Manual de Seguridad Pública Ciudadana - 230808 - 220806
Manual de Seguridad Pública Ciudadana - 230808 - 220806
Manual de Seguridad Pública Ciudadana - 230808 - 220806
Y CIUDADANA
Vicejefe de Gobierno
Diego Santilli
Jefe de Gabinete
Felipe Miguel
Director
Gabriel Unrein
UNIDAD 1: PÁG. 5
UNIDAD 2: PÁG. 15
UNIDAD 3: PÁG. 25
UNIDAD 4: PÁG. 31
UNIDAD 5: PÁG. 41
UNIDAD 6: PÁG. 55
UNIDAD 7: PÁG. 65
UNIDAD 8: PÁG. 79
Introducción a la Seguridad.
El término “Seguridad” es un vocablo polisémico, es decir que tiene distintos significados según
el contexto.
“Seguridad” es un sustantivo que traduce un estado institucional y/o personal, proviene del latín
securus que, literalmente, quiere decir “sin cuidado”; de sed: sin, aparte, lejos y cura: cuidado,
preocupación1.
■ Minimizar o tener bajo control los estados de incertidumbre, se convirtió en uno de los aspectos
no sólo del desarrollo del Estado, sino del propio sistema político; cuyo progresivo fortaleci-
miento, derivó en la necesidad de institucionalización de las funciones y los responsables de la
seguridad de los Estados.
■ El Estado es la nación jurídicamente organizada, delimitado en un espacio físico, para proteger a
las personas y sus bienes y salvaguardar las instituciones. Estos se convirtieron en los ejes centra-
les para el diseño y construcción de los sistemas de seguridad que cada Estado diseñó de acuerdo
a sus necesidades, a cada contexto y al momento histórico.
1GÓMEZ DE SILVA, Guido: Diccionario etimológico de la lengua española, México, Fondo de Cultura Económica, 1998. p. 632.
2RIZZO ROMANO, Alfredo: Derecho Internacional Público, Argentina, Editorial Plus Ultra, 1994. p. 80.
La seguridad ha sido desde siempre una de las funciones principales de los Estados. Indudablemente,
con la evolución de los Estados autoritarios hacia los Estados democráticos ha ido evolucionando
también el concepto de “seguridad ”.
El concepto de seguridad que se utilizaba hasta hace algunos años, se preocupaba únicamente por
garantizar el orden como una expresión de la fuerza y supremacía del poder del Estado. Hoy en día,
los Estados democráticos promueven modelos policiales acordes con la participación de los habitantes,
bajo el entendimiento de que la protección de los Ciudadanos por parte de los agentes del orden debe
darse en un marco de respeto de la institución, las leyes y los derechos fundamentales.
Así, desde la perspectiva de los derechos humanos, cuando en la actualidad nos referimos a la seguridad no
podemos limitarnos a la lucha contra la delincuencia, sino que también se está refiriendo a cómo crear un
ambiente propicio y adecuado para la convivencia pacífica de las personas. Por ello, el concepto de segu-
ridad debe poner mayor énfasis en el desarrollo de las labores de prevención y control de los factores que
generan violencia e inseguridad, que en tareas meramente represivas o reactivas ante hechos consumados3.
Mientras en los regímenes autoritarios el concepto de seguridad está asimilado al de “seguridad nacional”,
directamente asociado a la seguridad del Estado; en los regímenes democráticos, el concepto de
seguridad frente a situaciones delictivas o violentas se asocia a los conceptos de Seguridad Pública o
Seguridad Ciudadana, los cuales desarrollaremos más adelante.
En el seno de la Comisión4 creada por la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas
constituida por el grupo de expertos gubernamentales designados por Javier Pérez de Cuellar (ex Secretario
General de las Naciones Unidas), definió que “… la seguridad es una condición en la que los Estados o los indi-
viduos consideran que están expuestos en pequeña medida al peligro de un ataque militar; a las penurias económicas,
a la presión política y a la injusticia social. Es un término más relativo que absoluto. Es necesario considerar la
seguridad nacional e internacional como una cuestión de grado; en las circunstancias internacionales actuales no es
factible que las naciones o los individuos alcancen por sus propios medios plena libertad frente a todos los peligros,
aunque mediante cooperación internacional plena sería posible alcanzar ese objetivo”5.
Debe destacarse que se trató de un concepto que incluye dos categorías de análisis diversas:
> La seguridad del Estado.
> La seguridad de los individuos.
Esta definición se analizó en profundidad durante el desarrollo del documento generado por dicha
Comisión, obteniéndose un concepto de seguridad de mayor claridad, con énfasis en la interdepen-
dencia y la multidimensionalidad.
3Presentación del Secretario Ejecutivo de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, ante el Grupo Especial de Trabajo para Preparar la
Primera Reunión de Ministros en Materia de Seguridad Pública de las Américas, Washington DC, 20 de junio de 2008.
4Comisión designada en el marco de lo dispuesto en el párrafo 3 de la Resolución 38/88 de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas.
5UGARTE, José Manuel: Los Conceptos Jurídicos y Políticos de la Seguridad y la Defensa, Buenos Aires, Plus Ultra, 2004, p. 33.
DROMI, Roberto – PAREJO ALFONSO, Luciano: Seguridad pública y derecho administrativo, Madrid, Marcial Pons, 2001, p. 11.
Seguridad Pública.
A nivel nacional el concepto de Seguridad establecido por la Ley de Seguridad Interior se ajustará
como la definición más acabada, sobre la mayoría de las provincias (ya sea por adhesión a esta norma
y/o desde su normativa local), casi de manera taxativa aplicarán: el artículo 2º define a la Seguridad
Interior como “… la situación de hecho basada en el derecho en la cual se encuentran respaldadas la libertad,
la vida y el patrimonio de los habitantes, sus derechos y garantías y la plena vigencia de las instituciones del
sistema representativo, republicano y federal que establece la Constitución Nacional.”
La “Seguridad Pública” se edifica en el moderno derecho administrativo como un valor a alcanzar en
la convivencia social. Por ello, la teoría jurídica construye una relación de ecuaciones de sus comporta-
mientos que deben darse en continuo equilibrio. En tanto que ésta, es el ecuador democrático de dos
polos de confrontación antijurídicas: el abuso del derecho y el abuso del poder. En su mérito, la teoría
jurídica debe desarrollar los límites y las responsabilidades tipificadas ante el desorden individual y el
desvío de la autoridad .
La teoría jurídica administrativa de la “Seguridad Pública” tiene así un contenido propio y específico
que se explicita en:
■ La policía como función y como organización.
■ La policía como limitación y como regulación.
■ El orden constitucional y el orden público como determinantes de la libertad personal.
■ La reserva legal y la reserva administrativa como garantía de las acciones. positivas de la seguridad.
■ El orden constitucional y el orden administrativo como límites de la libertad y de la autoridad.
■ La policía de la seguridad como actuación y como responsabilidad.
■ La acción policial como resguardo de los destinatarios y respeto de los procedimientos objetivos.
■ La acción policial en materias permitidas y con formas reguladas.
■ Las sanciones contravencionales como medida de la responsabilidad.
■ La protección procesal administrativa como medida de la tutela.
Función Policial
Desde la edad antigua hasta el siglo XV: “Policía” designaba el total de las actividades estatales; en la
organización griega de la polis (Ciudad-Estado), el término significaba actividad pública o estatal, o el
ordenamiento jurídico y se mantuvo en esa significación a pesar de la desaparición de la polis.
La Policía es parte de la función administrativa (no es un órgano de la Administración), su objeto es
ejecutar las leyes dictadas a través del poder de policía.
Es así que, si trasladamos esos conceptos a la modernidad, se traduce a la relación entre las personas y a
su vida en una sociedad, nos referimos al orden existente de cada uno de los elementos que constituyen
un sistema. Esto deriva directamente del Poder de Policía al que lo definimos como la facultad del
Estado para limitar los derechos y las libertades individuales, en beneficio de la comunidad.
La palabra “policía” – desde el término “policía de seguridad ”- deriva del idioma francés y su uso
data del siglo XVIII y una de las más importantes de sus instituciones en el Siglo XX, fue la Policía
Nacional. En Inglaterra el Scotland Yard y en España el Cuerpo Nacional de Policía.
La actividad policial es aquella encaminada a limitar los comportamientos individuales en función de
lo que pueda perjudicar al resto de la sociedad, de la manera que mejor puedan contribuir a la buena
convivencia colectiva7.
Únicamente el Estado puede recurrir legítimamente al uso de la fuerza para conseguir mantener ese
orden establecido mediante el recurso del aparato de control social formal del que los cuerpos policia-
les son sólo una parte.
Cualquier Ciudadano puede contribuir o colaborar en el mantenimiento del adecuado “estado de policía”
en su manzana, barrio o población, pero únicamente el Estado es la autoridad con capacidad de ejercer
la actividad de policía. La actividad policial de los Poderes Públicos, y por tanto la actuación de los
agentes de autoridad que constituyen cuerpos policiales, tiene como “finalidad última” el manteni-
miento del orden.
En una sociedad democrática, el mantenimiento del orden debe entenderse como el equilibrio entre
las distintas fuerzas sociales y el establecimiento de cauces de resolución de conflictos inherentes a
toda sociedad compleja.
El objetivo de la policía es la defensa de la Ley y de las normas fundamentales.
Si nos referimos a la “policía” como órgano concreto y no ya como una función, tiene encomendada
una parte de la actividad policial global del Estado. El Estado puede estructurarse políticamente de
manera diversa, pueden existir administraciones, Gobiernos y regímenes políticos diferentes, pero en
todos los casos las limitaciones a la libertad individual para posibilitar la vida en común sólo pueden
ser globalmente administradas por el Estado.
Modelos de Policía
A lo largo de la historia han ido variando los sistemas organizativos, objetivos y estructuras de las
organizaciones policiales. Se suelen agrupar en cinco modelos policiales:
• El modelo tradicional, de principios del siglo XX, se caracterizaba por una Policía informal y
muy permeable a una fuerte influencia externa de grupos de poder económico o grupos de pre-
sión, partidos políticos, religiosos, sindicales o de cualquier tipo que puedan influir en la defini-
ción de esos objetivos. Es decir, la organización policial respondía en función del poder de turno,
de acuerdo a las necesidades en cada momento histórico. Este modelo propiciaba la corrupción
y las desviaciones de poder muy fácilmente.
• El modelo burocrático o militarizado, nace en las décadas de los años cincuenta (1950) y
sesenta (1960), bajo la influencia del modelo anterior, con miras a aislar a la Policía de la influen-
cia política y las luchas partidarias o de los grupos con poder económico. Este modelo se carac-
teriza por su fuerte jerarquía y centralización, sus objetivos los rigen la Ley y los intereses del
Estado; con fuerzas policiales cerradas y aisladas del entorno, en su afán de limitar las influencias
exteriores a fin de evitar distorsiones en el cumplimiento de La Ley.
• El modelo profesional, aparece en la década de los años setenta (1970), manteniendo la rigidez
del modelo anterior, pero buscando capacitar profesionalmente a los policías para que les permi-
ta adaptarse a las necesidades sociales concretas. El talón de Aquiles de este modelo es el peli-
groso poder discrecional del policía, porque el propio profesional define el problema y la manera
de una solución más apropiada, en la mayoría de los casos sin contar con las herramientas reales
para solucionarlos y sin otros aportes externos. En realidad, el poder discrecional está limitado
por las normas, el policía es un agente de la autoridad, sus intervenciones casi siempre deben
derivarse a otros organismos o profesionales, excepto en situaciones de crisis en las que el simple
uso de la fuerza permite restablecer el orden.
• El modelo comunitario, surge entre los años noventa (1990) y principios del dos mil (2000), con el
fracaso del modelo anterior, de la mano de la ola de las sociedades democráticas. La policía tiene que
integrarse a la comunidad, desde lo local o la pequeña Ciudad, detectar los problemas que tiene en cada
caso y adaptar la respuesta a ese entorno. Sin embargo, en la práctica se ha encontrado que dicho mode-
lo también tiene un lado débil, porque difícilmente la Policía defienda a los sectores más débiles, a los
marginados, a los extranjeros, a las minorías, y esto puede generar actitudes xenófobas, racistas y fascistas.
• El modelo mixto, surge hacia mediados de la década del dos mil (2000) aproximadamente, como
producto del cuestionamiento de los modelos anteriores. Se concluye que no hay un estilo de orga-
nización policial ideal, que ésta debe ser flexible y cada respuesta debe ser adaptable a la compleji-
dad social, al entorno. Es decir, que este modelo sería una síntesis de los modelos clásicos.
Es necesario que la policía se organice en equipos de barrio con amplias facultades para tratar con los
problemas cotidianos, la pequeña delincuencia, los conflictos entre particulares e incluso intrafamilia-
res, como así también que tenga capacidad de investigar y descubrir el delito a grandes escalas.
Seguridad Ciudadana.
Para definir el concepto de “Seguridad Ciudadana”, tomaremos como fuente el documento técnico elabo-
rado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) “Conectando las Américas: Socios
para la Prosperidad - Seguridad Ciudadana y Criminalidad Transnacional Organizada” del año 20118.
“La seguridad ciudadana se refiere a un orden ciudadano democrático que elimina las amenazas de la violen-
cia en la población y permite la convivencia segura y pacífica”. Concierne, en esencia, a la tutela efectiva de
una parte del amplio espectro de derechos humanos, especialmente, del derecho a la vida, a la integri-
dad personal y otros derechos inherentes al ámbito más personal (inviolabilidad del domicilio, libertad
de tránsito, disfrute del patrimonio, etc.).
La seguridad ciudadana no debe ser vista exclusivamente como una reducción de los índices de delin-
cuencia, sino como el resultado de una política que se oriente hacia una estrategia integral. Una estra-
tegia que debe incluir la mejora de la calidad de vida de la población, la acción comunitaria para la pre-
vención del delito, una justicia accesible, ágil y eficaz, una educación que se base en valores, en respeto
de la ley y la tolerancia. Este enfoque tiene una serie de implicaciones sustanciales. Al tener su centro
en la noción de amenaza y, de manera implícita, en las de vulnerabilidad y desprotección, la definición
se aparta en algunos aspectos de aquellas concepciones que definen la seguridad ciudadana puramente
en función de la criminalidad y el delito ya que enuncia explícitamente la dualidad objetiva/subjetiva
del concepto de seguridad ciudadana. Esto significa que el problema de la inseguridad se puede dar
tanto en contextos con altos niveles de inseguridad registrada, así como en países donde los registros
de inseguridad y criminalidad sea más baja, aunque la percepción de la misma sea muy elevada.
La seguridad tiene un papel central en la vigencia y tutela de ciertos derechos, por lo que se puede afirmar
que no puede haber seguridad ciudadana sin el efectivo disfrute de aquellos derechos humanos inherentes
al concepto de seguridad humana. A saber, la falta de empleo, la pobreza, la inequidad o la carencia de
libertades, por citar sólo algunos ejemplos, no constituyen violencia o inseguridad por sí mismos, aunque sí
condiciones propicias y amenazas directas a la seguridad y a la convivencia ciudadana en cualquier sociedad.
8PNUD (2011) Conectando las Américas: Socios para la Prosperidad - Seguridad Ciudadana y Criminalidad Transnacional Organizada. Documento
técnico elaborado por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) a solicitud del gobierno de Colombia, país organizador y sede de la
VI Cumbre de las Américas. Pág. 2-3.
En este mismo sentido, el “Informe Regional de Desarrollo Humano 2013-2014 Seguridad Ciudadana
con rostro humano: diagnóstico y propuestas para América Latina”, hace énfasis en la condición de una
ciudadanía activa para garantizar el pleno desarrollo de la Seguridad Ciudadana: “La seguridad ciuda-
dana no es un asunto que competa solamente los ciudadanos que quebrantan la ley o a las víctimas directas del
delito, la violencia o el temor. Es una tarea que demanda la participación y el compromiso de empresarios, aca-
démicos, políticos, líderes de la sociedad civil, movimientos sociales y organizaciones de base. En suma, la segu-
ridad ciudadana concierne a todos los ciudadanos, pues constituye una condición para el desarrollo humano”.9
9 Informe Regional de Desarrollo Humano 2013-2014 Seguridad Ciudadana con rostro humano: diagnóstico y propuestas para América Latina. Páginas
10-11.
