Hacia Una Terapia Basada en Procesos (TBP) - Hayes
Hacia Una Terapia Basada en Procesos (TBP) - Hayes
Hacia Una Terapia Basada en Procesos (TBP) - Hayes
“Como educador, investigador y médico, descubrí que Hacia una terapia basada en procesos
(TBP) es un recurso estimulante y muy necesario. La ciencia nos ha ayudado a determinar qué
tratamientos funcionan. Ahora necesitamos mejorar nuestra comprensión de las complejidades de
cómo funcionan esos tratamientos y por qué. Este libro, editado por líderes en psicología clínica—
Steven Hayes y Stefan Hofmann—trae una nueva visión para la TCC. Une magníficamente los
procesos subyacentes a través de nuestro trabajo y procedimientos en sesión, con un ímpetu para
nuevas metodologías de diagnóstico, formulación, evaluación, diseño y análisis. A corto plazo,
estas importantes ideas informarán nuestros planes de estudios de formación y estudios de
investigación. A más largo plazo, estas ideas influirán en una generación de practicantes.
Recomiendo enfáticamente este libro a todos aquellos que están aprendiendo, practicando o
investigando la TCC”.
— Nikolaos Kazantzis, PhD, director del programa de psicología clínica y director de la
Unidad de Investigació n de Terapia Cognitiva Conductual de la Universidad de Monash en
Melbourne, Australia
“Imagínese una sala llena de expertos en todas las habilidades esenciales de TCC listos para
ayudarlo a cuidar a sus clientes de la mejor manera posible. Compre este libro y eso es lo que
obtendrá. Una excelente caja de herramientas para el terapeuta cognitivo-conductual que se
esfuerza por integrar la TCC estándar con enfoques basados en la atención plena y la aceptación”.
“¡Abriendo el camino hacia el futuro de la psicoterapia! Este libro va más allá de los lectores
actuales de TCC, coloca estos enfoques en un contexto más amplio, incluso filosófico, y por lo tanto
abre nuevas perspectivas para mejorar los enfoques de tratamiento actuales. Integra diferentes
líneas de psicoterapia (TCC tradicional, ACT y MBCT). Este libro no solo es imprescindible para
cualquier persona que quiera mejorar las habilidades de tratamiento mejorando y personalizando
la selección de intervenciones específicas para problemas específicos de los pacientes, sino
también para los investigadores en psicoterapia que realmente quieren llevar el campo a un nuevo
nivel de desarrollo y sistematizar las intervenciones psicológicas”.
— Winfried Rief, PhD, miembro de la junta de la Asociació n Europea de Psicología Clínica y
Terapia Psicoló gica (EACLIPT)
“Este es un libro notable y oportuno. Como el primero, que yo sepa, para abordar en un solo
lugar los estándares de capacitación y las competencias clínicas descritas por el Grupo de trabajo
interorganizacional sobre educación doctoral en psicología cognitiva y conductual, es probable
que se convierta en un texto central en los programas de capacitación en TCC a nivel de doctorado.
Además, su explicación de las epistemologías, teorías, principios básicos y procesos centrales que
comprenden la TCC como un campo facilitará la evolución de la TCC y el movimiento de
tratamiento con base empírica desde simplemente emparejar intervenciones y síndromes hasta
uno que selecciona y personaliza intervenciones clínicas basadas en teoría apoyada
empíricamente y análisis contextual”.
—Michael J. Dougher, PhD, Universidad de Nuevo México
“La tarea más desafiante para los psicoterapeutas en ejercicio de hoy en día, así como para los
investigadores en psicoterapia, es personalizar el proceso de psicoterapia basada en evidencia
utilizando la selección disponible de estrategias de tratamiento y herramientas de evaluación. No
puedo imaginar un mejor recurso para esta tarea que este excelente libro de los dos principales
expertos: Steven Hayes y Stefan Hofmann. Esta rica colección de temas integra las tradiciones
conductuales, cognitivas, emocionales, motivacionales e interpersonales, así como la aceptación y
la atención plena dentro de los tratamientos psicológicos. Es un gran paso adelante y proporciona
un nuevo estándar para el futuro de la psicoterapia basada en la evidencia. Cualquier persona
interesada en los tratamientos psicológicos lo encontrará completo y divertido de leer.
Proporciona un recurso excepcional para los médicos en ejercicio, así como para la formación
clínica”.
— Wolfgang Lutz, PhD, departamento de psicología de la Universidad de Trier, Alemania
“Los clientes corren el riesgo de recibir servicios menos que óptimos cuando los médicos no
siguen un enfoque basado en la ciencia para la intervención clínica. Este libro de Hayes y Hofmann
es el primero en presentar una descripción general integral de los principios, prácticas y procesos
básicos basados en evidencia que integran competencias y estrategias de intervención en
múltiples modelos de tratamiento y múltiples síndromes”.
— Stephen N. Haynes, profesor emérito de psicología en la Universidad de Hawái en Manoa y
editor de la revista Psychological Assessment de la Asociación Estadounidense de Psicología
“Demasiados libros sobre este tema han enfatizado la 'C' o la 'B' en la TCC, las diferencias entre
las intervenciones basadas en la aceptación y las basadas en el cambio, o la distinción entre los
manuales de TCC de marca en comparación con los elementos comunes y no específicos en todas
partes. Hayes, Hofmann y sus colegas han adoptado un enfoque completamente diferente. Hacen
avanzar el campo al evitar falsas dicotomías y caricaturas innecesariamente simplistas de la TCC,
y al adoptar los muchos procesos de cambio respaldados empíricamente que subyacen a las
terapias cognitivas y conductuales. Lo que emerge es claro y práctico para los médicos: la TCC de
ayer ha sido reemplazada por la creciente y diversa familia de TCC contemporáneas de hoy”.
- Zachary Rosenthal, PhD, profesor asociado, vicepresidente y director clínico del Programa
de Tratamiento e Investigació n Cognitivo-Conductual.
Nota del editor
Esta publicación está diseñada para proporcionar información precisa
y fidedigna con respecto al tema tratado. Se vende con el entendimiento
de que el editor no se dedica a prestar servicios psicológicos, financieros,
legales u otros servicios profesionales. Si se necesita asistencia o
asesoramiento de expertos, se deben buscar los servicios de un
profesional competente.
Distribuido en Canadá por Raincoast Books
Copyright © 2018 por Steven C. Hayes y Stefan G. Hofmann
Prensa de contexto
Una impresió n de New Harbinger Publications, Inc.
5674 Avenida Shattuck
Oakland, CA 94609
www.nuevoheraldo.com
Contenido
Introducció n
Referencias
Klepac, RK, Ronan, GF, Andrasik, F., Arnold, KD, Belar, CD, Berry, SL, et al. (2012). Pautas para el
entrenamiento cognitivo conductual dentro de los programas de doctorado en psicología en
los Estados Unidos: Informe del Grupo de trabajo interorganizacional sobre educació n
doctoral en psicología cognitiva y conductual. Terapia conductual, 43 (4), 687–697.
Parte 1
Capítulo 1
Historia y estado actual de la TCC como terapia
basada en la evidencia
Stefan G. Hofmann, PhD
Departamento de Ciencias Psicológicas y del Cerebro,
Universidad de Boston
Dr. Steven C. Hayes
Departamento de Psicología, Universidad de Nevada, Reno
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Introducción
Imagina a tres científicos intentando ampliar los límites del
conocimiento humano. El primero es un astronauta ocupado en
analizar muestras de suelo en la fría y oscura superficie de la Luna. El
segundo es un bió logo marino que trata de encontrar formas de hacer
que los pingü inos sean má s activos y participen en un gran acuario
pú blico. La tercera es una primató loga profundamente interesada en el
comportamiento de cortejo de los gorilas de espalda plateada, que se
encuentra vadeando un bosque tropical en Á frica Central. Aunque los
tres utilizan el método científico para comprender un fenó meno
concreto, estos abordan sus objetivos de formas muy diferentes. Las
preguntas fundamentales que les interesan (por ejemplo, ¿de qué está
compuesto el suelo lunar? ¿Có mo se puede modificar el
comportamiento de los pingü inos en cautividad? ¿Có mo se comportan
socialmente los primates en la naturaleza?) determinará n los
procedimientos que utilicen, las teorías que generen, los tipos de datos
que recojan y las respuestas que finalmente encuentren satisfactorias.
En muchos sentidos, la ciencia psicoló gica clínica se enfrenta a una
situació n similar. Aunque los clínicos y los investigadores está n unidos
por un objetivo comú n (entender có mo se puede aliviar el sufrimiento
humano y promover el bienestar), por lo general abordan ese objetivo
de maneras muy diferentes. Algunos sostienen que la mejor manera de
alcanzar este objetivo es detectar y corregir las creencias
disfuncionales, los esquemas cognitivos patoló gicos o los estilos de
procesamiento de la informació n defectuosos que sustentan el
sufrimiento psicoló gico (P. Ej., Beck, 1993; Ellis & Dryden, 2007). Otros
afirman que la mejor solució n requiere que nos pongamos en contacto
y alteremos las funciones de los eventos internos má s que su forma o
frecuencia particular (por ejemplo, Hayes, Strosahl y Wilson, 1999;
Linehan, 1993; Segal, Williams y Teasdale, 2001). En esta rica y densa
jungla de investigació n y teorizació n clínica, las diferentes tradiciones a
menudo se encuentran en una feroz competencia, con los defensores de
una perspectiva argumentando la supremacía ló gica de sus propios
procedimientos, hallazgos, teorías y terapias, mientras que otros
responden con convicciones igualmente firmes (véase Reyna, 1995,
para un ejemplo). En un entorno así, cabe preguntarse: ¿Existe
realmente una «mejor» solució n al problema del sufrimiento
psicoló gico? ¿Có mo definen los clínicos e investigadores lo que se
considera «mejor», y es una elecció n subjetiva u objetiva? ¿Có mo
determinan realmente si un determinado procedimiento, hallazgo,
teoría o terapia es satisfactorio o incluso mejor que otros? Aunque los
investigadores clínicos no suelen trabajar en el frío vacío del espacio
exterior, en los tanques de agua de un acuario o en el hú medo interior
de los bosques tropicales, sus actividades se llevan a cabo en un
contexto má s amplio que guía sus valores y objetivos científicos. Uno de
los aspectos má s importantes de este contexto es su visió n filosó fica del
mundo. Las visiones del mundo especifican la naturaleza y el propó sito
de la ciencia, la causalidad, los datos y la explicació n. Definen lo que
consideramos la materia propia de nuestro campo, cuá les será n
nuestras unidades de aná lisis, los tipos de teorías y terapias que
construimos y evaluamos, las metodologías que concebimos y có mo
deben generarse e interpretarse los resultados. Las cuestiones sobre
ontología, epistemología y axiología pueden parecer muy abstractas y
alejadas de las pruebas y tribulaciones diarias que conforman la
investigació n clínica o la prá ctica terapéutica. En lo que sigue, pretendo
demostrar que los supuestos filosó ficos son similares al aire que
respiramos: típicamente invisibles, integrales a nuestro funcionamiento
diario y, sin embargo, a menudo se dan por sentados. No hay ningú n
lugar privilegiado que permita evitar estas cuestiones: su visió n del
mundo moldea silenciosamente su forma de pensar y actuar, e influye
en las teorías, terapias, técnicas y datos que considera convincentes o
vá lidos (por ejemplo, Babbage & Ronan, 2000; Forsyth, 2016). Dicta
parte de su comportamiento en cada momento cuando interactú a con
un paciente. Al articular y organizar adecuadamente estos supuestos, se
accede a un poderoso método para determinar la consistencia interna
de los propios puntos de vista científicos y garantizar que los esfuerzos
de desarrollo del conocimiento son progresivos, cuando se miden con
respecto a los objetivos científicos (clínicos). Los esfuerzos científicos
deben contar con criterios para evaluar los relatos teó ricos y
metodoló gicos que compiten entre sí si se desea alcanzar el progreso.
Sin embargo, los académicos a menudo se enzarzan en debates de otro
tipo: los que se centran en la legitimidad, la primacía y el valor de una
tradició n intelectual en relació n con otra. Estos debates se han
denominado «pseudoconflictos», dado que implican la aplicació n de los
supuestos filosó ficos (y, por tanto, los objetivos y valores científicos)
del propio enfoque a los supuestos, objetivos y valores de los demá s
(Pepper, 1942; Hayes, Hayes y Reese, 1988). Por ejemplo, los terapeutas
de orientació n conductual pueden desestimar el valor de las
representaciones y procesos mentales mediadores, como los esquemas
cognitivos o los sesgos, dado que estos constructos explicativos son
contrarios (o incluso irrelevantes) a su propio enfoque sobre las
variables contextuales manipulables que pueden facilitar la predicció n
y la influencia de los acontecimientos psicoló gicos. Del mismo modo,
los investigadores de orientació n cognitiva podrían considerar que
cualquier aná lisis que omita la referencia a la maquinaria mental es
meramente descriptivo y no explicativo. Como señ ala Dougher (1995),
estos respectivos académicos podrían preguntarse por qué sus
homó logos «persisten en adoptar posiciones tan anticuadas o
claramente equivocadas, por qué persisten en tergiversar mi posició n y
por qué no pueden ver que tanto la ló gica como los datos hacen que su
posició n sea claramente inferior» (p. 215). La incapacidad de reconocer
los orígenes filosó ficos de estos debates a menudo conduce a «la
frustració n, el sarcasmo e incluso los ataques ad hominem a la
competencia intelectual o académica de los que mantienen posiciones
alternativas» (p. 215). Los científicos de la psicología que son capaces
de articular sus supuestos filosó ficos son má s habilidosos a la hora de
identificar conflictos genuinos y productivos dentro de las tradiciones
que impulsan la teoría y la investigació n, y pueden evitar perder el
tiempo en pseudoconflictos que tienden a ser de naturaleza
degenerativa. En otras palabras, apreciar los fundamentos filosó ficos de
su trabajo también le permite comunicarte sin dogmatismo ni
arrogancia con quienes sostienen supuestos diferentes. Esta flexibilidad
es indispensable para el tema de este libro: ayudar a los diferentes
á mbitos de la terapia basada en la evidencia a aprender a comunicarse
a través de las divisiones filosó ficas. Por estas y otras razones, un
consorcio de organizaciones cognitivas y conductuales añ adió
recientemente la formació n en filosofía de la ciencia a los está ndares de
formació n de los clínicos empíricos (Klepac et al., 2012). Por ú ltimo, los
estudios clínicos albergan una cantidad abrumadora de perspectivas
que pueden tentar a los estudiantes a adoptar una forma insípida de
eclecticismo con la esperanza de que, al mezclar todas las teorías y
conceptos plausibles, se obtendrá n resultados terapéuticos aú n
mejores. Las combinaciones disciplinadas de enfoques son posibles y
ú tiles, pero la confusió n se produce si las teorías y las terapias se
mezclan de forma incoherente (porque se han malinterpretado o
ignorado los supuestos filosó ficos subyacentes). Este capítulo se divide
en tres secciones. En la parte 1 se ofrece una breve introducció n a los
temas centrales de la filosofía de la ciencia que se aplican a quienes
reciben formació n clínica (ejemplos de tratamientos má s extensos son
Gawronski y Bodenhausen, 2015; Morris, 1988; Guba y Lincoln, 1994;
entre muchos otros). En la parte 2, introduzco una serie de
cosmovisiones que fueron originalmente planteadas por Stephen
Pepper en la década de 1940, haciendo énfasis en el mecanicismo y el
contextualismo en particular. Demostraré có mo estas ú ltimas visiones
del mundo han moldeado y continú an impulsando la psicología clínica.
Por ú ltimo, en la tercera parte considero los temas de la selecció n de la
visió n del mundo, la evaluació n, la comunicació n y la colaboració n. Si
los lectores deciden entonces adoptar una determinada perspectiva
filosó fica, lo hará n siendo conscientes de las alternativas, de có mo esta
decisió n condiciona su propio pensamiento y acciones, y de có mo
pueden interactuar con colegas que ven (o construyen) el mundo de
forma diferente a la suya.
Parte 1: Breve introducción a la filosofía de la ciencia
La ciencia se ocupa, en términos generales, del desarrollo de un cuerpo
sistemá tico de conocimientos que está vinculado a pruebas derivadas
empíricamente (por ejemplo, Lakatos, 1978; Laudan, 1978). Este
sistema de conocimiento se construye con la intenció n de comprender
e influir en los «patrones de relació n entre los fenó menos y procesos
del mundo experimentado» (Lerner y Damon, 2006, p. 70). La filosofía
de la ciencia hace referencia a la base conceptual sobre la que se
construye este cuerpo sistemá tico de conocimientos. En lugar de
centrarse en las teorías, métodos y observaciones concretos que
definen un á mbito científico, la filosofía de la ciencia se ocupa del
emprendimiento científica en sí mismo. El objetivo es descubrir los
supuestos que a menudo está n implícitos (o se dan por sentados) en la
prá ctica científica y que dictan su curso (por ejemplo, có mo debe
proceder la ciencia, qué métodos de investigació n deben utilizarse,
cuá nta confianza debe depositarse en los hallazgos generados y cuá les
son los límites del conocimiento obtenido). De este modo, la filosofía de
la ciencia proporciona una perspectiva desde la que examinar y evaluar
potencialmente la ciencia psicoló gica clínica.
Sin embargo, lo que debe quedar claro es que estos argumentos son
pseudoconflictos: un intento de los defensores de una visió n del mundo
de situar sus propios supuestos filosó ficos (y, por tanto, los objetivos y
valores científicos) como correctos en ú ltima instancia, y la visió n del
mundo de los demá s, como erró nea. Sin embargo, no se puede
demostrar que los supuestos filosó ficos sean correctos o erró neos
porque no son el resultado de las pruebas: estos definen lo que debe
considerarse «prueba». Las normas desarrolladas dentro de una
determinada visió n del mundo solo pueden aplicarse a los productos
que surgen de ese enfoque (de la misma manera que las reglas que
tienen sentido dentro de un deporte [el fú tbol] no pueden utilizarse
para regir la actividad de otro [digamos, el baloncesto]). Ademá s,
ninguna visió n del mundo se refuerza mostrando las debilidades de
otras posiciones. Existen cuatro formas legítimas de evaluar: Una
consiste en mejorar los propios productos científicos medidos con los
criterios adecuados a su enfoque. La segunda es menos obvia, pero
profesionalmente ú til y colegiada: entrar en los supuestos de los
colegas que difieren de los tuyos y luego ayudarles a mejorar los
productos científicos medidos con los criterios adecuados a esos
supuestos. La tercera es articular claramente los supuestos y propó sitos
que sustentan su actividad científica y señ alar (de forma no valorativa)
en qué se diferencian de los demá s. Por ejemplo, puede describir la
metá fora raíz y el criterio de verdad que ha adoptado, y có mo se llevan
a cabo sus aná lisis desde esta perspectiva, sin insistir en que otros con
supuestos diferentes hagan lo mismo. El cuarto enfoque consiste en
señ alar los objetivos y usos de la ciencia por parte de los consumidores
(por ejemplo, los financiadores gubernamentales, los clientes) y evaluar
objetivamente si los programas de investigació n sirven para esos fines.
Comunicación y colaboración entre defensores de diferentes visiones del mundo
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Capítulo 3
Ciencia en la prá ctica
Kelly Koerner, PhD
Instituto de Práctica Basada en la Evidencia
Figura 1. Diagrama visual que conceptualiza la relació n entre los problemas del cliente
Diseñ ar asignaciones de
#3 Si los cambios individuales no logran
activació n para fortalecer la
Conflicto producir los cambios deseados
resolució n de conflictos y la
de parejas suficientes, considere la terapia de pareja.
satisfacció n marital.
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Capítulo 4
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Dr. Gerhard Andersson
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Capítulo 5
Competencia ética en terapias conductuales y
cognitivas
Kenneth S. Pope, PhD,
Práctica independiente, Norwalk, CT
Sesgos cognitivos
De la calidad de nuestro juicio depende el grado en que podamos
pensar en el complejo conjunto de normas éticas, investigaciones, leyes
y reglamentos, y contextos, y llegar a la forma má s ética de
proporcionar una terapia que ayude sin dañ ar. Por desgracia, la
cognició n humana suele ser presa de una gran variedad de errores a la
hora de prestar atenció n, hacer suposiciones, seleccionar y sopesar la
informació n, razonar, utilizar el lenguaje con precisió n, navegar con
seguridad a través de la presió n y las tentaciones, y llegar a las
decisiones. Todos tenemos nuestras vulnerabilidades, debilidades y
puntos ciegos -sí, incluso tú ahí... ya sabes quién eres: el que está a
punto de echar una cabezada mientras se pregunta cuá ntas pá ginas
má s hay en este capítulo-, junto con nuestras habilidades, fortalezas y
conocimientos. La competencia ética incluye estar al tanto de la
literatura sobre falacias ló gicas, razonamientos pseudocientíficos,
heurísticos que pueden llevarnos por el mal camino, racionalizaciones
éticas y otras barreras al pensamiento crítico y al buen juicio.
Por ejemplo, podemos encontrarnos favoreciendo una intervenció n
concreta, basá ndonos en estudios que la apoyan, mientras que
involuntariamente ignoramos, negamos, descontamos o encontramos
formas de desacreditar las pruebas de los inconvenientes, los riesgos o
la incapacidad de la intervenció n para igualar la eficacia de otras
intervenciones. Décadas de investigació n psicoló gica revelan un
catá logo casi interminable de tendencias humanas compartidas -el
sesgo de confirmació n, la disonancia cognitiva, el compromiso cognitivo
prematuro, la falacia WYSIATI (lo que ves es todo lo que hay), el falso
consenso... y así sucesivamente- para pasar por alto, evitar o ignorar lo
que no se ajusta a nuestras creencias y lealtades (Pope, 2016).
Los fallos de juicio pueden afectarnos a nivel grupal, organizativo,
social e individual. En 1973, por ejemplo, Meehl publicó un ensayo -
"Por qué no asisto a las conferencias de casos"- que rá pidamente se
convirtió en la versió n viral de esa década. Señ alaba variaciones del
"proceso de pensamiento grupal" (1977, p. 228) que desvía el juicio y
que puede ser familiar para muchos de nosotros:
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Parte 2
Capítulo 6
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Capítulo 8
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Redes cerebrales
Cada vez má s, el campo de la neurociencia cognitiva se está alejando de
un enfoque en á reas cerebrales específicas supuestamente asociadas
con funciones discretas específicas a una de redes de regiones
cerebrales vinculadas que cumplen varias funciones conductuales o
psicoló gicas interactuando entre sí (Sporns, 2010). Por ejemplo, los
circuitos neuronales asociados con la atenció n pueden modular la
actividad en los circuitos asociados con la emoció n de modo que las
reacciones a los estímulos emocionales atendidos sean diferentes a las
de los estímulos emocionales desatendidos. De esta manera, los
médicos y terapeutas pueden concebir un trastorno no solo como la
actividad o inactividad de una regió n o circuito neuronal discreto, sino
también en términos de anomalías de comunicació n entre las regiones
o circuitos neuronales del cerebro (Cai, Chen, Szegletes, Supekar, &
Menó n, 2015).
