Lecturas Ipo Tema 5
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Intervención Psicosocial
El concepto de red social constituye la base del apoyo social, con el que a veces
se identifica, ya que en el primero se enfatiza la estructura organizativa y en el
segundo se resalta la perspectiva instrumental. Una red social se define como un
conjunto de personas, o grupos, entrelazadas por uno o varios tipos de relaciones
específicas que conforman una determinada estructura organizativa y
comunicacional que proporciona a los individuos ayuda, consejo y retroinformación.
El énfasis se sitúa en las relaciones entre miembros de la estructura y en la posición
que ocupan, quedando las características personales en un segundo plano
(Rodríguez Marín, 1995).
El concepto de apoyo social (Barrón, 1996; Rodríguez Marín, 1995) se centra en
la influencia de las relaciones sociales (familia, amigos, compañeros, …) sobre la
conducta humana, incorporando características personales (habilidades sociales,
competencias psicosociales), elementos estructurales (cantidad, densidad y
reciprocidad de las redes sociales), funcionales (naturaleza y dominio de los recursos
movilizados), contextuales (fuentes, finalidad, duración) y evaluativos (satisfacción,
disponibilidad percibida). La evaluación del apoyo social se realiza habitualmente
mediante registros objetivos y pruebas de papel y lápiz (cuestionarios
preferentemente), de forma que se incluyen indicadores de integración social
definida en términos de oportunidad de interacciones (estado civil, personas en el
hogar y en la vecindad, relaciones íntimas, ayudas recibidas en situaciones de crisis,
…) e indicadores de satisfacción y apoyo social percibido.
Las funciones que se asocian al apoyo social se pueden dividir en dos categorías,
que corresponden a dos modelos teóricos conceptualmente diferentes, aunque
complementarios, que suponen que el apoyo social se activa en contextos
psicosociales diferentes. En los modelos de efectos directos se entiende que el
apoyo social es un recurso disponible que actúa de forma prácticamente
permanente. Por lo tanto está básicamente orientado a garantizar el bienestar;
proporcionar información, modelos de identidad, influencia y autoestima, así como
recursos tangibles. En los modelos de efectos amortiguadores o protectores se
considera que el apoyo social se activa, o al menos es eficaz, cuando las demandas
de la situación realmente lo requieren. Por lo tanto el apoyo social está orientado a
servir de barrera frente al estrés, las amenazas a la salud, etc., constituyendo una
estrategia de afrontamiento ante problemas (Orford, 1992; Gracia, Herrero y
Musitu, 1995). Desde un punto de vista práctico, la movilización de recursos de
apoyo social se ha realizado a partir de los denominados grupos de apoyo y de los
grupos de autoayuda (Barrón, 1996).
Los grupos de apoyo se basan en la idea de que compartir experiencias
similares contribuyen a incrementar o mejorar la capacidad de afrontamiento. Se
forman con miembros que tienen experiencias comunes, bajo la dirección o
coordinación de un profesional. Entre los efectos beneficiosos de los grupos de
apoyo destaca el incremento de la autoestima, el sentimiento de control personal y
del sentido de comunidad.
Los grupos de autoayuda son similares a los grupos de apoyo, pero carecen de
un coordinador profesional, aunque puede haber profesionales vinculados al proceso
de gestación del grupo, que normalmente comienza ante una demanda social o
comunitaria. Persiguen satisfacer una necesidad común y para ello se centran en el
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Psicología Social Aplicada e Intervención Psicosocial
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Intervención Psicosocial
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Psicología Social Aplicada e Intervención Psicosocial
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C A P Í T U LO
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El apoyo social a domicilio:
la prevención del riesgo social en familias
mediante visitas al hogar
Enrique Gracia
Capítulo 11 ■ El apoyo social a domicilio: la prevención del riesgo social en familias… 303
En este capítulo presentamos un programa de intervención en el que se utiliza como herramienta central el apo-
yo social. Se trata de un programa de prevención del riesgo social en familias, que utiliza figuras de apoyo for-
madas a tal efecto para realizar visitas al hogar donde se desarrolla un programa educativo y de apoyo a las
familias. El programa, dirigido a madres jóvenes embarazadas de su primer hijo y en situación de riesgo social,
moviliza además las redes sociales informales de las familias, así como los recursos formales de apoyo dispo-
nibles en la comunidad. Se trata de un programa de visitas al hogar diseñado por David Olds que persigue tres
grandes metas: a) mejorar los resultados del embarazo; b) mejorar la salud y el desarrollo de los hijos y, c) me-
jorar el desarrollo personal de las madres. Este programa trata de prevenir un amplio rango de problemas que
incluyen el bajo peso al nacer, los nacimientos prematuros y problemas en el desarrollo infantil, los malos tra-
tos físicos y la negligencia, lesiones de los menores, la dependencia de los servicios sociales, y las dificultades
en el desarrollo personal de las madres en los ámbitos educativo y laboral. Se trata de un programa paradigmá-
tico, tanto desde el punto de vista de la prevención secundaria (puesto que comienza durante el embarazo),
como desde el rigor científico en su aplicación y evaluación.
La respuesta es sencilla: porque el apoyo social (véase su definición en el Cuadro 11.1) tiene contrastados efec-
tos sobre el bienestar y sobre el ajuste psicosocial de las personas, y porque ha demostrado su efectividad en la
solución de numerosos problemas de los que tradicionalmente se ha ocupado la intervención psicosocial. Esta
no es una observación novedosa. Existen dos grandes tradiciones de reflexión e investigación en las ciencias
sociales que confluyen en un punto: en los efectos positivos del apoyo social y su consiguiente pertinencia co-
mo instrumento para promocionar y mejorar el bienestar de las personas, un objetivo que desde el primer capí-
tulo hemos querido convertir en santo y seña de este texto. La primera de estas tradiciones hace referencia a la
importancia de las relaciones sociales para el bienestar; la segunda tiene como marco la importancia de las
redes informales de apoyo social (véase Figura 11.1).
Una larga tradición científica ha señalado reiteradamente la importancia de las relaciones sociales en el bie-
nestar físico y psicosocial. Lo ha hecho, entre otras razones, gracias a la decisiva y contrastada importancia que
el apoyo social tiene en las relaciones sociales. Su influencia sobre el bienestar fue observada ya en los estu-
dios epidemiológicos de finales del siglo XIX y principios del XX sobre los determinantes sociales de la salud
mental. Son clásicos los trabajos de sociólogos como Durkheim, Tönnies o Weber, o los desarrollados desde la
Escuela de Chicago sobre los efectos negativos del aislamiento y la desintegración social en la salud (véase Ca-
pítulo 1). Por su parte, los estudios sobre la afiliación pondrían de manifiesto no sólo que las situaciones de es-
trés promovían la conducta afiliativa, sino que dicha conducta tenía como objetivo buscar en los demás algo
(información, comparación social, compartir experiencias, validación emocional, etc.) que permitiera reducir
el efecto negativo provocado por esas situaciones (ansiedad, temor, etc.). Posteriormente, serían los estudios so-
bre el estrés los que volverían a enfatizar la importancia de vínculos sociales compensatorios (el apoyo social)
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Capítulo 11 ■ El apoyo social a domicilio: la prevención del riesgo social en familias… 305
como elementos protectores de los efectos negativos de los estresores psicosociales. Esta tradición culminaría
con la configuración de un ámbito de investigación con etiqueta propia, el apoyo social, y con una explosión de
trabajos empíricos documentando precisamente sus efectos positivos en el bienestar (físico y mental) y en el
ajuste psicosocial (para un análisis más detallado del desarrollo histórico de este área de investigación, véase
Gracia, Herrero y Musitu, 1995, 2000; Gracia, 1997).
Efectos positivos
+
Efectividad
La segunda tradición podría resumirse como un proceso de «redescubrimiento» de la importancia de las re-
des sociales informales de apoyo. Se podría situar su arranque en el movimiento de la salud mental comunita-
ria y su énfasis en la importancia de los vínculos con el grupo primario y de los recursos sociales disponibles
en la comunidad, en particular las fuentes informales de apoyo. Este énfasis llevaría a un creciente reconoci-
miento de la importancia de los recursos sociales de apoyo disponibles en la comunidad en el diseño de pro-
gramas de intervención comunitaria. Al «redescubrimiento» de la importancia de las redes informales de apoyo
social contribuirían también los desarrollos desde la psicología comunitaria y, en su seno, la asunción de mo-
delos ecológicos que señalaban la importancia del contexto social en el desarrollo humano y de determinadas
cualidades del entorno social (el apoyo social y las redes informales de ayuda) para el desarrollo de recursos y
estrategias de afrontamiento efectivas. Finalmente, la culminación de esta tradición, al igual que la anterior, se
encontraría en un conjunto de investigaciones que examinarían los intercambios informales de ayuda y docu-
mentarían empíricamente la efectividad de los sistemas informales de apoyo social en la solución de problemas
en el ámbito de la salud mental y comunitaria (véase Gracia, 1997, para un análisis más detallado).
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Las diferentes estrategias de intervención basadas en el apoyo social, independientemente de su naturaleza, comparten un con-
junto de características distintivas respecto a otro tipo de estrategias de intervención. Una característica central de las interven-
ciones que incorporan el apoyo social reside en que el objetivo principal de la intervención es la creación de un proceso de
interacción con el entorno social capaz de satisfacer las necesidades psicosociales de las personas optimizando el ajuste entre
las necesidades y las provisiones sociales y emocionales que se reciben. Puesto que las intervenciones basadas en el apoyo so-
cial implican la interacción directa con el entorno social de la persona, sus efectos positivos son resultado de los recursos que
se producen como resultado de esa interacción. El rol del profesional, por lo tanto, es indirecto y tiene como objetivo primor-
dial lograr el ajuste entre los recursos del entorno social de la persona y sus necesidades psicosociales (Gottlieb, 1992).
El apoyo social es, pues, un constructo que refleja la necesidad humana de pertenecer, la necesidad de afilia-
ción, la necesidad de establecer vínculos sociales de ayuda mutua y la tendencia a compartir los esfuerzos, los
recursos y la información para superar problemas y dificultades (Baumeister y Leary, 1995). No resulta extra-
ño que el apoyo social se haya configurado como un elemento de gran importancia para la intervención psico-
social, puesto que se trata de uno de los principales recursos con que cuentan las personas para adaptarse a su
medio, para resolver problemas y superar dificultades (Gracia, 1998). El apoyo social es, pues, un aliado fun-
damental para lograr el éxito en la intervención psicosocial. Una intervención que, en el caso que nos ocupa,
trata de prevenir el riesgo social en familias.
Sencillamente porque un amplio volumen de literatura científica ha señalado al apoyo social, o su carencia, como
una importante variable en la vida familiar y en el ajuste psicosocial de padres e hijos. Esta relación es, en cierta
medida, obvia. Si, como es bien sabido, el apoyo social es un recurso psicosocial que puede proteger de los efec-
tos potencialmente negativos de eventos vitales, experiencias o entornos, la disponibilidad de apoyo social deter-
minará en qué medida el impacto de los estresores afectará al funcionamiento familiar (Gracia y Herrero, 2004a).
Además del efecto «buffer» o protector del apoyo social, los sistemas de apoyo social pueden también mejorar la
salud, el bienestar y el ajuste psicosocial de padres e hijos (efectos directos del apoyo social) e influir en la com-
petencia parental (Ceballo y McLoyd, 2002). La presencia de esta relación es, por otra parte, consistente con una
perspectiva ecológica, según la cual el contexto social afecta de forma importante a diferentes áreas del desarro-
llo humano y, en particular, a las relaciones entre padres e hijos (Bronfenbrenner, 1979; Gracia y Musitu, 2000).
Un entorno social positivo estará íntimamente relacionado con la calidad de la vida familiar.
Los efectos positivos de los vínculos sociales de apoyo y los efectos negativos de su ausencia se han obser-
vado en numerosas áreas del funcionamiento familiar. Por ejemplo, se han documentado efectos beneficiosos
del apoyo social en la salud durante el embarazo y parto, poniéndose de manifiesto menores complicaciones y
un mayor peso de los niños al nacer, un uso más frecuente de la lactancia materna, o menores tasas de depre-
sión postnatal (Elbourne et al., 1989; Killingsworth-Rini et al., 1999). El apoyo social durante el periodo peri-
natal se ha asociado con una mayor satisfacción marital, interacciones materno-filiales positivas, menor uso
maternal de alcohol y otras sustancias, mejores cuidados médicos de los hijos y un número menor de lesio-
nes no intencionadas de los hijos (Barnett et al., 1995; Harris y Kotch, 1994). Se ha observado también que
los padres con niveles elevados de apoyo social se muestran habitualmente más afectuosos y consistentes en
su conducta parental, son más responsables con sus hijos y tienden a utilizar menos estrategias punitivas
(Cochran, 1993; Lila y Gracia, 2005).
