T31055
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T31055
FACULTAD DE FILOLOGA
Departamento de Filologa Espaola II
Karidjatou Diallo
Madrid, 2009
ISBN: 978-84-692-7193-3
UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID
FACULTAD DE FILOLOGA
TESIS DOCTORAL
MADRID-2008
1
A la memoria de mis queridos abuelos
Lamine, Dramane, Gnagna y Bakaridja.
2
AGRADECIMIENTOS
3
4
INDICE GENERAL
- Agradecimientos 3
0 - Introduccin 9
1.2. - La cada 33
1.2.1. - La tortura 34
1.2.2. - El proceso 35
1.2.3. - La sentencia 36
1.2.4. - La ejecucin 39
5
2.1.3. - Conclusin parcial 98
6
3.1.1.4.1.1. - El espacio 268
3.1.1.4.1.2. - El plazo 269
3.1.1.4.1.3. - El destino 271
3.1.1.4.2. - El tono exclamativo o la exclamacin 274
3.1.1.4.3. - El efectismo 277
3.1.1.4.4. - Las acotaciones 278
3.1.1.4.5. - La paloma 280
3.1.1.4.6. - Las profecas 280
3.1.1.4.7. - El amor 281
3.1.1.5. - El estilo 282
4 - Conclusiones 349
5 - Bibliografa 355
6 - Abreviaturas 366
8- Apndices 370
8.1. - Carta al Rey 370
8.2. - Sentencias 381
8.3. - Carta de Rodrigo Caldern a su padre 383
8.4. - Antologa potica 384
8.5. - Carta de A. Lpez de Ayala 477
8.6. - Estudio clnico de la psicologa de Rodrigo Caldern 479
7
8
0- INTRODUCCION
1
Entre otros, la Biblioteca Nacional de Madrid, la Biblioteca de la Real Academia Espaola, la
Biblioteca Histrica Marqus de Valdecilla, los archivos del ayuntamiento de Siete Iglesias de
Trabanco
2
Vid. bibliografa.
3
Excepcin hecha del acercamiento analtico realizado por J. Matas Caballero sobre algunos
poemas del XVII relacionados con don Rodrigo Caldern.
9
Cabe agregar que no es de nuestra incumbencia hacer un estudio histrico
de la vida poltica de la poca ni demostrar la culpabilidad o inocencia de uno de
los personajes ms importantes del reinado de Felipe III. El objetivo que
perseguimos es reunir bajo un mismo ttulo abarcador casi todas las obras
literarias relacionadas con su vida y muerte desde la segunda mitad del Siglo de
Oro hasta hoy en da4. Esto no significa que vayamos a limitarnos a constituir
simplemente un corpus documental con dichas obras sino que adems,
intentaremos, en la medida de lo posible, elucidar a travs de ellas algunos
aspectos nebulosos del drama del marqus de Siete Iglesias. Dicho de otro modo,
en La figura de don Rodrigo Caldern a travs de la literatura (S.17-21)
abordaremos el caso de don Rodrigo Caldern desde una perspectiva literaria, es
decir, partiremos de composiciones de distintos gneros literarios como la lrica, el
drama, la ficcin que engendr su desgracia para dar a conocer la opinin de
los escritores y justificar por qu su caso hizo correr tanta tinta del siglo XVII al
XXI.
Antes de pasar a dar ms detalles de la metodologa seguida, creemos
oportuno hacer una pequea aclaracin del trmino literatura para afianzar el
carcter literario del material reunido. Sobra decir que encontrar una definicin
unvoca del concepto de literatura es tarea sumamente ardua debido a la
inexistencia de un metalenguaje literario comnmente aceptado y a la dificultad
de sealar criterios seguros para definir con precisin los rasgos caracterizadores
de la literariedad5. Por eso es por lo que en vez de definirla intentaremos
delimitarla mediante algunos criterios posibles de discernimiento, cindonos a las
siguientes funciones que se le atribuyen. Segn D. Estbanez:
4
Dada su abundancia, es probable que hayamos dejado en el tintero algunas composiciones.
5
D. Estbanez Caldern (2004), p. 631.
10
comunidad a sus miembros, a travs de los textos literarios
surgidos en ella [] Relacionada con esta funcin est
igualmente la de transmisin de cultura. Lengua y creacin
literaria constituyen la base fundamental sobre la que se
configuran la tradicin de un pueblo, su cultura y la propia
identidad nacional [] La literatura cumple, adems, una
funcin liberadora y gratificadora, tanto en el escritor como en
los lectores, al poder dar rienda suelta a la facultad de
creacin o evocacin de mundos posibles y a la ensoacin
de situaciones placenteras, denegadas con frecuencia por una
realidad spera y prosaica [] La literatura puede cumplir,
adems con una funcin de compromiso. A esta funcin
responde la actitud del escritor que crea su obra con el
objetivo de incidir ideolgica y polticamente en la
transformacin de la sociedad [] Finalmente, otra funcin
importante de la literatura es la que se desarrolla en el campo
de la enseanza de la lengua6.
6
Ibd., pp. 633-634.
11
ficcionalidad, rasgo presente en los gneros tradicionales de
la lrica, la pica y el drama, en todos los cuales se remite a un
mundo de fantasa, de ficcin7.
7
Ibd.
8
B. Tomachevski, citado por T. Todorov (1970), p. 231.
9
R. Senabre (1987), p. 11.
10
Segn la teora de la argumentacin correcta y la deduccin vlida de Aristteles, Diccionario
Espasa de filosofa (2003), p. 32.
12
El trabajo se reparte entre tres grandes captulos (subdivididos en distintas
partes) y un apndice donde se aprecian tanto una antologa de poemas escritos
sobre y contra don Rodrigo Caldern como diversos escritos de inters. Cada
captulo y apartado estn encabezados por un ttulo que encamina hacia los
aspectos all abordados. En otras palabras, hablar de La figura de don Rodrigo
Caldern a travs de la literatura de los siglos XVII-XXI, consiste en:
- Presentar primero su vida para arrojar algunas luces sobre lo que motiv su
condena a muerte. En este apartado que representa el captulo I, vamos a
privilegiar el lado histrico del caso del marqus de Siete Iglesias poniendo
el acento sobre algunos pormenores de su carrera poltica que evocaremos
someramente, intentando dar el mayor nmero de informaciones posibles
para destapar las causas de su condena a muerte y su ejecucin. En
efecto, si bien es verdad que nuestro trabajo se centra exclusivamente en el
impacto del caso de don Rodrigo en la literatura que a su vez nos ayudar
a descubrir tanto las claves y lo no dicho del proceso como la opinin de los
literatos sobre semejante clebre ejecucin-, no hay que olvidar que don
Rodrigo Caldern fue un personaje histrico. Por eso creemos
indispensable situarle en el tiempo y el espacio que le corresponden para
adems de contextualizar los acontecimientos, sacar a flote la mentalidad y
la ideologa que prevalecan en su poca. Lo que nos lleva a hacer una
breve incursin en su pasado para refrescar la memoria a algunos y dar a
conocer su caso a muchos otros que hasta ahora ignoraban su existencia.
- Centrarnos despus en el anlisis propiamente dicho de todas las obras
literarias (exclusivamente a las que tuvimos acceso) escritas antes y
despus de 1621, ao de su ejecucin, que tengan alguna relacin con l.
Aqu, nos iremos refiriendo progresivamente a todas esas obras para
resaltar los rasgos de su personalidad, sirvindonos de la agudeza artstica,
del ingenio de los escritores y de su percepcin del caso. Dicho de otro
modo, en este apartado que representan los captulos II y III, se tratar de
encontrar una respuesta a esta pregunta que de hecho es nuestra hiptesis
13
de trabajo: Qu imagen de don Rodrigo difunden los escritores a travs de
sus obras desde el siglo XVII hasta hoy en da?
11
Vase el apndice 4. En esta antologa, cada poema viene precedido del nombre del autor (para
los que lo tiene), de un nmero identificador y de la fuente. En su mayora provienen de
cancioneros, romanceros o son directamente sacados de poemarios de sus autores respectivos.
Encontramos un par de ellos manuscritos en la B.N.M y tuvimos que encargarnos de editar
personalmente.
12
M. Dbax (1982), p. 63.
14
Salvo si se trata de alguien muy minucioso, el primer receptor
de la breve obra potica aislada no habr puesto el nombre
del autor; para qu, si sabe de quin es, si se trata de un
ntimo amigo? Tal vez tampoco lo hayan hecho el segundo y el
tercer copiante, pero cuando la pieza literaria ha franqueado
crculos ms amplios, perdida la primitiva relacin, se busca el
nombre. Y aqu viene la etapa de la confusin13;
Blecua, que defiende una postura parecida, seala a los impresores y a los
antlogos como causantes de gran parte de las atribuciones del Siglo de Oro.
Segn l:
13
A. Rodrguez-Moino (1965), p. 39.
14
A. Blecua (1983), p. 204.
15
Op. cit., pp. 172-173.
15
La correccin tena lugar sobre una prueba del pliego. Ocurra
con frecuencia que, una vez impresos varios ejemplares de un
mismo pliego, se adverta un error y se subsanaba en el
molde, pero los pliegos ya impresos, dado el valor del papel,
no se destruan16.
Como el copista slo intervena para corregir los errores que surgan segn
se iba imprimiendo y dado que no se volvan a repasar las copias ya hechas, era
frecuente hallar ejemplares de una misma edicin con diferencias incluso muy
notables17. Esto justifica, a nuestro modo de ver, por qu los poemas de nuestra
antologa, segn que las fuentes sean primarias o segundarias, presentan una,
mucha, o ninguna variacin.
Aparte de estas peculiaridades, nuestros poemas del XVII se distinguen por
sus rasgos comunes y divergentes. En efecto, se caracterizan por distintos
tpicos, temas y motivos que se refieren a hechos contemporneos y reflejan la
ideologa, el lenguaje, las tensiones y diferencias de la sociedad barroca. Suelen
ser, segn el gnero de la composicin: la reflexin sobre la muerte, la mutabilidad
de los tiempos, la consideracin de la vanidad y transitoriedad de lo real, la
inconstancia de la rueda de la fortuna, la stira o crtica social, la creencia religiosa
de una vida mejor despus de la muerte, el desengao y el pesimismo, la
alabanza o el encomio, los avisos y consejos, los motivos del mundo al revs y del
mundo como teatro, los sueos, los personajes mitolgicos, los motivos bblico e
histrico, etc. Todos estos tpicos y temas estn sujetos al carcter circunstancial
y la variedad de las composiciones, a su diversidad estilstica y mtrica (terceto,
cancin o verso suelto, soneto, dcima, romance...), y a su pluralidad tonal ntima
y sincera a la muerte de un ser querido; irnica, violenta o agresiva cuando se
trata de esta misma persona con vida.
16
Ibd.
17
Ibd.
16
Para organizar mejor el anlisis de este apartado y hacer ameno su lectura
y comprensin, los poemas se dividen en 4 grupos segn su gnero, morfologa, y
respetando ms o menos el orden cronolgico de su produccin, es decir,
empezando por los que se escribieron cuando el marqus de Siete Iglesias estaba
en el poder, seguidos de los que tratan de su arresto y prisin, y terminando por
los que dedicaron a su memoria. Lo que nos da la siguiente clasificacin:
1- Los poemas satricos como expresin del descontento general ante la
poltica del marqus de Siete Iglesias y su presencia en la Corte.
2- Los poemas relatados como forma de narrar los hechos acontecidos desde
su arresto hasta su ejecucin.
3- Los poemas religiosos que sealan la faceta religiosa de don Rodrigo.
4- Los poemas elegacos donde es encomendado a Dios, encomiado y
homenajeado por sus contemporneos.
Huelga decir que esta clasificacin como toda clasificacin es muy subjetiva
y por lo tanto, fcilmente superable. Sin embargo, dada la relatividad de la
interpretacin que podra hacerse de cada una de estas composiciones, creemos
que es una clasificacin cuya legitimidad se asentar en el anlisis.
Si el gnero de las composiciones de este captulo puede llevar a suponer
un anlisis detallado de la mtrica y todo lo relacionado con cualquier comentario
de las composiciones lricas, esto no va a ser el caso. Aqu lo que nos
proponemos, como qued dicho anteriormente, es descubrir en qu medida
estas composiciones abordan el caso de don Rodrigo? Cul es el mensaje oculto
tras cada composicin? Pero, si la interpretacin del poema lo exigiera, haramos
hincapi algunas veces en dichos elementos. Nuestra decisin de no detenernos
en el estudio de la mtrica se debe a que rebasara el marco de nuestra
investigacin y nos alejara seriamente de nuestro objetivo principal: localizar la
figura de don Rodrigo en las composiciones literarias del XVII-XXI.
En lo que atae al captulo III, se centra en la existencia de obras literarias
en relacin con don Rodrigo Caldern despus del siglo XVII. En este captulo que
17
cubre tres siglos (XIX, XX y XXI18), el material es ms variado y el caso de don
Rodrigo se percibe desde una realidad social diferente, unas perspectivas
lingsticas distintas e incluso un mbito literario diferente. Esta diversidad de
gneros literarios se debe, segn Tomashevhevski, a que:
18
No encontramos ninguna obra tan relevante, para nosotros, en el siglo XVIII como para incluirla
en este trabajo.
19
Citado por T. Todorov/ O. Ducrot (1983), p. 174.
18
Referente a los siglos XX y XXI, como se puede ver en la bibliografa, existe
un gran nmero de biografas de don Rodrigo Caldern. Sin embargo, nicamente
tres obras en prosa captan nuestra atencin debido a sus peculiaridades
discursivas y a su modo de difusin del drama del marqus de Siete Iglesias.
Desde luego, cada una sobrepasa los lmites y la dimensin estrictamente artstica
de las composiciones dedicadas a don Rodrigo en los siglos XVII y XIX. Se trata
de: El poltico de Azorn, Don Rodrigo Caldern: entre el poder y la tragedia de F.
Carrascal Antn y Del Sitial al Cadalso: Crnica de un crimen de estado en la
Espaa de Felipe IV de M. Vargas-Ziga. Mientras Azorn, con su tratado
extiende el caso de don Rodrigo al mbito de la educacin y formacin usando
rasgos de su carcter (idiosincrasia, estoicismo, habilidades en el desempeo de
sus cargos polticos) como parte de una especie de manual de instrucciones
para la formacin de futuros buenos polticos, F. Carrascal Antn y M. Vargas-
Ziga, al margen del carcter ficcional de sus biografas noveladas, llevan el caso
de don Rodrigo respectivamente hacia un planteamiento forense (la obra contiene
un estudio detallado de su momia), y jurdico porque el autor se sirve de su obra
para denunciar las irregularidades del proceso y las confusiones que se
desprenden de las sentencias que le condenaron a muerte.
19
20
Captulo 1: RODRIGO CALDERN de ARANDA Y
SANDELN
21
22
Rodrigo Caldern fue un hombre poltico de finales del XVI y principios del
XVII de procedencia acomodada que sali a la palestra poltica gracias a su
ingenio y a su amistad con el duque de Lerma. En un tiempo muy breve, amas
una fortuna colosal, se convirti en un alto cargo del reinado de Felipe III e incluso
llev las riendas de la monarqua espaola20. Todo le iba bien hasta que en 1619,
a raz de una decisin real desterraron al Duque. Por aquel entonces, la suerte de
Rodrigo Caldern dio un giro copernicano: primero le arrestaron, luego le
encarcelaron y finalmente al subir al trono Felipe IV en 1621, le condenaron a
muerte por una serie de cargos y crmenes. Enseguida detallaremos los
pormenores de su vida social y poltica.
20
Ostent los ttulos de conde de la Oliva de Plasencia y marqus de Siete Iglesias, fue alguacil
de la Real chancillera de Valladolid, seor de las villas de Plasenzuela, Rueda, Zofraga y Siete
Iglesias, caballero del hbito de Santiago, comendador mayor de Montalbn y de Ocaa, capitn
de la Guardia Alemana de su Majestad, embajador de Francia y Flandes, secretario del Rey, etc.
M. lvarez Martn (2003), p. 209.
21
F. C. Sainz de Robles (1932), p. 3.
22
J. Monreal (1878), p. 393.
23
Francisco de Rojas y Sandoval, duque de Lerma, primer ministro y valido de
Felipe III23. Esta nueva casa fue donde descubri la cruda realidad del duro oficio
de paje. Los pajes eran, en palabras de Domnguez Ortiz:
Lejos de ser una sinecura, era una vida difcil de llevar no slo por el
tratamiento desdeoso que daban los amos a los pajes, sino tambin por las
pesadas bromas y los malos tratos que propinaban los pajes mayores a los
novatos como Rodrigo Caldern. Azorn describe con agudeza la esencia diaria de
esta vida de siervo:
23
E. Gonzlez Blanco (1930), p. 9.
24
A. Domnguez Ortiz (1963), p. 278.
25
Azorn (1908), pp. 90-91.
24
Para evitar los insultos, el hambre que pasaban a veces, los sopapos de
sus compaeros, cuenta Prez Gmez que tmido, temeroso siempre de las
burlas de los otros pajes, Rodrigo buscaba defensa contra ellos procurando
encontrarse siempre junto a su seor26. ste, interpretando su presencia
constante a su lado como una muestra de afecto, empez por conversar con l y
despus le confi algunos trabajos relacionados con el papeleo administrativo.
Rodrigo Caldern los despach tan bien que acab convenciendo al Duque de
que estaba mejor preparado para el papel de administrativo que para el de paje.
Su forma de trabajar limpia, cuidadosa y eficientemente, le brind la confianza del
duque de Lerma que se convirti en su protector oficial al nombrarle su paje de
bolsa. As, se inicia la carrera poltica de Rodrigo Caldern.
Una vez satisfechas las expectativas del Duque, Rodrigo Caldern pas a
ocupar puestos de mayor importancia. Primero fue Ayuda de cmara del Rey,
despus pas a ser el Secretario de la misma cmara, yendo de ascenso en
ascenso hasta tal punto que lleg a ejercer en la Corte una influencia igual o
mayor que su mentor, el Duque. Su fulgurante xito poltico y la autoridad con la
que desempeaba sus cargos generaron comentarios como stos de Modesto
Lafuente:
26
A. Prez Gmez (1955), p. 15.
27
Modesto Lafuente (1861-1866), pp. 246-247.
25
Haba nacido un nuevo Rodrigo Caldern. Ya no exista el tmido paje que
se esconda detrs del amo para cobijarse de las malas pasadas de sus
compaeros de oficio, ahora era un personaje poderoso e influyente. De ah esta
observacin del mismo Lafuente: Rodrigo Caldern era ahora un satlite, que
igualaba si no exceda en esplendor, a su mismo planeta, y no se saba quien
ejerca ms influjo, si el valido del monarca o el privado del valido28.
Segn se desprende de esta observacin y de los comentarios de cronistas
como Sainz de Robles, Gonzlez Blanco, a pesar de su visible xito poltico,
don Rodrigo segua aspirando cada vez a ms, ganndose a pulso la etiqueta de
ambicioso que le pusieron algunos escritores.
28
Op. cit., p. 247.
29
Eran: Francisco, Juan, Miguel, Elvira e Isabel Caldern y Vargas. M. lvarez Martn, op. cit., p.
226.
30
F. C. Sainz de Robles, op. cit., p. 3.
31
Para la Orden de Santiago y rdenes Militares, vanse A. Domnguez Ortiz, op. cit., pp. 161-222,
E. Sastre Santos (1982), E. Postigo Castellanos (1988) y J. L. Bermejo Cabrero (2005), pp. 255-
259.
26
A medida que aumentaba su poder poltico, Rodrigo Caldern, ahora
llamado con el ttulo honorfico de don que le concedieron tras sus estudios en la
Universidad de Valladolid32, iba acumulando ttulos, fortuna y dignidades en casi
toda Espaa. Cobraba al ao unos 2000 ducados33, suma muy alta en aquella
poca, posea adems pinturas, armas, joyas y ropas valoradas en miles de
ducados. Tanta fortuna y tanta fama acabaron subindole a la cabeza y le hicieron
perder la serenidad. Como prueba de su delirio de grandeza, afirma Sainz de
Robles que fue capaz de renegar de su propio padre por ser un simple capitn-
y de ofender la honra de su madre probando, all mismo, en Flandes ser hijo del
duque de Alba34. Ms all de este desvaro pasajero, mostraba un orgullo
insultante para la nobleza, una ambicin desmedida y una avidez insaciable,
queriendo subir cada da ms peldaos del poder ante la gran desesperacin de
sus enemigos cuyo nmero iba creciendo con el tiempo. Se encontraban
mayoritariamente entre los religiosos que le odiaban, segn parece, por esta
peticin que hizo al Rey:
Entre los nobles tambin tena enemigos, en parte porque crean que
denegaba automticamente sus peticiones cuando en realidad era el duque de
Lerma quien se las enviaba para apartar de s la impopularidad de las negativas y
32
F. Carrascal Antn, op. cit., p. 47.
33
Moneda que se us en Espaa hasta el siglo XVI, M. Moliner (1998), p. 1041.
34
Op. cit., p. 8.
35
E. Gonzlez Blanco, op. cit., pp. 23-24.
27
librarse de las molestias36, y en parte, porque era de procedencia acomodada.
Por estos motivos y por su legendario orgullo, el valimiento de don Rodrigo
sentaba mal a ambos colectivos. Para hacerle saber que no era santo de su
devocin, criticaban mucho sus decisiones, incluso algunos literatos nobles, como
el conde de Villamediana, le convirtieron en el blanco de sus composiciones
burlescas37. Opinando sobre estas stiras, el historiador M. Lafuente atina de
nuevo con esta observacin que resume claramente las frecuentes agresiones
verbales de las que eran objetos don Rodrigo Caldern y el duque de Lerma: Si
contra el protector se hacan stiras picantes, contra el protegido se escriban
mordaces y sangrientos libelos38. Aunque las composiciones de esta ndole eran
abundantes y circulaban con frecuencia en la Corte, no eran ms que la punta del
iceberg porque los enemigos de don Rodrigo tenan un arma favorita que
desacreditaba mejor y ms eficazmente que ninguna otra: la intriga palaciega.
36
R. Menndez Pidal (1979), p. 137.
37
Vase ms adelante.
38
Op. cit., p. 247.
39
J. Tllez (1968), p. 5.
28
este modo empieza a influir sobre su esposo, Felipe III, para
que le alejaran de la Corte40.
40
M. lvarez Marn, op. cit., p. 215.
41
F. C. Sainz de Robles, op. cit., p. 9.
42
Citado por F. Carrascal Antn, op. cit., p. 16.
29
tierras, con el ttulo de marqus de Siete Iglesias43. La concesin de este nuevo
ttulo suscit mayor inquina e indignacin entre sus enemigos44 quienes no se
haban dado por vencidos y seguan buscando una oportunidad para arremeter
contra l.
Viendo que la tctica de la acusacin del asesinato de la Reina tampoco
resultaba eficaz, sus enemigos (cuyas filas se estrechaban ahora entorno a dos
personajes decisivos: don Cristbal Rojas y Sandoval, duque de Uceda, hijo y
gran contrincante del duque de Lerma en la lucha para ganarse la confianza de
Felipe III, y el futuro conde-duque de Olivares, don Gaspar de Guzmn) buscaron
otra alternativa. El papel de los nuevos integrantes del grupo consista en influir
sobre el Rey para que cesara a don Rodrigo y al duque de Lerma de sus cargos
respectivos. Y sos, que empezaban a perder terreno frente a la nueva coalicin,
intentaron desesperadamente guardarse las espaldas jugando sus dos ltimas
cartas: la primera consista en introducir una cara nueva entre los ntimos de
Felipe III y la segunda, en desviar su atencin con la diversin. Como primer
recurso, llamaron al conde de Lemos, sobrino del Duque, esperando reconquistar
la confianza del Rey con su presencia. En cuanto a su segunda carta, era ms
fcil de llevar a cabo porque el duque de Lerma por haber estado muchos aos al
servicio del Rey, conoca perfectamente su gran debilidad: las fiestas. Por eso
mand organizar en 1615, muchos juegos y fiestas para desviar su atencin45. Su
plan funcion algn tiempo, justo el que necesitaban sus enemigos para
reorganizarse y volver a atacar, pero esta vez con ms contundencia.
Su nueva estrategia era sencilla: separar o debilitar a la pareja
Duque/Marqus para vencerla. De esta guerra sicolgica se encargaron el duque
de Uceda y el conde-duque de Olivares, apoyados por dos nuevos religiosos: el
padre Florencia de la compaa de Jess y el dominicano fray Luis de Aliaga,
antes confesor del Duque quien le subi a confesor del Rey. En una lucha que se
43
Segn M. lvarez Martn, El 17 de octubre de 1607, la villa de Siete Iglesias pas a pertenecer
a don Rodrigo, por compra que de ella hizo a don Francisco de Andrade y Quiones, sobrino de
don Pedro Vaca de Castro, por 42.682 ducados. Op. cit., p. 207. ste es el motivo por el que, a
nuestro juicio, se convirti la villa en marquesado ya que aunque no era de all como qued dicho,
al comprarla, don Rodrigo perteneca como cualquier aldeano a dicha villa.
44
J. Tllez, op. cit., p. 5.
45
F. C. Sainz de Robles, op. cit., p. 10.
30
llevaba ahora desde el punto de vista espiritual, el Marqus llevaba todas las de
perder. Sus posibilidades de librarse de una estrepitosa derrota eran tan
insignificantes, por la gran influencia que ejercan los religiosos sobre Felipe III,
que hasta Modesto Lafuente reconoce que era una batalla perdida de antemano,
porque:
A consecuencia de tanta presin por parte de los religiosos, Felipe III acab
retirando su confianza al Duque y al Marqus. Al notar que ya no tena tanta
preponderancia en la Corte ni poda influir ms sobre las decisiones del Rey, el
duque de Lerma se hace Cardenal de la Iglesia romana con el ttulo de San
Sixto47, para ponerse a salvo. A propsito de esta reconversin del duque de
Lerma deca el historiador Lafuente: Vistse pues el cado ministro la prpura
cardenalicia, cuyo ropaje esperaba le servira al menos de escudo para conservar
cierto respeto y autoridad, y le preservara de los insultos de sus enemigos48.
Tuvo autoridad algn tiempo, pero si el Duque crea que iba a librarse de los
ataques verbales gracias a su hbito de cardenal, se equivocaba. Nada ms
recibir su nueva dignidad de religioso, el conde de Villamediana le dedic esta
stira burlesca:
46
Op. cit., p. 249.
47
J. Monreal, op. cit., p. 398.
48
Op. cit., p. 249.
49
F. Daz Plaja (1997), p. 99.
31
Una vez comprobado que a pesar de sus nuevos hbitos las cosas no le
iban del todo bien en el palacio, e impulsado por este comunicado del Rey:
50
F. Carrascal Antn, op. cit., p. 89.
51
Op. cit., p. 41.
32
entonces estaba, quiso consultarlo con una religiosa; valise
para ello una monja del monasterio de Porta Coeli; [] le dijo
que se salvara mejor esperando el fin. l aguard a pie
quieto, y esto fue su ruina52.
1.2. - La cada
52
Op. cit., p. 398.
53
Op. cit., p. 6.
54
La hora de esta visita nocturna de la justicia difiere en la ya citada obra de J. Monreal, donde en
vez de la una de la madrugada, el Oidor del consejo se present a las 10.30 de la noche, p. 398.
55
Op. cit., p. 392.
33
Una vez detenido, le llevaron al castillo de la Mota de Medina del Campo,
luego le trasladaron a la prisin del Estado de Montnchez (Extremadura), de la
que pas a Santorcaz. Y finalmente, casi un mes despus, le trasladaron a su
propia casa en Madrid, donde haban habilitado una habitacin para su
encarcelamiento. Le encerraron en la sala que fue teatro de sus deleites, fiestas y
regocijos, que era la del estrado de su mujer, se hicieron tres compartimientos,
uno en medio muy pequeo y oscuro donde viva y dorma siempre con luz
encendida56. All estuvo preso hasta el da de la ejecucin, sin apenas recibir
visitas ni poder ver a su familia y vigilado por dieciocho guardias que se iban
turnando para no perderle de vista57. Los motivos de su arresto fueron las
sospechas de practicar la hechicera, de haber asesinado a Francisco Xuara y a
otras personas, de haber envenenado a un fraile, y sobre todo, de haber causado
la muerte de la reina Margarita. El Marqus neg tajantemente haber cometido
estos crmenes. Para llevarle a confesar, los jueces (los licenciados don Francisco
de Contreras, don Luis de Salcedo y don Diego de Corral) decidieron probar con la
tcnica infalible de la tortura.
1.2.1. - La tortura
56
A. de Len Pinelo (1931), p. 128.
57
Segn el manuscrito 12193 de la B. N. M., los guardias eran diez: uno de vista en la sala
mudndose de dos en dos cada hora, y un criado. Los dems estaban repartidos en los aposentos
inmediatos. Fol. 280r.
58
E. Chamorro (1998), p. 198.
59
Op. cit., p. 408.
34
Tras este trance penoso para el marqus de Siete Iglesias, le sometieron a
otro que pona a prueba su paciencia, su entereza, su fe y su fuerza moral.
1.2.2. - El proceso
Muchas veces se vieron los unos y los otros llorando por los
tribunales, pidiendo misericordia. Muchas esperando al Rey y
al Conde a las salidas de palacio se echaron a sus pies. Otras
segua la Marquesa al coche por los caminos; otras le
esperaron a la salida del bosquecillo de San Lorenzo el Real, y
postrando los corazones y los ojos por el suelo, padre, nuera y
nietos, y apellidando clemencia, cerrada una vez la puerta a la
misericordia no la hallaron61,
don Rodrigo no se libr del final dramtico que la justicia le tena reservado. Los
jueces tardaron mucho en decidir qu castigo imponerle (quiz para ganar tiempo)
pero al final, su decisin cay irremediablemente sobre l.
60
Abogado de don Rodrigo Caldern, reconocido por todos los cronistas de la poca como tal,
excepto por A. Ossorio y Gallardo (1918, p. 125) para quien fue apoderado por don Rodrigo pero
no es ningn abogado. Bartolom de Tripiana hizo una defensa muy detallada de su cliente que
no copiamos aqu porque la juzgamos muy larga e innecesaria para la comprensin del proceso. F.
C. Sainz de Robles la recoge en 8 columnas en su obra ya citada, pp. 33-34.
61
M. de Novoa (1875), p. 373.
35
1.2.3. - La sentencia
62
Para Matas de Novoa esta notificacin tuvo lugar el 14 de junio de 1621, op. cit., p. 374.
63
Op. cit., p. 412.
64
Op. cit., pp. 371-372.
65
Ms. 12193, Fols. 283v. y 284r.
36
Volviendo a las posibilidades que tena don Rodrigo de ser indultado por
Felipe III, de acuerdo con estas afirmaciones de Ossorio y Gallardo, se puede
decir que poco le falt por conseguirlo, porque:
66
Op. cit., p. 161. Para cronistas como E. Gonzlez Blanco (op. cit., p. 48) y J. Tllez (op. cit., p.
14), la muerte de Felipe III sobrevino el 31 de marzo de 1621.
67
Op. cit., p. 48.
68
Ibd., p. 29.
69
Op. cit., p. 412.
37
Redobl sus ejercicios de piedad y la rigurosa penitencia que
haca. Hasta entonces haba dormido en una cama de
damasco azul con oro, pero entonces hizo sacar un colchn
de ella y dorma en el suelo, vestido y cubierto con una capa:
cada tres das se mudaba de camisa, debajo de la que llevaba
un cilicio y una cruz de pas aceradas, a lo que agregaba
frecuentes disciplinas70.
70
J. Monreal, op. cit., pp. 413-414.
71
Vid el apndice 1. La mayora de los bigrafos atribuyen la autora de esta carta a un caballero
de la Corte. Atribucin lgica, si nos fijamos en el contenido de la misma donde se habla de don
Rodrigo en tercera persona. Sin embargo, el VE/180/81 de la B. N. M. presenta a don Rodrigo
como nico autor de dicha carta. Esto no es criterio suficiente, a nuestro parecer, para despejar las
dudas sobre el autor real de la carta, pero es revelador saber que hay muchas probabilidades de
que haya sido redactada por una persona que no fuera don Rodrigo.
72
Op. cit., p. 35.
73
Vid el apndice 2.
74
Op. cit., p. 37.
38
Adems, segn el mismo jurista, la siguiente situacin poltico-social de
Espaa cuando se ventil el proceso, actu mucho en contra del Marqus:
1.2.4. - La ejecucin
75
Ibd., p. 118.
76
Ibd., p. 52.
77
Para E. Gonzlez Blanco (op. cit., p. 48), la muerte de don Rodrigo tuvo lugar un martes, pero
cotejndolas con las relaciones de A. Prez Gmez (op. cit., p. 20), F. C. Sainz de Robles (op. cit.,
p. 37), J. Tllez (op. cit., p. 14), el ms. 12193 (fol. 297v y ss.), podemos decir que fue un jueves,
aunque don Rodrigo haya tenido muy poca suerte los martes. En referencia a este da, A. Ossorio
y Gallardo sostiene: Una curiosa coincidencia seala la historia referente a los aciagos que para
don Rodrigo Caldern fueron los martes: en este da de la semana sali de Madrid con direccin a
Valladolid; el martes entr en la fortaleza de Montnchez; el martes le llevaron al castillo de
39
le caa sobre los hombros. A las 9 de la maana, vino a buscarle el alcaide de la
Corte y crcel, don Pedro Fernndez Mansilla, con setenta alguaciles a caballo y
treinta a pie para llevarle al cadalso. Comenta Azorn que al llegar al zagun de su
casa, don Rodrigo intercambi algunas palabras con l pidindole que intercediera
para que devolvieran a su esposa y a sus hijos los bienes que le haban
confiscado. Dicho esto, se encaminaba hacia la salida cuando sus criados all
presentes, empezaron a llorar y a gritar para expresar su dolor ante su desgracia.
Paradjicamente, el Marqus fue quien les tranquiliz a todos agradecindoles su
compasin y dicindoles: Seores, ahora no es tiempo de llorar, pues vamos a
ver a Dios y a ejecutar su santsima voluntad78. Despus de esta emotiva
despedida, a las 10:45, emprendieron el camino hacia lo que iba a ser el ltimo
viaje de don Rodrigo Caldern de Aranda: el recorrido de su casa de San
Bernardo a la Plaza Mayor de Madrid, donde se haba erigido el cadalso.
La comitiva que le acompaaba estaba compuesta por setenta alguaciles,
cuatro frailes franciscanos, cuatro trinitarios, cuatro agustinos, cuatro carmelitas y
cuatro descalzos79. Se relata que todos avanzaban rodeando a don Rodrigo que
iba montado en una mula con los cabellos y la barba largos porque no se los
haban cortado en los meses que pas en la crcel-, llevando un crucifijo en la
mano que besaba incesantemente con devocin. La procesin iba precedida de
un pregonero que lea de vez en cuando este pregn:
40
En opinin de Gascn de Torquemada, Secretario del Rey, el itinerario que
sigui la heterclita comitiva fue la siguiente:
Los hechos apuntan a que la comitiva escogi estos desvos no slo para
evitar a los curiosos cuyo nmero iba creciendo segn se acercaban a la Plaza
Mayor, sino ante el temor de que se provocaran protestas, ya que si es cierto que
tena don Rodrigo enemigos, no lo es menos que era mayor el nmero de sus
amigos82. Al paso de la heterclita comitiva, hubo gente que no pudo reprimir
encomendarle a Dios, a voces, segn sostiene Miguel Piedrola83.
Lgicamente en ese momento, el odio que haba despertado entre el
pueblo cuando era el privado del valido del Rey, se troc en lstima y respeto. De
repente, don Rodrigo Caldern dejaba de ser el desaprensivo personaje cuya
detencin haba alegrado a ms de uno para convertirse en una simple vctima.
Para Ossorio y Gallardo, este cambio repentino en el pueblo se debe a los
siguientes motivos:
81
Ms. 12193, fol. 305v.
82
M. Vargas-Ziga (2003), p. 161.
83
Ms. 10470, fol. 210r/v.
41
los improvisados. [] Concret sus odios en Caldern, porque
era de ms relieve en el abuso y de ms flaco asiento en la
defensa, y crey que con eliminarle se aliviara el mal.
Achaque es propio de las multitudes confundir el efecto con la
causa y creer que sus dolencias dependen de este hombre o
del otro. Piensa que con cortar una cabeza se salva una
nacin. De ah que la prisin y sentencia del antiguo secretario
de cmara fuesen medidas popularsimas; y de ah tambin
que el pblico se juzgase chasqueado cuando oy al
pregonero decir que don Rodrigo iba al patbulo acusado de
simple participacin en homicidio comn, trocando en tal
instante el encono por la piedad y las diatribas por
recomendaciones del alma84.
84
Op. cit., pp. 50-52.
85
Op. cit., p. 427.
42
se dispuso a morir pero insistiendo en que fuera degollado por delante (por el
honor de su familia) y no por detrs como se sola ejecutar a los traidores. Una vez
subsanada esta duda, ofreci el cuello al cuchillo del verdugo sin resistencia. En
este preciso instante, don Rodrigo protagoniz algo digno de ser subrayado: Fue
tanto su nimo y tan extraordinario su valor, que despus de hundido el hierro en
la garganta, los que se hallaban prximos a l, oyronle distintamente decir por
segunda vez Jess!86. Su ltima palabra conmovi ms an a los que asistieron
a la ejecucin, y muchos no pudieron reprimir sus lgrimas.
Despus de la ejecucin, segn Gascn de Torquemada, el cuerpo estuvo
all hasta cerca de la noche, visitado y asistido de todas las religiones, que le
fueron a decir sufragios87. Luego, por la noche, le trasladaron al Carmen descalzo
donde don Rodrigo haba pedido ser enterrado. Le enterraron sin honores ni
tmulo, porque: teniendo puesta vayetas en el suelo de la capilla mayox, y enlos
bancos, y una tumba paxa poner el cuexpo, y estando ya cexca dela iglesia, lleg
una orden, paxaque todo se quitase lo que pareci otxa txagedia88. Dice Monreal,
en referencia a la estoica muerte de don Rodrigo:
86
Ibd., p. 428.
87
Ms. 12193, fol. 312v.
88
Ibd., fol. 313v.
89
J. Monreal, op. cit., p. 432.
43
Prez Gmez sostiene:
90
Op. cit., p. 10.
91
Op. cit., p. 372.
44
impotencia irremediable. Fue colaborador de un favorito que
no tena ms resorte que la ambicin, y que a ellos se entreg
por entero y sin escrpulos, aun a expensas de lo que hay de
ms respetable y de ms sagrado en el orden moral. Hubo de
combatir con mulos tan poderosos como tenaces, que no
pararon hasta que consiguieron perderle. Pero su triste sino,
lejos de desestimarle, le avalor. Los sentimientos del pueblo
al respeto suyo se volvieron del revs. Y, ante la posteridad, la
figura de don Rodrigo Caldern se rehabilit en mxima
medida, y surgi de la historia cada vez ms agigantada.
Se cuenta que aos despus, las monjas del convento de Portaceli (se
escribe tambin Porta Coeli) de Valladolid, de donde era don Rodrigo el patrn,
pidieron el traslado del cuerpo. All le enterraron en la bveda de la capilla donde
hasta ahora, segn el informe forense de Carrascal Antn, se mantiene entero e
incorrupto92.
92
Op. cit., p. 23.
45
46
Captulo 2: RODRIGO CALDERN EN LA
POESA DEL SIGLO XVII
47
48
2.1. - LOS POEMAS SATRICOS
93
D. Estbanez Caldern, op. cit., p. 964.
94
K. R. Scholberg (1971), p. 9.
95
Ibd.
96
M. Etreros (1983).
49
Aunque los ensayos sobre este gnero de poesa en el Siglo de Oro no
faltan97, se, debido a su disposicin interna, al anlisis generalizado a la vez que
pormenorizado de los poemas satricos, al realismo y al esmero de la autora, se
ajusta a nuestra lnea de investigacin. Por eso es, a nuestro juicio, el mejor
modelo para dar forma al anlisis de los poemas satricos escritos contra don
Rodrigo Caldern.
Al ser las composiciones numerosas y muy parecidas, lo que haremos ser
sacar a flote sus caractersticas generales, siempre partiendo de las ideas de M.
Etreros que modificaremos un tanto con nuestras aportaciones personales. En
esta clasificacin que se llevar a cabo en funcin del contenido, del fondo y de la
intencionalidad de las composiciones, iremos apoyando cada trmino con versos o
poemas enteros si lo exige su comprensin. Hay que recordar que un mismo
ejemplo puede servir para elucidar y reforzar varias ideas y conceptos.
Una vez aclarado todo esto, vamos a pasar al estudio de las stiras
polticas escritas contra Rodrigo Caldern. Las abordaremos tratando primero su
intencionalidad y luego, su peculiar lenguaje.
2.1.1. - La intencionalidad
Reunimos bajo este concepto el objetivo que se pretende conseguir con las
stiras y el designio profundo que se esconde tras cada una de ellas. El satrico se
suele valer de distintos procedimientos para desvelarnos la finalidad que persigue
con su composicin:
2.1.1.1. - El consejo
Formado por los avisos, las moralejas, estas composiciones que suelen
ser de corte moral, se reparten en dos subgrupos: el tipo didctico-moral y el
satrico-moral.
97
Los hay muy instructivos como los de E. Cotarelo y Mori (1886), T. Egido (1973), L. Schwartz
Lerner (1987), J. F. Ruiz Casanova (1990), A. Prez Lasheras (1994), etc.
50
El cometido de las composiciones didctico-moral es, como su nombre lo
indica, ensear, educar, dar lecciones de sabidura, de comportamiento y de saber
vivir a sus destinatarios. El poema 16 es un buen ejemplo de ello.
51
Si algunos consejos diereis
sern como de hombres doctos;
que merezcis alabana, 35
con muestra de amor de todos.
No procuris de subir,
pues dexo exemplo notorio;
porque el subir, es baxar,
si bien lo mirassen todos. 40
No os d pena de mi muerte,
pues morir tenis vosotros,
mas el saber quando muero,
para m es don mysterioso.
52
porque honrando padre, y madre.
gozaris celestes coros.
En este poema, igual que en los dsticos catonianos98, don Rodrigo con el
tono firme y solemne de un buen educador, da unos consejos prcticos a sus
hijos. Aprovechando ese breve momento de intimidad y de reencuentro familiar,
trata de inculcar a los suyos buenos preceptos como la sabidura (E.15), la caridad
cristiana (E.5), la honestidad (E.6), el respeto y la obediencia (E.7, E.18), la piedad
(E.11), el saber perdonar (E.14), etc. sta es, a nuestro modo de ver, su forma de
ensearles los 10 mandamientos de la religin cristiana que creemos detectar tras
sus palabras. La disposicin de las estrofas denota mucha prisa por parte de don
Rodrigo para dar a su prole las enseanzas necesarias para su futura
supervivencia en la sociedad.
98
En esta obra del siglo XVI, Catn educa a su hijo segn los mandamientos de la fe cristiana,
ensendole como portarse en la sociedad si quiere conseguir el respeto y la admiracin de sus
pares. La edicin de la que disponemos es la de P. Castro (1543).
53
Respecto a la poesa satrico-moral que constituye la mezcla de contenidos
satricos con tonos moralizadores, est presente en casi todas las stiras de la
antologa. Algunas de sus manifestaciones ms frecuentes son las siguientes:
Puede tomar el aspecto de una moraleja o un decir que colocan al final de
un poema satrico, esto es el caso de la ltima dcima del poema 51.
99
R. Andrs (1994), p. 93.
54
Los que desseis priuanas
considerar mi tragedia,
que por ella bien veris
de la fortuna las bueltas.
En esta misma lnea, entra este fragmento del poema 11 donde se explota
el motivo del mundo ajedrez como prueba de la inestabilidad de la vida humana:
El mundo es un axedrez,
los hombres los que le juegan,
el uno da muerte al otro,
con maa, y con ligereza.
55
Estos cuatro ejemplos llaman la atencin sobre las vueltas de la rueda de la
fortuna y su corolario, la inestabilidad de la vida humana100. Esto es uno de los
temas de la poesa barroca que ampliaremos ms adelante- que se repite a
menudo, para recordar que para el ser humano nada es fijo, todo es cambiante.
2.1.1.2.1. - La cada
56
los trajo al suelo con ella.
(Poema 54)
La alegora del pilar derribado tiene muchas similitudes con el sueo que
tuvo el rey Nabucodonosor. So que vea una estatua muy grande, de
extraordinario esplendor y de aspecto terrible: su cabeza era de oro puro, el
pecho y los brazos de plata, el vientre y los muslos de bronce, las piernas de
hierro y los pies, parte de hierro y parte de arcilla. De repente en el sueo, una
piedra salida de ninguna parte alcanz a la estatua en los pies y los pulveriz
haciendo pedazos toda la estatua. La interpretacin del sueo hecha por el profeta
David fue la siguiente: La cabeza de oro representa al mismo rey, los dems
metales anuncian el nacimiento de nuevos reinos y la piedra que destroz la
estatua es un imperio que aniquilar a todos los dems103.
La hiprbole que impregna los versos 1-4 resalta la contundencia de la
cada de don Rodrigo que, al igual que una onda expansiva, sacudi todo un
Estado.
103
La Santa Biblia (1990), libros profticos, Daniel, p. 1154.
57
2.1.1.2.2. - El regocijo por la desgracia ajena
104
A este propsito dice Crdenas Ponce: Acusado de escribir contra los miembros del gobierno,
el 17 de noviembre de 1618, es desterrado de nuevo y se refugia en el humilde retiro de Alcal de
Henares. Slo la subida al trono del joven Felipe IV supuso la rehabilitacin del poeta y su regreso
a la corte. J. Crdenas Ponce (2001), p. 135.
58
2.1.1.2.3. - Ataques a sus orgenes
59
que nace en respuesta a la corrupcin del mundo y pretende
influir sobre el mundo mejorndolo o modificndolo106.
106
L. Schwartz Lerner, op. cit., p. 225.
107
Cada una de las cuatro partes en que despus de cortada la cabeza se divida el cuerpo de los
facinerosos para ponerlo en los caminos u otros sitios pblicos. M. Alonso (1968), p. 1287.
