Amigo - Qué Significa Comer
Amigo - Qué Significa Comer
Amigo - Qué Significa Comer
125
canal respiratorio. Pero lo cierto es que la alimentación, un hecho
absolutamente primordial, sin el cual la supervivencia del bebe huma-
no sería de muy poco tiempo, depende de cómo el Otro se dirija a él,
ya que el bebe se encuentra allí absolutamente carente de una orien-
tación instintiva.
Siendo un hecho de raigambre psicoanalítica profundísima, un
hecho fundador de la entrada del niño a las relaciones con el Otro, el
trastorno de la alimentación es un hecho del que nadie ha carecido, es
un epifenómeno potencial de cualquier estructura clínica. Cualquier
estructura clínica puede estar acompañada, además, por un trastorno de
la alimentación. Las estructuras clínicas se definen por el modo de
relación en que ese sujeto especificó su lugar en relación al Otro.
Como la alimentación está relacionada al modo primordial de ingreso
del Otro en la conformación del sujeto, casi toda estructura clínica
puede y suele tener un eating disorder -tal como la llaman los
americanos, que tabulan todo-, un desorden alimentario.
Quien haya frecuentado los hospitales psiquiátricos Moyano o
Borda, habrá visto a los grandes psicóticos, por ejemplo, en estado de
caquexia, de una delgadez extrema. Entonces, a veces van las cámaras
de televisión y dicen que el estado no los alimenta, lo cual a veces es
cierto -sin duda hay falencias gravísimas del cuidado estatal de los
enfermos hospitalizados. Pero además, el gran psicótico tiene
problemas en la alimentación por que está lesionado gravemente su
vínculo con el Otro. Sería milagroso que comiera normalmente.
Entonces hay eating disorder como epifenómeno de la psicosis,
así como hay trastorno alimentario como epifen6meno de cualquier
vida humana. Por cierto, cuando uno está triste o alegre, come más o
menos, puede estar excedido de peso o muy delgado. Por lo tanto, el
trastorno de la alimentación se puede añadir -como epifenómeno- a
cualquier estructura clínica, y de por sí no constituye estructura clínica
alguna.
Con esta salvedad, uno podría preguntarse por qué tanta gente
habla como de algo específico cuando se refiere al eating disorder.
¿Será una cuestión de los medios de comunicación que hablan del
asunto porque está de moda? En efecto, hay algo inflado por lo medios,
pero no creo que sea sólo eso. Freud afirmaba que cuando algo
adquiere un nombre eso significa que está señalando una especificidad,
que
126
con los nombres no se juega. Respetaré el hecho de que por algo tanta
gente habla-de anorexias y bulimias como de una entidad diferencial
tal que podría ser, no sólo epifenómeno de otra estructura, sino algo
que merezca que nos detengamos a averiguar qué especificidad posee.
Voy a hacer una pequeña introducción del eating disorder en la
neurosis, porque frente al exceso de los medios que ven anoréxicas y
bulimicas en todos lados, muchas veces un grupo de analistas -no sin
razón- despacha la cuestión afirmando taxativamente que se trata
siempre de un síntoma histérico, que es simplemente histeria. Podría
ser, pero me voy a detener a ver si podemos especificar qué hace que a
algunos eating disorders en particular sean muy difíciles de tomar bajo
la exclusiva égida de la histeria.
Recordemos aquello que Freud llamaba "la infección psíquica".
El daba el ejemplo de un internado de señoritas donde una recibe una
carta de su novio que le anuncia que la abandona, dado lo cual ella cae
en crisis. Al tiempo el resto de las internadas, en masa, hacen la misma
crisis. Freud afirma que ha entrado en escena esa peculiar capacidad
histérica de imitar la situación del otro.
En la misma línea, desde luego, hay algunas histéricas que, como
ahora conocen que está de moda el eating disorder, simulan (y no
estoy de ninguna manera imputando mala fe) un eating disorder.
