Hermetismo
Hermetismo
Hermetismo
HERMÉTICO
Y SU RELACIÓN CON LA
ALQUIMIA Y LA
FRANCMASONERÍA
1910
Oswald Wirth
El Simbolismo Hermético
ÍNDICE DE MATERIAS
Prólogo, página 3.
La Ideografía Alquímica:
La Enseñanza Muda, página 6.
La Geometría Filosofal, página 8.
El Círculo, página 10.
La Luz Creadora, página 12.
Sol y Luna, página 13.
La Cruz, página 15.
La Sal, página 17.
El Nitro, página 18.
El Vitriolo, página 19.
La Sustancia Animadora, página 21.
Júpiter y Saturno, página 24.
El Mercurio, página 25.
El Triángulo, página 27.
El Azufre, página 29.
El Cuadrado, página 32.
La Escuadra, página 32.
La Svástica, página 33.
El Tártaro, página 34.
La Piedra de los Sabios, página 35.
La Iniciación Hermética, página 36.
Un Simbolismo Inquietante, página 40.
Un Cuadro Alquímico, página 61.
Hermetismo y Francmasonería, página 66.
Algunas Aclaraciones Sobre la Medicina Oculta, página 81.
Nociones Elementales de Hermetismo, página 86.
Los Tres Principios, página 86.
El Cuaternario de los Elementos, página 90.
La Obra de los Sabios, página 92.
El Magisterio del Sol, página 94.
El Septenario, página 97.
PRÓLOGO
Desde 1894 teníamos la idea de publicar una obra sobre la Alquimia y
la Francmasonería, pues es nuestra opinión que un mismo programa de
iniciación se reconoce en la serie de operaciones de la Gran Obra hermética y
la sucesión de pruebas a que han de someterse los francmasones. Mientras
proseguíamos con nuestros estudios, se nos presentó una ocasión de
comunicar los resultados sucesivos. De este modo fueron apareciendo, uno
tras otro, los artículos publicados hasta fines de 1909 en la primera edición de
este libro.
Un primer tiraje de 500 ejemplares fue tan bien recibido que nuestro
trabajo se agotó rápidamente. ¿Por qué nos demoramos tanto en hacer una
nueva edición?. Nos hemos ocupado de otras tareas. El Libro del aprendiz
exigía ser completado con los manuales del Compañero y del Maestro;
después trabajamos en el Tarot de los imagineros de la Edad Media que,
editado en 1927, nos hubiera permitido volver al Simbolismo hermético, pero
entonces tuvimos que dedicarnos a los Misterios del Arte Real. Tan sólo en
1930, al cabo de veinte años, nos fue posible reiniciar un trabajo en el cual no
habíamos dejado de pensar.
Los comienzos de la obra de 1910 ya no nos satisfacían, y nos
propusimos entrar en materia con una precisión acrecentada, absteniéndonos
de reescribir el libro en su conjunto. Las correcciones se refieren a detalles:
tratan de aclarar los pasajes difíciles sin modificar el sentido original.
Hemos creído necesario un capítulo nuevo, llamado Nociones
elementales de hermetismo, que reproduce con leves cambios la segunda
parte de una obra publicada en 1897, y sólo conserva la Medicina filosofal sin
contar la Imposición de las manos, donde contamos nuestras experiencias en
el campo del magnetismo terapéutico. Por consiguiente, en las páginas que
siguen se encuentra reunido todo lo que hemos escrito sobre la alquimia.
El lector no encontrará aquí un tratado metódico, pero creemos hacerle
un favor obligándolo a coordinar los datos que le presentamos. No deberá
irritarse por las repeticiones inevitables ni por las exposiciones que no
concuerdan a primera vista. Los símbolos no pueden manifestarse en un solo
sentido y pueden, sin contradecirse, decir blanco y negro al mismo tiempo,
pues la realidad es compleja y es nuestra propia simplicidad que la simplifica.
-il changé?1.
O. W.
París, agosto 1930.
1
¿Cómo ha podido convertirse en vil plomo el oro puro?.
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El Simbolismo Hermético
LA IDEOGRAFÍA ALQUÍMICA
LA ENSEÑANZA MUDA
LA GEOMETRÍA FILOSOFAL
EL CÍRCULO
verdad que esta cosa puede escapar a nuestros sentidos, aunque se imponga al
intelecto. Se la ha figurado como una sustancia diluida al extremo, sin más
cualidad que la de extenderse indefinidamente. Los babilonios no dieron
nombre a esta sustancia, aunque la poetizaron en Tiamath, la esposa de Apsú,
el abismo sin fondo, el dios negro primordial, que duerme, se complace en sí
mismo, y rehúsa crear cualquier cosa que sea. Este dios inactivo de la noche
no puede representarse más que con un disco negro , porque es el dios de
las tinieblas increadas, que se suponen anteriores a todo el devenir.
LA LUZ CREADORA
Crear significa sacar de la nada. Pero, para que los seres y las cosas
puedan ser sacados de esa pretendida Nada, es necesario que ésta sea
sustancial en cierto modo. Cuando el espíritu humano evoca la imagen de un
Abismo sin fondo, llamándolo Apsú, o bien el abismo del espacio infinito
personificado por Urano, se ve siempre obligado a colmar el vacío que ha
imaginado, con Tiamath o con Rea, divinizaciones de la sustancia etérica
extendida en el infinito.
Esta sustancia no es todavía algo, es decir, una cosa propiamente dicha,
susceptible de distinguirse: es la Cosa en sí, anterior a toda particularización
distintiva. Si imaginamos muerta a esta sustancia nos equivocamos, porque
está esencialmente viva y, con razón, Tiamath ha sido cantada como la madre
de toda vida. Para colmar el Universo hay que vibrar sin reservas, bajo la
acción del dinamismo infinito. Las vibraciones se transmiten integralmente en
2
París, 1758.
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El Simbolismo Hermético
SOL Y LUNA
Sol Luna
Oro Plata
Luz directa Claridad refractada
Razón Imaginación
Discernir Creer
Inventar, descubrir Asimilar, comprender
Obrar Sentir
Dar Recibir
Mandar Obedecer
Fundar, crear Conservar, mantener
Engendrar Concebir
Fecundación Gestación
Jakin Bohas
LA CRUZ
LA SAL
saber aquí que es el principio estabilizador de los cuerpos. Esta función erige
en símbolo de sabiduría y de ponderación a la Sal, que proviene del océano de
la infinita sabiduría. Los hombres deben aprender a extraerla de las aguas
estancadas de los pantanos salobres que evapora el sol.
Una vez cristalizada, su sustancia se convierte en el cuerpo de la Piedra
de los Sabios. La piedad de los filósofos la ha consagrado a la Virgen celeste,
la Madre Universal fecundada eternamente por el espíritu.
A decir verdad, la parte superior de la Sal corresponde a la idealidad
virginal que domina toda concreción y cuya imagen se ofrece a nosotros en la
Emperatriz (arcano III) del Tarot. Pero las aguas celestiales son el resultado
de la evaporación de lo que se ha condensado a expensas de la masa caótica
primordial. En ésta se concibe la intervención de dos tendencias opuestas: la
condensación concretizante y la sublimación expansiva. Bajo esta doble
influencia, el cosmos naciente se separa de la Nada; pero en la base de su
construcción se distinguen dos factores constructivos tradicionalmente
representados por dos columnas que se yerguen como menhires u obeliscos.
