El Certificado Médico XXXXXXXXX
El Certificado Médico XXXXXXXXX
El Certificado Médico XXXXXXXXX
Título: El certificado médico con prescripción de reposo. Obligaciones a cargo del trabajador, del empleador y
de los médicos
Autor: Mansueti, Hugo Roberto
Publicado en: Sup. Act. 27/07/2010, 1 - DJ22/09/2010, 2569
Cita: TR LALEY AR/DOC/5154/2010
Sumario: 1. Aproximación al tema. 2. Obligación del trabajador a presentar certificado con prescripción de
reposo. Oportunidad y efectos. 3. La obligación de extender certificados médicos con prescripción de reposo, si
así se prescribe. 4. Forma y contenido del certificado médico. 5. Conclusiones.
"Todos los médicos e instituciones de salud, aun las guardias de atención, están obligadas a extender el
certificado médico, en cuanto el mismo constituye información sanitaria, en términos claros, suficientes,
adecuados a la capacidad de comprensión del trabajador (y de su empleador), informando sobre su estado de
salud, la imposibilidad de prestar servicios cuando constituya riesgo o complicación a la evolución de dicho
estado y el previsible tiempo de dicha imposibilidad."
El certificado médico con prescripción de reposo es un protagonista tan frecuente en el día a día de las
relaciones del trabajo, como olvidado por la legislación laboral. Su falta de reglamentación, contribuye con las
dificultades cotidianas derivadas de la desinformación de las partes, tanto del empleador, como del trabajador y
los centros de asistencia médica que están obligados a extenderlo. En esta confusión, a menudo suele verse
perjudicado el trabajador y no son aislados los conflictos que de ella se derivan. Estas líneas procuran clarificar
el asunto y colocarlo en el debate.
1. Aproximación al tema
En diversas etapas del devenir del contrato de trabajo, el certificado médico con prescripción de reposo
adopta un protagonismo singular, que no se compadece con la falta de tratamiento al respecto por parte del
régimen específico de nuestra disciplina.
A menudo, los empleadores exigen que el trabajador justifique sus inasistencias por enfermedad por este
medio, condicionando el pago de los salarios a la entrega del mismo. También se exige que el certificado sea
extendido por tal o cual centro asistencial y con determinado contenido.
Mientras tanto, los trabajadores deben sortear obstáculos adicionales para conseguirlos. Por falta de
información adecuada, no son pocos los centros médicos que se niegan a extenderlos, aun cuando prestaron
asistencia en salud al trabajador, verificaron su imposibilidad de prestar servicios y recomendaron reposo.
No es casual que la práctica cotidiana de las enfermedades inculpables, presente este tipo de vicisitudes.
Es que en su escueta regulación (arts. 208 a 213 de la LCT) (t.o. 1976) (Adla, XXXVI-B, 1175), no hay una
sola referencia expresa al tan requerido certificado médico con prescripción de reposo. Tampoco hay una
reglamentación que se ocupe de la oportunidad y modo en que el mismo debe ser presentado por el trabajador,
mucho menos que diga cuál es su contenido obligatorio o si debe ser extendido por tal o cual centro de salud,
pública o privada.
La falta de reglamentación, se da en el contexto de un régimen como el vigente en nuestro País, que aún no
ha incluido de un modo pleno en la seguridad social, los aspectos vinculados a la enfermedad, como
contingencia social. Mirando sólo a nuestro alrededor, las legislaciones de Brasil, Paraguay y Uruguay, incluyen
en dicho terreno la totalidad de consecuencias derivadas de las enfermedades y accidentes inculpables. El
sistema de hace cargo del control médico, las prestaciones de salud y las dinerarias que reemplazan al salario
durante el tiempo de imposibilidad de prestar servicios. (1) En comparación con el nuestro, no rigen los plazos
máximos de suspensión retribuida por la enfermedad (de 3 a 12 meses, según el art. 208 de la LCT), lo cual
representa un beneficio para el trabajador. Cabe acotar que en estos países los recursos de la seguridad social
(que cubre del modo antedicho el control médico y los salarios de enfermedad) son de alícuotas similares a las
existentes en nuestro País, (2) encareciendo así nuestro costo laboral comparativo.
La falta de inclusión de este aspecto en nuestro régimen de seguridad social se traduce en una carga
adicionalmente impuesta al empleador, sólo motivada por el defecto del sistema. Terminamos siendo menos
competitivos, ya que el capital es un hábil comparatista y evalúa al detalle los costos laborales antes de adoptar
su decisión de radicación especulativa.
