Vicios de Voluntad

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DEDICATORIA

Quiero dedicar este trabajo a Dios que me ha dado la vida y


fortaleza para terminar esta monografía y a mi padre por estar ahí
cuando más lo necesité; en especial a mi madre por su ayuda y
constante cooperación.

1
INTRODUCCIÓN
El presupuesto del negocio jurídico es la declaración de voluntad del agente, en
conformidad con la norma legal, y la búsqueda de la producción de efectos
jurídicos. Elemento específico es, entonces, la declaración de voluntad. Si falta
esta, el negocio no se constituye. Al revés, si existe, origina el negocio jurídico.
Pero el derecho no toma en cuenta una declaración de voluntad cualquiera.
Cuida de su realidad, de su consonancia con el verdadero e íntimo querer del
agente y de su sometimiento al ordenamiento jurídico. En la verificación del
negocio jurídico, se debe primero conocer si existe declaración de voluntad y
después indagar si ella fue correcta o no. (Da Silva Pereira, 2011, p. 429)

Por regla general la declaración coincide con la voluntad, es decir, la reproduce


exactamente. Por ello, probada la declaración no es necesario probar también
su conformidad con la voluntad, sino que es en todo caso la disconformidad,
como supuesto anormal, lo que debe probarse. (Barassi, 1955, p. 196)

La voluntad generadora del acto jurídico, que es la voluntad jurídica que definió
Aguiar, es la voluntad sana y manifestada que genera, modifica, transforma y
extingue derechos y que es el resultado de la conjugación de los elementos
que dan lugar a la formación de la voluntad interna (como son el
discernimiento, la intención y libertad) y de su elemento externo, que viene a
ser la manifestación en cualquiera de sus modalidades. Cuando esta
conjunción de elementos se rompe por la presencia de factores perturbadores
o distorsionadores surge una voluntad viciada, porque no existe ya la necesaria
correlación entre lo que quiere el sujeto y la voluntad que exterioriza. Se
presentan, así, los llamados vicios de la voluntad clasificados tradicionalmente
como error, dolo, violencia e intimidación. (Vidal Ramírez, 2011, p. 151)

2
VICIOS DE VOLUNTAD

En Derecho, se denominan vicios de la voluntad, vicios del


consentimiento o vicios de los actos voluntarios a ciertos defectos congénitos
de ellos, susceptibles de provocar la invalidez de los actos que los padecen.
Un acto jurídico se reputa voluntario cuando es ejecutado con discernimiento,
intención y libertad.2 Si falla cualquiera de estas características estamos frente
a un acto jurídico que no producirá sus efectos propios.
Teniendo en cuenta estas características:

 Obstan el discernimiento: la inmadurez y la insania.

 Obstan la intención: el error o ignorancia y el dolo.

 Obstan la libertad: la violencia, la simulación y el fraude, aunque


algunos estudiosos del derecho incluyen a la lesión.
Contendrán vicios del consentimiento aquellos actos jurídicos que no hayan
sido realizados con intención y libertad, mientras que los realizados sin
discernimiento serán actos jurídicos inexistentes.

GENERALIDADES
Dentro de los supuestos de discrepancia entre voluntad y declaración, cabe
destacar:

Las declaraciones de voluntad faltas de seriedad o "jocandi causa". Se trata de


los casos en que el declarante emite voluntariamente su declaración, pero sin
una seria voluntad de obligarse, dando por supuesto que ello será advertido por
el destinatario. En tales supuestos, la declaración de voluntad está privada de
cualquier efecto y no le obligará, si bien, en los supuestos en que la contraparte
ha podido confiar lícitamente en su existencia, cabe anudar a la misma la
obligación de indemnizar los daños que le ha irrogado la fundada creencia en
que iba a contratar.