Cambio en las redes cerebrales
Conclusión
Destacamos las redes cerebrales que está n asociadas con los conceptos
abordados en el cambio terapéutico en general y los contenidos de este
libro en particular. Las similitudes de los mapas y las redes
identificadas en las secciones de este capítulo sugieren que diferentes
técnicas terapéuticas pueden compartir elementos clave y pueden tener
similitudes críticas a pesar de sus diferencias nominales. En particular,
la evidencia destaca un mayor control ejecutivo, una mayor
recompensa y el uso del procesamiento somá tico como posibles rutas
hacia el cambio emocional. Aprovechar las tensiones inherentes entre
el control ejecutivo y el procesamiento automá tico de informació n
destacada, así como el uso potencial del control ejecutivo para
aumentar la valoració n de la recompensa, son mecanismos comunes en
todas las técnicas de intervenció n. Tener en cuenta estos principios
comunes puede ayudar a los médicos a unificar y promover una
apreciació n traslacional de lo que está n haciendo en la sala de terapia.
Apéndice: Metanálisis personalizados de Neurosynth
Estos metaná lisis personalizados de Neurosynth no se encuentran
entre los metaná lisis canó nicos almacenados de Neurosynth.
Representan bú squedas de términos a partir de textos de artículos.
Aceptación: http://neurosynth.org/analyses/custom/69f0107f-ea71–437c
Alexitimia: http://neurosynth.org/analyses/custom/d6d48d7d-00ac-43a6
Contingencia: http://neurosynth.org/analyses/custom/e7a9cb5c-e0f3–4fae
Disociación: http://neurosynth.org/analyses/custom/ffaa34e4-d75e-4355
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Capítulo 10
Principios evolutivos de la psicología aplicada
Dr. Steven C. Hayes
Departamento de Psicología, Universidad de Nevada, Reno
Jean-Louis Monesté s, PhD
Departamento de Psicología, Laboratorio LIP/PC2S, Universidad
Grenoble Alpes
Dr. David Sloan Wilson
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parte 3
Capítulo 11
Manejo de la contingencia
Dr. Stephen T. Higgins
Centro de Comportamiento y Salud de Vermont; Departamentos
de Psiquiatría y Ciencias Psicológicas, Universidad de Vermont
Allison N. Kurti, PhD
Centro de Comportamiento y Salud de Vermont; Departamento
de Psiquiatría, Universidad de Vermont
Diana R. Keith, PhD
Centro de Comportamiento y Salud de Vermont; Departamento
de Psiquiatría, Universidad de Vermont
Definiciones y Antecedentes
La gestión de contingencias (CM) implica la entrega sistemá tica de
refuerzos que dependen del logro de objetivos o metas clínicas
predeterminadas (p. ej., abstinencia del uso de drogas) y la retenció n
del refuerzo o la provisió n de consecuencias punitivas cuando esos
objetivos no se cumplen. Este enfoque se basa en los principios del
condicionamiento operante, un á rea de la psicología que se centra en
los efectos de las consecuencias ambientales sobre la probabilidad de
un comportamiento futuro. El reforzamiento se refiere al proceso
conductual mediante el cual una consecuencia ambiental aumenta la
probabilidad futura de una respuesta, y el castigo se refiere al proceso
mediante el cual una consecuencia disminuye la probabilidad futura de
una respuesta (ver capítulo 6). CM se remonta a la década de 1960 y al
advenimiento del aná lisis conductual aplicado, la modificació n del
comportamiento y la terapia conductual. Má s recientemente, el enfoque
se alineó con la economía del comportamiento, aunque a menudo bajo
el título de "incentivos financieros" en lugar de CM per se (ST Higgins,
Silverman, Sigmon y Naito, 2012). El CM se usa típicamente en
combinació n con otra intervenció n psicosocial o farmacoló gica en lugar
de una intervenció n independiente.
Esta investigació n fue apoyada por subvenciones de investigació n R01HD075669 y R01HD078332
del Instituto Nacional de Salud Infantil y Desarrollo Humano y el premio P20GM103644 del
Instituto Nacional de Ciencias Médicas Generales, Centros de Excelencia en Investigació n
Biomédica. Aparte del apoyo financiero, las fuentes de financiació n no tuvieron ningú n otro
papel en este proyecto.
Contingente
no contingente
Tabla 1. Resultados de los lactantes en el momento del parto
Contingente (n = No contingente (n = valores
Medida
85) 81) p
Edad gestacional
39,1 ± 0,2 38,5 ± 0,3 .06
(semanas)
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Capítulo 12
Control de estímulo
Dr. William J. McIlvane
Facultad de Medicina de la Universidad de Massachusetts
Definiciones y Antecedentes
Como muchos términos en las ciencias clínicas y del comportamiento,
diferentes personas usan el control de estímulos para diferentes
propó sitos relacionados con sus intereses, actividades, necesidades y
convenciones verbales. Por ejemplo, algunos médicos pueden
reconocer el control de estímulos como un nombre para tipos
específicos de terapia conductual o procedimiento terapéutico (p. ej.,
para el juego compulsivo; Hodgins, 2001). Por el contrario, los
científicos del comportamiento a menudo usan el término cuando
describen un componente de una relació n de contingencia de tres
términos que se usa para analizar el control ambiental del
comportamiento (estímulo, respuesta, consecuencia; ver Skinner,
1935). Aú n otros usan este término como un nombre para un
subcampo completo de investigació n científica (investigació n de
control de estímulos) que abarca estudios analíticos del
comportamiento: atenció n, memoria, funciones ejecutivas, formació n
de conceptos y clasificació n simbó lica (p. ej., Sidman, 2008). Todos
estos usos son pertinentes a los efectos de este capítulo.
Un estímulo es un evento ambiental medible que tiene un efecto
medible en el comportamiento. Si bien la caída de un á rbol en un
bosque puede ser un evento que podría medirse, la caída de un á rbol no
es un estímulo a menos que alguien lo observe y esa observació n
resulte en reacciones que de otro modo no habrían ocurrido (p. ej.,
gritar "¡Cuidado!"). Incluso si alguien está presente para observar la
caída del á rbol, no es un estímulo a menos que ocurra un
comportamiento con respecto a él. Si la visió n completa de un
observador de aves la atenció n fue capturada por una especie rara, por
ejemplo, un observador podría juzgar que el observador de aves no
pareció notar la caída del á rbol (es decir, no sería un estímulo para este
ú ltimo desde la perspectiva del primero). Sin embargo, si el sonido del
á rbol que cae causó un cambio en la presió n arterial del observador de
aves, sería un evento potencialmente medible que tendría un efecto
potencialmente medible en el observador de aves. Si el efecto se midió a
través de sensores remotos que detectaron tanto el sonido como el
cambio en la presió n arterial, la caída del á rbol podría clasificarse como
un estímulo, segú n mi definició n, aunque el observador en el lugar no
detectó ningú n cambio de comportamiento.
Agradezco el apoyo a largo plazo del Instituto Nacional de Salud Infantil y Desarrollo Humano
(nú meros de subvenció n HD25995 y HD04147) y la Divisió n de Medicina de la Commonwealth
de la Facultad de Medicina de la Universidad de Massachusetts. También agradezco a Charles
Hamad, David Smelson y Beth Epstein por sus ú tiles aportes en la formulació n de este capítulo.
Persistencia. En general, los terapeutas conductuales se preocupan por hacer que los
comportamientos positivos persistan y debilitar los comportamientos negativos. El
análisis del impulso conductual de Nevin (1992) hace analogías entre las relaciones
descritas en la física del movimiento y los determinantes ambientales de la persistencia
conductual. Sugiere que las variables de refuerzo asociadas con el control de los
estímulos determinan la persistencia del control del estímulo. Si un estímulo dado
predice un refuerzo rico, es probable que la conducta persista. Si se reduce el
reforzamiento, argumenta que el comportamiento se vuelve menos persistente. A
primera vista, el análisis del impulso podría parecer en conflicto con el bien conocido
efecto de extinción del refuerzo parcial (PRE), en el que el comportamiento tiende a
extinguirse más lentamente con el refuerzo intermitente que con el continuo. Sin
embargo, como señaló Nevin (1992), la prueba de resistencia a la extinción introduce
otras variables que confunden el análisis.
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Capítulo 13
Formació n
Raymond G. Miltenberger, PhDBryon G. Miller, MSHeather H.
Zerger, MSMarissa A. Novotny, MS
Departamento de Estudios del Niño y la Familia, Universidad del
Sur de Florida
Definiciones y Antecedentes
Dar forma es el refuerzo diferencial de aproximaciones sucesivas de un
comportamiento objetivo. Esa definició n se basa en un puñ ado de
principios bá sicos de comportamiento. El reforzamiento se refiere a un
aumento en la probabilidad futura de una determinada clase de
comportamiento en condiciones similares debido a la ocurrencia
relativamente inmediata de una consecuencia. El refuerzo, utilizado
para la adquisició n y mantenimiento de un comportamiento, es un
componente de la mayoría de los procedimientos de aná lisis de
comportamiento aplicados. El principio conductual de extinción es la
reducció n y eventual casi eliminació n de un comportamiento; la
extinció n ha ocurrido cuando un comportamiento ya no produce una
consecuencia de refuerzo. La combinació n de reforzamiento y extinció n
se denomina reforzamiento diferencial, definido como el reforzamiento
de una respuesta específica, mientras que otras formas de respuesta se
extinguen (es decir, se retiene el reforzamiento). El resultado del
reforzamiento diferencial es el aumento de la probabilidad de la
respuesta reforzada y una reducció n de todas las demá s respuestas no
reforzadas. Las aproximaciones sucesivas son los pasos en las formas de
respuesta que conducen gradualmente al comportamiento objetivo.
Cuando las aproximaciones sucesivas se refuerzan diferencialmente, las
formas de respuesta cambian probabilísticamente en la direcció n del
objetivo. Dar forma es un procedimiento de entrenamiento que se
puede utilizar para generar un comportamiento novedoso, restablecer
un comportamiento exhibido previamente o cambiar una dimensió n de
un comportamiento existente; estas aplicaciones se discuten en detalle
a continuació n.
Ejemplos
El modelado se puede conceptualizar tanto como un procedimiento de
entrenamiento explícito como un fenó meno de comportamiento que
puede ocurrir de forma natural o no intencional. Como procedimiento
de entrenamiento, un ejemplo simple pero ilustrativo de dar forma es
enseñ ar a una paloma a hacer un giro completo en el sentido de las
agujas del reloj (Chance, 2014). Al principio, cualquier giro en cualquier
direcció n (es decir, la conducta inicial) da como resultado un refuerzo
(es decir, típicamente un reforzador condicionado, como un estímulo
auditivo, emparejado perió dicamente con un reforzador no
condicionado, como un grano). Después de que esta respuesta ocurra
de manera confiable, solo se refuerzan los giros en el sentido de las
agujas del reloj, mientras que los giros en el sentido contrario a las
agujas del reloj se extinguen. Los siguientes pasos implican reforzar
aproximaciones cada vez má s cercanas de un giro completo en el
sentido de las agujas del reloj (por ejemplo, giros de un cuarto, medio y
tres cuartos de las agujas del reloj), con todas las aproximaciones
anteriores puestas en extinció n. En este ejemplo, la paloma está
específicamente entrenada para participar en un comportamiento
objetivo seleccionado. Sin embargo, la conformació n a menudo ocurre
de forma natural o no intencional como resultado de las contingencias
predominantes de reforzamiento (tanto social como no social) y
extinció n.
La intensidad del comportamiento problemá tico, como las rabietas o
las autolesiones, puede moldearse de forma no intencionada, donde
surgen topografías de comportamiento nuevas ya menudo
perturbadoras o peligrosas (p. ej., Rasey e Iversen, 1993; Schaefer,
1970). Por ejemplo, los padres pueden reforzar la rabieta de un niñ o
eliminando sus demandas, de modo que las rabietas suelen hacer que el
niñ o no tenga que cumplir con las instrucciones de los padres.
Inicialmente, el comportamiento problemá tico consiste en que el niñ o
dice un enfá tico "¡No!" cuando se le indica que complete una tarea, lo
que resulta en que los padres eliminen la demanda (es decir, se rindan).
En un intento por aumentar el cumplimiento, los padres del niñ o
comienzan a cumplir con sus instrucciones al no retirar la demanda
cuando el niñ o protesta (es decir, extinció n). En este contexto, la
extinció n a menudo se asocia con un estallido de extinció n, que puede
consistir en un aumento temporal de la gravedad de la conducta
problemá tica, la aparició n de una conducta nueva o una respuesta
emocional. Cuando se enfrentan a un estallido de extinció n que consiste
en un problema de conducta má s grave (p. ej., protesta vocal y gritos a
los padres), los padres pueden ceder de nuevo, reforzando así una
aproximació n sucesiva a lo que finalmente surgirá como una conducta
de rabieta. Luego, este proceso se repite a medida que los padres
comienzan a reforzar, sin darse cuenta, topografías cada vez má s
severas de las rabietas de sus hijos. Esto puede dar lugar a que se
moldee el comportamiento problemá tico, desde una protesta vocal de
baja gravedad hasta una rabieta grave, como gritar, llorar, arrojar
objetos y mostrar un comportamiento agresivo.
Es importante que los terapeutas entiendan el uso involuntario de
dar forma para que puedan asegurarse de que los cuidadores no
sucumban a esta prá ctica. Sin embargo, el resto de este capítulo analiza
el modelado como un procedimiento de entrenamiento y revisa los
pasos involucrados en el uso de dar forma de manera consistente y
correcta. Presenta ejemplos ilustrativos de dar forma a partir de la
literatura y los analiza con má s detalle.
Implementación
Para implementar el modelado, se refuerza el comportamiento inicial
hasta que el individuo se involucra consistentemente en esa respuesta.
Una vez que esto ocurre, se refuerza la siguiente aproximació n y no se
refuerza la aproximació n anterior (extinció n). Una vez que el individuo
exhibe consistentemente la segunda aproximació n, se coloca en
extinció n ya que ahora se refuerza la tercera aproximació n. Las
aproximaciones primera y segunda deberían dejar de ocurrir, ya que
solo se proporciona refuerzo para la aproximació n posterior. Este uso
de refuerzo diferencial se implementa para cada aproximació n sucesiva
hasta que el individuo se involucra consistentemente en el
comportamiento objetivo. Aunque la cantidad de aproximaciones
dentro de una aplicació n específica de modelado puede variar debido a
la capacidad de un individuo o la complejidad de la respuesta objetivo,
en general, los siguientes pasos deberían garantizar que el modelado se
implemente correctamente (Miltenberger, 2016).
1. Identifique el comportamiento objetivo. El comportamiento objetivo debe
identificarse y definirse claramente para determinar cuándo el procedimiento de
formación ha producido con éxito el comportamiento objetivo.
Aplicaciones
El modelado se utiliza para lograr que un individuo se involucre en un
comportamiento objetivo que aú n no está exhibiendo. En las secciones
que siguen, describimos los tres Aplicaciones de dar forma: (1) generar
un comportamiento novedoso (es decir, un comportamiento que no
está en el repertorio del alumno), (2) restablecer un comportamiento
previamente exhibido y (3) cambiar alguna dimensió n de un
comportamiento existente.
Generación de comportamiento novedoso
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Capítulo 14
Autogestió n
Edward P. Sarafino, doctorado
Departamento de Psicología, Colegio de Nueva Jersey
Definiciones
El autocontrol se refiere a la aplicació n de principios conductuales y
cognitivos para cambiar el propio comportamiento mediante el control
de las condiciones que alientan los comportamientos indeseables o
desalientan los deseables. Como tal, la autogestió n reú ne muchos de los
procesos cubiertos en este volumen en un programa de cambio de
comportamiento específicamente dirigido. Este capítulo proporciona
una breve descripció n general de estos principios y procesos, así como
las formas en que se pueden utilizar para crear un cambio autodirigido.
Se encuentran disponibles descripciones má s detalladas y extensas de
la autogestió n en los libros de Sarafino (2011) y Watson y Tharp
(2014).
Un programa de autocontrol se enfoca en cambiar un
comportamiento objetivo, que es el comportamiento que la persona
quiere cambiar, y lograr una meta conductual, que es el nivel del
comportamiento objetivo que el individuo quiere alcanzar. Por ejemplo,
para el comportamiento objetivo de estudiar, un estudiante podría
tener el objetivo conductual semanal de dedicar dos horas a un estudio
concentrado por cada hora de clase programada. Al alcanzar la meta de
comportamiento, es probable que el estudiante logre una meta de
resultado importante, un resultado abstracto o general previsto, como
mejorar las calificaciones del estudiante. A menudo, las personas
piensan en un objetivo de resultado para lograr y luego determinan
cuá l debe ser el comportamiento objetivo y el objetivo de
comportamiento para lograr el resultado deseado.
Algunas conductas objetivo implican un déficit conductual. Por
ejemplo, es posible que la persona no realice la actividad con la
frecuencia suficiente, el tiempo suficiente, la calidad suficiente o la
fuerza suficiente. Otros comportamientos objetivo implican un exceso
de comportamiento, en el que la actividad se realiza con demasiada
frecuencia, con demasiada fuerza o durante demasiado tiempo. Para
muchas personas, el ejercicio físico es un déficit conductual y fumar
cigarrillos es un exceso conductual. Es probable que una persona logre
su objetivo conductual si tiene un alto grado de autoeficacia, la creencia
de que puede tener éxito en una actividad específica que desea realizar,
como cambiar un comportamiento en un programa de autocontrol.
Aprendizaje y Comportamiento
Lovibond, PF, Mitchell, CJ, Minard, E., Brady, A. y Menzies, RG (2009). Los comportamientos de
seguridad preservan las creencias de amenaza: protecció n contra la extinció n del
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Capítulo 15
Reducció n de la excitació n
Mateo McKay, doctorado
El Instituto Wright, Berkeley, CA
Fondo
Los procesos de reducció n de la excitació n cubiertos en este capítulo
tienen como objetivo la excitació n del sistema nervioso simpá tico
(Selye, 1955) y se pueden distinguir de la reducció n de la excitació n
dirigida a los procesos cognitivos (Beck, 1976), el control de la atenció n
(Wells, 2011) y el descentramiento/distanciamiento/desfusió n (Hayes,
Strosahl y Wilson, 2012), que se abordan en otras partes de este
volumen. La historia de las estrategias modernas de reducció n de la
excitació n comienza en la década de 1920, cuando Jacobson (1929)
introdujo la relajació n muscular progresiva (PMR). Desde entonces, se
han agregado varios ejercicios de respiració n, relajació n muscular y
visualizació n para un armamento ahora complejo generalmente
denominado entrenamiento de relajació n.
En la década de 1930, la autogenia (Schultz & Luthe, 1959)
proporcionó una nueva forma de reducció n de la excitació n que se
basaba en la autosugestión: aquellos que buscaban aliviar el estrés a
través de la autogenia repetían frases usando temas de calidez, pesadez
y otras sugestiones. La autogenia se practicó durante añ os en Alemania
y Kenneth Pelletier (1977) la popularizó en los Estados Unidos.
La atenció n plena como técnica de reducció n del estrés fue
introducida en Occidente en la década de 1960 por Maharishi Mahesh
Yogi (2001) como meditació n trascendental, una forma secular de la
cual Benson (1997) popularizó má s tarde y la denominó respuesta de
relajació n. Má s recientemente, se introdujo la reducció n del estrés
basada en la atenció n plena (Kabat-Zinn, 1990); incorpora la
meditació n y el yoga en un programa de reducció n del estrés que se
imparte en clases de seis a doce semanas en todo el mundo.
Aplicaciones
Los objetivos de los procesos de reducció n de la excitació n incluyen
problemas de salud y dolor cró nico; trastornos de ira; desregulació n
emocional; y la mayoría de los trastornos de ansiedad, como el
trastorno de ansiedad generalizada (TAG), la fobia específica, el
trastorno de ansiedad social y el trastorno de estrés postraumá tico
(TEPT).
Salud
Exhala profundamente.
Inhala por la nariz durante tres tiempos.
Exhala por la nariz durante cuatro tiempos.
Una vez que el ritmo está có modamente establecido, la respiració n
se puede ralentizar aú n má s: inhala durante cuatro latidos;
exhala durante cinco latidos.
Practique tres veces al día durante cinco minutos; una vez
dominado, utilice el método durante situaciones estresantes.
Relajación Muscular Progresiva y Relajación Pasiva
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Capítulo 16
Afrontamiento y Regulació n de las Emociones
Amelia Aldao, PhDAndre J. Plate, BS
Departamento de Psicología, Universidad Estatal de Ohio
Definiciones y Antecedentes
regulación de las emociones es el proceso por el cual los individuos
modifican la intensidad y/o duració n de sus emociones para responder
a los diversos desafíos que les plantea el entorno (p. ej., Gross, 1998).
Este constructo proviene de la literatura sobre afrontamiento,
específicamente la del afrontamiento centrado en la emoció n (Lazarus
& Folkman, 1984). Desde la publicació n del modelo de proceso de
regulació n emocional de Gross en 1998, ha habido un crecimiento
exponencial en el estudio de las estrategias de regulació n emocional en
investigació n bá sica (Webb, Miles, & Sheeran, 2012) y clínica (Aldao,
Nolen-Hoeksema, & Schweizer, 2010). Dos estrategias de regulació n
comú nmente discutidas son la reevaluación cognitiva (es decir,
reinterpretar pensamientos o situaciones para cambiar la intensidad
y/o duració n de las experiencias emocionales; véase el capítulo 21) y la
aceptación (es decir, experimentar pensamientos, emociones y
sensaciones fisioló gicas en el momento presente). y observá ndolos sin
juzgarlos; véase el capítulo 24). Sin embargo, los clientes a veces
pueden encontrar dificultades cuando buscan implementar estas
estrategias de regulació n emocional en su vida cotidiana, en parte
porque su efectividad varía en funció n del contexto (p. ej., Aldao, 2013).
Reevaluación y Aceptación
La idea de que cambiar específicamente la forma en que pensamos
puede alterar nuestras experiencias emocionales fue conceptualizada
por Aaron Beck a principios de la década de 1960 cuando comenzó a
formalizar su terapia cognitiva para la depresió n, que tuvo una gran
influencia (AT Beck, 1964). A través de la reestructuració n cognitiva y
la reevaluació n, se alienta al cliente a modificar el pensamiento
desadaptativo mediante la evaluació n crítica de la evidencia y contra un
pensamiento automá tico o una creencia dominante, y generando
alternativas cognitivas. Los estudios han encontrado que la
reevaluació n aumenta antes y después del tratamiento (Mennin, Fresco,
Ritter y Heimberg, 2015), y que estos cambios median en la mejora
después del tratamiento (Goldin et al., 2012).
