La Causa Fundamental Del Sufrimiento Humano

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Dos Santos Lara, Eduardo César


La causa fundamental del sufrimiento humano / Eduardo César Dos Santos Lara. -
1a ed. - San Carlos de Bariloche : Veritas Praevalebit, 2020.
Libro digital, PDF

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ISBN 978-987-47346-1-7

1. Psicología. I. Título.
CDD 150

2
Prólogo

Quisiera hacer algunas aclaraciones preliminares relacionadas con


ciertos conceptos reiterativos expresados a lo largo del libro. La
palabra “amor” se utilizará en un sentido mucho más profundo y
abarcante al que comúnmente se usa. Otro tanto ocurrirá con el
término “egoísmo” que tendrá siempre un sentido negativo. Solicito
al lector que tenga buena voluntad para que no tiña con arraigadas
ideas personales las nuevas nociones. Ambos términos no solo se
repetirán hasta el hartazgo, sino que permanentemente se
contrapondrán entre sí.
Por otra parte, “atacaremos” muchas veces a los padres con críti-
cas varias, a veces muy duras. Podrá llegar a parecer un ensañamien-
to, pero lo cierto es que creemos necesario ¡denunciar errores! que
no surgen de la maldad sino de la ignorancia. Somos concientes que
ser padre es la responsabilidad más importante que existe porque
determina la vida de los nuevos seres. Nuestra intención es inducir el
despertamiento de la conciencia para que seamos con nuestros hijos
mucho mejores que lo que fueron con nosotros cuando éramos hijos,
independientemente de la buena voluntad que hayan tenido nues-
tros progenitores. Nosotros a partir de ahora tendremos la oportuni-
dad y posibilidad que ellos no tuvieron. Nuestra responsabilidad por
lo tanto será mucho mayor.
Otros temas delicados y sensibles para muchos lectores serán los
relacionados con la política y con la medicina. No esperamos en todo
caso que coincidan o disientan, sino que desarrollen una de las más
importantes actividades de las que el ser humano potencialmente es
capaz: investigar.
Para concluir quiero advertirte, estimado lector, que si la “trinche-
ra” de tu ego es muy rígida, leer este libro paradójicamente te puede
hacer sufrir en vez de ayudarte a disolver el sufrimiento.

El Autor

3
Introducción

“Si el libro que leemos no nos despierta


de un puñetazo en la cabeza, ¿para qué leerlo?”
Franz Kafka

El tema del sufrimiento representa el mayor problema de la hu-


manidad. ¡Necesitamos dejar de sufrir, es urgente!
Todo el mundo cuando siente sufrimiento físico y/o psíquico
quiere evitarlo lo antes posible y de cualquier manera sin tratar de
comprender la causa del mismo. Pero no se puede solucionar un
problema en forma permanente si no se conoce su causa, su raíz.
Ahora bien, para conocer la raíz del sufrimiento podría ser que tuvié-
ramos que transformarnos… ¿Estamos dispuestos a esto? ¿O tene-
mos tanto miedo a cambiar que inconcientemente decidimos seguir
sufriendo?
Por otra parte, si aceptamos la necesidad del cambio ¿esta trans-
formación me va a afectar solo a mí, o también a los demás? ¿Somos
concientes que no solo sufrimos sino que también hacemos sufrir?
¿Queremos dejar de hacer sufrir? Si nos transformamos, ¿acaso no
dejaríamos de hacer sufrir a los demás? Si no logramos esto último,
¿podemos pretender dejar de sufrir?
Analicemos la frase de Kafka, ¿por qué dice “puñetazo”?, ¿por
qué no dice, por ejemplo, “caricia” en la cabeza? Posiblemente por-
que sabido es que para aprender ciertas cosas muy importantes, ne-
cesitamos cimbronazos ya que, como decía mi abuelo, “somos hijos
del rigor”; lo que nos resulta fácil, blando o suave, lo disfrutamos un
rato y luego lo descartamos. No nos cala hondo porque al no sacu-
dirnos, no lo valoramos. En consecuencia debo hacer la advertencia
de que las páginas siguientes serán duras, amargas e intensas, no
aptas para orgullosos, quisquillosos, prejuiciosos, susceptibles, co-
bardes o negadores. Deberemos afrontar la búsqueda de la verdad
en forma estoica y gallarda.
Pero ¿qué es el sufrimiento? ¿por qué se produce? ¿hay varias
causas del mismo o básicamente solo una? ¿qué se requiere para
superarlo? Trataremos de responder con valor y honestidad este tipo
de preguntas.

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Cuenta una leyenda que cierta vez un discípulo se presentó a un
Maestro de Sabiduría que vivía en la profundidad de un umbroso
bosque por donde corría un río, y le pidió que le diera sabiduría. En-
tonces el Sabio le sumergió la cabeza en el agua hasta que el joven
tuvo que realizar un gran esfuerzo para no morir ahogado. El Maes-
tro le preguntó qué lo impulsó a reaccionar de ese modo. – La nece-
sidad de vivir– fue la respuesta, a lo que aquel le replicó: –Bien, cuan-
do necesites la sabiduría tanto como respirar, la tendrás.
Debe quedarnos claro que para trascender el sufrimiento, te-
nemos que necesitar desesperadamente transformarnos en un ser
humano verdaderamente bueno. Es cuestión de vida o muerte, “de
ser o no ser”. Como se ve estamos relacionando bondad con la solu-
ción del sufrimiento… ¿podemos comprender la vinculación entre
ambos conceptos?
No se debe tomar con ligereza el tema del sufrimiento. El proceso
de su superación no es una panacea mágica. Mucha gente no quiere
descargar de su “mochila” psíquica la pesada carga que cree que al-
guna vez va a necesitar, pero lo único que consigue es que aquí y
ahora se dificulte su camino por la vida.
Queremos conocer la raíz del sufrimiento para disolverlo. Esto re-
quiere de un proceso profundamente revolucionario. No hay verda-
dera revolución interior, no hay real posibilidad de descubrimiento de
nada, si uno se apoya en la autoridad intelectual, psicológica o espiri-
tual de alguien. ¡Exhorto humilde y fervientemente al lector a que
discrimine, razone y discierna por sí mismo!

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El Ser Humano, su Personalidad, su Vida

Nacemos, vivimos, sufrimos y morimos, ¿qué sentido tiene este


proceso? Preguntarnos qué sentido tiene la vida probablemente sea
una divagación mezquina. Nuestras cabezas siempre buscan “razo-
nes” que suelen ser justificaciones o consuelos de nuestros egos. Sin
embargo, tratar de comprender la causa de nuestro sufrimiento no es
una acción egocéntrica, siempre y cuando la vocación de entendi-
miento sea sin motivo, tan solo por el hecho mismo de saber. Si
en cambio quiero conocer la causa del sufrimiento solo “para
dejar de sufrir”, voy a desarrollar un proceso contraproducente.
Pero si encaro este tema con una actitud más abierta, más noble e
incluyente, podría ocurrir algo cuasi mágico…
Ahora bien, si queremos conocer la causa de un problema, prime-
La naturaleza
ro debemos conocer la naturaleza del mismo. ¿Cuál es, pues, la del del sufrimiento
sufrimiento humano?
Antes que nada quiero señalar que el dolor en sí mismo no es al-
go malo que debamos suprimir de por sí. Cuando nuestro cuerpo
físico siente algún malestar, estamos recibiendo un “alerta rojo, o
anaranjado o amarillo” que nos advierte que algo está funcionando
mal. Entonces es cuestión de corregirlo. Asimismo, si cuando hace-
mos un ejercicio físico nos lastimamos con algo (un clavo, algo ca-
liente, etc.) estamos recibiendo una suerte de alarma para que nos
apartemos de ello porque si el cuerpo continuara sometido a dicho
factor dañino, recibiría un daño mayor (eventualmente irreversible).
Lo malo en este caso sería que el cuerpo estuviera anestesiado, por-
que si así fuera, no recibiría el alerta del dolor y entonces no nos
apartaríamos del agente destructivo. El problema que tenemos es
que, si bien también padecemos dolores psíquicos (que muchas ve-
ces son los peores), en esta área frecuentemente estamos “anestesia-
dos”. ¿Qué significa esto? A veces sufrimos sin saber, sin ser concien-
tes que sufrimos (!). Esto es cuando nos insensibilizamos, o sea cuan-
do no sentimos ciertas sensaciones desagradables por estar mal con
nosotros mismos. No estamos en paz, estamos crónicamente insegu-
ros y ansiosos, pero no tenemos idea por qué. Es más, ni siquiera re-
gistramos que somos terriblemente desdichados. Esto ocurre porque
inconscientizamos nuestro consuetudinario dolor. Al hacer esto es

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como si estuviéramos psíquicamente bajo la acción de una potente
anestesia…. Entonces al no percibir el sufrimiento no actuamos sobre
su causa (!). Es increíble que el ser humano sea capaz de inyectarse
anestesia total a su propio “cuerpo” psíquico, pero es real y más fre-
cuente de lo que se cree (!).
Entonces, padecemos sufrimientos físicos así como psicológicos.
Acerca de los primeros, tenemos dos ejemplos muy patéticos en la
historia reciente de lo que la humanidad puede provocar: 1) en el
siglo XX hubo dos guerras mundiales que produjeron más de 10 mi-
llones de muertos la primera y más de 50 millones la segunda; 2) ya
en el siglo XXI, según las Naciones Unidas (en el año 2010) se iban
diariamente a dormir con el estómago vacío más de 1000 millones de
personas en el mundo (!!).
Por otra parte, respecto de lo físico está el hecho de que somos
vulnerables a enfermarnos, a sufrir accidentes, etc.
Respecto de lo psicológico, podemos enumerar varias situaciones
emocionales que nos producen dolor: sensación de inseguridad en
general o miedos varios (a los ladrones, a los perros, a las tormentas,
a fracasar, a que me dejen de querer, etc.); frustración, celos, envidia,
confusión, ansiedad, etc.
Parecería que la naturaleza del sufrimiento surge de la naturaleza
del ser humano ya que es frágil y vulnerable, tanto en lo físico como
en lo psíquico… Pero, ¡un momento! analicemos mejor la cuestión. ¿El
problema del hambre es natural o es producido artificialmente por
nosotros? El hambre no es consecuencia de que los recursos natura-
les del planeta no alcanzan. El enorme desperdicio de ellos por el
consumismo desenfrenado de la minoría, junto con la pésima e injus-
ta distribución de las riquezas, produce ese flagelo. Es algo que se
podría evitar; entonces el hambre es un problema artificial.
Respecto de las enfermedades, es un tema que se podría solucio-
nar y sobre todo, prevenir. Esto lo desarrollaremos en el parágrafo
correspondiente. Pero podemos adelantar que, salvo las enfermeda-
des o limitaciones físicas de nacimiento, las demás son, casi todas de
origen emocional.
La mayoría de los accidentes son por negligencia, por lo tanto
evitables. Y hay otros que ocurren no por casualidad…
Vayamos ahora a los sufrimientos que surgen de nuestras perso-
La causa común
nalidades. ¿Hay una causa común a todos ellos? Sí, el egoísmo (!).
Este término es un tanto controvertible, de modo que quisiera defi-
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nirlo antes de continuar con nuestra investigación. Vamos a entender
por egoísmo al estado por el cual el aspecto mental-emocional de Definición de
egoísmo
nuestra personalidad está dirigido enteramente a nosotros mismos.
Esto significa que desde que me levanto hasta que me acuesto, du-
rante todo el día el centro soy yo. Mis pensamientos y mis emociones
están polarizados1 en mí mismo, conciente o inconcientemente, di-
recta o indirectamente. Por supuesto que puedo intentar refutar esto
de muchas maneras para justificarme o negar que soy egoísta. Ahora
citaré algunos de los ardides o falacias típicas:
–Yo pienso y me preocupo mucho por mi esposa/o, por mis hijos,
Justificaciones
mi abuelita, mis amigos, mi perro, etc. Curiosamente siempre hay un
mi (mis) adelante… lo cual implica que ellos son una proyección de tu
ego.
–Con mi empresa doy trabajo a varias personas- Sí, pero la em-
presa es tuya y sos vos el que acumula capital.
–Hago caridad, ayudo a los demás–. Claro, te ubicás en un plano
de superioridad y te sentís bueno/a fácilmente.
–Pertenezco a una religión, voy a la iglesia (o al templo), soy una
persona espiritual–. Necesitás sentirte buena persona porque incon-
cientemente te sentís culpable…
–Tengo ideas políticas progresistas, sé que hay que distribuir las ri-
quezas, tiene que haber justicia social, etc. Muy bien, pero ¿cómo sos
en tu vida personal? ¿Compartís todo sin temor ni mezquindad?,
¿trascendiste los celos y la posesividad con tu pareja, con tus hijos…?
¿Te revolucionaste internamente, tus ideas son coherentes con tus
actos cotidianos?
–Quiero tener hijos míos para amarlos, protegerlos y brindarles lo
mejor. Ajá, ¿y por qué tienen que ser “tuyos” los niños?, ¿no podés
amar a cualquiera en cualquier momento?
También hay personas que atribuyen su sufrimiento a que: –me
ocupo siempre de los demás, debería ocuparme de mí. No quieren ver
que se ocupan de los demás para atraerlos hacia sí y si es posible
generarles dependencia.
En fin, hay muchos más autoengaños por el estilo… y el portador
de ellos generalmente se los cree, pero el hecho es que nadie hace
nada por nadie si no recibe alguna satisfacción a cambio. Nadie,

1
Definimos “polarización” como la concentración de la energía, en este caso psí-
quica, en un punto.
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o casi nadie, se entrega a los demás porque sí, simplemente por
amor a la justicia y la verdad. Y si corre algún peligro, mucho menos.
Por otro lado, está la falacia de que existe un tipo de egoísmo
bueno o necesario: lo que tiene que ver con mi propio cuidado, ali-
La falacia del
mentación, higiene, cuando busco tener una vivienda digna, una “buen” egoísmo
buena calidad de vida, etc. Aclaremos que esto no tiene nada que ver
con el egoísmo, esto es quererse a sí mismo, lo cual es lo contrario al
egoísmo. El que realmente se ama a sí mismo, ama a los demás. El
egoísta no se ama, por eso, para compensar este hecho, necesita
proporcionarse muchas cosas: dinero y bienes materiales por demás,
afectos (“que me quieran”), reconocimiento público, prestigio, poder,
fidelidad, respeto, obediencia, etc. Inconcientemente cree que todo
esto (o lo que pueda lograr) va a sustituir su incapacidad de amar,
entonces paradójicamente provoca un estado de permanente insatis-
facción y dolor (!). Nadie puede ser feliz, o ni siquiera estar en paz, si
es una máquina de buscar sensaciones agradables, tanto físicas como
emocionales. Cuando uno busca el placer, en lugar de otros valores
muy superiores, termina “cosificando” a las personas con las que
desarrolla cierto afecto. Esto significa que se hace utilitario, posesivo
y celoso. El (o ella) es “mío” (o “mía”) y su responsabilidad es satisfa-
cerme…, si no lo hace, tengo derecho a enojarme.
El problema empeora cuando en parejas de novios, de esposos, o
simplemente de amigos, las dos partes realizan esta transacción o
“negocio” implícitamente, apoderándose mutuamente para el logro
de la seguridad y el placer recíprocos. Este tipo de relaciones simbió-
ticas están destinadas, tarde o temprano, a la destrucción psíquica de
ambos con gran dolor.
Si nos basamos en lo que estamos diciendo, podemos darnos
Todos somos
cuenta que prácticamente todos los seres del mundo somos egoístas. egoístas
Solamente muy pocos no lo son, o no lo fueron. ¿Quiénes? Por
ejemplo Moisés, Buda, Jesús, Mahoma, Lao Tsé han sido seres en los
que el eje de sus vidas no ha estado en sí mismos. Antes bien, se han
dedicado a los demás sin que éstos sean necesariamente parientes o
amigos. De hecho Jesús abandonó a su madre a temprana edad; asi-
mismo Moisés a su hijo y esposa; como también el Buda.
Más recientemente y en otros aspectos, Gandhi, Luther King,
Mandela, etc. también se han abocado al servicio de causas no ego-
céntricas. Por supuesto más de un “intelectualoide” dirá que de algún
modo esas personas también gozaban o se sentían bien haciendo lo
9
que hacían, que tenían una especie de egocentrismo sutil. Pero esta
afirmación surge del rechazo a que algunos otros puedan haber tras-
cendido lo que yo no. “Todos tienen que ser tan miserables como
yo”.
Esos excepcionales seres no solo han vivido pensando en el bien
común más que en el propio o el de los “suyos”, sino que han estado
dispuestos a renunciar a su bienestar, su libertad o incluso su vida.
Suelen pasar todo tipo de penurias (prisión, tortura, incluso asesina-
to), porque sus servicios2 chocan terriblemente con lo establecido. No
resiste el menor análisis la idea de que “me puedo sentir bien sin-
tiéndome mal”.
Ahora bien, estamos viendo que todos (salvo pocas excepciones)
somos egoístas. Esto explicaría el sufrimiento que provocamos a los
demás, pero ¿cómo se entiende que la persona egoísta sufra debido
a su propio egoísmo? Bien, este punto es central en nuestra investi-
gación y lo iremos desarrollando claramente en el transcurso del li-
bro. Sin embargo, si tenemos una mente abierta, podemos ir sospe-
chando que el sufrimiento del egoísta es más psicológico que mate-
rial. ¿Por qué? Porque al ser egoístas tenemos temores, deseos insa-
tisfechos, ansiedades, cargos de conciencia (conciente o inconcien-
temente), culpas, somos celosos, envidiosos, orgullosos; además nos
Egoísmo =
ponemos fríos y más o menos “duros”, lo cual nos hace desagrada- Sufrimiento
bles, no merecedores del buen afecto o del verdadero respeto (que
no es miedo), etc.
El egoísmo es una congestión, una acumulación mórbida… es co-
mo un tumor, una embolia o una apoplejía…
Cuando sufro por el egoísmo de otros, por ejemplo soy víctima
de una injusta distribución de las riquezas, entonces mi calidad de
vida es inferior a la de otros que trabajan menos que yo… Esto me
produce un perjuicio enorme en las cosas físicas o materiales (vivien-
da, indumentaria, comida, etc.) y por añadidura, un daño “moral” o
emocional. Sin embargo, si soy honesto y trabajador, a pesar de mi
pobreza, tengo “la conciencia tranquila”, soy una persona más sim-
ple…3 No hay posibilidad de que alguien rico o poderoso pero inhu-
mano, pueda estar bien consigo mismo. El costo del propio egoísmo
es muy alto. El bienestar físico nunca compensa el enorme malestar

2
Entendemos por “servicio” como el trabajo o misión altruista de un ser amoroso.
3
Esto no implica que no debamos “luchar” para evitar la pobreza.
10
psicológico, que existe con mucha fuerza aunque no se note explíci-
tamente (o justamente por eso).

Bueno, entonces hasta aquí podemos aseverar lo siguiente:


“El ser humano sufre preponderantemente porque es egoísta.
Todos somos egoístas salvo muy pocas excepciones en el mundo
y en la historia”.

11
La Defensa del Ego

Obviamente nos va a costar aceptar lo anterior de nosotros mis-


mos. El ego se resiste; es como si tuviera instinto de conservación. Resistencia del
ego
Por definición, mi ego, mi yo, no quiere ser manchado o lastimado
con una mala imagen propia. Inconsciente e “instintivamente” tiendo
a rechazar cualquier crítica, cualquier observación que me deje mal
parado frente al otro y frente a mí mismo.
Quiero contar una anécdota. Cuando yo era joven, después de
separarme de mi esposa con la que tenía una niña de cuatro años,
estaba viviendo con mi nueva pareja llamada S. Dos veces por sema-
na iba a ver a mi hija. Daba la “casualidad” que esas dos noches,
cuando volvía a casa, surgía una discusión de la nada con S. Así ocu-
rrió durante varias semanas hasta que un día descubrí que el origen
de las peleas eran sus celos. Cuando se lo dije, ella, impactada excla-
mó: –pero ¡cómo voy a sentir celos de tu hija… si así fuera yo sería
una hija de puta!... No podía aceptar que su imagen de sí misma se
deteriorara tanto.
Volviendo a lo que investigábamos, hagámonos las siguientes
preguntas: si casi todos somos egoístas ¿es porque nacemos egoís-
tas? y si así fuera ¿estamos entonces inevitablemente condenados al
sufrimiento? y entonces ¿por qué algunos muy pocos nacen distin-
tos? Ahora debemos ser muy cuidadosos. Es feo pensar que alguien
nace con “coronita”. Es desagradable aceptar que unos nacen ricos y
otros pobres, unos lindos y otros feos, unos inteligentes y otros ton-
tos, unos sanos y otros enfermos, etc. ¿Pero acaso no es así? ¿No es
un hecho que en nuestro planeta hay todo tipo de seres (no solo
humanos) que de nacimiento son muy diferentes? Sin embargo hay
diferencias naturales y otras artificiales (provocadas por el ser hu-
mano). Hay dos posibilidades: o somos egoístas de nacimiento o nos
volvemos egoístas. Supongamos que lo segundo fuera lo real, ¿qué
nos haría volvernos egoístas? Se supone que la sociedad, ¿no es cier-
to?… Ahora bien, es obvio que las personas son las que construyen la
sociedad. En consecuencia, si la sociedad nos hiciera egoístas pero
nosotros somos los que hacemos a la sociedad, por carácter transiti-
vo, nosotros somos los que, directa o indirectamente construimos el
egoísmo, por lo tanto nacemos egoístas… ¿Se entendió?

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Pero la siguiente pregunta podría ser: ¿de la inmensa mayoría de
los que somos egoístas, hay distintos tipos, existen los matices, o es ¿Matices de
“blanco o negro”?, ¿podemos ser más o menos egoístas? Pero, si hu- egoísmo?

biera diferentes tipos de egoísmo, ¿cómo se mediría eso, cómo se


evaluaría? Primero debemos tener claro lo siguiente: el egoísmo sur-
ge de la mente y la emoción, pero se materializa recién en la acción,
en los hechos. Ahora bien, una persona puede producir más hechos
malos que otra, simplemente porque tiene más poder. Pero ¿sería
acertado decir que fulano es más egoísta siendo el presidente, mien-
tras mengano está lleno de terribles pensamientos (quizás peores
que aquel) pero es un simple empleado? Esto nos lleva a pensar que
este tema no es lineal, intervienen varios factores, que nos imposibili-
tan mensurarlo o evaluarlo. Pero no importa, solo necesitamos saber
que hay infinitos tipos de egoísmo, más o menos fuertes, y en el lími-
te está el inegoísmo…
Consecuentemente surge una pregunta fundamental: ¿sabiendo
que soy egoísta, puedo cambiar, puedo dejar de serlo o, al menos,
¿Por qué querría
debilitar mi egoísmo? Muy bien ¿pero por qué querría disolver el disolver mi ego?
egoísmo? Hay dos posibilidades: porque comprendí que ello es lo
contrario al amor real, verdadero, y que sin éste no tiene sentido vivir,
que el mundo tiene que cambiar y para eso debo cambiar yo, etc.; o
porque deseo tener una mejor imagen de mí mismo para sentirme
mejor. El primer caso surge de un estado de profunda sensibilidad
interior. De repente siento, desde lo más profundo de mi corazón,
una necesidad sin motivo, sin medir las futuras consecuencias, sin
buscar ninguna recompensa, de ser un ser humano de verdad. El se-
gundo caso es simplemente porque yo quiero dejar de sufrir; no pre-
cisamente dejar de hacer sufrir… Obviamente, esto es una trampa del
ego. Es un mezquino deseo disfrazado de nobleza que suele acom-
pañarse del anhelo de recibir alguna recompensa futura.
Recuerdo un viaje que hice con mi jeep, muchos años atrás, a un
recóndito lugar de Córdoba donde conocí un joven matrimonio que
había resignado su bienestar burgués de Buenos Aires para poner
una escuelita en donde enseñar a los niños pobres de la zona. A mi
pregunta acerca de qué los había impulsado a semejante emprendi-
miento, me contestó T. M. que para ellos era como una “inversión”
para la próxima encarnación. Estaban convencidos que cuando rena-
cieran, el próximo destino iba a serles más favorable gracias al sacrifi-
cio que estaban haciendo (!). Así de “desinteresado” era su servicio…
13
Repasando hasta aquí:
El sufrimiento humano tiene que ver con cuestiones físicas y
cuestiones psicológicas; y puede ser de origen natural o artificial. Las
físicas artificiales (aunque también afectan lo psicológico) preponde-
rantemente tienen que ver con lo socio-económico y por lo tanto con
lo político. Por ahora no desarrollaremos este tema. Nos vamos a
concentrar en las causas psicológicas naturales (que en cierto modo
son artificiales, como luego veremos).
Al hablar de “causas”, tenemos que tener claro que cuando una
cuestión es muy compleja, ocurren una serie de causas y efectos su-
cesivos. Es como una cadena de varios eslabones. Por ejemplo, sufro
porque siento celos de mi mujer; o porque mi hijo no eligió la carrera
que yo quería; o porque el vecino es más lindo que yo, o su casa es
más grande, etc. Esas pueden ser las causas directas, pero hay otra
causa común a los dos primeros casos: la posesividad; y otra causa
común a los casos del vecino: la envidia. Pero una raíz común a todas
ellas: el egoí……. ¡cuántas veces estamos repitiendo esta palabrita! Y
esto es propio y exclusivo del ser humano por el mal uso de su men-
te.

