La Causa Fundamental Del Sufrimiento Humano
La Causa Fundamental Del Sufrimiento Humano
La Causa Fundamental Del Sufrimiento Humano
1. Psicología. I. Título.
CDD 150
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Prólogo
El Autor
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Introducción
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Cuenta una leyenda que cierta vez un discípulo se presentó a un
Maestro de Sabiduría que vivía en la profundidad de un umbroso
bosque por donde corría un río, y le pidió que le diera sabiduría. En-
tonces el Sabio le sumergió la cabeza en el agua hasta que el joven
tuvo que realizar un gran esfuerzo para no morir ahogado. El Maes-
tro le preguntó qué lo impulsó a reaccionar de ese modo. – La nece-
sidad de vivir– fue la respuesta, a lo que aquel le replicó: –Bien, cuan-
do necesites la sabiduría tanto como respirar, la tendrás.
Debe quedarnos claro que para trascender el sufrimiento, te-
nemos que necesitar desesperadamente transformarnos en un ser
humano verdaderamente bueno. Es cuestión de vida o muerte, “de
ser o no ser”. Como se ve estamos relacionando bondad con la solu-
ción del sufrimiento… ¿podemos comprender la vinculación entre
ambos conceptos?
No se debe tomar con ligereza el tema del sufrimiento. El proceso
de su superación no es una panacea mágica. Mucha gente no quiere
descargar de su “mochila” psíquica la pesada carga que cree que al-
guna vez va a necesitar, pero lo único que consigue es que aquí y
ahora se dificulte su camino por la vida.
Queremos conocer la raíz del sufrimiento para disolverlo. Esto re-
quiere de un proceso profundamente revolucionario. No hay verda-
dera revolución interior, no hay real posibilidad de descubrimiento de
nada, si uno se apoya en la autoridad intelectual, psicológica o espiri-
tual de alguien. ¡Exhorto humilde y fervientemente al lector a que
discrimine, razone y discierna por sí mismo!
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El Ser Humano, su Personalidad, su Vida
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como si estuviéramos psíquicamente bajo la acción de una potente
anestesia…. Entonces al no percibir el sufrimiento no actuamos sobre
su causa (!). Es increíble que el ser humano sea capaz de inyectarse
anestesia total a su propio “cuerpo” psíquico, pero es real y más fre-
cuente de lo que se cree (!).
Entonces, padecemos sufrimientos físicos así como psicológicos.
Acerca de los primeros, tenemos dos ejemplos muy patéticos en la
historia reciente de lo que la humanidad puede provocar: 1) en el
siglo XX hubo dos guerras mundiales que produjeron más de 10 mi-
llones de muertos la primera y más de 50 millones la segunda; 2) ya
en el siglo XXI, según las Naciones Unidas (en el año 2010) se iban
diariamente a dormir con el estómago vacío más de 1000 millones de
personas en el mundo (!!).
Por otra parte, respecto de lo físico está el hecho de que somos
vulnerables a enfermarnos, a sufrir accidentes, etc.
Respecto de lo psicológico, podemos enumerar varias situaciones
emocionales que nos producen dolor: sensación de inseguridad en
general o miedos varios (a los ladrones, a los perros, a las tormentas,
a fracasar, a que me dejen de querer, etc.); frustración, celos, envidia,
confusión, ansiedad, etc.
Parecería que la naturaleza del sufrimiento surge de la naturaleza
del ser humano ya que es frágil y vulnerable, tanto en lo físico como
en lo psíquico… Pero, ¡un momento! analicemos mejor la cuestión. ¿El
problema del hambre es natural o es producido artificialmente por
nosotros? El hambre no es consecuencia de que los recursos natura-
les del planeta no alcanzan. El enorme desperdicio de ellos por el
consumismo desenfrenado de la minoría, junto con la pésima e injus-
ta distribución de las riquezas, produce ese flagelo. Es algo que se
podría evitar; entonces el hambre es un problema artificial.
Respecto de las enfermedades, es un tema que se podría solucio-
nar y sobre todo, prevenir. Esto lo desarrollaremos en el parágrafo
correspondiente. Pero podemos adelantar que, salvo las enfermeda-
des o limitaciones físicas de nacimiento, las demás son, casi todas de
origen emocional.
La mayoría de los accidentes son por negligencia, por lo tanto
evitables. Y hay otros que ocurren no por casualidad…
Vayamos ahora a los sufrimientos que surgen de nuestras perso-
La causa común
nalidades. ¿Hay una causa común a todos ellos? Sí, el egoísmo (!).
Este término es un tanto controvertible, de modo que quisiera defi-
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nirlo antes de continuar con nuestra investigación. Vamos a entender
por egoísmo al estado por el cual el aspecto mental-emocional de Definición de
egoísmo
nuestra personalidad está dirigido enteramente a nosotros mismos.
Esto significa que desde que me levanto hasta que me acuesto, du-
rante todo el día el centro soy yo. Mis pensamientos y mis emociones
están polarizados1 en mí mismo, conciente o inconcientemente, di-
recta o indirectamente. Por supuesto que puedo intentar refutar esto
de muchas maneras para justificarme o negar que soy egoísta. Ahora
citaré algunos de los ardides o falacias típicas:
–Yo pienso y me preocupo mucho por mi esposa/o, por mis hijos,
Justificaciones
mi abuelita, mis amigos, mi perro, etc. Curiosamente siempre hay un
mi (mis) adelante… lo cual implica que ellos son una proyección de tu
ego.
–Con mi empresa doy trabajo a varias personas- Sí, pero la em-
presa es tuya y sos vos el que acumula capital.
–Hago caridad, ayudo a los demás–. Claro, te ubicás en un plano
de superioridad y te sentís bueno/a fácilmente.
–Pertenezco a una religión, voy a la iglesia (o al templo), soy una
persona espiritual–. Necesitás sentirte buena persona porque incon-
cientemente te sentís culpable…
–Tengo ideas políticas progresistas, sé que hay que distribuir las ri-
quezas, tiene que haber justicia social, etc. Muy bien, pero ¿cómo sos
en tu vida personal? ¿Compartís todo sin temor ni mezquindad?,
¿trascendiste los celos y la posesividad con tu pareja, con tus hijos…?
¿Te revolucionaste internamente, tus ideas son coherentes con tus
actos cotidianos?
–Quiero tener hijos míos para amarlos, protegerlos y brindarles lo
mejor. Ajá, ¿y por qué tienen que ser “tuyos” los niños?, ¿no podés
amar a cualquiera en cualquier momento?
También hay personas que atribuyen su sufrimiento a que: –me
ocupo siempre de los demás, debería ocuparme de mí. No quieren ver
que se ocupan de los demás para atraerlos hacia sí y si es posible
generarles dependencia.
En fin, hay muchos más autoengaños por el estilo… y el portador
de ellos generalmente se los cree, pero el hecho es que nadie hace
nada por nadie si no recibe alguna satisfacción a cambio. Nadie,
1
Definimos “polarización” como la concentración de la energía, en este caso psí-
quica, en un punto.
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o casi nadie, se entrega a los demás porque sí, simplemente por
amor a la justicia y la verdad. Y si corre algún peligro, mucho menos.
Por otro lado, está la falacia de que existe un tipo de egoísmo
bueno o necesario: lo que tiene que ver con mi propio cuidado, ali-
La falacia del
mentación, higiene, cuando busco tener una vivienda digna, una “buen” egoísmo
buena calidad de vida, etc. Aclaremos que esto no tiene nada que ver
con el egoísmo, esto es quererse a sí mismo, lo cual es lo contrario al
egoísmo. El que realmente se ama a sí mismo, ama a los demás. El
egoísta no se ama, por eso, para compensar este hecho, necesita
proporcionarse muchas cosas: dinero y bienes materiales por demás,
afectos (“que me quieran”), reconocimiento público, prestigio, poder,
fidelidad, respeto, obediencia, etc. Inconcientemente cree que todo
esto (o lo que pueda lograr) va a sustituir su incapacidad de amar,
entonces paradójicamente provoca un estado de permanente insatis-
facción y dolor (!). Nadie puede ser feliz, o ni siquiera estar en paz, si
es una máquina de buscar sensaciones agradables, tanto físicas como
emocionales. Cuando uno busca el placer, en lugar de otros valores
muy superiores, termina “cosificando” a las personas con las que
desarrolla cierto afecto. Esto significa que se hace utilitario, posesivo
y celoso. El (o ella) es “mío” (o “mía”) y su responsabilidad es satisfa-
cerme…, si no lo hace, tengo derecho a enojarme.
El problema empeora cuando en parejas de novios, de esposos, o
simplemente de amigos, las dos partes realizan esta transacción o
“negocio” implícitamente, apoderándose mutuamente para el logro
de la seguridad y el placer recíprocos. Este tipo de relaciones simbió-
ticas están destinadas, tarde o temprano, a la destrucción psíquica de
ambos con gran dolor.
Si nos basamos en lo que estamos diciendo, podemos darnos
Todos somos
cuenta que prácticamente todos los seres del mundo somos egoístas. egoístas
Solamente muy pocos no lo son, o no lo fueron. ¿Quiénes? Por
ejemplo Moisés, Buda, Jesús, Mahoma, Lao Tsé han sido seres en los
que el eje de sus vidas no ha estado en sí mismos. Antes bien, se han
dedicado a los demás sin que éstos sean necesariamente parientes o
amigos. De hecho Jesús abandonó a su madre a temprana edad; asi-
mismo Moisés a su hijo y esposa; como también el Buda.
Más recientemente y en otros aspectos, Gandhi, Luther King,
Mandela, etc. también se han abocado al servicio de causas no ego-
céntricas. Por supuesto más de un “intelectualoide” dirá que de algún
modo esas personas también gozaban o se sentían bien haciendo lo
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que hacían, que tenían una especie de egocentrismo sutil. Pero esta
afirmación surge del rechazo a que algunos otros puedan haber tras-
cendido lo que yo no. “Todos tienen que ser tan miserables como
yo”.
Esos excepcionales seres no solo han vivido pensando en el bien
común más que en el propio o el de los “suyos”, sino que han estado
dispuestos a renunciar a su bienestar, su libertad o incluso su vida.
Suelen pasar todo tipo de penurias (prisión, tortura, incluso asesina-
to), porque sus servicios2 chocan terriblemente con lo establecido. No
resiste el menor análisis la idea de que “me puedo sentir bien sin-
tiéndome mal”.
Ahora bien, estamos viendo que todos (salvo pocas excepciones)
somos egoístas. Esto explicaría el sufrimiento que provocamos a los
demás, pero ¿cómo se entiende que la persona egoísta sufra debido
a su propio egoísmo? Bien, este punto es central en nuestra investi-
gación y lo iremos desarrollando claramente en el transcurso del li-
bro. Sin embargo, si tenemos una mente abierta, podemos ir sospe-
chando que el sufrimiento del egoísta es más psicológico que mate-
rial. ¿Por qué? Porque al ser egoístas tenemos temores, deseos insa-
tisfechos, ansiedades, cargos de conciencia (conciente o inconcien-
temente), culpas, somos celosos, envidiosos, orgullosos; además nos
Egoísmo =
ponemos fríos y más o menos “duros”, lo cual nos hace desagrada- Sufrimiento
bles, no merecedores del buen afecto o del verdadero respeto (que
no es miedo), etc.
El egoísmo es una congestión, una acumulación mórbida… es co-
mo un tumor, una embolia o una apoplejía…
Cuando sufro por el egoísmo de otros, por ejemplo soy víctima
de una injusta distribución de las riquezas, entonces mi calidad de
vida es inferior a la de otros que trabajan menos que yo… Esto me
produce un perjuicio enorme en las cosas físicas o materiales (vivien-
da, indumentaria, comida, etc.) y por añadidura, un daño “moral” o
emocional. Sin embargo, si soy honesto y trabajador, a pesar de mi
pobreza, tengo “la conciencia tranquila”, soy una persona más sim-
ple…3 No hay posibilidad de que alguien rico o poderoso pero inhu-
mano, pueda estar bien consigo mismo. El costo del propio egoísmo
es muy alto. El bienestar físico nunca compensa el enorme malestar
2
Entendemos por “servicio” como el trabajo o misión altruista de un ser amoroso.
3
Esto no implica que no debamos “luchar” para evitar la pobreza.
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psicológico, que existe con mucha fuerza aunque no se note explíci-
tamente (o justamente por eso).
11
La Defensa del Ego
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Pero la siguiente pregunta podría ser: ¿de la inmensa mayoría de
los que somos egoístas, hay distintos tipos, existen los matices, o es ¿Matices de
“blanco o negro”?, ¿podemos ser más o menos egoístas? Pero, si hu- egoísmo?
F1
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En rigor podríamos decir que el “tronco” que nutre a todos los
defectos que producen sufrimiento, cual “ramas” de un mismo árbol,
es el egoísmo. Y a su vez, la “raíz” que crea y alimenta a éste, es la
mente del ser humano corriente, que no la sabe usar adecuadamen-
te.
Ahora bien, si aceptamos la premisa de que todos somos egoís-
tas, debemos entender que nuestros padres, nuestros maestros,
nuestros sacerdotes y nuestros gobernantes, también lo son. Enton-
ces ¿qué podemos esperar de ellos? (!).