"Simulan" no significa que manipulen, se trata sólo de una manera de
presentarse al Otro estando a la moda, munida de esos rasgos que son
el último grito de la moda. La histérica busca un eje identificatorio,
desesperadamente. Hoy día, un eje identificatorio posible, para ser
parte del grupo de mujeres, es padecer un eating disorder.
Admitimos, pues, que hay en algunos trastornos alimentarios
histéricos, tomando eje identificatorio en ese fenómeno. Pero así como
la chica -del ejemplo de Freud del internado- que recibió la carta no
estaba simulando el ataque, sino que tenía un ataque porque le había
pasado algo real-la había abandonado realmente el novio- así podemos
tener también cuidado clínico de ver qué muchacha (o muchacho, digo
muchacha porque es trastorno que se da más en la mujer, después
veremos por qué) está haciendo un semblant de eating disorder, a la
vista del Otro, para ser amable al otro, porque está de moda; y cuál está
recibiendo la carta, es decir está respondiendo con su trastorno
alimentario a algo real que le está pasando.
127
Existe el célebre caso de las brujas de Salem. En la ciudad
americana de Salem, a fines del siglo pasado, hubo una serie de perso-
nas, específicamente mujeres, que padecieron crisis de locura demo-
níaca, de posesión demoníaca. Hubo algunas mujeres que tenían algo
que podríamos llamar "locura" y se creían poseídas por el demonio;
eran personas que estaban gravemente enfermas. Luego, hubo un
tendal de histéricas que simulaban estar poseídas por el demonio. (2).
Es de notar la diferencia: algunas padecían la crisis demoníaca,
un episodio "loco", grave, del cual no las podían sacar, y luego había
un tendal de histéricas que imitaban la posesión demoníaca. Como es
sabido, los métodos coercitivos sociales hicieron que quemasen a
todas, poseídas demoníacas e histéricas. Lo cierto es que esto pasó y en
los anales registrados del caso de Salem se puede ver la diferencia
entre unas y otras.
Se debe intentar establecer la diferencia entre estas dos situa-
ciones posibles, ahora en el campo de los problemas con la alimen-
tación. Podría decirse así: Hay algunos casos -y voy a tratar de decir
cuáles- de bulimias y anorexias veras no psicóticas, no perversas, no
histéricas. Y hay otros casos en que una histérica torna eje identifi-
catorio en el trastorno bulímico y anoréxico. Lo planteo como hipó-
tesis. Antes de pasar a ver qué puede dar la clave de si alguien padece
una bulimia o anorexia vera, o si está haciendo eje identificatorio por
histeria-ante lo cual no digo que simulen ni que mientan, ni que no
haya que tomar en serio, pero reviste sin dudas otra gravedad, otra
coloratura clínica-, voy a referirme a qué es comer.
128
necesita esto; todos los demás tienen un reflejo que los hace llegar
motrizmente al alimento sin necesidad de ningún Otro que esté
dispuesto a hacerlo.
Una madre alimenta a su hijo porque ese hijo -dijo Freud, en una
de esas geniales fundaciones del psicoanálisis- representa el órgano de
goce del que la madre carece. Eso no está mal, ni se trata del caso de
una madre perversa, ni malévola. Una madre que pone empeño en la
crianza de su hijo lo hace porque significa a ese niño como
procurándole el trozo de goce que su falta de pene le hace anhelar. Uno
podría decir entonces que criar a un chico es una maniobra
masturbatoria, una maldad. Freud -en "El malestar en la cultura"- dice
que es una importante función civilizadora de la madre, dado que si la
madre no integrara, no incorporara al niño al orden del erotismo,
¿quién lo haría? Esa es una función de la madre.
La madre ya da el pecho significando un goce; significando,
porque da el pecho a un ser al que le propone la palabra. Una madre le
habla a su bebe, ¿por qué? Aunque éste obviamente no entienda nada,
le habla porque es una madre good enough, como decía Winnicott. Yo
no lo traduzco como "suficientemente buena" porque eso da a la madre
la angustia de tener que ser "suficientemente buena". Prefiero traducir
good enough por "apenas buena", dado que lo que pide Winnicott de
una madre es que sea "apenas buena".