F1

14
En rigor podríamos decir que el “tronco” que nutre a todos los
defectos que producen sufrimiento, cual “ramas” de un mismo árbol,
es el egoísmo. Y a su vez, la “raíz” que crea y alimenta a éste, es la
mente del ser humano corriente, que no la sabe usar adecuadamen-
te.
Ahora bien, si aceptamos la premisa de que todos somos egoís-
tas, debemos entender que nuestros padres, nuestros maestros,
nuestros sacerdotes y nuestros gobernantes, también lo son. Enton-
ces ¿qué podemos esperar de ellos? (!).
“Yo quiero cambiar” (supongamos que está hablando alguien que
siente esto de corazón), ¿qué debo hacer? ¿por dónde debo empe-
zar? ¿a quién voy a acudir? Queda claro que nadie es amoroso como ¿Qué debo ha-
cer para cam-
para poder y saber ayudar. Pero además, fundamentalmente, la pro- biar?
blemática interna solo la puede y la debe resolver cada uno…
Entonces, ¿por dónde comenzar y qué hacer? Bueno, ya tenemos
planteado básicamente el problema. Si tengo claro que todas las ve-
ces que me hablaron de amor desde mi infancia, para nada tenía que
ver con el verdadero; si ya sé que cuando una mujer desea ser mamá
es para recibir un beneficio, y para ello después tiene que producir
una personalidad dependiente en el hijo; si me di cuenta que el polí-
tico que tiene la aspiración de tener un cargo público, no es para ser-
vir al pueblo, sino para servirse de él; si veo que el “buen samaritano”
se hace el bueno para tener la conciencia tranquila; si reconozco que
el “amor” entre hombre y mujer más que nada tiene un móvil sexual
y de “perruno” afecto barato... En fin, si tengo el valor de aceptar el
hecho de que la gente vive diciendo y haciendo supuestas cosas bue- Descartar lo
nas que no tienen ningún contenido, que es sólo una fachada, que hay falso

mucho engaño, autoengaño y confusión, entonces ya tengo claro, no


solo en mi cabezota intelectual, sino en mi corazón, por lo menos todo
lo que debo descartar. ¡Sí, descartar!
Seguramente, en un comienzo, me cause desasosiego rechazar
todo el bagaje de datos, información, ideas o conceptos que los ma-
yores me metieron desde la infancia, en mi permeable e incauta ca-
becita. Por supuesto que lo hicieron “por mi bien”… Ellos habían
aprendido todo eso de mis abuelos, y cuando crecieron, no tuvieron
el valor de cuestionarse nada. Es un hecho que cuando nacemos so-
mos muy vulnerables. Debido a esto nos aferramos a las cosas cono-
cidas. No importa lo que sea. Lo desconocido nos resulta peligroso.
15
Al principio nos da seguridad nuestro territorio físico; primero el lími-
te de nuestra piel, luego el de nuestra habitación, nuestra casa, etc.;
después nos da seguridad nuestro “territorio” intelectual o emocio-
nal…
Vuelvo a contar una anécdota personal. Vivo en una casa rodeada
de un jardín enorme. En ese terreno años atrás se instaló una gata
salvaje que todos los años queda preñada. Es significativo observar
que cada vez que tiene cría, sus hijitos no se alejan de ella ni siquiera
pocos metros a la redonda del sector donde nacieron, durante mu-
cho tiempo.
Análogamente a los humanos, a medida que crecemos vamos
formando nuestro territorio mental-emocional. Cuando tenemos
cierta juvenil edad ya está suficientemente consolidado. Luego, nos
va a causar mucha inseguridad alejarnos de lo único que conocemos.
No obstante es necesario que el eje de nuestras vidas sea el verdade-
ro Amor. Si me limito a repetir los clichés, las creencias y costumbres
que mis progenitores y la tradición me inculcaron, estaré atrapado
dentro del cerco del temor.
El miedo provoca que me retraiga (como un gusano asustado).
Esa retracción, en el ser humano, es la esencia del egoísmo. A su vez, Miedo =
egoísmo
la persona egoísta, por pensar tanto en sí misma, es insegura. Lo es
porque constantemente tiene deseos personales que no es seguro
que vaya a lograr. Y si lo logra, tiene miedo de perderlo. La inseguri-
dad es temor crónico… Luego, el ciclo se repite indefinidamente re-
troalimentándose (!).
Esa persona llena de miedo y egoísmo no puede, ni quiere, ni sa-
be volcar su energía a los demás desinteresadamente. Está autopola-
rizada. Por lo contrario, el Amor es cuando la polarización está en el
otro o los otros (!).

16
El Amor

Hasta aquí hemos mencionado la palabra Amor varias veces. Pero


¿qué es realmente el Amor? Generalmente se habla de amor en for-
¿Qué es el Amor?
ma muy ligera. Se lo encara como un simple sentimiento o emoción.
Yo amo a fulano o mengana en la medida que siento algo fuerte ha-
cia él/ella. La otra persona podría ni enterarse de mi sentimiento… Se
encara al amor como una emoción pasiva, donde hay mucha pasión
pero no acción. Esa pasión está meramente circunscripta a mi perso-
nalidad. Al no haber una acción inegocéntrica a favor del otro, queda
limitado a un sentimiento estático, estanco y estéril.
Nosotros en cambio estamos usando este término en un sentido
dinámico, activo, que se desarrolla en hechos concretos sin móvil
personal, donde la polarización está en el otro o los otros. Cuando
uno ama de verdad no busca un beneficio personal, no necesita se-
guridad ni ninguna satisfacción. Simplemente comprende la necesi-
dad de la acción amorosa y actúa en consecuencia sin importarle si-
quiera su propio eventual sufrimiento. Esto no significa que sea me-
nester sufrir para alcanzar el “reino de los cielos”. El que se flagela
para ser bueno en realidad es un idiota egocéntrico. Por otro lado, se
da la paradoja de que para superar o trascender el sufrimiento de-
bemos dejar de ser egoístas, pero si dejásemos de ser egoístas ya no
nos importaría sufrir con tal de responder a la necesidad (!).
Volvamos al tema de lo que necesitamos para cambiar. “Las peo-
res cadenas son las que no se ven”, por eso debo ser valiente, humil-
de y honesto conmigo mismo para reconocer que no estoy libre de
todo condicionamiento.
Sin duda el primer paso que debo dar es darme cuenta de la
situación mental-emocional en la que estoy. No es excusa no ser
Yo construyo mi
conciente… Lo inconsciente no es un virus que me ataca por mala
inconsciente
suerte; yo construyo mi inconsciente. Por lo tanto, a partir de ahora,
puedo dejar de inconscientizar (!). Más adelante, en el parágrafo res-
pectivo, ampliaremos sobre el condicionamiento.
Bárbaro, ya di el primer paso: sé que estoy atrapado por el condi-
cionamiento que mis padres, maestros, gobernantes, país, idiosincra-
sia, televisión y situación económica me provocaron desde mi naci-
miento.

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¿Cuál es el próximo paso? Ahora me siento “en el aire”. Mi ten-
dencia va a ser aferrarme a algo nuevo que me de la seguridad que
perdí. Así que ¡cuidado! No debo estar ansioso por hacer nada. Debo
relajarme. Puede aparecer una tormentita de depresión y angustia. Si
es así, seré conciente que no solo es temporal, sino que es artificial.
Es mi mente despojada la que produce esas ridículas emociones. No
debo volverme loco pensando. Debo sentir con mi corazón, alma o
llámese como se quiera. No importa si no creo en la existencia del
alma. Sé que puedo (a veces me ha ocurrido) tener sentimientos que
surgen de quién sabe dónde, pero que trascienden mi cerebro, que
ni siquiera elijo… Eso sí, estos tipos de sentimientos no son egocén-
tricos y por lo tanto inexorablemente desembocan en la acción (!).
¿Qué es lo que voy a sentir? ¡Que quiero, con mucho ardor, vivir
de otro modo! de un modo distinto, libre, auténtico y verdadero!
aunque aún no sepa exactamente cómo… De hecho ya estoy sintien-
do que no sé qué hacer con mi vida. Esto no debe angustiarme ni
desesperarme, todo lo contrario, es motivo de inmensa alegría. Hay
presidiarios que están 20 ó 30 años presos, y cuando salen en liber-
tad sienten cierto extraño desasosiego. Una vez vi una película, basa-
da en un hecho real, que mostraba que el convicto que ya había
cumplido su larga condena, quería continuar en la prisión... Bueno, yo
no quiero seguir siendo un recluso. Ni de la cárcel conocida ni de
ninguna otra. No voy a buscar un gurú para que me enseñe a vivir, ni
voy a empezar a devorar ansiosamente libros “espirituales”. No voy a
depender de un psicólogo. Tampoco me voy a aferrar a una religión,
secta, partido político, ni a organización alguna, por más noble que
parezca.
Voy a comenzar a observar con interés y seriedad todo lo que
ocurre a mi alrededor y en mi interior. Quiero percibir con todos mis
sentidos (no sólo los cinco físicos) todo lo que hablamos y hacemos,
los demás y yo mismo. Tengo una sensibilidad mínima como para
darme cuenta de lo que la gente siente (sus verdaderas intenciones)
y lo que yo siento y pienso. Puedo auto-observarme sin analizar, sin Observar y au-
to-observarme
evaluar o comparar4. Simplemente dándome cuenta de todo lo que
pasa en mi mente y en mi emoción aquí y ahora, de instante en ins-
tante. Quiero observar todo sin motivo; porque sí. No para lograr
algo. No tengo expectativas por nada. Simplemente me gusta, ¡me

4
De hecho ésta es la única manera de auto-observarse.
18
encanta! observar y darme cuenta. Es el mejor deporte y nadie ni na-
da me puede impedir que lo practique. Además no es una actividad
que me canse, al contrario me da energía (!). Cuando me canso es
porque no estoy observando bien. Seguramente estoy buscando algo
o defendiéndome de algo… estoy pensando.
Se suele decir que es bueno trabajar. La gente habla con admira-
ción cuando algún vecino es “muy trabajador”. También se ha hecho
una cultura de los conceptos “tiempo y esfuerzo”. Parecería que todo
en la vida requiere de tiempo y esfuerzo; o sea de “trabajo”. Ni hablar
de aquellos que sostienen que “la vida es lucha”… Sin duda para los
asuntos físicos es necesario desarrollar esfuerzos. Hace falta mucha
energía para construir un edificio. Pero ¿qué pasa cuando quiero
“construirme” a mí mismo? El peor error es extrapolar lo material a lo
espiritual (o mejor dicho lo psíquico). Es común creer que todo en el
ser humano funciona como lo hace lo físico, lo concreto, lo material,
lo objetivo. Estamos tan polarizados en el mundo fenoménico que no
concebimos otra cosa. Sin embargo “lo otro” es muy distinto y obe-
dece a otras leyes. No podemos atrapar lo subjetivo en nuestro limi-
tado mundo de cinco sentidos físicos.
La atención nos da energía. La concentración nos quita energía.
Esto se debe a que la primera no es una función del cerebro (!). La
atención es algo holístico, la concentración algo puntual.
Para comenzar la tarea más importante del mundo, es decir
transformarme en un ser humano nuevo, en un ser bueno, ya tengo
la orientación básica.
Supongamos que dentro de unos días estoy invitado a una fiesta.
¿Cómo voy a aplicar lo que acabo de aprender? ¿Qué me pasa men-
tal y emocionalmente cuando conozco gente nueva? Para respon-
derme puedo recordar varias situaciones del pasado. Retroactiva-
mente registro que lo primero que sentía al conocer a alguien era si
esa persona me gustaba o no. Si me caía bien me ponía a conversar
con ella, si no la descartaba. Si era del sexo opuesto, y me generaba
alguna atracción sexual, mi interés aumentaba mucho. En todo caso,
puedo darme cuenta que lo que buscaba era recibir algún tipo de
satisfacción. Es la base de la “sociabilidad” ¿no es cierto? Lo siguiente
era tratar de caerle bien a quien me cayó bien (“vamo y vamo”). Para
esto hay que charlar, no importa sobre qué, pueden ser boludeces,
pero si resulta, si cautivo al otro/a con la estúpida personalidad que
le muestro, qué importa. Por supuesto, después del primer encuentro
19
en que “ambas partes están en un todo de acuerdo”, producimos una
especie de contrato para seguir encontrándonos y pasarla bien. Así
nacen generalmente las amistades o las relaciones de pareja…
Lo importante es que a partir de ahora, yo elija conscientemente
cómo voy a relacionarme con la gente que conozca. ¿Cuál va a ser mi
actitud en la próxima fiesta? ¿Voy a volver a utilizar a los demás para
mi satisfacción y permitir que me utilicen? ¿O voy a tratar de observar
y aprender?
Como podemos notar, desde hace algunas páginas lo que esta-
mos desarrollando tiene que ver con conocerse a sí mismo. Mucho se Conocerse a uno
mismo
ha hablado de este tema. Pero ¿qué significa esto? La palabra “cono-
cer”, o sea adquirir conocimiento, me lleva a pensar que tengo que
estudiar, o leer, o escuchar a alguien que sabe acerca de tal o cual
tema. Es una función intelectual que lleva tiempo y esfuerzo. Bueno,
¡por favor! ¡el conocimiento de uno mismo no tiene nada que ver con
Auto- “darse
eso! Conocerme implica darme cuenta de lo que pasa dentro de mí cuenta”
frente a cada circunstancia: lo que pienso, lo que siento, lo que de-
seo, lo que temo, etc. Esto se realiza sin esfuerzo y sin pensar (!).
Cualquier animal se da cuenta cuando lo asecha un depredador sin
necesidad de pensar. Sé cuando tengo frío, calor, hambre, etc. sin
pensarlo. Por supuesto que no existe un método, sistema, ejercicio o
corriente espiritual, ni nada externo a mí para lograr el auto-
conocimiento. Quizás sea impropio decir auto-“conocimiento”… pro-
bablemente sea mejor decir auto-“darse cuenta”…
Bien, pero resulta que cuando estoy frente a otra persona, sigo
teniendo los mismos mezquinos impulsos de antes… ¿qué hago en-
tonces? El punto de partida tiene que ser reconocer sin atenuantes,
con total humildad, dichos impulsos. No negarlos ni disfrazarlos (¡!).
Citaré algunas anécdotas.
Estábamos hablando de cómo proceder en la vida varios jóvenes
(yo era el único viejo). D. I. tenía inteligentes 19 años, y aseveró que Cómo vivir

era necesario fluir (ser espontáneo), pero ajustarse a “principios” para


no obrar incorrectamente. A ello le contesté con una pregunta:– ¿qué
pasa si siento algo y mi principio me dice que eso está mal?
Lo importante es que espontáneamente nunca sienta realizar una
maliciosa acción, no que me transforme en un hipócrita reprimido.
Pero ¿será esto posible?
Una vez un profesor explicó que hay imposibles físicos, como por
ejemplo que volemos sin artefactos como pájaros; e imposibles mo-
20
rales, como por ejemplo que le peguemos a un ciego porque sí. Esto
último en sí es posible, pero no lo hacemos porque nuestra psiquis
no nos lo permite. Por supuesto hay algunas personalidades alta-
mente patológicas que son capaces de divertirse destruyendo a otras
personas (¿vieron la película “La Naranja Mecánica”?) Creo que la in-
sensibilidad que nos impulsa a no ser o no actuar siempre de la me-
jor manera, es consecuencia de que no somos tan sanos. Obviamente
no nacemos con la salud necesaria para ser amorosos, salvo las pocas
excepciones que al principio hablamos. Más de uno en este momen-
to estará pensando: –“esta es una antojadiza idea tuya”–. Pero no, se Salud =
inegoísmo
equivoca, por lo menos en lo de que es una mera idea mía. Si bien
siento desde hace décadas que esta afirmación tan drástica es co-
rrecta, no soy el único que piensa así. En el libro “Más allá del Ego”
que compila escritos de prestigiosos psicólogos, en una parte dice:
“...el arahat u hombre ideal encarna la esencia de la salud mental. El
arahat es un ser en cuya mente no emerge ningún factor mental mal-
sano...”. Luego enumera algunos de los atributos de ese tipo de ser:
1) Ausencia de: avidez de deseos sensoriales, ansiedad, resentimien-
tos o temores de toda especie; de dogmatismos como la creencia en
que esto o lo otro es “la Verdad”; aversión a situaciones de pérdida,
desgracia, dolor o culpa; sentimientos de lujuria o cólera; vivencias de
sufrimiento; necesidad de aprobación, placer o elogio; deseo de nada
para sí mismo, a no ser los artículos esenciales y necesarios; 2) Pre-
dominio de: imparcialidad hacia los otros y ecuanimidad en todas las
circunstancias; constante alerta y calmo deleite en lo que se vive, por
vulgar o aburrido que pueda ser; intensos sentimientos de compa-
sión y bondad; percepción rápida y precisa; compostura y destreza al
emprender la acción.
¡Qué tal eh! ¿Les resulta desalentador? A mí me resulta muy mo-
tivador porque ahora sé todo lo que puedo (y debo) ser. Lo más co-
mún es que cunda el desánimo al ver la magnitud de lo que tengo
que transformar. –“Es muy difícil; no voy a poder; tal vez algunas co-
sas pero no todas…”, son algunas de las reacciones típicas.
Muchos que se psicoanalizan piensan que con eso es suficiente.
Pero veamos, pensemos qué es lo que hace el análisis; a qué apunta. La alternativa
Existen en la actualidad muchas corrientes o escuelas psicoterapéuti- del psicoanálisis

cas, y todas tienen como meta mejorar el ego. La personalidad del


paciente no funciona del todo bien, quién más quién menos, enton-
ces se trata de ayudarlo a que funcione mejor. Que no tenga reaccio-
21
nes o pensamientos neuróticos, o psicóticos, etc. Muy bien ¿pero qué
pasa con un yo normal, que no tiene ningún diagnóstico patológico:
es bueno, es amoroso? Según nuestra premisa, ninguna persona
normal es inegoísta. Obviamente nadie que conozcamos es un
Disolver el ego,
arahat… Entonces ¡lo importante no es mejorar el ego, que sigue no “mejorarlo”
siendo egoísta, sino transformarlo, trascenderlo!
Un empresario fue al psicólogo porque se sentía mal consigo
mismo debido a que la producción de su fábrica lo estaba haciendo
muy rico, mientras a sus trabajadores les pagaba lo mínimo indispen-
sable. Quedó muy conforme con su psicoanalista, tras cierto tiempo
de elaborar el tema con él se sintió aliviado: ahora podía explotar a
sus obreros sin culpa. El tratamiento no trató de transformarlo en una
persona más buena o más sensible; antes bien dio por tierra con la
porción de sensibilidad que tenía dicho paciente.
Los psicólogos no pretenden que el ego se disuelva, intentan re-
tocarlo, emparcharlo o mejorarlo de algún modo. Pero lo que en sí es
malo no puede curarse, solo se lo puede paliar.
¿Qué estamos diciendo entonces, que el ego en sí mismo no
puede dejar de ser egoísta? ¿Qué significa, que hay que disolverlo,
que hay que eliminarlo? ¿Debo suicidarme?
Disculpa querido lector, si estas preguntas te resultan muy prima-
rias, pero es lo que he escuchado durante años. Bueno, vamos paso a
paso. Disolver no significa eliminar o matar. Esto sería una supresión
y por lo tanto un escape, una evasión. Los problemas en la vida están
para solucionarlos, no para huir de ellos.
F.A. tenía 25 años y padecía de depresión crónica. Un día decidió
dedicarse a viajar por el mundo (poseía los recursos para ello). Soste-
nía que le haría bien conocer otra gente, otras culturas y paisajes.
Durante más de un año su ánimo repuntó considerablemente. Reco-
rrió los países más distantes y diversos. Hasta que un día, inespera-
damente, se suicidó (!). Claro…el pobre F. había conocido mucho pe-
ro no a sí mismo. En consecuencia no encontró la solución.
Parece que ser un ser humano implica un problema en sí (per se).
Suelo llamarlo “problemática existencial”. Pero este hecho no debe
“descorazonarnos”, ya que tenemos, también per se, la posibilidad, la
herramienta para solucionarlo. Solo tenemos que encontrarla.
La investigación que estamos desarrollando pretende ser como
una hélice o espiral ascendente. Vamos avanzando mientras giramos
alrededor de un eje que es el sufrimiento humano. Tras cada vuelta
22
de la espiral asimilamos nociones y sensaciones nuevas. Paulatina-
mente vamos descubriendo cosas que antes no supimos, no pudi-
mos, o no quisimos ver. Seguramente nos embarga la ansiedad por
recibir una respuesta rápida y clara para que nuestro sufrimiento lle-
gue inmediatamente a su fin. No obstante, este tema es muy delica-
do y lo debemos abordar con el cuidado y respeto correspondiente.
Más de un honesto pero incauto lector se preguntará ¿por qué
no mejorar el ego? Creo que esta pregunta tiene un valor equivalente
a las siguientes: ¿por qué no mejorar un cáncer? ¿por qué no mejorar
una bomba? Un incendio no debe ser paliado, debe ser extinguido. El
cáncer debe ser disuelto; las bombas deben desaparecer. Debemos
admitir que hay cosas o entidades que en sí son malas, destructivas,
dañinas. No tiene sentido remendarlas o mejorarlas porque de cual-
quier manera seguirán produciendo sufrimiento, es más, incluso po-
drían causar mayor sufrimiento. Un ego mejorado es más eficiente,
tiene más energía, más poder. A igualdad de egoísmo ¿quién produ-
ce más daño el presidente o el empleado?
Quiero conocer la causa del sufrimiento para dejar de sufrir de
una vez por todas, pero no para dejar de hacer sufrir (!). –¡Ah…, pero
si yo no hago sufrir a nadie!–. ¿Cuán seguros estamos de esto? –
Bueno, pensándolo bien, reconozco que estoy haciendo sufrir a mis
padres porque con mis tempranos 19 años, me fui de casa. Ellos me
quieren tanto que no soportaron este prematuro alejamiento mío–.
Analicemos cuidadosamente este ejemplo. ¿Por qué tus padres que- De víctima a
victimario
rían retenerte? Si me contestás que era por tu bien, que tenían planes
para vos, etc., pensaría que estás negando que es el egoísta apego
de ellos lo que les produce el dolor. Por lo mismo que te hicieron
nacer te quieren conservar. En consecuencia en este caso es la mez-
quindad de ellos, no la tuya, la que causa el sufrimiento.
Vuelvo a mi gata. Es capaz de dar la vida para proteger a su cría
mientras los cría. En una oportunidad se trabó en lucha con unos
amenazantes perros para defenderlos, quedando mal herida. Pero
cuando los gatitos tienen más de 100 días de vida, ya no soporta que
le estén todo el día encima. Parecería que se diera cuenta que llegó
el momento de que deben empezar a vivir sus vidas, y que para ello
tienen que alejarse y ser independientes. ¿Por qué no ocurre lo mis-
mo con las madres humanas?
Ahora bien, supongamos que te alejás de tus padres porque es-
tás enamorado de una chica y querés vivir con ella. Perfecto, pero
23
después de un tiempo ella se empieza a aburrir de ti y de la convi-
vencia, y en consecuencia quiere hacer otras cosas con otras perso-
nas. ¿Qué sentirías? Seguramente algo parecido a lo que sintieron tus
padres, aún con más intensidad. Entonces te ponés como loco de
celos y la enloquecés a ella para no perderla. ¿Quién sería ahora el
verdugo del dolor?
Cuando alguien sufre porque es egoísta, tratar de evitarle su
dolor sería alimentarle el egoísmo.
Volvamos al tema central: ¿por qué quiero conocer la causa del
sufrimiento?, ¿por qué estoy leyendo este libro? Sin duda porque
quiero dejar de sufrir, o sea que estoy pensando en mí, pero justa-
mente esto es lo que me causa el sufrimiento… Parecería que estoy
atrapado en un “círculo vicioso”. Me siento acorralado, me siento
desorientado, me, me, me… ¿Por qué no siento, en cambio, con el
mismo interés (o mayor), la necesidad de ser bueno? ¿Por qué me
interesa más dejar de sufrir que dejar de hacer sufrir?
Hay muchos prejuicios, preconceptos y hasta tabúes, con respec-
to a lo correcto y lo incorrecto. Secularmente se han fijado leyes espi-
rituales o éticas, y mucha gente, que por motivos personales “quiere
ser buena” se empeña en acatar. Son como mandatos divinos que El “bien y el
hay que obedecer. Están los 10 mandamientos de Moisés (la mayoría mal”
por lo negativo), que nos ordenan lo que no debemos hacer, salvo lo
que si debemos honrar a padre y madre, por ejemplo; y los 2 de Je-
sús (por lo positivo), amar a Dios por sobre todas las cosas, amar al
prójimo como a ti mismo. La pregunta es la obvia: si yo siento lo que
no debo sentir, o no siento lo que tendría que sentir, ¿qué hago? Pa-
ra no quebrar las reglas morales de los profetas o de la sociedad, me
quedan tres caminos: o me reprimo y me engaño a mí mismo de al-
gún modo; o disuelvo el mecanismo que me produce en mi mente-
emoción lo incorrecto, o me replanteo si verdaderamente es inco-
rrecto o no. Antes que nada debo descondicionarme (“tabula rasa”)
¿acaso voy a creer que algo es malo simplemente porque alguien lo
dijo?
Tenemos que volver al tema que planteamos varias páginas atrás
y que aún no contestamos: el ego, el yo ¿en sí mismo funciona mal,
es egoísta y por lo tanto no amoroso? Creo que sería muy devasta-
dor para todos si respondiéramos que ¡así es! Quizás, entonces, “nos
convenga negar esto, o por lo menos suavizarlo”: –Bueno… no es tan
así… no es para tanto… no exageremos… a veces no es egoísta…–. O,
24
podría ser más efectivo no hablar más del tema y listo; lo que no se
dice, no existe… ¿Eliges esto, estimado lector? ¿Eliges tener la actitud Resistencia del
del avestruz? Si es así, tienes que cambiar urgentemente de libro. De ego

lo contrario vamos a seguir hasta las últimas consecuencias con esta


investigación.
Para construir un gran edificio lo primero necesario es derribar la
obsoleta casa que existe en dicho sitio. Luego limpiar el predio, y
después comenzar a realizar los cimientos.
Si de mi personalidad se trata, no es cuestión de destruirla lite-
ralmente, pero sí de desecharla por obsoleta. Muy bien, pero parece
desalentador toparse con semejante proyecto. Sobre todo cuando
uno no es ingeniero de la vida, y no existen planos ni ningún referen-
te para llevar a cabo el emprendimiento. Evidentemente no existe
una universidad que nos enseñe a ser un gran Ser. Pero alguien dijo:
“nunca se llega tan lejos como cuando no se sabe adónde se va”.
Entonces, como ya dijimos antes, voy a auto-observarme de ins-
tante en instante, en cada circunstancia, con la mayor atención. “El
otro día fulano me elogió, me dijo que era inteligente. Me cae bien
fulano… Pero al día siguiente sultano me criticó, aseguró que soy au- Subjetividad en
toritario. Me causó rechazo sultano… porque rechazo lo que me dijo”. las relaciones
humanas
Claramente puedo darme cuenta (porque ahora quiero conocerme a
mí mismo) que tuve dos reacciones emocionales diferentes: lo prime-
ro me gustó, lo segundo no. Lo común a ambos casos fue que no fui
objetivo, no busqué la verdad detrás de los comentarios. Simplemen-
te me limité subjetivamente a tomar lo que me agradó y rechazar lo
que me desagradó. Y este mecanismo, por otra parte, provocó que
desde entonces tenga determinadas imágenes (también subjetivas)
de las dos personas con las que me relacioné. ¡Qué sainete! ¿No?
Cada cosa la veo según el color de mis lentes. Pero ahora ¡quiero
revolucionarme! ¡necesito tener anteojos transparentes! No, mejor
aún, quiero deshacerme de cualquier cosa que se interponga entre lo
observado y yo que soy el observador.
Por supuesto que si realmente desarrollo esta actitud de observar
y auto-observarme, de criticar y autocriticarme, corro el riesgo de
quedarme solo (!). ¡Ah! otro gran tema, la soledad.
Mucha gente tiene miedo a la soledad. Otros buscan vivir solos
Miedo a la sole-
porque tienen miedo a relacionarse con los demás, a entregarse, a
dad
comprometerse. Cuando rechazo compulsivamente estar solo, busco
estar con otros no importa haciendo qué. Lo que necesito es que me
25
den algo, afecto, admiración… trato de llamar la atención, en fin, pro-
curo ser el centro. Soy egocéntrico. Me produce una gran angustia no
pertenecer a un grupo, sentirme aislado. ¿Por qué prefiero estar mal
acompañado que solo? Porque separado de los demás me siento
inseguro, me desespero. No es sólo por aburrimiento. Me siento in-
seguro porque no me gusto, no me gusta mi personalidad; por eso
deseo que los otros gusten de mí. Pero ésta es una sustitución eter-
namente infructuosa y frustrante. No compensa. ¿Y por qué no me
gusto? Sin duda porque inconcientemente sé que soy egoísta.
Estar incómodo conmigo mismo (aunque no sea conciente de es-
to), me conduce a la angustia y depresión crónicas. Si no me gusta Incomodidad
conmigo mismo
cierta persona, me alejo de ella, pero ¿acaso puedo alejarme de mí
mismo? Sí, evadiéndome o aturdiéndome de cualquier manera. G. R.
era un adicto consuetudinario: alcohol, marihuana, pastillas bronquia-
les, cocaína, etc., lo importante era estar “fuera de sí mismo”. Claro,
no se sentía bien estando “en” sí mismo. Pero un día conoció un gru-
po de jóvenes distintos y “superó” toda adicción. Se integró a esa Eludiendo la
organización de cabezas rapadas que usaban túnicas color azafrán… angustia