“Yo quiero cambiar” (supongamos que está hablando alguien que
siente esto de corazón), ¿qué debo hacer? ¿por dónde debo empe-
zar? ¿a quién voy a acudir? Queda claro que nadie es amoroso como ¿Qué debo ha-
cer para cam-
para poder y saber ayudar. Pero además, fundamentalmente, la pro- biar?
blemática interna solo la puede y la debe resolver cada uno…
Entonces, ¿por dónde comenzar y qué hacer? Bueno, ya tenemos
planteado básicamente el problema. Si tengo claro que todas las ve-
ces que me hablaron de amor desde mi infancia, para nada tenía que
ver con el verdadero; si ya sé que cuando una mujer desea ser mamá
es para recibir un beneficio, y para ello después tiene que producir
una personalidad dependiente en el hijo; si me di cuenta que el polí-
tico que tiene la aspiración de tener un cargo público, no es para ser-
vir al pueblo, sino para servirse de él; si veo que el “buen samaritano”
se hace el bueno para tener la conciencia tranquila; si reconozco que
el “amor” entre hombre y mujer más que nada tiene un móvil sexual
y de “perruno” afecto barato... En fin, si tengo el valor de aceptar el
hecho de que la gente vive diciendo y haciendo supuestas cosas bue- Descartar lo
nas que no tienen ningún contenido, que es sólo una fachada, que hay falso
16
El Amor
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¿Cuál es el próximo paso? Ahora me siento “en el aire”. Mi ten-
dencia va a ser aferrarme a algo nuevo que me de la seguridad que
perdí. Así que ¡cuidado! No debo estar ansioso por hacer nada. Debo
relajarme. Puede aparecer una tormentita de depresión y angustia. Si
es así, seré conciente que no solo es temporal, sino que es artificial.
Es mi mente despojada la que produce esas ridículas emociones. No
debo volverme loco pensando. Debo sentir con mi corazón, alma o
llámese como se quiera. No importa si no creo en la existencia del
alma. Sé que puedo (a veces me ha ocurrido) tener sentimientos que
surgen de quién sabe dónde, pero que trascienden mi cerebro, que
ni siquiera elijo… Eso sí, estos tipos de sentimientos no son egocén-
tricos y por lo tanto inexorablemente desembocan en la acción (!).
¿Qué es lo que voy a sentir? ¡Que quiero, con mucho ardor, vivir
de otro modo! de un modo distinto, libre, auténtico y verdadero!
aunque aún no sepa exactamente cómo… De hecho ya estoy sintien-
do que no sé qué hacer con mi vida. Esto no debe angustiarme ni
desesperarme, todo lo contrario, es motivo de inmensa alegría. Hay
presidiarios que están 20 ó 30 años presos, y cuando salen en liber-
tad sienten cierto extraño desasosiego. Una vez vi una película, basa-
da en un hecho real, que mostraba que el convicto que ya había
cumplido su larga condena, quería continuar en la prisión... Bueno, yo
no quiero seguir siendo un recluso. Ni de la cárcel conocida ni de
ninguna otra. No voy a buscar un gurú para que me enseñe a vivir, ni
voy a empezar a devorar ansiosamente libros “espirituales”. No voy a
depender de un psicólogo. Tampoco me voy a aferrar a una religión,
secta, partido político, ni a organización alguna, por más noble que
parezca.
Voy a comenzar a observar con interés y seriedad todo lo que
ocurre a mi alrededor y en mi interior. Quiero percibir con todos mis
sentidos (no sólo los cinco físicos) todo lo que hablamos y hacemos,
los demás y yo mismo. Tengo una sensibilidad mínima como para
darme cuenta de lo que la gente siente (sus verdaderas intenciones)
y lo que yo siento y pienso. Puedo auto-observarme sin analizar, sin Observar y au-
to-observarme
evaluar o comparar4. Simplemente dándome cuenta de todo lo que
pasa en mi mente y en mi emoción aquí y ahora, de instante en ins-
tante. Quiero observar todo sin motivo; porque sí. No para lograr
algo. No tengo expectativas por nada. Simplemente me gusta, ¡me
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De hecho ésta es la única manera de auto-observarse.
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encanta! observar y darme cuenta. Es el mejor deporte y nadie ni na-
da me puede impedir que lo practique. Además no es una actividad
que me canse, al contrario me da energía (!). Cuando me canso es
porque no estoy observando bien. Seguramente estoy buscando algo
o defendiéndome de algo… estoy pensando.
Se suele decir que es bueno trabajar. La gente habla con admira-
ción cuando algún vecino es “muy trabajador”. También se ha hecho
una cultura de los conceptos “tiempo y esfuerzo”. Parecería que todo
en la vida requiere de tiempo y esfuerzo; o sea de “trabajo”. Ni hablar
de aquellos que sostienen que “la vida es lucha”… Sin duda para los
asuntos físicos es necesario desarrollar esfuerzos. Hace falta mucha
energía para construir un edificio. Pero ¿qué pasa cuando quiero
“construirme” a mí mismo? El peor error es extrapolar lo material a lo
espiritual (o mejor dicho lo psíquico). Es común creer que todo en el
ser humano funciona como lo hace lo físico, lo concreto, lo material,
lo objetivo. Estamos tan polarizados en el mundo fenoménico que no
concebimos otra cosa. Sin embargo “lo otro” es muy distinto y obe-
dece a otras leyes. No podemos atrapar lo subjetivo en nuestro limi-
tado mundo de cinco sentidos físicos.
La atención nos da energía. La concentración nos quita energía.
Esto se debe a que la primera no es una función del cerebro (!). La
atención es algo holístico, la concentración algo puntual.
Para comenzar la tarea más importante del mundo, es decir
transformarme en un ser humano nuevo, en un ser bueno, ya tengo
la orientación básica.
Supongamos que dentro de unos días estoy invitado a una fiesta.
¿Cómo voy a aplicar lo que acabo de aprender? ¿Qué me pasa men-
tal y emocionalmente cuando conozco gente nueva? Para respon-
derme puedo recordar varias situaciones del pasado. Retroactiva-
mente registro que lo primero que sentía al conocer a alguien era si
esa persona me gustaba o no. Si me caía bien me ponía a conversar
con ella, si no la descartaba. Si era del sexo opuesto, y me generaba
alguna atracción sexual, mi interés aumentaba mucho. En todo caso,
puedo darme cuenta que lo que buscaba era recibir algún tipo de
satisfacción. Es la base de la “sociabilidad” ¿no es cierto? Lo siguiente
era tratar de caerle bien a quien me cayó bien (“vamo y vamo”). Para
esto hay que charlar, no importa sobre qué, pueden ser boludeces,
pero si resulta, si cautivo al otro/a con la estúpida personalidad que
le muestro, qué importa. Por supuesto, después del primer encuentro
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en que “ambas partes están en un todo de acuerdo”, producimos una
especie de contrato para seguir encontrándonos y pasarla bien. Así
nacen generalmente las amistades o las relaciones de pareja…
Lo importante es que a partir de ahora, yo elija conscientemente
cómo voy a relacionarme con la gente que conozca. ¿Cuál va a ser mi
actitud en la próxima fiesta? ¿Voy a volver a utilizar a los demás para
mi satisfacción y permitir que me utilicen? ¿O voy a tratar de observar
y aprender?
Como podemos notar, desde hace algunas páginas lo que esta-
mos desarrollando tiene que ver con conocerse a sí mismo. Mucho se Conocerse a uno
mismo
ha hablado de este tema. Pero ¿qué significa esto? La palabra “cono-
cer”, o sea adquirir conocimiento, me lleva a pensar que tengo que
estudiar, o leer, o escuchar a alguien que sabe acerca de tal o cual
tema. Es una función intelectual que lleva tiempo y esfuerzo. Bueno,
¡por favor! ¡el conocimiento de uno mismo no tiene nada que ver con
Auto- “darse
eso! Conocerme implica darme cuenta de lo que pasa dentro de mí cuenta”
frente a cada circunstancia: lo que pienso, lo que siento, lo que de-
seo, lo que temo, etc. Esto se realiza sin esfuerzo y sin pensar (!).
Cualquier animal se da cuenta cuando lo asecha un depredador sin
necesidad de pensar. Sé cuando tengo frío, calor, hambre, etc. sin
pensarlo. Por supuesto que no existe un método, sistema, ejercicio o
corriente espiritual, ni nada externo a mí para lograr el auto-
conocimiento. Quizás sea impropio decir auto-“conocimiento”… pro-
bablemente sea mejor decir auto-“darse cuenta”…
Bien, pero resulta que cuando estoy frente a otra persona, sigo
teniendo los mismos mezquinos impulsos de antes… ¿qué hago en-
tonces? El punto de partida tiene que ser reconocer sin atenuantes,
con total humildad, dichos impulsos. No negarlos ni disfrazarlos (¡!).
Citaré algunas anécdotas.
Estábamos hablando de cómo proceder en la vida varios jóvenes
(yo era el único viejo). D. I. tenía inteligentes 19 años, y aseveró que Cómo vivir
vez de cerrarme?!
Existen algunos estados en los que me olvido de mí mismo: al-
coholizado, drogado, muy excitado sexualmente o trabajando muy
intensamente. En cualquiera de ellos el ego está temporalmente au- Temporal olvido
sente. En esos estados no soy conciente de mis procesos mentales- del yo
emocionales. No siento el peso de mi personalidad, ni siento temor.
Por supuesto que pueden aflorar los “demonios” que estaban tapa-
dos en estado normal, pero, sin embargo en aquellos estados altera-
dos, siento cierta sensación de libertad…
Lo que pretendemos tras esta investigación psicológica, es lograr
un estado de verdadera liberación permanente. Esto solo se logra si
me olvido de mí mismo naturalmente, sin sustancias ni circunstancias
intensas forzadas.
N. P. es una bella jovencita de 18 años. Es inteligente, fina y equi-
librada. Al conocerla se la ve aplomada y segura de sí misma. No
obstante, cada vez que tiene una oportunidad, desarrolla sexo lo más
intensamente posible con cualquiera que se le cruza. Esta suerte de
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ninfomanía obedece a que a pesar de todos sus buenos atributos, no
se encuentra del todo bien consigo misma. Resulta que en su ámbito
familiar era la buena componedora frente a cada situación conflictiva.
En el colegio ganó un premio a la mejor compañera. En fin, siempre
pareció la más buena. No obstante cuando ve amenazada su impe-
cable imagen de sí misma por recibir la más mínima crítica, resiste
mintiendo, mintiéndose a sí misma, y creyéndose sus propias menti-
ras. Se transforma en mitómana.
¡Nadie que está realmente bien consigo mismo necesita evadirse
de ninguna manera! Y nadie que vive centrado en sí mismo está bien
consigo mismo.
A. L. es muy linda y delicada. Tiene 22 años. Sus modales son re-
finados y siempre cae muy bien. Se esmera en controlar su peso lle-
vando una dieta muy estricta pero no puede evitar tener siempre al-
gunos kilos de más. Claro, cuando nadie la ve, compulsivamente “pi-
cotea” cualquier sobra alimenticia que encuentra por ahí. Eso sí, para
tener ese carácter tan agradable, nunca se enoja con nadie, de hecho
jamás ha gritado, siempre se “traga” todo… En esas condiciones es
obvio que no puede estar en paz, ni puede regular su metabolismo.
C. G. con sus intensos 26 años, habiendo tenido una vida burgue-
sa muy acomodada, no soporta más vivir así. No acepta “terminar
como todo el mundo: con un matrimonio seguro y armonioso, un par
de hijos adorables, una linda casa, un buen automóvil y un trabajo
satisfactorio” (sic). Está angustiada, desesperada, llora sola frecuen-
temente. Ya sabe claramente lo que necesita: “conocer a un sabio”.
Este caso ha sido muy curioso, porque C. llegó a conocer a un hom-
bre que consideró un sabio. Muchos lo consideraban así. ¿Y qué pa-
só? Lo que era previsible: se aferró con uñas y dientes a él y no lo
dejaba en paz. Su posesividad fue feroz. Pero él, con toda su “sabidu-
ría”, no supo sacársela de encima.
G. es una morocha pizpireta, activa, de baja estatura, cálida y
atractiva. Ella siente que su “karma” no es tan bueno. Tuvo una infan-
cia dura con un padre golpeador. Su autoestima es bastante baja. De
modo que la energía e iniciativa que desarrolla benévolamente cuan-
do se siente segura, la utiliza llamando la atención, criticando a los
demás y haciéndose propaganda de sí misma cuando se siente inse-
gura.
J. B. es un muchacho de 23 años. Es delgado, prudente, con sua-
ves modales, tan es así que su padre tenía terror de que fuera homo-
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sexual. Pero a J. siempre le gustaron mucho las mujeres, solo que no
se animaba a acercárseles. Su padre era alcohólico, violento, despóti-
co. La delicada sensibilidad artística de su hijo chocaba con él. La
reacción del joven entonces fue tener la ambición de ser un santo.