Los constructores del Templo de Salomón se plegaron a la costumbre,
flanqueando la entrada del edificio con las dos columnas llamadas Jakin y
Bohas. Para los hermetistas, el Caos se interrumpe por la separación de lo sutil
de lo espeso, de lo cual surge la creación del Cielo y de la Tierra, acto inicial
de la génesis bíblica. Pero la unidad del plan creador persiste bajo la infinita
variedad de las cosas. Por lo tanto, todo lo que existe tiene su cielo y su tierra,
como lo indica el signo de la Sal .
EL NITRO
EL VITRIOLO
Vegetal. - Equilibrio;
LA SUSTANCIA ANIMADORA
Alma vegetativa.
Vitalidad física.
Espíritu encarnado, unido a la materia.
Salud, equilibrio vital.
Alma Instintiva.
Atracción materializante, Sexualidad.
Caída del Espíritu en la Materia.
Involución, Génesis.
Marte Venus
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El Simbolismo Hermético
Hierro Cobre
Motricidad Sensibilidad
Cólera Dulzura
Impaciencia Paciencia
Vivacidad Calma
Energía activa Apatía, pereza
Voluntad Docilidad
Dominio Seducción
Proyección Atracción
Brutalidad Gracia
Ferocidad Ternura
Destrucción Conservación
Fuego anímico o vital Agua vital o fluido anímico
Ardor sulfúrico Humedad radical
JÚPITER Y SATURNO
Júpiter Saturno
Cruz inferior del Creciente: Cruz que domina el Creciente:
Trabajo de transformación virtual Trabajo transformador efectuado
Cambio provocado pasivamente, Cambio provocado activamente
por acción sobre la vitalidad plácida por acción sobre la vitalidad
actuante
(Trazo horizontal de la Cruz) (Trazo vertical de la Cruz)
Crecimiento Desagregación
Desarrollo Detención, declinación
Iniciativa corporizante Desmaterialización
Encarnación Desencarnación
Generación de vida material Decrepitud
Animación Transformación
Juventud, Presunción Edad madura, Experiencia
Vida Muerte
EL MERCURIO
cerca de poseer el secreto del Gran Arte cuando se llega a discernir lo que los
Filósofos han velado bajo este símbolo que usan con tanta frecuencia.
El misterio, sustraído voluntariamente al conocimiento del vulgo, se
aclara en forma notable en cuanto se aplica un análisis metódico al ideograma
del mercurio .
Puede distinguirse, en efecto, el signo de Venus al cual se añade el
o signo de la Sal Alcali con el agregado de la Cruz abajo.
En el primer caso, Venus indica una sustancia que encierra como en
un germen, las energías vitales destinadas a desenvolverse, y la superposición
del Creciente indica que la evolución deberá efectuarse en el dominio
sublunar, es decir, en la esfera de la materialidad sometida a cambios
perpetuos.
El Mercurio se nos presenta así como la esencia fundamental de la
vida de las cosas, como el principio por el cual éstas se producen, se
desarrollan y se transforman. Es el agente universal de la naturaleza, el
mensajero de los dioses, es decir, el intermediario siempre indispensable de
las manifestaciones de la existencia, o el eterno mediador.
Si volvemos ahora a lo que se ha dicho sobre la Sal Alcali
entenderemos en qué sentido el signo se encuentra modificado por el añadido
de la Cruz , que es aquí el índice de una fecundación. La Materia prima de
los sabios , apta virtualmente a someterse a todas las metamorfosis, se
encuentra animada, gracias a este acontecimiento generador de vida, y puede
realizar todas sus potencialidades por medio del acto.
Los filósofos herméticos han empleado numerosos términos para
designar al mercurio , pero se han dedicado principalmente a la palabra Azoe
que, según Planiscampi, debería escribirse AZ. a fin de componerse
cabalísticamente de la inicial común a todos los alfabetos, A, seguida de la
última letra latina Z, griega y hebrea : el Azoe representa a la vez el
principio y el fin de todo cuerpo.
Cuando el signo del Azoe está invertido , se vincula al esquema del
Arcano III del Tarot, que representa a la Emperatriz, la Reina de los Cielos, o
Virgen Alada del Apocalipsis. Si analizamos el ideograma reconoceremos al
Antimonio encima de un Creciente vencido (pureza soberana que
escapa a todas las influencias modificadoras y que, sin embargo, ejerce un
irresistible poder purificador sobre todo lo que le es inferior). Por otra parte,
3
Victoria final de la Mujer que aplastará la cabeza de la Serpiente.
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El Simbolismo Hermético
EL TRIÁNGULO
En el orden de las figuras cerradas el triángulo se encuentra
situado entre el Círculo y el cuadrado . Se puede deducir que representa
una entidad intermedia entre la sustancia casi abstracta, que podría llamarse
espiritual y la materia perceptible por nuestros sentidos . En la práctica el
Triángulo es el símbolo de los elementos ocultos, a saber: fuego , agua ,
aire y tierra . No son éstos cuerpos simples, sino modalidades de la
sustancia única , que determinan en el seno de ésta las particularidades
corporizadoras. Los elementos herméticos son abstracciones inteligibles que
EL AZUFRE
autónoma, proviene, como él, de la única e idéntica esencia luminosa, cuya tri-
unidad se traduce por el ternario alquímico: Azufre , Sal y Mercurio .
Efectivamente, para el hermetismo todo es luz. Esto se comprende
fácilmente en lo referente al azufre y al mercurio, pues estos dos principios
representan la luz interior o microcósmica , opuesta a la luz exterior o
macrocósmica . ahora bien, la Sal proviene de la interferencia de dos
radiaciones contrarias que se neutralizan en una zona relativamente estable de
la luz condensada o corporizada. La Sal se vuelve así el receptáculo
sustancial, expandido por la expansión sulfurosa interna , que contrarresta la
compresión mercurial exterior .
He aquí, también, cómo los tres principios alquímicos pueden
interpretarse los unos con relación a los otros.
figura del Ahorcado (Arcano XII) del mismo modo que la del Emperador
(Arcano IV) se vincula con el signo plutónico del Azufre .
EL CUADRADO
LA ESCUADRA
Estas indicaciones bastan a dar una idea del papel constructivo que
desempeña el ángulo recto en las combinaciones del simbolismo geométrico.
Toda construcción deriva, en efecto, de la asociación de dos contrarios,
representados por la línea vertical (energía, acción, fuerza) y la horizontal
(extensión, inercia, resistencia). El constructor está llamado a poner en
movimiento lo que, por naturaleza, es inmóvil. Reúne lo que está disperso y, a
fin de constituir un todo estable y sólido, combina y trabaja sus materiales.
Ahora bien, para responder plenamente a su propósito, éstos deben dar
satisfacción al control de la Escuadra, que determina la configuración
indispensable para que las piedras puedan ajustarse exactamente entre ellas.
Sin este instrumento, los masones consideran que no habría masonería posible.
La han convertido en la insignia del Maestro que dirige sus trabajos, pues éste
tiene por misión esencial mantener una buena armonía entre todos sus
colaboradores. A este fin, debe tener habilidad para conciliar los
antagonismos, según las enseñanzas que se derivan de la Escuadra,
combinación de la horizontal y la vertical. Además, debe hacer que se observe
la disciplina, base de toda asociación. Aquí, la Escuadra es un emblema que
habla, puesto que, fuera de ella, no puede haber ninguna coordinación. Regla,
ley, orden, equidad, justicia, organización, todo se relaciona, efectivamente,
con la alegoría constructiva de la necesidad de encuadrar correctamente las
piedras destinadas a juntarse sin solución de continuidad, para realizar una
construcción perfecta.
