Etica de Corrupcion Spain Jorge-Tunon

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La ética
de la
corrupción
en la España
actual
Autor:
Jorge Tuñón

Titulación:
Índice

Introducción 4

Las dos caras de la misma moneda: ética y corrupción 6

Corrupción: concepto y medición 9


• ¿Qué es la corrupción? 9
• ¿Cómo se mide la corrupción? 12

La corrupción como lacra a escala internacional 14


Corrupción en Europa: quien esté libre de pecado que
tire la primera piedra 19
• Confianza en las instituciones nacionales 22
• Particularismo y corrupción en la Unión Europea 24
• Confianza en la lucha gubernamental contra la
corrupción 27

Corrupción en España: ¿del título europeo en


percepción al oro olímpico? 30
• Haberla “hayla” y los datos lo demuestran 31
• Geopolítica de la corrupción en España 34
• La fiesta de la corrupción: España 2016 37
• ¿Por qué hay tanta corrupción en España? ¿hay
soluciones para combatirla? 40

Conclusiones 44

Bibliografía 53
Introducción

¿Con factura o sin factura? No consiste solo en un eslogan de la Agencia


Tributaria; sino que la confesión de haber pagado “sin factura” amenazó con
convertirse en un tema central de la campaña electoral española del año
pasado al ser requeridos directamente los candidatos Pablo Iglesias y Albert
Rivera; y supone un dilema al que se habrán tenido que enfrentar
(seguramente) tanto quienes leen estas líneas como quien las suscribe. Pagar a
la empleada doméstica sin factura o al albañil que nos remoza la terraza
suponen comportamientos poco éticos con respecto a la sociedad en la que nos
toca vivir, puesto que de nuestro ahorro se descuentan servicios sociales,
educación, sanidad, etc.
Sin embargo, no tienen comparación con el agujero que suponen para las arcas
públicas: las mordidas por la concesiones de obras o proyectos públicos; la
financiación ilegal de los partidos; el blanqueo de capitales por parte de
empresas y políticos; los modelos clientelares y pseudo-mafiosos con los que
algunos gobiernos pervierten el sistema democrático corrompiendo y
secuestrando en la práctica las instituciones; o la aceptación de dádivas de
empresarios para el enriquecimiento particular a cambio de legislaciones más
favorables de algunos intereses económicos y en detrimento de los intereses
generales del país; entre otras prácticas anti-éticas, anti-sociales y corruptas.
Hace muy poco, sobre todo cuando en España “se ataban los perros con
longanizas” (a mediados de la década pasada), mirábamos por encima del
hombro a nuestros “fratelli” italianos. En aquella época del (más tarde
frustrado) “sorpasso” nos regocijábamos de las tropelías y corruptelas del “latin
lover” Silvio Berlusconi, que para nuestro asombro se las arregló para ser
elegido Primer Ministro hasta en cuatro ocasiones durante tres periodos
diferentes. Nos mofábamos de la paja en ojo ajeno, pero no advertíamos la viga
en el nuestro1.
El resto de la historia ya la conocemos. Llegó la crisis y nos dimos de bruces con
la realidad. La tarta a repartir fue mucho más pequeña, muchos no podían ya
vivir como lo venían haciendo y en ocasiones no había ya pastel para todos.
Entonces caímos en la cuenta. Nos dejó de hacer gracia observar como el vecino
evadía impuestos o utilizaba recursos públicos en beneficio particular. Nos
dimos de bruces con la realidad: éramos más o menos igual de corruptos que
aquellos a quienes atribuíamos el magisterio en el arte de la picaresca.

4
1. Sobre el caso italiano bien puede consultarse la investigación del propio autor del presente informe,
Jorge Tuñón, titulada: Calciopoli o la Ética de la Corrupción ¿Reflejo de la sociedad y la política en Italia? /
Calciopoli or the ethics of corruption: Mirror of society and politics in Italy; y disponible en:
https://www.academia.edu/3783985/Calciopoli_o_la_%C3%89tica_-
de_la_Corrupci%C3%B3n_Reflejo_de_la_sociedad_y_la_pol%C3%ADtica_en_Italia
La ética
de la corrupción
en la España
actual

Introducción

La agudización de los efectos de la crisis económica en España y el descrédito de


sus instituciones y de la clase política vienen alimentando durante los últimos
años una visibilidad mediática de la corrupción inusitada hasta la fecha. El
empacho de corrupción, que afecta por igual a diferentes partidos políticos y a
la Corona, resulta insoportable: los casos Nóos, Rato-Bankia, Pujol, Púnica,
Taula, Gürtel, Bárcenas, o los ERE, entre otros, suponen la punta del iceberg
con la que venimos desayunando cada día de este 2016. De hecho, durante todo
el ejercicio los sucesivos barómetros del Centro de Estudios Sociológicos han
venido indicando, que casi la mitad de los españoles señalaba la corrupción
como el segundo problema del país, solo por detrás del desempleo.
¿Pero esta inusitada visibilidad mediática de la corrupción en España, supone
que sea un país más corrupto hoy que hace dos décadas?; ¿Cuáles son los
comportamientos constitutivos de corrupción política y empresarial más
frecuentes en la España actual?; ¿Cómo podemos medir la corrupción?; ¿Existe
alguna diferencia intrínseca entre nuestra corrupción y la internacional? ¿En
clave comparada, somos más o menos corruptos que los países de nuestro
entorno?; ¿Optamos acaso a la medalla de oro olímpica en corrupción en 2016?
El presente informe del OBS pretende arrojar luz sobre estas y otras cuestiones,
ahondando en los factores explicativos y realizando humildemente algunas
propuestas, que pudieran ayudar a mitigar este cáncer que amenaza con
gangrenar el crecimiento y el futuro del país.

5
Las dos caras de una misma
moneda: ética y corrupción

Sin pretender aquí efectuar un riguroso análisis sobre la etimología ni la


filosofía del concepto de la ética pública, sí que podemos enmarcarla, a rasgos
generales, en torno al concepto de justicia, o incluso al de los valores que
modelan tanto el derecho como la misma sociedad. Históricamente, una vez
que el transcurso de los siglos hizo perder a las diferentes religiones el
monopolio sobre el concepto de moral, se pretendió establecer una ética común
destinada a los ciudadanos (fuese cual fuese su credo o ideología), inspirada de
manera imprescindible en el Derecho y en el Estado. Con la irresoluble
complejidad de dotarla de un contenido común y concreto, se ha hecho
referencia a la “moral universal” o al “mínimo común ético” (Palomino,
2008:94).
La ética es la “disciplina del conocimiento que tiene por objeto el estudio de los
distintos caracteres, hábitos, costumbres y actitudes del ser humano, y clasifica
las acciones en buenas o malas, debidas o indebidas, convenientes o nocivas, en
virtudes y vicios, y enseña cuáles son aquellas acciones dignas de imitar”
(Diego, 2004: 9-10). Aplicado estrictamente al campo de la Política y de la
Administración, la ética pública será el instrumento a través del cual el Estado
debe guiar la conducta de sus gobernantes.
Si bien los ciudadanos reclaman a sus gobernantes la satisfacción de unas
determinadas demandas de la comunidad política, en muchos países la
mencionada satisfacción no resulta siempre posible, entre otras causas, por los
vicios que impiden la eficiencia en el funcionamiento de sus administraciones
públicas. La lentitud y la ineficacia administrativa se ven, con más frecuencia
de la deseada, retroalimentadas por el descubrimiento de diferentes escándalos
de corrupción que desacreditan a la vez al personal público y a las mismas
instituciones, generando una notable pérdida de credibilidad en las mismas y
en el gobierno. Resulta entonces preceptivo el estudio de la ética pública como
disciplina que contempla la definición de la bondad o malicia (para la
comunidad) de las acciones del gobierno y de la administración. En ese sentido,
la ética pública puede entenderse como un proceso en el que la colectividad y
los individuos van generando unas pautas de conducta y un carácter que
permiten un mejor desarrollo de la convivencia y una mayor expansión de la
autonomía y de la libertad del ser humano (Villoria, 2000: 19).
La ética, factor clave para elevar la calidad de la administración pública,
promueve que los cargos públicos sean ocupados por los más capaces, por los
más leales a la constitución política y por los que posean un amplio sentido de
justicia para su comunidad política; y no por personas famosas, carismáticas,
polémicas, o, como ya en su tiempo explicaba Aristóteles, por las que anhelen
los cargos de gobernantes y administradores públicos. Una correcta
implementación de la ética pública pasaría por: la promulgación de leyes éticas
que obligasen tanto a los organismos públicos como al sector privado; el
establecimiento de un marco normativo de conducta a través de códigos de

6
La ética
de la corrupción
en la España
actual

Las dos caras de una misma


moneda: ética y corrupción

conducta que identificasen los valores deseables para los servidores públicos; y
la ponderación de especialistas encargados de la formación en ética pública
(Diego, 2006b). Todo ello debilitaría el fenómeno que permite que en la
actualidad se puedan identificar con más frecuencia de la deseable en el seno
de la administración pública, personas no sólo incompetentes para su cargo,
sino desleales para con el país y los ciudadanos a los que deben servir, además
de carecer de espíritu de dignidad y justicia. En el marco de la crisis financiera,
uno de los factores que lastra las posibilidades de recuperación económica, es
también la falta de virtud y ética que exhiben algunos de nuestros
conciudadanos, particularmente aquellos que ocupan relevantes cargos
públicos.
Como resultado del descuido al que ha sido cercenada la ética en el ámbito
público, la mayor y más importante de las consecuencias ha sido la aparición de
anti-valores y prácticas negativas, que han invadido cada esfera de la vida
pública de las sociedades contemporáneas. Efectivamente, estamos hablando
de un fenómeno de alcance mundial, la corrupción, que “ha dejado de tener
tintes locales y es un problema verdaderamente global, pues la magnitud
alcanzada en las últimas décadas no es ya sólo un problema moral de países
pobres, sino también, y sobre todo, de los ricos. Es más que nunca un problema
cambiante e intersectorial” (Pamplona, 2006). Y es que los anti-valores y las
prácticas corruptas han invadido cada ámbito de la vida pública en las
sociedades contemporáneas, desde el político hasta el social, pasando por el
económico y el cultural, según coinciden intelectuales del prestigio de
Habermas, Sartori, o Küng, entre otros.
Prueba de lo anterior, es que en 2004 el entonces ministro de Justicia chileno,
Luis Bates, estimaba que el componente económico de la corrupción, entre
sobornos, malversación de fondos públicos, licitaciones corruptas y lavado de
dinero, generaba el equivalente anual al 5% del producto interior bruto
mundial (Bates, 2004). Pero esta estimación, de difícil comprobación dada la
naturaleza de la materia, puede quedarse corta ya que el desvío de fines y
recursos económicos es una realidad latente no sólo en los gobiernos
nacionales sino incluso en organizaciones internacionales como la OTAN, la
ONU o a la mismísima UE. La corrupción se manifiesta igualmente tanto en
países pobres o en vías de desarrollo como en países desarrollados y en muchas
ocasiones exportadores de valores como EE.UU, Reino Unido, Francia, Italia o
España, entre otros.

7
Las dos caras de una misma
moneda: ética y corrupción

Aunque la corrupción haya acompañado a la humanidad a lo largo de su


historia, la revolución en el mundo de las comunicaciones ha permitido, no sólo
la revelación de un número indecente de casos, sino el alcance mundial de los
propios escándalos. Como denunciaba Caiden (2001, 244), mientras que la
corrupción podía suponerse en regímenes evidentemente fraudulentos, era
menos previsible en otros países que lideran el mundo a escala militar,
económica e incluso moral; y menos aún en el seno de “la comunidad
internacional, con escándalos que posiblemente surgieron primero en la
UNESCO, y luego en la propia ONU, los bancos de desarrollo regional, la OTAN,
la UE, y recientemente en las organizaciones no gubernamentales, inclusive en
la organización de los Juegos Olímpicos”. Si bien la lacra de la corrupción se ha
expandido por la mayoría de los países y de las organizaciones supranacionales
del mundo, no es menos cierto que también ha crecido la concienciación y el
interés por seguirla, estudiarla y por tanto combatirla, a través de organismos
como Transparencia Internacional (TI), la Oficina contra el Soborno de la
Organización para el Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), la Oficina
de Lucha contra el Fraude de la Unión Europea (OLAF), o el Grupo
Multidisciplinario sobre la Corrupción del Consejo de Europa (GRECO) (Diego,
2006: 201).

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La ética
de la corrupción
en la España
actual

La corrupción: concepto y medición

La corrupción se encuentra íntimamente ligada con la desafección política que


se experimenta en algunos países como España durante los últimos años. La
visibilidad mediática que conlleva el descubrimiento de tramas corruptas en
las que se han visto inmersos políticos de larga trayectoria en todos los puntos
de nuestra geografía (Madrid, Cataluña, Comunidad Valenciana, Andalucía,
Baleares y un largo etcétera), a algunos integrantes dela propia Casa Real,
pero incluso a todo tipo de empresarios, deportistas o personajes de la
farándula manchados por los recientes Papeles de Panamá, nos suscita ciertas
cuestiones. Algunas son muy evidentes. ¿Hasta qué punto somos un país
corrupto?; ¿Lo somos más o menos que otros?; ¿Se corresponde la percepción de
la corrupción con la que realmente existe?; ¿Cómo se puede medir la
corrupción?; y por último y muy lógicamente ¿En qué consiste exactamente la
corrupción?

¿Qué es la corrupción?
Como bien sostienen Manuel Villoria y Fernando Jiménez (2012: 109), la
escandalosa “abundancia de noticias sobre actos corruptos en España no suele
venir acompañada de análisis rigurosos de su extensión, ni de sus
características tipológicas o de sus componentes estructurales”, mientras que
dicha acumulación de informaciones sobre casos de corrupción pública “podría
estar generando una sensación de expansión del fenómeno, que acabaría
afectando a la propia percepción existente y reforzando, finalmente, la
desafección existente en nuestro país”. Es decir, sostienen los profesores que
corrupción existe, como veremos con unos índices concretos, pero
probablemente no ahora más que durante los años felices de la primera década
de siglo.
Por el contrario, la crisis económica, las estrecheces y la visibilización mediática
de múltiples escándalos de corrupción que han involucrado a variadas
personalidades de la vida pública, habrían creado un caldo de cultivo excelente
para una percepción de una corrupción superior a la realmente existente. Y
dicha percepción existe, puesto que casi la mitad de los españoles la sitúan
como el segundo mayor problema del país, solo por detrás del desempleo. Sin
embargo, los índices de corrupción no son tan diferentes a los de hace una
década, a los de la “España feliz”. Probablemente la diferencia tenga que ver
con la sobreexposición mediática de unos comportamientos que antes (de una
manera u otra) se toleraban y respecto a los cuales “se hacía la vista gorda”, y
que en la actualidad no se consienten (al menos informativamente) y suscitan
la indignación de la ciudadanía.
Ni que decir tiene, que a ello ha ayudado que la corrupción española sea mucho
más política que administrativa y que en su momento se propagase muy al
calor de la eclosión del boom de la construcción. La mayor percepción actual y la
espiral que ella genera debido a una menor transigencia, pudiera apuntar a
una eclosión de las prácticas corruptas desde hace diez años a esta parte en

9
España. Sin embargo y sin ánimo alguno de exoneración, lo único que ha
eclosionado ha sido la indignación, la percepción y la intransigencia con
La corrupción: concepto y medición

respecto a unas prácticas que estaban latentes y que sin idéntica visibilidad se
sucedían con una frecuencia muy similar en el pasado. Es decir,
probablemente España no sea mucho más corrupta que hace una década,
sino tristemente tan corrupta como entonces. Lo que ha variado ha sido
(esencialmente) la percepción. El problema es que vivíamos entonces en la
ignorancia. Al menos la crisis económica habrá servido para quitarnos aquel
tupido velo de los ojos.
De otra parte, resulta indispensable acotar cuáles son las prácticas a las que nos
referimos como corruptas. En definitiva, ¿Qué es y qué no es corrupción? ¿Acaso
toda trasgresión legal puede ser considerada como corrupción?; ¿Qué sucede
entonces con las actitudes legalmente factibles pero moralmente reprobables?
No se trata de una cuestión baladí, puesto que “no existe un concepto de
corrupción capaz de acoger en sí todas sus modalidades y, al tiempo, ser
suficientemente riguroso (Villoria y Jiménez, 2012: 114)
La noción de corrupción que vienen manejando tanto los estudiosos, como la
prensa y la ciudadanía españolas, es una noción inclusiva, extensiva y amplia.
La corrupción sería todo abuso de poder para el beneficio privado, ya sea éste
directo o indirecto. Es decir la corrupción no se reduce a la mera comisión de
sobornos, sino que ampliamente es percibida como toda distribución
inequitativa de los recursos públicos. “Cuando a una persona se le otorga poder
para que lo use en beneficio del grupo que se lo cede fiduciariamente y,
traicionando la confianza, lo utiliza para beneficiarse directa o indirectamente,
estamos ante un supuesto de corrupción. Esto puede permitirnos considerar
como corruptos actos realizados tanto en el sector privado como en el público”
(Villoria, 2016).
Es decir, consideramos igualmente corrupta la ocultación de la situación
financiera y el fomento de la venta de las acciones de Bankia por parte de su
presidente, que la aceptación de sobornos (del 3% del montante de la licitación)
por parte de cualquier político o director de compras de una empresa. En los
anteriores existiría un beneficio directo. Sin embargo, no son menos corruptas
las prácticas que implican un beneficio indirecto. Hablamos de realidades
tristemente tan extendidas como la concesión de proyectos o contratas a
cambio de promesas de empleo en favor de familiares o amigos, o la misma
promulgación de una ley o regulación que beneficia indebidamente a un grupo
de interés, que por su parte, figura entre los financiadores del partido en el
gobierno, muy frecuentemente al margen de la Ley de Financiación de Partidos.
Pero las anteriores no son las únicas. El intercambio discrecional y
particularista de favores, por el cual los decisores políticos conceden
privilegiada o ilegalmente derechos y prestaciones a cambio de apoyo electoral
o económico a quienes forman parte de sus redes. El denominado clientelismo
que ha permitido la sucesión reiterada de gobiernos monocolores en algunos
territorios españoles, como la Comunidad Valenciana o Andalucía, entre otros.
Así pues, el clientelismo, entendido como: la concesión de beneficios o favores
exclusivos; la adjudicación de contratos, subvenciones o concesiones

