Tema 1 El Derecho y La Norma Jurã Dica
Tema 1 El Derecho y La Norma Jurã Dica
Tema 1 El Derecho y La Norma Jurã Dica
1. EL DERECHO: CONCEPTO
El término “derecho” presenta dos sentidos distintos: objetivo y subjetivo. Su significado cuando
afirmamos que “toda persona tiene derecho a la intimidad” no es el mismo que cuando decimos “el
Derecho Civil regula las relaciones entre los ciudadanos”.
Si acudimos al Diccionario de la Real Academia Española, encontramos nada menos que 25 acepciones del término, entre las
cuales destacamos las siguientes:
“9. m. Facultad del ser humano para hacer legítimamente lo que conduce a los fines de su vida.
10. m. Facultad de hacer o exigir todo aquello que la ley o la autoridad establece en nuestro favor, o que el dueño de una cosa
nos permite en ella.
11. m. Facultades y obligaciones que derivan del estado de una persona, o de sus relaciones con respecto a otras. El derecho
del padre. Los derechos humanos.
12. m. Justicia, razón.
13. m. Conjunto de principios y normas, expresivos de una idea de justicia y de orden, que regulan las relaciones humanas en
toda sociedad y cuya observancia puede ser impuesta de manera coactiva.
14. m. Ciencia que estudia el derecho (conjunto de principios y normas)”.
Cuando utilizamos el término “Derecho” (con mayúscula) en sentido objetivo, nos estamos refiriendo
al conjunto de las normas jurídicas. Así, por ej., cuando decimos “las relaciones laborales se rigen por
el Derecho del Trabajo”, o “el Derecho es un orden de convivencia” o “el Derecho Civil regula las
relaciones entre los ciudadanos” (concepto al que se refieren las acepciones 9, 10 y 11 antes vistas).
Junto al concepto de Derecho objetivo, el “derecho subjetivo” - con minúscula- hace referencia a una
facultad, a un poder de la persona, que le es reconocido y garantizado por una o varias normas
jurídicas (es decir, por el Derecho objetivo). Así, por ej., “toda persona tiene derecho a la libertad”, o
“el vendedor de una cosa tiene derecho a recibir su precio” (concepto al que se refieren las acepciones
12, 13 y 14).
Hecha esta precisión, dejamos el estudio de los derechos subjetivos para su lugar correspondiente en el
programa, centrándonos ahora en el análisis del DERECHO, EN SU SENTIDO OBJETIVO, como
conjunto de las normas jurídicas.
2.1. Concepto
La norma jurídica positiva es un mandato general cuyo fin es ordenar la convivencia de la comunidad
y cuya observancia o cumplimiento puede ser impuesta coactivamente por el poder directivo de esa
comunidad (más concretamente, por aquellos órganos o instituciones del Estado a los que la
Constitución atribuye tal función).
2.2. Estructura
Más adelante estudiaremos la aplicación y eficacia de las normas, pero cabe adelantar que se puede
distinguir, a la vez, una serie de efectos generales (que se traduce, de un lado, en la obligación general
e inexcusable de su cumplimiento -eficacia obligatoria- y, de otro lado, en la reacción jurídica del
ordenamiento en caso de incumplimiento -eficacia represiva o sancionadora de la norma- esto es,
“anudando” a su incumplimiento una o varias consecuencias desfavorables para el infractor, que le
van a ser coactivamente impuestas) y unos efectos especiales o constitutivos, que consisten en la
producción o nacimiento de un concreto entramado de derechos y deberes.
2.3. CLASES
Solía tradicionalmente afirmarse que las relaciones jurídicas son de Derecho Público cuando se dan
entre el Estado y sus súbditos, y son de Derecho Privado las relaciones entre particulares iguales
entre sí.
Pero el criterio de distinción debe ser un poco más afinado, ya que la línea de distinción entre Derecho
Privado y Público es a veces borrosa.
Una norma no es de Derecho Privado o Público exclusivamente en razón de quiénes sean los sujetos
de esa relación; lo decisivo no es la presencia o no del Estado u otro poder público en una relación,
sino la calidad en la que actúan dichos sujetos, la posición que éstos asuman en esa relación. Una
relación será de Derecho Público cuando uno de los sujetos asuma una posición de superioridad
frente a otro que se encuentra en posición de inferioridad, es decir, cuando haya una situación de
imperium, de autoridad o de soberanía. Por el contrario, en las relaciones de Derecho Privado los
sujetos se encuentran –al menos teóricamente- en pie de igualdad. (Así, por ej., en ocasiones el Estado
interviene en el tráfico jurídico al mismo nivel o en la misma forma que las demás personas, actuando
como un sujeto privado -así, cuando compra, vende o arrienda-).
Son materias de Derecho Privado el Derecho Civil, el Derecho Mercantil y el Derecho Laboral
(teniendo los dos últimos su tronco común en el primero), perteneciendo casi el resto de las ramas del
Derecho al ámbito del Derecho Público.
Uno de los más importantes criterios de clasificación de las normas es el que distingue entre normas
de Derecho imperativo (o necesarias) y normas de Derecho dispositivo (o voluntarias). La diferencia
entre unas y otras radica en que las normas de derecho voluntario pueden “ser desplazadas” o
sustituirse en relación con un caso concreto por la mera voluntad de los particulares, en tanto que las
normas de derecho necesario no pueden ser eliminadas por la voluntad de los particulares en relación
con un caso concreto.
Tal posibilidad deriva de uno de los principios generales consagrados en nuestro ordenamiento
jurídico: el principio de autonomía privada o de autonomía de la voluntad, que implica un poder
de autorregulación de los propios intereses, la libertad de constituir y de regular las propias relaciones
jurídicas, con ciertas limitaciones.
Las normas necesarias o imperativas son las que se imponen forzosamente; tienen una eficacia
inderogable que excluye la voluntad privada, por lo que los sujetos no pueden suprimir o alterar su
mandato; su aplicación no depende del arbitrio de los particulares: debe ser siempre aplicada y
cumplida.
Se encuentran abundantes ejemplos en Derecho de familia: artículos 45 y siguientes sobre elementos del matrimonio;
artículos 66 y siguientes sobre los efectos personales del mismo; artículos 108 y siguientes sobre filiación, etc.
Dentro de las normas imperativas se puede hacer una subdistinción: imperativas propiamente dichas y
prohibitivas. Las primeras imponen una conducta como legal; las segundas prohíben la contraria
como ilegítima. En todo caso, siendo normas necesarias, no dispositivas, deben ser respetadas y están
por encima de la voluntad de los particulares. Por ello, el artículo 6.3 CC dispone que los actos
contrarios a las normas imperativas y a las prohibitivas son nulos de pleno derecho, salvo que en
ellas se establezca un efecto distinto para el caso de contravención.
