De Médicos y Medicina en Lope de Vega
De Médicos y Medicina en Lope de Vega
De Médicos y Medicina en Lope de Vega
la obra de Lope
Pedro R. García Barreno
Real Academia Española
37 AUTORES de catálogo
Marcel Proust; la imagen del médico en Albert Camus, Louis Ferdinand
Céline, Roger Martin du Gard y Gustave Flaubert, o los poderes curativos
del lenguaje en los ensayos de Geoffrey H. Hartman y Gian-Paolo Biasin.
¿Existe mejor manera de ayudar a que los estudiantes sientan las satis-
facciones, las dificultades, las manías y los fracasos del quehacer médico
que a través de las descripciones de la especie Homo medicus? Pocos
retratos de seres humanos son tan mordaces como aquellos de los mé-
dicos en los Epigramas de Marco Valerio Marcial, en las cartas de Petrar-
ca, en El dilema del doctor, de Bernard Shaw, o en Wonderland, de Joyce
Carol Oates. Por otro lado, pocas personas han sido retratadas con más
compasión que el doctor Tertius Lydgate, en Middlemarch, de George
Eliot, el doctor Bénssais, en El médico rural, de Balzac, o el doctor Joa-
quín Monegro, en Abel Sánchez, de don Miguel de Unamuno.
38
¡y yo tan forzado vengo!
¿Y si por descuido mío
se muere el enfermo acaso,
y por no estudiar el caso
le receto un desvarío?
Si le sangro sin por qué,
o purgo sin saber cuándo,
y a su mujer, ya expirando
digo que a comer le dé,
¿ es buen oficio, señor?
¿ ganaré bien el dinero?»2.
Sin embargo, por razones del lenguaje unas veces y algunas más por
otros motivos, el médico ha sido objeto de críticas frecuentes. ¿Por
qué siendo la Medicina una noble aspiración al bienestar humano, al
remedio del dolor y a la prolongación de la vida, la literatura y el arte
se han encarnizado en satirizarla?: «[…] casi siempre que los literatos y
escritores en general se ocupan de la Ciencia de curar, de sus sacerdotes
y de sus efectos, lo hacen con tono de crítica, cuando no con acritudes
de censura o mortificaciones de incriminación […] y eso lo mismo en
la Roma republicana que en la de los Césares; en Atenas como en los
campamentos de Alejandro; en la Italia del Renacimiento como en la
Francia de Luis XIV y en la España de los siglos dieciséis y diecisiete
en el Romancero como en el Teatro, en la Novela como en el Tratado
místico y hasta en las Artes plásticas y representativas»4.
Pedro Recio es el fantasma que turba el disfrute de los apetitos y esto es
insoportable para el agradable engaño en que la humanidad se deleita
y adormece. Sancho conserva el recuerdo de su Tirteafuera como me-
moria amarga entre todos los sinsabores de su breve gobierno; perdona
y olvida todo menos el médico necio que interpone su varita negra –en
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la significación y en la color– entre el manjar aristocrático y su hambre
de villano. «Si Sancho hubiera podido leer a su contemporáneo Shakes-
peare –“el neurólogo de Avon”–, de fijo hubiese preferido en su banquete
la sombra de Banquo representando un remordimiento, a la de Pedro
Recio, significando una privación, y como Sancho, piensa, aunque no lo
confiese, y procede, aunque no se dé de ello cuenta, la sociedad entera».
De Mateo Alemán, médico e hijo de médico, en su Guzmán de Alfara-
che, es lo siguiente: «Tal se me presentó su cara como la del deseado
médico al enfermo. Digo deseado porque como habrás oído decir, tie-
ne tres caras el médico: de hombre, cuando le vemos y no le habe-
mos menester; de ángel, cuando dél tenemos necesidad, y de diablo,
cuando se acaban a un tiempo la enfermedad y la bolsa, y él por su
interés persevera en visitar». Cervantes mantiene siempre la distinción
entre los buenos y los malos médicos cuando de ellos se ocupa. En El
Licenciado Vidriera, después de citar el laudatorio pasaje del Eclesiás-
tico, dice aquel: «Esto, dice, dijo el Eclesiástico de la Medicina y de los
buenos médicos, y de los malos se podría decir todo al revés, porque
no hay gente más dañosa a la República que ellos». En la obra impere-
cedera de Cervantes no resultan mal parados, ni la Ciencia del divino
Hipócrates, ni sus cultivadores profesionales.
