Historia de La Salvación Etapas

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ESCUELA PASTORAL “SAN FRANCISCO DE ASIS”

Diócesis de Posadas.

HISTORIA DE LA SALVACIÓN. LÍNEA DEL TIEMPO


Línea de tiempo con la Historia de la Salvación. Podemos encontrar los acontecimientos
salvíficos recogidos en el texto bíblico desde Abraham hasta el nacimiento de Jesús.

ETAPA DE LOS PATRIARCAS

Dios llama a Abraham, el primero de los patriarcas, para pedirle que deje su país y se
dirija a la tierra que Él le mostrará. Abraham fue padre de Isaac, Isaac fue padre de Esaú
y Jacob. Jacob tuvo 12 hijos que dieron origen a las 12 tribus de Israel.

Algunos clanes o tribus descendientes de los patriarcas tuvieron que emigrar a Egipto para
sobrevivir.
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ESCLAVITUD EN EGIPTO. ÉXODO.


ETAPA DE LA CONQUISTA

Los israelitas permanecieron en Egipto 400 años. Al principio, los israelitas vivían pacíficamente,
pero más tarde fueron hechos esclavos por el faraón de Egipto y utilizados como mano de obra
para la construcción de las grandes obras públicas.
De todos los israelitas Dios escogió a Moisés, y desde una zarza ardiente le comunicó que debería
liberar al pueblo de la esclavitud de Egipto. Así, guiado por Moisés el pueblo fue liberado,
celebraron la primera Pascua y caminaron por el desierto durante 40 años hasta llegar a la tierra
prometida.
En el monte Sinaí, Dios le entregó a Moisés los 10 Mandamientos, con los que se sellaba la
Alianza de Dios con su Pueblo. Al llegar a la tierra prometida, los israelitas la encontraron
ocupada. Dios eligió a Josué como sucesor de Moisés, y lo puso al frente del pueblo. Después de
muchos años de luchas se logró la conquista. El pueblo se dividió en 12 tribus y Dios eligió a los
Jueces para conducirlas.
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ETAPA DE LA MONARQUÍA. ETAPA DE LA DIVISIÓN

Con el tiempo el pueblo de Israel se organizó políticamente bajo la autoridad de reyes. Saúl fue
el primer rey de Israel, que fue sucedido por David, el gran rey de Israel que logró unificar toda
la nación.
David fue sucedido por su hijo, Salomón, que fue el rey que construyó el gran templo de Jerusalén.
A la muerte de Salomón, Israel se dividió en dos: el reino del norte (Israel), y el reino del sur
(Judá). Como consecuencia de esta división, los reinos quedaron empobrecidos y a merced de los
grandes imperios vecinos.
Entonces aparecieron los grandes profetas que invitaban a la conversión. El reino de Israel terminó
siendo destruido y arrasado por los asirios.
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ETAPA DEL DESTIERRO. ETAPA PERSA

El reino de Israel fue arrasado por los asirios y todos los israelitas fueron deportados a Nínive.
Luego, el reino de Judá fue invadido y destruido por el imperio de Babilonia, y allí deportados
todos los judíos.
Después de muchos años de destierro los judíos pudieron volver a su tierra, pero ya no como una
nación independiente, sino como una provincia del imperio persa. Con mucha dedicación y
esfuerzo, conducidos por Nehemías y Esdras, todos trabajaron en la reconstrucción de la ciudad
y del Templo.
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ETAPA GRIEGA. ETAPA ROMANA

Nehemías y Esdras, junto a todo el pueblo judío, trabajaron con mucha dedicación en la
reconstrucción de la ciudad, y todos volvieron a leer el libro de la Ley.
Luego, Alejandro Magno derrotó al imperio persa y todos los territorios pasaron a estar en poder
de los griegos. Los judíos soportaron la nueva dominación, pero se opusieron con fuerza a las
costumbres religiosas que los griegos querían imponerles, y aparecieron figuras fuertes como
Judas Macabeo.
Tiempo después los romanos arrebataron a los griegos sus dominios y construyeron un imperio
que se extendió prácticamente a lo largo de todo el mundo conocido hasta entonces. El general
Pompeyo fue quien conquistó Jerusalén y destruyó el Templo como signo de sometimiento y
dominio (el Templo luego fue reconstruido).
Bajo el imperio romano se produjo el gran acontecimiento de la historia de la salvación: el
NACIMIENTO DE JESÚS, el Hijo de Dios, el Salvador. Dios envió a su Hijo, y con Jesús ingresó
la salvación en el mundo.

