La Loba y La Luna
La Loba y La Luna
La Loba y La Luna
Anbal Tango
La Loba y la Luna
Cuento basado en vivencias autorreferenciales narrado en un contexto de fbula como parbola o metfora. El recurso de escenarios medievales y personajes estereotipados con una fuerte personalidad estn inspirados en la realidad en todo momento. La lectura lineal sin tener en cuenta estos elementos perdera el objetivo perseguido, que es establecer una comunicacin comprometida con el gentil lector.
anibal_tango@yahoo.com.ar
La Loba y la Luna
urante la sptima centuria, de nuestro Seor, las regiones del Norte y Centro, de lo que siglos ms tarde sera Europa, estaban dominados por el Rey Elvio III, aguerrido guerrero de origen Vikingo, dueo de un poderoso ejrcito de soldados muy bien entrenados, con el que libro batallas por doquier. Consolidando y ampliando sus dominios, durante dcadas. Como la extensin de su territorio era tan vasta, materializaban marcas con una sucesin de castillos ubicados en lugares estratgicos, formando un cordn defensivo y de comunicacin de miles de millas. Los Marqueses eran los Seores de esas tierras, que adems, se ocupaban de recaudar los impuestos para la Corona. Su Majestad tena una gran y merecida popularidad en los cuatro puntos cardinales, la haba ganado por ser sumamente despiadado en sus prodigiosas conquistas. De all surgi el origen de su apodo, Elvio el Cruel. Por ser el General del ejrcito, no se ocupaba directamente de las cuestiones pblicas, la poltica o las finanzas. Para los asuntos del Reino tena viviendo en su fortaleza a un grupo de consejeros, sabios, ministros, un sequito de cortesanos y una alquimista y adivina a quien llamaban Isidora, porque se deca que haba recibido los dones directamente de Isis, divinidad egipcia, identificada con la luna. Todos ellos eran de su extrema confianza y los consultaba permanentemente antes de cada batalla o decisin poltica. Su verdadero lugar estaba frente a sus valientes hombres, manteniendo alto el espritu de lucha con briosas arengas antes de cada batalla. La tarea de reinar y ampliar sus dominios, se basaba fundamentalmente en su habilidad como estratega de guerra. Por lo tanto estaba siempre lejos de su castillo de su familia y su pueblo. Una primavera se encontraba, circunstancialmente, en su bastin, reunido con sus consejeros en el gran Saln de los Seores, porque tendra un cnclave poltico trascendente. Prximamente lo visitara otro poderoso e influyente Monarca. Las negociaciones, en ese encuentro, seran muy importantes para el futuro de su reino. Finalizada la sesin con sus ministros se retir a sus aposentos, sin pasar por la recmara de la bella Reina Winefrida.
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La joven Monarca lo estaba esperando con un gran ramo de flores multicolores, que ella misma haba recogido de los jardines, como regalo. Era un da muy especial, haca diez aos que la haba desposado y ella quera, esa noche, estar con su amado. Las sirvientas haban trabajado con esmero en su arreglo personal, en el vestido azul que luca y el peinado, con un alegre tocado de flores silvestres. Haban dejado la estancia perfectamente acomodada, con un gran fuego en la hogar, las coloridas flores daban armona al rustico ambiente, junto a los aromas de los aceites de oriente y mltiples velas. Todo estaba en un justo equilibrio, para tener una romntica y apasionada noche de amor. Con el correr de las horas, impaciente porque su Rey se demoraba, se dirigi hacia el Saln de los Ministros, sorprendida descubri que ya no quedaba nadie. Con prisa volvi a su recamara, imagin que su majestad habra olvidado la singular fecha. Ella saba que tena asuntos importantes por resolver. Sin dudarlo, ansiosa dejo a un lado todos los preparativos llamando a su mucama, para que le ayude a vestirse nuevamente. Se solt el cabello y decidi lucir solamente una larga tnica de fina gasa blanca, casi transparente, que contorneaba su estilizado y esbelto cuerpo. Las nicas joyas que escogi, como complemento, fue la pesada Corona Real, de oro, plata, piedras preciosas y brillantes y un par de pendientes de oro y perlas. Winefrida era una atractiva mujer, de facciones muy delicadas, grandes ojos grises, piel mora, de largos cabellos ondulados color azabache. La maternidad de sus tres hijos no la haba alterado fsicamente, en lo ms mnimo, sus carnes se mantenan firmes en todas sus partes. Tom el regalo, entre sus brazos y camino presta los largos pasillos del castillo. Dejando, a su paso, una estela de sutiles aromas. Era tarde, todos dorman. Sin anunciarse irrumpi, decidida, en los aposentos del Rey, en busca de los fuertes brazos de su amado consorte. Cruzando los amplios salones dirigiose directamente a su alcoba, abri las pesadas puertas de roble. En sus ojos llevaba el brillo de la pasin y una amplia sonrisa de felicidad. Al entrar y acercarse a la gran chimenea de piedra, llam dulcemente a su amor, quien sobresaltado se incorpor, emergiendo de entre las blancas cobijas de ceda, acomodndose su rubia cabellera la mir estupefacto, por la inesperada visita. Inmediatamente, patitiesa, junto a l hizo lo propio Isidora, que se haba dormido plcidamente, despus de haber hecho el amor con su Rey. Todo fue silencio.
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La gran luna llena que entraba por los coloridos ventanales se apag en ese preciso instante. El helado viento norte sopl congelando los apenados corazones de la pareja Real. Solo se escucharon los improperios de Isidora cargados de celos y rencor. Su Merced la Reina Winefrida, era su peor enemiga. La arpa, con un enrgico salto se plant desafiante frente a la Reina. Tena la oportunidad de estar cara a cara con la rival ms encarnizada. Senta tanto odio hacia su Alteza que vea en ella, el reflejo de la peste ms temeraria de todos los hechiceros, al mismo lobo. La bruja senta envidia por sus hijos y el profundo e incondicional amor que le profesaba a su Rey Inspirada por la tormentosa ira, decidi transformarla en un animal conforme a su estirpe. De esa manera no amar, ni ser amada por nadie jams. Adems no podr tener ms descendencia como mujer. Si quiere parir, que lo haga como una bestia salvaje, quedando preada solo por puro instinto animal. Con los ojos cerrados levanto los brazos apretando los puos, invocando los poderes divinos en un antiguo idioma, la lengua de los Faraones. Repentinamente un denso humo blanco comenz a aparecer por todas partes apagando los candiles y la chimenea. Se abrieron, de un golpe, los ventanales y mgicamente la plateada luz de luna penetro de manera intensa, resplandeciendo, solamente sobre la recortada figura de la Reina. El resto de la habitacin segua en penumbras. Su Majestad Elvio III, inmvil, quedo parado a un costado del lecho, tieso, inquietamente imposibilitado de intervenir para defender a su Seora. Una extraa fuerza se lo impeda. Aunque sus pesadas armas no hubieran servido porque, la suerte de Winefrida estaba echada, a partir del potente hechizo de la pitonisa. Como rayos de energa, la luz de luna, se haca cada vez ms fuerte, envolviendo a la trmula Monarca, en un plateado y poderoso torbellino luminoso. La tnica se le fundi a la piel desnuda. Y la larga cabellera, junto a las joyas que luca, como un ro de lava ardiente corrieron por todo su cuerpo. Acorto su tamao, hasta verse obligada a ponerse de rodillas ante la hechicera, que no dejaba de pronunciar conjuros incomprensibles. EL encantamiento fue tan enrgico y veloz, que la incauta Seora no tuvo fuerzas para resistirse, gritar de dolor o defenderse.
