Los Lanceros Del Sauce
Los Lanceros Del Sauce
Los Lanceros Del Sauce
1
Pueblo americano perteneciente al tronco lingüístico guaycurú que a la llegada de los españoles (siglo
XVI) habitaba un extenso territorio en la región chaqueña enmarcado por los ríos Paraná, Salado y
Bermejo.
2
Lance, R. E- Pedroni, J. C. “Raíces de San Jerónimo del Sauce”. Imprenta Oficial, Santa Fe, 1995, pág.
10. Si bien los indios sauceros eran predominantemente abipones descendientes de los rukahes de la
reducción de San Jerónimo del Rey, también hubo en el paraje, conviviendo y mezclándose con estos,
algunos mocovies e indios genéricos o mestizos destribalizados de diversos orígenes.
3
Ver por ejemplo Alemán, B. E. “Santa fe y sus aborígenes” I parte. Junta Provincial de Estudios
Históricos. Santa Fe 1994.
4
Ver por ejemplo Gori, G. “El indio y la colonia Esperanza”. Ed. Colmegna, Santa Fe 1972.
5
Ver por ejemplo López Rosas, J. R. “Nicolas Denis, cacique indio y comandante militar” en “Santa Fe.
La perenne memoria” Municipalidad de Santa Fe, Santa Fe 1993. También Green, A “Cazadores,
lanceros, jornaleros. Modos de subsistencia de los indios del Sauce y su incorporación a la economía
nacional (1850-1880)” ponencia presentada en el I Congreso Regional de Historia e Historiografía. UNL.
Facultad de Humanidades y Ciencias, Santa Fe, mayo 2004. Lance, R. E.- Pedroni, J. C. en “Raíces de
San Jerónimo del Sauce” 3 T. Imprenta Oficial Santa Fe 1995, 1996 y 1997, dan información importante,
pero no los estudian específicamente.
6
Pueden encontrarse expresiones como “… los lanceros del Sauce, abanderados de la libertad y la
justicia…”, “…los que avanzan adelante de las tropas del Ejercito en las luchas contra los porteños…” en
Lance-Pedroni, ob. cit. T II, pag 7 , o, “Había cundido entre ellos el relajamiento de la disciplina y de las
costumbres”, eran “…proclives por impulsos ancestrales a apartarse de los hábitos regulados de la vida
civilizada”, tenían “malos hábitos”, etc. en Oggier, G-Jullier, E. “Historia de San Jerónimo Norte” T I.
Editorial Apis, Rosario 1984, págs. 114-115.
Lejos de buscar virtudes o pruebas condenatorias, -¿desde que punto de vista podría
hacerse cuando el grupo humano estudiado posee una cultura tan diferente a la de quien
lo estudia?-, el objetivo de este trabajo es intentar una primera aproximación a un
aspecto central en la vida de esos indios, como fue la formación de compañías de
lanceros, y, especialmente, a algunas de las transformaciones que esto implico con
respecto a su organización tradicional y a su relación con el estado.
El acercamiento a estas y a otras cuestiones relacionadas con estos “hombres sin
historia”7, solo es posible a partir de una documentación que, para el siglo XIX, se
presenta escasa, fragmentaria y dispersa; y que, por lo tanto, requiere un uso intensivo.
Durante más de cincuenta años los indios del Sauce participaron como lanceros,
auxiliando a las tropas criollas, en la guerra fronteriza contra los indios del Chaco.
Iriondo reconoce en sus apuntes que “…han sido utilísimos a esta provincia, no solo
para las expediciones contra los indios, sino para espiar sus tolderías, para ir a
sorprenderlos en ellas, que ha sido el modo de acobardarlos y reducirlos” 8, y Alemán
vincula los éxitos de Estanislao López en el Chaco a su alianza con estos 9. Finalmente
marcharon, en las décadas del 70’ y del 80’, en las campañas militares que condujeron a
la conquista del Chaco por el estado argentino 10. También fueron, por otra parte,
continuamente involucrados en las luchas civiles que se produjeron durante el mismo
periodo11.
7
Expresión utilizada por Areces, N. para otro contexto fronterizo en “Concepción peligrosa y descubierta
de la frontera norte paraguaya. Espacio étnico y socio-político (1773-1840)” en Rev. de Historia 133,
FFLCH-USP, 1995, pág. 60.
8
Citado por López Rosas, J. R. ob. cit.
9
“No es mera coincidencia-dice-que los grandes triunfos del Brigadier en el Chaco santafecino, que le
permitieron someter nuevamente a los mocovies en San Javier, Santa Rosa de Calchines y San Pedro
Chico, ocurrieran a partir de la incorporación de los lanceros del Sauce a sus fuerzas expedicionarias”
Alemán, B. E. ob. cit. pág 196. Por citar un ejemplo, extraído de “Política seguida con el Aborigen” T II,
Volumen 2. Circulo Militar. Biblioteca del Oficial.1974; en junio de 1833, 34 abipones participaron -
junto a Estanislao López y 160 soldados- en una expedición al monte de los Monigotes y divididos en dos
grupos; uno con el cacique Agustín Crespo a la cabeza y el otro liderado por Ipólito Jaimes, formaron el
ala derecha e izquierda de la vanguardia que al amanecer del 2 de julio ataco y destruyo la toldería del
cacique Lechuza.
10
Muchos indios acompañaron a Obligado en su campaña de inicios de los 70’ que culmino con la
fundación de Reconquista, y algunos autores aseguran que el nombre del punto se debió a que allí había
estado la reducción del Rey, lugar de origen de muchas de las familias abiponas del Sauce que lo habian
abandonado por los ataques de otros indios. Por ejemplo Geraldi, S. citado por Silva, M.- De la Cruz, L
en “Memorias del Gran Chaco” I Encuentro interconfecional de misioneros, Reconquista, 1991, pág. 38.
Es posible que para algunos indios el estar allí pudiera significar algo similar, después de todo habían
transcurrido muy pocas generaciones desde el abandono. Por dar un ejemplo; Francisco Panchin y
Anselmo Panchin eran pobladores del Rey a comienzos del siglo XIX. La vida de sus hijos nacidos en el
Rey, Raymundo Panchin y Pascual Panchin respectivamente transcurrió en el Sauce, mientras que en la
década del 70’ se encontraban en Reconquista: Rufino Panchin, Eugenio Panchin y Bartolomea Panchin
nacidos en el Sauce. Esto abona la hipótesis, sostenida mas adelante, de que los indios tenían su propia
causa al combatir contra los montaraces.
