Hildegard de Bingen Camino Hacia La Salvación Tesis

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1

Universidad de Chile
Facultad de Filosofía y Humanidades
Escuela de Postgrado
Departamento de Literatura

HILDEGARD de BINGEN: CAMINO HACIA LA


SALVACIÓN
Tesis Válida Para Optar al Grado de Magíster
En Literatura
Con Mención en Literatura General

Profesora Patrocinante : María Eugenia Góngora


Alumna Tesista : Roxanna Gheza Pontarelli

-2006-
2

Gracias a María Eugenia Góngora,


quien en muchas oportunidades ha sido mi propia salvación.
Y, que al igual que Hildegard, ha sido iluminada con el don de
la sabiduría.
3

“Entonces vi un aire muy luminoso en el que escuché, oh maravilla, todas las


músicas con todos los misterios que el Señor me había revelado: las alabanzas de
júbilo de los ciudadanos celestes que gallardamente perseveraron en la senda de
la verdad; y las lamentaciones de los cuantos son llamados de nuevo a estos
laúdes de la alegría; y las exhortaciones de las virtudes que se alientan entre sí
para la salvación de los pueblos a los que rondan las celadas del Demonio: las
virtudes las derrotan y al fin los fieles salen del pecado, por la penitencia, hacia
los Cielos.”
(Scivias, III, 13)
4

INTRODUCCIÓN

Esta tesis está dedicada al estudio de la escritura visionaria de Hildegard de Bingen


(1098-1179), entendida en esta lectura como una guía en el conocimiento del
“camino de Salvación”, un tema de preocupación fundamental en la Europa
cristiana medieval.

Hildegard de Bingen, religiosa que pertenece a la orden de los Benedictinos, se


presenta ante los hombres como una profeta y visionaria. Su misión es ser
portadora del mensaje de Dios y guiarlos en el camino a la salvación.
En el año 1141 asume el don que le ha sido conferido y con ello su misión y
vocación profética, a la que en un principio se resistía.

“A la edad de cuarenta y dos años y siete meses, vino del cielo


abierto una luz ígnea que se derramó como una llama en todo mi
cerebro, en todo mi corazón y en todo mi pecho.”1

En sus escritos autobiográficos afirma que esta negación de sus dones le provocaba
fuertes dolores y enfermedades, que la inmovilizaban y que ello debía
comprenderse como una señal, para ella y los hombres, de que como profeta había
recibido una orden de Dios que no podía desobedecer ni desatender.
“Transcurrieron muchos años en los que Hildegard perseveró en el santo propósito
de complacer a Dios, y llegó el tiempo en que su vida y sabiduría habrían de
manifestarse para la salvación de muchos. La voz de Dios le instaba a que se
detuviera a escribir lo que hubiera visto u oído. Ella lo retrasaba por vergüenza
femenina, temiendo además no sólo la jactancia del vulgo sino los juicios
temerarios de los hombres. Pero un violento aguijón la obligó a no dudar más
en descubrir los secretos revelados del cielo. Y así, cuando en una ocasión yaciera

1
Vita Sanctae Hildegardis Virginis. Versión Castellana: Vida y Visiones de Hildegard von Bingen.
Cirlot, Victoria. (ed) Madrid: Siruela, 1997, pp. 35-100, (p. 41).
5

debido a una larga enfermedad, confesó con miedo y humildad la causa de aquel
castigo, primero al monje que había sido propuesto como su maestro, y a través de
él al abad.” 2

Decide entonces, entre los años 1146 y 1147 escribirle y pedir consejo a San
Bernardo de Claraval, quien la alienta a escribir sus visiones. En una carta enviada
al abad le señala su angustia, provocada por el temor de su condición, no sólo de
visionaria, sino de mujer y porque sabe que debe tomar una decisión:

“Padre, estoy muy angustiada, por esta visión que se me apareció


en el espíritu del misterio, y que jamás vi con los ojos exteriores de
la carne. Yo, miserable y más que miserable en mi condición de
mujer3, vi desde mi infancia grandes maravillas que mi lengua no
puede relatar, a no ser porque el Espíritu de Dios me ha instruido
para que tenga confianza.” 4

En esta carta Hildegard expresa que ha sido instruida y conducida por Dios, por
tanto debe estar cierta de su condición, sin embargo ella teme a la respuesta de los
hombres y pide consejo al abad, dedicando en su carta líneas hermosas a resaltar
las cualidades que ella aprecia y admira en el sacerdote, pues sabe que serán estas
líneas las que inciten a Bernardo para confirmar el don y la misión que le ha sido
encomendada a la religiosa.

“Por amor de Dios, quiero que me consoléis, padre, y estaré


segura. Te vi hace más de dos años en aquella visión como un
hombre que miraba al sol con audacia y no tenía miedo. Y lloré,
pues mucho enrojezco y soy cobarde. Dulce y buen padre, me he
puesto en tu alma, para que me reveles por tu palabra si quieres

2
Cirlot, op.cit., p. 42.
3
Es una expresión utilizada frecuentemente por Hildegard, tal vez, como recurso para representar su
fragilidad y así intensificar su misión como elegida de Dios.
4
Hildegard a Bernardo de Claraval. Carta 1, 1146-1147. En: The Letters of Hildegard of Bingen,
New York, Oxford: University Press, 1994, p. 27. (Nuestra traducción)
6

que diga esto públicamente o que guarde silencio, pues gran


trabajo tengo con esta visión y no sé hasta qué punto puedo decir
lo que vi y oí.”5

Con estas palabras la religiosa le pide a Bernardo de Claraval que sea como un
padre, que la proteja y la guíe. Hábilmente lo exhorta a que le brinde su apoyo
como hombre santo y valeroso, que no se amedrenta. Finalmente, con su retórica,
podemos decir que Hildegard se “apodera de él”, y se sitúa en su alma. Ahora ella
y sus visiones dependen del sacerdote. La respuesta de Bernardo de Claraval será
llamarla a que dé fe de este don y gracia que le ha sido conferido y que lo haga con
humildad y devoción, pues Dios elige a los humildes y rechaza a los soberbios.

Hildegard comienza e escribir, gracias a la aprobación del Papa Eugenio III: “En
1146 el Papa Eugenio oyó hablar por primera vez de sus revelaciones. Hildegard
escribió a Bernardo de Claraval, director de los Cistercienses, y éste aconsejó al
Papa que la nombrara profetisa. En 1148, un grupo de clérigos, reunidos bajo los
auspicios del papa, confirmó que Dios era el origen de sus visiones y que poseía el
don de la profecía. Los eruditos leyeron Scivias.”6 Hildegard dicta sus visiones a
su secretario, el monje Volmar, quien no intentó imponerle sus conocimientos, sino
que en una muestra de bondad y humildad supo escucharla y ser fiel a sus dictados,
componiendo a lo largo de diez años la obra que reunirá estas visiones y que se
titulará Scivias, conoce los caminos de Dios. “El Scivias consta de tres libros; el
primero describe seis visiones, seguidas de su correspondiente comentario, el
segundo, siete, y el tercero, trece. La última de estas visiones finaliza con una
especie de pieza teatral, o casi más bien una ópera, en la que las virtudes,
personificadas, sufren los ataques del demonio, un tema que Hildegarda tratará
también en una obra totalmente musical llamada Ordo Virtutum.” 7

5
Cirlot, op. cit., p. 124.
6
Anderson, Bonnie y Zinsser Judith. Historia de las Mujeres: Una historia Propia. Barcelona: Ed.
Crítica, 2000, p. 215.
7
Pernoud, Régine, Hildegard de Bingen. Una conciencia inspirada del siglo XII. Buenos Aires:
Paidós, 1998, p. 35.
7

Podemos describir en términos generales los temas de su escritura y vemos que


todo su discurso se elabora en torno a figuras, la mayoría de ellas femeninas; ellas
serán las compañeras e iluminadoras en este camino. Su pensamiento se basa en la
teoría de la unidad de macro y microcosmos y, en este mismo sentido, afirma la
complementariedad de los sexos, hombre y mujer, los que deben estar en armonía
y formar un todo. Plantea que no se puede hablar de Dios sin hablar de su creación,
y en ella es preponderante la persona humana. Ambos, hombre y mujer, deben
encontrar su misión, puesto que tienen un rol fundamental en el plan salvador de
Dios. Así pues, para Hildegard, la obra salvadora de Dios se realiza en un universo
sexuado: hombre y mujer, diferentes y complementarios. Para la religiosa los dos
sexos constituyen dos modos de realizar, por parte del ser humano, una determinada
participación en la creación. Ambos han sido creados a imagen y semejanza de
Dios, el plan divino lo conforman y completan no sólo como individuos sino
también como pareja, es decir, como complementarios. A lo largo de sus escritos
planteará diversas dicotomías, todas ellas basadas en la complementariedad.
Hablará de Eva y de María, del Bien y del Mal, de la Divinidad y de la Humanidad
de Cristo; estas oposiciones, sin embargo, encuentran su solución en la armonía.
Hildegard plantea insistentemente y en todos sus escritos la importancia de
encontrar el equilibrio en el Universo, es allí donde estas figuras aparentemente
opuestas e irreconciliables encuentran una unión y un punto de enlace, todo forma
parte de un gran plan, cada opuesto es una pieza única e indispensable para lograr la
conformidad de la idea original.

Por otra parte, el amor divino, entendido como caridad, será fundamental en su
obra, puesto que en su pensamiento Dios contempló desde siempre en su plan la
salvación de los hombres. Cristo se hace hombre y muere para lograr la redención
de los hombres. Su sangre será la prueba de su humanidad y, a través de ella se
sella el pacto con los hombres. El amor humano entre el hombre y la mujer es,
asimismo, imagen del amor de Dios.
8

En la escritura de Hildegard debemos señalar que se nos presenta una visión que
podemos caracterizar como “femenina” de representar la realidad y que se plasma
en una búsqueda mística del encuentro con Dios, (es decir, de la unión espiritual y
amorosa con el Creador); lo “femenino” representa la humanidad. Dios se hace
hombre mediante una mujer, por lo tanto, todo lo que tiene de humano, es gracias a
María, figura que a su vez representa la humildad y la obediencia por excelencia.
María, por tanto, le transfiere este don de obediencia y humildad a su Hijo. De
alguna manera, la visionaria parece superar las imágenes masculinas de Dios y de
los valores tradicionales atribuidos al hombre y a la mujer, sin embargo, debe
desarrollar esta concepción de lo femenino de manera tal que no provoque
conflicto con los planteamientos clericales y el pensamiento dogmático de la
Iglesia.

Podemos pensar, siguiendo los planteamientos básicos de Bárbara Newman8, que


su teología está escrita en femenino y contiene una simbología femenina.

Su visión es esperanzadora: Hildegard, sostiene que aunque existe el pecado, Dios


ha contemplado desde siempre la salvación de los hombres. Es Él quien finalmente
vence al mal y la humanidad accede a la salvación; por otra parte, no se debe
olvidar que dentro de esta victoria María también juega un rol fundamental. Ella
aniquila a la serpiente y se convierte en la madre de todos los hombres en la
redención.

8
Newman, Bárbara. Sister of Wisdom.”The Femenine Divine”. Los Ángeles, Berkeley: University
of California Press, 1997.
9

PLANTEAMIENTO DE LA HIPOTESIS

Como hipótesis de trabajo quisiéramos plantear que la obra de Hildegard puede


ser entendida como una respuesta frente a la gran inquietud del hombre medieval:
La Salvación. Hildegard escribe y toma la palabra para guiar a los hombres y
mujeres en el camino a la salvación; por esto toda su obra se concentra en el
registro y elaboración de sus visiones como manifestación divina9 de un propósito
central, la búsqueda de la salvación de todas las creaturas. Esta misión le ha sido
otorgada directamente por Dios, quien la guía e ilumina mediante la Sabiduría.
Es importante señalar, para la orientación de nuestro trabajo, que en toda la obra de
Hildegard ella no habla por sí misma, sino es Sabiduría quien habla a través de
ella, para indicar a los hombres los caminos por los cuales deben transitar. Su voz,
es una voz legitimada y conducida por Dios y por la figura de Sabiduría quien
aparece desde el principio de los tiempos junto a Dios. Por eso no puede
cuestionarse o discutirse.
Hildegard desde su condición de escritora profética se convierte en autoridad y
desde ese estatus hablará con hombres y mujeres, con monjes y seglares. Es
importante considerar que su conocimiento transciende el saber humano, no está
condicionado al estudio ni a la razón, sino proviene de la iluminación divina. La
religiosa se convertirá en el puente entre Dios y los hombres, por eso se define
como vasija, o pluma; ella transporta el mensaje divino y lo entrega a los hombres.

9
Dinzelbacher; Peter: Mittelalterliche Visionsliteratur. Eine Anthologie, Wissenschaftliche
Buchgesellschaft; Darmstadt 1989, p.27. En su antología de textos visionarios Dinzelbacher afirma
que la grandiosa Historia simbólica de la Salvación propuesta por Hildegard fue única, no sólo por
su contenido tan variado y bien construido, sino por su inspiración, es decir, por su rechazo del
sueño y del éxtasis como condición para el acceso a la visión.

Cf. también Dinzelbacher; Peter: Vision und Visionsliteratur im Mittelalter ;Monographie zur
Geschichte des Mittelalters 23, Stuttgart 1981, (cf. pp.5.18 y ss.106) En este libro , el mismo autor
había afirmado que las visiones de Hildegard constituyen una excepción por no estar insertas en el
contexto específico del sueño o del éxtasis, pero pueden ser interpretadas como una teología hecha
imágenes. (Citado por Góngora, María Eugenia. En: “Escritura e imagen visionaria en el Liber
Divinorum Operum de Hildegard de Bingen”, Teología y Vida, Vol. XLVI, 2005, p.376.)
10

Esta condición la mantiene en un estado permanente de transito entre el cielo y la


tierra, entre lo divino y lo humano. Su biógrafo lo describe de la siguiente manera:
“Así pues, de las palabras precedentes deducimos que esta santa virgen poseía un
modo de visión asombroso y raro. A semejanza de los santos seres que vio Ezequiel
(Ez 1, 14-17), parecía un ser alado que iba y no se volvía y, sin embargo, ella iba y
volvía una y otra vez, porque, de la vida activa que la tenía apresada, no volvía a
algo más inferior, pero de la contemplativa, en la que no se podía mantener
continuamente, pues estaba atada a la carne, volvía a la vida activa.”10

Hildegard se define así misma como una pluma en las manos de Dios. Ella viaja y
es transportada por Dios, quien escribe y comunica mediante ella su plan de
salvación para los hombres, establecido desde el origen de los tiempos. La
Salvación implica encontrar los significados que contiene la Sagrada Escritura, pero
que también se encuentran en el Universo, en la Naturaleza, en la condición
Espiritual y trascendente del hombre.

Esta tesis se basará especialmente en el estudio y análisis de tres de sus obras


para abordar el tema, cobrando un eje fundamental su gran obra visionaria Scivias,
conoce los caminos. Desde su título la religiosa nos introduce en el tema que
abordará la obra y que será el que otorgue fundamento a estas páginas. A través de
todas sus visiones Hildegard intenta mostrarnos un camino a la salvación.

También, pero en un grado mucho menor, se analizarán y utilizarán para demostrar


nuestra hipótesis, pasajes de Liber Divinorum Operum y Liber Vitae Meritorum,
obras que comparten con la primera el carácter visionario; si bien en algún
momento serán mencionadas otras, como por ejemplo, la Physica, esto no será
sino como ejemplo de la importancia de la salud corporal, de la claridad y de la

10
Cirlot, op.cit., pp. 48-49.
11

sabiduría que deben alcanzar las acciones y las ideas de los hombres para lograr la
salvación. Un lugar destacado ocupará su obra Symphonia Armonie Celestium
Revelationum, título de un grupo de composiciones cuyo título nos indica la idea
de la música armoniosa, mediante la cual, según el pensamiento de Hildegard,
podemos recobrar las bellezas originales del paraíso. Con el mismo propósito serán
citados pasajes de sus Cartas. Joan Ferrante señala, al referirse a la correspondencia
que sostuvo con numerosas personas, algunos de ellos importantes figuras políticas
y religiosas de la época, que ella era buscada y solicitada en consejo debido a la
imagen de profeta que se le otorgaba.11 Todas sus visiones y sus escritos, al igual
que sus discursos y sus enseñanzas tendrán el mismo sello, mostrar y demostrar al
hombre cuales son sus errores, sus culpas, sus pecados y qué debe hacer para
expiarlos: vivir en armonía y conducirse a la vida eterna.

Petroff; Elizabeth Alvilda: Medieval Women’s Visionary Literatura. New York: Oxford
11

University Press, 1986, p.139.


12

BIOGRAFÍA DE HILDEGARD DE BINGEN

Hildegard nace en 1098, mientras se desarrollaba la Primera Cruzada y muere en


1179. Perteneció a una familia que vivía cerca de la cuidad de Mainz. Fue la
décima hija de Hildebert y Mechtilde de Bermersheim, y como tal fue ofrecida a
Dios a los ocho años y entregada como diezmo a la iglesia. Hildegard comenzó
según su propio testimonio, y como registra su biógrafo Theodorich von
Echternach, a tener visiones predictivas, a la edad de tres años, hecho que la
marcaría y la señalaría como una persona “distinta” de los demás por el resto de su
vida. “Tan pronto pudo expresarse en un lenguaje, ya fuera con palabras o con
signos, hizo saber a los que estaban en su entorno que veía formas de visiones
secretas situadas más allá de la percepción común de los demás y, por tanto, vistas
de un modo totalmente insólito.”12

La vida de Hildegard puede ser conocida, entre otras fuentes, gracias a la


biografía que de ella escribió Theodorich von Echternach; recordemos que el
modelo de difusión utilizado en la época es la hagiografía. Este género
combinaba información sobre lugares, personas y temas diversos que eran
interesantes o didácticos para los hombres de la época, las hagiografías contenían
igualmente hechos reales y sobrenaturales. En este texto Hildegard se nos presenta
en los insertos autobiográficos incluidos por Theodorich y se da a conocer así
mismo en su epistolario, puesto que como hemos señalado mantuvo
correspondencia con clérigos, religiosas y Papas, así como con figuras políticas
trascendentales como Federico Barbarroja; y al mismo tiempo se nos muestra a
través de comentarios que ella realiza en sus propias obras.

Hildegard escribe que desde su infancia tuvo visiones, como aquella en la que
describe a su nodriza al ternero que aún no ha sido parido; tenía entonces
unos cinco años de edad, pero su experiencia visionaria, afirma ella misma, había

12
Cirlot, op. cit., p. 40.
13

comenzado incluso con anterioridad:

“En mi tercer año de edad mi alma entera se estremeció, pero por mi


corta edad no pude hablar sobre ella...En mi octavo año de edad fui
ofrecida a Dios en ofrenda espiritual, y hasta mis quince años vi
muchas cosas; a veces las decía con toda sencillez, hasta tal punto
que los que me escuchaban me preguntaban qué era aquello y de
dónde me venía. Y yo misma me asombraba, porque lo que yo veía en
mi alma lo tenía también en visión exterior, pero como veía que eso
no le ocurría a nadie más, oculté cuanto pude la visión que yo tenía
en mi alma. Ignoré muchas cosas de la vida exterior, pues he estado a
menudo enferma desde los tiempos en que mi madre me amamantaba
y también más tarde, lo cual dañó mi crecimiento y me impidió tomar
fuerzas.”13

Sin embargo, ella afirma que este don de la visión existe en ella incluso antes de
nacer:
“En una visión grabada por Dios [mi] Hacedor en mi alma, antes
que yo naciese, [...]”.14

De igual manera, en uno de los textos autobiográficos insertos en la Vita, señala:

“En mi primera formación, cuando Dios me despertó con el aliento de


la vida en el útero de mi madre, grabó en mi alma esta visión”.15

13
En: Pernoud, op. cit., p.16.
14
Carta 23, a los prelados de Mainz 1178- 1179, p.73. En: The Letters of Hildegard of Bingen, op.
cit.,1994, p. 76.
15
En: Fraboschi, Azucena. Hildegard de Bingen. La extraordinaria vida de una mujer
extraordinaria. Buenos Aires: Universidad Católica Argentina, 2004, p. 47.
14

Cuando Hildegard cumplió los ocho años fue entregada a Jutta de Spanheim16 (hija
del conde de Spanheim) para que la educara, Jutta estaba reclusa desde 1112 en un
monasterio dúplice, es decir, que en el convivían dos comunidades distintas, una
femenina y otra masculina, de manera separada: “Desde los siglos VII al X,
fundadoras y abadesas privilegiadas asumieron poderes normalmente reservados a
obispos, abades y al clero ordenado. Muchas de estas comunidades eran
instituciones contiguas para mujeres y hombres, que los historiadores han
denominado “monasterios dobles”. En ocasiones, las mujeres gobernaban estas
comunidades. Como abadesa, una mujer ejercía tanto el poder religioso como el
secular”.17 Este poder de las abadesas al interior de los conventos llegaría a su fin
a partir del siglo XI, cuando papas y obispos exigen de las religiosas y abadesas
obediencia absoluta. El poder nuevamente vuelve a centralizarse y las religiosas son
presa del poder masculino de la Iglesia. Jutta, magistra de una de estas
comunidades, era mayor que Hildegard por sólo seis años.
En el monasterio de Disibodenberg Hildegard aprendió a leer y a cantar los salmos
en latín, pero continuamente su instrucción se veía detenida debido a las constantes
enfermedades que la obligaban a permanecer en reposo. “Desde la misma infancia
padeció de un modo constante dolorosas enfermedades,... Mientras languidecía el
cuerpo, crecía y crecía de un modo asombroso el ardor de su espíritu.” 18

Hildegard hace su profesión de votos perpetuos en 1115. Luego de la muerte de


Jutta, fue elegida magistra de la comunidad en 1136. Guiberto de Gembloux relata
este episodio en una carta enviada al monje Bovo de la siguiente manera: “Cuando
la maestra fue quitada de este mundo y recibida en la paz del Señor, en su escuela
no se halló a nadie que aventajara a Hildegard en méritos y en santidad, ninguna
que fuera tenida por más digna para sucederla en el honor del magisterio. Por ello
y con el consentimiento unánime de sus hermanas –que estaban seguras de su
discernimiento y de su espíritu moderado -, fue elegida para ejercer sobre ellas el

16
Jutta von Spanheim fue maestra de Hildegard, es quien le enseña los salmos y el salterio. A su
protección fue entregada a los ocho años cuando fue dada a la orden de clausura en un pequeño
monasterio de las religiosas, por sus padres.
17
Anderson y Zinsser, op. cit., 2000, p. 209-210.
18
Cirlot, op. cit., p. 41
15

gobierno de la formación religiosa. Y aunque se resistiera con todas sus fuerzas,


fue obligada a asumir el oficio de priora en virtud del mandato del abad y la
insistencia de sus compañeras.” 19

El hecho de ser elegida magistra nos confirma que Hildegard debió poseer ciertos
conocimientos, y no menores, pues recordemos que el monasterio de
Disibodenberg contaba con una importante biblioteca y el aprecio y valoración que
existía en su entorno por el conocimiento era muy elevado. Las religiosas poseían
ciertos estudios básicos, más aún si provenían de una familia noble. Por lo tanto, el
hecho de que Hildegard se definiera como una mujer iletrada o inculta responde
más que nada a que no recibió una instrucción propiamente escolástica. Anderson
y Zinsser señalan al respecto: “De todas las abadesas de estos siglos, Hildegard de
Bingen, fundadora del convento de Rupertsberg, por su saber y su autoridad, fue
quien más plenamente desarrolló el poder que se ofrecía a las mujeres de la
Iglesia. Hildegarda fue única entre las mujeres y los hombres de los centros
monásticos de cultura, tanto por la extensión de su saber (que abarcaba ciencia,
música y teología) como por el reconocimiento del que gozó en vida. Papas y
emperadores aceptaron sus tratados científicos. Papas y emperadores la creyeron
una profetisa, una mujer que inspirada por la revelación divina, la registraba e
inspiraba para sus coetáneos, como lo hicieron Débora e Isaías para los antiguos
hebreos.”20 Hildegard va a insistir en su ignorancia, puesto que desea resaltar que
todo lo que dice y sabe, proviene de Dios. Al respecto Elizabeth Petroff señala:
“Aunque su conocimiento provenía de lo místico, es obvio que estaba familiarizada
con las escrituras, la ciencia natural, la literatura clásica latina o la filosofía
Neoplatónica.”21 Se piensa que fue su secretario Volmar quien la instruyó en
gramática latina y quien también –posiblemente- le enseñara a escribir. 22

19
Guiberto de Gembloux a Bovo, carta 38, años 1177-1180, p. 375. En: The Letters of Hildegard
of Bingen, 1994- 1998. Citado por Azucena Fraboschi, op.cit., p. 65.
20
Anderson y Zinsser, op. cit., p. 214.
21
Petroff, op. cit., p.139. (Nuestra traducción)
22
En: Fraboschi, op. cit., p. 45.
16

Luego de ser magistra de la clausura de Disibodenberg, decide fundar su propio


monasterio en San Rupertsberg, a una cierta distancia de Disibodenberg, así en el
año 1150 lleva a este lugar a la comunidad religiosa, impulsada, según sus propias
afirmaciones, por una orden divina.

“Durante un tiempo no veía luz alguna a causa de las tinieblas de


mis ojos, y el peso de mi cuerpo me oprimía de tal manera que, no
pudiendo levantarme, yacía presa de los dolores más intensos. Esto
me sucedió porque no manifesté la visión que me había sido
mostrada: que debía trasladarme con mis hijas desde el lugar donde
había sido ofrecida a Dios hacia otro lugar. Así permanecí hasta
que nombré el lugar en que ahora me encuentro, y al instante
recuperé la vista y me sentí aliviada, pero aún no enteramente libre
de enfermedad.” 23

Así justifica Hildegard el traslado. Más adelante comparando su salida desde


Disibodenberg con la salida de Moisés desde Egipto, señala, en el mismo pasaje:

“Pero mis hermanos y el pueblo del lugar, cuando vieron este


cambio se preguntaron sorprendidos qué sería esto, que queríamos
irnos de campos y viñedos fértiles y de aquel lugar ameno a lugares
áridos y sin comodidad alguna. Y a fin de que esto no sucediera, se
pusieron de acuerdo para oponérsenos”.24

Régine Pernoud señala y comenta que respecto a la oposición de la comunidad


religiosa se tejen muchas historias. Una de ellas habla de un monje llamado Arnold,
quien objetó tenazmente el traslado de las monjas; cierto día fue afectado de un
tumor a la lengua que le impidió hablar, hasta que finalmente prometió no interferir
en la decisión de Hildegard, entonces recuperó el habla.25

23
En: Fraboschi, op. cit., p. 59.
24
Ibídem
25
Pernoud, op. cit., p. 29.
17

Podemos suponer que su necesidad de independencia la llamó a formar una nueva


comunidad, libre de la tutela de los canónigos de Disibodenberg. Creó así en
Ruperstberg (Bingen), a orillas del río Rhin, en la confluencia con el río Nahe, un
espacio en el cual desarrollar sus propias ideas sobre el modelo de comunidad
monástica al que aspiraba, se convierte así en una tenaz administradora de su
convento y lo defendió frente a todos aquellos que lo atacaron o hablaron de él,
creando, por cierto, un lugar propio donde pudiesen encausarse con fuerza y
libertad sus visiones. Son estas visiones las que, quizás paradójicamente, le
permitieron acceder a un mundo ordenado y regido principalmente por hombres.
Escribió, habló, aconsejó, profetizó, fue escuchada y consultada; todo esto en una
época en que las mujeres tenían un rol social muy poco activo en el ámbito
público. “En su calidad de mujer, e incluso de maestra de una comunidad de
religiosas, Hildegard ocupaba, sin embargo, una posición extraordinaria en el
mundo intelectual del siglo XII, un mundo totalmente dominado por una elite
restringida, tanto masculina como clerical.” 26
En este lugar surge su interés por el estudio de las plantas y sus propiedades
curativas, estudio que finalmente será plasmado en dos obras: Physica, (Liber
simplicis medicinae, o Libro de la medicina simple) en esta obra Hildegard
enumera trescientas hierbas, indica cuándo y cómo utilizar cada una, además de
describir árboles, piedras, metales y diversas especies animales; y Causae et Curae
llamado también Liber compositae medicinae o Libro de la medicina compuesta.
La comunidad, recordemos, debía abastecerse por sí misma. Podemos suponer,
por lo tanto, que ella estaba al cuidado de la salud y alimentación de sus monjas.