(fuente auladereli.es)
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VOCACIÓN Y MISIÓN DE ABRAHAM


El Patriarca Abraham, siendo ya anciano, recibe una llamada de
Dios que le dice que salga de su tierra para dirigirse a una tierra
que le promete, porque quiere hacer un gran pueblo a partir de
él “…Yahvé dijo a Abram:

«Deja tu país, a los de tu raza y a la familia de tu padre, y anda


a la tierra que yo te mostraré. Haré de ti una nación grande y te
bendeciré. Engrandeceré tu nombre, y tú serás una bendición»”
(Gen 12, 1-2).

Abraham obedeció, y marchó como se lo había dicho Dios,


junto a él también salió Lot. Tenía 75 años cuando salió de Jarán
(Gen 12, 4).

Cuando llegaron a Canaán le prometió Dios una gran descendencia de hijos que poseerían esa
tierra fértil y buena a la que se dirigía, pero al cabo de unos años, Abraham seguía sin hijos y sin
tierra. Se lo dijo a Dios (Gen 15, 2-3) y el Señor le respondió: “… «Mira al cielo y, si puedes,
cuenta las estrellas; pues bien, así serán tus descendientes.»” Y Abraham creyó en Dios, quien lo
tuvo en adelante por hombre justo. (Gen 15, 5-6).
Pero pasaban los años y seguía sin tener un hijo. Su mujer ya era muy vieja y no era fértil. Todo
indicaba que no tendría ningún hijo. A Abraham le costaba confiar en Dios (Gen 17, 17). Su vida
parecía un fracaso. Pero, aun así, él seguía confiando en Dios y por eso esperaba que se cumpliese
lo que le había prometido, aunque no sabía cómo se podría realizar. Al cabo de unos años, en
plena vejez, Dios le anunció que tendría un hijo. (Gen 18, 14) Y, así fue: Concibió Sara en su
vejez un hijo a quien Abraham puso el nombre de Isaac” (Gen 21, 2-3).
Cuando todo parecía que estaba arreglado, Dios le pidió más:
sacrificar a su propio hijo. “Y Dios le dijo: «Toma a tu hijo, al
único que tienes y al que amas, Isaac, y anda a la región de
Moriah. Allí me lo sacrificarás en un cerro que yo te indicaré.»”
(Gen 22, 2).
A pesar de que su hijo era la ilusión de su vida, y en el que había
puesto todo su corazón, se fía de Dios y hace lo que le pide. No
pierde la esperanza porque confía plenamente en Dios. (Gen 22,
11-12). Por esa acción Dios le bendijo diciéndole: “«Juro por
mí mismo que, ya que has hecho esto y no me has negado a tu
hijo, el único que tienes, te colmaré de bendiciones y multiplicaré tanto tus descendientes que
serán como las estrellas del cielo y como la arena que hay a la orilla del mar. Conquistarán la
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tierra de sus enemigos. Porque obedeciste a mi voz, yo bendeciré, por medio de tus descendientes,
a todos los pueblos de la tierra.»” (Gen 22, 16-18)

De Isaac nació Jacob y de él todo el pueblo de Israel. Del pueblo de Israel nació Jesús, el hijo de
Dios, y por la fe en Jesús nacemos todos los cristianos. Se ha cumplido la promesa hecha a
Abraham. Los cristianos, una multitud de todos los tiempos que brillan en el mundo como estrellas
en la noche, los hijos de Abraham. (Tomado y adaptado de www.archimadrid.org)

TRABAJO PRÁCTICO
Subraya las ideas importantes y luego responde a las siguientes
preguntas:

1. ¿Por qué Dios llamó a Abraham?

2. ¿A qué pruebas sometió Dios a Abraham?

3. ¿Qué hacía Abraham cuando se encontraba en una situación


difícil?

