Mi Querido Tomás

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MI QUERIDO TOMAS

PABLO SALINAS

PERSONAJES:
TOMAS.- 18 años.
VOZ DEL PADRE.- de 72 años.
La acción en México, D. F.
Epoca actual.

ESCENOGRAFIA:

Habitación de un departamento de clase media. Puerta de entrada a la derecha; otra


puerta a la izquierda comunica con otras habitaciones. Ventana al fondo o bien en la
cuarta pared.

MOBILIARIO:

Al centro, juego de sala. El mueble de enmedio es un sofá-cama. A la izquierda, una


mesa que se utiliza como escritorio y encima, libros y cuadernos en desorden. Al
fondo, una cómoda y, encima de ella una maleta. En la izquierda se ve un librero
limpio y ordenado. Algunos cuadros de buen gusto en las paredes. .

Es de noche, Por la ventana luz intermitente de algún anuncio comercial en colores


azul, rojo y amarillo. La puerta de la derecha se abre lentamente y entra Tomás
evitando hacer ruido, en sus manos, los zapatos. Aunque la oscuridad no es total, no
advierte una cubeta que está colocada de propósito cerca de la puerta. Tomás cae al
suelo estrepitosamente. La cubeta rueda haciendo mucho ruido.

VOZ DEL PADRE.- (Fuera de escena) ¡Buenas noches, mi querido Tomás!


(Irónico) ¿Creíste que no buscaría la manera de enterarme a qué hora llegarías?
Tomás, en el suelo, se sienta y se frota la espinilla qué se ha lastimado:

Le pedí ala portera que pusiera en ese sitio la cubeta. ¡Sabrá Dios qué horas serán!... Y
tú no me vas a decir la verdad... seguramente ya va a amanecer...! (Carraspea.) No
comprendo cómo andas en las calles a estas horas, con` lo peligroso que es caminar
por la ciudad: una ciudad que se ha convertido en refugio de pandilleros, asaltantes-
asesinos y drogadictos.

Tomás se quita los calcetines.

...Y más ahora con esta crisis que se ha metido hasta el último rincón de los hogares y
araña el lugar más recóndito para exprimirnos hasta el último centavo...

Tomás. vuelve la cara hacia la habitación del padre con marcado fastidio. Se mira el
raspón y se pone saliva en la espinilla.

Deben serías tres de la mañana...

Tomás va a responder, pero la voz del padre se lo impide.

Sí, oí algunas campanadas, pero ya ni en eso creo. ¡Todo anda mal en este país! Y
luego nos dicen que quienes no tenemos confianza en que todo se va a arreglar somos
aves de mal-agüe
ro, pesimistas, enemigos de la patria...

Tomás se levanta y enciende una lámpara.

Ya quisiera ver qué haría alguno de nuestros políticos con una pinche pensión como la
que yo recibo después de haber trabajado cincuenta años como profesor...
(Sarcástico.) ¡Qué palabras para un maestro!

Tomás sopla sobre la mesa donde está la lámpara y se levanta una nube de polvo. Se
limpia la mano y con un trapo sacude la superficie de la mesa.

¿Dónde has estado Tomás? ¿Con quién? ¿Qué haces durante las noches? Todos los
días se repite la misma escena y a ti parece no importarte. ¿No tienes vergüenza? ¿Qué
piensas hacer de ti? ¿Un perdido?

Tomás levanta los hombros con fastidio. Enciende un cigarro.


¡Si viviera tu madre..! Si cuando. menos me visitara alguno de tus hermanos... Si no
hubiera sufrido ese accidente que me tiene postrado en cama... Si cuando menos no
tuviera tantos años... (Trans.) ¿Estás fumando?

Tomás asiente con disgusto y se pasea por la habitación malhumorado, y haciendo


dengues en total rebeldía, siempre mirando hacia donde se encuentra su padre.

¡Vicios por todos lados! Hay calles que llevan el nombre de políticos que nos han
llevado a la ruina por su incompetencia, que han cometido crímenes... y mañana la
historia habrá de justificarlos y los convertirá en héroes. (Pausa) Y tú, echando
humito, ayudando a enrarecer el ambiente... ¡Responde! Cuando menos dime que soy
un viejo jodón...

