Ensayo El Hombre, Rulfo

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Análisis de la temporalidad en el cuento “El hombre” de Juan Rulfo

Luis Ricardo Morales Ochoa


Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Autónoma de Sinaloa
11402911: Lengua y literatura hispánicas
Dr. Santos Javier Velázquez Hernández
05 de noviembre del 2023
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Análisis de la Temporalidad en el Cuento “El hombre” de Juan Rulfo

A mediados del siglo XX, la literatura mexicana vive una serie de cambios que se
adentrarían en la que ahora conocemos como tradición literaria. Autores como Juan José
Arreola con su libro de cuentos Confabulario (1952), Carlos Fuentes con Los días
enmascarados (1954) y Juan Rulfo con El llano en llamas (1953) toman como base la
novela o género realista para fusionarla con distintas técnicas narrativas provocando un
nuevo despertar en las letras de la época (Rosado, 2003, pág. 159).

Este último autor oriundo de Jalisco, posee en su creación literaria los títulos El
llano en llamas (1953), Pedro Páramo (1955) y El gallo de oro (1980), obras en las que, a
través de diversas técnicas narrativas, se narra sobre la vida rural, la pobreza, la muerte y la
venganza.

En su libro de cuentos El llano en llamas (1953), compuesto por diecisiete relatos


cortos, se encuentra “El hombre”, cuento que tenemos por objetivo analizar con énfasis en
sus rasgos constitutivos como las formas de enunciación narrativa, los niveles narrativos y
temporalidad de la narración, así como la dimensión temporal que se ponen en juego en la
configuración de este relato. Este estudio toma como sustento teórico los aportes que la
escritora Luz Aurora Pimentel expone en su libro Relato en perspectiva: estudio de teoría
narrativa (1994).

En el cuento de “El hombre”, se narra la historia de José Alcancía que, motivado


por vengar la muerte de su hermano, acaba con la vida de la familia Urquidi sin saber que
la persona a la que procuraba matar no se encontraba entre los difuntos. De esa manera, el
señor Urquidi, ahora también en busca de una venganza, sigue a José Alcancía, quien sale
huyendo del lugar del crimen con rumbo al río. Mientras que Urquidi lo sigue de cerca. En
una segunda parte de la historia un borreguero le cuenta a una persona, que llama “señor
licenciado”, cómo fue su encuentro con José Alcancía antes y después de los asesinatos
cometidos por este, y que, días después, lo encuentra asesinado en la orilla del río.

Formas de Enunciación Narrativa

Una vez que se mencionó el argumento del cuento, podemos decir que, en todo
relato, el lector conoce el universo de ficción a través de una figura que puede tomar
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diferentes posturas; su trabajo es, entonces, el de enunciar la historia o los acontecimientos,


figura que lleva por nombre narrador.

En este cuento de Rulfo, el narrador tiene dos manifestaciones: Uno en tercera


persona en la historia de José y Urquidi; y otro en primera persona en la historia del
borreguero. Al narrador en tercera persona, Pimentel lo llama heterodiegético por su “no
participación, por su ausencia” (1994, pág. 141), es decir, que este narrador no se encuentra
dentro de la historia, sino que cumple solo con una función vocal: contarnos la historia.
Muestra de esta presencia del narrador en tercera persona en el cuento se da desde su
distanciamiento de los actos que describe: “Los pies siguieron la vereda, sin detenerse. El
hombre caminó apoyándose en los callos de sus talones, raspando las piedras con las uñas
de sus pies, rasguñándose los brazos, deteniéndose en cada horizonte para medir su fin”
(Rulfo, 1953, pág. 37). En esta cita, vemos como el narrador pareciendo una suerte de Dios
omnipresente, cuenta los tropiezos del hombre al caminar con detalle; se menciona la
omnipresencia porque, así como describe al hombre, también está presente con la persona
que lo sigue: “El que lo perseguía dijo: “Hizo un buen trabajo, Ni siquiera los despertó.”
(Rulfo, 1953, pág. 38).

A la segunda manifestación del narrador, Pimentel lo llama homodiegético, por su


involucramiento en el mundo narrado, porque este se encuentra dentro del relato (1994,
pág. 136). El narrador homodiegético, se hace presente en la parte de la historia contada por
el borreguero: “Lo vi desde que se zambulló al río. Apechugó el cuerpo y luego se dejó ir
corriente abajo, sin manotear, como si caminara pisando el fondo. Después rebasó la orilla
y puso sus trapos a secar. Lo vi que temblaba de frío” (Rulfo, 1953, pág. 43). En esta cita,
podemos ver el uso de la primera persona en singular para contar la historia; pero esta
presencia del borreguero sufre un desdoblamiento en la historia: un borreguero personaje y
otro narrador, como lo menciona Pimentel: “Ahora bien, es necesario insistir en que el
involucramiento de un narrador homodiegético … cumple dos funciones distintas: una
vocal -el acto mismo de la narración- y otra diegética -su participación como actor en el
mundo narrado” (1994, pág. 136).