LA SVASTICA
EL TÁRTARO
LA INICIACIÓN HERMÉTICA
* * *
Estas consideraciones bastarán, sin duda, para aclarar las cosas.
Interpretando de la manera que nos ha parecido más racional los símbolos
fundamentales del Hermetismo, sólo hemos buscado orientar los espíritus,
mostrando cómo es posible hacer hablar a una serie de figuras geométricas.
Pero, lejos de hacerles decir todo lo que son susceptibles de revelarnos, sólo
les hemos solicitado las indicaciones más indispensables, para darnos cuenta
del lenguaje gráfico que usaban, entre ellos, los discípulos de Hermes.
Es evidente que al espíritu de nuestros lectores se han presentado otras
interpretaciones y, siempre que estén construidas con lógica, se justifican
plenamente. El Sr. Limousin, exdirector de la revista masónica , ha
hecho observaciones muy interesantes sobre el signo del Mercurio, visto bajo
sus dos aspectos y . Nuestro ilustre corresponsal considera que los dos
nos escribe la Emperatriz es un
recuerdo de la ctonolatría, de los tiempos en que se creía que la mujer
concebía por inmanencia, por una virtud prolífica que en ella estaba: la
capacidad de parir por partenogénesis. Mercurio simboliza la creación
intelectual. El recipiente, vuelto hacia arriba, recibe las aguas del cielo, que
caen en la cavidad generadora o conceptiva, para realizarse en abstracciones y
entidades (la cruz, símbolo de la creación para el contacto de los planos). La
Emperatriz tiene el recipiente vuelto hacia abajo para recibir el rocío que sale
de la Tierra: ésta pasa a la cavidad infernal y se resuelve en ideas por medio de
la cruz. Los dos símbolos se sintetizan en la fórmula de la Mesa de Esmeralda:
UN SIMBOLISMO INQUIETANTE
Investigación en torno a un cuadro alquímico, expuesto por mucho
tiempo en una iglesia para edificación de los creyentes, y que más
adelante inspiró temores de ser una obra perversa, hecha por los
francmasones.
EMILE PECK
Cura de Fligny
complacen a veces
en las más extrañas complicaciones.
Sabemos que, bajo la iniciativa del abad Nanquette, se trató el tema de
esta mística desconcertate en el Congreso científico de Reims en 1845, sin que
se llegara precisar ningún punto.
Después, M. Lacatte-Joltrois y el señor abad Cerf han dado algunas
explicaciones; otras han sido recopiladas por el Repertorio arqueológico de
las parroquias de Reims (1889), pero el sentido exacto del cuadro no ha sido
todavía revelado.
Para interpretar el simbolismo del cuadro de San Mauricio de Reims
sería quizás interesante estudiar simultáneamente otra pintura de la misma
factura, de la misma época y, sin duda, del mismo origen que la expuesta en la
iglesia de Sillery.
M. A. C. de la Rive, director de Francia Cristiana, intervino en el
debate para declarar que los símbolos del cuadro de San Mauricio son los del
Martinismo, y que el pintor ha querido representar el triunfo de Isis, que
concibió a Horus.
Es evidente que este hombre, que combate diariamente la masonería, la
conoce muy bien.
M. Jadard explica que no puede tratarse de Martinismo, ya que el
cuadro sospechoso es manifiestamente anterior a la época en que se hicieron
conocer Martinez Pasqualis y Claude de Saint Martin, llamado el filósofo
desconocido.
Un archivista, M. L. Demaison, ha testimoniado además que el cuadro
de la iglesia de San Mauricio tiene, para todo experto, el carácter de una obra
de fines del reinado de Enrique IV, o del tiempo de Luis XIII. Añade que
algunos artistas de esa época nos sorprenden por las alegorías sutiles,
refinadas y oscuras.
Sin embargo, otro sacerdote que interviene igualmente en el debate
pregunta si estamos ante una pintura del siglo XVII, afirmando que la figura
principal está inspirada en la Virgen de San Sulpicio. Al igual que un
arqueólogo tan competente como M. Didron, este sacerdote opina en
consecuencia que la obra puede ser del siglo XVIII, no viendo ninguna
imposibilidad de que sea masónica.
Hay para él un punto que no puede discutirse: la Virgen representada
allí no es la madre de Cristo. El artista, en efecto, le hace decir: He concebido
siendo virgen, teniendo un hijo no tengo padres. La segunda parte del verso
el silencio preferido por los Iniciados y tracemos las figuras, que son enigmas
que se proponen
que los jesuitas decidieron aplicar.
En rigor, el método sirve para la propagación de las verdades
trascendentes. Los que tienen ojos para ver, las perciben. Los otros
contemplan beatamente, sin entender nada. Cada uno percibe, en realidad, de
acuerdo con su grado de iniciación. Esta es la pura iniciación, la iniciación
isíaca o natural, independiente de toda organización concreta.
Esta iniciación está en la naturaleza misma de las cosas. Siempre ha
existido, por encima de las iglesias y las asociaciones iniciáticas,
necesariamente incapaces de realizar el ideal supremo de iniciación.
En otro tiempo se creía que sobre el esoterismo y la libertad de
interpretación debía basarse un día una Iglesia del Espíritu Santo,
vinculada a San Juan Evangelista, del mismo modo que la Iglesia de
Jesucristo, conservadora del esoterismo y de la disciplina dogmática, está
4
Cuando los intereses superiores de la Iglesia parecían estar en juego, los jesuitas podían ser
muy flexibles. Así fue que, para conquistar la China, no vacilaron en catolizar el culto de los
antepasados.
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El Simbolismo Hermético
5
Para prestigiar esta iglesia ante la posteridad el fundador hizo uso de un juego de palabras,
muy ingenioso sin duda, pero poco serio dadas las circunstancias. Después se ha supuesto que
la Iglesia de San Pedro era una buena concesión hecha a la estulticia humana, y que la
verdadera tradición había sido confiada a Juan, el discípulo preferido.
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El Simbolismo Hermético
6
La novena clave del Tarot representa un ermitaño de barba blanca, que personifica la
experiencia y la tradición. Es el pensador que, profundizando en sí mismo, ha llegado a
descubrir los misterios más inalcanzables.
7
Es la trama invisible de las cosas, el plan oculto de acuerdo al cual los organismos se
onstruyen.
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El Simbolismo Hermético
vestida del sol, y la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de
doce estrellas.
uió
a la mujer que había parido al hijo varón.
8
En el cual reside el catolicismo (universalismo) de la comprensión y de la gnosis, dicho de
otro modo, del espíritu vivificador, opuesto al sectarismo estrecho, esclavo de la letra muerta.
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El Simbolismo Hermético
Según esté la media luna situada por abajo o por arriba de este círculo,
se obtiene la Sal Alcali o la Sal Gema , que participan igualmente de la
sustancia caótica universal. Pero la primera es una sustancia dominada por la
luna, y por lo tanto transformable al infinito; es la materia primera de la Gran
Obra, el terreno de todas las metamorfosis de la naturaleza y del arte. En
cuanto a la segunda, representa una sustancia que se ha vuelto inmóvil, porque
toda clase de posible elaboración en ella se ha realizado, en el sentido que
escapa a todas las influencias exteriores, volviéndose apta para ejercer una
poderosa acción modificadora sobre todo lo que está sujeto a cambio.
fisiológico, está contenida en el dominio sublunar por encima del cual se eleva
la pura espiritualidad.