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Capítulo 11 ■ El apoyo social a domicilio: la prevención del riesgo social en familias… 307
Por otra parte, uno de los aspectos que más han llamado la atención, y que cuenta con un amplio respal-
do teórico y empírico, es la relación observada entre el aislamiento social de las familias y el riesgo de ma-
los tratos en la infancia (Gracia y Musitu, 2003). En efecto, se ha observado que los padres que maltratan a
sus hijos disponen de redes sociales más pequeñas, tienen menos contactos con su familia de origen, reciben
menos ayuda de sus familiares y tienen en general un número limitado de vínculos sociales y se encuentran
más aislados socialmente (Gracia, 1995; Korbin, 2003). Además, los padres que maltratan a sus hijos no só-
lo tienden a estar más aislados de las redes informales de apoyo (familiares, amigos o vecinos), sino también
de sistemas formales de apoyo social. Estos padres suelen tener un menor número de contactos sociales, no
suelen pertenecer o participar en grupos u organizaciones comunitarias, y no utilizan los recursos comunita-
rios disponibles (Gracia y Musitu, 1997). De nuevo, la perspectiva ecológica nos ayuda a explicar esta rela-
ción. El contexto social que rodea a la familia (familiares, amigos, vecinos, la comunidad, etc.) ejerce una
gran influencia en la vida familiar en general y en las relaciones paterno-filiales en particular. Cuando el ajus-
te entre la familia y su entorno social fracasa, se incrementa el riesgo de que los patrones de interacción fa-
miliar se deterioren, incrementándose el riesgo del maltrato infantil (Garbarino, Guttmann y Seeley 1986).
Las redes sociales de apoyo desempeñan un importante papel protector para los niños. No sólo son una im-
portante fuente de apoyo que facilita compartir el cuidado de los hijos, sino que constituyen también una red
que establece el consenso y los estándares de lo que constituye el cuidado apropiado de los niños (Gracia y
Herrero, 2006). Por el contrario, el aislamiento social implica el aislamiento de redes y estructuras sociales
que proporcionan a la familia modelos conductuales, feedback y apoyo material y emocional, así como re-
cursos para manejar los efectos negativos del estrés. A todo esto se añade el hecho de que el aislamiento so-
cial lleva asociado la frustración de necesidades básicas como la afiliación, el sentido de pertenencia, el afecto
y el reconocimiento social. Como han señalado numerosos autores, este empobrecimiento social incremen-
ta el riesgo de deterioro del ambiente familiar, así como el riesgo de maltrato infantil (Garbarino y Stocking,
1980; Gracia y Musitu, 1993).
Estos resultados constituyen, sin duda, materia de reflexión para las personas interesadas e implicadas en
la intervención con familias. También tienen importantes implicaciones para el diseño de programas de in-
tervención en el ámbito familiar, puesto que sugieren que diversos aspectos de la conducta y del funciona-
miento familiar (bienestar, actitudes, estilos de interacción, manejo del estrés, etc.) pueden quedar afectados
o alterados de forma positiva mediante la provisión de apoyo social. En este sentido, el apoyo social se con-
vierte en un elemento de gran importancia en el contexto de los programas de intervención psicosocial
dirigidos a la familia.
¿Cómo se articula la intervención con familias alrededor del concepto de apoyo social? Mediante programas de
intervención que incorporan el apoyo social como su principal ingrediente; se trata de programas que reciben
precisamente el nombre genérico de «Programas de apoyo a la familia», ya que reconocen los efectos positivos
del apoyo social en el funcionamiento del grupo familiar, siendo éste, por tanto, el elemento central alrededor
del cual se construyen (Gracia, 1997). Por lo general, los programas de apoyo a la familia son servicios basa-
dos en la comunidad que tienen el propósito de promover el bienestar de los menores y de sus familias, y están
diseñados para incrementar los recursos y estabilidad de estas últimas, incrementar la confianza y competencia
parental, y proporcionar a los hijos apoyo y un entorno familiar estable que promueva y mejore su desarrollo
(Layzer et al., 2001).
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Los programas de apoyo a la familia comparten un conjunto de características distintivas que los diferencian de otros acercamientos
en la intervención social con familias (véase Gracia, 1997, para un análisis más detallado):
Los programas de apoyo a la familia incluyen un amplio conjunto de servicios e intervenciones que tienen
como objetivo central mejorar la capacidad que tienen los padres para promocionar el desarrollo adecuado de
sus hijos, proporcionándoles y potenciando diversas habilidades y competencias (véase Cuadro 11.3). Las for-
mas de intervención utilizadas en estos programas comprenden desde visitas al hogar, talleres, clases y grupos
de apoyo para padres, o grupos para padres e hijos, hasta la conexión con otros programas comunitarios, así co-
mo la formación profesional o los programas de inserción laboral. Además de promover la competencia paren-
tal y la inserción laboral, estos programas pretenden mejorar las condiciones familiares generales, la salud infantil
y maternal, así como el desarrollo personal de los padres (Gracia, Lila y Musitu, 2005). Estos programas, diri-
gidos preferentemente a familias económicamente desaventajadas, parten del supuesto de que la provisión de-
liberada del apoyo social durante el período formativo del menor y del desarrollo de la unidad familiar puede
proteger al menor y a la familia de algunos de los efectos psicológicos y sociales negativos de la pobreza y la
marginación, puede promover el desarrollo y el bienestar psicológico personal y estimular patrones adecuados
de interacción, tanto dentro de la familia como entre la familia y el entorno social más amplio. Otra meta de es-
tos programas es la identificación de fuentes potenciales de ayuda y apoyo en la comunidad con el objetivo de
establecer relaciones de apoyo duraderas entre sus miembros. En este sentido, al fortalecer las fuentes de apo-
yo de la familia en el contexto más amplio de la comunidad (Gracia y Herrero, 2004b; Herrero y Gracia, 2004),
estos programas pueden ser considerados como una estrategia de desarrollo comunitario diseñada para promo-
ver las habilidades parentales y el desarrollo infantil adecuado.
De acuerdo con el meta-análisis de 260 programas realizado por Layzer et al. (2001) (véase Cuadro 11.4),
los programas de apoyo a la familia que se dirigen a familias con características específicas (en lugar de acer-
camientos más universales), son los que muestran una mayor efectividad. Así, por ejemplo, los programas di-
rigidos a grupos especialmente vulnerables (madres adolescentes con hijos pequeños), o dirigidos a familias
con niños con necesidades especiales, demostraban mayores efectos tanto en los padres como en los hijos. Ade-
más, como demuestra el análisis de estos autores, gran parte de los programas de apoyo a la familia compartí-
an elementos comunes: trataban de mejorar la competencia parental y el desarrollo infantil, se desarrollaban en
el hogar de las familias, siendo uno de los principales vehículos las visitas de profesionales al hogar, y en la ma-
yoría de ellos el tipo de servicio siempre incluía la educación parental y el apoyo social a las familias. Estas
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En un análisis de 260 programas de apoyo a la familia, Layzer et al. (2001) identificaron las metas explícitas de los programas,
el vehículo o forma de intervención, la localización de los programas y el tipo de servicio (en paréntesis, el porcentaje de pro-
gramas):
Metas
Mejora de la competencia familiar (98 %)
Desarrollo infantil (91 %)
Apoyo social para padres (22 %)
Salud infantil/maternal (17 %)
Prevención del maltrato infantil (14 %)
Autoayuda/empowerment para padres (12 %)
Educación de adultos/inserción laboral (8 %)
Participación comunitaria (2 %)
Forma de intervención
Visitas al hogar (61 %)
Grupos/clases/reuniones de padres (59 %)
Grupos/clases para padres e hijos (28 %)
Grupos de educación para niños (18 %)
Localización
El hogar familiar (62 %)
Hospital o clínica (29 %)
Escuela (25 %)
Centros comunitarios (16 %)
Centros universitarios (9 %)
Tipo de servicio
Educación parental (9 8%)
Apoyo social (51 %)
Asesoramiento/derivación a otros servicios (44 %)
Otros servicios de apoyo (transporte, unidades de respiro, grupos de juego) (36 %)
Servicios de salud para padres e hijos (28 %)
Educación básica para adultos/formación profesional (10 %)
características, y una población especialmente vulnerable, como son las madres jóvenes con hijos en situación
de riesgo social son, precisamente, los elementos que definen el programa de apoyo a la familia basado en vi-
sitas al hogar desarrollado por David Olds, que analizaremos en este capítulo.
se basan estas visitas, sus características distintivas y, en particular, el intercambio de apoyo que se realiza en-
tre el profesional que realiza las visitas y las familias que las reciben.
En general, las visitas al hogar en el contexto de un programa de apoyo a la familia las realiza una persona
asignada al programa que visita un hogar donde hay familias con hijos pequeños, generalmente en situación de
riesgo social, con el propósito de mejorar la vida y el desarrollo de los niños a través de la promoción de cam-
bios en las actitudes, conocimientos y/o conductas de los padres. Aunque las visitas al hogar pueden tener me-
tas diversas, en general todas comparten un conjunto de ideas o premisas básicas (Gracia, 1997; Sweet y
Appelbaum, 2004; Weiss, 1993):
1. Los primeros años de vida de los niños son fundamentales para su adecuado desarrollo y, por tanto, es
importante la intervención durante ese periodo.
2. Los padres desempeñan un papel fundamental en el desarrollo de los niños y son, por tanto, los princi-
pales mediadores en los cambios que se desean promover en los hijos.
3. Las visitas al hogar no tienen el objetivo de interactuar directamente con los niños, sino de estimular y
formar a los padres para ayudar a sus hijos.
4. Las visitas se centran en la prevención (bajo peso al nacer, maltrato infantil, retrasos en el desarrollo,
deficiencias en el aprendizaje, etc.).
5. Una de las mejores formas de acceder a las familias con niños pequeños es acercarles los servicios en
lugar de esperar a que sean las familias las que busquen asistencia en sus comunidades.
El hecho de que las visitas se realicen en el domicilio familiar es, según Weiss (1993), un elemento esencial,
porque permite entrar en contacto con los beneficiarios en su propio terreno, incrementando su sentimiento de
control sobre la interacción y produciéndose un equilibrio de poder entre el visitante y el visitado (cuando las
visitas son de carácter voluntario). Las visitas al hogar permiten conocer directamente el entorno en el que las
familias viven, comprender mejor sus necesidades y, por tanto, permiten ajustar o adecuar mejor los servicios
para satisfacer esas necesidades. Ello permite también que se pueda evaluar el entorno social del vecindario y
analizar en qué medida éste puede constituir una fuente de estrés o de apoyo para los padres y sus hijos. De es-
ta forma se pueden modificar las metas y el acercamiento de las visitas de acuerdo con esa evaluación. Además,
las visitas al hogar facilitan una interacción sustancialmente distinta a los encuentros formales con profesiona-
les en contextos como los servicios sociales o entornos clínicos. Las visitas son menos formales y estructura-
das y, por lo tanto, promueven una atmósfera amigable.
Las visitas al hogar son un vehículo para la provisión de apoyo social en sus diversas manifestaciones: apo-
yo educativo, apoyo práctico o instrumental, y apoyo emocional. El apoyo educativo consiste fundamentalmente
en la mejora de las habilidades y competencia parental para un mejor desarrollo de los hijos, la educación diri-
gida a la promoción de conductas y hábitos saludables, tanto para padres como para hijos, así como la educa-
ción dirigida a la promoción de otro tipo de habilidades como, por ejemplo, aquellas que faciliten el acceso al
mundo laboral. El apoyo práctico, por su parte, permite vincular a las familias con otros servicios comunitarios.
Por medio del apoyo emocional las relaciones que se forjan durante las visitas pueden romper el aislamiento
social y la soledad. Al prolongarse durante un amplio periodo de tiempo, las visitas al hogar promueven el de-
sarrollo de una relación duradera y de confianza entre el proveedor (el profesional que conduce las visitas) y el
receptor del apoyo (el beneficiario de las visitas). Además, la relación de confianza que se establece es funda-
mental para el logro de las metas del programa, facilitando el cambio conductual, el aprendizaje de nuevas ha-
bilidades, y el desarrollo de vínculos con el sistema de servicios y recursos de la comunidad más amplia. Una
relación de confianza puede constituir un primer paso para desarrollar la capacidad de los padres para formar y
mantener relaciones seguras y de confianza con otros, incluyendo los vínculos con sus propios hijos, además
de servir como primer paso para vincular a las familias con su comunidad (Eckenrode y Hamilton, 2000).
