El Miedo
El Miedo
El Miedo
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Anatomía del miedo. José Antonio Marina.
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temeridad. La historia del miedo es también la de su culpabilización en
contextos culturales que valoran prioritariamente la valentía.
“Descartes asimila el miedo a un exceso de cobardía: Escribió: “la
cobardía es contraria a la valentía, como el temor o espanto lo son a la
intrepidez”. Además la fórmula de Virgile, “el miedo es la evidencia de un
nacimiento bajo”, (La Envida, 4, 3). Montaigne, en el siglo XVI, y la Bruyère en
el siglo XVII, atribuyen a los pobres, una propensión a la cobardía. ” 2
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íntima de expresión. Todos los temores contienen cierto grado de aprensión
con respecto a esta, lo que nos conduce a una sofisticación continua de los
procedimientos de protección. El ser humano anticipa su muerte mucho más
que el resto de los animales, y es por ello que vivimos en lucha, dicen los
biólogos, en lucha por la vida.
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a) registro de una amenaza, b) reacción de miedo, y c) la respuesta interior a
esa reacción de miedo.
La respuesta interior al miedo es de gran importancia, porque según sea
su calidad actuará atenuando o agravando el miedo original.
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“Cuando la amígdala se activa se desencadena la sensación de miedo y
ansiedad, y su respuesta puede ser la
huida, el enfrentamiento o la paralización.
La sensación de miedo está mediada por la
actuación de la hormona antidiurética (o
“vasopresina”) en la amígdala cerebral y
que la del afecto lo está a la de la hormona
oxitocina, también en la amígdala. Es
interesante señalar que el miedo al daño
físico provoca la misma reacción que el
temor a un dolor psíquico. Se han realizado
experimentos con animales en los que la
extirpación de la amígdala parece eliminar el miedo, pero tal cosa no sucede en
humanos (que a lo sumo, cambian su personalidad y se hacen más calmados),
en los que el mecanismo del miedo y la agresividad es más complejo e
interactúa con la corteza cerebral y otras partes del sistema límbico” . 4
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http://hablemosdemisterio.com/curiosidades/el-miedo-por-profesor-josep-salvans/
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Pues bien, una vez que el peligro ha sido detectado, se alerta el sistema
simpático. El hipotálamo advierte a la hipófisis y ésta ordena la producción de
dos hormonas (dos mensajeros), la adrenalina y la noradrenalina, que pone en
marcha el organismo.
Jose Antonio Marina, en su libro Anatomia del miedo, nos habla además,
en base a investigaciones como la de Joseph LeDoux, que parte de nuestra
memoria de los miedos es indeleble. Se conserva en la amígdala y no se borra
con el tiempo. Esto puede resultar muy útil, porque conviene que las
situaciones de peligro real se aprendan para siempre. Pero tiene un efecto
desastroso, a saber, que la información recogida puede ser falsa o inadecuada
cuando el ambiente cambia, y podemos convertirnos en rehenes perpetuos de
esos miedos sin huella consciente.
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Solemos sentir miedo por algún motivo y, a continuación del miedo, podemos
experimentar vergüenza, humillación, rabia, impotencia, etc., por tener miedo.
Es decir, siempre tenemos una doble reacción, una reacción en cadena.
El miedo es un fenómeno en el que se da una causalidad circular que
nos resulta difícil comprender, porque estamos habituados a un pensamiento
lineal y tendemos a pensar que detrás de la causa viene el efecto. Pero aquí
nos encontramos con unas influencias recíprocas, y el efecto se convierte en
causa o al revés.
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acompaña a este sentimiento. Por muy diferentes que sean, nuestros miedos
comparten este esquema común, y un argumento compartido. Todas estas
características (desagrado, inquietud, alerta, sesgo de la atención, tensión,
molestias somáticas) configuran un factor afectivo que es compartido por el
miedo y por la ansiedad. Podemos sentir miedo de casi todo, y este sentir nos
lleva a las relaciones, los sentimientos, las situaciones, la integridad, el Yo,
porque aunque el miedo es una emoción individual es también una emoción
contagiosa, o sea, social.
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algunos, a pesar de contar con ellos, no los enfrentan. Esta denominación es
falsa. Todos los seres humanos disponemos de diferentes instrumentos para
enfrentarnos a amenazas y estamos sometidos a la misma ley psicológica: si la
amenaza supera a los recursos, surgirá el miedo.
