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FACUNDO
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EDICIONES AL ARCO
Marcelo Máximo Facundo Sava
Edición general
Nació el 7 de marzo
Nació el 3 de Los colores del fútbol de 1974 en Morón,
septiembre de 1976 provincia de Buenos
Facundo ha tenido una experiencia de vida poco frecuente:
en Capital Federal. Se cumplió el sueño que tenemos muchos de nosotros de Aires. Se recibió de
recibió de bachiller con transformarse en jugador profesional, convertir más de cien psicólogo social en
FACUNDO SAVA
2003 ganó el premio historias. No es un libro de sermones. Es un libro cargado de
Inglaterra, Lorca y
buenas ideas.
Estímulo al periodismo Celta de España,
joven que entrega Por eso, amigo lector, permítame invitarlo humildemente a esta Racing Club de
anualmente la escuela gratísima compañía. No va a sentirse defraudado. Avellaneda, Arsenal
de periodismo TEA y y Quilmes. A fines de
Eduardo Sacheri
DeporTEA, por su tarea 2008 se recibió de
en medios gráficos. entrenador.
Ediciones Al Arco
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contacto@librosalarco.com.ar
Edición General
Marcelo Ariel Máximo
Sava, Facundo
Los colores del fútbol. 1a ed.
Buenos Aires: Al Arco Ediciones, 2010.
108 p. 20x14 cm.
ISBN 978-987-1367-21-4
1. Deportes. 2. Fútbol. I. Título
CDD 796.334
FACUNDO SAVA
Los colores
del fútbol
A Cynthia, mi mujer; a mis hijos,
Joaquín y Valentina; a mis viejos,
Alberto y Graciela; a mis hermanos,
Dalmiro y Ayar; a mi familia y
los amigos, esos que están en las
buenas y en las malas.
Agradecimientos
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en Primera.
Facundo, ahora que voy recomponiendo la imagen como
el fotógrafo que la va sacando de la pileta poco a poco, fue un
buen goleador, un jugador más completo que eso, un batallador
ejemplar y un señor dentro de la cancha. Que al cabo de alguna
jugada se haya preguntado qué estaría diciendo este relator,
imaginarlo volviendo en el auto con la radio puesta esperando
la repetición de un gol, verlo niño flaco y soñador queriendo ser
parte de mi discurso, es el elogio más amplio y gratificante que
pueda imaginar. Facundo y sus recuerdos se quedan para siempre
en este libro y en mi corazón, del que sólo me animaría a destacar
una faceta: la fuerza de la gratitud.
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Prólogo II
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LOS COLORES DEL FUTBOL
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La carrera
Debut en Primera: 31-10-93, en Ferro vs. Huracán (1-1)
TORNEO EQUIPO PJ GOLES
Apertura 1993 Ferro 12 2
Clausura 1994 Ferro 15 1
Apertura 1994 Ferro 13 0
Clausura 1995 Ferro 5 0
Apertura 1995 Ferro 17 2
Clausura 1996 Ferro 17 3
Apertura 1996 Ferro 1 0
Apertura 1996 Boca 8 0
Clausura 1997 Gimnasia LP 18 2
Apertura 1997 Gimnasia LP 18 3
DLIB 1997 Gimnasia LP 1 1
Clausura 1998 Gimnasia LP 14 5
Apertura 1998 Gimnasia LP 11 5
Clausura 1999 Gimnasia LP 17 4
Apertura 1999 Gimnasia LP 18 3
Clausura 2000 Gimnasia LP 17 9
Apertura 2000 Gimnasia LP 18 8
Clausura 2001 Gimnasia LP 16 4
Apertura 2001 Gimnasia LP 17 11
Clausura 2002 Gimnasia LP 17 12
Temporadas 2002-04 Fulhman 42 7
Temporada 2004-05 Celta de Vigo 26 3
Temporada 2005-06 Lorca 38 7
Apertura 2006 Racing 14 8
Clausura 2007 Racing 17 8
Apertura 2007 Racing 17 8
Clausura 2008 Racing 16 4
Promoción 2008 Racing 2 1
Apertura 2008 Arsenal 12 3
Suruga 2008 Arsenal 1 0
Sudam 2008 Arsenal 3 1
Clausura 2009 Arsenal 9 0
Temporada 2009/10 Quilmes 22 8
TOTAL 489 133
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El rito de un
domingo cualquiera
L
a radio, esa que me habían regalado de chico, estaba en mi
bolsillo apenas me levantaba para empezar a disfrutar del
domingo. Desde temprano, la portátil me iba a contar todos
los sueños futboleros que uno tiene desde la niñez. Imaginaba
que, alguna vez, Víctor Hugo Morales iba a nombrarme en su
transmisión, que escuchaba, pegada al oído, desde el mediodía
hasta su finalización. Porque mi admiración por su relato, por su
inventiva, me alimentaba el deseo de ser jugador de fútbol, de
poder gritar un gol con su narración de fondo. Entonces me des-
pertaba temprano, a las 8, desayunaba en casa y me iba directo
a presenciar un campeonato que se jugaba sobre la calle Brand-
sen, en Ituzaingó, a siete cuadras de mi casa. Era mi lugar en el
mundo, donde todo giraba alrededor de una pelota, en esa cancha
amateur donde el público –vecinos del lugar- le daba un marco
profesional. Con bombos, con banderas, con cantitos inventados
para los distintos equipos que participaban. El local, Traverso
–así se llamaba el torneo anual-, siempre era candidato y existía
una enorme expectativa cuando se enfrentaba con Oya-narte pro-
piedades, un clásico colorido y jugado como tal.