Ejercitó distintas disciplinas para tal fin, quedando lógicamente siem-
pre frustrado. En una oportunidad se propuso “meditar” quedándose
quieto totalmente durante más de una hora en una extraña e incó-
moda posición. Cuando todo su cuerpo pasó a estar inútilmente en-
tumecido, tuvo que dar por terminado el evento.
Estos cinco casos, entre muchos otros, muestran distintas con-
ductas neuróticas que somos capaces de tener por estar tan inten-
samente y casi exclusivamente polarizados en nosotros mismos.
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El Cambio Interior
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les gusta. “Eso no se dice, eso no se hace, eso no se toca…” (¿escu-
charon esa brillante canción de Joan Manuel Serrat?). Desde mi pri-
mera infancia me van socavando la estructura de mi fresca y jovial
manera de ser, primero en mi casa y luego en la escuela. Como con-
secuencia de ello, cuando llego a la pubertad me siento muy insegu-
ro. Esta inseguridad masiva es el temor a no saber qué ser o no ser. El
mecanismo de defensa consecuente es ir construyendo una armazón
lo más eficiente posible para que nada hostil me llegue, me lastime.
Por supuesto con esa armadura tampoco sale o brota casi nada au-
téntico de mí hacia el mundo exterior. ¿Leyeron “El Caballero de la
Armadura Oxidada” de Robert Fisher? Bueno, ese duro armazón, por
más bien “decorado” que esté, mostrándose cálido, respetuoso o
amable, es nuestra personalidad.
Por ahora no vamos a abundar en detalles acerca del proceso de
la formación de la personalidad desde nuestra infancia hasta nuestra
adultez. Solo necesitamos saber que vamos creándola paulatinamen-
te como mecanismo de defensa pero, paradójicamente, es lo que
termina agrediéndonos a nosotros mismos y a los demás, debido a
que es un producto mal hecho. Y es un resultado lógico ya que se
originó por el temor. Cuando el origen de algo es malo, inexorable-
mente su fruto también lo será. Por ejemplo un árbol que desespera-
damente crece en la falda rocosa de una montaña, evolucionará dé-
bilmente y torcido.
Si para defenderme ataco, tarde o temprano seré atacado por
alguien que, lógicamente, se sentirá atacado por mí. Y así sucesiva-
mente… Supe de un hombre que cuando nació su hijito, tenía tanto
miedo a que contraiga una enfermedad que siempre lo sobre abri-
gaba y hasta impedía que sus familiares y amigos se le acerquen para
evitar que le transmitan alguna bacteria, microbio o virus nocivo. Esta
situación lo debilitó tanto, al no creársele anticuerpos, que el día me-
nos pensado, el pobre bebé contrajo una “misteriosa” enfermedad y
casi muere precozmente.
La personalidad a la que le damos vida, siempre está mal parida.
Por eso está plagada de defectos y condenada a sufrir y a hacer su-
frir.
¿Qué implicaría cambiar si nos basamos en este principio? ¿Cuál ¡Cambiar no es
va a ser el enorme esfuerzo que deberé realizar para deshacerla? hacer, sino dejar
de hacer!
¡Ninguno! Justamente, no tengo que hacer nada. O mejor, tengo que
dejar de hacer, tengo que dejar de alimentar lo que he hecho toda mi
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vida: los mezquinos sentimientos, pensamientos y acciones que desa-
rrollo cotidianamente. Debo dejar mi mente tranquila, relajarme, ob-
servar y fluir como un cándido niño, aunque con la conciencia de un
adulto. Nada de esfuerzo. Nada de tratar de destruir diariamente lo
que paralelamente construyo o consolido desde que me levanto to-
das las mañanas (!).
En rigor lo que debo hacer es más fácil de lo que se cree. Más
que cambiar tengo que dejar de “sostener” muchas cosas que hasta
ahora me dieron seguridad. Mejor dicho, creía que me la daban, por-
que en realidad siempre me sentí inseguro igual. Por supuesto que la
“inercia” que generé después de tantos años de pensar, sentir y hacer
lo que las “normas” de la sociedad me impusieron para ser normal,
me va a impedir realizar un cambio de dirección ágil. Estoy lleno de
“surcos” y aunque quiero apartarme, tiendo sistemática y recurren-
temente a caer en ellos como si fuera un río que no puede apartar su
corriente del cauce. La palabra carácter proviene del griego “kha-
rakter” que significa “instrumento grabador”…
Pero si ya no quiero seguir siendo o seguir viviendo como un
mediocre mortal, necesito desgrabarme todo lo que me grabaron,
me dejé grabar o me grabé a mí mismo… ¡Necesito no aceptar conti-
nuar por este lecho correntoso hasta mi lecho de muerte!
Cuando me levante de la cama mañana, puedo proponerme estar
atento a las reacciones internas (pensamientos, emociones, sensacio-
nes) y externas (palabras, acciones) que voy a ir desarrollando duran-
Autoobserva-
te el día. Voy a darme cuenta autoobservándome serenamente sin ción como al
autocondenarme, sin justificarme, ni analizar, lo que siento, pienso, descuido
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El Fracaso Fundamental
33
quiero aprobar un examen pero no quiero estudiar? Tengo que co-
piarme…
Simplemente hemos descubierto que no somos amorosos, y ese
es nuestro fracaso fundamental como seres humanos, y debemos
asumirlo con valentía y humildad, así como también denunciarlo a
viva voz. Eso sí, sería imperdonable después de esto si nos quedamos
con los brazos cruzados, ¿no?
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Confusiones Varias
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xionamos un poco acerca de estas preguntas, descubriremos que
El inexistente
esos dos conceptos sólo existe en nuestra mente. Antes surgieron de camino espiri-
otra mente que los inventó. Que no se piense que estoy siendo blas- tual
femo con Moisés, Buda, Jesús, Mahoma u otros. Ellos no inventaron
nada, sino sus seguidores. Estos santos, profetas o avatares pertene-
cen a esa extraordinaria súper minoría de seres amorosos que ha-
blamos al principio. Ellos no querían crear organizaciones o institu-
ciones religiosas. De hecho éstas se han caracterizado por contrade-
cir gravemente sus enseñanzas. Ya sea por codicia, por fanatismo, por
exclusión o por distorsión, los mensajes originales de los grandes
Seres se han transformado en lo que ellos mismos desaprobarían
rotundamente. Pero no conformes con esto, nos hemos encargado
de inventar otras muy variadas corrientes pseudo espirituales, sectas,
sistemas, etc. Parecería que inconcientemente nos sabemos malos y
debido a eso queremos compensar fácilmente esto siguiendo un mé-
todo o receta… Como las damas de caridad que “ayudan” a los po-
bres… (¡que son tales por causa de sus maridos!). Como dijo cierto
sabio: “la verdad es una tierra sin caminos”.
2. “Todo es relativo, no existe la verdad absoluta, es tu opinión”.
Somos opinado-
Relativizar a ultranza lo que los demás dicen, puede ser una forma res compulsivos
barata de descalificar al otro porque no me gusta lo que dice. Esta-
mos acostumbrados a ser subjetivos en casi todo lo que decimos.
Somos “opinadores” compulsivos. No tenemos vocación “científica”
al encarar un tema, y menos si es humano. En consecuencia parece
lógico que opinemos lo que los demás opinan… Lo importante es no
confundir una impresión personal con un hecho. A veces lo que dice
alguien es factual. Cuando un profesor de matemática enseña álge-
bra, no nos está transmitiendo su opinión, sino un concepto objetivo.
En cambio cuando alguien elige un tipo de prenda para comprarse,
ese acto es totalmente subjetivo y personal. Es muy importante dis-
tinguir entre lo objetivo (lo que es un hecho) y lo subjetivo (lo que a
uno le gusta o le disgusta).
3. Por otra parte están los “buscadores” de la verdad. Me pre-
Lo que realmen-
gunto: ¿qué es eso? A lo que podría contestárseme: –si lo supiera no te buscamos
la buscaría–. Detengámonos un poco acá. No nos enredemos con las
palabras. Si alguien me pide que busque un “pendorcho” y ni yo ni él
sabemos qué es, será imposible que lo encuentre. Es obvio que al
buscar algo, tengo que al menos tener una idea de lo que es. Idea,
justamente es algo que sale de mi cabeza. La “verdad” que busco es
36
una idea más o menos confusa de lo bien que me haría sentir si la
encontrara, o de lo bien que desde ya me está haciendo sentir ser un
buscador de eso, por más abstracto que sea.
4. “No hay que juzgar”, ¿quién no ha escuchado esto? Me pre-
No juzgo para
gunto ¿por qué no juzgar? ¿será porque cuando éramos niños nues-
que no me juz-
tros mayores nos transmitían eso porque tenían miedo que los juz- guen
guemos? Seguramente tenían miedo que los condenemos. Eso sí,
cuando los juzgamos positivamente (“mi papá es lo más grande que
hay; mi mamá es la más buena…”) no nos censuran. Por otra parte
cuando nos meten en la cabeza que está mal juzgar y por lo tanto
criticar, lo que quieren decir es que no lo digamos, porque saben que
de todos modos lo pensamos. O sino mucho peor, quieren que mo-
difiquemos nuestros pensamientos o sentimientos para que ellos se
sientan seguros.
Cristo dijo: –con la misma vara con que juzguéis, seréis juzgados–
no dijo que no juzguemos. Fue una exhortación a que seamos justos
en nuestros juicios, no que seamos insensibles o que nos reprima-
mos. Creo que es importante, sobre todo entre amigos, que nos criti-
quemos cotidianamente; a riesgo de que nos equivoquemos, pero
que no perdamos nuestra capacidad de asombro ni de indignación.
Sin ser estérilmente agresivos, es bueno despreciar los egos. Conozco
un grupo de amigos y amigas que conviven y trabajan juntos. Su
consigna es a diario “poner los egos sobre la mesa” y sacudirlos con
total espontaneidad. No saben lo fuerte, firme y unido que es ese
grupo, aunque frecuentemente sientan que se les “rasgan las vestidu-
ras”.
En fin, el tema es que tenemos miedo a juzgar a los demás. Pero
lo peor es que en nuestra mente y emoción existe el juicio de todas
formas, ¡juzgamos encubiertamente! Inconcientemente tenemos
miedo a que si juzgamos, nos juzguen, o a quedar mal parados frente
a los demás, o a que los juzgados ya no nos valoren o aprecien como
antes o a que se origine una situación tensa… entonces, al fin y al
cabo, preferimos repetir como todo el mundo “no hay que juzgar” y
así nos sacamos un peso de encima. Creemos que es más fácil y se-
guro guardarse los pensamientos y sentimientos…
5. Cuando conocemos a alguien, aunque nos interese la persona
y nos caiga bien, difícilmente nos animamos a hacerle preguntas. O
Miedo a abrirme
quizás no queremos hacérselas. Peor aún, tal vez ni se nos ocurre. Si
nos interesa conocer a alguien ¿por qué no le haríamos preguntas?
37
¿Qué significa ser discretos? Es evidente que existe temor a “abrirse”,
a exponerse. Si pregunto, me pueden preguntar, así como si critico,
me pueden criticar. Si me hacen preguntas me sentiré obligado a
contestarlas, o sea a “abrir” mi personalidad permitiendo que los de-
más la miren. ¡Se verían mis fallas, mis defectos, mis debilidades!
¡Qué horror! Es notable, patético, observar lo vulnerables que la ma-
yoría de las personas se sienten frente a los extraños cuando se da la
posibilidad de que el conocimiento recíproco pueda suceder a nive-
les un poco más profundos que la mera fachada. Por eso no somos
espontáneos. ¿Se dieron cuenta que la espontaneidad es lo que tanto
nos atrae de los niños y los animales?
6. Desde el conocido mandamiento de Moisés, hasta los manda- Estamos condi-
tos que la sociedad y nuestros propios padres nos inculcan, no tene- cionados
mos opción: debemos no solo honrar, sino admirar, querer y si es
posible adorar a nuestros padres. Cuando somos bebés, nuestros
padres, sobre todo nuestra madre, es la fuente de la vida. Nuestra
dependencia es absoluta. De hecho si mamá no me amamanta y lue-
go no me hace la comida y me la da en la boca, literalmente me
muero. Si no me abriga o me cuida, me enfermo. Si no me dice lo
que tengo que hacer, me siento perdido; y aquí comienza la sobre-
protección y el caldo de cultivo de la inseguridad… En fin, no sé vivir,
no puedo sin la tutela de mamá al principio y de mamá y papá luego.
De ahí a ser sumisamente receptivo a toda influencia mental y emo-
cional posterior, es lógico. Posiblemente este sea el motivo principal
por el cual uno quiere tener hijos, ¿en cuál otra situación tengo ga-
rantizada tanta docilidad, tanta obediencia?
Sin embargo, si no estoy totalmente sometido, a determinada ju-
venil edad empiezo a sospechar que mis viejos no son tan maravillo-
sos como creía. Entonces tras muchas circunstancias por las que me
quieren seguir dominando y yo me revelo, termino llevándome a las
patadas con ellos. Pero también es común que los haya internalizado
tanto que siga teniendo sentimientos de admiración y respeto, pare-
cidos a los infantiles. Esto ocurre cuando mi condicionamiento es
masivo no limitándose sólo a la esfera intelectual (tengo las mismas
ideas políticas o religiosas que ellos, soy simpatizante del mismo club
de fútbol, etc.), sino que sigo queriéndolos porque me da seguridad,
de lo contrario me llenaría de culpa. Y no me cuestiono casi nada que
provenga de ellos. Otra vez está el miedo… que provoca que ni se
38
nos cruce por la cabeza no querer a nuestros padres. ¿Miedo a qué?