10
administrativas; la exención de impuestos o requisitos; o la mera facilitación de
información privilegiada, tanto a unos beneficiarios, como a unas áreas
La ética
de la corrupción
en la España
actual

La corrupción: concepto y medición

geográficas específicas; a cambio bien de dinero, bien de votos suponen unas


fórmulas de clientelismo, tristemente muy conocidas últimamente en España
(Noos, ERE, Gürtel, Púnica, Taula, Pujol, entre otras reseñables o
mediáticamente relevantes durante 2016).
Igualmente, no podemos obviar el despilfarro y el abuso de privilegios
públicos como otra forma de corrupción. Nos resultan sobradamente
conocidos aquellos comportamientos, lamentablemente permitidos y solo
desde inicios de la crisis económica socialmente rechazados en España, con los
de los altos cargos que utilizan coches oficiales o taxis pagados con recursos
públicos para desplazamientos particulares, disfrutan de opíparas comilonas
en restaurantes de lujo a cargo del erario público, servicios de prostitución o
compañía, o regalan costosas joyas esposas/os o amantes. Todos los
anteriores, que tenemos tan en mente, por ejemplo a causa del denominado
caso de las “tarjetas black”, suponen evidentes conductas antiéticas,
corruptas y abusos de poder en beneficio privado.
Especialmente dañinas son ese tipo de conductas de abuso de privilegios
públicos en conexión con la faraónica eclosión urbanística padecida por
España durante la primera década de siglo. Nos referimos a todas aquellas
obras suntuosas e innecesarias (aeropuertos sin aviones, radiales sin coches
o proyectos de depósitos de gas en zonas sísmicas en el Mediterráneo
iniciados, comprometidos y clausurados), en las que los gestores públicos
despilfarran (a sabiendas) ingentes cantidades de recursos públicos, como si
de una donación se tratase a unas empresas adjudicatarias, en el mejor de los
supuestos sólo simpatizantes del partido político en el poder, en el peor de los
casos proclives a pagar mordidas (el 3% del montante fue muy usual en
algunos gobiernos regionales), sobornos o realizar generosos regalos o
descuentos en propiedades inmobiliarias, incluidos preciosos áticos con vistas
en Marbella.
No suponen las prácticas anteriores, casos anecdóticos o
macroeconómicamente intrascendentes, sino que según la Comisión
Nacional del Mercado de Valores, la contratación pública despilfarra en
torno al 4,5% del PIB por sus deficientes mecanismos de control e ineficiencia.
Para el último ejercicio computado (2015) el 4,5% del PIB español superó los
48.600 millones de Euros, cifra nada despreciable y que excede de los 40.000
millones de Euros del importe del Rescate Bancario que España recibió en 2012
(que deberá ser devuelto con dinero público) y que supone un saqueo anual
de unos 1.100 Euros por habitante.
Como bien denuncia recientemente el especialista en la materia Manuel
Villoria (2016), una tipología de corrupción muy preocupante es la que
denomina como corrupción legal. Es decir, la que consiste en “capturas de
ciertas políticas públicas o, al menos de decisiones fundamentales en el marco
de dichas políticas por poderosos grupos de interés. La captura puede
realizarse a través del estratégico aterrizaje en puestos importantes del
Gobierno, en órganos regulatorios o en comités asesores clave; también

11
mediante el reclutamiento de políticos bien relacionados y poderosos para su
La corrupción: concepto y medición

incorporación a consejos de administración bien remunerados; o mediante la


presión mediática, dado el control de los grandes grupos multimedia”. Ni que
decir tiene la actualidad de la que goza en la España actual el debate acerca de
las “puertas giratorias” y el creciente número de ex presidentes, ministros o
altos ejecutivos de la administración pública que pasan a ocupar relevantes
puestos ejecutivos en compañías privadas, sobre las que anteriormente
hubieron de legislar, con el evidente conflicto de intereses y en claro
detrimento de los intereses públicos.

¿Cómo se mide la corrupción?


Tras haber tratado de explicitar en qué consiste la corrupción y detallar
algunas de sus tipologías más evidentes en España, entendemos necesario
ahondar sobre la problemática de la medición de la corrupción. Por su propia
naturaleza nos referimos a prácticas obscuras, sobre las cuales sus
practicantes no suelen tener el mayor interés en dar publicidad. Es por ello que
las dificultades para obtener datos fiables acerca de las frecuencias de las
prácticas corruptas, sean prácticamente insalvables. Motivo a su vez por el
que los índices internacionales comparados (Transparencia Internacional o
EY)2 se realicen (preferentemente) mediante datos subjetivos de percepción,
en lugar de gracias a datos objetivos de prácticas corruptas contabilizadas.
De cualquiera de las maneras, los diferentes estudios y análisis de la
corrupción vienen, hasta la fecha, tratando de medirla de tres formas
diferenciadas: a) objetivamente por medio de los datos de las denuncias de
corrupción y de las investigaciones abiertas por el ministerio público o los
jueces de instrucción; b) gracias a encuestas de percepción de corrupción
realizadas a inversores nacionales y extranjeros, expertos o a la ciudadanía en
general; y c) a través de las denominadas “encuestas de victimización” en las
que se pregunta a los ciudadanos por sus experiencias directas en pago de
sobornos o en las extorsiones que pueden llegar a sufrir por parte de los
funcionarios del Estado.
Sea cual sea la metodología de medición elegida no debemos obviar que la
cuantificación precisa de la corrupción es un reto prácticamente
inalcanzable y que los datos obtenidos siempre deberán ser analizados con
precaución y en perspectiva. La dificultad de obtener mediciones precisas
deriva de un conjunto de factores que pivotan sobre la clandestinidad
intrínseca de las prácticas corruptas.

12
2. Transparencia Internacional es una Organización No Gubernamental Internacional con sede central
en Berlín que publica periódicamente cada año su Índice de la Percepción de la Corrupción (edición de
2015, http://transparencia.org.es/wp-content/uploads/2016/01/tabla_sintetica_ipc-2015.pdf ); mientras
que EY es una consultora internacional (antigua Ernst and Young), que con periodicidad bianual, publica
su Encuesta Global sobre el Fraude (edición de 2016, http://www.ey.com/Publication/vwLUAs-
sets/EY-corporate-miscon-
duct-individual-consequences/$FILE/EY-corporate-misconduct-individual-consequences.pdf .
La ética
de la corrupción
en la España
actual

La corrupción: concepto y medición

De una parte, la corrupción (esencialmente la política), forma (lo queramos o no)


parte del propio juego político y electoral, motivo por el que muchos de los casos
de corrupción política emergen durante los periodos electorales, utilizados (sin
duda) como armas arrojadizas entre adversarios políticos. De otra parte, la
percepción social de la corrupción está fuertemente determinada por la
visibilidad y la relevancia mediática de su cobertura, con lo que una mayor o
menor presencia en los medios de escándalos de corrupción no implica
directamente unos mayores o menores niveles de corrupción. Asimismo, existe
un problema de “lag times” o “retraso en los efectos”, cuando como
consecuencia de una rigurosa persecución de la corrupción (ya sea por el
gobierno o por los medios de comunicación de un territorio) se visibilizan
tramas y escándalos, que pueden generar la sensación de que la corrupción es
más elevada, que cuando no se perseguía o se miraba hacia otra parte.
Paradójicamente puede suceder que se incrementen los índices de percepción
de la corrupción, cuando, de facto, la misma se reduce (Villoria y Jiménez, 2012:
117).
Precisamente, no cabe duda de que en la España actual de 2016, tal y como podrá
comprobarse en los índices aportados en las dos próximas secciones del
presente informe, confluyen los tres fenómenos antes descritos. Dentro de un
modelo mediático Pluralista y Polarizado, típico de los países de la Europa
meridional (Hallin y Mancini, 2004; Patterson, Fullerstone y Tuñón, 2016), la
prensa de partido (muchas veces como consecuencia de la inacción
gubernamental tanto a escala nacional como regional) se ocupa de dar
visibilidad mediática a la corrupción política generada por los rivales
electorales, tal y como resulta palmario durante la campaña electoral continua
que padece España desde el otoño de 2015.
Igualmente, los índices de percepción de la corrupción en la España actual
son los más elevados de Europa (campeones continentales), lo cual no indica
necesariamente que sea el país más corrupto de Europa, sino el reciente
hartazgo y la novedosa indignación de la sociedad española por la visibilidad
mediática de unas prácticas corruptas, que antes, bien desconocía, bien
toleraba.
Particularmente en España se acentúa la cuestión del retraso en los efectos, con
motivo del estallido de la crisis económica y financiera en 2008 y el pinchazo de
la burbuja inmobiliaria, sector muy ligado a las prácticas fraudulentas. En
efecto, muchas de ellas bien se circunscriben, bien hunden sus raíces en aquel
periodo de la “España feliz”, si bien tienen relevancia mediática y se juzgan en
la actualidad. No se pretende ni mucho menos exonerar responsabilidades o
minusvalorar el problema que tiene España con la corrupción, puesto que
suponemos que si bien algunas de esas prácticas que ahora los medios de
comunicación revelan como escandalosas, pertenecen al pasado, las que se
están urdiendo y practicando en la actualidad, solo se conocerán en el futuro.

13
La corrupción como lacra
a escala internacional

Por mucho que parezca que hayamos estado haciendo innumerable méritos
últimamente, el oro olímpico en corrupción no parece sencillo de alcanzar. No
se trata de una lacra específica, consustancial e intrínseca a la realidad
española sino que, como bien subrayaba Diego (2010) se trata de “una
pandemia mundial que afecta a los distintos gobiernos y a las
administraciones públicas de todo el mundo. El desvío de recursos públicos
hacia intereses privados repercute negativamente en la eficiencia de las
instituciones, genera un incumplimiento de metas y objetivos en los
programas públicos, impide la resolución de demandas ciudadanas, genera
una pérdida de credibilidad de los gobiernos con la consiguiente desconfianza
de la ciudadanía en los mismos”.
La corrupción como problema público no es un fenómeno nuevo, sino que ha
venido acompañando al hombre a lo largo de la historia. Sin embargo, lo que sí
resulta novedosa es su eclosión como pandemia global hasta alcanzar una
dimensión alarmante a partir de la última década del siglo pasado. Entonces y
a partir de la repetición de diferentes casos, organizaciones internacionales
como el Consejo de Europa, la Organización para la Cooperación y el
Desarrollo Económico (OCDE), el Banco Mundial, la Organización de Estados
Americanos (OEA) o la propia Unión Europea (UE), decidieron tomar cartas en
el asunto disponiendo de mecanismos, grupos de trabajo u oficinas ad-hoc
para mitigar los crecientes efectos de la lacra.
Solo desde entonces se tiene conciencia de que la problemática no solo se
limita a los países subdesarrollados (como incluso hoy en día se puede
escuchar todavía), sino que supone también un grave problema de hondas
raíces en países desarrollados. Es decir, los ricos, por el mero hecho de serlo no
dejan de corromperse, sino que lo hacen por igual o aún más que los menos
favorecidos. Igualmente, se ha tomado consciencia de que la corrupción no se
reduce tan solo al ámbito gubernamental o a la esfera política, sino que
comparte complicidad, y en muchas ocasiones se relaciona y se entremezcla
con el sector privado, motivo por el que involucra igualmente a empresas de
carácter nacional o multinacional.
A la citada eclosión de la corrupción, se han opuesto diferentes esfuerzos.
Algunos de carácter local o nacional, pero también otros de alcance
internacional. Es por ello que diferentes estados y organizaciones
supranacionales han suscrito acuerdos internacionales, refrendado legislación
internacional en la materia, creado organismos ad-hoc al efecto3. En efecto y en
tanto en cuanto la corrupción no conoce de fronteras sino que trasciende de la
vida interna de los Estados, para alcanzar a sus relaciones internacionales en
aspectos de índole: política, económica, comercial o incluso cultural; desde la

14
3. Óscar Diego realiza una muy pertinente descripción de los mismos en el número 10 “Construyendo un
dique internacional para contener la corrupción” de su serie de Cuadernos de Ética para Servidores
Públicos, editada por la Universidad Autónoma del Estado de México.
La ética
de la corrupción
en la España
actual

La corrupción como lacra


a escala internacional

última década del siglo pasado se han venido creando y perfeccionando


diferentes organismos para combatirla. No son sino la consecuencia de una
preocupación, que no solo ocasiona perjuicios injustificables sino que ofende la
dignidad humana. Preocupación ante la cual, los Estados han convenido la
necesidad de analizar sus causas y combatirla por medio de la cooperación
interestatal y en el marco de una visión de conjunto que no solo se ciñe al
ámbito público sino que también alcanza al social y al privado. Por tanto, los
organismos creados responden a la necesidad de incorporar elementos
externos de control al individuo, entre los cuales debe incluirse, por su carácter
disuasorio a la vez que moralizante, a la participación ciudadana.
A pesar de todos los esfuerzos (cada vez más precisos) anteriormente descritos,
resulta innegable que la corrupción sigue creciendo según se desglosa de los
resultados que publica periódicamente Transparencia Internacional, la
Oficina Europea de Lucha contra el Fraude (OLAF), la Oficina de Lucha contra
el Soborno de la OCDE, o diferentes consultoras privadas. Como veremos, no
queda más remedio que admitir que existen múltiples rincones donde se
tejen corruptelas, lugares a los que no hay ley, auditoría o instrumento de
supervisión o/y control que alcancen a desenmascararlas.
Por mucho que algunas compañías o partidos políticos puedan obtener unos
indudables progresos particulares pagando o recibiendo un soborno, el efecto
global de la corrupción en el desarrollo económico es negativo. De hecho,
cuanto más corrupto es un país más lentamente crece, puesto que existen
diferentes disfuncionalidades aparejadas a las prácticas corruptas que
entorpecen el desarrollo económico: la reducción de la inversión extranjera
directa; el incremento desequilibrado del gasto público; o la distorsión del
propio gasto público en detrimento del bien general y en beneficio de
proyectos menos eficientes pero de oportunidades más elevadas de
manipulación y obtención de sobornos.
Supone por tanto la corrupción uno de los más grandes retos a los que se
enfrentas las sociedades contemporáneas. Ante la imposibilidad de erradicar
esta lacra, al menos será necesario persuadir la concienciación de la sociedad
internacional de la necesidad de reducirla, en base a los perjuicios que puede
producir, no solo a los países en vías de desarrollo, sino al conjunto de los
Estados y al sistema económico y comercial mundial.
No se tratan las anteriores de afirmaciones gratuitas o “brindis al sol” sino que
vienen refrendadas por la 14 Encuesta Global sobre Fraude publicada en 2016
por la Consultora EY4, que apuntando principalmente al sector comercial y
privado, coincide en que combatir la corrupción es hoy una prioridad global.
Concretamente hace hincapié en la necesidad de incrementar la cooperación
por medio de agencias reguladoras y aplicadoras de la legislación
internacional, que incrementen la presión sobre las empresas, mitigando así
fraudes, sobornos y riesgos de corrupción. Puesto que aunque se han advertido
los esfuerzos y los progresos de muchas compañías a escala global, todavía es
detectable un importante nivel de conductas poco éticas.

15
4. Corporate Misconduct – Individual Consequences: Global enforcement focuses the spotlight on
executive integrity (14th Global Fraud Survey) by EY: http://www.ey.com/Publication/vwLUAs-
sets/EY-corporate-miscon-
duct-individual-consequences/$FILE/EY-corporate-misconduct-individual-consequences.pdf
La corrupción como lacra
a escala internacional

Los datos obtenidos por la última Encuesta Global de EY refrendan lo anterior.


