Fundamentos de Gracia STEVE. LAWSON
Fundamentos de Gracia STEVE. LAWSON
Fundamentos de Gracia STEVE. LAWSON
“El Dr. Steve Lawson es uno de los expositores bíblicos más comprometidos
y capaces de esta generación. La intensidad y claridad de su compromiso con
la predicación bíblica —con la verdadera predicación expositiva— es el sello
distintivo de su ministerio. Además, Steve Lawson entiende que el texto de la
Biblia presenta continuamente la soberanía de Dios y nos da una visión pano-
rámica de Su gloria. Todo esto es evidente en su ministerio de predicación y
en sus escritos. El Dr. Lawson es un hombre excepcional impulsado por una
pasión excepcional”.
— DR. R. ALBERT MOHLER JR.
Presidente del Southern Baptist Theological Seminary
Louisville, Kentucky
GRACIA
1400 a. C. — 100 d. C.
UNA LARGA LÍNEA DE HOMBRES DE DIOS
S T E V E N J. L AW S O N
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#FundamentosDeLaGracia
Fundamentos de la gracia
Poiema Publicaciones © 2022
A menos que se indique lo contrario, las citas bíblicas han sido tomadas de
La Nueva Biblia de las Américas, © 2005, por The Lockman Foundation.
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www.poiema.co
Impreso en Colombia
ISBN: 978-1-955182-23-2
SDG221
En memoria del
Dr. S. Lewis Johnson
—profesor distinguido, teólogo eminente, expositor preciso—
quien conmocionó mi mundo con las doctrinas de la gracia
PRÓLOGO �������������������������������������������������������������������������������������������������������1
La inmutabilidad divina y las doctrinas de la gracia
PREFACIO �����������������������������������������������������������������������������������������������������17
La “divisoria continental” de la teología
LA INMUTABILIDAD DIVINA
Y LAS DOCTRINAS DE LA GRACIA
los hombres no saben cómo Dios actuará, y a veces se asombran al ver el desa-
rrollo de Su plan soberano, Dios nunca se sorprende. Él continúa obrando
como siempre lo ha hecho, conforme a Su beneplácito y propósito eterno
(Sal 33:10-12; Is 48:14; Dn 4:35; Col 1:19-20).
En lo que respecta a la humanidad, Dios predeterminó redimir a un pue-
blo para Su propia gloria. Nada puede frustrar ese plan (Jn 10:29; Ro 8:38-39).
Su conocimiento perfecto, Su independencia perfecta y Su poder perfecto e
ilimitado para llevar a cabo Su voluntad perfecta —la santidad absoluta y la
perfección moral que lo obligan a ser veraz y fiel a Su Palabra— implican
que lo que Dios se propuso hacer desde antes del inicio del tiempo, lo está
haciendo y lo completará después de la consumación del tiempo.
Esta extraordinaria y gloriosa voluntad de Dios ha sido revelada en la
Biblia y entendida claramente a través de la historia de los redimidos. La Pala-
bra de Dios la ha revelado inequívocamente, y desde el cierre del canon de las
Escrituras, todos los intérpretes fieles de la Biblia han creído y proclamado la
gloriosa doctrina del soberano e inmutable propósito divino. Esta verdad, a
menudo llamada “las doctrinas de la gracia”, comenzó con la determinación
soberana de Dios en la eternidad pasada.
Dios no puede cambiar, Su palabra no puede cambiar y Su propósito no
puede cambiar. Su verdad es la misma porque Él es la Verdad (cf. Sal 119:160;
Jn 17:17; Tit 1:2; Heb 6:18). En contraste con la supuesta teología de la aper-
tura de Dios (o teísmo abierto), que afirma que Dios no conoce el futuro y
que, por lo tanto, debe adaptarse a las circunstancias a medida que se desa-
rrollan, la Biblia presenta a Dios como el Soberano omnisciente de todos los
acontecimientos pasados, presentes y futuros. Como dice en Isaías 46:9b-10:
clara: los creyentes son aquellos a quienes Dios escogió para salvación desde
antes del principio.