Durante las décadas posteriores a sus instalación en Bingen, Hildegard escribió


varias obras, siendo la más conocida e influyente el libro Scivias, posiblemente una
abreviatura de Scito Vias Domini, Conoce los caminos del Señor. Escribió
asimismo libros sobre los Evangelios, vidas de santos, un tratado sobre las
propiedades curativas de ciertas hierbas medicinales, sobre el cuerpo humano y

26
Deploige, Jeroen. “Hildegard de Bingen y su libro Scivias .Ideología y Conocimientos de una
Religiosa del Siglo XII.” En: Revista Chilena de Literatura Nº 55, 1999, pp. 85- 100, (p.85).
18

sus enfermedades. Los títulos de sus obras son: Scivias; Liber Divinorum operum
simplicis hominis; Liber vitae meritorum; Symphonia harmoniae caelestium
revelationum; Ordo virtutum; Explanatio regulae Sancti Benedicti; Vita Sancti
Disibodi; Explanatio symboli Sancti Athanasii; Liber subtilitatum diversarum;
además, los libros de medicina que ya hemos mencionad: Liber simplicis medicinae
(Physica) y Liber compositae medicinae (Causae et curae); esta última obra es
posiblemente una compilación de sus escritos sobre medicina.

Hildegard, vivió, escribió y planteó sus ideas en el trascendental siglo XII,


período de grandes cambios, pugnas y confrontaciones sociales, momento en que
se desarrolla una gran efervescencia social, cultural, política, religiosa; es un
momento de reflexiones, de dudas, de planteamientos y replanteamientos que se
refleja en la búsqueda de la libertad, en el maravilloso Amor Cortés, en la
emancipación de la mujer. En medio de los quiebres y divisiones ideológicas al
interior del mundo clerical, Hildegard demostró un gran temple para enfrentar la
crisis en la que se hallaba la Iglesia en ese momento y pasó a convertirse en una
persona pública. Mantuvo correspondencia con importantes figuras, como ya
hemos mencionado, lo que le da una connotación especial y la convierte en un
referente significativo en la época. Sin embargo, en la documentación conservada,
todos aquellos que se dirigieron a la religiosa parecen tener un objetivo en común,
el de pedir a Hildegard consejo, consuelo, iluminación, conocimientos para
mejorar alguna enfermedad, es decir, todos buscan recibir alguno de los atributos
que ha desarrollado gracias a la sabiduría, un don otorgado, en su perspectiva, por
la iluminación de Dios.

“Pero tú, oh madre piadosa y confidente de los secretos de Dios, óyenos,


que te rogamos encarecidamente y humildemente te suplicamos que nos
reveles las palabras de la admonición divina, que nos corrijas y nos
aconsejes, porque aunque tengamos algún conocimiento de las
Escrituras, deseamos sin embargo escucharte con grandísima devoción a
19

ti, que has recibido verdadera y admirable ciencia no del hombre sino
del sumo Maestro”. 27

Esta carta es importante, pues en ella queda patente la diferencia que existía para
los hombres de aquella época entre el conocimiento que emana de los hombres y la
sabiduría que proviene de Dios, que es la verdadera y a la que todos debemos
aspirar; y que es la que posee Hildegard. Como afirma Peter Dronke, “A partir de
1147, Hildegard, reforzada en su función de profetisa, recibió abundantes
peticiones de consejo, y lo prestó voluntariamente en numerosas ocasiones a los
dirigentes religiosos y laicos de su época. Entre sus corresponsales figuran tres
papas, monarcas, así como una multitud de dignatarios menores. Realiza viajes de
predicación, en las que pronuncia sermones ante monjes en conventos, ante
obispos y clérigos en sínodos, además de ante laicos en ciudades, y pronuncia
también exorcismos.” 28
Además de ser consultada sobre variados temas, (que van desde la dirección
espiritual, problemas o dudas de corte religioso, ético o metafísico hasta cómo
solucionar enfermedades físicas), practicó exorcismos y curaciones a los cientos de
peregrinos que la visitan. Realizó asimismo viajes de peregrinación y predicó a
diferentes lugares: Franconia, Lorena, Suabia.

Hildegard murió en Rupertsberg el 17 de septiembre de 1179.

27
Carta 170, de algunos sacerdotes, antes de 1153 En: The Letters of Hildegard of Bingen, op. cit.,
p. 126. (Nuestra Traducción)
28
Dronke, Peter. Mujeres escritoras en la Edad Media. Barcelona: Ed. Crítica Grijalbo Mondadori,
1995, p. 207.
20

CONTEXTO HISTÓRICO

Como ya hemos mencionado, Hildegard nació a fines del siglo XI, mientras se
desarrollaba la Primera Cruzada, y murió en 1179.
El siglo XII, en el que transcurre casi toda su vida se caracterizó por el desarrollo
de grandes acontecimientos políticos; se lleva a cabo la Segunda Cruzada, inspirada
por el monje Bernardo de Claraval, y la Tercera Cruzada organizada por los Papas
Gregorio VIII y Clemente III. Cabe destacar, por otra parte, la importancia de
Federico Barbarroja, debido a sus conflictos con el Papado y también por su
relación con el monasterio de Rupertsberg y con su fundadora.

Este siglo es considerado un período de cambios importantes, caracterizado


también por el crecimiento y fortalecimiento de la economía y la re-población de
las ciudades. Todo esto provocó el desarrollo de una nueva clase social, es decir, la
burguesía. Esta clase, además de vincularse con el poder económico se relaciona
con el arte, la política, la religión. A lo largo de la Edad Media se hizo presente con
mayor o menor fuerza en todos los ámbitos sociales y su aparición afectó todo el
orden cultural y social.

Durante este siglo, al mismo tiempo que se luchaba por reconquistar Jerusalén, se
produjo un contacto intelectual más fluido y creciente con la cultura islámica,
dominante en España y Sicilia, lo que influenció el arte, la arquitectura, la religión,
la política y la economía europeas. Unos a otros se suceden los cambios generados
y marcados por la guerra emprendida contra los musulmanes, quienes desplegaban
una cultura llena de matices y rica en lo religioso y artístico. Todos estos cambios
también provocaron profundos procesos al interior de la Iglesia Católica, que
culminaron en grandes transformaciones espirituales. Ya en el mismo siglo XII
aparece con fuerza el movimiento cátaro, y ha culminado, por otra parte, el cisma
de la Iglesia de Oriente, producido en el siglo anterior.
21

En el aspecto político y religioso, cabe destacar que durante el siglo XII la única
institución europea con carácter universal fue la Iglesia, pero incluso en ella se
había producido una fragmentación de la autoridad. El caso más importante de
ruptura y división fue probablemente el del ya mencionado “catarismo”,
movimiento religioso y social que marcó su impronta en el sur de Francia y en la
región del Rhin; los cátaros o albigenses practicaban el cristianismo más estricto,
abogaban por el respeto a todos los seres humanos puesto que consideraban que
todos son buenos y simples ángeles caídos, vivían austeramente y se convirtieron
en un movimiento disidente y por ello perseguidos, lo que culminó con la quema de
un gran número de adherentes al catarismo en la ciudad de Albi, entre otras
poblaciones y castillos de la Provenza. Como sabemos, la prédica contra el
catarismo constituyó una preocupación central para Hildegard, llegando incluso a
escribir un tratado contra ellos, puesto que rechazaba la cosmovisión que estos
defendían, representada en la creencia de que el universo presenta una dualidad, dos
mundos que están en una constante pugna: el bien y el mal, pero con la diferencia
teológica fundamental que radica en creer que este mundo no es regido por Dios,
sino por el Demonio; los cátaros no temían ser quemados, puesto que para ellos este
mundo es el infierno.

Esta época se caracteriza también por la reforma cisterciense, que impondrá una
cultura y una reflexión basada en los escritos bíblicos. El pensamiento
benedictino29, orden a la que pertenece Hildegard, tenía por regla la mesura, la
inteligencia, el orden, el equilibrio y la austeridad, características que la religiosa
cumplirá de manera acabada. La profunda renovación de la observancia de la regla
de San Benito provocó un cambio profundo en la orden que derivó en el desarrollo

29
Parece interesante señalar el significado del nombre Benedictus, porque dará un sello
fundamental a la orden. Según el Diccionario de la Biblia, Benedictus es la “palabra inicial y
nombre del cántico que, lleno del Espíritu Santo, pronunció Zacarías después del nacimiento de
Juan Bautista. Este nombre se divide en dos partes. La primera es una alabanza a Dios que, por la
encarnación, ha empezado a cumplir la salud mesiánica, conforme a sus promesas, en los
descendientes de David; la segunda es de carácter más personal y se dirige al niño recién nacido:
Juan anunciará, como profeta y heraldo del Señor, la salud espiritual que realizará la misericordia de
22

y estabilidad de esta y que finalmente vivirá su momento de mayor esplendor con


Bernardo de Claraval, (1090-1153) quien impulsará los cambios más profundos y
radicales y quien gozará de un poder absoluto en la época. Cabe mencionar, debido
a la importancia de este eclesiástico en la época y de la trascendencia que ha tenido
en la concepción teológica y el orden de la Iglesia católica que a él se atribuye la
creación de las reglas de la orden de los Caballeros Templarios. Además fue uno de
los mayores enemigos y perseguidores descarnados con los que se debieron
enfrentar los llamados herejes, al igual que la teología racionalista, que encuentra
su mayor exponente en aquel siglo en la figura de Pedro Abelardo.
En cuanto a los cistercienses, como decíamos, podemos agregar que desde su
creación esta orden se destacó por el tiempo dedicado al estudio y al trabajo
manual. La plegaria era sucedida por la reflexión, que a su vez era continuada por
el trabajo y así sucesivamente a lo largo del día. Debían labrar la tierra para
alimentarse y autoabastecerse. Recordemos que son ellos quienes logran salvar
invaluables manuscritos del Monasterio de Monte Casino, antes de ser destruido; al
igual que algunas piezas que provenían del arte románico. De igual manera, esta
orden es recordada por la renovación del canto litúrgico, al que el Papa Gregorio
(quien perteneciera a los benedictinos) le da el nombre de “canto gregoriano”.

Es el momento en que se originan cambios y existe un florecimiento en la


actividad mística, religiosa, cultural y literaria. Comienza a resurgir la vida de las
ciudades como espacio de intercambio económico, político y cultural. Los
trovadores recorren los caminos llevando noticias mediante sus canciones.
“Esta nueva vida urbana con todo lo que conlleva, y la seguridad en los caminos,
influyen por una parte, y posibilitan por otra, la ajetreada vida de Hildegard y sus
giras de predicación, como así también la extraordinaria difusión de sus obras en
los principales centros europeos”.30

Dios. El nombre Benedicto. está tejido de ideas y frases del AT y expresa un mesianismo
precristiano de sectores piadosos judíos, fielmente reproducidos por Lucas”.
30
Fraboschi, op. cit., p. 21.
23

En medio de esta ciudad nace una nueva figura, la que el historiador Jacques Le
Goff denomina “el intelectual”31. Este personaje se caracteriza por su preocupación
y pasión por el saber en sí mismo, se dedica a instruir e impartir conocimiento en
las escuelas y muchas veces se traslada de una ciudad a otra, siendo seguido por
sus alumnos. Junto a esta figura encontramos otra cultura más antigua, generada en
el ámbito de la orden Benedictina, se trata de la cultura monástica, del siglo XII.
Para ellos la cultura y el saber giran en torno a un sólo gran libro La Biblia, desde
su concepción de mundo todo cobra sentido si está sujeto a las palabras de la
Sagrada Escritura. La cultura monástica que tiene como máxima el “ora el
labora”, se opondrá a la escolástica en cuanto la primera basa su conocimiento y
enseñanzas en la reflexión y la experiencia personal, esto no impide, muy por el
contrario, que dedicaran largas horas a la lectura, sobre todo, a las de las Escrituras.
San Bernardo, que como hemos señalado, es una figura relevante dentro de esta
cultura, afirma que sus enseñanzas provienen de Dios, y que él solo sirve de
instrumento para dar a conocer los designios divinos. Como veremos más adelante,
Hildegard utilizará este mismo recurso para afirmar su propia obra.

Finalmente, debemos señalar que durante esta época se produce una revitalización
de la fe que se verá reflejada en los escritos y en toda manifestación cultural y
social; los clérigos y las religiosas se sentían conmovidos por las obras de teólogos
y estudiosos de la Biblia. Al mismo tiempo se trata de un período de cambios
frente a la visión de la mujer en la sociedad y al interior de la iglesia, se retoman
ideas antiguas en relación a la visión de la mujer y se le restringe en su rol
participativo. “Por un lado, los hombres de Iglesia condenaron a las mujeres como
inferiores por naturaleza, no aptas para el sacerdocio, incapaces de estudiar en las
universidades y subordinadas por necesidad a la autoridad eclesiástica masculina.
Por otro, revivieron y elevaron a dogma otras tradiciones positivas de la Iglesia
primitiva que conferían poder a las mujeres. Escribieron sobre el poder de
transformación de la castidad y la condición superior de la Virgen”. 32

31
Le Goff, Jacques. Los intelectuales en la Edad Media. Buenos Aires: Ed. Universitaria, 1965, p.
39-47.
32
Anderson y Zinsser, op.cit., p. 219.
24

Los hombres de Iglesia gozan de una jerarquía y de un poder mucho mayor que el
de las mujeres. Como señalan Anderson y Zinsser, el mundo de las grandes
abadesas estaba desapareciendo: habían perdido sus tierras, sus grandes conventos
y monasterios y con ello su independencia. “Las nuevas fundaciones para mujeres
y las viejas instituciones se sometieron a la supervisión directa de eclesiásticos
masculinos. La propiedad, incluso la fundación de un convento de monjas,
implicaba poder temporal, poder demasiado importante para dejarlo al cuidado
único de una mujer. Por último las abadesas y las monjas perdieron sus derechos a
los privilegios y poderes normalmente reservados al clero masculino ordenado”.33
Sin embargo, también sabemos que durante el siglo en que Hildegard desarrolla su
pensamiento y elabora sus escritos las mujeres gozan de cierta igualdad, no vivida
en siglos anteriores: “En dos ocasiones en el curso de la historia europea posterior
al siglo IX, las mujeres volverían a gozar de estas oportunidades. En los siglos XII
y XIII, y de nuevo en los siglos XVI y XVII, las mujeres conocieron es estímulo de
la “igualdad de todos los creyentes”, pudieron olvidar las diferencias de
naturaleza y función y emprendieron acometidos y actividades prohibidas, en
nombre de la revitalizada fe cristiana. Durante el fervor religioso del renacimiento
del siglo XII y la Reforma protestante del XVI, las mujeres volvieron a ser rebeldes
y fanáticas, aprovechando las oportunidades con tanta vehemencia como la que
habían incitado a los creyentes y prosélitos de la Iglesia primitiva. Protestaron,
lucharon y murieron como mártires. Fundaron nuevas órdenes, reformaron las
viejas. Estudiaron, predicaron, hicieron nuevos prosélitos. Algunas sintieron que
Dios les hablaba a través de sus visiones, y les concedía así la autoridad para
criticar y profetizar”.34

33
Anderson y Zinsser, op. cit., p. 216
34
Op. cit., p. 208.
25

Es en este contexto que Hildegard, una de las mujeres más importantes e


influyentes de su época, se enfrenta al mundo clerical. Hacia el final de su vida,
por ejemplo, sabemos de su conflicto con los prelados de Mainz, quienes pretendían
que esta religiosa se doblegara ante su autoridad, por el entierro de un noble en el
cementerio de la abadía, ya las autoridades eclesiales quisieron que ella se
sometiera ante ellos. Sólo por consideración a su reputación no fue condenada
definitivamente. Podemos pensar que si es escuchada por el mundo clerical se
debió a que sus dichos y predicas siempre permanecieron dentro de los límites de lo
que la Iglesia permitía, y jamás puso en riesgo definitivo su monasterio, afirmando
además que sus postulados tenían como asidero la procedencia directa de Dios.
“Dadas las ideas tradicionales de la Iglesia sobre las mujeres, era predecible la
crítica eclesiástica de santa Teresa. Hildegarda de Bingen se enfrentó con la
autoridad episcopal, Mechtilde de Magdeburgo se refugió en el monasterio de
Helfa para escapar de las acusaciones de creencias erróneas. Ellas y las demás
místicas de estos siglos lo superaron, y continuaron ejerciendo su autoridad
porque lo que predicaron y defendieron coincidía con los intereses de los
eclesiásticos coetáneos. Si se les permitió tal libertad, fue porque en última
instancia siempre reconocieron y aceptaron los límites tradicionales. Nunca se
negaron a obedecer a la Iglesia.” 35

35
Anderson y Zinsser, op.cit., p. 237
26

EL PENSAMIENTO Y LA AUTO-REPRESENTACIÓN DE HILDEGARD


EN SU OBRA

Como lo ha planteado Curtius,36 entre otros, se puede discernir en los pensadores


medievales la idea de que Dios ha escrito dos libros: la Biblia, y el Universo o La
Creación37. Todo cristiano debía conocer y descifrar ambos libros. Estos se
complementan entre sí, logrando una armonía perfecta. Los escolásticos planteaban
que el hombre representaba el microcosmos, en tanto que, el macrocosmos estaba
recreado por el Universo, es así que el hombre como creación de Dios al igual que
el Universo es espejo del macrocosmos. Curtius señala que para el hombre
medieval el Universo se presenta como un gran libro que encierra toda la sabiduría
de su creador38. En tanto, la Biblia nos presenta las conductas que debe seguir todo
cristiano y nos educa en las virtudes, es así que todas las creaturas forman parte
del segundo libro. Ética y Naturaleza debían estudiarse en conjunto para encontrar
ejemplos morales y enseñanzas que conduzcan a los seres humanos, en cuanto
creaturas de Dios, a ser mejores y estar más cerca de los mandatos divinos.
En el pensamiento de Hildegard de Bingen, cercano en este punto a otros autores
del siglo XII, existe una clara relación entre el macrocosmos y el microcosmos,
evidente tanto en las obras visionarias (especialmente en el Liber Divinorum
Operum), como en su obra poética, científica y epistolar. En este marco, será pues
el conocimiento que podamos alcanzar sobre el Universo y el Plan Divino el que
nos puede conducir a la Vida Eterna. Para ella todo tiene un orden y un sentido,
todo está armónicamente organizado y en la medida que accedamos y respetamos
ese “gran orden” podremos llegar a Dios.
En su obra el Universo tiene un orden y una lógica en la cual todo está unido y
tiene una causalidad; alterar ese orden implica alejarse de las enseñanzas y del
camino trazado por Dios. Todo encuentra un sentido y una explicación en la medida
que comprendamos esa organización.

36
Curtius, Ernst Robert, European Literature and the Latin Middle Ages, New Jersey: Princeton
University Press, 1990, p. 449.
37
Arias, Martín y Hadis, Martín. Borges Profesor. Curso de Literatura Inglesa en la Universidad de
Buenos Aires. Buenos Aires: Ed. Emecé, 2001, p. 105.
38
Curtius, op. cit., p. 449.
27

En sus obras, Hildegard afirma reiteradamente que debemos volver a armonizar el


mundo, lo que corresponde a la idea de ‘restauratio’, la restauración de la obra
divina en su armonía primigenia, presente también en otros autores de su siglo.
Podemos pues considerar la obra de Hildegard como la elaboración de una “visio
mystica”39 sobre la creación, la naturaleza y la historia de la salvación. En este
mismo sentido, se puede afirmar que para esta autora, la fuerza necesaria para el
conocimiento de los caminos de Dios y para la acción humana en armonía con la
creación divina la encontraremos en la Sabiduría.
En el Libro de las Obras Divinas Hildegard habla del perfecto equilibrio que
existe entre los distintos elementos de la creación. En estas visiones cósmicas el
hombre es el centro de la creación y el universo se ordena de manera armónica en
torno a una energía común y ordenadora. Comienza esta obra introduciendo una
imagen que será explicativa en cuanto al tratamiento y tenor de la obra:

“La figura habló así: “Yo soy la energía suprema, la energía ígnea.
Yo soy quien ha encendido cada chispa de vida. En mí no hay nada
mortal. Yo decido toda realidad. Mis alas superiores arropan el
círculo terrestre. Yo soy quien ordena el universo en la sabiduría.
Vida ígnea de la esencialidad: puesto que Dios es inteligencia, ¿cómo
podía no obrar? A través del hombre, Él asegura la plenitud de todas
sus obras. Creó al hombre, en efecto a su imagen y semejanza. En él
puso, con firmeza y mesura, la totalidad de las criaturas. Desde toda
la eternidad, la creación de esta obra estaba prevista en su parecer.
Una vez que esta obra fue completada, puso en manos del hombre la
totalidad de la creación, para que el hombre pudiera obrar con ella
de la misma manera que Dios había hecho su obra, el hombre.” 40

39. Góngora D, María Eugenia. “Escritura e imagen visionaria en el Liber Divinorum Operum de
Hildegard de Bingen”. Teología y vida, 2005, Vol. 46, Nº 3, pp. 374-388, (p. 377).
“Hildegard se refiere a menudo en su obra a lo que ella denomina una visio mystica, hay que
entender esta expresión como una “visión espiritual” en el sentido agustiniano, en la que se revelan
los misterios, los sentidos secretos de las obras de Dios a través de las imágenes visionarias”.
40
En: Pernoud, op.cit., p.75.
28

En el pensamiento de Hildegard la misión del hombre en la creación es


fundamental, puesto que es quien dirige la obra divina, es una especie de pequeño
dios en la tierra, que debe seguir el ejemplo de su creador. En este mismo sentido
la figura de Sabiduría es descrita como inmanente a Dios, es la que permite ordenar
y armonizar el Universo.

Como ya hemos señalado, su visión de la naturaleza consiste en mantener unido y


en armonía al cosmos. Aquella armonía desapareció con el pecado original, es
decir, con la desobediencia, pues si bien el hombre era lo más importante de la
Creación debía permanecer bajos los mandatos divinos. Así leemos en el LDO:

“Pero luego Dios dijo esto: Adán ¿dónde estás?, por esto señaló de
antemano que se recordase que lo había hecho a imagen y semejanza
suya y quería que él volviese a su lado. También cubrió se desnudez
de su oficio servil, y lo envió al exilio, de manera que recibiese una
piel de oveja en vez de otra vestidura luminosa, del mismo modo que
cambió el paraíso por el exilio... A causa de esto cualquiera que
hubiese destruido esta fe y de este modo hubiese perdurado
impenitente sin corrección, será arrojado a la tierra de Babilonia, es
decir, a la tierra de la confusión y de la aridez...”.41

Sin embargo, podemos volver a recuperar la armonía y acceder al plan original de


Dios, puesto que para alcanzar la Salvación debemos comenzar por practicar y
conocer las virtudes.

“Yo, alma de hombre fiel, he seguido por el camino de la verdad al


Hijo de Dios, que redimió al hombre mediante su humanidad; él, que
es el rector de todas las cosas, me introdujo a la plenitud de los

41
Hildegard de Bingen. Liber Divinorum Operum. I,2,XVIII. Trad. Flisfisch, María Isabel et al,
Madrid, Herder, en prensa, (s.p.).
29

dones, donde encuentro toda la abundancia de las virtudes y donde


asciendo confiadamente desde la virtud hacia la virtud”. 42

En este sentido Hildegard utilizará más de una vez la figura del jardinero que debe
cuidar sus plantas: así lo hace en varias de sus cartas enviadas a clérigos a modo de
ejemplo de cómo deben conducirse y cómo deben eliminar o alejar a aquellos que
entorpecen o dificultan su labor. Así en la carta 84 enviada a un Prior de la orden
Cisterciense lo exhorta a expulsar de la iglesia a todos aquellos que la dañan, pues
Dios necesita de su ayuda para desterrar a aquellos elementos que mancillan a la
iglesia.
De igual manera y en forma mucho más clara, en la carta 214 enviada al abad
Ludwig, compara a su destinatario con el granjero que debe cuidar su campo. Con
sus palabras lo incita a limpiar, a no descuidar a la iglesia y a las personas que
pertenecen a ella y a seguir el ejemplo de los santos.

“En una visión real, vi y escuché estas cosas: Un cierto hombre


cuidadosamente atendía su jardín, pero una nube pasó y lo hizo
marchitar. Por lo tanto, el hombre dejó al jardín tal y como estaba.
Después, el hombre cavó la tierra y plantó rosas y lirios y otras
plantas de dulce aroma. Pero, de nuevo, un fuerte viento apareció
sobre esas plantas y las desgarró. Entonces el hombre se dijo:
“Convertiré este jardín en un campo y plantaré trigo y cebada en
él”. Ahora tú, quien llevas el nombre de “Padre”, escucha. Ese
jardín fue tu comienzo, el cual, al principio fue cubierto por
inestabilidad, pero atendiendo la admonición del Espíritu Santo, lo
convertiste en la mejor parte. (Lc 10,42). Entonces tu, iluminado en
el Espíritu Santo como en las plantas saludables. Aún, de tanto en
tanto llegas a estar cansado, cuando el viento estropea las flores.

42
Liber Divinorum Operum. I,2,XVIII. Trad. Flisfisch, María Isabel et al,op.cit., en prensa (s.p.).
30

Ahora, Dios ha decidido convertirte en granjero, para que puedas


mirar todo con justa preocupación y así arar apropiadamente por lo
que no serás perezoso pese a tu cansancio. Te convertirás en un
buen granjero siguiendo el ejemplo de los santos, y observando su
carácter aprenderás la naturaleza del Padre Recto”. 43

Es importante en este punto hacer un paréntesis en el tema y señalar, en relación a


las cartas, que estas implicaban un compromiso personal y social, en toda la
correspondencia que sostuvo Hildegard se desarrolla una problemática ya sea
política, espiritual, social o ética preocupante en aquella época. Las cartas
reemplazan el diálogo, son ellas capaces de establecer un nexo y permitir la
comunicación entre personas que se encuentran distantes en cualquier sentido. Es
este vínculo y esta relación dialógica la que busca intensificar la religiosa, creando,
de tal forma un puente con su destinatario que logra salvar las distancias,
instalándose de tal manera como un instrumento más para lograr su objetivo y
difundir el mensaje divino. Las cartas que escribió y le fueron escritas a
Hildegard se convirtieron en testimonio de su hacer, de su reflexión y su
pensamiento.