Una madre "apenas buena" apuesta a que ese pedacito de carne
que tiene "upa" vaya a ser un sujeto; como apuesta a que sea un suje-
to le da el pecho y le habla. Es decir que el goce alimentario en una
madre “buena" está acompañado de la pulsión invocante, no es sólo
pulsión oral; el goce alimentario ya está acompañado por la vecto-
rialización del goce de la palabra.
Tal como dice Héctor Yankelevich, la madre debe de ser pasca-
liana, una madre good enough es pascaliana. Recuerden la apuesta de
Pascal, es la apuesta que hace cuando le preguntan si Dios existe o no.
Pascal es un hombre del siglo de las luces, es un racionalista, no puede
hablar sólo de fe, ha puede responder en términos místicos. Pascal
contesta que apuesta que existe porque de esta manera habrá una
ganancia ética y la idea de una trascendencia que guíe nuestros actos.
Según él, es mejor apostar a esa existencia. (3)
Una madre "apenas buena” le habla a su chico, le da el pecho
129
pero también le habla. Esa pascalización prepara un sujeto y vecto-
rializa -con la leche- la palabra. Entonces, lo “oral” de comer y lo
“oral” de –digamos- “examen oral”, unen la comida al hecho de hablar.
Freud llamó esta primera fonematización -en que la madre
apuesta al bebe como parlétre la simbolización primordial-, fort-da,
que es el régimen de la palabra. Uno habla haciendo pausas. Instaura el
goce con fragmentos de palabra y el pecho es la primera experiencia
del niño del fort-da.
Hay una disputa entre los pediatras (que me causa gracia, pero no
porque no haya pasado la angustia con mis hijos sobre cómo darles el
pecho) respecto de cada cuánto dar el pecho, "a libre demanda" o "cada
tres horas". Si a un chico no se lo integra a un ritmo -no a la fuerza,
pendiente del reloj-, si no se le ofrece un fort-da, en principio, en la
experiencia del ritmo de la succión del pecho, no se vectorializa con el
pecho la alternancia de los fonemas. Dar el pecho cada tres horas es un
modo precario, un modo como cualquier otro, de decir que el chico no
tiene la boca tapada con la teta todo el día.
Me ha pasado, en los análisis que conduzco, pedirles expresa-
mente a las mujeres embarazadas que se analizan que vinieran inme-
diatamente después de parir, porque en las semanas que siguen al parto
se establece la primera simbolización del chico. Pueden venir con el
bebe, con el moisés, con alguien que se quede con el niño en la sala de
espera, pero prefiero que vengan. Me ha pasado poder ayudar a madres
neuróticas, digamos normales, a sacar al bebe de la teta, dado que, por
angustia de que no le falte nada, no podían descolgarlo del pecho, con
lo cual daban un alimento que no llevaba los fonemas que parten el
goce en segmentos.
Entonces una madre good enough da la leche con la palabra y
también da la leche con la mirada, pone en el acto de lactancia la luz
narcisista de la mirada, adelanta y pascaliniza al niño en una imago de
buena forma -que es muy anterior al espejo- que la madre va
preparando para devolver después. Por lo tanto, una madre good
enough da de comer leche, pulsión oral; palabra, pulsión invocante;
mirada, pulsión escópica. Lo hace sosteniendo muscularmente al niño
en su abrazo, pulsión anal. Es decir que da de comer una intrincación
pulsional, nunca una pulsión sola.
130
¿Qué puede querer decir Tánatos en la pulsión? Les doy un
indicador clínico: un modo en que se deja ver Tánatos en la pulsión, es
por ejemplo aquella situación clínica donde se ve actuar una pulsión
sola, no mezclada con las otras. Cuando la comida es sólo comida,
entonces es tanática; si una madre diera de comer sólo leche -con el
bebe colgado de la teta- estaría vectorializando un goce mortal, no
escandido por el significante ni bañado por la mirada. La pulsión
erótica se diferencia de la tanática en el punto en que la pulsión erótica
está intrincada con otras pulsiones; mientras que un plano de Tánatos
pulsiona1 es una pulsión aislada.
