Texto 2 Historia
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reclusión y
reinserción social
(s. XVI-XX)
PID_00270269
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© FUOC • PID_00270269 Encierro, reclusión y reinserción social (s. XVI-XX)
Índice
Introducción............................................................................................... 5
Objetivos....................................................................................................... 7
Resumen....................................................................................................... 26
Bibliografía................................................................................................. 27
© FUOC • PID_00270269 5 Encierro, reclusión y reinserción social (s. XVI-XX)
Introducción
Hasta el s. XVI, la prisión fue concebida, por regla general, como mera reten-
ción, como un lugar de custodia (ad continendos homines) hasta que se ejecuta-
ra la sentencia. Sin embargo, las legislaciones penitenciarias del Antiguo Régi-
men europeo se crearon con el propósito de intimidación y represión; hasta el
s. XVIII, las penas eran terribles, inhumanas y desproporcionadas. A partir del
s. XVIII, las penas corporales basadas en el suplicio evolucionan hacia la pena-
lidad utilitaria, hacia la búsqueda del pragmatismo, la prisión que pretende
aprovecharse de la fuerza del trabajo. Aparte de este propósito utilitario, en
menor medida también se pretendía incidir sobre la persona del delincuente
reeducándolo y escarmentándolo con este trabajo. La privación de libertad
sirvió además de control social, para canalizar tendencias opuestas al orden
social, como instrumento de represión de la disidencia social. Los objetivos
que conformaban la esencia del derecho penitenciario del XVIII fueron: utili-
dad, humanización y rehabilitación. La pena de prisión como tal comienza
en el s. XIX.
Con respecto a la legislación, este capítulo se cierra con la Ley orgánica gene-
ral penitenciaria de 1979 (LOGP), que parte del contenido del art. 25.2 de la
Constitución española. En la historia del derecho penitenciario español po-
demos establecer una clara línea de división en la Ordenanza general de los
presidios del reino, del 14 de abril de 1834. Desde el Fuero Juzgo hasta esa
fecha, la legislación penitenciaria, muy descuidada por los poderes públicos,
ofrece pocos materiales. Otro punto de inflexión será el integral y modernista
Real decreto del 5 de mayo de 1913, que da por finalizado el asentamiento del
sistema penitenciario en nuestro contexto.
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Objetivos
Los objetivos que se pretenden alcanzar una vez terminado este módulo son
los siguientes:
1. Dar una visión general de las formas de encierro durante los siglos XVI-XX
y descubrir la función de la prisión según los intereses sociales de cada
época.
3. Saber cuáles han sido los principales reformadores del sistema penitencia-
rio.
Con la llegada del Renacimiento, la pobreza, las epidemias, las guerras entre
estados y de religión, etc., modelaron una Europa abarrotada de mendigos,
desheredados, desarraigados, enfermos e inadaptados sociales. Si en el s. XIX
En cuanto a las mujeres, en toda Europa, desde la primera mitad del s. XVI,
Con los años, y hasta bien entrado el s. XIX, como resultado de los movimien-
tos migratorios del campo a la ciudad, iba creciendo la bolsa de población
marginal y ociosa que, con frecuencia, planteaba duros problemas de orden
público. Así pues, la prisión ocupará un papel claro de control social. Prisiones
que se convertirían en lugares masificados, carentes de higiene y sin distinción
de penados/internados. Será la prisión de Gante (1775) la primera en hacer
una clasificación de los presos de acuerdo con la gravedad del delito, la edad
y el sexo.
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Tres figuras clave del siglo XVI en cuanto a su inclinación por la reforma de las
maneras de reclusión o de encierro fueron los clásicos Bernardino de Sandoval,
Tomás Cerdán de Tallada y Cristóbal de Chaves. Desde un punto de vista cris-
tiano o humanista mostraron al lector la realidad práctica, los vicios y los há-
bitos corruptos de la vida cotidiana en las prisiones de su época, profundizan-
do en consideraciones sobre los objetivos de la reclusión, la clasificación y ar-
quitectura carcelarias y otras cuestiones regimentales que necesitan reformas.
Tractado del cuydado que se deue tener de los presos pobres. En que se trata fer obra pia proueer
a las necesidades que padefcen en las carceles, y que en muchas maneras pueden fer ayudados de
fus proximos, y de las perfonas que tienen obligacion a fauorecerlos, y de otras cofas importantes
en efte propofito.