¿superó realmente la adicción o simplemente la transfirió “sublimán-


dola”?
¡¿Qué pasaría si cuando estoy con los demás busco más dar que Dar versus
recibir, entregarme en lugar de que se entreguen a mí, abrirme en recibir

vez de cerrarme?!
Existen algunos estados en los que me olvido de mí mismo: al-
coholizado, drogado, muy excitado sexualmente o trabajando muy
intensamente. En cualquiera de ellos el ego está temporalmente au- Temporal olvido
sente. En esos estados no soy conciente de mis procesos mentales- del yo
emocionales. No siento el peso de mi personalidad, ni siento temor.
Por supuesto que pueden aflorar los “demonios” que estaban tapa-
dos en estado normal, pero, sin embargo en aquellos estados altera-
dos, siento cierta sensación de libertad…
Lo que pretendemos tras esta investigación psicológica, es lograr
un estado de verdadera liberación permanente. Esto solo se logra si
me olvido de mí mismo naturalmente, sin sustancias ni circunstancias
intensas forzadas.
N. P. es una bella jovencita de 18 años. Es inteligente, fina y equi-
librada. Al conocerla se la ve aplomada y segura de sí misma. No
obstante, cada vez que tiene una oportunidad, desarrolla sexo lo más
intensamente posible con cualquiera que se le cruza. Esta suerte de
26
ninfomanía obedece a que a pesar de todos sus buenos atributos, no
se encuentra del todo bien consigo misma. Resulta que en su ámbito
familiar era la buena componedora frente a cada situación conflictiva.
En el colegio ganó un premio a la mejor compañera. En fin, siempre
pareció la más buena. No obstante cuando ve amenazada su impe-
cable imagen de sí misma por recibir la más mínima crítica, resiste
mintiendo, mintiéndose a sí misma, y creyéndose sus propias menti-
ras. Se transforma en mitómana.
¡Nadie que está realmente bien consigo mismo necesita evadirse
de ninguna manera! Y nadie que vive centrado en sí mismo está bien
consigo mismo.
A. L. es muy linda y delicada. Tiene 22 años. Sus modales son re-
finados y siempre cae muy bien. Se esmera en controlar su peso lle-
vando una dieta muy estricta pero no puede evitar tener siempre al-
gunos kilos de más. Claro, cuando nadie la ve, compulsivamente “pi-
cotea” cualquier sobra alimenticia que encuentra por ahí. Eso sí, para
tener ese carácter tan agradable, nunca se enoja con nadie, de hecho
jamás ha gritado, siempre se “traga” todo… En esas condiciones es
obvio que no puede estar en paz, ni puede regular su metabolismo.
C. G. con sus intensos 26 años, habiendo tenido una vida burgue-
sa muy acomodada, no soporta más vivir así. No acepta “terminar
como todo el mundo: con un matrimonio seguro y armonioso, un par
de hijos adorables, una linda casa, un buen automóvil y un trabajo
satisfactorio” (sic). Está angustiada, desesperada, llora sola frecuen-
temente. Ya sabe claramente lo que necesita: “conocer a un sabio”.
Este caso ha sido muy curioso, porque C. llegó a conocer a un hom-
bre que consideró un sabio. Muchos lo consideraban así. ¿Y qué pa-
só? Lo que era previsible: se aferró con uñas y dientes a él y no lo
dejaba en paz. Su posesividad fue feroz. Pero él, con toda su “sabidu-
ría”, no supo sacársela de encima.
G. es una morocha pizpireta, activa, de baja estatura, cálida y
atractiva. Ella siente que su “karma” no es tan bueno. Tuvo una infan-
cia dura con un padre golpeador. Su autoestima es bastante baja. De
modo que la energía e iniciativa que desarrolla benévolamente cuan-
do se siente segura, la utiliza llamando la atención, criticando a los
demás y haciéndose propaganda de sí misma cuando se siente inse-
gura.
J. B. es un muchacho de 23 años. Es delgado, prudente, con sua-
ves modales, tan es así que su padre tenía terror de que fuera homo-
27
sexual. Pero a J. siempre le gustaron mucho las mujeres, solo que no
se animaba a acercárseles. Su padre era alcohólico, violento, despóti-
co. La delicada sensibilidad artística de su hijo chocaba con él. La
reacción del joven entonces fue tener la ambición de ser un santo.
Ejercitó distintas disciplinas para tal fin, quedando lógicamente siem-
pre frustrado. En una oportunidad se propuso “meditar” quedándose
quieto totalmente durante más de una hora en una extraña e incó-
moda posición. Cuando todo su cuerpo pasó a estar inútilmente en-
tumecido, tuvo que dar por terminado el evento.
Estos cinco casos, entre muchos otros, muestran distintas con-
ductas neuróticas que somos capaces de tener por estar tan inten-
samente y casi exclusivamente polarizados en nosotros mismos.

28
El Cambio Interior

Empezamos a ser concientes de que es necesario cambiar y no


sabemos qué hacer. La pregunta inevitable es –¿y cómo hago?–. Ya
hemos visto que todo el tiempo nos tenemos que observar sin anali-
zar, sin especular, etc. Pero falta algo importante. Cambiar implica
sacar algo que ya está y reemplazarlo por otra cosa. Por ejemplo un
cambio de régimen o sistema político. De hecho no es fácil realizar
estos cambios externos, requieren mucho esfuerzo y, generalmente,
se produce mucho dolor. Pero cuando se trata de un cambio interno
¿qué es lo que hay que destruir o voltear?
Ahora vamos a desarrollar algo muy nuevo. Yo soy un ser hu-
mano y tengo una personalidad. A ésta la denominamos “ego”. Segu-
ramente más de un lector pensará: –Yo soy mi ego, yo soy mi perso-
nalidad–. Bueno… acá entramos en un punto neurálgico. Hay milena-
rias corrientes de pensamiento que sostienen que somos almas que
tenemos, pasajeramente, personalidades. La metáfora típica con que
Somos un alma
se ilustra esto es la del jinete montando un caballo. El jinete sería el que tiene una
alma y el caballo la personalidad. Cuando aquel está desbocado es personalidad
porque no se deja controlar por su alma (o “yo superior”). Si tan solo
fuéramos una personalidad ¿por qué no aplastaría al prójimo con tal
de estar bien yo? Cuando no sentimos ser crueles, cuando sentimos
compasión, cuando sentimos (a veces ocurre) hacer cosas por los
otros sin esperar nada a cambio, cuando no sentimos dañar a nadie
injustamente (y no por miedo a las leyes o a la policía), es porque
somos sensibles, y esa sensibilidad no sale de la cabeza que es la re-
gente de la personalidad, surge de “otro lado”.
Dicho sea de paso, les comento que la palabra persona proviene
del latín “personam” que significa máscara de actor. En los antiguos
anfiteatros se usaban diferentes máscaras, transmitiendo alegría, tris-
teza, enojo, etc., para que los espectadores desde lejos pudieran ob-
servar. La personalidad es como la máscara del alma…
Bien ¿cómo se construye la personalidad? ¿quién la construye? Yo
mismo la voy construyendo sin darme cuenta. De niño soy espontá- La construcción
de la personali-
neo y no tengo una personalidad bien definida. Pero, cuando voy dad
creciendo, mis padres me censuran o reprimen cada vez que “meto la
pata”; o sea cuando digo o hago cosas que a ellos o a la sociedad no

29
les gusta. “Eso no se dice, eso no se hace, eso no se toca…” (¿escu-
charon esa brillante canción de Joan Manuel Serrat?). Desde mi pri-
mera infancia me van socavando la estructura de mi fresca y jovial
manera de ser, primero en mi casa y luego en la escuela. Como con-
secuencia de ello, cuando llego a la pubertad me siento muy insegu-
ro. Esta inseguridad masiva es el temor a no saber qué ser o no ser. El
mecanismo de defensa consecuente es ir construyendo una armazón
lo más eficiente posible para que nada hostil me llegue, me lastime.
Por supuesto con esa armadura tampoco sale o brota casi nada au-
téntico de mí hacia el mundo exterior. ¿Leyeron “El Caballero de la
Armadura Oxidada” de Robert Fisher? Bueno, ese duro armazón, por
más bien “decorado” que esté, mostrándose cálido, respetuoso o
amable, es nuestra personalidad.
Por ahora no vamos a abundar en detalles acerca del proceso de
la formación de la personalidad desde nuestra infancia hasta nuestra
adultez. Solo necesitamos saber que vamos creándola paulatinamen-
te como mecanismo de defensa pero, paradójicamente, es lo que
termina agrediéndonos a nosotros mismos y a los demás, debido a
que es un producto mal hecho. Y es un resultado lógico ya que se
originó por el temor. Cuando el origen de algo es malo, inexorable-
mente su fruto también lo será. Por ejemplo un árbol que desespera-
damente crece en la falda rocosa de una montaña, evolucionará dé-
bilmente y torcido.
Si para defenderme ataco, tarde o temprano seré atacado por
alguien que, lógicamente, se sentirá atacado por mí. Y así sucesiva-
mente… Supe de un hombre que cuando nació su hijito, tenía tanto
miedo a que contraiga una enfermedad que siempre lo sobre abri-
gaba y hasta impedía que sus familiares y amigos se le acerquen para
evitar que le transmitan alguna bacteria, microbio o virus nocivo. Esta
situación lo debilitó tanto, al no creársele anticuerpos, que el día me-
nos pensado, el pobre bebé contrajo una “misteriosa” enfermedad y
casi muere precozmente.
La personalidad a la que le damos vida, siempre está mal parida.
Por eso está plagada de defectos y condenada a sufrir y a hacer su-
frir.
¿Qué implicaría cambiar si nos basamos en este principio? ¿Cuál ¡Cambiar no es
va a ser el enorme esfuerzo que deberé realizar para deshacerla? hacer, sino dejar
de hacer!
¡Ninguno! Justamente, no tengo que hacer nada. O mejor, tengo que
dejar de hacer, tengo que dejar de alimentar lo que he hecho toda mi
30
vida: los mezquinos sentimientos, pensamientos y acciones que desa-
rrollo cotidianamente. Debo dejar mi mente tranquila, relajarme, ob-
servar y fluir como un cándido niño, aunque con la conciencia de un
adulto. Nada de esfuerzo. Nada de tratar de destruir diariamente lo
que paralelamente construyo o consolido desde que me levanto to-
das las mañanas (!).
En rigor lo que debo hacer es más fácil de lo que se cree. Más
que cambiar tengo que dejar de “sostener” muchas cosas que hasta
ahora me dieron seguridad. Mejor dicho, creía que me la daban, por-
que en realidad siempre me sentí inseguro igual. Por supuesto que la
“inercia” que generé después de tantos años de pensar, sentir y hacer
lo que las “normas” de la sociedad me impusieron para ser normal,
me va a impedir realizar un cambio de dirección ágil. Estoy lleno de
“surcos” y aunque quiero apartarme, tiendo sistemática y recurren-
temente a caer en ellos como si fuera un río que no puede apartar su
corriente del cauce. La palabra carácter proviene del griego “kha-
rakter” que significa “instrumento grabador”…
Pero si ya no quiero seguir siendo o seguir viviendo como un
mediocre mortal, necesito desgrabarme todo lo que me grabaron,
me dejé grabar o me grabé a mí mismo… ¡Necesito no aceptar conti-
nuar por este lecho correntoso hasta mi lecho de muerte!
Cuando me levante de la cama mañana, puedo proponerme estar
atento a las reacciones internas (pensamientos, emociones, sensacio-
nes) y externas (palabras, acciones) que voy a ir desarrollando duran-
Autoobserva-
te el día. Voy a darme cuenta autoobservándome serenamente sin ción como al
autocondenarme, sin justificarme, ni analizar, lo que siento, pienso, descuido

hablo y hago frente a cada circunstancia. Las estrellas se observan


mejor cuando se las mira de reojo, no en forma directa. La forma de
auto observarme debe ser “como al descuido”, relajadamente, sin
darme demasiada importancia.
Si de este modo me empiezo a conocer a mí mismo, comenzaré a
descubrir más de una contradicción, más de una incoherencia. En una
oportunidad unos periodistas le preguntaron a Gandhi cómo hacía
para tener tanta paz, a lo que contestó: –“muy simple: lo que siento,
lo que pienso, lo que digo y lo que hago, es todo lo mismo”.
Debemos aprender el proceso de autoconocimiento ya que nadie Conocerse a uno
nos lo enseñó. Tenemos que llevarlo a cabo desde ahora sin desani- mismo
marnos. Recuerdo cuando mi hijita comenzó a gatear; me costaba
imaginar que alguna vez pudiera caminar. Todo lo que se realiza por
31
primera vez, cuesta. La segunda vez cuesta un poco menos. La terce-
ra vez ya no es tan difícil… Llega un momento que es fácil, es auto-
mático. Entonces ¡a no rendirse prematuramente! Pero ¡ojo!, ¡a no
usar la mente! ¡Lo que produce el problema, no lo puede solucionar!

32
El Fracaso Fundamental

Muchas personas tienen miedo a fracasar, ya sea en el trabajo, los


negocios, los deportes, las relaciones afectivas, etc. Tomemos este
último caso. Supongamos que comienzo a salir con una señorita que
me está gustando mucho. Después de algunos encuentros, siento
que me estoy encariñando. Estoy contento y ansioso, pero tengo
miedo, no sé si ella gusta de mí. Voy a sufrir si no me quiere. Y voy a
sufrir más en la medida que más me encariñe pero ella no me co-
rresponda. Entonces debo “frenar” mi entrega a ella… de este modo Precipito lo que
voy a evitar un posible fracaso. En consecuencia, al poner ese freno, temo
ella no se encariña conmigo. Es difícil querer a quien no se entrega.
Paradójicamente hago realidad aquello que temía…
L. A. se siente fracasada cuando los demás no gustan lo suficien-
temente de ella. Le preocupa “el qué dirán”. Está pendiente de que la
aprueben y gusten de ella. De lo contrario “fracasa”. Lo que le impor- Buscamos apro-
ta no es si en sí misma funciona bien como ser humano, sino la opi- bación

nión de los demás.


Otro ejemplo: El padre se siente frustrado porque no siente que
su hijo lo respeta. Se siente fracasado como tal. Intenta entonces ha-
cerse “respetar” por la fuerza al no querer reconocer que él como
hombre no es respetable. De este modo logra exactamente el resul-
tado inverso.
Toda siembra tiene su cosecha. ¿Por qué siempre estamos tan
pendientes de la cosecha sin considerar lo que hemos sembrado?
Constantemente buscamos seguridad y satisfacción. Pero nos olvi- Pretendemos
efectos sin aten-
damos que eso es una consecuencia, un efecto de una causa. La cau- der la causa
sa está en mí, la causa soy yo; “atraigo lo que vibro”. Hay una bella
frase de Thackeray: Siembra una idea y cosecharás una acción; siem-
bra una acción y cosecharás un hábito; siembra un hábito y cosecharás
un carácter; siembra un carácter y cosecharás un destino.
Nuestro fracaso fundamental no es tan distinto a nuestro “peca-
do original”: el fracaso de no ser realmente amorosos; de estar pen-
dientes de recibir en vez de dar; de pretender lograr los mejores
efectos sin atender la causa. Si quiero ganar dinero y no quiero tra-
bajar, ¿qué tengo que hacer? Robar, obviamente. ¿O qué pasa si

33
quiero aprobar un examen pero no quiero estudiar? Tengo que co-
piarme…
Simplemente hemos descubierto que no somos amorosos, y ese
es nuestro fracaso fundamental como seres humanos, y debemos
asumirlo con valentía y humildad, así como también denunciarlo a
viva voz. Eso sí, sería imperdonable después de esto si nos quedamos
con los brazos cruzados, ¿no?

34
Confusiones Varias

E. P. es una madre frustrada. No porque no haya tenido hijos,


sino por lo contrario: tuvo tres lindos hijos (ya son todos mayores de
edad) pero nunca se sintió bien siendo mamá. Incluso siendo ellos
pequeños, les reprochaba que hubieran nacido. A veces llama por
teléfono a una de sus hijas (que “casualmente” vive a 2000 km de
distancia) tratando de rescatar algo de afecto. Pero su hija no la so-
porta. E. está convencida de que su problema es que no fue suficien-
temente egoísta. –Debería haber pensado más en mí–, se queja con-
vencida…
El otro día leí una nota acerca de un excelente cantante argentino
llamado José Larralde. Sus canciones versan sobre contenidos éticos
y sociales. En una parte del artículo se transcribe la siguiente frase
suya: –el hombre muchas veces se olvida de sí mismo, que es donde
más debe escarbar–. Este gran cantautor, expresa algo, con sus mejo-
res intenciones, que podría ser mal interpretado. Si uno se olvida
realmente de sí mismo, no hace falta “escarbar” nada. Seguramente
él se refería a conocerse a sí mismo. Es muy común creer que para
autoconocerse hay que pensar en uno mismo y en realidad es todo
lo contrario (!).
En muchas conversaciones que he sostenido con diversas perso-
nas, de raigambre intelectual y/o mística, he escuchado varios lugares
comunes o clichés. Enunciaré una breve lista:
Clichés
1. Estoy en un camino espiritual.
2. Todo es relativo; esa es tu opinión; la verdad absoluta no
existe.
3. Hay que buscar La Verdad.
4. No hay que juzgar ni criticar.
5. No hago preguntas para no ser indiscreto.
6. Yo los quiero mucho a mis padres.
7. No estoy preparado…

Analicemos estas expresiones típicas que a fuerza de repetirse se


hacen “carne” en nosotros.
1. ¿Qué significa “camino espiritual”? ¿Existe un “camino” que
nos conduzca a ser “espirituales”? ¿Y qué es ser espiritual? Si refle-

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xionamos un poco acerca de estas preguntas, descubriremos que
El inexistente
esos dos conceptos sólo existe en nuestra mente. Antes surgieron de camino espiri-
otra mente que los inventó. Que no se piense que estoy siendo blas- tual
femo con Moisés, Buda, Jesús, Mahoma u otros. Ellos no inventaron
nada, sino sus seguidores. Estos santos, profetas o avatares pertene-
cen a esa extraordinaria súper minoría de seres amorosos que ha-
blamos al principio. Ellos no querían crear organizaciones o institu-
ciones religiosas. De hecho éstas se han caracterizado por contrade-
cir gravemente sus enseñanzas. Ya sea por codicia, por fanatismo, por
exclusión o por distorsión, los mensajes originales de los grandes
Seres se han transformado en lo que ellos mismos desaprobarían
rotundamente. Pero no conformes con esto, nos hemos encargado
de inventar otras muy variadas corrientes pseudo espirituales, sectas,
sistemas, etc. Parecería que inconcientemente nos sabemos malos y
debido a eso queremos compensar fácilmente esto siguiendo un mé-
todo o receta… Como las damas de caridad que “ayudan” a los po-
bres… (¡que son tales por causa de sus maridos!). Como dijo cierto
sabio: “la verdad es una tierra sin caminos”.
2. “Todo es relativo, no existe la verdad absoluta, es tu opinión”.
Somos opinado-
Relativizar a ultranza lo que los demás dicen, puede ser una forma res compulsivos
barata de descalificar al otro porque no me gusta lo que dice. Esta-
mos acostumbrados a ser subjetivos en casi todo lo que decimos.
Somos “opinadores” compulsivos. No tenemos vocación “científica”
al encarar un tema, y menos si es humano. En consecuencia parece
lógico que opinemos lo que los demás opinan… Lo importante es no
confundir una impresión personal con un hecho. A veces lo que dice
alguien es factual. Cuando un profesor de matemática enseña álge-
bra, no nos está transmitiendo su opinión, sino un concepto objetivo.
En cambio cuando alguien elige un tipo de prenda para comprarse,
ese acto es totalmente subjetivo y personal. Es muy importante dis-
tinguir entre lo objetivo (lo que es un hecho) y lo subjetivo (lo que a
uno le gusta o le disgusta).
3. Por otra parte están los “buscadores” de la verdad. Me pre-
Lo que realmen-
gunto: ¿qué es eso? A lo que podría contestárseme: –si lo supiera no te buscamos
la buscaría–. Detengámonos un poco acá. No nos enredemos con las
palabras. Si alguien me pide que busque un “pendorcho” y ni yo ni él
sabemos qué es, será imposible que lo encuentre. Es obvio que al
buscar algo, tengo que al menos tener una idea de lo que es. Idea,
justamente es algo que sale de mi cabeza. La “verdad” que busco es
36
una idea más o menos confusa de lo bien que me haría sentir si la
encontrara, o de lo bien que desde ya me está haciendo sentir ser un
buscador de eso, por más abstracto que sea.
4. “No hay que juzgar”, ¿quién no ha escuchado esto? Me pre-
No juzgo para
gunto ¿por qué no juzgar? ¿será porque cuando éramos niños nues-
que no me juz-
tros mayores nos transmitían eso porque tenían miedo que los juz- guen
guemos? Seguramente tenían miedo que los condenemos. Eso sí,
cuando los juzgamos positivamente (“mi papá es lo más grande que
hay; mi mamá es la más buena…”) no nos censuran. Por otra parte
cuando nos meten en la cabeza que está mal juzgar y por lo tanto
criticar, lo que quieren decir es que no lo digamos, porque saben que
de todos modos lo pensamos. O sino mucho peor, quieren que mo-
difiquemos nuestros pensamientos o sentimientos para que ellos se
sientan seguros.
Cristo dijo: –con la misma vara con que juzguéis, seréis juzgados–
no dijo que no juzguemos. Fue una exhortación a que seamos justos
en nuestros juicios, no que seamos insensibles o que nos reprima-
mos. Creo que es importante, sobre todo entre amigos, que nos criti-
quemos cotidianamente; a riesgo de que nos equivoquemos, pero
que no perdamos nuestra capacidad de asombro ni de indignación.
Sin ser estérilmente agresivos, es bueno despreciar los egos. Conozco
un grupo de amigos y amigas que conviven y trabajan juntos. Su
consigna es a diario “poner los egos sobre la mesa” y sacudirlos con
total espontaneidad. No saben lo fuerte, firme y unido que es ese
grupo, aunque frecuentemente sientan que se les “rasgan las vestidu-
ras”.
En fin, el tema es que tenemos miedo a juzgar a los demás. Pero
lo peor es que en nuestra mente y emoción existe el juicio de todas
formas, ¡juzgamos encubiertamente! Inconcientemente tenemos
miedo a que si juzgamos, nos juzguen, o a quedar mal parados frente
a los demás, o a que los juzgados ya no nos valoren o aprecien como
antes o a que se origine una situación tensa… entonces, al fin y al
cabo, preferimos repetir como todo el mundo “no hay que juzgar” y
así nos sacamos un peso de encima. Creemos que es más fácil y se-
guro guardarse los pensamientos y sentimientos…
5. Cuando conocemos a alguien, aunque nos interese la persona
y nos caiga bien, difícilmente nos animamos a hacerle preguntas. O
Miedo a abrirme
quizás no queremos hacérselas. Peor aún, tal vez ni se nos ocurre. Si
nos interesa conocer a alguien ¿por qué no le haríamos preguntas?
37
¿Qué significa ser discretos? Es evidente que existe temor a “abrirse”,
a exponerse. Si pregunto, me pueden preguntar, así como si critico,
me pueden criticar. Si me hacen preguntas me sentiré obligado a
contestarlas, o sea a “abrir” mi personalidad permitiendo que los de-
más la miren. ¡Se verían mis fallas, mis defectos, mis debilidades!
¡Qué horror! Es notable, patético, observar lo vulnerables que la ma-
yoría de las personas se sienten frente a los extraños cuando se da la
posibilidad de que el conocimiento recíproco pueda suceder a nive-
les un poco más profundos que la mera fachada. Por eso no somos
espontáneos. ¿Se dieron cuenta que la espontaneidad es lo que tanto
nos atrae de los niños y los animales?
6. Desde el conocido mandamiento de Moisés, hasta los manda- Estamos condi-
tos que la sociedad y nuestros propios padres nos inculcan, no tene- cionados
mos opción: debemos no solo honrar, sino admirar, querer y si es
posible adorar a nuestros padres. Cuando somos bebés, nuestros
padres, sobre todo nuestra madre, es la fuente de la vida. Nuestra
dependencia es absoluta. De hecho si mamá no me amamanta y lue-
go no me hace la comida y me la da en la boca, literalmente me
muero. Si no me abriga o me cuida, me enfermo. Si no me dice lo
que tengo que hacer, me siento perdido; y aquí comienza la sobre-
protección y el caldo de cultivo de la inseguridad… En fin, no sé vivir,
no puedo sin la tutela de mamá al principio y de mamá y papá luego.
De ahí a ser sumisamente receptivo a toda influencia mental y emo-
cional posterior, es lógico. Posiblemente este sea el motivo principal
por el cual uno quiere tener hijos, ¿en cuál otra situación tengo ga-
rantizada tanta docilidad, tanta obediencia?
Sin embargo, si no estoy totalmente sometido, a determinada ju-
venil edad empiezo a sospechar que mis viejos no son tan maravillo-
sos como creía. Entonces tras muchas circunstancias por las que me
quieren seguir dominando y yo me revelo, termino llevándome a las
patadas con ellos. Pero también es común que los haya internalizado
tanto que siga teniendo sentimientos de admiración y respeto, pare-
cidos a los infantiles. Esto ocurre cuando mi condicionamiento es
masivo no limitándose sólo a la esfera intelectual (tengo las mismas
ideas políticas o religiosas que ellos, soy simpatizante del mismo club
de fútbol, etc.), sino que sigo queriéndolos porque me da seguridad,
de lo contrario me llenaría de culpa. Y no me cuestiono casi nada que
provenga de ellos. Otra vez está el miedo… que provoca que ni se

