Sanchez Vazquez Invitacion A La Estetica OCR
Sanchez Vazquez Invitacion A La Estetica OCR
Sanchez Vazquez Invitacion A La Estetica OCR
Invitación
a la estética
vA
Adolfo &
Sánchez ¿Vázquez
i* u n —— rnmm i ai .1.
h
!
I,
Invitación
a la estética
; Grijalbo
-. -'p
Scannéd by CamScanner
i '
índice • i .
introducción J3
,‘í
\ i
8 ÍNDICE
by C am Scanner
*! I'
:■ -•• ¿ N & v x f . .-.V'Y
■ '-i V ' *. ■ ,, -i'"- " i n ¡i v . 1 , . 1 i. . ... v ' . \ ai \ y ' í ’ M **-’
índice onomástico
índice de ilustraciones ...............
OU’r
»’L
Scanñed by CárriScanner
H V !, - ' i / », Y n * :■■■•..V,'u!.‘v1-;*' • vt;•
/i" -\ . . 1 ■l‘\ ;',l 'íV
•. . • , 4 • : • - • • * *1 v v , ’. v '■ í - \ ( \ \ V v - -a
• ■ :■■ #* ■,:• > V ■> '
4<AVKt.Vi;í ■y''¡-
'*■ * .1 ■Y.i/* * ••• t# V ' •' * .; -^-«VVVV
* > ' ' .'l1 ' • , ' * t s
. ■» -i.. ‘ • •
,'/ v,.
•• *• , 1 », ' • v .' t * .
■■"V!W;' ; • •; :! •• ‘ \ \ ' « m
ducido por el hombre sin una finalidad estética (un vaso de cristal,
una lámpara, una mesa o un automóvil).
El examen de lo estético en sus diversas manifestaciones —natural
o artificial, artesanal o artístico, técnico o industrial— , tanto por lo
que toca a ciertos objetos como al correspondiente comportamiento
hacia ellos, constituye la temática central del presente libro. Con
todos los riesgos que conlleva esta temática sumam ente general,
ella es la que corresponde a una teoría general de lo estético. Lo
que se sostenga con respecto a esa temática, pretende valer teórica
mente no sólo para la pintura rupestre de la cueva de Altamira, sino
también para el mural Guernica de Picasso.. Y pretende valer, asi
mismo, no sólo para el Poema del Mió C id, sina también para el
Canto general de Pablo Neruda. Y, de modo análogo, para un templo
griego, una pirámide maya, una catedral gótica, o una estatua con
temporánea. Y no sólo esto: pretende valer igualmente para ciertos
productos (no todos) artesanales, técnicos o industriales que, a di
ferencia de los objetos nombrados en los ejemplos anteriores, no
podríamos considerar artísticos, aunque reconozcamos que hay en
ellos un lado estético.
Nos movemos, pues, en un terreno general; tan general que se
extiende no sólo desde la pintura mural de hace unos cuarenta siglos al
mural de Picasso del siglo xx, sino también desde lo que consideramos
propiamente como obras de arte a objetos utilitarios como un vaso,
un cuchillo, un mueble, o un artefacto técnico como ciertos mecanis
mos o máquinas. Las estéticas tradicionales, especulativas, sucumben
al riesgo de una generalización que se vuelve de espaldas a lo concreto
real. Y sucumben precisamente al derivar lógica u ontológicamente
lo general —que es por otra parte el terreno propio de toda ciencia-
de un principio establecido a priori.
A lo largo de nuestro trabaj o, hemos procurado deslindarnos de se
mejantes estéticas. Pero, ¿cuál es nuestra alternativa a tal deduccio-
nismo de las estéticas metafísicas o especulativas del pasado y, hasta
cierto punto, de no pocas del presente? No es, en verdad, la que siempre
han propuesto los empirismos y positivismos de uno u otro tipo. O
sea: el abandono o sacrificio de lo general en eras de lo concreto, de
lo empírico. Que el objeto de nuestro estudio debe ser lo empírico
—los objetos singulares que suscitan una experiencia estética—,
constituye la premisa básica de una teoría que, como la nuestra,
rechaza el apriorismo y la especulación en sus dominios. Que esta
realidad debe ser considerada en su totalidad sin segmentar o arrancar
de ella ciertas esferas (las que no se reducen a la realidad artística) o
Scar^hed bv C am Scanner
INTRODUCCIÓN ' 15
sin reducir una parte de ella —el arte— a una determinada fase de su
desenvolvimiento histórico, constituye una premisa también básica.
Esta premisa nos aleja de las estéticas que, unilateralmente, concen
tran todo su interés en la práctica artística, así como de las estéticas
clasicistas o eurocéntricas que reducen aún más su interés al con
centrarse en una form a histórica del arte: el clásico o europeo-oc
cidental. En tercer lugar es la premisa básica de la Estética que
—como la nuestra— aspira a explicar objetiva, racional, científi
camente una realidad específica —la constituida por los objetos
estéticos— ; aunque esta realidad específica, concreta, que tiene en
la mira, es tom ada, al reflexionar sobre ella, en sus determinacio
nes más generales. Y con ella se distancia de las estéticas empiristas
que pretenden captar lo concreto, lo particular, pasando por alto
esas determinaciones generales. Cualquier intento de explicación
que no parta de estas premisas que entrañan —como vemos— una
atención1primordial a lo real (a lo “ concreto real” , como decía
Marx), pero considerado: á) en su totalidad (sin mutilaciones ni
exclusiones) y b) en sus determinaciones más generales, invalidará el
saber estético como teoría general de una realidad específica, con
creta. Esta realidad se compone de un conjunto abierto e intermi
nable de objetos, actos, procesos y experiencias singulares. No existe
real, efectivamente, el arte, sino obras de arte y vivencias, individua
les ante ellas. Pero la posibilidad de explicar lo empírico, lo concreto
individual, pasa por lo general. Y para ello se necesita desplegar una
actividad teórica que consiste en la construcción del aparato con
ceptual correspondiente. El adiós positivista a lo general es también
un adiós al conocimiento de lo real, de lo concreto singular. Lejos,
pues, de acercarnos a lo real, a lo empírico, nos aleja de él..
La Estética como teoría de una realidad, experiencia o compor
tamiento humano específico, concreto, no puede prescindir de lo
general. Ciertamente, hay niveles distintos de teorización o genera
lidad. El nivel en que se sitúa el presente volumen, como teoría de
la realidad y la experiencia estéticas, es el más general en este campo
específico. Es, en pocas palabras, el de lo estético en su totalidad;
como decíamos anteriormente, sin amputaciones ni exclusiones: lo
estético en la naturaleza, en el arte, en la técnica, en la industria, en
la vida privada o pública, en los centros de trabajo o de esparci
miento, en el hogar o en la calle. Ciertamente, dentro de esta gene
ralidad tan amplia, hay una generalidad más estrecha: la del nivel
del arte,'sin que esto disminuya el papel preeminente que tiene en
el campo de lo estético: Y habría, asimismo, otro nivel degenerali
Scanned by C am S ca n ne r1
16 INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
by C am Scanner
r i.-: Uv y ™
^rÍA lM f
i , .• i 1 *1? ... ,J ¡' <
INTRODUCCIÓN
«'i1
• { 1 <
..i **•/..*„
Scarlned by C am Scanner
18 INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
ScannecTW C am Scanner
INTRODUCCIÓN 19
S rfln n fS rrh v P .a m S c a n n e r
I. La necesidad de lá Estética
•/ ‘ f '•
Scáñned by C am Scanner
24' INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
k k\ # o m C^OnnPf
LA NECESIDAD DE LA ESTÉTICA 25
ocupe de esos objetos y del com portam iento hum ano hacia ellos,
así como de las condiciones individuales y sociales en que se dan
dichos objetos y ese comportamiento. Y esa ciencia es precisamente
la Estética. Como toda ciencia que versa sobre hechos, experiencias o
relaciones empíricas, tiene un objeto propio de estudio, distinto del
que tienen otras ciencias particulares, y como todas ellas aspira a con
siderar su objeto de un modo sistemático, fundado y racional.
La realidad peculiar y el comportamiento humano específico que
constituyen el objeto de la Estética, no pueden ser separados del
todo en que se integran otras realidades y otros com portamientos
humanos. De ahí que no pueda desvincularse de las ciencias —como
la psicología, la economía, la sociología, la lingüística, la semiolo
gía, la teoría de la información, etcétera—, que estudian realidades y
relaciones entre los hombres que influyen en lo estético o condicionan
su existencia. Pero ello no anula la necesidad de la Estética como
ciencia especial y autónoma. Y esto es válido incluso cuando se ocupa
de objetos o fenómenos estudiados también por otras ciencias huma
nas o sociales. Naturalmente, al hacerlo, no se limitará a repetir lo
que, gracias a ellas, ya se sabe acerca de su objeto; sino que lo hará
desde otro ángulo, o prestando atención a aspectos irrelevantes o
ignorados deliberadamente por dichas ciencias. Así, por ejemplo,
aunque las distintas ciencias naturales se reparten el conocimiento
de la naturaleza, ninguna de ellas atiende a lo que el hombre ve en
ella como lo “ bello natural” o “ naturaleza estetizada” . Atender á
esta naturaleza peculiar es tarea no de las ciencias naturales, sino
de la Estética. Ningún botánico se preguntará, acerca del ser de la
encina, lo que se pregunta el poeta Antonio Machado, al interrogarla:
Scanned by C am Scanner
26 INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
by C am Scanner
LA NECESIDAD DE LA ESTÉTICA 27
Proceso a la Estética
La Estética al parecer no tiene muchos valedores. Abundan los que
le niegan el pan y la sal, o sea el derecho a vivir su vida. Así pues,
antes de seguir adelante abramos un proceso a la Estética. No du-'
demos incluso en sentarla en una especie de banquillo de los acusados
y en citar a juicio a sus diversos acusadores, a saber: el espectador
“ ingenuo” , el conocedor “ cultivado” , el crítico de arte, el artista,
el filósofo (o más exactamente, cierto filósofo), el historiador y el
científico del arte. Escuchemos primero a sus detractores y luego
veamos lo que la Estética (o al menos, determinada Estética) po^
dría responderles en el proceso que le hemos abierto.
Scanned by C am Scanner
28 INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
y C ám Scanner
30 INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
Scanned by C am Scanner
•vi,
LA NECESIDAD DE LA ESTÉTICA
■',\<f- "*i
,■
También el filósofo arremete
Aunque ía Estética ha sido considerada desde su nacimiento (con ,
Baumgarten y Kant, en el siglo xvm ) como una rama de la filoso- ■i:
t
fía, y aunque a lo largo de casi veinticinco siglos, casi todos ló^i;:;^ ; j.n e
u, 0":
¡ • t
Scanned by C am Scanner
32 INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
Suma y sigue. . .
Aún nos queda escuchar la voz de dos oponentes de fuste que pro*
vienen respectivamente de campos tan respetables como los de la
historia y la ciencia del arte. No se les puede negar, por tanto, el
derecho a pronunciarse en una cuestión —como la del papel de la
Estética— que tanto les afecta. Oigámosles.
El historiador del arle: “ Los estetas suelen olvidar que el arte
tiene una historia, y que toda identificación de periodos diversos*
en este terreno no hace más que mutilarla o ignorarla. De la histo
ria universal del arte suelen tomar un segmento —el arte clásico o
clasicista—, breve si se piensa que las primeras manifestaciones ar
tísticas datan de hace unos cuarenta mil años; sin embargo, los princi
pios y valores de ese arte los elevan al rango de paradigma. Sólo
existe lo que se ajusta a él. Mediante esta operación, lo diferente se
vuelve idéntico. Pero el historiador no puede dejar de tomar en cuen
ta el desarrollo histórico en su conjunto, y no sólo un periodo por
importante que sea. En consecuencia, tiene que considerar otras
experiencias artísticas anteriores o posteriores a ese paradigma que
no caben en un marco artístico tan excluyeme. Fiel a la historia
real, no puede ignorar la existencia de artes como el antiguo oriental, el
cretense, el prehispánico, el barroco, el impresionista, el cubista,
etcétera, que rebasan el angosto marco clásico o renacentista. La
historia del arte pone así en bancarrota a la Estética que extrae sus
categorías o principios de una fase artística histórica determinada,
que identifica, por ejemplo, lo bello con lo bello clásico. El histo
riador del arte no puede esperar nada saludable y provechoso de
Fig. 1. La obra de arte —como este Brindis de alegría de Rufino Tamayo (óleo
sobre tela, 1985)— es una realidad específica, singular, aunque para la Estética
sólo existe con sus determinaciones más generales, (la. parte, cap. i.)
Scanned by CamScanner
Fig. 2. El arte, como la manifestación más alta de la cultura estética, es un terri
torio inestable, sujeto históricamente a cambios bruscos e inesperados, sobre todo
en nuestra época, ¿Quién podría sospechar, a comienzos del siglo, la boga poste
rior del arte en el que se inscribe esta lluvia abstracta de Vicente Rojo? (México
bajo la lluvia, acrilico sobre tela, 1980). (la . parte, cap. i.)
Scanned bv C am Scanner
Fig. 3. Los valores extraestéticos ( religiosos, nacionales, morales, etc.) se dan en
el cuadro de El Greco (Museo del Prado), £7 caballero de la mano en el pecho,
pero esos valores sólo se encuentran integrados, como parte indisoluble de esa to
talidad que es la obra de arte.
Scanned by C am Scanner
w
Fig. 4. La cabeza del Mermes de Praxiteles (Museo de Olimpia) es una de las más
altas expresiones de lo bello clásico; es decir, de lo bello como categoría estética
particular e histórica. Si lo estético no se reduce a lo bello y, menos aún, a lo bello
clásico, ¿cómo podría definirse la Estética como simple filosofía o ciencia de lo
bello? (la. parte, cap. i.)
Scanned by C am Scanner
pig. 5. La Venus de Milo, vista posterior (Museo del Louvre, París), encarna el
■deal de belleza femenina de la Grecia clásica, (la. parte, cap. i.) •
Scanned by C am Scanner
Fig, 6. La Estélica tradi
cional, eurocéntrica y clasi-
cista permaneció ciega du
rante siglos para una obra
com o esta Máscara teo-
tihuacana, de piedra con
m osaicos, que hoy se exhibe
en el M useo Nacional de
Antropología de la ciudad
de M éxico, (la . parte, cap.
ii.)
Scanne£l by C am Scanner
Fig. 8. De acuerdo con una estética especulativa, como la de Schelling, este
cuadro de Guido Renni, La Virgen de la silla (Museo del Prado), encarna en la his
toria del arte la fase en que el alma domina totalmente sobre el cuerpo. No es, por
tanto, la historia real la que lo lleva a esa conclusión, sino la metafísica que le hace
deducir el arte de lo Absoluto. (la. parte, cap. i.)
/ C am Scanner
Fig. 9. Winckelman en el siglo xvm tal vez pensaba en El Discóbolo de Mirón al
proclamar que el arte griego constituía, por su perfección, la cumbre inaccesible
del arte, lo que le conducía a descalificar estéticamente al barroco, (la. parte,
cap. 11.)
O O
™ , . • wnrrineer lo hace alejándose del enfoque
Fig. 10. Al ocuparse del arte egipcio, W°r g n &una estética dei arte clási-
de las estéticas tradicionales que, según el, se
co. (la. parte, cap. n.)
Scanned by C am Scanner
Fig. 11. La Estética no puede reducirse a una filosofía o ciencia de lo bello, y>
menos aún, si ésta se reduce a lo bello clásico que encontramos en La Victoria de
Samotracia (Museo del Louvre, París). (la. parte, cap. u.)
ScannelHDy C am Scanner
Fig. 12. ¿Qué tiene que ver este cuadro de Goya, Saturno devorando a sus hijos
(Museo del Prado, Madrid) con lo bello del cuadro de Renni (fig. 8)? Tan poco
como un poema de César Vallejo con un soneto de Garcilaso. (la. parte, cap. n.)
Scarmed by C am Scanner
Figs. 13 y 14. Arriba: Bisonte de la Cueva de Altamica (Santander, España), pin
tado sobre la figura de un caballo y superpuesto a figuras de cérvidos. Abajo: Bi
sonte saltando, pintura rupestre de la misma Cueva, producida hace unos 15,000
años con una finalidad mágica, no estética, aunque hoy la contemplamos estética
mente. (2a. parle, cap. i.)
1
Fig. 15. Pila bautismal de la iglesia de San Bartolomé (Lieja, Bélgica), producida
a comienzos del siglo xn para cumplir una finalidad ritual-católica. Hoy se la
puede contemplar en la misma iglesia como una obra de arte. (2a. parte, cap. l.)
Fig. 16. Este propulsor de un arpón con las figuras de dos renos acoplados, cono
cido como Propulsor de Bruniquet, demuestra, ya en la prehistoria, que en la
producción de instrumentos se abría un espacio que rebasaba su función estricta
mente utilitaria. (2a. parte, cap. i.)
Fig. 18. Los mayas no mantenían con este Templo del Jaguar (Pirámide del
Castillo”) en Chichén-Itzá, la misma relación que hoy mantenemos con él como
obra de arte. (2a. parte, cap. i.)
Fig. 19. Al contemplar este retrato velazquefto de Don Sebastián de Morras (óleo
sobre tela, 1643-1644), es difícil encerrar el cuadro en la definición del pintor con
temporáneo Maurice Denis: “ Un cuadro —antes que un caballo, una mujer des
nuda o cualquier otra anécdota— es esencialmente una superficie plana cubierta
de colores organizados en cierto orden.” (2a. parte, cap. i.)
Scanned by C am Scanner
Fig. 20. Contemplar este Autorretrato de Rembrandt en una sala del Museo del
Prado, de Madrid, es entrar en la relación específica, concreta, singular entre un
sujeto (el espectador) y un objeto determinados que constituyen, en unidad indi
soluble, cierta situación estética. (2a. parte, cap. n.)
Scanned by CamScanner
i a n i -c t s i d a d dl: i a i s u -tic a 33
«na Estética que, en definitiva, se convierte en una cárcel para todo
intento de explicación y valoración del arte de periodos histórico-
artísticos irreductibles a los principios y valores del arte clásico.
Para el historiador este último —como todo arte— es un hecho
histórico, y como tal irrepetible. Si la Estética pretende reducir a
unidad esa diversidad histórica (el arte al arte griego o renacentis
ta, las funciones artísticas a la función estética, y esta función a la
de reflejar la realidad, etcétera), sólo podrá hacerlo en la medida en
que se vuelva de espaldas a la historia real.”
Por último, conozcamos el punto de vista de quienes propugnan
dejar a un lado lo estético, como un mundo aparte, y concentrar la
atención en “ el gran hecho del arte” , ya sea en un sentido general
(el propio de la “ Ciencia general del arte” que cultivan Max Dessoir
o Emil Utitz) o de un arte en particular (como hacen Worríngei-.al
ocuparse del arte gótico o Paul Westheim al estudiar el arte prehis
pánico).
El científico del arte: “ A la Estética como filosofía de lo bello'
sólo le interesa el arte desde el punto de vista estético. Pero en
cuanto que lo bello se plasma sobre todo en el arte clásico, la Estética
se reduce en definitiva —como dice Worringer en su texto Abstracción
y proyección sentimental, de 1910— a una Estética del arte clásico:
Ahora bien, ni el arte se reduce a su lado estético ya que se encuentra
unido por múltiples hilos a otras esferas de la vida humana (la moral,
la religión, la política, etcétera), ni el arte entero cabe en los mol
des de un solo arte: el clásico. Así pues, hay que separar los dos
campos: el de la Estética que versa sobre lo estético y sobre lo bello
en sentido clásico, y el de la Ciencia del arte, que se ocupa deEart¡e
cualesquiera que sean sus manifestaciones históricas, y en todos sus
aspectos —religioso, moral, político, social—, aunque no encarné
lo bello en sentido clásico. Al separar de la Estética la Ciencia del
arte, y liberar a éste de su subordinación a lo bello, podemos estu
diarlo en toda su complejidad así como en su diversidad histórica: el
arte de todas las épocas: arte egipcio, griego, gótico, prehispánico,
barroco, etcétera.”
* v
En defensa de la Estética
Difícilmente podría defenderse la Estética a sí misma si tuviera que
asumir todos los errores que, en su nombre, han cometido en el pa
sado, o incluso en el presente, las estéticas metafísicas, especulati
vas, o las de inspiración eurocéntrica y clasicista. Pero los cargos u
l
' u . i
Scanned by C am Scanner
iVi-'j.iV'il' i ■\ ,v’ , i
V
V1 o ■I. ;V. , #,¡
■i*. f■
LA NnCliSIDADDU LA ííSTÉTICÁ 35
ciedad, una necesidad humana que requiere ser satisfecha, no podrá .,
serle indiferente la comprensión de su naturaleza, o su papel en la '
vida de los individuos y,de los pueblos1. El valor que atribuyamos;
a la Estética no será, por ello, un valor en sí, sino el dé un conocimiento
de algo necesario para el hombre; tan necesario que, a lo largo de los
siglos, encontramos al arte cumpliendo una u otra función én Jas
sociedades más diversas. En este sentido, aunque la Estética no tiene
por qué guiar al espectador en cada acto contemplativo, o al artista
en su creación, si puede contribuir a esclarecer a ambos su signifi
cación estética, social, humana. De este modo, algo tiene que ga
nar el espectador “ ingenuo” al cobrar conciencia del lugar que él1
ocupa en su relación directa e inmediata con un objeto estético,' o;
en particular con un producto artístico. . ; , i • v /
Dialectizar la Estética
Y'-'f
Al conocedor “ cultivado” , catador incansable de los ismos qué-se j
suceden frenéticamente y que, a la vista de la vertiginosa dinámica
del arte contemporáneo, rechaza la pretensión de buscar, ün punto
fijo en un terreno tan movedizo e inestable, se le debe conceder
que ha hecho bien en subrayar la mutabilidad de lo, artístico, tan
acentuada en nuestra época. Pero esa mutabilidad no se reduce1
—como él la reduce— a los cambios de gusto y preferencias estéti
cas, a la falta de unanimidad en la apreciación de las obras artísticas.