4. ¿Qué cualidades o virtudes tenía Abraham?

5. ¿Qué cualidades o virtudes de Abraham te gustaría tener? ¿Por qué?

LOS PATRIARCAS: ISAAC, JACOB Y JOSÉ

Después de la historia de Abraham (Gen 12-25), el libro del Génesis nos refiere la de Isaac y
Jacob (Gen 25-36); estos dos patriarcas, después del padre del pueblo elegido, son los depositarios
de las promesas divinas, y con ellos continúa la historia de la salvación. También ellos prosiguen
una existencia seminómada en Canaán como pastores de ganado menor que se desplazaban según
las estaciones del año.
a)- Isaac (Gen 25-28)
Es el hijo gozoso (en hebreo, hará reír) que Dios concede a Abraham, ante la desconfiada sonrisa
de su madre que escucha el anuncio divino de su nacimiento (Gen 18,
12-15). Es la figura asociada siempre a la de Abraham, heredero de
las promesas divinas (Gen 17, 19-21). Su vida es relatada en el libro
del Génesis (21 - 28) como eco y confirmación de los hechos de
Abraham. Tomó de esposa a Rebeca, pariente de la familia de su
padre (Cf Gn 24) con quien tuvo dos hijo, Esaú y Jacob (Cf Gen 25,
19- 28). Isaac recibe la misma bendición y promesas que su padre, y
las transmite a su hijo Jacob (Gen 27, 14-29). El Nuevo Testamento
alude a Isaac como precursor de Cristo y de la Iglesia (Gal 3, 16; 4, 21-31); la obediencia de Isaac
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a su padre hasta la disposición a la muerte sacrificial es reflejo y anuncia de la disposición


salvadora de Cristo. (Heb 11, 17-19).
b)- Jacob (Gen 25-33)
Es la figura patriarcal fundadora de las doce tribus de Israel, es decir del
pueblo en sus diversos clanes y familias.
Jacob significa “el que suplanta” (suplantó a su hermano Esaú en la
bendición paterna). Jacob y Esaú eran mellizos y a pesar que Esaú fue
el primero, la promesa de Dios se realiza a través de la descendencia de
Jacob (Cf Gn 29 y 30). Más tarde, después de la “lucha con Dios” (cf.
Gn 32, 23-33) Dios le cambia el nombre en “Israel” que significa “Dios
es fuerte”. Jacob tuvo 12 hijos, que dieron origen a doce grandes
familias o tribus del Pueblo de Dios, que luego serán los que se instalarán en la Tierra Prometida.
Estos fueron: Isacar, Judá, Leví, Rubén, Simeón y Zebulón; José y Benjamín; Gad y Aser; Dan y
Neftalí. (Gen 25-35). Dios sigue siendo fiel a sus promesas y a sus bendiciones, que renueva a lo
largo de toda la vida de Jacob.
Los acontecimientos más sobresalientes de su existencia fueron la teofanía de la escala celestial,
significa que Dios no está lejos de los hombres. Él mismo ha tendido un puente para comunicarse
con ellos y la bendición en Betel (Gen 28, 10-22) y la concesión de nuevo nombre (Gen 32, 24-
32).
c)- José (Gen 37-48)
Es el hijo amado, (en hebreo, El añadirá), perdido y recuperado, de Jacob, odiado por sus
hermanos, debido a sus cualidades y a la preferencia que tenía su padre sobre él (Gen 37,2-1 1);
lo intentaron matar, pero decidieron venderlo a unos mercaderes ismaelitas que pasaban por allí
en dirección a Egipto. (Gen 37,12-36)
Estando en Egipto es encarcelado por calumnias, pero Dios se hace
presente y lo protege al interpretar los sueños del Faraón, quien
admirado por su sabiduría lo pone al frente de la nación
convirtiéndose en Salvador del Pueblo. (Gen 39,3-23. 41, 1-41)
La importancia de José está asociada a la estancia de los israelitas en
Egipto, donde llegaron para salvarse del hambre de Canaán y en
donde luego son hechos esclavos cuando cambia el Faraón. Como
hijo de su esposa Raquel, representa la protección divina sobre su
pueblo elegido en las primeras fases de su expansión.
Pero lo que más interesa de la vida de José es la enseñanza religiosa que se esconde detrás: la
misteriosa providencia de Dios que siempre cuida de sus elegidos. José también
es una figura que anticipa algunos aspectos de la vida de Cristo. Así lo dice san Pablo: “Tomó la
condición de esclavo...se humilló...y por eso Dios lo engrandeció y le dio el nombre sobre todo
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nombre” (Flp 2, 6-10). Al igual que José salvó a su pueblo de la carestía, así también Jesús nos
salvó a nosotros.
TRABAJO PRÁCTICO

