Analisis Parcial Pulsión Clase1

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Análisis parcial del concepto de «pulsión»


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ALFREDO EIDELSZTEIN

Clase Nº 1 (09-04-1999)

En primer lugar, voy a plantearles cómo está organizado este curso. Son doce clases
quincenales. Si me fuera necesario suspender alguna, agregaríamos una al final, pero nunca
alteraríamos el orden de la secuencia quincenal. En caso de no tener que suspender
ninguna, concluiríamos el 10 de septiembre. Y para obtener la certificación de los créditos
académicos que da este curso de postgrado, es necesario que Ustedes presenten una
monografía sobre el tema general de este curso, que pueden hacerme llegar sin límite de
tiempo ni límite formal alguno. No exijo tampoco que me hagan una presentación
definitiva. Así, tienen Ustedes la posibilidad de acercarme una presentación preliminar de
la monografía, para que pudiéramos leerla y comentarla juntos antes de hacer la
presentación final de la monografía definitiva.

Toda la clase de hoy va a estar dedicada a la introducción del tema que les propongo
sea denominado bajo la pregunta de: ¿por qué ocuparse de la pulsión? Y desde la próxima
reunión, voy a comenzar con el comentario de textos de Freud, según figuran en la
bibliografía. No me queda claro cómo voy a hacer el comentario de los textos de Lacan, si
simultáneamente con el comentario de los textos de Freud o si más bien sucesivamente a
ellos —no sé qué va a parecerme pedagógicamente más útil. En caso de que elija lo
primero, el problema sería que Ustedes deberían leer los primeros textos de Freud más
todos los textos de Lacan para la próxima, cosa que es evidentemente inviable. En fin, no
sé bien cómo lo decidiré.

Lo único que quizás no tengan Ustedes de la bibliografía que yo puse es el Seminario


VIII de Lacan. Por eso lo cito en francés, porque está editado en francés y no está todavía
editado en castellano1. Para todos aquellos que quieran hacerse una fotocopia de las clases
de este seminario que voy a utilizar —importantísimas para este curso—, se las dejo
1
J. Lacan, «Seminario 8, La Transferencia» (Paidós, Buenos Aires, 2003, ISBN: 9501239764).

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ALFREDO EIDELSZTEIN

disponibles. Tal vez les sea útil aun a aquellos que no lean francés, porque podrían así
cotejar la paupérrima versión que circula en castellano con la no menos pobre que ha sido
editada en francés. La edición francesa es verdaderamente muy, muy mala; es por cierto la
peor de las editadas por Jacques-Alain Miller, está llena de errores, de falta de trabajo en la
elaboración del texto, etc. Pero sea como fuere, Ustedes vieron que uno se organiza mucho
mejor con un libro que con fotocopias de versiones inéditas. Así que para todos aquellos
que la quieran, cuando termine la clase, no tienen más que pedírmela.

Si revisan la bibliografía consignada para este curso, la sección de Economía Política,


quizás no consigan el libro de Guaresti. No es muy importante, pero tiene uno o dos
párrafos que voy a utilizar que, en todo caso, les fotocopio y paso cuando llegue el
momento de incluirlos en el curso. Tanto lo de Marx como lo de Walras se consigue sin
problemas. Y me imagino que como vamos a utilizarlo muy puntualmente, no sé si estarán
dispuestos a conseguírselo, porque este libro de Walras es bastante caro. De cualquier
manera, cuando llegue el momento oportuno, vemos si le fotocopio algunos capítulos para
que Ustedes dispongan de ese material.

Del resto de la bibliografía se consigue todo, aunque quizás no sea fácil encontrar el
que cito en inglés de Stephen Jay Gould. No sé si lo conocen al autor. Es un antropólogo
muy, muy interesante. Les sugiero lean de él todo lo que consigan. Lo más importante que
yo leí de él es este libro «Ontogenia y Filogenia» del que no encontré traducción
castellana. Lo cual es increíble porque es un autor que se traduce mucho al castellano, es
muy exitoso, sus libros tienden a ser best sellers. Se ha publicado uno ahora que es muy
vendido, «Milenio»2, en que demuestra que el siglo y el milenio no terminan este año, sino
el año que viene. Es un libro muy interesante. Otro de sus libros que recomiendo leer es
«La flecha del tiempo»3, un análisis del tiempo sumamente interesante, con el caso clínico
de un psicótico. Es un autor que vale la pena leer. Y este libro «Ontogenia y Filogenia»,
hasta donde sé no publicado en castellano todavía, tiene un capitulo especialmente
dedicado a la concepción que Freud y muchos psicoanalistas sostienen, esto es, que la
ontogenia copia a la filogenia. Esta concepción es ciertamente una teoría absolutamente
incorrecta e inexacta, y con más de ciento treinta años de antigüedad. En psicoanálisis,
todos creemos que efectivamente la ontogenia copia a la filogenia. Pero esto es incorrecto.
Stephen Jay Gould analiza con mucha precisión los argumentos freudianos, los de Jung, y
creo que también los de Ferenczi. Así que verán que Gould se tomó el trabajo que
habitualmente nosotros no hacemos. Él no critica al psicoanálisis sin leerlo, luego de
haberlo leído lo critica. Y nosotros vamos a andar un camino inverso: ir a estos autores y
leerlos.

En la próxima reunión empezaremos con Freud. Ésta es una clase introductoria en


que nos planteamos la pregunta de por qué ocuparse de la pulsión.

2
S. J. Gould, «Milenio» (Crítica, Barcelona, 1998, ISBN: 8474238943).
3
S. J. Gould, «La Flecha del Tiempo» (Alianza, Madrid, 1992, ISBN: 8420627364).

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«ANÁLISIS PARCIAL DEL CONCEPTO DE PULSIÓN»

El argumento principal que les propongo —al menos me motivó a mí a investigar el


tema de la pulsión— es el que se modela primeramente mediante la pregunta de qué
beneficio, cuál es la utilidad que nos aporta la noción de «pulsión» en términos clínicos y
terapéuticos. O sea, en qué aumenta la efectividad de la práctica del analista operar con la
noción de pulsión.

En segundo lugar, la respuesta a nuestra pregunta de para qué ocuparnos de la


pulsión: porque es uno de los pasajes más oscuros en el seno del psicoanálisis, un capítulo
psicoanalítico de dudosa claridad y coherencia conceptuales. Me da la impresión de que es
el punto en que hoy en día, después de cien años de psicoanálisis, se escucha hablar de la
manera más oscura, menos clara y con menos rigor conceptual.

Y, en tercera instancia, no obstante la confusión que impera a este respecto, me da la


impresión de que por la vía de la noción de «pulsión» puede ganarse cierta especificidad en
psicoanálisis. Es decir que si uno lograse una clara noción de «pulsión», bien articulada y
de evidente aplicación clínica, uno podría afirmar que el psicoanálisis se especifica, se
caracteriza, por concebir y aplicar la noción de «pulsión» de una determinada manera.

A mi entender, éste es un excelente momento para volver a plantearse el problema de


la pulsión desde estas tres perspectivas, porque me da la impresión de que en el ámbito del
psicoanálisis la sensación de peligro por la desaparición inminente del psicoanálisis ha
conquistado la cabeza de todos. Hace veinte años que lo practico, más de veinticinco que lo
estudio, y siempre tuve que enfrentarme al problema de la pretendida “muerte del
psicoanálisis”. Creo incluso que el psicoanálisis nació ya con el problema de su muerte,
como uno de los límites de lo que el psicoanálisis implica. Y creo que ahora eso ha
cambiado, no porque ha desaparecido sino porque, para todos nosotros, “la muerte del
psicoanálisis” es inminente; algo así como que tenemos miedo de recibir en cualquier
momento un email en que nos llega la infortunada noticia de que el psicoanálisis acaba de
morir...

Tengo al respecto una anécdota muy interesante. Una persona muy allegada a mí que
acaba de recibirse de psicóloga y estaba planteándose su comienzo de formación de
postgrado, me decía que veía muy dudoso que en sus estudios de postgrado se dedicase a
estudiar psicoanálisis porque ya estaba desapareciendo. De manera que concebía que el
psicoanálisis no duraría siquiera tres o cuatro años más. Así, hay quienes prefieren no
vincularse con este aparentemente moribundo psicoanálisis, ya a punto de desaparecer.

Con lo cual, me da la impresión de que no es un mal momento para que volvamos a


pensar los fundamentos prácticos y teóricos del psicoanálisis, dada esta sensación que gira
en torno al psicoanálisis. Mucha gente que no es del núcleo psicoanalítico cree que ya
murió, que se trata de algo que ya ha pasado de moda. Es muy difícil encontrar esos
argumentos regularmente en Buenos Aires, que es la ciudad psicoanalítica por excelencia.
Pero en todas las otras grandes capitales de Occidente, la mayor parte de la población de

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ALFREDO EIDELSZTEIN

clase media que tenga alguna idea sobre el psicoanálisis, dirá con seguridad que lo cree ya
desaparecido.