38
nos cruce por la cabeza no querer a nuestros padres. ¿Miedo a qué?
A quedar aislado de la corriente social, a sentirme malo, etc.
Por supuesto que debe haber padres que merecen intrínseca-
mente el respeto y cariño de sus hijos. Pero son raras excepciones.
Cuando alguien mayor de 18 años me dice que quiere mucho a
sus padres, que se lleva bien con ellos, etc. le hago la siguiente pre-
gunta: –¿si fueran personas extrañas, que las conocés en el barrio o
en una fiesta, los elegirías como amigos?–. La gran mayoría de las
respuestas fueron “no”, otro grupo menor dijo “no sé” y la minoría
aseguró que sí, pero yo no sé si estos últimos fueron sinceros consi-
go mismos (o conmigo)…
7. “No estoy preparado…” Esta afirmación, o justificación surge
No existe la
cuando reacciono o respondo desacertadamente frente a situaciones preparación
imprevistas que me toman por sorpresa. En una ocasión le ofrecí algo para ser sensible
muy interesante a una persona que se había acercado reiteradamen-
te a nuestro grupo de amigos con “buena onda”. Le hubiera venido
muy bien mi propuesta porque se sentía sola y ansiosa. Rechazó de
cuajo mi oferta, seguramente por temor a desprenderse de algo malo
pero conocido. Lo curioso fue su frialdad, ni siquiera me agradeció.
Era evidente que no había querido ser conciente de lo que se estaba
perdiendo a pesar de que la tentaba. Un amigo que presenció la es-
cena, cuando me retiré, la criticó. Su respuesta fue: –es cierto que no
reaccioné bien, lo que pasa es que no estoy preparada para aceptar
eso–. Se suele creer que para comenzar algo nuevo hay que estar
preparado. Nos mandan a la escuela para “prepararnos para la vida”.
Es una proyección de que, por ejemplo, para realizar un trabajo es
necesario saber hacerlo. Pero, fuera de lo concreto y lo material, vivir
y relacionarse no requiere de tiempo, esfuerzo o conocimiento (!).
Solo es necesario ser sensible, atento y espontáneo. Otro ejemplo es
cuando se dice que para casarse o meramente estar en pareja, hay
que estar preparado… ¡Qué ridículo! ¿no?

39
El Condicionamiento

Queremos dejar de sufrir. Ya descubrimos que la causa del sufri-


miento es el egoísmo. Esta palabra podría definirse como el culto
(“ismo”) a la propia personalidad (“ego” o “yo”). No existe egoísmo si
no tengo personalidad, entonces… ¡Cuidado aquí! Personalidad ten-
go y voy a tener siempre mientras esté vivo. Hasta los grandes seres La personalidad
es un medio, no
la tienen. Entonces ¿hay una fisura en nuestra investigación? No, el un fin
tema es lo que hago con la personalidad, cómo la utilizo y, en conse-
cuencia, el tipo de ella que desarrollo. No es necesario hacer un culto
a la misma. No es necesario estar todo el día polarizado en la misma.
¡El ego es un medio no un fin! Es como el dinero, cuando se trans-
forma en un fin en sí mismo, como le pasa al avaro, empiezan los
problemas. O como el cuerpo físico, ¿qué pasa cuando uno hace de
su cuerpo un culto?
El gran problema existencial es que la personalidad que hemos
El gran proble-
construido, o que se nos construyó sin darnos cuenta, sin ser con- ma existencial
cientes, no funciona holísticamente bien. ¿Qué significa esto? Por
ejemplo, en una pista de patinaje, si todos los patinadores no circula-
ran en el mismo sentido, se chocarían entre sí. Esto es sinergia. Es un
concepto emparentado con el de solidaridad si del quehacer humano
se trata. No acostumbramos hacer nada por los demás sin recibir al-
go a cambio. Es más, a veces somos capaces de perjudicar a otros
con tal de beneficiarnos. Debemos aprender a convivir. Comprender
o sentir (sin especular) que el beneficio del otro o de los otros es mi
propio beneficio.
Es notable observar a los caballos cuando hay varios juntos en el
campo: las colas batientes de unos apartan las moscas de las cabezas
de los otros. Otro ejemplo es el de los remeros de una canoa. El es-
fuerzo de cada uno redunda en el beneficio de todos.
La apoplejía es la pérdida súbita y total de la conciencia y del
movimiento ocasionada por una congestión sanguínea cerebral.
Análogamente el egoísmo es una congestión mental que no solo
obstruye la fluencia de las demás personas sino la de uno mismo.
Hay un factor poderoso que contribuye grandemente a producir El condiciona-
una mezquina personalidad en lugar de una amorosa: el condiciona- miento
miento. Usaremos este término como el equivalente a amoldamiento.

40
Amoldar significa “arreglar o ajustar la conducta de alguien a una
pauta determinada”.
Hemos notado cómo cada pueblo tiene su idiosincrasia, costum-
bres, tradiciones, religiones, creencias varias y hasta su acento lin-
güístico. ¿A qué se debe esto? Muy simple: somos muy influencia- Influenciabili-
bles, muy permeables a todo tipo de impresiones externas. El hecho dad

es que todo lo que siento y pienso surge del país y familia en que
nací. Si hubiera nacido en otra nación, tendría seguramente otra
creencia religiosa, estaría dispuesto a defender a muerte otra bande-
ra y hasta hablaría otro idioma o el mismo pero con otra tonada. Pa-
recería que fuera azarosa la particular circunstancia de mi nacimiento.
Pero lo que no ofrece dudas es que según cuál sea ésta, recibiré un
conjunto de condicionamientos diferente.
Es indiscutible que todos somos distintos desde el nacimiento,
aunque todos pertenecemos a la misma especie humana. No existen
dos cristales de nieve idénticos en el mundo aunque todos son hexa-
gonales. Cuando nos condicionan, cuando nos dejamos condicionar,
lo que se está buscando es seguridad a través del proceso de “estan-
darización”. ¿Qué significa esto? Lo estándar (o standard) es lo que se
realiza conforme a una norma de fabricación o a un modelo. En mu-
chísimas cosas materiales este hecho es necesario, por ejemplo es
indispensable que todos los tornillos y tuercas sean estándar, así co-
mo los neumáticos, las lamparitas eléctricas, etc. Pero en lo atinente
al ser humano esto es totalmente pernicioso (!). Si todos nos vistié-
ramos del mismo modo, si pensáramos igual o sintiéramos lo mismo,
seríamos como zombies o androides… Pero no somos máquinas. No
obstante ¡el condicionamiento tiende a estandarizarnos! Y ¿por qué
tratan (conciente o inconcientemente) de estandarizarnos? Sin duda
porque a las “clases dominantes” les da seguridad. ¿Qué clases do-
minantes? No solo la gobernante, sino también los padres, los maes-
tros, los académicos, los sacerdotes, etc. (!).
Quienes tienen el mayor poder para generar condicionamientos
son los padres. A veces provocan una suerte de “lavado de cerebro”
en sus hijos, para poder someterlos de la manera más subliminal (!!).
J. H. tiene 18 años. Es un chico atractivo e inteligente, de origen
británico. Hace pocos meses que salió del internado en el que vivió
durante 5 años. El padre decidió recluirlo en ese asilo por el mismo
motivo que quiere que su hijo siga la carrera militar: el orden y la dis-
ciplina. Él desea estudiar ciencias políticas pero está dispuesto a ha-
41
cer lo que le impone el padre porque éste gastó 23000 libras por año
en ese establecimiento “educativo”. Como si eso fuera poco, J. asegu-
ra que su padre es su mejor amigo.
C. L. con sus sensibles 17 años, estaba muy enamorado. M. J. era
una chica interesante, con varios buenos atributos. A la madre de C.
en sí le caía bien; sin embargo para ella M. tenía un gran defecto: era
judía. Claro, la madre de C. pertenecía a la “Acción Católica”. La seño-
ra se sentía buena perteneciendo a dicho grupo religioso, no obstan-
te no paraba de advertirle a su hijo que nunca aceptaría su eventual
matrimonio con esa novia ya que no soportaría tener nietos judíos.
Es obvio que las ideas y creencias producen una separación artifi- Las creencias
cial, innecesaria y hasta destructiva entre las personas. Mi religión; mi producen sepa-
ración
patria; mi partido político, etc. Se llega al extremo de golpearse y
hasta acuchillarse en las canchas de fútbol por ser simpatizantes de
distintos clubes. Aquí queda claro cómo se generan pensamientos-
emociones separatistas y hostiles ridículamente. Ni hablar de los fa-
náticos fundamentalistas que se inmolan matando y matándose. Si
hubieran nacido a unos kilómetros de distancia, en el país vecino de
creencias antagónicas, el proceso sería inverso y entonces estarían
matando a los que ahora son sus paisanos.
Por un lado queremos pertenecer a algún grupo, por otro lado
deseamos ser distintos… Para relacionarme con los demás tengo que
ofrecerles una determinada identidad. ¿Qué pasa si no tengo ningu-
na, si no he construido una personalidad propia?
Muchas de las ideas que hemos adquirido por condicionamiento,
La importancia
generan fuertes emociones separatistas y hostiles. Todas estas ob-
de descondicio-
viedades que estamos describiendo debemos tenerlas seriamente en narse
cuenta si queremos ser libres y bondadosos. Pávlov (fisiólogo ruso)
descubrió el mecanismo de reflejos condicionados a los que eran
susceptibles los animales. Watson, el fundador de la escuela psicoló-
gica llamada conductismo, se basó en aquel para investigar la con-
ducta humana. Llegó a una conclusión muy controvertible. He aquí
sus palabras:
“Dadme una docena de niños sanos, bien formados, para que los
eduque, y yo me comprometo a elegir uno de ellos al azar y adiestrarlo
para que se convierta en un especialista de cualquier tipo que yo pue-
da escoger -médico, abogado, artista, hombre de negocios e incluso
mendigo o ladrón- prescindiendo de su talento, inclinaciones, tenden-
cias, aptitudes, vocaciones y raza de sus antepasados”.
42
¡Impresionante! ¿no? Es curioso que no hablara de convertirlo en
un santo… Y es lógico, no se puede “adiestrar” o condicionar a nadie
para ser bueno, amoroso. Al contrario, la falta total de condiciona-
miento es un factor fundamental para serlo (!).
Con lo que descubrió Watson, podemos tener una idea clara de
lo permeable que son los niños a la influencia de los padres. O sea lo
condicionables que son. Algunos pocos progenitores son concientes
de esto y en consecuencia tratan de evitar cercenarles la libertad a
sus hijos. Pero la mayoría de los padres crían y educan a sus hijos sin
estar calificados para ello y en consecuencia los condicionan con to-
tal impunidad.
En síntesis, un adulto promedio está lleno de condicionamientos
como lleno está su cerebro de información. Esto ha surgido desde la
infancia en la casa, luego en la escuela, en la sociedad… Ese adulto en
consecuencia no es libre. No puede fluir, ¡no puede amar de verdad!
Es difícil circular en una habitación llena de muebles. Si queremos
transformarnos debemos descondicionarnos. Para eso debemos au-
toeducarnos y reeducarnos.
Vamos a transcribir un relato de autor anónimo:
Cuando yo era chico me encantaban los circos y en particular los
elefantes. Durante la función, la enorme bestia hacía despliegue de
peso, tamaño y fuerza descomunal. Luego lo sujetaban, con una ca-
dena agarrada a una de sus patas, a una pequeña estaca clavada en
el suelo. Ésta era solo un corto pedazo de madera enterrada varios
centímetros en la tierra. Era obvio que ese animal, capaz de arrancar
un árbol con su propia fuerza, podría fácilmente liberarse de esa pe-
queña estaca. ¿Qué lo mantenía entonces ahí? ¿Por qué no escapa-
ba? Yo tenía cinco o seis años y le pregunté a algún mayor (padre o
tío) para entender ese misterio. Me contestaron que el elefante no
huía porque estaba amaestrado. Entonces pregunté -si está amaes-
trado ¿por qué lo encadenan?-. No recuerdo haber recibido ninguna
respuesta coherente.
Pasó el tiempo hasta que encontré a alguien más sabio que me
pudo responder: “el elefante del circo no escapa porque ha estado
atado a una estaca parecida desde que era muy pequeño”. Imaginé
entonces al elefantito recién nacido empujando, tironeando y sudan-
do tratando de soltarse de la estaca y fracasando una y otra vez a
pesar de su esfuerzo… Hasta que un día el animal aceptó su impo-
tencia y se resignó.
43
Luego creció, se hizo enorme y poderoso; sin embargo mantenía
Creer que no
en el registro de su memoria la imposibilidad de su infancia. En con- puedo, es no
secuencia, jamás lo volvió a intentar, ni siquiera se volvió a cuestionar poder

la factibilidad de su liberación. ¡Creyó para siempre que no podría…!

44
La Sensibilidad

Corrientemente se habla de que “tal persona es sensible”. Esta


acepción del término tiene que ver con que “llora fácilmente, se
emociona por nada, etc.”. O si no, está referida a quien tiene la capa-
cidad de sentir en forma especial algo como la música, los animales,
etc. Pero también se puede usar la misma palabra con una significa-
ción mucho más profunda. En este caso el concepto expresa que se
es realmente bueno, se siente el dolor o la necesidad ajena y se actúa
en consecuencia, en fin, que se está dispuesto a renunciar a uno
mismo en pro del prójimo. A esto nos referiremos con este término.
El poeta José Martí aseveró que “todo hombre verdadero debe
sentir en su mejilla el golpe dado a cualquier mejilla de hombre”. Pero
¿qué pasa si no siento el dolor ajeno, si no me importa?
El tema es si se puede “cultivar” la Sensibilidad o no. ¿Se puede
El cultivo de la
hacer algo para que empiece a sentir lo que no siento, o para que sensibilidad
deje de sentir lo que siento (bajos impulsos, celos, ira, etc.)? Solemos
buscar fórmulas, recetas o métodos. Pero así no funciona la cosa. Si
comprendo profundamente, no sólo intelectualmente o teóricamen-
te, la causa de lo que soy o no soy, se empieza a producir un proceso
extraño en nuestra psiquis. Se pone en funcionamiento una especie
de “alquimia” psicológica. Por supuesto que el proceso es inconscien-
te; no debe ser conciente. Recordemos que nuestra mente por inse- La mente pro-
guridad, por miedo, produce el egoísmo, que es la raíz de nuestra duce el egoísmo

problemática existencial. Entonces ¡ella no puede solucionar el pro-


blema que crea y que alimenta constantemente! Sería absurdo pedir-
le al enemigo que nos ayude…
Que quede claro: es posible lograr una transformación psicológi-
ca (!!); pero no usando la cabeza. El análisis produce parálisis. Si pien-
Análisis = pará-
so dejo de sentir5. Esto no es una nueva teoría, es un hecho. Si pre- lisis
tendemos conocer el “secreto” de eso, o el método, significa que es-
tamos usando la mente. Ésta necesita todo fácil y rápido; no tiene la
sensibilidad necesaria.
A. M. tiene 22 años. Nació en un país del norte de Europa en una
familia circunspecta, fría (como el clima) y burguesa. Es prolija, analí-
tica y angelical con empedernidos buenos modales. Jamás grita ni

5
Estamos usando “sentir” como “sensibilidad” o sea en el sentido más profundo.
45
llora. Por supuesto que no es espontánea. Por otra parte no siente
indignación por nada; como si todo le “resbalara”. Pero como “la ce-
remonia va por dentro”, padece varios síntomas crónicos: sarpullido,
cólicos hepáticos, cefalea y menstruación suprimida. Tuvimos la
oportunidad de ver un video de ella cuando tenía 4 años. Era traviesa,
vital, rebelde y espontánea. En una parte del mismo incluso le grita a
su madre. ¿Qué le pasó durante los siguientes años? Sus padres la
reprimieron en todo lo que pudieron. Hacían hincapié en que cuide
su imagen frente a los demás (“el qué dirán”) y sobre todo que no
tenga ni las menores situaciones sexuales con los chicos. Como resul-
tado de esto A. simplemente “eligió” retraerse hasta tal punto que
dejó de sentir. ¿Qué mejor para no hacer nada indebido que direc-
tamente no sentirlo? “Comfortable numb”, cita una de las canciones
de Pink Floyd, en The Wall, que significa “cómodamente adormeci-
do”… pero ¿recuerdan en qué estado estaba el protagonista de esa
brillante película?
Junto con la gradual desaparición de la espontaneidad desde la
infancia se va produciendo una paulatina insensibilización (!). Ambos
procesos tienen la misma causa: la necesidad de aprobación (bús-
queda afectiva), de defenderse del “peligro” social que deviene por
fluir y sentir.
Ahora bien, en este último punto existe una variante. Es riesgoso
sentir impulsos o deseos que mis padres, la sociedad y “Dios”
desaprueban. Pero por otro lado sentir cosas que surgen del dolor
ajeno también me produciría dolor. Si en mi mejilla sintiera lo que
sufren otras mejillas, como quería Martí, mi sufrimiento se multiplica-
ría. ¿Por qué hacerme cargo de los problemas ajenos entonces? con
los míos me alcanza y sobra… Si soy demasiado compasivo, ¿cuál es
el límite, acaso no podría volverme loco por todo lo que pasa en el
mundo? Es obvio que debe haber un límite. La concepción judeo-
cristiana de familia conduce a que ese límite se encuentre demarcado
por el perímetro de “los míos”. Raramente me hago cargo de un
amigo. No obstante, ni siquiera quiero bien a mis familiares. –“Siento
mucho amor por mis hijos, mis padres y mis hermanos”… Esto se es-
cucha frecuentemente por todos lados. Pero lo real es que yo los Cosificamos a
las personas
quiero a ellos como quiero a mi departamento, mi automóvil, mi
computadora, etc. Los quiero porque me dan satisfacciones y en con-
secuencia los quiero para mí. Pero ¿qué pasa cuando ya no me satis-
facen?
46
W. D. cuidaba más a su lindo auto que a su esposa. Claro ya lle-
vaban casados más de cuarenta años…
Bien, entonces ¿cómo sería la sensibilidad, digamos, de un La sensibilidad
arahat ? Este ser integrado sentiría constantemente ayudar a cual-
6 de un arahat

quiera que conozca y que necesite ayuda. Independientemente de si


le cae bien o no. Independientemente de si el proceso de la ayuda es
fácil o difícil, satisfactorio o doloroso, etc. Sin importarle si recibe el
reconocimiento del otro o no. Sin esperar recompensa alguna y ni
siquiera gratitud. Sentiría intensamente esto en su corazón y obraría
en consecuencia sin opción. Se preocuparía por el estado del mundo
y se entristecería, pero no se volvería loco de dolor porque sabría
que no está a su alcance resolverlo. Jamás sentiría valerse de los de-
más para su seguridad o satisfacción.

6
Recuerden lo del “arahat”…
47
El Inconsciente

Hay una imagen que representa al consciente como una isla, al


inconsciente como el océano y al subconsciente como la zona del
mar cercana a la isla. Otra representa al conciente como el sector
emergente de un iceberg y al inconsciente como lo sumergido. Bien,
pero ¿de dónde surge el inconsciente?
Cada uno de nosotros construye su inconsciente. Inconscientiza- Inconcientizo
mos todo aquello que nos duele, nos molesta, nos avergüenza o nos para defender-
me del dolor
perturba. En el proceso de vivir, interactuamos y nos relacionamos
con otras personas, animales, plantas, minerales y objetos manufac-
turados por el hombre. La interacción cotidiana es complejísima y
más o menos intensa. Recibo impresiones y las provoco todo el
tiempo. Desde que me levanto a la mañana soy influido por el estado
anímico de mi esposa, la conducta de mis hijos… salgo a la calle y soy
influido por el clima, el humor del portero, del colectivero, las nove-
dades políticas o económicas, etc. ¿Cuántas de esas impresiones elijo
retener en mi mente y cuántas prefiero descartar? Evidentemente voy
por la vida desarrollando un mecanismo de selección. En general
guardo en la memoria lo que me gusta, pero a veces almaceno algo
que no me gusta porque me produce rencor… En fin, al cabo de cada
día acopié en mi mente-emoción un montón de ideas-sensaciones.
Pero otro conjunto, seguramente mayor, lo “archivé” ¡vaya a saber
uno en qué oscuro y polvoriento cajón del cerebro! A mi ego le con-
viene “borrar” de su registro cada vez que el mismo quedó mal para-
do o cada vez que algo no le gustó. El mecanismo es automático y
por lo tanto rapidísimo.
El otro día vi a mi mujer hablando con entusiasmo con el vecino.
–Bueno, qué tiene de malo–. Después los vi en una actitud aparen-
temente de coqueteo. –Bah!… no me voy a poner paranoico–. Frente
a la peligrosa posible infidelidad, lo mejor podría ser negar y olvi-
darme totalmente de mis observaciones. –Es imposible que mi espo-
sa me sea infiel, siquiera que tenga fantasías al respecto. Esto no
puede ocurrir porque si ocurriera no lo soportaría–. Bien, entonces
niego, me olvido y ya está. Eso sí, aunque lo haya sacado de mi cons-
ciente, permanece en el inconsciente (que acabo de crear al respec-
to). Lo que sigue, entonces, es que empiezo a llevarme mal con ella y

48
no sé por qué. No puedo evitar ser hostil. El resultado de esto podría
ser que ella comience a alejarse de mí y a acercarse, esta vez en serio,
al vecino…
Podríamos decir que los dos móviles fundamentales de la perso-
nalidad son el deseo y el temor. Ambos están en mi “cuerpo” emo-
Móviles funda-
cional. Después pasan a mi “cuerpo” mental. En éste comienzo a inte- mentales: el
lectualizar el deseo que me surgió para hacerlo realidad; o sino anali- deseo y el temor
zo los sistemas defensivos para anular o evitar lo que me da miedo.
En todo caso cuando observamos un hecho o una circunstancia, ge-
neralmente ponemos pensamientos y emociones entre ellos y noso-
tros. Podemos imaginar el enredo que se suele formar. Lo que nos
queda en nuestra mente, en nuestro conciente es, pues, algo más o
menos distorsionado en lugar de la impecable realidad.
La inconcientización es un proceso de supresión o de distorsión de
la observación de la realidad. Ya sabemos por qué ocurre esto. ¿Cuál
sería la solución? Observar bien. ¿Cómo hago esto? Observando di-
rectamente sin pensar y sin desarrollar emociones mientras observo.
Cuando estoy frente a alguien que me interesa, que me gusta, le
doy poder a esa persona sobre mí. Cuando voy a rendir un examen, el
profesor tiene el poder de aprobarme o desaprobarme. Yo deseo
aprobar y temo desaprobar. Si estoy procesado penalmente, en el
juicio el juez tiene el poder de declararme culpable o inocente. En
ambos ejemplos voy a estar nervioso y esto es lógico. Pero ¿por qué
cuando estoy con alguien que me gusta me siento como en un exa-
men o un juicio? Porque deseo ansiosamente un resultado para mi
beneficio. Este es un acto egoísta. Ser libre psicológicamente implica La libertad psi-
no darle poder sobre mí innecesariamente a nadie ni a nada. Esto cológica

solo ocurre cuando hay amor en vez de egoísmo.