A quedar aislado de la corriente social, a sentirme malo, etc.
Por supuesto que debe haber padres que merecen intrínseca-
mente el respeto y cariño de sus hijos. Pero son raras excepciones.
Cuando alguien mayor de 18 años me dice que quiere mucho a
sus padres, que se lleva bien con ellos, etc. le hago la siguiente pre-
gunta: –¿si fueran personas extrañas, que las conocés en el barrio o
en una fiesta, los elegirías como amigos?–. La gran mayoría de las
respuestas fueron “no”, otro grupo menor dijo “no sé” y la minoría
aseguró que sí, pero yo no sé si estos últimos fueron sinceros consi-
go mismos (o conmigo)…
7. “No estoy preparado…” Esta afirmación, o justificación surge
No existe la
cuando reacciono o respondo desacertadamente frente a situaciones preparación
imprevistas que me toman por sorpresa. En una ocasión le ofrecí algo para ser sensible
muy interesante a una persona que se había acercado reiteradamen-
te a nuestro grupo de amigos con “buena onda”. Le hubiera venido
muy bien mi propuesta porque se sentía sola y ansiosa. Rechazó de
cuajo mi oferta, seguramente por temor a desprenderse de algo malo
pero conocido. Lo curioso fue su frialdad, ni siquiera me agradeció.
Era evidente que no había querido ser conciente de lo que se estaba
perdiendo a pesar de que la tentaba. Un amigo que presenció la es-
cena, cuando me retiré, la criticó. Su respuesta fue: –es cierto que no
reaccioné bien, lo que pasa es que no estoy preparada para aceptar
eso–. Se suele creer que para comenzar algo nuevo hay que estar
preparado. Nos mandan a la escuela para “prepararnos para la vida”.
Es una proyección de que, por ejemplo, para realizar un trabajo es
necesario saber hacerlo. Pero, fuera de lo concreto y lo material, vivir
y relacionarse no requiere de tiempo, esfuerzo o conocimiento (!).
Solo es necesario ser sensible, atento y espontáneo. Otro ejemplo es
cuando se dice que para casarse o meramente estar en pareja, hay
que estar preparado… ¡Qué ridículo! ¿no?
39
El Condicionamiento
40
Amoldar significa “arreglar o ajustar la conducta de alguien a una
pauta determinada”.
Hemos notado cómo cada pueblo tiene su idiosincrasia, costum-
bres, tradiciones, religiones, creencias varias y hasta su acento lin-
güístico. ¿A qué se debe esto? Muy simple: somos muy influencia- Influenciabili-
bles, muy permeables a todo tipo de impresiones externas. El hecho dad
es que todo lo que siento y pienso surge del país y familia en que
nací. Si hubiera nacido en otra nación, tendría seguramente otra
creencia religiosa, estaría dispuesto a defender a muerte otra bande-
ra y hasta hablaría otro idioma o el mismo pero con otra tonada. Pa-
recería que fuera azarosa la particular circunstancia de mi nacimiento.
Pero lo que no ofrece dudas es que según cuál sea ésta, recibiré un
conjunto de condicionamientos diferente.
Es indiscutible que todos somos distintos desde el nacimiento,
aunque todos pertenecemos a la misma especie humana. No existen
dos cristales de nieve idénticos en el mundo aunque todos son hexa-
gonales. Cuando nos condicionan, cuando nos dejamos condicionar,
lo que se está buscando es seguridad a través del proceso de “estan-
darización”. ¿Qué significa esto? Lo estándar (o standard) es lo que se
realiza conforme a una norma de fabricación o a un modelo. En mu-
chísimas cosas materiales este hecho es necesario, por ejemplo es
indispensable que todos los tornillos y tuercas sean estándar, así co-
mo los neumáticos, las lamparitas eléctricas, etc. Pero en lo atinente
al ser humano esto es totalmente pernicioso (!). Si todos nos vistié-
ramos del mismo modo, si pensáramos igual o sintiéramos lo mismo,
seríamos como zombies o androides… Pero no somos máquinas. No
obstante ¡el condicionamiento tiende a estandarizarnos! Y ¿por qué
tratan (conciente o inconcientemente) de estandarizarnos? Sin duda
porque a las “clases dominantes” les da seguridad. ¿Qué clases do-
minantes? No solo la gobernante, sino también los padres, los maes-
tros, los académicos, los sacerdotes, etc. (!).
Quienes tienen el mayor poder para generar condicionamientos
son los padres. A veces provocan una suerte de “lavado de cerebro”
en sus hijos, para poder someterlos de la manera más subliminal (!!).
J. H. tiene 18 años. Es un chico atractivo e inteligente, de origen
británico. Hace pocos meses que salió del internado en el que vivió
durante 5 años. El padre decidió recluirlo en ese asilo por el mismo
motivo que quiere que su hijo siga la carrera militar: el orden y la dis-
ciplina. Él desea estudiar ciencias políticas pero está dispuesto a ha-
41
cer lo que le impone el padre porque éste gastó 23000 libras por año
en ese establecimiento “educativo”. Como si eso fuera poco, J. asegu-
ra que su padre es su mejor amigo.
C. L. con sus sensibles 17 años, estaba muy enamorado. M. J. era
una chica interesante, con varios buenos atributos. A la madre de C.
en sí le caía bien; sin embargo para ella M. tenía un gran defecto: era
judía. Claro, la madre de C. pertenecía a la “Acción Católica”. La seño-
ra se sentía buena perteneciendo a dicho grupo religioso, no obstan-
te no paraba de advertirle a su hijo que nunca aceptaría su eventual
matrimonio con esa novia ya que no soportaría tener nietos judíos.
Es obvio que las ideas y creencias producen una separación artifi- Las creencias
cial, innecesaria y hasta destructiva entre las personas. Mi religión; mi producen sepa-
ración
patria; mi partido político, etc. Se llega al extremo de golpearse y
hasta acuchillarse en las canchas de fútbol por ser simpatizantes de
distintos clubes. Aquí queda claro cómo se generan pensamientos-
emociones separatistas y hostiles ridículamente. Ni hablar de los fa-
náticos fundamentalistas que se inmolan matando y matándose. Si
hubieran nacido a unos kilómetros de distancia, en el país vecino de
creencias antagónicas, el proceso sería inverso y entonces estarían
matando a los que ahora son sus paisanos.
Por un lado queremos pertenecer a algún grupo, por otro lado
deseamos ser distintos… Para relacionarme con los demás tengo que
ofrecerles una determinada identidad. ¿Qué pasa si no tengo ningu-
na, si no he construido una personalidad propia?
Muchas de las ideas que hemos adquirido por condicionamiento,
La importancia
generan fuertes emociones separatistas y hostiles. Todas estas ob-
de descondicio-
viedades que estamos describiendo debemos tenerlas seriamente en narse
cuenta si queremos ser libres y bondadosos. Pávlov (fisiólogo ruso)
descubrió el mecanismo de reflejos condicionados a los que eran
susceptibles los animales. Watson, el fundador de la escuela psicoló-
gica llamada conductismo, se basó en aquel para investigar la con-
ducta humana. Llegó a una conclusión muy controvertible. He aquí
sus palabras:
“Dadme una docena de niños sanos, bien formados, para que los
eduque, y yo me comprometo a elegir uno de ellos al azar y adiestrarlo
para que se convierta en un especialista de cualquier tipo que yo pue-
da escoger -médico, abogado, artista, hombre de negocios e incluso
mendigo o ladrón- prescindiendo de su talento, inclinaciones, tenden-
cias, aptitudes, vocaciones y raza de sus antepasados”.
42
¡Impresionante! ¿no? Es curioso que no hablara de convertirlo en
un santo… Y es lógico, no se puede “adiestrar” o condicionar a nadie
para ser bueno, amoroso. Al contrario, la falta total de condiciona-
miento es un factor fundamental para serlo (!).
Con lo que descubrió Watson, podemos tener una idea clara de
lo permeable que son los niños a la influencia de los padres. O sea lo
condicionables que son. Algunos pocos progenitores son concientes
de esto y en consecuencia tratan de evitar cercenarles la libertad a
sus hijos. Pero la mayoría de los padres crían y educan a sus hijos sin
estar calificados para ello y en consecuencia los condicionan con to-
tal impunidad.
En síntesis, un adulto promedio está lleno de condicionamientos
como lleno está su cerebro de información. Esto ha surgido desde la
infancia en la casa, luego en la escuela, en la sociedad… Ese adulto en
consecuencia no es libre. No puede fluir, ¡no puede amar de verdad!
Es difícil circular en una habitación llena de muebles. Si queremos
transformarnos debemos descondicionarnos. Para eso debemos au-
toeducarnos y reeducarnos.
Vamos a transcribir un relato de autor anónimo:
Cuando yo era chico me encantaban los circos y en particular los
elefantes. Durante la función, la enorme bestia hacía despliegue de
peso, tamaño y fuerza descomunal. Luego lo sujetaban, con una ca-
dena agarrada a una de sus patas, a una pequeña estaca clavada en
el suelo. Ésta era solo un corto pedazo de madera enterrada varios
centímetros en la tierra. Era obvio que ese animal, capaz de arrancar
un árbol con su propia fuerza, podría fácilmente liberarse de esa pe-
queña estaca. ¿Qué lo mantenía entonces ahí? ¿Por qué no escapa-
ba? Yo tenía cinco o seis años y le pregunté a algún mayor (padre o
tío) para entender ese misterio. Me contestaron que el elefante no
huía porque estaba amaestrado. Entonces pregunté -si está amaes-
trado ¿por qué lo encadenan?-. No recuerdo haber recibido ninguna
respuesta coherente.
Pasó el tiempo hasta que encontré a alguien más sabio que me
pudo responder: “el elefante del circo no escapa porque ha estado
atado a una estaca parecida desde que era muy pequeño”. Imaginé
entonces al elefantito recién nacido empujando, tironeando y sudan-
do tratando de soltarse de la estaca y fracasando una y otra vez a
pesar de su esfuerzo… Hasta que un día el animal aceptó su impo-
tencia y se resignó.
43
Luego creció, se hizo enorme y poderoso; sin embargo mantenía
Creer que no
en el registro de su memoria la imposibilidad de su infancia. En con- puedo, es no
secuencia, jamás lo volvió a intentar, ni siquiera se volvió a cuestionar poder
44
La Sensibilidad
5
Estamos usando “sentir” como “sensibilidad” o sea en el sentido más profundo.
45
llora. Por supuesto que no es espontánea. Por otra parte no siente
indignación por nada; como si todo le “resbalara”. Pero como “la ce-
remonia va por dentro”, padece varios síntomas crónicos: sarpullido,
cólicos hepáticos, cefalea y menstruación suprimida. Tuvimos la
oportunidad de ver un video de ella cuando tenía 4 años. Era traviesa,
vital, rebelde y espontánea. En una parte del mismo incluso le grita a
su madre. ¿Qué le pasó durante los siguientes años? Sus padres la
reprimieron en todo lo que pudieron. Hacían hincapié en que cuide
su imagen frente a los demás (“el qué dirán”) y sobre todo que no
tenga ni las menores situaciones sexuales con los chicos. Como resul-
tado de esto A. simplemente “eligió” retraerse hasta tal punto que
dejó de sentir. ¿Qué mejor para no hacer nada indebido que direc-
tamente no sentirlo? “Comfortable numb”, cita una de las canciones
de Pink Floyd, en The Wall, que significa “cómodamente adormeci-
do”… pero ¿recuerdan en qué estado estaba el protagonista de esa
brillante película?
Junto con la gradual desaparición de la espontaneidad desde la
infancia se va produciendo una paulatina insensibilización (!). Ambos
procesos tienen la misma causa: la necesidad de aprobación (bús-
queda afectiva), de defenderse del “peligro” social que deviene por
fluir y sentir.
Ahora bien, en este último punto existe una variante. Es riesgoso
sentir impulsos o deseos que mis padres, la sociedad y “Dios”
desaprueban. Pero por otro lado sentir cosas que surgen del dolor
ajeno también me produciría dolor. Si en mi mejilla sintiera lo que
sufren otras mejillas, como quería Martí, mi sufrimiento se multiplica-
ría. ¿Por qué hacerme cargo de los problemas ajenos entonces? con
los míos me alcanza y sobra… Si soy demasiado compasivo, ¿cuál es
el límite, acaso no podría volverme loco por todo lo que pasa en el
mundo? Es obvio que debe haber un límite. La concepción judeo-
cristiana de familia conduce a que ese límite se encuentre demarcado
por el perímetro de “los míos”. Raramente me hago cargo de un
amigo. No obstante, ni siquiera quiero bien a mis familiares. –“Siento
mucho amor por mis hijos, mis padres y mis hermanos”… Esto se es-
cucha frecuentemente por todos lados. Pero lo real es que yo los Cosificamos a
las personas
quiero a ellos como quiero a mi departamento, mi automóvil, mi
computadora, etc. Los quiero porque me dan satisfacciones y en con-
secuencia los quiero para mí. Pero ¿qué pasa cuando ya no me satis-
facen?