INTERVENCIÓN: Ojalá pudieran decir lo mismo de sus propios síntomas...

A.E.: Claro, los síntomas no. Y creo que respecto de la desaparición inminente del
psicoanálisis hay que tranquilizarse un poquito porque, en realidad, lo que no hay que
perder de vista es que lo que cambió no es tanto el psicoanálisis y su inserción social, sino
que hoy en día Occidente de fin de milenio plantea la cuestión de, por así decirlo, la
inminencia generalizada, de lo inminente de todo. No hay que olvidar ese problema.
Porque como uno se dedica al psicoanálisis, uno tiene la sensación de cuánto va a durar, de
cuántos pacientes menos uno atenderá el año próximo, etc. Pero no pierdan de vista que
esta sensación es la de Occidente de hoy.

Ocurre que como nosotros nos dedicamos al psicoanálisis y siempre se habló de la


“muerte del psicoanálisis”, nos resulta evidente que esté por morir si es que ya no lo está.
Pero hablen con cualquiera que tenga cualquier actividad industrial o comercial, y verán
que está pensando a qué va a dedicarse el año siguiente porque cree que lo que está
haciendo va a desaparecer, o que su cargo ya no va a existir, o que lo van a echar de la
empresa. Es una propiedad del Occidente actual. Hay una sensación de inseguridad que
cierta vorágine de cambio ha instalado en la subjetividad, que es un tema muy interesante
para pensar el planteo de muchas personas acerca de lo prolongado del tratamiento
analítico. La gente no está dispuesta a hacer nada en siete u ocho años. ¿Quién puede estar
seguro de lo que ocurrirá en siete u ocho años, siendo gerente o subgerente de una empresa
o aun encargado de edificio, si no sabe siquiera si el año siguiente todavía mantendrá su
trabajo, si van o no a echarlo de la empresa? Por lo tanto, no vayan a creer que se trata de
un problema que sólo incumbe al psicoanálisis —si no, van a angustiarse excesivamente
por un problema que está en realidad transferido al psicoanálisis.

Por otra parte, hay otra cosa que no debe perderse de vista —al menos es mi posición
con respecto a este tipo de problemas—, a saber, que la respuesta que solemos dar a la
cuestión de “la muerte del psicoanálisis” es ciertamente muy histérica. Es decir, nos
creemos víctimas y le echamos la culpa al Otro, como si hubiésemos sido seducidos por él.
Le echamos la culpa, por ejemplo, a la Facultad, diciendo que enseña mucho psicoanálisis
y no otras cosas. Con lo cual, mi propuesta es que, aquellos de nosotros que estemos
verdaderamente interesados en el psicoanálisis, veamos qué podemos hacer para que no
desaparezca, más allá de estar quejándonos y lamentándonos por su pretendida
desaparición.

Por supuesto, no puedo decir nada con respecto a la poca cantidad de pacientes, a la
miseria de los consultorios, y la falta general de dinero. ¿Qué puedo decir yo sobre eso? No
tengo nada que decir. Pero no se olviden de que Freud desarrolló toda la teoría
psicoanalítica implorando fondos a Breuer; dinero que, por lo demás, nunca devolvió... No

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«ANÁLISIS PARCIAL DEL CONCEPTO DE PULSIÓN»

se si Ustedes saben de eso, y que toda la metapsicología freudiana fue desarrollada durante
la Primera Guerra Mundial, y que Freud no tenía siquiera leña para calentar el hogar. Tenía
en su casa un montón de gente, hijos, esposa, cuñada, con una economía muy precaria. Leí
la correspondencia en que rogaba a sus discípulos que no le enviasen por correo la carne
que estaban mandándole para que la familia Freud pudiera comer, porque se la robaban los
empelados postales; y que mejor la enviasen en maletas particulares. Y en medio de esa
circunstancia, con muy pocos pacientes, Freud desarrolló toda su metapsicología. Con lo
cual, el problema de la cantidad de pacientes y del dinero que uno gana es un problema
grave pero que no hace al meollo de la relación que uno puede tener con el psicoanálisis.
Puede variar y puede tener otros andariveles, no solamente ése que es muy importante.

Entonces, éstos son los motivos a raíz de los cuales considero válido el hecho de que
nos dediquemos a la pulsión y no, por ejemplo, a cosas mucho más modernas como las
clínicas de borde, los ataques de pánico, la bulimia y la anorexia, etc.

Habrán notado que, en el título del curso, llamo “parcial” al análisis que propongo
hacer; y no solamente porque siempre el acceso a la pulsión es parcial —voy a tratar de
demostrarlo—, sino también para que no me pregunten más de lo que digo... Es decir, si
me preguntan por todos los párrafos en que Freud trata el tema de la pulsión, no voy a
responder; si me preguntan por todos los párrafos de Lacan acerca de la pulsión, no voy a
responder. Me será imposible. En cambio, intentaré responder a algunos problemas desde
cierta posición. Sí les propondré discutir si aquellos párrafos que les traiga son o no
centrales, si son o no relevantes con respecto al tema que nos convoca. Claro que pueden
Ustedes proponerme citas u otros pasajes de interés para trabajar con el concepto de
«pulsión», pero no podré dar respuestas por el “todo”, por la totalidad del conjunto de
párrafos en que Freud y Lacan tratan el tema. No-todo sobre la pulsión. Veamos si le
damos en el meollo de lo más crucial.

Además, quisiera que nos detuviéramos un minuto en esta primera reunión para
discutir desde qué perspectiva vamos a introducirnos en la crítica y el análisis de la noción
de «pulsión». Las citas serán abundantes. Es habitual en todos mi cursos que yo cite mucho
a los autores, justamente porque soy sumamente crítico de los autores, especialmente de
Freud y de Lacan; o sea, no los tomo como “padres”, ni me parece que sea bueno que lo
hagamos, ni considero para nada que sus enseñanzas sean inalterables y que queden así
como están por el resto de los días. No deberíamos considerar las obras de Freud y de
Lacan como si fuesen la Biblia —no me parece una actitud muy científica. Pero justamente
como soy muy crítico, les propongo establecer una discusión muy precisa sobre citas muy
centrales porque si no, puede ser que terminemos en un inútil palabrerío.

Les traigo cuatro citas de «Más allá del principio del placer», la Conferencia 32
sobre «Angustia y vida pulsional», «Esquema del psicoanálisis» y «Pulsiones y destinos de
pulsión», inobjetables fuentes de las cuales extraje cuatro citas para que Ustedes vean el
problema respecto a la perspectiva en la cual Freud trabaja con la noción de «pulsión».

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ALFREDO EIDELSZTEIN

La primera, de 1920, es de la primera página de «Más allá...», un pasaje que Ustedes


habrán leído unas veinte veces:

«En la teoría psicoanalítica adoptamos sin reservas el supuesto de que el decurso de los procesos
anímicos es regulado automáticamente por el principio de placer. Vale decir: creemos que en todos los
casos lo pone en marcha una tensión displacentera, y después adopta tal orientación que su resultado
final coincide con una disminución de aquella, esto es, con una evitación de displacer o una producción
de placer. Cuando consideramos con referencia a ese decurso los procesos anímicos por nosotros
estudiados, introducimos en nuestro trabajo el punto de vista económico. A nuestro juicio, una
exposición que además de los aspectos tópico y dinámico intente apreciar este otro aspecto, el
económico, es la más completa que podamos concebir por el momento y merece distinguirse con el
nombre de “exposición metapsicológica”».

Ya se lo saben de memoria, ¿no? Lo han leído ya veinte veces en distintos lugares.

«En todo esto, no tiene para nosotros interés alguno indagar si nuestra tesis del principio de placer nos
aproxima o nos afilia a un determinado sistema filosófico formulado en la historia».

Esto es «Más allá...», Eros y Tánatos. Empleando el plural mayestático “nosotros”,


con respecto al principio del placer, Freud dice que no interesa ningún sistema filosófico.

«Es que hemos llegado a tales supuestos especulativos a raíz de nuestro empeño por describir y
justipreciar los hechos de observación cotidiana en nuestro campo».

Sistemas filosóficos a los que no incumbe la elaboración de Eros y Tánatos. Luego,


la referencia freudiana. Vamos a entrar por un libro espectacular para leer sobre los
filósofos presocráticos, «Los filósofos presocráticos» de Kirk y Raven, editado por
Gredos4.

Les leo un pasaje de los poemas de Empédocles:

«Y éstas cosas jamás dejan de cambiar continuamente. Confluyen unas veces todas en una sola por
acción del amor y otras se separan en sí por el rencor de la disputa...».

Tenemos aquí a Eros y Tanatos. Los autores, Kirk y Raven, comentando éste párrafo
de Empédocles, dicen:

«En cambio, en realidad, no es más que una simple reordenación, y dos son las fuerzas motrices
últimas...».