El concepto de política pública no puede comprenderse cabalmente sin una referencia concreta a los
derechos humanos. Las políticas públicas tienen como objetivo hacer que estos derechos se concen-
tren en los planos normativo y operativo, así como en las prácticas de las instituciones y los agentes
estatales10.
Es por ello que, las políticas sobre Seguridad deben ser evaluadas desde la perspectiva del respeto y
garantía de los derechos humanos. Por un lado, las obligaciones negativas de abstención y respeto y, por
otro, las obligaciones positivas vinculadas a la adopción de medidas de prevención.
Asimismo, la invocación efectiva de los derechos involucra obligaciones positivas y negativas en cuatro niveles:
Se define por el deber Consisten en impedir Suponen garantizar que Se caracterizan por
del Estado de no injerir, que terceros interfieran, el titular del derecho el deber de desarrollar
obstaculizar o impedir el obstaculicen o impidan acceda al bien cuando condiciones para que
acceso al goce de los el acceso a esos bienes. no puede hacerlo los titulares del derecho
bienes que constituyen por sí mismo. accedan al bien.
el objeto del derecho.
10COMISIÓN INTERAMERICANA DE DERECHOS HUMANOS (OEA): Informe sobre seguridad Ciudadana y Derechos Humanos (Documento 57), 31 de
diciembre de 2009, p. 23.
La Sociedad y el Delito.
vención de las fuerzas del orden. El delincuente podrá sacar partido de la preocupación de respetarse
las formas legales y la impunidad con la que se benefician los delincuentes en algunos delitos es una
consecuencia cuasi - necesaria de la sofisticación del aparato judicial12.
Entonces, cuanto más se aparte un Estado del modelo absolutista y despliegue un andamiaje jurídico com-
plejo, más corre el riesgo de defraudar la exigencia de asegurar la protección absoluta de sus miembros.
Para superar tal contradicción, todos los Ciudadanos deberían ser virtuosos. Sin embargo, dado que
todos los Ciudadanos no son espontáneamente virtuosos, si la virtud no es espontánea y uno se nie-
ga a inculcarla a la fuerza, entonces hay que admitir que la seguridad absoluta de los bienes y de las
personas jamás estará completamente asegurada en un Estado de derecho13.
Acorde a lo señalado, Hobbes nos facilita la comprensión de la paradoja que
presenta la problemática de la seguridad en las sociedades modernas, donde
la demanda de protección por parte de los individuos es infinita y solamente
podría ser satisfecha en un Estado absoluto.
Para entender la paradoja que encierra la seguridad, hay que empezar por hacer
un repaso del pensamiento de Hobbes. El filósofo inglés tiene una visión nega-
tiva de la naturaleza humana. Entiende que el hombre es un “lobo para el hombre”, y un hipotético estado
de naturaleza (un estado sin Gobierno) sería un estado permanente de guerra.
Por ello, siempre según Hobbes, el Estado (el gran Leviatán)14contendrá esta inclinación o disposición
al crimen propia de nuestra condición fraterna -que nos sitúa en una inquietante igualdad- y nos pro-
porcionará paz y seguridad; convirtiendo estos valores en primordiales, por los que debe velar.
Hobbes, defendía así, un Estado fuerte, centralizado, con el poder necesario como para impedir cual-
quier clase de intromisión de los individuos en la propiedad o en la integridad personal.
Sin embargo, debe decirse que la “seguridad” encierra una importante paradoja. Si se la sitúa como
“valor máximo”, termina erosionando y aniquilando los demás valores (libertad, felicidad, igualdad,
justicia) y acaba generando frecuentemente un escenario de infinita inseguridad, de manera que las
medidas que se adoptan para atajarla son, a veces, las que acaban produciendo un máximo de aquello
mismo que se quiere combatir.
Por ello, es oportuno el punto de vista que nos ofrece John Locke (1632-
1704) respecto al Estado, cuyas ideas han sido de gran influencia para la
estructuración de democracias como la estadounidense.
Para empezar, Locke no parte de una visión tan negativa del ser humano -la liber-
tad y la igualdad son consideradas propiedades del estado de naturaleza-, y según
su visión el Estado nace con la clara misión de garantizar la libertad individual;
siendo incluso sometido a vigilancia, para que no se entrometa en los asuntos que sólo al individuo competen.
12CASTEL, Robert. La inseguridad social, Ediciones Manantial, Buenos Aires, 2008, pág. 29.
13Ibídem, Pág. 30.
14El “Leviatán” es una bestia marina del Antiguo Testamento. “Leviatán” es utilizado para hacer referencia a un gran monstruo. Hobbes usó el término
para el título de una de sus obras, “Leviatán”, como sinónimo de un Estado fuerte, centralizado y de gran poder.
Un punto a tener presente es que la seguridad se exige y se brinda en el seno del orden social:
“El orden social es un producto humano o más exactamente una producción humana constante,
realizada por el hombre en el curso de su continua externalización. El orden social no se da
biológicamente ni deriva de datos biológicos.”15
Debe quedar en claro entonces, que la seguridad, al igual que el orden social, son productos de cons-
trucciones culturales del propio hombre. En el mismo sentido, Freud lo expresa en su obra “El malestar
en la cultura”, cuyo tema principal es la contradicción existente entre las exigencias pulsionales natura-
les y las restricciones impuestas por nuestra propia cultura.
Se considera control social a todos aquellos métodos que la sociedad utiliza para asegurar que sus
miembros respondan al orden social dominante. Entonces lo fundamental para llevarlo a cabo,
15BERGER, Peter y Thomas LUCKMANN. La construcción social. Ed. Amorrortu, Buenos Aires, 2006, pág.71.
serán las respuestas que se den a los comportamientos definidos como problemáticos, peligrosos,
enfermos o desviados.
Dimensiones del control social:
■ AUTOCONTROL: Consiste en que el individuo actúe como su propio policía. Se abstiene
de cometer actos reprobables, se corrige a sí mismo y se presenta ante los demás como una
persona respetable. El control se interioriza en su conciencia y juzga su conducta. La eficacia
de cualquier control social depende, en última instancia, del autocontrol del individuo sobre sus
propios deseos y comportamientos.
■ CONTROL SOCIAL INFORMAL U OFICIOSO: Consiste en que las partes perjudicadas
o agraviadas señalan al infractor, lo reprueban y lo presionan para que recupere “el camino recto”
o al menos el socialmente aceptado. Es un tipo de control derivado del sistema de valores y cos-
tumbres dominantes (el primero también lo es, con la salvedad que se encuentra más enraizado
en el individuo y las asume como propias y necesarias).
■ CONTROL FORMAL: Representa la institucionalización del control social., lo realizan
agentes oficiales especializados y se legitima en sistemas normativos complejos y formalizados.
Precisamente la importancia de las leyes, reglamentos y normas, consiste en que definen relacio-
nes sociales. Las reglas del orden social se apoyan en sanciones. Las sanciones formales siguen
el principio “racional” de que la sanción es una medida de la desviación.
Los procesos de control social son tan complejos como el orden social que mantienen:
■ Los controles individual, formal e informal mantienen intercambios entre sí.
■ El análisis de cómo se conectan es una cuestión básica para entender las redes sociales de control.
■ Existe una organización social de control formada por los entramados de instituciones, organi-
zaciones, profesiones, asociaciones, comunidades o los mismos individuos en interacción.
“La manifestación más sorprendente de la eficacia del control se observa en el informal de la vida
cotidiana. Los individuos tienden a interpretar los actos de los demás como síntomas. Constantemente
se vigilan unos a otros y evalúan la posición de cada uno en relación a las reglas y normas sociales.
Lo normal se define más en términos normativos que estadísticos. Normales son las personas o situa-
ciones que siguen las reglas conocidas. El control informal comienza con la percepción de determina-
dos grupos como extraños y amenazantes. El miedo es un mecanismo con fundamento colectivo. La
población siente el miedo y percibe el desorden de forma pautada. Las alarmas se suceden sistemática-
mente y por motivos parecidos. Las personas “sospechosas” responden a estereotipos de anormalidad”.
(TORRENTE ROBLES, 1997, p. 95.)
Para expresar “la seguridad como un derecho”, podemos tomar como concepto la idea plasmada en el
siguiente párrafo, derivado de la normativa contemporánea francesa:
“La seguridad es un derecho fundamental y una de las condiciones del ejercicio de las libertades
individuales y colectivas. El Estado tiene el deber de garantizar la seguridad en el territorio de la
República, para defender las instituciones y los intereses nacionales, el respeto a las leyes, el manteni-
miento de la paz y el orden público, la protección de las personas y los bienes”17.
Según el sociólogo contemporáneo francés Robert Castel, no es exagerado decir que la necesidad de
protección forma parte de la naturaleza social del hombre contemporáneo, como si el estado de segu-
ridad se hubiese vuelto una segunda naturaleza, e incluso un estado natural del hombre social18.
16GOFFMAN, Erving: La presentación de la persona en la vida cotidiana, Buenos Aires, Ed. Amorrurtu, 1959, pág. 273.
17Art. 1º de la Ley Nº 95-73 del 21 de enero de 1995 de Francia.
18CASTEL, Robert. La inseguridad social. Ediciones Manantial, Buenos Aires, 2008, Pág. 83.
Nuestra existencia, desde que nacemos hasta nuestro deceso, ya no se desarrolla, sin redes de seguridad.
La denominada “seguridad social” se ha vuelto un derecho para la inmensa mayoría de la población y ha
generado una multitud de instituciones sanitarias y sociales que se ocupan de la salud, de la educación,
de las discapacidades propias de la edad, de las deficiencias psíquicas y mentales.
“Cuando hablamos de los derechos humanos como un concepto de Occidente, ¿no llora la madre iraní
o la madre africana cuando su hijo o hija es torturada? ¿No todos sentimos cuando uno de nuestros
líderes es injustamente encarcelado? ¿No todos sufrimos la falta del predominio de la ley y de la
arbitrariedad? ¿Qué parte de esto es ajena? ¿Qué parte de esto es occidental? Y cuando hablamos del
derecho al desarrollo; la necesidad de vivir la vida al máximo y de poder vivir sus sueños, eso es uni-
versal... Cuando hablan con individuos, ¿Alguna vez han encontrado una víctima, alguien que haya
sido torturado, que hable en contra de los derechos humanos? ¿Han escuchado la gente rechazar en
general a los derechos humanos cuya intención es proteger a la misma gente? En todo lo que hacemos,
sea desarrollo económico, seguridad, o lo que sea, hay un ser humano en el centro. Y eso es lo que noso-
tros queremos decir cuando hablamos de derechos humanos, cuando hablamos de expresión cultural, de
los derechos políticos y de los derechos económicos”19.
19Kofi ANNAN, Conferencia de prensa en la Cumbre de la Organización de la Conferencia Islámica, Teherán, 11 de diciembre, 1997.
De allí, que la seguridad humana tenga un espacio importante en el terreno social y ha incorporado al
debate diversos asuntos particulares; tales como la discriminación y la violencia contra la mujer -que
ha llegado a la figura del femicidio-; la marginación y discriminación contra los pueblos originarios; la
reparación a las víctimas de conflictos armados; el maltrato hacia los inmigrantes legales o ilegales; la
persecución por razones ideológicas o políticas.
20
Kofi ANNAN, Discurso en el Centro Mundial de Comercio de Chicago, 20 de octubre, 1997 (SG/SM/6365).
21
Organización de las Naciones Unidas (ONU), “Teoría y Práctica de la Seguridad Humana”, Dependencia de Seguridad Humana. Oficina de Coordina-
ción de Asuntos Humanitarios, 2009.
22
La Comisión de Seguridad Humana (CSH) se creó en enero de 2001, como respuesta al llamamiento realizado por el Secretario General de la Orga-
nización de las Naciones Unidas (ONU) en la Cumbre del Milenio de 2000 para lograr un mundo “libre de necesidad” y “libre de miedo”.
La Seguridad Internacional.
Por último, la seguridad internacional también es un derecho humano. En este campo, hay una falta
de consenso en el estudio de la seguridad internacional o seguridad global.
Para abordar el tema, hay que empezar por tener presente que el sistema internacional -en tanto siste-
ma compuesto por los Estados a nivel global- es anárquico, en el sentido de que no hay un poder cen-
tral al cual todos respondan. No hay una motivación uniforme y cada Estado debe cuidar sus intereses.
Según Hans Morgenthau (1904-1980), abogado y politólogo alemán, en la dinámica internacional el
poder se convierte en el objetivo de cualquier Nación. Los Estados son los actores en el sistema inter-
nacional y por medio de sus políticas luchan por el poder.
Durante el período de la “Guerra Fría” y el de “Post-guerra fría”, en el concierto de las naciones estas
dos etapas se vivieron de formas muy distintas y el concepto de seguridad internacional fue concebido
de formas diferentes.
En América, en particular, existen dos sistemas de seguridad comunitarios en vigencia, el Sistema
Internacional de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y el Sistema Hemisférico de la
Organización de Estados Americanos (OEA), que imponen obligaciones de diversa naturaleza a los
Estados de la región.
En ambos esquemas se ha generado un cambio de significado para las cuestiones de defensa y de segu-
ridad después de la Guerra Fría, trasladándose el enfoque tradicional que apuntaba su preocupación
por la preservación del Estado (la seguridad nacional), a una visión enfocada en la conservación de la
vida y la dignidad humana.
En el sistema internacional la noción de “seguridad humana” dio origen a la doctrina actualmente en
boga de la “responsabilidad de proteger”, que exige que los Estados den protección a sus Ciudadanos,
pero que obliga al mismo tiempo a la comunidad internacional a monitorear los abusos que ocurran en
esa esfera interna, considerando incluso, la posibilidad de intervención coercitiva en casos de atentados
graves contra las personas.
El concepto “seguridad” a lo largo de la historia fue usado para legitimar el uso de la fuerza, si bien es
cierto que en cada Estado adquirió características propias, no es menos cierto que en general se usa
para controlar las amenazas internas y externas, en un tiempo y un espacio determinado.
Tradicionalmente, bajo el paraguas legal de la “seguridad” se utiliza cualquier medio que sea necesario para
evitar que dichas amenazas persistan, a cualquier costo. Tal es el significado que le da Joseph Nye (1991),
quien afirmó que el concepto de seguridad “… es una meta negativa: ausencia de amenaza del Estado Nación”.
Durante la Guerra Fría, tomando el período que va desde los años 1945 hasta 1989 (sin entrar en los
detalles de los momentos de máxima tensión en los inicios; luego, de una coexistencia pacífica; y por
último, el rebrote de los conflictos) el mundo estaba dividido en dos grandes bloques, con dos poten-
cias que dominaban el globo: por un lado EE.UU. (Estados Unidos de América) y por el otro U.R.S.S.
(Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas).
Fue el periodo de las mayores incertidumbres y tensiones, ya que se asentaron los dos bloques y las
superpotencias intentaron ampliar sus respectivas áreas de influencia, utilizando también a terceros
Estados para enfrentarse entre sí y no directamente; invocando situaciones extraordinarias o de emer-
gencia, para dominar a las regiones periféricas; exigiéndoles a esos estados formas particulares de mili-
tarización y tecnificación de la política y de la cultura, que fueron las claves para justificar el monopolio
del uso de la fuerza y la ruptura del orden institucional.
En ese contexto Latinoamérica no estaba aislada, el concepto de seguridad apuntaba a la percepción
de las amenazas externas e internas, lo central era la defensa de los Estados en su sentido más genérico
e ideal, como un fin en sí mismo.