11
La costumbre de recurrir a los indios ante las disputas entre las diferentes facciones de la sociedad
blanca estaba bastante extendida y venia por lo menos desde la guerra de la independencia; en el caso de
los abipones ya en 1810 Belgrano había incitado a los de las Garzas a formar una compañía de lanceros y
sumarse al bando patriota, y a fines de esa década muchos de los de San Jerónimo del Rey participaron en
el ejercito de Artigas. Una vez instalados en el Sauce, los indios acompañaron a López en su campaña
cordobesa contra el general Paz y participaron en las sucesivas revoluciones que sacudieron a la
Sin embargo, la intervención de los sauceros en estas contiendas no debe conducir al
error de adjudicarles ideologías que en realidad les resultaban extrañas; el que fueran
aliados de López y Echagüe, - y antes de Artigas-, no autoriza a considerarlos
“federales”, como el hecho de haber luchado contra los montaraces no los convierte en
“…los soldados aborígenes que se jugaban por la causa del hombre blanco…” 12. De
hecho su accionar favoreció frecuentemente a López y a la “causa del blanco”, pero se
explica mejor por el ethos guerrero, y los propios intereses de los indios, que por
ideologías y causas prestadas. Si bien es cierto que la formación de la reducción a partir
de 1825 no fue impuesta a los indios como resultado de una derrota militar, sino
solicitada por ellos mismos, la explicación a esto debe buscarse en el debilitamiento de
su posición en el Chaco; la tensión existente entre grupos abipones y el enfrentamiento
con los montaraces provoco el acercamiento del cacique Patricio Ríos al gobierno
santafecino, al cual pidió caballos para luchar contra estos últimos, pero la derrota
sufrida y la muerte de Ríos acrecentaron la necesidad de un acuerdo con los blancos que
les permitiera gozar de los beneficios que implicaba -contar con estos para vengarse de
sus enemigos del Chaco13- conservando al mismo tiempo la autonomía. Es en estos
términos que debe entenderse la instalación de los abipones en el Sauce, aunque a largo
plazo, como se verá, el cálculo resultara erróneo.
Al igual que ocurría en otros ámbitos indios, entre los sauceros no hubo levas,-por lo
menos durante la primera mitad del siglo-, y se auto reclutaban cuando querían y
podían14. Su participación espontánea en las luchas civiles no se debía a una supuesta
adhesión a alguna de las posiciones en pugna, ni al solo interés por la paga y el
racionamiento, ¿por qué esta predisposición para la milicia entonces? 15 Sin pretender
profundizar el tema, que fue esbozado en un trabajo anterior16, debe señalarse que la
guerra ocupo un lugar central en la vida abipona, durante los siglos XVII y XVIII, y que
tal actividad se explica en gran medida por el ethos marcial que impregnaba su cultura;
los mitos, los rituales, la ornamentación del cuerpo, los tabúes, las costumbres
alimenticias, los juegos y canciones, evocaban el valor y las proezas militares
impulsando a los jóvenes a buscar las glorias de la guerra. El proceso de culturización
apuntaba en esa dirección; aun en las reducciones “…las prácticas cotidianas de la vida
familiar según viejas usanzas” formaban guerreros, según ha señalado Suárez 17. Este
ideal cultural explica en gran medida su activa participación en las luchas civiles una
vez instalados en el Sauce, donde -al menos durante las primeras décadas- continuo
provincia. Ver por ejemplo Gori, G. ob. cit, dice que de las colonias indias salían soldados que con
frecuencia intervinieron en las luchas civiles.
12
Ruggeroni, D. “La hermandad entre Reconquista y San Jerónimo del Sauce” en Lance-Pedroni. ob. cit.
L III pág. 16.
13
Al poco tiempo tuvieron su oportunidad; el General Paz, observo cuando López les entregaba tres
montaraces que había capturado; dos fueron muertos a lanzazos inmediatamente, en tanto el tercero,
asesino de un cacique abipon (¿Patricio Rios?) fue torturado antes de ser ejecutado. Paz, J. M. “Guerras
civiles. Memorias póstumas” segunda parte. Ed. Anaconda, Bs. As.
14
Bechis, M. en “Fuerzas indígenas en la política criolla del siglo XIX”, en Goldman, N.-Salvatore, R.
(comp.) “Caudillismos rioplatenses. Nuevas miradas a un viejo problema”. Eudeba, 1998, realiza esta
afirmación para el ámbito pampeano, aunque su explicación difiere de la que se propone para este caso.
15
Aun cuando la guerra fue omnipresente durante buena parte del siglo XIX, esta predisposición no
parece haber sido compartida por los habitantes criollos de la campaña, según puede inferirse a partir de
las huidas masivas ante las levas que señala por ejemplo Larker, J. “Practicas y formas del bandolerismo
rural en 1860-1880” ponencia. pág 17.El envío a la frontera a luchar contra los indios era un castigo
común en la época.
16
Green, A. ob cit. pags 4 -7.
17
Suarez, T. “Gentiles y reducidos. Modelos y conceptos usados en textos de fines del siglo XVIII para
categorizar las unidades familiares de indígenas chaqueños”. IX Jornadas Interescuelas. Deptos. de
Historia. Córdoba, sept. 2003. págs 18,16.
vigente, según puede inferirse a partir de diversas manifestaciones como: el uso de
pieles de jaguar en el momento de la batalla 18; la simulación de guerrillas, cargas y otros
ejercicios militares ecuestres, tanto para celebrar el triunfo sobre el enemigo como para
recibir a un amigo19; la pervivencia de practicas subsistenciales asociadas por los indios
al coraje, y el rechazo - pese a las posibilidades que les brindaba el nuevo entorno- de
otras consideradas signo de debilidad y cobardía20; el uso por parte de los lanceros, de
apodos o apellidos que evocaban el valor y la astucia, o habilidades particulares
relacionadas con la guerra21, etc.
La continua movilización militar, en suma, permitió a los indios, - que hasta 1825
habían hecho de la guerra una ocupación central-, continuar en cierta medida, – menor
de lo que quizás ellos mismos pudieran creer –, con un estilo de vida acorde a sus
valores; en tanto, la alianza con el blanco les dio la posibilidad de contar con un
poderoso respaldo para vengarse de sus enemigos del Chaco, aunque sus efectos, en un
plazo mayor, no fueron los esperados. En efecto, marco el inicio de un proceso que
condujo a profundas transformaciones en la sociedad india, al establecimiento de
relaciones de subordinación con respecto a la sociedad blanca, y, en última instancia, a
la desaparición de los abipones como grupo diferenciado. La formación de un escuadrón
militar y la transformación de los indios en soldados fue, paradójicamente, un síntoma
de esos cambios, y, al mismo tiempo, una de sus causas. Pero, en contra de lo que cierta
documentación – particularmente las listas de lanceros confeccionadas a los efectos de
realizar los pagos y gratificaciones- puede hacer parecer a simple vista, estos cambios
fueron graduales; en las primeras décadas e independientemente del rotulo con que
suelen aparecer en los documentos, los sauceros no eran soldados ni constituían una
compañía de ejercito en el sentido que estos términos tienen en la tradición occidental.