Mi función, en ese torneo, era alcanzar la pelota. Simplemen-
te como voluntario y por gusto personal, porque quería seguir de
cerca lo que pasaba a la espera del comienzo de la transmisión
de Víctor Hugo. Además, seguía minuciosamente las estadísti-
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dro Troglio que todavía conservo (Pedro también iba a ver los
campeonatos porque vivía cerca de la zona y ya estaba siendo
conocido por sus primeros partidos en River). Una carrera que
imaginé desde esa emoción que me generaba el relato en la radio,
porque Víctor Hugo me incentivó a que el fútbol me gustara más
de lo que me gustaba.
En mi etapa en Racing, cuando pude superar la marca de los
100 goles en el fútbol argentino –un sábado a la noche en el que
anoté dos para el 2 a 2 frente a Central- me invitaron al progra-
ma de televisión que Víctor Hugo tenía los lunes en un canal de
deportes. Ese día era la primera vez que lo veía en mi vida. Lo
miraba y me venía a la memoria todo aquello, todos esos domin-
gos de radio y sueños, todos esos torneos donde alcanzaba la
pelota, donde me empezaba a sentir un futbolista. Su creatividad,
su pasión, los diálogos que inventaba a partir de una escena de
partido y las metáforas que, el día anterior a mi participación en
Hablemos de Fútbol (este programa que hacía con Roberto Per-
fumo), me volvieron a emocionar en ese Boca-River que escuché
sentado, en soledad, en el jardín de mi casa. Sin embargo, esa no-
che en el programa de televisión, no me animé a decirle que me
cumplió el sueño de nombrarme en la formación de un equipo. El
sueño de gritar un gol mío.
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La formación
S
ólo un profesor, el de historia, inició el ciclo lectivo y pro-
puso una manera distinta de aprendizaje. Se sentó y, luego
de presentarse, nos contó cuál era el contenido del progra-
ma para todo el año. Dijo, también, que su táctica para lograr la
motivación del grupo era abrir el escenario para, al menos, discu-
tir la forma en la que se iba a dar la materia. Luego, entre todos,
elegimos un tema entre los que debíamos estudiar. Nos consultó
sobre nuestras ideas, nos generó un debate sobre los hechos, qui-
so que imagináramos los personajes de la época, que voláramos
para traer a los protagonistas a escena, que pensáramos los por
qué, las razones; y juntos elaboramos una clase atractiva para
entender lo sucedido. En un juego así, abierto, menos vertical y
no tan lineal, el proceso de formación le abre la puerta al pensa-
miento independiente. Uno se hace en el contexto en el que vive,
en las relaciones que se tienen. Porque en la escuela se hace lo
que el maestro dice –una tendencia camino a revertirse– y cinco
más cinco son diez porque sí, “porque lo digo yo”. Ni analicemos
cómo se llega a esa conclusión. Desde esa raíz, entonces, se pue-
de ensayar una idea de rebeldía en la vida, en el fútbol.
El futbolista hace, en general, lo que le dicen que tiene que
hacer. Así, sin más. Eso es algo que queda establecido, es una
estructura que parece inquebrantable desde que se juega en las
Juveniles. Tal vez, esa idealización que se tiene sobre el técnico,
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ese día: nos explicaba por qué y qué íbamos a hacer. Debatíamos
sobre los rivales y sobre nosotros como grupo, hablábamos de
táctica, hacía participar a todos los jugadores.
Un día le comenté que creía que debíamos jugar de una ma-
nera contra un equipo y él argumentaba que en su cabeza estaba
la idea de plantear el partido de otra forma. Entonces me llevó a
la sala de videos que teníamos al lado del vestuario para que le
explicara mi idea, que le mostrara lo que pensaba. Empezamos
a observar el video del rival y mi argumento se basaba en que el
volante central del adversario era el jugador eje, el hombre por
donde pasaba la generación del juego, así que sugerí que debía-
mos presionarlo con un jugador nuestro. Lo entendió y lo lle-
vamos a la práctica en el entrenamiento. El domingo ganamos
el partido. Emery me hizo sentir importante, me escuchaba, al
margen de las decisiones que tomara estaba abierto a lo que uno
imaginaba del partido. Eso pasó mucho menos con otros entrena-
dores, lamentablemente.
Gustavo Campagnuolo siempre me dice que el chileno Ma-
nuel Pellegrini, quien lo dirigió en San Lorenzo, basaba su traba-
jo en eso, en la comunicación, en el debate, en analizar un parti-
do entre todos. Lo mismo que hace el portugués José Mourinho,
por lo que me comentó un compañero que tuve en el Celta de
Vigo. Me contaba que en su etapa en el Porto, en Portugal, daba
espacio para que fueran los futbolistas los impusores de diferen-
tes ejercicios para, por ejemplo, mejorar la definición. Los deja-
ba solos, ellos armaban grupos de cinco y planteaban jugadas
siempre pensando en la idea colectiva y en la táctica. A los diez
minutos regresaba del vestuario y observaba la tarea realizada
por sus dirigidos. Si habían preparado diez jugadas, se hablaba
sobre eso y luego cinco se llevaban a la práctica. Ellos pensaban
que estaban bien porque era algo que habían creado, sintieron la
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(*) Enrique Pichón Riviere: psiquiatra argentino. Uno de los impulsores del
psicoanálisis en el país e impulsor de la Psicología Social.
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Ganar y perder
L
a aceptación de la derrota es lo que hace disfrutar más del
triunfo. En el fútbol, en la vida, no hay una persona en el
mundo que gane siempre ni alguien que pierda en todo. Una
vez fui a escuchar una charla de Sergio Cachito Vigil, el ex en-
trenador de Las Leonas (la Selección Argentina de hóckey sobre
césped femenino), que me quedó grabada, que me identificó en
esta línea de pensamiento. Cachito contaba sobre cómo en un día
se pierde y se gana a cada momento.