Paulatinamente se comenz a disipar el humo, encendindose misteriosamente las antorchas, el fuego de los leos crispo nuevamente en el hogar y la luna llena, volvi a su eterna posicin en el firmamento nocturno. El Rey fue el nico testigo de la sorprendente y horripilante metamorfosis que sufri su Reina. Su amante estaba erguida y victoriosa, en el medio de la habitacin con una inmensa loba a sus pies que aullaba y grua nerviosamente. Era un espcimen de una raza desconocida. De ojos albinos, con un bellsimo pelaje, ms claro en torno a la trompa y a manera de manto, a partir de la cabeza, cuello, lomo, y cola, era moteado gris, negro y blanco. La cara, patas, y panza eran del color de la nieve. Tena greas doradas y plateadas atomizadas en todo el cuerpo, destellantes como finos brillantes. Su cuerpo haba adoptado una postura de jerarqua en el lenguaje de los lobos, indicaba que se trataba de una hembra dominante. Sera la primera loba alfa de su especie. La maga, con el brazo extendido le seal la gran ventana, hacindole una indicacin con la mano. La loba con expresin de tristeza y dolor, mir fijamente a su Seor, quien no dejaba de observarla con lgrimas en los ojos, lleno de culpa e impotencia. Mansamente, con gran agilidad trep la ventana. Brincando entre las techumbres de pizarra de las torretas, alcanz las almenas saltando a las afueras del castillo. Corri a campo traviesa, con su pelambre brillante como la misma luna, perdindose para siempre en la pradera. La hechicera acompa todos sus movimientos, observndola atentamente, con sus manos apoyadas en el antepecho de piedra. Suspir placenteramente, satisfecha con el maleficio. Tena una expresin ambiciosa y diablica en su rostro. Isidora estaba plenamente convencida que su verdadero destino era sentarse en el Trono, junto al Gran Rey. Sera la madrastra de sus hijos, dejando el despreciable lugar de maga y adivina para reinar junto a Elvio el Despiadado. As su prole seran los prximos herederos del Gran Reino. Estaba sumamente excitada y feliz, por la intensa emocin vivida. Se haba liberado finalmente y para siempre de su competidora. Se dispona a regresar a la mullida cama real, para celebrar lo sucedido y continuar haciendo el amor, con su poderoso amante. Distrada, no not que a sus espaldas, el Gran Rey Elvio, se le acercaba sigilosamente empuando su victoriosa espada. De un solo y certero golpe, hizo rodar la cabeza de la arpa a travs del ventanal, cayendo al fondo del foso como una pesada roca ensangrentada.
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La decapitacin de Isidora fue la venganza de Su Majestad pero no marc su final. Apenas logr que su venenosa ponzoa se esparciera por el Cosmos como energa maligna. Sin dudas, Dios la volvera a reunir para darle, en el momento adecuado, extraas y nuevas formas, tal vez humanas. Por generaciones los ancianos fueron divulgando esta leyenda, conocida como LA LOBA Y LA LUNA. Narraban el origen de una misteriosa raza de lobos, que nadie an haba visto o cazado. Se deca que merodeaban las ridas estepas y las montaas. Con el transcurso de los aos a esta especie la denominaron el Lobo Gris.
PRIMERA PARTE
on Francisco Xavier de Aragn y Vedia despus de varios veranos regresaba a sus tierras, moraba en las verdes y prosperas colinas de Castile y Aragn. A medida que se aproximaba el final del viaje, murmuraba plegarias, por la aldea y su familia, pidiendo que no hubieran sido alcanzados por la plaga brbara. A pesar de sus ruegos en su mente se le representaban imagines desgraciadas y desoladoras. En el camino le haban anticipado que durante su ausencia, cientos de legiones de soldados Anglos, provenientes de las tierras del Norte, de la Britania, se dirigieron hacia el este, tratando de llegar al Estrecho. Comenzaron invadiendo la Galia y desde all siguieron despojando y atacando sin piedad cada provincia que encontraban a su paso. Dejando tendales de ancianos y nios muertos o muy mal heridos. Se llevaban a las mujeres jvenes, incendiando todo lo que encontraban a su paso. El objetivo era ampliar sus dominios y riquezas, mediante saqueos y matanzas de pueblerinos, manchando vilmente con sangre inocente sus viejas armas y pertrechos. Don Francisco Xavier, hombre de una profunda e inquebrantable fe en Dios, nuestro seor, era uno de los Caballeros de su Majestad el Rey Carlos I de Vizcaya y Navarra. Noble Seor de miles de acres de frtiles tierras surcadas por un lmpido ro que bajando desde las montaas, en un punto, haca un giro caprichoso hacia el distante mar. All, sobre una colina, estratgicamente localizado se ergua el gran Castillo. Su construccin la haba iniciado su bisabuelo, en los das que estaba enfrentado librando batallas por todas las tierras del Norte, con el aguerrido Prncipe Galo, Jean Lu Traspill. En el bastin aguardaba su amada esposa, la Duquesa Josefina Mara del Pilar Velsquez y Oroo, madre de sus cinco y queridos hijos, quienes, con sus respectivas matronas, criadas y sirvientas ocupaban el ala Noreste, de la fortaleza. Los otros salones y alcobas estaban dedicados a fiestas, banquetes y al hospedaje de los cortesanos del Rey. Hacia unos aos Don Francisco Xavier, movilizado por la fe y a solicitud de su Rey, march rumbo a Tierra Santa para unirse con Los Cruzados, liderando un grupo de oficiales de su ejrcito. En la Galia se encontraron con otra tropa de valientes, cuyo General era Godofredo Mari Bounfanti, devoto Ciervo de Dios y gran amigo de Don Francisco. En esos das ya no haba hostilidad con los vecinos galos, como la que tuvieron por generaciones sus ancestros. Godofredo y Francisco, haban partido a luchar por la Iglesia y el Papa, con la conviccin y la ambicin de recuperar el mayor tesoro del mundo Catlico. El Santo Crial. Durante siglos miles de Caballeros haban entregado sus vidas a Dios por la misma causa. Saban que estaba en manos de herejes de la fe Cristiana. Ambos dejaron sus familias y cuantiosos bienes al cuidado de sus ms leales ciervos y campesinos. Quienes dispuestos, continuaron cosecha tras cosecha, labrando los campos y cuidando los animales, nada pareca entorpecer aquellos das tranquilos de trabajo y armona.