Un nú mero creciente de profesionales e investigadores se han
centrado en la importancia de aceptar, en lugar de cambiar, emociones
difíciles, sensaciones físicas u otras experiencias. Por ejemplo, la terapia
de aceptació n y compromiso (ACT; Hayes, Strosahl y Wilson, 1999) se
basa en la idea de que evitar la experiencia emocional tiende a ser
tó xico, especialmente cuando se fija en diferentes contextos (es decir, se
desconecta de los valores a largo plazo)., fomentando un patró n de
rigidez psicoló gica que puede conducir a la aparició n, mantenimiento
y/o exacerbació n de la psicopatología. Por ejemplo, una persona que
bebe alcohol todos los días después del trabajo puede hacerlo para
reducir la tensió n, para aumentar las sensaciones placenteras o ambas
cosas. Independientemente del contexto, esta persona puede
involucrarse má s fá cilmente en patrones de comportamiento (es decir,
beber) que entran en conflicto con sus valores personales (por ejemplo,
estar emocionalmente disponible para su có nyuge e hijos). ACT y las
terapias relacionadas, como la terapia conductual dialéctica (Linehan,
1993), enseñ an habilidades de aceptació n que, en este caso, pueden
ayudar al cliente a experimentar los antojos de alcohol con apertura y
curiosidad, sin tener que actuar en consecuencia. Las habilidades de
aceptació n aumentan fá cilmente desde antes hasta después del
tratamiento, y estos cambios comú nmente median en la mejora clínica
a largo plazo (p. ej., Gifford et al., 2011).
Al enseñ ar la reevaluació n y la aceptació n, un médico puede ayudar a
una mujer que sufre de trastorno de ansiedad generalizada y depresió n
a aumentar su conciencia de la presencia y funció n de sus emociones y
preocupaciones angustiosas. Hacerlo podría ayudarla a notar que su
experiencia de ansiedad se caracteriza por patrones específicos de
pensamiento (p. ej., preocupació n), sensaciones fisioló gicas (p. ej.,
tensió n muscular) y conductas desadaptativas (p. ej., irritabilidad,
evitació n rígida de situaciones que provocan ansiedad). Al desarrollar
la conciencia y la aceptació n de las experiencias emocionales, podría
estar mejor equipada para adoptar patrones flexibles de pensamiento
má s adelante en el tratamiento. Por ejemplo, podría llegar a ver sus
preocupaciones como meros pensamientos de los que puede
desprenderse o sentimientos que son temporales y pasará n con el
tiempo. También podría reconocer sin juzgar su tensió n muscular como
una sensació n corporal que es incó moda, pero no dañ ina. Esto, a su vez,
podría reducir su evitació n, mejorar sus habilidades para reevaluar sus
cogniciones desadaptativas y aumentar su participació n en
comportamientos adaptativos a largo plazo.
Sin embargo, vale la pena señ alar que enseñ ar estas estrategias de
regulació n emocional a los clientes puede ser un desafío. Es
particularmente comú n que los clientes aprendan fá cilmente a
implementar la reevaluació n y/o la aceptació n dentro de las sesiones
de terapia, pero luego tengan dificultades al utilizarlas en respuesta a
los factores estresantes de la vida real. Para enseñ ar efectivamente a los
clientes a usar estrategias de regulació n emocional de manera flexible
en su vida diaria vidas y, en consecuencia, mejorar la eficacia de los
enfoques cognitivo-conductuales, se vuelve esencial que ayudemos a los
clientes a generalizar el aprendizaje de la sala de terapia al mundo
exterior. Para ello, recurrimos a los ú ltimos trabajos en el campo de la
ciencia afectiva, que se ha centrado cada vez má s en los factores
contextuales que regulan el uso y el impacto de las estrategias de
regulació n emocional (p. ej., Aldao, 2013; Aldao, Sheppes, & Gross,
2015; Kashdan y Rottenberg, 2010).
El papel del contexto
Existen dos fuentes principales de variabilidad contextual que podrían
arrojar luz sobre el uso general de las estrategias de regulació n. En
primer lugar, cada estrategia (p. ej., reevaluació n, aceptació n) puede
implementarse de diferentes maneras empleando una amplia gama de
tá cticas regulatorias, como centrarse en los aspectos positivos de la
situació n, reconceptualizar las consecuencias futuras, distanciarse de la
situació n e incluso aceptar aspectos de la situació n. la experiencia
(McRae, Ciesielski, & Gross, 2012). Nos referimos a esto como deriva
regulatoria. En segundo lugar, una estrategia dada puede tener
diferentes funciones en cada contexto. Nos referimos a esto como
multifinalidad.
Deriva regulatoria
Regula una amplia gama de emociones. Repita los pasos anteriores con situaciones
emocionales que sean menos problemáticas para los clientes. Por ejemplo, puede pedir
a los clientes que están principalmente ansiosos y que experimentan bajos niveles de ira,
que reevalúen y acepten las situaciones que provocan ira. Esto también facilitará el
crecimiento de su repertorio de estrategias en muchas áreas diferentes de sus vidas que
provocan respuestas emocionales.
Contrarregular. La mayoría de las veces, los clientes quieren poder regular a la baja las
emociones negativas y regular al alza las positivas. Sin embargo, esto refleja un enfoque
estrecho de la regulación emocional. A veces, puede ser muy útil aumentar las emociones
negativas (p. ej., aumentar la ira para ser asertivo durante la comunicación) y/o reducir
las positivas (p. ej., resistir la tentación de reírse durante una reunión de trabajo seria; p.
ej., Tamir, Mitchell, & Bruto, 2008). Por lo tanto, es importante practicar la regulación
ascendente y descendente de todo tipo de emociones.
Regular a través de contextos sociales. Dada la evidencia que sugiere que los estresores
sociales son moderadores particularmente importantes de la regulación emocional y el
funcionamiento adaptativo (p. ej., Christensen et al., 2015; Troy et al., 2013), y el trabajo
reciente que vincula la regulación emocional interpersonal rígida con la psicopatología
(p. ej., Hofmann, 2014; Hofmann, Carpenter, & Curtiss, 2016), puede pedir a los clientes
que practiquen diferentes estrategias de regulación emocional en contextos que varían
en la cantidad de estrés social que producen. También puede pedirles que recluten a
amigos y/o familiares para ayudarlos a implementar ciertas formas de estrategias en
ciertos contextos. Aunque eventualmente los clientes necesitan regularse por sí mismos,
este tipo de andamiaje social podría ser particularmente útil en las primeras etapas del
tratamiento. También podría ser útil para los clientes identificar si ciertos individuos
y/o relaciones los hacen más o menos propensos a implementar diferentes formas de
regulación. Además, podría ser útil para ellos identificar si confían demasiado en un
individuo o tipo de interacción determinado. Esto podría ser indicativo de un
comportamiento de seguridad inflexible.
Cambio entre estrategias. Anime a los clientes a establecer experimentos en los que
prueben una estrategia de regulación emocional que, según su mapa de regulación,
podría no funcionar tan bien en una situación dada. Pídales que seleccionen otra
estrategia de su repertorio y que repitan el experimento usando la nueva estrategia.
¿Esta nueva estrategia produce efectos similares o diferentes? Para este ejercicio, es
posible que desee comenzar con situaciones que sean menos emocionalmente
evocadoras o usar estrategias que el cliente sienta más autoeficacia al usar en
situaciones menos angustiosas. De esa manera, los clientes pueden explorar diferentes
opciones de regulación en un contexto más seguro hasta que hayan desarrollado
habilidades de regulación más refinadas que puedan expandirse gradualmente a
entornos más desafiantes. Más adelante, también puede expandirse para monitorear los
efectos a largo plazo y la adaptabilidad del uso de cada estrategia.
Conclusiones
Los enfoques cognitivo-conductuales enseñ an a los clientes a utilizar
estrategias como la reevaluació n y la aceptació n para gestionar sus
experiencias emocionales de formas má s adaptativas y funcionales. Sin
embargo, usar estas estrategias de manera flexible en el mundo real
puede ser bastante difícil, y estas dificultades pueden ayudar a explicar
el hecho de que la terapia cognitiva conductual no es efectiva para
todos (Vittengl, Clark, Dunn y Jarrett, 2007). En este capítulo,
recurrimos a las ú ltimas investigaciones sobre la ciencia afectiva en
busca de respuestas. Esta creciente literatura sugiere que las
dificultades que encuentran nuestros clientes para generalizar el
conocimiento de la regulació n emocional de la clínica a su vida
cotidiana podrían deberse a la naturaleza dependiente del contexto de
la regulació n emocional. Al ayudar a nuestros clientes a regular sus
emociones de manera má s flexible, los terapeutas se enfocan en
procesos que deberían conducir a un mayor éxito y a una mayor
eficacia de los enfoques de la terapia basada en la evidencia.
Mapa de Regulación de Emociones
Use esta hoja de trabajo para realizar un seguimiento de sus emociones
en situaciones angustiosas, así como las estrategias que usó para
manejar sus emociones. Vuelva a consultar esta hoja para evaluar las
consecuencias a corto y largo plazo del uso de estas estrategias de
regulació n emocional. Luego, evalú e qué tan efectiva fue cada estrategia
y ajuste las estrategias que usará en el futuro en consecuencia.
Recuerde, es importante probar y practicar diferentes estrategias para
las diferentes emociones que experimenta. Si lo hace, mejorará su
capacidad para manejar una variedad de emociones en muchas
situaciones.
1. 2.
3. Estrategias 4. Resultados a 5. Resultados a
Descripción Emociones
de regulación corto plazo de la largo plazo de la
de la vividas y su
utilizadas regulación regulación
situación intensidad
Sea lo más Describa Haz una lista ¿Qué sucedió ¿Usar estas
específico las de las estrategias inmediatamente estrategias lo ayudó a
posible. emociones de regulació n después de usar alcanzar sus metas a
¿Dó nde
estabas?
Referencias
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Definiciones y Antecedentes
La terapia de resolución de problemas (PST, por sus siglas en inglés) es
una intervenció n psicosocial que entrena a las personas para que
adopten y apliquen de manera efectiva actitudes de resolució n de
problemas adaptativas (p. ej., mayor autoeficacia) y comportamientos
(p. ej., resolució n planificada de problemas) para ayudarlos a enfrentar
de manera efectiva las exigencias de los eventos estresantes (Nezu,
2004). El objetivo no es solo reducir la psicopatología, sino también
mejorar el funcionamiento psicoló gico en una direcció n positiva para
prevenir recaídas y el desarrollo de nuevos problemas angustiantes.
Delineado originalmente por D'Zurilla y Goldfried (1971), la teoría y la
prá ctica de PST se han refinado y revisado significativamente para
asimilar la investigació n reciente en psicopatología, ciencia cognitiva y
neurociencia afectiva. Debido a que el protocolo de la terapia ha
cambiado significativamente desde sus raíces anteriores, usamos el
término terapia contemporánea de resolució n de problemas para
resaltar estos cambios (Nezu, Greenfield y Nezu, 2016).
Basado en un modelo de psicopatología de diá tesis-estrés
biopsicosocial, el PST implica capacitar a las personas para hacer frente
de manera efectiva a los factores estresantes de la vida que, segú n la
hipó tesis, generan resultados negativos para la salud y la salud mental
(Nezu et al., 2016). Estos incluyen los principales eventos negativos de
la vida (p. ej., la muerte de un ser querido, una enfermedad cró nica, la
pérdida del trabajo) y problemas diarios continuos (p. ej., tensió n
continua con los compañ eros de trabajo, finanzas reducidas,
dificultades maritales). La teoría PST sugiere que gran parte de lo que
se conceptualiza como psicopatología es una funció n del manejo
ineficaz de tales factores estresantes. Como tal, se supone que enseñ ar a
las personas a convertirse en mejores solucionadores de problemas
conducirá a una disminució n de los problemas de salud física y mental
existentes, así como a una mejora resiliencia a futuros estresores.
Puntuaciones de ensayos controlados aleatorios y metaná lisis (p. ej.,
Barth et al., 2013; Bell y D'Zurilla, 2009; Cape, Whittington, Buszewicz,
Wallace y Underwood, 2010; Kirkham, Seitz y Choi, 2015; Malouff,
Thorsteinsson, & Schutte, 2007) indican que la PST es un tratamiento
efectivo para una població n diversa de personas que experimentan una
amplia gama de trastornos psicoló gicos, conductuales y de salud.
juegos de herramientas
De acuerdo con el enfoque PST, ciertos obstá culos importantes pueden
impedir la resolució n efectiva de problemas, incluidos (a) la sobrecarga
cognitiva, (b) la desregulació n emocional, (c) el procesamiento
cognitivo sesgado de la informació n relacionada con las emociones, (d)
la falta de motivació n y (e) estrategias ineficaces para la solució n de
problemas. Para superar tales barreras, PST brinda capacitació n en los
siguientes cuatro "juegos de herramientas" principales para la
resolució n de problemas: (a) resolució n de problemas multitarea, (b) el
método de detener, reducir la velocidad, pensar y actuar (SSTA) para
abordar los problemas, (c) pensamiento saludable e imá genes positivas,
y (d) resolució n planificada de problemas (consulte Nezu, Nezu y
D'Zurilla, 2013, para obtener un manual detallado de tratamiento de
PST).
Tenga en cuenta que una formulació n de caso individualizada de las
fortalezas y debilidades específicas de resolució n de problemas de un
cliente debe determinar si se enseñ an y enfatizan todas las estrategias
en todos los conjuntos de herramientas. En otras palabras, no es
obligatorio emplear todos los materiales de los cuatro juegos de
herramientas durante el tratamiento. Má s bien, los terapeutas deben
usar la evaluació n y los datos de resultados para informar qué
herramientas enfatizar e incluir.
Para ayudar a ilustrar este enfoque general, primero presentamos a
Jessica, una cliente para quien PST fue evaluado como apropiado y
potencialmente ú til. El resto del capítulo ofrece breves descripciones de
las herramientas PST con algunas ilustraciones de có mo se aplicaron a
su caso.
Caso de estudio
Jessica era una estudiante de medicina de treinta añ os con
antecedentes familiares de ansiedad y depresió n. Llegó al tratamiento
con la opinió n de que era incapaz de alcanzar sus metas en la vida. Ella
creía que otras personas siempre eran "má s felices" y menos
preocupadas por sus logros, relaciones o valor. Cuando se enfocaba en
metas académicas, se obsesionaba y se convencía de que nunca podría
lograrlas. Ademá s, si tenía algo de éxito en su carrera, sentía que su
vida personal seguramente se vería afectada y que nunca tendría
relaciones de calidad ni podría experimentar actividades de ocio
agradables simultá neamente. Las relaciones personales y romá nticas
de Jessica generalmente se centraban en la excitació n sexual o en la
crianza de los demá s. Esto frecuentemente engendraba obstá culos para
perseguir sus propias metas importantes en la vida. La sensació n
resultante de fracaso y la comparació n con otras personas que
avanzaban en sus vidas creó un círculo vicioso de problemas
estresantes.
En funció n de una evaluació n formal, el terapeuta determinó que
Jessica poseía un fuerte sentido de propó sito, una mente creativa y
há bil, y un deseo de conexió n amorosa con los demá s. Sin embargo, sus
medios para tratar de resolver problemas o alcanzar metas se vieron
frustrados continuamente por su orientació n negativa hacia los
problemas (vergü enza, preocupació n y pesimismo) y su evitació n de
conexiones significativas. Por ejemplo, cuando las relaciones
unilaterales que había seleccionado y creado no eran recíprocas,
experimentaba una sensació n de necesidad, ira, fracaso y pavor. Debido
a sus fuertes reacciones al estrés (es decir, sentirse abrumada,
deprimida y ansiosa), así como a sus intentos fallidos de avanzar hacia
sus valores y sueñ os de vida, el terapeuta determinó que PST sería un
enfoque terapéutico apropiado.
A medida que describimos las principales herramientas PST a
continuació n, también incluimos ejemplos relevantes de las sesiones de
tratamiento de Jessica.
Kit de herramientas 1: Superar la sobrecarga cognitiva
Cape, J., Whittington, C., Buszewicz, M., Wallace, P. y Underwood, L. (2010). Terapias psicoló gicas
breves para la ansiedad y la depresió n en atenció n primaria: metaanálisis y metarregresió n.
Medicina BMC, 8 (artículo 38).
Kirkham, J., Seitz, DP y Choi, NG (2015). Metanálisis de la terapia de resolució n de problemas para
el tratamiento de la depresió n en adultos mayores. Revista estadounidense de psiquiatría
geriátrica, 23 (3), S129–S130.
Definiciones y Antecedentes
La exposición se refiere al proceso de ayudar a un cliente a enfrentar
repetidamente un estímulo temido para aprender formas nuevas y má s
adaptativas de responder y reducir la ansiedad y el miedo asociados
con el estímulo. Un estímulo al que se dirige la exposició n puede incluir
objetos animados o inanimados (p. ej., arañ as, ascensores), situaciones
o actividades (p. ej., hablar en pú blico), cogniciones (p. ej.,
pensamientos intrusivos sobre la contaminació n), sensaciones físicas
(p. ej., palpitaciones) o recuerdos. (p. ej., recuerdos angustiosos de una
agresió n).
La exposició n se reconoce como una estrategia conductual muy
eficaz para tratar una variedad de problemas relacionados con la
ansiedad y el miedo, incluidos el trastorno de pá nico, la agorafobia, el
trastorno de ansiedad social, el trastorno de estrés postraumá tico
(TEPT) y el trastorno obsesivo-compulsivo (TOC; Stewart & Chambless,
2009). Desde sus inicios, la exposició n ha sido fundamental para las
terapias conductuales y cognitivas mediante el uso de la
desensibilizació n sistemá tica para tratar fobias y trastornos de
ansiedad (Wolpe, 1958).
Bases teóricas
El miedo (una respuesta emocional a una amenaza inminente) y la
ansiedad (una respuesta emocional a una amenaza anticipada o
potencial) pueden desarrollarse después de que una persona tiene una
experiencia negativa directa con un objeto o situació n (a través de un
proceso llamado condicionamiento clásico), observa las experiencias
aversivas. O comportamiento temeroso de otros (llamado
condicionamiento indirecto), o recibe informació n cargada de amenazas
de otros. A raíz de estas experiencias, un objeto o situació n
previamente neutral puede volverse asociado con el peligro, lo que lleva
a respuestas de miedo y ansiedad, expectativas negativas sobre el
estímulo temido y comportamientos asociados (p. ej., evitació n) en
encuentros posteriores con el estímulo. Ademá s, el miedo puede
generalizarse para incluir otros objetos o situaciones asociados. Por
ejemplo, una mujer que se quedó atrapada en un ascensor durante
varias horas cuando era niñ a se volvió extremadamente temerosa de
los lugares cerrados, hasta el punto de tener un ataque de pá nico en
una variedad de situaciones si se sentía atrapada. Evitaba a toda costa
tomar ascensores, y su miedo y evitació n de los ascensores se
generalizaba a otras situaciones similares, como estar en una
habitació n pequeñ a, sentarse en medio de la fila en un auditorio e
incluso quedarse atrapada en el trá fico.
Los comportamientos de evitació n son fundamentales para el
mantenimiento del miedo y la ansiedad. Si bien los comportamientos
de evitació n o escape pueden reducir temporalmente la angustia,
mantienen la ansiedad y el miedo a largo plazo al evitar que ocurra un
nuevo aprendizaje. En efecto, la exposició n está diseñ ada para eliminar
los comportamientos de evitació n para que las creencias
desadaptativas no se refuercen y pueda ocurrir un nuevo aprendizaje.
¿Cómo funciona la exposición?
La exposició n se basa en procesos que facilitan nuevos aprendizajes.
Uno de estos procesos se llama aprendizaje inhibitorio, que ha sido
ampliamente examinado a través de estudios que utilizan la extinció n.
Similar a la exposició n, la extinción implica presentar un estímulo
temido repetidamente sin su resultado aversivo asociado. A través de la
extinció n, un individuo forma una nueva asociació n con el estímulo de
modo que existen dos asociaciones en competencia: una asociació n
excitatoria que connota peligro y una asociació n inhibitoria que
connota seguridad. Así, tras un procedimiento de extinció n, un
individuo tendrá recuerdos del estímulo asociado tanto con el peligro
como con la seguridad (Bouton, 2004). Usando el ejemplo del ascensor,
después de completar varias exposiciones de viajar en un ascensor sin
atascarse, el cliente ahora tendría dos asociaciones diferentes
vinculadas a los ascensores: una que señ ala peligro o quedar atrapado
(asociació n excitatoria) y otra que señ ala seguridad (asociació n
inhibitoria). Gran parte de la investigació n sobre có mo mejorar la
exposició n se centra en examinar formas de mejorar el aprendizaje
inhibitorio para fortalecer y promover la recuperació n de asociaciones
inhibitorias (Craske, Treanor, Conway, Zbozinek y Vervliet, 2014). Se
han probado varias estrategias para mejorar el aprendizaje inhibitorio
y se describen en la secció n “Estrategias de mejora”.
Sin embargo, la reducció n de las respuestas de miedo durante las
sesiones de exposició n no parece ser necesaria para la mejora (Craske
et al., 2008) y, por lo tanto, puede no ser el principal impulsor del
cambio. La aceptació n psicoló gica (ver capítulo 24) y la defusió n
cognitiva (ver capítulo 23) pueden facilitar los resultados de la
exposició n (Arch et al., 2012), particularmente entre personas con
mú ltiples problemas (Wolitzky-Taylor, Arch, Rosenfield, & Craske,
2012) o altos niveles de conducta de evitació n (Davies, Niles, Pittig,
Arch, & Craske, 2015). Finalmente, los aumentos en la autoeficacia
como resultado de completar las exposiciones también pueden jugar un
papel en facilitar la participació n de un individuo y la mejora de la
terapia de exposició n (Jones & Menzies, 2000).
Tipos de exposición
La exposició n se puede implementar como un componente dentro de
un plan de tratamiento o como un tratamiento en sí mismo. Varios
protocolos de tratamiento y tratamientos manualizados incluyen la
exposició n, incluida la terapia de exposició n prolongada para el TEPT
(Foa, Hembree y Rothbaum, 2007) y la exposició n y la prevenció n de la
respuesta para el TOC (p. ej., Foa, Yadin y Lichner, 2012), pero la base
Los principios de exposició n son los mismos, independientemente del
manual de diagnó stico o tratamiento.
Las exposiciones está n altamente individualizadas a los propios
miedos y comportamientos de evitació n del cliente y, por lo tanto,
deben ser diseñ adas en colaboració n por el terapeuta y el cliente. Por lo
general, el terapeuta y el cliente acuerdan una jerarquía de situaciones
temidas y trabajan con esta lista de exposiciones en el transcurso de
aproximadamente doce a quince sesiones, asignando como tarea tanto
las exposiciones en la sesió n como entre sesiones. Las exposiciones en
sesió n le permiten al terapeuta ayudar a diseñ ar y modelar
exposiciones, guiar y reforzar comportamientos y medir el progreso.
Las exposiciones entre sesiones son fundamentales para aumentar el
aprendizaje y mejorar los resultados clínicos, ya que permiten una
mayor frecuencia y una variedad de exposiciones en entornos sin el
terapeuta. Hay tres tipos principales de exposició n.