La historia universal del arte se le presenta, en virtud dé esos (cam
bios, como un ascenso y desplome de imperios artísticos, y esto le .
parece mortal para la Estética, empeñada en ignorar las diferencias ,•
estéticas y artísticas: Cree que para establecer los principios gené
rales que pesan sobre ellas, tendría que contar con un consenso de'
opinión tan amplio en este campo, como el que existió durante si
glos en torno al arte clásico o al renacentista. El conocedor “ culti-;
vado” acepta la legitimidad de las variaciones de gustos o ideales
estéticos, pero cree que, con ello, se mina el terreno de la Estética,
ya que se le hace imposible explicar lo que —como arte— es ante
todo cambio e inestabilidad. ' '; i ' ^ í r , (
Ahora bien, esta creencia'descansa en el supuesto de que sólo pue- !
de haber conocimiento de lo inmutable e idéntico, y no de lo variable,.'
y diferente. Pero aunque esta concepción tenga padrinos fílosófi- ■
eos tan venerables como Platón y Aristóteles, lo cierto es que la
ciencia es ciencia de un mundo real y que éste, por su naturaleza,:'
es cambio, movimiento y variación constantes. Las proposiciones
\ -
. i
.V
i . i 1
C am Scanner
1 m•W.fai.ff ,, • • 'l'.t ,l.V. ■' >h,!I.»>•••.-*•r¡7*tfííWV.
'í ; -v iVí.'¡,. ■1 ;%vv 1v
. -1 .t
LA NECESIDAD DE LA ESTÉTICA •37
• ’ •'
• . i *-
i , ’•»**<*
• , • «
. :. ',ii v„i •*.
, > . < v i . i i i. , ,
. i . i ’ -V
Estética y critica de arte .;h/ *•
■A>f ! *y. t
efectual (para la cual cuenta ante todo el efecto emocional que la obra
provoca en quien la percibe), o c) de una crítica objetiva —o más
bien objetivista (que hace depender el valor de la obra de sus cuali
dades, consideradas éstas como propias de un objeto en sí, o en sus
relaciones puramente externas). Toda crítica presupone, pues, cieña
concepción del objeto artístico; lo que implica, a su vez, determina
da Estética.
El crítico maneja asimismo conceptos fundam entales como los
de percepción, belleza, forma, contenido, materia, expresión, signifi
cación, verdad, lenguaje, etcétera, cuya legitimidad teórica o peculia
ridad de su uso en el arte corresponde explicar y fundam entar a la
Estética. Y si ello es así y el crítico los maneja necesariamente aunque
no siempre con clara conciencia de ellos, al igual que el personaje de
Moliére que hablaba en prosa sin saberlo, ¿por qué no aprovechar
las reflexiones de la Estética para dar mayor fundamento y rigor a la
crítica? Debe quedar claro, sin embargo, que el conocimiento que
el crítico pueda obtener de ella jam ás le liberará de las exigencias
de su tarea propia: explicar y valorar una obra artística tanto en su
singularidad como en su estructura interna y sus múltiples relacio
nes. La crítica de arte no es Estética en acción o en movimiento,
o simple aplicación de lo que, como teoría general, pone a su dis
posición. Así pues, por muy provechosa que sea para el crítico, la
Estética jamás podrá descargarle de las exigencias que le impone el
cumplimiento de su tarea específica.
Las quejas del artista parecen más convincentes que las del espec
tador o el crítico, pues si no hay reglas para contemplar o juzgar
las obras de arte, menos aún las habrá para crearlas. Si pese a todo
—recordemos los argumentos del artista—, la Estética insiste en
establecer principios generales en una esfera que, por su propia na
turaleza, es creación o invención, ello sólo puede conducir a esta
alternativa: formular principios tan generales y abstractos que hagan
de ella una disciplina vacua y estéril para el artista en su proceso
creador; o bien guiar la actividad creadora, dictando normas que
sólo conducirán a obstaculizar, o incluso a anular con funestas conse
cuencias su libertad de creación. Pero ante esta alternativa vemos
que el artista no puede menos que exclamar: “ iMás vale una Estética
distante, pero inocua, que una Estética vecina y entrometida!”
_
Ooswroflo de Coleccione'
' *V**.
Scanned by C am Scanner
40 INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
del arte. Existe pura y simplemente con otra realidad: como un mo
m ento o fase de lo Absoluto. ¡He ahí un claro ejem plo de la Estéti
ca contra la cual se pronuncia legítimamente el artista! Es evidente
que semejante Estética especulativa, m etafísica, nada puede decir
le de provecho ya que entraña una contradicción irreconciliable
entre el camino irreal que prescribe a la actividad artística y el ca
mino real que sigue la verdadera historia del arte.
Pero veamos ahora el caso más favorable para el artista: el de la Es
tética o teoría del arte que se halla en cierta relación con la práctica
y que, hasta cierto punto, se alimenta de ella. Pues bien, al artista
puede interesarle no por razones puram ente teóricas sino en la me
dida en que contribuye a desplegar su capacidad creadora. O sea:
cuando le orienta con sus conceptos y categorías a m odo de señales
en la lucha entre lo viejo y lo nuevo, entre tradición e innovación.
O también cuando le ayuda a deshacerse de una ideología estética
que le da una imagen distorsionada o ilusoria de su situación, de su
trabajo y su obra y, por tanto, del papel que puede desempeñar con
su arte en la sociedad de su tiempo. Todo lo cual tiene que ver, por
supuesto, con su actividad.
El artista, en verdad, no es por principio un teórico, pero un poco
de teoría —cuando ésta hunde sus raíces en la práctica— no le sobra.
A veces, insatisfecho e impaciente con lo que los teóricos le dicen, se
pregunta inquieto por qué han de ser ellos y no él —que cuenta con el
rico e insustituible bagaje de su experiencia creadora— , quien re
flexione sobre ella. Y surge así el artista-teórico, reflexivo, que en
contramos en el Renacimiento con Leonardo y Alberti, en los tiem
pos modernos con Goethe, Schiller y Shelley, y en nuestra época
—que es, lo cual no deja de ser sintomático, cuando más abundan—
con creadores de la talla de Kandinsky, Malevich y Siqueiros, en la
pintura; Stravinsky y Schónberg, en la música; Eisenstein, en el
cine; Elliot, Valéry, Machado y Octavio Paz, en la poesía, y tantos
otros. Bastaría esta breve nómina para reconocer que la hostilidad
del artista hacia la teoría no es absoluta sino que está dirigida más
bien a las doctrinas que sólo ofrecen sus norm as asfixiantes o su
vacua especulación. Esto no quiere decir que el artista que teoriza
sobre el arte, por el hecho de contar con su propia experiencia, esté
a salvo de interpretarla en un sentido norm ativo, como hace Si
queiros al proclamar que ‘‘no hay más ruta que la nuestra” , o que
no se deje arrastrar por un impulso especulativo —como sucede a
Kandinsky, Malevich y M ondrian— al enredarse en laberintos me-
tafisicos.
Scanned by C am Scanner
LA NECESIDAD DE LA ESTÉTICA 41
Por otro lado, habría que distinguir entre las teorías propiamente
dichas, que cumplen ante todo una función explicativa, y el con
junto de ideas, normas o convenciones que, en un momento dado,
es asumido por los artistas y con el cual pretenden encauzar en cierta
dirección su práctica artística. Es lo que en la actualidad suele de
nominarse la poética de determinado movimiento artístico. Se ha
bla así, por ejemplo, de la poética del realismo o del modernismo o
del constructivismo en un sentido distinto del que dieron al térmi
no Aristóteles en la Antigüedad griega, o los formalistas rusos en la
época contemporánea. De la poética forman parte los manifiestos
y programas artísticos, así como las declaraciones de los artistas en
contra de los principios o convenciones con los que rompen, o en pro
de los nuevos con los que aspiran a impulsar su práctica. Así enten
dida, la poética es parte de la ideología estética que vive el artista, y
no debe confundirse, por tanto, con la teoría ya sea del fenómeno
estético, del arte, o de una práctica artística en particular.
Hecha esta distinción obligada, y refiriéndonos ahora a la teoría
propiamente dicha que por su fuerza explicativa proporciona cier
tos conocimientos,, cabe preguntarse: ¿en qué medida tiene efectos
positivos sobre la práctica artística? Precisemos con este motivo
que, incluso compartiendo esa fuerza explicativa, hay teorías y teorías.
Hay las que van a remolque de la realidad, o a la zaga de una prác
tica que ya ha recorrido históricamente todo su ciclo y de la que
son, dada su aparición tardía, apenas un registro o balance suyo.
Estas teorías pueden ser muy firmes, estar muy bien asentadas, pero
en cuanto que son abstracciones de realidades o movimientos artís
ticos que ya han agotado sus posibilidades creadoras, poco es lo que
pueden ofrecer a los artistas de su tiempo. Su limitación práctica
está —parafraseando el famoso aforismo hegeliano sobre la filoso
fía— en haber emprendido el vuelo demasiado tarde. Así sucede
con la Poética de Aristóteles, que es una abstracción del arte dra
mático de su época (siglo IV antes de nuestra era), cuando éste ya ha
dado sus mejores frutos, razón por la cual no podía influir vivamente
en los autores griegos de su tiempo. Hay teorías que surgen, en cam
bio, cuando lo nuevo en el arte apenas despunta o no ha realizado
aún todas sus posibilidades. Tal es el caso de una teoría como la
que en el siglo x v expone León Bautista Alberti en su Tratado de
la pintura. En una época en la que los artistas rompen con el ideal
estético de la Edad Media y en la que necesitan hacer una nueva
pintura, el Tratado de Alberti contribuye a demoler valores plásti-.
eos ya caducos, como el que se asignaba hasta entonces al fondo de
Scarmed by C am Scanner
42 INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
by C am Scanner
LA NECESIDAD DE LA ESTÉTICA 43
en verdad no es cosa de poca m onta— una mayor conciencia de su
propia práctica. Le ayudará, por ejemplo, a evitar las frecuentes
confesiones de algunos artistas acerca de su propio quehacer, en las
que no hacen más que repetir los lugares comunes de una ideología
estética rom anticoide, subjetivista, o de una metafísica para andar
por casa.
Esto es lo que la Estética, a la que nosotros nos sumamos, podría
responder a las quejas, reproches o recelos, muchas veces legíti
mos, del artista.
Scanned by C am Scanner
44 INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
Morris Weitz van aún más lejos al pronunciarse contra toda gene
ralización porque en ella ven el intento de im poner una unidad es
puria a ciertos objetos, desdeñando con ello sus diferencias.
¿Qué podría oponerse a estos filósofos que niegan a la Estética el
pan o la sal, o que estrechando su campo de estudio la reducen a
una Estética mínima? En primer lugar, hay que reconocer que si
las palabras se conciben como herram ientas, y por tanto no pue
den ser consideradas fuera de su uso, el empeño en depurar el len
guaje para evitar confusiones y ambigüedades, no puede dejar de
ser saludable. Esto vale también para la Estética ya que en ella, como
en otros campos del saber, el lenguaje no se pliega fácilmente al pen
samiento y sus términos más traídos y llevados, como los de “ arte” y
“ belleza” , se han usado con frecuencia de un m odo arbitrario,
confuso o impreciso. Nadie negará, por tanto, la necesidad de clari
ficar lo más posible su lenguaje para poder usarlo adecuadamente
en la explicación del mundo de objetos, relaciones y experiencias
que calificamos de estético o artístico. Pero, si es legítimo y necesario
limpiar las herramientas que usamos en cualquier campo y, por
consiguiente, las herramientas lingüísticas o palabras en la Estética, es
evidente también que esa tarea no puede ser un fin en sí misma, sino
un medio o paso previo obligado para poder conocer el tipo de ob
jetos, relaciones o experiencias correspondientes. A hora bien, al
rechazarse el principio de generalización en la Estética, se va más
allá del plano puramente instrumental o lingüístico y se entra en un
terreno ontológico, ya que se rechaza que exista la realidad a la que
corresponderían los conceptos o términos impugnados.
Anteriormente, hemos subrayado una y otra vez, y no nos cansare
mos de hacerlo, que la Estética tradicional considera una forma
histórica de arte —el griego antiguo o el clásico occidental— como
el arte sin más. Con ello, incurre en una falsa generalización ya que,
a espaldas de la historia real, de las diferencias históricas y reales,
proclama ese arte como paradigma, y deja fuera todo arte que no
encaje en sus cánones. Con esta óptica, Winckelmann ve en el siglo
XVIII el arte griego como una cumbre, por su perfección, inaccesible
y, por ello, descalifica estéticamente —como vimos— al barroco.
Pero la misma ceguera padecería en nuestra época toda Estética
que excluyera, en nombre de este o aquel paradigm a de lo estético
y lo artístico, nuevas manifestaciones creadoras como la música con
creta o aleatoria, el arte cinético, los happenings o la pintura infor
mal. Se debe rechazar, por supuesto, semejante generalización
que, por un lado, cierra abusivamente los conceptos de lo estético
Scanned by C am Scanner
LA NECESIDAD DE LA ESTÉTICA !; 45
Scanned by C am Scanner
46 INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
Conclusión
Con esta última respuesta daremos por terminado el proceso a la Es
tética. Quedarían pendientes de réplica los cargos del historiador y el
“ científico” del arte. Sin embargo, ya no nos detendrem os en ellos
puesto que en lo esencial se les ha hecho frente en las respuestas
anteriores. Ciertamente, al impugnar el estudio de la Estética, am
bos detractores tienen presente sobre todo la generalización viciosa
en que incurren las estéticas de corte m etafísico, especulativo.
Ahora bien, esto no significa que el historiador del arte pueda pres
cindir de la Estética empeñada en no caer en esa generalización. En
verdad, al manejar el rico y diverso material fáctico que le brinda
la historia real del arte, no puede quedarse en un plano descriptivo,
como pretendían los historiadores positivistas, dejando a un lado
ciertos principios teóricos generales. A su vez la “ Ciencia general
del arte” tampoco puede eludirlos al no poder prescindir del lado
estético de cualquier manifestación histórico-artística.
El proceso al que hemos sometido a la Estética llega a su fin. Pues
bien, tomando en cuenta los argumentos de sus detractores y lo que
ella ha invocado en su defensa, podemos adm itir su derecho a exis
tir. Dejando atrás los recelos u objeciones de quienes negaban o
aminoraban la necesidad de su estudio, podemos pasar ahora a abor
dar sus problemas fundamentales. Despejado el cam ino, lo cual no
significa que no surjan nuevos obstáculos, caminemos por él. Tal
es el sentido de nuestra Invitación a la Estética.
Scanned by C am Scanner
1 \
y;;,1-„ W :. p
‘fj. ‘ r ? ■1i , :r >.*,V
- . í*.-'?;‘*4JsiE
■'■ ' -v ;n ?í^
1’*V
•. ■ ... >"■K:<$:!’>
. ■'* 1/
, v *: ■i i .- Í
i
'* * * •* • ‘ .1 *1 ¡ 1 ' , ¿ ,tx ¡'■\ r
■7 ' \V-'V,y ;'
4 1*:
•' I■ '
.ív V ,
espacio a los problemas .estéticos: Y en nuestra época, aunque la;
Estética se concibe predominantemente como una disciplina filo ^ .’V^ "/:}■)
sófica, se abre paso el empeño de hacer de ella una ciéncia;;ya sea f .•'¿i’.vf
como teoría general del arte o como una ciencia particular, empírir^.^;;'!;;,v:; .,/|
ca. Pues bien, a la vista de este diverso y rico caudal teórico que se ha -
ido acumulando desde la Antigüedad griega, ¿por qué no interro-?
gar a.la historia del pensamiento estético, de inspiración filosófica '.o. •
. ’■■ >' ,■•' .<’ 1, y;, ,
,7
Scanned by C am Scanner
48 INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
Scanned by C am Scanner
•: ; •v*:*•uim ■■ • ''V,'.; •• • % i- ::v;-Vi-
.. '■ . >... ■ • ■/i-, • ■■,v?iv '¿v\.
’ . i . ■ ■> ,,i ; . ■
■’1'' ; 'V
EL OBJETO DE LA ESTÉTICA 49
bello como.cualidad de las cosas, de la realidad (ideal o empírica),- . i,
independientemente de la relación que los hombres mantengan con
aquéllas. ■
' '1
En los tiempos modernos, particularmente desde él siglo xvm,
la determinación de lo bello como eje de la reflexión estética se <;
desplaza del objeto al sujeto. A lo largo del siglo xvíié, los ingleses'.Y
Hutcheson, Hume, Burke y Adam Smith-.acentúan!ía.dimensiQ^:;-.
subjetiva de lo bello. La belleza, afirma Hutcheson, no es iiria'cú&V*^.:.**.
lidad objetiva de las cosas sino una percepción de lá mente.; Hume Y¿cX
sostiene que la belleza sólo existe en la mente del que laOóntpmplá;^
'x Posteriormente, encontramos el'elemento subjetivo de lo bello cortijo i Y
atributo de la “ naturaleza humana” en la Estética ele la!Ilustr^';\YY%.
ción, o como producto de la conciencia del hombre, ya sea/enveív;Yl¿^f
sentido idealista trascendental de Kant, ya sea en el psicologista de ; •
los teóricos alemanes de la ’E in fü h lu n g (“ empatia” o “ proyección.^,
sentimental” ). ?Lo bello en todas estas concepciones no estaria.cn ; •
el objeto, como una cualidad suya, sino en la actitud del ;sujeto.4$yfe
hacia el objeto, que sólo por ella y no por sí mismo se consideraríá
bello. Las posiciones objetivistas y subjetivistas llenan la historia del ,vY
pensamiento estético —particularmente la primera—•, casi a lo largó'
de veintidós siglos. Se ha pretendido superarlas en diversos mó^’Y -i^
mentos de esa historia, y especialmente en nuestra época,' como una'-YYck
relación peculiar entre sujeto y objeto. Tal es la posición que nosotros y V•
sustentamos, pero referida no sólo á lo bello, sino a todo.lo estético, y y,
Pero, volviendo al punto que en este momento nos interesa, vemos !
’ a'*'.'
que en todas las doctrinas señaladas y, cualquiera que sea;el modo
como se concibe —en un sentido ideal o real, objetivo o subjetiyoV aí
margen del hombre o en .su relación peculiar con la realidad—{Jo bello •• V j L :
que podemos entrar en una relación estética con los objetos en que
se dan esos rasgos, aunque éstos no sean los propios de lo bello; y
es evidente asimismo que, con respecto a ellos, adoptamos un com
portamiento específico en cada caso, que no se identifica con el
que mostramos ante los objetos bellosJPor otro lado, si fijamos la
atención en lo bello tal como lo encontramos en el templo el Parte-
nón, o en la escultura La victoria de Sam otracia , en la Gioconda
de Leonardo, en un retrato de David, en un cuarteto de Vivaldi oen
una sinfonía de Mozart, en un soneto de Garcilaso o en un poema de
Juan Ramón Jiménez, es decir, lo bello en sentido clásico o clasicista,
no podríamos hacer entrar en este concepto la escultura prehispánica
Coatlicue, el cuadro de Goya Saturno devorando a sus hijos , el
de Rembrandt El buey desollado, o la obra musical de Schónberg
Los supervivientes de Varsovia.
Y si extendemos el concepto, en el primer caso, hasta abarcar todas
las modalidades de lo estético (lo trágico, lo cómico, lo sublime,
etcétera) o, en el segundo, todas sus manifestaciones artísticas, lo
bello acabará por perder su contenido propio. Y lo perderá respec
tivamente por exceso, al convertirse en todo lo estético; o por de
fecto, como modalidad clásica, o al excluir del arte las formas no
clásicas de lo bello.
Ahora bien,.si cabe afirmar_que todo lo bello es.estético,_no todo lo
estético es bello. La esfera de lo estético, como hemosseñalacto y
como mostraremos más detenidamente al ocuparnos de las catego
rías estéticas, es más ampfíajiue la deJo_bello. A su vez, en el arte
no puede reducirse a su versión clásica o clasicista, aunque ésta haya
dominado la escena artística en Occidente durante más de veinte si-
\ glos. Pero si esto es así, beUojiojp^^ el concepto
, centraLen 1íldefinición_de TaJEstética, ya que ésta resultaríalimilad^
^ } ¡ aj excluir dejsu objeto de estudio lo estético n o bello; o insuficiente, al
i A ! considerar lo bello.en una sola.forma histónca,jJeterminadaude-arte:
qel clásico o clasicista.iPor otra parte, cuando.se concibe.lo belloal
, modo idealista, metafísico, esto obliga a cargar con las premisas
i correspondientes: el reino de las ideas en Platón, lo absoluto^en
Schelling o la idea absoluta en Hegel. Pero entonces la Estética se
! convierte en .un^apéndicc o ilustración de la metafísica. De modo
semejante, cuando se hace de lo bello un producto de nuestra con
ciencia, ya sea en el sentido trascendental de Kant, o el psicológico
de la teoría de la E in fü h lu n g (“ empatia'’ o “ proyección sentimen-
* talM),lla Estética pasa a ser una rama de la filosofía idealista subjetiva
U d un capitulo de la psicología^ ~'
by C am Scanner
EL OBJETO DE LA ESTÉTICA 51
’ . • ! ’ * . y
v - • * *■ , 5
. i t f ' . i * • • :• . '
* f ■’*‘i \ , i ,. . . k-/
’by C am Scanner ‘ ' r '-'
52 INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
dad; no se las veía como “ obras de arte” . Ahora bien, para que el
. .. arte fuera reconocido como una actividad humana autónoma, era
i ? ! preciso que al hombre se le reconociera la capacidad creadora que
¡ antes sólo se.atribuía a Dios.^Y esto es lo que sucede en el Renaci
miento, en la sociedad burguesa que comienza a tomar forma en
las repúblicas italianas del siglo XV, como la de Florencia.