60
Los controles de la movilidad social ascendente, cuya
contencin se recomienda en la inquieta sociedad del XVII, y
esa recomendacin es una de las ideas que componen la
mentalidad barroca. Hay que procurar, se dice, que cada uno
siga en el puesto que un orden tradicional y heredero le tiene
asignado. Hay que reducir los casos de paso de un nivel a
otro, los cuales, en trminos absolutos, no se pueden eliminar
en ninguna sociedad, pero s se puede dificultar y reducir,
actuando sobre todos los procedimientos y vas de ascensin
que se ofrezcan indiscriminadamente a grupos de individuos
que pudieran llegar a ser numerosos108.
61
Pero, si bien es verdad que la oposicin de los nobles a la mezcla de clases
alcanz proporciones desmedidas en el Siglo de Oro, segn R. O. Jones, esta
hostilidad de los nobles remonta a un siglo antes, es decir bajo los Reyes
Catlicos, porque: la concesin de ejecutorias de nobleza permita a los plebeyos
convertirse en hidalgos. Esto produjo resentimiento en la nobleza antigua111. Lo
que justificara, a nuestro entender, su empeo en poner en tela de juicio todo lo
relacionado con las decisiones polticas que permitan cualquier tipo de cambio en
los estratos de la sociedad.
62
- Qu piden Don Fernando y Don Galindo?
- Dos hbitos de pruebas reservadas. 10
- Qu pide Pedro Lpez? -Un gobierno.
- Mil gritos hoy me acosan; ya me rindo.
- Vuecencia las deja bien pagadas;
Dios les dar su premio... en el infierno.
63
amargan vuestras verdades. 10
(Poema 57)
113
Del refrn Tirar la piedra y esconder la mano: dcese de los que halagan por delante y ofenden
por detrs, G. Correas (1992), p. 479.
64
Ms que una stira, se parece al cartel de una obra de teatro donde
asignan un papel y un orden de salida al escenario a cada actor. Casi todo apunta
a que la finalidad de la stira era ponerles en evidencia. De hecho, la disposicin
de los comentarios la hace ms visible al pblico cuya atencin consigue captar
inmediatamente, a nuestro juicio, por su peculiar presentacin.
Algunas composiciones de esta ndole, como el poema 70, constituyen una
campaa denigrante exclusivamente dirigida contra el Duque y el Marqus. En
dicha composicin, aunque se puede apreciar como tacha a los dos de ladrones
(VV.1-8), no deja de recordar que don Rodrigo era un hombre de humilde cuna
que consigui hacerse un sitio entre los nobles. Si bien en las estrofas 3 y 4,
Villamediana se interesa ms por las flaquezas del Marqus provocadas, a su
juicio, por sus orgenes humildes, acaba juntando a los dos personajes al final del
poema, tal vez para sugerir que no dejan de ser de la misma calaa a pesar de las
diferencias sociales:
65
con el Duque Cardenal. 20
(Poema 70)
Restituya Rodriguillo
lo que ha hurtado pese a tal!
Y el seor doctor Bonal
lo que tiene en el bolsillo.
Visiten a Periquillo 5
y al palestino Tobar
y no se piense quedar
el otro guardadoblones,
a don Pedro de Quiones,
Seor, lo habris de encargar. 10
(Poema 59)
Aunque la esencia de los epitafios exige seriedad por las circunstancias que
le dan vida (inscripcin en un sepulcro por ejemplo), Villamediana se las ingenia
para darles un tono burlesco. En el poema 71 que es buena muestra de su
66
despiadado sentido del humor, el poeta llega a comparar al fallecido Marqus con
el Buen Ladrn de La Biblia. Esta comparacin no es fortuita dado que para l, si
don Rodrigo actu en la vida como un malhechor, tras su muerte consigui la
gloria eterna igual que San Dimas, el ladrn crucificado a la derecha de Jess114.
Aqu, La poesa seria y la burlesca se mezclan; la denuncia de un hecho
trascendente, grave, expuesto en tono jocoso, revestido de un espritu nico, de
burla, da mayor tono ridculo a la situacin115:
Formadas por las crticas y los insultos, no se quedan a la zaga puesto que
constituyen la esencia misma de las composiciones satricas. Son en sus mil
acepciones los ms prodigados en un gnero que se especifica por sus tcnicas
de agigantamiento o de contraccin116. Su propsito es expresar un juicio
desfavorable acerca de todo lo referente al Marqus. Y si hay uno de sus defectos
que sufri ms las crticas de los satricos, fue su ambicin desmedida. Como
ejemplo de crtica, Gngora, en el poema 92, dedica 52 versos a enfatizar su
excesiva ansia de poder:
Arroyo, en qu ha de parar
tanto anhelar y morir,
t por ser Guadalquivir,
Gualdalquivir por ser mar;
Carrillejo en acabar 5
114
La Santa Biblia, op. cit., Lucas 23, 33-43; pp. 1512-1513.
115
M. Etreros, op. cit., p. 25.
116
T. Egido, op. cit., p. 12.
67
sin caudales y sin nombres,
para ejemplo de los hombres?
Arroyo, en qu ha de parar
tanto anhelar y morir,
t por ser Guadalquivir,
Gualdalquivir por ser mar;
Carrillejo en acabar 20
sin caudales y sin nombres,
para ejemplo de los hombres?
Qu da tienes reposo?
A qu noches debes sueo?
si corres tal vez risueo, 25
siempre caminas quejoso;
mucho tienes de curioso,
aunque no en el tirar cantos,
y as tropiezas en tantos
cuando te quis levantar. 30
Arroyo, en qu ha de parar
tanto anhelar y morir,
t por ser Guadalquivir,
Gualdalquivir por ser mar;
Carrillejo en acabar 35
sin caudales y sin nombres,
para ejemplo de los hombres?
Si tu corriente confiesa
sin intermisin alguna
que la cabeza en la Cuna 40
y el pie tienes en la huesa,
qu fatal desdicha es esa
en solicitar tu dao?
Psame que el desengao
la vida te ha de costar. 45
Arroyo, en qu ha de parar
68
tanto anhelar y morir,
t por ser Guadalquivir,
Gualdalquivir por ser mar;
Carrillejo en acabar 50
sin caudales y sin nombres,
para ejemplo de los hombres?
117
Vid el apndice 4.
118
Robert Jammes (1988), que sostiene: El nico poeta de quien se sabe de fuente segura que
fue amigo o que tuvo un trato con don Rodrigo fue don Luis de Gngora, aporta la siguiente nota
aclaratoria sobre la existencia de esta stira de Gngora escrita contra el marqus de Siete
Iglesias: A algunos crticos les pareci contradictorio que don Luis escribiese una stira contra su
protector. Pero en 1612 (fecha de publicacin de esta stira), no le deba nada, al parecer, al valido
del duque de Lerma, quien empez a protegerlo slo a partir de 1617, cuando Gngora vino a
Madrid. Y es muy sabido que, a partir de esta ltima fecha hasta la muerte trgica de su protector,
Gngora le permaneci fiel, como se puede ver tanto en sus cartas como en sus poesas. P. 102.
119
R. Andrs, op. cit., p. 74.
69
tiempo que aquel gobern los Pases-Bajos120. Villamediana recoge tambin este
chismorreo en la dcima 3 del poema 66.
El resto del poema discurre sin gran variedad prosiguiendo con la crtica a
la exagerada ambicin del Marqus, y termina sobre una nota premonitoria de
Gngora que presagia un final infeliz para don Rodrigo, si no se desprende de esa
gran debilidad suya.
Padre no le confesabas,
ni fue tan buena tu madre
q[ue] se [le] conozca padre,
y as en Flandes le buscabas.
El de ac de las Aldabas, 5
siendo como no se ola
-oh, prudente!- resista
haciendo al silencio escudo,
en el tiempo q[ue] cornudo
tu diligencia le haca. 10
(Dcima 3)
Mara de Sandaln
en Amber[es] te pari,
matrona q[ue] en Dios crey;
y en su fe como un rocn
de su maestro Calvn 5
te dio en leche la doctrina,
y no es cosa peregrina
si un hijo mal enseado
por los pasos q[ue] [h]an andado
por esos mismos camina. 10
(Dcima 2)
120
J. Monreal, op. cit., p. 396.
70
las colu[m]nas de tu templo,
y mueran filisteos;
cumple los justos deseos 5
del castellano len,
y si la reformacin
por las glorias comienza,
al color de vergenza
le vendr su San Antn121. 10
(Dcima 7)
2.1.1.5. - El destinatario
121
Vid el apartado 2.1.2.1.1.
71
queris vivir sin mudanas.
(Poema 23)
El que ms alto se ve
buen exemplo tiene en mi,
que en los altos me perd:
y en los baxos me gan.
(Poema 20)
Y otras veces, el poeta expone primero sus ideas y deja para el final la
identificacin del destinatario. Ocurre as con el poema 21 cuya ltima estrofa
aconseja la humildad si se quiere llegar al cielo y gozar de la gloria eterna:
122
Se produce cuando se repite un mismo significante lxico, pero asociado a significados
distintos en cada caso. A. Azaustre/ J. Casas (2001), p. 102.
72
2.1.1.6. - Los monlogos
123
K. R. Scholberg, op. cit., p. 241.
124
Herodes, el Grande, es el antiguo gobernador de Galilea. Los romanos le nombraron rey de los
Judos (73-4 a-c). En el ao 37, conquist Jerusaln a Antgono, ltimo de los soberanos
asmoneos. Embelleci la ciudad con palacios y emprendi la construccin de Cesrea y edificios
73
muri como un inocente.
Cocodrilos descubiertos
son poetas vengativos;
que a los que se comen vivos 15
los lloran despus de muertos.
Mi sentencia me azuzaron
en dcimas que escribieron;
ellos la copla me hicieron,
y muerto, me epitafiaron.
74
para enfatizar la presencia constante de los poetas en todas las etapas de su vida
(E.6). De esta manera, insiste en el hecho de que es casi imposible a un valido no
tenerles al acecho de cada paso que da. De ah, la alusin al podero que va
ejerciendo la poesa en el da a da de los hombres polticos y el aconsejar la
prudencia a la hora de hacerle frente.
El poema, de corte moralista ya que avisa a las futuras presas de los
escritores para que se preparen y se pongan a salvo de sus tiros- es tambin una
crtica al comportamiento paradjico de los poetas barrocos en referencia al caso
de don Rodrigo. Despus de participar activamente a la campaa de denigracin
contra l, le dedicaron a su muerte un inconcebible nmero de poemas donde le
ponen todos en un pedestal, olvidndose de su pasado de contestado hombre
poltico. Aqu, Quevedo les presenta como la cruz de los privados (EE.3-4) porque,
a nuestro modo de ver, sus escritos son una forma de ataque de la que ningn
rey se escap por muy ajustado; ningn privado por muy zeloso y atento se libra
deste cncer comn125.
125
Fray Joseph Laynez, citado por M. Etreros, op. cit., p. 32.
126
Op. cit., p. 607.
127
Para las dudas e incgnitas del lenguaje potico vase, entre otros, F. Lzaro Carreter (1966).
75
composiciones como a la posicin de las palabras y a su sentido propio. Esta
revolucin lingstica da va libre a todo tipo de imgenes, de doble sentido, de
juegos lingsticos, etc., que propician el predominio de lo figurado sobre lo recto,
por lo menos en lo que atae al significado de las palabras. Estos numerosos
recursos de la lengua son los que vamos a ver a continuacin.
128
J. A. Maravall, op. cit., p. 426.
76
Porque quien hurta al ladrn,
dice un refrn en mi tierra,
cien aos de perdn gana
y muchas indulgencias129.
(Poema 2, E.13)
Del refrn original, Cuando la barba de tu vecino veas pelar, pon la tuya a
remojar, Villamediana ha conservado slo el final: Y echa tu barba en remo-
(v.4). Dado que, en el fondo, lo que pretende es avisar de un peligro inminente
aconsejando escarmentarse con lo que les pasa a otros, creemos que el poeta se
conform con que predominara esta idea sin necesidad de mantener la estructura
original y completa del refrn. Segn Maravall, esta manera de tomar un dicho
conocido, una frase leda en alguna parte, una idea, y apretar sus trminos
129
Refrn con que se disculpa el que comete una mala accin contra un malvado o con que uno
mismo justifica una accin mala aduciendo su buen fin. G. Doval (1997), p. 24.
130
El conde de Villamediana escribi estas redondillas basndose en una ancdota segn la cual,
Caldern haba tomado la precaucin de ocultar en varios conventos de Valladolid alhajas y
papeles que podan comprometerle. J. F. Ruiz Casanova, op. cit., p. 360.
77
hasta el punto de reducir la expresin al mximo grado de laconismo es muy tpica
de Gracan131.
Se retoca el refrn sea cambiando una nfima parte de su estructura
oracional para simplificarlo, sea conservando la frase principal y
modificando la subordinada, o viceversa:
Hemos podido aislar aqu, dos funciones bsicas de los refranes que son
por un lado, justificar un acto dando mayor alcance a una reaccin, una actitud, y
por otro, rellenar el vaco entre dos estrofas sirviendo de transicin entre las ideas
desarrolladas en cada una. Esto genera algunas dudas en lo que se refiere a su
presencia en la stira: Los poetas los incluyeron en sus composiciones para
demostrar su dominio de tan peculiar forma de expresin, o los usaron
simplemente porque estaban de moda en la poca barroca? Lo que s se puede
decir con certeza, es que el refrn da un toque de sabidura a las stiras y resalta
su vertiente popular.
En este apartado encontramos tambin otros refranes y algunos versos que
parecen frases hechas. Los poetas los conservan tal cual o los retocan, segn sea
necesario o no. Las frases hechas se adaptan, por lo general, al contexto socio-
131
Op. cit., p. 425.
132
Variante del refrn Tanto va el cntaro a la fuente, que all deja el asa o la frente, que advierte
que el que frecuentemente se expone a los peligros suele finalmente sufrir las consecuencias de
ello. G. Doval, op. cit., p. 173.
133
Refrn retocado que inicialmente era: A quien Dios se la d, San Pedro se la bendiga. Es un
refrn ambivalente que tanto vale, pues, para mostrar indiferencia ante algo circunstancial como
para hacer acatamiento a los dictados de la voluntad divina. L. Junceda (1994), p. 48.
78
poltico que describe el poema y se usan para poner de relieve algn rasgo o
peculiaridad que el poeta quiere enfatizar. He aqu algunos ejemplos:
Los refranes:
Y si la reformacin
por las glorias comienza,
al color de vergenza
le vendr su San Antn.
(Poema 66, E.7)
79
y suelen decir verdades
los locos y los muchachos.
(Poema 26, E.7)
Los poetas, conscientes del poder que ejercen sobre el pueblo y de la fuerte
supersticin de la poca, se sirven de profecas como las de los poemas 72 y 77
para justificar la desgracia del marqus de Siete Iglesias. Dan as a entender que
su infortunio era de prever porque ellos ya lo haban profetizado. Este mtodo es
muy caracterstico, segn Egido, de la ltima etapa de poeta satrico de
Villamediana donde se vislumbra con claridad el asomo del connatural
mesianismo en sus producciones135.
Adems de su carcter premonitorio, las profecas van envueltas de un
peculiar tono irnico que puede llegar a ser:
Sutil, como en este poema:
135
Op. cit., p. 27.
80
Teme al tercero Fili-, 5
que, aunque el castigo dila-,
muy bien asienta la ma-,
esto te avisa un ami-.
(Poema 72)
136
Don Fernando Verdugo era teniente de la Guardia espaola y don Rodrigo, capitn de la
tudesca. Al parecer, la pendencia a la que alude Villamediana tuvo lugar el 3 de marzo de 1615.
Vase J. Monreal, op. cit., pp. 416-417.
81
condestable que, segn la inspiracin del poeta, figura en la composicin por su
nombre, su apellido, o ambos a la vez. Se le menciona en los poemas 23 y 51:
82
Quae non mortalia pectora cogis,
auri sacra fames!
(Poema 80)
137
Op. cit., p. 163.
138
Expresin proverbial italiana que se traduce por Una bella muerte honra toda la vida. G. Doval,
op. cit., p. 89.
83
2.1.2.4. - Figuras retricas y tropos
sta es una definicin global de los dos conceptos que los retricos
contemporneos, basndose en su modo de transformacin del lenguaje,
decidieron singularizar distinguiendo dos tipos de procedimientos: llamaron figuras
las surgidas de la adicin, supresin o del cambio de orden de los elementos
verbales140, y tropos los que consisten en el uso de una palabra impropia para
designar un concepto141.
Dada la importancia del anlisis de los recursos retricos, somos
conscientes de que este tipo de estudio puede constituir por s solo el tema de una
tesis por ser muy amplio y necesitar mucho ms que las pocas pginas que le
dedicamos142. Por eso, creemos necesario subrayar que no ser un estudio
completo ni profundizado, sino algo superficial para dejar constancia del prolfero
uso de las figuras retricas en la stira barroca.
139
D. Estbanez Caldern, op. cit., pp. 412 y ss., 1056 y ss.
140
Ibd.
141
A. Azaustre/ J. Casas, op. cit., p. 83.
142
Para muestra de la importancia de los recursos retricos y de la necesidad de dedicarles ms
que el tiempo de un anlisis de poema, valen los estudios de B. Mortara Garavelli (1991) y J. A.
Mayoral (1994) entre otros.
84
2.1.2.4.1. - Las figuras
143
Op. cit., pp. 83-141. La mayora de las definiciones de los conceptos retricos es de este
manual.
144
Ibd., p. 91.
145
Ibd., p. 96.
146
Ibd., p. 97.
85
Qu es aquesto, fama amiga?
qu es de vuestra voz sonora?
qu es de las plumas ligeras
que por el viento tremolan?
Restituya Rodriguillo
lo que ha hurtado pese a tal!
147
Ibd., p. 98.
148
Ibd., p. 100.
86
Y el seor doctor Bonal
lo que tiene en el bolsillo.
Visiten a Periquillo 5
y al palestino Tobar
y no se piense quedar
el otro guardadoblones,
a don Pedro de Quiones,
Seor, lo habris de encargar. 10
(Poema 59)
149
Ibd., p. 101.
150
Ibd., p. 103.
87
Hoy de la fortuna al desdn
dio aqu una muerte inmortal
a quien el bien le hizo mal
a quien el mal le hizo bien.
(Poema 73)
si fue ms para ser menos,
fue menos para ser ms.
(Poema 69, VV.7-8)
Desterr a Villamediana,
vuestro padre por poeta;
volvelde a vuestro servicio,
pues ha salido profeta.
(E. 9, E.14, E.22)
151
Ibd., p. 91.
152
Ibd., p. 95.
88
Don Rodrigo Calder-,
atiende el tiempo que pa-,
saca el dinero de ca-,
y echa tu barba en remo-.
153
Ibd., p. 93.
154
Ibd., p. 93.
155
Ibd., p. 106.
156
Ibd., p. 107.
89
manda al Rey hacienda tanta,
al verdugo la garganta,
y por ltimos despojos
el cuerpo a lea y manojos,
q[ue] as tu gloria se canta. 10
(Poema 66, D.8)
Las palabras Adis y Manda (v.1, v.6) que se expresan una sola vez en
el poema, encabezan cada uno por su lado los versos posteriores a su posicin,
evitando as, gracias a la figura del Zeugma, su repeticin innecesaria. Esta
figura, en especial, se vincula a menudo con determinados juegos de palabras,
en concreto los basados en palabras homonmicas y/o polismicas, en infinitas
pruebas de ingenio que tanto caracteriz la actividad potica de la poca
barroca157.
157
J. A. Mayoral, op. cit., p. 144.
158
A. Azaustre/ J. Casas, op. cit., p. 108.
159
Ibd., p. 109.
90
2.1.2.4.1.2. - Las figuras de pensamiento
160
Ibd., p. 110.
161
Ibd., p. 114.
162
Ibd.
163
Ibd.
91
Tapia, Bonal, Caldern
gran Tobar, triste Rabi,
Tarsis, Conde Barbar,
gente de zurda opinin.
(Poema 57, vv.1-4)
164
Ibd., p. 117.
92
Las figuras de dilogo y argumentacin: Hacen hincapi en el discurso
como acto de comunicacin165. Son:
- La Apstrofe o Invocacin. Consiste en dirigir una apelacin a un destinatario
mencionado en el texto166:
165
Ibd., p. 129.
166
Ibd.
167
Ibd., p. 130.
93
- La Interrogacin retrica: Es una pregunta cuya respuesta no es necesaria,
por obvia168:
Qu da tienes reposo?
A qu noches debes sueo?
(Poema 92, vv.23-24)
168
Ibd.
169
Ibd., p. 139.
170
Ibd., p. 140.
94
muri como un inocente.
Si tu corriente confiesa
sin intermisin alguna
que la cabeza en la Cuna
y el pie tienes en la huesa,
qu fatal desdicha es esa 5
en solicitar tu dao?
Psame que el desengao
la vida te ha de costar
(Poema 92, E.6)
171
Ibd., p. 139.
95
una relacin de similitud entre sus correspondientes conceptos172. La ilustra
este poema:
96
Siete Iglesias de su estado;
y si el pilar ha faltado 5
y rompido tanto el quicio,
no es mucho que un edificio,
tan fuerte, bravo y bizarro
sobre columnas de barro
haya hecho tan gran vicio. 10
(Poema 62)
175
Ibd., p. 86.
176
Ibd., p. 89.
97
mejor os estuvirades villano 5
y escapredes de cuartos177 un caldero:
del hado fue proftica amenaza
pendencia con Verdugo y en la plaza.
(Poema 68)
177
Cada una de las cuatro partes en que despus de cortada la cabeza se divida el cuerpo de los
facinerosos para ponerlo en los caminos u otros sitios pblicos. M. Alonso (1968), p. 1287.
178
F. Lzaro Carreter/ E. Correa Caldern (2001), p. 184.
98
la mutabilidad de la fortuna. La mayora de estas stiras ven en su ejecucin la
consecuencia de la mala gestin de su privanza.
99
2.2. - LOS POEMAS RELATADOS
179
Vid infra.
180
D. Estbanez Caldern, op. cit., p. 919.
181
Aunque somos conscientes de la amplia bibliografa existente sobre el romance, como por
ejemplo las obras de G. Di Estefano (1983), D. Cataln (1997)..., tomaremos como referencia en
este apartado a R. Menndez Pidal (1953) y M. Dbax (1982) porque sus estudios nos parecen
ms completos y ms accesibles. De hecho, fundamos parte del nuestro en la distincin hecha por
Menndez Pidal quien habla de dos modalidades narrativas entre los romances: segn su
estructura, los llama romances-cuento, cuando ofrecen toda una historia, y romances-escena,
cuando tratan slo de un momento de una historia ms extensa. Op. cit., p. 63.
100
2.1.1. - El mero relato
Entendemos por mero relato, todo relato contado por un narrador dentro
de la modalidad de la omnisciencia neutral, es decir, la voz predominante es la de
un narrador que lo sabe todo, el presente, pasado y futuro de sus personajes, sus
sueos, sus ms recnditos pensamientos, sus ms oscuras intenciones182. Un
nico narrador relata los hechos, cuenta la historia desde el exterior, recoge la
opinin de los dems personajes si hace falta, pero no les cede la palabra. Es, en
pocas palabras, lo que Genette llama relato heterodiegtico, esto es, un relato
en el que el narrador no participa en la historia contada por l183. Para nosotros, el
poema 21 del corpus documental es el que cumple mejor con este requisito:
Ya la Parca184 inexorable
pone en el arco la flecha;
flecha que quita la vida,
para dar vida con ella.
182
D. Villanueva (1992), p. 25.
183
G. Genette (1972), p. 299.
184
Identificadas con las Moiras griegas, las Parcas son unas diosas misteriosas del destino, que
rigen el hado de los dioses y de los hombres. Son tres, nmero sagrado. Sus nombres son Cloto
(la hilandera), imagen del desarrollo de la vida en sus diversas fases, desde el nacimiento hasta la
muerte, Laquesis (la que reparte, es decir, la que da a cada uno lo que le toca en suerte, en una
palabra, la casualidad), y Atropos (la inmutable), la inflexibilidad de las circunstancias y, por lo
tanto, la inevitabilidad de la muerte en el momento fijado, as como la del nacimiento. J.C.
Escobedo (1989), p. 331.
101
Lleg el furioso verdugo,
y con vna liga negra
le vend los tristes ojos, 15
que estauan llorando apriessa.
Ao de mil y seiscientos 25
y veinte y vno se cuenta
a veinte y vno de Octubre
se cumpli aquesta sentencia.
103
sera ms lgico presentar el verso empezndolo por la preposicin a, porque
as se evitara la ambigedad en la comprensin de los hechos. Al margen de
esta construccin algo equvoca, en la estrofa 6 nos llama la atencin la
presencia de la cifra 3 que no slo multiplica el grado de dolor y de sufrimiento
de don Rodrigo durante la degollacin, sino que exagera el alcance de los
hechos relatados186. El tercer verso de esta estrofa, es una perfrasis que
seala el paso de la vida a la muerte. El cuarto, apunta el impacto de tal muerte
sobre los contemporneos del Marqus.
Creemos oportuno resaltar la analoga que existe en la estrofa 5 entre el
cuchillo del verdugo y la flecha de la Parca porque ambos se unen formando el
arma que lleva a cabo la ejecucin del Marqus: cuando la muerte tensa la
cuerda de su arco, el verdugo levanta el cuchillo, y cuando atraviesa la
garganta del Marqus con su arma, la muerte suelta la suya creando as una
perfecta simbiosis entre muerte/verdugo y flecha/cuchillo. Por eso creemos que
aqu hay una tcita comparacin de sus oficios respectivos en los adjetivos que
les califican: la muerte ayrada es sinnimo de verdugo furioso. Sobre esta
perfecta complementariedad, se puede decir que el verdugo es, de algn
modo, la representacin humana, visible y palpable de la muerte porque los
dos quitan la vida. Uno mata el cuerpo y el otro se lleva el alma hacia una vida
mejor, segn los casos. Con esto, se retoma la idea de la estrofa 1 donde dice
el narrador: flecha que quita la vida/para dar vida con ella, y se recalca el
consabido tpico del morir para volver a nacer al que volveremos en el
anlisis de los poemas elegacos donde es ms patente.
El narrador prosigue su relato tras la muerte de don Rodrigo, que
confirma mediante una especie de acta notarial que da fe de la existencia de
los hechos y donde consta la fecha completa de la ejecucin (da, mes y ao),
enfatizada por el polisndeton (E.7).
186
En ningn momento los bigrafos hablan de degollarle tres veces. A no ser que la eleccin
de la cifra tenga algo que ver con lo que representa, porque la cifra 3 es, segn J. Chevalier/ A.
Gheerbrant (1982): un nombre fundamental qui exprime un ordre intellectuel et spirituel, en
Dieu, dans le cosmos ou dans lhomme. Il synthse la tri-unit de ltre vivant ou il rsulte de la
conjonction de 1 et de 2, produit en ce cas de lUnion du Ciel et de la Terre . P. 972.
187
Vid el apartado 1.2.4.
104
sobriedad (EE. 9-10). El narrador omnisciente aprovecha el verso 40 para
encomendar su alma a Dios, y cierra el relato con un aviso dirigido a todos los
ambiciosos a los que aconseja la humillacin ante Dios si quieren alcanzar la
gloria eterna algn da (E.11). Para l, sin lugar a dudas, la gloria post mortem
pasa por la humildad. Creemos que esta idea es fruto de la gran religiosidad de
la poca barroca.
188
D. Estbanez Caldern, op. cit., p. 823.
105
los desengaos del mundo.
No se ue sino alguaciles
en numeroso concurso,
todos en silencio y todos
dolor publicando mudos. 20
No religiosos le animan,
bien que le ercan algunos, 50
que han de copiar las hedades
106
constancia de valor suyo.
No le amena de lejos
el fin que acechando estubo; 70
pues ya sube al cadahalso
donde ha de quedar difunto.
De Rodillas ya en la tierra,
llora copiosos diluuios,
ya se leuanta al cuchillo 75
sangriento aun antes del uso.
No se le oluida el esfuero,
la muerte aguarda no el susto
slo el toco sin desmayo,
la veindad del sepulchro. 80
107
El narrador que relata, en tiempo real, lo que presenci el da de la
ejecucin de don Rodrigo se presenta, desde los primeros versos, como
narrador-testigo189 con el uso de la primera persona del singular del verbo
escuchar que confirma su presencia en el lugar de los hechos. Las tres
primeras estrofas son una especie de toma de contacto con el caso de don
Rodrigo. El uso de los verbos escuchar (E.1), sonar (E.2) y repetir (E.5)
nos hace sospechar que el narrador se encuentra a una distancia relativamente
alejada del lugar donde proviene la voz del pregonero. Esta distancia, a nuestro
juicio, agudiza tanto su curiosidad que no tiene ms remedio que reconocer su
deseo de enterarse del motivo del pregn y de conocer a la persona cuya
condena van anunciando a voces. As pues, se pone a buscar ansiosamente al
reo entre la multitud que le rodeaba190. Sus esfuerzos se plasman en los verbos
sospechar (E.6), parecer (E.7) y los adjetivos atento, confuso (E.4), que
no slo expresan su incertidumbre sobre los rasgos del condenado, sino que
aumentan las expectativas, agudizando la curiosidad del lector.
La perseverancia de nuestro narrador-testigo se ve premiada en la
estrofa 8, cuando consigue dar por fin con don Rodrigo. El adverbio ya,
adems de expresar su satisfaccin por tenerle a la vista despus de tanta
ansia e impaciencia, contrasta la cercana del narrador con su posicin alejada
de las siete primeras estrofas. A partir de este momento se produce una
variacin en el ritmo del relato. Si hasta la estrofa 7 la narracin se haca de
forma lineal y avanzaba paulatinamente al comps de la comitiva, de las
estrofas 8 a 13 sufre un estancamiento con el retrato fsico y moral de don
Rodrigo. Esta interrupcin en el relato es lo que D. Villanueva llama pausa
descriptiva, o tcnica mediante la que el discurso se pone al servicio del
elemento espacial de la novela, consumiendo por lo tanto texto, pero no
avanzando en el tiempo de la historia, cuyo fluir queda momentneamente en
189
El narrador-testigo se mueve dentro de la narracin, narra en primera persona, con mayor o
menor grado participa de la accin, pero el papel que desempea es marginal, no central. Es el
papel de un testigo. Un viejo amigo, un vecino, un pariente, un transente. Usa el yo para
contar lo que le pasa a otro [...] Est mezclado en los acontecimientos, s, pero lo que nos
cuenta son las aventuras de una persona ms importante que l. Es un personaje menor que
observa las acciones externas del protagonista. Tambin puede observar las acciones externas
de otros personajes menores con quienes el protagonista est relacionado [...] Lo que hace es
deducir [...] Aunque expone sus propios pensamientos, lo que ms importa, que son los
pensamientos del protagonista, se le escapa. Puede ser muy subjetivo y tambin muy objetivo.
E. Imbert Anderson (1992), p. 59.
190
Vid el captulo 1.
108
suspenso191. El narrador la aprovecha para hacernos partcipes de su
admiracin para don Rodrigo con frases exclamativas, como stas: Qu
airoso contra el peligro! (E.11), Qu humilde! (E.12), y con una invitacin
tcita a los religiosos que le acompaan a emular su valenta (E.13).
Tras la pausa descriptiva donde prevalece el tono de admiracin, se
introduce otra digresiva192, donde la admiracin y la exaltacin inicial del
narrador dejan paso primero, a su incredulidad y luego, a su escepticismo ante
la falta de firmeza en los logros humanos (EE.14-17). Aqu, se le ve como
despertado de un letargo y vuelto a la realidad del caso de don Rodrigo
Caldern una realidad que se negaba a reconocer de entrada, si nos
atenemos al verso entre parntesis193: vindolo estoy y an lo dudo (v.54)-,
con la exclamacin Vlgame Dios! (E.14) que expresa la amplitud de su
sorpresa ante la inesperada cada de una persona tan influyente como don
Rodrigo Caldern. Tanto las preguntas retricas (EE.11-14) como la metfora
(Creio a ser rbol frondoso/tronco morir desnudo, vv.67-68) que resumen la
desgracia de don Rodrigo, plantean con acuidad las bromas pesadas que
puede llegar a jugar el destino a los seres humanos. Este poema se hace as
eco de uno de los consabidos temas de la poesa barroca, el de los reveses de
fortuna y de la mutabilidad de las cosas materiales, que abordaremos
detenidamente en el poema 24.
Toda la perplejidad del narrador-testigo, su escepticismo y su desilusin
ante los reveses de fortuna se encuentran resumidos en la estrofa 16 cuya
forma sentenciosa, igual que las moralejas, los avisos, o las frases hechas,
enfatiza gracias a la repeticin anafrica de Que as- lo frgil, escurridizo y
verstil que pueden ser el poder y la suerte que, como el humo, se escabullen
cuando uno menos se lo espera. Cabe recordar aqu que el humo como el reloj
son los smbolos predilectos de los poetas barrocos para representar la
inconstancia de la rueda de la fortuna194. La estrofa termina por una pregunta
retrica encabalgada que resume los sentimientos del narrador-testigo ante la
191
Op. cit., p. 197.
192
Es una tcnica muy parecida a la pausa descriptiva, slo que aqu el discurso se pone al
servicio de las indicaciones hermenuticas, metanarrativas o ideolgicas, asumidas
generalmente por la voz del autor implcito. Ibd.
193
Este parntesis afecta el orden sintctico del verso ya que rompe su fluidez, introduciendo
una informacin nueva y estableciendo pausas mtricas. J. L. Herrero Prado (1996), pp. 73-
77.
194
R. Andrs, op. cit., p. 45.
109
bsqueda desenfrenada del poder. Esta segunda pausa se cierra con una nota
de escepticismo del narrador que no se explica cmo don Rodrigo pas de la
opulencia ms arrogante a la cada ms desdichada, en tan poco tiempo. Aqu,
se replantea la necesidad de luchar o no para alcanzar una meta en la vida.
195
F. Lzaro Carreter/ C. Caldern, op. cit., p. 184.
110
all (E.6) que designa un lugar alejado del que habla respecto del que se
habla196-, los adjetivos largo, confuso, numeroso, y en el segundo
bloque, verbos de accin como subir, sentarse, abrazar, degollar,
muchos adjetivos que matizan el sentido del sustantivo y le dotan de una
expresividad mayor197, y la repeticin del adverbio ya que impone un sello de
velocidad al relato. De hecho, la abundancia de adjetivos calificativos
antepuestos en este segundo bloque acenta su carcter descriptivo.
196
M. Moliner (1998), p. 137.
197
M. lvarez (1993), p. 47.
198
Es el tiempo de los acontecimientos narrados, mensurable en unidades cronolgicas como
el minuto, la hora, el da o el ao. D. Villanueva, op. cit., p. 203.
199
Op. cit., p. 1509.
111
- Cuarto, la importancia de dos de los sentidos que el narrador-testigo pone a
dura prueba en este poema relatado: el odo y la vista que le permiten
seguir con toda su atencin los acontecimientos, describir con exactitud y
objetividad todo lo que captan. As se mantiene siempre al tanto de lo que
ocurre en su derredor y puede dedicarse a su labor comunicadora.
- Quinto, al lector de este poema que podra ser un eventual oyente para
encajar en nuestra teora del reportaje radiofnico-, el narrador intenta
acaparar su atencin desde el principio con el movimiento de la comitiva,
las preguntas retricas, las pausas en el relato para retomar el aliento tras
los duros esfuerzos por localizar a don Rodrigo que agudizan, de paso, su
curiosidad, el ritmo de las estrofas (cesura, verbos de accin, adjetivos
calificativos).
Todo apunta, a nuestro parecer, a que el narrador-testigo tiene la
intencin de compartir cada momento de los hechos con personas que, por un
motivo u otro, no podan estar en las calles de Madrid para ver pasar la
comitiva que acompaaba a don Rodrigo a su ltimo acto pblico, ni presenciar
la ejecucin. Sus comentarios, sus dudas, su admiracin para don Rodrigo, su
incredulidad y sus preguntas retricas refuerzan la impresin de que se
propone hacer de vista y de odos para toda esa gente ausente aquel da, pero
que necesitaba estar al tanto de cada movimiento, de cada gesto y de cada
accin del protagonista. Por esto y por tener los rasgos de la narracin
simultnea200 de Genette, pensamos que este romance puede ser enmarcado
dentro de la comunicacin periodstica como reportaje radiofnico y el narrador-
testigo, como un locutor de radio que transmite en vivo y en riguroso directo la
ejecucin de don Rodrigo.
El poema 24:
200
Es un relato hecho en el presente contemporneo de la accin. Op. cit., p. 274.
112
donde exerciendo las lenguas,
un viejo anciano entre todos,
dixo all de esta manera:
Ayer se vi regalado
con mil joyas, y preseas,
y oy un agudo cuchillo,
su cuello le presentan.
113
Vironse mil cavalleros 45
con abundancia de hazienda,
y oy andan hechos mendigos,
pidiendo de puerta en puerta.
201
Mxima con sentido claro que avisa de los reveses de fortuna.
114
El romance se abre y se cierra con los versos de un narrador-testigo que
aparece nicamente en las dos primeras estrofas, a modo de introduccin, y en
las dos ltimas para concluir. En los dems versos (sesenta y cuatro) interviene
un anciano. Las estrofas 1 y 2, que constituyen el preludio del relato, nos
colocan en la Plaza Mayor de Madrid entre los curiosos que all se estaban
aglomerando instantes antes de la ejecucin, en pequeos grupos. Durante la
presentacin de los hechos, al narrador-testigo le llama la atencin los
comentarios de un anciano sobre el caso don Rodrigo. Su opinin parece tan
pertinente que nos lo recoge integralmente en estilo directo.
En su discurso que constituye unas consideraciones generales sobre los
reveses de fortuna, el anciano confronta incesantemente la placentera y
pomposa vida poltica de don Rodrigo con su dramtico presente, resaltando la
abismal diferencia que existe entre ambas situaciones. Para llevar a cabo esta
comparacin, se sirve del tpico que Camacho Guizado describe como la
contraposicin de un estado feliz en general pasado, al doloroso presente del
aludido202, es decir, se enfrasca en un pattico enfrentamiento del pasado y
del presente de don Rodrigo mediante la repeticin anafrica de los vocablos
ayer/hoy, el vaivn constante entre las dos pocas y la oposicin del presente
y del imperfecto de indicativo, con la intencin de evidenciar su infortunio.
Esta especie de monlogo del anciano tiene una estructura muy peculiar.
Si la finalidad de sus afirmaciones es enfrentar el pasado y el presente de don
Rodrigo, lo hace contraponiendo sus ttulos y honores (EE.3-4), sus
pertenencias (E.6), sus comidas lujosas (E.7), sus diversiones pasadas y los
convites propiciados por su rango social (EE.8-9), con la nada que
representa su presente. Como no se limita a compararlos simplemente, sino
que hace gala de una minuciosidad en la organizacin de cada aspecto de la
vida de don Rodrigo que aborda, creemos pertinente detenernos en la
estructura de su discurso. Los enfrentamientos del pasado y del presente de
don Rodrigo no se hacen de forma continua e ininterrumpida, sino todo lo
contrario. Al evocar el pasado y al compararlo con su msero presente, el
anciano intercala cuando cree necesario en su discurso- unas pausas
202
E. Camacho Guizado (1969), p. 180.
115
digresivas (vid supra) que le sirven para reforzar sus ideas sobre los reveses
de fortuna.
Como recurso para sustentar su postura, se sirve de ejemplos de
personajes pblicos que sufrieron un gran revs de fortuna y de algunos iconos
de la inestabilidad que usa como prueba irrefutable de la falta de estabilidad en
la vida del ser humano. Son:
- El caso de muchos caballeros que pasaron, como don Rodrigo, de la
riqueza a la miseria sin previo aviso (E.12), el de Alejandro Magno (E.16) y
del general Anbal (E.17), dos grandes de la historia de la humanidad203.
- La comparacin de la vida humana con las norias (E.11). En opinin del
anciano, los hombres se parecen mucho a los arcaduces de noria ya que
cada vez que giran, sus piezas cambian de estado llenndose de agua o
vacindose, segn sus movimientos. La comparacin lleva en s, la idea de
que las variaciones en la vida de los hombres son repentinas y se efectan
de forma continua, como los movimientos de las norias. El anciano avisa as
de lo descontrolado e imprevisible que es la fortuna para los hombres, y de
lo cambiante que puede llegar a ser su destino. Esta visin de la vida es la
metfora barroca misma de la inconstancia y de la mudanza de los tiempos.
- La eleccin del Mar y la Luna (E.13), dos smbolos de la inconstancia de la
naturaleza que representan el flujo irrevocable del tiempo con sus
movimientos crecientes y decrecientes204.
- La presencia de la sabidura popular a travs de la mxima que el anciano
intercala para avisar de los reveses de fortuna: la vspera de llorar/ es
cuando el hombre se alegra;/ y quando ay mayor salud/, es la enfermedad
ms cierta (E.15).
Todos estos recursos que conllevan la esencia de la mutabilidad de las
cosas alcanzan su punto ms crtico en la estrofa 18, donde el anciano
concentra su impotencia ante una fuerza tan imparable como el paso del
tiempo y su corolario, el revs de fortuna. Para l, todo en esta vida es vuelta
de fortuna/ que da la inconstante rueda (vv.69-70). Con los dos versos finales
203
El primero conquist el mundo entero, pero cuando haba logrado ser el ms poderoso de
todos los reyes, le dieron una muerte violenta. El segundo, gran vencedor de muchas guerras,
fue vencido por el general africano Escipin, lo que le oblig a refugiarse en Prusia y le indujo
despus a suicidarse. Diccionario enciclopdico ilustrado Vox (1995), pp. 51 y 86.
204
R. Andrs, op. cit., pp. 51-53.
116
de esta estrofa (ayer soy pobre, oy soy rico,/oy soy, maana me entierran), el
anciano no deja lugar a dudas sobre su escepticismo ante una vida que cambia
constantemente, segn el humor de una caprichosa rueda de la fortuna que
convierte a los seres humanos en unos tteres con destino inestable, obligados
a bailar al ritmo y son que les impone. Estos versos estn cargados del fuerte
sentimiento de desengao que caracteriz al hombre barroco y que desemboc
en el tema del nacer para morir, que abordaremos tambin en el anlisis de
los poemas elegacos. En la concepcin de la vida del anciano, el dogma
cristiano de la resurreccin no queda bien parado, la nocin de la muerte, ms
que un elemento preparatorio del trnsito, acenta su condicin de fuerza
adversa a la vida205. La postura del anciano nos recuerda estas palabras de
Cannigo en El Hroe de Gracin: Esta es la infelicidad de nuestra
inconstancia. No hay dicha, porque no hay estrella fija de la luna ac; no hay
estado sino continua mutabilidad en todo. O se crece o se declina, desvariando
siempre con tanto variar206.
En suma, la teora que defiende el anciano es la siguiente: nada es
invariable, todo lo que sube muy alto termina siempre por bajar de forma
espectacular sometido a la fatal atraccin de la fuerza de la gravedad y a los
ineluctables reveses de fortuna. La comparacin constante del pasado y del
presente de don Rodrigo aadida a las pausas digresivas, dan a la
intervencin del anciano una tal armona rtmica que uno tiene la sensacin de
estar bailando al ritmo de la rueda de la fortuna y de sus perpetuos
movimientos. Por eso, pensamos que su eleccin en este romance no es
fortuita. Su presencia le da un toque moralizante en la medida en que el
anciano representa de algn modo la sabidura popular.
Su peculiar forma de discurrir (hechos, refranes intercalados y ejemplos)
nos recuerda nuestra propia cultura donde el anciano tiene la fama de ser el
ms sabio (apreciacin a veces errnea y abusiva). Cuando habla, los dems
se callan y escuchan atentamente su discurso en general plagado de refranes
y ejemplos reales para apoyar cada frase que dice207-, por ser la
personificacin de la sabidura y el guardin de los conocimientos antiguos. Por
205
J. A. Maravall, op. cit., p. 340.
206
B. Gracan (1944), pp. 123-124.
207
Para entender mejor el concepto de la palabra africana, pueden consultar el estudio sobre el
arte del discurso tradicional africano de J. Cauvin (1982).
117
estos motivos deca el etnlogo Mal, Amadou Hampat B, gran defensor de
la tradicin oral africana: En frica, cuando un anciano muere, una biblioteca
arde208. En la frica tradicional, la transmisin de los conocimientos se haca
de forma oral y no escrita; y cuando un anciano, poseedor de estos
conocimientos, mora antes de haberlos legado a los ms jvenes, toda una
biblioteca desapareca sin necedad de que las llamas acabaran con el papel,
ya que no haba forma de rescatar lo que se llevaba a la tumba.
Despus del emocionante y escptico discurso del anciano, vuelve a
aparecer el narrador-testigo (EE.19-20) para poner fin al relato y anunciar la
llegada de don Rodrigo a la plaza, sin ms comentarios sobre lo que pasara a
continuacin.
La falta de subjetividad, la escasa aparicin del narrador (aparece
nicamente en 4 estrofas), el uso del estilo directo, la presencia de un verbum
dicendi y de las comillas para recoger el discurso del anciano, nos lleva a
identificar este romance como un discurso restituido porque coexisten dos
discursos claramente diferenciados: el del narrador que funciona como
elemento introductorio y, desde una perspectiva sintctica, regente- y el del
personaje209.
Adems, lo clasificamos como romance tipo reportaje televisivo por su
objetividad, la presentacin de los hechos y el parecido del discurso del
anciano con una entrevista. Todas estas pautas nos hacen concebir al narrador
como un hipottico reportero que llega con tiempo a la Plaza Mayor, con su
equipo (cmara, micrfono) para cubrir la ejecucin de don Rodrigo. Y, dado
que le sobraba tiempo, para hacer amena la espera a su pblico y despertar su
curiosidad sobre el caso de don Rodrigo, se pone a escuchar las
conversaciones de las personas all reunidas. En busca de algo inslito que
contar, elige casualmente a un grupo de personas en medio del que se topa
con un anciano a quien empieza a entrevistar. ste, para complacerle, se pone
a opinar sobre la desgracia de don Rodrigo. El discurso del anciano en estilo
directo y la poca participacin del narrador acentan, para nosotros, el carcter
de reportaje televisivo del romance. Las dos primeras estrofas constituyen, a
nuestro juicio, las palabras introductorias del reportaje y las dos ltimas, la
208
Cita pronunciada en la UNESCO en 1960, Vid, http://fr.Wikipedia.org (Abril 2008).