Responde a las siguientes preguntas en un organizador visual:

✓ ¿Quiénes eran los Patriarcas Isaac, Jacob y José?


✓ ¿Qué nos enseñan los Patriarcas Isaac, Jacob y José sobre Dios?
✓ ¿Qué semejanzas encontramos entre los patriarcas mencionados con
Jesucristo?
✓ ¿Qué cualidades o virtudes demostraron Isaac, Jacob y José?
✓ ¿Qué cualidades o virtudes de los Patriarcas te gustaría tener? ¿Por qué?

Bibliografía: Prof. Jilbert Buelot Chávez

EL PATRIARCA JOSÉ EN EL PLAN DE SALVACIÓN


José era hijo de Jacob y Raquel. Jacob tuvo doce hijos, los 12 jefes de las tribus que luego serán
los que se instalarán en la Tierra Prometida.
De todos ellos amaba especialmente Jacob a su hijo José, debido a sus cualidades y porque era el
hijo de su ancianidad. Viendo sus hermanos que su padre le quería más que a todos ellos, le
aborrecían y nunca le dirigieron una palabra amable (Gen 37, 3-4).
El Señor hablaba a José a través de los sueños. Un día José soñó que el sol, la luna y once estrellas
se inclinaban ante él y lo adoraban. Cuando contó el sueño a sus padres y a sus hermanos, su padre
le reprendió diciéndole: "¡Qué sueño es ése, José! ¿Piensas que alguna vez yo, tu madre y tus
hermanos vamos a postrarnos en tierra ante ti?" El inocente José no respondió. Para él sólo eran
sueños, porque aún ignoraba que Dios le hablaba a través de los sueños y
que éstos, algún día, se harían realidad. Y su padre, Jacob, no podía dejar
de pensar en los sueños de su hijo y en lo que tras ellos se ocultaba. (Cfr.
Gen 37, 9-10) Sus hermanos llenos de envidia y odio esperaban el
momento adecuado para deshacerse de él.
Sucedió un día que los hermanos de José habían marchado a apacentar
sus ovejas cerca de Siquem, y Jacob le llamó y le dijo: "Hace días que no
tenemos noticias de tus hermanos. Ve a donde están y vuelve para decirme
como se encuentran ellos y el rebaño". (Cfr. Gen 37, 12-14)
Marchó José en busca de sus hermanos. Al verlo llegar, pensaron que era la ocasión adecuada
para deshacerse de él. Pero Rubén asustado ante lo que querían hacer sus hermanos, exclamó:
"No, no lo matéis. No debemos manchar nuestras manos con su sangre. Arrojadlo a ese pozo del
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desierto y no pongáis la mano sobre él". Así lo hicieron. Pero antes le quitaron la túnica para
mostrársela después a su padre y decirle que José había muerto. (Cfr. Gen 37, 17-22) En ese
mismo momento vieron llegar una caravana de ismaelitas con sus camellos cargados de perfumes,
bálsamo y mirra para venderlo en Egipto pues eran mercaderes. Entonces Judá dijo a sus
hermanos: "¿Qué sacaríamos con matar a nuestro hermano y ocultar su sangre? Tengo una idea
mejor. Vendámoslo a estos mercaderes y ellos lo llevarán lejos de nosotros". (Cfr. Gen 37, 26-
27)
Así, los hijos de Jacob sacaron a su hermano José del pozo y lo
vendieron a los ismaelitas por veinte monedas de plata. Después
mataron a un macho cabrío, cubrieron con su sangre la túnica de
José y se la llevaron a Jacob, diciendo: "La hemos encontrado en el
desierto. Mira a ver si es la túnica de tu hijo". Al reconocerla,
exclamó Jacob: "Es la túnica de mi hijo, una fiera lo ha devorado.
Ha matado a mi querido José." Rasgó Jacob sus vestiduras, se vistió
de saco y guardó duelo por su hijo durante muchos días. Y nadie
podía darle consuelo. (Cfr. Gen 37, 28.31-35)
Estando en Egipto es encarcelado por calumnias, pero Dios se hace presente y lo protege al
interpretar los sueños del Faraón, quien admirado por su sabiduría lo pone al frente de la nación
convirtiéndose en Salvador del Pueblo. (Cfr. Gen 39,3-23. 41, 1-41)
Luego de un tiempo, cuando los hijos de Jacob se vieron sin los elementos esenciales para vivir,
acuden a Egipto y no reconocen a su hermano José. (Cfr. Gen 42, 1-8)
Hubo un emotivo encuentro entre José y sus hermanos a quienes perdona, para luego encontrarse
con su padre, el cual se va a vivir a Egipto. (Cfr. Gen 45, 1-14.46, 28-30.47, 10-11)