La comida, el primer plano de la comida, que es la comida
materna, va a estar marcada por el modo en que la madre intrinque las
pulsiones cuando dé el pecho. Se tratará de experiencias funda-
cionales del acto de comer. Ya la madre pasa la ley de la palabra y la
1ey de la escena en el modo en que alimenta a su bebe recién nacido.
Freud en el "Proyecto ..." habla de la primera experiencia de
satisfacción ésa que el niño vuelve a repetir porque no alcanza, en las
experiencias ulteriores, una identidad con aquélla. Esto ya indica que el
pecho ha tenido que ser separado de la boca para que el niño pueda
establecer diferencia entre la segunda vez y la primera, para que haya
seriación en la experiencia. Para que se historice lo oral, para que no
sea un puro goce -mudo como muda es la pulsión de muerte-, tiene que
haber ausencia y presencia -fort da-, alternancia. Y tiene que haber
mirada y cuidado de la escena, sino no se constituir siquiera como
experiencia de satisfacción. Entonces, ya en el modo en que la madre
da el pecho se puede ver lo que va a ser un posible futuro eating
disorder.
131
solo hecho de hablar no podemos realizar la relación incestuosa. Pero
la ley del padre dona al sujeto una marca que lo orienta en esa impo-
sibilidad. No es lo mismo tener una marca del padre que no tenerla,
para orientarse en lo imposible del goce materno.
¿Cómo mitifica Freud la entrada de la ley en el sujeto? Los
hermanos tenían un padre ur, terrible, acaparador de todo el goce,
padre mítico de toda historia humana -transindividual, más allá de la
historia individual-, un padre gozador que se quedaba con todas las
mujeres, que impedía a los varones tener cualquier clase de goce
sexual. Él podía con todas, para él no había ninguna clase de prohi-
bición. Los hermanos se juntan, conspiran contra esta figura y dicen
"basta". Lo asesinan y luego cada uno quiere ser el padre terrible, hasta
que se dan cuenta que sí no hacen un pacto van a volver a matarse unos
a otros permanentemente. ¿Qué pactan los hermanos? Que van a matar
al padre y luego comérselo, incorporando en el banquete totémico un
fragmento de la ley. Luego de incorporada la fuerza del padre, que es
la ley por la boca -incorporada pues canibalísticamente-, ésta va a
actuar indicándole a cada hermano con qué mujeres puede tener
genitalidad y con cuáles no. La ley del padre va a regular cuánto goce
puede tener cada hermano. Freud hace pasar el ingreso de esta norma
por la comida. (4)
El banquete totémico de ninguna manera es una comilona, es el
prototipo de toda comida social. Es un ritual solemne, sometido a
reglas. Es un ritual donde se come en el acto mismo en que se esta
suscribiendo un pacto, es un ritual donde lo que se traga es un segmen-
to de la ley; es un ritual donde se incorpora, no un goce, sino un límite
al goce. En el banquete totémico hay reglas sobre qué se dice, qué se
come, dónde se sienta cada uno, es estrictamente lo más lejano de lo
que se puede imaginar de la comilona de la bulímica. Ésta es un acto
secreto, furtivo, sin reglas, se come crudo, cocido, mezclado, sin orden,
sin ley, sin palabras, sin escena, sin lazo social, (5)
Entonces, el psicoanálisis en su fundación lantea-la-comida del
lado materno y plantea también el banquete totémico como modo de
recordar que se come al padre bajo ley.
Voy a ir a otro banquete, que creo junta las dos vertientes. Se
trata de un texto hermoso, un pilar de la cultura occidental, El banque-
te de Platón. (6)
132
¡Todavía otro banquete! Es de subrayar cuánto la comida está
inmersa en la civilización. Veamos cómo plantea Platón la ocasión de
su banquete. Resulta que Agatón había ganado un concurso literario
muy importante, le habían dado un premio como mejor poeta, por lo
cual lo agasajarán con un banquete. Allí va a haber comida, bebida,
una tocadora de flauta, y un grupo muy selecto de amigos va a hacer el
elogio de Eros.