209
A. G. Domnguez (1996), p. 260.
118
conclusin. Pensamos que la falta de descripciones, la casi inexistencia de
acciones y de personajes de este romance, se debe a que el destinatario tiene
ante los ojos las imgenes emitidas por la televisin. El narrador-reportero, que
hace de correa de transmisin entre los dos, retransmite los hechos y recoge
las impresiones del pblico presente sin intervenir ni interrumpirle. Se limita
simplemente a introducir y concluir la cobertura del evento, dejando as la
libertad absoluta al espectador de interpretar la informacin que le da.
210
Citado por A. Garrido Domnguez, op. cit., p. 267.
119
Su mayor representante en la antologa es el poema 25:
En vn pequeo retrete,
lleno de obscuras tinieblas,
donde no sali la Luna,
ni el Sol esparci sus hebras;
No me visitan amigos,
y es vna seal muy cierta,
que es la prisin vn crisol
de amistades verdaderas.
La soledad me acompaa, 25
como amiga verdadera,
que al fin como me ve solo,
slo a solas me consuela.
Ya no s quando es de noche,
ni el alua alegre, y risuea, 30
no me hizo alegre salua,
por no ser digno de verla.
Vn humilde pajezico
me ha venido a dar las nueuas,
que de mi muerte infelize, 35
me han dado ya la sentencia.
211
Vase el apartado 2.2.1.
212
Es una operacin que posibilita el trnsito de la funcin narrativa del narrador principal a un
parranador, o narrador segundario en el discurso novelstico. D. Villanueva, op. cit., pp. 187 y
197.
213
Ya aludimos a este sueo en el anlisis de las stiras.
121
velas (E.4) para que le mantuvieran despierto, y convirtiera a la soledad en
una verdadera amiga (E.7). La aliteracin onomatopyica214 de sonidos
sibilantes en esta estrofa que al fin como me ve solo,/ slo a solas me
consuela-, adems de resaltar el silencio continuo que rodeaba a don Rodrigo,
estrecha su amistad imaginaria con la soledad.
La aparicin de un paje (E.9), que podra ser fruto de su imaginacin
tambin, aadida a la supuesta persecucin del destino que padece (E.3), a la
prdida de la nocin del tiempo (E.8), a la aliteracin de sonidos sibilantes
(E.7), a sus conversaciones con las tinieblas y a la interpretacin del silencio de
las velas, nos lleva a aventurar la siguiente hiptesis: el aislamiento total de
don Rodrigo ha hecho tanta mella en su mente que sufre alternativamente
momentos de paranoia y de lucidez. De ah, la existencia de dos posibles
partes en su monlogo. Los momentos de paranoia se ven en las estrofas 3 a
9, y los de lucidez en las estrofas 10 a 12. El contraste entre las dos partes
diametralmente opuestas es reforzado por los conceptos de oscuridad y
soledad que envuelven la primera parte, y por el concepto de esperanza que
marca la alegra de don Rodrigo ante su inminente muerte, en la segunda
parte. Al parecer, la soledad le hunde en la tristeza y la paranoia, y la
esperanza de una liberacin cercana y definitiva le devuelve la vida, por lo
tanto, la lucidez necesaria para poner sobre aviso a las futuras presas de la
privanza. Esta lucidez se ve consolidada por el tono sentencioso con el que
cierra el monlogo y por presentarse a sus mulos como un smbolo de la
inestabilidad en la vida humana.
El romance, por una parte fuerza la compasin del lector para con don
Rodrigo en la medida en que en las pocas estrofas que le tocaron, el narrador
omnisciente se limit a centrarse en su estado anmico con expresiones como
miserable preso, lgrimas tiernas, profundos suspiros, diversas quejas,
cuitado, etc. Si a stas sumamos la intervencin del mismo Marqus que
compara su desgracia con la de la estatua de Nabuco, nos cuenta
extensamente su vida diaria en la crcel, en una soledad absoluta, no le
queda ms remedio al lector que compadecerle. Pero, si por otra parte, se mira
su paradjica reaccin al celebrar su inminente muerte ya que cree en una
214
Consiste en la repeticin acusada de un fonema en un estrecho marco de texto, que
pretende imitar algn sonido de la naturaleza. A. Azaustre/ J. Casas, op. cit., p. 96.
122
vida mejor despus de la muerte-, genera la simpata del lector que cambia su
compasin en alivio, porque ve un desenlace relativamente feliz a la desgracia
de un don Rodrigo que recupera la ilusin y se impacienta ante la llegada de la
muerte a la que ve como la salvacin, la va para alcanzar la felicidad
verdadera (E.10). Aqu, se vislumbra la fe religiosa de don Rodrigo (que
trataremos en los poemas religiosos) y se alude de nuevo al revs de fortuna
que sufri.
215
Para F. Carrascal Antn, el que primero puso en boca de don Rodrigo los versos 7-10 fue
Quevedo. Constituan un cuarteto que se presentaba as: Dicen que mat a la Reina!/Falsedad
es, por mi honor./Otras culpas me condenan./ Que la de la Reina no! Op. cit., p. 16.
123
Donde quiera que estoy solo
oygo me dice su voz:
seor, porque me matastis?,
pues no tuve la culpa yo. 20
Y a un alguacil de corte,
y a la muger del oidor,
y a un gentil hombre del duque,
que es del Lerma, mi seor,
y al prncipe de Saboya, 25
que en Valladolid muri,
y al cardenal de Toledo,
y al otro predicador;
216
A. G. Domnguez, op. cit., p. 262.
124
todos sus crmenes, exceptuando el asesinato de la reina Margarita217 que
niega rotundamente haber cometido (E.2, E.8, E.9). En su confesin pues, se
responsabiliza de los asesinatos de una larga lista de personas sin muestra de
remordimientos ni de pena. Es ms, da la impresin de que su mayor
preocupacin no es asumir esta increble cantidad de crmenes, sino lavarse de
toda culpa y clamar su inocencia en lo referente a la muerte de la Reina. Por
eso es por lo que creemos que los enumera como un poseso, tal vez para
desviar la atencin de sus interlocutores hacia otros asesinatos y llevarles a
olvidarse del de la Reina.
La repeticin anafrica de la conjuncin y en las estrofas 6-7
transmiten la sensacin de sofoco de un Marqus al borde de la histeria que
acaba acortando la retahla de crmenes resumindolos as: Sin otras treinta y
tres muertes,/ que he hecho y consentido yo (E.8). Esto pone fin al desgrane
de asesinatos y nos ahorra una interminable lista de desconocidos que se
supone mat, o hizo matar. La variedad de sus vctimas (EE.4-7) da un tono
sdico a su confesin e incita a juzgarle como un privado sanguinario muy
propenso a matar, no importndole la clase social ni el sexo de sus vctimas.
En nuestra opinin, o don Rodrigo no es consciente del alcance de su
confesin, o ya no tiene esperanza de librarse de la muerte, sino, cmo
comprender que se defienda con ahnco de las acusaciones del asesinato de la
Reina y se condene a s mismo confesando otros numerosos crmenes? Al
llegar a este punto, nuestra teora inicial de la ltima oportunidad ofrecida a don
Rodrigo para decir algo a su favor antes de ser condenado pierde fuerza,
sustituyndola la teora del delirio paranoico218. Esta segunda teora se apoya
en las siguientes pautas: sus versos son a veces incoherentes (E.3), responde
a una pregunta inexistente (E.2), est perseguido por las voces de sus vctimas
a las que escucha constantemente, su confesin roza la histeria por el
polisndeton y la anfora (EE.6-7), y la confusin que l mismo reconoce en la
estrofa 9 (nada s a fe de quien soy). Estas pautas asemejan bastante el
217
La sospecha del envenenamiento de la reina Margarita por el marqus de Siete Iglesias es
uno de los factores que se tom en cuenta a la hora de condenarle a muerte. Para ms
detalles, vase el captulo 1.
218
Esta hiptesis est respaldada por el estudio de la psicologa de don Rodrigo que hizo F.
Carrascal Antn. Lo recogemos en el apndice 6.
125
romance al anterior soliloquio donde la soledad y el aislamiento le hacan or
voces.
Por todo esto, podemos aventurar que este monlogo, lejos de ser una
confesin ante un hipottico interlocutor, es fruto de la imaginacin de don
Rodrigo quien, por estar obsesionado con la acusacin de la muerte de la
Reina, se imagina defendiendo su inocencia ante un tribunal.
El tiempo verbal predominante es el presente de indicativo que, adems
de dar un carcter de actualidad al poema, hace que encaje perfectamente con
el modelo de confesin judicial de la que es el tiempo verbal por excelencia.
Con este trmino, Genette denomina el tipo de punto de vista con el que
un mismo acontecimiento es contado o descrito por varios personajes 219.
Aunque en nuestros romances el que narra los hechos no es un personaje sino
diferentes narradores heterodiegticos220, pensamos que se puede extender
tambin la definicin a esta forma de contar versiones de lo sucedido,
observadas desde varios ngulos o desde el punto de vista de distintos
narradores. Si bien es verdad que la mayora de nuestros poemas narrados
cuenta casi lo mismo del da de la ejecucin, debido al parecido en la forma de
narrar de los hechos, los poemas 18 y 19 encajan mejor con la idea de la
focalizacin mltiple:
Poema 18:
No va en jaeces bordados,
ni en caballos como es cierto, 10
219
Op. cit., p. 244.
220
Vid. supra.
126
sino ensillada una mula,
como justiciado y reo.
No acompaado de Pages,
ni menos de Alabarderos,
sino de Padres devotos 15
que le adiestran para el Cielo.
No campanillas, de plata
lleva en el bozal y el freno,
si Cristos y campanillas,
con que se entierran los reos. 20
Sesenta, y ms Alguaziles
van en su acompaamiento,
todos en fuertes caballos
con otros tantos Porteros.
No entra en la escaramuza,
como sola algn tiempo
slo sube cinco pasos
de un cadahalso funesto 40
y al postrer escaln,
es bien que el recibimiento
le salga el verdugo, pues
que ha de hacer su oficio honesto.
127
y le dijo: Padre mo,
lo que le suplico y ruego,
128
ste es un romance sin preliminares que nos traslada de golpe al da de
la ejecucin de don Rodrigo. Su estructura nos permite dividirlo en dos partes.
En la primera, que va de la estrofa 1 a 9, un narrador omnisciente
comenta su salida de casa hacia el cadalso acompaado de la comitiva (igual
que en el poema 28), recoge la reaccin de la gente a su paso (EE.8-9) y hace
hincapi en la inconstancia de la rueda de la fortuna (tpico muy repetido)
contraponiendo sus privilegios pasados a la actual falta total de miramientos
hacia su persona (EE.3-5). El narrador se dedica aqu a reunir varios recursos
que le permiten ponderar el cambio de estatuto del Marqus. Son: la
construccin anafrica del principio de las estrofas 3 a 5 No, ni, sino, como
(E.3); No, ni, sino, que (E.4); No, si, con (E.5)-; el hiprbaton (vv.17-18); el
zeugma221 del verbo ir que se expresa una sola vez y se distribuye a las tres
estrofas (No va); la correctio en estas tres estrofas -esto es, el
enfrentamiento de una idea con la negacin de su contrario, con el fin de
intensificar su expresin222-, que enfatiza la comparacin entre lujoso pasado y
msero presente, etc. En esta comparacin, las dicotomas lujo/miseria,
Marqus/reo, riqueza/pobreza y cima/sima acentan el abismo que existe entre
el pasado y el presente de don Rodrigo. Adems, la repeticin anafrica de
No al principio de las estrofas 3-5 niega el pasado y afirma con ms
conviccin el presente del Marqus.
221
Consiste en expresar una sola vez un vocablo en un discurso que lo requiere en ms
ocasiones, de manera que, tras la primera aparicin, el trmino debe ser sobreentendido. A.
Azaustre/ J. Casas, op. cit., p. 107.
222
Ibd., p. 117.
129
tambin la humildad en la desgracia de don Rodrigo, condensada en la estrofa
10, y su oracin para encomendar su alma a Dios y pedirle perdn por sus
pecados (EE. 18-21). La presencia de la partcula disyuntiva o al principio de
la oracin y la sustitucin del pronombre posesivo singular mo por el plural
nuestro (vv.69-70) es, quizs para el Marqus, una manera de rectificar su
egosmo y de enterrar su soberbia a fin de poder compartir su Dios y su ltima
oracin con todos los creyentes. Expresa as su humildad ante Dios y ante los
hombres. Este plural en la oracin, es lo que Yolanda Novo llama un plural
inclusivo, esto es, un plural en el que se implica a todos los lectores
potenciales de la historia que sean, como el emisor y el destinatario, pecadores
arrepentidos223.
223
Y. Novo Villaverde (1990), p. 150.
224
La Santa Biblia, op. cit., Lucas 15, 1-7 (p. 1499); Mateo 18, 10-14 (p. 1426).
225
Acerca de las variaciones de la unidad estrfica de los romances, escribe Antonio Alatorre:
Desde finales del siglo XVI el romance va dejando, cada vez ms, de ser simplemente una
serie ms o menos extensa de octoslabos, con los versos pares rimados bajo la misma
asonancia y con los impares sueltos,... No slo surgen romances en versos de distintas
medidas, sino que estos versos se agrupan en estrofas de tamaos diversos... stos y otros
130
nuestro modo de ver la diferencia con las dems en lo que se refiere a su
contenido y a su papel en el poema.
Poema 19:
acusaciones bulgares 5
sus delitos manifiestan
presagios de su fortuna
e hijos de su soberbia
no la cubrieron de luto 25
que no estn siempre cubiertas
de onor las pompas del mundo
a los que se adornan dellas
131
no qued torre o balcn
terrado ventana o puerta
que del caso desdichadado 35
la pesadumbre no sienta
vn Cristo cruificado
pues en sus manos contempla 50
con gran deboin sacando
del bulgo lgrimas tiernas
la paz y misericordia
ambas cofradas lleua
con que pretende victoria
debaxo tales vanderas 60
132
las gradas penosas sube
y en lo ms alto contempla
de la mudable fortuna 75
la poca segura rueda
exortale el confesor
a la celestial carrera
con que el misero paiente
muestra contriin inmensa 80
hizolo y umildemente 85
postrado pecho por tierra
recibi la absolucin
porque le de gloria eterna
al dichoso desdichado
cubre de vna vanda negra
los ojos y desenlaza 95
del cuello las blancas trenas
133
cantares de gesta), su intencin de contar la tragedia de don Rodrigo (E.1), da,
segn l, los verdaderos motivos de su condena y recoge la postura de la
poblacin civil (bulgo vario) que, al parecer, no est muy convencida de la
culpa de don Rodrigo ya que pone en tela de juicio la justicia de la poca al
cuestionar la veracidad de las acusaciones.
En las cinco siguientes estrofas (4-9), primero el narrador analiza
superficialmente el da de la ejecucin contando generalidades sobre lo que
ocurra en la Plaza Mayor y describiendo la decoracin del cadalso que haban
construido especial y sobriamente, sin lujo ni signo de luto, para recibir a don
Rodrigo226 (EE.6-7). Para el narrador, era un da triste por representar el da
de una ejecucin molesta, tal vez porque daba mucho que hablar entre el
pueblo llano, o tal vez por ser la ejecucin de uno de los hombres ms
influyentes de la poca. Pero, a pesar de la tristeza del da que se presagiaba
mal para el Marqus, todo acab bien porque se llev la admiracin y el
respeto de la gente all presente (E.4). Luego, recalca la confusin del bulgo a
travs de la anstrofe (E.8) y extiende la conmiseracin general por la tragedia
de don Rodrigo a objetos inanimados como las torres, los balcones y las
puertas que rodean la Plaza, gracias a la personificacin que les permite
sentir y compartir con los humanos, esa sensacin de impotencia ante lo
ineludible (E.9). La ambigedad en la construccin de esta estrofa puede dar
lugar a otra interpretacin del tropo usado. Si nos basamos en lo que
representan esos objetos, el tropo podra ser una metonimia por la que el
narrador expresara no el impacto de la futura ejecucin sobre los objetos
referidos sino el sentimiento de sus dueos, es decir, de los que viven en esos
lugares, destacando una vez ms su postura contraria a la decisin de la Corte
de ejecutar a don Rodrigo.
Despus de la mirada panormica que echa a la Plaza Mayor y a los
curiosos all reunidos a la espera de presenciar la ejecucin de la sentencia, el
narrador se centra en don Rodrigo y en la comitiva que le acompaaba hacia el
cadalso (EE.10-17). Empieza en las estrofas 10 a 13 por describir
someramente su atuendo, su aspecto fsico, su impasibilidad y su devocin
para con la cruz que llevaba encima, igual que Moncada lo haca en el poema
226
Vase el apartado 1.2.4.
134
28. Este narrador tambin hace hincapi en la oposicin del lujoso pasado del
Marqus con su desafortunado presente al aludir a la ausencia de la cruz
bermeja (E. 11) que sola llevar como muestra de su pertenencia a la Orden de
Santiago227. Luego, hace una pequea alusin a la comitiva cuyos
heterogneos componentes describe (EE.14-17). Son sobre todo alguaciles,
religiosos y pregoneros. Aprovecha esta revista de la comitiva para hacer un
resumen completo del pregn que cita lo mandado por el Rey.
A partir de la estrofa 18 hasta el final, todo lo que cuenta el narrador gira
exclusivamente en torno a nuestro Marqus y a su actuacin una vez en el
cadalso, subrayando su impasibilidad e insertando una pequea alusin a la
inestabilidad de la rueda de la fortuna y a sus imprevisibles vuelcos (E.19).
Retoma esta misma idea tambin en la estrofa 25 donde contrasta el poderoso
pasado del Marqus con su presente sin poder ni futuro. Como en el poema 24,
el contraste se manifiesta con la oposicin de las palabras ayer/oy.
En esta tercera parte del relato, el narrador pone tambin el acento sobre
la religiosidad de don Rodrigo quien, en un alarde de devocin, se confiesa
humildemente ante un padre Carmelita que le da la absolucin antes de la
ejecucin, alivindole as de sus pecados y dndole la oportunidad de
conseguir la gloria eterna (EE. 20-22).
En las estrofas 23-24, el Marqus se encuentra frente al verdugo que le
ata a la silla para llevar a cabo la ejecucin. La expresin nimo valeroso
que ya apareca en la estrofa 18- refleja, para nosotros, el respeto y la
admiracin del narrador ante el estoicismo de don Rodrigo a quien alude
mediante el oxmoron dichoso/desdichado. La repeticin de la expresin
nimo valeroso sirve simplemente para caracterizar al personaje [...]; con ella
se consigue darle un relieve caracterstico, hacerlo inmediatamente reconocible
y contribuir a veces a hacerlo entrar en la mitologa popular228.
La estrofa 26 concluye el relato con la ejecucin. El narrador no hace
ms comentarios sobre ello, pero centra su atencin en el comportamiento y la
reaccin de los espectadores que se quedaron en silencio mientras se
ejecutaba a don Rodrigo. Al contrario del pblico del poema 18 que encomend
227
Vanse los apartados 1.1.3 y 2.2.6.
228
R. Bourneuf (1975), p. 75.
135
el alma de don Rodrigo a Dios tras la ejecucin, stos se quedaron pasmados
por la tragedia.
Este narrador no slo describe lo que ocurri el da 21 de octubre de
1621, sino que enriquece su relato poniendo el acento sobre la postura y la
conmocin del pueblo ante la condena del Marqus, extendiendo estos
sentimientos muy humanos a objetos inanimados para hacerles todos
partcipes de la tragedia de Rodrigo Caldern. Pone mucho empeo en
describir cualquier pequeo detalle y no se pierde la mnima oportunidad de
echar flores al Marqus por su devocin, su valenta y su impasibilidad en la
adversidad. De ah, el uso de muchos adjetivos calificativos que dan un toque
muy subjetivo a la narracin. Cabe destacar el carcter expositivo del relato por
su estructura: introduccin, cuerpo del relato y conclusin.
Llegados a este punto, creemos necesario contrastar los dos poemas de
este apartado para sacar a flote sus puntos comunes y divergentes:
Los puntos comunes:
136
lector, es decir de actualizar los hechos relatados, a vez que aade
un cierto tono evocador229.
Las Divergencias230:
Poemas 18 Poema 19
229
M. lvarez, op. cit., p.34.
230
Para una mejor organizacin de la comparacin, aqu usaremos un cuadro sinptico.
137
El cierre o Moraleja con la que se Ms bien orientado hacia los
conclusin resume la variabilidad del espectadores que se quedaron
destino. Es un final tipo pasmados despus de la ejecucin.
aviso.
perdona vuseora,
que manda el Rey mi seor,
que le quite esta encomienda;
pname a fe de quien soy. 20
y venimos a exortarle
que ponga firme su amor
en Cristo Rey soberano 55
que a todos nos redimi;
139
vos el supremo seor,
que los Reyes de este mundo
de polvo y ceniza son.
140
no alcanzaris mi bendicin,
que perdis hijos y hacienda,
Muger y reputacin.
141
estar sometidos nicamente a su propio tribunal: El
Consejo de las rdenes. Gozaba adems de inmunidad
ante decretos judiciales que le ordenaban comparecer en
juicio y no estaban obligados a prestar declaracin bajo
juramento231.
231
E. Postigo Castellanos, op. cit., p. 215.
232
Se produce cuando se repite un mismo significante lxico, pero asociado a significados
distintos en cada caso. A. Azaustre/ J. Casas, op. cit., p. 102.
142
Quarto/cuartos alude a la costumbre de rey Felipe IV de descuartizar a los reos
de delitos graves233.
En las 5 estrofas restantes don Rodrigo se interesa por su familia. Se
conmueve ante la suerte que correr y la miseria en la que vivir por su culpa.
Con el polisndeton de la estrofa 24, pone el acento sobre la tragedia de una
familia arruinada y sin cabeza de familia. Termina su discurso con las ltimas
palabras que le dijo su padre al ser arrestado. Son palabras que se recogen en
estilo directo, quiz para no alterar el sentido profundo del mensaje de un padre
entristecido por la inminente prdida de su nico hijo.
Este narrador omnisciente se caracteriza por aparecer nicamente
cuando lo exige el poema, es decir, antes de introducir un nuevo fragmento o
ceder la palabra a un personaje distinto del que habla. Interviene para situar al
lector y anunciarle, de forma tcita, los cambios en la conversacin. No
interrumpe el discurso de los personajes, se limita a recogerlo en estilo directo
y a dar paso al siguiente interlocutor. Antonio Garrido reduce su funcin a la de
establecer un puente para la reproduccin del discurso del personaje que no
slo condiciona, sino que, indirectamente, est creando una imagen de los
dems participantes en el dilogo234. As funciona nuestro narrador hasta la
estrofa 16. A partir de la 17 desaparece por completo del romance dejando
paso y va libre al discurso de don Rodrigo.
En lo que se refiere a la construccin del relato, si entre los fragmentos 2
y 3 existe un nexo, entre el primero y los dems tenemos una elipsis implcita,
esto es, sin ningn indicio textual que lo indique. Esta ausencia, adems de
acelerar el ritmo narrativo, junta dos escenas separadas por el tiempo,
aproximando as dos momentos distintos del relato235.
233
Candn y Bonnet vinculan la expresin con las verdades de Perogrullo. Dan como prueba
de ello la cuarteta declamada por se en El Sueo de Juicio Final, de la Muerte y las Calaveras
de Francisco de Quevedo: Mis profecas mayores/vern cumplida la ley/cuando fuera Cuarto
el rey/y cuartos los malhechores. M. Candn/ E. Bonnet (1993), p. 177.
234
Op. cit., p. 261.
235
Ibd., p. 179.
143
2.2.7. - El relato tipo prediccin
236
Tzvetan Todorov (1969), p. 48.
237
Vase Flores S. (1987), pp. 24-30.
238
Vid el apndice 6.
144
2.3. - LOS POEMAS RELIGIOSOS
2.3.1. - La lamentacin
Hincado se ha de rodillas,
puesto el Rossario en las manos 10
y con profundos suspiros,
ass dize lamentando:
145
me han quitado que a ninguna
entre a rezar el Rosario. 20
De Valladolid la rica
yo fuy Regidor nombrado, 30
mas quien a s no se rige,
mal regir sus vasallos.
Caualleros, y seores
me siruieron, y me honraron,
y agora vna calavera 35
tengo continuo a mi lado.
146
y agora aqueste silicio
lo tengo por ms regalo. 60
147
mstico de santa Teresa a los que se acerca relativamente por su contenido,
tenemos: meditacin/recogimiento (EE.4-18) y quietud/unin (EE.19-23).
Las tres primeras estrofas, que constituyen la introduccin, estn
pronunciadas por un narrador omnisciente que se limita a establecer un
puente para la reproduccin del discurso del personaje239 y sita la accin a la
vez que introduce los hechos. Nos presenta a un don Rodrigo contrito,
despojado de todo lujo, y cuyas lamentaciones nos expone en estilo directo,
siendo las comillas los garantes de la intangibilidad de su discurso240. Estas
estrofas infunden paz y tranquilidad matutina gracias al canto alegre de las
aves que va in crescendo, segn pasa el tiempo (vv.1-2), rompiendo el silencio
de la celda del Marqus, aqu representado por el sustantivo presso, sin ttulo
ni nombre. El adverbio casi (v.4) nos permite aventurar que los hechos
ocurrieron en el ltimo tramo de vida del marqus de Siete Iglesias, despus de
haberse pronunciado y ratificado su condena a muerte. Lo que justificara, en
nuestra opinin, que se arrepintiera de su pasado poco ortodoxo y pidiera
perdn por sus pecados.
La expresin al los ojos (v.5) da pie a la siguiente interpretacin: don
Rodrigo est tumbado boca arriba, o sentado en su celda con la cabeza gacha,
perdido en sus pensamientos. Al levantar la vista, su mirada se cruz con la del
Cristo colgado del crucifijo en una pared iluminada por una candela. Aqu,
cabe decir que la presencia de esta vela al lado del crucifijo no es fortuita dado
el simbolismo que encierra, porque: Elles symbolisent la lumire de lme dans
sa force ascensionnelle, la puret de la flamme spirituelle qui monte vers le ciel,
la prennit de la vie personnelle arrive son znith241. Volviendo a nuestra
interpretacin, la visin de la imagen iluminada del Cristo en la pared caus
tanta impresin en el alma de pecador de don Rodrigo que le impuls a
ponerse enseguida en la postura de oracin catlica, es decir de rodillas. Se
prosterna como un siervo en presencia de su amo y se somete al poder que
ejerce Jess sobre su humilde persona. El hecho de hincarse de rodillas
implica que cree en el Cristo y teme su clera, lo que explicara los suspiros y
lamentaciones que menciona el narrador en los versos 10 y 11.
239
A. Garrido Domnguez, op. cit., p. 261.
240
Ibd., p. 260.
241
J. Chevalier/ A. Gheerbrant, op. cit., p. 144.
148
Tras la presentacin somera de los quehaceres matutinos de don
Rodrigo, el narrador se eclipsa dando luz verde a sus plegarias. En este
monlogo con textura de conversacin que hemos repartido entre meditacin,
recogimiento, quietud y unin, don Rodrigo hace su mea culpa, se confiesa, y
pide perdn por sus pecados (EE.4-23).
Inicia sus lamentaciones apostrofando a Jess como el Rey de los
reyes242, el salvador que muri en la cruz para que quien crea en l no muera
sino tenga la vida eterna243 (E4) y atribuyndole la responsabilidad de la
felicidad que experiment durante su privanza. En estas lamentaciones, no slo
recuerda nostlgico la subida a la cumbre del poder desde su humilde
condicin de paje, el lujo y los honores que le brindaba su posicin social, sino
que medita mucho sobre la inestabilidad y la vanidad de la vida humana
contraponiendo su pasado fructfero a su yermo presente, como lo hacan los
narradores de los poemas anteriores
Las estrofas 4-15 que plantean esta comparacin con acuidad, podran
relacionarse con el motivo de las ruinas (por la constante comparacin entre
pasado glorioso y presente msero) y con el tpico de la inconstancia de la
rueda de la fortuna en su concepto bsico, es decir, donde gira sin parar,
cambiando el destino del aludido a cada vuelta que da244. El desequilibrio que
provocan los referidos motivo y tpico al comparar los periodos de dicha y
desgracia del Marqus, aumenta el tamao del abismo que separa estos dos
momentos. En la confrontacin pasado/presente, no faltan los juegos de
palabras con su ttulo. Para muestra, vale el de la estrofa 5 que alude a la
prohibicin de salir de su habitacin de recluido para ir a misa245, pese a haber
ostentado el ttulo de marqus de Siete Iglesias. Al Margen de la agudeza
literaria que revela este juego de palabras, don Rodrigo exagera el contraste
entre presente y pasado a travs de la personificacin los alcaares de
Olimpo (E.10) que le permite dar a los alczares un atributo tan humano como
el deseo. Todo esto, con la intencin de mostrar hasta qu punto fue
242
Ya en el poema 5, el Marqus colocaba as a Jess por encima de los reyes de este mundo
coronndole como el Rey supremo y eterno: vos sois el Rey de los Reyes,/ Vos el supremo
seor,/ que los Reyes de este mundo de polvo y ceniza son (vv.65-68).
243
La Santa Biblia, op. cit., Juan 3, 16; p. 1521.
244
Abordaremos ampliamente este tpico y el motivo de las ruinas en anlisis de los poemas
elegacos.
245
Vase el captulo 1.
149
importante en la corte de Felipe III. Sin embargo, despus de haber rozado el
poder absoluto un tiempo, se encuentra actualmente en una oscura e inhspita
celda ubicada en una casa que ya no le pertenece, porque la embargaron igual
que todas sus partencias al arrestarle246. Aqu, tampoco faltan la resignacin
con la que don Rodrigo acepta su cada (E.6)- y el arrepentimiento que se
desprende de su deseo profundo de querer cambiar su antiguo estatuto de
capitn por el de un humilde soldado (E.7).
A lo largo de esta mediacin salpicada de un fuerte sentimiento de culpa,
destacamos tambin:
- El reconocimiento de los yerros: don Rodrigo hace gala de una gran
madurez al asumir la total responsabilidad de su desgracia y al culparse
por la mala gestin de su fortuna tanto material como moral (E.8, E.12,
E.18). Segn l, perdi todas sus pertenencias debido a la imprudencia
y al descuido con los que las trat. Por eso, se recrimina a s mismo por
no haber velado suficientemente ni por sus intereses ni por la seguridad
de sus bienes materiales (vv.47-48).
- La presencia de la muerte, representada metafricamente por la
calavera, que adems de hacerle compaa, llena el vaco dejado por
amigos y sirvientes que le abandonaron tras el arresto (E.9).
- El balance de su privanza: Fue, segn su valoracin personal, tan
positiva como negativa por el infinito nmero de logros privados y
pblicos. La cifra mil simboliza, para nosotros, el nmero incalculable
de buenas obras y maniobras sospechosas que acabaron llevando por
delante a vidas humanas. stas son tal vez, las que el Marqus resume
a travs de la expresin mil muertes y mil trabajos (E.10).
- La prdida de su estatuto social (EE.13-15). En estas estrofas, Rodrigo
Caldern alude al hbito de la Orden de Santiago que ornaba su pecho
durante su privanza y que le fue retirado una vez ratificada su condena a
muerte247.
Estas tres estrofas ponen fin a la contemplacin de don Rodrigo. Si
hasta ahora estaba abstrado en su oracin, en las estrofas 16 a 18 que
120
Ibd.
247
En poemas como el 5 (EE.4-10), el 19 (vv.65-68), se alude con frecuencia a la cruz de
Santiago y al impacto que caus en don Rodrigo su retirada.
150
hacen de pausa digresiva248-, se centra momentneamente en la realidad que
le rodea y se fija en tres objetos ajenos a l, pero cuya presencia influye en su
realidad inmediata. Son: un libro (E.16), un reloj (E.17) y las cuentas del rosario
que tiene en la mano (E.18).
El libro en el que encontr el consuelo y la compaa idnea, es
de Santa Teresa de Jess. Segn cuentan sus bigrafos, era el
nico libro que lea continuamente y al que tena acceso
durante su periodo de reclusin. Segn parece, sac muchas
enseanzas religiosas de ello.
El reloj: Smbolo del paso del tiempo249, tpico muy barroco que
tratamos en poemas anteriores, se une al rosario en este
intermedio, segn la ptica de don Rodrigo, para recordarle que
despus del apogeo que conoci su vida, ha llegado el
momento del declive que le conducir inexorablemente hacia el
final, es decir, hacia la muerte.
La inminencia del fin de Rodrigo Caldern es anunciada
tambin por las cuentas del rosario250 cuyo desgrane lento y
paulatino simboliza, igual que el reloj, el fluir del tiempo y, por
consiguiente, la proximidad del momento de reunirse con Dios.
Don Rodrigo consciente de la cercana del ineluctable momento
del encuentro con su divinidad, lo transmite a travs de la
perfrasis dar cuenta a un Dios tan alto (v.72). Cabe destacar
la pertinencia del concepto cuenta. La antanaclasis introducida
por su triple significado (granos de rosario v.69, gestiones v.71,
explicaciones v.72), aadida a la alusin de don Rodrigo al cara
a cara final y definitivo con su Creador ante el que tendr que
248
Vase el apartado 3.2.2.
249
A este propsito deca R. Andrs: El reloj fue un distintivo de aquellas generaciones, una
marca que no poda faltar en las vanitas; se trataba de un instrumento que avivaba como
ninguno la conciencia del presente. Op. cit., p. 48.
250
Creemos conveniente llamar la atencin sobre la perfecta coincidencia entre el nmero de
los granos del rosario (60: 10x5+5+1+3+1) y el nmero de versos dedicados a la lamentacin
(60 de la estrofa 4 a 18) que podra ser pura casualidad o responder al afn del poeta de crear
una igualdad de nmero entre el rosario y las lamentaciones, hacindolos coincidir para dar
ms credibilidad al poema y para ser consecuente con el contenido de las plegarias. A nuestro
juicio, el uso del rosario sin la presencia de la Virgen Mara se debe a que don Rodrigo no est
rezando el rosario sino encogido, en la posicin del pecador contrito que implora el perdn
divino.
151
justificar sus actos en la tierra y de quien depende su
pervivencia en el ms all, nos induce a relacionarlo con el
campo semntico de la economa. En este mbito, don Rodrigo
sera metafricamente un contribuyente moroso que, por su
mala gestin y sus retrasos en el pago de lo prestado, es
llamado ante el juez soberano y misericordioso, Jess, para
saldar sus deudas con la humanidad. Pero, cosa muy curiosa,
en vez de defenderse de las acusaciones que le condenan, se
limita a asumir la entera responsabilidad de su desgracia y a
pedir perdn por su mala vida.
152
lintelligence et de la sagesse251-, al manifestarle su amor por su piedad
inmensa (vv.75-76). Como muestra de este amor espiritual, don Rodrigo se
propone compartir un abrazo con Jess; no un abrazo cualquiera sino un
abrazo a seis braos en el que Jess, la cruz y l forman un solo ser. Don
Rodrigo pone en juego aqu, lo que san Juan llama los sentidos espirituales,
porque Dios es objeto para el tacto de un abrazo ntimo252. A nuestro modo de
ver, la presencia de la cifra seis (v.73) no es ninguna casualidad porque,
debido a su carcter verstil que le permite inclinarse tanto del lado del mal
como del bien, es la cifra idnea para expresar el cambio que sufri la
personalidad de don Rodrigo. A propsito de la cifra seis y de sus
denotaciones, dicen Chevalier y Gheerbrant que es:
251
J. Chevalier/ A. Gheerbrant, op. cit., p. 264.
252
M. Andrs (1996), p. 119.
253
Op. cit., pp. 888-889.
254
La Santa Biblia, op. cit., Corintios 6, 17; p. 1622.
153
creyentes salvan sus almas, unindose cuerpo y alma con Dios al comer lo que
representa en la realidad humana. Jess, el pan de vida, es un discurso en el
nuevo testamento donde el mismo Jess explica a los judos las ventajas de
comer el pan de vida que representa. Termina su discurso con esta sentencia:
255
La Santa Biblia, op. cit., Jn 6, 48-51; p. 1527.
256
Esta alusin ya apareca en poemas anteriores. Para ms informacin sobre la vida de M
Magdalena vase La Santa Biblia, op. cit., Lc 8, 2 (p. 1485); Jn 20, 11-18 (p. 1547); Mt 27, 56,
61 (p. 1442)...
154
o perdi durante su privanza, solo quiere entrar en el Cielo y olvidarse de todo
lo dems. En estas ltimas estrofas, el Marqus consigue desprenderse de los
placeres terrenales y aspirar a la gloria eterna. La paz y el sosiego en estas
lneas nos hacen sospechar que ya ha alcanzado a Dios. Est, de algn modo,
en la fase de la mstica cristiana llamada la va unitiva, o lo que es lo mismo,
en la sptima morada de Santa Teresa donde se deja envolver por este
mensaje de su gua espiritual, Teresa: Nada te turbe./Nada te espante./Todo
se pasa./Dios no se muda./La paciencia todo lo alcanza./Quien a Dios
tiene/nada le falta./Slo Dios basta257. Don Rodrigo, llegado a esta etapa,
renuncia al poder sobre la materia, a la vida terrestre y se une con Dios. A
partir del momento en el que consigue poner un freno a su antigua vida y
consagrarse exclusivamente a la nueva de asceta, ya no le preocupan ni el
pasado ni el futuro. Slo le importa Dios a quien se dedica cuerpo y alma
olvidndose de todo lo dems. Pero, antes de llegar a esta fase del misticismo
cristiano, tuvo que pasar lgicamente por una va ms o menos "purificativa"
con sus momentos de dudas espirituales y de lucha contra las pasiones
(EE.4-15)- y ms o menos iluminativa (EE. 4-18) donde super los instintos del
cuerpo y se hizo dueo de la materia. Aqu alcanza la resurreccin espiritual.
2.3.2 - La alabanza
257
Santa Teresa de Jess (1982), p. 209.
155
y el Sol lo tenis por manto,
y las Estrellas hermosas 15
se regalan en miraros.
Luzero de la maana, 25
Lyrio en Jeric sembrado,
Arco de bonanza lleno,
con reflexos soberanos.
156
que tenis en vuestros brazos;
a imitacin, que sois Ave, 55
tiene un Pxaro en la mano.
157
para consolarme un rato,
y tambin el de MARA, 95
dulcemente ir invocando.
258
Vase nota 209.
158
testamento donde deca Jess: yo soy el camino, para mostrar la va que
conduce hacia la resurreccin final. Lo que justifica que don Rodrigo vea a la
muerte como un regalo (v.8) porque anuncia el fin de su vida terrestre y el
principio de una nueva vida, la eterna, a la que acceder slo si muere
creyendo en Jess, ya que, segn la religin catlica, ms all de la muerte
hay vida, si uno tiene fe en el Dios de Abraham y obra en esta vida segn los
preceptos de su religin. Esta creencia nos remite al tema del morir para
volver a nacer que trataremos en los poemas elegacos.
De la splica de don Rodrigo se desprende que est persuadido de que
la Virgen es la entidad idnea por la que acceder a Jess y conseguir su
perdn. Por eso es por lo que no se anda por las ramas cuando se trata de
alabarla, llegando a invertir en ello hasta 10 estrofas seguidas.
En la estrofa 4 que inicia esta sarta de alabanzas, extrapola el poder de
la Virgen a las estrellas y a dos astros muy importantes en el da a da de la
humanidad: el binomio formado por la Luna y el Sol. Al relacionarla con estos
dos astros, don Rodrigo la convierte en el centro neurlgico de todo lo que luce
en el firmamento. Resalta sus convicciones comparando el destello luminoso
de su manto con el brillo cegador del Sol que la hace lucir ms entre las
estrellas. stas son, a nuestro parecer, metafricamente, los seres humanos
que la admiran y para quienes es como la luz del faro que gua por la noche a
los navegantes extraviados en busca de su camino, siendo los navegantes
equiparables a las almas pecadoras que la Virgen conduce hacia Dios, gracias
a la aureola de santa que la envuelve y cuya luminosidad les sirve de timn y
de brjula indicadores de la va que seguir. Por eso, la Luna (v.13) reflejo del
Sol que representa metafricamente a la Virgen-, se inclina ante su destello
celeste.
El Marqus avanza tmidamente en estas dos estrofas, quizs para
asegurarse de que la Virgen no va a rechazar su intento de acercamiento. Una
vez despejada esta incertidumbre, es decir a partir de la estrofa 5, don Rodrigo
ya se deja llevar por su entusiasmo, cantando las alabanzas de la virgen Mara
en una especie de himno que resalta sus cualidades ms intrnsecas y
valiosas.
El himno empieza enfatizando su papel de esposa fiel de Jos y l de
madre de todo pecador (E.5). Basndose en este rasgo filantrpico de la
159
Virgen, el Marqus, quien se presenta como un pecador contrito, se aduea del
amor materno que ella ofrece mediante el adjetivo posesivo ma pospuesto al
sustantivo Madre, resaltando los lazos filiales que les unen. Las metforas del
verso 20, Luna inmensa y Jazmn blanco desvelan uno de los atributos ms
distintivos de Mara que es: Virgen sin pecado concebida. Estas metforas
adems de elevarla al rango de santa, ponen de relieve su imagen de mujer
pulcra y sin mcula, aumentando as su magnitud y su atractivo natural,
representados por la Luna y el Jazmn.
Seguidamente, la compara con la azucena (una flor que suele
relacionarse con la belleza y la delicadeza) que, asociada al adjetivo graciosa,
forman una pareja de conceptos que intensifican su sentido indicado por el
perdn como forma abierta y explcita del amor de Dios para los hombres.
Luego, siguiendo esta misma lnea de las comparaciones, establece una
analoga entre la Virgen, un huerto, una torre y una puerta. Estos tres
elementos estn relacionados entre s en el orden citado, como atados por un
lazo invisible que los encadena uno a otro, siendo el final del primero, el
principio del siguiente y as sucesivamente (E.6).
el huerto concluido y cerrado (v.22): El huerto aqu simboliza
el don terrestre de donde saca el hombre el pan de cada da
para su crecimiento y pervivencia. En este caso, la Virgen es
metafricamente un huerto porque alimenta al espritu del
cristiano y vela por su bienestar fsico. El verbo concluir en
esta estrofa nos lleva a pensar que la Virgen se abre fcilmente
a los que acuden a ella y piden su auxilio.
La Torre de David (v.23): Como icono de la supremaca divina
sobre la tierra259, la torre permite tener unas vistas desde la
altura, que abarcan todo cuanto la rodea, es decir, domina por
su estatura el lugar donde se encuentra. Rodrigo Caldern,
gracias a esta analoga, pone a la virgen Mara por encima de
los hombres y de la tierra. Cabe recordar que en la letana
cristiana a la Virgen, la identifican tambin con la torre en
alusin a su ascensin.
259
Vase Torre de babel, en La Santa Biblia, op. cit., Gen. 11, 1-9; p. 31.
160
La Puerta de los Cielos Santos: lgicamente, y siguiendo un
orden ascendente, despus de colocarla a ras del suelo como
huerto y a medio camino entre el Cielo y la tierra como torre,
la Virgen es ahora la puerta del Cielo; lo que la convierte en el
umbral que franquear para alcanzar los Cielos Santos, la
puerta que comunica el mundo de los mortales con el mundo
celeste.
260
Estas comparaciones tienen mucho parecido con parte del Cantar de los Cantares de La
Santa Biblia donde se puede leer versos relativos a la torre y al huerto: Como la torre de David
tu cuello,/ edificada como fortaleza; (4,4). Jardn cerrado eres,/ hermana ma esposa,/ un
manantial cerrado,/ una fuente sellada. (4,12). Op. cit., pp. 921-923.
261
Citado por J. Chevalier/ A. Gheerbrant, op. cit., p. 418.
161
vida y la muerte, tenemos el ejemplo de un grano cualquiera que se siembra.
Para que brote, crezca y se transforme en un rbol frondoso y frutero, primero
tiene que morirse, pudrindose para iniciar el proceso que dar vida a un rbol
cuyos frutos se sembrarn tambin y pasarn por el mismo proceso para ver
nacer otro rbol, y as sucesivamente.
En este himno, don Rodrigo expresa su fe en la Virgen de la siguiente
manera:
- La acepta como genitora, gua, iluminadora y protectora ya que
adems de ser lucero, es Lyrio, (rbol de la vida sembrada en medio del
Paraso, en la ciudad sagrada donde Jess cur al ciego262) y arco de
bonanza que cubre y protege a quien se arrima a l. Asociado al adjetivo
lleno (v.27), pueden reflejar prosperidad, generosidad y felicidad. Ese arco,
igual que el luzero de la maana, nos recuerda (uno por su forma circular y el
otro por su aparicin cclica) el retorno hacia atrs o la vuelta hacia el principio
de M. Eliade, para quien: la muerte es el retorno a un estado primordial y
perfecto, perdido peridicamente por la reencarnacin del alma263. La muerte,
en este sentido, es positiva ya que favorece el resurgimiento de una nueva
vida. Relacionamos su opinin con los dos elementos porque connotan un
movimiento perpetuo hacia el principio, dicho de otro modo, simbolizan la
vuelta de la criatura hacia el creador. En nuestro caso especfico, la criatura,
que es don Rodrigo, slo puede conectar con el creador a travs de la Virgen
Mara. Por este motivo creemos que la compara con el Ciprs, llamado
tambin rbol de vida264 por tener las hojas perennes (EE.8-9). La
comparacin de la Virgen con el ciprs es muy frecuente porque ambos
voquent limmortalit et la rsurrection265. Su cualidad regeneradora unida al
Monte Sin (v.29) lugar donde reina la paz, donde se manifiesta Dios, la
ciudad del Dios vivo, la Jerusaln celestial...266- dan lugar a la esperanza de la
existencia de una vida mejor despus de la muerte, porque, adems de guiar
exclusivamente a los cristianos hacia Dios, la Virgen no deja de recordar, por
ser la madre de Jess, cual es el camino que seguir para alcanzar la gloria
262
La Santa Biblia, op. cit., Lucas 10, 30 (p. 1491); Juan 9, 12 (p. 1531).
263
M. Eliade, op. cit., p. 122.
264
J. Chevalier/ A. Gheerbrant, op. cit., p. 334.
265
Ibd.
266
La Santa Biblia, op. cit., Hebreos 12, 22; p. 1711.
162
eterna. Lo que la convierte en la mediadora entre el mundo espiritual y el
material. Y el Marqus, muy convencido de este papel, la ve como el reflejo de
Dios ante los hombres en eso de ser el Espejo divino, es decir, la
representante de Dios en la Tierra.