El conocimiento previo al que Pedro hace referencia (1P 1:2) no debe ser
confundido con una mera visión del futuro. Algunos enseñan esta postura,
argumentando que Dios, en la eternidad pasada, miró a través del corredor del
tiempo para ver quién respondería a Su llamado y entonces eligió a los redimi-
dos sobre la base de su respuesta. Tal explicación hace que la decisión de Dios
esté sujeta a la decisión del hombre, y le da al hombre un nivel de soberanía
que solo le pertenece a Dios. Convierte a Dios en Aquel que es escogido pasi-
vamente en lugar de Aquel que escoge activamente, y malinterpreta la forma
en que Pedro usa el término conocimiento previo. En 1 Pedro 1:20, el apóstol
usa la forma verbal de ese término, prognosis en griego, para referirse a Cristo.
En ese caso, el concepto de “conocimiento previo” ciertamente incluye la idea
de una elección deliberada, de modo que es razonable concluir que lo mismo
es cierto cuando Pedro usa prognosis para referirse a los creyentes en otros luga-
res (cf. 1P 1:2).
El noveno capítulo de Romanos también reitera los propósitos electivos
de Dios. Allí, la prerrogativa electiva de Dios se muestra claramente en refe-
rencia a Su amor salvífico por Jacob (y sus descendientes) en lugar de Esaú
(y su linaje). Dios escogió a Jacob en vez de a Esaú, no sobre la base de cual-
quier cosa que Jacob o Esaú hubieran hecho, sino conforme a Su propósito
soberano y libre. A los que pudieran protestar: “¡Eso es injusto!”, Pablo sim-
plemente pregunta: “¿Quién eres tú, oh hombre, que le contestas a Dios?”
(Ro 9:20).
Muchos otros pasajes de la Escritura podrían ser añadidos a este estu-
dio. Sin embargo, a pesar de la claridad de la Palabra de Dios, la gente sigue
teniendo dificultades para aceptar la doctrina de la elección. La razón, nueva-
mente, es que permiten que sus nociones preconcebidas de cómo debe actuar
Dios (basadas en una definición humana de la justicia) anulen la verdad de Su
soberanía tal como se expone en las Escrituras.
Francamente, la única razón para creer en la elección es que se encuentra
explícitamente en la Palabra de Dios. Ningún hombre o comité de hombres
se inventó esta doctrina. Es como la doctrina del castigo eterno en el sentido
de que entra en conflicto con los dictados de la mente carnal. Es repugnante
a los sentimientos del corazón no regenerado. Al igual que la doctrina de la
santa Trinidad y el nacimiento milagroso de nuestro Salvador, la verdad de
la elección, debe ser abrazada con una fe sencilla e incondicional porque ha
6 FUNDAMENTOS DE LA GRACIA
sido revelada por Dios. Si tienes una Biblia y crees lo que dice, no tienes otra
opción que aceptar lo que enseña.
La Biblia presenta a Dios como el Dueño y Señor de todas las criaturas
(Dn 4:35; Is 45:7; Lam 3:38), el Altísimo (Sal 47:2; 83:18), el Creador de los
cielos y la tierra (Gn 14:19; Is 37:16), y Aquel a quien nadie puede resistir
(2Cr 20:6; Job 41:10; Is 43:13). Él es el Todopoderoso que hace todas las cosas
según el consejo de Su voluntad (Ef 1:11; cf. Is 14:27; Ap 19:6) y el Alfarero
celestial que moldea a los hombres según Su buena voluntad (Ro 9:18-22).
En resumen, Él es el que decide y determina el destino de cada hombre, y el
que controla cada detalle en la vida de cada individuo (Pro 16:9; 19:21; 21:1;
cf. Ex 3:21-22; 14:8; Esd 1:1; Dn 1:9; Stg 4:15), lo cual es sencillamente otra
manera de decir: “Él es Dios”.
Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por los que me has
dado; porque son Tuyos; y todo lo Mío es Tuyo, y lo Tuyo, Mío; y he
sido glorificado en ellos. Ya no estoy en el mundo, pero ellos sí están
en el mundo, y Yo voy a Ti. Padre santo, guárdalos en Tu nombre,
el nombre que me has dado, para que sean uno, así como nosotros.
Cuando estaba con ellos, los guardaba en Tu nombre, el nombre que
me diste; y los guardé y ninguno se perdió, excepto el hijo de perdi-
ción, para que la Escritura se cumpliera. Pero ahora voy a Ti; y hablo
esto en el mundo para que tengan Mi gozo completo en sí mismos.
Yo les he dado Tu palabra y el mundo los ha odiado, porque no son
del mundo, como tampoco Yo soy del mundo. No te ruego que los
saques del mundo, sino que los guardes del maligno.
En este contexto, Jesús está orando por los Suyos que están en el mundo.
