Dirty
Dirty
Dirty
Genevieve
Sinopsis
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Twist
Sobre el Autor
Lo último que Vaughan Hewson espera encontrar cuando regresa
a su casa de la infancia es a una novia con el corazón roto en su ducha
y mucho menos el drama y el caos que vienen con ella.
Lydia Green no sabe si quemar la iglesia o sentarse y llorar en un
rincón. Descubrir que el amor de tu vida te es infiel justo el día de la
boda es bastante malo. Averiguar que es con el padrino de la boda es
completamente otra cosa. Entonces, escapa y conoce a Vaughan solo
unas horas más tarde.
Vaughan es exactamente lo contrario a la imagen perfecta del
hombre de negocios respetado con el que ella pensó se casaría. El ex-
músico ahora bartender es tosco e inestable. Pero ella intentó con el Sr.
Perfecto y descubrió que era completamente equivocado—tal vez es hora
de darle una oportunidad al Sr. Espontaneo.
Después de todo, ¿qué hay de malo en ensuciarse un poco?
Dive Bar #1
Traducido por Hansel
Corregido por Daliam
Mierda.
Miré mi celular, abriendo la boca con horror. Hombre, realmente
iban por todo. Lenguas luchando, dientes chocando. No había ninguna
duda, ningún pesar, mientras molían sus cuerpos. El ángulo y la
iluminación eran terribles, pero había suficiente para ver toda la acción,
Dios me ayude.
Esto no podía estar pasando. ¿Qué demonios iba a hacer?
Desde el pasillo llegaban voces, risas, todos los sonidos
habituales de felicidad. Lo que se esperaría en tu gran día. La
obscenidad en la pequeña pantalla, no tanto. Aunque no quería verlo,
no podía apartar la mirada. Quien fuera que me envió esto había
bloqueado su número. Aunque solo podía tener un objetivo en mente.
Mierda.
Dios, la forma segura en que se tocaban, obviamente
familiarizados con el cuerpo del otro, me mató. Mi estómago se revolvió,
la bilis quemando en la parte posterior de mi garganta. Suficiente.
Tragué saliva y arrojé mi celular en la nueva cama de dos plazas. El
video seguía reproduciéndose, descartado entre los pétalos de rosa rojos
como una broma de mal gusto. Debí tirarlo contra la pared. Pisotearlo,
o algo así.
Chris dijo que solo iban a pasar el rato, tomarlo con calma. Solo
él y su padrino, Paul, tomando un par de copas y hablando de los viejos
tiempos. Me sentía segura como el infierno de que no hubo ninguna
mención de sus lenguas luchando, porque lo habría recordado, sin
importar lo ocupada que estuviera con la boda.
Mis ojos picaban, un músculo temblando en mi mejilla. ¿Esto
había ocurrido detrás de mi espalda todo el tiempo? Si ese era el caso,
¿qué clase de idiota era yo? Envolví los brazos a mí alrededor,
sosteniéndome con fuerza, haciendo todo lo posible por mantener la
calma.
No funcionó. Ni siquiera un poco.
Lo peor de todo era que ahora que lo pensaba, hubo señales. La
libido de Chris nunca había sido lo que llamarías “fogosa”. Entre todas
las citas para cenar y las excursiones que conformaban nuestro
torbellino de romance, hubo un montón de agarres de mano y besos,
claro. Pero poco o nada de sexo. Siempre tenía excusas. Su familia era
religiosa, deberíamos seguir la tradición y esperar a la noche de bodas,
sería tan especial cuando finalmente lo hiciéramos, blablá. Todo tenía
sentido en ese momento. Su poco interés en el coño nunca se me cruzó
por la mente. El hombre parecía tan perfecto en todos los demás
aspectos.
Solo que no lo era. Porque de acuerdo con el vídeo, el chico
dorado de Coeur d’Alene me utilizó como una maldita fachada y tenía
planeado seguir haciéndolo por el resto de nuestras vidas.
En el fondo, una parte de mí se rompió. Mi corazón, mis
esperanzas y sueños, además de otras cosas. Pero todo se hallaba
dañado. Nunca, en ninguno de mis veinticinco años, había
experimentado algo similar. El dolor era insoportable.
Voces en el pasillo se acercaban mientras los quejidos y gemidos
en mi celular se hacían más fuertes. El Chris del video claramente se
enfocaba en el pene de su padrino. Bastardos. Imagínate, finalmente
pensé que había encontrado un hogar. ¿Cómo fui tan estúpida?
De ninguna maldita manera podría salir, enfrentar a todas
aquellas personas y decirles lo tonta que había sido. De lo mucho que
me engañaron. O al menos, no todavía. Mi mente necesitaba la
oportunidad de comprender la enormidad de lo que hizo Chris, de lo
profundo que me arruinó.
¡Boom, boom, boom! Un puño tocaba la puerta de la habitación. Di
un salto, con los ojos dolorosamente abiertos.
—Lydia, ya es hora —anunció el padre de Chris.
Y sí… de ninguna manera. Tenía que salir de allí.
Pánico ciego se apoderó de mí y corrí. No era algo fácil de hacer
cuando no te encontrabas en buena forma y vestida para una boda,
pero me las arreglé. Mierda, malditamente volé. Era increíble lo que
puede hacer el terror.
Salí por las puertas francesas hacia el patio. A través de la
extensión de césped bien cuidado, mis tacones de aguja se hundieron
en el suelo blando con cada paso apresurado. El zumbido de la música
suave y la conversación llenaba el aire. Todos los invitados se hallaban
reunidos en frente a la espera del servicio, seguido por los cócteles y
canapés. Atravesé el jardín trasero, empujando arbustos y pisoteando
flores. Espinas de un rosal quedaron atrapadas en mis medias,
rasguñando mis piernas. No importaba. No había tiempo que perder.
Escondida detrás de un árbol había una caja de abono, colocada
perfectamente al lado de la de alta valla que separaba esta propiedad de
la siguiente.
Sí. Increíble. Escapar era lo mío.
Dejaría que Chris les explicara a todos por qué su novia huyó. O
mejor aún, que Paul lo hiciera, el bastardo ladrón-de-hombres de dos
caras.
Gracias a Dios no me puse el vestido largo en el cual su madre
trató de exprimirme. El vestido a media pierna ya era lo suficientemente
complicado con todas las faldas de tul por debajo. Los enganché,
trepando la caja sin demasiados problemas. Se tambaleó como una
perra mientras me ponía de pie. Un ruido agudo aterradoramente alto
se me escapó. Me agarré de la valla de madera tan fuerte que mis
nudillos se volvieron blancos.
Normalmente, no era de rezar mucho. Seguramente el Gran Tipo
no me dejaría tener una caída y romperme el culo. Hoy no. Si él
realmente y verdaderamente sentía la necesidad de herirme un poco
más, podría esperar. Ya sufrí bastante hoy.
Tomé algunas respiraciones profundas, manteniéndolas
constantes. Podría hacer esto. Desde el patio de la exagerada mini-
mansión de Chris solo se oía silencio.
Perfecto.
Con la manicura francesa ya estropeada, me levanté, moviéndome
y retorciéndome hasta que mis caderas se encontraban lo bastante alto
para pasar una pierna por encima. La presión que la posición ponía en
mi entrepierna no era bonita. Juro que podía oír mis labios gritando,
dejando de lado al resto de mis partes de mujer. Y como esperaba
todavía ser madre algún día, tenía que moverme… pronto. Estacas de
madera se clavaron dolorosamente en mi vientre mientras me tumbaba,
balanceando mi torso encima de la valla. Gotas de sudor caían por los
lados de mi cara, probablemente arruinando el maquillaje de un
centímetro de espesor (hecho por un artista recomendado por la madre
de Chris).
—¿Tía Lydia? —preguntó una pequeña voz—. ¿Qué estás
haciendo?
Chillé con sorpresa. Por suerte no había suficiente aire en mis
pulmones para un grito real. Más abajo había una niña, sus grandes
ojos marrones curiosos.
—Mary. Hola. —Sonreí—. Me sorprendiste.
—¿Por qué subes la cerca? —Agitaba la falda de raso blanco de
un lado a otro, su atuendo de niña de las flores.
—Ah, bueno…
—¿Estás jugando?
—Um…
—¿Puedo jugar también?
—¡Sí! —Le di una sonrisa nerviosa—. Sí, estoy jugando a las
escondidas con tu tío Chris.
Su rostro se iluminó.
—Pero no. No puedes jugar. Lo siento.
Su cara cayó. —¿Por qué no?
Ese era el problema con los niños pequeños, hacían muchas
preguntas.
—Porque es una sorpresa —dije—. Una sorpresa muy grande.
—¿Tío Chris no sabe que estás jugando?
—No, no lo sabe. Así que tienes que prometer que no le dirás a
nadie que me viste aquí. ¿Está bien?
—Pero, ¿cómo va a saber que tiene que buscarte?
—Buen punto. Pero tu tío Chris es un tipo inteligente. Lo
averiguará en un momento. —Especialmente dado que dejé mi teléfono
con el malvado video porno todavía reproduciéndose. Era malditamente
duro sentir lástima por dejarlo, teniendo en cuenta la situación—. Así
que no puedes decirle a nadie que me viste, ¿de acuerdo?
Durante un largo momento, Mary miró sus ya desgastadas
zapatillas de raso. Su madre no estaría impresionada. —No me gusta
cuando mi hermano arruina mis escondites.
—No. Es muy molesto, ¿verdad? —Sentí mi pierna deslizarse y
murmuré una bomba J, pensaba que lo dije en voz baja.
Labios de color rosa formaron una perfecta O. —¡No deberías usar
esa palabra! Mamá dijo que es mala.
—Tienes razón, tienes razón —concordé apresuradamente—. Es
una mala palabra y me disculpo.
Dejó escapar un pequeño suspiro de alivio. —Está bien. Mamá
dice que no fuiste bien criada y que todos nosotros tenemos que tener
tole… toler… —Sus pequeñas cejas se fruncieron por la frustración.
—¿Tolerancia?
—Sí. —Sonrió—. ¿De verdad creciste en un granero? Creo que
vivir en un granero sería divertido.
Esto. Esto es lo que pasaba por dejar que perras ricas influyeran
en los jóvenes. La hermana de Chris era una candidata ideal para la
seriedad y lo estricto. Toda su familia lo era, para el caso.
—No, cariño —dije—. No lo hice. Pero apuesto a que tu madre se
sentiría como en casa entre las vacas.
—Muu. —Rió alegremente.
—Exactamente. Será mejor que regreses. Y recuerda, no le digas a
nadie que me viste. —Ondeé un dedo, tratando de acomodarme en una
posición más cómoda sin caerme por el borde. Como si eso fuera
posible.
—¡Lo prometo! ¡Adiós!
—Adiós.
La niña comenzó una carrera por el jardín, antes de desaparecer
de mi vista. Ahora tenía que bajar de la valla. De cualquier manera en
que lo hiciera, el dolor era seguro. Un hecho. Me estiré y tensé, mis
músculos del muslo y pantorrilla gritando en protesta. Si solo hubiera
ido con Chris al gimnasio todas esas veces que lo sugirió. Era muy
tarde ahora. Poco a poco pasé, la rodilla en primer lugar, una pierna,
luego la otra. Astillas eran capturadas por mi vestido, haciendo que la
seda se desgarrara. Me deslicé por el lado opuesto de la valla, colgando
en el aire por un momento insoportable mientras la madera raspaba
mis manos y mis músculos se estiraban más allá de la resistencia.
Entonces la gravedad me dio una patada.
Choqué contra suelo duro. Dolió.
Poco sirvió ser de talla grande. Mi carne de más no amortiguó
para nada la caída. Rodé sobre mi espalda y me quedé en el césped,
respirando como un fumador que consumía un paquete al día. El dolor
llenó mi mundo. Tal vez acababa de morir. Era tan agradable como
cualquier otro lugar.
—Lydia, ¿estás ahí? —llamó una voz. Betsy, la recepcionista de la
agencia de bienes raíces—. ¿Liddy?
Odiaba ser llamada así. Lo odiaba. Y ella lo sabía, la perra.
Me quedé en silencio, acostada allí, sudando y respirando con
dificultad, lo más silenciosamente posible. De ninguna manera podría
verme sin escalar la valla. Pequeña posibilidad de eso. En general, Betsy
no era más atlética que yo. Me encontraba a salvo por ahora. Una nube
blanca pasó por arriba, estropeando el cielo azul perfecto por un
momento. El tipo de clima maravilloso para una boda en junio. En
serio, no podrías pedir algo mejor.
La voz de Betsy retrocedió. Tiempo de moverse.
Muy lentamente me puse de pie, con todos mis músculos
adoloridos. En la distancia, mi nombre era llamado una y otra vez por
una multitud de voces. Empezaban a sonar en pánico. Mientras tanto,
me quedé allí. Sin dinero, ni tarjetas, ni teléfono, ni nada. A decir
verdad, mi plan de escape de emergencia era un poco deficiente. Al
menos atravesé la cerca.