Un claro ejemplo de la norma prohibitiva es la del artículo 1459, que prohíbe la compra de ciertos bienes a ciertas personas;
también la del artículo 221 relativa al tutor. De norma imperativa, la de los artículos 632 y 633 sobre la forma de las
donaciones.
Son normas imperativas, por ejemplo, las que regulan la edad, capacidad, ausencia..., en definitiva, las que regulan las
situaciones relativas a la persona; son también imperativas actualmente, entre muchas otras, algunas de las normas insertas
en la regulación de los contratos con consumidores.
Las normas dispositivas, de Derecho voluntario (o supletorias o permisivas) se aplican en los casos
en que las partes no hayan previsto de otra forma la regulación de su relación jurídica. Es decir,
las partes establecen su propia regulación y si no lo hacen o en aquellos puntos en que no lo han hecho
se aplica la norma dispositiva. Los sujetos, pues, pueden disponer que se aplique la norma o no
(regulando entonces su relación); es una norma que no se impone, sino que se aplica voluntariamente
por las partes; es Derecho voluntario. Se aplica, en consecuencia, supletoriamente, si las partes no
prevén otra cosa.
En Derecho civil son más frecuentes las normas dispositivas que las de Derecho necesario (en Derecho público es al revés) y
son interminables los ejemplos en materia de negocio jurídico inter vivos (arts. 1254 y ss. sobre contratación; arts. 1315 y ss.
sobre régimen económico-matrimonial) y mortis causa (arts. 667 y ss. sobre testamentos).
El carácter dispositivo de una norma a veces -no siempre- aparece claramente expresado, a través de
expresiones tales como “salvo pacto en contrario”, “a falta de pacto”, etc.
La distinción entre ambos tipos de normas nada tiene que ver con el carácter general de imperatividad
de la norma, que hemos afirmado antes. Según este carácter, toda norma manda o prohíbe algo. Así lo
hacen tanto las normas necesarias como las voluntarias, pero aquéllas son intocables por los sujetos y
de éstas pueden prescindir o modificarlas en sus concretas relaciones. En otras palabras: las normas
imperativas siempre obligan porque siempre mandan; las normas dispositivas sólo obligan cuando
mandan.
En el ordenamiento jurídico español, en el que existen una pluralidad de órganos legisladores, es más
bien frecuente que una misma materia esté regulada por dos normas distintas y, además, de forma
diferente. Para conocer la ley aplicable y resolver la cuestión, ha de estarse a uno de los siguientes
criterios: jerarquía, competencia, posterioridad y especialidad.
A) Principio de jerarquía
El criterio de jerarquía opera entre las distintas normas jurídicas que integran la pirámide del
ordenamiento emanado de un determinado legislador. La norma de rango superior siempre
prevalecerá sobre las inferiores Así, cuando una materia está regulada, por ejemplo, por una ley y
por un reglamento, ha de aplicarse la ley, ya que es superior jerárquicamente. Frente a la normativa
emanada de un mismo legislador, opera el criterio de jerarquía en la mayor parte de los casos.
B) Principio de competencia
Este principio articula la aplicación de las normas en función de su objeto o ámbito material de
regulación. Produce sus efectos de diversas formas:
-De un lado, en el territorio español coexisten tres tipos de fuentes que comparten su eficacia bajo
el principio de competencia. Son las normas del Derecho comunitario, las del Derecho estatal y las
del Derecho autonómico. Las normas del Derecho comunitario se aplican a materias propias del
mismo (esencialmente de Derecho mercantil y administrativo, aunque también de Derecho Civil) que
son comunes a toda la Comunidad europea. Sin embargo, si alguna norma comunitaria contradice una
norma estatal o de una comunidad autónoma, se aplica el principio de jerarquía y prevalece aquélla,
quedando derogada ésta.
-De otro lado, el principio de competencia preside la interrelación entre las leyes estatales
ordinarias y las leyes (también estatales) orgánicas: deberán revestir la forma (y seguir, por tanto, el
procedimiento de aprobación) de una ley orgánica todas aquellas normas que pretendan: regular o
desarrollar los derechos fundamentales y las libertades públicas de los ciudadanos, aprobar el régimen
electoral general o aprobar el Estatuto de Autonomía de una Comunidad Autónoma, así como en todos
aquellos casos en que la propia Constitución así lo establezca. El resto de materias podrá regularse a
través de una ley ordinaria.
C) Principio de posterioridad
Según este principio, la norma posterior deroga a la anterior, aplicándose también frente a normativa
procedente del mismo legislador. Suele ocurrir que las disposiciones derogatorias de las normas no
especifiquen qué normas deroguen, por lo que es muy posible la subsistencia de preceptos no
derogados que regulan la misma materia que una ley posterior. En este caso, ha de aplicarse el
principio de posterioridad y concluir que es la norma posterior en el tiempo la que ofrece la solución
más ajustada a los conflictos planteados (derogación tácita de las normas).
D) Principio de especialidad
Conforme al mismo, la norma especial prevalece sobre la norma general. Las normas especiales
establecen situaciones con un ámbito material más concreto y reducido que las normas generales: la
norma que representa el género y la que regula la especie poseen elementos comunes, pero la norma
especial añade un dato ulterior a la que representa el género, limitando así el ámbito de sujetos o
supuestos afectados por la misma. En virtud del principio de ESPECIALIDAD, la norma especial
prevalece sobre la norma general.
La norma especial se aparta de la norma general en aquello que regula de modo diferente, aunque lo
hace con el objetivo de una mejor aplicación del principio general que sirve de soporte a la norma
general (ahí radica la diferencia entre una norma especial y una norma excepcional). Y la característica
última de la norma especial consiste en que, si esta no existiera, su supuesto de hecho quedaría
automáticamente comprendido en el más amplio de la norma general, lo cual nos sitúa ante el
principio de SUPLETORIEDAD (complementario del de especialidad), en virtud del cual, cuando no
exista una norma especial que regule un supuesto de hecho concreto de una materia, se aplicará con
carácter supletorio la norma más general.
La noción de norma especial es relacional. Una norma no es intrínsecamente especial, sino solo
cuando se la compara con otra, a la que se considera general. Una norma especial sustrae de una
regulación, que a partir de ese momento se considerará “general”, la materia regulada o supuesto de
hecho, con la finalidad de dotarla de una regulación diferente. El criterio de la especialidad debe
entenderse como una guía que indica que la norma que debe aplicarse prioritariamente es la que tenga
un ámbito de regulación más restringido, esto es, la norma cuyo supuesto de hecho sea más preciso en
comparación con el de la otra. La especie prevalece sobre el género.
En una primera aproximación, se entiende por fuente del Derecho aquello donde éste se origina; es
fuente la que identifica y configura aquellos hechos de los que emana el Derecho.