En este banquete, los invitados no sólo van a comer -y lo harán
porque rehusarse a comer sería una descortesía (en la anoréxica, no
comer no es la solución, el verdadero problema es comer sujeto a
reglas)-, sino que mientras se come se hace el elogio a Eros. Se come,
pero hay pausa y escansión porque también se habla. Es un banquete,
hay solemnidad, hay ritual, cuidado de la escena, cuidado de la
vestimenta, de la limpieza, de la forma.
El banquete de Platón es una obra cumbre de la cultura occi-
dental, y su autor elige como escenario que le conviene, una escena
que muestra qué puede ser comer regladamente. Nunca va a ser comi-
da furtiva, nunca va a ser clandestina, nunca va a ser tragada; siempre
va a ser con reglas, siempre va a ser en una escena social -la más
humilde, el desayuno en la casa.
El hecho de comer es algo que puede aparecer en la juntura de
los complejos materno y paterno teniendo un residuo del goce primario
de comer mezclado con la ley de la palabra -se come; se habla, se
come. Y se cuida la escena, hay un cuidado escópico: dónde nos
sentamos, cómo nos vestimos, cómo nos manejamos en los modales.
Entonces se come, se mira, se come. Este modo de comer podría
llamarse un modo normativo de comer. Si ingresa la comida junto con
la ley del padre, uno podría decir que en el banquete (llamo banquete a
una comida normativa, el desayuno, la cena cotidiana), el objeto oral se
ha coordinado con la ley del falo. Es decir que el objeto oral está
intrincado con el resto de las pulsiones y está enmarcado por lo que
organiza cualquier escena que es la ley del falo.
134
sin el falo, sin su escena ni su ley, prefieren no comer. Son las histé-
ricas que tienen pendiente anoréxica que son las que se plantan más en
posición de amo.
La pendiente bulímica, por el contrario, opera con una lógica de
"premio consuelo". Si no llega el símbolo fálico, al menos se goza de
morder el pecho materno. En nuestro porteño argot "comérsela" o "no
comérsela” describen con bastante aproximación cada una de estas dos
vertientes. Todo sujeto tiene tendencia a alguna de las dos vertientes: la
anoréxica, más plantada del lado del amo; la bulímica más plantada en
territorio de esclavo del goce de comer, en tanto "premio consuelo".
Para explicarlo brevemente diría que si el eating disorder es uno
más de los muchos recursos de un sujeto, podemos decir que es un
eating disorder histérico. En ese caso se trata de un recurso más que
tiene el sujeto para poner en jaque al Otro, jugando a través de la
comida con su deseo.
Ahora bien, por el contrario, cuando el único recurso que tiene
un sujeto para poner en falta al Otro es no comer o comer y vomitar,
entonces creo que hay eating disorder vero, y que ahí tenemos un real
clínico al que no podemos encasillar en el saco de la histeria sin
cometer una violencia clínica. Por lo tanto, hay casos de trastorno
alimentario que no dependen de la histeria. Intentaremos justificar esta
afirmación recordando cómo se constituye el sujeto en el campo del
Otro.
Para todo sujeto es vital encontrar dónde alojarse en el campo del
Otro. Claro que para encontrar alojamiento tiene que haber un cuarto
disponible. Si uno llega a un hotel en el que no hay lugar, se quedará
afuera. Lo mismo pasa en el Otro. Para encontrar allí un lugar, hay que
haber localizado qué lugar vacante hay en ese campo. Si no se localiza
lo que le falta al Otro, no puede hallarse alojamiento en ese campo. Por
esto tiende a ser de vida o muerte para el sujeto encontrar la falta en el
Otro, porque esa falta demarcará el lugar donde el sujeto va a encontrar
su morada.
135
¿Cómo se encuentra normativamente la falta en el Otro? Si bien
se trata de una ardua, muy ardua elaboración, se puede resumir esta
búsqueda en la pregunta "¿qué me quiere?", "¿qué soy para vos?"
