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El Arbol Confundido

El árbol estaba triste porque no sabía qué tipo de árbol era. Intentó ser como los otros árboles pero no podía dar manzanas ni flores. El búho le aconsejó que escuche a su corazón en lugar de a los demás. El árbol descubrió que era un roble y que su destino era dar sombra y cobijo. Finalmente aceptó su identidad y llenó su propósito, haciendo feliz al jardín.

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El Arbol Confundido

El árbol estaba triste porque no sabía qué tipo de árbol era. Intentó ser como los otros árboles pero no podía dar manzanas ni flores. El búho le aconsejó que escuche a su corazón en lugar de a los demás. El árbol descubrió que era un roble y que su destino era dar sombra y cobijo. Finalmente aceptó su identidad y llenó su propósito, haciendo feliz al jardín.

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EL CUENTO DEL ÁRBOL CONFUNDIDO

Había una vez, en algún lugar que podría ser cualquier lugar, y en
un tiempo que podría ser cualquier tiempo, un hermoso jardín,
con manzanos, naranjos, perales y bellísimos rosales, todos ellos
felices y satisfechos.

Todo era alegría en el jardín, excepto por un árbol profundamente


triste. El pobre tenía un problema: «No sabía quién era.»

.- Lo que te falta es concentración-le decía el manzano-si


realmente lo intentas, podrás tener sabrosas manzanas.¿Ves que
fácil es?

.- No lo escuches-exigía el rosal- Es más sencillo tener rosas y


¿Ves que bellas son?
Y el árbol desesperado, intentaba todo lo que le sugerían,
y como no lograba ser como los demás, se sentía cada vez
más frustrado.
Un día llegó hasta el jardín el búho, la más sabia de las
aves, y al ver la desesperación del árbol, exclamó:
.- No te preocupes, tu problema no es tan grave, es el
mismo de muchísimos seres sobre la Tierra. Yo te daré la
solución, no dediques tu vida a ser como los demás
quieran que seas, sé lo que tu quieres ser, y para lograrlo,
escúchate.
Y dicho esto, el búho desapareció.

¿Lo que yo quiera ser?-se preguntaba el árbol desesperado,


cuándo de pronto, comprendió. Y cerrando los ojos y los oídos,
abrió el corazón, y por fin pudo escucharse:

«Jamás daré manzanas porque no soy un manzano, ni floreceré


cada primavera porque no soy un rosal. Soy un roble, y mi destino
es crecer grande y majestuoso, dar cobijo a las aves, sombra a los
viajeros, belleza al paisaje. Tengo una misión, tengo que
cumplirla».

Y el árbol se sintió fuerte y seguro y se dispuso a ser todo aquello


para lo cual había sido creado y porque lo que creía.
Así, pronto llenó su espacio y fue admirado y respetado por
todos.

Y sólo entonces el jardín fue completamente feliz.

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