El jardín del vecino era una selva, completamente cubierto. Fue
pura suerte, de lo contrario podría haberme roto algo cuando caí. Una
linda casa gris se encontraba debajo de un círculo de grandes pinos.
Era muy encantador. Los lugares como éste eran la razón por la que
entré en el negocio inmobiliario. Para tener la oportunidad de ayudar a
las personas a encontrar un hogar maravilloso para el resto de sus
vidas. Un lugar donde poder criar a sus hijos y conocer a sus vecinos,
tener fiestas de barrio y barbacoas. En vez de arrastrar a sus hijos por
todo el país en busca de la próxima gran oportunidad, viviendo en
lugares alquilados de mala muerte.
Por desgracia, en lugar de vender casas, terminé promocionando
condominios sin alma y hablándole a la gente de propiedades que no
podían permitirse. Fui más allá de ingenua. “Despiadada” ni siquiera
comenzaba a describir la industria.
Pero de vuelta a mi situación actual.
Sanders Beach era una zona bastante tranquila y pronto estarían
buscándome. En la calle, me podrían encontrar en cualquier momento.
Así no lo lograría. Necesitaba recuperar el aliento y recomponerme.
Esperaría hasta que el video del vil engaño de Chris mostrara la escoria
que era y entonces… bueno, esperaba tener algún tipo de plan
descubierto para ese momento.
Lo que más me gustaba de la bonita casa era la ventana abierta
de la parte trasera.
Salí de las ruinas de mis faldas y me quité el tacón restante,
antes de hacer mi camino a través de la hierba. No había señales
inmediatas de vida desde el interior de la casa. Tal vez se fueron y
olvidaron cerrarla. La ventana daba a un pequeño cuarto de baño,
dentro todo era anticuado y polvoriento. Aún no escuchaba nada.
¿Traspasar o ser descubierta? No era una decisión difícil de
hacer. Llámame Ricitos de Oro. Iba a entrar. Si me tenía que comer un
oso, entonces que así fuera. Al menos tendría una comida de tamaño
decente.
La ventana no era alta. Esta vez subí sin ningún problema. Me
agarré del borde de la bañera para mantener el equilibrio mientras que
mi otra mano se extendió por el suelo. Todo iba muy bien, hasta que
llegó el momento de atravesar mis caderas. El marco de madera se
apretó profundamente a mis costados, deteniéndome. Me quedé
atorada.
—Mierda —dije, manteniendo mi voz baja por si acaso.
Me revolví y retorcí, gruñendo por el esfuerzo, agitando los pies en
el aire. Gracias a Dios no había nadie alrededor para ver. Así que
ayúdame niño Jesús, podía hacer eso, podía hacerlo. Después de todo,
¿qué era perder un poco más de falda o piel en esta etapa? Nada, no
importaba. Agarré el borde de la bañera y di un último y poderoso tirón.
El material se rompió y mi circunferencia cedió. Caí hacia el suelo. Mi
cara amortiguó la caída y mi cuerpo la siguió. Teniendo en cuenta la
cantidad de ruido que hice, era bastante sorprendente que los vecinos
no vinieran corriendo junto con policía.
—Oh, Dios —lloriqueé, luchando por respirar.
Los niveles de dolor y humillación oficialmente dejaron lo “malo” y
fueron directamente a lo “horrible”. Maldición.
Con cuidado, tomé una respiración lenta y profunda por la nariz y
exhalé por la boca. Está bien, funcionó. No hay costillas rotas, pensé. La
nariz seguía intacta. Pasé la lengua por el interior de mi boca,
comprobando los dientes. Todo bien. De todos modos, se sentía como si
hubiera estado en una pelea en un bar con una multitud enfurecida. Mi
mejilla derecha latía como una perra y por un largo tiempo solo estuve
allí, aturdida. No me atrevía a moverme, tampoco era capaz. La casa se
mantuvo en silencio. Me encontraba sola, gracias a Dios. Sola era
mejor, ahora lo entendía.
Solo en caso de que alguien llegara, me arrastré a la bañera y
corrí la cortina. Luego acomodé con cuidado los restos de mis faldas a
mí alrededor.
Ya era hora de hacer frente a los hechos. Hacerles frente y dejar
que me inundaran. Mi hombre no era mi hombre, ni mi mejor amigo. No
habría ningún hogar feliz. ¿Y mi boda de ensueño? Arruinada por
completo.
No importaba, encontré un lugar seguro para esconderme y
esperar a que pasara el día. Dejé a Chris para que arreglara el desastre
que hizo. Necesitaba calmarme.
Ardientes lágrimas comenzaron a fluir por mi cara. No se
detuvieron durante mucho, mucho tiempo.
Traducido por Vane Black
Corregido por Val_17
***
No tenía idea que la policía pudiera llegar tan rápido. Era como la
vieja broma acerca de que la pornografía les daba a las mujeres jóvenes
nociones poco realistas sobre cuánto tiempo tarda en llegar un
fontanero. En un minuto Vaughan sostenía hielo sobre mi mano, al
siguiente me enfrentaba al largo brazo de la ley.
Boom.
El policía que me interrogó resultó ser un viejo amigo de escuela
de Vaughan (¿quién en este pueblo no había ido a la escuela con
alguien?). El oficial Andy parecía dulce y algo divertido por toda la
situación, aunque lo ocultó bien. Sin embargo, con toda mi declaración
consistente en: “Demonios sí, lo hice”, mis esperanzas de quedar en
libertad eran bajas.
Me encaminaba a la puerta delantera, manteniendo un ojo sobre
Chris y compañía. Había mucho alboroto en el jardín delantero.
Samantha presionaba audiblemente para que me acusaran de asalto,
intentando romper la barrera del sonido con su chillido.
Más de unos pocos vecinos se reunieron para ver.
Al parecer, según Samantha, me convertí en una criminal
peligrosa para destruir a su familia (en realidad, sólo quería escapar de
ellos). También, aparentemente hice que la ballena Moby Dick luciera
anoréxica y necesitaba conseguir una vida.
Tenía razón sobre lo último.
Su esposo, por su parte, se paseaba de un lado a otro a lo largo
del sendero del pequeño jardín, hablando por su celular. Había una
gran cantidad de asentimientos y murmuraciones. A un lado se
encontraban Paul y Chris, cabezas unidas. La nariz de este último
rellena por completo de servilletas de papel para detener el flujo de
sangre. Su una vez impecable camisa blanca, se hallaba cubierta de esa
cosa. Sumando todo, parecía una ruina. Le quedaba.
—Toma —dijo Vaughan, colocando una camisa de botones sobre
mis hombros—. Póntela.
—Creí que tu equipaje se perdió.
—Sí. Mentí. No quería que te cubrieras.
—Já. —Sonreí. Luego me detuve—. Lo siento por todo esto.
Se encogió de hombros. —No tenía nada planeado para esta
noche. ¿Qué están haciendo todos?
—Ah, bueno —dije—. Ray habla por teléfono con su abogado
tratando de evaluar cómo destruirme mientras hace control de daños
para preservar el buen nombre de la familia Delaney. Samantha, por su
parte, se encuentra ahí ocupada tratando de presionar a tu amigo, el
oficial Andy, para que me lleve esposada por agredir a su hijo.
—Mierda.
Chris alzó la vista, dándome una mirada realmente malévola. El
odio llenaba su rostro ensangrentado. Y pensar que estuve a punto de
casarme con el idiota. En cualquier caso, independientemente de la
provocación, las posibilidades de que él me dejara libre por golpearlo
eran de cero a ninguna. Su orgullo exigiría que fuera castigada.
No, solo lo empeoraba con este espectáculo de deliberación.
Imbécil.
Y pensar que me creí toda su dulzura y delicadeza durante tanto
tiempo. Realmente necesitaba golpearme la cabeza contra una pared de
ladrillo en la primera oportunidad. Tratar de meter algo de sentido en
mí misma.
Paul tiró de su brazo y volvieron a su intensa charla corazón a
corazón. En realidad hacían una pareja guapa, Chris con su cabello
oscuro y rostro cincelado, y Paul con su buena apariencia nórdica.
Lástima que los actos generales de falsedad rodearan todo el asunto.
—¿Por qué crees que no lo hace él? —preguntó Vaughan,
estudiando a todas las personas de pie frente a su casa.
—Honestamente, no tengo idea.
—Hmm. —Resopló—. Tienes un gusto de mierda en hombres,
Lydia.
—El eufemismo del año, nene.
Me dio una media sonrisa. —¿Cómo está tu mano?
—Hinchada y adolorida. —La giré de un lado a otro, dejándolo
ver. Mis nudillos eran un delicioso grueso de color negro azulado—.
Pero creo que sólo se encuentra magullada.
—Hace juego con tu mejilla.
—Encantador.
Caminaba por los escalones de la entrada, con las manos en los
bolsillos.
Pasé los brazos por la camisa de Vaughan, haciendo todo lo
posible para cubrir mis activos femeninos. Me pregunté si la cárcel era
como en la televisión. Supuse que pronto lo descubriría. Era una
lástima no haberme quedado con el anillo. Empeñarlo para pagar por
mi defensa legal habría sido muy irónico. Lo que sea que ocurriera, ya
terminé con ser la tonta residente de la familia Delaney. Ser tonta
nunca fue lindo.
—Lydia. —Ray se dirigió hacia mí, deteniéndose en la parte
inferior del par de escaleras que conducían al pequeño patio delantero—
. Estás despedida, en caso de que no estuviera claro.
Imbécil. —¿Lo estoy, Ray?
Hinchó el pecho, jactándose. Por suerte ninguno de los botones
de la camisa explotó. —Golpeaste a un compañero de trabajo, Lydia.
Uno que sencillamente resulta ser el hijo del jefe. Has tus cálculos.
Asentí. —Tienes razón, lo hice. Hablando de eso, ¿cuáles crees
que sean mis posibilidades si demando a Chris por fraude y angustia
emocional? Creo que también debería hablar con un abogado.
—¿Qué?
—Dios, ese sí que sería un escándalo. La gente en esta ciudad
hablará de este lío por un buen tiempo, ¿verdad?
Las líneas alrededor de su boca lucían cavernosas a la luz de la
tarde. —¿Tratas de chantajearme?
—¿De verdad quieres empezar a excavar en la ética de esta
situación? No sé si eso sería prudente para ninguno de nosotros, Ray.
Gruñó en el teléfono durante un minuto. Cuando se giró de nuevo
hacia mí, no parecía muy feliz. —Se podría alcanzar algún tipo de
arreglo si estuviera seguro de que el video no volverá a ser visto.
También implicaría que mantuvieras la boca cerrada sobre cualquier
cosa que tenga que ver con mi familia.
—También quiero una referencia que refleje el historial de mi
trabajo anterior en lugar de los eventos desafortunados de este día.
—Muy bien.
Levanté mi barbilla. Aceptado. —Y preferiría que tu hijo decida no
presentar cargos por asalto.
—Veré lo que puedo hacer. —Con el ceño fruncido, miró a su
esposa, no a Chris. Gran sorpresa quien llevaba las riendas en ese
matrimonio. No. Su esposa era una Reina Arpía de la Oscuridad si
alguna vez vi una. Las posibilidades de que no consiguiera un registro
de antecedentes penales esta noche eran escasas.
En cualquier caso, los Delaney poseían mucho más dinero que yo,
si todo se reducía a agacharme en la corte con respecto a mi angustia
emocional, etcétera. Mejor no ir allí. Sin duda, Ray destruiría mi
reputación de cualquier otra manera que pudiera. Las puertas de la
élite social de CDA estarían cerradas para mí ahora. Hablarían basura
sobre mí por todo el pueblo y probablemente nunca encontraría trabajo.
Sin embargo, esto se desmoronó, CDA y yo terminamos. Una
lástima, me gustaba estar aquí. El pueblo tenía un buen ambiente y no
era ni demasiado grande ni demasiado pequeño. Sumándole el lago y
las montañas, era increíblemente hermoso. Para mí, eso simplemente se
sintió bien.
Oh, bueno.
Siempre cabía esperar mi posible temporada en la cárcel por
golpear a Chris. Debería tratar de ser positiva. Tal vez consiga hacer
servicio comunitario o algo así, o pagar una multa. Me preguntaba si se
me consideraría un riesgo de fuga y de todas formas me encerrarían.
Dios, cuando realmente empezaba a pensar en eso, mis opciones
eran aterradoras. La piel de los brazos se me erizó a pesar del aire
caliente de la noche. Una pequeña parte de mí, incluso lamentaba el
golpear a Chris.
No. Nunca. Reclamé lo poco que quedaba de mi orgullo por
golpear al imbécil. Mi mano latió en acuerdo. A veces, la violencia y el
caos simplemente eran la respuesta.
Traducido por Clara Markov
Corregido por Jan Cole
***
No tan sutilmente, se apoderó de mi codo. Los músculos de sus
brazos se flexionaron como si esperara que sucediera algún gran
intento de fuga en cualquier momento.