Por otro lado, la reserva mental supone que el declarante emite una
declaración de voluntad que en su interior no quiere o con unos efectos
restringidos a los que le son propios. En base a los principios de protección de
la confianza, seguridad del tráfico y de la buena fe, el declarante -salvo que la
contraparte conozca la reserva- queda vinculado por su voluntad exteriorizada
frente a terceros y por tanto, la reserva mental, no tiene relevancia alguna. La
cuestión, que es clara en sede de negocios patrimoniales, es discutida en
relación con el matrimonio, defendiéndose que la reserva mental en uno de los
contrayentes acarrea su nulidad por ausencia de prestación recíproca del
consentimiento matrimonial.

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En la simulación, por su parte, la voluntad real o subyacente puede consistir
tanto en no celebrar negocio alguno, como en celebrar un negocio distinto al
aparentemente realizado. Conforme a ello se distinguen dos supuestos de
simulación: absoluta y relativa. Se habla de simulación absoluta para señalar
que la apariencia de un negocio es sencillamente una ficción, y no responde a
ningún designio negocial verdadero de las partes en los negocios bilaterales.
Por el contrario, se califican como simulación relativa, aquellos supuestos en
que la ficción negocial trata de encubrir otro negocio verdaderamente celebrado
y que, por distintas razones, se pretende mantener oculto. En este caso es
necesario distinguir entre el negocio aparente o ficticio (negocio simulado) y el
negocio jurídico verdaderamente celebrado, al que se designa con el nombre
de negocio disimulado. Cabe mantener que frente a terceros debe considerarse
válido el negocio simulado (propio de la simulación absoluta) y el disimulado en
el caso de la simulación relativa. Entre las partes, en el caso de simulación
absoluta, el negocio simulado debe considerarse inexistente. En el supuesto de
simulación relativa sería nulo el negocio simulado y válido el disimulado u
oculto.

El ERROR
Parece conveniente empezar diciendo qué es error. Empero tampoco hay en
esto unanimidad o consenso entre los tratadistas, pues si bien pueden coincidir
en que es la falsa representación mental de un objeto de conocimiento por
ignorancia o por falta de conocimiento pleno sobre un objeto (en cuanto toda
realidad externa del sujeto), o por falta o defecto de raciocinio respecto de tal
objeto, difieren sobre la relevancia jurídica de tal estado mental que perturba la
correcta aprehensión o descripción de la realidad. (Lohmann Luca de Tena,
1994, p. 448)

Doctrina nacional entiende por error a aquel factor perturbador inconsciente


que distorsiona el proceso formativo de la voluntad jurídica, ya en el aspecto
relativo a la voluntad interna, en cuyo caso se configura el denominado error-
vicio, o ya en lo que se refiere a la exteriorización de la voluntad interna, en
cuyo caso se configura el denominado error en la declaración, que el Código
Civil legisla claramente diferenciados en el articulado, pero bajo el título común
de Vicios de la voluntad. (Vidal Ramírez, 2011, p. 155)

Haciendo un poco de derecho comparado, el error es un vicio del


consentimiento reconocido por el Código Civil Belga (artículos 1109 y 1110).
Este consiste en una representación falsa o inexacta de la realidad. Ello implica
un defecto de concordancia entre la voluntad real y la voluntad declarada. Este

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error, vicio de la voluntad, debe distinguirse del error obstativo (obstáculo a la
concordancia de las voluntades). (Goux, 1999, p. 15)

2.1. Error vicio y error en la declaración (obstativo)

La categoría del error comprende dos tipos de errores. El error vicio y el error
obstativo. El error vicio es una condición de ignorancia o de falsa
representación de la realidad en la cual incurre espontáneamente una parte,
que se representa mentalmente el contrato de manera diversa de cómo es en
la realidad. Mientras que el error obstativo es un error en la declaración, o
cuando la declaración ha sido inexactamente transmitida. Este error ocasiona
una divergencia entre la manifestación del acuerdo y la voluntad real de la
parte, debido a una externalización o transmisión del acuerdo mismo. El CC
equipara el tratamiento jurídico del error obstativo con el error vicio (artículo
208). (Morales Hervias, 2011, p. 235)