46
W. D. cuidaba más a su lindo auto que a su esposa. Claro ya lle-
vaban casados más de cuarenta años…
Bien, entonces ¿cómo sería la sensibilidad, digamos, de un La sensibilidad
arahat ? Este ser integrado sentiría constantemente ayudar a cual-
6 de un arahat
6
Recuerden lo del “arahat”…
47
El Inconsciente
48
no sé por qué. No puedo evitar ser hostil. El resultado de esto podría
ser que ella comience a alejarse de mí y a acercarse, esta vez en serio,
al vecino…
Podríamos decir que los dos móviles fundamentales de la perso-
nalidad son el deseo y el temor. Ambos están en mi “cuerpo” emo-
Móviles funda-
cional. Después pasan a mi “cuerpo” mental. En éste comienzo a inte- mentales: el
lectualizar el deseo que me surgió para hacerlo realidad; o sino anali- deseo y el temor
zo los sistemas defensivos para anular o evitar lo que me da miedo.
En todo caso cuando observamos un hecho o una circunstancia, ge-
neralmente ponemos pensamientos y emociones entre ellos y noso-
tros. Podemos imaginar el enredo que se suele formar. Lo que nos
queda en nuestra mente, en nuestro conciente es, pues, algo más o
menos distorsionado en lugar de la impecable realidad.
La inconcientización es un proceso de supresión o de distorsión de
la observación de la realidad. Ya sabemos por qué ocurre esto. ¿Cuál
sería la solución? Observar bien. ¿Cómo hago esto? Observando di-
rectamente sin pensar y sin desarrollar emociones mientras observo.
Cuando estoy frente a alguien que me interesa, que me gusta, le
doy poder a esa persona sobre mí. Cuando voy a rendir un examen, el
profesor tiene el poder de aprobarme o desaprobarme. Yo deseo
aprobar y temo desaprobar. Si estoy procesado penalmente, en el
juicio el juez tiene el poder de declararme culpable o inocente. En
ambos ejemplos voy a estar nervioso y esto es lógico. Pero ¿por qué
cuando estoy con alguien que me gusta me siento como en un exa-
men o un juicio? Porque deseo ansiosamente un resultado para mi
beneficio. Este es un acto egoísta. Ser libre psicológicamente implica La libertad psi-
no darle poder sobre mí innecesariamente a nadie ni a nada. Esto cológica
50
La Educación
51
su egoísmo, a nadie le importa. De hecho, de este modo, nuestro hijo
nos dará (y se dará a sí mismo) más satisfacciones.
Cuando Lula da Silva asumió el cargo de presidente de Brasil en
2003, declaró entre sollozos: –y yo, que tantas veces fui acusado de
no tener un diploma universitario, consigo mi primer título, el de pre-
sidente de la República–. Sin duda ser presidente de un país es más
importante que cualquier profesión, pero ¿acaso ser un ser amoroso
no es lo más importante de todo?
Muy bien, yo ya me di cuenta de esta gravísima alteración de la
escala de valores, ¿qué haré entonces a partir de ahora? Bueno, debi-
do a que nadie me ha educado verdaderamente, deberé hacerlo yo
Reeducación y
mismo, yo solo. ¡Deberé reeducarme y auto-educarme! Para lo prime-
auto-educación
ro tendré que soltar todo lo que hasta ahora había atrapado en mi
mente y emoción7. Ya hemos hablado de esto ¿recuerdan? Imagínen-
se que alguien se aferra a sus muletas creyendo que solo con ellas
puede caminar sin caerse. Pero un día descubre que puede caminar e
incluso correr perfectamente sin él. Aún más, se da cuenta que el
bastón le impedía ejercitar sus piernas; era una traba, más que una
ayuda…
E. S. tenía 12 años y se persignaba siempre al pasar frente a una
iglesia. Si alguna vez se distraía y se perdía alguna, quedaba muy in-
tranquilo, como si algún castigo divino pudiera caer sobre él. Pero un
día se dio cuenta que eso era una idiotez y entonces dejó de persig-
narse para siempre. Comprendió que el deber de persignarse solo
estaba en su cabeza y en la de los que le habían enseñado eso, y que
no era un reclamo de dios.
Ahora bien ¿qué significa auto-educarme? De esto también he-
mos hablado, pero no viene mal repasarlo. Una vez que hemos va-
ciado nuestra cabeza de información innecesaria ¿qué hacemos?
En la película “El Último Emperador” el maestro de la prisión les
exige a los presos políticos que escriban en sus cuadernos los deta-
lles de sus vidas y sus acciones. –¡Nosotros creemos que todo hom-
bre nace bueno, ¿qué pasó con ustedes?!–, enérgicamente agregó.
Personalmente considero que no nacemos buenos, sino “bastante
egoistones”, pero en todo caso nos condicionan para serlo aún más
(en algunos casos rayano en lo cruel).
7
Esto no incluye, obviamente, la cultura en general. Tener los conocimientos bási-
cos de matemática, de historia y geografía, saber hablar y escribir correctamente,
etc. no es algo que se deba soltar, sino todo lo contrario.
52
Bien, ya hice “borrón y cuenta nueva” y me transformé en una
“tabula rasa”, ¿ahora qué? No es cuestión de empezar a llenarme con Tabula rasa
8
Hay cosas que no tienen su opuesto o su simétrico.
53
es un estorbo. Al contrario, es indispensable no realizar ningún mo-
vimiento mental (!).
54
La Salud
55
Los fármacos son elaborados por la industria farmacológica. Ésta
utiliza la enfermedad como negocio; sustituye el objetivo de investi-
gar para solucionar problemas por el de investigar para ganar dinero
tratando de elaborar constantemente nuevas drogas. El Dr. Rath (dis-
cípulo del premio nobel Linus Pauling) responsabilizó a la industria
farmacéutica de la muerte prematura de cientos de millones de per-
sonas en todo el mundo en las últimas décadas y de la ruina econó-
mica de naciones y personas a consecuencia del gigantesco gasto en
medicamentos. Dicha industria fue creada artificialmente por inver-
sionistas que, para poder ganar dinero con las enfermedades, tuvie-
ron que bloquear los tratamientos médicos naturales de forma que
no estuvieran disponibles en ninguna parte del mundo. Se embarca-
ron en una campaña mundial para impedir que información vital
(como la importancia de ciertas vitaminas, las terapias naturales co-
mo la homeopatía, acupuntura, naturismo, etc. y la prevención) estu-
La codicia de la
viera a disposición de todos. Las empresas multinacionales de dicha industria far-
industria se ven ampliamente beneficiadas, tan es así que ¡en el año macéutica
2004 facturaron nada menos que 550 mil millones de dólares, incluso
más que el narcotráfico!
Casi todos desconocemos, debido a esta campaña desalmada, el
hecho científico de que prácticamente todos los virus se pueden blo-
quear, total o parcialmente, con terapias naturales.
Es increíble el sufrimiento que se puede ocasionar por impía co-
dicia. Ahora bien ¿qué alternativa tiene la persona común, que no se
quiere dejar influir y manejar por el establishment de la “salud”? Por
experiencia personal recomiendo la homeopatía. La verdadera, la que
fundó Hahnemann. Afortunadamente no han podido proscribirla,
aunque lo intentaron en distintas oportunidades. Cuando yo era jo-
ven, tuve el honor de ser atendido por el eminente Dr. Paschero en
Buenos Aires. Tanto a mí como a todos los familiares y amigos que
envié nos curó contundente y armoniosamente de todas las enfer-
medades crónicas que padecíamos. El fundó la “Escuela Médica Ho-
meopática Argentina” que lleva su nombre.
Expliquemos muy sucintamente en qué se basa esta doctrina. Pa-
ra la homeopatía la verdadera enfermedad comienza con el desarre- ¿Qué es la Ho-
meopatía?
glo de la fuerza vital o energía que anima a los seres y dirige sus acti-
vidades. Esta energía vital mantiene el orden y la armonía funcional
indispensable para que exista el estado de salud perfecto. Cuando
56
esta energía se altera9, se originan los trastornos funcionales, segui-
dos más tarde por las modificaciones de los tejidos. Las enfermeda-
des locales son, entonces, expresiones de este desorden energético
dinámico. Si se suprimen los síntomas sin corregir el desorden, se
habrá eliminado la lesión orgánica, pero no se habrá curado al en-
fermo, cuya fuerza vital sigue desequilibrada y provocará más tarde
otras enfermedades similares o peores. Por eso no puede haber en la
homeopatía, como lo hay en la alopatía, tal remedio para tal enfer-
medad, ya que el desequilibrio de la fuerza vital depende de la tota-
lidad de los síntomas mentales, emocionales y físicos (en ese orden
jerárquico) y no solamente de los últimos. Podríamos decir que para
la homeopatía no existen las enfermedades sino los enfermos, contra-
riamente a la alopatía.
La alopatía no cree en la fuerza vital, por lo tanto su base es ente-
ramente distinta. Trata las enfermedades con medicamentos (drogas)
que producen efectos contrarios a los que se quiere combatir: por
ejemplo para las diarreas dan sustancias que producen constipación.
Estos métodos se definen con las locuciones latinas “Contraria con-
trariis curantur”, es decir los contrarios se curan con sus contrarios,
lema de la alopatía. En cambio el lema de la Homeopatía es: “Similia
similibus curantur”, los semejantes se curan con los semejantes.
La alopatía es organicista, esto significa que trata al órgano que
funciona mal, no a la totalidad del individuo. En el caso de una má-
quina, este procedimiento es válido; si se daña el radiador de mi au-
tomóvil, con arreglarlo o reemplazarlo alcanza. Pero un ser humano
es una unidad psico-somática-espiritual, como sostiene la homeopa-
tía, de modo que tratar sólo las partes no es la solución. Al contrario,
podría ser “el remedio peor que la enfermedad”.
El objetivo de este libro es comprender la raíz del sufrimiento pa-
ra superarlo desde el Amor, no desde el egoísmo, egocentrismo o
individualismo. De hecho esto último es lo que lo produce. Pero en lo
arriba expresado, vemos que el tema médico es una fuente externa
de dolor. Yo puedo resolver mi causa interna de sufrimiento, pero
¿cómo lidiar con las externas o sea las que me imponen otros? Para
los tratamientos médicos es posible, es cuestión de abrir los ojos,
informarse adecuadamente y luego elegir desde el conocimiento, no
desde la ignorancia. Otra fuente externa de dolor es lo que tiene que
9
Hahnemann aseveraba que de nacimiento hay ciertas tendencias desequili-
brantes de la energía vital.
57
ver con la política. Con el sistema socio-económico que me toca vi-
vir… Este importante tema lo desarrollaremos más adelante.
Volviendo a la salud. Ya sabemos con qué sistema no tratarnos, y
averiguaremos cuál es realmente el mejor…
Hace unos años comencé a tratarme con el médico homeópata X.
En una oportunidad me contó cómo comenzó como tal. Había una
reunión de muchos médicos. X era un convencido alópata que desa-
rrollaba determinada especialidad. También había un par de homeó-
patas, entre ellos el Dr. Paschero. Un colega amigo común se lo pre-
sentó, dado el renombre que había adquirido este último. X, con su
típico temperamento batallador le dijo: –yo no creo en la homeopa-
tía; para mí se basa en hierbas estériles y en la sugestión del pacien-
te–. El Dr. Paschero, con su clásica templanza le contestó: –Disculpe
Dr.… ¿podría decirme qué libros leyó de homeopatía?–. X se quedó
estupefacto, ya que no había leído ninguno. Entonces a partir de ese
momento comenzó a inquirir sobre el tema. El resultado fue contun-
dente: después de unos años se recibió de homeópata (!).
Las enfermedades se clasifican básicamente en dos tipos: agudas
y crónicas. Las agudas son por ejemplo una gripe si sufrimos un súbi-
to enfriamiento; una diarrea si comimos algo en mal estado, etc. Las
crónicas son, por ejemplo sinusitis, diabetes, asma, alergias varias,
etc. Este último grupo se caracteriza por tener síntomas mucho más
duraderos, frecuentemente de varios años. Podemos asegurar que
una enfermedad crónica surge de anomalías emocionales; y éstas, a
su vez, por el mal uso de la mente. Esto es, cuando produce pensa-
El desequilibrio
mientos recurrentemente inarmónicos. En síntesis: el mal uso mental mental – emo-
provoca desequilibrio emocional, y éste conduce a alteraciones orgá- cional produce
enfermedad
nicas o funcionales del cuerpo físico. Con el tiempo y debido a malos
tratamientos supresores, lo que podría ser una alteración física pasa-
jera, se transforma en algo crónico.
Entonces el mal desarrollo de la mente desemboca en enfermeda-
des crónicas, ninguna de las cuales pueden ser curadas con drogas
medicamentosas. En otras palabras: ¡nosotros nos enfermamos a no-
sotros mismos!