De una parte, existe un nivel sin precedentes de apoyo del combate de la
corrupción, desde los gobiernos y las instituciones multilaterales, que alcanza
al 91% de los encuestados (puede comprobarse su desglose por regiones
geográficas en el Gráfico 1), quienes afirmaron creer importante el
conocimiento de la titularidad de las empresas con las cuales mantenían
relaciones comerciales. De otra parte y a pesar de lo anterior, el 39% de los
encuestados confirmaron que tanto los sobornos como otras prácticas
corruptas son habituales en sus países, sin que la situación haya mejorado
desde la encuesta precedente; el 21% afirmó que dichos comportamientos
estaban muy extendidos en los países desarrollados, lo que suponía un
aumento del 4% respecto a quienes afirmaron lo mismo en la encuesta
anterior; mientras que el 32% confesó preocupación personal en su entorno
laboral al ser preguntado sobre sobornos y prácticas corruptas.

Global 91% Gráfica 1.


Apoyo a la
Africa 97% transparencia
W. Europe 94%
respecto a la
titularidad de
N. America 94% las empresas a
escala global.
Oceania 94%

S. America 94%

Middle East 91%

Eastern Europe 87%

Japan 86%

Far East 85%

India 84%

Fuente: EY (2016): 14 Encuesta Global sobre Fraude (2016). http://www.ey.com/Publi-


cation/vwLUAssets/EY-corporate-miscon-
duct-individual-consequences/$FILE/EY-corporate-misconduct-individual-conseque
nces.pdf

16
La ética
de la corrupción
en la España
actual

La corrupción como lacra


a escala internacional

Resulta muy reseñable, según se desprende también de la citada encuesta


(2016), que globalmente, el soborno y la corrupción son todavía percibidos
como prácticas muy extendidas, sin que pueda advertirse una mejora con
respecto a los datos de la edición anterior (2014). Concretamente y a escala
global, el 39% (como veremos en sucesivos apartados, salimos malparados
puesto que dicha proporción se eleva hasta el 50% para el caso español) de
los encuestados percibían en 2016 los sobornos y la corrupción como
prácticas extendidas en sus países por el 38% que así lo hacían en 2014. Y para
confirmar aquella máxima de que la corrupción no es una disfuncionalidad de
los países en vías de desarrollo respecto a los más desarrollados, mientras que
la mencionada percepción decreció de un 53% a un 51% en los denominados
mercados emergentes; por el contrario aumentó (preocupantemente) del 17%
al 21% en los mercados desarrollados, también entre 2014 y 2016. Dicho
aumento bien podría atribuirse al elevado perfil mediático de algunos casos de
corrupción que han venido afectando a corporaciones norteamericanas y
europeas muy relevantes, durante los últimos ejercicios.

Gráfica 2.
Percepción de la
corrupción global 51 %
53 %

y según
desarrollo
económico en 39 38 %
%
2014 y 2016

21
17
%
%
Developed Developed Emerging Emerging
Global Global markets markets markets markets
2016 2014 2016 2014 2016 2014

Fuente: EY (2016): 14 Encuesta Global sobre Fraude (2016). http://www.ey.com/Publi-


cation/vwLUAssets/EY-corporate-miscon-
duct-individual-consequences/$FILE/EY-corporate-misconduct-individual-conseque
nces.pdf

La misma encuesta subraya, por lo que respecta a los casi tres millares de
directores de finanzas o ejecutivos de diferentes empresas consultados que,
casi la mitad de ellos, concretamente un 42% llegaría a justificar
comportamientos no éticos para alcanzar los objetivos de resultados previstos,
porcentaje incluso superior al 36% que tolerarían dichas conductas para
asegurar la supervivencia de la empresa en momentos de crisis económica. Por
si no fuera suficiente, no es que los integrantes de sus equipos financieros

17
demostrasen conductas muy diferentes. De hecho, el 16% de los mismos
justificaba la realización de un pago en efectivo (eufemismo para referirse a un
soborno), si de ello dependía obtener o retener un negocio; mientras que el 7%
de los mismos también justificarían falsear balances contables con idénticos
objetivos.
La corrupción como lacra
a escala internacional

En base a todo lo anterior, se puede concluir que en el marco de un entorno


global cambiante, con una creciente cooperación interestatal, los reguladores
se encuentran cada vez mejor informados y precavidos acerca de las posibles
conductas corruptas o falta de ética. Lo cual no quiere decir, que las mismas
puedan llegar a extirparse en un plazo relativamente corto de tiempo, en tanto
en cuanto las encuestas vienen sosteniendo que resulta inasumible que los
individuos (incluidos los ejecutivos de las más destacadas corporaciones
globales) actúen con completa integridad, en tanto en cuanto todavía para
ellos, el fin justifica los medios.

18
La ética
de la corrupción
en la España
actual

Corrupción en Europa: quien


esté libre de pecado que tire la
primera piedra

Si algo no puede negarse como evidente mérito de la Unión Europea (UE) ha


sido su tradicional defensa de unos valores muy concretos. La democracia, el
estado de derecho y la economía de mercado continúan siendo principios
fundamentales que no sólo ha buscado expandir fuera de sus fronteras, sino
que ha exigido como requisitos de elegibilidad imprescindibles, tanto para
aquellos países que han negociado y negocian su posible adhesión a la Unión,
como para aquellos que pretenden beneficiarse de algunas de las políticas
comunitarias, como la de vecindad. Por más que pueda criticar a la UE que estos
valores no son sino unas meras declaraciones de intenciones y que está por ver
y resulta mucho más complicado demostrar la eficiente aplicación de los
mismos, lo cierto es que la Unión se preocupa no sólo por su publicidad y
promoción, sino que también hace proselitismo de los mismos.
Particularmente, la aproximación de la UE al concepto de la ética es de índole
negativa, a través de la más importante manifestación de ausencia de ética, la
corrupción (Tuñón, 2010a y 2010b)). Éste último concepto, sí que detenta, cada
vez más, las mayores atenciones de la UE. Tal vez por la mayor facilidad y el
alcance global con el que últimamente salen a la luz supuestos de fraude, tanto
en el seno de la UE como en el de sus estados miembros, la Comisión Europea ha
venido diseñando, durante los últimos tres lustros, la que ha bautizado como
Política Global de la UE contra la Corrupción (Unión Europea, 2003, COM 2003
317 final). En la actualidad, esa política encuentra su anclaje legal a escala
internacional en la Convención de las Naciones Unidas contra la Corrupción,
firmada en octubre de 2003 en Mérida (México) y ratificada también por la UE
en 2005 al objeto de: reforzar la eficacia de la lucha contra la corrupción;
promover la integridad, la rendición de cuentas y la buena gestión de los
asuntos y los bienes públicos; y fomentar la cooperación internacional (Unión
Europea, 2003, COM 2003 751 final).
Dentro de este contexto, el objetivo de la UE consiste en “reducir toda clase de
corrupción, a todos los niveles, en todos los países e instituciones de la UE e
incluso en otras partes” (Unión Europea, 2003, COM 2003 317 final), tomando
precisamente como definición de corrupción la establecida por la Convención
de las Naciones Unidas: “abuso de poder para obtener ganancias privadas”. En
este sentido, aparte de las medidas y mejoras penales dispuestas en el ámbito
de la cooperación judicial y policial en la UE, para la Comisión Europea el
problema esencial radica en una legislación, que debe conceder una mayor
importancia a la prevención, la investigación, el procesamiento y la resolución
de los actos de corrupción.
En respuesta al mayor escándalo de corrupción hasta el momento descubierto
en el seno de las instituciones comunitarias (la dimisión de la Comisión Santer
en 1999), la propia Comisión decidió crear ese mismo año la Oficina Europea de
Lucha contra el Fraude (OLAF). Ante la necesidad de protección de los intereses
financieros y económicos de la UE, así como para la lucha contra la delincuencia
organizada transnacional, el fraude y otras actividades ilegales que puedan
perjudicar al presupuesto comunitario, todo ello amparándose en lo dispuesto

19
Corrupción en Europa: quien
esté libre de pecado que tire la
primera piedra

por los artículos 274 y 280 del Tratado de la Comunidad Europea, la Comisión
instituyó (como servicio de investigación independiente pero en su propio
seno) la OLAF mediante la Decisión 1999/352/CE/CECA, de 28 de abril de 19995.
Igualmente, la mayor parte de los estados miembros de la UE, pertenecen o
han suscrito ciertos acuerdos internacionales de lucha contra la corrupción,
que incumben también a otros países, bien europeos, bien del resto del mundo.
En ese sentido ya citamos la Convención contra la Corrupción de las Naciones
Unidas (que entró en vigor en 2005), o la misma Convención contra el
Soborno a los Funcionarios Públicos Extranjeros (en vigor desde 2006). Muy
relevante resulta también el trabajo de algunas reconocidas ONGs, como
Transparencia Internacional, que lleva más de dos décadas realizando
plausibles esfuerzos anticorrupción, dando visibilidad a las prácticas
corruptas, aconsejando cómo atajarlas y promoviendo la movilización al
respecto. No se pueden obviar tampoco: a) ni la primigenia instauración en
1999 del Grupo de Estados Europeos contra la Corrupción (GRECO), que
incluye a todos los miembros del Consejo de Europa, además de Bielorrusia y
Estados Unidos; ni tampoco la más parcial Iniciativa Regional
Anti-Corrupción, enfocada a los países del sudeste europeo, que engloba a
aquellos más a los de la UE, junto a algunas organizaciones internacionales,
con el propósito de fomentar las reformas institucionales, que refuercen la
lucha contra la corrupción en esa zona geográfica.
Todos los esfuerzos e iniciativas de la UE (directos o indirectos) para luchar
contra la corrupción, no ha sido óbice para que: la corrupción no sólo sea una
práctica más o menos habitual (en función de su frecuencia) dentro de los
países miembros de la UE; sino que las mismas instituciones se hayan visto
salpicadas por distintos escándalos. Aparte de cuestiones tan significativas
como que el edificio “buque insignia” de la Comisión Europea en Bruselas
denominado “Berlaymont” estuviera varios años inutilizado tras descubrirse
que había sido construido con un material prohibido por la propia Comisión
Europea, o los tradicionales escándalos relativos a sobornos millonarios para
conseguir licitaciones de la Comisión; el caso de corrupción más trascendente
fue el que protagonizó la Comisión Santer en 1999. Tras un informe interno se
vio obligada a dimitir en pleno, por las evidencias de favoritismos y
prevaricación (en 2006 fue condenada expresamente la Comisaria de
Educación entre 1995 y 1999, la francesa Édith Cresson) en el seno de la misma,
causando una de las mayores crisis y pérdidas de credibilidad de la historia de
la Unión Europea. Aparte del nombramiento completo de un nuevo Colegio de
Comisarios, la UE trató precisamente de recuperar la credibilidad perdida
creando ese mismo 1999, la OLAF.

5. La OLAF vino a sustituir a la antigua Unidad de Coordinación para Combatir el Fraude (circunscrita a la
Comisión), ejerciendo todas las competencias de investigación conferidas a la Comisión para reforzar la

20
lucha contra el fraude, la corrupción y cualquier otra actividad ilegal que afecte a los intereses de la UE,
incluidas las conductas indebidas y con consecuencias financieras producidas en las propias institucio-
nes europeas, además de aconsejar, tanto a las instituciones como a sus representantes en materia de
desarrollo de políticas y legislación antifraude. A través tanto de un Comité de Vigilancia como de un
Estatuto Especial, la OLAF y su director general tienen asegurada su independencia, tanto en relación a
los estados miembros, como a las propias instituciones de la UE. Aunque todavía, la OLAF no pueda llevar
directamente los casos a los tribunales sino que los debe remitirlos a las autoridades nacionales de los
países en los que se producen los presuntos fraudes, los funcionarios de la oficina tienen unos amplios
poderes de investigación tanto para efectuar investigaciones administrativas externas (Unión Europea,
Reglamento 2185/1996), como investigaciones administrativas internas (Unión Europea, decisiones
1999/394/CE y 1999/396/CE) dentro de las instituciones, órganos y organismos comunitarios, en casos de
fraude que afecten al presupuesto de la UE .
La ética
de la corrupción
en la España
actual

Corrupción en Europa: quien


esté libre de pecado que tire la
primera piedra

Asimismo y para comprobar esa percepción de que la corrupción es un


fenómeno todavía demasiado presente en la UE, no tenemos que retrotraernos
a los países menos desarrollados de la misma o aquellos recientemente
adheridos a los que se les supone unas tasas más elevadas, sino que bien
podemos acudir a algunos ejemplos acaecidos, bien en los países más
desarrollados, bien en aquellos de nuestro entorno más inmediato.
Si bien durante el último año vienen siendo noticia en España numerosos casos
de corrupción (Noos, Taula, Púnica, Pujol, Gürtel, Bárcenas, ERES, entre
otros), muchas veces ligados al sector urbanístico y con implicaciones a
distintos niveles de gobierno por diferentes lugares de la geografía nacional y
consecuencia directa del denominado periodo de la “España feliz” (primera
década de siglo); durante los años noventa escándalos de corrupción masivos y
generalizados relativos a las subvenciones procedentes de la UE, como los del
PER (Peonadas falsas), o el lino, y algunos otros relacionados con familiares
directos de miembros del gobierno, coparon durante años el interés de los
medios de comunicación.
Por mucho que nos pueda parecer, los escándalos de corrupción no son una
práctica exclusiva en España (los Juegos Olímpicos de la Corrupción están
muy competidos) sino que también, a una inusitada altura política, se repiten
en algunos de los más importantes países europeos. Muy significativo en ese
sentido es el caso italiano, país que todavía entiende la mafia como una
disfuncionalidad intrínseca al sistema, y que eligió hasta en cuatro ocasiones a
Silvio Berlusconi como Primer Ministro, quien, incluso en el ejercicio de su
cargo, no tenía reparos de jactarse en público, de tener siete decenas de causas
abiertas en distintos tribunales y mantener su cargo. Pero Berlusconi no ha sido
el único Presidente o Primer Ministro europeo acusado de corrupción. Ni
siquiera dirigentes (algunos de ellos de reconocido prestigio y carisma) de otros
países tradicionalmente menos proclives teóricamente a la corrupción, salen
indemnes. Helmut Kohl, que fue durante 16 años (1982-1998) canciller alemán,
se vio obligado a reconocer al final de su mandato haber aceptado financiación
ilegal para su partido. Asimismo, después de la muerte del Presidente francés
François Miterrand (catorce años en el cargo entre 1981-1995), se airearon todo
tipo de corruptelas en relación a los servicios de espionaje, cuestiones
urbanísticas, además de otras derivadas de su vida personal.
Se ha tratado de hilvanar un discurso por medio del cual sea posible entender
cómo a pesar de que en tiempos el continente europeo fuese visto como el
campeón de la buena gobernanza, el inventor de la cultura administrativa
moderna, o el líder de la integridad pública, la justicia y la igualdad; sin
embargo, desde comienzos de la crisis económica y financiera (a finales de la
década pasada) ha perdido una parte importante de la confianza de sus propios

21
1. Sobre el caso italiano bien puede consultarse la investigación del propio autor del presente informe,
Jorge Tuñón, titulada: Calciopoli o la Ética de la Corrupción ¿Reflejo de la sociedad y la política en Italia? /
Calciopoli or the ethics of corruption: Mirror of society and politics in Italy; y disponible en:
https://www.academia.edu/3783985/Calciopoli_o_la_%C3%89tica_-
de_la_Corrupci%C3%B3n_Reflejo_de_la_sociedad_y_la_pol%C3%ADtica_en_Italia
Corrupción en Europa: quien
esté libre de pecado que tire la
primera piedra

ciudadanos, así como parte de la reputación por cuanto se refiere a la eficacia y


a la justicia de su gobernanza. No en vano, según el Informe Anticorrupción de
la Comisión Europea de 2013 , tres de cada cuatro europeos, pensaba que los
sobornos y la utilización de conexiones conformaban frecuentemente la
manera más sencilla de acceder a algunos servicios públicos en su propio país.
De ser cierto, Europa bien podrá olvidarse de volver a ser campeona mundial
en la lucha contra la corrupción.

Confianza en las Instituciones Nacionales


De un tiempo a esta parte, viene siendo recurrente en el marco del debate
sobre la crisis financiera, culpar a la corrupción preexistente dentro de la
banca, los reguladores financieros, o al conjunto del establishment político. Sin
embargo, también han calado aquellas posiciones que vienen sosteniendo que
la crisis solo ha visibilizado problemas de gobernanza intrínsecos. El deterioro
de la confianza en las instituciones de gobierno y el aumento en los
diferentes índices desagregados de percepción de corrupción en países
como Chipre, Grecia o España es tan importante que harían pensar en
estados prácticamente semi-fallidos en los que la corrupción campa a sus
anchas y afecta a cada uno de los sectores y de las instituciones. Cabe
señalar, que la confianza tanto en los gobiernos como en las instituciones
políticas son muy subjetivas, y que la corrupción es un fenómeno informal y
parcialmente invisible, con lo que pretender realizar una exhaustiva y precisa
evaluación de la misma es poco menos que un desafío inviable.