No es el objetivo de este trabajo analizar la sociedad abipona del siglo XVIII, pero es
necesario señalar algunas características cuya permanencia puede comprobarse en la
reducción del Sauce durante sus primeros tiempos, para luego, intentar dilucidar como
se vieron transformadas en este nuevo contexto.
Aunque se reconocía la existencia de una entidad colectiva más amplia, como la
subtribu e incluso la tribu abipona 22, el mayor grado de integración se daba a nivel de la
18
Cuenta el Gral. Paz que, al ser capturado por los soldados de López, mientras era conducido prisionero
al Sauce “…un indio que se presentaba por primera vez cubierto todo su cuerpo con una piel de tigre, se
lanzo a carrera tendida y estaba ya a dos pasos de mi cuando el señor Echagüe se interpuso y le obligo a
tomar otra dirección, lo que hizo con la mayor destreza, dando un descomunal alarido…” ob. cit. pág.
191. El jaguar (tigre Americano) era asociado en la cultura tradicional al valor y la fuerza. Ver por
ejemplo Green, A. ob. cit. En el siglo XVII solían pintarse el cuerpo imitando sus manchas dice Cervera,
M. en “Historia de la ciudad y Provincia de Santa Fe. 1573-1853” T I, 2º ed. UNL. Santa Fe 1979, pág.
316 y cuando celebraban sus victorias se sentaban a beber sobre pieles de jaguar, según Suarez, T. ob. cit.
19
El Gral Paz dice que al irse presentando partidas de indios ante la comitiva que lo conducía prisionero,
al llegar a cierta distancia de su frente “…volvían los caballos con extraordinaria celeridad y seguían la
misma dirección, haciendo mil y mil caracoles y cabriolas, ya lanzando los caballos de carrera, ya
sujetándolos y haciéndolos volver sobre el cuarto trasero, para volver a emprender de nuevo la carrera,
ostentando su consumada destreza…” ob. cit. págs. 190-191. Simulando cargas a caballo recibían también
al general López cuando los visitaba en el Sauce. Estos alardes ecuestres y militares eran comunes ya a
comienzos del siglo XVIII.
20
Green, A. ob. cit.
21
Por ejemplo; Ambrosio el tigre, Marcos el sorro, Gregorio Baquiano en la década del 30’.
banda, o grupo local23, compuesta por grupos familiares-domésticos que, unidos por
lazos de amistad y parentesco, acampaban juntos en torno de algún cabecilla 24. El
número de integrantes de la misma era variable, pero la media puede calcularse con
alguna aproximación. A mediados del siglo XVIII integraban la subtribu rukahe los
grupos de los caciques Neruigini, Ychoalay, Lichinrain, Ychilimin y Kebachichi entre
otros, siendo acompañado este último, según el jesuita Dobrizhoffer, por unos 18
guerreros. En base a esta y a otras referencias podría suponerse entre 40 y 60 el número
aproximado de miembros de una banda abipona. Es cierto que en la recién fundada
reducción del Rey se asentaron unos 300 rukahes “con sus principales”jefes: Neruigini e
Ychoalay, y, que suponiendo que se tratara de dos bandas de 150 personas cada una, la
diferencia con la cantidad de integrantes por banda que aquí se propone sería bastante
notable, sin embargo los caciques nombrados eran los principales pero no los únicos y
el referido misionero dice que, al tiempo de vivir en la reducción, Neotenkin y
Navahakin abandonaron a Ychoalay que quedo con muy pocos compañeros 25; esto
indicaría que dentro del numeroso grupo indio que se instalo en la reducción
acompañando a Ychoalay podrían identificarse por lo menos tres bandas – cuyo tamaño
sería similar al aquí propuesto- con sus respectivos cabecillas.
Con respecto a estos, los misioneros jesuitas que convivieron con los abipones en el
siglo XVIII se encargaron de señalar lo que Pierre Clastres considera una “exótica
particularidad” de las sociedades “primitivas”26, esto es; que los jefes no mandan. Así,
Dobrizhoffer comprobaba que “…no reverencian a su cacique como a un maestro ni le
pagan tributo (…) no lo invisten con la autoridad de un juez, un árbitro o un
vengador…”27. Esto no significa que el cabecilla no tuviera razón de ser, en realidad
cumplía una función fundamental; “…el líder primitivo es principalmente el hombre
que habla en nombre de la sociedad cuando circunstancias y acontecimientos la ponen
en relación con otras sociedades.”28 , en efecto; “solo cuando van a la guerra tienen
cabeza superior que los gobierne”29, escribía Lozano en la primera mitad del siglo
XVIII. Obviamente el líder debía reunir las cualidades necesarias para cumplir estas
funciones –ser un gran diplomático y un gran guerrero a la vez-, pero, aunque fuera
22
La tribu se sostiene como unidad social sobre la cooperación y la alianza ofensivo-defensiva de las
diferentes subtribus y bandas, y la participación conjunta en actividades formales como asambleas,
rituales, etc. que contribuyen a fortalecer el esprit de corps. Ver por ejemplo Linton Ralph “Estudio del
Hombre”. FCE. México, 1974, pág. 234 y sigs. señala también como factor el establecimiento de
relaciones personales (amistad, parentesco) entre miembros de diferentes bandas.
23
La literatura sobre la banda es amplia. Aquí se la entiende como una unidad social “consciente de si y
estrechamente integrada”, Linton R. ob cit pág. 230. Si bien los grupos familiares domésticos que la
componen suelen estar relacionados por lazos de parentesco, la banda es fundamentalmente un grupo de
residencia, ver por ejemplo Bock, P. K “Introducción a la moderna antropología cultural” FCE, 1977 pág
178. Suele estar asociada a un territorio y tener un nombre propio; es autárquica y autónoma, puede
poseer algún tipo de liderazgo mas o menos formal y tiene un fuerte “esprit de corps” favorecido por el
“constante y estrecho” contacto de sus miembros, Linton Ralph, ob. cit. El tamaño es variable, no
sobrepasando la banda de cazadores recolectores (caso abipon) las 100-150 personas.
24
El grupo familiar-domestico estaba constituido en general, según análisis de Suarez, T. ob. cit. sobre los
abipones del Rey, por la familia nuclear a la que se solían sumar otros parientes y algún cautivo, siendo la
media de 7 integrantes, pág. 6.