En relación a la carta antes mencionada, podemos indicar que Hildegard siente un


apego especial hacia la naturaleza y las plantas; tal vez, debido a su condición de
“yerbatera”, utiliza metafóricamente la imagen del jardinero o el granjero, aquel
hombre que debe cuidar sus plantas; ella hace alusión a este oficio para referirse al
cuidado de los hombres.
Como ya hemos mencionado, Hildegard se presenta y muestra a sí misma como una
maestra; ella tiene en sus manos una importante misión, educar a las personas para
que puedan alcanzar la redención:

43
Carta 214 de Hildegard al Abad Ludwig, 1168-1169. En: The Letters of Hildegard of Bingen, op.
cit., 1994, p. 194. (Nuestra traducción)
31

“Transcurrieron muchos años en los que Hildegard perseveró en el


santo propósito de complacer a Dios, y llegó el tiempo en que su vida y
sabiduría habrían de manifestarse para la salvación de muchos.” 44

Esa es la tarea que se ha impuesto a pesar de los dolores y de las enfermedades


que la aquejan:

“Entonces en aquella visión fui obligada por grandes dolores a


manifestar claramente lo que viera y oyera...”45

Ella debe obedecer la orden divina; Hildegard es un instrumento mediante el cual


se cumple el deseo de Dios y así lo expresa en esta visión:

“Mientras tanto me fue mostrado en verdadera visión que debía ir a


visitar algunas comunidades monásticas de hombres y mujeres, y
manifestarles abiertamente las palabras que Dios me había mostrado.
Como intentara hacerlo y no tuve fuerzas corporales, mi enfermedad
se alivió algo. Siguiendo la orden de Dios, calmé las disensiones que
existían entre ellos. Y es que, siempre que descuidaba los caminos que
Dios me ordenaba por temor del pueblo, me crecían los dolores del
cuerpo, y no cesaban hasta que obedecía. Así le ocurrió a Jonás que
mucho se afligió hasta que se dispuso a obedecer.” 46

De igual manera podemos indicar que, Hildegard insiste en su misión y en este


don con que ha sido investida: revelar la importancia de mantener la armonía del
universo; y al mismo tiempo los misterios secretos de las escrituras; de proclamar el
camino a la Salvación, de advertir a los sacerdotes y de instruir a los que piden su
consejo. Todo esto es encomendado por Dios a una “frágil mujer”, para que por
medio de su voz sean dichas las palabras divinas; de tal manera, Hildegard

44
En: Cirlot, I, 3, op. cit., p. 42.
45
Ibídem.
46
En: Cirlot, III, op.cit., p. 23.
32

encontrará un fuerte recurso para otorgar poder a sus palabras en el afirmar que no
es ella quien habla, sino es Dios quien habla a través de ella:

“Y he aquí que, a los cuarenta y tres años de mi vida en esta tierra,


mientras contemplaba, al alma trémula y de temor embargada, una
visión celestial, vi un gran esplendor del que surgió una voz venida
del cielo diciéndome: Oh frágil ser humano, ceniza y podredumbre de
podredumbre: habla y escribe lo que ves y escuchas. Pero al ser
tímida para hablar, ingenua para exponer e ignorante para escribir,
anuncia y escribe estas visiones, no según las palabras de los
hombres, ni según el entendimiento de su fantasía, ni según sus
formas de composición, sino tal como las ves y oyes en las alturas
celestiales y en las maravillas del Señor; proclámalas como el
discípulo que, habiendo escuchado las palabras del maestro, las
comunica con expresión fiel, acorde quiso, enseñó y prescribió. Así
dirás también tú, oh hombre, lo que ves y escuchas; y escríbelo, no a
tu gusto o al de algún otro ser humano, sino según la voluntad de
Aquel que todo lo sabe, todo lo ve y todo lo dispone en los secretos de
Sus misterios.” 47

Hildegard se empeñará en plantear y clarificar que sus visiones no se producían en


un estado especial psicológico, oculto o espiritual, sino que eran vividas en ella en
un estado de normalidad; de allí su afán de auto-representase con los ojos abiertos
y de describir sus experiencias visionarias en un estado de atención y de clara
escucha. Así lo declara en variadas ocasiones:

“Pero no veo con los ojos exteriores, ni oigo con los oídos exteriores,
ni percibo con los pensamientos de mi corazón, ni a través de ninguno
de los cinco sentidos, sino en mi alma, mientras están abiertos mis

47
Hildegard de Bingen. Scivias, Madrid, Trotta, 1999, p. 15.
33

ojos exteriores, de tal modo que nunca he sufrido éxtasis y pérdida de


los sentidos, sino que veo todo esto despierta tanto de día como de
noche.” 48

Luego utilizará la figura de Sabiduría para referirse a esta orden que le es impuesta
y a este don que le es otorgado:

“La Sabiduría también me enseñó en la luz del amor y me dijo de qué


modo fui dispuesta en esta visión. Y no soy yo quien dijo estas
palabras de mí, sino Sabiduría las dijo de mí y me habló así: “Oye
estas palabras y nos las digas como si fueran tuyas, sino mías, y así
instruida por mí habla de ti de este modo:
“En mi primera formación, cuando Dios me infundió en el útero de
mi madre el aliento de la vida, imprimió esta visión en mi alma.”49

Hildegard nos dice que siempre tuvo conciencia de esta misión; afirma que desde
su concepción es elegida, y que servirá de mensajera, para dar a conocer el plan y el
orden creado por Dios.

En otro de los textos relacionados con su vida, Hildegard es presentada ante


nosotros como una valiente guerrera, (esta expresión es utilizada por su biógrafo,
Theoderich, para referirse a ella) aunque no de manera explícita, pues debemos
recordar que vive en un mundo organizado y dirigido por hombres:

“Y durante aquellos días yo vi en verdadera visión un gran ejército de


ángeles, innumerables para el humano intelecto, que pertenecían al
ejército de Miguel y luchaban contra el dragón. Ellos mantenían lo

48
En: Cirlot, op. cit, p. 48.
49
En: Cirlot, op. cit., p.55.
34

que Dios me había ordenado hacer. Uno fuerte de entre ellos me


llamó y me dijo: “Eh, eh, águila ¿por qué te duermes en tu
conocimiento? ¡Levántate de las dudas! Oh resplandeciente gema,
todas las águilas te verán, pero el mundo está de luto, aunque la vida
eterna se regocijará! Por ello, oh aurora levántate al sol. ¡Levántate,
levántate y bebe! Todo el ejército clamó con voz sonora: ¡Voz de
gozo! Los nuncios están callados, todavía no ha llegado el tiempo de
traspasar. ¡Levántate, virgen!”.
Al instante regresaron mi cuerpo y mis sentidos a la vida presente.
Mis hijas, que antes habían estado llorando, vieron todo esto y me
levantaron del suelo para colocarme sobre el lecho, y yo recuperé las
anteriores fuerzas.”50

En la biografía que Theodorich hace de la abadesa habla de esta valiente guerrera


dispuesta a defender las reglas cristianas y las leyes de Dios: “Por otro lado, al ser
provocada por el arte de los demonios, la ilustre guerrera se armó con la defensa
de la doctrina apostólica. ¿Hasta qué punto? “Tomad también, el yelmo de la
salvación y la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios” Ef 6,17. Y, de
nuevo: “Revestíos de las armas de Dios para poder resistir las acechanzas del
Diablo.” 51
La mejor arma de Hildegard es saberse instrumento de Dios y, por lo tanto,
portadora de la verdad.

Uno de los libros más influyentes en la imaginería religiosa medieval fue, aparte
por cierto de la Biblia, el Bestiario52 en sus distintas versiones53 . Hildegard posee

50
Cirlot, op.cit., p. 65.
51
Cirlot, op. cit., p. 67-68.
52
Bestiario Medieval. Introducción, traducción y notas: Ignacio Malaxecheverría. Siruela, Madrid,
2002.
53
El bestiario o Physiologus era un género que tuvo gran popularidad durante la Edad Media. Estaba
compuesto por unas 48 secciones, cada una de las cuales describía características o costumbres de
seres más o menos reales o fabulosos y de animales, que eran utilizados para adoctrinar sobre los
valores y virtudes cristianas, hacer alegorías bíblicas o llamar la atención frente a ciertas costumbres
que estuvieran alejadas de las enseñanzas de las Escrituras.
35

conocimiento de este tipo de textos, y ello queda patente en sus visiones (como la
antes citada) y en su epistolario. Si revisamos este libro y lo relacionamos con las
palabras de la religiosa veremos la imagen que posee de sí misma y que entrega a
quienes la rodean.

En esta visión es interpelada por un grupo de ángeles, quienes se refieren a ella


como “águila”. Según el Bestiario Medieval el águila torna su vuelo más pesado y
su vista se vuelve turbia cuando envejece. Entonces busca su manantial de agua
viva y vuela hacia el sol para renovar sus plumas, quitar la venda que cubría sus
ojos y volver a ser joven. “El águila representa al Hijo de la Virgen María, que es
el rey de todo el mundo sin duda alguna, que vive en las alturas y ve muy lejos, y
sabe lo que quiere hacer... Que el águila tome sus polluelos y los lleve a lo alto,
hacia el sol, cuando éste calienta, nos da a entender que los ángeles, del mismo
modo deben llevar las almas ante Dios y presentárselas; recibirá a las que sean
dignas, y rechazará a las indignas”. 54
El águila es capaz de mirar directamente al sol, es decir, Hildegard es capaz de
mirar directamente a la luz, al conocimiento. No puede ocultar ni ocultarse al
entendimiento y a la sabiduría que emana de Dios. Peter Dronke señala al respecto:
“Al mismo tiempo oye cómo un ángel bueno, de las legiones de San Miguel, la
invita a morir y acceder así al cielo, en un tono parecido al de las invitaciones del
Cantar de los Cantares; sin embargo, mientras que en Cantar a la esposa se le
llama paloma, Hildegarda se llama –o se considera- a sí misma águila: “¡Eh, eh,
águila mía!¿Por qué duermes en tu sabiduría? Álzate por encima de tus
cavilaciones. ¡Te conocemos! ¡Oh, gema en tu esplendor! Todas las águilas
mirarán hacia ti. Aunque el mundo se lamente, pese a todo, la vida eterna se
alegrará. Por eso, en la aurora alza el vuelo hacia el Sol. ¡Alza el vuelo, alza el
vuelo, come y bebe!””.55 Hildegard no tiene reparo en señalar su sabiduría, en
afirmar que las personas lamentarán su muerte, pero este dolor se mitiga frente a la

54
Bestiario Medieval, op. cit., p.133.
55
Dronke, op. cit., p. 222.
36

seguridad de su trascendencia. Se denomina gema y es águila que debe alzar el


vuelo por sobre las otras águilas, es decir, entre aquellos que poseen el
conocimiento ella se eleva con un saber mucho mayor, que es el que le ha conferido
Dios. Es difícil luego de estas palabras volver a su conocida fórmula: “yo,
pobrecita forma”.

En su Physica, por su parte, Hildegard se refiere a la imagen del águila de la


siguiente manera:

“El águila es muy cálida, como ígnea, y sus ojos son más ígneos que
acuosos, y por ello entonces mira al sol valientemente. Y ya que es
completamente ígnea, puede soportar el calor y el frío, y vuela por lo
alto, pues resiste bien el calor”56.

De igual forma el dragón, contra quienes luchan los ángeles, es definido como un
demonio que sale de su guarida para lanzarse al espacio, lugar en el que se
convierte en un ángel de luz y logra engañar a los necios con falsas esperanzas de
gloria y goce terrenal. Es concebido como el rey de la Soberbia.57

Sin duda, esta visión es una de las más esclarecedoras a la hora de comprender el
pensamiento de Hildegard. Es ella quien debe conducir a las personas ante Dios
y luchar para que los hombres no se dejen engañar y seducir por el mal. Se opondrá
ante la imagen de Soberbia del dragón, la Humildad, con la que se identifica
Hildegard; por eso se define como una frágil mujer, quiere dejar en claro que ella es
insignificante ante el poder y la Sabiduría Divina. Así se resuelve esta aparente
contradicción entre la manera en que los ángeles la interpelan (gema y águila) y la
manera en que ella se auto representa. Pues aquellos calificativos existen para ella
sólo en la medida en que se reviste de la palabra de Dios y puede ser su mensajera.

56
De Bingen, Hildegard. Physica., Vermont: Healing Arts Press, 1998, p. 182. (Nuestra traducción)
57
Bestiario Medieval. Madrid: Siruela, 2002, p. 223.
37

Hildegard se identifica y define a sí misma, por otra parte, como una ‘pobre
forma femenina’: “Yo, pobrecita forma”58, pero la verdad es que al mismo tiempo
ella actúa activamente como profeta y visionaria; Dios le habla directamente y le
revela misterios hasta ahora indescifrables, le confía fórmulas para comprender el
sentido de la vida. Le concede a ella, una “mujer indocta”, - y no a un hombre –
este don y este privilegio. Vemos aquí, por lo tanto, una aparente contradicción,
pero ella acepta y justifica esta paradoja y no reclama de la iglesia los mismos
derechos que tienen los hombres, por el contrario, se sirve de su condición
femenina para demostrar el poder de sus palabras y la inspiración divina que actúa
en ella. Es el verdadero contraste con sus pares lo que hace que su privilegio sea tan
asombroso. Insiste, por ende, en que Dios la eligió por ser una pequeña y frágil
mujer y a ella le confía los misterios divinos, porque aquellos en los que confió
primero – los sabios, los eruditos, los clérigos- flaquearon en la obediencia y en la
conducción de los fieles hacia la Salvación. Así podemos comprender el relato de
Hildegard en una de sus cartas:

“Oye ahora: un rey estaba sentado en su trono y erigió ante él altas y


bellas columnas muy ornamentadas. Los ornamentos eran de marfil y las
columnas llevaban con gran honor todos los trajes del rey y allí los
mostraban. Entonces al rey le plugo levantar del suelo una pequeña
pluma y le ordenó que volara como ella quisiera. Pero la pluma no vuela
por si misma, sino que el aire la lleva. Así, yo no estoy impregnada por
el conocimiento humano ni por potentes fuerzas, ni tampoco reboso de
salud corporal, sino que sólo consisto en la ayuda de Dios.”59

La pluma es una de las figuras más importantes con la que se identifica y describe
Hildegard. La pluma cobra el sentido de liviandad y gracias a esta cualidad puede
trasladarse con facilidad de un lugar a otro y así ella, en su misión de portadora del
mensaje divino logra llevarlo desde Dios a los hombres: “Pero tiendo mis manos a

58
Cirlot, op.cit., p.73.
59
Carta 40r, de Hildegard a Odo de Soissons, 1148-1149. En: The Letters of Hildegard of Bingen,
op. cit., p.111. (Nuestra traducción)
38

Dios, y Él me sostiene como una pluma que carece de toda gravedad de fuerzas y
deja llevarse por el viento”.60 Esta ligereza la separa del peso de vivir aferrada a la
tierra y le otorga el poder desplazarse gracilmente pues Dios la transporta, es Él
quien confiere peso y sentido a las palabras que emanan de su boca. Ella se
convierte en el vehículo y puente entre las dos ciudades del hombre medieval.
Hildegard, viaja constantemente desde lo terrenal a lo celestial, porque debe
transmitir la obra salvífica a los hombres. Ella se identifica con la pluma, porque
conciente de su pequeñez advierte que no es la autora de los mensajes sino la
portadora, es decir, la pluma o la vasija que lo porta y transporta. No es importante
con qué se escribe, sino lo que se escribe; así como no es importante en qué se
guarda, sino lo que se guarda. Hildegard es sólo un instrumento, lo importante,
señala la religiosa, es el mensaje de Dios.

En este mismo sentido podemos comprender las palabras del Liber Divinorum
Operum:

“Pues el Hijo de Dios caminaba sobre las plumas de los vientos,


puesto que los profetas fueron las plumas de las palabras del Espíritu
Santo; porque, así como el Espíritu Santo los había inspirado, así
profetizaban esas mismas al hablar.”61

El viento representa a Dios y la pluma es la fragilidad de Hildegard, movida según


los deseos de Dios. El Espíritu simbolizado por el viento está muy presente en la
teología de Hildegard. El macrocosmos –el universo, que está movido por el
Espíritu de Dios, al igual que el microcosmos -el hombre-, centro del universo
creado.

60
Cirlot, op.cit., p. 48.
61
Liber Divinorum Operum, I, 2. Trad. Flisfisch, María Isabel et al, op.cit., en prensa (s.p.)
39

“Pues los vientos colaterales son las plumas de los vientos


principales y frecuentemente, aunque dulcemente, no cesan de
soplar con el aire, para la venganza para el fin del mundo.”

Mas adelante en la misma visión agrega:

“Y así como los vientos sostienen el círculo de la tierra con sus


fuerzas, así también en sus funciones hacen que el hombre sepa y
comprenda qué habrá de hacer.”62

Gracias al Espíritu hay una armonía entre el universo y el hombre. Un sentido muy
semejante es el de vasija, otra imagen recurrentemente utilizada por la religiosa
para autodefinirse. La imagen de vasija como instrumento en las manos de Dios
para ser moldeado a su gusto nos es presentada en la Biblia de la siguiente
manera:
“Palabra que fue dirigida a Jeremías de parte de Yahveh: Levántate y baja a la
alfarería, que allí mismo te haré oír mis palabras. Bajé a la alfarería, y he aquí que
el alfarero estaba haciendo un trabajo al torno. El cacharro que estaba haciendo
se estropeó como barro en manos del alfarero, y éste volvió a empezar
transformándolo en otro cacharro diferente, como mejor le pareció al alfarero.
Entonces me fue dirigida la palabra de Yahveh en estos términos: ¿No puedo hacer
yo con vosotros, casa de Israel, lo mismo que este alfarero? – oráculo de Yahveh-
Mirad que como el barro en la mano del alfarero, así sois vosotros en mi mano,
casa de Israel”. (Jer 18, 1-7) Este pasaje de la Biblia es sin duda conocido para
Hildegard, quien se reconoce moldeada por Dios, ella no pretende sino servir a su
creador, ser transformada y moldeada a su antojo. Con la imagen de la vasija en las
visiones de Hildegard nuevamente nos encontramos con la idea, de instrumento
de Dios para realizar su plan. Hildegard es el recipiente en que Dios vuelca su
palabra, puesto que el hombre está hecho, según su pensamiento, por Dios y para
Dios:

62
Liber D ivinorum Operum, I, 2, 24. Trad. Flisfisch, María Isabel et al, op.cit., en prensa (s.p.)
40

“Yo, pobrecita forma y recipiente de barro, digo esto, no de mí, sino


desde la serena luz: el hombre es un recipiente que Dios hizo para sí y lo
imbuyó de su espíritu, para perfeccionar en él su obra, pues Dios no
obra como el hombre, sino que todo se hizo a su mandato.” 63

Hildegard se define en variadas ocasiones a partir de esta imagen de mujer indocta


como recurso para reforzar la idea de ser portadora del mensaje de Dios:

“Oh tú, que mísero polvo de la tierra eres, sin labranza de maestros
carnales porque mujer naciste, indocta, pues, para leer las escrituras
con la ciencia de los filósofos, pero viña que sólo Yo he cultivado: en ti
siembro Mi luz, que tu corazón enciende como ardiente sol, ¡anuncia,
grita y escribe los misterios Míos que ves y oyes en estas místicas
visiones! Mira: clama a plena voz y sin temor lo que en espíritu
entiendas, tal como hablo de tu boca,...”64

Podemos concluir que desde su condición de profeta Hildegard habla la palabra de


Dios. A los profetas les incumbe decir si la acción emprendida por los hombres es
la que quiere Dios,65 si es adecuada a su plan de salvación. “Es que la palabra
revelada no se reduce a vocablos; es vida, va acompañada de una participación
simbólica (no mágica) en el gesto de Yahveh que realiza lo que dice.”66

Ella desea instruir a quienes la rodean y entregar mediante sus visiones y profecías
el camino a la salvación, sus visiones tienen un fin didáctico y doctrinal, sin
embargo, el conocimiento espiritual debía proceder de una ‘Sabiduría’ superior al
esfuerzo y al conocimiento de origen humano. Por eso se empeña en afirmar que no
son suyas las palabras, sino de Dios; cuando entrega el mensaje que le ha sido

63
Cirlot, op. cit., p. 144.
64
Scivias, op.cit., p. 102.
65
León Dufour, Xavier: Vocabulario de Teología Bíblica. Barcelona: Herder, 1981, p. 765.
66
Diccionario de la Biblia. Edición castellana preparada por el R.P Serafín de Ausejo, O.F.M.
Capellán y Profesor de Sagradas Escrituras. Barcelona: Herder, 1981, p.1571.
41

encomendado es Dios quien utiliza su voz y su cuerpo para hablar a los hombres.
“En aquellos antiguos textos el conocimiento espiritual no constituía un bien
adquirido culturalmente, sino que procedía de una conversión hacia el interior, de
modo que la “comprensión alegórica de la escritura no derivaba de la tradición
escolar teológica, sino que era una gracia de Dios...” 67
Su conocimiento no tiene mérito sino en tanto es el conocimiento que emana de
Dios y sus palabras no tienen sentido sino se autentifican, como ya hemos
señalado, por ser el mensaje de Dios.
Hildegard insiste que sus palabras provienen de Dios, por eso no permitirá que se
pongan en duda, incluso se atreve a maldecir a aquel que altere su mensaje; como
señala Dronke, ella está conciente de su labor de profetisa, es esta la que la
confirma como mensajera de Dios, sus palabras son inviolables porque en todo lo
que ha escrito o dicho ella ha sido simplemente un instrumento del proyecto divino
y se describe de la siguiente manera:

“Vive y no vive, siente y no siente las cosas que son ceniza, y proclama
los milagros de Dios no por sí misma, sino tocada por éstos, igual que
la cuerda, al tocarla al citarista, no produce sonido por sí sola, sino
que es el toque de éste quien lo hace... Por eso, si alguien le añade algo
de cosecha propia y con ánimo de perverso a la intención manifiesta de
estos textos, merece sufrir los castigos aquí descritos; o si alguien, de
modo perverso, les quitase algo, merece que lo borren de los gozos que
aquí se muestran.”68

Hildegard produce el sonido y reproduce las palabras que Dios desea salgan de su
boca. Nadie puede alterarlas porque alteraría el deseo y la palabra de Dios y por eso
merecería perder su alma, es decir, no alcanzar la redención.

67
En: Cirlot, op. cit., p. 305.
68
Dronke, op. cit., p. 223.
42

LA IMAGEN DE SALVACIÓN EN EL PENSAMIENTO DE HILDEGARD

Como ya hemos planteado, toda la obra y pensamiento de Hildegard de Bingen


encuentran fundamento en una imagen trascendental para el hombre medieval: La
Salvación. Su espiritualidad se caracterizaba por una intensa búsqueda de la
experiencia directa con Dios, ya sea a través de la iluminación mística o de la
interpretación y relación personal de la palabra de Dios expresada en la Biblia, todo
se ordenaba en torno al mismo objetivo. Hildegard compartió y vivió ambas
tendencias.
Para el hombre medieval su vida es un transito, cree que está dividido entre dos
ciudades: la de abajo y la de arriba. La ciudad de arriba es de los santos, mientras
que en la de abajo se encuentran los hombres que aspiran llegar al reino de Dios. 69
Hildegard se refiere a esta escisión de la siguiente manera:

"¡Ah, miserable de mí! Pues por Adán heredé también yo su


mortífero veneno: cuando quebrantó el precepto divino y se hizo
peregrino en la tierra, se unió al tabernáculo de la carne". Porque
con el sabor de la manzana que probó en desobediencia, penetró en
su carne y en su sangre una perniciosa dulzura y así surgió la
ponzoña de los vicios. Por eso, ahora, también yo siento en mí el
pecado de la carne y olvido al Señor, que es todo pureza: la culpa
me embriaga. Pero no debe seducirme este sabor que mi
tabernáculo lleva consigo. Y pues Adán era puro y sencillo cuando,
al principio, el Señor lo creó, temo a Dios, porque sé que también a
mí me ha hecho pura y sencilla".70

69
León Dufour, Xavier, op, cit., p. 683.
70
Scivias, I, 4,5, op.cit., p. 68.
43

Para alcanzar la salvación, la religiosa afirma que debemos conocer el plan que
Dios ha trazado para nosotros. Su inspiración nos enseña el verdadero camino de
salvación, basado, según sus creencias, en el amor a Dios, los hombres, la
naturaleza, la sabiduría y la compasión. La misión de la religiosa es mostrar a los
hombres cuales son los caminos que debe recorrer para alcanzar el conocimiento
necesario para acceder a la redención.
Es importante señalar que el pensamiento y los escritos de Hildegard presentan no
sólo una visión de la armonía del universo sino también una visión apocalíptica;
ella plantea que existe una lucha entre el bien y el mal; entre la salvación y la
condena; entre Dios y el Diablo. Podemos decir que ella se alza como guardiana del
plan divino y en su misión como profeta se le ha encomendado guiar a los hombres
y conducirlos por la senda del bien. Interpela en muchas ocasiones a sus lectores en
el sentido de alejarse del mal y las iniquidades de la tierra, porque estas nos alejan
de la salvación. La batalla contra Lucifer se sostiene en la tierra, el mal será una
amenaza constante para el hombre y por eso debe luchar acercándose a las
enseñanzas divinas y a quienes obedecen sin dudar. En una de sus visiones señala:

"Así miraré a Dios que me ha dado la vida, y correré hacia la


Virgen bienaventurada, que holló la soberbia de la antigua
caverna: en firme piedra de la casa del Señor me convertiré, y el
codicioso lobo, estrangulado por el arpón de la divinidad, ya
nunca prevalecerá sobre mí."71

Hildegard advierte a los hombres de los tiempos que le esperan, de los engaños y
tentaciones, entonces deberán ser fuertes para no sucumbir. Deberán huir de la
soberbia, porque “es odiosa al Señor y a los hombres.” (Ecl 10, 7). De igual
manera no es comprensible la soberbia en el hombre, “que es polvo y ceniza” (Ecl
10, 9).

71
Scivias, I,4.7, op.cit., p. 70
44

Lucifer intentará seducir a la humanidad con incansables tentaciones, pero


finalmente será derrotado y aquellos que lo hayan seguido serán condenados:

"Este será el tiempo de la rapiña: los hombres voraces


arrebatarán para sí el poder y la riqueza; los veréis irrumpir en los
saqueos bajo la piel grisácea, ni negra ni blanca, de sus astucias, y,
desmembrando las cabezas de estos reinos, las derrocarán".72

En esta tarea que se le ha encomendado ella se compara habitualmente con


hombres de la Biblia, que tuvieran también la misión de conducir a la humanidad.
Así escribe en uno de los pasajes autobiográficos insertos en la Vita:

“Entonces vi en una verdadera visión que me sucederían


tribulaciones como a Moisés, porque cuando condujo a los hijos de
Israel de Egipto al desierto por el mar Rojo, murmuraron contra
Dios y desalentaron a Moisés, a pesar de que Dios les hubiera
iluminado con maravillosos signos.”73

Ser salvado implica que existe un estado de perdición, o al menos, de desamparo.