Sentir aprecio por la gente era una mierda. Lo mismo pasa con lo
de dar tu palabra.
Mientras nos acercábamos al edificio, dije—: He estado pensando
en tus dramas de dinero. Me preguntaba si ¿puedo ayudarte?
Se humedeció los labios. —Harás casi cualquier cosa para
retrasar esto, ¿verdad?
—Estoy hablando en serio, me he estado preocupando por ti todo
el día, ya que Nell no será capaz de comprar la casa como esperabas.
Me doy cuenta de que no nos hemos conocido por mucho tiempo, pero
me gustaría ayudar de alguna manera, si puedo hacerlo.
Un suspiro. —Voy a tener que vendérsela a otra persona. Va a ser
horrible, pero así está mi situación.
—Lo siento.
—Gracias. —Se pasó una mano por la cara—. ¿Supongo que no
deseas reconsiderar tu plan de irte de la ciudad y hacer una oferta?
—Desearía tener esa cantidad de dinero. Y un trabajo. —Un par
de años en el sector inmobiliario me había permitido comenzar a
ahorrar algo. Sin embargo, nada como para llegar a lo que se vendería
la casa de playa de Sanders—. Podría darte un consejo en el mercado,
indicarte la dirección hacia un buen agente y así sucesivamente.
—Sí, ah... vamos a hablar de esto en otro momento. ¿De acuerdo?
—Por supuesto. Cuando sea que te encuentres listo.
—Gracias.
Un par de mujeres jóvenes pasaron a nuestro lado, una mirando
dos veces cuando me vio. Lo siguiente que supe, su boca se movía
rapidísimo contra la oreja de su amiga, quien se volvió para mirarme,
riéndose entre dientes. Uf.
—Tal vez esta noche es un poco pronto —dije, dando un paso
hacia atrás—. Quiero decir, necesitas concentrarte en la barra y, de
verdad, Nell estará ocupada cocinando, así que…
Con un suave movimiento, se puso delante de mí, dándose la
vuelta para que quedáramos cara a cara. Sus manos agarraron mis
caderas, llevando la operación “lárgate de aquí” a un abrupto final. —
¿Lydia?
Parpadeé. —¿Vaughan?
—Vamos a entrar allí y va a estar bien.
—No estoy tan segura de eso.
Tragó saliva, deteniéndose un momento para pensar. —¿Qué es lo
peor que puede pasar?
—Todo el mundo podía señalarme y reírse de mí, obligándome a
revivir la vergüenza y el horror de ayer.
—Sí, es cierto. —Sus dedos frotaron las caderas anchas de mis
vaqueros mientras mantenía su cabeza gacha cerca de la mía. Sin hacer
nada, solo quedándose ahí—. Sin embargo ¿ayer cómo pudiste
continuar?
—Huyendo, tú, el sarcasmo, la violencia, y por último pero no
menos importante, con tequila.
—Puedes tener todo eso hoy, aparte de lo de huir —dijo—. ¿Qué
te parece?
—¿Quieres que responda a eso, honestamente?
—Nop. Vas a divertirte, Lydia.
Lo dudaba, pero sería descortés decirlo.
—Y si alguien de allí te dice alguna mierda, les daré un puñetazo
por ti.
—Mi mano todavía me duele por lo de ayer, así que gracias.
Aprecio eso.
—No hay problema.
Nos quedamos allí, mirándonos fijamente, sonriendo por un
instante perfecto. Entonces me di un golpe en la frente. —Mierda. Es tu
primera noche en el trabajo y estoy cargándote con todo mi drama de
nuevo.
Dejó colgando su cabeza. —Sí, es cierto.
—Lo siento mucho.
Qué exhalación tan larga y borrascosa. El hombre tenía pulmones
grandes. Además, de malos amigos, o sea, yo.
—¿Vaughan?
—Viéndolo por el lado positivo, cuando te exaltas, tus tetas
empiezan a subir y a bajar con cada respiración. Magníficamente.
Sinceramente, no puedo tener suficiente de eso. —Unas pequeñas
líneas aparecieron en su frente mientras las manos mostraron los
movimientos aparentemente de unas tetas rebotando delante de su
pecho—. Estoy tentado a simplemente decirte alguna mierda para que
empieces, me encanta tanto.
A la vista de su amplia sonrisa, no tenía nada.
En realidad, eso era una mentira. —Me sentía mal, idiota.
El imbécil apuesto solo sonrió. A lo lejos la primera estrella
empezó a brillar y a cumplir su función en el cielo gris y violeta. Las
montañas se alzaban oscuras y siniestras en la distancia. La
naturaleza, la fanfarrona. Pero no tenía nada en comparación con
Vaughan allí de pie, sonriendo. Lujuria, atracción, o fuese lo que fuera
esto... lo sentía de la peor manera. Tal vez si parecía de buen humor
después de terminar el trabajo, hablaría con él sobre mi idea de nuevos
amigos teniendo relaciones sexuales. Los dos estábamos en la ciudad
solo por unos días y el reloj seguía corriendo. Su mirada fue de mis
tetas a mi cara, nunca decidiéndose por una o por la otra.
Los pezones son unas pequeñas bestias, siempre reaccionando a
todo, más cuando preferirías que fueran discretos. Hay una razón por la
que la palabra excitación en inglés comienza con la palabra “teta1”. Así
que por supuesto que se pusieron duros, disfrutando de la atención.
Como siempre tan rápidamente, me crucé de brazos, cubriéndolos.
—Ni siquiera... —Las palabras desaparecieron—. No eres
coherente. Digo, están cubiertos. Mi camisa se encuentra totalmente
abotonada más allá de todas y cada pizca de escisión.
—No tiene importancia. Todavía puedo ver sus formas. Es
suficiente para mantener feliz a un hombre como yo.
—Es como si tuvieras algún tipo de trastorno obsesivo-compulsivo
de senos. ¿Has pensado en buscar asesoría para tu adicción?
Suspiró; su cara se acomodó cuidadosamente. —No hay nada
malo con un hombre admirando un pecho femenino lindo. Pero si no
estás de acuerdo, siéntete libre de usarlo en mi contra.
Coloqué mis ojos en blanco.
***
1 En inglés, la palabra excitación es titillation y empieza con “tit” que significa teta.
Nell se metía en grande con su filosofía de guitarrista Zen. Combinando
eso con la memorización de los precios, las recetas de cócteles, la
ubicación de todo, mantener el ritmo con los pedidos, alejarse del
camino de cualquier otro camarero, reponer cosas, y hacer todo lo
demás que esté involucrado en el cuidado de un bar, y Vaughan tenía
una noche ocupada por delante. Diablos, pensé en todo eso; estar de
vuelta en la ciudad, respirar el aire el norte de Idaho, vivir en lo que
antes fue su casa de infancia, la partida de sus padres, todo tenía que
estarle descolocando la cabeza. Agrégale los problemas de dinero y la
ruptura de su banda para un daño extra. No pude evitar sentir pena
por él. Los dos habíamos tenido sueños que se torcieron.
Durante todo el día, se mantuvo cerca, ayudándome a encontrar,
luego a limpiar y a empacar, mis pertenencias. No conversamos de nada
profundo ni significativo. La mayoría fue acerca de las películas, la
música y los lugares en los que había estado. Historias de la vida en la
carretera. Había percibido la clara sensación de que quería mantenerse
ocupado.
Era comprensible. Drama, uf. Los dos habíamos tenido suficiente.
Cuando entramos, no noté ninguna cara reconocible, pero aún
me hallaba un poquito agitada por estar en público.
—Estoy aquí para ser impresionada por tus habilidades de
barman —dije, moviéndome lentamente a través del laberinto de
clientes y mesas.
—Oh, oh. Me aseguraré de hacer malabares con algunas botellas
y esas cosas, encender algo mientras te hago tu martini espresso. —Dijo
la palabra con su boca como si el pronunciarlo fuera un truco en sí
mismo—. ¿O eres una chica que le gusta más el margarita, mmm?
—Hoy, soy más una chica de agua con hielo. Si tienes ganas de
hacerte el elegante, señor Barman, la tomaré con una rodaja de limón a
un costado. Quizá con una pajilla.
—¿Sí? —Solo una pequeña sonrisa curvó sus labios. Que no
estaba nervioso, sí claro. Puede que fuera mejor que yo ocultando las
cosas, no obstante esas cosas permanecían justo debajo de la
superficie. Cualquiera que esté dispuesto a verlas y a preocuparse
podría verlas.
—¿Todavía sientes el dolor del tequila de anoche? —preguntó.
—Un poco.
Me observó, suavizando su mirada. —Lydia…
—¡Ahí estás! —Se acercó Nell de forma apresurada, con su cabello
rojo estrictamente atado hacia atrás, usando un delantal negro de
aspecto profesional.
Vaughan frunció el ceño y miró su reloj. —Llegué justo a tiempo.
Elevó una ceja. —¿Dije lo contrario?
—Bonito lugar. —Interrumpí la potencial discusión antes de que
los dos hermanos tomaran impulso—. Toda la madera oscura con el
ladrillo sin pintar y las ventanas gigantes. Le dan un gran ambiente. —
Era cierto. Brutal podía ser la mejor palabra para describir el estilo del
lugar. Aunque había rastros de lujo y también destellos de los orígenes
de los edificios de los años veinte. Una sección de la pared cubierta de
carteles antiguos de la banda se había conservado. Una escalera en
círculo lujosa de color negro de hierro forjado se encontraba en la
esquina, llevando hasta el segundo nivel para los reservados. Los juegos
de mesa y silla con patas de metal y rematados con madera tenían un
toque industrial vanguardista. Pero también había cabinas con un
cuero negro brillante lujoso. Eso no debería haber funcionado, pero sin
embargo, sí lo hacía. La tentación de entrar y pedir una bebida, un
plato de algo para comer, era enorme.
—Es impresionante, Nell.
Las líneas de arrugas alrededor de la nariz de Nell desaparecieron
y sus labios se extendieron con un placer evidente. —¿Te gusta?
—Me encanta. —Chris se habría burlado del lugar por no ser muy
sofisticado, pero que se pudra. El bar se sentía cómodo, relajado, a
pesar de todas las personas volviéndose en nuestra dirección,
susurrando. No. De acuerdo. Eso era una mentira. No estaba de
acuerdo con esto. Nunca había existido una idea tan horrible. Debí
haberme quedado escondida en la casa.
Oh no. Espera. Mi error. Observaban a Vaughan en sus vaqueros
ajustados. Era justo. Su trasero era una obra de arte. Exhalé un
suspiro de alivio. Excelente. Esta noche sería buena. Simplemente me
mezclaría, me relajaría, y charlaría con Nell.
—Eric y su hermano, Joe, hicieron la mayor parte de la obra. Ven
y conócelo. Joe, ella es Lydia —gritó, atrayendo la atención de casi todo
el mundo en el bar.
Sí, de acuerdo. Ahora todos los ojos definitivamente se habían
vuelto en mi dirección. Que Dios bendiga a Nell y la extraordinaria
capacidad pulmonar de su familia. Si solo la usaran para el bien en
lugar de para el mal.
—Ya sabes, de la que te he hablado. —Me agarró de la muñeca y
me llevó por el laberinto de mesas hasta la barra.
—Lo sé —respondió el oso rubio detrás de la barra, dándome un
saludo con su cabeza. Luego sus ojos sonrientes se trasladaron hacia
Vaughan—. Qué lindo de tu parte hacernos saber que te encontrabas de
vuelta en la ciudad, imbécil.
—Sí, sí. Nell ya me ha hecho pasar un mal rato. —Vaughan
extendió su mano a través de la barra, agarrando el hombro grueso de
la otra persona—. Es bueno verte, hombre.
—A ti también. ¿Esta vez por cuánto tiempo te vas a quedar?
—No estoy seguro. Tengo que resolver algunas cosas.
Joe gruñó, comprendiendo.
Parecía ser un cruce de hombre de montaña/camarero. Un
retorno a los vikingos, tal vez. Era un tipo grande con grandes hombros
y una gran barba rubia. Claramente, había muchos más dioses
sexuales del norte de Idaho de los que les di el crédito para la región.
Iban a ser necesarias otras clasificaciones. Si Vaughan encabezaba la
categoría de súper-genial, tal vez este nuevo tipo debería ganar en el
frente de leñadores sexuales. Dado mi abrupto retorno a la soltería,
debía darle a este importante sistema de clasificación de hombres más
tiempo para pensar en él.
Exención de responsabilidad: Tratar como un objeto a la gente está
mal y esas cosas.
—Escuché que te contrataron —le dijo Joe a Vaughan.
—Sí.
—Entonces métete en el lado correcto de la barra.
Vaughan se rió e hizo lo que le dijo. Obviamente, la barra en sí
era vieja y original. Nombres, fechas y cualquier otra marca imaginable
había sido rasguñada en la madera pulida que solo Dios sabe los
muchos años de servicio que tenía. Este lugar tenía una historia real.