Al margen de las ya aludidas virtudes de la Virgen, para don Rodrigo, es
el smbolo de la victoria, del optimismo y de la ascensin. Encierra estas
nuevas cualidades en las metforas oliva y Palma, dos vegetales muy
relacionados con la pasin y resurreccin del Cristo267.
Las estrofas 6-9 insinan la omnipresencia de la Virgen en el corazn de
los cristianos y la complementariedad que existe entre ella y los elementos de
la naturaleza.
- Se declara abiertamente enamorado de sus Mexillas (metonimia
de la Virgen) por su color Rosa (E.10), smbolo de la Virgen en la letana
cristiana. La dulzura que se desprende de estas dos palabras lleva al Marqus
a multiplicar la generosidad de la Virgen por mil, como muestra de su infinita
bondad. Su amor por la Virgen que no es carnal ni pecaminoso, es para
nosotros, una mezcla de amor platnico, filial y de admiracin, como el que
siente un hijo por su madre. De lo que deducimos que don Rodrigo adems de
pedir la proteccin y la intercesin de la Virgen, le dedica este himno para
exaltar la belleza ideal que representa y declararle su amor platnico.
- Pone el acento sobre su perfeccin, su belleza y su virtud
purificadora. El verso 42 nos recuerda esta expresin cristiana con la que la
invocan a menudo: Ave Mara Pursima sin pecado concebida. Don Rodrigo
anhela tanto la proteccin de la Virgen (representado por la metonimia Manto
Celeste v.45) que quiere arrimarse a ella para recibir su bendicin y conseguir
la santificacin que purgara sus pecados. Pero, sabe que en su condicin de
pecador no es merecedor del toque de la Virgen, motivo por el que le pide
permiso para besarle los pies (E.13). Para enfatizar la distancia que le separa
l, pecador, de la Virgen, santa, se tacha de gusanillo (v.51). Este acto en s
demuestra un deseo ardiente de gozar de su proteccin, y creemos que la
humildad que transmite, imita una escena de la ltima cena donde Jess quiso
267
Para ms detalles sobre los dos vegetales, vase J. Chevalier/ A. Gheerbrant, op. cit., pp.
699 y 724.
163
besarle los pies a Pedro quien se neg en un principio, alegando ser indigno de
recibir tal trato268 (EE.11-13).
En la estrofa 13, la fe ciega de don Rodrigo en la Virgen le hace alejarse
de lo prescrito por la Biblia al pedirle que le d licencia. Ella no es la que da
licencia segn este libro santo, sino Dios. Su exaltacin le lleva a delegar el
poder de Dios a la Virgen, como ya lo hizo en la estrofa 2, y a saltar las normas
de su religin. En su devocin inmensa y total hacia la Virgen, crea una lnea
divisoria entre los dos. Ella, santa e inmaculada en un plano superior y l,
pobre pecador, en un plano inferior. La existencia de estos dos planos ha sido
revelada tambin por el Greco en El entierro del seor de Orgaz. En el cuadro
se ve a la tierra triste e inconsolable por la prdida del seor de Orgaz, y al
Cielo, alegre y radiante, donde estn los ngeles volando en coro
impacientemente, a la espera de recibir al alma del difunto que va subiendo
hacia ellos.
La estrofa 14 es una transicin que permite al Marqus pasar de la
Virgen a Jess sin interrumpir su plegaria, dando a entender que es el nexo
que les une. La Virgen, en este contexto, es como una telefonista a la que se
llama para establecer una llamada a cobro revertido a Jess; y una vez
establecida la conexin telefnica, ella desaparece dejando va libre a la
conversacin entre don Rodrigo y Jess. Para acceder a Jess sin perder el
contacto con ella porque su ausencia imposibilitara cualquier conversacin
entre ambos-, usa la frmula devota de saludo a la Virgen, Ave Mara. Con
esta frmula, forma un juego de palabras que consiste en dar a entender que si
se invoca a la Virgen como Ave, su prole puede ser concebida como pjaro.
La analoga no es fortuita ni mucho menos, porque el ave por poseer la
capacidad de pisar el suelo y volar a la vez, est ms cerca del cielo que
cualquier otro animal. Esta comparacin tambin sirve igual que las de las
estrofas 6 a 9- para afianzar la imagen de la Virgen como intercesora entre el
Cielo y la Tierra, porque aunque parte de ella es humana, el hecho de ser la
madre de Dios le otorga el estatuto de santa y de espejo divino (E.8).
En esta estrofa de transicin donde habla de madre e hijo, da la
impresin de que el Marqus quera pasar por la madre para alcanzar al hijo; y
268
La Santa Biblia, op. cit., Jn 13, 5-17; p. 1538.
164
una vez que crey haber conseguido su autorizacin, decidi dirigirse
directamente a Jess sin necesidad de una mediadora. Lo que justificara que
de las estrofas 15-19 dedicara sus plegarias exclusivamente al hijo de Dios.
Ahora que tiene claro que Jess es metafricamente un pjaro, le queda
por determinar el tipo de pjaro que merece representar dignamente al Cristo.
Por eso es por lo que, procede por eliminacin hasta dar con el pjaro idneo:
el pelcano (EE.15-16). Probablemente se decant por el pelcano por su carga
simblica, si nos atenemos a estas afirmaciones:
165
principio. Esto es en pocas palabras lo que M. Eliade llama el retorno al
origen. La idea fundamental de este retorno es la siguiente:
272
Op. cit., p. 83
273
Op. cit., prlogo, p. 12.
274
La Santa Biblia, op. cit., Juan 3, 3; p. 1520.
166
Dios para darle un sentido (vv.75-76). Rebajndose delante del poder divino,
don Rodrigo opta por conseguir la salvacin en la humillacin y el sufrimiento,
porque no ignora que el que se ensalza ante Dios ser humillado, y el que se
humilla ser ensalzado275. Acata aqu, a nuestro modo de ver, unas
disposiciones de la mstica teresiana. En efecto, santa Teresa sostiene:
167
est dispuesto a morir por ellas. Por eso pensamos que los versos 85-86
pueden ser la sntesis de este otro pasaje bblico:
277
La Santa Biblia, op, cit., Jn 10, 11-18; p. 1533.
278
M. Andrs, op. cit., p. 71.
279
Ibd.
280
La Santa Biblia, op. cit., Salmo 63, 4-6; p. 778.
168
ya no teme a la muerte porque sabe que Jess va con l a todas partes. Y, al
tenerle como dulce amparo, est convencido de que se encuentra a salvo
ante cualquier peligro (vv.97-100). Su actitud es, a nuestro juicio, la
manifestacin del canto al divino pastor:
281
La Santa Biblia, op. cit., Salmo 23; p. 744.
282
Op. cit., p. 303.
169
presencia aqu de algunos pasajes del Cantar de los Cantares en los que se
observa su amor por ella.
El fervor religioso con el que entona su invocacin a la Virgen Mara y el
hecho de pedirle que interceda a su favor despeja, a nuestro juicio, cualquier
duda referente a su pertenencia al catolicismo. Esto pone en tela de juicio la
veracidad de los rumores que circulaban sobre su creencia religiosa, y de los
que se hizo eco el conde de Villamediana al tacharle de Calvinista en el
poema 66 (vid supra). Sus invocaciones marianas dejan claro que no es ningn
protestante porque creemos que aunque fuera un buen actor, el Marqus que
es creyente convencido, segn bigrafos de la poca, no podra jugar con la
salvacin de su alma en el poco tiempo que le quedaba de vida. Por eso, y
porque estamos persuadidos de que cuando llega el momento de morir y que la
gente ya no tiene la esperanza de salvarse, suele (en la mayora de los casos)
mostrarse bajo su apariencia real jugando la carta de la honestidad y de la
sinceridad con la que espera dejar una imagen ms respetable de s misma,
ponemos en entredicho esos comentarios del Conde de Villamediana.
Dulcssimo Iess mo
pan de vida y gloria eterna,
cordero, Len, Gigante
diuinidad sempiterna.
170
No mires a mis pecados
mira tu grande clemencia
ya seor me vuelvo a ti,
llorando lgrimas tiernas. 20
Misericordia Seor
padre mo, gloria eterna,
mi dulura, mi esperanza
mi regalo, mi riqueza.
171
Aquesta afrentosa muerte
me sirua de penitencia,
para que por ella alcance
a gozar la gloria eterna. 60
(Poema 15)
El poema est encabezado por un paratexto283 (el ttulo) que nos da una
idea precisa de su contenido. El acto de contricin que precede, es una
comunicacin directa del dolor que siente el Marqus en el alma por haber
defraudado a Dios, al pisotear las leyes fundamentales de sus mandamientos.
283
Trmino utilizado por Genette para designar la presentacin editorial, el nombre del autor,
los ttulos, prefacios, notas, que encabezan un texto o un libro. Se trata, pues, de cuantos
elementos verbales y grficos acompaan al texto, formando parte del discurso literario que
constituye la obra. D. Estbanez Caldern, op. cit., p. 804.
172
bilateral entre don Rodrigo y su Seor, sino que crea un marco de intimidad y
de soltura entre el pecador y el redentor. En las distintas metforas con las que
representa a Jess, le admite como:
- Pan de vida, alimento espiritual del tiempo de la salvacin que
libra de morir a los que se abren a l; Jess es el pan de Dios que baja del
Cielo y devuelve la vida a los hombres. Como decamos anteriormente, Jess,
el pan de vida es una parbola del nuevo testamento donde el Cristo explica a
los judos las ventajas de comer el pan que l representa, las ventajas de
aceptar la palabra de Dios. Al trmino de sus explicaciones ante un pblico
embebido de sus palabras, concluye de forma sentenciosa: Yo soy el pan de
vida [...] Este es el pan que baja del cielo; quien come de l no muere. Yo soy
el pan vivo bajado del cielo. Si alguien come este pan, vivir eternamente, y el
pan que yo dar es mi carne por la vida del mundo284.
- El cordero, en referencia al Cristo carnero de Dios, crucificado
para salvar a los cristianos285. La palabra cordero alude tambin al intento de
sacrificio humano de Abraham como muestra de su fe en Dios286.
Al cordero le sigue el Len smbolo del Cristo-Juez287- y el Gigante
que materializan al poder de Jess que va aumentando hasta convertirse en
una divinidad sempiterna, es decir, en el alfa y el omega.
Las estrofa 2 y 3 son ms explcitas en cuanto al motivo por el que hace
todas estas comparaciones. Aqu, don Rodrigo ve a Jess como el que
perdona a todo el mundo sin discriminacin de sexo ni de raza. Jess es para
l, una fuente inagotable de perdn, de bondad y de proteccin. Es el
manantial de donde brota la esperanza frente a los desengaos de este mundo
(v.7). La cruz (v.8) que es a la vez smbolo del sufrimiento, de la salvacin, de
la esperanza y de la victoria del Cristo despus de la Pasin, pone en evidencia
los binomios muerte/sufrimiento, resurreccin/alivio, sugiriendo que tras el dolor
y el sufrimiento en la vida terrenal, viene el alivio y el despertar feliz en una vida
nueva y mejor. La estrofa 3 es la recreacin del simbolismo de la crucifixin de
Jess (mediante la metfora del Pelcano y sus hijuelos) que muri en la cruz
284
Vid nota 251.
285
La Santa Biblia, op. cit., Jn. 3, 16; p. 1521.
286
Ibd., Gnesis 22, 1-14 ; pp. 41-42.
287
J. Chevalier/ A. Gheerbrant, op. cit., p. 575.
173
para que quien crea en l no muera, sino tenga la vida eterna288. Ya apareca
esta misma analoga entre Jess y el Pelcano en el poema 10 donde don
Rodrigo la usaba tambin para ponderar el papel de salvador del Cristo.
Estas tres primeras estrofas podran ser el primer plato y, por
consiguiente, el preludio al plato fuerte que empieza a partir de la estrofa 4. Si
en las primeras notbamos un acercamiento tmido y prudente al Cristo, en las
siguientes (EE.4-15), el Marqus se atreve a desvelar sus preocupaciones
olvidndose de la timidez y de la moderacin que se impona al principio del
acto de contricin.
Para empezar, se desahoga dirigindose humildemente a Jess como
Pastor bueno289 que vela por la seguridad de sus ovejas y est dispuesto a
morir para salvarlas del peligro. Personaliza as la parbola de la oveja
perdida290 de La Biblia con la que se identifica ante el poder divino. El pastor
Jess es aqu, el timn que conduce a los fieles (las ovejas) en el camino de
la rectitud moral. Es la palanca regeneradora que marca rumbo hacia la
esperanza y la vida eterna. A diferencia de la estrofa 22 del poema 10 donde
don Rodrigo invocaba a Jess alabndole con frmulas tpicas del cristianismo,
aqu su discurso es ms directo y su deseo de ser acogido en la gracia divina
es ms patente. No da ms vueltas al asunto que le trae de cabeza, pide de
sopetn el amparo divino porque se siente amenazado por el demonio
(metafricamente el lobo) ante cuya influencia se siente tan impotente como
las ovejas frente al mismo depredador. Por eso, solicita la proteccin de Jess
al lado de quien est seguro de que nada ni nadie le puede alcanzar.
Despus de este primer paso del acto de contricin, pasa a la confesin
propiamente dicha de un pecador confiado que se siente escuchado (E.5). Esto
es el punto de partida de la conversacin entre el pecador y su Seor que da
pie a una especie de exilio interior en el que se refugia don Rodrigo para poder
comunicarse con el redentor. Es la manifestacin explcita del rechazo radical
de la vida material llena de pecados y la aceptacin de todo lo que conduce a
la virtud que representa Jess, hacia quien se vuelve don Rodrigo,
arrepentido por su vida pasada. La vuelta hacia Dios es seal de su
288
La Santa Biblia, op. cit., Jn. 3, 16; p. 1521
289
Vase el poema 10, E.22 y nota.
290
Para ms datos sobre esta parbola, vanse Lucas 15, 3-7 (p. 1499); Mateo 18, 12-14 (p.
1426) y Juan 10, 11-18 (p. 1533).
174
reconversin y de su decisin de cambiar definitivamente de modo de vida,
eligiendo llevar una vida por y para el Cristo. Aqu, las lgrimas que vierte son
la manifestacin de una actitud dialogante de alguien postrado ante un ser
superior para confesarse. Esta postura enfatiza la miseria de la naturaleza
humana ante la bondad de Dios cuya clemencia implora e intenta ganarse con
sus lgrimas.
El Marqus adopta a partir de este momento, la actitud del que quiere
conseguir lo que anhela tanto que para convencer al receptor de sus plegarias,
se erige en su propio abogado e investiga el modo de conseguir su perdn. En
el alegato para conquistar el perdn de Jess, elige las siguientes parbolas y
metforas bblicas que le sirven de precedente y de motivo para proseguir con
esta bsqueda casi obsesiva de la gracia divina:
- Recrea parte del dilogo de Jess con la Buena Samaritana (E.7),
exactamente donde le explicaba las ventajas de beber espiritualmente el agua
de Dios-Padre en estos trminos: ...Pero el que beba del agua que yo le d no
tendr sed jams; ms an, el agua que yo le dar ser en l manantial que
salta hasta la vida eterna291. El deseo de don Rodrigo de querer beber en la
fuente divina tiene mucho parecido con parte del salmo que cant David en el
desierto de Jud292: Oh Dios, t eres mi Dios; desde el amanecer ya te estoy
buscando,/ mi alma tiene sed de ti,/ en pos de ti mi ser entero desfallece/ cual
tierra de secano rida y falta de agua293. Huelga decir que con esta imitacin,
don Rodrigo deja vislumbrar sus conocimientos de la mstica teresiana. En
efecto, Santa Teresa ve en el agua tres virtudes: enfra, limpia, harta y quita la
sed. Sobre la segunda propiedad dice:
291
La Santa Biblia, op. cit., Jn 4, 14; p. 1522.
292
Don Rodrigo ya imit de forma parecida a David en la estrofa 24 del poema 10.
293
Ibd., Salmo 63, 1-2; p. 778.
175
y dejarla limpia y libre del lodo en que las culpas estaba
metida294.
Esta estrofa representa una expresin dualista del cuerpo y del alma. El
cuerpo, la dimensin fsica atiende las necesidades biolgicas de este mundo
mientras que el alma, la dimensin espiritual, responde a las transcendentales.
El alma para purificarse, segn muchas creencias religiosas, tiene que
pertenecer a un cuerpo santificado. Por eso, creemos que don Rodrigo siente
esta necesidad de purificarse bebiendo metafricamente de la fuente divina
para que su alma quede contenta, limpia de todo pecado. Lo que explica la
eleccin del citado dilogo porque resalta el poder de Dios, la nica potencia
capaz de saciar la sed del alma del que acepta su palabra. Aqu, deja claro que
no se trata de un agua material sino espiritual que nutre y purifica el alma del
que la deja fluir por sus venas. La alusin a la fuente es tambin una metfora
de Dios como fuente de vida eterna. Con el adjetivo sediento don Rodrigo
manifiesta la necesidad que tiene de acercarse a Dios y dejarse penetrar por su
gracia, la nica que puede saciar su sed de perdn. Tiene la reaccin de una
persona que busca algo que est ms all de lo aparente, lejos de su alcance
inmediato pero al que puede acceder si pone un poco ms de empeo y
demuestra unas verdaderas ganas de conseguirlo. Reconoce as tcitamente la
dimensin de salvador de Jess que acoge con fervor a los arrepentidos, igual
que el pelcano hace con sus hijuelos.
- Con la parbola del hijo prdigo295 (EE.8-9), el Marqus quiere
marcar la diferencia entre l y este personaje bblico que, tras una vida en la
perversin, volvi a casa donde su padre le recibi con los brazos abiertos,
organizando una gran fiesta para celebrar su regreso. Don Rodrigo precisa as
que si vuelve hacia Jess, es por un solo y nico propsito: conseguir la gracia
divina. No pide pompa ni fiesta para celebrar su reencuentro con Dios, slo
quiere que se le acepte como un humilde pecador cuyo deseo ms profundo es
formar parte del rebao divino. La estrofa 9 entra en la misma lnea de las dos
anteriores. Don Rodrigo se empequeece otra vez ante la grandeza divina para
resaltar la distancia que le separa l, pobre pecador, de Jess, su Seor. Ya el
294
Op. cit., cp. XXI, 63, 9-20; p. 146.
295
La Santa Biblia, op. cit., Lc. 15, 11-32; p. 1500.
176
Marqus usaba este tipo de humillacin ante Dios en el poema 10296. Para Y.
Novo, que tiene una explicacin bien sencilla de esta actitud, la humillacin a
los pies de Dios, es el instrumento que eleva a la santidad297. Esto justifica, a
nuestro parecer, el uso repetitivo de dicha frmula de redencin. Creemos
oportuno recordar que el contenido de la estrofa se adhiere tcitamente al
tpico de la vanidad humana frente a la grandeza del Cielo. En esta estrofa, el
Marqus comete la misma extrapolacin que le haca dar el ttulo de divinidad a
la Virgen en el poema 10, al llamar a Jess Padre mo. Crea paradjicamente
una fusin entre Dios-Hijo y Dios-Padre, dos partes integrantes de la Santa
Trinidad que representan dos entes distintos, complementarios, pero
independientes.
- l mismo sugiere a Jess la va que necesita para entrar en su
reino: La llaga en su costado que representa la salida hacia un mundo de
esperanza para los cristianos a los que alude con la perfrasis los que a ti se
allegan. Es la morada donde el pecador encuentra alivio a sus sufrimientos
espirituales, una va de reconversin donde se reencuentra con su Dios y
puede disfrutar de los placeres celestiales. Esta llaga tiene una significacin
particular para los cristianos porque es el smbolo del poder divino, el resultado
de la manifestacin de Dios Padre que hizo que brotara sangre y agua de esta
herida especfica del Cristo durante la Pasin298.
Tras estos argumentos de peso con los que cree haber ablandado a
Jess, don Rodrigo ve en su imagen clavada en la cruz con los brazos abiertos
de par en par, una prueba de que el Seor responde a sus plegarias (E.11).
Para l, esta postura de Jess significa que le acoge, le perdona y le da su
gracia divina y su amor. Resalta as a Jess como Dios de amor y de
clemencia que recibe a todos indistintamente.
Las estrofas 12-13 retoman la creencia cristiana que sostiene que
Jess muri en la cruz para salvar al mundo- que tratbamos en el poema 10
(E.17). Aqu, en el alegato final para salvar su alma, el Marqus quiere pagar
su parte de culpabilidad en el sufrimiento de Jess durante la Pasin. Se
siente algo responsable de la muerte del Cristo porque lo que padeci desde su
296
Estrofas 18-19.
297
Op. cit., p. 151.
298
Vase el poema 10, E.16.
177
prendimiento hasta la crucifixin, pasando por el oprobio y la condena299, lo
hizo, en su opinin, para salvarle a l y a todos los cristianos, como viene
sosteniendo San Juan en La Biblia300. Por vez primera, desde el principio de su
acto de contricin, el Marqus hace constar su nombre en sus plegarias,
pasando del anonimato absoluto al reconocimiento inmediato. Insta a Jess a
que le perdone todas sus culpas porque al ser misericordioso, generoso y
todopoderoso, puede trivializar y borrar al ms odioso de todos los pecados.
El acto se cierra con una profesin de fe donde don Rodrigo acepta
estoicamente y muy exaltado su fin igual que en el poema anterior- porque su
deseo ms profundo es que su muerte trgica le brinde la vida eterna al lado de
su Dios y protector, Jess (EE.14-15). La ltima estrofa es muy importante en
la medida en que traduce el nivel de espiritualidad de don Rodrigo quien quiere
a toda costa conseguir la purificacin de su alma para disfrutar de la compaa
de Jess en la gloria eterna. El final del poema es parecido al del poema 10
con el que comparte muchas similitudes tanto en el acercamiento previo y
tmido como en el arrepentimiento, la peticin de perdn y la profesin de fe
final.
Si las tres primeras estrofas constituan los entrantes y las nueve
siguientes, el plato fuerte, estas dos ltimas representan el postre con el que
don Rodrigo termina su conversacin con Jess y pone fin a su acto de
contricin.
299
La Santa Biblia, op. cit., Jn. 18-19, pp. 1543-1547.
300
Vid supra.
178
salvacin eterna como premio a la constancia301. Los tpicos ms patentes en
estos poemas de asonancia religiosa son, en su mayora, los que hemos
estado tratando hasta ahora, slo que aqu revisten ms fuerza y ms valor por
tratarse de reflexiones trascendentales.
301
F. J. Martnez Ruiz, en La elega (1996), p. 298.
179
2.4. - LOS POEMAS ELEGACOS
302
D. Estbanez Caldern, op. cit., p. 307.
303
Op. cit., p. 1066.
304
Germn Bleiberg, citado por E. Camacho Guizado, op. cit., p. 9.
180
Toda una batera de poesa funeral en la que la necesidad
de responder ante un compromiso ms de carcter oficial
que privado especificaba sus rasgos, a los que ni siquiera
era ajena una buena dosis de stira o crtica personal o
social que, conjugada con una pizca de humor e irona,
terminaba mostrando el tono variado y plural como el que
produca la muerte de un nclito personaje en aquella playa
de sirenas que era la corte305.
Por lo dicho, salta a la vista que en este apartado vamos a tratar los
poemas de la antologa que juzgamos como composiciones en las que se
lamentan o se pronuncian los poetas sobre la muerte de don Rodrigo.
Si en las stiras, nos respaldbamos con el trabajo de M. Etreros, en
este bloque, la ya citada Elega funeral en la poesa barroca de Camacho
Guizado ser el trampoln que nos permitir zambullirnos en las profundidades
de las composiciones funerales de la segunda mitad del Siglo de Oro. El
anlisis se har de forma ms o menos anloga al de las stiras porque iremos
apoyando cada entrada, cada trmino o cada caracterstica con poemas
parciales o totales. Tambin puede llegar el caso de que se repitan
excesivamente algunas composiciones porque encierran una gran variedad de
rasgos caractersticos que les hacen imprescindibles para ilustrarlos.
Camacho Guizado reduce estos rasgos de los poemas funerales a un
nmero limitado de tpicos y recursos306 que se repiten muy a menudo, y sin
los cuales sera casi imposible concebir una poesa elegaca barroca. Esos
diversos tpicos, aadidos a algunas pautas que iremos desvelando, forman
las seas de identidad de las composiciones elegacas. Son unas seas que,
adems de enriquecerlas, las hacen asequibles y menos esotricas al lector
profano. Suelen repartirse entre el tema, los tpicos, los motivos y otros rasgos
estilsticos.
305
J. Matas Caballero, en Silva (2001), p. 434.
306
Op. cit., pp. 172-183.
181
2.4.1. - El tema
182
enemigo fuerte e indestructible que es la muerte, los poetas barrocos vieron en
la repeticin del tema y en su uso diario como herramienta de trabajo, el medio
de convivir con ella y de asumir su ineluctable omnipresencia. De hecho, la
incluyen automticamente en sus elegas cuya abundancia implica que ocupa
un lugar predominante en su realidad social por una parte, y por otra, esta
profusa produccin puede ser fruto del carcter circunstancial de los poemas
elegaco-encomisticos cuyo florecimiento iba liado a cualquier acontecimiento
social digno (o no) de ser recordado por sus plumas, como la muerte de un
noble o de un personaje clebre. Para Matas Caballero, la presencia de tanta
elega en la poesa barroca se debe a que se la asocia:
309
Op. cit., p. 434.
310
Op. cit., p. 156.
183
En nuestro intento por buscar el lugar ocupado por la muerte en la
poesa barroca, hemos descubierto que al margen del tema central, haba otros
temas satlites tan importantes como la misma muerte que casi nunca faltan en
las elegas. El primero es el tiempo cuyo flujo interrumpido hacia la muerte
engendra otros dos temas: la fragilidad y la inconstancia de la vida humana
causada por los movimientos aleatorios de la rueda de la fortuna, y el fuerte
sentimiento de desengao que caracteriz la poca.
Para encajar todos estos temas en sus composiciones, los poetas se
sirven de los lugares comunes o tpicos. Como soportes del tema de la muerte,
tenemos un nmero nada despreciable de expresiones y tpicos que son:
311
Ibd.
184
final de paz y seguridad ante la vida inclemente y desgraciada312.
En el poema 34 de nuestra antologa, Juan de Alarcn, fiel a esta
conviccin, compara a don Rodrigo con el legendario ave, (Fnix balor a quien
la llama es nido, v. 5) defendiendo, como ya lo hicieron muchos otros, la idea
de que el marqus de Siete Iglesias volvi a nacer tras su muerte valiente. El
poeta representa metafricamente su paso a mejor vida por la llama para
acentuar la idea de la vuelta a la vida del fnix mediante sus cenizas. Segn su
lgica y la de algunas religiones, para que haya cenizas y nueva vida, tiene que
haber una llama purificadora que acabe con el pecado pasado y posibilite un
renacer simbolizado aqu por el nido del ave, analoga de la cuna del recin
nacido humano. Hay que recordar que esta purificacin no tiene que ser
forzosamente fsica y puede conseguirse tambin de forma simblica, como lo
sostiene M. Eliade, mediante el proceso que llama el retorno al origen313. El
poema, a nuestro modo de ver, insina que la muerte de don Rodrigo en el
cadalso no slo le brind la vida eterna al purgar sus pecados, sino que le
coloc despus de su cada en un nivel superior al que ocupaba en vida, muy
por encima de los ttulos y de la grandeza terrenal:
312
Ibd., p. 23.
313
Vase el apartado 2.3.3.
185
Gngora tambin se suma a la comparacin de don Rodrigo con el fnix.
Con un propsito parecido al de Alarcn, sugiere, en los versos a continuacin,
que don Rodrigo volvi a nacer como el ave fnix y cambi la imagen negativa
que tena en su anterior vida por una ms respetable:
314
Op. cit., p. 448.
186
Esta observacin transmite, a nuestro juicio, un tcito mensaje: la muerte
es un crisol purificador con el poder de cambiar todo cuanto pasa por ella,
consiguiendo as transformar la fealdad de los pies del pavo de juno en la
belleza del ave fnix. Esto es, cambia la desdicha y el castigo de don Rodrigo
en gloria y victoria.
Volviendo al afn de los poetas barrocos por encasillar a la muerte y
familiarizarse con ella, ponen a duras pruebas su inspiracin con la finalidad de
conseguir considerarla como un paso hacia otro tipo de felicidad. Para ello,
inventan comparaciones de todo tipo, visten a la muerte con distintos disfraces
e incluso, la idealizan convirtindola en una divinidad capaz de cambiar la
suerte de los mortales. Tanto es as que en sus escritos, el tpico del morir
para volver a nacer toma un aspecto camalenico que le permite:
Servir de advertencia: Esto es el caso del poema 96:
187
cobrar mayor fuerza: La muerte es como un refugio final de paz y
seguridad ante la vida inclemente y desgraciada315:
315
Op. cit., p. 23.
188
la lettre non dpasse, corce morte ou spulture blanchi.
Cest l, locculte labeur de la putrfaction, autant
ncessaire que salutaire316.
316
Op. cit., p. 128.
189
- la honrra hall en la afrenta.
(Poema 90, v.51)
317
F. J. Martnez Ruiz, en La elega, op. cit., p. 298.
190
ocupan el mismo rango social318, porque tras la muerte todos son
comidos indistintamente por los gusanos. En este trance, toda la
riqueza del mundo no sirve de nada; no importan ni las clases
sociales ni los honores sino el final comn de todos los mortales:
acabar pudrindose en una tumba y servir de alimentos a los
carroeros.
318
Miguel de Maraa tiene un soneto A la vida que pone fin a las barreras entre clases sociales
en la muerte. Dice as: Vive el rico en cuidados anegado,/ Vive el pobre en miserias
sumergido,/ El monarca en lisonjas embebido,/ Y a tristes penas el pastor atado./ El soldado en
los triunfos congojado,/ Vive el letrado a lo civil unido,/ El sabio en providencias oprimido,/ Vive
el necio sin uso a lo criado./ El religioso vive con prisiones./ En el trabajo boga oficial fuerte,/ Y
de todos la muerte es acogida./ Y qu es el morir?- Dejarnos las pasiones./ Luego el vivir es
una amarga muerte!/ Luego el morir es una dulce vida!. J. Caro Baroja, op. cit. p. 147.
319
Citado por Caro Baroja, op. cit., p. 150.
191
en su muerte lastimoso.
y del trane riguroso 5
general el desconsuelo
con gran aplauso del suelo
piadosamente admirado
y aunque afrentoso inbidiado
por lo que tubo de cielo. 10
(Poema 44, D.2)
320
Bruce W. Wardropper (1967), p. 18.
192
2.4.1.2. - El nacer para morir
321
Citado por R. Andrs, op cit., p. 82.
322
Citado por J. Caro Baroja, op. cit., p. 145.
323
J. A. Maravall, op. cit., p. 340.
193
nosotros, pues cuando existimos nosotros la muerte no est presente, y
cuando la muerte est presente entonces nosotros no existimos324. Estas
consideraciones epicreas que constituyen un referente tradicional de
pensamiento filosfico sobre la muerte, e ilustra de manera perfecta una de sus
principales interpretaciones, aquella que ve en la muerte el final de la existencia
humana325, podran ser aqu, lo que necesitaban los poetas barrocos para
replantear su existencia y seguir adelante, pese a no tener futuro.
Volviendo al tpico del nacer para morir en nuestra antologa, Miguel
Moreno, en el poema 30, hace una breve alusin a ello con estos versos:
Aunque a morir nacieron/ por ley diuina todos los humanos (vv. 31-32). A
nuestro juicio, aunque su intencin no es comunicarnos la inexistencia de una
vida despus de la muerte, con esos dos versos no deja de recordar que los
pasos que dan los hombres en la vida les guan inexorablemente hacia la
muerte.
El tpico del nacer para morir, adems de ser la otra cara de la
creencia de una vida despus de la muerte, encierra los temas del tiempo
imparable, de la inconstancia o de la fragilidad de la vida humana y el
sentimiento de desengao que genera esta inconstancia.
Les abordaremos juntos porque se completan mutuamente ante la
desesperacin del hombre barroco.
El Tiempo:
324
Diccionario Espasa de filosofa, op.cit., p. 604.
325
Ibd.
326
J. A. Maravall, op. cit., p. 383.
194
El tiempo barroco es imparable, aunque existan creencias como las de
Eliade que afirman que puede ser dominado327. Su flujo continuo y su influencia
en el devenir del ser humano dieron lugar a muchas reflexiones con las que se
intent explicar las consecuencias desastrosas de su carcter indomable. Son
reflexiones como sta de Martnez de Cullar: Nada ser maana lo que es
hoy. Todo lo que ves corre con el tiempo. Nada de lo que atiendes
permanece328; o esta otra del filsofo griego Hraclite dphse : Tout coule
et on ne se baigne pas deux fois dans le mme fleuve329 . Van casi siempre
acompaadas de smbolos de la transitoriedad como el reloj, el agua en
movimiento o la rosa, cuyo marchitar refleja con acuidad el paso del tiempo.
Ramn Andrs afirma que este ltimo smbolo se emple hasta la saciedad
para demostrar que todo es provisional330.
Esas consideraciones y los aludidos smbolos hicieron del tiempo uno de
los mayores protagonistas del periodo barroco. Entre l y la muerte,
mantuvieron en vilo a toda una generacin de escritores.
La rueda de la fortuna: El paso del tiempo da la sensacin de no
poder disponer de su vida como uno quiere, de estar indefenso ante las
adversidades y de vivir al ritmo de la inconstante rueda de la fortuna que gira
sin parar, para el profano. Creemos oportuno explicar que en el concepto
mstico de la rueda de la fortuna, representada por la carta del tarot con el
mismo nombre, los movimientos de la rueda no son iguales para todos. En la
carta, la rueda gira para el mono y el perro (que representan, a nuestro juicio, a
los profanos o no iniciados en la materia), pero su movimiento no afecta a la
esfinge situada en un punto de la rueda donde no hay ningn movimiento, y si
los hay, los controla perfectamente. Podra significar esto que el hombre
preparado espiritualmente puede ponerse por encima de los movimientos de la
rueda de la fortuna y domarlos. Si consiguiera dominarlos, no slo interpretara
positivamente los cambios bruscos e imprevisibles en su vida, sino que no le
afectaran mucho porque al controlar mentalmente la rueda de la fortuna, obra
de acuerdo con esta advertencia cristiana: tre dans le monde, sans tre de
ce monde, cest -- dire participer loeuvre de redemption sans succomber
327
Op. cit., pp. 77-92.
328
Citado por Maravall, op. cit., p. 382.
329
Imago Mundi-Hraclite (Marzo 2008).
330
Op. cit., p. 44.
195
aux illusions et aux tentations du Prince de ce Monde331. Pero, al parecer, el
hombre barroco no haba descubierto todava el control mental que se puede
ejercer sobre la rueda de la fortuna. Por esta razn no slo fue una de sus
mayores preocupaciones, sino que gener un gran pesimismo:
El sentimiento del desengao: Nace del escepticismo ante la fragilidad de la
vida humana y refleja toda la desesperacin del hombre barroco que acaba de
darse cuenta de la supremaca de la muerte sobre una vida que descubre
efmera. Entonces, empieza una cruzada perdida de antemano contra la
realidad de su existencia. Perdida, porque:
331
Andre Petibon, op. cit., apndice, p.X.
332
Leo Spitzer, citado por E. Orozco (1975), p. 51.
196
trascendental, lo que explica la presencia de referencias bblicas en la
antologa.
Algunos de nuestros poemas donde se juntan los tres temas, reflejan
perfectamente la desesperacin y el escepticismo del poeta barroco, causados
por la falta de firmeza y de seguridad en su vida. Con el propsito de demostrar
cmo los movimientos de la rueda de la fortuna y el paso del tiempo afectaron
a don Rodrigo, algunos poetas usan los siguientes tpicos:
- Enfrentan su pasado fructfero a su msero presente, igual que en los
poemas relatados333. Esta prctica que Begoa Lpez bueno relaciona
con el motivo de las ruinas por ser sus claves significacionales334,
suele utilizarse en la poesa del Siglo de Oro por tener una estrecha
relacin con los tpicos que acabamos de mencionar. En el siguiente
poema, que encierra tambin el concepto de la mutabilidad de las cosas,
se ve como don Rodrigo, mediante la figura de la idolopeya335, cuenta
los cambios que sufri su vida al pasar sin previo aviso de la riqueza y la
felicidad ms envidiables a la desdicha y la muerte ms desafortunadas
(EE.1-2). Recordemos que hacer hablar al muerto, poniendo en su boca
la confesin de sus propias debilidades336, es un lugar comn de la
stira medieval, aunque en este poema slo se percibe una gran dosis
de alabanza al difunto. En cuanto a los dos tercetos, los versos son
visiblemente del poeta quien se encarga de encomiar a don Rodrigo.
Segn Prez Bowie, este cambio de emisor en el poema se debe a que
quieren evitar la situacin chocante de que sea el fallecido quien entone
su propio elogio337. Si quedaba alguna duda de que se comparaba el
pasado de don Rodrigo con su presente, tenemos la oposicin del
pretrito indefinido y del presente del indicativo que representan
respectivamente cada estado.
333
Vase el apartado 2.2.2.
334
B. Lpez Bueno (1990), p. 82. El motivo de las ruinas ha sido tratado de forma exhaustiva
por Lara Garrido en un artculo muy instructivo publicado en Analecta Malacitana (1983), pp.
223-387.
335
Ya tratamos esta figura en el apartado 2.1.2.4.1.2.
336
K. R. Scholberg, op. cit., p. 241.
337
J. A. Prez Bowie (1993), p. 786.
197
Hijo soi de una selua que florido,
verdes ojas vest, fecund fruto,
rend lo vegetable por tributo,
y en plido mud lo colorido.
198
el poderoso, de ninguno amado;
l, en ambas fortunas enbidiado;
ya en polvo, en humo, en nada convertido.
(Poema 95, E.1)
199
Creemos que aqu, Gngora pretende demostrar lo engaoso y
efmero que es el poder. Para acabar de convencer a su auditorio,
introduce unos conceptos que podran ser perfectamente los
emblemas de la inestabilidad: el espejo338 (v. 5), el bculo
quebradizo (v.16) y la ymagen que poco dura (v. 18). Dicho de otro
modo, el poder y la privanza son para Gngora, un mero espejismo
cuyo carcter escurridizo los convierte en un peligro para los que
aspiran a tenerlos. Resume su opinin en los dos ltimos versos
donde sostiene que la privanza suele quebrar su echura a vezes al
que la hizo. Esta afirmacin aadida a la cada vertiginosa del
Marqus desde la cumbre del Estado, valen de aviso para los
sedientos de poder.
338
El espejo fue uno de los smbolos predilectos del Barroco, representativo del conocimiento
de s mismo y atributo de la Verdad y la Prudencia; [] Durante el Barroco, ser una de las
representaciones de la constancia, y tambin del tiempo, puesto que reflecta el curso de los
aos sobre el rostro. R. Andrs, op. cit., pp. 32-33.
339
Op. cit., pp. 184-191.
200
- Las aves: Como veamos con el tpico del morir para nacer, el ave
predilecta de los poetas para inmortalizar al difunto es el fnix.
- Los astros: Los ms frecuentes son el sol, las estrellas y la Luna. En
el poema 84, el poeta identifica metafricamente a don Rodrigo con
los tres astros a la vez para elogiar su valenta en la muerte.
340
Para ms detalles sobre Faetn, vase diccionarios mitolgicos como el de A. Bartra (1982),
o el de la mitologa mundial (1971).
201
Creemos que estas similitudes entre Faetn y don Rodrigo fueron las
que guiaron la eleccin de los poetas a la hora de comparar al Marqus con un
personaje mitolgico. Quevedo y Juan de Alarcn, respectivamente en los
poemas 34 y 45, establecen la misma analoga entre el Marqus y Faetn:
341
A. Bartra, op. cit., p. 17.
202
Fuera mayor a la fatal ruina
tu balor deue, o inbencible Anteo;
y all leuanta el inmortal trofeo
donde a su centro lo mortal declina.
(Poema 35, E.1)
342
J. A. Prez Bowie, op. cit., p. 779.
203
- Caminante, donde vas?
No estn de tu nombre agenos;
si fue ms para ser menos,
fue menos para ser ms.
(Poema 69, vv.5-8)
204
- Adora pues en sta dos memorias;
la de la Santidad, la de la muerte:
porque el llanto las lgrimas derrama.
(Poema 32, E.3)
205
Del metal ronco fabric clarines 5
Fama, entre los pregones disfrazada,
y vida eterna y muerte desdichada
en un filo tuvieron los confines.
206
2.4.2.3. - Las frmulas decticas
Las frmulas decticas son frmulas que sirven para sealar al difunto o
a su tumba, esto es, son pronombres o adjetivos demostrativos mediante los
que el personaje encomiado se coloca enfticamente en primer plano343.
Encabezan, en general, los epitafios donde en la mayora de los casos, constan
expresamente en sustitucin del aludido o de su sepulcro. Adems de los dos
conceptos habituales de los decticos (adjetivos y pronombres demostrativos),
hemos aadido uno ms: un adverbio de lugar.
Los adjetivos demostrativos este, ese, aquel...:
343
E. Camacho Guizado, op. cit., p. 197.
207
(Poema 65, vv.1-2)
344
Para la definicin de los conceptos, vase el apartado 2.1.2.4.
208
La anstrofe:
El Oxmoron:
El paralelismo:
La Paradoja:
209
Los juegos de palabras:
Y en un tablado an parado
sus triunfos, bienes y males
que para traje das tales
se suele haer un tablado.
(Poema 91, vv.37-40)
La anfora:
345
J. F. Alcina, en La elega, op. cit., p. 28.
210
reparte en todo el poema, nos vemos obligados a usar aqu el mtodo de la
explicacin lineal.
211
en la mayor baxeza, 40
subi donde quera
tal experiencia de subir tena.
Este sexteto alirado tiene una estructura circular porque empieza por los
ltimos momentos de la vida de don Rodrigo Caldern (E.1) y, mediante la
figura de la analepsis, el poeta recorre brevemente su vida poltica, su
enjuiciamiento, y termina por su ejecucin (E.12), cerrando as el crculo que
abri al principio del poema.
212
Para nosotros, el respeto que tiene Lope para con don Rodrigo es
patente desde el principio del poema porque en ningn momento le llama por
su nombre, el nico sustantivo que utiliza para referirse a l es el de hombre.
Explica la eleccin del trmino en los versos 2-4 vino a la muerte vn hombre/
que slo aqueste nombre/ le dex su cada. Ser hombre es para Lope, el
mayor de los ttulos que el marqus de Siete Iglesias no pudo conseguir en
vida y que su muerte estoica le sirvi en bandeja. Est convencido de que: No
hay ttulo... en que morir y conoer se pueda (vv.10-12) porque, en su opinin,
los ttulos que acumul don Rodrigo siendo hombre poltico eran slo aparentes
y sin gran importancia. Entendemos aqu que lo ms valioso de todos ellos no
fueron las honras ligadas a su rango poltico, sino su hombra y su
inmutabilidad ante la muerte.
El segundo sexteto empieza por la conjuncin distributiva ya que alude
al pasado de privado de don Rodrigo y cuya repeticin apoya la idea
desarrollada en el primer sexteto. A juicio de Lope de vega, el Marqus fue, sin
lugar a dudas, uno de los personajes ms poderosos de la Corte (ya fue
seor v.8). Sin embargo, lo que resalta en los versos 9 a 12, es que lo que
prima ahora para don Rodrigo no son los ttulos ni los honores, sino la valenta
y la fuerza moral que mostr estando en tan baxo estado (metfora de sus
difciles condiciones de recluido opuesto a alto estado, es decir, lujo, riqueza,
poder, honor...), cuando ya lo haba perdido todo y en medio de la desgracia
total. Su impasibilidad le vali el respeto por parte de todos, incluso de sus
enemigos para los que fue tan inesperada que caus su arrepentimiento,
aunque tardo (vv.13-16). Y, para ganarse su perdn ahora, quisieran ya su
vida y as quedar con la conciencia tranquila. El motivo de este cambio de
comportamiento de los enemigos de don Rodrigo, Lope nos lo da en los versos
17-18: por regla general, en trances difciles como los que atraves el Marqus,
los enemigos se retractan y retiran sus quejas por cargo de conciencia.
El cuarto sexteto empieza por una paradoja del ser humano que siempre
reacciona de forma imprevisible ante un acontecimiento. El verbo soler (v.19)
transmite el automatismo de su reaccin. Lo imprevisible de la mente humana
causa unos efectos desiguales entre sus deseos y sus reacciones. Con esto,
el poeta pone el acento sobre el comportamiento del pueblo llano espaol en el
drama de don Rodrigo. Si en el momento de su arresto peda a gritos su
213
cabeza (v.16), ahora que se encamina inexorablemente hacia el cadalso para
ser ejecutado, pide la clemencia del Rey. Pero, a pesar de este cambio de
parecer, a don Rodrigo le ejecutaron porque lo orden Felipe IV. Y como en la
Espaa de aquel entonces a los reyes se les consideraba unos dioses 346
porque tenan el poder absoluto y nadie poda oponerse a sus opiniones, todas
las decisiones que tomaban eran cosas tan santas y justas (v.22) que haba
que acatarlas, aunque fueran errneas. En este sexteto se vislumbra una
opinin desfavorable acerca de las decisiones reales que veremos ms
adelante, donde la crtica al Rey y a su corte es ms evidente.
Los tres siguientes sextetos muestran lo que fue la vida poltica de don
Rodrigo. Relatan su llegada a la Corte (vv.25-30), su xito relmpago (vv.31-
36) y su sorprendente cada (vv.37-42).
Sexteto 5: Creemos que la perfrasis (por donde) responde al afn de
Lope de no nombrar ni a la Corte ni al Rey, dejando al lector adivinar el blanco
de sus alusiones. En la Corte pues, don Rodrigo entr severo y coronado/ de
plumas y alauardas (vv.25-26) como cualquier noble. No obstante, aunque su
entrada fue mal vista desde el principio por algunos (v.28), ascendi tan
rpidamente que su autoridad lleg a superar la de muchos que all le
precedan, ante la desesperacin de sus enemigos cuyo nmero iba creciendo
segn aumentaban sus ttulos (vv.29-30)347.