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CUADRO 11.5. LA INSERCIÓN DE UNA NUEVA RELACIÓN EN LA RED SOCIAL DE LAS FAMILIAS
La provisión de apoyo social a las familias mediante visitas al hogar utiliza como estrategia de intervención la inserción temporal
de una nueva relación en la red social de una persona. Las relaciones sociales que se forman en este tipo de intervenciones com-
parten la mayoría de las siguientes características (Eckenrode y Hamilton, 2000):
– No hay pago de servicios.
– La relación no es la de cliente o paciente.
– La relación se introduce desde fuera: es un nuevo vínculo social.
– La nueva figura de apoyo que se introduce en la red social de las familias tiene generalmente (aunque no siempre) experiencia
con el aspecto o problema que se está tratando de resolver o prevenir.
– En lugar de interacciones ocasionales, los encuentros se extienden durante un periodo amplio de tiempo.
– Las interacciones tienen lugar fuera de los entornos formales de los servicios sociales.
– El proceso de formar una relación entre la figura de apoyo y las familias es parte de la intervención.
– La relación finaliza habitualmente al final de un periodo de tiempo determinado, independientemente de que se estimulen los
vínculos con la red social informal de la familia o con otros recursos comunitarios.
David Olds y sus colaboradores llevan más de 25 años desarrollando un riguroso programa de investigación con el objetivo de
analizar los componentes del programa y su contribución a la efectividad del mismo. Estos estudios son verdaderos ensayos clíni-
cos en los que se utilizan grupos de control con asignación aleatoria, y constituyen los cimientos sobre los que se basa la configu-
ración y aplicación actual del programa.
Hasta la fecha se han realizado tres grandes ensayos cuyo seguimiento continúa con el fin de evaluar sus efectos a largo plazo.
– Ensayo de Elmira (N = 400). Desde 1977 hasta el presente (Olds et al., 1986a,b, 1988, 1994, 1997, 1998a)
– Ensayo de Memphis (N = 1.139). Desde 1987 hasta el presente (Kitzman et al., 1997, 2000; Olds et al., 1998b, 2004a)
– Ensayo de Denver (N = 735). Desde 1994 hasta el presente (Olds et al., 2002, 2004 a,b)
de visitas al hogar, «The Nurse-Family Partnership», basado en la evidencia científica más rigurosa. En el
año 2003, este programa se convertiría en una organización sin ánimo de lucro en la que actualmente alrededor
de 700 profesionales participan en su aplicación y del que se han beneficiado unas 13.000 madres en 20 Esta-
dos. El objetivo es continuar extendiendo sus servicios a más familias en el futuro.
David Olds y sus colaboradores analizaron los efectos a largo plazo de su programa de visitas al hogar realizando un seguimiento
de los participantes en el primer ensayo 15 años después (Olds et al., 1997, 1998a,b). Este estudio longitudinal demostró que los
participantes en el programa (madres e hijos con 15 años de edad), en comparación con los participantes en el grupo de control,
habían experimentado:
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transcurso sirven para futuros embarazos. Otro motivo para establecer el comienzo del programa de interven-
ción durante el embarazo es evitar el mensaje implícito de que una madre es incompetente o incapaz de cuidar
a sus hijos, algo que podría presumirse si el programa comenzara después de haberse producido el nacimiento.
Una segunda condición reside en el hecho de que las visitas al hogar las desarrollan profesionales con una
formación específica para el programa, como no podía ser de otra manera. En el caso del programa de Olds, las
visitas al hogar las realizan mujeres con especialización en Enfermería. Se considera que estas profesionales re-
únen una combinación de habilidades, conocimientos y legitimidad cultural que favorece el éxito de su trabajo
con madres en situación de riesgo social. Su familiaridad con el proceso del embarazo y parto, y con la salud
maternal e infantil durante ese periodo, junto con el reconocimiento público de esta profesión, son aspectos que
juegan a favor del programa y de su aceptación por las futuras madres. Dados sus conocimientos y su legitimi-
dad percibida para identificar problemas relacionados con la salud, el cuidado apropiado de los niños y el uso
de los servicios de salud, estas profesionales se encuentran en una posición ideal para incrementar la influen-
cia clínica del programa a través de la detección y tratamiento temprano de los problemas. Cada una de estas
profesionales tiene a su cargo un máximo de 25 familias para asegurar una carga de trabajo manejable y una re-
lación continua con las familias. Los programas se localizan y desarrollan desde organizaciones comunitarias
con experiencia en el trabajo con familias en situación de riesgo (la experiencia y reputación de estas organi-
zaciones es necesaria para establecer la credibilidad del programa, así como su adecuado desarrollo y mante-
nimiento en el tiempo). Además, se establece la figura del supervisor del programa, con una supervisora por
cada cuatro profesionales que realizan las visitas al hogar. La persona que realiza la supervisión actúa de guía
y orientadora en el desarrollo del programa, media en las relaciones entre el personal y la organización y
establece vínculos con otros servicios y organizaciones de la comunidad.
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Las visitas se realizan siguiendo unos protocolos preestablecidos que proporcionan una estructura consis-
tente a cada visita. En estas visitas se trabajan seis ámbitos que se consideran críticos para el funcionamiento
individual y familiar en las diversas etapas del embarazo y primeros años de vida de los hijos: a) salud perso-
nal; b) salud ambiental; c) desarrollo personal de la madre; d) el rol maternal; e) vínculos con servicios de sa-
lud y sociales, y f) apoyo de familiares y amigos. En cada uno de estos ámbitos se realizan evaluaciones sobre
la presencia de factores de riesgo asociados a diversas áreas problema de forma que el programa pueda ajus-
tarse mejor a las necesidades de cada familia (véase Cuadro 11.9). El programa utiliza además un sistema de
recogida de información común que permite hacer el seguimiento de las características de las familias, sus ne-
cesidades, los servicios ofrecidos y el progreso en el logro de los objetivos. Este sistema común es una
herramienta fundamental para el desarrollo, seguimiento y evaluación del programa.
La cuarta y última de las condiciones consiste en comenzar las visitas durante el embarazo (antes de la se-
mana 28 e idealmente entre las semanas 12 y 20), y continúan durante los dos primeros años de vida del me-
nor. Se considera que éste es un período crítico en el desarrollo del rol maternal y su relación con el hijo. Esta
es una estrategia fundamental del programa, puesto que las visitas al hogar de la profesional se realizan duran-
te una fase importante del ciclo vital de familias en situación de riesgo social (el embarazo y los dos primeros
años de vida). Ello permite al programa dirigirse simultáneamente a diversos ámbitos que deterioran los hábi-
tos de salud y el cuidado de los hijos, tratando de satisfacer la necesidad que los padres (en particular nuevos
padres en situación de riesgo) tienen de información, apoyo emocional y manejo del estrés. Al mejorar las con-
diciones para el embarazo y el cuidado del menor durante la primera infancia, se espera reducir los problemas
en el ámbito de la salud y del cuidado infantil.
CUADRO 11.9. LA PREVENCIÓN DEL RIESGO SOCIAL: ÁREAS PROBLEMA Y FACTORES DE RIESGO
MODIFICABLES POR EL PROGRAMA
Capítulo 11 ■ El apoyo social a domicilio: la prevención del riesgo social en familias… 315
Las visitas al hogar duran alrededor de 90 minutos y varían en su frecuencia dependiendo de la fase del embarazo y de las etapas
evolutivas una vez que nace el menor, lo que facilita establecer objetivos relevantes y alcanzables. La frecuencia de las visitas tam-
bién puede adaptarse a las necesidades de la madre, así como en función de los resultados de la evaluación familiar.
parental, que se desarrolla en el hogar, se estructura en dos fases: la primera se corresponde con el período
prenatal y la segunda tiene lugar después del parto.
Objetivos conductuales durante el período prenatal. Las actividades del programa educativo durante el em-
barazo, aunque pueden variar con el momento de la gestación en el que la joven madre se incorpora al progra-
ma, se organizan en dos trimestres. Durante el primero, el objetivo fundamental se centra en el apoyo emocional
a la madre: se trata de establecer una relación de confianza con ella, facilitar que verbalice sus sentimientos y
reacciones acerca del embarazo y explorar los sentimientos y el apoyo disponible de los otros significativos. En
el segundo trimestre, coincidiendo frecuentemente con el reconocimiento de los movimientos fetales, se incre-
menta la disposición para aprender acerca del crecimiento y del desarrollo fetal, y la preocupación acerca del
parto es mayor. Se inicia entonces la exploración de los efectos que la salud y conductas maternales pueden te-
ner en el desarrollo del bebé, así como de los aspectos relacionados con el parto y cuidado del recién nacido.
Durante el período del embarazo, la profesional que realiza las visitas al hogar se concentra en el logro de los
ocho objetivos conductuales (véase Cuadro 11.11).
Objetivos conductuales para el periodo postnatal. Después del parto, las visitas al hogar continúan hasta el
segundo año de vida del recién nacido. Al igual que durante el periodo anterior, el contenido de las visitas se
organiza de forma que se cubran todos aquellos aspectos que son comunes a las madres primerizas y se res-
ponda además a las necesidades y diferencias individuales. Durante este período, la profesional que realiza las
visitas al hogar se concentra en el logro de diez objetivos conductuales (véase Cuadro 11.11).
Capítulo 11 ■ El apoyo social a domicilio: la prevención del riesgo social en familias… 317
estas áreas están desatendidas; ello proporciona la información adecuada a los servicios comunitarios y permi-
te establecer los vínculos apropiados entre estos sistemas formales de apoyo y las familias. Las profesionales
supervisan que las familias mantengan las visitas concertadas con los servicios de obstetricia y pediatría o acu-
dan al médico cuando surgen problemas de salud. Las profesionales mantienen también informados a estos ser-
vicios sobre las condiciones médicas, sociales y emocionales de las madres, de forma que se proporcione el
cuidado más adecuado, tanto desde los servicios médicos como desde el programa. Al mantener una comuni-
cación regular con los servicios de salud, las profesionales pueden ayudar a clarificar y reforzar las recomen-
daciones médicas en el hogar familiar. Asimismo, para satisfacer otras necesidades identificadas durante las
visitas al hogar, la profesional conecta a la familia con otros servicios comunitarios: ayudas de servicios socia-
les, ayudas económicas, planificación familiar, transporte, educación de adultos, formación laboral o servicios
de salud mental, etc. Esta conexión con los servicios formales de apoyo de la comunidad es particularmente re-
levante a medida que el programa se acerca a su final y el vínculo entre la madre y la profesional que ha visi-
tado el hogar durante más de dos años tiene que romperse. El programa finaliza asegurando la conexión de la
familia con cualquier servicio de apoyo que la madre pueda continuar necesitando.
Capítulo 11 ■ El apoyo social a domicilio: la prevención del riesgo social en familias… 319
evidencia empírica disponible aconseja que para que funcione este programa debe aplicarse de acuerdo con el
modelo testado en los diversos ensayos clínicos realizados. Es decir, para lograr los objetivos establecidos, el
programa debe dirigirse a madres en su primer embarazo que se encuentren en situación de riesgo social; debe
comenzar durante el embarazo y continuar hasta el segundo año de vida siguiendo la estructura establecida y
testada. Además, los resultados empíricos apoyan la utilización para las visitas al hogar de profesionales con ti-
tulación en Enfermería (Olds et al., 1999, 2002, 2004b). Estudios independientes confirman la importancia de
adherirse a la estructura, contenido y método de este programa para asegurar su efectividad (Layzer et al., 2001;
MacMillan y Wathen, 2005). La conclusión es que si el programa mantiene un control de calidad estricto y se
aplica y evalúa en condiciones rigurosas y con fidelidad al modelo original, se pueden lograr cambios signifi-
cativos en las vidas de las madres y niños a los que se dirige.
Desde esta premisa, David Olds no sólo ha insistido en que el programa se aplique correctamente; también
se ha preocupado de que la extensión del programa a otras comunidades se realice de forma espaciada y sin pri-
sas, para no comprometer su efectividad. Hay que recordar que el primer ensayo del programa se realizó en
1977 y que hasta el año 2000 no se inició una aplicación a escala nacional. Olds y sus colaboradores tratan de
evitar el error común de recomendar la aplicación de un programa con resultados prometedores sin datos sufi-
cientes para conocer su generalizabilidad y efectividad en otros contextos, poblaciones o condiciones. El com-
promiso de los creadores de este programa para asegurar el máximo rigor científico en el diseño y en la evaluación,
así como en el conocimiento de sus límites, es la mejor garantía de calidad. Esta preocupación por mantener el
rigor ha llevado a establecer por parte de la organización que gestiona el programa un conjunto de condiciones
y requisitos para su diseminación de suerte que aseguren la fidelidad al modelo original evaluado científica-
mente.