Es decir, se pasó de una agenda amplia e integral, vigente durante la segunda posguerra, a una agenda
estrecha con alto énfasis en el carácter autoritario y militarista para los Estados Latinoamericanos,
como mecanismo para evitar la penetración de “ideas” del bloque opositor, en este caso la URSS.
Bajo la denominada Doctrina de la Seguridad Nacional, acuñada por la Escuela Superior de Guerra
del Brasil y rápidamente adoptada por los restantes países Latinoamericanos, el esquema político
vigente encuentra su fuente en tres (3) factores políticos y uno (1) económico con efectos políticos.
■ Factores políticos:
> La guerra fría y su corolario de guerra total;
> La guerra contrainsurgente que orientó la reconfiguración de los aparatos armados latinoame-
ricanos después de la Revolución Cubana;
> El domino geopolítico norteamericano en América Latina.
■ Factor económico:
> El crecimiento mundial de la economía, bajo la lógica de la acumulación y concentración pro-
badas, resulta incompatible -internacional y nacionalmente- con las demandas de las mayorías
sociales Latinoamericanas.
Esta doctrina, contiene categorías conceptuales con una visión “Estado Centrista”, donde el objeto y la ope-
rativización del proyecto político del Estado desplazaba a la persona humana hacia el Estado en sí, y donde
la institucionalización de dicho esquema de poder le dio a las Fuerzas Armadas un papel preponderante.
La principal consecuencia de esta visión doctrinaria fue la superposición de las agendas de Seguridad y
Defensa y con ello, una situación de hibridez conceptual entre ambas categorías analíticas. Etiquetando
al “enemigo interno” como todo elemento que atentara contra el “orden político del Estado”, lo que jus-
tificó el uso de todos los recursos a su alcance, incluyendo a la institución militar, a la policial y a las
fuerzas de seguridad. El concepto de Seguridad Nacional adquirió un carácter virtualmente omnicom-
prensivo23 asimilable a la política general.
En cuanto al concepto de “defensa” fue definido como el conjunto de medidas aplicadas por el Estado
para lograr la seguridad nacional, quedando así borrada toda diferencia entre Defensa Nacional y
Seguridad Pública -incluyendo la primera a la segunda.
Tal fue el caso de la doctrina de John Collins (1975) a través de su “Gran Estrategia”, en la que propuso
que a partir de los intereses nacionales se distinguen los “objetivos políticos de corto, mediano y largo pla-
zo”. En tal sentido, para alcanzar estos objetivos, los medios están constituidos por el poder nacional,
político, económico y militar. La estrategia nacional empleará “… todos los poderes de la nación, tanto en
la paz como en la guerra, para alcanzar los intereses y objetivos nacionales. Dentro de este contexto, existe una
gran estrategia política que comprende los grandes temas internacionales e internos; una estrategia económica,
tanto externa como interna, una estrategia militar nacional, y varias otras. Cada componente influye en la
seguridad nacional en forma inmediata y tangencialmente”.
En ese entonces, no había guerra en los teatros centrales, sólo preparación constante para ella, acumu-
lación de fuerzas militares y armamentos de destrucción masiva y tensión; en cambio, en los teatros
periféricos regían la guerra limitada y la guerra contrarrevolucionaria.
Al respecto, pueden observarse las siguientes características:
> Utilización recurrente del concepto Seguridad Nacional, al que previamente se le asignó alcances
omnicomprensivos -equivalentes a política exterior e interior.
> Otorgamiento al concepto de Defensa de una amplitud similar al del concepto de Seguridad Nacional.
> Unificación de los conceptos de Defensa Nacional y de Seguridad Interior.
> Otorgamiento de un carácter bélico a la Seguridad Interior, en especial respecto al conflicto Este-Oeste.
> Reducción de la política al binomio representado por la Seguridad Nacional y el Desarrollo -
conceptos recíprocamente vinculados e interrelacionados.
UGARTE, José Manuel: Los Conceptos Jurídicos y Políticos de la Seguridad y la Defensa, Buenos Aires, Ed. Plus Ultra, 2004, pág.168.
23
En la República Argentina durante el período 1976-1983, las Fuerzas Armadas tomaron un rol pro-
tagónico justificándose en esta trama de “emergencia”.
Sobre esta base y continuando con la influencia del contexto internacional, se fusiona la estructura
de pensamiento de la Seguridad Pública con la de Defensa Nacional, subordinando a las Fuerzas de
Seguridad e instituciones policiales a la dirección y control operacional de las Fuerzas Armadas.
Las fuerzas de seguridad y policiales resultaron ser apéndices de las Fuerzas Armadas:
Similares situaciones sucedían con el Servicio Penitenciario Federal, la Policía Federal Argentina, la
Policía de la Provincia de Buenos Aires, el Servicio Penitenciario Bonaerense; las cuales, si bien no
dependían directamente de algún Comando Militar, eran conducidas por un efectivo “en actividad”
proveniente de FF.AA. con el grado de General o equivalente, que era funcional al Gobierno de facto
de turno. Este esquema se repetía a lo largo y ancho del país.
Lo propio pasa con la Secretaría de Inteligencia del Estado y con la Central Nacional de Inteligencia
(órgano de coordinación en materia de inteligencia), las cuales debían estatutariamente estar a cargo
de un oficial militar con el grado de General o equivalente.
En ese momento, la principal preocupación del Gobierno de facto era el riesgo de penetración de la
ideología marxista–leninista, conocido vulgarmente como el “enemigo comunista”.
La Ley de Defensa Nacional (Ley Nro. 16.970) vigente en aquel entonces, en su artículo 2º, definía a la
Seguridad Nacional como “… la situación en la cual los intereses vitales de la Nación se hallan a cubierto de
interferencias y perturbaciones sustanciales…”, resultando difícil distinguir una medida gubernamental que
no tenga por objeto librar de interferencias y perturbaciones sustanciales a los intereses vitales de la Nación.
El artículo 3º de la Ley Nro. 16.970, disponía que la Defensa Nacional comprende el conjunto de medidas
que el Estado adopta para lograr la seguridad nacional. En ese marco, el concepto obtenía tal magnitud
que abarcaba la totalidad de la política nacional, tal es así que en uno de los considerandos obrantes en los
fundamentos de la citada norma consta que “… a los fines de facilitar la condición militar de las operaciones, es
conveniente concentrar en la autoridad militar la totalidad del Gobierno en el ámbito territorial que se determine”.
Es por esto que el artículo 43º del texto legal citado, rezaba: “… en caso de conmoción interior, sea
esta originada por personas o por agentes de la naturaleza, podrá recurrirse al empleo de las Fuerzas
Armadas para restablecer el orden o prestar los auxilios necesarios. Para ello, en aquellas zonas o lugares
especialmente afectados podrán declararse zonas de emergencia a órdenes de autoridad militar, para la
imprescindible coordinación de todos los esfuerzos.”
Ley de Defensa Nacional desde la recuperación de la Democracia
En el año 1983 se restablece la democracia en la República Argentina y comenzaron una serie de procesos
de redefinición de las relaciones cívico militares con miras a que exista un control civil en la cúpula de las
instituciones castrenses; lo que llevo, entre otras medidas, a transformar el marco legal para reformular
íntegramente el rol institucional que regulaba la Defensa Nacional, y el rol futuro de las Fuerzas Armadas.
Se derogó la Ley de Defensa Nacional -Ley Nro. 16.970-, sustituyéndosela por la nueva Ley de Defensa
Nacional Nro. 23.554, caracterizada principalmente por la desmilitarización de la Seguridad Interior, privile-
giando a la Defensa Nacional como el ámbito de la organización y funcionamiento de las Fuerzas Armadas.
El Derecho de la Seguridad Pública
Ley de Seguridad Interior Nro. 24.059 y Decreto Nro. 1.279/92
El 06 de enero de 1992, se sanciona la Ley Nro. 24.059, que diferencia a la Seguridad Interior de la Defensa
Nacional, estableciendo en su artículo 1º: “… Las bases jurídicas, orgánicas y funcionales del sistema de planifi-
cación, coordinación, control y apoyo del esfuerzo nacional de policía tendiente a garantizar la seguridad Interior” .
ORGANOS
Consejo de Seguridad Interior Su misión es asesorar al ministro del Interior en la elaboración de las políticas
correspondientes al ámbito de la seguridad interior, como asimismo en la elaboración de
los planes y la ejecución de las acciones tendientes a garantizar un adecuado nivel de
seguridad interior.
Comité de Crisis La misión es ejercer la conducción política y supervisión operacional de los cuerpos
policiales y, fuerzas de seguridad federales y provinciales que se encuentren empeñados en
el reestablecimiento de la seguridad interior en cualquier lugar del territorio nacional y
estará compuesto por el Ministro del Interior y el gobernador en calidad de copresidentes,
y los titulares de Gendarmería Nacional, Prefectura Naval Argentina, Policía Federal y Policía
de Seguridad Aeroportuaria.
Subsecretaría de Seguridad Interior El Consejo de Seguridad Interior y el Comité de Crisis tendrán como órgano de trabajo a la
Subsecretaría de Seguridad Interior. La misma contará en su estructura con un Centro de
Planeamiento y Control y una Dirección Nacional de Inteligencia Criminal.
Centro de Planeamiento y Control Su misión será asistir y asesorar al Ministerio de Seguridad y al Comité de Crisis en la
conducción de los cuerpos policiales y fuerzas de seguridad a los efectos derivados de la
presente ley.
Dirección Nacional de Constituirá el órgano a través del cual el Ministro del Interior ejercerá la dirección funcional
Inteligencia Criminal y coordinación de la actividad de los órganos de información e inteligencia de la Policía
Federal Argentina y de la Policía de Seguridad Aeroportuaria; como también de los
pertenecientes a la Gendarmería Nacional y la Prefectura Naval Argentina, en estos últimos
casos exclusivamente a los efectos concernientes a la seguridad interior, y de los existentes
a nivel provincial de acuerdo a los convenios que se celebren.
Consejo Provincial de Constituirá un órgano coordinado por el ministro de Gobierno (o similar) de la provincia
Complementación para la respectiva y estará integrado por los responsables provinciales del área de seguridad y
Seguridad Interior las máximas autoridades destinadas en la provincia de Policía Federal, Policía de
Seguridad Aeroportuaria, Gendarmería Nacional y Prefectura Naval Argentina. Cada
provincia establecerá el mecanismo de funcionamiento del mismo y tendrá como misión la
implementación de la complementación y el logro del constante perfeccionamiento en el
accionar en materia de seguridad en el territorio provincial mediante el intercambio de
información, el seguimiento de la situación, el logro de acuerdo sobre modos de acciones,
previsión de operaciones conjuntas y la evaluación de los resultados.
Entendemos que el Estado es quien debe brindar seguridad a sus habitantes; a raíz de esta definición
recalcamos que el Estado está compuesto por la población, el gobierno y el territorio. Por lo tanto,
debemos determinar qué entendemos por población (comunidad, ciudadanos), por gobierno (formas
de gobierno y evolución) en el marco de la seguridad; y el tercer elemento, el territorio, (su importan-
cia, la percepción de seguridad, el miedo al delito y evolución del espacio desde la seguridad pública).
La prevención del delito debe abordarse partiendo de la obligación que tiene el Estado de garantizar
seguridad a los individuos (quienes tienen derecho a ella), pero también entendiendo que la comuni-
dad ha pasado a tener un papel central en las políticas públicas. Las políticas de participación buscan
concitar el apoyo Ciudadano.
El Estado.
El Estado suele ser definido como una comunidad humana y permanente que se gobierna a sí misma
y se vincula con un ordenamiento jurídico, funcionando de forma regular dentro de un determinado
territorio. Se lo caracteriza por sus elementos: POBLACIÓN (conjunto de individuos unidos con
permanencia al Estado por vínculos jurídicos y políticos), TERRITORIO (espacio físico, terrestre,
marítimo y aéreo sobre el cual se ejerce la soberanía y donde tienen validez las normas), PODER
(capacidad o competencia para cumplir los fines) y GOBIERNO (conjunto de órganos que ejercen el
poder del Estado a través de sus funciones).
Unitarismo: Centraliza
territorialmente el poder.
De la relación entre
poder y territorio.
De la relación entre
poder y población.
Totalitarismo: Caracterizado
por ser dirigido por un partido
político único exaltando la figura
de un personaje con poder
ilimitado.
Autoritarismo: Modalidad
que impone la voluntad de
quien ejerce el poder en
ausencia de la construcción de
consensos, originando un orden
social opresivo y carente de
libertad y autonomía.
Democracia: Respetando la
dignidad del ser humano y las
instituciones, reconoce sus
libertades y derechos y deposita
la titularidad del poder en el
pueblo.
Aristocracia: El poder
es conferido al núcleo reducido de Ciudadanos
Formas de Gobierno más calificados para gobernar.
La Comunidad.
El ser humano por naturaleza busca estar con otros. Schopenhauer (filósofo
alemán, 1788-1860) decía que: “El instinto social de los hombres no se basa en el
amor a la sociedad, sino en el miedo a la soledad”. Esta actitud reside en la necesi-
dad de interrelacionarse con los demás para poder sobrevivir y cubrir las nece-
sidades. Así se conforman familias, escuelas, fábricas, etc. Los seres humanos
conforman una sociedad con características propias en un tiempo y espacio
determinado, conforme características geográficas, históricas, religiosas, etc.
Por relaciones humanas se entiende la interacción de personas y el estudio de los hechos que surgen
de sus relaciones, destacándose dos hechos:
■ El objeto de las relaciones está dado por los hechos en los que nosotros estamos inmersos
(somos sujeto y objeto de estudio al mismo tiempo).
■ Los individuos no conocemos la sociedad porque no se le presta la debida atención (estamos acos-
tumbrados a actuar en ella de forma determinada). Además, es difícil analizar la sociedad en sus
relaciones porque no es un sujeto, sino un conjunto de procesos. La realidad social está formada,
así, por un conjunto de hechos que tienen por causa el juego de interacciones individuales.
En tal sentido, advertimos que las relaciones personales son uno de los elementos más complejos y des-
tinados a generar todo tipo de emociones: desde la mayor felicidad hasta la peor tristeza, según las cir-
cunstancias concretas. Éstas hacen que su estudio sea complejo y no existan reglas de aplicación universal.
La comunicación desarrolla un papel importante ya que crea y sustenta las relaciones: el lenguaje
(conjunto de signos, símbolos y señales creados para comunicarse y entenderse) es el proceso comu-
nicativo por excelencia del que dispone la sociedad, además de ser un producto social formado por el
aporte de todos y relacionado con sus instituciones, su esencia, su cultura, sus costumbres. El lenguaje
además nos permite aprender a pensar.
La comunicación además constituye una de las manifestaciones del entendimiento entre las autorida-
des y el resto de las personas, las cuales tienen necesidades físicas, psicológicas y sociales y merecen ser
tratadas con dignidad.
Por su parte, las organizaciones necesitan desarrollar un programa de comunicación interna que le
permita alcanzar sus metas sin dificultades, pero sin desatender las necesidades de los individuos que
la integran. Lo mismo ocurre con las instituciones policiales porque ellas también están expuestas a
los cambios de sus sociedades. En la actualidad, nos vemos enfrentados a los delitos como el lavado
de dinero, el narcotráfico y el cibercrimen. La última década del siglo XX trajo modernización infor-
mática y en el capital humano: antes el paradigma de la seguridad tenía como referente al Estado y el
orden público, y ahora se debe atender también a las personas y la labor pública de la misión policial.
Frente a esta compleja realidad, las policías no pueden mantenerse cumpliendo sus misiones primarias
de prevenir, controlar e investigar los delitos. Deben también ser capaces de tener una labor más proac-
tiva y eficiente en pos de la seguridad humana en conjunto con la comunidad. Una buena forma de
hacerlo es a través del modelo de policía comunitaria que implica, entre otras cosas, la modernización
policial, el reentrenamiento para mejorar sus habilidades, ser más competentes y alcanzar un óptimo
acercamiento con la comunidad.