Sexteto 6: Aqu el poeta fustiga la hipocresa y la falsedad del entorno
poltico del marqus de Siete Iglesias eludiendo, a sabiendas, los sustantivos
corte y nobles. Esta vez, usa la metfora de teatro infame (v.32) para
referirse a ellos, y una alusin satrica en el verso 33: si es bien que as se
llame. Tambin ataca a los que fueron los artfices del ascenso de don
Rodrigo, es decir, el duque de Lerma y el rey Felipe III, a los que, a su juicio, ya
no deba nada el malogrado Marqus porque les haba devuelto con creces el
346
Segn Georges Martin, el podero del rey y su concepcin como un dios cobr fuerza a
partir del reinado de Alfonso X bajo quien: La nature fondamentalement spirituelle de la
royaut tait du reste relie aux notions de justice, de vrit et de droit dans le remploi de
ltymologie bien connu, fonde sur Paul (Timothe 1, 6, 15) et sur lapocalypse (19,16) : Le
roi a pris son nom de notre seigneur Dieu, car de mme quil est dit roi sur tous les rois, par
quoi [ceux-ci] ont pris leur nom, et quil les gouverne et les maintient sa place sur terre pour
faire justice et droit, [les rois] sont tenus de maintenir et de garder en justice et en vrit les
hommes de leur seigneurie Et le roi tient la place de Dieu pour faire justice et droit dans le
royaume dont il est le seigneur de mme que la tient lempereur de lempire, en Imprvue
(1998), pp. 38-39.
347
Vase el captulo 1.
214
apoyo que le brindaron, haciendo su trabajo de privado de forma concienzuda.
Describe su profesionalidad con el sustantivo un da, que denota rapidez y
eficacia (vv.35-36).
215
por la metonimia manos (la c mayscula de Cuyas enfatiza la falta de
libertad de movimiento de don Rodrigo). Con atar las manos, creemos que el
poeta alude a todos los ttulos, bienes y dignidades que perdi don Rodrigo
despus de su arresto.
En los versos 59 a 60, Lope de Vega prosigue con las paradjicas
decisiones reales (aunque en este proceso no todas las decisiones vinieron del
Rey) que segn l, fueron injustas y sin piedad para el marqus de Siete
Iglesias. Basa su opinin en el hecho que a don Rodrigo le ataron como a un
loco quando estaba en seso es decir, cuando estaba ms que cuerdo y en su
sano juicio. El poeta critica as los abusos y la arbitrariedad de los que fue
vctima. Un tcito mensaje se desprende de este sexteto: todas las rdenes
reales referentes a la ejecucin del Marqus fueron dadas para satisfacer las
justas causas del conde de Olivares (a quien creemos que Lope de Vega
aluda tambin en el sexteto 9) y con el diuino acuerdo del rey Felipe IV. Esta
opinin es compartida por la mayora de los bigrafos de don Rodrigo.
En los dos ltimos sextetos, estamos en la cntrica Plaza Mayor
madrilea donde se haba erigido el cadalso para la ejecucin.
Sexteto 11: Lope de Vega nos traslada al momento de ejecutar a don
Rodrigo, exactamente cuando el verdugo quera vendarle los ojos350. Don
Rodrigo se neg alegando que en esta parte/no tienes que ocuparte y
justificando su oposicin al ademn del verdugo con la defensa del honor de su
familia, ausente en la plaza pero representada por el relativo la que (vv.64-
65).
216
En lo que se refiere al conjunto de la lira, el tiempo es mayoritariamente
el pasado (el pretrito indefinido y el imperfecto), pero cuando se trata de
comentar hechos puntuales o costumbres del pasado, el poeta usa el presente
de indicativo o presente histrico. El zeugma (v.46), el encabalgamiento, la
sinalefa y la falta de puntuacin en toda la composicin, le dan fluidez y un
ritmo muy acelerado. Para nosotros, esta lira es una mezcla de crtica social y
de homenaje al marqus de Siete Iglesias. La crtica a la Corte y al Rey, que es
sutil, cordial y casi sin agresividad, no tiene nada que ver con las stiras
saosas que se escriban en la poca y que pudimos ver en el anlisis de los
poemas satricos.
Los siguientes versos del poema 33, a nuestro parecer, tambin aportan
su granito de arena a esta crtica social centrando su accin en el Rey
(decreto diuino) y en el verdugo (mortal mano) encargado de llevar a cabo
la ejecucin del Marqus (E.3). Estos 3 versos estn llenos de
sobreentendidos que podramos resumir as: Dios ordena y la mano del
hombre ejecuta:
217
2.4.2.6. - El cierre de los poemas
352
P. Ruiz Prez, en La elega, op. cit., pp. 326-327.
218
para que al fin la gozemos.
(vv. 57-60)
Los sonetos son las composiciones donde abundan los cierres que
van de la simple alabanza a la exhortacin masiva, pasando por el
aviso, la pregunta retrica, etc.
- El eplogo laudatorio:
219
- Del sitial despes al cadahalso
preipitado, o quanto nos auisa
o quanta trompa es su exemplo mudo.
(Poema 86, vv.12-14)
220
- Tenemos tambin poemas con cierres hipotticos introducidos por la
conjuncin condicional si. Este tipo de versos de despedida es
propio de Gngora y Zrate, como se ve en nuestra antologa. Son
construcciones paralelsticas hechas en general para picar al lector y
llevarle a hacer lo que le sugieren entre lneas, cuando la partcula se
repite ms de una vez:
Sin embargo, cuando aparece una sola vez como en el poema 89,
su propsito no es otro que afianzar la opinin del poeta sobre lo que
consigui don Rodrigo en la muerte:
221
Consolacin directa.
Para evitar que se crea que es una estructura invariable y unvoca, el
crtico aade la siguiente nota aclaratoria: El orden en que hemos colocado los
elementos elegacos no es siempre el mismo en todos los casos, y uno o varios
de estos elementos puede faltar en un poema determinado353. La variacin de
estos elementos es lo que intentaremos sacar a la luz aqu, aplicndola, por
supuesto, al caso particular de las elegas a Rodrigo Caldern. Nos limitaremos
a los sonetos de cuya estructura bsica se trata en realidad, aunque el crtico
no lo haya mencionado. Tenemos:
Sinopsis de la vida del Marqus - advertencia ejecucin- gloria
eterna: Poema 49:
O probidencia no comprehendida , 5
ausilio superior auiso fuerte
el humo en que el aplauso se combierte
hace la misma afrenta esclarecida!
353
Op. cit., p. 20.
222
aqu lo santo ofende quien suspira;
pues parece que duda lo glorioso.
223
Barbaro executor ministro fiero 5
en tu delito quedas desculpado
que el espiritu vil acobardado
mal executa el exemplar severo
354
En La elega, op. cit., pp. 297-299.
224
La elega reflexiva:
Es una variedad de elega que no es del todo funeral y est a caballo
entre la epstola moral y la poesa funeral porque se funda en la mezcla
de los dos gneros de escritura. Por una parte, consuela a alguien por la
desaparicin precoz de una persona, lo que le confiere su lado elegaco
y, por otra, se dirige al mismo difunto a travs de una especie de carta
privada como si estuviera poniendo al da sus correspondencias; de ah
su lado epistolar. Una de las formas de la elega reflexiva es, segn
Martnez Ruiz, que la composicin se dirija a una figura determinada, a
la que se pretende consolar por la prdida de un ser querido. Aqu, el
componente consolatorio asume el protagonismo y, normalmente, va a
conducir a la reflexin moral355. Pero, adems del predomino de la
consolatio en esas elegas, no hay que pasar por alto entre otros:
355
Ibd., p. 297.
356
Ibd., p. 298.
225
Marqus por su prdida y al Marqus mismo por haber muerto de forma
prematura.
Cante tu fortaleza
eternos siglos sin cesar la fama;
conserue con purea,
la voz comn que enternecida, aclama
que tu diuino zelo 5
desde el supliio te conduxo al ielo.
Pero t saluaste
haciendo suaue el medio riguroso, 20
tan bien que no dexaste
al ms indigno de juzgar piadoso,
duda de que mereces
tanta alabana quanta amable crees.
Religioso perfecto, 25
el negoio ms arduo que tubiste;
gouernaste discreto,
y por el tanto premio mereciste
que quanto hauas herrado,
con general aplauso esta oluidado. 30
Disimul tu vida
la calidad mexor que en ti guardaua
226
hasta que en tu cayda,
tanto balor mostr que la esperaua, 40
que vn nimo tan fuerte
slo pudo naer contra la muerte.
Consolarte pudieras,
O barn digno de inmortal memoria!,
si infeliz careieras 45
en tu posteridad de menor gloria,
tal es la que adquiriste
de honor y amor quando tu sangre diste.
Y menos merecieran
las prendas caras que tu ausencia lloran,
si de ti slo fueran
hijos, pues grauemente se mexoran
con el glorioso aumento 65
que les da tu birtud y tu tormento.
227
El poema es un discurso tranquilizador en el que un yo autorial357, es
decir, identificable con el poeta, entabla una conversacin, tipo monlogo, con
don Rodrigo Caldern. A lo largo del poema ese yo intenta convencerle de lo
importante que es ahora que ha muerto y de la peculiaridad de su caso. Le
infunde nimos alabando su valenta, su gran devocin y las ventajas que sac
de su estoica muerte (EE.3-8).
A travs de esta especie de carta entre dos amigos, le da a entender que
la paz, la felicidad y el respeto que cosech, los debe a su muerte humilde y
valiente. Toda su intervencin est envuelta de un tono respetuoso casi
adulador del que se desprende lgicamente la consolacin masiva e
ininterrumpida de principio a fin del poema. Consecuente con su papel de
amigo que pretende nicamente consolar a un compaero del alma, Moreno
alaba a don Rodrigo contndole sus hazaas (E.4), haciendo hincapi en su
humildad en la muerte (E.7) y valorando positivamente el legado que dej a su
prole con la audacia y la valenta que mostr en la adversidad (E.11).
Al juntar conversacin ntima, destinatario explcito (el Marqus), tono
consolador y laudatio, esta elega se convierte, a nuestro modo de ver, en un
apndice de la epstola moral. Llegamos a esta conclusin basndonos de
nuevo en una reflexin de Martnez Ruiz quien habla de la relacin elega-
epstola moral en estos trminos:
357
J. A. Bowie, op. cit., p. 778.
358
Op. cit., p. 297.
228
Aunque no se pueda decir a ciencia cierta que haya una compenetracin
perfecta entre la elega y la epstola, no podemos dejar de subrayar que tienen
muchos puntos en comn. Las semejanzas entre ambos gneros y su
complementariedad nos permiten afirmar al unsono con Martnez Ruiz: En
definitiva, entre la epstola moral y la elega reflexiva apenas hay ms
diferencia que el hecho de que la segunda se desencadena a partir de una
ancdota concreta, como es la muerte de una persona359. El final epistolar del
poema (despedida tierna y reverencial) despeja muchas dudas sobre el tipo de
escrito al que puede pertenecer. Con el tono sentencioso y solemne capaz de
conmover a cualquiera que lo leyera, Moreno deja claro que para l, el
marqus de Siete Iglesias goza ahora de la gloria eterna y ser siempre
recordado por los poetas a travs de sus composiciones.
La elega intima:
Se caracteriza por una fuerte lamentatio y la expresin del autntico
dolor. Si la elega reflexiva tena como meta aliviar el dolor de los
allegados del difunto, aqu, el que sufre por la desaparicin del
aludido es el mismo poeta. Ya no se trata de dorarle la pldora a
alguien sino de expresar sin tapujos el dolor que le causa su muerte.
El desamparo, en ese caso, es muy visible y se acenta tanto el
campo de la lamentacin que el poema puede llegar a ser una
autntica expresin de dolor interior. Es aqu donde la visin de la
muerte se hace ms directa y amarga, donde la rebelda se
intensifica y donde las cotas de lirismo son ms altas360. Gngora,
el nico poeta de quien se sabe de fuente segura que fue amigo o
que tuvo un trato con don Rodrigo361, protagoniza una de esas
desgarradoras lamentaciones en el siguiente poema:
229
mi lira, ruda s, mas castellana,
hierro luego fatal su pompa vana
(culpa tuya, Calope) fulmina.
230
asociados con rboles mticos [...] Pero ni siquiera hemos
de esperar a la reflexin final del ltimo terceto para
apreciar la implicacin del poeta en la desgracia de los
personajes aludidos, ya que en las dos primeras estrofas,
referidas a don Rodrigo y a Villamediana, se puede
observar las muestras de dolor y el fatdico significado que
sus muertes representaron para don Luis. De hecho, en el
primer cuarteto, dedicado a nuestro personaje, el poeta,
tras recrear simblicamente la figura del marqus de Siete
Iglesias y fijarse en el momento de su ajusticiamiento,
concluy con la expresin de lo que supuso para l
personalmente su muerte: alto horror me dej con su
ruina. La presencia del pronombre personal me es el
perfecto ejemplo de la interiorizacin afectiva de tal
desgracia, con lo que la muerte ocupa aqu el tono de
frustracin de carcter ntimo alejado de la afectacin y la
desmesura hiperblica ajena al sentimiento por el exceso
de exageracin y retoricismo364.
364
Op. cit., p. 450.
365
E. Camacho Guizado, op. cit., p. 158.
366
L. Pfandl (1952), p. 510.
231
En el terceto final, de la exclamacin Cunta esperanza
miente a un desdichado! que, gracias al empleo de la
tercera persona singular del presente de indicativo, nos
ofrece una rotunda y universal aseveracin de la vanitas
que evidencia la muerte que termina con las falsas
esperanzas de todo hombre, se da paso a la ntima
reflexin en la que el poeta- vuelto sobre s mismo (de
nuevo la presencia del pronombre me), pero sin perder su
sentido universal -, se pregunta sobre los fatdicos efectos
de la muerte como un ltimo y definitivo desengao, A
qu ms desengao me reserva?, y como la causadora
tambin del escarmiento final que espera al poeta: A qu
escarmientos me vincula el hado?367
367
Op. cit., p. 450.
232
acento sobre su muerte ejemplar, aluden al revs de fortuna que sufri, hacen
un guio a su valenta y humildad en trances difciles; algunos poemas incluso,
se impregnan del fuerte pesimismo de sus autores ante la incertidumbre sobre
su futuro como ser humano. La mayora de los tpicos de este apartado se
encaminan a apoyar la idea muy en boga de la poca que sugiere que don
Rodrigo, con su impasibilidad en la muerte, alcanz la gloria eterna. Aqu, no
importa su vida pasada ni su criticada privanza, todos quieren elevarle a la
categora de mrtir que consigui cambiar su negro porvenir en gloria eterna.
233
234
Captulo 3: Pervivencia despus del XVII
235
236
3.1. - RODRIGO CALDERON EN EL TEATRO DEL XIX
el teatro de la segunda mitad del siglo XIX nos deja dos valiosas obras sobre la
vida y muerte de don Rodrigo en clave de drama histrico-legendario, esto es,
segn Caldera:
368
J. Huerta Calvo (2005), p. 232.
369
E. Caldera, en Historia del teatro(1988), p. 483.
370
R. Navarrete y Landa (1841).
371
A. Lpez de Ayala (1965). Este drama se estren en el Teatro Espaol a 25 de enero de
1851, p. 9.
237
3.1.1. - DON RODRIGO CALDERON O LA CADA DE UN
MINISTRO
El ttulo del drama no slo lo sita en el mbito poltico sino que enfatiza
el papel de la poltica en la tragedia de don Rodrigo.
3.1.1.1. - El argumento
372
K. Spang (1998), pp. 26-27.
238
Rodrigo con una peticin parecida a la suya, pero con un ligero matiz: slo
quiere sacar a Leonor del convento para hacerla suya y dejarla deshonrada.
Esta fatal coincidencia pone a don Rodrigo en un dilema: Ayudar a Fonseca
brindndole la oportunidad de reencontrarse con su amada y sufrir las
consecuencias de su decisin, u obedecer al Prncipe para conservar sus
privilegios y perder la amistad de Fonseca? Este dilema, que en opinin de
Casalduero, no es algo impuesto, algo que viene del exterior, sino que el
mismo individuo lo crea, subrayando esta interioridad el tema de lo obligado y
ofendido373, fue solucionado rpidamente por don Rodrigo quien, tras sopesar
los pros y los contras de su negativa al Prncipe y los de su promesa a
Fonseca, se dej llevar por la ambicin y traicion a su amigo cambiando el
plan inicial de la fuga de Leonor a favor del Prncipe. Para llevar a cabo el
nuevo plan sin que se enterara Fonseca de los cambios, le apart firmando una
orden de arresto contra l por desertor y prepar un encuentro nocturno entre
Leonor y el Prncipe.
Mientras don Rodrigo estaba atareado buscando la frmula para hacer el
menor dao posible a Fonseca, doa Ins, su esposa, -quien le sospechaba de
engaarla con otra- urda inconscientemente, junto con su secretario particular,
un plan que causar su perdicin.
Por irona del destino, esta irona, desde luego del destino romntico
que en la obra de Rivas har encontrarse a don lvaro y a Leonor un momento
antes de la muerte374, cuando todo estaba listo para que el Prncipe ganara su
apuesta personal con Leonor, don Rodrigo descubre repentinamente que sta
es la hija ilegtima que andaba buscando desde mucho tiempo atrs. Este
nuevo dato sobre la codiciada Leonor genera un cambio drstico en el Marqus
quien tira por la borda su ambicin poltica y se encara con el Prncipe al que
amenaza con retar en duelo para evitar que deshonre a su hija. El
enfrentamiento con el heredero al trono, las intrigas, y los delitos que ya se le
atribuan, precipitan la cada de don Rodrigo del puesto de privilegiado privado
del Rey y le conducen al cadalso. Tras su ejecucin, Fonseca, que fue
encarcelado al mismo tiempo que l, es puesto en libertad. Se le brinda as la
oportunidad de empezar una nueva y feliz vida junto a Leonor, su amada.
373
J. Casalduero (1972), p. 267.
374
E. Caldera (2001), p. 60.
239
3.1.1.2. - La accin
3.1.1.2.1. - La exposicin
Aqu, se exponen los elementos que entran en juego hasta llegar a que
se haga patente el conflicto, la oposicin de los personajes en sus intereses o,
dentro de una misma persona, el deber y el inters, deseos y
responsabilidades375. En este drama, la exposicin se hace en el acto I.
Navarrete presenta los hechos cuyo engranaje desencadenar la tragedia. Este
acto adems de echar los fundamentos de lo que tratar la obra, rene los
ingredientes necesarios para elaborar un drama con todas las de la ley:
- Un soldado con pretensiones de hroe romntico, noble y apasionado que
lo deja todo para ir en busca de su amada (Esc.3).
- Un prncipe heredero obstinado, mimado, chantajista y vengativo atrado por
la amada del soldado (Esc.4).
- Un poltico engredo y arrogante que sobrevalora su poder en la Corte y
antepone sus ambiciones polticas a la lealtad y a la amistad del soldado
(Esc.9).
- Una amada plebeya a quien encierran en un convento a su pesar, para
evitar que se case con el noble soldado (Esc.3).
- Una esposa despechada y celosa que decide conocer a la amante de su
marido y frustrar sus designios (Esc.6).
- Y para colmo, una fatal coincidencia hace que el prncipe heredero y el
soldado, enamorados de la misma mujer, acudan al mismo poltico para que
les ayude a sacarla del convento antes de que profese.
375
A. Goenaga/ J. P. Maguna (1971), p. 24.
240
3.1.1.2.2. - El conflicto
376
Ibd.
241
personal, al que manda arrestar despus de que confirmara triunfante a doa
Ins que fue el autor material del supuesto robo de los papeles de don Rodrigo.
Al final de este acto que nos acerca al clmax del drama, doa Ins ya
sabe que don Lope no le ayudaba por razones altruistas, sino porque quera
apartar de su lado a don Rodrigo y sustituirle en su corazn. Se da cuenta de
que la consecuencia de su alianza con el secretario es la muerte de su querido
esposo. Ahora que es consciente del alcance de su determinacin por hacer
pagar a don Rodrigo por engaarla con otra, intenta desesperadamente
cambiar el rumbo que estn tomando las cosas. Pero, desgraciadamente, se ve
adelantada por dos inevitables, crueles e intransigentes adversarios: el tiempo
y el destino. Estos dos conceptos, junto con la carga dramtica de la obra,
hacen que no consiga parar lo que desencaden cegada por los celos.
3.1.1.2.3. - El clmax
377
A. Goenaga/ J. P. Maguna, op. cit., p. 24.
378
Para el papel del reloj en este drama, vid infra.
242
que son padre e hija, y es ms, sigue exigiendo a don Rodrigo que le entregue
a Leonor como lo haban pactado. ste, desesperado, se rebela contra aqul y
llega a amenazarle con cometer un crimen regio si se mantiene en sus trece
(Esc.4).
Mientras se enfrentaba verbalmente con su protector y le amenazaba
con su espada, se produce una reaccin en cadena: llega Fonseca furioso,
gritando venganza por haber sido traicionado (Esc.5); doa Ins, agitada y muy
alterada, confiesa a su esposo lo que estuvo tramando inconscientemente a
sus espaldas y le advierte de las consecuencias que estn a punto de caerle
encima; cuando don Rodrigo y Fonseca descubren que tienen que ponerse a
salvo si no quieren acabar encarcelados, ya es demasiado tarde porque en ese
preciso momento, son arrestados (Esc.7): el primero por haber hecho asesinar
a Agustn de Abirilla y el segundo por desertor.
Las ltimas escenas de este acto son tan rpidas y breves que dejan sin
aliento a los personajes. Aqu, no slo se juntan el nerviosismo, el terror, la
desesperacin de Leonor, de don Rodrigo y de la Marquesa, sino tambin la
rabia y la exaltacin de Fonseca. La carga emocional y el ritmo de infarto del
acto ponen fin a todas las intrigas y nos conducen al ltimo tramo de la obra: el
desenlace (acto V).
3.1.1.2.4. - El desenlace
379
D. Estbanez Caldern, op cit., p. 280.
243
Al contrario que los cuatro actos anteriores donde predomina la ficcin,
ste destaca por su excesivo realismo y por la fidelidad con la que el
dramaturgo retoma algunos datos como la fecha exacta y real de la ejecucin
del Marqus, la incomodidad de los jueces al anunciarle la sentencia (Esc.2), la
alusin al cuerpo maltrecho del Marqus despus de sufrir varias torturas
(Esc.1), la trascripcin textual del pregn (Esc.5)380, etc. Tambin en este acto
V, el dramaturgo se aferra a la realidad atenindose a los hechos histricos y
describiendo con exactitud y objetividad lo que pas el da de la ejecucin. Si
durante el desarrollo de la accin daba la impresin de que Navarrete se
alejaba de la tragedia de don Rodrigo, usndola como mero pretexto para crear
una obra dramtica, aqu, despus de dar muchos rodeos llegamos por fin al
21 de octubre de 1621, da en el que se procedi a su ejecucin. No obstante
el evidente realismo de muchos datos de este acto, el dramaturgo usa algo de
ficcin para dar un final ms o menos lgico al drama. Tal vez por este motivo,
o por exigencias del guin, en medio de tanto realismo introduce una
conversacin con su hija ficticia y otra entre doa Ins y el Prncipe. Creemos
que Navarrete intenta llenar as el vaco que siente don Rodrigo en la crcel,
amueblando su soledad con los bonitos recuerdos de su hija. Leonor, en este
final de obra, representa una inyeccin de paz y sosiego en los ltimos
momentos de vida de don Rodrigo que transcurren en la soledad y en el
aislamiento.
380
Vid el captulo 1.
381
V. Propp (1981), pp. 37-95.
382
A. J. Greimas/ J. Courts (1982).
244
En ciertos casos aislados la definicin es difcil, porque
funciones diferentes pueden ser ejecutados de forma
absolutamente idntica. Naturalmente, nos hallamos
entonces ante la influencia de determinadas formas sobre
otras, que se pueden describir como la asimilacin de las
maneras de realizar las funciones383.
383
V. Propp, op. cit., p. 75.
384
Op. cit., p. 71.
385
A. Saavedra (1986).
386
A. Garca Gutirrez (1985).
387
F. Martnez de la Rosa (2003).
388
A. Goenaga/ J. Maguna, op. cit., p. 89.
245
caractersticas del hroe romntico quizs porque el dramaturgo intenta
evitar que robe el protagonismo a don Rodrigo.
La lucha que lleva Fonseca para hacerse con Leonor, adems de
alejarle de la resignacin y del fatalismo, le dota de un optimismo que le
anima a encararse con las dificultades que encuentra en su camino
hacia la felicidad, es decir, hacia su querida. Este mismo optimismo es
lo que le empuja a tirar por la borda todo lo relacionado con su vida de
soldado y emprender el viaje a Madrid para reunirse con ella, porque
est convencido de que sin Leonor, su vida no tiene sentido. Por este
mismo motivo, desert del ejrcito aun sabiendo que tendr que pagar
por su osada, pero no importndole lo que perdera en esa aventura:
246
os...? A muerte, pues, a muerte: o seris tambin
cobarde como habis sido traidor? (A.IV, Esc.5).
389
D. L. Shaw (1986), p. 57.
390
A. J. Greimas/ J. Courts, op. cit., p. 289.
391
J. Rubio Jimnez (1983), p. 94.
247
su amado. Por eso, cuando crey que no volvera a ver a Fonseca, se
encerr en un convento para hacerse monja y alejarse de los placeres
terrenales. El ingreso al convento, muy practicado por las heronas
romnticas, es, en opinin de D. Shaw, una reaccin desesperada, no
una solucin. Indica solamente la nostalgia que sintieron por los tiempos
en que estos ofrecan una salida a sus problemas392. Esto es el motivo
por el que, al igual que la protagonista del Don lavaro, Leonor, en
busca de una va de escape a sus problemas y tras perder de vista a
Fonseca, se retir al convento para evitar las represalias. De lo que
deducimos que acudi al convento ms por desesperacin y necesidad
que por motivos religiosos. El convento se convierte as en el ltimo
recndito donde ponerse a salvo. Lo sabemos a ciencia cierta porque
ella misma confiesa a sor Beatriz su odio al convento y los sentimientos
profundos que le inspira:
392
Op. cit., p. 38.
248
No estar tranquila hasta que nos hallamos lejos de
Espaa. A cada instante tiemblo que vengan a destruir mi
ventura y a conducirme de nuevo al claustro. Necesito
tambin verme al lado de Fonseca para desechar toda
inquietud. Ah...! Que venga pronto, Dios mo, a disipar mis
temores, porque cuando le miro, cuando le escucho, nada
temo, nada recelo!. (A. IV, Esc.1)
Desde que no le veo, estn mis ojos sin luz; est sin alma
mi vida... desde que no le veo, no hay para m ni sol,
primavera ni otoo, frescas flores ni benficas brisas. (A.II,
Esc.4)
249
e inocente como los ngeles, se hallaba tambin desvlida
y sin apoyo. (A.I, Esc.3)
250
arrestados a la vez. Luego, sustituye su gran tristeza por el alivio al
recuperar a Fonseca al final del drama.
El dramaturgo, a nuestro parecer, da ms importancia a su
personaje comparado con el de Fonseca. Ella es, igual que don Rodrigo,
uno de los pilares del drama sin los que no habra trama. Leonor
representa, en fin, la esperanza en la obra y es la gran ganadora de
todas las intrigas porque aunque pierde a su padre, gana el amor de una
madre para siempre agradecida que la haya perdonado- y puede vivir
libremente su amor con Fonseca, lejos de la Corte y de sus enredos.
393
A. J. Greimas/ J. Courts, op. cit., pp. 117-118.
251
refleja el dilema ante el que se encontr cuando estaba pensando si
traicionar a Fonseca o servir al Prncipe:
252
El comportamiento de don Rodrigo en estas escenas le convierte
momentneamente en oponente de la felicidad de los enamorados,
porque obstaculiza el deseo de adquisicin del objeto394.
Aunque todo lo dicho hasta ahora apunta lo contrario, don Rodrigo
es un ser humano con un corazn y una dignidad que defender. Sino,
cmo explicar el cambio drstico que sufri en los dos ltimos actos
como consecuencia por una parte, de haber descubierto que es el padre
de la joven novicia cuyo honor iba a regalar al Prncipe, y por otra, de
encontrarse encerrado y aislado en la crcel? Su actitud est
completamente opuesta a la que presentaba en los anteriores actos. De
individualista y despiadado hombre poltico, pas a ser un filntropo, un
caballero que defiende el honor de una chica desprotegida ante el tesn
de un Prncipe, igual que los hroes de las novelas de caballera. El
cambio repentino de don Rodrigo se refleja en los actos IV y V donde se
le ve tierno, feliz, agitado, desafiante (A.IV, Esc 3-4), piadoso, cobarde
porque decide huir para ponerse a salvo ante su inminente arresto-,
conciliador, humilde, resignado (A.V, Esc.1-6), etc.
La transformacin de su personaje entre el principio y el final del
drama se debe, a nuestro juicio, al giro que dio su vida cuando encontr
a su hija y plant cara al Prncipe al que haba servido fielmente durante
toda su privanza. Su determinacin por sacar a Leonor de las garras del
heredero al trono le da un aire de Pedro Crespo, el protagonista de El
alcalde de Zalamea395 que pas por alto la autoridad de Felipe II y se
hizo justicia al dar garrote al noble capitn lvaro de Atayde, por ultrajar
a su hija y negarse a casarse con ella. Tambin, la pasin y el mpetu
con los que se enfrenta al Prncipe acentan su parecido con el
Poderoso del teatro del Siglo de Oro porque:
394
A. J. Greimas/ J. Courts, op. cit., p. 292.
395
P. Caldern de la Barca (1977).
253
el pueblo. Y como tal culpable debe ser castigado y lo es
por el rey y por el pueblo, cuya justicia ratifica el rey396.
- Doa Ins:
Es la despechada esposa de don Rodrigo. Despus de dejarse
convencer de que su marido la engaa con otra, decide vengarse, ayudada por
don Lope, el secretario personal de don Rodrigo. Cegada al principio por los
celos, no se dio cuenta del alcance de sus decisiones hasta que fue demasiado
tarde para retractarse (A.III, Esc.6). No se percat de las intenciones del
secretario ni de su pasin por ella y crey ciegamente todo lo que le contaba
sobre su marido. Por eso, pensamos que bajo sus apariencias de respetada e
inteligente mujer madura, se esconde una persona muy ingeniosa por creer
que don Lope la ayudaba de manera benvola y que el castigo que aplicaran a
su marido no iba a ser gran cosa (A.II, Esc.8).
Al margen de su confianza ciega en el secretario, doa Ins es una
mujer decidida que se empea en descubrir la verdad sobre el amor secreto de
su marido. Por este motivo, pensamos que se fue al convento para conocer de
396
F. Ruiz Ramn (1986), p. 137.
254
cerca a la que cree ser la amante de don Rodrigo (A.II, Esc.4). Del encuentro
sali dolida y ms que nunca decidida a hacer pagar a don Rodrigo por su
traicin. Y, pese a quedarle algunos escrpulos sobre su resolucin de
escaldarle, decidi vengarse:
255
partes, loca, insensata, frentica, buscndoos para deciros:
Devolvedme, devolvedme, por Dios, esos papeles (A.III,
Esc.6).
- El Prncipe:
Es un personaje egosta y mimado que no acepta un no por respuesta.
Si descubre que lleva las de perder en un asunto, no duda en usar el chantaje
para salirse con la suya. Por eso en el acto I, cuando don Rodrigo se niega a
ayudarle a conseguir los favores de Leonor, le hace recapacitar con esta
amenaza:
256
... Pensadlo bien; ved que estoy acostumbrado a veros
ceder al menor de mis caprichos, y que este es ms que un
capricho; que es un deseo formal y meditado... Pensadlo
bien, Caldern; ved que el da que yo os deje de la mano,
caeris para no levantaros nunca, porque la nobleza y la
plebe os detestan y desean igualmente vuestra ruina.
(Esc.3)
- Don Lope:
Detonante de la tragedia de don Rodrigo, es quien se encarga de
convencer a doa Ins para que autorice la entrega de los papeles que
incriminan a su marido al duque de Uceda, hacindole creer que tomaba la
decisin idnea y consiguiendo acallar sus preocupaciones sobre el castigo
que le infligirn cuando se sepa la verdad, con estas palabras tranquilizadoras:
A un hombre del pueblo le costara la vida, a un ministro le costar no ms que
un mero destierro (A.II, Esc.8).
257
Es un personaje muy inteligente que organiz con esmero la
desaparicin de los papeles y puso a don Rodrigo sobre la falsa pista de un
ladrn imaginario (A.II, Esc.6). Tambin es hipcrita, porque mientras haca de
hombre de confianza de don Rodrigo, se preparaba para propinarle una
pualada trapera con la entrega de sus papeles al duque de Uceda (A.III,
Esc.6).
Don Lope se vuelve vengativo cuando se da cuenta de que no slo su
amor no est correspondido, sino que la Marquesa le odia por lo que hizo en
vez de agradecrselo (Esc.6). Aqu es donde deja caer la mscara del bien
mandado secretario y revela, sarcstico, todo sobre la trampa en la que cay
doa Ins (Esc.6). Su mal intencionada revelacin cuya finalidad era llevarla a
sentirse culpable por el arresto y la ejecucin de don Rodrigo, fue el medio que
us para vengarse de ambos a la vez: ella, por desdear su amor y l, por
ocupar el corazn de la mujer a la que ama locamente.
- El Duque de Uceda:
Es el instigador que controla en la sombra a don Lope, su ttere, quien le
cuenta todo lo que sabe de don Rodrigo. Se presenta como el inminente
sustituto del Marqus que busca la forma de arrebatarle el puesto sin levantar
sospechas. Por eso, siempre que aparece en escena ante un personaje distinto
de don Lope, que forma parte del plan para destruir a don Rodrigo, va
enmascarado (de esta guisa aparece ante Fonseca en el acto IV, Esc.5). Cabe
recordar aqu el carcter lgubre de la mscara que, segn Bajtn: caracteriza
lo grotesco romntico, donde, la mscara, perdidos los aspectos jocosos
primitivos, se convierte en el smbolo de la disimulacin y el engao397. Slo
cuando sabe que ya no se le puede implicar en la intriga fomentada contra don
Rodrigo, deja caer su mscara de confabulado y coge la del justiciero que
arresta a don Lope, supuestamente para vengar a doa Ins. Probablemente,
este arresto sea para cubrirse las espaldas por si se le ocurriera a don Lope
delatar su participacin en la conspiracin contra su jefe. Sus apariciones en el
drama son espordicas. Sin embargo, cada vez que aparece, siembra la
discordia complicando un poco ms la situacin de don Rodrigo.
397
Citado por E. Caldera, op. cit., p. 58.
258
Es un personaje arribista a quien no paran los sentimientos de doa Ins
ni la lealtad de don Lope que le sirvi en bandeja el puesto de su antecesor-.
Pero, aunque deseaba ocupar el cargo de don Rodrigo, no quera que muriera
ejecutado pblicamente. Su plan era llevar a su primo, Fonseca, a asesinarle y
as, matara dos pjaros de un tiro: se deshara de uno y entregara al otro a la
justicia. Si se empe mucho en evitarle el cadalso no fue por altruismo, sino
por pura supersticin porque, segn cree, si don Rodrigo muere ajusticiado,
seguro que el que le sustituya seguir el mismo camino. Como no quera
acabar as, consigui convencer a Fonseca cantndole que don Rodrigo fue el
que firm su orden de arresto (A.IV, Esc.5)- para que hiciera el trabajo sucio y
le permitiera disfrutar de su cargo sin temor a ser ejecutado en el futuro, como
lo deja entender en estas lneas:
259
Su presencia en el drama tiene un carcter social y es el reflejo de la
lucha entre clases. El conde de Villamediana ya se haca eco de esta divisin
social en los poemas satricos del XVII398. La obsesin enfermiza de la nobleza
por colocar a la clase noble por encima de todas las dems y por mantener
cada clase en su sitio sin posibilidad de mezcla alguna399 es, a nuestro juicio, el
motivo por el que no soportan la presencia de don Rodrigo (un miserable
plebeyo, un oscuro bastardo) en las altas esferas de la sociedad. Lo que
menos toleran de su poltica es que siendo ellos la flor de la nobleza espaola
(A.I, Esc.1), tengan que tratar con un plebeyo que les atiende cuando le
apetece, sin el menor respeto por su rango y clase social.
Naverrete sugiere algo que creemos oportuno subrayar aqu: a los
nobles, les gusta que se les complazca. Cuando don Rodrigo satisface sus
peticiones, cambian enseguida de parecer con l e incluso, llegan a alabarle.
Esto es el caso de Flix, un noble que le presagiaba un futuro negro mientras
esperaba impaciente que le recibiera: Tal vez maana muerda don Rodrigo el
polvo que pisamos (Esc.1). Y, un rato despus, nicamente porque don
Rodrigo le concedi lo que haba venido a pedirle, el mismo noble es el que
reconoce ante sus compaeros: No es tan malo como algunos lo afirman. La
calumnia se ceba siempre en el poderoso.... Esto nos induce a pensar que
estaban en su contra simplemente porque no les mimaba ni les adulaba, y
pone en tela de juicio la objetividad de los criterios con los que juzgaban su
poltica y sus gestiones.
260
como ella, no se merece tanto honor: Vuestro origen no es tan noble ni
esclarecido que exigiese tal honra; pero el seor duque ha querido
manifestaros con esto el aprecio y conmiseracin que le merecen vuestra virtud
y desvalimiento. (A.II, Esc.2).
- Fortuo:
Su personaje depende del de don Lope. Es el criado a quien encarg
sacar las pruebas que incriminaban a don Rodrigo de su despacho para dar
mayor credibilidad al simulacro de robo que organiz, y desviar as cualquier
atisbo de sospecha sobre su posible participacin en su desaparicin (A.I,
Esc.8). Es, segn don Lope, su solo cmplice en el pseudo robo (A.II, Esc.6).
Lo que limita su papel a acatar simplemente sus rdenes.
400
Vase el apartado 2.2.6.
261
aportan su ayuda a la realizacin del programa narrativo del sujeto401.
Los personajes que desempean este papel son: sor Beatriz, Juana e
Hinojosa.
- Sor Beatriz:
Es la mensajera de Leonor y Fonseca. A pesar de su temor a las
represalias de la abadesa y de su negativa inicial, es la que mantiene a
nuestros enamorados en contacto a travs de las cartas que intercambian con
su ayuda. Ms que por el deseo de auxiliar a un prjimo en apuros, les echa
una mano por dos motivos: el primero nos lo da ella misma:
401
A. J. Greimas/ J. Courts, op. cit., p. 30.
262
pao de lgrimas y de espa, para mantenerla al corriente de todo lo
relacionado con Fonseca.
- Juana:
Es la camarista de don Rodrigo. Aparece en el acto III (Esc.1
exclusivamente) para ayudar a Leonor a desprenderse de su hbito de novicia
y a vestirse de cortesana. Su presencia le infunde paz y tranquilidad. Las dos
conversan mientras una se cambia y la otra le aconseja sobre como combinar
los colores y los complementos con el vestido que estrena.
Juana habla lo justo sin dejar percibir sus emociones. No hace ningn
comentario de ms y se interesa sobre todo por el cambio operado en Leonor
despus de mudarse de ropa. Tal vez sea para dar a entender que su
presencia est exclusivamente relacionada con el trabajo de camarista. Se
contenta con ponderar lo bien que le sientan algunos accesorios a Leonor y
responder a sus preguntas. No inicia ninguna conversacin por su cuenta y se
limita a contestar de forma breve y concisa. Pero, esta brevedad se convierte
en prolijidad cuando Leonor quiere saber quien es su benefactor. Ah, se deja
llevar por sus emociones y da ms datos de lo necesario sobre don Rodrigo y
sus ttulos. Tenemos la impresin de que ella sabe lo que se est preparando a
costa de la inocente Leonor, por eso se controla para no irse de la lengua y
estropearle los planes a su amo. Creemos que por esta razn, antes de
retirarse, sugiere a Leonor, tcitamente, que se tome algo de beber: Ahora, si
gustis tomar algn refresco, del que sin duda habris menester....
- Manuel de la Hinojosa:
263
de su hijo; pedir a todos lo que nadie le concede; escitar la
compasin de los unos, y el sarcasmo de otros; pasar los
das en la amargura y la desolacin, y las noches en la
desolacin y en la amargura. Y no hay una mano que
enjugue su lloro; no hay un corazn que consuele al suyo.
(A.V, Esc.1)402.
Como cualquier otro gnero literario, el drama del siglo XIX tiene sus
rasgos distintivos en lo referente a recursos estilsticos. Entre estos rasgos que
pueden ser de lo ms variado, los que vienen a continuacin se repiten muy a
menudo. Lo que nos lleva a clasificarlos de la siguiente manera:
3.1.1.4.1. - El tiempo
402
Cronistas como Matas de Novoa describen de manera parecida el desamparo de doa Ins
tras el arresto y la condena de su esposo. Vd, nota 61.
403
K. Spang, op. cit., p. 42.
264
tiempo objetivo, o tiempo representado, es decir, la poca histrica reflejada
en el drama404. La referencia temporal en este drama se hace de forma:
Imprecisa:
Tan de maana (A.I, Esc.1), hoy, esta tarde (A.II, Esc.8), de noche
(A.III, Esc.1), todos los das (A.V, Esc.1), dentro de un instante (A.IV,
Esc.1).
Especificada:
Una hora hace (A.I, Esc.1); esta noche a las diez (A.II, Esc.1);
dentro de dos horas, una hora falta no ms, a las doce estar en su
palacio... (A.III, Esc.1).
404
Ibd.
405
Op. cit., p. 243.
406
Ibd., p. 244.
265
El paso del tiempo, adems de causar terror y espanto, provoca a veces
la exasperacin de los personajes, debido a una larga espera o a la lentitud con
la que avanzan las horas. Luis de Fonseca, devorado por la impaciencia en el
acto III, es un buen ejemplo de ello:
266
suelo; la pistola se dispara; la bala va a dar al Marqus; el
Marqus cae mortalmente herido... y muere...407.
407
A. Goenaga/ J. Maguna, op. cit. p. 99.
408
J. Chevalier/ A. Gheerbrant, op. cit., p. 366.
267
El concepto del tiempo aqu, no dista mucho del de los barrocos porque
representa invariablemente el camino hacia el fin, aunque con un matiz: el fin
en el teatro del XIX es el detonante que da vida a la trama. Pero, si bien es
verdad que el tiempo de nuestro drama no adquiere la violencia agobiante que
poseer en otros dramas y que culminar en Los amantes de Teruel409, sin l,
sera muy difcil concebir un buen drama con la presin de un tiempo subjetivo
que marca el ritmo de las escenas y las acciones de los personajes. Este
tiempo, cuyo transcurso conlleva la evolucin de la trama, se apoya a su vez en
dos conceptos que afianzan su carcter ineluctable: son el plazo y el destino.
Pero, antes de pasar a estos dos recursos, vamos a tratar primero el espacio
porque la trama se desarrolla simultneamente en el tiempo y en el espacio.
3.1.1.4.1.1. - El espacio
Segn la primera acotacin del drama que nos sita sobre los lugares
donde se desarrolla, el espacio no vara mucho: la escena es en Madrid
durante los actos 1, 2, 3 y 5, y en un palacio de las cercanas en el 4. El
espacio geogrfico de la trama es Madrid y su alrededor. En los actos I y III,
estamos en el palacio real (en el despacho de don Rodrigo); en el acto II, en el
convento de las Descalzas Reales; en el acto IV, en el palacio de Bellavista
perteneciente a don Rodrigo; y en el acto V, en la casa de don Rodrigo que
transformaron en crcel para mantenerle recluido cerca del palacio410. stos
son los lugares donde se mueven principalmente nuestros personajes. No
obstante, a veces aparecen en el drama otros lugares distintos de los citados,
esto es el caso de la provincia de Extremadura (A.I, Esc.1) que viene como
mera referencia, con valor recordatorio.
El espacio decimonnico, al aludir a sitios reales y concretos acenta el
carcter realista de la trama. Lo que lo difiere del espacio de la tragedia
neoclsica, si tomamos en cuenta a Ruiz Ramn quien afirma:
409
E. Caldera, op. cit., p. 60.
410
Vase el captulo 1.
268
Frente a la atemporalidad y carcter abstracto del espacio
en la tragedia neoclsica, el drama romntico se
caracteriza por la fuerte temporalizacin y la espesa
concrecin del espacio teatral. La accin aparece
cuidadosamente localizada, inclusa en una concreta
circunstancia espacio-temporal411.
3.1.1.4.1.2. - El plazo
411
Op. cit., p. 314.
412
Ibd., p. 313.
269
sostiene que: Todo el drama estriba en una sucesin de plazos. El plazo ya no
es un recurso, sino que se convierte en el alma del drama413.
Los amantes de Teruel414 es un buen ejemplo de la presin que ejerce el
plazo sobre el protagonista. El hroe de la obra, Diego, tiene que echar una
larga e ininterrumpida carrera contrarreloj para conseguir regresar a tiempo a
su pueblo y casarse con su amada, Isabel, antes de que se cumpla el plazo de
seis aos, una semana y un da que le dio su futuro suegro para constituirse
una fortuna. Se le dio este ultimtum porque era pobre e Isabel rica. Y l, para
convencer al padre de Isabel de que no vena atrado por su fortuna, acept el
reto y se fue del pueblo con lo puesto, con el propsito de hacerse rico.
Desgraciadamente, como ocurre siempre en los dramas romnticos, hizo
fortuna pero no lleg a tiempo para casarse con Isabel. En su camino hacia la
felicidad, tuvo que desenvolverse en una serie de dificultades que retrasaron su
regreso al pueblo. El hecho de llegar despus de que se cumpliera el plazo no
slo impidi que se casara con su amada, sino que caus tambin la muerte de
los dos amantes.
- La primera, explcita (A.I, Esc.3): don Rodrigo tiene un plazo de dos das,
segn le advierte Fonseca, para sacar a Leonor del convento. En esta
ocasin, creemos que para garantizar una buena evolucin de la trama, don
Rodrigo consigui, sin ninguna traba, sacarla a tiempo de ese lugar antes
de que profesara.
- La segunda, implcita (A.V), se sobreentiende cuando a doa Ins le queda
muy poco tiempo para salvar a su marido. Aqu, las probabilidades para que
se cumpla el plazo son tan grandes que ejercen una presin no slo sobre
la preocupada doa Ins, sino tambin sobre el espectador que comparte
su impotencia cuando escucha el repiqueteo de la campana anunciadora
del final del plazo, esto es, la muerte de don Rodrigo (Esc.7).