25
Dobrizhoffer, M. “Historia de los abipones, una nación ecuestre y belicosa de Paracuaria” UN del
Nordeste, Resistencia, 1967, T III.
26
Clastres, P. “Investigaciones en antropología política”, Gedisa ed. Barcelona, 1996 pág 112.
27
Citado por Radin, P. “Los indios de la América del Sur” Ed. Pleamar, Bs. As. pág. 223 , quien agrega
que “En marcado contraste con el prestigio que el jefe poseía aparentemente se hallaba el poder que tenia
realmente”
28
Clastres, P. ob. cit. pág 113.
29
Lozano, P. en “Pueblos primitivos de Sudamérica”, selección de Armando Vivante, EMECE editores
Bs. As.1943, pág 91.
admirado y su opinión muy respetada y valorada, tampoco en estos casos tomaba las
decisiones por su cuenta sino que era la voluntad del conjunto la que se imponía. El
famoso cacique Alayquin resumió muy bien su posición, cuando, a mediados del siglo,
respondió a los españoles,-que le reclamaban que impidiera los robos que realizaban los
indios de su banda y los hiciera devolver los caballos-, diciendo; “Esto es más fácil
decirlo que hacerlo. Mis jóvenes me dicen que van a cazar caballos salvajes y traen de
vuestros campos caballos domésticos sin que yo lo sepa ni pueda hacer nada (…) Yo no
tengo ningún caballo que os haya pertenecido (…) Ordénales a los otros que los
devuelvan, te los devolverán si quieren. Yo no puedo obligarlos. Los abipones, por una
costumbre recibida de sus mayores, hacen todo a su arbitrio no al de su cacique. Yo los
dirijo, pero no podría perjudicar a ninguno de los míos sin perjudicarme; si usara las
órdenes o la fuerza con mis compañeros enseguida me volverían la espalda” 30. Era en
realidad el grupo el que hablaba a través de su líder 31, y, aunque este contaba con su
capacidad de persuasión no podía, según le aconsejaba su prudencia, ir más allá de esta
y pretender imponer su voluntad a los suyos, “…El jefe en la tribu esta bajo
vigilancia…”32, escribe Clastres, y por esto no puede excederse en sus funciones. Ni
siquiera el famoso rukahe Ichoalay (José Benavides) pudo romper ese cerco; a pesar de
sus dotes personales, el conocimiento que tuvo del mundo blanco, el apoyo de los
jesuitas, y sus éxitos en las batallas; cuando en medio de la guerra contra los abipones
nakaiguetergehes lo abandono su buena estrella “… la mayoría insultó su excesiva
audacia”33.
Por otro lado no solo era de rigor repartir el botín obtenido en la guerra, sino que
además el cacique estaba obligado a dar cuanto los demás indios le pidieran ya que de lo
contrario sería mal visto34. Esta renuncia a lo material aumentaba ciertamente su
prestigio, pero no podía transformarlo en poder. De esta manera la sociedad tribal
conjuraba la aparición de la desigualdad; se trata de sociedades sin clases y sin órgano
de poder separado35.
¿Cómo se seleccionaban estos líderes tan particulares? El nelareyrat o capitán 36, surgía
generalmente del grupo guerrero de los hochero. Si bien algunos autores hablan de
clases37 y el propio Dobrizhoffer se refiere a estos como nobles, frente al resto: los
plebeyos o el pueblo, no se trataba en realidad, según surge de la lectura del mismo
autor, de una distinción de rangos basada en la riqueza o el poder; la obligación moral
de compartir los bienes materiales y la celosa independencia de los abipones impedían
cualquier diferenciación en este sentido. Hochero era simplemente el guerrero que,
destacado por sus hazañas, tenía derecho a usar un nombre especial y un idioma
particular, pero esto no le reportaba más que un cierto prestigio e influencia. Por otro
lado aunque tener antepasados famosos por sus hazañas bélicas era importante, el titulo
30
Dobrizhoffer, ob cit T III, págs227-228.
31
Un rasgo importante en estos cabecillas era su “capacidad para interpretar la opinión publica” dice
Service, E. en “Los orígenes del Estado y de la civilización” Alianza Universidad 1984. pág. 71, podía
intentar convencer a los otros a su parecer, pero si no lo lograba la prudencia le aconsejaba adecuarse a la
decisión del grupo.
32
Clastres, P. ob cit. pág. 116.
33
Dobrizoffer. ob. cit. T III.
34
Furlong, G. “Entre los abipones del Chaco”. Talleres gráficos San Pablo, Bs. As. 1938
35
Clastres, P. ob cit. Pág. 114 -115.
36
Así lo traduce Dobrizoffer en ob cit tomo III, pág 133, en el tomo II, pág. 376 lo traduce como “el que
dirige la guerra”. De lo dicho se desprende que se trataba, a lo sumo, de un “influyente”, “portavoz”,
“mediador”. Los términos cacique, líder o cabecilla se usan en este trabajo, como sinónimos, en ese
sentido.
37
Radin, P. ob. cit.
de hochero no era hereditario y cualquier indio que se destacara en la guerra podía serlo,
si quería, como también podía llegar a ser nelareyrat38.
El hijo de un líder podía suceder a su padre en esa función pero solo si era idóneo;
Debayakaikin o Petizo, “fácilmente el principal de los caciques abipones” 39 de la
segunda mitad del S. XVIII, tuvo cuatro hijos “…sin embargo ninguno de ellos, aunque
de edad adulta, fue considerado por los suyos dignos de ocupar el lugar de su padre
muerto. Todo ese pueblo, esparcido en grupos, se aliaba a su antojo. Unos siguieron a
Oaherkaikin, otros a Pachieke, y la mayoría a Revachigui, llamado después Oahari,
plebeyo, joven, y sin embargo superior a otros de más edad por sus proezas y por sus
dotes físicas y morales”40. La historia narrada se repite con frecuencia en este tipo de
sociedades igualitarias; muerto el líder y ante la ausencia de un sucesor que reúna sus
cualidades o sea aceptado por todos, la banda se disuelve y las familias que la integran
tejen nuevas alianzas o se incorporan a otros grupos en los que ya tenían parientes 41.
Aparece aquí otro factor a tener en cuenta en la selección de los líderes; las cualidades
personales y el éxito en la guerra, ciertamente podían convertir a cualquier indio en
nelareyrat, pero las relaciones de parentesco hacían lo suyo ya que como escribía
Lozano, al cacique “los de su familia y emparentados únicamente siguen”42.El citado
Oaharí, por ejemplo, era yerno de Debayakaikin43.
