LECTURA - Las Funciones Mentales Superiores
LECTURA - Las Funciones Mentales Superiores
LECTURA - Las Funciones Mentales Superiores
“Si el ser humano puede conocer el mundo y reaccionar en él, ello es gracias a
un funcionamiento coordinado de sus recursos cognoscitivos, y por las múltiples
conexiones que el cerebro teje no solamente de un hemisferio a otro, sino también en
el interior de cada uno de ellos, dibujando una compleja red neuronal articulada de un
extremo al otro. De esta manera se establecen innumerables relaciones entre la
cognición, la afectividad, la percepción sensorial y la motricidad”. Las funciones
mentales son el resultado de la actividad de células neurales que conforman el cerebro,
el cual trabaja en tres bloques:
Memoria – Metamemoria
Metacognición
Por lo tanto, en un sentido más estricto, podríamos estar vinculando estas nociones
con el término de metacognición. El concepto alude a dos dimensiones: una, vinculada al
conocimiento sobre el propio aprendizaje, en relación con un sujeto que aprende, una tarea
a cumplir y ciertas estrategias a utilizar para obtener el mejor rendimiento. Otra, se refiere
a la regulación y supervisión sobre la propia cognición, esto es, la planificación de recursos,
el control de la ejecución y la evaluación de los resultados (Mateos, 2002).
Las áreas prefrontales y frontales evidencian ser importantes para mantener las
funciones mentales ejecutivas dirigidas hacia objetivos y, la elaboración del pensamiento
también suele ser atribuida a ellas. Están implicadas en muchas funciones del cerebro que
suelen asociarse con la inteligencia superior, como las capacidades de pronosticar, hacer
planes para el futuro, considerar las consecuencias de las acciones motoras inclusive antes
de que sean realizadas. “Dichos comportamientos, o funciones ejecutivas, favorecen la
planificación estratégica, el control de impulsos, la búsqueda organizada, así como también
la flexibilidad del pensamiento y la acción” (Welsh, Pennington y Groisser, 1991 en Willis.
y Aspel, 1994).
Al respecto, algunos autores como Dietrich (2004) sostienen que las investigaciones
actuales en general conceptualizan a las funciones cognitivas como ordenadas
jerárquicamente y, que la corteza cerebral, y en particular el lóbulo prefrontal, es el ápice
de esta jerarquía, representando la base neural de las funciones cognitivas superiores y
que históricamente al estudio de la conciencia se fueron aproximando desde estas
concepciones también.
Schutz y DeCuir (2002) hacen referencia a esta idea cuando señalan que las
percepciones desarrolladas a través de estos procesos reflexivos, conducen a entender o
conocer acerca de la naturaleza de las experiencias subjetivas, de los objetos del mundo
físico y de las realidades objetivas del pensamiento. Este conocimiento por parte del sujeto
representaría la base a través de la cual se hacen las valoraciones y apreciaciones del
mundo, tornándose éste el lugar desde donde emergen las emociones durante las
transacciones de la persona con el mundo.
Por lo tanto, en un sentido más estricto, podríamos estar vinculando estas nociones
con el término de metacognición. El concepto alude a dos dimensiones: una, vinculada al
conocimiento sobre el propio aprendizaje, en relación con un sujeto que aprende, una tarea
a cumplir y ciertas estrategias a utilizar para obtener el mejor rendimiento. Otra, se refiere
a la regulación y supervisión sobre la propia cognición, esto es, la planificación de recursos,
el control de la ejecución y la evaluación de los resultados (Mateos, 2002).
evidencian ser importantes para mantener las funciones mentales ejecutivas dirigidas hacia
objetivos y, la elaboración del pensamiento también suele ser atribuida a ellas. Están
implicadas en muchas funciones del cerebro que suelen asociarse con la inteligencia
superior, como las capacidades de pronosticar, hacer planes para el futuro, considerar las
consecuencias de las acciones motoras inclusive antes de que sean realizadas. “Dichos
comportamientos, o funciones ejecutivas, favorecen la planificación estratégica, el control
de impulsos, la búsqueda organizada, así como también la flexibilidad del pensamiento y
la acción” (Welsh, Pennington y Groisser, 1991 en Willis. y Aspel, 1994).
Al respecto, algunos autores como Dietrich (2004) sostienen que las investigaciones
actuales en general conceptualizan a las funciones cognitivas como ordenadas
jerárquicamente y, que la corteza cerebral, y en particular el lóbulo prefrontal, es el ápice
de esta jerarquía, representando la base neural de las funciones cognitivas superiores y
que históricamente al estudio de la conciencia se fueron aproximando desde estas
concepciones también.
organizar su ambiente, entre otros, así también cada uno de nosotros tiene su propia
manera de aprender, de enfrentar una situación de aprendizaje.