Era una barra de tamaño decente, estableciéndose al lado de una de las
paredes interiores. Detrás, había estantes llenos de licor. De todos los
tipos imaginables. Unas luces ocultas bajas iluminaban las botellas de
vidrio hermosamente. Por debajo de esta había una larga fila de grifos
de cerveza; todas las opciones eran alucinantes.
Claramente, el Dive Bar se tomaba en serio lo de su bebida.
—Oye, hermana —dijo Vaughan, bajando la voz.
—¿Qué?
—Sé buena.
—Siempre soy buena. —Nell me dio una palmada en el brazo,
antes de volverse hacia su hermano—. No te preocupes, tu nueva novia
está a salvo conmigo. Bien, déjame enseñarte rápidamente la lista de
precios.
—No soy su novia —dije por el bien de cualquiera que escuche—.
Solo somos amigos.
—¿Sí? —Joe se rascó la barbilla—. También estoy soltero.
—¿En serio? —pregunté, sintiéndome inmediatamente
avergonzada por lo sorprendida que estaba.
El tipo grande se encogió de hombros, y me dio una mirada de “lo
que sea”. —Noches de trabajo, un lugar como este...
Eh. —¿Tratas de decirme que no conoces a muchas mujeres
atendiendo el bar?
Juro por Dios, había un hoyuelo escondido en su barba. —
Conozco a muchas mujeres. No necesariamente al tipo que deseas llevar
a casa con mamá, ¿sabes? Ni el tipo que quiere conocer a mamá,
tampoco.
—No es que haya nada malo en ello.
—Por supuesto que no, señorita. —Empezó a retirarse con
renovado interés, su oscura mirada deteniéndose en mis curvas. Pero
tan musculoso y viril como era el chico, el que fuera amigo y compañero
de trabajo de Vaughan lo hacía una complicación.
—Lo siento —le dije—. No estoy en busca de satisfacer, o conocer
a tu madre en este momento. Acabo de salir de una mala relación.
—Oí hablar de eso —informó de manera casual.
—Sí. —Uf—. Increíble.
—¿De verdad escalaste una cerca de dos metros y medio de alto
con tacones y un vestido de novia?
—Era más cercana a dos metros.
El hombre frunció los labios. —Aun así... es impresionante.
—Gracias.
Los Beatles cambiaron a los Arctic Monkeys y los olores
procedentes de la cocina me hacían la boca agua. El ajo, carne,
alimentos en general, todas cosas buenas. A pesar de la música que
estaba razonablemente alta, todos en un radio de dos cuadras
escucharon el gruñido de mi estómago.
—Joe estará contigo toda la noche, pídele cualquier cosa que
necesites —dijo Nell, terminando su breve tutorial.
—Correcto. Gracias.
Los dos compartieron una sonrisa.
—Recuerda lo que te dije acerca de Lydia. —Vaughan le dio a su
hermana una mirada seria—. No permitas que se moje ni le des de
comer después de medianoche. Se convierte en un animal psicótico y
aterrador raro. No es bueno.
—No soy un Gremlin —dije.
—Espera. —Con gran drama, Vaughan se golpeó en la frente—.
Mi error. Fue el tequila el que hizo eso. Puedes mojarla y darle de comer
tanto como quieras, Nell. Solo mantenla alejada del tequila.
Me rasqué la mejilla sutilmente con mi dedo del medio.
El imbécil sonrió mientras Joe reía. Honestamente, Nell tenía
razón. Cuanto antes enviaran a todos los hombres a colonizar la luna,
mejor para todos.
—¿Alguna persona que en realidad trabaje aquí esta noche? —
Una mujercita de piel morena vestida con una camiseta negra de Dive
Bar se hallaba más abajo en la barra, golpeteando con sus uñas la
mampostería. Ella y Vaughan asintieron con familiaridad.
—¿Alguna noticia de Stella? —le preguntó Nell.
—No —respondió la mujer—. Mi compañera camarera continúa
desaparecida.
—Estoy a punto de echar a esa chica. No me importa lo genial que
Eric piensa que es con los clientes. Oh, Rosie, esta es Lydia —dijo Nell—
. Lydia, esta es Rosie, una de nuestras camareras. Ha estado con
nosotros desde el principio. También iba a la escuela con Vaughan. Di
hola.
—Hola.
—¿La novia fugitiva de Delaney? —Los ojos de Rosie se
iluminaron con interés—. He estado oyendo acerca de ti todo el día. ¿Es
cierto que te subiste a una valla de tres metros coronada con alambre
de púas?
—Ella dijo que estaba más cerca de dos metros —respondió Joe
con su voz ronca—. No sabía nada del alambre de púas.
El brillo en los ojos de la camarera se atenuó un poco. —Aun así.
No está mal para una mujer en un vestido de novia. El mío era tan
grande que ni siquiera podía salir de la limusina sin ayuda. ¿Sabías que
el novio y su padrino se fueron a Hawai?
—De ninguna manera —dijo Nell.
Mi estómago se hundió. —¿Se fueron a la luna de miel?
Tenía mucho sentido. De lo contrario, los pasajes se habrían ido a
la basura. Bueno, el pasaje de Chris, por lo menos. Tuvo que comprar
otro nuevo, para el padrino. El mío era intransferible y dudaba que el
seguro de viaje cubriera la cancelación de la boda debido a una
escandalosa cinta de sexo. Y, sin embargo, Chris y Paul se encontraban
ahora disfrutando de mi luna de miel romántica en la playa. El esfuerzo
que puse en la búsqueda de la estación correcta para nosotros, la mejor
habitación para comenzar nuestra vida luego de la boda a la perfección.
Me pregunto qué pensarían de los masajes y cenas con velas que había
reservado. De repente, mi cara se sentía hinchada, los ojos acuosos y
adoloridos. No más llanto.
No importaba. Ya no.
—También oí que se fueron —dijo una mujer en una mesa
cercana.
Demasiada gente. Había demasiada gente que sabía de mi. Me
daba urticaria. De repente, todas las grandes ventanas, piedra pulida y
antigua, la madera desgastada brillante de la barra se sentían como
una trampa. Un escenario con luces brillantes. Elevé los hombros,
escondiéndome de la vista. Qué tormenta de mierda. Nunca había
pensado antes, cómo sería ser una de esas personas en las páginas de
las revistas. Seguidas por los paparazzi, su vida expuesta en las
páginas. Y esto era solo un escándalo en una ciudad pequeña (más o
menos). Mi aversión a la atención, sobre todo por algo tan vergonzoso
como esto, hacía la necesidad de los Delaney por comprar mi silencio
aún más ridícula. Esas personas no me conocían en absoluto.
Quería que mi privacidad volviera. Ser una cara más en la
multitud, haciendo lo mío, viviendo mi vida.
En medio de la locura, oí una voz. —Oye.
La mirada de Vaughan me atrapó, calmándome. El chisme no era
el fin de mi mundo. Unos días más y estaría fuera de aquí. La idea de
dejar a Vaughan me molestaba un poco, a pesar de que pronto seguiría
adelante también. Volvería a la costa oeste y al negocio de la música.
Haría otros amigos. Un día, tal vez incluso yo conocería a un hombre en
quién podría confiar, alguien con quién podría hacer planes.
—¿Estás bien?
—Claro —mentí—. ¿Por qué no lo estaría?
Se inclinó sobre la barra, cada vez más cerca, creando un espacio
seguro para mí y para él. —El idiota se robó tu luna de miel.
—Meh. Apuesto que lo muerde un cangrejo.
—Apuesto a que tendrá quemaduras en sus bolas.
—Apuesto a que accidentalmente alimentará a los tiburones —
dije con gran veneno—. Y no quedará nada excepto esta espuma roja en
el agua revuelta, y en su mandíbula.
—Qué lindo. —Vaughan hizo un gesto de agradecimiento—.
¿Cómo lo ves posible?
Me mordí el labio, pensando. —Tal vez pueda salir en uno de esos
barcos de pesca y caer por la borda. Todavía no tengo todos los detalles.
Uno de los lados de su boca se curvó hacia arriba, los ojos
puestos en mí. Muy centrado exclusivamente en mí. Revisé mis dientes
delanteros con mi lengua. No había nada que pudiera sentir. Tal vez
había una marca en la cara o solo se había dado cuenta de que estaba
fuera de mi rango de peso saludable o algo así.
—¿Qué?
—Te ves más suelta —dijo—. Has perdido la sonrisa falsa plástica.
—¿Lo hice?
—Sí. —Él entrelazó sus dedos, exhalando—. ¿Todo bien, nena?
—Todo bien. —Me sentía tan feliz de que estuviera allí conmigo
que, sinceramente, ni siquiera me importó que usara la palabra nena.
—¿No necesitas que golpee a alguien?
—Nah. Tengo esto controlado.
—Está bien. —Se volvió hacia su hermana—. Nell, cuida de esta
mujer, dale de comer.
—Lo haré. —Una vez más, su hermana me agarró la mano. Ella
me remolcó hacia la cocina, que se encontraba atrás, más allá de la fosa
de chismes. Genial. Buena comida. Paz y tranquilidad relativa. Y todo
esto viendo a Vaughan, mi combinación favorita de amigo y hombre
caramelo, moviéndose en el bar. Increíble. Salvada de nuevo por mi
héroe pelirrojo tatuado con tejanos.
Ahora bien, si tan solo pudiera encontrar una manera de
devolverle el favor.
Traducido por Victoria.
Corregido por Sahara
Nell entró muy campante en la casa la tarde del lunes, con Rosie,
la camarera caliente, en sus talones. Una llevaba bebida, la otra, cajas
de pizza. De inmediato mi estómago rugió con necesidad. La pizza era lo
mejor.
—¿Me perdí la parte donde llamaste? —Encorvado por la mitad,
Vaughan se sentó en el sofá, atando el cordón de su zapato.
—Eres gracioso, hermanito —dijo Nell sin despreocuparse,
arrojando su caja llena de botellas de vino en la mesa de la cocina.
Usaba una minifalda de mezclilla y camisa de color naranja. Rosie
sacudía un vestido color azul. Sin duda, no era el uniforme del Bar
Dive.
—Hablo en serio —respondió Vaughan.
—Lo sé. Eso es lo que lo hace tan divertido.
—¿Qué está pasando? —pregunté, metiendo basura en mi bolso.
Nos preparábamos para el trabajo. Dada la rápida salida de la amiga
camarera de Eric, Stella, cuyos turnos acepté suplir hasta que fuera
encontrado un reemplazo. O hasta que fuera hora de irme de la ciudad.
Lo que ocurriera primero. Vestía mis mejores pantalones negros y una
camisa a juego del Bar Dive que Nell me dio la noche anterior.
—Nos estoy dando la noche libre. —De un armario sacó tres
copas de vino, enjuagándolas bajo el grifo—. Lydia, Rosie y yo
tendremos un poco de tiempo de chicas. Sé amable y vete, ¿lo harías?
—En serio necesito empezar a bloquear las puertas —murmuró
Vaughan, estirándose en el sofá—. ¿Quién está dirigiendo el bar?
—Eric.
—¿Y?
—Solo Eric. —Nell sonrió. Era una vista desconcertante—.
También será el camarero de esta noche. Boyd tiene la cocina bajo
control, pero por lo demás, Eric está por su cuenta.
Rosie también sonrió como una loca.
—¿Es bueno para tu negocio? —le pregunté sin pensar,
aceptando una gran copa de vino tinto—. Espera. No importa. Olvida
que dije eso. No voy a molestarlos con innecesarios aspectos prácticos
que pueden resolverse por sí mismos.
Permaneciendo en el sofá, Vaughan me dio una pequeña sonrisa
y una mirada de comprensión.
—Bue-no. Está bien —rió Nell—. Necesitamos una voz de
practicidad por aquí. Pero la cosa es que, a veces, tienes que enseñarle
a la gente una lección. Eso, o recurrir al homicidio, y preferiría no ir a la
cárcel.
—Palabras —dijo Rosie, tomando un poco de su vino—. Ooh. Sí
que atraes las cosas buenas.
—Por supuesto. —Se volvió hacia su hermano y hacia mí, con los
ojos llenos de curiosidad—. Entonces, ¿en qué han estado ustedes dos
hoy?
—Vaughan trabajó en su coche por un rato, luego me ayudó a ver
algunas opciones. —Dejé de lado la parte donde mi amigo agente de
bienes raíces se detuvo para echar un vistazo a la casa.
—Ella quiere un Prius —rió Vaughan.
—Tienen un buen kilometraje.
—Lydia —Nell hizo una mueca—, no. Simplemente no. ¿De
acuerdo?
Incluso Rosie parecía ligeramente aterrada por mi gusto en
vehículos.
—¿Ninguno se preocupa por el medio ambiente? —Alcé los
hombros, sorprendida.
—Es por tu propio bien que te salvamos de esto. —Nell sostuvo su
copa de vino en alto, brindando por mi falta de estilo, al parecer—. Nos
lo agradecerás un día.