En el caso del error vicio, la declaración es querida, aunque sea en base a una
voluntad distinta a la hipotética, mientras en el caso del error obstativo esta es
del todo divergente de la voluntad. El legislador ha conminado a la misma
sanción, que es la anulabilidad del negocio. En palabras más simples: en el
error obstativo “se declara mal lo bien querido; en el error vicio, en cambio; se
declara bien lo mal querido”. (Espinoza Espinoza, 2008, p. 391)

Por tanto, el error vicio es aquel en el que se ha emitido una declaración pero
algo ha ocurrido durante su proceso formativo, o sea se presentaron
determinadas circunstancias que hicieron al agente declarar en cierto sentido
pero que de no presentarse el agente hubiera declarado en sentido diverso (o
no declarado). En el error obstativo, en cambio, no ha existido problema alguno
en el proceso formativo de la voluntad sin embargo la declaración es emitida
inconscientemente de forma errónea resultando divergente de la voluntad
interna.

2.2. Requisitos del error: su esencialidad y su reconocibilidad

Según el derecho quebequense este tipo de error es algo abstracto. Es


necesario en primer lugar determinar el alcance del término elemento esencial.
Los comentarios del ministro de Justicia dejan saber que se trataría de un error
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sobre una consideración principal como aquel conocido bajo el régimen del
Código Civil de Bajo Canadá. También los comentarios del ministro indican que
se trataría de un error en la sustancia, en las cualidades sustanciales del objeto
o sobre la consideración principal. Ese fue el caso particular de los
compradores que adquirieron un terreno con el objetivo principal de construir
una casa a pesar de que el terreno no se encontraba listo. (Cohen, 2007, p. 5)

Siguiendo a una doctrina peruana, los tipos de errores esenciales son:

1. Error en la propia esencia o cualidad del objeto del acto (error in


negotio)
2. Error en las cualidades personales de la otra parte (error in qualitate
personae)
3. Error de derecho (error iuris) (Espinoza Espinoza, 2008, pp. 396-397)
En suma, el error es esencial cuando es determinante en la formación de la
voluntad interna e induce al sujeto a la celebración del acto jurídico mediante
una manifestación de voluntad que no va a ser correlativa a los efectos
queridos, o en otras palabras, el error es esencial cuando de no haber mediado
el sujeto no hubiera celebrado el acto jurídico. Esencial es, por consiguiente,
como precisa Pietrobon, todo error que impide el exacto conocimiento del
negocio nacido al mundo jurídico. (Vidal Ramírez, 2011, p. 158)

El error será conocible cuando el destinatario de la declaración “por las


circunstancias en que el error se produce, esté en grado (deber) de advertirlo
con una atención formal (siendo indiferente, sin embargo, que efectivamente lo
haya advertido o no)”. Por ello se sostiene que “la relevancia de la
reconocibilidad del error importa para cada contrayente la carga de verificar el
error puesto de manifiesto por la otra parte y la obligación, según la buena fe,
de dar comunicación de ello”. El requisito de la reconocibilidad “radica en la
confianza”. (Espinoza Espinoza, 2008, p. 399)

Por eso, aunque el error tiene su origen en una de las partes, se tutela a la otra
porque requiere una protección ante la falta en la voluntad o en la declaración
que recibe y sobre la cual debe normar su conducta. Se parte del supuesto que
un instrumento de autonomía privada como es el negocio descansa en
voluntades libres y sanamente fundadas y declaradas. De eso se deriva la
inconveniencia de enfocar la tutela jurídica solamente en favor de uno solo de

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los polos de la relación. Aunque el error provenga de una de las partes, afecta
en un amplio sentido a todo el entramado negocial y, por ende, a la otra parte.
(Lohmann Luca de Tena, 1994, p. 473)

Por tanto, cuando hablamos de error esencial nos referimos a aquel que de no
presentarse no hubiera provocado que el agente manifestara su voluntad en
cierto sentido. Además, siguiendo a Juan Espinoza la esencialidad contaría con
la siguiente clasificación.