22
La ética
de la corrupción
en la España
actual

Corrupción en Europa: quien


esté libre de pecado que tire la
primera piedra

National ΔTrust National ΔTrust Political ΔTrust Political


Parliament Parliament Govern. Govern. Parties Parties
2013 since 2008 2013 since 2008 2013 since 2008
Eu Average 29% -7% 29% -8% 19% -3%
Central & East. Europe 17% -3% 22% -4% 13% 1%
Bulgaria 12% 4% 16% 0% 5% 8%
Croatia 16% -4% 19% 0% 9% -2%
Czech Republic 11% -5% 13% -7% 10% -2%
Estonia 31% -7% 36% -14% 17% -4%
Hungary 29% 13% 31% 13% 20% 12%
Latvia 15% 6% 21% 4% 9% 3%
Lithuania 13% 2% 27% 10% 14% 4%
Poland 13% 0% 14% -5% 10% 3%
Romania 17% -2% 28% 3% 14% 0%
Slovakia 29% -12% 29% -19% 19% 3%
Slovenia 6% -29% 11% -25% 5% -13%
Northern Europe 63% -7% 48% -13% 38% -4%
Denmark 59% -17% 35% -26% 36% -19%

Tabla 1.
Finland 60% -9% 51% -16% 37% 2%
Sweden 69% 4% 58% 2% 40% 5%
Confianza en las Southern Europe 19% -19% 19% -16% 14% -8%
instituciones Cyprus 10% -23% 13% -22% 12% -15%
nacionales de los Greece 10% -22% 10% -14% 4% -10%
países de la UE en Italy 12% -15% 11% -14% 7% -9%
2008 y 2013 Malta 62% 6% 61% 11% 50% 17%
Portugal 12% -26% 10% -21% 9% -8%
Spain 7% -32% 8% -37% 5% -25%
Western Europe 39% -5% 37% -5% 25% -3%
Austria 53% -2% 50% 0% 37% -1%
Belgium 48% 9% 45% 10% 34% 10%
France 24% -11% 23% -8% 11% -2%
Germany 44% 7% 41% 2% 24% 4%
Ireland 19% -16% 11% -14% 13% -10%
Luxembourg 50% -7% 61% -1% 35% -5%
Netherlands 48% -16% 43% -25% 33% -18%
United Kingdom 24% -3% 23% -5% 15% 0%

Fuente: European Research Centre for Anti-Corruption and State Building (ERCAS)
and the Hertie School of Governance (2015): Public Integrity and Trust in Europe.
Datos procedentes del Euro barómetro 79.1 de 2013 sobre Corrupción.
https://www.government.nl/documents/reports/2016/01/18/pu-
blic-integrity-and-trust-in-europe

23
Corrupción en Europa: quien
esté libre de pecado que tire la
primera piedra

De cualquiera de las maneras, las diferentes encuestas sobre corrupción en


Europa bien pueden aportarnos datos o tendencias muy relevantes acerca de
la confianza institucional y de la percepción de la corrupción tanto en el
conjunto de la UE, como de manera desagregada en cada uno de sus estados
miembros, pudiéndose así realizar comparaciones y manejar series.
Así pues, en la tabla 3 podemos advertir la confianza en las instituciones
nacionales de los países de la UE en 2008 y 2013, así como la variación en ese
periodo. Más allá de un evidente declive en la confianza que los ciudadanos de
todos los países depositan en sus autoridades nacionales; bien puede
advertirse que mientras que a escala europea la confianza en los gobiernos y
los parlamentos nacionales presenta unos índices, declinantes pero
similares (no alcanzan el 30% tras haber sufrido descensos de un 7 y un 8%
entre 2008 y 2013), la confianza en los partidos políticos se encuentra mucho
más laminada, puesto que no llega al 20%.
Igualmente pueden advertirse notables diferencias regionales, siendo los
países nórdicos aquellos que demuestran una mayor confianza en sus
instituciones (63% y 48% respectivamente), muy por encima de la
demostrada, tanto por los países de la Europa Occidental, como por los de la
Europa Central y del Este o los de la Europa del Sur, quienes tienen unos niveles
de confianza en sus instituciones muy bajos, muy alejados no solo de la de los
países de la Europa del Norte, sino también de la media europea. Por ejemplo,
y con motivo de unos descensos muy significativos, la confianza en los países
de la Europa Meridional en los Parlamentos Nacionales (19%), Gobiernos
Nacionales (19%) y Partidos Políticos (14%), resulta muy limitada. No se
escapa España de esta tendencia (7%; 8% y 5%), que con unas excepcionales
variaciones negativas en un periodo de solo cinco años (-32%; -37% y -25%),
se sitúa no solo muy lejos de la media europea (29%; 19% y 19%), sino a la
cola en cada uno de los tres indicadores. Es decir medalla de oro europea en
cuanto a desconfianza en las propias instituciones y los partidos políticos.

Particularismo y Corrupción en la UE
Muy conectadas con las anteriores, podemos advertir en el Gráfico 4 las
percepciones acerca de los Particularismos y la Corrupción en Europa, según el
último de los Euro barómetros específicos en la materia, el 79.1 de 2013. Dicho
Euro barómetro no hizo sino confirmar los últimos índices sobre Corrupción
tanto de Transparencia Internacional como del Banco Mundial para Europa.
Entre las principales tendencias que deben ser subrayadas al respecto, cabe
señalar que mientras que los países nórdicos y los de la Europa Occidental
tienen unos índices muy elevados (escasa corrupción) tanto a escala europea
como mundial, los países de la Europa Central y del Este (casos especiales de
Rumanía y Bulgaria), junto a los meridionales de Grecia e Italia, se
encuentran a la cola por cuanto a corrupción (elevados niveles de la misma) se
refiere. Resulta digno de estudio el caso español, país muy golpeado por la

24
crisis, con una elevada desafección política pero que no demuestra unas
dinámicas de percepción de la corrupción semejantes a las de países de su
entorno (ERCAS-Hertie, 2015: 13).
La ética
de la corrupción
en la España
actual

Corrupción en Europa: quien


esté libre de pecado que tire la
primera piedra

Los datos revelados por el Euro barómetro 79.1 no dejan de ser significativos.
Tres de cada cuatro europeos entienden que la corrupción es una práctica
extendida en sus países; el 62% que el favoritismo y la corrupción amenazan
la libre competencia en un mundo de los negocios; y más de la mitad de los
europeos considera que se encuentra regido por unas necesarias conexiones
políticas imprescindibles, que sugieren que el favoritismo comercial es
todavía una práctica demasiado arraigada en la UE.

Tabla 2. Corruption Corruption Political Favoritism Policians Civil


Percepción del
affects is connections are and are servants
daily life widespread the only way corruption corrupt are
Particularismo y (QB15.5) in the country to succeed hamper (QB7.6) corrupt
la Corrupción en (QB5) in business business (QB7)

la UE en 2013 (QB15.13) competition


(QB15.14)
EU Average 25% 75% 53% 62% 52% 35%
Central & East. 31% 88% 66% 73% 51% 37%
Bulgaria 19% 83% 70% 70% 43% 39%
Croatia 52% 94% 76% 79% 66% 53%
Czech Republic 27% 95% 62% 78% 69% 42%
Estonia 19% 64% 57% 64% 50% 36%
Hungary 19% 89% 71% 74% 49% 32%
Latvia 20% 84% 53% 67% 41% 38%
Lithuania 29% 96% 71% 71% 40% 33%
Poland 25% 90% 58% 76% 41% 27%
Romania 56% 91% 69% 68% 52% 35%
Slovakia 37% 92% 68% 76% 49% 30%
Slovenia 37% 95% 69% 81% 68% 47%
Northern 8% 38% 22% 40% 43% 23%
Denmark 3% 21% 15% 18% 35% 15%
Finland 9% 32% 28% 48% 50% 20%
Sweden 11% 62% 23% 55% 44% 33%
Southern 40% 82% 54% 63% 56% 40%
Cyprus 27% 78% 40% 38% 38% 38%
Greece 61% 99% 71% 77% 67% 49%
Italy 41% 96% 73% 85% 63% 45%
Malta 14% 81% 19% 28% 39% 35%
Portugal 34% 93% 58% 71% 59% 36%
Spain 60% 46% 64% 79% 72% 40%
Western 12% 66% 46% 56% 54% 32%
Austria 14% 65% 53% 68% 59% 34%
Belgium 12% 68% 62% 62% 53% 34%
France 7% 68% 62% 75% 57% 31%
Germany 6% 61% 41% 51% 51% 29%
Ireland 26% 81% 57% 68% 58% 25%
Luxembourg 3% 41% 26% 27% 45% 25%
Netherlands 9% 81% 22% 33% 55% 50%
United Kingdom 17% 66% 42% 63% 56% 26%

25
Fuente: European Research Centre for Anti-Corruption and State Building (ERCAS)
and the Hertie School of Governance (2015): Public Integrity and Trust in Europe.
Datos procedentes del Euro barómetro 79.1 de 2013 sobre Corrupción.
https://www.government.nl/documents/reports/2016/01/18/pu-
blic-integrity-and-trust-in-europe
Corrupción en Europa: quien
esté libre de pecado que tire la
primera piedra

Muy reseñable resulta el amplio margen que existe en Europa entre la


percepción de la corrupción y su experimentación por parte de la
ciudadanía. Mientras que según el mencionado Euro barómetro el 75% de los
europeos entendían la corrupción como un fenómeno arraigado en sus países,
entre esas tres cuartas partes de la población el 94% confirmó que no habían
recibido u ofrecido sobornos durante el último año, es decir sólo el 6% había
experimentado prácticas corruptas durante los anteriores doce meses. Resulta
evidente, que el amplio margen que separa el 75% y el 6%, debe ser
cuidadosamente analizado. En la práctica dicha diferencia se debe a la
percepción de la sucesión de frecuentes prácticas de particularismo, incluso en
el ámbito de aquellos estados de integridad intachable, por unas amplias
mayorías de europeos que entienden que el éxito en el sector público es
consecuencia directa de las conexiones en lugar del trabajo duro (hasta el 58%
en la Europa meridional pero también un 38% en los países nórdicos), mientras
que la percepción solo mejora parcialmente en el sector privado (ERCAS-Hertie,
2015: 15).
De otra parte y de media, los políticos (52%) son considerados como mucho
más corruptos que los servidores públicos (35%) en el conjunto de Europa. De
hecho, la serie tendencial indica que mientras que la reputación de corrupción
de los políticos europeos aumenta, la de los servidores públicos disminuye. Las
estadísticas vienen a demostrar que la percepción de los ciudadanos europeos
no apunta a una corrupción menor, sino a la prevaricación y al nepotismo de
los reguladores. Tal y como puede comprobarse en el cuadro 4, las cifras de
percepción de corrupción de políticos y servidores públicos son relativamente
homogéneas, a excepción de los países nórdicos con unos índices más
reducidos.
En ese sentido, tal y como viene siendo descrito en anteriores parágrafos, el
caso español resulta paradigmático puesto que casi tres de cada cuatro
ciudadanos (72%) considera que sus políticos son corruptos, muy por encima
de la media europea, que se sitúa un poco por encima de uno de cada dos
habitantes (52%). Igualmente, alguno del resto de indicadores explicitados,
reconfirman la crisis en la percepción de la corrupción en España, casi siempre
muy por encima de las medias europeas. Así, tres de cada cinco españoles
reconocen que la corrupción afecta su vida diaria frente a uno de cada
cuatro europeos. Igualmente casi cuatro de cada cinco españoles consideran
que las prácticas corruptas y los favoritismos suponen un obstáculo para la
competencia y la transparencia en el mundo de los negocios. No parece
haber quién nos discuta el cetro europeo.

26
La ética
de la corrupción
en la España
actual

Corrupción en Europa: quien


esté libre de pecado que tire la
primera piedra

Confianza en la lucha gubernamental contra la corrupción


Al tratarse acerca de la confianza depositada en los propios gobiernos
nacionales para combatir la corrupción, puede advertirse una clara diferencia
entre aquellos estados en los que los particularismos resultan habituales,
respecto a aquellos en los que el denominado “universalismo ético” es la norma.
Mientras que en los primeros, los ciudadanos confían más en la prensa o incluso
en la propia sociedad civil para denunciar prácticas corruptas, en los segundos
la policía o el poder judicial resultan los más indicados. Precisamente esto
sucede en los países en los que la policía y el poder judicial no son considerados
como actores esenciales de un modelo de favores particulares, en el que lejos de
intentar combatir la corrupción, se constituyen en adalides de la misma.

Tabla 4. 2009 2013


Eficacia percibida EU Average 28% 29%
respecto al esfuerzo Central Eastern Europe 17% 21%
gubernamental por Bulgaria 28% 16%
combatir la Croatia – 28%

corrupción en la UE Czech Republic 11% 12%

en 2009 y 2013. Estonia


Hungary
27%
12%
30%
31%
Latvia 7% 14%
Lithuania 12% 17%
Poland 30% 28%
Romania 18% 27%
Slovakia 17% 21%
Slovenia 10% 10%
Northern 45% 45%
Denmark 55% 54%
Finland 37% 47%
Sweden 42% 34%
Southern 21% 18%
Cyprus 25% 12%
Greece 11% 14%
Italy 22% 22%
Malta 28% 34%
Portugal 20% 15%
Spain 21% 11%
Western 28% 30%
Austria 37% 38%
Belgium 30% 40%
France 19% 19%
Germany 22% 24%
Ireland 18% 24%
Luxembourg 38% 38%
Netherlands 36% 31%
United Kingdom 25% 29%

27
Fuente: European Research Centre for Anti-Corruption and State Building (ERCAS)
and the Hertie School of Governance (2015): Public Integrity and Trust in Europe.
Datos procedentes del Euro barómetro 79.1 de 2013 sobre Corrupción.
https://www.government.nl/documents/reports/2016/01/18/pu-
blic-integrity-and-trust-in-europe
Corrupción en Europa: quien
esté libre de pecado que tire la
primera piedra

Hungary
Gráfica 3.
Finland
Cambio en la
Belgium
eficacia percibida
respecto al
Romania
Latvia
Malta esfuerzo
Ireland gubernamental
Lithuania por combatir la
UK corrupción en la
Slovakia UE en 2009.
Greece
Estonia
Germany
EU Average
Czech republic
Austria
Slovenia
Luxembourg
Italy
France
Denmark
Poland
Portugal
Netherlands
Sweeden
Spain
Bulgaria
Cyprus

-15% -10% -5% 0% 5% 10% 15% 20%


Change of effort

Fuente: European Research Centre for Anti-Corruption and State Building (ERCAS)
and the Hertie School of Governance (2015): Public Integrity and Trust in Europe. Datos
procedentes del Euro barómetro 79.1 de 2013 sobre Corrupción.
https://www.government.nl/documents/reports/2016/01/18/pu-
blic-integrity-and-trust-in-europe

Muy particular es el caso español, estado de elevados índices de percepción de


la corrupción y el particularismo, en el que la policía e incluso el poder
judicial (sobre todo cuando se trata de los niveles inferiores) gozan de una
buena reputación; mientras que su modelo de medios de comunicación
basado en la prensa de partido, condiciona en muchas en ocasiones la
denuncia y el tratamiento de la corrupción política7.

28
7. Puede consultarse al respecto el reciente artículo: Patterson, Margaret; Fullerton, Romayne; y Tuñón,
Jorge (2016) “At a crossroads or Caught in the Crossfire? Crime Coverage concerns for democracy in
Portugal, Spain and Italy”, en Journalism Practice, Taylor and Francis Group (en prensa).
La ética
de la corrupción
en la España
actual

Corrupción en Europa: quien


esté libre de pecado que tire la
primera piedra

La problemática implícita y derivada del análisis anterior afecta a la percepción


del grado de interés y eficacia con el que los propios gobiernos nacionales de los
estados miembros de la UE intentan atajar la corrupción, según los datos
proporcionados por el Euro barómetro 72.2 (2009) y 79.1 (2013), que de manera
comparada pueden advertirse en la doble tabla que compone el Gráfico 5 del
presente informe.
Tal y como se advierte en el mencionado cuadro, los datos generales europeos
apenas se modificaron entre 2009 y 2013, por medio de un leve incremento de la
percepción de eficacia en la lucha contra la corrupción de un 28 a un 29%. Como
de costumbre dicha percepción es muy elevada en los países nórdicos (45%), en
la media en los países de la Europa Occidental, y por debajo de la misma en la
Europa Central y del Este, así como en la Europa del Sur (con cifras en torno a
diez puntos porcentuales por debajo de la media). Muy reveladoras son las
cifras españolas, dentro del conjunto de países de la Europa Meridional, pero
marcando el “farolillo rojo” en la última de las series (poco más de uno de
cada diez españoles considera que el gobierno combate con eficacia la
corrupción), suponiendo el tercer peor intervalo en Europa, con una pérdida
de un diez por ciento de confianza entre 2009 y 2013, solo empeorado por
Bulgaria y Chipre.