“Fuerzas motrices”, o “mociones” diríamos nosotros con la traducción de


Etcheverry.

4
G. S. Kirk y J. E. Raven, «Los filósofos presocráticos» (Gredos, Madrid, 2003, ISBN: 8424912497).

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«ANÁLISIS PARCIAL DEL CONCEPTO DE PULSIÓN»

«...que en unión de dichos elementos puedan realizar esta nueva mezcla para explicar el movimiento
en el espacio, el amor y la discordia. Con este expediente sigue fiel a las cuatro exigencias de
Empédocles».

Otro párrafo, en su traducción y comentario de Empédocles, dice Simplicio:

“Postula cuatro elementos materiales: fuego, aire, agua y tierra. Todos eternos que aumentan y
decrecen mediante la mezcla y la separación...».

Mezcla y desmezcla de Eros y Tanatos.

«...pero sus auténticos primeros principios, los que imparten el movimiento a aquellos, son el amor y la
discordia. Los elementos están constantemente sometidos a un cambio alternante mezclándose unas
veces por obra del amor y separándose otras por la acción de la discordia. Sus primeros principios, en
consecuencia, son seis».

Los cuatro que siempre conocemos de la filosofía antigua griega, más Eros y
Tánatos.

El año pasado, hice una crítica minuciosa del mito de la horda primitiva de Freud. Si
les interesa, en el segundo de los poemas de Empédocles que se conservan, encontrarán
Ustedes el mito de horda primitiva completo. No supe de eso el año pasado mientras
dictaba el curso. Freud cree que es un “mito científico” que él construye, pero que en
realidad lo sacó de Empédocles.

Avancemos. En el tomo XXIII, el último en la edición de las obras completas de


Freud, notamos que las únicas dos veces en Freud habla de Empédocles, es precisamente ya
al fin de su vida. En «Esquema de psicoanálisis», Freud dice en la página 147:

«La figuración de las fuerzas fundamentales o pulsionales contra la cual los analistas suelen revolverse
todavía, era ya familiar al filósofo Empédocles de Acragas».

Bastante más adelante, en las páginas 246 y 247, aparece la referencia aparentemente
más amplia:

«Por ello mismo debía regocijarme el reencontrar nuestra teoría, no hace mucho tiempo, en uno de los
grandes pensadores de la Aurora griega. A esta corroboración sacrifico de buena gana el prestigio de la
originalidad. Tanto más cuanto que, dada la extensión de mis lecturas en años tempranos nunca puedo
estar seguros de que mi supuesta creación nueva no fuera una operación de criptomnesia».

Está diciendo que le parece que se lo copió, que va a tener que renunciar a la
originalidad, porque como leyó tantas cosas cuando era joven, ya nadie le garantiza que no
haya leído a Empédocles y que no lo haya tomado de él. Lo reconoce el propio Freud a sus
ochenta años de edad. Y ahí viene el comentario sobre Empédocles de Acragas, que es muy
interesante porque no solamente era filósofo y científico sino que era terapeuta; era médico
curador y curaba por la palabra. De modo que no se trataba de una persona cualquiera, sino

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ALFREDO EIDELSZTEIN

que hace cosas parecidas a las que hacemos los psicoanalistas. Salteo la descripción que
hace Freud de este filósofo de la Aurora griega, y lo cito en la página 247:

«Pero aquel merece nuestro interés aquella doctrina de Empédocles tan próxima a la teoría
psicoanalítica de las pulsiones que uno está tentado a afirmar que ambas serían idénticas sino mediara
el distingo de que la del griego es una fantasía cósmica mientras que la nuestra se ciñe a pretender una
validez biológica».

Lo que a mi entender es aun peor... Yo prefiero quedarme con la fantasía cósmica del
filósofo, antes que con la validez biológica de la noción de «pulsión». Y les voy a
demostrar por qué, qué problemas trae suponer que la pulsión está basada en lo biológico.

«Es cierto que sustrae a esta diferencia buena parte de su significado la circunstancia de que
Empédocles atribuyera al universo el mismo carácter animado que al ser vivo singular. El filósofo
enseña pues que existen dos principios del acontecer así en la vía del mundo como en la del alma, dos
principios que mantienen eterna lucha entre sí, los llamados filia».

Esto es importante. Empédocles no llama al amor del mismo modo en que Freud lo
designa; no lo llama “Eros” sino “Filia”, que es uno de los tres tipos de amor que se
concebían en la Grecia antigua. Y, además, Empédocles emplea “Neikos” y no “Tánatos”.

«Uno de estos poderes que en el fondo son para él unas fuerzas naturales de eficiencia pulsional en
modo alguno unas inteligencias concientes de fines».

Ésta es una cita textual que Freud hace de un traductor de Empédocles, el italiano
Capelle. Vuelvo a leerles este pasaje de Capelle que Freud trae a colación:

«Unas fuerzas naturales de eficiencia pulsional en modo alguno unas inteligencias concientes afines».

Con lo cual, advirtamos que no es cierto, como decíamos al principio, que estas
elaboraciones no participaban de ningún sistema filosófico. Más aún, participan del sistema
filosófico que el mismo Freud conocía desde su juventud y que no niega en su vejez.
Empédocles sostiene que toda la materia está animada por fuerzas. Y Freud dice que, a
pesar de todo, él se distingue de la postura filosófica porque la suya es una pretensión de
validez biológica. Ya regresaremos a esto.

Quisiera ahora remarcar este pasaje de Freud que ya les leí:

«Es que hemos llegado a tales supuestos especulativos a raíz de nuestro empeño en describir y
justipreciar los hechos de observación cotidiana en nuestro campo».

“Nuestro campo” es la práctica analítica y, entonces, los hechos de observación


cotidiana son de la práctica analítica, ¿están de acuerdo conmigo? Quiere decir que la base
y la fundamentación de la noción de «pulsión» hay que encontrarlas en la clínica con la
neurosis de transferencia, esto es, histeria y neurosis obsesiva. No voy pues a aceptar que

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«ANÁLISIS PARCIAL DEL CONCEPTO DE PULSIÓN»

intenten argumentar y sostener la noción de «pulsión» apelando a las adicciones, que es lo


que todo el mundo hace. Se sostiene la pulsión con toda la clínica de borde, no con la
clínica de la histeria y de la neurosis obsesiva. No voy a aceptar que lo hagan con
masoquistas o con melancólicos o con impulsivos. Me preguntarán Ustedes cómo es que
entiendo, entonces, la clínica de la impulsión si no es a partir de la noción de «pulsión».
Pero eso ya sería el colmo. Cuando se entiende que la impulsión es la clínica de la pulsión
se ha llegado a una notable confusión, porque histeria y neurosis obsesiva son la clínica de
la pulsión. Ocurre que si lo decimos así, como lo dice Freud, nos damos cuenta de que no
entendemos qué es la pulsión porque más bien la pulsión se nos ha localizado en la clínica
de borde del psicoanálisis.

Otro problema más: en la bibliografía, les pongo el espectacular apartado del libro de
Etcheverry del que aprendí mucho, sobre la versión castellana de las obras de Freud.

INTERVENCIÓN: [inaudible].

A.E.: Sí, totalmente, muy bien y seriamente presentado; y por una mente no menor.
Etcheverry no es ningún improvisado. No voy a entrar por esa articulación con Aristóteles,
sino que quería proponerles la articulación con Fitche. Pero no se asusten, no nos
pondremos a estudiar Fichte. Sólo quería hacerles saber que la expresión Trieb no es una
palabra que encuentre un perfecto equivalente castellano. Busquen “pulsión” en el
diccionario de la Real Academia Española y verán que no existe 5, porque no es una palabra
del castellano —“pulsión” es un engendro, un neologismo.

El problema teórico con el que nos encontramos es este Trieb. Y en la próxima


reunión trabajaremos también con la noción de “instinto”. Ése será nuestro comienzo, y a
partir de allí empezaremos a leer a Freud. Voy a citar el pasaje en que Freud dice saber que
Trieb no tiene traducción. No sé si Ustedes saben que Freud conocía unas cuantas lenguas:
griego, latín, inglés, francés, y también el castellano, que dice haber aprendido para leer El
Quijote. En el prólogo de la edición de Ballesteros, aparece la carta que Freud le envía,
diciendo que él leyó su traducción y que le pareció muy buena. La de López Ballesteros es
la primera traducción de las Obras Completas de Freud a otro idioma. La relación
psicoanálisis e idioma español es ciertamente muy temprana. Incluso antes de que se
terminara de publicar en alemán, ya se había comenzado a hacer la traducción castellana de
las obras completas.