Cuanto ms avanzaba, hacia el destino final, su corazn palpitaba con mayor intensidad, alentando el ansiado rencuentro con su amada Josefina Mara del Pilar y los nios, que ya no eran tales. Pensaba, dibujando una sonrisa, si lo reconoceran a pesar de su imagen desgarbada y desdeada con una frondosa barba entrecana, el largo excesivo de sus negros cabellos y los surcos de su rostro, mezcla de cicatrices y paso de los aos. Estaba realmente cambiado, su musculoso torso y fuertes brazos no tenan el volumen que supo forjar antes de partir. En los patios de su Castillo dedicaba varias horas al entrenamiento en lucha grecorromana y prctica con armas de guerra, desarrollando gran destreza para el combate y un culto de su fuerza fsica. Lo sorprendera el atardecer a tan solo medio da de marcha de la Comarca. Pasara, entonces, la noche en la taberna cercana al casero. Era un punto de vital importancia para el descanso de los viajeros, soldados, comerciantes, campesinos y rufianes. Tenan frescos y fuertes caballos de recambio. Por all pasaban las noticias e historias contadas por caballeros, algunas fidedignas aunque en su mayora eran solo producto de la imaginacin de aburridos jinetes. Podan conseguirse armas a buen precio, se hacan intercambios de alimentos y mercancas de todo tipo y no faltaba el mercadeo de joyas y telas de oriente. Pidi que le prepararan abundante comida y una tinaja con agua caliente. Despus de mucho tiempo, con la asistencia de un joven hijo del tabernero se quit la incmoda y abollada armadura, que haba dejado su cuerpo rancio y maltrecho. El posadero junto a su anciana esposa prepar su propio lecho para el descanso de su Seor. Comi conejo, pan de trigo y una generosa cantidad de vino tinto, sentado a una austera mesa, bajo la clida luz de las antorchas que tean de mbar y sombras hasta el ltimo rincn de la posada. Solo y en silencio, oraba por l y su familia, dando gracias a Dios, por el inminente reencuentro con los suyos. Algunos colonos, que estaban bebiendo en el lugar, lo haban reconocido de inmediato. Esperaron respetuosamente al final de su cena y luego compartieron su mesa con ms vino. Cuando el alba, del nuevo da, filtr por las hendijas de los leos de los muros, seguan los labradores junto a su Amo, hacindole compaa. Trataban de contener la profunda tristeza y furia que padeci cuando se enter del gris destino que debi soportar la Duquesa josefina Mara del Pilar y sus cinco hijos, junto a los otros aldeanos, vctimas de la cruenta invasin en manos de los Anglos. Torturado de ira tom su pesada espada y apuntando hacia el cielo con ahogados gritos de profundo dolor reclam Justicia Divina. Con el corazn desgarrado en una mano demandaba, en monologo con el Creador, porque le pagaba de esta manera tan miserable, injusta y aborrecible. Todos estos aos entregados con generosa devocin y fe, a su causa. Y ahora sta se haba transformado en la causa de su desgracia. Le reclamaba el abandono que haba hecho de todo su pueblo, quedando sus vidas a merced de los mismos infieles y herejes adoradores de mil demonios, enemigos del Todopoderoso, que l volva de combatir.
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Narran que debido a su gran fuerza fsica y destreza con las armas, result muy difcil sujetarlo y calmar el ataque de clera del amado Caballero. Los destrozos y prdidas sufridas en los campos y la Comarca haban sido totales, los sembrados quedaron arrasados completamente. Trigales, maizales y plantaciones enteras de una gran variedad de frutales perdidos para siempre. El suelo frtil termin yermo sin posibilidades de recuperarlo. El forraje y hasta los corrales con los animales dentro fueron incendiados con el fuego de la furia de los traidores.
SEGUNDA PARTE
uando despert, se encontraba totalmente aseado, vistiendo un ropn que ola a lavandas del prado. Se incorpor y con un espejo pudo verse rasurado, con el cabello corto y ordenado. La mujer del posadero junto a su hija mayor, con gran dedicacin, se tomaron el trabajo de acicalarlo, arreglar y curar los pies llagados y ponerle vendajes limpios con ungentos para curar y cerrar las heridas que portaba. Cuidaron su descanso durante los tres das y tres noches que dur el sueo profundo de Don Francisco Xavier, mientras murmuraba y se exaltaba entre sueos. Se visti con ropajes limpios y frescos, tejidos con lino y algodn, que las mujeres le haban dejado preparado. Aunque los das eran calurosos calz botas resistentes al fro y carg pieles de abrigo. Esa misma maana se dirigi al corral, que estaba detrs de la posada. El Caballero era un gran conocedor de la raza equina, ech el ojo a un joven alazn de tres aos, cuyos padres haban sido trados de oriente. Escogi adems la mejor montura, pujada, en cuero muy bien curtido. Mand llamar al herrero de la Villa, a quien le pidi que se encargara de herrar adecuadamente al brioso potrillo y que le forjara nuevamente la mellada espada y afilara la desgastada daga. Esa asoleada maana su anfitrin y familia, mientras el Caballero hacia los arreglos de sus pertrechos, haban armado una larga mesa a la sombra de la casa, donde se reuniran a comer junto a campesinos, sirvientes y sbditos. Todos aportaron, pan blanco, vino, frutos secos, queso de cabra, olivos, vegetales, cerdos y aves de caza asadas. No se trataba de un festn, simplemente era un reencuentro con sabor a despedida. Por primera vez, comparta una comida con su gente. Siempre haba estado rodeado por su familia, Cortesanos y Seores y en las batallas viva en tiendas de campaa con sus capitanes. Comieron y bebieron por largas horas, distendidamente, conversando, de los cultivos, los animales, los aos de sequa y los trabajos que estaban realizando con nuevos regados. Don Francisco Xavier narraba las numerosas batallas libradas en la gesta como Cruzado, junto a sus soldados y su entraable amigo y compaero de armas Godofredo Mari, quien a mitad del camino de regreso, puso rumbo a sus dominios junto a sus hombres. Ninguno de los presentes se atrevi a hablar de la invasin enemiga, no era necesario porque no modificara la desgraciada realidad, ni la congoja que todos sentan. Desconocan cul sera el derrotero del Patriarca, seguramente ira al Nordeste, hacia la Galia. Esas eran las tierras de Godofredo. Don Francisco Xavier saba que los Anglos haban pasado por esa regin, necesitaba personalmente averiguar lo sucedido. Era muy probable que el pueblo del Caballero Godofredo haya corrido la misma suerte que el suyo. Tal vez podran viajar juntos a la Britania de incgnitos para tomar alguna revancha contra los lderes barbaros. Aunque era sabido que no era un hombre de armas tomar