Enseñanza Religiosa que se esconde detrás de la historia de José:


✓ La misteriosa providencia de Dios que siempre cuida de sus elegidos y los salva en los
momentos más difíciles, como cuando estuvo con José en Egipto.
✓ A veces nuestro proyecto no coincide con el de nuestro Padre, como fue el caso de José
cuando dice que es Dios quien lo envió a Egipto, que no fueron sus hermanos; por eso hay
que dejarse llevar por Dios, porque él nos ama, no siempre lo entenderemos y nos costará
aceptarlo, a Jesús le sucedió lo mismo en el Huerto de los Olivos y en la Cruz. (Cf Lc 22,29;
Lc 23,32; Mt 26,36; Mt 27,35).
✓ José es una figura que anticipa algunos aspectos de la vida de Cristo, quien “Tomó la
condición de esclavo...se humilló...y por eso Dios lo engrandeció y le dio el nombre sobre
todo nombre” (Flp 2, 6-10). - Al igual que José salvó a su pueblo de la carestía, así también
Jesús nos salvó a nosotros.
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TRABAJO PRÁCTICO
I- Responde a las siguientes preguntas en un organizador visual: ¿Quién era José? ¿Qué
enseñanzas religiosas encontramos en la historia de José? II- Representa las cualidades o virtudes
que demostró José y elige la que te gustaría tener.

VOCACIÓN Y MISIÓN DE MOISÉS


Moisés nació en una época en que el pueblo de Israel era esclavo en Egipto. Hallándose un día
apacentando su rebaño en el monte Horeb, se le apareció el Señor en medio de una zarza que ardía
sin quemarse, y le anunció que lo había escogido para liberar al pueblo
de Israel de la esclavitud de Egipto.
Espantado Moisés por las dificultades de esa misión, suplicó al Señor
que no se la impusiera; pero Dios, a fin de animarlo, le concedió el
poder de hacer milagros con la vara que llevaba en la mano, y le dio
por compañero a su hermano Aarón. (Ex 3, 1-12; 4,17)
A Moisés no le fue fácil decir que sí a Dios. Tenía miedo. Pero al fin
dijo sí, porque sabía que Dios estaría con él y no le abandonaría en los
momentos difíciles.