Hay gente que analiza hasta cuando observa un paisaje. C. F. vivía
en medio de un bello bosque. Cuando lo conocí me invitó a hacer
una recorrida; acepté encantado. Mientras caminábamos en medio
de esa inefable variedad de plantas y árboles, no paraba de reseñar-
me los nombres botánicos de todos y cada uno de ellos. Le pregunté
si desde el primer día que estuvo allí se esmeró en averiguar sus
nombres. –Claro que sí–, remarcó, –si no ¿cómo conocería el bos-
que?–. Para él, rotular lo que observaba, implicaba conocerlo.
Cuando rotulamos, comparamos lo que vemos con lo que recor-
damos, o sea usamos la memoria. En este proceso perdemos gran
parte de la energía mental. La mejor forma de utilizar esta energía es
49
ponerla al servicio de la sensibilidad. Todo análisis, todo pensamien-
to, impide la fluencia natural de la observación entre lo observado y La correcta
observación
el observador. La correcta observación es cuando el observador está
“ausente”. Si cuando conocemos a una persona la comparamos con
otra conocida, o nos recuerda a algún personaje de alguna novela o
película, o interponemos lo que sabemos de un signo zodiacal, etc.,
la observación no será libre. Esto es parecido al tema de los prejui-
cios…
Se da entonces la paradoja de que el observador sólo es eficiente
cuando “no existe”. La observación se produce sola.

50
La Educación

Según su raíz etimológica el término educar significa “sacar afue-


ra”. De modo que el educador debería extraer del interior del edu-
cando lo mejor de sí. No debería meterle nada; no debería tratar de
llenarle la cabeza con conocimientos. La verdadera educación es un
proceso formativo, no informativo. ¿Qué significa formar a un niño?
Quizás sería más propio decir: ayudarlo a que se forme. La formación
de un alumno o de un hijo es un proceso de desarrollo interior, es
decir psicológico, por el cual debe florecer como ser humano. Esto
significa ¡llegar a ser en la edad adulta una persona buena, amorosa!
No tiene importancia si tiene muchos o pocos conocimientos. Jesús
no eligió apóstoles ilustrados. Sabio no es quién sabe mucho sino Formar versus
informar
quien sabe pensar. Saber pensar es utilizar la cabeza al servicio del
corazón. Y éste es incluyente, no excluyente. Ahora bien, si todos na-
cemos egoístas, ¿qué cosa buena podríamos sacar entonces de los
educandos…? Bien, todos nacemos autopolarizados. No obstante
tenemos latente la posibilidad de trascender la mente autopolariza-
da, pero esta capacidad se encuentra adormecida los primeros años
de vida y luego, en vez de procurar despertarla, los padres, la socie-
dad y nosotros mismos la adormecemos aún más. La verdadera La verdadera
educación consistiría en fomentar la polarización del ser en el educación
alma en lugar de en la mente.
Ahora bien, ya hemos visto hasta el hartazgo que los maestros y
los padres no son amorosos. Ellos no han sido correctamente educa-
dos porque nuestros abuelos tampoco eran amorosos, y así retroac-
tivamente hasta “Adán y Eva”. Entonces hoy día, un “buen” padre de
familia cree que cría bien a su hijo si lo envía a una “buena” escuela
privada (por supuesto, si es más cara se cree que es mejor). Se trata
de que el niño el día de mañana llegue a ser, si es posible, un erudito.
Además más adelante deberá entrar a la universidad para lograr un
prestigioso título por dos motivos: como inversión económica (un
profesional gana mucho más) y por vanidad (se es más importante si
se es “alguien” en la vida). Por supuesto que si termina siendo com-
petitivo e individualista (por algo se llama carrera al proceso de estu-
dio terciario), si todo este peregrinaje por aulas varias, alimenta más

51
su egoísmo, a nadie le importa. De hecho, de este modo, nuestro hijo
nos dará (y se dará a sí mismo) más satisfacciones.
Cuando Lula da Silva asumió el cargo de presidente de Brasil en
2003, declaró entre sollozos: –y yo, que tantas veces fui acusado de
no tener un diploma universitario, consigo mi primer título, el de pre-
sidente de la República–. Sin duda ser presidente de un país es más
importante que cualquier profesión, pero ¿acaso ser un ser amoroso
no es lo más importante de todo?
Muy bien, yo ya me di cuenta de esta gravísima alteración de la
escala de valores, ¿qué haré entonces a partir de ahora? Bueno, debi-
do a que nadie me ha educado verdaderamente, deberé hacerlo yo
Reeducación y
mismo, yo solo. ¡Deberé reeducarme y auto-educarme! Para lo prime-
auto-educación
ro tendré que soltar todo lo que hasta ahora había atrapado en mi
mente y emoción7. Ya hemos hablado de esto ¿recuerdan? Imagínen-
se que alguien se aferra a sus muletas creyendo que solo con ellas
puede caminar sin caerse. Pero un día descubre que puede caminar e
incluso correr perfectamente sin él. Aún más, se da cuenta que el
bastón le impedía ejercitar sus piernas; era una traba, más que una
ayuda…
E. S. tenía 12 años y se persignaba siempre al pasar frente a una
iglesia. Si alguna vez se distraía y se perdía alguna, quedaba muy in-
tranquilo, como si algún castigo divino pudiera caer sobre él. Pero un
día se dio cuenta que eso era una idiotez y entonces dejó de persig-
narse para siempre. Comprendió que el deber de persignarse solo
estaba en su cabeza y en la de los que le habían enseñado eso, y que
no era un reclamo de dios.
Ahora bien ¿qué significa auto-educarme? De esto también he-
mos hablado, pero no viene mal repasarlo. Una vez que hemos va-
ciado nuestra cabeza de información innecesaria ¿qué hacemos?
En la película “El Último Emperador” el maestro de la prisión les
exige a los presos políticos que escriban en sus cuadernos los deta-
lles de sus vidas y sus acciones. –¡Nosotros creemos que todo hom-
bre nace bueno, ¿qué pasó con ustedes?!–, enérgicamente agregó.
Personalmente considero que no nacemos buenos, sino “bastante
egoistones”, pero en todo caso nos condicionan para serlo aún más
(en algunos casos rayano en lo cruel).

7
Esto no incluye, obviamente, la cultura en general. Tener los conocimientos bási-
cos de matemática, de historia y geografía, saber hablar y escribir correctamente,
etc. no es algo que se deba soltar, sino todo lo contrario.
52
Bien, ya hice “borrón y cuenta nueva” y me transformé en una
“tabula rasa”, ¿ahora qué? No es cuestión de empezar a llenarme con Tabula rasa

nuevos datos, creencias o conceptos. Es una falacia pensar por ejem-


plo que un mal hábito se reemplaza con un buen hábito. No existen
los buenos hábitos8. Si comienzo a estudiar religiones comparadas, o
me sumerjo en alguna corriente “espiritual”; si me aboco a leer libros
de psicología, filosofía, etc.; si asisto a diferentes cursos; asimismo si
empiezo a realizar actividades de caridad, de ayuda social, de ecolo-
gía, etc., no debo creer que esté auto educándome. Otra falacia co-
mún (propia de círculos “new age”) es creer que si uno aprende cier-
tos conceptos o realiza ciertos ejercicios, será mejor persona… La an-
siedad por cambiar es otra de las trampas del ego, que conduce a
confusiones varias y a un desagradable autoengaño; o sino, a un re-
trógrado desaliento que provoca frustración y bloqueo. Llenar de
nuevo la cabeza de información, sólo lograría que me engañe a mí
mismo fantaseando que estoy progresando, evolucionando, cam-
biando o transformándome. Dejar al ego tranquilo, el cual es la fuen-
te del desamor, implica tener una mente simple. Simplex sigillum veri:
“lo simple es señal de lo verdadero”.
Pero entonces ¿acaso no debo hacer nada? Sí, debo vivir inten-
samente. Esto significa observar, sentir y actuar. Cuando uno observa Vivir intensa-
de verdad (sin pensar) es increíble la energía que adquiere (!). Cuan- mente

do uno observa con el corazón, este mismo proceso produce fuertes


sentimientos de compasión, de indignación, de valentía, etc. El miedo
escapa cuando uno no retroalimenta su mente, y en su lugar adviene
un tipo de energía que nos da frescura, libertad y seguridad.
Entonces ¿para qué existe la mente, cuándo, en qué casos o cir-
cunstancias, debo usarla? Si yo tengo que ir a trabajar o a pasear Cómo y cuándo
utilizar la mente
tengo que tomar el colectivo, para eso debo pensar, sino me perde-
ría. Para lograr mi alimento, mi vestimenta y mi vivienda (y el de mi
familia), tengo que usar la mente. Para conversar así como para es-
cribir debo usar la mente con el fin de encontrar las palabras ade-
cuadas. También para realizar cálculos matemáticos. En fin, para todo
lo concreto que la vida cotidiana me demanda, necesito pensar, ana-
lizar, comparar, recordar, etc. Pero para desarrollar cualquier proceso
emocional, afectivo o para relacionarme amorosamente con mis se-
mejantes (también con los reinos animal y vegetal), el pensamiento

8
Hay cosas que no tienen su opuesto o su simétrico.
53
es un estorbo. Al contrario, es indispensable no realizar ningún mo-
vimiento mental (!).

54
La Salud

Lamentablemente, del mismo modo que a cualquier sufrimiento,


a todo síntoma que tenemos tratamos de combatirlo de la forma
más rápida y agresiva. Procuramos que cualquier dolor físico o psí-
quico desaparezca lo antes posible sin atender nunca su causa, su
raíz. Esto conduce a la realización de tratamientos locales o sintomá-
ticos sin considerar que somos una totalidad mente-emoción-físico.
Para tal fin existe un arsenal farmacológico mundial impresionante.
Estamos polarizados en lo físico porque controlamos solo cinco sen-
tidos físicos. No tenemos un sentido mental o uno emocional. Aun-
que pensemos de todo y sintamos distintas emociones, no lo hace-
mos con la claridad y nitidez con las que oímos, vemos, olfateamos,
degustamos o tocamos…
El término psicología según su raíz etimológica significa “estudio
del alma”. Sin embargo desde hace mucho tiempo ningún psicólogo
cree en el alma. Sostienen que los sentimientos, emociones, ideas y
pensamientos provienen de reacciones físico-químicas cerebrales (!?).
Todo exclusivamente físico.
La alopatía constituye la medicina oficial en el mundo, así como la
política mundial “oficial” es el capitalismo. Dicho sea de paso, como
los tratamientos alopáticos se basan en drogas medicamentosas de
todo tipo y color, la industria farmacéutica internacional mueve una
cantidad de dinero inimaginable (!). En casi todas las facultades de
medicina del mundo lo único que se enseña es la alopatía. No existen
opciones.
Pero ¿qué se entiende por enfermo? Para el médico alópata un
enfermo es una persona que presenta una alteración funcional u or-
gánica. La alopatía lo único que hace es suprimir los síntomas del La alopatía solo
suprime sínto-
enfermo, produciendo así un daño mayor tarde o temprano, ya que mas
se profundiza el desequilibrio de la fuerza vital. Para tal fin utiliza
fármacos. Los mismos son sintéticos y no naturales y es por eso que
el cuerpo no los reconoce. Esta es la razón por la que casi todos ellos
causan efectos secundarios más o menos dañinos. De hecho ¡los
efectos secundarios mortales de los medicamentos se han convertido
en la cuarta causa principal de muerte en el mundo industrializado!
(lo anunció en abril de 1998 la Asociación Médica Americana).

55
Los fármacos son elaborados por la industria farmacológica. Ésta
utiliza la enfermedad como negocio; sustituye el objetivo de investi-
gar para solucionar problemas por el de investigar para ganar dinero
tratando de elaborar constantemente nuevas drogas. El Dr. Rath (dis-
cípulo del premio nobel Linus Pauling) responsabilizó a la industria
farmacéutica de la muerte prematura de cientos de millones de per-
sonas en todo el mundo en las últimas décadas y de la ruina econó-
mica de naciones y personas a consecuencia del gigantesco gasto en
medicamentos. Dicha industria fue creada artificialmente por inver-
sionistas que, para poder ganar dinero con las enfermedades, tuvie-
ron que bloquear los tratamientos médicos naturales de forma que
no estuvieran disponibles en ninguna parte del mundo. Se embarca-
ron en una campaña mundial para impedir que información vital
(como la importancia de ciertas vitaminas, las terapias naturales co-
mo la homeopatía, acupuntura, naturismo, etc. y la prevención) estu-
La codicia de la
viera a disposición de todos. Las empresas multinacionales de dicha industria far-
industria se ven ampliamente beneficiadas, tan es así que ¡en el año macéutica

2004 facturaron nada menos que 550 mil millones de dólares, incluso
más que el narcotráfico!
Casi todos desconocemos, debido a esta campaña desalmada, el
hecho científico de que prácticamente todos los virus se pueden blo-
quear, total o parcialmente, con terapias naturales.
Es increíble el sufrimiento que se puede ocasionar por impía co-
dicia. Ahora bien ¿qué alternativa tiene la persona común, que no se
quiere dejar influir y manejar por el establishment de la “salud”? Por
experiencia personal recomiendo la homeopatía. La verdadera, la que
fundó Hahnemann. Afortunadamente no han podido proscribirla,
aunque lo intentaron en distintas oportunidades. Cuando yo era jo-
ven, tuve el honor de ser atendido por el eminente Dr. Paschero en
Buenos Aires. Tanto a mí como a todos los familiares y amigos que
envié nos curó contundente y armoniosamente de todas las enfer-
medades crónicas que padecíamos. El fundó la “Escuela Médica Ho-
meopática Argentina” que lleva su nombre.
Expliquemos muy sucintamente en qué se basa esta doctrina. Pa-
ra la homeopatía la verdadera enfermedad comienza con el desarre- ¿Qué es la Ho-
meopatía?
glo de la fuerza vital o energía que anima a los seres y dirige sus acti-
vidades. Esta energía vital mantiene el orden y la armonía funcional
indispensable para que exista el estado de salud perfecto. Cuando

56
esta energía se altera9, se originan los trastornos funcionales, segui-
dos más tarde por las modificaciones de los tejidos. Las enfermeda-
des locales son, entonces, expresiones de este desorden energético
dinámico. Si se suprimen los síntomas sin corregir el desorden, se
habrá eliminado la lesión orgánica, pero no se habrá curado al en-
fermo, cuya fuerza vital sigue desequilibrada y provocará más tarde
otras enfermedades similares o peores. Por eso no puede haber en la
homeopatía, como lo hay en la alopatía, tal remedio para tal enfer-
medad, ya que el desequilibrio de la fuerza vital depende de la tota-
lidad de los síntomas mentales, emocionales y físicos (en ese orden
jerárquico) y no solamente de los últimos. Podríamos decir que para
la homeopatía no existen las enfermedades sino los enfermos, contra-
riamente a la alopatía.
La alopatía no cree en la fuerza vital, por lo tanto su base es ente-
ramente distinta. Trata las enfermedades con medicamentos (drogas)
que producen efectos contrarios a los que se quiere combatir: por
ejemplo para las diarreas dan sustancias que producen constipación.
Estos métodos se definen con las locuciones latinas “Contraria con-
trariis curantur”, es decir los contrarios se curan con sus contrarios,
lema de la alopatía. En cambio el lema de la Homeopatía es: “Similia
similibus curantur”, los semejantes se curan con los semejantes.
La alopatía es organicista, esto significa que trata al órgano que
funciona mal, no a la totalidad del individuo. En el caso de una má-
quina, este procedimiento es válido; si se daña el radiador de mi au-
tomóvil, con arreglarlo o reemplazarlo alcanza. Pero un ser humano
es una unidad psico-somática-espiritual, como sostiene la homeopa-
tía, de modo que tratar sólo las partes no es la solución. Al contrario,
podría ser “el remedio peor que la enfermedad”.
El objetivo de este libro es comprender la raíz del sufrimiento pa-
ra superarlo desde el Amor, no desde el egoísmo, egocentrismo o
individualismo. De hecho esto último es lo que lo produce. Pero en lo
arriba expresado, vemos que el tema médico es una fuente externa
de dolor. Yo puedo resolver mi causa interna de sufrimiento, pero
¿cómo lidiar con las externas o sea las que me imponen otros? Para
los tratamientos médicos es posible, es cuestión de abrir los ojos,
informarse adecuadamente y luego elegir desde el conocimiento, no
desde la ignorancia. Otra fuente externa de dolor es lo que tiene que

9
Hahnemann aseveraba que de nacimiento hay ciertas tendencias desequili-
brantes de la energía vital.
57
ver con la política. Con el sistema socio-económico que me toca vi-
vir… Este importante tema lo desarrollaremos más adelante.
Volviendo a la salud. Ya sabemos con qué sistema no tratarnos, y
averiguaremos cuál es realmente el mejor…
Hace unos años comencé a tratarme con el médico homeópata X.
En una oportunidad me contó cómo comenzó como tal. Había una
reunión de muchos médicos. X era un convencido alópata que desa-
rrollaba determinada especialidad. También había un par de homeó-
patas, entre ellos el Dr. Paschero. Un colega amigo común se lo pre-
sentó, dado el renombre que había adquirido este último. X, con su
típico temperamento batallador le dijo: –yo no creo en la homeopa-
tía; para mí se basa en hierbas estériles y en la sugestión del pacien-
te–. El Dr. Paschero, con su clásica templanza le contestó: –Disculpe
Dr.… ¿podría decirme qué libros leyó de homeopatía?–. X se quedó
estupefacto, ya que no había leído ninguno. Entonces a partir de ese
momento comenzó a inquirir sobre el tema. El resultado fue contun-
dente: después de unos años se recibió de homeópata (!).
Las enfermedades se clasifican básicamente en dos tipos: agudas
y crónicas. Las agudas son por ejemplo una gripe si sufrimos un súbi-
to enfriamiento; una diarrea si comimos algo en mal estado, etc. Las
crónicas son, por ejemplo sinusitis, diabetes, asma, alergias varias,
etc. Este último grupo se caracteriza por tener síntomas mucho más
duraderos, frecuentemente de varios años. Podemos asegurar que
una enfermedad crónica surge de anomalías emocionales; y éstas, a
su vez, por el mal uso de la mente. Esto es, cuando produce pensa-
El desequilibrio
mientos recurrentemente inarmónicos. En síntesis: el mal uso mental mental – emo-
provoca desequilibrio emocional, y éste conduce a alteraciones orgá- cional produce
enfermedad
nicas o funcionales del cuerpo físico. Con el tiempo y debido a malos
tratamientos supresores, lo que podría ser una alteración física pasa-
jera, se transforma en algo crónico.
Entonces el mal desarrollo de la mente desemboca en enfermeda-
des crónicas, ninguna de las cuales pueden ser curadas con drogas
medicamentosas. En otras palabras: ¡nosotros nos enfermamos a no-
sotros mismos!
Es curioso el hecho que los animales no sufren infartos cardíacos,
lo cual es la causa mayor de muerte humana (!)…
Independientemente de cualquier tratamiento, nosotros mismos
podemos evitar la mayoría de las enfermedades. Para eso tenemos
que aprender a manejar bien nuestra mente y nuestras emociones.
58
La Mente y Las Emociones

¿Cuáles son las emociones inarmónicas que producen enferme-


dades? ¿Cuáles son los pensamientos que producen emociones
inarmónicas? En primer lugar vamos a distinguir dos procesos men-
tales: pensar y “autopolarizar”. Pensar es formar y ordenar en la con-
ciencia ideas y conceptos. Autopolarizar es un término que no existe. La “Auto-
polarización”
Tuve que inventar esta palabra porque no conozco otra que defina lo
que a continuación diremos. Cuando decimos que fulano o mengano
piensa siempre en sí mismo, si bien se entiende lo que se quiere sig-
nificar, la expresión no es del todo propia. No ocurre que uno todo el
tiempo se dice: –yo quiero esto, yo quiero aquello, yo temo, yo, yo,
yo…–. Lo que sucede es que uno está centrado en sí mismo. Su
mente y su emoción están dirigidas a sí mismo. No necesariamente
hay pensamiento, pero sí hay una autocentralización o autopolariza-
ción de sus energías psíquicas. Esta diferenciación no es un detalle
menor. De hecho la autopolarización es más peligrosa debido a que
es un proceso inconsciente, “instintivo”. Por eso el autopolarizado
niega con convicción que está pensando en sí mismo.
¿Quiénes están autopolarizados? ¡Todos! por la misma razón que
prácticamente todos somos egoístas.
El pensamiento de la flamante madre está dirigido a su bebé, sin
embargo ella sigue autopolarizada, de hecho lo tuvo para que le dé
satisfacciones, o para salvar su matrimonio que estaba en decaden-
cia, o porque no se sentía plena como mujer sin ser mamá, etc. Sin
embargo, después de un año, al ver que el nene llora y reclama cons-
tantemente cosas; que lo tiene que atender todo el tiempo; al extra-
ñar la libertad que perdió, ya no aguanta más. El “negocio” de la ma-
La trampa de la
ternidad se vino abajo. El placer de la ternura no compensa todas las maternidad
molestias. Pero como no puede tirar al niño por la ventana, se ve for-
zada a negar. Jamás se permitirá aceptar que no quiere a su hijo…
¡Aunque ella aseguraría con total convicción que en lo único que
piensa todo el día es en su bebé, nunca en sí misma!
La sociedad reivindica a la madre como una cuasi santa. Se consi-
dera que es muy noble ser mamá o incluso querer serlo. Se la admira
por el dolor “flagelante” del parto sin tener en cuenta que el bebé
sufre más (!).

59
La autopolarización no es solo un proceso mental, es también
emocional. Por ser una especie de “instinto de conservación” mal ca-
nalizado, se trata de un estado cerebral-emocional. Frente a la menor
observación crítica, me siento atacado o al menos amenazado, en-
tonces se pone automáticamente en movimiento todo un sistema
defensivo (y en general contraofensivo) mental-emocional-orgánico.
Es por demás elocuente la reacción en el rostro, en las manos, en
las piernas, etc. del ofendido. También se le puede segregar adrenali-
na generando cólicos, o transpiración, acalambramiento en algunos
casos, casi siempre nerviosismo y rigor muscular. He visto personas
que parecía que entraban en “rigor mortis” cuando eran criticadas.
Simultáneamente sienten angustia, enojo, bronca, irritabilidad y hasta Resistencia del
ego
una suerte de odio. La mente, mientras tanto, trata de generar el
“mecanismo de defensa” más eficiente posible. Supuestamente el
ego está tan amenazado como si una patota lo cercara en la calle.
Hay que hacer algo urgentemente para zafar de esa situación tan
peligrosa. Podría morir o quedar mal herido… Por consiguiente voy a
realizar todo tipo de ardides para justificarme, para negar la impu-
tación o por lo menos encontrar algún atenuante para no quedar tan
mal parado. No es tan diferente a la actitud de un procesado en un
juicio penal. ¿Qué abogado defensor no le aconsejaría que niegue
todo, que mienta, que diga que no recuerda, etc.?

A continuación transcribiré el relato de C. G. (38 años) referente a


su reacción a las críticas.
“Es distinto el proceso interno al recibir una crítica de alguien Reacciones fren-
que respeto, valoro y quiero, que al recibirla de alguien que no me te a las críticas
parece una autoridad moral. Voy a hablar del primer caso.
Cuando esta persona me critica la reacción instantánea es
contraerme físicamente. Se me produce una tensión en el estóma-
go, en los esfínteres y las extremidades. Tanto que puedo quedar-
me sin moverme, como paralizada en la misma posición durante
horas. Siento una frialdad muy contrastante con mi carácter habi-
tual. La frialdad es desde el cuerpo hasta la emoción. Empiezo a
pensar la causa por la cual la otra persona “me arremete” lasti-
mándome de esta forma. – ¿Habrá sido algo que dije o hice antes? -
. Cuando me doy cuenta que no pasa por ahí (o me lo explican)
pienso: - qué exagerado, no es tan así -, o busco “argumentos” rá-
pidamente que justifiquen mi proceder. Desarrollo todo tipo de
respuestas justificativas que no tienen relación entre sí o que se
vienen abajo ante el menor cuestionamiento. Cuando ya probé de
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todo y quedo acorralada, empiezo a atacar al otro de alguna for-
ma. Desde tratar de emparejarlo conmigo para no quedar tan mal
parada sola, a lanzar todo tipo de críticas “al aire”. Quiero hacer
sentir al otro tan mal como me siento yo. No me calmo, ni pienso
racionalmente, ni considero la posibilidad de que lo que me dice
sea real. Solo me defiendo.”