Esta tiene por mensajeros a dos ángeles mofletudos cuyas cabezas
aparecen a ambos lados de la cabeza de la Virgen. Estos soplan el viento del
Espíritu. El de la derecha tiene un ala roja, el de la izquierda un ala blanca.
Estos colores corresponden respectivamente a las columnas Jakin y Bohas,
pues la inspiración puede incitar a los actos (rojo) o iluminar el entendimiento
(blanco).
El conjunto del cuadro de San Mauricio toma en cuenta, por otra parte,
a este dualismo. Todo lo que está a la derecha de la Virgen se vincula a la
práctica de la Gran Obra, a su realización por el camino húmedo o místico,
representado por el navío que mueven las olas del Océano cósmico. La
izquierda, por el contrario, está reservada a la teoría, a la contemplación por la
cual el adepto conquista los secretos de una Sabiduría que le basta por sí
misma11. En este sentido, obra de acuerdo con la vía seca o racional, sin
abandonar la tierra firme, cuya solidez ofrece las bases de un positivismo
trascendente.
* * *
Quedémonos, por el momento, sobre el terreno de la Gnosis o de la
iluminación espiritual, cuyo templo nos presenta la Virgen.
Este edificio circular muestra cuatro ventanas en medio de las cuales
están los emblemas de los cuatro elementos: la hoz de Saturno (Tierra), el
tridente de Neptuno (Agua), el rayo de Júpiter (Fuego) y el caduceo de
Mercurio (Aire). Pero este cuaternario está unificado por el Gallo, encima de
la cúpula del santuario. Este pájaro, dedicado a Mercurio e su condición de
dios de la sutileza, de la inteligencia, anuncia el alba del día que debe apuntar
en los espíritus. Hace alusión aquí a la misteriosa Quintaesencia que se
sustrae a toda percepción sensible y que sólo podemos concebir profundizando
cada vez más. La necesidad de descender en sí mismo y de penetrar hasta el
centro del cual surge la luz interior, la que ilumina a todo hombre que viene a
este mundo, está indicada por la plomada suspendida de un palo horizontal
11
Conocida de quienes han visto la Estrella Resplandeciente y han profundizado el sentido de
la letra G.
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que sale de una de las nueve ventanas superiores del lado derecho del templo,
como el brazo de una horca.
Inmediatamente debajo del templo y bajo la plomada está un personaje
vestido de rojo, en el cual es difícil reconocer a San Joaquín, el abuelo
materno de Jesús. ¿Por qué razón habría de tener un gorro de doctor el marido
de Santa Ana?. ¿Por qué figura el caduceo entre sus atributos?.
El Sr. de la Rive se ha preguntado si no estábamos frente al arquitecto
del templo de Salomón; pero como nada abona esta hipótesis, el director de la
France Chretienne pone a un sacerdote de Isis en lugar de Hiram. En esto nos
parece que ha acertado, pues aquí debe tratarse de un adepto, instruido en la
ciencia de Hermes y armado de los poderes que confiere la alta iniciación. Los
instrumentos del personaje no dejan ninguna duda a este respecto.
Lo más notable es el caduceo, varita de oro alrededor de la cual se
enroscan dos serpientes que representan las corrientes de polaridad contraria
del gran agente mágico, conocido por los ocultistas con el nombre de Luz
Astral. El iniciado tiene que saber captar las fuerzas, a fin de aplicarlas 12 a la
producción de efectos considerados milagrosos por el vulgo, que ignora la
causa natural, aunque misteriosa.
El que es a la vez hijo y amante de Isis, en otras palabras, discípulo y
confidente de la naturaleza, une al caduceo la varita mágica y el anillo de
Hermes.
La varita es la imagen del conductor sutil, que establece la relación con
el mundo suprasensible. El que la posee está dotado de una especie de sexto
sentido, guía indispensable de las operaciones mágicas.
En cuanto al anillo provisto del Sello hermético, implica la
participación en la alianza universal de quienes conocen los secretos de la
eterna tradición, o Cábala.
A esos instrumentos, reunidos en la mano izquierda, lado pasivo o
receptivo, se agregan el libro cerrado y el cuchillo de sacrificador, que están
en la mano derecha, lado activo.
El libro encierra la obra personal del iniciado, que ha consignado en
este resumen la suma de su fe secreta, las verdades que han llegado a discernir
por sus propios esfuerzos de meditación.
12
Cuando nos ponemos a la orden de Comp. (Rito Ec.) atraemos hacia nosotros, con la mano
izquierda, las fuerzas difusas en el ambiente (Eter, Mercurio de los Filósofos) y, con la mano
derecha, las concentramos en nosotros (coagulación y fijación de Mercurio).
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El cuchillo sirve para disolver, del mismo modo que el caduceo permite
coagular y fijar. El adepto debe, en efecto, saber intervenir a tiempo para
dispersar las acumulaciones de energías inconscientes cuya explosión traería
las peores catástrofes.
La espada mágica desempeña un papel análogo, apartando a los
fantasmas, pues amenaza con atravesar la envoltura que los rodea, una película
semejante a una pompa de jabón. El gladio Verbo (Razón) es el arma del
Sabio.
Si el adepto está representado con los pies descalzos, es porque se lo ha
admitido en el Santo de los Santos: se le permite pisar suelo santificado,
mortal para los profanos, pero con la condición de que se ponga en
comunicación directa con la materialidad divinizada, con lo divino traducido
en imágenes y en símbolos. El calzado hace insensible a lo que emana de las
profundidades, desde el interior de la (Tierra) Isis inspiradora.
Delante del adepto hay una canasta con unos útiles de escriba o de
grabador. Se ve, entre otras cosas, un haz difícil de describir, en el cual el
señor de la Rive reconoce a unas espigas de trigo. El pintor, que en general
sabe caracterizar a los objetos, debe haber representado otra cosa aquí. No
creemos que haya una alusión a la contraseña de los Compañeros13.
Probablemente se trata de unos lápices, una regla, un borrador y un cálamo.
Las dos piedras que están al lado pueden ser materia de piedra filosofal,
materia vil y común en apariencia, que sólo el Sabio sabe descubrir y apreciar.
A la izquierda del adepto, vestido con una especie de hábito rojo
(actividad masculina, Jakin) hay una mujer enteramente vestida de blanco
(receptividad femenina, Bohas). Es la sacerdotisa de Isis, compañera
inseparable del adepto, puesto que representa sus facultades intuitivas. La
llama que brilla a la altura del hombro izquierdo ilumina al espíritu con su luz
filosofal, dirigiéndose al sentimiento más que a la fría razón. Hay verdades, en
efecto, que exigen ser sentidas, pues si bien escapan al control de la lógica
estricta, no por eso dejan de imponerse al corazón con un poder irresistible.
Son las verdades que nos protegen del escepticismo estéril, destructor de toda
convicción. Al lado izquierdo de la sacerdotisa cuelga una bolsa, alusión a las
limosnas, a la caridad, al sentimiento de conmiseración por el prójimo, sin el
cual los iniciados más brillantes no serían más que bronce resonante y
címbalos atronadores.
13
Schibboleth significa espiga.
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El Simbolismo Hermético
Este impulsivo inquietante tiene que ser arrojado fuera del navío
místico: su presencia a bordo hace peligrar la travesía. Para que ésta pueda
realizarse con seguridad, es menester que el vigía sea un hombre sensible y en
posesión plena de sí mismo. Es lo que ocurre con el hombre que está trepado
al segundo mástil, ligado por una cuerda que Mercurio desata, mientras sigue
con la mirada al Cíclope en su caída, destino que sólo podrá evitar para sí
mismo mediante un desinterés absoluto. Sin embargo, la tiranía de los apetitos
instintivos se opone, como contrapeso necesario, al total olvido de sí mismo.