No obstante, podemos considerar fuentes tanto a los órganos de creación de normas jurídicas como
también a los modos o formas de manifestarse externamente el derecho positivo.
Desde esta última perspectiva, un sistema de fuentes no es producto del azar o del capricho, sino
consecuencia de múltiples factores políticos, sociológicos e ideológicos y a través del mismo se
transparenta un conjunto de ideas y hechos dominantes en la comunidad en que se aplica. Actualmente
y en el ordenamiento español el predominio de la ley como fuente del derecho indica la intensidad
creciente del poder del estado y de su organización y actividades, frente a las normas espontáneas de
creación del derecho como en otras épocas pudo ser la costumbre.
Las fuentes del ordenamiento jurídico español son la ley, la costumbre y los principios generales
del Derecho, tal y como se recoge en el artículo 1.1 del Código Civil.
El art. 1 CC debe interpretarse hoy a la luz de dos sistemas de normas que exceden de su ámbito: la
Constitución y la Normativa Comunitaria Europea.
Ley en sentido amplio significa norma jurídica en general; en sentido más estricto se refiere a las
normas que reúnan determinadas características materiales o formales, que configuran un determinado
“rango”: así, hay normas con rango de ley y normas con rango inferior a la ley. En cualquier caso,
todas ellas conforman el concepto de “ley” utilizado por el art. 1.1 CC, en el sentido de que todas ellas
son de aplicación preferente frente a la costumbre o los principios generales del Derecho.
2. 1. LA CONSTITUCIÓN
La Constitución es la norma (la “ley”) suprema del ordenamiento jurídico. La propia Constitución
española establece claramente su carácter normativo y su superioridad. Con carácter general, en el art.
9.1 señala que “Los ciudadanos y los poderes públicos están sujetos a la Constitución y al resto del
ordenamiento jurídico”. De su tenor literal se desprende que la Constitución pretende vincular a todos
los sujetos, tanto públicos como privados. También de la Disposición Derogatoria, apdo. 3º, se deduce
la superioridad normativa de la Constitución, cuando señala que “Quedan derogadas cuantas
disposiciones se opongan a lo establecido en esta Constitución”. Deja claro que quedan derogadas
todas aquellas normas anteriores a la Constitución que sean contrarias a sus preceptos, lo cual supone
que se le otorga una eficacia derogatoria máxima, que es una muestra evidente de su superioridad
frente a cuantas disposiciones preconstitucionales se opongan a sus preceptos. En cuanto a las normas
postconstitucionales, la superioridad de la Constitución queda garantizada con la posibilidad de que su
adecuación a la misma sea examinada por un órgano con esa función, que es el Tribunal
Constitucional
La Constitución española consta de dos partes: una parte dogmática, en la que se reconocen y regulan
los derechos y libertades de los ciudadanos, y una parte orgánica, en la cual se diseñan y regulan el
concepto y funcionamiento de las principales instituciones de nuestro sistema sociopolítico: las Cortes
Generales, el Gobierno, la Corona, el Poder Judicial, etc.
El Tratado internacional puede definirse como el acuerdo internacional celebrado por escrito entre
Estados o entre Organizaciones Internacionales. Los tratados pueden recibir numerosas y diversas
denominaciones tales como acuerdos, protocolos, convenios, convenciones, pactos o concordatos.
Los Tratados internacionales son fuente de derecho en la medida en que el artículo 96 de nuestra
Constitución establece que “Los Tratados internacionales válidamente celebrados, una vez
publicados oficialmente en España formarán parte del ordenamiento interno. Sus disposiciones solo
podrán ser derogadas, modificadas o suspendidas en la forma prevista en los propios tratados o de
acuerdo con las normas generales de derecho internacional”. Por su parte, el art. 1.5 CC establece
que “Las normas jurídicas contenidas en los tratados internacionales no serán de aplicación directa
en España en tanto no hayan pasado a formar parte del ordenamiento interno mediante su
publicación íntegra en el «Boletín Oficial del Estado”
El referido artículo establece que “Mediante Ley orgánica se podrá autorizar la celebración de
Tratados por los que se atribuya a una organización o institución internacional el ejercicio de
competencias derivadas de la Constitución.”
En aplicación de este precepto la Ley Orgánica 10/85 autorizó el Tratado de Adhesión de España a las
Comunidades Europeas firmado el 12 de junio de 1985 en Madrid y Lisboa.
El artículo 94 de la Constitución exige la previa autorización de las Cortes para que el Estado pueda
para obligarse por medio de Tratados o convenios en los siguientes casos:
- Tratados de carácter político.
- Tratados o convenios de carácter militar.
- Tratados o convenios que afecten a la integridad territorial del Estado o a los derechos
y deberes fundamentales establecidos en el Título primero.
- Tratados o convenios que impliquen obligaciones financieras para la Hacienda
Pública.
- Tratados o convenios que supongan modificación o derogación de alguna Ley o exijan
medidas legislativas para su ejecución.
C) Resto de Tratados
A) Introducción
España ingresó en las Comunidades Europeas a todos los efectos el 1 de enero de 1986. En virtud del
Tratado de Adhesión que firmó nuestro Estado, aceptamos someternos a toda la normativa dictada por
las instituciones europeas hasta el momento y a la que se dictara en el futuro. Cedimos a dichas
instituciones parte de nuestra soberanía a cambio de formar parte del proceso de unificación
económica y política que supone la actual Unión Europea. Constituye, por tanto, uno de los supuestos
previstos por el art. 93 CE.
1. El Derecho originario: constituido por los Tratados constitutivos de las Comunidades, con sus
protocolos y anexos. Estos Tratados ocupan el primer lugar en la jerarquía de sus fuentes.
2. El Derecho derivado: está constituido por los siguientes actos normativos de los órganos
comunitarios:
-La Directiva: norma vinculante dirigida a uno, varios o a todos los Estados miembros;
impone la obtención de un resultado concreto, dentro de un plazo determinado, si bien deja libertad a
las instancias nacionales para que ella precisen la forma, la norma y los medios a emplear. El proceso
de elaboración y publicación en el Derecho interno de la norma que recoge y cumple los objetivos
marcados por la Directiva se llama “transposición” de la Directiva.
Deben así mismo tenerse en cuenta como fuente del derecho comunitario las denominadas Reglas de
derecho internacional incorporadas al mismo, la costumbre internacional que constituye una fuente de
especial trascendencia y los principios generales de derecho internacional que gozan de menor
importancia.
Las normas de la UE despliegan por sí mismas plenitud de efectos de manera uniforme en todos los
Estados miembros desde la fecha de su vigencia, creando derechos y obligaciones para todos
aquellos que puedan verse afectados por su ámbito de aplicación.