No hay dudas que el trabajador imposibilitado de prestar servicios merezca cobertura salarial. La
enfermedad es una contingencia social, que provoca exceso de gastos y falta de ingresos. (3) No se discute, por
tanto, el derecho del trabajador enfermo a ser asistido, tanto en su salud como en sus ingresos. Pero el colocar
esta última obligación en cabeza del empleador genera consecuencias conflictivas, ya que éste debe ocuparse de
realizar el control médico, de pagar el salario íntegro al trabajador enfermo (igual que si estuviera trabajando) y
soportar el costo de la falta de los servicios habitualmente prestados por el trabajador enfermo o del costo de su
reemplazo.
Para decirlo de un modo claro, es lógico que al empleador no le caiga en gracia la enfermedad de su
dependiente. Paga impuestos, contribuye a la seguridad social y no entiende que, adicionalmente, deba hacerse
cargo de este aspecto social de la relación. Ni qué hablar, cuando de la enfermedad de su empleado resulta una
incapacidad absoluta y debe pagar la compensación del art. 212 de la LCT, que también es propia de la
seguridad social pero que el sistema lo coloca a su cargo.
Es entendible que el empleador reaccione de algún modo y exija por parte del trabajador todo aquello que el
sistema no le brinda, comenzando por el certificado médico con prescripción de reposo. Aunque más no sea
para dificultarle la enfermedad al trabajador o evitarse el costo del control médico.
Los centros de salud también reciben el impacto del sistema, ya que deben cubrir obligaciones de control
médico que, en otros regímenes, son llevados a cabo por servicios públicos especializados en medicina laboral.
El extender certificado médico de reposo trae aparejadas consecuencias ingratas para cualquiera, desde el
médico hasta el Hospital. El objetivo principal de su actividad es la prestación de servicios de salud. Extender
certificados médicos de reposo trae por lo general consecuencias que dificultan u obstaculizan su actividad
propia, ya que deben recibir oficios judiciales con obligación de contestar diciendo si son o no auténticos y
hasta incluso presentarse a dar explicaciones. Ningún médico quiere dejar de atender un parto, una cirugía o sus
pacientes, para ir a declarar a tribunales.
También aquí es entendible que los prestadores de salud reaccionen de algún modo, retaceando la
confección de este tipo de certificados. En los últimos tiempos es frecuente que el trabajador asistido por
guardia, tanto de un centro médico de su obra social como del hospital público, no logre obtener un certificado
con prescripción de reposo y deba conformarse con una constancia de asistencia, que no le servirá frente a su
empleador.
Ambas reacciones de hecho, la del empleador que exige certificados y la del centro médico que se retacea su
confección, aun entendibles, no están del todo legalmente justificadas.
En este sentido y en el contexto de la regulación contenida en los arts. 208 a 213 de la LCT son al menos
tres los aspectos vinculados al certificado médico con prescripción de reposo que merecen ser dilucidados. En
primer término, en qué casos el trabajador está obligado a presentarlos al empleador. En segundo lugar, si el
centro médico o facultativo que asistió al trabajador enfermo se encuentra obligado a extender el pertinente
certificado con prescripción de reposo. Finalmente, si el certificado debe ser extendido por algún centro
asistencial determinado.
2. Obligación del trabajador a presentar certificado con prescripción de reposo. Oportunidad y efectos
De conformidad con lo dispuesto por el art. 209 de la LCT, en caso de enfermedad que imposibilite la
prestación de servicios, salvo casos de fuerza mayor, el trabajador está obligado a dar aviso de la enfermedad o
accidente y del lugar en que se encuentra, en el transcurso de la primera jornada de trabajo respecto de la cual
estuviere imposibilitado de concurrir.
El aviso no se encuentra reglamentado ni en la forma ni en el contenido. No se exige la instrumentación por
escrito, tampoco que su contenido haga referencia al cuadro clínico del cual se deriva la imposibilidad. Sólo se
requiere el aviso de la imposibilidad de concurrir al trabajo por la enfermedad o accidente inculpable (los
deberes previstos en los arts. 62 y 63 de la LCT exigen que el trabajador mencione cuál es la enfermedad o
accidente) y la indicación del lugar donde se encuentra, requisito este último claramente vinculado a la
posibilidad de control que debe contar el empleador.