De aquí resulta un conflicto doloroso, al cual alude el cuervo que picotea el
pecho del iluminado, para castigarlo por haber imitado a Prometeo, robando el
fuego celestial.
Este fuego, por otra parte, es el que hace precipitar al Cíclope, del
mismo modo que provoca en el Tarot la catástrofe del Arcano XVI. La silueta
del Cíclope coincide, además, con la del rey que cae de lo alto de la torre
fulminada, la llamada Casa-Dios. En el cuadro de Reims el rayo es
reemplazado por una especie de cometa, que tiene en la cola un cuerno de
abundancia, que surge en el centro de un círculo luminoso, inscrito en un
triángulo que tiene el signo alquímico del Fuego . El conjunto tiene por
objeto recordarnos que la felicidad perfecta, que confiere la suprema riqueza y
la verdadera prosperidad, encuentra su origen en el fuego celestial que abrasa
a las almas puras. Igne Natura Renovatur Integra14.
14
Integra (íntegra, pura), es adjetivo, vinculado a Natura y no debe traducirse por
íntegramente. La naturaleza purificada es renovada por el fuego.
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El Simbolismo Hermético
Queda el vigía, atado por Mercurio a la parte alta del gran mástil, con el cual
forma unidad, a fin de estar atentos al canto de las sirenas. Es la intuición, que
presiente y adivina con una juiciosa sutileza mercurial. Las velas se hinchan
con el soplo intrépido del Espíritu.
De lo que precede, resulta que el cuadro que hemos analizado revela un
simbolismo que, si bien no es el de la mística cristiana corriente, no deja de
ser religioso. Es iniciático, pero se inspira en el hermetismo más elevado, sin
relacionarse directamente con las alegorías masónicas. Estamos en presencia
de un ejemplo de arte católico que no debería escandalizar a los creyentes.
UN CUADRO ALQUÍMICO
Bajo este título, el Vrijmetselaar15 de febrero de 1908 se ocupa, en
forma extensa, de nuestro estudio: (Véase el
capítulo anterior).
Algunas de nuestras interpretaciones han determinado comentarios, de
los cuales queremos hacer un rápido análisis.
La atención del crítico holandés se dirige todo al templo de Saturno, que
está a la derecha del cuadro de la iglesia de San Mauricio de Reims.
La hoz y el reloj de arena no siempre han sido atributos de Saturno, que
los latinos representaban primitivamente sin alas y con una simple sierpe. Dios
de los campos, Saturno enseñaba el arte de la jardinería, sin desdeñar la poda
de los viñedos y de los árboles frutales. Como siempre, la mitología popular
servía de velo a un profundo esoterismo. Gobernar la savia vital, ser
económico en su uso, dirigirla tan sólo a las ramas que deben fructificar, es la
misión del dios, que es implacable con la madera muerta y los brotes
improductivos. Ya no es el destructor ciego que siega sin discernimiento, sino
el agente del progreso por selección, principio regulador de la producción
vital. Esto quiere decir que la muerte solo sirve para reforzar la vida fecunda y
productiva, que es la ley universal.
La Sibila es la sacerdotisa del Templo de Saturno, porque la adivinación
se basa en la comprensión de las causas ocultas en las profundidades que son
el dominio de ese dios. La unidad fundamental de las cosas se revelaría a
nosotros si pudiéramos penetrar hasta la causa de las causas, clave de todos los
15
Revista masónica trimestral publicada en Amsterdam.
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El Simbolismo Hermético
misterios. Pero éstos no podrían ser revelados si las cuerdas del arpa en que se
apoya la sibila no se pusieran a vibrar. Esto significa que no basta al adivino
con desarrollar su penetración de espíritu, su facultad de razonar y de
comprender. Pues, ¿En dónde estaría el adivino si no tuviera esa sensibilidad
musical que percibe los acordes de la sutil armonía de las cosas?. Para ser más
sensibles, seamos desinteresados como la Sibila, indiferentes a las monedas de
oro que caen a sus pies; sepamos despojarnos de nuestros metales, como lo
exige el ritual masónico. El egoísmo, el amor a las riquezas y la sed de
honores paralizan la lucidez y se yerguen como un biombo ante nuestra visión
espiritual. Es la venda simbólica puesta sobre los ojos del profano que no ha
podido conquistar la luz.
Los dos tritones que tocan la trompeta sobre la cúpula del templo de
Saturno han inspirado a nuestro colega una extensa disertación sobre los
Elementos, asimilados a los Cuatro Vientos del Espíritu. Al respecto, nunca se
podrá deplorar bastante las modificaciones que se han hecho en los antiguos
rituales masónicos. Se ha perdido, dice nuestro comentarista, lo que no se
comprendía, y algo más desastroso aún lo que se creía comprender.
Empecinándose en confundir los Elementos de los antiguos con los cuerpos
simples de la química moderna, no han sabido remontarse a la noción del
Cuaternario elemental, agente de diferenciación de la sustancia primordial,
una en su esencia. Tierra, Agua, Aire, Fuego, representan lo que provoca el
estado sólido, líquido, gaseoso y etéreo. Además, se han establecido relaciones
de analogía entre la Tierra y el Cuerpo, el Agua y el Alma, el Aire y el
Espíritu, el Fuego y el Principio Motor universal.
Estas equivalencias permiten examinar la prueba del Agua, en la forma
en que se la empleaba en todas las iniciaciones, como la imagen del pasaje de
la vida sensual a la vida espiritual. El hombre animal, sumido en las corrientes
de la objetividad, no logra liberarse si no vence su animalidad. Surge del Agua
al estado de hombre propiamente dicho, de hombre plenamente Hombre.
Al atravesar los elementos, les dejamos lo que a ellos pertenece, es
decir, lo que en nosotros hay de inferior; sacrificando nuestro egoísmo nos
dejamos penetrar cada vez más por lo divino que nos acerca a la Unidad. Un
sentimiento nuevo se desarrolla entonces en nosotros: el del amor universal.
Mientras no lo experimentemos, no seremos más que falsos iniciados, pese a
nuestra sabiduría y a nuestros talentos adquiridos.
Si nos preguntamos ahora cuál es esa agua en la cual nadan los tritones
más aéreos que acuáticos, nos conviene referirnos a la mitología india. Esta
como dice el Purana, sino el Rey primitivo de todas las cosas, cuyo dominio,
como el de Uranus, es la totalidad del mundo extenso. Es él quien, al
concretizar la sustancia fluida universal el Agua simbólica ha hecho
surgir del caos el Cielo y la Tierra.
Esta Agua, que es el medio natural de los tritones, corresponde a la
materia independiente de todas las formas y de todos los aspectos que es capaz
de revestir. En sí misma encierra todas las posibilidades de formación y de
transformación; pero ninguna arbitrariedad determina sus formas o las
modificaciones de las mismas. El futuro está encerrado en esta materia, de tal
modo que basta con conocer la ley que la gobierna para poseer el don de
adivinación y de profecía.