Todos los humanos, en todas las culturas, la sienten y, además, la
expresan de la misma manera. El gesto de terror es omnipresente, y
comprensible sin aprendizaje previo, en todo tiempo y latitud. Además, hay
desencadenantes innatos del miedo, como hemos visto. Temores que afectan a
la humanidad entera. Venimos preprogramados para sentirlos.
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Parece, pues, confirmarse la existencia de una predisposición genética
hacia la afectividad negativa, que hace al sujeto más vulnerable a los estímulos
negativos, pero conviene desmitificar la acción de los genes. No determinan
comportamientos complejos. No hay un gen de la inteligencia, ni de la envidia,
ni de la propensión a cenar fuera de casa. Un gen determina la producción de
una proteína. Eso es todo. La influencia sobre la vulnerabilidad a la ansiedad y
al miedo, en parte, tiene que ver con la producción, transporte y metabolizacion
de la serotonina, un importante neurotransmisor. Y por otra parte, se trata de
adquisiciones provenientes de la propia experiencia, del aprendizaje, en
especial del modo en que el niño aprende a regular sus emociones. Una de las
principales tareas de los padres durante la primera infancia es acompañar para
que el niño pueda soportar tensiones cada vez más intensas, que sepa regular
sus propias emociones.
Los miedos se aprenden como las demás cosas, por experiencia directa,
por imitación, y por transmisión de información. El círculo de los miedos se
puede ampliar al relacionarse un objeto con un estímulo incondicionado. El
dolor es un estímulo incondicionado del miedo, y por ello todo lo que se
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relacione con un dolor, sea de modo real o simbólico, puede adquirir esa misma
capacidad de suscitar temor. Cuatro tipos de aprendizajes son comúnmente
admitidos:
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1. Los sucesos traumáticos: un accidente, una violación, una separación
dolorosa, un fracaso amoroso.
2. Sucesos de la vida penosos y repetidos: sufrir pequeños traumas de
manera regular, humillaciones, agresiones, sin posibilidad de control o
defensa, que erosionan los recursos de una persona.
3. Aprendizaje social, por imitación de modelos.
4. La asimilación de mensajes alarmantes. Puede inducirse el miedo por la
repetición de mensajes alarmantes. Una educación que insiste
demasiado en los peligros de cualquier situación puede llevar al miedo.
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áreas: eróticas (miedo a fracasar en la relación sexual), corporal (miedo a
enfermar), social (miedo a hacer el ridículo).
La creencia en la imprevisibilidad del mundo, la convicción de no poder
controlar los sucesos y la inseguridad básica son tres factores que determinan
la afectividad negativa, que produce una amplia red de sentimientos. La
desconfianza, por ejemplo, es el miedo a que los demás no sean de fiar. Los
celos son el miedo a que una persona importante para mí prefiera a un rival. La
impotencia, que es la conciencia de no ser capaz.
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aparición del miedo es demasiado fuerte, sin flexibilidad. Además, no está
modulado y se convierte con facilidad en pánico. El sistema defensivo del miedo
se convierte en tóxico.
La ansiedad es un síntoma, pero no podemos pasar por alto que con ella,
se dan factores altamente adaptativos. Las curvas de rendimiento físico o
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mental siempre hacen coincidir el máximo rendimiento con un cierto nivel de
ansiedad. Por debajo de ese nivel de ansiedad, el nivel de alerta, la
concentración y los reflejos son menores. Y por encima de ese mismo nivel de
ansiedad, el rendimiento decrece. Por ejemplo, en un examen, la ansiedad afina
la atención y la memoria, hace relacionar mejor los conceptos...etc y en una
prueba de atletismo la ansiedad pone a punto una necesaria tensión muscular y
nerviosa. Es frecuente ver a los atletas antes de una prueba haciendo gestos
para activarse, a veces se pegan en la cara, respiran fuerte, se dan golpes en
las piernas...
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desencadenante no justifica la intensidad del sentimiento, se presenta con
demasiada frecuencia, se mantiene durante mucho tiempo, y disminuye la
capacidad de una persona para vivir y para enfrentarse a la situación.
Estos miedos pueden alterar la vida del sujeto, «corromper» su relación
con la realidad, con la familia, en el trabajo, poner en funcionamiento
mecanismos de defensa que le apartan de la realidad y que acaban cronificando
y aumentando su dolencia. Los miedos patológicos tienen sus propias metásta-
sis y pueden adueñarse de la vida entera del paciente.
