Decada de 1820 Rio de La Plata

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Las reformas rivadavianas en Buenos Aires y el Congreso General Constituyente (1820- 1827)

En la batalla de Cepeda de 1820 vencen los caudillos del litoral, determinando la caída del poder
directorial. Esto genera una crisis política sin precedentes en Buenos Aires. Debido a que se sucede
una transformación política con la formación de los Estados provinciales autónomos.
La ciudad y la campaña se enfrentaron para decidir la configuración del nuevo poder provincial.
Las batallas llevadas a cabo en octubre de 1820 entre centralistas y confederacionistas, culminaron
con la victoria del general Martin Rodríguez, quien dirigía las milicias de campaña. Este, llevó a
cabo la constitución de un grupo dirigente heterogéneo, intentando depurar la elite que siempre
se encontraba gobernando. El objetivo principal de este nuevo grupo dirigente era “ordenar el caos
producido luego de la caída del poder central (el Directorio)”. Se trataba de un orden que ya no
buscaba poner a Buenos Aires en el centro el poder nacional, sino que buscaba “volverse hacia
adentro” con el fin de sanear la economía, organizar a la indisciplinada sociedad movilizada al calor
de las guerras de independencia e imponer un nuevo principio de autoridad. Sobresalían
personajes que después de la década revolucionaria hicieron de la política su principal actividad,
como así también miembros de los grupos dominantes en la política.
Este grupo se aglutinó en torno a lo que se denominó el “Partido del Orden” que contaba entre
sus referentes a Bernardino Rivadavia y Manuel García. Los objetivos que perseguían eran una
serie de reformas que contemplaban como puntos más sobresalientes: ordenar la estructura
administrativa heredada de la colonia y, a su vez, ordenar a la sociedad surgida de la Revolución.
Sin embargo, las propuestas de convocar a un congreso constituyente para intentar organizar el
país bajo un Estado unificado fracasaron debido a las divergencias sobre a quien correspondía la
soberanía. Si el país debía organizarse bajo un centralismo o un federalismo, donde las provincias
resultasen ser autónomas.

Un nuevo régimen representativo para Buenos Aires


El nuevo gobierno de bonaerense con impulso reformista no estuvo nunca acompañado por la
sanción de una constitución provincial. A diferencia de otros estados provinciales, no tuvo una
carta orgánica que delimitara sus poderes hasta 1854. El poder político pasaba a organizarse
conforme a un conjunto de leyes fundamentales que regulaban el funcionamiento de las
instituciones.
Se crea en 1820 la Sala de Representantes, primero como junta electoral para designar
gobernador, y luego se transformó en poder Legislativo. La elección de sus miembros se llevó a
cabo tras dictarse la ley de sufragio de 1821 a nivel provincial: la calidad de electo se limitó a todo
ciudadano mayor de 25 años, que poseyera alguna propiedad inmueble, o industrial. De modo que
el desempeño de cargos estaba atado a la independencia económica. Se trataba de un medio de
legitimación del nuevo poder para resolver la cuestión de la inestabilidad política heredada de la
década revolucionaria y poner fin al desorden que generaba una institución colonial como lo era el
cabildo. El objetivo subyacente que se escondía bajo esta ley electoral era ampliar la
participación en el sufragio para disciplinar a través del canal electoral la movilización iniciada
por la revolución.
El nuevo régimen electoral logró incluir a la campaña en la representación política, dando así una
respuesta parcial a la disputa entre cuidad y campo. Sin embargo, la ciudad tenía más proporción
numérica en la Sala de Representantes, por lo que ésta seguía teniendo ventaja.