Entonces, no solamente que Etcheverry nos indica por qué tradujo los términos tal
como los tradujo, sino que nos advierte del lugar que Trieb tenía en la filosofía alemana.
Con lo cual, esa palabra sin equivalente en castellano que Freud utiliza, no crean que es un
neologismo freudiano como por ejemplo “psicoanálisis”; sino una palabra de uso como
“inconsciente”, Unbewusste, que es una palabra alemana que Freud toma del alemán. En
5
La edición de 2001 del Diccionario de la Real Academia Española sí incluye esta palabra: «Del latín
tardío pulsio, -onis. 1. f. En psicoanálisis, energía psíquica profunda que orienta el comportamiento hacia
un fin y se descarga al conseguirlo». [N.d.C].

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ALFREDO EIDELSZTEIN

cambio, Trieb, que él toma del alemán —y que no tiene equivalente en otras lenguas— era
una palabra común, de uso frecuente en la filosofía alemana, que se caracteriza por se una
filosofía de la naturaleza. No voy a entrar en detalles. Diré solamente que Etcheverry
propone por qué conviene traducirlo por “pulsión”. Dice Etcheverry:

«En el párrafo 8 de su obra Fitche define la Trieb...».

Escuchen atentamente la definición.

«... “la pulsión es una fuerza interna que se determina ella misma a la causalidad, un querer alcanzar
que se produce a sí mismo y que es un algo en cuanto es mantenido tal como es en cuanto es
determinado. Mantenerse en su ser, ninguna cosa natural conservaría su cosa determinada sino tuviera
una fuerza interna, centrípeta que se define como inercia, lo contrario de la inercia es la movilidad”».

Etcheverry agrega:

«Acaso sea un hilo categorial al que lleva de la inercia al Proyecto de una Psicología al trastorno hacia
lo contrario de Pulsiones y destinos de Pulsión y de ahí a la pulsión de muerte de Más allá del Principio
del Placer».

Tiene razón. Lean este párrafo y van a ver que un montón de ideas de Freud son
tomadas de Fichte, filósofo que publica en alemán y que tiene muchos desarrollos sobre la
pulsión.

Con lo cual, les propongo no aceptar la afirmación freudiana de que su noción de


«pulsión» no tiene que ver con ningún sistema filosófico. Más bien pensémoslo así: Freud
encuentra problemas clínicos que debe explicar porque él cree que, no explicándoselos, no
tienen efectividad terapéutica y clínica. Y, como cualquier buen cristiano, Freud los explica
con aquello que tiene a mano, con lo que hay en la batería del Otro. Y en la batería del
Otro se encuentra este Trieb con los significados cristalizados que arrastra consigo. De
manera que propongo investiguemos bien cuáles son los problemas clínicos y qué tipo de
respuesta Freud intentó darles. Examinemos juntos si la forma en que Freud los explicó —
haciendo uso de los términos de la batería del Otro— en efecto es o no la mejor
explicación, la más apta y específica para el psicoanálisis y para operar en la clínica.

Pasemos a la Conferencia 32, de 1932. Entonces, Freud dijo que no pertenece a


ninguna filosofía sino que es la forma de intentar explicar hechos de la observación
cotidiana de nuestro campo, o sea que con la pulsión uno se encuentra cuando practica el
psicoanálisis. Yo nunca voy a olvidar mi primer encuentro con la pulsión de muerte.
Ocurrió en la Facultad de Psicología —uno siempre se encuentra con la pulsión de muerte
en la Facultad de Psicología. Cuando en un momento dado los alumnos le pedimos al
docente, cuyo nombre no recuerdo ahora —tal vez por compasión—, que nos diera un
ejemplo concreto de la pulsión de muerte, nos respondió con toda soltura: “Un buen ejemplo
es comerse las uñas, porque si uno se come mucho las uñas, y continúa comiéndoselas sin parar, uno
puede terminar muriendo por autofagia”... El problema no es que se trate aquí de un ejemplo

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«ANÁLISIS PARCIAL DEL CONCEPTO DE PULSIÓN»

demasiado vano, sino que lo que tiene de defectuoso es que no tiene en absoluto que ver
con la práctica psicoanalítica; es un ejemplo que está por fuera de la práctica del
psicoanálisis. Recuerden Ustedes que el problema clínico fundamental para Freud no era
sólo el de la reacción terapéutica negativa sino el de la cada vez mayor lentitud de las
curaciones. Freud empezó curando en un año y terminó haciéndolo en diez. Freud encontró
en ello un problema clínico que explicó mediante la pulsión. De manera que la pulsión es
para explicar la histeria y la neurosis obsesiva, y para explicar por qué uno apetece comerse
las uñas...

En la Conferencia 32, de las Nuevas Conferencias que no fueron dictadas sino


escritas —su cáncer ya le impedía hacer disertaciones—, Freud dice:

«Señoras y señores: Ahora los alegrará no tener que escuchar nada más sobre la angustia. Pero de
nada les valdrá: lo que sigue no es mejor. Hoy tengo aún el propósito de conducirlos al campo de la
teoría de la libido o doctrina de las pulsiones, donde también han surgido muchas cosas nuevas. No
quiero decir que hayamos hecho grandes progresos, que les recompensarán a ustedes el trabajo que
pudieran tomarse para enterarse de ellos. No; es un campo en el que pugnamos laboriosamente para
obtener orientación e intelecciones. Sean ustedes testigos de nuestro empeño. También aquí debo
remontarme a muchas de las cosas que ya antes les expuse. La doctrina de las pulsiones es nuestra
mitología, por así decir».

¡Una mitología! Estamos en problemas... Freud lo dice así, tal cual. Está del mismo
modo expresado en la traducción de López Ballesteros.

«Las pulsiones son seres míticos, grandiosos en su indeterminación».

O sea que nada de filosofía, pero parece que sí..........................................................

[Cambio de cinta]

........................................ en la página 156 del «Esquema de Psicoanálisis», párrafo


en que se apoyan todos los epistemólogos para criticar el psicoanálisis. Si conocen a algún
epistemólogo que odie al psicoanálisis tanto como Mario Bunge, sugiéranle entonces que
no se pierda la lectura de este párrafo. No sé si recuerdan cómo comienza el capítulo 4 del
«Esquema del Psicoanálisis»: empieza diciendo que lo conciente no alcanza para explicar
lo psíquico, que quedan lagunas, que por lo tanto hace falta incluir algo psíquico
inconsciente; y, entonces, empieza a discutir la validez científica de sostener la noción de
algo psíquico inconsciente. Léanlo para la próxima reunión. Verán que Freud intenta
establecer, mediante lo psíquico inconsciente, lo específicamente humano en lo psíquico,
que es un problema que va a ser regular en todo este curso. El método que seguiré para
hacer una crítica furiosa y furibunda a Freud es oponer a los intentos de Freud de justificar

- 11 -
ALFREDO EIDELSZTEIN

la pulsión, aquello que ocurre en los animales, para verificar si en efecto hay o no
distinción. Veremos que la noción de «pulsión» que nos propone Freud no permite
distinguirla de lo que pasa en los animales. Si cuando vamos al zoológico y pasamos por la
jaula de los monos y, a la sazón, encontramos a alguno de ellos practicando “la del mono”,
¿creerían que se trata ahí de pulsión autoerótica? En caso afirmativo, deberíamos entonces
dejar caer el concepto de «pulsión» porque ya no diría nada específico del ser humano.
Vamos pues a examinar las definiciones freudianas de la pulsión para intentar descubrir si
tiene o no algo específicamente humano.

Estábamos en que no se trata de filosofía y que, además, se trata a fin de cuentas de


nuestra “mitología”. Ahora escuchen esta otra cita:

«Mientras que la psicología de la conciencia nunca salió de aquellas series lagunosas que
evidentemente dependen de otra cosa, la concepción según la cual lo psíquico es en sí inconsciente
permite configurar la psicología como una ciencia natural entre las otras».

De suerte que Freud asevera que el psicoanálisis es una ciencia natural entre las otras.
Es esto lo que le critican todos los epistemólogos, porque efectivamente el psicoanálisis no
es una ciencia natural como las otras, no lo es en absoluto. Entonces, ¿en qué quedamos?
¿Se trata de una ciencia natural o de una mitología? ¿Es una filosofía, o no lo es? Veamos
por qué Freud dice que es una ciencia natural.

«Los procesos de que se ocupa son en sí tan indiscernibles como los de las otras ciencias químicas y
físicas, pero es posible establecer las leyes a que obedece, perseguir sus vínculos recíprocos y sus
relaciones de dependencia sin dejar lagunas o largos trechos [...] Por tanto concuerda en un todo con
nuestra expectativa de que los conceptos fundamentales de la nueva ciencia natural, sus principios,
(pulsión, energía nerviosa entre otros)...».

Pulsión, energía nerviosa y se detiene ahí, no agrega nada más. ¿Entienden por qué?
Porque estas nociones son para Freud las que más hacen al psicoanálisis una ciencia
natural. Sin embargo, algunos años antes había dicho que se trataba de una mitología; e
incluso antes había dicho que no era una filosofía. Pero constatamos que es ciertamente
algo del todo filosófico cuando Freud reconoce que todo el planteo puede reconducirse en
definitiva a un caso de criptoamnesia. Con lo cual, observen que la postura adoptada para
acceder a la noción de «pulsión» es verdaderamente muy complicada...