Él reconoce que los redimidos son aquellos que el Padre le ha dado, y reitera
que ha sido fiel en protegerlos y preservarlos. Sin embargo, ahora que la cruz
se acerca, le pide al Padre que los proteja en el momento en que Él no podrá
hacerlo. En la única instancia en toda la historia redentora donde existe la
posibilidad de que el maligno interrumpa el plan, el Hijo confía los redimidos
al cuidado vigilante y amoroso de Su Padre. Tal como Jesús había dicho ante-
riormente: “Mi Padre que me las dio es mayor que todos, y nadie las puede
arrebatar de la mano del Padre” (Jn 10:29). El Hijo confiaba en que los Suyos
estarían a salvo en la mano impenetrable de Su Padre.
L A I N M U TA B I L I D A D D I V I N A Y L A S D O C T R I N A S D E L A G R A C I A 11
En Juan 17:24, Jesús continúa orando: “Padre, quiero que los que me
has dado, estén también conmigo donde Yo estoy, para que vean Mi gloria,
la gloria que me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación
del mundo”. Aquí, el glorioso propósito del regalo de amor del Padre al Hijo
es inconfundible: que la magnífica gloria del Hijo sea exaltada y ensalzada por
los redimidos. La motivación del Padre para dar semejante regalo también es
clara: evidenciar el amor que había tenido por el Hijo desde antes de la fun-
dación del mundo.
Evidentemente, hay un sentido profundo en el que la doctrina de la elec-
ción está más allá de nuestras capacidades finitas de comprensión. Estamos en
medio de expresiones de amor intratrinitarias que son insondables e inexpre-
sables. Y se nos recuerda una y otra vez, a medida que se nos dan pequeños
destellos del propósito divino detrás de la elección, que la salvación se trata de
algo mucho más importante que nuestra propia felicidad.
En Romanos 8:29-30 tenemos otra ventana inspirada hacia esta reali-
dad inconmensurable. Pablo escribe: “Porque a los que de antemano conoció,
también los predestinó a ser hechos conforme a la imagen de Su Hijo, para
que Él sea el primogénito entre muchos hermanos; y a los que predestinó, a
esos también llamó; y a los que llamó, a esos también justificó; y a los que
justificó, a esos también glorificó”. Aunque podría decirse mucho de estos
versículos, dos puntos son de principal importancia con respecto a la doctrina
de la elección. En primer lugar, cuando Dios nos predestinó para Su propósito
electivo, Él no solo nos predestinó para el comienzo de nuestra salvación, sino
que nos predestinó hasta el final. No fuimos escogidos solo para ser justifica-
dos, fuimos escogidos para ser glorificados. La redacción de Pablo no podría
ser más sencilla. Lo que Dios comenzó en la elección continúa a través del
llamamiento y la justificación, e inevitablemente resultará en la glorificación.
Este proceso, que es un proceso de Dios, es a prueba de fallas porque Él es
quien está detrás de todo.
En segundo lugar, Dios no solo está salvando a una humanidad esco-
gida y redimida que glorificará y servirá al Hijo para siempre, también los
está haciendo semejantes al Hijo. Los redimidos en Cristo serán conforma-
dos a Su imagen, lo cual no se llevará a cabo de manera plena y final hasta
la glorificación (1Jn 3:2; Fil 3:20-21). Se ha dicho con razón que la imita-
ción es la máxima expresión de alabanza, y ese será el tributo supremo al
Hijo, pues Él será el Principal entre muchos que habrán sido hechos como Él.
12 FUNDAMENTOS DE LA GRACIA
LA “DIVISORIA CONTINENTAL”
DE LA TEOLOGÍA
A través de las regiones occidentales de América del Norte hay una línea
geográfica imaginaria que determina el flujo de las corrientes de agua hacia
los océanos. Se le conoce como la divisoria continental de América. En última
instancia, las precipitaciones que caen en el lado este de esta gran división flui-
rán hacia el océano Atlántico. Del mismo modo, el agua que cae en las laderas
occidentales de esta línea se desplazará en sentido contrario hasta desembocar
finalmente en el océano Pacífico. No hace falta decir que un vasto continente
separa estas inmensas masas de agua. Parece inverosímil pensar que una gota
de lluvia que cae en la cima de una montaña en Colorado fluirá hacia el Pací-
fico, mientras que otra gota que cae cerca de allí fluirá hacia el Atlántico. Sin
embargo, una vez que el agua desciende por un lado particular de esta gran
línea divisoria, su trayectoria está determinada y su rumbo es inalterable.