Luis de Góngora, que con Quevedo comparte la palma de la poesía sa-
tírica de la edad de oro, no desaprovecha ocasión para ridiculizar a los
galenos. De sus letrillas:
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cómicamente, cómo ejercían los galenos de entonces: «Dos refranes para
entrar en casa. El “¿qué tenemos?” ordinario [...] Y luego decir: Bien se
conoce [...] Sangrarle y echarle ventosas, y hecho esto una vez, si durare
la enfermedad, tornarlo a hacer, hasta que o acabes con el enfermo o con
la enfermedad. Si vive y te paga, di que llegó tu hora, y si muere di que
llegó la suya [...]». En la Visita de los chistes, después del proemio, entra
a satirizar a médicos y boticarios de forma descarnada. Y en La hora de
todos, en cuyo prólogo dice que va «a hacer reír con enfado y desespera-
ción», describe un coloquio aristofanesco entre los dioses del Olimpo. La
Fortuna le dice a Apolo: «Vete a madurar pepinos y a proveer de tercianas
a los médicos». Pero la mayor inquina de Quevedo contra los médicos pu-
diera derivar de cierta polémica que llegó a precisar intervención judicial
por una morosidad en el pago de una factura. Téngase en cuenta que es
el autor de La historia y vida del gran tacaño. En el Parnaso Tersícore:
41 AUTORES de catálogo
y
42
«¿No has visto tú con la prisa
que un médico sin mirar
recibe cualquier moneda,
y después, puesto en la mula,
registra la faltriquera
para ver lo que le han dado?»19.
«Doctor,
¿no habrá un medio por medio?
–Récipe para esa tos
aquam de guardar doblonis,
sirupi conversationis
de otra mujer, uncias dos,
que con esto y fregatorum
de piernis, esa inquietud
cesará, y tendrás salud
in saecula saeculorum»20.
43 AUTORES de catálogo
Y compañera inseparable del doctor es su mula:
44
comienza el interrogatorio:
45 AUTORES de catálogo
«Todo el mal, y más el mío,
curan contrarios mejor.
Con calor se cura el frío
y el frío cura el calor»36.
46
O la purga y la sangría, último sambenito colgado por la literatura del dieci-
siete a los médicos:
47 AUTORES de catálogo
«Y no me va tan mal con los principios,
que no sienta mi alma mejoría,
descanso el corazón, quietud de pecho.
–¿Dónde has hallado, Leridano amigo,
tan saludable antídoto al veneno
que tanto tiempo el pecho te consume?
¿Quién te dio la triaca, quien las hierbas
con que comienza tu salud dichosa»44.
48
Récipe signum celeste
que Capricornius dicetur:
ese enfermo morietur
si no es que paciencia preste.
Récipe que da una tienda
joya o vestido sacabis:
con tabletas confortabis
la bolsa de tal emprende»46.
49 AUTORES de catálogo
En cinco palabras sintetiza Lope su idea de la locura: «Es una loca sin
alma»51. Y la privación de las facultades anímicas caracteriza la demencia:
el de Zaragoza:
el de Valencia:
y de Toledo
50
«Duéleme algo la cabeza
y entretenerme querría.
–Como tanto al sol andáis
¡qué mucho que la tengáis
indispuesta cada día»57.
«¡Ya ni siente, ni mira,
ni tiene movimiento, ni respira!
–Que no hay que pensar que es muerta»58.
«Era un alférez galán,
po quien por puntos les daba
a las niñas de mis ojos
alferecía sin causa»59.
«Fue desdicha
estar mala mi mujer
de un preñado, aunque ha de ser
para mí contento y dicha»70.
51 AUTORES de catálogo
La opilación es un término recurrente:
«¿Qué tienes?
–Opilaciones
–Pues, ¿qué es estar opilada?
–Es un cierto no se qué
que se ve y que no se ve»71.
Lope conoce que la hospitalaria Orden de San Juan de Dios dedica sus
cuidados a los enfermos contagiosos, son enfermedades que se pegan:
«Sarna, sarampión,
tiña, lepra, lamparones,
peste tabardillo y los
demás achaques que curan
los hermanitos de Antón Martín»73.
52
«Un brazo suelen cortar
porque perdido le ven,
y su dueño no ha encendido
el fuego que tiene en él»75.
Sirva de final este epitafio —De Erástenes médico— escrito por Lope de Vega:
«Enseñé, no me escucharon;
escribí, no me leyeron;
curé mal, no me entendieron;
maté, no me castigaron.
Ya con morir satisfice.
53 AUTORES de catálogo
¡Oh muerte! Quiero quejarme,
bien pudieras perdonarme
por servicios que te hice»85.
1
Enid R. Peschel, ed. Medicine and 476; RAE, X.