La exposición in vivo implica la exposició n directa a situaciones u
objetos vivos. Por ejemplo, un terapeuta con un cliente que teme hablar
en pú blico podría pedirle que dé un discurso frente a una audiencia;
para un cliente con fobia a la sangre y/o las inyecciones, el terapeuta
puede pedirle que mire imá genes o videos de una extracció n de sangre
y, finalmente, pedirle al cliente que le extraiga sangre en una clínica. La
terapia de exposició n de realidad virtual se puede utilizar para
situaciones de difícil acceso.
Exposición interoceptiva se refiere a la inducció n deliberada de
sensaciones físicas, como aumento del ritmo cardíaco, mareos o
dificultad para respirar. La exposició n interoceptiva es relevante para
los clientes que experimentan cualquier tipo de sensació n de pá nico o
mayor preocupació n por las sensaciones corporales. Las exposiciones
interoceptivas comunes incluyen correr en el lugar, hiperventilació n,
mirarse en un espejo, respirar a través de una pajilla y dar vueltas en
círculo.
La exposición imaginal es má s ú til cuando no es posible o factible
acceder a una situació n temida en vivo o cuando una imagen en sí
misma es el estímulo temido (como en el TOC o el TEPT). Durante la
exposició n imaginal, los clientes imaginan y describen vívidamente un
escenario temido en detalle, usando lenguaje en primera persona, en
tiempo presente. Luego, los clientes graban y escuchan repetidamente
el escenario. Una variació n de la exposició n imaginal es la exposició n
escrita, que implica escribir, en detalle, un escenario temido y leerlo
repetidamente. Los ejemplos de exposició n imaginal incluyen imaginar
que lo despiden de un trabajo (para un cliente que se preocupa
demasiado por cometer un error en el trabajo y ser despedido) o
imaginar un evento traumá tico que ocurrió durante el combate (para
un soldado con PTSD).
Implementación
Antes de comenzar la terapia de exposició n, el terapeuta debe tener una
comprensió n clara de có mo la exposició n será ú til para el cliente.
Evaluar minuciosamente el miedo y la ansiedad, incluido el papel que
juegan los comportamientos de evitació n en la angustia del cliente,
ayudará al terapeuta y al cliente a desarrollar y cumplir un plan de
tratamiento de exposició n. Ademá s, debido a que la exposició n provoca
inherentemente ansiedad, proporcionar una justificació n só lida y
obtener el acuerdo del cliente con el plan de tratamiento es un
elemento crítico de la exposició n.
Al proporcionar la justificació n de la exposició n, el punto principal a
transmitir es que los comportamientos de evitació n, aunque alivian
temporalmente la ansiedad, pueden aumentar la angustia y mantener el
miedo y la ansiedad a largo plazo. En el diá logo de ejemplo a
continuació n, el terapeuta primero evalú a los comportamientos de
evitació n con un cliente que experimenta ataques de pá nico.
Terapeuta: Cuando nos sentimos ansiosos o asustados,
nuestra respuesta natural es tratar de evitar o
alejarnos de lo que nos hace sentir así. ¿Cuá les son
algunas situaciones que evitas?
Cliente: Creo que se trata principalmente de conducir para mí.
Antes podía conducir al menos en el carril derecho
de la autopista, pero ahora solo puedo conducir en
las calles laterales. También evito manejar sobre
puentes.
Terapeuta: Está bien, conducir por carreteras y puentes. ¿Qué
pasa con otras situaciones? ¿Hay alguna actividad o
lugar que evite?
Cliente: Bueno, tampoco me gustan las grandes multitudes. Mi
hijo quería que lo llevara a ver una película que se
estrenó la semana pasada, pero la idea de hacer
cola y luego sentarme en ese cine lleno de gente...
no me atrevía a hacerlo. Mi hermana se lo llevó en
su lugar.
Terapeuta: Estos comportamientos (evitar multitudes y
conducir solo en ciertas á reas) son respuestas muy
comunes a la ansiedad y los sentimientos de
pá nico. La evasió n es una respuesta natural a
situaciones que creemos que son amenazantes o
aterradoras. Desafortunadamente, demasiada
evasió n puede interferir con nuestras vidas y evitar
que hagamos las cosas que queremos hacer. ¿De
qué manera crees que te han afectado las conductas
de evitació n?
Cliente: Me ha impactado mucho. La parte má s difícil ha sido
con mi hijo. Me siento terrible por no poder llevarlo
a los lugares a los que quiere ir o disfrutar las cosas
con él. Esa es definitivamente la peor parte de todo
esto.
Cabe señ alar algunos puntos importantes de este diá logo. Primero, el
terapeuta proporcionó algo de psicoeducació n sobre las conductas de
evitació n. En segundo lugar, el terapeuta comenzó a identificar los
comportamientos de evitació n como el problema (en lugar de la
ansiedad o el miedo per se), ya que estos comportamientos será n el
objetivo de la exposició n. En tercer lugar, el terapeuta extrajo ejemplos
de có mo las conductas de evitació n interfieren en la vida del cliente.
Después de responder con la validació n adecuada, el terapeuta puede
proporcionar una introducció n a la exposició n.
Terapeuta Ademá s de interferir con nuestras vidas, la
evitació n también nos impide aprender que los
malos resultados no siempre ocurren o que no son
tan malos como pensamos al principio. Entonces,
aunque la evitació n a veces puede proporcionar un
alivio temporal de la ansiedad, a la larga puede
empeorar la ansiedad, lo que puede conducir a una
mayor evitació n. Por esta razó n, el enfoque de este
tratamiento es disminuir la evitació n acercá ndose o
confrontando situaciones y sensaciones que usted
evita. Sé que esto puede ser difícil, así que vamos a
comenzar gradualmente y avanzar hacia
situaciones que son má s difíciles. ¿Có mo suena
seguir para ti?
Después de consultar con el cliente para asegurarse de que
comprende el fundamento de la exposició n, el terapeuta y el cliente
pueden comenzar a crear un plan para las exposiciones siguiendo los
siguientes pasos.
5. Cree una jerarquía. El primer paso para diseñar
exposiciones es crear una lista de situaciones temidas
(también llamada jerarquía de miedo) y sus
calificaciones de miedo asociadas (en una escala de 0 a
10, siendo 10 la más extrema). Esta lista debe incluir una
variedad de situaciones que provocan niveles leves (3 a
4), moderados (5 a 7) y altos (8 a 10) de miedo o
ansiedad. Además, la jerarquía debe incluir situaciones
que puedan abordarse con exposición in vivo,
interoceptiva e imaginal. El terapeuta y el cliente
trabajan juntos para crear esta lista y pueden continuar
agregándola según sea necesario.
Como parte del paso de generació n de la lista, el terapeuta puede
completar una evaluació n de las exposiciones interoceptivas para
identificar las sensaciones físicas que necesitan ser objetivo El
terapeuta modela cada ejercicio interoceptivo (correr en el lugar, girar
en círculo, etc.), luego el cliente completa el ejercicio, con el objetivo de
continuar durante aproximadamente un minuto. Después de cada
ejercicio, el terapeuta recopila dos calificaciones del cliente: nivel de
miedo o ansiedad y nivel de similitud con las sensaciones
experimentadas cuando está ansioso. Las exposiciones interoceptivas
que provocan altos niveles de similitud y niveles de miedo o ansiedad
de moderados a altos deben agregarse a la jerarquía de exposició n.
2. Elige una primera exposición. No es necesario adherirse estrictamente al orden de la
jerarquía, pero las exposiciones iniciales deben comenzar en el extremo inferior, con un
nivel de temor de aproximadamente 3 o 4. Esto permite que el cliente comprenda el
procedimiento de exposición y desarrolle algo de autoeficacia. Lo que puede ayudar al
cliente a involucrarse en exposiciones más difíciles más adelante.
Después de la exposición
No.
Sí o no, ¿ocurrió lo que más le
Permanecí consciente.
preocupaba?
Sentirse mareado no significa
¿Có mo lo sabes?
necesariamente que me vaya a desmayar.
¿Qué aprendiste?
Estrategias de mejora
La investigació n sobre el aprendizaje inhibitorio durante la exposició n
ha llevado a la identificació n de estrategias que los terapeutas pueden
usar para refinar y mejorar la exposició n. Estas estrategias, junto con
sus bases teó ricas, detalladas en un artículo anterior de nuestro
laboratorio (Craske et al., 2014), se resumen a continuació n.
Violación de las expectativas: “Pruébalo”. La idea básica de esta estrategia es maximizar
la diferencia entre el resultado negativo anticipado y el resultado real durante una
exposición; se basa en la premisa de que el desajuste entre la expectativa y el resultado
es fundamental para el nuevo aprendizaje (Hofmann, 2008). El terapeuta debe intentar
enfatizar este desajuste tanto como sea posible (1) haciendo que el cliente identifique
expectativas específicas sobre un resultado aversivo antes de una exposición; (2) diseñar
la exposición para probar esta expectativa; (3) determinar la duración de la exposición
en base a lo que se necesita para violar las expectativas, no en base a la reducción de los
niveles de miedo; y (4) pedir a los clientes, después de cada prueba de exposición, que
juzguen lo que aprendieron (por ejemplo, “¿Qué te sorprendió de hacer la exposición?
¿Qué aprendiste al hacer esta exposición?”). Además, los terapeutas deben abstenerse de
usar la reestructuración cognitiva. Estrategias previas a las exposiciones, ya que estas
intervenciones están diseñadas para reducir la expectativa de un resultado negativo y,
por lo tanto, pueden reducir el desajuste entre la expectativa inicial del cliente y el
resultado real.
Extinción más profunda: “Combínalo”. Esta estrategia combina múltiples estímulos o
señales temidos en una sola exposición. Después de realizar la exposición a cada señal
individualmente, ambas señales se pueden combinar para profundizar el proceso de
aprendizaje. Por ejemplo, la exposición imaginaria a una obsesión, como la obsesión de
apuñalar a un ser querido, y la exposición en vivo a una señal que desencadena la
obsesión, como sostener un cuchillo, sería seguida por la exposición a la obsesión de
apuñalar a un ser querido. Uno mientras sostiene un cuchillo. La exposición
interoceptiva también se puede incorporar a la exposición in vivo o imaginaria. Por
ejemplo, un cliente con ansiedad social puede correr en el lugar para elevar su ritmo
cardíaco antes de pronunciar un discurso.
Enfoque atencional: “Quédate con eso”. Esta estrategia ayuda a los clientes a mantener el
foco de atención durante la exposición. Prestar atención a los estímulos de exposición
ayuda a los clientes a observar el resultado de la exposición y evita que se distraigan y
adopten comportamientos de seguridad. El terapeuta podría animar a los clientes a
“permanecer con él” dirigiendo su mirada durante la exposición en vivo o redirigiendo
sus descripciones durante la exposición imaginal.
Aplicaciones y Contraindicaciones
La exposició n es efectiva para tratar la mayoría de los problemas
relacionados con la ansiedad y el miedo. Los terapeutas pueden evaluar
si la exposició n es necesaria mediante la realizació n de una evaluació n
de diagnó stico o un aná lisis funcional para determinar por qué el
cliente se involucra en un determinado comportamiento problemá tico.
Por ejemplo, el terapeuta podría preguntar: “¿Qué tipos de situaciones
desencadenan su miedo o ansiedad? ¿Qué haces cuando experimentas
ansiedad o miedo? ¿Qué es lo que má s te preocupa que suceda si no te
involucras en este comportamiento?” La sobreestimació n de la
amenaza y la participació n en comportamientos de seguridad o
evitació n indican que es probable que se necesite exposició n. La
exposició n es generalmente muy segura y efectiva para abordar el
miedo, la ansiedad y la evitació n desadaptativa asociada. No obstante,
existen determinados casos en los que la exposició n está
contraindicada o debe utilizarse con precaució n:
Autolesiones suicidas o no suicidas recientes. Existen pocos datos
sobre el uso de la exposició n con clientes altamente suicidas o
que se autolesionan, pero se recomienda retrasar la exposició n
hasta que la tendencia suicida o la autolesió n hayan disminuido.
Peligro ambiental. Las exposiciones no deben llevarse a cabo en
situaciones en las que exista un peligro real. Por ejemplo, no
lleve a cabo una exposició n en vivo con la pareja abusiva de un
cliente.
Exposiciones interoceptivas con ciertas condiciones médicas.
Algunas exposiciones interoceptivas podrían agravar ciertas
condiciones médicas (p. ej., trastorno convulsivo). En tales
casos, el terapeuta debe consultar con el médico del cliente para
adaptar las exposiciones interoceptivas.
Consejos para el éxito
Como con cualquier estrategia terapéutica, pueden surgir problemas. A
continuació n se ofrecen sugerencias para ayudar a abordar los
problemas má s comunes.
Redirigir las predicciones sobre las respuestas emocionales. Por lo general, los clientes
identificarán un resultado previsto sobre su respuesta emocional durante una
exposición, como “Me entrará pánico” o “Me pondré ansioso”. En estos casos, es posible
que se requieran más pruebas para obtener predicciones observables o de
comportamiento. Por ejemplo, el terapeuta podría preguntar: “¿Qué es lo que más te
preocupa que suceda si entras en pánico?” Si la mayor preocupación de un cliente es que
la ansiedad será abrumadora, puede predecir, por ejemplo, “Estaré tan ansioso que no
podré hacer nada”. Una exposición diseñada para probar esta predicción implicaría que
el cliente complete alguna actividad inmediatamente después de la exposición.
Evite las predicciones que leen la mente. Las predicciones de lectura mental son
predicciones sobre lo que otros pensarán. Por ejemplo, un cliente que completa una
exposición para hablar en público puede predecir: “La audiencia notará que estoy
nervioso” o “Pensarán que soy estúpido e incompetente”. Para obtener un resultado
conductual, pruebe uno de los siguientes:
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Capítulo 19
Activació n conductual
Christopher R. Martell, PhD, ABPP
Departamento de Ciencias Psicológicas y del Cerebro,
Universidad de Massachusetts, Amherst
Fondo
La activació n conductual (BA) es tanto una estrategia conductual ú nica
utilizada como parte de un tratamiento má s amplio de terapia cognitiva
conductual (TCC) para la depresió n como un tratamiento completo por
sí solo. Cuando se utiliza como parte de una TCC má s amplia, se
denomina má s apropiadamente programació n de actividades o
programació n de eventos agradables (MacPhillamy & Lewinsohn,
1982). Como tratamiento independiente, se ha dado a conocer a partir
de dos protocolos bien conocidos. Un protocolo se basa en un gran
estudio realizado en la Universidad de Washington (Dimidjian et al.,
2006), que comenzó con el protocolo original (Martell, Addis y
Jacobson, 2001) y resultó en una guía clínica actualizada (Martell,
Dimidjian, & Herman-Dunn, 2010). Este protocolo permite un
promedio de veinticuatro sesiones de BA y se presenta como un
tratamiento flexible, con prioridades estratégicas y objetivos del cliente
en funció n de las necesidades particulares de cada cliente. La activació n
conductual para la depresió n (BATD; Lejuez, Hopko, Acierno, Daughters
y Pagoto, 2011), un enfoque BA má s breve, se desarrolló de forma
independiente y contemporá nea. Mi enfoque principal en este capítulo
estará en BA de base amplia (Martell et al., 2001, 2010), ya que
proporciona una metodología integral para llevar a cabo el tratamiento,
pero hay muchos elementos compartidos entre él y las dos versiones
independientes., y mencionaré algunas características de BATD.
Habilidades Clínicas Básicas
Puede parecer sencillo por el mismo nombre "activació n del
comportamiento" que hacer que las personas se activen es fá cil de
lograr. Sin embargo, hay una cualidad iró nica en la realizació n de BA, en
el sentido de que lo mismo que las personas deprimidas a menudo
encuentran extremadamente difícil es lo que estamos pidiendo a
nuestros clientes que hagan: participar en la actividad. Por lo tanto, es
importante que los terapeutas demuestren una habilidad clínica
adecuada y mantengan una cierta postura con los clientes para
fomentar la activació n.
Empatía y calidez. Si bien puede ser evidente que los terapeutas deben sentir empatía
por sus clientes, vale la pena repetir que el trabajo de BA a menudo puede agotar a los
terapeutas. Debido a que estamos pidiendo a los clientes que hagan lo que les resulta
difícil, es posible que los terapeutas necesiten imaginarse a sí mismos en las situaciones
de sus clientes para ayudarlos a dividir las tareas en pasos manejables. Además, el
terapeuta que empatiza con los clientes puede evitar que se sientan frustrados cuando
tienen dificultades para completar las tareas. BA es una terapia directiva, con terapeutas
que colaboran con los clientes, pero también hacen sugerencias para posibles
actividades que un cliente puede intentar, y siempre es más fácil tener una buena
relación de trabajo cuando el terapeuta expresa genuina calidez y preocupación.
Atendiendo al momento presente. Los terapeutas que trabajan con clientes deprimidos
reconocerán cómo el estado de ánimo de los clientes impregna todos los aspectos de su
vida, incluidas las sesiones de terapia. Por lo tanto, los terapeutas de BA deben estar
atentos a las oportunidades durante las sesiones para activar e involucrar a los clientes.
Al prestar atención al momento presente de la sesión, los terapeutas pueden responder
estratégicamente a ejemplos de mejora en el comportamiento. Si bien los terapeutas no
necesitan un entrenamiento formal en atención plena (Kabat-Zinn, 1994), este trabajo de
prestar atención al momento presente ciertamente tiene mucho en común con los
enfoques de tratamiento basados en la atención plena en relación con ayudar a los
clientes a manejar la rumiación inútil (Segal, Williams, & Teadale, 2001). Por ejemplo, si
un cliente cuenta una historia que demuestra esperanza, el terapeuta puede recibirlo con
una respuesta entusiasta pero natural. De manera similar, el terapeuta puede cambiar la
postura de su cuerpo para que coincida con el cliente que está haciendo un mejor
contacto visual, proporcionando un refuerzo social natural para el compromiso.
En BA, a los clientes se les enseñ a a prestar atenció n al momento
presente. En lugar de enfocarse en fallas pasadas o preocupaciones
futuras, la activació n requiere que se comprometan con lo que sea que
estén haciendo actualmente. Incluso las personas que no está n
deprimidas a veces realizan una actividad sin prestar mucha atenció n.
¿Con qué frecuencia completamos una tarea mundana como lavar los
platos o doblar la ropa y bá sicamente olvidamos lo que habíamos hecho
porque nuestra mente estaba en otra parte durante el proceso? Cuando
las personas deprimidas está n atrapadas en patrones de pensamientos
negativos, practicar la atenció n a los detalles de cada actividad y el
contexto ambiental en el que ocurre la actividad puede ayudar a
aumentar la probabilidad de que mantenerse activo mejore su estado
de á nimo y los saque del pantano de la depresió n.
Validando. Las personas deprimidas no solo se quejan o se quejan de nada; están
experimentando una vida que puede sentirse ausente de placer y puede tener dificultad
para hacer incluso actividades básicas. Por lo tanto, los terapeutas deben validar las
experiencias de los clientes mientras los alientan a participar en actividades de manera
diferente para que puedan superar la tristeza. Martell y colegas (2010) definen
"validación" en BA como "demostrar una comprensión de la experiencia del cliente... y
comunicar que comprende la experiencia del cliente, en función de su historia o contexto
actual" (págs. 51–52).
Técnicas y Procesos
BA intencionalmente no incluye muchas técnicas. Es un tratamiento
parsimonioso con el ú nico propó sito de hacer que las personas vuelvan
a participar en la actividad para que sea má s probable que su
comportamiento se refuerce positivamente en su entorno diario. La
idea es que cuanto má s activos se vuelvan los clientes, má s probable es
que su comportamiento se refuerce positivamente, lo que significa que
es má s probable que continú en participando en la actividad en
condiciones similares. Por lo tanto, todo el programa de BA, ya sea el
protocolo altamente estructurado utilizado por Lejuez y colegas (2011)
o el enfoque má s idiográ fico defendido por Martell y colegas (2001,
2010), gira en torno a la estructuració n y programació n de actividades
de refuerzo en las que participa el cliente. durante todo el tratamiento.
Valores, refuerzo y seguimiento de la actividad. Es más posible poner a los clientes en
contacto con reforzadores naturales cuando se involucran en actividades que son
consistentes con las cosas que valoran mucho en la vida (p. ej., ser buenos padres,
mantener amistades sólidas, tener éxito profesional, etc.) o cuando participar en
actividades previamente asociadas con una mejora en el estado de ánimo. Por lo tanto, la
colaboración terapeuta-cliente para aumentar la actividad y el compromiso se centra en
la identificación de actividades que probablemente se refuercen positivamente en el
entorno natural. Para tratar de optimizar esto, los terapeutas estructuran las tareas para
que los clientes puedan lograrlas en su estado actual de depresión, y resuelven las
barreras que impiden que los clientes participen y realicen esas actividades. Lejuez y Los
colegas han resaltado acertadamente la realidad de que las actividades que son
consistentes con los valores del cliente se reforzarán naturalmente en el entorno. En su
manual revisado BATD (Lejuez et al., 2011), los autores afirman que
Dimidjian, S., Hollon, SD, Dobson, KS, Schmaling, KB, Kohlenberg, RJ, Addis, ME, et al. (2006).
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Capítulo 20
Habilidades interpersonales
Dra. Kim T. Mueser
Centro de Rehabilitación Psiquiátrica y Departamentos de
Terapia Ocupacional, Psicología y Psiquiatría, Universidad de
Boston
Fondo
Las personas son por naturaleza criaturas gregarias. La mayoría de las
personas viven con otras personas con las que comparten las tareas del
hogar, trabajan con otras personas, participan en actividades
recreativas y de ocio con otras personas y comparten o se esfuerzan
por tener relaciones íntimas personales y físicas con unos pocos
elegidos. La capacidad ú nica de los seres humanos para la
comunicació n y el comportamiento cooperativo ha llevado al desarrollo
de sistemas sociales complejos, el dominio sobre el medio ambiente y la
capacidad de prolongar y mejorar la calidad de sus vidas.
Dada la importancia de la comunicació n para el comportamiento
cooperativo, no sorprende que las habilidades interpersonales para
expresar pensamientos, sentimientos, necesidades, preferencias y
deseos, y para responder a los demá s, desempeñ en un papel clave en el
funcionamiento a lo largo de la amplia gama de la vida social y de otro
tipo. dominios Los problemas de funcionamiento conducen
naturalmente a la infelicidad, la frustració n y la insatisfacció n. La
capacidad de reconocer cuá ndo las habilidades sociales deficientes en
á reas específicas contribuyen a los problemas de un cliente o limitan el
potencial de crecimiento del individuo, y enseñ ar habilidades má s
efectivas, es una competencia crítica para los terapeutas cognitivos y
conductuales que atienden a cualquier població n clínica.