29
Corrupción en España: ¿del
título europeo en percepción
al oro olímpico?

Tal y como se sostuvo en los parágrafos anteriores, en los países de la Europa


Meridional, de los que la misma España constituye un paradigmático ejemplo,
el fuerte impacto de la crisis económica y financiera está muy directamente
relacionado con la pérdida de confianza en las instituciones, la desafección
política y el aumento de los índices de percepción de corrupción. Ello también
ha venido motivado por la sucesión de toda una serie de casos de corrupción
política al máximo nivel que han puesto muy en entredicho la integridad del
conjunto de la clase política, factor decisivo para el declive de la confianza en la
Administración Pública y las instituciones.
El propio Informe sobre “Integridad Pública y Confianza en Europa”, realizado
por el Hertie School of Governance en 20158, bajo encomienda de la presidencia
holandesa de la UE, refería el escándalo de Caja Madrid & Bankia, como
paradigmático y explicativo de la situación en la Europa del Sur y en España,
por lo que respecta en términos de elevados niveles de percepción de la
corrupción y pérdida de confianza en las instituciones y la administración. “Por
ejemplo en uno de los casos, la prensa española informó que en los doce meses
anteriores al rescate por parte de las autoridades españolas, los ejecutivos de
Caja Madrid cobraron un total de más de un millón de euros en dietas y
recibieron 1.200 regalos. Se reveló que todos los consejeros estaban vinculados
tanto a los principales partidos políticos como a los sindicatos, generando dudas
sobre la integridad de las instituciones públicas. En 2010, Caja Madrid se había
fusionado con una serie de pequeñas cajas de ahorro para conformar Bankia,
que en mayo de 2012 informó de unas pérdidas de 4.3 billones de euros, que
alcanzaron un año después los 19 millones de euros. Se trató de la mayor
pérdida corporativa de la historia española, y el gobierno español rescató a
Bankia con dinero de los contribuyentes” (ERCAS/Hertie: 2015: 28)
Efectivamente, Rodrigo Rato, ex director del Fondo Monetario Internacional
(FMI) por otra parte, en calidad de punta del iceberg, será la cabeza visible de
quienes se habrán sentado en el banquillo durante 2016 por el caso Bankia. Pero
desafortunadamente, no constituye una excepción, sino precisamente todo lo
contrario entre los casos de elevada visibilidad mediática, que ponen de relieve
la connivencia y las prácticas fraudulentas generalizadas de la clase política
española, con el consiguiente deterioro de las instituciones democráticas a las
que representan y la consiguiente pérdida de confianza de la ciudadanía, así
como su elevada percepción de los niveles de corrupción en el país. No cabe
duda, de que al estar constituyendo 2016 una campaña electoral continua (por
encontrarnos con un ejecutivo en funciones desde las elecciones del 20 de
diciembre de 2015), la visibilidad mediática de los diferentes casos de corrupción
política (Noos, Púnica; Gürtel; Taula; ERE, Pujol, o los Papeles de Papeles de
Panamá; solo algunos de amplia repercusión en 2016) amenaza con terminar
por aburrir hasta al hartazgo a la opinión pública española, lo que amenaza con
anestesiar, vacunar y de alguna manera terminar por legitimar por la vía de los
hechos esas deleznables prácticas corruptas.

30
8. ERCAS/Hertie (2015): European Research Centre for Anti-Corruption and State Building and the Hertie
School of Governance: Public Integrity and Trust in Europe. En: https://www.government.nl/docu-
ments/reports/2016/01/18/public-integrity-and-trust-in-europe
La ética
de la corrupción
en la España
actual

Corrupción en España: ¿del


título europeo en percepción
al oro olímpico?

Haberla, “hayla” corrupción en España y los datos lo


demuestran
En efecto y por mucho que sea necesario (en base a todo lo comentado)
relativizar los resultados de percepción de la corrupción y por tanto el valor de
esas medallas conquistadas muy recientemente por España, lo que no resulta
aceptable es mirar hacia otra parte. Aunque muy probablemente la situación
no sea mucho peor a la de hace algunos años (a pesar de la visibilidad mediática
de los innumerables escándalos de corrupción política y del hartazgo e
indignación que en la sociedad producen), ello no quiere decir, como desde la
clase política y preferentemente desde la que ocupa cargos de gobierno, que
España no tenga, un problema y muy serio con la corrupción, los favoritismos,
el nepotismo, el clientelismo y otras prácticas de similar factura.
Así lo atestiguan los principales estudios e índices confianza y percepción
consultados a escala comparada, entre ellos el último Índice de Percepción de la
Corrupción de Transparencia Internacional9 con datos referidos al año 2015 o al
de la Consultora EY (2016) en su 14 Encuesta Global sobre Fraude10, cuyas
respectivas clasificaciones comparadas pueden consultarse en los gráficos 6 y 7,
de la presente sección.
En el primero de ellos, el más general Índice de Corrupción de 2015 de
Transparencia Internacional11 España obtuvo 58 puntos, en una puntuación que
si bien descendía con respecto a informes anteriores (ligera mejora de la
percepción de la Corrupción), todavía sitúa a España en el puesto 36 del
ranking de percepción de corrupción formado por 167 países, es decir, muy
lejos del pódium que copan los nórdicos, Dinamarca, Finlandia y Suecia aún
lejos de países de nuestro entorno como Reino Unido, Francia y Portugal, y solo
al nivel de países como Eslovenia o la República Checa.
No se trata en ningún caso de índices de percepción para estar orgullosos. Y es
que si comparamos las series de los últimos tres lustros, la percepción de la
Corrupción en España ha empeorado sensiblemente, especialmente durante el
periodo 2009-2013. El declive es evidente desde 2004, cuando en plena
expansión económica, los resultados nos situaban en vigésimo puesto a
escala mundial en índice de menor percepción de corrupción. Entre 2013 y
2015 España se ha ubicado en una posición de percepción de la corrupción de
entre 58 a 60 puntos en una escala de cien, lo que equivale a una posición entre
la 36 y la 40 en el Índice de Corrupción Mundial.

9. Transparencia Internacional (2015): 2015 Corruption Perception Index. Departamento de Investigación


y Políticas de Transparencia Internacional, Berlín. En: http://transparencia.org.es/wp-content/u-

31
ploads/2016/01/tabla_sintetica_ipc-2015.pdf
10. EY (2016): 14th Global Fraud Survey / 14ª Encuesta Global sobre el Fraude (edición de 2016:
http://www.ey.com/Publication/vwLUAssets/EY-corporate-miscon-
duct-individual-consequences/$FILE/EY-corporate-misconduct-individual-consequences.pdf )
11. Este índice clasifica a los países puntuándolos de 0 (percepción de altos niveles de corrupción) a 100
(percepción de muy bajos niveles de corrupción) en función de la percepción de corrupción del sector
público que tienen sus habitantes.
Corrupción en España: ¿del
título europeo en percepción
al oro olímpico?

No demasiado alejados de esta realidad se encuentran los resultados


comparados ofrecidos por la 14 Encuesta Global sobre Fraude, de la consultora
EY, que con un perfil más empresarial que político (según se puede advertir en el
gráfico 7), ubicaba a España en este mismo año 2016 en el puesto 22 sobre
prácticas corruptas en el ámbito de los negocios, empeorando sensiblemente su
trigésimo primera posición obtenida en la edición de 2014 de la misma encuesta.

Intérvalo de Rango Gráfica 5.


Índice de
Puntuación del

confianza del 90% mínimo/máximo


País/Territorio
Posición país

Percepción de la
Desviación
Encuestas
utilizadas

Corrupción (2015)
IPC 2015

estándar

Superior
Máximo
Mínimo

Interior

de Transparencia
Internacional.
1 Dinamarca 91 7 2,16 83 98 87 95
2 Finlandia 90 7 1,77 83 98 87 93
3 Suecia 89 7 1,71 83 98 86 92
4 Nueva Zelanda 88 7 2,39 81 98 84 92
5 Noruega 87 7 3 73 98 82 92
5 Países Bajos 87 7 1,81 83 97 84 90
7 Suiza 86 6 2,55 73 89 82 90
8 Singapur 85 8 2,02 75 92 82 88
9 Canadá 83 7 1,63 79 89 80 86
10 Alemania 81 7 2,5 72 89 77 85
10 Luxemburgo 81 5 6,02 57 89 71 91
10 Reino Unido 81 7 2,4 73 89 77 85
13 Australia 79 8 1,5 71 83 77 81
13 Islandia 79 5 4,53 65 89 72 86
15 Bélgica 77 7 1,34 71 81 75 79
16 Austria 76 7 1,76 70 81 73 79
16 Estados Unidos 76 8 3,48 59 89 70 82
18 Hong Kong 75 7 2,48 69 87 71 79
18 Irlanda 75 6 4,92 54 89 67 83
18 Japón 75 8 2,96 57 84 70 80
21 Uruguay 74 6 1,68 70 79 71 77
22 Katar 71 6 6,63 40 83 60 82
23 Chile 70 8 2,15 60 79 66 74
23 E.A.U. 70 7 5,07 53 91 62 78
23 Estonia 70 9 2,79 54 81 65 75
23 Francia 70 7 2,49 57 79 66 74
27 Bhután 65 4 2,14 60 70 61 69
28 Botswana 63 6 2,35 58 71 59 67
28 Portugal 63 7 2,69 54 73 59 67
30 Polonia 62 9 2,31 54 73 58 66
30 Taiwán 62 7 3,78 50 79 56 68
32 Chipre 61 5 4,17 49 71 54 68
32 Israel 61 6 2,78 52 71 56 66
32 Lituania 61 8 3,32 51 81 56 66
35 Eslovenia 60 9 2,93 42 73 55 65

32
36 España 58 7 4,07 37 71 51 65
37 Corea (del Sur) 56 9 3,09 46 73 51 61
37 Malta 56 4 4,94 41 63 48 64
37 República Checa 56 9 2,21 44 66 52 60
40 Cabo Verde 55 4 6,16 42 70 45 65

Fuente: Índice de Percepción de la Corrupción (2015) de Transparencia Internacional.


http://transparencia.org.es/wp-content/uploads/2016/01/tabla_-
sintetica_ipc-2015.pdf
La ética
de la corrupción
en la España
actual

Corrupción en España: ¿del


título europeo en percepción
al oro olímpico?

Al contrario que el índice de Transparencia Internacional, el de EY premia a las


malas y no a las buenas prácticas, con lo que sólo 21 de los países objeto de
estudio, mostraron indicadores peores, es decir, más corruptos que los
españoles. Eso sí cabe apuntar que la Encuesta de EY solo alberga a 62 países (lo
que con una simple resta nos permite comprobar que hasta 40 estados
obtuvieron mejores resultados).
Muy significativo resulta igualmente que en esta encuesta, uno de cada dos
encuestados reconozcan que el soborno y la corrupción están generalizados
en España; el 28% de los directivos consultados se demostrasen dispuestos a
efectuar pagos en efectivo o regalos (14%) para conseguir un negocio, o incluso
a maquillar información financiera (12%); además de que casi uno de cada dos,
avalasen al menos una de las tres prácticas anteriores reseñadas.

Gráfica 4. Brasil 90%


Índice EY sobre el Ucrania 88%

Soborno y la Nigeria 86%

Corrupción como Tailandia 86%

prácticas habituales
Kenia 84%
México 82%
para hacer negocios Colombia 80%
por países en 2016 Indonesia 78%
según la 14 Encuesta Sudáfrica 74%
Global sobre Fraude. Egipto 72%
Eslovaquia 70%
Filipinas 68%
Argentina 66%
Hungría 66%
Grecia 62%
Croacia 60%
India 58%
Italia 56%
República Checa 54%
Chile 54%
España 50%
Portugal 50%
Serbia 48%
Vietnam 42%
Eslovenia 40%
Malasia 40%
Media de los mercados 39%

Fuente: 14 Encuesta Global sobre Fraude de EY (Resumen Ejecutivo en castellano).


http://www.ey.com/Publication/vwLUAssets/EY-encuesta-glo-
bal-sobre-fraude-2016-resumen-ejecutivo/$FILE/EY-encuesta-global-sobre-fraude-20

33
16-resumen-ejecutivo.pdf
Corrupción en España: ¿del
título europeo en percepción
al oro olímpico?

En definitiva y a pesar de los problemas de medición y de otras


consideraciones extensamente analizadas en apartados anteriores del
presente informe, queda meridianamente claro (desde una perspectiva
comparada), que corrupción en España la hay, que la situación es preocupante
y que la percepción de la corrupción es bastante alarmante. Siendo cierto que
la percepción de la corrupción se está viendo deteriorada por la visibilidad
mediática de los grandes escándalos (muchas veces originados hace ya
algunos ejercicios), y en muchas ocasiones de un mayor celo en su persecución
(también derivado de la inquietud social y de la novedosa fragmentación del
arco parlamentario español), en connivencia con las todavía muy importantes
consecuencias de la crisis y el deterioro de la situación económica del país, no
puede servir lo anterior como excusa o exoneración de la misma.
Un país que se jacta de que su economía está entre duodécima y la
decimocuarta del mundo, no puede permitirse unos índices de percepción de
corrupción que señalan que entre 35 y 40 países padecerían menos prácticas
corruptas que España en 2016. Por mucho que la corrupción sea difícil de
medir y que los índices no supongan corrupción en sí misma, son una
variable de medición tan relevante como inaceptable para el caso español.

Geopolítica de la Corrupción en España


La visibilidad mediática de los variados escándalos de corrupción que asolan el
país de norte a sur viene llevando a la ciudadanía española a un estado de
hastío e indignación permanentes en 2016. La confluencia con un irresoluble y
eterno proceso electoral hace de la corrupción un auténtico “trending topic”,
nacional que de hecho y según los últimos barómetros del Centro de
Investigaciones Sociológicas, supone la mayor preocupación para en torno a
un 45% de la población española, constituyendo la segunda de las mismas
desde hace tiempo, por detrás del desempleo.
La citada visibilidad provoca que se pretendan cuantificar los escándalos, sus
repercusiones económicas o se distribuyan por regiones o/y por principales
partidos políticos afectados, todo ello con evidentes intereses electoralistas. No
cabe duda, por tanto, de que la citada cuantificación diverge enormemente, no
solo por el modelo de medios de comunicación en España, típico de los países
mediterráneos y que responde a la denominada “prensa de partido”, sino
porque el mismo fenómeno de la corrupción es intrínsecamente obscuro,
clandestino y difícilmente cuantificable. Asimismo, la noción de corrupción no
es unívoca, motivo por el cual según el tipo de prácticas que incluyamos, los
recuentos pueden ser muy divergentes. Es por ello, que igual el diario ABC
sostenía en febrero que la corrupción nos cuesta 800 euros a cada español
por año (cifra refrendada por La Sexta el 6 de mayo según fuentes del
Ministerio de Hacienda, haciendo referencia al fraude fiscal y situando la cifra
en la horquilla de 800 a 1.000 euros), el diario El Economista, cifraba el coste de
la corrupción en la España democrática en los 7.500 millones de Euros, lo que

34
supone unos 4.700 Euros anuales por ciudadano12.

12. Pueden consultarse al respecto: http://www.lasexta.com/noticias/economia/corrupcion-cuesta-ca-


da-espanol-1000-euros-ano-impuestos_201605065730810d6584a895cd191adc.html ; (Pagola, 2016)
http://www.abc.es/espana/abci-detenidos-corrupcion-multiplica-
ron-628-por-ciento-5-anos-201602190519_noticia.html ; o (EL ECONOMISTA, 2016) http://www.elecono-
mista.es/seleccionMS/noti-
cias/7336771/02/16/El-coste-de-la-corrupcion-en-Espana-mas-de-7500-millones-saqueados.html
La ética
de la corrupción
en la España
actual

Corrupción en España: ¿del


título europeo en percepción
al oro olímpico?

