Ahigalbien

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ranún»

FLORES DE MI TIERRA
HISTORIA, COSTUMBRES Y LEYENDAS

de

A H I G A í,

|*Of

S e g u n d o G a rcía y G a rcía
(Arcipreste de Lagunilla)

Publicaciones del Departamento de Seminarios


de la Jefatura Provincial del Movimiento
C A C E R ES, 1955
A (fuiéxi da p^álaqa

Hallábame destinado en Cáceres, a finales de 1935. R e­


cibí una caria de mi buen amigo don Octavio Hernández,
abogado y secretario del Sindicato Agrícola de Torrejonci-
lio. Me encargaba hiciera en su nombre una visita a don To­
más Martin, je fe de Estadística en la provincia. No sabia yo
que éste fuera el señor de quien, en los ratos de asueto, tan­
to nos ocupábamos, p or ser tan entusiasta de las cosas de
nuestra tierra extremeña. Pensábamos recoger para él cuan­
to pudiéramos, así de las costumbres antiguas como de ¡as
canciones populares en que expresaban sus sentires, ora a l e .
gres , ora tristes, ya jocosos o bien serios , para dejarlos plas­
mados en una obra que, juntamente con el Cancionero Extre­
meño, pudiera mostrar a las generaciones futuras cómo p en ­
saban, cómo sentían, cómo obraban sus mayores; lo mismo
en sus costumbres que en esa otra expresión que sube del
corazón a los labios y se esparce desgranada en la poesía
popular, que tal vez no sabrá en muchas ocasiones sujetarse
a reglas literarias o métricas, p ero que sabe, sin embargo,
expresar los más íntimos sentimientos del alma.
Al decirle que y o era de Ahigal, fué como descorrer el
velo y pasar del protocolo de la visita formularia a la visi­
ta de la amistad. Tiró del cajón de la mesa y me mostró va­
rias fotografías tomadas en un reciente viaje que hizo p or
allí; tuvo la amabilidad de ofrecerm e una de la Cruz de Pie­
dra o <Cruz de la Nava/- que, entrando p or la parte de Guijo
de Granadilla, se encuentra a unos quinientos metros antes
de llegar a Ahigal. Cruz artística, mandada construir p o r
Francisco Esteban a su costa, como reza en la inscripción conservan de aquellas patriarcales, que desgraciadamente
medio borrada p or los años y que data del año '1539, escul­ \yan desapareciendo, relegándose a los museos de la anti­
pida en granito representando, p or una parte, la Santísima güedad y siendo sustituidas por otras menos propias y de
Virgen con Jesús muerto en los brazos y, p o r la otra, ia ima­ mayor perjuicio en muchos órdenes de la vida. Vaya, p u es ,
gen de Jesucristo crucificado que, examinado detenidamente, envuelto entre las flores que de mi pueblo ofrezco, el aroma
p arece como si hubiera sido el que sirvió de modelo a Pe- ael recuerdo a los tres amigos, ya desaparecidos, que fueron
lázquez para pintar su fam oso cuadro. Tal es la semejanza. ¡aductores animosos de estas cuartillas.
Tan entusiasta era de estas cosas—y a mí me vió en la Vaya también el perfume de estas flores de mi tierra al
misma forma—que, hablando de ello, el tiempo transcurrió lepartam ento de Seminarios de la Jefatura Provincial del
agradablemente, rogándome al despedirme no dejara de Movimiento, en Cáceres, bajo cuyos auspicios se publica esta
escribir alguna cosa sobre cuanto habíamos hablado. Me mi obra, a los 20 años de ser escrita.
hacía el ruego especial de que, al menos, escribiera unos ar­ Y vaya también un saludo afectuoso, agradecido, sin­
tículos. De aquí brotó en mí la idea de recopilar cuanto pudie­ cero, a mi viejo y entrañable amigo don Domingo Sánchez
ra sobre el folklore de mi pueblo, de una forma un p o co or­ Lua, je fe de Publicaciones de la Jefatura Provincial del
denada. Para ello, nada mejor que seguir un círculo que en­ Movimiento, alma de la -(Biblioteca Extremeña >, donde, p or
cerrara, si no todas, al menos las más principales tradicio­ la gestión de este mi entrañable y viejo amigo, podrán ex-
nes, costumbres, narraciones, etc., con su p o co también de pmdir su aroma estas jlorecillas cortadas en el vergel de
historia. Y de ahí también, para darle un p o co de variedad, Ai igal.
el introducir en ella los personajes visitantes del pueblo, que Vaya, en fin, la más entrañable ofrenda de este libré al
no tienen otra realidad que la que mí imaginación ha queri­ pueblo de Ahigal y a su Ayuntamiento, que con tanto júbilo
do darles. y t enerosidad han acogido esta narración de su historia, de
Después de una breve visita al pueblo para completar su costumbres, de.sus tradiciones, de sus leyendas.
algunos datos, en junio de 1936, quedó terminado el borra­ Muchas gracias a todos. Y a t í , discreto lector, te ruego
dor en 1.° de julio del mismo año. Pero ya no resultaba una qm sepas disculpar el pergeño desmedrado con que y o en­
serie de artículos que, al ser publicados separadamente, trelacé este manojo de jlorecillas.
hubieran perdido la unidad que tenían, sino que resultaba EL AUTOR
casi una obra.
Acaso movidos más p or la amistad que p o r el valor
intrínseco de la obrita, así don Tomás Martín como el literato
don José Ibarrola, a quienes agradó mucho, me animaron a
su publicación. Se comenzaron a hacer p or el referido don
Tomás las gestiones oportunas. En esto llegó el 18 de julio,
el glorioso Movimiento Nacional.
Un encargo, p o r tanto, del buen amigo Octavio; una
franca acogida p or parte de don Tomás; el apoyo del señor
Ibarrola; y mi entusiasmo p or la patria chica; he aquí la
génesis de estas cuartillas, que no tienen pretensiones litera­
rias, sino el dar a conocer las típicas costumbres que aún se
A n t e la e r m i t a U n é m u l o de «tío J u a n Ve» Dolorosa
D ispuesta a cantar una saeta Casa de Concejo

Mi l i ci a j uveni l c o n b a n d e r a y m ú s i c a
S u b i d a al C a l v a r i o

U n g r u p o de b o d a , c o m i e n d o el j a m ó n en una
de las p l a z u e l a s

E r m i t a del S a n i o
C r i st o

L os q u i nt o s E n la C r u z de la N a v a
FLORES DE MI TIERRA

S u p e r v i v i e n t e s de l a s c a m p a ñ a s de A f r i c a , en la fi esta m a n d a d a
o r g a ni z a r p o r el G e n e r a l P r i m o de R i v e r a , a su t e r m i n a c i ó n , y p r e ­
s i di dos p o r las A u t o r i d a d e s
a

ffi n I 8 e tg a «1 a

t;n todo su apogeo se hallaba la fiesta pueblerina. A los so­


nes del tamboril, hábilmente manejado por el tío Vicente, ani­
madas parejas bailaban la típica jota coreadas por el elemento
joven que, formando círculos alrededor de los bailadores, co­
mentaban las incidencias del baile; la habilidad o torpeza de sus
movimientos; las chanzas y dichos burlescos con que agasajaban
al galán que se quedaba plantado, merced a una hábil maniobra
de su pareja, en la media vuelta.
Cuando más entusiasmado^ se hallaban, los fuertes bocha­
zos de un automóvil dejáronse sentir. Este entró raudo en la pla­
za, dispuesto a atravesarla. Mizo que los curiosos se separaran
y se replegaran las parejas hacia las gradas del Ayuntamiento,
para dejar paso franco a aquel importuno visitante, que turbando
la tranquilidad pública, venía a quitar unos momentos a aquel
rato de expansión esperado durante toda la semana.
Porque es de advertir que sólo se bailaba los domingos en
la plaza, como una inedia hora después de salir del Rosario, al
que las mozas, casi en su totalidad, asistían muy endomingadas,
y después que les «quintos» del año habían cruzado el pueblo en
todas sus direcciones acompañados del tamboril, cantando can­
ciones de última novedad y parándose a echar la clásica media
azumbre de vino, servido en jarro de colorado barro, en todos
los establecimientos de bebidas que a su paso habían encon­
trado.
Contra lo que esperaban, el autómovil, como fascinado por
el hermoso espectáculo que la plaza ofrecía en aquella tarde de
mayo, se detuvo. Sus ocupantes echaron pie a tierra, con lo que
el círculo volvió a cerrarse y las parejas reanudaron su interrum­
pida danza.
Encantador sobremanera era el espectáculo que la plaza
ofrecía para aquel que por primera vez lo contemplaba.
— 12 —

Aún las garras de la rastrera política no habían hecho presa


en los tranquilos habitantes de aquel pueblecito. Todos mezcla­ que tenían para chupar toda la tarde. Los que sentían los efeC"
dos tomaban parte en las comunes recreaciones, sin pensar en tos del calor tormentoso de aquella tarde, se agrupaban pidien­
otra cosa que en sacar cada cual el mejor partido de ellas. do un barquillo del «rico helao» al tío Joaquín, que aquella tarde
En el espacio comprendido entre la Casa de Ayuntamiento había hecho su primera aparición en la plaza con su nevera, in­
y un caserón grande y viejo que enfrente se levantaba y que augurando oficialmente el calor. Los más inquietos jugaban al
servía para los comicios populares, llamado por esta razón Casa toro, en constante zigzagueo por entre los mayores, ganándose
de Concejo, destinado también a salón de actos, celebración de algún que otro sopapo al acometer a las personas pacíficas en­
bodas y otras grandes reuniones, estaba la ^ente joven, a la que tregadas a sus juegos o curiosidad, semejando las bandadas de
el tío Vicente hacía saltar y moverse sobre las lanchas con que aviones o vencejos que en las tardes, al caer el sol, revolotea­
un curioso Alcalde había privilegiado aquella parte de la plaza ban alrededor de la torre del lugar.
con el buen fin de que no se levantara mucho polvo. Eu la plaza se elevaba una enorme algarabía, producida por
Cuando, terminada cada pieza musical, las jóvenes se reti­ mil voces distintas, semejante a esa armonía discordante que se
raban a descansar un poco sentándose en los poyos de cantería escucha en las noches serenas de mayo en las florestas al lado
que corren a lo largo de las fachadas del Ayuntamiento, ellos del río, donde se mezclan en un solo y armonioso coro todos los
quedaban en medio, formando corrillos, charlando y discutiendo cantores nocturnos, y que hacía las delicias de grandes y peque­
las incidencias del baile; charlas y discusiones que' muy pronto ños, pues no había pequeño que a la plaza no acudiese ni viejo
cortaba el tamboril cambiando de disco; ya que de nuestro artis­ que en casa se quedara.
ta no podía decirse lo de aquel otro que cuando le decían «¡Tam­ Pero como nada hay durable en este picaro mundo, tampoco
borilero, toca otro son!», contestaba imperturbable: ¡Allá va el el hermoso cuadro que la plaza presentaba había de durar mu­
mismo!». cho. Muy pronto, el fuerte viento desatado por Eolo comenzaba
De la gente madura, los hombres, unos jugaban a la rayuela a formar torbellinos que se deshacían en nubes de polvo, y los
en grupos de cuatro o seis. Los curiosos se agrupaban y rodea­ tormentosos nubarrones dejaban caer gruesas gotas de agua, ha­
ban la raya, azuzaban a los jugadores y actuaban de jueces de ciendo un rápido despeje, obligando a los domingueros a refu­
campo cuando se suscitaba la cuestión de cuál pieza estaba más giarse en los portales.
cerca de la raya; y cuando esto no podía determinarse a simple Los danzarines, no resignándose a dejar interrumpido lo que,
vista, buscaban una pajita con la que, actuando cual si fuera me­ según ellos, era indispensable para que no resultara domingo de
dida de precisión, dirimían las cuestiones con toda imparcialidad. Cuaresma, buscaron presurosos al Alguacil, al que pidieron la
Otros, sentados bajo los portales alrededor de la mesa, a las llave de la Casa de Concejo, y entrando en ella atropelladamen­
puertas de la taberna-, jugaban a la brisca el cuartillo de vino con te para mojarse lo menos posible, continuaron en ella su diver­
gaseosa. sión hasta una hora más tarde, en que los silbidos de los mozos,
Las mujeres, sentadas en los poyos que había a la otra par­ señal establecida desde muy antiguo, anunciaban era llegada la
te o bien bajo los soportales, manejaban la tijera comentando hora de dejar el baile y restituirse cada cual a su casa, excepto
los atavíos de las jóvenes y cortándoles algún que otro traje, los jóvenes que, desde ese momento, quedaban hechos dueños
por no estar del todo ociosas. de la plaza y calles para recorrerlas una y otra vez, cantando
De la chiquillería, unos se agrupaban alrededor de la mesa típicas canciones, ya a solos, ya a coros, haciendo demasiado
de los caramelos y con el cartón, en que estaban cosidas tres frecuentes paradas para remojar sus gargantas secas de tanto
cartas, en la mano, esperaban impacientes el momento en que el cantar.
director cortara la baraja que tenía, para ver si salía alguna de Nuestros viajeros, acompañados por unos cuantos chiquillos
las cartas que ellos tenían y se llevaban el cuarterón de los dul­ que la curiosidad había reunido en su derredor y parecía no es­
ces cuadradillos, que con cara sonriente entregaba cuidadosa­ taban dispuestos a abandonarlos hasta ver qué hacían, dónde
mente envueltos el buen tío Casimiro, y con los que darse aires iban o quiénes eran, se encaminaron a la única fonda del pueblo,
de agraciados y convidar a sus amistades. Otros, más positivos, satistechos del espectáculo que habían presenciado y dispuestos,
se iban a la rueda de cigarrillos de tía Micaela, donde siempre pluma en ristre, a no dejarse escapar nada de cuanto digno
tocaba por una perra chica, si no una figurilla de las que ador­ mención allí ocurriese.
naban la rueda, al menos un largo y retorcido cigarrillo con el
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al día de la Cruz en que, con palabras llenas de sentimiento, en­


treguen a sus sucesores las insignias de su poderío, deseándoles
que a su vez puedan, sin faltar ninguno, entregarlas a los que
después de ellos han de venir.
Tan dueños quedan hechos de la situación, que no hay en el
pueblo función que ellos no organicen, baile a que no den prin­
cipio, riña en que no tomen parte, ni autoridad que con ellos se
meta. Son inviolables e inatacables. Todos juntos forman un
II bloque que ¡ay de aquel que intente romper, injuriando de pala­
bra u obra alguno de sus miembros!, porque, haciendo común la
ofensa, todos se consideran obligados, por el honor de la colec­
tividad, a procurar una satisfacción, ya que en las crónicas de
íj o s q 11 i n t <* s
la institución, que el vulgo conserva en la memoria, no hay nin­
guna que haga mención de que la menor ofensa hecha a uno de
sus componentes qaedó sin la merecida respuesta.
Desaparecieron las nubes. Cerró, espléndida, la noche, re­ Ya ellos, desde los primeros momentos de su actuación,
frescada por la pasajera lluvia. Los corrillos que a la salida de la lanzan al aire en sus coplas, en las que pudiéramos ver, como
Casa de Concejo habíanse ido formando, comenzaron a desfilar suele decirse, su programa de gobierno, sus propósitos de paz
cada cual por sus calles favoritas, siendo los primeros en aban­ para todos, pero también de «justicia conmutativa» para aque­
donar la plaza el grupo de los quintos acompañados del tamboril. llos que no sepan o no quieran reconocer sus privilegios. Allá
Como en más de una ocasión hemos de encontrarnos con va una de muestra:
este grupo, árbitro de la situación en todas cuantas fiestas y di­
versiones en el pueblo se organizaran, nos permitirá el lector Yo soy un quinto de hogaño
que demos algunas noticias sobre el funcionamiento de esta se­ y no tne meto con nadie.
cular institución, que aunque, según mis noticias, nada conserve Al que se meta conmigo
escrito ni de sus fundadores, orígenes, fiestas que solemnizar, las tripas le echo a la calle.
ceremonias que ha de observar, sanciones para los morosos, de
las que según refieren las crónicas nunca hubo necesidad de Entre sus funciones principales, estaban las de organizar los
echar mano, ni de otros usos y costumbres establecidas no se bailes domingueros, preparar y correr las capeas, celebrar la
sabe por quién, cómo, ni cuándo; es lo cierto que todos lo cum­ corrida de gallos del día de San Blas y algunas otras que en el
plían, no diremos que al pie de la letra, pero sí con la más rigu­ decurso de la narración se irán haciendo notar.
rosa escrupulosidad, siendo necesaria una causa grave para Para la primera de sus obligaciones solían ejecutar invaria­
eximirse de la asistencia a cualquiera de los actos. blemente, lo siguiente: Los domingos y días festivos, en la tar­
Se denomina con el nombre de «quintos» a los que durante de y a hora variable a tono con la estación del año, a la salida
<1 año cumplen los veinte de su edad, época en que son alista­ del Rosario, los quintos, en trajes festivos, acudían a casa del
dos, tallados y sorteados para su incorporación a filas. Comien­ tamborilero designado entre los de la localidad, que eran varios
za para ellos el año oficial de quintos el día tres de mayo, festi­ y buenos, y ordinariamente por riguroso turno, para que ningu­
vidad de la Santa Cruz. La noche antes, tienen gran cena, jun­ no se molestara ni se considerara preferido. Acompañados del
tos los entrantes y los salientes, en la Casa de Concejo, lugar tamboril, recorrían el pueblo en todas direcciones, avisando que
siempre de reunión. Pasan la noche comiendo, cantando y ron­ la danza iba a empezar. Llegados a la plaza, uno de los quintos
dando juntos, hasta que ya de madrugada reciben de manos de había de ser el primero en empezar y librárase alguno de co­
los salientes la investidura de su autoridad bullanguera, es decir, menzar el primero, sin pertenecer a la partida, porque entonces
el tamboril, flauta y cachiporra, pasando éstos ya a la reserva y, paraba la música y daban principio a las discusiones; y menos
en la estimación común, como personas formales, mientras aque­ mal si la cosa quedaba en palabras Ellos habían de ser también
llos, amos del pueblo desde ese momento, comienzan a recorrer los que comenzaran los silbidos de la dispersión.
el círculo que inevitablemente ha de llevarles a parar en otro año Hubo un tiempo en que casi tudos los días había camorra
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por estas cuestiones, hasta que ya la Autoridad, tomando cartas


en el asunto y reuniéndolos a todos en el Ayuntamiento, el Al­
calde les exhortó paternalmente; fueron sus palabras, «que no
jueran tan bobos*. Desde entonces, todas las cuestiones queda­
ban dirimidas amistosamente.

III

Las i»o 11 d a n

Cuando después de cenar volvemos a la fonda-café, halla­


mos a los recién llegados ya rodeados de los asiduos concurren­
tes a aquella peña de amigos, que allí solían juntarse a pasar un
rato los domingos después de cenar.
Entre ellos, se hallaban el Médico y Boticario, solterones, de
carácter franco y jovial, a los que se unía el Secretario, que en
la alegría y buen humor no se quedaba atrás, sin que tampoco
faltara el zapatero Salustiano, que en socarrón y dicharachero
daba ciento y raya a los de su oficio, siendo capaz de burlarse
hasta de su sombra cuando no había otra cosa de qué burlarse,
aunque siempre desde luego con la sana intención de pasar un
rato alegres y entretenidos, sin faltar a nadie.
Discurrían en animada conversación, salpicada de cuando en
cuando por los sabrosos chistes del zapatero, mientras que por
la calle los nocturnos rondadores desfilaban cada cual con sus
canciones, rivalizando en animado concierto con los que les pre­
cedían y seguían.
Ya eran los cuplés de última moda, traídos de la ciudad o
aprendidos de algún gramófono. Ya eran malagueñas y soleares,
en los que los afamados cantantes lucían sus gargantas causan­
do la envidia de los que tal no sabían o no podían hacer. Ora
algún despechado pretendiente, que habiendo recibido alguna
cucurbitácea de las de marca mayor, lanzaba a su ex-dama la
siguiente copla;
Para pasear tu calle
no necesito cuchillo,
porque al novio que tú tienes
me lo meto en el bolsillo.
Un animado grupo que se acompañaba con acordeón y gui­
tarra, hizo su entrada en la calle, haciendo a los interlocutores
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interrumpir su entretenida charla y escuchar lo que cantaban. taba el repertorio. Era ésta la de viejo abolengo en el lugar, que
Era una antigua canción que decían «La Ricardíta»: había ido pasando de generación en generación, y conocida con
el resonante nombre de El Lirón.
Las uvas de la tu parra Ya no tiene mi abuela
están diciendo: ¡comedme! más que un colmillo,
Y los pampanitos dicen: donde cuelga mi abuelo
¡Que viene el guarda, que viene! los campanillos.
Ya no tiene mi abuelo
A la que, como estribillo, repetían: más que una muela,
donde cuelga mi abuela
A la Ricardita la van a llevar.
las castañuelas.
Si la llevan, que la lleven,
Ha salido el lirón
a mí lo mismo me da,
con su pantalón.
porque yo no he sido
Su tía Susana,
ningún criminal.
su abuela, su hermana
Aún los últimos acordes de la canción se oían a lo lejos;, en busca el lirón.
cuando un extraño tun-tun comenzó a percibirse. Eran los quin­ A mí me gusta el lirón,
tos que iban ya de retirada a dejar el tamborilero en su casa y el lirón, el lirón.
antes habían de dar la última vuelta. A medida que los instantes
iban pasando, se percibían con mayor claridad las melodías ar­ Llegados a la puerta de la fonda, pararon en seco y una voz,
moniosas no enturbiadas por ninguna nota discordante, a pesar sobresaliendo entre las demás, cantó:
de ser numeroso el grupo. A tu puerta hemos llegado
cuatrocientos en cuadrilla.
Si quieres que yo te quiera,
Si quieres que nos sentemos,
ha de ser con condición,
saca cuatrocientas sillas.
que lo tuyo ha de ser mío
y lo mío tuyo no. Y sin esperar que les sacaran los cuatrocientos asientos,
cosa que hubiera sido harto difícil, siguieron calle arriba hasta
Y como estribillo: perderse en la lejanía con su tun-tun, turuntún, quedando el
pueblo envuelto en el más profundo silencio.
A la moralita «Era la noche y hora en que los astros están en la mitad
se matan los hombres de su carreracuando comprendiendo los contertulios que ya
con gracia y salero era más que pasada la hora en que solían dejar aquellas domin­
y arrojo también. gueras tertulias, única excepción hecha aquella noche por acom­
A poner banderillas de fuego, pañar a los forasteros, despidiéronse de ellos nuestros conveci­
mi amante es torero, nos con las mayores protestas de amistad y el ofrecimiento de
yo me voy con él. acompañarles siempre que las atenciones de sus respectivas
profesiones se lo permitieran (1).
Habían estado, sin duda, tratando de la organización de las
próximas capeas y recordaban canciones algo toreras. (1) Eran estos viajeros a que nos venimos refiriendo don Avelino
Paráronse a hacer el último descanso de la jornada en la ta­ Rocaíría, Ingeniero de Montes, y su ayudante don Sebastián Montaña,
berna de la esquina y, al salir, no sabiendo ya de qué canción que venían a hacer algunos estudios topográficos de la región y fijaron su
echar mano, acudieron a la que reservaban para tu.ando se ago­ residencia en el pueblo,
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ocupadas por pequeñas huertas que, a la par que de recreo,


proporcionan buenas meriendas en las tardes de verano por las
abundantes higueras y vides de que están pobladas.
El río Alagón corre a unos cinco kilómetros del pueblo, se­
parando la «hoja» del Rincón del monte del pueblo, al que pres­
ta un valioso concurso por servir en estío de abrevadero al
abundante ganado, y va más tarde, unido con el Jerte, a engro­
IV sar el caudal del Tajo.
Constituye el monte a que nos hemos referido, otra de las
principales fuentes de riqueza, ya que se dedica, en los años
libres de labor, a la ganadería. Se halla bastante parcelado,
Topografía siendo, por consiguiente, su camino uno de los más frecuenta­
dos. Un majestuoso puente de sillería labrada une las dos orillas
del río, causando la admiración de cuantos por primera vez lo
Hállase enclavado el pueblo de Ahigal en el centro de la contemplan, pues no deja de parecerles extraño que tm pueble-
llanura que se extiende entre las sierras de Villar de Plasencia y cito al parecer sin importancia, tenga tal joya. Pero tal cosa no
Béjar, por el nordeste; las de Casar de Palomero, por el norte; es de extrañar, teniendo en cuenta que es, podemos decir, el
la llamada Sierra de Dios Padre, por el noroeste; y Plasencia, viaducto por donde llegan al pueblo muchas riquezas y medio
por el sur, de la que dista unas cuatro leguas aproximadamente. de comunicación con la ciudad más próxima.
Lugar de unos dos mil quinientos habitantes, al que rinden ho­ Medirá unos ciento cincuenta metros de largo por dieciocho
menaje los pueblecitos de alrededor, que en los domingos acuden de alto, poco más o menos, en su punto medio. Nueve arcos de
a visitarle con motivo del gran mercado de toda clase de gana­ medio punto dan paso a las aguas, que casi siempre se conten­
dos que en él se celebra. Son éstos: Guijo de Granadilla, a dos tan con pasar por algunos menos, como cohibidas por la majes­
kilómetros; Santibáñez el Bajo, a tres; Cerezo y Palomero, a tuosidad que el puente les ofrece.
cinco; y algo más retirados, Bronco, Aceituna, Valdeobispo y Hace varios lustros, el puente 110 existía, por lo que el paso
Santa Cruz de Paniagua. obligado al monte se hacía bastante difícil y peligroso, especial­
De «pueblo-jardín» han calificado algunos viajeros a referi­ mente en tiempos de lluvias. Hasta que un buen día de fiesta, a
do pueblo, debido a los abundantes y bien cuidados olivares la salida de la misa mayor, la campana grande de la torre de la
que lo circundan en extensión de varios kilómetros por algunos iglesia se dejó oir tocando pausadamente a «Concejo». Muy
lados y que constituyen su principal riqueza. Feraces tierras de pronto la Casa de Concejo se vió repleta de hombres casados,
cereales denominadas «vagos», corrupción sin duda del «pagus» que eran los únicos que tenían voz y voto en aquellas asam­
latino, y llamadas también «vinas» por haber sido todo olio un bleas, como cabezas de familia.
abundante viñedo de lo que ya nada queda, lo circundan por to­ ¿Para qué era aquella urgente convocatoria?, era la pregun­
das partes. Terminada el área ocupada por los olivaies, se ex­ ta que corría de unos a otros, sin que pudiera ser contestada
tienden las <hojas de labor», divididas en cuatro partes llamadas por ninguno, esperándose con ansiedad la llegada del Ayunta­
«cuartos» y que por turno riguroso van laboreándose cada año. miento en pleno, que en la Casa Consistorial estaba re­
uniéndose.
No sabemos si porque no admiten una labor más intensa o por­
que no se le haya aplicado el cultivo intensivo. Son éstas las de A la llegada del Alcalde, Secretario y Concejales, se hizo
¿Vega Herrero», por la parte del Cerezo; «Carazos y Cancho- el silencio más completo. Tomaron asiento en el poyo de prefe­
rras», por la de Santibáñez; «Fuente de la Oliva», a la parte rencia, y el Alcalde, con voz emocionada, comenzó a explicar
del Guijo; y «Rincón», por la parte sur. » . el motivo de la convocatoria. Poco más o menos, estas fueron
sus palabras:
Bañan su término, de norte a sur, las aguas de un abundan­
te arroyo llamado «El Palomero», debido a su lugar de origen, «Ya sabéis la gran riqueza que para el pueblo supone el
a una distancia de un kilómetro por la parte más cercana, que monte. Sabéis también, que todos los años ocurre alguna des­
va poco después a unirse al Alagón. Todas sus márgenes están gracia en personas o ganados. Sabéis el gran trabajo que su­
pone el acarreo y demás faenas de recolección, el año que se
— 22 —

hace labor, y los muchos trastornos que nos ocasiona el no


tener un puente, para que con toda tranquilidad y sin tener que
mirar al río podamos atender nuestros ganados y explotar esa
riqueza. Por todas estas consideraciones, los que formamos el
Ayuntamiento, mirando al bien del pueblo, hemos pensado
llamaros a todos para saber vuestra opinión sobre el particular.
¿Queréis que se haga el puente? Los pocos cuartos que hay en
las arcas municipales no son suficientes para la magnitud de la V
obra, de modo que habrá que hacerla por prestación personal y
ayuda de todos cuando el dinero se termine. He dicho».
Y se sentós satisfecho de su discurso. Una ^alva de aplau­
sos acogió las palabras del Alcalde. H isto r ia
— ¡Eso es lo que nos hace falta! ¡Muy bien pensado! ¡Lle­
varemos las piedras, aunque sea a cuestas!
Estas y otras muchas exclamaciones salieron de la multitud. Sobre los orígenes del pueblo, fundación, primeros pobla­
No faltó, sin embargo, algún «Tachuela» que se opusiera al dores, etc., poco es lo que se conserva. Pero lo suficiente para
proyecto. Sólo una voz desentonó en este coro aprobatorio y, que con pie bastante seguro, podamos caminar por el difícil te­
como recuerdo de que en aquel plebiscito sólo uno era el dis­ rreno de las conjeturas.
cordante, al que la pronunció, se le denominó desde entonces Existen en los alrededores del pueblo tres núcleos de po­
con el nombre de «Sin Puente», transmitido a sus descendientes. blación, cuyos restos, casuales descubrimientos, han puesto al
Con el sacrificio del pueblo, durante tres años, se levantó airo­ descubierto.
so aquel puente, admiración de cuantos lo contemplan. Uno de ellos, a cinco kilómetros y en el sitio denominado
La ermita de Santa Marina y la Cruz de la Salve, por la en­ las «Canchorras», cerca de la desembocadura del «Palomero».
trada norte; la de los Santos Mártires, al poniente; y la del San­ Otro, a unos tres kilómetros, al sitio llamado «La Fuente de la
to Cristo de los Remedios, por la otra parte; la Cruz de la N a­ Oliva» y «Las Oliveras del Tesoro». Y el tercero, a kilómetro y
va, más lejos; y la pequeña de madera, llamada «de palo», más, medio, al sitio conocido con el nombre de «El PozoCinojah,
arriba de la Nava, y que separa el término municipal del colin­ junto al mismo arroyuelo.
dante Guijo de Granadilla, dan al visitante la impresión de acer­ Del primero de estos núcleos, apenas si se conservan vesti­
carse a un pueblo de tradiciones profundamente religiosas. gios.
La tradición asegura, y los documentos refieren, que allí
existió una ermita dedicada a Santa Marina, a la que tenían gran
devoción, organizando una soleme romería el día 18 de julio.
Destruida esta ermita, no sabemos cuándo, fué edificada una
nueva en la parte alta del pueblo. ¿Cuándo se edificó la una y
se destruyó la otra? ¿La imagen que estaba en aquella ermita le­
jana es la que está hoy en la ermita existente, o la que está en
la iglesia vestida de pastora que parece más propio fuera la que
estaba en la ermita lejana? Cosas son estas acerca de las cuales
no hemos entrado en averiguaciones.
Algunos viejos nos aseguraban que en una piedra que está
colocada sobre la puerta de una casa por debajo de la plaza se
lee la siguiente inscripción:

Ave María—Año de 1789—Purísima


Todo el mundo en general
— 24 — — 25 —

a voces, Reina escogida, bía encontrado algún tesoro junto a unas viejas oliveras, que la
dice que sois concebida tradición llama «del tesoro».
Sin pecado original. El tercero, sin embargo, nos da margen para fundar con
más probabilidades nuestras aseveraciones sobre la antigüedad
Estaba colocada sobre la puerta de la ermita, cosa que, con­ a que se remonta.
sultado el orden cronológico, resulta rio ser cierta, ya que en le­ Con alguna frecuencia venían los poseedores de los terre­
cha de 20 de noviembre de 1735, existían la ermita en el pueblo nos colindantes al centro a que nos referimos, descubriendo se­
y el altar en la iglesia parroquial. pulturas, trozos de baldosas que, examinadas en su forma y
En carta-orden, fechada en Lagunilla en 20 de octubre de constitución y aún en sus marcas de fabricación, dejaban ver
referido año 1735 y adjunto un decreto episcopal, ordenó el se­ claramente su procedencia romana, junto con otros restos ar­
ñor Obispo a los párrocos diesen relación de «diferentes pre­ queológicos, al hacer hoyos para plantar olivos o al abrir cante­
venciones tocante a la iglesia parroquial, sus nombres y funda­ ras o aún algunas veces al labrar simplemente la tierra con el
ciones, sus patronos y capellanías e inventario de todos.los arado o la azada.
bienes y.alhajas, estado y calidad, etc. etc.» A esta orden con­ Hace unos años, inesperado descubrimiento puso de mani­
testó el señor cura párroco don Nicolás Mzn. con la siguiente fiesto dos lápidas sepulcrales y otros restos antiguos que vinie­
que copiamos al pie de la letra, actualizada la ortografía: ron a disipar toda duda sobre el origen romano, al menos, de
este núcleo de población. He aquí el texto y forma de las lápi­
Iglesia Parroquial. «En la iglesia parroquial de este lugar, das, ambas fragmentarias:
es su vocación Nuestra Señora de la Asunción. Ella se compone
de cinco altares con el principal. Dos, fuera de la capilla mayor, S P ATR1
del lado del evangelio. Y de éstos, el siguiente del mayor es de E T M A 'I' R
Nuestra Señora del Rosario; y el que sigue a éste, el de Santa 1B E S V E
Marina. En la correspondencia de estos dos, en el frente, están los FAC1END
dos siguientes. De éstos, el que acompaña a el mayor, es del San­ V M C U R
to Cristo; y el que le sigue, de las Benditas Animas». L E V 1S
L O V I I O
Al hablar después de las ermitas, dice: DVAL1F
D V A L 1V S
«Tiene esta iglesia tres ermitas fuera del lugar. Una, del San­
P A T E R A
to Cristo de los Remedios, que está agregado a la Cofradía de la
Santa Vera Cruz y altar mencionado en la iglesia, del Santo Cristo V.
del Perdón. Otra, de Santa Marina, con el referido altar en la igle­ En la primera de ellas, consta sin duda la piedad filial de
sia, que asiste hoy Gabriel Paniagua, su mayordomo. La última es un hijo que «cuidó de hacer aquella sepultura a su padre y ma­
de los Santos Mártires San Fabián y San Sebastián, etc.» dre». En la segunda, viceversa, es el recuerdo que dedica «el
amantísimo padre Dualio a su hijo Lovio Dualio>. El primer ren­
Queda, pues, demostrado con lo dicho, que la existencia glón que en ella aparece, es sin duda la última palabra del «Sit
de la ermita de Santa Marina en las «Canchorras» es anterior tibi térra levis» con que los romanos acostumbraban encabezar
al 1735. las lápidas sepulcrales. «Séate la tierra leve», es decir, poco
También tenemos noticias de que en una de las peñas que pesada.
en aquel lugar existían había una antigua inscripción, que nos Más tarde, habitaron en este mismo lugar los árabes, que
hubiera dado alguna luz; pero que no pudimos llegar a ver, dejaron sus huellas en el pozo que se abre en el hoyo que sirve
porque un desaprensivo cantero destruyóla con cartuchos de de confluencia a las vertientes de estos cerros, llamado «pozo
dinamita para sacar piedra. Cinojal».
Del segundo de los núcleos, sólo se conserva la memoria La inscripción árabe, o mejor dicho, morisca, que hay en
de que allí, junto con los restos de antiguas edificaciones, se ha­ la cantería en que apoya el arco que parcialmente cubre el pozo,
— 26 —
— 27 —
nos da la idea de que si no fueron ellos los que lo hicieron, que
jaban para recuperarlo a su vuelta, que no sabemos si llegó a
es lo más probable, dada la forma del arco evidentemente ro­ realizarse.
mana, acaso lo reedificaran o, al menos, les sirvió y lo dejaron
Los restos arqueológicos encontrados; los signos de escri­
como punto de referencia. tura hallados en las piedras diseminadas por los alrededores,
De la inscripción medio borrada y cubierta por el moho, muchas de las cuales sirven de paredes en aquellos huertos;
sólo pueden apreciarse algunos signos de derecha a izquierda. trozos de columnas y lápidas, prueban con exceso nuestra afir­
Examinada detenidamente la escritura a la luz de la más mación sobre la antigüedad de estos lugares.
severa crítica, resulta ser una lápida topográfica en la que los ¿Aquellos tres núcleos de población, o los restos de ellos,
signos señalan un lugar bien determinado, donde se halla es­ se unieron y formaron el pueblo actual? ¿Los actuales poblado­
condida una cosa que los signos no dicen lo que es. res nada tienen que ver con los antiguos?. Hagamos algunas
El examen de la lápida nos da los datos siguientes. Los conjeturas.
signos son moriscos. Señalan la fecha—852— , del año de la Por la colocación de estos poblados, los tres en las vertien­
Hégira o Era Musulmana. El objeto o lo que fuera, se escondió tes de las aguas, junto a vegas de abundantes pastos, dos junto
en el pozo. al Palomero y el otro cerca de Alagón. así como por las tradi­
Pero por si se perdía la memoria del pozo, están localizados ciones religiosas que se conservan, podemos deducir que los ro­
todos los lugares adyacentes. Los signos indican que sobre el manos que en estos sitios vivieron se dedicaron a la ganadería.
lugar del escondite había, como hay en la actualidad, un arco Acaso fuera una de las estaciones de aprovisionamiento para las
de piedra, a los pocos pasos del cual, corre un arroyuelo que, legiones romanas en su paso de la Bética a la región montañosa
después de pasar por entre unos huertos, entra en otro arroyo de León por la calzada romana que pasa a unos kilómetros de
mayor que está cerca. La boca del pozo mira un poco hacia la estos lugares.
izquierda; y el camino que hasta él llega, baja formando un pe­ Al habitarlos más tarde los árabes, que se mezclaron con
queño zigzag hasta cruzar el arroyuelo. Muy cerca del pozo, a los anteriores y dedicados especialmente a la agricultura, hu­
la izquierda del observador mirando al pozo, se abren algunos bieron de buscar más arriba las tierras de labor; y de aquí que,
hoyos, y a la derecha, junto al pozo, una piedra de cantería se­ fundidos los moradores de los tres poblados, no de otra forma
ñala el límite del lugar del escondrijo. Los signos indican que que los antiguos etruscos, latinos y sabinos fundaron al unirse
sobre el lugar, o sea, sobre el mismo pozo, empieza un monte- la ciudad de Roma, así también éstos fundaran el pueblo actual,
cilio plantado de olivos, que continúa por la derecha dando un acerca del cual no hemos entrado en más averiguaciones.
poco de vuelta, y dejando entre el montecillo y el arroyo peque­ Nada sabemos de cómo se llamaron aquellos antiguos po­
ño una cañada, que baja al arroyo grande. Otros signos, indican blados. La tradición oral nos dice que el actual pueblo se llamó
otros puntos topográficos de esa parte. antiguamente «La Higueral», debido a las muchas higueras que
Faltan los signos de la parte izquierda de la lápida, que no en sus alrededores crecían. Ya del siglo XV encontramos docu­
me atreví a tomar por el peligro que suponía de caer de cabeza mentos que nos hablan del pueblo y aparece con el nombre de
al pozo, pero que dado el carácter de los copiados nos hacen «La Higal». Y en el siglo XVII, hallamos que, suprimida la L
suponer que sean los datos topográficos del terreno de esa y unida la A, resulta el nombre que en la actualidad ostenta:
parte. «Ahigal»
Los caracteres en que la lápida se halla escrita, ciertamente Si su origen se remonta aún antes de la dominación roma­
moriscos. El año de la inscripción, 852 de la Hégira o Era Mu­ na, no podemos asegurarlo con certeza.
sulmana, correspondiente al año 1405 de nuestra Era, nos hace, Con el fin de que la interpretación que damos a la lápida
suponer que ya fuera que por entonces en las luchas de Enrique que arriba queda descrita, no pueda parecer arbitraria por com­
IV, que a la sazón reinaba en Castilla y León, contra los ára­ pleto y a juicio del escritor, diremos brevemente cómo, del modo
bes, les obligaran a salir del poblado; ya que fueran a unirse a más impensado, pudo llegarse a su pleno conocimiento.
los moros de Granada, contra cuyo reino se hicieron entonces Por el mes de junio de 1936, estando en Cáceres, hube de
algunas campañas; la inscripción hace suponer que marcharon hacer un viaje al pueblo con el fin de descansar unos días y
por el año de la fecha, dejando enterrado en sitio seguro su te­ aprovecharlos para completar los datos que necesitaba para es­
soro, indicando con toda suerte de detalles el lugar donde lo de­ cribir la obrita que me había propuesto sobre el pueblo. Y como
es natural, no podía faltar mi visita al Pozo Cinojal, donde sabía
— 28 —

existía aquella piedra con signos que no habíamos podido desci­


frar alguna de las veces que lo habíamos intentado; y ver tam­
bién una de las lápidas sepulcrales, la primera, que aún estaba
en uno de aquellos huertos. La segunda lápida estaba en un co­
rral de Mateo Paniagua bajo un montón de leña, que hubo que
tirar para sacarla y poder transcribirla.
Como Dios me dió a entender y con riesgo de caer de ca­
beza al pozo, pude copiar los signos que en la piedra están, pen­ VI
sando estudiarlos por despacio y ver si podía sacar algo en
limpio.
Al mes siguiente, julio de 193G, estalló el Glorioso Alzamien­
to Nacional. Como visitaba casi a diario los hospitales desangre Los E ii <* a u t o »
en Cáceres establecidos, uno de los días, al visitar la sala de
moros en el Hospital establecido en las Normales, vi a uno que
estaba escribiendo y, al ver sus garabatos, me acordé de mi Sentados junto al Pozo Cinojal se hallaban una tarde los
lápida. Quedamos en que al día siguiente le llevaría mi escrito turistas, a los que denominaremos con el nombre de amigos,
para que lo viera; pero cuando fui al día siguiente ya lo habían departiendo amigablemente con el Boticario, Médico y Secre­
evacuado .1 otro hospital. Al preguntar por el morito, uno que tario; a los que vinieron pronto a unirse los estudiantes, ya en
estaba al lado y que el día antes había escuchado nuestra con­ vacaciones, que cansados de andar por aquellos huertos, sal­
versación, me dijo lo habían evacuado y me preguntó si llevaba tando paredes y revolviendo piedras, restos arqueológicos, de
el escrito. Este moro era de Ifni y parecía bastante civilizado. los que sólo pudieron encontrar algún trozo de cantería con
Le entregué el papel y, enseguida de repasarlo con la vista, caracteres raros medio borrados que no pudieron descifrar,
me dijo: bajaron a beber al Pozo.
— Estos son signos moriscos y no se trata de inscripción La curiosidad les hizo intentar descifrar la inscripción que,
sino de una lápida topográfica. sobre la cantería en que estriba el arco, se halla, y que, cu­
Y fué explicándome todos los signos tal cual los dejo arriba bierta por el moho, apenas era visible.
explicados. Pero todo ello sin que yo le dijera absolutamente Buscó Faustino, uno de los estudiantes, un puñado de
nada, hecho principal en que estriba la autenticidad de la expli­ hierbas con que limpiar la piedra y montóse a horcajadas sobre
cación y significado de la inscripción. ella, 110 consiguiendo ctra Cosa que ensuciar el agua con la
Vivamente emocionado, me preguntó si estaba muy lejos y basura caída, operación que hubo de interrumpir porque unas
se podía ir fácilmente al lugar donde estaba la piedra, a lo que mujeres del pueblo aparecieron en lo alto del camino con sus
le contesté que, aunque estaba un poco lejos, sin embargo, con cántaros, que venían a buscar,agua. Bajóse enseguida; removió
un coche se podía ir y volver, fácilmente, en el mismo día y que­ el agua y la cristalina superficie quedó tan limpia como antes
daba tiempo suficiente para examinar aquello con detenimiento. estaba.
Quedamos en que si le daban el alta pronto haríamos el viaje, Vamos a preguntar a estas mujeres la historia del pozo,
pero lo evacuaron de allí y no volví a saber más de él. dijo a los demás uno de los estudiantes, que sobre ello había
Ahí tienes, lector, cómo tuve la interpretación de la escritu­ oído alguna cosa curiosa. Y cuando las mujeres, llenados sus
ra más pronto y con menos trabajo y más segura de cuanto po­ cántaros, se disponían a emprender el regreso, dirigiéndose a
día pensar cuando, haciendo equilibrios sobre el agua del pozo, la de mayor edad, le dijo:
me entretenía en copiarla. — ¡Oiga, tía Sinforiana!, usted que es muy leída y conoce
todas las historias del pueblo, ¿podría contamos algo sobre la
historia de este pozo y del «Encanto» que hay en él? Estos
señores forasteros tendrían sumo gusto en saberla.
Y la mujer, halagada un poco en su vanidad, bajando el
cántaro que acababa de colocar sobre su cabeza y dejándolo
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sobre el poyo de cantería, comenzó su narración en los siguien­ está allí al pie. Entonéis, el señol de 1a barca le gritó: «!Ya le
tes términos: escapastis, que no puedu pasal del arroyu! ¡Si hubieras dichu
— Esti pozu es mu antiguo. Lo jicierun los morus que vi­ que lo que más te gustaba de la tienda era la mi barba, me hu­
vían ahí arriba. Una mañana de San Juan, jad ya algunus añus, bieras desencatau y te habría jechu to lo ricu quehabieras que-
vinu pol la mañana, antis de salil el sol, una moza de nuestru ríu! Por esu naidi pasa por allí la mañana de San Juan antis de
pueblu a buscal agua. Y al sacal el cántaru, vió que estaba arro- que esté ya el sol bien salíu.
llau al cuellu del cántaru un jilu de oru. Se pusu tan contenta. Y como no advirtiera la buena mujer signo alguno de can­
Sacó el cántaru que dejó encima desta piedra y empezó a jacel sancio en los que la escuchaban, sino más bien la curiosidad y
un oviliu. Perú cuanti más enrrollaba, más salía; jasta que jizu el interés retratado en su semblante, se animó a continuar con
tan grandi el oviliu que ya no lo podía abarcalu con la manu. sus encantos.
Entonéis, cortó el jilu pa jacel otru. En cuantis jizu estu, sintió —Pos hay otru encantu que dicin que está en un prau, que
en el pozu un ruiu mu grandi. Se revolvió el agua y salió un está pa «Mingolobitu», en la calleja que baja pal «Molinu So ■
mozu echandu lumbri pol los ojus yjgritandu: «¡Ya me perdistis! su», unu de los últimus a la manu izquierda. Perú aquel está me-
¿Porqué no sacastis todu el liilu sin romperlu? ¡Estaba esperan- tíu en un pozu que está tapan en mediu del prau. Esti sali la ma­
du con ansiedad esti día y to me lo has echan a perdel. Perú ñana de San Juan na más y es un buen mozu, pero que está en-
ahora lo vas a pagar! >Y se tiró a cogel a la moza. Perú ésta sa­ cantau en forma de tora negra y sali esa mañana a pacel la hier­
lió corriendu pa escapa!. Y dispués que pasó esi arruyu, oyó ba. Y dicin que pa desencantalu tiene que il una moza una ma­
otra vez al mozu que gritaba: «¡Te escapastis porque no puedu ñana de San Juan, antis de salil el so!, con un pañuelu de sea y
pasal el arroyu!». Y llenu de rabia, se volvió a metel al pozu. Y cuandu el tora venga furiosu a arremetel con ella, se esté mu
ahí está pa in sécula seculorum. Porque no hay moza que s‘atre- tranquila y sin mieu y le limpi la baba; y entoncis se quea des­
va a venil a buscal agua antis de salil el sol y muchu menus la encatau. Pera hasta ahora ninguna moza se ha atrevíu a jacel
mañana de San Juan, que es el día del desencantu. Perú tieni la prueba... Y ustés perdonin, que ya se va jaciendu tardi y hay
que sel antis de satil el sol, porqui dispués no sali. un cachillu entoavía hasta el pueblu.
Tanto gustó el cuento del encanto y tales palabras de es­ Y cogiendo su cántaro, se dispuso a marcharse. El audito­
trañeza fueron pronunciadas por los oyentes, que la buena mu­ rio, que había escuchado con interés su relato, le dio las gracias
jer se sintió animada para continuar en el uso de la palabra an­ y, poco después, emprendía el regreso, abandonando aquel lu­
te aquel boquiabierto auditorio y enlazar con este otro cuento gar, no porque les diera miedo de que saliera el encanto, sino
también de encantos: porque el crepúsculo vespertino iba ya extendiendo sus sombras.
—¿No sabin ustés na del encantu que hay cerca de las oli- De regreso al pueblo, nuestros amigos comentaban las na­
\ eras del Tesoru? Hay allí cerca uil guertu que llaman de la rraciones oídas, haciendo notar cómo la imaginación popular
Tienda y verán ustés porqué. Ja d ya muchus añus venía un mo­ había rodeado de misterios aquellos poblados de otros tiempos,
linera del molinu del riu una mañana mu tempranu, el día de Y no sin razón, añadimos nosotros, y con algún fundamento, al
San Juan, que es el día de los en can tus. Y al pasal por aquel si- conocer después la interpretación de la lápida del pozo, a que
tiu, vio, junlu a la pareg del guertu, que había una tienda de ba antes se hizo referencia. Porque no es de extrañar que si en
retajas. Extrañau del casu, se arrimo a la pareg y vió a un seño! aquel lugar u otros adyacentes, se escondió algo por los que.
que tenía una barba mu grandi blanca y que estaba serttau de­ marchaban sin poder llevárselo, rodearan de misterios esos lu­
trás del mostraol. Cuandu el señol se dio cuenta de que llegaba gares, con el fin de que nadie se atreviera a buscarlo.
aquel hombri, se levantó mu atentu a preguntali qué quería de
su tienda y qué era lo que más le gustaba. El molineru, dispués
de examinal to lo que había, le contestó: «Aquella cuerda tan bo­
nita que está allí». Se conoci que le jadría falta pa algún costal.
El hombri de la barba se pusu furiosu y cogió la cuerda y se tiró
al molineru, mientras le gritaba: «¡So ladrón! jPa ajolcalti con
ella! >.
Y lo agarró de la chambra. Perú como era ya algu vieja, se
rompió; y el molineru salió corriendu hasta Ilegal al arroyii, que
— 33 —

en el suelo, sobre la que tenían colocado un capacete de lagar


ardiendo y al lado un montón de ellos, con los que iban sustitu­
yendo a los que se consumían. Los mozalbetes rodeaban la hor­
ca armados de garrotes y sin dejar de dar garrotazos sobre-el
capazo para avivar su llama. Un poco más retirado estaba el
tamborilero y la gente joven bailando-
— Este es el clásico capazo que se hace en las vísperas de
V II las fiestas principales a la puerta de los mayordomos, menos el
del Cristo, que se hace en la plazuela de la ermita, a la que
acude todo el pueblo—explicó uno de los estudiantes.
Poco más de dos horas duró aquello. Los mozalbetes,
F i e s t a «le Na n A n t o n i o agotado el montón de capacetes, entraron a registro en las
cuadras vecinas, sacando cuantos serones viejos podían encon­
trar para alimentar el fuego por algún tiempo más, ya que la
velada había de durar mientras en la horca hubiera algún apa­
El Capazo rejo ardiendo. Era como el fuego sagrado que sostenía la
velada.
Veloces pasaban los días para nuestros turistas, entreteni­ No fue ésta la única sorpresa de la noche. No pudieron
dos, los días festivos que sus ocupaciones les dejaban libres, en conciliar el sueño. De cuando en cuando, un ruido estridente de
recorrer los alrededores del pueblo, siempre acompañados por carretas y gran alboroto de gente que lo acompañaba, los tuvie­
los que solían llamar «la pandilla dominante». Ya eran las sesio­ ron en continuo desvelo. ¿Qué sería aquéllo? Sólo a la mañana
nes en la Cruz de Palo, donde acudían también los del vecino siguiente pudieron saberlo. Eran los quintos que durante toda
pueblo de Guijo, formando concurridas tertulias. Ya era a la la noche no hacían otra cosa que sacar de los corrales y trasla­
Cruz de Santa Marina, desde cuya explanada se divisaba un dar a la plaza, en medio de gran algazara, cuantos carros de
hermoso panorama, formado por las ondulaciones de los peque­ labor podían encontrar, para con ellos cerrar las calles de la
ños altozanos, que cual manada de corderillos van saltando has­ plaza y celebrar en ella la capea.
ta llegar al Palomero. La mancha oscura formada por la dehesa
del pueblo poblada de seculares alcornoques. Los olivares y en­
cinas por otra parte y al fondo, en el horizonte, la Sierra. Iglesia
Ya eran las visitadas las huertas del Palomero, especial­ Apenas el madrugador Febo había comenzado a des­
mente las de la «Vega Larga», donde uno de la cuadrilla poseía embozarse de entre las sábanas de su lecho, dorando con sus
una en la que se entretenían en aplicar sus conocimientos hor­ incipientes rayos al despejado horizonte, prometedor de un
ticultores.
espléndido día, cuando ya el tamborilero, colgado su tamboril
Y llegó la fiesta de San Antonio, primera que en el pueblo del brazo izquierdo y en la misma mano la rústica gaita, gol­
iban a pasar. No habían terminado de cenar, la víspera en la peando el tirante parche, recorría las calles del pueblo tocando
noche, cuando ya comenzaron a escucharse los estampidos de alegre y típica diana que llamaban «folia».
los cohetes, preludios de fiesta, y, a poco rato, los sones del Una hora más tarde, los cuatro mozos escogidos por el ma­
tamboril invitando a la gente para el «Capazo».
yordomo para llevar en la procesión la imagen del Santo, reco­
— ¡Ea, ya tocan al capazo!—advirtió la fondista, como di- rrían también el pueblo, cesta al brazo, recogiendo las limosnas
ciéndoles que remataran la cena.
de los fíeles. Y, una vez hubieron terminado, las campanas, con
—Y, ¿qué es eso del Capazo?—inquirieron los comensales. sus alegres volteos, anunciaban al pueblo iba a dar comienzo la
Pero no tuvo tiempo de contárselo, porque en aquel momento función religiosa, Cuando nuestros amigos fueron a la iglesia,
entraban en la tonda los estudiantes y, haciéndoles acelerar el hallaron ya en el pórtico que corre a lo largo de la fachada a los
final de la cena, se los llevaron al lugar del espectáculo.
habituales contertulios y demás hombres del pueblo, fumando y
En la Plazuela, hallábase ya reunida gran cantidad de gen­ charlando tranquilamente mientras daban el último toque anun­
io. En medio de ella se levantaba una elevada horca, clavada ciando que la procesión estaba para ponerse en marcha. Un re­
— 34 — — 35 —
doble de campanas y la aparición, en la puerta, de la manga pa­ Los Exámenes
rroquial y pendón les hizo descubrirse y arrojar los cigarros,
incorporándose a la procesión. Abría marcha el tamborilero y, Acabada que fué la misa, gran parte de la gente siguió a
tras él, el pendón y la manga parroquial y chiquillería en desor­ los niños de la Escuela que, como todos los domingos y festivi­
denado pelotón. Seguían los hombres; a continuación, la ima­ dades, en perfecta formación y presididos por la bandera nacio­
gen del Santo, seguida del clero; y cerrando la procesión, mo­ nal, acudían a la Iglesia desde la Escuela, y viceversa.
zas y mujeres, también en pelotón. Sin alterar el orden de colo­ Era costumbre celebrar aquel día los exámenes públicos
cación, la religiosa manifestación recorrió las calles designadas, de los niños. Bien lo sabían los que de las Hurdes acudían aquel
regresando a la iglesia y dando comienzo la Santa Misa. día a vender cerezas, que no tenían que vocear mucho para
Notas sobre la iglesia— Consta la iglesia parroquial de vender su mercancía, porque sabían que. el Ayuntamiento com­
una sola nave bastante amplia, de un estilo románico, en la que praba todas cuantas llegaran para con ellas convidar a todos los
claramente se distinguen dos partes. El ábside, de alta y airosa chicos.
bóveda de cantería formando arcos y rosetones, tiene, todas las El Tribunal formábalo el Ayuntamiento en pierio; Autorida­
trazas de haber sido construido a fines del siglo XV o principios des Civiles y Militares y Eclesiásticas, que ocupaban el estra­
del XVI. La parte que está fuera del ábside, a tejavana, soste­ do. En los primeros bancos, los examinandos; y en los de más
nido el tejado por tres arcos majestuosos, también de cantería, atrás y apiñados en los pasillos laterales, los familiares y curio­
parece de construcción más antigua. sos, resultando un acto sobremanera interesante. Sobre la mesa
Documentos del año 1492 nos hablan de la iglesia parro­ de la Presidencia estaban los trabajos de escritura, que cuidado­
quial ya existente y, poco más o menos, en la misma forma que samente habían ido formando los alumnos y donde mostraban su
en la actualidad se halla. Posteriormente, del año 1650 al 1680, pericia en toda clase de letra, según el grado a que pertenecían,
fué construido el retablo del altar mayor por el escultor Juan y que desfilaban de mano en mano entre los señores del Tri­
García, al que le fueron entregados, a cuenta de su escritura, bunal.
distintas cantidades hasta su total liquidación por un importe Formando corro delante de la escalerilla de subida al estra­
de hasta veintitantos mil reales. Es sencillo, sin grandes ador­ do, iban pasando las distintas secciones que, luego de contestar
nos. Pocos años más tarde, fué dorado, siendo beneficiado el cuantas preguntas hiciesen los examinadores, se retiraban para
señor comisario Francisco López Ibáñez y mayordomo Fabián dejar lugar a la siguiente. Examinadores había que se compla­
Martín; y se acabó a 8 de septiembre de 1706, como rezan las cían en zarandear bien a los chicos, para probar sus saberes,
inscripciones que en las bases de las columnas se hallan. siendo las materias objeto de mayor curiosidad por parte del
Hallándose con algunos fondos la iglesia, pidieron, referi­ Tribunal, la lectura, matemática, geografía e historia, sin que
do año, licencia para dorar el retablo. Se publicó la obra y la faltara la preguntita de catecismo.
remató José Muñoz de Resta, maestro dorador, en nueve mil Terminada la prueba, en lo que se tardaba bastante, el se­
reales. Pero sobrevinieron otros gastos y, no teniendo bastante ñor Maestro, que durante todo el tiempo apenas podía tomar
dinero para rematar las pilastras que faltaban, hubieron de pe­ parte, emocionado al ver como todos sus discípulos, cada cual
dir prestados cien ducados, equivalentes a mil cien reales, a en su escalá, respondía a sus afanes, dio por terminado el acto.
don Francisco del Castillo y Tostado, vecino de la villa de Gra­ Y comenzó el desfile. Los niños iban pasando ante la pre­
nada (Granadilla), a un interés del 30 por 1.000, hipotecando sidencia, recibiendo de manos del señor Maestro, cada uno su
para ello algunas fincas de la iglesia. cuaderno de escritura y un librito de Cuentos, de Saturnino Ca­
Otorgada esta escritura ante el escribano de Ahigal Fran­ lleja. El señor Alcalde daba una perra gorda o chica, según la
cisco de Mesa, fué satisfecho su importe a doña Catalina Gon­ categería, tomándolas de los dos sombreros que, puestos sobre
zález Barruelo, su heredera, en 8 de abril de 1737, que lo reci­ la mesa a manera de bandejas, las contenían. Y por último, el
bió de mano de Juan Esteban, vecino y cirujano titular, y Fran­ Aguacil, colocado junto a las banastas de las cerezas, iba lle­
cisco Domínguez Azeytuna, voz del dicho lugar de Ahigal. nando la gorra a cada uno de los chicos, que salían tan conten­
Perdone el lector esta disgresión histórica y continuemos tos con los trofeos de su victoria. Porque es de advertir que en
con nuestra fiesta. aquellos exámenes no se repartían calabazas.
— 36 — - 37 —

El señor Maestro estudiantes continuar la faena proyectada. Cuando empezaba a


anochecer, estaba el trigo casi limpio. Como aquello ya no po­
Por ser el señor Maestro digno de especial mención, le de­ día ni llevarse a casa ni dejarlo solo, quedáronse allí a dormir
dicaremos párrafo aparte. algunos mientras el bueno de don Teodoro se marchaba, refun­
Era en la época a que nos referimos, maestro único de ni­ fuñando un poco de las ganas que tenían de trabajar aquellos
ños en la localidad don Teodoro Asensio Rodríguez, natural de improvisados cosecheros; y al poco, les enviaba la cena.
Torre de Don Miguel, de la provincia de Cáceres, nacido el año Era su mayor alegría verse rodeado de sus discípulos, los
1866 e hijo de Domingo y Eloisa. A los veintidós años, ya tenia estudiantes que muchas veces le acompañaban a paseo. En sus
en propiedad la Escuela de Ahigal, que regentó hasta su muer­ últimos años, como apenas podía andar, salía montado en su
te, ocurrida en 17de agosto de 1931, unos cuarenta y tantos borriquillo, pacífico a carta cabal. Le sujetaban la cabalgadura
años. arrimada a la pared; le ayudaban a montar y caminaba luego en
De su amor a la enseñanza, por la que profesaba verdade­ medio de ellos como un patriarca.
ra vocación; de su mucho celo en hacer que ninguno de los chi­ Los últimos años de su vida se pidió para él la Medalla del
cos faltasen a la Escuela; del paternal cariño con que procuraba Trabajo con el fin de premiar su laboriosidad, hacerle un home­
unir estrechamente la ilustración de la mente con la educación naje antes de su jubilación y que se retirase a descansar ya.
moral, religiosa y social; del aprovechamiento de los alumnos El cambio de régimen impidió pudiera llevarse a efecto el
bajo tan diligente y sabio maestro; de su admirable constancia merecido homenaje proyectado y su muerte, ocurrida meses des­
y asiduidad en la asistencia, de la que nunca se dispensó, a pués, hizo que ya éste hubiera de ser postumo.
pesar de que, sobre todo en sus últimos años, le costaba bastan­ En 23 de diciembre de 1934, reunidos gran número de los
te trabajo llegar a ella, muy altamente pueden hablar las gene­ alumnos dispersos, con los del pueblo y puede decirse que el
raciones que por su mano pasaron. pueblo entero, fué celebrado el homenaje; y, como recuerdo,
Sin miramientos particulares, fué su afán y norma de su quedó colocada una lápida de mármol en la fachada de una casa
conducta el hacer que todos salieran de su Escuela, llegada la que poseía junto a la plaza y que lleva la inscripción siguiente:
edad de abandonarla, preparados para defenderse en sus nego­
cios o dispuestos a comenzar una carrera. Viéndose rodeado, A
como corona de sus afanes, de sacerdotes, médicos, abogados, D. TEO D O RO A SEN SIO RO D RIQ U EZ,
maestros, secretarios y otras carreras y profesiones que de su BEN EM ER IT O M A ESTRO N ACIO N AL,
escuela volaron por todas partes, llevando grabadas en su men­
Q U E E JER C IO EN E S T E P U E B L O 43 AÑO S.
te y corazón las lecciones y recuerdos del buen maestro que
PA R T IC IPO D EL CARIÑO D E TO D O S
supo forjarlos en su niñez.
De su natural bonachón e incapaz de negar a nadie lo que Y M ER EC IO G R A C IA S D E R EA L O RDEN
le pidieran, nos da idea la mucha confianza con que todo el PO R SU A SID U A Y FEC U N D A LA BO R ESC O LA R .
mundo acudía a él. Ya para sacarle algún dinero; ya los huertos
para meter los ganados; ya su hermoso potro para hacer algún SUS ALUM NOS.
viaje, etc., etc. Ahigal-Agosto-1931.
De entre las muchas anécdotas que podríamos referir a este
propósito, notaremos únicamente l;i siguiente. Estaba una tarde
trillando en uno de los prados de La Nava y ya tenia la parva La capea
bastante molida. Llegaron los estudiantes, todos ex-di: upulos
suyos, y armándose de rastrillos, bieldos, palas y otros aperos, No estaría completa la fiesta si le faltase el emocionante es­
se la juntaron en un santiamén. Se levantó un poco de aire y se pectáculo de la capea, falta que hubiera ocasionado el sonrojo y
empeñaron en limpiarla; y como esto ya era a la puesta del sol, vergüenza de los quintos.
no le convenía, porque hubiera tenido que quedarse allí o dejar Aún no serían las tres de la tarde, y ya las calles que
una persona de confianza. No pudo sin embargo oponerse y afluían a la plaza se veían animadas por grupos de los más ade­
aunque medio protestando (¡Caramba, caramba! ¡Estos mucha­ lantados que acudían a coger buen sitio para la capea. Poco
chos!... palabras más bien de cariño que de protesta) dejó a los más tarde el «ancho circo* estaba lleno de «multitud clainoro-
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sa», que impaciente esperaba aparecieran en el balcón del