No hay, por lo tanto, obligación legal a cargo del trabajador a justificar su imposibilidad con presentación de
certificado médico que prescriba reposo. Si con motivo de un accidente o enfermedad está imposibilitado de
concurrir a trabajar, sólo debe avisar al empleador, con indicación del lugar donde se encuentra. Le basta con
dar cumplimiento a este aviso y a someterse al control médico, en caso su empleador desee llevarlo a cabo.
Nada más.
Los deberes comunes de colaboración y buena fe (arts. 62 y 63 de la LCT) juegan aquí un papel
preponderante. En la práctica, el trabajador, un familiar o compañero suyo, darán aviso telefónico al empleador.
Por varias razones, ese medio es el que prevalece a la opción de enviar un telegrama obrero gratuito (ley
23.789). El aviso telefónico es inmediato, el empleador lo recibe en el curso de la primera jornada (tal como
pretende el legislador) y puede adoptar los recaudos necesarios para cubrir la ausencia del trabajador, y en su
caso, llevar a cabo el control. Por el contrario, un telegrama será recibido en la segunda o tercera jornada del
tareas acordes con su incapacidad) y el empleador retacea la reincorporación (a menudo, especulando con el
vencimiento del plazo previsto por el art. 211 de la LCT), alegando que del informe suministrado por su
facultativo resulta que el trabajador no está en condiciones de trabajar.
Aun derogado el originario art. 277 de la LCT, no pueden caber dudas que el trabajador tiene la libre
elección de su médico. No está obligado a seguir la prescripción del médico designado por el empleador. Salvo
que sea médico, el trabajador desconoce si su patología exige o no reposo. Si su médico se lo prescribe, tiene el
derecho a seguir sus instrucciones.
En este sentido, el art. 2° de la ley 26.529 (Adla, LXX-A, 6), (7) reconoce como derecho esencial de los
pacientes frente a los profesionales de la salud el "aceptar o rechazar determinadas terapias o procedimientos
médicos o biológicos, con o sin expresión de causa" (inc. e). Si se trata de un derecho del paciente frente al
profesional médico que libremente eligió, mucho más puede ejercerlo frente al médico elegido por otro, que
sería el empleador.
No resulta coherente pretender que en el contexto del contrato de trabajo esta norma, que reconoce derechos
de todo ciudadano paciente, no sea aplicable al trabajador. Es que cuando éste ingresa al establecimiento donde
presta servicios, no deja colgados en el vestuario los derechos que le corresponden como ciudadano, para
vestirse con la ropa del derecho del trabajo. Es claro que conserva esos derechos en plenitud en su relación
laboral.
A todo evento, en estos casos de discrepancia, el empleador siempre tendrá la posibilidad de controlar la
buena o mala práctica médica de la prescripción dada a su trabajador y, en ese contexto, de hallar algún
responsable si su perjuicio (o molestia) son injustificados.
Deben tenerse en cuenta aquí los intereses en juego. Si un empleador pierde a un empleado, podrá sufrir
alguna molestia, tal vez un perjuicio derivado del costo mínimo (en el contexto de cualquier explotación) del
servicio que debe reemplazar o la ganancia que dejó de adquirir. No es la muerte de nadie. Sin embargo, cuando
una persona pierde su empleo, es una catástrofe. Queda fuera del sistema de cobertura social, sin ingresos para
el sustento propio o familiar, sin entidad social.
2.3. Recepción del certificado médico por parte del empleador.
Este aspecto tampoco ha merecido cualquier tipo de reglamentación. Por las reglas generales de
colaboración y buena fe (arts. 62 y 63 de la LCT), el empleador está obligado a extender al menos una
constancia de recepción del certificado médico presentado por el trabajador.
Por las razones antes indicadas, el trabajador por lo general no exige una constancia de recepción y el
empleador, si puede, evita entregarla.
Ello obliga a que, en la práctica, a menudo sólo sean los trabajadores más advertidos los que envíen o
entreguen al empleador una fotocopia del certificado médico y se reserven el original, para entregarlo sólo en
caso de constancia de recepción, la cual bien puede ser extendida por el empleador en la misma fotocopia,
acusando recibo escrito en ella y entregándosela al trabajador.