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por venganza. El Caballero se rehaca sobre las derrotas, que ciertamente las haba tenido en cantidad. Pero jams como en esta oportunidad. Ms tarde prepar las alforjas, en ellas guard sal, tientos, piedra de afilar, cnulas de hueso, carne disecada, un par de cntaros, grasa solida de cerdo y otros enseres que le serian tiles para acampar. El resto de los alimentos los procurara con la caza, por eso, en esta oportunidad no eligi armas de guerra. Solamente escogi un arco bien tensado, con un puado de flechas largas con punta de plomo. No tena en mente librar batallas con el enemigo. Lentamente se fueron acercando los curiosos parroquianos al establo, algunos ayudaron con los preparativos, otros se quedaron en torno al corral husmeando. Murmuraban sobre los aprontes y el bello caballo que haba elegido. Haba expectativa, la partida era inminente. Cuando tuvo todo listo, por ltimo, colg de la montura una cantimplora de vejiga de res, llena con agua de manantial. Junto a l se encontraba el posadero con quien se confundi en un clido abrazo, agradeciendo su cordial recibimiento, hizo lo propio con la mujer y los hijos. Mont con las riendas flojas, ci con ambas piernas los costados del animal que con cadencia armoniosa y lenta lo llev hasta la entrada del camino, a pocas yardas de la casa. Todos lo siguieron de a pie, flanqueando al jinete, algunos le daban apretones de manos, otros apenas lograban palmearlo. Las ancianas mujeres formaron un grupo, ms atrs, lloraban conmovidas. Trataban, a su manera, de demorar el breve y emocionante encuentro. Ech un vistazo a todo el grupo de personas y salud con su mano en alto, respondieron de la misma manera, con la mirada fijada en l. No tom el rumbo que suponan, se dirigi hacia el ro. An no haba concluido su viaje, le faltaba llegar a su hogar, a pesar de todo. En aquella tarde de verano, los moradores de esa pequea Comarca de Aragn vieron cabalgar por ltima vez a su Noble Seor, hasta transformarse en un punto en la lejana. Nadie supo ms de aquel Hidalgo y quiso la providencia Divina transformarlo en una leyenda. Aos ms tarde las nuevas generaciones se encargaran de transmitirla de boca en boca.
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TERCERA PARTE
in desmontar, usando al caballo como una suerte de atril para poder ver ms alto en el horizonte. Se incorpor sobre la trabajada montura apoyndose en los estribos de plata. Recorri lentamente palmo a palmo las colinas de los sembrados que rodeaban al Castillo. Era un paisaje desolador, los aosos robles, olivos milenarios, cientos de acres de cuidadas vides, nogales plantados por l mismo junto a su padre, cuando era nio, seguan de pi hincados en el suelo transformados en negros troncos calcinados. Haba pasado, antes, por lo que quedaba de la aldea. Se encontr con restos quemados, esqueletos de animales por todas partes y cenizas diseminadas por el viento. Solo algunas chimeneas de piedra se mantenan aun dbilmente erguidas. En forma aislada fue hallando chozas improvisadas por un puado de sobrevivientes, con troncos, barro y paja, para resguardarse de la intemperie. La decisin de observar las ruinas de su Fortaleza a la distancia, desde la otra vera del ro, no atenu en lo ms mnimo su obscuro dolor y la pattica sensacin de impotencia. No haba tenido posibilidad alguna de poder intervenir defendiendo a los suyos en batalla con su vida, por su honor y dignidad como lo ordenaba su Noble estirpe de guerrero y el Juramento de Lealtad como Caballero de su Majestad el Rey. Sus ojos llenos de lgrimas recrearon los ltimos momentos de sus hijos y su fiel consorte, pudo escuchar los gritos de sufrimiento, hasta oli el espeso humo. Vea como su familia haba sido ultrajada con encono. Aunque ellos se encontraban a resguardo dentro de las gruesas murallas, del prodigioso baluarte, de poco sirvieron para frenar el despiadado ataque. No contaban en ese momento con la suficiente milicia para enfrentar la embestida brbara. Fue tan estratgico el ataque, que el puado de guardias que se encontraban custodiando el Castillo no hizo a tiempo a evacuar a los nios y Doa Josefina Mara del Pilar. Quedando a merced del enemigo, junto a las casi cincuenta personas que trabajaban en la fortificacin. El incendio y destruccin fue tan contundente que solo encontr algunos tramos de las murallas perimetrales de pi, los sectores ms nuevos. El resto eran montculos gigantescos de piedras ennegrecidas por el humo. Las torres ms altas se haban desplomado sobre la construccin, como consecuencia de las llamas que consumieron rpidamente los pisos altos, con todo lo que haba dentro incluidos sus ocupantes. Haba muchas habitaciones y salones, seguramente con la servidumbre aterrada, tratando de huir desesperadamente. A pesar de tanta desgracia y desasosiego, recordaba innumerables momentos de felicidad, vividos en aquellos das de gloria. Este ambiguo sentimiento le coma las entraas, desde el mismo momento que se enter de lo ocurrido. Senta totalmente propio el padecimiento de todos los que d el dependan. No encontraba consuelo ni el modo de perdonarse o ser perdonado. Como no haba quien lo juzgara y sentenciara, lo hizo por s mismo. Baj del caballo, desenfund su espada clavndola en el suelo, se arrodillo ante ella apoyando la cabeza