Ayuntamiento las autoridades, para dar comienzo a la popular
diversión.
Las calles, tapadas con carretas de labor, que estaban aba­
rrotadas de público; los más valientes, armados de picas o lar­
gas aguijadas, estaban en la plaza que hacía de ruedo; otros,
dispuestos para la lidia, ostentaban vistosos trapos, en los que
se envolvían paseando la plaza con aires de diestros en el difí­
cil arte de mantener la tranquilidad ante los cornúpetos anima­ VIH
les; los más cobardes, se situaban en los balcones o en lo alto
de las carretas para confirmar con su actuación aquello de que
«desde la barrera se torea el toro»; ios muchachos, acurrucados El Zaju m eri»
entre las ruedas, esperando el momento en que echaran a la
plaza algún chotejo para jalearse un rato. El griterío era ensor­
decedor y la algarabía desconcertante.
Ocupado el balcón de la presidencia por las autoriJades y Por aquí
allegados, y dada la señal por el Presidente, abrióse la Casa pasó San Juan.
Concejo y arrogante jinete, montando brioso alazán blanco, saltó Yo no lo vi...
a la plaza. Era el encargado de pedir la llave del Corral de Con­ Tal era la cantinela que la víspera de San Juan en la noche
cejo, que al otro lado de la plaza servía de toril. Después de
se oía por todas las calles del pueblo, poco después de anoche­
dar por el ruedo las tres vueltas de rigor, seguido de la cuadri­ cer, hora en que se encendían las hogueras.
lla con sus trapos al hombro a manera de capotes y a los acor­
Hacíanse éstas con el romero que, colocado al pie del M o­
des del tamboril que interpretaba a su modo una marcha torera, numento el día de Jueves Santo, servía como de lecho a la Cruz
hizo arrodillar al caballo ante el balcón y con el sombrero reco­ parroquial allí reclinada hasta después de su adoración el Vier­
gía la llave que desde él le arrojaban. Se llegó hasta el Corral nes. Repartíase después de los Divinos Oficios entre los asis­
de Concejo, la entregó a los que lo custodiaban y, picando es­ tentes, que lo conservaban hasta esa noche, víspera de San
puelas, voló a buscar la salida. Juan, y después de anochecer sacábanlo a la puerta, le prendían
Una tras otra fueron echadas a la plaza las reses que, aun­
fuego procurando fuera consumiéndose poco a poco sin levan­
que acostumbradas al yugo y mansas ordinariamente, al verse
tar llama y sí humo abundante. Primero, los dueños y familiares
entre tanta gente, tanto griterío, acorraladas y picadas por to­
de la casa; luego, los vecinos, y los chiquillos que iban reco­
das partes, daban sin embargo su función. Y sus largas carreras
rriendo el pueblo, saltaban sobre las pequeñas hogueras. Esto
buscando una salida para verse libres de los que las acosaban,
era la que llamaban «El Zajumerio». Y al pasar sobre el humo,
eran nterpretadas por aficionados como señales de su fiereza. era de rigor emplear esta fórmula:
No nos detendremos en más detalles, ya que por ser entre­
tenimiento conocido en todos los pueblos con más o menos va­ Por aquí
riantes, número, maestría o valor de los aficionados, era allí po­ pasó San Juan.
co más o menos que en los demás sitios. Yo no lo vi.
Sarna en ti.
Salú en mí.
Y tras éste iban echando diferentes pareados, según la chis­
pa versificadora de cada cual, cada vez que saltaban, deseando
salud y prosperidad para los dueños de la hoguera, dejando los
males para los seres inanimados.
Sarna en un cesto
Salú en cá el tío Modesto.
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Sarna en un morral tanto por el dolor como por el temor de que se pasara la hora de
Salú en cá el tío Pascual la virtud.
Sarna en un zurrón. Apenas alboreaba el día, levantóse nuestro hombre y con
Salú en cá el tío León. avidez comenzó a dar mordiscos furiosos a la torvisca, como si
Sarna en una tina tuviera hambre atrasada. Los efectos no se hicieron esperar. Su
Salú en cá tía Juaquina.
estado nervioso, producido por el agundo dolor y el insomnio;
el estar en ayunas; el desagradable sabor de la torvisca, obran­
No andaban esmerándose mucho en que la rima y el metro do como revulsivo y algo del jugo que sin querer tragara, le
fueran más o menos perfectos. causaron los mismos efectos que a Sancho le causó el famoso
Sentados en la amplia cocina de tío Basilio, labrador fuerte «Bálsamo de Fierabrás», preparado por Don Quijote para curar
del lugar, esperaban la hora de que pusieran la mesa para cenar las palizas, y también como a él se le pasó el dolor
los criados y los segadores en animada conversación con los Como aquella noche no tenían prisa en acostarse, ya que,
dueños, después de haberse «zajumado» convenientemente. por ser fiesta al día siguiente, no pensaban ir al trabajo, prolon­
¡Felices tiempos aquellos en que amos y criados, después de garon la sobremesa por largo tiempo, refiriendo algunos otros
haber permanecido durante el día en el campo, en sus faenas curiosos episodios.
agrícolas, regresaban juntos cantando la hermosa oración del Era costumbre al día siguiente hacer el lavatorio, que for­
trabajo, señal de la íntima compenetración entre unos y otros, maba parte integrante del rito de la fiesta de San Juan. La vís­
como hermanos e hijos del mismo Padre, Dios! Hasta allí aún pera por la noche, el zajumerio; y el día de la fiesta por la ma­
no había llegado la funesta lucha de clases que envenena los ñana, a lavarse a la laguna. Era esta una gran charca que ha­
corazones y tanto daño causa así en el orden moral como en el bía en el Ejido. Antes de salir el sol, acudían a ella grandes y
económico. Llegados a casa, juntos se sentaban a la mesa; jun­ chicos a lavarse la cara y manos para inmunizarse de las enfer­
tos intervenían en aquellas animadas tertulias; juntos rezaban el medades de los ojos, así como el zajumerio de la noche anterior
Santo Rosario antes de retirarse a descansar. Todos se consi­ servía para inmunizarse de la sarna y demás enfermedades con­
deraban como miembros de la misma familia, unidos por los es­ tagiosas. Los que no podían asistir a la laguna, enviaban a reco­
trechos vínculos del amor a la tierra. Cuadros magistralmente ger agua para lavarse en casa.
cantados por el poeta Gabriel y Galán. Esta charca ha sido cegada hace unos años y en su centro
Comentaban los misterios de la noche de San Juan y las ha quedado un amplio y hermoso pozo.
propiedades que tenían algunas plantas para curar enfermeda­
des y dolencias, siempre que ellas se aplicaran en la madrugada
de San Juan antes de salir el sol, hora en que perdían tales pro­
piedades. De las propiedades pasaron a los episodios sucedidos
a algunos crédulos.
Uno de los circunstantes narró lo ocurrido a Fabián, que el
pobre hombre padecía de continuo dolor de muelas, y ya había
agotado cuantos remedios le sugirieron las comadres con aires
de curanderas, y muchos potingues de la botica.
Algún guasón le dijo que masticando torvisca verde, sin
cortar ni arrancar del suelo, sino en la misma planta, la mañana
de San Juan, antes de salir el sol, le desaparecería para siempre
tal dolor.
Pacientemente esperó la llegada de tal día y después del
«zajumerio» marchó a acostarse a un huerto junto al «Charco
Menchol», estoes, un remanso del Palomero, donde recordaba
haber visto alguna de aquellas plantas. Excusado es decir que
aquella noche, como tantas otras, la pasó en vela, acuciado no
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servía para sentarse en las noches de verano a la puerta para


tomar el fresco y charlar un rato con los vecinos, y lo pusieron
en mitad de la calle. Al levantarse nuestro hombre por la maña­
na y ver la faena que le habían hecho, se fué a buscar a los
autores de aquel desafuero, que no podían ser olios que los
quintos. Hallólos, y con palabras solemnes les conminó a resti­
tuir el poyo a su sitio antes de una hora o de lo contrario aque­
lla tarde, cuando estuvieran bailando en la plaza, los quedaría a
IX todos desnudos. No les dijo más y se retiró a su casa. Y comen­
taron los quintos: «¡Este tío es capaz de hacer lo que dice! ¡Va­
mos a colocarlo enseguida y así nos libraremos de dar esta tar­
Las Tertulia* de un espectáculo y que la gente se divierta a costa nuestra!»
Y fueron y colocaron el poyo en su lugar.
De su carácter guasón nos dan idea las siguientes, escogi­
das al azar. Iba un su compadre a la feria de Galisteo y le avisó
Era lugar de reunión la casa del zapatero amigo, del que el día antes por si quería algún encargo, a lo que contestó que
dimos cuenta al principio de la narración, que con su amena sí, uno muy interesante, y le rogó encarecidamente que no se
charla, sus sabrosos chistes y dichos, sus conocimientos en fuera sin verle antes. Madrugó bastante el feriante y fué a casa
ciencias ocultas y mágicas aprendidas en un libro que heredó del compadre cuando éste ya no se hallaba en casa. Entre idas
de su padre, que éste había heredado del suyo, y así sucesiva­ y venidas pasó algún tiempo hasta que, cansados los compañe­
mente hasta no se sabe qué generación, hacía que se pasasen ros de feria, le amenazaron con dejarle solo y, por fin, se dis­
las horas tan entretenidos que, cuando se daban cuenta ya era puso a marchar sin poder encontrar a su compadre. Este, que
hora de salir un rato fuera, porque el zapatero dejando el se había apostado a la salida del pueblo, cuando ya lo vió ale­
tirapié anunciaba que ya por aquel día se había trabajado bas­ jarse, comenzó a llamarle a grandes voces hasta que se hizo
tante y era razón de enderezar un poco su encorvado cuerpo. oir del feriante, que se detuvo para esperarle, diciéndole se die­
Entonces se dirigían por el camino que llaman Calleja de Gra­ se prisa porque ya los compañeros y ganados iban alejándose.
nada o por la carretera que, pasando por delante de la ermita del Pero como lo que quería era precisamente darle e! bromazo, ca­
Santo Cristo, lleva al vecino pueblo de Guijo de Granadilla, minaba muy poquito a poco. Llegó por fin y ante las exclama­
atravesando las eras de la Nava y subiendo hasta la Cruz de ciones de «¡Acaba hombre! ¡Dónde te has metido!» y otras por
Palo, señal de división de los términos municipales y lugar de el estilo, oyó el encargo que su compadre le hacía. Alargándole
cita donde acudían también los del pueblo vecino. una perra gorda le encargo «que le trajera de la feria una carre-
Acaso creerá el lector que exageramos al decir que tan tina de dos perras con bueyes y todo». Ni que decir tiene que el
buenos ratos pasaban en casa del zapatero; pero él juzgará por compadre dió media vuelta a su caballería, picando espuelas y
sí mismo si tiene la paciencia de seguir leyendo. Podemos decir renegando del compadre, de la carretiria y sus bueyes.
que en cuanto a la salsa de guasón y divertido, >a traía de he­ Fué un día a cavar a la viña y encontró una madrigera de
rencia. La conseja popular refiere de su padre y abuelo Eugenio conejillos recién nacidos. Llevóse uno a casa y lo encerró en un
varias anécdotas, que con sólo narrarlas nos evitarán mayores cajón. Al día siguiente, que era domingo, a la salida de Misa,
aclaraciones. Con la ciencia que les daba su heredado libro, se juntó con otro su compadre con el que llevaba bastante amis­
gozaba de autoridad entre los que aún en el lugar creían en co­ tad y le contó que la tarde anterior había cazado un conejo y
sas de hechicería y le tenían por «medio brujo», no siendo otra que aquella noche les esperaba a él y a su mujer para «echarlo
cosa el buen señor que un artista en confección de calzado, más a andar».
ilustrado que el común de la gente y que en su libro titulado Claro está que aquella invitación a la «andadura» del cone­
«Magia Blanca» había aprendido algunos secretos de la natura­ jo, no en sus palabras, sino en su significación, según el sentir
leza, que explotaba a veces con buen resultado. común, quería decir que, aderezado convenientemente, serviría
Ocurrió que una noche de quintos le arrancaron un poyo de de cena extraordinaria. Al menos, así lo entendió el compadre.
cantería que tenía a la puerta de casa y que, según costumbre, Llegó la noche y, a la hora competente, los compadres llega­
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ron en busca del conejo. Sentados en la cocina, pudieron obser­ con la otra. Tomábalas con los dedos índice y pulgar de una
var que no había a la lumbre guisote alguno, pero creyeron que mano y con la mano libre, alternando, tiraba de la cuerda ha­
lo tendrían puesto a enfriar. V allí se hablaba del mar y los pe­ ciéndola correr de nudo a nudo Allí no había engaño. La cuer­
ces, del aire y los pájaros, de la tierra y sus habitantes, del pue­ da estaba entera.
blo y sus descendientes; pero para nada se hablaba del conejo,
Dos de los circunstantes avisados de antemano, habían de
ni de preparar la mesa. Y las horas pasaban, y el hambre azu­ contestar con toda seriedad, cuando les preguntase su nombre,
zaba. Hasta que cansados los compadres de bostezar y hacer
el uno que se llamaba «Zampatortas» y el otro «Apura-cuartillos».
cruces y venciendo la natural timidez del invitado, se atrevieron Estos eran los preliminares.
a insinuar:
— ¡Bueno, compadre! ¡Y... ese conejo?.. Entornaba un poco la ventana, dejando la habitación en yna
— ¡Es verdad, compadre, que con la conversación se me semi-penumbra misteriosa. Regazábase las mangas de la camisa,
había pasado! para que no hubiera lugar a dudas sobre la limpieza de su actua­
— ¡Oye, fulana!,— dijo dirigiéndose a su mujer.— ¡Trae el co­ ción. Enarcaba las cejas. Se le erizaba el cabello. Despedía de
nejo que lo echemos a andar! sus ojos extraños fulgores y, tomando todo él un aspecto fatiga­
Y salió su mujer, volviendo, al poco, cargada con un cajón do que le daba todas las apariencias de médium especializado en
pequeño, del que sacó el minúsculo conejillo, con los ojos aun sesiones espiritistas, comenzaba sus invocaciones en la siguíen
sin abrir, y poniéndolo en la lancha de la lumbre y dándole con te forma:
el dedo en el rabillo, le hizo dar varios saltitos ante los com­
padres estupefactos que interiormente renegaban de haber to­ ¡Sean ustedes bién venidos, compañeros,
mado en su sentido figurado la andadura del conejo, tan a la le­ a aprender de mis artes hechiceras!.
tra interpretada por su compadre. Ahora veréis algo en agregancia,
Hicieron dar dos o tres vueltas al conejillo por la lancha mucho en apariencia, poco en sustancia.
de la lumbre, recluyéndole de nuevo en su cajón; hecho lo cual, Sabréis, amigos mios, que vengo yo ahora
los compadres se levantaban amoscados y murmurando entre de la grande ciudad de Chirigora,
dientes: «Bueno, hombre... nosotros creíamos..., bueno... donde los capiteles son de modo
hasta mañana si Dios quiere», bajaban las escaleras y abandona­ que no levantan del suelo más de un codo.
ban el salón del festín. Donde los boticarios son peludos
De nuestro buen amigo no referimos sino es que en más de
y en vez de anteojo usan embudos.
una ocasión hizo meter el pie en el baño de mojar la suela a al­
gún incauto mancebillo que, por primera vez, iba a tomarse la Me tocaron a la piedra escalameses
medida del calzado, con el fin, le decía, de que al mojarse se y me untaron con aceite de caineses.
estirara bien el pie y el calzado no le quedara estrecho. O tam­ Tal aceite tiene una virtud tan rara
bién, en alguna otra ocasión, mandar algún chico a buscar los que muda mi figura en otra cara.
moldes de hacer zajones a casa de otro compinche. Este, que Y para que veáis que no soy rana,
ya estaba de acuerdo, metía en un saco unas cuantas piedras convertiré las sierras en tierra llana.
gordas o el rollo de machacar la suela y se lo cargaba a las es­ A peces y galápagos los he de hacer que vuelen
paldas, encargándole mucho no pusiera el saco en el suelo, por­ y a las ave-< he de hacer que no vuelen como suelen.
que era el molde muy delicado y podía romperse. Y otras ino­ Mudare la Trarisílvania.
centadas por el estilo.
Pondré a España en Alemania.
De entre sus «artes mágicas», entresacaremos la que le ca­
racterizaba y era la facilidad que tenía para romper uria cuerda, A Alemania, en Turquía.
de cualquier grosor que fuese, con sólo soplar sobre ella. Junta­ A Francia y Portugal, en Berbería.
mente con el Libro, había heredado también unas tablillas pe­ He de tomar un caimán con alfileres
queñas a las que atravesaba un fuerte cordel, con un nudo en y poner barbas de a cuarta a las mujeres.
cada extremo para que de las tablillas no se saliera. Eran las Y si lo tomáis a risa,
tablillas iguales y pequeñas, que ajustaban perfectamente una quedo a todas las mujeres del baile sin camisa,
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Y si me enfado,
de estocadas le lleno a este menguado.
¿Cómo se llama usted, compañero de mi alma?
—Yo me llamo Zampatortas.
— ¡¡Ese nombre. 110 me agrada!!.
Desde hoy se lia de llamar
como requiere su gracia
Don Alinquín Alinquiniano, X
que es el nombre de este camarada
¿Y usted, cómo se llama, compañero de mi alma?
—Me llamo Apura-cuartillos I j &s B ® d a s
—¡¡Ese nombre tampoco me agrada!!
Desde hoy se ha de llamar
que asi requiere su gracia,
Llegó el mes de septiembre y con él el jaleo de las bodas
Don Aliquín Alinquiniano que, según costumbre inmemorial, solían celebrarse todas en re­
que es el nombre de este camarada. ferido mes.
Y yo, por no quedarme sin nombre, Era tal la solemnidad que estos festejos revestían; tanta la
me llamo Refincancaya, escrupulosidad que se ponía en observar hasta sus menores de­
Cancayo, Restajólica, Alibuz, talles, en lo que podíamos llamar sus ritos y ceremonias, que
nombre de todos los diablos. desde la más remota antigüedad estaban en la mente de todos
Encanto soy del infierno y con la mayor puntualidad venían repitiéndose que, ¡ay de
donde yo aprendí con maña aquel que intentara romper la más mínima de las tradiciones y
las ciencias de adivinar costumbres!; porque el vulgo le motejaba enseguida y la musa
y jugar con estas tablas. popular le castigaba con cantares alusivos a tamaña osadía.
Siendo mis artes tales y tan buenos, Era tan complicado el mecanismo de invitaciones, convites
que aquél que más me mira, me ve menos. o banquetes prenupciales, preparativos próximos y remotos, que
¡Prontamente, chiquita!. ¡Arroja imán!. las familias de los novios tenían que hacer, cuidándose mucho
de estar en todos los pormenores, para que 110 pudiera formu­
Chivirrivirrí, chivirrivirrrá.
larse la menor queja; tantas eran las idas y venidas, que fati­
Suerte hecha, señores. Y soplando sobre las tablillas, las se­ gaban grandemente, dejando rendidos a cuantos intervenían en
paraba, apareciendo el cordel partido, cortado por medio. Du­ ía preparación.
rante toda la invocación no dejaba parar el cordel tirando de una Como nuestros visitantes, ya conocidos en el pueblo, se
a otra parte, cambiando de mano a cada movimiento. Volvía a viesen precisados a aceptar la invitación que les hizo uno de los
unir las tablillas, soplaba sobre ellas y el cordel aparecía entero vecinos, que casaba una hija y a toda costa quería ser honrado
haciendo su anterior recorrido. con la presencia de los forasteros, allá los en_ontramos mezcla­
Las circunstancias; la entonación de la voz con que pronun­ dos con la gente de la boda desde la víspera.
ciaba lo que dejamos escrito; la cortadura y pegadura del cordel Terminada la cena, retiráronse a su posada y, no habían
con sólo soplar, cosa que repetía cuantas veces se le pidiera, y pasado muchas horas desde que al descanso se entregaran,
todo lo demás, daban a la sesión un aspecto fantástico que asus­ cuando el sonido del tamboril y murmullo de gente que se acer­
taba a los chicos y hacía poner de punta los pelos a los mayores. caba, les hicieron despertar.
¿Había trampa? ¡Indudablemente!.
Iban a cantar la alborada de que tanto les hablaran.
¿Como lo hacía? Era el secreto.
Hecho el preludio por el tamboril, se destacó una sola voz,
que con gran afinación comenzó el canto:
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a celebrar; la semirreligiosa formalidad con que tal alborada se
¡Oh, qué calle tan oscura, celebraba por el elemento masculino de la boda, único que en
llena de temor y miedo! ella podía tomar parte; el cuadro de alegría que en esta nota
Quiero entrar y no me dejan, sentimental estaba enmarcada; todo contribuía a dar la sensa­
quiero salir y no puedo. ción de hallarse ante una gran solemnidad.
Abriéronse las puertas de la casa y en ella penetraron los
Una segunda voz, también sola, repetía: matutinos cantores para restaurar sus fuerzas con los enmiela­
—Quiero entrar y no me dejan. dos buñuelos y remojar sus gargantas con buenos tragos de
aguardiente para mejor hacerlos pasar. Poco después, volvían a
Y el coro en pleno, con acompañamiento a toda orquesta salir para continuar el recorrido, cantando también a los padri­
del tamboril, coreaba: nos su alborada y, luego, reintegrarse a la Casa Concejo, cuartel
—Quiero salir y no puedo. general de todas las andanzas, para meterse entre pecho y es­
Y por este estilo, fueron cantando las siguientes estrofas: palda las asaduras de las reses sacrificadas que, unidas a otras
cosillas, el cocinero les tenía bien aderezadas y constituían su
Ya traemos la licencia temprano yantar, bien merecido,
de tu lindo enamorado, Como creemos será curiosidad del agrado del lector ente­
para venirte a cantar, rarse de las costumbres que en las bodas se verificaban, nos
hermoso clavel dorado. detendremos a examinarlas, tomando la cosa desde el principio,
o sea, desde la primera declaración amorosa hasta el acto a que
Cógete la mantillina asistimos.
y métete en esa sala
y ponte a considerar
lo que vas a hacer mañana.
Noviazgos
Mañana, a misa mayor,
te despides de tus padres ¿Cuál era el modo ordinario de hacerse novios una pareja
y te vas a otros dominios, sin previa declaración? Del modo más curioso. Cuando a un in­
manojito de corales. dividuo le gustaba una joven, ya por sus condiciones persona­
Esta es la primera rosa les, ya por conveniencias de clase, ya por indicación de la fa­
milia, que en estas ocasiones tomaba parte activa, ya por cual­
que se corta en el rosal. quier otra circunstancia, el domingo en la tarde la llamaba a bai­
Esta es la primera hija lar dos, tres o más veces. Si la moza no rehusaba, señal era de
que su padre va a casar. que no le era indiferente. Comentaban las comadres, que desde
Las tejas de tu tejado sus observatorios no dejaban pasar lo que en la plaza ocurría;
ya comienzan a temblar, cuchicheaban mozos y mozas, etc.
al ver que a tus padres dejas — ¡Oye tú, ésta, dicen que somos novios!—decía el mozo a
la moza en la primera ocasión que podía.
y tú te vas a casar. —Bueno, si lo dicen está bien—respondía ella— . Y noviería
Estas puertas son de pino arreglada.
y el cerrojo de nogal, Luego, comenzaban las visitas, vergonzantes primero y co­
ábrenos las puertas, novia, mo de precario, por la puerta; más tarde, ya con la tácita apro­
si nos quieres convidar. bación de los padres, entraba en casa y se le permitía tomar
parte en las tertulias familiares; pero tales visitas sólo se permi­
Era la alborada que cantaban a la novia que frente a la fon­ tían dos o tres veces por semana y en días señalados por la cos­
da vivía. tumbre. Pasaba el tiempo del noviazgo, más o menos largo, se­
El silencio de la noche; las armonías con dejos sentimenta­ gún la prisa ¿|ue tuvieran, y cuando ya faltaba poco para el tiem­
les de la música; la letra tan apropiada a la meditación del acto
— 50 — _ 5| —

po fijado, acudían los padres del novio a pedir la moza y fijar misma operación manducatoria, salían a dar una vueltecilla has­
fecha de la boda, pagando la visita algún inocente corderillo o ta que la dominguera función estuviera en marcha.
cabrito. Por la noche, acudían a banquetear los casados. Pero éstos,
Al acercarse la fecha fijada, comenzaba el movimiento. ya como personas formales, cada cual a la casa por la que iban
Rogamos al lector tenga un poco de paciencia y con su claro invitados.
entendimiento nos ayude a caminar por el intrincado laberinto. Este refrigerio, poco más o menos, se repetía, con los mis­
Porque aquí sí que se queda en mantillas aquel trabalenguas mos platos, para las mozas, la antevíspera, del día fijado para la
que de pequeños nos hacían repetir a gran velocidad. «E! que boda.
poca capa parda compra, poca capa parda paga. Yo que poca Y llegaba el primero de los tres días de la boda.
capa parda compré, poca capa parda pagué» o aquel otro de
«El cielo está enladrillado...» Así, también podemos decir aquí
que el entendedor de la serie de invitaciones, convites, etcétera, La víspera
buen entendedor de bodas será.
Desde temprano acudían a la Casa de Concejo, lugar don­
de se celebraban todas las que hubiera, unos, acarreando car­
Preliminar©* gas de leña para las buenas lumbres que había que, preparar;
otros, bancos y banquetas y mesas; las mozas, acompañando a
la novia, llevando los cacharros, platos, o mejor dicho, barreñas
El día antes de la primera amonestación, en la noche, albedriadas de barro colorado, jicaras, ollas, etc., que recogían
reunidos los padres de los novios o quien hiciera sus veces y por las casas más conocidas; otros, descuartizando las reses que
el padrino, y envueltos en sus amplias capas de fuerte paño, habían de ser consumidas. En fin, que aquello parecía un hor­
salían por el pueblo a invitar a los parientes, compadres, ami­ miguero.
gos, etc., de una y otra parte; llegados a las casas, pronuncia­ A eso de las tres de la tarde, era la primera comida de la
ban las frases de ritual que poco más o menos eran éstas: «Ve­ boda. A toque de tamboril se congregaban los invitados, que to­
nimos a deciros que mañana se amonestan los muchachos y a maban por asalto los poyos, bancos y mesas colocados en de­
ver cuántos van a ir a la boda». Los visitados, que ya de ante­ rredor. Guardando siempre la debida separación, se colocaban
mano tenían pensado quiénes de la familia habían de asistir, los mozos a una parte; las mozas, en el centro; y en derredor,
señalaban por categorías, por ejemplo: un matrimonio, un mozo, junto a las paredes, los matrimonios. Las hogueras ocupaban
una moza. Terminado el recorrido, se hacía la conveniente cla­ la parte libre.
sificación por estados y sexos. Como en los convites de antes Pasadas algunas horas después de comer, el novio, por una
de la boda no se admitía mezcla de sexos, los mozos invitados parte, y la novia, por otra, reunían de nuevo a la gente joven
de ambos contrayentes lo tenían en casa del novio y las mozas para darles otro convite, como el día de las amonestaciones,
en casa de la novia. que ya se dejó descrito. Después de esto, se reunían en la pla­
Al día siguiente, es decir, el primer día de amonestaciones, za y ya quedaba aquello convertido en fiesta permanente. Desde
en la tarde, salía el novio, y lo mismo hacía la novia por su par­ ese momento, y durante los dos días restantes, no se pensaba
te, a recoger a los invitados, conduciéndolos a sus respectivas ni se hacía otra cosa que comer, cantar y danzar por el pueblo.
casas, donde unas mesas bien provistas los esperaban. Eran los En la noche se cenaba bastante tarde, retirándose a descansar
platos acostumbrados en tales refrigerios conforme a la siguien­ todo el mundo, excepto los mozos que se quedaban en la Casa
te minuta: carne de primal o macho, frita; escabeche de peces; Concejo, entretenidos en jugar a los naipes para no dormirse,
entremeses de aceitunas; ensalada de pimientos asados, que lla­ mientras llegaba la hora de salir a cantar la Alborada.
maban «cerongollo»; variados postres de fruta del tiempo; san­ Tenía éstá lugar hacia las tres de la mañana, hora en que,
días y melones; y fruta de sartén: buñuelos, floretas, huesillos, recogidos los bártulos y en silencio, marchaban a casa del no­
etcétera. vio, parándose a la puerta y comenzando el canto.
Acabado este frugal «tentempié», el novio daba a cada uno
de los invitados un puro y, echando humo, los llevaba al café, ¡Oh que calle tan oscura,
mientras llegaba la hora del baile; y las mozas, después de la llena de temor y miedo:
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quiero entrar y no me dejan; La madrina se las coje
quiero salir y no puedo. y al novio se las regala.

Quédese con Dios mi padre ¡Que bién parece la sierra


y perdone los enfados; cargadita de tomillo;
que en lo que estoy en el mundo, mejor parecen los novios
algunos le tengo dados. al lado de los padrinos.