Muchas veces, la falta de cumplimiento de cualquiera de dichos extremos por parte del empleador obliga al
trabajador a transcribir el texto del certificado médico en un telegrama obrero, colocando el original a
disposición del empleador si este desea recibirlo, con constancia escrita del hecho.
2.4. Recepción del certificado médico y ausencia de control.
Cumplida la obligación de dar aviso, con indicación del lugar donde se encuentra, terminan los requisitos
exigidos por la ley para que el trabajador tenga justificada la suspensión de su contrato por los motivos que aquí
tratamos.
La omisión de control por parte del empleador obsta su posibilidad posterior de cuestionar el contenido del
certificado médico presentado por el trabajador. (8)
3. La obligación de extender certificados médicos con prescripción de reposo, si así se prescribe
El régimen legal del ejercicio de la medicina está dado por la ley 17.132 (Adla, XXVII-A, 44), que
comprende también el ejercicio de la odontología y actividades auxiliares de las mismas.
Esa ley, en su art. 2° inc. a), considera como ejercicio de la medicina: "anunciar, prescribir, indicar o aplicar
cualquier procedimiento directo o indirecto de uso en el diagnóstico, pronóstico y/o tratamiento de las
enfermedades de las personas o a la recuperación, conservación y preservación de la salud de las mismas".
De ello se infiere que es inherente al ejercicio de la medicina "prescribir" e "indicar" el tratamiento de las
enfermedades de las personas.
acreditación de su identidad, tiene derecho a solicitar y obtener información de sus datos personales incluidos en
los bancos de datos públicos, o privados destinados a proveer informes". El informe a suministrar por el
depositario de los datos, debe ser gratuito (inc. 3).
A su vez, en el inc. 2 se establece que "El responsable o usuario debe proporcionar la información solicitada
dentro de los diez días corridos de haber sido intimado fehacientemente".
La negativa al cumplimiento de esta última obligación genera a favor del titular del derecho a ser informado
la posibilidad de promover una acción de "hábeas data", mediante un proceso sumamente abreviado.
La información debe ser suministrada al titular "por escrito, por medios electrónicos, telefónicos, de imagen,
u otro idóneo a tal fin" (art. 15, inc. 3). El art. 15 del Decreto reglamentario (1558/01 —Adla, LXII-A, 60—)
establece que la opción del medio a emplear es del titular de los datos. De manera que si éste exige que esos
datos le sean informados por escrito, no hace más que ejercer su derecho.
De la reseña precedentemente expuesta resulta que es propio del ejercicio de la medicina el "prescribir",
entre otras cosas, un tratamiento de salud, máxime cuando el mismo exige acciones del paciente, como ser el
"reposo".
La misma ley 17.132 establece que la "prescripción" debe ser escrita, en formulario con las características
antes señaladas, con constancia del lugar y fecha de emisión y la firma del médico.
Además del certificado, la prescripción de tratamiento debe ser volcada en una Historia Clínica, la cual
también debe ser firmada por el médico interviniente. El paciente debe firmar sólo cuando se niega a seguir el
tratamiento.
La información contenida en una Historia Clínica encuadra en el régimen de datos personales regulado en la
ley de Hábeas Data.
Esa ley prevé que es obligación del depositario de estos datos de terceros suministrarle al titular de los datos
una información relativa a ellos. El decreto reglamentario agrega el derecho del titular a exigir que esa
información le sea suministrada por escrito.
De manera tal que, frente a lo expuesto, el médico que asiste a un trabajador enfermo, sea un médico
particular o un profesional incorporado de manera orgánica a un establecimiento de salud, por definición propia
de la ley que ejerce su actividad, debe: "prescribir, indicar o aplicar cualquier procedimiento directo o indirecto
de uso en el diagnóstico, pronóstico y/o tratamiento de las enfermedades" del paciente.
La prescripción del tratamiento (obligación más elemental del médico) debe volcarse por escrito, sea en un
certificado pedido por el paciente, sea en la Historia Clínica.
Si el médico se niega a extenderle un certificado escrito al paciente, está infringiendo las normas básicas del
ejercicio de su profesión.
En ese caso, además de la posibilidad de denunciar al médico en la autoridad de control, el paciente
mantiene el derecho a exigir del centro de salud se le extienda una constancia escrita, de la prescripción de
tratamiento incluida en su historia clínica. Con esta constancia escrita puede justificar su inasistencia ante el
empleador, en los casos que por derecho necesite hacerlo.