INTERVENCIÓN: Esos dos elementos bastarían para hacer del psicoanálisis una ciencia
natural, porque con ellos se constituye una dinámica psíquica que remeda el concepto de
dinámica que tenían Newton y Aristóteles.................. [inaudible]....................

A.E.: Vamos a discutirlo. Pero no hay que perder de vista que él mismo había dicho que se
trataba de nuestra “mitología”. Lo dijo precisamente en el capítulo en que define a la
pulsión.

- 12 -
«ANÁLISIS PARCIAL DEL CONCEPTO DE PULSIÓN»

INTERVENCIÓN: Es una mitología porque lo tomó de los presocráticos, de Empédocles por


ejemplo. Estaba hablando de una ciencia natural ............... [inaudible]...................

A.E.: Cierto. Se discute si Empédocles fue el primero que introdujo la idea de


experimentar en ciencia porque él argumentaba con la clepsidra, con esa botella de cuello
largo y boca ancha arriba con agujeritos, que servía para medir el tiempo por el flujo de
agua. Entonces, se discute si fue éste el primer intento de experimentación respecto de una
argumentación filosófica que la haría científica. Por supuesto que yo no les estoy diciendo
que la pulsión no sea un concepto científico dentro de una ciencia, sino que estoy
procurando llamar la atención sobre cosas que ya damos por sentadas. Y esto a fin de que,
en primer lugar, puedan ver que hay en Freud diversos accesos a la misma noción. Y, en
segundo lugar, en caso de tratarse de una ciencia, para que descubramos si es ciencia
natural lo que más le conviene. Quizá se trate efectivamente de una ciencia, pero no de una
ciencia natural.

El problema está abierto y vamos a trabajar muchísimo con la noción de energía. Más
aún, les propondré adentrarnos en el campo de la física. No encontré ningún comentarista
de Lacan, ni siquiera uno, que haya tomado la propuesta de Lacan de trabajar la energía
psíquica mediante el teorema de Stokes. Para ello he invitado a un profesor de física, muy
conocedor de este tema —que además es psicoanalista—, a que venga a darnos una clase
sobre el teorema de Stokes respecto de los flujos de líquidos en el seno de una línea cerrada
de Jordan o en una banda de Möbius. Nadie lo tomó, pero Lacan avanzó muchísimo en ese
sentido. Y yo sí pienso retomarlo.

Debemos pues ordenar un poco todas estas versiones, y elegir con cuál de todas ellas
vamos a quedarnos; si es que vamos tomar alguna, o si tal vez nos haga falta pasar a otras
versiones de «pulsión» menos contradictorias, que ganen en coherencia interna y mayor
aplicabilidad clínica en histeria y obsesión; como, por ejemplo, la teoría lacaniana de la
«pulsión».

La última cita de esta serie que les traigo es de «Pulsiones y Destinos de Pulsión».6
Y, a propósito, les adelanto que Lacan propone sustituir el término “destino” por el de
“vicisitud”. De este escrito de Freud, les leeré entonces sólo una cita:

«Un concepto básico convencional de esa índole, por ahora bastante oscuro, pero del cual en
psicología no podemos prescindir, es el de pulsión. Intentemos llenarlo de contenido desde diversos
lados».

Yo les propongo empezar por este lado, muy humildemente: pulsión es una
convención entre los psicoanalistas para responder a determinados problemas que se nos
presentan en nuestra clínica, en nuestra práctica; o sea, no sólo sirve para describir sino
también para operar sobre ello. Y me imagino que todos Ustedes deben haber pensado
cómo se opera con esa energía psíquica innata, para colmo adquirida en la réplica que la
6
«Triebe und Triebschicksale».

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ALFREDO EIDELSZTEIN

ontogénesis hace de la filogénesis. Yo prefiero ser más crítico con Lacan que con aquellos
que le siguen, porque entiendo y corroboro que todos los errores de los que vienen después
están originados en malas lecturas de los medio-dichos de estos autores. Para mí no existen
los tontos, no hay tontos. Los post-freudianos no eran tontos. Sin embargo, no tuvieron
problema en traducir Trieb por “instinto”. Eso debió haber tenido alguna razón. ¿Por qué lo
tradujeron así? ¿Alcanza con responder que eran tontos? No, en absoluto. Porque si eran
tontos, entonces también lo son nuestros pacientes, y lo somos nosotros, y todo parece
quedar del lado de la tontería. Me da la impresión de que hay motivos más importantes y
más útiles.

¿Por qué Melanie Klein llegó directamente a una teoría del instinto? Ustedes saben
que para ella se nace con cierta preponderancia del instinto de muerte sobre el instinto de
vida, lo que hace necesario —como consecuencia de que ese instinto de muerte hace sentir
miedo a la autodestrucción— proyectarlo externamente; y eso se vive de manera retaliativa
de afuera hacia adentro. Todo esto acontece desde el momento del nacimiento mismo. Con
lo cual, si eso no es instinto, entonces, ¿qué otra cosa podría ser? Klein sostiene que se nace
con más instinto de muerte. ¿Creen Ustedes que eso la hace tonta? A Strachey no lo
conocemos y suponemos que de cualquier modo también él debió haber sido tonto. Y ni
hablemos de López Ballesteros, que ni siquiera era psicoanalista...

INTERVENCIÓN: [inaudible].

A.E.: Hay muchos psicoanalistas muy encumbrados y reconocidos que hoy siguen
recomendando la traducción de Ballesteros antes que la de Etcheverry. No es ése mi gusto.
Pero para muchos todavía es dudoso cuál de las dos es la mejor. Desde mi punto de vista, la
más rigurosa en términos científicos es la de Etcheverry. Por eso la uso, confío más en ella.
De todos modos, en esa traducción también hay problemas.

Les decía entonces, ¿acaso Melanie Klein era tonta? Fue la única post-freudiana
importante, además de Lacan, que aceptó la pulsión de muerte postulada por Freud. Y, ¿por
qué acepta la pulsión de muerte, y la coloca como Freud en el eje de su teoría, leyéndola en
términos de “instinto” de muerte? Creo que es porque Freud lo explicó mediante Trieb,
llenándola de contenido energético inherente al estímulo, interno e innato. Les propongo,
pues, pensar si es ésta la mejor versión que podemos dar a este tipo de problemas.

Ahora, una única cita de Lacan tomada del seminario de Caracas, el Seminario
XXVII, publicado por Manantial en «Escisión, excomunión, disolución». Lacan comenta
allí el esquema de «El Yo y el Ello», y la noción de Ello considerada como reservorio de las
pulsiones. Entonces, estamos hablando del último seminario de Lacan, en 1980. Dice
Lacan:

«El saco, al parecer es el continente de las pulsiones. ¡Qué idea tan disparatada la de bosquejar eso
así!».

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«ANÁLISIS PARCIAL DEL CONCEPTO DE PULSIÓN»

Ésa es la idea de Freud.

«Sólo se explica por considerar a las pulsiones como bolitas que han de ser expulsadas por los orificios
del cuerpo una vez ingeridas. Que contrasta con la definición que Freud da de las pulsiones como
vinculadas a los orificios del cuerpo. Una fórmula luminosa que impone otra figuración que esta botella,
cualquiera sea su tapón [...] Se sigue de ello que lo mejor que puede hacer lalengua es demostrarse al
servicio del instinto de muerte».

A sus ochenta años de edad, ya a punto de morir, haciendo una oposición casi de
cierre entre su sistema y el de Freud, Lacan habla de “instinto” de muerte y no de
“pulsión”... ¡Es desesperante! Y habrán notado que inmediatamente antes había empleado
el término “pulsión”. En «Subversión del sujeto...» dedica todo un párrafo completo al
problema de “instinto”, “pulsión”, “Trieb”, “drive”, etc. Es el único autor teórico del
psicoanálisis que le dedica un párrafo. Etcheverry no es un psicoanalista teórico del
psicoanálisis, es un traductor muy serio, pero traductor al fin. El único autor que yo
conozco que le dedica un párrafo completo a este problema es Lacan, en ese escrito del año
‘60. Y vemos ahora que veinte años después dice que:

«Se sigue de ello que lo mejor que puede hacer lalengua es demostrarse al servicio del instinto de
muerte».

Entonces, ¿hay instinto de muerte?

«Es una idea de Freud, es una idea genial. Quiere decir, también, que es una idea grotesca. [...] La
idea de Freud es que el instinto de muerte se explica por el desplazamiento a lo mínimo del umbral
tolerado por el cuerpo, Freud lo designa como un más allá del principio del placer, es decir, del placer
del cuerpo. Hay que reconocer en todo caso que es en Freud el indicio de una idea más delirante que
todas las que yo he podido participar».