1. Error en la propia esencia o cualidad del objeto del acto (error in


negotio)
2. Error en las cualidades personales de la otra parte (error in qualitate
personae)
3. Error de derecho (error iuris)
Por tanto, el error será conocible cuando el destinatario de la declaración esté
en la aptitud de advertirlo o sea de percatarse de él.

EL DOLO

El dolo consiste en prácticas o maniobras maliciosas llevadas a cabo por una


de las partes con el fin de conseguir de la otra una declaración de voluntad que
le traiga provecho, o a un tercero. Se trata del dolus malus caracterizado por la
perversidad del propósito. La malicia humana encuentra medios variadísimos
de actuar con tal de lograr sus objetivos. Puede alguien proceder de manera
activa falseando la verdad, y se dice que procede por acción u omisión. Pero es
igualmente doloso en los negocios bilaterales, el silencio respecto de un hecho
o cualidad que la otra parte haya ignorado, cuando por razón de las
circunstancias, dicho silencio conduzca a otro a una declaración en provecho
de quien calló, sub conditione, sin embargo, debe probarse que sin ella el
contrato no se habría celebrado. (Da Silva Pereira, 2011, pp. 439-440)

En el derecho belga, el dolo es causal de nulidad, de la convención cuando las


maniobras practicadas por una de las partes hayan sido tales que resulte
evidente que sin esas maniobras la otra parte no hubiera contratado (artículo
1116). Este vicio del consentimiento requiere entonces de la utilización de
medios malévolos, en cabeza de una de las partes contratantes; se necesita
también que estos medios hayan sido determinantes del consentimiento de la

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otra parte del contrato. Conviene igualmente preguntarse si la ausencia de la
culpa de la víctima hizo parte de las condiciones necesarias para obtener la
anulación del contrato. (Goux, 1999, p. 31)

Para una doctrina francesa, en la etapa de formación del contrato, el dolo


significa el comportamiento deshonesto de una de las partes que haya tenido
por objeto provocar un error determinante del consentimiento de la otra. De
esta definición, pareciera que el dolo supone un error. Pero el error, aquí, no es
espontaneo: él es provocado´, o sea inducido por el comportamiento del autor
del dolo. (Fages, 2013, p. 97)

Por tanto, el dolo está compuesto por aquellas malas prácticas realizadas por
una de las partes del negocio para convencer a la otra parte de celebrar el
negocio jurídico en un cierto sentido que beneficiará a la parte que actuó de
mala fe o a un tercero. El silencio podría también, en ciertos casos, derivar en
dolo. Se diferencia del error porque es provocado y no espontáneo.

3.1. Reticencia (dolo omisivo)

El dolo por omisión, omisión dolosa o dolo negativo, viene a ser la reticencia de
quien actuando de mala fe se guarda para inducir al sujeto a error, o no sacarlo
del error si ya incurrió en él, pues quien actúa con dolo no dice sino en parte lo
que debe decir, o no se da a entender con claridad, o con malicia oculta o calla
algo. (Vidal Ramírez, 2011, p. 204)

De acuerdo con una doctrina italiana, el dolo omisivo se concreta en un


comportamiento de intencional abstención del sujeto: o sea en permanecer en
“silencio” (porque no tiene interés en hablar, o porque tiene intención de no
hablar) o callar sobre algo esencial que pertenece al futuro contrato y que, de
ser comunicado, podría disuadir a la contraparte de contraer el contrato, o
inducirla a pretender una más cuantiosa contraprestación; tal figura es
llamada reticencia. (Messineo, 1972, p. 361)

Desde la perspectiva del análisis económico del derecho, un sector de la


doctrina nacional nos plantea como supuestos de dolo omisivo, los siguientes
casos que se presentaron en la experiencia jurisprudencial norteamericana.