Journal of Behavior, Health & Social Issues Journal of Behavior,
Vol. 12, Num. 1 (2020) pp. 59-65
DOI: http://dx.doi.org/10.22201/fesi.20070780.2020.12.1.70338
Health & Social Issues
Nélida Padilla Gámez1*, Yuma Yoaly Pérez Bautista1 y Cinthia Cruz del Castillo2
1
Facultad de Estudios Superiores Iztacala, UNAM
2
Universidad Iberoamericana
Resumen
El presente estudio tuvo por objetivo evaluar las características psicométricas del empoderamiento en estudiantes universitarios así como
validar la versión corta de la escala de Empoderamiento y Agencia personal (EMPAP; Padilla Gámez & Cruz del Castillo, 2018). Dicho
instrumento tiene por objetivo evaluar la autopercepción del empoderamiento a través de cuatro factores que miden: agencia personal,
autoconciencia, empoderamiento en la salud y empoderamiento social. El instrumento consta de 47 reactivos en escala de respuesta tipo
Likert de 5 puntos que evalúan en un continuo de 0 a 5, situaciones en las que los individuos perciben menor o mayor empoderamiento. La
versión corta de la escala se desarrolló a través de un análisis factorial confirmatorio. Para este estudio participaron 255 estudiantes de los
cuales el 38% son hombres y 62% mujeres, con edades entre 17 y 29 años, pertenecientes a las carreras: de psicología, medicina, biología,
optometría, enfermería y odontología. Los resultados arrojaron un modelo que conserva las cuatro dimensiones originales con 12 reactivos
y un buen ajuste en GFI, AGFI, CFI, y RMSEA. El coeficiente Alpha de Cronbach total fue de .81, por tanto se puede concluir que se obtuvo
una versión corta, válida y confiable y sensible a la población universitaria.
Abstract
The purpose of this study was to evaluate the psychometric characteristics of empowerment in college students as well as validate the short
version of the Empowerment and Personal Agency scale (Padilla Gámez & Cruz del Castillo, 2018). This instrument aims to evaluate the
self-perception of empowerment through four factors that measure: personal agency, self-awareness, health empowerment and social em-
powerment. The instrument consists of 47 items in a 5-point Likert response scale that evaluate in a continuum of 0 to 5, situations in which
individuals perceive less or greater empowerment. The short version of the scale was developed through a confirmatory factor analysis. 255
students participated in this study, of which 38% were men and 62% women, aged between 17 and 29, belonging to the careers: psychology,
medicine, biology, optometry, nursing and dentistry. The results yielded a model that retains the original four dimensions with 12 items and a
good fit in GFI, AGFI, CFI, and RMSEA. The total Cronbach Alpha coefficient was .81, so it can be concluded that a short, valid and reliable
version sensitive to the university population was obtained.
Introducción
* Autor para correspondencia. Correo electrónico: nelidapadillag@
gmail.com N. Padilla Gámez* Facultad de Estudios Superiores
La globalización alcanza muchos rincones del mundo,
Iztacala, UNAM; Y. Y. Pérez Bautista** Facultad de Estudios Su-
periores Iztacala, UNAM; C. Cruz del Castillo *** Universidad Ibe- México no es la excepción. Los jóvenes se enfrentan no sólo
roamericana. Investigación realizada gracias al financiamiento del a retos de índole personal sino a diversas situaciones com-
Programa de Apoyo a Proyectos de Investigación Tecnológica (PA- plejas que tienen que ver con su entorno y a las que tendrán
PIIT) IA303218. que responder en la vida adulta (Zúñiga, 2012).
2007-0780/© 2020 Universidad Nacional Autónoma de México, Asociación Mexicana de Comportamiento y Salud. Este es un artículo Open Access bajo la
licencia CC BY-NC-ND (http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/4.0/).
60 N. Padilla Gámez et al. / Journal of Behavior, Health & Social Issues, 12, 1 (2020) pp. 59-65
Hoy en día, son pocos los jóvenes que pueden acce- tión de grados (aprendizajes que se van adquiriendo) en
der a la educación superior que sea gratuita y de calidad. lugar de un todo o nada.
Las universidades públicas se caracterizan por hacer un Varios autores (Foster-Fishman, Salem, Chibnall, Le-
ejercicio de heterogeneidad en sus procesos de selección, glet & Yapchai, 1998; Maton & Salem, 1995; McMillan, Flo-
no obstante durante la formación profesional pueden in- rin, Stevenson, Kerman & Mitchell, 1995; Mechanic, 1991;
terponerse diversas problemáticas que impactan en la efi- Montero, 1998, 2003; Rappaport, 1981, 1984; Serrrano
ciencia terminal de los estudiantes (Zúñiga, 2012). García, 1984; Speer & Hughey, 1995; Trickett, 1994; Zim-
Los jóvenes inician su formación profesional partiendo merman, 1995, 2000; Zimmerman & Rappaport, 1988; cit.
de diversos escenarios, cada uno cuenta con un bagaje en Silva y Loreto, 2004) han desarrollado y enriquecido el
personal, familiar y contextual que promueve u obstaculiza significado y las implicaciones del constructo.
su tránsito en la carrera universitaria. Algunos problemas Es un concepto fundamental en los estudios femi-
que se presentan frecuentemente en los alumnos, inclu- nistas (por ejemplo, Worell y Remer 1992; Yoder y Kahn
yen dificultades de diversa índole entre las que se pueden 1992); también ha sido un concepto influyente en campos
citar: depresión, problemas con el consumo de alcohol y/o como la psicología comunitaria (por ejemplo, Rappaport
drogas, ideación suicida, conducta sexual de riesgo, por 1984; Riger 1993; Zimmerman 1990, 1995) y la salud pú-
mencionar algunos. En este sentido, existe una estrecha blica (por ejemplo, Kar et al. 1999; Rissel 1994; cit. en Pe-
relación entre desempeño, salud física y salud mental que terson, 2010). Más recientemente, el empoderamiento ha
juegan un papel determinante tanto en su formación profe- sido adoptado por una serie de disciplinas y prácticas tan
sional como personal. De esta manera, se hace cada vez diversas como la promoción de la salud, el feminismo, la
más importante contemplar el bienestar de los jóvenes en enfermería, el trabajo social, la educación y la gestión or-
todas sus aristas para un adecuado recorrido profesional, ganizativa (Organización Mundial de la Salud 1986; Skel-
puesto que existe una vasta literatura que muestra cómo ton 1994; Karl 1995; Kendall 1998; Kuokkanen y Katajisto
las problemáticas pueden afectar el desarrollo y conclu- 2003; Laverack 2005).
sión de la vida universitaria (Riveros, 2018). A su vez el empoderamiento se ha evaluado en rela-
Desde esta perspectiva, se hace importante dotar a ción con otras variables como por ejemplo con el género y
los universitarios de habilidades psicosociales que les pro- la salud sexual (Peterson, 2010); en mujeres (Padilla Gá-
vean de las herramientas necesarias para afrontar las si- mez & Cruz del Castillo, 2018); autoeficacia en el climate-
tuaciones que se les presenten. Es justo esta etapa, en la rio; (Doubova, Espinosa, Infante, Aguirre, Rodríguez, Oli-
que se pueden poner a prueba los recursos con los que vares & Pérez, 2013); pero poco con estudiantes univer-
ingresan los estudiantes o en su defecto fortalecerlas o sitarios (Soler, Trilla, Jiménez & Úcar, 2017). En este sen-
incluso, iniciar un proceso de formación (Riveros, 2018). tido, algunos instrumentos desarrollados para evaluar el
Por otra parte, cada vez se observa más literatura so- empoderamiento se encuentra la “Escala de percepción de
bre el empoderamiento, no obstante la que se dirige espe- empoderamiento comunitario” de Carnaval (1999), cons-
cíficamente al empoderamiento de los jóvenes, no se en- ta de 27 reactivos distribuidos en 4 factores que evalúan:
cuentra con facilidad (Soler, Trilla, Jiménez & Úcar, 2017). participación e influencia, liderazgo, interés comunitario y
El concepto de empoderamiento refiere a una orien- control personal; diseñado principalmente para mujeres en
tación valórica pero también a un proceso con componen- Colombia.
tes cognitivos, afectivos y conductuales (Rappaport, 1981; Por otra parte, en México se desarrolló la Escala de
Zimmermarn, 2000; Zimmerman & Rappaport, 1988). Se Agencia Personal y Empoderamiento (ESAGE, 2007), que
ha determinado como una de las vías de transformación se conforma de dos subescalas: agencia personal con
individual y contextual (comunitaria). 35 reactivos y empoderamiento con 7. Dicha escala de-
Bauman (2010, pag. 70; cit. En Soler, Trilla, Jiménez & sarrollada por Pick, Sirkin, Ortega, Osorio, Xocolotzin &
Úcar, 2017) describe que la persona empoderada es “ca- Givaudan, (2007) puntualiza la división teórica de los dos
paz de elegir y de actuar conforme a lo elegido y eso, a constructos (agencia personal y empoderamiento) que se
su vez, implica la capacidad de influir en el conjunto de observan relacionados entre sí, pero separados, este ins-
acciones alternativas disponibles y en los escenarios so- trumento se aplicó a población rural y urbana.
ciales en los que se eligen y materializan esas opciones”. A su vez, Casique (2016) plantea la “Encuesta sobre
Esta definición se dirige a la capacidad de decisión y por noviazgo, empoderamiento y salud sexual y reproductiva
tanto a la capacidad de actuar de forma consecuente con en adolescentes estudiantes de preparatoria en México
lo decidido. (ENESSAEP), cuenta con 6 factores: empoderamiento so-
Zimmerman (1995) argumentó que el empoderamien- cial, actitudes frente a roles de género, autoestima, poder
to psicológico no es estático; más bien, un solo individuo en la relación de pareja, agencia personal y poder en la
puede sentirse empoderado en algunos momentos y en relación sexual. Como se puede observar es una encuesta
algunos contextos y desempoderado en otros momentos y que posee una serie de elementos que se relacionan con
contextos. El empoderamiento se concibe como una cues- la salud sexual, los roles de género y el poder en las rela-
ciones, sin embargo se diluye el constructo del empodera-
N. Padilla Gámez et al. / Journal of Behavior, Health & Social Issues, 12, 1 (2020) pp. 59-65 61
Tabla 2
Saturaciones factoriales estandarizadas e indicadores
de ajuste del modelo, obtenidos a través del AFC.
AGFI .911
TLI .964
NFI .935
los individuos pueden hacer respecto a su salud, ámbito Es en este tenor, que se vuelve una necesidad sustan-
que determinará la condición y calidad de vida en el futuro. cial el dotar a los jóvenes universitarios de herramientas
Finalmente, en el empoderamiento social se evalúan las de afrontamiento del estrés, actividades que proporcionen
decisiones que puedan tomarse en lo personal e interac- espacios de entretenimiento, ejercicio, relajación, etc. Así
cional, por tanto se tornan importantes las redes de apoyo, como estrategias de autorregulación pues dentro de esta
la claridad en la toma de decisiones para poder expresar población también existe un riesgo importante derivado del
necesidades o desacuerdos a quien sea. estrés que es la ideación e intento suicida (Padilla Gámez,
Dentro de los reactivos que conforman la versión cor- Sebastián & Eguiluz, 2017).
ta, se tiene para el factor de agencia personal se presentó Finalmente, los reactivos del factor del empodera-
un énfasis importante en la toma de acciones en torno al miento social en la versión corta refieren a la importancia
abuso físico, al acoso escolar y respecto a la aceptación, de la expresión de los desacuerdos así como de las ne-
aspectos que son de vital importancia dada la situación ac- cesidades a quien sea. Estos ítems se vuelven decisivos
tual en el país. Es evidente que para las y los estudiantes en el camino del empoderamiento, pues de esta manera
universitarios, un área en la cual deben percibir herramien- se puede evaluar que los jóvenes se perciban con la ca-
tas de acción es en torno a los límites y la escuela no es la pacidad asertiva de identificar lo que les causa malestar
excepción: pues cada vez es más visible el acoso escolar y poderlo plasmar en el contexto necesario. Así también
en las instancias escolares. respecto a la orientación sexual, pues es una etapa en la
En cuanto al factor de empoderamiento en la salud, que se tiende a asumir la salida del clóset y afrontar la
los reactivos que conforman la versión corta responden vida sexual ante la sociedad (Lozano Verduzco & Salinas
principalmente a la importancia de atender problemáticas Quiroz, 2016).
relacionadas con el consumo de alcohol y drogas, así tam- De esta manera, esta escala ofrece la posibilidad de
bién como el hacer algo respecto al proceso de salud-en- identificar variables relacionadas como: la conducta sexual
fermedad. de riesgo, percepción de vulnerabilidad, ideación e inten-
Cabe resaltar cómo para esta población, el tema del to suicida, uso de sustancias adictivas, etc. Que como lo
alcohol y las drogas se torna para muchos en un problema, menciona la literatura se relacionan estrechamente con el
existen cifras que confirman que los jóvenes tienen un con- empoderamiento (Campero, Atienzo, Suárez, Hernández
sumo importante que tarde o temprano puede derivar en &Villalobos, 2013; INSP Instituto Nacional de Salud Públi-
un problema de salud individual y de salud pública (INSP, ca, 2014; 2017; Sánchez Vidal, 2013). Asimismo presenta
2017); en este sentido, se vuelve importante detectar si las características psicométricas necesarias para ser un
existe una problemática de esta índole al inicio de la for- instrumento válido, confiable y sensible para la población
mación universitaria, con la finalidad de hacer un abordaje universitaria.
multidisciplinario y dotar a los estudiantes de herramientas
que les permitan afrontar esta situación que desafortuna- Conclusiones
damente es muy frecuente en nuestro país.