Es decir que, para Lacan, justo antes de morir, en el cierre de este último seminario
en Caracas, dice que la idea del “instinto de muerte” es una idea tan fulgurante como
delirante. Y Lacan, que fue sin duda un tipo que leyó bastante en su vida, dice justo antes
de morir que se trata de la idea más delirante que a él le tocó encarar.

Les propongo que seamos muy humildes, que no perdamos de nuestro horizonte la
idea de que hablar de “instinto de muerte” es un completo delirio, y que no por nada nadie
quiso y quiere aceptárnosla. Repensémoslo un poco más para ver qué función cumple y qué
utilidad tiene, además de qué coherencia interna lleva implícita.

La perspectiva con la que yo tiendo a encarar este tema es la que tomo del Seminario
7. Lacan dice allí, en la página 51, cuando está haciendo la relectura del «Proyecto...»:

«Pues bien, lo que les propongo este año no es simplemente ser fieles al texto freudiano y realizar su
exégesis, como si ésta fuese la fuente de una verdad ne variatur que sería el modelo, el lecho, la
vestimenta, a imponer a toda nuestra experiencia».

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ALFREDO EIDELSZTEIN

Yo también les propongo que no lo aceptemos así.

«Qué haremos? Busquemos el phylum, el despliegue de los conceptos en Freud».

Yo también les propongo ahora hacer lo mismo.

¿Cuáles son, entonces, los problemas que yo encuentro en la pulsión? En primer


lugar, éste del que les hablo: ¿por qué se la tradujo por “instinto”? Mi impresión es que hay
algo en el argumento de Freud que efectivamente reconduce al instinto. No sé si Ustedes
saben que Freud utilizó la noción de instinto, que la utilizó al menos diez veces —les traeré
todas las citas—, y que siempre utilizó “instinto” en el sentido común de instinto animal,
esto es, en el sentido del motivo por el cual el hornero construye su nido siempre de la
misma manera. Freud lo utiliza, emplea el término “Instinkt”; simple lo utiliza del mismo
modo para responder a los instintos de los animales. Strachey y López Ballesteros fueron
traductores muy cuidadosos de Freud, que quisieron mucho la obra de Freud. Entonces, les
pregunto: ¿cómo puede ser que se hayan equivocado tanto? ¿Es que habrá algo en el
argumento de Freud insuficientemente desarrollado?

En segundo lugar, escuchen esto:

«Ditrogesterona. Acción terapéutica: progestágeno. Reacciones adversas: puede presentarse sangrado,


cambio de flujo menstrual, amenorrea, edema [...] cuando se combina con estrógenos se han
observado tromboflebitis, embolismo pulmonar, trombosis y embolismo cerebral, elevación de la presión
ocular, y cambios en la libido».

Como este medicamento, hay muchos otros que, como reacciones adversas, alteran la
“libido”. No sé qué piensan Ustedes al respecto, pero yo creo que con esto ya ni sabemos
en dónde estamos parados... Aunque, en realidad, si efectivamente se tratara de una energía
corporal que hace a los tejidos y a los estímulos internos —muchas veces dijo Freud que
tiene que ver con un particular quimismo corporal—, es claro que algo de índole química
debería alterarla.

Y la opinión vulgar lo entiende de igual modo. Cuando a la mañana mi esposa se


levanta sin ganas de ir al hospital en que trabaja —es médica y el hospital está muy lejos de
casa—, suele decirme: “Hoy, no. Hoy no tengo libido como para ir al hospital”. ¿Qué quiere
decir que no tenga libido? Está tomada como equivalente de energía psíquica general. De
manera que podemos llegar a la conclusión de que Jung ha ganado finalmente el debate...
Pero no es considerada así en el Vademécum, para el que representa la gana sexual.
Precisamente a mi mujer le pedí este prospecto del que les leí algunas indicaciones. Y le
pregunté también qué quiere decir “libido” en términos médicos. Me confirmó que eran las
ganas sexuales pero, entonces, ¿qué quiere decir ella cuando dice que a la mañana no tiene
“libido” suficiente como para ir al hospital? Quizá esté queriendo decirme otra cosa...

- 16 -
«ANÁLISIS PARCIAL DEL CONCEPTO DE PULSIÓN»

Otro problema con la pulsión es el de su utilización clínica. Díganme sinceramente,


¿Ustedes utilizan pulsión de muerte y pulsión de vida, como principios fundamentales del
psicoanálisis, en la clínica cotidiana?

INTERVENCIÓN: [inaudible].

A.E.: Yo leo muchísimos materiales clínicos, muchísimos, en ateneos, en supervisiones, y


desde hace ya muchos años; pero jamás leí un material en que se diga “instinto de vida” o
“instinto de muerte”, o “pulsión de vida” y “pulsión de muerte”. Creo que se han llenado de
un contenido que no nos resulta utilizable en la clínica, es decir, perdieron su utilización
clínica.

Por otra parte, les hago otra pregunta: ¿acaso la pulsión no ha quedado hoy solamente
remitida a la perversión, es decir, a cuando las pulsiones no están unificadas por lo genital?
¿Cómo suele entenderse, por ejemplo al voyeur? Se habla de “mucha pulsión escópica”, de
unas ganas de ver tan intensas que suscitan el orgasmo. Es decir, la teoría de Freud de
1905, sin los agregados de 1910, 1915 y 1920; y, en definitiva, no mucho más que lo dicho
por los sexólogos de fin de siglo pasado.

Y, aparte, la cuestión de las impulsiones. Me parece que nosotros utilizamos la


pulsión cuando nos encontramos con alguien que hace cosas sin reflexionar mucho y
suponemos que se trata entonces de pulsiones desenfrenadas como por ejemplo las
adicciones, o la ingesta compulsiva de fármacos, que creemos que tiene que ver con lo oral.
Es ciertamente bastante dudoso que las adicciones tengan algo que ver con la pulsión oral,
¿entienden por qué? Por la zona erógena en juego. ¿Cuál es la zona erógena en juego
cuando uno traga una pastilla? No tiene nada que ver, decimos cosas sin tener idea de lo
que hablamos.
El masoquismo. Ahí sí, pareciera ser que la pulsión de muerte viene como anillo al
dedo. Aparecen así curiosas interpretaciones del tipo de comerse las uñas, que revela —
vaya uno a saber por qué— una personalidad masoquista. ¿Es masoquista comerse las
uñas? Pero, ¿cómo entendemos el masoquismo? A partir de la pulsión de muerte.

¿Y el masoquismo moral? Suele referírselo a la pulsión. Pero, pregunto, ¿cuál es la


zona erógena comprometida en el placer de ser insultado, despreciado, injuriado y
ultrajado? Es cierto que hay mucha gente que disfruta muchísimo cuando es insultada, y si
no se la insulta y ultraja no logra alcanzar el orgasmo. Pero, ¿qué tiene eso que ver con la
zona erógena?, ¿qué excitación del cuerpo es la que despierta el placer de ser insultado?
Verdaderamente, creo que debemos revisar un poco todas estas cosas.

Y, como decía Freud, la esquizofrenia es un ejemplo clínico de las pulsiones,


justamente cuando las pulsiones están todas desordenadas, no unificadas. Pero, justamente,
¿es en la esquizofrenia donde surge la noción de «pulsión»? Recuerdan que esto es de la
corriente de Psiquiatría Suiza, que aplica el psicoanálisis a la clínica con la psicosis, y que

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ALFREDO EIDELSZTEIN

de ahí viene la esquizofrenia. Así que no surge de la clínica freudiana con la histeria y la
obsesión.

Y otro problema más. Para los lacanianos en general y los comentaristas de Lacan es
muy habitual que se haga un nexo entre Freud y Lacan en cuanto a la importancia que
ambos autores dan a la pulsión en general, y a la pulsión de muerte en particular. Ambos
destacaron la fuente, Quelle, la meta, Ziel, el objeto, Objekt, el esfuerzo, Drang. Con lo
cual, me da la impresión fr que hoy día es común que el lector de Lacan, que el lacaniano
practicante y el comentarista de Lacan piensen que hay una muy fuerte continuidad de
ideas entre Freud y Lacan en torno a la noción de «pulsión». Pero quiero plantearles, sin
embargo, una polaridad entre uno y otro, de acuerdo a algunos ítems que pasaré a
enumerar.

Para Freud la pulsión es el nexo, la ligazón entre lo anímico y lo corporal, entre lo


psíquico y lo somático. Toda vez que la define, Freud lo hace del mismo modo. Para
Lacan, no es lo anímico con lo corporal, sino ($ ◊ D). Ésta es la fórmula de la pulsión. Y,
¿en dónde figura aquí lo corporal? El rombo es un signo de relación, de unión. Sea como
fuere, une esos dos términos. Por su parte, Jacques-Alain Miller le critica a Lacan esta
fórmula.