Comprender los problemas con las habilidades
interpersonales
El deseo de interacciones má s efectivas con los demá s se puede utilizar
para motivar el cambio y mejorar las habilidades interpersonales. Las
personas a menudo buscan terapia porque no está n contentos con sus
relaciones. Una persona puede carecer de amigos y sentirse ansiosa en
situaciones sociales, o puede anhelar la cercanía y la intimidad con un
compañ ero romá ntico. Las personas en relaciones cercanas pueden
sentirse infelices debido a una variedad de problemas, como conflictos
por el dinero o la crianza de los hijos; falta de compromiso o afecto;
dificultad para expresar o responder a sentimientos o deseos; o
comportamientos interpersonales destructivos, como el abuso verbal o
físico.
Las habilidades interpersonales problemá ticas también pueden
contribuir a los problemas en el trabajo, como las dificultades para
interactuar con los clientes o responder a los comentarios de un
supervisor. Las habilidades interpersonales limitadas para situaciones
como ir de compras, solicitar reparaciones al propietario o resolver un
desacuerdo con un vecino o compañ ero de cuarto también pueden
interferir con la vida diaria y la independencia. Cuando las personas
carecen de las habilidades adecuadas, la capacidad de obtener el
tratamiento adecuado y manejar las condiciones de salud física y
mental también puede verse comprometida debido a que evitan a los
proveedores de atenció n médica, la efectividad limitada de sus
interacciones con los proveedores y su capacidad reducida para
obtener apoyo social. para el manejo de enfermedades.
Una só lida base de evidencia respalda la efectividad del
entrenamiento en habilidades interpersonales para mejorar el
funcionamiento social y comunitario (Kurtz & Mueser, 2008; Lyman et
al., 2014). El uso de estos métodos para mejorar las habilidades
interpersonales es especialmente importante para las poblaciones
clínicas con un funcionamiento psicosocial deficiente, como las
personas con trastornos del espectro de la esquizofrenia, o para
aquellos con trastornos del desarrollo, como los trastornos del espectro
autista o una discapacidad intelectual.
Definiciones
La habilidad interpersonal se puede definir como la integració n fluida y
fluida de comportamientos específicos que son necesarios para una
comunicació n efectiva y son fundamentales para lograr objetivos
sociales e instrumentales (Liberman, DeRisi y Mueser, 1989).
Normalmente se distinguen cuatro tipos diferentes de habilidades:
habilidades no verbales, características paralingü ísticas, contenido
verbal y equilibrio interactivo. Los terapeutas suelen enseñ ar
habilidades interpersonales complejas centrá ndose en componentes
específicos, que se construyen gradualmente a través de una amplia
prá ctica y retroalimentació n.
Las habilidades no verbales son comportamientos distintos del habla,
como el contacto visual, la expresió n facial, el uso de gestos, la
proximidad interpersonal y la orientació n corporal, que transmiten
interés, sentimientos y significado durante las interacciones sociales.
Las características paralingüísticas son las características vocales del
habla, como el volumen, la fluidez y el afecto expresado a través del
tono y el tono (prosodia). El contenido verbal es la adecuació n de lo que
se dice, incluida la elecció n de palabras y frases, independientemente
de có mo se diga. El equilibrio interactivo se refiere a la interacció n de la
comunicació n entre dos personas, incluida la latencia del tiempo en
responder a la expresió n del compañ ero, la proporció n de tiempo
dedicado a hablar, y la relevancia y capacidad de respuesta a lo que dijo
el compañ ero.
Los comportamientos no verbales y paralingü ísticos a veces son
inconsistentes con el contenido verbal de una comunicació n, lo que
puede socavar la intenció n de la persona. Por ejemplo, expresar un
sentimiento negativo en un tono de voz tranquilo y vacilante con una
expresió n facial de disculpa podría interpretarse como que la persona
no está realmente molesta y que la preocupació n puede ignorarse. Los
problemas con el equilibrio interactivo, como las largas latencias de
respuesta debido a la reducció n de la capacidad de procesamiento de
informació n en la esquizofrenia (Mueser, Bellack, Douglas y Morrison,
1991), pueden interferir con el flujo y reflujo de una conversació n y
hacer que se sienta incó modo y poco gratificante. Por el contrario,
interrumpir con frecuencia o responder demasiado rá pido puede hacer
que la conversació n se sienta apresurada y puede interpretarse como
que el hablante no está realmente interesado en lo que la otra persona
tiene que decir.
Las interacciones sociales efectivas también requieren habilidades de
cognició n social, incluida la capacidad de percibir y responder con
precisió n a la informació n relevante en diferentes situaciones sociales y
comprender las "reglas no escritas" comunes de comunicació n dentro
de una cultura y un entorno (Augustinos, Walker y Donaghue, 2006). La
informació n social importante debe extraerse del contexto situacional
en el que tiene lugar la interacció n (p. ej., entorno, como pú blico,
privado, trabajo, hogar; relació n con el individuo, como extrañ o,
compañ ero de trabajo, jefe, amigo, miembro de la familia) y del
comportamiento de la otra persona. Percibir con precisió n las
emociones del compañ ero de conversació n a partir de señ ales
paralingü ísticas no verbales y comprender la perspectiva de la persona
(llamada teoría de la mente) son habilidades clave de cognició n social
que con frecuencia se ven afectadas en personas con enfermedades
mentales graves (Penn, Corrigan, Bentall, Racenstein y Newman, 1997).
Factores no relacionados con las habilidades que pueden
afectar el funcionamiento social
Aparte de las habilidades interpersonales, una variedad de otros
factores pueden influir en el funcionamiento social. La depresió n y las
creencias asociadas de desesperanza, impotencia e inutilidad a menudo
comprometen el impulso social y reducen el esfuerzo que las personas
dedican a conectarse con los demá s. El simple hecho de verse triste
puede hacer que alguien parezca menos atractivo y atractivo para los
demá s (Mueser, Grau, Sussman y Rosen, 1984), y vivir con una persona
deprimida puede provocar depresió n (Coyne et al., 1987). La ansiedad
puede conducir a la evitació n social o dar como resultado tal
preocupació n que las personas no puedan usar las habilidades
disponibles. La ira o la frustració n pueden inhibir la capacidad de las
personas para escuchar las perspectivas de los demá s, lo que lleva a
expresiones desenfrenadas de sentimientos negativos y a un mayor
conflicto interpersonal.
Otros síntomas psiquiá tricos también pueden ser problemá ticos. Los
síntomas negativos de la esquizofrenia, como la apatía y la anhedonia,
pueden reducir el impulso social cuando las personas esperan que las
interacciones sociales requieran demasiado esfuerzo o no sean
gratificantes (Gard, Kring, Gard, Horan y Green, 2007). El afecto
embotado (disminució n de la expresividad facial y paralingü ística) y la
alogia (pobreza del habla) pueden hacer que las personas parezcan
menos comprometidas durante las interacciones sociales de lo que
realmente sienten. Los síntomas psicó ticos, como las alucinaciones y
los delirios, pueden distraer o preocupar a las personas, haciéndolas
distraídas, insensibles o inapropiadas durante las interacciones
sociales. La hipomanía y la manía pueden afectar las relaciones sociales
de un individuo debido a síntomas como lenguaje presionado,
irritabilidad, grandiosidad y mayor participació n en actividades con
consecuencias potencialmente dañ inas (p. ej., relaciones sexuales,
gastar dinero). El uso y la dependencia de sustancias pueden tener un
gran impacto en el funcionamiento social, desde los efectos
desinhibidores del alcohol sobre la agresió n hasta la manipulació n de
las relaciones cercanas para mantener la dependencia de las drogas.
El entorno también puede influir en la capacidad de las personas
para utilizar las habilidades interpersonales y beneficiarse de la
capacitació n en habilidades. Cuando hay oportunidades limitadas para
una actividad social significativa, como suele ser el caso de las personas
institucionalizadas durante largos períodos de tiempo (Wing y Brown,
1970), el deterioro continuo del funcionamiento social es una
conclusió n inevitable, independientemente de las habilidades
interpersonales de la persona. De manera similar, si se frustran los
esfuerzos para usar habilidades interpersonales apropiadas, como
expresar sentimientos o preferencias, como en el ejemplo de una
persona deprimida que vive con una pareja dominante, la persona
deprimida puede dejar de intentar usar esas habilidades y, en
consecuencia, permanecer insatisfecha. e infeliz en la relació n.
Historia y Fundamentos Teóricos del Entrenamiento en
Habilidades Interpersonales
Los métodos de entrenamiento de habilidades interpersonales se
remontan a las décadas de 1950 y 1960, y sus fundamentos clínicos se
encuentran en los primeros trabajos de Salter (1949), Wolpe (1958) y
Lazarus (1966), que se centraron en ayudar a las personas a superar la
timidez y la ansiedad en estrecha relació n. relaciones Los orígenes
teó ricos de parte de este trabajo se basaron en investigaciones previas
sobre el condicionamiento operante, la conformació n y el modelado del
aprendizaje social. El trabajo de Skinner (1953) sobre el uso del
refuerzo positivo y la conformació n (véanse los capítulos 11 y 13)
mostró que era posible enseñ ar conductas complejas dividiéndolas en
otras má s simples. El trabajo de Bandura (Bandura, Ross y Ross, 1961)
sobre el modelado social demostró el poder de observar a otros para
aprender nuevos comportamientos sociales. El desarrollo del ensayo
conductual en los juegos de roles como técnica para facilitar la prá ctica
inicial y el refinamiento de las habilidades mejoraron aú n má s los
beneficios de combinar el modelado social y la formació n para enseñ ar
habilidades interpersonales. El uso sistemá tico de juegos de roles para
modelar primero las habilidades y luego involucrar a los individuos en
ensayos conductuales de esas habilidades, seguidos de dar forma a la
retroalimentació n, resultó en un método eficiente para enseñ ar
habilidades interpersonales en condiciones relativamente controladas.
Los clientes podrían entonces practicar esas habilidades en situaciones
que ocurren naturalmente.
En pocas palabras, los médicos brindan capacitació n en habilidades
interpersonales al dividir primero una habilidad en sus elementos
constituyentes, repasarlos con el cliente y luego modelar la habilidad a
través del juego de roles. Después de discutir la demostració n, el clínico
involucra al cliente en un juego de roles para practicar la habilidad,
seguido de una retroalimentació n positiva y luego correctiva sobre el
desempeñ o del cliente. Luego, el médico involucra al cliente en otro
juego de roles para mejorar aú n má s su desempeñ o, seguido de
retroalimentació n adicional para dar forma a la habilidad. Se llevan a
cabo varios juegos de roles con el cliente, cada uno seguido de
retroalimentació n para perfeccionar aú n má s la habilidad de la
persona. Finalmente, el cliente y el médico acuerdan una tarea asignada
para una habilidad que el cliente probará en situaciones de la vida real.
Formato y Logística del Entrenamiento en Habilidades
Interpersonales
El entrenamiento de habilidades se puede proporcionar en formato
individual, grupal, familiar o de pareja. En un formato de grupo, el
nú mero de participantes generalmente se limita a seis u ocho para
permitir suficiente tiempo para que todos practiquen las habilidades. El
entrenamiento de habilidades en un formato grupal generalmente es
má s eficiente y brinda acceso a mú ltiples modelos a seguir y el apoyo y
el estímulo de otros miembros del grupo para probar nuevas
habilidades.
La capacitació n en habilidades interpersonales a veces es el enfoque
principal de la intervenció n y cubre un plan de estudios planificado
previamente de habilidades que abordan un á rea temá tica específica.
Dichos programas generalmente se brindan en un formato grupal,
como habilidades de conversació n para personas con enfermedades
mentales graves (Bellack, Mueser, Gingerich y Agresta, 2004),
habilidades de rechazo del uso de sustancias para personas con
adicció n (Monti, Kadden, Rohsenow, Cooney, & Abrams, 2002), o
habilidades de manejo de conflictos para personas con problemas de
ira o agresió n (Taylor & Novaco, 2005). Las sesiones suelen durar de 1 a
1,5 horas y se realizan de 1 a 3 veces por semana, con programas que
duran de 2 a 3 meses a má s de un añ o.
El entrenamiento en habilidades interpersonales también puede ser
parte de un programa de mú ltiples componentes, como la terapia
conductual dialéctica para personas con trastorno límite de la
personalidad (Linehan, 1993) o un programa que enseñ a habilidades
de autocontrol (ver capítulo 14). El programa de manejo y recuperació n
de enfermedades (Mueser & Gingerich, 2011) brinda capacitació n en
habilidades para ayudar a las personas con enfermedades mentales
graves a interactuar de manera má s efectiva con los proveedores de
tratamiento y para aumentar el apoyo social para controlar su
enfermedad. Los programas de terapia familiar diseñ ados para enseñ ar
a las familias có mo ayudar a un ser querido a manejar una enfermedad
mental como la esquizofrenia o el trastorno bipolar a menudo
incorporan comunicació n y resolució n de problemas para reducir el
estrés familiar, ademá s de psicoeducació n sobre la naturaleza de la
enfermedad psiquiá trica (Miklowitz, 2010; Mueser y Glynn, 1999).
Las habilidades interpersonales también se pueden enseñ ar, segú n
surja la necesidad, durante la psicoterapia individual. En estas
circunstancias, el entrenamiento de habilidades puede variar desde tan
solo diez a quince minutos por sesió n durante varias sesiones hasta un
enfoque má s extenso durante un período de tiempo má s largo.
Métodos de entrenamiento
Independientemente de la modalidad de tratamiento utilizada o la
prominencia en el tratamiento, el entrenamiento en habilidades
interpersonales utiliza un método sistemá tico, que se resume en la
tabla 1. El entrenamiento de habilidades interpersonales se define má s
bá sicamente por el uso integrado de cuatro técnicas, que se describen a
continuació n.
Tabla 1. Pasos de habilidades interpersonales comunes
Escucha activa
Mira a la persona.
Muestre que está escuchando asintiendo con la cabeza, sonriendo
o diciendo algo como “ajá” o “está bien”.
Haga preguntas para obtener má s informació n o para asegurarse
de que comprende.
Repita los puntos principales de la persona o haga un comentario
sobre algo que dijo.
Expresar un sentimiento positivo
Mira a la persona con una expresió n facial positiva.
Describa lo que le complace.
Dile có mo te hizo sentir.
Compromiso y Negociació n
Explique su punto de vista.
Escuche el punto de vista de la otra persona.
Repita o parafrasee el punto de vista de la otra persona.
Sugiere un compromiso.
Há blenlo hasta que lleguen a un compromiso en el que ambos
estén de acuerdo.
Dar un cumplido
Mira a la persona.
Use un tono de voz positivo y sincero.
Sea específico acerca de qué es lo que le gusta.
Centrarse en los componentes básicos de las habilidades interpersonales específicas.
Con el fin de utilizar un enfoque moldeador para la enseñanza de habilidades, el clínico
primero debe prestar atención a los componentes específicos de la habilidad objetivo.
Las habilidades no verbales y paralingüísticas deben ser coherentes con el contenido
verbal de la comunicación. Las personas a menudo se atascan en lo que deben decir en
situaciones particulares, y para abordar esto es útil dividir el contenido verbal de
habilidades específicas en varios pasos. Estos pasos, que se pueden combinar con
elementos no verbales o paralingüísticos, se pueden resaltar al modelar la habilidad y
brindar retroalimentación después de los juegos de rol. La Tabla 2 proporciona
ejemplos de pasos para entrenar habilidades interpersonales comunes; Los currículos
extensos para una amplia gama de habilidades son fácilmente accesibles para los
médicos en otros lugares (p. ej., Bellack et al., 2004; Monti et al., 2002).
Bellack, AS, Morrison, RL, Wixted, JT y Mueser, KT (1990). Un análisis de la competencia social en
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Capítulo 21
Reevaluació n cognitiva
Amy Wenzel, PhD, ABPP
Facultad de Medicina de la Universidad de Pensilvania
Definiciones y Antecedentes
Hace má s de 2000 añ os, el filó sofo griego Aristó teles señ aló : “Es la
marca de una mente educada poder albergar un pensamiento sin
aceptarlo”. En la actualidad, los profesionales de la salud mental de
todas las orientaciones teó ricas trabajan con clientes cuyas vidas se ven
obstaculizadas por pensamientos y creencias negativos y críticos que
consideran la verdad absoluta. Para abordar las necesidades de dichos
clientes, los paquetes de tratamiento en la familia de las terapias
cognitivas conductuales (TCC) han incorporado estrategias para
reconocer y abordar los pensamientos y creencias negativos.
La reevaluación cognitiva es una estrategia en la que las personas
reinterpretan el significado de un estímulo para alterar su respuesta
emocional (Gross, 1998). Un enfoque tradicional de la reevaluació n
cognitiva utilizado en muchos paquetes de tratamiento cognitivo
conductual es la reestructuración cognitiva, o el proceso guiado y
sistemá tico mediante el cual los médicos ayudan a los clientes a
reconocer y, si es necesario, modificar el pensamiento inú til asociado
con la angustia emocional. Es una intervenció n estratégica clave en el
enfoque de la terapia cognitiva de Aaron T. Beck (p. ej., AT Beck, Rush,
Shaw y Emery, 1979). A diferencia de reinterpretar y cambiar el
pensamiento, la defusión cognitiva es la capacidad de distanciarse de
los propios pensamientos y continuar incluso en presencia de esos
pensamientos (Hayes, Strosahl y Wilson, 2012), lo que permite a las
personas dejar de lado el significado que se adhieren a sus
pensamientos (ver el capítulo 23 de este volumen para una discusió n
má s detallada). El uso regular de la reevaluació n cognitiva y la defusió n
promueve la flexibilidad psicológica, o la capacidad de vivir plenamente
en el momento presente y participar en actividades valiosas,
independientemente de los pensamientos que uno pueda estar
experimentando. En este capítulo, ilustro la reevaluació n cognitiva a
través de una descripció n de técnicas para lograr la reestructuració n
cognitiva. Sin embargo, este capítulo también demuestra la forma en
que los focos en la defusió n y la conciencia del momento presente
pueden usarse en conjunto para lograr flexibilidad psicoló gica.
Un creciente cuerpo de investigació n dedica atenció n a los
mecanismos por los cuales la reevaluació n cognitiva logra los
resultados deseados en el tratamiento. Quizá s el principio má s central
de la TCC de Beckian es que la cognició n media la asociació n entre las
experiencias en la vida y las reacciones emocionales y conductuales de
uno (cf. Dobson & Dozois, 2010). Ciertamente existen algunos datos
para apoyar esta noció n (Hofmann, 2004; Hofmann et al., 2007). Al
mismo tiempo, también existen investigaciones que no sustentan esta
premisa, ya sea porque (a) los estudios no incluyeron las variables y
pruebas estadísticas necesarias para demostrar la mediació n de
manera inequívoca (cf. Smits, Julian, Rosenfield, & Powers, 2012); (b) el
cambio en los síntomas de la angustia emocional ocurrió antes del
cambio en los mediadores (p. ej., Stice, Rohde, Seeley y Gau, 2010); (c)
el cambio en la cognició n problemá tica simplemente no predijo el
resultado (p. ej., Burns y Spangler, 2001); o (d) el cambio en la
cognició n problemá tica fue tan grande en una condició n sin TCC (p. ej.,
farmacoterapia) como en la TCC (p. ej., DeRubeis et al., 1990).
Investigaciones má s recientes plantean la posibilidad de que la
reevaluació n cognitiva ejerza sus efectos a través del proceso de
descentramiento, o la capacidad de reconocer que los pensamientos son
simplemente eventos mentales en lugar de verdades que requieren un
curso de acció n particular (Hayes-Skelton & Graham, 2013).
Los terapeutas conductuales cognitivos que utilizan la reevaluació n
cognitiva con sus clientes pueden enfocarse en tres niveles de
cognició n: (a) pensamientos que surgen en situaciones específicas (es
decir, pensamientos automá ticos); (b) reglas y suposiciones
condicionales (es decir, creencias intermedias) que guían la manera
característica en que las personas interpretan los eventos y responden
conductualmente; y (c) creencias centrales o creencias fundamentales
que las personas tienen sobre sí mismas, los demá s, el mundo o el
futuro (cf. JS Beck, 2011). Considere el caso de Lisa, una cliente que
describe una situació n perturbadora en la que no fue invitada al baby
shower de una amiga. Su pensamiento automá tico podría ser algo como
"No le gusto a mi amigo". Este pensamiento automá tico podría estar
asociado con una suposició n condicional, como "Si alguien es realmente
un amigo, entonces me invitaría a un evento social importante" y una
creencia central, como "Soy indeseable". Con el tiempo, a través de la
reevaluació n cognitiva, los clientes pueden ver que los pensamientos
automá ticos que experimentan en situaciones específicas reflejan las
creencias subyacentes que tienen. La reevaluació n cognitiva ayuda a los
clientes a ralentizar su pensamiento para reconocer el pensamiento
desadaptativo (es decir, el pensamiento que es inexacto, exagerado o
simplemente inú til incluso si es preciso) y (a) tomar medidas
estratégicas para garantizar que su pensamiento sea tan preciso y ú til
como sea posible, o (b) reconocer que su forma de pensar es
simplemente una actividad mental que no tiene nada que ver con la
realidad y su capacidad para vivir sus vidas de la manera que ellos
quieren. En la siguiente secció n, describo las técnicas para lograr la
reestructuració n cognitiva: el enfoque de reevaluació n cognitiva que
suelen utilizar los terapeutas cognitivo-conductuales.
Implementación
La reestructuració n cognitiva generalmente ocurre en tres pasos: la
identificació n, evaluació n y modificació n de pensamientos automá ticos
o creencias subyacentes. Las siguientes secciones brindan orientació n
para implementar cada uno de estos pasos.
Identificar el pensamiento desadaptativo
Beck, AT, Grant, PM, Huh, GA, Perivoliotis, D. y Chang, NA (2013). Actitudes y expectativas
disfuncionales en la esquizofrenia con síndrome deficitario. Boletín de esquizofrenia, 39 (1),
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Definiciones y Antecedentes
Una de las estructuras cognitivas má s importantes conceptualizadas
por las teorías cognitivas de la psicopatología es el esquema. Beck
(1967) introdujo el concepto de esquema en el contexto de la terapia
cognitiva, afirmando que “un esquema es una estructura para
seleccionar, codificar y evaluar los estímulos que inciden en el
organismo” (p. 283). Desde el punto de vista de los procesos de
informació n, puede pensarse como una estructura de conocimiento
generalizado en la memoria que representa el mundo, el futuro y el yo.
Se cree que gobierna elementos del procesamiento de la informació n
como la atenció n (en qué enfocarse), la interpretació n (qué significado
se le da a los estímulos) y la memoria (qué recuerdos implícitos o
explícitos son activados por señ ales específicas). Los esquemas pueden
consistir en conocimiento verbal y no verbal.
Las creencias centrales son las representaciones verbales de los
elementos centrales de los esquemas, a veces también llamados
supuestos centrales. Una vez que se activa un esquema, los procesos
atencionales selectivos permiten que gran parte de la informació n
disponible permanezca sin procesar; sin embargo, se agrega mucho
significado a los datos sin procesar cuando se activa un esquema.