La eficacia de las normas comunitarias puede ser vertical (relaciones Estado/ciudadanos) u horizontal
(relaciones entre ciudadanos). El efecto vertical puede ser a su vez ascendente (respecto de los
derechos que el particular pueda invocar o alegar ante el Estado) y descendente (pudiendo exigir el
Estado a sus nacionales obligaciones derivadas de la norma en cuestión)
La eficacia directa requiere, por una parte, que el acto jurídico, la norma, contenga obligaciones
concretas en términos inequívocos, claros y precisos, sin ambigüedades y, de otra, que se trate de
una norma imperativa que configure unos derechos que queden perfectamente identificados sin
necesidad de normas complementarias o de ejecución, comunitaria o nacionales.
Estas circunstancias concurren inequívocamente en el caso de los Reglamentos, ya que son normas
cuya eficacia es plena, en sentido vertical y horizontal, desde el momento de su promulgación y
entrada en vigor, tal como el art. 288 TFUE establece al decir que son normas directamente aplicables
y que producen efectos inmediatos, que tienen alcance general y es obligatorio en todos sus elementos
y directamente aplicable en cada Estado miembro,
Cabe preguntarse, sin embargo, qué sucede en este sentido con las Directivas. Aunque éstas requieren
trasposición al ordenamiento interno, no pierden eficacia directa respecto al Estado miembro (efecto
directo vertical) destinatario de la Directiva, ya que desde la fecha de su vigencia, éste queda obligado
a cumplir el mandato y objetivo que se pretende, pero carecen de efecto directo respecto a los
ciudadanos (efecto directo horizontal) desde el momento en que necesita de la intervención del Estado
mediante la trasposición, por lo que no es una norma que se pueda invocar por los nacionales. Por
otra parte, cuando la Directiva haya quedado traspuesta eficazmente, la norma que se puede invocar es
la resultante de la trasposición.
Una Directiva eficazmente traspuesta no puede ser invocada: lo que puede invocarse es la norma
nacional resultante de la trasposición. Cuestión diferente es que se admita que la Directiva pueda
invocarse con eficacia cuando el Estado no haya cumplido el deber de trasposición en el plazo que
tenía para ello, o por expiración del plazo para su aplicación, o cuando la trasposición se haya hecho
de modo insuficiente o deficiente.
Como el ordenamiento de la UE no puede verse impedido por una norma nacional, las Directivas
devienen directamente aplicables, una vez vencido el plazo de trasposición:
(i) ante la falta absoluta de trasposición, siempre que una norma nacional se oponga a la Directiva, o
Cuando pueda predicarse el efecto útil de una Directiva, sólo se produce de forma vertical
ascendente, es decir, respecto de los derechos que el particular pueda alegar ante el Estado, no al
revés, de forma descendente, pudiendo exigir el Estado a sus nacionales obligaciones derivadas de la
Directiva, basándose en su propio incumplimiento del deber de trasposición. Tampoco en sentido
horizontal entre particulares.
b) Principio de primacía
El artículo 5 del Tratado Constitutivo de la Unión Europea obliga a los poderes públicos a inaplicar
las normas nacionales incompatibles con las normas comunitarias. No solo los Tratados Constitutivos
son la norma suprema del derecho comunitario, sino también los actos normativos emanados de las
Instituciones comunitarias tales como los Reglamentos o las Directivas. (Si bien las Directivas, en
principio, no son susceptibles de aplicación directa en los Estados miembros).
El principio de primacía se erige así en canon de interpretación de la norma nacional, hasta el punto de
que la norma interna no puede afectar a la eficacia del Derecho de la Unión.
El Espacio Schengen, así denominado tras el Acuerdo de Schengen,” hace referencia a una zona en la
que 26 naciones europeas diferentes reconocieron la abolición de sus fronteras interiores con otras
naciones miembros y fuera de ellas para la libre circulación y sin restricciones de personas, bienes,
servicios y capital, en armonía con unas normas comunes de control de fronteras exteriores y
siguiendo una lucha contra la delincuencia mediante el fortalecimiento del sistema judicial común y la
cooperación policial.
El concepto de libre circulación entre los países europeos es muy antiguo y data de la Edad Media. En
los tiempos modernos, esta idea fue discursada desde la posguerra de la Segunda Guerra Mundial. Sin
embargo, las acciones concretas en esta materia solo se llevaron a cabo durante los años 80, ya que
Europa se vio atrapada en un eterno debate entre dos bandos opuestos: el que apoyaba la idea de una
Europa libre sin controles fronterizos internos entre países y la otra parte que estaba absolutamente en
contra.
Francia y Alemania son los dos países pioneros que dieron el paso inicial en cuanto al concepto de
libre circulación, pasos aún más concretos, ya que acordaron comúnmente trasladar este concepto
sobredebatido a un nivel superior. Estos dos países, el 17 de junio de 1984, fueron los primeros en
poner de relieve el tema antes mencionado en el marco del Consejo Europeo de Fontainebleau,
donde todos aprobaron definir las condiciones necesarias para la libre circulación de los ciudadanos.
Como punto final de esta travesía, el 14 de junio de 1985 se firmó el “Acuerdo de Schengen”, que
abarca la abolición gradual de las fronteras interiores entre países y un control más amplio de las
fronteras exteriores. El acuerdo lo firmaron los cinco países europeos siguientes: Francia, Alemania,
Bélgica, Luxemburgo y Países Bajos, en Schengen, un pequeño pueblo en el sur de Luxemburgo,
sobre el río Mosela.
Cinco años después, el 19 de junio de 1990, se firmó un Convenio para la aplicación concreta del
Acuerdo de Schengen. Este Convenio abarcaba cuestiones relativas a la supresión de los controles en
las fronteras interiores, a la definición de procedimientos para la expedición de un visado uniforme y a
la creación de una base de datos única para todos los miembros, conocida como Sistema de
Información SIS-Schengen.
De esta manera, el concepto de Espacio Schengen experimentó una incesante expansión, uniéndose
Italia el 27 de noviembre de 1990, España y Portugal el 25 de junio de 1991 y Grecia el 6 de
noviembre de 1992. Otro importante progreso del Acuerdo de Schengen fue cuando, en mayo de 1999,
el Tratado de Ámsterdam incorporó el acuerdo dentro del marco jurídico de la Unión Europea, ya
que en el pasado los tratados y normas de Schengen establecidos por el acuerdo no formaban parte de
la Unión Europea Unión y funcionaban de manera autónoma.
A pesar de que se estableció el Acuerdo de Schengen, incluidos los tratados y las normas, la
aplicación real del Espacio Schengen se inició finalmente el 26 de marzo de 1995, donde siete países
miembros de Schengen (Francia, Alemania, Bélgica, Luxemburgo, Países Bajos, Portugal y España)
decidieron abolir sus controles en las fronteras interiores. Desde entonces, el Espacio Schengen respiró
una tendencia en rápido desarrollo y expansión.