Situación en la que se encuentra el hombre después de la expulsión del Paraíso y
que es descrita por la religiosa de la siguiente manera:

“Entonces, el Demonio arrojó fuera de aquella región a la blanca


nube y a la forma humana: pues este antiguo seductor desterró con
su engaño a Adán y Eva de la morada de la dicha y en las tinieblas
de la muerte los precipitó.” 74

72
Scivias, III. 11.6, op.cit., p. 459.
73
En: Cirlot, op. cit., p. 61.
74
Scivias, I.2.10, op.cit., p.30
45

Hildegard sostiene que la salvación comienza cuando el hombre admite que es


pecador y que sólo la confianza en Dios lo puede salvar de la muerte eterna. El
pecado se manifiesta como una desobediencia, el hombre ha decidido oponerse de
manera consciente a Dios y enfrentarse con Él. Sin embargo, en el plan de Dios
está contemplada la salvación mediante la fe, pero aquellos que son falsos lo
perderán todo:

“A quienes siguen a Dios con fiel devoción y arden en Su llama con


dulce amor, ningún arrebato de injusticia podrá alejarlos,
empavorecidos, de la gloria de la dicha suprema. Pero los que oyen a
Dios con fingimiento no sólo no alcanzarán cosas superiores, sino
que, por justo juicio, serán despojados de lo que falsamente creen
poseer.” 75

Para Hildegard la fe es la fuente de vida y salvación, el hombre fiel es aquel que


sabe respetar el pacto realizado con Dios, en esto radica el verdadero conocimiento,
puesto que a pesar de la capacidad de razón que posee el hombre hay cosas que
están fuera de su entendimiento y sus limites sólo encuentran fin en la fe en Dios,
puesto que según el pensamiento de Hildegard hay cosas que solamente mediante la
revelación divina podrán ser develadas a los hombres y con ello alcanzar la
verdadera comunión. Así lo señala por ejemplo, en uno de los pasajes del LDO:

“... puesto que la generosidad de la caridad tiene tan grande


excelencia y resplandor de sus dones, que trasciende todo el intelecto
de la ciencia humana, por la que puede inteligir las diversas cosas en
el alma, de tal modo que de ninguna manera es capaz de concebirla
en su sensibilidad. Pero aquí en el significado se muestra que por ella
Él, que no es visto visiblemente por los ojos que ven, es conocido en la
fe.”76

75
Scivias, I, 2, 1, op.cit., p. 25.
76
Liber Divinorum Operum, I, 1,3. Trad. Flisfisch, María Isabel et al,, op.cit., en prensa (s.p.).
46

La concepción teológica cristiana nos presenta a un Dios omnipresente y


omnipotente, nada se oculta a su visión y nada se puede interponer a su sabiduría.
Su condición de infinito, que es inmanente a su estado, se opone a la del ser
humano, que sólo sabe de estados y procesos finitos y por eso cree que puede
ocultar ciertas conductas o cubrirlas con el engaño. El hombre, a diferencia de Dios,
sólo está posibilitado a percibir un tiempo y un espacio, su obra es limitada al igual
que sus conductas, deseos y pensamientos. Todo lo que produce está en el orden de
la caducidad. Dios, en cambio todo lo sabe y todo lo conoce, transciende el tiempo
y el espacio, sus actos y juicios son eternos e inequívocos; por eso es necesario,
afirma la religiosa, que la fe sea cierta y que nuestros corazones estén libres de
pecado. Así también señala:

“Y ascendían, a guisa de testarudo, hasta la gran roca sobre la que


estaba el Ser Luminoso sentado en el trono: todo acto que cumplan
los fieles en la fe y en las obras está unido, mediante el poder de la
divina providencia, en armoniosa trabazón, al amor de Dios, sobre el
que preside con eterna omnipotencia Aquel que todo lo rige.” 77

Como indicáramos anteriormente, para Hildegard, quien confirma y adhiere al


pensamiento católico, el primer paso es reconocerse pecador, que ese pecado nos
separa de Dios y que sólo a través de Él podemos alcanzar la vida eterna. Así
leemos en Romanos 6, 23 que el pecado sólo reditúa la muerte y a la salvación, en
cambio, se llega a través de Dios: “Pues el salario del pecado es la muerte; pero
el don gratuito de Dios, la vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro”. Hildegard,
quien ha leído muy bien la Sagrada Escritura, sostiene que la fe debe concretarse
en obras; para ella, el hecho de tener fe hace que el hombre pueda gozar de
antemano de la luz de Dios. Gran parte de su pensamiento se basa en la misión y
entrega de los profetas, así como en las enseñanzas de los libros de los Proverbios,
del Eclesiástico y de los Salmos. Sus postulados en torno a la salvación hablan de
un hombre que debe seguir las enseñanzas de Cristo, respetar las leyes de Dios, con

77
Scivias, op.cit., III, 10,16, p. 446.
47

una conducta que se base en la fe y en las buenas obras y en el respeto por la


naturaleza, la tierra y el hombre. “El que ofrece sacrificios de acción de gracias me
da gloria, al hombre recto le mostraré la salvación de Dios” ( Salmos 50,23).

Cristo volverá justos a aquellos que han tenido fe y han confiado en su palabra,
devolviéndolos de tal suerte al camino del bien:

“Pero que holla con sus pies a un cierto monstruo de forma horrible
y de color venenoso y negro y a una cierta serpiente, esto es que la
verdadera caridad pisotea por las huellas del Hijo de Dios la injuria
de la discordia, atormenta por los mayores vicios y horrible por las
muchas perversidades y venenosa en el engaño y negra en la
perdición, y a la serpiente antigua que asecha a cada uno de los
fieles; porque el mismo Hijo de Dios en la cruz la redujo a la
nada”.78

La fe es el comienzo de la Vida Eterna. Por el contrario, sin la fe y la participación


de Dios en la vida del hombre, su separación es eterna: “Y del mismo modo que
está establecido que los hombres mueran una sola vez, y luego el juicio, así
también Cristo, después de haberse ofrecido una sola vez para quitar los pecados
de la multitud, se aparecerá por segunda vez sin relación ya con el pecado a los
que le esperan para su salvación.” (Hebreos 9, 27).
La salvación viene sólo de Dios, sin embargo, el hombre educa su fe a través de la
Iglesia; ella nos debe preparar para la vida eterna, y en ese sentido, ella es la
madre del nuevo nacimiento del hombre; por eso Hildegard advierte en relación a la
Iglesia:

78
Liber Divinorum Operum, I,1,12. Trad. Flisfisch, María Isabel et al, op.cit., en prensa (s.p.).
48

“Luego oí una voz que decía desde el Cielo: “He aquí la lozanía de
la celeste Sión, madre y flor de las rosas y lirio de los valles. Oh
lozanía, te desposarás con el Hijo del rey más poderoso y alumbrarás
para él una estirpe esplendorosa cuando llegue el tiempo en que seas
confortada.” 79

La Iglesia tiene el rol de esposa de Cristo y madre de los hombres, ella deberá
albergar a este hombre que ha vuelto a nacer. A ella se le ha confiado el cuidado de
las almas, ella es la ciudad que resguarda de todo mal. Puesto que Dios le ha
encomendado al hombre, ella deberá acompañarlo, educarlo y confortarlo. Debe ser
la ciudad en que los hombres puedan cobijarse y regocijarse. En uno de los poemas
de Sinfonía la describe como majestuosa y todopoderosa en la tierra. La
luminosidad con que es embestida es propia de las creencias de Hildegard en
relación con el conocimiento que esta otorga. Así leemos en una de sus
composiciones:

¡IGLESIA INCONMENSURABLE!
Igualmente dedicada a la Iglesia
¡Iglesia inconmensurable!
ceñida con las armas divinas
y adornada con jacinto,
tú eres el perfume de las heridas de los pueblos
y la ciudad del conocimiento.
Tú, tú has sido también ungida
en noble sonido
y eres fulgurante gema.80

La fe es necesaria para la salvación, indica la doctrina católica, y encuentra


innumerables testimonios o señales de este postulado en el Nuevo Testamento,
como por ejemplo, en los evangelistas; Marcos, por ejemplo, indica que Jesús una

79
Scivias, op.cit., II, 5, p.147.
80
Hildegard de Bingen. Sinfonía de la Armonía de las Revelaciones Celestiales, Traducción e
Introducción Flisfisch, María Isabel, et al. Madrid: Trotta, 2003, p. 256.
49

vez resucitado afirma: “El que crea y sea beatificado, se salvará, el que no crea, se
condenará” (Mc 16,16). Conocedora de este pensamiento, Hildegard advierte a los
hombres sobre el peligro y las consecuencias de las malas obras y de la falta de fe,
quien se aleje de las enseñanzas y no confié en las palabras de Dios, se condenará.
En LDO señala que la fe es la que nos ilumina para alcanzar la verdadera vida:

“Entre éstos así brillan en la perfección de la verdadera fe, de la


misma manera que las iluminarias, que iluminan al mundo en su
oficio, como dispuso el creador de todas las cosas; cuando ellos
mismos convierten a los más a Dios por su doctrina, la que
corresponde a la vida, como también brillaba el Hijo de Dios para
todos sin pecado en el mundo”.81

La creencia humana en Dios según sus enseñanzas es la respuesta a la obra


salvífica de Dios, y aquel que no cree se auto excluye de la vida eterna. El
evangelista, San Juan, por su parte señala que la condena implica una mayor
vinculación al amor a las tinieblas que a la luz. De la misma manera Hildegard
sostiene que el hombre es libre de elegir entre el bien y el mal y que cada cual
recibirá de acuerdo a su propia elección, por lo tanto, aquel que se aleje de la luz de
Dios y se incline por el mal y la oscuridad estará irremisiblemente ligado al diablo,
así lo manifiesta en el LDO:

“... el hombre está como en una encrucijada, de manera que, si


buscase en la luz la salvación a causa de Dios, la recibiría, empero
si eligiese lo malo, seguiría al diablo hacia el castigo; y por ello que
el hombre lleve la naturaleza humana sin murmuraciones, esto es,
sin las jorobas de los pecadores y sin vacilaciones, es decir,
teniendo fe completa; de manera que no dude, cuando ama lo bueno

81
Liber Divinorum Operum. I, 2, XIII. Trad. Flisfisch, María Isabel et al, op.cit., en prensa (s.p.).
50

y odia lo malo, liberarse del juicio futuro y separarse de los


perdidos, los que abrazando el mal se apartan del bien”.82

En el pensamiento de Hildegard, esta es la misma Luz que en reiteradas ocasiones


se dirige a ella y la interpela:

“Sucedió que, en el año 1141 de la Encarnación de Jesucristo Hijo de


Dios, cuando cumplía yo cuarenta yo cuarenta y dos años y siete
meses de edad, del cielo abierto vino a mí una luz de fuego
deslumbrante; inundó mi cerebro todo...” 83

Al mismo tiempo, ella utilizará la imagen de la luz o el sol para exhortar en


sus cartas o sermones a sus interlocutores, como esta en que se dirige a un abad en
respuesta a las dificultades que lo aquejan, frente a lo que decide recurrir para
relatarle su situación , como tantos de época, a la religiosa:

“Sé como el sol en tu enseñanza, como la luna en la adaptación a tus


oyentes, como el viento en la firmeza de tu magisterio, como una brisa
gentil en tu mansedumbre, y como el fuego fulgurante e inspirada
exposición de la doctrina. Todo debería comenzar con el primer
resplandor de la temprana aurora y finalizar en la luz brillante,
abrasadora.”84

Otro ejemplo lo encontramos en la carta dirigida al monje Guibert y a los monjes


de Villers, a quienes interpela y les desea, dejando entrever un sesgo de orgullo
en sus palabras, que puedan alcanzar la claridad para que ella ilumine sus actos y
sus palabras y que de igual manera se hagan acreedores del entendimiento y la
santidad:

82
Ibídem
83
Scivias. op. cit., p.15.
84
En:Schipperges, Heinrich. The World of Hildegard of Bingen. Her life, Times and Visions. Transl.
by John Cumming. Collegeville, Minnesota: The Liturgical Press, 1998, p. 160. (Nuestra traducción)
51

“Que ahora la purísima luz del verdadero sol ilumine y enseñe para
que perseveréis en la santa conversión hasta el fin feliz y viváis en la
verdadera beatitud hasta la eternidad.”85

Hildegard contrapone la luz a la oscuridad, es ella quien otorga el conocimiento y


nos enseña el camino a las obras que nos conducen a Dios; por el contrario, las
tinieblas permiten ocultar las malas obras e impiden ver con claridad. La acción de
la luz es reveladora y por ende, salvífica. Quien vea y actúe con claridad se hace
partícipe de la sabiduría divina. Para el hombre medieval la luz nos acerca a la
belleza, a la armonía de cada parte consigo mismo y a la perfección, es por esto
que Dios es señalado como la fuente máxima de luz. El hombre medieval vive en
un mundo poblado de significados, cada cosa habla, cada gesto comunica; la
naturaleza les remite a otros estados y otras realidades, todo lo que les rodea tiene
un significado y un sentido digno de ser descifrado. En este punto queremos
recoger algunas palabras de Huizinga al respecto y que nos habla de este mundo y
este hombre medieval: “ No había ninguna gran verdad de que el espíritu medieval
estuviese más cierto que de la encerrada en aquellas palabras a los corintios:
Videmus nunc per speculum in aenigmate, tunc autem facie ad faciem (Ahora
miramos por medio de un espejo en una palabra oscura, pero entonces estaremos
cara a cara). Nunca se ha olvidado que sería absurda cualquier cosa, si su
significación se agotase en su función inmediata y en su forma de manifestarse;
nunca se ha olvidado que todas las cosas penetran un buen pedazo en el mundo
del más allá. Este saber nos es familiar, como sentimiento no formulado que
tenemos en todo momento; así, por ejemplo, cuando el rumor de la lluvia sobre las
hojas de los árboles, o el resplandor de la lámpara sobre la mesa, en una hora de
paz, se alarga a la percepción más profunda que la percepción habitual, que sirve
al pensamiento práctico y a la acción. Esta percepción puede aparecer a veces en
la forma de una obsesión morbosa, a la que las cosas le parecen preñadas de una

85
Cirlot. op. cit., p.180.
52

amenazadora intención personal o de un enigma que sería indispensable conocer,


y sin embargo, resulta imposible descifrar. Pero más frecuentemente nos lleva a la
certeza serena y confortante de que también nuestra propia vida está entretejida de
ese sentido misterioso del mundo”.86

Hildegard sostiene que alcanzar la salvación implica encontrar el camino y los


medios por los cuales Dios, Padre y Espíritu Santo se revela al hombre, se
reconcilia y se une con él, venciendo al pecado que mantuvo apartado al hombre de
la ley de Dios:

“La caída de Adán selló los Cielos por Mi ira: cuando el hombre me
despreció al escuchar a la astuta serpiente; así que se cerró para él toda
la gloria del Paraíso.”87

La palabra de Dios será para la religiosa, fuente de salvación, aquel que la


practique y se fíe de ella será salvado. Estas palabras las encontramos en la Sagrada
Escritura y se despliegan de manera privilegiada en el Nuevo Testamento, teniendo
a Cristo como eje modelador de conductas de vida. Estos escritos, asegura
Hildegard, ofrecen al hombre la verdad definitiva de la Revelación Divina. En el
centro se encuentra Jesús, quien encarnará el plan de Dios:

“Este sello se mantuvo hasta la venida de Mi noble Hijo que, por


voluntad Mía, entró en las fluyentes aguas del Jordán, donde resonó
dulcemente Mi voz cuando dije que Aquel era Mi Hijo amado, en
Quien Yo bien Me complacía; porque quise que el hombre fuera
redimido, en el ocaso de los tiempos, por Mi Hijo, unido a Mí en el
luminoso fuego como el panal a la miel. Le envié, entonces, al
manantial que Me designa, pues manantial de aguas vivas soy, para
Él, fuente de salvación, resucitará de la muerte eterna las almas de

86
Huizinga, J. (1930), El otoño de la Edad Media. En: Revista de Occidente. II, Madrid, pp. 86-87.
87
Scivias, op.cit., II, 3,26, p. 129.
53

cuantos recibieron, por don del Espíritu Santo en el agua, la


resurrección de las culpas”.88

Para Hildegard, Cristo es quien nos ilumina con la palabra del Padre, toda la
verdad se encuentra para ella en el Nuevo Testamento y por eso señala:

“Me desnudo del Antiguo Testamento y me revisto del noble Hijo de


Dios con Su Justicia en la santidad y en la verdad. Pues en el bien me
he renovado y de los vicios me despojo. Así que Tú, mi Señor, de los
pecados de mi juventud no te acuerdes, no me condenes por mis
pecados”.89

Hildegard toma estas palabras de los Salmos para invitar al hombre a desprenderse
de sus pecados, para olvidar su pasado y poner atención en las palabras de Cristo,
que son las verdaderas portadoras del camino a la redención. Las palabras del Hijo
de Dios deben difundirse y convertirse en fruto en el alma de los hombres. Para la
religiosa toda la sabiduría del mensaje de Dios se encuentra en el Nuevo
Testamento y así lo manifiesta en variadas ocasiones, siendo una de las más
emblemáticas la descrita en la Visión Sexta de la Tercera parte de Scivias:

“... del Nuevo Testamento, enfrentado al Demonio, dimanan las


palabras de Mi Hijo, que salen de Mí y vuelven a Mí; porque cuando
prorrumpe en la carne el Sol resplandeciente que es Mi Hijo, brilla la
luz del santo Evangelio en Su predicación; luz que se difunde, en
fruto de bendición, desde Él y Sus discípulos, y refluye a la fuente de
salvación, alcanzando así a los maestros, los penetrantes intérpretes
de las palabras del Antiguo y Nuevo Testamento, los cuales revelan
que la sabiduría amanece en este Sol que ilustra el mundo y arde
intensamente en su cenit, como el Mediodía en Sus elegidos”. 90

88
Scivias, op.cit., II, ,3,26, p. 129.
89
Scivias, op.cit., III,6,8, p. 351.
90
Scivias, op.cit., III, 4, 10, p. 350.
54

Otro ejemplo de la identidad salvadora con que es revestido Cristo y que se


encargará de limpiar el pecado cometido por Adán lo encontramos en la misma
Tercera Parte de Scivias, pero en esta ocasión en la Segunda Visión cuando habla
de la Revelación de las obras rectas, entonces señala:

“El Padre Supremo ordenó en Su misterio el designio de justicia que


debía restaurar la caída del primer hombre en la salvación de las
almas por el regreso a Dios. ¿Cómo? Por cuanto el hombre había
sucumbido, Yo me alcé con misericordia y envié a Mi Hijo para
restablecer la salvación de las almas, como señala Mi siervo el
salmista David, al decir: “En la Ley del Señor está su voluntad, en su
Ley meditará día y noche”. Así, en verdad: la voluntad de salvación
del Padre estaba en la Ley de la justicia que el Unigénito de Dios –
que, nacido de una Virgen, es, con el Padre y el Espíritu Santo, un
solo Dios que gobierna todo el orbe- demostró al mundo cuando se
encarnó, siendo hombre visible y Dios visible, excelso en la carne por
encima de toda otra criatura. ¿Cómo? Cuando el Hijo de Dios,
engendrado por el Padre antes del mundo y después nacido de Mujer
en el mundo hacia el ocaso de los tiempos, aún no se había
encarnado, permanecía invisible en el Padre, como invisible es la
voluntad en el hombre hasta que se manifiesta en el obrar, y luego se
mostró visible en la carne por la salud de los hombres”.91

Esta visión resume varias de las ideas planteadas. Se nos presenta a Dios como una
entidad Suprema que tiene un plan para la humanidad desde antes de su creación,
por lo tanto, todo lo ha contemplado y nada escapa a su orden. Para esto no duda en
sufrir como los hombres siendo uno de ellos; Dios se hace carne para venir a la
tierra, vivir y sentir dolor como los hombres y por los hombres. Lo que nos lleva a
remitirnos a la imagen de Trinidad presente en Dios. La Trinidad en la concepción
católica, representa tres aspectos de Dios; este dogma cristiano nos indica que

91
Scivias, op.cit. III,2,16, p. 292.
55

Dios existe de manera simultánea como Uno y Trino, es decir, como tres personas
al mismo tiempo: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Leemos en el LDO:

“... por ello Dios redimió al hijo del hombre en la humanidad de su


Hijo y lo confirmó por infusión del Espíritu Santo; de manera que un
solo Dios se reconoce en la Trinidad, el que fue Dios en la divinidad
sin momento de inicio antes de los tiempos.”92

La Tercera parte de Scivias se dedica de lleno al tema de la Salvación; de hecho la


Segunda Visión se titula “El Edificio de la Salvación”, es decir, nos señala qué y
cómo debemos construir o edificar el gran edificio de nuestras vidas para alcanzar
la Salvación:

“Los muros frontal y posterior también tenían el mismo largo: en la obra


de Dios, la sabiduría y el discernimiento son como dos muros: la
sabiduría en la parte superior, y el discernimiento, en la inferior; y
ambos son un don equitativo y justo que Dios insufla en el amplio ámbito
de las mentes humanas para que puedan conocerle”.93

Recordemos en este punto que el término “salvación” implica ser rescatado y


llevado a un estado de bien superior y eterno. En el cristianismo el bautismo es el
primer sacramento para formar parte de la iglesia y que busca por medio del agua
rescatar a los hombres. La inmersión de los cuerpos, característica de los ritos
primitivos, era practicada para purificar las almas y dejar sumergidos los pecados,
esta práctica es rescatada por el cristianismo llegando a constituirse en
elemento de identificación de todo católico. Hildegard en el LDO se refiere a este
acto de la siguiente manera:

92
Liber Divinorum Operum, I, 1, 4, op. cit., en prensa (s.p.).
93
Scivias, op.cit., III, 2,24, p. 297.
56

“Sin embargo éste, resucitado de la muerte y manifestándose a los


discípulos en muchos indicios, preparó a través de estos el regreso de los
mencionados cautivos. Y cuando ordenó que estos mismos discípulos
fueran al orbe entero, hasta que bautizaran a los creyentes, y después de
su ascensión las afianzó con la infusión del Espíritu Santo...”.94

El agua se relaciona con la vida, la pureza, la renovación, la limpieza; por eso


Hildegard habla de esta resurrección gracias al agua. Jesús es el gran salvador de la
humanidad, y vemos que una de las imágenes o “figuras” de Cristo que entrega el
Antiguo Testamento es la de un guerrero: “Se puso la justicia como coraza y el
casco de la salvación en su cabeza. Se puso como túnica vestidos de venganza y se
vistió el celo como un manto”. (Isaías 59, 17) El comentario de la Biblia de
Jerusalén interpreta estas palabras como el anuncio profético de la venida del Dios,
quien será juez y redentor. Se señala que este pasaje se relaciona con el Apocalipsis
de Isaías 24-27. En la concepción cristiana Yahvé utiliza como mediador entre Él y
los hombres al Mesías; este acontecimiento será definitivo y pondrá fin al curso de
la historia, para así comenzar una nueva era.95

A esta salvación, provocada por este acontecimiento mesiánico, accederán sobre


todo los pobres y humildes, que tienen puesta toda su fe en Dios y mediante el cual
descubrirán el verdadero conocimiento. Conocer la verdad implica conocer y
confiar en Jesús y en su misión redentora, afirma Hildegard:

“Los que aspiren al cielo deben creer fielmente, pero que no escruten,
con pertinacia, cómo fue enviado el Hijo de Dios por el Padre y nació
de una Virgen; mira que a la mente humana abruma su frágil carne
mortal, y la carga del pecado la atenaza: no puede discernir el
secreto del Señor más allá de cuanto el Espíritu Santo revele a quien
quiera”.96

94
Liber Divinorum Operum, III,2,24. Trad. Flisfisch, María Isabel et al, op.cit., en prensa (s.p.).
95
Biblia de Jerusalén, Desclée de Brouwer, Bilbao, 1977, p. 1122.
96
Scivias, op.cit., III, 8,8, p. 393.
57

No todos los hombres podrán comprender el sentido del plan de Dios, entonces,
sólo deberán confiar en el mensaje entregado por Él a través del Espíritu Santo a los
iluminados. Hildegard afirma que los libros sagrados enseñan al hombre la verdad
y quien dude no entrará al reino de Dios. A través de las palabras inspiradas es que
habla el Espíritu Santo para consignar y señalar la verdad sobre la salvación, por
eso se dirige al elegido y le transmite directamente el mensaje divino. Esta
presencia y habilidad de las tres formas de la deidad cristiana se considera una
Teofanía97, en la que Dios, Hijo y Espíritu Santo, son uno y trino; en que cada cual
tiene una responsabilidad diferente a la del otro y una identidad, si así podemos
llamarlo, o más bien una persona diferente.

El pecado de desobediencia cometido por Adán y Eva fue castigado con la


expulsión del Jardín del Edén, es decir, ya no podrían gozar de la vida eterna y de la
comunicación con Dios, sin embargo, desde un principio estuvo contemplada la
salvación en el plan divino.

“Por eso albergaba Yo el secreto designio de enviar a Mi Hijo para


redimir a los hombres y que pudieran regresar a la Jerusalén Celestial.
Ninguna iniquidad pudo oponerse a este designio Mío...” 98

Podemos interpretar, por lo tanto, en la nueva revelación, la creación maternal y


material del universo, así como, la salvación por parte del amor divino y de la
misericordia. Para la salvación de los espíritus se ha creado el universo. Hildegard
establece en toda su obra una estrecha relación entre el Creador y Su Creación y
luego ese Creador establecerá la salvación de su Creación, es decir, vendrá un
período de Recreación. Todo lo que compete a la historia de la salvación es parte
de una obra divina, que fue concebida desde su origen ideando a Dios como
hombre. Góngora señala al respecto: “Así se puede plantear que la idea de

97
La expresión “Teofanía” Según el Diccionario de la Biblia se entiende como la aparición de
Dios, pero se usa para indicar una manifestación perceptible de Dios, por los sentidos; ya sea en
figura humana o en grandiosos y terribles fenómenos de la naturaleza.
98
Scivias, I,2,15, op.cit., p. 34.
58

“predestinación divina” estuvo presente en el pensamiento de Hildegard y que el


mundo fue hecho para que Dios se hiciera hombre en María. En su concepción, el
pecado y su redención por Cristo no habrían sido la “razón” de la encarnación
divina; esta última habría estado prevista desde antes de la creación y se debería
exclusivamente al amor de Dios por los hombres, amor que lo habría llevado a
querer hacerse uno de ellos y a desear su propia encarnación”.99 A esto podemos
aplicarle el sentido de la apocatástasis, es decir, que todas las cosas vuelven a su
punto de origen; el hombre, el universo, la materia y el espíritu volverán a ser lo
que eran en su origen, de tal manera que se logre el equilibrio primario.
Hildegard al respecto señala:

“Escuché una voz que me dijo: Cantos de alabanzas merece el


creador sublime, con voz incansable del corazón y de la lengua, ya
que con su gracia no solamente lleva a su trono en el cielo a los
firmes erguidos, sino también a los caídos y doblegados”. 100

Hildegard sostiene que la salvación será para todos. Dios quiere que todos los
hombres finalmente sean recuperados y conducidos a la verdad.
Su pensamiento la lleva a afirmar que la salvación sólo puede venir de un ser puro,
sin pecados; por eso Dios quiere establecer un pacto con los hombres y envía a
Jesús a la tierra, este nos dará su mensaje y se situará entre Dios y los hombres:
“Porque hay un solo Dios, y también un solo mediador entre Dios y los hombres,
Cristo Jesús, hombre también, que se entregó a sí mismo como rescate por todos”.
(1 Tm 2, 5-6).

Al respecto Hildegard señala:

“Sólo Aquel que vino sin pecado, en un cuerpo puro y libre de culpa
rescató al hombre son Su Pasión. Por eso, he aquí que reúno a los

99
Góngora, María Eugenia: “La obra lírica de Hildegard de Bingen (1098-1179)”. En: Revista
Chilena de Literatura, Nº 54, pp. 5-20, (p.12).
100
Scivias, op.cit., III, 13,10, p.502.
59

hombres, aunque nacen en el pecado, para llevarlos al Reino Eterno


cuando fielmente lo buscan”.101

Si la redención siempre estuvo presente en el plan de Dios, tal vez nos podríamos
cuestionar cuál fue realmente el pecado de Eva, puesto que finalmente no es sino
un instrumento para lograr el plan de salvación que existió desde el origen de la
vida, según la doctrina católica y los postulados de Hildegard. Si concebimos a Eva
como la primera artífice del plan e iniciadora de este proyecto divino, sería la
primera salvadora y la gran constructora de la historia de la redención, si bien
luego falló al caer en la tentación de la serpiente, según el relato del Génesis.
Hildegard insiste en proclamar, sin embargo, que el gran momento de la historia de
la salvación se sitúa en la instante en que se produce la muerte de Cristo, y que con
su sangre se limpiaron los pecados de todos los humanos; aquellos presentes, los
muertos y los por venir a la tierra.