Por otra parte, los reactivos del factor de autoconcien- Como lo plantea Riveros (2018), es cada vez más ur-
cia evalúan principalmente si los individuos cuentan con gente dotar a los universitarios de habilidades psicosocia-
las herramientas para solucionar problemas de índole per- les que les provean de las herramientas necesarias para
sonal, este factor alude principalmente al autoconocimien- afrontar las situaciones que se les presenten. Es en este
to, pues sin éste es difícil que una persona pueda detectar sentido, que se hace cada vez más importante hacer un
sus necesidades y por tanto, hacer algo al respecto para tamizaje de línea base a los estudiantes universitarios de
cubrirlas. En este orden de ideas, Soler, Trilla, Jiménez primer ingreso, pues es con base en este que se puede
& Úcar, (2017) hablan de lo sustancial que se vuelve la evaluar continuamente cuáles son sus fortalezas y tam-
congruencia entre las decisiones y las acciones, aquí se bién sus áreas de oportunidad para que en función de
plantea lo importante que es para los jóvenes el autoco- éstas se puedan desarrollar programas de prevención y
nocimiento, el que tengan los escenarios necesarios para atención de situaciones que ponen a los estudiantes en
explorarse y ejercitar en situaciones cuidadas (p. ej. En los riesgo personal, relacional, académico y social.
programas institucionales, talleres, charlas, cursos, etc.) lo
que les genera bienestar o malestar. Referencias
Por otra parte, también se agrupó un reactivo que Canaval, G. (1999). Propiedades psicométricas de una es-
puede ser un indicador importante para el bienestar de los cala para medir percepción del empoderamiento comu-
individuos y particularmente de los universitarios, este es nitario en mujeres . Colombia Médica, 30(2),69-73.
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DOSSIER
RESUMEN
En el siguiente trabajo se exponen algunos resultados de carácter empírico que se han
obtenido en el estudio de las motivaciones de los voluntarios españoles que trabajan en el
campo del sida y del cáncer. Estos resultados, parecen mostrar la gran importancia que
para la permanencia de los voluntarios en las organizaciones tienen, tanto de las motivacio -
nes heterocentradas como las autocentradas. También se presentan los primeros resultados
obtenidos en el estudio del llamado «síndrome del quemado» o burnout en el voluntariado.
Los datos muestran que el grado de burnout de los voluntarios en activo es bajo.
PALABRAS CLAVE
Voluntariado, Motivaciones, Burnout, Permanencia.
ABSTRACT
This paper describes different empirical results obtained from the study of motivation in
spanish volunteers who are working in the AIDS and cancer field. These results seem to
show the great importance of the other-oriented motivations for the permanence of volunte -
ers in organisations. First results from the study of the «Burnout syndrome» or burnout of
volunteers are also presented. The data demostrate that the degree of burnout in volunteers
who are actives is low.
KEY WORDS
Volunteerism, Motivations, Burnout, Permanence.
* Dirección Postal: Dpto de Psicología Social, Facultad de Psicología, Campus de Somosaguas. UCM. 28223.
email: pssoc16@sis.ucm.es. Tel.: 91 394 30 97.
1 La parte del artículo referida al burnout de los voluntarios ha sido realizada gracias a la financiación de un Pro-
tratar de determinar qué factores psicoso- conducta cumple una función de expre-
ciales se relacionan con la mayor o menor sión de valores para el individuo.
permanencia de los voluntarios en las
organizaciones. Una persona, también puede decidir
implicarse en una actividad de volunta-
Nuestro primer objetivo era validar el riado para adaptarse a la influencia nor-
Modelo de Proceso de Voluntariado de mativa que pueden tener los amigos, la
Omoto y Snyder (1993; 1995). Este mode- familia, etc.. En estos casos, las conduc-
lo identifica tres etapas en el proceso de tas de ayuda están controladas por las
voluntariado: antecedentes, experiencia de recompensas y los costos, y el voluntaria-
voluntariado y consecuencias del volunta- do se convierte en un medio para adap-
riado. tarse al grupo de referencia. Además,
En la primera etapa se sitúan las algunas personas pueden ver en el volun-
variables que pueden ser consideradas tariado una manera de ampliar su círculo
como antecedentes de la conducta volun- de relaciones sociales. En todos estos
taria y entre ellas se encuentran las moti- casos el voluntariado cumple una función
vaciones que llevan a las personas a bus- adaptativa de ajuste social, o utilitarista.
car e implicarse en tareas voluntarias, y El voluntariado puede servir también a
que les mantienen en ellas a lo largo del algunas personas, o a todas en alguna
tiempo. medida, como una forma de autoproteger-
Omoto y Snyder, siguiendo la Teoría se de sus propios miedos y ansiedades.
Funcional, inicialmente postulada para Por último, Clary y Snyder (1991)
las actitudes (Smith, Bruner y White, señalan que para algunas personas y en
1956; Katz, 1960) y posteriormente apli- algunas ocasiones, ser voluntario puede
cada a las motivaciones de los voluntarios cumplir una función de conocimiento. A
(Clary y Snyder, 1991), incluyen cinco través del voluntariado se aprende de las
motivos distintos que pueden explicar personas con las que se establece rela-
una misma conducta de voluntariado: ción y esto aporta nuevas perspectivas
expresión de valores, conocimiento, desa- que surgen al abordar determinados pro-
rrollo personal, incremento de la autoesti- blemas y situaciones humanas, con lo
ma e interés por la comunidad. que se satisface la curiosidad intelectual
Según esta teoría, en el voluntariado de conocer mejor la realidad que nos
coexisten una gran variedad de motiva- rodea. Pero además, mediante la realiza-
ciones que cumplen funciones diferentes ción de actividades voluntarias se puede
para los individuos. Distintas personas adquirir mayor nivel de conocimiento,
pueden involucrarse en una misma acti- habilidades y experiencias concretas (téc-
vidad voluntaria por motivos distintos, nicas de primeros auxilios, habilidades
que puede cumplir funciones psicológi- para tratar con niños, discapacitados,
cas, personales y sociales muy diversas, y etc.), que en ocasiones pueden ser útiles
estos motivos en una misma persona en el futuro. Realizar tareas de volunta-
pueden cambiar a lo largo del desarrollo riado da la oportunidad de poner en prác-
de esa actividad. tica competencias que de otra forma sería
muy difícil poder practicar.
Cuando el voluntariado se basa en un
interés altruista de ayudar a otros, en Los datos empíricos parecen apoyar la
valores humanitarios, en deseos de con- Teoría Funcional de la Motivación, ya que
tribuir a la sociedad, o incluso cuando en la inmensa mayoría de los estudios,
está inspirado por motivos religiosos, la los voluntarios encuestados manifiestan
perspectiva funcional indicaría que esa una gran diversidad de motivos.
Los distintos motivos para ser y per- vas entre el Tiempo de permanencia y
manecer como voluntario pueden ser cla- tres de las subescalas del cuestionario de
sificados en dos categorías teóricas: moti- Motivaciones, concretamente, con las tres
vos centrados en los demás (heterocentra- que podemos denominar autocentradas
dos) y motivos centrados en uno mismo (Conocimiento, Desarrollo Personal y
(autocentrados) (López-Cabanas y Cha- Estima).
cón, 1997) o altruistas y egoístas según la
terminología de Gidron (1978). Algunos autores han planteado que las
motivaciones que inicialmente influyen en
Las otras variables que Omoto y Sny- la decisión de ser voluntario son distintas
der (1995) incluyen en esta primera etapa de las que influyen en la decisión de con-
del proceso de voluntariado son: la «dis- tinuar (Gidron, 1984; Oda, 1991; Winni-
posición a la ayuda», es decir, las disposi- ford, Carpenter y Stanley, 1995). Gillespie
ciones personales de los voluntarios que y Kind, (1985) comprobaron que los moti-
favorecen la realización de actos de vos del voluntariado cambiaban con la
ayuda, y el «apoyo social» que los volunta- edad, el género o el estado civil. En este
rios tienen en su vida cotidiana y específi- sentido, sería relevante conocer si los
camente para realizar acciones de volun- voluntarios que más tiempo llevan en una
tariado. organización presentan motivaciones dife-
rentes respecto a los voluntarios que
En la segunda etapa se sitúan las menos tiempo llevan, y si la edad y otras
variables que promueven o detienen el variables sociodemográficas son también
proceso de voluntariado, como «satisfac- fuentes diferenciadoras de las motivacio-
ción» con las actividades realizadas e nes de los voluntarios españoles.
«integración en la organización». En este
momento del proceso pueden incluirse Siguiendo el Modelo del Proceso del
otras variables no estudiadas por Omoto Voluntariado, iniciamos una serie de tra-
y Snyder (1995), pero que también pue- bajos empíricos relacionados con las
den estar relacionadas con la permanen- motivaciones de los voluntarios españo-
cia, como es el caso del burnout. De les, ya que consideramos que el reconoci-
acuerdo con este esquema, el burnout miento de la existencia de una gran varie-
sería un resultado no previsto de la expe- dad de motivaciones para realizar una
riencia del voluntariado que afectaría determinada conducta, no conlleva una
negativamente a la permanencia, bien falta de interés por conocer los patrones
directamente, o a través de una relación comunes de variación que puedan darse
negativa con la satisfacción. en las motivaciones de los voluntarios.
TABLA 1
Items que componen cada factor, fiabilidad y porcentaje de varianza explicada por
los cinco factor es
Número de Fiabilidad
Items que en muestra
satura en española
cada factor (N=130)
VALORES 4 ,75
– Por mis valores personales, mis convicciones y mis creencias. 77
– Porque me gusta ayudar a otros. 71
– Porque la gente debería hacer algo sobre los temas que son
importantes para ellos. 76
– Porque me considero una persona preocupada por los demás. 67
CONOCIMIENTO 6 ,82
– Para comprender el sida y cómo éste afecta a las personas. 88
– Para aprender cómo las personas afrontan el sida. 85
– Para aprender cómo ayudar a personas con sida. 82
– Para aprender más sobre cómo prevenir el sida. 78
– Para conseguir experiencia en tratar temas emocionalmente difíciles. 68
– Para conocer a personas seropositivas. 89
los voluntarios del grupo 2 llevaban entre rio realizar estudios longitudinales que
4 y 7 meses, los del grupo 3 llevaban entre den cuenta de la evolución real de las
8 y 18 meses y los del grupo 4 llevaban motivaciones a lo largo del tiempo.
más de 19 meses en la organización).