Gracias al Espacio Schengen, las fronteras entre los países europeos solo existen en los mapas, ya que
más de 400 millones de ciudadanos de 26 países miembros tienen la garantía de una libre circulación
de pasaportes y controles fronterizos dentro y fuera de la zona como en un solo país, ya que cada país
comparte los derechos comunes de viaje y circulación. Aunque la mayoría de los países del Espacio
Schengen están en la Unión Europea, no se debe confundir el Espacio Schengen con la UE.
En nuestro ordenamiento jurídico, las leyes pueden emanar tanto de las Cortes Generales como del
Gobierno. La Constitución atribuye la potestad legislativa originaria (es decir, la potestad para
elaborar y aprobar leyes por iniciativa propia y originaria) al poder legislativo -las Cortes Generales-;
no obstante, el poder ejecutivo -el Gobierno- tiene también potestad normativa: ya sea de forma
delegada (“encargado” por las Cortes)-si se trata de normas con rango de ley-, ya sea con potestad
propia -si se trata de normas reglamentarias o inferiores-.
2.3.2. La potestad normativa de las Cortes Generales: clases de leyes
Podemos distinguir, en función de su origen, dos clases de Leyes: las Leyes del Estado y las Leyes de
las Comunidades Autónomas. A su vez, las Leyes del Estado pueden ser orgánicas u ordinarias.
La aprobación, modificación o derogación de las Leyes orgánicas exigirá mayoría absoluta del
Congreso, en una votación final sobre el conjunto del proyecto.
d) Y las demás previstas en la Constitución (un total de veinticinco supuestos como la organización
militar, el Defensor del Pueblo, las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, el Tribunal Constitucional, etc.)
El hecho de que se exija una mayoría cualificada para la aprobación de las Leyes orgánicas no
significa que las Leyes ordinarias se hallen jerárquicamente subordinadas a aquéllas, ya que las
relaciones entre ambos tipos de leyes se rigen por el principio de competencia y no por el de jerarquía.
Por contraposición, serán Leyes ordinarias las que no tengan el carácter de orgánica conforme a lo
señalado en el apartado anterior, es decir, las que regulan cualquier otro tipo de materias que no sean
las reservadas a ley orgánica. En este caso, su aprobación exige la mayoría simple del Congreso.
C) Leyes autonómicas:
Como ya ha sido indicado, las Comunidades Autónomas tienen potestad legislativa. Ello quiere decir
que las Comunidades Autónomas cuentan con Asambleas Legislativas y, por consiguiente, en el
marco de sus respectivas competencias, pueden aprobar Leyes para su respectivo territorio.
Como sabemos, la aprobación de las Leyes (esto es, la potestad legislativa originaria) corresponde al
Poder legislativo, bien sea del Estado (Cortes Generales), bien de las Comunidades Autónomas
(Asambleas Legislativas).
Sin embargo, hay que tener en cuenta que la Constitución prevé algunos supuestos en los que el
Gobierno (es decir, el Poder ejecutivo) puede aprobar normas jurídicas con rango de Ley. En estos
supuestos el Gobierno dicta normas con potestad legislativa delegada y no originaria. Es decir: el
Gobierno legisla “por encargo” o “por autorización” de las Cortes. Semejante función se justifica
resaltando que la tramitación parlamentaria de las Leyes en sentido estricto es tan compleja que resulta
ineludible aceptar que, bajo ciertas condiciones y circunstancias, el Poder ejecutivo pueda dictar
disposiciones normativas con rango de Ley.
Conforme a nuestra vigente Constitución, las manifestaciones de dicho fenómenos son dos, a saber:
a) El Decreto Legislativo
Las Cortes Generales pueden delegar en el Gobierno la potestad de dictar normas con rango de Ley
sobre materias que no estén reservadas a Ley Orgánica.
a) Expresa.
b) Para materia concreta.
c) Con fijación de una plazo para su ejercicio.
a) Formar un texto articulado de Ley (elaborar una nueva Ley), en cuyo caso la delegación se
efectuará mediante una Ley de Bases.
b) Formar un texto refundido de Ley (refundir varios textos legales preexistentes en uno solo), en cuyo
caso la delegación se efectuará a través de una Ley ordinaria.
En ambos casos, la disposición normativa dictada finalmente por el Gobierno, recibirá el nombre de
Real Decreto Legislativo.
b) El Decreto-Ley
En este caso, el Poder ejecutivo, no recibe expresa y previamente delegación alguna del Poder
legislativo. Es la propia Constitución la que directamente habilita al Gobierno para dictar, por razones
de urgencia, disposiciones normativas con fuerza de Ley, si bien sometiéndolas al control posterior del
Congreso de los Diputados.
Así, en casos de extraordinaria y urgente necesidad, que no puedan afrontarse oportunamente con el
procedimiento legislativo ordinario, de cierta lentitud, como ya ha sido indicado, el Gobierno puede
aprobar disposiciones legislativas provisionales que, una vez promulgadas, deben ser sometidas al
control del Congreso de los Diputados para que dicho órgano se pronuncie sobre su convalidación o
derogación antes de que transcurra el plazo de treinta días.
La Constitución enumera una serie de materias que no pueden ser reguladas por medio de Decretos-
Leyes (y que son, básicamente, las mismas materias reservadas a Ley orgánica), a saber:
B) Potestad normativa originaria para elaborar normas con rango inferior a la ley
El Gobierno y órganos inferiores dentro del poder ejecutivo pueden dictar, por propia iniciativa y en el
ámbito de su competencia, normas con rango inferior a la ley, entre las cuales el Reglamento ocupa la
posición jerárquica superior.
3. LA COSTUMBRE
La costumbre puede definirse como una conducta reiterada, generalizada y uniforme, dentro de un
ámbito social determinado bien territorialmente o por otra circunstancia que lo defina, conducta que es
observada por los miembros de dicho grupo como si de norma jurídica se tratase, considerándose por
tanto obligados por la misma.
De acuerdo con el artículo 1.3 de nuestro Código Civil, “la costumbre sólo regirá en defecto de ley
aplicable, siempre que no sea contraria a la moral o al orden público y que resulte probada”.
Por principios generales del derecho se entienden las ideas fundamentales e informadoras de la
organización jurídica de la sociedad, es decir, los que dan sentido a las normas jurídicas legales o
consuetudinarias existentes en la comunidad, los enunciados generales a los que se subordina un
conjunto de soluciones particulares. Pueden referirse simplemente al sistema jurídico de cada estado
(teoría del derecho positivo) o conectarse con el derecho natural (teoría de derecho natural) en cuyo
caso trascenderían del derecho positivo. Hoy en día una parte importante de los principios generales
del derecho en nuestro ordenamiento jurídico la constituyen los principios constitucionales, aunque
existen muchos otros al margen de la Constitución.