INTERVENCIÓN: [inaudible].

A.E.: Pero la demanda es ultra simbólica. La demanda es una cadena significante sostenida
por el Otro. Y el otro término es el sujeto dividido por efectos de lenguaje. Haciendo un
gran forzamiento, uno puede decir que el cuerpo está en este rombo. Pero ocurre que Lacan
jamás lo pone ahí; nunca dijo que a ese lugar fuera el cuerpo, porque, aparte, se trata de la
unión entre dos cosas. De suerte que a la pregunta de si a este respecto hay continuidad
entre Freud y Lacan, no podemos responder afirmativamente. Aquí en cambio una
disparidad muy grande entre ambos. Lo cual, desde mi punto de vista, no significa nada
grave, no hay por qué tomárselo a la tremenda. Dedicaremos una clase completa a la
fórmula lacaniana de la pulsión.

Jacques-Alain Miller se la critica, porque dice que Lacan todavía “no sabía mucho
Lacan”, y que en cambio debería haber escrito sujeto barrado rombo objeto a ($ ◊ a);
porque como a la altura del Seminario VI aún no tenía formulado el objeto a, y que das
Ding recién se plantea en el Seminario 7; y porque el falo simbólico se trabaja recién en el
Seminario VIII; pues entonces Lacan se había equivocado en poner la “D” mayúscula en la
fórmula de la pulsión. No obstante esta crítica de Millar, voy a demostrarles que Lacan la
justamente escribe así porque esto es lo que manifiesta la clínica de la histeria y la
obsesión; más aún, Lacan dirá que es eso lo que justifica que la clínica de la pulsión haya
sido desarrollada y tipificada en histeria y obsesión, y no por ejemplo en las impulsiones o
esquizofrenia.

- 18 -
«ANÁLISIS PARCIAL DEL CONCEPTO DE PULSIÓN»

INTERVENCIÓN: [inaudible].

A.E.: Es increíble pero así y todo razonable, porque Lacan no tenía todavía la noción de
objeto a.

La libido desde el punto de vista freudiano. En el punto anterior nos quedó pendiente
la respuesta a la pregunta de en dónde ubicar lo somático en la fórmula lacaniana de la
pulsión. Ahora vamos a examinar la libido. Por el momento, dejemos a mi mujer de lado
con sus medicamentos que actúan sobre la libido. Diremos, con Freud, que la libido es la
energía psíquica sexual, aunque no sepamos muy bien qué quiere decir eso. Ahora bien, en
Lacan, la libido se trata de un órgano; no un órgano cualquiera, sino la lamelle, la
laminilla. Observen que no tiene mucho que ver con el planteo freudiano.

La Vorstellungsrepräsentanz, en alemán —ni siquiera sabemos bien cómo traducirlo


— es el representante representativo de la pulsión que, para Freud, está reprimido
originariamente. Sea como fuere, para Freud es aquello primordialmente reprimido que
representa a la pulsión en el psiquismo Por su parte, para Lacan, se trata del S 2. No pierdan
de vista que es subíndice 2, mientras que para Freud, si se trata de lo primordialmente
reprimido, tendría que ser algo de la índole del 1. En su Seminario 11, Lacan dice varias
veces que la Vorstellungrepräsentanz es el S2. Desde luego, decir que S 2 está
primordialmente reprimido ya no significa nada, es una contradicción absoluta de todos los
términos.

Observen que la disparidad entre Freud y Lacan es pronunciada, y aun lo es en mayor


medida en lo que concierne a la pulsión.

Otro aspecto de oposición. ¿Cómo entra en el psicoanálisis de cada uno de estos


autores, en sus teorías, el cuerpo biológico? Para Freud, como estímulos endógenos —
recuerdan que eran aquellos de los cuales uno no podía escapar. Y hay un interesantísimo
problema teórico que discutiremos si disponemos de tiempo; un problema sobre el que en
general nadie discute, pero para el Lacan da una coartada: ¿por qué la fuerza de la pulsión
es constante? Para Freud, el estímulo externo es discontinuo, pero el endógeno es
constante. Freud nunca lo explica, nunca dice por qué es constante. Pero sea como fuere, el
cuerpo biológico entra como estímulos endógenos. Para Lacan, hace su entrada mediante el
goce, que en el álgebra se escribe con jota minúscula —jouissance, en francés. Pero, ¿cree
Ustedes que estímulos endógenos y goce son la misma cosa?

Otro problema más: la Wiederholungszwang, la compulsión de repetición. ¿Cómo la


entendemos? En Freud se explica mediante la réplica que la ontogénesis hace de la
filogénesis; esto es, que experiencias significativas muchas veces repetidas en la historia de
la humanidad quedan como una herencia filogenéticos a ser actualizadas, repetidas
ontogenéticamente. Esto sería algo así como que todos reproducimos el asesinado del padre
de la horda primitiva. Ya les expliqué que hay una teoría científica indiscutible que
demuestra que la ontogénesis no replica a la filogenia. En biología, la noción de replicación

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ALFREDO EIDELSZTEIN

está totalmente puesta en discusión. Sólo unos muy pocos animales replican, y seguramente
el ser humano no. Pero, ¿cómo se propaga, cómo se mantiene esa memoria? ¿Cómo hace el
hornero para saber que tiene que hacer un nido de acuerdo a una técnica precisa? Ese saber
genético, en biología, se denomina “instinto”. Éste es el problema. Mientras que para
Lacan la Wiederholungszwang se explica como automatismo de repetición de la cadena
significante, haciendo de lado todo el problema genético —se trata de la cadena que
recuerda, y no la genética. Ven que el sistema es absolutamente dispar.

Finalmente, la pulsión de muerte. Para Freud se caracteriza por ser innata, y para
Lacan es un efecto del significante —aquello que llama «segunda muerte». Lacan dice que
la pulsión de muerte efectivamente existe pero que la muerte en juego es otra; no tiene nada
que ver con la biología, ni con el quimismo, ni con lo innato, ni con las sustancias de
Empédocles; sino que es un efecto del significante. Y por eso, como no es lo mismo que la
muerte biológica, la llama “segunda muerte”. No sé si Ustedes se acuerdan de que la toma
de la cita que Sade hace del sistema del Papa Pío XII, sobre la segunda muerte. Cuando
llegue el momento, voy a traerles el testamento de Sade para que vean cómo se posicionó
respecto de la segunda muerte. Es muy interesante.

Para concluir, les propongo la siguiente pregunta: ¿para qué problemas se aplica la
noción o el concepto de «pulsión» en la clínica de la neurosis de transferencia? Así,
podemos pensar qué explicación le damos y vemos si nos sirve, o sea, un procedimiento
muy científico que consistirá en leer a Freud y a Lacan. Procederemos lo más
científicamente posible, sin creer que las cosas son porque ellos dijeron que así eran, sino
que encontraremos aquellos problemas con que se enfrentaron y examinaremos la
explicación que al respecto dieron para operar sobre esos problemas. La operatoria sobre el
problema es lo crucial, porque si alguien nace con mucha pulsión de muerte —tal como se
plantea Melanie Klein—, ¿qué resta hacer? Nada.

Adentrémonos entonces en el primer problema clínico: ¿cómo puede ser que haya
una memoria o un saber transindividual o transexperiencial? Sean sinceros, ¿Ustedes creen
que el Hombre de los Lobos recordaba que a los seis meses de vida, una calurosa tarde de
verano no muy soleada, mientras dormitaba en su cunita, se despertó encontrando ante sí la
escena en que su padre le hacía a su madre el amor a tergo? ¿Creen que un bebé de seis
meses podría recordarlo? Ustedes saben que el Historial del Hombre de los Lobos es el
único que se hace luego de la teoría de las pulsiones. Es el último y, para colmo, el que
plantea más problemas diagnósticos. ¿Se acuerdan de que tenía un poro de la nariz que se
le convertía en vagina, y que sólo podía tener relaciones sexuales a tergo con fregonas?
¿Cómo explican que el tipo tenga semejante fijación libidinal? Hay que explicar la fijación
libidinal.

Otro problema: ¿cómo explicamos el goce en relación con el deseo y a las


necesidades corporales? Porque efectivamente hay una paradoja del goce. ¿Ustedes se
hurgan o no con la lengua la encía lastimada luego de la intervención del dentista? Duele

- 20 -
«ANÁLISIS PARCIAL DEL CONCEPTO DE PULSIÓN»

un poquito, ¿no? ¿Cómo lo entendemos eso? ¿Por qué uno goza con ese dolor? Ahí
tenemos un problema, esto es, ¿cómo entendemos que haya una satisfacción en el dolor,
mucho más allá del masoquismo? Más aún, les pregunto: ¿cómo se justifica que alguien
quiera su mal aun más allá de saber la causa de sus actos? ¿Por qué alguien busca su mal a
pesar de que ya sabe la causa?