Es importante mencionar también de esa cita del cuento que, si bien el narrador es
en primera persona, los acontecimientos narrados no son de su vida, sino la de alguien más;
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por lo que hablamos de un narrador testimonial. Esta manifestación “no tiene un papel
central sino de mero testigo. El objeto de la narración no es la vida pasada del «yo» que
narra, sino la vida de otro” (Pimentel, 1994, pág. 137). De esa manera, el recurso de un
narrador testigo dentro del cuento sirve para conocer el final de la historia del hombre y de
quien lo seguía.

Dentro del corpus del cuento, vemos que el borreguero, que narra la segunda parte,
denuncia la muerte de una persona, pero por confesar el licenciado busca involucrarlo como
cómplice en el caso de José (el hombre que asesinó a la familia): ¿De modo que ahora que
vengo a decirle lo que sé, yo salgo encubridor? Pos ahora sí. ¿Y dice usted que me va a
meter a la cárcel por esconder a ese individuo? Ni que yo fuera quien mató a la familia esa.
Yo solo vengo a decirle que allí en un charco del río está un difunto” (Rulfo, 1953, pág.
46). Esta parte del cuento resulta interesante, conociendo que la presencia de un narrador en
primera persona es menos confiable que la de un narrador heterodiegético, pues hay un
mayor grado de subjetividad en la narrativa de los narradores homodiegéticos ya que
participan en los acontecimientos del relato

Niveles Narrativos y Temporalidad de la Narración

Como se ha mencionado, la historia de “El hombre” está dividida en dos: una


narrada de manera heterodiegética y la otra, homodiegética. Si bien, las historias están
unidas por un hilo conductor, el narrador homodiegético pareciera que depende de lo
narrado por el heterodiegético. De este cambio de narrador, menciona Pimentel que “el solo
cambio de enunciación ya implica un cambio de nivel narrativo” (1994, pág. 148). En la
participación de un narrador distinto, trae consigo un cambio en el universo diegético en
mayor o menor medida. En el caso del cuento “El hombre”, la narración del borreguero se
convierte en una historia en segundo grado o enmarcada, pues las historias se unen a través
del personaje de José Alcancía. A este recurso literario se le conoce como relato
metadiegético.

Pimentel en su libro rescata las funciones de los relatos metadiegéticos expuestos


por Genette, que, en el caso de este cuento de Rulfo, se presenta la función explicativa, que
se presenta en el relato enmarcado en el que “se narran aquellos acontecimientos en el
pasado que permitan entender una situación dada en el presente” (1994, pág. 151). De
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acuerdo con la definición, en el relato diegético (narrada en tercera persona) y en el relato


metadiegético (en primera persona), la historia se va entretejiendo de manera que en la
historia enmarcada nos muestra situaciones que en el la historia en primer grado no se
mencionan. Es decir, el borreguero nos cuenta que se encuentra con José Alcancía antes y
después de cometer el crimen, cómo cambió su apariencia de un día para otro y cómo
termina en el presente, que es cuando levanta la denuncia ante el aparato de justicia,
quienes lo quieren acusar de complicidad por alimentar al hombre.

Por otro lado, tanto en la historia diegética como en la metadiegética, la posición del
narrador en el acto mismo de narrar cambia de temporalidad. En la parte del relato con
narrador homodiegético, la ubicación del narrador es extradiegético, es decir, fuera de la
historia y su posición temporal Pimentel la llama “narración retrospectiva” (1994, pág.
157), de la que menciona que “el narrador se sitúa en el tiempo posterior a los
acontecimientos narrados y su elección gramatical se ubica en los tiempos perfectos
(pasado, imperfecto y pluscuamperfecto)” (1994, pág. 157). En el relato vemos verbos
como: treparon, seguía, subía, caminó, comenzó, etc.

Por otro lado, en la historia metadiegética, la participación del narrador es


intradiegética o dentro de la historia y su posición temporal es llamada “intercalada”
(Pimentel, 1994, pág. 158) de la que la teórica comenta que:

El narrador alterna entre la narración retrospectiva y la simultánea, eligiendo por lo


tanto verbos en pasado y en presente, según se detenga para narrar acontecimientos
que ya pertenecer al pasado, por muy reciente que sea, o para dar cuenta de lo que le
ocurre en el momento mismo de la narración. (Pimentel, 1994, pág. 158)
En esta parte del relato, el narrador utiliza verbos como: lo vi, hacía, miró, dice, vengo,
salgo. Verbos conjugados en pasado o presente dependiendo de la posición del narrador: si
habla de sus encuentros con José Alcancía utiliza verbos en pasado, si habla con su
narratario que parece ser un licenciado, los verbos son en presente.