“Me levanté para ir al entrenamiento y noté que me desperté
cinco minutos más tarde de la hora habitual porque el despertador
no sonó. Entonces, agarré cinco minutos más tarde la barrera para
cruzar las vías del tren: ahí perdí. Luego, en la calle, el tránsito era
más lento, distinto, porque a esa hora los ingresos a Capital gene-
ran congestiones importantes. Volví a perder. Y cuando ingresé al
predio miré el reloj y me di cuenta de que ya no tenía tiempo para
tomar ese café de todas las mañanas. Entonces perdí otra vez.
Pero cuando ingresé al campo vino el preparador físico y me dio
un abrazo: ahí sentí que gané. El primer trabajo que organizamos
salió mal, perdí. El segundo también, pero ya el tercero fue es-
pectacular, salió todo perfecto, como para ponerlo en un video. Y
ahí sentí que gané otra vez”. Este fragmento de la exposición de
Vigil es algo que intento a diario, porque, en definitiva, la vida es
un juego donde se gana y se pierde.
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La creatividad
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i pude crear un cuadro tirando pintura, si pude aprender a
hablar inglés después de tenerle cierto rechazo por malas
experiencias en la escuela y de chico con profesores parti-
culares, ¿cómo no voy a poder eludir a un defensor? Si me decidí
a estudiar fotografía sacando algunas muy lindas fotos, ¿cómo
no voy a poder jugar de nueve? El segundo año de psicología so-
cial lo cursé en La Plata, cuando jugaba en Gimnasia. La misma
escuela propuso un curso de creatividad que se daría los lunes,
dos horas y media antes de que ingresáramos a la carrera. Así,
con otro compañero, decidimos anotarnos para saber de qué se
trataba: el tema sonaba interesante. Se enseñaba a resolver dife-
rentes problemas desde la imaginación. En ese taller se daban 12
técnicas para aplicar en distintas situaciones. Desde un inconve-
niente con el tránsito hasta imaginar cómo resolver la economía
del país.
El primer día del taller y como ejercicio de presentación el
profesor eligió algo que me pareció muy original. Cada uno de
los participantes debía anotar en un papel, comida preferida, lu-
gar elegido para ir de vacaciones, el color preferido, ídolos, hob-
bies, etcétera. No había que poner el nombre en el papel, después
se mezclaban y con todos los datos había que adivinar de quién
era cada uno. Fue muy divertido.
En otras de las tareas modelábamos nuestros propios cuerpos
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La prueba de inglés
E
n el avión, rumbo a Londres, viajé con quien iba a ser mi
compañero en el plantel del Fulham y, tal vez, mi socio
de emociones inmediatas en Inglaterra. Martín Herrera, el
arquero que, como yo, había pasado por Ferro en otro tiempo,
también había sido transferido a la Premier League. Cuando nos
miramos, en pleno vuelo, nos preguntamos lo mismo:
-¿Sabés algo del idioma?
-No, ¿y vos?
Tampoco.
Preparados para enfrentar la situación, esperamos ansiosos el
aterrizaje para comenzar la nueva vida con la idea de meternos
en la menor cantidad posible de problemas idiomáticos. Al me-
nos, hasta la llegada del profesor particular que nos pondría el
club para acelerar los tiempos de adaptación. Pero, como en ese
entonces el encargado estaba de vacaciones, debimos improvisar.
Con la colaboración, eso sí, de varios de los integrantes del plan-
tel al que nos sumamos.
La presencia de un portugués y un marroquí que hablaban
algo de español, ambos jugadores del equipo, facilitó nuestra
estadía mientras estábamos en el club, sobre todo al comienzo.
Pero el obstáculo, claro, se agigantaba cuando nos llevaban al
hotel donde estábamos alojados a la espera de una casa: nuestras
familias respectivas llegarían una vez que nosotros estuviésemos
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instalados definitivamente.
No bien volvimos del primer día de entrenamientos hasta
Wimbledon –donde estaba ubicado el hotel– nos bañamos y ba-
jamos juntos para la cena. Sin más que la ropa de gimnasia que
nos había dado el Fulham, vestidos con la indumentaria oficial,
llegamos hasta el restaurante con la idea de pedir –o al menos ha-
cernos entender- un plato de comida, lo más parecido a lo nues-
tro. Sin embargo, apenas caminamos hacia la mesa, la gente nos
empezó a mirar, y los empleados del hotel nos decían –en inglés
muy claro– que no.
Simplemente no.
Era lo único que entendíamos.
Entre las señas que nos hacían los mozos y el aspecto de todos
los que había alrededor, como asistentes a una fiesta, comprendi-
mos: no estábamos vestidos según las normas del establecimien-
to. El hambre nos empujó hasta la habitación, nos vistió correcta-
mente y nos devolvió a una mesa del restaurante del hotel, donde
el mozo nos trajo un menú.
Escrito… en inglés.
“Spanish, spanish”, les decíamos a los mozos, y ellos nos de-
cían “not spanish here”, no tenían menú en español ni nadie ha-
blaba en castellano. Así, la elección fue sencilla:
-Elijamos dos platos distintos, dos platos de los más caros,
porque suelen ser los mejores y ricos. En última instancia, si al-
guno de los dos falla, tenemos asegurada la cena con uno.
Cuando el mozo llegó con las porciones, con Martín nos mira-
mos sin saber realmente de qué se trataba. El color, la salsa, todo
era desconocido. Y nos alcanzó un bocado para darnos cuenta de
lo feo que era. Un pescado condimentado con sabor agridulce
que nos obligó, inevitablemente, a cruzar a una pizzería que es-
taba enfrente. Allí, cada plato era acompañado por una imagen:
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El rol de la prensa
S
i los goles que hice en Gimnasia y Esgrima La Plata no se
hubiesen reflejado en los medios de comunicación, mi pase
a Inglaterra habría sido más difícil, tal vez imposible. Es,
desde ese lugar, por donde se debe analizar la importancia que
tiene el periodismo y la relación ligada con la carrera del futbo-
lista. El poder, el peso que tiene en su publicación, es capaz de
modificar el rumbo de una trayectoria. Para bien o para mal.