Al soplo de Varuna corresponde el viento que aviva el fuego del sol y lo
hace arder, del mismo modo que provoca el brillo de las estrellas, que sin él se
extinguirían como carbones apagados. Este soplo gobierna hasta el menor acto
de las criaturas, pues ninguna puede, sin él, cerrar los ojos una vez. Se trata
pues del espíritu, que realiza en la naturaleza la ley de la manifestación divina,
y por esto se dice de Varuna que conoce todo lo que ha sido y todo lo que ha
de ser. Ahora bien, lo que fue, lo que es y lo que será, todo eso es una cosa,
pues está comprendido dentro de la unidad de naturaleza misma.
Ahora podemos entender por qué motivo los tritones, desde el seno de
la materia, confieren el presentimiento del porvenir a las almas fuertes, que
son capaces de no dejarse distraer por lo que la Naturaleza les quiere enseñar.
En efecto, la Naturaleza quiere revelar sus secretos incluso los del futuro
a quien busca fielmente en ella la verdad. El que quiere escuchar, oye su
voz, percibe las advertencias de los tritones.
El redactor del Vrijmetselaar hace algunas observaciones interesantes
sobre la plomada suspendida del extremo del palo que emerge de una de las
ventanas del pequeño templo que la Virgen del cuadro de Reims levanta en su
mano izquierda. Reconoce que nosotros hemos hecho una interpretación
inédita hasta ahora de esa plomada, refiriéndola a la necesidad de descender en
sí mismo y penetrar hasta el centro de donde surge la luz interior, la cual,
según el Evangelio de San Juan, ilumina a todo hombre que viene a este
mundo. En efecto, todos los autores que tratan del simbolismo masónico no
consideran a la plomada más que en su carácter de instrumento del arte de
construir. Han considerado, en consecuencia, que es el instrumento de la
construcción en altura, sin observar que también sirve para el trabajo en
HERMETISMO Y FRANCMASONERIA
Como continuación de nuestro estudio sobre el cuadro alquímico de la
iglesia de San Mauricio de Reims, es oportuno referirnos a un libro alemán,
cuyo autor, Wilhelm Höhler, trata de demostrar que la francmasonería se
relaciona estrechamente con la alquimia, o, más exactamente, con la filosofía
hermética. El trabajo al cual nos referimos fue publicado por Weiss y
Hameier, en Ludwigshafen, en 1905, con el título de Hermetische Philosophie
und Freimaurerei. En realidad no es más que una selección de textos
atinadamente elegidos entre los alquimistas más conocidos, como Basilio
Valentín, Miguel Maier (Sendivogius), el abate Juan Tritemo, Raimundo
gnet, Roberto
Fludd y otros menos conocidos, como Benedictus Figulus, Egidius Gutmann,
J. Stellatus, Alex von Suchten, Mylius, Janus Lacinius, Tanck, Leonhardt
Thurneiser, etc. Estas citas nos han dado material para los capítulos siguientes:
El Universo y el Hombre Astrología Teosofía Magia Cábala
Alquimia, este último dividido en subcapítulos: Significado de la palabra
Alquimia Los aspirantes La tradición Símbolos La materia Los
trabajos Colores, fuego, instrumentos Oro potable Christus lapis.
El F Höhler no ha querido dirigirse más que a los francmasones. Por
lo tanto deja a sus lectores el cuidado de establecer las aproximaciones entre
los textos alquímicos que él reproduce y las enseñanzas masónicas que deben
serle familiares. Este método puede dejar perplejos a los espíritus perezosos,
que jamás se han preocupado de buscar el sentido de todos los enigmas que
propone la francmasonería. Por el contrario, el método responde a la exigencia
de los pensadores, que, no temiendo el trabajo de reflexionar, prefieren que se
les den los elementos de un problema, y no una solución formulada más o
menos dogmáticamente. En el dominio del simbolismo no es necesario
precisar demasiado, ya que los símbolos iniciáticos corresponden a
concepciones poco aprehensibles por naturaleza, y que en modo alguno son
reductibles a las definiciones escolásticas.
En último análisis, éstas no conducen más que a las palabras, entidades
enteramente falaces, con las que saben jugar los sofistas. La palabra es,
esencialmente, el instrumento de la paradoja. Toda tesis es defendible por la
argumentación, que puede demostrar el pro tan triunfalmente como el contra.
Porque, lejos de referirse a realidades efectivas, concebidas en sí mismas, toda
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El Simbolismo Hermético
mortuum que está ennegrecido en el fondo del vaso hermético. Este residuo
está representado por las vestimentas, de las cuales ha debido librarse el
recipiendario para salir de su in pace. Ahora podrá abrirse un camino en medio
de la oscuridad, sin dejarse asustar por los obstáculos que se multiplican. Las
alturas atraen: huyendo del infierno, él quiere ganar el cielo y se empecina en
subir la pendiente abrupta de la montaña ideal, cuya cumbre debe resplandecer
de luz.
Su ascenso se ve interrumpido por una terrible tormenta, que estalla
bruscamente. Estalla el trueno y el torbellino de un huracán envuelve al
temerario, que, precipitado a través de los aires, es arrastrado hasta su punto
de partida.
Es ésta una imagen de la circulación que se establece en el vaso cerrado
del alquimista, recipiente al cual corresponde la Logia, cubierta por lo general.
El recipiente, sometido a las pruebas, reproduce a su manera el
desdoblamiento del sujeto alquímico, cuya emanación volátil se desprende a
medida que se eleva, hasta que el frío de las alturas la condensa. De aquí surge
una lluvia que lava el residuo pútrido, cuya ablución progresiva aparece en la
Alquimia con el nombre de purificación por el agua, que él mismo realiza, en
la masonería, después de abandonar la tumba funeraria en la cual ha debido
morir simbólicamente. Si no puede evitarse cierta confusión al respecto, esto
se debe a que las operaciones de la Gran Obra se realizan todas en el mismo
vaso, mientras que las distintas fases de la iniciación masónica se desarrollan
en una serie de locales apropiados. Esta divergencia es insignificante desde el
punto de vista esotérico, pero es menester tenerla en cuenta cuando se
establecen relaciones entre los símbolos usados por unos y otros.
Alternativamente evaporada por la acción del fuego, después
condensada por el frío, el Agua atraviesa incesantemente la parte terrosa del
sujeto, al cual los lavados repetidos hacen pasar insensiblemente del negro al
gris y finalmente al blanco, no sin antes hacerle adquirir, en un momento
dado, toda la gama de brillantes matices de la cola del pavo real.
Cuando alcanza el blanco, la materia purificada es muy preciosa. Es el
símbolo del sabio que sabe resistir a todos los impulsos. Pero es muy
importante no contentarse con las virtudes negativas únicamente; queda por
soportar la prueba del Fuego.
Para el alquimista se trata de la calcinación del sujeto, que es expuesto a
un calor tan intenso que todo en él se quema, a pesar de que la destrucción
sólo alcanza a la parte de él que debe ser destruida.
Desde el punto de vista iniciático, esta parte está formada por los
gérmenes de pasiones mezquinas, los indicios de estrecho egoísmo, los
residuos de bajeza o de corrupción. La Sal queda completamente purificada:
su transparencia es perfecta, pues ya ninguna sustancia extraña se mezcla a los
cristales. Mientras el Recipiendario no alcanza el estado correspondiente, no
lo alcanza la luz masónica. Es necesario, pues, que se concluya el ciclo de sus
purificaciones para que la venda simbólica le caiga de los ojos, pues la
claridad no puede penetrar en él si no se vuelve permeable a su irradiación.