Conocí a un hombre que tenía una gran habilidad para criticar a


los demás. No se sentía mal consigo mismo “juzgando” a los otros,
quizás porque también, y con la misma firmeza, se autocriticaba. ¿Re-
cuerdan lo de “con la misma vara…”? Todos lo sabían un hombre ín-
tegro, auténtico, intachable. Eran notables las reacciones que produ-
cía en los demás. Pero eso sí, la reacción defensiva de los criticados
era proporcional al cariño que cada uno sentía por él. Quién más lo
quería, resistía más porque tenía más miedo de su desaprobación y
consiguiente alejamiento. Quien recién lo conocía, solo resistía por La autopolari-
zación lleva a la
orgullo. De modo que se daba la paradoja que las personas que “tan- enfermedad
to lo querían”, por temer que la desaprobación de él implicara que
las dejara de querer, eran las que con más empeño se “defendían”. Es
terrible cuando se junta el orgullo con el miedo a que el otro te deje
de querer…
Bueno, ¡una mente-emoción autopolarizada, inevitablemente
va a tener síntomas, enfermedades!
Lo fundamental que todo ser humano debe saber es que su psi-
quis, o sea sus cuerpos mental y emocional, captan y emiten todo el
tiempo “ondas”. La ciencia sabe que todo objeto, por ejemplo una
Emitimos lo
piedra, absorbe e irradia millones de átomos por minuto. Con más que vibramos
razón mi cuerpo físico. Por ejemplo tengo que controlar los efectos
olfativos de mi transpiración, higienizándome diariamente. Con más
razón aún, mis cuerpos mental y emocional, que trabajan siempre
mancomunadamente, pueden “apestar” a mi alrededor. Mis congé-
neres humanos no poseen sentido del “olfato” mental-emocional, así
como yo tampoco, pero de algún modo sienten mi “aura”, y si vibro
mal provoco en ellos rechazo. Lo peor es que, así como suelo no
darme cuenta de mis propios efluvios corporales, tampoco me perca-
to de lo que mi aura emana.
Por eso, repetimos, es tan importante “conocerse” a sí mismo. Es
decir, estar atento de instante en instante a todo lo interno y lo ex-
terno. Es notable cómo la gente suele ser desatenta y en consecuen-
cia descortés y negligente. En lugares públicos, o en el ascensor, por
61
ejemplo, un grupo de personas pueden amontonarse en cierto sector
obstruyendo el paso a los que quieren entrar o circular y no se dan
¡Falta atención!
cuenta. No hay conciencia sinérgica. Muchas veces uno se lleva por
delante a los demás y ni se percata… Esto es lo que pasa también con
los niños, no prestan atención al entorno. Pueden corretear alegres
de aquí para allá, saltando y brincando sin considerar en lo más mí-
nimo a los demás. Se llevan por delante a otra persona o a un mue-
ble y quejándose dicen: –eso me golpeó–. Más allá de la ternura que
nos producen, por su frescura, no debemos soslayar este hecho, que
entre otros, es muestra del egoísmo con el que nacemos. Pero, de
adulto, podemos y debemos superarlo.
Como ya dijimos, la mente y la emoción suelen ir “de la mano” en
el ser humano. Difícilmente las separamos pero muchas veces es ne-
cesario que actúen cada una en su nivel.
E. R. y C. G. hace varios años que están de novios. Se quieren mu-
cho pero como ambos tienen temperamentos fuertes discuten con
frecuencia (y además porque seguramente algo no resolvieron). Ella
es conciente que es la que origina casi todas las peleas. En una oca-
sión le contó a una amiga: –tras cada fricción, cuando analizamos lo
ocurrido, él recuerda los hechos mientras yo recuerdo las emociones–
. En las relaciones afectivas intervienen intensamente distintos tipos
de emociones. Éstas, mezcladas con pensamientos de deseo y temor,
pueden provocar conflictos interpersonales. Es sano y necesario ser
espontáneo expresando la diversidad de emociones que sentimos,
pero cuando se trata de investigar acerca de la raíz del conflicto ¿qué
debemos revisar, las emociones o los hechos? ¡Siempre lo objetivo es
más importante que lo subjetivo! Si comprendemos acabadamente el
hecho ¿por qué razón se mantendría el conflicto?
Al llegar a su consultorio, la joven paciente entusiasmada le cuen-
ta al psicólogo: –Decidí que quiero irme de la casa de mis padres. Él
entonces le responde: –¿Decidiste o querés?
En ella había una confusión entre el pensamiento y la emoción.
¿Cómo va a decidir tener un sentimiento? Sabía en su cabeza que
tenía que querer irse, pero todavía no se lo había permitido sentir.
Por miedo, por mezquindad o individualismo, manejamos mal
nuestra personalidad. Parecemos un mal conductor de autos en una
transitada avenida que no para de rozar o chocar con los otros. Lo
peor es que no somos concientes de casi nada. Vivimos sumergidos
en una nebulosa que nos hace desarrollar procesos mentales-
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emocionales erróneos que causan confusión y sufrimiento. Algunos Procesos menta-
de ellos son: les- emocionales
erróneos

1. Diferir
2. Proyectar
3. Negar
4. Hacer imagen
5. Autoengañarse

1. Todos tenemos cierta facilidad para realizar algunas cosas, así


como cierta dificultad para otras. Asimismo a todos nos gustan algu-
nas cosas o tareas, como nos disgustan otras. Generalmente lo que
nos gusta lo sabemos hacer y viceversa; lo que no nos gusta o lo que
nos cuesta, aunque tengamos que realizarlo, solemos diferirlo.
Diferir significa retrasar o postergar. Nunca postergamos algo Diferir
que nos gusta; así como no nos olvidamos de lo que nos conviene.
En la vida cotidiana hay muchas cosas que aunque no nos gusten las
tenemos que hacer: trabajar, limpiar la casa, etc. Pero claro, estos
asuntos son ineludibles, no los podemos evitar ni diferir, por lo me-
nos por mucho tiempo. El problema es que hay muchas cuestiones
psicológicas o humanas que sí las podemos postergar indefinida-
mente aunque no debiéramos. Cuando tenemos que confesar algo
que nos da vergüenza o cuando es necesario encarar una situación
tensa con alguien o reconocer un error siempre nos dejamos estar y
“tiramos la pelota para adelante”. Esto produce que muchas veces la
situación empeore o quede indefinidamente sin resolverse.
2. Proyectar es un término que se usa en el quehacer psicológico Proyectar
y que no responde exactamente a la definición del diccionario. Se
utiliza en forma un tanto metafórica, como el proyector cinematográ-
fico que proyecta imágenes sobre una pantalla, o sea fuera de él.
También a veces se usa la palabra “reflejar” para significar que veo las
cosas recién cuando la imagen de afuera me las devuelve. En todo
caso este proceso mental ocurre cuando la falla o defecto que tengo,
solo lo veo en otra persona, independientemente que él/ella tenga o
no ese defecto. Hay un proverbio que asegura que “los defectos de
los demás son mis defectos y las virtudes de los demás son sus virtu-
des”. Pero es estéril ver los defectos en los demás (aunque los ten-
gan) si no veo y resuelvo el defecto mío similar.

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3. Negar es el proceso por el cual rechazo algo que no me gusta,
Negar
que no acepto, ya sea de mi personalidad así como de una circuns-
tancia que me produce dolor o desagrado. O sea lo inconscientizo.
Cuando por ejemplo todo el barrio sabe que mi novia me es infiel,
pero yo soy el último en enterarme, es porque estuve negando hasta
que la evidencia del hecho se impuso.
Una mujer va caminando por la calle con su pequeño hijo y de
repente ocurre un fuerte choque de autos por el cual en la calzada
quedan heridas un par de personas. El niño al ver la sangre y el albo-
roto, pregunta qué pasó. La madre, para evitarle el impacto emocio-
nal, le cuenta que están filmando una película, que “está todo bien”.
Lo que se produce en el niño son dos cosas: comienza a generar una
mente confusa ya que sospecha, intuye que el accidente es real, sin
embargo “mamá no puede equivocarse ni mentir”; y por otra parte
empieza a aprender a negar.
Negar es decirle no a lo que no me gusta, como si de este modo
eso desapareciera. “Lo que niego no existe”.
4. Hacer imagen implica que construyo en mi mente (por su-
Hacer imagen
puesto siempre es inconsciente) un concepto más o menos irreal de
alguien. Generalmente es mejor que lo real. Por ejemplo, me pongo
en pareja con alguien que no conozco muy bien. Pero como estoy
ávido de estar enamorado, a medida que voy viendo pequeñas cosi-
tas buenas en la forma de ser del otro/a las extrapolo a otros secto-
res de su personalidad y las sobredimensiono, de tal modo que ter-
mino teniendo una opinión de él/ella muy superior a lo que realmen-
te es. A veces ocurre lo contrario: tal persona es muy íntegra, pero un
día dijo algo de mí que no me gustó (no me importa si acertado o
no), entonces le tomo antipatía quedándome con una idea de ella
mucho peor de lo que es.
La construcción de imágenes no solo está referida a los demás,
sino que puedo también tener una imagen de mí mismo; puedo
creerme mejor o peor de lo que soy (autoestima alta o baja respecti-
vamente).
El mecanismo de crear imágenes no es tan distinto al de la nega-
ción. La diferencia es que ésta es pasiva, actúa por lo negativo, en
cambio hacer imagen es algo activo, tengo que “fabricarlo” en mi
mente.
Ahora bien, si yo me relaciono con otra persona a través de una
imagen que solo está en mi mente, no es difícil imaginarse el dolor
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que habrá cuando me decepcione por verla tal cual es. Y ¿si no me
decepcionara nunca? Podría creerse que podrían ser felices igual-
mente… Pero lo cierto es que no se da esto; inconcientemente se sa-
be cómo realmente es el otro y entonces se pelea todo el tiempo por
tonterías, sin conocer el trasfondo.
5. El autoengaño engloba a todos los mecanismos anteriores,
Autoengaño
pero no queda agotado con esa escueta lista. Existen innumerables
instancias por las que el inconsciente lidia con el conciente, ganando
casi siempre aquel. Nos confundimos con más facilidad de lo que
creemos. La confusión surge del engaño a uno mismo. Y esto ocurre
cuando estamos divididos entre “lo que soy y lo que debería ser”; “lo
que siento y lo que debería sentir”; “lo que pienso y lo que debería
pensar”…
Por otra parte, se suelen tener emociones o conductas erróneas
Indicios de un
como las siguientes: mal funciona-
 El miedo a perder “independencia”. Muchas personas miento

sienten esto, pero no perciben que no poseen independencia alguna.


Dependen de su temor a comprometerse de corazón en situaciones
afectivas.
 El miedo a la libertad. Mucha gente prefiere vivir si-
guiendo cánones que otros establecieron, porque sienten inseguri-
dad en tomar determinaciones propias en cada acto de su vida. In-
cluso hay personas que prefieren acatar órdenes.
 El forjamiento de una personalidad fría. Este es un me-
canismo de defensa debido al temor a “abrirse”, a entregarse a los
demás y no ser correspondido. El miedo nos rigidiza y enfría.
 Actuar en función de “el bien y el mal”. Si uno supiera
que en su corazón no hay lugar para ninguna maldad, no estaría
pensando en el bien y el mal, simplemente actuaría desde el senti-
miento.
 Elegir “lo malo conocido antes que lo bueno por cono-
cer”. Esta es una actitud conservadora extrema por el temor a lo nue-
vo, a lo desconocido. Debido a esto muchas veces se pierden opor-
tunidades para realizar cambios beneficiosos a nivel colectivo o indi-
vidual.
 Invocar a la “mala suerte” cuando algo nos sale mal. Esta
es una manera de no hacerse cargo de los errores propios.
 Buscar afuera de uno la causa de la angustia o de la de-
presión. Aquí también se quiere evitar la responsabilidad propia. Casi
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siempre la causa fundamental de la angustia está en la psiquis de
uno.
 Mover rápida y repetitivamente las piernas, tocarse la ca-
ra, orejas, gesticular innecesariamente, etc. Estas son distintas mani-
festaciones de ansiedad crónica. A su vez ésta se debe a una inco-
modidad inconsciente permanente con uno mismo.
 Decir: –“yo soy así, quereme como soy o no me quieras”.
Esta postura psicológica conservadora, no solo rechaza cualquier
cambio posible, sino que además no considera a la otra persona, de-
notando una postura autoritaria.

En fin, debemos reconocer sin falaces excusas, que como seres


humanos funcionamos mal. Las atrocidades que vemos todos los días
en los noticieros (que a muchos ya no les asombran) representan una
expresión espectacular, en gran escala, de lo que somos y hacemos
en nuestros hogares.
Por otro lado podemos ver que funcionamos mal al traumatizar-
Nos traumati-
nos tan fácilmente. Cuando algo nos salió mal, por ejemplo si nos
zamos fácil-
ocurrió un accidente, o entraron ladrones en nuestra casa, o des- mente
aprobamos un examen, después tenemos terror a que nos vuelva a
suceder. No reintentamos nada que pudiera volver a provocarnos un
disgusto. Esto ocurre generalmente con respecto a las relaciones
afectivas. Si yo mantuve una relación amorosa muy importante, pero
luego fui abandonada/o, después no me animo a encarar ninguna
otra relación, al menos por un largo período. O si encaro una nueva
relación, todo el tiempo traigo a mi mente el dolor sufrido en la ante-
rior, arrastrando mi trauma. Pero somos nosotros quienes inventa-
mos el trauma y retenemos el dolor en nuestra mente. Es como vivir
basándose en el pasado todo el tiempo. No encaramos nada como si
fuese la primera vez, usamos la memoria neuróticamente.
El término individuo tiene relación con la palabra “indiviso”. Pare-
Estamos frag-
cería que como seres individuales que somos no estamos divididos. mentados
Pero el hecho es que cada uno de nosotros no está integrado, sino
fragmentado. La división se origina en la mente. Solamente el ser
humano tiene dualidades y contradicciones. Es como la eterna lucha
(según Freud) entre el ello y el superyo mientras el yo o ego se ba-
lancea entre ambos. Este bamboleo nos puede hacer naufragar, y eso
nos produce temor. Pero lo peor es cuando conservamos el “equili-
brio”, un equilibrio que no es real, no es auténtico, sino que se basa
66
en la fuerza de la represión y la inconscientización. En este caso nos
Equilibrio arti-
autoengañamos porque en sí la división continúa. Solamente cuando ficial
somos realmente amorosos dejamos de estar divididos; de este mo-
do se produce la integración y en consecuencia el verdadero equili-
brio.
¡Todas estas disfunciones psicológicas nos ocurren fundamen-
talmente porque nos creemos importante, porque “me doy impor-
tancia a mí mismo”, en vez de sentir la totalidad! El amor abarca toda
la playa; el egoísmo se concentra en cada granito de arena.

67
La Soledad

Lo importante es la playa, no cada granito de arena en sí. Si un


granito se sintiera más importante de lo que es, se iría agrandando
hasta que se desprendería de la playa. Si todos los granitos hicieran
eso mismo, dejaría de existir la playa… Si una molécula de agua de un
río perdiera su conciencia grupal y creara su propio y privado hábitat,
dejaría de fluir. Al no pertenecer más a la corriente, se sentiría sola.
Pero ¡cuidado con el concepto de “corriente”! Hay dos corrientes: la La corriente del
amor vs. la co-
natural y la artificial o virtual. A la primera algunos la llaman “la co-
rriente del te-
rriente o energía del amor cósmico”. Pero nosotros, simplemente la mor
llamaremos la corriente del Amor. Cuando uno ama de verdad (no
solo a los suyos porque le conviene), es incluyente, no está autopola-
rizado (!). Pero sabemos que el ego en sí es excluyente, egoísta y en
consecuencia se siente solo. Por lo mismo que el egoísmo es inma-
nente al yo, también lo es su sentimiento de soledad. Creemos que
estamos separados, unos de otros (nuestros cuerpos físicos lo están),
pero en lo esencial la especie humana es una unidad.
Supongamos que sumergiéramos una mano en un líquido opaco Somos una uni-
con los dedos hacia arriba e hiciéramos que sólo las puntas de los dad

dedos sobresalieran por encima del nivel del líquido. La palma de la


mano quedaría oculta a nuestra vista; sola-
mente veríamos las yemas de los dedos. Si
un ser que no conociera nuestra especie
viera esto, podría creer que los dedos son
entidades separadas, pero lo cierto es que
la mano es una.
Nuestros sentidos y nuestra conciencia
no están capacitados para reconocer la uni-
dad, por eso nos autopolarizamos. Pero
como en lo profundo existe la unidad, la
sensación de soledad y aislamiento produce una angustia existencial La causa de la
soledad
insoportable. Entonces buscamos desesperadamente un escape a
este sentimiento sumergiéndonos en una “corriente” creada por los
egos separados desasosegados. Esta es la otra corriente. Sabemos
que lo que se hace por temor en vez de por amor está “mal parido”.
Por lo tanto la corriente de la sociedad con su tradición, su sistema

68
de ideas y creencias, su “establishment” social y familiar… fue cons-
truida para zafar de la inseguridad y amargura del aislamiento. Dicha
corriente en consecuencia es artificial y no más loable que una droga.
Es tan virtual como las imágenes de computación. Antes bien, gene-
ran un círculo vicioso al alejarnos cada vez más de la corriente verda-
dera y natural, provocando creciente desconcierto y desesperación.
Cuando me relaciono con los demás, al hacerlo desde mi yo se-
parado, no logro la comunicación. Comunicarse es entrar en comu-
nión. “Comunión” es ser dos, o más personas, “como uno”.
Por otra parte, por la angustia de la soledad, algunas personas
“Preferir” la
reaccionan paradójicamente buscándola. Han intentado estar con soledad
gente, pero como no les fue bien, generan un rechazo a estar acom-
pañados. Pero esto ocurre porque el temor a relacionarse prevalece,
no porque realmente les guste la soledad, por más que aseveren esto
autoengañándose. Incluso llegan a vivir solos; eso les da “seguridad”,
pero cuando pueden desarrollan cierta vida social. Eso sí, nada de
comprometerse o de entregarse demasiado…
Muchas personas que no saben “abrirse” o entregarse, porque
esto los hace sentir vulnerables o expuestos, canalizan su instinto
gregario con la actividad sexual…

69
Lo Sexual

Se dice que tenemos tres instintos: el de conservación; el sexual, y


Los 3 instintos
el gregario. Los dos primeros ya sabemos en qué consisten. Por gre-
gario se entiende lo que tiene que ver con estar relacionado con
otros, con buscar la compañía de los semejantes (“agregados”). Por
ser un instinto, es una necesidad, pero si le tengo miedo a aquello
que necesito ¿qué pasa? Pasa que transfiero un impulso hacia otro. Transferencia
Hay personas que tienen un carácter frío y hasta circunspecto pero de impulsos

con la entrega sexual abren su “trinchera” psicológica.


Quizás por esto es tan común que se confunda el sexo con el
amor. No solo lo muestra la tan trillada expresión “hacer el amor”,
sino la idea tan común de creer que la excitación sexual en ciertos
casos es fruto del amor. Se confunde la atracción física con la atrac-
ción de la personalidad. A su vez se confunde la atracción personal
con el amor. Amo cuando me gusta la persona que amo. Esto es por-
que solemos ser esclavos del hedonismo10. En una oportunidad leí
una estadística que señalaba que los hijos más lindos eran más que-
ridos (!).
Creemos que el amor es fuente de placer. Es más, amamos para
gozar, para recibir satisfacción; no para dar o ayudar. Lo sexual es Confusión entre
sexo y amor
sinónimo de intenso placer, de modo que es fácil asociar errónea-
mente una cosa con la otra.
Como antes dijimos, la actividad sexual suele ser un tipo de eva-
sión eficiente. Cuando me alcoholizo, o cuando me drogo, siento un
estado emocional alterado, diferente al de mi estado normal. Obvia-
mente si este último me gustara, si yo estuviera en paz, no necesitaría
cambiar de estado. Pero si por estar mal busco cambiarlo, tanto me-
jor si es de a dos. Las emociones de ambos alteradas, sacadas de la
amargura cotidiana, multiplican la evasión. Aunque estoy evadién-
dome, de algún modo me estoy “relacionando” con otro ser humano.
No estoy interactuando solo con un “porro”, o con un etílico vaso.
Somos dos mentes-emociones-físicos escapando juntos. Hay una La particular
evasión sexual
extraña e intensa sensación de “alianza” que se superpone a la exci-
tación sexual. Esto puede producir la fábula de que hay cariño, afini-
dad, etc., lo cual suele ser falso.

10
Doctrina que considera el placer como el objetivo de la vida.
70
Por otro lado, más allá de su potencial evasivo, lo sexual en los
seres humanos es un tema que merece ser investigado. En la civiliza-
ción actual realmente cuesta encontrar algo que no esté teñido o
decorado con sexo. Cualquier propaganda utiliza a una chica linda y
con un cuerpo muy atractivo para vender el producto, en la TV ve-
mos todo tipo de exhibicionismo (con mejor o peor gusto), las revis-
tas están repletas de fotos más o menos eróticas; también los diarios,
etc. Vivimos “empapados” de sexo, casi sin darnos cuenta… y aquí
encontramos uno de los primeros ítems a investigar: la inconcientiza-
ción de los impulsos sexuales. ¿A quién no le gusta el placer sexual?
Por otro lado, si casi todas las publicidades eligen imágenes eróticas
para vender sus productos ¿acaso no es esta una prueba de que el
sexo vende porque le gusta a la gente?
Después de nacer, con el paso de los años, quien más quien me-
nos, comenzamos a percibir que todo lo que tiene que ver con lo
sexual es secreto, o sucio o está mal. Salvo excepciones, lo sexual
comienza a ser una intriga especialmente en la pubertad, pero a la
vez aparece como un ámbito prohibido… oculto. El hecho de que sea
Silencio sobre lo
o parezca prohibido generalmente provoca temor, pero a la vez ma-
sexual
yor interés. Cuando se despierta nuestro interés sexual nos encon-
tramos con que nadie adulto habla del tema, ni nuestros padres, ni
nuestros profesores, “de eso no se habla”… ¡Qué inseguridad nos ha-
ce sentir este silencio! ¡Qué confusión comenzamos a gestar en nues-
tra pequeña cabecita! Dos fuerzas (muy fuertes) comienzan a trenzar-
se en lucha en nuestro interior: deseo y temor. Especialmente, quizás,
le ocurra esto a las mujeres. ¿Qué señorita no sentiría que es una
“atorranta” al descubrirse deseando juegos sexuales? En fin, el silen-
cio y el ocultamiento provocan que yo inicie mi vida sexual general-
mente en forma desprolija o confusa. Un acto que surge de una lucha
interna no puede ser muy acertado. Según Simone de Beauvoir, el
inicio sexual, principalmente de la mujer, la condiciona por el resto de
su vida. Entonces aquí ya podemos ver que suelen abrirse dos cami-
nos, básicamente, en nuestras vidas: si nos fue bien en el inicio se-
xual, alimentamos el impulso (aunque sea a escondidas), si nos fue
mal lo condenamos porque le tememos (incluso más que antes). Sea
en una situación o en la contraria, existe un desequilibrio.
Hasta aquí vimos cuando la sociedad influye de modo represivo
en nuestros impulsos, ya sea por el silencio o la censura encubierta.
Pero también puede ocurrir una influencia casi contraria de parte de
71
la sociedad actual. Cuando un niño de 11 años prende la televisión o
la computadora y se encuentra con varias señoritas casi desnudas, o Sobreestimula-
cuando las adolescentes leen revistas de moda y se encuentran con ción sexual

mujeres muy bien formadas y delgadas (muy sexys), comienzan a


recibir un estímulo prematuro y artificial en su sexualidad.
N. P. tenía 12 años. Era una jovencita muy linda, tierna y aplicada.
Su madre siempre estaba ocupada en sus asuntos, por lo que no le
prestaba mucha atención. N. se fue criando prácticamente sola, sin
límites ni guías. Como tenía una televisión en su dormitorio, una no-
che que le costaba dormir, prendió la misma a la 1 de la mañana y se
encontró con una escena que la sacudió sobremanera. Vio a una mu-
jer realizándole sexo oral a un hombre bien dotado… vio por primera
vez cómo era un pene, vio un acto sexual muy intenso, vio cómo la
mujer era penetrada… y, nerviosismo emocional mediante (incluso
cierto desagrado), comenzó a excitarse sexualmente. Esta “niña” em-
pezó a masturbarse casi diariamente desde esa noche y tuvo su pri-
mera relación sexual a la precoz edad de 14 años. Sin duda fue so-
breestimulada su sensibilidad. Esta es otra forma de cómo la socie-
dad influye en nuestros deseos.
También podemos apreciar fácilmente cómo la represión gene-
Represión vs.
ralmente conduce al desenfreno sexual. He observado a varias seño- desenfreno
ritas que durante su adolescencia concurrieron a colegios de mon-
jas… cuando egresan son jóvenes más eróticas y desesperadas que
las que fueron a un colegio mixto sin censura.
Pero ¿en qué radica preponderantemente la atracción sexual? És-
ta surge preponderantemente de la belleza femenina, aunque (como
más adelante explicaremos) en la actualidad se trate de simetrizar los
sexos a toda costa. Los hombres se excitan al ver hermosos cuerpos
femeninos y las mujeres se excitan (aunque sea inconcientemente)
por provocar excitación en ellos. Por eso, si no viéramos tan a menu-
do señoritas semidesnudas en todos los medios masivos de comuni-
cación, seguramente la vida sexual sería más natural.
Quiero contar una anécdota personal. Cuando yo tenía 29 años
conocí por la calle a un hombre de 30 años que me llamó la atención
y nos hicimos amigos. Desde entonces me iba a visitar casi todos los
días a mi oficina y hablábamos de todo tipo de temas de interés ge-
neral. Él tenía esposa y dos hijas, y una vida sexual sana. Una vez le
pregunté si no tenía deseos sexuales extramatrimoniales. Me dijo que