—Lo dudo. —Así que esto significaba tener amigos involucrados.
Tal vez debería buscarme una piedra mascota o algo así. Una planta,
quizás. Cualquier cosa incapaz de responder.
Una vez más, la puerta se abrió, esta vez atendiendo al sexo
opuesto. Un tipo alto, con una enorme barba y los lados de su cabeza
afeitados entró con una jarra llena de cerveza en cada mano. Casi cada
centímetro de su piel se encontraba cubierto de tinta y un anillo de
plata colgaba de su nariz.
En el instante en que vio a Nell, se paró en seco. —Mierda.
—Pat —dijo con una cuidadosa voz baja—, pensé que ibas al
Whitefish.
—Cambié de idea.
Ella asintió, mordiéndose el labio.
—Hola. —Joe entró detrás de él, otro par de jarras en la mano.
Parecía que todos planeaban una fiesta.
El último que llegó fue un tipo un poco mayor. No tan alto como
los otros dos, pero musculoso y muy guapo, en el sentido de “he-visto-
algo-increíble-en-la-vida”. Un gris veteaba su corto cabello en punta y la
barba en su mandíbula y mejillas. En una mano llevaba una guitarra,
en la otra equilibraba un par de cajas de pizza grandes.
—Andre. —Apresurado, Vaughan se puso de pie—. Mierda,
hombre. Qué bueno verte.
—Gracias por avisarme que regresaste. —Andre empujó la
guitarra hacia Vaughan, para agarrar las pizas con ambas manos—.
Joe tuvo que hacerlo.
—Lo siento. —Puso la guitarra debajo de un brazo, sosteniéndola
para tocarla. Luego pulsó una cuerda—. Todavía suena dulce.
—Por supuesto. Martins solo mejora con la edad.
Con una sonrisa irónica, le entregó el instrumento, haciéndose
cargo de la pizza. —No quiero enamorarme de algo que no puedo
permitirme.
Andre rió y sacudió la cabeza.
—Lydia —dijo Vaughan—, quiero que conozcas a algunos viejos
amigos míos, el que tiene la barba del largo de Gandalf 2 es Pat. Es el
dueño del salón de tatuajes junto al bar.
—Hola. —Levanté una mano a modo de saludo y el hombre me
dio un levantamiento de barbilla.
—Y este aquí es Andre. —Le dio al hombro del hombre un
apretón—. Es quien me enseñó a tocar. Le compré mi primera guitarra
cuando tenía diez años. Él acababa de abrir su tienda.
—Síp —dijo Andre—. Tomé todo su dinero de navidad y
cumpleaños.
—Típico. —Joe puso sus jarras en la mesa del comedor—.
Robando a niños pequeños. Deberías estar avergonzado de ti mismo.
Apuesto a que también robaste sus dulces.
Siempre tan discreto, Andre lo golpeó.
—Oh, me costó —concordó Vaughan—. Esa Epiphone de segunda
mano había recibido algunos golpes, pero tenías razón. Tenía un
hermoso sonido, hizo el trabajo y algo más. Todavía la tengo.
—¿No me digas?
—No la he tocado en mucho tiempo. Pero no me atrevía a dejarla.
Ambos sonrieron.
***
—Oye.
El hombre acostado con las piernas abiertas en el patio trasero
levantó una mano y luego la dejó caer de nuevo a la tierra.
—Para ti —le dije, pasándole una cerveza.
—Eres un ángel. —El sudor de su cuerpo brillaba a la luz de la
luna. Húmedos zarcillos de pelo oscuro se aferraban a su rostro. Se
bebió unas buenas tres cuartas partes de la cerveza en cuatro, cinco
segundos como máximo. Fue impresionante. Muy masculino.
Menos mal que traje un paquete de seis.
El aroma de la hierba cortada llenaba el aire. Cada arbusto fue
cuidadosamente recortado. En lugar de un Idaho Amazona, el patio
trasero ahora parecía un jardín suburbano ordenado, con un
impresionante fogón de piedra en su centro, estaba sentada en una de
las rocas circundantes, bebiendo mi cerveza. Estrellas brillando por
encima. La luna brillaba. Muy pronto, Vaughan terminó su cerveza y le
pase otra.
Se sentó, con los codos apoyados en las rodillas. —¿Vas a decir
algo?
—¿Acerca de qué? —pregunté, mirando a su alrededor—. ¿El
jardín? Gran trabajo.
—Quiero decir acerca de la pelea con Andre.
Alcé las cejas, tomando otro sorbo. —No.
Nada derrota a una cerveza bien fría en una noche de verano. Me
duché y me puse un vestido de algodón suelto. Después del polvo en la
cochera y volver a empaquetar casi todo lo que tenía, era necesario
limpiar. El pelo mojado se asentó en lo alto de la cabeza en un moño.
Tanto mejor para añadir un poco de rebote a la mañana. También dejó
mi cuello expuesto a la hermosa refrescante brisa nocturna, un extra.
Se sentía tan bien después del calor del día.
Me miró, y luego miró a su alrededor. Un proceso que repitió unas
cuantas veces, de vez en cuando se detenía para tomar un gran trago de
cerveza.
—No te conozco, Vaughan —dije, cuando no pude aguantar más
el silencioso cuestionamiento por más tiempo—. Realmente no. Y tú no
me conoces.
Su ceño se frunció.
—Lo que dijo Andre fue suficiente para enviarte en algún tipo de
espiral frenética de jardinería. No voy a añadirle más.
—El patio era sólo un trabajo que necesitaba hacer —murmuró
alrededor de la parte superior de su cerveza—. No hay necesidad de que
sea un gran problema.
—Correcto. Sólo un trabajo que se necesitaba hacer... durante
siete horas sin descanso.
Levantó un hombro. —Ese es el tiempo que hizo falta.
—En tu ropa interior.
—Se puso caluroso. —Tomó otro trago de cerveza—. Gracias por
poner fuera las botellas de agua antes.
—No hay problema.
Durante un tiempo, bebimos en silencio. Lo alto de las puntas de
los viejos pinos se mecía con la brisa como si saludaran a las estrellas.
Alguien en algún lugar reprodujo Simon y Garfunkel un poco más
fuerte de lo necesario. De lo contrario la noche era apacible, agradable.
—Lo bueno de las vallas —dije finalmente.
—¿Hmm?
—De lo contrario, los vecinos habrían tenido un tiempo
maravilloso viéndote recortar los setos en tus calzoncillos bóxer.
Resopló. —Cierto. Sin embargo, esas vallas no son lo
suficientemente altas como para mantener lejos a las novias fuera de
control.
Aspiré a través de mis dientes, haciendo un ruido silbante. —Una
raza invasora desagradable. Me sorprendería si algo pudiera detenerlas.
Hizo una señal a la cuidada línea de setos con su botella medio
vacía. —Así es como papá solía mantenerlo, todo limpio y ordenado.
Entonces mamá plantaba flores por todas partes que pudiera encajar.
Estaban derramadas por todo el lugar. Caos total.
—¿Sí?
—Estoy bastante seguro de que lo hizo solo para volverlo loco. —
El fantasma de una sonrisa se dibujó en su rostro—. Cada año plantaba
un color diferente. Todas las flores blancas un verano, todas amarillas
al siguiente, y así sucesivamente. ¿Quieres escuchar otra de mis
historias embarazosas?
—Infiernos, sí.
—Un año, rompí accidentalmente una lámpara. Estaba tirando
una pelota dentro de la casa, completamente en contra de las reglas —
dijo—. De todos modos, culpé al perro. Esta bola de pelusa ladradora
Nell les había rogado para que se lo compraran para Navidad. Incluso
llamó a la estúpida cosa bola de nieve.
—¿Qué pasó? —pregunté.
—Bueno, mamá sabía que mentía acerca de la lámpara, pero no
podía demostrarlo.
—¿Qué hay de tu padre?
Una risa. —También odiaba al perro. Me dio el beneficio de la
duda.
—Pobre bola de nieve.
—Mmm. Tuvo que pasar más tiempo al aire libre después de eso
—dijo—. Nell no quiso hablar conmigo durante semanas y mamá
definitivamente no estaba impresionada.
—Lo apuesto. Suenas como un niño terrible —bromeé.
—Espera, no he terminado. —Se volvió hacia mí, su sonrisa
definida en esta ocasión—. Así que tenía una guerra de agua en el patio
trasero en mi octava fiesta de cumpleaños. Lo planeé durante meses.
Almacené todos estos globos de agua, Eric y yo pasamos semanas
construyendo un fuerte gigante con cajas de cartón. Iba a ser excelente.
Absolutamente no se permitían niñas.
—¿Y?
—Mamá planto rosas ese año. Y no sólo de color rosa claro, por
supuesto que no. Grandes flores de color rosa brillante en todas partes.
Colgaban en cestas y llenaban potes. Se volvió loca con ellas, mucho
peor de lo normal. —Hizo una pausa, bebió—. No se podía salir de aquí
sin ser golpeado a ciegas por todo. Se veía como si una bandada de
flamencos había explotado.
—Oh, no —grité dramáticamente. Mi último año de clases de
teatro finalmente demostraban ser útiles, gracias a Dios—. Tu pobre
floreciente masculinidad y la reputación en la calle. ¡Ida!
—¿Correcto? Estaba completamente humillado. —Estiró las
piernas, semi-reclinado hacia atrás sobre sus codos—. Eric quería cavar
todas ellas justo antes de la fiesta y tratar de echarle la culpa a bola de
nieve. Pero realmente no veía cómo eso podría funcionar dos veces.
—Probablemente un sabio llamado.
Un movimiento de cabeza.
—Tu mamá suena impresionante —dije con una cantidad nada
pequeña de maravilla.
—Sí. Lo era.
Sin ninguna historia sobre mi propia crianza para compartir, la
conversación decayó de nuevo. Sin embargo, esta vez, no se sentía
incómodo. Estábamos sólo dos personas pasando el rato, contemplando
las estrellas en una noche de verano. Todo era bueno.
—Yo te conozco —dijo en voz baja—. Estás equivocada acerca de
eso.
Mi mirada saltó de las estrellas a él. Ambas igualmente
impresionantes. Sus ojos brillaban a la luz de la luna, que era
singularmente inútil. No podía leerlo en lo absoluto. Necesitaba más luz
para ver su expresión, así podría averiguar hacia dónde se dirigía.
—No has hecho más que mostrar lo que eres desde que te conocí
—dijo.
Y justo eso era el problema. —No estoy segura si es justo
juzgarme sobre los acontecimientos recientes. Los últimos días han sido
muy posiblemente uno de los más extraños y traumáticos de mi vida.
—Lydia, has irrumpido en mi casa, golpeado a un idiota en la
nariz, te has quedado conmigo cuando no quería estar solo, intervenido
para ayudar al negocio de mi hermana, me perdonaste cuando me
comporté como un idiota, me limpiaste a mí y mi casa después de una
pelea, y me empujaste a tener sexo duro contigo.
—... Sí.
—Sí —repitió—. Me gustas. Pero más que eso, confío en ti.
—Guau. ¿Eso es lo que se obtiene de todo eso?
—Eso es lo que me pasa.
Alcé las cejas, mirando a otro lado. Fue mucho para tomar. Más
de lo que necesitaba o menos de lo que quería, no pude decidir. La
confusión de corazón es una perra. Suponiendo similares, lo mismo que
el amor, llegó desde el músculo vascular, por supuesto. Loco,
obviamente, vino de la cabeza y los lomos.
Así, mientras que la parte cuerda de mi cabeza decía cosas como
“es sólo temporal” y “tómalo con calma” la parte loca gritaba “ooh mira,
es Vaughan, es tan bonito, brillante y te hace sentir bien” y “salta sobre
el hombre, por el amor de Dios”. Y esa parte era mucho, mucho más
fuerte. Loca era un poco puta, Dios la bendiga.
En cualquier caso, mi cuerpo estaba en guerra. Masa para
galletas con trocitos de chocolate helado daría en el clavo. Inserte aquí
un profundo suspiro.
—¿Qué fue eso? —preguntó Vaughan.
—Helado.
—Correcto. No tenemos ninguno. —Una pausa—. Creo que hay
un poco de pastel de chocolate sin harina de Nell en la nevera. ¿Servirá
en su lugar?
—Supongo que sí. —Dios, la vida era tan difícil. Tomé un trago de
cerveza, presionando firmemente todos mis pensamientos profundos e
insanos a un lado. Basta ya—. ¿Te sientes mejor ahora que has hecho
el jardín?
Tomó su turno soltando un profundo suspiro. —Honestamente,
no lo sé. Estar de vuelta aquí... Andre tenía razón. Me está jodiendo.
Me mantuve en silencio, dejándolo procesarlo.
—Sigo esperando ver a papá salir de la cochera. Oír a mamá
gritarme desde la cocina por algo. —La luz se reflejaba en su botella
mientras la sostenía a sus labios y bebió profundamente—. Lejos de
aquí, sólo podía pasar por alto su ausencia. Pretender que no murieron
en ese accidente de coche, al igual que el funeral era sólo un sueño de
mierda.