Los sentimientos de compasión hacia los encarcelados, con las exigencias de la disciplina
en las prisiones. Según él, la primera obligación del hombre, después de su gratitud a Dios,
que le ha dado el ser y le conserva la vida, es hacer bien al prójimo, pero especialmente
a los que más sufren, que son los presos. El que no se interesa por los demás, debe ser
aburrido, como elemento inútil a la república, y para justificar estos criterios invoca la
doctrina de los evangelistas, las bienaventuranzas, las sentencias de los Santos Padres y
los textos de la Sagrada Escritura.
Figura 1. Relación de dependientes, ejercitantes y colegiales del Real Colegio de Niños Toribios
(1793)
Fuente: Archivo Histórico Provincial de Sevilla. Código de referencia: ES.41003.AHPS/2.1.1. Colección Celestino López Martínez
CELOMAR, 19913. < http://www.juntadeandalucia.es/cultura/archivos_html/sites/default/contenidos/archivos/ahpsevilla/
Galeria/Nixos_toribios.jpg>.
Cesare�Beccaria. En el siglo XVIII, brilla con luz propia la obra del milanés Cesare Beccaria
(1738-1794), Dei delitti e delle pene (De los delitos y las penas, 1764) y sus métodos para
prevenir los delitos. Para Beccaria es mejor prevenir, evitar los delitos que tener que cas-
tigarlos. Por eso, establece una serie de recomendaciones y de principios: iluminar bien
las ciudades por la noche; distribuir adecuadamente las fuerzas policiales; que las leyes
sean claras y sencillas y que toda la fuerza de la nación esté empleada para defenderlas;
recompensar la virtud; perfeccionar la educación, etc.
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encontraron un lugar para vivir lejos de las prisiones y las calles. Estos centros,
apartados del núcleo urbano, eran «prisiones encubiertas», a menudo «correc-
cionales», prisiones sin barrotes, lugares de detención y aislamiento, nuevos
espacios productivos; en resumen, un tipo de «encierro individualizado». Lo
más destacado de estos centros era la finalidad que podían conseguir con res-
pecto a la resocialización, rehabilitación y reinserción del internado.
Como en otras partes de Europa, hasta bien entrado el s. XIX, los delincuentes
internados en la prisión (custodia o cumplimiento), fueron recluidos en locales
construidos con otros objetivos y que reunían las condiciones mínimas de
seguridad para evitar evasiones. En España, la arquitectura penitenciaria se
inicia inspirada por las ideas de Bentham y Howard. La tendencia —la práctica
fue mucho más lenta— a mejorar las condiciones de los lugares de detención
ya se observaba en la Constitución de Cádiz de 1812, el art. 297 de la cual
señala que:
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Se dispondrán las prisiones de manera que sirvan para asegurar y no para molestar a los
prisioneros; por lo tanto, el alcaide tendrá a estos en buena custodia, y separados a aque-
llos que el juez ordene tener sin comunicación; pero nunca en calabozos subterráneos
ni malsanos.
Manuel Montesinos fue uno de los reformadores del sistema penitenciario es-
pañol. De 1835 a 1850 fue director de la prisión de Valencia (antiguo convento
de San Agustín) e implantó el «sistema progresivo», que consiste en obtener
la rehabilitación social a través de etapas o grados, basándose en el estudio del
sujeto y en su progresivo tratamiento. El cumplimiento se divide en etapas en
las que se va progresando con respecto a la anterior (menos disciplina y mayor
libertad) dependiendo de la buena conducta del reo. En su labor reformadora,
destaca: la redención de penas por el trabajo, la libertad condicional, la salud
física de los reclusos y la lucha contra la ociosidad. Fue reformando la prisión
con los mismos presos, transformándola en una de «seguridad mínima». Creó,
en la prisión, talleres, oficinas, farmacia, enfermería, patios con naranjos e in-
cluso un pequeño jardín zoológico. Su lema: «La prisión solo recibe al hombre.