TAVOSNANSKA, Norberto R., “Seguridad y Política Criminal”, Cáthedra Jurídica, Buenos Aires, 2006.
25
ARSLANIÁN, León Carlos, “Un cambio es posible”, Edhesa, Buenos Aires, 2008
26
Antes del surgimiento del modelo de policía comunitario, hacia la década de los años noventa, regía un
sistema de accionar tradicional (represivo-punitivo), que concebía a la seguridad como un problema
único, donde sólo importaba el delito. Hoy los paradigmas de seguridad son más integrales y han ido
incorporando otros actores sociales a la temática de la seguridad pública, como también la prevención
y la integración social, permitiendo la intervención de los destinatarios directos (los vecinos), quienes,
agrupados de distintas formas, tomaron conciencia de su potencial y aportaron sus conocimientos,
necesidades y vivencias.
En tal sentido, las comunidades son grupos de personas que ocupan un espacio territorial determi-
nado, que comparten elementos de identidad en común entre sus integrantes; tales como una historia,
creencias, cultura, religión, un conjunto de normas, costumbres, tradiciones y/o un modo de vida que
los diferencia de otros grupos que ocupan el mismo espacio territorial.
En una comunidad, al delito no sólo se lo aborda desde el sistema jurídico penal, sino que se utilizan
todas las posibles vías existentes para lograr la disminución de la criminalidad.
Cohesión Social.
Para definir el concepto de Cohesión Social adoptaremos la enunciación dada por la Oficina de
Coordinación y Orientación de la URB-AL de la Unión Europea: “Una comunidad socialmente cohe-
sionada (cualquiera que sea su escala: local, regional o nacional) se caracteriza por una situación global en las
que los ciudadanos comparten un sentido de pertenencia e inclusión, participan activamente de los asuntos
públicos, reconocen y toleran las diferencias y gozan de una equidad relativa en el acceso a bienes y servicios
públicos y en cuanto a la distribución de ingresos y riqueza. Todo ello en un ambiente donde las instituciones
generan confianza y legitimidad”.
La socióloga Lucía Dammert27 en “Seguridad Ciudadana y Cohesión Social en América Latina”, sostiene
que las ideas de cohesión social y seguridad están muy vinculadas. Ambas son atributos de toda comu-
nidad que impactan en cada una de las personas que la integran.
Según Dammert el concepto de cohesión social es más amplio que el de seguridad y jerárquicamente
superior. Esto es así porque cuando una comunidad o sociedad está cohesionada puede obtener altos
niveles de seguridad; y, a la inversa, una sociedad segura es una sociedad cohesionada.
En este contexto, la confianza en las instituciones y entre las personas es esencial porque cuando predomi-
na la desconfianza no hay cohesión social, crece la fragmentación y los estereotipos son moneda corriente.
En la relación confianza-delito, los estudios, las estadísticas y las encuestas de victimización, señalan
que, a mayor nivel de confianza, menor nivel delictual o menor preocupación de la ciudadanía por los
crímenes. Particularmente en América Latina hay en la población una alta desconfianza con relación
a los gobiernos y las fuerzas policiales y de seguridad.
Dra. en Políticas Públicas, Reforma Policial y Seguridad Ciudadana de la Universidad de Leiden, Holanda.
27
El espacio público.
El espacio público abarca, por regla general, las vías de circulación abiertas: calles, plazas, carreteras,
parques, así como ciertos edificios públicos, como estaciones, bibliotecas, escuelas, hospitales u otros,
cuyo suelo es de propiedad pública y forman parte del ambiente urbano. A su vez, es el escenario de la
interacción social cotidiana y cumple funciones materiales y tangibles.
Es el soporte físico de las actividades cuyo fin es satisfacer las necesidades urbanas colectivas que tras-
cienden los límites de los intereses individuales. Se caracteriza físicamente por su accesibilidad y calidad.
El espacio público es el lugar donde cualquier persona tiene el derecho de circular, en oposición a los
espacios privados donde el paso puede ser restringido, generalmente por criterios de propiedad pri-
vada, reserva gubernamental u otros. En el aspecto legal, el espacio público moderno proviene de la
separación formal entre la propiedad privada urbana y la propiedad pública.
Tal separación normalmente requiere la planificación de los usos del suelo, reservando espacios libres
de construcciones, exceptuando el mobiliario urbano necesario para el funcionamiento normal de la
Ciudad. Por lo tanto, espacio público es aquel espacio de propiedad pública, de dominio y uso públi-
co. Sin embargo, este dominio y uso público no implica su descuido. El espacio público no puede ser
utilizado de cualquier modo ni con cualquier fin.
Espacios verdes, espacios abiertos y comunes.
Un área verde es un terreno que se caracteriza por la presencia de vegetación. Un bosque, una selva, un
parque o plazoleta son áreas verdes que pueden tener características muy distintas entre sí. Hay áreas
verdes que se desarrollan por acción natural. Otras, en cambio, son creadas por el hombre que impulsa
el cultivo de las plantas con algún fin.
En los entornos urbanos, las áreas verdes son imprescindibles para contrarrestar el efecto de la conta-
minación. Las grandes ciudades cuentan con industrias desarrolladas y un elevado tráfico vehicular: los
árboles y las plantas de las áreas verdes captan parte del dióxido de carbono que emiten y lo transforman
en oxígeno. Por eso deben reservarse terrenos como parques, plazas y plazoletas y evitar que se constru-
yan edificios en toda la superficie ya que, de lo contrario, el equilibrio ecológico resulta muy lejano.
El delito.
Desde el punto de vista dogmático, el delito es la conducta (acción u omisión) típica, (descripta por la
ley) antijurídica, (contraria a derecho) culpable (reprochable a una persona o un grupo de personas)
y punible (una sanción o pena), que por el resultado daña física o psíquicamente a otras personas, sus
derechos, sus bienes o a la comunidad de manera injusta e ilegítima, o que sin llegar a dañar, ponen
en peligro los bienes jurídicos tutelados por el Código Penal o las Leyes Penales Complementarias.
Victimización28.
Antes de hablar sobre la victimización y sus diferentes tipos hay que definir el concepto de víctima.
La víctima se define como aquella persona o colectivo que han sufrido daños físicos o psíquicos, pér-
dida financiera, patrimonial o cualquier daño en sus derechos fundamentales. Dentro de las víctimas
cabe diferenciar a las víctimas directas de las víctimas indirectas:
> Víctimas directas, son aquellas personas sobre las que recae el daño.
> Víctimas indirectas, son aquellas personas que están cerca de las víctimas y que a su vez reciben
las consecuencias del daño; suelen ser familiares que tienen que afrontar el dolor de sus seres
queridos y readaptarse a la nueva situación. También podemos encontrarnos en este grupo a
terceras personas tales como vecinos, compañeros de trabajo y, en general, a miembros de la
comunidad que puede sentirse afectados o atemorizados e indefensos delante de ataques futu-
ros similares al que ha sufrido la propia víctima, tanto si su percepción es real o no.
Pomares Martínez, Amelia María “CRIMIPEDIA: Miedo al Delito”, CRIMINA Centro para el estudio y prevención de la delincuencia, Universidad
28
La victimización refiere a delitos que ocurren efectivamente. Sin embargo, el delito y la percepción de
temor a la delincuencia tienen una relación que no es siempre directa.
En el análisis de la victimización se estudia también, el daño psicológico que puede sufrir la víctima
de un hecho delictivo traumático, porque puede ir más allá del hecho en sí. Es decir, el daño puede
ampliarse o reducirse de acuerdo a las circunstancias. Una víctima de un robo a su casa, sin su presencia
cuando se da el hecho, si bien se siente normalmente “violada”, puede recuperar la “confianza” colocan-
do medidas de seguridad (alarma, rejas, vigilancia, etc.). Pero, hay casos en los que la tranquilidad y/o
confianza no se recuperan. Por eso, cuando se estudia la victimización se analiza ésta a nivel primario,
secundario y terciario:
■ Victimización primaria: Es la que sufre la víctima a manos de su agresor o victimario, esto es, la que
deriva del hecho directamente. Es aquella que sufre o padece la persona que se constituye como blanco
del delito. Se trata de un padecimiento que se manifiesta en un perjuicio físico, psicológico, social o
económico, incluso puede dar lugar a que se generen sentimientos de culpabilidad con relación a los
hechos, en estos casos la víctima siempre siente la afectación psíquica o física del acto cometido sobre
su persona, ésta, no sólo se va a presentar a raíz de hechos delictivos, sino que también se presenta
como consecuencia de actos violentos, conductas desviadas o catástrofes naturales. En definitiva, pode-
mos decir que es la victimización que la sufre el sujeto pasivo del delito.
■ Victimización secundaria: Se relaciona con el sistema legal y su desempeño. También se considera
al entorno de la víctima y a la comunidad perteneciente a la zona victimizada. Se trata del fenómeno
que se caracteriza fundamentalmente por la exposición de las víctimas de una determinada conducta
delictiva a posteriores situaciones dolorosas, que van más allá de la situación dolorosa que constituyó
su victimización primaria. También se suele denominar “revictimización”. La victimización secundaria
resulta de la relación que tiene la víctima de un delito violento con el sistema jurídico-penal. Son todas
las consecuencias negativas personales que soporta la persona que denuncia un delito violento. La vic-
timización secundaria puede generarse a través de las relaciones que las víctimas deben mantener con
los diferentes profesionales del sistema judicial.
Los efectos que esta victimización secundaria produce pueden llegar a ser incluso más devastadores
y más traumáticos que la victimización primaria. Normalmente esta victimización sucede cuando las
instituciones (policiales o judiciales) deben ofrecer una protección a la víctima directa de un hecho
delictivo, y esta se ve en cierto modo “abandonada” por el propio sistema judicial, policial o incluso
social (pensemos por ejemplo lo traumático que debe ser para una mujer que ha sido violada someterse
a la hora de denunciar al interrogatorio policial, revivir el acontecimiento traumático posteriormente
en el juicio en presencia de desconocidos y haciéndose publica su intimidad, e incluso a ser cuestio-
nada en las esferas sociales por haber sido violada). Ante estas situaciones que genera la victimización
secundaria, los estados, y dentro de ellos las administraciones públicas han tenido que reconocer dicho
fenómeno y se han visto obligados a intentar reparar esas deficiencias mediante el establecimiento de
determinados instrumentos que tienden a paliar la victimización secundaria.
Temor a la delincuencia.
El temor a la delincuencia es un sentimiento de las personas que se relaciona con la posibilidad (lo que
ellas “creen”) de que pueden ser víctimas de un delito. El “miedo al delito” es una respuesta emocional
de nerviosismo o ansiedad al delito o símbolos que la persona asocia con el delito. El miedo al delito
aparece, entonces, como una de las posibles respuestas ante la percepción de un riesgo o peligro vin-
culado al delito.
El término “miedo al delito” (fear of crime) proviene fundamentalmente de la investigación crimino-
lógica en el campo británico y ha sido traducido a nuestro medio bajo el término “sensación de insegu-
ridad”. Su creciente utilización se encuentra asociada al uso de las encuestas de victimización como
instrumento de investigación para el diseño de políticas públicas de seguridad y al desarrollo de una
nueva concepción de la seguridad urbana que busca reunir la preocupación tanto por la seguridad
“objetiva” -el riesgo de victimización en función de la edad, sexo y nivel socioeconómico-, como por la
seguridad “subjetiva” de los habitantes -la sensación de temor frente a la criminalidad-.
En este sentido, se ha planteado la necesidad de reconocer que hoy día la cuestión del “miedo al deli-
to” es un problema mayor que el delito mismo, en la medida en que los temores a la criminalidad, a
diferencia de la criminalidad real, afectan a una mayor cantidad de ciudadanos, con consecuencias
permanentes y severas.
Las variables que explican el temor de las personas a la delincuencia no se restringe solamente al
hecho de haber sido víctimas de un delito, sino que incluyen otros eventos; tales como, por ejemplo,
el sentimiento de no pertenencia a un lugar o comunidad, y la percepción de descuido en los espacios
comunitarios o ciertas características ambientales -la falta de iluminación en lugares por los que deben
transitar, las condiciones de sanidad, la forma del trazado urbano, entre otras-.
El miedo o temor a la delincuencia es, por lo tanto, una condición emocional que puede dar lugar a
una amplia gama de fobias. Si el temor es muy grande, la persona puede ser incapaz de participar de
distintas actividades sociales tendiendo al aislamiento, con lo cual se incrementan las posibilidades
de fobias. Así, muchas personas no concurren a bancos o negocios por considerar que podrían ser
víctimas de un delito en esos espacios. Con el tiempo, el número de lugares a donde no concurren
aumenta si no hay de por medio algún tipo de asistencia. A veces, hay causas profundas por el miedo
a la delincuencia, cuando por ejemplo, alguien ha sido asaltado por un joven o herido en un hecho de
este tipo, genera miedo a la juventud o temor irracional a ser nuevamente herido.
Diferencias entre los conceptos de miedo al delito e inseguridad ciudadana.
Existen diferentes conceptos que suelen confundirse con el concepto miedo al delito, pero que, tal y
como ha mostrado la literatura científica al respecto, no significan exactamente lo mismo, como son
inseguridad ciudadana y preocupación por el delito. Hay que tener en cuenta que miedo al delito e
inseguridad ciudadana no tienen el mismo significado.
El miedo al delito, igual que la percepción de inseguridad, hacen referencia a percepciones y emocio-
nes subjetivas de los individuos; el miedo al delito es aquel que hace referencia al temor de los ciuda-
danos a ser personalmente víctimas de algún crimen o de cierto tipo de delito.
La inseguridad ciudadana puede definirse como una inquietud respecto al delito como problema
social. De este modo, la inseguridad ciudadana no incluiría sólo la delincuencia como tal, sino también
otras preocupaciones como el terrorismo, la presencia de inmigrantes ilegales, la seguridad alimentaria,
la seguridad ambiental, entre otros.
También podemos realizar una diferenciación entre preocupación por el delito y miedo al delito como
tal. En este sentido, la preocupación por el delito iría referido a la estimación general que tienen los
ciudadanos de la seriedad del problema de la delincuencia, basado en los datos oficiales de los que se
disponen. En cambio, el miedo al delito no se basa en datos sino en la percepción de cada ciudadano
de sus posibilidades de ser víctima.
Características del miedo al delito.
La importancia en el estudio del miedo al delito radica en que esa percepción subjetiva de inseguridad
puede tener resultados negativos en la población, tanto a nivel individual como social e incluso urbano.
Los efectos del miedo son reales, tangibles, y potencialmente severos a ambos niveles, el individual y
el social. El miedo al delito provoca que las personas modifiquen sus estilos de vida, y puede conllevar
una pérdida de calidad de vida al originar ansiedad, cambio de hábitos, ruptura del sentimiento de
comunidad y menor participación en actividades comunitarias, aislamiento, lo que conlleva conse-
cuencias negativas para la calidad de vida de las sociedades y constituye un obstáculo para la democra-
tización del espacio público urbano.
Teniendo en cuenta las consecuencias de este fenómeno podemos decir que, a nivel individual, el miedo al
delito puede provocar cambios de conductas dirigidas a una mayor protección dentro y fuera del hogar. Por
ejemplo, las personas buscan vivir en edificios con sistemas de vigilancia que restringen el ingreso de desco-
nocidos, colocar cámaras, personal de seguridad, alarmas vecinales, grupos de whatsapp, y también alterar
algunos hábitos de relaciones sociales, como evitar salir de casa, mientras que fuera de la vivienda se pueden
abandonar ciertas zonas o evitar determinadas interacciones sociales, lo que hace que la vigilancia informal
disminuya e incrementa el riesgo de aparición de delitos. Esto último, además, articula con las consecuen-
cias sociales, como la disminución de la comunicación o el aislamiento social. Por tanto, el miedo al delito
afectaría a los patrones de actividad de los individuos, limitando su participación en las actividades sociales
más delincuencia. Así, cuanto más “desordenado” perciba un individuo su barrio, más miedo al delito
tendrá. En algunos trabajos se hace también referencia a la estructura del espacio urbano, siguiendo
la línea de la prevención situacional del delito. Teniendo en cuenta lo explicado podemos considerar
que, en primer lugar, ciertos estudios sostienen que las características de un lugar pueden impedir
las relaciones sociales y hacer que los delitos ocurran con más frecuencia, y en segundo lugar, otros
trabajos han puesto su mirada en la degradación de los espacios en referencia a la citada teoría de las
ventanas rotas. Aquí, se establece que barrios que combinen parte residencial, comercial, institucional
y de ocio, pueden ser más seguros ya que atraen un movimiento continuo de personas durante todo el
día garantizando la vigilancia informal.