En un repentino estallido de rabia se levantó, tirando la botella de
cerveza en la cerca de atrás. No estalló y se rompió. No hubo ninguna
violenta satisfactoria de la destrucción. La botella solo golpeó la valla y
cayó detrás de los arbustos, aterrizando en el suelo con un ruido sordo.
Una débil respuesta tan inútil.
—¡Joder! —Vaughan se tumbó, mirando hacia el cielo nocturno.
El dolor y la rabia fluían de él en oleadas, llenando la oscuridad.
Ninguna luz se necesitaba para que sintiera. Y dolía.
—Nena —dijo, su voz gutural. Levantó la mano, me hacía señas
con los dedos.
Puse mi cerveza a un lado, fui a él sin pensar. El hombre
sencillamente tenía ese tipo de poder sobre mí. —¿Qué puedo traerte?
Ninguna respuesta.
—¿Vaughan?
Me arrodillé a su lado, más capaz de verlo de cerca. El sudor u
otra cosa humedecieron su rostro. La suciedad y la hierba teñían su
hermoso cuerpo. El hombre era un desastre. Se incorporó, agarrando
mi cara y acercando su boca a la mía. Calientes besos húmedos y
manos frenéticas. El sabor de él me volvió salvaje. Todo sucedió tan
rápido que era vertiginoso. En primer lugar sus pulgares acariciaron
mis mejillas, manos sosteniéndome en mi lugar. Luego tuvo un brazo
alrededor de mi cintura y una mano agarrando mi muslo, me pasaba
por él. Rodillas ejerciendo una presión en el césped bien cuidado, me
encontré a horcajadas sobre él antes de que supiera lo que quería.
Por suerte me puse un vestido.
Tocar al hombre me drogaba. Toda esa piel desnuda y violenta
necesidad, sólo para mí. Él me alimento con besos apasionados, que
hicieron que mi interior se fundiera. Los músculos de mis muslos
temblaron, la sensación de tenerlo endurecido contra mí era
impresionante. Inmediatamente mis partes femeninas se pusieron en
marcha. Sabían cómo de bien se sentía tenerlo dentro y le querían
hacer una visita de regreso.
Si lo necesitaba, lo follaría hasta hacerlo olvidar el temor a la
muerte, ahuyentaría el dolor de viejos recuerdos.
Si él quería, no me lo pensaría dos veces.
Dedos empujaron hacia abajo de mi ropa interior. No es que ellos
podrían ir muy lejos. Amasó mi culo, todavía besándome sin sentido.
Me enterré a mí misma contra él, jadeando. Tan bueno. Su lengua en
mi boca, su aliento en mis pulmones. Haciéndolo como locos en el patio
trasero de su casa de la infancia. No me podría importar menos si
alguien pudiera vernos.
—Lydia. —Presionó besos por mi mejilla, luego hacia abajo a lo
largo de mi mandíbula. Dientes rozando a través de la piel sensible de
mi cuello.
Maldito vampiro.
Mientras tanto, sus manos aparentemente estaban cansadas de
sentir el culo. Una excavaba en mi pelo, mientras la otra tiró a un lado
mi ropa interior. Dedos se deslizaron entre los labios de mi vagina,
arrastrando ligeramente hacia atrás y adelante en la humedad,
burlándose de mí. Todo en mí se tensó, una sensación vibrante
corriendo por mi espina dorsal. No sabía si seguir o quedarse quieto. La
yema del pulgar decidió por mí, dibujando círculos alrededor de mi
clítoris. Se sumergió en la humedad más bajo luego regresó con una
venganza.
—Mírame —murmuró.
El pulgar rozó mi punto dulce, haciéndome temblar. Mierda, era
bueno. Si acabara de seguir adelante un poco más, presionando un
poco más duro...
—Abre los ojos, nena.
El puño en mi pelo apretado fuertemente, picando el cuero
cabelludo. Fue completamente inesperado. Toda mi atención se centró
en mi coño, donde pertenecía. Mis párpados se alzaron con la boca
abierta. —V-Vaughan.
—Eso es todo. —Las líneas de su rostro destacaban crudamente,
sus ojos enormes e hipnóticos. Mordió mi labio inferior, luego lo besó
mejor—. No me dejes ahora.
—No. —Negué con la cabeza enfáticamente. Nuestro tiempo no
había terminado. Aún no.
—Te necesito aquí —dijo, todavía manipulando mi clítoris con
experiencia. Su pulgar inteligente nunca se detuvo, tocando casi hacia
la luz, y luego con burlas casi áspera. Cómo sabía dónde estaba la línea
de suma importancia entre el placer y el dolor, no tenía ni idea.
Supongo que la chica Fender le enseñó. Si la mujer alguna vez se
cruzaba en mi camino, la besaría. Se me pusieron los pelos de punta, el
sudor rebordeando en la espalda. Él podría haber estado escribiendo la
constitución americana ahí abajo. No me importaba. Siempre y cuando
no se detuviera.
—Te necesito justo aquí —dijo, mirando fijamente dentro de mis
ojos.
Asentí, más allá de las palabras.
Luego alejó el pulgar. Fue la cosa más triste. El dorso de su mano
rozó contra mí. Sin su interferencia, mi ropa interior se deslizó hacia
atrás, separando mis labios hinchados. No fue genial.
Antes de que pudiera solucionarlo, los dedos volvieron, alejándolo
del camino. La cabeza ancha y lisa de su miembro se arrastró a través
de mi clítoris, entre los labios húmedos de mi sexo. Y sí, sí infiernos. En
el momento en que pudo, empujó lentamente hacia abajo, llevándolo
dentro. Mis ojos rodaron por lo bien que se sentía. Delicioso, glorioso,
todas estas cosas y más. Nunca sentí nada igual. Su polla dura
deslizándose dentro de mí era pura felicidad y no quería que terminara.
Lloriqueé y gemí como una mujerzuela.
Él maldijo.
Si algún vecino, astronauta o deidad celestial se encontraba por
ahí viendo, tenía que sentirse infernalmente celoso.
Su brazo libre se deslizó alrededor de mi cintura, sosteniéndome
en un abrazo casi brutal. Como si yo tuviera la intención de tratar de
escapar. La sensación de él estirándome, llenándome el interior, era
demasiado. Cada vena en su pene parecía magnificarlo tentadoramente.
Mi espalda arqueada, la pelvis tratando de restregarse, pero sin llegar
muy lejos. Mis músculos internos se aferraban a él con dolor y placer.
Me sentía adolorida y sólo él podía hacerme sentir mejor. Frustrada, me
retorcí contra su agarre.
Era una dulce tortura.
—Necesito moverme —dije presionando la boca en su cara,
besando cada centímetro de piel que podía alcanzar. Su barba de tres
días me arañó la piel, pero no importaba—. ¿Vaughan?
El bastardo controlador tiró de mi pelo, volviendo mi cara para
reclamar mi boca de nuevo. Le di un beso tan salvaje como pude.
Acariciando con mi lengua sus dientes, y luego enredándola con la
suya. Mis dientes mordieron su firme labio inferior. Cobre golpeó mis
papilas gustativas. Debí abrirle de nuevo el labio reventado. Oh bien.
—¿Me vas a follar, chica sucia? —preguntó, con voz gutural.
—Sí —le susurré. Parcialmente planeando su muerte, aunque
mayormente sólo por orgasmos.
—¿Cuan duro?
—Duro. Lo prometo, muy duro. Déjame correrme, Vaughan.
—Di por favor.
Bastardo. —Por favor.
—Hazlo.
Su brazo cedió, liberándome. Y agarré sus hombros, usándolos
para impulsarme mientras me levantaba y caía sobre su pene. No
podría hacerlo en el Derby de Kentucky, pero monté a Vaughan en el
suelo.
Literalmente.
La hierba y la tierra rasparon mis rodillas mientras saltaba sobre
él. Lo apreté en mi interior. Sus gemidos eran música para mis oídos. El
golpe de piel contra piel, el sudor derramándose. Nada importaba. Sólo
él dentro de mí. Sus manos agarraron mis pechos, apretando y
moldeándolos sobre la tela de mi vestido y el sujetador. No fue
suficiente. Tomé el control y lo empujé hacia atrás, inclinando el cuerpo
hacia adelante. Mejor para moler mi clítoris contra su hueso púbico.
Sí.
Un gemido salió de mi garganta. Mis terminaciones nerviosas
crepitaban, ardiente placer fluyó a través de mí. Construyéndose, cada
vez más grande, más alto, aún más sorprendente. Su mano tomó mi
cara, tratando de moverse conmigo, para mantener el contacto. Su
mirada me engulló entera. Todo el tiempo manteniéndome en
movimiento, tan duro como él quería. Como los dos queríamos. La luz
dentro de mí creció más caliente y más brillante hasta que se convirtió
en un incendio repentino.
No vi nada y sentí todo. Todo mi cuerpo engullido por el placer.
Me vine y vine hasta que no quedó nada. El zumbido en mis oídos se
prolongó durante un tiempo mientras caía inerte contra él. Sus caderas
se resistieron contra mí, empujando su polla dura en profundidad. Sus
manos agarraron mis caderas brutalmente. Luego se también se vino,
exhalando con fuerza, elevando considerablemente el pecho contra el
mío. Sus brazos fuertes me estrecharon a él.
La noche nos rodeó una vez más. Sólo haciendo su asunto.
El corazón de Vaughan latía con fuerza por debajo de mi oreja, el
calor de su cuerpo manteniéndome caliente. No creía necesitar algo
más. Al menos no en ese momento.
—Que par de pulmones fantásticos. Los vecinos van a pensar que
trataba de matarte —dijo.
—Básicamente, lo hacías. Fue terrible.
Se rió. —Bebé, te corriste con tanta fuerza que casi me rompiste.
—Lo que sea. —¿Quién incluso tenía la energía para luchar?
Entonces lo sentí. Un líquido espeso rezumando de mí. El temido
esperma.
—No usamos nada —susurré.
—Mierda.
***
—¿Me veo como alguien que quiere pasar el resto de esta noche
cagándose en sí mismo? —El malhumorado hombre empujó el plato de
entremés hacia mis manos—. Le dije al camarero que lo necesitaba sin
gluten. Fui muy claro al respecto.
—Me disculpo por el error, señor —dije—. Permítame arreglarlo.
—Gracias —dijo, con una expresión muy lejos de apreciar el
ofrecimiento.
Lo que sea.
Arrastré el culo hasta la cocina, donde Boyd arqueó una ceja. —
Necesito un nuevo entremés libre de gluten, por favor.
Asintió y se puso a trabajar. O mejor dicho, como el único chef
esta noche en la cocina, se mantuvo ocupado. Nell se reportó enferma
tras vomitar todo el día, la pobre. Afortunadamente, el Bar Dive solo se
encontraba lleno hasta la mitad esta noche.
Dios, esperaba no contraer su virus. La píldora del día después ya
me había afectado lo suficiente.
Un estrepitoso ruido provino del mostrador. Me di la vuelta para
encontrar a Masa de pie allí, una bandeja llena de vasos rotos a sus
pies. Cubos de hielo, rodajas de limón y pajitas, todo esparcido por el
suelo.
—Mierda —murmuré.
Masa solo hizo un pequeño sonido de desesperación y cayó sobre
sus rodillas, para limpiar.
Agarré la pala para recoger basura y el cepillo, luego me uní a él.
—Lo lamento —dijo, moviendo las manos frenéticamente—. Esto
no tardará más de un minuto.
—Calma. Cortarte con los vidrios rotos no ayudará a nadie.
No dijo nada, pero se calmó. Al inicio.
—¿Qué pasa contigo? —pregunté, recogiendo cuidadosamente los
restos de una botella de cerveza.
—¿Qué? Nada —dijo el joven.
—Inténtalo de nuevo.
Simplemente sorbió.
—Masa, le serviste menta a la mujer que tiene alergia a la menta,
tomaste mal la orden del hombre intolerante al gluten, y le dijiste a
Boyd que los vegetarianos de la mesa ocho querían la pizza satay de
pollo en vez de la margarita. Y la lista continúa.
Me miró, con los ojos oscuros hinchados y rojos.
—Claramente estás molesto y distraído —dije—. Háblame.
Agachó la cabeza. —Mi novia me dejó.
—Oh no. Lo siento mucho.
—Ha follado con su tutor durante meses a mis espaldas. —Masa
frunció el ceño, con la mandíbula tensa—. Al parecer, están
enamorados. Me envió un mensaje de texto antes del trabajo, me lo
contó todo.
—Que perra.
Desde detrás de la barra, Eric nos observaba mientras servía otra
cerveza. No hizo ningún movimiento de acercarse, y su mirada no
expresaba nada. Que así sea. Los corazones rotos eran una mierda
grave. Alguien tenía que actuar antes de que Masa accidentalmente
incendiara el lugar mientras servía tortilla noruega, o algo así.
