivió entre los hombres, anunciando a todos la Buena Noticia de la salvación y
predicando el reino de Dios. Él nos reveló que Dios es Padre y que nos ama y nos
enseñó, con su vida y con sus palabras, a amar a Dios y a nuestros hermanos.
Muchos hombres no comprendieron el mensaje de amor de Jesús y, en tiempos del
gobernador Poncio Pilato, lo condenaron a morir. Jesús ofreció su vida en la cruz por
nosotros, para que el Padre nos perdone los pecados y nos dé la vida de Hijos de
Dios.
“Jesucristo descendió a los infiernos” quiere decir que murió realmente y que con su
muerte a vencido la muerte y al diablo. Jesucristo muerto, descendió al lugar de los
muertos, para anunciarles a ellos también la salvación y para abrirles las puertas del
cielo.
Dios Padre resucitó a Jesús, por la fuerza del Espíritu Santo, y le dio vida para
siempre. La muerte y la resurrección de Jesús es el misterio central de nuestra fe, es la
Pascua del cristiano, que da sentido a nuestra vida: Cristo resucitado vence para
siempre la muerte y el pecado.
Cuando llegue el fin del mundo, Jesucristo volverá glorioso a instaurar el reino de Dios
para siempre. Ese día, cada uno será juzgado según sus obras.
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nos comunicamos los bienes de la salvación, intercediendo unos por otros. A esto se
llama Comunión de los Santos.
El Bautismo es el primer sacramento que perdona los pecados (el pecado original);
nos une a Cristo muerto y resucitado y nos da el Espíritu Santo. Pero Cristo quiso dejar
a su Iglesia el poder de perdonar los pecados cometidos después del Bautismo. La
Iglesia ejerce este poder a través del sacramento de la Reconciliación.
Por la muerte, el alma se separa del cuerpo, pero en la resurrección, Dios devolverá la
vida para siempre a nuestro cuerpo (será un cuerpo distinto, incorruptible,
transformado) reuniéndolo con nuestra alma.
Cristo resucitó y vive para siempre, por eso nosotros también resucitaremos en el
último día.
Dios quiere salvarnos del pecado y darnos la vida eterna. La vida eterna comienza ya
en este mundo, si estamos unidos a Cristo y a nuestros hermanos, si nos amamos
entre nosotros y amamos a Dios.
Si creemos en el amor de Dios y morimos en su amistad, Dios nos hará vivir junto a él
para siempre en el cielo, donde seremos felices definitivamente.
Si morimos en la gracia de Dios, pero imperfectamente purificados, tendremos que
purificarnos en el purgatorio después de la muerte, a fin de poder obtener la santidad
necesaria para entrar en el cielo.
El infierno es la triste y lamentable realidad de la muerte eterna. Es estar separados
para siempre de Dios, alejados de la vida y la felicidad para la que fuimos creados.
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