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en la empuadura. Con los ojos cerrados y jurando ante Dios se impuso una pena que debera cumplir hasta el final de sus das, por sentirse responsable de esta desoladora tragedia. Debera pagar su falta con el exilio. Cabalgara errante por el mundo conocido sin pertenencias ni ttulos. Crey que de esta manera sanara su dolor y calmara la furia de Dios, nuestro Seor. No imaginaba que Dios no estaba enfadado con l, por el contrario, ya haba decidido sumarlo al Universo Simultaneo. Al Cosmos que contiene todos los elementos de la naturaleza en estado puro y desordenado. Componentes que al aglutinarse conforman materia en relativa armona configurando nuevas estrellas y constelaciones. El Caballero paso a ser uno ms entre todos los ingredientes de la creacin. Un Universo donde todo confluye, comienza y contina, sin tiempo, sin lmites, principio ni final, sin mundos y sin estrellas. Toda energa en movimiento simultneo y duradero. Tarea que viene realizando desde que es Dios y solo incluye en esta obra tan magnifica a seres muy especiales como Don Francisco Xavier. Privilegiados individuos que dejan de ser, as de pronto y se integran como entes al Universo Armnico y Desconocido. Aunque fsicamente sigan permaneciendo en la realidad cotidiana, junto a otras personas, sus perros, objetos, mismos colores y olores. Su presencia es solo una ilusin aparente. Para unos y otros. As nacen todas las leyendas, realidades que al pasar por el tamiz Divino son depositadas en el Universo Simultaneo, pivoteando entre lo verdadero y falso, lo posible y lo mgico, lo real y lo inverosmil, entre la nada y el infinito. Y as parti el Hidalgo Caballero, tom el sendero ms largo rodeando lo poco que quedaba de la vieja aldea. Cruz el ro en su parte menos profunda, evitando tomar el camino para no ser visto. Esto le llevo ms tiempo pero no era lo importante. Haba mucho camino por delante. Estaban lejanas las estepas del norte, debera cruzar primero los frondosos bosques de abedules y cipreses que estaban detrs de las colinas, al pie de la cadena de montaas. Era una geografa accidentada e inhspita para ser atravesada por un jinete con un solo caballo. Varios das con sus noches, haban transcurrido, cuando sus fosas nasales comenzaban a impregnarse de su propio olor, una combinacin del sudor del caballo, polvo, del camino, humo, grasitud y transpiracin. Lo haca sentir ms tranquilo y seguro. Las prendas del guerrero cuando estn limpias y perfumadas, disminuyen el olfato. Poder distinguir otros olores, no afines, atomizados en el aire le dar alguna ventaja en el momento de ser acosado, por una fiera salvaje o algn rufin. Cierto atardecer busc un claro entre los arbustos y los verdes abedules, para acampar y esperar la tibia noche. At firmemente a su corcel, lo liber de la carga acomodndola en el piso. Procur algunos frutos silvestres y races para alimentarlo. No lo exiga en su cadencia, generalmente cabalgaban al trote corto, este ritmo triplicaba las distancias, pero garantizaba la vida del potrillo, deban llegar ambos a destino. Recogi gran cantidad de troncos para hacer una fogata que lo iluminara y cobijara hasta el amanecer. A un costado, sobre los brasas humeantes, estaque una liebre que haba cazado esa misma maana. Luego con las pieles y algunas ramas improvis un camastro.
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Mientras esperaba su cena, camin por los alrededores, para investigar el entorno, sera por esa nica noche su territorio. Deba estar alerta, de un posible ataque bajo las garras de algn oso salvaje y hambriento. O poda quedarse sin caballo, si era la presa elegida, cualquiera de las dos posibilidades, anunciara una muerte segura. Don Francisco Xavier era muy diestro para sobrevivir en medios agrestes, haba sido entrenado desde nio por su instructor de combate. Contaba con una larga experiencia en este tipo de situaciones, acompaando desde muy joven a su abuelo y a su padre en intrpidas expediciones junto al ejrcito de su Majestad. La alborada se anunciaba, por sobre las copas de la frondosa arboleda, el viento silbaba una agradable meloda de cuerdas, acompaada por el dulce trinar de decenas de especies de pjaros silvestres. Un hilo de humo emanaba del montculo de cenizas de los leos consumidos. Algunas aves carroeras se haban hecho un banquete con las sobras de la liebre. Don Francisco Xavier abri los ojos, luca distendido y descansado, recorri con la mirada el campamento sin incorporarse, todo estaba en su lugar. Solo unos instantes pudo sentir una sensacin de paz que llen su alma. El mgico y exclusivo concierto que le brindaba la naturaleza, templaba su espritu y lo recoga para las alabanzas a Dios. Se dispona a alistarse cuando misteriosamente todo fue un repentino y sordo silencio, su caballo comenz a corcovear y relinchar nerviosamente. Instintivamente desenvain la espada, se agazapo y comenz a caminar, sigiloso, entre los rboles de los alrededores. La presencia de algo o alguien haban hecho alertar a su alazn y enmudecer al bosque mismo. A esa hora de la maana, era extrao que un oso saliera a cazar. Lo poda haber sorprendido mientras dorma, durante toda la noche atacndolo libremente. Levant el campamento y se dispuso a continuar la marcha, no poda seguir arriesgando su vida innecesariamente mucho tiempo ms en ese lugar. Solo cabalgando tomaran ventaja. Luego de unas horas, cuando el sol remont en el lmpido cielo, ms relajado, de la extraa sensacin que haba experimentado. Sin detenerse abandon la postura de elegante jinete altivo y comenz a rastrear huellas, ramas quebradas o lana animal entre los arbustos. Recorra agudamente con la mirada los flancos, entre los coloridos rboles. Quera asegurarse de no estar siendo perseguido. Su intuicin comenzaba a alertar sus sentidos, algo le indicaba que no estaban solos. As avanz durante das enteros siguiendo como estrategia la misma rutina. Lentamente los colores del bosque fueron cambiando y las noches se hicieron ms largas, el verano termina en los prximos das. Esperaba salir de la espesura antes de la temporada de las grandes lluvias. De lo contrario sera muy lento el avance y complicado acampar en terrenos fangosos y anegados. Apur entonces el galope, tratando de no ocuparse tanto de los animales salvajes. A pesar de tantas precauciones, desde los matorrales, entre los arbustos, no le perda pisada un sigiloso animal, que lo segua desde haca tiempo.