Con lo dicho sobre la sociedad abipona del siglo XVIII basta para las pretensiones de
este trabajo. Sólo debe agregarse que la instalación de los indios en reducciones, a partir
de la segunda mitad del siglo no altero estos rasgos 44. En las mismas convivía una
población numerosa pero inestable y frecuentemente se registran bandas, con sus
cabecillas, que se instalan en ellas o que las abandonan para regresar al monte. La
organización impulsada por los jesuitas se superpuso en realidad con la tradicional, no
importa el cargo que se ocupara en el cabildo indio, todos los miembros se elegían entre
los caciques 45. Estos podían, a su vez; ser, o no, hijos de caciques; tener mas o menos
prestigio; desplegar su influencia sobre otros caciques y bandas, o, sólo sobre sus
parientes mas cercanos46; disminuir o aumentar esta con el tiempo; pero de ninguna
manera dar ordenes a los suyos.
38
Este fue el caso del propio Ichoalay que no tenia antepasados importantes y no acepto ser iniciado como
hochero.
39
Dobrizoffer. T. III pág 119.
40
Idem pág.191.
41
Aunque aliado y pariente no sean exactamente términos intercambiables, el parentesco es una forma
básica de establecer alianzas en este tipo de sociedades tribales.
42
Lozano, P. ob. cit. pág. 91. Se trata en realidad de los parientes que conviven con el líder y, por lo tanto,
de una referencia a la banda. Aunque se desconoce la terminología de parentesco abipona, y las pautas de
interacción que implicaban las diferentes categorías, es seguro que no todos los parientes reconocidos
eran corresidentes de ego. Puede decirse que a veces las luchas entre bandas implicaban luchas entre
parientes.
43
Dobrizhoffer, ob. cit. T III, pág 305.
44
Como tampoco otros aspectos, ver por ejemplo Suarez, T ob cit.
45
Ver por ejemplo Gallagher, E. G. “El censo de 1793 en San Jerónimo del Rey” en “El Loakal VII”
Edición 4 Reconquista, 2003, pág 10.
46
Los que lograban alguna influencia sobre otras tolderías además de la propia eran llamados por los
españoles caciques principales o generales, los otros suelen aparecer como caciques dependientes,
menores, o capitanejos. Se trataba solo de una diferencia de prestigio e influencias, nada tenia que ver con
el poder, la riqueza o el numero de seguidores.
A partir de la instalación de los indios en el Sauce los aspectos señalados en el punto
anterior sufrieron profundas transformaciones. Estas se verificaron, sin embargo, de
manera gradual; si tempranamente aparecen listas de lanceros con una estructura similar
a la de los escuadrones militares de la época, -es decir encabezadas por oficiales
ordenados jerárquicamente y seguidos por los soldados-, esto no debe confundir, ya que
tras esa fachada pervive la organización tradicional.
Al fundarse la reducción se instalaron en ella - según lo indica el elevado número de
indios- varias bandas con sus caciques. Pueden identificarse por lo menos los grupos de
dos caciques generales de igual o parecida importancia: Patricio Ríos y Agustín
Crespo47, pero, sin duda, debió haber otros. Las listas de la década del 30’ aparecen
encabezadas por el corregidor Agustín Crespo, el capitán Jerónimo Sanabria, el
ayudante Ipólito Jaime, y el alférez Felipe Acanoiqui, pero ¿eran verdaderos oficiales , y
una autentica compañía militar? Aunque el orden establecido en estas listas traducía en
cierta medida una situación de influencias previa, no se trataba, ciertamente, del tipo de
jerarquía propia de una organización de ejercito, en la que los diversos grados
comportan diferente poder de mando, aumentando este a medida que se asciende en la
escala, y las ordenes se transmiten de arriba hacia abajo de manera lineal. Por el
contrario, hay indicios de que cada uno de estos jefes indios tendría su propio grupo de
compañeros; así, por ejemplo, se habla en la época de la “pandilla” de Ipólito.
Disimulados bajo la organización lineal de las listas militares existían, por lo tanto,
caciques y “pandillas” y la relación de Agustín Crespo con muchos de los lanceros era
como la de cualquier cacique principal con los seguidores de sus caciques adherentes;
sólo tenía sobre ellos una influencia indirecta y muy limitada. Esta, por otro lado, no era
mucho mayor en el caso de su propia banda, según se puso de manifiesto cuando ante el
reclamo de Pascual Echagüe, de “…por que quería ir el corregidor con sus indios a
traerle sus vacas (…)que se acordase de todo el tiempo que habían andado juntos
padeciendo de compañeros…”, se limito a contestar, “…que el nunca había pensado en
traerle sus bacas, que esas serian cosas de sus muchachos, por que el no tenia agravio
con Dn. Pascual pues era su amigo como antes”48.
No era, evidentemente, un jefe militar hablando de sus subordinados,- la respuesta
recuerda en cambio a la dada a los españoles por el mismísimo Alayquin 80 años antes-,
Agustín no tenia control sobre sus muchachos que podían robarse las vacas de Echagüe
sin su consentimiento y sin que el pudiera impedirlo y, mucho menos, castigarlos.
Si los caciques no podían, aun, ir mas allá de su ascendiente tradicional, también
permaneció abierta la posibilidad del surgimiento de nuevos líderes, reclutados a partir
de criterios tradicionales. A mediados de la década del 30’, por ejemplo, se sublevo un
grupo de indios encabezados por Juan Porteño, que en las listas previas al alzamiento
aparece como simple “soldado”. A diferencia de una compañía militar en la que los
grados son otorgados o quitados desde arriba siguiendo una rígida escala de ascensos,
un guerrero indio exitoso podía pasar de un día a otro a ser cacique, y ser abandonado
47
Ambos tenían el titulo de corregidor y figuraron entre los cuatro caciques que en 1822 condujeron a
unos 250 lanceros en un ataque a la provincia de Corrientes. El primero, como se dijo, fue quien hizo la
paz con el gobernador López y aunque murió antes de formada la reducción algunos parientes suyos se
asentaron en ella, en tanto, el segundo aparece como el cacique principal reconocido por el gobierno tras
la muerte de Ríos. Los otros dos caciques que lideraron el ataque fueron Naré y Benavides. Ver por
ejemplo “Política seguida con el Aborigen”T II, Volumen 2. Circulo Militar. Biblioteca del Oficial.1974,
redactor José E. Burucua. Pág. 462. La gran cantidad de guerreros que participo en el ataque permite
sospechar que se trataba de caciques generales y que debió haber cabecillas menores con sus propios
adherentes. Por otro lado la cooperación de diferentes bandas, pertenecientes incluso a diferentes
subtribus indica la existencia, aun, de un cierto grado de solidaridad tribal abipona.