SALIDA DE EGIPTO Y PASO DEL MAR ROJO


Moisés se presentó en la corte del faraón, para pedirle que en nombre de Dios dejara salir a su
pueblo, a lo cual se negó el rey obstinadamente (Ex 5, 1-2; 7,13). Entonces, Dios por medio de
Moisés y Aarón, azotó aquel país con terribles plagas (Ex 7-11).
Pese a los prodigios de las nueve primeras plagas el Faraón se
negaba. Entonces Dios envía la última plaga: la muerte de los
primogénitos (Ex 11,4-8). Ante este hecho los egipcios les dejan
salir e incluso les urgen para que se vayan (Ex 12,31). Pero
después el Faraón cambia de parecer y manda perseguirlos.
La misma noche en que caminaban hacia la libertad, al verse
acosados por los egipcios, los israelitas, llenos de miedo dijeron
a Moisés "¿Nos has sacado de Egipto para hacernos esto?". ¿No
te decíamos que nos dejaras tranquilos sirviendo a los egipcios,
que era mejor servirlos a ellos que morir en el desierto?" (Ex 14,
5-12), en otras palabras, comenzaron a renegar de Dios.
Entonces interviene poderosamente Yahvé, haciendo pasar a los israelitas por el Mar Rojo y
aniquilando a los egipcios en el mar (Ex 14, 13-30) Con esto Dios demostró su poder y amor
misericordioso (Ex 15, 1-18)
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LA ALIANZA
Tras la salida de Egipto, el pueblo hebreo llega al desierto de Sinaí y
acampa al pie del monte que lleva ese nombre. Allí iba a tener lugar la
gran manifestación de Dios. Entre Relámpagos, fuego y humo, sonar de
trompetas, temblar de montañas y, dominándolo toda una nube espesa,
(forma de imaginar los hombres del AT la presencia de Dios). Así se
manifestó Dios a su pueblo en el desierto, por medio de una experiencia
(Ex 19,1.16-18).
El contenido fundamental de la Alianza, expresa un proyecto de
comunión que se sintetiza en "Yo seré tu Dios y tú serás mi pueblo"
(Lev. 26,12; Ez. 36,28). Aun cuando Dios es quien toma la iniciativa y de quien dependen todos
los favores, sin embargo, se trata de un compromiso bilateral: Dios y el pueblo se obligan a ser
fieles. Dios se compromete a ser fiel a su pueblo cumpliendo las promesas y protegiéndolo (Ex
19, 3-6). El pueblo se compromete a ser fiel a Dios y a sus hermanos mediante la observancia de
los 10 Mandamientos que regulan su vida con Dios y con sus semejantes (Ex 19, 7-8).
Así pues, la historia de Israel, será la historia de los continuos fracasos divinos ante la terquedad
de su pueblo (Ez. 16; 20; 23). Pero es también la historia de la constante misericordia de Dios
hacia su pueblo (Ez. 36, 16-38).

TRABAJO PRÁCTICO
Responde a las siguientes preguntas en un mapa de ideas:
1. ¿Cuál fue la misión que Dios le encargó a Moisés?
2. ¿A Moisés le resultaba fácil cumplir el encargo que Dios le pedía? ¿Por qué?
3. ¿Cómo reaccionó el pueblo de Israel al ser perseguidos por los egipcios y cómo respondió Dios
ante eso?
4. ¿En qué consistió la Alianza que Dios hizo con su pueblo?
5. ¿Qué podrías aprender de Moisés y cómo lo aplicarías?

LOS JUECES Y REYES EN EL PUEBLO DE ISRAEL


I- LOS JUECES
Tras el Éxodo y la Conquista de la Tierra Prometida, se inicia la época de los Jueces, comprendida
entre la instalación de los israelitas en Palestina y el ascenso de Saúl al reinado.
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Durante el liderazgo de Moisés y Josué se reconocía la autoridad de éstos como representantes de