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a) Paul Curtis le compró un terreno de diez acres en Lake Country, Orlando, a
Robert Chapman en 1966, por el precio de US $ 47,500.00, el cual era una vez
y media el valor del terreno. Ambos eran corredores de inmuebles. Sin
embargo, Curtis sabía un dato que desconocía Chapman: Walt Disney iba a
construir Disneyworld en esa zona y, evidentemente, el valor del inmueble
ascendió a un precio exorbitante (L & N Grove v. Chapman 291 So. 2d. 217,
Corte Distrital de Apelaciones de Florida, 1974)

b) Fred Obne y su esposa compraron a Robert Schlemeyer y su cónyuge un


departamento. Los vendedores omitieron decirles que este estaba infestado de
termitas (Obne v. Schlemeyer 56 Wash. 2d. 449, 353, p. 2d. 672, Corte
Suprema de Washington, 1960). (Espinoza Espinoza, 2008, pp. 421-4222)

La reticencia es aquel ocultamiento de mala fe de información esencial que


luego de celebrado el contrato origina una pérdida o menor provecho
económico en cabeza de la parte que, ignorando tal información, celebró el
contrato.

LA VIOLENCIA

Doctrina brasileña expresa que en vez de usar maniobras o maquinaciones


(dolo), puede alguien proceder con violencia, forzando la declaración de
voluntad. Por eso se dice que de dos maneras puede el agente ser compelido a
celebrar un negocio jurídico: o por la violencia física, que excluye
completamente la voluntad, llamada vis absoluta, que implica ausencia total del
consentimiento; o por la violencia moral (intimidación), vis compulsiva, que
actúa sobre el ánimo del agente, llevándolo a emitir una declaración viciada.
(Da Silva Pereira, 2011, p. 443)

En el mismo sentido, doctrina francesa señala que puede haber dos tipos de
violencia. En primer lugar, puede ser física (golpes, secuestros, etc.), la cual es
relativamente rara pero que podría ocurrir en los conflictos sociales, por
ejemplo. En segundo lugar, puede ser igualmente moral (amenazas, chantajes,
presiones psicológicas diversas), por ejemplo, de personas que tengan una
cierta influencia o medios de presión. (Fabre-Magnan, 2012, pp. 355-356)

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A diferencia del modelo jurídico nacional, tanto el Código Civil italiano como la
doctrina que lo desarrolla entienden a la intimidación dentro de la violencia. Así
se afirma que “en el lenguaje jurídico se da el término violencia un significado
bastante lato, en cuanto se comprende también la simple amenaza”. (Espinoza
Espinoza, 2008, pp. 438-439)

Según una doctrina nacional, la violencia física es simplemente violencia.


Supone, pues, que mediante el uso de la fuerza se doblegue al sujeto y se
anule su voluntad, como sería el caso de tomar la mano de una persona por la
fuerza y hacerla escribir su nombre y firmar, o estampar sus huellas digitales,
que, por demás, es la única hipótesis posible de obtener una declaración
mediante la vis absoluta. En este caso, hay una fuerza irresistible, apabullante,
que conduce la mano, lo que no debe confundirse con los maltratos físicos que
se puede infligir a una persona para que suscriba un documento, o coloque sus
huellas digitales, pues ello constituye intimidación y no violencia física,
jurídicamente hablando. (Vidal Ramírez, 2011, pp. 216-217)

La mano conducida por la violencia no es un acto volitivo, pues el sujeto puede


resistirse pero la fuerza que se ejerce sobre él puede más. Por eso, en la
declaración mediante violencia no hay voluntad, el sujeto no tiene posibilidad
alguna de decidir: la “fuerza irresistible” lo conduce. (Ibídem, p. 217)

En tal sentido, podría ocurrir que, antes o coetáneamente al momento en que la


víctima declare su voluntad, esta haya sufrido actos de violencia dirigidos por
su contraparte o un tercero, pero, más allá del contacto físico que implica la
realización de estos actos violentos, la declaración que conduce a celebrar el
contrato se haya producido telefónicamente. Es obvio que en muchos casos el
delincuente que emplea violencia para hacer celebrar a su víctima un acto
jurídico no será quien actúe por si mismo, sino que en la mayoría de veces se
valdrá de terceros para conseguir tales fines. (Castillo Freyre y Horna, 2003, p.
18)