En el estudio que describimos, las
De los resultados obtenidos, se puede medidas de las variables se tomaron en
concluir que, en general, los voluntarios un único momento temporal, por lo que
se ven a sí mismos motivados especial- sólo podemos aproximarnos a la respues-
mente por la motivación de Valores, es ta y aventurar una posible hipótesis
decir, por un interés humanitario por sobre la evolución temporal de las moti-
ayudar a otros. Además, para los volun- vaciones. En este sentido, podríamos
tarios que más tiempo han permanecido suponer que las personas que deciden
en una organización, las motivaciones ser voluntarias estarían motivadas tanto
heterocentradas son significativamente por motivos heterocentrados como auto-
más importantes que para los volunta- centrados. En este primer momento tem-
rios que menos tiempo han permanecido, poral, podemos suponer que el nivel de
lo que nos indicaría que, en principio, expectativas es muy alto y el nivel de
estas motivaciones son las más relacio- conocimiento de la realidad muy bajo,
nadas con la mayor duración del volun- por lo que, transcurridos unos primeros
tariado. meses de toma de contacto con la reali-
dad, los voluntarios experimentarían una
Ahora bien, el análisis más profundo de importante bajada en sus motivaciones.
los datos aportados por el análisis de con- Se produciría, por tanto, un alto porcen-
glomerados revela que los voluntarios que taje de abandonos, que sería debido, fun-
más tiempo han permanecido en una damentalmente, a la no satisfacción de
organización presentan un perfil motiva- las motivaciones iniciales. Pasados estos
cional caracterizado por conceder una primeros meses, y siguiendo las hipótesis
importancia mayor a las motivaciones del modelo de Piliavin y Callero (1991),
autocentradas que los voluntarios que lle- los voluntarios que continuasen, empeza-
vaban menos tiempo, y por conceder, tanto rían a incorporar a su identidad personal
a las motivaciones heterocentradas como a el rol de voluntario, por lo que experi-
las autocentradas mucha más importancia mentarían un incremento de las motiva-
que el resto de los voluntarios que llevaban ciones centradas en los demás y no de
menos tiempo en las organizaciones. Por las motivaciones centradas en ellos mis-
tanto, debemos suponer que las motivacio- mos. Este perfil, que hemos denominado
nes autocentradas también juegan un autosacrificado, no podría ser mantenido
importante papel en la permanencia de los a largo plazo, por lo que en un cuarto
voluntarios. (Ver gráfico 1) momento temporal, transcurrido el año y
En cualquier caso, ignoramos si la medio, los voluntarios incorporarían a las
mayor importancia de la motivación de motivaciones heterocentradas las auto-
Valores en el grupo que más tiempo lleva centradas.
en una organización y la mayor importan- No obstante, como hemos comentado
cia concedida a todas las motivaciones y anteriormente, la evolución de las motiva-
especialmente a las autocentradas por ciones de los voluntarios descrita, es sólo
ese mismo grupo, son igualmente altas una hipótesis de trabajo que debe ser
desde el momento de la toma de decisión confirmada en futuras investigaciones.
o si se han ido incrementando con el paso
del tiempo y otras características organi- Finalmente, podemos concluir que,
zacionales y personales. Para poder dar según los datos aportados por este estu-
una respuesta a esta cuestión es necesa- dio, aquellos voluntarios que se preocu-
paban en gran medida por los demás, sin nes de una alta demanda emocional al
por ello olvidarse de sí mismos eran los igual que los profesionales de la salud, en
que más tiempo había permanecido en los que típicamente se ha estudiado este
una organización. síndrome.
GRÁFICO 1
Per files motivacionales del voluntariado asociados con el tiempo de per manencia
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Queremos agradecer a la Plataforma para la Promoción de Voluntariado en España el interés mostrado por esta
investigación y su inestimable colaboración para ponernos en contacto con las organizaciones que trabaja en el
campo del SIDA.
INVESTIGACIONES APLICADAS
Ernesto SUÁREZ*
Bernardo HERNÁNDEZ*
Stephany HESS**
RESUMEN
La literatura política al uso ha pretendido establecer una línea divisoria entre el activis -
mo político y el compromiso ecológico. Desde esta perspectiva se ha intentado separar la
participación política convencional, adscrita a opciones de partido de la participación en
movimientos no convencionales o alternativos, como las organizaciones de conservación de
la naturaleza. De acuerdo con esta misma línea, la investigación psicosocial ha intentado
desarrollar modelos explicativos diferentes para ambas formas de participación, consoli -
dando la distinción entre formas convencionales de participación y la acción vinculada a
los denominados nuevos movimientos sociales, entre los que se identifica el movimiento
ambientalista. El objetivo de este trabajo es analizar el perfil sociopolítico del activismo
ambiental en relación con otras formas de acción social y política. A partir de un cuestiona -
rio aplicado a 257 personas, residentes en las Islas Canarias, se contrasta la militancia en
organizaciones ambientalistas con la participación en organizaciones políticas, comunita -
rias y de ocio, así como con los sujetos no activos. Los resultados ponen de manifiesto la
vinculación de los activistas ambientales con otras formas de participación sociopolítica y
la existencia de un perfil diferencial en cuanto a la orientación ideológica y a la percepción
de su capacidad política.
PALABRAS CLAVE
Participación ambiental, Nuevos Movimientos Sociales, Orientación política, Capacidad
política percibida
ABSTRACT
Current political literature has pretended to establish a boundary between political acti -
vism and ecological commitment. From this perspective conventional political participation,
appointed to party options has been separated, from participation in alternative or non-
conventional movements, as organizations of nature preservation. According to this point of
view, psychosocial research has tried to develop different explanctory models for both
forms of participation, strengthening the distinction between conventional forms of partici -
pation and the action linked to the so called new social movements, as the environmental
movement. The aim of this article is to analyze the sociopolitical profile of environmental
activism in relation to other forms of political and social action. 257 people, residents in
Canary Island, answered a questionnaire about their environmental militancy in environ -
mental organizations and about their participation in political, community and leisure orga -
nizations. Results show the relationship between environmental activism and other forms
of sociopolitical participation and the existence of a differential profile associated to ideolo -
gical orientation and powerlessness.
KEY WORDS
Environmental participation, New social movements, Political orientation, Powerless -
ness.
túa de las condiciones del medio ambien- resultados políticos que desea (Sabuce-
te. En segundo lugar, por la valoración do,1988). En contraposición al senti-
de las condiciones sociocomunitarias miento de impotencia, se encontraría el
asociadas al mismo, y, en tercer lugar, concepto de competencia, en sentido de
por variables relacionadas con la cons- eficacia personal percibida, relacionada
trucción psicosocial de la acción política con la posibilidad de influir en la toma de
(Hernández y Suárez, 1997; Hernández, decisiones políticas.
Suárez y Martínez Torvisco, 1997).
Ya sea en sentido positivo como en
El activismo o militancia constituye sentido negativo, sin embargo, la eviden-
una noción relacionada con la participa- cia empírica confirma la relación del sen-
ción. La consideración del activismo timiento de capacidad política que man-
supone el reconocimiento de los diferen- tengan las personas con el nivel de parti-
tes niveles de compromiso e implicación cipación política de las mismas, tanto en
asumidos de participación (Saegert, el ámbito de la participación institucional
1987). Por ejemplo, se distingue entre como no institucional (p.e., Sobral, Sabu-
activistas militantes y miembros contri- cedo y Vargas,1986; Watanabe y Milburn,
buidores -aquellos que limitan su partici- 1988). Según Yeich y Levine (1994), la
pación al apoyo económico-. De igual eficacia política se asocia a tres factores
forma, se diferencia entre organizadores diferentes: la percepción de competencia
de las acciones y participantes, o entre personal (eficacia interna), la percepción
líderes y seguidores. Así, bajo el término de respuesta del sistema (eficacia exter-
de activismo ambiental quedan agrupa- na) y la percepción de la eficacia política
das distintas conductas que responden, colectiva. Atendiendo a esta distinción, la
a su vez, a diferente grado de implicación participación es mayor cuando la percep-
en las acciones colectivas. La participa- ción de la eficacia personal y colectiva es
ción en el movimiento ecologista podría alta, y la percepción de eficacia externa
definirse, por tanto, como la conducta es baja. En este sentido y en relación con
individual asociada a un conjunto de las condiciones ambientales, el senti-
acciones no convencionales, producto del miento de impotencia o de baja compe-
conflicto y la protesta social, intenciona- tencia política supone tanto una valora-
les y organizadas hacia el cambio de las ción negativa la capacidad de respuesta
condiciones ambientales. personal, como de la capacidad de res-
puesta del sistema político convencional
Desde el punto de vista individual, los ante los problemas que se denuncian,
factores que permiten explicar el nivel de todo lo cual explicaría un bajo nivel de
implicación personal se desarrollan alre- participación y militancia.
dedor de los conceptos de sentido de con-
trol, poder y eficacia asociada a la capa- El objetivo de este trabajo es analizar
cidad de intervención política de los indi- el perfil sociopolítico del activismo
viduos. En este conjunto de conceptos ambiental en relación a dos aspectos de
destaca especialmente el sentimiento de los comentados en los párrafos preceden-
impotencia política -powerlessness-, tes. Por un lado, se trata de evaluar la
como factor directamente relacionado consistencia de las acciones participati-
con el comportamiento y la participación vas; esto es, analizar en qué medida la
política. Este constructo hace referencia participación y el activismo ambiental
a la falta de control percibida, es decir, a suponen, también, la implicación de los
las existencia de expectativas por las militantes proambientales en otros ámbi-
cuales las personas asumen que su pro- tos de la acción social, haciendo especial
pia conducta ha dejado de influir en los hincapié en los vínculos con los restantes
para alcanzar los resultados previstos. política, se halló relación con la partici-
Por contra, el sentimiento de incapacidad pación ambiental de nuevo en el seno del
política no parece estar relacionado con grupo de activistas, si bien las caracterís-
el nivel de participación que mantienen ticas de la muestra analizada pueden
aquellas personas no integradas en orga- haber tenido alguna influencia en ello,
nizaciones proambientales. debido a la mayoritaria polarización de
los sujetos hacia una orientación de
Se confirma por tanto en el contexto izquierda. En cualquier caso, el índice de
de la participación ambiental, la imagen correlación, aunque significativo, es bajo.
recurrente del participante en acciones No obstante, tampoco es un factor sobre
colectivas como un sujeto racional, moti- el cual otras investigaciones hayan com-
vado hacia conductas explícitamente ins- probado una significación orientada de
trumentales y optimista respecto a su manera consistente (Milbrath, 1986).
capacidad de influencia y control perso-
nal, frente a la idea clásica del individuo En resumen, la militancia ambiental
irracional y reactivo, en la línea abierta aparece vinculada a otras formas de
en los trabajos de Psicología política acción comunitaria y política, especial-
desde la formulación de la Teoría de la mente en lo que respecta a movimiento
Movilización de Recursos en la década de alternativos o nuevos movimientos socia-
los setenta (p.e., Long, 1981). les como el feminismo o el pacifismo. Ello
no quiere decir, sin embargo, que los eco-
En relación con el efecto de la edad, la logistas "desechen" su participación en las
correlación positiva hallada parece contra- organizaciones clásicas -como son los par-
decir los resultados obtenidos en otras tidos políticos y los sindicatos-, al igual
investigaciones, en las que se identifica un que, tampoco, evitan las acciones políticas
mayor nivel de participación proambiental de carácter institucional -p.e., votar-.
entre los jóvenes (v.g., Arcury y Christian- Estamos, así, ante personas que se carac-
son, 1990; Scott y Willis, 1994). En nues- terizan por su nivel de implicación en la
tro caso, el hecho se explicaría teniendo vida política de su comunidad de manera
en cuenta la alta homogeneidad en la general. De ahí que, más que su orienta-
edad de la muestra y su media, 26 años. ción ideológica atendiendo a la tópica
Nuestra muestra pertenece al segmento dimensión izquierda/derecha, el nivel de
joven de la población canaria, por lo que participación se relaciona con la forma en
la interpretación de esta correlación posi- que se percibe las posibilidades -capaci-
tiva no debe interpretarse de forma distin- dad- de intervención en la práctica políti-
ta a lo señalado por la bibliografía antece- ca. La percepción de eficacia aporta, en
dente. No obstante, el resultado, aunque este sentido, cierta potencia explicativa a
significativo, ha de tomarse también con la hora de analizar las "razones" de la par-
cautela, debido a que la correlación entre ticipación social en cualquiera de los con-
edad y conducta es baja. textos participativos, incluido el del acti-
En cuanto al papel de la orientación vismo proambiental.
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Psychosocial Intervention
www.elsevier.es/psi
a r t i c l e i n f o a b s t r a c t
Article history: The aim of this study was to adapt the Participatory Behaviors Scale (PBS) and validate the results for
Received 28 May 2015 use among the Spanish population. Using snowball sampling methodology, 501 individuals from all
Accepted 19 September 2015 areas of Spain were selected to participate in the study. The Participatory Behaviors Scale (PBS) and
Available online 31 October 2015
questionnaires that measure a sense of community, belief in a just world and Machiavellianism were
used to analyze the criterion validity of the adapted scale. A confirmatory factor analysis indicated that
Keywords: the items on the questionnaire fit a second-order model with four factors, which corresponded to the
Participatory Behaviors Scale
four dimensions proposed by the original authors, namely, disengagement, civil participation, formal
Sense of community
Belief in a just world
political participation and activism. Additionally, it has been found that the scale is related to a sense
Machiavellianism of community, belief in a just world and Machiavellianism. In light of these results, we concluded that
Confirmatory factor analysis the questionnaire is methodologically valid and can be used by the scientific community to measure
participatory behavior.