Debido a que un esquema dirige el procesamiento de la informació n
de modo que la informació n que es incompatible con el esquema se
pasa por alto, se distorsiona o se considera irrelevante, los esquemas
son muy resistentes al cambio una vez formados. En las teorías
cognitivas, los esquemas sesgan el procesamiento de la informació n
subyacente.
Piaget (1923) introdujo por primera vez el concepto de esquema en
psicología. Distinguió entre dos formas principales en que las personas
manejan informació n que es incompatible con un esquema existente:
acomodació n versus asimilació n. El valor predeterminado es
asimilación: se transforma una nueva experiencia para que coincida con
el esquema existente. Sin embargo, si la discrepancia es demasiado
grande, puede ocurrir una acomodación: se cambia un esquema
existente para representar mejor la realidad, o se forma un nuevo
esquema. Una suposició n bá sica de las teorías cognitivas de la
psicopatología es que el mismo fenó meno subyace al mantenimiento de
la psicopatología: las personas que padecen problemas
psicopatoló gicos mantienen sus esquemas confiando en la asimilació n
en lugar de cambiar sus esquemas por la acomodació n, y es tarea del
tratamiento psicoló gico ayudar a los clientes a cambiar sus esquemas
disfuncionales.
Gran parte de la investigació n sobre los modelos cognitivos de la
psicopatología y muchas técnicas terapéuticas de la terapia cognitiva se
centran en los procesos de informació n sesgada y su modificació n. Esto
es algo sorprendente porque el modelo cognitivo sugiere que es mejor
centrarse en los esquemas que en los sesgos cognitivos. Después de
todo, es el esquema el que podría decirse que subyace a los sesgos
cognitivos, y si cambiar los sesgos cognitivos no da como resultado una
alteració n del esquema, el cambio será frá gil y el riesgo de recaída
podría ser grande. Si bien es cierto que la correcció n de los sesgos
cognitivos puede conducir a un cambio de esquema (adaptació n) si no
se puede ignorar la informació n que no confirma, el cambio de
esquema o la formació n de nuevos esquemas es difícil y, por lo tanto, es
posible que deba facilitarse mediante un trabajo guiado.
Antes de abordar el cambio de esquema, es ú til distinguir tres capas
de creencias. En el centro está n las creencias incondicionales, que
representan suposiciones bá sicas sobre uno mismo, los demá s y el
mundo. Los ejemplos son “Soy malo”, “Soy superior”, “Otros son
irresponsables”, “Otras personas son buenas” y “El mundo es una
jungla”. La primera capa alrededor del nú cleo consiste en supuestos
condicionales, que son creencias sobre relaciones condicionales que se
pueden formular en términos de “si…, entonces…”; por ejemplo, “Si dejo
que otras personas descubran quién soy realmente, me rechazará n”; “Si
me encariñ o con otras personas, me abandonará n”; “Si muestro
debilidad, otros me humillará n”. Las llamadas creencias instrumentales,
que representan creencias sobre có mo actuar para evitar cosas malas y
adquirir cosas buenas, constituyen la capa exterior. Los ejemplos
incluyen “Verifique los motivos ocultos de los demá s”, “Evite mostrar
emociones” y “Sé el jefe”. Este orden de creencias no solo refleja
diferentes tipos de creencias, sino que también distingue lo que es
aparente en la superficie (comportamientos observables que reflejan
creencias instrumentales) y lo que está detrá s de la superficie.
La teoría cognitiva postula que es necesario cambiar las estrategias
conductuales y cognitivas que se rigen por la capa externa de creencias
instrumentales antes de que sea probable que ocurra un cambio en el
nivel de las creencias centrales. En gran parte, las estrategias que se
derivan de las creencias instrumentales determinan en qué situaciones
entrará n los clientes; có mo manipulará n la situació n y, por lo tanto,
có mo se comportará n otras personas; o qué informació n recogerá n. Así,
sin cambios en las estrategias, la informació n que refuta las creencias
condicionales y centrales existentes no estará disponible ni se
procesará y, por lo tanto, no puede conducir a un cambio de esquema.
Orígenes de las creencias fundamentales
Los esquemas y las creencias centrales comienzan a desarrollarse muy
temprano en la vida, incluso en niveles preverbales. Un ejemplo bien
conocido es el apego. Sobre la base de una necesidad innata de
proximidad y un comportamiento tranquilizador de los cuidadores,
especialmente en momentos de estrés, los bebés comienzan a
desarrollar representaciones de apego que pueden tener una influencia
duradera en el desarrollo posterior, incluido el de la autoestima, la
regulació n de las emociones y las relaciones íntimas. Por ejemplo, los
niñ os que experimentan un vínculo seguro con los cuidadores tienden a
desarrollar una autoestima saludable y una visió n positiva de los
demá s, lo que implica que tienden a confiar en los demá s y a respetar
por igual sus propias necesidades y las de los demá s. Los niñ os que
experimentan apego inseguro tienden a desarrollar puntos de vista
negativos sobre sí mismos y los demá s. Pero los esquemas formados
má s tarde y, por lo tanto, las creencias centrales, también pueden
contener significados no verbales. Aunque podemos describir las
creencias fundamentales con palabras, esto no significa necesariamente
que estén representadas de forma verbal en la memoria. Una
implicació n es que las formas verbales puras de tratar de cambiar las
creencias pueden fallar (los clientes pueden decir: “Veo lo que quieres
decir, pero no lo siento”), y se necesitan otros métodos.
Una forma en que se forman los esquemas es a través de la
experiencia (sensorial) directa. El condicionamiento clá sico y operante
juegan un papel; por ejemplo, cuando un niñ o es castigado
repetidamente cuando expresa emociones negativas, puede resultar en
creencias fundamentales como “Las emociones son malas” y “Soy una
mala persona (porque experimento estas emociones)”. Una segunda
forma es a través del modelado: ver có mo actú an otras personas ofrece
un modelo esquemá tico que el niñ o interioriza. Una tercera forma es a
través de informació n verbal, como historias, advertencias o
instrucciones. Por ú ltimo, debido a que las personas intentan dar
sentido a las experiencias y la informació n, la forma en que las razones
individuales juegan un papel en la formació n de esquemas. Esto
significa que las capacidades intelectuales y, por lo tanto, todas las
influencias sobre estas capacidades, como la fase de desarrollo, la
cultura, la educació n, etc., juegan un papel. Pero este camino final
implica también una cierta coincidencia; hay un factor de azar en lo que
la gente hace con la nueva informació n que se condensa en una
representació n esquemá tica.
Comprender los factores que contribuyen a este “sentido de las
experiencias” es ú til para lograr cambios en las creencias
fundamentales. Por ejemplo, cuando los padres los maltratan, es comú n
que los niñ os lleguen a la conclusió n de que ellos mismos deben ser
malos. La niñ ez y la adolescencia son fases del desarrollo en las que se
forman esquemas bá sicos, pero, aunque el cambio de esquema es má s
difícil durante la edad adulta, no es imposible. La terapia psicoló gica es
un método diseñ ado para hacer precisamente eso.
Descubrir y formular creencias fundamentales
En la prá ctica clínica, el terapeuta necesita descubrir y formular
adecuadamente las creencias fundamentales que subyacen a los
problemas de los clientes para abordarlos adecuadamente. ¿Có mo se
logra esto?
Una forma, sugerida por Padesky (1994), es que el terapeuta puede
preguntar directamente sobre las ideas centrales que el cliente pueda
tener sobre sí mismo (“¿Qué dice esto sobre usted?”), Otros (“¿Qué dice
esto sobre los demá s?”), y el mundo (“¿Qué dice esto sobre tu vida/el
mundo/có mo van las cosas en general?”). Para llegar a las creencias
centrales reales y evitar la evitació n, puede ser importante que se active
suficiente afecto mientras se discute el problema específico.
Otra forma es usar una técnica cognitiva estructurada llamada
técnica de la flecha hacia abajo. El punto de partida es un pensamiento
automá tico o una emoció n que se desencadena en una situació n
concreta. Luego, el terapeuta pregunta qué significa este pensamiento o
emoció n para el cliente (el terapeuta podría agregar “si eso fuera
cierto”) y continú a preguntando hasta detectar una idea bá sica
incondicional que aparentemente se encuentra en la raíz de la
respuesta emocional en la situació n inicial. Aquí hay un ejemplo:
Cliente: Me rechazaron para un ascenso laboral.
Terapeuta: ¿Qué significa eso para usted?
Cliente: No cumplo con las expectativas.
Terapeuta: [Si eso fuera cierto…] ¿Qué significa eso para ti?
Cliente: Hago un lío de todo.
Terapeuta: [Si eso fuera cierto…] ¿Qué significa eso para ti?
Cliente: Soy un perdedor.
Terapeuta: [Si eso fuera cierto…] ¿Qué significa eso para ti?
Cliente: No soy nada.
Tenga en cuenta que el terapeuta no cuestiona las ideas intermedias
expresadas por el cliente, sino que las acepta por el momento hasta que
se identifica la creencia central. Se puede utilizar un proceso muy
similar para obtener creencias fundamentales sobre otras personas
(“¿Qué significa eso sobre otras personas?”) y el mundo en general.
Un enfoque adicional es pedirles a los clientes que imaginen la
situació n en la raíz del problema actual y preguntarles qué sienten y
piensan. Por ejemplo, el terapeuta puede pedirle al cliente que fue
rechazado para un ascenso laboral que cierre los ojos e imagine
nuevamente la situació n en la que tuvo los sentimientos negativos
relacionados con saber que fue rechazado para el ascenso. El terapeuta
le indica al cliente que imagine la situació n de la manera má s vívida
posible y que luego se concentre en las emociones. Luego, el terapeuta
le indica al cliente que deje ir la imagen pero que se quede con la
emoció n y vea si algú n recuerdo temprano (infancia) aparece
espontá neamente. Si es así, el terapeuta le indica al cliente que reviva la
experiencia centrá ndose en los detalles de percepció n, las emociones y
los pensamientos. Estos pensamientos pueden revelar creencias
fundamentales; si no, el terapeuta puede preguntarle al cliente qué
significa la experiencia para él. Volviendo al ejemplo del cliente que no
consiguió el ascenso laboral, relató que tenía un recuerdo de su padre
burlá ndose de él cuando era niñ o por su “estú pido” interés en un tipo
específico de deporte, dá ndole la sensació n de que él no valía nada,
“una nada”. Se puede utilizar una técnica de visualizació n similar para
centrarse en experiencias traumá ticas y descubrir las “creencias
encapsuladas” asociadas con estas experiencias.
Al identificar las creencias centrales, puede ser ú til preguntar a los
clientes có mo les gustaría verse a sí mismos y có mo les gustaría que
fueran otras personas y el mundo. Estos deseos suelen formar lo
contrario de las creencias centrales negativas de los clientes. Por
ejemplo, el cliente que fue rechazado para la promoció n laboral podría
decir que le gustaría verse a sí mismo como alguien con capacidades
claras que otras personas acogen y reconocen, y que el mundo debería
ser justo.
Los cuestionarios de creencias y ¡”quem’s también pueden ser ú tiles
como punto de partida para discutir qué creencias centrales
desempeñ aron un papel en las puntuaciones elevadas. Explorar
elementos particulares que fueron altamente calificados también puede
brindar pistas importantes.
Es importante que las creencias centrales estén redactadas de
manera que tengan sentido para el cliente: el terapeuta debe trabajar
con el cliente para encontrar la mejor formulació n, pidiéndole que
califique la credibilidad de la misma (p. ej., ¿Có mo calificaría la creencia
“Yo soy nada”?) en una escala de 0 a 100, donde 100 es la mayor
credibilidad. Si la calificació n no es muy alta, la formulació n
generalmente debe adaptarse; aú n no refleja una creencia central. Sin
embargo, a veces las personas tienen sistemas de creencias duales,
creyendo en la creencia central en ciertas condiciones, pero no en otras.
En ese caso, es importante obtener ambas calificaciones de
credibilidad. Por ejemplo, un cliente de pá nico podría decir que cree
plenamente que tiene un corazó n sano, pero cuando experimenta
sensaciones físicas, cree que tiene una enfermedad cardíaca peligrosa
como la angina de pecho.
Cambio de creencias fundamentales
Tres formas comunes de cambiar las creencias fundamentales son el
razonamiento, las pruebas empíricas y las intervenciones
experienciales.
Razonamiento
Usando diá logos socrá ticos y otras formas racionales para estimular
a los clientes a reflexionar sobre sus creencias fundamentales, los
terapeutas pueden poner en duda estas creencias y provocar un
proceso de cambio. Por ejemplo, se pueden revisar los argumentos a
favor y en contra de la creencia (técnica a favor y en contra), se puede
hacer una reinterpretació n de la situació n o situaciones originales que
subyacen a la creencia, y así sucesivamente (consulte el capítulo 21
para obtener má s ejemplos de técnicas).). Las siguientes tres técnicas
específicas pueden ser especialmente ú tiles para cambiar las creencias
fundamentales.
Investigar una relación (causal). Esta técnica se puede utilizar cuando los clientes creen
firmemente en las relaciones disfuncionales (Padesky, 1994; Arntz & van Genderen,
2009). Supongamos que un cliente cree que el logro en el trabajo es la única forma de ser
querido y apreciado por otras personas. Los dos constructos se dibujan en la pizarra, la
causa como eje x (éxito en el trabajo) y la consecuencia (ser amado) como eje y. El cliente
dibuja la línea que representa su suposición: la diagonal. El terapeuta verifica si el
cliente está de acuerdo en que si su suposición es cierta, todas las personas se
agruparían alrededor de la línea. A continuación, el terapeuta le pide al cliente que
piense en personas concretas con un éxito laboral muy alto, personas con un éxito
laboral muy bajo, personas que son muy queridas y personas que son odiadas. Después
de colocar a varias personas en el espacio bidimensional, puede ser obvio que no hay
datos para la supuesta relación. Esto puede ayudar al cliente a reevaluar la idea de que el
éxito en el trabajo implica ser amado y cómo lograr lo que más valora, si es tener buenas
relaciones con la familia y los amigos.
Gráfico circular de responsabilidad. Otra ayuda visual para cambiar las creencias
fundamentales es el gráfico circular, generalmente empleado cuando se cuestionan las
creencias de responsabilidad excesiva (Van Oppen & Arntz, 1994). Si un cliente tiene
tendencia a sentirse demasiado responsable (o culpable, etc.), el terapeuta puede aplicar
repetidamente esta técnica a situaciones específicas. Primero, el terapeuta le pregunta al
cliente qué tan responsable se siente, expresado como un porcentaje. A continuación, se
dibuja un gráfico circular y se enumeran todos los factores que desempeñaron un papel
en la realización de un evento en particular y se les da una parte del pastel que
representa su porcentaje de responsabilidad. La parte del cliente se coloca en el pastel
solo después de que se hayan agregado todos los demás factores. A menudo, estos
clientes no tienen un esquema para el azar; tienden a creer que todo lo que sucede es
causado por fuerzas intencionales; por lo tanto, para dar una parte adecuada del pastel a
los factores aleatorios, es importante trabajar el concepto. Esta técnica a menudo
conduce a grandes cambios en el porcentaje de responsabilidad que sienten los clientes
sobre las situaciones.
Valoración del continuo multidimensional. Esta técnica se puede utilizar cuando los
clientes se involucran en un razonamiento dicotómico y/o unidimensional para llegar a
conclusiones que se basan mejor en una evaluación más matizada (Padesky, 1994; Arntz
& van Genderen, 2009). Por ejemplo, los clientes pueden decir que no son valiosos para
otras personas debido a un solo atributo y sentir que solo existen dos categorías (sin
valor y valioso). La técnica comienza con una lista de las características que contribuyen
a hacer que las personas sean inútiles frente a valiosas. A continuación, para cada
atributo se dibuja una escala analógica visual (VAS), con las anclas que representan
posiciones extremas en el atributo. La técnica ayuda a los clientes a darse cuenta de que
la mayoría de las conclusiones deben basarse en evaluaciones matizadas de múltiples
aspectos.
Procesos de Cambio
Se sabe que los métodos terapéuticos descritos en este capítulo son
clínicamente ú tiles porque cambian las creencias fundamentales (p. ej.,
Wild, Hackmann y Clark, 2008). Un enfoque má s amplio en el tipo de
investigació n orientada a procesos discutida en este volumen. Será
necesario ver si métodos como la reescritura de imá genes también
alteran procesos como la defusió n cognitiva (ver capítulo 23), la
autoaceptació n (ver capítulo 24) o la atenció n plena (ver capítulo 26),
pero los primeros pasos en esa direcció n apoyan la posibilidad (por
ejemplo, Reimer, 2014).
Resumen
Muchas intervenciones pueden abordar las creencias centrales, y la
posició n adoptada aquí es que es bueno usar diferentes canales de
cambio: razonamiento, pruebas empíricas e intervenció n experiencial.
Los clientes probablemente difieren en su sensibilidad a cada
intervenció n, por lo que es bueno tener opciones de intervenció n e
integrar varios canales. En este capítulo subrayé la importancia de
experimentar la informació n que refuta, y no solo tratar de convencer a
los clientes con razonamientos verbales. La razó n de esto es que,
aunque el terapeuta y el cliente pueden formular creencias centrales en
palabras, estas representaciones no siempre está n abiertas a
argumentos verbales. Los clientes a menudo necesitan experimentar la
desconfirmació n a nivel sensorial y emocional.
El pensamiento actual con respecto a los efectos del tratamiento
psicoló gico es que los esquemas antiguos (disfuncionales) y los
esquemas nuevos (funcionales) compiten por la recuperació n (Brewin,
2006). En otras palabras, con cada encuentro con una señ al relevante,
existe la posibilidad de que el viejo esquema se active y la creencia
central disfuncional domine a la persona. Sin embargo, la investigació n
bá sica sugiere que podría ser posible cambiar el significado de la
representació n del conocimiento original (Arntz, 2012). Si es así, esto
tendrá implicaciones importantes para la prá ctica, ya que cambiar la
representació n original es preferible a construir una nueva
representació n que tenga que competir con la anterior. Por ejemplo, las
posibilidades de recaída son mucho mayores cuando dos
representaciones tienen que competir que cuando se puede cambiar la
representació n original. Futuras investigaciones arrojará n luz sobre
este tema.
Referencias
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Brewin, CR (2006). Comprender la terapia cognitiva conductual: una cuenta de competencia de
recuperació n. Investigación y terapia del comportamiento, 44 (6), 765–784.
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eficacia y mecanismos. Tesis doctoral, Universidad de Waterloo, Ontario. Obtenido de
UWSPACE, Repositorio Institucional de Waterloo. (hdl.handle.net/10012/8583).
Definiciones y Antecedentes
La defusión cognitiva se refiere al proceso de reducció n de las funciones
emocionales y conductuales automá ticas de los pensamientos al
aumentar la conciencia del proceso de pensamiento má s allá del
contenido o significado literal del pensamiento. Aunque el término
surgió dentro de la terapia de aceptació n y compromiso (Hayes &
Strosahl, 2004), donde originalmente se denominaba deliteralizació n
(Hayes, Strosahl, & Wilson, 1999), se relaciona estrechamente con otros
procesos, como el distanciamiento (Beck, 1976)., descentramiento
(Fresco et al., 2007), atenció n plena (Bishop et al., 2004), conciencia
metacognitiva (Wells, 2008) y mentalizació n (Fonagy & Target, 1997).
En este breve capítulo usaré el término de manera amplia, incluyendo
deliberadamente algunos aspectos de estos otros conceptos y métodos.
Este uso má s amplio parece apropiado porque algunos estudios (p. ej.,
Arch, Wolitzky-Taylor, Eifert y Craske, 2012) muestran que las medidas
de defusió n cognitiva median el resultado de los métodos conductuales
cognitivos tradicionales.
Las técnicas y estrategias de defusió n cognitiva está n diseñ adas para
ayudar a los clientes de psicoterapia a tomar los pensamientos
problemá ticos de manera menos literal y empoderarlos para actuar de
manera má s efectiva y constructiva cuando el repertorio de
pensamientos problemá ticos se está reduciendo. Por ejemplo, un
cliente que cree que no es digno de ser amado debido a varias
deficiencias autopercibidas podría no buscar una pareja romá ntica muy
deseada, o podría no revelarse lo suficiente a una pareja para construir
una cantidad significativa de intimidad. Los métodos de defusió n
podrían ayudar al cliente a poner menos énfasis en el pensamiento "No
soy digno de ser amado" o pensamientos relacionados, y ayudarlo a
comportarse en una variedad de formas má s propicias para construir
intimidad y ser amado incluso cuando estos pensamientos está n
presentes.
Incrustado en la construcció n de la defusió n y los procesos
relacionados está la suposició n de que los pensamientos, o las palabras,
son probablemente incapaces de capturar toda la riqueza y
profundidad de la experiencia directa. Es comú n que los clientes vean
los pensamientos (particularmente los convincentes) como los ú ltimos
á rbitros de la verdad, incluso cuando no logran captar las
complejidades de la experiencia humana. Cuando estamos “fusionados”
con nuestros pensamientos (es decir, cuando los tomamos
literalmente), “el pensamiento regula el comportamiento sin ningú n
aporte adicional” de nuestras experiencias directas, “contacto
abrumador con los antecedentes directos y las consecuencias del
comportamiento” (Hayes, Strosahl y Wilson, 2012, pá g. 244). El
pensamiento humano se presenta como un representante de los
eventos, pero ese representante es a menudo, metafó ricamente, una
instantá nea bidimensional de un mundo tridimensional. Má s
técnicamente, “la fusió n cognitiva es un proceso mediante el cual los
eventos verbales ejercen un fuerte control del estímulo sobre la
respuesta, con exclusió n de otras variables” (Hayes et al., 2012, p. 69).
Los métodos de defusió n está n diseñ ados para aumentar la flexibilidad
cognitiva, lo que permite a los clientes asistir a otros eventos
experimentados directamente, con la esperanza de permitir una acció n
má s efectiva.
Tanto las estrategias de defusió n como la reestructuració n cognitiva
tradicional se basan en la suposició n de que los pensamientos pueden
servir como barreras para la acció n efectiva y conducir a reacciones
emocionales potencialmente problemá ticas. Sin embargo, las
perspectivas cognitivas má s tradicionales (p. ej., Beck, 1976) enfatizan
la importancia de cambiar el contenido cognitivo para que ocurra un
cambio emocional y conductual (ver capítulo 21), mientras que la
defusió n, el descentramiento o la conciencia metacognitiva ponen
mayor énfasis en la relació n de una persona. a su propio pensamiento,
es decir, al contexto en el que se experimentan los pensamientos.
Hay una amplia variedad de factores contextuales cuando las
personas hablan de manera que sus palabras se toman literalmente.
Una persona puede hablar a cierta velocidad, no demasiado rá pido
(como habla un subastador) ni demasiado lento (imagínese, por
ejemplo, dibujar cada sílaba de esta oració n durante varios segundos).