El artista con su personalidad propia, original y creadora empie
za a adquirir, desde entonces, verdadera carta de ciudadanía y a
distinguirse del artesano. Todo ello es inseparable del humanismo
burgués, renacentista, que afirma la autonomía del hombre ante
Dios y la naturaleza.)El artista conquista, a la vez, su autonomía*
—especialmente en la pintura— en la medida en que ésta obtiene
su reconocimiento entre las artes liberales y se distingue de las artes
mecánicas, manuales o serviles. Los artistas afirman así su distin-
ción respecto de los artesanos. Y para subrayarla-há'cHn'hmeapié
—como hace Leonardo— en que “ la pintura es.cosa mental^-o-sea,
una actividad intelectual no* física y, además, creadora. Ciertamente
hasta el siglo xvm la autonomía del arte no será reconocida explíci-
¡ tamente. Justamente en el.año.1762 apareceja palabra “ arte” en el
Diccionario de la Academia Francesa.con un^signifícadolj^n?^^
te al de los oficios. Y el arte al que se le da este significado propio
es el que se asocia a la belleza. Por ello, al fundarse la^cademia
Francesa de las Bellas Artes, se recurrirá justamente a^esta^expre-
sión “ bellas” para calificar, a las„arte$_._____
Y precisamente en el mismo siglo en que se reconoce la autonomía
^ del arte, como arte bello, y en que se le distingue como tal de la ar-
tesanía, de los oficios, nace también a mediados del siglo xvm, con
- r f ' ( Baumgarten, la Estética como disciplina filósófica^autón.QrnarY7
en concordancia con todo ello, en la medida en que se eleva no sólo
su autonomía sino su preeminencia en el universo estético, el arte
pasa a ocupar el lugar central en las disquisiciones estéticas. Difí
cilmente podía haberlo ocupado antes, cuando sólo existía con una
doble condición servil: a) como medio o instrumento de una finali
dad ajena, al servicio de los hombres o los dioses, y b ) como una
actividad propia de artesanos o siervos y, por tanto, con un estatus
ideológico y social inferior para los artistas.
Pero al cambiar la posición social y cultural del arte, y adquirir
cada vez más —desde el Renacimiento hasta nuestra época— una
posición central, y a veces exclusiva en el universo estético, se afir-
; ma también la tendencia a hacer de IqJEstética una fílosofm_q_teqrm
i que pone al arte en el centro'de su reflexiórTT" '
l
by C am Scanner
EL OBJETO DE LA ESTÉTICA 53
No podemos dejar de reconocer que este enfoque teórico de la Es-
>
i ) *•
Scanned by C am Scanner
54 INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
Scanned by C am Scanner
EL OBJETO DE LA ESTÉTICA 55
*’ 1
. V ’ ii'k
Scanned by C am Scanner
III. El saber estético
•■
’i-i'-.' ,/■
;
'y
Una vez determinado el objeto propio de la Estética, se plantean tres
cuestiones estrechamente vinculadas entre sí: a) ¿gjigjipn de saber
es el deja Estética?: b ) ¿quéí relación guarda este saber con la filo-
soga-^las-ciencias?; y c) ¿qué. enfoques q"piétodojSjon más ¿adé-
cuad_os,.a-su-obieto de estudio?
Estética y filosofía
t '
59 . !
Scanned by C am Scanner
60 INVITACION A l.A ESTÉTICA
Scanned by C am Scanner
EL SABER ESTÉTICO
•' . . .■*■■■ • , ' ", ‘ >I'.V
la praxis. Ahora bien, con este bagaje filosófico, 'la Estética que
propugnamos aspira a ser una ciencia que por su objeto y métodos
se inscribe en el espacio del conocimiento que también ocupan dife r\
rentes ciencias humanas o sociales. •.«, ‘!l'‘:'¿
(,y.
'‘i'.-h'i;
't¡tM/.'
La Estética como ciencia• ■.,l(' , - í,,.
i
hechos, procesos, actos u objetos que sólo existen por y para el hom v
V > J
(;
bre, y que justamente por ello se tienen por valiosos o portadores -vi r ■
; ; ;
f:
- Í í , ' .
; , . V ;í
í 11
■ i, * ,
• f . i l . / V v ■:
V . r ^ r , . ; * j'
'•i ’ ' ‘ /
1 *■ < * ' . ' * ,
, ■ i-y.
; V .
• ■* < t * '
í» ,
_ L a Estética e s jpu.e^jácncia,dfe.una_realidadjí(^uliar-^las^je-:_.’i; •.
: \\
\
.‘ - • ' l - IV ;
’ - •
j
Scanned by C am Scanner
EL SABER ESTÉTICO 63
en esta relación no es directa o mimética, sino teórica; es decir, re
curre a conceptos y abstracciones. Por esta razón, de la misma manera
que la explicación química de la sal no es salada, ni' la de la magia
mágica o la de la imaginación, imaginaria, la explicación de la Es
tética acerca de lo estético no es estética, sino abstracta, concep
tual. Por consiguiente, de la misma manera también que la sal, la .
magia o la imaginación son objetos de una relación teórica que no
se confunde, respectivamente, con la relación gustativa, mágica o
imaginativa, la relación teórico-cognoscitiva en que se sitúa la Es
tética no se confunde con la relación estética que, sin excluir, un com
ponente racional, por su carácter complejo, no se reduce a dicha
relación. Así pues, sólo una concepción de lo estético que lo iden-,,
tifica con lo misterioso, irracional, arbitrario o absolutamente in
determinado, puede rechazar el carácter científico de la Estética. Pero v
esto únicamente puede hacerse si no se distingue claramente el plano '
lógico-racional en que ha de situarse como teoría, con la relación.,
directa, inmediata y sensible en que consiste el comportamiento ^es
tético hacia su objeto.
A veces, el carácter científico de la Estética, como en general el de i
las ciencias sociales, humanas, se impugna también cuando, al am- ’
paro del modelo científico-natural, se hace notar la ausencia de un 4
rasgo suyo que se considera esencial: la predicción. Ciertamente, la
Estética no puede predecir, por ejemplo, los límites y la composición ■
cambiante del universo estético, las formas que adoptará la práctica
artística ojos ideales, valores,.o normas que presidixánJa producción
- o •recepcíoiude. o b fa s ^ F ^ n ^TNadie puede prever hoy los cauces -'
porJos-que discurrirá la creatividad estéticaen el^siglo xxi. Pero'1
sí se puede, tratar de explicar la revolución artística-que se inicia "en
el siglo"paS_adp rT lñ c 1 üs6~piTede explicarse ese océano cTémivoT
inesperado y sorprendente que es la obra de Picasso. Y esta fuerza
explicativa, ciertamente a poster\ori> del tratamiento teórico no se
anula por el hecho de que no haya dado lugar a predicciones cuando
aún estaba vivo y abierto su impulso creador. Y es que en este campo
—el de la práctica estética y artística— la predicción se hace imposi
ble, al menos con el rigor, objetividad y fundamento con que la hacen
las ciencias naturales. Ahora bien, lo que se desprende de este im
perio de lo imprevisible, lo incierto o lo inesperado, es la necesidad <
de no convertir las experiencias estéticas o artísticas ya conocidas,
en ideales o modelos de lo que aún no podemos conocer. O sea: con- .
vertir lo que ha sido o es, en lo que ha de ser. Lo que sean en el futuro
lo estético y artístico dependerá de las condiciones sociales en las
' v -I ‘ \ '■
Scanned by C am Scanner .k M
64 INVITAC ION A l.A nSTI-TK'A
L a E s té tic a y o tr a s c ie n c ia s
Scanned by C am Scanner
i
EL SABER ESTÉTICO 65
Scanned by C am Scanner
66 INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
nismo puede remitirse a Plejánov por su teoría del arte como “ equiva
lente social” , pero no a Marx y Engcls. Baste recordar a este respecto
la ley ntarxiana del desenvolvim iento desigual del arte y la sociedad
y las precisiones de Engels sobre las relaciones contradictorias entre el
realismo de Balzac y su ideología. En sum a, el enfoque sociológico
de lo estético y lo artístico y, particularm ente, el exam en de los la
zos entre arte y sociedad, son indispensables p ara la Estética. Pero
ha de evitar el sociologismo en que suelen caer no sólo la Estética
m arxista de raíz plejanoviana o de inspiración luckacsiana, sino
tam bién la m ayor parte de las sociologías contem poráneas del arte
y la literatura.
Las diversas posiciones del arte dentro del todo social exigen quela
Estética, al tratar de explicarlas, aproveche las aportaciones de dife
rentes ciencias sociales. Así, por ejem plo, el estatuto económico
que adquiere la obra de arte en la sociedad m oderna, capitalista,
al transform arse en mercancía, obliga a la Estética a fijar la aten
ción en la econom ía política que, com o ciencia de las relaciones
de producción, pone al descubierto el tejido m ercantil en que se
inserta la obra artística. Asimismo, la atención que en todas las
sociedades presta el Estado, en una form a u otra, a los efectos ideo
lógicos del arte, así como las relaciones que históricam ente se dan
entre creación artística y práctica política, exigen que la Estética
tenga presente conceptos básicos de la teoría del Estado y de la cien
cia política. Igualm ente, el lugar que ocupa el arte dentro de lasu-
praestructura ideológica y las diversas funciones que cumple en los
aparatos ideológicos del Estado, determ inan que la Estética no
pueda prescindir de la teoría de las ideologías, ya que ésta ofrece
ciertas claves conceptuales indispensables para entender las rela
ciones entre arte e ideología.
Así com o la determ inación social de la experiencia estética y de
la práctica artística explican la necesidad de to m ar en cuenta las
aportaciones de las ciencias sociales, el papel del individuo humano
en el proceso estético —tanto en el mom ento de la creación como en el
de la recepción— hacen necesaria la vinculación de la Estética con
ciencias —com o 1a psiool ogía-y^.psjcoa n á 1isis— que se ocupan del
com portam iento psíquico individual. Asi, por ejem plo, las investi
gaciones estéticas en el cam po de la percepción_\dsuaLxLaudiliya^
tienen que apoyarse en los resultados alcanzados por la psicología
de la visión o de la audición. A hora bien, aunque es indispensable
que la Estética se apoye en las aportaciones de la psicología al estu
diar el aspecto subjetivo, individual, de la relación estética, esto no
Scanned by C am Scanner
V
EL SABER e s t é t i c o 6 7 1;
>•i <
significa que se reduzca a una “ psicologíadel arte’’. Al reducir lo es M' J.
iWtfcym
Scarmed b yC a m S ca nn er • 'iW; %-■'^W M m
‘1
68 INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
por ejem plo los estudios de Yuri Lotm an en su Estructura del texto
artístico. P ero, al hacerlo, ha de procurar no dejarse seducir por
las tentaciones inm anentistas o form alistas que pierden de vista
que los procesos lingüísticos, semióticos o informacionales son
procesos significativos y sociales. Así pues, sin dejar de reconocer
la contribución de dichas ciencias al esclarecimiento de aspectos y
funciones im portantes del arte, así como al análisis de la estructura
interna de la obra artística, la Estética no puede olvidar que, dado
su sentido social, el examen de dichos aspectos y funciones del arte,
asi com o de dicha estructura interna, no puede agotarse en los en
foques lingüístico, semiótico o informático.
Cuestiones de m étodo
Al caracterizar el objeto de estudio de la Estética, hemos visto que
aquél existe real, efectivamente, como objeto hum ano, social e his
tórico. A hora bien, este objeto no se da de un modo directo, inme
diato o espontáneo en la relación de conocimiento. Paraxonoceíjo^
se necesita construir-todo-un-conjunto de conceptos ^abstracciones
que, articulados en un todo, constituyen propiamente el objetoJeori-
09. Sin la mediación de este objeto, que sólo existe como producto
de una actividad específica, teórica, no se puede describir y expli
car el objeto real. Justamente su producción es la tarea propia de
la Estética. Marx llama, respectivamente a uno y otro objeto, lo
“ concreto pensado” y lo “ concreto real” . El primero sólo existe
en el pensamiento, en el terreno de la abstracción, en cuanto que es
producido teóricamente, mientras que el segundo existe real, efec
tivamente, con independencia de que sea pensado —es decir, cons
truido teóricamente— o no.
Así, la percepción estética, el objeto estético, la obra artística, el
condicionamiento social de la experiencia estética y del arte, las
funciones del arte o la relación entre forma, contenido y materia, o
entre forma y función en los productos estéticos, se dan realmente
con las modalidades que asumen en diferentes épocas y socieda
des, independientemente del conocimiento acerca de esos fenóme
nos, procesos u objetos reales. Ahora bien, aunque los conceptos
o teorías acerca de ellos sólo existen como producto de la actividad
cognoscitiva —que consiste, según Marx, en el ascenso de lo abs
tracto a lo concreto, entendido como reproducción ascensional de
lo “ concreto real” por lo “ concreto abstracto” —, en definitiva el
objeto teórico sólo existe por y para el objeto real; es decir, como
k' v
»' ij' i¡v"
•i
Scanned by C am Scanner
70 INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
Sccfhned by C am Scanner
- •/% v?i* *>
. , EL SABER ESTÉTICO :¡
' ,’ ■' . ’' ■
Vi.i-- '-171
' .vj-'y
■ :í . 'ííV,
-íj
1
que, por tanto,,para conocer hay que ir más allá del dato e inte- ‘y:C
grarlo en un conjunto de elementos y relaciones,1pues sólo así puede
revelar—m ás allá de la apariencia— su sentido. Conocer la expérien-
cia estética o el arte como objetos que existen independientemente;
de su conocimiento es —como insiste A lthusser-y construir median- ”
te la actividad teórica —ignorada por el em pirism o-Pej objetó que
aprehende su realidad efectiva;^»-'!^'^^'
Y puesto queda Estética‘sólo- puede explicar sü objetó^real;<siatieri-1 ,Ayí
de a su desarrollo histórico y,a su existencia efectíva|;m‘édiándé:dá
construcción teórica que-dota de sentido,á;los .Jíechoáfttíé^
dejar a un lado tanto el-método especulativo q u e< sacn fica^
esencia inmutable las 'manifestaciones históricas, c o n c r é ta i^ ^
el empirismo,que, en el altar del dato empírico, sacrificada cómple
jidad de los fenómenos estéticos y artísticos, su globahdad y susTela1; ,
ciones. Si la ceguera especulativa parados hechos conduce a lasvaéuas;:y
abstracciones y generalizaciones de las‘estéticas filosóficas,' l a- ' f cer v
güera empiristá parada teoría conduce a la fetichización del^ d a tó ,-¿ ¿ y
empírico que, en nuestros'días, practican las-sociologíás'?del‘a r t é ^ ^
la literatura de un Silberman o un Escarpit. ^ •'
' ¡ . .ív. 1 ■' ‘
• ' ••
¡, i’.'í'v-:’- ; ' i r t . ' , W
* , i/ '■ V‘ - ' í i
D o s p r in c ip io s m e to d o ló g ic o s : "■:'\V;; ’■!v1-V^f; : ;
e l h i s t ó r i c o y e l e s t r u c t u r a l ' h ]. «y h '>&!'V & ’
•79 • , ,v ■ ' ■v,¡ '• ' ■■ .f s x ; : fl.’y v - ! li',y i ;¡;;,. ' í v ;‘ '\¡ , 'ijí
De todo lo anterior se. desprende la importancia dé .dos^irincipiós i":
metedológicos-fundarnentales, que permiten evitar una y otra ce- .
güera para lo real: eLhistóriee-y-el^isténrieü'^straefruxáí. Am
principios, ya aplicados fecundamente en lás1ciéncias:.sóciale¿y‘s pn!•
indispensables, con las modalidades1que impóné suóbjetÓÍ’én l a s i y
investigaciones estéticas.. ’■ , 1 l¡- , ' ; ; í V - 1
^Lprincipio -histór&Q_obliga-a -situar dos fenómenos,¿stéíico^ V-:wv^
artístícos-en.jelJiempo^tanto-en.relación con lo quedos precede co m o:‘y ;.yy?
^oistupropio tiempo. Justamente por esta doble vincüláóiónunter---¿SíjS
na y externa, han de ser considerados con una-estabilidad relativa y:V £
sin perder de vista, por tanto, que se hallan sujetos a un proceso in- V;
cesante de cambio. Cambian,ciertamente las característica que sev . -
Ies atribuyen, sus relaciones mutuas, así como süs relaciones'--córiVÍo;*;^=:-;.-?£■
que, en una época dada,!se considera extraestético o extrartísticó^ ^
Cambian históricamente las funciones del arte-'y^á1^sü-^:véz,tél;dugár.:':-^
que en el conjunto de ellas cumple la funcióri estétibá.: Gámbian,\ ;. ;
asimismo, de una época a; otra los ideales estéticos; loS valorés y ; •
lenguajes artísticos.;Cambiada;posición del artista en.lá'saciedad
y sus relaciones con el público. Cam bian igualm ente las relaciones
del arte con la ciencia y la técnica, así como con las diversas formas de
la supraestructura ideológica: m oral, religión, filosofía, etcétera.
Y aunque se considere que la obra artística trasciende su época, no
por ello se sale de la historia, ya que las condiciones de su propia
perduración son también históricas.
La aplicación del principio histórico__es el m ejor antídoto contra
toda-tentación esencialista empeñada en disólverias'diferendas-en
un orden idéntico a sí mismo, intemporal o transhistórico. Perora!
mismo tiempo, permiíe-descubrir que lo que se presenta como eterno
no es sino la generalización ilegítima de un fenómeno histórico, par
ticular. Al aplicar el principio histórico, se.vuelve claro quelaheljo,
absolutizado por la Estética tradicional, es sólo una-de-sus Jornias
históricas, concretas; que el arte como imitación o reproducaon
de lo real es un modo (realista), entre otros, de producir arte y que
la función estética —privilegiada desde el Renacimiento— no siem
pre ha sido considerada dominante, y menos aún exclusiva, en el
arte. Así pues, no se puede ignorar la naturaleza histórica de lo esté
tico y lo artístico sin escamotear su conocimiento como objeto real.
De ahí la importancia que reviste para la Estética el método his
tórico.
El principio sistémico o estructural obliga a considerar los fenóme
nos estéticos como sistemas de relaciones o todos estructurados,
cuyas cualidades globales son irreductibles a las de sus elementos
integrantes. Trátese de la percepción estética, de la situación estética
en que se encuentran el sujeto y objeto respectivos, del arte como
comportamiento humano, de la sociedad en la que se integra el arte,
etcétera, nos hallamos ame totalidades concretas que no pueden
ser comprendidas al margen de sus relaciones internas y externas.
El enfoque sistémico denlos-fenómenos estéticos-y-artísticos^!
cuanto que éstos constituyen un campo unitario o forman parte de to
talidades más amplias, impiden concentrar la atención exclusivamente
en uno de los elementos de ese campo o en una totalidad aislada,
ya sean éstos —como suele suceder en las estéticas tradicionales—
el arte al margen de la vida social, la función estética desvinculada de
otras funciones, el artista fuera de sus nexos con el público, la pro
ducción sin tomar en cuenta la distribución y el consumo, etcétera.
En suma, elementos que sólo se dan como componentes —mutua
mente condicionados— en un campo unitario.
Lo mismo cabe decir con respecto a la obra artística, concebida
como un todo estructurado en el que las partes o los elementos, o las
Scanned bv C am Scanner
EL SABER ESTÉTICO 73
funciones diversas que cumple, sólo se dan fundidos orgánicamen
te. El enfoque sistémicQ,hace^v.erJa-ob,ra.como un todo orgánico.
^ta&íer*utónomo-e-inmanenter^ue4nslaroej)te_p£^
ser reducido_ajana>de-1siis^elementQS.iiiternQSJ.p.e£0J:.tainpQCQ_a los
,externos:“ideóIógÍá;~psicología d elautor, condiciones sociales; o a
una sola de las funciones que puede cumplir: cognoscitiva, com u
nicativa, expresiva, representativa, etcétera. Ahpra-bien,_eI.,enfo-
quesistém ico.al acercarse_a.su objeto real no puede olvidar q u esu ,
restabilidad,.autonom ía e inmanencia.son relativasrya*que se trata.
_en_definitiya de un.objeto -histórico,-insertojisu vez en un conjun-
j ' - :iones ” -
..principios metodológicos considerados —el histórico y el
sistémico—, lejos de excluirse ^.complementan y necesitan m utua-.
mente, dadas las características del objeto real como objeto históri
co y sistema de relaciones. Así, por ejemplo, el arte en la forma én
qué se le conoce y acepta hoy, es un producto histórico que no puede
ser separado de ciertos fenómenos, igualmente históricos, como
determinada división social del trabajo, la aparición del mercado y .
el fortalecimiento del poder burgués frente a la iglesia y la realeza.