Literature, Nueva York, Neale Watson 14
Íd., El cuerdo loco, acto 2.º, p. 399; RAE, IV.
Academic Publications, 1980. 15
Íd., Antonio Roca, acto 1.º, p. 670, RAE, I.
2
Lope de Vega, La niñez del P. Rojas, acto 16
Íd., El galán escarmentado, acto 2.º, p. 135;
1.º, p. 290; ed. Real Academia Española,
RAE, I.
dirigida por Marcelino Menéndez Pelayo
(RAE-MyP).
17
Íd., D. Juan de Austria en Flandes, acto 3,
p. 431-2; RAE-MP- XII.
3
Lope de Vega, Los comendadores de
Córdoba, acto 1.º, p. 129; ed. Biblioteca de
18
Íd., San Diego de Alcalá, acto 1.º, p. 515;
Autores Españoles (BAE). BAE, I.
4
Carlos María Cortezo, Discurso leído ante
19
Íd., La noche toledana, acto 1.º, p. 205;
la Real Academia Española en con motivo BAE, I.
de su recepción en la Real Academia 20
Íd., De cosario a cosario, acto 3.º, p. 499;
Española, p. 15. Madrid: Imprenta del RAE, III.
sucesor de Enrique Teodoro, 1918. 21
Íd., Nardo Antonio, bandolero, acto 2.º,
5
Diversas obras de Quevedo, por ejemplo, p. 460; RAE-MyP, XIV.
en el Libro de todas las cosas y otras más, 22
Íd., El halcón de Federico, acto 2.º, p. 460;
la proposición decimoquinta dice: «Para RAE-MyP, XIV.
no morirse jamás. No seas necio, que
éstos sólo son los que se mueren, que a
23
Íd., Las grandezas de Alejandro, acto 3.º,
los desgraciados mátanlos las heridas; a p. 348; RAE-MyP, V.
los enfermos mátanlos los médicos; y los 24
Íd., La tragedia del rey D. Sebastián, acto
necios sólo se mueren a sí mismos». (Ver: 3.º, p. 554; RAE-MyP, XII.
«La sátira contra los médicos y la Medicina 25
Íd., El acero de Madrid, acto 1.º, p. 367;
en los libros de Quevedo». Conferencia BAE, 1.
leída en la Fiesta del Libro por José 26
Íd., El paraíso de Laura, acto 2.º, p. 369;
Goyanes Capdevilla; Madrid, Academia
RAE, VIII.
Nacional de Medicina, Imprenta de J.
Cosano, abril de 1934).
27
Íd., El asalto de Mastrique, acto 1.º, p. 442;
RAE-MyP, XII.
6
Lope de Vega, Quien bien ama tarde
olvida, acto 1.º, p. 73; ed. Real Academia
28
Íd., La mal casada, acto 1.º, p. 290; BAE, II.
Española, dirigida por Emilio Cotarelo y 29
Íd., El animal de Hungría, acto 1.º, p. 424-5;
Mori (RAE), IX. RAE, III.
7
Íd., Ya anda la de Mazagatos, acto 1.º, 30
Íd., La locura de la honra, acto 2.º, p. 301;
p. 494; RAE, X. RAE, VII.
8
Íd., Los milagros del desprecio, acto 1.º, 31
Íd., La traición bien acertada, acto 1.º,
p. 236; B.A.E, 2. p. 40; RAE, X.
9
Íd., El gran duque de Moscovia, acto 1.º, 32
Íd., De cosario a cosario, acto 3.º, p. 498-9;
p. 256; B.A.E, 4. BAE, III.
10
Íd., Los tres diamantes, acto 3.º, p. 556; 33
Íd., Los nobles como han de ser, acto 1.º,
RAE-MP, XIII. p. 106; RAE, VIII.
11
Íd., El acero de Madrid, acto 1.º, p. 366; 34
Íd., El poder en el discreto, acto 3.º, p. 483;
BAE, 1. RAE, II.
12
Íd., Los locos de Valencia, acto 3.º, p. 129; 35
Íd., La mayor vitoria, acto 2.º, p. 229; BAE, III.
BAE, 1. 36
Íd., Los bandos de Sena, acto 1.º, p. 540;
13
Íd., Viuda, casada y doncella, acto 2.º, p. RAE, III.
54
37
Íd., La escolástica celosa, acto 1.º, p. 450; 62
Íd., La prueba de los ingenios, acto 2.º,
RAE, V. p. 194; RAE, XIV.
38
Íd., El satisfacer callando, acto 2.º, p. 290; 63
Íd., Fuente Ovejuna, acto 2.º, p. 460; BAE,
RAE, IX. 3.