Bien. Voy a leerles la definición de «pulsión» que está en la página 123 del tomo VII,
en un agregado de 1915 que Freud hizo a «Tres ensayos...». Es la definición canónica:

«Por “pulsión” podemos entender al comienzo nada más que la agencia representante [ Repräsentanz]
psíquica de una fuente de estímulos intrasomática en continuo fluir..».

Ya conocen muy bien esta definición, ¿no? Entonces, les pregunto, ¿cómo se articula
esta definición con la pulsión de muerte? ¿Cuál es la zona de la pulsión de muerte?, ¿cuál
es la fuente intrasomática de estímulos en la pulsión de muerte?

INTERVENCIÓN: [inaudible].

A.E.: Pero, ¿es destrucción tocarse la encía lastimada? ¿O es más bien un problema de
goce? Por problemas de tiempo, no puedo ahora hacer una recuento de todo el conjunto de
problemas. Simplemente, les pregunto: ¿qué necesidad tenía Lacan de introducir un
concepto nuevo como el de «goce»? Es que hacía falta un concepto nuevo como el de
«goce» para evitar caer en explicaciones masivas que en definitiva no explican nada. La
noción de «pulsión» tiene diversas facturas. A veces, Lacan la entiende como “aparejo”,
pero otras veces no. Cuando la pulsión se convierte en amor —«INTRODUCCIÓN DEL
NARCISISMO»—, ¿cuál es la fuente de ese amor? ¿Es que el amor parte, de algún modo, del
cuerpo? Se dice que del “corazón”, pero es claro que no del corazón concreto, el corazón
real.

INTERVENCIÓN: [inaudible].

A.E.: Pero, ¿es que las puntas de los dedos, las células de las uñas quieren ser comidas? Si
apelamos a este tipo de explicaciones, no hay nada que impida aplicarlo también a los
animales —se nos desvanece lo específicamente humano de la pulsión. Es cierto que no
hace falta que todas las pulsiones del sujeto humano le sean exclusivas, porque las grandes
necesidades corporales están también en los otros animales. Pero con esta explicación
biológica, adviertan que se pierde toda utilización clínica, porque no solamente que dejó de
ser de la clínica psicoanalítica sino que también dejó ya de ser específica del ser humano
hablante y pasó a ser relativa a la sustancia viva. Podría ser, pero no nos serviría para
histeria y obsesión —que no son propiedades de la sustancia viva.

Les propongo poner los problemas sobre la mesa e intentar empezar a resolverlos
desde la próxima reunión. Hay ciertamente muchos problemas y quizás con Lacan
tengamos una solución más coherente. Para ello tendremos que aceptar criticar a Freud

- 21 -
ALFREDO EIDELSZTEIN

porque sostener ambas posiciones al mismo tiempo nos dejará irresueltas todas las
contradicciones, perdiendo toda la ganancia que el esfuerzo del legado de Lacan puede
llegar a producir.

INTERVENCIÓN: [inaudible].

A.E.: Sí, el de las dos oleadas de la sexualidad humana es un grave problema teórico. En
primer lugar, se lo explica como reproducción filogenético, que no lo es. En segundo lugar,
el problema que tenemos es que no todos los animales de las especies superiores, las más
próximas a la nuestra, nacen y sin más se ponen de inmediato a copular. En casi todas
sucede que los órganos sexuales se desarrollan al cabo de cierto tiempo. Freud dice que las
dos oleadas son específicas de la sexualidad humana, pero si es madurativo sería
compartido con otras especies, y no todas las especies empiezan a copular de inmediato.

INTERVENCIÓN: [inaudible].

A.E.: ¿No puede haber representación sin sensación? Yo no acepto ese principio. Para mí,
lo que no puede haber es representación sin Otro; la representación viene del Otro, no de la
sensación —es asociada a la representación.

INTERVENCIÓN: [inaudible].

A.E.: Yo no digo eso. Digo que la única condición necesaria que tiene la
representación es que esté antes que su asimilación, pero no así la sensación. Puede uno,
por ejemplo, tener la representación del martirio de Cristo sin tener ninguna sensación al
respecto. No les doy un ejemplo cualquiera, estoy trayendo un ejemplo puro de la teoría
lacaniana, que es lo que Lacan propone como efecto primero del significante, esto es, la
Pasión de Cristo. ¿Puedo sentir la Pasión de Cristo? Yo no la siento, pero podría sentirla,
puedo imaginarla; he sentido la de otros, me viene del significante. Es inverso a lo que vos
propones del orden de relación lógica.

Quiero terminar la clase con una importante cita de Lacan del Seminario 7. Está
justamente en donde les decía que Lacan presenta la segunda muerte. Saben que el
Seminario 7 fue para Lacan el mejor de sus seminarios, con el que él se sentía más
contento. Hay en este seminario un grupo de clases que se llama «La Paradoja del Goce».
En este apartado se encuentra la clase «Antígona en el entre-dos-muertes». Les leo un
pasaje que Jacques-Alain Millar intituló como “La Pulsión de Muerte”, que está en las
páginas 336 y 337 de la edición castellana. Vamos a ver si para Lacan se trata de comerse
las uñas, o no. Conocen la historia de Antífona, ¿no? Hay allí una torsión moebiana entre el
destino de Antífona y el de su hermano. El destino del hermano es estar muerto pero estar
insepulto; el destino de Antígona es estar viva pero sepultada. Y lo llamativo de Antígona
es que ella va a su propia muerte, a pesar de las múltiples advertencias de su hermana.
Ismene intenta disuadirla a favor de la ley de la ciudad, pero Antígona permanece es su

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«ANÁLISIS PARCIAL DEL CONCEPTO DE PULSIÓN»

posición de responder a la ley familiar, a la ley de la familia, a la ley de de los Labdácidas,


tan marcados por este destino funesto.

Entonces, efectivamente, Lacan propone que Antígona está en el entre-dos-muertes


cuando está enterrada en vida, emparedada. ¿Recuerdan lo que dice Antígona para
justificar su acto? Dice que ella no podrá volver a tener un segundo hermano, pero que sí
podría tener otro marido. Pero ocurre que mientras está ahí dentro, emparedad, se lamenta
y añora no haber tenido ni marido ni hijos. Cuando se despide de la vida, también se
lamenta por lo lindo que tiene la vida. Y Lacan dice ahí:

«El efecto de belleza es un efecto de enceguecimiento. Todavía pasa algo más allá que no puede ser
mirado. En efecto Antígona declaró sobre sí misma y desde siempre: Estoy muerta y quiero la muerte.
Cuando Antígona se pinta como Níobe petrificándose, con qué se identifica?».

Efectivamente, léanlo porque Antígona lo dice. Lacan se pregunta con qué se


identifica.

«Sino con ese inanimado en el que Freud nos enseña a reconocer la forma en que se manifiesta el
instinto de muerte. Se trata efectivamente de una ilustración del instinto de muerte».

¿Saben quién es Níobe? Hay dos Níobe en la mitología griega.

«Níobe es hija de Tántalo y por tanto hermana de Pélope, casó con Anfión y según se dice la mayoría
de los mitógrafos tuvo siete hijas y siete hijos, otros dicen diez y diez, veinte y veinte. Feliz y orgullosa
de sus hijos Níobe declaró un día que era superior a Leto, madre sólo de un hijo y una hija. La diosa
Leto ahuyó y ofendida pidió a Apolo y a Artemis que la vengasen. Así lo hicieron y las dos divinidades
mataron a todos los hijos. Dicen que solamente se salvó uno y otro. En la versión de la leyenda tal
como la cuenta la Ilíada los hijos de Níove permanecieron 10 días insepultos. Al undécimo fueron
sepultados. Es la versión más reciente. Níove en su dolor huyó junto a su padre Tántalo donde los
dioses la transformaron en roca pero sus ojos siguieron llorando y se enseñaba la roca que había sido
antes Níove, de la que fluía un manantial».

Vieron que muchos de los personajes de la mitología griega explican los fenómenos
naturales. Al manantial se lo llamaba Níobe, y lo explican como una madre llorando
porque había perdido a sus hijos.

¿Ven lo que es el “retorno a lo inanimado” de Lacan? Nada que ver con el estímulo
innato, nada que ver con Eros y Tánatos. En absoluto, nada que ver con Empédocles, sino
tan sólo este entre-dos-muertes en el que alguien puede identificarse estando vivo —sin
necesidad de comerse las uñas— a la otra muerte, que es la muerte del significante. Para
Lacan, justamente, Antígona está identificada al instinto de muerte. ¿En qué punto? En el
punto en que se considera absolutamente una piedra. No me van a negar que es un ejemplo
muy sorprendente con respecto a aquello que nuestro habitual sentido común nos hacía
entender de la pulsión de muerte.

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ALFREDO EIDELSZTEIN

Desgrabación: Lic. Nancy Fontana


Establecimiento del texto: Lic. Luciano Echagüe

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