Así que más allá de las divergencias del recuento, ya no se tratan de meras
percepciones sino de cifras, casos, o detenidos perfectamente cuantificables.
En ese sentido se puede constatar (más allá de que ahora se pueda perseguir
más que antes) “los delitos relacionados con la corrupción se han disparado de
forma alarmante a lo largo y ancho del territorio nacional (…). Así se desprende
de las 2.442 detenciones practicadas durante 2015 por este motivo. Ello supone
que en el transcurso del pasado año fueron arrestadas cada día 7 individuos.
Los datos hablan por sí solos porque los detenidos por corrupción se
multiplicaron por más de seis en cinco años. A cada español, el saqueo de los
delincuentes de guante blanco les ha costado, en un año, alrededor de 800
euros”. No en vano en relación a la corrupción, “desde el año 2010, las Fuerzas
de Seguridad han detenido a un total de 8.321 personas y han iniciado 4.091
investigaciones relacionadas con esta modalidad delictiva”, mientras que
“durante 2015 se conocieron 1.108 hechos delictivos relacionados con la
corrupción. Un dato que contrasta con los 366 detectados en 2010. El
incremento es inquietante”. (Pagola: 2016)
Tal como refería el diario El Economista, haciendo referencia al Diario de la
Corrupción, escrito por los periodistas Eva Díaz, Joaquín Vidal y Francisco J.
Castañón: “la corrupción está grabada a fuego en la Marca España. Desde
1978 el país ha sufrido 175 casos de corrupción política a todos los niveles:
ayuntamientos, diputaciones, gobiernos autonómicos y estatales, y de
todas formas y colores; en botes de Cola-Cao, en sobres bajo el colchón y en
coches de lujo que pasean por pueblos de apenas 5.000 habitantes (…) Las
manzanas podridas de los distintos partidos no están tan solas y ya son legión
entre los dirigentes de las Administraciones públicas. Ninguna de las diecisiete
Comunidades Autónomas se salva, aunque media docena de ellas encabeza la
lista de la corrupción en el país” (Castañón, Díaz y Vidal: 2016).
Efectivamente, si realizamos una disección geográfica de la corrupción
española, ninguna de ellas se salva, pero sin duda algunas compiten por el
pódium de la corrupción política en España. Suelen coincidir con aquellas
Comunidades que han experimentado un elevado nivel de path dependency,
es decir de continuidad en el cargo de las elites políticas regionales; en
muchas ocasiones coincidentes con las más pobladas y por tanto dónde más
recursos a gestionar y por tanto a corromper existen. Hablamos de la
Andalucía del PSOE, la Comunidad de Madrid y la Comunidad Valenciana
del PP, o la Cataluña de la antigua Convergencia I Unió. Igualmente se sitúa
en posiciones de preminencia las Islas Baleares del PP y llama la atención la
falta de casos de relevancia mediática en el País Vasco, que salvo ciertos lapsos,
ha tenido una elevada continuidad política, marcada por el liderazgo del
Partido Nacionalista Vasco.
Por mucho que dependa de quién haga la cuenta, de cómo la haga y de qué
considere como corrupción, motivo por el que el número de escándalos
siempre puede variar, lo cierto es que las anteriores Comunidades Autónomas
se disputan el cetro nacional. A modo de ejemplo, según El Economista en su

35
versión digital del pasado 9 de febrero: (El Economista, 2016), en Andalucía se
han revelado un record de 38 tramas de corrupción política (destacando el de
Corrupción en España: ¿del
título europeo en percepción
al oro olímpico?

los ERE, así como los Cursos de Formación); en Baleares y con motivo del
gobierno de Jaume Matas, ascendió vertiginosamente hasta las 24
(destacando además del simbólico caso Noos, los de Andratx, Palma Arena o
Cola Cao, entre otros); mientras que Madrid con 22 casos, en su calidad de
capital del estado resulta otro epicentro evidente de la corrupción política,
albergando escándalos denominados “nacionales”, de gran relevancia y
visibilidad mediática (Gürtel, Barcenas, Bankia, Púnica o aquellos del final del
último gobierno de Felipe González, entre los más llamativos).
Fuera de las medallas de este triste podio de la corrupción española, quedaría
con un meritorio diploma y una veintena de casos, Cataluña. Desde aquel
famoso de la Banca Catalana, hasta los que se están juzgando recientemente,
pero ligados a los sucesivos gobiernos de Jordi Pujol, por su enriquecimiento
ilícito y evasión fiscal; así como la corrupción sistémica del 3% en mordidas a
cambio de licitaciones o/y contratos públicos (Palau, ITV, Treball, Pretoria,
Innova o Mercurio, por citar algunos). No podemos obviar, el premio a la
mejor progresión para la Comunidad Valenciana, que si en febrero contaba
con 13 casos y lleva al menos un lustro en la palestra desde las primeras
revelaciones de la Gürtel, lleva todo el 2016 en una posición preferente por
todas las tramas y sub-tramas de corrupción sistémica a escala tanto regional
como local en sus capitales, derivadas de la denominada Mega trama
“Operación Taula”.
Al margen de por Comunidades Autónomas, la corrupción se puede medir en
España por los principales partidos políticos involucrados. Incluso mapas de
corrupción política han sido confeccionados para ilustrar hasta dónde
tristemente llegan los tentáculos de las diferentes tramas de corrupción. Como
no podía ser de otra forma, dado el bipartidismo que ha venido imperando
hasta hace bien poco, son el Partido Popular y el Partido Socialista, aquellos
que acumulan un mayor número de tramas de corrupción.
Tal y como sostiene el Diccionario de la Corrupción y reflejaba el diario El
Economista en febrero (a falta de contabilizar el último semestre), por
partidos políticos el campeón de la corrupción es el Partido Popular. “La
formación protagoniza 68 casos, la mayoría de ellos en pequeños
ayuntamientos, aunque está señalado en las principales tramas a nivel
nacional. El PSOE le sigue muy de cerca, con 58 operaciones corruptas, el
grueso de ellas, acontecidas en Andalucía”. Dentro del Campeonato B, el que
juegan los partidos de ámbito no estatal, la campeona sería la extinta
Convergencia I Unió con hasta 9 tramas de corrupción13.

36
13. Resulta muy ilustrativo consultar el Mapa de la Corrupción en España por partidos políticos de Google,
si bien cuenta con el hándicap de no poderse contrastar su última actualización: https://www.google.-
com/maps/d/viewer?mid=1nD6YKLJmgh_c1wj_fN_f3sNoNLg&hl=en_US
La ética
de la corrupción
en la España
actual

Corrupción en España: ¿del


título europeo en percepción
al oro olímpico?

La fiesta de la Corrupción: España 2016


Si nos ceñimos al presente año 2016, la permanente campaña electoral
española nos ha venido brindando una visibilidad mediática de la corrupción,
desconocida hasta la fecha. Programas en directo, periodistas o/y tertulianos
especializados en corrupción política o incluso en casos concretos de
corrupción. Lo nunca visto. Por mucho que algunos de los escándalos hundan
sus raíces evidentemente hace algunos años, los siguientes son los casos de
corrupción de mayor repercusión y visibilidad mediática en un ejercicio en el
que hemos tenido: a la Infanta Cristina y a su marido Iñaki Urdangarín
sentados en el banquillo por el caso Nóos; al ex presidente de la Generalitat de
Cataluña, Jordi Pujol, declarando como imputado en la Audiencia Nacional; al
ex vicepresidente de la Comunidad de Madrid, Francisco Granados declarando
desde la cárcel de Estremera; los expresidentes andaluces Manuel Chaves y
José Antonio Griñán imputados por el caso de los ERE; la ex alcaldesa de
Valencia Rita Barberá, aforada en el Senado y fuera del PP ante la apertura de
investigación por parte del Tribunal Supremo por blanqueo y financiación
ilegal; el ex ministro de Industria, José Manuel Soria fuera del gobierno por su
implicación en los Papeles de Panamá; o el desarrollo de diferentes piezas de
tramas como la Gürtel, Púnica, o las más recientes Aquamed y la mega
operación Taula. Y eso que todavía nos queda casi un cuarto de la temporada.
Efectivamente, 2016 comenzó con el juicio por el caso Nóos, en el que por
primera vez una Infanta de España se sentó en el banquillo de los acusados.
Durante semanas se barajó la hipótesis de que la Infanta no se sentase en el
banquillo y se le aplicase la doctrina Botín, algo que finalmente no sucedió.
Muy comentada fue la defensa de esta posibilidad, por parte de la Fiscalía
Anticorrupción y el Fiscal Pedro Horrach. El horizonte penal de los principales
encausados, Iñaki Urdangarín (esposo y padre de los hijos de la Infanta) y el
de su ex socio, Diego Torres, parece más que comprometido, mientras que
sería sorprendente que la Infanta Cristina recibiese algo más que una
condena simbólica.
Muy significativo resulta el gusto del que fue en su día Vicepresidente del
Gobierno de España entre 1996-2004, y años más tarde director del Fondo
Monetario Internacional, Rodrigo Rato, por bordear la legalidad y prueba de
ello son las diferentes causas por las que viene siendo noticia en 2016. El de las
tarjetas black o tarjetas opacas por el que se sienta en el banquillo junto a
Miguel Blesa y otras 64 personas más por gastar 15 millones de euros, sin pasar
curiosamente por Hacienda en incrementos de sueldo encubiertos e ilegales; la
investigación de la que es objeto por las irregularidades cometidas en la
creación y la salida a bolsa de Bankia, por el que está imputado junto a otros
32 consejeros; y el derivado del fraude fiscal, blanqueo de capitales y
corrupción entre particulares, cometido supuestamente con su grupo de
empresas; caso del que deriva su implicación en los famosos Papeles de
Panamá.

37
Corrupción en España: ¿del
título europeo en percepción
al oro olímpico?

También hemos podido ver desfilar por la Audiencia Nacional al expresidente


de la Generalitat de Catalunya entre 1980 y 2003, Jordi Pujol, quien junto a su
esposa, Marta Ferrusola y a sus siete hijos, ha venido siendo investigado en
diferentes tribunales. Concretamente el Juez José de la Mata ha sostenido que
“Pujol y su esposa se beneficiaron en Andorra de fondos de «origen
presuntamente criminal». El magistrado retrató a la familia como una
«organización» que se dedicaba al cobro de comisiones para blanquearlas y
repartírselas entre todos los integrantes”14. Al parecer el clan de los Pujol podría
(de esta manera) haber amasado un inmenso patrimonio, ubicado
preferentemente en paraísos fiscales fuera de España.
También ligada a la figura del expresidente catalán, durante 2016 ha tenido
también su cuota de visibilidad mediática la denominada trama del 3%, que
como corrupción sistémica del gobierno regional, venía a funcionar como “un
«grupo criminal» en los que cada implicado -entidades públicas, empresas,
CatDem y Convergència Democrática de Catalunya (CDC), con el tesorero de
esta formación Andreu Viloca en el centro- jugaba un rol determinado para
conseguir los objetivos buscados: en unos casos la adjudicación de obra
pública y en otros la de financiar al partido de Artur Mas” (Chicote y Muñoz,
2016).
Con motivo de la trama Púnica, el otrora respetadísimo y posteriormente
denostado Vicepresidente de la Comunidad de Madrid de Esperanza Aguirre,
Francisco Granados ha debido participar desde la cárcel en la que se encuentra
en prisión desde octubre de 2014, en diferentes comisiones de investigación de
la Asamblea de Madrid. Entonces el juez de la Audiencia Nacional, Eloy
Velasco ordenó “la detención de 51 políticos, funcionarios y empresarios que
formaban una trama corrupta para la adjudicación de suelo y contratos de
servicios públicos. Además del ex líder popular, cayeron seis alcaldes
madrileños, un alto cargo del Gobierno murciano, un ex alcalde de Cartagena y
el presidente de la Diputación de León” (Chicote y Muñoz, 2016).
Igualmente, la macro-causa Gürtel, que debido al tamaño de la misma y al
número de implicados debió separarse en dos piezas principales, además de
una separada pero más mediática si cabe los papeles de Bárcenas”, verá como
tras siete años desde el estallido del escándalo en 2009, comienza un
macro-juicio durante el mes de octubre. En el marco del mismo, que promete
ocupar multitud de portadas este otoño, “la Fiscalía pide cinco años de prisión
para los ex tesoreros del PP Luis Bárcenas y Álvaro Lapuerta por sus manejos
con la caja B del partido. El juez Pablo Ruz también cerró la instrucción de las
piezas principales antes del dejar la Audiencia Nacional. El caso, que estalló en
febrero de 2009, se llevó por delante al líder de la trama, Francisco Correa, y a
decenas de empresarios y políticos”.

38
14. Según sostenían Javier Chicote y Pablo Muñoz en el Diario ABC el 2 de enero: http://www.abc.es/es-
pana/abci-casos-corrupcion-afronta-2016-201601020253_noticia.html
La ética
de la corrupción
en la España
actual

Corrupción en España: ¿del


título europeo en percepción
al oro olímpico?

Muy ligada a la causa Gürtel, y derivada de la misma, su última versión es la


que ha venido ocupando portadas de periódico durante 2016 en el marco de la
denominada Operación Taula, encargada de terminar de desenmascarar todo
el entramado de corrupción sistémica en la Comunidad Valenciana, tras la
macro-redada policial del 25 de enero. La pérdida tanto de la alcaldía de
Valencia como del gobierno de la Comunidad por parte del PP, destapó la caja
de los truenos y permitió que se hiciesen públicas las prácticas supuestamente
corruptas de varios cargos del PP e instituciones y entidades bajo su control. En
el punto de mira está la ex alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, todavía aforada
en el Senado, el ex presidente de la Comunidad Francisco Camps (retratado en
una sub-realista conferencia de prensa en la que retaba tanto a la propia
Guardia Civil, como igualmente había “presionado” al periodista de la Cadena
Ser especialista en corrupción valenciana que había desenmascarado sus
actividades, Miguel Ángel Campos), y otros diferentes cargos como el antiguo
alcalde de Xativa y presidente de la Diputación de Valencia, Alfonso Rus (el
que contaba los “dos millones de pelas”), hasta un total de ocho decenas de
encausados.
Los ex presidentes andaluces Manuel Chaves y José Antonio Griñán, fuera del
partido socialista y de la política activa a causa del acuerdo de gobierno que
encumbró a la sucesora de ambos, Susana Díaz a la presidencia de la Junta de
Andalucía, serán procesados junto a otros 18 ex altos cargos por el fraude en los
Expedientes de Regulación de Empleo subvencionados por la Junta de
Andalucía, que incluían a prejubilados que nunca trabajaron en las empresas
beneficiarias. El Gobierno de la Junta, presidido por Manuel Chaves y luego por
José Antonio Griñán, habría reservado entre 2001 a 2011 un fondo de 855
millones de euros para ayudas a regulaciones de empleo, que habrían sido
gestionados sin control por la Dirección General del Empleo, a través de
organismos de la Administración paralela. Los ex presidentes andaluces
habrían cometido delitos de prevaricación administrativa y malversación de
fondos públicos.
Los anteriores son los casos estrella que vienen poblando los banquillos y las
parrillas televisivas durante 2016, pero no los únicos. De otra parte, todos
aquellos de una enjundia o visibilidad mediática algo menor a los descritos. Y
no son pocos: las diferentes conexiones políticas con los Papeles de Panamá; la
dimisión/cese encubierto del antiguo Ministro de Industria en funciones, José
Manuel Soria por los mismos; el ático en Marbella del anterior presidente de la
Comunidad de Madrid, Ignacio González; el escándalo de Aquamed, que
implicaría al antiguo ministro y actual Comisario español de Clima y Energía,
Miguel Arias Cañete (quién también hubo de dar cuentas a la Eurocámara por
su aparición en los Papeles de Panamá); o el Fraude en los Cursos de
Formación en Andalucía, por citar solo algunos de los entrantes a los
anteriores platos principales. De otra parte, todos aquellos actos de corrupción
que todavía están por venir, o que ya cometidos, verán la luz a final de 2016 o
en adelante, preferentemente con motivo de la pertinente indagación de los
medios de comunicación.

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Corrupción en España: ¿del
título europeo en percepción
al oro olímpico?