El delito se queda en la puerta». Según F. Lastres:
Tenía fe en sus criminales, porque procuraba levantar su espíritu, sin herir nunca la dig-
Referencia bibliográfica
nidad del hombre; trató de hacer entender que la disciplina era indispensable; pero siem-
pre, y en cualquier ocasión, los trataba como seres racionales, y por esto los reclusos del
penal San Agustín adoraban a su comandante. Lastres, F. (1888). Don Bosco
y la caridad en las prisiones.
Conferencia pronunciada en
Montesinos innovó con el «sistema progresivo» penitenciario, que supuso un el Ateneo de Madrid el día
12 de Marzo de 1888. Revista
gran paso adelante con respecto a los métodos o regímenes de la vida en la Contemporánea, Año XIV, To-
prisión que se sucedieron a lo largo de la historia: aglomeración, clasificación mo LXIX, Vol. VI, p. 590.
Casada en 1848 con Fernando García Carrasco, cuando murió este en 1857 se
trasladó a Potes (Cantabria) donde fundó en 1859 el grupo femenino de las
Conferencias de San Vicente de Paúl para ayudar a los pobres. Fruto intelec-
tual de las preocupaciones sociales y humanitarias de Arenal son sus ensayos
La beneficencia, la filantropía y la caridad (1860) y El visitador del pobre (1861).
En 1864 fue nombrada visitadora de cárceles de mujeres y se traslada en La
Coruña, donde escribió más tarde Cartas a los delincuentes (1865). En 1868 fue
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En El visitador del preso, al inicio del capítulo V, señala que este «es un hombre
de corazón y de caridad, y sabe, sin que nadie se lo enseñe y sin haberlo estu-
diado, como debe presentarse al recluso para impresionarlo favorablemente,
y a la medida de lo posible, inspirarle confianza». Dedica el capítulo VI a la
influencia de las ideas y las creencias, e insiste en que el visitador no es un
misionero, un propagandista de la religión, y que su tarea no es convertir al
prisionero en una religión concreta. Más adelante, en otros capítulos, destaca
lo positivo de la religión, por ejemplo, cuando afirma que los «sentimientos
religiosos pueden auxiliar los buenos propósitos o determinar en formarlos».
Arenal señala que la religión es más eficaz en las mujeres que en los hombres:
Figura 3. Victoria Kent, feminista, diputada de la II República y figura clave en la reforma de las
prisiones y el tratamiento y defensa de los derechos de las mujeres
Desde la segunda mitad del s. XIX, el «gran internamiento» dio paso al «en-
cierro individualizado». Fueran delincuentes o no, los menores, locos, vagos,
ebrios, toxicómanos habituales, ancianos, etc., serán objeto de una política
clasificatoria y distributiva.
Aunque durante todo este capítulo hemos estado analizando el trato diferen-
ciado que históricamente ha sufrido en las instituciones de encierro, queremos
destacar el hecho de que la prisión ha sido testigo de la discriminación social
de las mujeres en relación con la figura masculina, de su «invisibilidad», de
la «feminización» de la pobreza. Los muros de las prisiones recluyeron a mu-
jeres por delitos (contra la propiedad, contra la honestidad o la sangre), por
corrección y por represión. Muchas de ellas fueron internadas embarazadas o
con hijos lactantes a cargo suyo.
gar ideal para estudiar lo prescindible para acceder a esta profesión. Además
del personal de prisiones, trató de la organización de los servicios, del régimen
y disciplina general y del régimen económico.
El tratamiento pretende hacer del interno una persona con la intención y la capacidad
de vivir respetando la ley penal, así como de subvenir a sus necesidades. Con este fin,
se procurará, en la medida de lo posible, desarrollar en ellos una actitud de respeto a sí
mismos y de responsabilidad individual y social con respecto a su familia, a su prójimo
y a la sociedad en general.
Resumen
Como hemos podido analizar en este capítulo, los diferentes gobiernos y so-
ciedades de nuestra historia han creado instituciones de encierro y reclusión
para aislar y castigar a un gran número de colectivos considerados «antisocia-
les» o peligrosos. El miedo al otro y la estigmatización de la diferencia y de
los marginados, dieron paso a diferentes instituciones de control. Gracias a
la historia, podemos observar y estudiar el impacto en la evolución que las
diferentes teorías, modelos arquitectónicos y protagonistas tuvieron en las re-
formas de estos centros.
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