Después de cantar algunas otras estrofas, durante las cuales La despedida os damos
las puertas permanecían cerradas, le cantaban el «Séxamo, de los dos amantes finos,
ábrete»: pa que duerman y descansen
Estas puertas son de pino esto» señores padrinos.
y el cerrojo de nogal,
ábrenos las puertas, novio, Hecho este matutino recorrido m usical, se replegaban a la
si nos quieres convidar. C asa Concejo, donde, después de abundante desayuno, ya se
recostaban en los bancos, ya regresaban a sus casas a descan­
Con lo que las puertas se abrían, entraban los cantores, re­ sar un rato hasta la hora de la misa, en que se celebraban siem ­
mojaban las gargantas y se marchaban con la música a otra parte. pre todas las bodas, aunque fueran varias.
En casa de la novia hacían segunda parada con los cantares
que ya hemos visto le dedicaban y, de allí, a casa de los padri­
nos para terminar el recorrido mañanero: Día de la boda
Ya traemos la licencia Daban las ocho en el reloj de la torre de la plaza, sonaban
de los dos amantes finos, las campanas en la de la iglesia y el tamborilero, tomando su ar­
para venir a cantar tefacto y dejando oír clásica marcha, iba a recoger a los padri­
a los señores padrinos. nos a su casa. De allí pasaban por la del novio, donde ya se ha­
llaban reunidos todos sus allegados e invitados, que se unían a
El padrino es un piñón. la comitiva; haciendo lo mismo en casa de la novia. Un niño,
La madrina es una almendra. llevando «la lonja», esto es, un largo asador, en que entre dos
El novio, cadena de oro, panecillos llevaban clavado un más que regular trozo de carne,
que a la novia lleva presa. adornado todo ello con cintas y flores, y que dejaban cómo
ofrenda al sacerdote, abría la marcha al frente del acompaña­
El padrino lleva flores miento.
en la copa del sombrero. A los acordes de la marcha nupcial, llegaban a la puerta de
la iglesia. Los más acomodados llevaban acompañamiento de
La madrina lleva rosas
guitarras y acordeones, además del tamboril.
en el vuelo del manteo. Estacionados a la puerta de la iglesia, esperaban a que el
sacerdote, revestido, saliera y, terminada la ceremonia, entra­
Estas puertas son de pino,
ban en la iglesia los que eran de boda. De los demás, que sólo
de hierro las cerraduras; habían ido a acompañar, especialmente mujeres, se volvían a
y los amos que están dentro, sus casas. El novio, padres, padrino, tíos carnales y demás pa­
son como el sol y la luna. rientes, se colocaban en los bancos de preferencia, que para el
Ayuntamiento estaban colocados en el presbiterio. Los varones
El padrino es un manzano restantes se distribuían, ya en el coro o en las arcas que para
cargadito de manzanas. guardar las ropas de las imágenes se hallaban colocadas en de­
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rredor. Las mujeres, sentadas en el suelo, sobre unos esterillos pueblo y, como suele decirse que «de la panza sale la danza»,
felpudos de esparto, teniendo delante los candeleros o hacheros salián cantando de la plaza, en ordenada ronda, para tornar, al­
de madera para colocar los cirios encendidos. El puesto de éstas gunas horas más tarde, del mismo modo, ya que, como todos los
en la iglesia era conservado cuidadosamente por tradición de oficios los tenían hechos, iban parándose a bailar en todos los
familia, que en aquel lugar tenían enterrado alguno de sus ante­ llanos y plazuelas.
pasados, ya que, como en casi todas partes, las iglesias sirvie­ Terminada la ronda y llegados a la plaza, preparaban «la
ron de enterramiento hasta mediados del pasado siglo. paloma», una especie de ponche, formado por la mezcla de
Dió principio la santa misa, cantada por el sacristán con la agua, azucarillos, aguardiente y huevos. Terminado el cual, se
misma música, especial para esta solemnidad, que de generación solía retirar la gente un rato a descansar, hasta una hora más
en generación conservaba la tradición sacristianesca del lugar. tarde, en que de nuevo el tamboril había de reunimos para la
Llegada la hora del ofertorio, bajaba el celebrante las gra­ comida. El plan, como ve el lector, no estaba del todo mal; y es­
das del altar e iba dando a besar la estola, primero a los novios; to, durante tres días.
luego a los padrinos, que llevaban velas encendidas, que deja­
ban como ofrenda; tras ellos pasaban los demás, depositando su
óbolo en la bandeja, que el monago sostenía. A continuación,
las madres de los recién casados, con un panecillo envuelto en Canto de la manzana
limpia servilleta y un cirio, se acercaban también, volviendo a
su sitio, después que el sacerdote había encomendado sus di­ Con buen apetito despacharon los manjares que, si bien no
funtos. estaban escogidos como los de la mañana, no eran menos sus­
Evidentemente, en estas ofrendas se conservaba la antigua tanciosos y bien aderezados. Los nuevos esposos, durante la co­
tradición de la iglesia, en que, llegada la hora del ofertorio, los mida, recorrían las mesas, invitando o animando a todos a que
fieles presentaban sus ofrendas del pan, vino y cera para el San­ comieran bieri y «sin vergüenza» y repartiendo tabaco a los fu­
to Sacrificio. madores, que estos días eran todos.
Terminaba la misa, y el novio, padres y padrino, entraban a
Servidos y consumidor los postres, fruta de sartén y san­
la sacristía a invitar al celebrante les acompañaia a la mesa. días, de ordinario, comenzó el canto de «la manzana». Levantá­
De la iglesia marchaban a la Casa Concejo, donde ya esta­
ronse las mozas, abandonando la mesa; armóse una de ellas de
ban preparadas las mesas bien provistas y, después de un rato
un largo asador, clavando en él la manzana más gorda que pu­
de tamborileo, acomodábase cada uno en el lugar señalado, se­
do encontrarse, y enarbolándolo y seguida de las demás, se
gún su sexo y condición. acercaron a la mesa de los mozos, acompañadas del tamboril.
Las mesas de la derecha, entrando, las ocupaban los mo­
Plantáronse ante el mozo que estaba a la cabecera de la mesa,
zos; las que empezaban a la izquierda y corrían todo en redon­ y, preludiando el canto, comenzó:
do, los matrimonios; ocupada la cabecera por la mesa presiden­
cial, en la que tomaban asiento los tíos carnales con los padres,
padrinos y novios. He andado mucha tierra,
El centro de esta circunferencia lo ocupaban las mesas de toda tierra de tomillo.
las mozas; y la parte derecha, al fondo, las hogueras, junto a las No he visto más linda cara
cuales se removía un enjambre de rancheros, cocineros, reparti­ que la de Julián Mahillo.
dores, chiquillos, etc.
Constaba este ligero desayuno inicial de los siguientes pla­ Que me han dicho allá en Segovia,
tos: chocolate con buñuelos; una lonja de jamón frito por cabe­ que Jacinta es la tu novia,
za; plato de pollo; plato de carne frita; y postres. Todo ello rega­ Caballero.
do por el ininterrumpido circular de las jarras de vino.
Levantados los mantele», hombres, mozos y chiquillos
Que me han dicho allá en Jerez
acompañaban al señor cura a su casa, dándoles éste, como des­
que la va usted mucho a ver,
pedida, un cigarro a cada uno, volviéndose a la plaza para,
acompañados del elemento femenino, comenzar la vuelta por el Caballero.
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Que me han dich» los vecinos He corrido mucha tierra,


que tiene llano el camino, toda tierra de alelías:
Caballero. no he visto más linda cara
que la del señor Rocafría.
Que me han dicho las vecinas
que rondas por las esquinas, Y como de las averiguaciones practicadas dedujeron que no
Caballero. tenía relaciones con joven alguna, le largaron la siguiente:
El de la corona de oro, Que me han dicho allá en Segovia
ponga el cerco en el cogollo, que tiene ganas de novia,
Caballero. Caballero.

El de la corona blanca,
Y por este estilo fueron largándole las demás coplas de la
ponga el cerco en la manzana. retahila, hasta hacerle soltar la mosca. Y así con todos los
Caballero. demás.
Para Sebastián, la tierra que habían andado era toda de cas­
Estas dos últimas estrofas eran la invitación a que el aludi­ tañas, y de ahí venían a sacar en limpio que la cara más linda
do pinchara algo en la manzana, pues la plata era pinchada en que habían visto era la de Sebastián Montaña.
la manzana, mientras la calderilla era echada en la bandeja. Terminaron las mozas de cantar «la caña» a los mozos y,
■Como se hacía algo de rogar y tardara en depositar en la mientras éstas lo habían hecho, según dejamos referido, las
bandeja la cantidad acostumbrada, le cantaron los siguientes: mujeres, por otra parte, iban recogiendo «la maná» de los casa­
dos y, terminadas, se reunían las cantaoras en mitad del salón
Que me han dicho en Berrocoso, y, pasito a paso, se iban acercando a la mesa de los novios, lle­
que no seas empachoso, vando las man?anas llenas de monedas de plata y las bandejas
Caballero. de calderilla.
A medida que con toda solemnidad iban avanzando, canta­
Echa la mano al bolsillo, ban las siguientes estrofas, siempre con música variada, para
Cara e pillo. , cada asunto:
Echa la mano a la bolsa,
Cara e rosa. De la parra buen sarmiento,
del sarmiento buen racimo,
Y si no tienes dinero, ¡qué buena gente han buscado
te lo empreste el compañero. los novios para padrinos!

Terminado éste, la emprendieron con el siguiente mozo, Mira, novia, la tu mesa,


empezando con el mismo verso de la linda cara, aunque varian­ mírala de arriba abajo,
do el recorrido que habían hecho, para que pudiera hacer con­
mira que tienes en ella
sonante con su apellido.
Llegó el turno a los forasteros, y allí eran los apuros de las primos, parientes y hermanos.
cantantes para buscar la tierra que habían recorrido que con­
certara con Rocafría. Pero no se arredraban por nada de esto y, Mira, novia, la tu mesa,
sin reparar en que los versos salieran más o menos largos, pues mírala de abajo arriba,
no había tiempo de andar con muchos remilgos, se lanzaron con mira que tienes en ella
éste: una gente muy lucida.
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Y acercándose a la mesa y entregando a la novia las ban­ Llegados a ella y tomados por asalto los poyos que en la
dejas y manzanas, terminaban con esta estrofa: fachada del Ayuntamiento y Casa Concejo había por la gente
pacífica, mientras la gente joven continuaba sus danzas, sacaban
Toma, novia, esta manzana, a relucir las banastas de altramuces o chochos dulces que no
cargadita de oro y plata, habían de faltar en ninguna; y dando fin a ésto, se dispersaba la
toma, novia, este presente, gente que tenía que «jatear» sus ganados, que sin protestar su­
que ha dado la buena gente. frían el abandono a que los tenían entregados aquellos días.
Lector amigo, que has tenido paciencia para llegar leyendo
Hecha la entrega del dinero, pudieron observar nuestros hasta aquí Ya habrás visto que el mecanismo era complicado y
amigos, siempre al acecho de cuanto pasara, que cargando al­ que tenía razón al afirmar que era difícil de entender, como de
gunos mozos con bancos y agrupándose la gente junto al tam­ pronunciar el trabalenguas. Aún no hemos terminado porque,
boril, se disponían a salir. Adelantáronse, tiraron algunas pla­ como ves, nos hallamos en el anochecer del segundo día.
cas fotográficas y se dispusieron a seguir y ver en qué paraba
todo aquello.
Con alegres canciones llegaron a la casa donde los nuevos
esposos habían de irse a vivir, y poniendo una mesa, y junto a EL Águilo
ella los bancos, el tamboril preludió antigua jota, que sólo se to­
caba en estas ocasiones. Como un par de horas más tarde, de nuevo el tamboril con­
gregaba en la plaza a la gente. Era la hora de llevar a los no­
vios a su casa y cantar el Aguilo. Aunque mas bién era como
cosa de las mozas, así como la «alborada» de los mozos, sin
El tálamo embargo, menos escrupulosas que ellos, admitían a todos, gran­
des y pequeños, en su campo. Reunidos todos, llevando en su
Muy pronto, una joven, llevando en sus manos alguna pie­ centro a los novios, comenzaban a moverse en dirección a la
za de ropa, la colocó sobre la mesa, sacando a bailar a la no­ casa, entonando los siguientes cantares.
via, que con el novio y los padrinos había tomado asiento en el
banco. Tras ésta desfilaron, sucesivamente y llamando a bailar Águilo que vas volando
ya a uno u otro de los que sentados estaban, todas las jóvenes y en el pico llevas hilo,
que asistían y que en una bandeja iban depositando su óbolo o ya te vas de nuestro bando
algún regalo. No faltaba algún gracioso que, enarbolando algu­ a vivir con tu marido.
na ristra de ajos, algún biberón o cosa por el estilo, y con ello
en alto, sacara a bailar a los novios, pues había de ser bailado Cuando del altar bajastes
todo lo que se les entregara. Las mujeres casadas venían tam­
con tu lindo enamorado,
bién haciendo equilibrios con las cuartillas de trigo a la cabeza.
Llegaban, las vaciaban y se sentaban sobre ellas, esperando a blanca flor me parecistes
que aquello terminara. Esto era lo que llamaban «el tálamo». cortada en el mes de mayo.
Terminado éste, volvían a dar otra vuelta por el pueblo. Un
par de mozos iban delante, llevando al hombro sus costales para E l novio le dio a la novia
recoger las ofrendas de los conocidos no asistentes, o que ha­ un anillo de oro fino
bían sido favorecidos con algún plato de buñuelos. Otro enar- y ella le dió su palabra,
bolaba la bota llena de morapio, elemento indispensable, que que vale mas que el anillo.
circulaba de mano en mano, especialmente en los llanos donde
había que parar a dar unas vueltas, y haciendo beber a cuantos Con éstos y otros muchos cantares, iban caminando hacia
a su paso se encontraban. Y hecho este recorrido, volvíase a la la casa y, llegados a ella, entraban los novios, cerrando la puer­
plaza. ta tras sí, mientras los cantantes continuaban a la puerta cantan­
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quien aquí nos ha juntado


do los motivos de su presencia en aquel sitio; hacían sus encar­
gos, todo ello con los siguientes: nos junte en el Cielo. Amén.

No venimos por comer, Algunos, más pesados, se quedaban algún rato dándole la
ni tampoco por beber, lata a los novios, pero lo que podríamos llamar parte oficial, ter­
que venimos por el novio,
minaba aquel día con el Aguilo.
que es un ramito e aurel.

No venimos por el oro, Día de tornaboda


ni tampoco por la plata,
que venimos por la novia, Muy de mañana, acudían los madrugadores a tomar el
que es un ramito de albahaca. aguardiente y los buñuelos y, reuniéndose allí, se preparaban
para continuarla fiesta. El tamboril, instrumento que en las tri­
Y cuando se cansaban de cantar o se acababa el repertorio: bus primitivas servía para congregar los guerreros, cuando al­
gún peligro amenazaba o cuando había que tomar algún acuer­
Abrenos las puertas, novia, do relativo al arte de la guerra, servía aquí también para gue­
las puertas de tu palacio, rrear contra el trabajo esos días; contra el aburrimiento y contra
que vienen las tus amigas la tristeza; y, a fe que eran buenos guerreros, ya que siempre
a darte el último abrazo. conseguían sus objetivos, saliendo vencedores y sin bajas en
sus filas.
Abrenos las puertas, novia, Una vez reunidos, marchaban alegres y con seguridad de
las puertas de tu jardín,
triunfo a tomar por asalto la bodega del padre del novio. Con­
quistaban un jamón, ya previsto de antemano, que el abandera­
que vienen las tus amigas
do cargaba a sus espaldas y del que cada uno iba cortando a
a despedirse de ti. discreción lonjas que, con envidiable apetito, embaulaban rega­
das con las lágrimas a chorros de la bota. Terminado aquel bo­
Estas puertas son de pino tín, pasaban a casa del padre de la novia, donde repetían la fae­
y el cerrojo de nogal, na con los mismos buenos resultados; y, por último, se perso­
abridnos las puertas, novios, naban en casa de los padrinos, a terminar la campaña de la ma­
si nos queréis convidar. ñana.
Este último trofeo les duraba un poco más, porque, rendi­
Cuando cantaban este último, las puertas se abrían y, al dos de tanto asalto, y no teniendo en perspectiva ninguna otra
aparecer el novio en el umbral, le cantaban: fortaleza que desmantelar, con él a cuestas, recorrían el pueblo
con la boca siempre abierta, ya para comer, ya para cantar, ya
Lo que te pedimos, novio, para beber.
por la parte que nos toca, Estos entremeses eran sólo para hacer boca, mientras lle­
que entregues todas las llaves gaba la hora de la comida—¿primera?— de aquel día, en que
a la tu querida esposa. . desde que se levantaban no hacían otra cosa. Era ésta a las on­
ce poco más o menos y, terminada, volvían con su zambra dan ­
Enseguida sacaban grandes baños con ensalada de tomate, zante y cantante, hasta que, al anochecer, las mesas de la Casa
sin agua, que llamaban «piste» y, consumido éste, cantaban la Concejo volvían a presenciar los buenos apetitos de aquellos
siguiente despedida: incansables visitantes. Aun, después de esto, no quedaban con­
formes y, como si les costara trabajo separarse y terminar los
La despedida sos damos, festejos, continuaban dando vueltas con el tamboril, hasta una
la que Cristo dió en Belén, hora avanzada. ¿Verdad, lector, que era un plan como par? abo­
narSe? Por otra parte, la cuota que solía abonarse no resultaba
muy elevada, teniendo en cuenta cuanto hemos dicho. Solía ser
(hará unos veinte años) la siguiente:
Los padrinos, cinco duros, una fanega de trigo, una libra
de chocolate y un roscón.
Los tíos carnales, dos duros y media fanega de trigo.
Los matrimonios más lejanos, treinta reales y una cuarti­
lla de trigo.
Los mozos, cuatro o cinco duros; y las mozas, uno. X I
Como casi todas las bodas habían de celebrarse en el mes de
septiembre, ocurría que, a veces, coincidían dos y hasta tres en
los mismos días, y entonces era la gorda. Cada una tenía su tam­ La feria
boril, sus comidas y sus bailes separados, aunque, para comer y
demás, lo hicieran todos en la Casa Concejo. Así es que ya pue­
de el lector elevar al cuadrado o al cubo todo cuanto hemos di­ Su fiesta
cho y verá si puede hacerse una idea de la que se armaba en el
pueblo aquellos días. Poco hemos de decir de esta feria que desde muy antiguo
venia celebrándose en el pueblo y que, poco más o menos, ve­
nía a ser como todas las de su género. El gran número de gana­
dos de todas clases que ocupaba un rodeo bastante extenso; las
típicas barracas en el ferial; los puestos de zajones y calzados
con que acudían hasta de Torrejoncillo; y los paños del mismo
pueblo, colocados a lo largo de la calle que sube a la plaza des­
de el ferial; los de turrones y caramelos en el Cantón; las tien­
das de cachivaches; los puestos de calderos, trévedes y cam­
panillos de Montehermoso, con su acompañamiento de tenazas,
candiles y demás utensilios domésticos; los montones de puche­
ros del Arroyo y cántaros de Montehermoso; objetos y juguetes
de hojalata; el señor Alejo con su rico helado en el patio del
Ayuntamiento; los del tiro al blanco junto al corral de Concejo
con sus botes, ruedas de tabaco y todos los demás elementos,
secuela obligada de toda feria, sin que tampoco faltaran los clá­
sicos ítiosvivos» con sus caballitos, delicias de los chiquillos.
Celébrase la feria el día veinticinco y veintiséis de septiem- .
bre. A ella estaba unida la fiesta del Santo Cristo, sin duda por­
que la religiosidad de los antepasados no podía entender que
pudiera haber fiesta ni diversión alguna que antes no fuera
santificada por la religión y dejaban para ese día la celebración
de la Exaltación de la Santa Cruz.
No contentos con esta fiesta, en que, con las atenciones de
la feria y forasteros que de todos los alrededores acudían, no
podían dedicarlos exclusivamente a honrar al Santo Cristo, le
dedicaban otra, ya solos los del pueblo, el día cuatro de octu­
bre, prueba de la mucha devoción que le profesaban.
El día veinticuatro, vísperas de feria, salía al toque del An­
gelus el tamborilero por el pueblo a dar la «folia» que, acompa­
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ñada por los cohetes disparados en abundancia y el repique de comisión nombrada por los mozos del pueblo para ir a pedir el
campanas, eran los preludios de la fiesta. Después de cenar piso a los forasteros!!. ¿Qué había ocurrido?. Lo explicaremos
tempranito, pasaba por casa de los mayordomos y, juntos con en breves palabras.
los que se iban sumando, se encaminaban a la ermita del Santo Con motivo de la boda a la que habían asistido, como vi­
Cristo, situada en las afueras. Después.del rezo del santo Rosa­ mos en el anterior capítulo, habían trabado alguna amistad con
rio se encendía el «capazo» y comenzaba «la velá», que sólo en alguna joven, de donde dedujeron y comentaron que acaso te­
las principales fiestas, como vimos en la de San Antonio, se nían intención de decirles algo en serio. En tales casos, se reu­
celebraba. nían los mozos, deliberaban la cantidad y luego nombraban una
comisión que se presentara al pretendiente y pidiera el «piso».
El importe de éste era atendida la calidad del individuo, su po­
El Cristo de «tío Juan ve> sición económica y condiciones de la moza. Pedían cierta canti­
dad, que invertían en comprar varios cántaros de vino que, va­
Primitivamente eran dos los días de fiesta: veintiséis y ciado en grandes baños de barro, colocados en mitad de la pla­
veintisiete. Pero como esos días todo lo ocupaba la feria, hubo za en una tarde de fiesta, servían de fuente pública para todo el
un gracioso llamado «tío Juan ve» que se propuso hacer otro que quería acercarse a beber. Un par de mozos eran los encar­
día más para la gente del pueblo y en verdad que lo consiguió. gados de dar a todos lo que querían y no era extraño ver al fi­
Salía el segundo día en la noche, por el pueblo, tocando un gran nal alguno que otro chiquillo rodando por los suelos. Las jóve­
cuerno y con todos los permisos correspondientes hacía saber nes protestaron de la parcialidad en la distribución y hubo que
a todos los vecinos que, siendo al día siguiente su cumpleaños, apartar alguna cantidad para invertirla en caramelos, cacahuetes
quería hacer gran fiesta y, para ello, invitaba a todos a feste­ o alguna otra cosa por el estilo. Alguna vez, hasta se atrevió la
jarlo. A los forasteros que quisieran quedarse, los invitaba a comisión a pedir un toro, que Ies fué concedido.
comer cada uno de su alforja; y a los del pueblo, cada uno en Pero en esta ocasión, no tuvieron tiempo de tratar de can­
su casa. Los primeros años, salía casi solo acompañado del tidad alguna porque, apenas expusieron a los comensales el ob­
tamborilero y eran pocos los adeptos que le seguían; pero nues­ jeto de su visita, una sonora carcajada resonó en la sala, de­
tro hombre no se desanimaba por ello y, con su paciencia y re­ jándoles corridos.
pitiendo todos los años la misma canción, consiguió que su cum­ Habían tomado las señas cambiadas. No había nada de lo
pleaños fuera grandemente festejado y quedara como una de las figurado. Habían hecho caso de rumores de comadres, que tra­
mayores fiestas populares, conocida por el »día del Cristo de tándose de forasteros que no sabían las costumbres, no tenían
«tío Juan ve». aplicación. Estas y otras muchas razones fueron la contestación
que los comisionados recibieron de los presuntos pagadores de
«pisos». ¿Cree el lector que se pasaron de listos? No era así.
Aunque la costumbre era que el mozo forastero que se ca­
El piso sara con una moza del pueblo había de pagar el piso, sin embar­
go, esto solía hacerse ya en vísperas de amonestaciones. Pero
Reunidos se hallaban en animada tertulia los amigos en ca­ como habían ocurrido algunos casos de quedarse como solían
sa del zapatero la noche de ese día a que nos referimos, del año decir «con las chapas en las uñas» por haberse deshecho la no-
de nuestra narración, despachando a su gusto un hermoso «pi­ viería, querían de antemano y a los primeros rumores asegurar
ro», vulgo gallo, cuando fuertes golpes sonaron en el llamador la presa. Después... ¡que se lo sacaran del cuerpo! No había lu­
de la puerta. ¿Sería algún tardío comensal? Lo que menos po­ gar a devolución.
dían sospechar los que alegres se hallaban en torno a la mesa, Ante la chacota que les hicieron y pidiendo perdón por la
era el objeto de aquella inesperada visita. coladura, se retiraron los comisionados a dar cuenta a sus man­
Abierta la puerta y solicitado el correspondiente permiso, dantes del adverso resultado de la embajada, tomándose enton­
penetró en la sala un grupo de mozos capitaneados por el mozo ces por unanimidad el acuerdo de espiar todos los movimientos
más viejo del lugar. A su vista, suspendieron los comensales su de los forasteros y en caso de que se les hubiera querido enga­
alimenticia tarea, ofrecieron un vaso a los recién llegados y pre­ ñar o liberarse de la costumbre, hacerle pagar «el piso» mucho
guntaron el objeto de aquella visita. ¡Era nada menos que Ja más caro.
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cían esta proeza. De entre los pocos que tal triunfo lograban,
destacaba el tío Senén que, al terminar su turno, la entregaba
triunfante, como diciendo: «¡Así se hace!».
A porfía iban renovándose en este ejercicio de habilidad y
por ello, a pesar de ser pequeño el recorrido, se tardaba bastan­
te tiempo.
Colocada la Imagen en el portalillo que sirve de atrio, tenía
lugar lo que llamaban «el Ofertorio». Sacaban una mesa a la
XII plazuela y en un banco tomaban asiento el sacerdote y mayor­
domos y algún que otro familiar. Sobre la mesa iban los fieles
colocando las ofrendas de la mejor fruta, uvas, sandías, melo­
nes, algún plato de buñuelos o floretas, sin que a veces faltara
E l C risto «le O etu b re algún buen ejemplar de calabazas.
Al lado de la mesa o en el mismo portal, una manta en el
suelo y un montón de costales que iban llenándose con lás cuar­
Libres ya de los compromisos que durante las ferias les tillas y medios celemines de trigo que los devotos .aportaban.
ataban, dedicaban el día 4 de octubre a honrar por entero al Mientras tanto, la gente joven bailaba, solamente jotas, en el
Santo Cristo de los Remedios, fiesta a la que posteriormen­ llano, haciendo tragar polvo en abundancia a los que a la mesa
te añadieron un día más. Diferenciábase del primer día, o sea estaban sentados. En torno de la plazuela, eran colocadas las
de la feria, en que todos los actos de culto se celebraban en la mesas de las confituras, las ruedas de cigarrillos, donde siem­
ermita que a la entrada del pueblo se encuentra. La velada, con pre tocaba, los de las cartas de la suerte y el helado. Aquella
su Rosario, su capazo y tamboril y hasta algunas veces una tarde era también allí la fiesta profana.
rueda de fuegos artificiales, como en la noche anterior. Salían los chiquillos por las calles a subastar las ofrendas
A la hora competente, en la mañana, se celebraba la misa y, terminada ésta, el mayordomo se llevaba los invitados a su
cantada a toda orquesta por un buen grupo de viejos y nuevos casa donde les tenía preparado un refresco, mientras que en el
cantores, que si bien es verdad que algunas veces dejaban es­ llano continuaba la danza hasta el anochecer.
capar alguna nota discordante, debido a la carencia de algún
diente, es no menos cierto que el entusiasmo con que lo hacían,
la buena voluntad, el fervor con que cantaban hasta hacer de­ Ermita del Santo Cristo
rramar lágrimas de emoción en aquel solemnísimo «Incarnatus»
tan maravillosamente interpretado, hacía que todas las demás Aunque sea separarnos un poco de la narración, como su­
faltas, si alguna rara había, pasara inadvertida. Cantaban a la ponemos del agrado del lector conocer algo sobre la ermita, va
perfección la hermosa «Misa Muzárabe», tan generalizada en la a permitirnos esta digresión histórica que, aunque no completa
región, sin la corruptela de otros lugares y que se reservaba en gracia de la brevedad, sea lo suficiente para tener algunos
para las grandes solemnidades. datos.
En la tarde, después del santo Rosario, se tenía la proce­ Fundóse en el pueblo la Cofradía de la Vera Cruz el año
sión, que saliendo de la ermita por la puerta lateral recorría todo 1542. Ni en su fundación ni constituciones se habla nada de la
el llano. Delante de la imagen iba el abanderado que «iba ermita ni de la Imagen que en ella se venera, prueba de que en­
echando la bandera». Llamaban «echar la bandera» al hábil tonces no existía. Es tan hermoso el documento de la fundación;
manejo de una bandera hecha de trozos de raso de ¡os más respira tal virtualidad y nos da úna tan perfecta idea de la acen­
vivos colores, artísticamente combinados, con la que los aficio­ drada piedad de los mayores y antepasados, que no resistimos a
nados seguían el ritmo que Ies marcaba el tamboril. Puesta la la tentación de transcribir alguna cosa de él. Dice el encabe­
rodilla derecha en tierra y manejándola con una sola mano, zamiento:
había de hacer varias maniobras hacia una y otra parte y todo
en redondo, sin que la bandera tocara el suelo ni quedará liada «En el lugar de la Higal, jurisdicción de la villa de Granada, en
al asta. El que esto hacía era un héroe y eran raros los que ba- seis días del mes de marzo, año de mil y quinientos y cuarenta y
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dos anos. A honra de Dios Nuestro Señor y de su Bendita Madre, existir, hublérase agregado a la Cofradía, que allí hubiera hecho
se constituyó la cofradía de la Cruz de Cristo Redentor Nuestro, su fiesta principal como ocurre desde hace varios siglos.
Sin embargo, pocos años después, después del 1570, hicie­
en la iglesia parroquial de Nuestra Señora y se ordenaron los
ron una pequeña capilla y compraron la Imagen, sin que poda­
estatutos presentes por el mayordomo y cofrades della, en la forma mos precisar fecha y lugar donde se adquirió. La pequeña capi­
siguiente: Per signum Crucis de inimicis nostris libera nos Domine lla primitiva ocupaba lo que hoy es la capilla mayor, poco más
Deus noster. In nomine Patris et Filii et Spiritus Sancti. Amen o menos.
Jesús. Queriéndonos gloriar en el árbol de la Cruz de Cristo Re­ En dos de mayo de 1626, el doctor don Francisco González,
dentor Nuestro, por el Cual somos hechos salvos y libres; conside­ provisor y vicario general del obispado por don Pedro Carvajal,
rando cómo el manso y humilde Cordero, hijo de Dios verdadero, obispo de Coria, aprobaba la solicitud siguiente:
Señor Nuestro, quiso ser crucificado en aqueste bendito árbol y de­
«Hernando bm. licenciado, clérigo beneficiado de la parroquia
rramar su precisa sangre por nosotros y por todo el humanal linaje;
del Ahigal, lugar deste obispado, y Juan Bueno, mayordomo de la
nos, el mayordomo y cofrades desta dicha Cofradía, vulgarmente
Cofjadía de la Santa Vera Cruz, y los diputados della, besamos a
llamada de la Vera Cruz, aunque indignos, teniendo deseo, en me­
vuestra merced las manos y le suplicamos nos dé su licencia para
moria de la pasión de Cristo Redentor Nuestro y en remisión de
que se pueda decir misa en el humilladero deste dicho lugar, aten­
nuestras culpas, de derramar nuestra humana sangre por tan buen
ta la decencia que tiene y la mucha devoción que la gente tiene
Señor, desde agora y para siempre, con entera fe, verdadera espe­
con un Cristo que allí está; que en hacerlo ansí hará vuestra mer­
ranza y entrañable amor, nos arrimamos a este bendito árbol de la
ced servicio a Nuestro Señor, y a nosotros muchísima merced.
Cruz y con ella nos abrazamos y, juntos a ella, queremos morir y
Dios, etc.».
la tomamos por escudo y defendimiento todos los días de nuestra
vida y a la hora de la muerte contra las tentaciones del demonio y En contestación a esta solicitud concedió el referido señor
peligros del mundo. Para lo cual ordenamos y establecemos desde obispo que se pueda celebrar misa en el humilladero de dicho
agora para siempre jamás, para nosotros y para los que después de lugar el día de la fiesta de la Santa Cruz de Mayo de cada un
nosotros vinieren, aquesta Cofradía y hermandad, para gloria de año, estando el dicho humilladero decente y conveniente para
Dios Nuestro Señor y bien de nuestras ánimas y honra de nuestras
celebrar en él misa.
Debemos poner la construcción de la pequeña ermita de los
personas. Amén.»
años 1570 al 1580, en que quedó terminada. Al tomar las cuen­
«Sea Nuestro Señor principio, medio y fin de nuestras obras. tas al mayordomo Lorenzo Pérez por su libro de gastos, en 24
Sea bendita y loada la gloriosa siempre Virgen María Señora Nues­ de julio de 1580, los señores Bernabé Fernández, clérigo tenien­
tra, abogada de los pecadores, agora y para siempre jamás. Amén*. te de cura en el dicho lugar, y Juan Cabezalid y Andrés Núñez,
Francisco Domínguez y Juan Pérez y Alonso Ximón y Francisco
Siguen luego los capítulos de los Estatutos, siendo el pri­ González, mayordomo entonces, y Francisco Esteban (que fué
mero el siguiente: *De! lugar y dia desta devoción: Primera­ el que hizo a su costa la Cruz de la Nava, como reza la inscrip­
mente, ordenamos que el lugar desta devoción sea siempre la ción), entre otros gastos, están los siguientes:
iglesia de Nuestra Señora, parroquial deste dicho lugar, y día
de la Invención de la Cruz, que en tres de mayo, desta manera». «Vióse el libro de gastos que había gastado en servicio de la
Explica cómo se ha de hacer la fiesta. Cofradía en gastos lícitos, con tres mil quinientos y dos maravedi­
En el capítulo de lo que los cofrades han de hacer el Jueves ses que había pagado a Alvaro de Vega, para en parte de pago de
Santo, dice cómo se han de reunir en la Casa Hospital para, la obra de la ermita, de su cargo mil y trescientos y quince ma­
desde allí, precedidos por el Crucifijo, (sin duda el que está en ravedises».
la iglesia y sale en los entierros) hagan la procesión «por el si­
tio que designe el cabildo anterior». Mas para nada se habla de Sin embargo, posteriormente de los años 1720 al 1740, se
la ermita del Santo Cristo. hizo la ampliación de la ermita en la forma en que hoy se halla
Tenemos, por consiguiente, un argumento negativo para y, más tarde aún, el portal que sirve de atrio.
asegurar que en esa fecha aún no existía la ermita, ya que de Para realizar estas obras, como no disponían de capital pa­
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ra ello, tomaron el acuerdo de'hacer una senara a favor del San­