© 2015 Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid. Published by Elsevier España, S.L.U. This is an open
access article under the CC BY-NC-ND license (http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/4.0/).
r e s u m e n
Palabras clave: El objetivo del estudio es adaptar y de obtener evidencias de validación al castellano de la Escala de Com-
Escala de Comportamiento Participativo portamiento Participativo (PBS). Los participantes fueron 501 individuos de todo el territorio español
Sentido dela comunidad obtenidos mediante un muestreo de bola de nieve. La Escala de Comportamiento Participativo (PBS)
Creencia en un mundo justo
y los cuestionarios de sentido de la comunidad, creencia en un mundo justo y maquiavelismo fueron
Maquiavelismo
utilizados para analizar la validez de criterio. El análisis factorial confirmatorio puso de manifiesto la
Análisis factorial confirmatorio
existencia de un modelo de segundo orden con 4 factores, correspondientes a las 4 dimensiones prop-
uestas por los autores originales del estudio (desvinculación, participación civil, participación política
formal y activismo). Además, se halló que la escala se relacionaba con las medidas de sentido de la
comunidad, creencia en el mundo justo y maquiavelismo. A la luz de los resultados, se concluye que el
cuestionario es metodológicamente valido y que puede ser usado en la comunidad científica para medir
comportamiento participativo.
© 2015 Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid. Publicado por Elsevier España, S.L.U. Este es un
artículo Open Access bajo la licencia CC BY-NC-ND
(http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/4.0/).
http://dx.doi.org/10.1016/j.psi.2015.09.003
1132-0559/© 2015 Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid. Published by Elsevier España, S.L.U. This is an open access article under the CC BY-NC-ND license
(http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/4.0/).
40 A. Magallares, C. Talò / Psychosocial Intervention 25 (2016) 39–44
common measures include the political participation index (PPAR) that Machiavellianism is a significant predictor of political par-
of Davidson and Cotter (1989) and the scale developed by Peterson, ticipation (O’Connor & Morrison, 2001), and it has been shown
Speer and Hughey (2006) that was used to assess civic involve- that people who preferred a society with more possibilities of par-
ment and participatory behaviors in community action activities. ticipation had lower scores on a Machiavellianism scale (Franco,
However, these scales do not include different aspects of political 1980).
participation, according to the taxonomy suggested by Ekman and In Spain, there has been, to date, no Spanish-language adap-
Amnå (2012). tation of the scale. For this reason, the goal of this research is to
These authors have developed a typology that intersects two obtain evidence of construct validity of a Spanish-language version
forms of participation, manifest and latent, with two levels of of the PBS (Talò & Mannarini, 2014). To do so, we first conducted a
political behavior, individual and collective. In their taxonomy, confirmatory factor analysis (CFA) to verify the factorial structure
manifest political behaviors include all actions, either individ- proposed by Talò and Mannarini (2014) and then established the
ual or collective, aimed at influencing government decisions and psychometric criteria of the PBS to validate the use of this instru-
political outcomes, including aim-oriented, rational, observable ment in the Spanish-speaking scholarly community. It is important
and measurable actions. Even contact activities, such as writing to note that when there are plausible hypotheses regarding the
politicians or officials to report or obtain intervention, are con- structure of a model, as in our case, experts recommend the use
sidered forms of formal political participation. At the collective of confirmatory factor analysis rather than exploratory analysis
level, a typical example of this category is membership in a polit- (Bollen, 1989). We then determined whether any relationships
ical party, trade union or non-governmental organization (NGO). exist between PBS and sense of community, belief in a just world
In addition to formal political participation, as they call it, the and Machiavellianism.
authors also included extra-parliamentary actions. In the litera- Snowball sampling was used to complete the sample. Snowball
ture, these behaviors are often identified as non-conventional, but sampling uses a small pool of initial informants, in our case, stu-
Ekman and Amnå (2012) consider the term ‘formal political par- dents from the Spanish Open University (UNED), to nominate, from
ticipation’ obsolete and have replaced it with the term ‘activism’ their social networks, other participants (Atkinson & Flint, 2004).
instead. In fact, some of the actions that were previously considered The reason behind this decision is that with snowball sampling, we
non-conventional, such as strikes and petitions, have become very can reach not only students but also participants from other social
common among citizens. Hence, the authors prefer the term ‘extra- strata and with lower educational levels. Snowball sampling allows
parliamentary’ and distinguish between legal and illegal forms. The us to obtain a sample that is as heterogeneous as possible.
former include participation in demonstrations and strikes or mil-
itancy in feminist organizations and environmental groups, etc. Method
all as examples of collective participation. At the individual level,
actions of this type include signing petitions, distributing flyers Participants
and boycotting or buying certain products for ideological, ethi-
cal or environmental reasons. Other forms of extra-parliamentary The participants consisted of 501 individuals (56.5% female)
actions, however, are illegal, such as violent manifestations, unau- aged between 18 and 80 years (mean = 38.62, SD = 12.54). All partic-
thorized demonstrations or riots triggered by ideological reasons, ipants voluntarily agreed to participate in the study. With respect
such as racism or extremism. Other examples include irruptions to education, 54.1% of the sample had a university degree and
caused by environmentalists in fur stores or in laboratories that 25.3% were high school graduates. Regarding employment status,
test on animals, attacks by Greenpeace on whaling ships, the 51.5% were employed, 18.2% were students and 14.6% were unem-
Pussy Riot protest in Russia and even the hacker attacks by orga- ployed.
nized groups such as anonymous. An example of individual illegal
forms of extra-parliamentary political participation is not paying Procedure
for a subway ticket to protest against public transportation pol-
icy. Ekman and Amnå (2012) also include in their classification Information about the study was posted on the virtual courses
latent forms of political participation, labeled by them as ‘civil taught by the researchers of this study wherein they requested par-
participation’, in which the psychological aspect represented by ticipation of interested students from the Spanish Open University
attention and interest in political and societal issues, what they (UNED). The students in the final sample completed the question-
call social involvement, corresponds to, and somehow precedes, naires online. The students were then asked to recruit participants
the behavioral aspect, which may be referred to as ‘disengage- from among their acquaintances.
ment’.
Based on this proposal, Talò and Mannarini (2014) recently Instruments
developed the Participatory Behaviors Scale (PBS) to measure polit-
ical participation. This scale includes all the aspects mentioned by The PBS (Talò & Mannarini, 2014) was adapted to Spanish
Ekman and Amnå (2012): disengagement, civil participation, for- using the translation/back-translation methodology, as stipulated
mal political participation and activism. The authors began with by many authors (Gudmundsson, 2009), and the norms of the Inter-
a 28-item baseline model from which they obtained a 16-item national Test Commission (Hambleton, 2005).
scale that maintained a 4:1 ratio between the observed and latent The first Spanish translation of the original scale was performed
variables. Items were excluded either because of a non-significant by one of the authors. This Spanish translation was independently
factor loading, a low factor loading or low communalities or reviewed by an additional evaluator who worked with the main
because they were transversal to other factors or redundant. Only translator to reach an agreed-upon translation of the items, espe-
the 16-item version showed good indices of fit. cially those that posed the most difficulty from a semantic and/or
Political participation is related to other social variables, as the grammatical standpoint. Subsequently, a bilingual Italian transla-
reviewed literature suggests. For example, a sense of community tor back-translated the agreed-upon Spanish-to-Italian translation
and political participation are positively related, as found by a with no knowledge of the original Italian scales to preserve the reli-
recent meta-analysis (Talò, Mannarini & Rochira, 2014). Addition- ability of the back-translation. The scale translated into Italian and
ally, belief in a just world is related to disaffection and abstention the original scale reached 100% grammatical agreement. Items are
from voting (Echebarria, 2014). Finally, it has been determined presented in Table 1.
A. Magallares, C. Talò / Psychosocial Intervention 25 (2016) 39–44 41
Table 1
Items of the Participatory Behaviors Scale: English and Spanish version.
Item
Disengagement Desvinculación
1 Does not vote in local or national elections No votar en las elecciones (administrativas y/o políticas)
6 Does not read newspapers or watch TV programs that address political issuesa Evitar leer periódicos o ver la televisión sobre asuntos politicosa
7 Feels that politics is uninteresting and uselessa Considerar la política poco interesante y útil
11 Refrains from talking about politicsa Evitar hablar de politicaa
12 Is unconcerned with politicsa Ser indiferente a la politicaa
16 Is disgusted by politics Estar disgustado con la política
19 Is disillusioned with politics Estar desilusionado sobre los asuntos políticos
Activism Activismo
5 Boycotts products (for ethical or ideological reasons)a Boicotear productos (por razones éticas, ideologicas)a
10 Signs petitionsa Firmar peticionesa
15 Distributes political materials Distribuir material de propaganda politica
22 Writes political slogans or draws graffiti on the walls of buildings Escribir slogans políticos o hacer graffitis en las paredes
25 Is active in a movement/foruma Ser activo en algún movimiento/foruma
27 Participates in strikes, protests, demonstrationsa Participar en huelgas, protestas o manifestacionesa
a
Items of the short version (PBS-16).
The Participatory Behaviors Scale (PBS) developed by Talò and “strongly agree” (5). Higher scores on this scale reflect greater
Mannarini (2014) was used to measure political participation. This Machiavellianism.
scale is based on the work of Ekman and Amnå (2012) and measures Finally, participants were asked to indicate their gender, age,
four types of political behavior (first-order factors): disengage- level of studies and political orientation
ment, civil participation, formal political participation and activism.
In this research, we used the full version that includes 28 items. Data analysis
The items were preceded by the following introductory state-
ment: “The following list includes a list of behaviors characterizing First, we conducted a confirmatory factor analysis (CFA) of the
civic and political engagement. Please indicate to what extent you Spanish version of the PBS to assess the fit of the factor structure
recognize these behaviors as representative of your behaviors?” proposed by the authors of the original scale, Talò and Mannarini
The responses were “not at all”, “not much”, “quite”, “strongly”, (2014). The following fit indices were used. (a) The chi-square test
“totally”. of model fit, which measures the difference between the covari-
To measure sense of community, we used the questionnaire ance matrix for the observed data and the covariance matrix from a
developed by Sanchez-Vidal (2009). This scale (˛ = .72) consists of theoretically specified structure/model. Non-significant chi-square
four items scored on a 5-point Likert scale ranging from “strongly values suggest a good fit of the model. However because the chi-
disagree” (1) to “strongly agree” (5). Higher scores on this scale square index is affected by the size of the correlations in the model
reflect a greater sense of community. (i.e., the more correlations, the poorer the fit), alternative and addi-
To measure a belief in a just world, we used the questionnaire tive measures of fit were developed and used. (b) The comparative
developed by Lipkus (1991) (Spanish version: Barreiro, Etchezahar fit index (CFI) (Bentler, 1990) is based on the comparison of the 2
& Prado-Gasco, 2014). This scale (˛ = .84) consists of seven items for the implied matrix with the 2 for the matrix of a null-model
scored on a 5-point Likert scale ranging from “strongly disagree” (1) (all variables are uncorrelated). Values greater than .90 indicate an
to “strongly agree” (5). Higher scores on this scale reflect a greater acceptable fit, and those greater than .95 indicate an excellent fit.
belief in a just world. (c) The Tucker Lewis index (TLI), also known as the non-normed fit
To measure Machiavellianism, we used the questionnaire devel- index (NNFI), is based on the comparison of the chi-square for the
oped by Christie and Geis (1970) (Spanish version: Corral & implied matrix with the chi-square for the matrix of the null-model.
Calvete, 2000). This scale (˛ = .71) consists of six items scored Values greater than .90 indicate an acceptable fit, and those greater
on a 5-point Likert scale ranging from “strongly disagree” (1) to than .95 indicate an excellent fit (Marsh, Hau & Wen, 2004). The
42 A. Magallares, C. Talò / Psychosocial Intervention 25 (2016) 39–44
Item 7 .63*
.61*
Disengagement
-.46* Item 11 .49*
.71*
Item 12 .99*
.76*
.01*
Item 3 .84*
.39*
Item 13 .80*
Civil .44*
.99* participation
Item 17 .80*
.45*
Item 23 .89*
.32*
PBS
.39*
Item 18 .54*
.68*
Item 21 .59*
Formal .64*
.78* politic. part.