39
Íd., Los torneos de Aragón, acto 3.º, p. 28; 64
Íd., La francesilla, acto 1.º, p. 668; RAE, V.
RAE, X. 65
Íd., Los ramilletes de Madrid, acto 2.º,
40
Íd., Pedro de Urdemales, acto 1.º, p. 396; p. 314; BAE, 4.
RAE, VIII. 66
Íd., Santa Teresa de Jesús, acto 2.º, p. 482;
41
Íd., La adversa fortuna del muy noble RAE-MyP, V.
caballero Ruy López de Ábalos el Bueno,
acto 3.º, p. 92; RAE, III.
67
Íd., Los melindres de Melisa, acto 1.º, p. 318;
BAE, 1.
42
Íd., Fundación de la Alhambra, acto 2.º,
p. 21; RAE, VI.
68
Íd., El milagro por los celos, acto 1.º, p. 196;
RAE-MyP, X.
43
Íd., Las flores de Don Juan, acto 1.º, p416;
BAE, I. 69
Íd., La fianza satisfecha, acto 1.º, p. 365;
44
Íd., Belardo el furioso, acto 1.º, p. 674; RAE- RAE-MyP, V.
MyP, V. 70
Íd., Los Porceles de Murcia, acto 2.º,
45
Íd., La hermosura aborrecida, acto 2.º, p. 558; RAE-MyP, XII.
p. 109; BAE, II. 71
Íd., La hermosura aborrecida, acto 2.º,
46
Íd., El perro del hortelano, acto 2.º, p. 349; p. 108; BAE, 2.
BAE, I. 72
Íd., Juan de Dios y Antón Martín, actos 2.º,
47
Íd., Pobreza no es vileza, acto 1.º, p. 240; p. 177; acto 3.º p. 184-5; RAE-MyP, V.
BAE, IV. 73
Íd., Enmendar un daño a otro, acto 3.º,
48
Íd., La divina vencedora, acto 3.º, p. 651; p. 319; RAE, V.
RAE, IV. 74
Íd., La pobreza estimada, acto 2.º, p. 150;
49
Agustín Albarracín Teutón. La medicina en BAE, 4.
el teatro de Lope de Vega, Madrid: CSIC, 75
Íd., Donde no está su dueño, acto 3.º,
1954.
p. 35-6; RAE, V.
50
González de Amezúa. Lope de Vega en 76
Íd., La ley ejecutada, acto 3.º, p. 193; BAE,
sus cartas, p. 85, 92-3, 143. Madrid, 1940.
III.
51
Lope de Vega, Laura perseguida, acto 3.º,
p. 143; RAE, VII.
77
Íd., El perro del hortelano, acto 1.º, p. 345;
BAE, 1.
52
Íd., Los cautivos de Argel, acto 2.º, p. 243;
RAE, IV.
78
Íd., San Diego de Alcalá, acto 3.º, p. 528;
BAE, 4.
53
Íd., El abadillo, acto 1.º, p. 5; RAE, III.
79
Íd., Los pleitos de Inglaterra, acto 1.º, p.
54
Íd., El loco por fuerza, acto 2.º, p. 272; RAE,
II. 498; RAE, VIII; y La corona de Hungría,
acto 1.º, p. 29; RAE, II.
55
Íd., Los locos de Valencia, acto 3.º, p131;
BAE, 1.
80
Íd.. La Dorotea, acto 5.º, p. 67; BAE, 2.
56
Íd., Los comendadores de Córdoba, acto
81
Íd., Barlán y Josafá, acto 1.º, p. 11; RAE-MyP,
2.º, p. 278; RAE-MyP, XI. IV.
57
Íd., La corona merecida, acto 3.º, p. 242;
82
Íd., Barlán y Josafá, acto 1.º, p. 11; RAE-MyP,
BAE, 1. IV.
58
Íd., La difunta pleiteada, acto 2.º, p. 568-9; 83
Íd., El esclavo de Venecia, acto 3.º, p. 350;
RAE, IV. RAE, V.
59
Íd., La discreta enamorada, acto 3.º, p. 173; 84
Íd., La adversa fortuna de D. Bernardo
BAE, 1. Cabrera, acto 3.º, p. 85; RAE, III.
60
Íd., Los amantes sin amor, acto 3.º, p. 173; 85
Felipe B. Pedraza Jiménez. «Edición
RAE, III. Crítica de las Rimas de Lope de Vega», v
61
Íd., El amante agradecido, acto 2.º, p. 113; II, p341. Universidad de Castilla la Mancha.
RAE, III. Servicio de Publicaciones, 1994.
55 AUTORES de catálogo