Tomás apaga el cigarrillo. Se pasa los dedos: por los labios como quien cierra un
ziper.

¿Qué piensas hacer de ti? ¿Un jugador? ¿Un parásito? (Breve silencio) No tienes
palabras para contestar... y es fácil de comprender... puesto que: la vida que llevas no
te permite, cuando menos, justificar tu actitud; de lo contrario tendrías para con tu
padre una palabra y no tu silencio (transición). Hasta los relojes se han puesto de
acuerdo para que yo ignore la hora en que llegas.

Tomás se sienta a la mesa y toma una hoja en blanco, saca un bolígrafo de su


pantalón y se, dispone a escribir. Trata de concentrarse.

Cuando funcionaba el televisor tenía en que entretenerme... .Hoy vino el técnico y


sabes qué me dijo,: que sólo por revisarla y decirme en qué fallaba, me cobraría
veinticinco mil pesos... aparte, lo que me costaría la reparación y las piezas que
pudiera necesitar... ¡No tiene abuela!... Y yo no tengo: televisor.

Breve silencio. Tomas se quita los pantalones y se dirige al sofá cama. Lo extiende.
De encima dé la cómoda toma sábanas, cobija y almohada y las lleva hasta uno de los
sillones. Tiende su cama.

Imagino que seguirás estudiando y terminarás una carrera... y no precisamente de


escritor... (No obtiene respuesta) Lo digo porque esta tarde volví a leer el cuento que
te publicaron en esa revista. Es bueno, tomando en cuenta que lo escribió un
muchacho de tu edad. (Trans.) El viejo que se pasea por el barco entre los marineros y,
les recuerde los reglamentos y sus obligaciones, es un machacón, impertinente e
insoportable... y ese soy yo:
Tomás está a punto de soltar una carcajada y reprime el sonido cubriéndose la cara
con la almohada.

El jovencito que se contenta con oírlo es mi querido Tomás, ¿no es así?

Tomás, triunfante, asiente. Bosteza y estira los miembros de su cuerpo.

La portera me hizo reír esta mañana. Me trajo una naranja y me contó, la ingenua
mujer, que anoche soñó que le escribía una carta al Presidente, aconsejándole que con
un corto porcentaje del capital que los gobernantes han sacado del país, la deuda
quedaría saldada, Que todos ellos aceptaban, que el pueblo se sentía feliz y que un
ejército de angelitos rodeaba-a nuestros políticos. ¡Pobre mujer tan inocente! ¡La
comprendo, la deuda nos ha vuelto pendejos! (Tomás sonríe.) Pero no creas que ello
me hace olvidar que deben ser las quinientas y que has perdido el sentido de
obediencia que se les debe a los padres... aunque yo sea un anciano molón. ¿Qué
puedes hacer a estas horas en la calle? Algo malo, porque sólo eso se puede hacer por
las noches... Pero, ¿todas las noches?

Tomás, al ver que la luz del exterior se apaga, va hacia la ventana. Por un momento
la voz del padre se convierte en un sonsonete insoportable. (Puede hacerse poniendo
una grabación de la voz del padre en una revolución más rápida). Tomás ya no lo
escucha. (Pausa) Reacciona asustado al oír nuevamente al padre.

¡Tomás! ¡Te exijo que contestes a mi pregunta! (Tomás se acerca hasta la recámara
del padre y, observa) ¿Es que te has vuelto sordo?

Tomás, exasperado, se dirige a la maleta que está encima de la cómoda y la abre, la


lanza sobre la cama que ha tendido. Abre los cajones de la cómoda y, sin orden,
empieza a meter su ropa en la petaca. Va y viene varias veces. El enfado se agiganta.