¿Por qué hay tanta corrupción en España? ¿Hay soluciones


para combatirla?
La primera de las preguntas retóricas no es para nada sencilla y se la llevan
años haciendo tanto los estudiosos de la temática, como la ciudadanía en
general. En primer lugar se trata de aceptar que existe mucha corrupción en
España, y que se trata de problema crucial y muy gravoso para el país. Y ello
no resulta fácil. Como ya se expuso la corrupción siempre puede ser
contestada, porque al ser una práctica clandestina tiene unos problemas de
medición evidentes. Al tratarse de percepciones de corrupción y no de
corrupción en sí misma, contamos con los problemas de desfases temporales,
atracción mediática, entre otros.
Asimismo, los gobiernos (a todo tipo de niveles: central, regionales y locales)
suelen tratar de exonerar las prácticas corruptas, los favoritismos y
particularismos, en muchos casos como inherentes o disfuncionales al
sistema. Al fin y al cabo, los muchos de los políticos profesionales (aquellos que
nunca tuvieron una ocupación laboral al margen de la política), eligieron ese
“trabajo” por las “ventajas implícitas” que ello suponía. Resulta evidente que
ahora no estarán muy conformes con el rechazo social que muchas de ellas
generan, motivo por el que apenas las condenan tibiamente en sus
declaraciones y las exoneran o/y legitiman con sus actos.
Una de las grandes tentaciones de los políticos es utilizar la falacia de que
ellos son un reflejo de la sociedad, lo cual nos sitúa a todos a idéntico nivel de
bajeza moral. Después concatenan explicaciones y justifican que poco se
puede hacer, puesto que la corrupción está en “nuestra cultura”. Ello tal vez
aprendiendo la lección represiva de algunos dirigentes del Norte de Europa,
que nos tienen a los ciudadanos meridionales de Europa como “vagos y
maleantes”, como explica Luis Moreno (2012 y 2014). Abogar por que la
corrupción es inherente a nuestra cultura y debemos aprender a tolerarla es un
argumento tan inconsistente como falaz, además de peligroso. Como bien
señalaba el experto Victor Lapuente (2009): “los países desarrollan “malas”
culturas – o culturas donde predomina la desconfianza social- como
consecuencia de unos elevados niveles de corrupción” (Lapuente, 2009).
En ese sentido, Manuel Villoria (2016), estudioso en la materia, extracta la
novísima publicación de su colega Rafael Jiménez15, añadiendo que: “España
carece de un sistema eficaz de control del poder y está bastante alejada aún de
sistemas de buena gobernanza, lo cual explica nuestros problemas de
corrupción e ineficiencia. La dependencia del sendero histórico, el clientelismo
asentado en las relaciones políticas o la partitocracia existente en el
nombramiento de los responsables de los órganos de control son algunas de
las causas resaltadas”. Abunda Villoria en la cuestión remarcando que España

40
15. Los frenos del poder. Separación de poderes y control de las instituciones (Madrid, Marcial Pons/IVAP,
2016).
La ética
de la corrupción
en la España
actual

Corrupción en España: ¿del


título europeo en percepción
al oro olímpico?

ha vuelto a instalarse en “una narración social clásica que nos identifica como
un país de pícaros, gobernado por elites corruptas e incompetentes (ahora las
llamaríamos «extractivas»): un país en el que las reformas institucionales no
llegan nunca a su término feliz”.
Precisamente a la teoría de las “elites políticas extractivas” (los políticos de
profesión, aquellos llegados para servirse de las instituciones y no para
servir a las mismas) se apuntaba ya Lapuente en 2009, cuando denunciaba
que en España toda la cadena de la decisión de una política pública está en
manos de personas que comparten un objetivo común: ganar elecciones, lo
que provoca que se toleren con más facilidad comportamientos ilícitos, motivo
a la vez por el cual, al haber mucho más en juego en unas elecciones (más allá
del servicio a la ciudadanía:, el secuestro de un modelo de particularismos,
favoritismos, prebendas y prácticas clientelares), las tentaciones por otorgar
tratos de favor a cambio de financiaciones ilegales de los contendientes
políticos, sean también mucho más elevadas.
No cabe duda de que como coinciden Lapuente (2009 y 2016) y Villoria (2016),
el angustioso e intolerable nivel de corrupción de la España de 2016 es
consecuencia directa de unas elites partidistas profesionalizadas que, salvo
muy escasas y honrosas excepciones, en lugar de servir a la ciudadanía han
buscado y (tristemente) logrado una captura clientelar, tanto de instituciones
de control como de fondos públicos, todo ello con una voracidad desmedida.
Solo así puede colegirse la expansión de la corrupción por todas aquellas
áreas en las que se advierte un monopolio en la toma de decisiones así como
una evidente discrecionalidad en el uso del poder, además de unos
prácticamente infantiles sistemas de control; todo ello dentro del marco de
la gangrena que supone para el país la extensión del tumor de las redes
clientelares, en colusión con la siempre polémica cuestión de la
financiación de partidos.
Para ilustrar lo anterior queremos traer aquí a colación el acertado ejemplo de
Lapuente (por cierto profesor en Gotemburgo y no en España, tal vez por las
irrisorias y mermadas –también por la corrupción- partidas en Educación e
I+D+I públicos) en su artículo del diario El País del 27 de marzo de 2009 ¿Por qué
hay tanto corrupción en España?, tristemente de total vigencia siete años más
tarde: “Y aquí, el contraste entre España y los países europeos con niveles bajos
de corrupción es significativo. En una ciudad europea de 100.000 a 500.000
habitantes puede haber, incluyendo al alcalde, dos o tres personas cuyo sueldo
depende de que el partido X gane las elecciones. En España, el partido que
controla un gobierno local puede nombrar multitud de altos cargos y asesores,
y, a la vez, tejer una red de agencias y fundaciones con plena discreción en
política de personal. En total, en una ciudad media española puede haber
cientos de personas cuyos salarios dependen de que el partido X gane las
elecciones”.

41
Corrupción en España: ¿del
título europeo en percepción
al oro olímpico?

De hecho, mientras que en España predomina el tipo de gobierno por el cual un


solo cargo electo (alcalde) y su mayoría de gobierno acumulan mucho poder
(sobre todo a escala local), en los países de menores tasas de corrupción, los
cargos electos retienen la capacidad legislativa, mientras que el poder
ejecutivo pasa a manos de un directivo profesional nombrado por una
mayoría cualificada de concejales y por un periodo de tiempo no coincidente
con el ciclo electoral, para reducir así la dependencia política. De esta manera,
y al contrario de lo que sucede en España, “el partido que gana las elecciones
tiene las "manos atadas" a la hora de hacer nombramientos, porque existe
un directivo profesional que gestiona la organización administrativa, o bien
debe llegar a amplios acuerdos con otras fuerzas políticas, incluyendo con
frecuencia a las de la oposición, para nombrar a cargos públicos” (Lapuente,
2009).
Cabe reseñar que el modelo que sirve en los países de menores índices de
corrupción y mayor bienestar económico se ve complementado por un
sistema de mecanismos institucionales, por los que se seleccionan
“servidores públicos” que no funcionarios (véase incluso la diferencia
semántica), cuya continuidad en el cargo dependa de su competencia o
mérito (por mérito no se entiende fuera de España a unos funcionarios
públicos seleccionados mediante oposiciones y con una plaza “en
propiedad” y para toda la vida, al margen de su rendimiento; ni tampoco las
famosas productividades de muchos funcionarios españoles por “calentar
la silla” dos tardes por semana), pero no de su lealtad política.
Ni que decir tiene que en contra de organizar un sistema como el que disfrutan
otros países de menores tasas de corrupción estarían: tanto los partidos
políticos (perderían mucho de su sentido al no poder politizar la
administración y por tanto generar redes de particularismos, favoritismos y
clientelismos: es decir corrupción); como los cuerpos de funcionarios (quienes
no se resignarán a perder sus privilegios, es decir al mantenimiento de un
sistema de empleados públicos inamovibles independientemente de su
rendimiento). Mala solución tendrá la cuestión puesto que ambas castas
suponen la cuadratura del círculo: los segundos son decisivos para encumbrar
electoralmente a los primeros. Mientras que quien paga las ineficiencias
derivadas del modelo clientelar, son todos los demás ciudadanos.
No es de extrañar por tanto, que esas elites políticas extractivas se nieguen
igualmente a revocar algunos de los privilegios que todavía las contemplan.
Las famosas diputaciones que los grandes partidos políticos se niegan a
suprimir a pesar de su evidente ineficiencia, pero que bien les sirven como
“agencia de colocación” de los fieles al partido. No podía tener más tino
Nemesio Fernández Cuesta, cuando en su artículo en El Confidencial del

42
La ética
de la corrupción
en la España
actual

Corrupción en España: ¿del


título europeo en percepción
al oro olímpico?

pasado 12 de febrero (Corrupción y Partidos), abogaba por “La supresión de


ámbitos de decisión como las diputaciones provinciales, o en algunos casos las
comarcas, contribuiría a sanear reductos que en muchas ocasiones escapan a
la fiscalización de los órganos de control autonómicos o estatales. En esta línea,
hay que ser absolutamente beligerante con la creación por parte del poder
político de empresas dedicadas a objetos sociales redundantes o etéreos”.
Tampoco descubrimos nada nuevo si incidimos en la necesidad de una mayor
transparencia por parte de los partidos políticos en lo que respecta a la
publicación de sus cuentas, incluso de manera trimestral, así como de la
auditoría semestral de las mismas por parte de firmas auditoras
internacionales y externas, que puedan verificar, no solo la veracidad de las
mismas, sino también el estricto cumplimiento de la Ley de Financiación de
Partidos y demás legislaciones vigentes, como bien sabemos
permanentemente violadas durante los últimos años.
De igual manera, tampoco los partidos políticos, “viendo las orejas al lobo”,
han querido tomarse en serio la necesidad de establecer una duración máxima
de los mandatos y los cargos públicos, incluso en el seno de los partidos,
evitando la acumulación de los mismos. De una parte, al ciudadano no le
quedaría ese regusto amargo de comprobar que la Ley de Incompatibilidades
solo se les aplica a ellos y no a sus políticos. De otra nos evitaríamos ejemplos
grotescos, como el reciente del famoso Alfonso Rus, el que contaba los “dos
millones de pelas”, por entonces veinte años alcalde de Xátiva, once de
presidente del Partido Popular valenciano y ocho de presidente de la
Diputación de Valencia. Toda una estampa paradigmática de la corrupción
política en España, que tristemente no se trata de un caso aislado. La path
dependency o perpetuación en el poder político (el Partido Popular en
Valencia y Madrid, el Partido Socialista en Andalucía o la extinta Convergencia
I Unió en Cataluña), determinan la correlación directa entre la ausencia de
alternancia política y la corrupción.

43
Conclusiones

La agudización de los efectos de la crisis económica en España y el descrédito


de sus instituciones y de la clase política vienen alimentando durante los
últimos años una visibilidad mediática de la corrupción inusitada. El empacho
de corrupción que afecta por igual a diferentes partidos políticos y a la Corona,
resulta insoportable: los casos Noos, Rato-Bankia, Pujol, Púnica, Taula,
Gürtel, Bárcenas, o los Ere, entre otros, suponen la punta del iceberg con la que
venimos desayunando cada día de este 2016. De hecho, casi la mitad de los
españoles señala desde hace tiempo la corrupción como el segundo problema
del país, solo por detrás del desempleo.
Ahora bien, cabe plantearse algunas cuestiones: ¿Esta visibilidad mediática de
la corrupción en España, supone que sea un país más corrupto hoy que hace
dos décadas?; ¿Cuáles son los comportamientos constitutivos de corrupción
política y empresarial más frecuentes en la España actual?; ¿Cómo podemos
medir la corrupción?; ¿Existe alguna diferencia intrínseca entre nuestra
corrupción y la internacional? ¿En clave comparada, somos más o menos
corruptos que los países de nuestro entorno?; ¿Optamos acaso a la medalla de
oro olímpica en corrupción en 2016? ¿En su defecto, seremos aspirantes al cetro
olímpico en 2020?
Desde la perspectiva del CONCEPTO Y SU MEDICIÓN, la corrupción se
encuentra íntimamente ligada con la desafección política que se experimenta
en algunos países como España durante los últimos años. La visibilidad de las
tramas corruptas en las que se han visto inmersos políticos de larga trayectoria
en todos los puntos de nuestra geografía (Madrid, Cataluña, Comunidad
Valenciana, Andalucía, Baleares y un largo etcétera), algunos integrantes
dela propia Casa Real, pero incluso a todo tipo de empresarios, deportistas o
personajes de la farándula manchados por los recientes Papeles de Panamá,
nos suscita ciertas cuestiones. Algunas son muy evidentes. ¿Hasta qué punto
somos un país corrupto?; ¿Lo somos más o menos que otros?; ¿Se corresponde
la percepción de la corrupción con la que realmente existe?; ¿Cómo se puede
medir la corrupción?; y por último y muy lógicamente ¿En qué consiste
exactamente la corrupción?
La corrupción española es mucho más política que administrativa y en su
momento extensamente propagada al calor de la eclosión del boom de la
construcción. La mayor percepción actual y la espiral que ella genera debido a
una menor transigencia, pudiera apuntar a una eclosión de las prácticas
corruptas desde hace diez años a esta parte en España. Sin embargo y sin
ánimo alguno de exoneración, lo único que ha eclosionado ha sido la
indignación, la percepción y la intransigencia con respecto a unas prácticas
que estaban latentes y que sin idéntica visibilidad se sucedían con una
frecuencia muy similar en el pasado. Es decir, probablemente España no sea
mucho más corrupta que hace una década, sino tristemente tan corrupta
como entonces. Lo que ha variado ha sido (esencialmente) la percepción. El
problema es que vivíamos entonces en la ignorancia. Al menos la crisis
económica habrá servido para quitarnos aquel tupido velo de los ojos.

44
La ética
de la corrupción
en la España
actual

Conclusiones

Especialmente dañinas vienen resultando todo ese tipo de conductas de abuso


de privilegios públicos en conexión con la faraónica eclosión urbanística
padecida por España durante la primera década de siglo. Todas aquellas obras
suntuosas e innecesarias (aeropuertos sin aviones, radiales sin coches o
proyectos de depósitos de gas en zonas sísmicas en el Mediterráneo
iniciados, comprometidos y clausurados), en las que los gestores públicos
despilfarran (a sabiendas) ingentes cantidades de recursos públicos, como si de
una donación se tratase a unas empresas adjudicatarias, en el mejor de los
supuestos sólo simpatizantes del partido político en el poder, en el peor de los
casos proclives a pagar mordidas (el 3% del montante fue muy usual en
algunos gobiernos regionales), sobornos o realizar generosos regalos o
descuentos en propiedades inmobiliarias, incluidos preciosos áticos con vistas
en Marbella.
No suponen las prácticas anteriores, casos anecdóticos o
macroeconómicamente intrascendentes, sino que según la Comisión Nacional
del Mercado de Valores, la contratación pública despilfarra en torno al 4,5%
del PIB por sus deficientes mecanismos de control e ineficiencia. Para el último
ejercicio computado (2015) el 4,5% del PIB español superó los 48.600 millones
de Euros, cifra nada despreciable y que excede de los 40.000 millones de Euros
del importe del Rescate Bancario que España recibió en 2012 (que deberá ser
devuelto con dinero público) y que supone un saqueo anual de unos 1.100
Euros por habitante.
Ni que decir tiene la actualidad de la que goza en la España actual el debate
acerca de las “puertas giratorias” y el creciente número de ex presidentes,
ministros o altos ejecutivos de la administración pública que pasan a ocupar
relevantes puestos ejecutivos en compañías privadas, sobre las que
anteriormente hubieron de legislar, con el evidente conflicto de intereses y en
claro detrimento de los intereses públicos.
Igualmente, los índices de percepción de la corrupción en la España actual
son los más elevados de Europa (campeones continentales), lo cual no indica
necesariamente que sea el país más corrupto de Europa, sino el reciente
hartazgo y la novedosa indignación de la sociedad española por la visibilidad
mediática de unas prácticas corruptas, que antes, bien desconocía, bien
toleraba. Particularmente en España se acentúa la cuestión del retraso en los
efectos, con motivo del estallido de la crisis económica y financiera en 2008 y
el pinchazo de la burbuja inmobiliaria, sector muy ligado a las prácticas
fraudulentas. En efecto, muchas de ellas bien se circunscriben, bien hunden
sus raíces en aquel periodo de la “España feliz”, si bien tienen relevancia
mediática y se juzgan en la actualidad. No se pretende ni mucho menos
exonerar responsabilidades o minusvalorar el problema que tiene España con
la corrupción, puesto que suponemos que si bien algunas de esas prácticas que
ahora los medios de comunicación revelan como escandalosas, pertenecen al
pasado, las que se están urdiendo y practicando en la actualidad, solo se
conocerán en el futuro.

45
Conclusiones

En el marco de una aproximación GLOBAL, resulta necesario convenir que la


problemática no solo se limita a los países subdesarrollados, sino que
supone también un grave problema de hondas raíces en países
desarrollados. Es decir, los ricos, por el mero hecho de serlo no dejan de
corromperse, sino que lo hacen por igual o aún más que los menos favorecidos.
A pesar de todos los esfuerzos, cada vez más precisos, resulta innegable que la
corrupción sigue creciendo, según se desglosa de los resultados que publica
periódicamente Transparencia Internacional, la Oficina Europea de Lucha
contra el Fraude (OLAF), la Oficina de Lucha contra el Soborno de la OCDE, o
diferentes consultoras privadas. No queda más remedio que admitir que
existen múltiples rincones donde se tejen corruptelas, lugares a los que no
hay ley, auditoría o instrumento de supervisión o/y control que alcancen a
desenmascararlas.
Por mucho que algunas compañías o partidos políticos puedan obtener unos
indudables progresos particulares pagando o recibiendo un soborno, el efecto
global de la corrupción en el desarrollo económico es negativo. De hecho,
cuanto más corrupto es un país más lentamente crece, puesto que existen
diferentes disfuncionalidades aparejadas a las prácticas corruptas que
entorpecen el desarrollo económico: la reducción de la inversión extranjera
directa; el incremento desequilibrado del gasto público; o la distorsión del
propio gasto público en detrimento del bien general y en beneficio de
proyectos menos eficientes pero de oportunidades más elevadas de
manipulación y obtención de sobornos.
A ESCALA EUROPEA, se ha tratado de ubicar y comparar la realidad española
dentro del contexto continental, tomando en consideración una triada de
variables, a saber: A) la confianza en las instituciones nacionales; B) los
Particularismos dentro de los países de la UE; C) así como la respectiva
confianza en la lucha gubernamental contra la corrupción.