Ahora bien, aunque sus características fundamentales se han pro
ducido históricamente, el enfoque sistémico permite destacar cierta
relación entre ellas como elementos de una totalidad, o estructura re
lativamente estable. Se pone de manifiesto así que no hay historia
sin estructura. Por esta unidad de lo histórico y lo estructural en su
objeto, la Estética —al estudiarlo— ha de recurrir a uno y otro m étodo.,
Pero si la Estética ha de tener presente —explícitamente, unas
veces; como supuesto, otras— la historicidad de su objeto, esto no
significa qqe la teoría estética pueda confundirse con la historia de
ese objeto. L aJEsté_tica-esT-fun dañíenl al mente, teoría deun.obj.etj3
íeal_q^^jendo..históricq,_cpjistituye un.sistema relativamente-es-
table de-relaciones. Ciertamente, como teoría tiene que nutrirse de
la historia real sin disolverse en ella. A su vez, la historia de su ob
jeto —como historia de la apropiación estética del mundo por el
hombre o del arte— necesita a su vez de la teoría estética, pues los
hechos históricos tienen que ser leídos teóricamente, en la unidad
de sus relaciones y dependencia. Sólo una lectura semejante permite
que la historia del arte, por ejemplo, no se reduzca a una historia
de los artistas, de las obras o de las recepciones del público. Seme
jante historia debe ser evitada, ya que al desconectar cada uno de1
esos elementos del todo correspondiente se oculta su sentido y, con
ello, el de la historia real. .
r■
Scanned by C am Scanner
i
Scanned by C am Scanner
•;V¡T^ííí,yí
' • r; 'i
• \>
:■ 4 ^ ;0 í|
'v a- *; 4
. Segunda parte:
V■' ! 'U
■
■x
'4 1
■ T t;í
'4
*i ?
. v . ;4
Scanned by C am Scanner
í /' »
*. (
¡ < .« í.
I
. i i. V I. Orígenes y náturaleza
''.s'-’."!,' t- ¿v:V:.‘ de la relación estética ;;
“ * >' . . . t>; ‘r \ v-‘wV . *:s’,/ ■
,’ , ■
.
Diversas relaciones del hombre ■ K ;• ., ';■!
con el mundo ' 1' K ; !
. . . . . . r ■ s ,< ' ¡ ' : i',
1,7'^
Los hombres han mantenido y mantienen diversas relaciones con el 1 •
mundo. Diversas son también en ellas su actitud hacia la realidad, .
las necesidades que trata de satisfacer y el modo de satisfacerlas. ■>
Entre esas relaciones figuran: í ';V
su historia con todas las demás, esta relación ofrece rasgos pecu
liares que no permiten reducirla a cualquiera de ellas.
La aparición y el desarrollo de las diversas relaciones del hombre
con el mundo, y en algunos casos su desaparición, depende de di
ferentes factores y condiciones históricas y sociales: producción
material, estructura de clase de la sociedad, división social del tra
bajo, tradiciones nacionales, organización cultural, ideología do
minante, etcétera.
Veamos, por ejemplo, la relación teórico-cognoscitiva. Durante
largos milenios, no existió en su forma propia —como filosofía o
ciencia— y, en lugar de ella, la función explicativa la cumplen la
magia o el mito. En cuanto a las relaciones políticas, como relaciones
entre grupos o clases sociales que pugnan por m antener, reformar
o transform ar radicalmente el régimen político-social vigente, es
innegable que no se han dado siempre; no podían existir en la comu
nidad primitiva, anterior a la división de la sociedad en clases, ya
que no existía tampoco el poder político necesario para asegurar
—por la vía del consenso o de la fuerza— cierta arm onía o cohe
sión social. La moral, en cambio, como sistema de normas con el
cual los individuos regulan sus relaciones m utuas, así como entre
ellos y la comunidad, la encontramos incluso en las sociedades co
lectivistas más primitivas, en las que las normas consuetudinarias
apenas si dejan un resquicio para la libertad y responsabilidad per
sonal.
Las diversas relaciones del hombre con el mundo no se desenvuel
ven paralelamente a lo largo de la historia. Su vinculación mutua,
así como el lugar que ocupan o el nivel que alcanzan dentro del todo
social, varían de acuerdo con determinadas condiciones históricas)'
sociales. Estas condiciones explican, asimismo, el papel principal o
subordinado que desempeña cierta relación —económica, política,
religiosa, etcétera— en una época o sociedad. Unas relaciones son
más importantes que otras en determinada fase histórico-social.
Así, por ejemplo, la magia tuvo un papel preeminente en la vida
del hombre en los tiempos prehistóricos durante 40 mil años; una
peculiar relación mágico-mítica perdura en el México prehispánico
hasta que los conquistadores españoles imponen en el siglo xvi su
religión; la relación teórico-cognoscitiva se afirm a en la Edad Mo
derna al constituirse en Occidente la ciencia como tal, pero sólo en
nuestra época tiene lugar el desarrollo impresionante que ha hecho
posible la revolución tecnológica de nuestros días; la vida política
ocupaba el primer plano entre las actividades de los hombres “ libres”
S n a n n p rl h v P .p m íírsm n fa r
V 1:. ’ LA RELACION ESTÉTICA 1 . 79
Producción m aterial ^ ; 1 ; ? f
y producción estética'
La producción material es tan necesaria en la sociedad que bastaría
que los hombres dejaran de producir, en un tiempo relativamente
breve, los bienes materiales con los que satisfacen sus necesidades
•*.t ,r
Scanned by'CáilnScanrier
80 INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
Scanned by C am Scanner
L A RELACIÓN ESTÉTICA 81
v t ; .
V*r\ •»
\■
Mi T
Scanned by C am Scanner
82 INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
P in tu r a r u p e s tr e , p ila b a u tis m a l,
m o n o lito a z te c a
Scanned by C am Scanner
/
LA-RELACIÓN ESTÉTICA 83
t '
sibles, lo cual hacía imposible su contemplación. A esto hay que
agregar el hecho de que las pinturas se superponían unas a otras, lo
que impedía en esas condiciones toda posibilidad de verlas.
No se puede afirm ar, por tanto, que esas pinturas rupestres (las
de Lascaux en Francia o de Altamira en España) fueran ejecutadas
como objetos destinados a ser contemplados, es decir, como o b r a s
de arte. Lo cual no excluye el hecho, innegable también, de que hoy
se las considere como cumbres del arte paleolítico con el que se abre
—como hem os1subrayado^- en nuestro tiempo toda historia uni
versal del arte. ■■ ' ■
2. Pila bautismal dé una iglesia medieval. Se trata de la pila de
bautismo labrada por Rainer van Huy para la iglesia de San Barto
lomé, de Lieja (Bélgica), a comienzos del siglo Xlí (fig. 15). Fue
producida en bronce para que cumpliera una función ritual-reli
giosa: adm inistrar a los fieles un sacramento de la iglesia católica.
Y con ese fin se conserva todavía en la iglesia belga. La producción
originaria de la pila bautismal reclamaba que fuera percibida y utili
zada como un objeto ritual; o sea, como medio o instrumento para
la administración del correspondiente sacramento. Su relieve cen
tral con el bautismo de Cristo, las dos figuras que aguardan a orilla
del río Jordán su llegada e-incluso las Figuras de los toros en que
descansa la pila subrayaban el significado religioso del bautismo, de
acuerdo con los textos sagrados, y estaban ahí no simplemente para
provocar —al ser percibidos— una experiencia estética, sino ante
todo al servicio de una práctica ritual. Así pues, se trataba de un
objeto producido para cumplir con una Finalidad religiosa: subrayar
la importancia y el significado del bautismo para los creyentes. De
ahí que fuera producido por un artista —como señala Gombrich—
con la intervención de los teólogos que le aconsejaban. No era un
objeto destinado ante todo a ser contemplado, aunque —a dife
rencia de lo que vimos en el ejemplo anterior de la pintura rupes
tre— la contemplación era necesaria para que el creyente pudiera'
captar el significado religioso, ritual, que la obra de Rainer van Huy
pretendía inculcar o subrayar en el creyente. No se trataba, pues, de
una obra de arte y, sin embargo, como tal la considera en nuestra
época Ernst H ; Gombrich en su H i s t o r i a del a r t e , así como todos
los espectadores (creyentes o no) que visitan hoy la Iglesia de San
Bartolomé de Lieja; para contemplar estéticamente su pila bautismal.
3. La C o a tlic u e . Se trata de la escultura azteca (fig. 21) de finales
del siglo XV o comienzos del XVI, que fue desenterrada en la Plaza
Mayor de la ciudad de México el 13 de agosto de 1790. Después de
Scanned by C am Scanner
84 INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
Scanned by C am Scanner
LA RELACIÓN ESTÉTICA 85
De la función originaria
a la función estética
\ ' i, \ *•
;\ ^r.'Hf-.*. , ■t
’.rit
Scanned by ÓarnScanner
86 INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
Scanned by C am Scanner
LA RELACIÓN ESTÉTICA 87
2. Lo mismo sucede cuando nos situamos como simples especta
dores ante la pila bautismal de la iglesia belga. La pila deja de ser
en ese momento un instrumento ritual y se convierte en un objeto
que nos interesa por su forma y nos atrae por la ejecución que tes
timonia. En suma, se convierte para nosotros en un objeto digno
de ser contemplado. Ciertamente, el creyente católico puede si
tuarse hoy ante él en una actitud contemplativa en la que el objeto
es más usado que contemplado, al funcionar para.él como instru
mento o medio necesario para cumplir el rito bautismal. Ahora bien,
al desplazarse la atención a la forma y dejar de ser un simple medio
para el cumplimiento de una función ritual, el objeto ya no funciona
ritualmente, incluso para el creyente, sino estéticamente. Es decir,
deja de ser instrumento de una finalidad ritual para ser objeto de
contemplación. Y aunque el espectador no sea un creyente católico,
la obra se le presenta con el significado religioso inherente a la for
ma o con la concepción del mundo traducida por la pila bautismal
en el correspondiente lenguaje plástico.
3. La escultura azteca Coatlicue, que hoy contemplamos en ,el
Museo Nacional de Antropología, nos conduce a una conclusión
semejante. La Coatlicue del museo es y no es la misma que estaba
en el Templo Mayor de la antigua Tenochtitlán. Ciertamente, en él
monumental bloque de piedra encontramos los mismos atributos que
aterrorizaban, al verlos, a sus adoradores aztecas. Ahí están el co
llar de corazones humanos y de manos cortadas, las cabezas de ser
pientes con sus fauces y colmillos, las garras de fiera. En suma, todo
aquello que daba cuenta de su poder terrible, como diosa de la vida
y de la muerte, y que estremecía de horror a los que la contemplaban
en el Templo Mayor. Hoy vemos en el museo la misma estatua, el
mismo bloque de piedra y los mismos atributos, pero no vemos todo
ello de la misma manera. No lo vemos con horror sino con admira
ción. No vemos la diosa terrible del antiguo templo, sino la obra de
arte instalada en la sala del museo. La diosa que encarna el bloque
de piedra ha perdido su poder terrible. A nadie estremece. O sea:
aunque conserva su forma, ha perdido la función originaria, sobre-
cogedora que cumplía en la sociedad azteca. Ahora nos limitamos
a contemplar el monolito como una obra de arte por la forma que
se ha dado a la piedra, por la maestría con que se han combinado
en ella los recursos plásticos, los elementos realistas y simbólicos,'
los atributos humanos y extrahumanos. Pero la Coatlicue nó sólo ,
muestra a los espectadores de hoy el dominio con que, al imprimir
cierta organización o estructuración formal, se ha tratado a la m a -;;
Scanned by CannScanner
88 INVITACIÓN A L A EST É TIC A
Prim era: ¿ C ó m o p u e d e f u n c i o n a r e s t é t i c a m e n t e u n o b je to p r o
d u c i d o s in u n a f in a lid a d e s t é t i c a ?
Segunda: ¿ C ó m o p u e d e p r o d u c i r s e s in f i n a l i d a d e s té tic a un o b
j e t o q u e , s in e m b a r g o , f u n c i o n a e s t é t i c a m e n t e ?
Scanned by C am Scanner
LA RELACIÓN ESTÉTICA 89
« ra n fled by C am S can n er
90 INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
by C am Scanner
LA RELACION ESTETICA 91 ?
Scanned by C am Scanner
92 INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
P.amíírflnnpr
• ,,* * i';, -.. i V- . 1 •: . ' -i, > . , ¿ i ••• ■ , ' I 11 1.■ , ' 1 ; rt ;■ i ' t . . f. »
• “V . 1 .. y,, V . , y V
Scanned by C am Scanner
'ft ' , • , • ' . ■ 1 1
Í
■ ■ ■ ■ ■■
■ LA RELACIÓN ESTÉTICA , , ' 95
' t. "' ‘ •
sean ned by CámScanner
96 ' INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
Snannprl hv OamSnannfir
Fig. 21. La escultura azteca Coatlicue, con sus formas y atributos aterradores,
era hace cinco siglos un instrumento mítico para afirmar el poder terrible de la
diosa de la tierra. Hoy, en el Museo Nacional de Antropología de la ciudad de
México, a nadie estremece, ya que la relación que el espectador mantiene con ella
no es una relación mítica, sino estética. (2a. parte, cap. i.)
Scanned by C am Scanner
1
Scanned by C am Scanner
Fig. 24. Cuando percibimos la vida, el dolor o el movimiento frenético en la
piedra inerte del grupo escultórico, Laocoonte (Museo del Vaticano), no estamos
ame algo irreal, sino ante un objeto peculiar que, en la piedra trabajada, ha ad
quirido una naturaleza específica: la estética.
,í& .
Fig. 25. El espectador no produce o crea este Autorretrato (1907) de Picasso, pero
su intervención, al percibirlo, se hace necesaria para que cumpla, como objeto es
tético, su destino final. (2a. parte, cap. u.)
S c ln n e d by C am Scanner
Fig. 26. Para producir !o
estético, no se requieren
materiales exclusivos o pri
vilegiados. Un artista genial
com o Picasso puede servir
se, como material, de dos
partes de una modesta bi
cicleta para asociarlas crea-
doramente y hacer surgir asi
esta obra de arte: Cabeza de
inrn (París, 1943). (2a. par
te, cap. II.)
Scanned by C am Scanner
Fig. 28. El jugador de pelota, estatua de la cultura olmeca. Aunque pudiera apli
carse a ella el principio de la “ sección de oro” , la esteticidad de esta obra escultó
rica no se reduce a la estructura objetiva a que se refiere ese principio, ya que la
estatua expresa una relación humana, específica, del hombre olmeca con el mun
do. (3a. parte, cap. n.)
S c a W » í5rC a m S c a n n e r
Fig. 29. Olla de barro rojo con (ana nmt'.,*.,
Tonalá, estado de Jalisco, México, ¿'on ell-V *V!?,Uc dccoiada y policromada. «■
artesanía puede integrarse —junto al -irte V Sc prUcba ejemplarmente cómo
tria— en el universo sin límites de lo estétuV ‘'aUl,ale/a, la técnica y la llKla
■F a. Parte, cap. i.)
Scanned by C am Scanner
Fig. 30. Este velero de regata (diseñado por Ian Proctor y construido por
Richardson and Plástic Ltd.), al desplazarse velozmente por el mar no sólo
cumple la correspondiente función práctica, sino que suscita también —al ser
contemplado— una experiencia estética. (3a. parte, cap. i.)
líJt,
Scanned by Cam Scanner
Fig. 31. Ancho es el mundo de lo estético. También puede estetizarse lo práctico,
utilitario o funcional. Así, por ejemplo, las superficies ondulatorias de esta obra
arquitectónica, Restaurante en Xochimilco (México, D .F.), de Félix Candelas,
permiten estetizar con sus formas dinámicas, en expansión, lo que sin ellas sería la
rigidez de lo puramente funcional. (3a. parte, cap. i.)
Scanned by C am Scanner
'feto2' Con su Plaza de ,os Tres Poderes, en Brasilia, Óscar^¡emeya
c'onar^Síet*CO a* v*ncular su carácter monumental y repres
nahdad. (3a. parte, cap. i.)
Scanned b y u a m S c a n n e r
J
Fig. 33. Como puede apreciarse en esta famosa obra suya / o r
en Barcelona, Gaudí trasciende el rigor y la funcionalidad <jfe la^arquítectu^hásta
alcanzar, con su tratamiento de los recursos técnicos, su dominio de los mate
riales, y sus audaces formas escultóricas, efectos estéticos insospechados. (3a.
parte, cap. i.)
Scanned by C am Scanner
Vi-*'*' >
Scariñed by C ám Scanner
Figs. 36 y 37. El Hangar para aviones, de Paolo Luigi Nervi (arriba) en Orbe*
tello, y el Hipódromo de Ia Zarzuela (abajo) en Madrid, de Torroja, Arniches y
Domínguez, prueban fehacientemente, al ser contemplados, que el más riguroso
funcionalismo no logra excluir cierto efecto estético. (3a. parte, cap. i.)
Scanned by C am Scanner 4
Fig. 38. En nuestra época, no sólo se integran ciertos artefactos técnicos en el uni
verso estético, sino que la técnica sirve también para producir un objeto estético.
Así se sirve de ella Lazlo Moholy-Nagy para construir su Modulador lumínico es
pacial con motor (3a. parte, cap. i.)
S c a n n e d by C am Scanner
_/
GABRIEL
GARCÍA
M ARQ UEZ
I
f
Fig. 39. Con Vicente Rojo el diseño gráfico no es una simple ilustración, esclava
de la palabra impresa, ya que adquiere un equilibrio de belleza y función gracias a
su tratamiento estético. Así lo testimonia esta portada suya (1988) de una novela
de García Márquez para Ediciones Era.
Scanned by C am Scanner
v!
1 ‘•1 .. i
LA RELACIÓN ESTÉTICA 97
\
; .• •, • •• ‘ «
; ¿V * >
Scanned by C am Scanner
98 INVITACIÓN A l.A ESTÉTICA
pótesis, pero contando a favor de ella con las luces que arrojan con sus
estudios antropólogos como L croi-G ourhan— , que en el produc
tor prehistórico del palcolilico medio y superior (entre los 300 mil y
10 mil años antes de nuestra era) se fue d an d o cierta conciencia de
la “ buena form a” y, unida a ella, la del “ buen trab ajo ” . Y que esa
conciencia del “ trabajo bien hecho” , gracias al cual se alcanzabais
“ buena form a” , tenía que ser a su vez, conciencia de la capacidad
propia para producir el útil dotado de esa form a. P or último, hay
que suponer también que la conciencia de la “ buena forma” y
del “ trabajo bien hecho” , así com o de la capacidad propia para
realizarlo, tenía que ir seguida de cierto placer o satisfacción des
pués de la ejecución.
Así pues, en el curso de los cientos de miles de años que constitu
yen el paleolítico inferior y medio, se van afirm ando en el trabajo
—como proceso entre el hombre y la naturaleza en el que “ la actividad
del hom bre consigue transform ar, valiéndose del instrumento co
rrespondiente, el objeto sobre el que versa el trab ajo con arreglo al
fin perseguido” (Marx)— los siguientes rasgos:
1. Preexistencia ideal del producto y de su form a en la concien
cia del productor, lo que implicaba a la vez cierta conciencia de la
relación forma-función, de la bondad de la form a y del trabajo
bien hecho, así como de la capacidad propia para materializar lo
ideado mediante ese trabajo.
2. Dominio cada vez mayor del hom bre sobre la materia gracias
a: su conocimiento cada vez más rico y extenso de los materiales;
la fabricación de instrumentos cada vez más finos y adecuados para
dom eñar esos materiales, y el empleo de procedim ientos y técnicas
cada vez más perfectos.
3. Eficacia cada vez mayor del útil para cum plir su función, lo
que implicaba la conquista de una form a cada vez más perfecta.
4. Placer vinculado, después de la ejecución, a la conciencia del
“ buen trabajo” realizado y de la capacidad propia para ejecutarlo.
Estos rasgos fundamentales constituyen la condición necesaria para
que surja y se desarrolle un nuevo com portam iento humano que, sin
dejar de reconocer su carácter utilitario, calificam os de estético.