La psiquiatría suele estudiar y tratar seis tipos de miedo: trastorno de
pánico, fobias específicas (animales, sangre, agorafobia, etc.), fobias sociales,
estrés postraumático, trastornos obsesivos compulsivos, angustia (trastorno de
ansiedad generalizada).
FENOMENOLOGÍA DE LA ANGUSTIA
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preparado para actuar, pero no actúa, porque el sujeto se enroca en la
angustia, en la inacción, en la rumia, en los planes sin conclusión, y lo más que
hace es realizar los comportamientos que alivian esa ansiedad.
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expresados. Conforme la memoria se va llenando de contenidos, la acción de
los sentimientos originarios puede hacerse más poderosa y constante. Las
personas angustiosas, poseen un elaborado almacén de memoria para
responder a las cuestiones catastróficas. Parece que la fuente de nuestras
ocurrencias es la memoria y su fértil capacidad combinatoria, encendida y
orientada por un determinado sentimiento. El odio produce muchas ocurrencias
vengativas. Los celos son de imaginación fértil. Al amor se le ocurren muchas
ideas amables. Hay algunas creencias que favorecen los pensamientos
angustiosos:
Responsabilidad exacerbada. El angustiado, con frecuencia, se siente
responsable de todo lo malo que puede suceder, y considera una
irresponsabilidad culpable no estar pendiente de todas las posibles causas
de desdicha.
Perfeccionismo. Todo lo relacionado con la evitación de los peligros debe
hacerse con gran perfección, sin dejar nada al azar. Antes de tomar una
decisión, el angustiado tiene que ver todas las posibilidades. Esto acarrea
una especial lentitud en la toma de decisiones, una escasa eficacia en el
enfrentamiento con los problemas. Además, la interferencia de los
pensamientos angustiosos, el cansancio de la hipervigilancia, en muchos
casos la falta de sueño, disminuyen la capacidad del sujeto.
La creencia en la propia impotencia. La situación anterior favorece la
implantación o el mantenimiento de los pensamientos angustiosos. Se pro-
duce un círculo que se retroalimenta. Las múltiples relaciones entre la baja
autoestima y la angustia procederían de esta creencia. «Lo que mejor
caracteriza el verdadero dolor del carácter angustioso, y que más hace
sufrir a los que lo tienen, es la profunda falta de confianza en sí mismo».
La creencia en la incontrolabilidady en la imprevisibilidadde los
acontecimientos. Las personas angustiadas tienen una pobre tolerancia a la
incertidumbre o a la ambigüedad. Necesitan tener en el exterior una
seguridad de la que carecen en el interior.
GESTALT Y LA ANGUSTIA
Otra característica importante del ser humano es que somos, tal vez, los
únicos seres vivientes que sabemos de forma consciente que vamos a morir.
Lidiar con ese conocimiento no puede dejarnos relajados, sino ansiosos. El
miedo a la muerte no elaborado puede estar debajo de los trastornos de
ansiedad. Por esta razón podemos considerar a estos trastornos los trastornos
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humanos por excelencia. De esta percepción finita de la propia vida, y con el
objetivo de mitigar esa ansiedad, tratar de reforzar el yo como instancia
psíquica, el self, la asunción gradual de la responsabilidad por la propia vida,
que genera un sentimiento de seguridad y control
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Según la “Terapia Gestalt: excitación y crecimiento de la personalidad humana” el darse
cuenta esta caracterizado por el contacto, la sensación, la excitación y la formación de gestalts.
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La angustia ocupa un lugar de gran importancia en la constitución y
proceso de la personalidad. “La personalidad es una estructura psicológica, una
gestalt en continua formación y desarrollo, que se cierra en un momento y se
abre en el siguiente, que está en relación con el pasado y el futuro, y que se
expresa en el presente en función de unas características espacio-temporales, y
unos componentes psico-biosociales que la configuran, por ser la expresión más
profunda de la persona en su actuar e interaccionar con el mundo y consigo
misma”.6
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MARTIN, ANGELES (2006): “Manual Práctico de psicoterapia gestalt”, Ed. Desclée de Brouwer,
Bilbao, 2006, página 133.