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Tan discretamente que el Caballero no se haba percatado an de su presencia. Hasta el instante en que lo estremeci un fuerte latigazo en el cuello, anunciando que alguien merodeaba. Mirando hacia arriba, aspiro y contuvo el aire una y otra vez, tratando de reconocer que animal merodeaba. Percibi cierto olor con caractersticas diferentes de los animales que tradicionalmente reconocera inmediatamente. Se trataba de una mezcla extraan entre dulce y rancio. Ftido, como el de los depredadores, saba adems a lana mojada por su sudor y micciones. Y adems haba otro olor que le resultaba conocido, pero a la vez lo desconcertaba. No imaginaba la especie que los tena al asecho. Aunque a juzgar por la cadencia de su caballo entendi que la amenaza no era para el equino, precisamente. Prevenido saba que estaba vigilado desde cerca. Trat de mantenerse la mayor cantidad de horas posible despierto, durante las noches. Se sentaba delante de las fogatas atizando las llamas y mascando un tipo de races que eran estimulantes. Necesitaba estar lucido, porque era muy posible que en algn momento fuera atacado. Desde haca varios das que se alimentaba solo con lo necesario, adems racion el agua. No poda durante el da, detenerse a cazar o descansar. Era imperativo salir de los bosques, ganando los extensos valles estara ms seguro. Una noche calmada, sin luna, una paleta de azulinos oscuros, verdes intensos, marrones, ocres y rojizos emanaban de la fogata aduendose del lugar. Las fantasmagricas sombras danzaban libremente proyectndose por entre los arboles estticos. Bhos, todo tipo de insectos y ranas le agregaban msica, al silencio nocturno. Repentinamente la atmosfera tom una dimensin diferente, se produjo un revuelo, gruidos y alertas, hasta el alazn comenz a relinchar nerviosamente. Sentado vigilante a un costado de la fogata, don Francisco Xavier senta como su cabeza pesaba ms que un saco de patatas. Los ojos se le comenzaban a cerrar, producto del excesivo cansancio. Adems del anestsico efecto causado por las figuras que dibujan las llamas, cuando se las mira fijamente. Levant entonces, bruscamente, su cabeza sacudindola de un lado a otro, crujieron todos los huesos del cuello. Se puso de pie para caminar y as estirar los msculos entumecidos de sus piernas. Incorporado con las manos en la cintura, perdi su mirada en la oscura noche. Sin proponrselo distingui entre las sombras la figura de un animal con ojos albinos que lo observaba fijamente. Permaneci quieto, sigilosamente llev la mano hasta su afilado cuchillo, sin quitar la mirada del agresor. No quera hacer ningn movimiento en falso. Haba llegado la hora del ansiado encuentro, uno de ambos sera el que se llevara la gloria, aquella noche. Con cautela retrocedi un paso, afirmando sus piernas, se inclin levemente colocndose en una posicin ms favorable, el fuego le cubra el flanco izquierdo dejando libre su diestra empuadura, con la hoja apuntando hacia el frente. En el mismo momento comenz a emanar intensamente el penetrante y caracterstico olor que el Caballero no poda distinguir.
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Sin dudas era la instintiva excitacin e intranquilidad del animal. Con la velocidad de un rayo sali de su escondite, agazapado, ganando terreno, hasta hacerse visible totalmente. Se trataba de un inmenso lobo hembra que grua desafiante mostrando instintivamente sus colmillos, con la baba aflorando por las comisuras. Tena un colorido pelaje, claro en torno al hocico. A partir de la cabeza, cuello, lomo y su larga cola pareca una capa real compuesta por grises, negro y blanco. El resto de la cara, patas y panza eran blancos como la cal. Lo ms llamativo, eran los brillantes mechones dorados y plateados, entremezclados en todo el cuerpo, que resplandecan a la luz del fuego. Jams haba visto una ejemplar tan bello y elegante. Por el porte del cuerpo sin dudas tena jerarqua. Era extrao que siendo una hembra alfa, ncleo de su manada, no estuviera junto a su pareja reproductora, con quien se aparean de por vida. Adems estos bosques los transitan buscando alimento en jauras integrada por unos veinte individuos. El Caballero saba que el ataque se producira cuando se le erizara la melena del lomo y abriera sus mandbulas al mximo. En ese instante, una vez en el aire, tendra una nica oportunidad, debera acertar una pualada en el pescuezo, si quera seguir con vida. Apret su pual y contuvo el aire, preparndose para la envestida. Cuando todo pareca inexorable, la situacin tom un giro inesperado. Se hizo un silencio sepulcral en el bosque, los animales nocturnos, en lugar de gritar alborotados por la amenaza, se calmaron al unsono. La loba depuso su instinto de cazadora y avanz hacia la fogata pacficamente olfateando todo a su paso, orin en distintos lugares, dejando sus marcas olorosas. Permaneci aullando delante del fuego, en su nuevo territorio, por el resto de la noche. El Caballero quedo desconcertado. No era normal que un lobo salvaje se muestre tan pacifico, ante la presencia humana. Instintivamente saben que somos ms peligrosos que ellos porque matamos sin razn ni miramientos. Adems actu mansamente y de modo amigable, como si estuviera adiestrada. Tal vez no era tan salvaje como se supona, estara en cautiverio entrenada por criadores o campesinos para el cuidado de los animales y se habra escapado de su corral. A partir de aquel extrao encuentro, se integr al contingente de viajaros. Avanzaba prxima al caballo y al humano. Era su manada, no importaba que fueran de otra especie, ejerca su podero Alfa. Continuaron la marcha en comunin, por los claros de la espesura, que junto al verano haban quedado atrs. Colaboraban mutuamente para la caza, llegaron a olvidarse que cada uno provena de razas y mundos diferentes. La loba hacia su aporte, las presas de su caza las llevaba al campamento para compartir con su heterognea manada. A pesar de los conocimientos sobre la conducta de los lobos, el Noble Caballero, no dejaba de hacerse preguntas, sobre el singular comportamiento de su nueva compaera de aventuras.
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Estaba convencido que la loba, desde el inicio sigui sus huellas, a travs del bosque, con su clsico instinto carroero aprovechara para alimentarse de los desechos humanos y de las cras de liebres. Verla caminar en diagonal al equino y el humano manteniendo una distancia de unas veinte yardas la mostraba como un can de gran porte. Avanzaba orinando anunciando que detrs suyo venia su manada. Indudablemente habra otros lobos cerca porque incrementaba cada vez ms sus marcas. S algn depredador quisiera acercarse, la loba defendera aguerridamente a los suyos. El Caballero por tramos cabalgaba y en otros momentos marchaba a pi cuidando su potrillo. Se trataba de orientar en el cambiante paisaje, deba localizar el camino ms directo hacia el paso de las montaas que lo conducira a la Galia. Ese destino seria su primera etapa. La regin estaba baada por muchos cursos de angostos ros, con aguas cristalinas de deshielo y lechos rocosos, donde abundaban nutritivos peses, permitiendo variar la dieta, que hasta ese momento solo se haba compuesto de pequeos animales, aves y races. Pensaba a cada momento a medida que transcurran los das en sus hijos y la Duquesa Josefina Mara del Pilar, a quien cada noche le rezaba pidindole proteccin desde el Paraso. La llevaba siempre en el corazn como el gran amor de su vida y ahora su eterno ngel guardin.