En este sentido, se ha comprobado que las características socio-física de los escenarios urbanos son
muy importantes para la aparición del miedo al delito, como un fenómeno eminentemente urbano
en su origen, que es en las ciudades donde este miedo es más frecuente y donde se manifiestan sus
consecuencias ya que en ese entorno, aparece la idea de que no nos conocemos, y tenemos muchas
interacciones diarias en diferentes espacios, “pero nunca” tenemos un conocimiento profundo ni certero
sobre quién es la persona con la que estamos hablando. La falta de lazos sociales locales y la conciencia
de que el barrio se está deteriorando lo que da lugar a un miedo al delito elevado.
Otros estudios, también se han señalado como factores que pueden explicar el miedo al delito
estudios sobre la confianza en la policía, los hábitos televisivos, o la crisis de confianza en las ins-
tituciones públicas que se produce en la sociedad contemporánea, aunque los resultados respecto
a estos factores no son tan determinantes, como es el caso de la satisfacción con la policía que
parece no tener ningún efecto consistente en el miedo al delito cuando se controlan las demás
variables relevantes que pueden influenciar su aparición. Cabe destacar que diversos estudios han
relacionado también el papel de los medios de comunicación en la victimización indirecta como
una de las causas más importantes del miedo al delito, porque es a través de las noticias como
construimos los individuos las percepciones sociales, sin embargo, no existe suficiente investiga-
ción sistémica que evalúe el impacto de los medios sobre las percepciones públicas del delito o el
miedo al delito.
El miedo al delito no es posible erradicarlo, sino regularlo, ya que puede ayudar a los individuos a
protegerse ante problemas de delincuencia reales, como ya se ha comentado con anterioridad, sin
embargo, no es en ningún caso beneficioso cuando el nivel es más elevado que el de delitos objetivos.
El problema al que nos enfrentamos al hablar de miedo al delito no es la ausencia de conocimiento por
parte de los individuos que componen la sociedad y que son víctimas de este fenómeno, sino la falta
de desmitificación del delito para el público en general y de presentación de una versión razonable y
entendible de los hechos sobre el delito.
Es necesario establecer la diferencia que presenta en la sociedad las relaciones entre tasas de delitos y
niveles de miedo al delito elevados o bajos. Así, la combinación de esas tasas de delito, objetivas, y la
percepción de inseguridad subjetiva que provoca miedo al delito nos daría la siguiente figura:
- +
Tasa de delitos Tasa de delitos
baja baja
+ +
Miedo al delito Miedo al delito
bajo elevado
= =
-
Tasa de delitos
En este sentido, si se da una situación ideal en la que tasa de delitos y miedo al delito es baja, no se
debería realizar intervención alguna mientras que, si la tasa de delitos y el miedo al delito son elevados,
se produce un miedo realista que supondrá que sea más importante combatir el delito que la percepción
subjetiva que se da en los ciudadanos, porque probablemente ésta bajará cuando descienda la primera.
En el tercer caso, si la tasa de delitos es elevada, pero el miedo al delito bajo, se produce una sensación
de seguridad no realista que puede llevar a los individuos a tener conductas que propicien que se pro-
duzca un delito, es decir, que favorezcan las oportunidades de ser víctimas. En este caso no deberíamos
intervenir para reducir el miedo al delito, ya que al hacerlo incrementamos las oportunidades de que
los individuos dejaran de tomar las precauciones necesarias para su propia seguridad (o la seguridad
de otros) y, por tanto, aumentaría su riesgo de victimización.
Por último, una tasa de delitos baja y un miedo al delito elevado supondrán la aparición de un miedo
no realista, que necesitará de una intervención a nivel de percepción subjetiva, para eliminar la sensa-
ción de inseguridad que no se corresponde con la realidad.
Teniendo en cuenta estas situaciones, y para luchar contra el miedo al delito en los casos en los que es nece-
sario, en ciertos estudios se apunta a los factores que causan el miedo al delito, como es la influencia de los
medios de comunicación a través de la imagen que de la delincuencia se da en las noticias, entre los moti-
vos más significativos, pero sería difícil conseguir una intervención efectiva sobre el descenso del miedo al
delito centrándonos en esos factores, ya que no existe literatura científica suficiente que muestre cuáles son
realmente las causas que, en este sentido, hacen que los individuos tengan mayor o menor miedo al delito.
Sin embargo, y en relación con la importancia de los diseños ambientales que los estudios otorgan a
este fenómeno, parece que la intervención en el diseño de los espacios urbanos es de suma importancia
para combatirlo y, sobre todo, con un alto porcentaje de efectividad. Hay que señalar que un barrio en
armonía es aquel que consigue un equilibrio entre la determinación de sus moradores de conservar su
intimidad y su simultáneo deseo de establecer diversos grados de contacto, esparcimiento y ayuda con
sus vecinos, donde tan importante es la seguridad objetiva como el sentimiento de seguridad de los
individuos, lo que requiere no sólo de vigilancia policial formal, sino de control social informal.
Otros estudios plantean el uso de sistemas de información geográfica (SIG), para la recopilación,
representación y análisis de información referenciada geográficamente, para afrontar cuestiones rela-
cionadas con el miedo al delito como las variables psico-socio-ambientales y en qué medida explican
cómo surge y se mantiene ese miedo al delito. Este sistema, permitiría estudiar el fenómeno en tiempo
y espacio y realizar comparaciones entre diferentes lugares.
Delincuencia urbana.
A nivel individual, siempre intentamos protegernos de los delitos que atenten contra nuestra persona.
No hay duda de que el entorno físico puede aumentar o disminuir nuestro sentido de la seguridad
personal. El miedo y la incidencia del delito, y de aquí la pérdida de seguridad, pueden aparecer cuando
las personas no pueden controlar su propia seguridad por causa de su entorno físico. El miedo y la fre-
cuencia del delito son a menudo mayores en aquellas partes de la ciudad que son accesibles y abiertas
a todos y que debemos frecuentar en nuestro día a día. Lugares como las calles, parques, paseos, plazas,
vestíbulos, aparcamientos, ascensores y transbordos, cuando son contemplados en conjunto forman un
sistema de Espacio Público de una ciudad. El desafío en las ciudades es crear entornos que permitan
a las personas conseguir de forma efectiva su propia seguridad.
Cada ciudad tiene su propia delincuencia urbana, sus propias características delictivas, que hace muy
difícil poder realizar una comparación mundial, por las diferencias culturales, políticas y hasta geo-
gráficas. Sin embargo, se pueden enumerar una serie de tendencias que son comunes para todas y
que vienen facilitando el aumento del fenómeno de la delincuencia urbana, cuya máxima expresión
mundial está en América Latina.
a. Crecimiento rápido: Cuando no hay una gestión política y administrativa adecuada de los
movimientos migratorios, surgen el desorden, las altas tasas de criminalidad, la superpoblación
concentrada en área problemáticas, etc.
b. Desempleo: Cuando la creación de puestos de trabajo no va en paralelo con el aumento de la
demanda laboral, llevan a los desempleados y a los más pobres hacia actividades ilegales para
Seguridad Urbana: contexto internacional.
En los últimos 150 años el fenómeno migratorio está atrayendo a millones de personas hacia las gran-
des ciudades, es decir la mayoría de la población mundial tiende a concentrarse en las grandes urbes.
En el X Congreso de Naciones Unidas sobre Prevención del Delito y Tratamiento del Delincuente,
celebrado en Viena en abril de 2000, se concluyó en “la necesidad de estudiar los efectos de la delincuencia
en las zonas urbanas”.
Pedro Pagán Sánchez29 en su artículo “Delincuencia Urbana” sostiene que las ciudades resultan “atrac-
tivas por su poder financiero y sus oportunidades económicas, la riqueza cultural y los lugares de interés
(turismo), las oportunidades de trabajo, o simplemente por el estilo de vida que prometen. Pero el atractivo
urbano ha estado acompañado por un aumento de la tasa de delitos y de problemas de seguridad, y también por
un aumento del sentimiento de inseguridad o miedo al delito de muchos ciudadanos, que lleva a la reducción
de la calidad de vida y puede causar desestabilización de las sociedades urbanas”.
En este sentido, es en las urbes donde surgen los principales problemas de seguridad, motivo por el
cual es donde deben implementarse mayores recursos de análisis y de respuesta institucional a las dis-
funciones o problemas sociales que generan todos los nuevos fenómenos que inciden en la seguridad
y en su percepción.
Estudios realizados por ONU-HABITAT a nivel mundial “muestran que el 60% de las personas que
viven en ciudades de países en vías de desarrollo han sido víctimas de la delincuencia por lo menos una vez
en los últimos cinco años, el 70% en América Latina y África. La urbanización, especialmente en el mundo en
vías de desarrollo, ha sido acompañada por un aumento en los niveles de delincuencia, violencia y desorden.
La creciente violencia y la sensación de inseguridad que enfrentan diariamente las personas que viven en
ciudades es uno de los principales desafíos en el mundo. En algunos países, la delincuencia y la violencia han
aumentado por la proliferación de armas, el abuso de sustancias y el desempleo juvenil. El crimen y la violen-
Pagán Sanchez, Pedro, “Delincuencia Urbana”, artículo publicado por el Centro Críminal para el Estudio y Prevención de la Delincuencia de la
29
cia impactan en la vida cotidiana de los habitantes de ciudades. Mujeres y niños suelen ser los más afectados,
sobre todo cuando el temor impide el acceso a servicios. Los efectos de la delincuencia y la inseguridad limitan
el desarrollo social y económico de las ciudades, y con frecuencia ponen en peligro las oportunidades y las polí-
ticas en favor de los pobres. Si no hay un esfuerzo para abordar esta cuestión, las perspectivas de desarrollo y
reducción de la pobreza son limitadas en el futuro”.
Por otra parte, debe considerarse que uno de los factores que favorece la inseguridad en las ciudades
es la falta de previsión, planificación y desarrollo de las mismas. Es decir que los entornos urbanos
inadecuados, que excluyen algunos miembros de la sociedad de los beneficios de la urbanización y la
participación en la toma de decisiones y el desarrollo, la falta de promoción de políticas de inclusión
dirigidas a los grupos más vulnerables, es la raíz del aumento de la violencia y delincuencia urbana.
El Programa de Naciones Unidas para los Asentamientos Humanos es una agencia de las Naciones
Unidas30, creo el programa “Ciudades más Seguras” con el fin de prestar apoyo a las autoridades locales
para el desarrollo e implementación de estrategias de prevención del crimen y la violencia mediante
un enfoque participativo. Los ejes centrales del programa son31:
• Identificación y movilización de distintos socios locales que puedan contribuir a reducir y preve-
nir el crimen y la violencia;
• Creación de una alianza o coalición para la seguridad local encabezada por un líder público,
idealmente el Alcalde, Jefe Comunal, etc.;
• Evaluación, medición y comprensión de los problemas locales de seguridad y protección;
• Desarrollo de una estrategia para la prevención de la delincuencia local y un plan de acción detallado.
• Implementación de la estrategia local a través de iniciativas que trabajen en la prevención de la
delincuencia, mejorando la cohesión social y la participación comunitaria;
• Institucionalización del enfoque participativo local mediante la incorporación de la seguridad
como una dimensión transversal en las decisiones adoptadas por instituciones como gobiernos
locales, el sistema de justicia penal y la sociedad civil.
• El fortalecimiento de las instituciones que trabajan en la prevención del delito y la violencia requie-
re capacitación y preparación, reforma institucional y mejora de políticas de seguridad urbana.
El Instituto Igarapé de Brasil con relación a las causas de la violencia en América Latina, resaltó que
el fenómeno suele atribuirse a problemas económicos, pero en contra posición, el delito aumentó
durante los años 2000, período en el cual bajaron los índices de pobreza en la mayor parte de los paí-
ses. Asimismo, afirmó que “a menudo se habla de escasez de gasto público en seguridad, pero este rubro como
proporción del gasto público total en Latinoamérica es casi el doble de la media del mundo desarrollado, según
el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Otro argumento que suele esgrimirse es que falta “mano dura”
contra el crimen, pero la población carcelaria en las Américas (sin incluir a Estados Unidos) creció 121% desde
30
Programa de Naciones Unidas para los Asentamientos Humanos prevé ciudades y otros asentamientos humanos bien planificados, bien gober-
nados y eficientes, con viviendas adecuadas, infraestructura y acceso universal al empleo y servicios básicos como el abastecimiento de agua, la
energía y el saneamiento.
31
Programa de Naciones Unidas para los Asentamientos Humanos http://es.unhabitat.org/temas-urbanos/seguridad/.
El mapa del crimen es una herramienta para el análisis científico del evento criminal que se funda-
menta en conceptos tanto cartográficos como criminológicos para dar respuesta a diferentes cues-
tiones relacionadas con su distribución espacio-temporal. La relación entre delito y espacio se puede
conocer y gestionar más fácil y rápidamente a través de los mapas de localización geográfica. Estos
mapas contienen información espacial sobre los hechos que acontecen en el espacio físico y tienen, por
tanto, coordenadas geográficas, lo que significa que el componente geográfico es el elemento clave de
los mismos. Es una herramienta clave para el análisis de la seguridad, pero no debe conformarse como
un fin en sí mismo sino como un elemento imprescindible.
Los mapas pueden ser utilizados por la Policía para responder y apoyar a la demanda de servicios,
en su organización interna; identificar lugares calientes del delito, asignar medidas que lo reduzcan;
detener a delincuentes en serie o criminales profesionales. Asimismo, los mapas pueden ayudar a com-
prender la distribución real del delito y explorar los mecanismos, la dinámica y los generadores de la
actividad criminal; evaluar el impacto de las iniciativas de reducción del delito; comunicar al público
las estadísticas sobre delitos en su zona y las respuestas que están aplicándose.
También los mapas pueden ayudar a todas las partes implicadas en el diseño de estrategias para la
planificación y la seguridad en las ciudades, al tener una percepción inmediata y homogénea de lo que
está pasando, mostrándoles en una imagen una información relacionada con el espacio que sería muy
difícil de explicar con tablas, gráficos o mensajes hablados.
Las encuestas de victimización son instrumentos insustituibles para desentrañar y visibilizar el conte-
nido de esta cifra oculta del delito (delito no denunciado). Las mismas se han transformado en menos
de cuarenta años en uno de los indicadores de la delincuencia más utilizados.
En ocasiones, estas cifras ocultas difieren substancialmente de las fuentes administrativas por lo que
su omisión dará un contenido no real a los planes de seguridad. Se ha documentado que, en determi-
nados tipos delictivos, esta cifra oculta puede llegar hasta a un 73 por ciento del total de delitos ocu-
rridos. Por ello, los criminólogos, con el afán de dibujar un mapa cada vez más real de la delincuencia,
vienen desarrollando distintos instrumentos de medición del delito. Uno de los más importantes en
los últimos años, es la encuesta de victimización que en lugar de contabilizar los delitos denunciados
a la Policía o al Ministerio Público, pregunta directamente a la población sobre su experiencia con
el delito. De esta manera, estas encuestas son informaciones cuantificadas sobre comportamientos
efectivamente producidos en la vida social, presuntamente delictuosos, a ciudadanos sobre sus propias
experiencias de victimización y las de su grupo conviviente en un cierto periodo de tiempo, ya sean los
últimos 6, 12, 18 o 24 meses.