—Limpia esto, luego ve a casa —dije, entregándole a Masa la pala
y el cepillo—. Me aseguraré de que Eric esté de acuerdo con eso.
—¿Segura? —Parecía preocupado. Ya que probablemente debería
estarlo.
—Sí. La hora pico de la cena ya casi acaba. Puedo terminar aquí.
—Gracias.
—No hay problema. —Sonreí y me puse de nuevo a trabajar.
El hombre intolerante al gluten no dejó propina y la limpieza
tardó un poco más de lo normal, pero no hubo más quejas o
catástrofes. Estaba bastante segura de que vi al reportero que deseaba
la primicia de mi boda fallida al acecho en la acera cierto momento
durante la noche. Sin embargo, siempre y cuando no estuviera sobre
mis narices, me encontraba dispuesta a ignorarlo. Por ahora.
El Bar Dive se sentía diferente después del cierre, oscuro y
tranquilo. Un cambio de toda la luz brillante y la música de las horas de
oficina. Era agradable.
Vaughan se hallaba desaparecido en acción cuando desperté esa
mañana. Cuando llegó el momento de dirigirme al trabajo, Boyd llegó en
un Jeep último modelo y tocó el claxon. Supongo que Vaughan organizó
que me buscara. No es como si Boyd me lo dijera. Nunca. Me
encontraba a punto de empezar a caminar ya que no tenía teléfono para
llamar a un taxi, un problema que me atreví a mencionarle a mi chófer.
Boyd amablemente se detuvo en una tienda de teléfonos,
permitiéndome correr y comprar un teléfono.
Ah, la tecnología. En realidad no la extrañaba, pero en este
mundo moderno de la comunicación constante, era una necesidad. Lo
primero que hice fue dejarle un mensaje a mi familia. No era como si
esperara una respuesta antes de la tarjeta anual de Navidad. La
comunicación no era su fuerte. Como padres, en esencia, apestaban.
Era un hecho de la vida. Las personas eran quienes eran, bla, bla. Las
hormonas y las expectativas sociales tenían mucho que responder a la
hora de aumentar la población.
Todavía podía oír a Boyd golpeando ollas y sartenes en la cocina.
Suponiendo que él me llevaría a casa, me hallaría esperando por un
rato. Lo cual estaba bien. Estoy segura de que podría encontrar algo
que hacer aquí. Quizás iría a cazar en el sótano oscuro al fantasma de
Andre Senior asustándome un montón. Que yo sepa, nunca estuve en
un edificio poseído. Podría ser divertido. Una experiencia única en la
vida.
—Lydia, creo que es hora de que hablemos —dijo Eric desde la
barra.
Oh oh.
—Está bien. —Me dirigí hacia él, desatando mi delantal mientras
caminaba. Si me encontraba a punto de ser despedida por decirle a
Masa que regresara a casa, al menos, estaría cómoda. Me subí a uno de
los taburetes, dándole a mis pobres pies adoloridos un descanso. En
realidad, no se sentían tan mal hoy. Supongo que me estaba
acostumbrando a estar sobre ellos todo el tiempo.
Eric dejó un trago sobre la barra, sirvió en uno de los vasos
gruesos que pretende ser cristal cortado, al estilo vintage. Me
encantaban. Hizo chocar su copa a juego con la mía, luego tomó un
sorbo. Era un líquido de color ámbar. Whiskey escocés, a juzgar por el
olor. Un trozo de naranja y cubos de hielo nadaban en el interior.
—Es un Old Fashioned —dijo con una sonrisa—. ¿Tomaste uno
antes?
—No. —Lo olisqueé y luego me atreví a darle un sorbo. Whiskey
escocés, dulzor y algo más que no pude reconocer. Nada mal—.
Agradable. Gracias.
Un asentimiento. —Le dijiste a Masa que se fuera a casa.
—Sí. No se sentía bien y no estábamos repletos de gente,
entonces... Rosie y Nell tenían este virus...
—A veces llegan tarde grupos grandes. Amigos y otras personas
de la zona que saben que no los vamos a rechazar.
Tomé otro sorbo de mi bebida.
—¿De verdad piensas que habrías sido capaz de manejarlo por tu
cuenta? —preguntó.
—Sería preferible disculparse de que el servicio sea un poco lento,
que tener un cliente vomitado, creo. —No me molesté en cruzar los
dedos para protegerme contra la mentira. Masa también podría estar
demasiado enfermo. Nunca se sabe.
A Eric se le escapó una risa. —Lo suficientemente justo.
Uf.
Tomé otro sorbo del Old Fashioned, tratando de apreciar el
whisky. Sin duda, era lo mejor. Envejecido por trescientos años o algo
así. Pero era más o menos desperdiciado en mí.
Los ojos verdes de Eric me analizaban desde el otro lado de la
barra. Su cabello oscuro recogido y llevaba una camisa negra con las
mangas enrolladas. Vaughan no era una belleza clásica, más de un
cuerpo trabajado. Crudamente único y hermoso con su cuerpo largo y
delgado, cara con rasgos angulosos. Eric, sin embargo, era bastante
puro. Podías ver la forma en que las niñas que iban creciendo pasaban
de obsesionarse con ponis por chicos como él en un abrir y cerrar de
ojos. Era tan encantador con un toque salvaje.
—Te vi reorganizando la recepción —dijo—. Limpiaste el libro de
reservas.
—Nos quedamos tranquilos esta tarde.
—Mmm. —Bebió un poco más—. Nell dice que solo estás de paso.
Que esta no es tu usual línea de trabajo. Pero si estuvieras pensando en
quedarte, sin duda podría sernos de ayuda que alguien se haga
responsable de la sección del restaurante.
—Oh.
—Nell tiene la cocina bajo control. Un nuevo asistente comenzará
la próxima semana a ayudarles a ella y a Boyd. Y entre Joe, Vaughan y
yo, mientras que él se encuentre aquí, nos encargamos de la barra —
dijo—. Sin embargo, necesitamos un gerente o maitre, el tipo de persona
que mantenga el restaurante funcionando sin problemas. El trabajo es
tuyo si lo quieres. Un mes de prueba, luego te consideramos
permanente, discutiremos el salario adecuado y el resto. No sé lo que
ganas vendiendo casas, pero haríamos que valiera la pena.
Eh. Abrí los ojos ampliamente. —No esperaba eso.
—Esta noche fuiste amable con los clientes enojados. Los
calmaste y evitaste que los perdiéramos —dijo, y luego hizo un gesto
hacia mi vaso—. Bébetelo todo.
Bebí todo de un trago. Teniendo en cuenta mi estómago casi vacío
por causa de las náuseas y calambres de antes, iba a subírseme
directamente a la cabeza. —Hay gente con mucho más experiencia en la
gestión de un restaurante.
Me miró fijamente por un momento y luego se puso a trabajar
agarrando un par de botellas de la pared, derramándolas en una
coctelera. —Cuando abrimos este lugar, solo queríamos ganarnos la
vida y tener un lugar dónde pasar el rato con nuestros amigos. Nell
quería montar su propia cocina, cocinar lo que le gustaba. Yo trabajé
detrás de algunos bares, pensé que era prácticamente más de lo mismo.
Fuimos realmente ingenuos.
Mientras hablaba, trabajaba mezclando algo nuevo. Observé
fascinada. Metió hielo en la coctelera junto con el alcohol, entonces
colocó la tapa. La plata se movía de un lado para el otro delante de mis
ojos mientras sacudía el brebaje. Luego, sacó una elegante copa de
Martini congelada de la nevera por debajo de las interminables
estanterías de botellas detrás de él. Sirvió el líquido, vertiéndolo a través
del filtro de la coctelera. La bebida era blanca, espumosa. Eric atravesó
con un palito de bambú un pétalo de rosa roja, luego un lichi, atado con
un nudo en un extremo. Añadió cuidadosamente la guarnición.
—Prueba este en vez —sugirió, dejando la creación fresca frente a
mí—. Podría ser más de tu gusto.
—Gracias. —Primero lo estudié desde varios ángulos. El cóctel era
una obra de arte. Si tuviera mi nuevo celular conmigo, le hubiera
sacado una foto. No es como si alguien le importara lo que actualmente
bebía para la cena—. Es hermoso. No creo que lo conseguirías en tu
tradicional bar de mala muerte.
—Te sorprendería. —Sonrió—. Pero no estamos en tu tradicional
bar de mala muerte. Bebe.
—Tienes razón. —Levanté cuidadosamente la copa hasta mis
labios. Helada y de consistencia dulce. Indudablemente, tenía licor de
lichi y vodka. Esta mezcla de sabor era como el cielo servido en una
copa elegante.
—Lychee Martini.
—Guau. Eric, me encanta. Quiero bañarme en él a partir de
ahora —dije, bromeando parcialmente—. ¿Qué eres? ¿Una especie de
cantinero clarividente?
Se rió. —No. Simplemente sé de mujeres.
Resoplé. —No es así con todos.
Compartimos una sonrisa. Aunque, honestamente, se acercó más
a una sonrisa de satisfacción por ambas partes. La batalla de sexos
librada.
—¿Qué tal las cosas con Vaughan? —preguntó, bajando su Old
Fashioned. Y sí, mi no existente relación con mi actual jefe temporal era
uno de sus asuntos.
—¿Follas con cualquier camarera últimamente?
—No. No estás interesada en mí. —El hombre movió sus ojos
coquetamente hacia mí. Tenías que concedérselo, tenía una de esas
miradas prometedoras de sexy calidez. Un mujeriego profesional—.
Tristemente.
Bebí mi bebida y de otra manera, mantuve la boca cerrada.
—Estoy teniendo que ir más lejos para encontrar nuevas
compañeras. —Agarró una botella de whisky. Del estante superior.
¿Qué le digo?
Todavía no tenía nada que decir.
—Volviendo a mi punto —dijo—. Con Nell no sabíamos una
mierda acerca de llevar un lugar como este. Pat no era mucho mejor.
Estuvieron haciéndose cargo por un tiempo del salón de tatuajes, pero
eso no implica relacionarse tan estrechamente con los proveedores,
administrar lo que hay. Y ninguno de nosotros es realmente genial con
lo del cotorreo. Pero tú sí.
—¿En serio? Pareces ser bueno para relacionarte.
Levantó una de las comisuras de sus labios. —Hmm.
—Eric, todo esto es muy interesante. Y para que conste, le dije lo
mismo a Nell, creo que este negocio es sólido y tiene un buen futuro por
delante. —Tomé otro sorbo de mi bebida fuerte. Esta conversación lo
necesitaba—. Pero no me veo como parte de ese futuro. Tengo otros
planes.
—Comenzar en algún otro lugar la venta de casas.
—Sí —dije—. Es lo que sé.
—¿Pero es lo que amas?
Me encogí de hombros.
Se encogió de hombros en respuesta.
Bebí.
—Bueno, eso es una vergüenza. —Un nuevo Old Fashioned se
encontraba junto a su mano, pero comenzó a hacer otro cóctel haciendo
lo mismo—. Es difícil de encontrar buenos empleados, especialmente
personas que encajen aquí. Alguien con la que todos podemos lidiar.
Este trabajo, se trata de personas todo el tiempo y en ocasiones más
que aceptar su mierda, no es para todo el mundo. Le dije a Nell que
intentaría y hablaría para que te quedaras. Considera como que lo
hablé contigo.
—Bueno.
—Está bien —repitió—. Boyd estará en la cocina por un tiempo.
Luego te haré una Caipirinha. A ver si también te gusta.
Oh chico. Resaca, aquí voy.
***
***
―Mira, nena. ¿Ese no es lindo?
Le di una mirada sin impresión. No fue una proeza fácil, dado lo
bien que se veía. Con la ventana abajo, su cabello dorado volaba salvaje
con el viento y su bronceado brazo tatuado apoyado en el marco de la
puerta. Él era como un comercial para una vida buena.
―Vamos, tienes que admitir que es un gran auto.
No tenía que admitir ni una maldita cosa.
―Lydia, esta es la decisión correcta ―dijo suavemente―. Interior
cómodo, altos estándares de seguridad, buen control en clima húmedo
y nieve, e incluso tiene un pequeño techo corredizo solo para ti.
―Estás siendo condescendiente. Para antes de que te lastime.
―Sé que te gusta ese Prius pedazo de mierda y el lindo pequeño
mini Cooper. ―Se estiró, deslizando una mano detrás de mi cuello y
masajeándolo suavemente. El tipo tenía suerte de que no le mordiera su
extremidad. Si no fuera tan bueno con sus dedos, lo haría―. Pero el
WRX funcionará mucho mejor para ti, lo prometo.
―Ni siquiera quería hacer la prueba de conducción. Ese idiota y
tú se unieron contra mí.
―Nena.
―Es verdad. Sabes que sí.
―Ni siquiera tenía idea de que Mitch trabajaba aquí ―dijo con
risa. Una retorcida―. ¿En serio es tan malo que mi viejo amigo y yo
queramos que tengas un auto increíble con el mejor precio posible?