Se debe aprender cuál es su rol, cómo funciona la prensa, qué
busca y qué hacer respecto a eso porque tan solo una declaración
puede cambiar un destino. Si se entiende ese juego, si se com-
prende la regla, el futbolista logrará la tranquilidad necesaria.
Cuando llegué al Fulham, en Inglaterra, el traductor que me
había puesto el club me presentó a tres personas encargadas del
departamento de prensa. La idea, una práctica habitual que se
lleva a cabo con cada futbolista incorporado al plantel, era expli-
car a través de una charla cómo se manejaba la atención con los
periodistas y cuál era el estilo de cada medio de comunicación.
Qué medio iría a buscar lo superficial –esas cuestiones ajenas a
lo deportivo y que hacen más a la vida privada-; cuál diría que
eras el mejor delantero del mundo si anotabas tres goles y el peor
si pasabas tres partidos sin meter la pelota dentro del arco; quién
sería más reflexivo en el análisis, con debates sobre lo futbolísti-
co; cuál buscaría una declaración para generar alguna polémica.
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“Facundo, el hombre
que piensa y hace pensar”
POR ARIEL SCHER
A
las 10 y 33 del miércoles 2 de julio del 2008, la puerta del
aula 10 de DeporTea recibió dos golpes suaves. Suaves
significaba que tenían una fuerza sesenta o setenta veces
menor que la que justo siete días antes le había impuesto Facun-
do Sava al derechazo con el que, en Córdoba y frente a Belgra-
no, había empezado a ubicar a Racing más cerca de la patria de
los alivios y más lejos del descenso. Con la memoria de aquel
derechazo y sin esperar respuesta a la señal de los dos golpes,
Facundo abrió esa puerta, pronunció “buen día” sin enfocar hacia
ninguna cara en especial y aguantó el viento de inhibición que
seguro le sopló en las mejillas porque, de golpe, treinta pares de
ojos jóvenes que nunca lo habían visto así de cerca se le clavaron
en su cuerpo de futbolista largo.
Sava era el personaje de la noticia en esas horas: el domingo
anterior había llorado delante de un estadio tras una tarde en la
que un pase suyo le permitió a Maxi Moralez hacer el gol de los
desahogos definitivos; el viernes siguiente sería, como él intuía,
marginado de Racing acaso porque su relación de afecto con los
compañeros y con la gente era demasiado incómoda para el en-
trenador de turno y para la dirigencia que, también, estaba de tur-
no. Los estudiantes de DeporTea se cachetearon su propia inhibi-
ción y lo consultaron por el equipo, por la tensión, por el futuro,
por su costumbre inagotable de hacer un gol atrás de otro. Cuatro
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De representantes
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a juventud, la falta de preparación para sentarse a una mesa
a negociar con un dirigente, la posibilidad de simplemente
jugar al fútbol y que otro se ocupe del resto, es lo que lleva
al mundo del representante. Una persona que, bien utilizada, trae
beneficios si el futbolista tiene claro cuál es su objetivo en la ca-
rrera y cuáles son sus limitaciones.
Creo en la especialidad de cada una de las profesiones. Por
eso entiendo que es útil si se es inteligente para saber que la deci-
sión final de cada movimiento (transferencia, contrato, préstamo)
debe estar en la cabeza del jugador. Eso ahorra un montón de
problemas que se presentan apenas se empieza a jugar al fútbol a
nivel profesional.
Cuando me llamaron de Ferro para firmar el primer contrato
yo no tenía representante. Había hecho mi aparición en Primera y
fui personalmente a hablar con los directivos con la idea de pedir
un sueldo intermedio, de acuerdo a las cifras que se manejaban
en el plantel. Pero cuando comenzó la charla casi no pude expo-
ner mis argumentos.
-Mirá, vos jugaste cinco partidos, nosotros te queremos hacer
contrato pero tampoco creemos que nos vamos a salvar con vos.
De esa reunión salí con lágrimas en los ojos.
-¿Cómo te fue? –me preguntó mi papá cuando llegué a casa.
-Me ofrecieron mínimo más viáticos, ¿no te animás a ir vos a
hablar en mi lugar?
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De cábalas y religiones
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i forma de ver y entender el mundo no da lugar a las
cábalas o rituales de vestuario que, para muchas perso-
nas, ofrece una cuota de fe ajena a lo que uno es capaz
de hacer dentro del campo de juego. En mi vida no estuve atra-
vesado por instituciones religiosas, concurrí a escuelas públicas
donde la religión no tenía lugar y tampoco en mi familia: mis
padres no son creyentes y me educaron con valores tales como la
alegría, el trabajo, el esfuerzo, la osadía, la autenticidad, el creci-
miento, la creatividad, las ganas de vivir, la libertad, la vitalidad,
el deseo y, sobre todo, el amor.
Me enseñaron que todo lo que yo podía lograr iba a depen-
der de mí. Este sentimiento y pensamiento lo confirmo día a día,
siento que el más allá arruina el más acá, la construcción de un
ideal tiene como consecuencia directa disminuir el valor de la
realidad. Así, encontrarse con uno mismo, no vivir en inferio-
ridad, inventar un estilo propio de vida, darse autovaloración,
requiere una superación del padre protector y todopoderoso. No
soy creyente. Las cosas son, existen. Percibo muchos misterios
que no se resuelven, como dicen, por la sola existencia de un ser
superior. Pretender conocer lo que es, por definición, inabordable
para el conocimiento, es una actitud para mí ignorante. Soy muy
respetuoso de los creyentes y convivo con la diferencia, respetar
no quiere decir que uno no afirme su visión sino que cada uno
pueda decir la suya.