Aquí debemos introducir el peso y la importancia de una fase
fantasmática de valor singular. Hay un tiempo fundacional impres-
cindible, en el que suponemos que el único modo de encontrar una
falta en el Otro es morirnos. Para hacerle falta al Otro fantasea el sujeto
con su propia desaparición. Todo niño, en efecto, en algún momento se
pregunta "¿cuántos van a llorar en el velatorio?" O bien se complace, al
hacérsele patente la falta que su deceso produciría: "Mi madre ...
¡cómo se va a desesperar!". Este fantasma a veces permanece
inconciente pero es imposible que el sujeto no conteste en primer
lugar, como primer objeto que le falta al Otro, con su propia
desaparición, la del sujeto mismo. El fantasma de la propia desapa-
rición es el primer paso de la creación de un fantasma normal. Claro
que al usar el ordinal "primer" estoy ya afirmando que tiene que haber
segundo, tercero, cuarto ...
136
sino que es la de perder el pequeño trocito marcado además con brillo
fálico. Eso es lo que se oferta en el fantasma al Otro, como cubriendo
su falta. Quien ha logrado el armado de un fantasma, cosa fácil de
describir pero larga y difícil de llevar a cabo, el que ha logrado eso,
armó su estructura.
Una histérica juega con el deseo del Otro con montones de
recursos. Como cuenta con un fantasma fundamental, juega con el
primer objeto que se coloca en el marco fantasmático -que es su propia
desaparición- y con muchísimos más.
En cambio, lo que yo llamo anorexia vera se da en el sujeto cuyo
único objeto en juego para movilizar el deseo del Otro, es su propia
desaparición.
Podría objetarse que el suicida también lo hace. Pero a dife-
rencia de éste, que comete un acto relámpago, y esta rapidez testi-
monia que ya ha caducado toda posibilidad de llamado al Otro -la
anoréxica llama al deseo del Otro ofreciendo a la mirada del Otro su
cadaverización .
Cuando un sujeto tiene este modo cadaverizante de presentarse,
como único recurso para hacerle falta a algún Otro, Otro al que de
ninguna otra manera puede poner en falta, entonces va a sostener el
deseo por la vía de forzar a que ese Otro esté permanentemente
vigilante, anhelante, amenazado de que le falte (cuando acabe de
morir) la propia anoréxica.
En la percepción correcta de que se trata, en la anorexia, de un
juego (pero es a muerte) con el deseo del Otro, se fundan quienes
plantean como histérica esta posición. La diferencia con la histérica es
que la anoréxica juega a muerte real el sostén del deseo, mientras que
en la histérica el juego con el deseo del Otro está más de lleno en un
campo que podríamos llamar "lúdico".
El que ha trabajado con anoréxicas veras sabe de la obstinación
de que son capaces, a ellas difícilmente se las doblega. Esta es la
tozudez que las cadenas de los centros concentracionarios de reha-
bilitación intentan mantener a raya. Si se entuba a alguien para
alimentarlo con seguridad, se logrará pasar comida. El problema es que
esto se parece mucho -en verdad demasiado- a la comida tanática
desintrincada de la que hablaba más arriba.
La anoréxica, por las contingencias con su Otro, ha caído en
137
la trampa de creer que sólo con su propia desaparición se sostendrá el
deseo del Otro. Debernos reconocerle a la anoréxica que, en su lucha
sin tregua para mantener vivo un deseo que sin dudas había
desfallecido -sino, ¿por qué tanto esfuerzo para reflotarlo?- logra, en
efecto, mantener la mirada de la familia en vilo. Habitualmente, esta
familia termina por estar continuamente escrutando ese cuerpo que se
cadaveriza.
A diferencia del pasaje al acto suicida que es instantáneo, la
anoréxica comete la hazaña de sostener -en una familia-no deseante- el
deseo vivo y permanentemente sobre ella. Es en ese punto que ella está
emparentada a la posición del amo. Ella impone a muerte la falta en el
Otro, no le importa arriesgar su propia muerte en medio de la
cadaverización.
La anoréxica ha quedado entrampada en la obligación de morir al
no poder -como la histérica- contar con una multiplicidad de objetos
que signifiquen para la vida esa falta del Otro. Ella sólo puede ofertar
un único objeto, que es su propio cuerpo cadaverizante, único objeto
que puede hacer falta a Otro tan difícil de hacer entrar en falta.
