Leyenda Cuento Fabula

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LEYENDA

LA SAYONA

“Hace mucho tiempo había una joven mujer que vivía con su esposo, con el cual
recientemente había tenido un bebé. La joven tenía por costumbre bañarse en el
río, pero era espiada a menudo por un hombre del pueblo.

Un día descubrió al mirón y le preguntó que qué estaba haciendo.

El hombre, que había sido sorprendido, optó por mentirle diciéndole que estaba
allí para anunciarle que su marido le era infiel con otra.

Durante la noche, estando ya la familia en casa, el marido musitó en sueños el


nombre de su madre. La mujer, celosa y suponiendo que su propia madre era
amante de su esposo, prendió fuego a la casa matando al marido y al bebé.

Acto seguido, con un cuchillo en la mano, la joven se dirigió a casa de su madre.


Tras reclamarle una infidelidad que su progenitora negó, la acuchilló hasta la
muerte.

La madre, con su último aliento, le indicó que jamás había sido amante de su
esposo y la maldijo por los crímenes que había cometido. Desde entonces la
sayona vaga eternamente, persiguiendo a los hombres infieles que caen en sus
intentos de seducción acabar con ellos”.
FÁBULA CORTA CON MORALEJA

FÁBULA DEL ZORRO Y EL CUERVO

Un cuervo estaba en un árbol tomando un poco de queso que había encontrado.


Un zorro llegó hasta donde estaba el cuervo, al olor del queso. Tenía tanta hambre
que comenzó a decirle lo bello que era.

Alababa su plumaje, su forma de volar, su canto, su porte tan elegante y lo bueno


que era encontrando comida. Cuantos más elogios decía el zorro, más orgulloso
se mostraba el cuervo que parecía incluso hinchar su pecho.

Fue entonces cuando, el astuto zorro le pidió que cantase con su voz melodiosa
para que pudiera escucharle. El vanidoso cuervo, cedió ante la petición de su
admirador y, en el momento en el que abrió el pico, cayó el queso que fue
devorado inmediatamente por el zorro.

Moraleja: no te fíes de las alabanzas y elogios de los demás. No confíes en quien


solo te ensalza.
CUENTO

EL NIÑO Y LOS CLAVOS

CUENTO CORTO EL NIÑO Y LOS CLAVOS

Había un niño que tenía muy mal carácter. Un día, su padre le dio una bolsa con
clavos y le dijo que cada vez que perdiera la calma, clavase un clavo en la cerca
del patio de la casa. El primer día, el niño clavó 37 clavos. Al día siguiente, menos,
y así el resto de los días. Él pequeño se iba dando cuenta que era más fácil
controlar su genio y su mal carácter que tener que clavar los clavos en la cerca.

Finalmente llegó el día en que el niño no perdió la calma ni una sola vez y fue
alegre a contárselo a su padre. ¡Había conseguido, finalmente, controlar su mal
temperamento! Su padre, muy contento y satisfecho, le sugirió entonces que por
cada día que controlase su carácter, sacase un clavo de la cerca. Los días
pasaron y cuando el niño terminó de sacar todos los clavos fue a decírselo a su
padre.

Entonces el padre llevó a su hijo de la mano hasta la cerca y le dijo:

– “Has trabajo duro para clavar y quitar los clavos de esta cerca, pero fíjate en
todos los agujeros que quedaron. Jamás será la misma. Lo que quiero decir es
que cuando dices o haces cosas con mal genio, enfado y mal carácter dejas una
cicatriz, como estos agujeros en la cerca. Ya no importa que pidas perdón. La
herida siempre estará allí. Y una herida física es igual que una herida verbal. Los
amigos, así como los padres y toda la familia, son verdaderas joyas a quienes hay
que valorar. Ellos te sonríen y te animan a mejorar. Te escuchan, comparten una
palabra de aliento y siempre tienen su corazón abierto para recibirte”.

Las palabras de su padre, así como la experiencia vivida con los clavos, hicieron
con que el niño reflexionase sobre las consecuencias de su carácter. Y colorín
colorado, este cuento se ha acabado.

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