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La libertad, condicionada
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l sentido de la palabra es la que nos da un indicio. La con-
centración –entre otros significados que se encuentran en
el diccionario tiene relación con el aislamiento, la aglutina-
ción, la reclusión- es, de alguna manera, el encierro en vez de la
apertura, del vuelo, del juego, la creación. Es, en definitiva, ese
contenido dictatorial que desnuda el significado.
¿Por qué se concentra?
¿Para qué?
¿Alguien sabe realmente cuál es la importancia de que un
plantel se quede una o dos noches alojado en un hotel a la espera
de un partido?
El futbolista no se plantea esta pregunta, sólo se apega a esa
regla establecida por el entrenador o los dirigentes. En 1993,
cuando empecé a jugar al fútbol profesional en Ferro, Carlos
Griguol, el entrenador, no respetaba esa norma ya instalada en la
Argentina. El plantel no se concentraba, había una libertad para
que cada jugador decidiese qué tenía que hacer el día anterior,
cada integrante era responsable de la decisión que se tomaba en
la previa. Nos juntábamos cuatro horas antes del partido en el
anexo del club a un costado de las vías del tren de la estación de
Caballito para el almuerzo, y luego nos cruzábamos a la sede,
donde teníamos la charla técnica un rato antes de jugar.
Hasta que una vez al entrenador le llegó el comentario de que
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toda esta estructura que se debe modificar. Si el que toma las de-
cisiones adentro de la cancha es el que juega, ¿por qué no puede
tomar las decisiones afuera, como la de concentrar o no?
Cuando el que no cumpla con ese cuidado –previa enseñanza
de los qué y por qué- no se pueda mover dentro de la cancha,
al otro día no saldrá más. Con mis compañeros intercambiamos
ideas respecto a este tema y es bueno poder debatirlo. Cuando
sea entrenador no voy a llamar a las diez de la noche a la casa
de cada futbolista a ver qué hace, no es el remedio. Esto es parte
del entrenamiento, de las libertades que se deben necesariamente
tener para luego resolver desde la imaginación, sin restringir el
vuelo, la creación. Si un técnico dice “vamos a concentrar”, el
grupo contesta “listo”. Si cambia y opta por no hacerlo, la res-
puesta es la misma, “dale”. Lo fundamental es entender, de una
vez, para qué sirve, por qué se hace. ¿Por qué no romper con
esta norma establecida? Nadie dice nada, pero muchos pensamos
que es innecesario estar acá, todos juntos, mirándonos la cara, la
tensión, los nervios. ¿Para qué?
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La institución
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l funcionamiento de un equipo dentro del campo de juego
refleja la idea y el camino que esa institución elige. Para
recibirme de psicólogo social, en quinto año tuvimos que
hacer una tesis con otros dos compañeros y elegimos hacerlo con
la Séptima División de un club de Primera. Pudimos ver muy
claramente lo que la institución pretendía, la identidad a buscar,
cómo era el proyecto. Realizamos entrevistas con los chicos, en-
trenadores, coordinadores, médicos; estudiamos la historia del
club, observamos partidos, entrenamientos. Una de las preguntas
que realizamos a los chicos fue: “¿Cuál es el objetivo principal
del grupo?”. En esa búsqueda, de los 25 encuestados uno nos dijo
que el objetivo era salir campeón, porque era lo mejor que les
iba a pasar en el corto tiempo; otro ganar el próximo partido; un
tercero terminar lo más arriba posible en la tabla; el cuarto poder
ser titular en su categoría, porque a eso apuntaba; y un quinto
crecer como futbolistas. Cuatro jugadores coincidieron: lo más
importante para ellos era mejorar día a día como equipo. Evi-
dentemente el objetivo no estaba claro, y es por donde hay que
arrancar. Con la ayuda de más datos, nos dimos cuenta de que a
nivel de entrenadores y dirigentes pasaban cosas parecidas.
Esta información nos llevó a la conclusión de que allí había
una gran confusión a nivel institucional. Para llegar bien al fondo
de este tema hay que hacer un análisis profundo. En distintos
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Rol, liderazgo, grupo
y psicología social
C
uando empecé a jugar en las divisiones juveniles allá por
1987, casi no se hablaba del psicólogo social en el fútbol,
no entraba esa función en el circuito de la pelota porque se
lo consideraba ajeno. En cambio, en la actualidad es más natural
observar que algunos clubes de Primera cuentan con equipos de
trabajo en los que estos profesionales forman parte importante y,
en otros, al menos un psicólogo deportivo para cubrir un espacio
antes nunca ocupado. La iniciativa, entonces, va lentamente en
camino a instalarse, para que en todos los clubes su presencia
pase a ser parte fundamental de la estructura institucional. Si bien
se da con buena asistencia en las juveniles de esta era, todavía
es muy difícil implementarlo en los primeros equipos. ¿Por qué
pasa esto? Entiendo que el desconocimiento, o el miedo a lo des-
conocido, es el principal obstáculo. Aunque, también, porque di-
rigentes y entrenadores pretenden tener el control de cada área, y
no permiten delegar funciones a especialistas en cada materia, lo
que nos retrotrae a lo que Pichón Riviere hablaba en 1966 sobre
los defectos de la comunicación, la resistencia a las responsabi-
lidades, la ambigüedad, las órdenes contradictorias. Esto hace a
un fútbol inseguro, de rendimiento irregular, donde el jugador
sufre las anomalías de la directriz. El futbolista tiene que sentir-
se protagonista; debe, necesariamente, saber que el espacio que
ocupa es un lugar de creación, de aprendizaje, de crecimiento,
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fícil ser feliz. Si la pregunta es: ¿qué equipos siento que logran
jugar bien al fútbol en el mundo? La respuesta me llevará, desde
diferentes lugares, a una misma conclusión. En la Argentina no
es casualidad o efecto del azar que Boca, hasta hace un tiempo,
haya ganado 16 títulos entre nacionales e internacionales jugan-
do, siempre, en un alto nivel de competencia. Se tiene una es-
tructura, un esqueleto que se compone con futbolistas que tienen
una continuidad en el tiempo y que, en el recambio generacional
que se da por naturaleza y por las transferencias al Exterior, ter-
minan siendo el ejemplo, el modelo a seguir para los chicos que
llegan al plantel de profesionales desde la cantera. ¿Por qué en
Inglaterra lo es el Manchester United? Conserva a jugadores que
llevan 20 años en el club, que conocen esa idea desde su forma-
ción como juveniles y un entrenador que hace 22 años se sostiene
como cabeza de una idea. ¿Por qué en España lo es el Barcelona?