48
AGPSF. A. de G. T 7, f.941. Nótese, además, que el malón, que incluye botín, es un acto de guerra
motivado por el agravio y no un acto económico.
por sus compañeros con la misma rapidez si se mostraba ineficaz o autoritario. En el
caso mencionado la aparición de nuevos liderazgos no fue en desmedro de los ya
existentes, sino que produjo la fragmentación de la tribu; una parte siguió a Juan
Porteño, y a otros, al Chaco mientras el resto permaneció en el Sauce. El hecho de que
entre estos últimos pueda identificarse a un grupo de lanceros que adhirieron con mayor
firmeza a Agustín Crespo prueba la pervivencia de la organización en bandas, y, es
posible que la fractura señalada se produjera respetando los contornos de esas
subdivisiones.
El suceso; que costo la vida a Domingo Pajón (a) Chulo, militar criollo encargado por
el gobierno de comandar a los indios; confirmo, además, la imposibilidad de imponer a
estos una autoridad externa, y de controlarlos prescindiendo de sus líderes tradicionales.
Por tal motivo los sucesivos gobiernos continuaron, y acentuaron, las medidas
destinadas a coptar a los cabecillas, como; el trato privilegiado otorgado a ellos y a sus
familias, el otorgamiento de jerarquías militares con los sueldos correspondientes, las
gratificaciones y regalos especiales, etc. Esta política se verifico sobre todo en el caso
de Antonio Crespo, cacique principal de la reducción a partir de la década del 40’, quien
derivaba su posición de bases tradicionales; era hijo del cacique Agustín y de Maria
Magallanes (¿de origen portugués?), tenia una numerosa parentela49, y, sin duda, había
demostrado capacidad y valor en la guerra50. Por su parte continuó con la política de
lealtad al gobierno iniciada por su padre51.
Sin embargo, desde que la separación de los grupos que siguieron a Juan Porteño
redujo el numero de lanceros y debilito a la tribu, el estado ya no se limitaría a
reconocer y aceptar situaciones internas; aunque aun no pudiera imponer jefes a los
indios, es evidente que copto y apoyo a aquellos que le mostraban mas lealtad 52. El
reconocimiento y el respaldo del estado se sumaria,- a medida que los indios fueran
perdiendo su autonomía-, a los criterios de selección tradicionales, como condición
necesaria para transformarse en un líder.
Durante dos décadas Antonio Crespo fue reconocido por el gobierno – y como el
mismo lo hacia notar al referirse a “los avipones de mi mando”- como comandante a
cargo de la reducción. Pero, si hay numerosas pruebas del prestigio e influencia que
tenia entre los suyos ¿Tuvo mayor autoridad real que su padre? ¿Estuvieron los otros
líderes y oficiales indios de la época53 rígidamente subordinados a su jefe como en
cualquier escuadrón militar? ¿Se efectivizó, en la práctica, la cadena de mando que las
49
Tanto en las listas de lanceros como en las actas parroquiales de la población se encuentran numerosas
personas de apellido Crespo. Además por su matrimonio con Maria Rivero, hija de Juan Rivero y Eulalia
Nabalon estaba vinculado con estas numerosas familias. Otras familias muy relacionadas fueron los
Maquiel, los Velásquez, los Benavides (con lazos de parentesco a su vez con los Rivero) y los Denis. A
estas familias pertenecían además los lanceros que formaron el grupo de adherentes mas fieles a su padre
y en ellas podía encontrarse a los individuos mas mestizados y aculturados.
50
Participo en la campaña de López contra el general Paz como cabo y fue uno de los mas activos contra
Juan Porteño
51
En algunas actas parroquiales por ejemplo tanto el como su hermano Feliciano aparecen con el titulo de
“Don”, o, incluso clasificados como “nobles”. En las listas de lanceros de la década del 40’ aparece como
alferez 1ro., y en la década del 50’ el gobierno le había otorgado el grado de teniente coronel con el
sueldo correspondiente
52
Por ejemplo el caso de Domingo Capi; el gobierno provincial hizo gestiones ante el gobierno de
Corrientes para que le permitiera trasladar a su mujer, que estaba en esa provincia, hasta el Sauce.
Aparece como sargento en 1840, y cobra sueldo como capitán en 1850; aunque pudo haber tenido
influencia previa entre los indios es importante señalar que participo activamente como baqueano en la
lucha contra Juan Porteño. Fue asesinado en el campo en 1856 a los 77 años.
53
En la década del 40’ aparecen otros lideres con grados inferiores en las listas de lanceros: el alférez 2º
Nolasco Alen, el sargento 1º Domingo Capi, los cabos Santiago Naré y Jose Lunarejo (ver anexo). A
mediados de los 50 se menciona la presencia en el Sauce del cacique Domingo Camnoqui, etc.
listas con sus diferentes gradaciones parecen representar? Hay evidencias de que
algunos de los indios de “su mando” se le escapaban; por citar dos casos: en 1850,
indios del Sauce participaron en un malón sobre la provincia de Córdoba 54, y, a fines de
esa década José Maria, Manuqui y Minisito, de la reducción del Sauce, acompañaban a
los montaraces en sus malones según denuncio un cautivo 55. Esto indica que tras la
apariencia de un cuerpo militar y de su comandante nominal, continuaron
desenvolviéndose con bastante autonomía diversos grupos con sus cabecillas o
influyentes. La independencia y el individualismo de los abipones dificultaba todo
intento de imponer autoridad y Antonio Crespo no contaba con medios extras de
control.
Los líderes tradicionales solo podían transformar su prestigio en poder con apoyo
externo. Su coptación no fue suficiente para conformar a un estado que hizo lo posible
para fortalecerlos frente a los suyos, dotándolos de un poder que nunca habían tenido.
En la década del 60 los jefes indios contaban ya con mecanismos antes impensados para
imponer su autoridad y el mejor ejemplo es el de Nicolás Denis que quedo como
comandante de la reducción tras la muerte de Antonio Crespo; si bien la influencia que
tuvo entre los sauceros se apoyo en bases tradicionales- relaciones de parentesco, valor
personal- gozo de un poder que no surgía del reconocimiento de estos, sino de su
posición como funcionario del gobierno y del apoyo del aparato coercitivo del estado:
en 1862, por ejemplo, el juez de Paz de San Jerónimo remitió al Departamento central
de Policía al preso Apolinario Mestizo que había sido reclamado por el mayor Denis 56,-
el hecho de que el detenido huyera luego de esa dependencia muestra, al mismo tiempo,
las limitaciones de tal aparato en la época-.
La transformación de los viejos líderes en auténticos oficiales y funcionarios fue, sin
embargo, gradual. Debían equilibrar el antiguo estilo con su nueva autoridad, ser
flexibles, condescendientes con sus “subordinados” a riesgo de tener que reprimir
continuamente a la tropa, o ser abandonados por esta. Esto era visto desde las cúpulas
militares criollas como apañamiento, o encubrimiento en “sus fechorías” 57, como
desatención del servicio en las fronteras, etc.