to Cristo, es decir, los cofrades, por prestación voluntaria, dedi­
caban algunos días, probablemente días festivos, después de. oír
la santa misa y, previamente dispensados para ello, para que
no les fuera tan gravoso, a labrar y demás faenas agrícolas de
siembra y siega de trigo en ciertos terrenos ya de la Cofradía o
cedidos para ese fin, y con el producto de la cosecha hicieron
las debidas obras. X fi I I
El 21 de mayo de 1756, giró su primera visita pastoral el
señor obispo don Juán-José García Alvaro y el retablo ya esta­
ba terminado. Entre otras cosas, daba gracias al pueblo por la
«senara» que habían hecho los vecinos en favor del Cristo. Y üMá-a d e i M f n n t o s
ordenaba, además, se dorase el retablo, autorizando se sacaran
fondos de San Antonio y San Ramón, si la Cofradía,no tenía
bastante para hacer este dorado, que según el presupuesto del
señor párroco don Pedro Mirón Bueno ascendía a 400 ducados, Las primeras nevadas del otoño cubrieron de blanco sudario
equivalentes a 4.400 reales, osean, 149. 600 maravedises. las crestas de las vecinas sierras. El viento helado, soplando con
Como la cantidad era bastante respetable, quedó sin dorar fuerza sobre el desamparado llano, obligó a buscar junto al hu­
el retablo. Cuando volvió en su visita de 19 de mayo de 1760, mor de la lumbre o alrededor del brasero el calor que brusca­
repitió el mandato. Pero se conoce que andaban mal de cuartos mente retiró la naturaleza, cansada sin duda de tan prolongado
y continuó sin dorar. verano. Cesaron los paseos vespertinos a la Cruz de Palo; cesa­
En su tercera visita, en 26 de noviembre de 1772, vió que ron también los de Santa Marina; cesaron las bajadas a la huer­
ya tenían caudal suficiente, por lo que dispuso diesen comienzo tas de la Vega Larga.
las obras del dorado, que fueron ejecutadas por el maestro dora­ Había que reducirse a salir un poco por la carretera del C e­
dor Manuel Ximénez, nalural del lugar de Villa Franca, del obis­ menterio, bajando algunas veces hasta el puente sobre el Palo­
pado de Avila; y, reconocidas y halladas a satisfacción por el mero donde, sentados tras las paredes de una antigua venta de­
perito llamado para ello Francisco Clemente, maestro dorador, rruida, charlaban mientras fumaban el cigarrillo del descanso.
vecino de Perales del Puerto, en 6 de mayo de 1774. Este calculó Un poco más apacible de los que le precedieron se prensen-
se habían gastado en dorar el retablo del Cristo, con los adya­ tó el día de Todos los Santos. Terminadas las Vísperas, Oficio
centes de San Antonio y San Ramón unos «diez y nueve mil y de Difuntos y Rosario, mientras las campanas con sus lúgubres
nueve e siete mil panes de oro». La obra terminó en 1774, sien­ tañidos recordaban a los vivos era aquél el día consagrado a
do mayordomo Gabriel Montero y párroco don Pedro Mirón. orar de un modo especial por los que fueron antes que ellos, cu­
A referida Cofradía de la Santa Vera Cruz fueron aplicadas ya doliente voz parecía reflejarse en el doblar de las campanas,
las indulgencias concedidas por el papa Paulo III a petición del en los negros crespones que cubrían el túmulo, en el aire miste­
cardenal Francisco, del título de Santa Cruz de Jerusalén, por el rioso de las personas piadosas, hombres y mujeres, que entra­
que habían sido publicadas en 7 de enero de 1536. ban y salían de la iglesia, aprovechando ese día de misericordia
No nos atrevernos a dar más datos sobre la ermita, por no en favor de las almas de aquellos fieles que murieron en gracia
cansar al lector. de Dios, después de una sincera reconciliación, pero que debían
pagar el reato de sus culpas, es decir, en favor de las almas del
Purgatorio, nuestros amigos, como fieles y buenos hijos, fueron
al Cementerio a rogar por los que allí yacían esperando la resu­
rrección de la carne.
Consoladora esperanza, en la cual nos apoyamos para ca­
minar por el sendero lleno de abrojos de esta vida, es la doctri­
na que la Iglesia nos ofrece sobre la vida futura, que sacia los
deseos de nuestro entendimiento y calma las ansias de nuestro
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corazón, el cual aún en medio de los goces de aquí abajo, aún allí algún indicio de su personalidad; alguna diferencia que me
en medio de la felicidad pasajera que a veces experimenta, aún Hiciera conocer la categoría del que allí yacía; buscaba algo, no
en medio de las mayores alegrías, halla siempre la espina del sé qué, que me revelara el misterio del sepucho. ¡Todo en vano!
dolor que cruelmente le hiere. En todos hallé lo mismo. Un montón de trapos que se rompían
Ciertamente que al morir todos bajamos al sepulcro y una con la facilidad del papel mojado al tocarlos y de entre los cua­
estrecha habitación es nuestra morada; una capa de tierra serán les el sepulturero, con mano indiferente, iba sacando los huesos
las galas y atavíos, adornos y riquezas, que los hombres, por que sin dificultad alguna se desarticulaban. Un pañuelo liado a
muy ricos y poderosos que sean y por mpcho que nos quieran, una negra calavera. Las falanges de los dedos que se desparra­
podrán darnos. Pero, ¿acaba ahí todo? maban entre los pedazos de trapo descolorido. La disolución.
Tal vez, mezclados en la misma fosa, yacen los restos del ¡El polvo!
hombre virtuoso y bueno que supo vencer sus pasiones y los del Largo rato permanecieron en el cemeterio los dos amigos,
vicioso que gastó su vida encenagado en el vicio; los del hom­ acompañados de algún otro, entregados a profundas reflexiones,
bre honrado que pasó su vida haciendo el bien y los de aquél hasta que frescas risas, que a sarcasmo sonaban eri la proximi­
que sólo pensó en aprovecharse de los demás sin reparar en me­ dad de aquel lugar de descanso, les hicieron volver a la realidad
dios, fueran lícitos o ilícitos; los del hombre todo caridad y amor y, después de musitar sus últimas plegarias sobre aquellas tum­
para con el pobre, el desvalido y el menesteroso, y los de aquel bas para ellos desconocidas, salieron para darse un paseo.
otro, egoísta, que sólo pensó en atesorar riquezas, que' acaso A sus ojos apareció el contraste mayor que en aquella tarde
no había de disfrutar, amasadas con lágrimas ajenas. Juntos es­ podían esperar, dado su estado de ánimo. De entre los olivares
tán los cuerpos, pero ¿y las almas? t Será igual el fin de todos? de los alrededores se elevaban columnas de humo. Risas y alga­
¡No!, clama la conciencia y la razón, que no pueden comprender zara se oían por doquier. ¿Qué era aquello? ¿Acaso una burla?
que sea igual el fin del hombre virtuoso y del vicioso; del hon­ Muy pronto pudieron darse cuenta de lo que se trataba. Era que
rado y del criminal. Por el contrario ¡cuán bién entiende y sien­ niños y jóvenes, mozas y muchachas, se dedicaban a asar «la
te aquellas palabras de la Sagrada Escritura que señala a cada cal votada».
uno su fin!. Aquel día, en vez del baile, salía la gente joven después
Acaso yacen uno junto al otro aquellos seres que en vida del Rosario llevando sus cestas de castañas y frutas. Después
fueron enemigos irreconciliables, que por viles intereses mate­ de una breve visita al cementerio, se dispersaban por los oliva­
riales rompieron la armonía que los unía, ya de familia, ya de res buscando un lugar resguardado. Recogían ramas secas
amistad que prometía ser eterna, tal vez por una ambición, aca­ de olivo y en una gran hoguera asaban las castañas, que habían
so por un puñado de tierra, pudiéndoseles aplicar aquellos ver­ de defender a veces porque los mozos merodeaban y hasta se
sos de un poeta: atrevían a sacarlas del fuego.
Sin rumbo fijo a donde dirigirse, subieron hasta el cemen­
Levántanse las naciones:
terio viejo. Atravesaron «el toconal de Los Mahillos». Subieron
Unos a otros arman guerras a Santa Marina aún perseguidos por la algazara de los olivares
y así se matan los hombres mezclada con el lúgubre tañido de las campanas. Y cual meros
por un puñado de tierra autómatas, sin decirse palabra, continuaron caminando. Hubie­
ran caminado no sabemos hasta cuando, si, al darse cuenta, no
Por un puñado de tierra notaran que estaban entrando en el puente que da paso a la de­
y luego después de muertos hesa y oyeran las voces que daba el vaquero reuniendo su
les sobra tierra, si logran ganado.
un rincón del cementerio. Sentados en el pretil del puente se hallaban, fumando su
cigarrillo, el único que las reflexiones de la tarde les había per­
¡Cuantas enseñanzas se desprenden de una visita reflexiva mitido, cuando vieron acercarse al vaquero que, sombrero en
al cementerio, siempre, pero especialmente el Día de Difuntos! mano y después de saludarles con el «Dios guarde a ustés», les
Deseoso de conocer la transformación operada en el sepulcro, pedía tuvieran la bondad de darle lumbre para encender su ci­
he visto abrir muchas cajas donde estaban encerrados los restos garro. Habíase dejado olvidada, no sabía donde, la larga me­
de algunos que hacía años habían muerto. Esperaba encontrar cha con su canutillo de caña, liada al deslabón y pernala que
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usaba para tales menesteres y llevaba varias horas sin poder sima Virgen a aparecerse al vaquerito al día siguiente, comuni­
echar humo. cándole lo que había acurrido durante la noche y la familia que
Y como suele acontecer a los de este oficio, que, obligados había sido, diciéndole además que a nadie más volvería apare­
al mutismo por no encontrar muchas veces con quién pasar al­ cerse en aquel lugar hasta que hubieran muerto todos los des­
gún tiempo de charla, aprovechan las pocas oportunidades que cendientes de aquella familia, de los cuales sólo quedaba ya una
se presentan, así nuestro vaquero sentóse /junto a los que des­ mujer anciana llamada «tía María la santera» que vivía en la
cansando estaban para echar unas parrafadas con ellos. Después Granja. No sabemos, si habrán de pasar muchos años hasta que
de distintos giros de la conversación, vino a recaer sobre lo so­ el prodigio vuelva a relizarse.
litario del lugar; sobre su religioso silencio, no turbado por nin­ Corí la entretenida y curiosa charla del vaquero, apenas se
gún otro ruido que el manso correr del arroyo, deslizándose dieron cuenta de que el sol se había ocultado tras las sierras,
bajo el puente, y el que más abajo producía al despeñarse en la hasta que el crepúsculo vespertino comenzó a perder su luz y
pequeña cascada de la pesquera o presa del molino o lagar <de las sombras de la noche comenzaban a invadir el lugar. Como
Traza». Influenciado tal vez el vaquero por la solemnidad del la distancia hasta el pueblo era larga, despidiéndose y agrade­
paisaje en aquella hora propicia a la meditación, por el miste­ ciendo al vaquero la hermosa narración que acababa de contar­
rioso silencio del lugar o por el deseo de explanar ante aquellos les, apretaron el paso, a pesar de lo cual, cuando llegaron al
desconocidos los recuerdos o tradiciones de familia, aprove­ pueblo, la noche estaba bien cerrada.
chando un intervalo en el diálogo, habló de esta manera: Desiertas estaban yíf las calles, sin rondadores que esa no­
—¿Ven ustedes aquella peña de allí abajo? Pués bien, junto che las cruzasen cantando. Sólo de cuando en cuando, al cruzar
aquella peña hay escondido un tesoro y una imagen de la ante alguna puerta entornada, por las rendijas salían, juntamente
Virgen. con la luz, alegres voces juveniles, sin duda de algunas amigas
Ante la curiosa sorpresa de los oyentes el vaquero continuó: que tranquilamente asaban su calvotada, si acaso no habían po­
—Bajo este puente acuden a sestear los ganados durante las dido hacerlo en la tarde pacíficamente.
horas de calor del verano. Uno de mis antepasados, siendo pe­ Todo lo demás parecía dormido. Sólo en lo alto de la torre
queño, venía a este sitio a sestear con sus vacas. Tan bueno y las campanas continuaban sus tristes lamentos. Al pasar junto á
sencillo era que la Santísima Virgen con el Niño se le aparecía ella, vieron salir un grupo de hombres de edad madura que, se­
y hablaba con él. El Niño, dejando ios brazos de su madre, en­ gún costumbre, acudían todos los años a doblar un rato por sus
treteníase en jugar con el pequeño vaquero muchas veces. difuntos, acompañados los dobles con las plegarias.
Cuando contaba esto a otros compañeros de oficio, se reían de Cuando llegaron a su posada, nadie hablaba. Sentados to­
él llamándole tonto y visionario. Algunos, sin embargo, comen­ dos alrededor de la camilla, rezaban el Rosario por los Difuntos.
zaron a sospechar de que pudiera haber alguna realidad en lo Lo que arriba queda dicho que el vaquero contó a los foras­
que el niño decía, al notar con cuánta exactitud se sucedían las teros sobre la aparición de la Virgen, es una tradición antigua
cosas que él anunciaba, propias de su ocupación. Por ejemplo, que, a través de las generaciones de abuelos a nietos, ha ido
cuánta y de qué color iba a ser la cría de su vaca; si uno, si transmitiéndose y que recogí de labios de los más ancianos del
dos, si blanco, si negro o colorado; dónde habían de buscar el lugar. Como en el prólogo queda dicho, estos apuntes termina­
ganado perdido y otras cosas por el estilo. Manifestóle, según ron de escribirse en julio de 1936 y, por consiguiente, el capítu­
dijo, también la Virgen que en aquel lugar quería ser honrada lo que precede estaba ya escrito cuando ocurrieron los sucesos
con un santuario y, para levantarlo, había allí junto a la peña que ligeramente he de referir, relacionados con la tradición.
un tesoro lo suficientemente grande; pero sólo lo encontraría Me hallaba sentado a la puerta de la tahona, departiendo
aquél que al buscarlo llevara como mira especial, no la ambi­ amigablemente con el dueño, una tarde del mes de junio de
ción del tesoro, sino el deseo de hallar la imagen y levantar el 1942, cuando vi venir apresuradamente y con señales de venir
santuario. Prueba de que ya sus prediciones eran creídas, fué emocionadas a un grupo de jóvenes que, apenas sin mas tiempo
que apenas aquella nueva se corrió por el pueblo, hubo una fa­ que el de saludar, me preguntaron:
milia ambiciosa que deseosa de apoderarse del tesoro y apro­ —¿No sabe usted lo que pasa en su pueblo? Han venido
vechando las sombras de la noche para no ser descubiertos, unos cabreros y vienen contando muchas cosas que allí pasan,
provistos de azadones y palas y picos, vinieron a este lugar, de que se aparece la V'rgen a una niña, cerca del puente de la
trabajando toda la noche sin ningún resultado. Volvió la Santí­ dehesa donde, ellos están con las cabras.
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Inmediatamente vino a mi mente el recuerdo de ja antigua a rezar el Rosario una tormenta y todas se mojaron menos la
tradición e invité a las jóvenes que pasaran por casa, donde les niña que, según decían, afirmaba que ella no se había mojado
leí lo que sobre el particular tenía escrito. Terminada la lectura, porque la Santísima Virgen la había cubierto con el manto, por­
me afirmaron que eso era lo que se decía. que en este caso teníamos ya un signo externo de verdadera
Los rumores se hicieron cada vez más insistentes. Hasta se Revelación, y si a este venía a unirse el cumplimiento de lo pre-
contaban casos extraordinarios que pusieron en conmoción al dicho sobre la muerte de la «Santera» teníamos ya los dos: el
vecindario. Constantemente acudían a mí en demanda de noti­ milagro y la profecía.
cias que confirmaran o rechazaran tales aseveraciones, cosa que El señor Párroco me contestó que realmente ninguno de los
yo no podía hacer por carecer de noticias concretas. No podía hechos estaba probado pero que, sin embargo, alguna cosa rara
afirmarlo, por carecer de elementos suficientes de juicio; ni po­ se notaba en la niña, ya en sus contestaciones a veces impropias
día negarlo, porque el Señor manifiesta su gloria cuando quiere, de su edad, ya también sobre todo en la distribución de las flo­
como quiere y con los instrumentos que mejor le parece por pe­ res, dando a cada uno aquella flor que más simbólicamente po­
queños e insignificantes que a los ojos de los hombres aparez­ día representarle y en negarla a los que consideraba indignos.
can. Y, además, porque al coincidir los hechos que se narraban Al mismo tiempo, escribí también al señor Párroco de Aba­
con la antigua tradición, si la niña no la conocía ya, al menos día y Encargado de La Granja, para que me dijera si existía la
era un motivo suficiente para ponerse en guardia y esperar los referida mujer y si antes del día 7 ocurría su muerte, no dejara
acontecimientos. de comunicármelo inmediatamente aún con un propio. Este me
La niña, acompañada de otras muchas niñas y aún personas contestó antes del citado día manifestándome que ciertamente
mayores, acudía todas las tardes a la peña a rezar el Rosario y existía en la Granja la mujer por quién preguntaba y que, por
apenas cruzaban el Arroyo del Cardador, decía la niña que veía cierto, la pobre no dejaba de llorar ya que toda la gente le decía
una carretera de flores de las cuales ella iba recogiendo y entre­ que tenía que morirse antes de aquel día.
gando a unos y otros. Nadie, sino sólo ella, las veía. Al entre­ Tal revuelo levantaron las últimas manifestaciones de la ni­
garlas, les decía que las verían y tendrían en las manos el día que ña, que hasta de las regiones más apartadas se preparaban gru­
la Santísima Virgen se apareciera a toda la gente. pos de peregrinos para acudir el día señalado, y hasta de Mála­
Otros muchos casos extraordinarios se contaban. Pero lo ga hubo algunos que llegaron las vísperas. Por aquí pasaron al­
que más vino a aumentar la expectación general, y en mí la du­ gunos que allá se dirigían y hasta de este pueblo no faltó alguna
da y la esperanza, fueron las últimas manifestaciones que, según persona que sin esperar mi aviso se pusieron en camino.
me dijeron, había hecho la niña. Uno de los días de la segunda Las autoridades civiles y eclesiásticas, ante la amplitud del
quincena de junio, la niña manifestó que le había dicho la Vir­ movimiento, tomaron cartas en el asunto y, pocos días antes del
gen que se aparecería en el lugar señalado, cerca del puente, el señalado, el señor Gobernador Civil envió con su coche a reco­
día 7 del próximo julio; que todos los enfermos serían curados; ger la niña y llevarla a Cáceres, no en plan de detenida o presa,
que la verían todos y, ese día, se verían las flores que abundan­ como falsamente se dijo por algunos, sino en plan de observa­
temente había distribuido. Pero que antes de ese día, habría de ción. La hizo examinar y observar por los médicos especialistas,
morir «tía María la Santera que estaba en la Granja». por si había algo anormal en sus facultades, lo que dió resulta­
Ante tan categóricas afirmaciones y el nerviosismo de los do negativo, El señor Obispo nombro un teólogo para que exa­
feligreses que se disponían en gran número a emprender el via­ minará sus manifestaciones y las notas que parece se habían ido
je, hube de manifestar públicamente, desde el púlpito, que tuvie­ tomando por algunos del pueblo, cuyas pruebas no parecieron
ran un poco de paciencia y si de las gestiones que iba a realizar lo suficientemente convincentes para dar por ciertos y probados
resultaba algo cierto, sonaría la campana y yo el primero, a pie los hechos. Y, así, quedó la cosa en suspenso, en espera de nue­
y tras mí todo el que quisiera, emprenderíamos el viaje. vas aportaciones, permaneciendo la niña con su madre en Cá­
Escribí al Párroco para preguntarle si estaba realmente pro­ ceres durante algún tiempo, siendo costeados por el señor Go­
bado alguno de los hechos que se contaban, entre otros, el que bernador los gastos que su estancia ocasionara y haciendo a la
una de las tardes y a presencia de mucha gente había sido cor­ niña algunos obsequios.
tado un galapero que se hallaba en el camino y que al día si­ Circunstancialmente, hube de ir a Cáceres por aquellos
guiente había aparecido tan frondoso como estaba antes de cor­ días, mediados de julio, y allí me encontré a la niña que casi
tarlo, y que otra de las tardes sorprendió a las niñas cuando iban todos los días iba por mi casa a ver a mi madre que se hallaba
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enferma y pasar el rato con mi familia. Quise interrogarla sobre


las distintas cosas que se habían dicho. Ya fuese porque para
ella, al fin, era un desconocido o porque su madre le hubiera
prohibido en absoluto el contestar ni hablar del asunto, lo cier­
to es que mirándome con su angelical sonrisa y haciéndose la
distraída, se encerraba en el más completo mutismo. Sólo al
preguntarle si le quedaban muchas flores me contestó vivamen­
te que le quedaban ocho. Y haciendo como el que escoge, me
entregaba una de ellas, muy hermosa por cierto y apropiada, X IV
diciéndorae cuáles eran las siete restantes que le quedaban.
Posteriormente, no ha vuelto a hablarse del asunto, al me­
nos que haya llegado hasta mí, sino solamente el que algunas
personas continuaban yendo a rezar el Santo Rosario en las Iva» ¡fla ta n z a i
tardes al lugar que llamaremos «de lás apariciones».

Cual cansado viajero que recorre largo desierto espera con


ansiedad el suspirado oásis que venga a romper la monotonía y
tristeza del paisaje, darle el descanso que apetece y proporcio­
narle agua y alimentos para poder llegar al término de su viaje,
no de otra forma nuestros huéspedes esperaban algo que vinie­
ra a romper la monotonía de su vida casera, ya que tanto arre­
ciaron los fríos que apenas si Íes permitían hacer otra cosa que
dedicarse a no abandonar uno u otro brasero, ya en casa del
Zapatero, ya en torno a la radio del Médico, ya entre los matra­
ces y almireces del Boticario.
Con mucha razón los poetas han comparado al invierno con
la muerte y, en realidad, nuestra vida no es otra cosa que un
círculo que necesariamente hemos de recorrer empujados por
una mano providente que ntfs guía indefectiblemente a nuestro
fin. Pasamos por la Primavera de la vida, infancia y pubertad,
edad de las flores, de los ensueños, de las ilusiones y esperan­
zas. Viene luego el Verano de nuestra existencia, maduración
de frutos, realización de planes trazados, el choque de la reali­
dad con los ensueños. Y pasada esa época, comienza el Otoño
de los desengaños, de la experiencia que con el rodar de los
años tanto enseña, recogida de frutos de la semilla y árboles
plantados en la juventud. Y tras ese período, no queda otro que
el Invierno de nuestros días: la muerte.

Nuestras vidas son los ríos


que van a dar en la mar,
que es el morir;
allí van los señoríos
derechos a se acabar
y consumir.
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¿Puede darse más exacta comparación de lo que es nuestra chamuscados y descuartizados, se sentaron los fautores a la me­
vida? Como el río, se desliza, unas veces, plácida y tranquila sa, mientras el Veterinario reconocía las carnes y dictaminaba si
formando remansos de paz y bonanza. Discurre, otras veces, estaban útiles para el consumo.
por el camino del deber, contenida por la presa de la razón, A partir de ese momento, se ponía en movimiento toda la
convirtiéndose en fuerza, energía, luz y calor. Turbada por las colmena «matancera». Los hombres, manejando hábilmente los
pasiones que la empujan, precipítase, otras veces, formando cuchillos, picaban la carne en pequeños pedazos, haciendo de
acaso ruidosos torrentes desbordados. Y después de mucho co­ cuando en cuando sus paradas para echar una ronda de la jarra
rrer, precipitarse, fecundar la tierra o arrasar lo que a su paso del vino, para ayudar a pasar algún trocillo que se había saltado
encuentra, viene por fin a parar a «la mar que es el morir», don­ a la lumbre y no había que desperdiciarlo. Las mujeres, unas
de todo lo de acá abajo termina. preparaban los adobos para las morcillas que habían de hacerse
Estas y otras muchas consideraciones se hacían mientras, en la tarde, mientras otras marchaban al Arroyo Palomero a la­
sentados al amor del brasero, veían discurrir bs tardes tristonas var las tripas. La chiquillería, después de recibir su correspon­
del invierno y sentían los rugidos del fuerte viento azotando con diente ración de rabo, cargando con sogas, marchaba a los oli­
furia los cristales de la ventana. Una tarde, en que por entrete­ vares más cercanos o al álamo de la iglesia, buscando un buen
ner el aburrimiento se habían puesto a echar unas manos de tre­ árbol a propósito para colgarlas y pasarse la mañana colum­
sillo, advirtieron que desde el corral contiguo comenzaron a su­ piándose.
bir hasta ellos alegres conversaciones, chillidos de chiquillos, Hacían las mujeres, en la tarde, los embutidos de calabaza
constante deambular de acá para allá, ruidos de trebejos, cace­ y gorduras. Llegada la noche, dando de mano a las faenas del
rolas y calderos. Se les explicó que se estaban haciendo los pre­ día, «se armaba la gorda».
parativos para la matanza que al día siguiente iba a tener lugar. Los chiquillos y hasta los adultos, mozuelos y mozuelas,
asaltaban la cocina, que quedaba despojada de cuanto instru­
Desde muy temprano, era un entrar y salir constante en la
amplia cocina, en la cual ardía un fuego confortable rodeado de mento pudiera hacer ruido. Tapaderas de lata, almireces, sarte­
grandes pucheros conteniendo agua hirviendo los unos, abun­ nes y demás chirimbolos, pasaban a las alevosas manos de los
dante comida los otros. Un caldero, donde se preparaban las matanceros y con tan primitivos instrumentos musicales forma­
clásicas migas colgado de las llares, en medio. Algunas cabezas ban charangas, que en enorme algarabía recorría las calles del
de ajo, tostándose junto al fuego, sobre la lancha de la lumbre. pueblo. Ni había perro al que no persiguieran, ni gato que espe­
La botella del aguardiente en el vasar contiguo, al alcance de to­ rara la llegada de los bulliciosos. Piedras arrojadas a las casas;
do el que llegaba. Solía reunirse para esto toda la familia y, si asfixiantes zahumerios de todo lo mal oliente que pudieran ha­
ésta era numerosa, escusado es decir que aquello se convertía llar, que dejaban colocado entre los cántaros de la cantarera, et­
en una boda. cétera, etc. Tales y otras muchas «perrerías» eran la estela que
Reunidos cuantos habían de tomar parte en la fiesta, descol­ aquella desordenada ronda iba dejando atrás. A mayor abunda­
gábase el caldero; se colocaba en el suelo y, todos en pie ro­ miento, en sus faenas juntábanse a veces con los festejantes de
deándole, iban sacando de él con el gran cucharón de hierro lla­ otras matanzas que, armados de los mismos instrumentos y dis­
mado la cuchara jerreña>. Con ésta echaban las migas en el puestos a hacer las mismas travesuras, hacían que las gentes
hueco de la mano, volviéndola a dejar en el caldero. Ordinaria­ pacíficas tomaran sus precauciones, para evitar desagradables
mente, no se usaban para las migas más platos, cucharas ni man­ sorpresas.
teles. Los ajos asados y los higos pasos servían de postre en es­ Cuando, cansados de sus correrías, de sus cantos, saltos y
te almuerzo, en que la botella del aguardiente no dejaba de cir­ carreras, regresaban a casa, sentados en torno a la mesa, espe­
cular de mano en mano. Esto era solamente un tentepié para re­ rando la hora de la cena, se entretenían en jugar al «cuco» o a
parar fuerzas mientras se mataban y descuartizaban los animales. «las pinzorras¡>, si no había algún buen narrador que les hiciera
Terminado el contenido del caldero y demás adminículos, se pasar el rato, entretenidos con cuentos, narraciones, chistes o
procedió a la captura de los animales en medio de la algazara de coplas, aunque fueran las divertidas historias «del. que metió la
la Chiquillería, que desde muy temprano se había hecho presen­ cabeza», de «Bertoldo, Bertoldino, su hijo, y Cacaseno, su nie­
te. Recostados los animales sobre las toscas mesas de encina, to», de «los doce pares de Francia», «Lisardo, el estudiante» o
uno de los presentes empuñó el cuchillo de ancha hoja y, sucesi­ algún que otro cuento de las «Mil y una Noches».
vamente, fueron cometiéndose hasta tres «guarricidios». Una vez Retirábanse bastante tarde, para volver al día siguiente con
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buenos ánimos a darle la batida a las migas, los ajos, los higos Poco después de la salida de la iglesia, y cuando ya las
y el aguardiente, pues dos eran los días señalados para la pre­ gentes, retiradas a casa, se disponían a entregarse al reposo,
paración de las matanzas. dejóse uir la campana mayor de la torre, tocando a rebato. El
Como el segundo día era poco lo que los hombres tenían rápido «don-don de la campana y la voz de ¡fuego!, alarmó por
que hacer, se entretenían en jugar a la gallina ciega. En un hoyo completo al vecindario. Rojizas llamas iluminaron el firmamento,
enterraban un gallo vivo, dejándole fuera sólo la cabeza, para que tétrico aparecía en aquella hora solemne de la noche. A la
que no se asfixiara. Desde alguna distancia, con los ojos venda­ voz y preguntas de ¿dónde?, aunque, innecesarias, se sucedían
dos y una estaca en la mano, después de darles unas vueltas las carreras mezcladas con las voces y ruidos de cubos, cánta­
para desorientarlos, iban probando su habilidad en no despistar­ ros, calderos y cuantos enseres habían de servir para transpor­
se, a pesar de las vueltas; y no dejaba de ser divertido, a veces, tar agua con que apagar el incendio. Los más arriesgados, ar­
cómo después de contar los pasos, cosa que se les permitía an­ mados de hachas, trepaban por escaleras de mano y cortaban
tes de ser vendados, daban buenos estacazos en el suelo y tan­ las maderas para localizar el fuego e impedir se transmitiera a
tos pasos en dirección contraria. Era raro el que acertaba con la los edificios contiguos. Era ya de bastante consideración y 110
cabeza del gallo, en cuyo caso el juego terminaba, si no había podía localizarse de otro modo. Por las distintas escaleras ado­
otro que le sustituyera. sadas al edificio un cordón de cubos y cántaros, como los can-
Otras veces, mientras colgaban de las cañas los embutidos jilones de una noria, subían y bajaban, llenos y vacíos. Desde
que las mujeres iban preparando, acechaban la entrada en casa los vecinos pozos un hormiguero humano se movía, transpor­
de algún distraído, que pasara del umbral sin pronunciar la frase tando el ansiado líquido.
de ritual. Los esfuerzos de los caritativos vecinos, que se unían como
Esta era la de «echad un trago» y «asad un cacho». Si era un solo hombre en semejantes casos, hoy por tí, mañana por mí,
pronunciada a tiempo, le alargaban la jarra del vino, que sobre viéronse coronados por el éxito. El incendio, de fantásticas pro­
una de las mesas estaba siempre dispuesta, pero si no la pro­ porciones, que amenazaba correrse a los demás edificios, cedió
nunciaba, le cogían en volandas los que más cerca estuvieran y ante el impulso arrollador de aquellas improvisadas bombas,
levantándole hasta el techo le hacían dar en él con la cabeza y hábilmente dirigidas desde los puntos más estratégicos.
así lo sostenían, hasta que pronunciara la consigna.
Por la noche, se repetía la zambra de la anterior. Las vuel­
tas por el pueblo con la charanga, las piedras y zahumerios; los
juegos del cuco y los cuentos de Calamos.
Sin embargo, esa noche a que nos referimos, otros instru­
mentos vinieron a unirse a los predichos; otros cantares eran los
de las rondas; otro orden las presidía. Desde el anochecer, gru­
pos de mozos con panderetas, zambombas y castañuelas, can­
tando alegres villancicos, recorrían las calles, destacándose en­
tre todos los grupos, por su acompañamiento de tamboril, los
«quintos». Era la noche de Navidad.
Solía, a veces, representarse por los aficionados déla loca­
lidad alguna obra teatral, mitad comedia, mitad auto sacramen­
tal, sobre el nacimiento del Salvador. Terminado éste, marchaba
la gente a la iglesia para la «Misa del Gallo».
También en la iglesia tenían esa noche preferencia los «quin­
tos». Colocábanse en los bancos que en la capilla mayor esta­
ban reservados para las autoridades y era de rigor que fueran
los primeros a adorar al Niño al terminar la misa. También eran
de rigor los vivas al Niño Dios, a su Madre y a su Abuela, que
tío Antonio el zapatero había de dar apenas el celebrante ento­
nara el «Gloria in Excelsis Deo».
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Aquí no podía decirse que aquellas víctimas tenían suspen­