Cuando el médico es un profesional independiente, las obligaciones se confunden (dado que el mismo debe
llevar una historia clínica de sus pacientes y pasa a ser el depositario de esos datos personales de terceros) y es
el mismo médico que debe extender una constancia escrita de la prescripción del tratamiento, sea como copia de
la historia clínica, sea como certificado.
Además de las consecuencias previstas por la ley de Hábeas Data, la negativa del profesional médico a
extender una constancia escrita del tratamiento indicado al paciente reviste una infracción al régimen legal del
ejercicio de la medicina y puede ser sancionado con penas de multas e inhabilitaciones, conforme lo dispuesto
por los arts. 125 a 129 de la ley 17.132. Igual consecuencia, ha sido prevista por el art. 21 de la ley 26.529.
En tales casos corresponde deducir la denuncia pertinente, en el ámbito nacional, en la Secretaría de Salud
del Ministerio de Salud.
4. Forma y contenido del certificado médico
No hay norma alguna que exija determinado prestador de servicios de salud para el otorgamiento del
certificado que estamos analizando.
Así como el trabajador-paciente es libre de elegir el profesional o servicio de salud que crea conveniente
(ley 26.529, art. 2° inc. e), no está obligado a requerir certificado médico del hospital público, privado o del
servicio de medicina laboral del empleador.
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Documento
médico se encuentra a cargo de la seguridad social (salvo en Brasil y Uruguay, luego de vencido el plazo de
pago de salarios a cargo del empleador). Hemos desarrollado esta temática en nuestro Derecho del trabajo en el
MERCOSUR; Ciudad Argentina, Buenos Aires - Madrid 1999, p. 433 y ss.
(2) Ver nuestro Derecho del trabajo en el MERCOSUR; cit., p. 481 y ss.
(3) ETALA, Carlos Alberto, Derecho de la seguridad social; 3ª edición actualizada y ampliada, Astrea, Buenos
Aires, 2007; p. 186.
(4) "La presentación del certificado médico como justificativo de la ausencia por enfermedad es una carga que
tiene el trabajador cuando no avisa oportunamente al empleador. En consecuencia, para cobrar los salarios, el
trabajador debe acreditar inequívocamente la enfermedad por medio de un certificado u otro medio de prueba"
(CNTrab., sala IV, 30/09/93, "Monges, Aníbal c. Canale"; AR/JUR/2665/1993; disponible en La Ley Online).
(5) FERNANDEZ MADRID, Juan Carlos, Tratado práctico de derecho del trabajo; 1ª edición, La Ley, Buenos
Aires, 1990; t. II, p. 1857, ref. 142.
(6) TTrab. N° 3 Morón, agosto 14-1986, T. y S.S. 1988, p. 756; citado por FERNANDEZ MADRID, Juan
Carlos, en Tratado práctico...; cit., loc. cit.
(7) Ley de salud pública, derechos del paciente en su relación con los profesionales e instituciones de la salud;
B.O. 20/11/2009.
(8) CNTrab., sala X, 31/08/2005, "Pereira, Enrique L. A. c. Empresa Tandilense S.A.", DT, 2006-A, 129.
(9) RODRIGUEZ JORDAN, Marcelo, Mala praxis médica. Responsabilidad penal, civil y administrativa,
Buenos Aires, Ciudad Argentina, 1999, pp. 69 y 70.
(10) SC Buenos Aires, 10/12/91, "Otero, Hipólito c. Attika S.A.", LA LEY, 1992-C, 160; CNTrab., sala III,
30/04/1990, "Pereyra, Sandra S. c. Fernández, Delia B.", La Ley Online.
(11) CNTrab., sala I, 28/11/2000, "Rodríguez, Rosa I. c. Ajuza S.A.", DT, 2001-A, 984. Con nota de Dora Eva
Temis.
(12) CNTrab., sala X, 31/08/2005, "Pereira, Enrique L. A. c. Empresa Tandilense S.A.", DT, 2006-A, 129.
(13) "No reúne el carácter inequívoco al que alude el art. 209 de la LCT (t.o. 1976) (Adla, XXXVI-B, 1175), el
certificado médico en el cual sólo se indica que el trabajador debe efectuar reposo, pero sin mencionar la
enfermedad, de manera que no queden dudas respecto de la veracidad de lo afirmado" (CNTrab., sala III,
30/04/1990, "Pereyra, Sandra S. c. Fernández, Delia B.", La Ley Online).