De cualquier manera a partir de la década del 60’ se torna más visible el uso de la
coerción por parte de los jefes indios, no solo frente a los suyos sino también frente a la
población criolla del punto. Esto fue posible; por el fortalecimiento del propio estado 58,
que acompaño al crecimiento demográfico y económico de la región, y por el paralelo
debilitamiento de la colectividad india como resultado de su disminución demográfica 59,
lo avanzado del proceso aculturativo60, y la dispersión de sus miembros.
El poder del comandante indio frente a los suyos tuvo un origen externo, posible por la
relación de fuerzas existente, fue síntoma y a la vez una de las causas de la creciente
perdida de la autonomía de su pueblo. Siempre un nexo de la sociedad india con el
exterior, los lideres indios pasaron de ser sus portavoces a transformarse,- debido a su
54
Cervera, M. ob.cit. UNL, Santa Fe, 1982. T. III, pág. 94.
55
Green, A. ob cit. Pág. 9- 10.
56
A.G.P.S.F.- A. de G. T 22, 1862- F.1354.
57
Ver por ejemplo Alemán, ob. cit. T II, pág.189.
58
Aquí se hace hincapié especialmente en su aparato coercitivo, aunque esto tuvo sus limitaciones en la
época. Ver por ejemplo: Larker, J. ob. cit. y del mismo autor “Bandolerismo rural y poder estatal en la
provincia de Sta. Fe. Delito, disciplinamiento y control social en tiempos de cambios”I Congreso
Regional de Historia e Historiografía UNL. Santa Fe mayo, 2004.
59
A la división producida tras la rebelión de Juan Porteño se sumo la difusión de epidemias en la segunda
mitad de siglo.
60
Un indicio de esto puede encontrarse también en el caso de la deserción de Apolinario Mestizo que, en
lugar de huir al Chaco, lo hizo a una zona cada vez mas poblada del Depto. San Jerónimo, lo que muestra
el grado de compromiso con la sociedad y cultura del blanco.
tradicional influencia y capacidad de persuasión, y a que se dejaron coptar-, en una de
las principales vías a través de las cuales se efectivizo la dominación externa.
En un comienzo, según se aludió, los abipones fueron aliados del gobierno provincial,
aunque, obviamente, no se trataba de una alianza entre iguales. Lanceros y soldados
marchaban juntos en las campañas, pero los militares blancos que se hallaban al frente
de las operaciones se cuidaban muy bien de ejercer su posición de mando frente a los
indios. En lugar de esto, se valían de ciertas argucias para poder manejarlos; en plena
campaña del ejercito federal contra el general Paz, por ejemplo, López escribía a Pedro
de Larrechea que: “La gente de Pajon regresa al Sauce, por que son tan malos auxiliares
que ya no podía entenderse con ellos Don Nazario. Sin embargo, por no disgustarlos le
he hecho creer, que los montaraces andan levantados y por invadirlos. Sírvale a usted
esta noticia de gobierno para proceder de conformidad”61.
El gobierno había designado a Domingo Pajon para comandar a los abipones, pero,
aunque probablemente su nombramiento no fuera azaroso 62, no se trataba literalmente
de “su” gente y mucho menos de sus subordinados, como puede comprobarse en las
memorias dejadas por el general Paz; quien relata que estando prisionero en el Sauce
bajo la custodia de este “…se presentaron a dicho jefe dos indios, al parecer,
reclamando mi persona por ser enemigo, a nombre de todos los demás, por que estaban
alborotados y pidiendo explicaciones de cómo era mi venida. Pajón tubo un indecible
trabajo para tranquilizarlos y satisfacerlos, y, al fin, a fuerza de persuasiones y aun de
caricias (ya he dicho que este es el modo de manejarlos) logro despedirlos,
aconsejándoles fuesen a divertirse con toda seguridad”63.
El acontecimiento narrado ilustra muy bien una relación que se prolongo por lo menos
hasta mediados de siglo; el trato condescendiente 64; las visitas amistosas65;y la entrega
de regalos66; además del racionamiento y de la coptación de los mas influyentes,
permitieron a las distintas facciones criollas contar con el apoyo efectivo de los
sauceros y controlarlos de alguna manera. Conocedor de estos indios, Vicente Mendoza
recomendaba por su importancia “…el buen trato aunque sea aparente” 67. Esta táctica
ayudó, por ejemplo, a que se mantuvieran fieles a Echagüe hasta el momento de su
61
. AGPSF. Papeles de Estanislao López vol. III 1823-1831 1ra. Serie Santa Fe 1992, doc. Nº 660.
62
Domingo Pajon pudo haber tenido una relación previa, o, por lo menos, un conocimiento de los
abipones. Participo en su traslado en lanchones desde el Chaco al Sauce en 1825 y algunos lanceros
llevaban su apellido en la década del 30 por ejemplo: Bautista Pajon y Dionisio Pajon
63
Gral. J. M. Paz ob. cit. pág.197
64
Ver por ejemplo la nota 13. El general Paz criticaba duramente esta política.
65
Política iniciada por el propio Estanislao López, quien ya el 25 de septiembre de 1826 escribía a la
Honorable Representación de la Provincia” que “…con motivo de su salida a la nueva reducción del
Sauce” dejaba al mando a su secretario Pedro de Larrechea. “Papeles de Estanislao López” ob. cit. doc.
Nº 520.
66
Un ejemplo del tipo de obsequios que se hacia a los indios en general puede hallarse en un documento
de Contaduría T28-1826, f-413: un frasco de Aguardiente caña, 3 cuartas de id, una cuarta mas, una
botella mas, otra mas de id, un frasco mas de id, una botella de Anís, 6 frascos de caña y una cuarta mas,
3 de id, 3 reales de gavon, 2 cuartas de caña, 2 libras de yerba,1 id, 2 frascos caña, 2 botellas caña, 2
frascos de Agte., media cuarta de id, una libra de tavaco picado, medio de sal y un real de ansuelos, 3
frascos de Agte., etc. Otro; en Contaduría T 40, 1833-34, f 232 “Recibí de D. Eusebio Correa dos
sombreros ordinarios pa dos Indios Abipones, al precio de ocho rl cada uno. Sta Fe mayo 31 de 1833”.
José Manuel Echagüe.
67
AGPSF- A. de G. T8, 1839-1841, F.482.
caída y su abandono condujo, entre otros factores, al asesinato de Domingo Pajon en las
circunstancias señaladas.