Nunca renuncia a su filosofía de juego, de asumir el riesgo en
cada ataque, de ir hasta el arco de enfrente con una idea en el
bolsillo de cada futbolista, de disfrutar de una buena jugada, de
gritar un gol. Desde el holandés Johan Cruyff hasta ahora existe
una ideología que no ofreció fisuras y que sigue siendo respetada
con chicos que se alimentan de ese ambiente, de esa línea defini-
da, desde que son jóvenes. Así, implementarlo en la Primera no
es un salto grande.
En 15 años que llevo de carrera debo decir que los mejores
años los pasé en Ferro -sobre todo el cuarto, quinto y sexto-, en
Gimnasia La Plata, las dos temporadas que estuve en Racing, y
el año que pasé en el Lorca de España. En el primero, donde hice
las divisiones juveniles, debuté en la Primera y conocí a cuatro
de mis diez mejores amigos. En la segunda institución, cuando
llegué para la firma del contrato, me regalaron un compacto con
la historia del club y un libro de poesías y cuentos relaciona-
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de juveniles –el Piojo López compró 100 para que pudieran en-
trenarse-…
Es en esos momentos donde, más que nunca, deben asomar
los roles de liderazgo para la contención, para proponer la charla,
para decirnos lo que nos pasa, para mirarnos a la cara, algo que,
entiendo, es fundamental. En Lorca, equipo de la Segunda de Es-
paña, por ejemplo, al ser un vestuario pequeño nos cambiábamos
uno al lado del otro y eso, el espacio físico, colaboró para alcan-
zar la buena relación que se tuvo a partir de la llegada de Emery
como entrenador. Siempre estuvo abierto a que dijéramos lo que
pensábamos, a comunicarnos, a plantear ideas. La resultante fue
un conjunto que jugó un fútbol ofensivo, de goles, de toques, que
queda en mi recuerdo como uno de los mejores que integré.
Ser líder es enseñar, aprender, educar, pensar en el otro, inte-
grar, querer cambiar la realidad cuando ves que la idea está difu-
sa. Roberto Ayala, Oscar Garré, Carlos Griguol, Unai Emery, Ed-
win Van Der Sar, Pichón Reviere, mi familia, mi psicólogo, mis
padres y amigos, de todos aprendí lo que significa y representa.
Porque en un plantel siempre aparecen las figuras del democrá-
tico al saboteador, los distintos rasgos de liderazgo positivo y
negativo, pero es responsabilidad de todos hacerse cargo del por
qué pasa lo que nos pasa. Sin diálogo no hay consciencia, como
decía Sócrates. En la comunicación, está la llave.
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El juego después del juego
N
adie en la vida es capaz de crecer solo. Hasta cuando se
lee un libro se aprende con otro, porque se está en contac-
to con los personajes, con la historia, con el escritor... Y
aunque el sistema perverso que tenemos lleve a escapar del traba-
jo en equipo, arrastre al individualismo, se necesita estar abierto
para no caer en ese callejón que, al final del camino, no encuentra
una salida. Porque, se sabe, para los que quieren tener el poder de
todo es más simple manipular a uno que a un equipo.
El futbolista debe estar preparado. Durante esos años de luces,
sombras, goles, derrotas y triunfos debemos estudiar una carrera,
aprender una profesión, algo que nos guste más allá del fútbol,
para jugar después de jugar. En definitiva, prepararse para el día
después, que puede ser a los 18 años como les pasa a muchos
juveniles. El ejemplo son cuatro de mis mejores amigos: dos de
ellos -Hernán López y Carlos Cura Masino- apenas llegaron a
jugar un partido en la Primera, uno en Ferro y otro en Huracán, y
tuvieron que salir a buscar trabajo. Y Juan Sala y Sebastián Sofía
no alcanzaron el objetivo de jugar en la categoría superior porque
los dejaron libre en la Cuarta División de Ferro.
El día después puede darse un poco más tarde si se te cruza
un imponderable como a Luis Zubeldía a los 23 años o el juvenil
Marcelo Bravo, que actuaba en Vélez y le detectaron un proble-
ma cardíaco; o, finalmente, a la edad en que uno decida retirarse.
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un duelo que se debe hacer a tiempo. Hace diez años que hago
terapia y en este último comencé a trabajar sobre la despedida,
porque sé que uno está cerca del final de esta carrera tan her-
mosa que estoy realizando. Entonces intento disfrutar más cada
pequeño instante, como el de ir a una pretemporada, los entrena-
mientos, los partidos, los hijos, la esposa, los amigos, y emocio-
narme y llorar cuando lo siento. Todo gracias a estos diez años
de esfuerzo en los que invertí tiempo, dinero, trabajo y ganas de
generar un cambio que me hace una persona distinta a la que era
a los 25 años.