La geografía no es el único lugar donde encontramos una gran línea
divisoria. En la historia de la Iglesia también hay una gran cordillera: una
“divisoria continental” de la teología. Esta gran divisoria doctrinal separa dos
corrientes de pensamiento que fluyen en direcciones opuestas. Para ser espe-
cíficos, esta cordillera determinante es la teología que tenemos sobre Dios, el
hombre y la salvación. Este es el más elevado de todos los pensamientos, y
divide toda la doctrina en dos escuelas. Históricamente, estas dos perspecti-
vas de Dios y Su gracia salvadora han recibido diversos nombres. Algunos las
han identificado como agustinianismo y pelagianismo, otros las han llamado
calvinismo y arminianismo, otros las han definido como reformada y católica,
mientras que otros han usado los términos predestinación y libre albedrío. Pero
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18 FUNDAMENTOS DE LA GRACIA
21
CAPÍTULO UNO
espirituales. Estos son los guerreros valientes del Reino de Dios, quienes tra-
dujeron las Escrituras a las lenguas maternas de su pueblo, y fueron quemados
en la hoguera por hacerlo.
Estos son los hombres que fundaron denominaciones bíblicas y lanza-
ron misiones que propagaron el evangelio; hombres que dejaron un impacto
eterno y duradero en la vida de la iglesia. Estos están entre los pastores más
estimados, los teólogos más distinguidos y los autores más prolíficos de sus
generaciones. Son evangelistas apasionados, profesores académicos y presi-
dentes de universidades y seminarios bíblicos; hombres respetables que han
elevado el estándar de la sana doctrina. Estos son los hombres que han defen-
dido las doctrinas de la gracia.
Los vemos marchando hacia el escenario de la historia, donde el mundo
es su teatro y las Escrituras conforman las líneas que han ensayado. Un sin-
número de estos hombres aparecieron durante las escenas más difíciles del
libreto divino, en los días en que la iglesia estaba en su momento más débil.
Sin embargo, en medio de días oscuros de error doctrinal, estos hombres per-
manecieron fieles a la Palabra de Dios y a su mensaje, atreviéndose incluso a
oponerse a la teología que más se aceptaba en sus tiempos. En cierto modo,
estos mensajeros de la verdad fueron las pequeñas bisagras sobre las cuales
giraron las grandes puertas de la historia redentora, permitiendo así que la
Iglesia volviera a fijar su mirada en el futuro radiante que le espera. De manera
similar, cuando ocurrieron los más grandes avivamientos y reformas de la igle-
sia, estos hombres se pararon firmemente al frente, anunciando a todos la
gloriosa verdad de la soberanía de Dios en la salvación del hombre. Siglo tras
siglo, esta sucesión ininterrumpida de hombres valientes ha aumentado sus
filas hasta convertirse en un extenso desfile: una larga línea de hombres de
Dios, ininterrumpida e íntegra.
todas las cosas. Su grandeza inusual se debe a que ellos predican y proclaman
a un Dios infinitamente grandioso, Uno que es grande en santidad y sobera-
nía. Su grandeza no se encuentra en ellos mismos, sino en Aquel que los ha
llamado a Su glorioso servicio.
Estos son hombres que creen que Dios es Dios y que no solo predican
esta verdad, sino que viven conforme a esta realidad. Estos son los fieles men-
sajeros que se aferran a la verdad central de que Dios habla y así ocurre. Ellos
proclaman que los propósitos Dios se cumplen, que Él llama y sucede, que
Él planifica y obra conforme a Su plan. No hay fuerza que pueda contra Él,
ni en el cielo, ni en la tierra, ni debajo de la tierra. Él declara el final desde el
principio; Su propósito será infaliblemente establecido.
El mensaje de estos hombres se basa en el testimonio claro de la Escritura
de que Dios es soberano sobre todas las cosas. Con este fin, el salmista escribe:
“El Señor hace nulo el consejo de las naciones; frustra los designios de los
pueblos. El consejo del Señor permanece para siempre, los designios de Su
corazón de generación en generación” (Sal 33:10-11); “El Señor reina, ves-
tido está de majestad; el Señor se ha vestido y ceñido de poder; ciertamente
el mundo está bien afirmado, será inconmovible. Desde la antigüedad está
establecido Tu trono; Tú eres desde la eternidad” (Sal 93:1-2); “El Señor ha
establecido Su trono en los cielos, y Su reino domina sobre todo” (Sal 103:19);
‘Nuestro Dios está en los cielos; Él hace lo que le place” (Sal 115:3); “Todo
cuanto el Señor quiere, lo hace, en los cielos y en la tierra, en los mares y en
todos los abismos” (Sal 135:6). ¿Pudieran estas expresiones ser más claras?