De este modo, es probable que se obligue a la víctima, inmediatamente


después de haber sufrido daños corporales o al estar sufriéndolos, a llamar por
teléfono al autor intelectual de dichos actos para manifestar su voluntad de
contratar o celebrar aquel negocio perjudicial a sus intereses que beneficiará al
mencionado delincuente. (Ibídem, pp. 18-19)

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Para Lizardo Taboada, en estos casos, no estamos frente a un supuesto de
vicio de la voluntad, sino ante un supuesto de ausencia de voluntad, por cuanto
en los casos de violencia física el sujeto no tiene la voluntad de celebrar ningún
acto jurídico, sino que se ha obligado a ello por una fuerza física irresistible.
(Taboada Córdova, 2012, p. 344)

Por tanto, concebimos a la violencia como aquella fuerza irresistible que


elimina la voluntad del sujeto derecho obligándolo a celebrar un negocio
jurídico. La fuerza irresistible puede provenir de una de las partes del negocio o
un tercero. Asimismo, para algunos doctrinarios al eliminarse la voluntad ya no
se estaría en presencia de un vicio sino de un acto nulo.

LA INTIMIDACION
La intimidación consiste en infundir temor en un sujeto para obtener por ese
medio una manifestación de voluntad forzada, en cuanto es consecuencia de
haber cedido ante la amenaza que le infunde el temor y, por eso, constituye un
genuino vicio de la voluntad. Al contrario de lo que ocurre con la violencia
física, que desplaza la voluntad por lo que el acto “no es” del sujeto, la violencia
moral o intimidación infunde un temor sobre el sujeto quien, cediendo a ese
temor, se aviene declarar una voluntad que no responde a una decisión libre y
espontánea. (Vidal Ramírez, 2011, pp. 221)

La intimidación es una conducta antijurídica -acto ilícito-, que consiste en influir


sobre el fuero interno del agente causándole miedo o temor, amenazándolo
con un mal futuro que debe ser inminente y grave. De esta manera,
presionando la voluntad o el ánimo del agente, es decir, el aspecto psíquico del
mismo, se logra que declare algo de una manera distinta a la querida, o al
declarar que quiere, cuando nunca ha querido así ni de otra manera. (Lohmann
Luca de Tena, 1994, p. 506)

Esta amenaza debe ser creíble, o sea debe ser idónea para impresionar al
contratante amenazado. Para ello se debe valorar si la amenaza impresiona a
una persona sensata, pero al mismo tiempo induce a construir el modelo de
una persona medianamente sensata teniendo en cuenta una serie de variables

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que se asemejen al modelo de la situación de la situación en que
concretamente se halla la misma víctima. (Morales Hervias, 2011, p. 237)

En materia de contratación telefónica, puede ocurrir que la intimidación se haya


producido dentro de la misma conversación (vale decir, que ese temor respecto
del mal inminente y grave que le pueda ocurrir al agente se haya infundido en
la propia conversación telefónica que dio origen al contrato), de modo tal que
todas estas situaciones se produzcan utilizando el medio de comunicación al
cual nos estamos refiriendo. Ello resultaría plenamente factible, en la medida
que para intimidar no resulta necesario que quien intimida se encuentre frente a
frente con su víctima. Bastaría, pues, utilizar la línea telefónica para infundir el
mencionado temor. Es más: nos atrevemos a decir que, cuando de intimidación
se trata, resulta más usual que dicha situación ilícita se produzca por teléfono,
debido a que permite en muchos casos reservar el anonimato de la persona
que intimida. (Castillo Freyre y Horna, 2003, p. 16)

Por tanto, entendemos por intimidación a aquella amenaza ilícita dirigida a una
de las partes del negocio de sufrir un daño en su patrimonio o entre los
miembros de su familia con el objetivo de celebrar un negocio jurídico. Se
diferenciaría de la violencia en que aquí la voluntad no es anulada, pero si
corrompida por influencia externa.