Las reformas rivadavianas

Tras la formación de la Sala de Representantes, los cabildos habían perdido importancia, además
mostraban una representación tradicional heredada de la colonia. Rivadavia abolió los cabildos
provinciales, porque según él la nueva representación debía ser llanamente liberal, y la convivencia
de una institución antigua y una liberal implicarían nuevas amenazas de caos. El diagnóstico
radicaba en el peligro que constituían las asambleas populares que contaban con el visto bueno
de los cabildos, y estas no desaparecerían si no se suprimía la institución que les había dado
origen. Los cabildos habían debilitado a los gobiernos anteriores, de modo que era necesario
realizar una cirugía mayor.
Se cumplía así el objetivo reformista encarnado por el gobierno de Rodríguez: modernizar el
aparato político institucional heredado de la colonia y centralizar la estructura administrativa del
Estado- Provincia. Se procedió a una racionalización de la administración pública a través de la
capacitación del personal.
Además se conformaron los ministerios de Gobierno, de Hacienda y de Guerra dependientes del
poder ejecutivo. Se reformó la administración de justicia dividiéndola en justicia de menor cuantía
y la de policía. Sobresaliendo en este aspecto la figura del juez de paz.
Se introdujo también una reforma militar con el objetivo de reducir el aparato miliar heredado de
la década revolucionaria para reducir los gastos del fisco. Creando un nuevo ejército miliciano
menos costoso formado por el reclutamiento de vagos y mal entretenidos buscando disciplina en
sectores puntuales, tanto de la campaña como del ámbito urbano. El ejército pasó a orientarse
principalmente hacia la frontera y la campaña, siendo su objetivo la defensa de los ataques
indígenas. De esta forma, a medida que se iba extendiendo la frontera después de ataques
violentos sobre los grupos indígenas, las tierras fueron cedidas mediante la Ley de Enfiteusis. La
tierra se repartía para ser arrendada por un período de 20 años, donde los arrendatarios debían
pagar un canon en los primeros 10 años.
En este período también se suprimieron algunas órdenes religiosas cuyos bienes pasaron a ser del
Estado. Se atendieron a niveles de educación y cultura, fundándose en 1821 la Universidad de
Buenos Aires, y se atendió a la mayor participación de los diferentes grupos sociales.
A pesar de la fuerte voluntad del gobierno por llevar a cabo dichas reformas, y la legitimidad que
adquirió gracias a ello, la intensión de modernizar el aparato político- administrativo chocó muchas
veces con antiguas prácticas que se resistían a reconocer a las nuevas instituciones. Sin embargo,
los cambios se visualizaron en la esfera política, en la participación de diferentes grupos sociales en
el proceso electoral, o en la consolidación del papel de la legislatura.

El congreso general constituyente de 1824- 1827


En el año 1824 se presenta en Buenos Aires el cónsul británico Woodbine Parish para firmar un
tratado de reconocimiento de la independencia rioplatense simultáneamente a un tratado de
amistad y comercio. Esto resucitó la necesidad de reunir a un congreso general constituyente para
decidir en nombre de quien se hacía dicho reconocimiento, ya que las provincias se habían erigido
como estados soberanos y autónomos. Además, había un doble problema para llevar a cabo el
congreso. Por un lado el caso de la Banda Oriental que involucraba la defensa de la soberanía
exterior frente al avance de Brasil en una provincia que se consideraba parte del ex Virreinato del
Rio de la Plata. Por el otro, definir si el sujeto de soberanía residía en la nación o en las provincias.
Se destaca, en este sentido, la Ley Fundamental donde se delegaba el ejecutivo nacional
provisoriamente en Buenos Aires por quedar ésta encargada de la guerra y las relaciones
exteriores.
En este marco se promulgó por ejemplo una ley que creaba el ejército nacional. Sin embargo, lo
que más revuelo causó fue la Ley de Capitalización. El problema radicaba en que con esta ley
Buenos Aires perdía la principal franja para el comercio ultramarino en provecho propio y con ella
la principal fuente de recursos fiscales. De esta forma los intereses de Buenos Aires quedaban
afectados de lleno.
La Constitución fue aprobada en diciembre de 1826 pero su fracaso fue evidente. El motivo
principal de desacuerdo que no se pudo resolver giraba en torno a la soberanía.

Guerra contra el Brasil y caída del gobierno central


La opinión pública porteña se dividió frente al problema de la Banda Oriental entre quienes
sostenían la vía diplomática para resolver el conflicto, y quienes presionaban al gobierno a accionar
directamente.
Finalmente, el congreso en 1825 resuelve la incorporación de la Banda Oriental a las Provincias
Unidas, aclarando que la misma estaría respaldada por las fuerzas. Esto significaría el comienzo de
la guerra contra Brasil a partir de 1826.
Al gran desgaste que dio esta larga guerra a nivel terrestre, se sumo el bloqueo del río por parte de
la flota brasileña, sometiendo a las Provincias Unidas a un creciente deterioro económico y
político. Este bloqueo también perjudicaba a los intereses comerciales ingleses, con lo cual el
gobierno británico se vio obligado a intervenir a través de un enviado especial a Buenos Aires y Río
de Janeiro para lograr un acuerdo entre ambas fuerzas. El debilitado gobierno de Rivadavia no tuvo
más opción que admitir la devolución de la Banda Oriental al Imperio. Esta paz tan deshonrosa
obligo a Rivadavia a renunciar a su cargo, y el congreso nombró a Vicente López y Planes
presidente provisional. Las tensiones del Interior se vieron reflejadas en las sesiones del Congreso,
llevando a una guerra civil que el frágil poder central no podía evitar ni encauzar. En este contexto,
renuncia Vicente López y Planes y se disuelve el congreso, encomendando a la provincia de
Buenos Aires el manejo de la guerra y las relaciones exteriores. De esta manera, el gobernador
Dorrego decide firmar la paz definitivamente con Brasil a través de la proclamación de un Estado
independiente en la antigua provincia oriental.

Extraído de: Noemí Goldman; Revolución, república, confederación (1806-1852)

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