Es curioso el hecho que los animales no sufren infartos cardíacos,
lo cual es la causa mayor de muerte humana (!)…
Independientemente de cualquier tratamiento, nosotros mismos
podemos evitar la mayoría de las enfermedades. Para eso tenemos
que aprender a manejar bien nuestra mente y nuestras emociones.
58
La Mente y Las Emociones
59
La autopolarización no es solo un proceso mental, es también
emocional. Por ser una especie de “instinto de conservación” mal ca-
nalizado, se trata de un estado cerebral-emocional. Frente a la menor
observación crítica, me siento atacado o al menos amenazado, en-
tonces se pone automáticamente en movimiento todo un sistema
defensivo (y en general contraofensivo) mental-emocional-orgánico.
Es por demás elocuente la reacción en el rostro, en las manos, en
las piernas, etc. del ofendido. También se le puede segregar adrenali-
na generando cólicos, o transpiración, acalambramiento en algunos
casos, casi siempre nerviosismo y rigor muscular. He visto personas
que parecía que entraban en “rigor mortis” cuando eran criticadas.
Simultáneamente sienten angustia, enojo, bronca, irritabilidad y hasta Resistencia del
ego
una suerte de odio. La mente, mientras tanto, trata de generar el
“mecanismo de defensa” más eficiente posible. Supuestamente el
ego está tan amenazado como si una patota lo cercara en la calle.
Hay que hacer algo urgentemente para zafar de esa situación tan
peligrosa. Podría morir o quedar mal herido… Por consiguiente voy a
realizar todo tipo de ardides para justificarme, para negar la impu-
tación o por lo menos encontrar algún atenuante para no quedar tan
mal parado. No es tan diferente a la actitud de un procesado en un
juicio penal. ¿Qué abogado defensor no le aconsejaría que niegue
todo, que mienta, que diga que no recuerda, etc.?
1. Diferir
2. Proyectar
3. Negar
4. Hacer imagen
5. Autoengañarse
63
3. Negar es el proceso por el cual rechazo algo que no me gusta,
Negar
que no acepto, ya sea de mi personalidad así como de una circuns-
tancia que me produce dolor o desagrado. O sea lo inconscientizo.
Cuando por ejemplo todo el barrio sabe que mi novia me es infiel,
pero yo soy el último en enterarme, es porque estuve negando hasta
que la evidencia del hecho se impuso.
Una mujer va caminando por la calle con su pequeño hijo y de
repente ocurre un fuerte choque de autos por el cual en la calzada
quedan heridas un par de personas. El niño al ver la sangre y el albo-
roto, pregunta qué pasó. La madre, para evitarle el impacto emocio-
nal, le cuenta que están filmando una película, que “está todo bien”.
Lo que se produce en el niño son dos cosas: comienza a generar una
mente confusa ya que sospecha, intuye que el accidente es real, sin
embargo “mamá no puede equivocarse ni mentir”; y por otra parte
empieza a aprender a negar.
Negar es decirle no a lo que no me gusta, como si de este modo
eso desapareciera. “Lo que niego no existe”.
4. Hacer imagen implica que construyo en mi mente (por su-
Hacer imagen
puesto siempre es inconsciente) un concepto más o menos irreal de
alguien. Generalmente es mejor que lo real. Por ejemplo, me pongo
en pareja con alguien que no conozco muy bien. Pero como estoy
ávido de estar enamorado, a medida que voy viendo pequeñas cosi-
tas buenas en la forma de ser del otro/a las extrapolo a otros secto-
res de su personalidad y las sobredimensiono, de tal modo que ter-
mino teniendo una opinión de él/ella muy superior a lo que realmen-
te es. A veces ocurre lo contrario: tal persona es muy íntegra, pero un
día dijo algo de mí que no me gustó (no me importa si acertado o
no), entonces le tomo antipatía quedándome con una idea de ella
mucho peor de lo que es.
La construcción de imágenes no solo está referida a los demás,
sino que puedo también tener una imagen de mí mismo; puedo
creerme mejor o peor de lo que soy (autoestima alta o baja respecti-
vamente).
El mecanismo de crear imágenes no es tan distinto al de la nega-
ción. La diferencia es que ésta es pasiva, actúa por lo negativo, en
cambio hacer imagen es algo activo, tengo que “fabricarlo” en mi
mente.
Ahora bien, si yo me relaciono con otra persona a través de una
imagen que solo está en mi mente, no es difícil imaginarse el dolor
64
que habrá cuando me decepcione por verla tal cual es. Y ¿si no me
decepcionara nunca? Podría creerse que podrían ser felices igual-
mente… Pero lo cierto es que no se da esto; inconcientemente se sa-
be cómo realmente es el otro y entonces se pelea todo el tiempo por
tonterías, sin conocer el trasfondo.
5. El autoengaño engloba a todos los mecanismos anteriores,
Autoengaño
pero no queda agotado con esa escueta lista. Existen innumerables
instancias por las que el inconsciente lidia con el conciente, ganando
casi siempre aquel. Nos confundimos con más facilidad de lo que
creemos. La confusión surge del engaño a uno mismo. Y esto ocurre
cuando estamos divididos entre “lo que soy y lo que debería ser”; “lo
que siento y lo que debería sentir”; “lo que pienso y lo que debería
pensar”…
Por otra parte, se suelen tener emociones o conductas erróneas
Indicios de un
como las siguientes: mal funciona-
El miedo a perder “independencia”. Muchas personas miento
67
La Soledad
68
de ideas y creencias, su “establishment” social y familiar… fue cons-
truida para zafar de la inseguridad y amargura del aislamiento. Dicha
corriente en consecuencia es artificial y no más loable que una droga.
Es tan virtual como las imágenes de computación. Antes bien, gene-
ran un círculo vicioso al alejarnos cada vez más de la corriente verda-
dera y natural, provocando creciente desconcierto y desesperación.
Cuando me relaciono con los demás, al hacerlo desde mi yo se-
parado, no logro la comunicación. Comunicarse es entrar en comu-
nión. “Comunión” es ser dos, o más personas, “como uno”.
Por otra parte, por la angustia de la soledad, algunas personas
“Preferir” la
reaccionan paradójicamente buscándola. Han intentado estar con soledad
gente, pero como no les fue bien, generan un rechazo a estar acom-
pañados. Pero esto ocurre porque el temor a relacionarse prevalece,
no porque realmente les guste la soledad, por más que aseveren esto
autoengañándose. Incluso llegan a vivir solos; eso les da “seguridad”,
pero cuando pueden desarrollan cierta vida social. Eso sí, nada de
comprometerse o de entregarse demasiado…
Muchas personas que no saben “abrirse” o entregarse, porque
esto los hace sentir vulnerables o expuestos, canalizan su instinto
gregario con la actividad sexual…
69
Lo Sexual
10
Doctrina que considera el placer como el objetivo de la vida.
70
Por otro lado, más allá de su potencial evasivo, lo sexual en los
seres humanos es un tema que merece ser investigado. En la civiliza-
ción actual realmente cuesta encontrar algo que no esté teñido o
decorado con sexo. Cualquier propaganda utiliza a una chica linda y
con un cuerpo muy atractivo para vender el producto, en la TV ve-
mos todo tipo de exhibicionismo (con mejor o peor gusto), las revis-
tas están repletas de fotos más o menos eróticas; también los diarios,
etc. Vivimos “empapados” de sexo, casi sin darnos cuenta… y aquí
encontramos uno de los primeros ítems a investigar: la inconcientiza-
ción de los impulsos sexuales. ¿A quién no le gusta el placer sexual?
Por otro lado, si casi todas las publicidades eligen imágenes eróticas
para vender sus productos ¿acaso no es esta una prueba de que el
sexo vende porque le gusta a la gente?
Después de nacer, con el paso de los años, quien más quien me-
nos, comenzamos a percibir que todo lo que tiene que ver con lo
sexual es secreto, o sucio o está mal. Salvo excepciones, lo sexual
comienza a ser una intriga especialmente en la pubertad, pero a la
vez aparece como un ámbito prohibido… oculto. El hecho de que sea
Silencio sobre lo
o parezca prohibido generalmente provoca temor, pero a la vez ma-
sexual
yor interés. Cuando se despierta nuestro interés sexual nos encon-
tramos con que nadie adulto habla del tema, ni nuestros padres, ni
nuestros profesores, “de eso no se habla”… ¡Qué inseguridad nos ha-
ce sentir este silencio! ¡Qué confusión comenzamos a gestar en nues-
tra pequeña cabecita! Dos fuerzas (muy fuertes) comienzan a trenzar-
se en lucha en nuestro interior: deseo y temor. Especialmente, quizás,
le ocurra esto a las mujeres. ¿Qué señorita no sentiría que es una
“atorranta” al descubrirse deseando juegos sexuales? En fin, el silen-
cio y el ocultamiento provocan que yo inicie mi vida sexual general-
mente en forma desprolija o confusa. Un acto que surge de una lucha
interna no puede ser muy acertado. Según Simone de Beauvoir, el
inicio sexual, principalmente de la mujer, la condiciona por el resto de
su vida. Entonces aquí ya podemos ver que suelen abrirse dos cami-
nos, básicamente, en nuestras vidas: si nos fue bien en el inicio se-
xual, alimentamos el impulso (aunque sea a escondidas), si nos fue
mal lo condenamos porque le tememos (incluso más que antes). Sea
en una situación o en la contraria, existe un desequilibrio.
Hasta aquí vimos cuando la sociedad influye de modo represivo
en nuestros impulsos, ya sea por el silencio o la censura encubierta.
Pero también puede ocurrir una influencia casi contraria de parte de
71
la sociedad actual. Cuando un niño de 11 años prende la televisión o
la computadora y se encuentra con varias señoritas casi desnudas, o Sobreestimula-
cuando las adolescentes leen revistas de moda y se encuentran con ción sexual
72
no debido a que no recibía ningún estímulo sexual visual. Claro, mi
nuevo amigo era ciego (!).
Pero ¿qué es tener una vida sexual sana? Los impulsos sexuales
existen en sí y parece que en los seres humanos no funcionan solo
Salud sexual
para procrear como en la especie animal. El tema de la salud sexual
radica en dos aspectos: cómo canalizamos nuestros impulsos (y con
quién) y cuánta atención o importancia le damos al asunto. Vayamos
a un ejemplo: todos tenemos el impulso de comer. Pero cuando una
persona le presta demasiada atención al tema de la comida, pasa a
ser artificial o insana su relación con la misma (como ocurre con las
anoréxicas o con los obesos). Cuando le damos mayor importancia a
algo de la que tiene en sí, pasamos de algún modo a ser esclavos de
esa “atención privilegiada”. Estas tendencias generalmente ocurren
por lo que decíamos al comienzo del parágrafo: existe una suerte de
transferencia de un impulso a otro, lo que provoca que éste último
esté “agrandado” o “minimizado” según el caso.
En fin, sin lugar a dudas los seres humanos hemos hecho del sexo
un tema muy confuso y polémico. Ya sea por deseos aumentados o
por temor, el tener una vida sexual desequilibrada no es causa de
otros problemas sino que es consecuencia de un desorden interno
(como vimos a lo largo de este libro).
A nivel personal me impresiona cuando veo la importancia que se
le da a la fidelidad en la pareja. Pero ¿qué es la fidelidad? ¿Está ésta La fidelidad
entre las piernas? Considero que la fidelidad en la pareja es la since-
ridad absoluta. Ser infiel es engañar, no otra cosa. Con sinceridad
absoluta me refiero a que cada uno es totalmente sincero consigo
mismo y con el/la otro/a. Si un hombre siente atracción sexual hacia
una mujer que camina muy provocativamente por la calle ¿le está
siendo infiel a su pareja? Quizás si ella le preguntase: –querido, ¿te
sentiste atraído por esa mujer?– y él le contestara: –¡no, para nada! –
ahí sí le estaría siendo infiel, ya que sería infiel a la verdad.
Por otra parte la verdad es que muchas veces las parejas se for-
man, más que por amor, porque se llevan bien en la cama, pero lue-
go, cuando ya se han aburrido mutuamente, les gustaría probar nue-
vas experiencias sexuales pero no se animan, por el temor a ser infie-
les. Generalmente en lugar de hablarlo honesta y humildemente eli-
gen inconscientizar sus impulsos, generando así reacciones neuróti-
cas de supuestas causas desconocidas. Otra vez el miedo es el prota-
gonista de nuestras vidas.
73
Hay casos también, en los cuales el sexo es utilizado como medio
Sexo como juego
de dominación. La lucha de la conquista es el móvil del impulso se-
de poder
xual más que el placer en sí. Hay personas que sienten que si sedu-
cen o conquistan al otro, llegando al punto de compartir un acto se-
xual, es porque son poderosas, más fuertes, más importantes… es el
famoso “juego de poder”. O cuando las mujeres sienten seguridad
porque el hombre las desea, saben así que éste las seguirá vayan
donde vayan…
Por otra parte, desde hace algunas pocas décadas, se puede ob-
servar una fuerte despolarización de los sexos. Esto significa que el La despolariza-
ción de los sexos
hombre y la mujer tienden a parecerse excesivamente; él ha perdido
virilidad y ella femineidad. Hasta los años sesenta, el arquetipo de
mujer obedecía a ciertas características y el de hombre a otras dife-
rentes y complementarias. Obviamente ninguno era superior al otro.