Aunque siento que me queda un tiempo más de juego, en la
última pretemporada con Quilmes se me cayó alguna lágrima
porque sé que hay cosas que no me van a volver a pasar. El duelo
lo voy haciendo de a poco.
Es necesario que el futbolista entienda que hay que ir prepa-
rándose para saber qué hacer el día después. ¿Qué pasa con los
chicos de 17, 20, 25 años que se quedan sin nada porque apuestan
todo a ser profesionales? ¿Terminaron la secundaria? ¿De qué
van a vivir? ¿De qué van a trabajar? ¿Qué otra cosa saben hacer?
Y a los que mejor les fue y pueden vivir de alguna renta les pasa
lo mismo. ¿Qué van a hacer? ¿Qué actividad van a tener en tanto
tiempo libre? ¿Qué hicieron durante su carrera para afrontar este
momento? ¿Hicieron cursos? ¿Se prepararon? ¿Anotaron los tra-
bajos de todos sus entrenadores por si les toca asumir la conduc-
ción de un plantel? ¿Estudiaron inglés, computación? ¿Hicieron
un curso de Word, al menos para saber escribir? ¿Y de mecano-
grafía? ¿Y un curso de cocina, de carpintería, de electricidad?
¿Saben alguna profesión?
La gran parte no se prepara; la mayoría no tiene siquiera la se-
cundaria terminada. ¿Y a qué aspiran? Esto tienen que plantearse
desde un comienzo, desde las juveniles, desde la familia, desde
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las escuelas, desde los entrenadores, desde los padres, desde los
maestros. Los más grandes somos los responsables de educar a
los más chicos.
La mayoría piensa que, si deja, algo va a encontrar, que ya
verá, que tiene un amigo que lo puede ayudar, que el padre lo
puede ayudar porque tiene un negocio… Así se depende de otro,
y la idea es que se dependa de uno mismo. Sin nada que hacer
se deprime, la panza le crece y ya no es lo mismo. Ese teléfono
no suena, es el abandono. ¿Qué hacer con los ahorros? ¿Y si los
ahorros no existen? ¿Qué es la vida sin proyectos? ¿Qué es la
vida si no se juega a algo? Cuando el fútbol deja de ser parte la
vida pasa a un costado, se va.
Estudiar algo, prepararse para algún oficio, relacionarse con
otro tipo de personas de distintas edades y sexos, es parte del
juego del fútbol. Eso da tranquilidad, un respaldo para saber que
hay otra vida por si esta no va o se termina, abre la cabeza. A mí
me dio tranquilidad saber que yo estaba listo para ejercer otra
actividad. El entrenador, por más que en algún caso no le interese
el tema, da libertades para que un jugador pueda avanzar en su
desarrollo. Si el futbolista está concentrado y tiene que ir a rendir
una materia de su estudio ni hace falta pedir permiso. Es necesa-
rio tener iniciativa, mirarse hacia adentro para saber lo que puede
gustar. Porque a la vuelta de la esquina todo puede ser oscuro si
no se tiene vocación para otra cosa. Entonces llega la depresión,
las personas medicadas, el suicidio. No se puede estar quieto,
es prioridad estar en movimiento, es prioridad crear, conocerse,
crecer.
¿Cuánto tiempo se puede estar en la playa tomando sol?
¿Si se nubla?
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El entrenador
E
n los cuadernos que todavía conservo desde que empecé
a jugar en Primera tengo anotados distintos tipos de ejer-
cicios, charlas de técnicos, videos que hemos visto, esque-
mas tácticos, pretemporadas, comentarios de compañeros, juegos
hechos en el campo, estilos de conducción de todos los entrena-
dores que me dirigieron a la largo de mi carrera y todo lo que
yo creía que era importante. Una idea que fue impulsada, sobre
todo, en tiempos de Miguel Micó en juveniles y Carlos Griguol
en la Primera de Ferro. Ambos técnicos nos aconsejaban que era
importante registrar lo que considerábamos útil porque, cuando
la carrera del jugador profesional se terminara, iba a resultar un
elemento más en caso de algún día elegir estar sentado con el
buzo de entrenador.
Esa propuesta es algo que adopté desde los 19 años y que im-
plementé en todos los planteles que integré tanto en la Argentina
como en Inglaterra y España. Siempre tengo un cuaderno a mano
en el auto y otro en la mesita de luz para volcar las ideas en el
momento porque, se sabe, si no se guardan a tiempo probable-
mente se vuelen. Y ni hablar de los trabajos de campo. Esa es una
base de conocimientos que pienso utilizar adaptándolo a mi idea
de ver y entender el fútbol. Porque la función del entrenador no
solamente se reduce a lo que un equipo sea capaz de mostrar en
90 minutos.
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debe tener buen manejo de balón, saber jugar muy bien con am-
bas piernas, convertirse en el líbero cuando se está con pelota do-
minada. Se tiene que mostrar para pedirla, para hacerla circular
entre los defensores, debe ordenar a los defensores y asumir el
protagonismo para ser el último hombre. No sirve si solamente
se limita a poner las manos cuando llega el remate del rival. He
visto durante dos años entrenar a Van Der Sar, y trabajaba todos
los días y hacía trabajos para perfeccionar su pegada tanto dentro
como fuera del área, simulando situaciones de juego.
La propuesta del Barcelona de Josep Guardiola, la idea ofen-
siva de Marcelo Bielsa, el estilo definido del Manchester United,
son modelos con los que me siento identificado, al margen de
que cada uno le ponga un sello propio. Por ejemplo, Barcelona
arranca jugando 4-3-3, el Manchester con 4-4-2 y Bielsa, con un
3-3-1-3. Esto puede variar en algunos partidos, pero estos tres
equipos comparten la idea de juego de buscar el arco del rival
desde el primer hasta el último minuto. Todos los equipos que
en todas las ligas se mantienen arriba en las posiciones durante
años son aquellos que juegan con esta idea de fútbol. Hay algu-
nos ejemplos que dicen que también se pueden obtener buenos
resultados jugando al contraataque, como Grecia en la Eurocopa
de 2004, pero esto es difícil de sostener en el tiempo. Más allá de
que cada uno tenga una materia prima distinta para implementar
la idea. Porque la técnica tiene que ver también con la confianza.