didas sobre sus cabezas la espada de Damocles, sino que era la
misma víctima la que estaba suspendida sobre las espadas de
muchos Damocles que, montados a caballo, pasaban bajo ellas.
Constituía este entretenimiento un alarde de agilidad y destreza
en el manejo del caballo y de la espada.
La noche antes la pasaban de reunión y corrobla en la Casa
X V Concejo, preparando sus planes. Buscaban caballo los que no lo
tenían. De los clavos de las bodegas se descolgaban las espadas
enmohecidas, que no hubieran hecho mal papel en un museo de
armas antiguas; a fuerza de lija, se ponían resplandecientes.
Poi* § a n B la s ... Unas, anchas y cortas, estilo romano; otras, largas y delgadas,
que quizás en algún tiempo sirvieron para ejercicios de esgrima ;
alfanges morunos; espadas largas y curvadas de caballería. En
Por San Blas, fin, allí había de toda clase. Con la espada al cinto, paseaban el
cigüeñas verás. pueblo con aires de guerreros, sin que nadie se atreviera a de­
Y si no las vieres, cirles nada.
Tanto ponderaron y tal erp la animación de la gente, que ya
buen año de nieves.
mucho antes que la comitiva se organizara, se hallaban nuestros
Por fortuna, ese año, desde unos cuantos días antes de amigos en la plaza, que era el punto de reunión, mezclados en­
San Blas, ya las cigüeñas habían tomado posesión de sus anti­ tre la multitud.
guas moradas, puestas al abrigo de los vientos, tras las veletas Por las distintas bocacalles iban apareciendo los jinetes, ga­
de la torre o los pichacos del tejado de la iglesia, y cobijadas llardos en sus caballos ricamente enjaezados, dándose aires de
bajo la bóveda del firmamento. Con esto y con decir que días maestros de equitación en el manejo del caballo, empuñando las
antes, vísperas de la Candelaria, había llovido abundantemente, bridas con la izquierda y levantando en alto la resplandeciente
dicho queda que el invierno iba «fora». espada. Una salva de aplausos recibía a cada uno de los jinetes
que iban llegando. Aquello se animaba por momentos.
Prescindiendo de la parte religiosa, reducida a la mínima
expresión y a una hora muy temprana, en el calendario de los Llegados los que faltaban, la comitiva se puso en movi­
quintos ése era uno de sus días más grandes: ¡corrían los miento. Al frente marchaban los quintos, erguidos sobre sus ca­
gallos! Aunque hablando con propiedad, ¡os que corrían eran ballos, majestuosos, cantando animosos como guerreros al com­
los quintos, que los gallos bien quietos se estaban en la soga, bate, mientras los caballos medio marcaban el paso al compás
con tal que los dejaran en paz, y muchos más tranquilos si los de la música. Daba escolta a los lados la chiquillería y seguíalos
dejaran en el corral. la gente mayor en informe pelotón.
En este orden de formación, cruzaron el pueblo y llegaron a
Como sucede casi siempre en las públicas diversiones, que la Calleja de Granada; tiraron la soga al olivo designado; la ata­
de una u otra forma ha de haber alguna víctima, a costa de la ron; la sujetaron a la otra parte; colocaron en ella, cabeza abajo,
cual los demás pasan el rato, tampoco aquí podía faltar. Pero no al primer gallo de la serie; enfilóse la multitud a los lados del
se trataba de lucha de gladiadores en que uno de los dos habia camino; piafaron los caballos, ya impacientes, en la plazoleta,
de quedar vencido y rematado por su contrario, ya que no había antes de entraren la Calleja y comenzaron las corridas.
igualdad de armas; ni de ningún otro ejercicio más o menos bru­ Sus cuatrocientos metros tendría la carrera. Sucesivamente,
tal. Se trataba de unos inocentes gallos suspendidos cabeza aba­ en ordenada fila y guardando siempre la debida separación, des­
jo de una soga, atada por un extremo a la copa de un olivo y del filaban los caballos en veloz carrera y los jinetes espada en alto,
otro empuñada hábilmente por un miembro de la sociedad pro­ cortando los vientos, que era lo que la mayor parte de las veces
tectora de gallos, que se esforzaba, con sus oportunos tirones, cortaban; descargaban terribles mandobles a diestro y siniestro,
en proteger sus cabezas de las espadas que velocés pasaban al pasar bajo el inocente animal. El oportuno tirón de la cuerda
bajo ellas. hacía al gallo dar unas piruetas y lo liberaba de ser alcanzado
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por sus fieros enemigos. Pero ¡ay de la víctima cuando alguno


de aquellos mandobles le alcanzaba!. Eran pocos los que acer­
taban, pero el golpe era mortal de necesidad.
Muerto un gallo, muy contra su voluntad, otro pasaba a
reemplazarle, con el que seguía la misma zambra y así hasta
seis u ocho. En medio de la tragedia de los gallos, no faltaba,
sin embargo, la nota cómica. Solamente los quintos eran los que
podían correr los gallos y muy bien se hubiera guardado nadie
X V I
más de meterse. Pero como la excepción confirma la regla, ha­
bía un quinto perpetuo que todos los años había de correrlos sin
pedir permiso a nadie y sin que ninguno de los interesados se
opusiera. E l R egreso
Era este nuestro buen «tío Juan Ve» que con un cuchillo ma­
tancero, a falta de otro arma, atado a un largo palo y montando
el peor burro que pudiera encontrar, se colocaba caballero en
su jumento junto al olivo donde estaba atado el cabo de la cuer­ El refrán de que siempre es triste el regreso de las fiestas,
da. Como su cabalgadura no podía correr ni mucho ni poco, fallaba en esta ocasión. Alegres, después de pasar un día entre­
esperaba los breves instantes que los corredores tardaban en tenidos en el vecino pueblo, volvían al lugar escogido para re­
dar la vuelta y aprovechando el descuido del socio protector, sidencia, encontrándose en el camino alegres grupos que vol­
atento más bien a tomar precauciones de los que venían, se vían de la misma fiesta. Prueba de ello eran los cánticos y alga­
despachaba a su gusto. El peligro y los apuros de tío Juan eran zara que me traían armado uno de los grupos, al que alcanza­
cuando, entusiasmado con su cuchillo matamoros, no se daba ron nuestros amigos. La musa popular inventaba cantares que,
cuenta y los corredores se le venían encima. Por una parte, el pegaran o no, le aplicaban a la primer canción que se les ocu­
griterío de la gente que veía el grave peligro que corría de ser rría. Por esta vez, le tocaba a la canción de la «tarara», muy
atropellado; por otra, el tío Juan dándole palos al burro para vieja en el lugar. Ocurría que uno de los presentes había ido a
apartarle de la zona de peligro; por otra, los de las espadas en la fiesta acompañado de su perrita, que sin duda era cazadora
alto que se le venían encima y, más de una vez, estuvo a punto y se había dedicado a correr tras las gallinas y hasta había lle­
de ocurrir una catástrofe al tropezar y caer juntos en un montón, gado a cazar alguna. Los demás lo habían visto y a uno de ellos
caballo, jinete, tío Juan y el burro. Pero nuestro hombre no es­ se le ocurrió la siguiente copla:
carmentaba. Al año siguiente, volvía con las mismas armas y Tiene tío Leoncio
pertrechos.
una perra fina
Poco más de un par de horas duró aquella diversión; y en el
mismo orden y con aires de triunfadores, llegaron a la plaza los que va a Santibáñez
héroes de la jornada, dispersándose cada cual por su lado a lle­ a matar gallinas.
var sus respectivas cabalgaduras, volviendo al poco rato con la
espada colgada al cinturón y largas cañas en la mano. Eran En medio de las risas que tal salida produjo, y sin que el in­
éstas para ir colgando en ellas los chorizos que padrinos, pa­ teresado se diera por ofendido, corearon todos el estribillo de la
rientes, conocidos, les tenían reservados de la matanza y que tonada:
por el pueblo iban recogiendo. La tarara sí.
Cuando volvían con las cañas llenas, las depositaban en La tarara no.
manos del cocinero, que ya Ies esperaba con la caldera prepa­ La tarara madre
rada para freirlos. me la bailo yo
Mientras esto sucedía, nuestros amigos, invitados por el
médico de Santibáñez a pasar con él aquel día, que era la fies­ Otro improvisado versificador quiso, sin duda, ir preparando
ta principal, caminaban comentando las incidencias de aquellas el camino para sacar algo más positivo de sus versos y salió con
originales corridas. la siguiente:
— 88 —

Tiene tío Segundo hizo aquel año la Hoja de los Corazos y, para evitar doble aca­
un vino muy bueno rreo de las mieses, se trillaban en los vallejos junto al camino.
que en llegando a casa Allí se hallaban trillando los dos hermanos... F y M... y una
se lo probaremos tarde, ya la caída del sol, se vino encima una tormenta que ame­
nazaba gran aguacero. Los dos hermanos, ayudados por algún
Aprobó el aludido y todos corearon otro, cogiendo los liendros, palas y demás aperos, comenzaron
a juntar la parva que tenían tendida para evitar se les mojara y
La tarara sí. entorpeciera la trilla. A pesar de la prisa que se dieron, como
La tara no. después tuvieron que ayudar a otros que se hallaban en los mis­
mos menesteres, cuando terminaron era ya bien cerrada la no­
Por este estilo y sacándole a relucir lo que cada uno tenía che. Plomizos nubarrones cerraban por completo el horizonte.
de particular, atravesaron «Los Corazos» y llegaron al Palo­ Los relámpagos se cruzaban sin interrupción, seguidos de ho­
mero. rrísonos truenos que ponían pavor en el ánimo más sereno. T o ­
Como el astro de la noche se hallaba en su plenilunio y por do el conjunto hacía que la noche se presentara con un aspecto
acortar algo más el camino, engolosinados sin duda por el ge­ imponente.
neroso vino de tío Segundo, al que suponían con razón había de El hermano menor, echándose al hombro una manta y to­
acompañarle alguna «telaraña» de las que en la bodega estaban mando un palo del carricoche, dijo al mayor:
colgadas, en vez de cruzar el Palomero por el puente de made­ — ¡Me voy a ver la novia!
ra (en la época a que nos referimos aún no estaba terminada la —¿Pero estás loco? ¿Según está la noche vas a ponerte a ir
carretera ni su puente de piedra) y subir por el Cementerio nue­ al pueblo?
vo, se separaron por la Vega Larga en que, si bien no había — ¡Déjate de tonterías y vamos a cenar algo, que ya es
puente, había sin embargo, junto a la pesquera, unas pasaderas tarde!
amplias por las que sin ningún peligro podía atravesarse y, mu­ No valieron razones ni consejos del prudente hermano, con­
cho menos, dada la claridad de la noche. testándole por toda respuesta:
No faltó, sin embargo, alguno que, ya fuera por la poca se­ — ¡Iré esta noche a ver la novia, aunque el diablo se me pon­
guridad de su cabeza o porque no sabía el refrán de que «lan­ ga por delante!
chas con estrellas no te fíes de ellas>, es lo cierto que metió sus Y sin atender más reflexiones, emprendió el camino.
extremidades inferiores, vulgo «patas», en el agua, con el con­ Ayudado por el ininterrumpido zigzagueo de las descargas
siguiente jolgorio de los más seguros. eléctricas que iluminaban el estrecho sendero y atormentados
Pasado el Palomero, se adentraron en la calleja que sube a sus oídos por las horribles detonaciones, avanzaba por la calle­
juntarse con la que también sube del «Molino Soso», sitio don­ ja que acabamos de dejar, con el ánimo cada vez más encogido
de comienza el terreno llamado «Mingolobito», poblado de es­ ante el terrible espectáculo que la naturaleza ofrecía. Todo era
pesos olivares. tétrico en su derredor y, si de un salto hubiera podido, se hu­
— ¿Sería por aquí el episodio de tío?—preguntó uno de los biera colocado entre el montón de paja al lado de su hermano.
del grupo. ¡Pero ya era tarde!
— ¡No! fué allí un poco más arriba—respondió otro. Llevaba andado más de la mitad del camino y aguijoneaba
—¿Qué era ello?—preguntaron a su vez los demás. su amor propio.el temor de que, si alguien se enterara de su co­
—Un caso que por aquí ocurrió hace años a tío... (y nombró bardía, le haría perder la fama de valiente de que justamente
a una persona de todos conocida y que había muerto poco tiem­ gozaba entre sus paisanos y hasta su misma novia acaso llega­
po antes). ra a burlarse de él. Cada vez más receloso, continuaba avan­
— ¡Que lo cuente! ¡Que lo cuente!—repitieron todos. zando. En su mente confusa bailaban en danza macabra mil fi­
Aunque con algún miedo, por complacer a los que con insis­ guras diversas, que aparecían y desaparecían al fulgor de los
tencia lo pedían, comenzó su narración nuestro hombre del si­ relámpagos, a las que venía a unirse la invocación o el reto, en
guiente modo: mala hora hecho «de que iría a ver la novia aunque el diablo se
— Hará de esto que voy a referir sus sesenta años. Acaso lo le pusiera por delante».
hayáis oido contar todos, excepto estos señores forasteros. Se Un descomunal relámpago iluminó por completo este lugar
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y, ante sus espantados ojos, se apareció una visión que le dejó ante sus ojos se desarrollaba, que ciertamente les hubiera hecho
helado. A pocos pasos de él, se erguía... ¡su misma novia, a reir.
quien él iba a ver, arrogante, hermosa, ataviada con sus mejo­ Caminaba hacia el pueblo, a regular distancia de ellos, un
res galas; aquella amplia saya amarilla, de finísimo paño; aquel hombre montado en su burro. Al pasar junto al cementerio ten­
bordado delantal; aquel lujoso pañuelo de manila, que causaba dió hacia él una mirada recelosa. En aquel mismo momento apa­
la envidia de sus compañeras; aquellos afiligranados pendientes reció sobre la tapia un bulto informe. Una sombra indefinible se
y collar de oro, que adornaban sus orejas y cuello. Con lo me­ proyectó en la calleja,espantando el burro, que emprendió preci­
jor, en fin, que acostumbraba ponerse en las mayores fiestas. pitada carrera, haciendo que con su brusca arremetida se le
Aquella visión tan ricamente ataviada, el lugar, la hora, las cir­ marchara el sombrero al que cabalgaba, quien ni siquiera se pre­
cunstancias tremendas de la tormenta, acabaron de turbarle por ocupó de volver atrás la cabeza, sorprendido por la sombra al
completo, Quiso gritar y no pudo. Quiso huir y se vió detenido igual de su asno. Saltó el de dentro, que no era otro ánima en
por aquella aparición que le interceptaba el paso, al mismo tiem­ pena que un individuo desaprensivo que allí había entrado a
po que con voz cavernosa, en todo diferente a la persona ama­ coger un saco de hierba y, al ver un grupo de personas que se
da, le decía: acercaba, cargó precipitadamente con su saco y se escabulló
—De aquí no pasarás. por la calleja del toconal de tío Lobo, no sin antes coger el som­
Entablóse reñida lucha entre el que quería pasar y la que no brero del fugitivo.
le dejaba. Largo rato, como un autómata, estuvo luchando hasta Quitándose sus sombreros rezaron un Padrenuestro por los
que, al resplandor de uno de los relámpagos, pudo observar la difuntos allí enterrados y siguieron hasta la plaza donde vivía,
transformación operada en la que con él luchaba. Su rostro ha­ frente al Corral Concejo, tío Segundo, cuyo vino fueron a pro­
bía perdido la semejanza con la fisonomía de aquella cara bien bar aunque ya no con aquella alegría con que la idea había sido
conocida. Sus facciones habíanse trocado en una mueca horri­ aceptada.
ble. De entre sus labios abiertos asomaban terribles dientes
amenazadores. Muy pronto conoció la calidad del enemigo que
ante sí tenía y del fondo de su corazón subió a sus labios una
plegaria.
— ¡Ave María Purísima!— pronunciaron sus labios y la visión
desapareció y él cayó al suelo exhausto y sin sentido.
Cuando algún tiempo después volvió en sí, apenas si tuvo
fuerzas para llegar a casa. Alarmados sus padres al verle llegar
a aquella hora y de aquella manera, le preguntaron, intentaron
por todos los medios sacarle qué era lo que había pasado, pero
todo fué en vano. Por toda repuesta mandó le prepararan la
cama. Avisaron al Médico quien, después de minucioso registro,
declaró que no encontraba otra cosa que alguna relajación de
miembros, como si hubiera sostenido dura lucha y una fuerte,
excitación nerviosa. Pasado algún tiempo, él mismo me lo con­
tó. ¿Fué una realidad lo que le ocurrió aquella funesta noche?
¿Fué una ilusión formada por todas aquellas ideas que bailaban
en su mente? El afirmaba que había sido una realidad. Los mé­
dicos que le visitaron no pudieron apreciar daño ni lesión algu­
na sino lo antes dicho y, sin embargo, durante varios meses
estuvo luchando entre la vida y la muerte.
Entretenidos con la interesante narración, se les había pasa­
do la segunda parte del camino y, cuando se dieron cuenta, pa­
saban junto a las tapias del Cementerio viejo. Si no hubieran
ido tan abstraídos, se hubieran dado cuenta del episodio que
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paraba sin cesar arcabuzazos de caramelos y confites. Ya algu­


na murga de trompetas de cartón con que los aficionados a la
música, a falta de otros intrumentos, organizaban sus bandas.
En fin, que la atención de los chiquillos y aún de los mayores,
no dejaba de ser solicitada por unos y otros grupos.
Un hombre con unos zajones al hombro se acercó al grupo
que en las gradas estaba estacionado y, tirando del lápiz que
llevaba colocado en la oreja, a guisa de colilla que merecía ser
X V I I encendida de nuevo, preguntaba los nombres, que iba apuntan­
do en un pliego, de papel doblado por mitad a lo largo, sirvién­
dose de la rodilla cual mesa de escritorio y pedía después la
correspondiente perrilla a los que habían dado el nombre. Mas
Mías de A n tr u e j o s lejos, se veía a otros con unas botas y un pañuelo al hombro,
lápiz y papel, haciendo el mismo oficio, y que también pasaron
por los del grupo. Era para la rifa que los Hermanos de las
Poco más de las ocho de la mañana del Domingo de Carna­ Animas organizaban esos días.
val serían, cuando los sonidos de una campanilla se dejaron oír Aquella rifa era original. Ante la pregunta de uno de los fo­
en la calle. Nuestros amigos, que acababan de levantarse, cre­ rasteros de por qué anotaban el nombre en vez de dar papele­
yeron se trataba de algún Viático y se echaron a la calle para tas, como de ordinario suele hacerse en las rifas, les fué expli­
acompañar al Santísimo, según la buena costumbre que tenían; cado cómo lo hacían. Todos aquellos nombres así escritos se
pero al poner los pies en el umbral, vieron que no era lo que cortaban en tiras y para ello iba así doblado el pliego. Se me­
pensaban. tían al bombo, cántaro o bolsa. Y en otras tiras iguales a aque­
Algunos hombres, embozados en sus recias capas de paño llas, los nombres de las cosas que se rifaban, desde luego sepa­
de Torrejoncillo, y con una cesta bajo el brazo, iban de puerta radamente cada premio. Se mezclaban y revolvían cuidadosa­
en puerta como pidiendo limosna, mientras en medio de la calle, mente todas estas papeletas y comenzaban a sacarse papeletas.
también envuelto en su capa, avanzaba el que hacía sonar la Cuando a continuación de un nombre salía otro, el primero era
campanilla. echado al cesto y, así, conservándose siempre el último hasta
—¿Qué es esto?—preguntaron. que tras él salía la papeleta que decía rifa' o lo que fuera lo
— Son los Hermanos de las Animas— , les fué contestado por que se rifaba. Esta rifa solía hacerse el martes en la noche, en
una vecina que, asomada a la puerta, esperaba llegaran hasta su casa del Hermano Mayor. Y la de cortar las papeletas y meter­
casa. las al cántaro o bolsa solían hacerla en la tarde, reunidos los
Mientras desayunaban, procuraron informarse de aquel he­ Hermanos alrededor de una mesa en uno de los soportales de la
cho singular de que, en medio de los más o menos ordenados plaza. No era por falta de misterio el que esta operación se reali­
desórdenes del Carnaval, se hallaran intercalados los recuerdos zara en la plaza, a vista de todo el mundo, para que nadie pudiera
" a las Animas. Situados más tarde en las gradas del Ayuntamien­ dudar de la entrada en el bombo de todos los nombres. Mien­
to, comenzaron a ver pasar los grupos de carnavaleros, con sus tras tanto, la gente se divertía en la plaza. La música del tam­
invenciones y canciones sacadas, al parecer, de un hormiguero. boril, acompañada de la dulzaina que algunos manejaban con
Ya era algún grupo de gitanos, con sus burros y guías corres­ habilidad, hacía aquellos días más típico el baile, con sus anti­
pondientes, acompañados de artificiales gitanas, con sus can­ guas canciones de jotas con que también algún cantor improvi­
ciones y dispuestas a leerle la buenaventura a todo el que se sado solía acompañar los instrumentos. Vaya alguna de muestra:
pusiera por delante. Ya era Mercedes, envuelto en su blanca sá­
bana y con la cara enharinada, empuñando larga caña de la que Si supiera que cantando
pendía una cuerda con un higo paso atado al extremo, al que daba gusto a una morena,
hacía saltar llevándose tras sí a toda la chiquillería que le rodea­
toda la noche cantara
ba, como los gorriones, con la boca abierta. Ya era el bueno de
tío «Juan Ve» que con su gran trabuco de boca de campana dis­ aunque de día durmiera.
— 94 — — 95 —
haciendo jalearse a los danzantes con el siguiente estribillo: sideraban los acerbos tormentos que padecían estas almas san­
tas, tan afligidas en el Purgatorio, que les parecía a estos devo­
Yo no sé que tiene
tos que en su imaginación oían unas voces del Purgatorio que con
esta ratonera
tiernos suspiros y tormentos se quejaban de las almas santas di­
que se van las ratas
ciendo: ¡Ay de nosotras que estamos en esta penosa cárcel del
que se van las ratas
Purgatorio por la divina mano, para que, quedando purificadas
de cualquier manera.
de nuestras culpas, vayamos a gozar de la deseada patria de la
gloria!. Con el consuelo de esta esperanza, también se quejaban
El Martes de Carnaval, se celebraban solemnes funerales en
los padres de los hijos, los hijos de los padres, los maridos de
sufragio de las Animas. Después del funeral, se reunían los
Hermanos en fraternal ágape para fomentar la unión y ordenar sus mujeres, las mujeres de sus maridos, y unos y otros claman
lo concerniente a la mejor marcha de la Hermandad. También a los crueles herederos que con el ingrato puñal del olvido nos
se hacía en casa del Hermano Mayor. están atormentando. También se quejan de los testamentarios y
Dada la íntima amistad que con uno de los Hermanos lleva­ albaceas que, con el descuido de cumplir las mandas y legados
ban nuestros amigos y con permiso del Mayor, fueron también de sus testamentos, las están atormentando cruelmente. Movi­
invitados a la fraternal reunión. Ya de sobremesa, rogaron al dos, pues, estos devotos de las quejas que en su imaginación les
Hermano Mayor les explicara algo de aquella Hermandad y mo­
tivos de celebrar precisamente en aquellos días tales sufragios. parecía oir, para aliviar las Almas del Purgatorio de sus aíiccio-
El aludido se levantó sin decir palabra, volviendo enseguida y ciones y contener los abusos y desórdenes y profanidades que
trayendo en la mano un canutillo de hojalata, diciendo mientras en semejantes días de carnes-tolendas se practican, en cuanto
sacaba de él un enrollado y amarillo pergamino. sea de parte de mencionados devotos, se convinieron, movidos
—Aunque la devoción a las Animas es antiquísima, sin em­ de espíritu de Religión, en practicar lo siguiente:
bargo, nuestra Hermandad, tal cual está constituida, es un poco Que el martes de carnes-tolendas, se mande hacer un oficio
más reciente.
doble de difuntos cantado, con su misa cantada y diáconos; y se
Y alargando el amarillento pergamino a uno de ellos dijo:
predique un sermón de Animas; y, al fin, la procesión que se
— Este documento, que es el acta de constitución, hablará
mejor de lo que yo pudiera hacerlo, Hecho el silencio, se leyó acostumbra de Animas.
el documento que decía»: Que en los tres días, domingo, lunes y martes de antruejo,
todos los sacerdotes que se hallasen en este pueblo de Ahigal,
AN IM AS: Como en la antigüedad y de tiempo inmemorial ha celebren misa por las Animas Benditas; y que asistan a los ofi­
habido costumbre de practicar acciones de regocijo y diversio­ cios dándoles la limosna acostumbrada; y que en la misa de los
nes en los días de antruejos o carnes-tolendas, muy contrarios a oficios se lleve la ofrenda que se acostumbra.
lo que nuestra Madre la Iglesia nos enseña y demuestra, como
Y para este efecto y pagar los derechos de todos los sufra­
vemos que. se viste de luto, quince días antes, adornados sus al­ gios mencionados, nos obligamos a salir el domingo de antruejo
tares y vestiduras sagradas de color violado, señal de tristeza, a pedir limosna por el pueblo; y si no se juntase lo bastante pa­
anunciando el santo tiempo de Cuaresma y que se acerca la Sema­ ra los sufragios referidos, nos obligamos a suplir lo que falte de
na Santa, en la que se hace recuerdo y memoria del alto misterio nuestros bienes; y si sobra alguna cosa, después de pagado lo
de la pasión y muerte de Nuestro Señor Jesucristo por medio de dicho, se distribuirá en misas por las Animas del Purgatorio.
las sagradas ceremonias y oficios divinos practicados por sus
Ordenamos que en esta Hermandad haya de haber un herma­
ministros y sacerdotes; principal misterio de Nuestra Religión
no que haga cabeza y éste sea el más antiguo de entrada.
Católica Cristiana; en atención a que referidos regocijos de car­
nestolendas en sus principios no carecían de la honestidad, can­ Ordenamos que en muriendo alguno de nuestros hermanos,
didez y sencillez que hoy en el día carecen; reflexionando estas vayan los demás a encomendarlo a Dios a la casa donde se halle
cosas unos devotos de las Ánimas Benditas del Purgatorio, con- difunto y velarle por la noche en caso necesario; y, además de
— 96 —

esto, será de obligación de nuestros hermanos llevarlo a la Igle­


sia y darle sepultura.
Ordenamos que por el hermano que muera, cada uno de nos­
otros ha de poner en poder de nuestro hermano mayor la limos­
na de una misa, en el preciso término de ocho días, o recibo de
sacerdote conocido, bajo la multa de un real aplicado a las Ani­
mas, el que, en caso de omisión, pueda exigirlo nuestro herma­
no mayor por medio del fiscal de esta hermandad, que ha de ser X V 1 11
el más nuevo o moderno entrado en esta hermandad.
Ordenamos que el hermano que entre en esta hermandad ha­
ya de pagar de entrada la limosna de una misa, la que se aplica­ F ie s t a s de C u a r e s m a
ra por las Animas en general; y, así esta misa como las que se
digan por el hermano difunto, se manden celebrar por el herma­
no mayor a la brevedad, sobre que se carga la conciencia.
Llegada la Cuaresma, cambiaban de aspecto las diversiones
Los hermanos de Animas existentes en el día 14 de febrero y se iniensificaba la vida de piedad, pudiendo muy bien decir
de ¡806, fecha del documento, son los siguientes: Donjuán Do­ que se identificaban con la intención de la Iglesia, al poner este
mínguez, Cura Párroco; don Antonio Gómez, presbítero; Ga­ santo tiempo de preparación para la celebración de los grandes
briel iVlonforte; Bernardo Jiménez; Antonio Roncero; Julián Gar­ misterios de nuestra Redención, con la oración, la penitencia y
cía; Manuel Gómez; Leonardo García; Juan Panadero; Basilio la mortificación, aún en aquellas recreaciones que, aunque líci­
de Cáceres; Santiago de la Calle; Nazario Paniagua; Antonio tas, eran no obstante no muy conformes con la santidad y con­
Plata; Luis de Cáceres y Pedro Gómez». diciones del tiempo que comenzaba.
Suprimíase el baile desde el martes de Carnaval en la tarde
Terminada la lectura del documento, continuó el hermano hasta el Domingo de Resurrección en la mañana temprano. La
mayor: plaza quedaba desierta por completo durante todo ese tiempo.
— Estos fueron los fundadores y, desde entonces, no se ad­ Cesaban las rondas de los mozos los domingos en las noches.
mite la entrada de ningún otro, siendo como una herencia sa­ No volvía a oirse el tamboril. Todo el pueblo semejaba, durante
grada, que va transmitiéndose de padres a hijos, siempre al hijo ese tiempo, lugar donde se celebrara retiro espiritual. En el in­
mayor y, en caso de no haber varones, al pariente más cercano, terior del templo, con sus Rosarios y predicaciones cuaresma­
herencia que consideramos como la mejor de todas, ya que en les; en el exterior, con el Rosario de penitencia, que todos los
virtud de este legado nos consideramos más estrechamente uni­ viernes en la noche se rezaba públicamente por las calles y al
dos a las Animas del Purgatorio. En tal estima es tenida tan pre­ que asistía gran número de personas, así hombres y mozos y
ciada herencia—terminó diciendo— que hasta ahora, a pesar de chiquillos, como mujeres, mozas y chiquillas, todo dentro del
los años transcurridos y a pesar de las vicisitudes de los tiem­ mayor orden y religioso silencio. Buscaban el reino de Dios y
pos, no ha habido uno sólo que se haya negado a aceptarla. su justicia y el Señor, en cumplimiento de su divina palabra, les
daba lo demás. Y no había conflictos de ninguna clase, porque
la caridad y el amor de Cristo los tenía tan íntimamente unidos,
que con razón era clasificado entre los pueblos más religiosos y
unidos del contorno.
Los pasatiempos de Cuaresma, en que solían pasar las tar­
des de las fiestas, consistían en los siguientes: Los domingos
en la tarde, después del Santo Rosario, en vez de reunirse la
gente en la plaza, bajaban al sitio llamado «Lejío», corrupción
de Ejido, plazuela grande a la entrada del pueblo, rodeada de
casillones para el ganado, con una gran charca eñ medio (hoy en
— O S- — 99 —

clia ya cegada), que servía de abrevadero y donde se celebran 1


los mercados. Distribuíase la gente por edades, y cada cual se Gloria al Padre Eterno
dedicaba a diversiones y entretenimientos propios de su edad y Gloria al Hijo Soberano.
sexo.
Las mujeres, ya formales, sentadas en el santo suelo, forma­ 2
ban grandes corros y jugaban «a las treinta y una», juego de Por los siglos de los siglos,
naipes, en el que ganaba aquella que hiciera dichos puntos o Gloria al Espíritu Santo.
más se aproximara. Como en cada juego no se sacaba más que
una perra chica del montón de en medio, se pasaban la tarde 1
bastante entretenidas y sin notables pérdidas ni ganancias. Por todo el mundo resuenen
Las jóvenes, armadas de sogas, unas saltaban a la comba, los ecos de la doctrina.
otras, formando corro, cogidas de la mano unas a otras, canta­
ban y saltaban con movimientos rítmicos las antiguas canciones 2
de corro aprendidas en la niñez: «Al Alimón», «El Marinerito», En honra del mismo Dios
«Allí arriba en aquel alto», «Marnbrú se fué a la guerra», etcé­ y de su Madre, María.
tera; recorriendo todo el repertorio. Las más agresivas, jugaban
a «los corchonazos»; sentada una sobre una piedra, teniendo en 1
la mano el extremo de una soga, había de aguantar paciente­ Viva el Nombre de Jesús
mente los sopapos que quisieran darle las restantes jugadoras, viva su fe y su doctrina.
burlando la vigilancia que sobre ella ejercía la «cuidadora», que
tenía la cuerda por el otro extremo. 2
Los jóvenes se dedicaban más bien a juegos de agilidad y Viva por eternidades
destreza, ya al «calvo», ya a la «morra» o ya en el lanzamiento la devoción a María.
a distancia de una regular barra de hierro.
En fin, que si animada estaba la plaza en los días tesivos del 1
año, no estaba menos el Ejido durante el tiempo de Cuaresma. María Madre de gacia
Poco antes de la puesta del sol comenzaba la desbandada, Madre de misericordia.
marchando cada cual a sus ocupaciones de «jatear» los ganados 2
o preparar las cenas después de haberse «esparigido» un rato.
Y poco después de anochecer, quedaban las calles en el más ri­ Libradnos del enemigo
guroso silencio. hasta la última hora.
Los viernes en la noche, después de cenar, reuníanse los de­
votos del Santo Rosario, que, como queda dicho, eran en gran Entonábase el Misterio siguiente. Se cantaba el Padre nues­
número, en el portal de la iglesia. Un joven presidía llevando el tro y seguía la procesión hasta el portal de la iglesia, donde se
estandarte de la Cofradía, a cuyos lados iban otros llevando los rezaba la Letanía y concluía el Rosario, retirándose ordenada­
faroles en altos varales. Alguna devota de las más antigua, lle­ mente cada cual a su casa.
vaba la dirección. Arrodillados a la puerta de la iglesia, daban Cuán firmemente grabaron los hijos de Santo Domingo esta
principio con el ofrecimiento y primer Misterio. Cantado el Pa­ hermosa devoción del santo Rosario en el cristiano pueblo de
dre nuestro, levantábanse todos y se organizaba la procesión, Ahigal, bien a las claras nos lo demuestra el hecho de que, a
que recorría todo el pueblo. Al terminar cada decena, que se pesar de los siglos y las vicisitudes de los tiempos y circunstan­
procuraba coincidiera en alguna plazuela ya señalada por la cos­ cias, se haya continuado hasta nuestros días con tanto fervor
tumbre, se arrodillaban todos y entonaban el Gloria. La devo­ esta piadosa práctica del rezo del santo Rosario por los calles.
ción y fervor con que cantaban, era grade; la hermosura de la A título de curiosidad, pondremos el documento de constitu­
música y letra, muy piadosa. No la he hallado en ningún cancio­ ción de la Cofradía del Rosario que, para mejor gustar su anti­
nero. Arrodillados todos, entonaban el primer coro y le respon­ güedad y sabor, transcribimos sin cambiar punto ni coma ni
día el segundo: ortografía. Dice así:
— 100 — - 101 -