Conforme al art. 1-4, ”Los principios generales del derecho se aplicarán en defecto de ley o
costumbre, sin perjuicio de su carácter informador del ordenamiento jurídico”.
Los principios generales del Derecho tienen gran importancia, por su doble función:
-de un lado, tienen como función servir de criterio interpretativo de las normas jurídicas; pese a ocupar
el último puesto en la jerarquía de fuentes del CC, podemos afirmar que es una fuente que también
está presente en las otras fuentes o dentro de ellas: es indudable que las propias leyes e incluso la
costumbre se sustentan sobre determinados postulados y principios de justicia, igualdad, etc. social y
generalmente aceptados (función interpretativa)
-de otro lado, pueden erigirse en el propio puesto de “norma”, en defecto de ley y de costumbre, como
resultado de la aplicación por el juez de la llamada analogia iuris (función normativa o integradora).
5. FUENTES ACLARATORIAS
Son aquellas que nos orientan o pretenden indagar sobre el verdadero sentido y alcance de lo que el
legislador quiso con la aprobación de una norma. Entre ellas tenemos:
5.1. La jurisprudencia
Por jurisprudencia cabe entender las decisiones de jueces y magistrados cuando aplican el Derecho al
dirimir los conflictos. Es decir, cuando se solventan los conflictos, los jueces van sentando criterios,
reglas, sobre lo que creen que el legislador quiso establecer con una norma. Ahora bien, en nuestro
Ordenamiento Jurídico y a diferencia del anglosajón, por ejemplo, el juez no innova el Derecho, sólo
aplica la Ley. No obstante, saber qué dijo un Tribunal en casos parecidos orienta sobre el posible fallo
del mismo.
(Cuestión distinta son las Sentencias del Tribunal Constitucional, bien cuando interpretan la
Constitución o cuando declaran la inconstitucionalidad de una Ley, por cuanto tienen un valor mucho
más fuerte ya que pueden eliminarlas del ordenamiento jurídico).
5.2. La doctrina
Por doctrina cabe entender las aportaciones de los estudiosos del Derecho, es decir, las cuestiones que
resuelven y analizan los especialistas en las distintas ramas jurídicas, pueden dar pautas importantes a
la jurisprudencia y a la Administración, para aclarar el contenido de las normas o para justificar un
fallo o resolución.
La evolución histórica del Derecho Civil nos presenta a éste como el sector del ordenamiento jurídico
que se ocupa de la persona y sus diferentes estados, de su patrimonio y del tráfico de bienes. Tanto
para la definición del Derecho Civil como para la determinación de sus principios básicos, es esencial
la persona, en cuanto que se ha definido como “el Derecho privado general, que tiene por objeto la
regulación de la persona, los derechos que le corresponden como tal y las relaciones derivadas de su
integración en la familia y de ser sujeto de un patrimonio dentro de la comunidad”.
- el Derecho Civil estatal, compuesto tanto por el Código Civil como por las leyes especiales de
carácter civil;
- el Derecho Civil contenido en las Compilaciones Forales (actualizadas y sucesivamente
promulgadas a lo largo de la 2ª mitad del s. XX) y en las leyes de los Parlamentos de las Comunidades
Autónomas en materia civil.
Ahora bien, el Derecho Civil, por otra parte, no se agota en el Derecho Civil positivo (es decir, las
normas escritas y aprobadas por los órganos competentes), sino que forman parte de él también todas
aquellas fuentes a las que él mismo asimila a las normas: la costumbre y los principios generales del
Derecho, en materia de carácter civil o privado. Y además, son Derecho Civil, y de máximo rango, las
normas que en materia propia de Derecho Civil se contienen en la Constitución.
A) El Código Civil
El Código Civil español, aprobado en 1889, representa la norma más general del Derecho privado, es
decir, pretende regular la generalidad de los supuestos y va dirigido a la generalidad de los ciudadanos.
El movimiento codificador que se desarrolló en nuestro país en el siglo XIX se basó esencialmente en
la afirmación del individuo frente al Estado; el Código Civil trató de asegurar el libre
desenvolvimiento del individuo y de su voluntad. El Código Civil contiene una regulación jurídica
marcadamente liberal-individualista, que se manifiesta sobre todo en la regulación de la propiedad, la
herencia o la libertad contractual. Responde, como corresponde a su época, a una estructura
económica fundamentalmente agrícola o doméstica, no pudiendo encontrarse en el Código Civil
apenas aún una preocupación de carácter social.
Tal como ya hemos visto, una norma general es la que contiene una regla general, dirigida a todos los
sujetos o a todos los supuestos previstos en la misma y que se inspira en determinados principios
generales del Derecho. Así, el Código Civil constituye la “norma más general” del Derecho Civil en
todas las instituciones que regula, pero no representa todo el Derecho civil español, ya que junto a él
coexisten una gran cantidad de leyes especiales.
Cuando se abordó el proceso de codificación del Derecho Civil, existían ciertas materias e
instituciones especialmente necesitadas de urgente regulación, que, por imperativos económicos, no
podían esperar a que concluyera el largo proceso codificador. Se promulgaron así, en los años
anteriores al Código, las leyes de aguas, o de minas, o la ley hipotecaria entre otras, catalogadas como
“especiales” en cuanto se hallan separadas del Código Civil
Son muchas las materias civiles contempladas en esas "otras leyes", tales como los arrendamientos
urbanos y rústicos, las reguladas en la Ley Hipotecaria y en su Reglamento, en la Ley de Propiedad
Intelectual, en la Ley del Registro Civil y en su Reglamento, y bastantes otras. En estas materias, el
Código será de aplicación supletoria (art.4.3 CC). Se trata de materias civiles que, bien por su
extensión, o bien por razones de oportunidad, se decide dejar fuera del Código. Y es que en la
actualidad, y con la catarata legislativa que se produce en todas las áreas, incluida la civil (es un signo
de los tiempos la superabundancia legislativa), sería complicado, por razones de estructura y también
de extensión, introducir todas las reformas y novedades dentro del Código.
Posteriormente a la promulgación del CC, y sucesivamente a lo largo de los años, se han promulgado
diversas leyes para regular una serie de materias, obedeciendo a diferentes motivaciones. Con muchas
de estas normas se busca adecuar el derecho civil a la realidad, pues el derecho es un producto
histórico, vivo, que se adapta a los tiempos y que necesariamente ha de reformarse y crecer para
contemplar nuevas necesidades. Así, en unos casos, han sido necesarias para disciplinar nuevos
problemas, inexistentes al tiempo de la codificación (pensemos, por ejemplo, en la legislación
protectora de los consumidores); en otros casos, por la necesidad de una más detallada regulación, al
haber alcanzado un mayor desarrollo social práctico (como las personas jurídicas: asociaciones,
fundaciones, cooperativas); en otros casos, para apartarse de la concepción del legislador de la época
de la codificación (como la propiedad horizontal o los arrendamientos).