“Al instante de brotar la sangre del costado herido de Mi Hijo, empezó


la salvación de las almas: cuando Mi Unigénito, al sufrir la muerte
temporal en la cruz, despojó al Hades y llevó las almas fieles a los
Cielos...” 102

Para Hildegard el cuerpo tiene la capacidad de ser signo y al mismo tiempo es


instrumento de vocación ética y en el caso de Cristo, salvadora. En la historia de la
salvación, descrita por el catolicismo y específicamente por Hildegard, el cuerpo es
el camino concreto a través del cual el hombre alcanza la salvación, su presencia
nos permite trabajar la templanza, la castidad, la entrega y la devoción. Cristo
toma cuerpo de hombre y sufre el dolor en la carne, el cuerpo se transforma así en
instrumento de expiación. Hildegard en el Libro de las Obras Divinas describe esta
transformación de la siguiente manera:

101
Scivias, I,2,14, op. cit., p. 33.
102
Scivias, II, 6, 1, op.cit., p. 191
60

“He aquí lo que te muestra el rostro que contemplas: la magnífica


figura que contemplas al Mediodía de los espacios aéreos y en el
secreto de Dios, con apariencia humana, simboliza, en efecto, el amor
del Padre de los cielos. La figura es el amor. En el seno de la energía
de la divinidad perenne, en el misterio de sus dones, es una maravilla
de inmensa belleza. Si tiene apariencia humana es porque el Hijo de
Dios se revistió de carne para arrancar al hombre de la perdición en
el servicio del amor”.103

El cuerpo, que nos permite identificarnos con Dios104 y nos diferencia del resto de
su creación, nos da la posibilidad de redimirnos a través del sacrificio y el dolor.

En uno de sus estudios, Caroline Walker Bynun señala que la devoción de las
mujeres medievales por el cuerpo y la sangre de Cristo era el fundamento y la
confirmación del significado religioso de su emocionalidad. Así lo expresa también
Hildegard en uno de sus poemas:

¡SANGRE DERRAMADA!
¡Sangre derramada,
que en lo alto resonaste,
cuando todos los elementos
se confundieron
con un temblor
en una voz de lamento,
porque la sangre de su Creador los tocó!
Úngenos (con ella)
(apartándonos) de nuestras debilidades.105

103
Pernoud, Régine, op cit., p. 76.
104
Está escrito en la Biblia: “Y dijo Dios: “Hagamos al ser humano a nuestra imagen, como
semejanza nuestra”. (Gen, 1,26). Al hablar de ser humano se refiere a la humanidad. El hombre es
hecho a semejanza de Dios, con esto queda excluida la posibilidad de igualdad; al mismo tiempo
que establece una comparación establece una distinción entre hombre y Dios.
105
Sinfonía de la Armonía de las Revelaciones Celestiales. Trad. Flisfisch, María Isabel et al,
op.cit., p. 61.
61

La sangre es el testimonio del sufrimiento y del dolor de Cristo. Por medio de ella
los pecados de la humanidad son expiados. San Pedro habla a los cristianos
exhortándolos a que no tengan miedo por ser perseguidos y les recuerda que Cristo
los apartó de sus pecados y por medio de su sangre los devolvió al justo camino:
"Sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual
recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino
con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin
contaminación" (1 Pedro 1:18-19).
La sangre de Cristo es además una prueba de su humanidad, lo que lo une al
hombre y lo convierte en su igual, siendo divinidad. “En esta antífona votiva
se hace presente por primera vez en estos poemas el tema de la muerte de Cristo
expresada por la imagen de la sangre derramada.” 106

La eucaristía era el momento en que la mujer medieval se unía con Cristo.107


Respecto de la eucaristía leemos en el LDO:

“Pero el Hijo de Dios a través de las semillas de sus palabras reveló a


los creyentes que los henchidos de su carne y de su sangre que tienen
vida, y esto mismo, oculto en el secretos divinos, lo manifestó a través de
sí mismo”. 108

En el pensamiento hildegardiano el milagro fundamental en que se basa la fe


y el cristianismo es la venida de Jesús a la tierra, en este contexto la eucaristía
representa la perpetuación del sacrificio de Cristo. San Juan habla del amor de Dios
al mundo, que es tan grande, que lo lleva a dar a su propio hijo para salvar al
hombre.

Los otros milagros en la historia de la salvación, serán simples referencias o


señales para la humanidad. En Góngora podemos leer la siguiente afirmación en

106
Ibídem.
107
Walker Bynum, Caroline. Fragmentation and Redemption. New York: Zone Books, 1992, p.
134-135.
108
Liber Divinorum Operum, III, 2,9. Trad. Flisfisch, María Isabel et al, op.cit., en prensa. (s.p.)
62

relación con esto: “El acontecimiento fundamental de esta historia es la


encarnación de Cristo, y a esta encarnación están de alguna manera supeditados
todos los demás momentos del relato bíblico (desde el Génesis al Apocalipsis), por
importantes que ellos sean”. 109 San Juan dice: “Y la palabra se hizo carne, y puso
su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del
Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad”. (Jn 1,14).Con estas palabras
Juan crea una oposición entre cuerpo y alma. La carne que alimenta al cuerpo y que
es además utilizada para realizar sacrificios. Esta misma lectura le podemos otorgar
a Hildegard, pues no es casual que utilice la palabra carne, sino muy por el
contrario, su elección responde al sentido de alimento y sacrificio del cuerpo de
Cristo.
La encarnación de Cristo hace que éste sea al mismo tiempo verdadero Dios y
hombre, puesto que si no fuera verdadero hombre no habría podido acceder a la
muerte y de no ser Dios no habría podido limpiar con su muerte los pecados de la
humanidad. La historia de la salvación, según Hildegard, es la historia de la
encarnación de Dios, todos los demás episodios han servido al hombre para
prepararlo y anunciarle la espera de este momento. Este es el gran pacto que realiza
Dios con los hombres y que se sellará finalmente con la muerte de Jesús. San Juan
se refiere a la encarnación con las siguientes palabras: “Y la Palabra se hizo carne,
y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe
del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad”. (Jn 1, 14). Y en
Corintios leemos: “Pues conocéis la generosidad de nuestro Señor Jesucristo, el
cual, siendo rico, por vosotros se hizo pobre a fin de que os enriquecierais con su
pobreza”. (II Co 8,9)

Encontramos desde el Antiguo Testamento las alianzas que Dios realiza con los
hombres, con el fin de prepararlos para la venida de su Hijo y la redención
definitiva destinada a toda la humanidad. Dios les entrega a los profetas la misión

109
Góngora, María Eugenia “La obra lírica de Hildegard de Bingen (1098-1179)”. En: Revista
Chilena de Literatura, Nº 54, pp. 5-20, (p.12).
63

de educar y conducir a los pueblos hacia la salvación, ellos son los encargados de
mostrar el camino. Un ejemplo de esto es Abraham, a quien Dios elige y le muestra
su ley por medio de Moisés y es preparado para acoger la salvación destinada a
toda la humanidad.
Profeta es aquel que habla por inspiración divina o en nombre de Dios y nos alerta
sobre hechos futuros. Por los profetas Dios mantiene en los pueblos la esperanza de
salvación. Son ellos quienes anuncian una redención radical de las personas, les
hablan y prometen la purificación de sus almas y la limpieza de sus infidelidades.
Según la ideología antigua profeta es quien tiene el don de “predecir”, es decir,
hablar en nombre de otro. Así, en el LDO podemos leer:

“También mi claridad obscureció a los profetas, quienes por la santa


inspiración predijeron las cosas futuras, como fueron sombra en Dios
todas las cosas que quiso hacer antes de que se hiciesen; pero la
racionalidad habla con el sonido, y el sonido es como el pensamiento,
y la palabra como la obra.”110

Hildegard, quien se define como “frágil ser humano”, cuenta con este don de
profeta, y su misión es alertar a los hombres sobre sus conductas. Experimenta su
inspiración como divina y por ella habla la verdadera Voz, ella sólo ha servido
como instrumento, al igual que todos los otros profetas en la historia de la
salvación.

Al dar inicio a sus visiones recalca esta condición de fragilidad, puesto que ella es
un ser humano y, por lo tanto, lejos de la verdadera sabiduría, pues esta sólo la
posee Dios y es de Él de quien proviene. Las palabras emanarán de ella, pero no
será ella, finalmente, quien hablará:

“Oh frágil ser humano, ceniza de cenizas y podredumbre de


podredumbre: habla y escribe lo que ves y escuchas. Pero al ser

110
Liber Divinorum Operum, III,3,2. Trad.Flisfisch, María Isabel et al, op.cit., en prensa (s.p.).
64

tímida para hablar, ingenua para exponer e ignorante para escribir,


anuncia y escribe estas visiones no según las palabras de los
hombres, ni según el entendimiento de su fantasía, ni según sus
formas de composición, sino tal como las ves y oyes en las alturas
celestiales y en las maravillas del Señor...”.111

Con estas palabras aclara que todo cuanto diga y escriba proviene de Dios, por lo
tanto, no pueden dudarse ni objetarse sus enunciados. “A una orden suya se hace
todo lo que desea, y no hay quien pueda estorbar su salvación” (Ecl 39, 18)
Su condición no le ha sido otorgada por los hombres, su gracia viene de un poder
superior. Hildegard recibe una orden, al igual que Moisés, Abraham y los otros
profetas:

“Oh frágil ser humano, que polvo de la tierra eres y ceniza de


cenizas: proclama y habla del principio de la perfecta salvación hasta
que lo aprendan aquellos que, aun conociendo los más profundos
contenidos de las Escrituras, no quieren decirlos ni predicarlos
porque son tibios y tardos en observar la justicia de Dios; revela los
secretos de la mística que ellos, temerosos en un campo escondido y
sin frutos ocultan”.112

Muchos de sus escritos comenzarán con esta fórmula: “frágil ser humano”, como
recurso para enfatizar su condición de mujer, puesto que el débil en lo exterior será
fuerte en su interioridad. Dios la elige, por sus características:

“No es poco consuelo para el sexo femenino el hecho de que las


mujeres puedan recibir la gracias profética, lo que las conduce a no
desesperar por la fragilidad de su sexo, pero deben comprender y

111
Scivias, op.cit., p. 15.
112
Scivias, op.cit.,I,1, p.21.
65

creer que esta gracia es merecida por la pureza del corazón y no por
la diversidad de sexo.”113

La profecía es una orden para quien la recibe y debe cumplirla, un profeta no


puede dudar, como leemos en Hechos de los Apóstoles: “Pues así nos lo ordenó el
Señor: Te he puesto como luz de los gentiles, para que lleves la salvación hasta el
fin de la tierra” ( Hechos de los Apóstoles 13, 47). Hildegard ha recibido la orden
de proclamar la salvación, incluso a aquellos que conocen perfectamente las
Sagradas Escrituras, es decir, los clérigos, pero no las practican ni las enseñan. Con
esto, la religiosa se adelanta a las dudas o críticas del mundo clerical; su mensaje
no puede ser cuestionado puesto que emana de Dios y El la ha investido del Don de
profetizar y adoctrinar a los hombres, incluso a monjes y religiosas. Continúa
diciendo:

“Como fuente de abundancia mana y fluye la sabiduría mística, y que


agite el caudal de tus aguas a quienes te desprecian por el pecado de
Eva”. 114

Hildegard se anticipa a quienes juzguen su condición de mujer, a través de ella


hablará la sabiduría, nada debe a los hombres, su conocimiento no nace de la
instrucción, sino que proviene de un saber superior, su don y gracia no viene de los
hombres, sino de Dios. “Pues la abundancia de sabios es la salvación del mundo.”
(Sabiduría 6, 24)

De igual manera podemos leer en la Biblia cuál es la misión del profeta, ser
comunicador del mensaje de Dios y anuncia que aquellos que duden de este
mensaje serán castigados:

113
Cirlot, op.cit., p.63.
114
Ibídem
66

“Yo les suscitaré, de en medio de sus hermanos, un profeta semejante a ti, pondré
mis palabras en su boca, y él les dirá todo lo que yo le mande. Si alguno no
escucha mis palabras, las que ese profeta pronuncie en mi nombre, yo mismo le
pediré cuentas de ello. Pero si un profeta tiene la presunción de decir en mi
nombre una palabra que yo no he mandado decir, y habla en nombre de otros
dioses, ese profeta morirá. (Deuteronomio 18, 18-20).

El respeto que se le profesa a Hildegard no proviene de su condición de sabia, ni de


mujer, ni de religiosa, sino de profeta, es decir, su valor es concedido desde la
perspectiva de su accionar como mensajera directa de Dios. Ella tiene la misión de
entregar sus palabras a los hombres y resguardar el plan divino; su nombre en
alemán significa “Protección en la batalla”.115

En su poema “Varones Notables”, dedicado a profetas y patriarcas, habla del don


que éstos poseen, son capaces de ver en la oscuridad, de percibir la luz del
entendimiento y la claridad, la que porta el mensaje de Dios, a través de la cual son
capaces de predecir la salvación de los pecadores.

¡VARONES NOTABLES!
De los Profetas y Los Patriarcas

¡Varones notables!,
que penetráis los lugares ocultos,
mirando a través de los ojos del Espíritu
y anunciando, en una luminosa sombra,
la luz aguda y viviente
que germina en el vástago
que floreció solo
por la entrada de la luz que echa raíces.
Vosotros, antiguos santos,
predijiste la salvación
de las almas proscritas, que habían sido sumergidas en la muerte.

115
Como se lo señala en una de sus cartas la religiosa y visionaria Elizabeth de Schönau (1129-
1165). En: Elizabeth of Schönau. The Complete Works. Traducción e Introducción Anne L. Clark.
New York & Mahwah, N.J., Paulist Press 2000, p. 142.
67

Vosotros giraste como ruedas


hablando admirablemente de los secretos de la montaña,
que toca el cielo
y que penetra ungiendo muchas aguas,
cuando incluso entre vosotros
surgió una brillante lámpara,
que precediendo a la montaña
la muestra. 116

Los profetas han sido capaces de descifrar lo secreto, aquello que se oculta a simple
vista al hombre, pero que está presente en lo terrenal y nos acerca a lo divino. Al
hablar de “los secretos de la montaña”, Hildegard encierra en sus palabras el
contenido místico del silencio y del encuentro del hombre consigo y con la
naturaleza, el profeta descifra y da a conocer el mensaje divino para ir al encuentro
de lo trascendente; aquellas cosas que el hombre por falta del verdadero
conocimiento y entendimiento no ha podido develar. En relación a este poema
Flischisch et. al. señalan: “Los patriarcas son los padres por excelencia del pueblo
elegido, no en razón de su paternidad física, sino a causa de las promesas que, por
encima de la raza, alcanzarán finalmente los que imiten su fe.”117

En el poema anterior Hildegard caracteriza a estos hombres como aquellos que


pueden ver más allá de lo evidente, don conferido gracias a poder ver con el
Espíritu y no simplemente con los ojos. En ese sentido es importante recordar que
“Espíritu” significa originalmente “aire en movimiento”, “aliento” o “viento”. El
viento se concibe en las sagradas escrituras y en el pensamiento de Hildegard como
el aliento de Dios, por lo tanto, podemos entender que el Espíritu le infunde al
profeta la capacidad de ver de manera iluminada. El viento es el principio de la
vida, es cede de pensamientos, sentimientos y sensaciones.

116
Sinfonía de la Armonía de las Revelaciones Celestiales. “Cantos a los Santos”. Trad. Flisfisch et
al, op.cit., p. 135-136.
117
Ibídem, p. 136.
68

Hildegard sostiene que Dios es el fin propio de todo ser humano, su vocación es
divina, por lo tanto, no tiene un fin propio. La naturaleza del hombre es finita y
nada finito lo puede saciar. Su pensamiento se basa en que el cristiano se distingue
por la búsqueda de Dios. Esta es la formulación sintética de todo su accionar y
pensar. Esta máxima no nace de una conclusión intelectual en Hildegard, sino de
una vivencia. El conocimiento que tiene de Dios no lo obtiene por el estudio o el
análisis, sino por el trato con Él, por su iluminación. Este don es el que busca
compartir para que todos los hombres conozcan el plan divino y el camino de
salvación.
69

LA FIGURA DE SABIDURÍA EN EL PENSAMIENTO Y LAS OBRAS DE


HILDEGARD

De acuerdo a nuestra lectura, y como ya hemos afirmado, la obra de Hildegard de


Bingen se despliega como una estrategia doctrinal y en ella ocupa un lugar de
privilegio la Sabiduría, esta virtud es la conductora y guía hacia la vida eterna. Al
comenzar su obra fundamental ella habla de esta sabiduría y nos indica que será su
fuente de instrucción y guía; así leemos en uno de los fragmentos autobiográficos
de la Vita:

“En la visión misteriosa y en la luz del amor vi y oí estas palabras


acerca de la sabiduría que nunca pasa: cinco tonos de la justicia
enviados por Dios resuenan para el género humano, en los que
consiste la salvación y redención de los creyentes.” 118

En los textos bíblicos que inspiraron el pensamiento de Hildegard la Sabiduría


existe junto a Dios, por lo tanto, esta será la cuarta gran figura femenina que
conformará su obra. Para la religiosa, y así lo señala en el Scivias, Sabiduría es la
esposa de Dios, está íntimamente unida a El. (Scivias, III, 9, 11). En Proverbios
leemos: “Decidí, pues tomarla por compañera / de mi vida,/ sabiendo que me sería
una consejera/ para el bien/ y un aliento en las preocupaciones y penas.” (Sab. 8,
9). Tanto en el Libro de Sabiduría, como en el Eclesiástico, encuentran fundamento
sus palabras.

Hildegard conocía bien las Sagradas Escrituras y todo su pensamiento y escritura


emanan de ella. Con esto no hace sino asemejarse al pensamiento que impera al
interior del mundo clerical de ese entonces. “En efecto, la cultura monástica –de
inspiración fundamentalmente benedictina -, que ha conocido hasta entonces
momentos de esplendor y otros de estancamiento, cuando no de declinación, brilla
a principios del siglo XII con la reforma cisterciense llevada a cabo por Bernando

118
Cirlot, op. cit., I, 1, p. 54.
70

de Claraval. Es una cultura ciertamente letrada, cuyas manifestaciones todas giran


en torno a un único libro: la Sagrada Escritura, y para un único fin: seguir a
Cristo para la unión con Dios. Con la Biblia se reza, se medita, se contempla, se
trabaja. Todo otro libro (los comentarios de los Padres de la Iglesia), todo otro
conocimiento (las artes liberales) tienen sentido en función del acceso y la mejor
comprensión del libro sagrado. El saber más alto en esta cultura es la teología,
conocimiento iluminado por la fe que versa sobre el objeto más excelso: Dios.”119

El conocimiento de la Escritura Sagrada y, por tanto, de los designios de Dios, son


los que nos llevarán, según Hildegard, a tener una visión más certera del camino
que nos conduce a la Salvación. Debemos actuar y pensar con Sabiduría y a ella
llegaremos a través del conocimiento120 y la práctica de la palabra divina. Así lo
expresa en la carta que envía a los prelados de Mainz:

“Dichoso en verdad el hombre, a quien Dios hizo tabernáculo de su


sabiduría gracias a la sensualidad de sus cinco sentidos. Por el
santo deseo de buenas obras y el hambre de justicia y dulces
virtudes del que no se sacia jamás, el hombre asciende
continuamente de novedad en novedad por la gracia de Dios hasta
el final de su vida, y así llegará a la gloria de la Vida que no
cambia, que no conoce sufrimientos y dura siempre sin final.” 121

La Imagen de Sabiduría será muy importante en el pensamiento y escritura de


Hildegard; es imposible acceder a la Salvación si no obramos sabiamente. En el
Libro de la Sabiduría122(1,4) podemos leer: “En efecto, en alma fraudulenta no

119
Fraboschi, op.cit., p.23.
120
Debemos entender por conocimiento en este sentido, al conocimiento de Dios, es decir, no aquel
saber teórico de su naturaleza y enseñanzas, sino un conocimiento que surge de la práctica, de la
manifestación concreta de Dios. Según la doctrina católica, conocer a Dios significa someterse a Él
y a sus mandamientos.
121
Carta 23 a los prelados de Mainz (1178-1179). En: The Letters of Hildegard of Bingen, op.cit.,
p. 76. (Nuestra traducción)
122
El libro de la sabiduría nos presenta un elogio de la sabiduría. La primera parte recomienda la
búsqueda de ella, puesto que trae ventajas. En la segunda parte se lee como ha influenciado en la
71

entra la Sabiduría, no habita en cuerpo sometido al pecado”. Pero es fundamental


recordar que aquel atributo emana de Dios (Prov: 2,6). Ahora bien, los libros
sapienciales identifican como creadora del mundo a esta Sabiduría divina y ella es,
al mismo tiempo, distinta de Dios. “Toda Sabiduría viene del Señor, y con El está
por siempre” (Ecl 1,1) “Antes de todo estaba creada la Sabiduría123, la
inteligente prudencia desde la eternidad” (Ecl 1,4) Ella existe desde siempre, antes
que toda la creación. “Yahveh me creó, primicia de su camino,/ antes que sus obras
más antiguas./ Desde la eternidad fui fundada,/ desde el principio antes que la
tierra./ Cuando no existían los abismos fui engendrada,/ cuando había fuentes
cargadas de agua./ Antes que los montes fuesen asentados,/ antes que las colinas,
fui engendrada./ No había hecho aún la Tierra ni los campos,/ ni el polvo
primordial del orbe./ Cuando asentó los cielos, allí estaba yo,/ cuando trazó un
círculo en la faz del abismo,/ cuando arriba condensó las nubes,/ cuando afianzó
las fuentes del abismo,/ cuando al ,ardió su precepto / -y las aguas no rebasarán su
orilla-/ cuando asentó los cimientos de la tierra,/ yo estaba allí, como arquitecto, /
y era yo todos los días su delicia,/ jugando en su presencia en todo tiempo, /
jugando en el orbe de su tierra; / y mis delicias están con los hijos de los
hombres”. (Prov 8,22-31) La figura de Sabiduría se define y es presentada aquí
como constructora y compañera de Dios en la Creación.
En el capítulo 7 de ese libro puede entenderse a la Sabiduría como compañera,
amante, esposa. “Dile a la sabiduría: “Tú eres mi hermana”, / llama pariente a la
inteligencia”. (Prov 7:4). No es difícil otorgarle ese sentido puesto que en el
Cantar de los Cantares también nos encontramos con que este es el término y se
utiliza justamente para hablar de la mujer amada: “Me robaste el corazón, /
hermana mía, novia, / me robaste el corazón / con una mirada tuya, con una vuelta

vida de Salomón (padre de la sabiduría en la tradición judía). En la tercera parte se le alaba como
guía de los hombres, especialmente de aquellos que son salvados.
123
“Los libros sapienciales presentan frecuentemente a la sabiduría divina como creadora del
mundo y educadora de los hombres en Israel. En Job 28,12-27 y Bar 3,9- 4,4 la s. es, evidentemente,
un atributo divino por el que Yahvéh crea y dirige el mundo y que el hombre no posee ni puede
adquirir por sus propias fuerzas, ni siquiera Israel, a quien Yahvéh dio en su ley la s., la posee en
propiedad y fue castigado por haber abandonado la ley, que es fuente de s.” (Diccionario de la
Biblia, p. 1745)
72

de tu collar. ¡Qué hermosos tus amores, / hermana mía, novia!/ ¡Qué sabrosos tus
amores! ¡Más que el vino!/ ¡Y la fragancia de tus perfumes!” (Cant 4:9-10).
La Sabiduría es para Hildegard uno de los dones más preciados, esta figura es la
que justifica sus visiones y su relación directa con Dios. Hildegard durante toda su
vida procurará la búsqueda y el cultivo de este don, por esto la reitera en variadas
ocasiones como iluminadora y fuente de conocimiento. Sabiduría la utilizará como
instrumento y hablará a través de ella:

“La Sabiduría también me enseñó en la luz del amor y me dijo de qué


modo fui dispuesta en esta visión. Y no soy yo quien digo estas palabras
de mí sino Sabiduría las dijo de mí....”124

Buscó la sabiduría en medio de la naturaleza, en la música, en la palabra, en la


Sagrada Escritura, es por eso que no debe asombrarnos que dedicara su vida a
predicar contra los Cátaros, así como, no debe llamar nuestra atención la manera en
que se dirige al clero. Hildegard es una mujer sabia en un siglo que busca la
sabiduría.
Su hagiógrafo, Theoderich von Echternach, se refiere a ella a través de la siguiente
descripción: “Preveía en espíritu la vida y los cambios de los hombres, y de
algunos la consumación de la vida presente, y también la gloria y las penas de sus
almas según la cualidad de sus costumbres y de sus méritos. A nadie le revelaba
los grandes misterios, excepto a un solo hombre, a quien, como ya dijimos,
manifestaba todos sus secretos. Y como supiera con precisión cuándo era tiempo
de callar, también sabía cuándo, con quién, por qué y cómo era tiempo de
hablar.”125

124
Cirlot, op. cit., p. 55.
125
Cirlot, op. cit., p. 59
73

En este mismo sentido Theodorich afirma:


“Transcurrieron muchos años en los que Hildegard perseveró en el santo
propósito de complacer a Dios, y llegó el tiempo en que su vida y sabiduría
habrían de manifestarse para la salvación de muchos.”126
La carta XXIII, enviada por Hildegard a los prelados de Mainz, nos parece una
clara síntesis del conocimiento de la religiosa y ejemplo de la cultura monástica a
la que pertenece y que se despliega en este caso en forma de consejo y
recomendación a los clérigos, pero por sobre todo, una muestra de la sabiduría que
caracterizó cada uno de sus actos y pensamientos, mediante esta situación y este
escrito, se pone de manifiesto la descripción realizada por Theoderich. La religiosa
guardó silencio cuando hubo necesidad de el e hizo uso de la palabra cuando, sin
duda, debió hacerlo. Aún así, lo más admirable será el empleo de las imágenes y los
argumentos, al igual que el juego de las comparaciones establecidas en la
correspondencia enviada a estos clérigos.
Esta carta es enviada a raíz de la sentencia de interdicción impuesta a la comunidad
religiosa fundada por Hildegard, además de la prohibición de los sacramentos y de
la celebración de las horas en el oficio cantado, castigo muy duro para las
religiosas, dada la estrecha relación, creada por ellas, entre Dios, el canto y la
oración.; esta interdicción se debió a que Hildegard se negara a exhumar el
cadáver de un noble sepultado en el cementerio de San Rupertsberg, y que había
estado temporalmente excomulgado; en esta epístola expresa el cuidado que deben
tener los clérigos de actuar con soberbia y les reprocha la medida tomada:

“...Para que, en lugar de acordarse de su destierro, los hombres se


acordasen de aquella dulzura y alabanza divinas que antes de su caída
alegraban a Adán juntamente con los ángeles en el Señor, y para
atraerlos hacia ellas, los santos profetas –enseñados por el mismo
Espíritu que habían recibido- no sólo compusieron los salmos y cánticos
que cantaban para encender la devoción de sus oyentes, sino que
también crearon instrumentos musicales de distintas clases con los que

126
Cirlot, op. cit, p. 42.
74

producían sonidos varios. Y lo hicieron para que, tanto por el aspecto


exterior y las particularidades de esos instrumentos como en el sentido
de las palabras que recitaban acompañándose de ellos, sus oyentes -
como se ha dicho-, advertidos y bien dispuestos por los elementos
127
exteriores, se instruyeran sobre su realidad interior”.