Ahora bien, cuando interactuamos con un objeto, una persona, una información,
una situación, cuando vivimos una experiencia, realizamos diversas funciones básicas;
primero, por ejemplo, captamos la situación, luego nos ponemos a pensar en ella,
adoptamos con respecto a ella una posición de aceptación o de rechazo, y por último,
nos decidimos a actuar. El estilo se relaciona, pues, con el conocer (¿cómo sé yo?), con
el pensar (¿cómo pienso?), con el afecto (¿cómo siento y reacciono?) y con la conducta
(¿cómo actúo?).
Las funciones ejecutivas son una serie de capacidades que nos diferencian de
otras especies, son las que nos permiten planificar, organizar, tomar decisiones y
controlar nuestras emociones. Gestionan muchas cosas a la vez: seguir instrucciones,
leer, resolver problemas matemáticos, hacer deporte, resolver conflictos, entre otros.
Son habilidades básicas que utilizamos todos los días y nos ayudan a aprender
durante toda la vida. Así que son una parte importante en la educación y se pueden
reforzar. De acuerdo con la pedagoga Paula del Barrio de la Clínica Granada, se
destacan entre todas, tres, las más estudiadas e imprescindibles según los expertos:
El Razonamiento
Han sido muchas las investigaciones que han dado cuenta de la importancia que
tienen las emociones en la vida profesional y académica de los seres humanos. Las
organizaciones de toda índole exigen el desarrollo de las competencias emocionales de
sus miembros, las instituciones educativas con más razón deben abordar este tema
como de carácter esencial; dado que, los miembros de todas las empresas se forman
en las escuelas y en las universidades.
En una investigación realizada a nivel mundial por The Consortium for Research
on Emotional Intelligence in Organizations, arrojó un resultado sorprendente y
vinculado al Cociente de Éxito en las organizaciones: el mismo se debe en un 23% a
las capacidades intelectuales, y un 77% depende de las aptitudes emocionales.
Diversos estudios han explicado cómo la emoción afecta no solo a los contenidos del
pensamiento sino a los propios procesos implicados en éstos y en las interacciones
sociales.
Por su parte, Pérez (2009), refiere sobre las emociones y su relación directa con
todos los actos humanos. Desde todo punto de vista, las emociones son de suma
importancia para todo ser humano, algunos autores la definen como un impulso que
lleva al individuo a actuar de alguna forma específica, otros sostienen que son
mecanismos que abarcan aspectos tales como el fisiológico y el cognitivo, entre otros.
Desde ese punto de vista, las emociones son en esencia, impulsos que nos
mueven a una acción, programas de actuación que se ponen en marcha
automáticamente ante determinados estímulos externos. Por otra parte, Mayer y
Salovey (1994: 15), afirman que “la emoción puede considerarse como un mecanismo
de respuesta que abarca muchos aspectos: el fisiológico, el cognitivo, el motivacional y
el experimental”. Estos aspectos le permiten a los seres humanos producir algún tipo
de reacción, ya sea un hecho interno o externo.
En este orden de ideas, tal como explica Beauport (1994), la vida emocional es
una respuesta de la amígdala cerebral, una de las estructuras del sistema límbico. Este
sistema reviste importancia, ya que en el mismo se producen todas las emociones que
experimentan los seres humanos. El mismo se cataloga como el cerebro del querer,
debiendo resaltar que cuando se hace referencia a las emociones, se hace alusión a
todo el conjunto de éstas representadas por los sentimientos, los estados de ánimo, el
placer y el dolor. En este sentido Díaz (1998) expone que la base de operaciones de
las emociones se encuentra en este sistema límbico y en él, la amígdala, que se podría
definir como el asiento de toda pasión.
Las ideas anteriores explican por sí solas la relación existente entre las
emociones y su base fisiológica Basados en esas ideas expuestas por Gumila y
Soriano, (1998) se puede deducir que el cerebro límbico es el cerebro de las
emociones, es el cerebro del querer, ya que controla todo tipo de emociones
expresadas en sentimientos, estados de ánimo, placer, dolor, entre otros.
Desde el punto de vista de Damasio (2008), puede surgir la pregunta acerca del
grado en que los procesos racionales y no racionales se alinean con las estructuras
corticales y subcorticales en el cerebro humano. En este sentido, Damasio (2008), en
su una nueva propuesta plantea que el sistema de razonamiento se desarrolló como
una extensión del sistema emocional automático, en la que las emociones cumplían
distintas funciones en el proceso de razonamiento. Dirige especial atención a la
emoción y al sentimiento como aspectos centrales de la regulación biológica, que
proporcionan el puente entre los procesos racionales y los no racionales, entre las
estructuras corticales y las subcorticales.
https://www.perlego.com/book/1621601/neuroeducacin-una-propuesta-educativa-en-el-
aula-de-clase-pdf
Mayer, J. y Salovey, P. (1994). The intelligence of emotional intelligence. New York: Basic
Books.
Petersen, S. E., & Posner, M. I. (2012). The attention system of the human brain: 20
years after. Annual Review of Neuroscience, 35, 73–89. doi:10.1146/annurev-
neuro-062111-150525