Todo ello es Derecho Civil. Y, en este conglomerado, el Código Civil ocupa una función supletoria
respecto de todas esas normas que, con ciertas reservas, podemos catalogar como especiales. Es decir,
las disposiciones del Código se aplican en todo aquello que no esté previsto por las leyes especiales
reguladoras de la institución de que se trate (principio de especialidad). La relación Derecho o norma
general/Derecho o norma especial siempre opera de modo que, cuando sobre una determinada materia
existe una norma especial, ésta es de aplicación preferente. Pero si alguna concreta cuestión sobre esa
materia no ha sido prevista por la norma especial, entonces entra en aplicación la norma general de
forma supletoria.
Por otra parte, tanto el Código Civil como las leyes que hemos mencionado tienen carácter de Derecho
general, y, por tanto, supletorio, frente a los Derechos forales o propios de algunas Comunidades
Autónomas.
Todo ello sin olvidar que el propio Derecho Civil -incluyendo en el concepto todas esas normas
especiales reguladoras de instituciones netamente civiles-, desempeña una función supletoria o
general, con respecto a todas esas ramas jurídicas que constituyen el Derecho privado especializado:
Derecho Mercantil, Derecho Laboral,... e incluso se proyectan en normas de naturaleza pública, que
con frecuencia utilizan conceptos elaborados y definidos por el Derecho privado.
C) El Derecho Foral
Los Derechos Forales son los distintos ordenamientos jurídicos privados que se aplican en algunas
zonas de España, en coexistencia con el Código Civil. Son ordenamientos cuyo objeto y contenido
están constituidos fundamentalmente por instituciones familiares y sucesorias. Existen Compilaciones
vigentes en nuestro país en el País Vasco, Cataluña, Aragón, Navarra, Galicia y Baleares y su
aplicación viene determinada por el criterio de la vecindad civil.
Por su parte, el Código Civil, en su art. 13, regula el ámbito de aplicación de los distintos regímenes
jurídicos civiles coexistentes en el territorio nacional, estableciendo que:
1º) Son de aplicación general y directa en toda España determinados artículos del Código Civil: las
disposiciones del Título Preliminar y las del Título IV del Libro I -excepto en lo relativo al régimen
económico matrimonial-
2º) En lo demás, el art. 13 establece que, “con pleno respeto a los derechos especiales o forales de las
provincias o territorios en que estén vigentes, regirá el Código Civil como Derecho supletorio, en
defecto del que lo sea en cada uno de aquéllas, según sus normas especiales”. Esto es, respecto a los
Derechos forales, el Código Civil constituye Derecho supletorio de segundo grado: será aplicable en
defecto del que el propio Derecho foral haya previsto como supletorio.
En principio, podemos definir el Derecho Turístico como el conjunto de normas que son de aplicación
para la regulación de las actividades y los servicios turísticos y los sujetos que intervienen en la
misma. Sin embargo, conviene destacar que el Derecho Turístico no es una rama del ordenamiento
jurídico propia y autónoma, sino que debe entenderse como la regulación jurídica de las distintas
actividades económicas privadas que surgen de los servicios turísticos utilizados por los usuarios
particulares o grupales y sobre cuya actividad conjunta tiene potestad normativa la Administración
Pública en sus distintos estamentos (estatal, autonómico, provincial, municipal…)
El propio contenido multisectorial del Derecho Turístico explica, por otra parte, su carácter dual, ya
que está formado por normas de Derecho Público y normas de Derecho Privado. Las directrices, la
ordenación administrativa de las empresas turísticas y la acción administrativa del fomento turístico,
así como su régimen disciplinario se rigen por legislación que corresponde al Derecho Público,
mientras que la regulación del estatuto jurídico de los sujetos particulares que participan en el
comercio turístico -empresarios y usuarios- y las relaciones jurídico-privadas establecidas entre ellos a
través de los contratos turísticos se regulan por normas de Derecho Privado.
V. EL TURISMO SOSTENIBLE
En una primera aproximación general, podemos definir el turismo sostenible como el turismo que
tiene plenamente en cuenta las repercusiones actuales y futuras, económicas, sociales y
medioambientales para satisfacer las necesidades de los visitantes, de la industria, del entorno y de
las comunidades anfitrionas.
Su origen se remonta a partir de 1983 cuando la ONU constituyó la Comisión Mundial sobre el Medio
Ambiente y el Desarrollo. Durante los años siguientes se organizaron distintas actividades por todo el
mundo hasta la celebración de la Cumbre de la Tierra en Brasil en 1992, que originó la Declaración de
Río sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo y la Agenda 21. En esta cumbre se hablaron de
tendencias como la sostenibilidad o el desarrollo ecológico, pactando medidas para minimizar el
impacto del turismo. Tres años más tarde se celebró en Lanzarote la primera reunión dedicada
exclusivamente al turismo sostenible: la Conferencia Mundial de Turismo Sostenible donde se
propuso la «Carta del turismo sostenible», un plan de acción para afrontar la situación.
La Federación de Parques Nacionales y Naturales se refiere a “todas las formas de desarrollo turístico,
gestión y actividad que mantienen la integridad ambiental, social y económica, así como el bienestar
de los recursos naturales y culturales a perpetuidad”.
La Organización Mundial del Turismo (OMT) define el turismo sostenible como “aquel que atiende a
las necesidades de los turistas actuales y de las regiones receptoras y al mismo tiempo protege y
fomenta las oportunidades para el futuro. Se concibe como una vía hacia la gestión de todos los
recursos de forma que puedan satisfacerse las necesidades económicas, sociales y estéticas, respetando
al mismo tiempo la integridad cultural, los procesos ecológicos esenciales, la diversidad biológica y
los sistemas que sostienen la vida”.
2.1. Criterios
En la mayor parte de las definiciones que nos encontremos sobre turismo sostenible se hace referencia
a cuatro aspectos clave de la sostenibilidad:
1. Sostenibilidad ecológica: El desarrollo del turismo no puede causar cambios irreversibles en
los ecosistemas de los puntos de destino. Además, debe contribuir a conservar los recursos naturales y
la diversidad biológica.
2. Sostenibilidad social: La comunidad local debe tener la capacidad de absorber el turismo sin
que intervenga en el normal desarrollo de sus vidas, sus activos culturales y arquitectónicos.
3. Sostenibilidad cultural: El auge del turismo en la zona debe respetar las características
culturales distintivas de la comunidad que habita en la localidad. Este turismo promueve y valora las
manifestaciones culturales locales, regionales y nacionales.
