El Príncipe Feliz

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El príncipe feliz

Oscar Wilde
Personajes:

Golondrina
El Príncipe
Mamá
Niño
Estudiante
Niña
El Alcalde
Ángel

Entra GOLONDRINA, y viendo la estatua encima de una banca, se acerca.

– GOLONDRINA: Voy a quedarme aquí esta noche. Hay bastante aire


fresco y buena altura y a los pies del príncipe dormiré en una alcoba de
oro.

EL PRÍNCIPE está llorando. Exprime un pañuelo y caen gotas encima de la


GOLONDRINA.

– GOLONDRINA: ¿Eh? Que es eso? Está lloviendo. Este clima sí es raro. No


había ni una nube en el cielo. Ay !Otra gota. (Mira hacia la cara del
príncipe) ¿Quien es usted?

– EL PRÍNCIPE: Soy el Príncipe Feliz.

– GOLONDRINA: Entonces por qué está llorando. Me está mojando.

– EL PRÍNCIPE: Toda la vida yo era muy feliz y no conocía las lagrimas.


Durante el día jugaba con mis compañeros en el jardín y en la noche
bailaba en el gran salón.

Alrededor del jardín había una pared alta y nunca preguntaba qué había
más allá de la pared, porque todo era tan bello donde yo vivía. Los del
palacio me llamaron el Príncipe Feliz y eso era cierto, si el placer es
felicidad.

– GOLONDRINA: ¿Pero porqué ahora está aquí en la plaza?

– EL PRÍNCIPE: Porque ahora estoy muerto y me han hecho estatua y me


han puesto aquí alto para ver toda la miseria en esta ciudad. Antes tenía
un corazón humano. Ahora tengo un corazón de plomo, pero paso todo el
tiempo llorando.

– GOLONDRINA: (Al publico) Y yo pensé que el corazón también era de


oro.

– EL PRÍNCIPE: Por allá lejos en un callejón hay una casa humilde Allí por la
ventana abierta se ve una mujer sentada en una silla. (Entra LA MUJER) En
un rincón está acostado su hijito que está enfermo. (Entra HIJITO) Tiene
fiebre y está pidiendo naranjas. Ella es tan pobre que solo tiene agua del
río para darle a su hijo.

Golondrina, por favor, llévale mi corona de piedras preciosas para que el


niño no llore más. Mis pies están pegados aquí en la columna.

– GOLONDRINA: Pero me están esperando en Egipto. Todos mis amigos


están reunidos a lado del Río Nilo y vamos a visitar las Pirámides.

– EL PRÍNCIPE: Golondrina, Golondrina, por favor quédate conmigo una


noche y se mi mensajero. El muchacho tiene mucha sed y la mamá está
muy triste.

– GOLONDRINA: No sé. Casi no me gustan los muchachos. Siempre me


están tirando piedras, además, ya está haciendo frío.

– EL PRÍNCIPE: Seguro esta noche no sentirá el frío.

– GOLONDRINA: Bueno, por una noche puedo quedarme y ser su


mensajero.

– EL PRÍNCIPE: Gracias, Golondrina.


GOLONDRINA coge la corona del príncipe y vuela por encima de la ciudad
y llega a la casa humilde. Deja la corona con la mamá, dormida en la silla.
Vuela alrededor de la cama del niño, echándole fresco con sus alas hasta
que queda dormido. Después regresa al PRÍNCIPE.

– GOLONDRINA: Bueno, misión cumplida. En verdad no he sentido nada


de frío esta noche.

– EL PRÍNCIPE: Es porque has hecho una obra muy buena. (Se quedan
dormidos)

Salen la mamá y su hijito

– GOLONDRINA: (Despertándose) Bueno, hoy sí voy para Egipto. ¿Tienes


algún encargo por allá?

– EL PRÍNCIPE: Golondrina, Golondrina, ¿no puedes quedar una noche


más?

– GOLONDRINA: Pero mis amigos me esperan en Egipto. Hoy seguramente


van a visitar la esfinge.

– EL PRÍNCIPE: Más allá, al otro lado de la ciudad veo un estudiante joven


sentado a una mesa con muchos papeles.

Entra ESTUDIANTE con silla, mesa y papeles.

– EL PRÍNCIPE: El está tratando de terminar una obra de teatro para el


director del teatro Municipal. Pero tiene tanto frío que no puede escribir y
el hambre le esta dando mareo.

– GOLONDRINA: Bueno, voy a esperar una noche más. ¿Tienes otra corona
para llevar?

– EL PRÍNCIPE: No, mis ojos son lo único que tengo. Cada uno es una
esmeralda grande que trajeron de Colombia hace cien años. Quítame un
ojo y llévalo al estudiante. El lo puede vender para tener leña para el frío y
algo de comer. Así podrá terminar su obra.

– GOLONDRINA: Ay, querido Príncipe: Yo no lo puedo hacer. Tus ojos, no!

– EL PRÍNCIPE: Golondrina, por favor haga lo que te pido.

GOLONDRINA encoge los hombros, le quita un ojo precioso del príncipe y


volando por la ciudad, llega a la casa del ESTUDIANTE. Le deja el ojo de
esmeralda y regresa al PRÍNCIPE.

– ESTUDIANTE: (Mirando la esmeralda) Increíble. ¿Como puede ser? (Sale


con regocijo)

– GOLONDRINA: Bueno, cumplí con tu deseo. Ahora sí vengo para decirte


adiós.