A) Confianza en las Instituciones Nacionales


El deterioro de la confianza en las instituciones de gobierno y el aumento en
los diferentes índices desagregados de percepción de corrupción en países
como Chipre, Grecia o España es tan importante que harían pensar en
estados prácticamente semi-fallidos en los que la corrupción campa a sus
anchas y afecta a cada uno de los sectores y de las instituciones.
Igualmente pueden advertirse notables diferencias regionales, siendo los
países nórdicos aquellos que demuestran una mayor confianza en sus
instituciones (63% y 48% respectivamente), muy por encima de la
demostrada, tanto por los países de la Europa Occidental, como por los de la
Europa Central y del Este o los de la Europa del Sur, quienes tienen unos niveles
de confianza en sus instituciones muy bajos, muy alejados no solo de la de los
países de la Europa del Norte, sino también de la media europea. Por ejemplo,

46
La ética
de la corrupción
en la España
actual

Conclusiones

y con motivo de unos descensos muy significativos, la confianza en los países


de la Europa Meridional en los Parlamentos Nacionales (19%), Gobiernos
Nacionales (19%) y Partidos Políticos (14%), resulta muy limitada.
No se escapa España de esta tendencia (7%; 8% y 5%), que con unas
excepcionales variaciones negativas en un periodo de solo cinco años (-32%;
-37% y -25%), se sitúa no solo muy lejos de la media europea (29%; 19% y
19%), sino a la cola en cada uno de los tres indicadores. Es decir medalla de oro
europea en cuanto a desconfianza en las propias instituciones y los partidos
políticos.
B) Particularismo y Corrupción en la UE
El caso español resulta paradigmático puesto que casi tres de cada cuatro
ciudadanos (72%) considera que sus políticos son corruptos, muy por
encima de la media europea, que se sitúa un poco por encima de uno de cada
dos habitantes (52%). Igualmente, alguno del resto de indicadores explicitados,
reconfirman la crisis en la percepción de la corrupción en España, casi siempre
muy por encima de las medias europeas.
Así, tres de cada cinco españoles reconocen que la corrupción afecta su vida
diaria frente a uno de cada cuatro europeos. Igualmente casi cuatro de cada
cinco españoles consideran que las prácticas corruptas y los favoritismos
suponen un obstáculo para la competencia y la transparencia en el mundo
de los negocios. No parece haber quién nos discuta el cetro europeo.
C) Confianza en la lucha gubernamental contra la corrupción
Muy particular es el caso español, estado de elevados índices de percepción
de la corrupción y el particularismo, en el que la policía e incluso el poder
judicial (sobre todo cuando se trata de los niveles inferiores) gozan de una
buena reputación; mientras que su modelo de medios de comunicación
basado en la prensa de partido, condiciona en muchas en ocasiones la
denuncia y el tratamiento de la corrupción política16.
En perspectiva comparada, los datos generales europeos apenas se
modificaron entre 2009 y 2013, por medio de un leve incremento de la
percepción de eficacia en la lucha contra la corrupción de un 28 a un 29%.
Como de costumbre dicha percepción es muy elevada en los países nórdicos
(45%), en la media en los países de la Europa Occidental, y por debajo de la
misma en la Europa Central y del Este, así como en la Europa del Sur (con cifras
en torno a diez puntos porcentuales por debajo de la media).
Muy reveladoras son las cifras españolas, dentro del conjunto de países de
la Europa Meridional, pero marcando el “farolillo rojo” en la última de las
series (poco más de uno de cada diez españoles considera que el gobierno
combate con eficacia la corrupción), suponiendo el tercer peor intervalo en
Europa, con una pérdida de un diez por ciento de confianza entre 2009 y
2013, solo empeorado por Bulgaria y Chipre.

47
16. Puede consultarse al respecto el reciente artículo: Patterson, Margaret; Fullerton, Romayne; y Tuñón,
Jorge (2016) “At a crossroads or Caught in the Crossfire? Crime Coverage concerns for democracy in
Portugal, Spain and Italy”, en Journalism Practice, Taylor and Francis Group (en prensa).
Conclusiones

El presente informe del OBS, redactado por Jorge Tuñón, consultor y profesor
de universidad, pretende ahondar también tanto cuantitativa como
cualitativamente en el fenómeno de la CORRUPCIÓN EN ESPAÑA: a) tratando
de vislumbrar su irrefutable existencia; b) su distribución en función de
diferentes variables; c) el análisis de los escándalos más recientes y
mediáticamente relevantes; o d) la humilde proposición de algunas medidas
que podrían ayudar a mitigarla en función de las causas intrínsecas de la
especificidad de las prácticas corruptas nacionales.
a) Pese a quien pese, corrupción en España la hay y demasiada, tal y como
refrendan diferentes indicadores. En el Índice de Corrupción de 2015 de
Transparencia Internacional, España obtuvo 58 puntos, en una puntuación
que si bien descendía con respecto a informes anteriores (ligera mejora de la
percepción de la Corrupción), todavía sitúa a España en el puesto 36 del
ranking de percepción de corrupción formado por 167 países, es decir, muy
lejos del pódium que copan los nórdicos, Dinamarca, Finlandia y Suecia aún
lejos de países de nuestro entorno como Reino Unido, Francia y Portugal, y solo
al nivel de países como Eslovenia o la República Checa.
No se trata en ningún caso de índices de percepción para estar orgullosos. Y es
que si comparamos las series de los últimos tres lustros, la percepción de la
Corrupción en España ha empeorado sensiblemente, especialmente durante el
periodo 2009-2013. El declive es evidente desde 2004, cuando en plena
expansión económica, los resultados nos situaban en vigésimo puesto a
escala mundial en índice de menor percepción de corrupción. Entre 2013 y
2015 España se ha ubicado en una posición de percepción de la corrupción de
entre 58 a 60 puntos en una escala de cien, lo que equivale a una posición entre
la 36 y la 40 en el Índice de Corrupción Mundial.
No demasiado alejados de esta realidad se encuentran los resultados
comparados ofrecidos por la 14 Encuesta Global sobre Fraude, de la consultora
EY, que con un perfil más empresarial que político ubicaba a España en este
mismo año 2016 en el puesto 22 sobre prácticas corruptas en el ámbito de los
negocios, empeorando sensiblemente su trigésimo primera posición obtenida
en la edición de 2014 de la misma encuesta.
Un país que se jacta de que su economía está entre duodécima y la
decimocuarta del mundo, no puede permitirse unos índices de percepción
de corrupción que señalan que entre 35 y 40 países padecerían menos
prácticas corruptas que España en 2016. Por mucho que la corrupción sea
difícil de medir y que los índices no supongan corrupción en sí misma, son
una variable de medición tan relevante como inaceptable para el caso
español.

48
La ética
de la corrupción
en la España
actual

Conclusiones

b) Geopolíticamente, la visibilidad mediática de los variados escándalos de


corrupción que asolan el país de norte a sur viene llevando a la ciudadanía
española a un estado de hastío e indignación permanentes en 2016. La
confluencia con un irresoluble y eterno proceso electoral hace de la corrupción
un auténtico “trending topic”, nacional que de hecho y según los últimos
barómetros del Centro de Investigaciones Sociológicas, supone la mayor
preocupación para en torno a un 45% de la población española, constituyendo
la segunda de las mismas desde hace tiempo, por detrás del desempleo.
En tanto en cuanto la noción de corrupción no es unívoca, según el tipo de
prácticas que incluyamos, los recuentos pecuniarios de las consecuencias de la
misma pueden ser muy divergentes. Es por ello, que igual el diario ABC
sostenía en febrero que la corrupción nos cuesta 800 euros a cada español
por año (cifra refrendada por La Sexta el 6 de mayo según fuentes del
Ministerio de Hacienda, haciendo referencia al fraude fiscal y situando la cifra
en la horquilla de 800 a 1.000 euros), el diario El Economista, cifraba el coste
de la corrupción en la España democrática en los 7.500 millones de Euros, lo
que supone unos 4.700 Euros anuales por ciudadano.
Si se realiza una disección geográfica de la corrupción española, ninguna de
ellas se salva, pero sin duda algunas compiten por el pódium de la corrupción
política en España. Suelen coincidir con aquellas Comunidades que han
experimentado un elevado nivel de path dependency, es decir de continuidad
en el cargo de las elites políticas regionales; en muchas ocasiones
coincidentes con las más pobladas y por tanto dónde más recursos a
gestionar y por tanto a corromper existen. Hablamos de la Andalucía del
PSOE, la Comunidad de Madrid y la Comunidad Valenciana del PP, o la
Cataluña de la antigua Convergencia I Unió. Igualmente se sitúa en
posiciones de preminencia las Islas Baleares del PP y llama la atención la falta
de casos de relevancia mediática en el País Vasco, que salvo ciertos lapsos, ha
tenido una elevada continuidad política, marcada por el liderazgo del Partido
Nacionalista Vasco.
Si la disección se realiza por partido político como variable independiente, el
campeón de la corrupción es el Partido Popular de Mariano Rajoy, que según
el Diccionario de la Corrupción y el diario El Economista, ya en febrero pasado
protagonizaba 68 casos, la mayoría de ellos en pequeños ayuntamientos,
aunque está señalado en las principales tramas a nivel nacional. El PSOE le
seguía muy de cerca, con 58 operaciones corruptas, el grueso de ellas,
acontecidas en Andalucía. Mientras que dentro del Campeonato B, el que
juegan los partidos de ámbito no estatal, la campeona sería la extinta
Convergencia I Unió con hasta 9 tramas de corrupción.

49
Conclusiones

c) El análisis de los escándalos más recientes y mediáticamente relevantes


nos lleva a apuntar una verdadera fiesta de la corrupción en España en 2016.
De hecho, la permanente campaña electoral española nos ha venido
brindando una visibilidad mediática de la corrupción, desconocida hasta la
fecha. Por mucho que algunos de los escándalos hundan sus raíces
evidentemente hace algunos años, los siguientes son los casos de corrupción
de mayor repercusión y visibilidad mediática en un ejercicio en el que hemos
tenido: a la Infanta Cristina y a su marido Iñaki Urdangarín sentados en el
banquillo por el caso Nóos; al ex presidente de la Generalitat de Cataluña, Jordi
Pujol, declarando como imputado en la Audiencia Nacional; al ex
vicepresidente de la Comunidad de Madrid, Francisco Granados declarando
desde la cárcel de Estremera; los expresidentes andaluces Manuel Chaves y
José Antonio Griñán imputados por el caso de los ERE; la ex alcaldesa de
Valencia Rita Barberá, aforada en el Senado y fuera del PP ante la apertura de
investigación por parte del Tribunal Supremo por blanqueo y financiación
ilegal; el ex ministro de Industria, José Manuel Soria fuera del gobierno por su
implicación en los Papeles de Panamá; o el desarrollo de diferentes piezas de
tramas como la Gürtel, Púnica, o las más recientes Aquamed y la mega
operación Taula. Y eso que todavía nos queda casi un cuarto de la temporada.
Los anteriores son los casos estrella que vienen poblando los banquillos y las
parrillas televisivas durante 2016, pero no los únicos. De otra parte, todos
aquellos de una enjundia o visibilidad mediática algo menor a los descritos. Y
no son pocos: las diferentes conexiones políticas con los Papeles de Panamá; la
dimisión/cese encubierto del antiguo Ministro de Industria en funciones, José
Manuel Soria por los mismos; el ático en Marbella del anterior presidente de la
Comunidad de Madrid, Ignacio González; el escándalo de Aquamed, que
implicaría al antiguo ministro y actual Comisario español de Clima y Energía,
Miguel Arias Cañete (quién también hubo de dar cuentas al Parlamento
Europeo por su aparición en los Papeles de Panamá); o el Fraude en los Cursos
de Formación en Andalucía, por citar solo algunos de los entrantes a los
anteriores platos principales.
d) Respecto a las causas intrínsecas y las posibles sugerencias para frenar la
corrupción española, como ya se apuntaba resulta de urgente necesidad la
concienciación y la aceptación de que existe mucha corrupción en España, y
que se trata de problema crucial y muy gravoso para el país. Y ello no resulta
fácil. Los gobiernos (a todo tipo de niveles: central, regionales y locales) suelen
tratar de exonerar las prácticas corruptas, los favoritismos y
particularismos, en muchos casos como inherentes o disfuncionales al
sistema. Al fin y al cabo, los muchos de los políticos profesionales (aquellos que
nunca tuvieron una ocupación laboral al margen de la política), eligieron ese
“trabajo” por las “ventajas implícitas” que ello suponía. Por ello, a día de hoy no
están muy conformes con el rechazo social que muchas de ellas generan,
motivo por el que apenas las condenan tibiamente en sus declaraciones y las
exoneran o/y legitiman con sus actos.

50
La ética
de la corrupción
en la España
actual

Conclusiones

Una de las grandes tentaciones de los políticos es utilizar la falacia de que


ellos son un reflejo de la sociedad, lo cual nos sitúa a todos a idéntico nivel de
bajeza moral. Después concatenan explicaciones y justifican que poco se
puede hacer, puesto que la corrupción está en “nuestra cultura”. Ello tal vez
aprendiendo la lección represiva de algunos dirigentes del Norte de Europa,
que nos tienen a los ciudadanos meridionales de Europa como “vagos y
maleantes”. Abogar por que la corrupción es inherente a nuestra cultura y
debemos aprender a tolerarla es un argumento tan inconsistente como falaz,
además de peligroso. De hecho, los países solo desarrollan “malas culturas” en
las que predomina la desconfianza social, como consecuencia (y no causa) de
unos elevados niveles de corrupción.
Precisamente a la teoría de las “elites políticas extractivas” (los políticos de
profesión, aquellos llegados para servirse de las instituciones y no para
servir a las mismas), tiene una “aplicación de manual” al caso español, en el
que toda la cadena de la decisión de una política pública está en manos de
personas que comparten un objetivo común: ganar elecciones, lo que provoca
que se toleren con más facilidad comportamientos ilícitos, motivo a la vez por
el cual, al haber mucho más en juego en unas elecciones (más allá del servicio
a la ciudadanía:, el secuestro de un modelo de particularismos,
favoritismos, prebendas y prácticas clientelares), las tentaciones por otorgar
tratos de favor a cambio de financiaciones ilegales de los contendientes
políticos, son también mucho más elevadas.
El angustioso e intolerable nivel de corrupción de la España de 2016 es
consecuencia directa de unas elites partidistas profesionalizadas que, salvo
muy escasas y honrosas excepciones, en lugar de servir a la ciudadanía han
buscado y (tristemente) logrado una captura clientelar, tanto de instituciones
de control como de fondos públicos, todo ello con una voracidad desmedida.
Solo así puede colegirse la expansión de la corrupción por todas aquellas
áreas en las que se advierte un monopolio en la toma de decisiones así como
una evidente discrecionalidad en el uso del poder, además de unos
prácticamente infantiles sistemas de control; todo ello dentro del marco de
la gangrena que supone para el país la extensión del tumor de las redes
clientelares, en colusión con la siempre polémica cuestión de la
financiación de partidos.
Cabe reseñar que el “modelo nórdico”, muy válido en los países de menores
índices de corrupción y mayor bienestar económico, al margen de quebrar
esa “cadena de gestión de políticas públicas por técnicos profesionales en
lugar de políticos”, se ve complementado por un sistema de mecanismos
institucionales, por los que se seleccionan “servidores públicos” que no
funcionarios (véase incluso la diferencia semántica), cuya continuidad en
el cargo dependa de su competencia o mérito (por mérito no se entiende
fuera de España a unos funcionarios públicos seleccionados mediante
oposiciones y con una plaza “en propiedad” y para toda la vida, al margen
de su rendimiento; ni tampoco las famosas productividades de muchos

51
funcionarios españoles por “calentar la silla” dos tardes por semana), pero
no de su lealtad política.
Conclusiones

Ni que decir tiene que en contra de organizar un sistema como el que disfrutan
otros países de menores tasas de corrupción estarían: tanto los partidos
políticos (perderían mucho de su sentido al no poder politizar la
administración y por tanto generar redes de particularismos, favoritismos y
clientelismos: es decir corrupción); como los cuerpos de funcionarios (quienes
no se resignarán a perder sus privilegios, es decir al mantenimiento de un
sistema de empleados públicos inamovibles independientemente de su
rendimiento). Mala solución tendrá la cuestión puesto que ambas castas
suponen la cuadratura del círculo: los segundos son decisivos para
encumbrar electoralmente a los primeros. Mientras, quienes pagan las
ineficiencias derivadas del modelo de prácticas corruptas y clientelares, son
todos los demás ciudadanos.
Cabe concluir que siendo ya muy grave la situación, bien haría España en
evitar ulteriores gestas y records en el ámbito de la corrupción. Según los
estudios derivados del Country RepTrak 2016 (Prado, 2016), la corrupción
española aún no es advertida fuera del país en toda su extensión y por tanto no
tiñe todavía de negro la reputación española. En definitiva y tras el cetro
europeo en percepción, la “Marca España” (Tuñón, 2016) debe esmerarse
rigurosamente para evitar el desastre que supondría coronarse Campeona
Olímpica en Corrupción en el Horizonte 2020.

52
La ética
de la corrupción
en la España
actual

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