Todas las pruebas de primer grado toman en cuenta esta permeabilización de
las envolturas terrestres o salinas, que aíslan al centro del fuego interno, fuente
del ardor sulfuroso o individual. Liberar la luz interior, exaltarla, para quebrar
la costra que la oculta y tiende a sofocarla, tal es el programa de la Obra
Simple o de la Medicina de Primer Orden, o sea del grado de Aprendiz.
Este grado se limita a hacernos ver la Luz exterior o universal. Nos
pone sencillamente en relación con esta fuente de iluminación en que
debemos, como Compañeros, inspirarnos en la Gnosis, con todas sus
prerrogativas iniciáticas. Trayendo hacia nosotros y saturándonos de esa Luz
ambiente, que Paracelso llamó sideral o astral, obtendremos el color rojo de la
Obra, el cual es un signo de realización de la Piedra perfecta, que llamamos
cúbica.
La Piedra filosofal es una Sal G perfectamente purificada, que coagula
al Mercurio a fin de fijarlo en un Azufre Q extremadamente activo.
Esta fórmula sintética resume la Gran Obra en tres operaciones que son
la purificación de la Sal G, la coagulación del Mercurio y la fijación del
Azufre Q.
Hemos indicado aquí las fases de la primera de las operaciones, que en
masonería se vinculan con el grado de Aprendiz. Nos queda por demostrar la
forma en que la Obra prepara para el grado de Compañero, y cómo termina
con la Maestría. Este último grado nos aparece como la coronación de la
jerarquía iniciática, lo que parece negar todo valor a los grados llamados
superiores, que muchas veces han sido representados como agregados inútiles
y perniciosos.
De pasada, conviene poner a este respecto las cosas en su sitio.
La totalidad del esoterismo masónico se concentra en los tres grados
que llaman de San Juan, si sabemos comprenderlos en toda su amplitud. Por
desgracia, son estos grados demasiado profundos, y por lo tanto, no están al
alcance de las inteligencias medias. Por lo tanto, fue en atención a los espíritus
mediocres que los grados se multiplicaron durante el curso del siglo XVIII.
Extrayendo el contenido esotérico condensado en los tres primeros grados, ha
habido un esfuerzo por que se comprendiera, empleando nuevas formas y
recurriendo a alegorías variadas, los fundamentos de la doctrina, olvidando las
imágenes que se refieren propiamente al arte de la construcción. Es así que se
ha pretendido que los grados elevados eran caballerescos, templarios,
alquímicos, cabalísticos, etc., en una palabra: todo menos masónicos.
Si no fuera necesario considerar a la masonería nada más que desde el
punto de vista abstracto o teórico, estos críticos severos, que han protestado
cha razón. Pero hay
que tomar en cuenta las contingencias, y mostrarse indulgente con lo que trata
de ayudar a la debilidad humana. La mayor parte de los adeptos del Arte Real
se contentan con recibir los grados simbólicos; pero, como no llegan a
asimilarlos, nunca los poseen efectivamente. Ellos están en posesión de un
tesoro, pero ignorar el valor del mismo y no le sacan partido. Ahora bien, los
grados elevados no tienen otra misión fuera de hacer comprender
esotéricamente los tres grados fundamentales de la francmasonería.
No tienen la pretensión de revelar secretos nuevos, extraños a la
masonería simbólica: toda su ambición se limita, al contrario, a comprender
bien a ésta, a valorizarla en el espíritu de sus adeptos, a convencerlos de la
importancia del Aprendizaje, para que se conviertan en Compañeros de
verdad, que puedan aspirar a la verdadera Maestría. Este último grado
corresponde necesariamente a un ideal que se nos propone, al cual debemos
tender, aunque su realización no está a nuestro alcance. Nuestro Templo no se
podrá terminar nunca, y nadie puede aspirar a que resucite plenamente en él el
auténtico y eterno Hiram.
Volvamos ahora a las operaciones de la Gran Obra.
Hemos visto que la purificación integral de la Sal r es realizada por el
masón en el curso de su Aprendizaje. Terminada esta purificación, empieza la
Camaradería. Entonces se manifiesta el color rojo, que es el que el ritual
atribuye a las tinturas de la cámara de los Compañeros. El adepto del 2do.
grado debe exteriorizar, efectivamente, su ardor sulfuroso F, su Fuego interior,
constructivo y realizador, al cual alude la columna J., activa, roja y masculina.
Como es lógico, el Aprendiz recibe su salario junto a esta columna, a la cual
llega después de cumplir su aprendizaje. Para vencer en sus pruebas, ha tenido
que desarrollar una actividad constante, a fin de rechazar las influencias
exteriores que tendían a dominarle. La prueba del Fuego entraña la exaltación
de oro
filosófica, un espíritu primordialmente puro, un fuego infernal y secreto, muy
volátil en su género, asimilable a la quintaesencia de las cosas del Universo.
Este Fuego exteriorizado o celestial es uno de los dos aspectos actuales,
o efectivamente activos, de la Gran Obra; el otro es el Fuego central, que se
exalta hasta el punto de ser atractivo para el primero, como un imán. Se
establece entonces una circulación, por la cual los dos agentes se reducen a
uno solo, que es el Fuego filosófico, del cual se habla en la Mesa de
francmasonería moderna.
El adepto no puede realizar el Rebis sin haber dominado las atracciones
elementales. Todo lo que en él hay de inferior, de brutal y de bajamente
instintivo debe ser domeñado antes de que le sea permitido llamar al Fuego
del Cielo para incorporárselo. En otras palabras, se trata de sobrepasar la
animalidad para poner al Hombre propiamente dicho en posesión de sí mismo.
Ahora bien, el Pentagrama o la Estrella Resplandeciente son justamente
emblemas del Hombre librado de todo lo que le impide ser Hombre
únicamente, y plenamente Hombre.
Los cinco puntos de esta figura, llamada también Estrella del
Microcosmos, corresponden a los cuatro miembros y a la cabeza del hombre.
Y de la misma manera que los miembros ejecutan lo que la cabeza
ordena, el Pentagrama también es símbolo de la voluntad soberana, a la que
nada puede resistirse, siempre que sea inquebrantable, justa y desinteresada.
16
El Dr. Lauer señala en este sentido las siguientes correspondencias: Hiram Hermes
Logos Cristo JHSVH; G.·. A.·. de la U.·. Zeus/Pater Demiurgo Padre JHVH.
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17
Y de su unión con las cosas de arriba, como lo indica el Colgado.
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El Simbolismo Hermético
nada en común con las sustancias generalmente designadas así, que su Fuego,
finalmente, no es el de las cocinas, las forjas o las usinas.
Todo el simbolismo hermético se refiere a lo que está oculto,
especialmente a las fuerzas que los Sabios deben poner en acción con un
objetivo mucho más digno de sus preocupaciones y de sus afanes que la
transmutación de los metales ordinarios, cosa que glorificaron los avarientos.
Es posible que el oro maleable haya sido producido realmente, porque
el dogma de la fijación de los cuerpos simples ha perdido autoridad científica.
Pero la industria de las transmutaciones se sitúa de todos modos, junto al
desdén profesado por todo filósofo verdadero, a toda riqueza perecedera. Para
el Iniciado el Oro es sólo un símbolo de perfección, el medio de ejercer una
acción bienhechora para los seres humanos, aclarándolos, para moralizarlos y
evitarles los males de que sufren. Curar era el objeto de la Gran Obra, que se
aplicaba a la Medicina Universal.