Si uno está bien la pide, la juega, crea, lo hace mejor que si no
está convencido o seducido por la intención de juego.
“Desde el primer día que un entrenador se hace cargo del gru-
po hay que trabajar pensando en el modelo de juego. Siendo el
factor táctico quien haga aparecer por arrastre el resto de los fac-
tores (físico, técnico, psicológico, estratégico) consiguiendo de
esta forma una especificidad en todos los aspectos subordinada a
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Enseñanzas
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hacia la Primera.
Carlos Griguol: el viejo… pensar en él me emociona, me
hizo debutar en Primera, me apoyó con el estudio. Cuando me
quería comprar un coche me aconsejó comprar un departamento
y como conocía a gente del rubro inmobiliario permitió que lo
pudiera pagar en cuatro años y no en dos y medio como había que
hacerlo. Mi segundo papá.
Rodolfo Motta: es lindo que te den confianza desde el primer
día, gracias.
Oscar Garré y Cacho Saccardi: “Nos llamó Bilardo porque
te quiere llevar a Boca, le dimos para adelante, seguí jugando
así”.
Héctor Veira: belleza.
Carlos Bilardo: “Cuando el lateral derecho ataca por su sec-
tor pasa a ser mediocampista derecho y cuando llega al fondo y
tira el centro es delantero derecho. El futbolista moderno tiene
que conocer algo de todos los puestos”. Cuanto aprendí.
Gregorio Pérez: “Me ayudás a que salga bien este trabajo de
definición”. “Colo, hoy vas a jugar de 9”.
Carlos Ramaccioti: “Elijan los equipos”. Qué buenas compe-
tencias hacíamos.
Jean Tigana: todos los trabajos, desde la entrada en calor,
con la pelota. ¡Qué alegría!
Chris Coleman: todos los entrenamientos a dos toques.
Fernando Vázquez: logramos el objetivo de ascender con el
Celta de Vigo, no el de jugar bien. Qué importante es saber de-
legar.
Unay Emeri: nuevas formas de trabajo, de juego, de coordinar
un grupo, gracias.
Mostaza Merlo: me ayudó mucho en un momento difícil.
Anécdotas, alegría, lo hablado en un vestuario queda ahí.
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El tren de Titta
S
i tenés entre 18 y 22 años y alguna vez jugaste un partido
en Primera no pierdas esta oportunidad. Presentate el lunes
18 de julio a las 9 en el campo de entrenamientos del club
Defensores del Charco, el viejo Osvaldo hará en persona la selec-
ción de futbolistas. Acercate, el tren pasa solo una vez…
Cuando despertó, el negro Titta no supo –como suele pasar
después de esas siestas profundas– dónde estaba, si era un día
laboral, qué hora era y por qué nunca sonó el despertador. Se
preguntó, también, si aquella inscripción de la convocatoria de
jugadores era cierta o simplemente un sueño dentro de un sueño,
en el que un pelotazo le dio justo ahí, donde más les duele a los
hombres. Puso un pie en la alfombra, levantó sus brazos, se colo-
có en posición de cuclillas y abrió la boca grande, como en aque-
lla irrepetible imagen de televisión que muestra su único gol en el
fútbol. Se quedó un rato, un par de minutos, sentado en la cama
con la mirada perdida, con ojos que no ven pero que se depositan
en un punto definido. La foto, esa que tiene pegada en la pared,
es un registro imborrable aunque el papel del diario empiece a
ponerse amarillo y con orejas, como esos sándwiches de miga
que quedan para los demorados de la fiesta de cumpleaños.
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Bibliografía
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Indice
Prólogo I
Por Víctor Hugo Morales 9
Prólogo II
Por Marcelo Roffé 11
La carrera 15
El rito de un domingo cualquiera 17
La formación 21
Ganar y perder 29
La creatividad 35
La prueba de inglés 39
El rol de la prensa 45
“Facundo, el hombre que piensa y hace pensar”
Por Ariel Scher 49
De representantes 53
De cábalas y religiones 55
La libertad, condicionada 59
La institución 65
Rol, liderazgo, grupo y psicología social 69
El juego después del juego 79
El entrenador 85
El tren de Titta 97
Primera impresión abril de 2010
FACUNDO
SAVA
FACUNDO
SAVA
EDICIONES AL ARCO
Marcelo Máximo Facundo Sava
Edición general
Nació el 7 de marzo
Nació el 3 de Los colores del fútbol de 1974 en Morón,
septiembre de 1976 provincia de Buenos
Facundo ha tenido una experiencia de vida poco frecuente:
en Capital Federal. Se cumplió el sueño que tenemos muchos de nosotros de Aires. Se recibió de
recibió de bachiller con transformarse en jugador profesional, convertir más de cien psicólogo social en
FACUNDO SAVA
2003 ganó el premio historias. No es un libro de sermones. Es un libro cargado de
Inglaterra, Lorca y
buenas ideas.
Estímulo al periodismo Celta de España,
joven que entrega Por eso, amigo lector, permítame invitarlo humildemente a esta Racing Club de
anualmente la escuela gratísima compañía. No va a sentirse defraudado. Avellaneda, Arsenal
de periodismo TEA y y Quilmes. A fines de
Eduardo Sacheri
DeporTEA, por su tarea 2008 se recibió de
en medios gráficos. entrenador.