Dios hace lo que le place.
La sabiduría de Salomón hace eco de este mismo dominio inescrutable
de Dios. Salomón escribe: “Muchos son los planes en el corazón del hom-
bre, mas el consejo del Señor permanecerá” (Pro 19:21); “Por el Señor son
ordenados los pasos del hombre, ¿cómo puede, pues, el hombre entender su
camino?” (Pro 20:24); “Como canales de agua es el corazón del rey en la mano
del Señor; Él lo dirige donde le place” (Pro 21:1); y “No vale sabiduría, ni
entendimiento, ni consejo, frente al Señor. Se prepara al caballo para el día
de la batalla, pero la victoria es del Señor “ (Pro 21:30-31).
El profeta Isaías declaró la soberanía incondicional de Dios sobre todos
los eventos, todas las circunstancias y todos los pueblos. Dios mismo habló a
través de Isaías diciendo: “Aun desde la eternidad, Yo soy, y no hay quien libre
de Mi mano; Yo actúo, ¿y quién lo revocará?” (Is 43:13); “Yo soy Dios, y no
hay otro; Yo soy Dios, y no hay ninguno como Yo, que declaro el fin desde el
26 FUNDAMENTOS DE LA GRACIA
Arminio—, quienes formularon lo que ahora se conoce como los cinco puntos
del arminianismo. Estos cinco puntos son la antítesis del calvinismo bíblico,
y son: depravación parcial, elección condicional, expiación universal, gracia
resistible y la posible caída de los santos.
Estos dos sistemas de pensamiento representan dos formas distintas de
pensar acerca de los roles de Dios y del hombre en la salvación. En el pri-
mer sistema, el calvinismo, Dios es el centro y Cristo es exaltado. Solo Dios
es el Salvador y, por lo tanto, solo Dios es digno de alabanza. En el otro sis-
tema, el arminianismo, se presenta una perspectiva completamente opuesta.
El arminianismo, también conocido históricamente como semipelagianismo y
wesleyanismo, divide el mérito por la salvación de la raza humana entre Dios y
el hombre. Como resultado, a Dios no se le da la gloria que solo Él merece. En
el primer sistema, el de las doctrinas de la gracia, la salvación es completamente
del Señor. Solo Dios provee todo lo que es necesario, tanto la gracia como la fe.
Pero en este último esquema, una parte de la salvación viene de Dios y la otra
parte viene del hombre. Aquí Dios provee la gracia y el hombre provee la fe;
el hombre se convierte en su propio cosalvador. En el primer sistema, toda la
gloria es solo de Dios. Pero en este último, la alabanza es compartida entre Dios
y el hombre. El único problema es que Dios no comparte Su gloria con nadie.
mismas verdades fueron enseñadas por los escritores de los libros históricos
y sapienciales del Antiguo Testamento: Josué, Samuel, Esdras, Nehemías,
David, los otros salmistas y Salomón. Todos los profetas hablaron al unísono
sobre estas preciosas verdades: Isaías, Jeremías, Ezequiel, Daniel, Oseas, Amós,
Jonás, Miqueas, Nahúm, Hageo, Zacarías y Malaquías. Cada uno hizo una
contribución significativa al registro inspirado de las doctrinas de la gracia.
Luego, en el Nuevo Testamento, la gran línea continuó con las enseñanzas del
Señor Jesús en los cuatro evangelios, así como con las de Pedro, Pablo, Lucas,
el autor de Hebreos, Santiago, Judas y Juan. La enseñanza de la gracia sobe-
rana se encuentra a lo largo de toda la Biblia.
Estas verdades que exaltan a Dios también fueron la posición bien estu-
diada y firmemente sostenida de un vasto ejército de hombres firmes a través
de los siglos. Puede que los que abrazan estas verdades hoy en día sean la
minoría, pero las doctrinas de la gracia fueron la convicción de los que dirigie-
ron la iglesia primitiva. Después de los autores bíblicos vinieron los primeros
padres de la iglesia, hombres como Clemente de Roma, Justino Mártir, Ire-
neo, Atanasio, Agustín y Jerónimo. Ellos enseñaron las doctrinas de la gracia
porque creían que estaban escritas en las Escrituras.