Esta nos parece una de las cartas más bellas y claras que escribiera Hildegard, en
ella expone su pensamiento acerca de la importancia de la música en el orden
universal y como esta nos instruye y entrega conocimiento, creando de tal manera
una verdadera teología musical. La religiosa hace despliegue de todo su
conocimiento para rechazar la decisión de los prelados que la eximía de la
posibilidad de cantar los salmos. Los increpa diciendo que la música es parte de la
creación y que Dios la entrega al hombre para que pueda comunicarse con El y los
ángeles, antes de la caída. Góngora señala respecto al título y el contenido de
Symphonia Armonie Celestium Revelationum 128
: “Lo que este título pareciera
decirnos en verdad, tiene que ver con la respuesta humana frente a la revelaciones
celestiales. De acuerdo con el pensamiento de Hildegard, la música y el canto, en
particular, eran una actividad humana por excelencia y desarrolló sus ideas sobre
la importancia y trascendencia de la música en la historia humana en muchos de
sus escritos”.129 Entonces, cómo pueden ellos negarle la posibilidad de acercarse a
Dios y buscar el conocimiento mediante la música, que no es otra cosa que
armonía, la armonía del Universo que se perdiera con el pecado original 130.
Podemos recuperar el Paraíso, sostiene Hildegard, buscando justamente ese
equilibrio, esa armonía que nos permita volver a comunicarnos con Dios.

127
Carta 23 Hildegard a los prelados de Mainz (1178-1179). En: The Letters of Hildegard of Bingen,
op.cit., p. 76. (Nuestra traducción)
128
Entendemos por Revelación la manifestación de Dios a los hombres a través de los profetas.
Yahvéh, habla en muchas ocasiones en el AT con ellos para transmitir un mensaje a los hombres. En
el NT lo hará mediante su Hijo, diferencia fundamental entre ambos libros. Dios se revela a los
hombres a través de los profetas y en ellos confía su palabra.
129
Góngora, María Eugenia. “La obra Lírica de Hildegard de Bingen (1098-1179)”. En: Revista
Chilena de Literatura, N° 54, pp. 5-20, (p. 6).
130
La doctrina católica entiende por pecado original la caída de Adán y Eva. Gen 2 nos habla de la
trasgresión de estos al mandato de Dios. Este será el primer pecado de los hombres. Algunos
exegetas católicos explican esta narración de manera literal, mientras que otros le otorgan un sentido
simbólico.
75

Continúa la carta de la siguiente manera:

“A estos santos profetas los imitaron los estudiosos y los sabios, e


inventaron con su arte cierta clase de instrumentos para poder cantar
de acuerdo al deseo del alma. Adaptaron lo que cantaban las
articulaciones de los dedos flexionados, recordando que Adán fue
formado por el dedo de Dios –que es el Espíritu Santo-, y que en la
voz de Adán, antes de su caída, residía el sonido de toda armonía y la
dulzura de todo el arte musical...”

Hildegard sostiene que a pesar de perder Adán la comunicación celestial y caer en


una profunda ignorancia los iluminados crearon instrumentos para recuperar de
alguna manera algo del don entregado por Dios en el paraíso, así surgen los cantos
y los salmos.

Más adelante señala:

“Por eso vosotros y todos los prelados debéis tener muchísimo


cuidado, y antes de cerrar con una sentencia la boca de una asamblea
religiosa que canta a Dios sus alabanzas, y de prohibirle sea la
administración, sea la recepción de los sacramentos, discurrid
primero con gran diligencia las causas por las que consideráis que
debéis hacerlo. Velad para que lleguéis a esto movidos por el celo de
la justicia de Dios, y no por la indignación o por cualquier otra
emoción injusta o bien por el deseo de venganza; y cuidad siempre
que Satanás, que arrancó al hombre de la armonía celestial y de las
delicias del Paraíso, no os engañe en vuestros juicios.” 131

131
Carta 23, a los prelados de Mainz (1178- 79). En: The Letters of Hildegard of Bingen, op.cit. p.
76-79. (Nuestra traducción)
76

De esta armonía también habla en la visión XIII, con la cual culmina su obra
Scivias. No creemos que sea azaroso el hecho de que su máxima obra profética se
cierre con referencias a la armonía, a la sinfonía, a la palabra y a la música; muy
por el contrario, nos permite comprender que en el pensamiento de Hildegard es
fundamental la idea de que el Universo es un todo armónico que llega incluso a lo
trascendente. Comprender el plan de Dios es la única manera que tiene el hombre
de trascender a lo infinito y en el pensamiento de la religiosa esta idea es
consustancial al ser cristiano. Esta idea ha sido sostenida por ella a lo largo de toda
su obra, su prédica y su pensamiento, al punto de convertirse en su protección.

“Y aquel sonido, como voz de muchedumbres, en armonía cantaba


las alabanzas de las órdenes celestes: porque este canto sin cesar
celebra, en armonía y concordia, la gloria y esplendor de los
ciudadanos celestes, elevando a las alturas lo que la palabra anuncia
a plena voz”. 132

Continúa diciendo:

“Así como la palabra representa el cuerpo, el cántico manifiesta el


espíritu: pues la armonía celestial revela la Divinidad, y la palabra
difunde la Humanidad del Hijo de Dios”.133

La figura de la Sabiduría aparece descrita en el LDO en varias visiones. En la


Visión 3, de la III parte leemos:

“También en esta sombra la sabiduría mide todas las cosas con igual
medida, para que una no exceda a la otra por su peso, y para que
tampoco una pueda moverse en sentido contrario de la otra, puesto
que ella misma excede y restringe toda la maldad del arte

132
Scivias, III,13,11, op.cit., p.503.
133
Scivias, III,13,12, op.cit., p.503
77

diabólico134, porque existió antes del inicio de todos los inicios y


existirá en su más vigorosa fuerza después del fin de ellos, y nadie
será capaz de resistirla. Pues no llamó a nadie en su auxilio ni tuvo
necesidad de nadie, puesto que fue la primera y la última; y no recibió
respuesta de nadie, porque primera entre todas las cosas realizó en
plan. Y en ella misma y por sí misma dispuso piadosa y suavemente
todas las cosas, que incluso no podían ser destruidas por ningún
enemigo, puesto que vio notablemente el inicio y el fin de sus obras,
que las dispuso todas plenamente, de manera que todas se rigiesen
por ella misma.”135

La Sabiduría ha existido desde siempre y junto a Dios, por lo tanto, conoce su


hacer y lo ha acompañado en la creación, entonces, será fundamental conocerla
para alcanzar la salvación, pues ella nos permite actuar según las leyes de Dios,
afirma Hildegard, y nos otorga la capacidad de comprender sus designios y el orden
universalmente establecido. Actuar con sabiduría significa para la religiosa
respetar la armonía, es decir, hermanar aquellos elementos que aparentemente son
opuestos.

Como señaláramos, para Hildegard la sabiduría es un atributo de Dios, es aquel


que le permite dar un orden al Universo y mantenerlo en equilibrio:

“Y esta imagen decía: Yo soy la potencia suprema e ígnea, que encendí


todas las chispas vivientes y no exhalé ninguna cosa mortal, sino que
decido aquello que es; [Yo], circunvolando envolvente con mis plumas,
superiores, esto es con (la) sabiduría, lo dispuse correctamente. Pero
también Yo, la vida ígnea de la sustancia de la divinidad, arrojo llamas
sobre la belleza de los campos y brillo en las aguas y resplandezco en el

134
Entenderemos por Diablo al adversario de Dios. Es aquel que se opone a sus mandatos y su plan.
Es sinónimo de Satán, aquel ser definido y entendido como sobrehumano y que se opone a las
fuerzas de Dios en el juicio que se interpone a los hombres.
135
Liber Divinorum Operum, III, 3,2, op.cit., en prensa (s.p.).
78

sol, en la luna y en las estrellas; y con un viento de color de bronce, una


cierta vida invisible, que todo sostiene, despierto todas las cosas a la
vida”.136

En esta visión Hildegard describe una imagen que tiene forma de hombre y cuyo
rostro es tan luminoso y bello que le resultaría más fácil mirar al sol. Con esta
descripción insiste en el tema de la Luz, imagen recurrente en sus visiones. Luz,
sol, espejo137, son figuras que utiliza la religiosa para referirse a la Sabiduría. Así,
por ejemplo, utiliza la figura del espejo para referirse a la salvación de las almas,
vinculándola de tal forma con la capacidad de ser reflejo de la imagen de Dios.
Nos parece importante insertar el aporte de María Isabel Flisfisch y otros respecto
al sentido atribuido por los hombres medievales a este objeto y figura a la vez:
“Respecto del “espejo”, Flisfisch et al. (1997) notan que el interés de los
medievales por los fenómenos relacionados con la luz-hizo del espejo un objeto
privilegiado, puesto que reúne en sí mismo, y a pesar de su tamaño, una realidad
que lo supera...Respecto del espejo, debe considerarse que Hildegard describe su
luz visionaria como una suerte de espejo, y alaba la apertura de la belleza de Dios
en “el espejo del querubín”. Siendo un emblema para la revelación, el espejo
también implica autoconciencia, porque el que contempla es siempre parte de la
visión que contempla.” 138
El conocimiento que ella posee le ha sido revelado
mediante la luz, ella actúa y habla como imagen de Dios, sus palabras son el reflejo
de una sabiduría superior. El conocimiento, por lo tanto, es parte de la revelación.
Por eso en el Scivias señala:

136
Liber Divinorum Operum, . I, 1,2, op.cit., en prensa (s.p.).
137
Espejo, en hebreo, quiere decir ver. En el Nuevo Testamento podemos apreciar que se utiliza de
manera indistinta las expresiones “ver por enigmas” y “ver por un espejo” (1Cor 13,12). Esta
expresión se utiliza en contraposición a “ver cara a cara”. Según el Diccionario de la Biblia se
utiliza como oposición a la visión indirecta de Dios en la revelación profética a la contemplación
escatológica de Dios. Hildegard, utiliza esta figura del espejo para referirse a su búsqueda de
reflejar el rostro de Dios; esta se relaciona además con la otra figura que utiliza reiteradamente, la de
la luz viviente, pues, mientras más luz recibamos, más luminosos serán nuestros pensamientos y
acciones y mejor reflejo de Dios seremos. “Respecto del “espejo”, Flisfisch et al.(1997) notan el
interés de los medievales por los fenómenos ópticos – y en general por los fenómenos relacionados
con la luz- hizo del espejo un objeto privilegiado, puesto que reúne en sí mismo, y a pesar de su
tamaño, una realidad que lo supera.” (Flisfisch et al, 2003: 299)
138
Sinfonía de la Armonía de las Revelaciones Celestiales. Trad. Flisfisch, María Isabel et al, op.
cit., p. 299.
79

“Pero que quien temple su oído en el sentido místico, suspire en pos de


estas palabras, encendido de amor por Mi espejo, y en la sabiduría de
su alma las escriba”. 139

Otra interesante descripción de espejo la encontramos en el LDO:

“El espejo ya mencionado, que contiene en sí muchos milagros


ocultos, también emite desde sí un cierto esplendor de gran latitud, lo
que significa que la ciencia de Dios, que tiene en sí muchos y
desconocidos secretos, produce el despliegue de sus maravillas al
extenderse y elevarse según su propósito”. 140

Y sin duda una de las más hermosas es aquella que aparece en la cuarta visión de la
Tercera parte del LDO:

“Y en la parte más alta del ala izquierda había otro que encierra en sí
la escritura: “Soy el espejo, en el cual se contempla la intención de
los elegidos”.141

En la III Visión del LDO, se afirma que, la sabiduría habla por medio de
Hildegard, para que los hombres puedan ser conducidos a la verdad y llevados a la
vida eterna.

“También ella misma observó su obra, que ordenó hacia una recta
disposición en la sombra del agua viva, cuando incluso a través de
esta ya mencionada forma de mujer también indocta abrió ciertas
virtudes naturales de diversas cosas y ciertos escritos De los Méritos
de la Vida, e incluso ciertos otros profundos misterios, que ella
viéndolos en verdadera visión se debilitó mucho. Pero ante todas

139
Scivias, III,3,13, op.cit., p. 314.
140
Liber Divinorum Operum, III,1,3. Trad. Flisfisch, María Isabel el al, op.cit., en prensa (s.p.).
141
Liber Divinorum Operum,III, 4, 6. Trad. Flisfisch, María Isabel el al, op.cit., en prensa (s.p.).
80

estas cosas la Sabiduría había penetrado en la fuente viva: las


palabras de los profetas y las palabras de otros sabios y además
los evangelios y las había confiado a los discípulos del Hijo de
Dios, para que los ríos de agua viva fuesen difundidos por ellos a
todo el orbe, por los cuales los hombres llevados como peces en una
red fuesen conducidos de vuelta hacia la salvación.” 142

Mediante la claridad del conocimiento se despliega ante el hombre el proyecto de


Dios que gracias a la encarnación de su Hijo logra ser acabado, por eso Hildegard
aconseja poner atención a las palabras de los profetas, aunque no sean fácilmente
comprendidas, puesto que en ellas se alberga el plan divino:

“Y la profecía era similar a las palabras de los niños, cuyas palabras


no pueden ser comprendidas; mas después de que hayan madurado,
entonces sus palabras se comprenden; y así antes del Hijo encarnado
de Dios la profecía era desconocida y no se comprendía, pero se
hacía manifiesta en Cristo, porque él es la raíz de las ramas de todos
los bienes”.143

Hildegard afirma que en la Sabiduría encontraremos respuestas, debemos


buscarla, nutrirnos de ella. A través de la Sabiduría alcanzaremos la verdad. A este
respecto podemos observar que el pensamiento místico de la religiosa se despliega
en su totalidad cuando habla sobre esta figura y cuando la define como una parte
del todo, pues la Sabiduría surge de Dios, es decir, emana de una fuerza superior.
Así Sabiduría dice:

“Y yo, como canal derivado de un río, como caz que del Paraíso
sale. ¿Qué quiere decir esto? Cuando Dios consolidó al hombre con

142
Liber Divinorum Operum, III, 3,2. Trad. Flisfisch, María Isabel et al, op. cit., en prensa (s.p.).
143
Liber Divinorum Operum, III,2,16. Trad. Flisfisch, María Isabel et al, op. cit., en prensa (s.p.).
81

el raciocinio, le infundió valiosos secretos místicos: al insuflarle el


aliento de vida, le enalteció con la razón”.144

Continúa más adelante:

“Venid y comed de mi pan, bebed del vino que he mezclado”. 145

Según Hildegard, Dios es el alimento de los hombres. La última cena es la


representación de la esperanza de los hombres de la restauración mesiánica. Se
come y bebe del cuerpo de Dios. La transustanciación es el milagro por el cual Dios
se convierte en el alimento de los hombres. Este ritual encuentra un sentido
trascendente para las mujeres medievales, puesto que en un sentido místico, es el
momento en que se unen con Cristo. Este tema es abordado por Caroline Walker
Bynum, quien señala que en la consagración Cristo se vuelve comida y quien coma
de su cuerpo se convierte en Cristo, esto en cuanto el hombre pretende asemejarse a
Cristo, es decir, la imitatio Christi. 146
María Isabel Flisfisch se refiere al tema de la siguiente manera: “Asimismo,
Caroline Walker Bynum (1990) señala que, dado que las mujeres no tenían oficio
clerical ni autorización para hablar, es posible que tuviesen que recalcar la
importancia de la experiencia de Cristo y manifestarla de forma aparente en su
carne. El clero alentaba tal conducta en las mujeres por dos razones; primero,
porque el ascetismo femenino, la devoción eucarística y los trances místicos
sometían a las mujeres más rigurosamente a la supervisión de los directores
espirituales; y segundo, porque las visiones de las mujeres eran un medio para que
los hombres conocieran la voluntad de Dios. Además, los teólogos y prelados del

144
Scivias, op.cit., II,6,31, p.213
145
Ibídem.
146
Walker Bynum, Caroline. Holy Feast and Holy Fast: The religious significance of food to
medieval women.University of California Press, Los Angeles, 1988.
82

siglo XII encontraron en la devoción experimental de las mujeres un medio útil


para luchar contra la herejía.”147
De igual manera aborda el tema María Eugenia Góngora, quien se refiere a la
búsqueda y deseo de las mujeres medievales por asemejarse tanto a María como a
Cristo y a esta identificación con él mediante el dolor, de allí la necesidad de la
eucaristía y de este acercamiento al Cristo que sufre: “En verdad, y tal como lo
plantea agudamente Caroline Walker Bynum, la imitación y la identificación más
frecuente en los textos medievales escritos por hombres y mujeres, es la
identificación de estas últimas con Cristo y, en particular, con el Cristo sufriente,
con su humanidad. En su ensayo sobre la devoción de las mujeres a la Eucaristía
añade que entre algunas mujeres religiosas del Sur de Europa se dio efectivamente
una "Imitatio Mariae Virginis". En todas las mujeres religiosas de la Europa
Medieval se dio el fenómeno de la "Imitatio Cristi", y de la identificación con su
humanidad”.148
Volviendo a los poemas de la Sinfonía, leemos el texto de Hildegard, que se inicia
con el verso: “¡O virtus sapientiae”!”149 ; es inevitable recordar aquí este pasaje
de Proverbios, que era, sin duda, bien conocido por Hildegard. Así como el resto de
las escrituras, tanto del Antiguo como el Nuevo Testamento. En este poema nos
habla de una Sabiduría que lo abarca todo y la imagen de las tres alas de la
Sabiduría puede ser interpretada, desde la perspectiva exegética cristiana, como de
una Trinidad. Al respecto María Eugenia Góngora señala: “Aquí Sapientia está
actuando en soledad. Al mismo tiempo, en una probable dimensión trinitaria de su
acción, se mueve con tres alas que operan en lo alto, en la tierra y en todo lugar”.
(Hildegard von Bingen: O Virtus Sapientiae)

“Oh potencia de la Sabiduría, que girando giraste


abrazándolo todo.

147
Flisfisch, María Isabel. “Hildegard de Bingen.Visio Ecclesiae, Symphonia (Antífonas46-49) En:
Revista Cyber Humanitatis, N° 19, Invierno 2001.
148
Góngora, María Eugenia. “La Vita Sanctae Hildegaris Virginis. Construcción de una “Vida
ejemplar”. En: Revista Signos, v 33, n° 48, 2004, p. 21- 34, (p. 32).
149
Sinfonía de la Armonía de las Revelaciones Celestiales. Trad. Flisfisch, María Isabel el al,
op.cit., p 51.
83

en una sola órbita que tiene vida y que tiene tres alas,
de las cuales una vuela en lo alto y la otra desde la tierra mana
y la tercera vuela por doquier.
Que haya alabanza para ti,
Como corresponde, Oh Sabiduría!”150

La imagen de la Sabiduría descrita por Hildegard es de una gran potencia, por eso
comienza así su alabanza. Esta Sabiduría es capaz de abarcarlo todo y de una sola
vez. Nada de la creación se le escapa o está fuera de su alcance. Podemos leer que
para Hildegard todo está contenido en la Sabiduría, por eso debemos aprender de
ella y en ella. Es ella quien nos concede la claridad y el entendimiento para
interpretar las enseñanzas de Dios, que son los que finalmente nos conducirán a la
vida eterna. Esto se aclara aún más cuando escuchamos a Hildegard afirmar que
Sabiduría le habla directamente para referirse a la Salvación:

“En la visión misteriosa y en la luz del amor vi y oí estas palabras


acerca de la Sabiduría que nunca pasa: cinco tonos de la justicia
enviados por Dios resuenan para el género humano, en los que
consiste la salvación y redención151 de los creyentes. Y eso cinco
tonos son superiores a todas las obras de los hombres, porque todas
las obras de los hombres se nutren de ellos.”152

150
Góngora, María Eugenia: “Hildegard von Bingen: Imáganes de la Sabiduría y tradición
sapiencial” en Teología y Vida, III Trimestre, en prensa.
151
La idea de Redención es fundamental en los católicos, de esa manera lo podemos apreciar tanto
en el AT como en el NT. En los postulados de Hildegard su contenido es esencial, representa la
liberación de los hombres y el perdón de sus faltas. La redención representa a su vez, la imagen de la
restauración, el volver a un orden preestablecido, aquel que se origina con el plan de Dios y culmina
con el mismo.
152
En: Cirlot, op.cit., p. 54.
84

Por lo tanto, Sabiduría, Salvación y Vida Eterna están indisolublemente unidas. Y


todo lo que haga el hombre estará siempre relacionado con ellas, para alejarnos o
acercarnos.
Como ya hemos mencionado, Hildegard era a menudo consultada sobre variados
temas. Una de estas consultas, realizada tal vez, para someter a prueba su respuesta
y su conocimiento, es aquella que le realiza Odo de Soissons en una carta, por
tratarse de un tema que era fuertemente discutido en la época, pero cuya lectura
era prohibida, por tratarse de un tema aún no resuelto. El entonces maestro de
teología (luego sería designado obispo) le pregunta su opinión:

“Nosotros, aunque nos encontramos muy lejos de ti, tenemos la


confianza de pedirte algo: muchos sostienen que la paternidad y la
divinidad (son atributos de Dios pero) no son Dios mismo. No tardes
en exponernos y transmitirnos lo que sepas de esto desde las alturas
celestiales”.153

Es sorprendente que un tema de esta envergadura le fuese consultado a una mujer,


pero tal vez si atendemos a las últimas palabras, podremos comprender que Odo
señala que la respuesta que espera será proveniente de Dios. Ciertamente así lo
interpreta Hildegard y muy inteligentemente responde a la carta con las siguientes
palabras:

“ ... Y ví y aprendí, viéndolo en la Luz verdadera y no buscando por


mí misma en mí –pues el hombre no tiene capacidad para hablar
acerca de Dios de la misma manera como puede hablar de la
humanidad del hombre o del color de la obra hecha por la mano del
hombre -, que la paternidad y la divinidad es Dios. ...Dios es pleno e
íntegro y sin comienzo en el tiempo, y por esto no puede ser dividido

153
Carta 40, de Odo de Soissons a Hildegard, 1148-1149? En: The Letters of Hildegard de Bingen,
1994, p. 109. (Nuestra traducción)
85

por una palabra como sí puede serlo el hombre, pues Dios es el todo
y no algo diferente, y por esta razón nada puede serle sustraído ni
añadido. Porque también la paternidad y la divinidad son Aquel que
es, como se ha dicho: “Yo soy el que soy” (Ex. 3, 14). Y El que es,
tiene la plenitud del ser... Quienquiera que dice que la paternidad y la
divinidad no es Dios, ése está nombrado un punto sin el círculo; y
quiere tener un punto sin un círculo, está negando a Aquel que es
eterno... Dios es plenitud, y lo que está en Dios es Dios...” 154

Hildegard, al igual que los profetas del Antiguo Testamento se ha convertido en la


voz de Dios; ella es la boca por la cual Dios expresa sus mandatos y, por lo tanto,
ella no debe preocuparse por lo que dice o cómo lo dice. Hildegard utilizará en toda
su obra la fórmula: “Abre tu boca que yo la llenaré”. El Salmo 39 está dedicado a
esta relación, en que se muestra la pequeñez del hombre en oposición a la grandeza
de Dios. Así señala en uno de sus versículos: “Hazme saber, Yahveh, mi fin, / y cuál
es la medida de mis días, / para que sepa yo cuán frágil soy”. (Salmo 40, 5).
Hildegard recibe una orden y se remite a ser el vehículo entre Dios y los hombres.
Esta imagen de Hildegard, será la que le permita criticar, profetizar, exhortar e
incluso denunciar males que aquejan a los hombre de su época y sobre todo que
están presentes al interior de la Iglesia.

“Los sacerdotes de Cristo, que hubieran debido hacerme pura y


servirme en la pureza, no hacen sino agravar estas heridas con un
exceso de avaricia, que recorre las iglesias de una a otra”

Más adelante, en la misma visión afirmará:

154
Carta 40r, de Hildegard a Odo de Soissons, 1148-1149. En: The Letters of Hildegard de Bingen,
op. cit., p 111. (Nuestra traducción)
86

“Los príncipes y el pueblo, temerarios, se alzarán contra vosotros,


sacerdotes que hasta ahora me habéis descuidado”. 155

Hildegard denuncia esta falta de inteligencia del hombre de las actitudes necias
que lo alejan de Dios:

“Soy una pobre y pequeña forma, y no tengo en mí ni salud, ni fuerza, ni


valentía, ni saber”.

En el mismo discurso señala más adelante:

“La luz mística de una verdadera visión... Los doctores y los maestros
rehúsan hacer sonar la trompeta de la justicia, por lo cual el Oriente
de las buenas obras, que ilumina el mundo entero y que es como un
espejo de la luz, se ha apagado en ellos. El Oriente, en efecto, debería
lucir en ellos con el saber y dirigir los distintos preceptos del mismo
modo que cambia la esfera del Sol. El Austral (el Sur) de las virtudes,
con su calor, es en ellos frío como el invierno, porque no poseen las
buenas obras que arden con el fuego del Espíritu Santo, porque son
áridos y sin verdor. También el Occidente de la misericordia se ha
vuelto en ellos negrura de cenizas, porque no ponen interés en vivir
como es debido, ni meditan como se debe la pasión de Cristo, Aquél
que por humildad descendió hasta nuestra naturaleza humana y huyó
de su divinidad, tal y como hace el sol, que de vez en cuando se
esconde. Por el contrario, en ellos sopla el Norte con el viento del
Aquilón...”.156

155
Carta 23 a los prelados de Mainz (1178-1179). En: The Letters of Hildegard of Bingen, op.cit.,p.
76-80. (Nuestra traducción)
156
Sermón público realizado en la ciudad de Tréveris en 1098, durante uno de sus viajes de
predicas. En: Pernod, Régine, op.cit., p. 99-107.
87

Esta comparación que realiza Hildegard con el Antiguo Testamento es interesante


además, porque en ella habla de las fuerzas del universo (fuego, viento, sol,
naturaleza) y de los puntos cardinales, es decir, nuevamente nos remite a esta
armonía que se pierde por la falta de inteligencia y de fe de los hombres. Y aunque
ella se defina como una pobre y pequeña mujer, lo cierto es que no descansa en la
búsqueda de la sabiduría. Por eso escribe, compone música, estudia la composición
de las plantas y cómo estas pueden sanar enfermedades.

Una de sus obras de medicina, la ya mencionada Physica, es una obra compuesta


por nueve capítulos o libros: “Plantas”, “Elementos”, “Árboles”, “Piedras”,
“Peces”, “Pájaros”, “Animales”, “Reptiles” y “Metales”, es un compendio de
todo el conocimiento alcanzado por Hildegard en torno a la naturaleza. En este
compendio de medicina natural, llama la atención un término recurrentemente
utilizado por Hildegard: Viriditas. Lo utilizará para referirse a la sabia, aquella
vitalidad que llevan dentro las plantas, a su fuerza y vigor, pero también utilizará
este concepto para referirse a otros seres. Viriditas representa el verdor, la
fecundidad, la salud. Por eso ella busca estar en contacto con las plantas, con sus
jardines, son estos los que la acercan a la vida y a los frutos de esta.