Dios, por lo que su palabra tenía fuerza de ley. Desaparecidos ambos líderes del escenario
histórico, sobrevino la anarquía. Cada israelita creía bastarse a sí mismo para determinar lo bueno
y ordenar su conducta. Su opinión personal era su norma de
vida. No tardó Israel en caer en las más variadas aberraciones
y en formas inusitadas de perversión, como, por ejemplo: la
idolatría (Jue 2,11), la violencia política, puesta de
manifiesto en la conducta de Abimélek (Jue 9), conductas
fratricidas (Jue 20), etc.
Los jueces son personajes que representaron a diferentes
tribus y que cuando había un peligro común, como en caso
de una guerra, entonces se unían bajo el mando de algún
hombre señalado por Dios para luchar (Jue 3,7-11). Este
podía ser un gran pecador, sin embargo, Dios le daba la
fuerza para guiar al Pueblo hacia la victoria (Jue 16)
Hubo en el pueblo de Israel un total de 12 Jueces entre los principales tenemos:
Débora: La única Juez mujer. Era también profetisa (Jue 4,4) y era juez al estilo que hoy
conocemos de un juez: se sentaba bajo la llamada Palmera de Débora, allí resolvía los pleitos
que le presentaban los israelitas (Jue 4, 5). Pero también dirigió la guerra contra el general
cananeo Sisara (Jue 4).
Gedeón: Era un labrador que liberó a Israel del poder de los madianitas (de Madián), ante esta
victoria su pueblo lo quiso hacer rey, pero se negó, diciendo: “No reinaré yo sobre vosotros, ni
reinará tampoco mi hijo, porque sólo Dios será vuestro rey” (Jue 8, 22-23).
Sansón: Como los israelitas se alejaban mucho de Dios, sufrían muchas guerras y
enfrentamientos, siendo la más dura la de los filisteos. Dios al ver su arrepentimiento les mandó
una ayuda por medio de Sansón. Este estaba consagrado a Dios
desde su nacimiento por eso dejó crecer su cabellera. Tuvo una
fuerza prodigiosa, pero cayó en desgracia por su infidelidad a
Dios, aunque al final se arrepintió y terminó sacrificando su
propia vida para cumplir con su misión de juez escogido por
Dios (Jue 16, 4-31).
Samuel: Después de la muerte de Helí, Samuel queda como juez
de Israel, tuvo una jefatura llena de éxitos: recupera el Arca de
la Alianza de los filisteos y el pueblo goza muchos años, tuvo
prosperidad y vivieron en paz (1Sam 7, 2-15).
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II- LOS REYES


El Pueblo de Israel se dio cuenta de la necesidad de ser gobernado permanentemente por una
autoridad central, que unificara todas las tribus. Por eso pidió un rey (1 Sam 8). Dios le dio a Saúl.
Este tenía que ser representante de Dios sobre todo el pueblo, protegerlo y defenderlo de todos
los ataques de sus enemigos. Los reyes de Israel sirvieron para que el pueblo se fuera formando
la idea de que el Salvador, el Mesías Prometido, sería el Rey de Reyes.
Entre los principales reyes tenemos:
Saúl: Samuel, el último juez de Israel, ungió a Saúl como primer rey de su pueblo, quién
desobedeció a Dios repetidas veces. (1 Sam 13,5-14; 15). Por eso Dios lo rechazó, señalando a
David como nuevo rey, un pastor de Belén (1 Sam 16,1-13; 2 Sam 1).
David, pecador y santo (2 Sam 11 y 12): El rey David era muy valiente. Luchó en contra de los
enemigos y los venció hasta poner en paz, todo el reino. Sin embargo, también él se olvidó de
Dios y para quedarse con Betsabé, hizo matar a su esposo Urías, cometiendo así dos pecados muy
graves. Dios lo regañó mediante el profeta Natán. David se dio cuenta del mal que hizo y le pidió
perdón a Dios de todo corazón (Sal 51). Dios le perdonó todo y desde entonces el rey David se
portó muy bien, observando la Ley del Señor y alabando continuamente a Dios.
A él se debe la composición de la mitad de los salmos, oraciones sublimes que utilizó el mismo
Jesús y que aún ahora rezamos.
La Promesa más grande que hizo Dios, a David, fue que gobernaría su pueblo un descendiente
suyo para siempre (2 Sam 7,8-16). El descendiente de David seria Jesús y su Pueblo seríamos
nosotros, el nuevo Pueblo de Dios, es decir, la Iglesia de Cristo.
Salomón: Cuando murió el rey David, tomó el lugar su hijo Salomón, que recibió de Dios el don
de la sabiduría. La obra más grande que realizó, fue la construcción del famoso templo de
Jerusalén, que fue realizada según las indicaciones del mismo Dios (2 Cro 6,14-42). En seguida
también el rey Salomón se alejó de Dios por haberse casado con mujeres paganas, que extraviaron
su corazón (1 Re 11,1-13). La consecuencia: Dios lo castigó mediante la división del Reino (1 Re
12,1-24), que se realizó a su muerte. Samaria quedó como capital del Reino del Norte y Jerusalén
quedó como capital del Reino del Sur.

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