La anoréxica, frente al problema de la falta de brillo fálico de la
alimentación, tiene la fuerza "loca" de mantenerse a muerte en ese
plano donde, si no viene con el brillo fálico del amor eso que se ofre-
ce como alimento, si no viene como escena de banquete, como deíc-
tico del deseo, entonces no come. Así es que sostiene el deseo de un
modo paradojal ya que, al perder la carne que contribuye a su encanto
de mujer, no puede entrar en el juego erótico. Una mujer delgada es
linda, pero un cadáver no suscita la elección erótica. Creyendo jugar a
muerte el juego del deseo, la anoréxica no advierte que juega el juego
tanático de la madre. Esa es la trampa del amo: luchando a muerte por
el puro prestigio, termina cumplimentando una vocación de muerte. La
anoréxica logra la muerte en vida de una mujer que no va a suscitar la
erección fálica.
La anoréxica se planta en sostener a todo precio el deseo del Otro
faltándole ella misma en su cuerpo cadavérico.
Al contrario, la bulímica, frente a la falta de brillo fálico de
aquello que le ofrecen para que "se coma" se dirige hacia el goce como
sea, "transa" con un goce sin brillo fálico, y es así que constituye la
138
típica escena bulímica. Típica escena de bulimia vera, no epifenó-
meno de la histeria que se da todos los días, tal como le pasa a cual-
quiera que, por ejemplo, porque esta triste, come.
La bulimia vera se presenta en aquella persona cuyo único modo
de obtener un fragmento de goce, porque está privada de los goces que
da el canal fálico, es."transar” con un goce obsceno y comer una
comida que no participa de las reglas del banquete, Se trata de una
comida clandestina, sin lazo social, sin palabra, sin ningún cuidado de
la escena. Es una comida asqueante, obscena, que no provoca a
posteriori ningún relato. En lugar del relato que la elabore, el modo de
quitarse el objeto obsceno que ha ensuciado el cuerpo, el único modo
que encuentra el bulímico es vomitarlo, es sacarlo de su cuerpo
provocándose un vómito, poniendo por supuesto en riesgo la salud y la
dignidad de su cuerpo.
Habitualmente, la anorexia vera es estable, no se mueve del
plano anoréxico, así como es estable también la bulimia vera. En la
histeria que hace además un eating disorder, en cambio, se suele cons-
tatar una suerte de "ping pong" entre episodios bulímicos y episodios
anoréxicos. He aquí un dato de diferenciación clínica. La alternancia
entre episodios anoréxicos y bulímicos, generalmente se da en la
histeria y denota que el sujeto intenta mantener el deseo intentando de
un lado y otro de la ecuación "deseo - goce" mantener la estructura
deseante del Otro.
139
entero, de su propia desaparición) sin poder avanzar a la parcializa-
ción del objeto.
Para estos casos coincido con la discutida denominación de
clínica en los bordes: Me parece una denominación pertinente, y la
encuadro como atribuible a los fracasos del fantasma. A diferencia de
estos casos, la histérica tiene éxito fantasmático, la histérica tiene su
fantasma constituido.
140
con el cuerpo. Además, no se debe olvidar que el pene y el falo no son
lo mismo, pero justamente, por ser piezas discontinuas es que entran en
relación de articulación (artículus quiere decir justamente parte
discontinua). El significante fálico proviene de una elevación del
órgano al significante, lo que implica, que el varón tiene dónde hacer
pié en su cuerpo propio para llegar al falo. Por el contrario, la mujer
depende muchísimo del don fálico; en principio, del amor del padre (y
no sólo al padre), de que el padre pueda donarle la ilusión de que va a
recibir el falo, bajo la forma del amor del padre y luego de otro varón
que, a su tumo, le dará un niño.