Tal es el comportamiento que encontramos objetivado en las profun
didades de las cavernas de Lascaux (Francia) y Altamira (España) en
el periodo magdaleniense del paleolítico superior, entre los 17 mil y
10 mil- años antes de nuestra era. Pero, ya desde el paleolítico me
dio (100 mil a 40 mil años anteriores a nuestra era), se habían ido
Scanned bv C am Scanner
LA RELACIÓN USTÍiTICA 99
id by C a im S c a n n e r....................■' •
100 INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
py C am S can n er
102 INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
Consideraciones finales
Scanned by C am Scanner j
, - , ; ; ; " -..V . 1.A RELACIÓN ESTÉTICA 103
py C am Scáhher
104 INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
Scanned by C am Scanner
I
IÍS ‘
•*.. V .f .il' , >
■ „ ? ‘ ' *
1 • i
>
Sujeto y objeto en la
situación estética »
-’*■■
Los dos términos, de esta relación concreta, singular, constituyen
una totalidad o estructura peculiar que llamaremos situación esté
tica: Como^en toda estructura, sus elementos, así como la totali
dad de que form an parte, sólo existen en su unidad y dependencia
mutuas. En ella, y durante ella, un sujeto y un objeto determina
dos se com portan estéticamente. Pero si uno y otro sólo se com
portan así como elementos de una relación (con el todo, y entre sí) —es
decir, en una situación dada, siempre concreta y singular, y por
tanto, temporal— , esto supone que el sujeto no se comporta en todo
momento estéticamente, y que el objeto no cumple siempre una
función estética. El espectador que contempla en cierta parte de su
jornada el A utorretrato de Tiziano en el museo, en otras partes de
ella trabaja, descansa en su casa, visita a un amigo, participa en
una reunión festiva o política, y duerme. Es decir, puede mostrar
sca nn ed by C am Scanner
106 INVITACIÓN A l.A USTÉTICA
Scanned by C am Scanner
LA SITUACION ESTÉTICA. D EL OBJETO 10 7
STCarñScanner
108 INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
Scanned bv C am Scanner
LA SITUACIÓN ESTÉTICA. I) EL OBJETO 109
by CamScánner "4
110 INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
S ra n n p rl hv P a m S c a n n e r
I,A SITUACIÓN liSTÍm CA. I) l i í . OHJIíTO III
Potencialidad y efectividad
del objeto estético
El objeto estético, como ya hemos señalado, es efectivamente tal
en la situación estética. Antes o fuera de ella, sólo tiene una exis-
i ___
<
C am Scanner
Scanned by
F7
1 12 INVITACIÓN A LA LSTLTICA
j
Scanned by C am Scanner
' >' LA SITUACIÓN ESTÉTICA. I)EL OBJETO : in
rií
' * í* '
' I
I , .M ' ■
-
1J
ducirse determ inadas ondas sonoras; en el segundo, se requieren
determinados signos gráficos que, gracias a la tinta empleada, des
tacan en el papel. Sim lapresencia física del poema, garantizada por
esos elementos sonoros o gráficos, es decir, sin su cuerpo físico,
material, sensible, el poem a no existiría en absoluto. í;
El objeto estético no puede prescindir de ese sustrato físico y
desaparece como tal cuando desaparece físicamente. En la estatua de
mármol que, al caer al suelo, salta hecha pedazos; en el cuadro devo
rado por un incendio o en el original perdido de un poema, la desa
parición física del objeto lleva aparejada su desaparición estética. Si
Max Brod, am igo y albacea literario del gran novelista checo Frariz
Kafka, hubiera entregado a las llamas todos sus originales para
cumplir lós últim os deseos de su amigo, el mundo novelesco,* esté
tico, kafkiano habría dejado de existir. Los monumentos denlas1
viejas civilizaciones, perdidos o destruidos físicamente por con
quistadores y colonizadores, se .perdieron o destruyeron para siem
pre como objetos estéticos. Y ninguna reconstrucción por la palabra
—verbal ,o escrita— de: quienes alguna vez los contemplaron,
puede reconstruir, estéticamente con su descripción, impresión o
valoración, lo que se perdió o fue destruido físicamente. Ninguna
de las descripciones que se conocen puede recuperar estéticamente,
por ejemplo, el retablo del sagrario sevillano de Jerónimo Balbás,1
destruido en .1824, y que —como explica Justino Fernández— fue
el antecedente del Retablo de ios Reyes del mismo artista en la cate
dral de México/ El mural de Diego Rivera del Centro Rockefeller, en
Radio City, N ueva York, fue,víctima de la furia anticomunista deí
capitalismo, norteam ericano. Diego Rivera quiso pintarlo de huevo
en él Palacio de Bellas Artes de México, pero el resultado fue lá
creación de un nuevo mural, no la recuperación imposible def que
había sido destruido físicamente. ; •
La relación necesaria entre el objeto estético y su sustrato físico
se manifiesta también en el hecho de que los cambios que sufre en su
existencia física afectan, de un modo u otro, a su condición esté
tica. Es innegable, por ejemplo, que las alteraciones en la compo
sición química -o en la pigmentación de un cuadro afectan a sus
propiedades estéticas. Si el color palidece o se oscurece bajo la ac
ción del tiem po; si ciertas sombras azules se vuelven verdes o unos
blancos se tornan grises,- el cuadro podrá seguir siendo un cuadro,
pero ya no será el mismo. Y si las alteraciones físicas se acumulan y
el cuadró entra en un proceso de envejecimiento físico, éste puede
conducir a su m uerte como objeto estético. Ahora bien, si esto.es
\M
.1
.. v. iV’1- Vr?'
•\ »v • ' *•? „ <’.>»/
vL.*.: „■-'V v: -
ned by C am S can n er
1 14 INVITACIÓN A L A EST É TIC A
Scanned by C am Scanner J
.V
V' 4
'VÍ\
> , v . :y, LA SITUACIÓN ESTÉTICA. I) EL OBJETO 115
u . ’ V ;''1 ,
Es importante subrayar este carácter perceptual del objeto estéti
co, ya qué no todo lo que existe en él físicamente puede ser percibido
por nuestros sentidos y, en consecuencia, existir estéticamente. La
vista no percibe los átomos, electrones o protones, ni él oído capta las
ondas sonoras de una longitud inferior o superior al umbral de lá sen
sación correspondiente. En ambos casos, aunque lo físico existe
efectivamente^ al no ser percibido directamente por nuestros sentí-1
dos, no puede ser estetizado. Así, pues, el objeto estético es físico
pero a la.Veij1y necesariamente, sensible, perceptual. Ahora bien,
¿qué alcance estético tiene esta presencia física, sensible?
Lo sensible' no está en el objeto estético pura y simplemente
como un sustrato necesario, a la manera como están otros elementos
físicos ya citados'E stá como parte intrínseca, indisoluble, suya. El.
mármol de la estatua no es sólo el sustrato físico que la hace posi
ble, sino el material dotado de ciertas cualidades—color, grano,
textura—, en virtud de las cuales al ser formado o trabajado por el
escultor, se vuelve parte inseparable de la estatua como objeto es
tético. Lo físico, el mármol en este caso, ya transformado, no sólo
es condición necesaria o medio de lo estético, sino que es —yá for
mado o trabajado— lo estético mismo.
Justamente porque lo físico, sensible, perceptual, es un aspecto
indisoluble del objeto estético, y porque éste sólo existe para
los sentidos, nuestra relación con él reclama forzosamente, y no como *
simple medio, su percepción sensible. Esta intervención de nues
tros sentidos se diferencia de la que tienen en la percepción de un'
objeto destinado a ser utilizado o manipulado, cuyas cualidades
sensibles interesan en cuanto son requeridas por su uso o manipu
lación. Es decir, el aspecto sensible del objeto, en este caso, sólo
reclama la intervención de nuestros sentidos en la medida en que
necesitamos captar su ■significación utilitaria o uso de acuerdo
con su función práctica. El leñador percibe sobre todo el tronco
del árbol en cuanto que ha de descargar en él su hacha. Su percep
ción aquí es sólo medio, o estación de paso, y no se prolonga más
allá de las exigencias de su condición instrumental. En el objeto es
tético, la relación perceptual con lo sensible es necesaria, e insosla-1
yable durante toda la situación estética, y sólo se suspende cuando
deja de estar en esa situación. Por ello, lo sensible no es simple
medio o estación de paso, sino un aspecto intrínseco e indisoluble del
objeto estético qué reclama como fin,1y no como medio, la percep
ción correspondiente.Vi!; 1' \ ,
No hay, pues, nada en’el objeto estético que no ésté encarnado
;••:u*
i.
nld bv CamS¿anner ’ ’ '
116 INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
F orm a y significado
en el o b jeto estético
Scanned bv C am Scanner
\
t
• :v •••-
LA SITUACIÓN ESTÉTICA. I) EL OBJETO 117
s, bv C am Scanner
118 INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
La realidad estética
Scanned bv C am Scanner
LA SITUACIÓN ESTÉTICA. 1) EL OBJETO 119
¿Objeto irreal?
’•' i ’ ’, r l■
by CamScánner
120 INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
¿Objeto psíquico?
: i / . ,
i
by CamScanner
122 INVITACIÓN A L.A ESTÉTICA
py C am Scanner
124 INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
. r > « « .C / 'o n n p r i
LA SITUACIÓN ESTÉTICA. I) EL OBJETO 125
by CamSCanner
126 INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
Scanned by C am Scanner
La relaciónen que consiste la situación estética se caracteriza por
i i
La percepción ordinaria
ad by CamScánner
128 INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
CamScanner
Scanned by
130 INVITACION A l A ESTÉTICA
fsran n p rl hv P .p m S c a n n o r
LA SITUACIÓN ESTÉTICA. 2) EL SUJETO 131
La p e r c e p c ió n e s t é t i c a
Scanned bv C am Scanner
I
l.A SITUACIÓN T StT riC A , 2) l-I. SU.II-TO 133
i i
by ¿amScanner
134 INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
Interés y desinterés
en la situación estética
La idea de que la percepción estética no se subordina a un fin exte
rior implica que no se guía por un interés particular. Kant en su
.^ráTnnprl h\/ P .a m .^ ra n n p r
' ! LA SITUACIÓN ESTÉTICA. 2) EL SUJETO 135
Critica d e l j u i c i o ,
teniendo presente el interés sensible, utilitario,
asi como el interés moral, de.naturaleza espiritual, ha sostenido
que el sentimiento estético es totalmente desinteresado. Aunque por
desinterés entiende Kant*. en un caso, liberación dé todo deseo y, en
otro, la no sujeción‘a. un fin exterior, incluso el moral, por elevado
que sea; la tesis kantiana-tiene que ser reconsiderada para que pueda
admitirse qué el interés, o cierto interés, tiene un lugar propio en
la situación estética. Abordemos esta cuestión a partir de varios
ejemplos. ■ ;i( ^ ... • r
Al contemplar un paisaje natural, se excluye ciertamente toda,
consideración de los beneficios contantes y sonantes que ese frag
mento de naturaleza pudiera producir como objeto de una inversión
turística. Es decir, se ,descarta todo interés económico, material.
De manera análoga, no se contempla estéticamente, como hemos
visto, el cuadro de Velázquez L a r e n d ic ió n d e B re d a movido por
un interés cognoscitivo para aprender o comprobar una verdad
histórica. Tampoco cabe esa contemplación si el profesor de filosofía
se acerca al cuadro de Rafael L a E s c u e la d e A te n a s , para mostrar
a sus alumnos, con las dos figuras que ocupan el primer plano, la
oposición entre dos doctrinas filosóficas de la Antigüedad griega: el
idealismo de Platón y'el realismo de Aristóteles. Con respecto a
los tres objetos señalados, lá contemplación no puede darse si el
interés (práctico, material, en el primer ejemplo, o teórico, en los
segundos) guía la .percepción. El interés perturba, mediatiza o anula
la percepción estética,, ya que ésta se ha convertido en simple me
dio de un fin exterior (invertir, conocer o enseñar). La percepción
así moldeada, se reduce a la-función instrumental exigida precisa
mente por su subordinación a un fin exterior. En este sentido, la,
contemplación estética requiere descartar semejante interés par
ticular y es, por tanto, desinteresada. * ; V
Pero este carácter desinteresado, ¿significa que se deba admitir
dentro de la situación estética una oposición absoluta, como sos
tiene Kant, entre contemplación e interés? Para responder a esta
cuestión, hay que precisar de qué interés se trata y, por lo pronto,
no reducirlo al sensible o moral que es el que tiene en mente Kant.
La contemplación estética despierta un interés propio, específico,
no reductible al déseo o interés moral de que habla Kant ni a otros
intereses particulares. Se trata de un interés tanto más intenso y
profundo cuanto más intensa y profunda sea la experiencia estéti
ca. En esa relación’contemplativa que se da en la situación estética,
y no antes o fuera de ella, él sujeto se siente atraído, llamado o
'.,.r
by CamScanner
136 INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
by CarriScánner
138 INVITACIÓN A LA tiSTTTIC'A
Scanned bv C am Scanner
¡
l
sean las analogías que puedan establecerse entre el objeto percibido
yel estado anímico correspondiente, lo determinante para esta teo
ría es el proceso.déjfúsióh o identificación de sujeto y objeto en
virtud del Cual este último adquiere, al ser contemplado, un tono
afectivo. LO objetivó se torna así subjetivo; el objeto percibido sé
convierte en simple expresión o atributó del sujeto.
Tal es la;proyección sentimental que se da, en mayor o menor
grado, en t'odá percepción; Ahora bien, en la percepción ordinaria
esa proyección: eje nuestros sentimientos es incompleta o imperfec
ta, ya que se halla limitada por la influencia perturbadora de las
circunstancias cotidianas: intereses prácticos, preocupaciones per
sonales, recuerdos de experiencias vividas, conocimiento del objeto,
etcétera. En cambio, en la percepción estética, liberada de todo
elemento perturbador,, el sujeto puede proyectar libre y plenamente
sus sentimientos; Y el objeto percibido será tanto más valioso es
téticamente scuanto más intensa y perfecta sea la E in fiih lu n g . Se
¡rata, pues, ,de una diferencia de grado; lo cual plantea la dificultad
—que más de una vez se ha objetado a esta teoría— de determinar
cuándo la proyección sentimental rebasa el nivel de la percepción
ordinaria y alcanza la intensidad, plenitud y perfección propias de
la percepción'estética.
Por otro lado, como relación sujeto-objeto, la proyección senti
mental significa el sacrificio del segundo en aras del primero. Cier
tamente, el sujeto se proyecta tan plenamente en el objeto percibido
que desaparece la distancia entre uno y otro: el objeto se disuelve
en el sujeto'individual. En suma, la contemplación estética del ob
jeto se convierte en una autocontemplación. Lo que encuentra el
sujeto en él es lo que ha puesto o proyectado de sí mismo. La con
secuencia forzósaide esta teoría es, en conclusión, su subjetivismo
radical. ;fev •'■ ■
Ahora bien, como hemos señalado anteriormente, el objeto es
tético tiene la realidad propia de un objeto sensible que, por su for-
nia, significa. Es, por tanto, una realidad que no se reduce a la
de su ser físico y cuya objetividad no se disuelve en las diferentes
Proyecciones psíquicas del contemplador, aunque necesita de sus per
cepciones individúales para que esa objetividad se muestre efecti
vamente. La fusión —no la unidad— de sujeto y objeto, al abolir
toda distanciaentre uno y otro, haría imposible la contemplación,
by CamScanner
'I
Scanned by C am Scanner
; í LA SITUACIÓN ESTETICA. 2) EL'SUJETO 141
■ •' ■’'
• :Vm- ' 7 > • ' .
Dialéctica de la identificación
el distandamiento
Vi**.
La contemplación estética requiere, pues, cierta distancia psíquica
entre sujeto y objeto, no sólo para que éste no se perciba disuelto en
aquél sino también para que el objeto, al ser percibido, no se re
duzca a la realidad vivida, cotidiana, del sujeto. Ortega y Gasset
vio en ese desprendimiento de la “ realidad vivida” , que él identificó
sin más con la “ realidad humana” , la prueba de la “ deshumaniza
ción del arte” , propia de “ las grandes épocas del arte” y, en par
ticular, del “ arte nuevo” . Por ello afirma en el mismo texto {L a
d e sh u m a n iza c ió n d e l a r t e ) que “ la percepción de la realidad vivida
y la percepción de la forma artística son, en principio, incompati
bles. . . ” Y agrega: “ Todas1las grandes épocas del arte han evitado
que la obra tenga en lo humano su centro de gravedad.” O sea: del’
hecho de que el arte no es expresión directa e inmediata de una rea
lidad vivida por el artista, deduce sin poner límites a su generalización
que el arte no expresa,, objetiva o hace presente cierto mundo humano. t
Ahora bien, en el distanciamiento del arte de una realidad humana vi
vida, Jejos de mostrarse su “ deshumanización” se muestra justamente
lo contrarío. En primer lugar, porque siendo la obra artística un
producto humano, no puede dejar de tener siempre una significa
ción humana. Pero, a su vez, al distanciarse de la realidad humana
“vivida” por el artista antes o fuera del proceso creador, el arte '
expresa cierta;realidad humana, o relación del hombre con el mun
do, coh mayor riqueza, plenitud y profundidad. Y este mundo que
no es un mundo dado sino creado por el artista, y en el que se pasa
de una realidad “ vivida” a una realidad humana más profunda,
es el que constituye el centro de gravedad del objeto que se ofrece
a la contemplación estética. Contemplación que sólo se da, a su
vez, si el sujeto que se sitúa ante el objeto, lejos de fundirse con
él, convirtiéndolo en una proyección suya, se mantiene a cierta dis
tancia. ” . ■ ■',
, Sujeto y objeto se separan de sí mismos, o más precisamente, de
una parte dé su ser, para poder encontrarse en la situación estética.
El sujeto.se separa'de su realidad vivida; el objeto, de su realidad
corpórea como cosa entre las cosas. Y justamente al comportarse
así, el sujeto puede apropiarse el objeto en su riqueza estética, ^ue
es esencialmente humana, y no en la forma abstracta, mutilada,
que —ésta sí— lo deshumaniza.. Distanciándose así, el objeto al-
.-¡'"V v '
, l 'l V V 1 V • V
, . .• &• r. •
__ ¿vwv. - «/
Scanned b y C am Scanner 1: * •
142 INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
Scanned bv CamScanner
. ■ k! • . .
• • • , . i,
'’ . ■ 1 . -/•'{
Tercera parte: V ;'i
Las categorías estéticas : "í
.t,
; ,J i1145 » //
*^ v,,; , va, •:» *í i. , /tf ,.
a. - , .
i
Scanned by C am Scanner
147
fonte {en M e m o r a b le s ) y Platón (en Hipias mayor). Platón, fiel a
su concepción aristocrática'dcl hombre libre, desprecia lo cómico
como indignó de él y, propio, en cambio, de esclavos y mercenarios
extranjeros* Támpoco aprecia lo trágico, pues su racionalismo le
lleva a ver lás pasiones como perturbaciones del alma que la alejan
déla contemplación»de Ias:ideas. De ahí que rechace la tragedia
que pretende reproducirlas en escena. / •
Es Aristóteles quien extiende el espacio categorial estético al dar
carta de ciudadanía a lo trágico y lo cómico. La comedia es para él
reproducción‘de caracteres sin suscitar dolor. Condena por ello la
sátira que denuncia y flagela y produce ira, no placer. Pero su gran
aportación, en este terreno, se halla en el análisis de lo trágico en .
su P o ética , en lá cual —como en tantas cuestiones— se aparta de
Platón. Mientras que para su maestro la presentación de las pasiones
corrompe a los hombres, ya que contribuye a que impere lo irra
cional y no la ley en la comunidad, para Aristóteles la purificación
délas pasiones { c a ta r s is ) , al ser representadas en escena, permite al
espectador liberarse de ellas. Así atemperadas, pierden su crudeza
emocional, su peligrosidad y, lejos de producir dolor, provocan
placer. • •.
Ya hundido el mundo antiguo, se abre el espacio de la reflexión
estética a una nueva categoría con el tratado D e lo s u b lim e , de un
autor desconocido del siglo I de nuestra era que, durante mucho
tiempo, se atribuyó a Longino. Lo sublime se vincula con la idea
délo infinito, con las aspiraciones del alma a rebasar su finitud, e im
pregna el arte,cristiano medieval. Con esta nueva categoría, se
marca ya la distinción respecto del principio clásico de la belleza
que el Renacimiento volverá a entronizar en la teoría y la práctica
artísticas. í; ‘
El imperio’de lo bello en Occidente comenzará a tambalearse con
el arte barroco;y, sobre todo, con el romanticismo. Nuevas catego
rías entrarán en el pensamiento estético. Así, por ejemplo, Schlegel
se ocupará de la ironía, y Hegel, como hemos visto, recurrirá a ella
para definir la forma romántica del arte.' Incluso lo feo, tan des
preciado como la antítesis de lo bello, será objeto de la reflexión
estética y, a,mediados del siglo xix, ocupará el lugar central en una
obra de Rosenkránz, cuyo título, E s té tic a d e la f e a l d a d , no deja de
ser significativo. I*ero es, sobre todo, en la época contemporánea
cuando se amplía considerablemente el espacio de las categorías
estéticas. A ello contribuyen decisivamente —una vez más la práctica ;
por delante dé ía teoría— las revoluciones artísticas que transfor-
ScaniWri bV
•^
Lo estético en claves
socrática y kantiana
Siendo la categoría estética más general, lo estético fija lo que hay
de común en las diferentes categorías particulares: lo bello, lo feo,
lo sublime, lo trágico, lo cómico, lo grotesco, etcétera. Resulta así
que lo bello es estético, pero no todo lo estético es bello. En cuanto
a la cuestión de qué es lo estético —cuestión que durante largo tiem
po no se distingue en la historia de la Estética de la de lo bello—,
encontramos dos respuestas fundamentales, que no obstante su opo
sición mutua, comparten un rasgo común: poner lo estético, o lo
bello en sentido amplio, en relación con lo útil. Se trata de las res
puestas de Sócrates en la Antigüedad griega, y de Kant en los tiempos
modernos, que sólo en nuestra época han sido elevadas a una sín
tesis superior.
De acuerdo con el legado de las ideas socráticas que nos transmi
ten Jenofonte (.Memorables) y Platón (Hipias mayor), Sócrates
confunde lo bello con lo útil. El cesto de la basura es, en con
secuencia, bello, y no lo es, en cambio, un ornamento inútil. En el
diálogo platónico, Sócrates hace ver que un escudo, por muy ador
nado que esté, si no protege de los ataques de un enemigo no puede
considerarse bello; en tanto que el poco adornado, si cumple esa'
función protectora, será bello. Al vincular así lo bello con lo útil,
Sócrates no hace sino tender teóricamente el puente que ya había
tendido prácticamente el trabajo humano desde los tiempos pre
históricos. Sienta así las bases de una estética funcional, utilitaria,
que difícilmente podía ser aceptada en su tiempo. El propio Sócrates
así lo reconoce, según Jenofonte, al hacer decir a un armero: “A
. ¡ ' !i' *
••
. hi/ CairiScánnér
150 INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
Lo estético y lo útil
Scanned by C am Scanner
LA CATEGORÍA GENERAL DE LO ESTÉTICO 151
estética y del arte. Ahora bien, los elementos que hemos señalado
para caracterizar en su unidad indisoluble al objeto estético —ma
teria sensible, forma y significado—, son sólo condiciones necesa
rias pero insuficientes, por abstractas, de lo estético. En verdad, lo
estético sólo se da en determinadas relaciones sociales que hacen
posible las manifestaciones concretas de su presencia, o sea: como
lo estético-concreto, singular, en la situación estética correspon
diente.