La utilidad de esta herramienta como mecanismo de acceso a los datos sobre criminalidad lo ha con-
solidado y ha hecho que varios países de distintos contextos lo hayan adoptado. De esta manera nació
la Encuesta Internacional de Victimización (International CrimeVictimsSurvey). Esta encuesta se
realizó por primera vez en 1989 con el objetivo principal de promover la investigación criminológica
comparada más allá de las limitaciones de la delincuencia registrada de forma oficial.
Con las encuestas de victimización se pueden estimar el porcentaje de población victimizada; se cono-
cen las circunstancias en que ocurrieron las distintas infracciones; se adquiere información sobre las
causas por las cuales no se denuncian determinados delitos; se estima la tasa de los delitos no denun-
ciados, la cual posibilita realizar la estimación total de las infracciones cometidas; se recaba la opinión
de la población respecto al funcionamiento de la Administración de Justicia. Este medio puede ser
utilizado también para medir el sentimiento de inseguridad de la población.
Martens, Juan, “Las encuestas de victimización: Una herramienta necesaria para el abordaje de la inseguridad en Paraguay”, Revista Internacional
32
“Sistema” que es un conjunto de elementos relacionados entre sí, que constituyen una
determinada formación integral. Todo sistema convencionalmente está compuesto a su
vez de múltiples subsistemas y estos pueden estar compuestos por otros.
Un enfoque sistémico de la seguridad está orientado a percibir la realidad como un todo y no como
algo fraccionado o particionada. Alberto Montbrun (2012) afirma que en las Estructuras sistémicas,
existen los siguientes niveles:
• Los “hechos” (el nivel más externo e inmediatamente asequible de la realidad) son “lo que está
pasando”, lo urgente.
• Los “patrones y tendencias” (en un nivel un poco más profundo) son “lo preponderante”, son los
hechos repetidos en el tiempo, las regularidades, las familiaridades que se repiten o reiteran con
mayores o menores variaciones a lo largo de un período, una vez y otra vez con importante similitud.
• En un tercer nivel, ponderamos e indagamos en torno a los elementos, interacciones y pro-
cesos de intercambio y transformación entre esos elementos, que se están verificando en el
mundo real y facilitando o promoviendo la emergencia de los patrones o tendencias.
Cuando estamos frente a un patrón o tendencia podemos inferir sin mayores dudas que existe un
conjunto de factores subyacentes que interactúan para que ese patrón se verifique y que si no somos
capaces de operar sobre esa estructura sistémica subyacente, los hechos se seguirán sucediendo una
vez y otra vez.
Nos preguntamos: ¿Qué tipo de tendencias o de patrones parecen estar teniendo lugar? ¿Desde hace
cuánto tiempo viene sucediendo esta situación? ¿Cuántos hechos de este tipo he tenido en este lugar
en los últimos meses / semanas / años? ¿Cuántos recursos humanos y equipamiento se destinan a este
tema? ¿Desde hace cuánto tiempo?.
Para comprender esa realidad y sus procesos o factores subyacentes, las preguntas con las cuales inda-
gamos son del tipo: ¿Qué particular configuración de elementos e interacciones se están produciendo
para que estemos frente a los patrones y tendencias que estamos teniendo? ¿Qué factores determinan
esta situación? ¿Cuáles son las principales variables que interactúan en este proceso? ¿Cuáles son los
principales intercambios que se están operando en esta realidad? ¿Qué ingresa y egresa a este sistema?
¿Qué proceso de transformación tiene lugar en él? ¿Cómo repercute sobre el sistema en análisis el
entorno en el que opera? ¿Cómo se modifican y transforman ambos?.
Por último, los modelos mentales: “Las personas operan sobre la base de sus modelos mentales. Más allá
de explicaciones y justificaciones, y más allá de los discursos y las ideologías proclamadas, lo que realmente
motoriza la conducta de todos nosotros son las ideas y creencias profundas que configuran nuestra percepción e
interpretación del mundo y orientan nuestro accionar… La moderna ciencia de aprendizaje organizacional
indica que en muchas ocasiones las creencias profundas se encuentran en conflicto con los valores proclamados.”
Las preguntas que normalmente nos formulamos para indagar en modelos mentales subyacentes —sin
olvidar nunca que nuestros propios modelos sesgan cualquier análisis— son del tipo: ¿Qué quiere real-
mente esta persona o personas? ¿Qué intereses movilizan a la persona? ¿Qué valores tienen en juego
cuando actúa? ¿Cómo es ese lugar? ¿Qué personas lo frecuentan? etc.
Planes de Seguridad
Un Plan de Seguridad (PS) es el principal instrumento de gestión que se tiene a nivel estratégico y
táctico para reducir la criminalidad organizada y la delincuencia común desde una óptica integral y
multisectorial, de forma planificada.
El marco jurídico sobre el que se apoyan los Planes de Seguridad en la Argentina, tomando como
modelo la pirámide jurídica de Kelsen son: la Constitución Nacional y los Tratados Internacionales
con jerarquía constitucional, ubicados en la cima; la Constitución de las Provincias y de la CABA en
2do lugar; las Leyes y Decretos Nacionales sobre Seguridad Pública (Nro. 24.059 o Ley Nacional
de Seguridad Interior y la Ley Nro. 27.126 de creación de la Agencia Federal de Inteligencia, y las
leyes y decretos reglamentarios correspondientes); y todos los Decretos, Reglamentos, Resoluciones,
Ordenanzas, que sobre el tema puedan darse.
Las provincias, como así también la CABA a partir de 1994 con la reforma de la Constitución Nacional,
guardan para sí o retienen poderes no delegados al Gobierno Federal, es decir a la Nación, en materia de
salud, educación, justicia y seguridad pública. Es por ello que la seguridad pública, el poder de policía y
el monopolio de la fuerza en cada una de esas jurisdicciones está en cabeza de cada uno de los Estados
Provinciales y de la CABA, quienes son responsables primarios en la materia dentro de sus territorios.
Elementos de un Plan de Seguridad
No existe una fórmula única que señale con claridad cómo diseñar un PS. Sin embargo, los distintos
esquemas que se presentan no deben desconocer las realidades específicas, ni tampoco deben utilizarlo
obligatoriamente, sin ninguna modificación.
Hay que tener presente que los elementos de un PS surgen de Mesas de Trabajo de análisis delictual,
con objetivos a cumplir en el corto, mediano y largo plazo y se componen de los siguientes elementos:
Una vez implementado el plan y cumplido el tiempo previsto, es necesario reformular el plan, en base
a la evaluación de los objetivos y estrategias respondiendo, entre otros, a los siguientes interrogantes:
¿Se consiguieron los objetivos trazados? ¿Es necesario reajustar algunos aspectos o continuar con los
objetivos del año pasado? ¿Qué estrategias y actividades se han cumplido total o parcialmente y qué
otras no? Las respuestas a estos y otros requerimientos serán la base para formular el nuevo PS.
El éxito de un PS depende de dos grandes factores: contar con informes técnicos confiables, es decir
cuya información sea veraz (estadísticas, mapas del delito, gráficos, comparaciones, etc.) para deter-
minar las tendencias criminales (aumento, disminución o mantenimiento). El conocimiento de los
analistas y la formulación del PS.
Para resumir, podemos sostener que el éxito de un PS depende de dos grandes temas a consi-
derar. Por un lado, depende de poder contar o generar informes técnicos confiables (estadísti-
cas, mapas del delito, gráficos, Sistema de Información Georeferenciada) sobre si se observa un
incremento en las tasas de criminalidad, una tendencia al crecimiento de delitos denunciados
o no, y un aumento del uso de la violencia. Por el otro lado, el éxito depende de quién y cómo
formule el PS, de los analistas del delito o los responsables del área de seguridad que tengan
experiencia, capacidad y honestidad verificable.
Estructuras y etapas en el diseño de un Plan de Seguridad.
Los Planes de Seguridad son los principales instrumentos de gestión del Estado que orienta la imple-
mentación de la política pública para fortalecer la seguridad de la población frente a los distintos tipos
de violencia y delitos que se dan en un territorio, bajo un marco legal.
Son el resultado de un proceso de planeamiento y construcción participativa llevados a cabo y lide-
■ I. Los Planes pueden componerse de: un diagnóstico (una evaluación, un marco conceptual), obje-
tivos estratégicos (territorios de intervención prioritaria), la estrategia de seguimiento y evalua-
ción del Plan, así como también las actividades, metas y responsables de la implementación y del
monitoreo de cada objetivo estratégico.
• A. En un principio debe realizarse un diagnóstico de la seguridad ciudadana en el período
inmediato anterior, en el cual se analiza el comportamiento de los principales delitos que
generan inseguridad, como los homicidios, la violencia contra la mujer, niños, niñas, ado-
lescentes y otras personas vulnerables, los delitos patrimoniales en espacios públicos y los
delitos cometidos por las bandas criminales; y se puede incluir a los accidentes de tránsito
si causan más muertes que los homicidios.
• B. Luego, se puede realizar una evaluación del Plan de Seguridad Ciudadana, es decir un
análisis de los logros obtenidos durante la vigencia, si la hubo, de un Plan anterior, e iden-
tificar aprendizajes y oportunidades de mejora de cara al nuevo Plan de Seguridad.
• C. Seguidamente se expone el marco conceptual y estratégico que soporta el contenido de
manera técnica y transversal, especialmente a través del enfoque transversal de fenómenos
diferenciados (salud, trabajo, situación socioeconómica, infraestructura, educación, etc.), y
el enfoque territorial descentralizado.
• D. Se exponen a continuación los objetivos estratégicos, indicadores, componentes y ejes del Plan.
• E. Después, se definen los territorios de intervención prioritaria identificados en base al
análisis de múltiples variables técnicas y que materializa el enfoque territorial descentrali-
zado que orienta el Plan.
• F. Posteriormente se determina la estrategia de seguimiento y evaluación permanente del Plan
Nacional de Seguridad Ciudadana, la cual es crucial para su adecuado proceso de implementación.
• G. Y, finalmente, se detallan las actividades, metas, unidades de medida y responsables de la
implementación y del monitoreo de cada objetivo estratégico.
Esta metodología, es innovadora porque introduce un enfoque transversal por ejemplo, con la
salud pública para la prevención y la atención integral de la violencia en sus diferentes formas.
El enfoque transversal se plasma en el marco conceptual y estratégico, así como en las matrices
de los objetivos, acciones y metas.
En segundo lugar, este modelo de Plan implementa una perspectiva de focalización territorial,
el cual establece que el delito y la violencia se manifiestan de diferente forma y con diferentes
niveles de impacto en los distintos territorios. Asímismo, propicia un entendimiento territorial y
descentralizado del problema y de las respuestas del Estado frente a la problemática de la segu-
ridad. De esta forma, se identifica qué regiones requieren la atención prioritaria del Estado y de
la sociedad en su conjunto.
Por otro lado, este tipo de Plan es innovador en la medida que capitaliza los resultados de la
evaluación del Plan anterior, a partir de lo cual se contemplan cambios orientados a generar una
mayor efectividad y cumplimiento de los objetivos trazados para el próximo periodo, con énfasis
en el seguimiento y evaluación permanente.
Finalmente, un Plan de Seguridad es una herramienta de gestión central que orienta el diseño
e implementación de los planes de seguridad ciudadana nacional, provincial y distrital, es decir
desde lo macro hasta lo local.
de la ONU en 1985.
Luego se definen prioridades expresadas con acciones integrales para dar mayor seguridad.
También se consideran pilares orientativos para la seguridad. Por ejemplo: gestión local coor-
dinada con el accionar policial, intervención concertada con el gobierno central, etc. Sobre los
pilares se establecen las prioridades. Es decir, un PS puede tener el foco puesto en la seguridad
comunal como medio para alcanzar una mayor descentralización del manejo de la problemática
de la seguridad y como mecanismo esencial se deben fortalecer los gobiernos locales y los servi-
cios estatales territoriales para recuperar los espacios públicos y mejorar la convivencia vecinal.
Además, en este modelo se priorizan la víctima para su reinserción y protección; el sistema de
persecución penal y la prevención; el combate al crimen organizado; el tráfico de drogas; y el
sistema de información sobre violencia, delito e inseguridad.
Las experiencias de los PS anteriores, no se abandona porque los planes anteriores son vistos
como un proceso acumulativo.
Enfoques Integrales y Sistémicos de Planes de Seguridad.
En el inicio del Siglo XXI diversos motivos, tanto de índole estructural como coyuntural, inciden para
que “la seguridad pública” sea el tema de creciente notoriedad en América Latina.
Tanto los niveles de inseguridad objetiva como subjetiva adquieren alzas notables durante el presente
decenio en los países de nuestro continente, si se les compara con los años ochenta (1980) y primeros
años de los noventa (1990).
El abordaje de la seguridad pública requiere de una política pública equilibrada e integral, que sea con-
sensuada por las fuerzas políticas y sociales de cada uno de los países.
Valérie Sagant, Directora del Centro Internacional de Prevención de la Criminalidad de Montreal,
(2007) indica que los planes locales de seguridad ciudadana se caracterizan por:
Claudio Valdivia, Director del Departamento de Práctica y Asistencia Legal de la Facultad de Derecho de la Universidad Católica de Chile.
34
La prevención del delito es de gran importancia, toda vez que constituye uno de los pilares funda-
mentales sobre los cuales se debe actuar frente a la problemática de la (in)seguridad. Sin embargo, no
siempre se tiene pleno conocimiento de las distintas dimensiones y teorías que la misma involucra.
La asistencia social puede ser tanto más preventiva que la presencia policial en una esquina, de hecho,
en la esquina siguiente no habrá policía y sólo una modificación en la cultura y en la motivación de los
individuos generará una sociedad verdaderamente segura.
En ese orden de ideas, hemos de señalar que la institucionalización por intermedio de la educación
transmitirá el conocimiento de valores y las normas que harán eco en la disuasión delictual; asimismo
es importante erradicar los focos de posibles delitos para minimizar los factores de riesgo o los males
producidos por el delito una vez que éste fue cometido.
En el marco internacional, el entonces Secretario General de la ONU, Kofi Annan, al hablar ante
el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas en 2004, sostuvo que “… la prevención es el primer
imperativo de la justicia” (Naciones Unidas 2004: 1). Es decir, la prevención en este caso del delito, es
un requisito clave para el establecimiento de una sociedad segura, cuya realización es un prerrequisito
para un sano crecimiento.
Por eso, la prevención debe enmarcarse en el largo plazo y no en programas de corto plazo, porque el
diseño de PS adecuados e integrales, debe implicar intervenciones múltiples en distintos aspectos del
desarrollo humano para solucionar los problemas vinculados con la delincuencia, con una secuencia
lógica y organizada. De ahí la existencia de distintas matrices para la confección de PS que incluyen
la prevención.
Las intervenciones, deben buscar las causas estructurales relacionadas con las dimensiones sociales,
económicas y culturales, es decir no sólo con las causas inmediatas del problema, sino con las causas
profundas, las arraigadas.
La RAE sostiene que prevenir proviene del latín “praeventio-onis”, que es la acción y efecto de preven-
ción, preparación y disposición que se hace anticipadamente para evitar un riesgo o ejecutar algo. Es la
provisión de mantenimiento de otra cosa (orden público) que sirve para un fin (seguridad).
La doctrina define a la prevención del delito como el conjunto de acciones, políticas, tácticas y estrategias
encaminadas a disminuir los factores que generan riesgo, violencia y delitos bajo distintas formas o formatos.
La Prevención del delito en sentido amplio, es cualquier práctica demostrada que resulta en menos
crímenes, que ocurrirían sin tal práctica.
A la prevención del delito se la puede clasificar desde una perspectiva sociológica en tres (3) tipos de
tácticas alternativas de prevención:
Primaria
Secundaria
Terciaria
La prevención se integra con todas aquellas medidas que pueden ser planteadas para evitar o neutrali-
zar delitos, y a su vez garantizar los derechos fundamentales de los ciudadanos siempre que no dañen
los derechos constitucionales.