4. Sostenibilidad económica: La inversión que se realiza para facilitar el desarrollo del turismo
sea viable a el nivel asegure ganancia económica que requiere el sector. Además de que se produzca
una redistribución de la riqueza entre todos los agentes locales contribuyendo así, a la reducción de la
pobreza.
2.2. Objetivos
Las directrices para el desarrollo sostenible del turismo y las prácticas de gestión sostenible se aplican
a todas las formas de turismo en todos los tipos de destinos, incluidos el turismo de masas y los
diversos segmentos turísticos. Por lo tanto, el turismo sostenible se concibe como un modelo de
desarrollo económico diseñado con los siguientes objetivos:
1. Mejorar la calidad de vida de la población local, de las personas que trabajan y viven en el
destino turístico
2. Proveer mayor calidad de la experiencia para el visitante
3. Mantener la calidad del medioambiente del que dependen tanto la población local como los
visitantes
4. La consecución de mayores niveles de rentabilidad económica de la actividad turística para los
residentes locales
5. Asegurar la obtención de beneficios por parte de los empresarios turísticos
Se han definido, además, una serie de máximas, a nivel internacional, que la actividad turística debe
cumplir si quiere alcanzar el objetivo de la sostenibilidad, que son:
1. Moderación del uso de los recursos
2. Reducción en el exceso del consumo y de los residuos
3. Mantenimiento de la diversidad biológica
4. Planificación cuidada del turismo
5. Apoyo de la economía local
6. Que involucre a la población local
7. Formación específica del personal
8. Marketing responsable
9. Estímulo de la investigación
En base a estas premisas, la OMT establece diez áreas prioritarias por las que considera se debe
empezar a luchar por la sostenibilidad en el sector turístico:
1. Reducción, reutilización y reciclado de residuos
2. Eficiencia energética, conservación y gestión
3. Gestión adecuada de los recursos de agua potable
4. Gestión adecuada de las aguas residuales
5. Gestión adecuada de las sustancias peligrosas
6. Transporte más sostenible
7. Gestión y planificación adecuada del turismo
8. Involucrar al personal, clientes y comunidades locales en los temas ambientales
9. Realización de diseños para la sostenibilidad
10. Establecimiento de acuerdos de colaboración para la consecución del desarrollo sostenible
España es líder mundial en el sector turístico, y constituye uno de los principales pilares de nuestra
economía, fuente de ingresos (aporta el 11,7% del PIB) y de generación de empleo, emplea al 12,2%
del total de afiliados en España.
Se lleva 40 años impulsando el crecimiento de este sector. A lo largo de estas décadas las estrategias
han ido evolucionando, del turismo de “sol y playa” a unas estrategias más centradas en la calidad. Sin
embargo, el sector afronta ahora nuevos retos, profundos cambios sociales y en los sectores
productivos, que requieren una nueva visión y la adopción de nuevas fórmulas que permitan a este
sector mantener e incrementar sus resultados.
La Estrategia propone un modelo de crecimiento turístico para los próximos años basado en los
siguientes principios:
• Crecimiento socio económico, para lo que se deberá trabajar en favor de la competitividad y
rentabilidad del sector, apostando por la calidad y acelerando el proceso de transformación digital.
• Preservación de los valores naturales y culturales, partiendo de la base que la conservación de
nuestro extenso patrimonio cultural y natural es un objetivo prioritario.
• Beneficio social, para conseguir un reparto de los beneficios del sector, y afrontar retos como
la despoblación del medio rural en España.
• Participación y gobernanza, vertebrando mecanismos de gobernanza participativa entre el
Estado y las Administraciones competentes a todos los niveles.
• Adaptación permanente, dado que no se trata sólo de buscar la calidad y la mejora, sino
también de posibilitar que el sector tenga capacidad de respuesta frente al nuevo entorno de cambios
constantes.
• Liderazgo, que persigue consolidar el papel de España como líder mundial en el sector.
C) Ejes estratégicos
Fijado el objetivo perseguido y los fundamentos del Plan se definen los cinco ejes estratégicos de la
nueva Agenda del Gobierno para el sector turístico.
1. Gobernanza colaborativa.
2. Crecimiento sostenible.
3. Transformación competitiva.
4. Espacio turístico, empresas y personas.
5. Producto, marketing e inteligencia turística.
El turismo sostenible incorpora una nueva ética al turismo y al modo de actuar del turista. Los
beneficios del turismo sostenible son:
1. Facilita la comprensión de los impactos que genera el turismo en el medio natural, cultural y
humano
2. Asegura un adecuado equilibrio entre beneficios y costos
3. Genera empleo local de manera directa en el sector servicios
4. Estimula la rentabilidad de las industrias domésticas locales
5. Genera entrada de divisas en el país e inversiones en la economía local
6. Diversifica la economía local, particularmente en áreas rurales donde el empleo agrario puede
ser esporádico e insuficiente
7. Procura el entendimiento y la toma de decisiones entre todos los colectivos sociales para su
coexistencia con otros recursos
8. Incorpora una planificación que asegura un desarrollo turístico adecuado a la capacidad de
carga del ecosistema
9. Estimula la mejora de los transportes locales, las comunicaciones y las infraestructuras básicas
10. Oferta actividades que pueden ser disfrutadas tanto por la comunidad local como por los
turistas
11. Ayuda a la preservación del patrimonio histórico y cultural
12. Anima, por una parte, a la recuperación de usos agrarios en tierras marginales y, por otra,
favorece el mantenimiento de la vegetación natural en grandes áreas
13. Mejora la autoestima de la población local y la revalorización de su entorno y sus
características culturales
14. Ofrece oportunidad para una mayor comunicación y entendimiento entre personas de distintas
procedencias
15. Demuestra la importancia de los recursos naturales y culturales para el bienestar económico y
social de la comunidad local, y cómo ésta puede ayudar a preservarlos
16. Controla y valora los impactos provocados por el turismo, desarrolla métodos fiables de
responsabilidad ambiental y contrarresta los efectos negativos
TURISMO INCLUSIVO
Se entiende por turismo inclusivo aquel que busca adecuar los entornos, productos y servicios
turísticos de manera que permitan el acceso, uso y disfrute a todas las personas, en igualdad de
oportunidades, de una forma segura, cómoda, autónoma y normalizada.
El turismo inclusivo aboga por la igualdad de oportunidad de todas las personas para realizar todas las
acciones que compone una actividad turística. De esta manera, beneficia tanto a las personas
dependientes como a todas las empresas que se engloban dentro del sector turístico. Los objetivos del
turismo inclusivo, por tanto, son:
• Facilitar el turismo a las personas dependientes y de movilidad reducida y adaptarlo a sus
condiciones.
• Buscar la rentabilidad económica del sector turístico.
• Que todas las personas puedan realizar actividades turísticas de forma autónoma.
• Incentivar la seguridad y la comodidad de los viajeros.