413
E. Caldera, en Historia, op. cit., p. 542.
414
J. E. Hartzenbusch (1981).
270
La inexorabilidad del plazo saca a flote una vez ms su compenetracin
con el tiempo ya que ambos se apoyan mutuamente, el paso de uno
conduciendo inevitablemente (casi siempre en el drama del XIX) hacia el
cumplimiento del otro. Por eso, los dramaturgos manejan el concepto del plazo
a veces:
3.1.1.4.1.3. - El destino
271
antemano por un dramaturgo que les obliga a seguirla, por exigencias de su
guin. A este destino adverso, en general, se le atribuye todo lo que causa la
desgracia de los protagonistas. Por eso es por lo que, si el paso del tiempo da
un sentido muy angustioso al drama, el destino dramtico no se queda a la
zaga porque es lo que hace cumplir irremediablemente los plazos al impedir
que los protagonistas lleguen a tiempo, cerrndoles el paso cada vez que
consiguen desbaratar sus planes. Algunos escritores, como Ruiz Ramn, para
calificar los golpes que reciben los protagonistas dramticos hablan de azar o
de sino, otros lo llaman casualidad o coincidencias. Nosotros nos
quedamos con el trmino destino porque encierra, a nuestro juicio, todos
estos conceptos.
Mediante el recurso del destino, el dramaturgo consigue relanzar la
trama sea provocando un encuentro desafortunado, sea creando un
malentendido con consecuencias desastrosas. En lo que se refiere a nuestro
drama, el implacable e irnico destino se manifiesta de las siguientes maneras:
272
irnico, a travs del deus ex machina417 muy en boga en la poca, le hace
descubrir que Leonor es su hija. El golpe inesperado del destino es lo que
crea un parentesco entre los dos y lleva al Marqus a encararse con el
Prncipe, tirando por la borda todos sus logros polticos y sociales. Si don
Rodrigo pudo salvar a su primognita de la deshonra, para otros
protagonistas de la poca no fue as. Esto es el caso del presidente del
tribunal en La Conjuracin quien, despus de poner todo su empeo en
arrestar y hacer juzgar a Rugiero, descubre, cuando le condenan a muerte,
que es su hijo. De nada le sirvi clamar su parentesco con el condenado
porque su suerte ya estaba echada y no se poda dar marcha atrs. Algo
parecido ocurri en El Trovador con Manrique, que result ser el hermano
del que le llev al patbulo. Ejemplos as abundan en el drama romntico y
resaltan el sentido irnico del destino que pone a los protagonistas en estas
situaciones delicadas.
- El destino se manifiesta tambin en nuestro drama mediante las salidas o
puertas: cuando los personajes, en apuros, se dirigen hacia una puerta que
si consiguieran franquear supondra su salvacin, por esta puerta hace su
entrada la desdicha (materializada por otros personajes) cerrndoles el
paso y acorralndoles, impidiendo cualquier posibilidad de escapar. He aqu
algunos ejemplos de ello:
417
Esta expresin se utiliza cada vez que un autor dramtico o un novelista emplea el azar o
una coincidencia forzada (p.e., una carta inesperada que aclara una incgnita, una herencia de
la que no se tena noticia, etc.) como medio de solventar una situacin conflictiva. D.
Estbanez Caldern, op. cit., p. 283.
273
En este drama, las huellas del destino son visibles desde el principio.
Son las que dan un impulso nuevo a la trama abriendo una nueva va de accin
y alargando la obra hasta llegar a la muerte de don Rodrigo. Para conseguir
precipitar al Marqus de la cumbre del poder a la sima de la desgracia, el
destino se junta con el tiempo y el plazo. La unin de los tres les hace ms
fuertes y ms despiadados con su felicidad.
Fue usado hasta la saciedad por los romnticos, de modo que es difcil
concebir un drama de la poca sin exclamaciones. M Isabel Martn, quien ha
hecho un estudio detallado sobre el lenguaje dramtico, justifica la asiduidad de
su uso en el teatro decimonnico as:
418
M I. Martn Fernndez (1981), p. 70.
274
Ya en la tragedia neoclsica, para significar el nfasis y
patetismo de las acciones y palabras de los personajes, se
usaba con abundancia la exclamacin; otro tanto ocurra en
los melodramas y en las comedias lacrimosas. Pero fue el
drama romntico el gnero que ms abus de este
procedimiento, que se prolongan hasta nuestro siglo419.
419
Op. cit., p. 82.
420
Martn Fernndez, op. cit., p. 70.
421
A. Azustre/ J. Casas, op. cit. p. 130.
422
J. Rubio, op. cit., p. 83.
275
las que slo nos interesan las impropias de origen religioso. Son
aqullas que expresan en general emociones negativas, sobre todo la
preocupacin, el dolor moral y la perplejidad423: Por Dios! (A.I, Esc.1).
Por Santiago! (A.I, Esc.3). Cielos! (A.IV, Esc.3). Dios mo! (A.IV,
Esc.6).
Los puntos de suspensin o Suspensin no referencial: Son, para
parafrasear a la misma autora, un tipo de suspensin que carece de
contenido semntico y cuyo valor es meramente emotivo. Esta
suspensin no referencial en los dramas tiene una determinada funcin:
423
Op. cit., p. 96.
424
Op. cit., pp. 174-178.
276
porque dentro de un instante vendrn a prenderte... (A.IV,
Esc.6).
- Rodrigo: No, no... y como pudiera...? Porque...
escuchadme... (A.V, Esc.1).
3.1.1.4.3. - El Efectismo
425
K. Spang, op. cit., p. 212.
426
F. Ruiz Ramn, op. cit., p. 316.
427
J. Rubio, op. cit., p. 95.
277
Navarrete, que no se queda al margen de tal prctica, se sirve tambin
de una carta como prueba irrefutable del parentesco de Leonor y don Rodrigo.
La carta no slo atestigua su parentesco con Leonor, sino que le exime de toda
culpa referente a un asesinato que tuvo lugar aos atrs. Su aparicin en un
momento culminante de la obra donde la trama segua una lnea recta y todo
apuntaba a que Leonor caera en la trampa, nos lleva a relacionar la
anagnrisis con el procedimiento del Deus ex machina, porque son dos
recursos que sirven para desenmaraar la trama y darle un giro copernicano,
segn los casos.
278
- Don Rodrigo se va por la izquierda: don Luis y los esbirros
van a entrar por el lado opuesto, a tiempo que aparece un
embozado, y les cierra el paso. (A.III, Esc.4)
279
comprensin de la trama y para el xito de la representacin de la obra. Si en
los siglos anteriores las acotaciones eran escasas o casi inexistentes, en los
siglos XVIII y XIX:
3.1.1.4.5. - La paloma
428
D. Estbanez Caldern, op. cit., pp. 8-9.
429
Op. cit., p. 269.
280
-Felix: Pues aguardemos con paciencia, que siendo as, no
muy lejano debe estar el trmino de todo esto, y tal vez
maana muerda don Rodrigo el polvo que nosotros
pisamos (A.I, Esc.1).
3.1.1.4.7. - El amor
Igual que con don lvaro, en Don lvaro, el mvil de todas las
acciones, el causante indirecto de todas las desventuras es el amor a Leonor,
ya entendido como esperanza de un feliz porvenir, ya como recuerdo
inolvidable o como fuente de desesperacin430-, aqu tambin, todas las
acciones que se emprenden y todas las decisiones que se toman, se hacen por
amor, convirtiendo este sentimiento noble en una pieza imprescindible de la
trama: por amor doa Ins se venga de su marido, por amor o por odio, don
430
E. Caldera, en Historia, op. cit., p. 461.
281
Lope traiciona a don Rodrigo y por amor, Fonseca desert del ejrcito... El
amor es aqu, como el paso del tiempo, uno de los pilares sobre los que se
apoya este drama. Segn Caldera, se trata de una pasin que condiciona la
entera existencia, [] y que, desde luego, como el de Macas, de don lvaro y
de Manrique, no acepta las convenciones sociales431. Por este motivo,
pensamos que sin amor no habra accin dramtica; y sin accin dramtica, al
argumento le faltara esta nota romntica que caracteriza el drama del XIX
porque el amor es el fundamento que necesita para afirmarse. Aunque como lo
veremos despus, el amor en este drama es slo un teln de fondo para
enfatizar su vertiente poltica, este sentimiento no deja de tener su importancia
en la obra.
3.1.1.5 - El estilo
431
Op. cit., p. 98.
432
J. Casalduero, op. cit., p. 239.
282
trama- y deja sitio para insertar otros rasgos caractersticos del teatro
decimonnico.
283
Marqus acaba ejecutado y se supone que por fin nuestros dos enamorados
podrn vivir feliz y libremente su amor, porque ya no hay nadie ni nada que les
impida hacerlo. Leonor est fuera del convento, a Luis ya no le persigue la
justicia y el Prncipe ahora tiene otras prerrogativas.
284
obra y por el predominio de la ficcin sobre la realidad, nos hacemos eco de
esta opinin de Ruiz Ramn sobre la relacin historia/drama en el siglo XIX:
434
Op. cit., p. 317.
285
3.1.2. - UN HOMBRE DE ESTADO
3.1.2.1.- El argumento
3.1.2.2- La accin
Se reparte entre los cuatro actos del drama, cada uno marcando a su
vez un hito de la trama. Con lo que se presenta de la siguiente manera: la
exposicin (A.I), el conflicto (A.II), el clmax (A.III) y el desenlace (A.IV).
435
Op. cit., p. 129.
436
La carta se encuentra en el apndice 5 donde la ubicamos por ser muy extensa y valer ms
que una mera cita.
286
3.1.2.2.1. - La exposicin: Acto I
287
3.1.2.2.2 - El conflicto: Acto II
437
Vase el apndice 6.
288
de quien no quera alejarse. Aunque le cost al Duque creer que su soberbio
secretario pudiera amar a una mujer ms que a s mismo, decidi hacerle una
visita para animarle a dejar el palacio porque ah, su ambicin, ms fuerte que
todo, impedira que diera rienda suelta a su amor por su sobrina (Esc.19). Pero,
pese a serle agradecido por su iniciativa, don Rodrigo se neg a seguir sus
consejos, alegando primero:
Por lo mismo
Estoy al trono y al palacio atado.
Porque tanto sufr, por eso anhelo
que la vida azarosa que he pasado
esa la vida de angustias y desvelo,
tenga, adversa o feliz, un resultado.
Cuando se acerca el fin de mis afanes,
el fin de mi esperanza seductora,
dejar la corte, abandonar mis planes,
ser perder cuanto viv hasta ahora. (Esc.19)
Luego, cuando se dio cuenta de que ni con esta excusa el Duque dejaba
de insistir, se escandaliz ante la idea de dejarlo todo, precisamente ahora que
le iban bien las cosas:
289
-Duque: Ay! Cuando os miro
con tan gran corazn, tan clara mente,
labrar vos mismo vuestra propia ruina,
hondo pesar el corazn me hiela;
porque ese error no es vuestro sola[mente:
ese fatal error que os alucina,
el destino del hombre me revela.
438
Vid infra.
290
de lo indispensable que era traicionarle para salvar su puesto de futuro
ministro. Todos estos enredos estn marcados por un conflicto de intereses
entre su pasin amorosa y su ambicin poltica.
439
Op. cit., pp. 50-52.
292
el mayordomo es arrestado por unos encapuchados. Don Rodrigo, viendo en
ello una mala seal para el futuro, aconseja a su amigo alejarse de la Corte
porque presiente que su suerte est a punto de cambiar. l mismo, como
despertado de un largo letargo tras recibir tres cartas muy oportunas, decide
poner fin a su estancia en la Corte y seguir los pasos del Duque porque, ahora
que ha hecho realidad su sueo, seguir para siempre en la mente de sus
contemporneos y, segn l, un retiro a tiempo no perjudicara su imagen:
293
3.1.2.2.4. - El desenlace
440
Para la definicin de los conceptos, vase este mismo apartado en el drama anterior.
294
medios deshonestos a su alcance (intrigas, mentiras, asesinatos, etc.).
La prueba de su falta de escrpulos en la lucha por hacerse con el
puesto de ministro es el siguiente fragmento, donde da una clase
magistral a su amigo Enrique sobre las claves del xito en la Corte
(Esc.1):
441
Ya en las stiras del siglo XVII, Villamediana se haca eco de la opinin de los nobles sobre
el xito de don Rodrigo, al recordarle en el poema 70 que aunque la mona viste de seda,
mona se queda.
296
Por eso persigue su sueo hasta hacerlo realidad. Y, una vez satisfecha
su avidez de poder al terminar el acto II-, se plantea nuevas resoluciones
como dejar de hacer dao o de servirse de los dems... El anhelado ttulo de
ministro ahora que lo ha conseguido, le hace ver el mundo de forma tan
diferente que decide dejar de lado la perfidia con la que medr y convertirse en
un hombre honesto:
No obstante el dolor que siente por tener que elegir entre las dos cosas
por las que late su corazn, acab quedndose con el poder para seguir fiel a
sus anhelos de autoridad y a su insaciable ambicin. No fue una eleccin fcil,
pero si nos atenemos a estas afirmaciones suyas, en su mente de ambicioso
empedernido no poda ser de otra manera:
298
tener sentido. Don Rodrigo ya no tiene ganas de seguir luchando porque ha
conseguido satisfacer sus deseos de riqueza y gloria. Por eso es por lo que
decide abdicar y retirarse a Valladolid con su Matilde, animado por una
conversacin que mantienen ambos sobre su relacin amorosa y por una carta
que recibe de su padre (Esc.7-8).
Don Rodrigo descubre en este acto donde ya lo tiene todo (ttulo, rango
social, propiedades...) que la felicidad verdadera que persegua al principio del
drama no la da ni el poder ni la opulencia, sino algo tan sencillo como la
compaa de sus seres queridos. Aqu, el ministro Caldern se olvida de la
lucha por el poder y toma conciencia de unas verdades que se negaba a
aceptar: El poder no slo no da la felicidad sino que a veces, parece que poder
y felicidad estn reidos; un gran hombre no es nadie si no tiene con quien
compartir sus logros, ni a quien amar. Gracias a este descubrimiento un poco
tardo, se da cuenta de lo que representa realmente para l, el amor de doa
Matilde:
299
alteraba, se encontr de repente a la merced de su espa sin la menor
posibilidad de escapar. No tena ninguna salida porque, conocindole mejor
que nadie por haber sido su amante y espa, doa Ins saba perfectamente de
que pie cojeaba. Entonces, valindose de ciertas pruebas que tena guardadas
en su contra, le constri a casarse con ella como desquite por su valiosa
contribucin a su ascenso poltico.
442
Esta transformacin en la personalidad de don Rodrigo se puede apreciar en la elega que
le dedic Lope de Vega en el apartado 2.4.2.5.
300
meta, o una vez comprobado que ni con todos los ttulos del mundo se
olvidaran de su procedencia plebeya, en los actos III y IV, asistimos a su
decadencia como persona y como poltico. En poco tiempo, ha pasado de la
felicidad absoluta de quien ve colmado sus aspiraciones a la desilusin de
quien no tiene nada ms que demostrar a nadie. Adems, la imposibilidad de
vivir feliz junto con la dama de sus pensamientos le lleva a tirar la toalla y a
dejarse arrestar sin oponer la menor resistencia. A nuestro modo de ver, su
muerte al final del drama responde a uno de los mayores propsitos de los
dramaturgos decimonnicos que ven la muerte del protagonista:
Es tan discreta que oculta su idilio con don Rodrigo a todos, incluso a su
to, el Duque, por miedo a que les separe. Adems de enamorada y
correspondida, es una mujer desinteresada a la que no atrae ni el dinero ni los
ttulos, sino la humilde persona de don Rodrigo por quien no duda en
desacreditar a don Baltasar de Ziga ante el Prncipe. Al no estar
acostumbrada a jugar malas pasadas a los dems, se siente culpable tras una
443
E. Caldera, op. cit., p. 73.
301
perfecta representacin donde dej las malintencionadas pretensiones de
Ziga al descubierto (A.II, Esc.8). Aunque los remordimientos por su actuacin
la reconcoman, lo supera enseguida porque, en su fuero interno sabe que esa
era la nica manera de mantener oculta su relacin amorosa con don Rodrigo.
En esta conversacin entre los dos amantes, podemos comprobar que, pese a
lamentarse por lo que hizo, parece que si fuera necesario volvera a repetir la
experiencia:
302
no me arrepiento de nada,
si os he salvado. (A.II, Esc.9).
303
Rodrigo. Aparece siempre en los momentos de gran tensin para brindarle
apoyo, alivio y para hacerle ms llevadero el difcil trance que atraviesa. En el
acto IV, su visita a la crcel le agrada tanto que no puede evitar confesarle lo
que su amor simboliza para l:
- Doa Ins:
Su parecido con don Rodrigo en lo que se refiere al modo de hacer
realidad sus sueos es tan impactante que se puede decir de ambos que son
los mismos perros con distintos collares. Es muy inteligente y tan calculadora
como l. Le sirvi de espa en el palacio todo el tiempo que fue necesario y
cuando lo juzg oportuno, se quit la mscara de la desinteresada ayudante al
exigirle su recompensa. El motivo de su rencor contra su antiguo amante se
aclara en esta conversacin entre los dos, donde descubrimos a una mujer
despechada, movida nicamente por la bsqueda del momento idneo para
darle su merecido al hombre que jug con sus sentimientos:
304
y en su lugar, desde el infausto da,
siempre qued grabada en la memoria
la negra imagen de la afrenta ma.
...
Basta de humillacin. Lleg el momento
del justo desagravio, o la venganza. (A.III, Esc.11)
305
se lleva por delante al que la arroj una vez cumplida su misin. Por eso, Ayala
la retrata como una mujer desalmada que tiene en sus manos el destino de don
Rodrigo (A.III) quien la califica de inicua mujer de la que proteger a Matilde
(A.III, Esc.13). El personaje de doa Ins va cambiando a lo largo de la trama:
En los actos I y II, era la consejera y la espa que informaba a don
Rodrigo de todo lo que pasaba en el Palacio Real. Pero en el tercer acto,
cambi de chaqueta y se volvi en su contra, obligndole a hacer algo que
nunca habra conseguido si no le amenazara con causar su perdicin: casarse
para beneficiarse del respeto y otras ventajas que le proporcionaran el nombre
y el rango social de don Rodrigo. Pese a salir tan mal parada en este acto,
doa Ins no fue siempre una despiadada mujer materialista. En el acto II era
nicamente amor y dulzura, como se puede ver en esta confesin a don
Rodrigo:
Sin embargo, cuando se dio cuenta de que su amor por don Rodrigo no
estaba correspondido, decidi vengarse, al igual que la doa Ins de
Navarrete, sacando de la manga un as que tena guardado contra l. Su
personaje podra suscitar gran cario entre el pblico femenino por darle a don
Rodrigo su merecido, porque le hizo probar de su propio veneno. La
vehemente negativa de don Rodrigo cuando le propuso huir para ponerse a
salvo, demuestra que no le gust nada que se sirviera de l como lo hizo:
306
-Doa Ins: S, venid, por Dios!
(Llevndoselo de la mano)
- El duque de Lerma:
En los dos primeros actos, sufre un complejo de superioridad que le lleva
a imponer sus ideas a don Rodrigo y a recordarle, cada vez que tena la
ocasin, que aunque ocupe un puesto de privilegiado en el palacio, le sigue
considerando paje suyo. Conoce mejor que nadie la enfermiza obsesin de don
Rodrigo por el poder porque sigui de cerca su evolucin en la Corte desde
que entr como paje a su servicio hasta ahora que es secretario del Estado.
Por eso, se erige en el responsable de convencerle para que deje la Corte y
viva su amor con Matilde, alejado de las intrigas y de las traiciones. Aunque no
esperaba hacerle cambiar de idea, lo intent para el bien de su sobrina por la
que es capaz de mover montaas- y porque sabe que su amor es lo nico que
puede salvar a don Rodrigo de su propia ambicin, como lo vemos en estos
versos:
No, no es mi idea
sofocar despiadado en vuestro pecho
el solo afecto que salvaros puede
en medio del abismo que os rodea.
Hoy que el cielo piadoso me concede
la paz del corazn, que le he pedido,
en mi no cabe tan tirano intento;
que aunque tarde, Rodrigo, he conocido
todo el valor de un puro sentimiento. (A.II, Esc.19)
307
por ellos (A.II, Esc.20). Incluso, acab protagonizando junto con l, una emotiva
reconciliacin tras la que se convirti en uno de sus mayores apoyos en la
crcel, procurando dar alivio a sus sufrimientos y respuestas a sus preguntas
trascendentales (A.IV, Esc.5). Con esta metamorfosis final, el personaje del
Duque pasa al bando de adyuvante porque mide como un sistema beneficial
en el cual colabora con el programa narrativo de don Rodrigo para conseguir a
Matilde444.
- El Prncipe:
Pese a las responsabilidades y los cargos que tiene en este drama, su
personaje no dista mucho del de Navarrete. Es obstinado, mimado y se ha
encaprichado con doa Matilde. Si Leonor se opuso ferozmente a sus
libidinosas intenciones en el anterior drama, aqu, con doa Matilde tampoco
consigue lo que se propone. Esta vez desisti rpidamente no slo porque ella
le rechaz cortsmente, sino tambin porque el Duque, a quien acudi para
convencerla, desvi la conversacin haca Carlos V, cuyos recuerdos continuos
le exasperaron. Su vehemente reaccin ante la negativa del duque de Lerma
pone en evidencia su carcter chantajista y vengativo porque decidi castigarle
por no complacerle (A.II, Esc.17-19). Creemos que Ayala pone de relieve su
frivolidad porque le retrata como un hombre felizmente casado que engaa a
su esposa.
444
A. J. Greimas/ J. Courts, op. cit., p. 30.
308
-Don Baltasar: ...
(Se vuelve para seguir a Matilde, y se encuentra a don
Rodrigo, que lo contempla frente a frente y con los brazos
cruzados. Momento de pausa).
Miserable! Tal traicin!
(Tira de la daga en ademn de lanzarse a Don Rodrigo).
309
desesperacin por su mala suerte (A.I, Esc.15), su exaltacin por el
nombramiento de don Rodrigo al cargo de ministro y su perplejidad ante la
tristeza de ste, despus de hacerse realidad su ms anhelado sueo: ser
ministro (A.III, Esc.2). Es un personaje entraable, franco y honrado que est
dispuesto a morir o a enfrentarse con quien sea para defender a su amigo del
alma, don Rodrigo (A.III, Esc.3-4). Es de los ms ingenuos y desinteresados de
la obra. Su deseo de ver feliz al ministro le lleva a sugerirle que vuelva a su
antigua vida de paje para poner fin a su gran tristeza y dejar de ser la comidilla
del pueblo (A.III, Esc.6).
3.1.2.4.- El estilo
310
explica la abundancia de dilogos mediante los que los interlocutores
manifiestan su carcter y modo de pensar, sus intenciones y anhelo445.
445
M. lvarez, op. cit., p. 24.
446
Op. cit., p. 314.
311
A diferencia del drama de Navarrete donde el tiempo subjetivo era el hilo
conductor de la trama, en ste, su presencia se nota nicamente a travs de
una campanada o cuando se da una hora precisa (A. III, Esc.13). No tiene ms
importancia que la de situarnos en un momento y un espacio concretos. Es un
tiempo que, pese a devolver a los personajes a la realidad como
despertndoles de un largo letargo (A.IV, Esc.9), est desprovisto de esa
presin con la que mantener en vilo al espectador.
312
La ausencia de un destino malicioso y de un plazo apremiante, elimina
tambin el efectismo. Lo que justificara que Ayala no recurriera a ninguna carta
ni a ningn procedimiento parecido para relanzar su trama. Si aludi a una
carta, fue la que utiliz doa Ins para chantajear a don Rodrigo.
447
Op. cit., p. 303.
313
desilusin y su exitosa muerte llevaron a Ayala a hacer esta acertada reflexin
sobre su vida:
448
A. Lpez de Ayala, op. cit., nota al lector, p. 8.
314
sino que cada uno lo lleva en s mismo, slo falta saber apreciarla para
reconocerla. Henry Van Dyke, escritor americano, tambin se suma a esta
concepcin de la felicidad cuando sostiene: La felicidad es interior, no exterior;
por lo tanto, no depende de lo que tenemos, sino de lo que somos449. De lo
que deducimos que la cita de Ayala es una frmula idnea para los libros de
autoayuda porque evitara ms de un quebradero de cabeza a los que, como
don Rodrigo, creen que la felicidad est fuera y pondra de relieve que tenerlo
todo no es sinnimo de felicidad.
Adems, aunque esta obra encierra muchos rasgos del drama romntico
como el amor, el destino adverso, las trabas de la sociedad, el distinto origen
de los protagonistas, la muerte de uno de ellos al final de la obra..., no deja de
ser un drama histrico-poltico por la preponderancia de las intrigas palaciegas,
los referentes histricos reales, un hombre de Estado como protagonista, y por
la trama que privilegia la vertiente poltica sobre la amorosa.
449
En www.proverbia.net/citasautor.asp?autor1007
450
J. Rubio Jimnez, op. cit., p. 28.
451
Ibdem.
315
un conflicto de pasiones entre su ambicin y su amor por doa Matilde. Su
eleccin fue difcil pero decidida: el poder antes que nada, relegando el amor a
un segundo plano. As, se afianza el carcter histrico-poltico de la obra y el
amor se concibe igual que en La Conjuracin de Venecia- como una
aadidura poco funcional, puesto que la esencia del drama sigue siendo
poltica, como en las tragedias clasicistas452. Adems, el nudo del drama es
ms la conspiracin que el tema del amor y el destino453.
452
E. Caldera, en Historia, op. cit., p. 452.
453
D. Shaw, op. cit., p. 32.
316
317
3.2. - RODRIGO CALDERON EN LOS SIGLOS XX-XXI
3.2.1. - El POLTICO
454
Segn se puede ver en la bibliografa, la mayora de las obras de estos dos siglos son
antologas poticas o biografas a las que hay que aadir un estudio detallado del proceso de
don Rodrigo hecho por A. Ossorio y Gallardo (Vid supra).
455
Este es el caso de A. Prieto (1991) que alude a don Rodrigo no nombrndole, sino
parodiando la escena en la que se sube a la mula para iniciar el recorrido hacia la Plaza Mayor
de Madrid, el 21 de octubre de 1621. No analizaremos esta obra porque la presencia de don
Rodrigo se limita a esto. Pero creemos necesario citarla como una forma irnica de concebir la
desgracia del marqus de Siete Iglesias.
456
De Azorn, obra citada anteriormente.
457
De F. Carrascal Antn, obra ya citada.
458
De M. Vargas-Ziga, obra ya citada tambin. Este jurista es el descendiente directo de don
Rodrigo Caldern, hijo del XII conde de Oliva de Plasencia y sobrino carnal del segundo
marqus de Siete Iglesias. Vid solapa interior de la obra.
459
Citado por J. Ferrndiz Lozano (2001), p. 95.
318
Es un breviario con esencias de Gracin, donde el escritor
no slo resume el fruto de sus lecturas constantes, sino la
agudeza de sus personales observaciones y experiencias.
En l da reglas y consejos de cmo ha de comportarse el
poltico en los distintos planos de su actuacin; la forma y el
sistema de acrecentar sus virtudes morales, el rgimen de
vida, sus compaas y quehaceres, e, incluso, saber
determinarse a la retirada, eligiendo el lugar propicio de su
apartamento460.
460
En la nota introductoria de J. Ferrndiz Lozano, op. cit., p. 20.
319
maravillosa y profunda que tuvo don Rodrigo461 en la desgracia. De lo que
deducimos que para Azorn, lejos de ser un prevaricador y un hombre sin
escrpulos, como le retrataban los satricos del XVII, don Rodrigo es la
personificacin del buen poltico.
En cuanto a las obras de F. Carrascal y M. Vargas-Ziga, son dos
relatos completos de la tragedia de don Rodrigo. Sus estructuras internas
donde se codean el elemento histrico con la recreacin del caso de don
Rodrigo en una mezcla de ficcin y realidad-, les sita de algn modo en el
marco de la novela histrica462. Son dos biografas extensas y detalladas, con
textura novelesca que abordan el caso de don Rodrigo con un planteamiento
distinto desde el punto de vista de la finalidad que persigue cada autor y de los
motivos profundos por los que dieron vida a sus respectivas obras.
461
Azorn, op. cit., p. 76.
462
La novela histrica, como su nombre lo indica, es un gnero hbrido, situado en el lmite
borroso entre dos mundos no diferenciables formalmente: el mundo de lo real acontecido o de
lo histrico y el de lo posible o literario. Frente a la historia novelada, la novela histrica se
caracteriza por un acto de habla literario en el que el autor se sirve, subsidiariamente, de
ciertos materiales histricos que forman parte del acervo de la memoria colectiva. Al autor de
novelas histricas ya no le interesa tanto la transmisin fiel de esa documentacin sobre una
determinada poca histrica, cuenta la recreacin de la misma desde la perspectiva desde la
que escribe. M del Carmen Aldeguer, en La novela histrica, (1996), p. 119.
320
3.2.2. - DON RODRIGO CALDERN: ENTRE EL PODER
Y LA TRAGEDIA
321
para salvar a la reina Margarita moribunda, p.16), aduce pruebas de inters
sobre las intrigas palaciegas, las traiciones y la caza de brujas de la que fue
vctima, a su parecer, don Rodrigo.
Volviendo a los 16 captulos arriba mencionados, ya en las primeras
lneas del captulo III que inicia la parte biogrfica, se nota la presencia de un
narrador heterodiegtico (ausente de la historia que cuenta465) que relata en
tercera persona la historia de don Rodrigo desde un punto de vista ilimitado y
cuya privilegiada perspectiva aadida a las repetidas apariciones de un autor
implcito, apunta automticamente a la categora narrativa de la omnisciencia
autorial466. En su relato, este narrador nos va guiando a travs de la vida de
don Rodrigo desde su nacimiento hasta su muerte pasando por su estancia en
la Corte, sus logros sociales y polticos, etc. Contado as, se puede llegar a
pensar que es un relato lineal, aburrido y sin sobresaltos donde el tiempo de la
historia equivale al del discurso467. Sin embargo, no es el caso. Para nosotros,
es un relato sin orden aparente, en el que la disposicin de los captulos no es
seal de organizacin ni de linealidad. La narracin se hace de forma catica,
siguiendo quizs el instinto o el humor del autor, lo que justificara la falta
aguda de cronologa entre algunos captulos y la alteracin del orden en el
tiempo del discurso. Como ejemplos de narracin descosida, asistimos en el
captulo 7 a la muerte de la reina Margarita y, sin previo aviso, la encontramos
viva tres captulos despus (Cp.10). Algo parecido ocurre con el duque de
Lerma que tras retirarse definitivamente de la Corte en el captulo 9, vuelve a
aparecer trabajando all en el siguiente captulo. Ejemplos de desorden
cronolgico como stos abundan en la obra y son frutos de la anacrona, o
tcnica discursiva que provoca una discordancia entre el orden natural,
cronolgico de los acontecimientos que constituye el tiempo de la historia, y el
465
G. Genette, op. cit., p. 299.
466
Este trmino de D. Villanueva, designa: la forma ms natural y espontnea de narrar en
tercera persona con la que no slo se nos presentan los acontecimientos de la historia, sino
que tambin nos son contados y criticados, as como las reacciones, ideas y emociones de los
personajes. La voz predominante no es, por supuesto, la de stos, sino aquella que como se
dice en El Quijote (II, 40): pinta los pensamientos, descubre las imaginaciones, responde a las
tcitas preguntas, aclara las dudas, resuelve los argumentos; finalmente, los tomos del ms
curioso deseo manifiesta. Op. cit., p. 22.
467
El tiempo del discurso es el tiempo intrnseco de la novela, resultado de la representacin
narrativa del tiempo de la historia, siendo ste el tiempo de los acontecimientos narrados,
mesurable en unidades cronolgicas como el minuto, la hora, el da o el ao. Ibd., p. 202.
322
orden en que son contados en el tiempo del discurso468. A menudo se
introduce en el relato mediante dos procedimientos retricos que permiten
saltos en el tiempo: la analepsis y la prolepsis.
La analepsis, o relato retrospectivo que es por lo general explcita, puede
ser parcial o heterodiegtica:
Es parcial cuando sirve nicamente para aportar al lector una
informacin aislada, necesaria para la comprensin de un elemento
preciso de la accin469:
468
Ibd., p. 184.
469
G. Genette, op. cit., p. 116.
470
Ibd., p. 105.
323
que en su momento se contar con todo detalle471. En estos casos, anuncian
con antelacin un hecho que ocurrir en un momento dado de la accin:
- Este fue el primer aviso que tuvo D. Rodrigo del final de su vida
y que ocasion un serio disgusto entre padre e hijo ya veremos
que a lo largo de su vida tuvo otras dos premoniciones-. Pero
no adelantemos acontecimientos (p.64).
471
Ibd., p. 126.
472
Op. cit., p. 34.
324
presente de indicativo. La diferencia entre ambos presentes reside en que el
presente histrico anuncia acciones y hechos pasados en lugar del pretrito
indefinido y el presente de indicativo expresa una accin que se realiza en el
momento en que se habla473.
Adems de los tiempos verbales y la anacrona, las variaciones en el
tiempo del discurso se deben a veces a otro fenmeno discursivo llamado
anisocrona474, o alteracin del ritmo narrativo, que se introduce en nuestro
relato mediante las pausas, para la deceleracin de la accin, la elipsis y el
resumen, para su aceleracin.
Las pausas: las ms numerosas y ms extensas son las
digresivas475 que encierran a su vez a las pausas descriptivas, o
parntesis que se abre en medio del relato para hacer un
comentario, explicar un hecho, describir un espacio o una accin y
retratar a un personaje. Las pausas digresivas suelen anunciarse
de antemano. Ejemplo de ello son los siguientes fragmentos
textuales:
473
Ibd.
474
Este trmino es de D. Villanueva quien lo usa para identificar las alteraciones del ritmo de la
narracin. Op. cit., p.184.
475
Tcnica mediante la cual el discurso se pone al servicio de las indicaciones hermenuticas,
metanarrativas o ideolgicas, asumidas generalmente por la voz del autor implcito,
consumiendo por lo tanto texto sin avanzar en el tiempo de la historia, cuyo fluir queda
momentneamente en suspenso. Ibd., p. 197.
325
Como pausa descriptiva notable, tenemos el siguiente ejemplo:
476
G. Genette, op. cit., p. 161.
326
El Marqus de Espnola, junto a don Rodrigo, parti para su
jornada de Flandes el 27 de abril; En junio de 1612
tvose aviso de la llegada de don Rodrigo en
Fontainebleau (p.79).
Para llevar a cabo esta misin que se asign, delega su poder a un autor
implcito que interrumpe la narracin de los hechos cada vez que es necesario
para aportar ms datos, aclarar dudas, aadir ms detalles, ayudar a entender
algunas situaciones, etc. A travs de este autor implcito, ayudado por un
narrador omnisciente con el que comparte la narracin, vamos descubriendo
los rasgos inherentes a la personalidad moral de don Rodrigo a la vez que se
va destapando la postura relativamente favorable del autor real a su caso. De
modo que bajo la pluma de F. Carrascal y mediante las incursiones del autor
implcito (anunciadas por el pronombre personal Nosotros), el Marqus se
afianza como vctima de las circunstancias y de su vanidad. Pero antes de
llegar a esta conclusin hacia la que nos encamina el esquema de la obra, nos
parece ms lgico seguir los pasos de Carrascal, es decir, presentar a don
Rodrigo desde su entrada en la Corte hasta sus postrimeras, analizando los
pormenores de su vida y la originalidad de su personalidad. Dicho de otro
modo, lo que queremos poner en evidencia aqu es, cmo ve y concibe
327
Carrascal a don Rodrigo? Cmo resalta los perjuicios que le caus su
entorno?
He aqu algunos rasgos caractersticos de don Rodrigo, segn F.
Carrascal: Hablando de sus cualidades y defectos, tenemos adjetivos como los
siguientes: caritativo, limosnero, trabajador concienzudo y meticuloso,
generoso, poderoso, soberbio, ambicioso, codicioso, prevaricador,
chantajista, frvolo, paranoico, etc. Son las mismas cualidades y defectos
que tanto los poemas del siglo XVII como los dramas del XIX le reconocan. A
excepcin de su paranoia que es una interpretacin personal y exclusiva de
Carrascal, todas las dems caractersticas coinciden a lo largo de los siglos. A
estos rasgos de su personalidad, hay que aadir su estoicismo e impasibilidad
ante las adversidades, su resignacin en el sufrimiento, su fe ciega en Dios y
su gran devocin hasta el final. Aunque aqu se puede llegar a pensar que don
Rodrigo se volvi hacia Dios en los momentos difciles de su vida, existe un
hecho aislado en el relato que, adems de sus constantes confesiones y sus
numerosas visitas a la iglesia, nos hace creer que su fe era ya fuerte an
cuando estaba en la cumbre del poder477.
A raz del cambio que se oper en su personalidad entre su valimiento y
la ejecucin (de soberbio e engredo pas a ser humilde y resignado), segn lo
recogen la mayora de los textos analizados hasta el momento, se gan la
simpata del pueblo que le acompa en su marcha triunfal hacia el cadalso,
trocando las palabras de odio con las que le persigui durante todo su
valimiento por la pena, la impotencia y brindndole un apoyo incondicional. Lo
que nos recuerda de nuevo estas palabras de Ayala que representan, a nuestro
juicio, la esencia del drama de don Rodrigo Caldern:
477
Resumiendo una ancdota recogida en la crnica de un embajador veneciano, una noche
que sali de su casa para conquistar a una mujer de dudosas virtudes, don Rodrigo se
encontr con un anciano que acuda a l para pedir ayuda ya que su hija y l llevaban varios
das sin comer. Y, si no le ayudaba don Rodrigo a encontrar la forma de poner fin a sus ayunos
forzosos, estaba dispuesto a autorizar a su virtuosa hija para que vendiera sus encantos. Don
Rodrigo, cuya generosidad era conocida de todos los pobres, segn los cronistas de la poca,
le entreg la bolsa de dinero que llevaba encima y desisti de su propsito inicial, viendo en la
aparicin del anciano un aviso de Dios. Vase F. Carrascal Antn, op. cit., p. 46.
328
circunstancias exteriores; es decir, procurndose aplausos,
fortuna y elevados puestos. A muy pocos se les ha ocurrido
buscarlas donde exclusivamente se encuentran: en el
fondo del corazn, venciendo las pasiones y equilibrando
los deseos con los medios de satisfacerlos, sin
comprometer la tranquilidad. Don Rodrigo Caldern,
agitado de estos dos grandes deseos, recorre toda la
escala social: nunca tiene el corazn tranquilo; nunca, por
lo tanto logra satisfacerlos. Llega el momento de su prisin:
el pueblo le llora, sus enemigos le perdonan [], la
penitencia y el suplicio le aseguran el perdn divino; siente
tranquila su conciencia; goza de paz interior, y el que en
ningn puesto de la sociedad se haba sentido grande y
feliz, encuentra esa grandeza y esa felicidad en el centro
de una prisin y al frente de un cadalso478.
478
A. Lpez de Ayala, op. cit., nota al lector, p. 8.
329
cay en la trampa que le tendieron el conde de Olivares y el duque de Uceda.
stos, que codiciaban su puesto, acabaron llevndole al cadalso con el
beneplcito de Felipe III y de Felipe IV. Al aludir a los cinco personajes, el autor
nos da una imagen algo desastrosa del panorama poltico de la poca, de la
mentalidad de los cortesanos y de la degradante lucha por ser el valido del
Rey479.
Volviendo al afn de Carrascal de querer contar los hechos siempre
respetando su realidad, podemos decir que con su biografa novelada, arroja
muchas luces sobre la idiosincrasia de don Rodrigo y sobre su estado de salud
mental con lo que aporta una nota innovadora, ya que es el nico que lo
aborda- aclarando as algunos rasgos de su comportamiento social como su
ambicin desmedida, su sed de autoridad, etc. Para dar mayor veracidad a los
hechos, no duda en acompaarlos de referencias parciales o enteras de
biografas anteriores al suyo e incluso en el ltimo tramo de la narracin, es
decir el da de la ejecucin, deja que cuente los hechos un testigo ocular,
Gascn de Torquemada, quizs para no inferir en la transmisin de los hechos
o tal vez para no alterar su realismo.
Por lo que atae a su presencia en la obra, la escasez de moralizadores
como pensaba que, quizs, de adjetivos valorativos y de verbos de actitud
en el discurso, incide en una menor carga de subjetividad480, y acenta su
esfuerzo por mantenerse objetivo ante los hechos narrados. Pero, aunque haya
decidido ir siempre con la verdad por delante, el carcter ficticio que da el relato
a la biografa imposibilita un realismo y una objetividad total porque, si
tomamos en cuenta esta observacin de M. Bertand: En toda biografa late
una dosis de subjetivismo notable481. Por eso, a pesar de su visible afn de
imparcialidad, a veces no puede evitar pronunciarse a favor de don Rodrigo,
como se ve en los siguientes ejemplos que representan, a nuestro juicio, la
esencia de la obra:
479
Para entender mejor el empeo del duque de Olivares por ocupar el puesto de don Rodrigo,
las traiciones y las guerras sucias que rodeaban el puesto de privado, vase F. Toms y
Valiente (1990).
480
D. Estbanez Caldern, op. cit., p. 685.
481
En La novela histrica, op. cit., p. 56.
330
- Don Rodrigo est colocado, por un azar del destino, -que
no de la herencia- en el centro de una poca que le
condicion su modo de pensar Con ello se pretende, no
precisamente defender su modo de obrar, sino justificar en
parte sus acciones por sus rasgos patolgicos y
psicolgicos (p.33).
331
nefasto contra Caldern. A ello, en parte, contribuy D.
Rodrigo, pues ya sealamos el desdn con que trataba a
los nobles de la Corte; no les conceda importancia, no les
atenda. Dejaba de recibir muchas visitas y pagaba muy
pocas. Sola estar cubierto ante ellos, descubiertos Es
extrao que ahora se volvieran contra l? (p.134).
332
la realidad e incluso llevarnos a confundirlas a veces, ha sabido mantener en
vilo nuestro inters hasta el final, aunque hubiramos preferido que la
disposicin de los captulos no fuera tan catica y que se decantara por su
organizacin lineal. Esto, a nuestro juicio, habra acentuado ms la faceta
cientfica de la obra y resaltado su vertiente de respetable y serio trabajo de
investigacin.
333
3.2.3. - DEL SITIAL AL CADALSO: CRNICA DE UN
CRIMEN DE ESTADO EN LA ESPAA DE FELIPE IV
484
Vase el anlisis anterior.
485
Esta es la manifestacin de la omnisciencia editorial, en la que no slo se dispone de la
visin omnpoda de un narrador todopoderoso, sino tambin de la voz de un autor implcito que
es el que valora, amonesta, exclama, pondera y advierte. D. Villanueva, op. cit., p. 22.
486
Vase nota 189.
487
D. Villanueva, op. cit., p. 187
334
Conocemos los ltimos momentos de don Rodrigo
Caldern por el minucioso relato que de ellos hizo don
Jernimo Gascn de Torquemada, aposentador de su
Majestad el rey, enterado por los confesores de don
Rodrigo, y por haber presenciado en la Plaza Mayor de
Madrid su ejecucin, por lo que ofrece una versin
absolutamente fidedigna (p.153).
488
Vase el apndice 2.
335
con el dedo a los autores de la caza de brujas de la que fue vctima el marqus
de Siete Iglesias. Esto explica el por qu de tanta subjetividad en la obra que a
veces roza la pura apologa al Marqus. Para nosotros, esta abundante
subjetividad revela la postura comprometida de un autor implcito que se va
destapando a lo largo de la biografa, poniendo de relieve las convicciones e
ideologas propias de un autor real que acusa a algunas personas de estar
detrs de la tragedia de Rodrigo Caldern. Entre stas, destacan Felipe III,
Felipe IV, el conde de Olivares, el duque Uceda, los jueces, los nobles y los
religiosos. Convencido de que fueron los que causaron la muerte precoz de su
allegado, el autor habla de ellos con tono vehemente y agresivo,
convirtindoles en el blanco de sus crticas y disparndoles dardos como stos:
336
- Fray Juan de Santa Mara, espritu cicatero y envidioso
que, por haberle negado don Rodrigo determinado cargo
eclesistico, odiaba a ste sin disimulo (p.61).
337
- Es conocido que el juez don Diego de Corral y Arellano se
mostr, desde un principio, disconforme con la precipitada
detencin de don Rodrigo Caldern, pero prevaleci la
opinin contraria de los otros dos, que seguan al pie de la
letra las indicaciones del duque de Uceda y, especialmente
del conde de Olivares (p.104).
489
La mayora de los cronistas hablan de matrimonio de conveniencia arreglado por el duque
de Lerma para aumentar las posibilidades de don Rodrigo de tener ms ttulos nobiliarios y
ganarse el respeto de la Corte-, pero para Vargas-Ziga, fue un matrimonio por amor.
490
Vid el apartado 2.1.1.2.3.
491
D. Villanueva, op. cit., p. 23.
338
manifestado que (p.98), pero volviendo a la vida cortesana de don
Rodrigo (p.100).
- Sus reacciones hostiles, a veces tmidas pero firmes que no dejan lugar a
dudas sobre su postura contraria al trato que recibi don Rodrigo. En
algunos casos, opina con algo de contencin:
339
medios, para as justificar, aunque de lo investigado no
resulten probados los hechos por los que se le acusa, el
anticipado e ilegal proceso (p.104).
492
Creemos oportuno llamar la atencin sobre la falta de comillas y de alguna alusin a A.
Ossorio y Gallardo de quien son estas palabras. Vase su obra ya citada, p. 37.
493
En el poema 29, Lope de Vega tambin denuncia la arbitrariedad y la injusticia que sufri
don Rodrigo.
340
Por lo que se refiere al tiempo, se reparte, como en la anterior biografa,
entre el tiempo del discurso y el de la historia494.
El tiempo de la historia se inicia con el nacimiento de don Rodrigo en
Amberes en 1578 y transcurre cronolgicamente hasta su muerte, en 1621,
recorriendo as toda su vida. Los tiempos verbales predominantes aqu son el
imperfecto de indicativo y el pretrito indefinido, siendo ambos los tiempos por
excelencia de la narracin de hechos pasados.
En cuanto al tiempo del relato, aunque avanza de forma lineal, permite
tambin saltos hacia atrs (analepsis) o hacia delante (prolepsis), lo que da pie
a una alteracin del orden de las acciones. Ya en el captulo I presenciamos la
primera anacrona (variacin del orden de los acontecimientos) introducida
por una analepsis heterodiegtica, es decir, relativa a una lnea de historia, a
un personaje cuyos antecedentes desea aclarar el narrador495. La introduce
verbos y expresiones que nos dan a conocer los recuerdos felices del capitn
Francisco Caldern despus del nacimiento de su hijo Rodrigo, en Flandes.