Dimensión Temporal del Relato

El último punto que abordaremos es la dimensión temporal del relato, en la que la


teórica mexicana la divide en dos: tiempo diegético y tiempo del discurso (Pimentel, 1994,
pág. 42). De la primera, Pimentel menciona que la historia narrada establece relaciones
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temporales que imitan la temporalidad humana real; es decir, se miden los mismos
parámetros y tienen los mismos puntos de referencia temporal, mientras que del segundo
tiempo, explica la disposición de las secuencias narrativas, con lo que se traza una sucesión,
no temporal sino textual (1994, pág. 42), es decir, el orden de los acontecimientos se hacen
presente en dos líneas divisorias: por su disposición en el texto y por su cronología
diegética.

En este relato de Juan Rulfo, se encuentran diferentes técnicas narrativas de la


temporalidad. La primera de ellas es que el orden de la historia y del discurso no hay
concordancia, es decir, el orden en el que están narrados los acontecimientos en el texto no
es igual al orden del tiempo diegético o en el orden que sucede la historia. Esta falta de
concordancia da entrada a las llamadas “figuras temporales” (Pimentel, 1994, pág. 42).

Entre las figuras que se encuentran en el orden del relato, se encuentra la analepsis,
de la que dice Pimentel que “se interrumpe el relato en curso para referir un acontecimiento
que, en el tiempo diegético, tuvo lugar antes del punto en el que ahora ha de inscribirse en
el discurso narrativo” (1994, pág. 44), es decir, en el presente diegético se trae a colación
un acto del pasado que interfiere o es importante con el presente. Dentro del cuento de “El
hombre” se da la analepsis en el narrador testimonial que, en el presente de la diégesis, se
encuentra reportando el cadáver que encontró en el río, sin embargo, la gran parte de su
narración se encuentra enfocada en el pasado, en el hombre que veía caminar por el río y
que alimentó, José Alcancía.

El nivel de análisis del tempo narrativo, el cual se enfoca en la duración discursiva,


en el cuento se manifiestan diferentes movimientos de los que Pimentel hace recuento en su
libro. La primera de ellas es la pausa descriptiva que se hace presente en el relato de Rulfo
cuando el narrador heterodiegético habla del tortuoso camino que atravesó José para llegar
a la casa de los Urquidi:

La vereda subía, entre yerbas, llena de espinas y de malas mujeres. Parecía un


camino de hormigas de tan angosta. Subía sin rodeos hacia el cielo. Se perdía allí y
luego volvía a aparecer más lejos, bajo un cielo más lejano. (Rulfo, 1953, pág. 37)
La pausa descriptiva se manifiesta en esta cita porque, de acuerdo con los postulados de
Pimentel con base en esta figura temporal, se detiene el tiempo de la historia. Es decir, la
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pausa descriptiva se presenta cuando no hay tiempo del discurso de los personajes o no hay
una descripción de los mismos.

La segunda figura que pone en juego el tempo narrativo es la escena. De esta,


menciona Pimentel que “se da la relación convencional de la concordancia entre la historia
y el discurso: la duración diegética de los sucesos es casi equivalente a su extensión textual
en el discurso narrativo” (1994, pág. 48). Esto quiere decir que la escena se manifiesta
cuando hay una concordancia entre los dos tiempos: el diegético y el del discurso. Muestra
de la escena en el cuento se da al inicio del relato con la descripción que el narrador
heterodiegético hace de quien sería José Alcancía:

Los pies del hombre se hundieron en la arena dejando una huella sin forma, como si
fuera la pezuña de algún animal. Treparon sobre las piedras, engurruñándose al
sentir la inclinación de la subida; luego caminaron hacia arriba, buscando el
horizonte.” (Rulfo, 1953, pág. 37)
De igual manera, la presencia de la escena se da cuando aparece el narrador homodiegético
hablando también de José Alcancía: “Parecía venir huyendo. Traía una porción de lodo en
las zancas, que ya ni se sabía cuál era el color de sus pantalones” (Rulfo, 1953, pág. 43). En
estas dos partes del cuento, se focaliza en hacer una descripción de la apariencia física del
personaje. Es la descripción de personajes la que marca una diferencia entre la pausa
descriptiva y la escena, pues en la segunda el tiempo del discurso y el tiempo diegético
continúan, mientras que en la primera sólo avanza el tiempo del discurso.