COMENTARIOS:

Cuando nos referimos a los “vicios de la voluntad”, ha existido una declaración.


o sea ha habido una manifestación de voluntad emitida por uno de los agentes
del negocio jurídico o contrato y bajo este supuesto el negocio no podría ser
atacado de nulidad. Sin embargo, si en el proceso formativo de esa voluntad se
ha declarado algo o que bien no se quería por haber sido determinada la
voluntad por una fuerza irresistible o la amenaza de padecer un mal (violencia
o intimidación), o inducida maliciosamente por un tercero (dolo) o debido a una
creencia equivocada o falsa representación de la realidad; o inclusive en
aquellas casos en los que habiendo una voluntad interna correctamente
formada se declaró mal (error), el derecho ofrece el remedio para atacar esos
actos mediante la anulabilidad de los mismos.

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En el common law, concretamente en el derecho inglés, existen una suerte de
vicios de la voluntad, pero son conocidos como obstáculos al
consentimiento. Nos referimos a la mistake, la misrepresentation, la duress y a
la undue influence.

La teoría de los vicios de la voluntad no resulta ajena al derecho público, como


en el derecho de los tratados. Un claro ejemplo lo tenemos con la “Convención
de Viena” en la cual los vicios podrían influir en el consentimiento no de un
particular sino del propio Estado.

El error vicio es aquel en el que se ha emitido una declaración pero algo ha


ocurrido durante su proceso formativo, o sea se presentaron determinadas
circunstancias que hicieron al agente declarar en cierto sentido pero que de no
presentarse, el agente hubiera declarado en sentido diverso (o no declarado)

En el error obstativo no ha existido problema alguno en el proceso formativo de


la voluntad sin embargo la declaración es emitida inconscientemente de forma
errónea resultando divergente de la voluntad interna.

Cuando hablamos de error esencial nos referimos a aquel que de no


presentarse no hubiera provocado que el agente manifestara su voluntad en
cierto sentido (o no declarado). Además, siguiendo a Juan Espinoza la
esencialidad contaría con la siguiente clasificación.

1. Error en la propia esencia o cualidad del objeto del acto (error in


negotio)
2. Error en las cualidades personales de la otra parte (error in qualitate
personae)
3. Error de derecho (error iuris)
El error conocible hace alusión a que el destinatario de la declaración debe
estar en la aptitud de advertirlo o sea de percatarse de él.

El dolo está compuesto por aquellas malas prácticas realizadas por una de las
partes del negocio para convencer a la otra parte de celebrar el negocio jurídico
en un cierto sentido que beneficiará a la parte que actúa de mala fe o a un
tercero. El silencio podría también, en ciertos casos, derivar en dolo. Se
diferencia del error porque es provocado y no espontáneo.

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La reticencia es aquel ocultamiento, de mala fe, de información esencial que
luego de celebrado el contrato origina una pérdida o menor provecho
económico en cabeza de la parte que, ignorando tal información, celebró el
contrato.

La violencia es aquella fuerza irresistible que elimina la voluntad del sujeto


derecho obligándolo a celebrar un negocio jurídico. La fuerza irresistible puede
provenir de una de las partes del negocio o un tercero. Asimismo, para algunos
doctrinarios al eliminarse la voluntad de uno de los particulares de la operación,
ya no se estaría en presencia de un vicio sino de un acto nulo.

La intimidación es aquella amenaza dirigida a una de las partes del negocio de


sufrir un daño en su patrimonio o entre los miembros de su familia con el
objetivo de celebrar un negocio jurídico en cierto sentido. Se diferenciaría de la
violencia en que aquí la voluntad no es anulada pero si corrompida debido a
una influencia externa.

El temor reverencial es aquella influencia provocada en una de las partes del


negocio que tendría la condición de débil, inferior o de menor jerarquía
respecto de la otra parte que tendría la condición de fuerte, superior y de mayor
jerarquía. Aquella practica un acto en favor de esta debido a la “sujeción
psicológica” que su condición alimenta. Esta situación no dará lugar a la
anulación del acto.

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