Una mujer depende fundacionalmente de ese tiempo, aunque
puede, a mi juicio, desentenderse del padre más radicalmente que el
varón. Pero no sin haber pasado por el desfiladero de recibir la
convalidación de1 padre-que a veces falta- al derecho que ella debe
disfrutar, de pedir el falo. Que una mujer sienta que el padre le legitima
el derecho de pedirlo, es vivido por una mujer como amor del padre.
Esto no siempre sucede, porque el padre no siempre está a la altura de
legitimar esa demanda. Debe recordarse que el derecho de sujeto de
demandar no significa en absoluto que reciba el objeto que pide. El
amor del padre consiste en acoger al sujeto de la demanda, y no en
responder dando el objeto real imposible de ser dado. Muchas veces
constatamos en la clínica el encuentro fatídico de un padre que por
problemas totalmente propios a su neurosis, denigra o no quiere a su
propia hija. A veces es la madre quien no deja pasar la eficacia de la
función.
Como es el don fálico el que va a posibilitar la introyección del
marco a los objetos de la pulsión, y al enmarcarlos los dignifica, de no
haberlo, se produce fracaso del fantasma. Al no contarse con el
fantasma, el objeto, oral por caso, carecerá de enmarcamiento y de
brillo agalmático.
Si sobrellevó bien los largos y difíciles tiempos del edipo feme-
nino, una mujer puede tener más libertad que un varón, porque, al no
cargar con el órgano que presta el canal habilitante para gozar, puede
adquirir, respecto del goce, una gran ductilidad.
Pero si pasó mal por ese tiempo fundacional, tiene mucha más
chance de quedar adherida, por ejemplo, al objeto oral como fuente de
goce dañino y no objeto de banquete.
141
Época del “padre humillado”
142
acto analítico es el intento de re-armar, de volver a poner a disposi-
ción del sujeto la falta, entrando por cualquiera de las tres cuerdas.
En estos casos de eating disorder veros, así como en cualquier
otro caso de fracaso del fantasma, se "entra" clínicamente con más
eficacia entre lo imaginario y lo real. Eso no quiere decir que no se
hable, pero no se habla descifrando. Se puede hablar construyendo,
hipotetizando, armando historias, si se quiere "explicando", pero eso ya
es usar la palabra de modo que gire entre imaginario y real.
En muchísimos tramos transferenciales se comprueba la perti-
nencia de aquello que Lacan llamó discurso sin palabras, allí donde el
analista se presta en la transferencia a la constitución de tramos
escriturales faltantes.
Estas entradas por cuerda real e imaginaria producen acto
analítico al mismo título que una intervención en cuerda simbólica,
porque en estas entradas, se intentará analíticamente restablecer su
agujero específico.
Más tarde, una vez efectuada la eficacia de estas maniobras,
suelen producirse formaciones del inconciente. En efecto, leer al
comienzo de una cura bajo el modo jeroglífico una frase de una anoré-
xica, resulta muy lindo para presentar en un congreso, no obstante, a la
anoréxica no le hace ningún efecto.
No es que se excluya entrar por lo simbólico: el analista transita
por todos los lugares, pero como la fijación del objeto de goce clava a
éste en el cuerpo (justamente al no estar tomado en la lógica del falo, la
fijación resulta fuera de la palabra), es más útil intentar maniobras
clínicas entre lo real y lo imaginario.
Esta variación de dispositivo no indica que estemos hablando de
psicosis. Sólo indica, ni más ni menos, que al no tratarse de una
neurosis de transferencia, el dispositivo clínico debe ser re-inventado.
Hay modos no psicóticos de estar fuera de la ley. No toda
desviación respecto de la norma es psicótica. Esto vale también para
las alteraciones graves de colocación del objeto oral en un marco
fantasmático.
El problema de la anoréxica y de la bulímica es que sistemá-
ticamente falla en ellas este fantasma.
Necesariamente, estas reflexiones suenan disonantes con la
143
distribución de estructuras que manejamos corrientemente. Esto no
debería acobardamos.
Tal como le advertía el príncipe Hamlet a su incrédulo amigo
Horacio: "Hay algo más en el cielo y en la tierra, Horacio, que lo que
ha soñado tu filosofía".
144
Notas
145