En el lugar de La higal Juricición de la Villa de granada A cin­ se había de meditar, se cantaban por el sacristán las siguientes
co días del mes de Hebrero de mil y quinientos y ochenta y cinco estrofas, coreadas por el pueblo.
años. Ante mi el presente notario A Postólico y testigos. E l Muy
¡Oh celestial aurora,
Rd° padre Fray P ° de astedillo de la orden de los predicadores,
oh dulce Madre mía,
Morador en el convento de Sant, Vicente de Plasencia, Presentó
santísima María!.
dos licencias la una del Rdm° general de la orden sobredicha y
Escucha desde ahora;
y la otra cel L i° Pedro López Sierra Provisor de este obispado
la voz de gran señora
de coria Para que pudiese poner y pusiese la Santa Cofradía del
te damos con fervor.
Rosario El qual Por virtud de las dichas licencias Predicó dos
De mártires la Reina
Sermones Uno A la mañana A la missa mayor En el cual decla­
eres y confesores.
ró El origen y antigüedad de la Cofradía de nuestra Señora del
De virginales flores
Rosario y otro en la tarde En el cual declaró los misterios del Ro­
la guirnalda te llevas.
sario como la manda la Bulla y A cabado El sermón El dicho Pa­
Digan las almas bellas
dre Preguntando En común Al Pueblo; siquería Recebir esta
encendidas de amor.
sancta cofradía Res Pondió En nombre: del Pueblo: Sebastián
Nuñez Cura y Joan Perez Alcalde del decho Lugar que la Pe ­ (Repetido)
dían y Recibían Porcosa tan buena y sancta: y el dicho Padre
Atenta Sudevoción sela con cedió y otorgo Por la Autoridad que
Contestaba el pueblo:
tenía del Rdm° general y del Señor Provisor y así mesmo Seña­ Todos te mantenemos
ló laiglesia A do la fundava Laiglesia Parroquial deldicho lugar un entrañable amor.
que se llama El asumpción de nuestra señora y Enella El altar Reina eres y sagrario,
questa A mano yzquierda Entrando Por la puerta Principal Dicha por excelencia,
y la ymagen Pequeña de nuestra señora para las procesiones y Por eso tu Rosario
para que allí se ganen los perdones E yndulgencias y se digan con toda preminencia
las misSas de cada mes y anniuersarios Y la Salue y también de todo el santuario
Señalo por capellán de la dicha Confradía Al dicho Sebastián nú- rezamos con fervor
ñez Clérigo. Para que pueda Recebir Confrades y bendezir los
rosarios y Predicar y explicar los misterios: Enel contenidos
Contestaba el pueblo:
quando la iglesia los celebrare y el S°Frai Pedro deastudillo lo Todos te mantenemos
Firmo: E yo el dicho Notario doy fee que todo lo susodicho Pa­ un entrañable amor.
só Antemí y Vi hazer su Firma Siendo presentes Por testigos
Joan déla Puerta y Franc0 steban Viejo y Franc°Paniagua y bar- Así se cantaban hasta cinco estrofas.
tolome demesa Voz del dicho lugar y lo firmaron.»
Como resto de tan santa Cofradía, sólo quedaba ya en nues­
tros días el rezo del Rosario cantado por las calles los viernes de
Referida Cofradía ha continuado hasta hace pocos años cum­ Cuaresma, como arriba queda descrito, y el Rosario de la
pliendo el Reglamento que se halla escrito a continuación de lo Aurora cantado en la misma forma en la madrugada del Domin­
que arriba queda reseñado. Hasta hace pocos años, se rezaba el go de Resurrección, de que más tarde se hablará en el siguien­
Rosario y se cantaba la Salve en el altar de Nuestra Señora en te capítulo.
jos domingos y días festivos. Cuando eran las fiestas de la San­
tísima Virgen, se rezaba ante las andas donde estaba colocada
la imagen para la procesión y esos días, al referir el misterio que
- 103 -

Cantadas Tinieblas el Jueves Santo, se hacía la procesión


con el hermoso Nazareno y la Virgen de los Dolores, haciendo
el recorrido cada una por sus calles hasta que, después del en*
cuentro en la calle de la Amargura, seguían ya juntas ambas
procesiones; y, pasando por la ermita del Santo Cristo, seguía
por el Calvario hasta Santa Marina, cuya cruz de cantería, fren­
te a las nuevas escuelas, era la última del Calvario. Las restan­
tes cruces del Calvario, todas de cantería, fueron hechas por el
X I X maestro de cantería Mateo Andrés, el año 1669. Como la Cruz
de Santa Marina, llamada Cruz de la Salve, dió origen a una ins­
pirada poesía de don Basilio Qalindo, en la que nos cuenta su
S e m a n a S a n ta historia, aunque el paréntesis resulte un poco largo, no hemos
de dejar de consignarla en este lugar, para perpetuo recuerdo,
respetándola tal cual la hemos encontrado aunque en ella se
noten algunas estrofas que acaso no salieron de manos del autor
Vamos a cerrar con las fiestas de Semana Santa el círculo sino que haya sido debido a las transcripciones que en el decur­
casi completo que tan agradablemente recorrieron nuestros bue­ so del tiempo haya podido sufrir. Dice así:
nos amigos, a quienes poco faltó para que los declararan hijos
adoptivos o huéspedes de honor de aquel pueblo franco, hospi­
talario, honrado y trabajador, en el que, sin distinción, todos se La Cruz de la Salve
esfuerzan por agasajar al forastero que hasta él llega y mucho i
más si, como ocurría en este caso, ya se trataba de los que por
tanto tiempo con ellos habían convivido. Al pie de una vieja encina,
Aunque la Semana Santa no revistiera carácter especial dis­ detrás de Santa Marina,
tinto de las rúbricas señaladas por la Iglesia en tales festivida­ había una Cruz de madera
des, sin embargo, por existir algunas costumbres y por el valor
que en su tronco se reclina:
folklórico de sus canciones, no dejaremos de dedicarle este últi­
¡La Cruz de la Salve era!
mo capítulo.
Acudía todo el pueblo a la iglesia el Domingo de Ramos pa­ El tiempo todo lo acaba
ra recibir el ramo bendecido que había de colocarse en las ven­ con su mano destructora
tanas o balcones donde estaba todo el año, hasta ser de nuevo
y a la encina protectora
reemplazado. La grandeza de los misterios que esos días de Se­
mana Santa se conmemoran en la Iglesia, de la pasión y mueite do la Cruz se reclinaba
de Nuestro Redentor, en que parece se palpa la sublimidad del le llegó también la hora.
amor de Dios para con el hombre; en que la naturaleza entera De la encina con la muerte
parece recordar aún aquel magnánimo sacrificio, cuya sola con­
la Cruz se quedó desierta
sideración encoge el ánimo y hace al alma piadosa trasladarse
al escenario donde tan sublime escena tuvo lugar, bien sabían y expuesta a la misma suerte:
sentirlo los moradores de este piadoso pueblo. le faltó el apoyo fuerte
Un enorme cementerio parecía el pueblo, no sólo mientras y también la Cruz fué muerta.
en la parroquia se celebran los sagrados Oficios, sino aún en lo
Pasó un día y otro día,
restante del día, en el Jueves y Viernes Santos, en que todo lo
absorbía casi por completo la parte religiosa. No sólo enmude­ un año y otro pasó
cían las campanas de la torre, sino hasta la del reloj, estando la y allí sólo se veía
gente pendiente de los repiques de matraca con que los chiqui­ la peana que sostenía
llos iban por el pueblo avisando la hora de los cultos. a la Cruz que pereció.
— 104 — - 105 —

Y cuando más se notaba Y al pueblo que en devoción


que la Santa Cruz faltaba asiste a esta procesión,
era cuando en procesión que la Iglesia conmemora
el pueblo con devoción la obra reparadora,
la vuelta al Calvario daba. de la Santa Redención.
Un vecino que tenía
a la Cruz gran devoción, II
pensó que mejor sería
hacerla de cantería Antes de morir Jesús
por ser de más duración. era tenida la Cruz
por instrumento injurioso
Y el permiso concedido y después fué el más glorioso
del Párroco y el Alcalde, signo que dió al mundo luz.
algunos que lo han sabido,
devotos, le han ofrecido Luz que brotó del costado
traer canterías de valde. de Jesús muerto en la Cruz,
Y el maestro de la obra que abrió con lanza un soldado;
que nada tiene de sobra, luz que dió vista y salud
porque vive del jornal, al que la herida ha causado.
le promete hacer la obra
Luz que en la Iglesia naciente
en un plazo prudencial. (1)
dió a los primeros cristianos
Plazo que sea suficiente fortaleza suficiente
para que pueda la gente para decir al tirano:
reunir, o por suscripción, ¡Nuestra sangre es la simiente!
por rifas u otra función
de la Cruz el contingente. Así como el leñador,
que va la selva talando,
Y de mayo al sexto día, los troncos que va dejando
de mil novecientos nueve, ve a millares con rigor
vió el pueblo con alegría nuevos pimpollos brotando.
nueva Cruz de.cantería,
tan blanca como la nieve. Así en la persecución
que recrucede el tirano,
¡Salve Cruz! Ya el Jueves Santo
en la misma proporción
oirás del Párroco el canto;
por cada mártir cristiano
pasar verás a Jesús,
se convierte en un millón.
que lleva a cuestas la Cruz;
su Madre, con negro manto. Si la fuerza repeler
con la fuerza es menester,
no dude-s en la victoria,
(1) El ejecutor de la obra fué el maestro cantero Jacinto Cáceres y es de que en honra de Dios y gloria
sospechar con fundamento que el piadoso vecino autor del proyecto, fuera
el autor de la poesía. la Cruz tiene que vencer.
— 106 — — 107 —

Constantino Emperador De la española Nación


Vió en el Cielo un resplandor será un glorioso blasón
en forma de Cruz brillante dar a la raza africana
y una voz dijo: ¡Adelante!. lo que en tiempo de Colón
Hoc Signo Vinces: ¡Valor!. le diera a la americana.

Y el hijo de Santa Elena


venció a la raza Agarena; III
y el pendón de media luna La Iglesia en la Exaltación
de aquella legión moruna de la Cruz y en la Invención
quedó rodando en la arena. (1) de insignia tan sacrosanta
Y desde aquel fausto día de la Misa que se canta
brilla la Cruz Redentora dice así la Introducción:
en la Bandera española,
que en Lepanto y en Pavía Conviene con devoción
quedó también vencedora. gloriarnos de corazón
de Jesucristo en la Cruz:
Hoy luchan nuestros hermanos en ella está la salud,
con los moros africanos la vida y resurrección.
enemigos de la Cruz:
por su victoria y salud Del anatema, lanzado
nosotros aquí rogamos. al hombre por el pecado
del Paraíso Terrenal,
Que la Kábila rifeña en la parte principal
que salta de peña en peña quedó también liberado.
del Gurugú en la ladera,
se acoja a nuestra bandera, Porque Cristo se humilló
si la del Sultán desdeña. por nosotros, y sufrió
muerte afrentosa de Cruz,
Que la bandera española;
el renombre de Jesús
que hoy victoriosa tremola
su Padre le confirió.
en el Gurugú y Zeluán,
llegue pronto a Tetuán Al oír de Jesús el Nombre
de Odonnel noble aureola. Todo viviente se humilla
Y que esto principio sea y le doblan la rodilla
de que la raza Europea el ángel del Cielo, el hombre
y hasta la infernal cuadrilla.
lleve a la raza africana
de la Religión Cristiana Y , así, el Nombre de Jesús
nueva luz para que vea. por tener tan gran virtud
digno es de veneración:
(1) Esta última estrofa, ya que no tengamos motivos suficientes para con­
siderarla intercalada, podemos considerarla como descuido del autor, ya que por idéntica razón
no se ajusta a la realidad histórica. lo es también la Santa Cruz,
- 108 — — 109 —

Cuando el niño aprende a hablar, El anciano que llegando


le hará su padre rezar va a su ocaso a paso fuerte
la obligación del cristiano a la Cruz está rogando
y enseñarlo por su mano que le haga suave y blando
a signar y santiguar. el duro trance de muerte.

El reo a muerte sentenciado


Llevarle a escuela a aprender, confia ser indultado
a escribir bien y leer al hacer la adoración
para ser buen ciudadano, de la Cruz, con devoción,
buen patricio y buen cristiano el que es Jefe del Estado.
a amar a Dios y temer.
Si salen a pasear
los ministros del Señor,
Y esta alegre juventud,
el párroco y coadjutor
rebosante de salud,
a la Cruz van a parar.
que pronto el pueblo ha de ser,
nada tendrá que temer Se sientan a descansar
si es devota de la Cruz. en sus gradas, y a Jesús
le piden por la salud
Al honrado labrador, espiritual y temporal
jornalero y artesano, de este pueblo, y al final,,
si a la Cruz tiene amor dicen a la Santa Cruz:
les dará con su sudor ¡Señor Dios, nuestro Creador,
el tantos con larga mano. por mediación de Jesús,
Vuestro Hijo, que dió en la Cruz
El que tiene y le da al pobre la vida por nuestro amor,
que está con necesidad os pedimos con fervor
parte de lo que le sobre, perdón de uuestros pecados
la Cruz hará que se cobre y esperando confiados
un ciento por unidad. cantar la Santa Victoria
de la Cruz pronto en la Gloria
Junto a la Cruz va a rezar con los Bienaventurados.
la madre del militar
que, cumpliendo con la Ley, Un ruego os hago formal
por Dios, la Patria y el Rey, al hacer punto final
va su sangre a derramar. de la historia de la Cruz.
¡Que déis un viva a Jesús
y otro al pueblo del Ahigal!
Y la afligida viuda
que por la frente le suda Debió ser escrita esta poesía por el año 1909. Hemos queri­
el pan que comen sus hijos, do traerla a este lugar a pesar de desviarnos un poco de nuestras
en la Cruz los ojos fijos fiestas, por ser bastante desconocida de la mayor parte de la
del Cielo espera la ayuda. gente y para que no se pierda su memoria.
— 110 —
- 111 —
el Calvario como el día anterior, regresando al anochecer a la
Sigamos con el día de Jueves Santo:
El Jueves Santo en la noche, hubo una antigua costumbre, iglesia donde se cantaban las Tinieblas.
Aproximadamente hacia las dos de la madrugada del Domin­
acaso desde la fundación de la Cofradía de la Vera Cruz, de ce­
go de Resurrección, un grupo de piadosas mujeres, semejando
lebrar una procesión de penitencia. Vestidos los Cofrades con
las del Evangelio, recorrían las calles envueltas en sus sayas
sus túnicas y cuerdas y disciplinándose, recorrían el pueblo ter­
fuertes de lana, avisando al vencindario para el Rosario de la
minando la procesión en la Casa Concejo. Allí se tenía la pláti­
Aurora y subida al Calvario, con los siguientes cantares:
ca y acaso también la colación. Tal costumbre fué prohibida
el año 1692 por el señor obispo don Juan de Porras y Atien-
za. Este hecho de la procesión nos demuestra la antigüedad de Al Rosario de la Aurora tocan
la Casa Concejo, anterior a este año 1692. En la visita realiza­ y dices que llueve y no quieres ir;
da en 11 de Marzo de 1692 dejaba, entre otros mandatos, el si­ a jugar a los naipes te sientas:
guiente: Por cuanto somos informados que la noche del Jueves
¡Cuatro mil demonios te siguen a tí!
Santo se lleva a la Casa de Concejo el Santo Cristo en proce­
sión y que allí le ponen y predican la plática de penitentes con­
tra la reverencia que se le debe tener, procurando se destierre E l Rosario de por la mañana
este abuso y no se falte al Santo Monumento, ordenamos que es una cadena de mucho valor
de aquí en adelante la plática de penitentes se haga en la igle que por ella se sube a los cielos
sia y, acabada, salga la procesión por las estaciones acostum­ a ver a María que es madre de Dios.
bradas sin parar en dicha Casa de Concejo y lo cumplan el cu­
ra y demás de la cofradía de la Vera Cruz, pena de excomunión Cristianos venid,
Latae Sententiae y 20 ducados.» devotos llegad
El Viernes Santo en la tarde, la procesión con el sepulcro ha­ a rezar el Rosario a María
cía el mismo recorrido, pero, al llegar a la ermita del Santo
porque será mucha
Cristo, paraban en ella para descansar; y en recuerdo de que
en otro tiempo tenía allí lugar la función de Descendimiento, pa­ nuestra utilidad
ra lo que fué adquirida la hermosísima y devota imagen del Cris­ o no se pierda lo que tanto vale
to del Sepulcro y la Virgen de la Soledad. Sería allá por el mes por la perecita
de Mayo de 1753 cuando, deseando los habitantes del pueblo de no madrugar.
celebrar como se acostumbraba en otros pueblos la función del
Descendimiento, pidieron al señor obispo, entonces don Juan-Jo- Un devoto por ir al Rosario
sé García Alvaro, les concediese autorización para «convenir y por una ventana se quiso arrojar
fabricar las imágenes de el Santísimo Cristo y Nuestra Señora y le dijo la Virgen María:
de la Soledad y demás necesarios para tan santa función, de la detente, devoto, por la puerta sal.
can-tidad de cerca de doscientos ducados que han importado las
limosnas que los piadosos vecinos tienen destinados para tan
E l demonio sentado en su silla
santo fin y establecimiento de referida función, la que deseaban
se agregase e incorporase a la Cofradía de la Sancta Vera Cruz». se quema y se abrasa porque oye decir
Concedida la licencia, pedida con fecha de 25 de mayo de 1753, que ha nacido el Hijo de Dios,
fueron adquiridas estas dos imágenes y, hasta no hace muchos Hijo de María, nieto de Joaquín.
años, se celebraba el Descendimiento. Llegada la procesión a la
ermita, se sacaba de la artística urna el Santo Cristo que lleva­ Cristianos venid
ban en la procesión. La colocaban en la alta cruz que en la er­ devotos llegad
mita se conserva aún y ésta en lá peana que aún puede verse a a rezar el Rosario a Maria
la entrada del portal. Se cantaba el Miserere y, después de bre­ si el Reino del Cielo
ve plática, explicando lo que aquello simbolizaba, lo bajaban de
quereiS alcanzar,
la cruz y, colocado de nuevo en la urna, seguía la procesión por
— 112 —
- 113 -
De los Cielos bajó una paloma
ESTROFAS
y a Santo Domingo se vino a posar
y advirtió que en el pico traía En el jardín franciscano
las cincuenta rosas del santo rosal. nació tan hermosa flor,
que a los pensibles del Cielo
Es María depósito firme, el Señor la trasladó.
Arca misteriosa del gran Salomón,
donde todas las almas piadosas Como la música era de marcha ligera, muy pronto se pre­
Vienen fervorosas a hacer oración. sentaban en la plaza y, sin más preámbulos, se ponían a danzar
en señal de alegría, mientras la gente madura se reunía en las
Cristianos, venid etc. casas vecinas conocidas a tomar algún refrigerio mientras llega­
ba la hora de la Misa, a la que tocaban al salir el sol.
Tampoco faltaban en la Procesión del Encuentro las clásicas
De esta guisa, cantando en todos los llanos, daban la vuel­ canciones. Reunida la gente en el portal de la iglesia, era saca­
ta al pueblo, volviendo a la iglesia y rezando el Santo Rosario, da la Imagen de Nuestra Señora del Rosario cubierta de negro
como hemos visto se hacía en los viernes de Cuaresma. manto, a la que saludaban las cantoras con esta canción:
Terminado el Santo Rosario en el portal, comenzaba la subi­
da al Calvario, rezando el Via-Crucis, acompañando las Esta­ Buenos días tengáis, Madre,
ciones con la antigua y devota canción: Madre de la Soledad
¿Vais a ver a vuestro Hijo?
Lágrimas de compasión ¡ha resucitado ya!
de puro dolor lloremos,
para que todos logremos xMozos, coged la bandera,
los frutos de la Pasión. el estandarte y la cruz.
Las mujeres, con Mana;
y los hombres, con Jesús.
Al amanecer o poco menos, terminaba el Via-Crucis, arriba,
en la Cruz de Santa Marina. Entonces, los mozos preparaban
Y dividiéndose los dos grupos, caminaban las mujeres en tor­
grandes hogueras, mientras el tamborilero corría a buscar el
tamboril que no había vuelto a sonar desde el Martes de Carna­ no a la imagen de la Virgen, precedida de pendón negro, mien­
val. Sería poco más o menos la hora de la Resurrección del Se­ tras hombres, mozos y chiquillos, iban con el Resucitado, pre­
ñor y la alegría contagiaba a los circunstantes. Vuelto el tambo­ cedido de su pendón blanco, por distintas calles. Cantaban las
rilero con su artefacto, se agrupaba la gente en su alrededor, mujeres:
dejando las hogueras, y se disponían para su regreso al pueblo.
¡Oh que triste va María,
Como tamboril y gente eran sinónimos de canciones, marcha­
ban calle abajo a paso acelerado con una antigua tonadilla bas­ María de gracia llena,
tante movida, que sólo acostumbraba cantarse en tal circuns­ Porque no encuentra a su Hijo
tancia: por caminos ni veredas!

E S T R IB IL L O Y al dar vista de lejos a la procesión que de la otra parte ve-


nía, cantaban:
Cante lindo jiguero,
Ved, allí viene Jesús;
canario, ruiseñor; V:
y ved, aquí va su Madre. r&
cante la bella alondra
Hágase la gente un corro,
, .., mil cánticos de amor. S^ C EfiEsg,
que llegan a saludarse.
- 114 -

Y haciendo lo que cantaban, proseguían:

Va haciendo la reverencia
hasta tres veces seguidas.
La tristeza que ella lleva,
se convierte en alegría.

Y haciendo una transición en la música, pasando de triste


a alegre, continuaban:

Quitadle el manto a María; EPILOGO


quitadle ese velo negro
y ponedle el de alegría
que ya cantan en el Cielo.
He llegado, lector amable, cualquiera que seas, que has tenN
Quitadle el manto a María, do paciencia para llegar leyendo hasta aquí, al fin que me pro­
quitadle el manto pesado, puse cuando pensé escribir estas mal pergeñadas cuartillas,
que no era otro que darte a conocer las costumbres, tradicio­
porque es mucha la alegría
nes, narraciones, algo de historia, algo de la vida, en fin, de
de Cristo resucitado. aquel pueblecito tranquilo que con majestad se asienta en el lla­
no, cual matrona venerable, circundado de cerca por hermoso
Quitábanle el manto negro. Dejándole el blanco que debajo plantel de olivos, símbolo de paz y caridad, y de lejos por las
llevaba. Chocábanse los pendones, huyendo el negro por dis­ recias y añosas encinas, señal de fortaleza y entereza de carác­
tinto camino a la iglesia. Encendíase el zahumerio. Cantábase ter, cuyos elementos en tan equilibradas proporciones sus habi­
el «Regina Coeli laetare». Y ya todos juntos, regresaban a la tantes supieron apropiarse. Si he conseguido o no el fin pro­
iglesia para la Santa Misa. puesto tu lo juzgarás, si con atención has leído lo que precede.
Se entraba de lleno en la Pascua. Dia de felicitaciones y en­ De propósito, para no cansarte más, he omitido el hablar de
horabuenas. Ese día, solía reunirse el Ayuntamiento para cele­ la Romería que en la ermita de Santa Marina se celebraba el lu­
brar la Pascua y comer el «cabrito pascual», a cuya reunión in­ nes siguiente al de la Pascua de Resurrección, reminiscencia de
vitaban al señor Cura, la que dió origen a que algún chusco se aquella otra que en la ermita lejana antigua se celebraba.
sacara «de su cabeza» aquellos pareados que con frecuencia nos De propósito, entre otras muchas cosas, omito también el re­
repetía: ferir la cariñosa despedida que los amigos y conocidos tributa­
ron a los dos huéspedes, a quienes costó gran trabajo y..pena
Aleluya, dijo el cura
abandonar aquel pueblecito, que tan franca hospitalidad Ies ha­
por comer de la asadura. bía brindado, abriéndoles de par en par las puertas de su casa y
El sacristán dijo amén, del corazón de sus habitantes. Ni haré referencia tampoco de la
«rondalla» que para despedirlos organizaron los estudiantes,
por probar algo también.
cantando regionales canciones, al fin de sus vacaciones de S e ­
Y el monaguillo dijo pillo, mana Santa.
por probar de ella un cachillo. Ni nos entretendremos con ellos cuando, a su paso para la
próxima estación ferroviaria de, entonces, Oliva y Villar, se de­
tuvieron a examinar las ruinas de la antigua ciudad romana, lla­
mada Cáparra, con su majestuoso arco, de cuádruple entrada,
que impertérrito desafía elementos y edades, dejándoles cami­
nar velozmente con la cartera llena de notas y el corazón de re­
cuerdos.
— 116 —
«Ondi jueron los tiempus aquellus», hemos pensado algunas
veces con el poeta de la tierra, al recordar algunas délas tradi­
ciones; aquellos tiempos de fe profunda, de piedad sólida, de
tranquilidad y amor; aquellos tiempos, en que la vida religiosa
informaba todos los actos de aquel cuerpo social, que bajo la
unidad del alma agrupaba todos los miembros en un mismo pen­
sar, un mismo querer, un mismo obrar. ¿Habremos también de
lamentarnos con el poeta de que

Ajuyó tuitu aquellu pa sienipri APENDICE


y ya no mos quea
más remediu que dilnus jaciendu
a esta vía nueva?
Datos cronológicos sobre la Ermita del Santo Cristo
¿No habrá un grupo de hombres de buena voluntad que, re­
moviendo las cenizas aún calientes de aquella gran hoguera, En 6 de marzo de 1542, fué fundada la Cofradía de la Santa
deje al descubierto las encendidas brasas, donde prenda de Vera Cruz, a la que se le aplicaron las indulgencias del papa
nuevo el fuego sagrado que caliente los miembros en peligro de Paulo 111, en 5 de febrero de 1544.
aterirse con el grosero materialismo e individualismo egoísta y En los años 1579 al 1590, se construyó la primera ermita,
suicida? pequeña, por Alvaro de Vega y canteros, siendo su importe de
Por demasiado pagado me daría si con este trabajo lograra 212.246 maravedises.
contribuir a levantar el espíritu de los Ahigalenses y hacerles se En septiembre de 1617, se compró la imagen del Santo Cristo.
mirasen en los buenos ejemplos de sus mayores y en las santas En mayo de 1626, se concedió autorización para celebrar en
tradiciones que les legaron. Si lograra contribuir a que con el la ermita, el día tres de mayo, fiesta de la Cofradía.
corazón y la vista puestos en lo alto, pudieran caminar serenos, En 1669, fueron hechas las cruces del Calvario por el maes­
tranquilos, sin rivalidades que matan, sin odios que envenenan. tro cantero Mateo Andrés.
Si en sus labios y en sus obras llevaran como guión de su vida De los años 1703 al 1719, duró la obra de la nueva ermita
aquel hermoso párrafo con que cierra el encabezamiento de los actual.
Estatutos de la Cofradía de la Vera Cruz, con que damos este En mayo de 1753, se compró la imagen del Santo Cristo del
trabajo por terminado: cSeá Nuestro Señor principio, medio y Sepulcro y la imagen de la Virgen de la Soledad; y se estable­
fin de nuestras obras. Sea bendita y loada la gloriosa siempre ció la función del Descendimiento.
Virgen María, señora nuestra, abogada de los pecadores, agora En 1756, se hace el retablo del Santo Cristo, importando
y para siempre jamás. Amén». 2.400 reales el maestro, 426 la madera y 143 los portes de ella.
En 1775, se acordó dorar el retablo.