La panacea que remediaba todos los males intelectuales, morales o
físicos, residía en la Piedra Filosofal, preparación que no debemos buscar
fuera del hombre mismo: porque la Piedra que se talla por sus propios medios
no es otra que la individualidad humana. El aprendiz masón trabaja sobre sí
mismo cuando, armado del Cuchillo y de la Red, despoja su Piedra bruta de
asperezas. Cuando se ha convertido en Piedra cúbica rectangular y pulida, ha
llegado a ser Compañero; después corona su carrera de iniciado con el
Maestrazgo, que exige de él las virtudes que se atribuyen a la Piedra filosofal.
Por tanto, ésta representa un estado, una manera de ser del Sabio
completo.
En este estado se realizan maravillas, porque nada, en el reino de la
realización del bien, es imposible al hombre instruido en el mecanismo de
todas las posibilidades. Indudablemente la teoría es más fácil de aprehender,
mucho más en todo caso que la práctica efectiva del Arte. Los principios de la
Ciencia son abordables y las reglas a seguir se formulan sin dificultad. Pero la
aplicación de los unos y de las otras exige un raro talento, el único que
conduce al verdadero Magisterio de los Sabios.
No olvidemos que se trata de curar todas las enfermedades, tanto las del
espíritu como las del alma, y también las del cuerpo, ya sean enfermedades
de individuos aislados o de colectividades, porque el mal social corresponde a
la Medicina universal, al igual que las enfermedades de los seres particulares.
El Arte de aquí es el de los sacerdotes y los reyes, considerados como agentes
de una suprema armonía, que todo adepto debe realizar en sí mismo, a fin de
poder después armonizar a los demás.
Lo que comúnmente llamamos Medicina Oculta es la aplicación del
Gran arte de los Iniciados. La terapéutica basada en la influencia que un
sistema nervioso ejerce sobre otro no representa más que una rama aislada de
la práctica operatoria familiar a los iniciados más antiguos. Nuestros
magnetizadores encuentran colegas en toda tribu salvaje. Los efectos de la
imaginación igualmente han sido explotados desde los tiempos más antiguos
por sugestionadores que apenas tomaban en cuenta la teoría; eran muy
poderosos, porque estaban ellos mismos sugestionados en alto grado.
Pero un empirismo grosero domina el pasado, que se ha debatido en la
penumbra de las creencias, sin llegar a la luz de la ciencia razonada. Los
mismos Iniciados no se hacían ninguna ilusión sobre la importancia de sus
conocimientos. El discernimiento los instruía sobre todo negativamente, de ahí
la confesión del Sabio verdadero, reconociendo que no sabe nada. Sin saber
con precisión llega, al menos, a adivinar, a entrever y a sospechar preciosas
verdades, justificadas por una larga experiencia. Así nació la Tradición, que
ha seguido siendo vaga, pero en la que se inspira todo investigador serio de
conocimientos ocultos.
Esta Tradición verdadera no ha sido jamás formulada en doctrina; no
está consignada en ningún libro, y nadie puede recibirla de boca a oreja: lo
objetivamente transmisible no es nada más que humo, no luz.
La Claridad espiritual no se comunica como la llama de una hoguera.
Nuestro espíritu no es una lámpara que se ilumina artificialmente: es un hogar
que, por sí mismo, debe vencer la oscuridad para que, dejando de arder bajo
las cenizas, pueda arder y brillar libremente.
Enseñar a conquistar la luz es el objeto de la Iniciación propiamente
dicha, que se eleva por encima de las múltiples iniciaciones de detalle, sobre
18
Ver Paul Dhorme: Choix de textes religieux assyro-babiloniens. París, Gabalda, 1907.
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El Simbolismo Hermético
que no designan y lo tratan con un agente que llaman fuego, pero que en
realidad es un agua en la cual creen haber condensado la luz astral. Este
agente, según ellos, tiene un poder fermentativo y, mediante esfuerzos
continuos, que ellos llaman los Trabajos de Hércules, confían en determinar la
fermentación del paciente y su separación en Azufre y en Mercurio. Esta es la
primera operación, que termina en Putrefacción, que llaman, por el color, el
negro o las alas del cuervo. Pero no creen obtener de buenas a primeras su
Azufre y su Mercurio; el primero está unido a una gran cantidad de escorias y
el segundo se oculta en la Sal que se ha formado: sólo mediante sucesivas
disoluciones, fermentaciones y sublimaciones es posible dar fin a la obra.
creación. Es el Soplo divino (Ruach Elohim) que desde toda la eternidad flota
sobre las aguas salinas . es él quien se encarna en el seno de la sustancia
virginal para hacer nacer la Luz redentora.
Más preciosa que todos los tesoros, esta Luz ilumina la conciencia y
guía la voluntad. Nace de Mercurio (Soplo Divino) que penetra hasta el
Azufre (centro de la iniciativa individual) a través de la envoltura purificada
de la Sal (Personalidad anímica).
Las purificaciones iniciáticas atacan la capa opaca del centro sulfuroso;
las abluciones repetidas vuelven transparentes las capas salinas libradas
gradualmente del barro oscurecedor. Cumplida esta operación, cae la venda de
los ojos del que se inicia, que en ese momento ve la Luz.
Está sobreentendido que ningún ceremonial tiene poder de conferir
efectivamente la Luz Verdadera. En lo que se realiza ritualmente, todo es
imagen y símbolo. Purifiquémonos en espíritu y en verdad si queremos
conquistar la Luz real que, al penetrarnos, nos iluminará iniciáticamente.
Y ¿Qué es esta iluminación sino el maridaje en nosotros del Azufre y
del Mercurio, del hombre rojo y de la mujer blanca, de que ya henos hablado?.
Para los rosacruces, el Pelícano, que alimenta a sus hijos con su propia
sangre, enseña el amor sin el cual el más sabio no será más que un cuerno que
resuena o un címbalo retumbante. Siempre ha sido reconocido que el Sabio
más perfecto será aquel que ame más.
EL SEPTENARIO
EL REALIZADOR
EL SOÑADOR
EL PACIFICO
EL CONQUISTADOR
EL EGOISTA
EL ALTRUISTA
No son más que seis tipos, pero se agrupan alrededor del séptimo, que
corresponde al hombre idealmente equilibrado, al Hombre-modelo, adámico,
que realiza la perfecta asociación del Espíritu , del Alma y del Cuerpo
, o del Azufre , el Mercurio y la Sal .
Los individuos humanos pueden aproximarse a este tipo, cuya
generalización sería nociva, porque conviene que seamos diferenciados y que
nos especialicemos según la tarea que nos incumbe. No nos apartemos de
todos modos de la norma humana, porque un exceso de diferenciación nos
volvería inhumanos. Para quedar en la nota justa evitemos toda exageración
deformante, corrijamos nuestro carácter tomando como modelo a aquellos
prójimos que se distingan por su sabiduría, es decir, por su feliz equilibrio.
No demos importancia exagerada a las determinaciones gráficas que
acabamos de trazar. Pueden dar lugar a otras interpretaciones, porque nada es
absoluto en este terreno.
Sin embargo, las construcciones de este género tienen la ventaja de
ayudar al espíritu a descubrir ciertas analogías y permitir a veces al médico
llegar a la raíz de ciertos desequilibrios morbosos. En estos tiempos de
psicoanálisis, estos sugestivos esquemas no son materia desdeñable.
Pero lo que lógicamente puede deducirse de un grafismo convencional
no podría adquirir una importancia comparable a la de los clásicos tipos
planetarios. No abordaremos aquí el exámen de ese septenario que
corresponde más especialmente al Simbolismo Astrológico, al cual
consagraremos una obra especial, que seguirá al Simbolismo Hermético.