La sociabilización es la interacción de una persona con sus semejantes, adoptando diferentes pautas de
comportamiento, adecuándose a diferentes situaciones de la vida cotidiana, también la sociedad ejerce
influencia sobre el individuo, inculcando las características de esa cultura a los individuos que la com-
ponen, pudiendo ser trasmitida de generación en generación logrando que esos individuos aprendan y
desarrollen habilidades y conocimientos específicos.
Existen tres (3) tipos de socialización de los individuos:
1. Primaria, es la primera que el individuo atraviesa en la niñez y por medio de ella se convierte
en miembro de la sociedad. En prevención se habla de la etapa anterior al delito -denominada
ex-ante-; habrá que pensar, no sólo en la amenaza penal, sino también en los instrumentos sociales
que suelen ser más efectivos para cada caso, como la educación, las ayudas sociales, los medios de
comunicación, etc. La familia y la escuela son dos de las instituciones más importantes en el desa-
rrollo del individuo, le permiten implementar valores como el respeto a las normas, la fortaleza de
carácter, la honestidad, la justicia y muchos más. La familia es la primera influencia de formación y
desarrollo de la personalidad, nos inculca la forma en que la conducta se gobierna o autogobierna.
2. Secundaria, es cualquier proceso posterior que induce al individuo ya socializado a nuevos sectores
del mundo. Entonces, actúa después del delito (ex-post) cuando el conflicto criminal se produce,
cuando se manifiesta. Opera a corto y mediano plazo y se orienta selectivamente a sectores espe-
cíficos de la sociedad: aquellos grupos o subgrupos que exhiben mayor riesgo de protagonizar el
problema criminal. Los operadores sociales de esta prevención son los jueces y policías. Aquí el que
prima es el modelo punitivo, es decir, el del control en las calles y la prevención policial. Para tal
función la Policía debe estar al servicio de la comunidad garantizando al ciudadano el ejercicio de
los derechos que la ley reconoce y el uso de la violencia debe estar determinado por los principios de
habilitación legal o judicial, de oportunidad, de racionalidad, de gradualidad y de proporcionalidad.
3. Terciaria, se refiere directamente a la población penitenciaria y su fin es evitar la reincidencia.
Actúa ya cuando el delito se ha cometido y no frena las causas de la delincuencia por lo que sus
efectos son bastante limitados.
Abordar los problemas de la realidad local y sus actores, nos pone en la mira por un lado el tipo de
delincuencia que pretende prevenir y por el otro el diseño urbano y sus características ambientales.
Es decir, que para que las tácticas preventivas sean efectivas en la reducción de la oportunidad del
delito y el temor, éstas deben ser diseñadas y ejecutadas a nivel local. Deben ser parte de una estrategia
más integral de prevención, que aborde los demás problemas de seguridad ciudadana del lugar con las
técnicas pertinentes a cada situación.
Ello implica tener en cuenta la participación de diversos actores, tanto de instituciones públicas como
privadas y, especialmente, de la comunidad; pues cada uno de los ciudadanos no sólo es un actor
relevante en la búsqueda e implementación de soluciones a los problemas de inseguridad, sino que,
además, es un elemento constituyente del problema mismo.
Debido a que la delincuencia es un fenómeno multicausal y complejo, ninguna organización por sí sola
es capaz de garantizar la seguridad ni, sobre todo, de enfrentar las diversas causas de la inseguridad.
Frente a ello, la participación comunitaria es de especial relevancia, pues ninguna medida de seguridad
ciudadana podrá ser eficaz y eficiente si no considera en su génesis la participación activa de la comunidad.
Los criterios técnicos que validen una medida u otra deben ser complementados con los conocimien-
tos de la comunidad; es decir, es fundamental realizar un diagnóstico local apropiado y un proceso
comunitario acabado al efecto.
En el caso particular de la prevención de la delincuencia, mediante el diseño urbano y sus caracterís-
ticas ambientales, lo anterior permite, además, evitar el riesgo de estandarizar soluciones de diseño.
El Banco Mundial, trabajar desde los problemas locales, es la Guía Didáctica para Municipios, con-
feccionada por el B. M., para la prevención de la delincuencia y la violencia a nivel comunitario en las
ciudades de América Latina. Para tal fin, dicha guía propone los siguientes objetivos35:
> Identificar cuáles son los problemas más importantes.
> Analizar estos problemas prioritarios con los ciudadanos participantes.
> Seleccionar y agrupar los problemas prioritarios en áreas focales.
> Identificar posibles soluciones y seleccionar los programas más adecuados.
A su vez, se sugiere que los principales problemas prioritarios de seguridad, por lo general, deben
estar circunscriptos a los siguientes ejes de trabajo: ¿Cómo fortalecer el trabajo policial de seguridad
ciudadana?, ¿Cómo debe ser la participación de los sectores públicos en temas preventivos, educativos
y de reinserción?, ¿Cómo debe ser la participación de la comunidad organizada?, ¿Cómo debe ser la
relación del policía con el ciudadano?, otros aspectos locales que sea importante determinar.
The World Bank Department of Finance, Private Sector and Infrastructure Latin American Region, Guía Didáctica para Municipios: Prevención de la
35
delincuencia y la violencia a nivel comunitario en las ciudades de América Latina, noviembre 2003.
En función de las formas de violencia o las prácticas delictuales que se dan en los barrios, se los puede
clasificar según su composición social, según su seguridad y según la vulnerabilidad.
Tipología según la composición social. Una primera mirada tiene que ver con la composición social,
vinculando los distintos grados de seguridad que se pueden presentar en ellos. Al respecto, es opor-
tuno advertir que no necesariamente un barrio catalogado de pobre va a ser un barrio inseguro, así
como tampoco un barrio rico es necesariamente sinónimo de seguridad. La cohesión social de sus
habitantes, por ejemplo, puede ser una herramienta que posibilite aumentar o disminuir los niveles de
seguridad de los barrios, indistintamente de su composición social. Asimismo, esta cohesión social se
transforma en un logro estratégico cuando se trata de atacar la vulnerabilidad en la que se encuentran
algunos barrios.
Tipología según los grados de seguridad. La segunda tipología tiene que ver con clasificar a los
barrios como seguros o inseguros, en función de dos criterios.
■ Un primer criterio es a partir de la amenaza de violencia, que tiene dos grandes manifestaciones.
Por un lado, desde sujetos externos, es decir, de la presencia de delincuentes que provienen de
otros barrios y que operan en el barrio bajo análisis. Por otro lado, en la convivencia con delin-
cuentes y personas violentas que habitan en el barrio, los que en algunos casos llegan a controlar
parcial o totalmente el territorio y generan redes sociales perversas que facilitan el desarrollo de
la criminalidad y cooptan jóvenes en su actividad.
■ Un segundo criterio para clasificar los barrios como seguros o inseguros, se apoya en la capacidad
de respuesta a la amenaza de la violencia delictual, sea esta externa o interna. Una primera varia-
ble de análisis para ello es la cohesión social, que se traduce en organización social. Esto es que
sus habitantes se conozcan, que participen de la vida de barrio, que practiquen la solidaridad, que
formen parte de sus organizaciones sociales y clubes deportivos, que utilicen los espacios públicos
y los equipamientos, que generen entre todos importantes niveles de coproducción de seguridad.
De esta manera, cada habitante se transforma en un actor importante al momento de garantizar la
seguridad de sus vecinos y del barrio. Por otra parte, una segunda variable de análisis, suele consi-
derar al barrio como seguro en función de la alta presencia o no de vigilantes contratados.
Tipología según sus niveles de vulnerabilidad social. La tercera tipología de los barrios se vincula
con la perspectiva de la vulnerabilidad que los barrios tienen frente a los problemas de seguridad. En
este sentido es importante hacer la distinción entre barrios vulnerados y aquellos que se encuentran en
avanzado estado de desarrollo de la criminalidad o barrios críticos.
La vulnerabilidad se refiere a los problemas sociales que están presentes en los barrios y que impiden
el desarrollo de sus habitantes. Cada dimensión de la vulnerabilidad expresa relaciones y problemas
concretos que afectan a los barrios. Desde esta lógica, solamente es posible revertir esta situación a
partir de intervenciones focalizadas que busquen disminuir los grados de vulnerabilidad.
En la guía de la ONU, estipulada para la prevención en barrios, se hace hincapié en revalorar “lo local”;
es decir “del barrio como punto de encuentro”. El barrio es un referente importante para quienes viven
en él, en consecuencia la definición de sus límites para distintos grupos es fundamental si se quiere
respetar las identidades y culturas locales.
Los habitantes perciben y funcionan en relación a sus barrios, en buena medida, en función de la ima-
gen que se van creando de él y no de lo que realmente es y existe en él.
Esto se produce por la complejidad del barrio, porque se usan sólo algunas calles y espacios por lo
que, mentalmente, se eliminan los otros, o por una necesidad de “selección”, que hace que simplemente
“veamos” algunas cosas.
Los integrantes del barrio definen los mapas mentales, a través de distintas técnicas como dibujos,
collages, fotografías, marchas exploratorias, y la comparación entre los resultados de éstas se va defi-
niendo así: Hitos (elementos de referencia); nodos (lugares de reunión); límites y barreras (construidos
o mentales, que definen el barrio); sendas (las vías habituales de tránsito de las personas); y puertas (los
lugares reales y simbólicos en los que los vecinos sienten que entran al barrio).
Los jóvenes, la cultura y sus barrios tienen que ver con el origen, la historia del barrio y sus historias
locales, son aspectos claves para definirlo, para entender sus culturas.
Por tal motivo es que se recomienda que la política de prevención se funde en los recursos locales, no
sólo para aprovecharlos considerando que éstos son siempre escasos, sino también porque ésta debe
surgir desde las mismas potencialidades de las comunidades, considerando los siguientes factores:
■ La situación de conflictividad, inseguridad y violencia del barrio.
■ Las causas mediatas e inmediatas de la situación actual.
■ La priorización de los problemas a enfrentar.
Por tal motivo, entendemos que la policía está llamada a colaborar y puede aportar el conocimiento
con toda precisión de la evolución cuantitativa y cualitativa del delito en su área de responsabilidad, lo
que facilitará estudiar las condiciones sociales e influencia del medio ambiente para aplicar las políticas
de prevención de delitos o de prevención social más adecuada a los entornos locales.
En cuanto a la primera categoría reseñada, la prevención situacional/ambiental del delito (PSD) proviene
de la corriente de la criminología que se enfoca en la importancia de la oportunidad para la ocurrencia
del delito; los actos preparativos del delito, en el inter críminis, que son los que se realizan “antes” de
cometer el delito y se enfoca en la prevención de la ocurrencia del mismo, en vez de detectar y castigar
a los delincuentes.
La PSD engloba así a las medidas de reducción oportunista que están directamente relacionadas con
las formas específicas del delito y estudia qué medidas de intervención se deben adaptar y diseñar para
Prevención del crimen a través del diseño ambiental.
La prevención del delito a través del diseño ambiental consiste en la identificación de las vulnerabili-
dades y su antídoto: la sensatez.
Para abordar esta cuestión, acudimos al trabajo realizado por Santiago Escobar Sepúlveda36, titulado
“Espacio público y seguridad ciudadana”.
Partimos de la base de que “ … todo problema de seguridad se resuelve en un espacio social, sea de carácter
público o privado. La movilización de los recursos físicos o simbólicos para satisfacer una necesidad de segu-
ridad debe tener, por lo tanto, una referencia a la territorialidad de ese espacio, y su composición debe ser con-
gruente con el daño que se trata de prevenir o solucionar y con los medios que se emplea para ello.
Es frecuente que muchas deficiencias en materia de seguridad ciudadana, como fallas de prevención, mal uso
de la fuerza policial, baja utilización del capital social instalado en la zona, o inadecuada apreciación de los
riesgos delictuales, se deba a falencias relacionadas con la visión del territorio.”
En muchos casos, los temores se ligan a un espacio público que aparece como un conjunto de obstácu-
los que atenta contra la movilidad y seguridad física personal -calles angostas, veredas rotas, personas
que corren transportes inalcanzables, concentración de muchas personas en lugares como terminales
de ómnibus o en calles peatonales con gran cantidad de personas-.
En la ciudad existen espacios urbanos con características ambientales que no promueven el tránsito
ni la permanencia de personas y con ello dificultan la vigilancia natural por parte de la comunidad. La
ausencia de control sobre lo que ocurre en ellos “atrae” así a potenciales infractores de la ley y aumen-
tan las probabilidades de la ocurrencia de delitos y la percepción de inseguridad de la comunidad.
Si el espacio urbano y sus características ambientales son planificados, diseñados y manejados apropia-
damente, ciertos tipos de delitos y la percepción de temor ante el delito (o “inseguridad”) pueden ser
reducidos, elevando la calidad de vida de la comunidad.
Muchas veces los vecinos dejan de transitar ciertos espacios públicos no por los delitos que allí se pro-
ducen, sino por la existencia de una “sensación de inseguridad” o “temor ante el delito”.
Tanto el delito como la sensación de inseguridad pueden, también ser combatidos eficazmente elevan-
do la calidad de los espacios públicos, dotándolos de ciertas condiciones de seguridad, que le “quitan”
el temor a los vecinos y los “devuelve” a esos espacios que se habían abandonado.
Para entender de manera más precisa el papel del espacio urbano y sus características ambientales
en la prevención de la delincuencia y en la sensación de inseguridad que ésta última genera, se puede
precisar el siguiente esquema lógico:
Santiago Escobar-Sepúlveda es abogado chileno, especialista en temas de gestión gubernamental y especialista en políticas de Defensa y Seguridad
36
La promoción de las llamadas Iniciativas para ciudades más seguras que buscan articular la asociación entre
las autoridades públicas, y las ciudades, los barrios y los ciudadanos para combatir la delincuencia se va trans-
formando en una acción de alta rentabilidad social y de participación ciudadana pues, incluye la creación de
sistemas permanentes de evaluación de políticas de seguridad en los barrios, la creación y distribución de fon-
dos que sostengan estos sistemas como una “buena práctica”; la remodelación de los espacios y el equipamiento
comunitario cuando es necesario, la educación a la comunidad sobre cómo ocupar los espacios, y muchas otras
iniciativas. Es también una política con alta participación de género, pues son las mujeres las que permanecen
más tiempo en los barrios.
Una consideración fundamental es que el control permanente de un espacio territorial sólo puede ser producto
de la acción de la ciudadanía y no de la policía. Cuando ello ocurre, se genera una manera muy diferente de
mirar y organizar las cosas en materia de seguridad. La policía es la representación de la autoridad en el
territorio, y en esa medida tiene una dimensión de servicio gubernamental y no de micro gobierno local. Su
presencia debe ser un elemento disuasivo frente a la delincuencia, que da confianza y respaldo a la ciudadanía
por la capacidad de fuerza que se activa de manera selectiva y focalizada frente al delito. Pero la seguridad
en un sentido amplio, que incluye participación y decisión sobre políticas en los barrios, queda en manos de la
ciudadanía y de sus organizaciones, a través de las cuales se articula al gobierno local.
Cuando se produce esa nitidez en la forma de gobernar el territorio, surge también una importante conclusión
acerca de qué tipo de organización policial necesita el Estado. La acción gubernamental en el territorio no
puede guiarse exclusivamente por la lógica central, sino que precisa corregir mirando los problemas desde las
unidades territoriales específicas. Las ópticas centrales tienden a soluciones estandarizadas, a procedimientos
uniformes y a un acoplamiento acrítico de los recursos locales que es posible utilizar. Tiene por lo tanto una
gran inercia y resulta difícil la corrección. Las ópticas locales en cambio permiten asociar mejor los recursos
sociales, dar flexibilidad a los procedimientos, y aumentar significativamente la cobertura de los servicios
debido a la ayuda de la población.