72
no debido a que no recibía ningún estímulo sexual visual. Claro, mi
nuevo amigo era ciego (!).
Pero ¿qué es tener una vida sexual sana? Los impulsos sexuales
existen en sí y parece que en los seres humanos no funcionan solo
Salud sexual
para procrear como en la especie animal. El tema de la salud sexual
radica en dos aspectos: cómo canalizamos nuestros impulsos (y con
quién) y cuánta atención o importancia le damos al asunto. Vayamos
a un ejemplo: todos tenemos el impulso de comer. Pero cuando una
persona le presta demasiada atención al tema de la comida, pasa a
ser artificial o insana su relación con la misma (como ocurre con las
anoréxicas o con los obesos). Cuando le damos mayor importancia a
algo de la que tiene en sí, pasamos de algún modo a ser esclavos de
esa “atención privilegiada”. Estas tendencias generalmente ocurren
por lo que decíamos al comienzo del parágrafo: existe una suerte de
transferencia de un impulso a otro, lo que provoca que éste último
esté “agrandado” o “minimizado” según el caso.
En fin, sin lugar a dudas los seres humanos hemos hecho del sexo
un tema muy confuso y polémico. Ya sea por deseos aumentados o
por temor, el tener una vida sexual desequilibrada no es causa de
otros problemas sino que es consecuencia de un desorden interno
(como vimos a lo largo de este libro).
A nivel personal me impresiona cuando veo la importancia que se
le da a la fidelidad en la pareja. Pero ¿qué es la fidelidad? ¿Está ésta La fidelidad
entre las piernas? Considero que la fidelidad en la pareja es la since-
ridad absoluta. Ser infiel es engañar, no otra cosa. Con sinceridad
absoluta me refiero a que cada uno es totalmente sincero consigo
mismo y con el/la otro/a. Si un hombre siente atracción sexual hacia
una mujer que camina muy provocativamente por la calle ¿le está
siendo infiel a su pareja? Quizás si ella le preguntase: –querido, ¿te
sentiste atraído por esa mujer?– y él le contestara: –¡no, para nada! –
ahí sí le estaría siendo infiel, ya que sería infiel a la verdad.
Por otra parte la verdad es que muchas veces las parejas se for-
man, más que por amor, porque se llevan bien en la cama, pero lue-
go, cuando ya se han aburrido mutuamente, les gustaría probar nue-
vas experiencias sexuales pero no se animan, por el temor a ser infie-
les. Generalmente en lugar de hablarlo honesta y humildemente eli-
gen inconscientizar sus impulsos, generando así reacciones neuróti-
cas de supuestas causas desconocidas. Otra vez el miedo es el prota-
gonista de nuestras vidas.
73
Hay casos también, en los cuales el sexo es utilizado como medio
Sexo como juego
de dominación. La lucha de la conquista es el móvil del impulso se-
de poder
xual más que el placer en sí. Hay personas que sienten que si sedu-
cen o conquistan al otro, llegando al punto de compartir un acto se-
xual, es porque son poderosas, más fuertes, más importantes… es el
famoso “juego de poder”. O cuando las mujeres sienten seguridad
porque el hombre las desea, saben así que éste las seguirá vayan
donde vayan…
Por otra parte, desde hace algunas pocas décadas, se puede ob-
servar una fuerte despolarización de los sexos. Esto significa que el La despolariza-
ción de los sexos
hombre y la mujer tienden a parecerse excesivamente; él ha perdido
virilidad y ella femineidad. Hasta los años sesenta, el arquetipo de
mujer obedecía a ciertas características y el de hombre a otras dife-
rentes y complementarias. Obviamente ninguno era superior al otro.
Así como una vagina no es superior a un pene, ni viceversa, lo mismo
ocurre con los componentes psicológicos femenino y masculino.
Simplemente son susceptibles de acoplarse armoniosamente. Todo
lo que fluye requiere de dos polos, como en la electricidad y en el
magnetismo. En la filosofía china el Tao es el Todo (el Kosmos) y está
en permanente movimiento. Éste se expresa según dos aspectos: el
yin y el yang. El primero, entre otras cosas, es lo femenino, lo pasivo;
el segundo es lo masculino, lo activo.
La despolarización parcial de los sexos quizás obedezca a la nece-
sidad de emparejar a toda costa una desigualdad social entre hom-
bre y mujer que históricamente le había causado gran dolor a ella.
Sin duda el feminismo ha sido una corriente necesaria para reivindi-
car a la mujer respecto de su situación social. Pero podría ser extre-
mista y contraproducente para ella misma, darle un rol tan activo
hasta en lo psicológico. Como consecuencia lógica, el hombre se ha
hecho más pasivo, entonces a la mujer le toca la peor parte de los
dos roles: termina siendo mamá, ama de casa, oficinista, etc.
Otra consecuencia de esto, es que en la vida de relación, ya no
Cambio de roles:
está de moda que el varón debe tomar necesariamente la iniciativa varón - mujer
para el acercamiento entre ambos. Esto obliga a la mujer a empren-
der la acción, lo cual produce una frustración (más o menos incons-
ciente) en ambos. Él se siente un cobarde y ella, por más necesidad
que tenga de un hombre, no puede valorarlo como tal.
La forma en que se relacionan las personas de sexos opuestos,
más allá de lo sexual, en muchas oportunidades tiene más que ver
74
con el “gustar gustar” que con el que te guste el otro/a. Más adelante
volveremos sobre este tema.

75
Las Relaciones Humanas

No podemos vivir sin relacionarnos con nuestros semejantes. Es-


tos son los seres semejantes a mí, o sea personas de todas las eda-
des, de ambos sexos, de distinta situación social (o económica), de
diferentes razas, creencias, etc., pero básicamente similares a mí. Si
he sido un niño consentido, seguramente soy tímido aún y me cuesta
entablar una relación. No obstante fuera de la timidez existen mu-
chas causas por las cuales no sé relacionarme. Pero una sola es la
fundamental: el egoísmo. ¿Cómo voy a saber relacionarme con los El egoísmo im-
pide la relación
que son de mi misma especie, si estoy centrado en mí mismo, auto-
polarizado?
Repasando lo dicho varias páginas atrás, podemos afirmar que la
mayoría de nosotros, cuando conoce a alguien, lo que busca es reci-
bir satisfacción en la relación. De este modo se obstruye la fluencia
del Amor y no se produce la verdadera comunicación.
Ahora vamos a analizar una situación muy común que se desarro-
lla al relacionarnos. La mejor forma de recibir satisfacción o placer en
la relación, es que el/la otro/a me guste. Si yo también le gusto, “bin-
go, cartón lleno”. Pero esta situación no se da con tanta frecuencia.
No obstante existe una alternativa que es también satisfactoria, aun-
que no tanto. Puede ocurrir que al conocer a alguien no me caiga tan
El “gustar gus-
bien, pero noto que yo le caigo bien. Siento que me agrada gustarle,
tar”
a pesar que no lo concientizo en esos términos (sería chocante reco-
nocerlo). Por lo tanto sigo adelante con esa “relación”. Narcisista-
mente me frecuento con esa persona y para “maquillar” la situación,
me convenzo de que a mí también me gusta ella. Es una forma de
negar y hacer imagen.
Es notable cómo, en algunos casos, esta falsa relación puede lle-
gar a prolongarse y consolidarse. A veces se desemboca en el matri-
monio con la consiguiente desilusión posterior que provoca una do- Las pseudo re-
laciones
lorosa separación. También se generan “grandes amistades” que por
lo desparejas están condenadas a rupturas con gran carga de agresi-
vidad, desprecio por una parte y resentimiento por la otra.
B. C. tiene una hermana mayor que siempre fue dura e individua-
lista. Es lo que suele definirse como una chica jodida. Siempre han
peleado. Jamás la elegiría como amiga. Pero la hermana de B. la ad-

76
mira a ella, la trata como si estuviera en un plano de superioridad. B.
tiene la autoestima baja, en consecuencia el sentimiento de su her-
mana le viene muy bien. Conclusión: aunque no la aprecia, le gusta
mucho gustar de su hermana de modo que siempre le perdona todas
sus fallas.
Por otra parte existe otro tipo de pseudo relación. Es cuando am-
bos son muy distintos y tienen marcadas fallas en sus personalidades La complemen-
pero complementarias. No es la complementariedad natural y armo- tariedad des-
tructiva
niosa entre un hombre y una mujer sanos; sino que es enfermiza, psi-
copatológica.
N. F y W. D. hace más de cuarenta años que están casados. Nunca
se llevaron bien, pero no se animaron a divorciarse. Solamente se
separaron durante 6 meses en una ocasión, pero como si hubiera una
fuerza magnética entre ambos, volvieron a convivir. Resulta que él es
un hombre fino, escrupuloso, ordenado, frío, calculador y controlado.
Ella es espontánea, grotesca a veces, cálida, desprolija e inestable. A
cada uno, en parte, le hubiera gustado ser como el otro. Ninguno se
ha sentido bien consigo mismo nunca, entonces inconcientemente
han creído que si fueran como el otro, que es lo opuesto (o lo com-
plementario), se sentirían mejor. Por eso “se quieren” a pesar de to-
do. Es decir, a pesar de que se odian, porque en sí ninguno soporta al
otro. Están esclavizados mutuamente por esa actitud compensatoria.
A estas uniones las podemos denominar psicopatológicas. Generan
fuertes apegos siempre con mucho desgaste y más o menos durade-
ros en proporción al grado de complementariedad.
En otros casos la necesidad es solo de una parte. Ella ve en él al
padre que no tuvo; o él ve en ella a la madre que le hubiese gustado
tener. Esta situación no es necesariamente edípica ya que se trata de
carencias afectivas, no sexuales, respectos de los correspondientes
progenitores. Creo que Freud proyectó su circunstancia personal (con
su madre) hacia todo el mundo al elaborar la teoría del complejo de
Edipo.
También puede ocurrir que mi flamante amigo/a me haga acor-
dar al hermano/a que perdí en un accidente… En fin, existen muchos ¡Siempre el cen-
otros casos, pero todos tienen en común que el centro de mi activi- tro soy yo!

dad social o afectiva está en mí, no en el otro. Busco la pareja o la


amistad que encaje con mis necesidades, mis traumas o mis comple-
jos. Con cierta frecuencia cuando alguien compra un auto lo elige
parecido a su cuerpo. También suele ocurrir esto con el perro.
77
Es lógico que si quiero “usurpar” una situación que por naturaleza
está reservada para el amor y la fraternidad, me sienta inseguro. El
instinto gregario en el ser humano tiene que ver con relacionarse con
el otro para juntos aprender a conocernos a nosotros mismos y mejorar La verdadera
interiormente. Distinto es en los animales. Se nos ha dado el don de comunicación

hablar, o sea de pensar, no para utilizar ello con fines hedonistas. Sin
embargo, si lo usamos bien, nos otorga el mejor de los placeres, el
de confraternizar en paz con la enorme energía que nos produce la
actividad del verdadero amor.
Cuenta la leyenda esotérica (del verdadero esoterismo) que hace
millones de años el ancestro del ser humano era una especie de si-
mio, ya extinguido, al que una entidad muy poderosa de recóndita
región cósmica, lo vio con la potencialidad de evolucionar. Decidió,
entonces, insuflarle una fuerte energía mental para que logre tener
“luz” al servicio del alma. A esa entidad se la conoce por “Lucifer” (el
que da luz). Nuestro fracaso fundamental estribaría en haber utiliza-
do esa energía mental solo para nuestra propia satisfacción que, con-
traproducentemente, se transformó en nuestro martirio existencial.
No reconociendo nuestra mezquindad e ignorancia culpamos a esa
entidad asociándola con el diablo. Pero Lucifer, junto con la inteli-
gencia, nos otorgó el libre albedrío…
El temor a relacionarnos, entonces, es consecuencia de la “cola de
paja” que tenemos por estar constantemente movidos por una an-
siedad “centrípeta”.

78
El Temor

Temer es tener miedo, obviamente. Se define a esta palabra co-


mo “la perturbación angustiosa del ánimo ante un peligro real o
imaginario, presente o futuro”. También se produce cuando nos
preocupa que algo que deseamos no lo logremos, o que lo preciado
que tenemos lo perdamos. Si analizamos un poco este tema veremos
que es un mal propio del ser humano. Veamos: el animal no puede
imaginar, no genera ideas abstractas. El animal no tiene noción del
futuro (ni siquiera sabe que tarde o temprano va a morir). De modo
que el animal solo tiene miedo frente a un peligro real. Respecto del
deseo, el animal solo tiene “deseos” acerca de lo estrictamente nece-
sario: alimento, cobijo o protección. Esto más que deseos constituyen
necesidades. El animal desarrolla impulsos instintivos movidos por la
necesidad. En referencia a lo que puede perder, además de su vida o
su integridad física, el animal siente defender su alimento (por ejem-
plo si percibe que otro animal se lo puede sacar). Es una reacción
instintiva, también, que ocurre cuando hay una situación real, no in-
ventada por su cerebro. En síntesis, el animal no tiene miedos de ba-
se irreal. Solo nosotros tememos por cosas que no existen y quizás
nunca existan. Entonces nos referiremos exclusivamente a estos te-
mores. Los llamaremos miedos psicológicos porque solo se encuen-
tran en nuestra mente-emoción. Y si no son de raíz real ¡se pueden
superar!
El miedo psicológico humano es un proceso que no hay que sub-
Miedos psicoló-
estimar. Antes vimos que es lo contrario al verdadero amor. También gicos
vimos que es la cuna del egoísmo. En fin, es la fuente de la mayoría
de los sufrimientos innecesarios. Detengámonos, entonces, a investi-
garlo bien.
Si estoy caminando por un bosque y veo cruzada en mi camino
una rama caída de un árbol, no me perturbaré en lo más mínimo.
Pero me aterrorizaré si se me cruza una serpiente. Ahora bien ¿qué
pasa si el viento mueve una rama y creo que es una víbora serpen-
teando? Me aterrorizaré también. Pero cuando me dé cuenta que era
meramente una rama, me tranquilizaré. Este simple ejemplo nos
muestra lo sencillo que es perder el temor cuando descubro que no
existe el peligro. Pero para eso tengo que descubrirlo. ¿Qué me im-

79
pide darme cuenta que tantas cosas a las que me aferro, en vez de
darme seguridad, me provocan temor?
En primer lugar debemos destacar que mucha gente no es con-
La peligrosa
ciente que tiene miedo11. A lo sumo registran ciertos temores pun- negación del
tuales como a las tormentas, a los ladrones, a los perros, etc. Pero les temor
cuesta más concienciar su estado de inseguridad permanente, o sus
miedos sociales y afectivos. Algunos creen que no sufren, incluso es-
tán convencidos que son felices. La negación es masiva y constante.
Es difícil descubrir que las causas de mis miedos no son reales si ni
siquiera los reconozco. Para superar un miedo, tengo que enfrentarlo,
no esquivarlo.
V. P. le tenía mucho miedo a la oscuridad. Estaba veraneando con
un amigo en una casa campestre rodeada de bosque en zona muy
apartada. Era una noche oscura de luna nueva. Su amigo le propuso
hacer un experimento psicológico para que lidie con su temor. Ella
aceptó, entonces la alejó lo suficiente de la casa con una venda en los
ojos guiándola de la mano. Se sentó con ella apoyándola en un árbol
y le dijo: –yo te voy a dejar sola, no te saques la venda hasta que te
grite de lejos; y después aguantá lo más que puedas–. Sumisa y tem-
blorosamente asintió, por la confianza que le tenía, siguiendo sus
instrucciones. Él tardó bastante en regresar. El reencuentro fue glo-
rioso, el miedo de ella en medio de esa silenciosa oscuridad extrema,
había ido aumentando hasta llegar a un límite. Luego, súbitamente se Reconocer y
enfrentar el
relajó. En ese momento se dio cuenta que no había ningún peligro. A
temor para su-
partir de entonces nunca más le tuvo miedo a la oscuridad. perarlo
No hay peor cosa que mezclar la inseguridad con el orgullo. Éste
hace que la niegue impidiendo la posibilidad de detectarla para lue-
go superarla. Claro que no todos tenemos un amigo de confianza
que nos sepa ayudar. En este caso debemos ser amigos de nosotros
mismos; debemos tener un mínimo de confianza en nosotros para
comenzar con el intento de solución sin diferir. El desánimo fácilmen-
te podría aparecer, pero no tenemos que rendirnos. Con la voluntad
no se puede superar ningún temor, pero con ella se puede elegir to-
parse con él y observarlo. Valiente no es el que no tiene miedo, sino
el que a pesar de ello hace lo que tiene que hacer (!).
Volvamos al tema de los miedos estrictamente psicológicos que
son, por ejemplo, cuando uno tiene miedo de caer mal, de que no lo

11
“Las peores cadenas son las que no se ven”…
80
quieran, cuando se siente inseguro relacionándose con sus semejan-
tes, etc. Hay muchas personas que prefieren desarrollar su afectividad
con animales (“mascotas”) e incluso con sus plantas, porque estos
reinos de la naturaleza dependen enteramente de su cuidado. Y esto
ocurre cuando los ponemos en un hábitat que nosotros controlamos
pero no es el natural de ellos12. Otras personas tienen tanto miedo al
aislamiento que, paradójicamente, se aíslan de algún modo. Es como
el alivio del que se rinde y da por terminada la batalla aunque no esté
en mala situación. Renuncia a la gloria de la victoria pero por lo me-
nos desaparece el tormento crónico del temor. De estos miedos po-
dríamos dar muchos ejemplos; de hecho hemos visto algunos casos
como p. ej. el del que tiene miedo al fracaso… pero a esta altura el
lector ya debe tener claro cuáles son sus miedos psicológicos y el de
sus seres queridos…
La pregunta es ¿por qué el ser humano tiene este tipo de temo-
res? Repasemos el siguiente punto clave. Cuando nacemos somos
muy frágiles y vulnerables. Dependemos enteramente del cuidado y
protección de mamá. Somos susceptibles de enfermarnos, lastimar-
nos, etc. Sabemos “instintivamente” o inconcientemente que estamos
constantemente expuestos al sufrimiento. Cuando somos “grandes”
ya no estamos en esa situación, sin embargo continuamos inseguros.
Ahora la inseguridad se transfirió a lo psicológico. Ya no hay peligros
físicos (por lo menos como para que estemos todo el tiempo insegu-
ros), pero entonces inconcientemente creemos que hay peligros psi-
cológicos. ¿A qué se debe esto? A que sabemos (aunque no nos co-
nozcamos a nosotros mismos) que no somos amorosos, que sola-
mente nos interesamos en nuestros egos. Esto tiene que generar una
inseguridad cuasi masiva y permanentemente. Es como transitar por
una veloz y concurrida autopista con un vehículo que funciona muy
mal.

12
Otro ejemplo, junto con el de los hijos, de cómo elegimos “querer” a los que
depende de nosotros…
81
La Política

Se ha dicho que la política es “el arte de lo posible”. En todo caso


es el conjunto de prácticas y determinaciones del gobierno de un
estado o de una sociedad. El tema es que esas determinaciones la
toman personas y como tales tienen pensamientos, emociones y sen-
timientos diferentes. En su libro “La República” Platón plantea que el
dirigente máximo del Estado debe ser la mejor persona. Solo esto
garantizaría que las políticas del mismo estén dirigidas al bien común
y no al beneficio de unos pocos. Pero ¿cómo saber quién es el más
bueno de un país? ¿Quién o quienes tienen la capacidad o la autori-
dad moral para elegir al ciudadano mejor? Obviamente esto es impo-
sible, no existen tests o exámenes para calificar o clasificar esto. En-
tonces la única alternativa parecería que fuera que el pueblo elija a
sus mandatarios a través de elecciones democráticas. Ahora bien, los
integrantes de todos los pueblos son egoístas, ¿cómo podrían elegir
políticos inegoístas? ¿cómo podrían reconocerlos siquiera? Parecería
que se está en un callejón sin salida…
En toda sociedad “democrática” distintos grupos de personas se
organizan en partidos políticos. Esas organizaciones tienen intereses
que se suponen que son altruistas, pero… ¿lo son? ¿Acaso hay mu-
chas maneras de realizar lo mejor para el conjunto del pueblo? Pen-
semos por ejemplo en el caso de la medicina… La oficial es la más
poderosa pero ¿es la mejor? ¿acaso cura?
Cada agrupación política necesita que lo voten. Mientras más
cantidad de votos, más poder. ¿Qué hacen pues para lograr esto?
Tratan de convencer a los demás a través de la propaganda política. La propaganda
política
Y para esto se necesita mucho dinero. En vísperas de elecciones los
ciudadanos son bombardeados por todo tipo de influencias median-
te diarios, revistas, radio y televisión. Parecería que quisieran “lavarle
el cerebro” a la gente. Muchas veces ganan las elecciones los que
más invirtieron en propaganda; o sino los que tuvieron asesores me-
diáticos más astutos. Se consulta para esto a psicólogos y sociólogos
(!).
Si se invierte tanta energía en las campañas proselitistas, es por-
que ello da resultados (eso está totalmente demostrado). Y si da re-
sultado es porque la gente es muy permeable a ellas (!); se deja in-

82
fluenciar. Por otra parte se sabe del alto porcentaje de indecisos que
hay hasta el mismo día de las elecciones. Muchos votan sin estar
realmente convencidos del destinatario de su voto.
Dichas campañas tienen éxito porque la mayoría de la gente no
No sabemos
tiene criterio propio. Le cuesta discernir, necesita una “autoridad” en discernir
quien apoyarse. No se ha superado del todo la etapa adolescente (en
la que de tanta seguridad adolecemos). Necesitamos un “patrón”, un
referente o un padre. Esta última palabra deriva de “protector”… Mu-
chos occidentales se aferran a: el padre, la patria, el patrimonio y el
padrenuestro…
Así las cosas ¿qué tipo de democracia puede haber en estas con-
diciones? El resultado es que, generalmente, el grupo que toma el
poder no es tan distinto al de una “asociación ilícita”. Pero mucho
peor, ya que lejos de ser ilícita, está legitimada por el “voto popular”.
Ninguna ley debería posibilitar o facilitar el perjuicio de un sector
de la sociedad, ni el beneficio desproporcional de otro sector. Y me-
nos cuando lo segundo ocurre a expensas de lo primero (!); sobre
todo cuando el grupo perjudicado es ampliamente mayoritario. Pero
las leyes están confeccionadas e impuestas justamente por el grupo
minoritario.
La política está inevitablemente asociada con la economía. No se
puede hacer política en una sociedad si no se atiende a la cuestión
económica de los integrantes de la misma. ¿De cuáles integrantes, de
todos o solo de algunos? Un gobernante, un político con poder ¿de-
be procurar el bienestar del conjunto de los ciudadanos o permitir
“haciendo la vista gorda” que las leyes favorezcan la inequidad? ¡Qué
obvias son las respuestas a estas preguntas!
Cuando yo era muy joven concurría a un importante club de Bue-
nos Aires. Tenía unas instalaciones muy grandes y confortables con
enormes extensiones de terrenos y varias construcciones, en tres se-
des distintas. Éramos alrededor de 40.000 socios. Un día me pregunté
quién era el propietario de todo eso. La respuesta fue muy simple
pero sorprendente para quien estaba acostumbrado a disfrutar de los
bienes burgueses privados: era de todos los socios. Fue a partir de
este dato que comencé a reflexionar acerca de por qué el sistema del
club no podría extrapolarse a todo un país… Mi cándido juvenil pen- El mal del “bien
privado”
samiento me llevaba a imaginar que a nivel nacional podría ocurrir lo
que veía en ese establecimiento: todos contentos, disfrutando y cui-
dando lo que sentían que, aunque no con exclusividad, era de ellos. -
83
¿Para qué apoderarse de algo en forma privada si lo más lindo es
compartir?- pensaba. Un bien “privado” priva a los demás de disfru-
tarlo como lo hace el dueño; entonces se transforma en un mal.