– EL PRÍNCIPE: Golondrina, Golondrina, ¿no me puedes acompañar una


noche más?

– GOLONDRINA: Pero es invierno. Pronto llegará la nieve y el hielo. Tengo


que ir a Egipto, pero en primavera volveré y te traeré piedras preciosas y
una corona nueva.

Entra una NIÑA con una caja llena de cajitas de fósforo

– EL PRÍNCIPE: En la plaza aquí abajo una niña esta vendiendo fósforos.


Acaba de caer su cajita y todos se perdieron en un charco. El papá de ella
le va a pegar si no trae dinero a la casa. Ella no tiene medias, ni zapatos, ni
un abrigo para cubrirse.

– GOLONDRINA: Bueno, me quedaré una noche más, pero no puedo


quitarte el único ojo. Entonces quedaras ciego.

– EL PRÍNCIPE: Golondrina, por favor, haga lo que pido.

GOLONDRINA quita el otro ojo del príncipe y se lo lleva a la NIÑA.


– NIÑA: Oh, que cosita tan linda, un vidrio todo verdecito. Me lo llevo a la
casa. (Sale)

– GOLONDRINA: (Volviendo al Príncipe) Ya esta ciego mi amigo. No te


puedo dejar así. Ahora me quedo contigo.

– EL PRÍNCIPE: No, Golondrina . Ahora sí debes irte para Egipto, y cuando


vuelvas me traerás muchas historias de todo lo que has visto.

– GOLONDRINA: No amigo, aquí me voy a quedar.

– EL PRÍNCIPE: Gracias, querida Golondrina. Entonces vuela por toda la


ciudad y me cuentas todo lo que ves.

GOLONDRINA vuelva por todas partes y regresa al PRÍNCIPE.

– GOLONDRINA: Querido Príncipe, He visto mendigos en la calle, niños


hambrientos, durmiendo abrasados bajo el puente. He visto mucho
sufrimiento.

– EL PRÍNCIPE: Mi amigo, no hay misterio más grande que el sufrimiento


humano. Estoy cubierto en oro. Por favor quítame el oro y llévelo donde
más se necesita.

GOLONDRINA quita el manto dorado del Príncipe. Vuela por todas partes,
sacudiendo el manto y poco a poco se cae todo el oro. Después regresa al
PRÍNCIPE.

– GOLONDRINA: Mi querido Príncipe, tengo que decirte adiós.

– EL PRÍNCIPE: Oh, Golondrina, estoy feliz que por fin te vas para Egipto.
Has quedado demasiado tiempo conmigo. Por favor, abrázame antes de
irte.

– GOLONDRINA: No es a Egipto que voy, mi amigo. Me voy para la casa de


la muerte. La muerte es un mensajero de alegría también, no es así?
( Abraza los pies del Príncipe y se cae muerto).
– EL PRÍNCIPE: ¡Golondrina! (Suena un crac. Saca de su camisa un corazón
de plomo partido en dos. Lo deja caer al suelo)

Entra EL ALCALDE

– EL ALCALDE: Como alcalde de esta ciudad, a mi me gusta caminar por la


plaza y asegurar que todo está en buen orden. (Mira al Príncipe) Agh!
Como está de feo el Príncipe Feliz. No tiene ojos ni corona y el color
dorado cambió a gris. Parece un mendigo. ¿Y este pájaro muerto a sus
pies? (Da patadas a la GOLONDRINA hasta que sale. Solo quedan las alas y
el corazón roto.)

– EL ALCALDE: No deben permitir a los pájaros morir aquí. Voy a mandar a


quitar la estatua y con el metal puedan hacer una estatua nueva, cubierto
en oro. Pero esta vez con mi propia imagen. (Sale)

Entran DOS HOMBRES y salen cargando la estatua del Príncipe Feliz.


Después entra un ÁNGEL.

– ÁNGEL: Este trabajo de ser un ángel mensajero de Dios no es nada fácil.


Imaginase, hoy me mandó a traer las dos cosas más preciosas de esta
ciudad. Claro aquí hay mucha riqueza ahora. Parece que todo el mundo
tiene lo que necesita y más. Pero a Dios no le interesa riquezas. Yo se lo
que está pidiendo, pero carumba, no lo encuentro. (Sigue buscando hasta
que encuentra las alas y el corazón roto)

Claro, si, si, si aquí están. El corazón del Príncipe Feliz y las alas de
Golondrina. Es por ellos que esta ciudad tiene prosperidad y todos viven
felices. Ahora que vuelvo les voy a contar al Príncipe y a Golondrina como
encontré su pueblo. Van a ser más felices todavía. (Sale con las alas y el
corazón roto)

– Coro de niños: Oh Pueblo de Dios, No os ocupéis con vuestros propios


asuntos; que vuestros pensamientos se fijen en lo que será capaz de
restituir la prosperidad de la humanidad y santificar los corazones y almas
de los hombres. Bahá’u’lláh

FIN
Moraleja:

La historia del Príncipe Feliz y la Golondrina nos deja una moraleja


poderosa: no hay mayor alegría que ayudar a los demás. Incluso en la
muerte, el Príncipe y la Golondrina eligieron ayudar a los menos
afortunados, demostrando que la compasión y la generosidad pueden
vencer incluso a la más desoladora de las adversidades. Recordémonos
siempre que la verdadera riqueza no radica en los objetos materiales, sino
en las acciones de bondad que realizamos.

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