Datos cronológicos sobre la Parroquia

En 1646, se hizo el retablo del Rosario y se compró la ima­


gen del Resucitado.
En 1650, fué dorado el referido retablo por Marcos de Pare­
des, vecino de Plasencia, en 100 ducados, pero parece que quedó
algo alcanzado y se le dieron 20 ducados más. Ese mismo año,
se mandó hacer la cásillá o taller para guardar las andas y cosas
de madera.
En 1653, se mandó hacer la custodia. Fué hecha en Piasen-
- 118 —

cia, en cinco días, y se pagaron al platero 2,012 reales por 90


onzas de plata, más 57.782 maravedises por el dorado y hechura,
En 1653 y 54, se hace la obra de la torre.
En 1654, fué donada la Casa Rectoral por María Jiménez y
el corral. Fué reedificada en 1784, dejándola en la forma que
ahora está, siendo párroco don Sebastián Pineros e importó
17.954 reales.
En 1655, se habla del Hospital que existía hacía mucho
tiempo.
En mayo de 1660, misionan el pueblo los Padres Jesuítas de I N D I C E
Salamanca Pedro Muñoz y Esteban Romero. Ese mismo año, el
Duque de Alba, Marqués de Coria, nombra] párroco por tener
ese privilegio estando la Sede Vacante.
En 30 de mayo de 1663, fray Francisco de Gamboa, Obispo Páginits
de Coria y ya electo obispo de Zaragoza, ordena que antes de
empezar los sermones se rece el «Bendito y Alabado sea... et­ 1.—A guisa de prólogo................................... 5
cétera», y si algún predicador comenzara sin haberlo recitado Cap. I.—La Llegada ........... ...... ]1
antes, se continúe la misa sin dejarle proseguir el sermón. > II.—Los Quintos , ............................................ 14
En 1680, se hace el retablo del altar mayor. > III.—Las Rondas.............................i ............... 17
En 1692, el ilustrisímo señor Porras prohíbe se tenga en la
» IV.—Topografía ..................... . 20
Casa Concejo el sermón de penitentes el Jueves Santo. Ese mis­
mo año, se hacen obras en la ermita de los Santos Mártires. » V .—Historia . 23
En 1706, se ordena al Justicia arregle el tejado del Hospital, » VI.— Los Encantos .................. 29
que habían destejado para una función de toros, y así lo dejaron. » VII.— Fiesta de San Antonio............ .... 32
En 1715, se prohíben los gastos de crianza de los niños ex­
| El capazo.—Iglesia.—Exámenes. Maestro.—Capea.
pósitos a la puerta de la iglesia. Estos son algunos de los datos
que a la ligera hemos podido recoger. » VIII — El Zajumerio 39
» IX .—Las Tertulias ......... — 42
> X. Las Bodas . ................................ ........... 47
» XI. —La F e ria ..................... . 63
» X II.— Cristo de Octubre.............. . 66
» X III.—Día de Difuntos ........... ... 71
» XIV .—Las Matanzas 79
» XV. —Por San B la s 84
» X V I.—El Regreso >7
» XVII. —Días de Antruejos................... 92
» X V III.—Fiesta de Cuaresma................. 97
» X IX .—Semana Santa 102
Epílogo.......................................................................... 115
Apéndice. Datos sobre la Parroquia y Ermita
b ib lio teca Extremeña
El corazón no ama lo que el entendimiento ignora. Si quieres
plasmar en tu espíritu hondos afectos hacia esta tierra de conquis­
tadores, santos y poetas, conócela profundamente. La «Biblioteca
Extremeña » recogerá documentos manuscritos, obras impresas cu­
y o s ejemplares escaseen, colecciones de trabajos diseminados por
revistas y periódicos, extractos de lo referente a Extremadura en
obras generales y voluminosas..., todo lo que pueda servir de base
a un conocimiento de la región, presentado en ortografía actual,
para que sirva a los eruditos, a los estudiosos y al común de los
lectores .
• j i * r .* ,j .. j v .
. Y ’ • — V r . ■ - . . .

VO LUM ENES PUBLICADOS

1.—Bibliografía de Extremadura, por Domingo Sánchez Loro. Cdí­


ceres, 1955. Tomo I. Precio: 65 pesetcs

Contiene 5.000 fichas bibliográficas de lo existente sobre la región,


impreso, manuscrito o publicado en revistas y periódicos. Es una obra
ingeníe y monumental, que por la amplitud de sus facetas y el carác-,
fer exhaustivo con qus el autor las trata, hará posible que sea estu­
diada y conocida la ejecutoria de Extremadura en el correr de los
siglos y las posibilidades que encierra para el futuro engrandecimien­
to de la Patria. Este primer volumen de la «Biblioteca Extremeña»
contiene una amplia introducción sobre los fines da la misma. Cada
cinco volúmenes de esta «Bibliografía Extremeña», se publicará un
apéndice con los índices de autores, de materias, topográfico y
cronológico.

2.— Vida y Milagros de los Padres Emeritenses, por Paulo Diácono.


Cacares, 1951. Precio: 16 pesetas'
Este libro fue escrito en latín en el sigjo VIL Es uno délos más
importantes para la historia eclesiástica de España; para la de Extre,
madura, inapreciable. La «Biblioteca Extremeña» lo publica ahora-
■ * '■
— 122 — — 123 —

por primera vez en castellano, con las notas que puso a la obra el carácter general que existen sobre Extremadura. El autor no se limita
regidor de Mérida Bernabé Moreno de Vargas, en el siglo XVII, según a Plasencia y su obispado; abarea temas históricos y personajes que
un rarísimo ejemplar existente en la Biblioteca Provincial de Cáceres. actuaron en toda la región y aun fuera de ella, especialmente los ca­
El texto va precedido de un estudio preliminar sobre el autor y la balleros de la Orden de Alcántara; dedica varios capítulos a la gesta
obra, y una semblanba sobre la sede metropolitana emeriíense; como de los extremeños en el nuevo mundo. Por la seriedad con que está
apéndice, ¡leva documentos de interés para Mérida, entre los que escrita, por la personalidad del autor y su galano estilo, por la discre­
destaca la traducción castellana de las actas del martirio de San G er­ ta y sabia exposición d4e los sucesos, merece esta obra ser conocida;
mán, San Servando y Santa Eulalia, que decoran la historia de Emé­ por atribuirse a fray Alonso la paternidad del «Quijote», que vió la
rita Augusta. La traducción, estudio preliminar, apéndices y notas, se luz bajo el seudónimo del licenciado Alonso Fernández de Avellane­
deben a Domingo Sánchez Loro. da, adquiere dimensión universal el autor y su obra. El prólogo de es­
ta edición contiene una biografía del celebrado fray Alonso, escrita
3.—Amenidades, florestas y recreos de la provincia de la Vera Alta por Domingo Sánchez Loro. Un mapa del obispado de Plasencia, has­
y Baja, en la Extremadura, por Gabriel Azedo de la Berrueza y ta ahora inédito, hecho en 1797 por Tomás López, ilustra el texto.
Porras. Cáceres, 1951. Precio: 12 pesetas.
6 .—Historia de Cáceres y su patrona, por Simón Benito Boxoyo. Cá­
Es una joya literaria esta obra, que compite en las antologías con
ceres, 1952. Precio: 30 pesetas.
los más celebrados estilistas de la lengua castellana. Sus descripcio­
nes de la Vera son de lo mejor que existe en el idioma de Cervan­ Las noticias históricas que contiene esta volumen'se hallaban hasta
tes. Aparte de esto, contiena varias y curiosas noticias de la región, ahora inéditas. Al publicarlas, se presta a Cáceres un gran servicio,
que hacen muy sabrosa la lectura. Trata de la retirada que muchos pues carecía de una historia general. La historia de Nuestra Señora
santos pontífices, prelados y diáconos de Andalucía y otras partes, hi­ de la Montaña ocupa la segunda parte del volumen. Avalora esta
cieron a las sierras de la Vera, huyendo de la persecución de los mo­ edición un estudio preliminar sobre el autor y la obra, con anotacio­
ros; de cómo los griegos vinieron a Espgña y asentaron en la región nes y comentarios al texto de Boxoyo, de Miguel Muñoz de San Pedro.
de Plasencia; de algunos hijos de esta tierra, preclaros en armas, letras Va dedicada al Caudillo esta impresión de la Historia de Cáceres, en
y virtud, que sirvieron mucho a los reyes de España y a Dios Nuestro cuyo recinto evocador y pleno de añeja historia, en el palacio de los
Señor; de Viriato; de la Serrana de la Vera; de romances; de historia; Golfines de Arriba, fué proclamado Jefe del Estado Español y Gene­
de tradiciones; de leyendas; de paisajes y de otras mil curiosidades. ralísimo de los Ejércitos. La transcripción del texto primitivo ci la orto­
Fue escrita en el siglo XVII. La precede en esta edición un prólogo, grafía actual, ordenación e impresión de las dos obras que integran
sobre el autor y la obra, de Domingo Sánchez Loro. este volumen, han sido hechas por Domingo Sánchez Loro.
4.—Posibilidades industriales de la Alta Extremadura.—(Segundo 7.—Descripción y noticias del Casar de Cáceres, por Gregorio Sán­
ciclo de conferencias organizado por el Departamento de Semi­ chez de Dios. Cáceres, 1952. Precio: 25 pesetas.
narios de la Jefatura Provincial del Movimiento, de Cáceres).
Cáceres, 1951. Precio: 30 pesetas. Integra este volumen todo cuanto constituye la médula histórica de
la villa del Casar: el dato geográfico, las condiciones sanitarias del
Las más prestigiosas figuras, por sus conocimientos y por las altas lugar, la anécdota histórica, las piedras ilustres, el nivel agrícola, el
jerarquías que ostentan en los organismos del Estado, exponen en es­ censo de hijos preclaros, la referencia industrial, la flora y la fauna,
te volumen los problemas da mayor transcendencia y urgente solu­ etc. El original, conservado en el monasterio ds Guadalupe, se da a
ción en la Alta Extremadura, sobre los más variados temas industria­ la imprenta por primera vez. La descripción y noticias del Casar van
les y económicos: regadíos, turismo, transportes, culti vos diversos, aho­ seguidas de las biografías de tres hijos ilustres: Vida prodigiosa del
rro, repoblación, industrias varias, etc., todo elio del más subido inte­ venerable y extático varón fray Juan de San Diego, por fray Fran­
rés para la economía extremeña. Su lectura abre nuevos e insospecha­ cisco de Soto y Marne; Vida del santo padre y mártir de Cristo frai/
dos horizontes a los técnicos, empresarios y a todo el que sienta algu­ Agustín del Casar, extremeño de nación e hijo del real convento de
na inquietud sobre tales problemas y desee conocer su verdadero Valladolid, por fray Francisco de Vega y Toraya; Noticias de fray
planteamiento y posibles soluciones. Prestigia a este volumen un pró­ Diego de Vivas, natural de el Casar de Cáceres y provincial de la
logo del que fué jefe provincial del Movimiento y gobernador civil en de San Miguel de nuestro padre San Francisco , por fray José de
Cáceres, don Antonio Rueda y Sánchez Malo. Santa Cruz. También es dechado esto historia del Casar, del trasiego
5.—Historia y anales de la ciudad y obispado de Plasencia, por de hombres, instituciones e ideas, entre los humildes lugares de Extre­
fray Alonso Fernández. Cáceres, 1952. Precio.- 80 pesetas. madura con el nuevo mundo. La pluma de Domingo Sánchez Loro ha­
ce prólogo y pregón de este volumen y allega notas y comentarios
Fué escrita esta obra a principios del siglo XVII, de cuya edición ya sobre el texto. En este prólogo de Domingo Sánchez Loro se estudia,
quedaban rarísimos ejemplares. Es de las obras más importantes de a la luz de la filosofía y de la teología, la naturaleza humana, pera
— 124 — — 125 —

situar a los hombres ente la vida y ante la historia, en el crisol de los ducción sobre la obra y el autor. Este volumen va dedicado a con­
hondos problemas de ayer y de hoy, meollo y sustancia de nuestro memorar el veinticinco aniversario de la coronación canónica de
Movimiento. Vicente Barrantes aporta noticias del manuscrito. Felipe Nuestra Señora de Guadalupe, Reina de las Españas, bajo cuyos aus­
León Guerra hace la presentación. picios realizó nuestra Patria los hechos más culminantes de su historia.

8.—Relación del nuevo descubrimiento del famoso rio grande, que 10.—Realidades y esperanzas de la Alta Extremadura. (Cuarto ci­
por el nombre del capitán que lo descubrió , se llamó el rio de clo de conferencias organizado por el Departamento de Semina­
Orellana, por fray Gaspar de Carvajal, capellán de tan famosa rios de la Jefatura Provincial del Movimiento, de Cáceres). C á ­
empresa. Cáceres, 1953. Precio: 60 pesetas. ceres, 1953. Precio: 43 pesetas.
Se hace la impresión de este volumen en memoria de Francisco de Desfila por este volumen la flor y nata de Extremadura, evocando
Orellana, descubridor del Amazonas, en el cuarto centenario de su glorias de ayer, bellezas de hoy, esperanzas del mañana. Un equipo
muerte, y en homenaje de su biógrafo eximio e ¡lustre chileno don Jo ­ de mentes privilegiadas, plenas de sabiduría y en vórtice de prestigio
sé Tcribio Medina, en el primer centenario de su nacimiento. Francís' nacional, convierten este libro en cátedra de prestigioso y amplio ma­
co de Orellana, capitán de la hazaña, y fray Gaspar de Carvajal, ca­ gisterio sobre las más hondas y variadas facetas de la Alta Extrema­
pellán y cronista de la misma, eran trujillanos. Sirve de proemio a este dura: Bútler descubre el tesoro forestal de las Hurdes legendarias y
volumen un estudio, hecho por Domingo Sánchez Loro, sobre la pro­ escondidas,- González Valcárcel narra el encanto de la celda resur­
fundidad histórica de la gesta trujillana, con una semblanza del viejo gida del monarca que llevó en sus hombros el peso del mundo y ce­
Trujillo, noticias del linaje de Orellana y apuntes biográficos sobre To- rró sus ojos en las delicias de Yuste; Carbonero Bravo nos ilustra so­
ribio Medina. Sigue una espléndida introducción escrita por este chile­ bre la inmensa riqueza del ganado trashumante en nuestra región,
no, pasmo de erudición, que es lo mejor que hasta ahora se ha pro­ orgullo y sustento de la Patria; Floriano Cumbreño ofrece el mosáico
ducido sobre ei héroe, sobre su cronista y sobre la hazaña del río de castillos y piedras togadas que vuelan heráldicamente; Pérez Co-
Amazonas. Este volumen viene a llenar una honda laguna en el mun­ mennador deleita nuestra fantasía con sus ‘impresiones de artista por
do erudito, pues era muy difícil poder consultar los rarísimos ejempla­ las huellas de la civilización; García-Pablos nos conduce con la linter­
res de esta obra. A continuación se inserta la crónica del padre Car­ na urbanística por los barrios añosos de Cáceres, Trujillo y Plasencia;
vajal, de extraordinaria importancia histórica. En la parte documental Hernández Pacheco nos pasma con su ciencia sobre los secretos cós­
se incluyen valiosos alegatos en pro del buen nombre de Orellana, en micos escondidos en lo gleba milenaria; Hermoso despierta en las
cuya reputación se había cebado el sectarismo y saña de la leyenda almas sutiles florilegios de galanura pictórica,- Roso de Luna nos so­
negra antiespañola. brecoge con sus aventuras solitarias por continentes misteriosos, lu
péñola del señor Rueda y Sánchez-Malo sirve de pórtico a este volu­
9.—Libro de la invención de esta Santa Imagen de Guadalupe; y de men, haciendo gala con su habitual donaire de espíritu cultivado y
la erección y fundación de este Monasterio; y de algunas cosas selecto como artífice del buen decir. El conjunto del volumen es una
particulares y vidas de algunos religiosos de él, por el padre semblanza honda, sugerente, fecunda—esto es, despertadora de ¡ni
fray Diego de Ecija, vicario de esta santa casa. Cáceres, 1953. dativas —¡ es una semblanza transcendente de la Alta Extremadura.
Precio: 65 pesetas.
11 —Diccionario histórico-geográfico de Extremadura, por Pascual
Se publica en este volumen el manuscrito de la primera historia Madoz. Cuatro volúmenes. Cáceres, 1953-55. Precio: 300 pesetas.
que se escribió sobre el real monasterio de Guadalupe, a principios
del siglo XVI. La obra consta de cuatro libros: el primero, trata del Abarca este diccionario, con método riguroso en sus artículos, da­
origen e invención de la Santa Imagen de Nuestra Señora de Guada­ los y noticias sobre el nombre de cada pueblo, sus dependencias y
lupe; el segundo, de la erección y fundación de su iglesia y monaste­ distancias, situación y clima, interior de la población y sus afueras,
rio; el tercero, narra la fundación de la Orden de jerónimos en Espa­ término, calidad del terreno, caminos, correos y diligencias, produc­
ña por fray Fernando Yóñez de Figueroa, natural de Cáceres, y de su ciones, industria, comercio, población, riqueza, tributos e historia. Este
llegada con otros religiosos a Guadalupe; el cuarto, contiene la vida noticioso conjunto, prestigiado por la seriedad y pulcritud con que su
de algunos siervos de Dios que brillaron en Guadalupe por sus letras autor lo compuso, ha sido durante un siglo lo más perfecto que en su
y virtud. La importancia del manuscrito por su antigüedad, por ser el género tenía España; y, para nosotros, aún es hoy el libro general
autor testigo de vista de la mayoría de los sucesos que cuenta, por que mejor nos habla de Extremadura. Su valor es permanente. Va
ser la fuente principal de donde sacaron sus noticias los demás histo­ dedicado a los Cabildos de Hermandad, en la Alta y Baja Extrema­
riadores de Guadalupe— muchas veces sin decirlo—y por la vigorosa dura. Sale a luz esta edición tal y como su autor dejó compuesto el
personalidad de fray Diego de Ecija, le hacen ocupar un puesto des­ diccionario. El Departamento de Seminarios de la Jefatura Provincial
tacado en la historia extremeña. La prestigiosa pluma del doctor fray del Movimiento, de Cáceres, prepara un apéndice, actualizando las
Arcángel Barrado Manzano aValcra el texto con una erudita intro­ estadísticas y datos históricos de este diccionario. Para ofrecer mayor
== 126 — — 127 —

claridad tipográfica, mejor acomodo y utilidad en su lectura, se han 14'— Trasuntos extremeños, por Domingo Sánchez Loro. Cáceres,
deshecho abreviaturas, actualizado su ortografía y puesto acápites 1955. Precio.- 60 pesetas.
discrecionales en cada artículo, añadiendo un amplio índice general Encierra este libro un conjunto de matices del alma extremeña. En
en cada tomo. La razón de más peso que determinó el no actualizar sus páginas se aprecia el propósito de rehuir los ditirambos, alharacas
en un todo el contenido de esta obra, fué el propósito que abriga la y fruslerías. Se busca, íntimamente, pudorosamente, con amor, los ma
«Biblioteca Extremeña» de publicar sucesivamente otros volúmenes tices característicos de los hombres y las cosas: las razones telúricas,
sobre el mismo tema: el manuscrito del P. Coria titulado «Descripción últimas, recónditas, que mueven a los hombres; la belleza, la intimi
de Extremadura»; las «Releciones topográficas» que mandó hacer Fe­ dad, el meollo, la sustancia de las cosas, que circuyen a los hombres;
lipe II, aún inéditas, conservadas en el Escorial; relaciones de visitas la misteriosa compenetración de las almas y el paisaje, de la tierra y
a los castillos de Extremadura por las Ordenes Militares, que se de la vida. Desfilan semblanzas de sabios y poetas, de guerreros y
guardan manuscritas; crónicas de viajes, etc. Así conoceremos lo que mártires; de la ejecutoria de ayer, de los trabajos e inquietudes de
ha sido nuestra tierra, lo que es y lo que puede ser. Un estudio preli­ hoy, de las esperanzas del mañana. La pasión-serena pasión—, el
minar sobre la obra y el autor, debido a la pluma de Domingo Sán­ fervor, la sencillez del estilo, son vértice que trueca en unidad trans­
chez Loro, que ha preparado la edición, abre las páginas de este cendente, histórica, sentimental, la temática variada de sus capítulos.
diccionario. El autor, amorosamente, sencillamente, como otro San Francisco, nos
12.—¡Sangre de Mártires!: vida y martirio de un extremeño en la regala con trasuntos de antaño, nos describe los empinamientos de
ciudad de los concilios (don Fausto Cantero Roncero), por don hogaño. La lectura de este libro engendra en el alma una visión plá
Diego Marcelo Merino. Cáceres, 1954. Precio: 43 pesetas. cida, intensa y recatada de Extremadura.
Viene este libro a mostrarnos un moderno hito de ejemplaridad: la 15.—Coria (Reconquista de la Alta Extremadura) , por Gervasio Ve­
vida, el martirio de un extremeño; vida fervorosa, transceden.te, huma­ lo y Nieto. Cáceres, 1956. Precio: 75 pesetas.
na, fecunda; martirio cristiano, gozoso, sin odio, sin rencor hacia los
verdugos. En este libro aparecen hechos carne, hueso, espíritu, las raí La pluma galana, amorosa, erudita, asentada, de Gervasio Velo y
ces profundas, los módulos permanentes de la forma de ser hispana; Nieto, traza en este libro la semblanza de una época histórica desco­
en sus hechos culminantes, se otean los matices de la reciedumbre ex­ llante en la Alta Extremadura: su reconquista por las armas cristianas
tremeña. La fe, el patriotismo de don Fausto Cantero, hondos, abnega del poderío ogareno. Lugar decisivo en esta reconquista fué la ciudad
dos hasta la muerte, son exponente de la argamasa con que se fra­ de Coria. En este volumen se perfilan los hechos de la guerra y las in
guaron los ideales que sustentan al Monvirnienío. La pluma de don quietudes de la paz; las hazañas legendarias y las curiosas menud.m
Diego Marcelo Mermo, donosa, aguda, llena da armonía, va desflci cías del cotidiano vivir; las letras y las artes; la historia y la leyenda.
rancio ante el lector la roso fragante de una vida, el calvario doloro Con su lectura, poco a poco, gozosamente, se nos va entrando en <~l
so de un martirio. Domingo Sánchez Loro presenta al autor y evoca alma la forma de sentir, de pensar, de comportarse; la forma de s^r
con hondura, con arte, bellamente, la gesta que dió vida a los idea que tenían nuestros progenitores. Vemos cómo proyectan su pujanza
les que exhala este libro; ideales sustentadores de nuestro Movimiento. en la historia de la Patria; cómo es natural que aquellos hombres gi­
gantes, los hijos de aquellos hombres, agotaran en el nuevo mundo la
13.—Flores de mi tierra: historia, costumbres y leyendas de Ahigal, capacidad de asombro. La época estudiada en este volumen, con su
por don Segundo García y García, arcipreste de Lagunilla. Cáce rudeza, con sus heroísmos, con sus pasiones y santidades, preludia
res, 1955. Precio,- 30 pesetas. esa ejecutoria extremeña que no tiene igual en el mundo. El estilo es
La cosas pequeñas del cotidiano vivir son el exponente más fiel del llano; la narración, insinuante. Los fundamentos históricos se basan en
alma de un pueblo,- en la llaneza y simplicidad de los usos, costum­ maciza erudición. Lleva este volumen, como apéndice, el «Fuero de
bres y afanes diarios, se encierran los matices de Ip forma de ser ca­ Coria», de tan luminosa y decisiva importancia en la integración so
racterística de una región, de una comarca, de una aldea. Se necesi­ cial, política y económica de Extremadura y de la Patria. Bellas ilus­
ta aguda intuición, exquisita sensibilidad, espíritu observador, sutil, traciones engalanan el texto.
delicado, para ahondar en la ruda corteza de los pueblos extremeños
y percibir la savia de su alma recatada y profunda, llena de poesía, EN PRENSA
de exaltación, de rectitud, de espiritualidad y ensueño. Este libro del
arcipreste de Lagunilla, con sabroso donaire y armonioso equilibrio 16.—El convento placentino de San Ildefonso , por Domingo Sánchez
jn la narración, nos muestra el carácter recio y dulce, laborioso y Loro.
alegre, rústico en apariencia y sensible en el corazón, de un pueblo
le la Alta Extremadura: Ahigal; sus costumbres, sus leyendas, sus tro- El resorte decisivo que mueve a los hombres y a los pueblos, es el
liciones, su historia, sus esperanzas. Varias ilustraciones decoran y espíritu; las obras, las inquietudes del espíritu. Este volumen, que en­
imenizan las páginas del libro. cierra la historia y la vida de un convento placentino, sirve de alda-
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bonazo a las almas de nuestro mudo materializado; es tábano súge-
rente y normativo pera los hombres de fineza espiritual, de afanes motivos de meditación, de ejemplaridad. Se manda hacer las exe­
transcendentes. La visión que nos da el autor de este convento pla­ quias antes de morir y que su cuerpo agonizante sea puesto en el
centino, al seguir las hebras de su historio, trasluce, insensiblemente, suelo sobre ceniza o polvo, o a lo más sobre unas pajas. Estas exe­
las creencias normativas de nuestro pueblo; muestra la raigambre de quias de don Diego fueron antecedente de los funerales que en vida
nuestros místicos, de nuestros ascetas que—en frase de Santa Teresa se mandó hacer Carlos V en Yuste. Como servidor de los Zúñigas,
— parecían «hechos de raíces de árboles». La historia de este conven­ don Diego intervino en grandes rebeliones y levantamientos durante
to explica, en anchura y profundidad, la inmensa, la inexplicable—a el reinado de Enrique IV. Como ayo del maestre don Juan de Zúñiga,
los ojos frívolos—ejecutoria extremeña. Con su lectura, apreciamos la proyectó su influencia, su discreción y sabiduría sobre la orden de
reciedumbre de nuestro espíritu, del espíritu de nuestros hombres, de Alcántara y sobre la vida y aficiones artísticas y literarias del maes­
nuestras instituciones, de nuestro pueblo. Los matices de unas almas tre. Contribuyó de manera decisiva en la pacificación de Extremadu-
enclaustradas influyen más en la historia del mundo que todos los ro a favor ae los Reyes Católicos. Como deán de Plasencia, hizo
adelantos de la materia, cuando la materia no sirve al espíritu. El es­ grandes cosas; entre otras, comenzó a construir su hermosa catedral.
tilo del libro es discreto, bello, de factura clásica. La erudición—aun­ La pluma de Domingo Sánchez Loro, con materiales inéditos, con
que el libro no tiene apariencia erudita—es en un todo de primera abundosa erudición, con estilo que puede servir de ejemplar y decha­
mano. •
do, va trazando en este volumen la vida y la obra de don Diego de
Jerez: sus grandes hechos, su parecer brillante, s j s miserias humanas.
17.—Memorial Je la calidad y servicios de la casa de don Alvaro Junto con la biografía de don Diego, nos muestra el autor una discre­
Francisco de Ulloa Golfín y Chaves, caballero del orden de Al­ ta semblanza de aquella época histórica en la alta Extremadura.
cántara, señor del mayorazgo de Castillejo, en la villa de Cáce­
res, atribuido a José Pellicer de Tovar. 19.—Noticias particulares de lo que va sucediendo en Plasencia
(1738-1800), por Francisco y Pedro María Ramos de Collazos.
El hombre es el sistema. Los hechos de los [hombres forman la his­
toria. Para conocer la historia, necesitamos conocer los hombres, el Se trata de un curioso manuscrito sobre Plasencia. Es una miscelá­
pensar, el sentir, el obrar de los hombres que han hecho la historia. La nea de sucesos: historia, religión, costumbres, economía, anécdotas,
historia, conocida de esta manera, es maestra de la vida. Cáceres tie­ hechos de importancia, menudencias; nada escapa a la curiosidad de
ne su historia; historia ejemplar, colorida, fecunda. Este volumen nos los autores. Francisco Ramos de Collazos y su hijo Pedro María sólo
muestra a los hombrss que han hecho la historia de Cáceres: su ge­ narran lo que han visto con sus ojos u oysron a personas de crédito.
nealogía, sus entronques, sus hazañas, sus empiriamientos y decaden­ Pacientemente, día a día, van escribiendo las páginas coloridas de
cias, sus venturas y desventuras. Abraza este libro apellidos cacere- su diario. Estas páginas emanan pura vida; la vida del pueblo pía
ños; los entronques de estos apellidos nos muestran la proyección de centino en el siglo XVIII. Con la lectura da este volumen, nos psreata-
Cáceres sobre Extremadura y sobre la patria de aquende y allende el nios de que, menudeando en el estudio de los matices íntimos, sensi­
Océano. Al seguir la ejecutoria de estos apellidos, nos adentramos en bles, de las cosas vulgares, cotidianas, se aprehende mejor el alma
la historia del mundo; vemos la influencia de nuestros hombres en la de un pueblo, el recóndito impulso de ¿u vivir, la intrínsc a razón de
universul historia. Además, este libro es el único, puntual y serio, que su obrar. La sencillez, la propiedad, la naturalidad — no vu^andad—
trata las cosas de Cáceres; es la base de todos los demás. En fin, es del estilo, es puro encanto. La transcripción del manuscrito, ordena­
el mejor libro que existe sobre Cáceres. Se escribió en 1675. Su reim­ ción del texto, actualización de su ortografía, notas, prólogo y co­
presión era de urgente necesidad. Domingo Sánchez Loro ha transcri mentarios sobre el libro y los autores, han sido hechos por Domingo
to el texto a la ortografía actual, le ha comentado y le ha puesto un Sánchez Loro. Es esta la primera de las misceláneas placentinas que,
prólogo sobre la obra y el autor. Dios mediante, se publicarán en la «Biblioteca Extremeña»; todas ma­
nuscritas, aún inéditas. Ninguna otra población de Extremadura es
18.—Don Diego de Jerez ( Consejero de los Reyes Católicos, servi­ más rica que Plasencia en misceláneas, prueba fehaciente de la fe-
dor de los duques de Plasencia, deán y protonatario de su igle­ cundidad de su historia, de la ejemplaridad de su vida.
sia catedral), por Domingo Sánchez Loro.
Tiene Extremadura muchas figuras de universales dimensiones; aún 20.—Emérita Augusta (Historia y monumentos de Mérida), por Do­
permanecen ignoradas otras muchas de primera magnitud. Hombres mingo Sánchez Loro.
de ejecutoria descollante en cualquier otra región, apenas alcanzan
que en Extremadura se repare en ellos. Una de estas gigantes figuras Este libro, en apariencia, no es erudito. Empero, es obra del enten­
olvidadas es don Diego de Jerez. Contiene este volumen la biografía dimiento, del estudio, de una sutil, aunque disimulada, erudición. Tam­
de don Diego de Jerez. Don Diego presenta en su vida dos grandes bién es un libro emotivo, fruto del corazón. El autor, con sosiega de
erudito, con impaciencia de enamorado, en ingenioso casamiento de
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serenidad y fervores, nos muestra las galas, los siglos de ventura, los
años de apocamiento, en Emérita Augusta. La historia de esta colonia PROXIMOS VOLUM ENES
romana ocupa la primera parte del volumen; sus monumentos ocupan
la parte segunda. En todo el libro esplenden dos proyecciones emeri-
tenses.- una es la vida íntima, esplendorosa, llena de pujanza, que tu­ Las Hurdes: Lo que han sido, lo que son, lo que pueden ser, por
vo la ciudad; otra es su influencia decisiva en la integración del mun
do hispano-romano, en la cristianización de los módulos que mere varios autores.
cían salvarse cuando se arruinó el Imperio, en la unificación religiosa
de España, a través de sus arzobispos, en la buena cuenta que dieron
Historia de Zorita y su Patrona, por Domingo Sánchez Loro,
sus hijos en los tiempos de la Reconquista, en la hazañosa participa­ Historia de Nuestra Señora de Guadalupe y fundación de su santa
ción que tuvo en las gestas del nuevo mundo. Itera y reitera el autor
la importancia He Mérida, que es índice, vértice, punto geométrico, hi­ casa, por fray Gabriel de Talaverci.
to culminador de la ejecutoria hispana; porque Emérita Augusta se
llamaba también «la otra Roma»; en todo el mundo, ninguna colonia Acotaciones de un lector sobre Extremadura, por Domingo Sánchez
ganaba en prestancia a Emérita Augusta, si no es la ciudad de Rómu Loro.
lo. Fruto de esta prestancia son los monumentos que el autor nos des Bibliografía geográfica de Extremadura, por Jo ié V. Corraliza.
cribe por menudo. En cuanto a ia parte literaria, sigue este volumen
la placidez, la facundia, la llaneza en el estilo peculiar de Domingo Mujeres extremeñas, por Domingo Sánchez Loro.
Sánchez Loro.
Partidos triunfantes de la Beturia turdula, con todas las poblacio­
nes libres comprendidas bajo el cerco de quince leguas de la
villa de Hornachos, por fray Juan Matheo Reyes Ortíz de Tovar.
El empinamiento humano (Visiones de un caminante por la Alta
Extremadura), por Domingo Sánchez Loro.
Los Jerónimos en Extremadura: Cáceres, Guadalupe y Yusie, por
fray José de Sigüenza.
Efemérides extremeñas (Una lectura para cada día), por Domingo
Sánchez Loro.
Historia de Plasencia, por José María Barrios y Rufo.
La Música en Guadalupe (Los órganos y los organisias, la capilla
y sus maestros, la orquesta y los ministriles, los compositores
y la enseñanza de la música) , por Domingo Sánchez Loro.
La Serrana de la Vera y otras narraciones de Extremadura, por
Vicente Barrantes.
Genealogía de indianos extremeños, por Domingo Sánchez Loro.
Viajes por Extremadura, de varios autores.
Crónica de la orden de Alcántara, por Alonso Torres y Tapia,
Prelados placentinos: notas para sus biografías y para la historia
documental de la santa iglesia catedral y ciudad de Plasencia,
por José Benavides Checa.
Sancta JIDaría de Guadalupe,
Ifeíspaníarum TRegína,
ora pro nobís.

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