Son por ejemplo: Record a su padre, y volvi sus recuerdos, volvi a verse
como aquel, Cmo no recordar?, Cmo olvidarse del da 3 de
julio?, dej caer sus pensamientos en la aparicin, sonri al recordar
(Pp.15-17). Mediante esta retrospeccin, el narrador nos presenta al capitn y
a su familia, nos cuenta como conoci a su primera esposa, Mara de Sandeln,
madre del futuro marqus de Siete Iglesias, nos habla de sus pinitos en el
tercio de Flandes En fin, resume lo que era la vida del capitn Caldern
antes de que naciera don Rodrigo. Su llegada marcara en sus hbitos
soldadescos un antes y un despus.
Aparte de este salto considerable hacia atrs que ocupa tres pginas del
relato, no hay ms analepsis tan importante como para llamar nuestra atencin.
Algo semejante ocurre con la prolepsis. Tenemos algunas, sin gran
importancia, diseminadas a lo largo de la biografa. A lo mejor, su escasez se
debe al carcter evocador del relato que cuenta exclusivamente el pasado de
don Rodrigo.
A excepcin de este nmero limitado de anacronas, el tiempo del
relato avanza paralelamente al de la historia y ambos acaban juntndose en el
494
Vid supra.
495
G. Genette, op. cit., p. 104.
341
ltimo captulo gracias a las conversaciones entre don Rodrigo, los frailes y el
verdugo. Estas escenas dialogadas, donde no hay sino una especie de
igualdad convencional entre el tiempo del relato y el tiempo de la historia496,
acortan la distancia entre ambos, reducindolos al nico concepto de tiempo.
En todo momento, los tiempos verbales se acoplan a las variaciones del orden
del relato con predominio del pretrito indefinido y del imperfecto de indicativo,
siendo la viveza del imperfecto para actualizar hechos pasados notoria gracias
a su aspecto imperfectivo y su valor durativo497.
Junto al orden que acabamos de analizar sucintamente, existen los
marcadores de variacin del ritmo de la narracin (o anisocronas) sin los que
es imposible concebir un buen relato, si consideramos estas afirmaciones de G.
Genette: un relato puede prescindir de anacronas, pero no puede existir sin
anisocronas, o si se prefiere sin efectos de ritmo498. El ritmo pues, lo marcan
en este relato el sumario, la pausa, la elipsis y la escena o dilogo. Este ltimo
marcador tiene menos presencia en la obra, solo se usa en el captulo final en
las conversaciones entre don Rodrigo, el fraile y el verdugo. Para Daro
Villanueva, esta escasez de dilogos se debe a una tirana que la voz del autor
implcito y la del narrador mantienen a costa del dialogismo que aportara una
mayor intervencin oral de los personajes por s mismos499.
Volviendo a los dems marcadores de ritmo, si el sumario y la elipsis
aceleran el relato, la pausa lo decelera.
El sumario (resumen) que se usa a menudo para comprimir das, meses
y aos de accin, aumenta la velocidad del relato resumiendo largos lapsos de
tiempo:
496
G. Genette, op. cit., p. 145.
497
Para ms detalles sobre el uso de estos tiempos verbales, pueden consultar entre otros el
apndice II del M Moliner, Desarrollos gramaticales, captulo 6: Uso de los modos y tiempos
verbales, op. cit., pp. 1575-1587.
498
Op. cit., p. 146.
499
Op. cit., p. 105.
342
- Permaneci Rodrigo escasamente un mes en la casa del
vicecanciller de Aragn, ya que al poco tiempo de su
llegada a Madrid, el marqus de Denia hizo que se
trasladara a su propia casa (p.33).
343
- La segunda, digresiva500, constituye un verdadero momento de libre opinin
del autor implcito que critica abiertamente y sin tapujos la sentencia que
conden a don Rodrigo a morir degollado (Pp.149-150). Aqu, su postura es
ms que evidente ya que intenta convencer a sus posibles lectores,
siguiendo las mismas pautas que un abogado defensor, de que la decisin
de los jueces constituye un monstruoso paradigma de la injusticia y la
arbitrariedad. Esta pausa que tampoco influye en la evolucin de la
biografa no slo destapa las lagunas del proceso confirmando la falta de
pruebas que incriminan a don Rodrigo, sino que pone en evidencia las
convicciones ideolgicas e intelectuales de un autor cuyos conocimientos
de derecho no dejan lugar a dudas.
En lo que toca al conjunto de la obra, podemos decir que con Del Sitial al
cadalso, don Rodrigo se consolida como la vctima de una conspiracin que
se fragu desde las altas esferas del poder, es decir, desde el mismsimo
palacio real. Si el ttulo de la obra nos haca presentir esta postura, nunca
imaginamos que Vargas-Ziga se empeara desvergonzadamente a retocar
la imagen de hombre poltico de humilde cuna, con pocos escrpulos que todos
los bigrafos daban de don Rodrigo. En su afn por dejarle limpio de toda
culpa, impugna uno a uno los delitos que se le imputaba, transforma los hechos
a su favor y critica sin miramientos a los presuntos autores de su desgracia.
Para colmo, amn de muchos datos que deforman la verdad histrica del caso
de don Rodrigo, se lee entre lneas dos mensajes que saltan prontamente a la
vista:
- Rodrigo Caldern no fue ni prevaricador ni ladrn porque tanto la
fortuna que amas a lo largo de su estancia en la Corte como los bienes que le
embargaron al arrestarle eran de su familia.
- Don Rodrigo era un ser caritativo, generoso y devoto que pag por algo
que no hizo porque el conde de Olivares, ayudado por el duque de Uceda y
respaldado por el Rey, quiso deshacerse de l por representar una amenaza
para su privanza.
500
Es la tcnica mediante la cual el discurso se pone al servicio de las indicaciones
hermenuticas, metanarrativas o ideolgicas, asumidas generalmente por la voz del autor
implcito, consumiendo por lo tanto texto sin avanzar en el tiempo de la historia, cuyo fluir
queda momentneamente en suspenso. D. Villanueva, op. cit., p. 197.
344
Es obvio que a Vargas-Ziga le afecta particularmente la trgica muerte
de don Rodrigo. Prueba de ello, sus peculiares arranques de protesta donde
escupe su rabia contra los supuestos responsables de la desgracia de don
Rodrigo, pone en tela de juicio la imparcialidad de la justicia en tiempos de
Felipe III y expone, en un alegato lleno de rencor, que en ningn momento se
respet los derechos elementales de la pobre vctima que fue. En esos
momentos de arrebatos entra en juego, con profusin, su subjetividad de forma
libre y sin traba alguna, revelando la actitud de un autor comprometido que
pone de relieve, a veces con vehemencia, su inconformidad con una sentencia
que se ejecut cuatro siglos atrs. Su postura y el rumbo que toman los hechos
bajo su pluma nos recuerdan estas palabras de C. Garca Gual:
501
En La novela histrica, op. cit., p. 57.
345
nombre de don Rodrigo no haba sido rehabilitado pblicamente, s entendi el
pueblo que le haba sido devuelta la honra a l y a su familia (p.170).
La actitud de Vargas-Ziga nos parece criticable porque creemos que
si contara los hechos como ocurrieron realmente y dejara de lado las
convicciones personales, habra dado ms credibilidad a la obra y la verdad
sobre el caso de don Rodrigo habra acabado imponindose por s sola.
346
los que la narrativa y el periodismo caminan juntos y hasta
se dan la mano502.
502
J. Cantavella (2002), solapa posterior.
347
348
4- CONCLUSIONES
Despus del recorrido por las obras literarias dedicadas a don Rodrigo
Caldern desde el siglo XVII hasta el XXI, estas son nuestras consideraciones
generales:
En la poesa del XVII que se cie a los hechos con cierto realismo, los
poetas fustigan, por una parte, algunos defectos notorios del Marqus como su
codicia y su ambicin de grandeza (poemas satricos), y por otra, alaban su
valenta en la desgracia, su entereza en el sufrimiento, su impasibilidad durante
la ejecucin (poemas relatados y elegacos) y hacen un guio especial a su
gran devocin (poemas religiosos). Aunque en algunas composiciones como el
poema 30 se le homenajea y se encomienda su alma a Dios para que disfrute
de un eterno y placentero reposo en el ms all, la mayora le erige en el icono
de la inestabilidad del destino humano. De modo que estas son las imgenes
de don Rodrigo Caldern que transmiten los poemas segn el gnero al que
pertenecen:
- En las stiras: Don Rodrigo Caldern sale perjudicado como persona y
como poltico, pues es retratado como un individuo ambicioso, sin
escrpulos, cohechador, capaz de todo para conservar sus cargos
polticos. En las composiciones, sean virulentas, morales o jocosas, don
Rodrigo no slo se perfila como el prototipo del personaje afortunado y
arribista que sali de la nada y, a base de engaos e ingenio, se coloc
en la primera fila del poder, sino que se sirven de su caso para advertir
de la mutabilidad de la fortuna. La mayora de estas stiras ven en su
ejecucin la consecuencia de la mala gestin de su privanza.
- En los poemas relatados: Don Rodrigo se asienta como el icono del
revs de fortuna con su consiguiente moraleja que los poetas intercalan
abierta o tcitamente en sus composiciones cuyos tonos rozan a veces,
lo puramente satrico y otras veces, el pesimismo y la desilusin. Casi
todas difunden su gran devocin, su valenta en la muerte, su estoicismo
ante la desgracia y la conmiseracin general que provoc su ejecucin.
349
Aqu tambin despuntan algunos rasgos de su psicologa como la
paranoia503.
- En los poemas religiosos: los tres poemas de este apartado se
encaminan hacia lo mismo: sacan a flote la vertiente ms religiosa de la
personalidad de don Rodrigo Caldern fuertemente vinculado con el
misticismo cristiano- y su bsqueda casi obsesiva del perdn divino para
alcanzar el paraso. A lo largo de las plegarias, invocacin o meditacin,
segn el caso, destaca principalmente la vanidad de la vida humana
frente al poder de Dios. La muerte se afianza como paso previo a una
vida mejor y como triunfo definitivo de lo divino sobre lo terreno504, a la
par que deja suponer la salvacin eterna como premio a la
constancia505 y a la fe.
- En las elegas: Debido a uno de sus rasgos esenciales de la elega
barroca que es la alabanza exagerada, predomina el encomio a ultranza
a don Rodrigo Caldern. Todas ponen ms o menos el acento sobre su
muerte ejemplar, aluden al revs de fortuna que sufri y hacen un guio
a su valenta y humildad en trances difciles. Algunos poemas de este
apartado se impregnan del fuerte pesimismo de sus autores ante la
incertidumbre sobre su futuro como ser humano. Adems, la mayora de
los tpicos usados aqu se encaminan a apoyar la idea muy en boga de
la poca que sugera que el Marqus alcanz la gloria eterna gracias a
su inquebrantable fe y a su estoicismo en la adversidad. En estas
elegas no importa su vida pasada ni su criticada privanza, todos los
poetas intentan elevarle a la categora de mrtir que consigui cambiar
su negro porvenir en gloria eterna.
503
Vid el apndice 6.
504
F. J. Martnez Ruiz, en La elega, op. cit., p. 298.
505
Ibd.
350
perfeccin, a nuestro modo de ver, toda la dinmica de la ambiciosa lucha por
el poder del marqus de Siete Iglesias:
506
Op. cit., nota al lector, p. 8.
507
Para ms detalles acerca del estilo de cada obra, vase su respectivo anlisis.
351
literaria y por los distintos bigrafos, en cierto modo un pararrayos que atrae
todas las quejas y protestas mientras el monarca permanece en su altura
siempre bondadoso y justiciero508. Por lo que, a nuestro modo de ver, su
ejecucin sirvi a desviar la atencin del pueblo hacia un nico culpable de
todos sus males, obedeciendo al subsiguiente malvolo designio poltico:
508
F. Daz Plaja, op. cit., p. 20.
509
J. A. Maravall, op. cit., p. 296.
510
Vanse las obras ya citadas de R. Menndez Pidal, F. Toms y Valiente, E. Chamorro
352
aussi parce quil sanctionne publiquement la transgression
des interdits que la socit et son pouvoir ont dcrts
inviolables [] Les grands procs politiques dans leur
droulement, dans la prsentation qui en est faite, portent
la dramatisation son plus fort degr dintensit. Ils
imposent une mise en scne, un scnario, des rles, des
ressorts secrets et des violences, des rvlations et des
effets de surprise qui conduisent gnralement laveu de
laccus. Ils rvlent de lextraordinaire, y compris dans
lamnagement du crmonial judiciaire. Ils sont soumis
une logique implacable, mais leur fonctionnement les
constitue provocateur dmotions : de la rprobation la
colre et la haine populaires. Ils transforment pour un
temps la scne politique en un thtre tragique, puisque
lenjeu du drame est la mort physique ou morale de ceux
que le pouvoir accuse au nom de la sauvegarde de la forme
et des valeurs suprmes de la socit511.
511
G. Balandier (2006), p. 28.
353
354
5- BIBLIOGRAFIA
1- FUENTES PRIMARIAS
- 1818, BNM
- 2244, BNM
- 3795, BNM
- 4049, BNM
- 4101, BNM
- 5972, BNM
- 6.185, BNM
- 10470, BNM
- 12193, BNM
- VC/1720/45, BNM
- VE/180/81, BNM
1.3. - Otros
356
2- FUENTES SEGUNDARIAS
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- Sainz de Robles, Federico Carlos: Vida, proceso y muerte de Rodrigo
Caldern, Barcelona, Iberia, 1932.
358
- Balandier, Georges: Le pouvoir sur scnes, Saint-Amand-Montrond,
Librairie Arthme Fayard, 2006.
- Cataln, Diego: Arte potica del romancero oral, Parte 1, los textos
abiertos de creacin colectiva, Madrid, Siglo XXI, 1997.
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Siglos XVI y XVII (funciones de un paradigma nacional: Sagunto), en
Analecta Malacitana, Universidad de Malga, 1983, vol. VI, pp. 223-
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anlisis de obras, Madrid, Anaya, 1971.
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stira en el siglo XVII, Zaragoza, Universidad, 1994.
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- VVAA: La elega, III Encuentro Internacional Sobre Poesa del Siglo
de Oro, edicin de Begoa Lpez Bueno, Universidad de Sevilla y
Crdoba, Grupo P.A.S.O., 1996.
2.4.-Teora literaria
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- Martn Fernndez, Mara Isabel: Lenguaje dramtico y lenguaje
retrico (Echegaray, Cano, Sells y Dicenta), Cceres, Universidad
de Extremadura, 1981.
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- Diccionario enciclopdico Vox, Barcelona, Bibliograf, 1995.
Sitios Web:
364
365
6- ABREVIATURAS
- A: Acto
- Cp.: Captulo
- CRM: Cancionero de Rodrguez Moino
- BNM: Biblioteca Nacional de Madrid
- D: Dcima
- E: Estrofa
- Esc: Escena
- LRJ: Letrillas de Gngora y Argote
- Ms.: Manuscrito
- PILG: Poesas inditas de Gngora y Argote
- PJJ: Poesa de Juan de Juregui
- OCAM: Obras completas de Quevedo y Villegas
- RCFC: Don Rodrigo Caldern, de Francisco Carrascal Antn
- RPG: Romancero, de Rodrguez Moino
- SPTE: Stiras polticas, de T. Egido
- V: Verso
- VCM: El conde de Villamediana de Cotarelo y Mori
- VVAA: Varios autores
366
367
7- CRITERIOS DE EDICIN
368
369
8 - APNDICES
512
Fuente: VE/180/81.
370
falsas, que han puesto en peligro la honra, y la reputacin del Marqus, y de su
casa. Y tambin hallar V.M. otras acciones, que quando se hizieron, se
tuuieron por seruicios, y fueron dignas de alabana, y la mudana de los
tiempos las haze parecer delitos, y en vnas, y en otras tendr justssimo
empleo la gran clemencia de V.M. particularmente si considera las razones
siguientes.
Lo primero, que las acusaciones, y visita que se le ha hecho al Marqus,
ha nacido de conocidssima passin, y embidia de tantos, y tan poderosos
mulos como la inuentaron: y en prosecucin della se ha visto tan monstruosos
efetos, como suele causar vna desenfrenada passin, pues han vsado en la
prosecucin desta causa sus mulos de algunos iniqussimos medios, hasta
fingir apariciones de difuntos, y hasta presentar por testigos, que dixessen lo
que auan oydo a vnos endemoniados, y otros que deponen de indicios
manifiestamente falsos, y hablan ms fundados en la temeridad de sus juyzios,
que en la verdad, y temor de Dios: y en tales deposiciones se dexa entender,
quanto aurn excedido testigos presentados contan gran passin, y quan
sospechoso es lo que se le ha opuesto al Marqus, aunque estuuiese prouado.
Iten que su descargo no ha podido ser ygual a las diligencias, que se
auan hecho para sus cargos, ass por la poca comunicacin que ha tenido,
como porque a penas ha auido testigo, que quiera dezir, por temor de tan
poderosos mulos como ha tenido. Y porque muchos de sus descargos
dependan de la confidencia, con que viui, y sirui a los pies de su magestad,
que tiene el cielo, y debaxo de la mano del cardenal Duque, de la qual
confidencia naci el no auerse preuenido el Marqus de muchas cosas, que
importauan para su seguridad, por la fe con que viui de la grandeza de su
magestad. Y aunque despus recurri a sus pies, suplicndole, declarasse
algunas cosas, tocantes a su justicia, su Magestad no lo hizo tan
cumplidamente, como conuena a la justicia del Marqus: parte por no auer
auido, quien le pudiesse traer a la memoria algunas cosas, que
verdaderamente passaron. Y parte, por auerle atajado la muerte, y la desgracia
del Marqus: y tambin el Cardenal Duque, por algunos justos respetos, se ha
abstenido de declarar mucho de lo que a la justicia del Marqus tocaua: con lo
qual no ha podido quedar tan clara como conuena.
371
Destos dos pricipios se colige, que si la causa del Marqus se mirasse
con todo rigor, a lo alegado, y prouado por los contrarios, con los pocos
descargos, que el Marqus ha podido hazer, se caera en manifiesto peligro
graue, de castigar en las culpas, en que est inocente. Y quando se ofrece tan
manifiesto peligro, mejor, y ms seguro es, dexar de castigar la culpa, que
exponerse a peligro de castigar al inocente: y el mismo aur en el excesso del
castigo, que es la razn ms fuerte, que puede inclinar la gran piedad, y
clemencia de V.M. y aun obligarle, a que muestre su grandeza, templando el
rigor, que los juezes, atados a las leyes, suelen vsar, por no tener libertad de
dispensar en los rigores, sino de executar en lo alegado y prouado.
Iten, que algunos de los cargos, que se le hazen al Marqus, tocan en
materias de Estado muy graues, que las resolui el Consejo de Estado, o su
Magestad mismo, con consejo de algunos de los ms graues ministros, las
quales, si se le imputassen a culpa al Marqus, aunque las huuiesse
fomentado, y solicitado, sera condenar por delito, lo que entonces fue seruicio
de estimacin, pues de enderear lo que su Magestad, y sus consejos
resueluen, antes merece premio, que pena, y para no la padecer sin culpa, es
justo, que interuenga la gran piedad de V.M.
Iten es justo, considere la grandeza de V.M. que las culpas, que al
Marqus se le atribuyen, se cometieron entre muchos seruicios, hechos con
gran amor, y fidelidad, y no es justo se pesen los vnos sin los otros: porque si
vn seruicio de importancia, hecho al Prncipe despus de algn delito, es
bastante, conforme a las leyes, para absoluer a qualquier delincuente de la
pena, aunque sea capital. No deue ser de peor condicin los seruicios, que se
han hecho antes de los delitos, ni menos los que se juntan con ellos, para
merecer, que la gran piedad de V.M. temple, y modere la pena, que la culpa
merece.
Iten, suplica a V.M. que considere el gran rigor, y estraordinario estilo,
que se ha vsado con el Marqus, aun hasta el modo de mandarle sentenciar,
pues siendo costumbre assentada, y justificada con razn fortssima de justicia,
que ningn juez, que haga la visita, la sentencie, ni aun tenga voto en ella: y
executndose esto tan inuiolablemente, que aunque el juez sea graussima
persona, y constituyda en grandssima dignidad, no se le da lugar, a que
sentencie la visita que ha hecho. Como son exemplares el Arobispo de
372
Santiago, que oy es, que auiendo hecho la visita del Reyno de Npoles, siendo
Arobispo de Salermo, y despes Obispo de Badajoz, y auiendo venido a esta
Corte a dar cuenta de la visita, y mandndole presidir en el Consejo de Italia,
en el interin que vena el Conde de Lemos. Y auindole dado el Arobispado
de Santiago, no solamente no le remitieron la visita, para que la sentenciasse,
antes le sealaron juezes, a quien diesse cuenta della, y ni aun voto le
concedieron en las sentencias. Y lo mismo se hizo con don Iuan Zapata, del
Consejo de la General Inquisicin, y Obispo de Zamora en la visita, que hizo de
la Chancillera de Granada: y lo mismo con todos quantos han hecho visitas,
hasta el da de oy. Lo qual tiene dos razones fundamentales fortssimas, que
son. La primera, la general presuncin que ay contra los que hazen la visita, y
forman el processo, de que se inclinan siempre al rigor, y se aficionan tanto a la
causa que han hecho, que muchas vezes les parece, est prouado lo que no
ay an indicios bastantes para preguntar al reo. Y la segunda, porque el juyzio
de la visita es sin apelacin, ni le queda otro recurso al sentenciado, sino que
es fuera, se execute la sentencia primera que se diere: y ass no se fa al que
ha hecho el processo el darla, porque no quede damnificado irreparablemente
el visitado, y con sospecha de que se excedi, y no se hizo justicia. Y todas
estas razones se han atropellado con el Marqus, no se siruiendo V.M. de darle
juezes, sino mandando, que los mismos, que hizieron la visita, la setencien: y
siendo este vn juyzio sin apelacin, y estando la sospecha, la costumbre, y la
ley contra los juezes, que hizieron la visita, si la gran piedad de V.M. y su Real
clemencia no entrasse templando el rigor, que se puede temer de los juezes en
caso semejante, sera irreparable el dao, que el Marqus padecera, y dudosa
la justificacin de la sentencia.
Tambin suplica a V.M. considere, que el Marqus no ha tenido
ministerio ninguno, por el qual deuiera ser visitado: porque en el que tuuo de
los papeles de la cmara, es ocupacin nunca jams sugeta a visita, y ass
ninguno de sus antecesores ha sido visitado: y siendo la visita un juyzio tan
irregular y tan riguroso, mandarle hazer a quien no est sugeto a el, por razn
de su ministerio, es rigor, que si la gran clemencia y piedad de V.M. no le
templasse en la sentencia, se podra tener por grandssimo, por auerle faltado
al Marqus la defensa, que en otro gnero de juyzio pudiera auer tenido. Y
caso que aquel ministerio se pretendiera estar sugeto a visita, est ya cumplido
373
con ella, pues su Magestad, que est en el cielo mand a don Fernando
Carrillo el ao 1607, que visitasse al Marqus, y juzgaron la visita el Conde de
Miranda, y don Iuan Ydiaquz, y el padre confessor, que entonces era,
juntamente con don Fernando Carrillo, y dieron por libre al Marqus: y en
consequencia desto dio su Magestad vna cdula en fauor de Marqus. Y
auindole mandado hazer segunda visita sobre los mismos artculos, de que
entonces fue dado por libre, es muy digno de la gran clemencia de V.M.
apiadarse de tan gran miseria, y templar la sentencia, porque es muy digno de
Reales nimos, no segundar el golpe, que vna vez se hizo.
Iten, siendo la culpa, de auer recibido algunas ddiuas y presentes
notoria a su Magestad, que est en el cielo: y aun auiendo sido la noticia, no
slo de lo que verdaderamente el Marqus recibi, sino aun de mucho ms,
que por relaciones falsas su Magestad aua entendido: con todo esso su
Magestad se sirui de condonarle y perdonarle estas culpas, y assegurarle,
que no sera visitado, ni agrauado por ellas, como consta por sus Reales
cdulas, y papeles en esto presentados: por virtud destas se hizo
verdaderamente del Marqus, lo que antes pudiere pretender el Fisco, pues la
condonacin, y perdn de su Magestad parece, que quit el derecho, que el
Fisco en nombre suyo pudiera pretender. Lo qual es muy considerable, y
mucho ms el ser tan sagrada la fe, que los Reyes deuen a sus palabras, y a
sus Reales cdulas, que en ambos fueros no puede tener falencia, ni escusa
que baste, y mucho menos en el interior, ni conforme a l presumirse de fraude
considerable en las cdulas, en que su Magestad hizo esta condonacin y
gracia, pues tuuo noticia de las culpas, y penas que perdonaua, y las quiso
voluntariamente perdonar, sin querer dar lugar, a que por ellas fuesse el
Marqus molestado.
Tuuo su Magestad, que tiene el cielo, muy fuertes motivos para esto,
como l lo muestra en las mismas cdulas, diziendo, que es su voluntad
concederlas, por los seruicios del Marqus, y por otros justos respectos y
causas, las quales siempre se ha de entender fueron bastantssimas, y que
quantas cosas poda su Magestad dispensar, todas las dispens. Y quando no
huuiera otra causa, ms que vna sola, que todos la tocamos con la mano, era
bastantssima para que su Magestad hiziera toda la dispensacin que poda,
que es, los muchos, y muy poderosos enemigos, que el Marqus tena, que
374
siempre estauan calumniando sus acciones, y amenandole de muerte, llenos
de embidia, y de passin contra l, por lo qual era justssimo el temor que el
Marqus tena, de que sus enemigos le auan de destruyr, aunque fuesse con
calumnias, y falsos testimonios. Y representada esta razn a su Magestad, y
conociendo, quan grande era el peligro del Marqus, y quan verdadero, y sin
ficcin, tuuo bastantssima causa para dar las cdulas que dio, y remitir las
culpas, y penas que perdon, por cerrar la puerta, a que no le opusiessen, y
prouassen los mulos las culpas que no aua cometido, y teniendo por mejor,
perdonarle las que aua hecho, que dexalle en manifiesto peligro de que fuesse
acusado, y padeciesse en la honra, y en la vida, por las culpas que nunca aua
cometido. Y esta razn se ha descubierto ms, y mostrado la fuera que tena
con la esperiencia desta causa, de que consta euidentemente, quan falsamente
ha sido el Marqus acusado de algunas cosas graussimas, y quan iniquos
medios se han inuentado para prouarselas.
Y no fue esta dispensacin, y remissin de penas contra la pblica
vtilidad, antes muy en fauor della, pues ninguna cosa ay, que tanto contradiga
el bien pblico, como abrir las puertas a la vengana, a la emulacin, y a la
embidia, y mala voluntad, y a las calumnias, y falsas acusaciones, ni cosa ms
en fauor del bien comn, y pblica vtilidad, que cerrar las puertas a todo lo
sobredicho, y a los falsos, y calumniosos acusadores: porque no aura honra
segura, si esto no se hiziesse ass, y toca a la grandeza del Prncipe,
particularmente quando los enemigos y mulos son los ms poderosos del
Reyno, escusar del peligro de sus calumnias, y enemistades a qualquiera
vassallo, quanto, ms al que auiendo seruido a sus pies, y crecido a su
sombra, era tenido por criatura propiamente suya: y ass moui
fortssimamente esta razn el nimo de su Mag. por muy justo ttulo, y fue muy
en fauor del bien comn la dispensacin hecha, y pudo muy lcitamente
hazerla.
Y oy toca a la rectitud, y a la grandeza, y reputacin propia de V.M. y al
bien pblico, el mandar guardar estas cdulas Reales: a la rectitud, porque es
justicia guardarlas, siendo, como son verdaderas, y dadas con tan gran
consideracin, y tan gran fundamento de razn, y toca a la grandeza, y
reputacin, por la veneracin, que deue V.M. a las acciones, palabras, y
cdulas Reales de su gran padre, y seor nuestro, y sera estimarlas en menos
375
si V.M. no las hiziesse obseruar puntualmente. Y si la fe en guardar palabras
entre todo gnero de naciones, es tenida por cosa sagrada, y entre todo gnero
de hombres por tan de estima, que todos haze reputacin de guardarla, y no
ay, quien no tenga por baxeza el quebrarla; quanto ms es justo, tenga esto
fuera en la grandeza de V.M. haziendo guardar las palabras, y cdulas
Reales, que dio vn tan gran Rey, y a quien deue V.M. tan gran veneracin, por
ser su padre. Y esto tambin toca al bien pblico, porque si las palabras, y
cdulas Reales se violassen, o se desacreditassen, el pueblo se retirara,
teniendo por cosa sin valor y sin crdito las promesas de los Reyes, y los
assientos hechos con ellos, cosa de que naceran grandes inconuenientes para
el bien pblico, y aun para el particular de los Reyes. Y si V.M. consiente
perder el respeto a las cdulas, y palabras Reales de su padre, que est en el
cielo, que no son contra el patrimonio Real, ni contra el bien pblico, abrira
puerta, y dara exemplar a muchos inconuenientes, que no estn bien a su
grandeza.
Y no basta dezir, que su Magestad, que est en el cielo, permiti, siendo
viuo, quebrantar estas cdulas Reales y dio lugar, a que el Marqus fuesse
visitado, y consiguientemente a que fuesse con rigor juzgado. Porque a esto se
responde, que a su Magestad, que est en el cielo, le persuadieron las vozes
de los mulos del Marqus, que era agressor de tan inormes, y atrozes delitos,
y consiguientemente, que no era digno de que se le guardassen cdulas, ni
palabras Reales a quien aua cometido crmenes laesae Maiestatis, tan graues,
y tan atrozes. Y dexndose llevar deste dictamen su Magestad, que est en el
cielo, dex correr las cosas con toda libertad, sin reparar en las cdulas, y
palabras Reales: pero aora, ya Seor, que consta, no ser el Marqus agressor
de tales delitos, y tales crmenes laesae Maiestatis, que razn ay para justificar
el no guardar las cdulas, y palabras Reales? Y sin duda se esperaua de la
grandeza de su Mag. que tiene el cielo, que ajustndose esta verdad, de que el
Marqus no era agressor de los crmenes laesae Maiestatis, que se le oponan,
vsara de su gran piedad, y clemencia, tan conforme a su grandeza: y a la de
V.M. toca ahora el hazer lo mismo en la ocasin presente.
Y lo segundo se responde, que aunque fuera verdad, el auer cometido el
Marqus los crmenes laesae Maiestatis, que le oponan, no aua cosa, que le
obligasse a quebrantar las cdulas, y palabras Reales, ni aunque lo
376
justificasse: porque si eran verdaderos los crmenes laesae Maiestatis, sin
quebrantarle cdula, ni palabra Real, sino antes conseruando la grandeza, que
en guardarlas consiste, tena perdida el Marqus la vida, la honra, y la
hazienda, con que se acabaua con todas sus cosas. Luego cuando huuiera
cometido estos delitos, no aua necesidad de quebrantarle las palabras Reales:
y mucho menos no los auiendo cometido, pues no lo aua desmerecido. Y ass
toca a la grandeza de V.M. el mandar guardar al Marqus sus cdulas, o por lo
menos teniendo atencin a ellas.
Templar el rigor, que los juezes sin atender muchas vezes a estas
razones de equidad, y de la grandeza de V.M. intentan en sus sentencias, para
lo qual tambin hallar V.M. razn de pblica vtilidad, pues lo es, y digno de la
grandeza de V.M. compadecerse de vn hombre desgraciado, persiguido de sus
enemigos, y afligido por tantos caminos, y no consentir que logren la vengana
que ententaron sus mulos.
Y caso que digan, que la vtilidad pblica consiste en dar escarmiento a
los dems, se suplica a V.M. considere que el escarmiento que se ha dado con
el rigor que se ha hecho en la persona del Marqus, es tan grande, que el no
escarmentare con l, no aur rigor ninguno con que escarmiente. Y despus de
tanto rigor y tanto escarmiento antes toca a la pblica vtilidad, que sepan, que
sabe V.M. vsar de piedad y clemencia, que el el medio con que se suelen hazer
amar los Reyes: porque si todo fuesse temor, creceran dello muchos
inconuenientes.
Iten, la principal pretensin de los mulos del Marqus ha sido fomentar
la voz de que era agressor de crmenes de laesae Maiestatis, y en esto se han
empeado de manera que quando ven que no ha podido su malicia llegar a
alcanarlo, pretenden, que no quede del todo libre desta mancha, y infamia, y
ass estn a la mira, y hazen las diligencias, para que al Marqus se le aplique
pena por otras culpas, la qual ellos puedan prohijar a los crmenes laesae
Maiestatis. Y aunque los juezes en sus sentencias lo pongan claro, y sin dar
lugar a equivocaciones, con todo esso, si la pena fuesse tal, que los mulos la
pudiessen prohijar a las culpas, que ellos opusieron, lo harn con gran
perjuyzio de la honra del Marqus, y de su casa: y como han sido poderosos
para infamarle tan grauemente con culpas, que nunca cometi, tambin lo
sern para tener perseuerante aquella infamia, con aplicar la pena a las culpas
377
que ellos opusieron, aunque en ellas est por sentencia declarado por
inocente: porque como la sentencia la vern pocos, y slo suena en la voz del
vulgo la pena, tendrn ellos libertad, y potencia para publicar lo que quisiesen.
Y ass toca a la grandeza de V.M. mirar por la honra del Marqus, y aun por la
reputacin comn destos Reynos, la qual ha padecido hasta aora, y padecer,
si se prohijase a los crmenes graues la pena que se diesse al Marqus: y
deste peligro suplica a V.M. se sirua de librarle, no permitiendo, que se le d
pena, que sea de calidad, que los mulos las puedan prohijar a las culpas
infamatorias, pues no las ha cometido, que no slo toca a la grandeza de V.M.
el curar por medio de la justicia al vassallo enfermo, sino tambin el cuydar,
que la herida, que se le haze no dexe seal afrentosa en el honor: lo qual ser
muy fcil, templando la gran clemencia de V.M. el rigor, de que suelen vestirse
los juezes, que han criado una causa, de la calidad que ha sido sta, y en que
se han empeado tanto.
Y aunque la piedad, y clemencia de prncipe, quando toma la mano, sin
aguardar a la satisfacin del reo, justifica la gracia que le haze, recibiendo en
descargo de las penas deuidas su propia bondad, y liberalidad. Y esto mismo
espera el Marqus de la gracia, piedad y clemencia de V.M. Pero vltra de las
satisfaciones arriba dichas, representa a V.M. muchas, y muy considerables,
que ya ha dado. La primera es, auerle opuesto al Marqus delitos tan atrozes, y
tan infamatorios, y por ellos prendidole, con tan gran ruydo, y tan gran
escndalo, no slo destos Reynos, sino de todo el mundo, presumiendo todos,
y teniendo por euidente, el ser el Marqus agressor de todos los delitos
atrozes, que sonauan con tan grande infamia de su persona, que desde
Oriente a Poniente no ha quedado Seor, Prncipe, ni vassallo, en cuya opinin
no aya estado graussimamente lesa la fidelidad, y reputacin del Marqus, con
la mayor infamia, que se poda oponer en el mundo. Y siendo esta pena de la
infamia tan graue, y mas en tales materias: y auindola padecido el Marqus
inocentemente, como consta de los processos, suplica a V.M. la tome en
descuento de otros descuydos y culpas, pues pena tan graue basta a purgar
quantos delitos se huuieran cometido, como no huuieran sido laesae
Maiestatis, quando ms culpas tan inferiores, como son las que el Marqus
puede auer cometido. Y aun parece, que para resarcille el dao, que por tan
grande infamia ha padecido, era menester fauores, y demostraciones, que
378
soldaran tan grande quiebra, y pedir que se tome esto en descuento de
algunas culpas inferiores, no parece excesso, sino cosa justificada.
Iten lo que el Marqus ha padecido en casi dos aos y medio de prisin,
mudndole de tres crceles, y esta vltima tan rigurosa, y con tan grandes,
descomodidades, y sin vn criado suyo que le siruiesse, estando l de ordinario
con tan poca salud, y auiendo padecido en este tiempo tantas enfermedades, y
auiendo estado siempre sin luz, sino es de velas, y lo ms del tiempo a puerta
cerrada, y tratado con tan gran rigor, en razn de darle missa, y confessin,
cosa que aun a los ms graues delinquentes no se suele negar, y en hombre,
que ha tenido tan grandes puestos, como el Marqus, es ms considerable.
Iten, la grauedad del tormento tan riguroso, que el Marqus padeci
ocasionndole ms las vozes de sus mulos, y el auer ellos pregonado, que si
se le dauan, confessara el Marqus los delitos que se le oponan, que no lo
que estaua provado contra l, ni de los indicios, que de lo processado
resultauan: y siendo la pena del tormento tan graue en persona, que ha tenido
los puestos que el Marqus, y con que se purgan aun los delitos reales, y
verdaderos, quando no estn suficientemente prouados: y constando ya, como
consta, de que tales delitos no ha auido, ni el Marqus los ha cometido: y
auindose desuanecido los indicios remotos, que de la temeridad, de lo que
algunos dezan, resultauan: justo es, que se le tome el tormento en descargo
de otras culpas, si constare auerlas cometido, pues le padeci por las culpas,
que falsamente le impusieron sus mulos: y mucha ms fuera parece tiene
esto, no auindose procedido con l para el dicho tormento, con el estilo, que el
derecho, y las leyes disponen en semejantes ocasiones, para que pudiera
defenderse.
Iten, los grandes daos, que el Marqus ha padecido en su hazienda,
con tan notables, y excessiuos gastes, como ha sido foroso hazer en tan
largas prisiones, y con tantas guardas, y diligencias, como se han hecho, las
quales parece justo tomar en descuento de las penas, que se le huuieren de
imponer en materia de hazienda, y tomar a cuenta todos los daos, que en ella
ha padecido.
Y ass mismo las descomodidades, y trabajos, tribulaciones, y peligros,
en que se han visto su padre del Marqus, y la Marquesa su muger, y sus hijos
inocentes, y los deudos, que les han asistido en semejante ocasin, y los
379
gastos extraordinarios, que para esto han hecho, caminando siempre tan
cuesta arriba, y padeciendo tanto en enderezar esta defensa: que todas estas
razones son considerables, quando los delitos, porque principalmente se ha
padecido, viene a conocerse, ser manifestamente impuestos, y fingidos.
Compadezcase, Seor, V.M. del estado miserable, en que se halla el
Marqus, y de la afliccin de su muger, y de la de su padre, y sus hijos
inocentes. Y si todas las razones referidas no bastan, supla la gran bondad, y
la gran piedad de V.M. lo que falta, con que se reduzir a ygualdad todo, a los
pies de V. Magest. rendidos se lo suplican.
380
8.2. - LAS SENTENCIAS513 (en su totalidad).
513
F. C. Sainz de Robles, op. cit., pp. 33-34.
381
mula ensillada , a la que preceda un pregonero que publique a voz en grito sus
pecados, y sea llevado por las calles pblicas y acostumbradas de esta villa,
donde para el efecto est levantado un cadalso y en l sea degollado por la
garganta hasta que muera; y ms, le condenamos a perder la mitad de sus
bienes, que aplicamos a la Real Hacienda; y por esta nuestra sentencia,
definitivamente juzgada, as lo pronunciamos y mandamos - Licenciado don
Francisco de Contreras - Licenciado don Lus Salcedo - Licenciado don Diego
del Corral y Arrellano.
382
8.3. - CARTA DE RODRIGO CALDERN A SU PADRE514
514
Ms. 12193, fols. 294v-296v.
383
8.4. - ANTOLOGIA POETICA:
Poemas annimos
En CRM
1/-
Hijo soi de una selua que florido,
verdes ojas vest, fecund fruto,
rend lo vegetable por tributo,
y en plido mud lo colorido.
En RPG
2/-
Un pastor de Fuencarral,
de Madrid cercana aldea
con capote y con polainas,
con abarcas y montera,
384
dando ttulos y rentas,
Gracias a S. Jesu-Cristo
que no han puesto en su cabeza
la deseada corona,
aunque su intencin fue buena!
385
que con sus ropas de seda
pimiento parecer 55
que a que se seque le cuelgan.
De miedo de la josticia
se meti el tal en la iglesia:
pues ya no vale al ladrn:
tngalo por cosa cierta. 60
Deshaced un Caldern 65
que aunque es de cobre, las piezas
de su engaste valen mucho,
aunque la hechura se pierda.
Desterr a Villamediana, 85
vuestro padre por poeta;
volvelde a vuestro servicio,
pues ha salido profeta.
516
Variante del refrn Tanto va el cntaro a la fuente, que all deja el asa o la frente, que
advierte que el que frecuentemente se expone a los peligros suele finalmente sufrir las
consecuencias de ello. Ibdem, p. 173.
386
mandad cortar su cabeza.
3/-517
Veinte borregos lanudos
tiene Vuestra Magestad
que trasquilar para marzo
(bien tiene que trasquilar).
4/ -
Qu es aquesto, fama amiga?
qu es de vuestra voz sonora?
qu es de las plumas ligeras
que por el viento tremolan?
517
En el RPG este romance se cierra con el verso 16. Los versos 17-20 aparecen en SPTE
donde encontramos tambin algunas variantes del poema: v.3- para Mayo / v.5- Y, en
transquilando estos veinte / v.16- omisin de la Y.
387
Dorms acaso?, es posible?, 5
tocad la sonora trompa
y pregonad con cuydado
de don Rodrigo la historia.
La variedad de cavallos
de mil colores vistosas
si en ellos juega a las caas
haziendo muestras pomposas.
388
El vulgo a prisa murmura 45
no hay cosa encubierta agora,
ya le componen romances
contando toda la historia.
5/ -
Cuando ya triste y solo
don Rodrigo Caldern
al paje que est de guardia
desta manera le habl:
389
con vuestro sagrado honor.
y venimos a exortarle
que ponga firme su amor
en Cristo Rey Soberano 55
que a todos nos redimi;
390
dineros prestados son,
391
no alcanzaris mi bendicin,
que perdis hijos y hacienda,
Muger y reputacin.
6/-520
Aprisa, devana y coge
la parca embidiosa y fiera,
el hilo del triste fin
del Marqus de Siete Iglesias.
Y a un alguacil de corte,
y a la muger del oidor,
y a un gentil hombre del duque,
que es del Lerma, mi seor,
y al prncipe de Saboya, 25
que en Valladolid muri,
y al cardenal de Toledo,
y al otro predicador;
520
Para Federico Carrascal, el que primero puso en boca de don Rodrigo los versos 7-10 fue
Quevedo. Constituan un cuarteto que se presentaba as: Dicen que mat a la
Reina!/Falsedad es, por mi honor./Otras culpas me condenan./ Que la de la Reina no! F.
Carrascal Antn, op. cit., p. 16.
392
que pecados que no ha hecho
no confiesa un pecador:
de la Reyna mi seora 35
nada s a fe de quien soy.
7/ -
La barba hasta la cintura,
rubio el cabello y muy largo,
plido y mudado el rostro,
de ayunos el cuerpo flaco.
el secretario confuso 25
la sentencia ha relatado:
Yo Felipe rey de Espaa
y de aqueste nombre cuarto,
393
con ducientos mil ducados,
y lo pague de su hacienda, 35
de lo bueno y ms parado.
8/ -
Otorgle el Rey la splica,
responde y da por respuesta,
que le nombren jueces nuevos,
que si es justa y recta
394
dcele la triste nueva,
y comendador de Ocaa,
y regidor de Palencia:
mas fui del Rey secretario,
a quien Dios en gloria tenga,
y fui de Valladolid 25
alguacil mayor, yo era
conde de Villalonga,
que me dio el duque de Lerma,
395
que llaman de Siete Iglesias.
9/ -
Al son de las auezillas,
que estn arpando sus cantos
recuerda vn presso que tiene
casi la muerte en los labios.
Hincado se ha de rodillas,
puesto el Rossario en las manos 10
y con profundos suspiros,
ass dize lamentando:
396
el ms humilde soldado.
De Valladolid la rica
yo fuy Regidor nombrado, 30
mas quien a s no se rige,
mal regir sus vasallos.
Caualleros, y seores
me siruieron, y me honraron,
y agora vna calavera 35
tengo continuo a mi lado.
397
cumplirn su curso elado.
10/ -
A una imagen muy devota,
de la virgen del Rosario,
don Rodrigo Caldern
le dize con tierno llanto.
398
La Luna est a vuestros pies,
y el Sol lo tenis por manto,
y las Estrellas hermosas 15
se regalan en miraros.
Luzero de la maana, 25
Lyrio en Jeric sembrado,
Arco de bonanza lleno,
con reflexos soberanos.
399
Aqueste Nio Divino
que tenis en vuestros brazos;
a imitacin, que sois Ave, 55
tiene un Pxaro en la mano.
400
JESS dir cien mil vezes,
para consolarme un rato,
y tambin el de MARA, 95
dulcemente ir invocando.
11/ -
Oy la fortuna boltara,
dando bueltas a su rueda
me ha traido a tal estado,
donde el dolor se acrecienta.
El mundo es un axedrez,
los hombres los que le juegan,
el uno da muerte al otro,
con maa, y con ligereza. 20
401
y oy dio la buelta la rueda,
que como es rueda boltara,
nunca jams est queda.
o miserable codicia!
o notable pestilencia! 55
qu olvide a Dios la criatura,
por esta humana miseria!
402
De fortunas que oy vinieren, 70
dad gracias a Dios por ellas,
que suele en grande borrasca
venir bonanza de perlas.
Apartaronse llorando,
y en una quadra pequea
se meti luego el Marqus, 80
porque la guarda le espera.
12/ -
En un aposento a solas;
mand llamar don Rodrigo,
de Siete Iglesias Marqus
a su muger, y a sus hijos.
Oy me destierra mi Rey,
de la Corte, y assimismo,
de Capitn de la Guarda 15
manda que dexe el Oficio.
403
me dixeron al oido,
que en los casos de fortuna
se muestra el valor y el bro.
Miraronme, y saludlos,
y ellos hizieron lo mismo,
l de Las Navas me habl,
aunque con semblante esquivo.
La dilacin es forosa,
si obedecer es preciso, 50
el dexaros, caso fuerte,
Dios me conserve el juycio.
404
en un coche de camino,
que a su puerta le aguardava,
dando a sus penas principio.