84
Capitalismo y Egoísmo

Antes hablamos de lo malo que es la propaganda política, pero lo


cierto es que toda propaganda es perniciosa. Veamos ¿cuál es el ob-
jetivo de la propaganda? Podrán decir que es informarle al público
los beneficios del producto que se “publicita”. Pero lo real es que más
que publicarlo, lo que se intenta es convencer a los demás que lo
compren para ganar dinero. Constituye un poderoso instrumento de
persuasión para crear necesidades artificiales de consumo. ¿Por qué El objetivo de la
es tan efectiva la propaganda? Porque en el ser humano corriente su propaganda
mente-emoción en sí misma es influenciable, es permeable a muchas
impresiones o estímulos externos.
Conocí una vez a una persona que trabajaba en una empresa
multinacional que elaboraba una bebida de vanguardia, muy exitosa
en el mundo. Por consiguiente el staff decidió no hacer propaganda
durante cierto intervalo de tiempo para evitar los enormes gastos de
la misma. El resultado fue que las ventas bajaron en cifras superiores
a los gastos de publicidad.
Como podemos ver la propaganda es un pilar fundamental en el
sistema capitalista para la producción y concentración de los benefi-
cios, de las ganancias.
Ahora bien, mucha gente está disconforme con el sistema capita-
El sistema capi-
lista. ¿Por qué? Dicen que el objetivo fundamental de este sistema es talista
ganar dinero, acumular capital. Que las leyes “liberales” permiten la
explotación del hombre por el hombre. Que si el Estado no impone
limitaciones, se van concentrando las riquezas en pocas manos a ex-
pensas de la mayoría de desposeídos, etc. Bien, ¿cuál sería la solu-
ción, entonces? Muchas personas consideran que la solución sería
imponer un sistema socialista, en el cual lo importante sea lo social
no el capital, o sea el bien común de la sociedad. Es decir que no El sistema
socialista
existan tan pocos ricos tan ricos, ni tantos pobres tan pobres. Es más,
que desaparezca totalmente la pobreza, si es posible. El sistema so-
cialista acepta que haya diferentes salarios, según la intensidad de
trabajo de cada uno, según el grado de responsabilidad, etc., pero no
permite que las remuneraciones se aparten de un intervalo entre dos
cotas, la máxima y la mínima. El cociente entre ambos importes no
puede ser mayor a por ejemplo 10. Es decir que si el que menos gana

85
cobra por ejemplo 2000 por mes, el que más lo hace cobra 20000. En
una obra el ingeniero cobraría diez veces más que el último obrero,
por ejemplo. Este coeficiente se podría flexibilizar en función de las
potencialidades de cada país, llevándolo a 15 ó 20 según el caso, pe-
ro de todos modos así se impediría la brecha exageradamente gran-
de entre ricos y pobres. El socialismo dice que para que no haya po-
bres, tampoco tiene que haber ricos.
Necesitamos
Para evitar la concentración de las riquezas y la explotación del leyes porque no
hombre por el hombre, el socialismo propone que no se permita la somos solidarios
privatización de los medios de producción, tanto urbana como rural.
Dice que la plusvalía es el valor agregado13 en el proceso de produc-
ción, realizado por la fuerza del trabajo de los obreros, para que el
patrón se enriquezca. Entonces, si no hay patrones propietarios de
fábricas, campos, etc., no existe la plusvalía; en consecuencia desapa-
recen los ricos y también los pobres. Marx (el fundador del socialismo
científico) quería que todos fuéramos de clase media. El socialismo,
no obstante, permite la propiedad privada de la vivienda, de auto-
móviles, etc. que toda familia necesita o desea, siempre y cuando no
sea un medio productivo que genere plusvalía (!). Esto es un resumen
sumamente conciso de esa doctrina.
Pero ¿cómo se lograría implementar este sistema? Como antes
dijimos, imponiéndolo. Y sólo se impondría por la fuerza. No hable-
mos de la posibilidad de un cruento proceso revolucionario; supon-
gamos que en elecciones democráticas, el pueblo elige este sistema.
Después ¿cómo se garantiza el cumplimiento de esa justicia social? A
través de leyes que obliguen a que nadie acapare por demás para no
dejar al prójimo con menos de lo necesario. O sea necesitaríamos
leyes estrictas que impongan el sistema porque naturalmente no so-
mos solidarios…
Entonces parecería que el capitalismo es el sistema político que
El capitalismo
nos merecemos (!); es el que naturalmente encaja con nuestra forma es la consecuen-
de ser… Este sistema permite una injusta distribución de la riqueza cia natural del
egoísmo indivi-
pero ¿acaso eso no es la extrapolación a toda la sociedad de nuestro dual
egoísmo individual? Mientras existan tantas personas que les parece
normal que una estrella de Hollywood gane millones de dólares por
filmar durante algunos meses una idiota película, mientras hay millo-

13
Este sería un valor agregado que no aporta nada al proceso de la producción,
sino tan solo a la ganancia del patrón. No obstante hay cierto valor agregado (no
tan grande como aquél) que es inevitable.
86
nes que pasan hambre, creo que no hay remedio natural y perma-
nente. Usemos un mero ejemplo: en el año 2008 Madonna facturó
242 millones de dólares (!), o sea unos 20 millones por mes. Eso es lo
equivalente a lo que percibieron 50000 obreros (!).
Si intentamos cambiar a la sociedad sin comenzar a cambiar no-
Nosotros hace-
sotros mismos, estaremos yendo al efecto y no a la causa. El ser hu-
mos la sociedad
mano hace a la sociedad y no a la inversa. Es cierto que las normas
sociales, incluso las leyes y las consecuencias que producen, condi-
cionan a las personas desde que nacen. Pero ¿quiénes confecciona-
ron dichas normas y leyes? Podríamos, como ya ha ocurrido, imponer
regímenes bajo presión, pero es una contradicción que leyes más
justas tengan que imponerse por la fuerza…
La verdadera solución de un problema no está en arreglar solo
una parte y menos si ella es periférica. La problemática económica es
el aspecto de la energía del ser humano que tiene que ver con el
cuerpo físico. No es suficiente con que partamos de lo físico para
estar bien. Es necesario que estemos “confortables” en lo más pro-
fundo de nuestro ser, luego en la mente, luego en la emoción y tam-
bién en el cuerpo. En un país agrícola ganadero como la Argentina y
otros, sería fácil erradicar el hambre, pero por algún motivo esto no La solución
se realiza. Debemos encarar el problema integralmente si queremos debe ser integral

la solución permanente y armoniosa. Para eso tenemos que cambiar


todo y todos…

87
La Religión

Desde la prehistoria hasta nuestros días los seres humanos han


sentido o presentido la existencia de Dios, o de dioses u otras fuerzas
sobrenaturales. Por ello una parte de sus vidas ha consistido en la
organización de las relaciones con lo “sobrenatural”, y las institucio-
nes así formadas han recibido el nombre de religiones.
La etimología de la palabra religión, se deriva de “re-ligare”, que
en latín significa “vincular”, al hombre con Dios. Es algo inmanente en
el ser humano el sentimiento de la existencia de algo trascendente.
En todas las tribus indígenas existió esta vocación espiritual que ex-
presaban a través de ritos, oraciones, cantos y bailes. Parecería que
intuimos que existe algo superior… Si existe o no y qué sería eso “su-
perior”, no es tema para este libro. Lo que nos interesa es ver si esto
ha sido causal de sufrimiento. Y ¡vaya que lo fue! Basta con mencio-
nar dos casos: las Cruzadas y la Inquisición. Es impresionante la can-
tidad de gente que se mató y se torturó en nombre de dios. Claro
que estos acontecimientos (que duraron siglos) obedecieron a intere-
ses político-económicos, pero ¿acaso nuestra supuesta vocación indi-
vidual por lo divino no está siempre teñida por mezquinos apetitos?
En toda iglesia, templo o mezquita la gente reza, así como en el his-
tórico muro de los lamentos ¿acaso el objetivo de las oraciones no
es, generalmente, “pedirle” a dios todo tipo de cosas?
Cuando pertenecemos a una religión, de algún modo somos
miembros de una institución, una organización “religiosa”. Ésta fun- Organización
religiosa = nego-
ciona como una empresa; tiene sus reglas, su estatuto, sus autorida- cio
des según cierto escalafón, etc. Me pregunto si esta infraestructura
puede contribuir a que seamos mejores personas…
El conjunto de ideas que constituyen una religión se basa en
una “escritura sagrada”, o sea una revelación divina, en consecuencia
es absolutamente inmutable. Entonces deja de ser una doctrina para
ser un dogma. Normalmente las personas creen en dichos dogmas
porque han sido condicionadas para ello y no porque han meditado
y razonado sobre el asunto. Hay que tener “fe”. Se es cristiano, judío,
Condiciona-
musulmán o budista, porque se ha nacido en determinada sociedad miento religioso
o familia que por tradición lo es. De este modo los niños desde muy
pequeños van siendo “moldeados” en determinada religión y cuando

88
son adultos ni se les ocurre dudar de por ejemplo, las palabras de
Jesús o de Buda, es más, ni siquiera se dan cuenta que es muy pro-
bable que en los largos años que pasaron, dichas palabras hayan sido
muy distorsionadas.
Todas las religiones son interpretaciones más o menos dis-
torsionadas, de la enseñanza de un Avatar que aparece en cierto lu-
gar y en cierto momento. Por eso cada religión tiene ciertas diferen-
cias de forma (ritos, ceremonias, etc.) pero no de fondo. No obstante,
con el correr del tiempo las diferencias se han ido profundizando,
terminando en dogmas estáticos y muertos, olvidándose de lo im-
portante: el trasfondo. Este siempre es incluyente y simple. Un avatar
es un gran ser totalmente integrado. Por eso se le llama “el Ilumina-
do” (el Buda), “el Redentor” (el Cristo), etc., ya que por su conciencia
abarcante e integral, son verdaderos Maestros.
Las religiones que se han formado, a pesar de los propios Avata-
res, distan mucho de educar al hombre para que se vincule con su
Dios inmanente o Alma. La etimología de las palabras sano y santo
en inglés es la misma: “hale”, sano y “holy” santo, del mismo modo
que “health”, salud y “whole”, totalidad; todas provienen de la raíz
“hal” que en inglés quiere decir sano, íntegro, saludable.
Estoy convencido de que: A Moisés no le gustaría comprobar que
La distorsión de
su pueblo terminó desarrollando un empedernido sectarismo que fue
los mensajes de
precisamente lo que hacían los egipcios de quienes él los liberó. A los profetas
Buda no le gustaría verificar que sus seguidores han hecho tanto hin-
capié en lo físico, aspecto que él despreció cuando se iluminó, fun-
dando artes marciales que desvían la atención de lo fundamental. A
Jesús no le gustaría ver en lo que se ha transformado la iglesia católi-
ca: históricamente autoritaria y codiciosa. A Mahoma no le gustaría
observar el fundamentalismo musulmán que llega al extremo de la
inmolación matando y matándose.
Moisés, cuando descubre que era hebreo, es tentado por su ma-
dre adoptiva al decirle: –si ocultas tu origen, serás faraón, entonces
tendrás el poder de ayudar a tu pueblo– ; a lo que él contesta: –no
conozco el poder que determina mi camino–. Y “su camino” es él
mismo… por lo tanto él es conciente de que no existe nada más im-
portante ni poderoso que conocerse a sí mismo (!).
Jesús en una oportunidad dijo: –¿de qué te serviría si ganaras el
mundo pero perdieras tu alma?–. También era conciente de que lo
más importante y poderoso no estaba “afuera”.
89
Las creencias religiosas históricamente han producido tantos an-
tagonismos como las emociones nacionalistas o las ideas políticas.
¿Por qué creemos en dios? La pubertad es la época de la vida en
que se manifiesta la aptitud para la reproducción, o sea en la que se
desarrolla la zona del pubis. Es cuando lo que era un niño debe co-
menzar el camino a la adultez. Y en este sentido cobra importancia el
modo en que nos vamos a relacionar con los demás, con el prójimo
(que es el “próximo” cualquiera que conoceremos). Pero como no
hemos sido bien educados para ser libres, decididos, amables… nues-
tra inseguridad para encarar ese reto es pasmosa. Es cuando más
necesitamos la guía, la orientación del padre para afrontar la vida.
Pero no está, brilla por su ausencia, debido a que papá no puede en-
señarnos lo que no supo aprender. ¿Qué pasa entonces cuando no Inventamos a
Dios
tenemos algo que necesitamos? Simplemente lo inventamos. Aunque
“esté en el cielo”… (!).
Nuestra idea de dios es que es un ser todopoderoso a quién po-
demos acudir eventualmente. Contar con él pensando que nos ob-
serva todo el tiempo, que nos comprende, que nos perdona incondi-
cionalmente, nos da una sensación de protección inefable. Todo este
mecanismo psicológico se debe a que no hemos (y quizás no quere-
mos) trascender nuestra infancia.
Se deduce entonces que dios solo existe en nuestra mente. Sin
desmedro que pueda haber energías “superiores”…, pero con seguri-
dad no tienen nada que ver con nuestra idea de la divinidad.

90
Revisión

El objetivo de este libro es descubrir la causa esencial, la raíz del


sufrimiento. Todos hemos sufrido, estamos sufriendo y/o sufriremos. La solución
Y sin duda queremos dejar de sufrir. Para esto la única opción es radica en la
comprensión
comprenderlo. Nada se puede solucionar en forma permanente sin
entender su causa. Usualmente tratamos de zafar del dolor, o sea de
eludirlo, anularlo, suprimirlo o destruirlo de múltiples formas, pero
vuelve una y otra vez como en esas películas baratas de terror en que
se ametralla al monstruo, y aunque se destruyen algunos tentáculos, Eludimos el
otros se reproducen interminablemente. Siempre me llamó la aten- dolor sin com-
prenderlo
ción la letra de la canción de Silvio Rodriguez que habla de las ser-
pientes: “la mato y aparece una mayor”…
El problema es que al encarar este tema, pienso en mi sufrimiento
y no en el de los demás. No me refiero al del mundo, al de los pobres
niños africanos que tienen la panza inflada de aire, por los que la-
mentablemente no podemos hacer nada en forma directa e inmedia-
ta. Sino al que, aunque lo niegue, produzco cotidianamente al rela-
cionarme mal con mis semejantes. Creemos que estamos separados, La unidad hu-
mana subya-
«claro, mi rostro no es el de los otros, mi cuerpo es distinto», pero en
cente
un nivel mucho más profundo, la humanidad es UNA. Esta no es me-
ramente una expresión mística…

Lo cierto es que tengo miedo. Esto me conduce a cerrarme y en-


cerrarme como un gusano asustado cuando lo tocamos con una ra-
mita. ¿Han visto cómo se retrae? En nosotros este mecanismo de de-
fensa se hace crónico, entonces nos hacemos egoístas. El tema es por
qué o a qué le temo…
Los cachorros se sienten inseguros si no está la mamá cerca, los
bebés también. A medida que crecemos vamos extrapolando las in-
seguridades físicas lógicas hacia los temores psicológicos ilógicos. Y
esto ocurre porque no nos han educado bien, en dirección al verda-
dero Amor. El miedo me hace centrarme y concentrarme casi exclusi- Temor = egoís-
vamente en mí mismo (autopolarización), lo cual produce mi egoís- mo

mo. Y al ser egoísta vivo inseguro, con miedos de causas inexisten-


tes… ¡es un terrible círculo “vicioso”!

91
Esquematicémoslo:

¡Este círculo es lo más destructivo del mundo! No hay imperio


peor que éste. Es el imperio de la maldad en cada uno de nosotros
(aunque pueda parecer exagerado). Históricamente hemos acusado
Externalizamos
de la fuente de sufrimiento al imperio egipcio, al griego, al romano, la maldad
al británico, a los nazis y actualmente al imperio “yanqui”. Parecería
que la maldad siempre está afuera y lejos… Que sería necesario lu-
char contra “ellos”, militarmente o por lo menos políticamente. Por
supuesto que mientras odiamos a los opresores, nos creemos bue-
nos…
El pensamiento produce el temor. Nos referimos a los miedos
psicológicos sin base real. Cuando tenemos temor crónico (conciente
o inconsciente) nos sentimos inseguros. La reacción a esta inseguri-
dad es forjar una personalidad egoísta. El egoísmo es el mecanismo
que creemos de defensa; que en realidad también es de ataque o
contraataque a los demás y hasta de auto-ataque.
Este pequeño libro pretende ser una orientación hacia la solución
permanente al problema del sufrimiento y por lo tanto la más pro-
funda. Cuando era adolescente una vez leí de un pensador lo si-
guiente: –Para que el hombre sea virtuoso, debe ser feliz–. Me lo creí
por un tiempo, pero después me di cuenta que era a la inversa… (!).
El nefasto círculo antes mencionado produce enormes y fuertes
alteraciones en nuestra mente-emoción y, en consecuencia, en nues-
tra conducta. Nos insensibiliza, nos estupidiza, nos confunde, nos
crea un inconsciente enorme, nos hace negadores, cobardes, débiles,
etc. Nuestra personalidad así deformada influye en los demás exa-
92
cerbando sus propias deformaciones. Asimismo el entorno influye en
mí. De este modo se genera también un gigantesco círculo vicioso
social.
El Sufrimiento humano es el gran Problema Existencial de nuestra
especie. Vamos a hacer una reseña en forma de organigrama del
proceso de descomposición de la personalidad, lo cual conduce
inexorablemente al dolor inútil.
Como somos de origen animal, o sea tenemos un cuerpo físico
vulnerable, expuesto a ataques, lesiones, enfermedades y finalmente
la muerte (de lo cual somos concientes), tenemos miedo. Los temores
de origen real (los de los animales) son necesarios para la propia pre-
servación, en cambio los miedos psicológicos nos autodestruyen.
Todo comienza con el pensamiento que me genera temor, o in-
seguridad. Esto me conduce a desarrollar “mecanismos de defensa”
con mi cabeza. Me “atrinchero”; conformo una “armadura”. Constru-
yo con mi mente-emoción ese “nicho” lo más resistente posible. Es
tan compacto y hermético que la atmósfera en su interior se hace
irrespirable. Es el clima del egoísmo. ¿Qué pasa cuando un hábitat es
difícil? Me adapto mutando. Muto al revés, hacia la dureza, hacia la
insensibilidad. Si no siento lo contaminado, puedo seguir “respiran-
do”…
Este proceso inconsciente pero intenso y repetitivo (todos los
días construyo esto), me provoca un terrible aislamiento. Este es el
propio nicho. Por mucho que me insensibilice, no puedo evitar sentir
la angustia de la soledad. El dolor de ser un compartimento estanco
no lo puedo eludir. Pero busco la forma de evitarlo, acudo a cual-
quier evasión. Querer dejar de sufrir sin atender la causa, que es el
egoísmo, no solo lo refuerza sino que me genera problemas adicio-
nales: me confundo y me idiotizo. Cuando estamos nerviosos o ten-
sos, somos torpes. De niños nos hace reír el payaso al caerse, de
adultos nos causan gracia las situaciones confusas, malos entendidos,
etc. de las comedias. Las primeras son torpezas físicas, las segundas
son torpezas mentales-emocionales de la vida de relación. Es curioso
que nos riamos de lo que funciona mal…
Así se me construye una personalidad desagradable. Mi aisla-
miento va en aumento, y en consecuencia mi necesidad de agradar,
de ser aprobado. Necesito satisfacer mi instinto gregario aunque sea
“a las patadas”, de modo que me relaciono en forma barata. El por-
centaje de vecinos de Buenos Aires que tienen mascotas es impre-
93
sionante. Esto ocurre porque es la forma que conocen de intercam-
biar afecto. Yo lo llamo afecto “perruno”. Por supuesto que esta
“comunicación” no alcanza.
Mi angustia sigue avanzando, se me va socavando la estructura
de la personalidad. La que diariamente construyo, y aunque yo la eli-
jo, igualmente se me viene encima, “se me cae en la cabeza”. Enton-
ces me siento cada vez más inseguro. En consecuencia me obnubilo.
También pierdo capacidad de discernimiento, no tengo criterio pro-
pio, por lo tanto puedo integrar pasivamente el “rebaño de cualquier
pastor” (bueno o malo). Hablo con clichés, casi nunca pienso o digo
algo propio que haya descubierto por mí mismo o me conste. Soy un
repetidor, casi un loro. Todo esto provoca que me sienta como “una
frágil hojita seca otoñal a la deriva de los vientos”. Puedo ser adicto a
cualquier idea ajena, o a cualquier droga… (!).
La inseguridad y el temor evolucionan inexorablemente; conse-
cuentemente mi “coraza” se solidifica. A veces me bloqueo, sobre
todo cuando estoy frente a una circunstancia nueva que no sé mane-
jar (y no sé manejar la mayoría de ellas). Cuando conozco a una per-
sona, no sé de qué conversar porque esto implica mostrarle mi iden-
tidad… y no tengo una original. Me aferro más y más a mi cabeza, no
puedo dejar de pensar. Mientras más analizo más me paralizo, menos
actúo. Me endurezco. No critico a nadie para evitar que me critiquen.
No pregunto para que no me pregunten. Solo hablo de tonterías.
¡Siento que no puedo dar ningún paso en falso! Es tan abrumador el
cuadro que entonces “elijo inconscientemente inconscientizar”. Pa-
rece una película de terror en la que yo soy el protagonista persegui-
do que no sabe para dónde escapar o en dónde esconderse. Es claro,
no puedo alejarme de mí mismo, no puedo eludir mi propia trampa.
La salida (no solución) permanente que encuentro frente a esta
situación crónica es la del equilibrio artificial. Este consiste gene-
ralmente en estudiar, recibirse de algo para ser “alguien” en la vida,
casarse, tener hijos, tratar de ser respetable, etc… y eso sí, no cues-
tionarme nada y continuar con la traición de la tradición. Este equili-
brio perverso (aunque no se note) es una trampa, una traición a uno
mismo, a lo mejor que tiene en potencia el ser humano. Es la forma
de continuar con el establishment social y desarrollar una vida basa-
da en la seguridad y satisfacción: “SS”14.

14
Estas SS son más destructivas que las nazis porque están dentro de nosotros.
94
Pero de vez en cuando algún que otro ser humano, generalmente
joven, se rebela contra esto. ¿.Qué pasa si no acepto esta forma de
vida para mí y mis futuros seres queridos? En este caso tengo que ser
conciente que voy a desarrollar una actitud verdaderamente revolu-
cionaria. Pero cuidado, hay y ha habido varios revolucionarios socia-
les en el mundo. Lo significativo es que detrás de esta gente progre-
sista a veces se ha encontrado una conducta personal reaccionaria (!). La Revolución
La revolución debe ser total. Esa es la Revolución Fundamental. debe ser total
¿Por qué conformarme con leyes más justas, si solo existirá un nuevo
mundo cuando seamos amorosos? ¿Por qué no dirigir la energía a
mejorar como seres humanos? ¿Cuál es la solución al problema exis-
tencial del egoísmo humano? Por supuesto, más de uno podría de-
cirme que esto es utópico. Pero ¿acaso el comunismo es menos utó-
pico? No obstante no creo que la revolución interior sea imposible, al
contrario, es relativamente simple si se quiere realmente realizarla. Si
no se quiere, es directamente imposible… Es mucho más difícil reali-
zar una revolución política y tener que presionar todo el tiempo a la
oligarquía para que acepte los cambios que nunca va a aceptar.
Ser conciente es lo fundamental y el punto de partida. Si estoy en
un lago y no sé nadar, puede ser buena idea aferrarme a un tronco;
pero si mágicamente la madera mutara en plomo, al ver que comien-
za a hundirse, instantáneamente la soltaría. Ningún ave se apega a la
rama donde temporalmente se posa, porque sabe que eso la expon-
dría al depredador. Solo el ser humano es su propio depredador, al
creer que lo que puede salvarlo en realidad es lo que lo está matan-
do.

Bien, ¿cuál es la solución?


Lo siguiente no pretende ser una receta ni nada parecido. Solo
son modestas pautas para motivar al lector a que deje de sufrir y ha-
cer sufrir, y comience a estar atento a los demás, a Amar de verdad.

1) El pensamiento no soluciona nada, de hecho es él el que creó


Pautas para
el problema. La voluntad tampoco, ya que sale del pensamiento. dejar de sufrir y
2) Pero puedo usar la voluntad para comenzar a observar, a estar de hacer sufrir

atento. La observación no se realiza con la mente; si pienso no obser-


vo. La atención es observar y auto-observarme de instante en instan-
te, lo cual no es un proceso mental ni emocional… (!).

95
3) No necesito estar preparado para hacer esto, no puedo prepa-
rarme; lo hago o no lo hago.
4) Observando al prójimo y auto-observándome con atención me
despolarizo de mí mismo. La autopolarización desaparece. Donde
hay atención no cabe el ego.
5) Al relacionarme con otra persona, me polarizo en ella, me in-
tereso en ella, indago acerca de lo que le pasa, etc., estando atento a
no pretender recibir nada de ella. Y me auto-observo con mucha
energía, humildad y honestidad. No pretendo hacerme el bueno ni
generar ninguna imagen que pueda beneficiarme.
6) Si al intentar polarizarme en el otro, siento pereza, me aburro o
me distraigo, significa que aún no lo logré. Reconozco esto y lo in-
tento de nuevo una y otra vez. Lo encaro como un trabajo, pero no
pienso (!), no especulo, no comparo ni evalúo.
7) Al principio, después de realizar dicho “trabajo” varias veces,
quizás no sienta nada que no sea cansancio. Pero en determinada
inesperada ocasión, voy a sorprenderme sintiendo algo raro. Ese sen-
timiento es inefable, hay paz y cierto bienestar suave pero penetran-
te, sin euforia ni emoción intensa alguna. Y ¡el ego está ausente!
8) Las primeras veces, ese sentimiento será fugaz; si quiero atra-
parlo para “disfrutarlo”, desaparecerá como los bellos sueños que me
cuesta recordar. No debo desarrollar ningún movimiento mental ni
emocional.
9) Cuando comience a sentir ese sentimiento con regularidad,
sentiré también que he comenzado a “olvidarme de mí mismo”, a
desautopolarizarme. Pero no debo pensar ni hablar de ello. Es más, si
lo pienso o si lo digo, tendré la prueba de que no me está ocurriendo
eso aún; solo lo estoy inventando con mi tramposa cabeza. ¡Cuidado
con el autoengaño!
10) A partir del comienzo del olvido del yo, mi vida cambiará ra-
dicalmente. Tendré más y mejor energía. Podré tener metas o deseos
concretos (y simples), pero nunca desearé nada con respecto a otro
ser humano para mi beneficio excluyente. ¡Viviré sin opción desde el
corazón, no desde la cabeza!

El plano y estático círculo vicioso, se transforma entonces en un


círculo virtuoso que va ascendiendo a medida que se desarrolla, o
sea una hélice como la siguiente:

96
El verdadero Amor no es una meta a lograr. Cuando desapa-
rece la autopolarización de nuestra mente-emoción, brota espon-
tánea y naturalmente.

Quien es realmente libre en su interior, no elige. Por supuesto


puede elegir en lo externo, por ejemplo, a dónde ir, qué comprar, etc.
ya que esta elección surge de la mente. Pero la libertad interior es
algo por completo diferente. Si me relacionara bien con mis semejan-
tes, no habría opción, ya que cuando desarrollamos afecto, compa-
sión, comprensión, solidaridad, etc. no estamos accionando la mente,
sino otra “fuente” del ser, la más importante. Esa energía ocurre sin
alternativa y sin invitación. No importa si uno no cree en el alma, el
espíritu o lo que sea. Creer o no creer es otro aspecto del pensamien-
to, que ya sabemos a qué conduce tarde o temprano. Intelectualizar
o teorizar es un proceso mental totalmente estéril y egocéntrico.
Quién no “ve” más allá de sus “narices intelectuales”, es porque aún
no experimentó lo mejor que un ser humano es capaz de experimen-
tar. Y esto no es imposible ni siquiera difícil: se puede realizar.

97
INDICE

PRÓLOGO ............................................................................................... 3

INTRODUCCIÓN .................................................................................... 4

EL SER HUMANO, SU PERSONALIDAD, SU VIDA.............................. 6

LA DEFENSA DEL EGO......................................................................... 12

EL AMOR ............................................................................................... 17

EL CAMBIO INTERIOR ......................................................................... 29

EL FRACASO FUNDAMENTAL ............................................................ 33

CONFUSIONES VARIAS ...................................................................... 35

EL CONDICIONAMIENTO ................................................................... 40

LA SENSIBILIDAD ................................................................................. 45

EL INCONSCIENTE ............................................................................... 48

LA EDUCACIÓN.................................................................................... 51

LA SALUD.............................................................................................. 55

LA MENTE Y LAS EMOCIONES........................................................... 59

LA SOLEDAD ........................................................................................ 68

LO SEXUAL............................................................................................ 70

LAS RELACIONES HUMANAS ............................................................ 76

EL TEMOR ............................................................................................. 79

LA POLÍTICA ......................................................................................... 82

CAPITALISMO Y EGOÍSMO................................................................. 85

98
LA RELIGIÓN......................................................................................... 88

REVISIÓN .............................................................................................. 91

Créditos de Imágenes:

Algunas ilustraciones de la Tapa: https://pngtree.com/so/naturaleza; Partes


de un árbol: http://www.geocities.ws/estructuras2001/images/1.JPG
F1: http://thingzunsaid.blogspot.com/2010/03/significante-y-significado.html

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