Así como una vagina no es superior a un pene, ni viceversa, lo mismo
ocurre con los componentes psicológicos femenino y masculino.
Simplemente son susceptibles de acoplarse armoniosamente. Todo
lo que fluye requiere de dos polos, como en la electricidad y en el
magnetismo. En la filosofía china el Tao es el Todo (el Kosmos) y está
en permanente movimiento. Éste se expresa según dos aspectos: el
yin y el yang. El primero, entre otras cosas, es lo femenino, lo pasivo;
el segundo es lo masculino, lo activo.
La despolarización parcial de los sexos quizás obedezca a la nece-
sidad de emparejar a toda costa una desigualdad social entre hom-
bre y mujer que históricamente le había causado gran dolor a ella.
Sin duda el feminismo ha sido una corriente necesaria para reivindi-
car a la mujer respecto de su situación social. Pero podría ser extre-
mista y contraproducente para ella misma, darle un rol tan activo
hasta en lo psicológico. Como consecuencia lógica, el hombre se ha
hecho más pasivo, entonces a la mujer le toca la peor parte de los
dos roles: termina siendo mamá, ama de casa, oficinista, etc.
Otra consecuencia de esto, es que en la vida de relación, ya no
Cambio de roles:
está de moda que el varón debe tomar necesariamente la iniciativa varón - mujer
para el acercamiento entre ambos. Esto obliga a la mujer a empren-
der la acción, lo cual produce una frustración (más o menos incons-
ciente) en ambos. Él se siente un cobarde y ella, por más necesidad
que tenga de un hombre, no puede valorarlo como tal.
La forma en que se relacionan las personas de sexos opuestos,
más allá de lo sexual, en muchas oportunidades tiene más que ver
74
con el “gustar gustar” que con el que te guste el otro/a. Más adelante
volveremos sobre este tema.
75
Las Relaciones Humanas
76
mira a ella, la trata como si estuviera en un plano de superioridad. B.
tiene la autoestima baja, en consecuencia el sentimiento de su her-
mana le viene muy bien. Conclusión: aunque no la aprecia, le gusta
mucho gustar de su hermana de modo que siempre le perdona todas
sus fallas.
Por otra parte existe otro tipo de pseudo relación. Es cuando am-
bos son muy distintos y tienen marcadas fallas en sus personalidades La complemen-
pero complementarias. No es la complementariedad natural y armo- tariedad des-
tructiva
niosa entre un hombre y una mujer sanos; sino que es enfermiza, psi-
copatológica.
N. F y W. D. hace más de cuarenta años que están casados. Nunca
se llevaron bien, pero no se animaron a divorciarse. Solamente se
separaron durante 6 meses en una ocasión, pero como si hubiera una
fuerza magnética entre ambos, volvieron a convivir. Resulta que él es
un hombre fino, escrupuloso, ordenado, frío, calculador y controlado.
Ella es espontánea, grotesca a veces, cálida, desprolija e inestable. A
cada uno, en parte, le hubiera gustado ser como el otro. Ninguno se
ha sentido bien consigo mismo nunca, entonces inconcientemente
han creído que si fueran como el otro, que es lo opuesto (o lo com-
plementario), se sentirían mejor. Por eso “se quieren” a pesar de to-
do. Es decir, a pesar de que se odian, porque en sí ninguno soporta al
otro. Están esclavizados mutuamente por esa actitud compensatoria.
A estas uniones las podemos denominar psicopatológicas. Generan
fuertes apegos siempre con mucho desgaste y más o menos durade-
ros en proporción al grado de complementariedad.
En otros casos la necesidad es solo de una parte. Ella ve en él al
padre que no tuvo; o él ve en ella a la madre que le hubiese gustado
tener. Esta situación no es necesariamente edípica ya que se trata de
carencias afectivas, no sexuales, respectos de los correspondientes
progenitores. Creo que Freud proyectó su circunstancia personal (con
su madre) hacia todo el mundo al elaborar la teoría del complejo de
Edipo.
También puede ocurrir que mi flamante amigo/a me haga acor-
dar al hermano/a que perdí en un accidente… En fin, existen muchos ¡Siempre el cen-
otros casos, pero todos tienen en común que el centro de mi activi- tro soy yo!
hablar, o sea de pensar, no para utilizar ello con fines hedonistas. Sin
embargo, si lo usamos bien, nos otorga el mejor de los placeres, el
de confraternizar en paz con la enorme energía que nos produce la
actividad del verdadero amor.
Cuenta la leyenda esotérica (del verdadero esoterismo) que hace
millones de años el ancestro del ser humano era una especie de si-
mio, ya extinguido, al que una entidad muy poderosa de recóndita
región cósmica, lo vio con la potencialidad de evolucionar. Decidió,
entonces, insuflarle una fuerte energía mental para que logre tener
“luz” al servicio del alma. A esa entidad se la conoce por “Lucifer” (el
que da luz). Nuestro fracaso fundamental estribaría en haber utiliza-
do esa energía mental solo para nuestra propia satisfacción que, con-
traproducentemente, se transformó en nuestro martirio existencial.
No reconociendo nuestra mezquindad e ignorancia culpamos a esa
entidad asociándola con el diablo. Pero Lucifer, junto con la inteli-
gencia, nos otorgó el libre albedrío…
El temor a relacionarnos, entonces, es consecuencia de la “cola de
paja” que tenemos por estar constantemente movidos por una an-
siedad “centrípeta”.
78
El Temor
79
pide darme cuenta que tantas cosas a las que me aferro, en vez de
darme seguridad, me provocan temor?
En primer lugar debemos destacar que mucha gente no es con-
La peligrosa
ciente que tiene miedo11. A lo sumo registran ciertos temores pun- negación del
tuales como a las tormentas, a los ladrones, a los perros, etc. Pero les temor
cuesta más concienciar su estado de inseguridad permanente, o sus
miedos sociales y afectivos. Algunos creen que no sufren, incluso es-
tán convencidos que son felices. La negación es masiva y constante.
Es difícil descubrir que las causas de mis miedos no son reales si ni
siquiera los reconozco. Para superar un miedo, tengo que enfrentarlo,
no esquivarlo.
V. P. le tenía mucho miedo a la oscuridad. Estaba veraneando con
un amigo en una casa campestre rodeada de bosque en zona muy
apartada. Era una noche oscura de luna nueva. Su amigo le propuso
hacer un experimento psicológico para que lidie con su temor. Ella
aceptó, entonces la alejó lo suficiente de la casa con una venda en los
ojos guiándola de la mano. Se sentó con ella apoyándola en un árbol
y le dijo: –yo te voy a dejar sola, no te saques la venda hasta que te
grite de lejos; y después aguantá lo más que puedas–. Sumisa y tem-
blorosamente asintió, por la confianza que le tenía, siguiendo sus
instrucciones. Él tardó bastante en regresar. El reencuentro fue glo-
rioso, el miedo de ella en medio de esa silenciosa oscuridad extrema,
había ido aumentando hasta llegar a un límite. Luego, súbitamente se Reconocer y
enfrentar el
relajó. En ese momento se dio cuenta que no había ningún peligro. A
temor para su-
partir de entonces nunca más le tuvo miedo a la oscuridad. perarlo
No hay peor cosa que mezclar la inseguridad con el orgullo. Éste
hace que la niegue impidiendo la posibilidad de detectarla para lue-
go superarla. Claro que no todos tenemos un amigo de confianza
que nos sepa ayudar. En este caso debemos ser amigos de nosotros
mismos; debemos tener un mínimo de confianza en nosotros para
comenzar con el intento de solución sin diferir. El desánimo fácilmen-
te podría aparecer, pero no tenemos que rendirnos. Con la voluntad
no se puede superar ningún temor, pero con ella se puede elegir to-
parse con él y observarlo. Valiente no es el que no tiene miedo, sino
el que a pesar de ello hace lo que tiene que hacer (!).
Volvamos al tema de los miedos estrictamente psicológicos que
son, por ejemplo, cuando uno tiene miedo de caer mal, de que no lo
11
“Las peores cadenas son las que no se ven”…
80
quieran, cuando se siente inseguro relacionándose con sus semejan-
tes, etc. Hay muchas personas que prefieren desarrollar su afectividad
con animales (“mascotas”) e incluso con sus plantas, porque estos
reinos de la naturaleza dependen enteramente de su cuidado. Y esto
ocurre cuando los ponemos en un hábitat que nosotros controlamos
pero no es el natural de ellos12. Otras personas tienen tanto miedo al
aislamiento que, paradójicamente, se aíslan de algún modo. Es como
el alivio del que se rinde y da por terminada la batalla aunque no esté
en mala situación. Renuncia a la gloria de la victoria pero por lo me-
nos desaparece el tormento crónico del temor. De estos miedos po-
dríamos dar muchos ejemplos; de hecho hemos visto algunos casos
como p. ej. el del que tiene miedo al fracaso… pero a esta altura el
lector ya debe tener claro cuáles son sus miedos psicológicos y el de
sus seres queridos…
La pregunta es ¿por qué el ser humano tiene este tipo de temo-
res? Repasemos el siguiente punto clave. Cuando nacemos somos
muy frágiles y vulnerables. Dependemos enteramente del cuidado y
protección de mamá. Somos susceptibles de enfermarnos, lastimar-
nos, etc. Sabemos “instintivamente” o inconcientemente que estamos
constantemente expuestos al sufrimiento. Cuando somos “grandes”
ya no estamos en esa situación, sin embargo continuamos inseguros.
Ahora la inseguridad se transfirió a lo psicológico. Ya no hay peligros
físicos (por lo menos como para que estemos todo el tiempo insegu-
ros), pero entonces inconcientemente creemos que hay peligros psi-
cológicos. ¿A qué se debe esto? A que sabemos (aunque no nos co-
nozcamos a nosotros mismos) que no somos amorosos, que sola-
mente nos interesamos en nuestros egos. Esto tiene que generar una
inseguridad cuasi masiva y permanentemente. Es como transitar por
una veloz y concurrida autopista con un vehículo que funciona muy
mal.
12
Otro ejemplo, junto con el de los hijos, de cómo elegimos “querer” a los que
depende de nosotros…
81
La Política
82
fluenciar. Por otra parte se sabe del alto porcentaje de indecisos que
hay hasta el mismo día de las elecciones. Muchos votan sin estar
realmente convencidos del destinatario de su voto.
Dichas campañas tienen éxito porque la mayoría de la gente no
No sabemos
tiene criterio propio. Le cuesta discernir, necesita una “autoridad” en discernir
quien apoyarse. No se ha superado del todo la etapa adolescente (en
la que de tanta seguridad adolecemos). Necesitamos un “patrón”, un
referente o un padre. Esta última palabra deriva de “protector”… Mu-
chos occidentales se aferran a: el padre, la patria, el patrimonio y el
padrenuestro…
Así las cosas ¿qué tipo de democracia puede haber en estas con-
diciones? El resultado es que, generalmente, el grupo que toma el
poder no es tan distinto al de una “asociación ilícita”. Pero mucho
peor, ya que lejos de ser ilícita, está legitimada por el “voto popular”.
Ninguna ley debería posibilitar o facilitar el perjuicio de un sector
de la sociedad, ni el beneficio desproporcional de otro sector. Y me-
nos cuando lo segundo ocurre a expensas de lo primero (!); sobre
todo cuando el grupo perjudicado es ampliamente mayoritario. Pero
las leyes están confeccionadas e impuestas justamente por el grupo
minoritario.
La política está inevitablemente asociada con la economía. No se
puede hacer política en una sociedad si no se atiende a la cuestión
económica de los integrantes de la misma. ¿De cuáles integrantes, de
todos o solo de algunos? Un gobernante, un político con poder ¿de-
be procurar el bienestar del conjunto de los ciudadanos o permitir
“haciendo la vista gorda” que las leyes favorezcan la inequidad? ¡Qué
obvias son las respuestas a estas preguntas!
Cuando yo era muy joven concurría a un importante club de Bue-
nos Aires. Tenía unas instalaciones muy grandes y confortables con
enormes extensiones de terrenos y varias construcciones, en tres se-
des distintas. Éramos alrededor de 40.000 socios. Un día me pregunté
quién era el propietario de todo eso. La respuesta fue muy simple
pero sorprendente para quien estaba acostumbrado a disfrutar de los
bienes burgueses privados: era de todos los socios. Fue a partir de
este dato que comencé a reflexionar acerca de por qué el sistema del
club no podría extrapolarse a todo un país… Mi cándido juvenil pen- El mal del “bien
privado”
samiento me llevaba a imaginar que a nivel nacional podría ocurrir lo
que veía en ese establecimiento: todos contentos, disfrutando y cui-
dando lo que sentían que, aunque no con exclusividad, era de ellos. -
83
¿Para qué apoderarse de algo en forma privada si lo más lindo es
compartir?- pensaba. Un bien “privado” priva a los demás de disfru-
tarlo como lo hace el dueño; entonces se transforma en un mal.