Después de estos hombres aparecieron muchas luces brillantes durante los
años oscuros, siervos fieles como Gallus, Gottschalk, Peter Waldo, Anselmo
y Thomas Bradwardine. Luego, antes del comienzo de la Reforma, hubo
precursores notables como John Wycliffe, John Hus, Savonarola y William
Tyndale. Todos estos hombres anunciaron las doctrinas de la gracia soberana.
Sibbes, Richard Baxter, Matthew Henry, John Owen y otros. En Estados Uni-
dos, otros fueron influenciados por hombres como Jonathan Edwards, Cotton
Mather y, más tarde, George Whitefield. En tiempos más recientes, el movi-
miento misionero moderno recibió casi todo su ímpetu y dirección iniciales
de parte de aquellos de tradición calvinista. La lista incluye a William Carey,
John Ryland, Henry Martyn, Robert Moffat, David Livingstone, John G.
Paton, John R. Mott y otros. Para todos ellos, las doctrinas de la gracia no eran
un apéndice del pensamiento cristiano sino que eran centrales, motivando y
formando su predicación y esfuerzo misionero”.2
Las doctrinas de la gracia no tienen su origen en las tradiciones de los
hombres sino en las páginas de las Sagradas Escrituras. Como dice Charles
Spurgeon: “Así que no estoy enseñando ninguna novedad; ninguna doctrina
nueva. Me encanta proclamar estas doctrinas antiguas y robustas, apodadas
‘calvinismo’, pero que son indudablemente la verdad revelada de Dios en
Cristo Jesús. Con esta verdad hago un peregrinaje al pasado y, a medida que
avanzo, veo padre tras padre, confesor tras confesor, mártir tras mártir, levan-
tándose para darme la mano… Tomando estas doctrinas como el estándar de
mi fe, veo la tierra de los antiguos poblada con mis hermanos; contemplo a
multitudes que confiesan lo mismo que yo, y reconozco que esta es la religión
de la Iglesia de Dios”.3
2 James Montgomery Boice, Foundations of the Christian Faith: A Comprehensive & Readable The-
ology (Downers Grove, Ill.: InterVarsity Press, 1986), 519.
3 Charles H. Spurgeon, “Election”, sermón sobre 2 Tesalonicenses 2:13-14, predicado el 2 de
septiembre de 1855; citado por David Steele y Curtis Thomas, The Five Points of Calvinism (Phil-
lipsburg, N.J.: Presbyterian and Reformed, 1963), 8.
40 FUNDAMENTOS DE LA GRACIA
A la cabeza de esta larga línea de hombres de Dios, aquellos que han enseñado
fielmente las doctrinas de la gracia, está el primer autor de las Escrituras,
el primer gran líder y legislador de Israel: Moisés. El que una vez fue príncipe
en Egipto se convirtió en el primer profeta de Israel y en el principal porta-
voz del estandarte de la verdad de la gracia soberana de Dios. Este mensaje
de la soberanía de la gracia de Dios no surgió de Moisés, pues una teología
tan sublime y divina no puede haberse originado en las profundidades de un
hombre pecador. Esta cosmovisión tan trascendente tampoco pudo haber sur-
gido de la cultura decadente de Egipto en la que Moisés se había críado. Por
el contrario, esta sublime verdad de la supremacía incomparable de Dios tuvo
que haberle sido revelada sobrenaturalmente. Un mensaje que exalta tanto a
Dios solo pudo haber venido de Él mismo. Dios le dio a conocer al primer
profeta de Israel las verdades de Su majestuosa soberanía, especialmente en lo
que respecta a la gracia divina.
Como primer autor de la Escritura, Moisés colocó las primeras piedras
en el fundamento bíblico de la gracia soberana. Estas piedras angulares de
la soberanía divina, registradas desde Génesis hasta Deuteronomio, serían la
base sobre la cual se construiría el resto del Antiguo Testamento, desde Josué
hasta Malaquías, y luego el Nuevo Testamento, desde Mateo hasta Apocalip-
sis. A través de la enseñanza de los reyes y profetas de Israel, del mismo Señor
Jesucristo y de Sus apóstoles, las verdades de la gracia salvífica de Dios se desa-
rrollarían más plenamente. Sin embargo, estas verdades fueron enseñadas en
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