No cabe duda que, en la planificación del espacio urbano, especialmente del barrio como concepto cultural y
territorial, entra una dimensión que puede resultar determinante a la hora de definir nuevas orientaciones
en materia de seguridad ciudadana, sobre todo por el aprovechamiento del enorme capital social que existe, o
su creación a través de políticas de fomento social. Pues el espacio público no es un conjunto aleatorio de cosas,
sino un fenómeno cultural y físico, integrado por diversas formas de organización, con regularidades y dife-
rencias, y lleno de significados simbólicos y culturales, que deben ser orientados positivamente para dar sentido
al bienestar de toda la población”.
En los años setenta y ochenta, la ausencia de estructuras policiales adecuadas para hacer frente a la mayor
parte de los tipos de violencia urbana conocida y la necesidad de ofrecer una respuesta eficaz, provocaron
la transformación relativa de las tradicionales estructuras seguras y de los sistemas de control social, abrién-
dose de una forma evidente al conocimiento y al estudio analítico y científico de las interrelaciones entre
violencia y ciudad. Su relación es innegable y resulta extremadamente complejo definirla con claridad.
En este contexto se desarrolla la metodología de la prevención del crimen a través del diseño ambiental
o CPTED, según sus siglas en inglés, Crime Prevention Through Environmental Design, invirtiéndose
Para entender de manera más precisa el papel del espacio urbano y sus características ambientales en la
prevención de la delincuencia y en la sensación de inseguridad que esta última genera, a continuación
se presentan de forma esquemática los elementos presentes en la ocurrencia de un evento delictivo, con
su correspondiente definición conceptual38.
Aplicación de la prevención a través del diseño ambiental.
Para terminar, el desafío de la implementación de la prevención a escala local está dado por aplicar el
conjunto de acciones o medidas que tienen como objetivo disminuir la probabilidad de ocurrencia de
delitos de oportunidad, e incrementar la sensación de seguridad mediante la modificación del diseño
y variables ambientales.
Dichas técnicas serán más exitosas mientras más colaboren en contribuir a la cohesión social de la
comunidad, mediante la participación de la ciudadanía en la modificación del espacio urbano y sus
características ambientales.
Para ello, hay que tener presente que la aplicabilidad de dicha estrategia se basa en los siguientes prin-
cipios fundamentales:
• Promover la vigilancia natural: Promover la posibilidad de ver y ser visto es esencial para crear
o mantener un espacio seguro. La alta visibilidad de un lugar aumenta el control sobre éste por
parte de sus usuarios y disminuye la probabilidad de que ocurran delitos de oportunidad.
• Fomentar el control natural de accesos: Busca incentivar por medio de estrategias de diseño,
el control social sobre los accesos de un espacio determinado.
38
Fundación Paz Ciudadana, “Análisis Delictual: Enfoque y Metodología Para la Reducción del Delito”, Registro de propiedad intelectual N° 19541,
I.S.B.N. 978-956-7435-18-0, Chile, Primera edición agosto 2010, página 63.
En este apartado se desarrollarán algunas de las modalidades delictivas más usuales en el contexto de
Seguridad Urbana.
Secuestros exprés39
Los secuestros extorsivos no son un fenómeno nuevo en Argentina y tiene sus propias particularidades. En la
jerga policial se los llama exprés: son al azar, carecen de inteligencia previa y se resuelven en unas pocas horas
tras el pago de pequeñas sumas de dinero. El riesgo para los delincuentes es muy bajo y la mayoría de las veces
la policía se entera cuándo la familia de la víctima ya lleva muy avanzadas las negociaciones para el rescate.
Los secuestros exprés alcanzaron su pico de popularidad tras la crisis económica de 2001, cuando por
la desconfianza que los ciudadanos tenían para con las entidades bancarias, guardaban sus ahorros en
las casas. Esta tipología delictual sufrió una caída a lo largo de los últimos 20 años hasta el año 2016,
donde en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y en los partidos de la provincia que forman el conur-
bano Bonaerense vivieron un nuevo aumento de la criminalidad.
Según un informe parcial publicado en junio del 2018 por el Ministerio Público Fiscal, durante ese
año se investigaron 111 secuestros extorsivos a nivel nacional.
La comparación de los datos relevados durante el año 2018, con los de los tres períodos anteriores,
permite concluir que la tendencia a éste tipo de ilícitos ha disminuido nuevamente, en comparación a
períodos anteriores. En tal sentido, en el informe del año 2015 se consignaron 294 hechos, en el del año
2016 fueron investigados 227 casos, mientras que el año pasado se registraron 185 secuestros extorsivos.
Fuente: https://www.fiscales.gob.ar/fiscalias/se-registraron-111-secuestros-extorsivos-durante-el-ano-2018/
39
Lomas de Zamora y Morón figuran como las jurisdicciones que más hechos registraron -veintinueve
cada una- mientras que en Quilmes se investigaron trece secuestros extorsivos. Por su parte, la justicia
federal de la Capital Federal intervino en once sucesos, mientras que la jurisdicción de San Martín y
Tres de Febrero registraron nueve secuestros extorsivos.
El informe también consigna que hubo seis secuestros en jurisdicción de la Fiscalía Federal de
Hurlingham, que Rosario y San Isidro investigaron tres hechos cada una, mientras que en Mendoza
hubo dos denuncias por este tipo de ilícito.
Finalmente, las estadísticas señalan que las jurisdicciones de Campana, Formosa, Misiones, San
Nicolás, Santa Fe y Tucumán intervinieron, cada una, en un secuestro.
De los 111 hechos relevados por la UFESE –en base a la información remitida por las distintas fis-
calías que investigaron los mismos- surge que el 57% ocurrieron en la franja horaria que va desde las
18 horas hasta la medianoche, el 15% ocurrió entre las 6 de la mañana y las 12 del mediodía, el 14%
entre el mediodía y las 18 hs. y sólo el 13% tuvo lugar en la franja horaria que va desde la medianoche
hasta las 6 de la mañana.
Además, del análisis de los datos se desprende que hubo 131 víctimas y que en el 81% de los hechos
investigados, los captores privaron de su libertad a una sola persona y, en el 17% de los casos, fueron
más de dos víctimas. También de esas 131 personas cautivas, 86 fueron hombres y 45 mujeres.
En relación a la cantidad de personas involucradas en cada secuestro extorsivo, las cifras señalan que en
98 hechos intervinieron más de tres personas. Asimismo, en el 68% de los casos las víctimas recobraron
su libertad luego de que se pagase rescate, en el 28% fueron liberadas sin pago y hubo cuatro hechos
en los que ello no pudo determinarse.
Una salidera bancaria, ocurre cuando una persona retira dinero de una entidad bancaria y al salir es
abordado por delincuentes con el objetivo de quitarle el dinero. Los delincuentes ya saben quién sale
con dinero, ya que previamente fue “marcado” por algún cómplice dentro del banco.
El procedimiento es similar al siguiente: La víctima retira una suma de dinero del sector de cajas del ban-
co. La cantidad de dinero no necesariamente tiene que ser muy grande para ser víctima de una salidera.
En ese momento un “marcador” ubicado cerca de la víctima, será el encargado de señalar a la persona
que se encuentra retirando el dinero. Este «marcador» puede ser uno de los delincuentes simulando
ser un cliente del banco, ya sea en la fila de las cajas o en un sector cercano, tratando de pasar desaper-
cibido. En otros casos la persona encargada de “marcar” puede ser el mismo cajero que se encuentre
atendiendo al cliente o algún otro empleado infiel del banco.
Una vez que la víctima es identificada, el marcador da aviso utilizando alguna metodología como ser
señas, mensajes o llamadas telefónicas a otros delincuentes informando cual es la persona y muchas
veces, hasta en qué lugar tiene guardado el dinero.
El resto de los delincuentes se encargan de seguir a la víctima al salir del banco, en auto o moto para
luego robarle una vez en camino a su casa y evitando hacerlo cerca de la entidad bancaria.
Estas bandas suelen trabajar en números de entre 3 a 5 delincuentes con motos y vehículos.
El caso más conocido en los medios durante 2010 fue el de Carolina Píparo y su bebé Isidoro. Carolina
Píparo fue baleada durante una salidera bancaria en la ciudad de La Plata el 29 de julio de 2010, estan-
do embarazada de 8 meses. A causa de los disparos que sufrió en el robo, debieron hacerle cesárea de
urgencia, y días más tarde su bebé falleció.
Robos en motos.
Se denomina comúnmente motochorro al delincuente que hace uso de una motocicleta para cometer
algún tipo de robo. La palabra es un neologismo usado en Argentina, Chile, Uruguay y Paraguay,
combinación de las palabras moto y chorro (“ladrón”), aparecida a partir del año 2008 en los medios de
Argentina y tomada de la jerga policial.
La forma de operar, en la mayoría de los casos, se da de a dos en calles céntricas. Mientras el conduc-
tor se aproxima a la víctima, el acompañante le roba cualquier objeto que considere valioso (carteras,
portafolios, celulares, bolsos, etc.) para fugarse inmediatamente.
La Ciudad Autónoma de Buenos Aires es una de las más afectadas por esta modalidad delictiva, aumentó un
118% entre 2008 y 2009, conservando aún una tendencia en alza. Un caso relevante, y que se hizo conocido
en el mundo, fue el ocurrido en el año 2014 en Buenos Aires, cuando Alex Hennessy, un turista canadiense,
filmó al motochorro que lo asaltó y subió el video a un sitio de Facebook para turistas internacionales.
El arrebato es una modalidad delictiva que se caracteriza por tener una duración menor a diez segun-
dos. Esto hace que la víctima, por la conmoción del suceso no reaccione rápidamente y, por ende, se
facilite la huida del delincuente.
En general, las víctimas elegidas son personas mayores, niños y mujeres que caminan solas. Puede
suceder tanto en lugares con poco movimiento, en grandes concentraciones de personas, en estaciones
de trenes, terminales de colectivos o plazas.
El lenguaje corporal y las situaciones influyen para ser elegidos por el arrebatador. Algunas situaciones
vulnerables son: cuando una persona camina con auriculares puestos; cuando llega a una parada del
colectivo y abre su bolso o cuando tiene el celular en la mano, hablando o enviando mensajes, etc.
Esta tipología delictual es un claro ejemplo de delitos de oportunidad, por lo que es necesario trabajar
en la concientización del ciudadano para que evite exponerse y quedar vulnerable. Algunas recomen-
daciones para evitar ser víctima de este delito, pueden ser:
> Si circula en moto o bicicleta, evite llevar carteras o bolsos colgando del brazo, del manubrio, de
canastos y portaequipajes. Conviene llevarlos aferrados, en un lugar seguro.
> Cuando transite por la vereda: preste especial atención a la circulación de bicicletas o motos que
lo hagan en proximidad al cordón en actitud sospechosa.
> Se consideran zonas de mayor vulnerabilidad, a las paradas del transporte público y a la salida de loca-
les comerciales. Aprovechando el congestionamiento, pueden robarle billeteras, carteras, bolsos, etc.
> Si se encuentra dentro de un vehículo detenido revise que las puertas y ventanillas de su auto
estén cerradas y aseguradas, así evitará el robo de bolsos o carteras del interior del vehículo.
Cada episodio no dura más de diez segundos y es absolutamente confuso para las víctimas de esta moda-
lidad delictiva, que se transformó en no de las modalidades más frecuentes en el año 2014 en la ciudad.
Un robo piraña se produce cuando al menos tres ladrones interceptan a una persona en la vía pública y, en
medio de una golpiza que termina en el piso, le sacan la billetera, el celular y cualquier otro objeto personal.
Lo que es denominado en Argentina como “robo piraña” tiene su origen en Brasil, principalmente en
las favelas de Río de Janeiro, con epicentro las playas de Copacabana, Ipanema y otras con mucho
turismo. Comenzó hace unos 10 años, bajo la forma de un fenómeno que se expresaba con robos reali-
zados en segundos, por centenares de jóvenes que bajaban de los morros en grupo y tomaban por asal-
to a los bañistas. Eran famosos porque a las víctimas las despojaban a veces hasta de las ropas de baño,
para que no los salgan a perseguir. Luego, esta modalidad se trasladó hacia San Pablo. Allí, se perfec-
cionaron las técnicas callejeras. Finalmente, se extendió por las principales ciudades sudamericanas.
Es una de las modalidades delictivas que más ha crecido, sobre todo en el Conurbano. Cualquiera pue-
de ser víctima de una entradera, ya sean amas de casa, empleados, profesionales, empresarios, policías,
deportistas, funcionarios públicos, etc.
En este tipo de asaltos las víctimas pueden ser elegidas al azar o puede existir una planificación pre-
via con el estudio de la víctima donde los delincuentes tienen bien sabido cuanto tiempo tienen para
delinquir y que van a buscar, así como la división de roles de la banda.
Hechos al azar - Delitos de oportunidad.
Cuando la víctima es elegida al azar o al voleo, generalmente los delincuentes se encuentran adentro
de un auto y esperan el momento en el que aquella ingresa o se retira de su hogar. En la mayoría de los
casos, el golpe es rápido: si la víctima estaba ingresando o saliendo con su auto los ladrones se llevan
el vehículo (que luego será utilizado por los victimarios para huir) y los objetos de valor que tienen
más a mano, como la billetera y el celular. En otros casos, entran a las viviendas, buscando más dinero
y artículos de electrónica.
La mayoría de las veces, los asaltantes actúan en banda y armados, por ello la resistencia de las vícti-
mas genera que en varias ocasiones los hechos finalicen de manera trágica, sobre todo, si la víctima se
resiste o pertenece a alguna fuerza de seguridad.
Las entraderas o robos en ingresos a viviendas es una peculiar forma de delito que, se reitera cíclica-
mente en todo el territorio, sumándose al habitual combo de crímenes producidos por la inseguridad.
Grupos organizados.
En otros casos los malhechores, lejos de ser oportunistas, trabajan en base a un plan definido y un sis-
tema bastante razonado, que implica vigilancia y un estudio previo sobre la familia. El análisis incluye
datos como rutinas, horarios de entradas y salidas, cantidad de miembros, movimientos bancarios,
últimas adquisiciones y cualquier otro que pueda servir para cometer el golpe deseado. Por ello se
recomienda evitar los mismos caminos para moverse del domicilio al trabajo o hacia aquellos lugares
de actividades habituales de los ciudadanos.
Una vez investigados todos los movimientos, esperan la ocasión oportuna e irrumpen sobre sus víc-
timas. Por lo general lo hacen al anochecer, entre las 21 y las 23, o bien a la madrugada. El común
denominador indica que ingresan forzando y apuntando con un arma a uno de los miembros que llega
o sale de la vivienda, para trasladarlo desde la calle hacia el interior de la casa.
En otros casos, los asaltantes engañan a las víctimas haciéndose pasar por una empresa de servicios o
un agente municipal o de policía.
Una vez adentro, los malvivientes reducen al resto de la familia y le exigen a la víctima que entregue
todas sus pertenencias, apuntando a uno de los miembros con intención de dispararle. Luego revuel-
ven cada espacio y arrasan con todos los elementos de valor que estén al alcance. Principalmente, con
electrodomésticos que puedan venderse en el mercado negro.
Finalmente cargan todo el botín en el auto y se dan a la fuga. Antes de irse encierran a sus víctimas
en algún baño o habitación bajo llave. En ciertas ocasiones, las víctimas son atadas de pies y manos.
Para cuando las víctimas logran liberarse, superar el shock y llamar al 911, los delincuentes desapare-
cieron sin dejar rastro. Los vehículos usados para escapar a veces son secuestrados para cometer otros
delitos o simplemente desmantelados, quemados y abandonados.
El consejo que se brinda a la población vulnerable es no resistirse, ya que rehusarse a ser robado puede
poner en peligro –sin sentido– a todos los miembros de la familia y complicar aún más la dirección de
los acontecimientos. La primera reacción es defender lo propio, pero es necesario evitar este instinto.
Promover la cohesión social y el contacto entre los vecinos permite prevenir mayores incidentes y que
los efectivos policiales actúen con mejor eficacia para socorrer a los afectados.