―Es un buen precio.
―Es un jodido precio increíble y lo sabes. Se supone que tú debes
hacer la prueba de conducción, no yo. ―Entró en un aparcamiento de
grava en un lugar apartado del lago, apagó el motor―. La línea de
vehículos más rápida del mercado, Lydia. Sabes que quieres intentarlo.
―Probablemente fue destrozado por sus dueños anteriores.
―De ninguna forma Mitch te vendería algo que hubiera sido
maltratado. Regresaría a Coeur d’Alene a patear su trasero si lo hiciera,
y él lo sabe.
―Dios, ¿puedes dejar de decir que te vas? ―dije de golpe. E
inmediatamente me arrepentí.
Vaughan inclinó la cabeza.
―Lo siento. ―Tomé una profunda respiración, dejándola salir
lentamente―. Aparentemente, hoy soy la Señora Mala Actitud. Solo
vamos a disfrutar el aquí y el ahora. ¿De acuerdo?
Lentamente asintió. Luego miró de regreso a la brillante agua a
través del parabrisas. ―Querías la experiencia de Vaughan Heuson
Coeur d’Alene.
Tomó un momento para que mi pobre cerebro lo entendiera.
―¿Aquí es donde traías a tus citas cuando estabas en la escuela?
―Sí, aquí es.
―Lindo. Muy lindo.
―Lo suficientemente lejos del pueblo, lejos de las luces. Todo el
cielo estaría lleno de estrellas.
―Umm. ―Sonreí tristemente―. Suena romántico. Demasiado mal
que sea de día.
―No hay nadie alrededor.
Giré la cabeza tan rápido que a ambos nos sonó el cuello. ―¿Qué?
―No hay nadie alrededor.
―Ja. ―Sonreí, elevé mi mirada hacia el cielo―. Dios, por un
minuto pensé que lo decías en serio.
―Lo digo en serio. ―¿Sí? Mierda. Hermosos ojos azules, intensos y
cálidos, mirándome y lamiendo sus labios como si definitivamente me
encontrara en la cima del menú de hoy.
―Oh.
Llevó un mechón de mi cabello detrás de mi oreja, bajando con
sus dedos por mi cuello. Primero jugando con la tira de mi camiseta
blanca y luego con la de mi sostén. El hombre tenía movimientos. Pero
también, básicamente me tenía atada, bastardo. Mente, cuerpo, corazón
y alma. No es que lo hubiera dejado. Inmediatamente mi respiración
aumentó su ritmo, mi piel se estremeció.
―Actos indecentes. Exposición. ―Me reí histéricamente, sonando
más como una idiota―. Estoy muy segura que hay leyes que protegen
los lugares públicos contra eso. Especialmente a plena luz del día. Es
mejor que no lo hagamos.
―No nos atraparán.
―Pero podrían.
―No lo harán. ―Deslizó ambas tiras por mis hombros, exponiendo
más piel. Con el movimiento más suave, desabrochó su cinturón y luego
se movió directamente sobre mí para soltar el mío. Pero el hombre no
había terminado. Oh, no. Pronto llegaría el día en el que él terminara
conmigo, pero no era este.
―Espera. ―Se giró y se levantó. Con una rodilla en su asiento, se
estiró sobre mí. Cosas fueron movidas a un lado de mi asiento, y de
repente la parte de atrás estaba detrás y yo miraba directamente al
techo beige del auto. Afuera de la ventana abierta, un árbol se mecía
sobre mi cabeza. Ramas de hojas verdes se agitaban con el viento.
Mucha naturaleza. De vez en cuando el sol se abría paso, un rayo
deslumbrante de luz desde el cielo.
¿El sol tenía que ser tan brillante? Seguro íbamos a ser
atrapados. También, la celulitis era mejor bajo iluminación suave o sin
ella. Intentaba aceptar mi cuerpo. Esta clase de mierda seguía siendo
una preocupación.
―Eh ―dije, porque mi cerebro aún estaba en modo genio―. No
creo que esto sea seguro.
―Puse las luces estacionarias y tengo un condón en mi bolsillo
trasero. No podría ser más seguro. ―Sin más preámbulos, se subió
sobre mí, sus caderas situadas entre mis piernas. Un codo al lado cerca
de la parte de encima del asiento tomó la mayor parte de su peso. Aun
así, la sensación de su cuerpo sobre el mío envió temblores de
excitación que me atravesaron. Alerta roja, ilegal y posiblemente
vergonzoso, pero buenos momentos por venir. Agarré los lados de mi
asiento como si estuviera en una montaña rusa y una vuelta de giro
completo viniera. Sin embargo, mi vagina preparó la fiesta como si fuera
mil novecientos noventa y nueve.
Mierda. Estaba tan confundida. ―Tenemos una cama en casa. Es
decir, en tu casa.
Una risa baja de las retorcidas. ―Sí, pero te tengo toda encendida
justo aquí. ¿Por qué esperar?
―En realidad no estoy encendida.
―Pezones.
Bajé la mirada. Ciertamente eran dos puntos duros, demasiado
obvios debajo del delgado algodón de mi blusa. Hablando sobre traición.
―Ellos no saben nada.
―Oye. ¿Realmente quieres que pare? ―Miró profundamente en
mis ojos, viendo el pánico en mi alma. Podía sentirlo, su entendimiento,
su preocupación. Y no solo por el sexo en público. Vamos a ser
honestos aquí. Mi pánico actual tenía más que ver con el miedo
arrastrándose acerca de él yéndose y el temor relacionado al estado de
mi confuso corazón.
―¿Nena?
Su rostro se hallaba tan cerca. Sus labios apenas tocaban los
míos, el calor y su belleza encendiéndome. Podía sentirlo
endureciéndose contra mi estómago, reaccionando a mí. Mi necesidad
crecía con la suya, aumentaba con el tiempo.
―Di la palabra ―continuó―. Sabes que haré lo que sea que
quieras.
Quería mentir demasiado. O mejor aún, decirle exactamente lo
que quería. Solo en cuanto averiguara exactamente qué era…
En su lugar, estiré el cuello y lo besé con suavidad, con dulzura.
Una y otra vez con los labios cerrados, luego con los labios un poco
abiertos. Así hasta que su lengua se metió en mi boca, tomándome. Nos
besamos de forma lenta, como si tuviéramos todo el tiempo del mundo.
La palma de su mano moldeó mi pecho, apretando y burlándose de la
carne sensible. Mis manos, mientras tanto, se deslizaron por debajo de
su camiseta, explorando su espalda. Acaricié su piel suave, cerca de
venirme simplemente al acariciarlo. Las crestas en su espalda y los
planos duros de sus músculos. Al mismo tiempo, se movía contra mí,
frotando su polla dura sobre mi hueso púbico, acariciando cerca de mi
punto sensible. Incliné las caderas, intentando obtener más.
Mierda, se sentía bien. Tan bien. Pero no era suficiente.
—Vaughan —jadeé, deslizando mis manos hacia abajo en sus
pantalones vaqueros, apretando sus nalgas firmes—. ¿Sin ropa interior?
—Quería estar preparado.
Sonreí cuando mordió ligeramente el lóbulo de mi oreja, y luego
lamió mi cuello.
Nunca podría cansarme, de estar con él. Cada intimidad que
compartíamos añadía familiaridad a su cuerpo y sus formas. Sin
embargo, la emoción de estar con él nunca menguaba. Teniendo en
cuenta el tiempo, podía cambiar y crecer. Pero nunca desaparecería.
Algunas cosas eran absolutas.
Puse mis manos entre nosotros, desabrochándole los pantalones
vaqueros y bajando la cremallera. Recatada, no lo era. O al menos, no
una vez que empezábamos. Quité cada artículo de ropa fuera de mi
camino. Piel de terciopelo caliente sobre carne rígida. Era un cielo táctil.
Mis dedos rozaron la cabeza redondeada, con el pulgar busqué la unión
en la cresta de su glande y masajeé justo debajo.
Gimió en mi cuello, sus hombros se estremecieron. —Joder, eso
se siente bien.
Ah, el poder de poner tu mano en el pene de un hombre. Era
poderoso. —¿En serio?
—Mm.
Una mano empujó hacia arriba mi falda de cambray, exponiendo
mis muslos con hoyuelos. Jódase cualquier ansiedad. Estaba
demasiado atrapada en la bondad de tocar a Vaughan para importarme.
Deslizó un dedo en la abertura de la pierna de mi ropa interior, tirando
del material.
—¿Por qué coño te pusiste estos, Lydia?
—¿Porque soy una tonta?
Se rió entre dientes.
—No sabía lo que planeabas —me quejé.
—Asume siempre que quiero follarte. Eso sería más seguro.
Su boca cubrió la mía y me dio un beso profundo y húmedo. La
masturbación mutua funcionaba bien. Toqué y acaricié su pene,
haciendo todo lo posible para volverlo loco. Mientras que él hacía lo
mismo, curvando los dedos y arrastrando los nudillos a través de mi
abertura húmeda. Cada músculo entre cuello y rodillas se tensó, se
sentía tan bien. El chico me dio felicidad, pura y simple. Entonces
rompió el beso y lamió la yema del pulgar antes de ir a trabajar mi
clítoris. Dios, era bueno en esto, su toque justo. Su mano estiró el
elástico en mi ropa interior, haciendo espacio para poder jugar.
Felicidad química hizo girar mi cabeza, todo mi mundo se sentía
aturdido. Casi me olvidé de seguir acariciándolo. Triste, porque la
sensación de él hinchándose en mi mano era sublime. No es algo que
nunca quisiera perder.
—Semen sobre mí. —Mordisqueé sus labios.
—¿Eso es lo que quieres? ¿Quieres mi semen sobre tu piel suave?
Asentí, ordeñándolo más duro con cada golpe.
—No. No esta vez. —Sacó su mano de mis bragas, una verdadera
lástima. Luego sacó el condón de su bolsillo trasero y lo abrió con los
dientes. Hice un sonido realmente triste cuando quitó mis dedos de su
pene y lo hizo rodar sobre este.
—Acerca tu culo un poco —dijo, atrayéndome más cerca del borde
del asiento—. ¿Por qué no podías querer un coche más grande?
—¿Por qué no podías venirte sobre mí?
Los lados de sus labios se levantaron. Hizo a un lado mi ropa
interior estirada y cuidadosamente alineó su pene con mi abertura. Con
un empuje suave me llenó, ambos gemimos. Ruidosamente.
—Oh, Dios. —Mis párpados revoloteaban, mis entrañas hacían lo
mismo. Indescriptible. Así se sentía tenerlo dentro de mí. Todo bueno,
brillante y reluciente. Pero más, mucho más. Y la forma en que me
miraba, estudiando cada una de mis expresiones, midiendo cada
movimiento. No sé por qué, pero tener tal enfoque comprometido de su
parte casi me deshizo. Casi lloré por segunda vez en el día.
—Es por eso que no podía venirme sobre ti —susurró en mi
oído—. Debido a que tenía que hacer esto.
No tenía palabras. Felizmente, no requería ninguna.
Lentamente, deliberadamente, me hizo el amor. Embutida en el
lado del pasajero de un vehículo para probar que ahora definitivamente
debería ser mío. De todos los lugares para tener un momento
significativo. Se balanceó dentro y fuera de mí, tomándose su tiempo,
construyendo la pasión entre nosotros. Nuestra conexión fue absoluta y
siempre lo sería. No importaba a dónde se fuera. No importaba lo que
hacía. Había perdido una parte de mí que nunca volvería. Infierno, cedí,
aun sabiendo que no era inteligente y que podría lamentarlo un día
pronto.
Los corazones son tan estúpidos.
Poco a poco aumentó su ritmo. Mis piernas se envolvieron
alrededor de él, sosteniéndolo con fuerza. El sudor empapó ambas
pieles. Nos movimos lo mejor que pudimos, para llegar a la cima,
aferrándonos. Siguió y siguió, y sin embargo, se acabó demasiado
pronto. Incliné mis caderas hacia arriba, llevándolo más profundo.
Embistió en mí con gran propósito. Una mano enredada en mi pelo y la
otra sosteniendo un poco de su peso. El sonido de nuestra respiración
frenética, de nuestros cuerpos uniéndose llenó el pequeño espacio.
Y todavía me sorprendió. Mi orgasmo salió de mis pulmones. Grité
silenciosamente, mi coño se aferró a él al tiempo que mi corazón daba
un vuelco. Todo mi cuerpo se movió debajo de él mientras él gemía mi
nombre, presionando su mejilla duramente contra la mía. Al parecer,
los franceses se refieren a un orgasmo como la pequeña muerte. Sin
embargo, eso no lo cubría. Prueba el asesinato en masa de todas mis
esperanzas y sueños. No debería haberse sentido tan asombrosamente
abrumador enamorarse de un hombre que nunca sería mío. Pero lo
hice.
El amor apesta.
Traducido por Jenni G. & AnnFarrow
Corregido por Sahara
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