Sí, sí, me dijo la portera, quien por cierto me pidió que la llamara por su nombre de
pila completo: Ana Ofelia Patricia: ¡las telenovelas las embrutecen!, que una mujer
vino a preguntar por ti:.. y no se decidió a llegar porque sabía que tú no estabas... Una
mujer no del todo fea, según comentó Ana Ofelia Patricia:.. Me habría gustado hablar
con ella:

Tomás se sienta en uno de los sillones y mecánicamente se lleva las manos al sexo y sé
lo acaricia por encima del calzón.
La habría hecho consciente del daño que te acarrea al desvelarte todas las noches...
Abusando de un jovencito de apenas diecisiete años.:: ¡Eso es intolerable! (Tomás va a
hablar) Bueno, casi dieciocho. ¡Una mujer que podría ser tu madre!

Tomás va furioso hasta donde rodó la cubeta y le da un fuerte puntapié; como no trae
zapatos, se lastima y lanza un gemido de dolor. Baila sobre un pie, mientras el otro se
lo agarra con la mano tratando de mitigar el dolor.

(Con suave ironía) Sé que me oyes, pero, ¿por qué no me contestas?

Tomás hace un ademán: le mienta la madre al viejo. Se sienta al borde de la mesa y se


echa saliva.

¿Estás enojado mi querido Tomy?

El joven, rápidamente se pone el pantalón, va hasta donde está la petaca y se sienta


en ella para poder cerrarla. Lo hace.

(Afectuoso) ¡Tomy, Tomy... vamos muchacho! No debes tomar todo tan en serio, no
vale la pena... Creéme... ¿Sabes? Sé que exagero...

Tomás, petaca en. mano, se encamina a la puerta, pero lo detiene la voz del viejo:

¡Te quiero, hijo mío!... Y no porque seas mi hijo... Tú y yo estamos solos y tenemos
que refugiarnos el uno en' el otro y darnos comprensión.:. y a veces:.. ¿Por qué no?...
Soportarnos. Si no te tuviera a mi lado hace mucho que me hubiera largado a un
asilo... y así lo haré cuando considere que ha llegado el momento de no ser una carga
para ti... por ahora eres el incentivo para seguir viviendo:

Tomás se mantiene indeciso en la puerta.

Me gustan los fines de semana porque no vas a clases y me comunicas tus cosas.
¿Sabes...? Me apena comprender que te quedarás solo, siendo tan joven... en un mundo
tan difícil...

Tomás se sienta sobre . la petaca.

Te quedarás al borde de la nostalgia y pensarás en tu madre y en mí. Te siento tan


lleno de ternura cuando empujas mi silla de ruedas por la calle... De mí tendrás que
decir que no te -comprendía y que era un jodón... en fin, esas cosas que nos
sobreviven...

Tomás lleva nuevamente la maleta a la cómoda y empieza a desempacar.

...A pesar de mis años y de mi inutilidad, sería capaz de vivir más tiempo para no
dejarte solo en el mundo... ¡Cuánta ilusión cuando te concebimos tu madre y yo, a
pesar de que ya éramos maduros!... (Habla con dificultad, evitando el llanto) Tal vez
hayas deseado mi muerte porque soy un lastre... Y ahora todo se vuelve más difícil:
crisis, inflación, guerras, hambre, desesperación, demagogia. ¡Pinche pacto! ¡Qué
triste se vuelve todo!

Tomás se desnuda lentamente y se mete en la cama: Suena el despertador en la


recámara del padre.

Son las diez.

Tomás levanta los brazos pidiendo clemencia al Cielo.

Aún me quedan dos cosas por decirte. La primera: Mira lo que hay encima de mi
librero, que por cierto siempre está en orden.

Tomás lo hace y de una cajita, saca una llave y, extrañado, la mueve como un
péndulo.
Sí, es una llave. A esta hora, a las diez, hace dieciocho años llegaste al mundo. A las
diez nos diste una gran alegría con tu primer llanto. Y a partir de este momento tú
mismo vas a manejar tu vida. Serás libre como las aves cuando han aprendido a volar
y nunca más volveré a fastidiarte con mis sermones. La segunda: quiero que estemos
unidos, mi querido Tomás, mientras la mierda de los poderosos no nos ahogue.

Breve silencio. Tomás, sonriente, se acuesta y apaga la lámpara.

TELÓN

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