Otras manifestaciones de la escena dentro del relato se perciben en los diálogos


donde los personajes hablan solos o piensan. Estos diálogos externos e internos se funden
con la narración en tercera persona y de esa manera, surge la narración indirecta libre.

De igual manera, en este cuento de Rulfo, la figura temporal del resumen forma
parte de las herramientas discursivas. El resumen, definido por la autora de la teoría, es el
“movimiento narrativo que se percibe en la aceleración del ritmo; los sucesos tienen una
duración mucho mayor en el tiempo diegético que en el espacio que les dedica el discurso
narrativo” (Pimentel, 1994, págs. 48-49). Es decir, en unas cuantas líneas o párrafo se
pueden sintetizar varios meses o años de la vida o la historia de los personajes. Por ejemplo,
en el cuento de “El hombre”, el resumen se manifiesta en la siguiente cita: “
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Te esperé un mes, despierto de día y de noche, sabiendo que llegarías a rastras,


escondido como una mala víbora. Y llegaste tarde. Y yo también llegué tarde.
Llegué detrás de ti. Me entretuvo el entierro del recién nacido. Ahora entiendo.
Ahora entiendo por qué se me marchitaron las flores en la mano. (Rulfo, 1953, pág.
41)
En estas líneas, se resume el mes que estuvo el Señor Urquidi esperando que José Alcancía
viniera a cobrar venganza por el asesinato de su hermano.

De estas tres figuras temporales puestas en el relato, sólo en la escena se da la


isocronía, es decir, la concordancia entre el tiempo diegético y el tiempo de discurso;
mientras que en la pausa descriptiva y el resumen se da la anisocronía, que es la
discordancia entre ambos tiempos presentes en los relatos.

Por último, la frecuencia que se privilegia en este relato rulfiano es la frecuencia


repetitiva, la cual dice Luz Aurora Pimentel que se presenta “cuando un acontecimiento
sucede una sola vez en la historia, pero es narrado más de una vez” (1994, pág. 55).
Muestra de esta frecuencia repetitiva son todas las veces que José Alcancía una vez
cometido el crimen se repite a sí mismo tres veces “no debí matarlos a todos” (Rulfo, 1953,
págs. 39-41).

Conclusión

En síntesis, el narrador se manifiesta de dos maneras: heterodiegético o en tercera persona y


homodiegético o en primera persona. Este narrador homodiegético es testimonial porque
cuenta la vida de José Alcancía y no la de él.

En el relato la segunda parte depende de la primera por lo que hay una imbricación
entre ellas, lo que trae consigo un relato metadiegético, es decir, un relato en primer nivel y
otro en segundo. En el cuento, la función del relato metadiegético que se privilegia es la
llamada explicativa, mientras que la posición del narrador depende de la manifestación del
mismo. Por ejemplo, el narrador heterodiegético se ubica de manera retrospectiva, mientras
que el homodiegético es intercalado.

La dimensión temporal del cuento se ve afectada porque el tiempo del discurso y el


tiempo diegético no coinciden, es decir, falta concordancia entre ellos. Lo cual da apertura
a diversas figuras temporales como la analepsis, que afecta el orden del relato; la pausa
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descriptiva, la escena y el resumen que interfieren en el tempo narrativo y la frecuencia


repetitiva que interfiere con la frecuencia misma del relato.

Podemos decir que en “El hombre” de Juan Rulfo las técnicas narrativas enfocadas
en la temporalidad que se ponen en juego en la construcción del relato son diversas, las
cuales coadyuvan a ralentizar el tiempo y dar una idea que la persecución del Señor Urquidi
a José Alcancía es extensa, a pesar que el relato es breve.

A esto se añade que la parte del narrador heterodiegético, el cual carece de


concordancia en la temporalidad, está bipartido por lo que José Alcancía como el Señor
Urquidi tienen pequeñas manifestaciones a través de monólogos interiores que sirven para
alimentar la idea de que el tiempo avanza lento, pero constante. Aunado a que el cuento se
encuentra escrito en in media res, lo cual resulta ser una manera eficaz de atrapar al lector
desde el primer párrafo.

Bibliografía
Pimentel, L. A. (1994). Relato en perspectiva: estudio de teoría narrativa. México: Siglo
Veintiuno editores.
Rosado, J. A. (2003). Juego y revolución: la literatura mexicana de los años sesenta.
Cuadernos Americanos, 158-196.
Rulfo, J. (1953). El llano en llamas. México: Fondo de Cultura Económica.

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