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CUARTA PARTE
l equino y el humano transitaban, imperceptibles, a travs de los pastizales de los ondulados valles que tenan como teln de fondo a los colosos macizos, envueltos por un colorido manto rojizo, siena y verdoso. Los picos apenas blanquecinos, en lo alto, se fundan con la etrea bruma que bajaba de las nubes. El paisaje paulatinamente cobraba una dimensin ms rida. Era el turno de los amarillos y los ocres por doquier. Atrs haba quedado el bosque. Y una nueva geografa, desconocida y dominante, propona situaciones desventajosas a los forasteros. Haca varios das que no se vea a la fiel compaera. Tal vez habra preferido adelantarse hacia las heladas cumbres a rastrear la migracin de sus presas predilectas los alces, ciervos y renos. Los lobos son nmadas y buenos cazadores por naturaleza. Al final de ese da, aparentemente uno ms de tantos, acamparon a la vera de un manso riachuelo poco profundo. Una esplndida y gigantesca luna llena que penda del renegrido cielo los alumbraba como una formidable antorcha plateada. La noche empalideca ante la intensa luz de luna. El curso de agua se asemejaba a una recortada y pulida bandeja de plata permitiendo ver a lo lejos en la distancia. El Caballero se arrodill para asear un poco su sudoroso cuerpo y lavar algunos tiestos. Aprovecho a recargar las cantimploras con el agua pura proveniente de los deshielos. El potro, a su lado, arrancaba y coma los jugosos y nutritivos juncos de la vera. Tenan que reponer energas, haba sido una jornada de marcha agotadora. No soplaba brisa alguna, era una noche muy serena. El manso espejo de agua ondulaba entrecortadamente al comps de la agitacin de los viajeros. Repentinamente advirti una sombra que vena desde atrs que reflej el astillado retrato de una mujer. El Seor refregose los ojos con Las manos, pens por un instante que se trataba de una presencia. O tal vez se haba producido, finalmente, el ansiado milagro que tanto ansiaba su corazn. La corporacin de la Duquesa Josefina Mara del Pilar, por quien tanto le haba pedido a Dios. Emocionado gir levemente la cabeza incorporndose instantneamente, tenso como la cuerda de su arco. Cuando se dio vuelta all estaba, la bella mujer, de pi prxima a l. Lo miraba con una amplia sonrisa y los brazos entreabiertos, extendidos. Era esbelta, refinada, con facciones delicadas y sarracenas como su piel. Andaba descalza, sus atractivos ojos eran grises, casi transparentes. El cabello ondulado, color azabache, tan largo y abundante que llegaba por debajo de la cintura, tapando su torso y espalda. Con las carnes firmes, las posaderas no eran rechonchas y sin colgajos en las nalgas. La barriga estaba pegada a su piel sin rollizos ni marcas de pariciones. Al igual que las deidades mitolgicas, no tena vellosidad en el vientre y en los sobacos. Los msculos de los brazos, piernas y trasero estaban desarrollados. Sus atractivos bustos estaban firmes, erguidos con un par de jugosas fresas. No les colgaban como a todas las mujeres.
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Don Francisco Xavier, definitivamente, jams haba visto una dama tan atractiva, con un cuerpo as esculpido, deba tratarse de una atleta o una mujer guerrera por la maciza musculacin. No dej llevarse por la fascinacin que le produjo toparse con esta extraa mujer desnuda y sigui manteniendo su hidalga postura de Seor. Antes de hablar o mirarla fijamente, sin perder su tino tom algunas pieles que haba confeccionado durante la travesa uniendo cueros de las presas. Un Caballero con su abolengo, conocedor de los protocolos, no deba permanecer ante la dama impvido sin hacer nada. Adems la noche era fresca y seguramente tendra fro. Cuando intento cubrirla, la mujer, en una lengua para nada castiza y con un tono muy amable le seal que no se preocupara. Pareca sentirse muy a gusto, seductora y femenina, armonizando con las estrellas y la clara noche. Sonriente y grcilmente prefiri ella escoger las pieles, con las que se cubri. Tal vez para complacer y hacer sentir ms a gusto a su apuesto Caballero. El valiente guerrero estaba muy curtido de haber pasado por vivencias extremas en el campo de batalla, severas heridas y en muchas ocasiones estuvo a punto de perder la vida. Nada comparable a este momento, le resultaba sumamente incmodo, no hallaba referencias en los protocolos que conoca. Sus instrumentos eran sus armas para el ataque y las de defensa su pesada armadura, que la llev desde muy joven. En esta circunstancia ese equipo, al que estaba tan acostumbrado, no era de ninguna utilidad. Por lo tanto debi ser l mismo, tal vez por primera vez en su vida. Lleno de nerviosismo, intentaba comunicarse torpemente, evitando mirar su cuerpo, tratando de mantener en alto su extenuada imagen de Noble Seor. Ella adems hablaba un idioma que al inicio, l no poda entender. La invit a sentase junto a la fogata, con amplios gestos de cortesano, la dama acept con gusto y simpata. Mientras ella le contaba historias de su tierra muy efusivamente, como si lo conociera desde siempre, agudiz su odo y advirti que hablaba la lengua de los frailes y las celebraciones religiosas. Conocer idiomas y dialectos no resolva el misterio de esta singular mujer sarracena que hablaba en latn y caminaba por el prado sin joyas, ropas ni calzado. En un momento ella tom un pequeo piln, lo lleno de agua, agregndole una seleccin de hierbas secas que escogi de los alrededores y lo puso sobre el fuego. Prepar una extica y aromtica infusin, lo sirvi en dos jarros y le convid a su amigo. Se acurruc junto a Don Francisco Xavier, buscando su calor y proteccin, feliz y seductora lo miraba a los ojos. Beban mientras conversaban delicadamente. Una corriente de sensaciones surga entre los dos, envolvindolos en un halo de energa amorosa. Ambos apoyaron sus cuencos al terminar el sabroso brebaje. Ella con sus manos aun tibias apret efusivamente su curtido rostro, cariosamente.