“El alma está en el cuerpo cual savia en el árbol, y sus fuerzas son como
la forma del árbol. ¿Cómo? El entendimiento se halla en el alma como
el verdor de las ramas y las hojas en el árbol; la voluntad, como las
flores; el ánimo, como el primer brote de su fruto; la razón, como el
fruto ya en sazón; los sentidos, como el alcance de su altura y anchura.
Y, a semejanza de esto, el alma consolida y sustenta al cuerpo humano.
Por tanto, oh hombre, entiende qué eres en tu alma, tú que abandonas tu
buen juicio y te obstinas en parecerte a las bestias.”157

157
Scivias, I, 4, 26, op.cit., p. 80
88

La imagen de Viriditas, será fundamental para comprender la obra de Hildegard,


porque afirma que así como el verdor es inmanente a las plantas, de igual manera lo
es la razón para el hombre.
Hildegard afirma que al llegar a Rubertsberg, después de abandonar el monasterio
de Disibodenberg, ella y el resto de la religiosas tuvieron que comer raíces de
plantas porque no tenían otra cosa de que alimentarse; si bien esto puede ser una
imagen surgida de la analogía con el Éxodo de los hebreos desde Egipto, podemos
pensar que es entonces cuando comienza su interés por estudiar las plantas como
elementos curativos, pues consciente de que es la responsable de la salud y la
alimentación de la comunidad desea abordar todos los temas posibles y conocer el
medio que les rodea; sin embargo, esta explicación justifica sólo en parte su afición
por la medicina; puesto que conocer la naturaleza de los elementos es según
su formación parte de su educación y formación como religiosa y sin duda, el
conocimiento armónico será lo que le permitirá acceder a la salvación y también de
quienes la rodean. Hildegard llegó a estudiar estas plantas hasta convertirse en una
gran yerbatera. Se hizo famosa gracias a su conocimiento sobre plantas y elementos
curativos. Conocía los atributos de ciertas piedras, de metales, y como la energía
que emanan de ellas podían aliviar e incluso curar enfermedades. Para Hildegard es
fundamental la salud, puesto que el cuerpo debe estar en armonía; ella asocia
además la enfermedad al desequilibrio y la maldad. Fue visitada -y también visitó a
personas de variados lugares- en busca de restablecer su salud física y espiritual. En
algunas ocasiones las personas se conformaban incluso con algún mensaje de ella,
el que podría tener virtudes terapéuticas.
89

LAS FIGURAS FEMENINAS EN LA HISTORIA DE LA SALVACION.

Las figuras femeninas tendrán un rol preponderante en el pensamiento de


Hildegard: la Sabiduría, es sin duda, y como ya hemos visto, una imagen femenina
fundamental en el plan divino de la Salvación. Pero además nos encontraremos con
que en su obra se manifiestan además otras tres figuras femeninas que se
distinguen porque representan la humanidad, dentro de la historia de la salvación.

Eva, María y la Iglesia como dice Hildegard, “symphonicamente”, son tres


teofanías de lo femenino en la historia y, de acuerdo a lo planteado por Bárbara
Newman158, revelan las tres fases humanas de lo divino femenino.
La manifestación de estas tres figuras tiene un desarrollo muy diferente en la
historia de la cristiandad…

1. Eva es la primera teofanía de mujer en la tierra. Su nombre en hebreo significa


“madre de los vivientes” o “dadora de vida”. Ella representa la cimiente, el abono
que más tarde dará frutos, gracias a su potencial fertilidad. Sin embargo, podemos
leer en las visiones de Hildegard que después de la violación de la virginidad y la
pureza de Eva por Satán, ella perdió el poder y la gracia que le había sido otorgada;
cabe destacar además que estos dones no volverían a ser recobrados, excepto por la
madre de Cristo. Bajo este prisma debe entenderse el deleite de Hildegard y el de
todos sus contemporáneos cuando admiran y contemplan la maternidad de María
(en la que refuerzan el carácter de virginidad.).
“En este punto no podemos dejar de aludir a un aspecto muy interesante del
pensamiento hildegardiano: en la segunda visión de Scivias la naturaleza del
matrimonio aparece, no como un sacramento formalmente constituido como tal,
sino como una condición natural del ser humano: varón y mujer- Adán y Eva-
deben estar juntos por un amor puro, cual era con anterioridad a la caída original.

158
Newman, Bárbara. “The Mother of God”. En: Sister of Wisdom. Berkeley: University of
California Press, 1977, p. 156. (Nuestra traducción)
90

Sólo después del pecado, a la dulcedumbre del amor se añaden el ardor de la


concupiscencia y la violencia de la posesión, juntamente con el sometimiento de la
mujer al varón. Es entonces que cobra existencia y relieve la figura de la
virginidad consagrada, en la que se produce la recuperación de la mujer, esto es
de Eva, a través de la virgen. Eva es la madre del género humano: tal era su
misión primera en la Providencia Divina, con una maternidad física que debía
respetar su integridad corporal, modalidad que el pecado frustró. Sin embargo, la
maternidad con dichas características encontrará su perfecta realización en la
virgen María”. 159
Hildegard al establecer esta relación de oposición entre la figuras de Eva y María
crea un discurso altamente significativo en torno a la imagen de la mujer, creada
mediante los opuestos que cobran su sentido al ser partes complementarias del
todo. Esta ambigüedad se reconcilia en torno al sentido del plan divino. María
Isabel Flisfisch señala: “Frente a la creación, la figura de Eva aparece como la
“perturbadora”, como la que ha deshecho la obra creada por Dios. Ante la
destrucción, los versos 8 al 15 muestran la restauración de la vida a través de
María. Ella es la “materia luminosa” opuesta a las tinieblas sombrías que Eva
representa”.160

Hildegard, sin embargo, sostiene que la caída de Eva se debió a su ingenuidad. Eva
es una mujer inocente, pura, no había conocido el pecado ni la maldad, por eso la
serpiente se dirige a ella, puesto que sabía que sería fácil engañarla. Para la
religiosa, la naturaleza de la mujer es pura:

“...porque fue en el jardín de las delicias donde el Demonio invadió, por la


seducción de la serpiente, el alma inocente de Eva-, que, formada del
inocente Adán, albergaba en sus entrañas la entera muchedumbre del

159
Fraboschi, op. cit., p. 72.
160
Flisfisch, María Isabel. “Eva- María: ¿Una relación de oposición o de Identificación? (Hildegard
de Bingen, Symphonia, Antífonas 10-16). En: Cyber Humanitatis, N°10, Otoño 1999.
91

género humano, llena de luz, por designio del Señor- para hacerla caer
¿Por qué fue así? Porque el Demonio comprendió que la ternura de la
mujer sería mucho más fácil de doblegar que la fuerza del varón; y
advirtió, además, que Adán ardía tan vivamente por amor a Eva que, si
con su celada lograba seducirla, Adán haría todo cuanto ella le dijera”.
161

Es justamente la inocencia de Eva la que le lleva a ser la elegida por el Demonio,


pues este sabe que ella no desconfiaría de las palabras dichas por la serpiente ni
vería maldad en ella.
Eva estaba llamada a ser la madre de la humanidad. Dios había dispuesto que de
ella surgiera la vida. Eva, por lo tanto, será la primera dadora de vida, será ella
quien dé inicio al plan de Dios.
En la Visión XIII de Scivias, Hildegard nos habla de un viento luminoso, a través
del cual ella fue capaz de comprender el significado de todas las cosas. En esta
visión se refiere a Eva como a la mujer que da inicio a la obra divina, pero al
mismo tiempo, es quien, según palabras de Hildegard, la adultera.

“...El honor sereno del sol está infuso en ti, fuente que vienes del
corazón del Padre, que eres el Verbo único por el cual Él creó la
primera materia del mundo, que Eva mancilló.”162

Dios ha creado un mundo lleno de virtudes, sin embargo, el hombre se ha


encargado de entorpecer su obra. Es Eva, quien desobedece la orden de Dios y
crea el desequilibrio. Con la falta de Eva y Adán se rompe la armonía.
La historia de Eva podemos conocerla a través del libro Génesis, (1, 27- 5, 2). Allí
se nos presenta a una mujer creada por Dios en el huerto de Edén, a partir de una
costilla de Adán. Eva debía ayudarlo, acompañarlo y cumplir las leyes y
sentencias señaladas. Se les encomienda multiplicarse y gobernar la tierra, además

161
Scivias, op. cit.,I, 2, 10, p.29-30.
162
Scivias,op. cit., III, 13. En: Pernoud, Régine, op.cit., p.143.
92

se les prohíbe comer del árbol de la ciencia. El desobedecer este último mandato
tendrá como consecuencia la muerte, pero no habla de una muerte inmediata, sino
se refiere a llevar una vida miserable.163 Sin embargo, Eva es tentada por la
serpiente, quien le asegura: “De ninguna manera moriréis. Es que Dios sabe muy
bien que el día en que comiereis de él, se os abrirán los ojos y seréis como dioses,
conocedores del bien y del mal”. (Gen 3, 4-5) Eva, finalmente, movida por estas
palabras desobedece la orden de Dios y come del árbol, además incita a su
compañero para que la imite. En lo anterior encontramos dos puntos trascendentales
que estarán permanentemente incluidos en la obra de Hildegard. Por una parte
encontramos a una Eva que no obedece las órdenes de Dios, por lo que la
humanidad será condenada, luego, entendemos que el motivo de esa desobediencia
es encontrar la sabiduría, imagen que nos une a Dios.

También en la Primera Visión de la Primera Parte del Liber Divinorum Operum se


refiere a la desobediencia hacia la obra de Dios:

“Y así la caridad es la rueda de la eternidad sin tiempo, lo mismo


que el calor en el fuego. Pues Dios en su eternidad conoció
anticipadamente a todas las creaturas, que así creó en la plenitud de
la caridad, para el hombre no careciera de ningún alimento o
servicio, puesto que las unió al hombre como las llamas al fuego. Y
Dios, como ya se ha dicho, hizo al primer ángel con los mayores
adornos; pero cuando él se observó a sí mismo, le tuvo odio a su
Señor y quiso ser señor; pero Dios lo arrojó a la profundidad del
infierno. Entonces el mismo trasgresor le ofreció un mal consejo al
hombre, en el que éste consintió”. 164

163
Para el tema de la creación de Adán y Eva ver Biblia de Jerusalén (Gen 2).
164
Liber Divinorum Operum, I, 1, 13, op. cit., en prensa.
93

Más adelante, en la misma visión, habla de la perdida que sufre el hombre y que
lo condenará a buscar durante toda su vida la armonía que lo une a Dios y que
concluirá con su salvación. Continúa diciendo:

“Pues Dios, habiendo creado al hombre, lo vistió con celestial


vestimenta, de modo que resplandeciera en gran claridad; pero el
diablo observando a la mujer, supo que ella habría de ser la madre de
una gran humanidad/ de un grande entre la humanidad, y en la misma
malignidad con la cual se apartó de Dios, hizo que lo sobrepasase en
esta obra suya; de manera que la misma obra de Dios, que es el
hombre, se mudara en su aliado. Entonces la mujer, sintiéndose otra
en el gusto de la manzana a su hombre; y así ambos perdieron la
vestimenta celestial”.165

Hay que añadir en este punto que la Biblia no considera a Eva fuera del relato del
Génesis; de hecho se habla muy poco sobre ella y debemos al apóstol Pablo su
tratamiento como tipo femenino; es él además quien crea esta relación entre Eva-
María y la Iglesia.
San Ireneo, por su parte, presenta a María como la nueva Eva que, gracias a su fe y
su obediencia se opone a la incredulidad y la desobediencia de Eva. Este papel en
el tema de la salvación para el hombre medieval exige la ausencia de pecado. San
Ireneo lo ilustra así: "De la misma manera que aquella -es decir, Eva- había sido
seducida por el discurso de un ángel, hasta el punto de alejarse de Dios a su
palabra, así ésta -es decir, María- recibió la buena nueva por el discurso de un
ángel, para llevar en su seno a Dios, obedeciendo a su palabra; y como aquella
había sido seducida para desobedecer a Dios, ésta se dejó convencer a obedecer a
Dios; por ello, la Virgen María se convirtió en abogada de la virgen Eva. Y de la
misma forma que el género humano había quedado sujeto a la muerte a causa de
una virgen, fue librado de ella por una Virgen; así la desobediencia de una virgen
fue contrarrestada por la obediencia de una Virgen..." (Ir., Adv. Haer., 5, 19, 1).

165
Liber Divinorum Operum, I, 1, 14, op.cit., p. 57.
94

2. María es la figura femenina más importante que podemos apreciar en las


visiones de Hildegard, y es además la figura femenina por excelencia en la Edad
Media, será invocada por los caballeros y por los clérigos, será admirada y
venerada por mujeres y hombres. Es ella quien reivindica a Eva y con ella a la
mujer; Hildegard la define como dadora de vida. Así lo podemos constatar en
numerosos textos líricos pertenecientes al ciclo de la Sinfonía:

ENTONCES PORQUE UNA MUJER...

Entonces porque una mujer introdujo la muerte,


la deslumbrante Virgen la aniquiló.
Y por ello existe la suma bendición
en la forma de una mujer
más allá de toda creatura,
porque Dios fue hecho hombre
en la dulcísima y bienaventurada Virgen. 166

Según la religiosa, gracias a la fe de María, puede iniciarse el plan de la redención


de Dios, para los hombres. Esta visión de María era la sostenida por la iglesia
católica de aquel entonces y ha prevalecido hasta hoy.
María permite un cambio fundamental, es la restauradora del orden, gracias a ella
se recupera en cierta medida parte de la armonía, puesto que las faltas de Eva son
expiadas por la madre de Cristo. Génesis nos anuncia la victoria del hombre por
sobre la serpiente, la distancia y hostilidad que se interpondrá entre la generación
de la mujer y la suya:

“Enemistad interpondré entre ti y la mujer, y entre tu linaje y su linaje:


él te pisará la cabeza mientras acechas tú su calcañar”. (Gen 3, 15).

166
Sinfonía de la Armonía de las Revelaciones Celestiales. Trad. Flisfisch, María Isabel el al,
op.cit., p. 89.
95

Respecto a este pasaje de la Biblia y en relación con María como modelo de y


dadora de vida, Hildegard escribe:

AVE MARÍA
De Santa María

¡Ave María,
creadora de vida!
Al reconstruir la salvación,
perturbaste a la muerte
y aniquilaste a la serpiente.
Hacia ésta Eva se elevó
Con su cuello erguido,
henchida de soberbia.
A aquélla aplastaste
cuando engendraste al Hijo de Dios desde el cielo.”167

María se nos presenta como la triunfadora sobre el demonio tentador. Esta victoria
no hubiese podido existir sin su acto de obediencia, por eso es considerada modelo
para la humanidad. Cuando el ángel le anuncia que el Espíritu Santo vendrá sobre
ella, María responde:
“He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra” (Lc 1, 38).
Para Hildegard esta obediencia sin dudar es la que la distancia y diferencia de Eva.
María estará cubierta por la dicha, puesto que será instrumento fundamental en la
salvación de los hombres.
“Feliz la que ha creído que se cumplirán las cosas que le fueron dichas
de parte del Señor” (Lc 1. 45)

María, con su modo de actuar, será la encargada de recordar a los hombres la


responsabilidad que a cada uno le compete dentro del plan divino y de la necesidad
de acogerlo. Obedeciendo sin reservas la voluntad salvífica de Dios, María se
presenta como modelo y como intercesora para aquellos se escuchan y obedecen
al Señor, a quienes Él proclama como “bienaventurados”, porque "oyen la palabra
de Dios y la guardan" (Lc 11, 28).

167
Op.cit., p. 102
96

Es potente la imagen de María como la sierva humilde y obediente, que asume sin
titubear la orden de Dios, de tal manera que da vida a Su Hijo. Humildad que la
lleva a convertirse en la restauradora del orden en el plan trazado por Dios. Es ella
quien logra vencer a la serpiente, figura que representa al Demonio y encarna el
mal y el engaño. Como ya hemos dicho, todo el pensamiento de Hildegard estará
atravesado por una serie de dicotomías: bien-mal, humildad-soberbia, María-
serpiente, alma-cuerpo, divinidad-humanidad, cielo- tierra. Estas dicotomías, según
la lógica hildegardiana deben coexistir para mantener el equilibrio del universo.

Podríamos señalar, siguiendo el pensamiento de Hildegard, que la humanidad de


Cristo proviene de su madre, puesto que su padre no es humano. La humildad de
Cristo proviene justamente de María. Ella es la imagen de la humildad por
excelencia: “He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra” (Lc
1,38)
Gracias a la humildad de María y que más tarde sería una de las principales
virtudes atribuidas por Hildegard y por la Iglesia a Cristo se pudo restituir el plan
de Dios y, según palabras de Hildegard, alcanzar el primitivo esplendor. Aquel que
se perdiera con la caída de Adán y Eva. Hildegard plantea esta idea en varias de
sus obras, así por ejemplo, será fuente primordial en muchos de los poemas de su
Sinfonía, y en ciertas visiones de Scivias, como esta que señala:

“Fue la humildad la que hizo nacer al Hijo de Dios de la Virgen,


humildad que no se encuentra ni en el puño del avaro, ni en la belleza
de la carne, ni en las riquezas terrenas, ni en los atavíos de oro, ni en
los honores mundanos; sino que el Hijo de Dios yacía en un pesebre,
porque Su madre era pobre”. 168

168
Scivias, op. cit, I, 2, 33, p. 45.
97

Debemos recordar que antes del siglo XII, el culto a María era relativamente
restringido, y los Evangelios casi no la nombran; no es sino hasta entrado este siglo
cuando comienza a surgir la Virgen como figura de devoción al interior de la
Iglesia. Tal vez, esta figura femenina surgió como una forma de compensación
frente al desplazamiento de la vida activa, tanto social como religiosa, de la cual
fue víctima la mujer; lo que se manifiesta, por ejemplo, cultural y popularmente en
que ninguna imagen o figura femenina es venerada hasta ese momento; o como
señalan Anderson y Zinsser “...llenar la necesidad popular de un aspecto femenino
de la fe.” 169
Es entonces cuando la imagen de María comienza a ser descrita y
venerada, y se habla de su cercanía al Salvador. Es honrada por su humildad y en
el caso de Hildegard es reverenciada además por su condición de mujer, ambos
aspectos que según ella van unidos. Gracias a la humildad de María es posible la
encarnación de Jesús y Dios se hace hombre a través de ella. Así lo señala en uno
de sus poemas de Sinfonía.

¡QUÉ GRAN MILAGRO ES!


De Santa María
¡Qué gran milagro es
que en una humilde forma de mujer
el Rey penetró!
Esto lo hizo Dios,
porque la humildad asciende sobre todas las cosas.
¡Qué gran felicidad hay también
en esta forma!,
porque la maldad,
que fluyó de la mujer,
una mujer después la limpió,
y construyó toda la más dulce fragancia de las virtudes,
y embelleció el cielo
más que lo que en otro tiempo alteró la tierra.170

Hildegard resalta la condición de mujer y de humildad presente en María, y al


mismo tiempo la identifica como la restauradora del plan de Dios y del orden

169
Anderson, Bonnie y Zinsser, Judith, op.cit., p. 240
170
Sinfonía de la Armonía de las Revelaciones Celestiales. Trad. Flisfisch, María Isabel el al,
op.cit., p. 96.
98

preestablecido. Ella es capaz de alterar la condición femenina a la que otra mujer


nos condujera.
En la teología católica, la mediación de María entre Dios y los hombres, nace de la
intervención de Jesucristo, de la cual depende, y es por lo tanto, secundaria; pero
según el pensamiento de Hildegard y de sus contemporáneos el papel de María
cobra un significado singular en el plan de la salvación; María será receptáculo
donde Dios vierta su deseo y su palabra, así como lo será más tarde Hildegard. En
uno de los poemas compuestos para la virgen por la religiosa podemos leer:

¡DESLUMBRANTE MADRE!
De Santa María
¡Deslumbrante madre
de santa sanación!
Tú, por tu santo Hijo,
esparciste
bálsamos
en las heridas dolientes de la muerte,
que Eva construyó
para tormento de las almas.
Tú aniquilaste a la muerte
construyendo la vida.
Ruega por nosotros a tu Hijo,
María, estrella del mar.

¡Instrumento de vida
y dichoso esplendor,
dulzura de todos los goces
que en ti no faltarán!

Ruega por nosotros a tu Hijo,


María, estrella del mar.

Gloria al Padre y al Hijo


y al espíritu Santo.

Ruega por nosotros a tu Hijo,


María, estrella del mar.171

171
Sinfonía de la Armonía de las Revelaciones Celestiales. Trad. Flisfisch, María Isabel el al,
op.cit., p. 105
99

Según esta imagen de María, ella es, como ya hemos observado, la restauradora del
plan divino, y cumple con lo anunciado por Dios en su maldición de la serpiente.
María será el instrumento por el cual se reconstruya el orden y germine la vida.
Hildegard escribe en su LDO:

“Él mismo empezó empezando en el principio, esto es, en su Hijo, al


que envió al mundo a través de la puerta áurea de la Virgen en la
clausura de su pudor. A través de él mismo todo fue creado, a saber,
el cielo y la tierra, como Juan Evangelista, el amado de Dios dice; y
del mismo modo fue hecha en él mismo toda la justicia del cielo y de
la tierra.”172

Gracias a María la desobediencia y las faltas de Eva son expiadas. María tiene así
un rol preponderante en la restauración del equilibrio del universo: “Pero, al llegar
la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la
ley, para rescatar a los que se hallaban bajo la ley, y para que recibiéramos la
filiación adoptiva”. (Gal 4, 4-5)

Las palabras de Flisfisch et al. son muy clarificadoras al respecto, ellos señalan:
“La oposición entre Eva y María es bastante clara, pues Eva construye las heridas
dolientes de la muerte, mientras María, ( como señala el poema anterior) es la
restaura con la vida”.173

Para Hildegard toda la teofanía de Dios, desde Moisés, se ha preparado de manera


armónica, tanto para el hombre como para la mujer y tanto los unos como las otras
participan en asociación con Dios y forman parte trascendental de su plan. Desde la
creación hasta el pecado original, desde la bendición hasta la redención de la
humanidad, la mujer juega un papel preponderante. Desde el origen del mundo la
mujer ha estado presente, desde Eva “madre de todos los vivientes” (Gen 3, 20),

172
Liber Divinorum Operum, II,1,XVIII,op.cit., en prensa (s.p.).
173
Flisfisch et al. En: Sinfonia de la Armonía de las Revelaciones Celestiales, op.cit., p. 107.
100

hasta María, madre del redentor y, por tanto, de todos los redimidos, es decir, de
todos los vivientes. María es así la nueva Eva.
La doctrina de la Iglesia y la obra de Hildegard plantean a María como la antítesis
de Eva. Esto se traduce en su maternidad espiritual, con esto María da origen a
nuestra vida espiritual, en tanto Eva es nuestra madre natural, es quien da origen a
la vida en el sentido biológico. La maternidad de María, por otra parte, se confirma
cuando ella asume y está presente en la muerte de su hijo Jesús; “Junto a la cruz de
Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Clopás, y
María Magdalena. Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien
amaba, dice a su madre: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”. Luego dice al discípulo:
“Ahí tienes a tu madre”. Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa”.
(Jn 19, 25-27). Desde nuestra perspectiva de lectura, esta exaltación de la imagen
de la mujer y madre en el momento de la muerte es la que nos deja de manifiesto la
importancia de la mujer y su rol trascendental en el orden establecido por Dios en el
Universo y en la historia de la salvación.

Podemos leer en la Biblia: “Al llegar la plenitud de los tiempos envió Dios a su
Hijo, nacido de mujer”. (Carta de Pablo a los Gálatas 4,4) Con estas palabras
podemos entender también como se relaciona el momento fundamental de la
historia de la salvación, que estaba preestablecido por Dios, con la figura de la
mujer. El Hijo es consustancial al Padre, Dios se hace hombre, por medio de una
mujer, para venir a la tierra y salvar a los hombres en “la plenitud de los tiempos”.
La mujer estará presente en el momento crucial del plan de Dios. Observamos que
Pablo no menciona específicamente con aquellas palabras a María, la madre de
Cristo, sino que utiliza la palabra “mujer”, y establece una clara relación entre esta
figura y la salvación, puesto que a través de ella se accede a la plenitud de los
tiempos.

Por su parte, Hildegard ve a María como mediadora entre el Padre y el Hijo, entre
Dios y los hombres para poder liberar a la humanidad de los pecados:
101

“Por consiguiente, el Hijo de Dios, que vino al mundo, ofreció a los


hombres una doctrina pura y luminosa, y atravesando todas las cosas
que ya han sido dichas, las transformó hacia otro modo, de manera que
los ídolos fuesen convertidos al Dios vivo y la profecía, a la vida
espiritual; ya que, así como la palabra del hombre es liberada, en la
inspiración de su espíritu, así también el Unigénito de Dios fue enviado
al vientre de la Virgen desde el Padre y fue concebido desde el Espíritu
Santo. Y así, asumida la carne, el nacido de esta misma Virgen
manifestó por sí mismo todas las cosas pretéritas y futuras y transformó
para mejor todas las hazañas de hombres narradas y oídas, es decir,
borrando las inútiles y conservando las útiles; al igual que hizo en el
ejército de los ángeles buenos, a los que glorificó más después de la
ruina de los hombres perdidos. Pues antes de su nacimiento todas las
cosas estaban como en tinieblas, que, luego de asumida la carne, las
iluminó como el sol; porque él mismo fue la ley, al cumplirla y al
convertirla en aquello que era mejor y al obedecer los preceptos de su
padre, lo que Adán había despreciado hacer”. 174

En el mismo texto visionario, María es alabada, no tanto por su carácter de madre,


sino de virgen:

“Y así como las flores de los frutos aumentaban entonces más que lo
que antes se multiplicaron, así también la ciencia de los hombres
progresaba en la sabiduría encendida por el Espíritu Santo hasta la
nueva estrella, que mostraba al rey de reyes, y esta sabiduría ardía a
partir del fuego del Espíritu Santo, a través del cual la Palabra de Dios
fue encarnada en el útero de la Virgen; la estrella ya mencionada
señalaba esto. En ésta el Espíritu Santo manifestó a las gentes esta
obra, que había consumado en el útero de la Virgen; y la claridad de la

174
Liber Divinorum Operum III, 5,6. Trad. Flisfisch, María Isabel el al, op.cit., en prensa (s.p.).
102

llama del Espíritu Santo es el sonido de la Palabra, que creó todas las
cosas. Pues el Espíritu Santo fecundó el útero de la Virgen y vino sobre
los discípulos del Hijo de Dios en lengua ígneas, y después de estas
misma lenguas ígneas realizó muchos milagros con estos mismos
discípulos y con sus seguidores.” 175

Sin embargo, otros poemas, como el 54 “O virga ac diadema” resaltará la


condición y el carácter de madre, por lo tanto, de gestora y dadora de vida, aún
cuando sea sólo un recipiente, es decir, un instrumento de Dios para cumplir su
plan, es ella quien desde su rol de madre y mujer le da a la creación y a la
redención un orden y un carácter femenino. María Isabel Flisfisch señala: “Es en
su condición de madre y no de Virgen que María ha abierto para los hombres las
puertas del paraíso a través de su Hijo Jesucristo. María aparece entonces como
la otra Eva, la del Paraíso antes de la caída.”176

Debemos recordar el culto a la virginidad profesado por Hildegard y por otros


religiosos, hombres y mujeres, que viven en esta época. Se le otorga un sentido y
carácter sublime. La virginidad nos acerca al estado más puro, asegura la religiosa;
y por ende, nos acerca a Dios y a la salvación de nuestras almas. María Eugenia
Góngora se refiere al tema: “Es interesante recordar aquí que la propia Hildegard
valoraba la virginidad de hombres y mujeres religiosos, en cuanto los vírgenes -en
un sentido genérico- se acercarían al modelo de la humanidad paradisíaca. Es
posible que estuviera también presente en su valoración de la virginidad la imagen
del libro del Apocalipsis en que se muestra a las vírgenes siguiendo al cordero
(Apoc. 14,4,).” 177

175
Op. cit., p. 348.
176
Flisfisch, María Isabel, “Eva- María: ¿Una relación de oposición o de Identificación? (Hildegard
de Bingen, Symphonia, Antífonas 10-16). En: ). En:Cyber Humanitatis, n°10, Otoño 1999.
177
Góngora, María Eugenia. “La Vita Sanctae Hildegaris Virginis. Construcción de una "Vida
Ejemplar". En: Revista Signos, 2004, vol 33, N° 48, p. 21-34, (p. 25).
103

En “¡Cuán preciosa es la virginidad!” Hildegard escribe:

“... y cuyas entrañas / la santa divinidad con su calor / penetró”. 178

En una aparente contradicción, al alabar la virginidad de María, sus palabras nos


evocan la sexualidad, la idea de la penetración como relación de unión entre
hombre y mujer y que conduce a una ascensión y una comunicación imposibles de
lograr de otra manera. Mediante este acto se produce la entrega del don divino a la
mujer y se concreta su relación. El lenguaje de su poesía es nupcial, está colmado
de metáforas eróticas para representar la unión mística de Dios con la Humanidad.

