Desterrando Mitos Sobre Los Ácidos Grasos Saturados

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Desterrando mitos sobre los


ácidos grasos saturados

6-8 minutos

Grasas o lípidos, ¡una extensa familia que te interesa conocer!

Ácidos grasos; conócelos y conviértelos en aliados de tu salud

Ácidos grasos saturados: desterrando mitos

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Los ácidos grasos saturados han estado demonizados


durante años, siendo considerados como los responsables
directos de diferentes transtornos de salud, por ejemplo las
enfermedades cardiovasculares. No obstante, ahora se están
ampliando los horizontes, comprendiendo el papel de los
hidratos de carbono en estas enfermedades y la importancia
para la salud de algunos grasos saturados. Nos lo explica
Isabel Cruz:

Los AGS, o las grasas que contienen grandes cantidades de los


mismos, se caracterizan por ser sólidos a temperatura
ambiente y presentar un mayor punto de fusión.

Es el caso de los que se encuentran en carnes, vísceras,


manteca, tocino, patés, embutidos, langostas, cangrejos,
gambas, lácteos completos, nata, mantequilla… –en
alimentos de origen animal– y en el coco (Cocos nucifera) y
la palma (Elaeis guineensis)-en los de origen vegetal–
principalmente.

Ácidos grasos saturados de origen animal

Ácidos grasos saturados de origen vegetal: aceite de coco

El consumo en exceso de este tipo de AG tiende a elevar los


niveles de colesterol LDL y TGC en sangre, además de
aumentar el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares
tales como infartos de miocardio, embolias y arteriosclerosis.

Estas creencias son las que se han promovido hasta ahora a


nivel oficial, pero hay que señalar que en la consolidación de
las mismas tuvo mucho que ver la aportación del Dr. Ancel
Benjamin Keys (1904-2004), fisiólogo norteamericano
conocido por su contribución al estudio del efecto de la dieta
sobre las enfermedades cardiovasculares allá por la década de
1950.

Considerado como el gran impulsor de la denominada “Dieta


mediterránea”, es conocido especialmente por su “Estudio
de los Siete Países”, un ensayo epidemiológico
multinacional que comenzó en Italia con varones de 40 a 59
años al que posteriormente se incorporaron individuos de
Holanda, Yugoslavia, Grecia, Finlandia, Japón y EEUU, en un
período que abarcó 10 años y que relacionaba el alto
consumo de grasa saturada y colesterol dietéticos con
el desarrollo de arteriosclerosis y mortalidad por
enfermedad coronaria.

Keys y sus colaboradores observaron que la incidencia de


cardiopatías coronarias era más alta en los países del norte de
Europa que en los del Sur, por lo que concluyeron que la dieta
podía contener un factor protector frente a este tipo de
enfermedades con lo que se acuñó el concepto de “Dieta
Mediterránea” a raíz de la publicación de su libro: “How to
eat well and stay well: the Mediterranean Way”.

Sin embargo, y a pesar de que las premisas contenidas en ésta


teoría han prevalecido hasta el día de hoy, tal como se ha
comentado, hay críticas al trabajo de Keys debido al hecho de
que solo tuvo en cuenta los datos de seis países a pesar
de que existían datos de 22 de ellos. Se alega que si Keys
hubiera incluido a todos los países, los datos hubieran sido
distintos ya que en comparativas realizadas entre Noruega y
USA, por ejemplo, la mortalidad por cardiopatía coronaria era
tres veces superior en éste último, a pesar de consumir grasas
en valores muy similares. Se sugiere por tanto que deben
existir otros factores que habrían de estudiarse.

Una nueva visión sobre el papel de los ácidos grasos


saturados en la salud

Recientemente tras nuevas investigaciones, científicos


médicos se han percatado de que los verdaderos culpables
del desarrollo de las mencionadas enfermedades y de
otros problemas de salud son las grasas trans que se
encuentran en la margarina, la manteca vegetal y en los
aceites vegetales hidrogenados.

De modo que algunos profesionales de la salud, ya


recomiendan abiertamente el consumo de grasas saturadas,
especialmente las de origen vegetal como el aceite de coco y
grasa de palma como parte de una dieta saludable.

Acerca del coco, su perfil de grasa saturada ronda el


84-86.5%, en la cual prevalece el ácido láurico, triglicérido
de cadena media. Se le reconocen cualidades benéficas para la
salud que abarcan propiedades antioxidantes, antivíricas,
antibacterianas, mejoría cognitiva en pacientes con Alzheimer
o eficiencia metabólica, entre otros.

En relación a este tipo de grasas el Dr. Gabriel Cousens en


su obra: “Hay una cura para la diabetes”, declara: “…las
grasas saturadas crudas –tales como las del coco y la palma-
fomentan la salud, siendo necesarias para el correcto
funcionamiento de las membranas celulares, especialmente
de las neuronas, las células del corazón, huesos, hígado,
sistema inmunitario, pulmones y hormonas, además de las
que controlan el hambre, el equilibrio de calcio y la
regulación genética en general”.

En su obra “Lo que dice la ciencia para adelgazar (2012)”,


Luis Jimenez, asevera que en los estudios epidemiológicos
más recientes se concluye «…que las grasas no juegan un
papel fundamental en la obesidad» «…por el hecho de comer
más grasas no estamos abocados sin remedio a la obesidad.»
«Las grasas, por sí mismas, no engordan.»

Además afirma que los estudios más recientes concluyen


que no hay una relación clara entre el nivel total de
colesterol y de colesterol malo y, la enfermedad
cardíaca. En muchos casos, la enfermedad se presenta sin
existir niveles altos de colesterol y, en ocasiones, una vez
manifestada dicha enfermedad, a pesar de bajar el colesterol,
«sigue persistiendo la enfermedad cardiovascular”.

De opinión similar son también el autor del best seller


“Cerebro de pan”, el Dr. David Perlmutter y el Dr.
Mercola, por citar algunos.

En un metaanálisis publicado en el British Medical Journal en


Abril de 2014, se concluye que no se reportaron pruebas
sobre los efectos beneficiosos de la reducción de
grasas dietéticas en la prevención secundaria de la
enfermedad coronaria. Recomendar una mayor ingesta
de ácidos grasos poliinsaturados en sustitución de
ácidos grasos saturados no se asoció con la reducción
del riesgo.

Sólo resta comentar que a la luz de las nuevas investigaciones,


tal vez sea hora de cambiar creencias y hábitos alimentarios.

Un artículo de Isabel Cruz, Nutrición y Naturopatía

Bibliografía

http://bmjopen.bmj.com/content/4/4/e004487.short

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