84
Capitalismo y Egoísmo
85
cobra por ejemplo 2000 por mes, el que más lo hace cobra 20000. En
una obra el ingeniero cobraría diez veces más que el último obrero,
por ejemplo. Este coeficiente se podría flexibilizar en función de las
potencialidades de cada país, llevándolo a 15 ó 20 según el caso, pe-
ro de todos modos así se impediría la brecha exageradamente gran-
de entre ricos y pobres. El socialismo dice que para que no haya po-
bres, tampoco tiene que haber ricos.
Necesitamos
Para evitar la concentración de las riquezas y la explotación del leyes porque no
hombre por el hombre, el socialismo propone que no se permita la somos solidarios
privatización de los medios de producción, tanto urbana como rural.
Dice que la plusvalía es el valor agregado13 en el proceso de produc-
ción, realizado por la fuerza del trabajo de los obreros, para que el
patrón se enriquezca. Entonces, si no hay patrones propietarios de
fábricas, campos, etc., no existe la plusvalía; en consecuencia desapa-
recen los ricos y también los pobres. Marx (el fundador del socialismo
científico) quería que todos fuéramos de clase media. El socialismo,
no obstante, permite la propiedad privada de la vivienda, de auto-
móviles, etc. que toda familia necesita o desea, siempre y cuando no
sea un medio productivo que genere plusvalía (!). Esto es un resumen
sumamente conciso de esa doctrina.
Pero ¿cómo se lograría implementar este sistema? Como antes
dijimos, imponiéndolo. Y sólo se impondría por la fuerza. No hable-
mos de la posibilidad de un cruento proceso revolucionario; supon-
gamos que en elecciones democráticas, el pueblo elige este sistema.
Después ¿cómo se garantiza el cumplimiento de esa justicia social? A
través de leyes que obliguen a que nadie acapare por demás para no
dejar al prójimo con menos de lo necesario. O sea necesitaríamos
leyes estrictas que impongan el sistema porque naturalmente no so-
mos solidarios…
Entonces parecería que el capitalismo es el sistema político que
El capitalismo
nos merecemos (!); es el que naturalmente encaja con nuestra forma es la consecuen-
de ser… Este sistema permite una injusta distribución de la riqueza cia natural del
egoísmo indivi-
pero ¿acaso eso no es la extrapolación a toda la sociedad de nuestro dual
egoísmo individual? Mientras existan tantas personas que les parece
normal que una estrella de Hollywood gane millones de dólares por
filmar durante algunos meses una idiota película, mientras hay millo-
13
Este sería un valor agregado que no aporta nada al proceso de la producción,
sino tan solo a la ganancia del patrón. No obstante hay cierto valor agregado (no
tan grande como aquél) que es inevitable.
86
nes que pasan hambre, creo que no hay remedio natural y perma-
nente. Usemos un mero ejemplo: en el año 2008 Madonna facturó
242 millones de dólares (!), o sea unos 20 millones por mes. Eso es lo
equivalente a lo que percibieron 50000 obreros (!).
Si intentamos cambiar a la sociedad sin comenzar a cambiar no-
Nosotros hace-
sotros mismos, estaremos yendo al efecto y no a la causa. El ser hu-
mos la sociedad
mano hace a la sociedad y no a la inversa. Es cierto que las normas
sociales, incluso las leyes y las consecuencias que producen, condi-
cionan a las personas desde que nacen. Pero ¿quiénes confecciona-
ron dichas normas y leyes? Podríamos, como ya ha ocurrido, imponer
regímenes bajo presión, pero es una contradicción que leyes más
justas tengan que imponerse por la fuerza…
La verdadera solución de un problema no está en arreglar solo
una parte y menos si ella es periférica. La problemática económica es
el aspecto de la energía del ser humano que tiene que ver con el
cuerpo físico. No es suficiente con que partamos de lo físico para
estar bien. Es necesario que estemos “confortables” en lo más pro-
fundo de nuestro ser, luego en la mente, luego en la emoción y tam-
bién en el cuerpo. En un país agrícola ganadero como la Argentina y
otros, sería fácil erradicar el hambre, pero por algún motivo esto no La solución
se realiza. Debemos encarar el problema integralmente si queremos debe ser integral
87
La Religión
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son adultos ni se les ocurre dudar de por ejemplo, las palabras de
Jesús o de Buda, es más, ni siquiera se dan cuenta que es muy pro-
bable que en los largos años que pasaron, dichas palabras hayan sido
muy distorsionadas.
Todas las religiones son interpretaciones más o menos dis-
torsionadas, de la enseñanza de un Avatar que aparece en cierto lu-
gar y en cierto momento. Por eso cada religión tiene ciertas diferen-
cias de forma (ritos, ceremonias, etc.) pero no de fondo. No obstante,
con el correr del tiempo las diferencias se han ido profundizando,
terminando en dogmas estáticos y muertos, olvidándose de lo im-
portante: el trasfondo. Este siempre es incluyente y simple. Un avatar
es un gran ser totalmente integrado. Por eso se le llama “el Ilumina-
do” (el Buda), “el Redentor” (el Cristo), etc., ya que por su conciencia
abarcante e integral, son verdaderos Maestros.
Las religiones que se han formado, a pesar de los propios Avata-
res, distan mucho de educar al hombre para que se vincule con su
Dios inmanente o Alma. La etimología de las palabras sano y santo
en inglés es la misma: “hale”, sano y “holy” santo, del mismo modo
que “health”, salud y “whole”, totalidad; todas provienen de la raíz
“hal” que en inglés quiere decir sano, íntegro, saludable.
Estoy convencido de que: A Moisés no le gustaría comprobar que
La distorsión de
su pueblo terminó desarrollando un empedernido sectarismo que fue
los mensajes de
precisamente lo que hacían los egipcios de quienes él los liberó. A los profetas
Buda no le gustaría verificar que sus seguidores han hecho tanto hin-
capié en lo físico, aspecto que él despreció cuando se iluminó, fun-
dando artes marciales que desvían la atención de lo fundamental. A
Jesús no le gustaría ver en lo que se ha transformado la iglesia católi-
ca: históricamente autoritaria y codiciosa. A Mahoma no le gustaría
observar el fundamentalismo musulmán que llega al extremo de la
inmolación matando y matándose.
Moisés, cuando descubre que era hebreo, es tentado por su ma-
dre adoptiva al decirle: –si ocultas tu origen, serás faraón, entonces
tendrás el poder de ayudar a tu pueblo– ; a lo que él contesta: –no
conozco el poder que determina mi camino–. Y “su camino” es él
mismo… por lo tanto él es conciente de que no existe nada más im-
portante ni poderoso que conocerse a sí mismo (!).
Jesús en una oportunidad dijo: –¿de qué te serviría si ganaras el
mundo pero perdieras tu alma?–. También era conciente de que lo
más importante y poderoso no estaba “afuera”.
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Las creencias religiosas históricamente han producido tantos an-
tagonismos como las emociones nacionalistas o las ideas políticas.
¿Por qué creemos en dios? La pubertad es la época de la vida en
que se manifiesta la aptitud para la reproducción, o sea en la que se
desarrolla la zona del pubis. Es cuando lo que era un niño debe co-
menzar el camino a la adultez. Y en este sentido cobra importancia el
modo en que nos vamos a relacionar con los demás, con el prójimo
(que es el “próximo” cualquiera que conoceremos). Pero como no
hemos sido bien educados para ser libres, decididos, amables… nues-
tra inseguridad para encarar ese reto es pasmosa. Es cuando más
necesitamos la guía, la orientación del padre para afrontar la vida.
Pero no está, brilla por su ausencia, debido a que papá no puede en-
señarnos lo que no supo aprender. ¿Qué pasa entonces cuando no Inventamos a
Dios
tenemos algo que necesitamos? Simplemente lo inventamos. Aunque
“esté en el cielo”… (!).
Nuestra idea de dios es que es un ser todopoderoso a quién po-
demos acudir eventualmente. Contar con él pensando que nos ob-
serva todo el tiempo, que nos comprende, que nos perdona incondi-
cionalmente, nos da una sensación de protección inefable. Todo este
mecanismo psicológico se debe a que no hemos (y quizás no quere-
mos) trascender nuestra infancia.
Se deduce entonces que dios solo existe en nuestra mente. Sin
desmedro que pueda haber energías “superiores”…, pero con seguri-
dad no tienen nada que ver con nuestra idea de la divinidad.
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Revisión
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Esquematicémoslo:
14
Estas SS son más destructivas que las nazis porque están dentro de nosotros.
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Pero de vez en cuando algún que otro ser humano, generalmente
joven, se rebela contra esto. ¿.Qué pasa si no acepto esta forma de
vida para mí y mis futuros seres queridos? En este caso tengo que ser
conciente que voy a desarrollar una actitud verdaderamente revolu-
cionaria. Pero cuidado, hay y ha habido varios revolucionarios socia-
les en el mundo. Lo significativo es que detrás de esta gente progre-
sista a veces se ha encontrado una conducta personal reaccionaria (!). La Revolución
La revolución debe ser total. Esa es la Revolución Fundamental. debe ser total
¿Por qué conformarme con leyes más justas, si solo existirá un nuevo
mundo cuando seamos amorosos? ¿Por qué no dirigir la energía a
mejorar como seres humanos? ¿Cuál es la solución al problema exis-
tencial del egoísmo humano? Por supuesto, más de uno podría de-
cirme que esto es utópico. Pero ¿acaso el comunismo es menos utó-
pico? No obstante no creo que la revolución interior sea imposible, al
contrario, es relativamente simple si se quiere realmente realizarla. Si
no se quiere, es directamente imposible… Es mucho más difícil reali-
zar una revolución política y tener que presionar todo el tiempo a la
oligarquía para que acepte los cambios que nunca va a aceptar.
Ser conciente es lo fundamental y el punto de partida. Si estoy en
un lago y no sé nadar, puede ser buena idea aferrarme a un tronco;
pero si mágicamente la madera mutara en plomo, al ver que comien-
za a hundirse, instantáneamente la soltaría. Ningún ave se apega a la
rama donde temporalmente se posa, porque sabe que eso la expon-
dría al depredador. Solo el ser humano es su propio depredador, al
creer que lo que puede salvarlo en realidad es lo que lo está matan-
do.
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3) No necesito estar preparado para hacer esto, no puedo prepa-
rarme; lo hago o no lo hago.
4) Observando al prójimo y auto-observándome con atención me
despolarizo de mí mismo. La autopolarización desaparece. Donde
hay atención no cabe el ego.
5) Al relacionarme con otra persona, me polarizo en ella, me in-
tereso en ella, indago acerca de lo que le pasa, etc., estando atento a
no pretender recibir nada de ella. Y me auto-observo con mucha
energía, humildad y honestidad. No pretendo hacerme el bueno ni
generar ninguna imagen que pueda beneficiarme.
6) Si al intentar polarizarme en el otro, siento pereza, me aburro o
me distraigo, significa que aún no lo logré. Reconozco esto y lo in-
tento de nuevo una y otra vez. Lo encaro como un trabajo, pero no
pienso (!), no especulo, no comparo ni evalúo.
7) Al principio, después de realizar dicho “trabajo” varias veces,
quizás no sienta nada que no sea cansancio. Pero en determinada
inesperada ocasión, voy a sorprenderme sintiendo algo raro. Ese sen-
timiento es inefable, hay paz y cierto bienestar suave pero penetran-
te, sin euforia ni emoción intensa alguna. Y ¡el ego está ausente!
8) Las primeras veces, ese sentimiento será fugaz; si quiero atra-
parlo para “disfrutarlo”, desaparecerá como los bellos sueños que me
cuesta recordar. No debo desarrollar ningún movimiento mental ni
emocional.
9) Cuando comience a sentir ese sentimiento con regularidad,
sentiré también que he comenzado a “olvidarme de mí mismo”, a
desautopolarizarme. Pero no debo pensar ni hablar de ello. Es más, si
lo pienso o si lo digo, tendré la prueba de que no me está ocurriendo
eso aún; solo lo estoy inventando con mi tramposa cabeza. ¡Cuidado
con el autoengaño!
10) A partir del comienzo del olvido del yo, mi vida cambiará ra-
dicalmente. Tendré más y mejor energía. Podré tener metas o deseos
concretos (y simples), pero nunca desearé nada con respecto a otro
ser humano para mi beneficio excluyente. ¡Viviré sin opción desde el
corazón, no desde la cabeza!
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El verdadero Amor no es una meta a lograr. Cuando desapa-
rece la autopolarización de nuestra mente-emoción, brota espon-
tánea y naturalmente.
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INDICE
PRÓLOGO ............................................................................................... 3
INTRODUCCIÓN .................................................................................... 4
EL AMOR ............................................................................................... 17
EL CONDICIONAMIENTO ................................................................... 40
LA SENSIBILIDAD ................................................................................. 45
EL INCONSCIENTE ............................................................................... 48
LA EDUCACIÓN.................................................................................... 51
LA SALUD.............................................................................................. 55
LA SOLEDAD ........................................................................................ 68
LO SEXUAL............................................................................................ 70
EL TEMOR ............................................................................................. 79
LA POLÍTICA ......................................................................................... 82
CAPITALISMO Y EGOÍSMO................................................................. 85
98
LA RELIGIÓN......................................................................................... 88
REVISIÓN .............................................................................................. 91
Créditos de Imágenes:
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