, *
El objetivismo estético
i
n n p H bV
CamScanner
15 2 INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
L , kv CamScanner
154 INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
Scanned by C am Scanner
LA CATEGORÍA GENERAL DE LO ESTÉTICO 155
S can n ed by C am S can n er
156 INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
by C am Scanner
LA CATEGORÍA GENERAL DE LO ESTÉTICO
157
El subjetivismo estético
^ hv CamScanner
158 INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
r \ __ _. ai /^ « m C /'o n n p r
LA CATEGORÍA g e n e r a l d e lo e st é t ic o 159
, h* CamScanner
160 INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
Scanned by C am Scanner
Fig. 40. La belleza clásica fundada en el orden, la proporción y la armonía la ha
damos en el Partenón (fachada oriental restaurada) de la antigua Grecia. Este
^mplo a escala humana, construido para honrar a dioses humanizados, expre
sa con su estructura formal una relación armónica y transparente del hombre
griego con el mundo en que vive y con las divinidades que están más allá de él.
I Wa-Parte, Cap. u.)
S c a n n e d by C am Scanner
Fig. 41. La Venus de !*p <
Prefigurar los c á n o n e s^ ía WK ^ USeo ^^storia Natural, París)
elleza clásica o renacentista. (3a- Pa
Scanned by C am Scanner
Fig. 42. A través de los siglos se mantiene un consenso general al atribuir lo que
llamamos Belleza a la Venus de M ilo (Museo del Louvre, París). Pero, esta Belle-
¿asin adjetivos es, en definitiva, una belleza adjetivada: clásica o clasicista. (3a.
I parte, cap. ii.)
Scanned by C am Scanner
^ ^ — ¿sS£S&,r-
Scanned by C am Scanner
i
Fig. 44. Con esta cabeza de A fro d ita de Gnido puede ejemplificarse lo bello clási
co. Así entendido, ¿ha desaparecido lo bello del escenario estético, o subsiste en
él como un círculo de hierro del que no se logra salir? (3a. parte, cap. n.)
Scanned by C am Scanner
*‘6-
carnada &
^ elCUerp0,un ^ eaíb arm co^ ^ h 0^ 61 Prado> Madrid) enea:
enus de Mito de la Grecia , , e *eza femenina que ya no e
asica. (3a. parte, cap. n.)
S ca n n e d b y C am Scanner
f
S c a n n e d by C am Scanner
rig. 47. Bella figurilla de un caballo bailanrin t , T„na
movimiento y la expresión se conjugan en ella Chm° de 13 d,naSt,r hrio
parte, cap. n.) a con serenidad y el equtlibn
Scanned by C am Scanner
^ que testi
hig, 4¡j , perturbación barr , is/ladrid
^Onia . ^ell° b ásico y renacentista con° c*\ ej Museo del Pra •
a ®Jte cuadro de El G reco, La Trinidad, e
D
Parte>cap. h .)
Scanned by C am Scanner
Fig. 49. La deslumbrante belleza de la modelo que aparece en L a f a l d a b l a n <-a
Balthus suscita comentarios que presuponen el concepto de lo bello clásico- -
parte, cap. n.)
L
Scanned by Cam Scanner
• igj». 50 y 51. Lo bello también se hace presente en el cine. Asi lo testimonian estas
dos escenas del espléndido filnrde Serguei M. Eisenstein, ¡Que viva México'. Arri
ba: “Un melancólico, dilatado lamento: la despedida indígena al sol poniente”
Wel guión de Eisenstein). Abajo: “ De acuerdo con la tradición, Sebastián tendrá
íue presentar a su novia con el propietario de la hacienda” (del mismo guión),
lia. parte, cap. u.)
¿d by Cam Scanner
e se conjuga con
Scanned by C am Scanner
, , F i n i ñ o d e V a l l e c a s
'^ ¿ 0 f í ’" Veláz<1uez. como puede aPreciarf e“ eíarÍe carta de ciudadanía este
iiCa 0 del Prado, de Madrid), lo feo adquiere e
Scanned by C am Scanner
Fig. 54. i£l buey desollado, de Rembrandt (Museo del Prado), representa un obje
to ingrato, innoble que produce insatisfacción o disgusto al ser contemplado en 1»
vida real. Pero, no es así como el espectador del cuadro reacciona ante la fealdad,
no ya real, sino representada o creada. (3a. parte, cap. ni.)
Scanned by C am Scanner J
5 y 56. Aunque es
iez quien abre en el
mi de par en par las
a lo feo, casi dos
ates, en pleno impe-
centista de la Belle-
nardo da Vinci reco-
ie no sólo existe lo
i los cuerpos, sino
1 lo feo. Arriba.
ón de un hombre
io Museo del
parís; abajo: D ib u
j a n Museum,
^ (3a. p a ^ , cap.
Vi
- **t
' %
•i
Fig. 57. La fealdad de estos rostros agusanados en la acuarela, Mercado délo
carneen Hamburgo (1973), de José Luis Cuevas, entraña una denuncia y una crítica
de la sociedad en la que impera la corrupción y la injusticia. (3a. parte, cap. ni-)
Scanned by C am Scanner
LA C A T E G O R ÍA Gl-NLkAL DI- LO 1-STElK’O
Í6I
el mito o la religión, im perios diversos que sólo se derrumbarán en
los tiempos m odernos. Esa ideología estética que justifica un com
portamiento estético específico y autónom o, sólo surgirá y se desa
rrollará en esos tiem pos para afirm arse sobre todo en e! siglo xix y
en nuestro siglo, ju stifican d o precisamente la producción y el con
sumo de un objeto específico, estético (el artístico), digno de ser
contemplado por su form a. Pero, aun dándose ya esta ideología de
la autonomía y especificidad estéticas, se tratará durante los siglos
XVIII, XIX y hasta ya entrado el siglo xx, de una ideología predomi
nantemente clasicista o eurocéntrica. Esta ideología tenderá a pre
sentar —con las correspondientes exclusiones— lo que, en definitiva
es justificación y guía de un comportamiento estético particular
-el estético occidental— com o una práctica y un comportamiento
estéticos universales. En sum a, como demuestra la relación estética
sujeta a esta ideología clasicista, eurocéntrica, el modo como el su
jeto y el objeto entran en una situación estética, no puede abstraer
se de la ideología que fija, en ella, su lugar y relación mutua. De
ahí el error en que incurren tanto el subjetivismo como el objetivismo
al separar los térm inos de la relación o asignarles en ella un lugar
fijo.
El subjetivismo, en verdad, asigna al sujeto un lugar fijo, inmu
table, al atribuirle una capacidad o sensibilidad estética que corres
ponde a su naturaleza hum ana. Tal es el sujeto para Kant. No se
trata, ciertamente, de un sujeto empírico, individual, sino de un
sujeto humano, universal, que posee un sentido especial, o especie
de "sentido com ún” de la belleza o del gusto, que permite juzgar y
estimar lo bello con una pretensión de universalidad. Se trata entonces
de una capacidad humana universal, no compartida por los animales.
Así pues, lo estético hay que buscarlo en cierto comportamiento
del sujeto en el que “ el sentimiento de una armonía en el juego de
las facultades mentales, que no puede sino sentirse” , constituye un
elemento esencial (Crítica del juicio). El sujeto atribuye belleza a
un objeto cuando éste es percibido desinteresadamente, sin una re
presentación del fin y como un objeto que produce placer. Pero,
aunque no se trata del sujeto empírico, personal, el acento se pone,
como en todo subjetivismo, en la subjetividad, aunque entendida
esta en un sentido universal y, por tanto, antropológica. Así enten
dida, la fuente de lo estético está en el hombre, en una capacidad o
sentido especial de la belleza, común a todo el género humano y
ajena a todo contexto histórico-social concreto. Este “ sentido es
tético” es, en definitiva, un atributo de la “ naturaleza humana” ,
w, camScanner
162 INVITACION A LA LSTF.TICA
concebida ésta como una esencia perm anente e inm utable a través
de los avatares de la historia real.
Ahora bien, se puede tratar de rehuir ese antropologism o po
niendo a la “ naturaleza hum ana” en movimiento; es decir, presen
tándola configurada por y en la historia y en diferentes situaciones
históricas. La dimensión antropológica de lo estético sólo podría
darse historizada. Pero entonces perdería su universalidad como ras
go permanente de la ‘‘naturaleza hum ana” , ya que si bien sólo se
da en la historia, no siempre se ha dado históricamente. Como hemos
tratado de mostrar a lo largo de nuestra exposición, lo estético como
relación humana específica (entendida como producción de ciertos
objetos, o como consumo o recepción de ellos) es algo que el hom
bre ha conquistado históricamente, es decir, en el curso de un largo
y complejo proceso en su propia historia, y no un atributo de su
“ naturaleza” al margen de aquélla.
En verdad, aunque reconozcamos la existencia de un comporta
miento estético intencional desde hace relativamente pocos siglos, y
admitamos la existencia de una praxis estética no intencional desde
hace treinta o cuarenta siglos, la “ naturaleza hum ana” no tiene una
dimensión estética en los centenares de miles de años que preceden
a esa práctica estética no intencional. Y no la tiene aunque es cierto
que la capacidad humana de producir materialmente, ésta sí inse
parable del hombre desde que existe como tal, estaba engendrando
las condiciones necesarias para que la creatividad hum ana, puesta
ya de relieve en el trabajo, llegara a tener una dimensión estética.
Por ello, al “ carácter universal en sentido antropológico de la di
mensión estética” , o al “principio antropológico como base de una
nueva Estética” hay que considerarlo —como dice José Jiménez
{Imágenes del hombre)— en “ el despliegue práctico de la propia
experiencia estética (en el doble plano histórico y estructural)” . Es
decir, no puede hablarse en rigor de “ naturaleza hum ana” y, por
tanto, de lo estético como atributo de ella, sin tener presente su ca
rácter histórico-social: histórico porque no hay —como pensaba
Kant— un “ sentido estético” común a los hombres de todos los
tiempos, y social porque sólo socialmente se da la relación sujeto-
objeto que llamamos estética.
Así pues, cuando afirmamos, frente a todo subjetivismo, que el
sujeto posee en esa relación la capacidad de vincularse con el obje
to, constituyendo con él una situación que hemos denominado es
tética, no nos referimos al sujeto universal, kantiano, que dada su
naturaleza humana abstracta se ha vuelto de espaldas a la histo-
Scanned by C am Scanner
LA CATEGO RÍA GENERAL DE LO ES I ÉTICO 163
bV CamScanner
164 INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
165
CamScánner
- A hV
r
B e l l e z a s in m e t a f í s i c a
Scanned by C am Scanner
LAS VICISITUDES DE LA BELLEZA 167
arte en las que dominan otras categorías estéticas como las de lo trági
co, lo cómico o lo sublime.
2. Algojmidpgojt.cjQnlecexuando.lo.bello.se encuentra (como lo
encuentran, por ejemplo, Plejánov o Georg Lukács) enja unidad de
contenido y form a. Pero esta unidad no es privativa de las obras
'artísticas o literarias que consideramos bellas. Así, un relato como
El proceso de Franz K afka tiene, en unidad indisoluble, la forma
que corresponde al contenido. Ciertamente, sus personajes son abs
tractos, esquemáticos, despersonalizados, porque así son efectiva
mente en el m undo hueco, cosificado, deshumanizado en que se
mueven y actúan. Sin em bargo, esa unidad de contenido y forma
no permite afirm ar que la narración kafkiana sea bella.
3. Para W. T. Stace ( The Meaning o f Beauty), la belleza se da
en la fusión de un contenido intelectual y un campo perceptual,
gracias a la cual se revela un aspecto de la realidad. Pero semejante
fusión, que puede adm itirse, no es exclusiva de la experiencia es
tética de lo bello, ya que podría darse también en otro género de
experiencias estéticas.
4. Esta amplitud o indistinción de lo bello en el seno de lo estéti
co se presenta también cuando se le define atendiendo sobre todo a
rasgos propios del contenido: lo bello es la vida (Chernishevsky), o
lo característico (Goethe).
5. Lo bello como categoría particular se diluye igualmente cuan
do se le define como lo estéticamente valioso. Lo bello como valor
estaría presente en todo fenómeno estético.
6. En esta excesiva extensión cae también la definición de lo be
llo como “ inm anencia total del sentido a lo sensible’’ que sostiene
Mikel Dufrenne. Su especificidad se pierde aquí a menos que se
postule —cosa que no se hace— un grado o matiz distintivo de lo
bello dentro de esa inm anencia propia de todo lo estético.
7. Max Bense define lo bello como “ aquello en lo cual la obra
de arte trasciende la realidad” . Y a este modo de ser o plano ontoló-
gico lo llama asim ismo “ correalidad” . Ahora bien, aunque puede
admitirse —como lo hemos hecho en capítulos anteriores— que
la obra de arte no puede reducirse a su condición sensible, ma
terial, ni tampoco prescindir de ella, este modo de ser que Bense
llama “ correalidad” sería propio de todo objeto estético y no sólo
de los objetos bellos. P o r tanto, al definir la belleza como “ co
rrealidad” , en verdad se está definiendo lo estético y no propia
mente lo bello com o categoría particular. De ahí que la definición
de Max Bense —de la belleza como modo de ser “ correal” , o “ lo
.i ■
<i
L camScanner
168 INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
Scanned by C am Scanner
LAS VICISITUDES DE LA BELLEZA 169
Üe lo bello en el arte
í
Rrannfid by CamScanner
170 INVITACION A LA ESTÉTICA
Scanned by C am Scanner
1 AS VICISITUDES DE I.A I1EU.EZA 171
S c a r m é d b y C a m S c a n n e r
172 INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
O nnAr
r \* >
I A S V U ' I S I I U D h S n r i AIII I I I V A 173
S c a n n e d by C a m S c a n n e r
174 INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
Scannéd by CamQcanner
LAS VICISITUDES DE LA BELLEZA 175
hx/ camScanner
176 INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
ij
m
Scanned by C am Scanner
LAS VICISITUDES DE I.A BELLEZA 177
CamScanner
-i hV
178 INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
Scanned by C am Scanner
LAS VICISITUDES DE LA UELLEZA 179
C am Scanner
U hV
■ri
Conclusión ante la ♦
dificultad de lo bello
De todo lo anterior se desprende que no hay lo bello ideal, como
una esencia inmutable, a través de sus con figuraciones concretas,
sino lo bello que se da históricamente. De ahí que la pregunta misma
d€¿qué es lo bello?, sea capciosa ya que apunta a una respuesta esen-
cialísta o a una definición especulativa, abstracta. No existe, cierta
mente, lo bello en sí ni al margen de su relación con el hombre, sino
n ld by CamScanner
182 INVITACIÓN A L A ESTÉTICA I
Scanned by C am Scanner
III. Las aventuras de lo feo
183
bv C am Scanner
184 INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
cir de las proposiciones con las que articula la teoría necesaria para
conocer su objeto. Lo que busca con su práctica teórica es la verdad,
y lo que trata de descartar es justam ente lo contrario: el error o la
falsedad. Al ser enunciada una proposición o exponerse d&termi-
nada teoría, puede hablarse con respecto a la form a en que se enuncia
o expone una u otra, de su belleza o fealdad. Ciertamente, ésta "o
aquélla pueden darse en el texto científico, pero este ingrediente es
tético de por sí no añade ni quita nada a su valor cognoscitivo. No
es verdadera una teoría por ser bella ni, al revés, es falsa porque
sea fea. Esto nos hace recordar que hay autores —como Ortega y
Gasset en sus textos filosóficos, o como Octavio Paz en sus ensayos
políticos— cuyas proposiciones, convertidas en metáforas, tienen
más valor estético que teórico, y que, por tanto, seducen más por
su belleza que por su verdad. Digamos de paso que fue justamente
esta capacidad de seducción, la que llevó a Platón a expulsar a los
poetas de su república ideal.
Vemos, pues, que lo feo no cabe, o al menos no necesariamente,
en la relación teórico-cognoscitiva con el objeto real ni en el objeto
teórico que se construye en ella para conocerlo. Tampoco puede
admitirse esta identificación si lo feo se entiende en un sentido distinto
al que tiene en esa relación; o sea, entendido como lo inauténtico que
oculta el verdadero origen y la naturaleza del objeto. Así, en el arte
una obra es falsa cuando, como producto de una falsificación, oculta
su origen, su verdadero productor, y aparece dotada de las mis
mas cualidades de otro producto al que ella "falsifica. Pero de este
doble ocultamiento —de su origen y su naturaleza, ya que ésta, le
jos de ser la original, es prestada o copiada— no se deduce que la
obra falsa, o falsificada, sea forzosamente fea.
De modo análogo, en las relaciones entre los hombres regidas
por los principios o valores morales de lo “ bueno” y lo “ malo” ,
lo feo no puede confundirse con el polo negativo de esas relacio
nes. Cierto es que la Estética tradicional, particularmente la griega
(con Sócrates y Platón), combina lo bello y lo bueno (doctrina de
la kalokagathia) en un sentido ético, y que esa combinación se con
vierte en Grecia en un ideal de vida. La palabra latina bellum (bello),
con la que en el Renacimiento se sustituye a lo que los romanos lla
maron pulcrum y los griegos kalon , se origina según Tatarkiewicz
(Historia de seis ideas) “ en bonum , vía el diminituvo bonellum [que]
fue abreviado a bellu m ” . Ahora bien, la identificación de lo bueno
con lo bello y, a su vez, de lo malo con lo feo, sólo puede hacerse
a condición de ignorar la naturaleza propia, estética y moral, de los
C am Scanner
t.AS AVENTURAS DE LO FEO ¡85
Im dimensión estética de lo fe o
C am Scanner
narl hV
186 INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
Lo fe o en la realidad
Q am Scanner
n s r l hV
188 INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
Scanned by C am Scanner
L A S AV E N T U R A S 1>|* LO LLO
189
* L1 termino y el concepto “ Bellas Artes” fue introducido en 1747 por Charles Baiteux
(en ies beuux arta reduits ú un ¡neme principe). El sistema de las bellas arles incluía a seis:
Pintura, escultura, música, poesía, arquitectura y elocuencia. Fuera de él quedaban ios ofí-
eios manuales (las artesanías) y las ciencias.
h v ca m S c a n n e r
190 INVII ACIÓN A I A I S í (■ MCA
Scanned by C am Scanner
LAS A VENTURAS DE LO FEO 191
hw CamScanner
192 INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
Lo fe o en el Renacimiento
C r o n n o r l h\/ P o m C r o n n o r
LAS AVENTURAS DE LO FEO 193
I
nfid by C am S can n er
194 INVITACIÓN a la estética
L a e n tr a d a d e lo f e o en e l a r te
Ahora bien, lo que la Estética del xvm , aún prendida del paradigma
renacentista o neoclásico de lo bello, no podía admitir, se había abier
to ya paso en la práctica artística del siglo anterior. Ciertamente,
en el siglo xvn la fealdad ya había entrado en el arte de la mano de
tres grandes pintores: Velázquez, Rembrandt y Ribera. Y entra con
su propio ser, sin convertirse en su opuesto: lo bello. Así entran
en sus cuadros los bufones, monstruos, mendigos, idiotas o borra
chos de Velázquez; el buey desollado o la caza colgada de Rembrandt,
o los santos martirizados, los viejos decrépitos o la monstruosa mujer
barbada de Ribera. Lo feo como tal, con su realidad propia, está ahí
en la pintura de ellos para expresar cierta relación del hombre con el
mundo: una relación tensa, purulenta o desgarrada que no puede
expresarse con la serenidad y el equilibrio emocional de lo bello.
Lo feo, por tanto, no puede hacer patente ante nuestros ojos esa
relación embelleciéndose, o sea negándose a sí mismo, dejando de
ser propiamente feo. No puede darse, por consiguiente, como lo
bellamente representado, sino corno \o a r t í s t i c a m e n t e creado, que
eso es en definitiva lo que nos viene a decir el viejo Aristóteles.
Pero, no obstante el terreno estético conquistado para lo feo en
el siglo XVII, el imperio de lo bello —con el neoclasicismo y el roco
có, así como con su forma degradada: el academicismo— aúnre^
sistirá algún tiempo, hasta que Goya y el romanticismo sacudan
'fuertemente sus cimientos. Lo feo irrumpe de nuevo, y ya no cede
rá su empuje hasta adquirir carta de ciudadanía estética con el arte
contemporáneo.
L a r e b e lió n p r á c tic a d e lo f e o
y la s a l v a c i ó n t e ó r i c a d e l o b e l l o
, hu camScanner
196 INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
El sujeto ante lo f e o
en la realidad y en el arte
, camScanner
198 INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
Scanned bv C am Scanner
I AS M I N U lliA S n í- 1 O Mí) m
.tl|()i cantuso, cu un objeto grato y n o b le q u e place c o n te m p la rlo .