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Las angustias influyen en el sistema sensoperceptivo de la persona, en la
manera de integrar la figura que insiste por conformarse a través del fondo. El
angustiado atiende al fondo en vez de a la figura. Atribuye la amenaza al
contexto y no al objeto. En el espacio de contacto del ser humano con la
realidad, cuando un nuevo dato aparece en la frontera del contacto y este dato
es susceptible de generar ansiedad debido a la tensión a la que está sujeto.
Esta tensión es la que viene a ofrecer una oportunidad de realización, de
extraer la figura del fondo y poder integrarla en el mecanismo de satisfacción
de la necesidad, como sería el origen de la propia excitación. Si hubiera tal
realización, alguna situación inconclusa se destruiría y con ella se cerraría el
ciclo gestáltico de realización de las necesidades.
Sin embargo, a veces, la inhibición puede llegar a negar el dato que
aparece en la frontera contacto y, por lo tanto, no sentir, insensibilizando la
piel, primera frontera de contacto. El hábito inhibitorio se transforma en una
respuesta automática de urgencia, cuando el organismo se ve amenazado,
similar a la de hacerse el muerto, entrar en shock, huir presas del pánico, es
decir, es una forma de que continúe la inhibición aprendida en forma reprimida
u olvidada. Se llega a negar el dato de la frontera contacto y la inhibición
reprimida pasa a hacer las funciones del ego.
En otras palabras, la excitación cuando emerge en el organismo lo hace
de una manera tenue y sutil (en un principio imperceptible), a medida que va
aumentando, sino encuentra la manera de concretarse en la expresión de una
acción adecuada produce una fuerte agitación e inquietud (pudiendo llegar a
los ataque de angustia).
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desordenada (como se observa en la histeria o en la paranoia). También en los
obsesivos hay una acción, aunque aparentemente controlada, pues lo que
subyace en el fondo son cuotas de angustia que hay que retener en forma de
ritos y compulsiones.
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más deseo, más emociones en general y más ansiedad en particular. Poder
hacerse conscientes de las inhibiciones olvidadas. Un trabajo en los temas que
la persona trae y que le irán involucrando, cada vez más emocionalmente, y un
trabajo con el vínculo, trabajo indispensable para poder sustentar el propio
trabajo. Estamos hablando de incrementar la excitación, y el ritmo y el
momento no pueden depender sino de la persona y, muy especialmente, de la
forma en que esta maneja su ansiedad. Y esto atañe en parte a los modos en
que la persona consigue tranquilizarse.
El pasado nos sirve para poder entender algunas de las razones de ser
actualmente. Pero la estructuración de este momento, como construyo mi
relación conmigo y con el medio, esta ocurriendo ahora. La personalidad es una
gestalt única que evoluciona y se configura en cada momento en base a las
particularidades de la situación.
APARECE LA VERGÜENZA
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alpinismo o a lanzarme en paracaídas. Pero reclamar en un restaurante es una
cosa muy diferente.
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vergüenza, no nos referimos a una vergüenza real, sino anticipada. Ése es el
miedo. El peligro ha aparecido en esa anticipación. En esa creación imaginaria.
Cuando una persona tiene demasiadas escenas aversivas, decimos que es
miedosa, y si lo que teme son escenas que remiten a la vergüenza, decimos
que es tímida. El lenguaje, que es tan sabio, relaciona en esta palabra el miedo
y la vergüenza. La timidez es la inhibición provocada por el miedo a la
vergüenza.
Tener miedo es vergonzoso o es tratado así en muchas sociedades. Los
niños son avergonzados por tener miedo o por expresarlo. Con lo cual se puede
tener miedo a ser avergonzado por tener miedo.
Bibliografía:
TRASTORNOS DE ANSIEDAD (TRASTORNOS DEL AUTOAPOYO). Boletín nº
31 de la AETG (Asociación Española de Terapia Gestalt)
NEUROSIS Y ANGUSTIA. Extracto de la tesina “La angustia en la clínica gestáltica”
de Borja Aula. (2010). Por Ainara Campos Sierra
ANATOMIA DEL MIEDO. Jose Antonio Marina. Editorial Anagrama. 2006.
ANSIEDAD GENERALIZADA. José María Prados. Editorial Síntesis. 2008.
CARÁCTER Y NEUROSIS. Claudio Naranjo. Ediciones La Llave. 2012.
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