Item 24 .31*
.83*
Item 26 .13*
.93*
.04*
Item 5 .85*
.38*
Item 10 .85*
Activism .39*
.98* Item 25 .35*
.80*
Item 27 .59*
* p<.01 .64*
most important difference between the CFI and the TLI is that the The Mplus© program (v. 6.11, Muthén & Muthén, 1998–2010)
TLI expresses fit per degree of freedom, thus imposing a penalty was used for the CFAs, and the SPSS© (v. 22.0, SPSS Inc., Chicago, IL,
for estimating less parsimonious models. This may be important USA) was used for the remaining analyses.
when comparing models of different complexity (Baumgartner &
Homburg, 1996). (d) The most important index after the chi-square Results
is the root mean square error of approximation (RMSEA), which
represents the average of the residual correlation. MacCallum, Confirmatory factor analyses
Browne and Sugawara (1996) have used .01, .05 and .08 as thresh-
olds to indicate excellent, good, and mediocre fit, respectively. In Of the 28 items on the PBS, 10 items indicate a skewness just out-
addition, the RMSEA can be evaluated in terms of probability (test side the thresholds (between |1.0| and |1.3|), and 11 items exhibited
of close fit) because it is accompanied by limits for the confidence a kurtosis slightly beyond the thresholds (between |1.0| and |1.8|).
interval where p = .10 (Hu & Bentler, 1999). (e) Finally, the stan- We tested a model with four first-order factors, namely, dis-
dardized root mean square residual (SRMSR, Jöreskog & Sörbom, engagement, civil participation, formal political participation and
1988) is an absolute measure of fit that is defined as the standard- activism, and one second-order factor for the 28-item version
ized difference between the observed correlation and the predicted and the 16-item version. The WLSMV estimator (weighted least
correlation. A value of 0 indicates perfect fit. Hu and Bentler (1999) squares mean and variance adjusted) was used. With respect to
indicate a cut-off value of ≤.08 for good fit. the 28-item version, the data do not reflect an acceptable fit
The convergent and discriminant validity and the reliability of (2 [501, 346] = 1935.94; sig. = .00; CFI = .67; TLI = .64; RMSEA = .10
PBS were tested using Cronbach’s alpha, composite reliability (CR), [.09; .10], sig. = .00; SRMR = .10). On the other hand, and consistent
average variance extracted (AVE), maximum shared squared vari- with the original research of Talò and Mannarini (2014), the 28-
ance (MSV) and average shared squared variance (ASV) (Fornell & item version exhibits inadequate indices while the 16-item version
Larcker, 1981; Hair, Black, Babin, & Anderson, 2010). Based on Hair exhibits acceptable fit indices (2 [501, 100] = 517.25; sig. = .00;
et al. (2010), the CR value must be above .70 for acceptable reliabil- CFI = .94; TLI = .91; RMSEA = .06 [.05; .09], sig. = .00; SRMR = .05).
ity. For convergent validity, the AVE value must be above .50 and Fig. 1 presents the model parameters. The structure of the 16-item
be less than the value of the CR. For discriminant validity, both the scale mirrors the version proposed by Talò and Mannarini (2014).
MSV and the ASV values must be less than the value of the AVE. The alternative models do not show acceptable fit. In fact,
In addition, the risk of multicollinearity among the PBS factors was the model with one first-order factor reveals the following
controlled. indexes: 2 [501, 104] = 1035.02; sig. = .00; CFI = .65; TLI = .60;
Finally, correlations between the variables of the study were RMSEA = .13 [.12; .14], sig. = .00; SRMR = .11. The model with
estimated. four first-older correlated factors shows the following indexes:
A. Magallares, C. Talò / Psychosocial Intervention 25 (2016) 39–44 43
Table 2 Table 4
Convergent, discriminant and validity tests. Correlation, mean and standard deviation of the four PBS-16 dimensions.
Thresholds CR AVE MSV ASV Disengagement Civ. Part. For. Pol. Part. Activism
>0.7 >0.5 MSV < AVE ASV < AVE
Disengagement –
Factor Civ. Part. −.42** –
Disengagement .82 .50 .36 .26 For. Pol. Part. −.24** .47** –
Civ. Part. .83 .53 .37 .36 Activism −.28** .54** .52** –
For. Pol. Part. .81 .51 .39 .33 Mean 7.73 11.20 7.19 12.07
Activism .78 .54 .31 .30 Std. dev. 3.50 3.12 4.15 3.85
PBS-16 .82 .56 .38 .32
Civ. Part., civil participation; For. Pol. Part., formal political participation.
CR, composite reliability; AVE, average variance extracted; MSV, maximum shared **
p < .01.
squared variance; ASV, average shared squared variance; Civ. Part., civil participa-
tion; For. Pol. Part., formal political participation.
Table 5
Correlations among the four dimensions and the total score of PBS, gender (1 = female; 2 = male), age, education, political orientation (1 = left; 10 = right), sense of community,
belief in a just word and Machiavellianism.
Disen. Civ. Part. For. Part. Activ. PBS-16 Mean Std. dev.
Gender −.10 *
.10*
.20 **
.09 *
.17 **
1.43 .50
Age (18–80 years) −.00 .17** .28** .18** .22** 38.62 12.54
Education −.07 .03 −.00 .04 −.04 2.96 .82
Political orientation .20** −.10* −.18** −.40** −.30** 3.66 1.65
Sense of community −.13** .25** .13** .20** .23** 17.90 2.14
Belief in a just word .20** −.10* −.06 −.24** −.20** 13.34 4.66
Machiavellianism .19** −.12** −.04 −.15** −.16** 12.25 4.34
Disen., disengagement; Civ. Part., civil participation; For. Part., formal political participation; Activ., activism.
*
p < .05.
**
p < .01.
44 A. Magallares, C. Talò / Psychosocial Intervention 25 (2016) 39–44
herein, that the PBS questionnaire can be safely used to measure Baumgartner, H., & Homburg, C. (1996). Applications of structural equation mod-
political participation. eling in marketing and consumer research: A review. International Journal of
Research in Marketing, 13(1), 139–161.
One of the most controversial aspects of the Ekman and Amnå Bentler, P. M. (1990). Comparative fit indexes in structural models. Psychological
model (2012) is to consider disengagement as a form of participa- Bulletin, 107, 238–246. http://dx.doi.org/10.1037/0033-2909.107.2.238
tion. According to the theory of these authors, disengagement is a Bollen, K. (1989). Structural equations with latent variables. Nueva York: Wiley.
Christie, R., & Geis, F. L. (1970). Studies in Machiavellianism. New York: Academic.
form of active protest that is intended to send a message of change Corral, S., & Calvete, E. (2000). Machiavellianism: Dimensionality of the Mach IV and
to politicians. Political discussions are actively avoided, and on Elec- its relation to self-monitoring in a Spanish sample. Spanish Journal of Psychology,
tion Day, citizens with this orientation make a demonstrative show 3, 3–13. http://dx.doi.org/10.1017/S1138741600005497
Davidson, W. B., & Cotter, P. R. (1989). Sense of community and political
of not voting. The fact that the empirical model is confirmed in a
participation. Journal of Community Psychology, 17, 119–125, doi:10.1002/1520-
second cultural context reinforces this perspective of disengage- 6629(198904)17:2<119: AID-JCOP2290170203>3.0.CO;2-C.
ment. Echebarria, A. (2014). System-justifying beliefs and political disaffection. Journal of
Applied Social Psychology, 44, 234–240. http://dx.doi.org/10.1111/jasp.12218
It has been showed that participation allows individuals to
Ekman, J., & Amnå, E. (2012). Political participation and civic engagement:
access to a greater number of sources of social support, which in Towards a new typology. Human Affairs, 22, 283–300. http://dx.doi.org/10.2478/
turn increases their well-being (Gil, Pons, Grande, & Marín, 1996). s13374-012-0024-1
For this reason, being able to assess political participation is an Fornell, C., & Larcker, D. (1981). Evaluating structural equation models with unob-
servable variables and measurement error. Journal of Marketing Research, 18,
important necessity of psychosocial interventions which aims to 39–50. http://dx.doi.org/10.2307/3151312
help citizens taking control over their lives. Franco, C. (1980). Image of society, value of political participation and personality.
This study has at least three limitations. First, snowball sampling Revista Latinoamericana de Psicología, 12, 277–292.
Gil, M., Pons, J., Grande, J. M., & Marín, M. (1996). Aproximación operativa a
was used to recruit participants. According to experts, this method los conceptos de participación y sentimiento de pertenencia: Estrategias en
may be biased (Atkinson & Flint, 2004). In fact, it is possible that the la comunidad [Operational approach to the concepts of participation and
participants in research on political issues are quite well-disposed sense of belonging: Strategies in the community]. Intervención Psicosocial, 5,
21–30.
to policy and civic engagement. Furthermore, although the above Gudmundsson, E. (2009). Guidelines for translating and adapting psycholog-
presented findings suggest that common method variance was not ical instruments. Nordic Psychology, 61, 29–45. http://dx.doi.org/10.1027/
of great concern, we emphasize the use of alternative techniques 1901-2276.61.2.29
Hair, J. F., Black, W. C., Babin, B. J., & Anderson, R. E. (2010). Multivariate data analysis
for controlling common method effects. In fact, method effects
(7th ed.). Englewood Cliffs: Prentice-Hall.
might be interpreted as response biases, such as social desirabil- Hambleton, R. K. (2005). Issues, designs and technical guidelines for adapting tests
ity of individuals who participate in research projects (Bagozzi & into multiple languages and cultures. In R. K. Hambleton, P. F. Merenda, & C. D.
Spielberger (Eds.), Adapting psychological, and educational tests for cross-cultural
Yi, 1991). Accordingly, we suspect that socially desirable responses
assessment. New Jersey: Lawrence Erlbaum.
may influence the real answers. However, the fact that the Spanish Hu, L. T., & Bentler, P. M. (1999). Cutoff criteria for fit indexes in covariance struc-
model shows parameters similar to those of the Italian model is ture analysis: Conventional criteria versus new alternatives. Structural Equation
reassuring with respect to this problem. Second, only the PBS with Modeling, 6, 1–55. http://dx.doi.org/10.1080/10705519909540118
Jöreskog, K. G., & Sörbom, D. (1988). PRELIS a program for multivariate data screening
16 items was significant. Furthermore, the 16-item model of Talò and data summarization. A preprocessor for LISREL. Mooresville: Scientific Soft-
and Mannarini (2014) showed a better fit than the 28-item model, ware, Inc.
so much so that the authors proposed using the scale with 16 items Lipkus, I. (1991). The construction and preliminary validation of a global belief
in a just worlds scale and the exploratory analysis of the multi-dimensional
in their analyses. However, future research should explore why the belief in a just world scale. Personality and Individual Differences, 12, 1171–1178.
model with 28 items did not fit as expected. Third, social scientists http://dx.doi.org/10.1016/0191-8869(91)90081-L
usually rely on self-reports when investigating political participa- Liu, A. Q., & Besser, T. (2003). Social capital and participation in community improve-
ment activities by elderly residents in small towns and rural communities. Rural
tion. However, some authors claim that there are great differences Sociology, 68, 343–365. http://dx.doi.org/10.1111/j.1549-0831.2003.tb00141.x
between measuring real political participation and political partic- MacCallum, R. C., Browne, M. W., & Sugawara, H. M. (1996). Power analysis and
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Methods, 1, 130–149. http://dx.doi.org/10.1037/1082-989X.1.2.130
potential bias, it is important to note that self-reports are frequently
Marsh, H. W., Hau, K. T., & Wen, Z. (2004). In search of golden rules: Comment on
used when researching political behaviors. hypothesis testing approaches to setting cutoff values for fit indexes and dangers
We are aware that civic involvement is a culturally specific in overgeneralising Hu & Bentler’s (1999) findings. Structural Equation Modelling,
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behavior and that data are highly situational in that they are linked
Muthén, L. K., & Muthén, B. O. (1998–2010). Mplus user’s guide (6th ed.). Los Angeles,
to the condition of the country at that particular historical, eco- CA: Muthén & Muthén.
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limitations, we contend that the PBS is an appropriate tool for mea- 00223980109603700
suring political participation. We further posit that this instrument Pedhazur, E. J. (1997). Multiple regression in behavioral research (3rd ed.). Orlando:
is useful for all researchers in the Spanish-speaking community Harcourt Brace.
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