13/ -
En un aposento a solas,
mand llamar don Rodrigo
de Siete Iglesias Marqus,
a su muger y a sus hijos.
Pseme yo en mi carroza 25
solo, triste y pensativo,
y encontrme el de Pastrana,
que me dijo al oido:
405
a uno que cantaba dijo:
Perdonad a mi instrumento,
porque tan claro os lo ha dicho, 50
mirad que reyna un Rey Quarto
mirad Marqus que os aviso.
de mi desdichada vida,
pues mal empleada ha sido.
Id Marquesa a vuestro cuarto,
consolaos con vuestros hijos, 60
14/ -
Desde el rtico al Antrtico
suena mi trompa ligera
406
y escuchenme los nacidos
esta infelice tragedia.
407
que en mirndose a los pies
queda en un punto deshecha.
La humildad os encomiendo
porque es la humildad tal prenda
que al que es en la tierra humilde
Dios le da la gloria eterna.
Perdonad si os he agrauiado
con mi ruda y tosca lengua,
dadme vuestra bendicin 75
pues que ha de ser la postrera.
408
y ms les dixera all
si ms espacio le dieran.
Muchedumbre de Alguaziles
van diciendo a fuera, a fuera,
porque la gente era tanta 95
que ocupan calles y puertas.
Un pregonero delante
dize, con voz que le oyeran,
manda el Rey nuestro seor
que se cumpla la sentencia. 100
Condenase a degollar
al Marqus de Siete Iglesias,
por muy atrozes delitos
que en el pregn no se cuentan.
409
y abrandose con l
le dixo desta manera.
15/ -
Acto de contricin que dixo don Rodrigo, a vn deuoto cruzifijo.
Dulcssimo Iess mo
pan de vida y gloria eterna,
cordero, Len, Gigante
diuinidad sempiterna.
Misericordia Seor
padre mo, gloria eterna,
mi dulura, mi esperanza
mi regalo, mi riqueza.
410
gusanillo soy humilde 35
el ms vil que ay en la tierra.
16/ -
Al tiempo que raya el alva,
esparciendo hebras de oro,
hecho un mar de tierno llanto,
est un preso humilde, y solo.
411
Quando los vido delante
pidi silencio amoroso,
y aquestos santos consejos 15
dixo con suspiros roncos.
No procuris de subir,
pues dexo exemplo notorio;
porque el subir, es baxar,
si bien lo mirassen todos. 40
412
Qualquiera que os agraviare,
procurad servirle en todo,
que ms haze el que perdona, 55
que el que se venga furioso.
No os d pena de mi muerte,
pues morir tenis vosotros,
mas el saber quando muero,
para m es don mysterioso.
413
17/ -
Ya sacan a degollar
al Marqus de Siete Iglesias
a una enlutada mula,
que un diamante enterneciera.
l va cubierto de luto, 5
larga la barba, y melena,
el rostro desfigurado,
los ojos puestos en tierra.
Degollle el verdugo, 25
pero tan mal le deguella
que el cuerpo est agonizando,
passando terribles penas;
414
Y no importa ser Privado,
si el Privado, hace ofensas,
y si un Rey las disimula,
no ay ponzoa que no beba.
18/ -
A veinte y uno de octubre,
las diez, poco ms o menos
sacan al triste Marqus
todo de luto cubierto.
415
y de un angosto aposento,
que primero fue gran sala,
de aplauso recibimiento.
No va en jaeces bordados,
ni en caballos como es cierto, 10
sino ensillada una mula,
como justiciado y reo.
No acompaado de Pages,
ni menos de Alabarderos,
sino de Padres devotos 15
que le adiestran para el Cielo.
No campanillas, de plata
lleva en el bozal y el freno,
si Cristos y campanillas,
con que se entierran los reos. 20
Sesenta, y ms Alguaziles
van en su acompaamiento,
todos en fuertes caballos
con otros tantos Porteros.
No entra en la escaramuza,
como sola algn tiempo
slo sube cinco pasos
de un cadahalso funesto 40
y al postrer escaln,
es bien que el recibimiento
le salga el verdugo, pues
que ha de hacer su oficio honesto.
416
de la Orden del Carmelo,
y desviando el capuz,
sacando ha un papel del pecho,
417
otros dicen, Credo, Credo.
No confe el ms subido
en la torre de los vientos,
que aquel que ms presto sube,
dan con l ms presto al suelo. 90
19/ -
Si el penoso y triste llanto
A la suspensin da treguas
de vn desdichado marqus
oyris la infeliz tragedia
acusaciones bulgares 5
sus delitos manifiestan
presagios de su fortuna
e hijos de su soberbia
no la cubrieron de luto 25
que no estn siempre cubiertas
de onor las pompas del mundo
a los que se adornan dellas
418
terrado ventana o puerta
que del caso desdichadado 35
la pesadumbre no sienta
vn Cristo cruificado
pues en sus manos contempla 50
con gran deboin sacando
del bulgo lgrimas tiernas
la paz y misericordia
ambas cofradas lleua
con que pretende vitoria
debaxo tales vanderas 60
419
y en lo ms alto contempla
de la mudable fortuna 75
la poca segura rueda
exortale el confesor
a la celestial carrera
con que el misero paiente
muestra contriin inmensa 80
hizolo y umildemente 85
postrado pecho por tierra
recibi la absolucin
porque le de gloria eterna
al dichoso desdichado
cubre de vna vanda negra
los ojos y desenlaza 95
del cuello las blancas trenas
20/ -
El que ms alto se ve
buen exemplo tiene en mi,
que en los altos me perd:
y en los baxos me gan.
420
de vil muerte, honrada vida.
Caldern, o Caldero
puesto en las manos de vn moo
al caersele en el poo
es desestre muy casero. 40
421
sin remor, y sin empacho
qu estraezas sealadas
en m quiso Dios hazer? 70
Pues que llegaron a ser
mis desdichas embidiadas.
422
le suceda muerte buena.
En el punto en que me vi
ms penado, y ms perdido:
(por mi Dios) arrepentido,
ms gan, que antes perd. 100
21/ -
Ya la Parca522 inexorable
pone en el arco la flecha;
flecha que quita la vida,
para dar vida con ella.
521
Expresin proverbial italiana que se traduce por Una bella muerte honra toda la vida. G.
Doval, op. cit., p. 89.
522
Identificadas con las Moiras griegas, las Parcas son unas diosas misteriosas del destino
que rigen el hado de los dioses y de los hombres. Son tres, nmero sagrado. Sus nombres son
Cloto (la hilandera), imagen del desarrollo de la vida en sus diversas fases, desde el nacimiento
hasta la muerte, Laquesis (la que reparte, es decir, la que da a cada uno lo que le toca en
suerte, en una palabra, la casualidad), y Atropos (la inmutable), la inflexibilidad de las
circunstancias y, por lo tanto, la inevitabilidad de la muerte en el momento fijado, as como la
del nacimiento. J. C. Escobedo, op. cit., p. 331.
523
Aadimos esta letra porque creemos que es indispensable en la interpretacin del verso.
423
y con vna liga negra
le vend los tristes ojos, 15
que estauan llorando apriessa.
Ao de mil y seiscientos 25
y veinte y vno se cuenta
a veinte y vno de Octubre
se cumpli aquesta sentencia.
22/ -
Dicen varios Religiosos
de diferentes Conventos;
que jams morir a nadie
con mayor perfeccin vieron.
424
juntamente me enternezco.
Luego se reconcili
con un Padre Recoleto;
del Orden Carmelitano
planta del monte Carmelo. 20
Y asentndose en la silla;
el verdugo carnicero,
le ata los pies y las manos, 35
y venda los ojos luego.
l ofrece la garganta,
que fue su nimo inmenso,
y muri dejando al mundo
admirado y satisfecho. 40
425
a su celestial consuelo.
A la noche lo enterraron
sin aparato fuenesto, 50
como a un justiciado
de los humildes del pueblo.
23/-
Los que segus ambiciosos
la grandeza cortesana,
y en los Alcaares Reales
queris vivir sin mudanas.
426
Con Rodrigo Caldern 25
que un tiempo se intitulaba
el Marqus de Siete Iglesias
y Capitn de la Guarda.
427
Le van dando poco poco 65
noticia de lo que estaua
ya dispuesto por el cielo
que de all sin duda baxa.
Ayunos y disciplinas,
y oracin siempre tan alta
y llorosa que cubra
toda la tierra de lgrimas. 80
Espantse el secretario
y los que con l estauan,
y dizen sin duda: el cielo 95
cauallero te acompaa.
El modo de la justicia
y la perfeccin christiana
conque muri, otro romance
dir en mejor consonancia. 100
428
24/-
Con mil pensamientos vanos,
tiene el vulgo524 competencias
contando de don Rodrigo
la tragedia que le espera.
Ayer se vi regalado
con mil joyas, y preseas,
y oy un agudo cuchillo,
su cuello le presentan.
429
y oy le mandan muy apriessa
que en una enlutada mula
suba cumplir su tragedia. 40
525
Mxima con sentido claro que avisa de los reveses de fortuna.
430
Y al cabo de grande rato,
dando el relox doce y media,
vieron que entrava en la plaza
el Marqus de Siete Iglesias. 80
25/-
En vn pequeo retrete,
lleno de obscuras tinieblas,
donde no sali la Luna,
ni el Sol esparci sus hebras;
No me visitan amigos,
y es vna seal muy cierta,
que es la prisin vn crisol
de amistades verdaderas.
La soledad me acompaa, 25
como amiga verdadera,
que al fin como me ve solo,
slo a solas me consuela.
Ya no s quando es de noche,
ni el alua alegre, y risuea, 30
no me hizo alegre salua,
por no ser digno de verla.
Vn humilde pajezico
431
me ha venido a dar las nueuas,
que de mi muerte infelize, 35
me han dado ya la sentencia.
26/ -
Junto de una celosa
que cerca de un balcn dorado
por do los tomos entran
del sol, y sus rojos rayos;
432
y que os est amenazando. 20
La fortuna os levant
a seor, siendo criado; 30
mas, como la piedra al centro,
os vuelve al primer estado.
433
y acuerdo de lo pasado. 60
Ya ves, mi Redentor, 65
que, por mi bien, ha llamado
a la puerta de mi olvido,
la voz de mi desengao.
434
dio principio a sus trabajos. 100
27/ -
Despus que dio sus descargos
pensando dar a sus penas
descanso, y a sus desdichas,
el marqus de Siete Iglesias;
ya sustanciado el processo, 5
procediendo con clemencia,
los rectsimos jueces
dan y pronuncian sentencia.
Al invencible len
pluma y mano no le tiemblan,
porque ha de temblar el mundo 15
de su valor y grandeza.
Perdone vuseora,
y, como discreto, advierta
que soy mandado, y que debo
hacer lo que aqu se ordena.
435
Y para cumplir mejor
con mi oficio, y dar fe cierta
mientras la relato y digo
dadme, seor, grata audiencia. 40
Leysela, y el Marqus, 45
humilde, da por respuesta
de la sentencia splica
para el rey y su clemencia.
Despidiose el secretario,
y de oir la triste nueva, 50
cubierto de un sudor fro,
desmayado el Marqus queda.
Y volviendo en s el Marqus,
mandan le cierren la puerta;
y tomando un crucifijo
dijo estas palabras tiernas: 60
La voz de mi desengao
sali verdadera y cierta, 70
pues me cant a media noche
el da de mis exequias.
436
Mas yo prometo, Seor
que en el plazo que me queda
de con rigor castigar
mi cuerpo con abstinencia. 80
En CRM
No se ue sino alguaciles
en numeroso concurso,
todos en silencio y todos
dolor publicando mudos. 20
437
que a mi me alcana su luto.
No religiosos le animan,
bien que le ercan algunos, 50
que han de copiar las hedades
constancia de valor suyo.
438
que dan tan amargo el fruto?
No le amena de lejos
el fin que acechando estubo; 70
pues ya sube al cadahalso
donde ha de quedar difunto.
De Rodillas ya en la tierra,
llora copiosos diluuios,
ya se leuanta al cuchillo 75
sangriento aun antes del uso.
No se le oluida el esfuero,
la muerte aguarda no el susto
slo el toco sin desmayo,
la veindad del sepulchro. 80
439
El mundo de su muerte deseoso
quisiera ya su vida,
ansi piadoso oluida 15
lo que pidi quexoso;
porque en tales castigos,
se suelen desdeir los enemigos.
440
Por justas causas, por diuino acuerdo, 55
a un hombre le entregaron,
Cuyas manos le ataron
quando estubo ms cuerdo,
que algn pasado exeso
ata a los hombres quando estn en seso. 60
Cante tu fortaleza
eternos siglos sin cesar la fama;
conserue con purea,
la voz comn que enternecida, aclama
que tu diuino zelo 5
desde el supliio te conduxo al ielo.
Pero t saluaste
haciendo suaue el medio riguroso, 20
tan bien que no dexaste
441
al ms indigno de juzgar piadoso,
duda de que mereces
tanta alabana quanta amable crees.
Religioso perfecto, 25
el negoio ms arduo que tubiste;
gouernaste discreto,
y por el tanto premio mereciste
que quanto hauas herrado,
con general aplauso esta oluidado. 30
Disimul tu vida
la calidad mexor que en ti guardaua
hasta que en tu cayda,
tanto balor mostr que la esperaua, 40
que vn nimo tan fuerte
slo pudo naer contra la muerte.
Consolarte pudieras,
O barn digno de inmortal memoria!,
si infeliz careieras 45
en tu posteridad de menor gloria,
tal es la que adquiriste
de honor y amor quando tu sangre diste.
Y menos merecieran
las prendas caras que tu ausencia lloran,
si de ti slo fueran
hijos, pues grauemente se mexoran
442
con el glorioso aumento 65
que les da tu birtud y tu tormento.
32/-
Ni piedra, ni metal es doloroso
del tmulo eleuado que te admira,
aqu lo santo ofende quien suspira;
pues parece que duda lo glorioso.
526
El poema presenta las siguientes variantes en el RPG: v.1- tu que sin venerar pas,
consiente/ v.2- y agradece a la vista la pena del oido/ v.10- que el feruoroso espritu no
pudo.
443
porque el llanto las lgrimas derrama.
527
Variantes: v.9- por al mano (ms. 5972, ms. 1818)/ v.10- y, uiue (ms. 5972).
528
Variantes: v.7- que al suelo por subir (ms. 5972, 1818)/ v.8- y lo leuanta al cielo hauer
caydo (ms. 5972)/ v.12- O exemplo de poder (ms. 5972).
444
O exemplo del perder a el trance horrendo!
Con tan feliz semblante el cuello ofrece,
que cambia su temor en esperana.
529
Variantes: v.8- haciendo a la porcin (mss. 1818 y 5972)/ v.13- pues que muriendo, a bien
uiuir enseas (ms. 5972).
445
37/- De Andrs de MENDOZA
38/-530
Yae en esta piedra dura
vn hombre quel ser seor
se lo conedi el balor
se lo neg la bentura;
o peregrino, deten 5
el paso con frente igual
que si dien viui mal
lo cierto es que muri vien.
530
En PILG, Gngora es el autor de esta octava con las siguientes variantes: v.1- debajo de
esta piedra dura/ v.2- yace aquel que ser seor/ v.3- le concedi su valor/ v.5- o caminante
detn/ v.6- el paso, fijale ygual. Gngora y Argote, op. cit., p. 9.
446
En las dichas y honores que presenta 5
ruega ambicin las dichas los honores
virtud en las afrentas y rigores
regalando el rigor honrra la afrenta.
En RPG
42/- De Arteaga
447
rompe las leyes, que me puse avaras,
admirando vn suplicio, que en tan claras
muestras de sangre, esconde el escarmiento.
532
Este poema est atribuido a Luis de Gngora en PILG, p.10. Presenta estas variantes: v.2-
exemplo y asombro/ v.3- que casi le trujo a el hombre/ v.7- le vieras/ v.12- por manos de
Dios/ v.15- y en el trance/ v.18- piadosamente mirado/ v.20- tiene.
448
Silui en la ocasin ms fuerte
birasle morir de suerte
que con valor soberano
junt diuino y humano
y hall la uida en la muerte. 10
En RPG
45/-
Solar y ejecutoria de tu agelo
es la ignorada antigedad sin dolo;
no escudries al Tiempo el protocolo
ni corras el silencio antiguo el velo.
449
46/-533
Yo soy aquel delincuente,
por que a llorar te acomodes,
que vivi como un Herodes,
muri como un inocente.
Cocodrilos descubiertos
son poetas vengativos;
que a los que se comen vivos 15
los lloran despus de muertos.
Mi sentencia me azuzaron
en dcimas que escribieron;
ellos la copla me hicieron,
y muerto, me epitafiaron.
En OCAM
47/-
Tu vida fu invidiada de los ruines;
tu muerte de los buenos fue invidiada;
533
La tercera estrofa se presenta as en el ms. 2244: v.9- aplacara/ v.10- canto/ v.11-
Calderon/ v.12- passa. Pensamos que Quevedo opt por los versos de pie quebrado para
no romper con las rimas abba que caracterizan el poema; porque mirando bien, ni yacer rima
con pasa, ni canto con Caldern, y como solucin ingeniosa de su parte, escogi esas palabras
a las que faltan una slaba o una letra.
450
dejaste la desdicha acreditada
y empezaste tu dicha de tus fines.
En CRM
49/-534
534
Este soneto se atribuye a Luis de Gngora y Argote en PILG con estas variantes: v.1- la
fortuna ms subida/ v.2- ni cupo en l suerte/ v.9- purific el cuchillo/ v.12- alterando las
causas sus efectos/ v.13- si glorias le condenan a la pena.
451
Este que en la fortuna ms crecida
no cupo en si ni cupo en la suerte
viuiendo pareci digno de muerte
muriendo parei digno de vida.
O probidencia no comprehendida , 5
ausilio superior auiso fuerte
el humo en que el aplauso se combierte
hace la misma afrenta esclarecida!
En RPG
50/-535
Montnchez un herrero fanfarrn
por slo parecer buen oficial,
de los yerros que hizo un cardenal,
formar quiso un nuevo caldern.
de buxarrones es el ao franco,
no hay ladrn que no viva temoroso;
esto hay de nuevo, y que el gobierno es manco.
51/-
Golpes de fortuna son
vueltos ya contra su dueo
pues un Caldern pequeo
se hace un gran Caldern.
535
En VCM, slo se recoge los cuatro primeros versos del soneto presentndolo como un
cuarteto.
452
mil causas de esta prisin 5
cuenta el vulgo novelero,
y dice que el Rey severo
lo mand mil siglos h;
tanto que teme que ir
la soga tras el caldero. 10
453
52/-536
Ya brama como Len
el que antes era cordero
y con su bramido fiero
se asust todo ladrn;
el primero es Caldern 5
que dizen que ha de velar
a Josafat de Tobar
Rabi, por las uas, caco
otro no menor vellaco
compaero en el hurtar. 10
53/-
Qu sentir Caldern
cuando sus delitos mire?
Justo es que llore, y suspire
su mal pensada traicin;
pero si fuera Sansn 5
y a las columnas se asiera,
acompaado muriera,
que en hurtar, y otros delitos
le acompaan infinitos
aunque se han salido afuera. 10
54/-537
Cay la Tapia, y en ella
tropezaron mil culpados,
que el peso de sus pecados
los trajo al suelo con ella.
La cosa en extremo bella, 5
de Angulo desierta est:
su dueo la ocupar,
como Caldern la suya
sin le da Dios su ayuda,
que harto milagro ser. 10
536
Variantes en VCM: v.1- ya ha despertado el Len/ v.2- que durmi como cordero/ v.3- y
al son del bramido fiero.
537
Variantes en VCM y SPTE: v.9- si Dios no le da su ayuda.
454
55/-
Las cosas de Caldern
se quedaron en bosquexos,
slo descubren los lexos
una incierta execucin:
atengome a su urrn 5
que por la dems maraa
torcera el juez la caa,
de la justicia oprimida,
y quedara con la vida,
quien la quit al sol de Hespaa. 10
56/-
Qu dijo de Caldern
el Pastor Villamediano?
Motejle de Villano,
vinatero y bujarrn?
Que esto fuera sin razn; 5
que es Marqus, y en esta edad
nunca a tanta dignidad
hombre soez jams lleg.
Pues qu fue? Que le llam
Sbdito de la Hermandad. 10
57/-
Tapia, Bonal, Caldern
gran Tobar, triste Rabi,
Tarsis, Conde Barbar,
gente de zurda opinin,
pues dais capote a ocasin 5
para decir liviandades,
mirad vuestras calidades,
temed del Len la ira,
que aunque no decs mentiras
amargan vuestras verdades. 10
455
58/-538
Tras de estos van en hileras
Heredia, Soria y Mejia;
que cada cual mereca
estar bogando en galeras.
Otros de varias maneras 5
y Don Caco de Aragn,
Salazar y Caldern,
como ladrones de fama,
sigue cada uno la rama
ms propia en su inclinacin. 10
59/-
Restituya Rodriguillo
lo que ha hurtado pese a tal!
Y el seor doctor Bonal
lo que tiene en el bolsillo.
Visiten a Periquillo 5
y al palestino Tobar
y no se piense quedar
el otro guardadoblones,
a don Pedro de Quiones,
Seor, lo habris de encargar. 10
60/-
Pobar, Velada y Pastrana
sin hacer merced estn,
no ahorcan a san German
ni al mordaz Villamediana
ya no es santa, ya no es llana 5
ni seora la Condesa
grandes hacen una empresa
que en Don Rodrigo pararon
y las grullas no quemaron
la triste nao portuguesa. 10
538
Variantes en SPTE: v.1- Tras estos/ v.2- Soria, Meja/ v.4- estar remando/ v.10- a la
inclinacin. El poema ocupa el nmero 9 de un conjunto de 10 dcimas titulado Procesin, que
fue escrito al subir al trono Felipe IV. Como todas las dems dcimas de la serie, sta tambin
termina a modo de transicin con un estribillo que anuncia el paso de la procesin: Diln,
diln,/ que pasa la procesin. Vase T. Egido, op. cit., pp. 94-97.
456
61/-539
Salazarillo sucede
en oficio a Caldern
porque no falte Ladrn
que otras privanzas herede
pues ser villano no puede 5
negarnos, que fue primero
como su padre pechero
pero por mudar de estado
un San Benito ha borrado
por meterse a cavallero. 10
62/-540
Un pilar han derribado
con tanta fuerza y ruido,
que de un golpe se han cado
Siete Iglesias de su estado;
y si el pilar ha faltado 5
y rompido tanto el quicio,
no es mucho que un edificio,
tan fuerte, bravo y bizarro
sobre columnas de barro
haya hecho tan gran vicio. 10
63/-
Qu venga hoy un triste paje
a alcanzar la seora,
y a tener ms en un da
que en mil aos su linaje,
bien ser seor se ataje; 5
que es grandsima insolencia.
Qu venga a ser excelencia
un vergante, gran locura!,
si su magestad lo apura,
tendrs Caldern, pendencia. 10
539
Variantes en VCM: v.5- pues el villano/ v.9- Sambenito.
540
Este poema aparece sin autor en el RPG. A propsito de las composiciones poticas del
Conde en este romancero, dice A. Prez Gmez: Todas las composiciones en las que no
consta una atribucin expresa pasan por ser de Villamediana, a quien se atribua todo cuanto
de mordaz y satrico se escriba en el Madrid de aquella poca. Op. cit., p. 121. Sin embargo,
aunque su fama deja pensar lo contrario, no todos los poemas que dedic Villamediana a don
Rodrigo son satricos. Como se puede comprobar en nuestra antologa, compuso algunos que
le homenajean.
457
64/-541
Rodrigo, en poder ests
de la muerte, a quien mandaste
todo el tiempo que privaste,
y a los mdicos, que es ms;
si, por dicha, al cielo vas, 5
poco seguro estaras;
aunque posible sera
que permita Dios que tenga
Dimas en quien se entrega,
y que le hagas compaa. 10
En PIVRC
65/-
Husped, sustenta esta losa
quien nos gobern el vivir
y nos ense a morir,
estrella tan imperiosa;
y la muerte, temerosa, 5
con haberle preparado
la fortuna y derribado
con tan grande valor, le vio,
que nunca se le atrevi
hasta que le tuvo atado. 10
66/-
Mara de Sandaln
en Amber[es] te pari,
541
Variantes en SPTE: v.7- aunque seguro/ v.9- con quien.
542
Refrn retocado que inicialmente era: A quien Dios se la d, San Pedro se la bendiga. Es
un refrn ambivalente, segn Luis Junceda, que tanto vale, pues, para mostrar indiferencia
ante algo circunstancial como para hacer acatamiento a los dictados de la voluntad divina. Op.
cit., p. 48.
458
matrona q[ue] en Dios crey;
y en su fe como un rocn
de su maestro Calvn 15
te dio en leche la doctrina,
y no es cosa peregrina
si un hijo mal enseado
por los pasos q[ue] [h]an andado
por esos mismos camina. 20
Padre no le confesabas,
ni fue tan buena tu madre
q[ue] se [le] conozca padre,
y as en Flandes le buscabas.
El de ac de las Aldabas, 25
siendo como no se ola
-oh, prudente!- resista
haciendo al silencio escudo,
en el tiempo q[ue] cornudo
tu diligencia le haca. 30
543
Falta una letra que se ha borrado del ms. 3795 de la BNM. Para la comprensin del verso,
Ruiz Casanova la sustituye por una v, o sea una u o una b antiguas. Aunque cabra la
posibilidad de usar otra letra, a nuestro entender, sa parece ms lgica. M. Etreros da otra
variante del mismo verso: o de algn saliente pino, que cambia su sentido global sin alterar la
comprensin de la dcima. Op. cit., p. 117.
459
con todo el linaje humano,
que mdico o cirujano 55
de vida muy prolongada
con papel y sin espada
dio tan mortales heridas,
pues q[ue] quitastis ms vidas
q[ue] una peste moderada. 60
67/-
Caldero a dorar madama,
y llaves viejas, pregona,
un calderero que entona
bien su bolsa y mal su fama;
Caldern dicen se llama, 5
pues ha venido a tener,
despus de tantas coladas,
sus calderas tan quebradas
que no pueden ser soldadas
si el Rey no lo supo hacer. 10
68/-
Mucho me pesa D[on] Rodrigo, hermano,
de veros apear de caballero;
adnde est el aplauso cortesano?
460
Aunque con mil resabios de escudero,
mejor os estuvirades villano 5
y escapredes de cuartos544 un caldero:
del hado fue proftica amenaza
pendencia con Verdugo y en la plaza.
69/-545
Aqu de un hombre el peor,
yace mejorado en suerte;
perdi el ser y fue su muerte
tal, que cobr ser mayor.
Caminante, donde vas? 5
No estn de tu nombre agenos;
si fue ms para ser menos,
fue menos para ser ms.
70/-
Don Rodrigo Caldern
quiso igualarse a su dueo
siendo grande el tan pequeo,
que apenas se puso el don.
461
y su opinin tan enferma,
ha se retirado a Lerma
con el Duque Cardenal. 20
71/-546
Aqu yace Caldern,
pasajero, el paso ten,
que en hurtar y morir bien,
se parece al Buen Ladrn.
72/- 547:
Don Rodrigo Calder-,
atiende el tiempo que pa-,
saca el dinero de ca-,
y echa tu barba en remo-.
En VCM
73/-
Hoy de la fortuna al desdn
dio aqu una muerte inmortal
a quien el bien le hizo mal
a quien el mal le hizo bien.
546
Los cuatro primeros versos presentan estas variantes en el ms. 4101 (fol. 50r), en el RPG, y
en SPTE: Aqu yace Caldern/que tuvo tan buena suerte/que en la vida y en la muerte/[se]
parece al buen ladrn.
547
El conde de Villamediana escribi estas redondillas basndose en una ancdota segn la
cual, Caldern haba tomado la precaucin de ocultar en varios conventos de Valladolid alhajas
y papeles que podan comprometerle. J. F. Ruiz Casanova, op. cit., p. 360.
462
74/-548
En jaula est el ruiseor,
con pihuelas que le hierren,
y sus amigos le quieren
antes mudo que cantor.
75/-
Si de esta escapa Caldern,
bstele una racin,
en galera, digo,
aunque sta le sobra a tal enemigo.
76/-
Si es que la guarda me han dado,
no le doy otra razn,
sino que el Rey ha ordenado,
que siga al mayor ladrn
en oficio el ms robado. 5
77/-549
Pendencia con berdugo y en la plaza
mala seal sin duda te amenaza.
78/-
Muri como santo y fuerte
el que ms vivi en su muerte.
Soli deo honor et gloria.
79/-
Quien ha hurtado su pedao,
y ha sido muy buen Ladrn,
es Rodrigo Caldern.
Libera nos Domine.
548
Variantes: v.4- antes maxtix que cantox (ms. 4049).
549
A nuestro parecer, este pareado es una variante de los dos ltimos versos del poema 68:
del hado fue proftica amenaza/ pendencia con Verdugo y en la plaza.
463
80/-
Con anzuelos y con redes
pescaron muchos en vano:
yo pesco con Caldern.
Quae non mortalia pectora cogis,
auri sacra fames!
81/-550
- Ya la parte de casa est pagada.
- Y qu pide Hinestrosa? -Seora.
- Y Juan Gutirrez?
- Ttulo quera de una huerta que tiene su cuada.
En ms. 4049551
82/-
Pint un gallo un mal pintor
y entr un [] de repente
en todo tan diferente
quanto ygnorante su autor.
Su falta de auilidad 5
satisfizo con matallo
de suerte, que muri el gallo
porque dijo la verdad.
550
J. F. Ruiz Casanova recoge este poema con la nota siguiente: Este soneto burlesco fue
editado tambin por LRC, pgs 141-142 con el siguiente epgrafe: A los catarriberas de la
Corte. Es el nico soneto dialogado que conocemos del Conde. Cotarelo apunta que en l, se
supone hablan el Duque de Lerma y Don Rodrigo Caldern. Op. cit., p. 435.
551
Este poema es edicin nuestra. En el manuscrito viene a continuacin del poema 74 de
nuestra antologa. Por la disposicin de los versos, es muy difcil deducir si forman un conjunto
o si cada uno es un poema independiente. Los recogemos aqu por separado porque ni
Cotarelo y Mori ni Ruiz Casanova (antlogos del conde de Villamediana) mencionan la
existencia del poema 82 en sus ya citadas obras. En el segundo verso no se ve bien esta
palabra que sustituimos por [].
464
En SPTE
El duque de Lerma
est fro y quema.
El duque de ceda
esconde la mano y tira la piedra;
mas viendo su engao, 5
el mal de los otros ha sido su dao.
El duque de Osuna
Npoles llora su buena fortuna;
mas ya que est preso,
muy bien se alegra de su mal suceso. 10
San Germn
no tiene un pan
cuandu fue a Miln;
si all lo hurt,
no lo s yo. 15
Si de sta escapa Caldern,
bstale una racin,
en galera, digo,
aunque sta le sobra a tal enemigo.
El confesor, 20
si mrtir muriera, fuera mejor.
Tomas de Angulo
toda su hacienda trajo en su mulo.
Juan de Ciriza
de miedo se eriza. 25
El seor Bonal
a s se hizo se hizo bien y a todos mal;
552
Encontramos esta versin en J. F. Ruiz Casanova, op. cit., p. 1139.
465
y a su mujer
lo que ha rapado procura esconder.
Pedro Tapia 30
el premio es la escarpia.
Jorge de Tovar
valile el hablar.
En CRM
85/-
Ser pudiera tu pira levantada
de aromticos leos construida
o fnix en la muerte si en la vida
ave aun no de sus pies desengaada.
86/
Sella el tronco sangriento no lo oprime
de aquel dichosamente desdichado
que de las inconstancias de su hado
esta piarra apenas lo rredime
466
preipitado, o quanto nos auisa
o quanta trompa es su exemplo mudo.
87/-
Quanto el aero fatal
glorioso hio tu fin
cuesta a la fama el clarn
de ms conoro metal
si el ya promulgare mal 5
acto tan superior,
ninguno podr mexor
que tu muerte referillo
siendo su lengua el cuchillo
que examin tu valor. 10
En PILG
88/-
89/-
Temi la mano que puso el azero
acobardose el golpe azelerado
que del varon heroico infeliz hado
jamas oprime el animo sinero.
467
en tu delito quedas desculpado
que el espiritu vil acobardado
mal executa el exemplar severo.
90/-
Sexta la edad periodo postrero
del incierto final: al de una vida
sirvi aquel orbe entero de orizonte
en el punto central del xiro esphero
mximo circo en su teatro unida 5
plaa funesta y enlutado monte
sirvi la de Acheronte
ya tabla de naufragios impia barca
y el que tronco la Parca
spritu la espanta 10
de aquella a quien discanta
de heroe glorioso alma generosa
al son de mi garganta
lgubres nenias lira lastimosa.
Trescientas peas treinta mil pedaos 15
hiciera el sufrimiento prolongado
de medio lustro y ms que pasdesciendo
dura prisin sino erojados lazos
en su casa (ay dolor) encarcelado
antes de escala que al onor sirviendo 20
con lixero atruendo
el aplauso del mundo y la excelencia
la hiieron reverencia
ya inacesible roca
la cavernosa boca 25
abre Eolo impaiente en la bonanza
y en la fortuna loca
todos los pasos toma a la esperanza.
de la misericordia el dule enquentro
con la verdad inquiere la maliia 30
la paz y la justicia se besaron
tuvo cada una estndose en su centro
amagos de piedad en la justiia
con la razn y unidas se acordaron
de las culpas que hallaron 35
468
visto su buen desseo
cargos le hiieron requisito al reo
tras luminoso velo
mirlo desde el Cielo
la justiia ajusto la competencia 40
y la verdad del suelo
nascida dio de muerte la sentencia.
Vivi muriendo ms de inco meses
sac no los conatos de la muerte
las memorias pasadas desabridas 45
verdes si entonces ya entrojadas mieses
dichosa hiieron su infelice suerte
a la eterna morada conduzidas
y a la verdad asidas
alegre de aver dado ac la quenta 50
la honrra hall en la afrenta
ajust sus partidas
no haiendo en el efeto
filial obsequio y fraternal afeto
si bien la carne sienta 55
el mutuo amor y conyugal respeto.
Gentilicio el valor griego y romano
quanto la antigedad celebra, calle
pasme la admiracin a lo que ha visto
con fortaleza y qual el ser christiano 60
quan larga hasta el suplicio fue la calle
los ojos lleva y nimos en un cristo
y el suceso previsto
fue la faccin maravillosa en todo
gloriossa, y que en el modo 65
sali de aquesta vida
el alma por la herida
la posibilidad porque se asombre
por la umilde cayda
eterno vive y vivir su nombre. 70
Lagrimoso cantava
esto a la muerte Tirso de un amigo
que la immortalizava
la fama en el castigo
Albaro si famoso tal Rodrigo. 75
91/-
Ya don Rodrigo acab
si con su muerte se acavaron
las bboras que picaron
su honra, no lo s yo.
S que un espejo dej 5
de la privanza a privados
469
para que desengaados
en su luna puedan ver
que el eclipsarse y caer
es de los ms levantados. 10
470
como rama desgajada
y aun no del tronco colgada
dando vista lastimosa.
Alma, pues goas dichosa 55
de Dios, pues a Dios volaste
que de enbidiossos dejaste
pues ven en tu triste historia
que al fin se canta la gloria
y al fin la gloria cantaste. 60
En RPG
92/-
Arroyo, en qu ha de parar
tanto anhelar y morir,
t por ser Guadalquivir,
Gualdalquivir por ser mar;
Carrillejo en acabar 5
sin caudales y sin nombres,
para ejemplo de los hombres?
Arroyo, en qu ha de parar
tanto anhelar y morir,
t por ser Guadalquivir,
Gualdalquivir por ser mar;
Carrillejo en acabar 20
sin caudales y sin nombres,
para ejemplo de los hombres?
Qu da tienes reposo?
A qu noches debes sueo?
si corres tal vez risueo, 25
siempre caminas quejoso;
mucho tienes de curioso,
aunque no en el tirar cantos,
y as tropiezas en tantos
cuando te quis levantar. 30
Arroyo, en qu ha de parar
471
tanto anhelar y morir,
t por ser Guadalquivir,
Gualdalquivir por ser mar;
Carrillejo en acabar 35
sin caudales y sin nombres,
para ejemplo de los hombres?
Si tu corriente confiesa
sin intermisin alguna
que la cabeza en la Cuna 40
y el pie tienes en la huesa,
qu fatal desdicha es esa
en solicitar tu dao?
Psame que el desengao
la vida te ha de costar. 45
Arroyo, en qu ha de parar
tanto anhelar y morir,
t por ser Guadalquivir,
Gualdalquivir por ser mar;
Carrillejo en acabar 50
sin caudales y sin nombres,
para ejemplo de los hombres?
C- Arroyo, en qu ha de parar
tanto anhelar y morir,
t por ser Guadalquivir,
Gualdalquivir por ser mar?
A- Carrillejo, en acabar 5
sin caudales y sin nombres,
para ejemplo de los hombres.
472
Murmura, y sea de ti,
pues que sabes murmurar. 15
Arroyo, en qu ha de parar
tanto anhelar y morir,
t por ser Guadalquivir,
Gualdalquivir por ser mar?
A- Carrillejo, en acabar 20
sin caudales y sin nombres,
para ejemplo de los hombres.
C- Qu da tienes reposo?
A qu noches debes sueo?
si corres tal vez risueo, 25
siempre caminas quejoso;
mucho tienes de furioso,
aunque no en el tirar cantos,
y as tropiezas en tantos
cuando te quis levantar. 30
Arroyo, en qu ha de parar
tanto anhelar y morir,
t por ser Guadalquivir,
Gualdalquivir por ser mar?
A- Carrillejo, en acabar 35
sin caudales y sin nombres,
para ejemplo de los hombres.
C- Si tu corriente confiesa
sin intermisin alguna
que la cabeza en la Cuna 40
y el pie tienes en la huesa,
qu fatal desdicha es sa
en solicitar tu dao?
Psame que el desengao
la vida te ha de costar. 45
Arroyo, en qu ha de parar
tanto anhelar y morir,
t por ser Guadalquivir,
Gualdalquivir por ser mar?
A- Carrillejo, en acabar 50
sin caudales y sin nombres,
para ejemplo de los hombres.
94/-
Al tronco descanzaba de una encina
que invidia de los bosques fue lozana,
473
cuando segur legal una maana
alto horror me dej con su ruina.
- Poemas manuscritos
En ms. 5972
554
El apellido del poeta vara segn las fuentes: se llama Puz Marn en CRM y ms.1818. ste
es un poema manuscrito que no aparece editado ni en RPG ni en CRM. Esta edicin es
nuestra y esperamos que no se demuestre lo contrario. El poema que ocupa el fol. 205 del ms.
5072, presenta estas variantes en ms.1818: v.6- de si mismo/ v.13- la cabeza/ v.14- venci
la suerte.
555
En un epitafio que hizo en Cdoba en las honras de la reina doa Margarita, Gngora
escriba un verso parecido: en polvo ya el clarn final espera. Gngora y Argote (1981), p.
207.
474
96/- De Vicente PIMENTEL556:
- Cancin
En RCFC557
97/-
Despertar, Don Rodrigo,
Si por ventura dorms,
Que vida me ha muerto un hombre,
No es justo que duerma as
556
Esta dcima como la anterior es edicin nuestra. Aparece en ms. 5972, fol. 212.
557
Dice F. Carrascal Antn en la nota explicativa de la cancin: En una mezcla de leyenda y
realidad se cuenta en el folclore extremeo que don Rodrigo oy a un desconocido trovador
que, al pie de una ventana del castillo y al son de un lad, cantando, le dio a entender que uno
de los principales delitos que se le atribuan y por el que trataban de perseguirle sus enemigos
era el suponerle cmplice en la muerte de la Reina Margarita, acaecida ocho aos antes. Op.
cit., p.125. La cancin tiene cierto parecido con el poema 26 (de S. Flores).
475
Y no es culpa balad.
En vano del Escorial
En su tumba yace all 20
Que por permisin de Dios
Los muertos suelen salir
O los duelos de los muertos
Tambin los vivos reir.
Rodrigo a no despertaros
Es fuerte Dios el sufrir. 30
476
8.5. - CARTA DE LPEZ DE AYALA escrita a su amigo y
crtico Manuel Caete despus del estreno de Un hombre de
Estado558:
558
Op. cit., estudios preliminares, pp. CXIX-CXXI. Es una respuesta a las crticas que recibi su
obra despus del estreno.
477
compasin que inspiran los males ajenos, sino del placer que resulta de la
satisfaccin del orgullo; virtud, si as puede llamarse, que l abrigaba, ms
atento a los que habrn de elogiarla, que a los que habrn de gozar sus
saludables afectos.
Don Rodrigo, irritado contra s mismo, porque l recordaba que en todas
las posiciones de su vida haba escuchado una voz interna que adverta sus
errores, se entreg a la justicia humana, decidido a sufrir el castigo que
mereca.
Llega el cuarto acto; el convencimiento de sus errores le ha hecho
penitente, y de la penitencia ha salido la esperanza. Del mundo ya se
desprenden las imgenes de las pasiones vestidas de sus verdaderos colores.
l, en su propio corazn, observa al hombre y conoce: Que en su calma
consiste su ventura/ y en ser hombre consiste su grandeza.
Este es el prisma por donde debe examinarse el drama....
Junio 20. El sobre por Sevilla, Guadalcanal
478
8.6. - DON RODRIGO CALDERON: Un estudio clnico. Por
F. Carrascal en Don Rodrigo Caldern: Entre el poder y la
tragedia. Pp. 33-37:
479
hallndose al mismo tiempo conservadas la claridad y el orden del
pensamiento, la voluntad y la accin.
En este estilo paranoide se incluyen la desconfianza y las sospechas. Es
frecuente en los seres humanos presentar la tendencia a acusar a otras
personas de su mala fortuna o de su mala fama.
Un paciente paranoide dedica todas sus energas a confirmar sospechas
y a defenderse contra persecuciones imaginarias o reales. Cmo no se iba a
defender D. Rodrigo de bulos, stiras, comentarios, la sospecha del
envenenamiento de la Reina Da Margarita, otras muertes no comprobadas,
etc., etc.? l mismo, por su afn de grandeza, menospreciando o
desacreditando a su padre, dice que no es hijo de l, sino del Duque de Alba
Esas persecuciones imaginarias ponen de relieve una intensa
sensibilidad, una rapidez mental y una gran firmeza de carcter, mostrando de
una forma distorsionada, alguna de las posibilidades mentales ms estimadas,
a pesar de que resulte evidente un grave perjuicio en su comportamiento falto
de penetracin y en su influencia sobre los dems.
El paranoico tiene como sntomas: orgullo, desconfianza y falsedad de
juicio, o sea, interpretacin equivocada de palabras, conductas y gestos.
Del orgullo se deriva una supervaloracin, una consideracin de envidia
hacia los dems y, en consecuencia, el sentirse vctima de sus agresiones.
La desconfianza implica suspicacia, sospecha, recelo, siempre hay doble
intencin de los dems hacia el paranoico.
La falsedad de juicio se refiere a la interpretacin equivocada de
palabras, conductas y gestos.
D. Rodrigo se senta aludido permanentemente por el entorno y proyecta
sus propias ideas a los dems. Implica ideas o actitudes persecutorias. A
veces, los pequeos sucesos ordinarios de la vida los pone en una falsa
relacin con sus propios temores y deseos, que valora e interpreta segn
puntos de vista puramente subjetivos, con desconfianza exagerada o firme
creencia carentes de toda crtica en su realizacin.
Si a ello se unen las influencias ambientales extraordinaria, el cuadro
paranoico se completa.
480
El paranoico tiene como sntomas los citados: orgullo, desconfianza y
falsedad de juicio, o sea, interpretacin equivocada de palabras, conductas y
gestos.
D. Rodrigo presentaba:
Acaparamiento extraordinario de riquezas: perciba impuestos sobre
los productos que mandaban de Amrica, etc., etc.... Aparte los
regalos artsticos, objetos de oro, plata, joyas, piedras preciosas,
cuadros.
Orgullo desmedido: neg durante un tiempo la paternidad de su
padre, para lograr la grandeza, diciendo que era hijo del Duque de
Alba; luego pidi perdn. Ya se comentar.
Fanatismo religioso: Acendrado sentido del temor y de la culpa, y
liberarse de esto es lo que haca tan frecuentes sus confesiones
(hasta dos y tres veces al da en los tres ltimos aos de su vida). De
ah sus expresiones y exclamaciones msticas. El afn de perfeccin
va unido a escrpulos morales, con la duda de que la confesin ha
sido perfecta.
Intolerancia: El celo de D. Rodrigo era de un carcter tan extrao,
que puede muy bien decirse que rayaba en la locura. Su actitud
puede considerarse como una prueba de que entre todas las
flaquezas o, mejor dicho, vicios de la naturaleza humana, ninguno es
tan fecundo en males como el fanatismo.
Religiosidad excesiva: psicosis de devocin (publicar los pecados),
escrpulos de conciencia, exceso de humildad opuesto al orgullo
que tuvo al principio-. Platn en sus estudios psicolgicos, delimit
una entidad llamada locura religiosa.
Ansiedad: Es una sensacin subjetiva de miedo a algo, a veces,
inconcreto; Rodrigo a lo largo de su vida, ya presinti su muerte en
tres o cuatro ocasiones en pleno apogeo de su vida cortesana. Una,
por medio de su padre de que acabara mal- censurndole su
orgullo y cmo trataba a la gente. Otra, por parte de una joven
despechada, a la que neg sus caprichos. Otro presentimiento fue de
l mismo, cuando ms le halagaban en unas fiestas en la plaza
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mayor. Y, por ltimo, al morir Felipe III y or las campanas. Y con esta
obsesin vivi los ltimos meses.
Se trata, pues, la ansiedad, de una aprensin o premonicin de un
estado de intranquilidad referida a alguna cosa que el paciente cree que le va a
suceder en un futuro prximo. Es un estado emocional muy cercano al miedo.
Los psicoanalistas consideran la ansiedad como la respuesta a una
situacin que amenaza al individuo, aunque esta amenaza puede ser
simplemente una idea o algo ms concreto, como un objeto o una persona.
Ansia de poder: Le llev a acumular gran cantidad de ttulos, la
mayora con beneficios econmicos rentas-.
Afn de notoriedad: Numerosos puestos de honor y remunerados en
la ciudad.
Odio a la nobleza: sin embargo, era sencillo con gente humilde.
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