“¡Cuán preciosa es la virginidad / de esta Virgen / que tiene su puerta


cerrada / y cuyas entrañas / la santa divinidad con su calor / penetró.”
179

Para Hildegard, María es la plenitud de la gracia, puesto que en ella la virginidad


es perpetua.

“Y rutilaba en su pecho un rojo fulgor como alborada: en el corazón de


los fieles brilla con ardiente devoción la pureza de la Virgen
bienaventurada que engendró al Hijo de Dios; escuchaste entonces cómo,
brotando de su mismo pecho, todo género de músicas y voces cantaban de
ella: “Oh tú, que llena de luz, como alborada resplandeces”, porque, tal
como ha sido imbuido en tu entendimiento, todas las voces de los fieles
celebrarán, cantando vivamente en la Iglesia, la virginidad de esta Virgen
inmaculada”. 180

178
Sinfonía de la armonía de las revelaciones celestiales, op.cit., p 115
179
Ibídem
180
Scivias, II,3,9, op.cit., p.121.
104

“La virgen María ocupa un lugar de privilegio en las obras de Hildegarda, en el


contexto de la historia de la salvación por el Verbo encarnado, pero también como
figura femenina paradigmática, y como aquella en quien queda redimida la otra,
primera mujer: Eva.”181 María ocupará un lugar fundamental en la obra de
Hildegard, puesto que ella se encargará de anular el daño causado por Eva. Gracias
a su obediencia y humildad el plan de Dios se lleva a cabo. Ella es la mediadora
entre el Padre y el Hijo, entre Dios y los hombres, para poder liberar a la
humanidad de los pecados, afirma la religiosa.

3. La tercera gran figura femenina, la Iglesia, tiene también para Hildegard una
importante dimensión sapiencial y salvadora.

“La Iglesia surge como salvación de las almas: Estando Jesucristo,


verdadero Hijo de Dios, en el madero de Su Pasión, la Iglesia se unió
a Él en el secreto de los arcanos celestes y fue dotada con Su púrpura
sangre, como muestra ella misma cuando, al aproximarse todos los
días al altar, reclama su dote y considera profundamente con cuánta
devoción la reciben sus hijos, que se acercan a los divinos misterios.
Por eso viste que, mientras el Hijo de Dios pendía en la cruz aquella
imagen de mujer, avanzando presurosa cual luminoso esplendor
desde el antiguo designio, era guiada junto a Él: porque cuando el
Cordero Inocente fue alzado en el ara de la cruz por la salvación de
los hombre, la Iglesia, saliendo del secreto divino con la diáfana
pureza de la fe y las demás virtudes, por profundo misterio apareció
de pronto en el cielo, y se unió al Unigénito de Dios merced a la
Majestad Suprema”.182

181
Fraboschi, op. cit., p. 33.
182
Scivias, II,6,1, op.cit., p. 190.
105

La Iglesia es así la esposa de Cristo, con quien celebra sus esponsales en el


momento de la Resurrección:

“En la parte interior, su contorno medía cinco codos de ancho:


porque ofrece la amplitud que alcanza toda su mirada interior y el
ámbito que abarca en toda su incesante meditación a través de los
cinco sentidos, ilustrados por la inspiración del Espíritu Santo con
todas las virtudes que el Cordero Verdadero le ha revelado, en honor
de este Cordero, su Esposo”.183

La Iglesia conoce íntimamente a Dios y, por lo tanto, nos puede y debe conducir a
Él. Newman señala que algunos textos medievales van aún más lejos, identificando
a Ecclesia con el cuerpo de Cristo, no simplemente como su esposa; una discusión
semejante se entabla frente a Jesús y su imagen como madre. 184
La comparación de la Iglesia con el Cuerpo de Cristo nos permite arrojar luz sobre
la relación íntima que se establece en la Edad Media y específicamente en
Hildegard, entre la Iglesia y Cristo. La Iglesia no está solamente reunida en torno a
Cristo, sino por sobre todo, está unificada a través de Él, en su cuerpo. La Iglesia
será el Cuerpo de Cristo y, por lo tanto, es fundamental la unión de todos los
miembros, es decir, de todos los creyentes, y Cristo es la cabeza de este Cuerpo.

En los textos de Hildegard, la Iglesia es también comparada con una ciudad donde
el hombre puede encontrar un refugio, pero también será la ciudad donde el hombre
encuentre la perdición:

“Que el Espíritu habla a la Iglesia sobre el tiempo del último error.


La muerte irrumpirá en la Iglesia a la hora en que, cercano el fin del
mundo, llegue el maldito de la maldición, que es la maldición de las

183
Scivias,op.cit, III,9,9, p. 416.
184
Ver Newman, Bárbara. Sister of Wisdom. “Ecclesia as Bride of Church”. Este tema también es
abordado por Caroline Walker Bynum en “Jesús as Mother and Abbot as Mother: Some Themes in
Twelfth-Century Cistercian Writing” en Jesus as Mother. Studies in the Spiritualy of the High
Middle Ages, Berkeley, Los Angeles, London: University of California Press, 1982, pp. 110-169.
106

maldiciones como testimonia Mi Hijo en el Evangelio cuando dice, al


hablar sobre la ciudad del aciago error: “Y tú, Cafarnaúm, ¿hasta el
cielo te vas a encumbrar? ¡Hasta el Hades te hundirás!” (Mt 11,23)
Así es, en verdad. Oh tú, pozo de iniquidad, abismo del fingimiento,
¿a la cima de las murallas vas a ensalzarte con las alas del engaño,
doble lengua de los mentirosos? Si tus ojos están sepultados en el
oprobio de los vicios que, en su ciénaga, la luz ardiente ocultan y
murmuran: “¿Quién es más hipócrita que el parricida al que los
necios llaman Señor?” 185

Incluso, en una de sus visiones apocalípticas, Hildegard se refiere a la Iglesia como


la engendradora del mal y la describe señalando que de ella nacerá el Anticristo:

“Desde el ombligo hasta la ingle estaba salpicada de escamas. En su


vagina apareció una cabeza monstruosa y totalmente negra...Mira, la
monstruosa cabeza se movió de su lugar con un estrépito tan grande
que toda la imagen de la mujer fue sacudida en todos sus miembros.
Algo como una gran masa de estiércol estaba unida a la cabeza;
entonces, elevándose a sí mismo sobre una montaña, intentó ascender
hacia lo alto del cielo.” 186

Es importante señalar que estas visiones, en que la Iglesia es la que engendra el


mal, se pueden entender como una alegoría y ello le permite a Hildegard realizar
una crítica encarnizada de la conducta y acción de la jerarquía y de los miembros
de la Iglesia en aquella época. Utiliza sus visiones para denunciar, por ejemplo, la
avaricia y todos los beneficios con que contaban los eclesiásticos. En una de sus
cartas (LII r)187 les responde a los clérigos de Suabia y se refiere a una visión, en la
que Iglesia habla y se refiere con fervor a ellos:

185
Scivias,op.cit., III,11,20-21, p. 465.
186
Scivias, III, 11, op. cit., 457-458.
187
Pernoud, op.cit., p.123.
107

“Escucha, cielo, pues han ensuciado mi rostro. Llora, oh tierra, pues


han rasgado mi vestido. Y vosotros gemid, pues han ennegrecido mi
calzado.”. Luego agrega: “He vivido en el corazón del Padre hasta
que el Hijo del Hombre, que fue concebido y nació de una virgen,
hubo derramado su sangre. Él me esposó y me dotó con su propia
sangre, para que, por la generación pura y simple del Espíritu y del
agua, me redimiera de lo que el odio de la serpiente había
contaminado y desecado. Los que velan por mí, a saber, los
sacerdotes, que deberían hacer que mi rostro fuera rutilante como la
aurora, y gracias a los cuales mi vestido debería brillar como un
resplandor, y mi manto centellear de piedras preciosas, y mi calzado
irradiar blancura [ellos, los sacerdotes], han llenado de polvo mi
rostro, han rasgado mi vestido, han ensuciado mi manto y
ennegrecido mi calzado. Los que hubieran debido colmarme de
adornos por todas partes me han desfigurado en todo”. 188

Es a través de la figura de la Iglesia que se sirve Hildegard para hablar


directamente de los sacerdotes y, criticar duramente su labor en la tierra, que no ha
cumplido con su “deber ser”.

“Los sacerdotes de Cristo, que hubieran debido hacerme pura y


servirme en la pureza, no hacen sino agravar estas heridas con su
exceso de avaricia, que recorre las Iglesias de una a otra.” 189

Hildegard sostiene que a la Iglesia le compete, y con ella a los clérigos, proclamar
los principios morales, incluso aquellos referentes al orden social y que guardan
relación con la igualdad que existe entre las personas. Así mismo, señala que es
esta institución la que debe presentar un juicio o parecer sobre cualquier asunto

188
Op. cit, p. 123-125.
189
Ibídem
108

humano, en la medida en la que lo exijan los derechos fundamentales de la persona


humana o que estos temas guarden relación con la salvación de las almas.

Sin embargo, la Iglesia se ha mantenido muy alejada de su labor y ha descuidado la


instrucción de las personas y el cuidado de sus almas. A través de estas visiones la
religiosa se permite señalar y prevenir sobre cual será el futuro de la Iglesia y sus
fieles si se empeñan en mantener su actitud.

“Y tú, oh Roma, postrada como en el momento de la muerte, serás


de tal manera perturbada que la fuerza de tus pies sobre los que
estabas parada cederá, porque tú amas a la hija del Rey, Justicia, no
con amor ardiente sino con el sopor del sueño, de manera que la
alejas de ti, donde ella desea huir de ti si tú no la llamas para que
vuelva. Pero sin embargo las grandes montañas se extenderán hacia
ti para ayudarte, elevándote; y los grandes troncos de grandes
árboles te sostendrán, para que no seas totalmente destruida en tu
honor y dispersada como la Esposa de Cristo. Pero tendrás algunas
alas que te distingan hasta que venga la nieve, arrojando muchas
burlas y necedades.”190

Hildegard aplica la imagen de Paraíso a la Virgen y la de ciudad apocalíptica a la


Iglesia. Jardín y Ciudad tienen fuertes asociaciones con lo femenino, ellas indican
diferentes fases del camino hacia la redención. Es así como María y la Iglesia
representan figuras significativas en la historia de la Salvación. Eva será la
primera, la Iglesia la última y María será la mediadora entre ambas, es decir, la
figura que logre reconciliar la imagen femenina con la historia de la salvación en la
Iglesia. María es una constructora, la Iglesia es un edificio, una identidad colectiva
construida “desde el sagrado trabajo humano”.

190
Ibídem
109

La Sabiduría, por su parte, nutre a la Iglesia; Hildegard señala que la arquitecto


(Sabiduría) llega a ser Uno con el muro que construye, en una fusión completa
entre el trabajador y su obra; la divina Sabiduría se une con la Iglesia humana bajo
el signo sagrado de su maternidad.

En conclusión, entendemos que para una teología sapiencial de la creación como


la de Hildegard, lo femenino es el principio divino inmanente que media entre la
trascendencia de Dios y sus criaturas. Ella es el principio femenino, es amor,
energía y belleza; y es la compañera del creador masculino. En las enseñanzas de
Hildegard ella es la divina madre de toda vida.
Propiamente hablando, las enseñanzas de la religiosa no están centradas totalmente
en la creación, sino en la Encarnación, y mediante ésta los hombres lograrán su
objetivo primero, último y fundamental: comprender que en las Sagradas Escrituras
y en las enseñanzas de Jesús se encuentra el sentido de la vida y el camino a la
Salvación. Es en el misterio de la Encarnación, en el que la “divinidad femenina” (o
si se quiere, la manifestación femenina de la divinidad) encuentra su sentido o
significado profundo.191
Para Hildegard, la humanidad de Cristo es a su divinidad lo que la mujer es al
hombre. La figura femenina, más específicamente la mujer, representa la
humanidad, desde la caída de Eva (que estaba contemplada en el plan divino, lo que
la convierte en la primera gestora y artífice del proyecto de salvación) hasta la
restauración realizada por María, para llegar finalmente a la figura de Iglesia, como
gran esposa y compañera de Cristo. Esta dicotomía presente desde siempre en la
humanidad, hombre-mujer, divinidad-humanidad, encontrará en el pensamiento de
Hildegard un orden atribuido a la armonía y a la teoría de la complementariedad. El
hombre representa la divinidad del Hijo de Dios y la mujer su humanidad192. Al
mismo tiempo, Hildegard sostiene que Cristo se une de manera mística con la

191
Para el tema de la Sabiduría, Cf. Newman, Bárbara: “Sister of Wisdom” en Sister of Wisdom,
University of California Press, California, 1999 , pp. 250-271.
192
Ver: Liber Divinorum Operum1, 4.
110

mujer, esto gracias a que ella le da carne, es decir, humanidad. Cristo nace de una
mujer, lo que establecerá entre ellos una relación de unión trascendental. Tal vez
por esto, a pesar de que el sacerdocio estaba prohibido para la mujer y no podían
ejercer esta función, algunas representaciones medievales nos muestran a la madre
de Cristo, María, como sacerdote, entregándole instrucción al clero. Es ella, quien
otorga y ofrece a los mortales acceder a la salvación.

Hildegard, por otra parte, postula la absoluta predestinación del Dios-Cristo, lo


cual es replicado por la predestinación de María y de la Iglesia. Por lo tanto,
podemos pensar que en su obra el principio femenino está en Dios, así como Dios
está unido íntimamente con la raza humana y de esa manera con el Cosmos.
Para ella, toda criatura (y la madre de Dios en forma preeminente) existe desde
antes del tiempo y para siempre en el abrazo del amor, esta afirmación de vida, es
una visión anunciada por cientos de delicadas armonías del macro y microcosmos,
pero ella es sólo la mitad de la visión que tiene Hildegard sobre el mundo, la otra
mitad menos apreciada por sus admiradores modernos habla acerca de la
renunciación del mundo, de la ascética trascendencia y una rígida moral dualista.
Esto también es un enlace con lo femenino, pero en una forma diferente.
Su escritura representa una culminación de la teología sapiencial y sintetiza
elementos cristológicos, litúrgicos, Marianos, cosmológicos, eclesiásticos,
humanísticos. No hay un desequilibrio entre la inmanencia divina y la
trascendencia, eternidad e historicidad, o lo masculino y femenino en el ámbito
divino.193

En toda su escritura, Hildegard resalta el valor de las figuras femeninas tanto en


la creación como en el orden del universo y la vida, como hemos descrito. Se puede
afirmar, siguiendo a Bárbara Newman, que su teología está escrita en femenino y
contiene una importante simbología femenina. Rechaza la discriminación,
afirmando que es la imposición de una fuerza sobre otra, lo que lleva a la soberbia.
Dios ha creado a todos, dando a cada uno un rol diferente en la sociedad y sólo Él

193
Newman, op. cit., p. 93.
111

puede juzgar las acciones y conductas de cada cual y asignarles valor y nadie puede
ponerse por sobre sus designios ni mandatos.

“Dios también tiene una mirada escrutadora sobre cada persona, de


manera tal que el orden inferior no ascienda por encima del orden
superior, como hicieron Satanás y el primer hombre, quienes quisieron
volar a una altura mayor que aquella en la que habían sido puestos. ¿Y
qué hombre reúne todo su ganado, es decir, bueyes, asnos, ovejas, cabras,
en un solo establo de manera que no contiendan entre sí? Por esto
también debe haber discreción en esto, para que las diversas personas
reunidas en un solo rebaño no se destruyan por la soberbia de la
exaltación ni por la ignominia de la humillación, y principalmente para
que la nobleza del carácter no se deteriore cuando a causa del odio se
destrocen entre sí, al caer el orden más alto sobre el inferior y éste
ascender sobre el superior. Porque Dios hace distinción entre quienes
habitan en la tierra como también entre los habitantes del cielo, donde
hay ángeles, arcángeles, tronos, dominaciones, querubines y serafines. Y
todos estos son amados por Dios, aunque no tienen igual nombre. La
soberbia ama en los príncipes y en los nobles la apariencia de su
grandeza, y los odia cuando matan dicha apariencia. Y escrito está: “Dios
no rechaza a los poderosos, porque también Él es poderoso” (Job 36, 5).
Pero Él no ama las apariencias sino las obras que tienen su gusto en Él,
como dice el Hijo de Dios: Mi aliento es hacer la voluntad de mi Padre”
(Juan 4, 34). Donde está la humildad, allí Cristo siempre está convidado.
(...) Dios infunde a los hombres el buen conocimiento, para que su nombre
no sea borrado (del libro de los vivos, Hech. 3, 5; Sal. 69,29). Bueno es,
pues, no que el hombre se apodere de una montaña que no podrá mover,
sino que permanezca en el valle aprendiendo poco a poco lo que puede
comprender”. 194

194
Carta 52r de Hildegard a la comunidad religiosa (1148-1150). En: The letters of Hildegard of
BIngen. op. cit., p. 128-130. (Nuestra traducción)
112

Termina sus palabras señalando, una vez más, que es el verdadero conocimiento el
que la ha utilizado como instrumento para hablar a través de ella y enviar su
mensaje:

“Estas cosas han sido dichas por La Luz viviente y no por el hombre.
Quien oye, vea y crea de dónde son y vienen.”195

En nuestra lectura, Hildegard defiende la complementariedad de los sexos; su


pensamiento se basa en que hombre y mujer se complementan formando un todo
armónico, que es el ser humano. Ambos son parte de la creación y pertenecen a la
misma especie. Pensamos que su escritura se basa, de un modo muy importante, en
la complementariedad hombre-mujer. No comparte la imposición de un sexo sobre
el otro, porque cree que no se puede hablar de Dios sin hablar de la persona
humana, hombre y mujer, y ambos tienen su lugar en la creación y en el plan que
Dios ha trazado, ambos compartirán la salvación y es fundamental que logren su
equilibrio para acceder a ella. Para Hildegard, la obra salvadora de Dios se realiza
en un universo sexuado: hombre y mujer son diferentes y se complementan el uno
al otro. Nos entrega una visión y una construcción del universo esperanzada:
aunque hay pecado y el hombre ha caído, tiene la posibilidad de enmendarse y
cumplir en esta segunda oportunidad con el plan de Dios, quien finalmente vence;
la humanidad es redimida y entra finamente a la vida eterna.

Reiteremos por último aquí que la idea de sinfonía en Hidegard está muy
relacionada con la imagen que tiene del Cosmos y su armonía, la que genera y
libera energía presente en el mundo; a ella podemos acceder mediante nuestra
relación sana con la Naturaleza y es ella quien nos puede conducir a la liberación.
Hildegard relaciona medicina y naturaleza, poesía y música; y sin duda, Iglesia e
Imperio, con todos los problemas que la relación entre esos poderes presenta en su

195
Ibídem.
113

época y que ella fue capaz de enfrentar. En este contexto, en el que los hombres no
son capaces de hacerse cargo de la situación, y en que los eclesiásticos son más
bien portadores de la corrupción y de la inmoralidad en que se vive, ella vislumbra
a la mujer como la conductora del cambio; hay que mirar las distintas imágenes
femeninas en su poesía y en toda su obra, y el rol fundamental que desempeñan
socialmente, para sentirnos esperanzados frente al cambio. “Y en el corazón de ese
mundo, ancho y grande, la mirada del siglo XX posada sobre la Edad Media
descubre atónita la presencia de la escritura femenina. La voz de las mujeres no
suena por primera vez en la historia, pero son nuevas en Occidente la fuerza y la
centralidad con las que brota el discurso femenino acerca de la experiencia
espiritual, que es, con frecuencia, visionaria y mística”.196

196
Cirlot, op.cit,, p.14.
114

CONCLUSIONES

Hildegard es dueña de un estatus como escritora profética para prelados y más


aún, como una escritora para hombres y mujeres, eclesiásticos, monjes y seglares;
introduce la posibilidad de un conflicto entre los carismas proféticos, por una parte,
y la autoridad institucional, por otra.

Hildegard no expresa su conocimiento de una manera intelectual pues este está


reservado a los hombres, sino le atribuye un orden y procedencia divino. Es
interesante, sin embargo, observar que su corresponsal Ricardo de Indersdorf le
infunde un vigor masculino a sus palabras y acciones, emprende la embestida
afirmando en Hildegard “una seriedad casi masculina”, “una mente viril, en su
frágil cuerpo femenino”. La solución y la respuesta que da Hildegard fue que Dios
inspiró a una débil mujer con el poder y la fuerza del hombre. Su conocimiento no
procede del estudio ni se sostiene en lo humano, por lo tanto, no tiene mérito en
cuanto a su saber al estar entre los hombres, sino por ser un saber originado en
Dios, del cual ella es instrumento. Respuesta que deja una doble lectura, por un
lado es fácil identificar la voz de humildad presente en esta afirmación, por otro, no
es menos cierto que se trata de una respuesta sabia, que deja sin armas a su
interlocutor; puesto que es Dios que la ha elegido y la ha inspirado.

Hildegard plantea en toda su obra la importancia de una vida espiritual, de la


conjunción y armonía entre el hombre y la naturaleza. En este sentido, el
conocimiento alcanzado mediante la Sabiduría y la Humildad, el comprendernos y
asumirnos como frágiles creaturas de Dios será fundamental. La soberbia sólo
dificultará y entorpecerá nuestro camino. Al respecto encontramos al Scivias, un
libro dogmático, doctrinal, pedagógico, que pretende dar luces sobre las conductas
humanas que nos alejan de Dios y que nos impiden alcanzar la vida eterna. El libro
está estructurado en tres partes que siguen este sentido, el camino a la Redención.
No teme en denunciar, enfatizar, poner en orden, declarar y anunciar. De igual
manera Liber Divinorum Operum es una obra de carácter apocalíptico, se trata de
115

su máxima obra visionaria, en la cual revela lo que ocurrirá con los hombres y la
tierra por no respetar las órdenes divinas.

“Pero después que la tierra fue henchida por este pueblo contrario,
Yo, el que soy, no soportando por más tiempo estos pecados
criminales decreté esto: que el género humano fuera sofocado en las
aguas, excepto por los pocos que me habían conocido. Pero la tierra
de ningún modo fue secada, hasta que el pueblo que se burlaba fue
totalmente sumergido. Pues las aguas bañaron toda la tierra, de
manera que se volviese como lodo; y los cadáveres de los hombres
fueron sumergidos por éste, de manera que después no pudiesen ser
encontrados, mientras que sin embargo aparecían ciertos cadáveres
de animales por su peso liviano en las superficies de las aguas. La
tierra tampoco fue secada, antes de que el sol con los cursos de la
luna y las estrellas y con todas sus funciones completasen su salida y
su ocaso, ni antes de que todas estas cosas llevaran nuevamente hacia
sí las aguas hacia sus lugares correspondientes, tal como habían sido
dispuestas primeramente.”197

En el pensamiento de Hildegard el conocimiento de la Biblia será fundamental.


Salvarse presupone que existe antes una condena o un mal del cual debemos
redimirnos. Esta Salvación está precedida por un paso, por la búsqueda, por el
encuentro. Entonces Hildegard, se nos presenta como la conductora por este
tránsito. Así como Moisés, quien conduce a la liberación a Israel, ella es la
mediadora entre el Pueblo y la ley de Dios. “En vano se excusará el elegido:
“¿Quién soy yo?” (Ex 3,11). La Humildad que en un principio la hace vacilar ante
un empeño tan pesado le ayudará luego a desempeñarlo con una suavidad sin igual.
“Dijo Moisés a Yahvé: “¡Por favor, Señor! Yo no he sido nunca hombre de
palabra fácil, ni aun después de haber hablado tú con tu siervo; sino que soy torpe
de boca y de lengua.”. Le respondió Yahvé: “¿Quién ha dado al hombre la boca?

197
Liber Divinorum Operum III, 2,6. Trad.Flisfisch, María Isabel et al, op.cit., 302.
116

¿Quién hace al mudo y al sordo, al que ve y al ciego? ¿No soy yo, Yahvé? Así pues,
vete, que yo estaré en tu boca y te enseñaré lo que debes decir””. (Ex 4, 10, 12)

Las palabras que utiliza Hildegard para definirse nos hablan de humildad
y prudencia, pero al mismo tiempo se dedica a aconsejar, a hablar y escribir a
hombres letrados e ilustres, presenta una fortaleza de espíritu y una perseverancia
digna de aplausos, entonces, ¿Podemos hablar de contradicción, o más bien es el
deseo de cumplir con las palabras y mandatos Bíblicos que ella tan bien conoce?
Hildegard desea ser merecedora de esta voz que la ha elegido y conducir a la
humanidad por el camino a la salvación, por esto busca la sabiduría. “Yo, la
Sabiduría, habito en la prudencia, / yo he inventado la ciencia de la reflexión./
Míos son el consejo y la habilidad,/ yo soy la inteligencia, mía es la fuerza. / Por
mí los reyes reinan / y los magistrados administran justicia.” (Sab 8,12-15)

Quisiéramos terminar esta tesis con las últimas palabras de Hildegard en su obra
Scivias. Hildegard nos aconseja aprender a ver y escuchar más allá de lo evidente.
Habla de templar los sentidos de una manera mística, para eso debemos acallarlos
previamente, calmar las ansias y las pasiones humanas, para ascender a un estado
de unión entre Dios y nuestra alma.
Hildegard aspira a que el hombre busque ser reflejo de la imagen de Dios. Que
nuestros ojos y oídos sean instrumentos para comprender el mensaje del Señor.
Todo lo que nos rodea es su creación y si conocemos y respetamos su plan
podremos acceder a la salvación.
117

“Alabad, pues, alabad al Señor, Corazones bienaventurados, por todas


las maravillas que se ha obrado en esta suave imagen de la belleza del
Altísimo, que Él mismo conocía ya antes de forjarla al sacar a Eva de
la costilla de Adán.“Pero, que quien temple su oído en el sentido
místico, suspire en pos de estas palabras, encendido de amor por Mi
espejo, en la sabiduría de su alma las escriba. Así sea.”198

198
Scivias, op. cit., III. 13. 16, p.508.
118

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