Se siguen una variedad de reglas gramaticales para que los adjetivos,
adverbios, sustantivos y verbos funcionen correctamente para
transmitir el significado deseado. Las palabras "correctas" deben
usarse para referirse a las diversas "cosas" abordadas por el habla. Al
hablar, un pensamiento cargado emocionalmente, la cadencia, la
inflexió n emocional y el comportamiento no verbal generalmente
coinciden con la emoció n o las emociones que se expresan (piense, por
ejemplo, en có mo se ven y suenan las personas cuando expresan
genuinamente enojo o tristeza). Quizá s lo má s importante es que,
cuando se habla de forma literal, hay un enfoque en el contenido de lo
que se dice en lugar del proceso de formular y pronunciar esas palabras
(es decir, un oyente seguiría cuidadosamente un hilo de pensamiento
en lugar de concentrarse en el aspecto físico). sensaciones asociadas
con la formació n de palabras o las propiedades acú sticas de los sonidos
que produce cada sílaba). Si mientras habla se enfoca demasiado en el
proceso de hablar, es posible que rá pidamente se descarrile de su línea
de pensamiento.
En otras palabras, las personas tienen un historial de por vida de ser
reforzadas por comportarse de manera literal cuando se encuentran
con contextos literales de estímulos verbales. Ese “contexto de
literalidad” (Hayes et al., 1999, p. 64) conduce a esos procesos verbales
y cognitivos eventos funcionen de manera consistente con sus
contenidos. La forma de los pensamientos funciona para alentar
reacciones emocionales, cognitivas y conductuales características, pero
solo en contextos diseñ ados para producir ese efecto e impacto (ver
Hayes et al., 2012, pp. 27–59, o Hayes, Barnes-Holmes, & Roche, 2003).
Los métodos de defusió n cambian deliberadamente ese contexto de
literalidad, violando una o má s de las condiciones normales o
pará metros del lenguaje discutidos anteriormente, para interrumpir las
funciones en el momento de los pensamientos problemá ticos,
permitiendo así que los clientes se comporten de maneras que está n en
desacuerdo con los dictados de los pensamientos literales.
Un método clá sico de defusió n es la repetició n de palabras, un
método descrito por primera vez hace má s de cien añ os por Titchener
(1907). Supongamos que una persona dijo la palabra "leche" en voz alta
una vez. Como resultado, puede aparecer una variedad de imá genes. Un
oyente puede imaginarse un vaso lleno de leche, o imaginar có mo sabe
o se siente la leche cuando se consume. El lector puede tomarse un
momento para pensar en las diversas cualidades perceptivas de la leche
antes de leer la siguiente oració n. Ahora, como ejercicio, diga la palabra
"leche" en voz alta con bastante rapidez, una y otra vez durante unos
treinta segundos antes de continuar con el siguiente pá rrafo.
Probablemente notó que después de unos veinte segundos, las
imá genes y otras sensaciones evocadas originalmente por la palabra
"leche" desaparecieron en gran medida. Todo lo que quedó fueron las
sensaciones físicas en la garganta y la boca que repetidamente
producían un extrañ o graznido que sonaba algo así como "MALK".
Cuando usamos el lenguaje literalmente, normalmente no repetimos
la misma palabra una y otra vez. Hacerlo viola un importante
pará metro del lenguaje inherente al contexto de la literalidad y expone
esa palabra por lo que es formalmente: sensaciones físicas y sonido
arbitrario. Cuando se habla o se piensa en un contexto de literalidad, la
palabra funciona para hacer presentes las imá genes y sensaciones
psicoló gicas incluso cuando la “cosa” a la que se hace referencia no está
allí.
El resto de este capítulo discutirá una muestra de las técnicas de
defusió n que se pueden usar en la terapia, así como una breve revisió n
de la literatura empírica que respalda la defusió n y advertencias con
respecto a su uso. Consulte Blackledge (2015) para ver un libro sobre la
defusió n y su uso prá ctico.
Implementación
Debido a que el uso de técnicas de defusió n implica el uso del lenguaje
de maneras que se apartan marcadamente de la norma, pueden parecer
extrañ os a los clientes y ser potencialmente desagradables. Hasta que
se pueda construir una relació n y el cliente comience a comprender la
premisa detrá s de tales técnicas, a menudo es mejor usar estrategias de
defusió n má s sutiles. Usar convenciones de lenguaje de "mente" y
"pensamiento" que identifican los pensamientos como productos de la
mente y los etiquetan simplemente como "pensamientos" (en lugar de
indudables reflejos de la realidad) se puede utilizar desde la primera
sesió n de admisió n para comenzar a reducir la fusió n del cliente con
pensamientos problemá ticos. La siguiente transcripció n breve
demuestra algunas formas en que se pueden usar estas convenciones
del lenguaje:
Cliente: Es solo que, durante la mayor parte de mi vida, he
sentido que no encajo en ningú n lugar, que hay algo
mal conmigo.
Terapeuta: (Con empatía.) “No encajo en ningú n lado. Hay
algo mal conmigo. Esos son algunos pensamientos
difíciles de tener. ¿Qué otros pensamientos
aparecen cuando piensas “hay algo mal conmigo”?
Cliente: ¿Qué quieres decir?
Terapeuta: Bueno, supongo que podrías pensar en cosas
específicas que está n mal contigo, cosas que has
hecho mal en el pasado...
Cliente: Oh, ya veo lo que quiere decir. Me pongo demasiado
ansioso por las cosas... Siempre estoy arruinando
las cosas.
Terapeuta: ¿Con qué frecuencia aparecen pensamientos como
ese? ¿Es constante o es má s probable que suceda
en ciertas situaciones?
Cliente: Bueno, supongo que no es constante. Creo que es má s
cuando estoy con otras personas... especialmente
con personas que me agradan o que quiero
agradarles.
Terapeuta: Sí, cuando hay presió n, ¿es entonces cuando
aparecen esos pensamientos aterradores, esa
ansiedad, esas dudas sobre uno mismo?
Cliente: Exacto.
Terapeuta: ¿Qué otros pensamientos arroja tu mente en
momentos como ese?
Cliente: Depende. Por lo general, me preocupa lo que la otra
persona va a pensar de mí. Preocupado de que diré
algo estú pido y no les caeré bien.
Terapeuta: Creo que entiendo. Parece que tienes muchos
pensamientos pesimistas acerca de hacer las cosas
mal, muchos pensamientos acerca de có mo las
cosas no van a salir bien.
Estas convenciones de “pensamiento” y “mente” son en realidad
comunes en muchas formas de terapia y pueden ayudar a explicar
algunos de los primeros beneficios que los clientes experimentan en
estas terapias. Estas convenciones se pueden integrar fá cilmente en la
evaluació n (y sesiones posteriores), lo que permite a los médicos
recopilar informació n pertinente al mismo tiempo. informació n sobre
el cliente y ayudarla a comenzar a ver sus pensamientos problemá ticos
desde una perspectiva diferente. Si bien el uso de dicho lenguaje
generalmente no tiene un efecto profundo por sí solo con el tiempo, no
es raro que los clientes revelen má s fá cilmente pensamientos
angustiosos y que esos pensamientos sean algo menos emocionalmente
provocativos cuando se usan. De igual importancia, el uso de estas
convenciones ayuda a moldear al cliente para que reconozca de manera
má s consistente los pensamientos como pensamientos, lo que ayuda al
uso de técnicas de defusió n má s só lidas má s adelante.
Cambio de otros parámetros de lenguaje literal
El “contexto de literalidad” de un cliente se puede socavar de varias
maneras que son má s só lidas que usar las convenciones de lenguaje
simple de la ú ltima secció n. Hablaré de varios aquí. Debe enfatizarse
que para evitar invalidar al cliente, las técnicas de defusió n má s
invasivas normalmente no deben usarse hasta que el terapeuta haya
demostrado una buena empatía con el cliente. Con el mismo fin, el
cliente debe comprender que no es su narrativa individual per se la que
está siendo cuestionada, sino que el terapeuta y el cliente está n
trabajando juntos para exponer có mo el lenguaje y los pensamientos en
general son sospechosos y que nuestras mentes afirman conocer un
mucho má s de lo que realmente saben. Finalmente, en lugar de usarse
de una manera estructurada y planificada de antemano, tales técnicas
suelen usarse mejor como una respuesta flexible y natural a los
momentos en que un cliente está luchando con un problema y parece
estar relativamente fusionado con el contenido de su narrativa.
El ejercicio de repetición de palabras. El ejercicio de repetición de la palabra, o "leche",
presentado anteriormente en este capítulo, puede usarse como un ejercicio de defusión
relativamente invasivo. Una forma de explorar su uso es abordarlo como una especie de
experimento:
Usar la defusión de forma aislada. Dentro del contexto de la terapia cognitiva conductual
moderna orientada a procesos, la defusión cognitiva es un proceso psicológico entre
muchos que se pueden utilizar para ayudar al cliente a “desengancharse” de los
pensamientos contraproducentes y facilitar una mayor flexibilidad psicológica en
presencia de angustia psicológica. Hasta ahora, los estudios de defusión de componentes
analógicos han sugerido que la defusión puede disminuir la angustia psicológica al
menos a corto plazo, y los estudios de resultados de la terapia han demostrado
repetidamente que la defusión conduce a una reducción de la angustia con el tiempo. Sin
embargo, en ambos casos, la defusión se usa explícita y consistentemente como una
forma de experimentar una vida más plena y vital, incluso cuando hay angustia
psicológica presente. Con algunos clientes, la defusión puede plantear cuestiones sobre
el papel adecuado del juicio y el significado, y los clientes pueden confundirse acerca de
cuándo usar la defusión. El uso de la defusión junto con estrategias de tratamiento
basadas en valores (consulte el capítulo 25) puede ayudar a responder estas preguntas, a
saber, que la defusión es una herramienta que puede promover la búsqueda de valores y
significado por parte del cliente cuando los pensamientos automáticos se interponen en
el camino.
Referencias
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Definiciones y Antecedentes
La idea de aceptació n es bastante antigua. Aparece en las tradiciones
religiosas, las prá cticas contemplativas orientales y la mayoría de los
enfoques psicoterapéuticos cuando se habla de la alianza y el proceso
terapéuticos. Má s recientemente ingresó a la psicoterapia basada en la
evidencia como un proceso central, tanto de la psicopatología como del
cambio terapéutico. La aceptación psicoló gica, como la enmarcamos
aquí, es “la adopció n voluntaria de una postura intencionalmente
abierta, receptiva, flexible y sin prejuicios con respecto a la experiencia
momento a momento” (Hayes, Strosahl y Wilson, 2012, p. 272). Tal
experiencia incluye eventos internos (p. ej., pensamientos, emociones,
recuerdos, sensaciones físicas, urgencias/impulsos) y situaciones
contextuales estrechamente relacionadas que los evocan. Pensada de
esta manera, la aceptació n psicoló gica es abrirse a lo que la vida ofrece,
tal como es. La aceptació n es una habilidad, no simplemente un
conjunto de técnicas. También es un proceso, y no simplemente un
resultado.
La aceptación como término puede malinterpretarse fá cilmente. No
es darse por vencido, tolerar o resignarse pasivamente. Es má s bien un
comportamiento y una elecció n. Implica abordar eventos psicoló gicos
(a menudo angustiosos) y situaciones relacionadas, sin tratar
innecesariamente de cambiarlos, evitarlos, suprimirlos, escapar de
ellos o prolongarlos. Elegir acercarse y abrirse a experiencias
psicoló gicas difíciles es, paradó jicamente, hacer algo nuevo.
La aceptació n implica un cambio en la forma de abordar los eventos
psicoló gicos (Cordova, 2001), respondiendo a ellos con apertura,
flexibilidad y compasió n. Por lo tanto, un componente clave de este
trabajo es alterar la relació n de un cliente con las experiencias que está
teniendo de todos modos. Metafó ricamente, la postura de aceptació n
puede demostrarse experiencialmente con el simple gesto de ponerse
de pie, con los ojos bien abiertos y algo juguetó n, y estirar ambos
brazos tanto como se pueda. Esta postura receptiva se contrasta con
cerrar los brazos y envolverlos alrededor del torso con la mayor fuerza
posible, de pie rígidamente con los ojos bien cerrados.
La aceptació n no se trata de revolcarse en la angustia, ni de adoptar
una tá ctica inteligente para controlar el contenido privado difícil. Má s
bien, la aceptació n es un proceso diseñ ado para ayudar a los clientes a
dejar de lado luchas innecesarias, vivir el momento, tomar decisiones
guiadas por valores personales y tomar acciones que les importen y
estén en pie para aumentar la calidad de vida. Cuando aparecen
experiencias psicoló gicas difíciles, la aceptació n pregunta: "¿Está s
dispuesto a tener eso, completamente y sin defensa, tal como es, y
llevarlo adelante, si eso significa que puedes hacer lo que realmente te
importa?"
La investigació n sugiere que las intervenciones basadas en la
aceptació n funcionan no alterando directamente los pensamientos y las
emociones, sino reduciendo su influencia inútil sobre el
comportamiento (Levin, Luoma y Haeger, 2015). En el proceso, se
abren nuevas posibilidades y los esfuerzos de cambio pueden guiarse
má s por la autorregulació n centrada en la vitalidad, la alegría, el
significado y el propó sito.
Por qué a menudo se necesita la aceptación
La neurociencia nos enseñ a que los seres humanos son histó ricos:
nuestros sistemas nerviosos son aditivos, no sustractivos. Lo que entra
se queda, a menos que se produzca una lesió n o lesió n cerebral. Visto
de esta manera, las dificultades que experimentan nuestros clientes
ahora son simplemente un producto de todo lo que ha venido antes.
Como criaturas histó ricas, venimos a este mundo como recipientes
vacíos, que difieren en predisposiciones genéticas, pero bá sicamente
contenedores conscientes de nuestra experiencia. Como un chef que
prepara una sopa, la experiencia de vida agrega varios ingredientes a
nuestros recipientes y continú a haciéndolo. Algunos ingredientes son
claramente discernibles —el trauma, la fiesta del quincuagésimo
cumpleañ os— y cada ingrediente tiene su sabor ú nico, algunos dulces,
otros agrios, otros amargos. Surgen sabores má s sutiles de lo que sea
que esté en la mezcla en cualquier momento. No existe una manera
saludable de eliminar ingredientes y sabores una vez que se agregan. Se
pueden agregar nuevos ingredientes, pero estos no restan de lo que ya
está presente.
El lenguaje y la cognició n (véase el capítulo 7) aumentan nuestra
capacidad de acceder a nuestra historia. Ningú n ser humano con
capacidad verbal escapa a la posibilidad del dolor, porque se puede
traer a la mente en cualquier momento y en cualquier lugar a través del
lenguaje y la cognició n. Iró nicamente, aunque el dolor psicoló gico es
una parte normal de la experiencia humana (Eifert & Forsyth, 2005;
Hayes et al., 2012), cuando la experiencia se considera inaceptable, es
probable que aumente el dolor porque conduce a la evitació n
experiencial (EA). EA es una falta de voluntad para experimentar
eventos psicoló gicos incluso cuando los esfuerzos para escapar o evitar
tales eventos han causado dañ os en el comportamiento (Hayes, Wilson,
Gifford, Follette y Strosahl, 1996). EA parece sustentar muchas formas
de sufrimiento psicoló gico precisamente porque cuando se aplica de
manera rígida e inflexible, tiende a aumentar el dolor y el sufrimiento e
interferir con la acció n significativa (p. ej., Chawla & Ostafin, 2007;
Eifert & Forsyth, 2005). Una gran cantidad de evidencia sugiere que la
EA es costosa, laboriosa e ineficaz a largo plazo (p. ej., Gross, 2002;
Wenzlaff y Wegner, 2000).
Si bien las estrategias de control funcionan bien fuera de la piel, a
menudo se aplican mal dentro de la piel, donde los pensamientos, los
recuerdos y las emociones no pueden controlarse ni eliminarse
fá cilmente. En resumen, si no lo quieres, lo tienes. Lo que uno puede
hacer es alterar su relació n con los pensamientos y sentimientos. Aquí
es donde la aceptació n puede marcar una verdadera diferencia.
Cultivando la Aceptación Psicológica
Cultivar la aceptació n implica crear un nuevo contexto en el que
experimentar pensamientos y emociones. El resto de este capítulo
ofrece una guía prá ctica sobre có mo cultivar la aceptació n.
Confrontar la inviabilidad del control
Hazlo experiencial. Los ejercicios experienciales son más efectivos que las meras
instrucciones sobre cómo aceptar pensamientos y sentimientos (McMullen et al., 2008).
Las conversaciones intelectuales sobre la aceptación rara vez son útiles en contextos
terapéuticos. La aceptación es más como andar en bicicleta: se aprende a través de la
experiencia directa. Si alguna vez se encuentra explicando la aceptación o tratando de
convencer al cliente de que acepte, simplemente deténgase y diga algo como “¿Notaste lo
que acaba de pasar? Nuestras mentes realmente se pusieron en marcha allí”. Luego
regresa a algo experiencial.
Sienta las bases y evita usar la aceptación en un contexto de control. Es poco probable
que la aceptación con el objetivo de eliminar eventos privados difíciles sea útil a largo
plazo. Ir directamente a la aceptación sin explorar los costos de un control innecesario
puede resultar contraproducente porque los clientes ven la aceptación como una nueva
forma inteligente de "ganar el tira y afloja" en lugar de hacer lo que está en la etimología
de la palabra "aceptación": recibir el regalo que está dentro de las experiencias difíciles.
Es necesaria una postura que encarne la bondad, la curiosidad, la compasión y la
franqueza antes de que sea probable que se reciba ese regalo.
Encuadre la aceptación en el contexto de los valores del cliente. Los valores dignifican el
arduo trabajo de la terapia, particularmente el trabajo basado en la aceptación. Sin un
enfoque positivo en la vida, la aceptación puede sentirse como revolcarse en el lodo, sin
dirección. El propósito no es abrirse al dolor por sí mismo. El propósito es fomentar lo
que realmente le importa al cliente. Por lo tanto, es importante vincular este trabajo con
lo que le importa al cliente y dejar que el trabajo de aceptación se centre en eso.
Aplicaciones y Contraindicaciones
En términos generales, la aceptació n es má s aplicable a las experiencias
dentro de la piel, mientras que los esfuerzos de cambio directo a
menudo son má s aplicables al mundo exterior a la piel. La aceptació n no
está indicada cuando el cliente puede cambiar efectivamente algo sobre
el entorno o el comportamiento que produciría una mejor calidad de
vida. Por ejemplo, si un cliente está siendo objeto de discriminació n
racial en el lugar de trabajo, no sería ú til aceptar este estado de cosas.
Má s bien, se podría trabajar con esta clienta para ayudarla a aceptar la
ansiedad que surge al comunicarse con un departamento de recursos
humanos para denunciar la discriminació n. Lo mismo se aplica a
algunas experiencias dentro de la piel, aunque aquí debemos tener
cuidado. Si un cliente tiene dolor de cabeza y la experiencia y los datos
sugieren que la aspirina lo aliviaría sin dañ o, no hay razó n para que no
tome la aspirina. Por el contrario, una persona con síndrome de dolor
cró nico puede necesitar aprender a llevar el dolor con ella porque, por
ejemplo, el impacto a largo plazo de los opiá ceos no ayuda.
Para hacer esta discriminació n, puede ser ú til pensar funcionalmente
considerando preguntas como estas:
¿Es este un problema antiguo, una parte de la historia del cliente
y/o uno para el cual los esfuerzos razonables de control y
cambio han fracasado en gran medida (piense en el largo
plazo)?
¿Es el resultado de los esfuerzos de control y cambio uno de
expansió n y mayor vitalidad y rango de funcionamiento, o no?
Con base en la experiencia del cliente con el problema, ¿ofrecería
alguna esperanza hacer má s de lo mismo?
Si el cliente ya no persiguiera la agenda de lucha y control, ¿abriría
eso nuevas oportunidades que aparentemente no está n
disponibles ahora?
A partir de la evidencia, parece que la aceptació n tiene una
aplicació n mucho má s amplia de lo que suponen inicialmente los
clientes y los médicos. Dicho esto, es importante desarrollar un
contexto para el trabajo y las habilidades basadas en la aceptació n y
estar abierto a las alternativas. Una vez que un cliente ha fomentado las
habilidades de aceptació n como una alternativa nueva y
potencialmente má s vital a la típica agenda de cambio, la vida misma
puede ayudar al cliente a aprender cuá ndo es el mejor enfoque y
cuá ndo no.
Conclusiones
La aceptació n psicoló gica es una forma radicalmente empoderadora de
cambio clínico. En lugar de cambiar primero antes de estar abierto a lo
que está presente, la aceptació n se enfoca en si es posible ser un ser
humano funcional, íntegro y completo ahora. Aunque muchos clientes
ingresan a la terapia aparentemente atrapados en una jaula de
sufrimiento y desesperació n, desesperados por encontrar una salida, la
aceptació n ilumina la puerta que ha estado abierta todo el tiempo. Hay
una enorme libertad en eso. Una creciente base de evidencia muestra
que las habilidades de aceptació n son fundamentales para el bienestar
psicoló gico y ayudan a guiar y explicar el impacto de la psicoterapia con
muchas formas de sufrimiento humano.
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Definiciones y Antecedentes
Los clientes a menudo llegan a terapia atrapados en una situació n de
vida difícil con emociones, pensamientos, recuerdos y dolores físicos
problemá ticos. En sus luchas, no es raro que hayan perdido el contacto
con lo que da sentido y propó sito a la vida. Los tratamientos cognitivos
y conductuales han estado cada vez má s dispuestos a abordar este
déficit reorientá ndolos hacia sus elecciones de valores.
Los valores y las discusiones sobre opciones valiosas son una parte
central de la terapia de aceptació n y compromiso (Hayes, Strosahl y
Wilson, 1999, 2011), la activació n conductual (ver el capítulo 19), la
entrevista motivacional (ver el capítulo 27) y una amplia variedad de
otros métodos basados en la evidencia. Histó ricamente hablando, el
trabajo de valores en psicoterapia fue competencia de las psicoterapias
humanistas. Viktor Frankl escribió extensamente sobre el impulso por
el significado, basá ndose en su experiencia en un campo de
concentració n nazi durante la Segunda Guerra Mundial, y aplicó estas
ideas en logoterapia (Frankl, 1984). Carl Rogers, otro famoso
humanista, pensó que la bú squeda de valores era esencial para la
autorrealizació n y, en ú ltima instancia, para la salud psicoló gica.
Usando una tarea de clasificació n de tarjetas que compara la
autopercepció n de un cliente con un yo ideal antes y después de la
terapia, desarrolló datos que respaldan su enfoque centrado en la
persona (Rogers, 1995). Las ideas de Rogers se incorporaron a la
terapia basada en la evidencia mediante entrevistas motivacionales, en
particular (Miller & Rollnick, 2002).