¡ s cierto que .'líj’mVn puede contemplar el buey represenu u lo co m o
mNl- i/aiasv del buey real, ileienicmlo.se .sobre lodo en su fealdad,
¡meado el cundió en un doble o copia del animal desollado en
h u'.ilidad, y (amo más cimillo más fielmente se lepresenie. Tan
iuIiiu’ihc que, al descartar en su contemplación lo que no está pro*
puniente en id animal al ser represen fado —su forma sensible con
mis (iiei’os de color y de luz así como el significado inherente a esa
ioí uta el sujeio se comporta ante lo feo representado como si
oiuvieia ame !o feo real. Y de ahí que su reacción ante E l b u e y
ih 'so lh u lo , cu este caso, sea la misma ¿pie la ¿pie le produciría la
ouiieuiplaeión de un buey desollado real. lis decir, una reacción
detlisiMisio, tic insatisfacción; una reacción natural, espontánea,
M'iik jaine a la que produciría el objeto real. Nada tiene (pie ver esta
micción con el placer ¿pie produce la contemplación del objeto
üiiisik'o, el cuadro de Rembrandt; placer vinculado a través de la
IHuvptióii tle su forma, de su configuración sensible, de la creati-
vid.ul <|iu* existe en semejante obra. Cuadros como E l b o b o d e C o ria ,
ilr Velá/ipiez, o I .o s tn a s a c r e s d e C o r e a , de Picasso, nos llevarían
tu misma conclusión. A diferencia de la contemplación del bobo
mi!, o de una masacre efectiva, el sujeto experimenta en la sitúa*
dóii ronespondienie, cierto placer. Y no es (pie en todos estos ea-
sns la lealilad del buey, del bobo o de la masacre, se baya ocul
t o , idealizado o embellecido. Nada de esto. La fealdad está en los
rundios, pero no como simple copia de la real y electiva, sino como
lenidad creada. Y justamente por ello puede producir satisfacción,
Vno la repugnancia, la insatisfacción o el dolor que el objeto re-
P'rsuitudo provocaría en la vida real. Y cuando este oléelo último
M‘pmduec ante el-cuadro (de Velázquez, Rembrandt o Picasso), ello
l!|dica que el sujeto y el objeto correspondientes no so encuentran
1,1 una situación estética.
l a conclusión final a que llegamos es que lo feo como categoría
'bélica podemos descubrirlo tanto en la realidad como en el arte.
igualmente feos los objetos reales —el buey desollado, el bobo
,l;‘l o los coreanos masacrados— que los objetos representados
111leudos por Rembrandt, Vclázquez o Picasso. Sin embargo, al ser
^ ‘templados producen efectos no sólo distintos sino opuestos.
l-‘10 esta distinción u oposición no contradice la naturaleza estética
L,),ním de lo feo tanto en la realidad como en el arte.
La d i m e n s i ó n h u m a n a d e l o s u b l i m e
201
hv CamScanner
202 INVITACION A LA ESTÉTICA
Lo sublime en el arte
Ahorajbien, la esfera propia de lo sublime estético se halla no
tanto en la naturaleza y la vida real, como en ej arte. Es aquí donde__
más plenamente se pone de manifiesto. Nos_eleva,s¿tíre nuestros pro
pios límites, nos arrebata por su grandiosidad o infinitud^nos estreme
ce; y todo ello sin que esa elevación, arrebato-o estremecimiento-
nos funda con el objeto, borre la distancia necesaria que, desde
nuestra afirmación y autonomía con respecto a él^permite su con
templación gozosa. Así se da lo sublime, en la situación estética
correspondiente: ante las catedrales de Reims o Colonia, la cúpula de
San Pedro en Roma, las pirámides de Egipto, los retratos del Rem-
brandt tardío, el mural El hombre en llamas, de José Clemente
Orozco, una gran misa de Bach o la Oda a la Alegría de la Novena
Sinfonía de Beethoven.
En la naturaleza y en la vida real lo sublime se hace presente. En
la pintura se representa, y en las artes no figurativas, como la ar
quitectura y la música, se evoca el sentimiento de lo sublime sin
necesidad de su representación.
Scanned bv OamSnanner
LO SUBLIME 203
por el contrario, de una categoría que haya que olvidar porque en
¡a sociedad contem poránea, consumisía, enajenada, haya dejado
de estar presente en la vida real y expresada en el arte, aunque re-
cientemente —en la peculiar reacción del posmodernismo frente a
ja modernidad burguesa— se tiende a reivindicar lo sublime. No
estamos finalm ente ante una categoría que, dadas sus relaciones
con otras, como lo bello y lo trágico, se desdibuje haciendo impo
sible su definición. Ciertam ente, lo sublime tiene rasgos como los
va mencionados, que no dejan que se disuelva en otras categorías
estéticas; aunque com o dice el proverbio al afirmar que “ de lo su
blime a lo ridículo no hay más que un paso” , no puede descartarse
el riesgo de que se disuelva en otra.
Lo s u b l i m e e n e l p e n s a m i e n t o e s t é t i c o :
de L o n g i n o a A dorn o
CarffScanner
nnnrl hV
204 INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
Scanned by C am Scanner
LO SUBLIME 205
hlinie, al contrarío, puede encontrarse en un objeto sin forma en
palito en él, u ocasionado por él, es representada Himitación.” Y
¡:am se halla asimismo cerca de las diferencias que establece Burke,
.Jando dice: “ Lo su b lim ed eb e ser siempre grande; lo bello, pe
queño. . . La soledad pro fu n d a es sublime.^ TUña'gran altura es
sublime, tanto com o una gran profundidad. . . Una larga dura
ción es sublime. . {Lo bello y lo sublime). Así pues, mientras lo
bello se vincula a un objeto Jim itado, pequeHoHo sublime queda
ligado a un objeto sin form a, grande o'ilimitacjoT Difefente es tam
bién el efecto que lo bello y lo sublime prodücéifen nosotros; mientras
lo bello provoca un placer positivo, lo sublime suscita en el con
templador más bien una admiración y un respeto que pueden consi
derarse más propiam ente negativos (Crítica del juicio).
A diferencia de Burke, Kant no piensa que lo horrible;j?hemor,
puedan dar lugar a una experiencia estética como la de lo sublime
(“Así no se puede llam ar sublime al amplio océano en irritada tor-'
menta” ), aunque sí produce esa experiencia la idea que suscita su
representación. La base de lo sublime no está, por tanto, fuera de
nosotros, en la naturaleza', sino en nosotros:" “ en el modo de pensar
que pone sublimidad en fa fé'présentáción de aquélla” {Crítica del
juicio). Por ello, aunqiié'lá "naturaleza, grande por"su fuerza y su
poder inconmensurable, parece afirmarse ante nuestra libertad, el
hombre empequeñecido ante esa fuerza y ese poder, no se doblega;
resiste y se eleva com o ser libre por encima de ella. Por esta razón,
el hombre subyugado por el terror o el temor, al no poderse elevar
con sus ideas sobre la naturaleza, no puede tenerla experiencia de
lo sublime.
Veamos con qué plasticidad presenta Kant las cosas que parecen
aplastar al hombre y que, sin embargo, despiertan en él la experien
cia de lo sublime: “ Rocas audazm ente colgadas y, por decirlo así,
amenazadoras, nubes de torm entas que se amontonan en el cielo y
seadelantan con rayos y truenos, volcanes con iodo su poder devasta
dor, huracanes que van dejando tras sí la desolación, el océano sin
límites rugiendo de ira, una cascada profunda en un río podero
so, etcétera. . . reducen nuestra facultad a una insignificante pe
quenez, com parada con su fuerza.” Y, sin embargo, no obstante
nuestra pequeñez, nos sentimos superiores ante lo terrible. La
asunción de esta superioridad, disipa el temor u horror y produce
Placer: el placer de sentirse superior a la naturaleza. O dicho con
las propias palabras de K ant: . . La naturaleza, en nuestro jui
cio estético, no es juzgada sublime porque provoque temor, sino
Ca m Scanner
bV
206 INVITACIÓN A LA LSTÚTICA
C am Scanner
hV
208 INVII AC IÓN A I.A HSTÉTICA
Scanned by C aniScanner
V. Lo trágico
Lo trágico en l a v i d a r e a l
211
s « n n « i bv Ca-nScanner
212 INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
o Kamencv, que en los años treinta fueron procesados por los tribu
nales de Stalin y ejecutados como “ contrarrevolucionarios” . Y, por
último, trágico fue también el destino de los combatientes españoles
republicanos que, en las últimas semanas de la guerra civil se en
contraron en Madrid entre el acoso de las tropas de Franco y las
del coronel Casado y, finalmente, se vieron em pujados hacia su
exterminio.
Existe, pues, lo trágicojm situaciones o comportamientos humanos
de la vida real que no se confunden, como no se confunden en los
ejemplos citados, con otras situaciones o comportamientos en condi
ciones normales. Ciertamente, si la muerte de los jóvenes enamorados
que se suicidaron o de la adolescente Ana se hubiera producido en
condiciones normales, como resultado de una enferm edad natural,
su desaparición habría sido triste —muy triste dada su juventud—,
pero no trágica; si los viejos bolcheviques hubieran caído años
antes —como cayeron otros— en los frentes de batalla de la guerra
civil, su muerte habría sido heroica, pero no trágica. Y, de modo
análogo, los combatientes españoles republicanos habrían caído
heroica —y no trágicamente— si hubieran perecido en un enfren
tamiento normal con su adversario, y no en las circunstancias de
indefensión total en que los dejó el levantam iento de Casado con
tra el gobierno republicano.
Vemos pues, que si en las situaciones trágicas mencionadas se
hace presente la muerte o la derrota, no siempre esta presencia da a
una situación humana, o a su desenlace, un tinte trágico. ¿Qué es,
entonces, lo que da a la vida real esta dimensión trágica? Pero, an
tes de responder a esta cuestión, no hay que perder de vista lo que
nos interesa directamente: ¿cuál es la relación de ló trágico con lo
estético en la vida real? O, más exactamente: ¿puede integrarse
lo trágico real en una situación estética y, por tan to , ser percibi
do, contemplado, estéticamente? Esta es la cuestión que ahora nos
proponemos examinar.
Ea reacción natural ante el objeto trágico por parte del sujetaen la-
vida real, puede oscilar entre la compasión (por los jóvenes enat
morados que se suicidan), la ira ante la muerte de la muchacha^ji
un campo de concentración nazi, el horror ante el terrible final de
los atrapados en el edificio derrum bado por el sismo, y la indigna
ción ante los revolucionarios rusos que mueren no sólo humillados-
y ofendidos, sino deshonrados. No podemos permanecer fríos,
insensibles o indiferentes ante lo trágico en la vida real. Somos
afectados por ello, y esta afección se muestra como compasión, ira,
O /-*<-»n n n r l K w P o m Q ^ a n n o r
1.0 TRAGICO 213
hV camScanner
214 INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
L o trágico en el arte
by C am Scanner
I o TRAGICO 215
P eonajes trágicos. A Bclipo Rey, como os sabido, Sófocles le
id;» (y Tmioi (o) en la Antigüedad griega. No obstante su elevada po-
,social, l-dipo es un hombre desdichado que despliega activa-
' ^tc sti voluntad y trata de imponerla a un destino ineluctable. Nada
hacer, sin embargo, ame ese destino que se cumple inexorable*
Otelo y Hamlet, los personajes de las tragedias modernas de
¡,‘lJispeare, se rebelan contra fuerzas terrenas —no.supraliunmnas—
(1¡, <e oponen al desenvolvimiento libre de su personalidad. La
4 liictlio chcspiriana se halla bajo el influjo del humanismo burgués
¿ len to que pone al hombre en el centro del universo. Liberado
jv]os grilletes feudales, este hombre burgués aspira a desenvolverse
¿ e e ilimitadamente. Pero limites terrenos, sociales, se interpo-
(U,,i en su camino. Surge asi en estas tragedias modernas un con
flicto entre las aspiraciones individuales y las posibilidades sociales
su realización. Otelo y Hamlet sucumben en el camino empren
dido sin ver cumplidas sus aspiraciones. Encarnan asi un humanismo
trágico, condenado por razones históricas, objetivas, a quedaren
la u to p ia. Las situaciones en que se encuentran desembocan en la
muerte. Forman parte de un mundo cerrado que claramente Hamlet
caracteriza con estas lapidarias palabras: “ El mundo entero no es
sino una cárcel.”
RaskcMiiikov, el personaje de C r im e n y c a stig o , de Dostoievsky,
vive en una sociedad autocrática, asfixiante, en la que la personali
dad individual no sólo se ve constreñida, sino degradada. En este
mundo cerrado, la libertad es ilusoria. ¿Cómo saltar sus muros?
¿Cómo encontrar una salida? Y, si se salta o se sale, ¿no significará
ello atentar contra los demás? ¿Tal vez debo sujetarme a la ley o
dolarla? ¿Debemos buscar la felicidad por otras vías? ¿Acaso por
la violencia? Pero, ¿podemos imponer la violencia, aunque sea a un
solo hombre en nombre de todos? Raskólnikov se debate en estos
dilemas sin lograr escapar de ninguno. No está en sus manos abrir
una situación cerrada.
Willy Loman es el personaje central de L a m u erte d e un viajan te ,
la tragedia contemporánea de Arthur Miller. Vemos en ella a un
hombre triturado en la sociedad capitalista por el engranaje implaca
ble de un mecanismo social que le va cerrando, una tras otra, las piter
as de su horizonte vital. En ese mundo cerrado no hay más salida
que la muerte y a ella se encamina inexorablemente Willv Loman.
¿V cuál es el destino de Grigori Mélejov, el héroe principal de la
novela de Sholojov, S o b r e e l D o n a p a c ib le ? Mélejov vive los tiem
pos terribles de la Revolución Rusa y de la guerra civil. Pero los vive
S can n ed by C am S can n er
sin vivirlos como tales, sin esperarlos ni quererlos, arrastrado p0r
ellos sin poder escapar de este doble huracán social. En una sima,
ción tan oscura y compleja, este campesino ruso de carácter fuerte
y generoso no acierta a comprender su relación personal con la re-
volución y la guerra civil, y su situación se vuelve trágica: al no
poder estar a la altura de los grandes acontecimientos, se hunde irre
misiblemente. Y lo trágico lo hallamos también en las artes como
la pintura. Un ejemplo paradigmático de la presencia de lo trágico
en ella es el famoso cuadro de Goya, L o s f u s i l a m i e n t o s del 3 de
m a y o d e 1808. Los patriotas que van a ser fusilados por la soldadesca
francesa, y que con los brazos en alto, arrodillados o tapándoselos
oídos, se enfrentan al destino que ya sufre el muerto que aparece es
corzado a la derecha del cuadro, viven en ese momento, ante el pelo
tón de ejecución, una situación verdaderamente trágica.
P r im e r a c e r c a m ie n to a lo tr á g ic o
L a tr a g e d ia s e g ú n A r i s t ó t e l e s
C am S can n er
CflonnoH bY
i
2 18 INVITACIÓN A LA ESTÍ:TICA
Scanned by C am Scanner
I d iH AüH i) 219
A' i‘,iói<'lrs( advertimos que tino y ot/o, por vbtf; d íh lin tm , oj p f(h
[wIn‘ii ulaot/m el mismo Un, Sí b ie n es d a lo q u e para Plafón la
¡,,j>n'M*iiiii<:íón de las pasiones es nociva, e/i tu m o q u e para A rh lú u y
|)(H d contrai io es posítívn, esto ú ltim o se d e b e it que fu k á fh m ia
|)(-jiiiiie alcanza i lo (pie buscaba Platón: n o el s o m e tim ie n to ¡i las
p.iMones, sino la liberación o ptnífícndón de días.
I ii suma, Aristóteles hace cairar en la idea de lo trágico; u ) m
t . - i t á r i n conflictivo; h ) el l'ínaí desdichado del personaje t i b i a r , r)
ii comportamiento noble y elevado; d ) su efeelo c u ló n ico , d e p u *
i.uloi en el espectador, y o) el placer p r o p io (estático) que procu ra.
( o m p a s ió n <• i d e o l o g í a
C a nnScanner
C r o n n o r l hV
INVITACIÓN A LA ESTÉTICA
Scanned by C am Scanner
222 IN V IT A C IÓ N A L A E S T É T IC A
Scanned by C am Scanner
LO TRÁGICO 223
íi *
;
bV CamScanner
1
Scanned by C am Scanner
I íg. 5{). I.ns J andamíenlos del i de mayo de IHOH en M atirid (M us c o d d l'rado)
de l-ranciseo de (joya nos hace ver la liágica situación de un grupo de patriotas
madrileños que se enlrentan al bloque pétreo, implacable, del pelotón de fusila^-
miento. (3a. parte, cap. v.)
K 60. En este detalle del cuadro de Coya, Los fusilamientos del 3 de mayo de
ISO* en M adrid, vemos al desdichado que yace sin vida, anticipando el destino
'ue orable que aguarda a lodo el grupo y que suscita nuestra compasión. (3a.
pane, cap. v.)
Scanned by C am Scanner
Fig. 61. Este cuadro de
Edouard Manct, La ejecu
ción de Maximiliano, de
1867 (Museo de Boston) se
asemeja por el tema, e
incluso por su composición,
al de Goya, Los fusilamien
tos deI 3 de mayo. Pero en
él se confirma lo que ya
había observado Aristóte
les: que la muerte de por sí
no basta para caracterizar a
una situación como trágica;
en este caso la del empera
dor Maximiliano y los dos
generales mexicanos, trai
dores a su patria, que lo
acompañan. (3a. parte, cap.
v.)
Fig 62. El título de este grabado “ Ya no hay remedio” , de la serie Los desastres
de la guerra de Goya, expresa claramente el carácter trágico del desenlace de la si
tuación vivida por los personajes goyescos. (3a. parte, cap. v.)
Scanned by C am Scanner
1
v deforma para
^
. .hlal'iS>'«hun’a'’í‘S
En El grito de Edsar N*uíK . parte, ll-
f rí'UÍ
^er expresar un terror sin limita**
á
Scanned by C am Scanner
Hg. 64. El mural de Picasso, Guernica (1937), del que se ha di cho c on razón que.
comparte con L os fusilam ientos del 3 de m ayo d e 1808 de G o y a , “ e! grito más
terrible que ha lanzado España” , es un ejemplo genial de lo trágico en la pintura.
(3a. parle, cap. v.)
Fig. 65. Picasso vuelve a llevar una situación trágica a la pintura con su Masacre
en Corea (1951). (3a. parte, cap. v.)
I
n e d W C am Scanner í
Fig. 6 8 . Como puede apreciarse en esta escena del film de Charles Chaplin,
Tiempos m odernos, lo cómico al desvalorizar cierta realidad —en este caso, el
maqumismo en la sociedad capitalista desarrollada— se convierte en una vigorosa
forma de crítica social. (3a. parte, cap. vi.)
Scanned by C am Scanner
Navidades de 1BH1
'i. La política y los políticos siempre han sido temas predilectos —mientras
~rtad de prensa y de expresión lo ha permitido— de caricaturistas y humoris-
. t .paña tiene ya una larga tradición como puede verse por e>ta ilustración
í 1 de la revista El Loro en la que los políticos gobernantes de la época feste-
ozosos las navidades cambiando simplemente de un año a otro el plato que
.ponen a engullir: el Presupuesto en 1880, aderezado con la salsa “ El Pais” ,
's0, y el Poder, sazonado con las “ Promesas en conserva” en 1881. (Dibujos
ados del libro de Valeriano Bozal, La ilustración gráfica del siglo xixen Es-
^ ' ¡3*Comunicación, Madrid, 1979.) (3a. parte, cap. vi.)
scanned by C am Scanner
Fig. 70. Calavera catrina de José Guadalupe Posada, con la que el gran grabador
mexicano desvaloriza el emperifollado mundo “ catrín” o “ bella sociedad” Por ''
riana que será arrasada por la Revolución Mexicana de 1910. (3a. parte, cap- vl-
Scanned by C am Scanner
r
Scanned by C am Scanner
l-ig. 72. José ( ’leuiente Oto/.co, en estos dos dibujos ¿i pluma, culi iva la sátira pu
blica en los artos turbulentos ile la «evolución Mexicana. Arriba: prominentes políti
cos de la época de iTanctsco I. Madero minian a la patria. Abalo: Madero es reve
renciado por algunos políticos mexicanos. (Ilustraciones tomadas del libro de Alma
Reed, Onrzrn. 1 VI*. México, 2a. ed., I9H3.) (Ja. parte, cap. v.)
Scanned bv C am Scanner
]
1
en l°s que
Rebolleí l ! compás*0-(3a'
fe* 73: « o s, TOS diversos, de Juan ^ hl""
p,;; "'“-'¡dad está más cerca de la sát.ra ag
’ CaP- vi.)
Scanned by CamScanner
néfJn In ’'“ í * ™ e ‘rrca|. surge de la unión de lo más heterogé
neo en los ^res reales, se hace presente en la parte central del tríptico El jardín de
las delicias de El Mosco (Museo del Prado). (3a. parte cap vi, )
Scanned by C am Scanner
I que ^ t<¡ i 'i t f f U
...................... ............. *
iiituliu | i ,i i ;i d w i i l i l i L 'i » t i e i J | 1’ i j J "
.............. .. cení ral) ilc 1,1 l«»*» tMusl" U
•' II 1
Scanned by C am Scanner
r
Scanned by C am Scanner
Vi, Lo cómico
225
j w ca m S ca n n e r
226 IN V IT A C IO N A I.A IIS T I-T IC A
ir •
S ra h rip rl hv n a m S c a n n s r
1.0 COMICO 227
* que es justam ente lo opuesto —corno veremos— a la seriedad. Asi
pues, con la precaución de no caer donde han caído definiciones
como las antes citadas y de tom ar en cuenta la advertencia de Jean
Paul para no suscitar lo que se trata de definir, acerquémonos por
diversas vías a la categoría estética de lo cómico tratando de apre
sar su núcleo m edular.