Si los indios no recibían ordenes de militares blancos cuando participaban en sus
expediciones, conservaron también, durante un tiempo, la iniciativa para emprender
acciones, solos y por su cuenta, contra los montaraces. No obstante, es evidente que
perdieron progresivamente su autonomía, quedando incorporados en las fuerzas
militares de frontera,- que en la segunda mitad del siglo se fueron organizando a nivel
nacional-, como indios auxiliares68. De ser aliados del gobierno pasaron a ser simples
soldados, que recibían,- a través de sus jefes primero, y luego directamente de militares
criollos-, ordenes de este. En diciembre de 1862, por ejemplo, se comunica al capitán de
lanceros Benito Derachiqui que “…El Exmo. Señor Gobernador de la Provincia ha
resuelto expedicionar y ordena a V. que el viernes 5 del corriente se le presente V. en
San Pedro con veinte lanceros bien montados y armados del mejor modo posible.
Espera el Gobierno que V. dará inmediato cumplimiento á esta órden, aunque para
llevarla a cabo tenga que apelar a los caballos y armas de los vecinos que se deberan
tomar bajo la correspondiente razon y que se devolveran o pagaran en oportunidad. Dios
gue. a V…”69.
Lejos se estaba de los rodeos y argucias de López y Echagüe, ¿qué había ocurrido? En
primer lugar podría decirse que la sublevación de Juan Porteño debilito a la tribu; no
solo se redujo el numero de los indios de pelea, sino que, con el retorno al Chaco o la
muerte de los mas rebeldes, quedaron en el Sauce los mejor adaptados al nuevo tipo de
relación que fue imponiendo el poderoso aliado. La continua prestación de servicios
militares implico, por otro lado, la dispersión de los lanceros que, al incorporarse a las
expediciones o a las guarniciones fortineras en numero menor o por lo menos igual al
de los soldados criollos que formaban parte de las mismas, podían ser puestos bajo las
ordenes de militares blancos y controlados con mayor facilidad 70. El contacto
permanente con la sociedad criolla y la incorporación en las compañías de lanceros de
algunos mestizos e indios originarios de ámbitos no tribales y por lo tanto mejor
adaptados a las relaciones jerárquicas de subordinación debió favorecer, además, la
aculturación en este aspecto. Por ultimo debe señalarse que a las políticas
gubernamentales destinadas a ganar la adhesión de los indios se fueron sumando
medidas que intentaban disciplinarlos; es decir inculcarles las pautas culturales de la
sociedad nacional en desmedro de las propias71.La presencia del estado en este sentido
fue aumentando y haciéndose cada vez mas visible en la segunda mitad del siglo. Ya se
señaló como dotó a los líderes indios de una autoridad real frente a los suyos,- e incluso
frente a los pobladores blancos o vecinos de la zona, como se comprueba en la nota
enviada a Derachiqui- , pero la política de disciplinamiento no se redujo a esto, y, en la
medida en que sus posibilidades lo permitían, el estado implemento otros mecanismos
que fueron desde las gratificaciones y premios especiales a aquellos individuos que
tuvieran conductas adecuadas72, al creciente empleo de la coacción a través de los
lideres indios, pero también prescindiendo de estos.
68
Ver por ejemplo Auza, N. T. “El ejercito en la época de la Confederación1852-1861” Circulo Militar.
1971. A los indios que prestaban servicio en la frontera se los distinguía de los soldados de línea y de los
milicianos (de la Guardia Nacional o de las milicias provinciales) como “indios de pelea” o “indios
auxiliares”, y se diferenciaban en cuanto a las condiciones de su servicio, sus armas, su racionamiento,
etc. Ver también, Alemán, ob. cit.
69
AGPSF- Libro Copiador de Notas- 1862. T. 46- F. 361
70
En 1855, por ejemplo, con la fundación del cantón Romero se destinaron al mismo 25 lanceros del
Sauce además de 26 soldados del Depto. de S. Jerónimo, todos bajo las órdenes del capitán Constancio
Gaitan. AGPSF- A. de G. T14, 1855-f 219.
71
Ver por ejemplo Bonaudo, M.- Sonzogni, E. “Cuando disciplinar fue ocupar (Santa Fe 1850-1890)” en
Revista de estudios rurales, nº 1.UN de la Plata, 2000.
El ejercito tuvo un papel fundamental en esta tarea de disciplinamiento; no sólo hizo
uso de la coerción sobre los indios de pelea que cumplían un servicio efectivo en la
frontera73, sino que vigilo también a los que permanecían en las reducciones e intento
que, cuando no prestaban servicios militares, no se movieran de los espacios que les
habían sido reservados74; pero también se articulo la acción de la policía 75, la escuela76 y
los misioneros77. El resultado fue la perdida total de su autonomía por parte de los indios
y su transformación en auténticos soldados, al punto que en 1883 un militar criollo
podía afirmar que “El escuadrón lanceros, en disciplina, está a la altura de cualquier
cuerpo de línea, y todos sus clases ya saben leer y escribir.” 78A esas alturas ya no existía
tampoco un grupo indio saucero diferenciado de la sociedad nacional.
La destribalización
Anexo.
I- “Lista de los indios abipones lanceros del Sauce
al mando del Alférez Dn. Anto. Crespo” febrero
1840, AGPSF. Contaduría T 57-legajo8, doc. 88.
Alférez……Antonio Crespo
Sargento…..Domingo Capi
Cabo………Santiago Nare
Cabo………José Lunarejo
Soldados…..Pascual Casco
Serafín Violinista
José Crespo
Gerónimo Casco
Mariano Ante
Fernando Benejarí
Cristóbal Crespo
88
Por citar algunos ejemplos: en 1879 se bautiza a Meregildo Crespo “indio”, hijo de Servellana Crespo;
en 1885 se registra el matrimonio de Rafael Denis y Maria Alvares “indios” y en 1890 fallece Jacinta Rio,
viuda de Francisco Gomez “indios”.
89
En 1848 Echague apadrino a su hijo Juan Antonio del Carmen.
90
AGPSF. A de G. T31, f, 1381.
91
Ver Green, ob. cit.
Raymundo Panchin
Deonisio Franco
Juan Crespo
Ramón Violinista
Martín Casco
Eduardo Reynoso
Lorenzo Pinini
José Frutos
Facundo Rios
Reymundo Violinista
Norberto Franco
Serapio Anteneneo
Juan de Dios Baes
Juan Antonio Albares
Juan Bautista Leiva
Nicolas Denis
José de los Santos Borja
Francisco Gomez
Martín Franco
Vicente Jr. Ignacio
Domingo José
Matias Ventura
Juan Je. Gomez
Joaquin Benavides
José Antonio Albares
Bautista Ayala
Victoriano Crespo
Nicasio Grande