Los valores en la literatura cognitivo-conductual se han definido de
mú ltiples maneras (Dahl, Plumb, Stewart y Lundgren, 2009; Hayes et
al., 2011), pero para los propó sitos de este capítulo adoptaremos la
definició n de “valores libremente elegidos, verbalmente definidos”.
consecuencias construidas de patrones de actividad en curso,
diná micos y en evolució n, que establecen reforzadores predominantes
para esa actividad que son intrínsecos a la participació n en el patró n de
comportamiento valorado en sí mismo” (Wilson & DuFrene, 2009, p.
64). Parece que vale la pena analizar esta definició n para ver có mo
puede guiarnos en el trabajo con valores.
Los valores se eligen libremente. “Elegidos libremente” significa que son elegidos en un
contexto libre de control aversivo. En la medida de lo posible, una reducción del control
aversivo es casi un requisito previo para elegir valores. Las personas formulan y eligen
valores que son suyos, y los terapeutas deben tener cuidado al sugerir que sus propios
valores son preferibles a las elecciones del cliente.
Los valores establecen reforzadores predominantes para esa actividad que son
intrínsecos a la participación en el propio patrón de comportamiento valorado. Los
valores se refieren a lo que es importante y buscado. Los valores son parte inseparable
del comportamiento que refuerzan, en el momento en que se produce el
comportamiento.
Por ejemplo, imagine que está en casa con su hijo y hay mucho
trabajo por hacer que dejó sin hacer en la oficina. Ahora, en este
momento, al ver que su hijo necesita su atenció n, deja su computadora
portá til y elige entablar una conversació n y jugar con su hijo. Si este
momento de conexió n con la importancia de la crianza activa hace má s
probable que hagas lo mismo la pró xima vez, podemos decir que ser un
padre activo es un valor tuyo.
El trabajo de valores puede funcionar en terapia como un motivador
para el cambio, como una métrica para la efectividad de las acciones y
como una guía en el desarrollo de nuevos repertorios conductuales. El
trabajo de valores puede realizarse en cualquier punto del proceso
terapéutico. Las intervenciones de valores se utilizan para ayudar a los
clientes a detener ciclos de vida negativos y viciosos y ponerse en
contacto con patrones de comportamiento má s efectivos.
Implementación
Daremos un ejemplo extendido de trabajo de valores utilizando la
Encuesta de valores Bull's-Eye (BEVS). Durante la ú ltima década, el
BEVS también ha sido desarrollado e investigado como resultado y
medida mediadora en la investigació n. Cambios en el valor La vida
medida por BEVS se asocia con una mayor calidad de vida y una menor
depresió n, ansiedad y estrés (Lundgren, Luoma, Dahl, Strosahl y Melin,
2012). Las puntuaciones BEVS median cambios en la salud del
comportamiento (Lundgren, Dahl y Hayes, 2008) y las á reas de salud
mental (Hayes, Orsillo y Roemer, 2010). El objetivo de BEVS es (1)
ayudar a los clientes a aclarar sus valores, (2) medir qué tan bien está n
viviendo de acuerdo con sus valores, (3) operacionalizar los obstá culos
para una vida valorada y medir su efecto percibido, y (4) crear un plan
de acció n audaz, pero de valor razonable que desafía los obstá culos
expresados. En la siguiente secció n, una interacció n cliente-terapeuta
demostrará las cuatro partes del BEVS.
Este ejemplo clínico se basa en el caso de Erik, un carpintero de
cuarenta añ os. Erik sufre depresió n y síntomas de ansiedad y se ha
estado rehabilitando de una lesió n en la espalda que lo ha dejado con
dolor cró nico. Tiene dos hijos y una esposa que trabaja en el sistema de
guarderías infantiles.
Cuando Erik entró en la oficina parecía cansado. Respondió
preguntas, pero no fue particularmente receptivo con el contacto visual
o con su lenguaje corporal. Después de dos sesiones para crear una
relació n y recopilar informació n, el terapeuta decidió ayudar a Erik a
aclarar sus valores má s profundos para aumentar la probabilidad de
nuevos caminos de acció n en su vida.
Terapeuta: Erik, me gustaría entender lo que has perdido
durante tu lucha contra la depresió n, la ansiedad y
el dolor.
Erik: He perdido todo, mi vida…
Terapeuta: (Pausa un par de momentos.) Cuéntame má s sobre
la vida que has perdido…
Erik: Perdí el contacto con mis hijos, mi esposa, perdí a mis
amigos, mi amor por los deportes… perdí el
cuidado de mí mismo. Despierta recuerdos de có mo
eran las cosas antes. (Mirando al terapeuta.)
Recuerdo practicar deportes con mis hijos, hablar
sobre la vida con mi esposa y pasar el rato con
amigos jugando baloncesto y riéndome. Realmente
extrañ o eso.
Terapeuta: Bien, me parece que hay algo realmente
importante aquí. ¿Está bien que mires má s de cerca
esto?
Erik: Claro, si me puede ayudar a mejorar, estoy abierto a
cualquier cosa.
Erik ha perdido mucho en su lucha contra la depresió n y la ansiedad.
En la siguiente secció n, ilustraremos có mo se puede usar el BEVS para
explorar ese tema: aclarar valores e investigar la consistencia de los
valores.
La diana de diana, utilizada en el BEVS, es una representació n visual
de las cuatro á reas de la vida que son importantes en la vida de las
personas: trabajo/educació n, ocio, relaciones y crecimiento/salud
personal. Está bien usar estas á reas tal como está n definidas aquí, y
revisarlas todas con un cliente; también está bien no tener los dominios
predefinidos y, en su lugar, definirlos con su cliente. Las siguientes
descripciones de estas cuatro á reas deberían aclarar lo que queremos
decir con "valores" y deberían estimular el pensamiento en torno a los
valores:
Trabajo/educación se refiere a los objetivos profesionales, los
valores sobre la mejora de la educació n y el conocimiento y, en
general, la sensació n de utilidad para las personas cercanas a
usted o en su comunidad (es decir, voluntariado, supervisió n de
su hogar, etc.).
Ocio se refiere a có mo juegas en la vida, có mo te diviertes,
pasatiempos u otras actividades que haces en tu tiempo libre (p.
ej., jardinería, costura, entrenar a un equipo de fú tbol infantil,
pescar, practicar deportes).
Las relaciones se refieren a la intimidad en la vida: las relaciones
con los niñ os, la familia de origen, los amigos y los contactos
sociales en la comunidad.
El crecimiento/salud personal se refiere a su vida espiritual, ya sea
en una religió n organizada o expresiones personales de
espiritualidad; ejercicio; nutrició n; y abordar los factores de
riesgo para la salud, como el consumo de alcohol, el consumo de
drogas, el tabaquismo y el peso.
Aclara tus valores
Ir más allá de las metas. A menudo, los clientes pueden comenzar a describir objetivos en
lugar de valores. Trate de ayudar a los clientes a ir más allá de las metas. Si un cliente
dice que le gustaría comenzar a hacer ejercicio tres veces por semana, pregúntele por
qué es importante para él hacerlo. ¿Por qué es importante cuidar el cuerpo haciendo
ejercicio? ¿Cómo quiere abordar los entrenamientos? ¿Cuáles son las cualidades
importantes en las acciones de su cliente que harán que trabajar sea una buena
experiencia? ¿Cómo se relacionan con una vida significativa?
¡Solo hazlo! Hecho incorrectamente, el trabajo de valores puede sonar como "Ignora tu
dolor y sigue adelante sin importar nada". Ese tipo de cambio estoico y con los dientes
apretados no es lo que queremos como terapeutas. Queremos que los clientes
desarrollen nuevas habilidades y, al hacerlo, vivan una vida significativa y
psicológicamente saludable.
Moral versus valores. Es fácil quedarse atascado en lo que está bien y lo que está mal
cuando se trata de valores. Con trabajo en valores queremos ayudar a nuestros clientes a
formular declaraciones que funcionan para motivar acciones en línea con vivir una vida
personalmente buena. Si su cliente expresa valores que usted no está dispuesto a apoyar,
debe considerar derivar al cliente a otro terapeuta. Esto no sucede a menudo, pero si
sucede, trate de ver qué es lo mejor para su cliente.
Las barreras del cliente se convierten en barreras de la terapia. Si comienza a pensar que
esta persona necesita X antes de que pueda moverse en una dirección valorada, es
probable que se encuentre con una barrera, a menudo una barrera que el cliente
también está experimentando. A menudo, esto significa que está atascado pensando que
las expresiones de obstáculos del cliente son verdades literales. Ellos no son; son
expresiones de sufrimiento e inflexibilidad en ese momento que necesitas tratar
funcionalmente. Trate de trabajar con la barrera usando sus intervenciones terapéuticas
normales e investigue para ver si puede encontrar una manera de ayudar a su cliente,
permitiendo que los valores y las barreras expresadas coexistan.
Aplicaciones
El trabajo de valores puede ser una parte importante de cualquier
tratamiento. Incluso si no se aborda explícitamente, los terapeutas
generalmente deben incluir algú n trabajo de valores en su aná lisis del
comportamiento del cliente y sus funciones. Los valores suelen ser
ú tiles cuando se establecen objetivos de tratamiento má s tradicionales.
Estos son algunos ejemplos clínicos comunes, desglosados por á reas
problemá ticas.
Estrés en el lugar de trabajo. Es difícil sobrestimar la presión que una organización bien
diseñada puede ejercer sobre un individuo. Esto no significa que las organizaciones sean
malas, solo que, al construir una organización, se ponen ciertas propiedades funcionales
para que la gente sea productiva. Esto puede llevar a algunas personas a crear reglas que
basan su autoestima en la productividad. Si, por una razón u otra, producen menos, esto
puede afectar su sentido de autoestima.
Depresión. La falta de acceso al refuerzo congruente con los valores parece ser un
ingrediente clave para mantener la depresión. El trabajo de valores se utiliza para
vincular el cambio de comportamiento con propiedades de refuerzo inmediato. Parece
que hacer más cosas que son significativas ayuda en la depresión, y es mejor que los
clientes hagan estas cosas significativas no porque quieran salir de la depresión, sino
porque estas cosas les importan profundamente y los mueven en sentimientos valiosos.
direcciones que conducen a una vida más saludable, plena y significativa.
Resumen
El trabajo de valores puede potenciar la mayoría de las formas de
terapia basada en la evidencia al vincular el cambio de comportamiento
con el significado y el propó sito. Elegir y clarificar valores parece ser un
proceso clave con una amplia aplicabilidad en todos los tipos de
problemas y métodos de tratamiento.
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Capítulo 26
Prá ctica de atenció n plena
Ruth Baer, Doctora en Filosofía
Departamento de Psicología, Universidad de Kentucky
Definiciones y Antecedentes
En la literatura psicoló gica, la atención plena a menudo se describe
como una forma de atenció n sin prejuicios a las experiencias del
momento presente; estos incluyen fenó menos internos, como
sensaciones, cogniciones, emociones e impulsos, así como estímulos
ambientales, como imá genes, sonidos y olores. La atenció n plena
también incluye la conciencia de la actividad actual y, a menudo, se
contrasta con el comportamiento automá tico o mecá nico con la
atenció n enfocada en otra parte. Ha sido difícil establecer un consenso
sobre una definició n má s precisa de mindfulness, en parte porque el
término se usa en una variedad de intervenciones, cada una con sus
propios fundamentos teó ricos. Las raíces budistas de varios métodos
actuales basados en la atenció n plena y los intentos de describir la
atenció n plena contemporá nea de manera consistente con las
enseñ anzas budistas fundamentales también han contribuido a la falta
de consenso sobre una definició n; este problema se complica por la
variedad de formas en que se describe la atenció n plena en los textos
budistas (Dreyfus, 2011). A pesar de estas dificultades, una lectura
atenta de las descripciones psicoló gicas contemporá neas de la atenció n
plena muestra que muchas incluyen dos elementos generales que
pueden caracterizarse vagamente como lo que uno hace y cómo lo hace.
Los ejemplos de esto que se muestran en la tabla 1 sugieren que, en
general, se acepta que la atenció n plena es un tipo de atenció n o
conciencia que es abierta, curiosa, tolerante, amistosa, sin prejuicios,
compasiva y amable.
Tabla 1. Descripciones psicoló gicas contemporá neas del
mindfulness: qué y có mo
Autor Qué Cómo
Conclusiones
Durante muchos añ os, las terapias cognitivas y conductuales se
centraron principalmente en los métodos de cambio. Una gran cantidad
de literatura respalda la eficacia de las estrategias para cambiar el
comportamiento, las cogniciones, las emociones y los aspectos del
entorno. Hasta hace poco, se disponía de menos estrategias para
manejar realidades dolorosas que no se pueden cambiar fá cilmente, o
pensamientos y sentimientos difíciles que, paradó jicamente, se
intensifican cuando se intenta cambiarlos. La introducció n de la
atenció n plena a las terapias cognitivas y conductuales proporciona un
conjunto de principios y prá cticas que ayudan a las personas a
desarrollar las habilidades para manejar tales experiencias. Por esta
razó n, el entrenamiento de atenció n plena a menudo se describe como
un enfoque basado en la aceptació n, pero no promueve la pasividad o la
impotencia. Cultiva la capacidad de ver lo que está sucediendo en el
momento presente y tomar decisiones sabias sobre có mo responder.
La conciencia consciente, por lo tanto, puede proporcionar una base
para el uso efectivo de las habilidades y métodos discutidos en este
volumen. El entrenamiento de atenció n plena parece ayudar a los
clientes a reconocer y admitir sus experiencias internas (pensamientos,
emociones, sensaciones, impulsos) y elegir formas constructivas de
responder a ellas. En algunas circunstancias, las respuestas ú tiles
pueden incluir estrategias basadas en el cambio, como la reducció n de
la excitació n, la reestructuració n cognitiva, la activació n del
comportamiento, la resolució n de problemas o el uso de habilidades
interpersonales. En otras circunstancias, las habilidades de defusió n y
aceptació n pueden ser má s ú tiles. Es probable que las respuestas que
son compasivas consigo mismas y coherentes con los valores y
objetivos personales promuevan el florecimiento y el bienestar. La
atenció n plena, por lo tanto, puede ser fundamental para una
perspectiva amplia sobre có mo aliviar los problemas y ayudar a las
personas a prosperar.
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Capítulo 27
Mejorar la motivació n
Dr. James MacKillop
Centro Peter Boris para la Investigación de las Adicciones,
Departamento de Psiquiatría y Neurociencias del
Comportamiento, Universidad McMaster; Instituto de
Investigación de Homewood, Centro de Salud de Homewood
Lauren VanderBroek-Stice, MS
Departamento de Psicología, Universidad de Georgia
Catalina Munn, MD, MSc
Centro Peter Boris para la Investigación de las Adicciones,
Departamento de Psiquiatría y Neurociencias del
Comportamiento, Universidad McMaster; Centro de Bienestar
Estudiantil, Universidad McMaster
Fondo
Una perogrullada ostensible para una persona que busca tratamiento
psicoló gico es que él o ella quiere mejorar. A su vez, un corolario de esta
suposició n es que cuando un profesional de la salud mental
proporciona una forma de comprender el problema y, particularmente
en las terapias conductuales y cognitivas, establece un plan de acció n
para abordarlo, el cliente adoptará enérgicamente los pasos necesarios.
para aliviar la angustia existente. La realidad, sin embargo, es que el
curso del tratamiento psicoló gico suele ser mucho menos simple y
lineal. Los clientes evitan las actividades prescritas entre sesiones, no
completan deberes, faltar a sesiones o recaer voluntariamente en los
comportamientos angustiosos que fueron el ímpetu para el
tratamiento.
Este trabajo fue apoyado parcialmente por una subvenció n del Fondo de Innovació n en Salud
Mental del Ministerio de Capacitació n, Colegios y Universidades de Ontario (James MacKillop y
Catharine Munn). El Dr. MacKillop es el titular de la Cátedra Peter Boris en Investigació n de
Adicciones, que respaldó parcialmente su funció n.
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Capítulo 28
Gestió n de crisis y tratamiento de las tendencias
suicidas desde una perspectiva conductual
Katherine Anne Comtois, PhD, MPH
Departamento de Psiquiatría y Ciencias del Comportamiento,
Universidad de Washington
Dra. Sara J. Landes
Departamento de Psiquiatría, Universidad de Arkansas para
Ciencias Médicas y Sistema de Atención Médica para Veteranos de
Central Arkansas
Fondo
Cuando surge la suicidalidad en la terapia, hay dos caminos a seguir: el
manejo del riesgo de suicidio y el tratamiento de las variables de
control para resolver la suicidalidad. El manejo incluye los pasos que
uno toma para minimizar el riesgo agudo de suicidio y autolesió n,
incluido el manejo de medios letales, el desarrollo de un plan de
seguridad y la generació n de esperanza. Aunque el manejo del riesgo es
importante, los terapeutas a menudo lo confunden con el tratamiento
de prevenció n del suicidio. El tratamiento es un proceso colaborativo y
a menudo razonablemente prolongado entre el terapeuta y el cliente
para cambiar las variables de control del suicidio, las autolesiones y los
factores que hacen que la vida no valga la pena, como el dolor, el
aislamiento o la falta de sentido.
Esta confusió n entre el manejo y el tratamiento de las tendencias
suicidas a menudo surge porque los terapeutas ven el suicidio y las
autolesiones solo como síntomas o tangentes del trastorno o problema
que está n tratando. Esperan que la tendencia suicida se resuelva a
medida que se resuelve el trastorno o problema, y que no requiere
tratamiento per se.
Una alternativa má s poderosa es atacar la tendencia suicida
directamente tanto con el manejo como con el tratamiento. Este
método puede ayudar a resolver los síntomas/problemas inmediatos, y
aquellos que persisten después de que se haya resuelto la tendencia
suicida pueden ser el objetivo. sin preocuparse de que el cliente pueda
intentar o morir por suicidio antes de que se resuelvan.
Los principios y las pautas de este capítulo se basan en los principios
y protocolos de la terapia conductual dialéctica (DBT; Linehan, 1993,
2015a, 2015b) y el Protocolo de gestió n y evaluació n de riesgos de
Linehan, o LRAMP, anteriormente el Protocolo de gestió n y evaluació n
de riesgos de la Universidad de Washington., o UWRAMP (Linehan,
Comtois y Ward-Ciesielski, 2012; Linehan Institute, Behavioral Tech,
nd; Linehan, 2014). Este breve capítulo está destinado a proporcionar
una guía general para el manejo del comportamiento y el tratamiento
de las tendencias suicidas, pero se recomienda una capacitació n formal
adicional en los métodos DBT y LRAMP.
Manejo del riesgo de suicidio
La gestió n del riesgo de suicidio incluye una serie de tareas: evaluació n
del riesgo de suicidio, toma de decisiones sobre el riesgo de suicidio,
planificació n de seguridad o respuesta a crisis y seguridad de los
medios. Cada uno de estos se describe en detalle a continuació n.
Evaluación del riesgo de suicidio
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Capítulo 29
Direcciones futuras en TCC y terapia basada en
evidencia
Dr. Steven C. Hayes
Departamento de Psicología, Universidad de Nevada, Reno
Stefan G. Hofmann, PhD
Departamento de Ciencias Psicológicas y del Cerebro,
Universidad de Boston
La distinció n entre una falla del modelo y una falla del procedimiento
también es importante en la otra direcció n. Por ejemplo, si un
procedimiento falla en alterar procesos de cambio supuestamente
críticos que pueden haber demostrado ser importantes en estudios
longitudinales de psicopatología del desarrollo, entonces el modelo
permanece sin probar incluso si el procedimiento falla. En este caso, el
campo puede tolerar demoras breves mientras se elaboran los detalles
procesales para producir un mejor impacto en los procesos de cambio
en á reas específicas.
El punto má s importante es que un procedimiento debe considerarse
como basado en evidencia solo cuando la ciencia respalda ese
procedimiento, su modelo subyacente y su vinculació n. Si un
procedimiento produce ganancias de manera confiable y manipula un
proceso que media estas ganancias, entonces está listo para ser
admitido en el arsenal de la terapia empírica basada en procesos.
Incluso entonces, hay má s que hacer en términos prá cticos. Si no se
especifica la moderació n, aú n debe investigarse enérgicamente porque
la historia de los métodos basados en la evidencia muestra que pocos
procesos son siempre positivos, independientemente del contexto (p.
ej., Brockman, Ciarrochi, Parker y Kashdan, 2016). Por lo tanto, en un
campo maduro, orientado al proceso, la evidencia de mediadores y
moderadores teó ricamente coherentes será tan importante como la
evidencia de los beneficios procesales. Esperamos con ansias el día en
que los metaná lisis de la mediació n procesal sean tan comunes y tan
importantes como los metaná lisis del impacto procesal.
Nuevas formas de diagnóstico y análisis funcional. A medida que evolucionen los
enfoques basados en procesos, los procesos centrales que se utilizan en nuevas formas
de análisis funcional y aplicaciones basadas en personas se volverán más centrales. El
surgimiento de modelos estadísticos que pueden profundizar en las curvas de
crecimiento individual y las redes cognitivas y conductuales personales ofrece la
esperanza de un resurgimiento del individuo en los enfoques basados en la evidencia.
Por ejemplo, el enfoque de red compleja puede ofrecer una alternativa al modelo de
enfermedad latente. Este enfoque sostiene que los problemas psicológicos no son
expresiones de enfermedades subyacentes, sino elementos interrelacionados de una red
compleja. Este enfoque, que es una extensión del análisis funcional, no solo proporciona
un marco para la psicopatología, sino que también podría usarse para predecir el
cambio terapéutico, la recaída y la recuperación en algún momento (Hofmann, Curtiss y
McNally, 2016).
Uso de la comunidad mundial como fuente de datos. Solo unos pocos países del planeta
pueden permitirse el tipo de infraestructura de subvenciones que financia grandes
estudios de resultados bien controlados. Todos están en Occidente, y todos son
predominantemente blancos. Sin embargo, al mismo tiempo, el mundo se está dando
cuenta de las enormes necesidades de salud en todo el mundo, incluidas las necesidades
de salud mental y conductual.
Es importante examinar si los procesos de cambio en EBT está n
ligados a la cultura; en general, la respuesta hasta ahora parece ser
tranquilizadora (p. ej., Monestès et al., 2016). La terapia empírica
basada en procesos tiene la esperanza de poder adaptarse mejor a las
necesidades de la comunidad mundial y extraer informació n adicional
de ella. Por ejemplo, si un proceso media el resultado y es
culturalmente vá lido, la creatividad clínica se puede utilizar para
descubrir có mo mover mejor ese proceso en procedimientos
culturalmente só lidos y contextualmente apropiados que se ajustan
para satisfacer necesidades específicas.
El cambio de la TCC como la conocemos. Irónicamente, con el tiempo parece probable
que un enfoque basado en procesos acorte la vida de la TCC como un enfoque claramente
distinto en comparación con la EBT en general. Esto no ocurrirá porque se demostrará
que todos los métodos basados en evidencia emergen de la TCC. Más bien, a medida que
la TCC se reorienta hacia temas que antes eran el centro de atención únicamente de otras
tradiciones terapéuticas, habrá cada vez menos razones para distinguir la TCC del
trabajo analítico, existencial, humanístico o sistémico.
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