Naturaleza contradictoria
de lo cóm ico
u-
Scanned by C am Scanner
/*ÍV11/ / íO<*A Í A
fi
Scanned by C am Scanner
1.0 COMICO 229
!. ¿c su contexto na fu raí —como vemos en £7 burgués sem ih om bre t de
Moliere — es una buena ilustración de este tipo de contradicción.
De modo análogo, lo nuevo que trata de imponerse a lo viejo o a lo
, habiiualmenic aceptado, es con frecuencia fuente de lo cómico.
^ Recuérdese la risa que suscita, en más de una ocasión, una nueva
; moda. Y en el arte baste recordar no ya las risas sino incluso las
carcajadas con que el público acogió las primeras ejecuciones de
algunas obras musicales de Stravinsky como La consagración de la
<
■ prim avera , o la risa burlona que, una y otra vez, han provocado en
el público las obras pictóricas y escultóricas más innovadoras o au-
¡ daces d e las vanguardias artísticas del siglo XX.
; Henri Bergson nos habla (en La risa) de otra fuente de la comici
dad: la contradicción entre lo vivo y lo mecánico, o lo que es lo
mismo: entre lo formal y lo espontáneamente vital. Pone el ejem
plo de los funcionarios aduanales que se dirigen apresuradamente
a la costa a atender a los pasajeros de un barco que han logrado J
salvarse de un naufragio, y lo primero que se les ocurre preguntar i
t
les es "si no tienen algo que declarar” . Y a este respecto podríamos
s aportar como ejemplo un hecho real que conocimos personalmente al
alborear el 19 de julio de 1936 en la Plaza de la Constitución de
Málaga. El ejército se había sublevado desde el día anterior y los
muchachos de las Juventudes Socialistas Unificadas habían pren
dido fuego aquella noche a los edificios abandonados de la plaza,
para aislar y hacer frente en aquel lugar a las tropas que la ocupa
ban. Ya dominadas éstas, y cuando los edificios ardían aún, se pre
sentó un grupo de barrenderos a cumplir su faena con la seriedad y
responsabilidad con que la cumplían cada mañana. Al expresarles
nuestro asombro ante sus intenciones de barrer, dadas las condi
ciones en que se encontraba la ciudad y, en particular, la plaza, uno
1 de ellos nos respondió con toda firmeza: “ ¡Pues nosotros barremos!”
No cabe mayor contradicción entre lo formal, rutinario y lo vivo
r- y espontáneo, una contradicción que no pudo dejar de provocar
; —en aquella situación tensa, dramática— nuestras más explosivas
carcajadas. Y en el arte, un buen ejemplo de la contradicción cx-
| puesta por Bergson es la famosa escena de la película de Chaplin,
f Tiempos modernos, en la que se muestra la mecanización del acto
í: de comer de los obreros en una fábrica.
¿v
[• . En suma, en el fondo de lo cómico hay una contradicción, un
f conflicto. En esto se asemeja a lo trágico, aunque se trata de una con-
. 1**
y traducción diferente. En efecto, mientras que en la tragedia se pone
j j / • de manifiesto una contradicción entre fines o aspiraciones nobles,
*u
Scanned by C am Scanner
230 INVITACIÓN A l.A 1-STf 1 ICA
C om icidad y desvalorización
■i . - '
tly-Ai -____ .
Scanned by C am Scanner
I O CÓ M IC O 231
cómico una y otra ve? cuando se trata de mostrar la inconsistencia
* o nulidad de unas ideas, de un personaje, de determinada clase so
cial o de una sociedad entera.
En la Edad Media, la literatura cómica se constituyó en un arma
temible y vigorosa contra la ideología y el poder de la Iglesia y de los
señores feudales. El Libro de! buen amor, del Arcipreste de Hita, y
\osfabliaux franceses se convierten en verdaderos dardos cómicos
disparados contra los monjes y el clero. Frente a la seriedad oficial
y autoritaria, frente a la mentira, la adulación y la hipocresía, la
comicidad medieval representa —como dice Bajtin, “ la victoria
sobre el miedo a través de la risa” (La cultura popular en ¡a Edad
Media y el Renacimiento). El Quijote, de Cervantes, es un ejemplo
genial en los tiempos modernos de la comicidad que desvaloriza la
inconsistencia de un mundo caduco empeñado en sobrevivir, es de
cir, en mostrarse con una vitalidad o un valor infundados. Toda la
novela cervantina tiene por eje la contradicción entre unos ideales
caballerescos, que se empeñan en perdurar con la importancia y el
valor que tuvieron en otros tiempos, y el mundo moderno en que
fracasan, una y otra vez, al tratar de realizarse. Cervantes desvalo
riza lo caduco al mostrar la nulidad de su pretensión de sobrevivir,
de valer cuando ya carece de base real esa pretensión. Pero la literatura
no sólo muestra —como vemos en el ejemplo genial de Cervantes—
la inanidad de lo viejo en un mundo nuevo, moderno, sino también la
comicidad de lo nuevo cuando se presenta con una pretensión de
valor que, en verdad, no tiene. Es así como la entrada del burgués
en el escenario histórico-social da lugar, con sus modales artificial
mente adquiridos, a situaciones cómicas que han sido recogidas en
el teatro con Moliere, en el grabado con Daumier o en la novela
con Gogol. Y esta empresa de desvalorización que está en la base
de lo cómico, no se detiene ni siquiera en lo que constituye el pel
daño más alto de la seriedad: la muerte. Baste recordar la Calavera
catrina de José Guadalupe Posada, con la que el gran grabador
. mexicano de la primera década de este siglo desvaloriza el emperi
follado mundo “ catrín” o “ bella sociedad” porfiriana que va a
ser arrasada por la Revolución Mexicana de 1910.
Scanned by C am Scanner
.rt /.;•
232 IN V IT A C IÓ N A LA ESTÉTIC A
Scanned by C am Scanner
íf>1 LO C Ó M IC O
ir • 233
Scanned by C am Scanner
234 i «vi v i ía í i6 n a i a r.s tf t ic a
Scaríned by C am Scanner
1.0 C Ó M IC O 235
Scanned by C am Scanner
236 IN V ITA C IÓ N A LA LSTÚTICA
pero una representación que, lejos de ser una copia o reflejo, deforma
la realidad para que se produzca el efeclo cómico deseado. Mas esta
deformación no significa en modo alguno una evasión, «cui
tamiento o mistificación de ella. Por ello, lo cómico no puede darse
en un arte —como el rococó— que idealiza la realidad, o en aquél
—como el abstracto— en que la realidad desaparece. Lo cómico
en el arte y la literatura tolera la deformación, la ruptura con lo real
hasta los extremos de la sátira o de la caricatura, pero sin que lo
real deje de estar presente. Por ello, en el arte abstracto, no repre
sentativo o no figurativo, no hay lugar para lo cómico. No lo hay
en la arquitectura, en la que la introducción de elementos cómicos
—por ejemplo, en la fachada de ciertos edificios— ha hecho de és
tos verdaderos adefesios. Y en la música no puede darse lo cómico
directamente, aunque sí indirectamente con el concurso del texto li
terario (como en las óperas cómicas por ejemplo); pero, en todo
caso, la música en cuanto tal, más que representar lo cómico, lo que
hace es evocar el sentimiento festivo, placentero, asociado a él.
Segunda. En cuanto que, de acuerdo con lo antes expuesto, la
comicidad artística o literaria es siempre inventada, imaginada o
creada, no produce el efecto natural, espontáneo o intenso (la risa)
que produce lo cómico en la vida real. Su efecto es, como corres
ponde al estímulo artificial que lo produce, un efecto sosegado,
contenido, que no puede confundirse con el intenso que suscita lo
cómico en la vida real.
Tercera. El efecto propiamente estético de lo cómico en el arte y
la literatura se halla acompañado siempre del placer peculiar (esté
tico) que produce, por su forma, el objeto que suscita ese efecto al
ser contemplado.
V a r ie d a d e s d e l o c ó m i c o
>. .•
Scarínéd by C am Scanner
la literatura nos ofrecen abundantes manifestaciones de dio. Cnmpá-
El hum or
Scanned by C ainScanner
238 IN V IT A C IÓ N A L A E S T É T IC A
by C am Scanner
I.-O C O M IC O 239
F reír* Nuestra sim patía y complicidad con don Quijote no nos per*
I miie reímos de él, No es que la risa desaparezca por completo. Pero
p' es una risa contenida por nuestra compasión, una risa que lejos de
£■" destruir perm ite com prender. Más que risa, sonrisa.
I Id hum or com o lo cómico en general, es crítica, pero una crítica
| comprensiva y com pasiva; una crítica que, al mismo tiempo que
l desvaloriza y hunde lo que —como los ideales quijotescos— se pre-
■ sema tan elevado, abre sus brazos para que ese hundimiento no sea
■/ total. Y, en ese abrir de brazos se pone de manifiesto la simpatía o
f- complicidad que provoca la sonrisa. Esta se halla a medio camino
[ entre la risa y el llanto. Puede decirse también que es una risa conte
nida por la com pasión y la ternura. Nos sentimos, a la vez, lejos y
cerca del o b jeto . No tan lejos que no podamos simpatizar con él;
j no tan cerca que nos identifiquemos plenamente con él, pues en este
f caso no habría propiam ente la desvalorización que está en Ja entraña
¿ de lo cómico.
i. La com pasión del humorista por su objeto Ic lleva a poner lími-
f tes a su crítica, pero estos limites no le conducen a olvidar la incon-
i sislencia de su pretensión de valor. El humorista se mueve entre la
I risa y el llanto, sin llegar a uno u otro extremo. Cuando salta estos
límites, ya está en otro dominio. Si hace llorar, está fuera de lo có
mico; si hace reír, fuera del humorismo. Y, sin embargo, aunque
contenida o reprim ida, la risa no se pierde totalmente en el humor
r pues, en definitiva, sonreír es —de acuerdo con su etimología latina—
1. sub-ridere, reír por lo bajo. Sin embargo, cuando el humor res
ponde a una situación conflictiva, deja atrás la ternura y se vuelve
I áspero, sarcástico, la sonrisa se apaga, y el humor se instala a las
puertas mismas de la sátira. El humor benévolo y comprensivo cede
í entonces su sitio a esta variante suya que es el humor negro, o sea,
; al hum or sarcástico, cruel, lindante con la sátira, que podemos
ejemplificar en el pasado con Quevedo y, en nuestra época, con
» Luís Buñucl.
f.
['■ La sátira
i; Cuando el objeto o fenómeno revela su inconsistencia o nulidad
hasta el p unto de hacer perder toda simpatía o atracción por él, y
la risa que suscita ya no está teñida de ternura, sino más bien es indig-
; nación o ira, podem os decir que estamos en otra esfera de lo cómico:
{-■ la sátira. La desvalorización del fenómeno es aquí tan radical que nos
lleva a la conclusión de que no merece subsistir. Nuestra risa en-
Scanned by C am Scanner
240 IN V I rA C IÓ N A LA ESTÉTICA
L a ir o n ía
wi
Scanned by CamScanner
C'
LO COMICO 241
i . ~
v •
CamScanner
ti-ir'L
I
I
V I I . L o grotesco
L o g r o t e s c o c o m o c a t e g o r í a e s té ti c a
Scanned by C am Scanner
244 I N V U A ' tf>'J A I A t M Í U ' A
Scanned by C am Scanner
{* .
I-OGROTHSCO 245
cuyas cabezas se han convenido en frutos; mujeres que se bañan con
cuervos o pavos en sus cabezas; personajes desnudos que se cobijan
en una redoma trasparente, etcétera. De nuevo, no obstante el rea
lismo preciso con que todo esto ha sido pintado, el conjunto no
puede ser más extraño, fantástico y antinatural.
En los cuentos de Hoffmann se conjugan el terror y lo maravi
lloso, la burla y la maldición, lo angelical y lo diabólico. Es por
ello un mundo raro, desorganizado, fantástico y antinatural. Un
mundo en el que lo misterioso se impone a lo claro. O, como dice
Hoffmann generalizando sus propias preferencias: “ El hombre
prefiere el peor de los terrores a la explicación natural de aquello
que, en su opinión, pertenece al mundo de los fantasmas; a ningún
precio quiere satisfacerse con nuestro universo; desea ver algo que
dependa de otro mundo, capaz de mantenerse sin mediación del
cuerpo.’’
La mezcla de lo heterogéneo, las transformaciones de lo humano
en animal, y de lo animal en humano, que encontramos en el tríptico de
El Bosco, aparecen ahora en las descripciones de Hoffmann, en
hombres cuyas cabezas “ se arrastraban sobre patas de langostas
pegadas en sus orejas” o en “ cuervos con rostros humanos” . En estas
descripciones se funden lo terrible y lo maravilloso, y al distanciarse de
este mundo y transladarse a la sucesión de sueños y visiones del
monje Medardo que se traza en Los elixires del diablo, Hoffmann
no hace más que potenciar la extrañeza y el misterio de la existencia
humana, allí donde la realidad se pierde, y el propio soñador, Medar
do, se pierde también. Fijemos por un momento nuestra atención en
el último sueño de Medardo, en el que se ve a sí mismo asesinado y
abandonado, casi a las puertas del paraíso, rechazado ahí por ser
pientes de llamas, unido de nuevo a su cadáver, caído éste, sacado
de su sueño, orando al escuchar la llamada de su doble hasta apa
gar los gritos de éste con su oración y, finalmente, perdido en el
sueño, bañado de luz. Y así llegamos a este pasaje en el que lo ma
ravilloso se convierte en el habitante de ese país, distante de lo real,
que es el sueño. Y el pasaje dice así:
La púrpura del ocaso desgarró la nube sombría e incolora, pero
surgió una gran aparición. Era Cristo; en onda una de sus llagas
asomaba una gota de sangre, y el rojo era devuelto a la tierra, y el la
mento de los hombres se transformó en un rito de alegría; pues el rojo
era la gracia del Señor que Ies era concedida. Sólo la sangre de Me
dardo manaba, incolora, de la herida, y él imploraba con fervor. . .
Pero hubo un movimiento en los zarzales, y una rosa rutilante, de
Scanned by C am Scanner
246 ISVII A' A I A I VII.IK A
Scanned by C am Scanner
I.O GROTKSCO 247
devuelve a Kovaliov su nariz, Pero nuevas dificultades surgen, ya
que fracasan los intentos de ponerla en su sitio. Finalmente, “ aquella
misma nariz que paseaba bajo la Hgura de un consejero de Estado
y que causó tanto revuelo en la ciudad, apareció como si nada hu
biera ocurrido en su sitio” .
La narración de Gogol no puede ser más realista, pero lo que se
narra es algo fantástico, completamente irreal: la pérdida, búsqueda
y recuperación de una nariz. Todo ello por extraño, por incompren
sible, es inconcebible para el propio autor. “ Pero lo más extraño,
lo más incomprensible es que los autores puedan elegir semejantes
argumentos.” Y, sin embargo, no todo queda para él en un plano
irreal: “ ¿En dónde no existen cosas absurdas? Y, sin embargo, si
reflexionamos sobre todo lo sucedido, veremos que, en efecto, hay
algo. Digan lo que quieran, pero en el mundo se dan semejantes
sucesos. . . aunque raras veces, pero suceden.”
Lo grotesco está aquí en la irrupción de lo fantástico, de lo ex
traño, en la realidad misma. Esta irrupción es inconcebible, y lo es
incluso, piensa Gogol, el imaginarla, o sea, el tomarla como argu
mento para una narración realista; y sin embargo, aunque raro,
nos dice él finalmente, lo absurdo, lo extraño, existe, sucede. En
suma, está en la realidad misma.
La naturaleza de lo grotesco
Lo que encontramos siempre en lo grotesco —y los ejemplos anterio
res lo confirman— es la presencia activa de algo extraño, fantástico,
irreal, o antinatural. Estos elementos extraños, fantásticos, pueden
darse en escenarios distintos: el sobrenatural ya sea como paraíso o
infierno; allí donde la realidad se pierde como en el sueño; en una
realidad —como las salas de una abadía— que toman formas fan
tásticas; o en la realidad más prosaica y cotidiana en la ciudad de
Petersburgo en la que irrumpe, sin alterar su cotidianidad, un
hecho fantástico, extraño.
Lo extraño y fantástico puede ser de diversa naturaleza. Puede
consistir en la tendencia a unir lo más heterogéneo en los seres u
objetos reales: vegetaciones extrañas en ios traseros de los aman
tes (como en El jardín de las delicias, de El Bosco); cuervos con
rostros humanos o una rosa convertida en mujer (en el cuento cita
do de Hoffmann); sueños que se retuercen y adaptan su color al de
las salas (en La máscara de la muerte roja, de Poe); la nariz “ con
uniforme bordado de oro” (en el relato de Gogol). En lo grotesco,
Scañnecfby C am Scanner
248 INVITACIÓN A I.A f^SIf ílCA
by C am Scanner
I
i OGKOii;sr o 249
.
mundo de lo grotesco, aunque fantástico e irreal, no hace sino mos
KS trar lo absurdo, lo irracional, en el seno mismo de una realidad que se
presenta como coherente, armónica y racional. No es casual que apa
rezca asociado históricamente en el arte y la literatura con movimientos
anticlásicos y antirrealistas; en pocas palabras: ínconformistas.
Scanned by C am Scanner
Bibliografía
251
Scanned by CamScanner
252 Jf' Vf l AS ION A I.A EVI í l'/CA
Scanhéd by C ám S canner
«JU3 JA
-yu
• >■*, v' *t ■1
Scanned by C am Scanner
254 . IN V IT A C IÓ N A I.A ESTÉTICA
Scafined by C am Scanner
J8UUB0SLUBQ Áq P8UUB0S
r ”1
¡f¿ ■■ • ' ■V - *? 2 “T f
cf• - -*■-•>
’9r6í **v:*i
^ •
?ÍLUV *T2 1 kiTÍ.?;i±-íX7 T~UCQ CS V2p7'.:.£&2£? ¿J *9^? *£&*%*} í ’Z&ZJ-q
'Zfgl ‘’wpLZft *'a\ v i 'cr~+¿o&u3i'jv& ’S3*z?z3 zrj ~^p5¿qj3j<»
‘7¿£í ‘■g^rCXíg
*i^o QiEzsr^y ~¿uy ap üzryA,'^% £ zzszKS3 *P */' ::.Jiy*r3
‘Y M ‘«--Y
sccsng “su^o"| r-í____ _
,4**.
Zwtfá -
-•rs-g ''ítz.7 - 3 7 5rjo5cro_id * r7 c * :rj ¿r?i--: 2 ? ^ z p r ¿ r- j ‘-«7^-S '«T1 ~^>3'í
*í ¡ -n¿i¿ “= * = s s o •****?*> » ¿í* '--------
-;_/7 '.-vp^e:
-esr^ ‘írirr^zv^ & vc;za~rcfjfj ¿pzaor^i '« P f t
*9:65 ~ ^ ' r S 4'i !^-'3
pBt?n35q.Yl Vc s j c s / r p c s p - r & s ¿ ; c * p f *t y ¿ y :o ¿ rjKf " ¿ Z '.n j ‘ iopszís ?’;
*__>£1 *cco«5*¿ “ ~~-í pprorKi*>P r¿ #p p ¡ 'É ^ tt* s i* y y * 3 'j ‘ \ \
' ' “ UC"rtCI~"2 ‘ ü/í -j-
’í
CamScanñer
* *
t,-.
B IB L IO G R A F IA 257
Sánchez Vázquez, A d o lfo , Las ¡deas estéticas d e M arx, Era, M éxico, 1965.
_____, F ilosofía d e la praxis, segunda ed ., Grijalbo, M éxico, 1980; y C rí
tica, Barcelona, 1980.
_____ _ E stética y m a rx ism o . Era, M éxico, 1970, 2 vols.
_____ _ T extos d e E stética y teoría de! arte, i j n a m , M éxico, 1972.
______ E n sayos so b re arte y m arxism o, G rijalbo, M éxico, 1984.
Santayana, G eorges, El sen tido de la belleza, Losada, Buenos Aires, 1969.
Sartrc, Jean P aul, L ’iniaginaire, Galiimard, París, 1948.
Sast re, A lfo n so , A n a to m ía d e l realism o, segunda ed ., Seix Uarral, Barce
lona, 1974.
_____ , C rítica d e la im aginación, Grijalbo, Barcelona, 1978.
Schclling, F. W . J ., F ilosofía d el arte. N ova, Buenos Aires, 1949.
Schilier, J. C. F ., C artas so b re la educación estética d e l h o m b re, A guilar,
M adrid, 1963.
Souriau, Etienne, La correspondencia de las artes, i c t , M éxico, 1965.
Sparhott, F. E ., The estructure o f A esthetics, Londres, 1963.
Stacc, W. T ., The M eaning o f lleanty, Nueva York, 1937.
Slolnit7, A esth etics a n d P hilosophy o f A n Critieism , B oston, 1960.
Stolovich, L. N ., K ategoria prekrasnogo i obschestven ny ideal {La c a te
goría d e lo bello y el ideal social), M oscú, 1969.
_____ _ N aturaleza d e la valoración estética, Pueblos U nidos, Buenos
Aires, 1975.
_____ _ F iloso fia k ra so ty, {Filosofía de ¡a belleza), M oscú, 1978.
Scanned by C am Scanner
INVITACIÓN A LA ESTETICA