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Los ojos de Don Francisco Xavier lucan un fulgor diferente, reflejaban renovadas sensaciones, como nunca haba tenido, expresaban la alegra de haberla encontrado. Aun pretenda mantener cierta compostura de Caballero, intentaba infructuosamente disimular la fuerte y creciente atraccin que senta por la mora. Sus glndulas haban comenzado a producir saliva a mares y un fro sudoroso le recorra la espalda. Dej libres a sus nerviosas manos, quienes la comenzaron a acariciar tmidamente por las mejillas. Tiernamente se fueron dando arrumacos que los conduciran al inicio del juego ertico y pasional. Las sensaciones eran cada vez ms intensas. Queran sentirse mutuamente y brindarse cario amoroso, pasin y desenfreno. l fue sintiendo intensamente lo mismo que ella hasta fusionarse en un abrazo apasionado, sellando el momento con un largo y caluroso beso. Cuando tomaron aire y una mnima distancia, continuaron besndose ardientemente, por todo el rostro y cuello. l poda sentir a travs de los cueros que la cubran sus erguidos pezones. Totalmente erecto y presto a tomar la iniciativa para la cpula, la abrazo inclinndola suavemente hacia el piso. Ella sin mediar palabra lo solt, levantndose de prisa y corri gilmente hasta la orilla del ri a lavar su regla. En tanto, su compaero aprovecho a acomodar las pieles ms gruesas en la tierra, se quit las incomodas botas y se reclino sobre ellas, estaba feliz esperando a su dama. De regreso, la mora poso las pieles que la cubran a la izquierda de su compaero, sobre el improvisado camastro. Lo comenz a desvestir, sutilmente, con breves lamidos por su pecho. Con cada caricia Francisco Xavier se estremeca hasta que un torbellino de pasin los impuls a fundirse en un abrazo bajo las cobijas. Descubran sensaciones tocndose amorosamente. Rean felices relamindose cada uno de los pliegues sus partes fogosamente, jugando se daban babosos y encendidos besos. El ardor creca a cada instante con mayor erotismo. Finalmente rabiosos de excitacin la penetr. Hicieron pausadamente el amor con movimientos armoniosos a ritmo lento, prolongando al mximo eses maravilloso e irrepetible momento. Ella lamindole la lengua, plena, cerr los ojos y lo abraz apretndolo contra sus pechos con tanta fuerza que clav las uas en la ancha y musculosa espalda hasta el sangrado. Gozosa, con frenes, jadeaba de placer una y otra vez, apretujndolo entre sus piernas, con movimientos pendulantes refregaba su pelvis sudorosa con violencia. Hasta que en un nfimo instante, totalmente tenso no pudo ms y con un ahogado grito lleno de placer, le solt hasta la ltima gota de su secrecin. Extenuados se baj de ella quedndose bajo las pieles, hasta que cada parte de sus pegoteados y olorosos cuerpos se fueron relajando completamente. Permanecieron abrazados y satisfechos contemplando la silenciosa espectadora, la luna llena, que los iluminaba ms esplendorosa que nunca.
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Rean a carcajadas, estaban felices y enamorados, se tocaban hacindose cosquillas incansablemente. Hasta que inesperadamente Francisco Xavier comenz a sentir olores que provenan de la dama, mezcla de sus propios fluidos ms los flujos de ella. La miro fijo borrando su sonrisa, ella extraada tambin dejo de rer. Estaba reconociendo, estupefacto, un aroma muy familiar, decidido meti su fina nariz entre las piernas de su amada, aspiro profundo y ya no tubo duda alguna. Era exactamente el mismo olor que el de su compaera la loba. Ella calmada se incorpor cubriendo su cuerpo, permaneci sentada junto a l en silencio siempre con su sonrisa de mujer enamorada. El Caballero se sent abrazando sus rodillas, confundido y atemorizado, con la mano hmeda y pegajosa se refregaba la nariz mientras pensaba y recordaba. En ese momento le surgi de lo ms profundo de su memoria las imgenes de su infancia cuando su abuelo le contaba la leyenda de la Loba y la Luna. La mir cmplicemente con una sonrisa amorosa esperando una explicacin a la loca idea que se le estaba cristalizando en su confundido cerebro. Recin entonces sin dejar de sonrer ella le dijo quin era en realidad, le revelo su nombre. Se trataba ni ms ni menos que de la legendaria Reina Winefrida. Con las manos entrelazadas sentados junto al fuego y cubiertos con las pieles permanecieron durante horas mientras la bella Reina le narraba cada detalle de lo que haba vivido en su encantamiento. Contestaba todas las preguntas que le formulaba su amado. Don Francisco Xavier sin proponrselo haba encontrado a su nuevo amor. En medio de una travesa de destino incierto y con el corazn hecho aicos. Fue en ese momento transportado hacia el maravilloso Universo Simultaneo, para unirse con la Reina Winefrida Quien tambin, mucho antes y por otras razones tena su corazn destrozado y vagaba en el tiempo sin rumbo ni destino. Iniciara junto a ella un nuevo viaje, a en un lugar diferente, esta vez de Leyenda. Cuando Isidora practic el conjuro presa de tanta ira, pretenda que Winefrida no pariera como mujer. No repar que aunque le modificara la apariencia fsica, Su Majestad La Reina, esencialmente seguira siendo la misma y como tal deba cumplir su ciclo femenino al no ser fecundada por un hombre. Entonces con cada Cuarto Creciente comenzaba la lenta mutacin de la loba hasta alcanzar, en el Cenit del Plenilunio, ser la joven Winefrida, vindose como mujer apenas siete das y as poder tener su regla. Para luego en el prximo Cuarto Menguante volver a su condicin animal, sucumbiendo en el hechizo durante las otras fases lunares. Incansablemente una y otra vez durante siglos. A la bruja no le intereso la belleza de su enemiga, ni que la afectara el paso del tiempo por lo tanto segua teniendo toda la lozana y fertilidad de su juventud. Menos an la posibilidad de que se enamorara de otro Caballero. Fueron muchas los detalles que se le pasaron por alto a Isidora, en el rabioso y violento ataque desaprovechando la oportunidad de hacer mejor las cosas. Winefrida haba quedado indeterminada entre mujer y animal.
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Por su condicin indefinida, no tena un lugar en una manada ni un macho que la preara cuando estaba alzada, era rechazada sistemtica por todos los lobos machos de otras especies, no la podan reconocer cuando la olan. La nica manera de aparearse, era como mujer, con un hombre, aunque no tendra ms hijos, por estar siempre con la regla. Esa parte le haba salido de maravillas a la bruja. Transcurridas las primeras seis noches junto a Francisco Xavier sobrevino la conversin nuevamente. Sin percibirlo dej de ser la bella Reina para volver a ser la loba Alfa, de la nueva especie, la que an no se haba desarrollado como tal. Y que ahora finalmente sera posible iniciar. Porque junto a ella se encontraba su primer lobo Alfa. Cuando ella le hinco las uas, estremecida de placer, lo estaba haciendo totalmente suyo, lo transform como producto del amor marcndolo con sangre. Se unieron de cuerpo y espritu transfirindole el hechizo. Ella fue el vehculo que lo transporto al Reino Divino de Dios integrndolo al Universo Simultaneo, el Universo donde viven los personajes de las leyendas. Aqu tambin se cumplira otra parte de la maldicin de la bruja, no podra tener descendencia humana. Fundara una nueva raza de lobos, de estirpe y abolengo. El Caballero no llego a percibir su propio cambio y cuando el Novilunio haba entrado la pareja de lobos ya estaba en las montaas. Los lobos alcanzan la madurez sexual aproximadamente a los dos aos, ese fue el tiempo que tardo el macho en prearla por primera vez. Pari a finales del invierno, en una de las cuevas de las cumbres, nacieron cinco cachorros, que fueron alimentados por sus padres durante cuatro meses hasta que formaron una manada y esa primavera comenzaron su nmade destino. Y a partir de ese tiempo en cada Luna Llena Francisco Xavier y Winefrida se reencuentran para vivir su amor eterno.
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